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Hugo Marietán1
Introducción
Nacida de los límites concretos de la filosofía y el fracaso de la clínica ante la locura, fue
un hijo no querido, despreciado, descalificado y marginado de los círculos académicos
donde la clínica médica tradicional reinaba victorianamente.
Pasó su infancia abriéndose paso en el frondoso bosque de la magia luchando por convertir
a los posesos de los demonios, a las brujas y hechiceros en enfermos de la mente. Los
primeros psiquiatras robaban a la magia para enriquecer a la medicina.
Un día se pensó que si la locura era una enfermedad, pues entonces debía reunir los
requisitos de una enfermedad clínica: a saber, tener sus síntomas y signos estables y su
correlato anatomopatológico. Y así se lanzaron a un trabajo tortuoso, muchas veces
frustrante, con idas y vueltas, hasta afianzar una corriente de pensamiento que hoy
llamamos Psiquiatría Biológica compuesta de un ejército escaso pero aguerrido.
Otros se dejaron seducir por el proceso de aprendizaje, por lo que venía, culturalmente, del
afuera del individuo, de su “medio”, del lenguaje. Aquí las influencias externas eran
determinantes para comprender los procesos psicopatológicos. Se planteaba una lucha entre
las apetencias del individuo y las presiones de su entorno. La batalla se libraba en el terreno
de la subjetividad, los resultados desfavorables eran los síntomas; las batallas perdidas eran
las enfermedades. Esta postura, que ha ocupado a mentes brillantes hasta hacer de ella una
poderosa convicción, fue llamada Psicoanálisis.
La guerra teórica entre la psiquiatría biológica y el psicoanálisis por imponer sus dogmas
no tiene tregua. Aún suenan, vibrantes, sus escaramuzas. Los intentos de reconciliación han
fracaso una y otra vez. Los procesos de síntesis suelen iniciarse con entusiasmo para luego
debilitarse y ser olvidados.
A la vera de esta guerra se crearon otras posturas que toman un poco de uno y otro poco de
otra. Así aparecen los sistemas conductistas, sistémicos, transaccionales y mil más. Todos
con suertes variadas dependiendo del fervor y la habilidad de sus líderes.
Como en todo desarrollo adolescente, la psiquiatría se crea diariamente. Tiene sus ideales,
sus entusiasmos, sus frustraciones, sus fracasos, sus crisis y sus aciertos. Está en esa
posición en la que se debe luchar para hacerse un lugar definitivo en la medicina y a su vez
debe luchar contra sus propias internas determinando un dinamismo por momentos
agobiante, por momentos estimulante.
Abierta a lo nuevo trata de incorporar los resultados de la ciencia para usarlos como
herramientas para su trabajo asistencial o para apuntalar sus teorías.
Pero en todo hay un dejo de incertidumbre, de algo no terminado, a medio crear. Y es
precisamente la incertidumbre la compañera permanente del psiquiatra actual que no se ha
dogmatizado abrazando religiosamente una de las posturas madres.
Caminar a tientas es el paso de todos los días, el estudio de las teorías de turno una
constante, el ensayo - error una práctica no querida pero ineludible. La mejoría de muchos
pacientes es una realidad que demuestra que algo se está haciendo bien: un adorador de la
muerte que abandona sus ideas, un esquizofrénico que sale de su ostracismo, un depresivo
que mitiga su angustia, un fóbico que supera su miedo.
Etapas históricas
En épocas remotas se creía que la locura era un hecho sobrenatural que se producía por un
castigo de los dioses a un transgresor de las leyes divinas o porque un espíritu invadía el
cuerpo de un individuo, en consecuencia el tratamiento consistía en ritos, ceremonias
religiosas, exorcismos, sacrificios. Es decir, a lo mágico se lo trataba con lo mágico.
Los Griegos
En el siglo I d.C., Asclepiades habló de Frenitis, enfermedad mental con fiebre y Manía,
enfermedad mental sin fiebre. Fue el primero en diferenciar las ilusiones de las
alucinaciones. Practicó psicoterapia e incluyó el uso de la música y la estimulación
intelectual, así como el trabajo con grupos de personas con trastornos mentales.
Galeno (130-220) retomó la teoría de los humores, describió diferentes tipos de alteraciones
melancólicas, entre las que incluyó a la paranoia como resultado de impresiones sensoriales
falsas, y llegó a relacionar la abstinencia sexual con el exceso de ansiedad.
Los Romanos
En los inicios del siglo II d.C. Sorano insistió en un trato mucho mas humanitario en las
internaciones. Dijo: “la habitación debe estar en silencio absoluto, no debe estar adornada
con pinturas ni iluminadas con ventanas bajas; debe hallarse en planta baja antes que en
pisos superiores, porque las víctimas de manía con frecuencia saltan por las ventanas”
La Edad Media
Durante la Edad Media mantienen su auge los postulados clásicos con el agregado de un
mejor trato para los enfermos. Constantino el africano (siglo XI), realiza un estudio sobre
la melancolía basado en la teoría de los humores, ubica en el cerebro a un tipo de
melancolía y en el estómago otra a la que da el nombre de hipocondría dando cuenta, por
primera vez, de los síntomas que la caracterizan.
Los árabes creían que el loco era un protegido de Alá cuya misión en este mundo era decir
la verdad, teniendo en consecuencia una actitud de protección hacia ellos. Fueron además
quienes recuperaron para occidente las obras de los griegos, sobre todo la de Aristóteles.
Santo Tomás de Aquino, estudioso de Aristóteles, deja sentado que la locura debía ser
necesariamente un trastorno orgánico dado que el alma no podía enfermar.
Por sobre estos movimientos intelectuales el vulgo mantenía las viejas ideas de posesión
demoníaca (los locos eran brujos o posesos) y la práctica de los exorcismos, tendencia que
va a reaparecer en los dirigentes religiosos del Renacimiento cuando el Papa Inocencio VIII
ordena, en 1484, perseguir y castigar la brujería dando comienzo al extenso período de la
Inquisición, donde los “brujos” eran torturados y muertos en la hoguera. Por ese entonces
persistía la vieja creencia que los astros y luna influían sobre los trastornos mentales, de
esta idea deriva el término “lunático”.
Era costumbre hasta mediados del siglo XVII que los sacerdotes o los abogados evaluaran a
los alienados y determinaran la responsabilidad que les correspondía por su
comportamiento. Fue el médico P. Zacchia quien aconsejó que fuese tarea del médico
realizar la evaluación.
La Ilustración
Es recién hacia fines de 1700 cuando la psiquiatría va afianzándose como una nueva
disciplina dentro de la medicina, cuando comienzan a aparecer los primeros tratados sobre
las enfermedades mentales y se va abriendo paso una concepción de tratamiento más
humanitaria, desde el inglés Battie, 1751, hasta Pinel en Francia, 1793, siendo precisamente
con este médico que se inicia una nueva etapa en la historia de la
psiquiatría.
Esquirol diferenció las alucinaciones de las fantasías y fue quien en 1838 señaló que las
alucinaciones eran percepciones sin objeto. Continuando la escuela J.P. Falret y J.
Baillarger describieron la locura circular y la locura a doble forma, cuadros que más
adelante se llamarían psicosis maníaco-depresiva. Pinel y sus discípulos se abocaron a una
subdisciplina que luego sería llamada Psiquiatría Forense, en relación a esto, vale recordar
que imperaba en esos tiempos la noción del filósofo Locke, que consideraba que sólo era
psicótico aquel que deliraba. Pinel y luego Pritchard lucharon por imponer el concepto legal
de locura sin delirio, provocada por la disarmonía afectiva, proponiendo Pritchard para este
tipo de psicosis el nombre de locura moral (moral insanity), término que erróneamente es
aplicado a la psicopatía. También en otras partes del mundo hubo un florecimiento de la
nueva disciplina: Chiaruggi en Italia, Fricke y Reil en Alemania, Rush en Estados Unidos.
El siglo XIX
Griesinger
Kahlbaum
A su vez los psiquiatras con fuerte tendencia clínica asistencial trabajan para delimitar
semiológicamente las enfermedades mentales, siendo fundadores de escuela Karl L.
Kahlbaum y Kraepelin. El aporte de Kahlbaum (1828-1899) fue agregar al análisis
semiológico del periodo de estado, el análisis del seguimiento de los síntomas a lo largo del
tiempo, la evolución de la patología, lo que hoy conocemos como “curso” de la
enfermedad. Fue un prolijo observador, recortó del conjunto de la psicopatología las
características que permiten diagnosticar la Catatonía (1863) y, junto a su discípulo Ewold
Hecker (1843-1909), la Hebefrenia (1871). Caracterizaba a la catatonía, “locura de
tensión”, como una perturbación del tono muscular, el estupor y la tendencia a adoptar
posturas y actitudes extravagantes, considerando que era resultado de una disfunción
cerebral. Dice: “La catatonía es una enfermedad cerebral de curso cíclico, alternante, en la
cual la sintomatología psíquica presenta sucesivamente el aspecto de la melancolía, de la
manía, del estupor, de la confusión y la demencia. Se presentan también procesos nerviosos
locomotores, flexibilidad cerosa, ataques de contracturas y convulsiones. En el estupor se
da a veces una ausencia completa de pensamiento y una incapacidad para observar... El
enfermo es incapaz de indicar la razón de su silencio. En la fase de excitación tiene un
comportamiento patético marcado por constantes declamaciones y acompañados de
gesticulaciones animadas. Algunos hablan de temas triviales en un tono que podría sugerir
que se trata de un problema del más alto interés para la humanidad. El signo
patognomónico en esta fase es la verbigeración (Kahlbaum la asocia con una convulsión de
los centros cerebrales del lenguaje): el paciente produce un discurso compuesto de palabras
continuamente repetidas y desprovistas de sentido”. La catatonía le parece el contrapunto
de la PGP porque los síntomas motores tienen una tendencia al espasmo y la contractura, en
oposición a la parálisis.
Como veremos más adelante Kraepelin incluye, tal vez erróneamente, a la catatonía como
un tipo de demencia precoz, y no era ésta la idea original de Kahlbaum.
Kraepelin
Siglo XX
Bleuler
Eugen Bleuler (1857 – 1940) estudió con Charcot, Magnan y A Forel y en 1898 tomó la
Cátedra de Psiquiatría de Zurich, fue su ayudante C. Jung quien lo conecta con las ideas
freudianas, de gran influencia en su pensamiento. También fueron sus ayudantes Karl
Abraham, Binswanger y Eugene Minkowski.
Freud en Alemania estudia las neurosis y le da un marco teórico, una sistematización y una
manera de tratarlas inéditas, a tal punto de formar una poderosa escuela, la psicoanalítica,
que tiñó con sus postulados el espectro de la psicología y parte de la psiquiatría. Basado en
el proceso de aprendizaje como fuente de patología neurótica y en el proceso mnésico (lo
inconsciente)como sustentador y a su vez como resolutivo (recuerdo, catarsis), elaboró una
convincente teoría que intenta dar cuenta de la etiología de las neurosis con un fuerte
acento en la sexualidad. Criticado hasta la exasperación y adorado hasta el fanatismo el
psicoanálisis pervive a esos avatares.
Wernicke
“Señores, ustedes saben que entonces no existía una teoría desarrollada de las
enfermedades en sentido moderno, es decir, una teoría que se apoyara en las perturbaciones
enfermizas de órganos aislados de función conocida, y que por eso se atribuía a ciertos
síntomas que se repetían de un modo particularmente frecuente, incluso en distintos grupos
nosológicos, la significación de especies de enfermedad. Con ese criterio el conocimiento
médico de las enfermedades no fue más allá de la ciencia que aún ahora encontramos
difundida entre el público profano, cuando considera como verdaderas enfermedades la tos,
las palpitaciones, la fiebre, la ictericia, la anemia y la consunción. Exactamente éste es el
criterio actual de la psiquiatría, por lo menos en la mayoría de los psiquiatras, sus
representantes. Ciertos síntomas de particular intensidad constituyen también para ellos la
verdadera esencia de la enfermedad: así, por ejemplo, un estado de ánimo depresivo
constituye en el más amplio sentido la esencia de la melancolía; la euforia con un exceso de
movimientos la esencia de la manía, y muchos otros más. De resultas de esto ahora se
diferencia un gran número de supuestas enfermedades de ese tipo”
CIE y DSM
Retraso mental
Además consta de varios bloques temáticos donde se desarrollan los criterios para los
distintos diagnósticos, a saber:
Trastornos de ansiedad
Trastornos somatomorfos
Trastornos facticios
Trastornos disociativos
Trastornos adaptativos.
Trastornos de la personalidad.
Hasta finales del siglo XIX las medidas terapéuticas para los alienados se limitaban al uso
de la contención física y el aislamiento, la hipnosis, los baños con diferencias térmicas y
algunos aparatos como la silla giratoria de Darwin en casos de crisis de excitación. Las
sustancias químicas se limitaban a algunos hipnóticos, paraldehído, hidrato de cloral; como
antipsicótico se aplicaba el bromuro de hioscina; en las crisis maníacas se aplicaba morfina
y picrotoxina como antidepresivo.
A principios del siglo XX se agregaron el coma insulínico (Sakel, 1933) y el shock
cardiozólico (Von Meduna, 1935) para el tratamiento de la esquizofrenia, el electrochoque
(Cerletti y Bini, 1938) y la psicocirugía (Egas Moniz, 1936).
“Deniker analizó el comportamiento del enfermo agitado, chillón y gesticulador, que poco
tiempo después de la inyección de clorpromazina se calmaba y se quedaba tranquilo en su
cama. No era el sueño invencible provocado por un hipnótico. Más asombroso aún: la
calma física producida por el medicamento, se acompañaba de una sedación psíquica; las
injurias, los sarcasmos, las palabras delirantes, absurdas, disminuían de intensidad y poco a
poco cedían.
Los chalecos de cáñamo eran guardados de nuevo en los armarios, las bañeras de
hidroterapia sólo servirían para el aseo; en los pasillos del Servicio de Deniker ya no se
cruzaban enfermos paseándose con su camisa abierta con las ataduras desatadas para ir a
los lavados, sino pacientes vestidos con el uniforme de tela de paño basto, azul, del
manicomio, deambulaban decentemente y en silencio hasta la sala de reposo. El furor y la
violencia habían dejado paso a la calma y a la paz, la señal más evidente de este
extraordinario resultado terapéutico podía apreciarse incluso desde el exterior del edificio
de la clínica de hombres: se había hecho el silencio. (1952)”
Si bien el Litio era conocido desde 1800, recién con John Cade en1949 y luego con Schou
en1960 se aplicó a los cuadros maníacos.
La serie de antidepresivos comienza con una observación: los tuberculosos que eran
tratados con Iproniazida se tornaban eufóricos (1954), de allí surgió la idea de tratar con
esta sustancia a los depresivos. Eran los primeros IMAOs. En 1958 se lanza al mercado la
Imiprimina, el primer tricíclico; en 1985 el Bupoprión y en 1988la Fluoxetina. Luego, por
ingeniería molecular se sintetizan la Venlafaxina, Nefazodone y Reboxetina
Stucchi Portocarrero anota que al comenzar el siglo XX, sólo se conocían cinco fármacos
con propiedades sedantes: bromuro (introducido en 1853), hidrato de cloral, paraldehído,
uretano y sulfonal. La aparición del fenobarbital, en 1912, dio lugar a la síntesis de 2500
barbitúricos, de los cuales 50 se utilizaron comercialmente. En 1957 se sintetizó el
clordiazepóxido, la primera de 3000 benzodiazepinas, de las cuales se comercializaron 35.
Durante la década de los '60, los barbitúricos fueron desplazados por las benzodiazepinas.
Bibliografía
Nota al pie:
Médico Psiquiatra
Docente de la Universidad de Buenos Aires
hugo@marietan.com
www.marietan.com