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Especialistas del INTA recopilaron prácticas recomendadas para frenar un fenómeno que ya afecta a
unas 100 millones de hectáreas en el país.
Así quedan los lotes con pendientes importantes cuando no se toman medidas de
manejo para controlar la erosión.
03/10/2019 9:22
Clarín.com
Rural
Actualizado al 03/10/2019 9:22
En el último cuarto de siglo, los procesos de erosión hídrica y eólica avanzaron hasta ocupar un 36 % del
territorio nacional, lo que representan 100 millones de hectáreas, distribuidas en áreas agrícolas de la
región húmeda y subhúmeda y, también, en la zona semiárida y árida con bosques nativos y pastizales.
El dato surge del Manual de buenas prácticas de manejo y conservación del suelo y del agua en áreas de
secano, presentado recientemente por el INTA y el Centro para la Promoción de la Conservación del
Suelo y del Agua (PROSA) de la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (FECIC).
Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés) plantean que, en los
“En los próximos años, uno de los desafíos más significativos que afrontará la humanidad es el deterioro
de los recursos naturales y, principalmente, el de los suelos cultivados”, vaticinó Roberto Casas,
que descuidamos los servicios ecosistémicos que nos prestan”, alertó Casas para quien es importante
entender que se trata de un recurso que puede tardar hasta 1.000 años en recuperarse.
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El riesgo de que un incremento de la agricultura genere mayor erosión o degradación de suelos es real.
“Sabemos que, a partir de 1970, los suelos de la región Pampeana sufrieron una extraordinaria
transformación debido a la actividad agrícola”, señaló Casas y agregó que “la adopción de tecnología
degradación”.
La transición de un sistema de agricultura con labranza convencional a uno con siembra directa permitió
la mejora considerable de los rendimientos y, además, de los niveles de materia orgánica del suelo.
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Sin embargo, en los últimos años se ha producido una simplificación extrema de los sistemas
por el monocultivo. “Esta tendencia a la realización de un solo cultivo tuvo un impacto desfavorable
sobre las funciones del suelo y la sustentabilidad del agroecosistema”, aseguró Casas.
De acuerdo con el especialista, la rotación promedio para la región pampeana se componía de, al
menos, tres años de soja de primera, un año de doble cultivo trigo (u otro cereal de invierno), soja y
recién al quinto año podía incluir maíz o sorgo. “En los últimos años, el esquema cambió hacia uno con
mayor participación de gramíneas en una rotación de tres años: trigo-soja, maíz y soja de primera”,
explicó.