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LA LENGUA

DEL

DERECHO

INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA
Y A LA HERMENÉUTICA JURÍDICAS

Eduardo Ángel Russo

Alicia C. Moguillanes Mendia

Analía Haydeé Mas

5ª edición 2009
(corregida y aumentada)

1
El lenguaje comienza siendo un simple gruñido para
designar todas las cosas; luego se va diversificando y
especializando; este proceso se llama
enriquecimiento, y es alentado por los padres y
profesores de lengua. Pero cuando se llega a tener
cien o doscientas mil palabras, se encuentra que el
ideal consiste en expresarse con diez o veinte. El
lenguaje del filósofo es muy reducido: objeto, sujeto,
materia, causa, espacio, tiempo, fin y alguna otra
más.
Si lo apuran mucho se arregla con una sola palabra,
como apeiron o sustancia. Es probable que el ideal
de muchos filósofos sea terminar finalmente en el
gruñido único y monista.
Ernesto Sábato. "Uno y el Universo"

2
PRÓLOGO

Hace dos décadas, los mismos autores que suscriben este trabajo editaron
un pequeño ensayo titulado "El Género Judicial de la Retórica", bajo el sello de la hoy
desaparecida Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales. Ese ensayo rescataba la
influencia de la retórica aristotélica y recibía la influencia de la nueva retórica de Chaïm
Perelman, por ese entonces aún no traducida al castellano. La retórica comenzaba a
recuperar su prestigio, especialmente en el ámbito de la crítica literaria, destacándose al
respecto los trabajos de Roland Barthes y de otros semiólogos franceses, pero en el ámbito
del derecho los estudios retóricos parecían haber caído en el olvido. Paradójicamente, el
primer género en desarrollarse, el judicial (luego le seguirían el deliberativo y el
demostrativo, según la sistemática de Aristóteles), venía a quedar rezagado frente a la
renovación operada en este siglo.

De aquel trabajo mencionado nada queda en la presente obra, fuera de la


idea de que junto a la búsqueda de una "lengua perfecta", resulta importante la
construcción de una filosofía del lenguaje ordinario, y, más que importante, ineludible,
para el análisis de la lengua del derecho, el lenguaje que hablan los juristas y del cual
dependen, en buena medida, la vida, la libertad, la dignidad y el patrimonio de las
personas.

El presente texto se divide, básicamente, en dos partes: la primera (Caps. I a


III), que comprende los tres primeros capítulos, se detiene en el análisis de las dos
principales filosofías del lenguaje, la del lenguaje ideal y la del lenguaje ordinario; la
segunda (Caps. IV a VI), aborda específicamente el tema de la interpretación de la ley.

Finalmente, se ha agregado un apéndice con una reseña de nuestra


jurisprudencia relativa al tema de la interpretación.

En el texto no solamente se orienta sobre los principales aportes que en el


corriente siglo se han desarrollado en esas dos filosofías (pretensión necesariamente
esquemática e incompleta), sino que se intenta, además, llamar la atención sobre un
fenómeno descuidado en la modernidad, esto es, la íntima relación existente entre la teoría
lingüística y la teoría política, toda vez que se admite que la interpretación, como acto de
decisión lingüística, implica, al mismo tiempo, una decisión ética o ideológica. Por más
que en el proceso de elucidación se utilicen argumentos gramaticales (etimológicos,
lexicográficos) y lógicos (analíticos, sistemáticos) para fundamentar esa decisión, las
consecuencias de la misma no suelen ser equivalentes ni inocuas.

La aclaración precedente vale especialmente para el campo del derecho en


cualquiera de sus dos variantes: el derecho continental europeo y el derecho anglosajón
"desde el derecho romano hasta el Código Civil -dicen Gadet y Pêcheux-, que es su
racionalización burguesa, el derecho continental europeo se apoya sobre el sistema
reglamentario de un texto redactado, que tiende a constituir la unidad abstracta de una
Razón escrita, hecha para ser aplicada al conjunto de coyunturas de la práctica jurídica...
Se sabe que el derecho inglés, profundamente diferente en sus orígenes y en su estructura;
reposa ante todo sobre la autoridad del precedente de la cosa juzgada, inscripta en la serie
de juicios cuyos textos sucesivos forman, no un código unificado, sino una acumulación
de archivos. No se trata entonces de aplicar una regla jurídica a hechos ya constituidos en

3
el espacio del derecho, sino de determinar en qué medida los hechos considerados
coinciden o no con un 'estado de cosas' que haya sido objeto de un juicio anterior."1

En efecto, se trate de establecer si un determinado hecho encuadra o no en


una previsión legal o se trate de hacer lo propio respecto de un precedente (teniendo en
cuenta que éste viene relatado por una sentencia o por transcripciones de audiencias),
estaremos siempre frente a un acto de interpretación lingüístico y, simultáneamente, de un
juicio de valor respecto de las consecuencias probables de esa interpretación.

Deleuze y Guattari dicen que "el libro ha dejado de ser un microcosmos, a


la manera clásica o a la manera europea. El libro no es un lenguaje del mundo y menos aún
un significante, no es una bella totalidad orgánica, no es tampoco una unidad de sentido.
Cuando se le pregunta a Michel Foucault qué es para él un libro, responde: es una caja de
herramientas... El libro debe formar máquina con alguna cosa, debe ser una pequeña
herramienta de un exterior" 2 La pretensión de los autores fue elaborar, precisamente, una
herramienta para el estudio de otra herramienta: La lengua del Derecho, la lengua en que
se expresan las leyes, las sentencias, los alegatos, tratando de no olvidar que, como dice
Serrat, detrás están los hombres.

Los autores
Primavera de 1995

PROLOGO DE LA QUINTA EDICIÓN

En la presente edición se mantiene la estructura ya formada en las dos anteriores.


Se han efectuado correcciones y ampliaciones para mejorar la comprensión del texto, de
por si bastante difícil por la cantidad de información comprimida en una reducida
extensión. La mayoría de las observaciones que se intentan subsanar aquí surgieron
durante el dictado de los cursos de Interpretación de la ley impartidos en la carrera de
grado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y en la Maestría en
Legislación de la Facultad de Derecho de la Universidad del Salvador. La mayor
ampliación corresponde al capítulo XI, al cual se le adicionó un resumen del contenido
de un curso sobre Teoría de la Argumentación, que dictamos conjuntamente con las
Dras. Andrea Danas y Patricia Elizalde -docentes de la U.B.A.-, durante los años 2008 y
2009, en el Centro de de Formación Judicial del Consejo de la Magistratura de la
Ciudad de Buenos Aires. La Dra. María de los Ángeles Russo se ha encargado
nuevamente de la actualización del apéndice jurisprudencial.
Los autores
Otoño 2009

1
Gadet, Françoise, y Pêcheux, Michel, La lengua de nunca acabar, Fondo de Cultura Económica, México,
1984, pag. 207.
2
Deleuze, Gilles, Guattari, Félix, Rizoma, Ed. Coyocán, Mexico, 1994, pag. 39.

4
CAPÍTULO I:
INTRODUCCION

La interpretación precede al signo.


Michel Foucault

“Las palabras son símbolos que


postulan una memoria compartida”
Jorge Luís Borges “El Congreso”.

1. El Derecho y los libros


Así como no hay una buena foto de un funcionario sin un escritorio delante y
una bandera detrás, o de un médico sin su bata y el estetoscopio colgando
displicentemente de su cuello, un registro gráfico de un abogado debe tener como telón
de fondo una biblioteca con gruesos volúmenes, aunque se trate de viejos repertorios de
jurisprudencia que no se consultan desde hace varias décadas. Y es casi lógico que sea
de este modo. Mientras el trabajo de campo de un geólogo estará en las profundidades
de las cavernas, el de un astrónomo en el infinito cielo y el del antropólogo en viejas
sepulturas, en cambio el del jurista, generalmente, no va más allá de los límites de una
biblioteca, real o virtual. En eso comparte el privilegio libresco con la antigua
Gramática, con la que constituyen las excepciones frente al resto de las ciencias -tanto
“naturales” cuanto “sociales”, si es que esta clasificación tiene, hoy por hoy, algún
sentido-, dado que en esas excepciones tanto el objeto de estudio, como el estudio
propiamente dicho, se materializan de la misma manera: mediante palabras.

Este “privilegio” comenzó con la compilación que ordenó el emperador


Justiniano, del Imperio Romano de Oriente, y que ha ejercido una gran influencia en la
posterior elaboración jurídica, debido a la forma en que organizó al derecho romano. El
7 de abril de 529 se publicó una primera versión del Corpus Iuris Civilis dividida en
cuatro partes: código antiguo, nuevo código, Digesto o Pandectas, las Instituciones y las
novelas (nuevas constituciones). Un grupo de amanuenses preparó el Corpus en latín,
lengua que la mayoría de los ciudadanos del Imperio oriental apenas entendían. El
Authenticum, o Novellae Constitutiones, una recopilación de nuevas leyes emitidas
durante el reinado de Justiniano, completó posteriormente el Corpus.

El Corpus contiene como base la jurisprudencia romana (incluido el derecho


canónico). En tanto que recopilación, reúne textos diversos en los que se expresaban o
publicaban las leges (leyes en sentido estricto) y otras normas; consultas senatoriales
(senatusconsulta), decretos imperiales, casuística y opiniones de juristas e
interpretaciones (responsa prudentum). Como vemos, la codificación cristalizó el
secular derecho romano, nacido al influjo de las necesidades pragmáticas y de los
múltiples y cambiantes conflictos de los habitantes de la República y del Imperio en un
conglomerado de fuentes diversas y heterogéneas, producidas en un dilatado lapso.

Posteriormente vinieron los glosadores y postglosadores -que Zaffaroni


denomina, irónicamente, los “bartolistas” (nemo bonus iuriste, nisi sit Bartolista), en
honor del más recordado de ellos, Bartolo de Saxoferrato (1313 - 1357)- que agregaban
sus propias opiniones en los márgenes de los libros, opiniones que, oportunamente,
también fueron recopiladas en gruesos volúmenes.

5
La historia llega a su punto culminante con la codificación moderna, donde al
método acumulativo de las recopilaciones se le sumó la racionalidad cartesiana y su hijo
predilecto: el sistema (cerrado). Nunca se comprenderá cabalmente “el giro
copernicano” que implicó para el Derecho la codificación napoleónica: ahora no sólo se
podrá rememorar al pasado sino también predecir los casos futuros (“todo dentro de la
ley, fuera de la ley nada”). Y seguimos buscando en las páginas de los códigos no sólo
las soluciones para los casos expresamente previstos por la normativa, sino también
para conflictos novedosos como los derivados del régimen jurídico de los “cementerios
parque” o de los “country”, o del congelamiento de embriones o del alquiler de útero., o
cuestiones más dramáticas aún como la calificación de ciertos hechos como delitos de
“lesa humanidad” (y sus consecuencias jurídicas de imprescriptibilidad y
extraterritorialidad), junto a asuntos más triviales como la “naturaleza jurídica” de la
firma en blanco, o de la contradicción planteada por la fórmula, surgida de la inventiva
de los martilleros, que reza “como seña y a cuenta de precio”, que luego fuera
reemplazada por el concepto -que reconoce el mismo origen- de “reserva” (que
funciona como seña para una sola de las partes, violando la equidad contractual), etc.

Porque el sistema cerrado necesita no únicamente de los requisitos lógicos -


independencia de los axiomas, completitud y coherencia- sino también de los
presupuestos de atemporalidad, lo que permite el continuo salto del pasado al presente y
viceversa, dado que tales categorías no existen en el sistema, y de un “legislador
racional” -que ocupa el lugar del Dios de las sagradas escrituras-, en base a los cuales
los conflictos de normas son sólo “aparentes” y el silencio, oscuridad o insuficiencia de
la ley (lagunas) son sólo “pretextos” para dejar de fallar (Cod. Civ. art.15). La hipótesis
del “legislador racional” se refleja tanto en la jurisprudencia que invoca la “voluntad”
del legislador cuanto en las que remiten a la interpretación sistemática: La
inconsecuencia o falta de previsión del legislador no se suponen, por lo cual las
leyes deben interpretarse conforme al sentido propio de las palabras, computando
que los términos empleados no son superfluos, sino que han sido empleados con algún
propósito, sea de ampliar, limitar o corregir los conceptos. (CSJN, 2/12/93.
Kreimbohn, Germán y otro c/ Caja Administradora del Fondo Especial del Seguro
(CAFES) y otro. Fallos: 316: 2732.)

¿Para qué se usan los libros, además de “dar tono” al despacho del profesional?
Para citarlos, algunas veces como fundamento real de una petición o de una decisión,
otras para “vestir” un escrito, pero siempre como argumento de autoridad. Esa es otra
herencia de la pre-moderniad. Antes de Galileo la fuente de todo conocimiento era la
obra de Aristóteles: Magister dixit era la expresión que se usaba para sustentar una
afirmación. Desde luego, “el maestro” era el mismísimo Aristóteles, y ya nada quedaba
para discutir.

La modernidad le pasó por el costado al estudio del Derecho y de otras


disciplinas sociales, con algunos pequeños cambios: el “logos” o “razón universal” fue
reemplazado por el legislador racional, el “universo” por el principio de
autosuficiencia del Derecho, la idea del castigo divino de la tragedia griega por la
muerte, la cárcel o el desapoderamiento de bienes (o todo junto) puesto en manos del
Estado que goza del monopolio del uso de la fuerza, y los textos aristotélicos por los
Códigos. Mientras el método empírico es falible (siempre una nueva verificación puede
echar por tierra las conclusiones anteriores, al punto que Popper sostuvo la extraña idea

6
de que la labor del científico debe estar encaminada a falsar las hipótesis y no a
verificarlas), el dogmático no lo es. Y la preferencia de este último es política, no
epistemológica: lo falible implica inseguridad, y esto no es aconsejable para un Estado
que pretende ser soberano.

Soberanía del Estado, monopolio del uso de la fuerza, autosuficiencia del


Derecho y legislador racional, son los axiomas del Estado y del Derecho modernos
surgidos a partir de la Revolución Francesa (1789).

2. La sensación de seguridad que dan los libros

Ana Messuti, en su reciente obra La justicia deconstruida3, comienza señalando


el carácter representativo de toda imagen, en especial cuando se trata de una imagen
alegórica, representación que marca a la vez una ausencia del objeto representado y un
deseo de su presencia. Llama en primer lugar la atención sobre el uso de la balanza
griega -de dos platillos- en lugar de la romana -de un solo platillo y una pesa que se
desliza sobre un eje horizontal- lo que sugiere la idea de una comparación relativa entre
dos objetos en lugar de una medición respecto de un parámetro absoluto. Remontándose
al Aristóteles de la ética nicomaquea expresa Messuti:

La balanza en la alegoría de la Justicia representa la dimensión cuantitativa de la Justicia, y en


ese sentido cumple la función que cumple el dinero en las relaciones sociales.

Seguidamente le toca el turno a la espada: en un primer momento en la mano


izquierda de la imagen de la Injusticia, según la representación de Giotto, pasa luego a
la mano derecha de la Justicia, en obvia alusión a la ejecución de los condenados por
decapitación mediante la espada. Pero la autora advierte sobre otra indicación del
símbolo que sugeriría la idea de “cortar”, de poner fin a un conflicto y a la
incertidumbre. Por último entra en escena la venda sobre los ojos, y se pregunta quién le
ha vendado los ojos. Según representaciones del final de la edad media es un loco quién
coloca la venda: Messuti se pregunta si, por ello, ese es también un acto de locura, y
concluye que para mantener la igualdad ficticia de la balanza es preferible que la
Justicia no vea. Pero hay un valor agregado, la carga de irracionalidad que tienen las
decisiones de la Justicia. Como conclusión, la deconstrucción buscada en la indagación
la presenta como una

“ambigüedad que sugiere la imagen entre imparcialidad y parcialidad (la balanza), entre
pacificación y violencia (la espada), entre razón y locura (la venda)”.

¿Y que contienen los libros de Derecho? En algún caso ilustraciones –que


constituyen también un tipo de lenguaje- pero generalmente palabras, las “palabras de la
ley” (o “palabras sobre las palabras de la ley”, según la recordada expresión de Genaro
Carrió). La pregunta que sigue es ¿y qué “dicen” las palabras? Nuestra jurisprudencia, -
especialmente la del Máximo Tribunal- ha dado algunas pautas -no siempre
consistentes- que se reiteran en diversos pronunciamientos. Se ha dicho así que:

“Más allá del relativismo de la expresiones idiomáticas, la interpretación jurídica ha de ser


‘contextual’ (desarrollo de la primera ponderación sintáctica); y asimismo, en tal actividad de
investigación no pueden dejarse de lado los fines de la ley, que no son necesariamente los del

3
Messuti, Ana, La justicia deconstruída, Barcelona, Ed. Bellaterra, 2008.

7
legislador, si ellos perdieron vigencia o no se acomodan a la realidad social, sino que se trata
de fines ‘inmanentes’ de la norma jurídica”4

En primer lugar dejaremos pasar el desliz de mencionar a la interpretación


“contextual” como sintáctica, en lugar de hacerlo como semántica, de acuerdo a la
conocida clasificación de Morris que veremos en el capítulo VII. Seguidamente, ¿cómo
distinguir entre los ‘fines’ del legislador y los ‘fines inmanentes de la norma jurídica’?
Al final del capítulo VIII recurrimos a Eco y su distinción entre intentio operis (la
intención de la obra) e intentio auctoris (la intención del autor). Eco señala que:

“…cuando se produce un texto no para un destinatario concreto sino para una comunidad de
lectores, el autor sabe que será interpretado no según sus intenciones sino según una compleja
estrategia de interacciones que implica también a los lectores, junto a la competencia de la
lengua como patrimonio social. Por patrimonio social de una lengua no me refiero sólo a un
conjunto de reglas gramaticales, sino también a toda una enciclopedia que se constituye a
través del ejercicio de esa lengua, o sea, a las convenciones culturales que esa lengua ha
producido y a la historia de las precedentes interpretaciones de muchos textos, incluido el texto
que el lector está leyendo en ese momento”5.

Si comparamos la síntesis del fallo con la afirmación de Eco no encontraremos


grandes diferencias, aceptando primeramente la identificación de la voz la castellana
fines con la latina intentio, que se usan en ambos textos respectivamente. En ambos se
propugna el apartamiento, en su caso, de los fines del autor y preferir en su lugar los que
surjan del propio texto. En ambos también se admite (explícita o implícitamente) que
los fines de autor y del texto pueden diferir y corresponde al intérprete la elección. Pero
mientras el lector de una novela puede preferir, a su propio riesgo de compresión,
cualquier interpretación (incluida aquella que Eco llama hermética y que consiste en el
descubrimiento de significados “ocultos” dentro de un texto), el juez no sólo esta
obligado a dictar sentencia, sino que también lo está para elegir una y sólo una de las
interpretaciones posibles -que sea “razonable” y no arbitraria- de la cual dependerá, en
última instancia, el resultado del pleito.

Otro fallo, en cambio, sostiene que:

“La primera regla de interpretación de las leyes es dar pleno efecto a la intención del legislador
y la primera fuente para determinar esa voluntad es la letra de la ley, cuyas palabras deben ser
comprendidas en el sentido más obvio al entendimiento común, sin que quepa a los jueces
sustituir al legislador sino aplicar la norma tal como éste la concibió”6.

Aquí la cosa se complica: se identifica la intención de autor con la intención de


la obra (la que surgiría de sus palabras). Sin embargo la balanza se inclina hacia esta
última cuando remite, a su vez, al “entendimiento común”, equivalente a lo que Eco
llama “Lector modelo”, que sería el árbitro para descifrar la intentio auctoris. Cabe
advertir que, sin embargo, si como ocurre con nuestro Código Civil, media la distancia
témporo-espacial que se da entre el idioma portugués de Freitas 7 y la comprensión de un
intérprete contemporáneo, la invocación a un “entendimiento común” no pasa de ser
una estrategia hermenéutica.
4
JA 1984-III-745 Lexis N° 2/43799.
5
Eco, Umberto, Los límites de la interpretación, Barcelona, Lumen, 1992, págs. 124/125.
6
CSJN, Bunge y Born Comercial S.A. c/Administración Nacional de Aduanas, Fallo 321:1614 (del voto
de la mayoría)
7
Freitas, Augusto Teixeira de, Código Civil: Esboço, Rio de Janeiro: Typographia Universal de
Laemmert, 1860-1864.

8
Otro interesante collage lo hace la Corte cuando afirma:

“Es misión del intérprete de la ley indagar su verdadero alcance y sentido mediante un examen
atento y profundo de sus términos, que consulte la realidad del precepto y la voluntad del
legislador, atendiendo siempre a los fines que informan al texto legislativo y prefiriendo los que
favorezca y no aquellos que los dificulte”8.

Como vemos, aquí se vuelven a unificar la intentio auctoris (“la voluntad del
legislador”) con la intentio operis (“los fines que informan al texto legislativo”). Otras
afirmaciones son de difícil explicación, como la que alude a “la realidad del precepto”.
Por último el examen “atento y profundo” de los términos, tampoco resulta siempre
compatible con el “entendimiento común”. Una antigua jurisprudencia ya había aludido
a esa “profundidad” al decir:“La ley no debe interpretarse conforme a la desnuda
literalidad de los vocablos usados, ni según rígidas pautas gramaticales sino con
arreglo a su significado jurídico profundo”9 expresión que ya nos hiciera acordar al
relato “Desde la terraza” incluido en el libro “Palomar” de Ítalo Calvino. Allí, el
protagonista de la obra, analizando la visión “a vuelo de pájaro” que supone tienen las
aves, imagina el pensamiento de estos animalitos de este modo:

“Sólo después de haber conocido la superficie de las cosas se puede uno a animar a buscar lo
que hay debajo. Pero la superficie de las cosas es inagotable”.10

Recordemos que el 5 de mayo de 1992 la Comisión Interamericana de Derechos


Humanos recibió una denuncia del señor Horacio Verbitsky en contra de la República
Argentina. El señor Verbitsky, de profesión periodista, fue condenado por el delito de
desacato, al injuriar supuestamente al doctor Augusto César Belluscio, Ministro de la
Corte Suprema. Las autoridades argentinas consideraron que la publicación de un
artículo en el cual el periodista se refería al doctor Belluscio como "asqueroso" era
delito de acuerdo con el artículo 244 del Código Penal que establecía la figura de
desacato. El reclamante alegó que con dicho término se refería al sentido de "que tiene
asco" como señalaba el mismo Ministro en su entrevista y no “al que causa asco”. Las
dos acepciones, junto a la de “propenso a tenerlo” figuran en el Diccionario de la
Lengua Española de la Real Academia11, sin ninguna jerarquización entre ellas. El caso
terminó con una “solución amistosa en virtud de que la República Argentina derogó la
figura penal de desacato, revocando la sentencia penal dictada en contra del Sr.
Verbitsky y cancelado todos sus efectos.12 Ahora bien, ¿a cuál llamar “significado
profundo”? Parece más viable apelar el “entendimiento común”. Pero la pregunta ahora
se desplaza a la siguiente: ¿“entendimiento común”… a cuántos?

Volviendo al mentado Diccionario de la Real Academia, leemos al comienzo de su


preámbulo que el propósito de la obra es “…cooperar al mantenimiento de la unidad
lingüística de los más de trescientos millones de seres humanos que, a un lado y otro
del Atlántico, hablan hoy el idioma nacido hace más de mil años en el solar castellano
8
CSJN, Ori Hidroeléctrica Alicurá S.A. c/Estado Nacional y otros (del voto de la mayoría con la
abstención del Dr. Zaffaroni), fallo del 03/07/2007.
9
CSJN, fallo del 11/11/1966 in re Ratto, Sixto y Otros.
10
Calvino, Ítalo, Palomar, Buenos Aires, Alianza, 1985, pág. 61/62. Ver apéndice jurisprudencial de esta
obra.
11
21ª. Edición, Madrid, 1992, pág. 216.
12
Comisión Interamericana de Derechos Humanos Informe n 22/94, caso 11.012, Verbitsky c/Argentina,
solución amistosa, 20 de septiembre de 1994.

9
y se vale de él como instrumento expresivo y conformador de una misma visión del
mundo y de la vida”. Algunas páginas más adelante, en las Advertencias para el uso del
Diccionario, en el capítulo IV sobre “Remisión de unos artículos en otros” dice: “Se ha
procurado eliminar la pérdida de tiempo a que obligaban algunas remisiones cuando
entre el vocablo remitido y su equivalencia existían una o varias etapas intermedias.
Así la definición de acantio remitía a toba, que resultaba ser una denominación poco
usada de cardo borriquero. Para saber el significado de becoquín, había que acudir a
bicoquin, de éste a bicoquete y, por último, a papalina.” Según encontramos luego en
el mismo texto, el “cardo borriquero” es el “cardo santo”, y la “papalina” una “gorra de
dos puntas”, productos ambos que resultan muy difíciles encontrar en nuestros
mercados. Por otra parte, la voz “cargar” registra 35 acepciones, pero en nuestro
ejemplar no encontramos el sentido coloquial -aproximado a “burla”- que le damos
entre nosotros. ¿Significado profundo? ¿Entendimiento común”?

Podemos hacer una prueba con un diccionario de argentinismos. En la “Guía de


uso” se aclara que “incorpora palabras que se usan en nuestra variedad,
independientemente de que estas palabras o sus acepciones sean de uso común en todas
las regiones en las que se habla español (contracción, punible), de que se usen en
América pero no en España (abicharse), de que sean compartidas sólo con algunos otros
países hispanohablantes (ablande, palta) o de que sean exclusivas de nuestra país
(abrochadora, sopapa).13 Pero la cosa no acaba allí. Para mayor información se
incluyen palabras regionales de nuestro país, como acebusado, que según se nos dice
corresponde al noroeste argentino y es: “Aplicado a una vaca o un toro que presenta una
joroba en el lomo…” ¿En todo el noroeste o sólo en una parte? ¿Por qué se incluyen
estas regiones -NOA, NEA, etc- y no otras como Laguna Paiva, Trenque Lauquen,
Choel Choel, Cutral-co, Sarandi o un barrio cerrado de Pilar -que seguramente han de
tener sus regionalismos- o en la cárcel de Villa Devoto, donde por ejemplo a la leche se
le da el nombre de “vaca rallada”, al que no roba se lo llama “gil” y a la infantería “pata
negra” (fuente Diario Clarín). ¿Será que la “masa hablante” o la “comunidad
lingüística” o el “lector modelo”, a los que se acude para determinar un común
denominador de sentido, se identifican con un mercado con poder adquisitivo como
para adquirir masivamente un diccionario?

Volviendo al fallo bajo análisis, éste incluye finalmente una referencia axiológica, al
decir que hay que preferir la interpretación que más favorezca a los fines del texto sobre
la que los obstaculice, lo que implica admitir conjuntamente la posibilidad de una
pluralidad de interpretaciones y la determinación de una sobre la base de un juicio de
valor como fundamento de una decisión lingüística.

Si quisiéramos analizar hipótesis radicales al respecto, podemos remitirnos a


Nietzsche para quién :

“El mundo es algo ‘cognoscible’, en cuanto la palabra ‘conocimiento’ tiene algún sentido; pero
al ser susceptible de diversas interpretaciones, no tiene un sentido fundamental, sino
muchísimos sentidos”14

13
El gran diccionario de lo argentinos – El uso del español actual en la Argentina, Buenos Aires, Arte
Gráfico Editorial Argentino, 2009, pág. IX.
14
Nietzsche, Friedrich, La voluntad de poder, aforismo 476, Madrid, Edad, 2000, pág. 337

10
o recordar a Lacan y a su “lógica del significante”, que él construye para explicar a
Freud, pero que considera válida también para otros campos, como el de la lingüística,
el de la teoría crítica y el del postestructuralismo (ver capítulo V). Saussure creía, como
veremos en el capítulo VII, que había un equilibrio total entre un significante y el
significado. Lacan, invierte la ubicación de ambos: el significante es colocado "arriba" y
el significado "abajo"; espesando la barra que los separa (análoga entre lo consciente y
lo inconsciente), para terminar suprimiendo al significado, afirmando que: “debajo del
significante... hay... nada”. En la misma línea se inscriben Deleuze, para quién

“La paradoja es primeramente lo que destruye al buen sentido como sentido único, pero luego
es lo que destruye al sentido común como asignación de identidades fijas”15

y Foucault, quién afirma que:

La muerte de la interpretación consiste en creer que hay signos, signos que existen
originariamente, primariamente, realmente, como señales coherentes, pertinentes y sistemáticas.
La vida de la interpretación, al contrario, es creer que no haya sino interpretaciones”16

y Derrida y su “deriva interpretativa” todo lo cual examinaremos más adelante.

Como hemos visto, el “mantenimiento de la unidad lingüística de los más de


trescientos millones de seres humanos” y la construcción de un “instrumento expresivo
y conformador de una misma visión del mundo y de la vida” que postula la Real
Academia Española, si no es un resabio del colonialismo, no pasa de ser una utopía o un
mero alarde editorial. Según dijimos y como veremos luego con mayor amplitud, para
lo que la jurisprudencia llama “entendimiento común”, Ferdinand de Saussure, Charles
Morris y el mismo Umberto Eco acuñaron los conceptos de “masa hablante”,
“comunidad social” o “lector modelo”, creando una solución deus ex machina17. En sí,
este procedimiento no tiene nada de objetable. Como diría Deleuze: “la Filosofía es el
arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos”18. De esta manera se sintetiza un
pensamiento o se pone fin a una obra. Se pone fin, pero no se soluciona el problema:
como mediador entre el sujeto emisor (1), en nuestro caso el legislador, y el sujeto
receptor (2), en nuestro caso el intérprete, todo ello dentro del marco del esquema
comunicacional saussuriano, que se muestra en el capítulo VII se introduce un “garante
semiótico trascendental”(3)19 colectivo o individual, es decir, un supuesto grupo
homogéneo que comparte la misma lengua y sus propios códigos, o una autoridad
formal (un juez o un tribunal) o material (un doctrinario de generalizado prestigio). Pero
este procedimiento merece cuatro reparos: 1) Si se piensa que se está mencionando a
una entidad “real” se cae en el riesgo de instituir un ente metafísico; 2) No se precisa la
característica definitoria que delimita al grupo (¿quiénes lo integran y quienes no?); 3)
No soluciona el conflicto que pueda presentarse entre grupos que interpreten en forma
distinta, salvo que se establezca la forma de preferir a uno sobre otro conforme a un
criterio superior no aleatorio, lo que encierra una falacia de “regreso al infinito”, y, por
último, 4) Si se invierte el método definiendo al grupo como al titular de una

15
Deleuze, Gilles, Lógica del sentido, Barcelona, Planeta Agostini, 1994, págs. 25 y 27.
16
Foucault, Michel, Nietzsche, Freud y Marx, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1995, pág. 48.
17
“deus ex machine” en el teatro antiguo, un desenlace sorprendente e inesperado de una situación
bloqueada, gracias a la intervención de un “dios” que bajaba a escena gracias a un sistema de poleas.
18
Gilles Deleuze y Félix Guattari , “¿Qué es la filosofía?”, Barcelona, Anagrama, 1993, pág. 7.
19
La denominación pertenece al Lic. Gonzalo Aguirre.

11
interpretación común -Foucault decía que la interpretación precede al signo 20- el recurso
deviene en una tautología: “la interpretación acertada es la que se comparte con una
comunidad lingüística formada por los que interpretan de manera similar a nosotros”.

Para cerrar este punto recordemos un cuento de Jorge Luís Borges. Así como
este autor imaginó alguna vez una biblioteca infinita, en otra oportunidad ideó algo
mucho más inverosímil en apariencia: el libro infinito que, sin embargo, por su aspecto
exterior, no dejaba de ser un libro normal:

“Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni
principio ni fin. Me pidió que buscara la primera hoja. Apoyé la mano izquierda sobre la
portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían
varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro. -Ahora busque el final.
También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía: -Esto no puede ser
Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo: -no puede ser, pero es. El número de
páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé
por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de
una serie infinita admiten cualquier número”.21

El “libro de arena” es una gran metáfora. En la época del Código Civil francés
(1804) se pensaba que un código además de ser sistemático (ordenado coherentemente)
debía ser exhaustivo y contemplar todos los casos posibles (completitud). El matemático
Gödel demostraría oportunamente que si un sistema es coherente no puede ser completo
y si es completo no puede ser coherente22. Y esto valía para cualquier tipo de sistema
cerrado. Ahora sabemos que aquella pretensión era ilusoria. Cuando abrimos un código
o leemos cualquier otra ley, el texto semeja al libro de arena: siempre se interponen
otras hojas no escritas pero que, sin embargo, están allí. Y eso lo sabemos leyendo la
jurisprudencia y la doctrina pertinente. A esa “serie infinita” de sentidos va dedicado
este libro.

3. Genealogía de la Hermenéutica y la Lingüística

En la cultura centro-europea el tema de la interpretación, en general, y el de


interpretación de la ley, en especial, revistió una renovada importancia desde el siglo
pasado, y actualmente no puede decirse que haya decaído su interés, sino, por el
contrario, se ha visto incrementado con el inédito desarrollo que ha adquirido la
Lingüística contemporánea (a partir de la obra de Ferdinand de Saussure -1857/1913-23)
y la formación de una disciplina filosófica autónoma: la Hermenéutica (a partir de la
obra de Hans-Georg Gadamer -1900/2002-24).

20
Foucault, Michel, Nietzsche, Freud, Marx, ob. cit., pág. 46. Calvino, Ítalo, en Un signo en el espacio,
dice: “Yo tenía intención de hacer un signo, eso sí, es decir, tenía intención de considerar signo cualquier
cosa que me diera por hacer; así es como, habiendo hecho, en aquel punto del espacio y no en otro, algo
con propósito de hacer un signo, resultó que había hecho un signo de verdad…Por lo tanto la situación
era ésta: el signo servía para señalar un punto, pero al mismo tiempo indicaba que allí había un signo”
en Memorias del mundo y otras cosmicómicas, Madrid, Siruela, 1994, págs. 25 y 26.
21
Borges Jorge Luís, El libro de arena, Madrid, 1998, pág. 133.
22
El teorema de la incompletitud de los sistemas de Gödel, en su forma general, dice: “Todo sistema
axiomático recursivo y consistente que contenga suficiente aritmética tiene enunciados indecidibles. En
particular, la consistencia del sistema no es demostrable dentro del sistema”. Martinez, Guillermo y
Piñeiro, Gustavo, Gódel (para todos), Buenos Aires, Seix Barral, 2009, pág. 65.
23
Saussure, Ferdinand de: Curso de Lingüística General, Barcelona, Planeta Agostini, 1994.
24
Gadamer, Hans-Georg: Verdad y Método I, Salamanca, Sígueme, 1997, (ver biografía de Hans-Georg
Gadamer en el apéndice biográfico, al final de esta obra).

12
No es que se trate de una cuestión novedosa, ya que podemos rastrearla en los
orígenes mismos del pensamiento. Por otra parte, interpretar es algo que hacemos
naturalmente (como movernos o respirar) y, en este caso, cuando comprendemos, y así
como podemos desarrollar aquellas actividades sin conocer la fisiología del cuerpo
humano, también interpretamos sin necesidad de tener nociones de hermenéutica. En
estos y otros tantos temas operamos con el mecanismo denominado de caja negra,
respecto de la cual tenemos cierto control del in put y del out put, pero desconocemos lo
que ocurre dentro de la caja para que se produzca el segundo a partir del primero:
prendemos un eletrodoméstico, le damos ciertas “órdenes” mediante botones, perillas y
comandos diversos, y obtenemos el resultado esperado de acuerdo a la finalidad para la
que fue diseñado.

Pero ese conocimiento de la entrada y salida resulta insuficiente si la “caja” se


descompone y es preciso recurrir al experto. Con nuestro propio cuerpo humano,
incluyendo la psiquis pasa otro tanto. Incluso estamos instruidos para controlar nuestro
propio funcionamiento. Pero si la disfuncionalidad es seria debemos recurrir a un
profesional de la salud.

Con la interpretación ocurre otro tanto: sólo empieza a preocuparnos cuando


advertimos que nuestro interlocutor no nos entiende, o entiende “mal” el mensaje, lo
que advertimos cuando no hace aquello que esperamos que hiciese si nos hubiera
comprendido25. Decimos, entonces, que se ha producido un bloqueo en la
comunicación, el que resulta -cuanto menos- significativo cuando el texto a interpretar
tiene el carácter de religioso o jurídico (o ambas cosas a la vez, como ocurre en el caso
del derecho hebreo y del derecho canónico). Dice Gadamer:

Indudablemente el juez se plantea por ejemplo la tarea práctica de dictar una sentencia, en la
que pueden desempeñar algún papel consideraciones jurídico-políticas que no se plantearía un
historiador del derecho frente a la misma ley... la decisión del juez, que ‘interviene
prácticamente en la vida’, pretende ser una aplicación correcta y no arbitraria de las leyes, esto
es, tiene que reposar sobre una interpretación ‘correcta’, y esto implica necesariamente que la
comprensión misma medie entre la historia y el presente.”26

La cuestión, en el campo jurídico, se presentó -como lo adelantamos más arriba-


con la constitución de los Estados modernos y su necesidad de unificar el poder
soberano sobre los ciudadanos en un cierto territorio. Para ello era obligatorio que la
legislación, emanada de ese mismo poder, subordinara a todos los habitantes y a todo un
espacio físico (los llamados ámbitos de validez personal y territorial del Derecho), e
incluso instituyera un idioma nacional oficial, que desplazase a los dialectos regionales,
una moneda de “curso legal” respaldada por el Estado, un sistema de “pesas y medidas”
legales, etc., todo ello amparado por el ya mencionado “monopolio del uso de la fuerza”
en reemplazo de la atomización de fuerzas militares y económicas del período feudal.

Esa era la parte del “proyecto de la modernidad” que le tocaba al Estado y al


Derecho. Pero, según la leyenda, cuando un juez se permitió “interpretar” el Código

25
Al respecto podemos recordar, a los fines ejemplificativos, el texto del artículo 1146 del Código Civil
argentino: El consentimiento tácito se presumirá si una de las partes entregare, y la otra recibiere la cosa
ofrecida o pedida; o si una de las partes hiciere lo que no hubiera hecho, o no hiciere lo que hubiere
hecho si su intención fuese no aceptar la propuesta u oferta.
26
Gadamer, Hans Georg: Verdad y Método, ob. cit., Tomo I, pág. 15

13
Civil francés de 1804 -conocido como napoleónico-, alejándose de su literalidad, su
inspirador exclamó: “¡Mi código está perdido!”. Obviamente, no interesa la
autenticidad de la leyenda (se non e vero... ), pero igualmente ilustra la sensación de
impotencia que se suscita en los defensores de la literalidad de la ley frente al hecho de
la “interpretación” judicial, es decir, la decisión que intenta solucionar un conflicto,
atendiendo a las particularidades del caso, que la ley no previó o no pudo prever
(piénsese, respecto de esto último, en los problemas jurídicos actuales derivados de los
avances tecnológicos –como el robo de software-, las novedades producidas en el
campo de la biología –como los casos de manipulación genética- y el avance de la
moderna teoría de los Derechos Humanos) y la necesidad de adaptar una legislación -a
veces con casi o más de un siglo de vigencia- a la dinámica de las transformaciones
sociales. Como dijera Deleuze: “El derecho no tiene la inmovilidad de las cosas
eternas”27. Aristóteles, por su parte, ya identificaba al respecto a lo justo con lo
equitativo diciendo:

“... lo equitativo es justo –y es preferible a una cierta justicia, más no a la justicia absoluta,
sino al error originado por su generalidad-. Conque ésta es la naturaleza de lo equitativo:
una rectificación de la ley allí donde resulta defectuosa en razón de su
generalidad”28.(énfasis agregado),

La evolución de los llamados “métodos de interpretación de la ley” (gramatical,


exegético, histórico, teleológico, de la “libre investigación científica”, etc.) muestra a las
claras, precisamente, la preocupación generada por la dificultad de adaptar una regla
abstracta a un caso concreto.29 Aún cuando no se trate de métodos científicos rigurosos,
los jueces afirman en sus sentencias que recurren al uso de tales “métodos”,
utilizándolos de una manera no sistemática, y a veces usando para un mismo caso
métodos diferentes -ver ejemplos al final de esta obra en el Apéndice Jurisprudencial-.
Como vemos allí la jurisprudencia desde antiguo ha puesto demasiado énfasis en la
llamada interpretación literal de la ley y en la voluntad del legislador, aunque en ciertas
ocasiones ha ponderado la importancia de la valoración que debe incluir una sentencia.
Así, por ejemplo tiene dicho que: “Los jueces son, en cuanto ministros de la ley,
servidores del derecho para la realización de la justicia, que puede alcanzar con
resoluciones positivamente valiosas derivadas razonadamente del ordenamiento
jurídico vigente” (Fallos, 249 – 37; en el mismo sentido ver Fallos, 278 – 85, 243 -801,
259 – 27, 272 – 39, etc.).

En los párrafos que anteceden hemos anticipado dos clases de problemas que,
aunque vinculados, conservan cierta autonomía: los problemas que se presentan en la
comunicación, por ejemplo el bloqueo, y la cuestión de la corrección de una
interpretación, lo que no es, sino, en definitiva, el problema de la verdad, serán tratados
en el Capítulo VII. Estas cuestiones se relacionan con cualquier actividad humana,
incluso en áreas tan importantes como las del discurso científico y del discurso político,
pero en el campo del derecho adquiere un singular dramatismo: de cómo se interprete
un texto o se usen sus palabras, dependerá (como dijéramos en el prólogo de la primera
edición de este trabajo) la vida, la salud, la libertad, la dignidad y el patrimonio de una

27
Deleuze, Gilles: Para acabar de una vez con el juicio en Crítica y clínica, Barcelona, Anagrama, 1996,
pág. 178.
28
Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1137b, trad. José Luis Calvo Martinez, Alianza, Madrid, 2004.
29
Ver Warat, Luis A.: De la letra de la ley a la retórica en Warat, Luis A. y Russo, Eduardo A.:
Interpretación de la ley – Poder de las significaciones y significaciones del poder, Buenos Aires, Abeledo
Perrot, 1987, pág. 41.

14
persona. Además ello puede afectar la mayor o menor confianza que el funcionamiento
del sistema jurídico despierte en la población –y por consiguiente en la eficacia del
derecho como elemento formador de la paz social- todo lo que, a su vez, puede llegar a
repercutir en la gobernabilidad de un Estado. Dicho sea esto sin ignorar otras causas del
mismo fenómeno, como el caso de una grave desigualdad social con castas
privilegiadas, bolsones de extrema pobreza y de exclusión y otras injusticias similares.

La búsqueda de la eficacia en la comunicación dio origen a la lingüística


(llamada también semiología -por los franceses- y semiótica –por los ingleses-),
mientras que la antigua cuestión de la verdad originó a la moderna hermenéutica. Sobre
éstos dos ejes se desarrollará este libro, recordando nuevamente que en las
investigaciones que se comentan a lo largo de él aparecen ambos campos
entremezclados.

Tenemos entonces, por un lado, el estudio de la herramienta con la que nos


comunicamos, esto es, el lenguaje, y por el otro la reflexión sobre aquello que estamos
dispuestos a llamar “verdad” en esa misma comunicación. Ambos aspectos se
diferencian, pues una comunicación puede ser eficaz, vale decir, llegar al destinatario tal
y como fue pensada por el emisor, y su valor de verdad puede ser nulo (falso o
inexistente) o desconocido (v.gr. “en la galaxia Andrómeda existe vida inteligente).
Tomemos el caso del discurso poético: su finalidad puede estar encaminada a trasmitir o
despertar emociones. Puede ser una poesía buena o mala, sublime o detestable, pero
¿podremos decir de ella que es verdadera o falsa? Tal vez contenga en su interior
alguna afirmación que, aisladamente, pueda ser calificada de verdadera o de falsa, pero
ello no le dará una definición a todo el discurso. El Poema conjetural de Jorge Luis
Borges, imagina lo que pensó Narciso Laprida en vísperas de su muerte pero ¿lo pensó
realmente? El propio título nos está advirtiendo sobre la inutilidad de la pregunta, sin
que ello implique mengua alguna en la belleza del poema. Lo mismo podríamos decir,
por ejemplo de la ironía y de la metáfora. Expresando que cierto arquero de fútbol
“carece de manos” mientras que otro “vuela” en el arco ¿pretendemos que las frases
sean tomadas literalmente y que así sea juzgado su valor de verdad?

Simétricamente, un juicio puede ser verdadero pero esencialmente


incomunicable. Siguiendo a Wittgenstein ponemos como ejemplo las frases “tengo un
gran dolor” o “siento una inmensa alegría” ¿qué sabe exactamente nuestro interlocutor
sobre mi dolor o sobre mi alegría? Podrá suponer que es algo parecido a lo que siente él
mismo cuando usa las palabras “dolor” y “alegría” pero ¿es esto lo que queremos decir?
¿que tenemos un dolor parecido al suyo y que, por supuesto, también desconocemos?

La lingüística reemplazó, básicamente, a la gramática. Es interesante recordar el


origen de esta disciplina antigua, que se remonta -en la cultura occidental- a la Grecia
clásica (siglo V a.C.), coetánea con el nacimiento de la metafísica y de la lógica
aristotélica e inspirada en su metodología, como veremos enseguida, y lejos de una
investigación empírica. Vale decir que su objetivo no fue la indagación de cómo
realmente hablaba la gente, sino de cómo debía hablar para hacerlo correctamente, con
verdad. El lenguaje tenía que ser así el reflejo de una ontología, de cómo era el cosmos,
y éste, para los griegos de la época, estaba regido por el Logos o razón universal. El
mundo estaba gobernado por leyes lógicas y si éstas no se manifestaban en el mundo
aparente era debido a su decadencia y corrupción (concepto similar al de caída en la
tradición judeo-cristiana). Nos llama ahora la atención el hecho de que la palabra logos

15
no sólo es la raíz del vocablo lógica –denominación tardía de la disciplina- sino que
también significaba palabra, y se pudiera decir de ella que era verdadera o falsa con
prescindencia del uso que se le diera, como lo hacía Platón30, igual que, anteriormente,
lo hiciese el texto bíblico31. Para utilizar una palabra creada por Heidegger, se trataba de
una “onto-teo-logía” consistente en la unión de los planos religioso, ontológico, racional
y lingüístico.

La metafísica aristotélica consideraba que las cosas podían ser separadas en


sustancia (la esencia que permanece inmutable) y accidente (las formas en que puede
aparecer una sustancia determinada en cierto momento), así como respecto de las
acciones distingue entre la potencia (que pertenece al dominio de la esencia) y el acto
(el despliegue de esa potencia en un hecho y que se inscribe dentro del concepto de
accidente). Pues bien, eso se tradujo en la Gramática en la clásica distinción entre
sujeto y predicado, incluyendo al verbo dentro de éste último. Esta “onto-teo-logía” no
distinguía entre la lingüística y la hermenéutica (en realidad subsumía a aquélla dentro
de ésta). Recordemos que el término “hermenéutica” viene del griego hermenéutein
(que significa “interpretar”, “explicar”, “traducir”32) y éste de “Hermes”, dios de la
mitología griega que tenía, entre otros atributos, el de ser el mensajero de los dictados
divinos para los hombres (ver también en el cap. II, punto 2, el relato del Fedro de
Platón sobre el origen egipcio del lenguaje).
Desde luego que esa construcción no daba cuenta de ciertos casos como ocurre
con el par de oraciones: “Juan ama a María” y “María es amada por Juan” que,
aparentemente, dicen lo mismo, pero que, sin embargo, difieren en el sujeto y el
predicado (¿cuál es la sustancia y cuál el accidente?). Otro tanto ocurre con las
oraciones de “sujeto tácito” donde frente a la inexistencia de un sujeto explícito nos
vemos obligados a inventarlo para mantener la consistencia de la teoría, en lo que
hemos dado en denominar metodología de Procusto33, como ocurriera con la física
decimonónica con la invención de éter, sustancia incorpórea y elástica, que llenaría en
el cosmos todos los espacios vacíos, hipótesis necesaria para no tener que modificar la
teoría de que la luz no podría trasladarse en el vacío, y de la cual, por supuesto, nunca se
demostró su existencia.
Ocurre otro tanto con el uso mayestático donde el sujeto nos no significa
nosotros sino yo (con lo que cambiaría la sustancia) y así los ejemplos podían seguir
multiplicándose.

La Gramática pasó de Grecia a Roma, que tenía la costumbre de “importar” y


traducir los objetos culturales griegos para uso propio, y luego de allí a todas las lenguas
románicas, incluyendo el castellano. Esa construcción griega fue pasando de idioma en
idioma con el simple recurso de adaptar los ejemplos a la lenguas vernáculas, llegando

30
“... (Homero) distingue, respecto de un mismo objeto, el nombre que le dan los hombres y el que le dan
los dioses... Porque es evidente que los dioses emplean los nombres en su sentido propio, tal como lo ha
hecho la naturaleza” Platón, Cratilo.(391, d-e) Madrid, Gredos, 1999.
31
(Génesis 2, 19 ss.): “...‘a partir de la tierra Dios formó a todas las bestias de todos los campos y a
todas las aves del aire y las llevó ante Adán para ver cómo las iba a llamar”.
32
Vattimo Gianni y Zabala Santiago: Una vida dedicada a la hermenéutica, Rev. Endosa, n° 20, Univ,
Nac, de Educación a Distancia, Madrid, 2005, pág. 39.
33
Procusto era un bandido legendario del Ática que, entre otras “hazañas”, raptaba a los viajeros y los
acostaba en una de sus camas de hierro. Si el infortunado era mas corto que la cama, los estiraba
mecánicamente hasta igualarlos, mientras que si era más largo, cortaba lo que sobraba. Vale decir que
“adaptaba” la persona a la cama, en lugar de adaptar la cama a su usuario. A este método la epistemología
lo llama, también, hipótesis ad hoc.

16
casi inalterada hasta nuestros días (algo similar a lo ocurrido con la lógica aristotélica,
que perduró hasta la aparición de las modernas lógicas formales -ver cap. VI, punto 2- o
con la geometría de Euclides hasta las nuevas geometrías no euclideanas aparecidas en
la primera mitad del siglo XIX ).

Lo que Frege, Boole y Russell significaron para la Lógica y Lobachevski y


Riemann para la Geometría, lo fue Saussure para la Lingüística, tal como lo veremos en
el cap. VII punto 1.

Otra es la historia de la Hermenéutica. Como hemos mencionado recién, ésta se


construye en los albores mismos de la filosofía occidental y podría definirse entonces
como la “ciencia de lo verdadero” o, simplemente, el fundamento del “pensamiento
científico” (episteme) propiamente dicho, ya que hablar de una “ciencia de las
falsedades” constituye una contradicción en los términos. Conocer un dato falso (v.gr.
“la tierra es plana y está apoyada sobre cuatro tortugas gigantes”) no es tener un
“conocimiento”. Sin embargo la renovación de la Hermenéutica debía esperar hasta la
obra de Heidegger (1889/1976) primero y luego hasta la aparición de Verdad y método
(1960) de Hans-Georg Gadamer (ver cap. IV, punto 2).

Heidegger había acuñado la famosa metáfora “La palabra –el habla- es la casa
del ser”34. No es este el lugar para desarrollar la filosofía del autor de Ser y Tiempo y
del papel central que ocupa en la misma su noción del ser. Para Heidegger la metafísica
occidental, con la excepción de Heráclito y de los sofistas (ver cap. II, punto 2), había
ocultado la naturaleza del ser dentro de la noción de ente, es decir, lo había tratado
como a una sustancia, convertido en una cosa, estatificado, solidificado,. “La Metafísica
-dice Heidegger- no pregunta por la verdad del ser. Por ello tampoco pregunta nunca
por el modo en que la esencia del hombre pertenece a la verdad del ser” 35. La
“diferencia ontológica”36 entre los conceptos de ente y de ser no es parte de una disputa
metafísica y un retorno a la cuestión aristotélica de sustancia (que correspondería en
este último terreno el ente) y accidente (que pertenecería, siempre desde la óptica
clásica, al dominio del ser). Por el contrario, mientras que la palabra ente seguiría
designando a un concepto metafísico, la palabra ser denotaría a un fenómeno (y de allí
el nombre de “fenomenología” que caracterizaba a esta filosofía –con sus diferencias-
desde Husserl), a un acontecimiento (ereignis) mundano. Ser, como lo subraya
Heidegger, es un verbo. El filósofo utiliza la palabra alemana Da-sein (traducida
habitualmente como ser ahí –a lo que nos gusta agregar el gerundio siendo, para
enfatizar esta idea de devenir. La construcción que realizamos, a los fines expositivos,
quedaría: ser-ahí-siendo).

La metáfora heideggeriana sobre el lenguaje está definiendo a la Hermenéutica


para la fenomenología, y, en ese sentido, resulta inaugural para una Hermenéutica
filosófica pero no metafísica. Gadamer la retoma en Verdad y método diciendo: “El ser
que puede ser comprendido es lenguaje”37. Frente a esta versión, Vattimo se pregunta
por su sentido, interrogándose sobre si debe entenderse como excluyendo del ser a lo
que no puede ser comprendido (vale decir, nada existe fuera de lo comprendido),

34
Heidegger, Martin: Carta sobre el humanismo, Ediciones del 80, Buenos Aires, 1997, pág. 63.
35
Heidegger, Martin: Carta sobre el humanismo”,ob.cit. pág. 73.
36
Ver Vattimo, Gianni: Las aventuras de la diferencia. Pensar después de Nietzsche y Heidegger,
Madrid, Altaya, 1999.
37
Gadamer, Hans-Georg: Verdad y método I, ob. cit., pág. 567.

17
cayendo en un nihilismo radical, o si, por el contrario habría “seres” (fenómenos) que
están a la espera de su turno para ingresar en el mundo “conocido”, permaneciendo,
mientras tanto en una nebulosa, en una especie de limbo38. Para la primera hipótesis el
problema es: ¿sobre qué se ejerce la comprensión - o pre-comprensión- que da origen al
lenguaje? (como decían los antiguos teólogos, “de la nada, nada puede surgir”). La
segunda hipótesis, por su parte, plantea la consecuencia de un retorno a las ideas o a
otra metafísica similar, donde se afirmen la realidad de entes existentes en algún paraíso
conceptual (topos uranos), en contradicción con las ideas de Heidegger39. Al respecto
dice Vattimo:

“... si no se planteasen estos interrogantes podría considerarse el hecho de que la


hermenéutica deja sin cuestionar el realismo ingenuo de la metafísica –realismo según el
cual existe el mundo y existe el sujeto que lo observa, el cual pretende describirlo o
apropiarse de él a través del ‘instrumento’ del lenguaje-.”

Vattimo rechaza la segunda hipótesis, recurriendo a la fuente, esto es, al propio


Heidegger. La construcción del Da-sein es superadora de la división cartesiana entre
sujeto congnoscente y objeto cognoscible, y, por ende, tanto de la idea de que el
“sujeto” conoce a un objeto que le preexiste –tesis común tanto de la metafísica como
del empirismo (el primero, por ejercicio de la “recta razón” y el segundo a partir de los
sentidos), como la tesis inversa del idealismo, que parte de la idea de que el “sujeto”
“constituye” al objeto a parir de su pensamiento “puro”. El Da-sein es un ser-en-el-
mundo, es decir, un sujeto entre sujetos, un objeto entre objetos, sin ser lo uno ni lo
otro40. Según este autor :

“... el pensar ‘lleva al habla’ en su decir sólo la indecible palabra del ser... Pero el actuar del
pensar no es ni teórico ni práctico, ni tampoco el ayuntamiento de ambos modos de
comportarse... Pero el pensar no es una aventure sólo en cuanto es buscar y preguntar hacia
lo impensado. El pensar está, en su esencia, como pensar del ser embargado por éste41”

Vale decir que primero esta el ser (el ser-ahí-en-el-mundo), que lo propio del ser
es el pensar y que el pensar se transforma en habla. De alguna manera se invierte el
cógito cartesiano: en lugar de “pienso, luego existo” se coloca “existo –como ser-ahí-
luego pienso. De allí el sentido que cabe darle al aforismo heideggeriano: “el lenguaje
es la casa del ser” y, a fortiori, la interpretación que hace Vattimo de la frase de
Gadamer: el ser que puede ser comprendido es lenguaje.

La Hermenéutica filosófica deja de lado, entonces, los conceptos de esencia del


hombre (de donde se desprende la idea de alma) propia de la antigüedad y de sujeto
propia de la modernidad. Literariamente lo dice Pirandello (El difunto Matías Pascal,
Uno, ninguno y cien mil, Seis personajes en busca de un autor, etc.), el premio nobel
fallecido en 1936, quién probablemente no habría leído Ser y tiempo, pero que sin duda
había recibido, directa o indirectamente, una influencia nietzscheana:

38
Ver, Vattimo, Gianni: Historia de una coma. Gadamer y el sentido del ser, Rev. Endoxa n° 20, cit. pág.
45 y sgts.
39
Ver Heidegger, Martin: ¿Qué es metafísica?, en ¿Qué es metafísica? y otros ensayos, Buenos Aires,
Fausto, 1996.
40
“El Dasein humano –ente que se encuentra en medio del ente, que se comporta frente al ente- existe d
tal modo que siempre es patente el ente en total” Heidegger, Martin: Ser, verdad y fundamentos, en ¿Qué
es metafísica y otros ensayos”, ob.cit. , págs. 90/91.
41
Heidegger, Martín: Carta sobre el humanismo, ob. cit., págs. 116/117.

18
“El hombre de que habla el zoólogo no puede jamás tener la desgracia de perder, digamos, una
pierna y ponérsela de palo; o de perder un ojo y ponerse uno de cristal. El hombre del zoólogo
tiene siempre dos piernas, ninguna de ellas de palo; siempre dos ojos, y ninguno de ellos de
cristal. Y contradecir al zoólogo es inútil. Porque el zoólogo, si le presentamos un individuo con
una pierna de palo o un ojo de cristal, nos contesta que no lo conoce, porque dicho individuo no
es el hombre, sino un hombre. Pero es igualmente cierto que nosotros, a nuestra vez, podemos
replicar al zoólogo que el hombre que él conoce no existe, y que en cambio existen los hombres,
ninguno de los cuales es idéntico a su vecino y que pueden incluso tener, por desgracia, una
pierna de palo o un ojo de cristal42.

Pero, hablando de influencias, Pirandello había impresionado al filósofo alemán


Kart Löwith43, colega de Gadamer en la Universidad de Heidelberg. Para Löwith el
individuo era la sumatoria de sus perspectivas (puntos de vista), individuales y sociales,
lejos de la ontología metafísica que antes describimos.

En resumen, la Hermenéutica filosófica actual se constituye a partir de la obra de


Nietzsche, rescatado y revalorizado por Heidegger, y luego estructurada por la obra de
Gadamer, quien -afortunadamente- tiene una gran cantidad de continuadores
contemporáneos. Por su parte, la Lingüística, coetáneamente, había seguido un camino
autónomo, más preocupada al principio por la comunicación social que por el “sujeto”
del discurso. Esta distinción entre Hermenéutica y Lingüística se reflejó inclusive en la
geografía y en la cronología de sus orígenes: mientras que la primera se enraizaba en
Alemania a comienzos del siglo XX, al mismo tiempo que en Inglaterra se sentaban las
bases de la filosofía analítica (ver cap. VI), la segunda florecía en la Francia de
posguerra. Las dos guerras mundiales del siglo pasado influyeron en la desconfianza
mutua, cuando no en la ignorancia recíproca de los estudios. Hoy en día las cosas están
cambiando un poco, y se han establecido “puentes” entre “analíticos” y “continentales”,
y entre éstos en relación con las dos disciplinas que hemos analizado en este capítulo.
Como expresa Zaccaría:

“Llegado a la madurez ‘después’ de la disolución posthegeliana del concepto de totalidad,


‘después’ de la crítica nietzscheana de la subjetividad, ‘después’ de la crítica epistemológica
del ideal de exactitud matemática, ‘después’ del abandono por Wittgenstein de la teoría
verificacionista y referencial del significado, el Linguistic Turn, o sea la constitución del
lenguaje como objeto privilegiado de la investigación filosófica, se coloca cada vez más en el
centro de todo el pensamiento occidental (y en ese sentido se hace presente, aunque de
diferentes maneras, tanto en la hermenéutica como en la filosofía analítica)”.44

Conviene, finalmente, hacer algunas distinciones: dado que tanto la Hermenútica


y la Lingüística, cuanto la filosofía analítica se ocupan del lenguaje y sus aportes, nos
interesan -en tal sentido por igual- para nuestro objetivo, que es el análisis de las
herramientas que permiten estudiar al discurso jurídico. Pero no se trata de la misma
cosa. La lingüística, en su última fase, la del lenguaje ordinario, devino una “socio-
lingüística”, puesto que centró su estudio en la eficacia de las comunicaciones reales. La
Hermenéutica, por su parte, atendió a las implicancias filosóficas del uso del lenguaje,
incluyendo sus consecuencias éticas y políticas. Se trata, en suma, de investigaciones de
un segundo nivel respecto del estudio del lenguaje. En cuanto a la filosofía analítica se

42
Pirandello, Luigi: El difunto Matías Pascal. Barcelona, Altaya, 1995, pág. 315.
43
Gadamer, Hans-Georg: Mis años de aprendizaje, Barcelona, Herder, 1996, págs. 271 y sgts.
44
Zaccaría, Giuseppe: Razón jurídica e interpretación, Madrid, Civitas, 2004, Trabajos compilados y
traducidos por Ana Messuti. Ver también Santiago Zabala ¿Qué significa pensar tras el giro lingüístico?
La filosofía de Ernst Tugendhat, en Endoxa, n° 20, ob. cit. págs. 627/637.

19
debe hacer una distinción: por un lado, el método analítico (observación de las partes
más pequeñas en que se descompone un objeto y búsqueda de unidades significativas
unívocas) constituye un procedimiento válido –aún cuando no el único- para aplicarlo al
estudio de los lenguajes, siendo sus aportes a la lógica, a las matemáticas, a la
informática y las ciencias llamadas “exactas”, de enorme importancia, aún cuando ello
no lo habilita para ser aplicado sin más a los lenguajes ordinarios, entre los cuales se
encuentra el discurso jurídico; por otro lado la fundamentación filosófica de tal método
no resulta compatible con la de la Hermenéutica, ya que se entronca en los presupuestos
gnoseológicos de la modernidad cartesiana que difieren de los de aquélla (distinción
sujeto-objeto, búsqueda de verdades indubitables –“claras y distintas” etc.). El
fundamento último de la filosofía analítica es el presupuesto que sostiene que “el todo
es igual a la suma de las partes”, lo que es o bien tautológico, si ello se verifica cuando
se define al objeto en su totalidad como equivalente a la suma de sus partes, o bien
metafísico, si se extiende su significación a la esencia de todas las cosas.

Gadamer había analizado en 1968 estas mismas relaciones entre esas disciplinas:

“Ambas parten –dice- de la expresión lingüística de nuestro pensamiento... Por ocuparse de lo


lingüístico ambas poseen una perspectiva de verdadera universalidad. Pues ¿qué hay en el
fenómeno lingüístico que no sea signo y que no sea un momento del proceso de entendimiento?
La semántica parece describir el campo lingüístico desde fuera, por la observación, y se ha
podido desarrollar una clasificación de los comportamientos en el trato con estos signos.
Debemos esa clasificación al investigador estadounidense Charles Morris. La hermenéutica,
por su parte aborda el aspecto interno en el uso de ese mundo semiótico; o, más exactamente,
el hecho interno del habla, que visto desde fuera aparece como la utilización de un mundo de
signos45.”

Y luego marca la diferencia de la actual Lingüística con las concepciones


antiguas de raíces metafísicas (ver en cap. VI, punto 1 la referencia a la búsqueda de la
lengua perfecta) y con la filosofía analítica, diciendo:

“Creo que el mérito del análisis semántico ha sido el de haber descubierto la estructura
global del lenguaje y haber relacionado con ella los falsos ideales de univocidad de los
signos o símbolos y de formalizabilidad lógica de la expresión lingüística”. (el énfasis es
nuestro).

Finalmente cabe resumir un singular trabajo de Michel Foucault referido a esta


temática. Allí señala que: “Marx, Nietzsche y Freud nos han vuelto a poner en
presencia de una nueva posibilidad de interpretación, han fundamentado de nuevo la
posibilidad de una hermenéutica. El primer libro de El capital (de Marx), textos como
El nacimiento de la tragedia y La genealogía de la moral (de Nietzsche), la
Traumdeutung (“La interpretación de los sueños” de Freud), nos ponen en presencia de
técnicas interpretativas”46. Como indica Foucault, a partir de la ruptura que produjeron
los trabajos mencionados se ha llegado a la conclusión que la interpretación precede al
signo, en lugar de la idea clásica que consideraba esa relación de un manera inversa.

Marx redefinió la economía política reduciendo los “factores de producción”


solamente al trabajo, negando, por ejemplo, tal carácter a la “renta potencial de la tierra”

45
Gadamer, Hans-Georg: Semántica y hermenéutica, en Verdad y método II, Salamanca. Sígueme, 1998,
págs. 171 y sgts. Sobre la referencia a Charles Morris ver capítulo VII punto 2.
46
Foucault, Michel, Nietzsche, Freud y Marx, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1995, págs. 36/37, (ver
biografía de Michel Foucault en el apéndice biográfico, al final de esta obra).

20
y la productividad del puro aporte de capital que había acuñado la economía clásica y
delimitando el concepto de plus valía para señalar al exceso de ganancia que producía el
trabajo y del cual se apropiaba el empleador. Estos y otros conceptos constituyeron una
nueva interpretación de la economía, de las relaciones sociales y del poder. Nietzsche,
por su parte, había señalado que el signo era en realidad una máscara que encubriría al
sentido que habría que buscar en la profundidad de aquél. Pero el significado nunca
aparecería, ya que debajo de la máscara se encontraría otra, y luego otra, y así
indefinidamente. Lo que se interpreta, en definitiva, es, a su vez otra interpretación.
Finalmente Freud a partir de la interpretación de los sueños como un proceso simbólico
de representación de la vigilia elabora el concepto de inconsciente, lugar donde se
almacenan los orígenes de los problemas psicológicos que censuramos cuando estamos
conscientes.

Foucault resalta que: “... la interpretación ha llegado a ser al fin una tarea
infinita” dado que los signos se reenvían unos a otro indefinidamente:

“Lo inacabado de la interpretación, el hecho de que ella sea siempre recortada y que
permanezca en suspenso al borde de ella misma, creo que se encuentra de una manera bastante
análoga en Marx, Nietzsche y Freud, bajo la forma del rechazo del comienzo. Rechazo de la
“Robinsonada”, decía Marx; distinción, muy importante en Nietzsche, entre el comienzo y el
origen; y carácter siempre inacabado de la marcha regresiva y analítica en Freud... [s]i la
interpretación no puede acabarse nunca es, simplemente, porque no hay nada que interpretar.
No hay nada de absolutamente primario que interpretar pues, en el fondo, todo es ya
interpretación; cada signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, sino
interpretación de otros signos47

Demás está decir que, a nuestro juicio, todas las reflexiones desarrolladas en este
capítulo introductorio siguen teniendo plena vigencia en la actualidad,
independientemente de las preferencias de cada uno. De todas maneras, vale la pena
detenerse en cada una de las variantes enunciadas, teniendo en cuenta los últimos
aportes producidos en cada una de esas áreas, y eso es lo que se intentará hacer en los
capítulos que siguen.

47
Foucault, Michel, Nietzsche, Freud y Marx, ob. cit., págs. 41/43.

21
PRIMERA PARTE
HERMENÉUTICA

El alma de la hermenéutica
consiste en la posibilidad de que
el otro pueda tener razón.
Hans-Georg Gadamer

22
CAPÍTULO II:
EL PROBLEMA HERMENÉUTICO

"Si admitimos también, como buenos


hermeneutas, que no hay hechos sino sólo
interpretaciones, entonces la que
proponemos será por de pronto una
interpretación del significado filosófico
de la hermenéutica".
Gianni Vattimo
“La comprensión es el pasatiempo de los
dioses”
Zygmunt Bauman
1. Presentación

Nos parece un abordaje adecuado tratar la antigua disciplina de la hermenéutica


bajo los matices de su problemática, en lugar de hacerlo de una manera escolar,
mediante definiciones y clasificaciones. La actitud problematizadora es la que prefiere
las preguntas a las respuestas -toda vez que siendo éstas incompletas, imperfectas,
provisorias, en suma, humanas, demasiado humanas-, aquéllas adquieren una
permanencia, tal vez la única que justifica denominar como filosofía a la historia del
pensamiento reflexivo tal como se ha venido dando en Occidente. Todas las
manifestaciones del pensamiento filosófico fueron presentándose de a poco, a tientas o a
empujones, y, luego de un tiempo suficiente, exhibidas académicamente bajo la
fascinante forma de "sistemas del mundo", como si se tratase de otras tantas geometrías
construidas según el modelo euclidiano. Basta leer los diálogos platónicos en sus
continuos debates con los sofistas o las trabajosas elaboraciones aristotélicas a partir de
ejemplos, consideraciones y refutaciones, para darse cuenta que eso fue así desde un
principio. La separación entre el período mítico y el racional en la Grecia clásica no es
sino una construcción ideal con pretensiones didácticas de la Historia de la Filosofía. El
hombre no se despertó metamorfoseado una mañana como ser racional, dejando de
pensar en las fuerzas ocultas e inexplicables que gobernaban a la naturaleza. El
pensamiento filosófico siempre presentaba lagunas que era preciso llenar, sino con
mitos olímpicos, al menos con presupuestos dogmáticos o meras tautologías. Las
incertidumbres pasaron a primer plano en los casos de las filosofías críticas, escépticas,
nihilistas y, como colofón en las orientaciones posestructuralistas de fines del siglo XX.

El problema hermenéutico, para utilizar la feliz expresión de Gadamer, consiste


en la paradoja de entender lo mismo (un texto, la tradición, la voluntad de Dios, el
espíritu de la ley) de manera diferenciada cada vez: "comprender es siempre
'comprender de otro modo'".48

El problema hermenéutico agrupa a su vez varios ramilletes de problemas. El


primero pertenece al orden epistemológico: ¿Se trata de una disciplina autónoma o
instrumental, como la lógica o las matemáticas? ¿Es algún tipo de ciencia o una
filosofía? ¿Trata de un objeto universal o de objetos particulares circunscriptos a
tiempos y lugares determinados? Más adelante ahondaremos un poco más sobre estas
cuestiones. Baste por ahora decir que no debe confundirse la reflexión hermenéutica con

48
Gadamer, Hans-Georg, Entre fenomenología y dialéctica. Intento de una autocrítica (1985), en Verdad
y Método II, ob. cit. , pág. 15.

23
los métodos de interpretación, puesto que, si bien aquélla puede servir de fundamento a
éstos, ambos campos mantienen su autonomía, como ocurre entre la Filosofía del
Derecho y las normas o estrategias procesales. Gadamer se pregunta:

"¿Qué género de ciencia es aquella que se presenta más como una prolongación de dotes
naturales y como una explicación teórica de las mismas? Se trata de un problema pendiente
para la historia de las ciencias. ¿Dónde se inscribe el arte de la comprensión? ¿La
hermenéutica es afín a la retórica o hay que aproximarla más a la lógica y a la metodología
de las ciencias? ... Al igual que el uso lingüístico, esta cuestión histórica indica también que
la noción de método que sirve de base a la ciencia moderna vino a sustituir a un concepto de
'ciencia' que se orientaba justamente en dirección a esa capacidad natural del ser humano".49

Un segundo conjunto de problemas pertenece al orden histórico: Este orden


admite, convencionalmente, una división en etapas. Una primera que podríamos
denominar como antigua, en la que la hermenéutica parece encaminarse hacia el
descubrimiento -en el sentido de develamiento- de una Verdad (natural, divina o
legislativa); una segunda que consideraremos moderna, para la cual la hermenéutica se
dirige al establecimiento de verdades convencionales a partir de la formulación de
reglas; y, finalmente, una tercera etapa que podríamos denominar de modernidad tardía
o posmodernidad, en la cual la hermenéutica investiga aceptaciones de "verdades" (o
verosimilitudes) a partir de ciertos hábitos lingüísticos.

El núcleo central del orden histórico gira alrededor de la cuestión de si se trata


de una evolución sucesiva, lineal, cronológica, de etapas que se superan unas a otras, o
si se limita a una descripción genealógica (en el sentido nietzscehano-focaultiano50) con
un resultado final acumulativo.

También pertenece a este orden el seguimiento desde sus orígenes de los géneros
o tipos clásicos de la hermenéutica: la filológica, la teológica y la jurídica, dedicadas
respectivamente a la indagación sobre el origen de las lenguas, sobre la interpretación
de los textos sagrados o sobre los textos legales.

Por último, un tercer grupo de problemas se relaciones con el orden ético: aquí
la hermenéutica indaga sobre valores implícitos en la elección de alguno de los criterios
alternativos y de sus consecuencias factuales.

El objetivo de esta presentación pretende simplemente mostrar la cartografía de


los lugares que intentaremos visitar, con mayor o menor fortuna, a lo largo de esta obra
y precisar de antemano a qué región pertenecen aquéllos, evitando en la medida de lo
posible las confusiones propias del viajero obligado a visitar distintos países y capitales
en pocos días.

Presentaremos ahora tres metáforas de pensadores contemporáneos utilizadas


para representar lo mismo: la expresión de un pensamiento problemático. En el prólogo
de las Investigaciones filosóficas, obra capital del denominado "segundo Wittgenstein",
éste señala la esencia de ese pensar problemático al decir que:

49
Gadamer, Hans-Georg, La hermenéutica como tarea teórica y práctica, ob cit, pag.294.
50
Dice Deleuze: Genealogía quiere decir, pues, origen o nacimiento, pero también diferencia o distancia
en el origen. Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Ed. Anagrama, Barcelona 1994, pág. 9.

24
"Los mismos puntos, o casi los mismos, fueron continuamente tocados de nuevo desde
diferentes direcciones y siempre se esbozaron nuevos cuadros. Un sin número de éstos estaban
mal dibujados o carecían de personalidad, aquejados de todos los defectos de un torpe
dibujante. Y cuando fueron descartados, quedó una cantidad de otros regulares que debían
entonces ser ordenados, y frecuentemente recortados, para que pudieran darle al observador
un cuadro del paisaje. Así pues, este libro es en realidad sólo un álbum".51

Similar idea es expresada por Deleuze y Guatari en la introducción a Mil


Mesetas, bajo la denominación de "rizoma":
"Resumamos los caracteres principales de un rizoma: a diferencia de los árboles o de sus
raíces, el rizoma conecta cualquier punto con otro cualquiera, cada uno de sus rasgos no
remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de
signos muy distintos e incluso estados de no-signos... Contrariamente a una estructura, que se
define por un conjunto de puntos y de posiciones, de relaciones binarias entre estos puntos y
de relaciones biunívocas entre esas posiciones, el rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de
segmentariedad, de estratificación, como dimensiones, pero también línea de fuga o de
desterritorialización como dimensión máxima según la cual, siguiéndola, la multiplicidad se
metamorfosea al cambiar de naturaleza... Contrariamente al árbol, el rizoma no es objeto de
reproducción: ni reproducción externa como el árbol-imagen, ni reproducción interna como la
estructura-árbol... Contrariamente a los sistemas centrados (incluso policentrados), de
comunicación jerárquica y de uniones preestablecidas, el rizoma es un sistema acentrado, no
jerárquico y no significante, sin General, sin memoria organizadora o autómata central,
definido únicamente por una circulación de estado."52

Por su parte también Heidegger desarrolla el mismo concepto del pensar


filosófico como problemático, con la metáfora de "caminos de bosque":

"Holz (madera, leña) es un antiguo nombre para el bosque. En el bosque hay caminos (wege),
por lo general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es a
estos caminos a los que se llama holzwege ('caminos de bosque, caminos que se pierden en el
bosque'). Cada uno de ellos sigue un trazado diferente, pero siempre dentro del mismo bosque.
Muchas veces parece como si fueran iguales, pero es una mera apariencia. Los leñadores y
guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino
que se pierde en el bosque."53

2. El comienzo del problema

Platón cuenta en el Fedro una leyenda sobre el origen de la palabra escrita, casi
al final de ese texto le hace decir a Sócrates:

"Pues bien, oí que había por Náucratis, en Egipto, uno de los antiguos dioses del lugar al que,
por cierto, está consagrado el pájaro que llaman Ibis. El nombre de aquella divinidad es el de
Theuth. Fue éste quien, primero, descubrió el número y el cálculo, y, también la geometría y la
astronomía, y, además, el juego de damas y el de dados, y, sobre todo, las letras. Por aquel
entonces, era rey de todo Egipto, Thamus, que vivía en la gran ciudad de la parte alta del país,
que los griegos llaman la Tebas egipcia, así como a Thamus llaman Amón. A él vino Theuth, y
le mostraba sus artes, diciéndole que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Pero él le
preguntó cuál era la utilidad que cada una tenía, y, conforme se las iba minuciosamente
exponiendo, lo aprobaba o desaprobaba, según le pareciese bien o mal lo que decía. Muchas,
según se cuenta, son las observaciones que, a favor o en contra de cada arte, hizo Thamus a
Theut, y tendríamos que disponer de muchas palabras para tratarlas todas. Pero cuando

51
Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas, Ed. Altaya, Madrid, 1999, pág. 11/13, (ver biografía
de Ludwig Wittgenstein en el apéndice biográfico, al final de estra obra).
52
Deleuze, Gilles y Guatari, Félix, Mil Mesetas, Capitalismo y esquizofrenia, Ed. Pre-Textos, Valencia,
1994, pág. 25/26.
53
Heidegger, Martin, Caminos de bosque, Ed. Alianza, Madrid, 1996, pág. 9.

25
llegaron a lo de las letras, dijo Theuth: 'Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los
egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y la
sabiduría.' Pero él le dijo: '¡Oh artificiocísimo Theuth! A unos les es dado crear arte, a otros
juzgar qué de daño o provecho aportan para los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú,
precisamente, padre que eres de las letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios
a los que tienen. Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al
descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a
través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es como
pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia
de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque habiendo oído
muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al
contrario, en la mayoría de los casos totalmente ignorantes, y difíciles, además, de tratar
porque han acabado por convertirse en sabios aparentes, en lugar de sabios de verdad'."54

La distinción entre "sabios aparentes" y "sabios de verdad", pasa, entonces, por


el énfasis puesto sobre el pensamiento contra la palabra escrita (lo curioso reside en el
hecho que, para manifestar esto, Platón deba recurrir precisamente a la palabra escrita).
De cualquier forma, ya en Cratilo (389e y 390e) define a la palabra como aquella que se
ha de corresponder a la naturaleza de la cosa, y por ello mismo, no a cualquiera asiste el
derecho de nombrar a los objetos, sino sólo a aquellos que por sabiduría puedan conocer
esa naturaleza. Nombrar y conocer forman una unidad: quien conoce puede decir el
verdadero nombre de las cosas, y quien las nombra está autorizado a hacerlo por ese
conocimiento "verdadero"; en cambio, quién sólo las repite por haberlas memorizado,
no hace sino representar una comedia bajo el personaje de un sabio aparente.

Aristóteles había resaltado el valor de la palabra como prueba de la "naturaleza"


política del hombre:

"La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro
animal gregario, es clara. La naturaleza, pues, como decimos, no hace nada en vano. Sólo el
hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del placer;
por eso la tienen también los otros animales. (Ya que por su naturaleza ha alcanzado hasta
tener sensación del dolor y del placer e indicarse estas sensaciones unos a otros.) En cambio,
la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y
esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el
sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones. La participación
comunitaria en éstas funda la casa familiar y la ciudad. Es decir, que, por naturaleza, la
ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros. Ya que el conjunto es necesariamente
anterior a la parte."55

Detengámonos un instante en la frase que sostiene que "la palabra existe para
manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto". La palabra es,
entonces, un medio, un vehículo, para trasladar una verdad ontológica al oído. Vehículo
idóneo, si la palabra es verdadera, es decir, si dice de lo que es que es, y de lo que no es
que no es.

Fueron algunos presocráticos quienes tempranamente elaboraron una teoría del


lenguaje, la que permanecería ocultada y denostada hasta mediados del siglo XX y que
consistió en romper la unidad del logos en tres partes no idénticas: objeto, pensamiento
y palabra. Un antecedente se encuentra en Heráclito según el cual el filósofo de Éfeso
habría dicho (fragmento 50): "No escuchándome a mí, sino a la razón (logos) sabio es

54
Platón, Fedro, (274 c a 275 b), trad. E. Lledó Íñigo. Ed. Planeta- Agostini, Barcelona, 1997.
55
Aristóteles, Política, (1253) a, trad. Carlos García Gual y Aurelio Pérez Jiménez, Ed. Altaya,
Barcelona, 1997.

26
reconocer que todas las cosas son una". Heidegger lo analiza minuciosamente y hace
las siguientes observaciones:

"Es extraño que el pensador comience con un 'no'. Pero tal vez sea destino de los pensadores
tener siempre que comenzar con una reconsideración y una recusación, para que las palabras
que ellos pronuncian no caigan inmediatamente en el achatamiento de lo que el hombre oye
diariamente (cf. la tribuna, el cine, la radio). En sentido riguroso lo realzado en el fragmento
de Heráclito no es negativo, no es un simple rechazo. Se refiere a una liberación y a un
cambio... El logos es, pues, algo pasible de escuchar, una especie de discurso y voz. Pero,
ciertamente, no la voz de un hombre que discurre a través de sonidos y pronunciación ¿Quién
discurre como logos? ¿Qué voz es esa, el logos? En el caso de que no se trate de ninguna voz
humana y, en consecuencia, de ninguna voz sonora, ¿qué voz es esa? ¿Una voz no sonora?
¿Existe eso? ¿Existe una escucha para eso? ¿Querer escuchar lo no sonoro no sería lo mismo
que querer construir una casa en el aire?... Es más necesario que las preguntas, más todavía
que las respuestas, es necesario aprender, por lo menos una vez, pensar y hacer una
experiencia como la diferencia entre escuchar, en el sentido de la percepción sensible de
ruidos y sonidos por el oído, y escuchar, en cuanto audiencia o atención obediente, y
obediencia... No escuchamos porque tengamos oídos. Tenemos y podemos tener oídos porque
escuchamos".56

Según el texto de donde se extrajo el fragmento transcripto escuchar al logos


indicaría la iniciación en el saber propiamente dicho. Pero la unidad de ese saber no es
ontológica sino gnoseológica. Heráclito (cuyo pensamiento fue siempre contrastado con
el de Parménides -el filósofo de la unidad absoluta-), introduce, creemos, el concepto de
universo conceptual como una unidad (conjunto) de multiplicidades. Estas
multiplicidades que no se reducen a la simple multiplicación de unidades, según la
conocida fórmula de Deleuze "n-1". "N" (un número infinito o transfinito) al que se le
resta el concepto de unidad elemental o atómica, que no puede ser aislado sin que pierda
su sentido, porque ese uno es ya una multiplicidad y porque su sentido depende del
conjunto del cual forma parte.57

La filosofía de Heráclito no sólo rompía la unidad del logos sino que atacaba la
raíz misma de los principios lógicos. Que lo Uno es multiplicidad vulnera al "principio
de razón suficiente", como en el fragmento 124 que reza: "Desperdicios sembrados al
azar, el más hermoso orden del mundo", al igual que al "principio de identidad", como
en el conocido fragmento 6: "A quienes penetran en los mismos ríos aguas diferentes y
diferentes les corren por encima" y al de "no contradicción", como en el fragmento
126: "Las cosas frías se calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo árido se
humedece" o en el 61: "Mar: agua la más pura y la más impura: para los peces,
potable y salvadora; para los hombres, impotable y mortal"58.

Por su parte, Protágoras acuñó el famoso aforismo según el cual "el hombre es
medida de todas las cosas; así, por tanto, como a mi me parece que son las cosas, tales

56
Heidegger, Martin, Heráclito, Ed. Relume Dumará, Río de Janeiro, 1998, (trad. del autor), págs.
255/259.
57
"(un rizoma) no está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes.
No tiene ni principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Constituye
multiplicidades lineales de n dimensiones, sin sujeto ni objeto, distribuibles en un plano de consistencia
del que siempre se sustrae lo Uno (n-1). Un multiplicidad de este tipo no varía sus dimensiones sin
cambiar su propia naturaleza y metamorfosearse". Gilles Deleuze y Félix Guatarri, op. y lug. cit.
58
Para las citas de Heráclito utilizamos la numeración de Diels y la traducción de Alberto Bernabe:
Filósofos presocráticos - De Tales a Demócrito, Ed. Altaya, Barcelona, 1997.

27
son para mi, y como a ti te parecen, tales son para ti"59. El hombre, cada hombre y
todos los hombres, como unidad de medida y de sentido. El hombre como pensamiento
y lenguaje, separado de una ontología absoluta de unidades eternas e invariables,
idénticas a si mismas. Gorgias da un paso más, y a esa separación entre el hombre y una
supuesta realidad exterior, agrega la separación entre pensamiento y lenguaje:

"En su escrito 'Sobre el no ser o sobre la naturaleza' expone tres juicios fundamentales
implicados entre si. Uno, y el primero, que nada existe. El segundo, ...aunque algo existiera,
sería incognoscible e ininteligible para el hombre...Y si pudiera ser captado, sería
incomunicable a los demás".60

Una interpretación de las aporías de Gorgias sostiene que el sofista no creía en la


verdad de sus afirmaciones, sino que ellas constituían una provocación al solo efecto de
demostrar que mediante la argumentación retórica se podían sostener hasta las tesis más
descabelladas. Esta interpretación se enrola en la filosofía platónico-aristotélica y
constituye una falacia de petición de principio, ya que da por cierta y evidente la
posición contraria a la que niegan las aporías. La fuerza de la posición del relativismo
sofístico se encuentra también en la Defensa de Palámedes, uno de los textos mejor
conservados del filósofo, donde se dice en medio de un alegato judicial:

"Si por medio de las palabras la verdad de los hechos pudiera presentarse pura y manifiesta a
los que las escuchan, os sería fácil juzgar tomando como base lo que se os ha dicho. Puesto
que no es así, poned bajo custodia a mi persona, deliberad durante un más largo tiempo y
pronunciad sentencia conforme a la verdad".61

Esa fragmentación sería luego desvirtuada por Platón, con su reducción del
mundo empírico a las "formas puras" de un mundo suprasensible, y por Aristóteles con
su apelación a una razón "natural" como fundamento último, dado que la naturaleza "no
hace nada en vano" (?). Se trata, ocioso es decirlo, de una concepción vertical y
autocrática del conocimiento, contra la concepción democrática que subyace en el
trasfondo del discurso de los sofistas.

Pero el problema de la multiplicidad dejaba irresuelto otro, que ya había


planteado la escuela de Elea, como argumento contra la oposición a lo Uno: "Pues hay
ser, pero nada, no la hay" según Parménides y su discípulo Zenón habría polemizado:

"Si hay muchos seres, es forzoso que sean tantos cuantos son, ni más ni menos que éstos. Pero
si son tantos cuantos son, serán limitados. Si hay muchos seres, los seres son infinitos, pues
siempre hay otros en medio de los seres, y a su vez otros en medio de éstos, y así los seres son
infinitos".62

Como no pueden ser a la vez finitos e infinitos, no restaría para Zenón sino
concluir que todo es Uno. Habiéndose negado al "no-ser", a la nada, la separación entre
las partes de lo múltiple estaría ocupada por otros seres, y así al infinito. Por ello, el
problema de la multiplicidad es, en definitiva, el problema del "entre". (Ver más sobre
la sofística en relación con el nacimiento de la Retórica en el Cap. XI, punto 1)

59
Platón, Cratilo, (385 - e), Lacán se pregunta: "El hombre, se nos dice, es la medida de todas las cosas.
¿Pero donde está su propia medida? ¿La tiene acaso en él mismo?" Jacques Lacán, Freud, Hegel y la
máquina, en El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Ed. Paidós, Barcelona 1984, pág.
110.
60
Sexto Empírico, Adv. Matem. (Contra los matemáticos), VII, 65 y sigs.
61
Protagoras y Gorgias, Fragmentos y testimonios, Ed. Orbis, Bs. Aires, 1984, pág. 176.
62
Trad. Alberto Bernabé, cit.

28
3. El problema de la verdad

Como venimos observando, la hermenéutica nace en el seno de la filosofía, y


relacionada con el problema de la verdad. Heidegger señala que:

"En la metafísica se lleva a cabo la meditación sobre la esencia de lo ente así como una decisión
sobre la esencia de la verdad. La metafísica fundamenta una era, desde el momento en que, por
medio de una determinada interpretación de lo ente y una determinada concepción de la verdad,
le preocupa a ésta el fundamento de la forma de su esencia. Este fundamento domina por
completo todos los fenómenos que caracterizan a dicha era y viceversa, quien sepa meditar
puede reconocer en estos fenómenos el fundamento metafísico. La meditación consiste en el
valor de convertir la verdad de nuestros propios principios y el espacio de nuestras propias
metas en aquello que más precisa ser cuestionado".63

El origen del pensamiento filosófico, presentado como una investigación acerca


de la "verdadera" naturaleza de las cosas, desemboca ineludiblemente en un callejón
(¿sin salida?) en un camino que es preciso recorrer, aún cuando no lleve necesariamente
a un destino, o que lleve a nuevas y distintas bifurcaciones: la relación entre objeto,
pensamiento y palabra, ya mencionada. ¿Existe una unidad esencial entre esos tres
elementos o se tratan de campos autónomos? Como vimos, la respuesta socrático-
platónica se inclina por la primera hipótesis, mientras que la sofística acentúa la
segunda. Sin embargo, hasta el advenimiento de la modernidad, toda la metafísica
recorrió diversas variantes de la respuesta vinculante, al punto de identificar a la
sofística con el pensamiento erróneo ("sofisma" como sinónimo de "falacia").

Si la estrecha vinculación objeto-pensamiento-palabra se distorsionaba en alguna


medida, la "verdad" se esfumaba, se escapaba entre los dedos, y por el espacio vacío se
colaba la "verosimilitud" como pariente pobre de aquélla, no invitada por serlo al
banquete de la episteme, en ocasión de celebrarse la boda entre el hombre y la sabiduría.
Lo verosímil quedaba entonces para la Retórica, como arte de la persuasión, arte
reservado a esa especie de fiestas populares en las que el hombre "vulgar" era atraído
por la elocuencia de un orador, generalmente un político, mientras que la Filosofía
(amor a la sabiduría) quedaba para los elegidos que buscaban la "demostración"
indubitable de verdades eternas. Platón despreciaba a los sofistas por ser transmisores
de conocimientos sólo aparentes presentados como verdaderos, buscando fama y dinero
a través de la persuasión y la seducción de los oyentes. Comparaba su actividad con la
cosmética por oposición a la medicina, en punto a parecer sano como opuesto a la real
curación de las enfermedades. Aristóteles, más exhaustivo, consideraba ambas, aunque
en forma separadas, como formas racionales, rigurosa la primera, no rigurosa la
segunda.

En esa postura unitaria frente al objeto-pensamiento-palabra "objetividad" era,


obviamente, sinónimo de "verdad" y la verosimilitud de "subjetividad", lo que quiere
decir que un conocimiento verdadero lo es en todo momento y en todo lugar para todas
las personas, mientras que lo verosímil dependerá de cada individuo, y de cada ocasión.
Lo universal, la verdad, la objetividad, la unidad de esa trilogía constituyeron durante
los 2.500 años de dominio de la metafísica, una garantía del orden, mientras que su
ruptura, la separación del mundo en singularidades, en opiniones subjetivas abría la
puerta al caos, a lo irracional y a los conjuntos fuera de equilibrio Pero, de pronto, se

63
Heidegger, Martín, La época de la imagen del mundo, en Caminos de bosque, op. cit., pág. 75.

29
iba a producir un cambio de dirección en la historia del pensamiento occidental, en una
época que podría caracterizarse como del "fin de la metafísica", y no sólo de la
metafísica filosófica sino también de la metafísica escondida bajo los pliegues de la
ciencia moderna.

4. Los fundadores de la hermenéutica moderna

La hermenéutica moderna reconoce dos importantes fundadores, de quienes


luego Gadamer continuaría sus enseñanzas: Schleiermacher y Dilthey. Hasta ese
momento la crítica literaria consistía en utilizar un ars explicandi a las sagradas
escrituras, a los poetas clásicos, a Homero, a Platón, etc. A partir de ellos la crítica se
convirtió en ars intelligendi, el arte de entender antes que el de explicar. Como ars
explicandi se procedía igual que los restauradores actuales de las pinturas del
renacimiento, quitando pátinas producida por siglos de suciedad, del humo de las velas,
de las sucesivas capas de barnices, del deterioro de las paredes que las soportaban y la
modificación de la pigmentación de los colores por el paso del tiempo. Se limpian las
telas, se tapan sus rajaduras, se eliminan los barnices, se repasan los colores y la obra es
exhibida. Pero, ¿que seguridad tendremos de que ahora se ve igual que cuando la
terminó el autor? No hay forma de saberlo.

El aporte más significativo de Schleiermacher (1768–1834) fue el


descubrimiento de que el acto de comprender era de igual naturaleza que el de crear.
La intepretación tiende a complementar la producción. El escritor, a menos que escriba
un “diario íntimo”, tiene necesidad para vivir como tal de todas las interpretaciones que
surjan de su texto. Los diálogos platónicos -que se encargó de traducir- personifican en
el interlocutor de Sócrates a ese necesario receptor que integrará el pensamiento del
filósofo griego. Schleiermacher sostenía -según Dilthey- que:

Toda interpretación de obras escritas no es más que la formación técnica del proceso de
comprender, el cual se extiende a la totalidad de la vida, y se refiere a todo género de discurso y
de escrito. El análisis del comprender es, pues, el fundamento para el establecimiento de las
reglas de la interpretación. La cual, sin embargo, sólo puede ser llevada a cabo en combinación
con el análisis de la producción de obras escritas (el resaltado es propio).64

La hermenéutica antigua constituía una síntesis de lógica y retórica (ver al final


de esta obra el capítulo XI). Las reglas, por lo tanto, eran a priori, y su aplicación era en
forma deductiva. La propuesta de Schleiermacher se acomodaba al método de la ciencia
moderna (recuérdese que su producción arranca a comienzos del siglo XIX) y es
deductiva -de las obras a la comprensión- e inductiva -de la comprensión a las reglas-.
La diferencia con la hermenéutica contemporánea (ver más adelante capítulo VIII), es
que ya ha pasado a segundo plano la cuestión de las reglas, cuya existencia, en todo
caso, no se consideran a priori.

También rechazó la anterior división del proceso interpretativo en gramática,


histórica, estética y real, como hacían los filólogos -actividad hoy desaparecida-, que
para interpretar un texto indagaban sobre el momento en que se había escrito (v.gr.
“Parménides produjo su obra en el período preclásico, en el momento del paso de la
etapa mítica a la racional”) sobre sus antecedentes estéticos (v.gr. “el poema de
Parménides sigue la tradición estilística de Homero”), etc., mientras que Schleiermacher
64
Dilthey, Wilhelm: El surgimiento de la hermenéutica en Dos escritos sobre hermenéutica, Madrid,
Istmo, 2000, pág, 69.

30
daba prioridad a los aspectos psicológicos trasuntados en la creación de la obra, tanto en
su aspecto interno (las ideas del autor) cuanto al externo, los signos lingüísticos
utilizados, hasta llegar a comprender al autor mejor de lo que él mismo se comprendía,
teniendo en cuenta que siempre existe una creación inconsciente, adelantándose en esto
al Psicoanálisis y a los surrealistas, que vendrían décadas después.

En síntesis, los presupuestos de Schleiermacher pueden sintetizarse en los


siguientes puntos:

1) Universalidad de la comprensión: La hermenéutica no ser reduce a la


interpretación de textos sino que abarca toda la vida humana. Vivir requiere de
la comprensión del mundo que nos rodean, de cada uno de los objetos que nos
rodea, sean éstos naturales o artificiales. Al respecto es ilustrativo recordar un
texto de Borges:
“Para ver una cosa hay que comprenderla. El sillón presupone el cuerpo humano, sus
articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar. ¿Qué decir de una lámpara o de un
vehículo? El salvaje no puede percibir la Biblia del misionero; el pasajero no ve el mismo
cordaje que los hombres de a bordo. Si viéramos realmente el universo, tal vez lo
entenderíamos”65

2) Naturaleza humana común : La comprensión se da de igual modo en todo ser


humano, no importa el lugar y el momento histórico que le tocó vivir. Esto es lo
que le permite al intérprete comprender producciones alejadas en el tiempo y en
el espacio. El hilo conductor de tal comprensión es el lenguaje, entendido como
logos o razón universal;

3) Conexión de los saberes : La actividad hermenéutica conecta saberes separados


entre sí, porque no constituye en sí un saber autónomo sino que se nutre de las
distintas disciplinas que el hombre cultiva. En rigor de verdad -señalamos
nosotros- vuelve a integrar aquello que el pensamiento antiguo hacía depender
de un sólo gran sistema (dividido en dos: física y metafísica) y que la
modernidad dividió y subdividió hasta el cansancio en diversas disciplinas. Sin
embargo, aquellas obras aristotélicas que la posteridad bautizó como Organon
(herramienta) vale decir, la retòrica y la lógica, también carecían de un objeto
propio y se servían del resto del conocimiento.

4) Círculo hermenéutico :La tarea del intérprete no es unidireccional sino en


espiral, que va y vuelve de la parte al todo en forma reiterada (método
inductivo–deductivo), como se ilustra en la figura 1. En el diagrama incluimos a
la “precomprensión” que va a ser introducida posteriormente por Gadamer como
una etapa previa a la comprensión, cuando el conocimiento es sólo superficial,
conjetural, prejuicioso, incompleto, etc.

5) Comprensión superior a la del propio autor : Desprendida de su autor la obra,


cobra una efectividad histórica por obra del intérprete, como sería el caso de la
labor del juez frente al texto del legislador.

65
Borges, Jorge Luis: There are more things en El libro de arena, Madrid, Alianza, 1998, pág, 63.

31
De los cinco presupuestos mencionados, cuatro son igualmente aceptables por la
hermenéutica contemporánea. En cambio, se rechaza el segundo por su impronta
metafísica, que presupone que los hombres tienen una idéntica naturaleza (que no es lo
mismo que decir que son iguales en dignidad y derechos), naturaleza que surge de su
propio lenguaje. Como veremos en el capítulo siguiente, idéntico presupuesto rigió
cuando se intentó traducir los jeroglíficos egipcios y los “glifos” mayas, pensando que
los dibujos representaban letras, a la manera de las lenguas europeas, y no ideas, sílabas
o palabras completas. Precisamente la búsqueda de un lector homogéneo fue y sigue
siendo el problema de los lingüistas modernos, que se refieren a una difusa “masa
hablante” (Saussure) “comunidad lingüística” (Morris) o “lector modelo” (Eco).

DIAGRAMA DEL CÍRCULO HERMENÉUTICO

(TEXTO)

 : PRESUNCIONES Y PREJUICIOS

 : CONOCIMIENTO Y CREACIÓN

Fig.1

Según Bauman, un texto escrito, una obra de arte, un código legal o un ritual
presentan el problema de la comprensión a través de la interpretación al perder el
contacto con la vida que les daba su original sentido. Dice también:

“Es obvio que no podemos comprender a un árbol; decir que no se puede comprender a un
árbol significa que el árbol no tiene significación ni valor. Sólo pueden ser significativos
aquellos objetos que, en principio, están abiertos a la comprensión. La comprensión y el
descubrimiento de la significación, o el valor, son una misma cosa. Pero la comprensión es,
asimismo, la victoria sobre la resistencia… la comprensión comienza donde la comprensión
prerreflexiva, espontánea, muestra los primeros síntomas de insuficiencia.”66

66
Bauman, Zygmunt: La hermenéutica y las ciencias sociales, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002, págs.
28/31.

32
Para Dilthey (1833 – 1911) El comprender “…cae bajo el concepto universal
del conocer, tomando conocer en el sentido más amplio como el proceso en el que se
aspira a un saber de validez universal”. Sintetiza la teoría en seis proposiciones:

“1) Llamamos comprender al proceso en el que, a partir de las manifestaciones


dadas sensiblemente de la vida anímica, ésta llega al conocimiento…

2) Por diferentes que puedan ser las manifestaciones sensiblemente captables de


la vida anímica, la comprensión de las mismas ha de tener características
comunes dadas por las condiciones, ya indicadas, de este modo de
conocimiento…

3) Al comprender técnico de las manifestaciones de la vida fijada por escrito lo


llamamos interpretación...

4) Es necesario que la técnica de los intérpretes geniales sea fijada en reglas,


tal como se hallan contenidas en su método o tal como éstos intérpretes se han
hecho conscientes de ellas...

5) Comprender, tomado en la amplia extensión que vamos a dar ahora, es el


procedimiento fundamental para todas las demás operaciones de las ciencias
del espíritu…

6) El análisis epistemológico, lógico y metodológico del comprender es una de


las tareas capitales para la fundamentación de las ciencias del espíritu.”67

Aquello que Dilthey llama “vida anímica” apunta a lo que hoy llamaríamos
Psique (recuérdese que La interpretación de los sueños es de fines del siglo XIX al
igual que El surgimiento de la hermenéutica, por lo que ambas investigaciones pueden
considerarse paralelas). La reducción de la hermenéutica a las “ciencias del espiritu” es
propia de la época, todavía influida por la clasificación kanteana. Hoy diríamos que la
comprensión es el paso inicial de todo conocimiento humano, y que la interpretación de
un fenómeno natural no difiere de la interpretación de un texto. En cuanto a las reglas
que Dilthey reclama, nos remitimos a lo dicho al respecto al comentar la obra de
Schleiermacher.

5. Nietzsche dixit

A los 24 años de edad Friedrich Nietzsche es nombrado catedrático de filología


clásica en la Universidad de Basilea, pese a que sólo contaba como antecedentes con
algunos artículos publicados en una revista académica. Al año siguiente escribe en los
meses de verano el primer ensayo que daría lugar, posteriormente, a su primer libro de
análisis helenístico que titula El nacimiento de la tragedia y cuyo subtítulo reza Grecia
y el pesimismo, esta obra fue escrita bajo el aliento del músico alemán Richard Wagner
y traduce en gran medida la admiración que sentía por la música del gran compositor.
En una carta de la época Nietzsche confiesa que "Ciencia, arte y filosofía crecen ahora

67
Dilthey, Wilhelm: El surgimiento de la hermenéutica – Añadidos a los manuscritos, ob. cit. págs.
83/87.

33
tan juntos dentro de mi, que en todo caso pariré centauros".68 Esta afirmación respecto
de la unidad de estas tres disciplinas sintetizan el giro copernicano que en el
pensamiento occidental produce la obra de este pensador, unidad que rompe con la
fragmentación propia del conocimiento moderno, pero que también socava las bases del
pensamiento antiguo cuya unidad se apoyaba en, como hemos visto, el fundamento
trascendente, metafísico, de la verdad. En el prólogo de El nacimiento de la tragedia
dedicado a Wagner, escribe refiriéndose a aquéllos "que no sean capaces de reconocer
en el arte nada más que un accesorio divertido":

"A estos hombres serios sírvales para enseñarles que yo estoy convencido de que el arte es la
tarea suprema y la actividad propiamente metafísica de esta vida, en el sentido del hombre a
quien quiero que quede dedicado aquí este escrito, como a mi sublime precursor en esa
vida".69

Es así que Nietzsche se lanza a la aventura hermenéutica de reinterpretar a los


griegos no desde su metafísica sino desde su arte, utilizando como clave a las figuras
míticas de Apolo y de Dionisio, en lucha constante entre sí. El primero, productor de
belleza conforme a reglas, el segundo, mediante una creatividad embriagada y
embriagadora. La tragedia griega, como género literario, resulta de una síntesis entre
ambas fuerzas, que se mueven en una realidad onírica creando un efecto de realidad
distinta de la "realidad" empírica que nuestros sentidos nos proporcionan en la vigilia. A
partir de esta concepción del arte Nietzsche hace un parangón con la filosofía
metafísica, presentándola como una especie de sueño:

"La relación que el filósofo mantiene con la realidad de la existencia es la que el hombre
sensible al arte mantiene con la realidad del sueño; las contempla con minuciosidad y con
gusto; pues de esas imágenes saca él la interpretación de la vida, mediante esos sucesos se
ejercita para la vida"70

Habría que esperar varias décadas para que Freud escribiese La interpretación
de los sueños y para que hiciese su aparición el surrealismo como escuela o tendencia
artística -temas de los que nos ocuparemos en el Capítulo IV-, a fin de indagar sobre la
relación entre el sueño y aquello que aquél denominó el inconsciente, y entre lo onírico
y el arte como su expresión auténtica, según la concepción surrealista, pero más aún
para llegar tan lejos como para subordinar en aquella categoría a la propia metafísica. El
libro que estamos comentando provocó la ira de los colegas académicos de Nietzsche y
a la postre su abandono de la Universidad y su trabajo en solitario hasta la pérdida
completa de lucidez. Incluso contribuyó a su ostracismo intelectual no sólo su visión
contraria a los cánones dominantes, que lo privó de interlocutores, discípulos y
continuadores, sino una injusta fama postmortem, difundida entre otros por su propia
hermana, que intentó presentar sus libros y manuscritos como fundamentación teórica
del nacional-socialismo. La reivindicación del pensamiento nietzscheano resultó tardía,
y al primero que corresponde señalar en tal sentido es a Martin Heidegger, quién lo cita
brevemente ya en El ser y el tiempo de 1927 a propósito del valor de la historiografía71
y que luego desarrolla extensamente en los cursos dictados en Friburgo, Alemania, entre

68
Nietzsche, Friedrich, El nacimiento de la tragedia, introducción del traductor Andrés Sánchez Pascual,
Ed. Alianza, Madrid, 1997, pág. 11, (ver biografía de Friedrich Nietzsche en el apéndice biográfico al
final de esta obra).
69
Nietzsche, Friedrich, op. cit., pág. 39.
70
Nietzsche, Friedrich, op. cit., pág. 42. Recordar el frag. 21 de Heráclito: Muerte es cuanto vemos
despiertos; cuanto vemos dormidos, visiones reales.
71
Heidegger, Martin, El ser y el tiempo, Ed. Planeta Agostini, Barcelona, 1993. Parágrafo 76.

34
1936 y 1940, publicados en dos volúmenes recién en 196172. En esa segunda mitad del
siglo XX Nietzsche es rehabilitado y la hermenéutica adquiere un nuevo rumbo,
mediante la disociación de aquella trilogía básica: objeto-pensamiento-palabra, a los que
habría que agregar, como veremos, los conceptos de "imagen" y "función" (ver Capítulo
IV), y el reemplazo de la búsqueda de la verdad originaria (aletheia) por la problemática
del sentido, que no es un concepto puramente lingüístico. Señala Deleuze analizando la
obra de Nietzsche:

"Un fenómeno no es una apariencia ni tampoco una aparición, sino un signo, un síntoma que
encuentra su sentido en una fuerza actual, Toda filosofía es una sintomatología y una
semiología. Las ciencias son un sistema sintomatológico y semiológico. A la dualidad
metafísica de la apariencia y de la esencia, y también a la relación científica del efecto y la
causa, Nietzsche opone la correlación de fenómeno y sentido... El sentido es pues una noción
compleja: siempre hay una pluralidad de sentidos, una constelación, un conjunto de
sucesiones, pero también de coexistencias, que hace de la interpretación un arte. 'Cualquier
subyugación, cualquier dominación equivale a una nueva interpretación'. La filosofía de
Nietzsche no se comprende mientras no se tenga en cuenta su esencial pluralismo... No hay
ningún acontecimiento, ningún fenómeno, palabra ni pensamiento cuyo sentido no sea
múltiple. Algo es a veces esto, a veces aquello, a veces algo más complicado, de acuerdo con
las fuerzas (los dioses), que se apoderan de ello... En la idea pluralista de que una cosa tiene
varios sentidos, en la idea de que hay varias cosas , y 'esto y después aquello' para una misma
cosa, observamos la más alta conquista de la filosofía, la conquista del concepto verdadero, su
madurez y no su renuncia ni su infancia. Porque la evaluación de esto y aquello, el delicado
acto de pensar las cosas y los sentidos de cada una, la estimación de las fuerzas que definen en
cada instante los aspectos de una cosa y sus relaciones con las demás, todo aquello (o todo
esto) revela el arte más alto de la filosofía, el de la interpretación."73

Nietzsche es un autor difícil de leer por múltiples razones. No se trata de que


utilice un vocabulario abstruso o formas rebuscadas de expresión. El principal problema
es que su filosofía ataca a una forma de pensar que había dominado a Occidente desde
los orígenes de su cultura hasta ese momento y continúa haciéndolo, aunque en menor
medida hasta el presente: el pensamiento acerca de la "verdad". Seguidamente, cuesta
darse cuenta que ese mismo ataque se hace autorreferente, vale decir que se aplica al
mismo texto nietzscheano. Si refuta a los profetas de la "verdad" no es para colocarse en
su lugar a fin de establecer otras verdades. En los Ditirambos Dionisíacos, compuesto
en 1888, único libro de poemas y último texto que entregó personalmente a la imprenta
antes de perderse definitivamente en la niebla de la locura, se puede leer el siguiente
fragmento:

"¿Tú, el pretendiente de la verdad? - así se burlaban -


¡No! ¡Sólo un poeta!
Un animal astuto, saqueador, rastrero,
que ha de mentir,
que premeditadamente, intencionadamente
ha de mentir,
multicolor enmascarado,
máscara para si mismo,
presa de si mismo,
¿es eso el pretendiente de la verdad?...
¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!
Solamente un multicolor hablar,
Hablar polícromo de enmascarado bufón,
Que trepa por mendaces puentes de palabras,

72
Heidegger, Martin, Nietzsche, Ed. Destino, Barcelona, 2000.
73
Deleuze, Gilles, Nietzsche y la filosofía, op. cit. págs. 10/11

35
Sobre un arcoiris de mentiras
Entre falsos cielos
Deslizándose y divagando.
¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!74

Si Nietzsche no pretende reemplazar viejas verdades por otras nuevas, tampoco


puede decirse, como parece desprenderse del poema, que sus expresiones contengan
falsedades, dado que, lógicamente hablando, la falsedad no es sino una verdad de signo
contrario. Al identificar locura con poesía, como antes lo había hecho con el sueño,
refuta ambos términos del binomio verdad-falsedad propios de la lógica bivalente. Así
como de un sueño no se puede sostener que sea falso, porque efectivamente se soñó, ni
verdadero, pues lo ocurrido en el sueño no lo fue en "la realidad", (y lo mismo respecto
de la poesía y de las alucinaciones de un loco), lo que refuta Nietzsche es la pretensión
de verdad de las palabras, siempre menesterosas para transcribir una idea, un
pensamiento. Esta es la nueva vía que abre este pensador para la hermenéutica, más allá
de la filología como estudio de los lenguajes, de sus orígenes y de sus supuestas
distintas evoluciones históricas. Señala Vattimo al comentar estos aspectos de la obra de
Nietzsche que:

"La sociedad surge cuando un sistema metafórico se impone sobre los otros, se convierte en el
modo públicamente prescrito y aceptado de señalar metafóricamente las cosas (es decir, de
mentir). Desde ese momento, los distintos sistemas metafóricos, tanto pasados como futuros,
quedan reducidos al nivel de la 'poesía', o sea, al nivel de las mentiras reconocidas como
tales".75

74
Nietzsche, Friedrich, Ditirambos Dionisíacos, Ed. Los libros de Orfeo, Bs. Aires, 1994, págs. 10/11.
75
Vattimo, Gianni, Introducción a Nietzsche, Ed. Península, Barcelona, 1996, pág. 32

36
CAPITULO III:
DEFINICIÓN DE HERMENÉUTICA

Si cada lengua es una acepción del


mundo, no lo es tanto en su calidad de
representante de un determinado tipo de
letra ( que es como considera la lengua
el lingüista), si no en virtud de aquello
que se ha hablado y transmitido en ella.
Hans-Georg Gadamer.

1. ¿Qué es una "buena" hermenéutica?

Hans-Georg Gadamer, en un estudio sobre Parménides, desliza la siguiente


definición: "El principio de una buena hermenéutica es siempre interpretar un texto de
modo que quede explícito lo que en él está implícito"76. La claridad del concepto no
impide, sin embargo, que nos formulemos algunos interrogantes: ¿qué es una "buena"
hermenéutica y cómo se diferencia de una "mala" hermenéutica? ¿qué es lo que está
"implícito" en un texto y cómo hace la hermenéutica para averiguarlo?. Si no nos
detenemos en estas preguntas corremos el riesgo de considerar a la definición como
circular, toda vez que la bondad de la hermenéutica estará definida por el
descubrimiento de lo implícito, y lo implícito como el resultado de una buena
hermenéutica.

Para ejemplificar las cuestiones planteadas recurramos a ejemplos literarios. En


la narración El escarabajo de oro de Edgar Allan Poe, el personaje descubre un texto
con caracteres numéricos intercalados con otros símbolos de distinta grafía (asteriscos,
cruces dobles, etc.) e infiere que cada símbolo corresponde a una letra, que el texto
contiene un mensaje decodificable y que el idioma de referencia es el inglés.
Seguidamente, partiendo de la base de que en este idioma la letra que más se utiliza es
la "e" y luego, en orden decreciente las letras "o", "i", "d", "h", "n", "r", "s", "t", etc. Así
logra decodificar por la frecuencia de la aparición de los símbolos, el siguiente texto:

"Un buen vidrio en el hotel del obispo en la silla del diablo - cuarenta y un grados trece minutos
- nornordeste tronco principal rama lado este - tirad del ojo izquierdo del ojo del muerto - una
línea de abeja del árbol a través del tiro cincuenta pies afuera"

76
Gadamer, Hans-Georg, Parménides y las dóxai brotón en El inicio de la filosofía occidental, Ed.
Paidós, Barcelona, 1995, págs. 111/112.

37
.
Averigua que el "hotel del obispo" era un nombre que los lugareños daban a una
roca y que una saliente era la que podía ser llamada "silla del diablo". Deduce que la
palabra "vidrio" se refiere a un telescopio y concluye su relato de la siguiente manera:

"Decidí utilizar el telescopio. Por supuesto, los 'cuarenta y un grado y trece minutos' sólo
podían referirse a la elevación sobre el horizonte visible, ya que el sentido horizontal estaba
claramente indicado por las palabras 'nordeste y norte'. Establecí esta última dirección con la
ayuda de una brújula de bolsillo después, apuntando con el telescopio lo más cerca posible de
un ángulo de cuarenta y un grados de elevación, lo moví con cuidado hacia arriba y hacia abajo
hasta que me llamó la atención un orificio en la copa de un árbol que sobrepasaba a todos los
demás desde la distancia. En el centro de esta copa vi un punto blanco, pero no podía distinguir
qué era. Ajusté el foco del telescopio y miré nuevamente, hasta que descubrí que se trataba de
un cráneo humano. Al descubrir esto, me alegré tanto que consideré resuelto el enigma, ya que
la frase 'tronco principal, séptima rama, lado este' sólo podía referirse a la posición del cráneo
en el árbol, mientras que 'tirad del ojo izquierdo de la cabeza del muerto' no admitía a su vez
más que una interpretación, en relación con la búsqueda de un tesoro escondido. Comprendí que
se trataba de dejar caer una bala desde el ojo izquierdo del cráneo y la línea de abeja o, en
otras palabras, la línea recta, dibujada desde el punto más cercano del tronco a través del
'disparo' (o el lugar donde la bala caía) y siguiendo hasta una distancia de cincuenta pies,
indicaría un punto determinado, y debajo de este punto pensé que sería al menos posible que se
ocultara un valioso depósito".77

¿Es ésta una "buena" hermenéutica? Se supone, en primer lugar, que se trata de
un texto, vale decir que contiene un mensaje. Por lo tanto se supone que los grafismos
son símbolos, que cada uno de ellos representa una letra, que esa letra corresponde a un
discurso inglés, que se refiere al lugar donde se encuentra escondido un tesoro, que la
frecuencia de aparición de cada letra del texto reproduce la frecuencia de utilización de
las letras en ese idioma (es sabido que la estadística general no siempre resulta aplicable
a una pequeña muestra de ese universo lingüístico), que "vidrio" es telescopio, que el
nombre de la roca permanece invariable desde la época de los piratas, que la "silla del
diablo" es esa saliente y no otra, etc. Son demasiadas suposiciones. Por ello el personaje
concluye que la ubicación del tesoro es "al menos posible". ¿Tanta seguridad en la
interpretación para concluir en una mera posibilidad? El autor no se engaña, y sabe que
tales suposiciones son sólo eso.

Otro dato interesante es que Poe, más allá de las licencias literarias, como
representante de la modernidad se apoya en el método "científico": presupuestos,
observación y deducción. ¿Podremos, a esta altura, concluir que todo el arsenal
epistemológico sólo sirve para llegar a una mera posibilidad? Por ahora, nos
contentaremos con dejar planteado el interrogante.

El siguiente ejemplo lo tomamos de las Aventuras de Sherlock Holmes de Sir


Arthur Conan Doyle. El detective escruta a su visitante y, según el relato de Watson,
expresa:

"-Al margen del hecho evidente de que en un tiempo hizo algún trabajo manual, de que inhala
rapé, que es francmasón, que ha estado en China y que últimamente ha dedicado un tiempo
considerable a escribir.
Jabez Wilson se enderezó en su silla, con el índice sobre el periódico, pero con los ojos clavados
en mi compañero.

77
Poe, Edgar Allan, El escarabajo de oro en Narraciones extraordinarias, Ed. Sol 90, Barcelona, 2000,
págs. 7 y sigtes. (El subrayado nos pertenece).

38
-¡En nombre de lo que más quiera! ¿Cómo ha averiguado todo esto, señor Holmes? -inquirió-.
Es tan cierto como el Evangelio, puesto que empecé como carpintero de rivera.
-Sus manos, mi querido señor. Su mano derecha es como un número más grande que su mano
izquierda, ya que sus músculos están más desarrollados debido al trabajo que han ejercido.
-De acuerdo, pero... ¿y el rapé? ¿Y la francmasonería?
-No quiero insultar su inteligencia contándole cómo lo he descubierto, especialmente cuando
lleva una aguja de corbata con el arco y el compás, contraviniendo las estrictas reglas de su
orden.
-Sí, claro. Lo había olvidado, pero, ¿y en cuanto a escribir?
-¿Qué otra cosa puede indicar este puño tan reluciente de la manga derecha y esta zona rozada
de su codo izquierdo, allí donde lo apoya en el escritorio?
-¿Y China?
-El pez cuyo tatuaje luce usted en la muñeca derecha sólo puede haber sido hecho en China. He
efectuado un pequeño estudio sobre tatuajes, e incluso e contribuido a la literatura sobre el
tema. Ese truco de teñir las escamas de los peces con un delicado color rosado es muy peculiar
de China. Cuando además veo que lleva una moneda china que cuelga de la cadena del reloj, la
cuestión resulta todavía más esclarecedora.
Jabez Wilson se echó a reír de buena gana.
-¡Esta sí que es buena! -exclamó-. Creí al principio que había usted hecho algo ingenioso, pero
ahora me doy cuenta, después de todo, que no hay ningún mérito en ello.
-Empiezo a pensar, Watson -dijo Holmes-, que cometo un error al dar explicaciones. Ya sabe
que omne ignotum pro magnifico, y tal como están las cosas, mi pobre y pequeña reputación se
irá a pique si soy tan ingenuo."78

¿Cómo sabía Sherlock Holmes que la mano derecha más grande indicaba un
trabajo manual y no una malformación congénita? ¿Que el alfiler de corbata indicaba la
pertenencia a la francmasonería, violando las reglas de la orden y no simplemente
producto de un obsequio o de un hallazgo y que el usuario desconocía su significado?
¿Que el tatuaje había sido hecho en China y no en Londres por un tatuador chino? ¿ Que
la moneda era un recuerdo de su paso por China y no un objeto comprado en un negocio
de numismática? ¿Que el brillo en el puño derecho y en el codo izquierdo eran el
producto de la actividad de escribir y no de otra que implicase el mismo desgaste?.
Nuevamente demasiadas suposiciones y nuevamente el método científico moderno:
presupuestos, observación y deducción.

2. Legitimación por el resultado y legitimación por la autoridad

Si comparamos ambos ejemplos estaríamos tentados a sostener que la "buena"


hermenéutica se relaciona con la obtención del resultado esperado: encontrar el tesoro
escondido en el cuento de Poe y las actividades reales del observado en el de Conan
Doyle. Pero, en los dos casos el resultado es aleatorio: el tesoro pudo ser encontrado por
coincidencia o la deducción haber sido correcta y el tesoro removido con anterioridad,
el señor Wilson podía haber desarrollado un trabajo manual e igualmente el mayor
desarrollo de su mano derecha, resultar de una malformación genética, etc. Si la "buena"
hermenéutica depende de un resultado fáctico, cualquier interpretación, por
descabellada o irracional que fuese, sería "buena" si produce el resultado esperado, con
lo que no podría distinguirse entre una "buena" y una "mala" interpretación. La
legitimación por el resultado constituye un principio economicista vinculado al
mercado.

78
Conan Doyle, Arthur, La liga de los pelirrojos, en Aventuras de Serlock Holmes, Ed. Óptima,
Barcelona, 2000, págs. 35/36.

39
En ese sentido, es ilustrativo el cuento de Jorge Luis Borges La muerte y la
brújula, allí, en una ciudad que según su autor podría ser Buenos Aires enmascarada
con nombres extranjeros ocurren tres homicidios con una "simetría en el tiempo, (3 de
diciembre, 3 de enero, 3 de febrero); simetría en el espacio también..." puesto que los
lugares donde se habían cometido, marcados en un mapa formaban un triángulo
equilátero. El detective del cuento, Lönnrot, razonador a la manera de Sherlock Holmes,
partiendo de una antigua creencia de que el verdadero nombre de Dios consta de cuatro
letras (tetragrámaton) y suponiendo que el asesino busca escribirlo con sus homicidios,
concluye que ha de ocurrir un cuarto crimen el 3 de marzo en un lugar que señala en el
mapa mediante otro triángulo equilátero, cuya base se apoya en la base del anterior,
formando así un rombo perfecto. La predicción de Lönnrot resulta acertada. En el lugar
y fecha indicados se encuentra con el homicida, sin haber advertido que él sería la
cuarta víctima. Su victimario antes del disparo fatal confiesa al detective:

"... yo... intercalé repetidos indicios para que usted, el razonador Erik Lönnrot comprendiera
que (la serie de crímenes) es cuádruple... Yo mandé el triángulo equilátero... Yo presentí que
usted agregaría el punto que falta. El punto que determina un rombo perfecto, el punto que
prefija el lugar donde una exacta muerte lo espera. Todo lo he premeditado, Erik Lönnrot, para
traerlo a usted a las soledades de Triste- le-Roy."79

¿El resultado legitima la hermenéutica del Lönnrot?. Desde el punto de vista de


la predicción pareciera que sí. Sin embargo, a juzgar por el final de la narración, más
acertada fue la predicción del asesino, que se basó no en una interpretación propia sino
en las características razonadoras de su víctima, para llevarlo hacia una trampa mortal.
La interpretación de Lönnrot fue lógica solamente porque así lo había dispuesto su
homicida. De esto se desprendería que una interpretación es ajustada a una lógica,
cuando ésta coincide con la lógica de quien elucubró el plan instalando los indicios
convenientes. Esto se confirma al final del cuento cuando se escuchan las últimas
palabras de Lönnrot:

"-En su laberinto sobran tres líneas -dijo por fin-. Yo sé de un laberinto griego que es una línea
única, recta. En esa línea se han perdido tantos filósofos que bien puede perderse un mero
detective... cuando en otro avatar usted me de caza, finja (o cometa) un crimen en A, luego un
segundo crimen en B, a 8 kilómetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilómetros de A y de
B, a mitad de camino entre los dos. Aguárdeme después en D, a 2 kilómetros de A y de C, de
nuevo a mitad de camino. Máteme en D, como ahora va a matarme en Triste-le-Roy".80

Interpretar no es una actividad que se dirija exclusivamente a los textos escritos,


los críticos de arte dirigen sus afanes a la lectura de obras plásticas. Todos conocemos el
“Guernica” de Picasso. Recordamos que hay un caballo, un toro, unas lámparas, unas
mujeres, un soldado muerto y nosotros hicimos el ejercicio de leer diversas
interpretaciones del “Guernica”. Por ejemplo, en la parte superior hay una lamparilla
encendida. Para algún intérprete, con influencia lacaneana, la bombilla representa la
tecnología y asocia “bombilla-bomba”; en una segunda interpretación esa misma
lámpara es una “vagina dentada”, expresión que usó alguna vez Picasso en medio de
una pésima relación con su mujer. Finalmente, para una tercera interpretación de la
misma lámpara -cuya luz es muy corta, es decir, no ilumina nada-, representa la mentira
del franquismo que justificó el bombardeo de la villa de Guernica imputándoselo a los
propios republicanos, diciendo que se mataban entre ellos. Cuando le preguntaron a

79
Borges, Jorge Luis, La muerte y la Brújula en Artificios, Ed. Alianza, Madrid, 1993, págs. 48/49.
80
Borges, Jorge Luis, op. y lug. cit.

40
Picasso qué significaba la obra, respondió: lo que está dibujado, eso es un toro, eso un
caballo, eso una lámpara, etc. Si yo hubiera querido hacer un manifiesto lo hubiese
escrito, no lo hubiese pintado. En realidad, Picasso tenía razón, el “Guernica” no
significa nada, y nada hubiese significado si no hubiese tenido el título “Guernica”. Y la
palabra "Guernica" no pasaría de ser un toponímico si no evocase, por la proximidad de
las fechas, por la nacionalidad y la ideología de su autor, al bombardeo de la villa vasca
ocurrido en el transcurso de la guerra civil española. Otro ejemplo, que obviaremos
transcribir, puede encontrarse en las primeras páginas de El Evangelio según Jesucristo
del novelista portugués José Saramago, en el que interpreta un cuadro cuyo motivo es la
Crucifixión y en el que abundan también, las suposiciones y la deducción a partir de los
datos visuales del grabado.

También se observa la relación entre imagen e interpretación en el cuento de


Ítalo Calvino Serpientes y Calaveras del cual extraemos el siguiente fragmento:

“En México el señor Palomar visita las ruinas de Tula, antigua capital de los Toltecas. Lo
acompaña un amigo mejicano, conocedor apasionado y elocuente de las civilizaciones
prehispánicas, que le cuenta bellísimas leyendas de Quetzacóatl... Todo esto hay que creerlo
porque sí; además, sería difícil demostrar lo contrario. En la arqueología mejicana, cada
estatua, cada objeto, cada detalle de bajo relieve significa algo que significa algo que a su vez
significa algo. Un animal significa un dios que significa una estrella que significa un elemento o
una cualidad humana y así sucesivamente... Por detrás de la pirámide pasa un corredor o
trinchera entre dos muros, uno de tierra batida, el otro de piedra esculpida: el Muro de las
Serpientes. Es tal vez la parte más bella de Tula: en el friso en relieve se suceden serpientes
cada una de las cuales tiene en las fauces abiertas una clavera humana como si estuviera por
devorarla. Pasan los muchachos. Y el maestro: ‘Este es el Muro de las Serpientes. Cada
serpiente tiene en la boca una calavera. No se sabe lo que quieren decir.’ El amigo no puede
contenerse: ‘¡Sí que se sabe! Es la continuidad de la vida y de la muerte, las serpientes son la
vida, las calaveras son la muerte; la vida que es vida porque lleva en sí la muerte y la muerte
que es muerte porque sin muerte no hay vida...’ Los muchachos escuchan con la boca abierta,
los negros ojos atónitos. El señor Palomar piensa que toda traducción requiere otra traducción
y así sucesivamente. Se pregunta: ’¿Qué quería decir muerte, vida, continuidad, pasaje, para los
antiguos Toltecas? ¿Y qué cosa puede querer decir para estros muchachos? ¿Y para mi?’... No
interpretar es imposible, como es imposible abstenerse de pensar. Apenas los estudiantes
desaparecen en un recodo, la voz obstinada del maestrito prosigue: ‘No es verdad lo que ha
dicho ese señor. No se sabe lo que quieren decir’.”81

En este caso no hay resultado que legitime una interpretación. Las dos que se
articulan, la del experto mejicano y la del maestro, la primera otorgando un sentido a las
figuras y la segunda que lo niega, sólo pueden lograr aceptación sobre la base de la
autoridad del intérprete. La legitimación por la autoridad responde a un criterio
político o aristocrático, en ambos casos de orden jerárquico.

Deleuze, analizando la obra de Nietzswche señala que para éste autor : “una
palabra quiere decir algo en la medida en que quien la dice quiere algo al decirla... el
origen del lenguaje (es) un acto de autoridad emanado de los que dominan”82

Lewis Carrol, en un conocido fragmento de Alicia a través del espejo, ilustra


sobre este último modo de legitimación de la siguiente manera:

“- Ya ves. ¡Te has cubierto de gloria!

81
Calvino, Italo, Palomar, Ed. Alianza, Bs. Aires, 1985, págs. 98/101.
82
Deleuze, Gilles, Nietzsche y la filosofía, ob. cit., pag.107

41
- No se qué es lo que quiere decir con eso de la ‘gloria’ -observó Alicia.
Humpty-Dumpty sonrió despectivamente.
- Pues claro que no..., y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que ‘ahí te he dado
con un argumento que te ha dejado bien aplastada’.
- Pero ‘gloria’ no significa ‘un argumento que te deja bien aplastado’ -objetó Alicia.
- Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty-Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-
quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
- La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas
diferentes.
- La cuestión -zanjó Humpty-Dumpty- es saber quién es el que manda.”83

En el fragmento transcripto de Lewis Carrol se advierte, de manera explícita, el


argumento de autoridad. Éste puede ser de dos tipos: autoridad formal (de un órgano de
gobierno) o intelectual (por el prestigio del intérprete), en ambos casos la autoridad es
una cuestión de hecho que reposa en el reconocimiento, forzado o voluntario, de la
misma.
Un ejemplo de autoridad intelectual aparece en el episodio conocido como
"piedra de Rosetta". Esta piedra hallada en 1799 durante la ocupación francesa en
Egipto, escrita en caracteres griegos, demónicos (escritura cursiva derivada de la
escritura hierática que esquematizaba los ideogramas jeroglíficos combinada con
caracteres fonéticos) y jeroglífica, permitió en 1822 al científico Champollion
“descifrar” la escritura jeroglífica y, a partir de allí interpretar las inscripciones
encontradas en los monumentos del antiguo Egipto y reconstruir la historia de ese
pueblo transcurrida en milenios anteriores a la era cristiana.

Si pensamos en los problemas de traducción entre idiomas modernos,


imaginemos las dificultades y lo aleatorio de aquella traducción, similares a las
descriptas en el cuento de Poe. En primer lugar, hay que partir de la suposición de que
los tres textos reflejan un único y mismo mensaje; seguidamente, hay que suponer que
quien efectuó sus versiones dominaba las tres lenguas y que, a su vez, Champollion
conocía acabadamente al menos la primera de dichas lenguas y, tal vez, la segunda. Por
último, también hay que presuponer que los jeroglíficos tienen idéntico significado y
sentido en la traducción al griego y de éste al francés y de allí a las demás lenguas
modernas. Esto último es todavía más difícil de aceptar toda vez que los jeroglíficos
podían representar ideas y/o sonidos (fonemas) cuyo sentido pudo haber variado a lo
largo de los siglos. Como diría Calvino en el fragmento extractado de Serpientes y
calaveras: "Todo esto hay que creerlo porque sí; además, sería difícil demostrar lo
contrario".

Algo similar ocurrió con la escritura maya cuando, en el siglo XVI, Diego de
Landa, primer obispo de Yucatán, elaboró con la ayuda de sus informantes un alfabeto
que incluyó en su libro Relación de las cosas de Yucatán. Primero clasificó los “glifos”,
los dibujos simbólicos que supuso -con mentalidad europea- que representaban “letras”
y exigía a su ayudante maya que le dijese que letra era. El maya no tenía internalizado el
concepto de letra y frente al dibujo pronunciaba un sonido, que debía ser el nombre de
la cosa representada y no el nombre de la letra. Así, como vemos en el cuadro siguiente,
había tres “a”, dos “b”, “p” y doble “p” (¿cómo se pronunciará la doble “p”?).

83
Carroll, Lewis, Alicia a través del espejo, Ed. Alianza, Madrid, 1994, págs. 115/116.

42
Fig. 2

Dicho alfabeto (que luego se demostró no ser tal cosa, sino un silabario) fue la
base para los estudios que realizaron los dos más importantes epigrafistas mayas del
siglo XX: el arqueólogo inglés J. Eric S. Thompson y el lingüista ruso Yuri
Valentinovich Knórosov. Thompson descubrió que los mayas utilizaban glifos
diferentes para representar una misma idea. En sus escritos, expresa: "La cabeza del
pez, xoc, por ejemplo, era difícil de cincelar y se confundía además con las de otros
animales de la mitología maya, algunos de ellos irreconocibles para los zoólogos
actuales; en consecuencia, la sustituyeron a menudo por el ideograma símbolo del agua.
La lógica implícita en ello era que la estrecha relación entre el pez y su elemento vital,
el agua, evocaría la imagen de xoc. El símbolo del agua era una cuenta de jade,
asociación a la que se llegó por el hecho de que tanto aquella como éste son de color
verde y gran valor. Así el jade sugeriría agua y ésta, a su vez, a xoc. Como puede verse,
se trata de un sistema sumamente complejo". Más adelante expresa: "Casi todos los
glifos son combinaciones de un elemento principal y uno o varios afijos... El factor
determinante de la posición de un prefijo o sufijo era, sin embargo, el talento artístico
del 'escritor'... su ubicación dependía del mejor espacio en que podía llenarse el espacio
disponible".

Por su parte Yuri Knórosov, que podía leer en árabe, chino, japonés y griego, a
los 17 años fue sorprendido por la Segunda Guerra Mundial, y enrolado en el 580

43
Batallón de Artillería Pesada. Cuando el ejército ruso se apoderó de Berlín, Knórosov
tenía entonces 21 años de edad. Participaba de la toma de Berlín cuando descubrió que
los soldados estaban vaciando la gran Biblioteca Nacional de la capital alemana y que
los libros eran empacados en cajas para su traslado. Al acercarse encontró los
ejemplares de fray Diego de Landa “La Relación de las Cosas de Yucatán” y una
reproducción de los códices mayas hecha por los hermanos guatemaltecos84 J. Antonio
y Carlos A. Villacorta, y así comenzó su lucha por hacer factible lo imposible, bajo el
principio de que “lo creado por una mente humana puede ser resuelto por otra mente
humana.”

En 1950 J. Eric S. Thompson en su obra “Escritura jeroglífica maya: una


introducción“, haciendo gala de un profundo conocimiento arqueológico, expone sus
conclusiones sobre la escritura maya, relacionándolas con sus estudios de etnohistoria,
en los cuales negaba el fonetismo en este sistema, es decir que esa lengua tuviese
sonidos propios. Dos años después, en 1952, Yuri V. Knórozov refuta la teoría de
Thompson explicando que los glifos de Landa podían utilizarse como sílabas fonéticas
(pero debido a que existía la “Guerra Fría”, su trabajo fue tachado de “comunista” por
Thompson y denostado por todos los investigadores occidentales, y recién fue
redescubierto y aceptado a partir de 1995), y en 1963 presentó la escritura de los indios
mayas, explicando su sistema de lectura en el marco de una discusión pormenorizada de
la cultura maya. Así, a partir de 1952 se dio cuenta de que el “alfabeto” de Landa era un
silabario. Debido a sus estudios comparativos en lingüística, Knórosov sabía que,
invariablemente, todo pueblo que comienza a escribir pasa en pocas décadas de lo
logográfico a lo fonético. Y ya que los mayas habían escrito durante siglos, no tenía por
que ser diferente con ellos.

Además, Knórosov no poseía prejuicios racistas: a diferencia de todos los


mayistas occidentales, aprendió el maya moderno, pues era evidente que lo que
reflejaban los glifos era este idioma, y muchas palabras debían ser las mismas.
Knórosov demostró que las palabras mayas usualmente se deletreaban con la
combinación de dos sílabas consonantes-vocales, y que la vocal de la última sílaba se
eliminaba. De esta manera, la palabra tzul para “perro” se escribía tzu-lu.

Nuestro sistema también se basa en signos que pueden ser pronunciados, pero en
comparación con el Maya es mucho más sencillo, ya que consta de sólo 25 o 27
símbolos o letras. En contraste, los Mayas cuentan con cerca de 800 símbolos, los
cuales representan no una letra sino una sílaba, por lo que se le llama Silabario y no
Alfabeto como el nuestro. Y muchos de los glifos son polivalentes y tiene uno o más
significados, puesto que la escritura jeroglífica desciende directamente de la
pictográfica y representa el sistema más antiguo de registrar la voz humana

Caído el comunismo en Rusia, en 1991 Yuri pudo salir por primera vez de su
país y viajó a Guatemala, donde el gobierno le otorgó la Orden del Quetzal, mientras
que en 1994 el gobierno mexicano le entregó la Orden del Águila Azteca. Knórosov, a
miles de kilómetros de distancia había aprendido español y trabajado en silencio con la
compañía que pueden brindar un gato, un cigarrillo y una botella de vodka, hasta su
muerte, el 30 de Marzo de 1999. Gracias a él hoy los antiguos Mayas tienen de nuevo
voz. Pero lo significativo de esta historia -aún inconclusa- es poder apreciar como

9 En Guatemala también prosperó la cultura maya.

44
influye el prejuicio ideológico en la tarea del lingüística: primero, del obispo Diego de
Landa que coaccionaba al maya a que reconociera letras donde había dibujos y, a lo
sumo, símbolos; segundo, la descalificación de los estudios de Knórosov por ser ruso
(¿?), y por lo tanto, comunista (¿¿??) y, tercero, negarse a reconocer que el maya actual
pudiese arrojar luz sobre el antiguo por pertenecer a una etnia inferior.

3. Legitimación por la ética

A partir de Heidegger, la hermenéutica abandona la búsqueda de una identidad


permanente con los arquetipos platónicos (ver Cratilo) por la introducción de la
temporalidad del ser del discurso, su carácter de actual, efímero, cambiante y
circunstanciado y, por lo tanto, no único ni absoluto. Sumergido en un océano de
posibilidades de decodificación, en una serie infinita de interpretaciones de
interpretaciones (ver cap. I in fine), la semántica deviene en pragmática y la
hermenéutica en un arte de lo verosímil, arte funcional, existencial y finalmente, ético.
En palabras de Gadamer: "...entenderse unos con otros significa entender al otro. Y esto
tiene una intención moral no lógica".85 Es decir, que a las posibilidades ya
mencionadas en el punto anterior de la legitimación por el resultado y de la legitimación
por la autoridad, cabría agregar ahora, lo que nos parece más plausible y que sería en
tales condiciones la legitimación por la ética del otro, en el sentido que da a éste
último concepto la obra de Levinas (1905 – 1995):

"En ese libro (De otro modo que ser o más allá de la esencia) hablo de la responsabilidad como
de la estructura esencial, primera, fundamental, de la subjetividad. Puesto que es en términos
éticos como describo la subjetividad. La ética, aquí, no viene a modo de suplemento de una base
existencial previa; es en la ética, entendida como responsabilidad, donde se anuda el nudo
mismo de lo subjetivo. Entiendo la responsabilidad como responsabilidad para con el otro, así,
pues, como responsabilidad para con lo que no es asunto mío o que incluso no me concierne; o
que precisamente me concierne...".86

Este filósofo de origen Lituano, nacionalizado francés, inaugura el concepto de


“alteridad” invirtiendo la relación cognoscitiva sentada por Descartes. Para Levinas
autor la ética es la filosofía primera, rechazando la prioridad que los filósofos anteriores,
incluyendo a Heidegger, le habían otorgado a la ontología. Este cambio de postura fue
la causa del prestigio que la filosofía de Levinas se ganó como algo fundamental para
todos aquellos que niegan la primacía de la ontología, para la cual lo más importante es
el ser y que, por el contrario defienden la alteridad, esto es la primacía del Otro y que
piensan que la ética es anterior (y superior) al saber.

Levinas partió del presupuesto de que la base de la violencia está en el interés


(etimológicamente “ser interior”) individual que nunca puede ser colmado sin avasallar
el interés del otro o de los otros. Sugiere reemplazarlo por el des-inter-és, poniéndonos
en el lugar del otro sin esperar nada a cambio. Debíamos, por consiguiente, salir del ego
cartesiano aceptando que somos el zoom politicon -animales políticos, por necesitar
vivir en una polis- tal como lo definía Aristóteles en su Política, lo que implica convivir
con el Otro, gracias al cual soy yo quien soy.

85
Gadamer, Hans-Georg, La diversidad de las lenguas en Arte y Verdad de la Palabra, op. cit, pág. 123
(el énfasis nos corresponde).
86
Levinas, Emmanuel, Ética e infinito, Ed. La balsa de la medusa - Visor, Madrid, 1991, pág. 89. Ver
también De otro modo que ser o más allá de la esencia, Salamanca, Sígueme, 2003.

45
Levinas subraya la idea de alteridad, rechazando de este modo a la ontología
clásica. Ésta, como vimos, reducía a lo Mismo (principio de identidad) todo lo que se
oponía a ella como Otro (principio de tercero excluido). El conocimiento representaba,
así, una técnica de apropiación del otro, en definitiva, de dominación sobre él. En
cambio, Levinas, inspirado en la tradición hebrea, buscó otro modo de pensar esta
relación entre el “yo” y el “otro”.

Este filósofo propone pensar de nuevo la filosofía entendiendo a ésta, no ya


como lo sugiere la etimología: un amor a la sabiduría, sino a la inversa, como la
sabiduría que nace del amor, como en el caso de Narciso. La característica definitoria
del ser humano no es el ser, ni tampoco el interés, sino el desinterés respecto de sí
mismo. Con esto Levinas se distancia del cogito, y, en definitiva, de los principios
lógicos que habían caracterizado al pensamiento occidental hasta el momento, y creando
una filosofía de la diferencia, ya que lo importante no es el ser, lo concreto, sino la
diferencia.

Así pasa Levinas de un yo cerrado como el ego cartesiano a un yo abierto –esto


lo tiene en común con Heidegeer- ya que la ontología a partir de ahora no empezará en
el yo, sino en el Otro. Pero aquí es donde se distancia del filósofo del Dasein87. Pues,
¿cuándo soy yo? Cuando otro me nombra, si nadie nos nombra no somos nada.
Podemos sustituir, de esta manera el "pienso, luego soy", que enunciaba Descartes, por
"soy amado, soy nombrado, luego soy". Por lo tanto, el punto de partida del
pensamiento filosófico no ha de ser el conocimiento, sino el reconocimiento. Por este
motivo, Lévinas propondrá que la filosofía primera ha de ser una ética. Ésta halla su
fundamento en el encuentro literalmente cara-a-cara con el otro (y, si se quiere ser más
específico, con sus ojos) donde el sujeto es responsable del otro incluso antes de ser
consciente de su propia existencia.

4. Legitimación por la verosimilitud de la argumentación

En su novela El Código Da Vinci,88 el escritor Dan Brown narra una fantástica


historia sobre la leyenda del “santo grial”, nombre que la tradición religiosa usó para
designar la copa en la que Jesús consagró al vino en la última cena. Para su
demostración utiliza como base el cuadro del mismo nombre compuesto por Leonardo
Da Vinci (1452-1519). Es una pintura mural situada en una pared del refectorio del
convento dominicano de Santa María delle Grazie en Milán y requirió diez años de
preparación por parte de Leonardo da Vinci (1490). Fue encargado por Ludovico
Sforza, duque de Milán. La incorporación de una puerta en la sala en 1652, cercenó los
pies de varios personajes del mural. En 1797 un ejército francés utilizó la sala como
establo deteriorando la obra aún más. En 1943 los bombardeos aliados pusieron su
grano de arena en el progresivo deterioro.

En 1977 se inició el programa de restauración y conservación que mejoró en


gran medida el mural. No obstante gran parte de la superficie original se ha perdido.
La pintura refleja el momento de la última cena en la que Jesús anuncia que entre los
discípulos hay un traidor. Se forman cuatro grupos de tres personajes donde cada uno
plasma una emoción humana: estupor, ira, miedo... Es sabido que Leonardo utilizó
personas reales como modelos para los personajes del mural. Incluso se retrató a sí
87
Ver Levinas, Emmanuel, De otro modo que ser…, ob. cit., págs. 62/63.
88
Dan Brown, El Código Da Vinci, Lima, Umbriel, 2003.

46
mismo -el segundo- empezando por la izquierda. Todos estos datos históricos deben ser
tenidos en cuenta a la hora de analizar la verosimilitud de las argumentaciones del autor
cuyo párrafo más saliente transcribimos a continuación:

<<El santo Grial es una mujer>>, pensó Sophie con un mosaico de ideas mezcladas en la mente
que parecían no tener sentido.
- Y dice que tiene un retrato de la mujer que, según asegura, es en realidad el Santo Grial.
- Sí, pero no es que lo asegure yo. Cristo es la persona que lo afirmó.
- ¿En cual de los cuadros está? – pregunto Sophie recorriendo las paredes con la mirada.
Mmm... -Sir Leigh hizo como que no se acordaba-. El Santo Grial. El Sángrela, el Cáliz. - Se
volvió bruscamente y apuntó a la pared del fondo. Sobre él colgaba una reproducción de dos
metros de La última cena, la misma imagen que acababa de ver en el salón -. Ahí está.
Sophie aseguraba de que se había perdido de algo.
- Pero si es la misma obra que acaba de enseñarme.
Teabing le guiñó un ojo.
- Ya lo sé, pero la ampliación es mucho más interesante, ¿no cree?
Sophie se volvió a mirar a Langdon
- Me he perdido de algo.
Langdon sonrió.
- Resulta que sí, que después de todo el Santo Grial sí aparece en La última cena.
Leonardo le reservó un espacio prominente.
- Un momento- interrumpió Sophie-. Me acabáis de decir que el Santo Grial es una
mujer. Y en La última cena aparecen trece hombres.
- ¿Seguro? – dijo Teabing arqueando las cejas-. Fíjese bien. Titubeante, Sophie se acercó
más a la pintura y miró con detalle las trece figuras, Jesús en el medio, seis discípulos a la
izquierda y seis a la derecha.
- Todos son hombres – dijo al fin.
- ¿Ah, si? ¿Y qué me dice del que esta sentado en el puesto de honor, a la derecha del
Señor?
Sophie se fijó en aquella figura, observándola con detenimiento. Al estudiar el rostro y el cuerpo,
le recorrió una oleada de desconcierto. Aquella persona tenía una larga cabellera pelirroja, unas
delicadas manos entrelazadas y la curva de uno de los senos. Era sin duda... una mujer.
- ¡Es una mujer!- exclamó
Teabing se reía.
- Sorpresa, sorpresa. Créame, no es un error. Leonardo sabía pintar muy bien y
diferenciaba perfectamente entre hombres y mujeres.
Sophie no podía apartar la vista de aquella mujer sentada junto a Cristo. <<En la última cena se
supone que había trece hombres. ¿Quién es entonces esa mujer?>> Aunque había visto muchas
veces aquella pintura, nunca le había llamado la atención aquella evidente denuncia.
- Nadie se fija – dijo Teabing -. Nuestras ideas preconcebidas de esta escena son tan
fuertes que nos vendan los ojos y nuestra mente suprime la incongruencia.
- Es un fenómeno conocido como escotoma - añadió Langdon -. El cerebro lo hace a
veces con símbolos poderosos-
- Otra razón por la que tal vez se le ha pasado por alto esta mujer- comentó sir Leigh- es
que muchas de las fotografías que aparecen en los libros de texto se tomaron antes de 1954,
cuando aún había muchos detalles ocultos tras capas de suciedad y de pintura procedente de
restauraciones de dudosa calidad, realizadas por manos torpes en el siglo XVIII. Ahora, por fin,
el fresco ha vuelto ha verse como lo pintó Leonardo, y se ha dejado sólo la capa de pintura que él
empleo. Et voilà!
Sophie se acercó más a la imagen. La mujer a la derecha de Jesús era joven y de aspecto puro,
con el rostro discreto, un hermoso pelo rojizo y las manos entrelazadas con gesto sereno. << ¿Y
esta es la mujer capaz de destruir ella sola la Iglesia?>>
- ¿Y quién es? – preguntó
- Esa, querida es María Magdalena.
- ¿La prostituta?
A Teabing se le cortó la respiración, como si aquella palabra le hubiera insultado personalmente.
- Magdalena no era eso que dice. Esa desgraciada idea errónea es el legado de una
campaña de desprestigio lanzada por la Iglesia en su primera época. Le hacía falta difamar a
María Magdalena para poder ocultar su peligroso secreto: su papel como Santo Grial
- ¿Su papel?

47
- Como he dicho- aclaró Teabing-, la Iglesia primitiva necesitaba convencer al mundo de
que Jesús, el profeta mortal, era un ser divino. Por tanto, todos los evangelios que describieran
los aspectos <<terrenales>> de su vida debían omitirse en la Biblia. Por desgracia para aquellos
primeros compiladores, había un aspecto <<terrenal>> especialmente recurrente en los
evangelios: María Magdalena.- Hizo una pausa-. Y más concretamente, su matrimonio con
Jesús.
- ¿Cómo dice?- Sophie miró un instante a Langdon.
- Esta documentado históricamente. Y no hay duda de que Leonardo tenía conocimiento
de ello. En La última cena prácticamente le está gritando al mundo que Jesús y Magdalena son
pareja.
Sophie volvió a concentrase en la reproducción del fresco.
- Fíjese que uno va vestido casi como reflejo perfecto del otro.- Teabing le señaló a las
dos figuras del centro de la obra.
Sophie estaba fascinada. Sí. Las ropas tenían los colores invertidos. Jesús llevaba la túnica roja y
la capa azul, mientras María Magdalena llevaba una túnica azul y una capa roja. <<El Yin y el
Yang>>.
- Y si vamos ya a matices más sutiles – añadió Teabing-, vea que Jesús y su esposa
aparecen unidos por la cadera e inclinados en direcciones opuestas, como si quisieran crear
claramente un espacio negativo entre ellos.
Incluso antes de que sir Leigh le dibujara aquel contorno con el dedo sobre la pintura, Sophie la
vio, la inequívoca forma de V en el punto focal de la obra. Era el mismo símbolo que
Langdon le había dibujado antes como expresión del Grial, del cáliz y del vientre femenino.
- Finalmente - prosiguió Teabing -, si ve a Jesús y a Magdalena como elementos de la
composición más que como persona, verá que se le aparece otra figura bastante obvia. – Hizo
una pausa-. Una letra del abecedario.
Sophie la vio al momento. En realidad, de pronto era como si ya no viera nada más. Ahí,
destacada en el centro de la pintura, surgía el trazo de una enorme y perfecta letra M.
- Demasiada coincidencia, ¿no le parece? - Preguntó Teabing.
Sophie estaba maravillada.
- ¿Y qué hace ahí?
Sir Leigh se encogió de los hombros.
- los teóricos de las conspiraciones dicen que es la M de matrimonio o de María
Magdalena, pero para serle sincero, nadie lo sabe a ciencia cierta. Hay innumerables obras
relacionadas con el santo Grial que contiene esa misma letra oculta de un modo u otro, ya sea en
filigranas, en pinturas ocultas debajo de otras o en alusiones compositivas. La más descarada,
claro, es la que hay grabada en el altar de Nuestra Señora de París, en Londres, diseñada por un
anterior Gran Maestre del Priorato de Sión, Jean Cocteau.
Sophie sopesó la información.
- Reconozco que lo de la “M” oculta es intrigante, pero supongo que nadie lo pone como
prueba de que Jesús y María Magdalena estaban casados.

Con respecto a las suposiciones que Dan Brown hace en su novela El Código da
Vinci, la crítica de arte Elizabeth Levy, nos comenta en un artículo suyo aparecido en
www.zenit.org : “Brown aprovecha el rostro de suaves rasgos y la figura de Juan
imberbe del cuadro de Leonardo para presentarnos su fantástica afirmación de que se
trata de una mujer. Por otra parte, si realmente San Juan fuera María Magdalena, hemos
de preguntarnos por el apóstol que falta en aquel crítico momento. El problema real es
el resultado de nuestra falta de familiaridad con los “tipos”. En su Tratado de la Pintura,
Leonardo explica que cada personaje debe ser pintado con arreglo a su edad y
condición. Un hombre sabio tiene ciertas características, una anciana otras, un niño
otras. Un tipo clásico, como en muchos cuadros del Renacimiento, es el “estudiante”. El
favorito, el protegido o el discípulo son siempre hombres muy jóvenes, totalmente
afeitados y de cabello largo, con objeto de trasmitir la idea de que aun no han madurado
lo suficiente como para haber encontrado su camino. A lo largo del Renacimiento, los
artistas pintaron así a San Juan: es el estudiante ideal; es el “discípulo amado”, el único
que permanecerá al pie de la Cruz. Y lo representaron siempre como el hombre

48
imberbe, sin la fisonomía dura y resuelta del hombre. La Última Cena de Ghirlandaio o
de Andrea Castagno nos muestran al mismo dulce y joven Juan”.
Las dos argumentaciones tienden a su legitimación y a la segunda podriamos
subsumirla dentro de los argumentos de autoridad. Analicemos primero los argumentos
de Dan Brown:

a) “Aquella persona tenía una larga cabellera pelirroja, unas delicadas manos
entrelazadas y la curva de uno de los senos. Era sin duda... una mujer”. Según saben
los médicos forenses el aspecto físico nunca fue relevante para determinar el sexo
de una persona (piénsese en los diversos casos de hermafroditismo).
b) “Leonardo sabía pintar muy bien y diferenciaba perfectamente entre hombres y
mujeres”. Para lo primero tenemos sus obras, pero para lo segundo ¿en qué se basa
el autor para sostener que Leonardo “diferenciaba perfectamente”.
c) “Nuestras ideas preconcebidas de esta escena son tan fuertes que nos vendan los
ojos” ¿Y Leonardo no tenía “ideas preconcebidas”?
d) “Esta documentado históricamente. Y no hay duda de que Leonardo tenía
conocimiento de ello.” Este es un grosero error del autor. No existe documentación
histórica al respecto que Leonardo pudiera conocer. Los únicos documentos
relacionados con el tema son los evangelios “coptos” o “apócrifos” escritos varias
decenas de años después de la crucifixión pero descubiertos en Egipto a mediados
del siglo XX, mucho después de la obra de Leonardo (1490) pero antes del libro de
Dan Brown (2003), que sin duda tuvo acceso a su contenido (recuérdese que no
estamos discutiendo la verdad de la hipótesis, sino la verosimilitud de la
argumentación).89
e) “Fíjese que uno va vestido casi como reflejo perfecto del otro”. ¿Qué dos personas
combinen los colores de su vestimenta de manera simétricamente inversa permite
concluir que son un matrimonio? ¿De qué cantidad de pigmentos distintos disponía
Leonardo para sus combinaciones de colores? ¿Después de los accidentes y
restauraciones que sufrió el cuadro ¿cómo hacemos para sostener que los colores
actuales son idénticos a los que plasmó Leonardo?

89
Frag. 114: Simón Pedro les dijo: “¡Que se aleje Mariham (María Magdalena) de nosotros!, pues las
mujeres no son dignas de la vida». Dijo Jesús: «Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que
también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se
haga varón, entrará en el reino del cielo”. En 1945 unos campesinos descubrieron en Nag Hammadi,
Egipto, unos códices de papiro que desataron un debate acerca de la fecha de composición de este
evangelio: una serie de estudiosos defienden una datación temprana de este evangelio, en torno al año 50,
antes, incluso, que el primero de los evangelios canónicos, el de Marcos; otros abogan por una fecha más
tardía, posterior a los canónicos y no anterior, en cualquier caso, a finales del siglo I (la mayor parte de
estos autores prefiere la fecha de 150). La datación temprana está más extendida entre los investigadores
estadounidenses, en tanto que la tardía es preferida en Europa (especialmente en Alemania y el Reino
Unido). alrededor del s. IV d.C. El contenido más asombroso se encontraba en el segundo de los doce
códices descubiertos: en los folios 33 al 52 -veinte páginas en total- se encontraba un texto en lengua
copta (antiguo egipcio) en perfectas condiciones con las siguientes palabras finales: EVANGELIO
SEGÚN TOMÁS . Existe también un evangelio copto denominado de María Magalena hallado en 1896
por C. Schmidt, aunque no se publicó hasta 1955. Los fragmentos en griego fueron publicados,
respectivamente, en 1938 y en 1983. En ninguno de los fragmentos hay mención alguna del autor de este
evangelio. El nombre que tradicionalmente recibe, evangelio de María Magdalena, se debe a que se cita
en el texto a una discípula de Jesús llamada María, que la mayoría de los especialistas identifican con la
María Magdalena que aparece en los evangelios canónicos. Allí hay un fragmento que dice: Entonces
Leví habló y dijo a Pedro: “Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer
como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla?
Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros”.

49
f) “antes de que sir Leigh le dibujara aquel contorno con el dedo sobre la pintura,
Sophie la vio, la inequívoca forma de V en el punto focal de la obra. Era el mismo
símbolo que Langdon le había dibujado antes como expresión del Grial, del cáliz y
del vientre femenino”. Es cierto: la V puede representar una copa o la ingle de una
mujer pero también el delta de un río como la cuenca del Río de la Plata o del Nilo
(la letra griega “delta” tiene precisamente la forma de V), el ángulo de visión focal,
el símbolo de la “victoria”, las cuatro primeras notas de la quinta sinfonía de
Beethoven en alfabeto Morse (… -), el cruce de dos diagonales, etc.

JUAN = MARIA
MAGDALENA

Expresión del
Grial, cáliz,
vientre femenino

Fig. 3

Juan (o María Magdalena) y Jesús tienen


invertidos los colores de la vestimenta = símbolo
de matrimonio
Sus cuerpos forman una M =Matrimonio

Fig. 4

50
g) “Ahí, destacada en el centro de la pintura, surgía el trazo de una enorme y perfecta
letra M. … los teóricos de las conspiraciones dicen que es la M de matrimonio o
de María Magdalena, pero para serle sincero, nadie lo sabe a ciencia cierta”.
Ahora, por fin, estamos de acuerdo con el autor.

En síntesis, y sin perder de vista que las interpretaciones comparadas provienen


de textos diversos, literario uno, crítico de arte el otro, procuremos atender a su valor
argumentativo (ver cap. XI). El trabajo de Dan Brown invoca una autoridad difusa
(argumento “d”) y elementos de la teoría de la forma (Gestald) (argumentos “e”, “f” y
“g”) como cuando se interpreta la forma de las nubes o las manchas de humedad en la
pared o las manchas de tinta del test de Rochard, ninguna de las cuales permite arribar a
una conclusión definitiva. De la fotografía que sigue se podrían sacar idénticas
conclusiones.

Fig. 5

Los argumentos de la crítica Elizabeth Levy resultan más verosímiles. En primer


lugar la trascripción de las técnicas de representación del propio Leonardo muestran una
singular fortaleza argumentativa90. Las imágenes elegidas para representar a Juan en las
pinturas de Ghirlandaio y Andrea Castagno, florentinos ambos y contemporáneos de
Leonardo, resultan más fuertes aún. En las dos pinturas Juan está al lado de Jesús, con la
cabeza recostada sobre la mesa, como si estuviese llorando, y la figura resulta aún más
femenina que en la obra de Leonardo. Pero sin colores invertidos, ni la V ni la M.

5. Traspolación y conclusión:

Si traspolamos estos ejemplos a una hermenéutica jurídica vemos que la


legitimación por el resultado aparecería, por ejemplo, cuando el Derecho cumple con

90
Da Vinci, Leonardo: Tratado de la pintura, Madrid, Akal, 2004.

51
sus finalidades (v.g. la paz social, la utilidad general, el estado de bienestar, etc.); la
legitimación por la autoridad formal se encuentra en las interpretaciones que los
legisladores hacen de la Constitución y los jueces de ésta y de las demás leyes, mientras
que la legitimación por la autoridad intelectual se encuentra en las interpretaciones
que hacen los doctrinarios.

Veamos, a título de ejemplo, el debate suscitado en torno al verbo que define la


acción típica en el delito de hurto: apropiar. ¿Cuándo se consuma la apropiación y
cuándo ésta queda sólo en grado de tentativa?. Los intérpretes han determinado cuatro
momentos de posible consumación: a) el momento en el que el sujeto activo de la figura
entra en contacto con la cosa; b) el momento en que el sujeto activo remueve la cosa del
lugar donde se encontraba; c) el alejamiento de la cosa de la esfera de custodia de quien
la detentaba y, d) la disposición de la cosa por parte del sujeto activo, consumiéndola o
enajenándola. No importa aquí cuál es la solución por la que se hayan inclinado la
jurisprudencia y la doctrina. Lo que sí importa destacar es que tal preferencia se justifica
más axiológicamente que lingüísticamente. Y en ese caso estaríamos adentrándonos en
el terreno de la legitimación por la ética, igual que en el debate sobre la posible
despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal.

Dentro de un sistema jurídico republicano y democrático, adquiere singular


relevancia la fundamentación de los actos de gobierno, generalmente manifestados en
expresión de motivos, en el debate parlamentario, en los considerandos de una
sentencia, etc., según el caso. Tanto es así que su ausencia puede determinar su nulidad
su inconstitucionalidad o su tacha de “sentencia arbitraria”. Aquí es donde juega la
legitimación por la verosimilitud de los argumentos. Este concepto tiene una
amplitud mayor a la que aparenta, según vemos en el último capítulo de esta obra.

Para interpretar la definición de Gadamer de "buena" hermenéutica resulta


conveniente recurrir al propio autor. En otro trabajo nos dice:

"Vemos en los ejemplos cuál es el límite fundamental de un enunciado. No puede decir todo lo
que hay que decir. También podríamos formular esto diciendo que todo lo que se forma en un
contexto de ideas dentro de nosotros introduce, en el fondo, un proceso infinito. Desde un punto
de vista hermenéutico diría que no hay ninguna conversación que concluya hasta que haya
conducido a un acuerdo real. Acaso hay que añadir que, por ello, no hay, en el fondo, ninguna
conversación que concluya realmente, pues un acuerdo real, una acuerdo total entre dos
hombres contradice la esencia de la individualidad. En realidad, son las limitaciones de nuestra
temporalidad, de nuestra finitud y de nuestros prejuicios las que nos impiden concluir realmente
una conversación."91

Para cerrar este tramo entendemos que conviene reformular, la definición


liminar sobre hermenéutica de Gadamer -a la luz de la última consideración que hace
dicho autor y que acabamos de transcribir- diciendo que: El principio de una
satisfactoria hermenéutica es siempre interpretar un texto de modo que quede explícito
lo que en él se considera implícito. Al reemplazar "buena" por "satisfactoria" y al
agregar la expresión "se considera" estamos señalando la necesaria presencia de los
sujetos hablantes en un contexto fáctico determinado y admitimos la posibilidad de que
tales satisfacciones y consideraciones sean, incluso ilusorias.

91
Gadamer, Hans-Georg, Los límites del lenguaje en Arte y Verdad de la palabra, Ed. Paidós, Barcelona,
1998, pág. 145.

52
CAPÍTULO IV:
LA HERMENEUTICA POSHEIDEGGERIANA
"La falsedad de un juicio no es para
nosotros ya una objeción contra el mismo;
acaso sea en esto en lo que más extraño
suene nuestro lenguaje. La cuestión está en
saber hasta qué punto ese juicio favorece la
vida... Admitir que la no-verdad es
condición de la vida: esto significa, desde
luego, enfrentarse de modo peligroso a los
sentimientos de valor habituales; y una
filosofía que osa hacer esto se coloca, ya
sólo con ello, más allá del bien y del mal".
Friedrich Nietzsche.

1. El sueño de la razón

Desde la pintura rupestre (quince mil años a.C.) hasta finales del siglo XIX, la
pintura fue un intento de representación, de buscar un lenguaje apto para transmitir un
conocimiento sobre los objetos que el artista tenía delante de su vista o en mente. En la
pintura rupestre, aparece un bisonte proporcionado y al lado de la figura del bisonte la
figura humana reducida y esquematizada casi como el símbolo pegado en al puerta de
un baño público.92 Una interpretación de los críticos de arte dice que esta representación
ocupaba el lugar de lo divino, dado que el bisonte es el alimento y se diviniza aquello
que contribuye a la vida. Pero también, pudo tratarse del dibujo hecho por un padre para
enseñarle a su hijo qué era un bisonte y lo dibujó en la pared, es decir sin importarle
nada trascendente a la propia representación.

En el arte egipcio existe, en cambio, una gran preocupación por la figura


humana, el largo de los miembros o el del paso, pero no una proporcionalidad en el
cuadro en el cual se representa al cazador -hombre- en una escala, a la mujer del
cazador, como correspondía(?), en una escala inferior, y entre las piernas del cazador,
como si fuera un juguete, al hijo del cazador, con las mismas proporciones que la del
hombre adulto pero en una escala inferior aún.

En la pintura romana -y a esto no hay que verlo como un progreso, cometiendo


el anacronismo de juzgar un período con los parámetros de otro posterior- las figuras de
la representación mantienen todas una idéntica escala, pero aparecen como figuras
planas, adaptando la representación a la superficie sobre la cual se pinta. Hay que
esperar hasta el gótico para encontrar cierta profundidad en las imágenes mediante el
uso de las sombras, pero sigue habiendo un fuerte uso de lo simbólico. Así como
cuando aparecen las aureolas en las cabezas de los santos, una imagen de divinidad
heredada del sol de la tradición egipcia, y lo mismo con la gran profusión del color
dorado con idéntica idea.

En este rápido recordatorio, podemos ver, en el Renacimiento, que la figura


humana representada alcanza su máxima plenitud, pero el fondo sigue siendo plano
como el telón de un acto escolar. En ese fondo aparece integrada la naturaleza mediante
el dibujo de árboles y animales en proporción con toda la composición, y parece que

92
Ver Gubern, Román, Del bisonte a la realidad virtual – La escena y el laberinto, Ed. Anagrama,
Barcelona, 1999.

53
con esto el arte ha llegado a su punto culminante como fuerza de representación.
Probablemente por un mejoramiento de los pigmentos aparecen cuadros más coloridos y
tonalidades dentro de un mismo color.

Después de esto y hasta el siglo XIX , en el barroco y en el rococó hay un


neoclasicismo, un volver a las fuentes y se abunda en detalles con lo que la pintura
adquiere, además de su función representativa, una función decorativa. El artista, en su
cuadro, busca una cierta estética de acuerdo a las reglas de su época, por lo que la
narración de una historia, que ya había sido reiteradamente narrada con anterioridad, se
recubre de una finalidad decorativa a través de personajes secundarios como obispos,
pastores, etc.

¿Qué es lo que aparece en el siglo XIX? Un gran adelanto de la tecnología, y,


específicamente en el tema de la representación, la invención de la fotografía. A los
pintores tiene que haberles ocurrido lo mismo que a los maestros con la difusión de la
imprenta: el miedo a quedarse sin trabajo. Si bien los comienzos de la fotografía son
muy rudimentarios, los avances tecnológicos son muy rápidos -en la calidad de las
películas, de las lentes, etc.-. Algunos artistas, ya en los comienzos del siglo XX, se
aprovecharon de la fotografía tomándola como una base para su composición (Magritte,
Duchamp, Picabía). Pero la popularización de la nueva técnica convertía a cualquier
aficionado en un pequeño pintor, pequeño reproductor de lo exterior.

Todo esto sea dicho para introducirnos en los conceptos de original (arké) y de
re-presentación, es decir, nueva presentación de ese original, fuese físico o metafísico,
ideal o literario en el sentido de una narración (hay pintores que elaboran una serie de
obras indicando momentos sucesivos), etc.

Junto con la fotografía adquiere gran difusión el periódico y, en general, las


técnicas de reproducción (invención de tintas y papeles de secado rápido, etc.), todo lo
cual lleva a la importancia de la reproducción y su relación con una economía de
mercado y de consumo. La idea de “original” comienza a desdibujarse.

La reproducción lleva a pensar que la representación “original” tiene que perder


su valor. Es la tesis de Walter Benjamin en un libro memorable, donde predice la
muerte del arte. Benjamin subestimó la influencia del mercado y la paradoja de que
cuanto más se reproduce una obra de arte, más valor adquiere el original. Cuanto más
gente conozca los girasoles de Van Gogh, más caro será el cuadro de Van Gogh.

Todo esto provocó una crisis sin precedentes en toda la historia del arte, un
quiebre en su historia, la sustitución del arte representativo por un arte conceptual,
dotado de una lógica interna distinta de la lógica de las ciencias. 93 Los últimos
exponentes de la representación, que se encuentran a caballo entre las dos épocas, son
los impresionistas, aquellos pintores que de un mismo paisaje hacen diferentes cuadros,
tomándolo a distintas horas del día para representar la influencia de la luz sobre aquél.
Tanto es así que, en la historia del arte se habla genéricamente de los estilos que se
sucedieron como “posimpresionistas”. Después del impresionismo aparece, ante el
abandono de la idea de representación, la necesidad de explicar lo que se está haciendo
a través de escuelas, textos y manifiestos. La figura más característica de esta tradición
93
Ver Carpentier, Alejo, Sobre el surrealismo en Conferencias, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1987,
págs. 9 y sgtes.

54
es Paul Cézanne, de cuya obra es preciso rescatar dos notas fundacionales: en primer
lugar, Cézanne sienta las bases del cubismo cuando dice que todo cuadro tiene que tener
como referencia al cubo, a la esfera y al cono. Las frutas de sus naturalezas muertas son
casi esferas perfectas. Éstas aparecen, no dentro de una frutera, como se representaban
en el barroco, sino sobre un estante que, en la perspectiva, aparece trapezoidal. Richard
Delaunay, un pintor futurista de los años treinta, dijo que Cézanne había roto el frutero,
y que no había que intentar volver a pegarlo, no había que tratar de reordenar al
conjunto. Éste, entonces, quedaba presentado en una forma casi azarosa. En segundo
lugar, si bien Cézanne mantiene un parentesco cercano con los impresionistas,
abandona la búsqueda representativa de la luz fugitiva, reemplazando la pincelada fina
de éstos por la espátula, el color “grueso”, y el manejo no paisajístico por la distorsión
del punto de vista del observador.

Un cuadro emblemático de esta transición es el de Las señoritas de Aviñón de


Picasso. Las mujeres, que habían sido tratadas en la pintura bajo el paradigma de la
belleza, aparecen en la obra de Picasso afeadas al punto que sus rostros tienden a
asemejarse a las máscaras africanas -el otro arte- y sus cuerpos dibujados según la
estética cubista prefigurada por Cézanne.

Posteriormente el cubismo invierte su técnica y en lugar de encajar los objetos


en las formas geométricas, parte de éstas y luego intenta darles un contenido pictórico,
originando a una pintura racional y constructivista. Como ejemplo, tomamos la pintura
de la primera época de Marcel Duchamp denominada Desnudo bajando la escalera.
Aquí hay una cuestión muy interesante: el “desnudo” aparece solamente en el título,
dado que en el cuadro apenas si se distingue una forma humanoide. Para hacer este
cuadro Duchamp se hizo fotografiar él mismo bajando la escalera, en una placa fija en
la que, mediante sucesivas y rítmicas aperturas del obturador, las imágenes se
superponían escalón por escalón.

El ejemplo del cuadro de Duchamp muestra el trabajo de “reconstrucción”


posterior al de la “deconstrucción” del modelo. Picasso decía que para crear, primero
había que destruir. Esta afirmación no es aplicable a todo el arte pero sí al arte del siglo
XX, como si se recortara un original, se seleccionaran algunos fragmentos y con esos
fragmentos, reagrupados, se volviese a construir una obra. Se cambia así el concepto de
re-presentación por el de re-construcción, modificándose el carácter de la obra de arte:
la obra de arte se aprecia -si es que se aprecia- no por lo que representa, no por lo que
“dice”, no por la forma en que muestra algo que hay que mostrar sino simplemente por
lo que está plasmado en la tela. Aquí aparece el “ensimismamiento” de la obra de arte.
Gusta o no gusta, adquiere fama, se vende, por lo que ella misma es. La reconstrucción
ha ocupado el lugar del arké y ha destruido la narración de la representación -Lyotard,
hablaba de la crisis de los grandes relatos-. Deviene un símbolo sin contenido
semántico, un símbolo autorreferente.

El punto más alto de toda esta historia lo marca el movimiento dadaísta. “Dadá”
es una palabra que no significa nada y la función del movimiento es negar totalmente al
arte. Cualquier cosa que haga un artista, sería obra de arte y cualquier persona sería un
artista. También se incluye en esta negación el llamado arte “minimalista” -que son, por
ejemplo, esas enormes superficies pintadas con un sólo color, tal vez con algunos
matices diferentes-. En todo esto la pregunta prohibida es: “¿qué significa?”. Formular
este interrogante implica no pertenecer al ambiente del arte.

55
Picasso tenía razón cuando hablaba del “Guernica” -obra que mencionamos en el
Capítulo anterior-. Sostenía que no significaba nada, como ocurre en el desnudo de
Duchamp. A veces, los nombres de los cuadros se ponen simplemente para que figuren
en el catálogo de la exposición y otras se utilizan como coartada, denominaciones tales
como “Composición 1”, “Composición 2”, o, simple y paradójicamente, "sin título".

Al respecto, y de Jean-François Lyotard, leemos un párrafo de su libro Lo


inhumano:
“Con la estética de lo sublime, lo que está en juego en las artes en los siglos XIX y XX es
convertirse en testigos de lo que hay de indeterminado. Para la pintura, la paradoja, señalada
por Burke en sus observaciones sobre el poder de las palabras, es que ese testimonio sólo
puede hacerse de manera determinada: en el arte romántico el soporte, el marco, las líneas,
los colores, el espacio y la figura se mantienen, en lo esencial sometidos a la coacción
representativa. Pero la contradicción entre el fin y los medios tiene por efecto, ya en Manet y
Cézanne, volver a poner en cuestión ciertas reglas que determinan desde el Quattrocento la
representación de las figuras en el espacio y la disposición de los colores y los valores.
Cuando se lee la correspondencia de Cézanne se comprende que su obra no es la de un pintor
de talento que encontró su ‘estilo’, sino un intento de respuesta a la pregunta ¿qué es un
cuadro?. La apuesta de su trabajo es no inscribir en el soporte más que las ‘sensaciones
colorantes’, las ‘pequeñas sensaciones’ que, en la hipótesis de Cézanne , constituyen por sí
solas toda la existencia pictórica de un objeto, frutas, montaña, rostro, flor, sin consideración
por la historia o por el ‘tema’, por la línea, por el espacio y ni siquiera por la luz. Estas
sensaciones elementales están ocultas en la percepción corriente que se mantiene bajo la
hegemonía de la manera de mirar habitual o clásica. No son accesibles al pintor, y por lo
tanto susceptibles de que él las restituya, sino al precio de una ascesis interior que libera el
campo perceptivo y mental de los prejuicios inscriptos incluso en la visión misma. Si el
observador, por su lado, no se somete a una ascesis complementaria, el cuadro seguirá siendo
para él un sinsentido impenetrable. El pintor no debe vacilar en correr el riesgo de pasar por
un pintamonas. ‘Se pinta para muy pocos’. El reconocimiento de las instituciones reguladoras
de la pintura, Academia, Salones, crítica, gusto, tiene poca importancia frente al juicio que el
pintor investigador y sus pares emiten sobre el éxito obtenido por la obra con respecto a lo
que verdaderamente está en juego: hacer ver lo que hace ver, y no lo que es visible.” 94

Del final del párrafo transcripto surgen nuevamente los dos criterios de
legitimación mencionados en el Capítulo anterior: la legitimación por el resultado (el
éxito de la obra) y la legitimación por la autoridad (prestigio del artista o del crítico de
arte que lo consagra), junto con el desafío propuesto por Lyotard de prescindir en la
confección de la obra de tales horizonte de legitimación.

Dentro de aquel período de ruptura conviene resaltar a una vanguardia que


produjo fuerte impacto tanto en el arte pictórico cuanto en el literario, y que se
desarrolló bajo el nombre de surrealismo. La diferencia con el movimiento Dadá y otros
contemporáneos radicaba en su aproximación al mundo onírico adelantado por
Nietzsche y desarrollado contemporáneamente por Freud y su teoría psicoanalítica. Al
finalizar la primera guerra mundial numerosos artistas habían centrado su trabajo en
París y entre 1924 y 1929 se conforma el movimiento surrealista, es decir desde la fecha
en que Breton escribe su primer manifiesto hasta que asola al mundo capitalista la crisis
económica conocida como la Gran Depresión. Breton declara "surrealismo" al "nuevo
modo de la expresión pura"95, elaborando la siguiente definición "surrealismo:
automatismo psíquico en su más puro estado por el que nos proponemos expresar -
verbalmente, en escritura o de otras maneras- el real proceso del pensamiento. El

94
Lyotard, Jean-Francois, Lo inhumano, Ed. Manantial, Bs. Aires, 1998, pág. 106.
95
Leslie, Richard, Surrealism, Ed. Smithmark, Nueva York, 1997 (la traducción nos pertenece).

56
dictado del pensamiento, en ausencia de cualquier control ejercido por la razón y fuera
de cualquier concepto estético o moral", asimismo, define al surrealismo como una
filosofía "basada en la creencia de la realidad superior de ciertas formas de asociaciones
casuales previsibles, en la omnipotencia del sueño, en el desinteresado juego del
pensamiento. Él tiende a destruir definitivamente todos los otros mecanismos psíquicos
y a sustituirlos por una solución a los principales problemas de la vida"96. El surrealismo
como una "estética de liberación" reclamaba un cambio permanente tomando al pie de
la letra el concepto de León Trotsky.

Ernesto Sábato escribe:

"Cuando me contacté con el surrealismo ya se vivía de la nostalgia de lo que habían


producido sus más grandes representantes. Acabada la Primera Guerra, la necesidad de
destruir los mitos de la sociedad burguesa fue el suelo fértil para el demoledor espíritu de los
surrealistas. Pero luego de la bomba atómica, los campos de concentración y sus seis millones
de muertos, esos hombres no supieron como reconstruir un mundo en ruinas... Sin embargo, el
surrealismo tuvo el alto valor de permitirnos indagar más allá de los límites de una
racionalidad hipócrita, y en medio de tanta falsedad nos ofreció un novedoso estilo de vida.
Muchos hombres, de ese modo, hemos podido descubrir nuestro ser auténtico"97.

Después de 1929, el surrealismo entra en una etapa de internacionalización, pero


ya es difícil determinar qué obra es o no surrealista, dado que la idea de automatismo
fue desterrada por un constructivismo aplicado a la obra de arte. Sin embargo, si bien
todas las obras abandonaron la idea de representación y fidelidad con el mundo "real" y
con la naturaleza, el surrealismo siguió la línea nietzscheana de representación de lo
onírico.

Tomemos como ejemplo la obra de René Magritte (1898/1967). La finalidad


onírica en este pintor no resulta de los objetos plasmados en las telas sino de las
relaciones que se dan entre ellos fuera de una perspectiva lógica. Comentando este
fenómeno paradójico de la pintura de Magritte, Michel Foucault señala:

"Su pintura parece apegada, más que cualquier otra, a la exactitud de las semejanzas, hasta el
punto de multiplicarlas voluntariamente como para confirmarlas: no basta que el dibujo de
una pipa se asemeje a una pipa; es preciso que se asemeje a otra pipa dibujada que a su vez se
asemeja a una pipa... Pintura destinada, más que cualquier otra, a separar, cuidadosa,
cruelmente, el elemento gráfico del elemento plástico. Y si ocurre que están superpuestos en el
interior del propio cuadro como lo están una leyenda y su imagen, es a condición de que el
enunciado impugne la identidad manifiesta de la figura y el nombre que uno está presto a
darle. Lo que se asemeja exactamente a un huevo se llama la acacia, a un zapato la luna, a un
sombrero hongo la nieve, a una vela el techo".98

Lo que produce la obra de Magritte es una ruptura entre la palabra, la imagen y


sus significaciones, tanto lingüísticas cuanto pictóricas. Sorprendentemente, la
polisemia semántica se traslada a las imágenes, pese a que éstas muestran fielmente
objetos cotidianos, por el artilugio de modificar la relación lógica entre las imágenes. El
descubrimiento de los estructuralistas en el sentido que el significado no estaría
determinado por el significado aislado de las palabras, sino por el contexto
sociolingüístico en el que la expresión es producida, es anticipado en los cuadros de

96
Leslie, Richard, op. cit, pág. 59, (la traducción nos pertenece).
97
Sábato, Ernesto, Antes del fin, Seix Barral, Bs. As., 1998, págs. 82/83.
98
Foucault, Michel, Esto no es una pipa, Ensayo sobre Magritte, Ed. Anagrama, Barcelona, 1997, pág.
50/51.

57
Magritte por la estructura del cuadro y su interrelación con el imaginario del espectador.
Como veremos en el punto siguiente, el problema de la representación y del sentido, el
abandono de la búsqueda de una verdad original y la oscilación entre el nihilismo
negativo del dadaismo y el nihilismo positivo del surrealismo marcarán la hermenéutica
posheideggeriana.

2. El estructuralismo

El estructuralismo no es un escuela sino una corriente de pensamiento


equidistante de la fenomenología y del positivismo, que se desarrolló en la primera
mitad del siglo XX apartándose de la concepción esencialista del pensamiento antiguo,
que se remonta a Platón, según la cual la realidad social o el conocimiento no está en la
apariencia de las cosas sino en “esencias” localizadas en un lejano paraíso conceptual
(topos uranos), de las cuales los objetos del mundo son sólo una mera copia. Para lo que
se dio en llamar el estructuralismo, esa realidad es de carácter estructural, es decir
depende de la relación que vincula a los elementos que la integran y no de los elementos
en sí. La diferencia entre las palabras “ciudad” y “cuidad”; “rama”, “arma” y “amar”;
“fiar” y “rifa”; “sobra” y “robas”, etc. no debe buscarse en las letras que la componen
sino en el orden de las mismas, en la “estructura”. Lo mismo para una frase (v.gr. “La
maestra le pegó a la niña” y “la niña le pegó a la maestra”), para todo el discurso y aún
para todo el lenguaje (recordar el cuento de Borges la Biblioteca de Babel, donde con
las combinaciones de los mismos 25 símbolos resulta posible escribir todos los libros,
aún los que relatan mi propia muerte antes de que ocurra).

Tal vez el primer estructuralista fue Marcel Mauss (1872 – 1950) que tuvo una
gran influencia en el antropólogo Levy-Strauss -habitualmente considerado como el
padre del estructuralismo- y posteriormente en una larga lista de pensadores franceses
hasta llegar a Derrida y Foucault, que luego viraron hacia lo que se dio en llamar el
“posestructuralismo”. Mauss, que poseía aspiraciones socialistas fue un defensor de las
vanguardias artísticas entre las que se encontraba la obra de Picasso.

La teoría de Mauss consideraba que el intercambio económico en las sociedades


arcaicas había comenzado con la costumbre del regalo. Demuestra que el regalo es el
real sustento de la vida en relación, que no se reduce a un simple intercambio de bienes
puesto que implica fundamentalmente una cuestión de honor. La sociedad arcaica no se
caracterizaba por la acumulación de riquezas como la sociedad capitalista, sino por el
gasto tendiente a la obtención de prestigio, ya que se debía devolver más de lo que se
recibió (“dar es demostrar la propia superioridad”), y lo que se intercambiaban no eran
únicamente bienes materiales sino también servicios, favores sexuales, fiestas, bailes,
etc. El incumplimiento de la reciprocidad del regalo podía llegar hasta la violencia. No
se distinguía entre lo público y lo privado, ya que lo social interactuaba con lo
individual, superando la discusión bizantina sobre si el individuo es anterior a la
sociedad o la inversa.

La teoría de Mauss resulta importante en la actualidad para acompañar de


manera crítica a la concepción economicista de la sociedad, regida por la idea de la
utilidad material que eleva a un rango jerárquico al trabajo, al ahorro, a la obtención de
la ventaja económica en las transacciones y a la ganancia como móvil y como
justificación de las conductas, lo que llega a contaminar incluso al terreno de la ética (en
el utilitarismo), del arte, donde el precio de una obra pasa a reemplazar su valor estético,

58
de las religiones recaudadoras, en las que el valor de la donación garantiza la salvación
eterna y del deporte profesional.99

Así como Mauss puede considerarse como el precursor de Lévi-Strauss, el


médico francés Georges Canguilhen (1904 – 1955) debe verse como un antecedente
directo de Michel Foucault, a quién defendió incluso de los ataques de Sartre y de sus
seguidores. Canguillen construyó un concepto de historia como un conjunto de
discontinuidades, en lugar de la forma lineal que caracterizaba a las historias antiguas,
regidas por una filosofía de la historia que presuponen una continuidad donde los
hechos del pasado son la “causa” de los hechos siguientes, como en las tradicionales
preguntas escolares: “Cuáles fueron las causas de la Revolución Francesa”, etc.,
cometiéndose la falacia de “falsa causa” (“después de ello, por lo tanto consecuencia de
ello”). La historia, en cambio, siempre según este autor, es un sistema abierto donde
nuevos descubrimientos pueden alterar el “orden” en que se habían descriptos los
sucesos anteriormente: ¿qué sabíamos del mundo antiguo antes de que se descifraran los
jeroglíficos o los manuscritos del Mar Muerto, o que comprobación teníamos de la
teoría de la evolución antes del descubrimiento del ADN? La discontinuidad es la visión
de la historia de la ciencia como una serie de correcciones realizadas por la propia
ciencia. La idea de estructura aparece como consecuencia de esta posición, puesto que
la verdad de una proposición científica depende de su ubicación en el edificio de la
ciencia, en el que permanentemente se están construyendo nuevas habitaciones. Lo
dicho resulta igualmente aplicable al Derecho: para Canguilhem “los seres humanos son
seres ‘normativos’, no porque se ajusten a las normas, sino porque crean normas, son
sistemas abiertos que dependen de su entorno… Las normas se relacionan entre sí
dentro de un sistema. La enfermedad -el obstáculo (el ilícito, diríamos nosotros)- es el
estímulo necesario para la creación de normas que requiere la salud.” 100

Otros importantes pensadores estructuralistas que se ocuparon del lenguaje


fueron Emile Benveniste, Noam Chomsky, Jacques Lacan, para no nombrar sino a los
más conocidos. Para cerrar este punto nos detendremos ahora un poco en la obra de este
último. En el capítulo siguiente nos ocuparemos con mayor extensión del denominado
“posestructuralismo”.

Según lo venimos anticipando, el estructuralismo parte del reconocimiento de


que las relaciones de diferenciación y no las de la identidad son fundamentales para la
comprensión de la cultura y de la sociedad, y, por lo tanto, la estructura no es algo
preexistente a esas relaciones sino el resultado de las mismas. Este es un concepto
fundamental que diferencia al pensamiento contemporáneo. En la antigua concepción
del mundo se entendía a éste como compuesto por objetos (o “entes”, o “esencias”) -el
sustantivo gramatical- que se relacionaban de una u otra forma -el verbo-, pero sin que
esa relación afectase a los objetos. Cuando nuestro Código Civil define a la “persona”
como “todo ente susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones” está
pensando en un sustratum común a todos, al cual se le adicionan derechos y
obligaciones como algo externo, como si fuese una vestimenta que puede cambiarse. Ya
Kelsen había advertido que, desde el punto de vista jurídico, la persona no es algo
distinto de su propio conjunto de derechos y obligaciones, si se desea contar con una
filosofía no metafísica del derecho (en la moderna teoría de los Derechos Humanos la
cuestión no varía, excepto que los derechos y las obligaciones no se reducen al derecho
99
Lechte, John, 50 pensadores contemporáneos esenciales, Madrid, Cátedra, 1994, págs. 45 y sgts.
100
Lechte, John, 50 pensadores, ob. cit., págs. 30 y sgts.

59
positivo de un Estado). Los “derechos y obligaciones” no son sino el haz, siempre
cambiante, de relaciones entre los componentes de una sociedad. Se es “padre” si hay
un “hijo”; un “acreedor” si hay un “deudor”, en el caso de relaciones bilaterales, o
“propietario” si hay una comunidad obligada a respetarme la propiedad, en el caso de
las relaciones multilaterales.

En su excelente libro Las ciudades invisibles, el escritor Ítalo Calvino imaginó


un conjunto de ciudades inverosímiles, pero que, sin embargo, constituyen fuertísimas
metáforas. En una de ella, que llama Ersilia, aparece una particularidad:

“… para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos
entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros, según indiquen las
relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos
que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan;
quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos. Desde la cuesta de un monte, acampados con
sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de hilos tendidos y los palos que se
levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.”101

La metáfora ilustra aquí, simbólicamente, la idea de “estructura”, representada


por los hilos tendidos, que siguen mostrando las relaciones interpersonales aún después
de que los habitantes se hubiesen ido.

Jacques Lacan (1901-1981), médico y psiquiatra francés, que reinterpretó la obra


de Freud, realizó importantes avances en la lingüística estructural. El primer
descubrimiento, igualmente importante tanto en el campo del psicoanálisis cuanto en el
de la lingüística, que data de los años 50 del siglo pasado, determinó que el lenguaje
posee la capacidad de decir algo distinto de lo que dice. Como en el viejo chiste,
cuando un diplomático (al revés de las damas de la época) dice “sí” quiere decir “tal
vez”, cuando dice “tal vez” quiere decir “no”, y si dice “no”, no es un diplomático.

En la “fase del espejo”, el niño, entre los 6 y los 18 meses identifica su propia
imagen en el espejo como si se tratase de otro parecido, lo que es fundamental tanto
para la formación del “yo” como para la iniciación en el lenguaje comunicativo,
simbólico, separado de su subjetividad. El lenguaje, por otra parte, siempre habla de lo
ausente –lo real, el significado- al que sustituye, en el campo de lo imaginario, por lo
simbólico. Lacan ilustra esta relación analizando el cuento de Poe “La carta robada”.
Edgar Allan Poe puede considerarse el padre de la novela policial moderna, donde un
detective famoso descubre un misterio basándose casi exclusivamente en su
razonamiento lógico. En La carta robada el detective es un francés de nombre Auguste
Dupin, y el misterio no se centra en la incertidumbre sobre la persona que robó una
carta confidencial, ya que se conoce desde el principio que el ladrón fue un ministro del
gabinete de gobierno, sino sobre la incógnita respecto del lugar donde fue escondida. La
posesión de la carta dirigida a una dama por su amante secreto, otorga al ladrón un
poder sobre ella que aprovecha con fines políticos. La casa del ministro había sido
revisada minuciosamente descartándose hasta los escondrijos más ingeniosos. Dupin
descubre un escondite inverosímil: el tarjetero donde se guarda la correspondencia
común.102

101
Calvino, Italo: Las ciudades invisibles, Madrid, Siruela, 1995, pág. 90
102
Poe, Edgar Allan: La carta robada en El escarabajo de oro y otros cuentos, Buenos Aires, Alfaguara,
2009, págs. 61 y sgts.

60
Lacan analiza el cuento distinguiendo dos escenas: la de la carta robada y la de
la carta recuperada. En la primera escena, hay cuatro “personajes”: el rey, la reina, el
ministro y…la carta. El paso a la segunda escena nos revela a un personaje nuevo:
Dupin. Pero la tenencia alternativa de la carta, que pasa de manos de la reina a las del
ministro, de éste a Dupin, y, finalmente, nuevamente a la reina, transforma a los
personajes: el ministro que pasa de extorsionador a personaje ridiculizado, la reina, de
persona miedosa y -por ello mismo- dominada, a dueña de la situación; Dupin, que
ejerce una pequeña venganza sobre el ministro, de tercero ajeno al juego, a jugador
dominante, y la carta -que en su origen eran las palabras de un amante a su amada-,
luego un medio de extorsión, y finalmente un instrumento de venganza (de Dupin y -
suponemos- de la propia reina). “En el fondo de todo drama humano, y en particular, de
todo drama teatral, radica en que hay vínculos, nudos, pactos establecidos. Los seres
humanos ya están ligados entre sí por compromisos que han determinado su lugar, su
nombre, su esencia. Otro discurso, otros compromisos, otras palabras llegan
entonces…”.103 En síntesis, otras relaciones, que cambian aunque los personajes sean
portadores de los mismos nombres.
.
3. De Gadamer a Derrida

Hans-Georg Gadamer nació en 1900. Desde el comienzo mismo de sus estudios


universitarios de filosofía, debió enfrentarse a una puja entre el viejo idealismo alemán
y el romanticismo del mismo origen que se disputaban espacios de poder en los ámbitos
académicos. Gadamer recuerda:

"Que el arte es el verdadero órgano de la filosofía o quizá incluso su interlocutor aventajado


era una verdad que había preocupado a la filosofía del romanticismo alemán hasta el final de
la era idealista. La filosofía universitaria de la época post-hegeliana hubo de pagar el
desconocimiento de esta verdad con su propia ruina. Esto es aplicable al neokantismo lo
mismo que al nuevo positivismo hasta hoy. Nuestro legado histórico nos invitaba a recuperar
esta verdad".104

La fenomenología de Husserl, atractiva como método de investigación, resultaba


insatisfactoria por la insistencia en la búsqueda de una evidencia última lo que, en
definitiva, no lo despegaba suficientemente del neokantismo. Es entonces cuando
irrumpe Heidegger, antiguo discípulo de aquél, pero distanciado en este último aspecto.
"Unos aprendieron de él -recuerda Gadamer- lo que fue Marx, otros lo que fue Freud, y
todos nosotros, en definitiva, lo que fue Nietzsche". La filosofía se asentaba, entonces,
en la experiencia humana y no ya en la "autoconciencia". Heidegger replanteaba las
preguntas clásicas de la filosofía griega contextualizándolas dentro del marco del
pensamiento y de las experiencias de comienzos del siglo XX. La "destrucción"
(término que luego Derrida traduciría como "deconstrucción") de la metafísica clásica y
del "idealismo de la conciencia" inaugurada por el cógito cartesiano. Por otra parte, el
surgimiento del nacionalsocialismo en la década de los años 30 obligó a los filósofos
alemanes al análisis del período helenístico y a circunscribir sus investigaciones al
ámbito de las publicaciones académicas evitando todo conflicto con los políticos.

103
Lacan, Jacques: El seminario, libro 2, El yo en la Teoría de Freíd y en la Técnica Psicoanalítica,
Barcelona, 1984, págs. 287 y sgts.
104
Gadamer, Hans-Georg, Autopresentación, de Hans-Georg Gadamer (1977), en Verdad y Método II,
Ed. Sígueme, Salamanca, 1988, pág. 377.

61
La indagación de Gadamer apuntaba desde entonces a una "práxis
hermenéutica", como "arte de comprender y de hacer comprender" El paso del concepto
de "conciencia" por el de "comprensión" (primer círculo hermenéutico que desarrolla
Gadamer, seguido luego por los círculos de la interpretación y de la aplicación) no es un
mero cambio de palabras o de sentido, sino una ruptura radical en la historia de la
filosofía, desde la filosofía de la "verdad" a la filosofía de la existencia, del monólogo
iluminado al diálogo. Como señala Gadamer en el mismo lugar:

"El aspecto hermenéutico no puede limitarse, pues, a las ciencias hermenéuticas del arte y de la
historia, ni al trato con los 'textos', ni tampoco, como una ampliación, a la propia experiencia
del arte. La universalidad del problema hermenéutico, reconocida ya por Schleiermacher,
abarca todo lo racional, todo aquello que puede ser objeto de acuerdo mutuo... Ante nuestra
tradición filosófica nos encontramos con la misma tarea hermenéutica. El filosofar no empieza
desde cero, sino que ha de seguir pensando y reformulando el lenguaje que hablamos, y esto
significa también hoy, como en la época de la antigua sofística, reconducir el lenguaje de la
filosofía despojado de su sentido legendario hasta capacitarlo para decir lo mentado y expresar
los elementos comunes que sustentan nuestro lenguaje real".105

En otro lugar de la misma obra Gadamer sostiene que "no puede haber un
enunciado que sea del todo verdadero", y aclara:

"No hay ningún enunciado que no sea fundamentalmente una especie de respuesta. Por eso la
comprensión de un enunciado tiene como única norma suprema la comprensión de la pregunta a
la que responde... Un enunciado encuentra su horizonte de sentido en la situación interrogativa
de la que precede... Lo que averiguamos con asombro cuando buscamos la verdad es que no
podemos decir la verdad sin interpelación, sin respuesta y por tanto sin el elemento común del
consenso obtenido. Una hermenéutica ajustada a nuestra existencia histórica, tendría la tarea
de elaborar las relaciones de sentido entre lenguaje y conversación que se producen por encima
de nosotros"106.

Al indagar sobre los límites del lenguaje Gadamer señala dos, uno por debajo y
otro por encima del lenguaje, por decirlo así. El límite inferior estaría dado por lo
prelingüístico, como por ejemplo la risa (o cualquier otra emoción intraducible) y el
superior, más importante, establecido por las connotaciones, es decir, por todo lo que el
lenguaje dice más allá de lo que expresa literalmente. Este último problema se pone de
manifiesto, por ejemplo, en los testimonios judiciales ("...al tribunal se le ha
encomendado demasiado."), en las citas textuales -como las que adornan este mismo
libro- ("...nada es tan sufrido como una cita separada de contexto") y en las traducciones
("Toda traducción es una especie de traición"). Agrega Gadamer:

"Por último, sea indicado lo más profundo del problema que es esencialmente inherente al
límite del lenguaje. Siento que es un enigma lo que en otros ámbitos de la investigación -
pienso sobre todo en el psicoanálisis- juega un gran papel. Es la conciencia de que cualquier
hablante, en cualquier instante en que esté buscando la palabra correcta -es decir, la palabra
que alcanza al otro-, tiene al mismo tiempo la conciencia de que no termina de encontrarla.
Siempre pasa de largo una alusión, una tendencia más allá de lo que realmente en el lenguaje,
apresado en palabras, alcanza al otro. Un insatisfecho deseo de la palabra pertinente:
probablemente esto sea lo que constituye la vida y la esencia verdaderas del lenguaje. Aquí se
muestra un estrecho lazo entre la imposibilidad de cumplir ese deseo el désir (Lacan) y el
hecho de que nuestra propia existencia humana discurre en el tiempo y perece".107

105
Gadamer, Hans-Georg, Autopresentación, op. cit., págs. 392/393. (El subrayado nos pertenece).
106
Gadamer, Hans-Georg, ¿Qué es la verdad? (1957), op. cit., págs. 58/62.
107
Gadamer, Hans-Georg, Los límites del lenguaje (1985), en Arte y verdad de la palabra, Ed. Paidós,
Barcelona 1998, págs. 148/149.

62
Esta última consideración, que partiendo de la idea de lenguaje como
instrumento de comunicación concluye sobre la imposibilidad de una comunicación
perfecta, lo distancia a Gadamer de Habermas y de su Teoría de la acción
comunicativa108 y lo acerca a Gianni Vattimo (Etica de la interpretación, Más allá de la
interpretación), a Michel Foucault (Las palabras y las cosas), a Gilles Deleuze (Lógica
del sentido), a Ludwig Wittgenstein (Investigaciones filosóficas) y a toda la obra de
Jacques Derrida (especialmente De la gramatología y La diseminación) entre otros
pensadores contemporáneos. Como sintetizara admirablemente Michel Foucault, el
procedimiento lingüístico de la nueva hermenéutica "se pone en funcionamiento cuando
de las palabras a las cosas la relación ya no es de designación, cuando de una
proposición a otra la relación ya no es de significación, cuando de una lengua a otra
(de un estado de la lengua a otro) la relación ya no es de traducción"109.

Vattimo, siguiendo para la hermenéutica el eje Heidegger-Gadamer, define a


ésta como "teoría filosófica del carácter interpretativo de toda experiencia de
verdad"110. Es decir, que la caracteriza en primer lugar como una teoría filosófica, de
acuerdo con la tradición hermenéutica, y no, por ejemplo, como una mera técnica o
práxis. En tal carácter se refiere al problema de la verdad, es decir, es, en definitiva, una
ontología. Pero, como señala el autor, una "ontología de la actualidad" (en el sentido de
lo que es actual en cada momento, y no de "contemporáneo"). Por ello se habla no de la
verdad en sí, como algo absoluto, sino de la "experiencia de verdad", Una experiencia
con vocación nihilista, vale decir, sin otra fundamentación que esa propia experiencia de
verdad.

Un ejemplo de esa fundamentación en la experiencia la encontramos en Derrida,


que en un texto de sus últimos años y de corte casi autobiográfico, recuerda su origen
Maghrebí, la historia de los judíos franceses de Argelia. Pero de esa experiencia
personal y dramática saca una reflexión hermenéutica de primer nivel, que reduce a dos
"leyes":

1. Nunca se habla más que una sola lengua, o más bien, un solo idioma.
2. Nunca se habla una sola lengua, o más bien, no hay idioma puro.111

Estas dos sentencias sólo son contradictorias en apariencia. La primera sostiene


que la unidad del lenguaje que se usa está dada no por la propia lengua, sino por la
unidad que le otorga el usuario, los usuarios, en el acto en que lo usan. En otras
palabras, Foucault describe el mismo concepto:

"La palabra sólo existe incorporada a un escenario en el que surge como un grito, murmullo,
mandato, relato; y su unidad se la debe, por una parte, al hecho de que, de escena en escena, a
pesar de la diversidad del decorado, de los actores y de las peripecias, corre el mismo ruido, se
desprende de la refriega el mismo gesto sonoro y, durante un instante, flota por encima del
episodio, como su enseña audible; por otra parte, esa misma unidad se debe al hecho de que

108
"La descripción del discurso como un proceso de fundamentación racional de las pretensiones de
validez, en donde sólo debe aceptarse la coacción del mejor argumento, es, evidentemente, una
idealización. El propio Habermas afirma que el discurso es una forma de comunicación infrecuente o
rara, por tratarse de un proceso que ha de aproximarse suficientemente a condiciones ideales" Enrique
Serrano Gómez, Legitimación y racionalización, Weber y Habermas: la dimensión normativa de un
orden secularizado, Ed. Anthropos, Barcelona, 1994, pág. 145.
109
Foucault, Michel, Siete sentencias sobre el séptimo ángel, Ed. Arena, Madrid, 1999, pág. 33.
110
Vattimo, Gianni, Más allá de la interpretación, Paidós, Barcelona, 1995, pág. 45.
111
Derrida, Jacques, El monolingüismo del otro, Ed. Manantial, Bs. Aires, 1997, pág. 20.

63
esas escenas forman una historia y se encadenan de manera sensata según las necesidades de
existencia de las ranas ancestrales".112

La segunda afirmación sostiene la inexistencia de un "idioma puro". Bastaría, en


principio, consultar al Diccionario de la Real Academia española y sus referencias a
galicismos, anglicismos, arcaísmos, neologismos y a regionalismos varios de mayor o
menor amplitud. Pero más aun si comparamos dicha recopilación con las hablas,
dominantes o no, con las que se usa el mismo "idioma" ("...no sé donde pueden
encontrarse rasgos internos y estructurales para distinguir rigurosamente entre lengua,
dialecto e idioma" -dice Derrida-). El idioma es un producto colonial: toda cultura se
instituye por la imposición unilateral de alguna "política" de la lengua, resume este
autor, y continúa: La dominación, es sabido, comienza por el poder de nombrar, de
imponer y de legitimar los apelativos. Dominación de cualquier tipo, de la Metrópoli a
las colonias, del conquistador al conquistado, del Estado-Nación a sus ciudadanos, del
padre al hijo, etc. Y así, esa lengua, única y múltiple según los dos principios antes
mencionados, deviene en el monolingüismo del otro:

"El monolingüismo del otro sería en primer lugar esa soberanía, esa ley llegada de otra parte,
sin duda, pero también, y en principio la lengua misma de la Ley. Y la Ley como Lengua. Su
experiencia sería aparentemente autónoma, porque debo hablar esta ley y adueñarme de ella
para entenderla como si me la diera a mi mismo; pero sigue siendo necesariamente -así lo
quiere, en el fondo, la esencia de toda ley- heterónoma...El monolingüismo impuesto por el
otro opera fundándose en ese fondo, aquí por una soberanía de esencia siempre colonial y que
tiende, reprimible e irreprimiblemente, a reducir las lenguas al Uno, es decir, a la hegemonía
de lo homogéneo...Pero por esta misma razón, el monolingüismo del otro quiere decir, además
otra cosa, que se descubrirá poco a poco: que de todas maneras no se habla más que una
lengua, y no se la posee. Nunca se habla más que una lengua, y ésta, al volver siempre al otro,
es, disimétricamente, del otro, el otro la guarda. Venida del otro, permanece en el otro, vuelve
al otro".113

112
Foucault, Michel, Siete sentencias sobre el séptimo ángel, op. cit. pág, 23
113
Derrida, Jacques, El monolingüismo del otro, op. cit., págs. 58/59.

64
CAPÍTULO V:
EL POSESTRUCTURALISMO
Esquilax: Caballo mitológico con cabeza
de conejo y cuerpo de conejo.
Los Simpson.

1. Introducción

Dentro de los autores que cabria mencionar en el posestructuralismo se


encuentran principalmente Georges Bataille (1867-1962), Gilles Deleuze (1925-1995),
Michel Foucault (1926-1984), Emmanuel Levinas (1906-1995) y Jacques Derrida
(1930-2004). Pero cabe advertir que no se trata en rigor ni de una escuela ni de una
corriente de pensamiento homogénea, como si ocurría con el estructuralismo. Desde
luego, todos escribieron sus obras en la Francia de la segunda posguerra, todos
navegaron en las aguas cuyo curso había marcado Saussure, todos adscribieron a una
filosofía de la diferencia, en lugar de partir, como en el pensamiento clásico, del
principio de identidad. En ese sentido retomaban la tradición heracliteana del mundo
como continua tensión y lucha de opuestos, que había quedado aletargada por el
dominio de Parménides -el apóstol de la unidad absoluta del todo- y por el platonismo.
Precisamente, la divisa del posestructuralismo propugnaba invertir el platonismo. Dice
Derrida:

“El dios de la escritura no se deja asignar un lugar fijo en el juego de las diferencias. Astuto,
inasequible, disfrazado, conspirado, farsante, como Hermes, no es ni un rey ni un paje, una
especie de comodín más bien, un significante disponible, un a carta neutra, que da juego al
juego.114

La otra nota común es la búsqueda de un concepto nuevo de otro superador de la


relación sujeto-objeto impuesta por el racionalismo cartesiano. Para comenzar
comentaremos brevemente la obra de Bataille en lo que tiene de representativa del
posestructuralismo.

Georges Bataille adhirió tempranamente al movimiento surerealista,


distanciándose posteriormente por divergencias políticas con uno de sus fundadores,
Andre Bretón. Fue escritor de múltiples temas y su estilo oscilaba entre la narración y la
filosofía, acercándose, quizás, a la poesía. Su relación con la filosofía se debe a las
lecturas de Nietzsche de 1923, y de Hegel de 1929. Al publicarse póstumamente sus
Obras completas, Michel Foucault dijo de él que era uno de los escritores más
importantes del siglo y algo similar había dicho Heidegger. Sin embargo, la coherencia
de Bataille no era la de un sistema, la de una doctrina, sino una propiedad del método
con el que enfrentaba los más diversos asuntos: el erotismo, la risa, el sacrificio, el
gasto, la pérdida, la ausencia de Dios, la crueldad, etc.

Para Bataille la comunicación es una disolución de uno mismo y del otro en la


comunicación misma: si nos comunicamos realmente, todo lo que queda de nosotros,
emisores y receptores, es la propia comunicación. El “quién lo dijo” y el “a quién se le
dijo” es una cuestión que pasa de ordinario a segundo plano, como esos aforismos o
“frases célebres” recopiladas en revistas y almanaques, que no nos dicen nada de su
114
Citado por Jean-Luc Nancy en Derrida, Jacques: Cada vez única, El fin del mundo, Valencia, Pre-
textos, 2005, pág. 291.

65
autor -en qué contexto lo dijo, por ejemplo- ni del destinatario. El ejemplo
paradigmático es la poesía, monumento a la autoreferencia, a lo que Barthes llamaría,
como veremos en este mismo capítulo, “el grado cero de la escritura”. La poesía gusta,
o es indiferente o disgusta, nada más que por aquello que dice. Un poeta mediocre
puede producir una oda sublime y un gran poeta puede producir, ocasionalmente, un
trabajo lamentable. En eso la poesía se acerca notablemente -y Bataille lo hace notar- a
la locura, igual que el surrealismo acerca la producción artística al sueño. Mientras la
escritura o los poemas clásicos, sujetos a reglas (de composición, de métrica, de rima,
etc.) eran el reino de Apolo -el dios que impone las normas de la belleza-; la literatura
contemporánea, la escritura de la diferencia, es el dominio de Dionisio -el dios que
baila, el dios de la embriaguez y del sueño-. Hablando de sí mismo Bataille dice “mi
lenguaje anuncia pobremente la melancolía de no ser Dios ni un idiota”115 . Y lo dice
oponiendo al discurso significativo la palabra poética, el éxtasis del lenguaje, su
pensamiento sacralizado, a la pérdida absoluta de sentido y esa especie de no-saber qué
es el juego (ver capítulo VIII), ya que ¿Qué clase de saber es “saber jugar”? ¿Conocer
un conjunto de reglas, dominar ciertas estrategias, intuir la próxima jugada del
adversario? ¿Y con eso? Hallándonos en posesión de esas artes ¿qué habremos
aprendido de la vida, de la realidad? Esa es la mentira de los llamados “juegos
didácticos”: tales juegos sólo enseñan a jugar.

Señala el autor que:

“… la razón es lo contrario del juego. Es el principio de un mundo que es el exacto contrario


del juego: el del trabajo. Es en efecto el mundo de la consecuencia: el trabajo se define de la
manera más correcta por el hecho de que modifica la naturaleza. Pero no la modifica como lo
hace la lucha: si la muerte es el efecto de los combates, no transforma nada. No puede darle a la
naturaleza un curso nuevo, modificar su realidad. O bien: cuando la lucha actúa de esa manera,
es en la medida en que el vencedor obliga al vencido a trabajar.”116

Para Bataille el mundo es una parodia que requiere ser interpretada, -y en esto,
como en otros tantos temas, se reconoce la influencia de Nietzsche- pero la
interpretación es una tarea casi inútil por el carácter de la experiencia que se escapa de
las proposiciones racionales y sistemáticas. El conocimiento definitivamente científico
sólo es alcanzable en un grito agónico de placer o en un alarido desgarrado por el dolor
de la muerte. Así, sus herramientas conceptuales y metodológicas, transitan por el difícil
mundo de la discontinuidad tratando de acercarse al universo inasible de la continuidad
en donde el hombre se ve sujeto a los libres juegos del cielo, alejado de cualquier
sensación de pertenencia a un cuarto, a unas comidas o a unos parientes.117

2. Esquilax

Michel Foucault, a quien habitualmente consideramos solamente como un


teórico del poder, merece se visto también como un lingüista e incluso como un
iusfilósofo. En sus obras, y especialmente en Vigilar y castigar y en La verdad y las
formas jurídicas desarrolla conceptos muy importantes para una filosofía del derecho,
así como para la lingüística resulta capital Las palabras y las cosas.

115
Bataille, Georges: La felicidad, el erotismo y la litertura, Ensayos 1944-1961, Buenos Aires, Adriana
Hidalgo, 2001, pág. 68
116
Bataille, Georges: La felicidad… , ob. cit., págs. 186 y sgts.
117
Gonzalez Vidaña, Braulio: Georges Bataille y la trasgresión de la mirada,
www.henciclopdia.org.uy./autores/Braulio Gonzalez/ G.Bataille I, htm

66
Uno de los temas de la filosofía tradicional era la búsqueda de lo universal,
como filosofía del mundo, en la antigüedad, o como filosofías aplicables a las distintas
porciones en que el mundo es dividido por la Modernidad. En cambio, Foucault
potencializa lo singular o lo particular; por ello su filosofía no es una metafísica del
poder, sino una filosofía de lo cotidiano. En segundo lugar, Foucault habla poco de las
proposiciones -construcciones lógicas-, pero en cambio se ocupa extensamente de los
enunciados -construcciones del habla o uso del lenguaje-, y al igual de lo que ocurre
respecto de la pintura de vanguardias118, produce una inversión o ruptura de la relación
entre lo enunciable y lo visible como ya tuviéramos oportunidad de analizarlo en otra
parte (Rev. Zettel, Año 1, N° 1, pág. 29 y sgts.). Pero entre ambos fenómenos hay una
interacción. Cuando el que observa un paisaje enuncia la palabra "puente", está
describiendo el puente que ve, y al mismo tiempo está ocultando el resto del paisaje que
rodea al puente. Lo enunciable determina así lo visible, en el sentido de lo que se puede
(o se debe) ver, determinando la interpretación y no al objeto en sí. El objeto seguirá
existiendo en cuanto tal (aunque aquí tampoco cabría hablar con propiedad de "objeto"),
pero lo enunciable focalizó a lo visible, como iluminado por una linterna, y redujo al
resto a la penumbra. Señala Foucault que la pregunta que aparece respecto del signo
después del Renacimiento es "cómo reconocer que un signo designa lo que significa":

"Pregunta a la que la época clásica dará respuesta por medio del análisis de la representación;
y a la que el pensamiento moderno responderá por el análisis del sentido y de la significación.
Pero, de hecho, el lenguaje no será sino un caso particular de la representación (para los
clásicos) o de la significación (para nosotros). Se ha deshecho la profunda pertenencia del
lenguaje y del mundo. Se ha terminado el primado de la escritura. Desaparece, pues esta capa
uniforme en la que se entrecruzaban indefinidamente lo visto y lo leído, lo visible y lo
enunciable. Las cosas y las palabras van a separarse. El ojo será destinado a ver y sólo a ver; la
oreja sólo a oír. El discurso tendrá desde luego como tarea decir lo que es, pero no será más
que lo que dice".119

La separación entre lenguaje y mundo implica que no sólo los signos deben ser
interpretados sino también los hechos para poder restablecer el puente entre las palabras
y las cosas que aparece roto, de modo de adjudicarle a los signos un hecho y a los
hechos un signo.

Respecto a la interpretación de los hechos conviene recordar al jurista Jerome


Frank, quien señalara en su obra Derecho e incertidumbre:

“Aquí, la ‘interpretación de los hechos’ -la selección de los ‘relevantes’- es vacilante, y la


predicción de la sentencia del tribunal inferior o superior no es muy fácil por lo común, aún
cuando los acontecimientos pasados sean indisputados o indisputables. En esta coyuntura, la
selección de los hechos relevantes requiere una ‘interpretación de la norma jurídica’. Además la
interpretación de la norma afecta a la ‘interpretación de los hechos’, y viceversa. Para decirlo
de otro modo, la interpretación de la norma y su ‘aplicación’ a los hechos relevantes se
superponen. La norma modela los hechos relevantes y los hechos relevantes modelan la
interpretación de la norma. Normas de esta clase cobran sentido en su aplicación a los hechos;
los hechos adquieren significación en la interpretación aplicada de estas normas. En ese
sentido, las normas y los hechos relevantes no pueden ser nítidamente separados. Se fusionan, se
influyen recíprocamente, se entretejen, se entrelazan.”120

118
Ver Esto no es una pipa - Ensayo sobre Magritte, Ed. Anagrama, Barcelona, 1997.
119
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, Ed. Siglo veintiuno, México, 1998, pág. 50 (énfasis
agregado).
120
Frank, Jerome, Derecho e Incertidumbre, Centro Editor de América Latina, Bs. Aires, 1968.

67
De Frank volvemos a Foucault, esta vez sobre la relación entre norma (discurso
legal) y hechos: “La ley es una gestión de los ilegalismos, unos que permite, hace
posible o inventa..., otros que tolera..., otros, por último, que prohibe, aísla y toma
como objeto, pero también como medio de dominación”.121

Lo que está rechazando Foucault, que como dijimos antes privilegia lo particular
frente a lo universal, es la dicotomía entre lo legal y lo ilegal, para poner a la ley -lo
enunciable- en el papel de tornar visibles los ilegalismos, para permitirlos, tolerarlos o
prohibirlos. Las causas de justificación en materia penal serían ejemplos de ilegalismos
tolerados, la evasión fiscal por menos de cierto monto un ilegalismo permitido, etc.

Similar es la mención que hace Gilles Deleuze en un reportaje recopilado en el


libro Conversaciones: " No me interesa la ley -dice- porque es un concepto vacío, ni las
leyes, que son nociones cómplices, me interesa la jurisprudencia. Habría que impedir
que los jueces la monopolicen."122 ¿Cuál es la jurisprudencia que no deberían
monopolizar los jueces? Toda aquella que implique una realización de uno de los fines
del derecho -v.g. la solución pacífica de los conflictos- que se materialice fuera de las
instituciones judiciales.

Finalmente, conviene rescatar otros dos conceptos foucoultianos importantes


para la teoría jurídica: uno es el concepto de “estrato”, que quizá podríamos relacionar
con el de cultura, o con lo que el sociólogo Norbert Elías denominaba “configuración”.
El estrato sería cada formación histórica que determina una particular relación entre lo
enunciable y lo visible. Esa relación, que podríamos denominar "convencional", se
produce en una sociedad o grupo social relativamente estable durante un cierto tiempo,
en donde se comparten la mayoría de los códigos lingüísticos que facilitan la
interpretación de los mensajes entre sus componentes.

El otro concepto es el de lo invisible, como tercer término de la relación, dado


que en lo que se dice hay algo que se dice demás, y que alude a aquello que Lyotard
denominaba “lo sublime” (etimológicamente, aquello que está debajo o fuera del
límite), o “lo impresentable” (aquello que no puede presentarse ni representarse). Un
ejemplo de lo dicho está en las decisiones judiciales, que además de resolver el caso
concreto, están diciendo cómo quieren que se vea al derecho. En el juzgamiento de un
delito, por ejemplo, lo invisible es el juicio mismo (como acto racional de juzgar); la
prueba producida (testimonios, confesiones, documentos) lo visible; la sentencia, por su
parte, sería lo enunciable; que produce un efecto visible: la ejecución de la condena, al
mismo tiempo que afirma la existencia de ese delito, el invisible original. Pero fuera del
proceso queda lo otro invisible, sublime o impresentable, que es el mensaje a la
sociedad sobre la forma en que deben administrarse los ilegalismos. Si al conejo con
cuerpo de conejo y cabeza de conejo lo llamamos "caballo mitológico", dejaremos de
ver a un simple conejo y nos imaginaremos a una especie de monstruo como las sirenas
o los centauros, que parece ser, pero no es, un simple y mortal conejo. Más allá de la
broma de Los Simpson, podemos reproducir el fenómeno observando una primitiva
pintura china en la que se representa mediante un círculo, dos pequeñas rayas
horizontales dentro de él y más abajo, siempre dentro del círculo, un pequeño
semicírculo cerrado con una línea horizontal. Esta parte del dibujo se completa con un

121
Ver: Gilles Deleuze, Foucault, Ed. Paidos, Barcelona, 1987, págs. 55/56, Michel Foucault, Vigilar y
Castigar, Ed. Siglo veintiuno, México, 1998, págs. 277 y sgts.
122
Deleuze, Gilles, Conversaciones, Ed. Pre-textos, Valencia, 1995, pág. 266.

68
diámetro horizontal y un radio vertical hacia arriba. Podemos, ya, pensar en una cara
según la iconografía infantil. A ambos lados de la "cara" se dibujan dos líneas gruesas
en posición horizontal, coronadas por una especie de peine de cinco dientes cada uno.
Podemos pensar, también, que se tratan de dos brazos y dos manos. Hacia abajo el
dibujo se complica: de la "cabeza" baja un rectángulo fino y alargado y a ambos lados
están dibujadas cinco rayas gruesas en posición horizontal. Podría tratarse, en suma, de
un monigote infantil. Pero el experto compilador de estos símbolos nos indica que "las
costillas prominentes... simbolizan los espíritus de los muertos"123 (¡?).

3. El orden del universo

Recordemos una vez más el fragmento 124 de Heráclito que rezaba:


"Desperdicios sembrados al azar, el más hermoso orden del mundo". De difícil
comprensión para nuestra formación occidental, como casi toda la obra que nos ha
llegado del filósofo de Éfeso, permite, sin embargo y a nuestros fines, alguna reflexión.
Hay una unificación evidente entre dos opuestos: azar y orden, más allá de los
calificativos que los adornan: desperdicios y hermoso. El conocimiento se dirigió, desde
siempre, hacia aquello que podía encarnarse en el ideal representado por el segundo
término de la antinomia; el orden. Aún cuando el objeto de dicho conocimiento fuese el
propio azar, se buscó encontrar un "orden" dentro de él, como el cálculo de
probabilidades para el juego o "Las leyes del caos" (Prigogine) para el universo fuera de
equilibrio. Pero el fragmento heracliteano transcripto nos brinda otra pista, sin que
tengamos derecho a decir que estaba implícito en el pensamiento del filósofo. Azar y
orden, diríamos, no son unas propiedades del universo sino de una metodología de
estudio. Para la mente humana, el orden no es sino la consecuencia de un
reduccionismo, primero (del universo en general al universo conocido, lo que
filosóficamente se conoce como el universo del discurso) y de una construcción,
después, conforme a ciertas reglas lógicas que, a su vez, son otras tantas construcciones.
“... nada hay más vacilante –dice Foucault- , nada más empírico (cuando menos en
apariencia) que la instauración de un orden de las cosas; nada exige una mirada más
alerta, un lenguaje más fiel y mejor modulado, nada exige mayor insistencia que no
nos dejemos llevar por la proliferación de cualidades y formas”124.

Es conocido el aforismo de Nietzsche según el cual "En el mundo no hay


hechos, sólo interpretaciones. Y esta es también una interpretación". El reduccionismo
impuesto por ciertos a priori, seguido de la observación y deducción, constituye la
materia sobre la que trabaja la interpretación, desde donde lo interpretado deviene en
símbolo y de allí se pasa a descifrar su significado y su sentido. La interpretación,
entonces, es algo que antecede a los propios símbolos que se han de interpretar, puesto
que estos adquieren tal carácter después de la actividad mental que constituye el primer
paso del proceso interpretativo.

Al respecto es ilustrativo el cuento de Ítalo Calvino titulado "Un signo en el


espacio"125. El personaje del relato, Qfwfq, una entelequia indescriptible que existe
desde el origen mismo del universo, decide determinar el tiempo que tarda el sol para
dar una revolución completa en torno de la galaxia de la que forma parte. Para ello

123
Laing, John y Wire, David, Enciclopedia de signos y símbolos, Ed. G. Gili, Barcelona, 1996, pág. 22.
124
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, ob. cit., pág. 5, (énfasis agregado).
125
Calvino, Italo, Un signo en el espacio en Memoria del mundo y otras cosmicómicas, Ed. Siruela,
Madrid, 1999, págs. 25 y sgts.

69
necesita marcar un signo inmóvil en el espacio y medir el tiempo que tarda en
reencontrarlo: "yo tenía intención de hacer un signo -relata-, eso sí, es decir, tenía
intención de considerar signo cualquier cosa que me diera por hacer; así es como, con
propósito de hacer un signo, resultó que había hecho un signo de verdad." Resaltamos:
el propósito hace al signo, y no a la inversa. Cuando vuelve a pasar por el punto en el
que debía estar el signo, éste ya no estaba: "El espacio, sin signo, se había convertido
en un abismo de vacío sin principio ni fin, nauseante, en el cual todo -incluido yo- se
perdía". Había ocurrido que en otro sistema planetario, otro individuo había borrado el
signo y marcado en otro lugar, el suyo propio. Lo que diferenciaba a los signos no era
una propiedad de ellos, sino las intenciones de sus autores, en uno la de medir la
rotación del sol, en el otro la de confundir al primero. Pero la proliferación de signos en
el juego de marcar y confundir había aumentado geométricamente con la aparición de
otros individuos. Finalmente:
"En el universo ya no había un continente y un contenido, sino sólo un espesor general de signos
superpuestos y aglutinados que ocupaba todo el volumen del espacio, era un punteado continuo,
minúsculo, una retícula de líneas y arañazos y relieves e incisiones, el universo estaba
garabateado por todas partes, a lo largo de todas las dimensiones. Ya no había modo de
establecer un punto de referencia: la Galaxia seguía girando, pero yo ya no conseguía contar
las vueltas, cualquier punto podía ser el de partida, cualquier signo sobrepuesto a los otros
podía ser el mío, pero descubrirlo no hubiese servido de nada, tan claro estaba que
independientemente de los signos el espacio no existía y quizá no hubiera existido nunca".

Sin embargo, podemos efectuar algunas distinciones tomando prestado de


Deleuze la diferenciación entre plano de trascendencia, plano de consistencia y plano
de inmanencia. El plano de trascendencia es el de los fundamentos ontológicos: Dios, el
Cosmos, el logos, la Razón universal, los principios epistemológicos, etc. El plano de
consistencia es el de las normas y reglas, de la lógica y de la matemática, el de los
sistemas teóricos, el de las construcciones idealistas y el de las reglas de procedimiento.
Por último, el plano de inmanencia es el de la vida misma, el del acontecer y del devenir
mundanos. Respecto del lenguaje, podemos decir que una concepción esencialista como
la de Platón, según la cual los nombres son verdaderos cuando describen la esencia del
objeto, esencia que se encuentra en un paraíso conceptual llamado topos uranos, se
ubica en el plano de trascendencia, mientras que la gramática de una lengua
históricamente dada se debe buscar en el plano de consistencia, y, por último, los usos
del lenguaje se encontrarán en el plano de inmanencia. Esto es también un orden
construido desde un modelo teórico, y, en cuanto tal, ubicado en el plano de
consistencia, pero a nuestros fines puede presentar una utilidad a la hora de investigar el
mundo, incluyendo lo sublime o virtual.

Así, mientras lo enunciable permanece en el plano de consistencia, de acuerdo a


reglas gramaticales, lo visible está en el plano de inmanencia. Entre esos dos planos no
hay armonía sino lucha. El plano de consistencia le ordena al mundo como debe ser,
mientras que el plano de inmanencia le responde con lo que es. En la gramática el caso
es claro, pero lo mismo ocurre con cualquier tipo de discurso. La gramática (la lengua
saussuriana) le dice al discurso como debe hablar, mientras que el discurso, bien o mal,
habla. La lengua le dice al ojo lo que tiene que ver, el ojo ve, a veces por su cuenta y
descubre el engaño al que pretendían llevarlo ("Los ojos son testigos más exactos que
los oídos", Heráclito, fragmento 101°, pero también: "Si uno no espera lo inesperado,
no lo encontrará, pues es difícil de escudriñar y de alcanzar" -frag. 18°-).

70
La vida misma es una inevitable tensión entre aquellos dos últimos planos. Los
órdenes (las órdenes) parten del plano de consistencia, al igual que lo "normal" (o
"normado") y lo "regular" (o "regulado") mientras que la obediencia y la desobediencia
-tanto humana como de las fuerzas de la naturaleza- son acontecimientos que ocurren en
el plano de inmanencia. En el punto siguiente veremos como los significados pertenecen
también a aquél plano mientras que los sentidos y hasta el propio sinsentido
corresponde a este último.

4. Los grados de la escritura

La interpretación clásica, de Platón en más, presuponía que las palabras tenían


un único y verdadero significado, que a veces resultaba "claro", y que otras veces era
preciso descubrir detrás de su apariencia engañosa. La etimología, la búsqueda de los
orígenes del término en las lenguas originarias o arcaicas, era un camino harto
transitado, pero no el único: todo el arsenal lógico, deducciones y analogías, servían a
ese fin, al igual que la antropología. La filología era la disciplina que se ocupaba de
tales menesteres, y los trabajos de los filólogos, por lo general helenistas, juristas o
clérigos, gozaban de gran prestigio.

A este nivel de interpretación, el del significado recto o literal, podemos


denominarlo el grado uno de la escritura, hoy por hoy un grado utópico, pero
conceptualmente pleno en toda la época clásica y aún en buena parte de la moderna.
Más aún, en la lengua oficial de un Estado o del Derecho, tal grado está siempre
presupuesto, aunque se trate de una ficción, ya que tales lenguajes no pretenden
únicamente comunicar (o no sólo comunican) sino que (fundamentalmente) imponen.
Dice Barthes hablando de las escrituras políticas que:

"...el poder o la sombra del poder siempre acaba por instituir una escritura axiológica, donde
el trayecto que separa habitualmente el hecho del valor, está suprimido en el espacio mismo de
la palabra, dado a la vez como descripción y como juicio".126

Cuando la escritura se aparta de ese grado uno, comienza lo que Derrida llama la
deriva, tal como veremos más adelante. Dice textualmente: "No estamos en la metáfora
como un piloto en su navío. Con esta proposición voy a la deriva"127. No se trata de un
simple desplazamiento del significado, sino la apertura a una pluralidad de grados
sucesivos, como veremos a continuación. La deriva comienza con la metáfora y
continúa con el resto de las figuras retóricas o tropos (la metonimia, la sinécdoque, la
hipérbole, etc.), donde las palabras ya no dicen lo que parecen decir, sino otra cosa.
Estamos frente al grado dos de la escritura, donde la expresión deviene figurativa. En
primer lugar el uso de las figuras retóricas es propio del lenguaje poético o literario,
donde juega un principal papel el valor estético de la figura, pero no es excluyente de
tales lenguajes, sino que su dominio se expande hacia toda forma de discurso. Muchas
veces la metáfora se convierte en un lugar común, que es cuando cierta expresión se
vuelve estándar, de uso corriente, al punto que se confunde con el grado uno. Cuando en
un comentario económico escuchamos que "los mercados están sensibles", no pensamos
que los mercados han adquirido una cualidad humana, ni experimentamos emoción

126
Barthes, Roland, El grado cero de la escritura, Ed. Siglo veintiuno, Mexico, 1999, pág.27 (ver
biografía de Roland Barthes en el apéndice biográfico al fina de esta obra).
127
Derrida, Jacques, La retirada de la metáfora, en La desconstrucción en las fronteras de la filosofía,
Ed. Paidos, Barcelona, 1989, pág. 36.

71
alguna por la belleza de la frase. La metáfora se ha disfrazado de sentido recto al punto
de que ya no la tomamos como tal. Agrega Derrida: "¿Qué pasa con la metáfora? Pues
bien, todo, no hay nada que no pase con la metáfora y por medio de la metáfora. Todo
enunciado a propósito de cualquier cosa que pase, incluida la metáfora, se habrá
producido no sin metáfora"128. Es decir, una vez que hemos admitido la primer
posibilidad de desplazamiento de significado, todo, hasta el significado recto, se ha
transformado en metáfora, y si todo es metáfora, nada lo es. En el significado "recto",
donde las palabras dirían lo que parece que están diciendo, ello ya no es de por sí una
cualidad propia de la palabra, sino una decisión de anclar su significado en un punto de
la deriva semiológica. Uno de los significados posibles es privilegiado como el
principal, y esto no depende de propiedades semánticas intrínsecas sino de
circunstancias pragmáticas extra-lingüísticas.

Repetimos: una vez admitida la posibilidad de desplazamiento del primer


significado nada empece a que el significado sufra nuevos desplazamientos, ahora en
pos del sentido. Mientras que los significados (grados uno y dos) debíamos buscarlos en
el plano de consistencia, el sentido aparece en el de inmanencia, puesto que éste se
vincula con el contexto, conjunto de circunstancias de personas, tiempo y lugar. Quién
dice la expresión, a quién se la dice, cuándo y dónde. Desde luego, esto es una
generalización y una simplificación. En realidad podría decirse que el sentido define a
las circunstancias contextuales y no a la inversa. Cualquier circunstancia que influya en
la producción de un sentido sería una circunstancia contextual. No es posible encontrar
un sentido partiendo de un análisis del contexto si antes no sabemos cuál de sus
componentes influyó en la determinación de ese sentido. Habrá algunas circunstancias
contextuales que si habrán influido y otras que no, pero no será posible determinarlo a
priori. Supongamos la expresión "mañana lloverá", su sentido será diferente si quien la
enuncia es un meteorólogo o un místico: en el primer caso podríamos entender la
expresión según su significado literal, mientras que en el segundo podríamos pensar que
se trata de una metáfora referida a que lloverán dones del cielo. En un tercer supuesto,
podría resultar indiferente el sujeto emisor y si en cambio resultar relevantes nuestra
propia experiencia respecto, por ejemplo, de los atardeceres nublados.

Señala Gottlob Frege que:

"Es verdad que en un conjunto perfecto de signos, a cada expresión debería corresponderle un
sentido determinado; pero las lenguas naturales a menudo no cumplen este requisito, y hay
que darse por satisfecho si, sólo en un mismo contexto, tiene la misma palabra el mismo
sentido... No siempre, ni siquiera en la misma persona, está unida la misma representación al
mismo sentido. La representación es subjetiva: la representación de uno no es la del otro... en
el caso de la representación..., para ser estrictos, hay que añadir a quien pertenece y en qué
momento":129

El sentido es lo que entendemos cuando expresamos algo que pueda ser


interpretado como signos, y cuando escuchamos o leemos esos signos. Cómo es que
pensamos antes o durante el habla y cómo comprendemos al recibir el mensaje es algo
que escapa a la lingüística y entra en el dominio de la psicología. Pero desde aquella
perspectiva nos basta aceptar que son cosas distintas comprender y hablar, términos
tomados en un sentido amplio.

128
Derrida, Jacques, op. cit. pág. 37.
129
Frege, Gottlob, Estudios sobre semántica, Ed. Orbis, Madrid, 1985, págs. 54, 56/57.

72
Con el sentido entramos en el grado tres de la escritura, el del sentido común,
común puesto que para que exista la posibilidad de comunicación se requiere que tanto
emisor cuanto receptor comprendan el mismo contexto. Así, el sentido común no es una
facultad del intelecto como la "razón", sino una circunstancia o conjunto de
circunstancias compartidas que posibilitan ese intento de comunicación que es, en
definitiva, todo acto de habla. "Posibilidad" decimos, y no necesidad, porque el acto de
habla es siempre una apuesta en los "juegos de lenguaje". Dice Wittgenstein:

"Podemos imaginarnos también que todo el proceso del uso de palabras es uno de esos juegos
por medio de los cuales aprenden los niños su lengua materna. Llamare a estos juegos 'juegos
de lenguaje' y hablaré a veces de un leguaje primitivo como un juego de lenguaje... Llamaré
también "juego de lenguaje" al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está
entretejido".130

Si la apuesta resulta perdedora, el sentido ahora sufre un nuevo desplazamiento,


del grado tres al grado "n" de la escritura: "n", porque desechada la posibilidad de un
"sentido común", los sentidos pueden multiplicarse en un número indefinido, que ni
siquiera coincide con el número de interlocutores, pues para cada uno de ellos puede
haber más de un sentido, un doble o múltiple sentido para el que habla (como en los
juegos de palabras o en la ironía, que, a diferencia de la metáfora, afirma todos los
sentidos a la vez) y múltiples también para cada receptor, como señalaba Frege,
(ambigüedad en la interpretación).

Y es aquí donde aparece el simple y radical descubrimiento de Barthes: el grado


cero de la escritura, allí donde las palabras o los signos no dicen nada en sí o de por sí,
vaciadas totalmente de contenido semántico, meras autorreferencias, puesto que sólo se
tienen a sí mismas como referentes, como en el caso de las definiciones circulares,
donde luego de un periplo más o menos amplio, se vuelve al punto de partida. Y lo que
resulta tanto o más sorprendente es que todo el lenguaje es potencialmente
autorreferente, ya que producida la serie continua de desplazamientos, el lenguaje ha
perdido el dominio sobre un significado propio, exclusivo y excluyente, un significado
"recto" u "originario" que es posible descubrir únicamente a partir del propio signo y,
eventualmente, de su historia. Como relata Borges en La biblioteca de Babel, una
biblioteca que "...incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que
permiten los veinticinco símbolos ortográficos":

"No puedo combinar unos caracteres (dhcmrlchdj) que la divina Biblioteca no haya previsto y
que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular
una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes
el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías".131

Invirtiendo la paradoja de Borges, así como no hay una sílaba que en algún
idioma secreto no signifique algo, no hay palabra con significado que en algún idioma
secreto carezca del mismo. Hemos llegado así al grado cero, tal vez un límite teórico al
significado, pero siempre presente y posible. Una piedra en el camino es sólo eso: una
piedra en el camino, sin ninguna otra connotación, hasta que la dotemos de algún
sentido, por ejemplo servir de hito o punto de referencia (v.g. "hasta ahí llega mi
propiedad"). Dice textualmente Barthes:

130
Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones Filosóficas, op. cit., pág. 25.
131
Borges, Jorge Luis, La biblioteca de Babel, en Ficciones, Ed. Alianza, Barccelona, 1998, pág. 97.

73
"Partiendo de una nada donde el pensamiento parecía erguirse felizmente sobre el decorado
de las palabras, la escritura atravesó así todos los estados de una progresiva solidificación:
primero objeto de una mirada, luego de un hacer y finalmente de una destrucción, alcanza hoy
su último avatar, la ausencia: en las escrituras neutras, llamadas aquí 'el grado cero de la
escritura’, se puede fácilmente discernir el movimiento mismo de una negación, y la
imposibilidad de realizarla en una duración, como si la Literatura que tiende desde hace un
siglo a trasmutar su superficie en una forma sin herencia, sólo encontrara la pureza en la
ausencia de todo signo, proponiendo en fin el cumplimiento de ese sueño órfico: un escritor
sin Literatura".132

Corresponde a Calvino decir lo mismo bajo una forma literaria:

“Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas
de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que
significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro, la taberna, las
alabardas el cuerpo de guardia , la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan
leones delfines torres estrellas: signo de que algo -quién sabe qué- tiene por signo un león o
delfín o torre o estrella... Incluso las mercancías que los comerciantes exhiben en los
mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para la
frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder, los volúmenes de Averroes
sapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad... Cómo es verdaderamente la ciudad bajo
esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin
haberlo sabido... En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre se empeña en
reconocer figuras: un velero, una mano, un elefante...”133

Todavía se puede dar un paso descendente más: hablar, como lo hace Derrida,
del "grado cero menos uno de la escritura"134, una lengua que esta siempre como
trasfondo de toda lengua, idioma o dialecto, más cerca del pensamiento que de las
palabras, "...una lengua que todavía no existe y que no habrá existido nunca...", "...una
lengua lo bastante otra para dejarse ya reapropiar en las normas, el cuerpo, la ley de la
lengua dada...".

Todo artista, todo escritor, nosotros mismos, sentimos que hay ideas que no se
dejan traducir a los signos de una lengua. Hay una intraducibilidad esencial entre el
pensamiento de lo inefable y los rígidos moldes prefabricados disponibles en una
lengua. Eso lleva a veces a incorporar palabras de otras lenguas, que nos parecen más
afortunadas, o a inventar neologismos, o finalmente, a guardar silencio.

Gadamer nos habla de tres círculos hermenéuticos: el de la comprensión, el de la


interpretación y el de la aplicación. Incluso, menciona un estadío previo al primero, que
estaría constituido por la precomprensión. No siempre el paso de la precomprensión a la
comprensión y de ésta a los restantes círculos, se produce de manera automática. La
precomprensión a veces queda en sólo eso, sin avanzar más allá. Entendemos algo, pero
ni siquiera entendemos cómo lo entendemos ni, mucho menos, sabemos si ese
entendimiento es acertado o desacertado. No encontramos, entonces, las palabras para
expresar aquello que entendemos en esa primera instancia. La precomprensión estaría
situada en el “grado cero menos uno de la escritura” y ligada a los prejuicios
inconscientes.

5. Conclusión

132
Barthes, Roland, op. cit., págs. 14/15
133
Calvino, Italo, Las ciudades invisibles, Madrid, Siruela, 1995, pág. 28/29.
134
Derrida, Jacques, El monolingüismo… op. cit., pág. 106.

74
En este último tramo, al analizar la relación entre lo enunciable y lo visible, la
construcción de los "órdenes" del universo a partir del primer término de la relación y,
finalmente, los grados de la escritura para analizar los problemas intrínsecos de ese
mismo elemento, creemos haber dado un paso más en la misma dirección que veníamos
sosteniendo en capítulos anteriores.

Pero si se ha seguido el texto con el debido cuidado se habrá advertido que no se


trató de transmitir una visión apocalíptica respecto de la posibilidad de conocer, sino de
aguzar la crítica al punto de poder revisar los presupuestos de éste. Revisión que dará
lugar a futuras respuestas a la problemática presentada, pero que deberán buscarse,
según nuestra opinión, en el campo denominado aquí como de inmanencia, ampliando
el horizonte de comprensión más allá de cualquier dogma que pudiera habernos legado
la antigüedad o la modernidad.

75
SEGUNDA PARTE
LINGÜÍSTICA

Pero ¿qué culpa tenemos, vosotros


y yo, si las palabras, por sí mismas,
están vacías? Vacías, queridos
amigos. Y vosotros, al decírmelas,
las llenáis con vuestro sentido y yo,
al acogerlas, inevitablemente, las
lleno con mi sentido; hemos creído
que nos entendíamos; no nos
hemos entendido en absoluto.
Luigi Pirandello

76
CAPITULO VI:
LA CONSTRUCCIÓN DEL LENGUAJE IDEAL
"Las palabras no significan sólo lo que
hemos tenido intención de expresar al
emplearlas: de manera que la significación
de un libro debe ciertamente rebasar las
intenciones del autor."
Charles L. Dodgson
(Lewis Carroll)

1. El lenguaje y sus problemas

Según reiterada, aunque no pacífica jurisprudencia, "la primera fuente de


interpretación de la ley es su letra, sin que sea admisible una inteligencia que equivalga a
prescindir de ésta".135 Este tipo de asertos trae, desde el punto de vista lingüístico, alguna
confusión. En primer lugar en cuanto distingue la "ley" de su "letra" (toda vez que se usaría
ésta para interpretar aquélla). En segundo lugar supone que la "ley" es el objeto que debe
ser interpretado y no la "letra" y, por último que la "letra" es un elemento idóneo para
hacerlo.

Estas cuestiones si bien desde la perspectiva del lenguaje jurídico habitual pudieran
parecer triviales, encierran una problemática tan vieja como la filosofía occidental y que,
con el devenir de los siglos, se ha desarrollado al punto de dar origen a nuevas disciplinas,
como la lógica formal y la semiótica, tal como tendremos oportunidad de ver enseguida.

Mencionar a la "ley" como algo distinto de sus palabras, tiene algo de metafísico, si
se piensa que aquélla es una sustancia ontológicamente existente "detrás" de las palabras, y
éstas solamente la apariencia exterior que la encubre, que la oculta a los ojos de los simples
mortales.

Repasemos algunos datos ya analizados. Como vimos, fueron los sofistas los
primeros en la filosofía occidental que advirtieron las dificultades del lenguaje para
representar cabalmente los objetos a los cuales queremos referirnos con nuestro discurso.
Transcribimos nuevamente la afirmación de Gorgias en el sentido de que "Si algo es
cognoscible no es en ningún caso comunicable para el prójimo", afirmación que funda de
la siguiente manera: "... el medio con el que nos comunicamos es el discurso, y éste no es
de la misma índole que las cosas existentes, lo percibido. Así pues nosotros comunicamos
no las cosas que existen sino sólo el discurso...", y en la defensa de Palámedes, como ya
sostuvimos, lleva este mismo aserto al juicio: "vosotros no debéis dar a las palabras más
importancia que a los hechos... Si las palabras lograsen presentar la verdad de los hechos
claramente ante el jurado, la sentencia sería fácil; puesto que esto no es así, os pido
preservar mi vida." (ver supra cap. II, punto 1).136

La fundamentación de este escepticismo lingüístico debe buscarse en la propia


filosofía humanista y relativista de los sofistas. Ya mencionamos la famosa afirmación de
135
C.S.J.N. , in re “Lodi Alberto Atilio c/ Estado Nacional”; idem “Subpga S.A. c/ Estado Nacional”, etc.
136
Llanos, Alfredo Los presocráticos y sus fragmentos, Ed. Juarez, Bs. As. 1969, pags. 270 y sigs.(se trata
de una diferente traducción a la ya utilizada – ver nota 10 - que no difiere conceptualmente.

77
Protágoras: "El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en cuanto son y de
las que no son en cuanto no son" que sintetiza esta filosofía y provocó la ira de Platón
quien respondió "a nuestros ojos Dios será la medida de todas las cosas"137. Y en el
diálogo "Cratilo" arremete contra Protágoras: "...es completamente imposible que
Protágoras tenga razón. En efecto, un hombre no podría nunca ser más sabio que otro, si
la verdad no fuera para cada uno más que lo que le parece" (386 c). Si las palabras son
imágenes de las cosas que representan, habrá según Platón imágenes adecuadas
(verdaderas) e inadecuadas (falsas), así como una pintura representará fielmente al objeto
pintado o no lo hará. De tal manera que el significado verdadero de un término no puede
variar, a menos que también varíe el objeto mentado, en cuyo caso el conocimiento sería
imposible: “Pues si esto mismo, el conocimiento, no dejara de ser conocimiento,
permanecería siempre y sería conocimiento. Pero si, incluso, la forma de conocimiento
cambia, simultáneamente cambiaría a otra forma de conocimiento y ya no sería
conocimiento” (440 a).138

Esta disputa signó todo el debate de la filosofía occidental entre "episteme"


(verdad) y "doxa" (opinión), entre demostración y argumentación, entre discurso
"científico" y discurso "vulgar", etc.

Señala Umberto Eco que "La utopía de una lengua perfecta no ha obsesionado
solamente a la cultura europea. El tema de la confusión de las lenguas, y el intento de
remediarla mediante la recuperación o la invención de una lengua común a todo el género
humano aparece en la historia de todas las culturas".139 Pero reduciendo el problema a
Occidente, la creencia de que la lengua griega es el idioma de la razón, superior a los
lenguajes de los "bárbaros" primero, y la posterior difusión del latín merced a la extensión
del imperio romano, aquieta las aguas por un tiempo. Sin embargo, con la caída de este
poder hegemónico, reaparecen las preocupaciones.

"Europa -sigue diciendo Eco- comienza con el nacimiento de sus lenguas vulgares, y con la
reacción, a menudo alarmada, se inicia la cultura crítica de Europa, que se enfrenta al drama de la
fragmentación de lenguas y empieza a reflexionar sobre su propio destino de civilización
multilingüe. Puesto que sufre por esta causa, intenta ponerle remedio: ora atrás, al intentar
descubrir de nuevo la lengua que había hablado Adán; ora adelante, al intentar construir una
lengua de la razón que tenga la perfección perdida de la lengua de Adán".140

Dentro de la segunda opción, la pretensión de construir un lenguaje lógico


riguroso, como veremos, ha llegado hasta nuestros días. Ernesto Cassirer señala que:

"la lógica sólo ha llegado a cobrar conciencia de su verdadera tarea filosófica y de su forma
sistemática mediante el hecho de que su desarrollo propio se produjera simultáneamente con el del
pensamiento científico y se guiara constantemente por él... El descubrimiento del método analítico
de la geometría, ha empezado por preparar el terreno al análisis general de la deducción y la

137
Llanos, Alfredo, op. cit. pag.267.
138
Platón, Cratilo, ob.cit.
139
Eco, Umberto, La búsqueda de la lengua perfecta, Ed. Crítica, Grupo Grijalbo-Mondadori, Barcelona,
1994, pag. 12.
140
Eco, Umberto, op.cit, pag. 27. El subrayado es nuestro.

78
conclusiones lógicas, tal como se presenta en las dos Analíticas aristotélicas."141 Y agrega en el
mismo lugar: "También la lógica moderna sigue siendo en este sentido lógica del conocimiento
científico, especialmente lógica de las matemáticas y de las ciencias naturales matemáticas".

2. Palabra y razón

Conviene reiterar que para los griegos, y desde ellos para todo el pensamiento
antiguo, existía una relación intrínseca entre palabra, objeto, razón, y verdad. La palabra
designaba al objeto existente (física o metafísicamente) y, por lo tanto, era el "verdadero"
nombre de la cosa designada, verdad que se descubría y se demostraba por el uso correcto
de la razón.

La modernidad tardía, con su rechazo de la metafísica, rompe el fundamento de


esta relación intrínseca, a partir del reemplazo de la razón sustantiva por la razón
instrumental, vale decir de la razón que busca la "verdad", a la razón que busca la
"objetividad". Este cambio conceptual fue la bisagra a partir de la cual la lógica moderna
entró en el camino de la formalización abandonando el de la ontología, y lo mismo
ocurriría -como veremos luego- con el de la lingüística respecto de las gramáticas clásicas.
En otras palabras, el quiebre se produce por el abandono del "esencialismo" y su
reemplazo por el denominado "nominalismo". La relación de verdad no se da ya
"naturalmente" entre las palabras y las cosas, sino convencionalmente entre las palabras,
las cosas y un conjunto de creencias. Decías Bertrand Russell que “La verdad o falsedad
de los enunciados es definible en términos de la verdad o falsedad de las creencias.”

Gottlob Frege (1848-1925) es considerado, junto con George Boole (1815-1864)


uno de los fundadores de la lógica moderna, pese a que, como suele ocurrir, su intención
no se dirigía a ello sino al objetivo de fundamentar la aritmética y la geometría de una
manera racional, prescindiendo de las concepciones empiristas y psicologistas. Si bien este
intento quedó inconcluso, sus esfuerzos dieron las bases para que, continuando el camino
señalado por el profesor de Jena, otros filósofos como Bertrand Russell (Principia
Mathemática), Ludwig Wittgenstein (Tractatus Lógico- Philosophicus) y los agrupados
bajo el rótulo de positivismo lógico, continuaran su obra hasta construir el edificio de las
modernas lógicas formales y semióticas afines.

El constructivismo analítico de Frege distingue, en los enunciados afirmativos, en


primer lugar entre objeto y función. El objeto es completo en sí mismo (vale decir que su
nombre lo menciona en su totalidad) mientras que la función que se refiere a ese objeto es
"no saturada" (es decir, no completa):

"así, por ejemplo, el enunciado 'Cesar conquistó las Galias' puede ser descompuesto en 'Cesar' y
'conquistó las Galias'. La segunda parte es no saturada, lleva consigo un lugar vacío, y únicamente
cuando se llena ese lugar por medio de un nombre propio o de una expresión que represente un
nombre propio, aparecerá un sentido completo."142

Esta distinción no es equivalente al análisis gramatical que separa "sujeto" y


"predicado". En la oración "José Hernandez es el autor del Martín Fierro", tanto el sujeto

141
Cassirer, Ernesto, Esencia y efecto del concepto de símbolo, Fondo de Cultura Económica, México, 1975,
pag.11.
142
Frege, Gottlob, Estudios sobre semántica, op. cit., pag.33.

79
"José Hernandez" como el predicado "el autor del Martín Fierro" indican objetos
relacionados por el verbo "ser", que en este caso representa a una relación de identidad. En
términos de matemática de conjuntos podemos decir que los objetos son clases
mencionadas en su totalidad, mientras que las funciones se refieren a elementos que se
encuentran en la intersección de dos conjuntos. Si decimos, por ejemplo, "Aristóteles era
de Estagira", la palabra "Aristóteles" menciona a un conjunto (de un solo elemento) en
forma total, mientras que "Estagira" se refiere a un individuo del conjunto "estagiritas" que
se intersecta con el anterior.

Mientras la relación “sujeto-predicado” es de índole gramatical y puede variar


según la construcción de la oración (v.g. en “Juan es socio de José” el sujeto es “Juan”,
al tiempo que en la oración equivalente “José es socio de Juan” el sujeto pasa a ser
“José”), la distinción entre objeto y función se refiere, para el objeto, a un conjunto
lógico mencionado en su totalidad y la función a una cualidad accidental que puede ser
compartida con otros objetos. La forma de escribir lógicamente esta distinción es “F
(x)” (se lee “F de x”) con lo que se indica la función que, en determinada situación
cumple un objeto “x”.

Aquella primera distinción lo lleva a Frege a la necesidad de una segunda, entre


signo, sentido y referencia: "cuando se usan las palabras de la manera habitual, -dice-
aquello de lo que se quiere hablar es su referencia"143. El signo es la palabra misma, y el
sentido es la conexión entre el signo y su referencia. La distinción resulta útil toda vez que:

a) Un signo alude a su referencia mediante su sentido. Distintos signos determinan


diferentes sentidos, pero pueden estar dirigidos a una misma referencia ("Velez Sarsfield",
"el autor del Código Civil", "el suegro de Victorino de la Plaza");

b) Un signo no puede carecer de sentido, pero sí de referencia ("empresa individual


de responsabilidad limitada" en el derecho argentino);

c) Un signo puede tener más de un sentido -ambigüedad- ("prenda" en sentido


jurídico y en sentido coloquial).

La monumental obra de Frege sufrió un colapso cuando, a punto de publicar el


segundo tomo de su fundamentación de la aritmética, uno de sus escasos lectores le envía
una carta para indicarle que entre los presupuestos del trabajo había una contradicción.
Frege incluye la carta del lector en un epílogo del tomo que se encontraba ya casi en la
imprenta junto con un intento de solución del error denunciado. Allí escribe: "Nada más
triste puede suceder a un escritor científico que ver como, después de terminado su trabajo,
una de las bases de su construcción se tambalea"144. El lector se llamaba Bertrand Russell.

La paradoja en la que había incurrido Frege es una variante de la paradoja de la


autorreferencia: ¿la fundamentación lógica de las matemáticas forma parte de las
matemáticas? Si la respuesta fuese afirmativa, deberíamos construir otra lógica (una
metalógica) para fundamentar a su vez a aquélla. Si en cambio, la respuesta resultase

143
Frege, Gottlob, op. cit., pag.55.
144
La cita está tomada de la introducción escrita por Jesús Mosterín a la edición realizada por Ed. Orbis de
Estudios sobre semántica.

80
negativa queda pendiente por resolver cómo se cubre el salto de la lógica a las
matemáticas sin mediación de otra lógica que permita el enlace. Un ejemplo
proporcionado por el propio Bertrand Russell puede ilustrar la paradoja: Supongamos
que en todas las bibliotecas hay un libro que es el catálogo de todas las obras de la
biblioteca. Este catálogo puede o no incluirse a sí mismo. Supongamos también que
confeccionamos un catálogo que inventaríe a los catálogos que no se incluyen a sí
mismos: ¿qué haremos con este nuevo catálogo, lo incluiremos en el nuevo o no lo
haremos? Si lo incluimos, no debiera estar (ya que es un catálogo de los catálogos que
no se incluyen); pero si no lo hacemos, sí debería mencionarse, por la misma razón.

Esta paradoja aparece siempre que intentamos coordinar dos sistemas de


diferente naturaleza: si subordinamos uno al otro, estamos en presencia de un solo
sistema autorreferente; si los coordinamos mediante un tercer sistema, iniciamos una
cadena de sistemas que nos lleva a la paradoja del regreso al infinito, ya que este tercer
sistema, queda sin fundamentación o será sucesivamente fundado por un cuarto, luego
por un quinto y así al infinito.

Bertrand Russell da parcial solución a la paradoja tomando la distinción del


filósofo Tarsky entre lenguaje-objeto y metalenguaje: el primero es el lenguaje del cual
hablamos, y el segundo, el que usamos para explicar al primero. Estos dos lenguajes se
moverían en planos distintos y no necesitan de una vinculación más allá del distinto
carácter de ambos. El ejemplo más simple se da en el caso de las traducciones, donde el
lenguaje al cual se traduce una expresión sería un metalenguaje de aquél que estamos
traduciendo. Si decimos que table en inglés equivale a mesa en castellano, el idioma
inglés sería el lenguaje-objeto y el idioma castellano sería el metalenguaje. El problema
que se presenta ahora es del de saber cuándo un lenguaje cumple una u otra función.
Cuando un fallo judicial interpreta una ley, la ley sería lenguaje-objeto y la sentencia
sería metalenguaje. Pero cuando un fallo cita un precedente, el metalenguaje pasaría a
ser, a su vez lenguaje-objeto de la nueva sentencia y esto, nuevamente, podría sucederse
al infinito. En última instancia la decisión de cuando un lenguaje cumple una u otra
función reposa en el principio de autoridad: el lenguaje interpretativo de la autoridad es
siempre metalenguaje y lo interpretado lenguaje-objeto, no por características propias
de los lenguajes sino por el elemento extralingüístico que reviste a alguien de autoridad
(ver cap. III, punto 2).

3. Russell y el cálculo proposicional

Bertrand Russell (1872-1970), constituye por si una figura ineludible, angular,


apasionada y apasionante en el edificio de la lógica moderna. No sólo por su extensa y
variada obra sino también, y no en menor medida por su extensa y variada vida, que abarca
desde una infancia desgraciada con sentimientos de autodestrucción ("no me suicidé, sin
embargo, porque deseaba saber más matemáticas") hasta el comienzo de los años 70 de
nuestro siglo, que lo vio juzgando los crímenes de la guerra de Vietnam, luego de ser un
activista en contra de las dos guerras mundiales, vale decir desde la Inglaterra victoriana,
colonialista, puritana, cuna del liberalismo, hasta el mundo de la posguerra, del Mayo
francés, del hippismo y la beatlemanía.

Russell rechazaba al mismo tiempo el carácter dogmático de los axiomas


matemáticos y el idealismo hegeliano y su concepción del mundo como un todo. De allí su
preocupación por la fundamentación lógica de las matemáticas, intentada por Frege. Pero

81
el universo de su interés se fue ampliando a lo largo de su vida, pasando de las
matemáticas a la filosofía, de ésta a las ciencias naturales y sociales, fijando finalmente su
atención en los problemas educativos y en la política. "En realidad -comenta A.J. Ayer-
con la posible excepción de su discípulo Ludwig Wittgenstein, no ha existido otro filósofo
de nuestro tiempo que haya evolucionado tan intensamente como él, tanto en el tratamiento
de cuestiones filosóficas concretas, como en el modo de rastrearlas en su totalidad".145

Entre 1910 y 1913 publica, en colaboración con Withehead, Principia


Mathemática, creando la lógica proposicional sobre la base de cuatro operadores lógicos:
la negación, la conjunción, la disyunción y la implicación, operadores que guardan una
cierta correspondencia con elementos gramaticales ("no"; "y"; "y/o" y "si... entonces...")
pero que no admiten, como veremos, una traducción mecánica y literal.

Dichos operadores, unidos a ciertas variables proposicionales, señalada por


símbolos ("p”; "q”; "r", etc.) que representaban proposiciones abstractas sin indicación de
su contenido (al igual que los números indican cantidades de cosas aunque no sepamos de
que cosas se trata) estableció un "cálculo proposicional" para la determinación del valor de
verdad de un conjunto de proposiciones cualesquiera, según aparece hoy en los manuales
de lógica bajo el título de "tablas de verdad".146

Para posibilitar este cálculo lógico deben cumplirse dos prerrequisitos: a) que el
valor de verdad de las proposiciones que integran el cálculo sea determinable como
"verdadero" o "falso" (el cálculo es binario) y b) que los operadores o conectivas sean
constantes.

Sobre estas bases la lógica así creada determina que la negación invierte el valor de
verdad de la proposición a la cual afecta; la conjunción resulta únicamente verdadera
cuando todas las proposiciones vinculadas también lo son; la disyunción es falsa cuando
todas las proposiciones vinculadas también lo son y la implicación es falsa solamente
cuando el antecedente es verdadero y el consecuente es falso.

Estas reglas del cálculo proposicional son exportadas a otros sistemas lógicos que
presentan modalidades propias para las proposiciones, pero no para los operadores (lógica
cuantificacional -universal, particular-, lógica modal -necesario, posible-, lógica deóntica -
obligatorio, prohibido, permitido y facultativo-, etc.).

Dijimos que los operadores lógicos señalados guardaban cierta relación con los de
la gramática, pero no siempre ello es así. En el lenguaje ordinario, cuando las
proposiciones son dependientes entre sí por su sentido, su valor de verdad puede no seguir
una regla fija. Tomemos por ejemplo la proposición: "compró y vendió", aceptando que
sean sus partes verdaderas dado que alguien compró una casa y luego la vendió. Si
dijésemos, invirtiendo los términos, que "vendió y compró" estaríamos diciendo una
falsedad, no por el valor de verdad de cada tramo, sino por el orden en que aparecen en la
oración, que sugiere una determinada secuencia temporal entre ambas operaciones.

145
Ayer, A. J., Russell, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1973, pag. 10.
146
Ver, por ejemplo, Robert Blanché, Introducción a la lógica contemporánea, Ed. Carlos Lohlé, Bs. As.,
1973, pags. 35 y sigs., Georges Kalinowski, Introducción a la lógica jurídica, Eudeba, Bs. As. 1973, pag. 11
y sigs., etc.

82
Las conectivas en el lenguaje ordinario pueden verse afectadas por el sentido que
se le quiere dar a la proposición o por otras circunstancias contextuales: la negación puede
funcionar como una afirmación en el lenguaje irónico, y la doble negación puede ser que
no se anule sino que funcione como una negación enfática en el lenguaje coloquial, por
ejemplo: “no lo vi nunca”.

Asimismo mucho se ha escrito sobre las paradojas de la implicación. Dijimos que


el cálculo entre dos proposiciones implicadas arrojaba como resultado una verdad, salvo en
el caso en que el antecedente fuese verdadero y el consecuente falso. Supongamos que
recortemos de un viejo periódico dos proposiciones verdaderas de dos lugares distintos:
por ejemplo, "la Corte declaró constitucional el pago con Bonos a los jubilados" y
"Argentina no jugó la Copa América". En el cálculo proposicional la proposición
compuesta "Si la Corte declaró constitucional el pago con Bonos a los jubilados entonces
Argentina no jugó la Copa América", produce no una verdad ni una falsedad, sino un
sinsentido.

Esto no afecta en nada el valor de la lógica moderna en la construcción de un


lenguaje ideal. Piénsese en que todos los programas de computación son desarrollos en ese
lenguaje. Las paradojas que surgen de confrontar el lenguaje ordinario con un lenguaje
ideal tienen solamente la utilidad de mostrar los límites entre ambos sistemas.

4. El criterio empírico del significado

En Principia Mathematica, se construyó, como hemos visto, un sistema logístico


formalizado, lo que constituiría la sintaxis de un lenguaje ideal. El denominado
"positivismo lógico" encaminó sus investigaciones hacia un sistema de lenguaje
formalizado, vale decir una semántica ideal, donde las proposiciones tuviesen un
significado unívoco y verificable.

Ambos caminos son paralelos y complementarios. Richard M. Martin enumera las


reglas de todo sistema formalizado de la siguiente manera:

a) La especificación completa del vocabulario primitivo.


b) Una definición explícita de lo que se entiende por término y fórmula (o
proposición) del sistema.
c) Un conjunto finito de fórmulas tomadas como axiomas u oraciones primitivas.
d) Un conjunto finito de reglas de inferencias que indiquen las circunstancias en
las cuales debe considerarse que una fórmula se puede demostrar a partir de otra u otras.
e) Una lista de fórmulas denominadas teoremas que puedan demostrarse a partir
de los axiomas, por medio de la aplicación de un número finito de reglas de inferencia.
f) Una lista de reglas que permitan definir o abreviar (simplificar) expresiones,
produciendo fórmulas equivalentes pero de expresión más simples.147

Si se trata de sistemas semánticos, Martin agrega dos reglas suplementarias:

147
Martin, Richard M. ¿Qué es una regla de lenguaje?, en Antología Semántica, comp. Mario Bunge, Ed.
Nueva Edición, 1960, pag. 219.

83
1) Una indicación acerca de cuáles son las expresiones que denotan (es decir que
tienen referencia según Frege) y cuáles no (sinsentidos).
2) Las circunstancias en las que una expresión denota a un determinado objeto (es
decir, condiciones de verificación de la proposición).

Estas dos últimas notas fueron el marco en que basó sus investigaciones el grupo
de filósofos conocido como el "Círculo de Viena" por desarrollar principalmente su
actividad dentro de esa ciudad, alrededor de la década del 30 del siglo pasado y que
elaboró una semántica filosófica conocida genéricamente como positivismo lógico o
empirismo lógico.

La premisa fundacional de esa corriente era de que sólo podía decirse de una
proposición que era tal si tenía significado cognoscitivo (y que, por lo tanto, pudiera
adjudicársele la categoría de verdadera o falsa), es decir, si era o bien tautológica o
contradictoria (verdadera o falsa desde el punto de vista lógico) o bien que fuese
susceptible "al menos en principio" de comprobación empírica. "De acuerdo con este
criterio empirista del significado cognoscitivo, como se lo llama -señala Hempel- muchas
de las formulaciones de la metafísica y la gnoseología tradicionales carecen de significado
cognoscitivo, por más que algunas de ellas sean ricas en connotaciones no cognoscitivas en
virtud de su atractivo emocional o de la inspiración moral que ofrecen".148

Este criterio coloca en la categoría de "sinsentido" a las proposiciones con sentido y


sin referencia empírica (en terminología de Frege), en un mismo grupo que las
pseudoproposiciones. Quedarían así identificadas las expresiones "El derecho busca
realizar un ideal de justicia", "Hamlet amaba a Ofelia" y "Los rocintones resultan malos
para las cataclísis" y excluidas todas del lenguaje riguroso.

El axioma básico para esta corriente dice que "una oración tiene significado
cognoscitivo únicamente si es traducible a un lenguaje empírico". Pero, ¿qué es un
lenguaje empirista? Ese lenguaje ideal requiere en primer lugar de una sintaxis lógica del
tipo de la desarrollada en Principia Mathemática, más un conjunto de predicados
observacionales, vale decir aquellos predicados que pueden ser comprobados mediante
observación directa, y, por último, las reglas que permitan traducir ciertas proposiciones no
observacionales a proposiciones observacionales (proposiciones indirectamente
observacionales).

Para complementar estas reglas elementales es necesario recurrir a una noción de


sistema lingüístico, dado que un lenguaje tan descarnado no podría ser fácilmente
utilizado. Muchas proposiciones de la ciencia empírica más "dura" no son en sí ni directa
ni indirectamente observacionales (como la hipótesis del big bang para la explicación del
origen de universo), pero igual poseen sentido por su vinculación con otras proposiciones
de la misma ciencia que si son observacionales, por ello la formulación más acabada del
criterio empírico del significado se formuló diciendo que “el significado cognoscitivo de
un enunciado en un lenguaje empirista surge de la totalidad de sus relaciones con todos
los demás enunciados del lenguaje y no con las oraciones observacionales solamente”.149

148
Hempel, Karl, Problemas y cambios en el criterio empirista de significado, en Antología semántica, op.
cit., pag. 86.
149
Hempel, Karl, op. cit. pag.105

84
La construcción del lenguaje ideal presupone no sólo la idea de diseñar un juego de
salón, sino también la de traducir porciones del lenguaje ordinario a aquél, de modo de
eliminar las "pseudoproposiciones" ("el absoluto es esférico") y reducir la "textura abierta"
(vaguedad, ambigüedad) de éste. La pregunta siempre presente en toda traducción de una
proposición de un lenguaje a otro se dirige a despejar la incógnita de si los significados se
mantienen equivalentes. La respuesta siempre se hará esperar. Para determinar tal
equivalencia deberíamos contar con un tercer lenguaje que sirviese de control a ese efecto,
de modo tal que traducidas ambas proposiciones al lenguaje de control, diese por resultado
una equivalencia.

Dentro de un mismo lenguaje ideal, riguroso, es posible determinar la equivalencia


de una traducción. En Matemáticas es posible determinar la equivalencia entre las
expresiones "2 + 3" y "4 + 1". Entre dos lenguajes ideales rigurosos también es posible
determinar la equivalencia con la ayuda de un tercer lenguaje de control o metalenguaje
común a ambos. Así, por ejemplo, podemos establecer la equivalencia entre las
expresiones "2 + 3" y "101", ésta última correspondiente a las matemáticas binarias.

Pero dentro de un lenguaje ordinario, la determinación de tal equivalencia no


siempre resulta posible: "Juan cometió un crimen" y "Juan cometió un asesinato" pueden
ser equivalentes en lenguaje periodístico, parcialmente equivalentes en algún lenguaje
jurídico ("crimen" equivale a delito grave y "asesinato" a homicidio calificado; todo
asesinato es un crimen, pero no todo crimen es un asesinato), pero no lo son en el lenguaje
del Código Penal Argentino, donde ninguna de esas expresiones existe.

Mucho más difícil es la traducción de un lenguaje ordinario a otro (v.g. del francés
al castellano) donde los lenguajes de control (las gramáticas y los diccionarios bilingües)
poseen igual textura abierta que los lenguajes naturales de los cuales tratan. La dificultad
aumenta si se trata de idiomas con distinta raíz (v.g. alemán y castellano), de distinta época
(v.g. griego clásico y castellano), de distinta estructura (v.g. chino y castellano), de distinta
época y estructura (v.g. jeroglífico egipcio y castellano), etc.

Igual o mayor dificultad se produce con la traducción de las expresiones del


lenguaje ordinario al lenguaje lógico. Como en el juego del teléfono descompuesto, la
consigna va perdiendo información cada vez que pasa de un jugador a otro. La fuga de
significado es como la pérdida de líquido y presión que se produce al mandar agua a través
de una cañería perforada.

El intento de construir un lenguaje ideal sirvió y sirve para mostrar los problemas
del lenguaje ordinario, lo que no es poco, pero no para resolverlos:
"La historia de las lenguas perfectas -dice Eco- es la historia de una utopía y de una serie de
fracasos. Pero nadie ha dicho que la historia de una serie de fracasos resulte fracasada. Aunque
fuera la historia de una invencible obstinación por perseguir un sueño imposible, seguiría siendo
interesante conocer los orígenes de este sueño y los motivos por los que se ha mantenido vivo a lo
largo de los siglos".150

El Derecho, conviene recordarlo, no se expresa en una lengua "perfecta", ni en un


lenguaje formalizado (toda vez que está dirigido a “guiar” a los hombres comunes y no
150
Eco,Umberto, op. cit., pag. 28.

85
sólo a los “expertos”). Su base es siempre una lengua "natural" y los problemas
lingüísticos de éstas se traducen no sólo en inconvenientes comunicacionales, sino que se
reflejan en el drama cotidiano de los litigantes concretos, y en la justicia y la seguridad que
el hombre común espera encontrar como respuesta en las instituciones jurídicas. Por ello,
la renuncia a la lengua perfecta, o las limitaciones de los lenguajes formales, no nos debe
llevar a un camino sin salida. Veremos, en el capítulo siguiente, la vía intentada por la
lingüística contemporánea.

5. La “máquina” de Turing y el sueño de la inteligencia artificial

El matemático Alan Turing (1912 – 1954) describió en 1936 en forma hipotética


una maquina que posibilitaría pasar de un estado determinado a otro, aplicando
mecánicamente unas “reglas” que estaban en el programa de la máquina. Esa es la fecha
de nacimiento de la ilusión de llegar a tener un día una máquina que imitase el modo de
pensar de los hombres y aún superarla, o como se decía por ese entonces, de construir
una inteligencia artificial (IA). En los hechos, si bien el proyecto culminó con la
aparición de las modernas computadoras, incluyendo la que venciera al campeón
mundial de ajedrez ( la Deep Blue), no puede afirmarse, después de casi tres cuartos de
siglo, que el objetivo se haya logrado, por lo que por ahora vienen ganando los
escépticos y es muy probable que la situación siga así. Como afirman éstos últimos,
sólo es posible obtener la identidad “hombre = máquina” reduciendo la actividad mental
del primero a la segunda, pero no logrando que la máquina “piense” como un hombre
real.

John L. Casti a elaborado sobre este tema una interesante obra de “especulación
científica” (vale decir, redactando un “diálogo” imaginario entre científicos de la época
de Turing, entre los que se encuentra Wittgenstein, poniendo en boca de ellos sus ideas
reales aún cuando el diálogo nunca existió), y que llamó El quinteto de Cambridge. Alli
expresa, como conclusión, que:

“Si el medio siglo de trabajo sobre la inteligencia artificial ha enseñado algo, es que capturar la
cognición humana es un asunto muy problemático. Las cosas que los humanos hacen bien -
reconocimiento de modelos, visión, inferencia inductiva, creatividad- las máquinas las hacen mal,
y viceversa.” 151

El autor construye un pequeño sistema que sintetizaría la posición de Wittgenstein


frente a la “máquina de Turing”, en donde se expresa:

Axioma 1: Los programas son objetos puramente sintácticos 152


Axioma 2: Las mentes humanas tienen un contenido semántico
Axioma 3: La sintaxis no puede dar origen a la semántica
Conclusión: Los programas no son necesarios ni suficientes para las mentes.

151
Casti, John L., El quinteto de Cambridge, Madrid, Taurus, 1998, pág. 226
152
Ver la distinción entre sintaxis y semántica efectuada por Morris en el capítulo siguiente.

86
CAPITULO VII:
EL NACIMIENTO DE LA LINGÜÍSTICA
No hay duda de que tales teorías
lingüísticas son coherentes. Lo malo es
que lo son demasiado.
José Ferrater Mora.

1. Lengua y habla

Como ya dijimos, Ferdinand de Saussure (1857/1913) revolucionó la lingüística,


especialmente por con su ya clásica distinción entre "lengua" y "habla". De este profesor
ginebrino de sánscrito y lenguas indoeuropeas se publica en 1916 su obra capital, el Curso
de Lingüística General a partir de unos apuntes tomados por sus alumnos, lo que explica el
tono didáctico que se emplea y las ilustraciones "de pizarrón" que incluye el texto.

Saussure considera que existe una ciencia rigurosa de la lengua dentro de los
estudios lingüísticos: " Todos los demás elementos del lenguaje que constituyen el habla,
vienen por sí mismos a subordinarse a esta ciencia primera, y gracias a esta subordinación
todas las partes de la lingüística encuentran su lugar natural".153

La lengua, según este autor, es social e independiente del individuo, El habla, en


cambio, es producto de manifestaciones individuales y momentáneas. Ambos caminos de
investigación son considerados autónomos, ya que mientras la lengua es pensada como un
sistema riguroso, el habla, producto del uso de esa lengua, no constituye un todo
homogéneo.

Saussure denomina lingüística externa al estudio de la evolución de los idiomas al


influjo de circunstancias históricas marcadas por las instituciones, la geografía, la
literatura, etc. y lingüística interna al estudio de la lengua como un sistema ordenado
mediante reglas. Recurre al ineludible ejemplo del juego de ajedrez: "Si sustituyo las
piezas de madera por piezas de marfil, el cambio es indiferente para el sistema; pero si
aumento o disminuyo el número de piezas tal cambio afecta profundamente a la
'gramática' del juego".154

La concepción de la lengua saussuriana (lenguaje menos habla) está teñida de


ontologismo, vale decir pensada como una "realidad" oculta detrás de la apariencia (habla).
Para el profesor ginebrino la lengua no es simplemente un sistema formal, compuesto por
objetos ideales como la geometría, sino una realidad social definida a partir de una masa
hablante que se comprende y se hace comprender históricamente a través del tiempo.

Lengua, masa hablante y tiempo configuran un todo que neutraliza la libertad


individual de los actos de habla: las licencias gramaticales de la literatura, los
desplazamientos de sentido producidos en el habla coloquial, en las jergas estudiantiles,
etc. no alteran, dentro de este esquema al sistema de la lengua.

153
Saussure, Ferdinand de, Curso de Linguística General, ob.cit. , pag. 45, (ver biografía de Ferdinand de
Saussure en el apéndice biográfico, al fina de esta obra).
154
Saussure, Ferdinand de, ob. cit. pag. 51

87
Este ontologismo lo lleva a Sausure a afirmar la paradoja -que reconoce como tal-
de considerar al signo como algo inmutable y mutable a la vez. Reconoce que "el signo
lingüístico es arbitrario", vale decir, que la relación entre signo y significante no es
esencial, no surge ni de la naturaleza del primero ni de la del segundo. Pero esa relación
que no es esencial, tampoco es convencional, no puede ser asimilada a un contrato
originario, a la manera hobbesiana, por la cual los hombres hubiesen pactado los
significados: “en cualquier época, y por muy alto que nos remontemos, la lengua aparece
siempre como una herencia de la época precedente". Pero así como no existiría un contrato
social para definir significados, tampoco lo habría para su posterior modificación. La
inmutabilidad del signo implica la no posibilidad -según Saussure- del individuo de variar
a su antojo el significado, lo que no impide que la masa hablante, en forma colectiva, no
pueda hacerlo.155

Literiaramente, Yourcenar ilustra esta paradoja haciendo decir a un emperador


romano lo siguiente:

“La gramática, con su mezcla de regla lógica y su uso arbitrario, propone al joven las primicias de
lo que más tarde le ofrecerán las ciencias de la conducta humana, el derecho o la moral, todos los
sistemas donde el hombre ha codificado su experiencia instintiva”156

Saussure rompe la paradoja distinguiendo entre lingüística sincrónica -tomando la


lengua en su aspecto estático- y lingüística diacrónica -analizando la evolución de la
lengua-, adjetivos que luego serían fundamentales para el estructuralismo. Así, por
ejemplo, el análisis lingüístico pertenece a lo sincrónico, mientras la etimología a lo
diacrónico.

Las distinciones saussurianas pueden ser graficadas conforme el siguiente cuadro,


como el mismo lo hace en su Curso...157

Sincronía
Lengua
Lenguaje Diacronía
Habla

Fig. 6

El enfoque se enmarca en el paradigma epistemológico de la modernidad. Practica


un reduccionismo sobre el objeto de estudio, dividiendo y separando las partes no
homogéneas y dinámicas, a fin de aislar los elementos que puedan conformar un sistema
riguroso, cerrado y deductivo, suprimiendo la complejidad del objeto y la aleatoriedad del
conjunto. La preocupación central de la investigación se dirige hacia la lingüística
sincrónica, en primer lugar y a la diacrónica, subsidiariamente. Ciencia e historia,
155
Saussure, Ferdinand de, op. cit. pags. 109 y sigs.
156
Yourcenar, Marguerite, Memorias de Adriano, Santiago de Chile, Ed. Sol 90, 2006, pág. 37.
157
Saussure, Ferdinand de, op.cit.139

88
conforme los modelos de la modernidad y cuyos paradigmas son la física newtoniana y la
biología darwiniana. En cambio tiene pocas referencias y solamente tangenciales al habla,
como fenómeno accidental, no reglado y, por lo tanto, indiferente para la ciencia.

Sin embargo, la trascendencia de la investigación de Saussure, como veremos, se


funda en aquello que el autor consideró secundario: el concepto de habla y la teoría de la
comunicación.

2. La teoría de la comunicación

Saussure también dio origen a la moderna teoría de la comunicación, una


disciplina que alcanzó un espectacular desarrollo a partir de la segunda mitad del siglo
XX y que continúa su avance en el presente. Prueba de ello es el incremento en nuestra
universidad de la matrícula en la carrera respectiva. Casi sin advertirlo, dicho autor
modificó la definición de “lenguaje”, que pasó a ser de “un conjunto de signos y
símbolos portadores de significado” a “un conjunto de signos comunicativos”.

El esquema básico del proceso comunicativo, con los aditamentos agregados por
otros autores postsaussurianos, es esencialmente como se representa en el gráfico
siguiente:

ESQUEMA DE COMUNICACIÓN
IDEA 1 > CODIFICACIÓN DECODIFICACIÓN > IDEA 2

RETRO
ALIMEN-
MENSAJE
TACIÓN

SUJETO
SUJETO
RECEPTOR
EMISOR

SI: “IDEA 1” = “IDEA 2” COMUNICACIÓN

Fig. 7

La gran novedad de este esquema es la introducción de los “sujetos” en su relación


con el lenguaje, por lo que este debe abandonar su pretendida objetividad y
universalidad, relativizándolo a un “contexto”, tal como veremos en el punto 4 de este
mismo capítulo.

El problema que se presenta ahora es saber cuándo es posible verificar la


hipótesis que cierra el cuadro, esto es, cuándo podremos estar seguros de habernos
comunicado correctamente. La respuesta es: con absoluta seguridad, nunca. Como se
encargaría de señalar Lacán el malentendido es inevitable.

89
La primera tentación nos lleva a imaginar a un tercer sujeto, que funcione como
un árbitro que decidiese si el fin se logró o, en caso contrario, dónde se produjo la falla
(bloqueo), si en el emisor por haber codificado mal su idea (elección inadecuada de los
signos) o en el receptor, por haber decodificado mal el mensaje (comprensión errónea
de los signos), o por “ruidos” en el canal por el que se lo trasladó (interferencias, letras
ilegibles, etc.). Pero ésta solución debe ser desechada para no incurrir en la falacia de
“regreso al infinito”. En efecto, cómo sabremos que el dictamen del tercer sujeto es el
correcto, toda vez que el mismo pudo haber sufrido un bloqueo similar, debiéndose
recurrir a un cuarto, luego a un quinto, y así indefinidamente. Tampoco puede
solucionarse la cuestión interrogando al emisor, ya que su respuesta lo colocará en la
situación del tercer sujeto antes desechado. Es lo que ocurre en el campo del Derecho
con la llamada interpretación auténtica, la ley que “aclara” los alcances de una
anterior. Se trata, en rigor de verdad, de una nueva ley, y la calificación de
“interpretación auténtica” sólo se utiliza para encubrir su retroactrividad, ya que la
nueva ley se considerará vigente a partir de la vigencia de la norma “interpretada”.

Todo el esquema, con sus novedades y problemas, puede trasladarse, mutatis


mutandi, al campo del Derecho. En el lugar del emisor podremos colocar al legislador,
en el del receptor, al destinatario de la norma (el obligado -o el propio juez, según la
teoría de Alf Ross-). El hipotético tercer sujeto (y los que le siguen en su regreso al
infinito), sería el doctrinario. Conviene aquí recordar la distinción efectuada por el
positivismo a partir de Kelsen, entre “norma” y “regla de Derecho” (o, en las versiones
más modernas, “proposición normativa”). Así, mientras las normas serían imperativas,
las reglas o proposiciones serían descriptivas y, por lo tanto, susceptibles de ser
calificadas de “verdaderas” o “falsas”. La pregunta efectuada más arriba se traduciría de
la siguiente manera: “¿Cuándo será verdadera una proposición normativa?”. La
respuesta es una tautología: “Cuando su contenido informativo coincida con el de la
norma”. “Norma” coincide aquí con la noción de “idea”, en el esquema antes mostrado.
La respuesta es tautológica porque equivale a decir que es verdadera cuando es
verdadera, es decir cuando la “idea 1” coincide con la “idea 2”, lo que sabemos por
definición y no por algún método de verificación. Carlos Cossio decía que la distinción
aludida constituía una inútil duplicación, puesto que si la proposición decía “lo mismo”
que la norma, era superflua, y, en el caso contrario sería falsa, y por lo tanto no
describiría nada.

Volviendo a Saussure, este entendía al “signo” como una entidad de doble faz:
significante-significado. El significante sería aquel objeto que la mente percibe
ocupando el lugar de una cosa para mencionarla. Este psicologismo fue luego receptado
por Lacán para proponer el estudio del lenguaje como una “lógica del significante”,
afirmando que “debajo” del significante “no hay nada”, es decir que no existe algo
como “el significado” autónomo y separado del significante, y, anteriormente, por el
célebre aforismo nietzscheano: “En el mundo no hay hechos sino sólo intepretaciones. Y
esto es también una interpretación.” Saussure mismo había prestado poca atención al
objeto denotado por el signo o referente, al igual de lo que hiciera con el “habla”, más
preocupado en la transformación de los significantes lingüístico por obra del tiempo y
del lugar en que se presentaban. También llamó la atención sobre la relación de
oposición o polaridad de unos signos respectos de otros determinados (hombre-mujer,
hombre blanco-hombre de color, países desarrollados-países subdesarrollados,
civilización-barbarie, etc.) polaridad que se mantendría en equilibrio simétrico, posición

90
luego criticada por Derrida en su metodología de deconstrucción, mediante la que
comenzaba mostrando que en esa polaridad uno de los términos, considerado mejor,
terminaba subordinando al otro, considerado peor. Pero el carácter diferenciador de los
signos opuestos fue el punto de partida de las teorías estructuralistas preocupadas de
estudiar la lengua como un sistema de relaciones, cuyos elementos carecen en sí de
valor fuera del lugar que ocupan en la relación, como tuvimos oportunidad de ver en el
capítulo IV de esta obra.

3. La teoría de los signos

En 1938 Charles Morris, profesor de la Universidad de Chicago, escribió una


monografía titulada Fundamento de la teoría de los signos, aplicando una metodología
similar al estudio del lenguaje. Además de la influencia de Ferdinand de Saussure, Morris
estaba consubstanciado con el empirismo lógico y con la filosofía pragmática
norteamericana.

Morris llamó a su ciencia de los signos "semiótica", (semiotic) siguiendo la tradición


inglesa, mientras que Saussure la denominaba "semiología" (sémiologie) y ambos términos
pueden ser considerados como sinónimos.

Para el autor norteamericano:

"La semiótica tiene un doble vínculo con la ciencia: es una ciencia más y a la vez un instrumento de la
ciencia. La significación de la semiótica como ciencia estriba en el hecho de suponer un nuevo paso
en la unificación de la ciencia, puesto que aporta los fundamentos para cualquier ciencia especial de
los signos, como la lingüística, la lógica, la retórica y (al menos parcialmente) la estética".158

En la teoría de los signos formula una división ya clásica de la semiótica en sintaxis,


semántica y pragmática. "La sintaxis -dice- considerada como el estudio de las relaciones
sintácticas de los signos entre sí haciendo abstracción de las relaciones de los signos con
los objetos o con los intérpretes, es la más desarrollada de todas las ramas de la
semiótica".159 Divide la sintaxis, a su vez, en sintaxis lógica (formal, rigurosa) y sintaxis
gramatical (sintaxis de los lenguajes históricos).

Respecto de la semántica dice que "se ocupa de la relación de los signos con su
designata y, por ello, con los objetos que pueden denotar o que, de hecho, denotan".160
Reconoce Morris que la semántica no alcanzó el nivel de rigurosidad que se alcanzó en la
sintaxis lógica.

Por último, define a la pragmática como "la ciencia de la relación de los signos con
sus intérpretes".161 Armado de estas tres nociones, define al lenguaje, "en sentido
158
Morris, Charles, Fundamentos de la teoría de los signos, Planeta- Agostini, Barcelona, 1994, pag.24. La
aspiración de una "ciencia unificada" a partir de la construcción de un lenguaje ideal (fisicalista, según la
designación de Carnap) era una aspiración del empirismo lógico y del eufórico positivismo de principios de
siglo pasado.
159
Morris, Charles, op. cit., pag.43
160
Morris, Charles, op. cit., pag.55.
161
Morris, Charles, op. cit., pag.68

91
semiótico" como "un conjunto cualquiera de vehículos sígnicos intersubjetivos cuyo uso
está determinado por reglas sintácticas, semánticas y pragmáticas".162

Las reglas que se mencionan en esa definición serían:

1º reglas de formación y reglas de transformación, para la sintaxis.

2º reglas de designación, para la semántica.

3º reglas de uso, para la pragmática.

Las reglas de formación determinan las combinaciones permitidas de los signos de


un lenguaje (palabras, oraciones); las reglas de transformación determinan de qué manera
se pueden obtener nuevas oraciones a partir de otras dadas; las reglas de designación
determinan las condiciones para que un signo pueda ser aplicable a un objeto o situación;
finalmente, las reglas de uso determinan las condiciones en que se usan los términos,
conforme las costumbres de un grupo social.

Esta obsesión por las reglas en la búsqueda de un lenguaje riguroso lleva


necesariamente a la construcción de teorías puras, inobjetables desde el punto de vista
lógico y seductoras desde el punto de vista psicológico, pero que alejan a la teoría de la
situación real que pretenden describir. Cuando Saussure menciona a una "masa hablante" o
cuando Morris utiliza la expresión "comunidad social" como productoras de esas reglas,
crean objetos colectivos de fuerte connotación pero de débil denotación. ¿Cuántos
individuos integran esa masa o comunidad? ¿Alcanzaría a los 300 millones de
hispanohablantes o bastarían dos personas enfrentadas en una situación comunicacional
particular? La determinación del número, que puede ubicarse entre ambos extremos o
fijarse en cualquier otra cifra (es decir la determinación de los límites de la clase), resulta
indispensable para circunscribir una investigación empírica respecto de tales reglas. Y no
sólo el número de los individuos, sino también la determinación de todas las demás
características definitorias de la clase.

Si tales precisiones no se efectúan (y, de hecho y de derecho los lingüistas analíticos


no las hacen) las reglas construyen o pretenden construir un lenguaje ideal en lugar de
describir un lenguaje real, históricamente dado. Ferrater Mora señala que las reglas del
lenguaje dependen tanto de usos sociales e institucionales como de idiosincrasias
personales: "en las reglas pragmáticas, que son reglas de uso del lenguaje, se manifiestan
muy diversos grados de flexibilidad y tolerancia... no parece que haya siquiera "reglas" al
respecto que regulen semejantes reglas... para empezar es sobremanera difícil -caso de que
sea posible- explicitar todas las reglas -ni siquiera las reglas sintácticas- de una lengua".163

En la misma intención que Morris, y con la pretensión de escribir una "ciencia


simbólica" o ciencia de los símbolos lingüísticos los ingleses C. K. Odgen e I. A. Richards
habían publicado en 1923 El significado del significado, subtitulado Una investigación
sobre la influencia del lenguaje en el pensamiento y sobre ciencia simbólica. Esta obra
ejerció una capital influencia, no sólo en el propio Morris, sino también en toda la

162
Charles Morris, ob. cit., pag. 75
163
Ferrater Mora, José, Indagaciones sobre el lenguaje, Ed. Alianza, Madrid 1970, pag. 89/90.

92
lingüística de este siglo, por su peculiar enfoque de la cuestión a partir de las "situaciones
significativas" (del "habla" saussuriana), en lugar de hacerlo a partir de una hipotética
"lengua", por lo que no se excluyen los aspectos psicológicos del uso del lenguaje, con lo
que aparece la noción de contexto: "hablar de una referencia es hablar de los contextos
psicológicos y exteriores, por los cuales un signo está vinculado con su referente. Así, un
examen de la composición de las referencias es una discusión de las relaciones recíprocas
de los contextos".164

El contexto son las circunstancias de personas, modo, tiempo y lugar dentro de las
cuales se da una situación comunicacional. En otras palabras, el significado de lo que se
dice depende de quién lo dice, a quién lo dice, cómo lo dice, cuándo lo dice y dónde lo
dice.

Este elemento introducido a la teoría del significado no parece preocupar a los


autores más allá de lo que cualquier otro problema lingüístico, pero no como un problema
insoluble. Por ello, en el capítulo V se lanzan a formular "los cánones del simbolismo" que
enumeran de la siguiente manera:

1) Un símbolo representa un referente y sólo uno. Si un término ambiguo "parece"


representar más de un referente debe considerarse como dos o más símbolos distintos,
aunque se escriban o pronuncien igual;
2) Los símbolos que pueden ser sustituidos unos por otros simbolizan la misma
referencia. Es decir que los sinónimos perfectos son un mismo símbolo;
3) El referente de un símbolo contraído (v.g. "triángulo") es el referente de ese
símbolo expandido ("figura plana limitada por tres lados unidos por tres ángulos");
4) Un símbolo se refiere a aquello a lo que acostumbra efectivamente a referirse;
no necesariamente a lo que debe referirse en el buen uso, o a lo que se propone referirse un
intérprete o quien lo utiliza;
5) Ningún símbolo complejo puede contener símbolos constitutivos que pretendan
ocupar el mismo "lugar"; y
6) Todos los referentes posibles juntos constituyen un orden tal que cada referente
ocupa un solo lugar en ese orden.

Ogden y Richards llaman a estas reglas "los axiomas fundamentales que determinan
el uso correcto de las Palabras en el Razonamiento"165. La palabra "axioma" da la idea de
la intención de esos autores de construir la "ciencia simbólica" a la manera de la geometría,
por lo que en principio debería inscribirse la investigación dentro de las construcciones de
lenguajes ideales que tuvimos oportunidad de ver en el capítulo anterior. Sin embargo, a
pesar de ese intento de formalización, la cuestión del significado no se agota con la
aplicación mecánica de tales reglas. Detengámonos un instante en la regla 4). Allí se
distingue entre tres tipos diferentes de sentido: a) lo que acostumbra efectivamente a
referirse; b) lo que debe referirse en el buen uso y c) lo que se propone referirse quien lo
utiliza. Tres sentidos relacionados con el uso del símbolo (el "habla" saussuriana) y
ninguno respecto de un código semántico a priori. Un uso general, un "buen" uso y,
finalmente, un uso particular.

164
Ogden, C. K - Richards, I. A., El significado del significado, Ed. Paidós, Bs. As. 1964, pag.84.
165
Ogden, C. K. - Richards, I. A., op. cit. pags. 103 a 123.

93
Debe concederse que la distinción no es del todo precisa. En efecto, ¿de dónde sale el
"buen" sentido, como algo independiente del uso generalizado? y ¿cómo se distingue el
uso generalizado más allá de la sumatoria de los usos particulares? Estos interrogantes son
reiteración de las cuestiones similares que ya introducimos al analizar los trabajos de
Saussure y de Morris y sobre las que volveremos más adelante.

La remisión al uso y la noción de contexto desembocan en el estudio del lenguaje en


el concepto de función en un sentido distinto al que utiliza Frege: para éste tiene un
alcance matemático -tal como vimos en el punto 2 del Capítulo VI-, para los autores de "El
significado...", en cambio, la palabra tiene una proyección sociológica, vale decir, referido
a como realmente funciona el lenguaje en una sociedad históricamente dada. Empiezan por
reconocer una multiplicidad de funciones del lenguaje: a) simbolización estricta (como en
las matemáticas y en la lógica formal); b) los símbolos como signos de la actividad del
hablante respecto de su auditorio (expresiones de cortesía, respeto, énfasis, etc.); c) como
signos de su actitud respecto de su referente (juicios de valor, éticos o estéticos, etc.); d)
como instrumento para la promoción de finalidades (órdenes, pedidos, ruegos, etc.) y e)
como signos de facilidad y dificultad en la referencia (expresiones aclaratorias, uso de
sinónimos, más comprensibles, etc.).166

La función se separa así de la forma que queda reducida a la sintaxis y a la


semántica gramatical (la "lengua" saussuriana).

La forma gramatical puede ser informativa, cuando mediante la utilización del


verbo en modo indicativo la oración describe un estado de cosas, susceptible de ser
considerada como verdadera o falsa ("esto es un escrito", "hoy es un día lluvioso);
exclamativa, cuando mediante el uso de signos de admiración u otros vocablos específicos
se representa un estado de ánimo ("¡Oh, Dios mío!", "Puedo escribir lo versos más tristes
esta noche"); imperativa, cuando mediante la utilización del verbo en ese mismo modo se
trasmiten órdenes, pedidos, ruegos, etc. ("Cierra esa puerta", "Debes aprobar los
parciales"); interrogativa, cuando mediante el uso de los signos correspondientes y otras
reglas gramaticales, como la acentuación de los adverbios y los pronombres, se solicita una
determinada respuesta ("¿Qué hora es?", "¿Dónde estoy?").

Pero, en la utilización concreta, en relación con la intención con la que se use el


lenguaje, una forma gramatical puede tener una función distinta a la que, en principio
parece indicar la forma. Al introducirse la idea del contexto, no como un dato ideal, como
lo hicieran Saussure al mencionar la "masa hablante" y Morris al referirse a la "comunidad
social", sino como un dato real, de naturaleza psicosocial, la lingüística da un paso
trascendente, más allá de la intención de sus autores, en el camino que va desde el estudio
del lenguaje "como ciencia normativa" al estudio de la comunicación como ciencia social
(y, tal vez, como epistemología de las ciencias sociales en general, tal como aparece en
Luhmann167, Habermas168, Lyotard169, Vattimo170 y otros autores contemporáneos).
166
Odgen, C. K. - Richards, I. A., op .cit., pags. 220 y sigs.
167
"El concepto de comunicación orientado a la diferenciación y la selección hace comprensibles los
problemas y las barreras de la conducta comunicadora observados y descriptos desde hace siglos. Una vez
sumergido en la comunicación, nadie puede regresar al paraíso de las almas simples", Niklas Luhmann,
Sistemas Sociales, Lineamientos para una teoría general, Alianza Editorial, México, 1991, pag.162.
168
Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa, Editorial Taurus, Bs.As., 1988.

94
Como vemos en el siguiente cuadro, variando los contextos, varían las funciones:

ORACIÓN FORMA CONTEXTO FUNCIÓN


"Está lloviendo" Informativa El E llama por teléfono desde otro lugar al R Descriptiva

Un poema que pinta un día triste Expresiva

El E al R que tiene un paraguas cerrado Directiva

"¡Me muero!" Exclamativa El E -enfermo- al R, familiar que lo cuida Descriptiva

El E ante una sorpresa inesperada Expresiva

El E –enfermo- al médico de guardia Directiva

"Debe ocuparse" Imperativa El E a un R bombero que esta durmiendo Descriptivo

En una plegaria dirigida a los dioses Expresivo

El E, jefe, al R, empleado, al darle un expte. Directiva

"¿Qué le pasa?” Interrogativa El E, al R que realiza un trabajo con errores Descriptiva

El E, periodista, refiriéndose al mundo Expresiva

El E, médico, al R, paciente que no cumplió un Directiva


tratamiento

Fig. 8 (E = emisor; R = receptor)

Los ejemplos de la figura 8 han sido, obviamente, simplificados, para su exposición


dentro del diagrama. Los datos del contexto deberían ser ampliados, incluyendo además de
las precisiones correspondientes, como en un relato literario, el "universo del discurso"
dentro del cual se desarrolla la acción. Pero resulta suficiente para entender que en una
situación comunicacional real, no siempre los interlocutores "dicen" lo que parecen estar
diciendo.

Las nociones de contexto, junto a las de habla y de sentido, revolucionaron la


lingüística, desplazando al reinado del signo y del significado de la época clásica. Luego de

169
"Por otra parte, en una sociedad donde el componente comunicacional se hace cada día más evidente a
la vez como realidad y como problema, es seguro que el aspecto lingüístico adquiere nueva importancia, y
sería superficial reducirlo a la alternativa tradicional de la palabra manipuladora o de la trasmisión unilateral
de los mensajes por un lado, o bien de la libre expresión o del diálogo por el otro". Jean-François Lyotard, La
condición posmoderna, Planeta Agostini, Barcelona, 1993, pag.44.
170
Vattimo, Gianni, La reconstrucción de la racionalidad, en Hermenéutica y racionalidad, Ed. Norma,
Bogotá, 1994, pag.141.

95
milenios de “gramática”, resulta que el lenguaje no es ya un “sistema” de signos sujetos a
ciertas reglas sino un conjunto de situaciones comunicacionales dependientes de algunos
de los infinitos contextos en las que pueden presentarse. En definita, éste, un elemento no
lingüístico, es el que determina el sentido de la comunicación, los acuerdos y desacuerdos,
los “malosentendidos”, etc.

4. La función operativa

La mención del "habla" que hiciera Saussure, y la del nivel "pragmático" utilizada
por Morris, al usarlas para definir por diferencia al lenguaje ideal, sirvió para ir
bosquejando una filosofía del lenguaje ordinario, que aparece con mayor nitidez en el
trabajo de Ogden y Richards recién comentado. En esta misma línea debe ser incluido el
filósofo inglés John Langshaw Austin (1911-1960) quien investigó, analíticamente, la
función operativa del lenguaje a través de las oraciones que decidió bautizar
realizativas.171

"Comenzaremos -dice Austin- pues, poniendo como ejemplos algunas expresiones lingüísticas que no
pueden ser subsumidas en ninguna categoría gramatical admitida hasta ahora, excepto la de
'enunciado'. Dichas expresiones no son un sinsentido, y no contienen ninguna de esas señales de
peligro verbales que los filósofos han descubierto, o creen haber descubierto. Me refiero a palabras
curiosas como ' bueno' o 'todos', a verbos sospechosos tales como 'poder' o 'deber', y a construcciones
dudosas tales como las de los enunciados hipotéticos".172

Como señala el autor los enunciados operativos o realizativos no son descriptivos y,


por lo tanto, no pueden ser catalogados como verdaderos o falsos. El mismo acto de
expresarlos equivale a realizar una acción o parte de ella, distinta del acto de expresarla.

Propone el texto los siguientes ejemplos: “Si, juro" -al asumirse un cargo -, "Bautizo
este barco Queen Elizabeth" -al romper una botella de champaña contra la proa-, "Lego mi
reloj a mi hermano" -en un testamento-, y "Te apuesto $100 a que mañana va a llover".
Los ejemplos pueden multiplicarse (representar una obra de teatro, rendir un examen,
pronunciar palabras rituales en un juego, etc.).

Esta categoría de enunciados resulta de sumo interés para el estudio del Derecho,
como el propio autor se encarga de señalar: "Los juristas debieran ser, entre todos, los
más conscientes del verdadero estado de cosas. Algunos, quizá, ya lo son. Sin embargo,
están dispuestos a entregarse a su medrosa ficción de que un enunciado 'de derecho' es un
enunciado de hecho".173

171
Dice Austin "La palabra que más se aproxima a lo que necesitamos es, quizás, el término técnico inglés "operative"
("operativo") en el sentido estricto que le dan los abogados para aludir a aquellas cláusulas de un instrumento que sirven
para realizar la transacción (transferencia de un inmueble o lo que sea) que constituye el objeto principal de aquél, mientras
que el resto del mismo 'refiere a las circunstancias en que el acto se lleva a cabo'. Pero, "operative" tiene otras acepciones, y
hoy en día se usa a menudo para significar poco más que "eficaz" o "conducente". Me he decidido por una palabra nueva;
aunque su etimología no es irrelevante, quizás no nos sintamos tentados a atribuirle algún significado preconcebido". J. L.
Austin, Palabras y acciones, Ed. Paidós, Bs. As. 1971, pag.48. Con la aclaración transcripta, y por la misma razón que se
expone, preferimos utilizar la expresión "operativo", antes que el neologismo castellano "realizativo" o el anglicismo
"performativo".
172
Austin, J. L., op. cit. , pag. 45.
173
Austin, J. L., op. y lug. cit. (énfasis agregado)

96
Nosotros, por nuestra parte, estamos dispuestos a considerar que todo el lenguaje que
contiene el Derecho posee función operativa. Cuando el Código Civil define al contrato en
su artículo 1137 pareciera estar usando una forma descriptiva, o bien de lo que sería un
contrato o bien frente a qué situación de hecho estaremos en condiciones de utilizar
correctamente la palabra “contrato”. Pero su función, dado que la definición se encuentra
incluida en una ley, es indudablemente operativa.

Por tratarse de una función, las circunstancias contextuales se vuelven ineludibles y


determinantes, ya que no es la forma del enunciado la que opera, sino su uso en esas
circunstancias. Rendir un examen requiere de un examinador, de un ámbito institucional,
de cierta papelería oficial (listas y actas), etc. Ese mismo "examen" rendido momentos
antes frente de un compañero de estudios a manera de ensayo, no constituye un examen.
Todo ello se pone de manifiesto, por ejemplo, en la distinción entre actos jurídicos válidos,
nulos, anulables e inexistentes. Un testamento es válido si cumple con todas las exigencias
legales, nulo si carece de un requisito esencial, anulable si le falta alguna exigencia formal
e inexistente si se realiza en medio de una obra de ficción. En todos los casos el texto
puede ser idéntico, pero las circunstancias modifican al acto (es decir, lo que se hace) y sus
efectos jurídicos.

Sin perjuicio de resaltar la importancia del contexto y de la intención del emisor para
caracterizar la función, Austin se mueve dentro de una metodología analítica que
presupone la existencia de reglas a priori, lo que no deja de ser una "idealización" del
lenguaje ordinario. "Tiene que existir un procedimiento convencional aceptado -dice- que
posea cierto efecto convencional, y que debe incluir la expresión de ciertas palabras por
ciertas personas y en ciertas circunstancias... El procedimiento debe llevarse a cabo por
todos los participantes en forma correcta". 174 Esta idea implicada en las palabras
“procedimiento correcto” define la posición constructivista del autor. En las páginas
siguientes veremos la suerte corrida por este constructivismo.

La performatividad se relaciona con el concepto actual de “sentido” tal como lo


entienden -entre otros- Wittgenstein, Deleuze y Foucault. Este último autor, señala que:

“Es preciso sustituir la lógica ternaria, tradicionalmente centrada en el referente, por un juego de
cuatro términos. ‘Marco Antonio está muerto’ designa un estado de cosas; expresa una opinión o
una creencia que yo tengo; significa una afirmación; y, además, tiene un sentido: el ‘morir’... Este
acontecimiento-sentido precisa, en una palabra, de una gramática centrada de otra forma, pues
no se localiza en la proposición bajo la forma del atributo (estar muerto, estar vivo, estar rojo)
sino que está prendido por el verbo (morir, vivir, enrojecer). Ahora bien, el verbo concebido de
esta manera posee dos formas relevantes alrededor de las que se atribuyen las otras: el presente
que dice el acontecimiento, y el infinitivo que introduce el sentido en el lenguaje y lo hace circular
al igual que este neutro que, en el discurso es eso de lo que se habla”.175

El “eso de lo que se habla”, el sentido, corresponde al nivel pragmático del


discurso, por lo que requiere la individualización del sujeto emisor (quien lo dice), del
sujeto receptor (quien lo escucha), de cómo se lo dice, de los códigos o reglas que
acepten aquéllos, de todo el conjunto de circunstancias de tiempo y lugar que llamamos
el “contexto”. Al igual que cuando Wittgenstein se pregunta por las emociones: “‘Siento

174
Austin, J. L., op. cit., pags. 67 y 77.
175
Foucault, Michel, Theatrum Philosophicum, Ed. Anagrama, Barcelona, 1995, págs. 17/19.

97
una gran alegría’. ¿Dónde? Esto suena como un absurdo... ‘Alegría’ no designa nada de
nada. Ni algo del interior (de la persona) ni del exterior”. 176 Y sin embargo, tiene
sentido.

176
Wittgenstein, Ludwig, Fichas (Zettel), Recopilación de manuscritos post-mortem realizada por G. E. M. Anscombe
y G.H. von Wright, Biblioteca de Filosofía Contemporánea, Lisboa, 1989, pág. 113, (trad. del portugués por el autor).

98
CAPITULO VIII:
EL LENGUAJE COMO JUEGO
La desconfianza respecto de la gramática
es el primer requisito para filosofar.
L.Wittgenstein

1. El vuelo de la lógica

En los capítulos anteriores de esta segunda parte, tuvimos oportunidad de seguir el


proceso llevado a cabo entre fines el siglo XIX y comienzos del XX en pos de la
construcción de un lenguaje ideal y de la idealización del lenguaje ordinario. Todo
comenzó con la intención de desarrollar una fundamentación lógica de las matemáticas
para arribar a una fundamentación matemática del lenguaje, a una ciencia del lenguaje
destinada a elaborar un lenguaje para la ciencia.

Los trabajos comentados aportaron un importante y riguroso arsenal de conceptos y


de categorías lingüísticas, no soñados por la gramática tradicional y presentaron como
antes nadie la problemática de la interpretación del lenguaje. Todo esto constituyó un
sobresaliente edificio intelectual, que no puede dejar de ser visto como destacado sobre el
horizonte de la filosofía. Se trató, empero, de un producto de una modernidad tardía, como
los que aparecieron en casi todas las ciencias sociales, y por esa misma razón, la contracara
de este fenómeno surgió de su propio seno.

El pivote sobre el que se produjo el "giro lingüístico"177 fue Ludwig Wittgenstein


(1889 -1951), filósofo de difícil encuadramiento dentro de alguna escuela o tendencia,
como es común con aquellos genios a los que es preciso nombrar con nombre y apellido
propios en lugar de hacerlo por medio de sustantivos genéricos.

Luego de interesarse en los primeros años de su vida por la ingeniería aeronáutica


y la filosofía, decidió viajar de Berlín a Jena para entrevistarse con Frege. Éste, ya anciano,
lo derivó a Cambridge para que hablara con Russell. Así lo hizo, y lo atosigó de tal manera
que éste se quejó llamándolo "un castigo". Russell acababa de terminar Principia
Mathemática luego de diez años de labor, estaba agotado y tenía pocas ganas de ponerlo en
discusión con un joven austríaco de tendencias autodestructivas, vocación dudosa y pobre
conocimiento del inglés. Sin embargo, en pocos meses, Russell cambió totalmente la
opinión sobre Wittgenstein, pasando de decir que era "una pérdida de tiempo hablar con
él" a "tengo la sensación de que resolverá los problemas que yo ya no puedo solucionar
por ser demasiado viejo..., todos los problemas suscitados por mi trabajo requieren una
mente clara y el vigor de la juventud. Él es el joven que uno espera encontrar".178

Wittgenstein fue soldado en la primera guerra mundial, y durante la misma dio


forma a la obra más notable de la primera parte de su vida: el Tractatus lógico-
philosóphicus, aparecida en 1921 y escrita en forma de aforismos o axiomas, ordenados
sistemáticamente. En ella se muestra la influencia de Principia y del atomismo lógico de
Russell. En el mundo solamente hay hechos singulares, y las palabras -proposiciones- son

177
Título de un trabajo de Richard Rorty.
178
Monk, Ray, Ludwig Wittgenstein, Ed. Anagrama, Barcelona, 1994, pags. 52 y sigs..

99
su representación. Los hechos complejos resultan de una combinación de hechos simples,
y se describen mediante una combinación de proposiciones, que se representan por las
funciones de verdad como las desarrolladas en la obra de Russell.

Este "primer Wittgenstein" se encontraba totalmente enrolado en la línea de los


constructores del "lenguaje ideal". Empero, a poco de publicarlo (tras increíbles esfuerzos
para encontrar un editor) empezó a desconfiar de él y a considerarlo insatisfactorio. El
resumen de la filosofía contenida en el Tractatus la hace el propio autor en el prólogo de la
obra: “lo que puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar
hay que callar"179. Lo que puede ser dicho claramente "es la totalidad de los hechos"
(Tract. 1.1) dado que "el mundo se descompone en hechos" (Tract. 1.2). Decirlo
claramente equivale a descomponer un enunciado complejo "en un enunciado sobre sus
partes integrantes y en aquellas proposiciones que describen completamente los
(enunciados) complejos" (Tract. 2.02.01).

De lo que hay que callar es de todo aquello que trasciende los hechos y, por lo
tanto, queda fuera del mundo, como las proposiciones metafísicas y los juicios de valor "el
sentido del mundo tiene que residir fuera de él. En el mundo todo es como es y todo
sucede como sucede; en él no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería de valor... Está
claro que la ética no resulta expresable. La ética es trascendental" (Tract. 6.41 y 6.42.1).

Pero el libro termina amargamente y preanuncia al último Wittgenstein:

"sentimos -dice- que aún cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta,
nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo... El método correcto de la
filosofía sería propiamente éste: no decir nada más que lo que se puede decir, o sea, proposiciones
de la ciencia natural -o sea, algo que nada tiene que ver con la filosofía-" (Tract. 6.52 y 6.53).

Pero, la preocupación de Wittgenstein sobre aquello "de lo que no se puede


hablar", sobre la metafísica, sobre la ética, sobre lo trascendental, aparece,
sorprendentemente en el penúltimo párrafo:

"mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende las reconoce al final como absurdas,
cuando a través de ellas -sobre ellas- ha salido fuera de ellas. (Tiene, por así decirlo, que arrojar
la escalera después de haber subido por ella). Tiene que superar estas proposiciones; entonces ve
correctamente el mundo.”(Tract. 6.54).

En 1926 se contacta en Viena con Morits Schlick, fundador del neopositivismo. En


el transcurso de esas conversaciones dijo:

"antaño creí que existía el lenguaje corriente, en el que ordinariamente nos entendemos, y luego un
lenguaje primario que expresaba lo que realmente sabemos, por consiguiente los fenómenos.
También hablé de un primer sistema y de un segundo sistema... Ahora creo que, esencialmente no
poseemos más que un solo lenguaje, que es el lenguaje corriente. No es preciso inventar un nuevo
idioma o construir una simbología, puesto que el lenguaje corriente es ya el lenguaje, a reserva de
liberarlo de las confusiones que lleva adheridas".180

179
Wittgenstein, Ludwuig, Tractatus Lógico-Philosophicus, Ed. Alianza Universidad, Madrid, 1993,
pag.11.
180
Waismann, Friedrich, Ludwig Wittgenestein y el Círculo de Viena, Fondo de Cultura Económica,
México, 1973, pags. 40/41, ( énfasis agregado).

100
También dudaba en ese momento Wittgenstein del axioma del Círculo de Viena
conocido como "criterio empírico del significado" que tuvimos oportunidad de ver en el
punto 4 del Capítulo VI, según el cual el sentido de una proposición es su verificación:

"las palabras fluctúan entre diversos significados y por eso no se sabe cuando se ha comprobado...
Muchas veces la verificación es muy difícil, v.g.: ‘Seitz ha sido elegido alcalde'. ¿Por dónde debo
empezar para comprobar debidamente esa proposición? ¿Consiste el método auténtico en ir a
informarme? ¿Debo acudir a las personas que asistieron al acto? Unas lo habrán visto desde el
frente; otras por detrás. ¿Debo mirar en el periódico?181

Vale decir que el criterio empírico del significado hace agua por dos lados: 1)
nunca estamos seguros respecto del significado de una expresión, y 2) nunca estamos
seguros de cuando se obtiene una verificación definitiva. Wittgenstein repara en que el
problema se genera para el filósofo toda vez que el lenguaje habla de ser mientras que la
verificación concluye con un parecer.

El autor vienés renunció a su fortuna personal, a los honores de Cambridge y


también al éxito que en los ambientes intelectuales ingleses y austríacos había tenido el
Tractatus, para pasarse a las filas del lenguaje ordinario. Todo el material recopilado entre
1930 y 1951- el año de su muerte- se publica póstumamente. Entre dicho material se
encuentran Los cuadernos azul y marrón (apuntes de clases dictadas a partir de 1933),
Gramática Filosófica e Investigaciones filosóficas, que daría lugar al "último
Wittgenstein", algunos de cuyos aspectos más salientes veremos en el parágrafo que sigue.

Luego de haber sido discípulo mimado de Russell, Wittgenstein se alista como


voluntario en la guerra del 14, al finalizar la misma ejerce como maestro de escuela en
Trattenbach, cerca de Viena, y posteriormente como jardinero en un monasterio también
próximo a esa ciudad, para volver a Cambridge recién en 1929. En la segunda guerra
mundial trabaja en el laboratorio de un hospital, y en 1949 renuncia a su cátedra de
Filosofía de Cambridge y establece su residencia en Irlanda, donde vive en completa
soledad, volviendo a Cambridge sólo para agonizar.

2. Los juegos de lenguaje

La primera publicación del nuevo método del "último Wittgenstein" consistió en


apuntes dictados a un grupo selecto de alumnos para que "tuvieran algo que llevarse a casa,
si no en sus cerebros, sí al menos en sus manos" y que circularon en el ambiente
universitario llamándolos "Cuadernos...", indicando el color de las tapas en que fueron
presentados.

Allí define por primera vez la expresión “juegos de lenguaje” (no “juegos del
lenguaje”) de la siguiente manera:

"En el futuro dirigiré vuestra atención una y otra vez a lo que llamaré juegos de lenguaje. Son
maneras de utilizar los signos más sencillas que aquellas de que nos servimos en nuestro lenguaje
cotidiano, mucho más complicado. Los juegos de lenguaje son las formas del lenguaje con las
cuales un niño comienza a hacer uso de las palabras. El estudio de los juegos de lenguaje es el
estudio de las formas primitivas del lenguaje, o lenguajes primitivos. Si queremos estudiar el
problema de la verdad y la falsedad, o de la manera en que las proposiciones concuerdan o no
con la realidad de la naturaleza de la afirmación, la suposición y la pregunta nos será muy

181
Waismann, Friedrich, op. cit., pag.43.

101
provechoso observar las formas del lenguaje en que estas maneras de pensar aparecen, sin el
confuso telón de fondo de procesos de pensamiento enormemente complicados. Cuando dirigimos
nuestra mirada a estas formas simples del habla, desaparece la niebla mental que parece cubrir el
uso ordinario de nuestro lenguaje. Vemos actividades, reacciones, que son nítidas y
transparentes."182

Este punto de partida en el uso del lenguaje como juego propio de los niños y de
los lenguajes primitivos implica no sólo la renuncia a la construcción de un lenguaje ideal,
riguroso, preciso y unívoco, sino también al tratamiento idealizado del lenguaje ordinario,
vale decir, viéndolo como la utilización que los usuarios hacen del lenguaje a partir de
ciertas reglas a priori, tal como se daba en las descripciones de Austin y de Odgen y
Richards. La presuposición de reglas a priori en el uso cotidiano del lenguaje determina la
existencia de un uso correcto y otro incorrecto, de uno debido y otro indebido, lo que, o
bien niega la posibilidad de transformación de un lenguaje, o bien debe resignarse a
aceptar la paradoja de que lo incorrecto pase a ser correcto por el transcurso del tiempo y la
generalización del error, tal como periódicamente hace la Real Academia Española.

Por otra parte, si bien los filósofos del lenguaje ordinario renunciaron al
esencialismo metafísico de pensar a los nombres como "verdaderos" para decidir que las
reglas sintácticas y semánticas son convencionales, la fijeza de esa hipotética convención
vuelve a otorgarle un carácter metafísico. La técnica de los juegos de lenguaje fue pensada
por Wittgenstein para quebrar esa tendencia a preguntar en abstracto y en general cosas
tales como "¿qué es el significado?" o "¿qué es el conocimiento?" intentando encontrar en
la respuesta alguna cosa.

Renunciar a la búsqueda de tales reglas anteriores al juego mismo y a su postrer


función calificadora de corrección o incorrección abre la puerta a la deriva interpretativa,
sobre la que nos extenderemos más adelante. Wittgenstein advierte este riesgo y,
precisamente, la propuesta de los juegos de lenguaje tiende a evitar este desenlace.

La idea de tal juego parte del concepto de comunicación como resultado de la


actividad lingüística, pero un resultado contingente y no necesario, pero tampoco
infinitamente contingente. Vale decir, que la comunicación no aparece garantizada por el
estricto cumplimiento de las reglas por parte de los interlocutores, si es que tales reglas
realmente existen. Pero de ello no se deriva que la comunicación sea un producto
totalmente aleatorio, como si se arrojase una botella al mar. Las propias indagaciones de
Wittgenstein escapan a las conclusiones generales y el lector no advierte fácilmente
adonde pretende llegar con aquellas, lo que no quiere decir que constituyan sinsentidos.

Wittgenstein utiliza la expresión “juegos de lenguaje” para indicar situaciones


comunicacionales (speech acts) en las que no resulta posible o suficiente la
investigación respecto del significado para determinar la verdad o falsedad de las
proposiciones incluidas en aquéllas. Las reglas de este juego no se pueden enseñar a
priori, porque dependen del uso del lenguaje en un contexto determinado. Una
expresión tal como “tengo miedo” no puede verificarse mediante una confrontación con
el estado de ánimo del interlocutor, ni él lo pretende. Carece de sentido preguntarse si
realmente tiene miedo, cree tener miedo o sólo finge tenerlo. La expresión es una flecha
disparada al oyente con el objeto de inspirar lástima, solidaridad, ayuda, justificación,

182
Monk, Ray, op. cit., pag. 314.

102
etc. La relación pregunta-respuesta: “¿qué es esto?” -“una silla” es un juego de lenguaje
y “¿qué piensas que sea esto?” –“podría ser una silla” es otro juego distinto. En el
primero quedan afuera los sujetos percibientes, en el segundo no, están involucrados por
sus opiniones. Sin embargo, todos los juegos del primer tipo pueden ser reducidos a los
del segundo: “Nada sería más errado que decir: ver e imaginar son actividades
diferentes. Es lo mismo que si dijéramos que jugar y perder en ajedrez son actividades
diferentes”.

Las normas jurídicas, son, o se convierten -al ser interpretadas- en situaciones


comunicacionales. Como lo resume un fallo de la Corte Suprema: “Es deber de los
jueces decidir los pleitos atenta la verdad probada en autos, y prescindiendo de los
ápices del derecho”. (Fallos 253:267). Lo que quiere decir que debe atenderse a las
circunstancias concretas de la causa traída a decisión más que a las elucubraciones
abstractas que pudieran hacerse respecto de las normas en juego.

Lyotard considera que los juegos de lenguaje constituyen el método para estudiar la
naturaleza del lazo social:

"... hablar es combatir, en el sentido de jugar... Eso no significa necesariamente que se juegue para
ganar. Se puede hacer una jugada por el placer de inventarla: ¿qué otra cosa existe en el trabajo de
hostigamiento de la lengua que llevan a cabo el habla popular o la literatura? La invención
continua de giros, de palabras y de sentidos que, en el plano del habla, es lo que hace evolucionar
la lengua, procura grandes alegrías. Pero, sin duda, hasta ese placer no es independiente de un
sentimiento de triunfo, conseguido al menos sobre un adversario, pero detalla, la lengua
establecida, la connotación". 183

El tema de los juegos de lenguaje soluciona una situación paradojal: la del


solipsismo (etimológicamente: sólo uno mismo). Si el lenguaje no refleja la verdadera
naturaleza de las cosas (esencialismo) para que se establezca una comunicación deberían
existir reglas que codifiquen el lenguaje de idéntica forma para el emisor y el receptor del
mensaje. Sin tales reglas la comunicación aparece como imposible. Si alguien (emisor)
afirmase que "el Estado no debe explotar las minas" manejando un código lingüístico
propio de un especialista en Recursos Naturales y dirigiese el mensaje a un interlocutor
(receptor) con códigos callejeros, es probable que este último esté de acuerdo en que no es
propio del Estado ejercer el proxenetismo. Si este último respondiese expresando su
acuerdo con la afirmación, se habría producido un paso de comedia, pero no una
comunicación.

Si eliminamos la necesidad de un código común aceptado convencionalmente, cada


interlocutor queda solo con su interpretación. Esta es la acusación que recayó sobre el
Wittgenstein del Tractatus184 y que, en los "Cuadernos..." y en las "Investigaciones..."
trató de superar mediante el recurso de los juegos de lenguaje.

En los juegos infantiles no hay idea de esencialismo, de jugar "verdaderamente" un


juego determinado. Tampoco parte de un reglamento preciso como en los juegos de
183
Lyotard, Jean-François, La condición posmoderna, Ed. Planeta Agostini, Barcelona 1993, pags. 29/30.
184
"Sólo existe, realmente, un alma del mundo, a la que preferentemente llamo mi alma, y a la que en cuanto
tal yo solo concibo lo que yo llamo las almas de los otros...¿Qué me importa la historia? ¡Mi mundo es el
primero y el último!". Ludwig Wittgenstein, Diario Filosófico (1914-1916), Ed. Planeta-Agostini Barcelona,
1986, pags. 87 y 139.

103
adultos (v.g. el ajedrez) sino que se comienza con una situación argumental mínima
consistente en una imitación de situaciones "adultas" reales (de familia, de trabajos u
oficios, etc.) o imaginarias (tomadas de historietas o filmes). No hay jugadas correctas o
incorrectas, hay o no hay juego. Las reglas se proponen conjuntamente con la realización
de la jugada. Si no es aceptada por el otro jugador el juego se termina.

La similitud con el uso del lenguaje es total. Cada vez que en una situación
comunicacional se usa un lenguaje se propone una (o más de una) regla, nueva o antigua,
usual o novedosa, razonable o no. La aceptación de esa regla posibilitará la comunicación.
La generalización de la misma acentuará tal posibilidad. La cuestión se percibe con
claridad cuando los interlocutores pertenecen a grupos con distintos códigos (nacionales-
extranjeros; jóvenes-adultos; profesionales-no profesionales, etc.), dado que cuando los
interlocutores pertenecen a un mismo grupo, los códigos comúnmente aceptados
reforzarán la ilusión acerca de la existencia de un código único, de un uso correcto de la
lengua.

Más aún, podría decirse que la posesión de códigos comunes es lo que forma al
grupo, y no a la inversa, al menos desde un punto de vista lingüístico, lo que se percibe
nítidamente en la subsistencia de los "dialectos" al lado del "idioma oficial". Esa
insistencia en lenguas regionales encuentra su razón de ser más que en una cuestión de
comodidad en una afirmación de la identidad del grupo y de la pertenencia al mismo. Otro
ejemplo de reglas acuñadas durante el desarrollo del "juego" puede verse en las jergas
mediante las cuales se comunican los habitantes de los pueblos de las fronteras entre países
con diferentes idiomas (v.g. el "portuñol" que se utiliza en los límites entre Argentina y
Brasil).

3. La deriva interpretativa

La filosofía del lenguaje recibe un impulso especial dentro del pensamiento de este
fin de milenio que recibe el nombre genérico y poco definitorio de "posmodernidad". Esta
tendencia, que cuestiona el paradigma epistemológico de la modernidad (división del
conocimiento en áreas, sistematización, mito del progreso indefinido, rechazo de la
metafísica, etc.), se visualiza en materia lingüística con sentido opuesto a la dirección
emprendida a principios del siglo pasado. Como hemos visto, la modernidad tardía intentó
la construcción de un lenguaje ideal y la idealización del lenguaje ordinario. La lingüística
posmoderna comienza por una desconstrucción de esos andamiajes conceptuales.
Ilustraremos esa tendencia analizando algunos textos de Rorty, Deleuze y Derrida. Pero
antes recordemos un famoso e inquietante relato de Borges.

En el cuento La biblioteca de Babel –que ya citáramos brevemente en el punto 3


del Capítulo V-, Jorge Luis Borges imagina una biblioteca, a la que también llama "el
universo". La biblioteca existe desde la eternidad. Cada libro es una de las combinaciones
posibles de los veinticinco símbolos ortográficos distribuidos en cuatrocientas diez páginas
de cuarenta renglones, y ochenta letras por renglón.

"Ya se sabe -dice el autor- por una línea razonable o una recta noticia, que hay leguas de insensatas
cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias". Para algunos, siguiendo el relato, "los libros
nada significan en sí". El número de libros, dado que ninguno se repite, aunque es vastísimo, no es
infinito, y contienen, por mero cálculo de probabilidades "todo lo que es dable expresar en todos los
idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, la autobiografía de los arcángeles, el catálogo fiel
de la biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la

104
demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario
de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la
versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el
tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos
de Tácito". Pero luego de la euforia producida por la existencia de la completa biblioteca, se llega a
una conclusión: "No puedo combinar unos caracteres -dhcmrlchtdj- que la divina Biblioteca no haya
previsto y que en algunas de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede
articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores, que no sea en alguno de esos
lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y
palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables
hexágonos -y también su refutación... Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?". 185

Richard Rorty, un filósofo postanalítico, critica a los filósofos del lenguaje ideal
por el abandono de ciertos problemas filosóficos tradicionales, considerados por éstos
como discusiones meramente verbales, carentes de significado y a las proposiciones que
los enuncian como "pseudoproposiciones". La deconstrucción implica prescindir de la
autoridad racionalista de la epistemología lingüística, que distingue entre un "uso correcto"
y un "uso incorrecto" del lenguaje, para apoyarse en las prácticas sociales contingentes. El
esencialismo platónico no difiere en esto del nominalismo convencionalista: sea que se
pretenda que el nombre de una cosa es su "verdadero" nombre, o simplemente el producto
de una convención, siempre hay quien decide cual es el sentido de ese "verdadero" nombre
o qué es lo convenido. La lingüística deviene así en una disciplina "normativa", ya que so
pretexto de describir los sentidos, decide y manda cual es el sentido que debe ser usado.186

Para Rorty la cuestión de "descubrir la naturaleza de X" y de encontrar cómo


usamos (o deberíamos usar) X (y las palabras relacionadas) es similar, dado que no
incluyen un mecanismo de control sobre el filósofo que desde el esencialismo o desde el
nominalismo responde a esa cuestión. 187

Este mismo autor distingue dos sentidos del término deconstrucción: el primero,
que emparenta con Derrida se relaciona con la eliminación de la distinción entre filosofía y
literatura; el segundo, en cambio, requiere de esa distinción como método de lectura de
textos. Para Derrida, como veremos, todo significado es metafórico, por lo que la
distinción entre la expresión filosófica y la expresión poética se desvanece.188 Para Rorty,
si algo dice la filosofía, debe decirlo en una forma no poética.189

Derrida considera que cuando se comienza a hablar no puede detenerse la deriva o


deslizamiento significativo. Para la tradición lingüística había que distinguir entre un

185
Borges, Jorge Luis, La biblioteca de Babel, op. y loc. cit. Los subrayados son nuestros.
186
Lo que nuestro amigo politólogo Gonzalo Aguirre denomina “Garante semiótico trascendental”.
187
Rorty, Richard , El giro lungüístico, Ed. Paidós, Barcelona, 1990.
188
Aristóteles definía a la metáfora como "la transposición del nombre de una cosa a otra; transposición
que se hace del género a la especie, de la especie al género, de la especie a la especie o siguiendo una relación
de analogía". Poética, Cap. 21, 1457-b. Respecto a la distinción entre poesía y filosofía, la posición de
Derrida se acerca a la del estagirita, quien sostenía que "la poesía es más filosófica que la historia y tiene un
carácter más elevado que ella; ya que la poesía cuenta sobre todo lo general, la historia (sobre) lo
particular".Idem Cap.9,1451-a.
189
Rorty, Richard, Descontrucción y circunvención en Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores
contemporáneos, Ed. Paidós, Barcelona, 1993, pags. 125 y sigs.

105
significado "recto" de las palabras y un eventual uso metafórico. El primero, sería propio
del conocimiento de las cosas, mientras que el segundo cumpliría una función meramente
estética. Los filósofos analíticos, como hemos visto, extendieron el campo de la metáfora a
las proposiciones metafísicas y éticas, para eliminar del campo de la filosofía las
cuestiones que consideraron meramente verbales y sin sentido descriptivo. La crítica
derrideana no apuntó a contradecir ese punto de vista sino a extender el uso metafórico a
toda la filosofía, incluyendo la rigurosa, racional y empírica filosofía de los
constructivistas.

Al hacerlo, Derrida no tiene otro camino que utilizar un lenguaje autorreferente,


vale decir, hablar metafóricamente de la metáfora:

"¿qué es lo que estoy haciendo desde hace un momento? He levantado anclas y voy a la deriva
irresistiblemente. Intento hablar de la metáfora, decir algo propio o literal a propósito suyo, tratarla
como mi tema, pero estoy, y por ella, si puede decirse así, obligado a hablar de ella more
metaphorico, a su manera... El drama, pues esto es un drama, es que incluso si decidiese no hablar
ya metafóricamente de la metáfora, no lo conseguiría, aquélla seguiría pasándome por alto para
hacerme hablar."190

Lo que llamamos el significado "recto", literal, cognoscitivo, no es sino una


metáfora privilegiada, un lugar común, un significado metafórico que se disfraza de
significado literal merced al hecho de tratarse de una metáfora conocida, incorporada de
antemano al vocabulario de los hablantes y disponible para su uso como una prenda pret-a
porter, como lo prueban las etimologías.

Se pregunta Derrida, como ya citamos, "¿Qué pasa con la metáfora? -pues bien se
responde- todo, no hay nada qué no pase con la metáfora y por medio de la metáfora. Todo
enunciado a propósito de cualquier cosa que pase, incluida la metáfora, se habrá producido
no sin metáfora." Y, agrega, haciendo mención al ocultamiento de la metáfora, que "se
retira... en el momento de su más invasora extensión, en el instante en que desborda todo
límite".191 Porque si todo sentido es metafórico, no hay otra cosa que metáforas, la propia
palabra metáfora carece de sentido al no tener de qué distinguirse.

Si renunciamos a la posibilidad de un significado literal, de una regla o de un


conjunto de reglas a priori, ¿dónde queda el significado de ese lenguaje infinitamente
metafórico? Una de las respuestas es la teoría de los juegos de lenguaje que ya tuviéramos
oportunidad de analizar. Deleuze define así ese tipo de juego: "1º) No hay reglas
preexistentes; cada tirada inventa sus reglas, lleva en sí su propia regla. 2º) En lugar de
dividir el azar en un número de tiradas realmente distintas, el conjunto de tiradas afirma
todo el azar y no cesa de ramificarlo en cada tirada."192 Este juego, no tiene principio ni
fin, ni reglas a priori, ni vencedores ni vencidos, está fuera de la "realidad", es un juego
ideal y, "además, no divertiría a nadie". Este juego solamente se da en el pensamiento y
sólo se expresa en la obra de arte.

190
Derrida, Jacques, La desconstrucción…ob. cit., pags. 36/37.
191
Derrida, Jacques, ob. y lug. cit.
192
Deleuze, Gilles, Lógica del sentido, Ed. Planeta Agostini, Barcelona, 1994, pag.79.

106
En la misma línea que Derrida, Deleuze sostiene que "el buen sentido es la
afirmación de que, en todas las cosas, hay un sentido determinable; pero la paradoja es la
afirmación de los dos sentidos a la vez (vale decir, del "recto" y del "metafórico")... La
paradoja es primeramente lo que destruye al buen sentido como sentido único, pero luego
es lo que destruye al sentido común como asignación de identidades fijas".193

La afirmación de inexistencia de un sentido literal, común a Derrida y Deleuze


corroe la idea del lenguaje como instrumento idóneo para cualquier comunicación. Dice
Deleuze que "ni siquiera puede decirse del sentido que exista: ni en las cosas ni en el
espíritu, ni con una existencia física ni con una existencia mental... no existe fuera de la
proposición que lo expresa".194 Por un camino distinto al del Wittgenstein del Tractatus se
arriba nuevamente al solipsismo: para éste, vía la subjetividad absoluta del intérprete; para
aquél por la vía de la ausencia de sentido absoluto, en sí, para cualquier contexto.

Pero, sin embargo, el lenguaje algo dice: porque, según Deleuze, "es propio del
lenguaje, a la vez, establecer límites y sobrepasar los límites establecidos".195 Por su parte,
Wittgenstein en una carta fechada en abril de 1917 -mientras elaboraba el Tractatus-
dirigida a su amigo Paul Engelmann, reconocía que "nada se pierde por no esforzarse en
expresar lo inexpresable. ¡Lo inexpresable, más bien, está contenido -inexpresablemente-
en lo expresado!".196 Este juego de los límites del lenguaje -lo expresable- y su
transgresión -lo inexpresable- es lo que determina la posibilidad de la comunicación en el
uso del lenguaje en ese juego de ofertas y aceptaciones o rechazos entre interlocutores. Es
igual que cuando estamos frente a una experiencia inédita, asombrosa y decimos: “no hay
palabras para describirlo”. Esto ya es una descripción al descartar todo nuestro vocabulario
usual.

4. Los límites de la interpretación

El semiólogo italiano Umberto Eco, en el libro que lleva por título el mismo que
identifica este parágrafo, analiza y cuestiona la "deriva" derrideana. Según este autor "lo
que Derrida quiere mostrar es el poder del lenguaje, y su capacidad para decir más de lo
que pretende decir literalmente". Y, aclara:

"Una vez privado el texto de la intención subjetiva que estaría detrás del mismo, sus lectores ya no
tienen el deber, o la posibilidad, de permanecer fieles a esa intención ausente. Entonces, es posible
concluir que el lenguaje está atrapado en un juego de significantes múltiples, que un texto no puede
incorporar ningún significado unívoco ni absoluto, que no hay un significado trascendental, que el
significante no puede estar nunca en relación de co-presencia respecto de un significado que se
difiere y dilaciona continuamente, y que cada significante está en correlación con otro significante,
de tal manera que nada queda afuera de la cadena significante, que procede al infinitum".197

193
Deleuze, Gilles, op. cit., pags. 25 y 27.
194
Deleuze, Gilles, op. cit., pag. 42.
195
Deleuze, Gilles, op. cit., pags. 26 y 32.
196
Citado por Reguera y Muñoz en la Introducción al Tractatus..., edición citada.
197
Eco, Umberto, Los límites de la interpretación, Ed.Lumen, Barcelona, 1992, pag. 362. Eco señala que
"Derrida es más lúcido que el derridismo. Creo que existe una diferencia entre este juego filosófico (cuya
apuesta no es un texto individual, sino el horizonte especulativo que revela o traiciona) y la decisión de

107
Eco admite la tesis del significado múltiple como posibilidad y señala que
tradicionalmente se han distinguido para la interpretación de un texto tres caminos
posibles: la intentio auctoris (intención del autor); la intentio operis (intención de la obra o
significado literal) y la intentio lectoris (intención del lector). La novedad de la filosofía
lingüística postanalítica está en el privilegio de la última opción y su consecuencia la
deriva interpretativa. El debate clásico, en cambio, giraba "entorno a la oposición entre
estos dos programas: a) debe buscarse en el texto lo que el autor quería decir y b) debe
buscarse en el texto lo que éste dice, independientemente de las intenciones del autor."

Si se descarta la intentio auctoris, la segunda alternativa se desdobla, para Eco, en


una nueva opción: "b1) es necesario buscar en el texto lo que dice con referencia a su
misma coherencia contextual y a la situación de los sistemas de significación a los que se
remite; y, b2) es necesario buscar en el texto lo que el destinatario encuentra con referencia
a sus propios sistemas de significación y/o con referencia a sus deseos, pulsiones,
arbitrios."198

Pero la tesis del significado múltiple debe partir, necesariamente, de un sentido


literal respecto del cual se puedan referenciar las múltiples interpretaciones. Llama
interpretación a la búsqueda de la intentio operis y uso del texto a la intentio lectoris:
"defender la interpretación contra el uso del texto no significa que los textos no puedan ser
usados. Pero su libre uso no tiene nada que ver con su interpretación, por más que tanto
interpretación como uso presupongan siempre una referencia al texto- fuente al menos
como pretexto".

Eco defiende la tesis del significado literal -objeto de la interpretación- no a partir


de un mecanismo infalible para su hallazgo, sino a partir de privilegiar alguno de los usos
que se puedan hacer de un texto. Si todos los usos posibles -y son infinitos- que puedan
llevar a cabo distintos lectores, reales o imaginarios, estuviesen en un pie de igualdad, las
proposiciones del texto no tendrían más utilidad que las fichas de un juego de damas sin
tablero y sin reglamento. Pero inspirándose en un falsacionismo de tipo popperiano, Eco
dice que es "difícil decidir si una interpretación determinada es buena, más fácil es
reconocer las malas." (¡?).

Los límites de la interpretación están fijados por Eco, por lo bajo, en un número
superior a uno, y, por lo alto, en un número inferior a infinito. "El problema, por tanto, no
consiste en discutir la antigua idea de que el mundo es un texto que puede interpretarse (y
viceversa), sino en decidir si tiene un significado fijo, una pluralidad de significados
posibles, o, por el contrario, ningún significado".199 La primera y la tercera posibilidad
constituyen casos, para Eco, de "fanatismo epistemológico". Son ejemplos de la primera, la
búsqueda de una lengua perfecta (histórica o construida) y el método de la exégesis de los
textos considerados sagrados y de la tercera, la deriva ilimitada que Eco denomina
"semiosis hermética". Esta presupone - entre otras notas- que "un texto es un universo

aplicar ese método a la crítica literaria, o de hacer de ese método el criterio de todo acto de interpretación".
Idem pags. 45/46.
198
Eco, Umberto, op. cit., pag.29.
199
Eco, Umberto, op. cit., pag.357.

108
abierto donde el intérprete puede descubrir infinitas conexiones (y que) para salvar el texto,
para transformar la ilusión del significado en la conciencia de que el significado es infinito,
el lector debe sospechar que cada línea esconde un secreto, que las palabras no dicen, sino
que aluden a lo no dicho que ellas mismas enmascaran. La victoria del lector consistirá en
hacerle decir al texto todo excepto aquello en lo que pensaba el autor, porque apenas se
descubriera que existe un significado privilegiado estaríamos seguros de que no sería el
verdadero".200

Descartadas las hipótesis extremas, Eco adhiere a la idea de la pluralidad de


sentidos, distinguiendo entre interpretación y usos, y entre éstos, a su vez, entre usos
aceptables y usos inaceptables. Según su propio ejemplo, si Jack el Destripador se
justificase diciendo que decidió cometer sus crímenes por inspiración surgida de la lectura
del Evangelio, tendríamos que convenir que el uso que hizo de ese texto no fue del todo
adecuado. (Sin embargo, mal que le pese a Eco, no uno sino muchos de los dictadores y
genocidas del siglo XX se ampararon en supuestos “mandatos divinos”) De esta manera, a
partir de la idea de un lector modelo, promedio de una comunidad de lectores, se pueden
jerarquizar los usos, descartar los inadecuados y considerar como "interpretación" el o los
usos más alejados de aquel extremo negativo.

Este concepto de lector “modelo”, presupuesto de la tesis de Eco, (concepto similar


al de masa hablante de Saussure y al de comunidad social de Morris, y pasible de las
mismas críticas –ver cap. VII, puntos 1 y 2-) resulta precisamente, su punto débil: ¿cómo
se diseña el perfil de este lector? ¿Se establece a priori o se determina empíricamente? En
este último caso ¿la encuesta debe ser universal o regionalizada, limitada o ilimitada en el
tiempo? Resulta evidente que, según sea el tamaño de la muestra escogida, así será el
promedio que se obtenga de la comunidad de lectores.

No puede negarse que la tesis de Eco resulta plausible, más útil que la deriva
ilimitada, y más flexible que la del significado literal único y absoluto. Pero, como ocurre
en cualquier sistema, se debe aceptar la premisa primera para evitar el "regreso al infinito".
Inspirándose en el diálogo entre la tortuga y Aquiles, de Lewis Carroll, Hofstadter señala
la paradoja de que "antes de poder comprender un mensaje, es necesario contar con otro
mensaje que indique cómo comprender el anterior; en otras palabras, habría una jerarquía
infinita de niveles de mensajes que impiden, en todo momento, la comprensión de ninguno
de ellos. A pesar de todo, sabemos muy bien que estas paradojas no son del todo válidas
pues las reglas sí se utilizan con cierta frecuencia, y los mensajes sí son comprendidos,
también con cierta frecuencia. ¿Cómo resolveremos éstos problemas, si es que tienen algún
tipo de solución? ".201

En los capítulos que anteceden, sintetizamos algunos sistemas y teorías


desarrolladas para intentar dar respuesta a ese último interrogante. En los siguientes
veremos el impacto de las mismas en la interpretación del lenguaje jurídico.

200
Eco, Umberto, op. cit., pag.61.
201
Hofstadter, Douglas R. Gödel, Escher, Bach: Una eterna trenza dorada, Ed. Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología, México, 1982, pags. 201/02.

109
CAPITULO IX:
INTERPRETACIÓN DE LA LEY
“A los juristas y los moralistas les incomoda que los
recursos desarrollados por las lógicas y la
epistemología moderna no les sean, por lo común, de
gran utilidad. Pareciera que la siempre renovada
ambición de racionalizar el conocimiento e
interpretación de las leyes y otras normas poco se
viera alentada echando mano a los refinados
procedimientos que las lógicas contemporáneas
ponen a disposición del jurista. Y ello es tanto más
penoso en cuanto el jurista no puede dejar de ver en
alguna lógica la piedra de toque misma de la
racionalidad”.
Roberto J. Vernengo

1. Marco histórico-político

Si bien el tema de la interpretación de la ley puede remontarse al procedimiento


griego y romano, la cuestión cobró capital importancia a partir del dictado del Código Civil
francés de 1804, conocido como el "Código de Napoleón". Para visualizar la importancia
que para la historia del Derecho tuvo este instrumento legal conviene recordar algunos
datos. La Revolución Francesa iniciada en 1789, constituyó no sólo el derrocamiento del
Antiguo Régimen monárquico y su reemplazo por el régimen republicano, sino además la
instauración de un sistema político, filosófico, epistemológico, económico y jurídico
totalmente inédito. Se forma así, dentro de esa renovación, la idea de Estado Soberano,
dueño absoluto de su territorio y de su legislación.

Los vestigios del Derecho Romano, del Derecho Canónico, de los derechos forales
(locales), son borrados por la concepción absoluta del Estado Moderno, que debe legislar
en forma autónoma respecto de la Historia y de otros sistemas jurídicos extranjeros. Y
siendo la Revolución Francesa una revolución burguesa, era lógico que su primer producto
jurídico de envergadura fuese el Código Civil, que es el código de la propiedad privada y
de la autonomía de la voluntad.

Esta misma idea de Estado absoluto conlleva la del monopolio del uso de la fuerza.
El Antiguo Régimen tenía una estructura militar corporativa, en donde cada noble, cada
señor feudal, aportaba sus fuerzas al ejército del Rey. La soberanía del nuevo Estado
excluía no sólo cualquier otro poder sobre sí, o fuera de sí, sino también, debajo de sí. El
duelo caballeresco, la venganza y la justicia por mano propia quedaban proscriptos. El
Derecho público, en tanto limitaciones al poder del Estado, no tenía mayor razón de ser en
ese momento histórico, pero el privado era una necesidad urgente para que el Estado
tuviese reglas para solucionar los conflictos entre particulares, si no quería que éstos los
solucionasen por cuenta propia y a su manera (la “justicia por mano propia” y los actos de
violencia colectivos han vuelto a reaparecer cada vez con mayor frecuencia en esta época
de retirada del Estado).

La comprensión de este marco histórico-político resulta indispensable para


entender la importancia capital que para el nuevo Derecho tiene el tema de la
interpretación de la ley. El "Código" era un texto sagrado laico que debía ser leído con la

110
misma unción con que se trataban los religiosos. El Iluminismo desacralizó al
conocimiento. Separó las cuestiones del Cielo y de la Tierra, cuando no, lisa y llanamente,
negó a aquéllas. Pero lo secular (vale decir, lo propio del siglo por oposición a lo "eterno"),
ocupó el lugar de la religiosidad ausente, el legislador ocupó el lugar de Dios y la Ley, el
de los Mandamientos.

La hermenéutica, como ciencia de la interpretación –bien que no como filosofía-,


también pasó del campo de lo religioso al de lo laico. "Interpretar", conforme la primera
acepción del vocablo dada por la vigésima primera edición del Diccionario de la Real
Academia Española (1992), es equivalente a "explicar o declarar el sentido de una cosa, y
principalmente el de textos faltos de claridad" (¡?). Esta aparentemente sencilla fórmula
encierra un grupo de problemas nucleares que deben ser analizados.

La búsqueda del sentido de la ley va, históricamente, desde el temor reverencial al


trato desprejuiciado, desde una supuesta literalidad y apego rígido y formal a un texto hasta
un juego de enmascaramientos y desenmascaramientos. Entre "explicar" y "declarar" el
sentido de una ley, términos que la Real Academia asocia libremente, puede existir un
abismo infranqueable. Una explicación puede ser satisfactoria o insatisfactoria, aclaratoria
o no y, tal vez, verdadera o falsa. Es decir, en todos los casos, un intento del explicante de
acercarse al sentido buscado, intento sometido siempre al juicio de un tercero. La
"declaración" del sentido tiene una connotación a imperio, a decisión última, definitiva e
inatacable. La explicación es una actividad semiológica, la declaración, en cambio, una
actividad política. La explicación, si posible, está sujeta al control epistemológico de una
gramática o de una lingüística. La declaración se relacionará no por su mayor o menor
adecuación con un sentido presupuesto ontológicamente como real, sino con las
condiciones formales que autoricen al declarante a determinar un significado, o con la
eficacia a posteriori de la declaración.

Otra cuestión que trae la mentada definición del diccionario se relaciona con los
"textos faltos de claridad", lo que presupone que los textos son en sí más o menos claros,
con independencia del intérprete, que una oración como "mi mamá me mima" es
igualmente clara para nosotros que para un zulú, y que un jeroglífico egipcio tiene la
misma "claridad" para un intérprete contemporáneo que para un faraón. Esta segunda
cuestión no es esencialmente diferente de la primera. Para explicar o declarar un sentido
hay que considerar, previamente, que el texto necesita ser explicado o requiere de una
declaración de sentido.

Pero estas cuestiones que acabamos de puntualizar, son, como hemos ya visto,
plenamente conocidas merced a los desarrollos de la lingüística producidos en el siglo
pasado. Al momento del nacimiento del Código de Napoleón la "autosuficiencia del
Derecho" era un principio y no un mito. La propia palabra "interpretación" era mal vista.
Tenía olor a claustros monacales y a palacios aristocráticos. La interpretación de los textos
era el pasatiempo de la escolástica y de la nobleza, vale decir, de los enemigos. Pasatiempo
perverso, ya que tenía por finalidad escamotear la religión, el conocimiento y el Derecho al
hombre simple. La autosuficiencia del Derecho, congelada en el axioma "Todo dentro de
la Ley, fuera de la Ley, nada" no era simplemente una afirmación soberbia del legislador,
sino, además, un postulado de garantía para el pueblo. De ahí, entre otras consecuencias,
que en vez de la brevedad sintetizadora y lacónica del Decálogo, del Código Civil optase
por la pretendida minuciosidad de sus miles de artículos: todo dentro de la Ley...

111
En el presente Capítulo veremos la suerte corrida por el revolucionario principio de
autosuficiencia desde el Código de Napoleón hasta nuestros días.

2. La propuesta hermenéutica de nuestro Código Civil

Nuestro Código Civil contiene un conjunto de reglas de interpretación en el Título


I, denominado "De las leyes", de los "Títulos Preliminares". Allí se incluyen preceptos de
jerarquía constitucional (toda vez que se refieren a las leyes en general y no solamente a las
normas de ese Código) y que la práctica jurídica local ha mantenido como si tuviese esa
ubicación jerárquica dentro del sistema jurídico.

Cabe resaltar especialmente el tríptico contenido en los artículos 15, 16 y 17. En el


primero se expresa el deber incondicional de fallar que tienen los magistrados, diciendo
que: "los jueces no pueden dejar de juzgar bajo el pretexto de silencio, oscuridad o
insuficiencia de las leyes".

Este deber constituye el primer axioma de la autosuficiencia del Derecho y


significa una solución novedosa con relación al antiguo concepto de Derecho. Tanto en
Grecia como en Roma, los jueces carecían de tal deber. El propio codificador en la nota al
artículo 16 señala un procedimiento alternativo: "... las leyes 11, Tit. 22 y 15, Tit. 23, 3a.,
ordenan que, no pudiendo el juez salir de la duda, de hecho o de derecho, remita la causa al
soberano para que la decida". Luego de enunciar el deber de los magistrados, el legislador
se anticipa a las excusas que pueda dar aquel, utilizando la expresión pretexto.202

Las excusas inaceptables son tres: el silencio, esto es, que la ley no diga como debe
solucionarse un caso; oscuridad, cuando la ley dice como debería solucionarse un caso,
pero lo hace de forma confusa, ambigua, etc., e insuficiencia, vale decir que la ley dice
como debe solucionarse un caso, y lo dice en forma clara, pero no lo dice en forma
completa. La primera y última hipótesis, se refieren a los casos conocidos como
"lagunas".203 La segunda vuelve a introducir el tema de la "claridad" de un texto, del que
nos ocuparemos más adelante.

Si silencio, oscuridad e insuficiencia son "pretextos", esto quiere decir, a contrario,


que la ley es, por decreto del legislador, expresa, clara y completa.

Sin embargo, el artículo siguiente comienza de manera aparentemente distinta: "Si


una cuestión no puede resolverse..." Pero, el principio sigue siendo el mismo: todo está
previsto por la ley, aún lo imprevisto. ¿Cómo prevé la ley la solución de los casos futuros?

202
El diccionario de la Real Academia Española define "pretexto" como "Motivo o causa simulada o
aparente que se alega para hacer una cosa o para excusarse de no haberla ejecutado."
203
Ver E. A. Russo, Del mito de la autosuficiencia del Derecho al Derecho Judicial, en Interpretación de
la Ley, Poder de las significaciones y significaciones de poder, L. A. Warat y E. A. Russo,, Ed. Abeledo
Perrot, Bs. As., 1987, pags. 73 y sigs.

112
En primer lugar, por sus propias palabras (intentio operis) expresas, claras y completas.204
En segundo lugar, por su espíritu (intentio auctoris).205

Seguidamente, el artículo brinda la solución para los casos no previstos: los


principios de las leyes análogas (Todo dentro de la Ley...).206 Cuándo una ley es análoga
es otro tema que debe ser elucidado desde un punto de vista lógico, lo que haremos más
abajo. El mismo artículo, finalmente, da otra regla por "si aún la cuestión fuere dudosa",
remitiendo a los principios generales del derecho, lo que nos lleva por los caminos de la
interpretación sistemática. 207

El artículo 17, por último, cierra el tríptico relegando a la costumbre al carácter de


una fuente del Derecho secundaria. En el sistema del Código Civil, no podía ser de otra
manera. Es decir que si bien la norma se refiere a la costumbre como fuente ("no pueden
crear derechos") debe tenerse presente que se trata de una fuente de naturaleza distinta a la
de la ley. El precepto analizado no soluciona la cuestión de la desuetudo, vale decir, de si
una costumbre contraria puede derogar la ley, ya que si bien el texto legal niega esta
posibilidad, qué diríamos frente al caso en que los hechos tornan totalmente inaplicable a
una ley (por desaparición de las condiciones fácticas de aplicación, v.g. extinción de los
sujetos a los cuales va dirigida la ley).

Partiendo de la base de que el lenguaje del Derecho es lenguaje natural (por


oposición a los lenguajes formalizados, que tuviéramos oportunidad de ver en el Capítulo
V), Genaro Carrió sintetizó hace ya varias décadas las características del mismo,
resumiendo los aportes de las filosofías de los lenguajes ordinarios de la siguiente manera:
"a) los lenguajes naturales contienen expresiones ambiguas... b) los lenguajes naturales
contienen expresiones vagas... c) los lenguajes naturales exhiben una textura abierta
(vaguedad potencial de las palabras). 208

Señala el autor que:

204
"El mandato de acudir en primer término al sentido gramatical de las palabras, se funda en que debe
suponerse que éstas han sido elegidas reflexiva y deliberadamente y que traducen, por consiguiente, de una
manera fiel el pensamiento y la voluntad del legislador". Eduardo B. Busso, Código Civil Anotado, Ediar, Bs.
As., 1958, Tomo I, pag. 144.
205
"Por espíritu de la ley ha de entenderse el principio o el conjunto de principios fundamentales en los
cuales el legislador se ha inspirado al organizar la institución jurídica de la que el texto en cuestión forma
parte". Eduardo B. Busso, op. cit., pag.145.
206
"La analogía consiste en el procedimiento lógico que trata de inducir de soluciones particulares el
principio íntimo que las explica, para buscar en seguida condiciones del mismo principio en otras hipótesis, a
las cuales se aplicará por vía de deducción." Eduardo B. Busso, op. cit. pag. 153.
207
"La doctrina y la jurisprudencia vacilan cuando se trata de determinar en qué consisten con precisión
tales principios. Para unos, parecen hallarse en el ideal determinado por la conciencia colectiva. Para otros, en
el derecho natural en el sentido moderno de la expresión. También se alude a la opinión de los escritores más
autorizados. Otras veces, se hace referencia al derecho romano, a la equidad, o al ordenamiento jurídico del
Estado. A nuestro juicio... los principios generales del derecho son los principios fundamentales de nuestra
legislación positiva, que aunque no se hallen escritos en ninguna parte, son los presupuestos lógicos de las
normas legislativas." Eduardo B. Busso, op. cit. , pag. 155.
208
Genaro R. Carrió, Algunas palabras sobre las palabras de la ley, Ed. Abeledo Perrot, Bs. As., 1971,
pags. 15/23. Ver del mismo autor: Notas sobre derecho y lenguaje, Ed. Abeledo Perrot, Bs. As. 1965.

113
"el juez tiene frente a sí hechos o situaciones que muestran una enorme riqueza y variedad de
notas y matices, y debe alojarlos en los casilleros diseñados de antemano por las reglas
generales. Hay casos concretos que quedan comprendidos por el núcleo de significado central
de las reglas, pero también hay otros que quedan ubicados en la zona de penumbra de ellas. La
solución de los casos claros no ofrece problemas. Los problemas se presentan cuando se trata
de resolver los casos dudosos."

Frente a ello, Carrió distingue entre formalistas (los que creen que todos los casos
se pueden resolver mediante las reglas del sistema) y realistas (los que piensan que, por el
contrario, ninguna regla del sistema puede brindar una solución a priori en ningún caso).
"Los 'formalistas' y los 'realistas'- dice- están equivocados... La verdad es que hay reglas y
que ellas desempeñan una función primordial en la vida de toda sociedad, pero esas reglas
no resuelven todos los problemas concretos."209

La posición de Carrió es similar a la sustentada por Ronald Dworkin. Este autor


señala que "Ningún mago electrónico podría diseñar... un programa de computadora que
proporcionara un veredicto que todos aceptarían una vez que se pusieran a disposición de
la computadora todos los hechos del caso y el texto de todos los estatutos (leyes) y
decisiones judiciales anteriores"210, lo que descartaría el sueño de los formalistas. Pero, al
mismo tiempo, desecha la tesis del realismo nihilista sosteniendo que:

"El derecho es una práctica floreciente y a pesar de poseer errores, aunque sean fundamentales, no
es una broma grotesca. Tiene importancia decir que los jueces deberían hacer cumplir la ley en
lugar de ignorarla, que los ciudadanos deben obedecerla salvo en raras ocasiones, que los
funcionarios deben actuar de acuerdo con sus disposiciones. Parece obtuso negar todo esto sólo
porque a veces disentimos sobre qué es el derecho en realidad."211

Este autor distingue, entonces, entre los casos claros y los casos difíciles (hard
cases). Los que no pueden ser resueltos solamente por aplicación de las normas atinentes
y para cuya solución debe recurrirse a las directrices (fines políticos del sistema jurídico)
y a los principios (estándares éticos).212 Pero, respecto de los llamados “casos y textos
claros”, corresponde formular la pregunta de Vernengo. Dice "La ley clara -¿clara en qué
circunstancias y para quién?" suele resolverse con algún brocardo, del tipo in claris non est
interpretatio, que tiene la ventaja, por su manifiesta oscuridad, de dejar el problema tal
cual."213

La pregunta de Vernengo sintetiza la cuestión central del problema de la


interpretación. Una expresión es clara no en sí misma sino en relación a un intérprete y en
el marco de las circunstancias contextuales en las cuales la interpreta. Vale decir, que la
"claridad" es una calidad fundamentalmente pragmática, más que meramente sintáctica o

209
Carrió, Genaro R., op. cit., pag.28/29.
210
Dworkin, Ronald, El imperio de la justicia, Ed. Gedisa, Barcelona, 1992, pag.289.
211
Dworkin, Ronald, op. cit., pag. 43.
212
Dworkin, Ronald, Los derechos en serio, Ed. Planeta-Agostini, Barcelona, 1993, pag.72.
213
Vernengo, Roberto J., La interpretación literal de la ley, 2da. edición, Ed. Abeledo Perrot, 1994, pags.
19/20.

114
semántica.214Los problemas que señalamos para los textos o palabras "oscuras" se
extienden, así, a todo texto, ya que el texto más claro resultará oscuro para algún intérprete
en ciertas circunstancias y, a la inversa, cualquier texto "oscuro" (en tanto sea un "texto",
es decir, un instrumento indicador de algún sentido), resultará "claro" para algún intérprete
en ciertas circunstancias. La nota al artículo 3587 del Código Civil, que tomamos al azar,
dice:" La L.6, Tit. 13, Part. 6 a., y 12, Tit. 6, Lib. 3, Fuero Real, ordena que se suceda por
líneas, tomando los consanguíneos los bienes que vinieren del difunto por su padre, y los
uterinos los que les vinieren por su madre. En esta materia las leyes españolas se separan
de la ley romana, pues la Novela 118 había quitado la diferencia entre agnados y
cognados." ¿Se trata de un texto claro? En nuestro camino hacia la Facultad de Derecho
podemos probar interrogando a las personas con las que nos encontramos (nuestro portero,
el chofer del colectivo, nuestro compañero de asiento, el vendedor de algún producto -para
el bolsillo del caballero o para la cartera de la dama-, el cajero del bar de planta baja).
Encontraremos, ya dentro de la Facultad, algunos estudiantes avanzados que puedan
explicarnos la diferencia entre "agnados" y "cognados" y algún profesor que pueda darnos,
pacientemente, una explicación de este texto, para él, suficientemente claro.

Los "pretextos" mencionados en el artículo 15 de nuestra Ley Civil son, o pueden


ser, algo más que excusas. Y, como hemos visto, no sólo en cuanto al intérprete, sino
también, respecto de su contexto. Eco ejemplifica esto último diciendo: "Ante el mensaje
‘Señor, protégeme’, es espontáneo y honesto preguntarse si ha sido pronunciado por una
monja en oración o por un campesino que rinde homenaje a un feudatario".215

Ahora veremos si las reglas del artículo 16 resultan suficientes para despejar los
silencios, la oscuridad y la insuficiencia de las leyes. Para ello tomaremos dichas reglas por
su orden, analizando algunas de las definiciones que resultan dables encontrar en nuestra
jurisprudencia, utilizadas como ejemplo para el análisis, y no como axioma irreductible,
toda vez que el cotejo de las distintas definiciones no hace sino demostrar, como veremos,
que estamos frente a caminos (métodos) alternativos.

3.1 La interpretación literal de la ley

Como hemos visto, al comienzo de esta segunda parte nuestra Corte Suprema suele
reiterar que "la primera fuente de exégesis de la ley es su letra, y que cuando ésta no exige
esfuerzo de interpretación la norma debe ser aplicada directamente".216 Además de las
consideraciones liminares y entendiendo el no exigir esfuerzo con el alcance que
señalamos al final del punto anterior en cuanto al intérprete y sus circunstancias, debemos
preguntarnos ahora cómo se aplica "directamente" una norma, ya que debe descartarse el
primer sentido lexicográfico de "poner una cosa sobre otra o en contacto de otra", como si
se tratase de un apósito sobre una herida, y preferirse el tercer sentido, figurado,
equivalente a "referir a un caso particular lo que se ha dicho en general".217

214
Ver clasificación de la semiótica, supra, Capítulo VI, punto 2.
215
Eco, Umberto, Los límites...,op. cit., pag. 13.
216
C.S.J.N. Junio 8-1993, E.D., 154 -221.
217
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, ed. cit.

115
Aplicar una norma a un caso equivaldría, entonces, a realizar un proceso racional-
deductivo. Pero una norma, aunque pueda ser expresada con palabras, es una construcción
ideal, mientras que el caso es un dato de la realidad. No se puede, sin más, pasar
deductivamente de una idea a un hecho, sino que debe hacérselo de proposición a
proposición. Vale decir, que debe traducirse el texto legal a una proposición equivalente y
lo mismo respecto de los hechos de la causa, para poder concluir que la norma se refiere a
éstos, y obrar en consecuencia.

Este proceso de traducción y deducción no es meramente lógico-formal, sino


principalmente psicológico. Vernengo sostiene que "por lo común, una ley -esto es: un
texto normativo, claramente expresado en algún lenguaje natural corriente y vertido por
escrito- se entiende. ¿Qué implica ello?... entender un enunciado significa disponer de una
traducción aceptable del mismo".218 "Entender" y "aceptar" son términos que describen
estados psicológicos, por más que se arribe a esos estados en virtud del uso de
procedimientos lógicos. "La interpretación más rigurosamente literal -dice el mismo autor-
es incapaz de enunciar una norma que regule lo mismo que la primitiva interpretada, si de
antemano no se ha resuelto, por un acto de decisión lingüística, que ambas tengan el
mismo alcance prescriptivo o normativo."219

La interpretación literal, deviene pues, y en última instancia, en un acto de decisión,


de voluntad, de preferencia y de imperio, donde todas las reglas lexicográficas, todas las
lógicas y toda la filosofía del lenguaje podrán evitar la arbitrariedad pero no la
discrecionalidad. Los problemas derivados del trabajo de interpretación, aún de la
interpretación "literal" (y, ahora, se justifican las comillas) son, finalmente, problemas
éticos.

3.2 La interpretación literal en la literatura

Un ejemplo irónico de la aplicación a rajatabla de la interpretación literal lo


proporciona Leo Masliah en su cuento Santa Bernardina del Monte. Relata el escritor
uruguayo que

“Para ahorrar energía eléctrica, las autoridades de Santa Bernardina del Monte dispusieron que
a las cero horas del día veinticinco los relojes se atrasaran una hora, pasando a marcar las
veintitrés horas del día veinticuatro…Cuando llegó el momento la gente…atrasó sus relojes una
hora… Una hora después, los relojes volvían a marcar las cero horas del día veinticinco. La gente
de Santa Bernardina del Monte, obediente como era, atrasó sus relojes una hora. Volvieron a ser
entonces las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora después los relojes volvían a marcar
las cero horas del día veinticinco… A la mañana siguiente seguían siendo las veintitrés horas del
día veinticuatro. Una hora después eran las cero horas del día veinticinco, e inmediatamente
después volvían a ser las veintitrés del día veinticuatro… Los habitantes de Santa Bernardina del
Monte, de mantenerse ese estado de cosas, habrían muerto de inanición…Tres días después del
cambio de hora, un funcionario del gobierno central, que pasaba por el pueblo, interpretó la
actitud de los lugareños como huelga general por tiempo indeterminado…Pocos días después,
diez mil soldados entraron con helicópteros y tanques a Santa Bernardina, aniquilando a los
insurrectos.”220

218
Vernengo, Roberto J., op. cit., pags. 21 y 43. El subrayado es nuestro.
219
Vernengo, Roberto J., op. cit., pag.67. El subrayado es nuestro.
220
Masliah, Leo, Santa Bernardina del Monte en La tortuga y otros cuentos, Buenos Aires, De la flor,
2007, pags. 9/10. El resaltado nos pertenece.

116
La narración parece moverse al borde del sinsentido y resulta graciosa por la
ridícula y exageradamente literal interpretación que hacen, primero los habitantes sobre
la norma, y luego el funcionario, que confunde una obediencia extrema con una
desobediencia general. El malentendido de los lugareños se debió a que la norma omitió
decir que el procedimiento de atrasar los relojes debía cumplirse una sola vez.
Conocedores como somos del procedimiento de atrasar y adelantar los relojes “para
economizar energía”, nos parece una obviedad que no es necesario aclarar. Sin
embargo, la norma no lo dice, y la interpretación de los pobladores es más “literal” que
la nuestra.

Otro ejemplo clásico lo proporciona la obra El mercader de Venecia, de William


Shakespeare. Un noble con problemas económicos recurre a un prestamista, Shylock,
firmando un pagaré, dando como garantía de pago, una libra de carne de su propio
cuerpo. Al no poder cumplir con la deuda a su vencimiento, el prestamista recurre a la
justicia exigiendo se cumpla la garantía. El juez Portia dicta sentencia, de la cual
transcribimos un breve fragmento:

Shylock: Perdemos tiempo; te lo ruego, acaba tu sentencia.


Portia: Te pertenece una libra de carne; la ley te la da y el tribunal te la adjudica.
Shylock: ¡Rectísimo juez!
Portia: Y podéis cortar esa carne de su pecho. La ley lo permite y el tribunal os lo autoriza.
Shylock: ¡Doctísimo juez! ¡He ahí una sentencia! ¡Vamos, preparaos!
Portia: Detente un instante: hay todavía otra cosa que decir. Este pagaré no te concede una gota
de sangre. Las palabras formales son estas: ‘una libra de carne’. Toma, pues, lo que te concede el
documento: toma tu libra de carne. Pero si al cortarla te ocurre verter una gota de sangre
cristiana, tus tierras y tus bienes, según las leyes de Venecia, serán confiscadas en beneficio del
Estado de Venecia.221

Los ejemplos traídos a colación son ilustrativos por tratarse de casos extremos,
pero muchas veces “leemos” en la norma palabras que no están, pero que entendemos
implícitas o sobreentendidas, siendo que solamente lo están en nuestra mente y en
nuestra cultura, pero esto último ya no es “la letra” de la ley. A mayor abundamiento
puede leerse detenidamente el tema de las indeterminaciones constitucionales que
analizó Carlos Nino y que desarrollamos en el capítulo siguiente.

4. El "espíritu" de la ley

Obviamente, la palabra "espíritu" está utilizada en sentido metafórico. Ahora bien,


¿a qué nos referimos cuando la utilizamos? Descartemos que se trate de un uso meramente
emotivo, sin contenido semántico identificable. También debemos suponer que no se
refiere a la intentio operis, ya que en este último caso sería una duplicación de la
interpretación literal. El "espíritu" de la ley no es lo que ella "dice" sino lo que "quiere

221
Shakespeare, William: “SHYLOCK We trifle time: I pray thee, pursue sentence. PORTIA A pound
of that same merchant's flesh is thine: The court awards it, and the law doth give it.
SHYLOCK Most rightful judge! PORTIA And you must cut this flesh from off his breast: The law
allows it, and the court awards it. SHYLOCK Most learned judge! A sentence! Come, prepare! PORTIA
Tarry a little; there is something else. This bond doth give thee here no jot of blood. The words expressly
are 'a pound of flesh'. Take then thy bond, take thou thy pound of flesh. But, in the cutting it, if thou dost
shed one drop of Christian blood, thy lands and goods. Are, by the laws of Venice, confiscate
unto the state of Venice.” (El fragmento se transcribe en su idioma original por tratarse, en este caso de un
ejemplo de interpretación literal de la ley)

117
decir". En el Capítulo VII, punto 3 vimos la distinción entre forma y función. Podemos
ahora decir que si la interpretación literal apunta a la "forma", la alusión al "espíritu" se
dirige a la "función", y ésto lleva, a su vez, a la investigación del contexto de referencia
(ver Figura 8 en el mismo lugar).

Ese contexto puede ser el que rodeó al legislador en el momento de pronunciar las
"palabras de la ley" o el existente en el momento de su aplicación, distinción que cobra
importancia cuando ambos momentos se encuentran significativamente separados en el
tiempo. Los denominados método histórico y método teleológico, de diferentes tiempos
de aparición en la evolución de la doctrina de la interpretación, reflejan estos dos contextos
posibles, en la búsqueda de la "voluntad" histórica del legislador o de su "intención"
finalista.222

Así, por ejemplo, nuestra Corte Suprema recalca que "el fin primordial del
intérprete es dar pleno efecto a la voluntad del legislador", 223 Y, asimismo, a propósito
de la interpretación en materia penal, que "el art.18 de la Constitución Nacional, proscribe
la interpretación analógica o extensiva de la ley penal, pero no su razonable y discreta
interpretación tendiente al cumplimiento de los propósitos de sus preceptos".224

Un interesante fallo de la Cámara Comercial distingue entre texto y finalidad de la


siguiente manera: "la interpretación de la norma debe efectuarse en orden a indagar su
recto sentido con relación a las circunstancias concretas de cada caso, para aplicar
racionalmente el espíritu que informa la expresión literal de sus palabras, debiéndose tener
en cuenta tanto el texto como la finalidad de la ley. El texto es un elemento fijo y la
finalidad un elemento móvil que conduce a las diversas aplicaciones de que la fórmula es
susceptible, otorgándole un mayor grado de flexibilidad y la certeza al intérprete de que
no la desnaturaliza, al asegurarle que cada solución del caso concreto corresponde
rigurosamente a la finalidad perseguida por la norma".225 En el párrafo transcripto
aparecen términos duros, tales como "certeza" y "rigurosamente", que no se condicen con
la problemática de la interpretación, y se dan por sobreentendidas cuestiones tales como la
manera en que se producen las aplicaciones de la fórmula sin desnaturalizarla, o del modo
en que la movilidad y la flexibilidad puedan darse sin apartarse de la finalidad.

Parece obvio que si intentar descubrir un sentido que se "entienda" al interpretar un


texto legal es una actividad psicológica que se incluye en el campo de la pragmática, más
aún lo es el intento de determinar tal sentido funcionalmente a partir de una voluntad o de
una intención presuntas de un legislador abstracto. Como señala Eco:

"se puede describir generativamente un texto viéndolo en sus características


presuntas objetivas; y decidiendo, sin embargo, que el esquema generativo que lo
explica no pretende reproducir las intenciones del autor, sino la dinámica

222
Ver la evolución de los métodos de interpretación en L. A. Warat, De la letra de la ley a la retórica, en
L. A. Warat y E. A. Russo, Interpretación…op. cit., pags. 41 y sigs.
223
C.S.J.N., Abril 21-1992, Parada, Aidée c/Norambuena, Luis E.
224
C.S.J.N., Julio 5 -1984, E.D. 114-640, el subrayado es nuestro.
225
C.N. Com. Sala C, Diciembre 16-1987, E.D. 130-456, el subrayado es nuestro.

118
abstracta por la que el lenguaje se coordina en textos según leyes propias y crea
sentido independientemente de la voluntad de quien enuncia".226

Resalta Guibourg que la ambivalencia de la tarea de interpretación, a la vez de


comprensión del texto y de decisión del sentido aplicable "que reproduce el conflicto que
vincula al sistema normativo con el poder de los jueces, suele traducirse en la práctica en
un ocultamiento. Quien interpreta la ley ejerce una forma de poder, pero ese poder se
emplea con discreción, ya que hacerlo de modo abierto restaría credibilidad a su ejercicio.
La forma típica de ocultar lo que en verdad se hace consiste en presentar la propia
interpretación como la única posible, de tal suerte que el intérprete se exhibe como un
simple transmisor de una voluntad ajena, que él sólo se ha encargado de investigar con
incisiva diligencia... La interpretación es el poder que se ignora, el poder que se oculta, el
poder del que no se debe hablar. Su ejercicio es indispensable, pero la luz pública lo
debilita."227

5. Las leyes análogas

El tercer criterio mencionado por la norma en análisis es el de "los principios de


leyes análogas". La relación de analogía o semejanza entre dos objetos no idénticos,
presupone que éstos tienen algunas características en común, y otras no. En consecuencia,
pronunciarse por la semejanza, equivale a privilegiar los elementos comunes sobre los
distintos. Es, por lo tanto, también una decisión, un acto voluntario, psicológicamente
condicionado.

El texto no remite directamente a las leyes análogas, sino a los principios que de
ellas surgen. Vale decir, que se trata de una doble inferencia: la que establece la relación de
analogía entre distintas leyes, y la que extrae inductivamente principios de éstas. Sin
mencionarla explícitamente, el criterio remite a la interpretación sistemática: "La misión
del juez no puede agotarse con la sola lectura de la ley, sino que debe realizar una
hermenéutica sistemática razonable, respetuosa de la intención legislativa".228 En el
mismo sentido, la jurisprudencia señala que "De lo que se trata es de interpretar la norma
no de manera literal y aislada, sino armonizándola con el resto del ordenamiento, esto es,
haciendo de éste, como totalidad el objeto de una discreta y razonable hermenéutica".229

La analogía, como sabemos, está proscripta en materia penal, pero no la


interpretación sistemática. Esto quiere decir que no puede el intérprete crear judicialmente
un tipo inexistente para sancionar una conducta que no se encuentra taxativamente
prohibida, mediante la analogía con un tipo similar. Así, por ejemplo, no podrá sancionar
al sujeto activo de un acto incestuoso, por analogía con los tipos legales que reprimen los
delitos contra la honestidad. Pero nada impedirá al intérprete subsumir esa conducta bajo
otro tipo, por ejemplo, el del delito de corrupción, si merced a "una hermenéutica

226
Eco, Umberto, Los límites..., op. cit. , pag.30.
227
Guibourg, Ricardo A., La interpretación del derecho desde el punto de vista analítico, en Anuario de
Filosofía Jurídica y Social, Ed. Abeledo Perrot, Bs. As. 1989, pag. 165.
228
C.A.Civ. y Com., Mercedes, Noviembre 25 de 1969, E.D. 30-291. El subrayado es nuestro.
229
C.S.J.N. Mayo 24 año 1974, E.D. 55-415.Id. Marzo 10 año 1972, García de Morales, Ofelia c/ Cavasso,
Carlos y Otros, Id. Abril 28 año 1992, E.D. 150-189 con nota de Juan Carlos Bonzón Rafart, etc.

119
sistemática razonable" considera que la conducta en cuestión cae bajo la proscripción
legal. 230

6. Los principios generales del derecho

El último de los criterios mencionados por el artículo 16 del Código Civil es el de


"los principios generales del derecho", que la ley no define ni podría hacerlo. El criterio
remite a un necesario análisis teórico que, a partir del conjunto de las normas que
componen un sistema jurídico, vale decir, inductivamente, "de abajo hacia arriba"
determine principios lo suficientemente generales como para que, luego, permitan,
deductivamente, servir de criterio para la determinación de los significados de las leyes.

Estos principios guardan una innegable relación con los criterios de legitimación de
las normas jurídicas, es decir, con los valores (justicia, seguridad, razonabilidad, etc.) que
sustentan a esas normas. Como hemos visto, Ronald Dworkin es quien mejor desarrolló el
concepto de "principios y directrices" para la solución de los "casos difíciles", principios y
directrices impregnados de algún criterio de justicia y de alguna teleología política, según
el sistema de que se trate. También nuestro máximo Tribunal hizo alusión a tales
principios: "Si la inteligencia de un precepto basada exclusivamente en la arbitrariedad de
sus términos conduce a resultados que no armonizan con principios axiológicos
superiores, arriba a conclusiones reñidas con las circunstancias singulares del caso, o a
consecuencias notablemente disvaliosas, la interpretación de la ley debe integrarse a su
espíritu, a sus fines y a los principios fundamentales del derecho en el grado y jerarquía
en que éstos son valorados por el todo normativo." 231

También la Cámara Civil aludió a un criterio similar: "Es directiva hermenéutica


que -dijo- cuando el ordenamiento legal admite razonablemente más de una interpretación
aparentemente correcta, ha de encontrarse la acertada en aquella cuyo respaldo sea el más
valioso desde el punto de vista de la justicia".232 La apelación a un criterio axiológico no
posee, como pudiera suponerse a primera vista, reminiscencias iusnaturalistas. Ello se ve
con más claridad en el fallo de la Corte cuando menciona al "todo normativo" como
productor del criterio axiológico. En el fallo de la Cámara Civil, si no explícitamente, la
misma idea surge de ciertos énfasis. Cuando se habla de "más de una interpretación
aparentemente correcta" se sostiene que debe haber una interpretación correcta y sólo una.
El criterio de justicia servirá, entonces, para iluminar la cuestión y "acertar" respecto de la
interpretación correcta. No entra en el análisis la posibilidad de que haya más de una
interpretación "correcta" o que todas sean igualmente justas o injustas.

La justicia, para las concepciones iusnaturalistas, es un criterio de validez externo


al sistema jurídico, mientras que los principios generales del derecho encabezarían el
sistema, es decir, formarían parte de él. Más aún, cerrarían el sistema.

230
"La circunstancia de que las leyes de orden represivo - dice la Corte- no deban recibir interpretación
extensiva, no excluye una inteligencia de aquellas, de acuerdo con los principios de una razonable y discreta
hermenéutica." C.S.J.N., Abril 22 año 1963, E.D. 4-841, Id. E.D. 10-315; E.D. 11-253; E.D. 23-226, etc.
231
C.S.J.N., Noviembre 2 año 1989, E.D. 136-246, del voto en disidencia del Dr. Petracchi. El subrayado
es nuestro.
232
C.N.Civ., Sala D, Noviembre 21 año 1979, E.D. 88-618.

120
También formarían parte de esos principios las reglas teóricas diseñadas para
solucionar los denominados "conflictos aparentes de normas", situación inversa a la de las
"lagunas". En efecto, mientras en estas últimas el "pretexto" sería el silencio de la ley, en
los conflictos la ley hablaría de más y en forma contradictoria (v.g. una ley prohíbe lo que
otra autoriza, etc.). Se dice que, en tales casos, la ley superior prevalece sobre la inferior, la
posterior sobre la anterior y la especial sobre la general. El problema radica en que la
determinación de cual ley es la superior, cual la posterior y cual la especial no es siempre
una cuestión mecánica. Los decretos de "necesidad y urgencia", el conflicto entre los
artículos de una misma ley, los casos de retroactividad y ultraactividad (v.g. criterio de ley
penal más benigna) son ejemplos de situaciones en las que antes de aplicar alguno de los
criterios señalados, resulta imprescindible decidir previamente cual es la ley superior, cual
la posterior y cual la especial, como en el caso de las lagunas se requería de una decisión
sobre el contenido del principio general aplicable.

François Ewald señala que la doctrina clásica otorga tres características a los
principios generales del derecho:

1. Se trata de reglas no escritas, aunque aparezcan en algunos textos no se


reducen a las fórmulas que los mismos contienen. Los derechos de
igualdad y defensa en juicio, por ejemplo, exceden las regulaciones
constitucionales pertinentes para aplicarse a todo tipo de situación jurídica,
proceso, judicial o administrativo, y en todas las instancias.
2. Aunque no estén escritas, no son inventos de los jueces sino que éstos
operarían en todo caso, como descubridores de esas reglas, mediante
inferencias y razonamientos.
3. Constituyen un derecho objetivo, a diferencia de los llamados “derechos
naturales”, que surgen de un contexto histórico y político.233

Para reducir el impacto producido por la teoría de las “fuentes del derecho” –en su
versión original, que identificaba derecho con ley-, juristas como Léon Duguit y Maurice
Hauriou, apelaron a la noción “principios”, tomados particularmente de la Declaración de
Derechos de 1789 y con el fin que tales principios permitiesen el control constitucional de
las leyes. Posteriormente, los juristas como Kelsen, resaltaban la homogeneidad de los
principios comunes en los derechos europeos. Sin embargo:

“La experiencia del nazismo iría a cambiar todo. Es que una ‘nación civilizada’, una de aquellas en
que la tradición jurídica era más antigua, producía un orden normativo, que no sólo era diferente
de los otros, sino contrario a sus normas más fundamentales. La posición positivista, según la cual
‘cualquier contenido puede ser derecho’, ya no era sustentable: era necesario, tanto en derecho
interno como internacional, resaltar en declaraciones solemnes, los ‘derechos fundamentales’ que
la conciencia jurídica estimaba indispensables como incontrovertibles: Declaración Universal de
los Derechos del Hombre (1948), Convención para la Prevención y Represión del Crimen de
Genocidio (1948), Convención Europea de Salvaguarda de los Derechos del Hombres (1950), en
particular.”234

Los principios generales del derecho, tienen como primera función asegurar la
continuidad y estabilidad del orden jurídico. Una de las características del derecho,
destinada a garantizar la seguridad y la previsibilidad de las conductas jurídicas, es su
duración. En otro lugar nos permitimos dudar de que el derecho de emergencia sea

233
Ewald, François: Foucault, a Norma e o Direito, Lisboa, Vega, 1993, págs. 68 y sgts.
234
Ewald, François: Foucault,…, ob. cit., pág. 70.

121
realmente derecho.235 Duración que no implica carecer de flexibilidad, condición necesaria
de adaptabilidad a los cambios sociales.

La antigua idea liberal que dominaba el siglo XIX respecto de que la protección de
la libertad era función de la ley se ha ido modificando a partir de la segunda mitad del siglo
XX por la idea de la necesidad de la protección de las libertades contra la ley. En la
práctica jurídica actual, los derechos del hombre tienen el carácter de estatuto de
principios: desde el inicio son formulados y sancionados como principios. Su validez no
depende de una idea de “hombre”, que una vez formulada provocaría estériles disputas
filosóficas, sino que se inscriben en la tradición jurídica, como un horizonte de sentido.
Los criterios analizados hasta aquí, parten de dos presupuestos necesarios:

a) que existen significados "claros" y que, por lo tanto, las técnicas interpretativas
se utilizan excepcionalmente para los "casos dudosos" (Dworkin) o para las "zonas de
penumbra" (Carrió);

b) que el sistema jurídico es cerrado y autosuficiente, por lo que, en caso de


"lagunas" o "conflictos aparentes" la solución (siempre debe encontrarse una solución y
sólo una) tiene que fundarse en el mismo sistema ("Todo dentro de la ley...").

En el capítulo siguiente veremos algunas objeciones a estos presupuestos.

235
Russo, Eduardo A.: Emergencia y Propiedad, en Emergencia Económica y Teoría del Derecho,
Ricardo a. Guibourg Director, Buenos Aires, La Ley, 2003, pág. 64 y sgts.

122
CAPÍTULO X:
LA INTERPRETACIÓN COMO TRADUCCIÓN
"De esta forma, la lengua del derecho
representa, dentro de la lengua, la
manera política de negar la política:
espacio de la astucia y del lenguaje doble,
lenguaje secreto de clase donde el "buen
entendedor” siempre se las arregla. La
lengua del derecho es una lengua dura"
François Gadet y Michel Pêcheux

1. ¿Es posible la traducción?

Como vimos al comienzo del Capítulo anterior, Vernengo sostenía que "entender
un enunciado significa disponer de una traducción aceptable del mismo" y aclaraba que
ello implicaba "disponer de otro enunciado que traduzca al primero, por significar lo
mismo".236 Luego de analizar cuidadosamente el concepto de sinonimia (ese "significar lo
mismo"), el citado autor admite que la cuestión "no tiene solución pacífica: o bien la
relación de sinonimia es postulada o rechazada a priori, como una posibilidad o
imposibilidad de todo lenguaje, o bien es relegada a una cierta relación pragmática en los
usos de ciertas expresiones de algún lenguaje por algún usuario del mismo. Para los
primeros, la relación de sinonimia o se da en absoluto, o es imposible; para los segundos es
susceptible de grados y matices según el contexto empírico de uso." Y, con relación a la
interpretación de la ley, concluye: "La interpretación más rigurosamente literal es incapaz
de enunciar una norma que regule lo mismo que la primitiva interpretada, si de antemano
no se ha resuelto, por un acto de decisión lingüística, que ambas tengan el mismo alcance
prescriptivo o normativo."237

El problema de la traducción es de antigua data y se presentó en el seno de la


Iglesia Católica con relación a la traducción de la Biblia, esto es, de "la palabra de Dios".
Como señala Umberto Eco:

"la creación se produce por un acto de habla, y sólo al nombrar las cosas a medida que las va
creando les confiere Dios un estatuto ontológico".238 ¿En qué idioma hablaba Dios? Evidentemente
no en alguna de las lenguas conocidas, ya que, después de Babel, el Señor confunde el habla de los
hombres "de modo que unos no comprendan el lenguaje de los otros" (Génesis 11,1 y sgts.). Derrida
apunta a la metáfora implícita que se presenta entre el derrumbe de la Torre y el "derrumbe" de la
lengua divina: "la Torre de Babel no representa sólo la multiplicidad irreductible de las lenguas,
exhibe un inacabamiento, la imposibilidad de completar, de totalizar, de saturar, de terminar algo
que pertenecería al orden de la edificación, de la construcción arquitectural, del sistema y de la
arquitectónica. Lo que la multiplicidad de los idiomas viene a limitar no es sólo una traducción
'verdadera', una interexpresión transparente y adecuada, es asimismo un orden estructural, una
coherencia del costructum. Se da ahí como un límite a la formalización, una incompletitud de la
constructura. Resultaría fácil el ver en ella la traducción de un sistema en deconstrucción". Y
concluye subrayando que la historia de Babel "relata, entre otras cosas, el origen de la confusión de

236
Vernengo, Roberto J., op. cit. pags. 49 y sigs.
237
Vernengo, Roberto J., ob. cit., pags. 57 y 67, (énfasis agregado).
238
Eco, Umberto, La búsqueda…, op. cit., pag.19.

123
las lenguas, la multiplicidad de los idiomas, la tarea necesaria e imposible de la traducción, su
necesidad como imposibilidad". 239

Quien desarrolló el principio de indeterminación de la traducción fue el filósofo


norteamericano W. V. Quine. Para fundamentar tal principio propone un experimento
mental entre un "lenguaje fuente" hipotético, hablado por nativos de una cultura
desconocida (el "selvanés") y un "lenguaje de destino" (en nuestro caso, el "castellano").
No existiendo lenguas intermedias, la única vía es la observación de las expresiones de los
nativos y las circunstancias observables en las que se producen: "el lingüista asocia
provisionalmente una proferencia del nativo a la situación observada por ambos, con la
esperanza de que se trate de una oración observacional vinculada con esa situación. Para
comprobar si realmente lo es, espera a que la situación se repita; entonces toma la
iniciativa, presentando él mismo la oración al nativo para que éste emita un veredicto
positivo o negativo".240 Más allá de las dificultades propias del procedimiento (que la
expresión no se refiera a una situación de observación simultánea, que la situación no
vuelva a repetirse, que el hipotético nativo se niegue a colaborar o esté dispuesto a
divertirse a expensas del lingüista, etc.), Quine concluye que, en el mejor de los casos, "la
tarea del traductor descansará en todo momento sobre conjeturas psicológicas acerca de las
creencias que es probable que el nativo posea."241

Por eso, como señala Derrida, la traducción de un texto siempre supone un exceso,
siempre añade un suplemento, siempre dice más. Siempre agrega esas conjeturas
psicológicas, siempre requiere de un acto de decisión lingüística o de una apuesta.

2. La traducción en el lenguaje jurídico

El principio de indeterminación formulado por Quine, resulta también aplicable al


lenguaje jurídico. Analizando la teoría constitucional, Nino habla también de
indeterminaciones constitucionales que, "no siempre son el resultado de defectos de
redacción, sino que en muchos casos son recursos intencionales y funcionales para hacer
un compromiso entre diferentes exigencias y permitir la adaptación de la Constitución a
circunstancias diversas".242 Nino proporciona algunos ejemplos de estas indeterminaciones
tomadas de nuestra Constitución:

* Casos de vaguedad: Comenzando por el artículo 1º, Nino se pregunta si es representativo


un gobierno en el que no votan las mujeres o en el que se adopta el sistema de distritos
uninominales o si es republicano un gobierno en el que sigue existiendo el proceso escrito
o si la estructura de las empresas nacionales no viola el federalismo. Respecto del artículo
14, se pregunta cuales son los límites del concepto de "industria lícita" o si el derecho de
"transitar" por el territorio nacional excluye el pago de peaje. Al llegar al artículo 18, y a la

239
Derrida, Jacques, Des Tours de Babel, en Psyché, Galilée, París, 1987, pags. 203/4 y 208, citado por
Cristina de Peretti en la Introducción a Jacques Derrida, El lenguaje y las instituciones filosóficas, Ed. Paidós,
Barcelona, 1995, pag.10 y 17.
240
Quine, W. V., La búsqueda de la verdad, Ed. Crítica, Barcelona, 1992, pag. 68.
241
W.V.Quine, ob. cit., pag. 78.
242
Nino, Carlos Santiago, Fundamentos de Derecho Constitucional (Análisis filosófico, jurídico y
politológico de la práctica constitucional), Ed. Astrea, Bs. As., 1992.

124
inviolabilidad del domicilio allí incluida, se interroga si puede considerarse "domicilio" al
"recoveco en el que duerme alguien en una estación de subterráneo".

* Casos de ambigüedad semántica: Cuando el artículo 2º utiliza la voz "sostener" referida


al culto católico, puede interpretarse aquella como designando únicamente un apoyo
financiero o incluyendo la idea de profesar tal religión. La exigencia del artículo 18 de los
jueces naturales ¿se refiere a la persona del juez competente o a la competencia
predeterminada del Tribunal? La intangibilidad de las remuneraciones de los jueces
¿indica la no modificación de su valor nominal o de su poder adquisitivo?

* Casos de ambigüedad sintáctica: El artículo 19 de la Constitución Nacional define a las


"acciones privadas" como aquellas "que de ningún modo ofendan al orden y a la moral
pública" y que "no perjudiquen a un tercero". Nino se pregunta si todas son descripciones
alternativas de la misma propiedad o si son propiedades distintas que deben acumularse.

* Casos de indeterminación pragmática: En este rubro Nino incluye la controversia con


respecto al Preámbulo de la Constitución en relación a si sólo expresa un conjunto de
aspiraciones o si tiene valor prescriptivo, junto con las discusiones referidas a la diferencia
entre cláusulas dispositivas y cláusulas programáticas, discusión puesta sobre el tapete
nuevamente a partir de la incorporación explícita, por la reforma de 1994, en el texto
constitucional de los Tratados y Convenciones internacionales en materia de Derechos
Humanos.

Nino también menciona las indeterminaciones lógicas (lagunas, contradicciones y


redundancias) que ya tuvimos oportunidad de comentar anteriormente. Finalmente analiza
la metodología de la dogmática constitucional, a la que objeta no "que recurra a
consideraciones valorativas sino que no lo haga abiertamente, permitiendo el control de la
discusión crítica" y al método de las convenciones interpretativas de los jueces, o práctica
constitucional donde "los criterios de interpretación vigentes frecuentemente se
contradicen entre sí, generalmente son de una enorme vaguedad, y mayormente expresan
aspiraciones generales o máximas de sentido común que no tienen poder suficiente para
controlar una decisión".

Pero los problemas de la dogmática y la práctica constitucional no son solamente


lingüísticos (si es que existen problemas "solamente" lingüísticos).

"Las falencias de nuestra práctica constitucional -enfatiza Nino- son inocultables luego de décadas
de autoritarismo, que han desembocado finalmente en el terrorismo de los años setenta y en la
dictadura militar que sufrimos entre los años 1976 y 1983, con la secuela de un genocidio sin
precedentes en nuestro suelo -precedido por desapariciones y torturas-, de represiones y
persecuciones ideológicas generalizadas, y, finalmente, de una guerra internacional temeraria.
Estas instancias de nuestra vida pública no pueden considerares como un injerto que poco tienen
que ver con nuestra práctica constitucional, como si hubieran sido el resultado de la acción de
agentes invasores. Lamentablemente, los episodios y aspectos autoritarios son parte integrante de
esa práctica, puesto que reconocen antecedentes en ideologías y comportamientos que han tenido
manifestaciones constitucionales desde los orígenes de nuestra nacionalidad".243

Frente a este panorama, Nino propone "reconstruir" la práctica constitucional


adaptándola a "exigencias de legitimidad objetiva y funcionalidad (que) debe comenzar

243
Nino, Carlos Santiago, op. cit., pags. 103/107.

125
por determinar hasta que punto la práctica vigente es justificable, de acuerdo con principios
valorativos plausibles. Para ello es necesario dar cuenta de esa práctica, penetrando en el
entramado de conductas y actitudes que la fueron conformando a lo largo del tiempo".244
Lo que recuerda, aunque no haya estado en la mente de este autor, la posición de Lyotard:

"... la ciencia juega su propio juego, no puede legitimar a los demás juegos de lenguaje. Por
ejemplo, el de la prescripción se le escapa. Pero ante todo no puede legitimarse en sí misma como
suponía la especulación... El lazo social es lingüístico, pero no está hecho de una única fibra. Es un
cañamazo donde se entrecruzan al menos dos tipos, en realidad un número indeterminado, de
juegos de lenguajes que obedecen a reglas diferentes... La nostalgia del relato perdido ha
desaparecido por sí misma para la mayoría de la gente. De lo que no se sigue que estén entregados
a la barbarie. Lo que se lo impide es saber que la legitimación no puede venir de otra parte que de
su práctica lingüística y de su interacción comunicacional. "245

3. Traducción y poder

Hasta aquí estuvimos viendo la paradoja existencial que planteaba Derrida: la


necesidad y la imposibilidad de la traducción y la alternativa de apostar al primer término,
lo que tiene algo de utopía, frente al camino entre nihilista y resignado de aceptar esa
imposibilidad. La bifurcación del camino se produce en el punto del no retorno, a menos
que se pretenda seguir ignorando los genocidios y las violencias visibles e invisibles que
fueron desenmascaradas en el siglo pasado. Eventos desenmascarados y desenmascarantes,
que pusieron al descubierto la falta de asepsia de la razón pura, la fragilidad de las
acristaladas torres de la neutralidad científica.

Si la traducción importa un acto de decisión lingüística, éste es, de suyo, un acto de


poder. Determinar la equivalencia entre los textos traducidos implica el ejercicio de una
forma de poder. La teoría lingüística se enmarca, así, necesariamente, dentro de la teoría
política y dentro de una ética. Decidir qué es lo que dice un texto, diciéndolo de otro modo,
es también una decisión sobre lo que no dice y no se puede decir de ese otro modo. Por lo
que el acto de declarar "válida" una traducción lleva consigo el de censurar otras.

Al analizar la obra de Kant La Religión dentro de los límites de la mera razón, dice
Derrida:

"Kant legitima la censura. Racionaliza su necesidad. Construye, como lo hace en otra parte, un
esquema de racionalidad pura a priori para justificar un estado de hecho, en realidad, el hecho del
Estado... Kant justifica, pues, con la razón, la censura, la crítica armada en alguna medida, la
crítica apoyada en una policía. Ahora bien, ¿cuál es el argumento esencial de esta justificación? La
falibilidad del hombre."246

La pregunta que sigue es, quién traduce y quién censura, quién decide qué dice un
texto, qué no dice, qué no puede decir. Lyotard habla de "decididores":

"Desde esta perspectiva, el derecho a decidir lo que es verdadero no es independiente del derecho a
decidir lo que es justo, incluso si los enunciados sometidos respectivamente a una u otra autoridad
son de naturaleza diferente. Hay un hermanamiento entre el tipo de lenguaje que se llama ciencia y

244
Nino, Carlos Santiago, op. y loc. cit.
245
Lyotard, Jean-François, op. cit., pags. 87 y 88.
246
Derrida, Jacques, Cátedra vacante: Censura, maestría y magistralidad, en El lenguaje…, op. cit., pag. 96.

126
ese otro que se llama ética y política... La cuestión de la doble legitimación, lejos de difuminarse, no
puede dejar de plantearse con mayor intensidad. Pues se plantea en su forma más completa, la de la
reversión, que hace aparecer que saber y poder son las dos caras de una misma cuestión: ¿quién
decide lo qué es saber, y quién sabe lo que conviene decidir? La cuestión del saber en la edad de la
informática es más que nunca la cuestión del gobierno".247

Tanto en la modernidad como en la época clásica, la consigna era "saber es poder".


El ideal filósofo rey platónico debía ser el sabio, que, además, era el virtuoso. El
Iluminismo reemplaza esa concepción aristocrática con la pretensión de democratizar el
saber, y, por lo tanto, la posibilidad de acceder al poder, pero la consigna sigue siendo la
misma. Foucault lanza la voz de alerta e invierte la fórmula: el poder determina lo que será
el "saber". Lyotard, como hemos visto, muestra la circularidad de la relación. Pero, la
pregunta sigue en pié: ¿quién decide, quién "sabe"? Este interrogante admite una
subdivisión: ¿quién está legitimado para decidir? y ¿quién, de hecho, decide?

La legitimación institucional determinará roles y funciones "oficiales"


(legisladores, jueces, juristas, en el campo del derecho). Informalmente, todos, o cualquiera
siempre o alternativamente, en mayor o en menor medida, en la misma medida de su saber
y de su poder, decidirán. Nos encontramos ante una nueva versión de la paradoja de
Frege248, la traducción de la traducción al infinito: de los "decididores" oficiales a los
usuarios informales. El juez traduce al legislador y al doctrinario. Este a aquellos. Los
periodistas traducen las leyes y los fallos según códigos de difusión masiva y los lectores
según sus propios códigos, conforme lo cual decidirán su conducta futura, etc. Y el circuito
se retroalimenta.

De esto no se sigue que la traducción (necesaria e imposible) sea caótica. En el


capítulo siguiente veremos qué son las "buenas razones" que hacen preferible una
traducción a otra.

247
Lyotard, Jean-François, op. cit., pags. 23 y 24.
248
"El sentido está siempre presupuesto desde el momento en que yo empiezo a hablar; no podría empezar sin
este presupuesto. En otras palabras, nunca digo el sentido de lo que digo. Pero, en cambio, puedo tomar el
sentido de lo que digo como el objeto de otra proposición de la que, a su vez, no digo el sentido. Entro
entonces en la regresión infinita del presupuesto. Esta regresión atestigua a la vez la mayor impotencia de
aquel que habla, y la más alta potencia del lenguaje: mi impotencia para decir el sentido de lo que digo, para
decir a la vez algo y su sentido, pero también el poder infinito del lenguaje de hablar sobre las palabras. En
resumen: dada una proposición que designa un estado de cosas, siempre puede tomarse su sentido como lo
designado de otra proposición... Esta proliferación infinita de entidades verbales es conocida como paradoja
de Frege." Gilles Deleuze, op. cit., pag. 50.

127
CAPITULO XI:
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN

"Más de un hombre que, en una primera


lectura había creído comprender un
pasaje de las Sagradas Escrituras o una
cláusula del Código, se halla totalmente
perdido en cuanto su sentido, después de
haber consultado a los comentaristas
cuyas elucidaciones han aumentado sus
dudas o las han suscitado y han llenado el
texto de oscuridad". Locke

1. La antigua retórica

La retórica, según Roland Barthes, es un metalenguaje (discurso sobre el


discurso) que incluye varias prácticas: una técnica de persuasión, es decir, un conjunto
de reglas y recetas cuya aplicación permite convencer al oyente o lector; una enseñanza
que como asignatura, en el mundo antiguo, formaba parte de lo que hoy se llamaría
educación superior; una ciencia que incluía la observación de los efectos del uso del
lenguaje y la clasificación de esos efectos en grupos homogéneos; una moral, en el
sentido de que esas reglas procuraban acotar los "desvíos" del lenguaje pasional; una
práctica social que permite a clases dirigentes (políticos, sacerdotes, abogados, los tres
"géneros" de la retórica) asegurarse la propiedad de la palabra, y una práctica lúdica
compuesta de juego de palabras, ironías, parodias, bromas, alusiones eróticas, etc.249

En la historia de la retórica clásica podemos distinguir un período griego (del


siglo V a. C. al siglo I), un período cristiano (del siglo I al siglo XV) y un período
literario (del siglo XV al siglo XIX). En este último período, al decir de Barthes, la
retórica está triunfante y moribunda:

"La retórica triunfa; reina en la enseñanza. La retórica agoniza: restringida a este sector, cae
poco a poco en un gran descrédito intelectual. Este descrédito es el resultado de la promoción
de un nuevo valor, la evidencia (de los hechos, de las ideas, de los sentimientos), que se basta a
sí mismo y prescinde (o cree prescindir) del lenguaje o, al menos, pretende servirse de él sólo
como de un instrumento, de una mediación, de una expresión. Esta "evidencia" toma, a partir
del s. XVI tres direcciones: una evidencia personal (en el protestantismo), una evidencia
racional (en el cartesianismo) y una evidencia sensible (en el empirismo). La retórica, si bien se
la tolera (en la enseñanza jesuítica), ya no es en absoluto una lógica, sino sólo un color, un
adorno, al que se vigila estrechamente en nombre de lo "natural".250

El renacimiento de la retórica se produce en la segunda posguerra. Ya antes, el


filósofo Nicolai Hartmann, refiriéndose a la Filosofía, había sentenciado:

"El tiempo de los sistemas e ismos ha pasado. Es cierto que aún viven algunos de ellos, pero se
trata de una vida débil, de imitación. No es allí donde se halla la auténtica filosofía de la época.
Los signos del cambio de orientación son patentes. El pensamiento sistemático se halla en vías

249
Barthes, Roland, Investigaciones retóricas I, La antigua retórica, Ed. Tiempo Contemporáneo, Bs. As.,
1974, pags. 9 y 10.
250
Barthes, Roland, op. cit., pag. 36.

128
de una revolución; se aparta de lo constructivo y se retrae a un camino más sencillo y modesto,
pero también más seguro, de investigación pura".251

Es ilustrativo hacer ahora una breve referencia al primero de los períodos


nombrados, no como dato arqueológico sino para comprender los presupuestos de la
Retórica en sus orígenes y compararlos con su evolución actual.

La Retórica nace en la Grecia clásica (siglo V a. C.) conjuntamente con el


advenimiento de la democracia como forma de gobierno, después de las monarquías y
de las tiranías252. Este no es un dato menor, dado que esa forma de gobierno es la que
más favorece al debate, a la discusión y al diálogo. Platón, que la combatiera
ferozmente, era, por el contrario, un admirador de los gobiernos “fuertes”, y, por
ejemplo, realizó varios viajes a Sicilia tratando de “venderle” al tirano de turno las ideas
que expuso en su libro La República, y pasar así a ser su asesor.

El comienzo fue bastante humilde y quedó en manos de los logográfos, que eran
quienes escribían los discursos para los que debían pronunciarlos en los juicios, en los
que, en principio, tenían que defenderse solos, sin auxilio de ninguna otra persona que
los “representase”. Según Aristóteles253 y Platón254, los siracusanos Corax y Tisisas
fueron los precursores al sintetizar algunas reglas nacidas de la experiencia. Sin
embargo el primero de ellos reprocha a los predecesores por no ocuparse de lo relativo a
la prueba, “porque únicamente las pruebas son del dominio del arte y todo lo demás es
accesorio... (mientras que) “traen multitud de reglas de lo que es extrínseco al asunto.
Pues la aversión, la misericordia, la ira, y otras afecciones análogas del alma no
pertenecen al asunto, sino que se refieren al juez”255.

La retórica de los logógrafos, pragmática, empírica, casuística, tendrá su


respaldo filosófico de la mano de los principales sofistas, que podríamos hoy definir
como “profesores de oratoria” (“rhetor” era la palabra griega para designar tanto al
orador cuanto al político), cuyos servicios eran requeridos cada vez con mayor
intensidad por los habitantes de Atenas en la naciente democracia (sobre los
fundamentos filosóficos de los sofistas, ver cap. II, punto 2).

El estilo oratorio de los sofistas era austero y preciso, al menos en comparación


con el estilo llamado, por su origen, “asiático”, más florido y poético. En la forma de
gobierno democrática, el buen uso del discurso era una manera de ejercer poder, de allí
que la búsqueda de la persuasión desplazase al mero goce estético producido al escuchar
a un buen orador. La diferencia entre la retórica de los sofistas, por un lado, y la
filosofía platónica y la retórica aristotélica, por el otro, no era simplemente una cuestión
metodológica, sino, y fundamentalmente, ideológica. Como ya dijéramos, la retórica se
vincula fuertemente con la democracia y esta, con el ascenso de una clase social hasta
entonces marginada por la aristocracia, definida esta como el “gobierno de los mejores”
y del cual eran partidarios tanto Platón cuanto Aristóteles (recuérdese la figura del

251
ver Ricardo Maliandi, Hartmann, Centro Editor de América Latina, Bs. As. 1967, pag. 37.
252
El vocablo “tiranía” designaba en Grecia a los gobiernos absolutistas, pero no necesariamente injustos
o sanguinarios, tal como la connotación actual lo caracteriza.
253
Aristóteles, El arte de la retórica, (1402 – a) trad. E. Ignacio Granero, Buenos Aires, Eudeba, 2005.
254
Platón, Fedro, (273 – a), ob. cit.
255
Aristóteles, El arte de la retórica, (1354 – a), ob. cit.

129
“filosofo rey” de La República y el análisis de los diferentes regímenes de gobierno en
la Política256).

Platón se dedicó en varias de sus obras a la crítica y refutación de los sofistas,


como el Cratilo, el Protágoras, el Sofista, y el Gorgias. Esta última obra fue subtitulada
desde antiguo como “Sobre la retórica” -aún cuando algunas opiniones prefieren
privilegiar el aspecto moral del diálogo- y es el más apasionado de la serie. En el debate
imaginado por Platón, este le hace definir a Gorgias, en respuesta a una pregunta de
Sócrates, que la retórica se ocupa de los asuntos “más importantes y excelentes de los
asuntos humanos” aclarando luego que el que la usa tiene la habilidad de “ser capaz de
persuadir, por medio de la palabra, a los jueces en el tribunal, a los consejeros en el
Consejo, al pueblo en la Asamblea y en toda otra reunión en que se trate de asuntos
públicos” (451 e – 452 e).

Con relación a las dos obras más importantes de la mencionadas, dice Werner
Jaeger que:

“El paralelismo entre el Gorgias y el Protágoras salta a la vista. Gorgias de Leontini, creador de
la retórica en la forma que había de dar la pauta a los últimos decenios del sigo V, es para
Platón la personificación de este arte, como Protágoras lo es de la sofística”.257

El debate entre Sócrates, por un lado, y los retóricos Gorgias, Polo y Calícles,
por el otro, es en síntesis, el debate entre el valor de justicia y la concepción política del
poder. Sócrates les reprocha a los retóricos que consideren como fundamental el hecho
de que sus conocimientos confieren poder a quien los domina (456 a y ss.), sin importar
si ese poder se utiliza o no para realizar la justicia. A ello le replica Gorgias que:

“...es preciso utilizar la retórica del mismo modo que los demás medios de combate. Por el
hecho de haberlos aprendido, no se deben usar contra todo el mundo indistintamente; el haber
practicado el pugilato, la lucha o la esgrima, de modo que se pueda vencer a amigos y
enemigos, no autoriza a golpear, herir o matar a los amigo. Pero tampoco, por Zeus, si alguno
que ha frecuentado la palestra y ha conseguido robustez y habilidad en el pugilato, golpea a su
padre, a su madre o a alguno de sus parientes o amigos, no se debe por ello odiar ni desterrar a
los maestros de gimnasia y de esgrima. Éstos les han enseñado sus artes con intención de que
las emplearan justamente contra los enemigos y los malhechores, en defensa propia, sin iniciar
el ataque; pero los discípulos, tergiversando este propósito, usan mal de la superioridad que les
procura el arte. En este caso los maestros no son malvados, ni su arte es por ello culpable ni
perverso, sino, en mi opinión, los que no se sirven de ella rectamente.” (456 d – 457 a).

En el diálogo se incurre, a nuestro juicio, en una falacia de petición de principio,


que se produce cuando se da por sentado precisamente aquello que se encuentra en
discusión, en este caso la propia definición de retórica. Para Platón el método correcto
de conocer y llegar a la verdad era la dialéctica, que consistía en el enfrentamiento de
tesis opuestas, de las cuales una ha de salir victoriosa, mediante la confrontación
constante de las consecuencias que se siguen de esas tesis opuestas. Como veremos
enseguida, para Aristóteles, en cambio, retórica y dialéctica eran metodologías

256
“... la democracia surgió de que, al ser los hombres iguales en cualquier cosa, se creían
absolutamente iguales... ;y la oligarquía de que, al ser desiguales en un solo aspecto, se consideran
absolutamente desiguales... todos los sistemas encierran un cierto grado de justicia, pero, en términos
absolutos, están equivocados.) Aristóteles, Política, (1301 – a), ob. cit.
257
Jaeger, Werner, Paiedia: Los ideales de la cultura griega, México, Fondote Cultura Económica, 1995,
pág. 512.

130
paralelas, ocupando el lugar del método indubitable la teoría del silogismo, que luego
recibiría el nombre de lógica.

El debate entre Platón y los sofistas se sustentó en dos filosofías opuestas: por
un lado, una concepción axiológica del conocimiento; por el otro, una pragmática del
poder como filosofía política. La primera posición se mantuvo durante toda la Edad
Media, por el influjo del cristianismo, mientras que la segunda reaparece con el
fundador de la teoría política moderna: Nicolás Maquiavelo (1469 - 1527) y se reflejará
luego en el enfrentamiento filosófico entre la metafísica y el empirismo.

Aristóteles comienza su obra sobre retórica diciendo, como señalásemos, que


“El arte de la Retórica es paralelo al de la Dialéctica, porque ambas tratan de aquello
que comúnmente todos pueden conocer de alguna manera y que no pertenece a ninguna
ciencia determinada” (1354 a) 258. La palabra griega que habitualmente se traduce
como “arte” es tékhné que, a diferencia de las “bellas artes”, alude a las artes prácticas,
a los oficios, a las técnicas precientíficas. La definición aristótélica la conceptúa como
el “hábito, ordenado por la recta razón, tendiente a un propósito” 259. Lo de “hábito”
indica el carácter empírico del arte, la idea de “ordenado” señala la existencia de reglas
para su uso y, finalmente, la existencia de un propósito para tal ordenación, resalta el
carácter eminentemente práctico de la tékhné. En consecuencia, no es una ciencia
(episteme) ni un mero saber vulgar (doxa), ya que si bien todos tenemos un
conocimiento intuitivo de ella, la existencia de “reglas” hace que se trate de un
conocimiento especializado. En la Ética a Nicómaco Aristóteles, refiriéndose a la
prudencia (prhonesis) dice:

“De modo que si a la Ciencia le acompaña la demostración, mientras que de las cosas cuyos
principios pueden ser de otra manera no hay demostración (pues todas ellas pueden ser también
de otra manera), y si no es posible deliberar acerca de las cosas que son por necesidad, la
Prudencia no sería Ciencia ni tampoco Técnica: Ciencia, porque aquello que se puede realizar
es susceptible de ser de otra manera; Técnica, realización y fabricación son de género diferente:
el fin de la fabricación es distinto de ella, mientras que no lo sería el de la realización, pues la
propia ‘buena realización’ (‘bien-estar’) es fin. Luego queda que sea una disposición
verdadera, acompañada de razón, relativa a la práctica en cosas que son buenas y malas para
el hombre... La Prudencia ... atañe a las cosas humanas y a aquellas sobre las que es posible
deliberar. Porque la actividad del prudente decimos que es, sobre todo, ésta: deliberar bien... Y
el buen deliberador, en general, es el que alcanza, siguiendo razonamiento, la mejor de las
cosas alcanzables por el hombre mediante la acción... la Prudencia atañe a las cosas
particulares, las cuales se conocen por experiencia”.260

La prudencia -como tampoco la retórica-, no versa sobre lo irracional, sino que,


como bien se señala, actúa “acompañada de razón”. El objeto de esta tékné no es
persuadir “sino ver en cada caso aquello que es apto para persuadir... Se persuade a
los oyentes por medio del discurso cuando demostramos lo verdadero o lo verosímil
sobre la base de lo en cada caso es apto para persuadir” (1355 b -1356 a). Dos notas
hay que resaltar de este párrafo: la primera, la incorporación del concepto de
verosimilitud (etimológicamente, parecido a la verdad) y la segunda la reiteración de la
expresión “en cada caso”. Lo verosímil no es lo verosímil “en general y para todos”,
sino que, al contrario de lo que ocurre con lo verdadero, que es universal y permanente,
lo verosímil es lo que así parece a algunos y en algún lugar y momento.

258
Aristóteles, El arte de la retórica, trad. E. Ignacio Granero, Buenos Aires, Eudeba, 2005.
259
Aristóteles, Ética a Nicómaco, ob. cit., 1140 a y ss.
260
Aristóteles, Ética a Nicómaco, ob. cit., 1140 a y ss.

131
Los argumentos retóricos, como veremos más abajo, no son como en la lógica el
silogismo demostrativo y la inducción, sino el entimema y el ejemplo (analogía) (1356
a). El entimema es un tipo de silogismo, y el ejemplo, un tipo de inducción. La
diferencia entre el silogismo demostrativo y el entimema radica en que aquél requiere de
una premisa universal positiva (Todo S es P) o negativa (Ningún S es P) que mencione a
una clase de objetos en su totalidad, mientras que el entimema la premisa mayor no se
refiere a la totalidad de los elementos de un clase sino a un número significativo
(“generalmente”, “la mayoría”, “casi siempre”, etc.) utilizando operadores casi -
numéricos261. La probabilidad y, por ende, su verosimilitud, dependerá de la mayor o
menor amplitud de ese cuantificador. Si el cuantificador es numérico: v.gr “9 de cada 10
S son P”, la probabilidad de la conclusión será 9/10, y mayor su verosimilitud.

Aristóteles aconseja omitir la enunciación de la premisa mayor cuando fuese


suficientemente conocida o aceptada, lo que ha dado al entimema una injusta
denominación como “silogismo incompleto”.

El ejemplo es una inducción que se apoya en un número reducido de


antecedentes semejantes, como ocurre con el uso de los precedentes judiciales, a
diferencia de la inducción utilizada por la ciencia, que exige un gran número de
verificaciones anteriores para sustentar un enunciado general como una ley.

Aristóteles enfatiza, finalmente, que el entimema y el ejemplo se refieren a


“aquello que muchas veces puede ocurrir de otra manera”.

2. La retórica en Roma

En la historia de Occidente. Roma aparece en el terreno de la cultura como la


sucesora del pensamiento de la Grecia clásica, en gran medida porque la clase alta había
tenido como preceptores a esclavos griegos, que le trasmitieron, fundamentalmente, las
bases de la filosofía estoica y la retórica. Pero los romanos, que en la cuestión del
método filosófico se asemejaban a los norteamericanos de la actualidad, lo adaptaron a
sus propias preocupaciones: el Derecho como conjunto de normas (el ius civile) y la
justicia como utilidad (ius gentium o derecho pretoriano). En efecto, produjeron una
síntesis entre pragmática y hermenéutica262, especialmente de la mano de Cicerón, un
abogado dedicado a la política. Este autor, que parte de una gran influencia aristotélica,
se aparta sin embargo del estagirita por su rechazo a la sistematización como recurso
intelectual, ya que considera que más allá del arte y del estudio de las reglas y de las
clasificaciones, la retórica debe apoyarse en un talento natural y en la práctica que
incluye el conocimiento de las peculiaridades de cada auditorio. Con el privilegio
otorgado a la capacidad del sujeto emisor, el tipo de sujeto receptor a persuadir, y la
elección -conforme enseña la práctica- de aquello que en cada caso es más apto para

261
“Debemos observar que muchas proposiciones indican la “cantidad” de manera más explícita de lo
que lo hacen las proposiciones de forma típica. Se realiza la especificación mediante el uso de
cuantificadores numéricos o casi-numéricos tales como ‘uno’, ‘dos’, ‘tres’... , ‘muchos, ‘pocos’ la
‘mayoría’, etcétera. Pero los razonamientos cuya validez depende de datos numéricos o casi-numéricos
son asilogísticos, y exigen un análisis más penetrante que el suministrado por la teoría simple del
silogismo categórico.” Copi, Irving M., Introducción a la lógica, Buenos Aires, Eudeba, 1995, pág. 243.
262
Beuchot, Mauricio, La retórica como pragmática y hermenéutica, Barcelona, Anthropos, 1998.

132
persuadir, por encima de los tipos de argumentos, se percibe la influencia del
pragmatismo en el filósofo romano.

Cicerón nos ha dejado discursos y obras sobre oratoria en los que se


entremezclan la teoría y la práctica. Sus principales obras retóricas son:

A) Brutus. Una historia de la elocuencia en Roma, desde Catón hasta él mismo.


B) De oratore y Orator. Tratan de la formación del orador y de la técnica del discurso.
Para Cicerón el orador ha de poseer, además de una disposición natural, una cultura
profunda y conocimientos de la técnica del discurso. La actividad oratoria abarca cinco
pasos:

a) - Invención, que consiste en la búsqueda de argumentos apropiados y


probatorios.
b) - Disposición, distribución de esos argumentos para lograr un mayor
impacto persuasivo
c) - Elocución, utilización de las palabras adecuadas.
d) - Memoria, para recordar la estructura del discurso y sus principales
contenidos.
e) - Acción, disposición corporal, incluyendo los gestos y el tono de la voz
263
.

Otro retórico romano importante es Quintiliano. Así como Cicerón desarrolló su


actividad en el siglo I a.C., Quintiliano lo hizo en el siglo I d.C.; fue un abogado famoso
en Roma, donde abrió una escuela de retórica y aplicó los preceptos oratorios
ciceronianos que lo enfrentaron Séneca. Escribió De institutione oratoria, tratado en
doce libros acerca de la formación del orador, al final de toda una vida dedicada a la
práctica judicial y a la docencia. Es conocida su definición de orador como un "vir
bonus dicendi peritus’’ (un hombre de bien, experto en el decir), con lo cual introduce
la ética en la retórica, así como antes Cicerón le había dado su cariz pragmático.
Atribuyó la decadencia de la oratoria a la corrupción de costumbres, sin advertir que en
el Imperio, con gobiernos más autoritarios, la retórica era menos útil que en la
República, donde el gobierno era más democrático.

Como Cicerón, exige al orador una vasta cultura y aconseja a los preceptores
que presten atención a la psicología del niño, diciendo que la educación debe comenzar
desde la cuna, propiciando la escuela pública. Además de la formación cultural aconseja
una elocuencia natural, sin falsas afectaciones y adornos innecesarios.

3. La nueva retórica

La nueva retórica se materializa en primer lugar merced a la obra de Chaïm


Perelman, que había estudiado derecho y filosofía en la Universidad de Bruselas, donde
luego fuera profesor, realizando su doctorado sobre la lógica de Frege. En 1945 publica
un libro sobre la justicia donde demuestra la inadecuación de la lógica al mundo de los
valores, partiendo de una definición formal de la justicia que "no determina las

263
La Oratoria y la Retórica: Cicerón y Quintiliano, Departamento de Latín, I.E.S. Ategua, Castro del
Río, Córdoba (España), 2007/2008

133
categorías que son esenciales para la aplicación de la justicia." Esa definición "permite
que las divergencias surjan en el momento de pasar de una fórmula común de la justicia
formal a las diferentes formas de justicia concreta. El desacuerdo nace al tratar de
determinar los caracteres esenciales para la aplicación de la justicia."264

En 1952 publica "Retórica y filosofía" y en 1958, conjuntamente con Olbrechts-


Tyteca, su obra fundamental: "Tratado de la argumentación". Para Perelman, conviene
señalarlo desde el inicio, la teoría de la argumentación, utilizada fundamentalmente en
las ciencias humanas, en el derecho y en la filosofía, no sustituye sino que complementa
a la demostración de la lógica formal moderna. En ese sentido, Perelman no es un
posmoderno sino un conciliador entre la premodernidad aristotélica y la modernidad
cartesiana.

La premisa básica de la argumentación, para este autor, es el acuerdo entre quien


habla y quien escucha, acuerdo que no recaerá exclusivamente en la aceptación
reciproca de las reglas formales del discurso, como ocurre en la lógica, sino que alcanza
a los hechos sobre los que se habla, las "verdades" aceptadas como tales, las
presunciones y los valores abstractos y concretos que, explícita o implícitamente, se
articulan en el discurso. Ese acuerdo tácito previo a la expresión oral o escrita del
discurso, puede incluso modificarse en el transcurso de una discusión. Sin ese acuerdo
no sólo no hay posibilidad de que la argumentación resulte persuasiva, sino que
desaparece la posibilidad misma de la comunicación:

“Los estudios actuales sobre el lenguaje como medio de comunicación -dice- están dominados
por los problemas que plantea la interpretación. Nunca se han maravillado tanto como en la
época contemporánea de que alguien pudiera comunicar a los demás algo que, para el oyente,
tuviera una significación previsible. Ya no se considera la incomprensión, el error de
interpretación, un accidente evitable, sino la condición misma del lenguaje. Ya no se distingue
sólo entre la letra y el espíritu para oponerlos, para defender el derecho a interpretar de forma
distinta a la autorizada por la letra; en la propia letra se ha visto un espejismo que, en cierto
modo, se disolvía entre las interpretaciones probables". 265

Esta es la diferencia esencial entre la demostración lógica y la argumentación


retórica. La demostración es, supuestamente, autosuficiente. Es una sintaxis rigurosa
que no requeriría de la colaboración del usuario para su funcionamiento. Estos podrían
ser multitudes o sólo uno. Y aún ninguno. La demostración seguiría siempre ahí, fuera
del tiempo y del espacio, demostrándose a sí misma las conclusiones aunque ningún ser
humano las encuentre, las utilice o las comprenda. Por ello se explica que se pueda
hablar de "descubrimientos" en matemáticas, cuando se trata, en realidad de un sistema
completo desde un principio.266

La argumentación, en cambio, se desenvuelve en un nivel pragmático, al hecho


de una intersubjetividad social donde una pluralidad de individuos con una pluralidad de
juicios puedan unirse sin confundirse, vale decir, manteniendo su individualidad:

264
Perelman, Chaïm, De la justicia, México, Ed. Universidad Autónoma de México, 1964, pág. 28.
265
Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca, L., Tratado de la Argumentación, Ed. Gredos, Madrid, 1989, pag. 202.
266
v.gr."Las dos grandes cuestiones pendientes acerca de los números perfectos son: ¿existe algún número
perfecto impar? ¿será infinita la serie de los números perfectos pares?". Martín Gardner, Miscelánea
matemática, Biblioteca Cientìfica Salvat, Barcelona, 1993, pag. 55.

134
"En el habla los hombres se manifiestan como iguales en cuanto pueden entenderse y
reconocerse como responsables, pero también se manifiestan como únicos e irrepetibles. En
cuanto los hombres dialogan y se comunican entre sí para entenderse, están presuponiendo una
igualdad y la pretensión de comprensión recíproca. En cuanto cada uno tiene su propia
personalidad y situación, se muestran únicos. En la práxis política que junta a los hombres y a
través de la discusión que los lleva a actuar concertadamente, asistimos a la expresión más
humana y social, a los orígenes de la política".267

Dice Recaséns Siches que:

"en el campo del Derecho sucede algo que no se da jamás ni puede darse nunca dentro del
dominio de la lógica formal ni de la matemática: el mandato dirigido al juez que le prohibe a
éste el rehusarse a juzgar, y que, por lo tanto, le ordena interpretar las oscuridades y suplir las
lagunas. En este campo, Perelman propugna una filosofía abierta, la cual, en oposición a todos
los sistemas absolutos, cerrados y dogmáticos, considera todos sus criterios y sus reglas como el
resultado de cierta situación de cosas concretas, y subordina su alcance a las investigaciones y
a las experiencias futuras". 268

Corresponde también mencionar entre los precursores de la nueva retórica a


Theodor Viehweg, profesor de la Universidad de Maguncia, quien pretendió encarar la
investigación de los fundamentos de la ciencia del derecho a partir de un pensar
problemático:

"La tópica es una técnica del pensamiento problemático, que fue desenvuelta por la retórica y
que es el desarrollo de una contextura espiritual, que incluso en sus particularidades se
distingue en una forma inequívoca del espíritu deductivo sistemático... La función de los
tópicos, tanto generales como especiales, consiste en servir a una discusión de problemas".269

Viehweg considera que la teoría jurídica es "insistematizable" dado que "no


puede encontrarse en su campo ningún principio que sea al mismo tiempo seguro y
objetivamente fecundo", y rescata tres presupuestos para ella:

1. La estructura total de la teoría jurídica solamente se puede determinar desde el


problema.

2. Las partes integrantes de la teoría jurídica, sus conceptos y sus proposiciones, tienen
que quedar ligadas de un modo específico con el problema y sólo pueden ser
comprendidas desde él.

267
Mardones, José María, Violencia y Democracia. Sobre el concepto político de violencia en Hannah Arendt,
en Pensando en la violencia, Ed. Los libros de la catarata, Madrid, 1994, pag. 50.
268
Recaséns Siches, Luis, Prólogo a De la Justicia, op. cit., pag. VII.
269
Viehweg, Theodor, Tópica y jurisprudencia, Ed. Taurus, Madrid, 1964, pags. 22 y 56. Según Hartmann, la
filosofía comienza con la descripción de los fenómenos, sigue con la detección de los problemas ("en cuanto
éstos constituyen lo incomprendido en los fenómenos") para arribar, finalmente, a la construcción de la teoría.
" Es obvio que reside en ella -dice- por tanto, una tendencia natural hacia el sistema. Pero, precisamente, sólo
la tendencia, y no la anticipación, como tampoco la garantía para que el pensamiento finito desemboque en un
sistema". Ricardo Maliandi, Hartmann, op. cit., pag. 39. Para una distinción entre pensar por problemas y
pensar por sistemas, ver Eduardo A. Russo, Teoría General del Derecho, Ed. Abeledo Perrot, Bs. As., 1995,
pag. 14.

135
3. Los conceptos y las proposiciones de la teoría jurídica sólo pueden ser utilizados en
una implicación que conserve su vinculación con el problema. Cualquiera otra es
preciso evitarla.270

Para comprender estos presupuestos debemos tener presente que mientras la


teoría es una construcción general y abstracta, el problema se refiere a una cuestión
particular y concreta. Decir, por ejemplo, que toda ley posterior deroga a la anterior,
sería una premisa teórica, mientras que resolver si determinada ley derogó a su
antecesora, constituye un problema o aporía.271

4. Los argumentos jurídicos

Perelman divide los argumentos retóricos en cuasi lógicos y pragmáticos


("basados en la estructura de lo real"). Los primeros "pretenden cierta forma de
convicción, en la medida en que se presentan como comparables a razonamientos
formales, lógicos o matemáticos". Los segundos pretenden "establecer una solidaridad
entre juicios admitidos y otros que se intenta promover". 272

Kalinowski, de manera similar, habla de medios lógicos, medios retóricos y


medios extra-lógicos:

"Todos los argumentos de interpretación del derecho -dice- llamados 'lógicos' en oposición a
los paralógicos y a los puramente extra-lógicos, obedecen al mismo tiempo a reglas lógicas y
a reglas extra-lógicas. Estas últimas son las que dictan al jurista la necesidad de interpretar,
el carácter de la interpretación, la elección de las premisas y las modificaciones a las que
debe eventualmente someterlas para poder extraer de ellas la conclusión buscada".273

Como ejemplos de medios lógicos menciona el argumento a fortiori (quien


puede lo más puede lo menos; si está prohibido lo menos está prohibido lo más); a
simili ratione o analogía y a contrario sensu (si sólo está permitida cierta conducta,
cualquier otra está prohibida, etc.). Ejemplos de argumentaciones retóricas o paralógicas
serían el argumento de autoridad (cita doctrinaria o jurisprudencial), a generali sensu (si
la ley no distingue, no se debe distinguir) y ratione legis stricta (si la ley es clara la
interpretación no puede ser ni extensiva ni restrictiva). Finalmente, considera extra-
lógicos a los argumentos a rúbrica (título del texto legislativo, que no forma parte de la
norma) y los argumentos basados en los trabajos preparatorios.

Más allá de cualquier clasificación conviene tener presente que ninguna que se
intentase podría ser exhaustiva, dado que ello equivaldría a poner coto a la inventiva y a

270
Viehweg, Theodor, op. cit., pag. 129. Hemos reemplazado la expresión "jurisprudencia" por "teoría
jurídica", para evitar la confusión con la fuente del derecho del mismo nombre, y dado que la locución que
usamos refleja el sentido de la expresión usada por el autor.
271
Literalmente: camino sin salida, dificultad. En sentido figurado, la aporía es entendida casi siempre como
una proposición sin salida lógica, como una dificultad lógica insuperable. José Ferrater Mora, Diccionario de
Filosofía, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1969, pag. 122.
272
Perelman, Chaïm, op. cit., pags. 303 y 402.
273
Kalinowski, Georges, Introducción a la lógica jurídica, Ed. Eudeba, Bs. As., 1973, pag. 170.

136
la creatividad humana. Sin embargo, pueden darse dos presupuestos, comunes a todas
las argumentaciones:

1. La razonabilidad de la argumentación no lógica, al no poder legitimarse por reglas de


inferencia a priori, debe presuponer una razón suficiente en el objeto sobre el que se
discurre; y

2. Asimismo, debe presuponerse que esa razón es conocida y aceptada por los
interlocutores, es decir, que es común a los sujetos intervinientes en la comunicación.

Analicemos estos presupuestos. Supongamos una argumentación destinada,


como se dijo, a vincular dos proposiciones, una aceptada como premisa y la otra
propuesta como conclusión. Tomemos por azar el artículo 308 del Código Civil que
establece: "La privación de la autoridad de los padres podrá ser dejada sin efecto por el
juez si los padres demostraran que, por circunstancias nuevas, la restitución se justifica
en beneficio o interés de los hijos". ¿Qué debe entenderse por "circunstancias nuevas"
que "beneficien" a los hijos? Sea el caso de una privación de la patria potestad por
"inconducta notoria" del progenitor y supongamos que el progenitor modificó tal
conducta (dejó de beber, comenzó a buscar trabajo, dejó de provocar escándalos en el
vecindario, etc.). ¿Juzgará el intérprete que se han producido tales circunstancias? Si la
respuesta es afirmativa, quiere ello decir que considerará que tal cambio de
comportamiento beneficiará a sus hijos. Establecerá así una suerte de conexión causal
entre el cambio de hábitos y el resultado querido por la ley. Esa conexión causal, no
necesaria, ni sustentada en una probabilidad estadística, supondrá una racionalidad en la
conducta del progenitor tal que, desaparecida la causa (inconducta), se modificará el
efecto (beneficio del hijo).

Esa racionalización tiene que, además, ser aceptada por los receptores de la
interpretación (Ministerio Público, Cámara de Apelaciones, juristas, etc.). De lo
contrario, podría argüirse que esos cambios de hábitos no son suficientes y que debería
esperarse un tiempo prudencial para que se consoliden.

En general, todos los métodos de interpretación (y la propia ley) presuponen,


como hemos tenido oportunidad de ver, la existencia de un "legislador racional" que no
sólo elige cuidadosamente los vocablos procurando que no digan ni más ni menos ni
otra cosa de lo que quiere decir, sino que además lo dice de manera tal que resulte
sistemáticamente coherente con el resto del ordenamiento jurídico. La hipótesis del
legislador racional es un producto conveniente de la modernidad jurídica para
reemplazar a la del "legislador justo" presupuesto por la concepción teocrática del
mundo antiguo, paralelo al reemplazo del valor "justicia" por el valor "seguridad". Un
legislador incoherente y un juez creativo serían los desencadenantes de la inseguridad
jurídica.

Los presupuestos de razonabilidad que estamos analizando, son presupuestos de


hecho y no presupuestos lógicos. No son como éstos reglas de inferencia válidas que
permitan traspasar de una proposición a otra el contenido de verdad que se le atribuya a
la primera, sino condiciones para aceptar una conclusión como verosímil. Aristóteles
dice que lo verosímil "es lo que sucede de ordinario, aunque no absolutamente como

137
definen algunos, sino que se dice de las cosas que se admite pueden ser de otra
manera".274

Esta dualidad de la razonabilidad argumentativa (basarse en lo que "sucede de


ordinario" por un lado, y, por el otro, admitir que las cosas "pueden ser de otra manera")
es lo que otorga carácter problemático a la interpretación, en lugar de brindar soluciones
sistémicas, según vimos en el punto anterior. Al analizar la relación existente entre
ideología y dogmática jurídica, Viehweg señala que:

"el pensamiento dogmático puede ser definido como un pensamiento de opinión porque está
caracterizado por el hecho de que se atiene a una opinión establecida (dogma o dogmas), la
deja, por una parte, fuera de cuestión y, por la otra, la desarrolla de múltiples maneras. En el
campo del derecho esto sucede con el objeto de provocar, en un grupo social más o menos
amplio, conductas conforme al derecho y eliminar adecuadamente las perturbaciones de estas
conductas. Por lo tanto, el pensamiento jurídico dogmático tiene primariamente, una función
social... Ella exige, por una parte, un núcleo conceptual estable, indiscutible (dogma o
dogmas fundamentales), y, por otra, una suficiente flexibilidad (interpretabilidad,
declinabilidad y discutibilidad) del núcleo conceptual a fin de poder mantenerlo en las
distintas situaciones".275

En una línea similar, aunque desde una perspectiva distinta, Joseph Raz analiza
las normas como "razones para la acción" dentro del marco de una filosofía de la razón
práctica (en terminología kantiana) que incluye simultáneamente una parte formal
referida al análisis conceptual, y una parte valorativa que incluye "todos los argumentos
construidos para mostrar qué valores debemos perseguir, qué razones para la acción
deben guiar nuestra conducta, qué normas son vinculantes, etc."276

En síntesis podemos decir que la argumentación desarrollada en la metodología


de la interpretación del derecho, no se inscribe dentro de una lógica formal demostrativa
sino dentro de una lógica de la persuasión a cumplirse en el campo pragmático del
discurso, con una intención operativa de justificación y, por ello, indirectamente, de
motivación social. Esta mecánica permite un doble control teórico: un control racional
de los argumentos persuasivos con base en las "razones" en las cuales se apoyan
aquellos, y un control empírico sobre la real existencia de esas mismas razones y sobre
la eficacia de la función motivadora pretendida.

5. La racionalidad hermenéutica

Como hemos visto, la hermenéutica, teoría y práctica de la interpretación,


comenzó en el seno de la religión motivada por traducir fielmente la palabra de Dios
vertida en los textos sagrados. En la modernidad, con el reemplazo de la idea de Dios
por la del "legislador racional", los códigos pasaron a ser los nuevos textos sagrados del
laicismo republicano, y la hermenéutica recaló dentro del ámbito de la teoría jurídica.

274
Aristóteles, Retórica, Libro I, Capítulo 2, 1357 -b-. Sobre la relación entre lo verosímil y las presunciones
jurídicas, ver E. A. Russo y A. C. Moguillanes Mendía, El género judicial de la retórica, Ed. Cooperadora de
Derecho, Bs. As. 1976, pags. 41 y sigs.
275
Viehweg, Theodor, Ideología y dogmática jurídica, en Notas de Filosofía del Derecho, Nº V, Bs. As.,
1969, pags. 8 y 9.
276
Raz, Joseph, Razón práctica y normas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, pag. 13.

138
Mientras esto último ocurría, las ciencias naturales forjaban su paradigma
racional- deductivo y su metodología empírica fomentando la ilusión del progreso
indefinido del hombre y de su conocer. Con esa dualidad se construyó la dicotomía
entre pensar sistemático y pensar problemático, y entre ciencias naturales y ciencias
sociales, división que no podía evitar la sensación de inferioridad de estas últimas con
respecto a aquéllas.

Pero a principios del siglo XX la física, la más desarrollada de las ciencias duras,
en el momento de su mayor apogeo, entra en crisis a partir del principio de
indeterminación de Heisenberg y la teoría de la relatividad de Einstein. A partir de ese
momento la euforia positivista comienza a decaer lenta y progresivamente, para arribar
finalmente a la aparición de la teoría del caos. Al respecto cabe recordar que
Wittgenstein había sentenciado en el Tractatus: "el enigma (en este caso el caos) no
existe" (ya que "si una pregunta puede siquiera formularse, también puede responderse";
Tract. 6.5.).

Señala Balandier:

“La teoría del caos sostiene que éste es el enigma que viene desde tiempos muy lejanos,
cuando los mitos trataban de mostrar como todas las cosas provienen y son el resultado de
génesis sucesivas. Hoy, la investigación científica toma los caminos que conducen
inevitablemente a él. El desorden, la turbulencia, la desorganización y lo inesperado fascinan,
los arcanos del azar incitan menos a una iniciación que a un avance utilizando los
instrumentos de la informática más complejos y más poderosos... Nada es simple, el orden se
oculta tras el desorden, lo aleatorio está siempre en acción, lo imprevisible debe ser
comprendido"-277

El mito del legislador racional también ha caído y casi no hay autor que, hoy
por hoy, no reconozca la función parcialmente creadora del juez en la tarea de
interpretación de la ley: "la crisis de la cual se habla tanto es también una crisis de la
interpretación".278 La ley representa al orden, pero el sentido de las palabras de la ley y
la sociedad a la cual van dirigidas son realidades inestables, en movimiento y cambio.
La interpretación en la aplicación del derecho se convierte en una articulación entre la
estabilidad de la ley y la inestabilidad de su destino.

Dado que no sólo se interpretan los símbolos lingüísticos, sino también los datos
de la realidad considerados como signos, la interpretación de la ley no pasa de ser un
capítulo de un vasto tema, el de la interpretación de los "hechos" en general, en cuanto
hechos en sí y en cuanto al sentido que se les atribuye por su relación con otros hechos.
La interpretación deviene así a la vez que cognitiva del hecho (lingüístico o natural),
constitutiva del mismo.

"Hemos visto que -decía el físico Eddington- cuando la ciencia ha llegado más lejos en su
avance, ha resultado que el espíritu no extraía de la naturaleza más que lo que el propio
espíritu había depositado en ella. Hemos hallado una sorprendente huella de pisadas en las
riberas de lo desconocido. Hemos ensayado, una tras otra, profundas teorías para explicar el

277
Balandier, Georges El desorden, la teoría del caos y las ciencias sociales, Gedisa, Barcelona, 1993, pag. 9.
278
Balandier, Georges, op. cit., pag. 13.

139
origen de aquellas huellas. Finalmente hemos conseguido reconstruir el ser que las había
producido. Y resulta que las huellas eran nuestras."279

El nihilismo nietzscheano había ido más lejos al sostener la paradoja de que no


existen hechos sino sólo interpretaciones, y que también ésta es una interpretación. La
racionalidad hermenéutica aparece así como un intento de superar esa paradoja, dado
que si todo es interpretación, no queda ya nada por interpretar. La interpretación de la
interpretación al infinito sería el perro que se muerde la cola, un pasatiempo sin sentido.
La hermenéutica "no se trata de una doctrina anticientífica, pues su tarea requiere el
examen de la ciencia entendida como aquel saber que ha invalidado sus propios
fundamentos y que al final, en lugar de difundir certezas, ha terminado por propagar la
incredulidad a escala planetaria".280

La afirmación de la necesidad de una racionalidad hermenéutica para estudiar


objetos inestables no es una cuestión secundaria. "La hermenéutica -dice Vattimo- ha
sido acusada con frecuencia de ser una expresión extrema del irracionalismo que
impregna buena parte de la cultura y de la filosofía, por lo menos europea-continental,
en las primeras décadas de nuestro siglo. Esta acusación proviene tanto de quienes
sostienen el racionalismo historicista (por ejemplo Lukács) como del cientismo neo-
positivista".281 Para la diferenciación efectuada por la modernidad entre ciencia, ética y
arte, cualquier distancia que se tome respecto del primer campo, el cual se arroga el
privilegio exclusivo y excluyente de la racionalidad, determina el irracionalismo de esa
actividad distinta. No existe para esa clasificación la posibilidad de una racionalidad
alternativa. La modernidad sólo ha sabido oponer a la razón sistémica de la ciencia una
razón histórica, una filosofía de la historia, que enlaza los fenómenos, los sucesos, no en
un orden jerárquico sino en una secuencia lineal.

Bien que se mire, empero, la distinción entre lo racional y lo irracional no es, a


su vez, una consecuencia de un proceso racional sino un a priori, presupuesto que, si no
es convencional, es metafísico y, por lo tanto, irracional. Por el contrario, la apuesta por
una racionalidad alternativa, lejos de ser un ataque a la razón constituye una afirmación
a favor de las posibilidades de la razón pese a todo. Como señalaba Luigi Pareyson, "es
del cientismo y no de la ciencia de donde pueden provenir insidias contra el
pensamiento hermenéutico, pues aquel, transformando impropiamente el conocimiento
científico en un conocimiento absoluto, pretende invalidar los problemas de la
hermenéutica, que son los problemas propios del hombre: su condición y su destino."282

Gadamer señaló la profunda afinidad existente en la actualidad entre retórica y


hermenéutica sin dejar de reconocer su decadencia anterior 283:

279
Citado por Werner Heisenberg, en La imagen de la naturaleza en la física actual, Planeta Agostini,
Barcelona, 1994, pag. 128.
280
Vattimo, Gianni y Ferraris, Maurizio Hermenéutica y racionalidad, Ed. Norma, Santafé de Bogotá, 1994,
pag.13.
281
Vattimo, Gianni, La reconstrucción de la racionalidad, en Hermenéutica y racionalidad, op. cit., pag. 141.
282
Gibone, Sergio Interpretación y libertad, conversación con Luigi Pareyson, en Hermnéutica y
racionalidad, op. cit., pag. 23.
283
Gadamer, Hans-Georg, Retórica y Hermenéutica, en Verdad y Método II, ob. cit. pág. 267 y sgts.

140
“La retórica había perdido su rango desde el final de la república romana y constituyó en la
Edad Media un elemento de la cultura escolar mantenida por la Iglesia... la actualización
humanista de la retórica, orientada más a Cicerón y a Quintiliano que a Aristóteles, se desvió
muy pronto de los orígenes y entró en nuevos campos de fuerza que transforman su figura y su
influencia”…¿Dónde insertar la reflexión sobre la comprensión sino en la retórica, que es
desde la más antigua tradición el único abogado de un concepto de verdad que defiende lo
probable, el eikos (verosimile) y lo evidente a la razón común contra las pretensiones de
demostración y certeza de la ciencia?. Convencer y persuadir sin posibilidad de demostración
es la meta y la pauta de la comprensión y la interpretación no menos que la retórica y la
oratoria... y este vasto dominio de las convicciones obvias y de las opiniones reinantes no se
va reduciendo gradualmente con el progreso de la ciencia, por grande que éste sea, sino que
se extiende más bien a cada nuevo conocimiento de la investigación, para acogerlo y ajustarlo
a sí. La ubicuidad de la retórica Es ilimitada. Gracias a ella la ciencia se convierte en un
factor social de la vida”.284

De este modo se cierra hoy el círculo que comenzara en la Grecia clásica, y aún
antes, en el período mítico, con el nacimiento de la hermenéutica, como teoría de la
verdad, y la retórica, como forma de transmitirla con persuasión.

Veremos en el punto siguiente un cuadro en el que se sintetizan los distintos


tipos de razonamientos lógicos, de argumentos retóricos y sus correspondientes
falacias. Recordemos que mientras la enumeración de los razonamientos constituye un
orden cerrado, la de los argumentos y falacias es, básicamente, ejemplificativa, ya que
no es posible reducir a una clasificación todas las formas de persuasión, ni a un
catálogo todas las maneras que tienen los seres humanos de equivocarse.

6. Razonamientos y Argumentaciones

Durante mucho tiempo se pensó que fuera de la lógica rigurosa no había


absolutamente nada racional. Es decir, hay toda una corriente de pensamiento, tanto en
la antigüedad (Platón) como en los orígenes de la modernidad (Descartes) y más
recientemente (Carnap, Russell, el primer Wittgenstein), que solamente consideró
verdadero el leguaje de las ciencias, el lenguaje riguroso, la episteme de los griegos y
tildó de “irracional” todo lo que está fuera de esa lógica rigurosa.

Nosotros creemos, como lo sostuvieron muchísimos pensadores de todas las


épocas, que al lado del discurso riguroso racional hay un discurso no racional, en el
sentido de la lógica: la retórica, pero que también es, digamos, “razonable” (una palabra
que el Derecho usa muy a menudo: al hablar, por ejemplo, de la razonabilidad de la
pena, de la razonabilidad de la norma, de una razonable y discreta hermenéutca, etc).
Podríamos decir, que lo razonable sería el género común a todo lo que sea un
pensamiento fundamentado, desarrollado, dentro del cual habría una parte que serían
los razonamientos lógicos, mientras que otra correspondería a los argumentos no
demostrativos.

El objetivo de la retórica es la argumentación, y luego de la primera advertencia


(de que no todo lo que no es lógico es irracional), concluiremos que los discursos que
no pertenecen al dominio de la lógica estricta, pueden también ser calificados de válidos
284
Gadamer, Hans-Georg, Retórica, hermenéutica y crítica de la ideología. Comentarios mdetacríticos a
Verdad y Método I, en Verdad y método II, ob.cit., pág. 229.

141
o inválidos. Aunque son de múltiples tipos y que no siempre es tan fácil distinguir un
argumento válido de un argumento no válido.
No es una casualidad que el tema de la argumentación haya nacido con motivo
del discurso judicial (para luego pasar al eclesiástico y al deliberativo o parlamentario).
Ocurre que el proceso con dos partes existe desde la más remota antigüedad. Toda vez
que existió un juicio, si hay al menos dos partes, hace falta que ellas se opongan y
expresen los mejores argumentos de cada lado para que un tercero tenga la posibilidad
de elegir lo mejor para decidir. Esto fue así desde que el proceso judicial se diferenció
de la voluntad exclusiva de un soberano, que al juzgar pretende ocupar el lugar de Dios,
que conoce la verdad en sí, sin necesidad de que las personas argumenten. Un juicio,
normalmente, se refiere a hechos del pasado y que, por lo tanto, no han transcurrido en
presencia del juez. Por ello es obligación de las partes, y de aquél, en su caso, conocrlos
y merituarlos; traer eso que llamamos habitualmente “medios de prueba” (confesión,
testimonio, documentos, pericias, etc.). Pero la prueba es el medio más la inferencia. De
esos medios de prueba se infiere que un hecho pudo haber ocurrido o que es probable
que haya ocurrido. En general toda la prueba se basa en el principio de lo que “suele
ocurrir”. Los romanos formulaban el adagio: et quod perunque fit (“aquello que suele
ocurrir”). Es decir, dado el indicio “A”, afirmo que un hecho “B” ocurrió, o es probable
que ocurra, o es posible que haya ocurrido, sobre la base de que suele ocurrir que dado
A se produzca B. Pero toda prueba admite una contraprueba, todo argumento sobre la
base de un indicio admite otro argumento basado en el mismo indicio o en otro, de
igual, mayor o menor fuerza de convicción.

Los lugares propios de las argumentaciones jurídicas son la interpretación de la


ley y la apreciación de la prueba, cuando se busca “lo que estaba dentro de la ley”, o
utilizar la “sana crítica” que es un “conjunto de reglas lógicas y de experiencia” para
valorar un medio de prueba. Esta es una zona crítica que se ubica dentro de lo que
venimos diciendo: una inferencia que partiendo del indicio material permite llegar a una
conclusión.

Y respecto a la interpretación de la ley, ocurre algo parecido: dado un texto


legal, sacar como inferencia su aplicación al caso, si ese caso se subsume o no dentro de
la ley, o si presenta un conflicto con otras normas, es también un espacio de
argumentación.

Volvamos a la distinción entre “razonamientos” y “argumentos”. El


razonamiento está sujeto a reglas; podríamos decir absolutamente sujeto a reglas; no hay
ninguna cuestión discrecional ni apreciación de una cuestión subjetiva. Las reglas que
ya estaban en la parte lógica de la obra de Aristóteles, fueron sistematizadas por la
escolástica en la Edad media, y modernamente reformuladas de una manera más formal
y simbólica. Si en el razonamiento se viola una regla el razonamiento no es válido
(decimos “válido” y no “verdadero”, porque el razonamiento puede ser válido y sin
embargo las premisas y la conclusión ser falsas). No es prueba de la verdad de las
proposiciones incluidas, aunque Aristóteles pensase que sí, porque cuando desarrolló las
obras lógicas posteriormente agrupadas en el Organon, él creía que el hombre cuerdo
razonaba bien, intuitivamente, por naturaleza. Y el que razonaba mal estaba enfermo.

142
Fíjense que para esta tesitura no hay fronteras entre la filosofía, la psiquiatría, y la
psicología, por un lado, y la pura metafísica, por el otro.

El argumento no está sujeto a reglas estrictas. Hay reglas, pero no son rígidas ni
a priori, sino que éstas se postulan junto con el propio argumento. Esto es como en los
“juegos de rol” donde se imitan ciertas situaciones con un mínimo de argumento. No
hay reglas de cómo se debe jugar, porque la sustancia está en la improvisación. O como
en los juegos de los chicos, que el segundo Wittgenstein tomó como base para su teoría
de los juegos de lenguaje285. Las reglas se van dando convencionalmente dentro del
propio juego; se propone una regla dentro del razonamiento, con el propio
razonamiento, de modo tal que si la otra persona la acepta, resulta plausible dentro de la
comunicación. En el campo jurídico, el derecho a ser oído, es la primera regla. El
derecho a ser oído es el derecho a argumentar, a plantear la propia posición. Esto es, no
importa que cada argumento aislado no sea decisivo, mientras se siga argumentando.

Otra distinción es la que dice que lo razonamientos son demostrativos (de-


muestran: trasladan la verdad de las premisas a la conclusión), mientras que los
argumentos serían persuasivos. Esta diferencia es fundamental, ya que no hay algo que
sea persuasivo por sí, porque su eficacia depende del interlocutor. Lo que es persuasivo
para un auditorio determinado puede no serlo para otro. Perelman dice que también
habría un discurso con relación a un auditorio “universal”. Pero sucede que cuando no
tenemos identificado al interlocutor y no se conocen sus características, es difícil
determinar qué es lo persuasivo para él. Entonces lo persuasivo depende del sujeto al
cual se destina, no es una cuestión objetiva, sino subjetiva, pero subjetiva de
destinatario, de acuerdo a su formación, a su cultura, a sus prejuicios y a todo lo demás.

Otra diferencia es la indicación de que el razonamiento es necesario (dentro de


la lógica que se está usando). Cuando Aristóteles elaboró ésta idea, estaba creando lo
que hoy llamamos lógica, que en ese momento era la única. Modernamente hay varios
sistemas lógicos posibles y se supone que un razonamiento es demostrativo, necesario,
etc., de acuerdo a un sistema lógico y podría no serlo respecto de otro. No es necesario
en el sentido de que es propio de la “naturaleza” o de Dios, o de lo universal y eterno,
no es un concepto necesario en sentido metafísico, lo es porque no admite ningún error
dentro de un sistema, ninguna desviación (de ahí la falacia -de petición de principio-
que se comete cuando, por ejemplo, se pretenden encontrar “contradicciones” en un
texto sagrado).

En cambio, los argumentos serían probables. Probable no sólo como una


calificación matemática respecto del cálculo de probabilidades, sino también en el
sentido originario que se relaciona con la prueba. Es decir que “probable” es también lo
que puede ser probado.

Inmediatamente de esto se infiere que el razonamiento lógico -siempre dentro de


un sistema-, no permite refutación. Si cumple con las reglas es válido, si no cumple con

285
Ver Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas, ob. cit.

143
las reglas es una falacia formal, pero no hay refutación. Puede ser que se haya cumplido
con las reglas sólo en apariencia. Pero esto no es una refutación: refutar es admitir un
contra-argumento que es un argumento que desde las mismas bases infiere una solución
distinta.

En cambio, los argumentos, como se dijo, son solamente probables y, como


dependen de los sujetos en cuanto a la persuasión, pueden ser más o menos probables,
más o menos verosímiles. Por lo tanto, un argumento puede ser verosímil y el contra-
argumento puede ser igual, más o menos verosímil. Cicerón decía: “cuando reúno los
argumentos para una causa, para una defensa, no los cuento, los peso”.

7. Análisis de algunas formas argumentales


Resulta oportuno recordar unas palabras de Beuchot:
“Todo lo anterior nos indica que la retórica es una acción comunicativa demasiado compleja y
rica, que colma el análisis semiótico en sus tres dimensiones de sintaxis, semántica y
pragmática. Esta última es para ella un requisito indispensable. Y también nos percatamos de
que en el discurso retórico tiene cabida de manera igualmente apropiada la hermenéutica,
aledaña a la pragmática. Ya otra cosa sería preferir la pragmática o la hermenéutica, según se
ponga el énfasis en rescatar el significado del hablante (la voluntad del legislador, diríamos
nosotros) en su mayor puridad o mezclado con la subjetividad del intérprete (en la misma
hipótesis, el juez) . Más sensato sería ayudarse de ambas, y reunirlas en ese entrecruce de
intencionalidades que son la del hablante y la del oyente, ambos usuarios y esclavos, a la vez, de
la palabra”.286

7.1 En primer lugar mencionaremos los argumentos denominados casi-lógicos, y


dentro de ellos el primero que vemos es el entimema, que utiliza Aristóteles. Presenta la
misma forma que el silogismo, es decir va de lo general a lo general, o de lo general a lo
particular, en este caso como vemos en el campo de la verosimilitud o la probabilidad, y
la falacia seria insuficiencia de generalidad.

Por ejemplo cuando la ley dice que los actos de los comerciantes se presumen
onerosos no se esta diciendo que un comerciante no pueda regalar algo, ¿Qué es la
presunción sino un argumento en base a lo que suele ocurrir?, y suele ocurrir que los
comerciantes no regalan sino que venden. De modo que cuando decimos se presume,
estamos diciendo generalmente, y esa será la premisa mayor del entimema. Luego
frente a un caso concreto, por ejemplo cuando un comerciante entregó a alguien una
mercadería de su negocio (premisa menor), se concluirá, salvo prueba en contrario, que
tiene derecho a percibir su precio. La estructura del entimema podría representarse así:

Generalmente M es P
S es M
Es probable que S sea P 287

286
Beuchot, Mauricio: La retórica como pragmática y como hermenéutica, ob. cit. pág. 146
287
Donde “M” es el término medio, “P” el predicado de la conclusión, y “S” el sujeto de la conclusión.
Ver en Copi, Irving M, Introducción a la lógica, ob cit., el cap. VI sobre Silogismos Categóricos.

144
7.2 El segundo que mencionaremos es la inducción incompleta, que se da cuando se
pasa de un número “n” de casos a la totalidad. Es el procedimiento que hace
habitualmente la ciencia. No hace falta demostrar que es algo totalmente falible. De
hecho, muchas veces se descubre que el caso “n” + 1 tira por tierra todo lo que se había
investigado. La estructura sería así:

Caso 1 +
Caso 2 +
Caso 3 +
........................................
Caso n +
Todo los casos son +

Una inducción incompleta admite la posibilidad de refutación. Existe el


problema de cuántos casos hace falta verificar para establecer una ley, saltar de una
parte al todo. Para ello hay procedimientos288 pero, para entenderlo es necesario siempre
partir de un número suficiente de casos; por ejemplo, si investigamos en una cárcel y
comenzamos a analizar veinte casos de menores de dieciocho años y determinamos que
todos han consumido drogas prohibidas, la conclusión: “la juventud delincuente es toda
drogadicta” es una inducción es muy pobre (y suena a prejuiciosa) dado que la cantidad
de casos analizados fueron muy pocos. Otro ejemplo de inducción incompleta inválida
es un fragmento de Orígen de las especies de Darwin. Dice:

La lucha por la existencia se deriva inevitablemente del alto índice con el que todos los seres
orgánicos tienden a incrementarse. Todo ser... debe sufrir la destrucción durante algún período de su
vida... Por tanto, como se producen más individuos que los que tienen posibilidades de sobrevivir, debe
haber en cada caso una lucha por la existencia, sea de un individuo contra otro de su misma especie, o
contra los individuos de especies distintas, o frente a las condiciones físicas de vida. Se trata de la teoría
de Malthus aplicada con múltiple vigor a todo el reino animal y vegetal...”289

Ni Malthus ni Darwin tuvieron oportunidad de observar a todos los seres


orgánicos del universo durante todo el tiempo.

7.3 Y por último, la analogía, que tiene paralelismo con la identidad. Solamente hay
identidad de un objeto consigo mismo. (Heidegger dice ni siquiera en ese caso, porque
cuando yo digo “A” es igual a “A”, ya dije dos veces “A” y hay una diferencia entre la
primera y la segunda, es decir, nunca hay una identidad absoluta).290 Quedémonos en
que matemáticamente es posible la identidad del objeto consigo mismo. La analogía -en
tanto también va de lo particular a lo particular, pero necesita de una semejanza más o
menos fuerte-, presupone dos objetos semejantes pero no iguales, a diferencia de la
identidad. La analogía es la semejanza de objetos no idénticos, y en tanto no idénticos,
la semejanza presupone que se parecen en algo y se diferencian en otro algo. En algo

288
Ver: Moguillanes Mendía, Alicia C, y Russo Eduardo A., Las ciencias naturales y el método en
Introducción al conocimiento científico, dir. José M. Vilanova, Buenos Aires, Fundación de Derecho
Administrativo, 1985, págs. 193 y sgts. donde se distingue entre inducción completa e incompleta,
uniorme y estadística y por enumeración simple y eliminatoria, y se analizan los argumentos de
justificación del método inductivo -filosófico, lógico y epistemológico- y sus críticas
289
Darwin, Charles, El origen de las especies, Barcelona, Altaya, 1996. Ver Braylan, Marisa P., Las ideas
darwinistas del período de entreguerras en Europa y su impacto en la política migratoria argentina, en
Indice, Revista de Ciencias Sociales, n° 25, Buenos Aires, Ed. Daia, 2007, págs. 59 y sgts.
290
Heidegger, Martín, Identidad y diferencia, Barcelona, Anthropos, 1988, pag. 63.

145
son iguales, y en algo no son iguales, son diferentes. La estructura del argumento sería
como sigue:
A es semejante a B
de A se infiere (o se espera, etc.) C
de B se infiere (o se espera, etc.) C

El problema radica en que hay que decidir ante dos objetos semejantes y por lo
tanto distintos, si es más importante lo que tienen en común que lo que tienen de
diferente. Por ejemplo, en un juicio por daños está el precedente “x” al que se le do una
cierta cantidad de dinero como indemnización. Hay que analizar cómo se evaluó en ese
momento, qué edad tenía la persona dañada, qué expectativa de vida tenía, etc., y recién
ahí determinar si el caso es la análogo. Cada vez que invocamos la jurisprudencia
estamos implementando una analogía. Pero siempre dos casos de jurisprudencia son dos
casos distintos, y hay que analizar si lo preponderante es lo que tienen en común o es lo
que tienen de diferente, esto es lo que permite la decisión.

7.4 El último argumento que vamos a desarrollar aquí es la conocida reducción al


absurdo, cuya estructura recuerda al silogismo disyuntivo:

A ó B
No A_____
Entonces B

Este argumento es lógico únicamente cuando la premisa mayor agota las


posibilidades de acuerdo con el principio del tercero excluido, lo que no suele ocurrir en
el mundo de los hechos. Un buen ejemplo lo constituye el ejercicio retórico recogido
como la “defensa de Palámedes” del sofista Gorgias (483 – 389 a.C. aprox.). Que el
argumento no es demostrativo sino persuasivo surge de la necesidad de recurrir a él a lo
largo de todo el discurso. Para seguir el hilo de la argumentación debe recordarse que en
ese período no se afirmaba la “presunción de inocencia” ni las reglas sobre la “carga de
la prueba”, que nacen con las concepciones modernas del Derecho. Tomemos el
siguiente fragmento:

“Analicemos ahora conjuntamente la segunda alternativa: ¿por qué causa me hubiera


interesado querer cometer la traición, si hubiera podido hacerla? Nadie quiere gratuitamente
arrostrar los más grandes peligros ni cubrirse por completo de infamia con el mayor de los
crímenes. Entonces, y otra vez vuelvo a la misma pregunta, ¿por qué causa lo hice? ¿Acaso
para alcanzar el poder? ¿Sobre vosotros o sobre los bárbaros? Sobre vosotros es imposible, que
sois tantos y tan insignes, que poseéis todas las más elevadas cualidades: virtudes de los
antepasados, inmensidad de riquezas, superioridad, vigor de espíritu, dominio de ciudades.
¿Sobre los bárbaros? ¿Quién me lo daría? ¿Con qué fuerza impondría mi poder, yo que soy
griego, sobre los bárbaros? ¿Uno solo contra muchos? ¿Por la persuasión o por la violencia?
Ellos no estarían dispuestos a dejarse persuadir, yo no podría dominarles por la fuerza. ¿O
quizá me entregarían voluntariamente y según mi deseo el poder como recompensa de mi
traición? Pero sería una gran locura confiar en y aceptar algo tal, pues ¿quién elegiría la
esclavitud en lugar de la soberanía, lo peor en lugar de lo mejor? Quizá alguien diga que yo
cometí la traición por afán de dinero y riquezas. Pero yo tengo la riqueza que me basta y para
nada tengo deseo de inmensos bienes. Pues necesitan muchas riquezas los que gastan mucho,
los que son esclavos del placer y los que persiguen los honores mediante la riqueza y la

146
suntuosidad, pero no los que dominan los placeres sensibles. Y yo no tengo ninguna de aquellas
apetencias. De que digo la verdad pongo como fidedigno testigo mi vida pasada, y de este
testimonio vosotros sois testigos, pues habéis convivido conmigo y por ello lo sabéis
perfectamente...291

7.5 Pasamos ahora a los argumentos extra-lógicos, en los que no hay ninguna cuestión
formal, no hay una estructura predeterminada. La enumeración es ejemplificativa.
Además se puede ver que hay argumentos que entrarían en más de una clasificación, ya
que no se puede hacer un catálogo de todos los ejemplos posibles y de todas las
refutaciones posibles.

Comenzamos con la autoridad, que la dividimos en formal y material, como


tuvimos oportunidad de ver en el Capítulo III. Formal es aquella que está investida en
un poder legal para decidir sobre un tema; material es simplemente científica,
académica. La fuerza del argumento está en la competencia, formal o material, según en
caso. Un juez de extraña jurisdicción o diferente jurisprudencia o de grado inferior,
puede ser citado como autoridad material pero no formal (de allí la importancia que
revisten los precedentes del máximo tribunal292). Del mismo modo, que una persona sea
notable o famosa en una actividad o por ciertos hechos, no está avalada para
pronunciarse como autoridad en cuestiones que le son ajenas (v.gr. una cocinera
opinando -no simplemente citando a especialistas- sobre las propiedades nutritivas de
los alimentos, o la víctima de un delito -sin perjuicio de su derecho de opinar como
ciudadano- sobre la calidad el sistema retributivo penal, ni los gramáticos españoles son
autoridad idónea para definir un concepto jurídico político del derecho argentino -o sus
similares portugueses sobre el derecho vigente en el Brasil- etc.).

7.6 Otro argumento extra-lógico sería la apelación al resultado ya analizado en el


Capítulo arriba citado, muy común en la Teoría de la Decisión desarrollada por la
economía, y que también se aplica en las investigaciones y exploraciones, en el
planeamiento de estrategias, etc., esto es, si una hipótesis funciona (produce, más o
menos, los resultados esperados, entonces está bien, se tiene por “acertado”, “correcto”
etc. Una política de ventas será considerada válida si al final del ejercicio el balance
arroja un aumento en las ganancias o una disminución en las pérdidas; un procedimiento
de investigación médica será igualmente tenido por válido si disminuye en un cierto
lapso la cantidad de enfermos, o disminuye la mortalidad; una exploración
arqueológica, como la que llevó al descubrimiento de la ciudad de Troya, será
considerada todo un éxito, etc. Pero en todos los casos no se trata de una
“demostración” y puede ser refutada. Colón partió de la hipótesis de que la tierra era
redonda y que navegando siempre hacia el oeste llegaría a la India. El resultado pareció
darle la razón: llegó a tierra, pero a América, lo que igual pudo haber ocurrido si la
tierra era plana. Todos los estudios económicos sobre Teoría de la decisión, se basan en
la idea de un resultado que permite evaluar si la elección de la alternativa ha sido
correcta, cosa que, por lo demás, no es aplicable directamente al Derecho. En economía
se puede trabajar con unas variables mensurables, pero en el Derecho no podemos estar

291
Protágoras y Gorgias, Fragmentos y testimonios, Buenos Aires, Orbis, pág. 167.
292
Ver Russo, Eduardo A, La jurisprudencia como fuente de derecho en Colección de Análisis
Jurisprudencial, Teoría General del Derecho, dir. Eduardo Ángel Russo, Buenos Aires, Ed. La Ley,
2002, pág. 36, donde sostenemos que la obligación de seguir los fallos de la Corte Suprema no es ni
jurídica ni moral, sinó política, a fin de evitar el “escándalo jurídico”

147
seguros que una cierta cantidad de meses de prisión sea un concepto que realmente se
pueda entender solamente en forma matemática. En el Derecho ¿podemos hablar de
resultados? Pareciera que sólo en términos relativos, si partimos de la base de que no
hay casos iguales, sino, a lo sumo, semejantes, lo que ya entraña una decisión. Cundo
un juez dicta una sentencia ¿cuál es el resultado? ¿qué las partes estén conformes?
Siempre va a ver una disconforme, sino las dos. ¿Qué la instancia superior la confirme o
la revoque? Esto sólo probará que tenemos criterios parecidos o distintos, que hemos
visto cosas iguales o distintas en un mismo expediente. No prueba que el juez equivocó
en la cuenta o que el otro calcula mejor. En los tribunales colegiados hay varios jueces.
En primer lugar, precisamente, porque no se trata de un cálculo matemático, en el cual
vamos a ver quién se equivoco o no en la suma. Tres matemáticos no hacen falta para
sacar una cuenta. Segundo, muchas veces se resuelve por mayoría y minoría. ¿Nunca se
les planteó la posibilidad que haya tres votos distintos? No puede haberlos por el
“escándalo jurídico” y por la obligación de fallar, pero bien pudiesen darse tres
opiniones distintas. Se dirá: “bueno, pero el abogado sí, el que desarrolla una buena
estrategia tendrá como resultado una cierta sentencia. Pero ¿podemos decir que la
sentencia es una consecuencia necesaria de su estrategia, o podría ocurrir que, en el
próximo caso similar, aplicando la misma estrategia, pudiese tener un resultado
distinto? ¿no puede ser, por ejemplo, que cambie de un juez a otro? Esto hace que el
argumento no sea demostrativo, sino solamente persuasivo.

Respecto del argumento por el resultado inválido podemos citar el siguiente


fragmento:

“El día en que a la vana retórica de los defensores sustituya un juicio de especialistas técnicos,
(esto es, no tienen que haber abogados sino algo como “ingenieros” en criminología...)
suprimiendo así el jurado, que es una reliquia de la antigua barbarie, previendo con las leyes
acerca del alcohol y acerca del divorcio muchas causas de delitos de sangre y deshonestos,
eliminando con los presidios de incorregibles o con la pena de muerte o con el trabajo forzado
en terrenos palúdicos a aquel grupo de individuos que constituyen la eterna clientela de la
justicia penal, quedaría extinto todo problema”293 (Estadísticamente se ha demostrado que el
aumento de penas no disminuye la criminalidad).

7.7 Otro tipo de argumento sería, a nuestro juicio, la apelación a la moral. Cuando
hablamos de un fundamento ético del argumento se supone que hablamos de una
moral media, social, de un plexo de valores compartidos por una sociedad en un
momento dado. No se trata necesariamente de una ética hecha a partir de una religión
o de una teoría moral abstracta, aunque en la práctica esa moral religiosa resulte
determinante para la formación del plexo de valores compartidos por un grupo
humano. Baste para ello comparar la historia de las religiones con la historia de las
civilizaciones. Lo que estamos señalando es que la fuerza del argumento ético no
dependerá, directamente, de tal o cual dogma o de tal o cual precepto, sino lo que el
pueblo incorpore para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo bueno y lo
malo.

El ejemplo de argumento ético lo encontramos en un fallo de la justicia


argentina: “Una cosa -señaló- es el poder de hecho y otra tener aquél atribuciones

293
Lombroso, Cesare, y otros, La escuela criminológica positivista, Madrid, La España moderna, s/f.
pág. 23.

148
normativas; si se confunden ambos conceptos, dentro de la utilización ambigua del
término ‘poder’, se arriba a la errónea conclusión de que quien tiene la fuerza tiene
facultades jurídicamente válidas.”294 ¿Dónde está lo ético aquí? En que lo ético es la
única razón por la cual yo puedo distinguir poder-derecho de poder-violencia, esta es
una cuestión ética, no una cuestión jurídica. El poder mismo es el que hace el
derecho y por lo tanto tiene la facultad positiva de autolegitimarse. En palabras de
Hannah Arendt: “Es, creo, una muy triste reflexión sobre el actual estado de la
ciencia política, recordar que nuestra terminología no distingue entre palabras clave
tales como ‘poder’, ‘potencia’, ‘fuerza’, ‘autoridad’, y, finalmente, ‘violencia’ (...)
Emplearlas como sinónimos no sólo indica una cierta sordera a los significaos
lingüísticos, lo que ya sería suficientemente serio, sin que también ha tenido como
consecuencia un tipo de ceguera ante las realidades a las que corresponden (...) El
poder no necesita justificación, siendo como es inherente a la verdadera existencia de
las comunidades políticas; lo que necesita es legitimidad” 295. Resumiendo, en el
siguiente cuadro agruparemos los ejemplos señalados
RAZONAMIENTOS, ARGUMENTOS Y FALACIAS

RAZONA- FORMA VALOR FALACIAS


MIENTOS
SILOGISMO DE LO GRAL. A VIOLACIÓN DE
RAZONA- CATEGÓRICO (1) LO GRAL. O A LAS REGLAS (2)
LO PART. VERDAD
MIENTOS INDUCCIÓN DE LO PART. A INDUCCIÓN
COMPLETA (3) LO GRAL. VALIDEZ INCOMPLETA (4)
LÓGICOS IDENTIDAD (5) DE LO PART. A NO IDENTIDAD
LO PART. ABSOLUTA (6)
ENTIMEMA O DE LO GRAL. A INSUFICIENCIA
SILOGISMO LO GRAL. O A DE GENERALIDAD
INCOMPLETO (7) LO PART. (8)
ARGU-
INDUCCIÓN DE LO PART. A INSUFICIENCIA
MENTOS INCOMPLETA (9) LO GRAL. DE VERIFICACIÓN
VEROSI- (10)
CUASI- ANALOGÍA (11) DE LO PART. A SEMEJANZA
LO PART. MILITUD DÉBIL (12)
LÓGICOS
AUTORIDAD PROBABI- INCOMPETENCIA
FORMAL (13) LIDAD (14)
ARGU- AUTORIDAD SIN FORMA INIDONEIDAD (16)
MATERIAL (15)
MENTOS RESULTADO (17) PREDETERMI- INSUFICIENCIA
NADA DE CAUSALIDAD
EXTRA- (18)
LÓGICOS ÉTICA (19) PRINCIPIOS
DUDOSOS O
DISCUTIBLES (20)

294
“Pagani, Jorge L.” CNFed.Crim. y Correc. Sala I, Buenos Aires, La Ley 1984 –B- p. 314.
295
Arendt, Hannah, Crisis de la República”, Madrid, Taurus, 1973, págs. 145 y sgts.

149
EJEMPLOS
1) Silogismo categórico válido: 2) Silogismo categórico invalido:
Toda ley debe ser obedecida Todos los fallos plenarios son normas generales
Toda norma emanada del Congreso es una ley Todos los fallos plenarios son dictados por la Justicia
Toda norma emanada del Congreso debe ser obedecida Todos los fallos judiciales son normas generales

3) Inducción completa válida:“...es un hecho, y también 4) Inducción completa inválida: La lucha por la
un principio de derecho constitucional, que las policías existencia se deriva inevitablemente del alto índice
de las Provincias está a cargo de sus gobiernos locales, con el que todos los seres orgánicos tienden a
entendiéndose incluido en los poderes que se han incrementarse. Todo ser... debe sufrir la destrucción
reservado, el de proveer lo conveniente a la seguridad, durante algún período de su vida... Por tanto, como
salubridad y moralidad de sus vecinos” “L.B.M.”, se producen más individuos que los que tienen
TSCABA, L.L. 2000 - -F- 729. (la inducción completa se posibilidades de sobrevivir, debe haber en cada caso
da en la verificación de “hecho” de la situación en cada una lucha por la existencia, sea de un individuo
una de las Provincias, y en la enumeración de los bienes contra otro de su misma especie, o contra los
jurídicos tutelados) individuos de especies distintas, o frente a las
condiciones físicas de vida. Se trata de la teoría de
Malthus aplicada con múltiple vigor a todo el reino
animal y vegetal... Charles Darwin, El origen de las
especies, Barcelona, Altaya, 1996. (Ni Malthus ni
Darwin tuvieron oportunidad de observar a todos los
seres orgánicos del universo durante todo el tiempo).
5) Identidad válida: “El delito de privación ilegítima de 6) Identidad inválida: “La matemática es muy
la libertad previsto en los arts. 141, 142 y 144 bis del extraña, cuando se la aplica a la gente. Uno más uno
Cód. Penal contiene una descripción lo suficientemente puede ser tantas cosas...” Copenhague: Una obra en
amplia como para incluir aquellos supuestos específicos dos actos de Michael Frayn.
denominados “desaparición forzada de personas”. (del
voto del Dr. Maqueda). “Simón; Julio Héctor y otros”
CSJN, 14/06/05, L.L. 2005 E, pág. 331.
7) Entimema válido: “Las principales tendencias 8) Entimema inválido: “... porque –y esto es de
legislativas tienden lisa y llanamente a la superación del público y notorio- ha mediado una situación de grave
querellante conjunto” “Pagani, Jorge L.” CNFed,Crim y riesgo social, frente a la cual existió la necesidad de
Correc. Sala I, L.L. 1984 -B- 314. medidas súbitas del tipo de las instrumentadas en
aquel decreto cuya eficacia no parece concebible por
medios distintos de los arbitrados”. “Peralta, Luis A.
y otros c/Estado Nacional” CSJN, L.L.,1991-C, 158.
9) Inducción incompleta válida: “... dentro de los 10) Inducción incompleta inválida: “La industria de
objetivos propios de aquel poder [de policía] ha de la leche en Nueva York ha sido objeto de una
estimarse comprendida –junto a la seguridad, la persistente y drástica regulación en interés del
moralidad y la salubridad pública- la defensa y público. La investigación legislativa es demostrativa
promoción de los intereses económicos de la del hecho que, por unas y otras razones, la
colectividad” “Cine Callao”, CSJN, L.L. t. 100, p. 45. competencia ilimitada agravó los males existentes”.
(La inducción es incompleta porque no agota todos los “Avico Oscar c/De la Pesa, Saúl” CSJN , Fallos: 72-
objetivos del poder de policía, pero es válida puesto que 21. ( Se menciona un solo tema, una sola ciudad en el
menciona objetivos relevantes). mundo y una indeterminada “investigación
legislativa”).
11) Analogía válida: “La garantía de la igualdad ante la 12) Analogía inválida: “... lo mejor es aquello que
ley radica en consagrar un trato legal igualitario a proviene de la naturaleza misma, y la unidad natural
quienes se hallan en una razonable igualdad de es la de un hombre, y es la más perfecta; luego el
circunstancias, por lo que tal garantía no impide que el gobierno ordinario más natural es el dirigido por
legislador contemple en forma distinta situaciones que uno”. Tomás de Aquino, Gobierno de los príncipes.
considere diferentes” “Peralta, Luis A. y otros c/Estado México, Porrúa, pág. 260. (La analogía entre
Nacional” CSJN, L.L.,1991-C, 158. (“Razonable ‘naturaleza’ y ‘gobierno’ no resulta aceptable en la
igualdad de circunstancias” es una característica de la actualidad)
“analogía” que no corresponde a la “identidad”).

150
13) Autoridad formal válida: “La apreciación que 14) Autoridad formal inválida: “... el Congreso
haga el Congreso al dictar leyes regulatorias de una no podría fijar un precio arbitrario que no
industria, en el sentido de que dicha industria afecta correspondiese al valor locativo de la habitación
los intereses públicos dignos de regulación en condiciones normales”. “Ercolano A c/
previsora, no es revisable por los tribunales de Lanteri de Renshaw”, J., CJSN, Fallos: 136-161.
justicia”. “Inchauspe Hnos. c/Junta Nac. De
Carnes”, CSJN, L.L. t. 36, p. 703. _________________________________________
____________________________________________ 16) Autoridad material inválida: “En nuestra
15) Autoridad material válida: “La facultad reconocida jurisprudencia se ha intentado definir esa vaga
con exclusividad a éste Tribunal... simplemente situación (la ‘emergencia’), cuya vaga denominación,
permite... (que) satisfaga con mayor eficacia el deber inclusive, según declaran diccionarios peninsulares,
irrenunciable de hacer respetar la Constitución Nacional, es un anglicismo (Conf. M Moliner, ‘Diccionario de
leer cada tramo del orden jurídico desde la Constitución, uso del español’; Joan Corominas ‘Diccionario
de institucionalizar las leyes (conf. L. Ferrajoli, Derecho crítico etimológico castellano e hispano)”. Roberto
y Razón, Trotta, Madrid, 1995)” J. Vernengo, Nota sobre el recurso a la emergencia
“Bill, Juan C. c/CABA, TSCABA”, L. L. 2000 –B- 36. como procedimiento derogatorio. En L.L.
Emergencia y propiedad. (Los gramáticos españoles
no son autoridad idónea para definir un concepto
juridico-político del derecho argentino).
17) Resultado válido: “La ‘pesificación’ de los depósitos 18) Resultado inválido: “El día en que a la vana
bancarios en moneda extranjera deviene retórica de los defensores sustituya un juicio de
irremediablemente confiscatoria en violación del derecho especialistas técnicos, suprimiendo así el jurado, que
de propiedad ya que permite a las entidades depositarias es una reliquia de la antigua barbarie, previendo con
devolver con efectos cancelatorios –tomando como base las leyes acerca del alcohol y acerca del divorcio
la cotización en el mercado libre del dólar- la mitad de muchas causas de delitos de sangre y deshonestos,
las divisas que fueron entregadas por el depositante” eliminando con los presidios de incorregibles o con
Provincia de San Luis c. Estado Nacional, CSJN, L.L. la pena de muerte o con el trabajo forzado en terrenos
2003-B, p. 537. palúdicos a aquel grupo de individuos que
constituyen la eterna clientela de la justicia penal,
quedaría extinto todo problema” C. Lombroso y
otros, La escuela criminológica positivista, Madrid,
La España moderna, s/f. pág. 23. (Estadísticamente
se ha demostrado que el aumento de penas no
disminuye la criminalidad).
19) Ético válido: “Una cosa es el poder de hecho y otra 20) Ético inválido: “... el gobierno revolucionario
tener aquél atribuciones normativas; si se confunden triunfante en marzo de 1976, por los fines que lo
ambos conceptos, dentro de la utilización ambigua del inspiraron, se apoyó en el asentimiento –al menos
término ‘poder’, se arriba a la errónea conclusión de que tácito- de la mayoría del pueblo argentino con
quien tiene la fuerza tiene facultades jurídicamente independencia de su desarrollo ulterior... no puede
válidas.” “Pagani, Jorge L.” CNFed.Crim. y Correc. Sala negarse que esa voluntad ‘ab initio’ existió, aunque
I, L.L. 1984 –B- 314. sea en apariencia, y ello dio sustento y justificación
jurídica a ese acto, que así escapa del ámbito del
derecho penal como posible objeto de reproche”
“Varela Cid, Eduardo denuncia contra Mariano
Grondona”. J.N.Crim. de Instruc. N° 22, LL 1984 -C-
72 (la invalidez del fundamento está remarcado por
las palabras “tácito” y “en apariencia”, afirmación
dogmática carente de todo sustento fáctico y
contraria al sentir de una mayoría).

151
APÉNDICES

152
APÉNDICE JURISPRUDENCIAL
La ley no debe interpretarse sólo
conforme a la literalidad de sus vocablos
sino con su significado jurídico profundo.
CSJN.

Sólo después de haber conocido la


superficie de las cosas se puede uno
animar a buscar lo que hay debajo. Pero
la superficie de las cosas es inagotable.
Ítalo Calvino.

En el presente apéndice incluimos una reseña de jurisprudencia que habla


específicamente sobre el tema de interpretación de la ley. En rigor de verdad, todo fallo
implica, de suyo, un acto de interpretación, pero la mención del criterio empleado en dicho
acto queda implícita, sobreentendida. Los textos han sido agrupados sobre la base de los
criterios analizados en el libro, y se ha preferido en general incluir la jurisprudencia
reciente de nuestro máximo Tribunal, pero, como veremos en la reseña, los estereotipos
utilizados son constantes en el tiempo y en las diferentes instancias.

1. Las palabras de la ley

 No puede afirmarse que la norma jurídica nunca requiere interpretación cuando sus
términos son claros. Siempre es menester determinar si esos términos claros expresan
en realidad el pensamiento en ella contenido, es decir, si corresponden al sentido que
encierra. C.N. Fed. Sala Cont. Ad. 25/7/66 in re Legizamón Vichi y Otros.

 La ley no debe interpretarse conforme a la desnuda literalidad de los vocablos usados,


ni según rígidas pautas gramaticales sino con arreglo a su significado jurídico profundo.
C.S.J.N. 11/11/66 in re Ratto, Sixto y Otros.

 En primer término, es imprescindible recurrir a un texto que suministra valiosas pautas


hermenéuticas en virtud del carácter imperativo de su contenido, ello unido a la
especificidad de su régimen. C.N.Fed. Sala II, Cont. Ad. 2/10/80 in re Compañía
Química S.A.

 En la interpretación debe recurrirse a la significación común de las palabras omitiendo


sentidos oscuros de las mismas. C.N.Fed. Sala II Cont. Ad. 12/10/76 in re Hornarina
S.A.

 La ley puede emplear, y frecuentemente lo hace, palabras o expresiones extrañas al


instituto jurídico que específicamente regula, es decir, emplea aquellas propias de otros
contextos o disciplinas ajenas a la ciencia jurídica, pero en estos casos, tales expresiones
cumplen una función especial, la de servir de marco de referencia para fijar los límites
que se quería establecer. C.N.Civ. 15/2/90 in re Piaggio de Sotola, Emilia L. y Otros
c/Barattini, Orlando N. s/Daños y Perjuicios

 La inconsecuencia o falta de previsión jamás se supone en el legislador, y por eso se


reconoce como un principio inconcuso que la interpretación de las leyes debe hacerse
siempre evitando darles aquél sentido que ponga en pugna sus disposiciones,

153
destruyendo las unas por las otras, y adoptando como verdadero, el que las concilie y
deje a todas con valor y efecto. C.S.J.N. 19/9/864 in re Calvete, Benjamín (Fallos 1-
300; 278-62).

 No puede dejarse de aplicar una ley cuyo texto es claro y preciso, por la
consideración de los perjuicios que se supone que puede dar lugar su aplicación.
C.S.J.N. 19/2/870 in re Moyano c/Salanes s/Comiso (Fallos 8-399).

 Cuando los términos de la ley son claros no corresponde a los jueces apartarse de sus
propósitos, so pretexto de evitar las deficiencias reales o presuntas que podrían
resultar de su aplicación. C.S.J.N. (Fallos 213-405).

 Cuando la ley no exige esfuerzo de interpretación debe ser aplicada directamente por
los jueces con prescindencia de tesis que podrán ser objeto de consideración por el
Congreso pero que son ajenas a la misión de aquellos magistrados. C.S.J.N. (Fallos
234-82).

 La sentencia que se arroga la facultad de modificar a sabiendas la ley, es violatoria


del principio de división de los poderes, fundamental en el sistema republicano de
gobierno adoptado pro la Constitución Nacional. Esa violación no se justifica con el
argumento de que la ley es anticuada y no satisface ya las exigencias de justicia que
tuvo originariamente en vista. El Poder Judicial es órgano de interpretación y
aplicación de la ley, no de su derogación o reforma. C.S.J.N. (Fallos 234-310).

 Los jueces no pueden dejar de aplicar una norma positiva, cuyo texto es claro y
preciso, por la consideración de pretendidos perjuicios que se supone que podrían
resultar de su ejecución. C.S.J.N. (Fallos 248-33).

 Por amplias que sean las facultades judiciales en orden a la aplicación e


interpretación del derecho, el principio de separación de los poderes, fundamental en
el sistema republicano de gobierno adoptado por la Constitución Nacional, no
consiente a los jueces el poder de prescindir de lo dispuesto expresamente por la ley
respecto al caso, so color de su posible injusticia o desacierto. C.S.J.N. (Fallos 249-
425; 258-17; 263-460).

 La primera fuente de interpretación de la ley son sus palabras, que deben entenderse
empleadas en su verdadero sentido, en el que tienen en la vida diaria, partiendo de la
base de que no son superfluas sino que han sido empleadas con algún propósito, sea
de ampliar, limitar o corregir los conceptos. C.S.J.N. 6/11/44 in re Picardo, Enrique
C. c/Caja de Jubilaciones de la Marina Mercante Nacional (Fallos 200-175; idem
Fallos 304-1820).

 Las disposiciones legales deben ser interpretadas evitando las significaciones oscuras
o abstrusas de las palabras de la ley, prefiriendo el sentido más obvio al
entendimiento común. C.S.J.N. (Fallos 258-75; 267-495; 283-111; 284-293).

 La interpretación de las palabras empleadas por la ley debe preferir el sentido más
cercano al entendimiento común. C.S.J.N. Fallos 262-60.

154
 No hay peor técnica interpretativa que la que implica patente alteración de la
inequívoca acepción de las palabras de la ley, las cuales, mientras el texto lo
consienta, han de ser tomadas “en el sentido más obvio al entendimiento común”.
(Disidencia de los Dres. Mariano A. Cavagna Martínez, Julio S. Nazareno y
Eduardo Moliné O'Connor). CSJN, 14/05/91. Reig Vázquez Ger y Asociados c/
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Fallos: 314: 458.

 Las leyes deben interpretarse conforme al sentido propio de las palabras que
emplean sin violentar su significado específico, máxime cuando aquel concuerda
con la acepción corriente en el entendimiento común y la técnica legal empleada en
el ordenamiento jurídico vigente. CSJN, 23/11/93. A. Gas S.A. y otros c/ AGIP
Argentina S.A. y otros s/ infr. Ley 22.262. Fallos: 316: 2561.

 Las leyes deben interpretarse conforme al sentido propio de las palabras que
emplean sin molestar su significado específico, máxime cuando aquél
concuerda con la acepción corriente en el entendimiento común y la técnica legal
empleada en el ordenamiento jurídico vigente, para todo lo cual se deben computar
la totalidad de sus preceptos de manera que armonicen con el ordenamiento
jurídico restante y con los principios y garantías de la Constitución, evitando darles
aquel sentido que ponga en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las
otras y adoptando como verdadero el que las concilie y deje a todas con valor y
efecto. CSJN, 2/12/93.Segovia, Miguel Angel y otros. Fallos: 316: 2695.

 La inconsecuencia o falta de previsión del legislador no se suponen, por lo


cual las leyes deben interpretarse conforme al sentido propio de las palabras,
computando que los términos empleados no son superfluos, sino que han sido
empleados con algún propósito, sea de ampliar, limitar o corregir los conceptos.
CSJN, 2/12/93. Kreimbohn, Germán y otro c/ Caja Administradora del Fondo
Especial del Seguro (CAFES) y otro. Fallos: 316: 2732.

 Las palabras utilizadas en la ley deben ser entendidas con los significados que
habitualmente se les atribuya en la comunidad en la que dicha ley ha de regir, y
ello es así excepto que los legisladores hayan decidido apartarse de tales
significados corrientes, y además hayan señalado, de modo inequívoco, esta
decisión (Disidencia del Dr. Enrique Santiago Petracchi). CSJN, 14/02/97. Chedid,
Gabriela s/ licencia por maternidad.

 Es propio del intérprete indagar, por encima de lo que las leyes parecen decir
literalmente, lo que ellas dicen jurídicamente de modo que, sin prescindir de las
palabras de la ley, no cabe atenerse rigurosamente a ellas cuando la interpretación
razonable y sistemática así lo requiere (Disidencia del Dr. Adolfo Roberto
Vázquez).
C.S.J.N., Arte Gráfico Editorial Argentino S.A s/ recurso de queja. 07/12/2001
L.L. 6-05-02, n° 103.681.

 Es inadmisible el agravio referido al derecho a ser juzgado en el país como


consecuencia de la condición nacional del apelante, ya que la interpretación basada
sólo en la literalidad del párrafo primero del art. 12 de la ley 24.467 se aparta de
elementales principios de hermenéutica jurídica y conduce a resultados que no
armonizan con las restantes disposiciones. C.S.J.N., Bongiovanni, Sergio Esteban

155
Tristán s/ su solicitud de extradición en autos: "Jefe Sección Operaciones
Departamento Interpol s/ captura". 31/03/1999. Fallos, T. 322, P. 486. JA. 22-09-
99. LL. 04-11-99, nro. 99.531.

 Si bien la interpretación de las leyes debe practicarse teniendo en cuenta su


contexto general y la totalidad de sus preceptos, de manera de no desvirtuar la
intención del legislador, ello no habilita a efectuar una hermenéutica jurídica que
prescinda de condiciones claras previstas en forma expresa. C.S.J.N., Lufthansa
Líneas Aéreas Alemanas c/ Dirección Nacional de Migraciones (Disp. DNM
4782/96). 30/05/2001. Fallos, T. 324, P. 1714.

 Debe preferirse la interpretación que favorece y no la que dificulta a los fines


perseguidos por la norma, ya que, por encima de lo que las leyes parecen decir
literalmente, es propio considerar su sentido jurídico, lo que sin prescindencia de la
letra de la ley permite, no atenerse rigurosamnete a ella cuando la hermenéutica
razonable y sistemática así lo requiera (Disidencia del Dr. Adolfo Roberto
Vázquez). C,S.J.N., Marino, Miguel Angel c/ Ministerio del Interior - Subsec.
Derechos Humanos y Soc. 25/09/2001. Fallos, T. 324, P. 2934.

 La exégesis de la ley requiere la máxima prudencia, cuidando que la inteligencia


que se le asigne no pueda llevar a la pérdida de un derecho, o que el excesivo rigor
de los razonamientos no desnaturalice al espíritu que ha inspirado su sanción pues,
por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, corresponde indagar lo
que dicen jurídicamente, y si bien no cabe prescindir de las palabras, tampoco
resulta adecuado ceñirse rigurosamente a ellas cuando lo requiera la interpretación
razonable y sistemática. C.S.J.N., Garbellini, Daniel María c/ Malceñido, Román
Guillermo. 20/03/2003, T. 326, P. 742.

 Por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, es propio de los jueces
indagar lo que ellas dicen jurídicamente, y en esa interpretación no cabe prescindir
de las palabras de la ley, pero tampoco atenerse rigurosamente a ellas cuando la
interpretación razonable y sistemática así lo requiere, evitándose de este modo la
aplicación mecánica de los preceptos formales en la medida que dicho proceder
conduzca a un ciego ritualismo incompatible con el derecho de defensa.
Atencio, Delia Graciela c/ Tucumán, Provincia de y otros s/ daños y perjuicios -
incidente sobre beneficio de litigar sin gastos - C.S.J.N. 27/12/2005, Fallos T. 328.

2. El espíritu de la ley

 La intención del legislador no debe ser obviada por posibles imperfecciones técnicas de
su instrumentación legal. C.S.J.N. 5/6/68 in re Esso S.A.

 Las leyes deben entenderse en forma tal que el propósito legislativo se cumpla de
acuerdo con los principios de una razonable y discreta interpretación. Es principio de
hermenéutica jurídica que, en los casos no expresamente contemplados, debe preferirse
la interpretación que favorece, y no la que dificulta los fines perseguidos por la norma.
C.S.J.N. 7/4/67 in re Guante S.A.

156
 Uno de los métodos para interpretar la ley consiste en dar cumplido efecto a la voluntad
del legislador. C.S.J.N. 24/9/81 in re Refinerías de Maíz S.A. (ídem Fallos 182 -486;
184 -5; 186 -258, etc.)

 Si por regla general, no es permitido a los jueces hacer adiciones a las leyes, lo es
menos cuando por ellas se contradice su espíritu o se restringen los derechos que
acuerdan. C.S.J.N. 31-8-865 in re Cortez, Cumplido c/Leguizamón (Fallos 2-190;
ídem 2-196).

 La exégesis armonizante no puede llegar a desconocer el fin manifiesto de la ley, en


su letra y en su espíritu. C.S.J.N. (Fallos 261-36).

 En la interpretación de las leyes previsionales el rigor de los razonamientos lógicos


deben ceder ante la necesidad de que no se desnaturalicen jurídicamente los fines
que las inspiran. C.S.J.N. (Fallos 265-354; 266-19; 278-259: 280-75).

 Tanto en la interpretación de las leyes como de las convenciones la misión judicial


no se agota con la remisión a la letra de los textos, sino que requiere del intérprete la
búsqueda de la significación jurídica del precepto aplicable, que consagre la versión
técnicamente elaborada y adecuada a su espíritu. Deben desecharse las soluciones
notoriamente injustas, que impiden el reconocimiento de los derechos de los
litigantes en casos concretos a decidir. C.S.J.N. (Fallos 271-130).

 La interpretación de las leyes debe practicarse teniendo en cuenta el contexto general


y los fines que las informan, y a ese objeto la labor del intérprete debe ajustarse a un
examen atento y profundo de sus términos que consulte la racionalidad del precepto
y la voluntad del legislador, extremos que no deben ser obviados por las posibles
imperfecciones técnicas de la instrumentación legal, precisamente para evitar la
frustración de los objetivos de la norma. C.S.J.N. (L.L. 1987-A-83; L.L. 1995-A-
190).

 La interpretación de la ley requiere la máxima prudencia, cuidando que la


inteligencia que se le asigne no pueda llevar a la pérdida de un derecho, o el excesivo
rigor de los razonamientos no desnaturalice el espíritu que ha inspirado su sanción.
C.S.J.N. (Fallos 265-349; 267-23; 274-300; 276-218 y 436; 303-578).

 La misión judicial no se agota con la remisión a la letra de la ley. Los jueces, en


cuanto servidores del derecho para la realización de la justicia, no pueden prescindir
de la búsqueda de la significación jurídica de las normas aplicables al caso, que
consagre su versión técnicamente elaborada y adecuada a su espíritu. C.S.J.N. (Fallos
253-267; ídem 267-46 y 249-37).

 Atento a la naturaleza reglamentaria del art. 2° de la resolución 155/AG/Entel/77,


es analógicamente aplicable la doctrina según la cual no es método recomendable,
en la interpretación de las leyes, atenerse estrictamente a sus palabras, ya que el
espíritu que las informa es lo que debe rastrearse en procura de su aplicación
racional y, para dar pleno efecto a la intención del legislador, han de superar los
jueces las posibles imperfecciones técnicas de la instrumentación legal. CSJN,
27/10/88. Martínez, Horacio y otros c/ E.N.Tel. (Fallos: 311:2187)

157
 No se trata de desconocer las palabras de la ley sino de dar preeminencia a su
espíritu, a sus fines, al conjunto armónico del ordenamiento jurídico, y a los
principios fundamentales del derecho en el grado y jerarquía en que éstos son
valorados por el todo normativo, cuando la inteligencia de un precepto, basada
exclusivamente en la literalidad de uno de sus textos conduzca a resultados
concretos que no armonicen con los principios de hermenéutica, arribe a
conclusiones reñidas con las circunstancias singulares del caso o a consecuencias
notoriamente contradictorias. CSJN, 9/02/89. Ríos, Argentino y otros s/ privación
ilegal de la libertad calificada y tormentos. (Fallos: 312:111)

 No es siempre método recomendable para la interpretación de la ley, el atenerse


estrictamente a las palabras, ya que el espíritu que las informa es lo que debe
determinarse en procura de su aplicación racional, que a la vez que elimine el
riesgo de un formalismo paralizante, permita a los jueces superar las posibles
imperfecciones técnicas de la instrumentación legal y dar pleno efecto a la
intención del legislador. CSJN, 6/06/89.Martínez, Marcelino Hilario c/ Estado
Nacional (Ministerio de Defensa) s/ cobro de pesos. (Fallos: 312: 787).

 No es siempre método recomendable el atenerse estrictamente a las palabras de la


ley, ya que el espíritu que la nutre ha de determinarse en procura de una aplicación
racional, que elimine el riesgo de un formalismo paralizante. C.S.J.N. Pluspetrol
S.A. (TF 14.351-I y acum. 14.521-I) c/ D.G.I. 04/07/2003, Fallos, T. 326, P. 2095.

 En toda tarea de interpretación de normas es pertinente rastrear el espíritu que


informa a aquéllas en procura de su aplicación racional, puesto que no es el espíritu
de la ley el que debe subordinarse a las palabras sino éstas a aquél (Voto de los
Dres. Enrique Santiago Petracchi, E. Raúl Zaffaroni y Ricardo Luis Lorenzetti).
C.S.J.N. Defensor del Pueblo de la Nación c/ E.N. -P.E.N.- M° E. - dto. 1738/92 y
otro s/ proceso de conocimiento. 24/05/2005 T. 328, L.L. 15-06-05, nro. 109.032.
E.D. 31-10-05, nro. 365, con nota. L.L. 10-03-06 (supl.), nro. 110.119, con nota.

3. La analogía

 Cabe recordar que es concepto indudablemente recibido por la Constitución Nacional,


que el Derecho Penal -en cualquiera de sus ramas- es un sistema riguroso y cerrado,
formado por ilicitudes discontinuas, que no toleran ningún tipo de integración por
analogía, tendiente a completar los elementos esenciales de las figuras creadas por la
ley. C.S.J.N. 15/10/81 in re Usandizaga, Perrone y Juliarena S.R.L.

 Es importante puntualizar que es jurisprudencia clásica que la proscripción, en el orden


represivo, de la aplicación analógica o extensiva de la ley no excluye la hermenéutica
que cumpla el propósito legal, con arreglo a los principios de una razonable y discreta
interpretación. Ello, claro está, sin dejar de puntualizar que las prohibiciones de
analogía en el ámbito penal se sustentan en la debida correlación entre la sanción y el
bien jurídico y que, en el caso, se trata de desentrañar el marco en el que el juez puede
ejercer las facultades eximentes que le confiere la ley. C.S.J.N. 8/6/93 in re Godoy,
Roberto Carlos

 La prohibición de la previsión de conductas mediante fórmulas extremadamente vagas


o que por su laxitud impidan conocer con antelación cuáles están permitidas y cuáles

158
prohibidas, no sólo constriñe la actuación del Poder Legislativo por imperio del art. 18
de la Constitución Nacional sino que constituye un imperativo que rige el actuar del
poder administrador cuando, en ejercicio de facultades legales, integra los pormenores y
detalles necesarios para la ejecución de las leyes penales en blanco. (disidencia parcial
del Dr. Enrique Santiago Petracchi) C.S.J.N. 2/7/93 in re Pfizer S.A.

 No corresponde a los jueces suplir las deficiencias legales o presuntas de las leyes
remitiéndose a otros principios analógicos incompatibles, contradictorios,
rectificadores o destructores de la naturaleza y los propósitos de la ley de que se
trata. C.S.J.N. (Fallos 211-1063).

 No cabe aceptar la analogía en la interpretación de las normas tributarias


materiales, para extender el derecho más allá de lo previsto por el legislador ni para
imponer una obligación. CSJN, 13/06/89. Fleischmann Argentina inc./ recurso por
retardo - impuestos internos.(Fallos: 312: 912)

 La aplicación analógica no parece hermenéutica apropiada cuando el término de


comparación que tiene reconocimiento legal importa una solución de excepción.
CSJN, 23/11/89. Juncalán Forestal, Agropecuaria SA. c/ Buenos Aires, Provincia de
s/ daños y perjuicios.(Fallos: 312: 2266).

 La pretensión de hacer extensivas las previsiones del art. 18 de la ley 23.256 a todo
el período de la mora deviene incompatible con la regla hermenéutica que veda la
analogía en la interpretación de las normas que establecen obligaciones fiscales, para
imponerlas más allá de lo previsto por el legislador (Voto de los Dres. Eduardo
Moliné O'Connor y Antonio Boggiano). C.S.J.N., Carlos Ignacio Caminal SCA. c/
Fisco Nacional (DGI.) s/ nulidad de resolución. 14/10/1992, Fallos, T. 315, P. 2443

 La proscripción, en el orden represivo, de la aplicación analógica o extensiva de la


ley, no excluye la hermenéutica que cumpla el propósito legal, con arreglo a los
principios de una razonable y discreta interpretación. CSJN, 8/06/93. Godoy,
Roberto Carlos s/ ley 11.683. (Fallos: 316: 223).

 Si bien la obligación de "no devolución" o "non refoulement" que surge con respecto
a los refugiados de la Convención de Ginebra no especifica su aplicación al ámbito
de la extradición, una interpretación en favor de esta postura se impone en atención
al principio de buena fe, que rige en materia de tratados, y que autoriza incluirlo por
analogía de principios (Disidencia del Dr. Antonio Boggiano). C.S.J.N., Mera
Collazos, Julio César y otra s/ extradición. 16/04/2002, Fallos, T. 325, P. 625; LL.
30-10-2002, 104.650. J.A. 11-09-02 (supl.), con nota.

 Los jueces se hallan obligados a resolver las cuestiones litigiosas que se le someten a
su consideración aún cuando la situación puntual no estuviera específicamente
prevista en la legislación, debiendo juzgar en tal caso a la luz de los principios
generales del derecho y los que surgen de la normativa que por analogía fuera
aplicable (arts. 15 y 16 del Código Civil). -Del dictamen de la Procuración General,
al que remitió la Corte Suprema-.Alcoholado Boye, Germán Miguel s/ concurso
preventivo. 25/11/2003 Fallos, T.326, P. 4685. L.L. 29-03-04, nro. 107.163. J.A. 19-
05-04. E.D. 06-09-04, nro.52.919.

159
4. Los principios generales del derecho

 La equidad y la justicia son valores que juegan de lege ferenda. A los jueces les está
totalmente vedado apartarse de la ley mediante consideraciones axiológicas de ese tipo.
C.N.Fed. Sala Cont. Ad. 16/3/67 in re Gibet, Augusto C.

 Debe preferirse la interpretación legal que mejor se compadece con los principios y
garantías constitucionales. C.S.J.N. 8/2/65 in re Catita S.A.

 La equidad no ha sido consagrada en nuestro derecho como principio independiente de


la ley. No es fuente directa de derecho y solamente se la acoge cuando la ley acude a
ella para determinadas aplicaciones. Es claro que importa un elemento de indiscutible
valor en la interpretación de las normas positivas, a fin de lograr la justicia en el caso
particular, pero no corresponde acudir a la equidad para soslayar el sistema legal
vigente y menos para contradecirlo abiertamente en la solución del conflicto particular.
Si no se dan presupuestos de aplicación de normas que plasmen las reglas de equidad,
no es dable reajustar por una equidad empíricamente concebida. C.N.Civ. 18/5/89 in re
Nocerino, Osvaldo c/Lafuente Alejandro y Otros s/Sumario.

 Los jueces en el ejercicio de su ministerio, no pueden prescindir de la específica


reglamentación de la materia sometida a su decisión. El servicio de la justicia debe
cumplirse por medio del derecho argentino vigente, sin que sea admisible la
invocación de razones extralegales genéricas. C.S.J.N. (Fallos 261-94).

 La regla de interpretación prevista en el art. 16 del Código Civil excede los límites
del ámbito del derecho privado, puesto que los trasciende y se proyecta como un
principio general vigente en todo el orden jurídico interno. CSJN, 13/06/89.
Petruccelli, Fidel Primo y otra c/ Municipalidad de la Ciudad de Buenos
Aires.(Fallos: 312: 956)

5. Interpretación sistemática

 La interpretación de la ley comprende, además de la armonización de sus preceptos, su


conexión con las otras normas que integran el ordenamiento vigente. Tal principio es
aplicable, con mayor razón, en los supuestos en que el régimen jurídico pertinente está
organizado en más de una ley formal. C.S.J.N. 5/6/68 in re Esso S.A.

 En la interpretación de las leyes debe tenderse a otorgarles un alcance que las haga
armonizar, o sea, que sin ejercer violencia sobre los principios de cada una de ellas se
llegue a una inteligencia que no las contraponga sino las compatibilice. La Corte
Suprema de Justicia tiene declarado que por encima de lo que las leyes parecen decir
literalmente, es propio de la interpretación indagar lo que ellas dicen jurídicamente, es
decir, en conexión con las demás normas que integran el ordenamiento general del país
(Fallos, T. 263 -27; T. 271 -7; T.281 -146) C.N.Fed. Cont. Ad. Sala II; 8/11/77 in re
Fisco Nacional s/ Solicitud de Orden de Allanamiento

 La Corte Suprema tiene declarado que la interpretación de la ley debe practicarse


computando la totalidad de sus preceptos, de manera que armonicen con todas las
normas del ordenamiento jurídico vigente, y de modo que mejor concuerden con los
principios y garantías de la Constitución Nacional. También ha manifestado que es

160
función propia de la interpretación judicial la integración armónica de los preceptos
legales de modo de superar la antinomia literal que sus textos puedan presentar.
Asimismo ha expresado el Alto Tribunal que las leyes deben entenderse en forma tal
que el propósito legislativo se cumpla de acuerdo con los principios de una razonable y
discreta interpretación... en esta indagación no cabe prescindir de las palabras de la ley,
pero tampoco atenerse rigurosamente a ellas, cuando la interpretación razonable y
sistemática así lo requiere. C.N.Fed. Sala II, Cont. Ad. 15/3/73 in re Steverlinck, Julio
A.
 La interpretación sistemática de la ley, que obliga a emplazar al artículo 1113, párrafo
segundo dentro del contexto del Código Civil y del derecho privado en general,
conduce inevitablemente a tener que considerar la posible existencia de culpa de los
sujetos que contribuyeron a la producción material del hecho ilícito, para decidir en
definitiva quién debe responder, toda vez que el principio de la responsabilidad objetiva
sólo podrá aplicarse en el caso particular si no se ha demostrado la culpa de alguno de
los participantes materiales del infortunio. C.N.Civ. 28/6/90 in re Hain, Carlos Jesús c/
Transporte Del Tejar S.A. s/ Sumario.

 Como principio, la interpretación de la norma y su aplicación al caso, debe ser


favorable a su validez, privilegiando la solución que mejor respete la respuesta dada a la
emergencia por el legislador, siempre que tal interpretación o aplicación no resulte
manifiestamente contradictoria con la Constitución. C.S.J.N. 2/12/93 in re Cocchia,
Jorge Daniel.

 La Constitución Nacional debe ser analizada como un conjunto armónico, dentro del
cual cada una de sus disposiciones ha de interpretarse de acuerdo con el contenido de
las demás, pues es misión del intérprete superar las antinomias frente al texto de la Ley
Fundamental que no puede ser entendido sino como coherente. C.S.J.N. 6/10/94 in re
Partido Justicialista de la Provincia de Santa Fe.

 Es regla de la interpretación de las leyes dar pleno efecto a la intención del


legislador, computando la totalidad de sus preceptos de manera que armonicen con el
ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la Constitución
Nacional, y que en casos no expresamente contemplados, ha de preferirse la
inteligencia que favorece y no la que dificulta aquella armonía y los fines
perseguidos por las reglas. C.S.J.N. (Fallos 303-248, 578, 600 y 957; ídem 143-118;
281-146).

 Incumbe a los jueces, en el proceso de leal aplicación de la ley, formular una


razonable y discreta interpretación de las normas armonizándolas entre sí. C.S.J.N.
(Fallos 256-372).

 La misión judicial no se agota con la sola consideración de la letra de la ley. Ella


requiere la determinación de su versión técnicamente elaborada como resultado de
una hermenéutica sistemática y razonable, respetuosa de la intención legislativa.
C.S.J.N. (Fallos 265-21; ídem 265-336; 263-453).

 Las normas legales y reglamentarias deben ser entendidas, en tanto sea posible
hacerlo sin violencia, de la manera más concorde con los preceptos de la
Constitución Nacional. C.S.J.N. (Fallos 224-42; 234-229).

161
 Todas las leyes vigentes, incluso las de carácter común y procesal deben ser
interpretadas a la luz de los nuevos principios constitucionales y en concordancia con
ellos. C.S.J.N. (Fallos 229-456).

 Por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, es propio de la


interpretación indagar lo que ellas dicen jurídicamente, es decir, en conexión con las
demás normas que integran el ordenamiento general del país. En esta indagación no
cabe prescindir de las palabras de la ley, pero tampoco atenerse rigurosamente a
ellas, cuando la interpretación razonable y sistemática así lo requiere. C.S.J.N.
(Fallos 241-227; 244-129; 262-283; 283-23).

 La aplicación de ley no ha de practicares en forma que se agote con la consideración


indeliberada de su letra. Por lo contrario, la interpretación judicial debe establecer la
versión técnicamente elaborada de la norma aplicable al caso, por medio de una
sistemática, razonable y discreta hermenéutica, que responda a su espíritu y observe
y precise la voluntad del legislador, en la común tarea de éste con los jueces, de la
búsqueda de las soluciones justas y adecuada para la adjudicación de los derechos.
C.S.J.N. (Fallos 263-453).

 La interpretación de las leyes debe practicarse en el contexto general de ellas y de los


fines que las informan. C.S.J.N. (Fallos 264-152; 265-256; 272-219).

 Por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, es propio de la


interpretación indagar lo que ellas dicen jurídicamente. Esta indagación no debe
prescindir de las palabras de la ley, pero tampoco atenerse rigurosamente a ellas,
cuando la interpretación razonada y sistemática así lo requiere (Disidencia de los
Dres. Enrique Santiago Petracchi y Jorge Antonio Bacqué). CSJN, 22/06/87.
Camps, Ramón Juan Alberto y otros. (Fallos: 310: 1162).

 La misión judicial no se agota en la consideración indeliberada de la letra de la


ley, porque, sin mengua de ella, es ineludible función de los jueces en cuanto a
órganos de aplicación del ordenamiento jurídico vigente, determinar la versión,
técnicamente elaborada, de la norma aplicable al caso, tarea a la que la Corte se ha
referido aludiendo tanto al establecimiento del sentido jurídico de la ley como de
su acepción semántica o vulgar y como resultado de una interpretación sistemática y
razonable. CSJN, 20/09/1937. Ordenes, Roberto c/ Estado Nacional (Armada
Argentina) s/ ordinario. (Fallos: 311: 1937).

 La interpretación del instrumento político que nos rige no debe efectuarse jamás
de modo tal que queden frente a frente los derechos y deberes por él
enumerados, para que se destruyan recíprocamente. Antes bien, ha de procurarse
su armonía dentro del espíritu que le dio vida; cada una de sus partes ha de
entenderse a la luz de todas sus disposiciones, de modo de respetar la unidad lógica
y sistemática de la Ley Fundamental (Disidencia parcial del Dr. Carlos S. Fayt).
CSJN, 17/03/92. Abella, Juan Carlos y otros s/ artículo 80, incisos 2, 6 y 7, etc. del
Código Penal - ley 23.077- .(Fallos: 315: 325).

 No se trata de desconocer las palabras de la ley, sino de dar preeminencia a su


espíritu, a sus fines, al conjunto armónico del ordenamiento jurídico y a los
principios fundamentales del Derecho en el grado y jerarquía en que estos son

162
valorados por el todo normativo, cuando la inteligencia de un precepto, basada
exclusivamente en la literalidad de uno de sus textos, conduzca a resultados
concretos que no armonicen con los principios de hermenéutica enunciados, arribe
a conclusiones reñidas con las circunstancias singulares del caso o a consecuencias
notoriamente contradictorias. C.S.J.N., Marino, Miguel Angel c/ Ministerio del
Interior - Subsec. Derechos Humanos y Soc. 25/09/2001, Fallos, T. 324, P. 2934

 La interpretación de la Convención de Extradición entre la República Argentina y


la República Italiana (ley 23.719) no puede efectuarse tomándola como una norma
aislada y estática, sino dentro del marco del progresivo desarrollo de la materia de
que se trata computando a esos efectos la legislación vigente, la costumbre
internacional y los principios generales del derecho en ese ámbito, que forman parte
del derecho interno argentino (Votos de los Dres. Julio S. Nazareno y Eduardo
Moliné O'Connor y del Dr. Gustavo A. Bossert). C.S.J.N., Priebke, Erich s/
solicitud de extradición - causa n° 16.063/94. 02/11/1995. Fallos, T. 318, P. 2148

6. Varios

Doctrina

 La interpretación doctrinaria no puede reemplazar al texto expreso de la ley. C.N.Civ.


30/11/88 in re Consorcio de Propietarios Edificio Calle Serrano 2231 c/Annovelli,
Cesar Pedro s/Cobro de Expensas.

 Por aplicación del principio de buena fe, que rige la actuación del Estado Argentino
en el cumplimiento de sus obligaciones internacionales y en virtud de la calidad de
los argumentos y la autoridad de quien emana, la Corte considera a los informes de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos formuladas en el marco del art. 51
del Pacto de San José de Costa Rica como una inestimable fuente de hermenéutica en
el ámbito del derecho internacional de los derechos humanos y, por ende, constituyen
un criterio valioso de interpretación de las cláusulas convencionales en la materia
(Disidencia del Dr. Gustavo A. Bossert). C.S.J.N., Ferreyra, Clementina Rosa c/
INPS - Caja Nacional de Previsión de la Industria, Comercio y Actividades Civiles s/
dependientes: otras prestaciones. 21/11/2000. Fallos, T. 323, P. 3879. JA. 07-02-01.

 Si bien las palabras o conceptos vertidos en el seno del Congreso con motivo de la
discusión de una ley, son en general simples manifestaciones de opinión individual,
no puede decirse lo mismo de las explicaciones o aclaraciones hechas por los
miembros informantes de los proyectos, pues tales explicaciones e informes
constituyen una fuente propia de interpretación. C.S.J.N. Salta, Provincia de c/
Estado Nacional s/ acción de amparo. Fallos, T. 328, E.D. 21-03-06.

Cuestiones abstractas

 No es dado a los jueces hacer declaraciones generales o resolver problemas jurídicos


abstractos, pues su misión no es corregir la misión del Poder Legislativo, sino juzgar
el caso particular llevado a su jurisdicción sin más efecto o ulterioridad que el caso
mismo. C.S.J.N. 21/8/22 in re Horta, José c/Harguindeguy, Ernesto s/Consignación.
(Fallos 137-47).

163
Cuestiones no judiciables

 Las cuestiones relativas a la mayor o menor prudencia de las leyes, como la


conveniencia u oportunidad de un régimen legal, son ajenas al juicio de los jueces.
C.S.J.N. (Fallos 220-939).

 La convicción personal de los jueces sobre la injusticia de la ley no los habilita para
prescindir de la norma legal imperativa. Si lo hicieran, excederían el ámbito
constitucionalmente reconocido a la función que ejercen, dentro del cual no se halla
comprendida la facultad de sentenciar contra-legem por razones de conveniencia o
justicia. C.S.J.N. (Fallos 246-340).

Interpretación restrictiva

 El instituto de la prescripción es de interpretación restrictiva, razón por la cual,


aún en caso de duda, debe ser preferida la solución que mantenga vivo el derecho.
CJSN, 30/11/89. Kestelboim, Mario Jaime c/ Estado Nacional s/ ordinario.(Fallos:
312: 2352).

 La determinación del alcance de las normas legales constituye tarea específica


judicial que no requiere, en términos genéricos, que se la practique en forma literal ni
restrictiva. C.S.J.N. (Fallos 262-236).

 El derecho de prensa, reconocido como derecho de crónica en cuanto a la difusión


de noticias que concierne a la comunidad como cuerpo social y cultural, requiere
para su ejercicio que las restricciones, sanciones o limitaciones deban imponerse
únicamente por ley y su interpretación deba ser restrictiva. CSJN, 2/07/93. Pérez
Arriaga, Antonio c/ Diario La Prensa S.A. (Fallos: 316: 1632).

Interpretación axiológica

 Si bien los jueces deben fallar con sujeción a reglas y principios de forma, según las
circunstancias de hecho que aducen y acreditan las partes, nada excusa su
indiferencia respecto de la verdad objetiva en la misión de dar a cada uno lo suyo.
C.S.J.N. (Fallos 278-85).

 La preocupación por la justicia de la decisión de la causa es propia del ejercicio de la


función judicial. C.S.J.N. (Fallos 243-801; ídem 259-27; 272-139).

 Los jueces son, en cuanto ministros de la ley, servidores del derecho para la
realización de la justicia, que pueden alcanzarse con resoluciones positivamente
valiosas derivadas razonadamente del ordenamiento jurídico vigente. C.S.J.N. (Fallos
249-37).

 La preocupación por la justicia de la decisión de las causas, exige la determinación


de principios acertados para la adjudicación del derecho de los litigantes. C.S.J.N.
(Fallos 253-267).

 El respeto a la voluntad del legislador no requiere la admisión de soluciones


notoriamente injustas, incompatibles con el fin común a la tarea legislativa y judicial,

164
de la determinación de principios acertados para la adjudicación del derecho de los
litigantes. C.S.J.N. (Fallos 262-236).

 Es improcedente a una interpretación de la ley que equivalga a la prescindencia de la


norma aplicable, en tanto no medie a su respecto, explícito debate y declaración de
inconstitucionalidad. C.S.J.N. (Fallos 257-29; ídem 262-41; 269-225; 277-213; 281-
170).

 La Constitución Nacional y el ordenamiento jurídico del que es base normativa


deben ser examinados como un todo coherente y armónico en el cual cada
precepto recibe y confiere su inteligencia de y para los demás. De tal modo, ninguno
puede ser estudiado aisladamente sino en función del conjunto normativo, es decir,
como partes de una estructura sistemática considerada en su totalidad. Esa
interpretación debe tener en cuenta, además de la letra, la finalidad perseguida y la
dinámica de la realidad, reacia a ser contenida en fórmulas inmutables. (Disidencia
del Dr. Enrique Santiago Petracchi). CSJN, 16/11/89. U.C.R. - C.F.I. Partido Federal
y FREJUPO s/ presentaciones sobre la forma de computar los votos de las elecciones
del 14/5/89.(Fallos: 312: 2192).

 No siempre es recomendable atenerse estrictamente a las palabras de la ley, ya que


el espíritu que la nutre ha de determinarse en procura de una aplicación racional,
que elimine el riesgo de un formalismo paralizante; por lo que es necesario buscar
en todo tiempo una interpretación valiosa de lo que las normas, jurídicamente, han
querido mandar (Voto del Dr. Carlos S. Fayt). CSJN, 29/03/90. Dulcamara SA. c/
ENTel. s/ cobro de pesos. (Fallos: 313 376).

 El valor del resultado de la interpretación ocupa un lugar decisivo dentro de la teoría


de la hermenéutica (Voto del Dr. Gustavo A. Bossert). C.S.J.N., Urteaga, Facundo
Raúl c/ Estado Nacional - Estado Mayor Conjunto de las FF.AA..- s/ amparo ley
16.986. 15/10/1998, Fallos T. 321, P. 2767.

 Si bien el juzgador debe atenerse en primer lugar a las palabras de la ley, numerosos
y cotidianos son los casos en que ello no basta para aplicar la norma con auténtico
sentido de justicia y recto juicio prudencial en el caso concreto, rodeado a menudo de
varias circunstancias que lo singularizan (Disidencia del Dr. Adolfo Roberto
Vázquez). C.S.J.N.,Cuiña, Rodolfo y otros s/ contrabando e infracción a la ley
23.771 (causa n° 39.022). 06/02/2001, Fallos, T. 324, P. 81; LL. 3-09-01, n°
102.555.

 La interpretación de una norma, como operación lógica jurídica, consiste en verificar


su sentido, de modo que se le dé pleno efecto a la intención del legislador,
computando los preceptos de manera que armonicen con el ordenamiento jurídico
restante y con los principios y garantías de la Constitución Nacional, pues es
principio de hermenéutica jurídica que debe preferirse la interpretación que
favorezca y no la que dificulte los fines perseguidos por la legislación que alcance el
punto debatido (Voto del Dr. E. Raúl Zaffaroni). C.S.J.N., Ferreyra, Víctor Daniel y
Ferreyra, Ramón c/ V.I.C.O.V. S.A. s/ daños y perjuicios. 21/03/2006, Fallos, T. 329.

 La interpretación judicial debe establecer la visión técnicamente elaborada de la


norma aplicable al caso por medio de una hermenéutica sistemática, razonable y

165
discreta que responda a su espíritu para lograr soluciones justas y adecuadas al
reconocimiento de los derechos, debiendo prevalecer la razón del derecho por sobre
el ritualismo jurídico formal, sustitutiva de la sustancia que define la justicia, sea ésta
favorable al Fisco o al contribuyente, siendo misión de la Corte hacer aplicación del
derecho objetivo con independencia de los planteos de las partes (Voto del Dr. E.
Raúl Zaffaroni). C.S.J.N., Nobleza Piccardo S.A.I.C. c/ Estado Nacional s/ Dirección
General Impositiva. 05/10/2004, Fallos, T. 327, P. 4023; L.L. 21-10-04, nro.
108.203, con nota. E.D. 28-10-04, nro. 53.029.

166
APÉNDICE BIOGRÁFICO
Analía H. Mas.

En el presente apéndice incluimos una selección de datos biográficos de los


principales autores mencionados en el texto, como una contribución para la mejor
comprensión de sus aportes a la Hermenéutica y a la Lingüística al relacionarlos con las
circunstancias históricas en las que se desarrollaron las mismas.

Barthes, Roland (1915/1980): Nació el 12 de noviembre de 1915 en Cherburgo


(Francia), cursando estudios en Bayona y en París donde finaliza su secundario y un
bachillerato en Filosofía. Frecuentó grupos teatrales viajando con éstos a Grecia e Italia
en 1938 al haber sido declarado no apto para el servicio militar por estar enfermo de
tuberculosis. Finalizada la guerra y tras largos períodos de internación en diversos
sanatorios a causa de su enfermedad -período que aprovechó para leer obras políticas,
filosóficas y literarias-, publicó en 1947 en la Revista Combat de la resistencia francesa
los ensayos El grado cero de la escritura y Responsabilidad de la Gramática. Luego de
desempeñarse como bibliotecario en el Instituto Francés de Bucarest y profesor en la
Universidad de Alejandría de Egipto conoce, en ésta última, al semiólogo Algirdas
Greimas quien le recomienda la lectura de Saussure. En 1950 regresa a París, ocupando
un puesto en la Dirección General de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones
Exteriores y desde 1952 publica sucesivamente y entre otros, Mitologías, una obra
crítica sobre la publicidad, el espectáculo, la cultura literaria y popular y los bienes de
consumo; El grado cero de la escritura (ahora como libro) que se centra en el
reconocimiento de que el lenguaje es un sistema relativamente autónomo, siendo el
texto literario opaco y no natural que oculta su base ideológica. La semiología, examina
más las representaciones colectivas que la realidad a la que éstas puedan referirse. Entre
1957 y 1958 se dedica a la confección de un trabajo de tesis titulado El sistema de la
moda, pero el antropólogo Levi Strauss se niega a dirigirla y la Sorbona lo rechaza
como tesis para el acceso a una cátedra en dicha Universidad por considerarlo poco
académico, publicándose recién en 1967. En 1960 ingresó como Jefe de Trabajos en la
École Pratique des Hautes Études, institución rival de la Sorbona, donde dictó entre
1974 y 1976 un seminario bajo el título El discurso amoroso, al tiempo que se
especializaba en la crítica literaria, aunque él mismo confesaba que no era un crítico
literario sino que lo que le interesaba era la literatura como un tipo particular de
comunicación, una forma particular de usar el lenguaje y explotar los signos. En 1968,
como teórico literario, publica un artículo titulado La muerte del autor, en el que
sostiene que la propia palabra auteur (autor) con todo lo que implica en el sentido de un
escritor con una personalidad distintiva que se expresa mediante una obra, debe ser
rechazada y reemplazada por el término scripteur, (alguien que escribe) tan impersonal
como el escriba en las culturas con menor nivel de alfabetismo, una persona dotada de
la habilidad de tomar una lapicera y preparada para no hacerlo para nadie sino para sí
misma. El 26 de marzo de 1980, muere a causa de un accidente de tránsito sufrido un
mes antes. Sus graves problemas pulmonares y el agudo estado de depresión en el que
se hallaba sumido tras la muerte de su madre -por quien profesaba una gran devoción-
acaecida poco tiempo antes, contribuyeron a su final. Del círculo intelectual que Barthes
frecuentaba merecen citarse Michel Foucault, Tzvetan Todorov, Julia Kristeva, Ítalo
Calvino entre otros. A pesar de haber adherido en un principio a las ideas
estructuralistas en boga en esa época, Barthes termina rompiendo con la idea de
estructura y de la necesidad de una forma de ligazón entre los signos, tal como se usaba
en la estilística o en la crítica literaria.

167
Foucault, Michel (1926/1984): Nacido el 15 de octubre de 1928 en Poitiers (Francia),
hijo y nieto de cirujanos, se esperaba de él que siguiera los pasos de sus antecesores en
medicina pero decidió que no lo haría a los 17 años, siendo buen alumno en la escuela,
sobresalió en el examen de ingreso a la Escuela Superior de París al figurar cuarto entre
todos los aspirantes del país. Su época de estudios en la Escuela Superior fue infeliz y lo
llevó a un intento de suicidio, por lo que su padre lo llevó a un psiquiatra, fue con quien
habló sobre su atracción sexual por su propio sexo. Debido a que la psiquiatría encaraba
la homosexualidad como una enfermedad su depresión no disminuyó, pero comenzó a
inquietarse respecto del poder de policía metal que podían tener los psiquiatras ya que
podían decidir lo permitido y lo no permitido en una sociedad por lo que estudio
psicología. Entre 1950 y 1953 se afilió al Parido Comunista desafilándose tras la muerte
de Stalin, pues comenzó a cuestionar -como muchos otros- lo que sucedía en la Unión
Soviética. En 1955 y durante dos años trabajó como profesor en Upsalla (Suiza), donde
tuvo acceso a una importante biblioteca de obras médicas del siglo XVI y XX. De esa
investigación surgió Historia de la locura en la época clásica y El nacimiento de la
clínica que presentó como su tesis doctoral en la Sorbona y su director de tesis Georges
Cangullem, consideró que la obra era desconcertante y le reconoció talento de poeta.
Parte de la idea de que la locura se relaciona con la exclusión de cierta gente de la
sociedad, especialmente a través del confinamiento y el encierro. Su siguiente obra fue
Las palabras y las cosas donde considera a la historia de las ciencias humanas como un
todo y analiza las tres áreas principales de éstas: la Lingüística, la Biología y la
Economía. Al sostener su posición frente a sus críticos -debido a que había agrupado el
discurso de Buffon (escritor y naturalista del siglo XVII) con el de Darwin- se observa
su idea sobre la muerte del autor. Se diferenció de Jean Paul Sartre, al igual que Simone
de Beauvoir, al considerar que la noción sartreana de libertad existencial no reconocía
en toda su dimensión la importancia que tenían las condiciones sociales en su papel
limitador de la libertad. A partir de la Segunda Posguerra resurge la obra de Ferdinand
de Saussure, que es el punto de partida de los llamados estructuralistas a quien se
reconoce ligado Foucault en la década del 60. En su obra sobre un cuadro de Magritte
Ceci n'est pas une pipe (Esto no es una pipa), trata claramente las ideas del
estructuralismo; el significante se conecta con el significado por medio de reglas, la
estructura de la lengua es la dominante. Luego de leer La genealogía de la moral de
Nietzsche dejó el modelo basado en estratos que surge del término arqueología y optó
por la denominada genealogía, pensada como una multiplicidad de series provistas de
ramas de proliferación ilimitada. A partir de esta idea es que descarta los absolutos.
Desde 1954 obtuvo cargos docentes fuera de Francia, regresando en 1960 enseñando
filosofía y psicología en la Universidad de Clermont-Ferrand. En 1966 obtuvo un cargo
en Túnez, donde dicta cursos y a la vez fue nombrado profesor de la Universidad de
Nanterre. Poco antes de la sublevación estudiantil de 1968, Foucault era un académico
de gran prestigio que discutía el futuro de la educación secundaria y universitaria de
Francia con el gobierno. Ya renegaba de Marx, era considerado por la izquierda como
"violentamente anticomunista". El mayo francés lo encontró fuera de su país. En Túnez,
donde también hubo una revuelta estudiantil, se encontró bloqueado y recién el día 27
de mayo pudo regresar a París; en aquél sitio (Túnez) los estudiantes -entre ellos
alumnos de Foucault- fueron condenados a prisión desde ocho hasta catorce años; no
pudo ayudarlos ya que los procesos fueron secretos, pero en cambio protegió a otros
ocultándolos en su propia casa. De regreso en Francia, manifestó que las revueltas
hiperideologizadas de los estudiantes franceses no le interesaban demasiado y, que "la
militancia violenta, corporal y necesaria" de los tunecinos le hizo redescubrir el amor a

168
la militancia". Pocos días después del movimiento, es invitado a participar en la
creación de la Universidad de Vincennes, donde colaboró en la formación de los
departamentos de psicoanálisis y filosofía. El ministro de educación de Francia no
reconoció validez nacional a la licenciatura en filosofía que se otorgaba en esa
Universidad por considerar que tenía "demasiados cursos dedicados a la política y al
marxismo". Más tarde fue elegido para integrar el College de France, una de las
instituciones más prestigiosas del mundo intelectual, allí durante años y desde 1970,
todos los miércoles dictó cursos a los que concurría una numerosísima cantidad de
estudiantes. Su discurso inaugural, fue sobre la cuestión del poder y su primer curso "La
voluntad de verdad" es una contraposición entre los modelos teóricos de Aristóteles y
Nietzsche. A comienzos de 1970, viajó por primera vez a Estados Unidos y desde allí
conquistó el mundo intelectual. Entre 1971 y 1972 hubo una serie de disturbios en las
cárceles de Francia y Foucault colaboró con los prisioneros para que pudieran publicar
los detalles de las circunstancias duras en las que vivían, e investigó las condiciones que
existían en las cárceles. Si bien Foucault siempre negó estar enrolado en la corriente
estructuralista, se considera que sí trabajó con esta idea, aunque no en toda su obra; se
advierten ideas estructuralistas en Esto no es una pipa y en el libro que publicó en 1975
-después de su investigación sobre las condiciones que existían en las cárceles- Vigilar y
castigar. Deleuze, amigo intelectual y político suyo, explica en su libro Foucault que el
estudio de las relaciones estratificadas de saber culminaba en La arqueología. El de las
relaciones estratégicas de poder comienza con Vigilar y castigar y culmina
paradójicamente en La voluntad de saber; en esta última obra que es el primer volumen
de Historia de la sexualidad, analiza quizás desde un punto de vista más teórico el
vínculo entre poder y conocimiento. En 1978 se publica La verdad y las formas
jurídicas, que contiene cinco conferencias que dio en Brasil, en las que analiza el Edipo
Rey, donde estudia las relaciones de poder, dejando de lado la visión freudiana. En la
primera de las conferencias se refiere a los hechos del discurso más allá de su aspecto
lingüístico sino como juegos (games), juegos estratégicos de acción y reacción, de
pregunta y respuesta, de dominación y retracción y también de lucha. Entre 1981 y
1982 dictó, en el College de France, un curso sobre La hermenéutica del sujeto. Murió
el 25 de junio de 1984 en París. A lo largo de su obra Foucault ha estudiado el poder, no
como un sustantivo, sino como un verbo, pues para este autor el poder no se tiene, se
ejerce.

Gadamer, Hans Georg (1900/2002): Nace en Marburgo y su vida fue testigo –para no
mencionar sino algunos hechos- de la aparición de la luz eléctrica, del automóvil, del
cine –luego de la televisión-, del Zeppelín –precursor de la aviación moderna-, como así
también de las grandes tragedias del siglo XX como el hundimiento del Titanic, la
guerra de los Balcanes, las dos grandes guerras mundiales, el régimen nazi, con su
holocausto tecnificado, la bomba atómica, y el atentado terrorista a las Torres Gemelas,
en el mismo año de su muerte. Al enterarse de este último episodio exclamó: “El mundo
se ha convertido en algo muy extraño (unheimlich -siniestro, ominoso, etc.-)”.Vale
decir que asistió tanto al tremendo desarrollo tecnológico del siglo pasado como a los
efectos dañosos que esa misma tecnología trajo consigo, además de los beneficios para
los que estaba dirigida esa misma tecnología, y ello tuvo un profundo impacto en su
formación y en su manera de pensar escéptica sobre el progreso de la ciencia.
Se doctoró en 1922 con una tesis sobre Platón y posteriormente se dedicó intensamente
a la docencia: fue profesor en Leipzig (1939), Frankfurt (l947) y Heidelberg (1949),
donde se jubiló en 1968, aunque con posterioridad siguiera dando ocasionalmente clases
y conferencias. En el primero de esos lugares vivió el período de la segunda guerra

169
mundial y el dominio del régimen nazi, tratando –según sus propias palabras- de
“comportarse sin llamar la atención”. Durante ese tiempo publicó únicamente una
monografía en 1942: Pueblo e historia en el pensamiento de Herder. “Lo que yo
enseñaba –dice Gadamer- era sobre todo la praxis hermenéutica. Esta es, ante todo,
una praxis, el arte de comprender y de hacer comprensible. Es el alma de toda
enseñanza de filosofía”.
En 1960 publicó su monumental obra Verdad y método. En las palabras liminares de su
Introducción, luego de recordar que desde muy antiguo existieron una hermenéutica
teológica y una hermenéutica jurídica, señala que “... ya desde su origen histórico el
problema de la hermenéutica va más allá de las fronteras impuestas por el concepto de
método de la ciencia moderna. Comprender e interpretar textos no es sólo una
instancia científica, sino que pertenece con toda evidencia a la experiencia humana del
mundo”. Con ello el autor indica la significación que va a dar a las palabras del título de
la obra y se distancia de sus equivalentes en el campo de la epistemología de las
llamadas “ciencias duras”.
La influencia de la obra de Heidegger en Gadamer es por demás explícita: en un artículo
escrito en 1977 ironizaba “El escribir representó para mi durante mucho tiempo una
verdadera tortura. Siempre tenía la impresión de que Heidegger me miraba por encima
del hombro. Dijo al respecto de éste filósofo: “... unos aprendieron de él lo que fue
Marx, otros lo que fue Froid, y todos nosotros, en definitiva, lo que fue Nietzsche Con
este pensador trabajó a los griegos de la época clásica, especialmente con la oposición
Parménides-Heráclito, por un lado, y por el otro buceando profundamente en la obra de
Aristóteles. Señaló en una oportunidad que para comprender a Heidegeer primero había
que estudiar a Aristóteles. Dice Gadamer que “... nadie debería poder discutir (que)
nadie se ha remontado en la memoria tan lejos como Heidegger para explicarnos el
desembocamiento de la historia de la humanidad en la civilización técnica de nuestros
días y en la lucha por el dominio del planeta inmediatamente a partir de la filosofía de
los pensadores griegos, a partir de su fundamentación de la ciencia y su creación de la
metafísica”. Posteriormente Heidegger se entregó en “cuerpo y alma” a analizar el
pensamiento de Nietzsche, produciendo una extensa obra, en dos tomos, sobre éste
filosofo, creador del nihilismo, esto es, la puesta en crisis de toda fundamentación
trascendental, y, de alguna manera, puede decirse que lo reinventó y le dio una renovada
actualidad. Por último, además de las ideas centrales sobre el ser, Gadamer tomó de
Heidegger la atención que éste prestaba al arte en general y a la poesía en especial,
sobre todo la de los poetas alemanes Hölderlin y Rilke, lo que se refleja claramentre en
la primera parte de Verdad y método.
Expresa Teresa Oñate y Zubía que: “A la muerte de Gadamer, a comienzos del siglo
XXI, la racionalidad hermenéutica ya había transformado profundamente todas las
esferas del saber, siendo el ámbito de la racionalidad crítica, que es la propia de la
filosofía y el de su memoria el que ha experimentado por efecto suyo un más intenso y
verdadero renacimiento tanto autocrítico como creativo.

Nietzsche, Friedrich (1844/1900): Nació en Röcken (Sajonia) el 15 de octubre de 1844


en el seno de una familia protestante. Su abuelo y su padre fueron pastores y su familia
esperaba de él que siguiera los pasos de ambos; por eso en 1858 obtuvo una beca para
asistir a Shulpforta donde estudiaría teología y se prepararía para el sacerdocio; pero el
aprendizaje del sistema lógico y filológico, lo llevó a enfocar con un distanciamiento
crítico la fe que recibiera de sus padres. Junto al estudio de los clásicos comenzó a
vincularse con la poesía romántica y desarrolló una profunda admiración por Hölderin,
al igual de lo que después haría Heidegger. En 1864, luego de aprobar sus exámenes

170
finales, se inscribió en la universidad de Bonn debido a la fama internacional que ésta
tenía en el ámbito de la filología clásica; allí estudió Filología, Teología, Historia del
Arte, Historia de la Iglesia y Política; fue discípulo de Ritschl, a quien siguió a su
cátedra en Leipzig y es allí donde lee a Schopenhauer y descubre su vocación por la
filosofía. Comenzó a estudiar los griegos, de la filología pasó a la filosofía. Durante su
carrera contó con el favor de Ritschl quien lo propuso como catedrático supernumerario
de filología clásica en la universidad de Basilea, cargo que aceptó en febrero de 1869
cuando aún no se había doctorado. Con este antecedente la universidad de Leipzig le
confirió el título de doctor -sin que rindiera examen-, aduciendo como mérito sus
trabajos publicados en la revista Rhinisches Museum, dirigida por su maestro Ritschl.
Diez años llevó su formación y durante diez años fue profesor de la universidad de
Basilea. En mayo de aquél año da su conferencia inaugural como catedrático en esa
universidad sobre un curso que daría sobre Homero y la filología clásica. Anunció otro
curso sobre la filosofía preplatónica. En 1870 dictó una conferencia sobre el Drama
musical griego, ambas conferencias se reconocen como el germen de lo que sería El
nacimiento de la Tragedia, publicada a principios de 1872. Ya en 1871, cuando contaba
con gran prestigio en el ambiente universitario, publica -pagando de su propio bolsillo-
una obra titulada Sócrates y la tragedia griega, que luego de numerosas adiciones se
convertiría en El nacimiento... Nietzsche sería con los años muy crítico respecto de la
calidad literaria de esta obra pero sin renunciar a la posición que toma en la misma, pues
en ella por primera vez se bosquejan las líneas de pensamiento que lo acompañarán
durante toda su obra. Es en esta obra en la que por primera vez se confronta lo que
denominara espíritu socrático con una concepción de la existencia y de la historia que la
definirá como dionisíaca. Realiza allí la dicotomía conceptual entre lo apolíneo y lo
dionisíaco, la que deriva de la experiencia estética y expresa poderes artísticos.
Pudiéndose diferenciar que en el arte apolíneo se encarna el principio de la belleza
mientras que lo dionisíaco no crea por sí mismo formas bellas, sino se trata de un motor
del proceso creador: un impulso ciego, irresistible que busca materializarse. Nietzsche
cobra fama en forma vertiginosa luego de su muerte acaecida en 1900. Su filosofía
influyó fuertemente en el siglo pasado penetrando en los campos de la estético, la
literatura y de manera más profunda en la filosofía. Así pueden mencionarse autores
como Heidegger, Jaspers, Bergson, Marcel, Sartre y Camus, sin dejar de mencionar a
los franceses Foucault, Deleuze y Derrida a quienes podemos ubicar dentro de lo que
llamamos postestructurlismo lingüístico. Acusado de irracionalismo, se propuso en
realidad redefinir la filosofía tomando a la razón como una categoría superior del
conocimiento. El pensador alemán ante todo pretende demostrar que todavía es posible
la filosofía, que hay espacio para una nueva metafísica ubicada más allá y por encima
del conocimiento parcial que procura la racionalidad científica. Encuentra necesario
criticar los valores de la cultura occidental, para lo que se requiere criticar los valores y
que la filosofía sea en primer lugar nihilista. El nihilismo se traduce en su expresión
“Dios ha muerto”, entendiendo que ha muerto en manos de los mismos hombres que lo
habían creado. Podemos derivar de allí la misma posición respecto de la idea de Verdad.
En cuanto a la figura de Dios, y la construcción de valores que el hombre ha hecho a su
respecto, ambos podrán influenciar a los hombre durante siglos. Dios será como el
superyó froideano, empero y he aquí la figura del ultrahombre de Zaratustra, el que
aparecerá una vez que la humanidad supere el mundo de prejuicios y convencionalismos
que la tienen sujetada. Podríamos encontrar tres períodos o grandes fases de la obra del
autor: una primera influenciada fuertemente por Schopenhauer y Wagner, en la que
encuentra que las grandes cualidades humanas se manifiestan en las grandes figuras de
la tragedia griega. A esta etapa corresponden La filosofía en la época de la tragedia

171
griega, Consideraciones intempestivas y el Nacimiento de la tragedia. Una segunda
etapa en la que encontramos como obra capital La gaya ciencia, en la que Nietzsche -
admirador de Voltaire- propone el ideal del espíritu libre. Ubicamos en este período
también sus trabajos Aurora, Humano demasiado humano y El viajero y su sombra. Y,
finalmente un tercer período que está representado por Mas allá del bien y del mal, El
crepúsculo de los ídolos, El Anticristo, La genealogía de la moral y su obra capital Así
habló Zaratustra. En 1880 es jubilado de la Universidad de Basilea por razones de
Salud, viajando a Venecia, Marienbad y Génova. Su estado de salud lo lleva a viajar por
Italia en busca de climas más benéficos para su condición. En enero de 1889,
encontrándose en Turín sufre un colapso, ingresando unos días después en una clínica
psiquiátrica de Jena. En 1890 residirá en casa de su madre hasta la muerte de ésta
cuando su hermana los trasladará a Weimar, donde morirá el 25 de agosto de 1900.

Saussure, Ferdinand de (1857/1913): Nacido en Ginebra (Suiza) el 26 de noviembre


de 1857, cursó estudios en Berna y en su ciudad natal, especializándose en el estudio de
las lenguas celtas por influencia del profesor Adolphe Pictet. En 1872 concluye un
manuscrito titulado Ensayo sobre las lenguas. Además del estudio sobre las lenguas
celtas profundizó la investigación sobre el persa, el sánscrito y sobre el griego y el
irlandés antiguos, y hasta el lituano. Su preocupación se dirigía hacia la búsqueda de
raíces comunes en las lenguas indoeuropeas. Entre 1881 y 1890 se instaló en París como
profesor de alemán, gótico y gramática comparada del griego y del latín.
Posteriormente, por razones de salud, vuelve a Ginebra donde crea la cátedra de
Lingüística. Consideraba que la lengua es un sistema riguroso y la teoría debe ser un
sistema tan riguroso como la lengua, por lo que criticaba a los estudios lingüísticos de
su época por considerarlos ineficaces debido a la propensión de éstos a considerar la
lengua como un mero repertorio de palabras para nombrar cosas. En 1912, agravada su
salud, se retira de la cátedra continuando sus estudios sobre la lengua, la literatura y las
instituciones de China, falleciendo en 1913. Tres años después de su muerte, dos de sus
alumnos reunieron los apuntes de las clases que había dictado de Saussure en tres cursos
semestrales, entre 1906 y 1911 más algunas notas autógrafas encontradas entre sus
papeles, publicado bajo el título Curso de Lingüística general presentando dichos
trabajos como un tratado general sobre todos los lenguajes hablados o no y de todos los
signos sociales, ciencia que denominó semiología (del griego semeion = signo). La obra,
traducida posteriormente a las principales lenguas contemporáneas, adquirió mayor
resonancia una vez finalizada la II Guerra Mundial principalmente por obra de los
lingüistas franceses.

Wittgenstein, Ludwig (1889/1951): Nació en Viena el 26 de abril de 1889 en el seno


de una familia adinerada poseedora, sin embargo, de una gran sensibilidad social y
estética; fue educado como todos sus hermanos en su casa, ya que su madre se negaba a
que aprendiesen en las escuelas las ideas erradas de la clase alta austríaca.
Posteriormente, en 1908 Wittgenstein se trasladó a Manchester, Inglaterra, para realizar
investigaciones y recibirse como ingeniero. Al profundizar en esta actividad sus
conocimientos en matemáticas, comenzó a interesarse por la fundamentación lógica de
los cálculos, y de allí a la filosofía del lenguaje había un solo paso. Este último era el
camino que había seguido Gottlob Frege, filósofo y matemático alemán, quien le
recomienda estudiar en Cambridge con Bertrand Russell, autor de Principia
Mathematica. Siguiendo el consejo de Frege, viajó a Cambridge donde estudió en el
Trinity College con Russell que dictaba clases de lógica matemática. En poco tiempo,
dejó de ser un protegido de Russell para pasar a ser su maestro, según palabras de éste

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último, quien -luego de recibir duras críticas de Wittgenstein sobre el manuscrito de un
tratado sobre la teoría del conocimiento- decidió no escribir más sobre ese tema. En
1913, decide viajar a Noruega a fin de meditar en soledad y en la larga noche boreal
sobre los fundamentos de la lógica, allí llega a la conclusión de que la filosofía no da
imágenes de la realidad pues consiste en lógica y metafísica y la lógica sólo construye
tautologías (verdades solamente válidas dentro de un sistema lógico), este pensamiento
lo acompañó toda su vida más allá de la evolución de sus investigaciones. Al poco
tiempo de iniciada la Primera Guerra Mundial, Wittgenstein se alistó en el ejército,
durante el conflicto, en las trincheras llevaba un diario en el que registraba anotaciones
personales y sobre lógica. En 1913, fallece su padre dejándole una gran fortuna que él
se encargaría más tarde de donar a favor de sus hermanos. En 1916 había concluido sus
ideas sobre lógica y ética, la obra se titulaba Tractatus Lógico-Philosophicus -única
publicada en vida de su autor- y recién en 1922 pudo publicarlo con la ayuda de Russell.
En poco tiempo el Tractactus... se convirtió en un clásico de la filosofía del siglo XX.
Convencido de que se habían resuelto todos los problemas filosóficos en su Tractatus...,
decidió ser maestro de escuela, pero sus métodos poco ortodoxos de enseñanza y su
escasa paciencia ante la incomprensión de las niñas en álgebra, hicieron que se sintiera
mal tratado por los padres de los niños en varios lugares donde intentó ejercer el
magisterio. En 1927 empezó a reunirse con miembros del Círculo de Viena, eran
filósofos, matemáticos y científicos que admiraban el Tractatus... En 1929, regresó a
Cambridge, sin dinero y sin graduarse, por lo que se decidió que presentara el
Tractatus... para doctorarse, obteniendo su diploma y una beca de cinco años el Trinity
College. Su metodología de enseñanza consistía en pensar en voz alta frente a un grupo
reducido de alumnos, produciendo largos silencios, empeñado en no formar meramente
filósofos académicos. En el prólogo a las Investigaciones filosóficas, obra póstuma que
comenzó a bosquejar en ese período, señalaba que no quisiera con mi escrito ahorrarles
a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimular a alguien a tener pensamientos
propios. En 1941, en medio de la Segunda Guerra Mundial, decidió que no podía dar
clases de filosofía en medio del conflicto, por lo que trabajó como mozo de cordel en el
Guy's Hospital durante el bombardeo de Londres. Al finalizar la guerra dio por
concluido el manuscrito de las Investigaciones..., libro al que consideró sólo un álbum,
redactándolo en forma de párrafos numerados, renunciando a la idea de presentarlo
como un sistema de pensamiento y denunciando lo que consideraba graves errores del
Tractatus... . En 1947, renunció a su Cátedra en Cambridge para dedicarse a escribir. En
1949, viajó a Estados Unidos, participando de varios encuentros con graduados en la
Cornell University. Enfermo regresó a Inglaterra: los dos últimos años de su vida estuvo
en Viena, Oxford y Cambridge donde falleció en abril de 1951. Si bien su Tractatus... es
considerado por la filosofía analítica como su obra capital, el propio Wittgenstein
encontró fallas en su teoría y es en su Investigaciones Filosóficas donde cuestiona la
idea de reglas a-priori en el lenguaje e introduce su noción de juegos de lenguaje que lo
acerca al denominado posestructuralismo lingüístico. En los últimos días de su vida, a
pesar de su agotamiento físico, siguió escribiendo apuntes que pueden interpretarse
como una continuación de sus Investigaciones... y que sus albaceas publicaron
póstumamente con el nombre de Sobre la certeza. En uno de sus últimos pasajes
expresa: has de tener presente que el juego de lenguaje es, por decirlo de algún modo,
algo imprevisible. Quiero decir: No está fundamentado. No es razonable (ni
irracional). Está allí -como nuestra vida-.

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