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Jorge A. Avila
Campo
Es reconocido que la calidad del suelo forestal o agrícola depende de la presencia de humus originado
en un largo proceso de descomposición de restos vegetales y animales. Se forma de este modo una
capa fértil de tierra negra, relativamente escasa en el mundo y que dio positiva fama a los campos
argentinos. Ese privilegio obliga a que se les prodigue el mayor cuidado. No obstante, no habría que
pasar por alto que en la degradación de nuestro suelo no sólo han incidido aquellos agentes naturales,
sino también el maltrato del hombre cuando se ha movilizado por el exclusivo afán de obtener renta
de la tierra y no se ha detenido a considerar el deterioro que gradualmente producía.
Entre las prácticas dañinas que organismos tales como el Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA) han venido denunciando, se encuentran la falta de rotación en los cultivos, el
empleo de útiles de labranza inadecuados, el sobrepastoreo, los desmontes y la explotación de suelos
no aptos para la agricultura.
Paliativos
Si bien la situación es inquietante, existen modalidades que permitirían disminuir tales deterioros.
Por ejemplo, desde hace tiempo se viene aconsejando y utilizando en forma creciente la llamada
siembra directa, técnica que ayuda a preservar los nutrientes de la tierra y contribuye a aminorar el
perjuicio de las inundaciones. Esa sugerencia ha sido eficaz para quienes la han atendido, pues el
mero uso de fertilizantes no compensa la pérdida de nutrientes, aunque pudiera ofrecer en lo
inmediato altos rendimientos en las cosechas que, hoy en día han llegado a sumar millones de
toneladas de granos, que según se anticipa alcanzará un nuevo récord en la actual campaña.
Otra medida apropiada es la rotación de los cultivos. Procedimiento bien conocido que, no obstante
tal difusión, es omitido en las zonas dedicadas durante décadas a la misma producción, como ha
ocurrido con las áreas tradicionalmente maiceras y sojeras. Dicha insistencia no ha reparado en el
empobrecimiento que originaba en la tierra y que se reflejaba en el descenso de los rendimientos,
según lo ha informado el INTA.
El objetivo por lograr es el de generalizar una agricultura de precisión, en cuyo desarrollo se ajusten
las dosis de nutrientes y agroquímicos a las necesidades probadas de los vegetales, para no dañar el
medio ambiente. Algo muy importante ha sido agregado por el director del Departamento de Suelos
del mencionado instituto, al indicar que el criterio orientador de la agricultura no debe ser
exclusivamente económico, prescindiendo del factor humano.
No sólo hay que velar por el cuidado y mejora de la tierra y su producción. Asimismo, es de vital
importancia que las políticas para el sector agropecuario contribuyan a consolidar el asentamiento de
quienes son productores y trabajan en el medio rural, a fin de que logren encontrar y disponer de
mejores recursos para atender sus necesidades de desarrollo personal y familiar.