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Summary
Draco desarrolla esta tendencia a escribir sus observaciones, mientras todo transcurre.
Género: Romance/Hurt/confort.
Extensión: 3 capítulos.
Notes
Antes de leer, tienes que haber terminado "Tesoro" y "Para romper una maldición"
Este capítulo transcurre dentro de la línea de tiempo de "Tesoro", cerca del final del
capítulo cuatro.
Primera etapa
Primera etapa:
Dolor.
(Y otras cosas que Harry es capaz de mejorar sin darse cuenta)
Diciembre, 2008"
"A enero de 2009, primeras conclusiones sacadas por Draco Lucius Malfoy:
Esto que tengo no lleva nombre. Potter y yo hemos acordado decirle Maldición, aparentemente,
hace tiempo. Él llama sujeto al otro, a esa cosa, lo que está ahí, pidiéndome salir.
Me duele.
Era asfixiante. Era una cosa horrible. La falta de aire, la quemazón en los pulmones, en la garganta,
por tanto gritar, las cicatrices que se abrían, una a una, líneas ardientes, lacerantes, lo partían
despacio, lo corroían por completo.
Sentía que la cabeza se le rompía por la mitad, atravesada por una aguja invisible. La vista se le
nublaba, se llenaba de esos puntos negros que no le dejaban comprender lo que estaba más allá de
él.
Temblaba, se sacudía. Los músculos no lo sostenían, las articulaciones cedían. Draco volvía a
gritar cuando sus propias extremidades no podían con su peso; lo hacía de nuevo cuando Harry se
acercaba, porque no lo quería ahí, no lo quería en ese momento, no quería que lo viese así y,
definitivamente, no quería su ayuda.
Cuando terminaba, estaba demasiado débil para atormentarse, demasiado débil hasta para levantar
la barbilla y fingir que allí nada pasaba. Que a él nada le pasaba.
Se quedaba tendido donde había caído cuando el efecto comenzó, temblando, con la boca inundada
del sabor metálico de la sangre que escupía, un dolor pulsante en la frente, los párpados caídos.
Respiraba por la boca, lento, cuidadoso. Cada inhalación le raspaba la garganta, cada exhalación le
hería en puntos que ni siquiera estuvo seguro que pudiesen sentirse lastimados antes de ese día.
Eres suave"
Harry intentaba no tocarlo más de lo justo cuando lo curaba, temeroso de hacer más daño o de que
le dirigiese una mirada desagradable, porque él no tenía por qué tocarlo. Pero existía un momento,
inevitable, en que tenía que llevar a cabo unos hechizos complejos y que se estuviese quieto,
sentado, y como Draco no podía aguantar su peso, se recargaba en uno de sus hombros.
"PD: No, Draco, una persona no puede oler a paz. El olor a paz no existe. ATT: Draco, intentando
ser razonable consigo mismo"
Le costó acostumbrarse. La Maldición tenía diversas formas, formas que no podía explicar, formas
que no podía controlar. Formas que Harry no podía entender.
Las aberturas y el cambio de las cicatrices, con tiempo límite, era sólo una de ellas.
Draco podía estar tranquilo, intentando comer junto a una de las ventanas, cuando lo sentía. La
presencia helada, incómoda, detrás de él. La que lo tensaba, la que lo hacía sentir que alguien
exhalaba una respiración gélida sobre su oreja y cuello.
Entonces contenía el aliento, se rodeaba con los brazos, y quisiera o no, no podía hacer más que
esperar. Esperar que no tomase el control, esperar que no se apoderase de él. Esperar que se fuese.
No siempre funcionó. Cuando era sacado de su propio cuerpo, por las malas, se sentía igual que ser
empujado. Un instante, veía la sala, y al siguiente, desorientado, estaba en un espacio dentro de su
cabeza, desgarrado, arruinado. El mundo era difuso, cambiante, las imágenes se superponían.
Y el sujeto se iba. Pero incluso cuando lo hacía, a él no le quedaban ganas de seguir con lo que
fuese que estuviese haciendo.
Harry lucía asustado cuando ocurría cerca de él. Su rostro se iluminaba al darse cuenta de que
el sujeto continuaba bajo control.
No lo dejaba dormir. Cuando cerraba los ojos, podía suceder que los recuerdos de los últimos años,
arremolinándose, interponiéndose, reordenándose, se presentaban en una secuencia interminable
que desfilaba dentro de su mente y no le permitía relajarse.
Cuando no tenía tanta suerte, estaba esa sensación de nuevo, la del cuerpo enfriándose desde
adentro, esa manera en que un débil espasmo advertía, en que sentía su piel ajena, helada. Las
voces eran la peor parte.
Sangre.
Sangre.
Sangre.
Sangresangresangresangresangresangresangresangresangresangresangresangresangre.
De todas partes y de ninguna. Cubrirse los oídos jamás funcionaría, porque estaban dentro de su
cabeza, no afuera.
Discutían mucho, discutían seguido. Draco quería lanzarle un Avada con la misma frecuencia con
que lo quería cerca, para que calmase el dolor.
Odiaba que tuviese esa expresión preocupada, odiaba que luciese tan asustado cuando algo le
pasaba. Odiaba el tono suave con que le hablaba, odiaba pensar porquéporquéporqué. Odiaba que
lo sostuviese como si creyese que se iba a romper al más mínimo contacto y odiaba lo que le
causaba que lo hiciese, porque era enloquecedor vivir con una mente que pedía sangre y muerte,
esa necesidad de arrancarle a alguien la cabeza, y a la vez, saber que si le hacía algo, si sólo lo
rozaba, sería la persona más miserable del mundo.
Así que para no lastimarlo a él, tenía que tomar todo el daño. El ardor, las punzadas, las sacudidas.
Se rompía las palmas clavándose las uñas, para retener el impulso de tomar la varita, llegó a
morderse la lengua hasta sentir la boca inundarse de sangre.
Un día, se lanzó a sí mismo una maldición punzante, cuando estaba por perder el control. Las
hileras oscuras que le brotaban desde la espalda tiraron cuadros, candelabros, rompieron muebles
que eran aventados lejos, pero el dolor lo mantuvo ahí, en esa delgada línea que separaba el
dominio de la Maldición de su cuerpo.
Draco le gritaba, lo empujaba, lo apartaba. Le cerraba las puertas en la cara, amenazaba con
maldecirlo. Pero la única vez que tuvo ganas de matarlo, que en realidad las tuvo, con ese impulso
que nacía desde algún sitio muy dentro, que se extendía quemando, corrompiendo, y no era
suyo, no fue capaz.
Intentaba negarse, intentaba explicarle que no. No podía. Sobre todo, no quería. La
Maldición insistía, insistía, insistía, porque habría sido suyosi no se hubiese metido, porque
sería suyocuando se hubiese ido.
El dolor lo regresó a la normalidad y él nunca se lo dijo a Harry. Dobby lo sanó, lo dejó como si
nada le hubiese pasado.
Nunca se le olvidaría. Pasarían años, antes de que pudiese dejar de repetir, en sus pesadillas, esa
imagen de Harry durmiendo cuando él lo asesinaba.
"Quinta conclusión:
No quiero lastimarlo."
La primera vez que cedió, todavía tenía en la nariz ese aroma a quemado de la galera de su madre.
Narcissa, lo que quedaba de ella,acababa de arder sobre la superficie del lago.
No lloró. Sólo pensó que si hubiese podido haber sido él en su lugar, lo hubiese ocupado, si
hubiese podido irse con ella, lo hubiese hecho.
Enterró el rostro en su cuello porque, para ese momento, Harry era el único lugar seguro que
existía en el mundo. No lo abrazó, no se dejó abrazar. Se quedó ahí, quieto. Harry se lo permitió.
Destruyó el cuarto que alguna vez fue de sus padres, cuando el verdadero peso de la muerte cayó
sobre él. Harry no estaba. No lo quiso ahí.
Lloró hasta que no pudo emitir un solo sonido comprensible y lo dejó hacer. Lo dejó liberarse,
romper, arruinar, acabar.
La Maldición brotó desde él, perfectamente consciente, para llevarse todo lo que encontró a su
paso. Y cuando no le salían más lágrimas, Draco se dio cuenta de que lo único intacto que quedaba
en la habitación sellada con magia, era él mismo.
"Sexta conclusión:
Puedo usarla.
Nunca volvió a tener ganas de matarlo, al menos. Lo descubrió porque una tarde que comían
juntos, Harry estaba explicándole sobre unos recuerdos que todavía tenía borrosos, y él
no podía quitarle los ojos de encima. Pero no hubo sensación fría, ni impulsos desesperados.
Sólo una ligera calma, por dentro, debatiéndose contra esa punzada permanente en un lado de la
cabeza.
Harry estaba al otro lado de la mesa, haciendo exactamente nada. Sentado, inclinado hacia
adelante, alternaba la mirada entre Draco, ocupado con un libro de pociones que solía pertenecer a
su padrino, y una de las ventanas.
Abrió y cerró la boca, sólo su expresión le dejó en claro que no le agradaba la idea de que
experimentase consigo mismo. Su respuesta, sin embargo, fue un asentimiento.
Luego discutirían cuando lo oyese gritar porque un hechizo mal articulado le quemó la sangre,
porque se mareaba y desplomaba tras beberse una prueba de poción, o porque derribaba un estante
en uno de los arranques que desplegaban los brazos oscuros desde la espalda. Pero, en ese instante,
incluso si no estaba de acuerdo, no hubo más que aceptación.
Draco diría alguna vez, años más tarde, en ese tono de broma, que usaba cuando en realidad
hablaba en serio, que necesitaba sentir que no era una locura intentarlo. Y que si él le hubiese
dicho lo mala idea que era (que los dos sabían que era, en el fondo), no se hubiese puesto a trabajar
en la búsqueda de una cura.
Harry adoptó esta mala costumbre (porque ya qué, decía, no había nada que hacer ahí), de entrar al
laboratorio cuando Draco revisaba los libros más viejos, probaba las mezclas de ingredientes y sus
resultados en los diferentes calderos que apostaba por la mesa alargada. No hablaba, si él no lo
hacía antes, y aunque era extraño que pudiese mirarlo por tanto tiempo, con esa cara asombrada,
como si nunca se hubiese dado cuenta de qué procedimientos eran llevados a cabo para crear una
poción, no lo incordiaba.
"Severus me decía siempre que el laboratorio de un mago, entregado al arte de las pociones, era
sagrado. Era suyo y únicamente suyo.
Una vez, fui yo, siendo un niño pequeño, la única persona a la que mi padrino permitía entrar. Me
sentaba ahí solamente, a verlo, a aprender, a intentar entender y amar lo mismo que él, porque
era mi padrino, y de niño, siempre pensé que tenía que amar lo mismo que otra persona, para que
esta me quisiese a mí también.
No tiene nada que ver, no sé por qué recuerdo esto ahora. Pero si fuese a cerrar mi laboratorio a
otras personas, quizás, lo dejaría abierto para él."
Lo que más odiaba eran las pesadillas. El no poder descansar, el dar vueltas en la cama, intentando
ignorar el sangresangresangresangreindetenible, el frío, la ansiedad creciente que anidaba y
buscaba extenderse desde su pecho.
El cuerpo le dolía, de un modo diferente. Cuando transcurrían las doce horas de la Maldición, le
daban ganas de arrancarse la piel a tirones para detenerlo, sólo para detenerlo.
El resto del tiempo, aunque lucía más tranquilo, la magia oscura permanecía ahí. Lo cubría, lo
impregnaba. Era una capa invisible de energía, aceitosa, pegajosa, que caía sobre Draco y nadie
más podía percibir; estaba en su piel, en sus huesos, centímetro a centímetro, ni siquiera la mejor
parte de él se salvaba de la contaminación.
Era ingenuo cuando creyó que Voldemort daba miedo. Un enemigo que viva dentro de
ti, siempre será peor.
Se sentía corrompido. Sucio. Se asqueaba al mirarse las manos cubiertas de líneas rojas, al pasar
cerca de los espejos, o cuando un ruido fuerte, lo hacía brincar y tensarse; significaba que esperaba
que alguien lo atacase de pronto, por lo que se decía a sí mismo que seguía siendo un maldito
cobarde.
Pero Harry tenía eso. Aquella manera de estar justo en el momento y lugar preciso, igual que
estuvo la noche en que consideró seriamente inducirse el sueño mediante uno de los
encantamientos más fuertes que se sabía, sólo para tener los ojos cerrados, la mente vacía, hasta la
siguiente vez que la Maldición abriese los cortes.
Draco estaba hecho un ovillo en su cama, envuelto en la cobija más gruesa. Le frunció el ceño nada
más verlo. Jamás notó que su gesto se suavizaba, sólo un poco, a medida que se aproximaba. Se
puso de cuclillas a un lado del colchón, sin hacer ningún ademán de tocarlo, sin levantar la voz,
mirándolo desde abajo con una expresión que pretendía ser una disculpa por las molestias
causadas.
—Dobby dice que lo estás preocupando por...eso —Sí, ya sabía que tenía el aura de la Maldición
afuera. Llevaba horas intentando dormir, estaba harto al punto de casi hechizarse a sí mismo; por
supuesto que la Maldición reaccionaba—. Espera aquí, sólo- sólo espera aquí —Draco todavía lo
observaba como si hubiese enloquecido cuando se puso de pie, sin haber obtenido una respuesta.
Lo vio ir y venir, moverse de un lado al otro. Lo único que pensó fue que el encierro comenzaba a
hacerle mal a esa estúpida cabeza despeinada.
Él puso música. No. Poner música era una alusión humorística, simplista.
Él le construyó un pequeño mundo seguro. Como el que tenía cuando lo envolvía con un brazo al
curarlo y sentía ese aroma almizclado que no podía asociar a nadie más, como el que le ofrecía
cuando lo dejaba enterrar el rostro en su hombro, porque el dolor lo enloquecería si se lo permitía.
Harry encantó un viejo cachivache de otro siglo, inútil, relegado al olvido, para que tocase una
pieza suave. Una de las melodías del órgano de la sala, reconoció. Lo colocó justo en medio del
cuarto y apagó la luz.
Trabajaba sin verlo, aunque consciente de que los ojos de Draco lo seguían en cada movimiento.
Cambió los espejos de posición, para que no reflejasen más que la pared detrás de ellos, cerró el
armario, insonorizó la puerta para que dejase de atormentarlo cuando se cerraba con un ruido
estruendoso.
—Una vez me dijiste que tenías miedo de estar a oscuras, y cuando volvieras a abrir los ojos,
encontrarte de vuelta allí —Incluso tuvo la delicadeza para no decir "de nuevo secuestrado", a
pesar de que quedó claro entre líneas— y que el ruido te volvía loco, pero el silencio también. Y
pensé- pienso que esto lo resuelve, ¿no?
Se agachaba para presionar los dedos contra el suelo, en puntos al azar. Ahí donde tocaba, nacía
una pequeña estrella dorada, de resplandor tenue pero perceptible. No le molestaba el brillo en los
ojos como las luces de la Mansión o el sol, ni le empeoraba el dolor de cabeza. Y no lo dejaba a
oscuras, con sus pesadillas en las que lo mataba o era torturado hasta la muerte.
Harry se sentó en el suelo, entre las estrellas que avivaba cada cierto tiempo, tocándolas con los
dedos. En silencio, tranquilo, un regalo más de ese mundo seguro que creaba para él.
Draco se tendió de lado, mirando hacia donde estaba; no supo cuándo se durmió, acompañado por
el sonido del órgano y la imagen de ojos verdes. Harry no se movió de ese sitio, manteniendo el
viejo cachivache en funcionamiento, las estrellas encendidas para él, pero no lo sabría hasta que
hubiese despertado de nuevo.
PD: el comentario de arriba es absolutamente irracional, emocional y está fuera del ámbito
mágico-científico en todos sus parámetros.
Este capítulo transcurre desde el capítulo cinco de "Tesoro" hasta la línea de tiempo de
"Para romper una maldición"
Segunda etapa:
Aceptación
Al oírlo, observó el libro que acababa de dejar caer sobre su escritorio, a él, de vuelta al libro, y a
él de nuevo. Parpadeó, despacio.
—¿Bien? —Vaciló, lo que lo hizo sonar más como una pregunta que una afirmación. Draco
estrechó los ojos y procedió a explicarle cómo, exactamente, tenía pensado sacarlos de ahí. A los
dos.
"Noviembre, 2009.
—Tal vez sea muy tarde para decirlo —Le mencionó en una ocasión, tras un encuentro a la
distancia con uno de los muchos, muchos, Weasley. Estaba recogiendo lo poco que sacaron de la
Mansión, lo vital, lo que cabía en bolsos con encantamientos expansivos, e intentaba sonar como si
no fuese a sentir que se desplomaba por la posible respuesta—, pero no tienes que venir conmigo.
Tenía una explicación bastante concisa sobre sus motivos y cómo entendería -tenía que entender-
que se negase a ir más allá, cuando ya había hecho más de lo necesario, que se le olvidó cuando
llegó el momento de usarla, porque la idea de lo dejase, en algún punto, se hizo peor que la idea de
la Maldición misma.
Cuando Harry no contestó, hubo un instante en que ni siquiera estuvo seguro de cómo se respiraba.
Luego lo sintió recargarse en su espalda, abrazándolo, y que apoyaba la barbilla en uno de sus
hombros.
Draco pensó, casi con humor, que no podía ser normal sentir que amaba tanto a una persona.
Por ello, cuando Blaise le hizo la pregunta que ambos sabían que haría el último día que pasasen
ahí, se centró en el momento y lugar. Bebió lo que le quedaba en la taza de a sorbos lentos, la
devolvió al platillo en la mesa, para después fijarse en su viejo compañero de clases.
Él se encogió de hombros. Tenía una sonrisa de lado, que le decía que era perfectamente
consciente de lo planeó desde antes de poner un pie en su residencia.
Draco tuvo que tragar con fuerza para pasar el nudo en la garganta. No sirvió para aminorar el
sentimiento de culpa.
—Lo siento.
Blaise parpadeó al percibir las palabras dentro de la cabeza, en lugar de oírlas. Le restó
importancia con un gesto.
—Prométeme que estás seguro de lo que haces —Cabeceó en dirección a donde estaba Harry— y
yo me quedaré tranquilo. Sólo intenta no borrar de más.
Él se inclinó hacia adelante, para verlo directo a los ojos al darle su respuesta. De otro modo,
cualquiera que hubiese ido a Slytherin habría estado convencido de que le mentiría.
—No sé qué pase ahora conmigo —Aclaró, despacio; al repetir su gesto, también señaló al patio
—. Pero estoy más que seguro acerca de él.
Octubre, 2010"
—Harry.
—¿Hm?
—¿Cómo sabes que...? —Por toda respuesta, Draco apuntó a un letrero en alemán detrás de él. La
versión en inglés de la misma frase, por debajo de esta, daba la bienvenida a Berlín. Harry emitió
un "oh" y asintió—. Sí, es Alemania.
"Cuando me dan ganas de maldecirlo, recuerdo que es Harry y al pobre le dieron con una
maldición asesina en la cabeza de bebé. No es su culpa ser así.
PD: también está el hecho de que lo amo, pero ese es un detalle menor cuando en serio se merece
una maldición"
—...a veces eras tan- tan-
—Te aseguro que tú eres mil veces peor de lo que sea que se te acabe de pasar por la cabeza —A
Draco se le dibujó una expresión de indignación tan pronto como lo escuchó. Se cruzó de brazos y
Harry lo imitó, aunque comenzaba a lucir más divertido que enfurruñado. Aquello no tenía nada de
divertido, no cuando estaban sucios, cansados y escurrían agua, sin tener una idea de hacia dónde
ir.
—Oigan, ¡oigan! —Harry se giró primero, por una milésima de segundo, intentando apartarse el
flequillo húmedo de la cara. Su reacción instintiva, aún antes que darse la vuelta también, fue
sujetar uno de sus brazos, por si tenía que sacarlo del camino para que no le hiciesen nada. Él, que
debió imaginárselo en cuanto lo sintió, le dio un apretón a su mano para tranquilizarlo y que no le
dirigiese una mirada tan desagradable a la mujer que se les acercaba—. Si no conocen la ciudad, se
van a meter en problemas, magos.
—Deberíamos pedirle-
—No —Draco se abstuvo de negar, porque habría sido demasiado obvio, y prefirió mantener la
conversación entre su conexión—, es una mala idea que-
—¿Nos puedes ayudar? —Harry volvió a fijarse en ella y por poco no se quedó boquiabierto, por
su forma de ignorar su advertencia.
La primera vez que vio el bastón con la cabeza de serpiente, llevaba un maletín con libros recién
traídos desde algún pueblo olvidado en medio de la nada, conocido entre los peores magos por los
interesantes usos que le daban a la magia oscura, y un mapa con nombres de países tachados, allí
donde viajaron en busca de alguna cura.
La pieza estaba en exhibición, en una de esas tiendas del barrio mágico a las que no prestaba más
atención de la justa, de camino al Inferno. No era idéntico, en la forma, en el tallado, el color. Pero
la sensación de magia vibrante era la misma.
Casi podía ver a su padre frente a él, usando su bastón heredado de Abraxas, este heredado de su
padre, y este de su padre.
—¿Draco? —Él parpadeó y se giró hacia Harry, que se había detenido cuando notó que no
avanzaba más— ¿pasa algo?
Le dio otro vistazo al bastón, luego negó y siguió en dirección al Inferno. Nunca se lo comentó.
Cuando volvía del laboratorio esa misma noche, encontró el bastón sobre su escritorio, en el
cuarto. Harry probaba unos anillos de runas, que tendrían que extenderse y formar una jaula
invisible cuando los tiraba contra el suelo; fingió no saber por qué lo abrazaba y le besaba la
mejilla.
PD: si puedo embotellar el vapor inflamable, sacarlo y lanzarle un incendio, será un muro de
fuego. Debería intentarlo un día"
PD: la valeriana puede funcionar para el polvo somnífero de los otros experimentos"
PD: si un día voy a decirle a Marco que lo envenenaré por fastidiarme tanto, sólo le pondré jugo
de horklump en la bebida y dejaré que se retuerza solo y quiera morir.
PD3: el jugo de horklump puede dar fiebre, ingerido en grandes cantidades. Como lo que Draco le
dio a Harry de beber para que dejase de reírse de él (att: M)"
Resultado: cosquilleos en las extremidades. Pareció que se cerraban por unos segundos.
Observación: el aguijón de billywing es lo único diferente entre la receta nro. 58 y la nro. 57. Se
utiliza para venenos comunes.
PD2: prueba la baba del aguijón, extrayéndolo por un costado en lugar de la punta. Corte
horizontal, curvo, y aplasta con el cuchillo para que salga solo (att: M)"
Observación: el amor de hortelano (azotalenguas) calma el dolor de los cortes con una dosis
doble de la recomendada.
PD: y que te ponga la nariz y cara amarilla, son la razón de que tenga una dosis recomendada,
mon amour (att: M)"
Resultado: indescriptible.
PD: no se tuvo en cuenta que Draco fuese más sensible a la exposición elemento letal-antitóxico
mágico que yo. La dosis incorrecta fue mi culpa (att: M)
PD2: cuando creí que me iba a morir envenenado sin haberle dicho a Harry que estaba haciendo
otro experimento, la Maldición me curó. Investigar sobre sistemas inmuno-defensivos mágicos y
maldiciones que pueden afectarlos/mejorarlos"
Observación: el cuerno de bicornio molido es necesario para que la Maldición no me dañe a mí,
físicamente, al salir.
PD: el cuerno machado a mano guarda más propiedades anti-magia negra (att: M)
Draco tenía una nueva pila de pergaminos de experimentos fallidos que añadir a los estantes del
laboratorio y ninguna idea para agregar a la lista de ingredientes frente de él; muchos se
encontraban tachados, otros con notas a un lado.
"Cuando me estresa demasiado no encontrar nada, recuerdo las dos noches que me pasé en vela
para hacer insignias cambiantes cuando tenía catorce años. Sólo para molestar a Harry.
Él siempre se ríe cuando se lo menciono. Dice que he sido así de insoportable desde joven y yo le
contesto que, probablemente, sabía que iba a terminar siendo mi novio, muy en el fondo, e
intentaba llamar su atención. Eso hace que se ría todavía más, el muy tonto.
Es su risa"
"Diciembre, 2015.
Investigaciones recientes me han dejado en claro que las maldiciones comunes atentan contra el
sistema inmunológico mágico, no lo potencian. La mía no es una maldición común. Para
sostenerse, necesita un cuerpo (el mío, está de más añadir), y siendo su único recipiente, debe
mantenerme con vida.
3. La Maldición puede mantenerse bajo un relativo control. Todavía produce pesadillas, pide
sangre y matar cuando se le permite demasiada libertad, pero no ha intentado suplantarme otra
vez.
4. La Maldición es un ente con la suficiente inteligencia como para reconocerme, saber qué hago y
comprobar mi estado físico, reaccionando a cambios importantes. Posee capacidad de raciocinio,
al menos a un nivel básico y animal. No puedo saber si lo ha sacado de mí, se generó así o es un
resultado de los experimentos que hicieron conmigo cuando me tenían secuestrado.
La Maldición me fortalece cuando estoy en problemas. Sana mis heridas más rápido, incrementa
la intensidad de la magia que puedo usar sin varita y sin hechizos.
La Maldición posee capa sobre capa de magia, que requieren más examinación a fondo y un
desentrañamiento mayor al que ya llevo; no es sólo lo que me colocaron (lo que ya sé), sino
también cómo reacciona cada capa a la remoción o modificación de las que le siguen o vienen
antes.
"Febrero, 2016.
Si se puede pasar una maldición, del taumaturgo a un objeto, convirtiéndolo en un objeto maldito,
¿también se puede del afectado a un objeto?
¿Cómo?"
"Observación: ciertos tipos de veneno son capaces de eliminar los componentes contaminantes en
el torrente sanguíneo. Antes de matarte lenta y dolorosamente.
Pero no morirías si consigues que un agente interno ataque el veneno. Se eliminarían al mismo
tiempo.
PD: última opción. Hay buenos motivos por los que no fui a Gryffindor, falta de ganas de
envenenarme a mí mismo está incluido en la lista."
"Marzo, 2016.
Se me acaba de presentar un problema que no había considerado y que sé que tendrá mayores
consecuencias a largo plazo.
Harry es un foco de magia oscura andante. La absorbe, la convierte, la adapta. La utiliza. No creo
que él se dé cuenta, pero sólo estando aquí me parece que se ha vuelto más fuerte. Es una
vibración en el aire cada vez que entra a un lugar, sólo rozarlo da cosquilleos en los dedos.
Harry correría peligro allí donde una Maldición como la mía se libere, porque iría directo hacia
él. Y lo peor es que su cuerpo no sólo la resistiría, sino que la convertiría.
Harry me contó que el Basilisco de la Cámara de los Secretos también podía hablar. Pedía
sangre, muerte, matar. Es la experiencia más similar que he encontrado, a cómo se siente tener
esa presencia atrás todos los días.
Harry estaba tendido de lado en la cama cuando lo intentó por primera vez. Había sido bastante
cuidadoso al respecto; se aseguró de que dormía profundamente, lo arropó y se quedó quieto unos
instantes, a la espera de que reaccionase. En el fondo, quería que lo hiciera, que espabilase un
poco, lo buscase tanteando el colchón, para tener una excusa para no hacerlo y darle una
explicación sobre esa idea a la que estaba dándole vueltas.
Él no lo hizo. Giró, balbuceó, se abrazó a la almohada, y Draco tuvo esa absurda sensación
inundándole el pecho, que le recordó que lo amaba más de lo que las palabras podían describir y no
se merecía el riesgo, tomado a consciencia, de permanecer cerca de él.
Si un día perdía el control, Harry sería la primera persona en pagar las consecuencias. La idea lo
aterraba, el pánico creciente acentuaba el efecto de la Maldición. Era un círculo repitiéndose día y
noche.
Le besó un lado de la cabeza despeinada y murmuró que siguiese durmiendo, cuando volvió a
balbucear. Comprobó que lo hiciese y fue al laboratorio.
Le había pedido a Dobby un espejo, que flotaba, inmóvil, junto al mesón, y que pusiese uno de los
banquillos cerca. Él ya lo había visto en los peores momentos y sabría reaccionar, al menos; le
había dado la orden directa de que, si llegaba a dar cualquier señal de problemas, lo primero que
tenía que hacer era alejar a Harry. Igual que en la Mansión.
Cuando se sentó frente al espejo, cruzó las piernas y aguardó un rato que pudo convertirse en
eterno. La Maldición se veía como una línea oscura rodeándolo, a sus ojos. No siempre la hallaba
ahí; algunos días, la presencia era más fuerte que en otros.
Apretó los párpados cuando un escalofrío le recorrió la espalda. El reflejo le mostraba una silueta
humana, oscura, medio gaseosa, detrás de él. Lo sentía, pero sabía que si se daba la vuelta, jamás lo
encontraría. Tampoco necesitaba hacerlo.
—Necesito hablar contigo —Hablar, bien. Buena palabra. Hablar sonaba al curso de acción de un
Slytherin, lo que era, después de todo. Los viejos instintos de serpiente incluso salieron a flote,
cuando agregó, con más suavidad:—. Como dos personas que buscan llegar a un acuerdo.
Le pareció que el que ladease la cabeza era una mínima muestra de entendimiento.
"Abril, 2016.
Última entrada sobre la investigación antes del viaje a Egipto. Buscaremos una reliquia para
hacer de nuevo recipiente y algo que me ayude a conectar más con el sujeto.
1. El sujeto es parte de la Maldición, no su fuente. La fuente es esa cosa salvaje que está dentro, en
alguna parte, escondiéndose y extendiéndose entre capa y capa de magia. Sin embargo, el sujeto
tiene una consciencia y puede frenarla cuando ha llegado a ciertos límites. No la controla,
pareciera que no siempre están de acuerdo.
2. A la Maldición le atrae la idea de un recipiente único para sostenerla, sin consciencia, sin
capacidad de oponerse. Un muñeco, una marioneta. No me deja ir porque no tiene otro, no
porque le agrade estar conmigo. No le gusta mi resistencia.
Es difícil hablar con el sujeto sin palabras. Sus mensajes son gestos de la silueta oscura,
sensaciones que desliza en mi mente, como aceptación sin decir sí y refutar sin decir no.
A una parte de mí, no le agrada nada el Ojo de Horus, pero no necesito que me agrade. El Imperio
que ejerce no es tan fuerte como el de la Maldición, sólo más sutil; se cuela en pensamientos y
emociones, se siente como propio, y luego vuelve la sensación de que no es mío y está mal, y el
Imperio se retira solo.
Descubrí que el Ojo se usa para 'ver más allá'. Colocándolo bajo mi almohada al dormir, nos deja
una vía libre, paralela a mi mente (¿como otro camino? Observación: investigar más), y me deja
hablarle con facilidad, como a otra persona. Sin derribar mis barreras. Ni siquiera las debilita.
No recuerdo lo que hice para tirar abajo uno de mis estantes completos, sólo que Dobby estaba
asustado mientras lo acomodaba y me dolía la cabeza después"
"Dobby dice que estoy volviendo a cambiar. No quiero esperar para averiguar a qué.
"Mayo, 2016.
Todavía soy un niño y madre está ahí, en una de las salas pequeñas para té de la Mansión. No
estaba cerca de la edad para asistir a Hogwarts y todo se ve grande, brillante y maravilloso. No
existe la guerra para mí entonces, más que en los cuentos de los héroes.
Madre me amaba, nunca lo he dudado. Pero, viéndolo bien, me pregunto si no habrá cuidado de
mí de la forma tan exagerada en que lo hizo, porque la locura Black estaba en alguna parte de mis
venas, como en las suyas. Como en las de mi tía Bella. Como en las de Walburga.
Uno no puede heredar sólo las cosas buenas, escuché que decía Severus una vez.
Si la Maldición está dentro de mi cuerpo, ¿por qué siento que es mi cabeza la que se está
quebrando?"
Draco le frunció el ceño, por encima de la nota recién desplegada, que tuvo la forma de un dragón
cuando voló hacia él. Lunática estaba distraída (Lunática siempre estaba distraída, según su
perspectiva) y no notó que Marco se encogía de hombros, desde la cama contraria. Tomaba otro
trozo de papel y enviaba una nota más larga, sin esperar su contestación a la anterior.
Deja de pelear y te tragará, y a veces dolerá. Pero no se pondrá contra ti. Un día, te vas a dar
cuenta de que la magia que odiabas es tuya y sólo responde a ti. Las personas somos los seres más
adaptables que existen.
Tu magia, la que nace en ti, la que absorbió por años la Maldición, no es salvaje. Tiene ese tipo de
docilidad que sólo responde a una persona.
"Junio, 2016.
Mi propia magia me está sanando lo que pensé que no podía ser sanado"
Tercera etapa
Chapter Summary
Este capítulo transcurre entre los últimos de "Para romper una maldición" y el extra de
Draco.
Tercera etapa:
Reconstrucción.
El día en que la Maldición fue enterrada, en un objeto, dentro del pantano, Draco se despertó
sobresaltado porque volvía a tener esa pesadilla donde estaba en la Mansión y asesinaba a Harry al
perder el control, mientras él aún dormía. No tenía idea de qué sería la última vez que la tendría y
se rehusó a seguir durmiendo.
—Harry.
—¿Hm?
—Te amo.
Harry parpadeó, la vista desenfocada por la falta de lentes, se restregó la cara con una mano,
echándose el cabello hacia atrás durante la media fracción de segundo que este se demoró en
rebelarse y volver a saltar en todas direcciones.
—Estoy seguro de que hoy no hice nada especial para merecerlo —Comentó, despacio y suave,
casi divertido. Draco pensó que siempre se lo merecía, pero se distrajo con un "hm", mientras
sopesaba sus palabras.
Alguno de los dos –ya no podía recordar cuál- había tenido una pesadilla que lo hizo retorcerse y
despertar al otro, que tampoco tenía el sueño más agradable de su lista. A Harry le hacía gracia que
les ocurriese, porque decía que parecían haber estado sincronizados incluso para tener pesadillas.
El resultado fue que Draco se tendió por completo sobre su cuerpo, las piernas entrelazadas, los
codos flexionados sobre su pecho, la cabeza apoyada encima de los brazos.
Si su novio no dejaba de trazar círculos con los pulgares en su espalda baja, fácilmente podría
volver a caer dormido.
—Mala respuesta —Se estiró para sujetarle las mejillas y tirar. Harry contenía la risa a duras
penas, dejándole hacer lo que quisiera—. Si te digo eso, tienes que contestar "yo te amo mucho
más, amor de mi vida, hombre de mi sueños, porque eres lo mejor que me ha pasado" —Recitó,
solemne, logrando que levantase las cejas.
—Pues yo te…—Los ojos verdes se le achicaron a causa de la risa silenciosa, cuando Draco se
apresuró a cubrirle la boca, y por accidente, también la nariz, con una mano. El Gryffindor que lo
hacía un león enamorado era muy capaz de hacer que lo repitiese, tal cual.
Harry le besó la palma de la mano, ya que no lo liberaba. Como no se movió, le cogió la muñeca y
se la quitó de la cara, para seguir besándole los nudillos, incluso sobre el anillo de compromiso.
Bien, tenía que reconocer que era difícil pensar cuando actuaba así. Draco sacudió la cabeza, con
falsa resignación, y él sonrió, ignorándolo con maestría.
—Harry.
—¿Hm?
—¿Qué haces? —Draco no se rio hasta darse cuenta de que empezaba a desviarse hacia su
muñeca, y de ahí, el rastro de besos tomaba dirección por su antebrazo.
—Es como cuando a ti te dan ganas de comer chocolate de la nada —Harry se encogió de
hombros, con aparente indiferencia—. A mí me dan ganas de besarte.
Merlín. Era casi absurda la manera en que se sentía feliz, sólo de oír la explicación que tampoco
tenía sentido.
—Harry —Soltó otro "¿hm?", más interesado en seguir jalando de su brazo para mantenerlo
extendido y tener espacio para darle más besos—, estás haciendo que me den ganas de casarme
contigo, déjalo.
—Pensé que ya querías casarte conmigo —Musitó, los labios sobre un fragmento de la piel de su
antebrazo. Lo rozaba en besos flojos al hablar—, es normalmente parte de estar comprometidos,
por si no te has dado cuenta.
Draco entrecerró los ojos, a manera de advertencia; él se echó a reír. El sonido vibró en el reducido
espacio entre ambos y los sacudió por igual.
Aquello pareció hacerlo reaccionar. Harry giró la cabeza, conjuró sus lentes, sólo moviendo los
dedos, desde donde fuese que los hubiese dejado cuando se cambiaban horas atrás. Cuando se los
colocó y se fijó en el reflejo de la luz de la ventana, arrugó un poco el entrecejo.
—Estoy casi seguro de que no son más de las dos de la madrugada, Draco.
—No —Harry se rio—. Con tanta preparación que se necesita, hacerlo en una hora así…
—¿Preparación para qué? —Draco frunció el ceño—. Que sólo tienes que decir que sí y yo
también, no es como si fuésemos a cambiar demasiado.
—Yo te recuerdo que tú podías haber quedado contaminado por una maldición desconocida, de
unirte a mí.
—Podríamos haber- —Se calló, por sí mismo, cuando lo observó horrorizado. Si se le ocurría
volver a mencionar la idea de casarse al estilo muggle, Draco iba a devolverle el anillo. Aunque
luego se arrepintiera, no le tomará más de unas horas colocárselo otra vez y fingir que nada pasó, y
ambos lo supiesen. Harry bufó—. Bien, yo sólo digo que…
—Ze nos matará si no está presente, pero ella llegaría en menos de cinco minutos si le mandas un
patronus.
—…y obviamente no me estás escuchando —Estaba claro que tenía que luchar para no sonreír
como un tonto. Draco no se encontraba en mejores condiciones—. ¿Sabes? A veces, eres un
hombre tan maduro, tan racional, tan fantástico, que me encantas. Y luego haces algo que me
recuerda que eres un malcriado con un ligero problema de egocentrismo y terquedad desde niño, y
no sé por qué me sigues encantando.
No sonaba molesto. No podía sonar molesto si lo miraba con los ojos así de brillantes.
Él se encogió de hombros.
Harry meneó la cabeza, apretando los labios. Tras unos instantes, soltó un resoplido de risa.
—¿Blue jean?
—Eso —Lo apuntó y asintió un par de veces, para mayor énfasis—, la cosa muggle que se ve
horrible en cualquiera, menos en ti —Harry rodó los ojos—, para que veas que no eres el único
que tiene quejas. Casarme contigo, implica casarme con tu cabello rebelde y tu falta de estilo y-
"Son casi las seis de la mañana y necesito escribir esto, antes de que hayan pasado suficientes
horas como para hacer que las sensaciones se conviertan en memorias difusas. Tal vez nunca
descubra lo que acaba de pasarnos. Tal vez sea de estas cosas que ni la mejor de las
investigaciones es capaz de resolver.
Pero necesito ponerlo aquí, necesito ponerlo en algún lado simplemente. Quiero guardar esto,
releerlo en cincuenta años y recordar cada segundo, justo como ahora lo hago.
Son casi las seis de la mañana, un día de octubre. El año está de más, porque siempre lo
recordaré.
Harry se está quedando dormido con la cabeza sobre mis piernas y mi otra mano en su cabello.
Las pesadillas, la madrugada fuera, le pasan factura y entra en uno de esos estados donde es dócil
y dan ganas de llenarlo de besos, porque está tan cansado que sólo me abraza y pone cara de estar
completamente feliz con la vida y todo lo que le ha dado.
Las 'noches de bodas' son para personas que no saben que pueden hacerlo a cualquier hora del
día. Aún no hemos discutido sobre la luna de miel, pero probablemente lo deje en sus manos. Con
instrucciones, para que no haga un desastre. Después de todo, cuenta como si yo hubiese
organizado la boda solo, ¿no?
A partir de aquí, estoy escribiendo con tinta mágica y nadie lo podrá leer sin mi permiso,
concedido a consciencia y por voluntad propia. Sin mentiras. Sin reservas.
Comencemos por lo que hay que saber, para entender. Para intentar entender.
El nombre que se me dio al nacer es Draco Lucius Malfoy. El nombre que he llevado los últimos
años es Draco L Black (sí, bendito Merlín, dile a padre que no se ponga histérico a donde sea que
vayan los magos al morir, pero su nombre podía haber sido muy fácil para dar conmigo, si lo
combinaba al Draco y no me quería cambiar el nombre de pila).
Jamás hemos hablado de apellidos, porque los dos llevamos el mismo desde hace años. Black es
nuestro punto intermedio, nuestro terreno neutro, nuestra convergencia de buenas personas y
magia negra. Justo como la familia a la que perteneció. Justo como los Black.
Conocí a Harry James Potter cuando teníamos once años, durante las compras antes de ingresar a
Hogwarts, en una tienda de túnicas. Se veía perdido y yo estaba aburrido, y le hablé.
No fui la persona más inteligente ni él la más comprensiva durante los siguientes años.
Pensándolo en retrospectiva, siempre estuvimos girando uno alrededor del otro. No me atrevo a
decir que ya presentíamos, en el fondo, que en verdad terminaríamos así.
Harry Potter me siguió con insistencia por meses, cuando teníamos dieciséis años.
Harry Potter me lanzó una maldición mortal que pudo cortarme en pedazos una vez, cuando
teníamos la misma edad.
Cuando me fijo en la manera en que presta atención a cada una de mis cicatrices, me convenzo de
que no fue su intención. Él nunca quiso matarme.
Cuando teníamos diecisiete, lo ayudé mintiendo, aunque podrían haberme matado junto a toda mi
familia.
Cuando teníamos diecisiete, él me ayudó a mí. Perdí a un amigo en el fuego, pero sólo él entendió
alguna vez que sí lo veía como un amigo, por muy estúpido que fuese.
Fui a la prisión mágica durante los Juicios posteriores a la guerra. Me absolvieron de los cargos,
no del odio colectivo.
Fui sujeto de experimentación y estudios. Asesiné a muchas personas, decenas, y a veces, cuando
cierro los ojos, lo estoy haciendo de nuevo en sueños. Yo no quería, pero a mí nadie me preguntó.
Estoy escribiendo esto porque debo tener en mente siempre quién fue, quién es y en qué se
convertirá la persona que amo. Y amar cada faceta conforme cambie.
Hoy nos casamos. Llevamos varios años juntos y hemos pasado una cantidad considerable de
cosas que no creo que puedan igualar la mayoría de las parejas. Estábamos comprometidos desde
hace un par de meses.
Antes, no podíamos hacerlo porque estuve maldito por mucho tiempo, y temía hacerle daño o
ponerlo en peligro.
Ahora, vamos a lo que en verdad importa. Esta es la historia del antes, pero nosotros ya no
vivimos en el 'antes'.
Nos casamos alrededor de las dos y media de la madrugada, un jueves. Luego nos reiremos de
esto, justo ahora me parece lo más lógico del mundo. Es un momento para nada idóneo,
entrometido en los planes, escurridizo, extraño. Es como nosotros hemos sido.
Fue en el patio de la vieja casa de mi familia, remodelada. Saaghi's Hollow se llama. Saaghi es
nuestra serpiente mitad Basilisco y mitad estranguladora, por cierto.
En teoría, no fue una boda. Fue una unión. Tuvimos a nuestra mejor amiga y nuestra serpiente, y
el lago donde una vez quemamos la galera de mi madre, en el fondo. Este fin de semana haremos
una pequeña ceremonia decente para que Lunática se entusiasme y Marco no chille (él no
protesta, él chilla). También tendrá que ir la Comadreja, pero está bien porque llevará a
miniHarry y miniHarry es lindo.
Me estoy desviando.
La diferencia entre casarse y una unión mágica es sencilla. Casarse implica una situación
condicional de pareja. Uno se puede casar por interés, por amor, por obligación.
Las personas casadas se pelean y se divorcian, y tal vez nunca vuelven a verse ni hablarse.
La unión es una ceremonia que sólo admite a un tercero para llevarla a cabo y ser testigo. Es
privada, importante. Casi nadie se une estos días, aunque la unión no distingue entre sangrepuras,
mestizos o hijos de muggles; el único requisito es tener magia propia.
Sólo te puedes unir una vez en tu vida. No es superstición. Cuando te unes, jamás te desatas.
Pueden terminar su relación y pueden incluso alejarse, pero el enlace siempre perdura. No
importa lo que hagas, no importa cómo te sientas.
Hay que estar muy seguro o muy loco para unirte a alguien. Sé que Harry está muy loco y algo
seguro también, y sospecho que yo debo estar un poco más loco que seguro para aceptar.
En resumen, el proceso de unión se da con un ritual en que esta tercera persona amarra sus
manos (izquierda a derecha, no importa de cuál sea qué lado) con una cinta encantada por un
hechizo antiguo en latín. Se hacen tres vueltas y tres nudos; uno para el cuerpo, uno para el alma,
uno para la magia.
Me contaron que, cuando te unes a alguien, liberas una ola de magia que jamás se repetirá en tu
vida. Es magia que nace en ti y es entregada a la otra persona.
Esta magia que te resulta ajena, entra en ti. Se mezcla, se fusiona, se combina. Se hace tuya y crea
una conexión con tu pareja, que es irrompible, irrepetible.
La magia nunca ha obligado a nadie a permanecer con otra persona. No funciona así. Pero si no
sientes más ganas de estar con tu pareja cuando se unen, habrás cometido el peor error de tu vida.
Siento que era Harry, que tenía que ser Harry, y toda esta difusa historia sólo nos ha traído hasta
aquí, a este punto exacto y para que hagamos esto.
Cuando pensaba en este momento, sabía que no quería sólo casarme. Yo quería unirme a él. Por
eso temía tanto.
Creí que mi magia lo lastimaría. Nunca se me pasó por la cabeza que le hiciese cosquillas.
COSQUILLAS.
Harry se rio cuando sintió su parte del intercambio. Se rio, feliz, ligeramente sonrojado,
sacudiendo la cabeza como si recibiese caricias fantasmales de mis manos en las mejillas.
La magia de Harry es la más fuerte que he percibido. Uno podría creer que diría que es la de Ze,
con todo lo que puede hacer, o incluso la de Voldemort, a quien tuve tan cerca durante más de un
año.
No es así. Merlín, la magia de Harry es más fuerte de lo que fue alguna vez la Maldición.
Pero a su manera.
Es fuerte de ese modo que es protector y cálido, como él. Es amable y no pretende lastimar a
nadie, como él. Y cuando se sale de control, arrasa con todo aquello que lo ha llevado al límite,
como él.
No le había dicho que tenía este ligero temor, esta sensación, de que mi cuerpo no la recibiría, o
de que su magia no iría a mí. Cuando la magia se rehúsa, la unión no se lleva a cabo y la cinta
atada se rompe sola. Para que suceda, deben ser completamente incompatibles, o uno debe estar
siendo forzado.
O, lo que temía, lo dañaría. Dañar no en el sentido que mencionaba antes. Dañar en la forma en
que la magia oscura en mí, los restos, lo que absorbí, lo que tuvo quedarse aquí, conmigo, sería
demasiado para sobrellevarlo la suya.
La corrompería.
La contaminaría.
Unirme a Harry fue un abrazo invisible. Fue una sensación calientita en el estómago, fue ese
refugio que te dice que ya lo peor ha pasado, que estás a salvo, que nada te va a ocurrir a partir
de ese punto.
Fue la confirmación de que no estoy tan dañado, y si lo estoy, tengo arreglo. Me puedo sanar solo,
y me puedo sanar estando con Harry, que es todavía mejor.
Se siente como si me hubiese dicho que sí valgo lo suficiente para estar con él. Que así como
Harry es el lugar al que pertenezco, yo puedo serlo para él.
Que ya lo soy.
Nunca he amado a Harry más que en este momento, sé que lo haré más mañana, y más al día
siguiente, y más el que venga después, aunque no se lo diga así.
He tenido que pasar por todo este desastre que ha sido mi vida los últimos años, para darme
cuenta de que cuando me estaba rompiendo, Harry asentaba mis bases, para que si un día, decidía
tomar la fuerza para reconstruirme, tuviese cómo. A mi manera.
Me amó en piezas rotas, en cada segundo de la reconstrucción, del dolor a la alegría, y lo sigue
haciendo a estas alturas.
Esta no es la razón por la que lo amo. Lo amo por ser él y lo amaría, incluso si hubiese sido
demasiado y no hubiese podido acompañarme más, y me hubiese dicho que lo dejaba hasta ahí,
porque yo era irreparable.
Es sólo la razón por la que todo es increíble y extraño hoy, y por la que sé que seguirá aquí si me
vuelvo a romper, igual que yo estaría para él.
Porque si hiciese la lista, ahora, de por qué lo amo, nunca la terminaría y es inútil. Todas las
palabras del mundo sólo me llevarían a una para definirlo:
Harry.
Amo a Harry."
—Draco…
Un quejido lo obligó a despegarse del pergamino, cuando ponía el punto y final de la última línea.
Harry se retorció sobre la cama, presionó la cara contra su torso un momento, adormilado,
preguntó por qué se estaba asfixiando y si él había decidido ponerle una almohada encima y
matarlo para quedarse con su fortuna, luego agradeció cuando Draco lo movió para que quedase
boca arriba, de nuevo.
—Si te mueres de forma ridícula, exactamente el día en que nos unimos, nadie me creería que fue
un accidente, Harry.
Él se limitó a reír por lo bajo, casi en silencio. Le había quitado los lentes, otra vez, cuando notó
que se adormecía, ahora le pesaban los párpados tanto que lo veía a través de la rendija bajo las
pestañas.
Draco guardó el pergamino bajo la almohada y se inclinó para besarle los párpados, uno, luego el
otro, despacio.
—¿Qué hacías? —Musitó, menos despierto de lo que intentaba pretender. Sus brazos se estiraban
para buscarlo, para abrazarlo. Draco resopló y se tendió a un lado, dejándose envolver— ¿ya es de
mañana?
Emitió un vago sonido negativo, le besó la mejilla y lo mandó a dormir. Harry estaba
completamente rendido medio segundo más tarde, brazos y piernas rodeándolo. Tal vez le
enseñase lo que escribió después, si al releerlo, no le parecía lo más absurdo que alguien podía
poner en palabras.
Decidió no preocuparse por los luego, ni los tal vez, enterró la cabeza en su pecho, y procuró
pensar en su esposo hasta haberse quedado dormido también. No tuvo que esforzarse.
En un pergamino con tinta mágica, que aparentaba estar en blanco, doblado y guardado en el piso
de arriba de una tienda famosa en una ciudad cualquiera del mundo, hay una segunda letra que
añadió una nota al pie del papel.
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