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El agua es un elemento
esencial de la naturaleza; a partir
del agua el hombre sacia una
necesidad vital; con el agua Dios
recibe a una persona para que sea
su hijo dentro un pueblo que es la
Iglesia.
Con esta reflexión intento encontrar una punta, una línea que nos ayude a
seguir caminando, avanzando y construyendo. Cada persona hereda una historia
familiar y social, marcada con acontecimientos alegres y tristes, buenos y malos,
agradables y desalentadores.
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También el agua hizo descubrir las miserias humanas: no faltó el egoísta
que sólo acapara para sí, el orgulloso que niega una ayuda y el soberbio que mira
para otro lado.
Los que estuvieron cerca de Mons. Romero, dicen que sobre dos pilares él
apoyaba su esperanza: el conocimiento del pueblo, al que le atribuía una
capacidad inagotable para encontrar salidas a las dificultades más graves y su
persuasión de que Dios es un Dios de vida y no de muerte. A esta esperanza los
invito a confiar, encontrando en un pasaje del evangelio la oportunidad de
dejarnos invadir por esta esperanza que “hace huellas en el agua”. En el evangelio
de Mateo 14,22-33 se relata el miedo de los apóstoles que, en medio de una
tormenta donde la barca parece hundirse, ven caminando a alguien sobre el mar
y que los invita a caminar con él en el agua. Esa mano extendida de Jesús a Pedro
que se hunde por miedo, es la mano de tantos que se acercaron a Santa Fe para
dar “una mano” y hacer huellas de esperanza, en medio del agua que inundó los
hogares.
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Juan Pablo con su grupo de scouts de Rosario lleguen a Santa Fe con un camión
lleno de elementos de limpieza.
A Córdoba siempre se la mira como una opción para las vacaciones por
lo hermoso del paisaje y las sierras. Ahora sé que en Villa María está el Padre
Ariel que con un grupo de jóvenes misioneros, se acercaron a nuestros barrios y
caminaron sus calles dando una mano para limpiar la casa y ofreciendo la alegría
del canto y la oración para renovar la esperanza.
Poco se habla de Río Cuarto, por eso es bueno contar que allí vive
Eduardo, gran empresario que movilizó a varias escuelas cordobesas para que
ayuden a Santa Fe. También están los médicos de la Esperanza que, viajando
todo una noche no midieron sus fuerzas por vacunar, atender y asistir a muchos
personas durante todo un día, y cuando regresaron, mandaron a Roxana con su
marido y su hermano Víctor, que son enfermeros, para asistir a los más
necesitados durante varias semanas.
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ellos son el padre Luis, Jorge y Lucas que, dejando la tranquilidad del seminario
de San Isidro, llegaron a Santa Fe para contagiar de alegría a chicos y grandes.
P. Marcelo Blanche
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