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Conversar es un arte. Voy a parafrasear a San Alberto Hurtado que decía: lo más
difícil está, no en hablar, sino en callar. El que se interesa en sí, quiere oír su voz. En la
conversación, se busca frecuentemente un desahogo, aún bajo el pretexto de una
consulta. Un político, en un momento dificilísimo de su gobierno, rogó a un amigo se
tomara la molestia de hacer un viaje, pues deseaba consultarlo. En la entrevista sólo
habló el político durante varias horas: le expuso su problema, los pros y contras de su
actitud, las resistencias que encontraba. El amigo escuchaba y al fin, el político sin
haberle pedido su opinión ni una sola vez, le agradece su visita que le ha sido tan
inmensamente provechosa. ¿Lo consultó? No. Más que consejos lo que necesitaba era
un desahogo.
Pero es importante ser sinceros siempre; jamás aceptar lo que no puede ser
aceptado: expresarlo con modestia, con respeto a otros puntos de vista; aún en las
verdades de la fe cabe el ser respetuosos y humildes al exponerlas. ¡Cómo aleja a los
que no creen, el ver tratado su pensamiento como algo horroroso, lleno de mentiras, de
absurdos. Porque la caridad y la humildad forman parte de la verdad, y sin aquellas ésta
desaparece. El consejo del Evangelio es iluminador: “hacer la verdad con el amor”.