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Y ASIRIA
PRIMERA PARTE
FÉ DE ERRATAS.
27 32 libra libre
52 7 m archila m architas
65 4 alcanzado al cansado
67 7 quereis quieres
75 23 vida la la vida*
118 som brío; som brío
124 26 yelo hielo
157 10 Fondoso F rondoso
R. 5 3 3
© IB U £ 3 ^ £ ^ --
m C ........
EGIPTO Y ASIRIA
RESUCITADOS
POR
Y RECTOR
TOLEDO
ES PROPIEDAD
LIBRO PRIMERO
Preliminares.
C A P IT U L O P R IM E R O
A,
>
fyp^ACE tiempo que venimos observando el movimiento li-
terario de Europa y los trabajos incesantes de los sabios,
efecto de meditados y prolijos estudios sobre los m onumentos
arqueológicos descubiertos y que se descubren cada día en
aquellas regiones de Oriente, que fueron á la vez cuna de las
prim eras sociedades y de las prim eras civilizaciones. Desde que
á principios del siglo comenzaron las investigaciones para poder
descifrar y entender las escrituras jeroglífica y cuneiforme hasta
nuestros días, son admirables los adelantos que ha conseguido
la historia de la hum anidad, reformada y rehecha por completo
en lo relativo á los tiempos anteriores á la m onarquía persa.
Fuera de los pocos datos suministrados por los libros he
breos, nada sabíamos de los pueblos primitivos del Asia Ante
rior y del África Oriental, y aun pudiéramos añadir de la
Europa, más que los transmitidos por autores griegos, no
siempre dignos de fe y hasta desacreditados entre los críticos.
Hoy, por el contrario, se ha hecho mucha luz y han salido á
la escena nombres y hechos enteram ente desconocidos, que
dieron á la historia una nueva faz, hasta el punto de no ser
en nada parecida á la que conocían nuestros padres.
2 E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
del Vicario de Cristo, que con tanto amor y tanto celo apostó
lico nos hablaba.
Mas, para que la obra* fuera aceptable á los ojos de Dios,
necesario era que siguiéramos las enseñanzas de la Cátedra
infalible, que nos indica, con la conveniencia del estudio de la
Escritura santa, el método m ás acomodado á nuestros tiem
pos, diciendo: «Ahora nuestros principales adversarios son los
racionalistas, que hijos y herederos, por decirlo así, de aquellos
otros hombres de quien más arriba hablamos, y fundándose
igualmente en su propia opinión, rechazan abiertam ente aun
aquellos restos de fe cristiana aceptados por sus predecesores.
Ellos niegan, en efecto, toda inspiración; niegan la Escritu
ra; proclaman que todos esos sagrados objetos no son sino
invenciones y artificios de los hombres, y m iran á los Libros
Santos, no como el relato fiel de acontecimientos reales, sino
como fábulas ineptas y falsas historias. A sus ojos no han
existido profecías, sino predicciones forjadas después de haber
ocurrido los acontecimientos, ó bien presentimientos produci
dos por causas naturales; para ellos no existen milagros ver
daderamente dignos de este nombre, manifestaciones de la
omnipotencia divina, sino hechos asombrosos que no traspa
san en modo alguno los límites de las fuerzas de la naturale
za, ó más bien ilusiones y mitos; y que, en una palabra, los
Evangelios y los escritos de los Apóstoles no han sido escritos
por los autores á quienes se atribuyen.»
Y porque en materias históricas ha sido tan grande el des
enfreno de los racionalistas, ya en 1883 escribía el mismo
Pontífice á los Cardenales Antonio de Luca, Ju an Bautista
Pitra y José Ilergenroether estas memorables frases: «Aun
hoy mismo se trabaja en idéntico sentido; de modo que, si
alguna vez pudo asegurarse, con mayor razón puede de
cirse que la historia parece hoy una conjuración contra la ver
dad»;'y en la ya citada Encíclica se queja de nuevo de los es
tragos causados por la falsa historia, diciendo: «Debe afligir,
6 E G IP T O Y A SIR IA RESUCITADOS
i
8 E G IP T O Y A SIR IA RESUCITADO S
ARTÍCULO PRIMERO
Criterio católico.
*3
(1) Ibidem .
(2) D e moribus Ecclesiae. Cap. I.
E ST A D O DE LA C U ES TIÓ N 15
(1) Apología científica, trad ucid a por Peyrolón, cap. V. párf. 2.“
(2) L a cosniogonie biblique d'aprés les Peres de l'Eglise.
E ST A D O DE LA CUES TIÓN 17
ARTÍCULO II
Criterio protestante.
(1) «¿Exempli gratia, quom m odo p otest p ro testan s alicui n e g a n ti Jacobi epis
tolam esse canonicam, per Scripturam probare?.... Ad ham igitur au g u stia m ne
cessario res d edu cta est, vel afirmare quod no vim u s eam esse au the ntic am
eodem Spiritus testimonio in cordibus nostris, quo scripta erat; vel R om am re
ve rti dicendo; trad ition e no vim u s Ecclesiam eam in canonem retulisse, et Ec
clesiam in fallibilem esse. Medium, ei quis possit, inveniat.» Lib. citato, 67.
(2) «Estaba yo en Londres, dice, y cené m uy tarde en u n cuarto que me h a
bía reservado para entregarm e con en tera libertad á la meditación de cosas espi
rituales. T en ía m u c h a h a m b r e y cené con gran apetito. Al fin de m i comida
____ ESTADO DE LA C U ES TIÓ N 29
(1) A unque g en eralm ente se le llama Spinoza, hay que te n e r preBente que
era un judío holan dés procedente de los ex p u lsad o s de E spa ña, don de es fre
cuentísim o el apellido de Espinosa, y por eso nosotros creemos que debe escri
birse á estilo español, y no según lo hacen los extranjeros, y tam bién muchos
españoles.
E ST A D O DE LA C U ES TIO N 31
:nía habla de ella con respeto, por más que rechaza el elemento so-
La brenatural, como los milagros y las profecías. Su objeto, al es-
itas cribir el T ratado teológico-político, fué, según confiesa,
nas «examinar de nuevo la Biblia, haciéndolo con espíritu libre
co" y sin preocupaciones». «No se puede dudar, escribe (1), que
todos los hechos narrados por la Escritura hayan ocurrido
ion, naturalmente». Con éste y otros principios análogos que con
nti, difusión se hallan esparcidos en sus obras, puso Espinosa el
em~ fundamento del racionalismo actual; puso el huevo que debía
1 de empollarse, poco después, en el centro mismo de la reforma,
con haciendo concluir á ésta por la negación del cristianismo (2).
ató- Wolf acostumbró con su filosofía á la independencia de Ja
iosa ietra, y los deístas franceses é ingleses fueron preparando el ad
venimiento del racionalismo. Herbert reduce á sistema el deís-
3ron m0 y rechaza como inútil la revelación (3); y aunque Locke
que. pretendió refutarle en su cristianismo razonable, el resultado
o de ele la refutación fué predicar la religión natural. Inundóse en-
pro- tonces Inglaterra de deístas, que multiplicaron sus ataques al
icio- orden sobrenatural. Toland escribió E l cristianismo sin m is
terios. Collins organiza una sociedad de librepensadores, cuyas
jero, ideas esplanó en sus discursos sobre la libertad de pensar.
"levó Tyndall renueva en el Cristianismo, tan antiguo como el mun-
se le do, las impiedades de Herbert. Woolston no ve sino alegorías
rnos. ‘ en los milagros del Evangelio, y para demostrarlo escribió seis
tío y discursos sobre los m ilagros de Jesucristo. Otros muchos
ts. escriben en igual sentido, apoyados por la nobleza, que les auxi-
) que lia con su prestigio y su dinero, hasta el punto de que Boling-
s, no broke compara la Biblia á D on Quijote.
argo, Voltaire se encargó de popularizar en Francia las ideas del
ARTÍCULO I I I
por
, re
lien Desarrollo del racionalismo.
i en
(1) «L ibare autem, et sacrificare, et p rim itia s offerre secunilum pa trio s mores
unum quemque decet.-i (Apud S. Augus. Ench., cap. 38).
(2) a ll fa u t , escribía en 1830 á su amigo Marklin, avoir un pensée de derriere,
e tju g e r de tout p a r lá, en p a rla n t cependant comwc le peuple». (E ssais d'histoire
religieuse, pág. 330.)
(3) M enéndez Pelayo, H eterodoxos españoles, tom o 8.°, pág. 737.(Véase n u e s
tro libro ¿De Santo Tomás ó de Iírausse? cap. II).
42 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
C A P ÍT U L O III
E d d a de R am ses I I,
Traducción del texto de la estela de Ramsés II.
«Viviendo Ra, Horo, toro poderoso, que ama la verdad, señor de la panegiria,
como su p ad re Ptali, rey del A lto y del Bajo Egipto, R auserm asotepenra, hijo
del sol, M eyiam en-Ram essu, d onador de la vida, señor de las dos d iad em as (de
las regiones superior ó inferior), que protege al Egipto, que sojuzga los pueblos
extranjeros, Ra, semilla de los dioses, que somete las dos com arcas (el Alto y el
.Bajo Egipto), milano de oro, rico en años, g ra n d e en la victoria, el rey del A lto y
del Bajo Egipto, R auserm asotepenra, hijo del sol, M eriam en-R am essu, supremo
señor que sujeta las dos regiones con los m o nu m en to s de su nom bre; levántase
R a en lo alto del cielo por la voluntad de él, rey del Alto y del Bajo Egipto,
R auserm asotepenra, hijo del sol, M eriam cn-R am essu. M andó su m ajestad fabri
car un a grande estela de piedra de granito rojo (escrita) con el n om bre grande
de sus padres, deseando ele va r el nom bre del pa d re de sus padres y del rey
M enm ara, hijo del sol, S eti M erentaph, estable y lloreciente por la eternidad,
como R a , todos los días.
El año 400, día 4 de M esori, del rey del Alto y del Bajo E gipto, Setaapheti,
hijo del sol que le ama, N u b ti am ado de R a , Horo de dos horizontes, que existe
eternam e nte y por siempre, vino el de noble familia, prefecto, flabilífero á la
derecha del rey, capitán de los arqueros, g o b e rn a d o r de las provincias extranje
ras, com and an te de la fortaleza de Tor, jefe de los M a d ja iu , escribano real, ca
p itán de caballería que preside en la fiesta del Cabrón señ or de Mendes, primer
sacerdote d e S e t, Kerheb de la diosa U atitaptoui, Seti, justificado, hijo de noble
estirpe, prefecto, capitán de los arqueros, go bernador de las prov incias extran
jeras, c om an da nte de la fortaleza de Tor, escribano real, cap itán de caballería,
P a -R a m esm , justificado, nacido de la señora de la casa, sacerdotisa de R a , Tan
justificada, El dice: Salve ó Set, hijo de N u t el del gran valor en la barca de mi
llones (de años), que abatió á los enemigos que se h a b ía n puesto d ela n te de la
n av e de R a , el de los gran d e s rugidos.... (concédem e) días felices para seguirla
estatua tu y a que yo coloque.... » ( C a k a , G li Hifcsos, cup. III.)
LOS J E R O G L ÍF IC O S D E E G IP T O 65
(1) H istoire ancienne des peuples de l'O rient, 4.a edición; P aris 1886; pág. 732.
66 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
La e s c r itu r a cwneiifóme.
¿ jfe
l gran valle que, arrancando de los montes de Armenia,
'^ c o r r e de Norte á Sur hasta llegar al Golfo Pérsico, limita
do por el Tigris al Oriente y por el Eufrates al Occidente, es lo
que se llama Mesopotamia; N a h a ra im , según los antiguos po
bladores, Senaar en las primeras relaciones de la Santa Biblia
y Al-G esireli en el lenguaje de los modernos turcos; nombres
todos que significan p a ís de entre ríos. Uno y otro de los que
fecundizan aquella amenísima región, colocada como un oasis
entre los desiertos de Arabia al Poniente y de Persia al
Oriente, nacen en el monte Nipfiat.es, ó % eleschin, como le lla
man los árabes; y aunque en su origen tomañ opuestas direc
ciones, al desembocar en la llanura que limita el monte M asio ó
K arageh-dagh, se van aproximando hacia el grado 34 de lati
tud. para marchar desde allí paralelos por el espacio de 360
kilómetros, juntándose después en un solo lecho y desaguando
en el Golfo Pérsico por cinco bocas.
Las aguas de estos ríos y las de sus afluentes, desempeñan
en Mesopotamia un papel muy parecido á las del Nilo en Egipto;
pues, si bien es verdad que no depositan en sus periódicas inun
daciones el légamo que este último en las riberas que baña,
también lo es que, recogida el agua en multidud de canales que
corren en todas direcciones, hábilmente dispuestos por el inge
70 E G IP T O Y A SIR IA RESUCITADOS
nio ele los asirios y caldeos, hizo tan fértiles aquellas campiñas,
sobre todo en la baja Caldea, que con razón fué apellidada jar
dín del Asia occidental. Eso mismo sería hoy si la apatía é in
curia de los últimos pobladores, sobre todo de los árabes y tur
cos, no la hubiera dejado convertirse en inculta selva.
Cierto que la naturaleza parece haber preparado aquella co
marca para cuna de la humanidad que renacía después del
diluvio; para primer teatro de la naciente civilización que debía
desarrollarse antes que los hombres se separaran. Pues tanto
por su posición en medio del mundo antiguo, de donde con
facilidad podían emigrar en todas direcciones, al Oriente hasta
los confines del Asia, al Occidente hasta las playas del At
lántico, como su clima suavísimo y la fertilidad del suelo, era
la comarca más propia para que en ella se fijaran los hombres
al bajar de las cordilleras del Ararat.
Allí nació el primer imperio de que hace mención la historia,
el babilónico, fundado por Nemrod, hijo de Chus y nieto de
Cam, robusto cazador, como le llama el historiador de aquellas
remotísimas edades (1). Desde allí, remontando el curso del
Tigris, salió Assur, hijo de Sem, fundador de Nínive; siendo
estas dos ciudades por espacio de muchos siglos, ora alternando,
ora dominandoj la una sobre la otra, con un solo impe
rio asirio-caldeo, las que tuvieron la hegemonía del Asia y aun
del mundo civilizado, que pagaba sus tributos ó enviaba pre
ciados dones á las señoras y reinas de Mesopotamia.
La gloria, empero, de aquellas potentísimas y populosísimas
ciudades del mundo oriental antiguo, desapareció cuando apenas
comenzaba á lucir en el Occidente el sol de Roma: siendo la
ruina tan grande, que no sólo fueron borradas de la superficie
de la tierra, sino que hasta su misma memoria se perdió, igno
rándose durante mucho tiempo el sitio donde habían estado
emplazadas. La comarca donde se levantaron en otra época
(1) Génesis, X , 8,
LOS J E R O G L ÍF IC O S DE E G IP T O 71
(1) A penas b a sta n hoy cinco grand es salas para con tener las riquezas anti
g uas traídas de Asiria y de Babilonia, «Los v isita n te s, escribe Delitzscb, recibi
dos solem nem en te por dos toros colosales con cabeza h um an a, seria y barbuda,
atraviesan las salas, cuyas paredes están cubiertas de alto á bajo por esculturas
de una finura m aravillosa. Su vista nos t r a n s p o r t a en medio de Ion sitios de
plazas, de batallas, de tropas, de cautivos, de cacerías de leones, de palacios mag
níficos de la antigua Asiria, U n poco más lejos en contram os obeliscos y estatuas
de reyes antes desconocidos; arm arios llenos de ladrillos escritos y de prismas
de arcilla; ataúdes, arm as, pesos, vasos, ornam entos, y lo que es incom parable
m ente más precioso que todos estos m onum entos, más de cien g ra n d e s arcas en
cierran la joya más preciosa de la Asiriología, la biblioteca de A s u rb a n ip a l. Segu
ram en te Rich no h a b ía sospechado que bajo de aquel m on tón de ladrillos ama
rillentos, vistos p o r él al otro lado de Mosul y sobre las rib e ras del Tigris,
siguiendo la corriente de este río, hu b iera no m enos de doce palacios de reyes
asirios sepultados». Chaldciische Génesis, pág. 264. Leizig, 1876.
LOS J E R O G L Í F I C O S DE E G IP T O 77
\
l e la y bien pronto descubrió un muro macizo de ladrillo, revestido
que de piedras calcáreas con esculturas de bajos relieves y caracte
idos, res cuneiformes.
Siguiendo las excavaciones, halló un segundo muro que for
és á maba ángulo recto con el primero, y después halló también el
OSlll, tercero y cuarto, que le condujo al punto de partida, cercando
>re la el perímetro de una gran sala, cuyas paredes todas estaban
endo adornadas con bajos relieves é inscripciones epigráficas. Ani
en la mado con tan satisfactorios resultados, prosiguió con ardor la
irgen obra empezada y descubrió otra sala parecida á la primera; y
i de después otra, hasta seis, algunas de las cuales tenían una longi
n los tud de 115 pies por una anchura de 35. pudiendo copiar entre
cua- inscripciones y bajos relieves unos 450 pies.
: y la Botta se dio prisa á comunicar á París el resultado de sus
ición investigaciones, enviando á la vez una copia de los bajos relie
3 es- ves y de las inscripciones cuneiformes (1) que había descubierto,
i que causando con esta novedad una sorpresa inmensa entre los eru
;s, se ditos de toda Europa. El gobierno francés atendió generoso á
■o re- los gastos ocasionados por aquellos descubrimientos, y envió
ipezó los fondos necesarios hasta completar la obra comenzada por
oeste Botta y ultimada por Place, del desentierro de K horsabad.
lado, De los planos y diseños publicados por aquellos dos asirió-
logos y de los estudios de otros sobre las inscripciones descu
3 anti- biertas, se vino en conocimiento de que aquellas ruinas perte
reoibi-
rbuda,
necen á una ciudad edificada por el rey asirio Sar-kcn, que
alturas parece ser el Sargón de Isaías (2), padre de Senacherib y con
ti os de
temporáneo de Ezequías, rey de Judá. Poco vale lo hallado per
is rnag-
statnas teneciente á otros edificios; pero en cambio del palacio de Sar-
irismas kin se encontraron restos soberbios, que indican bien la gran
arable-
cas en-
deza de aquella casa; son precisamente las seis cámaras descu
. Segu- biertas en primer término por el célebre explorador.
s ama-
Tigris, (1) L e ttre sur descouvertes de Khorsabad, p u b licad a en el J o u rn a l A siatique,
e reyes 1843-45.
(2) X X -1 .
78 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
(1) Menant, A nnales des Rois d'A ssyrie. B rnnengo. L 'im p e ro di Babilonia é de
N inive. V. I., pâg. 13. Prato, 1885.
LOS J E R O G L ÍF IC O S DE E G IP T O 79
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5-
re-
Darli
tos en Nínive y descritos porB otta (1), Layard (2) y Oppert (3),
pasemos á otro punto.
Como á unos 30' kilómetros más abajo de Nínive, hacia
donde está el pueblo de N im ru d , se levantaba en otro tiempo
la antiquísima Calach, llamada Chale por el Génesis (4) y
edificada por Assur, lo mismo que Nínive, con la cual alternó
mucho tiempo en el honor de ser capital del reino de Asiría y
m orada de sus reyes. Hoy sólo se ve allí un campo desierto,
donde sobresalen, formando varias ondulaciones, algunos mon
tículos ó prominencias, bajo las cuales descubrieron Layard y
Lofto con otros indagadores el esqueleto de la antigua ciudad. |
Como Nínive, se hallaba cercada por una vastísima muralla
de figura irregular, cuyo trazado se conoce todavía. La mura
lla estaba flanqueada por multitud de torres; tantas, que sólo
al lado de Occidente contó el mismo L ay ard -58, de las cuales
I
aún se conservan en algunas las bases. Dentro de la misma
ciudad y al ángulo sud-este, hallábase un nuevo recinto mu
rado que separaba la morada regia del resto del pueblo, y que.
estaba formado con varios palacios y m onumentos reales dis
tribuidos sobre una plataform a— á la m anera del Palatino de
R om a— á la cual se subía por una escalinata, como en Persé-
polis. Allí se encontraron las ruinas de una pirámide cuadra
da, construida por A ssu r nasirhab al, que reinó desde 882:
(1) E l texto hebreo del Génesis llama á esta ciudad E llasar, aun qu e la Vnl-
g ata traduce Ponto (XIV-1). El libro IV de los Reyes ( X I X - 12) la n o m b ra Thelassar.
E l p rim ero de los P a ralip ó m en o s (V-26) la apellid a-á ssm \ Is aía s (XXXVII-12)
Thcilassar. E l lib ro IV d e los .Reyes (al capitulo XV-29) le da el nom bre de ^ásswr
y así en otros pasajes, conviniendo los intérp retes en que es u n a mism a ciudad,
LA ESCRITURA CUNEIFORME 85
a rtíc u lo n
Descubrimientos en Caldea.
(1) x -io .
88 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
cencía del rey Sin -id in n a m , que, aun cuando no se sabe á punto
fijo cuándo reinó, debió ser bastante antes del siglo XV, pues
to que el rey P u rn a p u ria s, que florecía por el año 1430 an
tes de Jesucristo, habla ya de aquel templo, llamado B it-P a rra
como de un edificio antiguo y viejo, restaurado por él. Jorge
Smith fué quien leyó la inscripción donde consta el autor del
edificio, grabada en un cono de Sin kereh, y es como sigue:
A Sam as, el soberano de la. v id a , el je fe del cielo, el más
sublime de los genios, su rey , Sin-idinnam , el varón p o d e
roso, el soberano de Ur, rey de L a rsa m , rey de S u m ir y
de A c c a d , construyó el B it-P a r r a ¡ p a ra la conservación
de sus d ía s..... P or orden de Sin y de Sam as, Sin-idinnam
celebró fiestas pom posas en el B it-P a r r a y en el B it-N in-
gal á la gloria de los genios (1).
Cerca de S inkereh se ve otro montículo donde se encon
traron multitud de objetos metálicos de uso doméstico; lo que
indica que debió haber allí antiguamente una fábrica de traba
jos en metalurgia, sobre todo en cobre, pues se han recogido
por Layard muchos cuchillos, tenazas, dagas, etc. de aquel
metal.
En el centro de la Caldea se descubrieron las ruinas de otra
ciudad no menos célebre, Ñ ip a r , ó N iffe r. Situábase sobre
una plataforma artificial, dividida hoy en dos por un enorme
barranco de 120 pies. Aún se ven restos de la muralla que
rodeaba la ciudad, y hacia el medio de la parte oriental los
de una torre construida con ladrillo, que forma una especie de
cono, y es el punto culminante de aquellas ruinas, llamado por
los árabes B int-el-A m ir, «la hija del príncipe». También fué ce
lebrada la ciudad de S ip p a ra ó S ip a r, cuyas ruinas sepulta
das están en la colina donde tiene su asiento la moderna S a
j e ir a á la izquierda del Eufratres y no lejos al norte de Babilonia.
Parece ser la Sepharvaim de que nos habla el libro 4.° de
( 1) Cap. X X V , 11-24.
E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
(1) IV-27.
LA ESCRITURA CUNEIFORME 103
ARTÍCU LO I I I
«Es muy digno de notar, escribe Bickell, que los dos gran
des descubrimientos históricos de nuestra época se dan mutua
mente la mano para establecer el origen mosaico del Pentateu
co. Mientras que la Egiptología nos hace conocer hasta en sus
más pequeños detalles el estado del Egipto y atestigua así la !
autenticidad de este libro, obligando á admitir á un autor que,
como Moisés, haya vivido en el valle del Nilo, la Asiriología de
muestra la falsedad de la hipótesis fragmentaria y prueba la
unidad de este escrito fundamental de la revelación divina» (1).
«Poco tiempo ha, dice Neteler, se consideraba como época
mítica la en que escribía el profeta Isaías; pero la epigrafía asi
ría hízola entrar en. el cuadro de los tiempos históricos. Parecía
que al clescubirse los viejos documentos orientales, había con
tradicciones insolubles entre los relatos asirios y las relaciones
bíblicas; pero eso 110 era nada.....Aquellos asirios que parecían
resucitar para poner un nuevo cerco á Jerusalén y dar al traste
con el canon del Antiguo Testamento, testifican, por el contra
rio, en favor de los hechos que no se querían admitir por la
autoridad de los libros hebreos. Los datos bíblicos y los datos
asirios se confirman recíprocamante» (2).
Añadamos el testimonio de Chabas, que no es menos expre
sivo. «Dupuis, dice, después de haber fundado su cronología de •
14 ó 15.000 años sobre la base de los zodiacos de Denderah,
exclamaba complacido: «He arrojado el áncora de la verdad
en medio del océano de los tiempos». Y lo que había hecho
fué arrojar su áncora en medio de un océano de errores. En
el momento en que escribía Dupuis su libro, nacía Ghampollión
en Figeac, y treinta años después descifraba los jeroglíficos, que
permitían hacer constar que los famosos zodiacos egipcios eran
simples zodiacos griegos de la época romana» (3), que por lo
(1) M aspero, R isto ire ancienne de l’O rient, pág. 515. L a ru in a de N ínive se
p on e co m únm ente en el a ñ o G25, a. C.
(2) L uc., 1-71.
V A L O R H I S T O R I C O - C R Í T I C O , ETC. 121
LIBRO SEGUNDO
Período de preparación
CAPITULO PRIMERO
(1) H e aq u í las definiciones dogm áticas: «Credim us... unum esse universo
ru m principium , creatorem om nium visibilium et invisibilium , sp iritu a liu m et cor
poralium , qui sim ul ab in itio tem poris utram que de nihilo condidit creaturam , spi
ritualem et corporalem, angelicam videlicet et m undanam , ac deinde humanam,
quasi communem e x corpore et sp iritu constitutam *. (C oncilio de L etrá n , cap .F ir
m iter). «S i quis non confitetur m um dum , resque omnes, quae in eo continentur, et spi
rituales et m ateriales, secum dum totam suam substantiam a Deo ex nihilo esse pro
d uctas.....anathem a sit.» (C on stitu ció n D ei F iliu s dei C oncilio V aticano, canon Y.)
LA CR EA C IÓN 125
(1) Chalclean Account o f Génesis, pág. 6*2. (R elación caldea del G énesis.)
(2) F ra g n isn ts de cosmogonie clialdeenne.
LA CREACIÓN 129
(1) H istoire ancienne de 1'O riente, 2 ^ édition, pág. 148-49. E n la edición 4.»,
hablando de lo m ism o, escrib e así: Certaines écoles, celle d 'E rido u entre autres,
proclamèrent l'unité absolue de la d ivinité, et adressèrent leurs p rieres an dieu
unique. L eurs doctrines ne prévalurent pas et disparurent assez tôt p lus de trois m i
lle ans avant notre ere, pág. 139.
134 E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
(1) Conference su r la religion des anciennes E g yptien s, 1869, pâg. 12, 17, 26.
(2) R eise nach der grossen Oase E l K hargeh (V iaje al g ran oasis «El
Ivhargeh.>) 1878.
136 E G IP T O Y ASIR IA RESUCITADO S
los hebreos los asirios, que el cielo había sido hecho antes que
la tierra. Al hablar de las inscripciones trilingües de Persépolis,
notamos que la versión asiria seguía literalmente á la persa,
fuera de algunos incidentes, como en lo relativo á la coloca
ción de la tierra y el cielo. Por eso Saulcy tradujo tierra la pa
labra correspondiente á la persa bumin, pues ocupaba en la
traducción asiria el lugar correspondiente á aquélla. Hoy, no
obstante, convienen lodos en la equivocación del asiriólogo fran
cés, muy excusable por otra parte; porque está averiguado que,
en vez de tie rra , debe leerse cielo. Así Ormuz en la lección
persa es llamado constantemente «padre de la tierra y del cielo»;
mientras que en la Asiria se dice «padre del cielo y de la tierra»,
conforme á la frase del Génesis «creó Dios el cielo y la tierra».
Esta, en concepto del escritor sagrado, estaba inanis et va
cua, ó como dice el original hebreo tohu oa-bohu, palabra que
debía ser tradicional para indicar el caos entre los semitas,
puesto que los asirios nos representan aquél bajo la forma de
una diosa, B a h u , diosa del caos. Otro tanto sucede con la
palabra tehom el abismo, tenebrce erant super fa ciera cibysi,
transformado por los asirios en la diosa T ih a vti ó T ih a m ti;
tanto más, cuanto que en aquel país era frecuentísimo el uso de
tehom para designar al mar, mientras que entre los hebreos está
casi reducido á las producciones poéticas, aunque siempre en el
significado de reunión de aguas.
No creemos pertinente á nuestro objeto citar aquí los pasajes
de escritores clásicos, en que se nos habla del caos primitivo
como origen de las cosas, bastándonos con apuntar los célebres
exámetros de Ovidio, que cantaba:
A nte m are et térras, et quod tegit om nia ccelum,
Unus erat toto natw'ce vultus in orbe,
quem d ix e r e chaos; ru d is indigestaque moles (1), que
en romance quiere decir:
(1) Transact, o f tlie B ib i. Archeolo. Soci., v. IX , p a rte 1.*, p â g . 171; 1887. Véase
al P. Oara en su o b ra G li H yksos ó re p a sto ri, pâg. 170. Rom a, 1889.
(2) Bibliothèque du pa la is de N inive.
LA C R EA CIÓ N 147
(1) M&moire sur le te x te p r im itif du prem ier recit de la creación. P a rís, 1875.
148 E G IP T O Y A SIR IA RESUCITADOS
A R T ÍC U L O P R IM E R O
El Paraíso.
/fk,
<r¡f^f$os pueblos todos han conservado en sus tradiciones el
recuerdo de la prim era y afortunada edad del m undo,
llamada con razón edad de oro, pues en ella 110 había traba
jos para la mísera hum anidad, que gime desterrada en este
valle de lágrimas. Por eso pudo decir, con mucho acierto esta
vez, el patriarca de Ferney, que «la creencia sobre la caída y
degeneración del hombre se encuentra en todos los pueblos
antiguos. A u re a p r im a sata cetas, es la divisa de todas las
naciones» (1).
Así vemos á los poetas, á los historiadores, á los filósofos,
á los mismos legisladores convenir en este punto interesantí
simo para el hombre, sin que fuera de ninguna m anera posi
ble el que se pusieran de acuerdo para darnos una noticia fal
sa respecto al modo de ser primitivo del hum ano linaje, cuando
todo al contrario convidaba, en cualquiera de los tiempos his
tóricos en que aquéllos vivieron, á presentar al hombre
sufriendo los azotes de su m adrastra la naturaleza, como la
llama un filósofo, desde el momento de su aparición sobre
la corteza del globo que habitamos.
las une. Hesiodo nos dará razón de los males actuales, dicién-
donos que proceden todos de la audacia deEpimeteo, «que fué
el primero que recibió por esposa una virgen de mano de Jú
piter» (1). Epimeteo es el mismo Prometeo. Ni es solamente en
la Teogonia donde Hesiodo nos recuerda la prim era felicidad
de los hombres y la siguiente ruina, sino que insiste en la mis
ma idea escribiendo (2): «Antiguamente las tribus humanas vi
vían exentas de males, de trabajos penosos, y de las enferme
dades crueles que traen la vejez, porque envejecen pronto los
hombres que sufren. Llevando Pandora una gran caja, le quitó
la cubierta y se derramaron los males entre los hombres. Sólo
quedó la esperanza, que detenida en el borde de la caja, no es
capó, por haber cerrado Pandora el vaso por orden de Júpiter.
A contar desde este día, van extendiéndose entre los hombres
infinitas calamidades; está llena de males la tierra y lo está tam
bién el mar; las enfermedades tienen su placer en atormentar
noche y día á los mortales».
No citaremos el canto 19 de la Ilia d a , donde Homero expre
sa la misma idea; ni lo que el mismo Hesiodo nos refiere de
Tifón; ni lo que Platón añade en el Tim aeo; ni las reflexiones
de Cicerón en el Hortensco; ni lo que escribieron otros filósofos
en orden al estado actual del hombre, á su estado primitivo, al
tentador y la tentación con la consiguiente caída y aun á la re
belión de los ángeles, verdades todas que se enlazan entre sí y
mutuamente se explican; pero que no se encuentran puras sino
(1) Theog,, v. 310 y sig u ien tes. V éase cómo se ex p re sa H o racio en su oda III,
refiriendo el m ism o asu n to :
A u d a x J a p e ti genus
Ig n em f r u d e m a l a gentibus in tu lit.
Post ignem aetheria domo
Subduetum , macies et nova fe b riu m
T erris incubuit cohors-,
Sem otique p riu s tarda necessitas
L e th i corripuit gradum .
(2) Los trabajos y los dias, v. 47 y sig uien tes.
156 EGIPTO Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
COLUMNA I
(1) S m ith, Chaldean Account o f Genesis (R elación caldea del G énesis), pág. 54.
(2) A ssyria n Discoveries (D escu b rim ien to s asirios), pág. 398 y siguientes.
EL P A R A Í S O Y LA CAÍ DA 161
COLUMNA II
ANVERSO
1 ......... Él preparó...
2 ......... á su derecha él distribuyó
EL P A R A Í S O Y L A CA Í D A 165
REVERSO
La caída.
Tan vivos como los recuerdos del árbol de la vida son entre
los pueblos los del árbol de la ciencia del bien y del mal,
origen de nuestra ruina, con la que se halla íntimamente unido.
En la colección de monumentos publicada por Félix Lajard (2)
se encuentra un antiguo cilindro babilónico, reproducido tam
bién por Smith, que representa un árbol con las ramas exten
didas horizontalmente; de él penden dos gruesas frutas, delante
de las cuales hay un hombre y una mujer frente á frente sen
tados. El hombre tiene dos cuernos en la frente, la mujer no
tiene semejante adorno, pero su vestido está más compuesto y
detrás de ella se ve una serpiente. Imposible parece ver este
cilindro ó su representación, sin que se piense en la tentación
de nuestros primeros padres. No obstante Joaquín Menant nie
ga que esto tenga relación alguna con la escena del Paraíso,
fundándose en lo siguiente. (Véase el grabado de la pág. 179).
(1) E t erat draco m agnus in loco illo, et colebant eum babilonii.... Tulitqne
Daniel picem , et adipem, et pilos, et coxit pariter, fecitq u e massas, etdedit in os
draconis, et diruptus est draco, cap. X IV .
(2) D iodoro de Sicilia. E is t., lib ro X I, cap. IX .
(3) «Taautus quidem draconis, serpentium que naturae divinitatem aliquam
tribuebat-, quam ejus opinionem Phoenices e tJE g ip tii postea com probarunt.....atque
illud aniynal Phoenices B o n u m Doemonem , jE g ip tii vero Cneplium sim iliter n u n cu
parunt-, eidem cap u t accipitris, ob praecipuam quandam h vju s volucris agendi vim,
addiderunt. Quia etia m Epuis ille, qui sum mus ab eis sacrorum interpres et scriba
nominatur.....sic ad verbum allegorice rem istam exposuit: unus om nium m axim e
182 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) «.In L a vin ia , opjndo latinorum , quae quidem velati Romae avia nom ina r
poseet.....Prope L a vin iu m ig itu r est lucus m agnus et opacus. I n luco autem la tib u
lum, ubi draco.....L ib ro X I, cap. X V I. Lo misrno escribe P ropercio en este verso
de la E legia in C ynthia:
L a n u v iu m annosi vetus est tutela oraconis.
H ic ubi Tartareae non p e rit hora inorae.
(2) D e M ira cu lis, lib ro I, cap. V JII.
(3) D e divinis In stitu tio n ib u s, libro II, cap. 17.
184 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) «A ttia m , cum ad solemne A pollinis sacrum m edia nocte ven iret, posita in
templo lectisa, dum caelerae m atronae do rm iren t, obdorm isse, draconem repente
irrepsisse ad eam, pauloque post egressum: illam expergefactam , quasi á concubitu
m a riti purificasse se\ et sta tim in corpore ejus extetisse m aculam velut depicti draco
nis, nec potuisse unquam exig i, adeo u t m o x publicis balneis perpetuo abstinuerit:
A u g u stu m na tu m mense decimo, et ob hoc A pollinis filiu m existim a tu m , i Suetonio,
in A u g u s, cap. 94. E n el re v erso de las m ed allas de A ugusto se ve á Apolo con la
in sc rip c ió n Caesar divi filiu s.
Sería no concluir si h u b ié ra m o s de citar todos los testim o n io s re la tiv o s al caso;
por eso nos conten tam o s con alg u n o s pocos.
(2) P anlh. egypt, tex to 3 y tam b ién lib ro II, pág. 4.
(3) Cohortatio ad gentes, cap. III.
EL PARAÍSO Y LA CAÍ DA 185
(1) San E pifan io , h e re jía 37, Massonerie pratique, tom o II, 1886.
(2) A nales de la propagación de la fe , núm . 223, 1867.
(3) Anales de filo so fía cristiana, tom o 26, pág. 355.
186 E GI P T O Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) M œ urs et in stitu tio n s cles peuples de l’In d e , torao II, cap. 12.
(2) A nn a les, etc., M arzo de 1861,
(53) Sobre el lago T anganika.
El i P A R A Í S O Y LA C AÍ DA 18?
(1) D ern ier jo u r n n l du docteur D a vid L ivingstone, pág. 305; P arís, 1876.
(2) V éase á T o rq u em a d a, M onarquía in d ia n a , tom o II, l.°-6.
(3) A nales de la propagación de la fe , núm ero 98.
(á) P u ed e co n su ltarse sobre el culto de la serp ien te á B osm an, D u cultu des
dieux fetiches; á B oudin, cuite du serpent; y á G aum e, Tratado del E sp íritu S a n to ,
tomo I.
188 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
«por ser madre de todos los vivientes» (1). Otro tanto sucede
con los nombres de Cham y % aim i, Sem y S a m u , Chus y
K assa, donde se ve la correspondencia de las palabras caldeas
con las hebreas.
Pero lo que sobre todo requiere y reclama nuestra atención
es la concordancia de diez generaciones que pone Moisés entre
la creación y el diluvio y repiten á una los pueblos todos de la
antigüedad; no pudiendo menos de reconocerse en esa uniformi
dad un resto de la primitiva tradición, adulterada, ya se supo
ne, con cuentos y fábulas inverosímiles y absurdas. Ya co
miencen estas fabulosas historias antes del diluvio ó ya den
principio después de aquella catástrofe, siempre venimos á pa
rar á diez generaciones, ora de dioses, ora de demiurgos, ora
de héroes, conforme al gusto del pueblo y sus inclinaciones más
ó menos ilustradas. Entre los iranios serán diez monarcas
P eischadianos ó l\a io m ar ¿anos, es decir, hombres de la an
tigua ley, que se alimentaban del p uro liorna (agua de la in
mortalidad) y g u a rdaban la santidad. Entre los indios trope
zamos con los nueve B ra h m a d ik a s, quienes, junto con Brahma,
componen el número de diez P itris ó primeros padres. Los
chinos reconocen los dies prim eros em peradores en la auro
ra de los tiempos, participando aquellos personajes de la natu-
leza divina y siendo por lo mismo semidioses. Los germanos
y escandinavos creían en diez antepasados de Odín, y los árabes
en diez reyes de los Aditos, pueblo primero que pobló la pe
nínsula arábiga.
Dijimos que la moderna Asiriología no había descubierto
aún ninguna tabla donde se narre la. historia antidiluviana;
pero, en cambio, se conserva la relación de Beroso, quien des
pués de haber tratado en el primer libro del origen de las co
sas, según los caldeos, en el segundo continúa con la descrip
ción de los primeros reyes de la tierra, enumerando d iez hasta
ARTÍCULO II
Los g i g a n t e s .
ragoza, cuando fué á tallarse por cima de los demás desde me
dio pecho arriba.
Cuando estuvo en esta ciudad á principios de Octubre del
año pasado (1894), medía 2 metros y 16 centímetros de altura,
y pesaba 152 kilos. ¡Aún estaba creciendo! (1)
Entre los caldeos se conservaba igualmente la tradición de
los gigantes, designándoles los documentos cuneiformes con el
nombre de gibot' ó de gabru. Lenormant, en su Comentario
de B eroso, trae varios pasajes asirio-caldeos, en que manifies
tamente se alude á los gigantes.
A R T ÍC U L O P R I M E R O
Su existencia.
(1) Cluis genuit Nemrod: ipse coepit esse potens in terra. E t era t robustus vena
tor coram Domino. Ob huc exiv it 'proverbium: Quasi Nemrod robustus venator
coram Domino. F u it autem principium regni ejus B abylon, et A rach, et Acliad, et
Chalane in terra Senaar. (G e n e s i s , X-8-10.)
(2) L es prem ieres civilizations, tom o II, pag. 21.
(3) B abylone et la Chaldee, pag. 39.
16
242 EG IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
COLUMNA I
COLUMNA II
1. Robusto......
2. En el quinto día.......se levantaban.
3. En su ámbito catorce en todas sus órdenes,
4. catorce en todo contaba..... sobre sí (1).
5. Yo coloqué su techo......yo la cubrí.
6. Navegué en ella el sexto (día); di vidí sus compartimien
tos en el séptimo,
7. la parte interior divide en el octavo;
8. las hendiduras de las aguas de la parte interior tapé
bien;
9. vi las hendiduras y coloqué lo que faltaba (para cu
brirlas).
10. Tres sciros (2) de asfalto extendí en la parte interior.
11. Tres saros de asfalto gasté en la parte exterior.
12. Tres saros de hombres portadores de cestas, que lleva
ban sobre su cabeza las cajas.
13. Yo guardé un saro de cajas para el alimento de mis
allegados;
14. dos saros de cajas se dividieron entre ellos y los
marinos.
15. P o r......yo hice inmolar bueyes,
16. instituí......para cada un día;
17. en de bebida, de toneles y de vino
18 como el agua de un río, y
'
EL DILUVIO 247
(1) E stas 24 p rim era s lín eas no las trad u jo H aupt, por ser dem asiado obs
curo su sentido; así es que la traducción del texto está tom ada de L enorm ant
(Orígenes de l’histoire, V. I. A pen. V.), á donde rem ite á sus lectores el asiriólogo
alem án .
248 EGIPTO Y ASIRIA R E S U C IT A D O S
COLUMNA III
16. Entonces los dioses lloraron con ella por causa de los
A n n u n n a k i;
17. en un lugar se sentaron los dioses lamentándose.
18. Los labios ellos cerraron.....lo porvenir.
19. Seis días y siete noches
20. el viento, el diluvio y la tempestad predominaron;
21. al amanecer del día siete la tempestad amainó, el dilu
vio que una batalla
22. había dado, como un (poderoso) ejército de gente
armada,
23. se tranquilizó; el mar se retiró, y la tempestad y el di
luvio cesaron.
24. Yo navegué á través del mar, deplorando
25. que las habitaciones del género humano hubiéranse
convertido en fango;
26. como troncos de árboles los cadáveres flotaban acá
y allá.
27. Yo abrí la ventana, y como la luz del día me diera en
la cara,
28. recapacité y me senté llorando;
29. sobre mis mejillas corrieron las lágrimas.
30. Yo navegué sobre la tierra, (entonces) un mar es
pantoso;
31 luego apareció un continente de doce medidas de alto.
32. Hacia la tierra de N izir se enderezó la nave.
33. La montaña del país de N izir detuvo la nave, y no la
dejó andar más adelante.
34. El primero, el segundo día la montaña de N izir detu
vo, la misma.
35. El tercero y el cuarto día la montaña de N izir detuvo,
la misma.
36. El quinto y el sexto día la montaña de N izir detuvo,
la misma.
37. Al rayar el alba del día siete
38. yo cogí una paloma y la solté al vuelo. La paloma voló
por aquí y por allí, mas
39. no encontrando lugar de reposo, se volvió atrás.
40. Entonces yo tomé una golondrina y la solté. La golon
drina voló por acá y por allá, pero
41. no encontrando lugar de reposo, se volvió atrás.
42. Entonces tomé un cuervo y lo solté á volar.
43. El cuervo voló en seguida, como viese que el agua
había mermado,
44. se acercó, vadeando tímido el agua, pero no volvió
atrás.
45. Entonces solté fuera (todos los animales) á los cuatro
vientos, un sacrificio yo ofrecí.
46. Erigí un altar sobre la cima de la m ontaña,
-------------------------
47. siete y siete vasos de a d a g u r yo dispuse,
48. debajo de ellos esparcí cañas, cedro y enebro.
49. Los dioses aspiraron el vapor, los dioses aspiraron el
fragante vapor;
50. como moscas se aglomeraron los dioses sobre el sacri
ficante.
51. Después, como llegara la gran diosa Istar,
52. levantó en alto los grandes arcos, que había hecho
A n a , según.....
53. ¡O dioses! «Por el collar de mi garganta jam ás ol
vidaré.
COLUMNA IV
(1) No será necesario ad v e rtir a l lecto r que los p aré n te sis so n explicaciones
p ara la m ejo r in telig en cia del tex to . Los..... indican las lagunas.
EL D IL U V I O 253
(1) L i qua (arca) pauci, id est, octo anim ae salvae fa c ta e sunt p e r aquam, 111-20.
260 E G IP T O Y ASIR IA RESUCITADOS
tense en las narraciones ele los últimos todas las locuras y extra
vagancias politeístas, siendo más lamentable esto, si atendemos
á la antigüedad que sobre el autor bíblico ostentan las narra-
rraciones caldeas, según el sentir de los asiriólogos.
Reparemos, por último, que mientras los modernos raciona-
nalistas tienen por cosa demostrada— ya se sabe que estos seño
res nunca demuestran, suponen y nada m ás—la duplicidad de
autores en la historia diluviana de Moisés, uno E lohista y otro
Jehovista, todos los rasgos y todas las acciones referidas por
ambos se encuentran en el episodio caldeo del poema que exa
minamos. ¿Sería también E lohista y Jeliovista su autor?
Para que se tenga á mano y pueda verse y abarcarse con
una sola mirada la relación que existe entre el diluvio tal como
lo refiere Moisés y el mismo según consta de la escritura cunei
forme caldea, damos á continuación la tabla comparativa pu
blicada por el P. Brunengo (1) que es algo más extensa que
la de Vigouroux (2).
i
( 7, 9
9. In g reso en el arca. V II II 25,29,32
( 13,16
ARTÍCULO II
Su universalidad.
hasta la sombra del nombre cristiano (1). Por eso creemos que
es muy mal sistema el de las condescendencias en estas materias;
porque se expone, quien cede un palmo de terreno, á tener que
cederlo todo, como refiere San Agustín que ocurrió á un cató
lico de su tiempo, enojado contra las moscas, que se vió obli
gado á conceder al maniqueo que le escuchaba que casi todo
lo creado era obra del principio malo.
Sentimos muy de veras tener que contar entre los enemigos
ele la universalidad del diluvio, al Emmo. Cardenal González,
tan benemérito de la filosofía en nuestra patria, quien en su
obra L a B ib lia y la ciencia (2), se declara partidario resuelto
de la no universalidad zoológica y geográfica: y no se atreve á
sostener siquiera la universalidad antropológica por escrúpulos
científicos que tan mal cuadran á un hombre de su talla. Ya
pesaremos luego las razones en que quiere fundar la restric
ción con que limita la acción destructora de las aguas dilu
vianas.
La Iglesia, por su parte, nada ha dicho sobre el particular;
pues aunque el P. Tournemine asegura en el D iario de Tre-
veuoe (3) que, cuando se discutió en Roma la opinión de Vossio,
(1685), quien sostuvo en varios opúsculos la no universalidad
del diluvio noemítico, fué aquélla condenada por la Congrega
ción del Indice, á pesar de los esfuerzos del sabio benedictino
Mabillón, Massart, por el contrario, afirma que no hubo conde
nación semejante y que Vossio salió absuelto por los cardenales
del In d e x . El hecho es que en el Indice de los libros prohi
bidos se hallan aún los tres libros siguientes de Isaac Vossio,
en los cuales defiende la no universalidad del diluvio: «D e sep
tuaginta interpretibus, eorumque translatione et chronolo-
gia», « Chronologia sacra ad mentem veterum hebrce,orum»,
1S
274 E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
tratam os. El Génesis nos dice que las aguas se elevaron quin
ce codos sobre los montes más altos. ¿De qué sonda se valió
Noé para medir la altara de las aguas? ¿Cómo lo supo? ¿Con
qué pluviómetro y cuándo, ó con qué aparato averiguó lo que
dice Moisés? Y, sin embargo, ó hay que negar la inspiración
al escritor, ó hay que admitir aquí un nuevo milagro, una
nueva revelación, ya que solamente por este medio pudo sa
ber Noé, y lo mismo Moisés que de él lo aprendió mediante
la tradición, la altura de las aguas sobre los montes.
Tampoco es exacto, ni mucho menos, pretender que Moisés
necesitó una revelación especial que le diera á conocer todas
y cada una de las partes que componen el globo, para po
der afirmar que la tierra to d a , y los montes todos fueron
cubiertos, pereciendo todos los animales; bastándole el cono
cimiento general, aunque ignorara cuáles eran las partes de
la tierra y no supiera una palabra de geografía.
Un rústico sabe períectamente que Dios está en todas par
tes, v. g., por más que no haya salido de su pueblo ni tenga
noticias siquiera de la capital de su provincia. ¿Con cuánta
más razón debía saber Moisés, y los judíos su pueblo, que
todos los montes habían sido anegados, aunque ignoraran
cuáles eran aquellos montes; y que todos los animales habían
perecido, aun cuando no conocieran m ás brutos que las ove
ja s y los bueyes, conservando viva la tradición que les repetía
el Jlnis universce carnis venit coram m e, y el consumpta est
om nis caro quce m ovebatur super terram , uolucrum , ani-
m antium , bestiarum , om niunque reptilium , universique ho-
mines? La primera, pues, de las reglas exegéticas invocadas
por los particularistas y admitida por nosotros, lejos de favo
recer la interpretación restringida, sirve adm irablemente para
la literal y amplia, que está pidiendo el contexto.
Pasemos á la segunda y examinemos algunos de los pasajes
en que se pretende ver analogía y paralelismo con los térmi
nos usados en la relación diluviana de Moisés. El pimero está
EL D IL U V I O 275
Venios, pues, que por este lado también sale mal parada la
teoría particularista, y que sus fundamentos carecen de base
sólida en las páginas sagradas, contrarias á ella en todos los
pasajes que se refieren al diluvio. Si á esto añadimos la tradi
ción universal de cristianos y gentiles, tradición que no se atre
ven á negar los mismos sostenedores de un diluvio chico, ten
dremos una prueba decisiva de la universalidad absoluta de
aquel fenómeno extraordinario. Los poquísimos comentadores
que han excluido de la acción diluviana algunas partes de la
tierra, no perjudican en nada la universalidad moral de Padres,
Escolásticos y exégetas posteriores que sostienen la tesis de la
universalidad absoluta.
En vano el Cardenal González esfuerza su ingenio para ha
cernos creer que la autoridad unánime de los Padres y teólogos
no perjudica en lo más mínimo la opinión por él sustentada
de un diluvio restringido. En vano alega la autoridad de Mel
chor Cano, para probar que los Padres no producen argumento
cierto, ni son testigos de la tradición, cuando se trata de cues
tiones filosóficas ó físico-naturales. Todo eso es mucha verdad;
pero no es esa la cuestión. Se trata únicamente de saber cuál
es el alcance de las frases de Moisés, de interpretar la Escritura
Santa, y en ese terreno los Padres son nuestros maestros y
nuestros guías. Que supieran más ó menos física, más ó menos
geografía, más ó menos historia natural, importa bien poco
para nuestro caso; lo que sí importa mucho es que supieran
interpretar, é interpretaran y entendieran á Moisés como lo en
tendemos nosotros. Después nos haremos cargo de las muchas
hipótesis gratuitas que se dan como verdades absolutas para
negar la universalidad del diluvio; pero no queremos dejar de
apuntar aquí una, que reclama este lugar. Supónese que Noé
no conocía de la tierra sino el pueblo donde vivía, ó poco
más. ¿Con qué fundamento? Con ninguno, á no ser la teoría ra
cionalista del progreso constante é indefinido de la humanidad.
Y, sin embargo, lo más racional es creer que el patriarca es
280 E G IP T O Y ASIR IA RESUCITADOS
(1) I I I R eg., X V II y X IX .
(2) Obra y volumen citados, pág. 632,
286 E G IP T O Y A SIR IA R ESUCITADOS
vos cuando las condiciones del calor, etc., les son propicias,
pudiéndonos servir de ejemplo la rana. Sobran igualmente en
el arca los reptiles, á «cuya generación ovípara basta el
calor atmosférico para que se desarrolle el nuevo ser en el
huevo» (pág. 151). Por lo mismo pudieron muy bien conser
varse los huevos y, retiradas las aguas, salir el reptil en aqué
llos que hubiera sobre la superficie terrestre.
Ni es inconveniente el que Moisés cuente entre los animales
recogidos por Noé e x om ni reptili, porque la palabra hebrea
reinesch, que la Vulgata traduce reptiles, no tiene la significa
ción zoológica que le dan hoy los naturalistas, sino que sig
nifica animales pequeños y de patas cortas, tales como el co
nejo, la ardilla, etc., quedando en consecuencia para encerrar
en el arca, á fin de que no perecieran en el diluvio, solamente
los m am íferos y las aces. Por lo cual, si éstos cabían en el
arca de Noé, están demás todos los cálculos que se hagan so
bre los otros tipos, clases, órdenes, familias, géneros y espe
cies. ¿Y cabrían todas las especies de mamíferos y de aves
dentro del arca? Evidentemente; y para demostrarlo no vamos
á buscar testimonios viejos, ni de amigos, sino recientes, de
hombres versados en la zoología y por añadidura semi-mate-
rialistas. Nos referimos á la Historia Universal, titulada L a
Creación é impresa en Barcelona, casa de Montaner y Simón,
en 1872, bajo la dirección del Sr. Vilanova y Piera. En esta
obra se lee á la pág. VII del tomo primero, introducción á los
mamíferos, lo que sigue: «El número de especies de mamíferos
conocidas hasta ahora y que viven en la actualidad, pasa de
2.000; unas 150 se encuentran en Europa, y de ellas 60 le
son propias; 250 en Africa; 350 en Asia; 400 en América y
140 en Australia. Respecto á los órdenes, cuéntanse 230 espe
cies de monos, 320 de quirópteros, 410 de carniceros, 130 de
marsupiales, 620 de roedores, 35 de desdentados; 33 de rtíul-
tiungulados, 7 de solípedos, 18 de rumiantes, 33 de pinípedos,
y 65 de cetáceos». Comparando estas cifras, hallamos que la
19
290 E G IP T O Y ASIR IA RESUCITADO S
dose no obstante á muy pocas, puesto que las otras sólo son
variedades ó razas.
Respecto á las aves, solamente nos fijaremos en los gá ü id o s
y las colum bides, por ser animales más conocidos, de los cua
les vimos antes que se numeran 300 especies de cada una, que
bien podemos reducir á dos, una de gallinas y otra de palomas,
de las cuales proceden todas las variedades y razas. En efecto,
á la pág. 227 del tomo 4.° de la obra citada, leemos: «Es incon
testable que las diversas especies de gallos salvajes se cruzan
entre sí, y es cosa igualmente averiguada que la' gallina domés
tica se aparea sin dificultad con otras gallináceas: estos dos he
chos prueban suficientemente que todas las razas de gallinas
conocidas no descienden de una sola especie madre, sino que
tiene orígenes diversos». Así se lee en el texto; pero la conse
cuencia sacada de los hechos comprobados, es tan enorme, que
el traductor la pone la siguiente nota: «Con todo el respeto que
nos merece el Dr. Brehm, nos permitimos decirle que los he
chos que cita más bien autorizan á creer todo lo contrario;
como ha hecho modernamente Darwin, demostrando que todas
las palomas descienden de la Colum ba-libia-». Realmente el
signo más claro de la identidad de especie consiste en la repro
ducción y fecundidad de los individuos que se suponen perte
necer á la misma. De las palomas dice la Historia Natural tan
tas veces citada, después de hablar de las distintas especies:
«Todas estas razas, y las subrazas y variedades que de ellas se
derivan, producen entre sí mestizos fecundos» (pág. 145). Con
secuencia: luego todas las palomas son de una sola especie co
mo lo son todas las gallinas; y quedan en dos las 600 especies
de gallinas y colúm bidas. Si la extensión de este artículo,
harto largo ya, lo permitiera, veríamos cómo se iban reducien
do las especies todas hasta un punto tal en que, no ya el arca
de Noé, sino cualquier buque mercante, podía contenerlas. Los
hechos aducidos como muestra son garantía de nuestras afir
maciones.
292 E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
atendidas las leyes físicas, que por espacio de diez meses esté
cubierta una montaña y en seco las inmediatas.
Con lo escrito queda contestado el Sr. D. Miguel Morayta,
no solamente en la atrevida frase de p reten d id o d ilu vio , con
que califica la catástrofe ocurrida en tiempo de Noé, en el dis
curso inaugural antes citado, sino también en la defensa que
hace de ella por medio de E l Globo, contestando á una pastoral
del señor Obispo de Avila.
Escribe así el profesor de la Central: «Sabido es también,
que mientras nosotros sólo tenemos la palabra tierra , que sig
nifica la parte de nuestro globo que no está ocupada por el
mar, los hebreos tenían las voces liadam ah y lia res, que co
rresponden á las palabras latinas arba y ierra. H a d a m a h , co
mo arba, significa los campos laborables, y haretz como térra,
la tierra en general. Pues bien; así como el Génesis dice, pre
cisamente al tratar del diluvio: «Y vió Dios que se había per
vertido la tierra (h a r e tz )», añade: «Yo lloveré sobre la tierra
(haretz) cuarenta días y cuarenta noches, y raeré toda sustancia
que hice de la superficie de la tierra (hadam ah)». ¿Por qué,
pues, no entender que Dios llovió sobre la tierra toda, pero que
sólo fueron destruidos los campos laborables y cuanto sobre
ellos vivía? (Artículo de E l Globo, número 3.311, 18 de No
viembre 1884).
¿Por qué? Porque entonces sobraba el arca, cuya construcción
habría sido una tontería, y Dios no hace tonterías. Los campos
laborables debían ser en aquella edad como son hoy, la menor
parte de la superficie terrestre; y si los montes y breñas y desier
tos y páramos no fueron inundados de manera que perecieran
todos los animales y todos los hombres, ¿qué adelantaba Dios
con cubrir de agua los campos laborables? ¿O cree el señor
Morayta que los hombres de aquella época eran simples y los
animales carecían del instinto de conservación? ¡Capaz sería el
Sr. Morayta, si se encontrara en los campos laborables del Es
corial, y hubiera una inundación tal que llegase hasta él y con-
EL DILUVIO 299
A RTÍCU LO PR IM ER O
en el versículo 6 del cap. VII dice Moisés que «tenía (Noé) 600
años cuando las aguas del diluvio inundaron sobre la tierra».
De manera que el año 603 de la vida de Noé tenía su hijo Sem
100 años; pero el patriarca tuvo el primer hijo á los 500 años
de su vida, por lo cual no podía ser Sem el primero, que en
ese caso hubiera sido de 103 años el año 603 de su padre;
tampoco lo fué Cham, como hemos visto: resta, pues, la primo-
genitura para Jafet. Y si el historiador sagrado suele poner á
Jafet en el último lugar y á Sem en el primero, débese á ser
este último el tronco del pueblo escogido por Dios para que to
mara carne su Unigénito.
Segundo. Como Moisés solamente habla de los hijos de
aquellos tres patriarcas Sem, Cham y Jafet, y no pone todos
los pueblos de la tierra, para entender el texto sagrado convie
ne no olvidar que debió haber otros troncos descendientes
igualmente de Noé, pero omitidos por el historiador, que pare
ce habernos querido dar las noticias que principalmente inte
resaban al pueblo hebreo. No es improbable que Noé tuviera
otros hijos después del diluvio, máxime si no olvidamos que,
tanto como á sus hijos, se le dijo á él de parte de Dios: «cre
ced y multiplicaos sobre la tierra».
Respecto á los tres de Noé, es más que probable que tuvie
ran otros hijos no mencionados en el capítulo X del Génesis.
Y así parece constar respecto á Sem, de quien se dice en
el cap. XI, v. 11: «Y vivió Sem, después que engendró á Ar-
phaxad, 500 años, y tuvo hijos é h ija s ». Después de Arphaxad
sólo se le cuentan en el cap. X dos hijos, Lud y Aram, y ninguna
hija, según costumbre de la Escritura Santa, que rara vez pone
mujeres en las genealogías. Esta frase: genuit fd io s et filia s ,
dicha de Sem, debe sobreentenderse de sus dos hermanos, con
lo cual tendríamos los troncos de muchos pueblos, cuyo origen
no consta en la tabla etnológica de Moisés, y á la vez podría
mos responder con una nueva solución á las observaciones
del abate Motáis, cuando cree hallar en la Biblia argumentos
TABLA ETNOG RÁFICA DE MOISÉS 309
(]) «L 'E gyptien, escribe M aspero en su H istoria antigua ele los pueblos de
Oriente, pág. 15, de la 4.a edición, que es la que usam os, á no ser que otra cosa
se advierta, é tait en gén éral grand, m aigre, élancé. Il av ait les épaules larges
et pleines, les p ecto ra u x saillan ts, le b ras n erv e u x et term iné p a ru n é m ain fine
et longue, la h an ch e peu dévelopée, la jam b e seche.....L a race eg y tien n e se r a t
tache au x p euples blancs del A sie a n té rie u re p ar ses c h a racteres e th n o g ra p h i
ques: la langue ég y p tie n n e se ra tta c h e au x langues d ites sem ites p ar sa form e
gram aticale.....Les eg y p tien s a p p a rtie n d ra ie n t donc a u x races proto-sem itiques.
Venus del Asie p ar l ’isth m e de Suez; ils tro u v è re n t etab lie su r les b o rd s du Nil
une a u tre race, p ro b a b le m e n t n o ire q u ’ils re fo u lèren t d ans l’in terieu r.» (Pág. 17).
H ablando m ás a d ela n te, pág. 1*26, de los pueb lo s que h a b ita b a n el A sia a n te
rior, dice: «Q uelques-unes de ces n atio n s san s nom encore e t sans h isto ire a p p a r
tenaient san s d o u te a u x races p rim itiv e s qui co u v ra ie n t le sol á des époques si
reculées, q u ’il a p p a rtie n t au seu l geologue d ’en ch erch er la du rée. Le p lu s g ran d
nom bre d ’en tre elles se ra tta c h e n t á des races plus fo rtes et plus nobles, ré p a n
dues des bords de la m er C aspienne á ceux de la m er M éditerranée». Iia y que
advertir que este a u to r no cree en la in sp iració n de los L ibros Santos, ni les a tr i
buye m ás au toridad que la p u ra m e n te hum an a, com parándolos con las m ito lo g ías
de los gentiles.
Los h a b itan tes á que se refiere M aspero, p recu rso res en A siría de los sem itas
y jafetitas, aquéllos que te n ía n talla g ig an tesca, no e ra n hom bres a n tid ilu v ia n o s
ni m ucho m enos p read am itas, como q uiere d ar á e n te n d e r el h isto riad o r fra n
cés, al en carg ar á los geólogos la in v estig ació n de su procedencia; eran sencilla-
llam ente los K usitas, u n a de las ram as de la fam ilia de Cham , como verem os
luego; y no es de e x tra ñ a r su conform ación h ercúlea, porque ya dijim os, a l t r a
tar de los gigantes, que a b u n d a b a n e n tre los h ijo s d el últim o de Noé.
«Todos los sabios, dice F r. L en o rm an t, están h o y de acuerdo p a ra reconocer
que las rib eras del T igris, la P ersia m eridional y una p arte de la m ism a In d ia, en
donde se ap ellid a á las trib u s de e sta sangre (la de Cham) K u sika s, fueron p o
bladas por la fam ilia de K h u sch a n te s que la s o cu p aran los descen d ien tes de
Sein, y los A ryas, que lo son de Ja fe t. (M anuel de histoire ancienne de l'O rie n t,
tomo I, pág. 99).
312 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
noble porción del género humano; por otra deja amplia libertad
á los sabios modernos y campo dilatado para perfeccionar el
cuadro y llenar las lagunas de Moisés, valiéndose al efecto de
los descubrimientos de las ciencias, que cada día añaden una
nueva confirmación y pruebas originales á lo dicho por el his
toriador hebreo.
En la noche oscurísima de aquellas remotas edades, el único
faro seguro para no perderse en laberintos inestricables es la
tabla etnográfica de Moisés; «documento el más antiguo, el más
precioso y el más completo que tenemos de la distribución de
los pueblos en el mundo de los tiempos primitivos», como es
cribe Lenormant (1); siendo, por tanto, aun hoy mismo, el sos
tén y como pernio maestro de los estudios etnográficos, no so
lamente para los que admitimos la sagrada autoridad de la Bi
blia, sino también para aquellos otros que la niegan. El más
antiguo, porque, cuando menos, remonta esta tabla á los tiem
pos de Moisés, unos 15 siglos antes de nuestra era; mientras
que los documentos y escritores profanos que se ocupan en la
descripción de los pueblos, son muy posteriores todos al hebreo
legislador. Pero la tabla etnográfica del capítulo X del Génesis
es harto más antigua que la composición de aquel libro, pues
debía conservarse en el pueblo hebreo por tradición, ya fuera
oral, ya escrita, desde los albores mismos de la vida posdilu-
viana, aumentándose sucesivamente los nombres genealógicos,
á medida que se multiplicaban las generaciones. Aunque no pa
sa de ser esto una conjetura, pero es una conjetura fundada en
varias razones; tales son: 1.a el orden geográfico de dicha tabla,
orden que no tiene por centro la palestina destinada al pueblo
que el autor iba conduciendo por el desierto; ni el Egipto, pa
tria del escritor; ni Madian, que lo era de sus hijos; sino la
Caldea: 2.a el hecho de que la distribución de familias y pueblos,
según se ve en la tabla del capítulo X, estaba alterada notable
(1) L u g a r ci tado.
TABLA ETNOG RÁFICA DE MOISÉS 318
(1) JE gypten a n d die Biicher Moses (el E gipto y los lib ro s de M oisés), 1-1-55.
(2) L ’authenticité mosaique de la Gênese defendue contra les attaques du ra tio
nalisme allem and, en los A nales de la F ilo so fia cristiana. F ebrero de 1877.
314 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
A RTÍCU LO 11
Familia de Jafet.
ARTÍCULO III
La descendencia de Sem.
A RTÍCU LO IV
La raza de Cham.
Cham, cuyo nom bre significa adusto, tuvo cuatro hijos, se
gún el autor del Génesis, á saber: Chus, M esra im , P h u th y
(1) Pueden verse los capítulos VIII y X del libro 2.° de los Reyes.
326 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
(1) X I-ll.
(2) X LIV-16.
TABLA ETNOG RÁFICA DE MOISÉS 329
La torré de te lenguas.
T r a d ic io n e s a c e r c a de e lla .
y desde allí los dispersó el Señor sobre la faz de todas las re
giones».
Este hecho portentoso de la confusión de las lenguas y con
siguiente dispersión de los hombres, que no podían entender
se unos á otros, pertenece á la clase de hechos cuya memoria
se ha conservado á través de las edades en las varias razas
hum anas, y con el testimonio de éstas hemos de demostrar lo
verídico de la relación mosaica en las palabras copiadas del
capítulo XI del Génesis. Y por más que Lenormant asegure
que «esta tradición en la Biblia tiene por teatro la llanura de
Senaar, ó sea la Caldea, y es una tradición particular de los
habitantes de aquella región y de los pueblos que de allí salie
ron en tiempos históricamente calculables», añadiendo que «la
relación de la torre de las lenguas se conservaba entre las
más antiguas memorias de los caldeos y además formaba par
te de las tradiciones nacionales de la Armenia, á donde había
llegado por el roce de los pueblos civilizados de la cuenca del
Tigris y Eufratres»; aunque Maspero, haciendo coro con Le
norm ant, afirme que el hecho de la confusión de las lenguas
y de la torre de Babél, sólo es conocido de los hebreos, cal
deos y armenios, faltando por completo su noticia en los de
más pueblos de raza semítica, y con mayor razón en los de
origen ariano y turánico (1), es lo cierto que se hallan vesti
gios de él en otros pueblos que nada tienen que ver con los
citados fuera de la unidad del origen adámico y noemítico.
Dos hechos íntimamente unidos, y que por lo mismo no es
menester tratar separadam ente, constan en la relación de
Moisés: el primero, fué el conato que tuvieron los descendien
tes de Noé, moradores de Senaar, de edificar una ciudad y
una torre que fuera en las épocas sucesivas como el testimo
nio de su pujanza y poderío antes de la separación; el según-
(1) L e n o r m a n t , M anuel d'histoire ancienne de l'O rient, tom o I, pàg. 36; Mas-
pero, H istoire ancienne des peuples de l'O rie n t, cap. IV .
L A T O R R E DE LAS L E N G U A S 337
dar lo que se refiere á la to rre de Babél. Así es que hay lugar á la esperanza, dice
el mismo Menant, de en co n trar un día algún tex to cuneiforme, que contenga
una relación completa y clara de lo q u e creían los caldeos sobre este punto, ya
que los hallados h asta hoy están por desgracia rotos é imperfectos.
(1) Valarsaces fué el fu n d a d o r de la dinastía Arsacida en A rm enia y reinó
desde el año 149 h a sta el 127 antes de la E ra cristiana.
(2) La tradición arm en ia hace de H aïg el primer patriarca del país á que dió
nombre. A n tig u a m e n te y au n aho ra suelen llamarse Hailc los armenios.
(3) M a r - A p a s - C a t i n a . H isto ire ancienne de VArmenle, e x tra ite de l'histoire
des premiers ancetres, tra d u ite du chaldéen en grec p a r ordre d 'A lexa n d re le G ra n d,
et conservé en partie p a r Moïse de Khorene. Traducción nouvelle en f rançais avec
des notes historiques, critiques et philologiques, p a r V i c t o r L a n g l o i s . E n el vo
lumen V de los frag m en to s de his toriadores griegos editados po r Didot, 1874.
340 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
ARTÍCULO I I
COLUMNA i
(1) E n el libro apócrifo titulado L ibro del Justo, escrito en heb reo y tradu
cido por D r a c h , se lee, á propósito de la to rre de las lenguas, lo siguiente: «Ha
biendo la tierra abierto su boca, engulló u n a tercera parte de la torre; el fuego
que bajó del cielo devoró la tercera parte, no q u e d a n d o de ella más que un te r
cio, que se conserva hoy». Diccionario de los libros apócrifos por M ig n e , tomo II,
pág. 1069.
(2) Como está el texto original ta n estropeado, no es en te ra m e n te segura la
traducción que d a el asiriólogo inglés, y po r consiguiente, tam poco la nuestra.
LA T OR R E DE LAS LENGUAS 841
1. Sartuli-elli destruyó.
2. Delante de A n u había levantado......
3. A Bel-Esir su padre
4. después que su corazón también.....
5. que llevaba el mandam iento......
6. En sus días también......
7. él lo levantó......
8. La diosa D a v -k in a ......
9. A mi hijo yo levanto y......
10. Su número (?)......
11. él no lo hacía......
COLUMNA III Ó V
1. En......
2. Ellos soplaron y ......
3. Para los tiempos futuros......
4. El dios sin gobierno fué......
ARTÍCULO I I I
''
LA T OR R E DE LAS LENGUAS 349
tación com ún que eupone h ab erse im puesto el nom bre de Faleg á consecuencia
de aquel hecho. Dos años después del diluvio nació A rp h ax ad , de quien procedió
á los 35 Sale, que á los 30 en g en d ró á H eb e r y éste á los 34 á Faleg: de donde
2+35+30+34^=101.
(1) ltinerarium B en jam in i T u d elensis, ex hebraico in latinum factum, Bene
dicto A ria Montano interprete, (A m beres, 1575, pág. 71).
LA T OR R E DE L A S L E N G U A S 351
A RTÍCU LO IV
(1) 1-181.
354 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) L a B ible et les clescouvertes modernes, tomo I, cap. VII, pág. 343.
(2) L a s inscripciones y el A ntiguo T estam ento, pág. 36.
356 E GI P T O Y ASIRIA RESUCITADOS
C A P Í T U L O P R I M E R O
Atate».
ARTÍC ULO P R IM E R O
(1) Ipse copit esse potens in terra .... P rin cip iu m regni ejus B a ly lo n . G enesis,
X-8-10.
(2) M anual citado, vol. II, pag. 19.
ABRAHAM 371
(1) X X X -5.
(2) Los trabajos de exp lo ració n llevados á cabo en Tello por el asiriólogo
francés han continuado y co ntin úan aún en los mismos pasajes. La últim a cam
pañ a del año pasado 1894, füé fructuosísim a, pues recogió en ella Sarzec nada
menos que 30.000 tablas de arcilla cu biertas de inscripciones, que se refieren á
contratos verificados en n o m b re de los príncipe^ de S ip u rla y de los reyes de
U r, y tam bié n contienen inventarios de los rebaños sagrados, y de los ganado3
de los reyes, cuya principal riqueza era la pecuaria, como la de A braham . Los
reyes de q uien es h acen mención estas esc ritu ras son U r-B a u , predecesor de
Gutlea, y los sucesores del mism o G udea D nngli, G a m il-Sin é Ib il-S in . Además
de los ladrillos enco ntró en el mism o lugar muchos objeto s de arte, entre ellos
dos cabezas de toro, en cobre, c'on los ojos incrustrado s de nácar y lapislázuli,
un vaso de cobre de f o n n a singular y varios fragm en tos de otros objetos; todo
l o cual fué entregado al delegado del Sultán de Constantinopla para el museo de
aquella ciudad. Las tablas de arcilla son de medida poco común, pues algunas
de ellas tienen 30 y 40 cen tím etros de lado. (Véase la Rexiue Arqueologique de 1894,
tomo II, pág. 28ó, y el cuaderno co rresp on dien te á E n ero de este año., pág. 124.)
ABRAHAM /377
Patria de Abraham.
Cilindro de Urkam.
(1) Ric h , Mumoir on the ruins o f Babylon. (Memorias sobre las ruinas de
Babilonia), pág. 63 y siguientes.
390 E GI P T O Y ASIRIA RESUCITADOS
ARTÍCU LO III
H B H B I
ABRAHAM
(1) N ineveh and its R em ain s (N ínive y sus reliquias), tom o I, pág. 89-90«
396 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) X III-3 . Reversnsque est, dice la V u lg ata, per iter quo venerat. L a versión
lite ra l, según el te x to h eb reo , sería: E t iv it secunclum stationes suas, massahaw.
mm
ABRAHAM 397
26
402 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
A RTÍCU LO IV
Abraham en Egipto.
P á r r a fo 1
Párrafo I I
(1) De, C ivitate dei, libro X V I, cap. X II. Lo m ism o rep ite en la o b ra co n tra
Fausto M aniqueo, que h a b ía ten id o la audacia de llam ar á A braham infam e tra
ficante con su m atrim onio, al cap ítu lo 38 del libro 22.
412 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) L ’nncianité del home prouvé par la geologic; P arís, 1870, pág. 41.
(2) B ir c h , On a rem irka b le inscription o f the X I I d yn a sty (sobre una nota
b le in scrip ció n de la d in a s tía X II).
(3) I, 22. P u ed e verse á C habas en los Papiros hieráticos de B e r lín , pág. 47,
ABRAHAM 413
(1) In scriptions (les m ines ele or, 1862, donde dice: Lorsque la Genèse décrit
les présents donés A A braham p ar P haraon, elle se sert de une fo rm u le f amillare
a u x liabitans de la S yrie et de la Arabie, m ais certainem ent inexacte p u r l'Egypte,
en ta n t que des cham eaux son mentionés au nombre des a n im a u x, dont le peredes
H ebreux f u t g ra tifié », pág. 22.
E n sus E studios sobre la antigüedad histórica reconoce form alm ente que la
ausencia de cam ellos en los m o n u m en to s no p ru e b a la no ex isten cia de aquel
cu ad rú p ed o en E gipto, a d m itien d o como ex acta la n a rra c ió n de M oisés, pág. 408.
(2) D e Isid e et Osiride, 61.
(3) O bra ú ltim am e n te citad a, pág. 407.
421
(1) X um ., X X X II-1 .
424 E G IP T O Y A SIR IA RESUCITADOS
a r t íc u l o v
Abraham en Palestina.
(1) L u c a e ,X V - 2 3 .
(2) D as heilige L a n d , D iciem bre de 1876.
AI3RAHAM 437
(1) J o a n , X I.
(2) E tudes sur quelques peintures fu n éra ires. E n el D ia rio Asiático de Fe
b re ro de 1880.
439
jefe santón del Harán, para recoger las súplicas que los fieles
del Islam dirigen á los patriarcas, echándolas por la abertura
superior.
El 25 de Agosto de 1859 vi abrir y levantar la puerta hori
zontal, que da paso á la caverna, situada en el pórtico. Vi re
tirar un tapiz, y á seguida abrir con llave una verja de hierro, y
al jefe bajar por una pequeña escalera tallada en la dura piedra
y de 70 centímetros de anchura. Algunos siguieron al feliz jefe;
yo, cubierto y protegido y asistido por diferentes individuos
que, con discursos, entretenían á los porteros, llegué á bajar
tres peldaños, y aunque brazos fornidos me empujaban con
vehemencia hacia atrás, pude conseguir bajar hasta el quinto
escalón y encorvarme de manera que viese la caverna en la
dirección del norte y los sarcófagos de piedra blanca (1). Y en
fin, observar por la parte sur, en la proximidad de la escalera,
que existía la pared de la roca delante de una abertura, que
pone en comunicación la caverna superior con la inferior por
medio de peldaños bajos tallados en la roca. Los golpes recibi
dos y las imprecaciones que me lanzaron no disminuyeron la
gran satisfacción que experimenté en aquel momento y que ex
perimento ahora todavía, al poder decir que he visto algo de la
caverna; y el día en que alguien pueda á sus anchas permane
cer en aquel obscuro lugar, verá que he hecho de él una des
cripción fiel. Los sepulcros propiamente dichos no los he visto,
pero tengo la convicción que son de la misma forma que el de
Samuel, el de Raquél y el que se encuentra en N eb í-M u ra . En
el interior de estos sepulcros se hallarán algún día los restos
de los patriarcas y la momia de Jacob. La historia, las tradi
ciones y las leyendas están acordes para decirnos que nunca
fueron profanados» (2).
(1) E stá conform e con lo que dice F la v io Josefo (.Antigüedades, I-X IV ),
quien asegura que los tales sepulcros fu ero n co n stru id o s con trab ajo ex q u isito
en mármol blanco.
(2) Macpela, L au san a, 1869, pág. 93.
444 E GI P T O Y ASIRIA RESUCITADOS
a r t íc u l o vi
Abraham y Codorlahomor.
(1 ) B ru n e n go , L 'Im p e ro de N ín iv e , etc.; t o m o I , p á g . 2 5 1 .
ABRAHAM 453
(1) Die Keilinschriften und das alte Testament. (Las esc ritu ra s cu n eifo rm es y
oí Antiguo T estam ento), pág. 135.
454 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) J o s e f o , A ntigüedades.
ARTÍCULO V II
Vocación de Abraham.
Emilio. Dijo, sí, que era suherm ana, y dijo la verdad; aunque
tampoco esto lo ha entendido el escritor republicano. Pero no
negó que fuera su esposa. Si los egipcios comprendieron mal,
cúlpense á sí propios y no al patriarca, que respondió lo que
debía, como lo probó claramente el resultado.
Conocía Abraham, harto mejor que el Sr. Castelar, cuáles
eran las circunstancias en que se hallaba, y lo que aconsejaba
la prudencia. Por eso miró y atendió á la vez á la conserva
ción de su vida y al honor de su mujer, en cuya virtud, con
sobrada razón, confiaba. Así es, que á él le respetaron y su
mujer no se vió en los brazos de Faraón, como sin funda
mento afirma, aunque estuviera en su palacio. Diez meses es
tuvo Ester en el de Asuero antes de cohabitar con él, y los Fa
raones de Egipto no eran menos fastuosos que los reyes de
Oriente, ni exigían menos cuidados en la mujer que había de
compartir con ellos el tálamo; entre tanto, Dios proveyó, y la es
peranza de Abraham y su esposa no salió fallida, y Faraón
comprendió que había hecho mal en tom ar para sí una mujer
casada, y la devolvió intacta á su marido. ¿Qué ocurrió entre
tanto para que el rey de Egipto conociera el estado de Sara?
La Escritura no lo dice, ni tampoco hace falta, puesto que
Dios tiene infinitos medios para hacer conocer su voluntad
santísima. Santa Cecilia, casada con un noble mancebo, contra
su voluntad, previno á éste que estaba su cuerpo bajo la cus
todia de un ángel; Valeriano temió, aunque gentil, y no tocóá
la virgen su esposa, y convertido, mereció ver el ángel y^sufrir
el martirio. Caen, pues, por su base las suposiciones del señor
Castelar, lo mismo en este punto que en el otro que se refiere
á los dones recibidos de Faraón por Abraham , puesto que ca^
mina siempre el autor de la G alería bajo una hipótesis falsa
y sin más fundamento que el imaginario de su loca fantasía.
Polígamo llama á Abraham el Sr.. Castelar, á sabiendas de
que entonces no lo era; porque solamente después de su regre
so á Palestina tomó á la esclava egipcia Agar. Y por si esto
ABRAHAM 465
fuera poco, dice de él que no tenía religión fija, pues que cam
biaba de templo y de altar; asegurando esta enormidad después
de habernos hablado del «culto de una idea nueva», y que por
esta idea recorría el mundo en basca de «una tierra para eri
girla en ara del Dios de su conciencia», y «en pos de un templo
y de un santuario donde poder guardar aquella idea divina».
¿Que cómo se compone esto con la falta de fijeza en religión?
Como se componen tantas y tantas contradicciones en los que
ni quieren dejar de ser racionalistas, ni dejar de aparecer
cristianos.
Todavía es más injusto con Abraham el escritor demócrata
cuando añade: «Aunque Abraham dijera por temor á la muerte
que sólo un lazo de natural hermandad había entre su mujer y
él, no debieron de creerle cuando Faraón le colmó de favores
por sus complacencias. N o estaban m uy claras las nociones
de m oral en teólogo de tamaño fu s te , al recibir dones y p r e
sentes sin escrúpulo p o r tolerancia sin e x c u sa ..... Y se vol
vió á Ganaán, bien que repleto de riquezas allegadas p o r m e
dios, los cuales harían h o y , en este tiempo tan condenado
por la crítica piadosa, ¡oh! sonrojarse a un m arm olillo. De tal
modo el progreso ha logrado..... mejorar las humanas condi
ciones hasta en lo relativo á su intrínseca moralidad» (1).
Ahí está pintado el Sr. Castelar de cuerpo entero. Llama
santo al patriarca, y le acusa, en términos clarísimos, de leno
cinio, que hoy, ¡gracias al progreso! es enteramente desconoci
do. Materia para discurrir largamente nos suministrarían las
líneas copiadas, si fuera nuestro propósito vindicar por extenso
al padre de los judíos de las acusaciones del racionalista espa
ñol. Hemos de contentarnos, no obstante, con una observación,
que da al traste con toda la retórica castelarina.
Costumbre era en la antigüedad, no del todo olvidada entre
nosotros, hacer regalos, más ó menos cuantiosos, según la ca
(1) E n el m is m o c a p ít u lo , p á g. 235.
30
466 EGIPTO y ASIRIA RESUCITADOS
(1) P á g in a 247.
(2) Génesis, X X IV -53.
(3) Génesis, X I-27-31.
467
(1) No han faltad o , sin em bargo, alg u n o s in térp re tes, au n q u e pocos, que e n
tiendan las p alab ras de A braham á A bim elee en el sen tid o de que Sara fu e ra h e r
mana suya de p adre, pero no de m adre.
(2) A d G alatas, IV.
468 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) P rofesión de f e de P ío I V .
C A P I T U L O II
José.
A R T ÍC U L O P R IM E R O
Observaciones.
(1) N on vestro consilio, sed D el voluntate liuc missus sum. G énesis, X LV . Pro
salute vestra m issit me D ens ante vos in JE giptum , ibidem .
(2) ¿Quomodo possum hoc mahum fa c e re et peccare in D eum meum? G én e
sis, X X X IX -9.
472 EGIPTO Y ASI RIA RESUCITADOS
(1) Geschichte des Volkes Israels (Historia del pueblo de Israel), 1864, toiuo I,
pägina 599.
476 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
_ - I
atribuye al hijo de Jacob, que, según dicen, organizó el prime
ro este sistema maravilloso de canales, que aún se ve en esta
provincia. Todavía se repite hoy entre el pueblo que las cose
chas de esta pequeña cuenca bastarían para alimentar el Egipto
todo, si el Nilo no creciera lo suficiente para inundar el país» (1).
Estas y otras tradiciones populares sirven en defecto de me
jores pruebas para demostrar lo que dice el Génesis; pero los
racionalistas no se conforman con ellas, ni tampoco nosotros,
¡T ,
por falta de autenticidad.
- ’ ..
A R T ÍC U L O I I
La venta.
(1) Santiago, Jerusalén, Moma, diario de u n a pereg rin ació n á estos y otros
santos lugares, tom o II, pág. 752-53. Santiago, 1881.
480 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
(1 ) J e r e m í a s , c a p . X V II y X V III.
(2) E n el cap ítu lo 28 del G énesis pone dos veces ism aelitas y n n a madianitas.
D ebe e n te n d e rse que, en vez de sig n ificar un pueblo, q uiere decir arriero s; pues
am bas trib u s e sta b a n ded ica d as al tra n sp o rte de gén ero s en cam ellos, que cons
titu y e la arrie ría , como h a c ía n h a sta m uy pocos años há e n tre nosotros los ar
g óllanos y los maragafcos.
(3) J e r e m í a s , V III-22.
(4) C l a r k e : Travels in various countries o f E uropc, A sia and A fric a (Viajes
á yarios países de E u ro p a, A sia y A frica), tom o II, cap. X V ; 1813.
481
(I) R ouge , E tudes sur une stele egyptiene, en el D ia rio A siático de Octubre
1856.
483
(1) El hin era u n a m edida de capacidad p ara líquidos, usada e n tre los h e
breos, que la tom aron p ro b a b le m e n te de E gipto; pnes a p arece por vez p rim e ra
en el capítulo 29 del E xodo. V alía cu atro litro s y m edio p ró x im am en te.
(2) M anuscrits égyptiens clu Musée de Louvre. P a rís, 1875. P ap iro I, pág. 4.
(3) E b e k s , obra citad a, tom o I, pág. 291, - •
484 E GI P T O Y ASIRIA RESUCITADOS
(1) X X V II-]? .
(2) X X IV -21-22.
jo sé -1 8 5
(1) Recherches pour servir c l 1' histoire de X I X d ynastie, 1873, pâg. 62.
(2) Ju n io y S eptiem b re de 1833.
(3) H istoire ancienne des peuples de l'Oriente-, 4.a éd itio n , pâg. 225.
(4) Mélangés egyptologiques, 3.“ serie, tom o I, pdg. 231.
488 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
A R T ÍC U L O I I I
La compra.
(1) H o v , M onum ens des s ix prem ieres dynasties egiptiennes, en las Memo
g e
(1) R o s e llin i, M o n u m en ti civili, lám ina 33, figura 1.a, lám in a 34, figura
6 .'-8 9 -l.'y 3.*
(2) E b e g s , o b r a c i t a d a , to m o I , p á g . 304.
(3) M a e i e tt e , Catalogue du Musée de Boulag, 2 ^ edición, pág. 337.
502 E G IP T O Y ASIR IA RESUCITADOS
viente. Él era quien cosía los vestidos é iba á los campos de
trás de las bestias; él quien hacía las labores y ejecutaba todos
los trabajos de los campos. Era este hermano menor un excelente
obrero y no tenía semejante en toda la tierra. Esto es lo que
hacía.
Y muchos días después de esto, cuando el hermano m enor
iba detrás de los bueyes, según la costumbre de cada día, vol
vía á su casa todas las tardes, cargado con todas las yerbas de
los campos, y esto es lo que hacía después de venir del campo:
colocaba la yerba delante de su hermano mayor, que estaba
sentado con su mujer; comía y dormía y bebía en su establo
con sus bueyes excelentes. Y cuando la tierra se aclaraba y
amanecía un nuevo día, después que los panes estaban coci
dos colocábalos delante de su hermano mayor y tomaba panes
para los campos, guiando los bueyes para que comieran en los
campos. Mientras que él iba detrás de sus bueyes, ellos le de
cían: «La yerba es buena en tal sitio»; él escuchaba todo lo
que le decían y llevaba los bueyes al buen pasto que aquellos
deseaban. Así los bueyes que estaban á su cuidado se hacían
bellos, mucho, mucho; multiplicaban sus crías, mucho, mucho
Y cuando llegaba la estación del laboreo, decíale su herma
no mayor: «Prepáranos nuestro tiro para laborear, porque ya
la tierra ha salido del agua y está en buena disposición para
el laboreo. Vete también al campo con las semillas, porque
mañana por la m añana nos pondremos á trabajar». Así dijo
él. Su hermano menor hizo todo lo que el mayor le había
mandado hacer. Cuando la tierra aclaró y hubo un segundo
día, fueron los dos al campo con sus aparejos y se pusieron
á laborear, y su corazón se alegró, mucho, mucho, de su tra
bajo, y no abandonaron la obra.
Y muchos días después de esto estaban en los campos la
boreando. El hermano mayor despachó al menor, diciéndole:
«Corre, trae semillas del pueblo». El hermano menor encontró
á la mujer de su hermano peinándose. Él la dijo: «¡Acaba! Da
510 E G IP T O Y A SIR IA RESUCITADOS
La p r i s i ó n .
(1) 1-78.
(2) Etudes sur les religions, pág. 1G5.
518 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
(1) X IX -3 .
(2) H ist., 1V-83.
(3) D e abstinentia, IV -8.
(4) Contra Celsnm, 1-68.
t5) E tu d es sur les religions, pfig. 168.
los» (1). Hoy mismo sucede lo propio con los fellahs, de quie
nes dice Michaud «que son supersticiosos y creen en los adivi
nos, en los talismanes, en la influencia del m al de ojo, en el poder
de los demonios; creen en una multitud de genios, y su espíri
tu crédulo reconoce por lo menos tantos seres sobrenaturales
como se reconocían en tiempo de los Faraones» (2).
La dominación de Sesostris sobre la tierra entera, había sido
anunciada en un sueño por el dios Ptah, sin hacer mención de
otro sueño célebre de Sethon, sacerdote de Ptah, referidos am
bos por Herodoto. Sobre uno de los muros de Karnak se lee
en jeroglíficos un sueño de Menephtah I, que vió la estatua de
Ptah levantarse y dirigirse á su encuentro para detenerle en su
avance contra los mediterráneos que querían ocupar el Egipto.
«Entonces Su Majestad vió en sueño como una estatua de Ptah
delante de sí para impedir al rey avanzar; era de la altura...
Ella le dijo: Cuida de estarte quieto; y dándole el khopesh: Ale
ja de tí el abatimiento de tu corazón. Su Majestad dijo: Enton
ces, ¿qué debo hacer? Ella respondió: Haz partir tu infantería y
que un buen número de jinetes vaya delante de ella» (3).
En la E stela del sueño descubierta entre las ruinas de Napa-
ta, antigua capital de Etiopía, el Faraón N o u a t M aiam on vió,
en el primer año de su elevación al trono de Egipto y de Etio
pía, un sueño en que se le aparecieron dos serpientes, una á
la derecha y otra á la izquierda. Al despertarse desaparecieron
y mandó en seguida qus le explicaran aquello; lo mismo que
hizo el Faraón de José. Respondiéronle: «Tú posees el mediodía;
somete el país del norte y que brillen las dos diademas sobre tu
cabeza, para que seas dueño de todo el país á lo ancho y á lo
largo» (4).
Una de las cosas que nos enseñan los papiros mágicos, que
Leyde. 1830.
JOSÉ 521
(1) Los h eb reo s, y con ellos los egipcios, llam an K hem i, Cham ó .H aw ai p aís
de Egipto. A sí el Salm o L X X Y II-51 dice: P rim itia s om nis laboris eorum in ta
bernaculis Cliam; el CIV-28-27, accola f u i t in terra Chain) prodigio ru m in terra
CJmm;e1 CV-22; m ir a b ilia in terra Chain. Los griegos y desp u és los latin o s le dan
522 E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
(1) Génesis, X X X IX -2 0 .
(2) T u c í d i d e s , 1-104. H er o d o t o , 111-13.
524 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
(1) II-3G.
535
(1) Com m entar uber (lie Génesis (C om entarios sobre el G énesis), pág . 614.
537
llama lira mese neter no/re: «Día del nacimiento del dios bue
no». Un concilio celebrado por los sacerdotes reunidos en Men
tís decretó, entre otras cosas, lo siguiente: «Pues que el XXX
de M ésori, en que se celebra el nacimiento del rey, como el
XVII de M éch ir, en que tomó la corona de su padre, los han
reconocido como epónymos en los templos; los cuales días son,
en efecto, para todos causa de muchos bienes; que se celebren,
pues, por una fiesta en su honor» (1). También el decreto de
Canope habla de la fiesta del cumpleaños de Tolomeo III, lla
mándola «fiesta del nuevo año de Su Majestad». Y también en
0
tonces los sacerdotes acordaron nuevos honores al rey y á la
reina Berenice, su hermana y mujer, por los beneficios que de
ellos había recibido el país. Y no se diga que esto lo hacían los
griegos, pero no los egipcios antiguos, porque la dinastía grie
ga no hizo más que seguir las tradiciones de los antiguos reyes,
aun en cosas no acostumbradas en Grecia, como el matrimonio
con la hermana. Por lo demás, un fragmento de Hellanico de
Lesbos, conservado por Ateneo, hace mención de esta cere
monia en tiempo de A p rie s, á quien llama en griego P a ta rm is.
Y en la estela de Kuban se dice del nacimiento de Ramsés II
que «fué un día de júbilo para el cielo», nehem en pet Jira en
mest-ef, según el testimonio de Chabas (2).
Tanto la piedra de la Roseta como el decreto de Canope, al
hacer mérito de las gracias concedidas por los Tolomeos con
ocasión de el aniversario de su nacimiento, nos prueban
que Faraón pensaba en los prisioneros de Estado en aquel día,
ya fuera para otorgarles la gracia del indulto, como se hace hoy
en el natalicio de los soberanos, ya para confirmar la sentencia
condenatoria. El rey de José hizo las dos cosas, elevó de nuevo
á sus funciones al copero y mandó quitar la vida al panadero,
(1) L etr o n n e , R ecu il des inscriptions grecques et latines de l'E gypte, tom o I,
inscripción de la R oseta, lín e a 46.
(2) Inscriptions des m ines d'or, lín ea 3.n
5 ,0 8 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
a rtíc u lo v
La e l e v a c i ó n .
P árrafo I
Cara de un H ykso.
liopolitano más bien que tebano. José casó con la hija del gran
sacerdote de Heliópolis, ocupada esta ciudad por los Pastores
durante la dominación del país».
Suponiendo á los Hyksos de origen semita con la mayor par
te de los modernos egiptólogos, según hemos visto, lo cual con
firma el P. Cara con poderosas razones, que han movido á va
rios escritores á conformarse con su modo de ver, que consiste
en afirmar que los Iiyksos eran oriundos de la Siria septen
trional y los mismos con quienes, bajo el nombre Ketas, sos
tuvieron largas y sangrientas guerras los Faraones de la dinas
tía XIX, hasta que Ramsés II firmó con ellos un tratado de
paz, convirtiéndose de enemigos en aliados (1); siendo, re
petimos, de origen semita, puro ó mezclado con los iranios, los
Pastores, se comprende más fácilmente la buena acogida que
dió Apapi á José y por medio de éste á toda su parentela.
Pues, aun cuando desde larga fecha estaban aclimatados en
Egipto, no por eso habían perdido el amor de su tierra natal,
como no lo han perdido tampoco los americanos oriundos de
españoles después de cuatro siglos de estancia en América.
«Si en tiempo de los Faraones, raciocina con buen juicio
Maspero, los pueblos de Siria corrían en tropel á Egipto, que
les trataba como sometidos, quizá como esclavos, este movi
miento de inmigración, debió ser más considerable aún en tiem.
po de los reyes Pastores. Los recién venidos encontraban, en
efecto, á orillas del Nilo hombres de su misma raza convertidos
en egipcios, es verdad, pero que no habían perdido el recuer
do de su lengua y de su origen. Fueron, pues, recibidos con tan
ta mayor facilidad, cuanto que los conquistadores sentían la
necesidad de fortificarse en medio de un pueblo que les era hos
til. El palacio de los reyes se abrió más de una vez á conseje
ros y favoritos asiáticos; el campo atrincherado de Llaouar en
cerró con frecuencia levas de sirios y de árabes. Invasiones,
JOSÉ 545
(1) E isto ire ancienne des peuples del’O rien t, cap. IV , pág. 165.
(2) O bra c ita d a , cap. X V I , al ñ n a l.
546 E G IG T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
P á rra fo I I
(1) L a B ible et les descouverte3 modernes, libro III, cap. V I, pág. 102.
(2) B b u g s c h , G ram ática dem ótica, p á g . 27.
(3) V étse lo que hem os dicho de los d e te rm in a tiv o s en el lib ro I, capítu
lo II I de esta obra.
JO SÉ 549
q honor, princi-
55 pálmente en el
solsticio del es
tío, que es cuan
do llega á Menfis
la in u n d a c ió n
del río , según
testifica Osburn
(2) en su histo
ria monumental
del Egipto. La
crecida del río
era para ellos
uno de los dones
más preciosos que debían á los dioses, y acaso el más impor-(
(1) M élangés, etc., tom o I , serie 3.a, pág. 158 y sig u ien tes,
558 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C I T A O S
runt ei. Los sacerdotes egipcios, que eran los puros por exce
lencia, ab-u, estaban enteramente rasurados para conservar
íntegra su pureza; y á ejemplo de los sacerdotes procedían los
restantes moradores de Egipto, que en boca del historiador de
Alicarnaso, quien lo refiere como cosa singular y propia de
aquel país, todos iban afeitados (1), siendo confirmadas las
noticias de este historiógrafo, así como las de Plutarco, en los
recientes descubrimientos. Y es de notarj que no solamente
la baiba, sino que también era afeitada la cabeza, ó por lo me
nos llevaban el pelo corto. Cuando en los monumentos se en
cuentran personajes con larga cabellera, ésta no es natural,
sino postiza, una peluca como las que estaban de moda en el
siglo pasado (2). Lo mismo sucede con la barba puntiaguda
que se advierte en ciertas estatuas, y la ponían para indicar la
virilidad, ó también la dignidad real, puesto que se ve en la es
tatua de la reina H atasu, según testifica Maspero (3).
«Despreciar esta parte esencial de la etiqueta, hubiera sido
un motivo de vituperación y de ridículo. Cuando un artista
quería representar alguno de baja condición ó poco limpio, le
figuraba con barba», dice Wilkinson (4), y así lo vemos hoy
en los monumentos. Los extranjeros, asirios, cananeos, sirios,
judíos, caldeos y lodos los hombres de baja condición aparecen
en los bajos relieves con barba; pero los que procedían de otros
países, «desde el momento en que entraban á servir al pueblo
civilizado, se les obligaba á someterse á las reglas de purifica
ción de sus señores, á cortar la barba y el pelo y llevar un es
trecho tocado», añade el mismo autor.
José, pues, debía ser tonsurado antes de presentarse al rey,
según refiere el Génesis que hicieron con él. Supuesto lo cual,
P á rra fo I I I
J 0 8 E PRIMEE MINISTRO
(i) n-i2i,
565
(1) J o a n ., X lX -áO.
570 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
(1) Les mots egyptiens de la Bib le, en el D iario Asiâtico de A bril de 1876.
(2) W il k in s o n , Manors and customs, etc., to m o II; R o s e l l i n i , Monumenti ci-
vili, to m o II, p â g . 4 0 é y s i g u i e n t e s .
( 3 ) Monuments egytiens, lamina 3 0 , p â g . 6.
JOSÉ 571
(1) E tudes sur l'antiquité historique, 2.a edición, pág. 418, y en la n o ta.
(2) L a s palabras egipcias de la B ib lia , pág. 179-80.
(3) Chronologie, pág. 238; V ig o u r o u x , L a B ib lia y los descubrim ientos m o
dernos, tom o II, cap. V II, pág. 133.
(í) M anuel d’histoire ancienne de l’O riente, tom o I, pág. 363.
(5) Notice des p rin cip a u x m onuments du Musée de Boulag.
576 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
artículo vi
La r e c e p c i ó n .
*
588 E G I P T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
(1) H isto ria antigua de los pueblos de Oriente, tom o III, pág. 58.
589
(1) Notice des m onum ents egyptiens, sala civil, arm ario B; 1855.
596 EGIPTO Y ASIR IA RESUCITADOS
(1) M ém oire sur une p a tere égyptienne du M usée de L ouvre, tra d u c id a del
in g lé s p o r C h ab as en la s M em orias de la Sociedad de anticuarios de F rancia.
(2) P i e r e e t , Salle historique de la galerie ég yp tien n e, pág. 86-87.
jo siS 597
(1) D iscursos sobre las relaciones que existen entre la ciencia y la religión
revela d n, discurso 11 al p rin cip io ; B arcelona, 1854.
JOSÉ 599
(1) Voyage cl'Egypte et de Nubie. P aris, 1798; tom o III, pâg. 68.
(2) D ie Génesis, 1875, pâg. 442.
600 E G I P T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
(1) A n cien t H isto ry fr o m the M onum ents E g ip t. (H isto ria an tig u a según los
m on u m en to s egicios), p ág . 65.
:>V:
JOSÉ 603
(1) V éanse los sig u ien tes: I, Reg., X X I-7; Job., 1-14-19, etc.
JOSÉ 607
ARTÍCULO V II
El v i r r e i n a t o .
(1) Recherches pour servir á l'histoire ele la X I X d yn a stie, pág . 107 y 108.
608 EG IP T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
(2) V . 57.
(3) O bra y lu g ar c ita d o s.
616 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C I T A D O S
(1) Relación del Egipto, trad ucid a del árabe al francés por Sacy, pág. 360
hasta la pág. 369.
(2) Tomo II, pág. 401,
(3) B i r c h , H isto ry fr o m tlie M onum ents; E gypt.
(4) M á s p e r o , H istoria antigua de los pueblos de Oriente.
618 E G IP T O Y A S I R I A R E S U C IT A D O S
(1) Corrcspondence d'O rient, tom o VIH, carta l(i?, pág. 63.
628 EG IPTO Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
A R T ÍC U L O V III
La muerte.
'
634 E G IP T O Y A SIR IA R E S U C IT A D O S
(1) E l E gipto y los libros de Moisés, pág. 295. H abla el egiptólogo alemán de
la co m pra de José por Putifar; pero bien podemos ex ten de r su afirmación á
toda la historia del virrey de Egipto.
(2) Písal. OIV-12-22,
642 E G IP T O Y ASIR IA R E S U C IT A D O S
VOLUME« I
PRELIMINARES
CA PÍTULO P R I M E R O
Razón de esta o b ra .--L o s descubrim ientos en Asia y en E gip to.—Lo que se
s a b ía de los antiguos pueblos.—Movimiento de investigación.—E stím u lo s para
el mismo.—Los racionalistas y los católicos. —Lo que se h a escrito de esto en
E sp a ñ a .—M orayta.—Sales y F erré.—Castelar.— El C ardenal G onzález.--F er-
n ández de la P eña.— M artínez Vigil.—El P. Mir.— El P. A rin tero.—E s p e ra n
d o .—El Congreso Católico de Sevilla.—Un discurso de a p ertu ra .—La Encíclica
JProvidentissimus D eus.—El Congreso Católico de T a rrag on a.—Providencia de
Dios.—G rito de las piedras. —Relaciones e n tr e el Antiguo y el Nuevo T e sta m e n
to .—Im p ortanc ia de la Asiriología y Egiptología.—L o sF arao n e s entonces y a h o
ra .- -S a lm a n a s a r.—T eglatp halasar.—S enach erib.—Iierc ula no y P o m p ey a.—Te-
bas, Tanis, Heliópolis.—Nínive, Babilonia, Susa.—Saúl y la p ito n is a.—Pedro
de Cracovia, E stanislao y Boleslao.—Dios acude á su Iglesia.—Jesús, centro d e l
m un d o y de la historia.—División de la obra.—Guías principales.—P ág -. 1.
CAPÍTULO II
Estado de la cuestión.
ARTÍCULO I
ARTÍCULO II
C riterio p ro te s ta n te .
ARTÍC ULO I I I
CAPÍTULO Til
Los jeroglíficos del Egipto.
Dos modos de re p r e s e n ta r el p e n s a m ie n to .—Otros dos para los sonidos.—
Sím bolos simples j complejos.— Varias m an eras de símbolos sim ples.—Ideo
gram as complejos.— Ideogram a del agua.—Del mes. —Dificultades de la escritu
ra ideográfica.—E ra en Egipto la escritura oficial.—Ign oran cia de los jeroglífi
cos.—Cómo se escribían .—E scritu ra hieráticia.—P aís de los jeroglíficos.—Faci
lidad para leerlos en nuestros d ías.—T rabajo empleado para conseguirlo.—El
P. K irc h e r.—E x pe d ic ió n de B o nap arte al Egipto.—Fru to s que p rodujo.—La
piedra de Roseta. - Sacy y A k erb la d .—Zoega.—Y o u n g .—Cham pollión.—Resul
t a d o de sus investigaciones. —Los marcos de Tolomeo y Cleopatra.—Sistema
que siguió C am pollión.— Aplicaciones á varios no m b res.—Idem á distintas fr a
ses.—Oposición de Qnatremc re y de K lap ro th. —G ram ática egipcia.—Progreso.
— Egiptólogos n o t a b l e s . - T e x t o de Maspero. —Dificultades existe nte s.—Igno-
..................
CAPITULO IV
La escritura cuneiforme.
ARTÍCULO I
D e sc u b rim ie n to s en A siria .
ARTÍC U LO II
L e c tu r a ó in te rp re ta c ió n de lo s te x to s c u n e ifo rm es.
CAPÍTULO V
LIBRO SEGUNDO
PERIODO DE PREPARACION
CAPÍ TULO P R I M E R O
La creación.
Im p o rta n c ia del cap. I del Génesis.—Los P ad res de la Iglesia y los escritores
cristianos.—Amigos y enem igos.—Razón de este h echo.—Lo que se adela ntó.—
Teorías y sistemas. —V erdad dogm ática.—Medios de conocer.—Filósofos a n ti
guos.—Id em m o derno s.—Silencio d é l a experiencia.—Cuál es el dogma.—T ra
diciones antig uas.— Cómo llegaron á nosotros.—La Caldea.—Escasez de docu
m en to s.— Biblioteca de N ín iv e .—Traducción de S m ith.— Del tiempo de TJrkham.
Ovidio.— 12 tablas ro ta s.--R e s u m e n de su contenido.—Título del poema.—T a
b la prim era .—F ragm en to de la segunda.—Contenido de la tabla q u in ta.—Dife
rencia de tradu ccio nes.—Fragm ento de la tabla séptim a .—Analogías y diferen
cias entre esta relación y la del Génesis. —Testimonio de L en o rm a n t.—Idem de
M aspero.—Idem de Vogué.—La unidad de Dios en E g i p t o .—Testimonio de Ma-
riette.—Ide m de Rougé.— Maspero en las dos primeras ediciones.—Otros egip
tólogos.—P asaje del L ib ro de los m uertos.—H im no egipcio al Dios u no.—P riori
dad del monoteísmo.—Desemejanza entre las dos cosmogonías.—Las inscripciones
asiria y persa de Persépolis.—E stad o primitivo d é l a tierra.—La voz tehom.—
Pasaje de Ovidio.—Creación de los an im ales y de los astros.—Orden de fo rm a
ción .--E l yom .—Texto de San A gu stín.—L a formación del hombre. —A d m i.—
id e n tid a d entre ambos textos.—Otras cosm ogonías.—Testimonio de Lenorm ant.
Beroso.—Su historia. —Sus frag m entos.—U n texto suyo.—Conform idad entre
Beroso y los descubrim ientos m o d e rn o s.—E l dios Belo.—El profeta B aru ch.—
Un cilindro.—Otro cilindro.—Sellos y relieves.— Oanes y A n u — El día séptim o,
—Calendario asirio. —U n ladrillo. — Consagración del Sábado. — Tradiciones
egipcias de la creación.—T exto de M ariette.—E loh in.—Osiris creador.—Texto
de C hab as.—iVtm.—A tu m .—¿Proceden las cosmogonías de u n a sola fuente ó n a
cen u na de otra?—¿Cuál debe prevalecer?—Otras reflexiones.—Orden de apari.
ciónde los seres. —La un idad del G énesis.—Elohistas y jeh o v ista s.—El poem a
asirio de la creación y la u nidad del G é n e s is .—T abla asiria de Mox T albot.—Di
ferencia con las a n terio re s.—E xistencia y creación de los á n g e le s .—Su oficio.—
La creación del h o m b r e . — La serpiente .—P á g . 123.
CAPÍTULO II
El Paraíso y la caída.
ARTÍCULO I
El P a ra íso .
C o n s e n t i m i e n t o d e lo s p u e b lo s e n la a d m is ió n de la e d a d d e o r o . — T e s t im o -
(352 EGIPTO Y ASIR IA RESUCITADOS
ARTÍCULO II
L a c a íd a .
CAPÍTULO III
L o n g e v id a d de lo s p rim e ro s h o m b re s.
Sincelo.—Los indios.— Los 10 reyes fenicios.—E l núm ero 10.—Tres nom b res.—
Duración de la vida.—El saro, el vero y el soso.—Tabla com parativa.—Moisés
de K h o ren e.—Ambición de los pueblos.—Escritores m odernos.— Los cálculos
astronómicos.—Observaciones sobre los textos de Beroso.— Hipótesis.—Opinión
de Frerefc.—Es aceptable.—T a b la de los reyes caldeos.—Lecciones varias de los
textos sagrados. — La hipótesis de O ppert. — Id entid ades e n tr e la tradición
hebrea y la caldea.—Los otros p u e b lo s . —FÍavio J o s e f o . —P á g . 205.
ARTÍCULO II
L os g ig a n te s.
C A P Í T U L O IV
El diluvio.
A R T ÍC U L O I
E x is te n c ia d el d ilu v io .
El d escubrim iento de las tablas que contienen la relación del diluvio.— Via
jes de S m i th a l Oriente.—E n c u e n tr a nuevos fragm en to s cuneiform es.—Copias.
Los fragm entos de Beroso.—Explicación del racionalismo.—Su falsedad demos
tra d a por los ladrillos.—A n tigüedad de éstos.—P olihistor y A bideno.—Texto
de P o lih is to r.—Comparación con el Génesis.—F ábu la é his toria.—La causa
m o ral.—E l asfalto.—Dónde paró el arca.—Qué es el A rarat.— TJrarti.—Texto
de O p p e rt.—E l A ry a v a rta .—Opinión de L enormant. -S u principal fundam ento.
— Los m ontes N iz ir .— Inscripción de A ssiir-nasir-habal.—Situación de los m on
tes N iz ir .—Cuál es la opinión m ás p ro b ab le .—Apamea y sus m edallas.—N ueva
copia de la relación d ilu v ia n a .—T abla de Lachis.—Sayce.—P o e m a de Iz d u b ar.
—Compendio de lo que dicen las tab las de Sm ith.—U n bajo relieve.—¿Izdubar
es N em rod?—T radiciones árab es,—Vida y hechos de I z d u b a r .—Texto de la
tabla 11.--C o lu m n a 1.a—Idem 2.a—Idem 3.a —Idem 4.a—R ú brica del escriba.—
Observaciones.—Comparación del texto cuneiform e con el de B eroso.—P asaje
de L e n o rm a n t.—Paralelismo con el Génesis.—Im po rtan c ia del descubrim iento.
—Iíasisadra y Noé.—Causa moral del diluvio.—Je h o v á y Iiea. —El Dios del
diluvio.—La ciudad de la nave.— Dimensiones del arca de Noé y de la n a v e de
H asisadra.—Tabla com parativa.—C alafateo.--M oisés y el poeta caldeo.—A p ro
visionam iento.—P erso na s que se salvan.-^R asgos poéticos.—Diferencia en la
duración del diluvio.—Envío de las aves.—Sacrificio eucaristico.—Destino de
los héroes.—T radiciones.—Annaco y Henocli.—Origen de las dos relaciones,—..
654 EGIPTO Y ASIRIA RESUCITADOS
A RTÍC U LO II
CAPÍTULO V
ARTÍCULO I
N o cio n es generales.
ARTÍCULO II
F a m ilia d e Ja fe t.
L a d e s c e n d e n c i a do Sera.
ARTÍCULO IV
L a ra z a de Cham .
CA PÍTU LO V I
T ra d ic io n e s.
I n s c r ip c ió n c u n e if o r m e r e l a t i v a á l a t o r r e d e B a b e l.
¿ D ó n d e e s t u v o l a t o r r e d e B a b ó l?
ARTÍCULO IV
¿ E s tá b ie n p u e s t o el n o m b r e d e B a b é l á l a t o r r e d e N e m ro d ?
LIBRO I I I
PERI ODO DE F O R M A C I Ó N
CAPÍTULO PRIMERO
Abraham.
A R T ÍC U L O I
E s ta d o p o lític o d el O rie n te a l n a c im ie n to de A b ra h a m .
Principia la historia h e b re a ,—T iem po que tran scurrió desde el diluvio basta
A b rah am . — Dificultades para d e te r m i n a r lo . —Texto h e b r e o . — S a m a r ita n o .—
Griego.—L atin o.—O pinión de T u rne nim e.— L o q u e se hace h o y . —La historia
p ro fan a.—L e n o rm a n t.—M aspero.—R awlinson. —Beroso.—Sus dinastías.—Juicio
acerca de ellas.—E vechus ¿es N em rod?— Dinastía m eda.—U rk b am y su capital.
Templo de la lun a.—Inscripciones de U r k h a m .—Templo de Samas.—Dungi y sus
incripciones.—E l rey de las cuatro nac ion e s.—Significado de esta frase.—Gudea.
Excavaciones de S a rz e c .--E sta tu a s enco ntradas en Tello.—E xpediciones roaríti-
ÍN D I C E 657
P a tria de A braham .
ARTÍCULO II I
ARTÍCULO IV
A b rah am en E g ip to .
PÁRRAFO PRIMERO
PÁRRAFO II
ARTÍCULO V
A b ra h a m en P a le stin a .
pan diario. —C ostum bre a stu rian a . —El cabrito y el becerro. — El liijo pródigo.
Principios y p o s t r e s . —Un je que que convida.—E l código de la h o s p i ta l id a d .—
Frases populares do H e b r ó n . — lia m uerte de S a r a . —Fe en la r e s u rre c c i ó n .—
C om pra del sepulcro.—Demostraciones de dolor.—Los pro fetas.—Ja c o b .— L á
zaro.— Las p la ñ i d e r a s .—Petición de A b rab am .—R espuesta de E f r o n .—A la
puerta de la c iud ad.—Pago crecido.—Los gitanos.—Los bed u in os.—Los c o n tr a
tos an tigu o s.—Sm ith y M e n a n t.--L a uñ ad a.— Un contrato a sirio.— L a cueva de
M akpelah.—Su em plazamiento.— La m e z q u ita .—S an ta P a u la .—Descripción de
la mezquita.—E l príncipe de Gales.—El m arqués de B u te .—Federico I I I .—Pie-
ro ti.—P rim era y segunda visita.—Golpes y maldiciones.—El Dr. F ra n k e l.—El
co nd e de R i a n t y su m anu scrito.—Dificultades contra el m i s m o . —P á g . 429.
ARTÍC ULO VI
A b ra h a m y C o d o rlah o m o r.
ARTÍCULO VII
P
V o c a c ió n de A b rah am .
CAPÍTULO II
José.
ARTÍC ULO I
O b se rv a c io n e s.
ARTÍCULO II
L a v e n ta .
ARTÍCULO I I I
L a com pra.
ARTÍCULO IV
L a p risió n .
ARTÍCULO V
L a e le v a c ió n .
PÁRRAFO PRIMERO
PÁRRAFO II
PÁRRAFO III
ARTÍC ULO V I
La recepción.
ARTÍCULO VII
El v irre in a to
ARTICULO V III
L a m u e r te
N O T A