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Aprender a conversar

Conversar es un arte. Voy a parafrasear a San Alberto Hurtado que decía: lo más
difícil está, no en hablar, sino en callar. El que se interesa en sí, quiere oír su voz. En la
conversación, se busca frecuentemente un desahogo, aún bajo el pretexto de una
consulta. Un político, en un momento dificilísimo de su gobierno, rogó a un amigo se
tomara la molestia de hacer un viaje, pues deseaba consultarlo. En la entrevista sólo
habló el político durante varias horas: le expuso su problema, los pros y contras de su
actitud, las resistencias que encontraba. El amigo escuchaba y al fin, el político sin
haberle pedido su opinión ni una sola vez, le agradece su visita que le ha sido tan
inmensamente provechosa. ¿Lo consultó? No. Más que consejos lo que necesitaba era
un desahogo.

Una señora va a ver al médico, le expone su enfermedad, le dice lo que necesita,


el remedio que va a tomar. El médico escucha y por toda respuesta le dice: "Muy bien
colega". ¿Para qué lo necesitaba a él? ¡Para que la oyera! Cuántas veces vamos al
director espiritual, o al consejero, no tanto para oír como para hablar. El que sabe
escuchar tiene un gran camino asegurado y a la larga es el que domina. A veces uno se
maravilla de encontrar amistades, en las cuales la influencia real pertenece a aquel que
aparentemente tiene menos brillo, pero si más paciencia para escuchar.

Desde pequeños deben aprender los niños a no interrumpir, a escuchar con


respeto no sólo exterior, sino interior, procurando comprender y asimilar. Interrumpir
equivale a decir: su opinión no me interesa: ya ha hablado usted demasiado, escúcheme
a mí que tengo algo más interesante que decir. Interrumpir denota una intoxicación del
egoísmo. El que habla sólo de sí, piensa sólo en sí y el que piensa sólo en sí es
horriblemente mal educado por más instruido que sea.

No se trata de convencer “al contrario”, sino de intercambiar con modestia las


opiniones. Naturalmente, con tacto, con delicadeza se puede decir: “Quizás me
equivoque, pero: ¿No piensas que podríamos enfocar este problema desde este punto de
vista?”... Lo ideal es decirlo de tal forma que le parezca a él que se le ha ocurrido
aquello que le íbamos a sugerir, así lo hará mucho más propio que si lo intentamos
inculcar desde fuera. Ayudar a pensar (la mayéutica de Sócrates). A quien no lo pide no
le gusta ser enseñado, y la amistad se resiente con la agresividad en discusiones.

Pero es importante ser sinceros siempre; jamás aceptar lo que no puede ser
aceptado: expresarlo con modestia, con respeto a otros puntos de vista; aún en las
verdades de la fe cabe el ser respetuosos y humildes al exponerlas. ¡Cómo aleja a los
que no creen, el ver tratado su pensamiento como algo horroroso, lleno de mentiras, de
absurdos. Porque la caridad y la humildad forman parte de la verdad, y sin aquellas ésta
desaparece. El consejo del Evangelio es iluminador: “hacer la verdad con el amor”.

Llucià Pou Sabaté

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