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El aprendiz Masón tiene, pues, como primer deber el de meditar las enseñanzas del Ritual
a fin de proceder en conformidad a ellas. Este es su deber por excelencia, su solo deber
que abarca todos los demás. Pero un principiante necesita prescripciones más precisas.
Estas están comprendidas en el compromiso que contrajo antes de recibir la Luz:
Buscar la Verdad
Querer la Justicia.
El Masón debe querer la justicia. Esto significa que admitimos nuestra posición como
miembros de una sociedad en la cual tenemos que trabajar para que todos podamos
acudir y convivamos como hermanos. No debemos perder esa capacidad empática de
sentirnos herido por toda iniquidad, aun cuando no seamos la víctima directa. Esto se
logra a través del estudio que eleva el nivel de consciencia, ya que aquí se aprende a
mirar a los infelices y desvalidos como a uno más de nuestros hermanos.
El respeto a la ley. En cuanto a las leyes positivas, por imperfectas que sean, no son
menos respetables. Ellas constituyen el elemento fundamental de toda civilización, nos
dan garantías contra las arbitrariedades, aseguran el orden y se imponen como una
sanción necesaria del pacto social. Un Iniciado se somete, pues a las leyes aun cuando
fueran injustas. El se inclina ante la voluntad general aunque ésta esté equivocada.
Sócrates prefirió beber la cicuta antes que sustraerse a la sentencia legal, pero inicua que
lo humillaba.
Para el Pensador, la razón es la ley suprema, contra la que no podrá invocarse ninguna
estipulación escrita. El Iniciado goza de entera libertad, porque es plenamente razonable
y, por consiguiente, no puede hacer sino un buen uso de su voluntad. Se es libre porque
se elige con conocimiento de causa y aceptando incluso los imponderables a los cuales
siempre estamos supeditados. Al fin y al cabo, la única libertad que se tiene, es la libertad
de pensamiento, es la única que se puede alcanzar y asegurar.
El pensamiento más representativo de la verdadera naturaleza del Amor es aquel que nos
dice que el Amor es la vida de Dios en el alma del hombre. El Amor, con mayúscula, el
Amor en su fuente de origen, no es un sentimiento ni una emoción, sino la energía divina