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conjunto, sin ser capaces de (alcanzar) una parte (de ell.

i)
pone de manifiesto la dificultad de la misma. Y posiblemente,
puesto que la dificultad es de dos tipos 2, la causa de ésta im
está en las cosas, sino en nosotros mismos. En efecto, comí»
io los ojos del murciélago respecto de la luz del día, así se com
porta el entendimiento de nuestra alma respecto de las cosas
que, por naturaleza, son las más evidentes de todas.
LIBRO SEGUNDO (a)
Por otra parte, es justo estar agradecidos no solamente ,i
aquellos cuyas opiniones uno está dispuesto a compartir,
también a aquellos que han hablado más superficialmente.
tos también, desde luego, contribuyeron en algo, puesto
ejercitaron nuestra capacidad intelectual. En efecto, si no hu
15 biera existido Timoteo, careceríamos de muchas melodías. Y
C a p ít u l o p r im e r o
no hubiera existido Frinis, Timoteo no habría surgido. Y del
(LA FILOSOFÍA COMO CIENCIA DE LA V ERDA D)' mismo modo ocurre con los que han hablado acerca de la
dad: de unos hemos recibido ciertas opiniones, y otros fueron
\i\ estudio acerca de la Verdad es difícil en cierto sentido, y causa de que surgieran aquéllos.
rti cierto sentido, fácil. Prueba de ello es que no es posible ni Por lo demás, es correcto que la filosofía se denomine
20 «ciencia de la Verdad». En efecto, el fin de la ciencia teorética
t|Mi‘ alguien la alcance plenamente ni que yerren todos, sino b
ψΐΓ cada uno logra decir algo acerca de la Naturaleza. Y que si es la verdad, mientras que el de la práctica es la obra. Y los
Ι γιι cada uno en particular contribuye a ella poco o nada, de prácticos, si bien tienen en cuenta cómo son las cosas, no con
1‘hIok conjuntamente resulta una cierta magnitud. Conque, si sideran lo eterno (que hay en éstas), sino aspectos relativos y
•n »s hallamos realmente al respecto como decimos con el re- referidos a la ocasión presente. Por otra parte, no conocemos l;i
liitn «¿quién no atinaría disparando a una puerta?», en este verdad si no conocemos la causa. Ahora bien, aquello en vir
ίιΙκΙο (la verdad) es fácil; pero el hecho de alcanzarla en su tud de lo cual algo se da unívocamente en otras cosas posee
ese algo en grado sumo en comparación con ellas (por ejem
25 pío: el fuego es caliente en grado sumo, pues él es la causa del
' lin este capítulo, Aristóteles I) comienza indicando en qué sentido es fá- calor en las demás cosas)3. Por consiguiente, verdadera es, en
*II y rn qué sentido es difícil el conocimiento de la Verdad (993a30-bl8). A
• ’HiiifiMiición, II) justifica brevemente y coordina las tesis siguientes: a) puesto
■|Mk lu filosofía es ciencia teórica, es correcto denominarla «ciencia de la Ver-
Es decir, la dificultad puede depender, bien de la cosa que se trata de co
(W 3M 9-23); b) el conocimiento de la Verdad exige el conocimiento de
nocer, bien del que trata de conocerla.
i.m iunnM (993b23-24); c) las causas son más verdaderas que los efectos y,
Si C es causa de que la propiedad P se dé en un conjunto de cosas, y si P
| mm imito, la Verdad suprema pertenece a las causas y principios supremos
se da unívocamente en éstas y en C. entonces P se da en C en grado sumo
<WHW4-:U).
|M<wU> sumo, la causa de que sean verdaderas las cosas poste- ceso tenga término alguno). Igualmente, tampoco es posible un
ihtirs (a ella). Y de ahí que, necesariamente, son eternamente proceso infinito en el caso de aquello para lo cua lr>: el
V»· laderos en grado sumo los principios de las cosas que eter- es para estar sano, esto para ser feliz, la felicidad para otm
iMtnrnle son. (En efecto, (tales principios) no son verdaderos a cosa. lo mismo ocurre en el caso de la esencia 7. es
ni hay causa alguna de su ser; más bien, ellos (son causa w cuando hay términos intermedios de los que hay un último y
»!H ser) de las demás cosas.) Por consiguiente, cada cosa posee un primero, necesariamente el primero es la causa de los ψκ
iu mio de verdad cuanto posee de ser. vienen detrás de él. En efecto, si tuviéramos que decir cuál de
los tres términos es causa, diríamos que el primero y no, desdi'
luego, que el último, puesto que el último no es causa de mu
15 guno. tampoco diríamos que el intermedio, pues es
C a p ítu lo seg u n d o
de uno solamente (y nada importa si son uno o más de uno, m
(LAS CAUSAS NO SON INFINITAS finitos o limitados). En este tipo de infinitos11, y en el infmiiu
en general, son igualmente intermedias todas las partes hasta c\
l\s evidente que hay algún principio, y que las causas de las 994a término presente. Por tanto, si no hay ninguno primero, no lia
*mhus que son no pueden ser infinitas ni en serie ni en cuanto a brá en el total cosa alguna en absoluto.
mi * r^pccies. Pero tampoco es posible un proceso infinito hacia abajo,
l;.n efecto, no es posible, en cuanto a la materia, que esto 20 suponiendo que por arriba tienen principio, de modo que del
η»venga de esto, y así al infinito (por ejemplo, la carne pro- fuego proviniera el agua, de ésta la tierra, y así siempre se ge
virnr de la tierra, la tierra del aire, el aire del fuego, y así sin nerara algún otro género. De dos maneras, en efecto, una cosa
l’iM'Ut). ni tampoco en cuanto a aquello de donde proviene el 5 «viene d e » 9 otra, excluyendo cuando (la expresión ‘venir de )
mit a* del movimiento5 (por ejemplo, el hombre es movido por se dice en el sentido de «esto sucede después de esto», poi
♦I um \ éste por el sol, el sol por la Discordia, sin que este pro- ejemplo, de los juegos ístmicos se viene a los olímpicos, sino
como el adulto viene del niño al desarrollarse, o bien, como el
aire viene del agua. Decimos, ciertamente, que el adulto pro
Nii MNiiHo (I47, 18-20) señala pertinentemente que la propiedad ha de darse
<hm * uniente también en la causa.
’ Se trata, en este capítulo, de mostrar que las causas no son infinitas, ya «Aquello para lo cual»: hoü héneka. Cf. supra. I 3, 983a31, n. 15
(in *; ni dentro de cada especie de causa pueden darse series causales infini- «La esencia»: to ti en einai. Sobre esta fórmula, cf. supra, I 3, 983u27
m , Im m tampoco hay infinitas especies o tipos de causas. La primera y mayor n. 13.
l’rtil<» itol capítulo I) se dedica a la imposibilidad de series infinitas dentro de * «En este tipo de infinitos»: según A l e j a n d r o (151, 26), Aristóteles se ir
*«da cupccie de causa (994al-b27). Solamente las últimas líneas II) se refieren fiere al infinito en acto; según Ross (1, 216-17), a las series discretas intiui
• *t<ll< lilimente a imposibilidad de que haya infinitas especies o tipos de tas; según R e a l e (I. 226, n. ). que en ello sigue a C o l l e (II, 182), a las senr··
, l W 4b27-3I). causales infinitas hacia arriba de que Aristóteles viene hablando.
’ «Aquello de donde proviene el inicio del movimiento»: hóthen he arché g Sobre la expresión ék tinos (ser, proceder o venir de algo, a partir de
·/♦ itnfoeós. Sobre esta fórmula, cf. supra, I 3, 983a30. n. 14. algo), cf. infra, V 24.

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