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Y un fraile de la Orden de Santo Domingo con una cruz en la mano queriéndole decir
las cosas de Dios, le fue a hablar y le dijo que los cristianos eran sus amigos, y que el
señor gobernador le quería mucho y que entrase en su posada a verle. El cacique
respondió que él no pasaría más adelante hasta que le volviesen los cristianos todo lo
que le habían tomado en toda la tierra y que después él haría todo lo que le viniese en
voluntad. Dejando el fraile aquellas pláticas con un libro que traía en las manos, el
empezó a decir las cosas de Dios que le convenían, pero él no las quiso tomar y,
pidiendo el libro, el padre se lo dio pensando que lo quería besar; y él lo tomó, y lo echó
encima de su gente. Y el muchacho que era la lengua, que allí estaba diciéndole aquellas
cosas, fue corriendo luego y tomó el libro y diólo al padre; y el padre se volvió luego
dando voces, diciendo “Salid, salid, cristianos y venid a estos enemigos perros, que no
quieren las cosas de Dios; que me ha echado aquel cacique en el suelo el libro de
nuestra santa ley”.
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Francisco López de Gómara ([1552] (1979)). Historia General de las
Indias. Caracas: Biblioteca Ayacucho. pp.171-172
Tardó Atabaliba en andar una legua cuatro horas: tan de reposo iba, o por cansar
los enemigos. Venía en litera de oro, chapada y forrada de plumas de papagayos de
muchas colores, que traían hombres en hombros, y sentado en un tablón de oro sobre un
rico cojín de lana guarnecido de muchas piedras. Colgábale una gran borla colorada de
lana finísima de la frente, que le cubría las cejas y sienes, insignias de los reyes del
Cuzco. Traía trescientos o más criados con librea para la litera y para quitar las pajas y
piedras del camino, y bailaban y cantaban delante, y muchos señores en andas y
hamacas, por majestad de su corte. Entró en el tambo de Caxamalca, y como no vio los
de caballo ni menear a los peones, pensó que de miedo. Alzóse en pie y dijo: “Estos
rendidos están”. Respondieron los suyo que sí, teniéndolos en poco. Miró a la torrecilla,
y, enojado, mandó echar de allí o matar los cristianos que dentro estaban. Llegó
entonces a él Fray Vicente de Valverde, dominico, que llevaba una cruz en la mano y su
breviario, o la Biblia como algunos dicen. Hizo reverencia, santiguóse con la cruz y
díjole: “Muy excelente señor: cumple que sepáis cómo Dios trino y uno hizo de nada el
mundo y formó al hombre de la tierra, que llamó Adán, del cual traemos origen y carne
todos. Pecó Adán contra su criador por inobediencia, y en él cuantos después han
nacido y nacerán, excepto Jesucristo, que, siendo verdadero Dios, bajó de cielo a nacer
de María virgen, por redimir el linaje humano del pecado. Murió en semejante cruz que
esta, y por eso la adoramos. Resucitó el tercero día, subió desde a cuarenta días al cielo,
dejando por su vicario en la tierra a San Pedro y a sus sucesores que llaman papas; los
cuales habían dado al potentísimo rey de España la conquista y conversión de aquellas
tierras; y así, viene ahora Francisco Pizarro a rogaros seáis amigos y tributarios del rey
de España, emperador de romanos, monarca del mundo, y obedezcáis al papa y recibáis
la fe de Cristo, si la creyéredes, que es santísima, y la que vos tenéis es falsísima. Y
sabed que haciendo lo contrario os daremos guerra y quitaremos los ídolos para que
dejéis la engañosa religión de vuestros muchos y falsos dioses”. Respondió Atabaliba
muy enojado que no quería tributar siendo libre, ni oír que hubiese otro mayor señor
que él; empero, que holgaría de ser amigo del emperador y conocerle, ca debía ser gran
príncipe, pues enviaba tantos ejércitos como decían por el mundo; que no obedecería al
papa, porque daba lo ajeno y por no dejar a quien nunca vio el reino que fue de su
padre. Y en cuanto a la religión, dijo que muy buena era la suya, y que bien se hallaba
con ella, y que no quería ni menos debía poner en disputa cosa tan antigua y aprobada; y
que Cristo murió y el Sol y la Luna nunca morían, y que ¿cómo sabía el fraile que su
Dios de los cristianos criara el mundo? Fray Vicente respondió que lo decía aquel libro,
y dióle su breviario, Atabaliba lo abrió, miró, hojeó, y diciendo que a él no le decía nada
de aquello, lo arrojó en el suelo. Tomó el fraile su breviario y fuése a Pizarro voceando:
“Los evangelios en tierra; venganza, cristianos; a ellos, a ellos, que no quieren nuestra
amista ni nuestra ley”. Pizarro, entonces mandó sacar el pendón y jugar la artillería,
pensando que los indios arremeterían. Como la seña se hizo, corrieron los de caballo por
tres partes a toda furia a romper la muela de gente que alrededor de Atabaliba estaba, y
alancearon muchos.
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Agustín de Zárate ([1555] (1995)). Historia del Descubrimiento y
Conquista del Perú. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. pp.74-
75
Luego otro día de mañana el Gouernador ordenó su gente, partiendo los sesenta de a
cauallo que auía en tres partes, para que estuuiessen escondidos con los capitanes Soto y
Benalcaçar, y de todos dio cargo a Hernando Piçarro y a Iuan Piçarro y Gonçalo
Piçarro, y él se puso en otra parte con la infantería, prohibiendo que nadie se mouiesse
sin su licencia o hasta que disparasse la artillería.
Atabaliba tardó gran parte del día en ordenar su gente, y señalando lugar por donde cada
capitán auía de entrar, y mandó que por cierta parte secreta azia la parte por donde auían
entrado los christianos se pusiesse vn capitán suyo llamado Rumiñahui con cinco mil
indios para que guardasse las espaldas a los españoles y matasse a todos los que
boluiessen huyendo. Y luego Atabaliba mouió su campo tan despacio que más de quatro
horas tandó en andar vna pequeña legua. El venía en vna litera sobre ombros de señores,
y delante dél trecientos indios, vestidos de vna librea, quitando todas las piedras y
embaraços del camino, hasta las pajas, y todos los otros caciques y señores venían tras
él en andas y hamacas, teniendo en tan poco los christianos que los pensauan tomar a
manos , porque vn Gouernador indio auía embiado decir a Atabaliba cómo eran los
españoles muy pocos y tan torpes y para poco que no sabían andar a pie sin cansarse, y
por esso andauan en vnas ouejas grandes que ellos llamauan caballos, y assí entró en vn
cerrado que está delante del tambo de Caxamalca. Y como vio tan pocos españoles, y
éssos a pie (porque los de a cauallo estauan escondidos), pensó que no osarían parecer
delante dél ni le esperarían, y, levantándose sobre las andas dijo a su gente: “Estos
rendidos están”. Y todos respondieron que sí.
Y luego llegó el Obispo don fray Vicente de Valuerde con vn breuiario en la mano y le
dixo cómo vn dios en trinidad auía criado el cielo y la tierra y todo quanto auía en ello y
hecho a Adam, que fue el primero hombre de la tierra, sacando a su muger Eua de su
costilla, de donde todos fuimos engendrados, y cómo por desobediencia destos nuestros
primeros padres caymos todos en pecado, y no alcançamos gracia para ver a Dios ni yr
al cielo hasta que Christo, nuestro redemptor, vino a nacer de vna virgen para saluarnos,
y para este efeto recibió muerte y pasión, y después de muerto resuscitó glorificado, y
estuuo en el mundo vn poco de tiempo hasta que se subió al cielo, dexando en el mundo
en su lugar a Sant Pedro y a sus sucesores que residían en Roma, a los quales los
christianos llamauan papas, y éstos auían repartido las tierras del todo el mundo entre
los príncipes y reyes christianos, dando a cada vno cargo de la conquista, y que aquella
provincia suya auía repartido a Su Magestad del Emperador y Rey don Carlos, Nuestro
Señor, y Su Magestad auía embiado en su lugar al Gouernador don Francisco Piçarro
para que le hiziesse saber de parte de Dios y suya todo aquello que le auía dicho, que si
él quería creerlo y recebir agua de bautismo y obedecerle, como lo hazía la mayor parte
de la cristiandad, él le defendería y ampararía, teniendo en paz y justicia la tierra y
guardándoles su libertades, como lo solía hacer a otros reyes y señores, que sin riesgo
de guerra se le sujetauan, y que si lo contrario hazía, el Gouernador le daría cruda guerra
a fuego y a sangre, con la lança en la mano, y que en lo que tocaua a la ley y creencia de
Iesuchristo y su ley evangélica, que si después dél bien informado della, él de su
voluntad lo quisiesse creer, que haría lo que conuenía a la saluación de su ánima, donde
no, que ellos no le harían fuerça sobre ello.
Y después que Atabaliba todo esto entendió, dixo que aquellas tierras y todo lo que en
ellas auía ganado su padre y sus abuelos, los quales las auían dexado a su hermano
Guáscar Ynga, y que, por auerle vencido tenerle preso a la sazón, eran suyas y las
posseya y que no sabía él cómo Sant Pedro las podía dar a nadie y que si las auia dado,
que él no consentía en ello ni se lo daua nada; y a lo que dezía de Iesuchristo, que auía
criado el cielo y los hombres y todo, que él no sabía nada de aquello ni que nadie criasse
nada sino el sol, a quien ellos tenían por Dios, y a la tierra por madre, y a sus guacas, y
que Pachamama lo auía criado todo lo que allí auía; que de lo de Castilla él no sabía
nada ni lo auía visto, y preguntó al Obispo que cómo sabía él ser verdad todo lo que
auía dico o por dónde se lo daría a entender. El Obispo le dixo que aquel libro estaua
escripto, que era escriptura de Dios. Y Atabaliba le pidió el breuiario o Biblia que tenía
en la mano. Y como se lo dio, lo abrió, boluiendo las hojas a vn cabo y a otro, y dixo
que aquel libro no le dezía a él nada ni le hablaua palabra y le arrojó en el campo. Y el
Obispo boluió adonde los españoles estauan, diziendo: “¡A ellos, a ellos!”.
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Don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro y fray Uisente de la horden del señor
San Francisco, cómo Atahualpa Ynga desde los baños se fue a la ciudad y corte de
Caxamarca.
Y llegado con su magestad y sercado de sus capitanes con mucho más gente doblado de
cien mil yndios en la ciudad de Caxamarca, en la plasa pública en el medio en su trono
y aciento, gradas que tiene se llama usno, se asentó Atahualpa Ynga.
Y luego comensó don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro a dezille, con la
lengua Felipe yndio Guanca Bilca, le dixo que era mensaje y enbajador de un gran señor
y que fuese su amigo que sólo a eso benía. Respondió muy atentamente lo que dezía
don Francisco Pizarro y lo dize la lengua Felipe yndio. Responde el Ynga con una
magestad y dixo que será la verdad que tan lexo tierra uenían por mensage que lo creyya
que será gran señor, pero no tenía que hazer amistas, que tanbién que era él gran señor
en su rreyno.
Después desta rrespuesta entra con la suya fray Vicente, lleuando en la mano derecha
una crus y en la esquierda el bribario. Y le dize al dicho Atagualpa Ynga que tanbién es
enbajador y mensage de otro señor, muy grande, amigo de Dios, y que fuese su amigo y
adorase la crus y creyse el evangelio de Dios y que no adorase en nada, que todo lo
demás era cosa de burla. Responde Atagualpa Ynga y dize que no tiene que adorar a
nadie cino al sol, que nunca muere ni sus guacas y dioses, tanbién tienen en su ley,
aquello guardaua.
Y preguntó el dicho Ynga a fray Uisente quién se lo auía dicho. Responde fray Uisente
que le auía dicho euangelio, el libro. Y dixo Atagualpa: “Dámelo a mí el libro para que
me lo diga”. Y ancí se la dio y lo tomó en las manos, comensó a oxear las ojas del dicho
libro. Y dize el dicho Ynga: “¿Qué, cómo no me lo dize? ¡Ni me habla a mí el dicho
libro!” Hablando con grande magestad, asentado en su trono, y lo echó el dicho libro de
las manos el dicho Ynga Atagualpa.
Como fray Uisente dio boses y dixo: ¡Aquí, caballeros, con estos yndios gentiles son
contra nuestra fe!” Y don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro de la suya dieron
boses y dixo: “¡Salgan, caballeros, contra estos ynfieles que son contra nuestra
cristiandad y de nuestro emperador y rrey demos en ellos!”
Y ací luego comensaron los caballeros y despararon sus arcabuces y dieron las
escaramusa y los dichos soldados a matar yndios como hormiga. Y de espanto de
arcabuces y rruydo de cascabeles y de las armas y de uer primer hombre jamás uisto, de
estar llieno de yndios la plasa de Caxamarca y se mataron entre ellos. De apretarse y
pizalle y tronpesalle los caballos, murieron mucha gente de yndios que no se puede
contar.
De la uanda de los españoles murió cinco personas de su voluntad, por ningún yndio se
atreuió de espanto asonbrado. Dizen que tanbién estaua dentro de los yndios muerto los
dichos cinco españoles; deue de andar tonteando como yndio, deue de tronpizalle a los
dichos caualleros.
Y ací cí le prendió don Francisco de Pizarro y don Diego de Almagro al dicho
Atagualpa Ynga. De su trono le le [sic] llevó cin hirille y estaua preso con preciones y
guarda de españoles junto del capitán don Francisco Pizarro. Quedó muy triste y
desconsolado y desposeýdo de su magestad, asentado en el suelo, quitado su trono y
rreyno.