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En sus cartas a los Efesios hace referencia a Jesús como el Cristo, nuestro Dios,
afirmando con esto la divinidad de Jesús. Viniendo Cristo a este mundo ha traído
consigo una novedad. Se nos muestra la idea de la novedad como clave para entender la
salvación de Cristo, supone algo que supera todo lo que se imaginaba de la salvación.
En Cristo, nuestro Dios, encontramos el cumplimiento de todo lo anunciado.
Cito una de sus cartas a los Efesios “Jesús, el Cristo, nuestro Dios, según el
designio de Dios, fue concebido por María del linaje de David y del Espíritu Santo, el
cual nació y fue bautizado para purificar el agua con su pasión.” La humanidad de
Cristo tiene que ser entendida en la clave del teo- drama; El teo -drama es cuando el
misterio de lo humano y divino se entiende en forma personal, es decir, en termino de
alianza – promesa. En Jesucristo Dios se nos ha revelado. La vida de Jesús y sus
misterios como acontecimientos de la Trinidad, como acto único y común de las tres
personas. Jesucristo ha venido a cumplir el designio salvífico del Padre; lo que Dios
hace en Cristo es llevarnos a la salvación y en esta salvación se ve una comunión entre
Dios y el hombre, de tal forma que la salvación es la participación de la vida de Dios
por parte del hombre, esto quiere decir que el hombre está llamado a una comunión con
Dios Padre y esta comunión pasa a través del Hijo. Lo que se realiza es la participación
de cada hombre en el misterio del Hijo, es decir la filiación, el hombre es salvado a la
hora de ser incorporado por la gracia al misterio de Jesucristo.
Para acoger la revelación de Dios necesitamos confiar en las fuentes que nos
llevan a ella como los evangelios. Confiar en la iglesia que es el lugar en donde tenemos
el encuentro con Cristo y acoger la revelación con un corazón abierto, sin prejuicios. Es
lo que San Ignacio nos enseña en cada una de sus cartas.