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DERECHO

JOSÉ MARÍA LUCAS DE DIOS


UNED

1. Actualidad

El interés por el Derecho Griego ha aumentado considerablemente en los últimos


decenios, si observamos la bibliografía surgida al respecto1. Y este incremento de la
dedicación se manifiesta no sólo en el número de trabajos sino también en la plurali-
dad de enfoques, todo lo cual augura un futuro prometedor. A modo de testimonio
aludiré a la inminente aparición de un volumen dedicado al Derecho Griego dentro
de la prestigiosa serie «The Cambridge Companion» (Gagarin y Cohen 2005).
En este caso del Derecho Griego hay ciertas dificultades expositivas dentro de
este volumen dedicado a una Actualización en Filología Griega en los últimos vein-
te años. En primer lugar, el acotamiento temporal se vuelve en exceso riguroso,
dado que en el volumen precedente de 1984 no se recogía un apartado dedicado a
la parcela jurídica, lo que me lleva a tener que ampliar los límites. De otro lado está
el acotamiento temático: algunas parcelas de este campo están muy próximas a los
estudios estrictamente históricos, en especial los de historia política y social. Un
ejemplo ilustrativo podría ser la intensa actividad que está desarrollando el danés
Hansen 2000 y su grupo («Copenhagen Polis Centre») en torno al concepto políti-
co-social-jurídico-antropológico de la ciudad-estado (pólis) en todo el mundo, no
sólo en el contexto griego2.
La nueva etapa en los estudios sobre Derecho Griego podríamos decir, simbóli-
camente, que comienza el 1 de septiembre de 1971, día en que se abrió el Primer
Symposion de la Gesellschaft für griechische und hellenistische Rechtsgeschichte,

1
Respecto a los repertorios bibliográficos anteriores a la nueva etapa que empieza en los años se-
tenta, es preciso mencionar: Calhoun y Delamere 1927; Berneker 1968. Para el período posterior, se pu-
blica una reseña periódica («Chronique des droits de l'Antiquité») en la revista RD a cargo de diversos
autores, de forma más sistemática a partir de 1980.
2
Tal vez un tercer inconveniente sea la limitada dedicación en España al Derecho Griego, lo que me
ha empujado a redactar esta exposición como una introducción a los grandes temas, a la par que actua-
lizaba la bibliografía. De otro lado, mi condición de filólogo probablemente me haya llevado a poner un
énfasis mayor en los aspectos textuales.

F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega
(1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 699-714

ISBN:978-84-00-08750-0
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y cuya Ponencia de apertura, a cargo de Hans Julius Wolff 1975, comenzaba desta-
cando cómo ésa era «la primera vez que se habían unido filólogos clásicos, histo-
riadores del mundo antiguo y juristas en el empeño común de estudiar el Derecho
de las ciudades griegas y helenísticas de la Antigüedad». Tales reuniones científi-
cas siguieron celebrándose con regularidad, y en 2003 ha tenido lugar la decimo-
cuarta. De otro lado, es también definitorio de los nuevos tiempos el programa de
trabajo que Wolff 1982 presentaba como fundamento de la nueva etapa: publicar el
corpus de inscripciones jurídicas con el debido comentario, sin olvidar la inclusión
de un léxico de términos jurídicos en cada volumen. Los primeros frutos son el Re-
pertorio de Hübner 1993 relativo a la Tróade y Misia con excepción de Pérgamo3, y
el volumen de inscripciones arcadias sobre derecho procesal a cargo de Thür y
Taeuber 1994.
También es perceptible el cambio en el terreno de los Manuales. Siguen siendo
útiles, por los datos y la información que aportan, obras como Beauchet 1897 sobre
el Derecho privado; Lipsius 1905-15; Bonner y Smith 1930-38; Biscardi 1982; Harri-
son 1968-71. Pero adoptan los conceptos, las categorías y el esquema expositivo del
Derecho Romano, cuya realidad jurídica se diferencia profundamente del Griego:
hay una preferencia por el Derecho positivo y una postergación del procesal, así
como una superioridad del privado sobre el público. La obra de MacDowell 1978
supuso un cierto cambio, pero habría que esperar a Todd 1993 para encontrar un
Manual en consonancia con el nuevo acercamiento.
También el mundo de las Revistas ha experimentado alteraciones. Es bien sabi-
do que había algunas con cierta especialización: la alemana ZRG: Romanistische
Abteilung (Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte); la francesa RD (Revue
historique de Droit français et étranger); o la belga RIDA (Revue internationale des Droits
de l' Antiquité). En 1982 apareció la alemana RJ (Rechtshistorisches Journal), pero des-
de 1998 disponemos de una revista específica: Dike (Rivista di storia del Diritto Greco
ed Ellenistico), publicada en Milán y dirigida por Eva Cantarella y en cuyo Comité
científico se encuentran los grandes estudiosos actuales del Derecho Griego.
Dentro de este primer acercamiento externo es necesario mencionar la elabo-
ración de Antologías de textos legales, que son un provechoso material de trabajo.
Así, Arnaoutoglou 1998 agrupa diversos tipos de fuentes (discursos forenses, ins-
cripciones) en varios apartados legales4.
En este campo tienen una importancia especial las Enciclopedias, en las que
pueden consultarse los artículos correspondientes a los conceptos o realidades ju-
rídicas. A las bien conocidas RE y Daremberg-Saglio hay que añadir el Novísimo Di-

3
Para una nota informativa, cf. Behrend 1994.
4
Pospongo la referencia a las recopilaciones exclusivamente epigráficas para cuando trate el apar-
tado de las inscripciones como fuentes jurídicas.
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gesto Italiano (25 vols.), en el que se recogen colaboraciones de Paoli, Biscardi, Can-
tarella, Lepri, y otros.
Esta actualidad ha tenido su efecto también en España. La labor pionera de Ál-
varo D'Ors 1948 no logró entonces crear un foco activo de trabajo, y sólo aparecie-
ron trabajos aislados (p.ej., Sánchez de la Torre 1962). Pero en los últimos tiempos
la situación ha cambiado radicalmente, y tenemos figuras notables como Fernán-
dez Nieto, participante asiduo y coeditor de varios de los Symposia ya menciona-
dos, así como miembro del Comité de Redacción de Dike, y cuya dedicación al cam-
po del Derecho Griego arranca ya desde su Tesis doctoral (1975)5. Incluso hay una
atención cuidada al estudio filológico de los textos (p.ej., Calero Secall 1997; Martí-
nez Fernández 1997; Navarrete Orcera 1995, y otros).

2. Métodos de acercamiento al estudio del derecho griego

Se percibe en este campo una variada diversidad de enfoques. En primer lugar


hay que dejar constancia de que el acercamiento se puede producir desde tres
puntos de partida académicos distintos, lo que redundará en tres formas distintas
de trabajo y de método. El estudio del Derecho Griego ha sido emprendido con fre-
cuencia por juristas, concretamente por un sector de historiadores del Derecho,
que tienen a su favor una ordenación mental netamente jurídica pero que a veces ca-
recen de la preparación textual y contextual necesaria. Otro bloque lo componen los
historiadores, que consideran este campo una parcela más de su indagación histó-
rica y cuyo punto débil puede ser la ausencia de una formación jurídico-filológica.
Finalmente están los filólogos, que aportan un dominio de los textos pero pueden
carecer de una base conceptual jurídica e histórica suficiente.
Otra diversidad de acercamiento viene determinada por el sistema legal con-
creto que se tome previamente como modelo. De esta forma ha sido práctica fre-
cuente aplicar al Derecho Griego los esquemas del Derecho Romano, a pesar de las
profundas diferencias ya mencionadas. El Derecho Romano es un corpus de doctrina
jurídica bien estructurado, en el que prima el Derecho positivo, o sea, los derechos
y deberes de las personas, y ello tanto en el terreno privado (personas, propiedad y
obligaciones) como en el público; y dentro de todo esto, como un apartado más, el
derecho procesal. Pero el Derecho Griego carece de una sistematización legal tal,
lo que acarrea el que en ocasiones adquieran relevancia equivocada constituyentes
que en sí eran secundarios. Y esto queda bien de manifiesto en la elaboración de
los Manuales ya mencionados. Buena parte de ellos (Beauchet, Harrison, Biscardi,
MacDowell) siguen un esquema expositivo tomado del Derecho Romano. Sólo re-
cientemente el de Todd describe los hechos de forma más próxima a la realidad y,

5
Por derroteros semejantes Troncoso 2001.
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así, tras una muy útil parte introductoria, empieza la descripción por el Derecho
procesal, sector que ocupa una lugar incuestionablemente destacado en la elabo-
ración jurídica griega.
Existe al menos una tercera variedad, en este caso determinada por la diversi-
dad de ámbito. Según esto podemos encontrarnos con un acercamiento puramente
descriptivo dentro del campo estrictamente jurídico. Sus rasgos podrían ser: estudio
técnico de la realidad jurídica en cuestión; al tiempo, filológico, o sea, fundamen-
tado en el análisis de los textos legales al respecto; analítico-formalista; y cerrado
en sí mismo. Y a este tipo pertenece buena parte de la producción científica desde
sus comienzos hasta los años ochenta del siglo pasado. Pero últimamente ha reci-
bido diversas críticas (Finley 1986; Cohen 1989, 1991a, b y 1995), que consideran
que este tipo de análisis es falsamente objetivo, al tiempo que ponen en duda la va-
lidez del uso de los testimonios tardíos así como la reconstrucción histórica hacia
atrás. Frente a este enfoque netamente técnico está el método antropológico sensu
lato, que estudia la materia jurídica como una realidad ineludiblemente unida a otras
disciplinas como la antropología general, la antropología legal, la historia social, la
historia legal, el comparativismo de diverso tipo (antropológico, legal, social, etc.).
Es la gran innovación de los últimos decenios en el campo del Derecho Griego, y en
no pequeña medida ha sido una aportación del mundo anglosajón (Gagarin, Cohen,
Todd, etc.), aunque en la Europa continental hay importantes representantes, co-
mo Eva Cantarella entre otros. Realmente el iniciador de esta nueva corriente fue
ya el gran maestro francés Louis Gernet (Gernet 1955, 1968), cuya Tesis doctoral
data de 1917, y ha sido reeditada recientemente con una inteligente nota introduc-
toria de Eva Cantarella. En las aplicaciones modernas a veces nos encontramos con
ciertos problemas, como cierta inadecuación puntual de datos externos a la reali-
dad de la cultura griega, o una postergación ocasional de los datos antiguos, o el
desconocimiento del funcionamiento del proceso cultural en el Mundo antiguo, y
en el griego en concreto. De todas formas, este nuevo acercamiento se revela, a mi
juicio, claramente enriquecedor6.

3. Doble plano inicial y su relación con otros campos

El estudio del Derecho Griego incide en primer lugar en el terreno de la Filolo-


gía, puesto que la primera necesidad es la determinación de las fuentes, básica-
mente textuales, y los problemas que acarrean, sobre lo que volveré en el punto
siguiente. Luego viene la comprensión del texto, en todo lo cual el acercamiento fi-
lológico se hace insustituible. Pero junto al plano filológico está el histórico, puesto

6
En la pasada década de los noventa ha sido frecuente la práctica de publicar volúmenes colectivos
en esta línea de establecer lazos entre el Derecho Griego y otras áreas del Mundo Antiguo (p. ej., Car-
tledge, Millett y Todd 1990; Foxhall y Lewis 1996; Hunter y Edmondson 2000).
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que no debemos olvidar que la materia jurídica no es más que una parte de realia
de la Historia general del mundo griego.
Pero no debemos pasar por alto su relación con otros campos. Y en primer lu-
gar está, lógicamente, la historia, y sobre todo la historia política: un ejemplo entre
mil es Ostwald 1986, donde se describe la evolución del concepto de soberanía de
la mano de la progresión del Derecho político. También muy atractivo es Bauman
1990, catálogo de procesos judiciales a los que Bauman aplica el calificativo de «po-
lítico» en el doble sentido de proceso surgido en defensa de la seguridad del Esta-
do, pero también como arma política. Y en esta recopilación se recogen causas ju-
diciales tan famosas como la habida contra el poeta Frínico en el 493, o los diversos
juicios por impiedad organizados contra el entorno de Pericles, o el del propio Só-
crates, entre otros.
Otra parcela en estrecho contacto es la historia del Pensamiento, en la que el
concepto de ley ocupa un lugar a tener en cuenta en la evolución de la reflexión
intelectual griega. La gran obra a este respecto comienza a publicarse a principios
de los años cincuenta (Wolf 1950-67), y aplica su análisis a todas las zonas de la Lite-
ratura griega. En fechas más recientes, y de forma más circunscrita a la especulación
filosófica, han aparecido algunas obras importantes: Romilly 1971, Triantaphylo-
poulos 1985 y Hoffmann 1997.
La relación con el área de la Literatura propiamente dicha es especialmente
importante, dada la peculiaridad de las fuentes de la Cultura griega. La Oratoria y
la Retórica tienen una relevancia especial, y no me refiero ahora a su papel de
fuente, sobre cuya realidad y problemática volveré después, sino como mecanismo
mental que se va haciendo más elaborado con el desarrollo de la praxis jurídica.
Un buen ejemplo es Johnstone 1999, donde se analizan con pormenor las diversas
estrategias retóricas empleadas en los tribunales, puesto que —y ésta es la idea úl-
tima del autor— es en el contexto judicial donde las leyes realmente adquirían su
rango de autoridad en la democracia ateniense.

4. El plano filológico

Es necesario detenerse en cada uno de los dos grandes planos arriba mencio-
nados. El primero, lógicamente, es el filológico, o sea, el estudio de los textos. Y en
este punto hay dos cuestiones centrales: las fuentes y la comprensión de los textos
de dichas fuentes. Vayamos por partes.
Las fuentes. Este punto tal vez tenga más complejidad de lo que a primera vista
pueda parecer. Nuestro cometido es concretar qué fuentes nos aportan informa-
ción, el grado de importancia entre ellas, y el índice de fiabilidad en cada caso7.

7
A título general cf. Gernet 1938; Paoli 1958; Biscardi 1982; Todd 1993.
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La fuente primera son las inscripciones, que, en nuestro caso, son documentos
oficiales, lo que supone el más alto grado de fiabilidad. Pero también aquí encon-
tramos puntos negros. Primero están los problemas estrictamente textuales: la lec-
tura e interpretación iniciales de una piedra a veces han dado carta de naturaleza
a términos técnicos, que luego por diversas razones se han revelado inexistentes
(p. ej., Rodríguez Somolinos 1999); sin olvidarnos de la ausencia de contexto, lo que
con frecuencia dificulta la comprensión. Luego están las deficiencias materiales:
conservamos pocas leyes; por el contrario, numerosos decretos, cuya utilidad es
mucho menor dado que una importante mayoría son honoríficos; y a todo esto se
añade una reducida sistematización de los testimonios, de forma que hay parcelas
jurídicas ricas en documentación y otras con escaso aporte.
El trabajo filológico en este campo ha sido intenso en las últimas décadas: el
ideal es la fusión de una cuidada edición, una precisa traducción y un rico y escla-
recedor comentario (p. ej., Willets 1967, o Stroud 1998, entre otros muchos). Y al
lado de estas ediciones individuales está la labor continua de los grandes corpora y
de las publicaciones periódicas especializadas8, para lo que me remito a la exposi-
ción sobre Epigrafía en este mismo volumen9. Aquí me ceñiré al material específi-
camente jurídico. En la tarea de reagrupar el material epigráfico de contenido ju-
rídico sigue siendo provechosa la benemérita obra de Dareste, Haussoullier y
Reinach 1894-1904, y mucho más próximos son los trabajos de Sokolowski 1955-69
sobre las leyes sagradas. Pero habrá que esperar a los últimos tiempos para asistir
a la reactivación del trabajo en la línea ya mencionada de Wolff 1982: en este sen-
tido hay que mencionar a Koerner 1993 y, sobre todo, la recopilación de Van Effen-
terre y Ruzé 199510. Finalmente, debemos hacer una somera alusión a las antologías
de inscripciones históricas, donde con frecuencia se da entrada también a material
jurídico: Tod 1933-48 hizo una selección dividida en dos períodos (hasta el final del
s. V y del 403 al 323); Meiggs y Lewis 19882 procederán a una actualización del pri-
mer bloque de Tod, y últimamente Rhodes y Osborne 2003 han hecho lo propio con
el correspondiente al siglo IV11.
En segundo lugar está el campo de la cultura material (arqueología, numismática,
etc.), con frecuencia descuidado, pero que en numerosas ocasiones proporciona
una ayuda excelente para entender mejor los textos, e incluso aporta una informa-
ción que en aquéllos es claramente insuficiente. Su lado positivo es la incuestiona-

8
Me limito aquí a mencionar, por su frecuente olvido, los Studia et Documenta Historiae et Iuris
(SDHI), que recogen siempre un apartado titulado «Epigrafia giuridica greca e romana».
9
Para la etapa anterior, cf. Serrano Aybar 1984.
10
Como lógicamente hay coincidencias entre los materiales de Koerner y Van Effentere y Ruzé, Fell
1997, con buen criterio, confecciona unas útiles listas de correspondencias.
11
En este caso, además, se incluye una traducción de los textos. De todas formas Rodhes ya había
elaborado en 1971 (2.ª ed, 1986) una selección de los años 359-323.
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ble objetividad; su zona oscura, el silencio con que rodea su información. Un ejem-
plo. Si uno consulta el término κληρωτήριον en el Liddell-Scott-Jones se nos
habla de «urna de votar», «sala donde se procedía al sorteo de jurados» sobre
todo, o «lista de ciudadanos»; pero el auténtico valor de «aparato para el sorteo
de miembros de los tribunales o para elegir magistrados» lo debemos al descu-
brimiento arqueológico en el ágora de Atenas de un ejemplar del mismo12. Por
semejantes derroteros transita la obra colectiva editada por Boegehold 1995.
La tercera fuente son los discursos de los oradores. Pero su grado de fiabilidad
ha sido objeto de debate. Los detractores relativizan la certeza de la información
jurídica trasmitida, y se basan en diversas circunstancias: la pretensión del orador
es ganar el caso, lo que puede llevarles a alterar la realidad legal, dada la escasa
formación jurídica de los tribunales y la ausencia de un juez profesional; luego está
la diferencia entre el discurso pronunciado y el editado, que es el que realmente ha
llegado hasta nosotros; y no hay que olvidar que el texto trasmitido nos ha llegado
como pieza literaria, lo que implica un desinterés por los hechos de realia; final-
mente, conservamos un texto aislado, sin el oportuno dossier legal completo, sin el
discurso de la parte contraria13, y sin la sentencia, que certificaría la oportunidad ju-
rídica o no de la pieza en cuestión. Pero desde hace ya varios decenios han surgido
voces en defensa de la utilidad de los oradores (p. ej., Paoli 1958, desde la óptica de
un historiador del Derecho; Todd 1990, desde el punto de vista de un filólogo clási-
co). Y en su apología insisten en el hecho de que el discurso es algo vivo, en el que
se funden lo estrictamente legal, las tácticas legales al respecto y los argumentos
suasorios; y ponen énfasis en que el texto escrito es leíble repetidas veces, lo que
permite una valoración más precisa que la versión expuesta oralmente.
Dentro de este campo de la fiabilidad es preciso mencionar el problema de «los
textos de las leyes» recogidos a veces en los discursos de los oradores. Frente a una
crítica generalizada, que los consideraba interpolaciones tardías en la tradición ma-
nuscrita, ya Drerup a finales del s. XIX postulaba que no debía adoptarse un criterio
general sino que el análisis debía basarse en la forma y el contenido de cada docu-
mento en particular, y este criterio es el que sigue sustentando MacDowell 1990.
El trabajo estrictamente filológico en este campo de la Oratoria ha tenido un
importante desarrollo en los últimos decenios. Han empezado a aparecer varias
series bilingües (UTET de Turín, y la serie inglesa de Aris & Phillips); traducciones
(La Biblioteca Clásica Gredos de Madrid, completa; la Oratory of Classical Greece,
coordinada por Gagarin y publicada en Univ. of Texas Press, bastante avanzada); y,

12
El descubrimiento se recogía en Hesperia, Supl. 1 de 1937. La rectificación se incluyó en el Supple-
ment al LSJ de 1968, aunque todavía con vacilación, y ya de forma segura en el Revised Supplement de 1994
(ed. Glare y Thompson).
13
Excepciones seguras: Esquines 2 / Demóstenes 19; Esquines 3 / Demóstenes 18; probables: Lisias 6
/ Andócides 1; Demóstenes 43 / Iseo 11.
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sobre todo, algunos importantes comentarios de discursos particulares (Wankel


1976; Hellgruber 1988; MacDowell 1990 y 2000; Worthington 1992; Kapparis 1999;
Fisher 2001, entre otros). Finalmente, es útil la selección de discursos, ordenados
por apartados jurídicos, que nos presenta Carey 1997 en traducción y con un breve
comentario.
También aportan información otros tipos de textos, aunque no sea en la medida
de los oradores. En primer lugar están los historiadores, y en este campo hay algunos
trabajos notables: bajo la dirección de E. Lancillota está empezando a aparecer la se-
rie «I frammenti degli storici greci», con la pretensión de renovar en profundidad la
gran obra de Jacoby, y ya se han publicado la obra de Crátero (Erda 2002) y la materia
relativa a Libia (Ottone 2002). También merece una mención especial el modélico y
exhaustivo comentario de Rhodes 1985a a la Ath.Pol. de Aristóteles. En paralelo a la
obra aristotélica estaban Las leyes de Teofrasto, que conservamos muy fragmentaria-
mente, y en la que parece que se trataban las legislaciones de las otras ciudades (Sze-
gedy y Maszak 1981)14. Y lógicamente estos textos de historiografía constitucional
nos llevan al tratado teórico-filosófico de Las Leyes platónicas, en las que una y otra
vez nos topamos con el dilema de qué parte de la información allí trasmitida corres-
ponde a una realidad jurídica contemporánea y qué otra hay que adscribirla a la es-
peculación de Platón (Saunders 1991; Lisi 1999; Gagarin 2000).
Luego está el Teatro. En el caso de la Tragedia la relación con el mundo jurídico
suele circunscribirse a un plano bastante general, en el que los conflictos son entre
legalidad y moralidad, sobre lo cual ha trabajado mucho la escuela de Vernant (p.
ej., Vernant y Vidal Naquet 1972 y 1986). En cambio, la Comedia (Aristófanes y Me-
nandro), incluida la Comedia latina dado el préstamo argumental directo que ésta
hace de la obra menandrea, son una fuente interesante de información jurídica
concreta, como ya vio hace bastante Paoli 1958-1961-1962, y recientemente Scafu-
ro 1997 vuelve con pormenor sobre el tema.
Finalmente, no debemos pasar por alto la labor, siempre provechosa para noso-
tros, de la erudición alejandrina, que también en este campo desarrolló una inten-
sa actividad filológica. Se prestó una especial atención al vocabulario de la Oratoria
—dejando ahora a un lado el material utilizable en los léxicos generales como Hesi-
quio, Focio o la Suda— , y así son provechosos en especial la obra de Harpocración
sobre el léxico de los diez oradores del canon, o el libro octavo del Onomástico de
Pólux. También nos son útiles las colecciones de escolios a los textos de oradores,
aunque sólo conservemos los de Isócrates, Demóstenes y Esquines: Dilts 1983-86 y
1992 ha editado los de los dos últimos, de forma que sólo queda Isócrates por ser
revisado. Finalmente, no debemos perder de vista a los rétores, de los que no pocas

14
En este contexto no debemos olvidar la Ath. Pol. de «el viejo oligarca» de finales del siglo V.
26. DERECHO 707

veces obtenemos información valiosa, pero tratarlos aquí con pormenor me lleva-
ría muy lejos.
Para terminar es preceptivo aludir a la importantísima fuente de los papiros de
época helenística y romana, en especial lógicamente los documentales, que están
en la base de la indagación del Derecho Griego postclásico (helenístico y romano).
Pero esta etapa es terriblemente compleja y prefiero eludirla en estas páginas, en
las que sólo pretendo una introducción conceptual y bibliográfica al campo del De-
recho Griego15. De todas formas, para los neófitos mencionaré la figura, en los úl-
timos tiempos, de J. Modrzejewski, cuya intensa e inteligente actividad científica
es una ayuda inestimable para dar los primeros pasos en ese mundo complejo del
Egipto helenístico y romano, en el que conviven varias colectividades (primero,
indígenas con griegos; luego, el mundo romano; y sin olvidar la presencia de judí-
os) cuyas relaciones jurídicas suponen una enorme complejidad16.
Hasta aquí he venido describiendo la cuestión de las fuentes. Ahora entraré en
el segundo gran aspecto en el plano filológico del Derecho Griego, la comprensión
del texto. En este punto la ayuda que aporta el acercamiento filológico, es puesta
de relieve una y otra vez. Un buen ejemplo es Rosen 1982.
Empezaré haciendo una breve referencia al problema de la traducción: dada la
enorme divergencia entre el sistema jurídico griego y el nuestro, se hace muy difí-
cil traducir —y utilizar sólo traducciones— un texto legal. Tenemos, primero, pro-
blemas de imprecisión: al verter δίκην λαγχάνειν simplemente por «poner un plei-
to», estamos prescindiendo del componente de realia jurídica del necesario sorteo
previo para conseguir que se aceptara una causa contra alguien. Luego están los
problemas de terminología, del tipo de equiparar δικασταί a nuestros «jueces» o al
«jurado». Pero más complicado y sutil es el problema conceptual que nos plantea,
por ejemplo, el uso de δικαστήριον, cuya función última no era nuestro «llevar a
cabo el cumplimiento objetivo de la justicia» sino más bien el «llegar a un acuerdo
entre partes enfrentadas» (Todd y Millett 1990, p. 14).
Pero tal vez el aspecto filológico más importante sea el estudio del vocabulario,
cuya trascendencia ya destacaba Wolf 1982 como parte primordial en la nueva
etapa que se abría para el Derecho Griego17. En este campo se trabaja bastante, co-
mo puede verse en los repertorios bibliográficos generales o específicos (cf. Boned

15
Sobre el Derecho en esta etapa postclásica hay algunos Manuales de referencia: Taubenschlag
19552; Seidl 19622; H.J. Wolff tenía planeado escribir una nueva obra complexiva (Das Recht der griechis-
chen Papyri Aegyptens in der Zeit der Ptolemäer und des Prinzipats) en tres volúmenes, de la que se han llega-
do a publicar los vol. I (Wolff 1978) y II (Rupprecht [ed.] 2002).
16
Para una delimitación general del problema son básicos los trabajos de Modrzejewski 1966, 1970,
1983a, 1989. Igualmente son muy provechosos sus constantes informes bibliográficos sobre esta etapa
del Derecho Griego y sobre papirología jurídica, como la que aparece periódicamente en AfP.
17
Al poco tiempo yo mismo hacía un acercamiento filológico al nacimiento y desarrollo del vocabu-
lario jurídico griego (Lucas 1986).
708 JOSÉ MARÍA LUCAS DE DIOS

1998). Por el contrario, no hay avances destacables en la elaboración de Léxicos de


autor o temáticos, que serían una ayuda inestimable18.
Un tercer aspecto filológico, ahora ya en el terreno estrictamente literario, es
el relativo a la cuestión «oralidad versus escritura» aplicada ahora al campo del De-
recho; o sea, qué sucede a este respecto en la etapa oral, cómo tiene lugar el paso
al uso de la escritura, y qué realidad nos encontramos en el período de esta última.
Thomas 199619 nos describe con rigor la existencia de una tradición de cantar
colecciones de reglas/leyes20 en determinados contextos y situaciones sociales
(simposios, fiestas, etc.), en paralelo al uso de la poesía y la música como vehículo
cultural y didáctico en la época arcaica, lo que soluciona el problema de la creación
de un corpus de normas específicas de contenido jurídico y de su trasmisión, y esto
incluso coexistiendo ya con codificaciones escritas21. En apoyo de esta realidad es-
tá la figura del μνήμων y del ἱερομνήμων, el «memorizador y recordador», que
con el paso del tiempo se convertirá en un oficial público ayudante del juez, todo
lo cual habla a favor del componente oral en el contexto de las relaciones jurídicas,
incluso haciendo coincidir el elemento oral y la nueva realidad de la progresiva
codificación o la simple fijación por escrito de leyes particulares22.
Otro campo de incidencia del doblete oralidad/escritura es la práctica jurídica
(Maffi 1988), y también aquí nos vamos a encontrar la misma realidad mixta, y ello
hasta bien entrado el siglo IV. En el código de Gortina vemos que los dos únicos
elementos de prueba en los actos importantes del proceso, el juramento y las de-
claraciones testificales, son orales. En Atenas, en pleno siglo V, se registran por escri-
to los testimonios en la instrucción del proceso (ἀνάκρισις), pero en la vista tienen
que ser confirmados oralmente23. Y la misma realidad intermedia se da en el con-
texto de los propios discursos, donde la dualidad escritura/oralidad, logógra-
fo/litigante, nos habla de una situación en la que el componente oral mantiene
una vigencia incuestionable. Ahora bien, no es menos cierto que hay una progresi-
va preeminencia de la escritura, como queda de manifiesto en la preocupación ca-
da vez mayor por el registro de la documentación pública (Sickinger 1999).

18
En la Universidad de Granada el Prof. José Luis Calvo dirige un equipo de trabajo en este sentido,
que ha llevado a cabo algunas Tesis doctorales, pero sin publicar, que yo sepa. De todas formas un pe-
queño léxico jurídico puede consultarse en Todd 1993.
19
Podría añadir más bibliografía (Piccirilli, Camassa, etc.), pero puede consultarse toda ella en el in-
teligente trabajo de R. Thomas.
20
Sobre el problema de la naturaleza de estos contenidos volveré más abajo.
21
Se alude una y otra vez a la noticia de Ateneo 619b, donde se nos informa de que las leyes de Ca-
rondas eran cantadas por los atenienses.
22
Como testimonio de esta doble realidad simultánea se alude siempre al caso de Espensitio, ese es-
criba cretense de en torno al 500 a.C. cuyas funciones son «recoger por escrito y recordar». Un nuevo
apoyo es la reciente inscripción de Teos (cf. Merkelbach 1982).
23
Cuestión más debatida es la relativa a los documentos privados (cf. Maffi 1988, p. 203 ss.).
26. DERECHO 709

5. El plano histórico

El Derecho es una parte de la realidad histórica, social y política de una colecti-


vidad, por lo que es necesario considerarlo primordialmente desde esta perspec-
tiva. Estamos, pues, en el terreno de los realia jurídicos. Dada la limitación de espacio,
me limitaré aquí a algunos aspectos generales específicos del Derecho Griego.
El primer punto en cuestión es el relativo a la unidad del Derecho Griego: ¿de-
bemos hablar de un Derecho Griego (más o menos) común, o más bien de Derechos
específicos de las diversas ciudades (Derecho ático, Derecho espartano, etc.)? La
cuestión se remonta al menos a finales del s. XIX con Mitteis como representante
de la opinión generalizadora: el Derecho Griego es una unidad legal24, de la que el
Derecho ático, por ejemplo, es un desarrollo temporal y local; y, contra lo que po-
dría pensarse, hoy sigue siendo aceptada por personas de prestigio (Biscardi 1982;
Modrzejewski 1983). Pero ya al menos desde Gernet 1938 comenzaron a hacerse
diversas matizaciones a la vista de las divergencias constatables. Paoli 1946 habla-
ba de un derecho del οἶκος, que sería común, y de un derecho de la πόλις, que sería
específico, tratando de reflejar en el campo del Derecho la historia del pueblo griego
desde su llegada a Grecia. La postura radical contraria vendrá del lado del mundo
anglosajón, para el que el Derecho no es una realidad autónoma sino en estrecho
contacto con los otros parámetros de la sociedad; y al frente de este enfoque histó-
rico-político-sociológico-antropológico está la figura de Finley25: dada la indepen-
diente evolución de todo tipo en las ciudades griegas, hablar de un Derecho griego
común carece de utilidad analítica. No obstante, en los últimos años parece haber
en este punto un acercamiento entre el mundo anglosajón y el europeo continen-
tal: se acepta la utilidad de los estudios comparatistas entre los diversos Derechos
locales (Todd y Millett 1990); se va imponiendo la idea de que las ideas subyacentes
a las realizaciones específicas de cada ciudad son comunes y de origen indoeuro-
peo (Sealey 1994); e, igualmente, esta proximidad legal queda de manifiesto en el
caso de los conflictos entre las diversas ciudades (Chaniotis 2004)26.
Un segundo aspecto central es la determinación de las condiciones que supo-
nen la aparición del Derecho en Grecia. Ya Gernet 1951 hablaba de «prederecho»,
etapa previa al nacimiento del Estado, en la que ya se da la posibilidad de obtener
una satisfacción judicial, rasgo central del Derecho para Gernet. En un estudio más

24
Mitteis la fundamentaba en la afinidad racial (Stammesverwandtschaft).
25
La primera manifestación del rechazo de la unidad del Derecho Griego tal vez sea la reseña que en
1952 hizo a una obra Pringsheim sobre legislación comercial. Pero la formulación más sistemática es
Finley 1977 (versión revisada de un trabajo de 1963).
26
Ante esta situación será interesante el tratamiento que dará Gagarin a este punto en el inminente
Gagarin y Cohen (eds.).
710 JOSÉ MARÍA LUCAS DE DIOS

pormenorizado Gagarin 1986 establece tres etapas legales en la sociedad: pre-legal,


proto-legal y legal, en la que existen procedimientos legales reconocidos mediante
la codificación escrita.
Y así llegamos al punto de la relación entre Derecho y escritura, ahora desde el
punto de vista histórico. En los últimos decenios se han propuesto diversas causas
de la codificación de las leyes: la lucha política entre la aristocracia y el pueblo; la
exigencia comercial; la influencia del Oriente próximo; el movimiento de la coloni-
zación; y, últimamente, la manifestación de la consolidación de la pólis, lo que
equivale a afirmar que la invención de la legislación en Grecia es obra de la colec-
tividad social. Y, más concretamente, Gagarin 2001 sugiere que la persistencia del
elemento oral en el área específica del proceso judicial supone una resistencia a la
profesionalización y, por lo tanto, una participación mayor de la sociedad en el
campo del Derecho.
La limitación de espacio me impide entrar en mayores reflexiones. Respecto a
las Instituciones mencionaré las obras principales, que nos aseguran un buen co-
nocimiento, al menos del contexto ateniense (Hansen 1987, 1991; Rodhes 19852a;
Wallace 1985; Harris y Rubinstein 2004; Rubinstein 2000; Christ 1998; Bertrand y
Dagenbach 1999). Y también hay algunos trabajos sobre el Derecho de otras póleis
(MacDowell 1986).

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