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2/5/22, 10:52 Temas de lingüística

Temas de lingüística

4. EL SIGNO LINGÜÍSTICO

§43. El signo lingüístico. El signo lingüístico es una entidad psíquica que contiene dos elementos, el significante (la imagen acústica) y el
significado (el concepto). En este aspecto, Saussure hace una precisión: «Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre,
sino un concepto y una imagen acústica».[1]

Saussure define la imagen acústica de este modo:

La imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que de ese sonido nos da
el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla material es solamente en ese sentido.[2]

Una manera de percibir la imagen acústica es leer mentalmente. Esas palabras que «suenan» en nuestra mente son las imágenes
acústicas que pueden hacerse sonidos en el momento que lo deseemos (si no somos mudos).[3]

Entonces bien, estas imágenes acústicas son indesligables de los conceptos.

Conceptos como 'casa', 'blanco', 'ver', etc., considerados en sí mismos pertenecen a la sicología; solo se hacen entidades lingüísticas
por asociación con imágenes acústicas (...) se podría pensar en un compuesto químico, el agua, por ejemplo: es una combinación de
hidrógeno y oxígeno; tomado aparte, ninguno de estos dos elementos tiene las propiedades del agua.[4]

Por lo tanto, cuando hablemos de signo lingüístico estamos obligados a pensar en él como un todo y no como una yuxtaposición de
partes aisladas.

§44. Caracteres del signo lingüístico. En primer lugar, el signo lingüístico es arbitrario. Esto quiere decir que es inmotivado, que entre el
significante y el significado no media ninguna relación natural. «La idea de sur no está ligada por relación alguna interior con la
secuencia de sonidos [s-u-r] que le sirve de significante; podría estar representada tan perfectamente por cualquier otra secuencia de
sonidos».[5]

Esto no quiere decir que el signo lingüístico queda librado a la buena voluntad del hablante, sino que depende de la
convención o el acuerdo tácito o el hábito colectivo que es el que fija la relación inmotivada. Dicho de una manera más simple, las
palabras de una lengua son así porque sí, pero no las crea el individuo sino la sociedad y su tradición.

Cuando aprendemos otro idioma no es necesario traducirlo a nuestros patrones o a nuestro sistema del castellano, porque cada
lengua se ordena a su libre arbitrio. En castellano se puede decir: ¿Cuántos hermanos tienes? y en la pregunta indagamos por los
hermanos hombres y por las mujeres. En inglés, tenemos que hacer dos preguntas, una para preguntar por los hermanos: How many
brothers do you have? y otra para preguntar por las hermanas: How many sisters do you have? Además, en el plano de la convención
escrita, en castellano graficamos la pregunta con dos signos de interrogación, en inglés solo con uno al final. ¿Por qué es así? No hay
explicación, las lenguas son arbitrarias.

En castellano podemos decir traiga, pero no hayga. ¿Por qué está mal decir hayga? Hubo un tácito acuerdo en la sociedad,
antes de que naciéramos, para que ello fuera así; lo cual quedó establecido por la convención o el hábito colectivo; y no está
obligada la lengua a dar más explicaciones del caso, por el principio de la arbitrariedad del signo lingüístico. Además, las lenguas se
aprenden, no se discuten. Esto vale para todo, la ortografía de la palabra obliga a escribir hincar con h, y no hay explicación de por
qué sea así (aparte de la etimológica, irrelevante para el escribiente común), pues el signo es arbitrario y no nos queda más remedio
que respetar esa convención creada por la sociedad.

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En segundo lugar, el significante por ser de naturaleza auditiva se desenvuelve en el tiempo; tiene un carácter lineal: es una
sucesión encadenada de fonemas, una línea. Sus elementos fónicos se presentan uno después de otro, nunca dos o más de modo
simultáneo. Y, justamente, su valor depende de la presencia de los otros signos que forman la cadena.

Esto se comprende mejor si observamos a una persona que habla. Todo lo dice de corrido, sin dejar espacios entre palabra y
palabra y así lo entendemos todo encadenado, perfectamente. En cambio, al escribir no hay carácter lineal, puesto que cada palabra
está separada de la otra por un espacio en blanco. Obsérvese que cuando los niños comienzan a escribir tienden a escribir todo junto,
porque así perciben auditivamente el significante.

Este carácter se nota también cuando aprendemos absurdamente vocabularios inmensos de palabras aisladas de otro idioma.
Al momento de escuchar hablar a un inglés o norteamericano o alemán o francés no entendemos nada, porque todo lo dice de
corrido. Los signos solo tienen sentido en la cadena hablada. Lo mejor, en este caso, es aprender diálogos enteros. En la antigüedad se
les dictaba palabras aisladas (el famoso percentil de ortografía, de per cento = por cien) a los alumnos; pero, luego, cuando se les
hacía el dictado de conjuntos orales fracasaban ignominiosamente. Entonces, ahora, se les hace practicar la ortografía dictándoles
fragmentos amplios, tal como si se le estuviera dictando una carta a una secretaria.

En tercer lugar, el signo lingüístico es inmutable. Dice Saussure: «De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la
lengua de otro modo que como un producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que tomar tal cual es».[6] Esto
quiere decir que nosotros aprendemos la lengua y no podemos estarla cambiando a nuestro libre antojo. La lengua es un sistema
demasiado complejo para que pueda ser modificado en el transcurso de la vida de un ser humano o de su grupo. Por ello, es inmutable
en un mismo tiempo y espacio. Aquí en Lima se dice: ¿Cómo están ustedes? y en Madrid, ¿Y vosotros, cómo estáis? Ni los españoles
pueden decirnos que hablemos como ellos ni nosotros les podemos hacer entender el 'ustedes' y la tercera persona del verbo en lugar
de la segunda. Además, los actuales hablantes no tenemos la culpa de que en el Perú se use el verbo en tercera persona para
preguntarle a la segunda persona (la que escucha). Los cambios los hicieron otros que ya descansan en paz. Tampoco los limeños
podemos dedicarnos a cambiar nuestro castellano. Podemos cambiarnos de nivel de lengua, como si aprendiéramos otro idioma; pero
no podemos cambiar el sistema de lengua que usamos. Eso de los niveles lo veremos más adelante. Por ahora, nos vale remarcar que,
por la inmutabilidad, no tenemos acción ni como individuos ni como grupo para variar el sistema de la lengua.

En todo caso, los cambios que se pueden dar por acción de una persona o un grupo de hablantes son mínimos y se
circunscriben a una palabra o a algunas frases, que no varían en nada el sistema de la lengua. Es más, cuando hay variaciones en una
sola palabra, provocados por un individuo o grupo pequeño, el cuerpo mayor de la propia sociedad se resiste al cambio. Nótese, por
ejemplo, la resistencia al cambio en los nuevos nombres de las monedas, los cuales demandan un tiempo más o menos largo de
asimilación en el sistema. La gente se equivoca: la actual moneda del Perú se llama nuevo sol, pero todos le dicen, simplemente, sol; en
memoria de otra anterior que se llamaba así. Se nota también la inmutabilidad en los cambios de nombre de los lugares públicos; a la
Av. Inca Garcilaso de la Vega el pueblo hablante limeño la sigue llamando Av. Wilson; Lurigancho sigue siendo el penal más reputado
de la ciudad, aunque lo llamen Centro de Rehabilitación de no sé cuánto, etc.

La lengua solo puede cambiar con el paso del tiempo y dependiendo del lugar. Es decir, la lengua es mutable a condición de
que pase un período prolongado que puede ser de unos años y hasta de varios siglos. La mutabilidad del signo lingüístico supone un
ejercicio inconsciente de esa arbitrariedad convencional, como la llama Saussure, que permite que las lenguas evolucionen. No
ocurren estos cambios, tampoco, de modo parejo en todo el sistema de la lengua, sino que varían de acuerdo con el lugar. Además,
en ningún caso afectan a todo el sistema, sino que son cambios que se notan más en el habla de todos los días, en el empleo familiar
de la lengua. Las paltas en Lima se llaman paltas, en México aguacates; los pavos, guajolotes; en Lima se llaman plátanos a lo que en
Iquitos se llama inguiri. Aquí decimos: Ha venido mi prima; en Pucallpa, Ha venido de mi tía su hija, etc. Es suma, el signo lingüístico
puede variar, es decir, es mutable; pero ya sabemos bajo qué condiciones: debe cambiar el tiempo o el lugar.

Todos estos caracteres del signo lingüístico —la arbitrariedad, la convencionalidad, la mutabilidad, la inmutabilidad, el carácter
lineal del significante— actúan concomitantemente, es decir, en conjunto. No hay que perder de vista este hecho.

[1] Saussure, óp. cit., p. 128.

[2] Saussure, ibíd.

[3] Saussure, óp. cit., p. 128.

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[4] Saussure, óp. cit., pp. 178 y 179.

[5] Saussure, óp. cit., p. 130.

[6] Saussure, óp. cit., p. 136.

https://campusvirtual.aulavirtualusmp.pe/mdlfd37/mod/book/tool/print/index.php?id=138997&chapterid=199 3/3

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