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El mal afecta la inteligencia obnubilándola, podemos confundir la voz de Dios con la del
Enemigo, y la voluntad debilitándola, podemos no tener la fortaleza necesaria para
resistir o para ejecutar, según. Por eso es tan importante cultivar las virtudes, para
fortalecer la voluntad.
El Enemigo jamás se presenta revelando su verdadera identidad, sus propuestas siempre
son bajo apariencia de bien, porque sabe que el hombre está herido pero NO es malo y
que con una propuesta malvada, sería rechazado de una.
El cristiano tiene que saber discernir, es decir, debe conocer la voz del buen espíritu o
Espíritu Santo, Espíritu de Dios, de los espíritus malos que pueden ser:
Carnales: deseos, ansias desmedidas, pasiones, rencores, ira, lujuria.
Diabólicos: deseamos el mal a otros o somos instrumentos del enemigo para que
otros caigan.
San Pablo en 1 Tes. 5,21 nos dice: “Examínenlo todo y quédense con lo bueno”
San Ignacio de Loyola, maestro del discernimiento espiritual identifica el obrar del
enemigo con estos tres ejemplos:
1. Como mujer mala: que agrede a su marido, si éste se “achica” ella se agranda,
pero si el la enfrenta, ella se achica. (Época machista la de Ignacio). Aquí vale
reconocer que si le tememos el gana, hay que enfrentarlo para que
desaparezca, pero ese enfrentamiento no tiene que ser dialogando con él o
con nuestras propias fuerzas, hay que pedir auxilio a Jesús o a María, dicen que
a quien más teme es a María, porque ella también es una criatura y es tanto
más poderosa que él, hay que ponerse a rezar un Avemaría o alguna jaculatoria
a Jesús o a la Virgen.
2. Como amante vano: es como un mal hombre que seduce a la esposa o a la hija
de un amigo, le dice que no diga nada, que guarde el secreto, que no lo
exponga ni lo confiese a nadie. Cuando el sentimiento que poseemos proviene
del Enemigo, no queremos decírselo a nadie, no nos atrevemos a
“blanquearlo”, nos avergüenza o nos atemoriza, y cuando logramos decírselo a
alguna persona de confianza, desaparece automáticamente la tentación.
3. Como un buen caudillo: que antes de atacar un castillo, lo rodea e investiga
cuál es su muralla más débil, para acometer el ataque por ese lado. Es bueno
para descubrir cuáles son nuestras “flaquezas”, sabiendo que es por ese lado
por donde seremos “atacados”. Cuando descubramos ese flanco débil es
bueno trabajar la virtud que corresponda para “reforzar”.