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Lección 2 Ética y Moral

ÉTICA Y LA MORAL

1. Definición

[ Ética viene del Griego “Ethos” que significa “carácter”,


entendiendo como modo de ser personalidad que se adquiere
a fuerza de actos, costumbres, hábitos y virtud. En el sentido
de costumbre y modo de ser es sinónimo de “moral” del Latín
“mos”, “morís” que significa costumbre y hace referencia a
los usos y costumbres específicas del grupo humano. Desde el
punto de vista puramente etimológico no hay, pues, distinción
entre ética y moral. Sin embrago, la historia registra a partir de
una cultura dada, una tendencia a reconocer una realidad moral
y una disciplina ética que la estudia. El término “moral” puede
emplearse como sustantivo o como adjetivo. Como sustantivo denota un específico saber que
versa sobre lo bueno, lo justo, lo conveniente, es la ciencia que se refiere a las costumbres o
comportamiento humanos bajo el ámbito de lo conveniente al hombre. Es lo que específicamente
se llama moral formulada. Como adjetivo, “moral – inmoral - amoral” expresa una realidad
humana o dimensión de la realidad humana, califica el comportamiento concreto o la vivencia de
los valores morales o costumbres específicas características del hombre como ser racional, social
y libre. Es lo que se llama moral vivida.]1
[ Mientras Ética en cuanto filosofía práctica de la vida, estudia bondad y maldad de los actos y
acciones humanas en orden a la verdad con el fin de realización de la persona. La ética tiene un
doble objetivo: el objetivo material que es el del acto humano como fuente y como modo de llegar
a los hábitos de costumbre, de personalidad, de ethos humanos. El objeto formal es el mismo acto
humano considerado bajo la razón formal de su ordenabilidad por las normas o reglas de conducta:
es la moral formulada. Puede haber y de hecho las hay diversas formulaciones o sistemas éticos,
como los veremos luego, pero su objetivo siempre es el mismo: el ser moral, la teoría de la virtud,
los valores morales, la teoría del bien en todos los aspectos, lo que sea conveniente para la
realización integral de la persona y de la comunidad humana. Especificando un poco más, el
objetivo de la ética como disciplina filosófica es:
❖ Reflexionar sobre los principios según los cuales el hombre debe orientar su vida y de donde
sacar las normas para su acción moral.
❖ Los “actos” humanos, solo bajo el aspecto de la “bondad” o malicia moral en orden a un final
o por ello establece leyes generales. Su objeto no es, pues, describir o analizar
comportamientos específicos sino en orden al último fin, la plena realización de la persona y
su armónica, pacífica productiva convivencia en sociedad. Bajo el ámbito de la ética solo
caben las actividades específicas humanas, es decir, las racionales y libres. Lo que esta fuera
del dominio de la libertad, está también por lo menos directamente fuera del dominio de la
ética.
❖ Redescubrir al ser humano es su valor moral, es decir, en su capacidad de escoger lo bueno,
lo justo, lo conveniente y así capacitarse para juzgar las costumbres, las leyes y las actitudes
y construir una personalidad autónoma apta para la cooperación. Esto se lograría básicamente,

1
Paredes Hernández Esperanza & Velasco Espitia, María. (s/f). Ética. Universidad de Pamplona. Pág. 10)
Recup. de: http://www.unipamplona.edu.co/unipamplona/portalIG/
home_109/recursos/octubre2014/administraciondeempresas/semestre5/11092015/eticaadmin.pdf
afirma el citado psicólogo Jean Piaget, si cada uno de nosotros nos respondiéramos con
honestidad y sinceridad y vivenciáramos las siguientes preguntas:
➢ ¿Quién soy yo? Un hombre con lo que implica esta identidad antropológica. No soy un
animal de solos impulsos, pero tampoco soy un trozo de palo.
➢ ¿Quién soy yo realmente? Autoaceptación personal de mis propias y tal vez exclusivas
circunstancias, mi sexo, mi edad, mi cultura, mi situación socio económica, mi profesión,
mi religión, etc.
➢ ¿Cómo debo comportarme de acuerdo con este, mi ser humano y mi ser personal tanto
individual como social y profesional? Debo ser coherente con mis propios principios
filosóficos, políticos, etc.
➢ ¿Cómo me va? Con autenticidad y franqueza debo aceptar mis propias experiencias de
logros y fracasos buscando las causas y obrando nuevamente en consecuencia, evitando
los errores y perseverando en el bien.]2

2. El sujeto de la ética
El sujeto de la ética es la persona humana, pues sólo ella es capaz de la moralidad. Porque es un
ser racional, volitivo, sensitivo y consciente de sus propios actos, autónomo, libre e imperfecto;
capaz de distinguir el bien del mal. Asimismo, hay una convergencia en el pensamiento actual
hacia la dignidad y grandeza del hombre. Cristianos y pensadores en general, todos están de
acuerdo en que la persona humana constituye sujeto de la ética en cuanto es capaz de la conducta
ética y principio de todos los actos.

3. El acto humano: sus elementos constitutivos.

[Los actos que realiza el sujeto humano constituyen el término


al que se dirige la moralidad como a un objetivo. Los actos son
por lo tanto, el objeto material de la ética. Aunque se puede
definir la ética como la parte de la filosofía que trata de los actos
morales, lo que realmente importa a la ética es el acto mismo y
el hombre en cuanto se exprese con una conducta responsable.
Es el hombre sujeto de conducta y no un simple realizador de
actos instintivos como el animal que interesa a las reflexiones
de la ética. El acto humano es la expresión del choque de un ser
personal complejo con una situación o realidad determinada. Por ello, hay que distinguir lo que
es un acto perfecto o específicamente humano y lo que es un acto realizado por un hombre pero
instintivamente y por lo tanto común a los demás animales, como lo es el acto biológico o
filosófico. Se ha de distinguir siempre entre simples actos de hombres y verdaderos actos
humanos. Acto humano es aquel cuyo verdadero dueño es el hombre personal. Esto supone tres
elementos constitutivos:
➢ Elemento cognoscitivo o sea la aprehensión o conocimiento interno del bien, de los valores y
conocimiento externo de la ley o normas del comportamiento en el momento del juicio o de
la opción y luego la plena advertencia en el obrar. Esto es lo que en términos genéricos se
llama “conciencia del acto”.
➢ Elemento volitivo o la plena deliberación y libre consentimiento de la acción tanto en la
opción como en la ejecución o sea en la libertad.

2
Paredes Hernández Esperanza & Velasco Espitia, María. (s/f). Ética. Universidad de Pamplona. Pág. 13) Recup. de:
http://www.unipamplona.edu.co/unipamplona/portalIG/home_109/recursos/octubre2014/administraciondeempresas/semestre5/1109
2015/eticaadmin.pdf
➢ Elemento ejecutivo o sea el compromiso: es la opción o aceptación explícita o implícita del
sujeto hacia determinada actitud o comportamiento y su consiguiente ejecución externa.]3

4.- Conciencia moral.

[ Naturaleza de la conciencia moral — Basándose en el texto de Rm 2, 14-15,


precisa «el sentido bíblico de la conciencia, especialmente en su vinculación
específica con la ley»: la conciencia es el testigo exclusivo de cuanto acaece en
la intimidad de la persona, «testigo de su fidelidad e infidelidad a la ley, o sea,
de su esencial rectitud o maldad moral». La conciencia instaura un diálogo
íntimo del hombre consigo mismo, pero, aún más profundamente, comporta «el
diálogo del hombre con Dios, autor de la ley». Por eso, es «testimonio de Dios
mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la intimidad del hombre hasta las raíces
de su alma […]. En esto, y no en otra cosa, reside todo el misterio y dignidad
de la conciencia moral: en ser el lugar, el espacio santo donde Dios habla al
hombre». Fundándose en la misma enseñanza, la encíclica expone la naturaleza
de la conciencia moral en sentido restringido, es decir, lo que hemos llamado conciencia actual.
Tres son sus notas características: es 1) un juicio práctico, 2) que hace inmediatamente presente
la obligación moral y que, por tanto, 3) constituye la norma próxima de la moralidad personal.
a) La conciencia es «un juicio práctico, o sea, un juicio que ordena lo que el hombre debe hacer
o no hacer, o bien, que valora un acto ya realizado por él». Mediante tal juicio se realiza «la
aplicación de la ley a cada caso particular». La insistencia con que se afirma que la conciencia es
un juicio práctico intenta poner de manifiesto que esta no es una elección o una opción, sino una
aserción sobre la moralidad de una acción singular (“realizar ahora la acción X es moralmente
bueno”; “realizar ahora la acción Y es moralmente malo”) que se encuentra en el ámbito del
conocimiento práctico y que, en cuanto tal, pertenece al orden de lo verdadero o de lo falso. En
el juicio práctico de la conciencia «se manifiesta el vínculo de la libertad con la verdad».
b) La conciencia formula «la obligación moral a la luz de la ley natural: es la obligación de hacer
lo que el hombre, mediante el acto de su conciencia, conoce como un bien que le es señalado aquí
y ahora». Con ello se expresa una indicación teológicamente importante, que permitirá entender
mejor cómo se inserta en la moral fundamental el concepto de obligación moral.
c) La conciencia moral es, en fin, la «norma próxima de la moralidad personal», por eso, cuando
se actúa contra ella se comete un mal moral. Este papel de norma próxima, contra la que nunca
es lícito actuar, pertenece a la conciencia no porque ella sea la norma suprema, una norma
normans, sino porque, aun siendo una norma normada, es norma última, ineludible: «El juicio de
la conciencia muestra “en última instancia” la conformidad de un comportamiento determinado
respecto a la ley». Cuando la conciencia juzga con certeza, no es posible una conciencia de la
conciencia, un juicio del juicio, porque así se procedería hasta el infinito: es “norma última”. ]4

5.- La libertad en el acto humano.


[Sobra en la actualidad toda ponderación de la libertad del acto humano. Esta es el pensamiento
ambiente, hablar de libertad y todos luchamos por ser más libres. Y es que, efectivamente, sin
libertad no hay dignidad humana. Se puede decir que el despertar de la conciencia, individual y
personal del hombre coincide con el despertar del sentido de libertad. El hombre se libera y es
persona en la medida que obra con ciencia de sus posibilidades, valores y deberes en los diversos

3
Paredes Hernández Esperanza & Velasco Espitia, María. (s/f). Ética. Universidad de Pamplona. ( Pág. 52) Recup. de:
http://www.unipamplona.edu.co/unipamplona/portalIG/home_109/recursos/octubre2014/administraciondeempresas/semestre5/1109
2015/eticaadmin.pdf

4
Consciencia moral. (pág. 287 al 289). Recup. de http://www.eticaepolitica.net/corsodimorale/Fundamental10.pdf
ámbitos de la vida. Sin libertad no se puede hablar de actos humanos, de bien y de mal. El Concilio
Vaticano II afirma al respecto: “la orientación del hombre hacia el bien se logra con el uso de la
libertad, la cual posee un valor de nuestros contemporáneos que ensalzan su entusiasmo y con
razón la dignidad humana requiere que el hombre actúe, según su conciencia y su libre elección,
motivo inducido por convicción interna y personal, y no bajo la presión de un ciego impulso
interior o de la mera coacción externa.
a) ¿Qué es y cómo se divide la libertad?
Libertad, en general, es la facultad de autodeterminarse. Pero para hablar con propiedad de
libertad hay que distinguir entre:
Libertad Filosófica Es algo vital y objetivo en el hombre, pero no es un órgano o facultad que se
desarrolla físicamente como cualquier parte del cuerpo humano. La libertad no crece
espontáneamente sino que se conquista. Es la potencialidad de autodeterminarse, o sea de decir
sí o no libremente a una acción. Es un fenómeno típico y exclusivamente humano y se explica
por su racionalidad. El hombre no sólo apetece las cosas para satisfacerse instintivamente las
necesidades inmediatas, sino que puede valorarlas de acuerdo con intencionalidades o intereses.
Así escapa al determinismo biofísico y se abre a la autodeterminación, atraído, incitado y
estimulado a actuar por un juego psicobiológico de emociones y motivaciones. Esto no quiere
decir que el hombre no tenga sus condicionamientos y sus limitaciones al autodeterminarse. Pero
la libertad no consiste en la carencia de condicionamientos si no en la reacción consciente sobre
los mismos condicionamientos.
Libertad Psicológica. Es la carencia de obstáculos, condicionamientos o presiones internas que
dificulten el ejercicio de la autodeterminación.
Libertad Física. Facultad de autodeterminarse sin presiones externas.
Libertad Moral. Facultad de elegir dentro del bien y lo indiferente, comienza en el momento en
el que el hombre se dice a sí mismo, aunque yo físicamente y psíquicamente pueda actuar de un
modo o de otro y aunque sintiéndome inclinado a actuar de esta o de aquella manera que me es
placentera y más útil, lo que más me conviene, o lo que debo hacer es tal cosa, y por lo tanto, mi
escogencia y mi comportamiento debe ser tal. De esta libertad es de la que se habla en ética y
suele definirse como la capacidad e autodeterminación y elección de medios para alcanzar el bien.
Es como la fuente de donde brota la decisión moral. No hay que confundir libertad con libertinaje.
Ésta es la licencia para hacer cualquier cosa con tal que deleite, aunque sea mala o perjudique, es
un auténtico abuso de la libertad.
b) Grados y Limitaciones de la Libertad. En sí y hablando teóricamente, dado que el hombre
filosóficamente considerado es un ser independiente y por naturaleza igual, no podría hablarse
de diversos grados de libertad y nadie tendría derecho de impedir a otro de que haga lo que
le plazca. Pero, como el hombre vive en sociedad, no existe vida en común sin acuerdos sobre
un conjunto de actitudes, acuerdo que cuando es total, hace las actividades obligatorias y así
como el hombre permanezca libre, de hecho, en muchos casos queda limitado o condicionado
de sus actos y por lo mismo en el ejercicio de su libertad. De modo que la libertad no es
absoluta. Está condicionada por el bien y la verdad, por las costumbres sociales y las leyes,
por las limitaciones de la propia naturaleza, pro los derechos ajenos, el bien público y la
moral. La misma “declaración universal de los derechos del hombre” votada y aprobada por
las naciones unidas en 1948, después de enumerar los derechos individuales concluye: “en el
ejercicio de sus derechos y limitaciones establecidas por la ley, exclusivamente son vistas a
asegurar el reconocimiento y respeto de los derechos y libertades de los otros y para satisfacer
las justas exigencias de la moral, el orden público y el bienestar general de una sociedad
democrática”. En este espíritu y con estas limitaciones, deben entenderse las tal promulgadas
libertades, como “libertad de enseñanza”, “libertad de cátedra”, “libertad de conciencia”,
“libertad religiosa”, etc. En todas partes existe, o por lo menos, debería existir una continua
integración entre el bien común y la conciencia de libertad individual.]5

6. Ética y la virtud.

6.1. El concepto de Virtud.

[El vocablo “virtud” proviene del latín: virtus,


«término con el que se indicaba la firmeza con
que el hombre noble se situaba en la vida». Los
griegos también supieron de esta condición a la
que determinaron con el término areté, que hace
referencia a la “excelencia”, es decir la condición
preeminente del hombre sabio, valiente y bueno,
el ideal de héroe griego.
Estamos, sin duda, frente a un término que indica
la cualidad de una persona en el máximo desarrollo de sus potencias de un modo habitual y
estable. «Por lo tanto, la etimología de la palabra “virtud” nos hace pensar en algo como poder,
energía, vigor, capacidad fuerte, excelencia que debe ser conquistada»26, pero que también Dios
puede conceder sobrenaturalmente a quien la pida y esté en condiciones de recibirla – éste es el
caso de las virtudes sobrenaturales, es decir que el sólo empeño del hombre no alcanza para
conseguirlas, sino que son infundidas directamente por Dios–.
«La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien». Y prosigue: «Permite a la persona
no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y
espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones
concretas».
Aristóteles la definía así: «Lo que hace bueno al sujeto que la tiene y buena su obra»30. Mientras
Santo Tomás concibía: « […] la virtud humana, que es un hábito operativo, es un hábito bueno
y operativo del bien» (Suma, I-II, q. 55, a. 3).
En esta definición la de Santo Tomás, que nos resalta la noción de hábito, que se distingue de
simple costumbre, es fundamental: Un hábito es una cualidad adquirida voluntariamente,
permanente y difícilmente movible (o mudable, o desarraigable), que inclina al sujeto a proceder
siempre en una determinada dirección. Así, por causa de un buen hábito (virtud) el hombre realiza
el bien de un modo connatural, rápido (sin retrasos), fácil (sin dificultadas) y deleitable (con
verdadero gozo); en síntesis, de un modo perfecto».
Cuando ese hábito bueno es adquirido por el esfuerzo propio se dirá que es natural –no como
innato, sino del orden natural– y si es infundido por Dios en el alma se dirá que es sobrenatural.
Por el contrario, el modo de obrar habitualmente el mal es lo que denominamos vicio, que puede
ser sólo adquirido por la capacidad natural, pues resulta evidente que no hay vicios sobrenaturales.
Ahora, pasamos a ubicar objeto y sujeto de la virtud como habito que perfecciona a la persona.

6.2. El sujeto de las virtudes.


La virtud, en cuanto hábito operativo, no tiene materia de la que se forme (ex qua), sino que tiene
materia sobre la que versa (circa quam), que es el objeto de la virtud, y también sobre la que se
da (in qua), es decir el sujeto de la virtud.
Las virtudes tienen como sujeto las potencias del alma, a saber, inteligencia, voluntad y el
conjunto de facultades anímicas de orden sensitivo –estas últimas sólo en cuanto elevadas por la
razón, por eso es que en lugar de la causa material de la formación en virtudes, nos
circunscribimos al sujeto de la virtud, o si se quiere la causa material in qua.

5
Paredes Hernández Esperanza & Velasco Espitia, María. (s/f). Ética. Universidad de Pamplona. (Pág. 57-58) Recup. de:
http://www.unipamplona.edu.co/unipamplona/portalIG/home_109/recursos/octubre2014/administraciondeempresas/semestre5/1109
2015/eticaadmin.pdf
Según, Santo Tomás sostiene la virtud « tiene materia sobre la que (circa quam) versa, y materia
en la que (in qua) se da, esto es, el sujeto. […] Por eso, en lugar de la causa material se pone el
sujeto de la virtud, al decir que es una buena cualidad de la mente. [nota del traductor: La
“mente”, como sujeto o virtud, comprende no sólo el entendimiento, sino también la voluntad o
apetito racional y las facultades anímicas de orden sensitivo que participan intrínsecamente la
racionalidad]». (Suma I-II, q. 56).
De este modo establece la distinción entre virtudes intelectuales y virtudes morales, con la
salvedad que si bien, las virtudes intelectuales perfeccionan la inteligencia, guiando y ayudando
al hombre al recto conocimiento de la verdad; las virtudes morales, al ser de carácter apetitivo y
perfeccionar el acto humano en orden a su fin –que puede ser natural o sobrenatural–, propiamente
perfeccionan a la totalidad del hombre con sus facultades y potencias. Por eso, en cierto modo, al
referirnos a la educación es preferible la formación de las virtudes morales, sin menosprecio de
las intelectuales, pues queda claro que es más perfecto quien obrar el bien que quien simplemente
lo define en conceptos.
Es importante, entonces, tener claridad acerca de dónde residen las virtudes y a qué perfecciones
apuntan las mismas, pues suele ser un lugar común en la universidades pensar que el mejor
alumno es el que da muestras de mayor capacidad intelectual y no aquel que es bien dispuesto y
moralmente ordenado; y en otras ocasiones, por el contrario, se premia la pura espontaneidad del
alumno y se descuida la formación intelectual y doctrinal necesaria que sustenta la vida moral del
educando.
Si tenemos en cuenta las potencias que son sujeto de la virtud, a partir de las virtudes cardinales
tenemos, por ejemplo, la siguiente disposición:

✓ A la Prudencia en la inteligencia.
✓ A la Justicia en la Voluntad.
✓ A la Fortaleza en el Apetito Irascible.
✓ A la Templanza en el Apetito Concupiscible.]6

Ahora bien, determinado el sujeto de las virtudes, nos interesan especialmente las reflexiones
sobre las virtudes cardenales que educan las facultades y las potencias que son sujetos de la virtud.

6.3. Virtudes Cardinales

[Son aquellas sobre las cuales gira toda la vida moral


del hombre, es decir, sostienen la vida moral del mismo.
No se trata de habilidades o buenas costumbres en un
determinado aspecto, sino que requieren de muchas otras
virtudes humanas. Estas virtudes hacen al hombre cabal.
Podemos relacionar los males contra los cuales reacciona
o se enfrenta cada virtud: contra la ignorancia del
entendimiento sale al paso la prudencia; contra la malicia
de la voluntad, la justicia; contra la debilidad del apetito
irascible (potencia con que el alma es llevada a conseguir
algún bien arduo o a remover los obstáculos que impiden
la consecución o turban la posesión del bien apetecido, las pasiones a las que se refiere son
esperanza, desesperación, audacia, temor e ira) la fortaleza; contra el desorden de la
concupiscencia (facultad con que el alma codicia los bienes que percibe con los sentidos y huye
de los males contrarios, sus pasiones son el amor, odio, deseo, aversión, alegría y tristeza) la
templanza.

6
Matías Castro Videla (2010) Los fundamentos de la formación en virtudes en el ámbito escolar. Una reflexión a luz
de pensamiento Tomista. (Tesis pregrado) Universidad Fasta. Mar de Plata.
Pag. 25, 26 y 29, 30). Recup. de:
http://redi.ufasta.edu.ar:8080/xmlui/bitstream/handle/123456789/68/castro2010.pdf?sequence=1
a) Prudencia. - Virtud infundida por Dios en el entendimiento para que sepamos escoger los
medios más pertinentes y necesarios, aquí y ahora, en orden al fin último de nuestra vida, que
es Dios. Virtud que juzga lo que en cada caso particular conviene hacer de cara a nuestro
último fin. La prudencia se guía por la razón iluminada por la fe.
Abarca tres elementos: pensar con madurez, decidir con sabiduría y ejecutar de la mejor
manera.
Los medios que tenemos para perfeccionar esta virtud son: preguntarnos siempre si lo que
vamos a hacer y escoger nos lleva al fin último; purificar nuestras intenciones más íntimas
para no confundir prudencia con dolo, fraude, engaño; hábito de reflexión continua.
b) Justicia Virtud infundida por Dios en la voluntad para que demos a los demás lo que les
pertenece y les es debido. La justicia es necesaria para poner orden, paz, bienestar, veracidad
en todo.
Los medios para perfeccionar la justicia son: respetar el derecho de propiedad en lo que
concierne a los bienes temporales y respetar la fama y la honra del prójimo.
La virtud de la justicia regula y orienta otras virtudes: La virtud de la obediencia que nos
inclina a someter nuestra voluntad a la de los superiores legítimos. Estos superiores son: los
papás respecto a sus hijos; los gobernantes respecto a sus súbditos; los patrones respecto a
sus obreros; el Papa, los obispos y los sacerdotes respecto a sus fieles; y en el caso
profesional el superior directo (empleador) respecto a su personal (empleados).
c) Fortaleza. - Es la virtud que da fuerza al alma para correr tras el bien difícil, sin detenerse por
miedo, ni siquiera por el temor de la muerte. También modera la audacia para que no
desemboque en temeridad. Tiene dos elementos: atacar y resistir. Atacar para conquistar
metas altas en la vida, venciendo los obstáculos. Resistir el desaliento, la desesperanza y los
halagos del enemigo, soportando la muerte, si fuera necesario, antes que abandonar el bien.
Virtudes compañeras de la fortaleza: magnanimidad (emprender cosas grandes en la virtud),
magnificencia (emprender cosas grandes en obras materiales), paciencia (soportar
dificultades y enfermedades), longanimidad (ánimo para tender al bien distante),
perseverancia (persistir en el ejercicio del bien) y constancia (igual que la perseverancia, de
la que se distingue por el grado de dificultad).
d) Templanza. - Virtud que modera la inclinación a los placeres sensibles de la comida, bebida,
tacto, y demás. Para lo referente al placer desordenado del gusto, la templanza me dicta la
abstinencia y la sobriedad; y para lo referente al placer desordenado del tacto: la castidad y la
continencia.
Virtudes compañeras de la templanza: humildad, que modera mi apetito de excelencia y me
pone en mi lugar justo; mansedumbre, que modera mi apetito de ira.]7

6.4. Las tres dimensiones esenciales de la virtud moral

[Para entender adecuadamente la naturaleza de las virtudes y su


papel en la vida moral, es preciso considerarlas como
perfecciones que capacitan a la persona a fin de proponerse
habitualmente fines buenos, elegir los medios buenos para
alcanzar esos fines, y llevar a cabo la acción elegida.
Para obrar bien y con perfección, se requiere:

7
Pascual J., Torres J., Vargas D. & Villagra N. (2015). Ética y RSE. (pág. 3 al 4). Recup. de:
http://cpcesanluis.org.ar/archivos/UCCUYO.pdf
➢ recta intención: que la voluntad quiera un fin bueno, conforme a la recta razón;
➢ recta elección: que la razón determine bien la acción que se va a poner como medio para
alcanzar aquel fin bueno, y la voluntad elija esa acción; y
➢ recta ejecución de la acción elegida.

a). La dimensión intencional


«La virtud moral –afirma Santo Tomás- es un hábito electivo, es decir, que hace buena la elección,
para lo cual se requieren dos cosas: primera, que exista la debida intención del fin, y esto se debe
a la virtud moral que inclina la facultad apetitiva al bien conveniente según razón, y tal es el fin
debido; segunda, que el hombre escoja rectamente los medios conducentes al fin (…)».S.Th., I-
II, q. 58, a. 4c.
La recta elección, que es el acto propio de la virtud moral, presupone una intención recta por
parte de la afectividad sensible y de la voluntad. ¿En qué consiste esa intención recta? En que la
persona quiera y busque el «bonum rationis» o bien moral, es decir, que dirija y oriente su vida
siempre de acuerdo con aquello que es conforme a la recta razón. S.Th., II-II, q. 47, a. 7.
Pero el bien moral adopta diversas formas, o se divide en diversos ámbitos, según los bienes a los
que tienden las inclinaciones naturales de la persona (la conservación de la vida, su transmisión a
través de la unión del hombre y la mujer, la convivencia, el conocimiento de la verdad, etc.). Estos
bienes no pueden ser queridos y buscados de cualquier manera, sino de modo que se integren en
el bien de la persona como totalidad. Para ello, la razón, que de modo natural conoce los fines de
las virtudes, preceptúa que los bienes se busquen de acuerdo con tales fines, es decir, de modo
justo (cuando se trata de relaciones entre personas); con fortaleza (si se trata de bienes arduos y
difíciles); y con templanza (en el caso de los bienes que producen placer).
Pues bien, las virtudes perfeccionan a la voluntad y a los apetitos sensibles para que tiendan de
modo firme y estable a los fines virtuosos en los diversos ámbitos del bien moral. La voluntad
necesita esta perfección para tender a los fines que exceden el bien propio del sujeto: para tender
al fin sobrenatural, necesita la virtud de la caridad; para querer, respetar y promover el bien de los
demás, necesita la justicia. Los apetitos sensibles necesitan las virtudes de la fortaleza y de la
templanza para aspirar establemente al bien sensible de acuerdo con el juicio de la razón.
La persona virtuosa tiene habitualmente la intención de actuar conforme a los fines virtuosos
(quiere ser justa, valiente y templada), que la encaminan al fin último. Y además los encuentra
cada vez más atractivos, no sólo en sí mismos, sino como bienes para ella, es decir, adquiere una
creciente connaturalidad con el bien. Las virtudes morales hacen que los fines buenos sean algo
connatural a la persona y le permiten reconocerlos a la manera de un instinto.

b). La dimensión electiva


Para actuar bien no basta desear un fin bueno; es necesario, además, que sean buenos los medios
elegidos para alcanzar el fin, y esta es precisamente la función esencial de la virtud moral: ser
hábito de la buena elección. El acto propio de la virtud moral es la elección recta22. Una de las
definiciones aristotélicas de virtud subraya este aspecto: «La virtud es un hábito electivo que
consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón, tal como decidiría el
hombre prudente» S.Th., I-II, q. 65, a. 1.
Gracias al deseo firme de tender a la buena intención, la razón puede deliberar sin obstáculos
sobre los medios adecuados que hay que poner para conseguirla. Como fruto de esta deliberación,
la razón juzga cuál es la acción concreta que está conforme con el fin virtuoso e impera su puesta
en práctica. Si la persona elige libremente esa acción, se hace buena y virtuosa. De este modo, la
razón, guiando y mandando a las potencias apetitivas (voluntad y afectividad sensible), forma en
ellas las virtudes morales.
Para llegar al juicio sobre la acción concreta que se debe realizar, la persona debe contar con el
conocimiento de las normas (ciencia moral). Este conocimiento es importante, y deben ponerse
los medios para adquirirlo; pero no es suficiente: se puede conocer muy bien la ciencia moral y,
a pesar de ello, juzgar mal y elegir una acción mala por influencia de una pasión. Por ejemplo, al
avaro le parece bueno lo que desea, aunque sepa que es contrario a la norma moral. Para elegir
aquí y ahora una acción buena, es preciso que la persona la “vea” como buena, no solo en
general, sino también como buena para ella, aquí y ahora, y para eso necesita tener
connaturalidad afectiva con el bien24. Por eso, además de la ciencia moral, se necesitan las
virtudes morales (naturales y sobrenaturales), que proporcionan esta connaturalidad, gracias a la
cual la razón se hace prudente, es decir, capaz de un conocimiento concreto, directo y práctico,
que le permite juzgar rectamente, de modo sencillo y con certeza, sobre la acción que se debe
realizar en cada momento. (Aristóteles, Ética a Nicómaco, II, 6.).
Para juzgar acertadamente sobre el bien concreto, es decir, para ser prudente, el hombre necesita,
como se acaba de ver, las virtudes morales en la voluntad y en los apetitos sensibles. Pero, a la
vez, para adquirir las virtudes morales, necesita las virtudes intelectuales: la sindéresis, que le
indica el fin bueno que debe buscar, y la prudencia, que señala la acción verdaderamente buena,
excelente, para alcanzar el fin propuesto. De este modo, la razón ―racionaliza‖ a la voluntad y a
los apetitos sensibles, formando las virtudes morales.
Se puede concluir, por tanto, que las virtudes morales son el mismo orden de la razón implantado
en las facultades apetitivas, la racionalización de la conducta determinada por la voluntad y los
apetitos para que concuerde con la razón. Si se olvida o niega esta dimensión esencial, las virtudes
quedan reducidas necesariamente a costumbres o automatismos, y pierden su puesto clave en la
ciencia y en la vida moral.

c). La dimensión ejecutiva


Una vez elegida la acción buena, hay que ejecutarla: convertir en vida la verdad sobre el bien que
la razón ha conocido y que la voluntad quiere. Además, hay que ejecutarla bien, de modo
oportuno, acertado y eficaz, porque la bondad del acto interior se refleja precisamente en la
perfección externa de la acción. Para ello se necesitan también las virtudes, sobre todo cuando se
trata de acciones difíciles, complejas o de larga duración.
En el caso de las acciones que se extienden mucho en el tiempo, las virtudes permiten que la
persona no decaiga en su propósito de obrar bien; que supere los obstáculos internos y externos,
tal vez imprevistos, que se puedan presentar; que mantenga la rectitud de intención; y que no se
desanime si en algún momento desaparece el entusiasmo con el que contaba al comienzo.]8

6.5. Características del obrar virtuoso


[Gracias a las virtudes, la persona busca los bienes a los que está naturalmente inclinada, no de
cualquier manera, sino -como se ha explicado- de suerte que se integren en el bien de la persona
como totalidad. Esta integración no es forzada, extraña o contraria a las inclinaciones esenciales,
pues en ellas ya están incoadas las virtudes. Santo Tomás, recogiendo la doctrina estoica,
considera las inclinaciones naturales como semillas de las virtudes (semina virtutum). Cf. S.Th.,
I-II, q. 51, a. 1; Por eso, el obrar virtuoso, que ya está latente en la misma naturaleza de la
persona, es el obrar más natural y humano. Las virtudes, lejos de anular las tendencias esenciales
de la persona, las encauzan de modo verdaderamente humano.
Las virtudes hacen que reine entre las diversas potencias operativas el orden, la unión y la armonía
que corresponde a la naturaleza humana, inclinando a cada una de ellas a su fin propio, a su
operación perfecta. Cada una desempeña su papel natural: la razón dirige, la voluntad manda, la
sensibilidad ayuda, las fuerzas corporales obedecen.
La consecuencia de esta armonía es que la conducta virtuosa se realiza con firmeza, prontitud,
facilidad y gozo.
Actuar con firmeza es obrar con un querer más intenso de la voluntad, tender de modo estable y
con más amor al acto virtuoso. Summa contra gentes, III, c. 138. La firmeza en el obrar no quiere
decir inflexibilidad ni rigidez, pues se trata de firmeza respecto a los fines propios de la virtud, y
no respecto a los medios, que serán diversos según cada acción concreta. El templado es siempre
templado, pero no siempre de la misma manera, porque sabe tener en cuenta las circunstancias de
cada acción.

8 Trigo, Tomás (). Las virtudes Humanas. Pag. ( 8 al 11) Recup. de: http://mercaba.org/ARTICULOS/L/lvhtt.pdf
La facilidad y prontitud del obrar virtuoso no es consecuencia del automatismo o de la falta de
deliberación, sino fruto de la mayor capacidad de conocer el bien y amarlo que proporciona la
virtud. En efecto, el que posee, por ejemplo, la virtud de la justicia quiere de modo firme un fin
determinado: ser justo. Por eso, cuando juzga una acción como conveniente para realizar ese fin
–después de una deliberación que puede ser breve o larga, según los casos-, la elige
inmediatamente, sin dudar entre ser justo o no serlo, y la pone en práctica diligentemente, sin
plantearse la opción por la injusticia.
La acción virtuosa se realiza con gozo, que no implica necesariamente placer sensible, y está muy
lejos de ser autocomplacencia. Las virtudes, al adaptar y asimilar las facultades humanas a los
actos buenos, connaturalizan a la persona con la conducta virtuosa, de modo que ésta se convierte
en algo natural que causa el gozo y la satisfacción.
Gracias a las virtudes, el hombre realiza la acción buena que ha elegido no con amargura o como
quien tiene que soportar una pesada carga, contradiciendo una y otra vez sus afectos para no
volverse atrás, sino con alegría y con verdadero interés, porque todas sus energías –intelectuales
y afectivas- cooperan a la realización del bien.

Influidos todavía por una cierta mentalidad puritana y por el pensamiento kantiano,
algunos juzgan que realizar acciones con facilitad y gozo tiene menos valor moral y
menos mérito que hacer el bien sintiendo repugnancia y disgusto. Pero lo esencial para
que una acción sea moralmente buena no consiste en la dificultad de su realización, sino
en su perfección interior y exterior, es decir, en el amor al verdadero bien. La persona
virtuosa actúa con más facilitad y gozo, y su acción tiene más valor, porque esa facilidad
y ese gozo son consecuencia de amar más el bien. Por eso se puede decir que «la verdadera
virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre». S. Josemaría Escrivá, Camino,
Rialp, Madrid 2001, 72ª, n. 657.

De esto no se debe deducir que el actuar virtuoso aleje de la persona el sufrimiento. El virtuoso
también sufre y siente pena y dolor, y a veces más que el vicioso o el mediocre, por tener una
sensibilidad más perfecta; pero sufre por amor al bien, y ese sufrimiento es perfectamente
compatible con la alegría y el gozo interior. De todas formas,]9

6.6. Adquisición, crecimiento y pérdida de las virtudes morales

a). Las virtudes morales son fruto de la libertad


[Las virtudes morales se adquieren por la libre y repetida elección de actos buenos. Ahora bien,
para que la repetición de actos no lleve al automatismo, sino a la virtud, es preciso atender siempre
a las dos dimensiones del acto humano. La dimensión interior (acto interior) se encuentra en la
razón y en la voluntad: es el ejercicio de la inteligencia, que conoce, delibera y juzga; y de la
voluntad, que ama el bien que la inteligencia le señala. La dimensión exterior (acto exterior) es la
ejecución, por parte de las demás facultades, movidas por la voluntad, de la acción conocida y
querida.
Pues bien, la repetición de actos con los que se alcanza la virtud, se refiere, en primer lugar, a los
actos interiores. Se trata de elegir siempre las mejores acciones, las más acertadas, para alcanzar
un fin bueno, en unas circunstancias determinadas. Y esto no puede hacerse de modo automático;
exige ejercitarse en la reflexión y en el buen juicio. Las virtudes nacen de la elección de actos
buenos, crecen con la elección de actos buenos y se ordenan a la elección de actos buenos.
En consecuencia, los actos exteriores que se deben realizar no son siempre los mismos, ni se
ejecutan siempre del mismo modo, pues la prudencia puede mandar, según las cambiantes
circunstancias, actos externos muy diferentes, incluso contrarios. La fortaleza, por ejemplo,
supone un acto interior de conocimiento y amor al bien que a veces se realiza resistiendo, otras
atacando y otras huyendo.

9
Trigo, Tomás (). Las virtudes Humanas. Pag. ( 11 al 12) Recup. de: http://mercaba.org/ARTICULOS/L/lvhtt.pdf
De ahí que un acto externo bien realizado no signifique, sin más, la existencia de verdadera virtud.
No es justo el que sólo ejecuta un acto externo de justicia de modo correcto, sino el que lo hace,
antes de nada, porque quiere el bien del otro. Sin embargo, el valor esencial del acto interior no
debe restar importancia al acto exterior. Si no se realiza el acto exterior de dar lo que se debe a
quien se debe, no se vive la virtud de la justicia; no vive la virtud de la gratitud el que solo se
siente agradecido, sino el que además lo manifiesta del modo adecuado.

b). El crecimiento en las virtudes es crecimiento en la libertad


La esencia de la libertad no consiste en que la voluntad sea indiferente para poder elegir entre el
bien y el mal (en tal caso, Dios no sería libre, ni tampoco los que ya gozan de su presencia en el
cielo), sino en el dominio de los propios actos, en la capacidad de dirigir la propia acción hacia el
fin último, en el poder de hacer el bien queriendo hacerlo. Esta libertad puede crecer: en la medida
en que progresa el conocimiento de la verdad y el amor al bien, aumenta el dominio sobre la
acción.
Pues bien, las virtudes, al perfeccionar las potencias espirituales (la razón y la voluntad) para que
realicen acciones moralmente excelentes, contribuyen al perfeccionamiento de la libertad: dan al
hombre más capacidad de conocer y amar, más poder de hacer el bien, y de hacerlo cada vez
con más facilidad, prontitud y gozo.
Además, la libertad es potenciada también por los mismos apetitos sensibles perfeccionados por
las virtudes de la fortaleza y la templanza. Gracias a estas virtudes, que racionalizan los apetitos,
la razón puede juzgar sobre el bien que se debe realizar en cada situación, sin que las pasiones
constituyan un obstáculo que la inclinen a falsear ese juicio; es más, como hemos visto, éstas
pueden ejercer sobre la razón un papel positivo en su función judicativa. La voluntad, por su parte,
puede querer el bien con todas sus fuerzas; y las pasiones, en lugar de ser una rémora para amar
el bien, pueden ayudar a la voluntad a amar el bien con más intensidad. Cf. S.Th., I-II, q. 77, a.
6c.
Las virtudes perfeccionan a la inteligencia y a la voluntad para realizar obras buenas. Pero además,
una vez que estas facultades alcanzan un cierto grado de perfección, quedan capacitadas para
realizar actos todavía mejores, más perfectos que los anteriores. La vida moral es, por tanto, un
constante progreso en el conocimiento de la verdad y en el amor al bien, un continuo crecimiento
en humanidad, que tiene como consecuencia la felicidad propia y la de los demás.
Cuando la persona advierte que tiene esta capacidad de ser feliz y hacer felices a los demás,
descubre la verdadera motivación para vivir bien y adquiere una visión optimista de la vida moral.
En cambio, cuando la enseñanza moral prescinde de la noción de virtud, la persona tiende a
instalarse en la mediocridad y a conformarse con el cumplimiento de las exigencias mínimas,
como atestigua la historia de la ética moderna.

c). Las virtudes se pierden libremente


Las virtudes pueden disminuir y perderse por la falta prolongada de ejercicio y por la libre
realización de acciones contrarias. De este modo se genera el vicio, que es un hábito contrario a
la virtud.
Los vicios también se adquieren libremente. Pero se trata de un modo moralmente malo de ejercer
la libertad, que produce la ceguera para ver el bien sobre la verdad, y convierte a la persona en
esclava de sus pasiones desordenadas. En efecto, la capacidad para ver la verdad sobre el bien,
para discernir lo que es bueno, disminuye. La prudencia se corrompe, y si no se rectifica, tienden
a corromperse también la ciencia moral y la sabiduría. Por otra parte, la persona viciosa pierde
capacidad para elegir el bien, y en este sentido es menos libre. Pero en la medida en que se trata
de una esclavitud voluntaria, la persona es responsable de su situación. De ahí la importancia de
una actitud vigilante, que implica el examen de las propias acciones, y de renovar una y otra vez
la lucha, a pesar de los errores.]10

10
Trigo, Tomás (s/f). Las virtudes Humanas. Pag. (15 al 16). Recup. de:
http://mercaba.org/ARTICULOS/L/lvhtt.pdf
6.7. Práctica profesional mediante la acción de las virtudes
[Prudencia: debe ser la virtud que debe guiar en todo momento al profesional, en cada decisión
que toma y en cada acción que ejecute. Como virtud que hace que el hombre distingue la acción
más razonable en cada situación (Aristóteles), el profesional debería elegir las mejores
alternativas que se le presenten, teniendo en cuenta las consecuencias de cada una. Prestando
atención, no solo a los efectos directos que le caerían sobre sus hombros, si no también, cómo
afectaría a su entorno (colegas, familia, amigos, sociedad).
Cuando no se practica esta virtud, se toman decisiones que pueden afectar de manera negativa a
otras personas, entidades e incluso países enteros. Como es el caso del escándalo ético de la
manipulación de los libros contables por parte de la empresa Enron y su auditora Andersen.
Justicia: es la virtud que debe disponer un profesional, para darle a los demás lo que les pertenece
y les es debido, respetando los derechos de las personas, incluidos los derechos de propiedad en
lo que concierne a los bienes temporales, respetar la fama, honra de cada una de las personas y
establecer relaciones humanas en armonía que promuevan la equidad respecto a las personas y al
bien común. Debe velar por la paz, el orden, el bienestar y la veracidad en todo. Esta virtud marca
a un profesional de modo que los inclina a someterse a la voluntad de los superiores.
Fortaleza: ésta virtud es la que da fuerza al profesional para conseguir un bien determinado el
cual parece dificultoso alcanzarlo, es la fuerza que le da al profesional la voluntad para superar
todos sus miedos e incertidumbres. Tiene dos elementos como se dijo: atacar y resistir. Atacar
para conquistar metas altas en la vida, venciendo los obstáculos. Resistir el desaliento, la
desesperanza y los contratiempos del enemigo, soportando diversos daños tanto físicos como
psicológicos si fuera necesario, antes que abandonar el bien querido.
La fortaleza, le da firmeza a la personalidad de un profesional, le da seguridad a la hora de tomar
una decisión cuando sabe que lo que está eligiendo es lo correcto y lo mejor para el bienestar de
la organización. Si, el profesional se encuentra en ausencia de esta virtud, no sabrá defender su
posición y decisión tomada, perderá seriedad en sus opiniones, perderá respeto; hasta llegar a un
punto en que ya no sepa qué decisión tomar o que hacer sin dudar totalmente de lo que piensa y
sepa: por más conocimiento y prácticas que haya acumulado en su carrera profesional.
Templanza: el profesional nunca debe perder la humildad que lo define, donde todas las personas
somos iguales y no hay nadie que sea mejor que él, ni él es mejor que nadie. Debe reflexionar que
su función es dentro de la organización, compuesta por personas, pero no es dueño de las mismas.
A su vez, el deseo de tener más éxito no se debe dejar llevar por la codicia; puede soñar con
crecer, alcanzar puestos más altos, pero sin perjudicar a sus compañeros/colegas. También, debe
pensar sus decisiones con claridad y objetividad; por ejemplo, en el caso de darle un ascenso a un
empleado, las emociones no deben influir, porque puede ser que se lo dé a alguien que sea su
amigo pero no lo merezca tanto como otro empleado con el que no tiene tanta relación.]11

11
Pascual J., Torres J., Vargas D. & Villagra N. (5015). Ética y RSE. (Pág. 6). Recuperado de:
http://cpcesanluis.org.ar/archivos/UCCUYO.pdf.
Actividades didácticas complementarias

1) Analiza y elabora un resumen del contenido del presente capítulo.


2) Responda al siguiente cuestionario:

¿Qué es la ética? ¿Cuál es la diferencia entre la moral y la ética? ¿Alistar el objetivo


de la ética como disciplina filosófica? ¿Quién es el sujeto de la ética? ¿En qué consiste
el acto humano? ¿Cuáles son los elementos del acto humano? ¿Qué es consciencia
moral? ¿Por qué la consciencia moral es un juicio práctico? ¿Por qué la conciencia
formula «la obligación moral a la luz de la ley natural? ¿Por qué la conciencia moral
es la «norma próxima de la moralidad personal? ¿Qué es y cómo se divide la libertad?
¿En qué consiste la virtud? Especifica Ud. el sujeto de las virtudes. ¿Cuáles son las
virtudes cardinales? y definir cada una de ellas. ¿En qué consisten las dimensiones
esenciales de las virtudes morales? y definir cada una de ellas. ¿Cuáles son las
características del obrar virtuoso? Comentar sobre la adquisición, crecimiento y pérdida
de las virtudes morales.
3) Elaborar un ejemplo aplicando las virtudes cardenales a una situación concreta de la vida
del estudiante.

Autoevaluación

Marque en un círculo la respuesta correcta de cada uno de las siguientes preguntas de


opción múltiple.

1. ¿Quién es el sujeto de la ética?


a) El acto humano b) La conciencia moral c) La persona humana
d) La moral
2. El objetivo de la ética como disciplina filosófica es:
a) Reflexionar sobre los principios según los cuales el hombre debe orientar su
vida.
b) Los “actos” humanos, solo bajo el aspecto de la “bondad” o malicia moral en
orden a un final o por ello establece leyes generales
c) Redescubrir al ser humano es su valor moral, es decir, en su capacidad de
escoger lo bueno, lo justo, lo conveniente
d) Todas las alternativas.
3. ¿Cuáles son los elementos del acto humano?
a) Elemento cognoscitivo b) Elemento volitivo c) Elemento ejecutivo d) Todas
las alternativas.
4. Por qué la consciencia moral es un juicio práctico?
a) Porque mediante tal juicio se realiza «la aplicación de la ley a cada caso
particular.
b) Porque es la obligación de hacer lo que el hombre, mediante el acto de su
conciencia, conoce como un bien que le es señalado aquí y ahora».
c) Porque es en fin, la «norma próxima de la moralidad personal»,
d) Ninguna de las alternativas
5. ¿Qué es la libertad?
a) Es la facultad de hacer lo que se desea.
b) Es la facultad de decidir según las leyes
c) Es la facultad de gozar de todos los placeres del mundo
d) Es la facultad de autodeterminarse
6. ¿En qué consiste la virtud?
a) Es una disposición habitual y firme a hacer el bien.
b) Es acto humano según las normas de convivencia
c) Es actuar según las costumbre
d) Es actual según las teorías éticas
7. El sujeto de las virtudes son:
a) Las potencias del alma como la inteligencia, voluntad y facultades anímicas.
b) Las potencias del alma como los sentimientos, emociones y apetitos
c) Las potencias del alma como la prudencia, fortaleza y templanza
d) Las potencias del alma como el cuerpo, psique y espíritu.
8. Para obrar bien y con perfección, se requiere:
a) Recta intención b) Recta elección c) Recta ejecución d) Todas las anteriores
9. Las características del obrar virtuoso son:
a) La firmeza, prontitud, facilidad y gozo.
b) La lealtad, generosidad y alegría
c) La rectitud, obediencia y gratitud
d) Todas las alternativas.
10. ¿Cuándo se pierden las virtudes?
a) Por falta de practica continua y libre realización de acciones contrarias.
b) Por falta de conocimiento de los valores
c) Por falta de inclinación natural
d) Por falta de estrategias de prácticas.

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