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Nombre: Francisco José

Apellidos: Sánchez Gómez


Correo: fsanchez396@alumno.uned.es
CA UNED: Sevilla

Máster universitario en el Mundo Clásico


y su proyección en la cultura occidental
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Facultad de Filología

Asignatura:

EL DERECHO EN GRECIA Y ROMA


Y SU ASIMILACIÓN EN OCCIDENTE

Primer ejercicio. El Derecho y las instituciones en la Antigua Grecia


y su pervivencia.

1er Cuatrimestre - Curso 2023-2024

1
EL DERECHO Y LAS INSTITUCIONES EN LA ANTIGUA GRECIA Y SU
PERVIVENCIA.

CUESTIONES.

1. ¿Es posible hablar de un «derecho común» en la antigua Grecia? Explique los argumentos
aportados por la tradición investigadora al respecto de la «cuestión de la unidad» del derecho griego.

De entre los elementos de grecidad que clásicamente se han señalado, como la lengua (pese a las
variaciones dialectales), la religión, la cultura o incluso la mar, difícilmente podemos encontrar al derecho
griego antiguo. En este sentido, la propia disgregación geográfica de las distintas ciudades-Estado o póleis,
con sus respectivas colonias y emporios repartidos por todo el Mediterráneo, independientes y autónomas,
propició que cada pólis mantuviera sus propias leyes. Esta dispersión, unida en segundo término, a la
escasez de testimonios normativos han dificultado hablar de un «derecho común» en la antigua Grecia.

Sin embargo, a finales del s. XIX, autores como Ludwig Mitteis comenzaron a manifestar que, pese
a la existencia de numerosas póleis independientes, cada una con su propio corpus jurídico, podían
identificarse concepciones jurídicas comunes que habilitaban a hablar de un derecho griego común; no
obstante, esta tesis fue a principios del s. XX puesta en cuestión por el historiador Moses Israel Finley,
quien defendió que tan sustanciales eran las diferencias entre las distintas póleis a nivel normativo que
carecía de sentido la propia noción de derecho griego. Esta postura, asumida por la mayoría de la doctrina
anglo-americana, fue ampliamente puesta en entredicho por estudiosos continentales, como el alemán Hans
Julius Wolff o el italiano Arnaldo Biscardi, para quienes la compartición de determinados conceptos o
principios básicos, formas de organización política o defensa de ideas comunes entre las distintas ciudades-
Estados, aseguraba la defensa de una unicidad del derecho griego antiguo.

Pese a alguna voz disidente entre las filas anglosajonas, como la de Raphael Sealey y tras un largo
ejercicio de análisis exhaustivo de las diferentes ramas en las que conservamos más evidencias, como son
las del derecho de familia, de propiedad o la propia situación jurídica de la mujer, la invariabilidad de las
posturas entre detractores y defensores de la noción de un derecho común griego ha llevado a algunos
autores como Michael Gagarin a plantearse la propia finalidad o utilidad de este término.

En este sentido, después de considerar extremadamente peligroso construir la propia noción sobre la
base de que las leyes de las distintas ciudades han de ser en cierta medida semejantes; basarla sólo en los
rasgos característicos que comparten, eludiendo las diferencias, como ha defendido el historiador polaco-
francés Joseph Mélèze-Modrzejewski o incluso hacerla descansar en la existencia de una «consistencia
estructural del comportamiento jurídico griego», como defienden autores como L. Foxhall y A.D.E. Lewis,
pese a partir de la premisa de que in the long-standing debate about 'Greek law', we agree that as a
coherent entity it does not exist. Indeed, if law in Greek cities only takes on its full meaning in context, from
the ways in which it interacts with other spheres of life in specific times, places, and circumstances, then
resorting to a notion of 'Greek law' for explanations is unhelpful 1, el profesor Gagarin arguye que la noción
de un derecho común griego ha de ser construida no sobre la base de una hipotética unidad sustancial, que
los escasos testimonios difícilmente sustentan, sino sobre la base de una unidad procedimental, que esos
mismos testimonios sí refrendan.

Gagarin afirma que we have seen that by the beginning of the seventh century at the latest a formal,
public procedure existed in Greece for the peaceful settlement of disputes. The consistency of the testimony
of different authors indicates that this practice was not confined to one or two cities but is likely to have
been fairly widespread throughout the Greek world 2. Esta unidad procedimental implica que las distintas
póleis sí compartían una misma aproximación general al proceso judicial entendido en un sentido amplio,

1 Foxhall, L. - Lewis, A. D. E. (eds.), Greek Law in its Political Setting: Justifications Not Justice, Clarendon Press, Oxford, 1996, p. 1
2 Gagarin, M., Early Greek Law, University of California Press, Berkeley, 1986, p. 51

2
como todo el proceso del litigio y la organización de la propia justicia, aproximación que, para más ende, sí
se diferenciaba de las existentes fuera de la Hélade.

Refuerzan la existencia de esta unidad procedimental, según otros autores como el citado Sealey,
otras determinadas particularidades, como pueden ser la presencia consciente y pretendida de lagunas, (a
diferencia de otros órdenes normativos, como el romano), de vacíos legales que permitían a los jueces o
jurados una mayor flexibilidad en la toma de decisiones, siempre en la búsqueda de la diké, la falta de
profesionalización de los actores en el ámbito jurídico o la voluntad de que los ciudadanos de las distintas
ciudades-Estado conocieran las leyes, siendo éstas escritas en piedra o en otros materiales duraderos y
expuestas en espacios públicos para su conocimiento.

A este respecto, estas similitudes a nivel procesal, unidas a nuevos puntos de conexión como la
aceptación de cierta utilidad de los estudios comparatistas entre los diversos Derechos locales (Todd y
Millett) o la identificación de un origen común indoeuropeo de las distintas realidades jurídicas presentes
en cada pólis (Sealey), han propiciado un acercamiento de las principales posturas doctrinales en los
últimos decenios.

En definitiva y a modo de conclusión, considero muy positiva esta aproximación puesto que, más
allá del escaso número de testimonios o evidencias, no puede ni debe obviarse la existencia, compartiendo
las palabras de Biscardi, de un fondo culturale comune que considero que nos habilita para hablar de un
«derecho común» griego.

3
2. El estudio del derecho griego se ha realizado a partir de una pluralidad de enfoques, entre los que
cabe destacar el jurídico, el histórico y el filológico. Explique las principales características de cada
uno de ellos, citando los hitos investigadores (autores, obras y argumentos) más representativos.

Si bien el estudio del derecho griego, en comparación con otras áreas de investigación sobre la
antigua Hélade, no ha tenido una relevancia destacable, ha de ponerse de manifiesto que es a partir de
finales del siglo XIX y sobre todo, desde la segunda mitad del s. XX, cuando cobra una importancia
significativa, abordándose su estudio, por primera vez y de forma conjunta, desde una perspectiva
multidisciplinar.

En este sentido, puede subrayarse, asimismo, que esta aproximación se ha realizado desde una
diversidad de enfoques, centrados unas veces en el análisis del derecho griego desde la perspectiva de
determinados sistemas legales que se toman como modelo previo (v.gr. Derecho Romano); otras veces
asumiendo la necesidad de una diversidad de ámbito, ya sea un acercamiento puramente descriptivo dentro
del campo estrictamente jurídico (postura mantenida principalmente durante la década de los ochenta del
siglo pasado) o a través de una perspectiva más antropológica que estudie la materia jurídica como una
realidad ineludiblemente unida a otras disciplinas como la antropología general, la antropología legal o la
historia social y legal y que, de hecho, se presenta como la más novedosa de las actuales aproximaciones al
estudio del derecho griego, defendida tanto desde el mundo anglosajón por figuras de la talla de Gagarin,
Cohen o Todd como desde la Europa continental, de la mano, entre otros, de la profesora Eva Cantarella; en
tercer lugar, puede utilizarse un enfoque quizás más clásico en el análisis de esta disciplina, cual es su
estudio desde tres grandes puntos de partida académicos: jurídico, histórico y filológico.

A este respecto, cada ámbito de conocimiento, con su propio método científico, nos aporta grandes
ventajas pero, asimismo, denota ciertas carencias: así, desde el ámbito jurídico, los historiadores del
Derecho, podrán aprehender con mayor soltura las distintas realidades jurídicas griegas, pero tendrán mayor
dificultad en el análisis textual e histórico; los historiadores, por su parte, presentarán una enorme solvencia
en el análisis contextual, pero echarán en falta un mayor rigor jurídico y filológico; en último término, los
filólogos desbordarán el análisis textual de los anteriores, aunque presentarán insuficiencias en su análisis
jurídico e histórico.

Ahondando en el enfoque llevado a cabo desde la filología, debemos destacar que son dos los
principales campos de actuación: el estudio de las fuentes y la comprensión de las fuentes de dichos textos.
Con relación al estudio de las fuentes, la doctrina siempre ha defendido, como bien resume el Profesor
Emiliano J. Buis, que «resulta clave una aproximación a estas fuentes griegas, que deben ser leídas en su
lengua original para evitar deslices de anacronismo en su traducción».

A este respecto, las principales fuentes para abordar el estudio del derecho griego, las encontramos
en las inscripciones. No obstante y pese a los problemas estrictamente textuales, a la falta de contexto y en
no menor medida, las propias deficiencias materiales (se conservan muchos más decretos que leyes), se ha
avanzado muchísimo en este campo gracias a la encomiable labor llevada a cabo por Dareste, Haussoullier
y Reinach con su Recueil Des Inscriptions Juridiques Grecques, de finales del s. XIX o por Franciszek
Sokolowski con sus trabajos sobre Lois sacrées de l’Asie Mineure (1955) y Lois sacrées des cités grecques
(1962). Resulta asimismo reseñales los trabajos de Koerner con su obra Inschriftliche Gesetzestexte der
frühen griechischen Polis (1993), de Van Effenterre, H. - Ruzé, con su Recueil d’inscriptions politiques et
juridiques de l’archaïsme grec, (1994-1995) o el más reciente trabajo de Rhodes, P.J. y Osborne, R. sobre
Greek Historical Inscriptions 404-323 BC (2003).

Junto a las inscripciones, han de destacarse como fuentes el campo de la cultura material, con
disciplinas como la arqueología o la numismática, o incluso los propios discursos de los oradores que, pese
a que su grado de fiabilidad ha sido muy cuestionado, han sido defendidos en los últimos años por
historiadores del Derecho como Ugo Enrico Paoli o por propios filólogos como Stephen Charles Todd y su
reconocido trabajo sobre el orador Lisias (2000). A estas investigaciones, han de unirse las magníficas
traducciones ofrecidas por La Biblioteca Clásica de la editorial Gredo. Por último, debe destacarse la
significativa importancia que como fuentes, constituyen los papiros de época helenística y romana y el
trabajo llevado a cabo sobre los mismos por el recientemente fallecido historiador Joseph Mélèze-
Modrzejewski, con investigaciones tan destacables como la de «Greek Law in the Hellenistic Period:

4
Family and Marriage» y que forma parte de la recopilación llevada a cabo por en Gagarin, M. y Cohen, D.
en The Cambridge Companion to Ancient Greek Law (2005).

De forma simultánea a las fuentes y como se avanzó anteriormente, la comprensión del texto es el
segundo de los campos de actuación relevantes en el estudio del derecho griego desde un punto de vista
filológico. Retomando de nuevo las palabras del Profesor Buis, «el manejo del material en griego antiguo es
imprescindible si se procura entender las alusiones jurídicas en su contexto de presentación e identificar el
lenguaje y las particularidades expresivas de sus cláusulas y de sus términos».

En este sentido, la traducción de textos legales griegos presenta una manifiesta dificultad ora sobre la
base de la enorme diferencia entre el sistema jurídico griego y los actuales de la Europa continental, ora por
el desconocimiento de contextos y términos. En este ámbito, destaca la labor investigadora llevada a cabo
por Rosen, H.B., destacando su obra Questions d'interprétation de textes juridiques grecs de la plus
ancienne époque (1982) o por el historiador del Derecho Hans Julius Wolff; en contraposición, ha de
destacarse la escasez de léxicos de autor o temáticos.

Junto a la perspectiva filológica, ha de destacarse el acercamiento que al estudio del derecho griego
se realiza por los historiadores y más concretamente, desde un ámbito jurídico, a través de la historia del
Derecho, en tanto que parte de la realidad histórica, social y política de una colectividad. Según Wolff «a
diferencia de lo que sucede con los filólogos [...], el jurista debe tratar de entender los hechos desde el
punto de vista de la doctrina jurídica y de descubrir las condiciones religiosas, políticas, sociales y
económicas que constituyen el fondo, y frecuentemente explican, las instituciones que, a primera vista,
pudieran parecernos muy extrañas»3. En este sentido, son diversas las cuestiones que se han abordado desde
este ámbito, principalmente el problema de la unidad del derecho griego, con autores como Mitteis,
Biscardi o el propio Wolff que defienden su unidad, frente a autores, como M.I. Finley quien cuestionó que
fuera una realidad autónoma en su obra The Problem of the Unity of Greek Law (1966) y que ha sido la
postura que ha mantenido la doctrina anglosajona; no obstante, en los últimos decenios están surgiendo
nuevos puntos de conexión entre ambas posturas como la aceptación de cierta utilidad de los estudios
comparatistas entre los diversos Derechos locales (Todd y Millett), la identificación de un origen común
indoeuropeo de las distintas realidades jurídicas presentes en cada pólis (Sealey) o la consideración de que
más que una unidad sustancial puede hablarse de una unidad procesal del derecho griego.

En segundo término, han sido objeto de estudio desde la óptica jurídica el origen de la codificación
de las leyes o la determinación de las condiciones que explican la aparición del Derecho en Grecia, cuestión
satisfactoriamente analizada por Gagarin en su obra Early Greek Law (1986) en la que distingue a three-
stage model for the development of law in society4: pre-legal, proto-legal y legal.

Parece por tanto, a la vista de lo expuesto, que una aproximación interdisciplinar se presenta
indudablemente necesaria, en una disciplina en la que la escasez de testimonios resulta palmaria.

3 Wolff, H. J. (1976), La historia del derecho griego: su función y posibilidades. Revista de Estudios Histórico-Jurídicos. Recuperado a partir de
https://www.rehj.cl/index.php/rehj/article/view/7 p. 137
4 Gagarin, M. (1986), Early Greek Law, Berkeley - Los Ángeles, Univ. of California Press. p. 8

5
3. Defina el fenómeno de la tiranía en el contexto histórico de la antigua Grecia y póngalo en relación
con la figura del nomothétes (legislador). Caracterice -brevemente- las figuras de Solón de Atenas y
Licurgo de Esparta, aludiendo a su vertiente como legisladores, así como a las fuentes que nos
informan, en cada caso, de la misma.

Tanto el fenómeno de los legisladores como el de la tiranía forman parte de las transformaciones y
de la crisis que se desarrollaba en el seno de las póleis y ambos intentaron ser soluciones alternativas entre
sí, en la evolución de la aristocracia griega. El origen de ambos se sitúa en la explosión social, política y
cultural de los griegos de Época Arcaica, (siglos VIII a VI a.C.), indisolublemente ligada a las
exploraciones marítimas, a la llamada Segunda Colonización, que tuvo como principal consecuencia un
cambio de paradigma de su economía y consecuentemente, transformaciones sociales que demandaron
nuevas formas políticas y nuevas leyes que se adaptaran a las nuevas realidades.

En este sentido, no había en un primer momento, leyes que resolvieran la stásis (los conflictos, la
lucha interna) entre los nuevos comerciantes ricos y los viejos terratenientes. Para mediar ante las tensiones
sociales cada vez mayores y poner freno a los innumerables actos de venganza e incluso asesinatos surgió
una nueva figura, la del legislador, nomothétes, (legislador en el sentido del que revisa las leyes), personas
que dirimían en caso de conflictos concretos en nombre del pueblo. Estos «árbitros» eran buscados por su
prestigio y con frecuencia no pertenecían a la misma ciudad, por lo que, una vez que habían dotado a la
polis de nuevas leyes y como medio de legitimar su papel, solían abandonar la ciudad.

Se convirtieron en una figura venerada y respetada por todos y si los legisladores pretendían
contrarrestar el poder de la aristocracia terrateniente, cobra sentido el hecho de que se afanaran en reformar
las leyes relativas al derecho de propiedad de la tierra. Un segundo frente de ataque a los ricos fue el control
de los jurados, pues se creía que las sentencias siempre solían ser favorables a las clases dirigentes.

La irrupción de los tiranos se produce por la insuficiencia de las reformas realizadas por los
legisladores y los descontentos que produjo en los distintos estratos sociales, por razones opuestas. Para
unos, eran un ataque a sus derechos adquiridos por la tradición; para otros, eran insuficientes. Para
solucionar las mutuas quejas y aspiraciones, muchos Estados recurrieron de nuevo al arbitrio de una sola
persona, pero no por consenso, sino por la fuerza. Así surge el týrannos, que designa a la persona investida
de un poder omnímodo. Pronto esta noción original deriva en otra, que es la que ha llegado a nuestros días:
la de aquel que toma ese poder total mediante la violencia o coacción, de ahí que, aunque hubiese tiranos
sabios y justos, el término siempre conserve un matiz peyorativo.

Sin embargo, el tirano no siempre llega al poder mediante la fuerza. Tampoco procede de las clases
populares descontentas: son hombres surgidos de la aristocracia que se ganan el favor popular por razón de
su atractivo personal o con las promesas que le hacía al démos, que veía en esta clase de régimen una forma
de solucionar la grave crisis política y social. Se buscaba en estos hombres la cualidad de la justicia y tan
conscientes eran de que podían ser envidiados o temidos y también asesinados, que solían rodearse de una
guardia de escolta.

Existió una clara correlación entre el surgimiento de las tiranías y un alto nivel de desarrollo
económico, lo que hacía que la tiranía, en general, no fuese percibida como un tipo de régimen represivo.
Buscaron asegurar su autoridad mediante una política de prestigio, por lo que llevaron a cabo, en general,
una política exterior activa y emprendedora, fomentaron el espíritu cívico y crearon una conciencia de
comunidad política mucho más fuerte de la que existía hasta entonces, gracias a las importantes obras
públicas que emprendieron, como la construcción de templos (pues la religión se encontraba en primer
lugar entre sus preocupaciones), calzadas o túneles y a la instauración de espléndidos festivales religiosos.

El gran problema de la tiranía era su continuidad ya que dependía de las cualidades y el carácter
personal del tirano que no siempre conservaban sus descendientes, por lo que la mayor parte apenas duró
más allá de una generación. No obstante, ha de destacarse por último que, si bien Aristóteles llegó a
mantener que la evolución normal de la pólis es aquella que la hace pasar de la monarquía a la aristocracia,
luego a la tiranía y finalmente a la democracia, no todas la ciudades conocieron la tiranía.

6
Una vez establecido lo anterior, de entre los legisladores que quizás hayan tenido mayor relevancia,
podemos destacar las figuras de Solón de Atenas (ca. 640-560) y Licurgo de Esparta (¿s. VIII o VII a.C.?).
Con relación al primero, ha de destacarse que en Atenas, las leyes de Dracón no solucionaron los problemas
de desigualdad social relacionados con la posesión de la tierra y su explotación. Había una serie de medidas
probables y de ideas que circulaban intentando paliar el descontento social, pero únicamente Solón se
atrevió a adoptar medidas. A Solón, que era un miembro más de los eupátridas y que había sido elegido
arconte en el 594 a.C., no sólo se le conoce como político, sino también como poeta y muchos de sus
escritos poéticos eran mensajes político-morales que iban al corazón de la sociedad.

Se conservan unas 270 líneas de su poesía y junto a ellas, conservamos numerosos testimonios
acerca de su figura de la mano de Heródoto (Historias), Platón (Timeo), Aristóteles (Política o Constitución
de los Atenienses), Demóstenes, Plutarco (Vida de Solón), Diodoro de Sicilia, Diógenes Laercio (Vidas) o
Ioannes Stobaeus entre otros, que conformaron su recuerdo, adding to his renown, reinterpreting or even
inventing events associated with him, turning Solon the historical man into Solon the lawgiver of legend 5.

Se convirtió en abanderado de la justicia e implementó bastantes cambios constitucionales de


enorme calado. Su primera medida fue la seisákhtheia o «liberación de cargas» y que consistió en que todas
las deudas que tenían la tierra o las personas como garantía, fueran anuladas, por lo que muchos
campesinos pasaron a ser libres y no verse sometidos a regímenes de casi esclavitud; no obstante, la más
importante fue la definición de las clases sociales establecida en razón de su patrimonio y renta, es decir, el
establecimiento de una jerarquía social basada en la riqueza como único criterio que permitía, asimismo, el
acceso a los cargos políticos y militares.

Las reformas fueron muchas y muy rápidas. Se demostró que muchas de sus medidas no contentaron
a nadie y no sirvieron para garantizar la paz social en Atenas. Fue considerado un «sabio poeta» e incluido
entre los Siete Sabios de Grecia. Cuando terminó su labor, hizo jurar al pueblo de Atenas que cumplirían las
nuevas leyes (no se sabe si durante diez o cien años) y partió al exilio; no obstante, el descontento social
producido por las medidas de Solón cristalizó, medio siglo más tarde, en la aparición de la primera tiranía
en Atenas, la de Pisístrato.

En segundo término y si bien la figura de Solón se encuentra muy bien documentada, Licurgo
pertenece, en cambio, a aquellos legisladores en los que en sus nombres y leyes, se mezcla la realidad y el
mito. Aunque existen testimonios de esta figura en la obra de Heródoto, Platón y Aristóteles, es quizás
Plutarco quien, en su Vida de Licurgo, nos atestigua esta oscuridad, al afirmar que «Sobre el legislador
Licurgo, en conjunto, no puede afirmarse nada fuera de dudas, ya que su ascendencia, viaje y muerte,
además de la actividad concerniente a sus leyes y a su labor política, cuentan con historias varias. Pero
todavía menos consenso encuentran las fechas en que vivió este hombre». De hecho, las fuentes sobre la
figura de Licurgo son poco claras y contradictorias y hay algunas que defienden que en Esparta se le rendía
culto como dios de la luz (esta referencia está de acuerdo con lo que dice Heródoto sobre el viaje de
Licurgo a Delfos, donde los sacerdotes lo recibieron como a un ser divino).

Con relación a su pretendido legado, nos recuerda J.D. Lewis que the Spartans embodied their entire
way of life in the figure of their semi-legendary lawgiver, Lycurgus 6. Sus leyes se basaron en normas
morales inculcadas a través de un riguroso sistema de entrenamiento y el establecimiento de un férreo orden
social jerarquizado. A este respecto, puede decirse que la historia de Esparta surge con el establecimiento de
su marco constitucional, la llamada Gran Rethra o Leyes de Licurgo, que constituye la constitución política
griega escrita más antigua que se conserva. En ella se contemplan varios fenómenos organizativos: la
distribución de la población en tribus y obai, la institución de la gerousia o consejo de ancianos, la
confirmación de dos reyes y la organización de la asamblea o Apella.

La tradición antigua se inclina por una fecha muy temprana para Licurgo (s. IX a.C.), pero es evidente que
una ley escrita tan compleja no puede ser anterior al s. VII a.C. Según esa misma tradición, al igual que
Solón y otros muchos legisladores, partió hacia el exilio. Se dirigió a Delfos y consultó al oráculo sobre la
idoneidad de sus leyes. Tras recibir su aquiescencia, puso tales designios en conocimiento de los espartanos
y considerando que había finalizado el propósito de su vida, se condenó a morir de hambre.

5 Lewis, J.D. (2011), Early Greek Lawgivers, Bristol Classical Press, p. 21


6 Lewis, J.D. (2011), Early Greek Lawgivers, Bristol Classical Press, p. 53

7
4. Partiendo de la lectura del artículo de Alonso y Royano (1996), explique, de forma sintética, cómo
regulaba/organizaba el derecho griego antiguo los siguientes aspectos: a) el proceso judicial (el
juicio); b) el comercio marítimo (derecho mercantil); y c) el matrimonio (derecho de familia).

Si bien a priori, resulta cuestionable la propia noción de derecho griego antiguo por la escasa
unicidad legal existente entre las distintas póleis, esta falta de unidad sustancial ha sido sustituida, en
palabras de Gagarin, por una unidad procesal que sí consigue refrendar este término. En este sentido, las
póleis griegas compartían en gran medida la misma aproximación general al proceso judicial que, en
síntesis, podría caracterizarse por las siguientes notas:

a) En el caso de las partes en desacuerdo no consiguieran llegar a un acuerdo, podían elevar su causa al
conocimiento de un dikasterio o tribunal. Los juicios eran públicos y una empalizada separaba a jueces,
litigantes y funcionarios, de los asistentes al proceso.

b) Para el ejercicio de cualquier tipo de acción ante los tribunales se necesitaba tener dieciocho años
cumplidos y para ejercitar sus acciones ante la justicia los demandantes disponían de plazos tasados cuya
preclusión impedía el futuro ejercicio de la acción. El procedimiento judicial se iniciaba con la presentación
de un apografé o escrito conteniendo una demanda al tribunal, previo el requisito de pago al erario público,
el cual era trasladado al demandado para su conocimiento y contestación, si le convenía, mediante los
klétéres, cargo u oficio necesario para la presentación y citación a juicio. Si la denuncia o acción era contra
un particular y por un asunto privado, se denominaba diké y si la acusación contra alguien estaba
fundamentada en un perjuicio producido a la ciudad, se denominaba graphé.

c) No existía en Grecia la acusación de una institución pública (nuestra fiscalía), sino que las acusaciones o
denuncias siempre partían de un ciudadano. Las partes, una vez presentado el apografé ante el tribunal,
exponían oralmente su demanda, siguiendo el principio de inmediatez, con la aportación probatoria
acompañada de los necesarios soportes documentales y testificales. La exposición oral de la demanda debía
hacerse por las propias partes litigantes, excepto una situación de incapacidad, minoría de edad, esclavitud,
sexo femenino, libertos o metecos, en cuyo caso debían ser representados por tutores, dueños o patronos.
No obstante con permiso del tribunal podían ser defendidos por un sinégoro, una especie de abogado
defensor de oficio para los casos de incompetencia de la propia parte. Las partes, disponían de un tiempo
tasado por la medida contenida en un reloj de agua o clepsidra.

d) Los jueces escuchaban sin interrumpir a los oradores y los testimonios que presentaban. Éstos en
principio fueron orales, aunque posteriormente, los testimonios podían ser escritos e ir acompañados de un
juramento. Dentro del período probatorio no se contemplaba la pericial, pero determinados testimonios,
como los procedentes de médicos, o libros de contabilidad bancaria, eran valorados. Asimismo, el derecho
griego admitía múltiples excepciones, como la de ilegalidad respecto a una ley o decreto.

d) Sustanciado el procedimiento, se dictaba sentencia, tras el correspondiente sorteo entre los jueces sobre
quién emitiría el parecer mayoritario. Aquella sentencia que no se cumplía voluntariamente podía ser de
inmediato ejecutada.

En segundo término, respecto a cómo regulaba el derecho griego el comercio marítimo o, en


definitiva, el propio derecho mercantil, ha de destacarse en primer lugar, que este derecho recogía las
normas a aplicar a comerciantes y navieros. Debido a la escasez de testimonios, sólo disponemos de un
conocimiento aproximado del derecho mercantil griego y sólo de algunas de sus instituciones jurídicas,
como las correpondientes a los «intendentes de los arsenales», que vigilaban la construcción de buques.

Sí existe mayor constancia sobre el hecho de que los procedimientos reclamatorios de derecho
marítimo habían de seguirse ante un órgano colegiado compuesto por seis arcontes, que recibía el nombre
de temóstetas y que uno de los negocios más frecuentes del tráfico marítimo era el transporte de trigo, dada
la penuria de ese cereal en Atenas durante el siglo IV a.C.

Alrededor de este negocio, se desarrollaron diversas instituciones como es el caso del préstamo
marítimo o préstamo a la gruesa, que más tarde los romanos llamarán fenus nauticum; o la venta con
derecho de retención, o pacto de retroventa, que para los romanos habría de ser luego un madatum pecuniae

8
crecendae, o la subrogación de un tercero en los derechos del acreedor; o el amphoteróplous o contrato
especial de préstamo para una travesía «de ida y vuelta»; o figuras como la de la solidaridad contractual
activa y pasiva, el arbitraje marítimo, o la de los síndicos como un órgano de gestión y administración de la
quiebra.

De entre ellas, cabe destacar el citado contrato de préstamo marítimo, que consistía en un contrato de
préstamo dinerario para el fletamento de un navío destinado al transporte de cualquier carga (en muchas
ocasiones, trigo, aunque no en exclusividad), en el que contemplaba la devolución del capital, el pago de
intereses y que solía contener una cláusula penal como garantía, para el supuesto de incumplimiento. La
devolución del capital en el contrato de préstamo dinerario llevaba aparejada la carga de intereses o réditos,
que frecuentemente eran muy altos, hasta llegar al 25 o 30%, pues el riesgo en los contratos de préstamo era
importante. De ahí los frecuentes litigios observados en el derecho mercantil griego. Existía, asimismo, en
este tipo de litigios en los que eran parte comerciantes y navieros, la posibilidad de excepción procesal, al
objeto de despojar de contenido jurídico una acción reclamatoria.

En último término, a la hora de abordar el estudio de la institución del matrimonio en la Grecia


antigua, si bien su regulación variaba en cada una de las póleis, ha de partirse de una premisa en común:
absolutamente todas las mujeres eran consideradas eternas menores. Por la misma razón que los niños, los
extranjeros y los esclavos, permanecían al margen de la comunidad, indispensables por supuesto para
asegurar la reproducción de ésta, pero sin ningún derecho 7. En segundo lugar y por esta discapacidad
jurídica, la mujer griega no tenía libertad para escoger marido, sufriendo por tanto la necesidad un kyrios o
tutor legal a lo largo de su vida, a través de su padre o hermanos, mientras está soltera o de su esposo, hijos
o parientes cercanos, a lo largo de su matrimonio o viudez.

El contrato matrimonial era oral, a través de un compromiso establecido entre los padres de la futura
esposa, o su kyrios, y el pretendiente o los padres de éste, previo el consiguiente ofrecimiento de los hedna
(regalos de boda) y la posterior entrega de la mujer ante varios testigos o ekdosis. Se producía así la
gamous poiein o celebración del matrimonio legítimo, y el consentimiento dado por el padre del
contrayente, aprobando el matrimonio recibía el nombre de Synchoresis. Paradójicamente, no existía en
lengua griega un término específico para designar una institución sobre la que se fundaba, sin embargo, la
reproducción de la sociedad8 ni tan siquiera quedaba formalizado por medio de ningún registro
institucional. Sólo el acto consumatorio del matrimonio y, con él, la unión legítima, recibía el nombre de
engye. La mujer se convierte así en la esposa legítima, álochos, la que comparte el lecho y de la que se
espera que conciba hijos.

Con referencia a la edad para contraer matrimonio, no había límites, aunque sí impedimentos de
orden real o físico, puesto que hasta en tanto no se consumara el matrimonio, no era válido. Aunque parece
que la monogamia fue la norma general en el derecho griego, no era obligatoria puesto que existía la
institución del concubinato, admitiéndose socialmente la pallaké, y no considerándose delito de adulterio.
Con relación a la posible ruptura de la convivencia en las crisis matrimoniales, ésta podía manifestarse a
través de cuatro situaciones: la separación, el abandono, el repudio e incluso, el divorcio.

En definitiva, la finalidad del matrimonio griego era la conservación y posible incremento de la


propiedad de bienes patrimoniales a través de la procreación de hijos legítimos destinados a la herencia y
aunque tampoco pueda olvidarse su vis política o estratégica entre familias y fortunas, no debemos
limitarnos a pensar que en aquella sociedad la mujer era sólo objeto de intercambio o señal de prestigio: la
riqueza de los poemas nos permite calibrar el lugar que ocupaba lo que podemos llamar, a falta de otra
expresión, el afecto en las relaciones entre esposos. Podríamos mostrar multitud de citas en las que los
héroes demuestran su deseo de ver de nuevo su hogar y volver junto a su esposa...9

7 Mossé, C. (1991), La mujer en la Grecia clásica, Nerea. pp. 42-43


8 Mossé, C. (1991), La mujer en la Grecia clásica, Nerea. p. 55
9 Mossé, C. (1991), La mujer en la Grecia clásica, Nerea. p. 23

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5. ¿Qué órganos judiciales existieron en las principales póleis griegas (Atenas y Esparta). Cítelos y
explique brevemente sus principales características.

El desarrollo político que las póleis griegas experimentaron desde la Época Arcaica (ss. VIII a VI
a.C.) hasta la denominada Época Clásica (ss. V-IV a.C.) se vehiculizó a través del establecimiento y
transformación de sus instituciones. Éstas las hemos podido conocer, como apunta la historiadora Claude
Mossé, no sólo por la descripción que de las mismas realiza Aristóteles en su obra Constitución de los
Atenienses, sino también y sobre todo, porque hemos tenido la posibilidad de verlas funcionar, tanto a
través de los textos literarios, del testimonio de historiadores y poetas, como por la propia lectura de textos
emanados de las propias instituciones y que resultan de las inscripciones que han llegado hasta nosotros.

De estas instituciones podemos distinguir de un lado los órganos asamblearios y los tribunales por
otro; no obstante, debemos tener presente que les Grecs ignoraient ce que les juristes modernes appellent
la séparation des pouvoirs10y en este sentido, los propios magistrados detentaban poderes judiciales al
mismo tiempo que políticos e incluso los propios dikasteria, los tribunales no eran simplemente cortes de
justicia, sino verdaderos órganos de la vida política.

El primero de estos órganos judiciales y el más antiguo era el Areópago, que estaba formado por los
arcontes que ya habían salido de su cargo y del que formaban parte hasta su muerte. Antes de la
democracia, en Atenas le correspondía la responsabilidad de velar por las leyes y juzgar los casos más
importantes, como eran los delitos contra la integridad del Estado y los casos de sangre. Posteriormente,
con el avance de la democracia, fue considerado un órgano desfasado y su jurisdicción se limitó a los
homicidios premeditados, a las lesiones provocadas con la intención de matar o a las tentativas de incendio
de casas habitadas o de envenenamiento; no obstante, siguió siendo considerado por los atenienses como la
más alta instancia judicial.

Junto al Areópago, cabe mencionar a la la Ekklesia que, aunque era el titular del poder legislativo,
desempeñaba, asimismo, funciones judiciales que estaban circunscritas al enjuiciamiento de las
infracciones que hubieran cometido los magistrados que disponían de fondos para el ejercicio de sus
funciones, y en el caso de resultar condenados podían apelar ante el dikasterio.

Los dikasterios o tribunales estaban formados por un presidente (arconte) que establecía el orden de
los juicios y por aquellos ciudadanos mayores de treinta años, en el pleno ejercicio de sus derechos civiles y
sin deudas pendientes con la ciudad-estado, que salían elegidos mediante un sistema de sorteo
extremadamente complicado, debiendo solicitar previamente su inclusión en el mismo y ejercían las
funciones de jueces y jurado. Anualmente se designaban seis mil jueces, seiscientos de cada tribu, para
atender a las necesidades de la justicia ateniense, y se incorporaban a alguno de los numerosos dikasterios,
formados por un número diferente de miembros dependiendo de la causa que tuvieran que enjuiciar. La
complejidad de este sistema de reparto tenía como finalidad evitar los fraudes y la corrupción. De entre esos
seis mil jueces, dos mil quinientos formaban la Heliea, el tribunal popular por excelencia, que se reunía con
mucha frecuencia. Asimismo, cabe destacar que en el año 416 a.C., se aprobó el graphe paranomon, el
precedente más antiguo del recurso de inconstitucionalidad, a través del cual se encomendaba a los
dikasterios la misión de proteger la democracia.

En último término, debemos destacar que junto al Areópago, existían otros cuatro tribunales
«menores», de tendencia aristocrática, que juzgaban delitos de sangre, como eran el Palladio, el Delfinio, el
Pritaneo y el Freato.

No obstante, el régimen ateniense no constituía el único sistema constitucional conocido en el


mundo griego y en un cierto número de ciudades subsistían otros regímenes, como las oligarquías, en los
que los arcontados estaban reservados a un reducido número de hombres. En este sentido, Esparta, como la
mayoría de las ciudades griegas tenían una asamblea en la que participaban todos los ciudadanos, un
consejo de acceso restringido y magistrados. Pero sus instituciones tradicionales présentaient une
10 Mossé, C. (2022), Les institutions grecques à l’époque classique, Armand Colin. p. 91

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physionomie tout à fait particulière 11. Al igual que en Atenas, las funciones de sus órganos no se
encontraban delimitadas, entremezclándose competencias legislativas, ejecutivas y judiciales. Entre los
mismos podemos destacar:

a) La Asamblea o Apella, que estaba compuesta por todos los espartiatas nacidos libres u homóioi mayores
de treinta años. Su importancia política era escasa, pero decidía sobre la guerra y la paz, siempre a
propuesta de la Gerousía y de los éforos. También la Apella podía decidor acerca de la expulsión o
demición de los espartiatas que no cumplieran con las obligaciones que el Estado hubiera determinado.

b) La Gerousía, que constituía una de las piezas maestras del sistema constitucional espartano. Equivalía al
Senado espartano y accedían a ella los espartiatas mayores de sesenta años, en número de veintiocho, a los
que se unían los dos reyes. El puesto se obtenía con carácter vitalicio y su misión principal era proponer
leyes a la Apella y administrar justicia en los casos graves de delitos de sangre o en los casos de traición al
Estado, por lo que constituía una alta instancia judicial criminal. Tenía derecho a juzgar a cualquier
espartano, pudiendo castigar con la pena de muerte, el destierro o atimia, e incluso procesos contra los
propios reyes.

c) Los éforos o inspectores, que eran los magistrados. Eran elegidos en número de cinco por la Apella y por
el período de un año, escogidos de entre ellos. Ante ellos juraban los reyes y constituían un verdadero
cuerpo policial de control político. En este sentido, su función principal era controlar muy estrechamente
toda la vida social de la pólis, particularmente la educación, que tenía una enorme importancia en la vida y
en la formación del ciudadano espartiata. Tenían atribuidos, asimismo, poderes judiciales muy amplios y a
su jurisdicción no escapaban siquiera los reyes.

d) Finalmente encontramos a los reyes, en número de dos. Esta diarquía existió desde la Época Arcaica y se
mantuvo durante la Época Clásica, llegando a existir incluso en los primeros tiempos de la Época
Helenística. Su origen es sumamente discutido, aunque se le puede atribuir una justificación de carácter
religioso. Los reyes tenían el mando supremo del ejército y decidían sobre la guerra y la paz. Asimismo,
tenían poderes religiosos, estrechamente unidos a sus poderes militares. De hecho, los reyes consultaban
regularmente al oráculo de Delfos, con la intermediación de dos pítias y respectivamente eran uno sacerdote
de Zeus Lacedemonio y de Zeus Uranio. En caso de discrepancia entre los dos reyes, se sometía la cuestión
al arbitrio de los éforos. Por último y como ya se ha avanzado, formaban parte del Consejo de Ancianos o
Gerousía.

11 Mossé, C. (2022), Les institutions grecques à l’époque classique, Armand Colin. p. 126

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