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IGNACIO DE ANTIOQUIA: CARTAS

La centralidad de las cartas de San Ignacio de Antioquia es dar sentido al


misterio de la Encarnación, por tanto nos encontramos con una cristología centrada en la
humanidad de Cristo.

En sus cartas a los Efesios hace referencia a Jesús como el Cristo, nuestro Dios,
afirmando con esto la divinidad de Jesús. Viniendo Cristo a este mundo ha traído
consigo una novedad. Se nos muestra la idea de la novedad como clave para entender la
salvación de Cristo, supone algo que supera todo lo que se imaginaba de la salvación.
En Cristo, nuestro Dios, encontramos el cumplimiento de todo lo anunciado.

Cito una de sus cartas a los Efesios “Jesús, el Cristo, nuestro Dios, según el
designio de Dios, fue concebido por María del linaje de David y del Espíritu Santo, el
cual nació y fue bautizado para purificar el agua con su pasión.” La humanidad de
Cristo tiene que ser entendida en la clave del teo- drama; El teo -drama es cuando el
misterio de lo humano y divino se entiende en forma personal, es decir, en termino de
alianza – promesa. En Jesucristo Dios se nos ha revelado. La vida de Jesús y sus
misterios como acontecimientos de la Trinidad, como acto único y común de las tres
personas. Jesucristo ha venido a cumplir el designio salvífico del Padre; lo que Dios
hace en Cristo es llevarnos a la salvación y en esta salvación se ve una comunión entre
Dios y el hombre, de tal forma que la salvación es la participación de la vida de Dios
por parte del hombre, esto quiere decir que el hombre está llamado a una comunión con
Dios Padre y esta comunión pasa a través del Hijo. Lo que se realiza es la participación
de cada hombre en el misterio del Hijo, es decir la filiación, el hombre es salvado a la
hora de ser incorporado por la gracia al misterio de Jesucristo.

El acontecimiento de Cristo nos pone de manifiesto que no puedo saber quién es


Dios o quien es el hombre si no lo miro desde la relación de Dios con el hombre. En
Jesucristo el nombre de Dios se nos ha revelado por medio del Verbo, su Palabra. Por
tanto, conocer el nombre es abrirse al misterio de Dios. En una de las cartas a los
Magnesios, San Ignacio hace referencia a Jesús como Palabra del Padre. “Existe un solo
Dios que se ha manifestado por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra,
surgida del silencio, agrado e todo a Aquel que lo había enviado”, la filiación de Jesús,
como el enviado del Padre nos muestra cómo el ser filial no significa otra cosa que amor
y entrega. Jesús es verdaderamente Hijo por su apertura total al Padre y a su voluntad.

En sus cartas a los Romanos, San Ignacio de Antioquia defiende la verdad de la


carne de Cristo a partir de la verdad de la Eucaristía. La Eucaristía como anticipo de la
bienaventuranza eterna. Cito “Un agua viva susurra dentro de mí y desde lo íntimo me
dice ¡Ven al Padre! Ya no siento gusto por el alimento corruptible ni por los placeres
de esta vida. Quiero el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, del linaje de David;
como bebida, quiero su sangre, que es amor incorruptible.”
San Ignacio de Antioquia en sus cartas a los Esmirniotas, vuelve a hacer
referencia que Jesús procede de la estirpe de David, según la carne (Rm 1,3). La
insistencia por la estirpe de David es para hacer encapie a la fidelidad de la promesa de
Dios. Lo que Dios promete lo cumple. Se nombra a Poncio Pilato para enmarcar un
hecho histórico, reafirmando la humanidad de Cristo, sometida a la ley. Con esto vemos
como es inseparable la identidad de Jesús con la historia de la Salvación, porque Jesús
nos hace participes de su vida nosotros podemos imitarle y seguirle.
Desde la Sagrada Escritura el misterio del hombre se presenta a imagen y
semejanza del Hijo; el hombre ha sido creado a imagen de Dios. La vocación del
hombre es crear una relación con su Creador, esta relación se da en libertad. El hombre
está llamado a hacerse uno con Cristo, el destino del hombre es ser Cristo, seguir sus
pasos.
Jesús se nos muestra como Salvador. “También (los docetas) se apartan de la
Eucaristía y de la oración, pues no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro
Salvador Jesucristo, la misma que padeció por nuestros pecados, la misma que el
Padre, en su bondad, resucito. Así, los que contradicen el don de Dios mueren por sus
mismas disposiciones. Más les convendría amara para después resucitar”. No podemos
hablar de Jesús Salvador sin hablar de su mesianismo. Esta mesianidad de Cristo es
salvífica, ya que nos ha otorgado por su muerte el perdón de los pecados, la justificación
y la reconciliación. El mesianismo de Jesús no se puede ocultar, aunque Jesús prohibió
siempre que se pregonara, porque rechazaba un mesianismo que no estuviera unido a la
cruz.
También resulta difícil comprender el mesianismo de Jesús sin vincularlo a la
figura enigmática del “Hijo del Hombre” del libro de Daniel. Este es un concepto ligado
a una colectividad de corte escatológica, y a la irrupción del Reino. San Ignacio
relacionando el título de Hijo del hombre con el título de Hijo de Dios desea indicar un
su doble componente, humano y divino. En sus cartas esta expresión es usada en este
significado. “Si el Señor me revela que todos, cada uno es particular y todos en general,
por la gracia que procede de su Nombre, os reunís en una sola fe y en Jesucristo, que
procede de David, según la carne, Hijo del hombre e Hijo de Dios …”
El título Señor tiene significado profano: es el que dispone sobre algo de modo
legal y con autoridad. Pero también tiene un sentido religioso. De ahí que en el AT
encontremos kyrios-Señor como una designación propia de Dios, especialmente como
Creador y Señor del universo. Y desde aquí se entiende la predicación que la primitiva
Iglesia hizo de Jesús como Señor
San Ignacio de Antioquia quiere decir que cuantos niegan la realidad de Cristo
no podrán participar de los frutos de la redención y por eso no participaran tampoco en
la resurrección gloriosa de los cuerpos, a imitación de la resurrección gloriosa de Cristo.
Cristo verdadero Dios y verdadero hombre aparece como revelación de la
eternidad divina y la temporalidad humana. En Cristo el hombre encuentra su verdadera
vocación. El acontecimiento de Cristo no puede estar agotado en una formula, idea o
concepto porque el acontecimiento de Cristo es una persona que se comunica, que está
vivo. Mediante la razón sin caer en un racionalismo y unida a la fe podemos acercarnos
verdaderamente al misterio de Cristo. La razón personal descubre y conoce este
acontecimiento histórico.

Para acoger la revelación de Dios necesitamos confiar en las fuentes que nos
llevan a ella como los evangelios. Confiar en la iglesia que es el lugar en donde tenemos
el encuentro con Cristo y acoger la revelación con un corazón abierto, sin prejuicios. Es
lo que San Ignacio nos enseña en cada una de sus cartas.

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