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Universidad de Palermo

Facultad de Ciencias Sociales


Licenciatura en Psicología
Materia: Psicología Clínica y Psicoterapia II. Curso lectivo 2016
Profesor Titular: Dr. Alejandro Napolitano
Profesora Asociada: Lic. María Laura Mascheroni
Ficha de la Cátedra para uso exclusivo de los alumnos:

Psicoterapia grado cero


“Cuentan que Ulises, harto de prodigios
lloró de amor al divisar su Ítaca verde y humilde.
El arte es esa Ítaca,
de verde eternidad, no de prodigios”

Jorge Luis Borges


Arte Poética, 1962

Lo único y lo múltiple en psicoterapia

El primer registro de que disponemos, con una mención de la psicoterapia data de 1887.
Se trata de un artículo aparecido en la publicación inglesa Contemporary Review en la
cual la escritora y militante feminista irlandesa Frances Power Cobbe (1822-1904)
llama “procedimientos psicoterapéuticos” a los utilizados para la curación de males
anímicos por fuera de contextos religiosos (Pivnicki D., 1969). Hoy en día, más de
ciento veinte años después, contamos con unas cuatrocientas líneas psicoterapéuticas
reconocidas. Conforman todas juntas un suburbio inconcluso del jardín de los
senderos que se bifurcan. Las escuelas psi parecen compartir con algunos partidos de
izquierda la curiosidad de resultar regularmente divisibles por dos.
Podemos considerar el asunto un verdadero desquicio, un collage incoherente, una
bolsa de gatos. También podemos percibirlo como un panorama estimulante, si
logramos liberarnos de la presunción de que, seguramente, habrá entre las
cuatrocientas, una que detente la verdad, siendo las otras trescientas noventa y nueve
variedades del error. Podríamos, entonces, imaginar la sobreabundancia como
resultado de un fenómeno análogo a la diseminación redundante de las formas en la
Naturaleza: se trataría de diferentes maneras de llegar a todos lados, modos de hacer
accesible lo mismo a muchas personas en cualquier condición posible. La flor del cactus
en el desierto de Atacama y la orquídea en la selva del Amazonas, tan iguales y tan
diferentes.
De ser así, deberíamos poder responder dos preguntas. La primera es: ¿qué es lo que
hace que determinada práctica sea psicoterapia y otra no? La llamaremos la pregunta
acerca de la naturaleza de la psicoterapia. La segunda: ¿qué es lo que legitima una

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diferencia entre líneas psicoterapéuticas?, o aclarando un poco más, ¿qué tipo de
diferencia señala una variación genuina, que no es ni puro énfasis narcisístico, ni
desnaturalización del vínculo con la raíz? Llamaremos a esta la pregunta acerca de la
naturaleza de las psicoterapias.
En esta ficha intentaremos responder la primera de esas preguntas. La respuesta nos
enfrenta con el peligro dogmático. Una respuesta dogmática es aquella que montándose
sobre una verdad previa y exterior a la cuestión considerada, determina que algo es o no
es. Estamos acostumbrados a las respuestas dogmáticas en el ámbito de la psicoterapia,
donde demasiadas personas se muestran demasiado seguras acerca de asuntos
demasiado complejos. Intentaremos responder la pregunta, evitando el peligro
dogmático, con el auxilio de la fenomenología. Ella nos invita a seguir un camino, al
cabo del cual promete que se hará intuible lo esencial de aquello puesto a
consideración, sin apelar a categorías exteriores al asunto mismo, sino a partir de un
proceso similar a la destilación, capaz de brindar acceso a su esencia, a su fundamento.
Nos guiaremos por el análisis fenomenológico que hace Paul Ricoeur en su intento de
dilucidar la naturaleza del pensamiento freudiano (Ricoeur, P., 1978, trabajo original de
1965).
Para la segunda pregunta, la que interroga acerca de la naturaleza de las distintas líneas
psicoterapéuticas, no hallamos aún respuesta. Creemos poder señalar diferencias entre
escuelas de psicoterapia que, a nuestro parecer, no desnaturalizan su pertenencia al
hipotético tronco común, pero no nos resulta posible determinar la pauta que organiza
la respuesta. En términos de Bateson, parece posible distinguir diferencias, pero sin
acertar a comprender cuál es el tipo (en tanto categoría, metanivel) de diferencia en
cuestión.
Advirtiendo esa limitación, y apelando a la experiencia clínica y a la orientación de la
cátedra, brindaremos en las clases algunas precisiones, acerca del punto de desmarque
entre psicoanálisis y psicoterapias experienciales /constructivistas (humanísticas). Del
mismo modo esbozaremos algunas notas distintivas que otorgan identidad, relevancia
propia y operatividad específica a la psicoterapia gestáltica. Por lo demás, dedicaremos
la presente ficha a la primera pregunta aludida, esto es, lo que denominamos la
naturaleza de la psicoterapia.
No obstante, dejemos establecido que en ambas preguntas, y en cada una de ellas, queda
planteada una polaridad: la oscilación dialéctica entre lo único y lo múltiple en
psicoterapia. Esa es la polaridad que nos interesa interrogar en esta ficha.

¿Qué es lo que hace que una práctica sea psicoterapia?

Estamos usando la palabra práctica, pretendemos entonces, enfatizar la pertenencia de


esta disciplina al orden de los saberes prácticos y distinguirlos así de los inicialmente
teóricos. Al ser la psicoterapia una forma de tratamiento, mantiene su raíz ligada a las
prácticas curativas, genérica e históricamente vinculadas al saber médico, ámbito al que
por una parte pertenece, y del que por otra se deslinda, al mantener con este diferencias
no sólo hondas, sino también esenciales.
Analizaremos cinco aspectos clave que consideramos los pilares que conforman la
naturaleza propia de la psicoterapia:

1. La cuestión de la efectividad.

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2. La cuestión del lenguaje.
3. La cuestión de las relaciones entre lo conciente y lo inconciente.
4. La cuestión del vínculo terapéutico.
5. La cuestión a la que denominaremos la reiteración.

1. La cuestión de la efectividad
En primer lugar digamos que la tarea psicoterapéutica posee, entre otros criterios de
validación, uno inexcusable: el pragmático (aquello relativo a utilidad y resultados).
Esto significa que al ser una práctica social, encaminada hacia la resolución de alguna
situación diagnosticada como penosa, la mejor es la que resulta más efectiva para
lograr un cambio. La mejor medicina es la que cura. Diferenciemos tres conceptos,
eficacia, eficiencia y efectividad.
 Eficacia: es la capacidad de alcanzar un fin buscado, sin reparar en los
medios utilizados.
 Eficiencia: es la capacidad de alcanzar un fin utilizando el mejor medio. Por
ejemplo, si tengo que desinfectar una herida, aplicar una potente sustancia
cáustica sería muy eficaz, porque mataría todos los gérmenes, pero sería
muy poco eficiente porque dañaría también los tejidos del herido.
 Efectividad: es la capacidad de alcanzar un fin utilizando el mejor medio
posible. En el ejemplo anterior, si la sustancia más eficiente para desinfectar
la herida cuesta un millón de dólares el litro, hará imposible el tratamiento,
es decir, será muy poco efectiva.
La efectividad señala una relación entre la eficacia y la eficiencia. Será más efectivo el
tratamiento que conduzca a la mejor superación del problema, de ser posible no sólo a
su alivio, con el menor costo posible. Cuando hablamos de costo no nos referimos sólo,
ni principalmente, al económico, sino al costo en tiempo, sufrimiento o adversidades
necesarias para llegar al fin buscado. Pero, dejemos claro, que si se trata de un
tratamiento, existe una meta, que es la cura, a la que se pretende arribar.
Es necesario que establezcamos nítidamente, en este punto, una salvedad. A una
psicoterapia alguien puede llegar en busca de un espacio de indagación o de crecimiento
personal, no de un tratamiento para una dolencia. También es posible arribar a un
proceso psicoterapéutico intentando superar una crisis vital. Es más, lo que comienza
siendo un tratamiento puede transformarse luego en una búsqueda de desarrollo de las
propias potencialidades, esto sucede a menudo. Esos son espacios genuinos,
especialmente promovidos y cultivados por las psicoterapias humanísticas. Allí no
corresponde referirse a objetivos. Lo que se abre en esos casos es un espacio de
exploración librado a su propio devenir, por lo que criterios provenientes de la
Medicina, como diagnóstico, pronóstico, eficacia o alta, carecen de sentido. No nos
ocuparemos en esta ficha de ese tipo de genuinas demandas psicoterapéuticas.
Elegiremos atenernos a delimitar la referencia de la psicoterapia al ámbito de lo que
entendemos, en términos de salud poblacional, como Salud Mental.
En ese marco acotado, la efectividad terapéutica surge como resultado de las
intersecciones múltiples entre el paciente, el terapeuta y el contexto social que los
sostiene, validando y legalizando la práctica. Sabemos, desde Levi-Strauss, que alguien
no es un gran médico porque cura a sus enfermos, sino que cura a sus enfermos porque
es un gran médico, a lo que el antropólogo agrega: “En efecto, es la actitud del grupo
antes que el ritmo de los fracasos y los éxitos, donde debe buscarse la verdadera razón
(de la eficacia)” (Levi-Strauss C., 1976, trabajo original de 1953).
Desde hace ya muchos años, definir con certeza la existencia y las características de la
eficacia psicoterapéutica ha sido una preocupación sostenida de los especialistas.

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Fueron, a mediados del siglo pasado, los creadores de psicoterapias alternativas al
modelo psicoanalítico dominante, los que primero sintieron la necesidad de establecer la
eficacia de sus tratamientos a través de la investigación empírica. Le corresponde a Carl
Rogers el privilegio de haber sido el pionero que en los ’40 inició esta línea de
investigación utilizando registros grabados de sesiones. Barkham ha establecido
claramente la existencia de cuatro períodos en las investigaciones sobre eficacia
terapéutica (Barkham, M. 1996, tomado de Lepper, G. y Riding, M. 2006):

1. Primer período, 1950-1970: orientado principalmente a determinar si la


psicoterapia es eficaz, comparada con otras formas de tratamiento, o con la
ausencia de todo tratamiento. Los resultados de este período histórico
demostraron incontrastablemente que la psicoterapia es efectiva, y señalaron
además que las diferentes modalidades psicoterapéuticas parecían tener
efectos equivalentes.
2. Segundo período, 1960-1970: orientado principalmente a determinar cuál
psicoterapia es más efectiva, y cuáles son los componentes de su eficacia.
Los resultados finales de este período, obtenidos a partir del metanálisis
detallado de los trabajos producidos, llega a la conclusión sorprendente de
que no es posible demostrar superioridad de un tratamiento sobre otro, si
son evaluados a partir de sus procedimientos técnicos. Es decir, no se logra
demostrar empíricamente efectos específicos obtenidos a partir de técnicas
determinadas (Bergin A.E. Garfield S.L., 1994, 2003; Luborsky et al, 1999).
3. Tercer período, 1970-1990: orientados, entonces, principalmente, a
determinar cómo ocurre el cambio psicológico. Comienzan a hacerse
observaciones y evaluaciones altamente significativas sobre el valor y las
características de la relación terapéutica, pasando a ocupar este factor un
lugar central (Lambert y Barley, 2002; Lambert et al 2003)
4. Cuarto período, 1990 a la actualidad: orientados principalmente a la
determinación de cuál es el cambio psicológico clínicamente significativo, y
al desarrollo de aproximaciones exploratorias que buscan los ingredientes
efectivos que lo promueven.
El análisis de este trayecto histórico nos muestra que el proceso psicoterapéutico se
basa en interacciones muy complejas que no se dejan atrapar fácilmente en las gruesas
mallas que frecuentemente ofrece el análisis empírico. Surge la paradoja de mostrarnos
la eficacia de una práctica, a la vez que nos enseña nuestra incapacidad actual para
mensurar su trama interna. Es por eso que, tendencias tan encomiables en sus objetivos,
como las promovidas por los mentores del movimiento de Psicoterapia basada en la
evidencia, deben ser muy reflexivamente evaluadas. Sus intentos de protocolizar
procedimientos técnicos en psicoterapia resultan, a la luz de estas observaciones,
claramente abusivos.
La aseveración que sostiene que la psicoterapia es un saber de primacía práctica ofrece
características particularmente importantes. Curar enfermedades, cultivar la tierra o
construir viviendas, por poner algunos ejemplos simples, son saberes prácticos,
desarrollados desde tiempos remotos, para satisfacer necesidades de supervivencia de
las comunidades humanas. Praxis, al decir de Vico y de Gramsci1. No podemos
adjudicarle a las prácticas objeto, tal como se les adjudica a las ciencias. Lo que poseen
los saberes prácticos es propósito, tal como resaltábamos anteriormente. Ese propósito
precede a la práctica, la condiciona y la prefigura. Heidegger ha mostrado, en un escrito
1
Serroni Copello denomina a la dimensión psicoterapéutica de la Psicología Praxiología, tal como
veremos más adelante.

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liminar, referido a la arquitectura (“Construir, Habitar, Pensar”), la dimensión
ontológica de esa preeminencia, al señalar que es necesario primero saber habitar, para
recién luego poder construir viviendas (Heidegger M, 2008, trabajo original de 1951).
La evolución y complejización progresivos de los conocimientos y procedimientos
involucrados, han hecho que estas actividades humanas, estos saberes prácticos,
apelaran por un lado al auxilio de conocimientos teóricos procedentes de determinadas
ciencias particulares, y por otro produjeran teoría desde el seno mismo de la práctica.
Es así que, por ejemplo, la Medicina puede utilizar distintas ciencias, Biología, Física,
Estadística, etc. para formalizar y ahondar sus conocimientos, a la vez que deviene
capaz, con los siglos de desarrollo, de producir conocimiento teórico propio. No
obstante, su raíz se mantiene ligada a la práctica y siempre sostendrá (al menos eso es
lo deseable), junto al despliegue científico-técnico, su condición de arte y oficio al
servicio de un fin valioso socialmente. La teoría, deseable, importante, insustituible en
niveles avanzados del desarrollo de una práctica, es, al decir de Claudio Naranjo, una
flor largamente madurada, pero nunca la raíz de una práctica (Naranjo C., 1990).
De igual manera la Psicoterapia puede apelar a la Psicología, a la Neurobiología, a la
Lingüística o a otras ciencias para desarrollar su condición. Siendo su antigüedad
mucho menor que la Medicina (podemos datarla en 1900, con la aparición de La
interpretación de los sueños), la producción de una Teoría de la Psicoterapia está aún en
sus inicios. Contamos con teorías desarrolladas por líneas o escuelas de psicoterapia,
pero no disponemos de un cuerpo teórico consolidado de algo que pudiéramos llamar
una teoría general del estado del arte. Va siendo hora de que algo así comience a
plasmarse2.
Un saber de primacía práctica intenta satisfacer, entonces, una necesidad social,
constituyendo así un propósito y, en ese trayecto, va construyendo un saber teórico. La
adquisición y transmisión de saber práctico involucra la participación muy activa de
disposiciones pertenecientes a lo que denominamos inconciente cognitivo, mediante los
procesos de aprendizaje implícito y conocimiento tácito (Reber A., 1993). Nos será fácil
comprender estos procesos si utilizamos el ejemplo de la adquisición de una habilidad
motriz como el montar una bicicleta. Aprendemos a hacer ajustes automáticos con las
manos y el cuerpo, logrando mantener el centro de gravedad por encima de las ruedas,
sin saber explicar cómo lo hacemos, o incluso mostrando ideas equivocadas al respecto.
Neil Carlson muestra en una divertida experiencia cómo un grupo de ciclistas explica en
palabras, de manera enteramente desacertada, el modo en que han superado
exitosamente, un momento atrás, un obstáculo (Carlson N., 1999). Se hace imposible
explicitar las reglas que gobiernan el procedimiento, aunque hayan podido ser
exitosamente aprendidas y aplicadas. Varios pasos más adelante del montar en bicicleta,
aunque siguiendo el mismo camino, se encuentran saberes prácticos mucho más
refinados, tales como son los aspectos técnicos ligados a tocar un instrumento musical,
cantar, dibujar, bailar, fabricar un violín o practicar psicoterapia. En estos casos se
expande la habilidad práctica, al sumársele la capacidad expresiva e interpretativa.
Dos elementos parecen resultar clave para la adquisición y transmisión de estas
habilidades: a) la observación atenta de los que ya son diestros junto con el deseo de
imitarlos; b) la percepción acertada de condiciones contextuales.
Algunos descubrimientos neurobiológicos aportan información enriquecedora acerca de
estos procesos. Conocemos desde hace algunos años la existencia de las “neuronas
espejo”. Estas mirror neurons son redes neuronales alojadas en la corteza premotora y

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A pesar del parentesco señalado, la Psicoterapia se diferencia de la Medicina por muchas razones
fundamentales, una de ellas es que incluye a pleno una cuestión de la cual el saber médico ha sabido
desentenderse: la subjetividad del terapeuta. Volveremos más tarde sobre ese punto.

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en el córtex parietal inferior, que se activan, tanto cuando se ejecuta un movimiento
determinado, como cuando se observa la ejecución de ese movimiento por otro. Se dice
entonces que esas neuronas “espejan” el movimiento del otro, tal como si el propio
sujeto lo estuviera haciendo. Se considera que el sistema cumple un importante papel en
la adquisición del lenguaje, la comprensión de las intenciones y la empatía, entre otros
acontecimientos de nuestra vida psíquica. Enfatizaría este dato el hecho que la
transmisión directa, de persona a persona, en contextos del tipo de la relación aprendiz-
maestro, sería la manera natural de adquirir complejos saberes prácticos. Incluiré en
este grupo de adquisiciones las transferidas a través del lenguaje gestual, tanto
propiamente corporal, como ligado a las inflexiones de la voz y la respiración.
Llamaremos a estas vastas y complejas configuraciones, solamente transmisibles
mediante la relación directa de persona a persona, actitudes, formas de estar en el
mundo, que devienen en una muy particular pedagogía (Naranjo C., 1990).
Se hace necesario a esta altura de la ficha, establecer una serie de distinciones, para
poder avanzar en nuestro desarrollo. Diferenciaremos tres dominios que muestran
superposiciones y divergencias que suelen inducir a confusión: Psicología,
Psicoanálisis y Psicoterapia.
La Psicología es una ciencia de observación que trata sobre hechos de conducta
(observables de manera directa) y procesos mentales (no observables de manera
directa). Es, por lo tanto, una disciplina de base empírica, cuyos métodos y criterios de
validación corresponden a los de ciencias como la Sociología o la Antropología, por
ejemplo.
El Psicoanálisis “es una ciencia de interpretación que versa sobre relaciones de sentido
entre los objetos sustituidos y los objetos originarios (y perdidos) de la pulsión”
(Ricoeur P., 1978). Vemos así que las dos disciplinas difieren desde el punto de partida,
tanto en cuanto al objeto como al método. Si a la primera la vinculamos con la
Sociología y la Antropología, al Psicoanálisis debemos referirlo, si buscamos sus
similitudes metodológicas y sus criterios de validación, a la Historia y a la Arqueología.
El Psicoanálisis es a la vez una teoría y un método. Una teoría sobre el psiquismo
inconciente y un método para indagarlo. En tanto método está esencialmente abierto, ya
que puede ser practicado en los dominios más variados, tal como ocurre con el método
de la física y la matemática después de Galileo y Descartes, con la dialéctica tras Hegel
y Marx o con la fenomenología desde Husserl (Levinas E., 2005, trabajo original de
1959).
La Psicoterapia, incluida la psicoterapia psicoanalítica, es una práctica social
perteneciente al campo de la Salud Mental, orientada hacia fines, socialmente valorados,
cuyos pilares constituyen el meollo de esta ficha. Para poder vincularla de manera
orgánica a la Psicología, el profesor de esta casa Serroni Copello propone cuatro
subcampos en que es posible dividir la Psicología cuando la consideramos en función de
los sistemas enunciativos que utiliza para atender a sus intereses y actividades (Serroni
Copello, 2003):
1. Psicología Básica: construcciones teóricas que describen, explican y predicen
hechos mentales y de conducta.
2. Psicotecnología: construcción y desarrollo de instrumentos de evaluación y de
intervención psicológica.
3. Psicopraxiología: construcción de diseños y procedimientos que hacen a la
praxis psicoterapéutica o psicoterapia propiamente dicha.
4. Epistemología psicológica: filosofía de la ciencia aplicada a la psicología.

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Por razones históricas y epistemológicas, el Psicoanálisis se halla en los inicios de todas
las prácticas psicoterapéuticas. Debe quedar claro que ni el Psicoanálisis ni la
Psicoterapia son capítulos particulares de una Psicología General. En todo caso, el
Psicoanálisis es una Psicología en sí mismo, y lo es de un modo muy particular. La
Psicoterapia, a su vez, se apoya en conocimientos provenientes de la Psicología Básica,
de la Psicotecnología y de un amplio arco teórico, que abarca desde el extremo
representado por las posiciones más pragmatistas (escuelas conductuales) hasta lo que
podríamos llamar el extremo subjetivo de la metafísica (Binswanger, las escuelas
ligadas al pensamiento de Buber). También recibe sustento de distintas ciencias
particulares (Neurociencias, Lingüística, Antropología, etc.). La ligazón metodológica
que vincula, según vimos hace unos momentos, el Psicoanálisis a la Historia y a la
Arqueología, también alcanza a la Psicoterapia. En efecto, hay preguntas que abarcan
cuestiones que son a la vez problemas a resolver y desafíos metodológicos, que resultan
comunes a la Historia como ciencia y a la Psicoterapia como práctica, por ejemplo:
¿Cómo establecer válidamente el vínculo entre acontecimientos discontinuos? ¿Qué
significa que dos acontecimientos significativos sean contemporáneos? ¿Qué criterios
de periodización utilizar y por qué? ¿Qué estratos de profundización están implicados
en este proceso que estamos trabajando? ¿Qué sistema de relaciones establecer entre los
distintos acontecimientos, períodos o momentos de una vida (sucesión, jerarquía,
determinación unívoca o bi-unívoca, causalidad circular, recursividad? ¿Cómo
significar las disrupciones? (Foucault, 2013).

Revisando, entonces, algunas características de la psicoterapia, tanto en lo que se


refiere a su ejercicio, como a su forma de aprendizaje y transmisión, hemos visto qué
implica afirmar que se trata de un saber de preeminencia práctica. Los tópicos
distintivos que hemos discriminado, en este apartado, para el ejercicio en general de una
práctica son cuatro, a saber: 1) el poseer un propósito; 2) la consecución del propósito
genera a posteriori un saber teórico; 3) en el ejercicio y en la adquisición de ese
conocimiento práctico opera lo que hemos llamado inconciente cognitivo con sus
correlatos de aprendizaje implícito y conocimiento tácito; 4) estos procesos se
caracterizan por operar mediante la observación de conductas, y la incorporación de
las reglas que organizan esas conductas, permaneciendo estas últimas en un registro
inconciente.
Estableceremos entonces ahora una primera característica de la naturaleza de la
psicoterapia:

 La psicoterapia es una práctica social orientada hacia propósitos


curativos, que supone siempre alguna intención de cambio psicológico
sustentado en el conocimiento de sí

2. La cuestión del lenguaje

“…la lengua, como resulta obvio,


no es un sistema convenido de signos…”
Walter Benjamin

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La psicoterapia se desarrolla en el lenguaje. No mediante el lenguaje, sino en el
lenguaje. Esto es así en tanto consideramos, no que poseemos un lenguaje, sino que
habitamos en su interior como el pez en el océano. El ámbito natural de esta práctica
es el universo simbólico del lenguajear, para usar el divertido neologismo de Maturana.
Los únicos hechos que maneja la psicoterapia son los comunicacionales (por lo tanto
siempre vinculares), ocupándose de aquello que los sucesos nos quieren decir. No nos
referimos solamente a la palabra hablada, sino también, al gesto, al síntoma orgánico, a
la plástica corporal, o al acto, que cobran sentido en el contexto psicoterapéutico, en
tanto significan algo. En ese significar, el lenguaje no sólo expresa un cierto contenido.
Debiéramos decir, sólo secundariamente expresa un cierto contenido, primariamente
configura la realidad, crea mundo. Hacemos nuestra, en ese sentido, la estrofa del
poema de Stefan George: “Ninguna cosa sea donde falta la palabra” (Heidegger M.,
1990, trabajo original de 1959). Ese significar es, para la psicoterapia, principalmente
lo que llamamos un significar de segundo orden. Lo comprenderemos mejor si lo
cotejamos con la actitud médica, ya que frente al síntoma, también al médico le interesa
comprender lo que los síntomas significan.
Consideremos un paciente que presenta el síntoma cefalea. Un médico querrá saber,
cuál es la presión arterial, querrá conocer el estado de la columna cervical, la agudeza
visual y muchos otros datos similares, para poder explicar el significado del síntoma
(por ejemplo, hipertensión arterial) e intervenir sobre ello. Si un psicoterapeuta debe
tomar parte del trataamiento, intentará comprender qué significa este síntoma, qué
quiere decir en este momento de la vida de esta persona este dolor de cabeza. En el
primer caso la explicación me llevará a discernir las causas del síntoma. En el segundo
caso la comprensión me dirige hacia los motivos de ese síntoma. Ahora bien, cuando me
posiciono como psicoterapeuta, esos motivos me son transmitidos por el síntoma como
una expresión lingüística, que de un primer sentido: “me duele la cabeza porque me ha
subido la presión arterial” remite a un segundo sentido al que hay que acceder tras el
trabajo de indagación psicoterapéutica, pongamos por caso: “estoy lleno de rabia e
impotencia tras la discusión con mi jefe”. En un muy complejo entramado, junto a las
causas médicamente discernibles, el enojo es motivo de la hipertensión arterial, así
como ésta es su forma de expresión. Ahora bien, las explicaciones causales se
encadenan según pasos lógicos discernibles, en una concatenación que muestra, la
mayor parte de las veces, un grado aceptable de predictibilidad. Por ejemplo, si veo
humo, sabré es una señal de fuego, que es su causa y que estará en algún lugar, aunque
todavía no lo vea. Del mismo modo, la cefalea es señal de la hipertensión arterial que es
su causa. En cambio los motivos se encadenan según pasos lógicos propios, que no son
discernibles por cadenas causales objetivas, sino que son derivados de
condicionamientos subjetivos. Por ejemplo, casi siempre la frustración es motivo de
enojo, pero podría suceder que a alguien la frustración lo llevara a tristeza o depresión.
La lógica allí es propia. La hipertensión arterial es, en nuestro ejemplo, en el contexto
psicoterapéutico, un hecho de lenguaje, el paciente comunica (y se comunica a sí
mismo) algo acerca de su acontecer íntimo, a través del síntoma. Visto así la cefalea es
un símbolo de la rabia e impotencia, así como su forma de expresión Se desprende,
claro, que será un propósito psicoterapéutico lograr una expresión más “sana” del enojo.
Seguimos a Paul Ricoeur al afirmar que estas expresiones de doble o múltiple sentido se
denominan símbolos y son, sin más, la materia prima del trabajo psicoterapéutico en el
lenguaje. El trabajo específico necesario para comprender el significado de las
expresiones lingüísticas de doble o múltiple sentido, los símbolos, se denomina
interpretación, y la ciencia que de antaño se ocupa de las reglas de la interpretación se
llama hermenéutica.

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Sabemos que la hermenéutica es la antigua ciencia que dicta las reglas a través de las
cuales se hace posible la interpretación, y así la comprensión, del significado de los
textos sagrados. Tal como desarrollamos en la clase sobre Ricoeur, además de este
sentido, tradicional de la hermenéutica, como camino hacia la revelación de lo sagrado,
el genio de Freud ha instaurado su lugar como el del ejercicio de la sospecha. Esto es,
la interpretación psicoanalítica inaugura un interpretar que no lo es de un sentido que se
revela en la medida en que nuestro entendimiento se haga merecedor de tal
acontecimiento, sino de un sentido deformado por un afán distorsionador previo a su
acceso a la conciencia. Es esa intención deformante la que actúa sobre un contenido
psíquico inaceptable hasta transformarlo en otro, símbolo de aquel primero, del que es
necesario sospechar para descubrir la verdad latente. Sostenemos que la actitud
hermenéutica es consustancial a toda psicoterapia. Sin embargo, la hermenéutica como
ejercicio excluyente de la sospecha es patrimonio propio del psicoanálisis. Es esta una
distinción particular que exige ciertas precisiones. Recurrimos a la siguiente cita de
Heidegger:

“La expresión hermenéutico se aproxima al nombre del dios Hermes. Hermes es


el mensajero divino. Trae mensaje del destino, es aquel hacer presente que lleva
al conocimiento en la medida en que es capaz de prestar oído a un mensaje. Un
hacer presente semejante deviene exposición de lo que ya ha sido dicho por los
poetas, quienes, según la frase de Sócrates en el diálogo Ion de Platón:
Mensajeros son de los dioses” (Heidegger M., 1990, trabajo original de 1959)

Heidegger sostiene aquí que la hermenéutica trae un mensaje. ¿De dónde lo trae? En
tanto mensajero de los dioses, Hermes aporta un conocimiento que proviene de un más
allá de lo humano. En tanto modestos psicoterapeutas, con las herramientas a nuestro
alcance, sólo podemos entrever que ese “más que humano” remite a un fondo fértil tras
las fronteras inmediatas de la conciencia. Algunos psicoterapeutas, como Jung,
mantuvieron respecto de las construcciones simbólicas de sus pacientes, una actitud
principalmente ligada a la revelación de un sentido que esos símbolos podían aportar a
la cura, más que a trabajarlos como impostores, encubridores de un sentido disimulado.
El método jungiano se aproxima más a la fenomenología de la religión que al
psicoanálisis. Sus constructos teóricos, tales como Inconciente Colectivo y Arquetipos,
han mostrado una natural apertura hacia la temática espiritual, no sólo desatendida sino
menospreciada por el freudismo. Las Psicologías que se llamaron Humanísticas,
fundadas por Abraham Maslow, también se orientaron nítidamente en ese sentido,
llevadas por su interés en comprender psicológicamente las posibilidades de desarrollo
del potencial humano. Se produce aquí una brecha, que se irá ampliando en el tiempo, a
partir de estas dos maneras de tratar el material simbólico que aparece en un proceso
psicoterapéutico. Por un lado la interpretación como ejercicio de la sospecha (Freud y
otras líneas del psicoanálisis). Por otro, la posibilidad de que la interpretación simbólica
lleve, además, a la revelación de un sentido más vasto, enriquecedor por su propio
contenido, más allá de señalar la presencia de un conflicto psicológico, y que sea
conducente a la cura (Jung y las psicoterapias llamadas Humanísticas). De todas formas,
debe quedar claro que son dos formas diferentes de vérselas con los símbolos, aunque
para ambas posiciones, el trabajo con el material simbólico forma parte de la esencia de
la práctica (este punto será ampliado en la ficha La psicoterapia en el cambio de
paradigma).
Surge aquí un punto polémico. Algunas líneas de psicoterapia, como el psicoanálisis, se
asientan claramente sobre el trabajo de la interpretación. Otras se distinguen llamándose

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a sí mismas “no interpretativas”, como suele autodefinirse, a veces, la psicoterapia
gestáltica. Nosotros sostenemos aquí una acepción amplia del término interpretar, en
tanto se trata del proceso de comprensión de las expresiones de doble o múltiple sentido
(símbolos), lo que denominábamos más arriba una significación de segundo orden.
Creemos que la interpretación, considerada en este sentido amplio, es una característica
inherente a toda psicoterapia, aún de aquellas que se autodenominan, según nuestro
criterio erróneamente, “no interpretativas”, ya que toda psicoterapia, para ser tal, se
apoya en lo que los sucesos (palabras, gestos, actitudes corporales, síntomas) significan,
quieren decir. Proponemos, entonces, la existencia de un espectro interpretativo, capaz
de abarcar:
 La interpretación clásica freudiana, a cargo del analista.
 La interpretación que adopta la forma de hipótesis de trabajo, cuyo
contenido se discute y elabora junto con el paciente.
 La interpretación cuyo peso recae sobre el paciente, no sobre el
terapeuta, bajo la forma del awareness, darse cuenta o insight.
 La interpretación que toma la forma de construcción de metáforas.
 La interpretación que se despliega como construcción de narrativas o
procesos de resignificación.
Desde este último punto de vista es necesario señalar algunas elaboraciones recientes
dentro de la psicoterapia gestáltica, como las de Margherita Spagnuolo- Loebb que se
ubican explícitamente en el campo hermenéutico. La autora italiana abreva en los
trabajos de Hans George Gadamer, discípulo de Heidegger y maestro de Ricoeur, sobre
hermenéutica y narrativa personal (Spagnuolo-Loebb M., 2002).
Llegamos así a la siguiente característica:

 La psicoterapia es una práctica que se desarrolla en el lenguaje,


particularmente a través de la interpretación simbólica.

3. La cuestión de las relaciones entre lo conciente y lo inconciente


El mundo Moderno nace junto con, y gracias a, la decisión cartesiana de poner a la
conciencia de sí, esto es, a la auto-percepción del yo, en el lugar de la suma e
indubitable evidencia de la existencia. La primacía del sujeto determina la verdad
moderna, según la cual sentido y conciencia son idénticos Casi cuatrocientos años
después Freud desplaza la conciencia del centro del sentido: descubre el Inconciente, a
partir de lo cual inventa el psicoanálisis. Este cuasi-eslogan hace justicia a dos hechos
históricos que han tenido lugar. El primero de ellos es el acontecimiento que produce
Freud al presentar y formalizar, para el pensamiento científico, por vez primera, los
mecanismos y los modos a través de los cuales es procesado el material psíquico, más
allá de la intencionalidad conciente. El segundo es el diseño de un instrumento capaz de
explorar aquello que ha descubierto. Ambos hechos están indisolublemente co-
implicados, ya que “el inconciente freudiano” es aquello que se descubre a partir de la
aplicación de la técnica psicoanalítica. Una vez más, el color del cristal determina la
calidad de lo que se mira.
A partir de estos acontecimientos, toda psicoterapia, para posicionarse como tal, ha
debido pronunciarse sobre la cuestión de las relaciones asumidas entre Conciencia e
Inconciente. Las posturas han sido variadas, así como las terminologías empleadas, y las
consecuencias técnicas emergentes de ellas. Ya se trate de la supremacía de un
Inconciente Colectivo por sobre el individual (Jung), de su pertenencia al cuerpo
(Reich), de su estructuración al modo de un lenguaje (Lacan), de su identificación con

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un fondo estructurado y multipotencial del cual emergen las figuras de la conciencia
(Perls), de su asimilación a una “caja negra” (Bateson), la noción de psiquismo
inconciente es el gran descubrimiento fundacional sin el cual no es posible concebir el
trabajo psicoterapéutico. Postularemos así, entonces, la siguiente característica:

 Toda psicoterapia tematiza las relaciones existentes entre el


procesamiento conciente e inconciente del material psíquico, y resuelve
técnicamente las maneras de afrontarlo.

La cuestión del vínculo terapéutico

“Se necesitan dos para conocer a uno”


Gregory Bateson

La psicoterapia, desde sus orígenes, diferenciándose radicalmente del modelo médico,


ha colocado en el centro de su tarea el prestar una muy detallada atención al vínculo que
se forma entre paciente y terapeuta. De esta manera, a lo largo de la historia de las ideas
que fueron asentando esta práctica, se ha reflexionado largamente sobre los aspectos
relacionales implicados en fenómenos tales como la sugestión, la persuasión, la alianza,
y el valor de la relación en situaciones particulares como la hipnosis, los contextos de
aprendizaje, o el discipulado.
Mucho más que tomar la calidad del vínculo como un “factor a tener en cuenta”, al
estilo de la relación médico-paciente, este ha adquirido, para la psicoterapia, naturaleza
de materia prima del trabajo terapéutico, y ha marcado en ella improntas técnicas.
Las nociones de transferencia y contratransferencia, han sido, en ese sentido, no sólo
un hallazgo de la práctica, sino un instrumento al servicio de la técnica. Un elemento
capital en ese sentido, es percibir hasta que punto queda involucrada entonces la propia
subjetividad del terapeuta. En la relación se juegan, y muestran eficacia positiva o
negativa, elementos inconcientes del terapeuta: sus asuntos pendientes, su deseo, y su
capacidad de orientarse mediante la resonancia “de inconciente a inconciente”. Surge de
aquí la indicación inexcusable de que la psicoterapia personal del terapeuta se
constituya en parte vital de la formación profesional, así como la supervisión de casos,
sea una especie de segunda versión de “la terapia del terapeuta”.
Podemos arribar así a una nueva característica:

 Toda psicoterapia reconoce que se activan en ambos protagonistas del


vínculo terapeuta / paciente elementos inconcientes inherentes al
proceso de la cura, y busca la forma de instrumentarlos técnicamente.

5. Acerca de la reiteración
Una característica básica de todos los abordajes psicoterapéuticos es el lugar
ocupado por las diferentes formas en que opera la noción de reiteración. La primera

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y obvia reiteración está relacionada con el contrato serial que requiere el
tratamiento, en el cual se pautan intervalos regulares de encuentros denominados
ritualmente sesiones. En este nivel básico, nos hallamos con uno de los
componentes de lo que conocemos como encuadre (ver ficha correspondiente a
Formato y Encuadre en Psicoterapia). Si bien nos movemos en un espacio formal,
que podríamos denominar pre-terapéutico, no debemos olvidar que estas primeras
aproximaciones tienen contactos muy fundamentados con la esencia del proceso, y
hacen a las condiciones contextuales que transmiten, desde un registro no verbal,
importantes contenidos. Más allá de este aspecto formal, la reiteración posee
carácter propiamente terapéutico, dado que en una situación interactiva, las
reiteraciones promueven momentos de feed back, así como bucles recursivos.
Enrico Jones, en el desarrollo de su noción de interacción terapéutica como un
componente central del cambio psicológico en psicoterapia afirma que:

Nuevas contribuciones provenientes de desarrollos teóricos y de


investigaciones que han establecido las bases de modelos de acción
terapéutica, sostienen los roles complementarios de la interpretación
y la interacción. Una manera de conceptualizar el proceso de cambio
es comprender cómo los específicos y repetitivos patrones de
interacción entre terapeuta y paciente pueden contribuir a incrementar
en el paciente la capacidad de reflexión y autocomprensión {…} Nuestras
investigaciones sobre procesos analíticos y terapéuticos han demostrado la
presencia de patrones (estructuras) repetitivas de interacción a lo largo
de las sesiones {…} Se trata de patrones de transformación lenta que
reflejan la estructura psicológica (carácter y defensas) tanto del paciente
como del terapeuta. (Jones, E., 2000, pág. 16-17; la traducción es nuestra)

Lacan, en su Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, coloca a


la repetición, junto al inconciente, la transferencia y la pulsión, en un lugar de
fundamento de la práctica psicoanalítica. Para el psicoanalista francés, la repetición es
una presentificación en acto, que trae a la escena terapéutica aspectos ligados por un
lado a la resistencia, y por otro, a lo que denomina dentro de su sistema un encuentro
con lo real. Esto es, la irrupción en el análisis de materiales inexplicables, inesperados,
aleatorios, aparentemente contingentes, algunas veces llamados azar, o vinculados a
hipotéticas situaciones traumáticas (Lacan J., 2006).
Más allá de estas ideas de Lacan sobre la repetición, sostenemos, y es esta una noción
muy importante para nosotros, que el proceso terapéutico, muestra como característica
paradigmática, el de ser a la vez repetitivo, fragmentario y discontinuo. Es fragmentario
porque opera a partir de trabajar sobre aspectos significativos siempre parciales, que van
emergiendo en el transcurso de la terapia, como manifestaciones de una totalidad
hipotética, nunca alcanzada ni alcanzable. Es discontinuo porque la emergencia de
fragmentos significativos no se produce de manera permanente, ni fluida ni regular, sino
obedeciendo a un ritmo y orden tan inesperado e inescrutable como inefable.
Vemos entonces como esta particular forma de la temporalidad, la reiteración, a la que
le añadimos ahora la fragmentariedad y la discontinuidad, cumple, desde miradas
diversas de experimentados terapeutas, funciones cruciales en el proceso
psicoterapéutico, operando a niveles de gran profundidad, que permean el psiquismo de
ambos miembros del encuentro terapéutico.

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 Todo encuadre terapéutico utiliza la reiteración, vicisitud psíquica
buscada y también hallada sin buscarla, como un elemento crucial del
proceso psicoterapéutico.

Estamos en condiciones, ahora, de reunir las cinco características desarrolladas, en un


texto unificado que intenta brindar una aproximación didáctica a lo que podríamos
considerar un grado cero de la psicoterapia:

 La psicoterapia es una práctica social, orientada hacia propósitos


curativos que supone siempre alguna intención de cambio psicológico
sustentado en el conocimiento de sí. Se desarrolla en el lenguaje,
particularmente a través de la interpretación simbólica. Tematiza las
relaciones existentes entre el psiquismo conciente y el inconciente,
resolviendo técnicamente las maneras de afrontarlas. Asimismo,
reconoce que se activan en ambos protagonistas del vínculo paciente /
terapeuta elementos inconcientes inherentes al proceso de la cura, con
especial mención al fenómeno de la reiteración, buscando la forma de
instrumentarlos técnicamente.

Hay numerosas clasificaciones de las escuelas de psicoterapia, así como maneras de


contabilizarlas. Se considera que existen, hoy en día, entre 250 y 400 enfoques
terapéuticos distintos, según el autor que consideremos. Acotando las diferencias y
agrupando orientaciones similares se llega, con aceptable consenso, a un número de
algo más de 20. Si reagrupamos nuevamente a partir de estos últimos guarismos, nos
encontramos con 5 ó 6 grandes troncos de los que se desprenden las numerosas ramas.
Consideraremos provisionalmente la siguiente agrupación:
a) Orientación psicoanalítica: 1.- Psicoterapia psicoanalítica:
Freud, Klein, Lacan, pueden ser considerados representantes
“insignia”; 2.- Psicoterapias psicodinámicas: Jung, Adler,
Kohut, Kernberg, entre otros.
b) Orientación humanística: 3.- Psicoterapias existenciales; 4.-
Psicoterapia centrada en la persona; 5.- Psicoterapias
experienciales: Gestalt y EFT (Emotion Focused Therapy).
c) Orientación cognitiva y/o conductual: 6.- Psicoterapias de
exposición; 7.- Psicoterapias comportamentales; 8.-
Psicoterapias cognitivas y cognitivo/conductuales.
d) Orientación interpersonal: 9.- Análisis transaccional
e) Orientación sistémica: 10.- Psicoterapia sistémica
f) Orientación de la llamada tercera generación: 11.- Terapia
Dialéctica Conductual (DBT); 12.- Terapia Analítico Funcional
(PAF); 13.- Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT); 14.-
Mindfulness
g) Orientaciones de agrupación incierta: 15.- Psicoterapias
constructivistas; 16.- Psicoterapias de género; 17.-
Psicoterapias multiculturales; 18.- Hipnosis terapéutica; 19.-
Psicología positiva; 20.- Psicoterapias integrativas-eclécticas;
21.- Psicoterapias de abordaje corporal: Vegetoterapia,

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Bioenergética, Biosíntesis, Focusing; 22.- Programación
Neurolingüistica.

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