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Constanza Cepeda Araya

2) Segunda entrega: Informe de lecturas

Tema: la enfermedad mortal y el suicidio

Hipótesis: El concepto de la “enfermedad mortal” y desesperación de la Kierkegaard


permitiría una comprensión filosófica del suicidio, específicamente, cómo los individuos
contemporáneos occidentales desesperan en la dimensión de la síntesis finito-infinito.

Autores: Kierkegaard

Considerando que, a pesar de que estamos viviendo en una época que se encuentra
en sus mejores condiciones materiales, y que existió una esperanza de que esto traería
felicidad y prosperidad, estas expectativas de “progreso” culminaron en una gran paradoja.
La satisfacción o maximización de necesidades o deseos de consumo no se han visto
correlacionados con la experiencia de más felicidad. Al contrario, el bienestar emocional de
la sociedad está cada vez más en decadencia, uno de los síntomas de ello, es la tendencia
a la alza del suicidio. Dejando de lado los niveles de análisis correspondientes a las
neurociencias y las distintas ciencias de la salud que le conciernen la psicopatología,
resultaría interesante considerar la lectura que puede hacer la filosofía de esta crisis. Esto
dado que, es una problemática antropológica que cuestiona directamente nuestra propia
condición humana. ¿Qué elemento o característica de nuestra organización o conformación
como seres humanos nos llevaría a siquiera tener la noción de suicidio como opción, y de
considerar llevarla a cabo? Y, al contrario, ¿cómo el ser humano puede lograr superar
aquella consideración, y tomar la decisión de seguir viviendo?

Kierkegaard resultaría ser un autor interesante para dialogar con estas inquietudes,
principalmente porque se le considera el antecedente o el primer pensador propiamente
existencialista, cuya obra trató sobre la experiencia de la vivencia humana. En particular, su
obra “La enfermedad mortal”, versa principalmente sobre la desesperación, y una
comprensión del Yo que contempla la síntesis entre cuerpo, alma y espíritu. Para la
realización de este trabajo, resultará útil tanto su visión holística del Yo, y con especial
hincapié la noción de desesperación con lo finito-infinito, o la necesidad de cultivar
espiritualidad para superarla. Se toma este tipo de desesperación con mayor consideración
porque en la actualidad hemos insistido y cegado en la “autenticidad” del Yo tan
profundamente sin darnos cuenta que este camino también nos llevaría a ahogarnos en
esta desesperación de la cual buscamos sobreponernos. Resulta necesario replantearnos
una relación de lo finito con lo infinito, como un elemento de nuestra constitución que hemos
dejado de lado o abandonado completamente y que podría ser un factor contribuyente al
alza del fenómeno del suicidio, en tanto como desequilibrio de la relación con el espíritu.

A partir de la revisión bibliográfica, resultan particularmente útiles dos capítulos


presentes en el libro “Kierkegaard y Muerte” . En primer lugar, el ensayo escrito por
Timmann, “Desesperación y Suicidio” en donde anuncia, explicita y profundiza en la relación
entre el suicidio y el concepto de enfermedad mortal. Además de este análisis, proporciona
una comparación entre la comprensión de Kierkegaard sobre el suicidio y la que realiza
Durkheim, sociológicamente.
Por un lado expone la definición del Yo, en tanto que este es espíritu, lo que a su
vez se define en su relación reflexiva. En otras palabras, en su conciencia de ser espíritu, y
de la naturaleza relacional que la caracteriza. Resaltar esta “naturaleza relacional” resulta
importante, ya que esta es la base para la primera lectura sobre Kierkegaard sobre el
suicidio, donde este lo considera pecado (desesperación desde un criterio cristiano),
principalmente porque en el fin de escapar la existencia, es una directa desobediencia a
Dios, al rehusar su autoridad divina, cuando se quiere ser desesperadamente uno mismo, al
mismo tiempo de desesperadamente no tener la voluntad de uno mismo. Esta
desobediencia se entiende porque constituye un acto indiferente, donde se estaría fallando
en reconocer que la muerte es importante, y que por ende sería frívolo, y se cosifica la vida
humana. Este argumento resulta útil en tanto establece una primera descripción clara de lo
que seria el suicidio, una tensión o ambivalencia entre la desesperación A de querer ser
uno mismo-no querer ser uno mismo, escapar de sí, el Yo deseando su propia destrucción y
la desesperación B finitud-infinitud y posibilidad/necesidad. Este primer elemento A no fue
un punto que consideré por completo en un inicio, ya que solo consideré este aspecto del
Yo deseando ser otro o no ser, porque es lo más “explícito” en la observación que se hace
del suicidio, por lo cual integrarlo al ensayo complejiza y matiza esta primera hipótesis.

Por otro lado, aunque Kierkegaard construye el concepto de desesperación desde


un sentido cristiano (se establece que no puede darse por estándares estéticos), aún así el
autor dice que se puede aplicar universalmente, sin importar el compromiso religioso de los
individuos. Esto podría resultar ser difícil ya que esta dimensión de la responsabilidad con el
Absoluto o lo Infinito conlleva esta concepción del “pecado”. Sin embargo, también dice que
se puede diferenciar un tipo de suicidio que si se puede considerar como desesperación, en
tanto también implicó una cierta conciencia del Yo, recordando que esta sería la “primera
etapa”. Por lo cual, preferiría apostar por esa lectura “inclusivista”, ya que esta dimensión
infinita sería constitutiva del Yo mucho más allá de la práctica institucional. A su vez, darle
prioridad a esta noción de infundir de importancia a la vida humana, más allá de un
sentido de “obediencia” que como concepto no termina de convencerme al tener un carácter
más desde el castigo, pero que de igual manera aporta a mi conflicto en torno a cómo se
podría tratar ( o no) el suicidio como una materia que le concierne a la libertad individual, ya
que no deja de tener esa última sensación de que no es algo deseable, y no es una
decisión que deja indiferente con nadie a la que se le discute, más allá de la relación
sentimental de proximidad que se pueda compartir. Existe una intuición de transgresión a la
propia dignidad del ser humano en general.

Luego establece lo que sería la dimensión infinitud, finitud, posibilidad e


imposibilidad. Pone especial hincapié en lo que sería la posibilidad, al describir esta
problemática como una batalla de fe. Esta concepción es quizás la que más rescato del
texto por completo, ya que da un paso más allá de contrastar las dimensiones de la
desesperación, al integrar la enfermedad por complejo como una materia de fé, pero no
entendida necesariamente o irrestrictamente desde una fe teológica, sino que muy humana,
en tanto la “posibilidad es la única salvación” (p.90). Describiendo de forma muy brillante
en la siguiente cita: “Cuando el desesperado es llevado al borde de la existencia, todas sus
categorías se tambalean, y si sobrevive a la crisis, ha aprendido a vivir con una inseguridad
básica -que aprovecha para esperar, incluso en contra de la razón, locamente luchando por
la posibilidad” (p.90) De esta manera, además del primer argumento, se entiende al suicidio
(consumado) como una lucha por la fé que fue vencida, y que el suicidio como concepto
general estaría en tensión con la naturaleza humana, tanto que esta la puede llegar a
desear, pero que en esencia su condición es la de ser un ser movilizado por la
esperanza de posibilidad. Esto abre la posibilidad de que también puede ser una batalla
ganada, y que se puede volver, recuperar o sanar aquella primera cualidad. En definitiva,
que exista ese exceso de posibilidad habla de ese instinto de vivir, a la sobrevivencia, a
aquella intuición del potencial activo de la vida, que quiere seguir desplegándose.

El autor prosigue al definir que existirían dos alternativas para la vida humana, la
desesperación como un suicidio continuo, ya que como Kierkegaard describe la enfermedad
mortal, no es finalizada al momento de consumir o la vida ser consumida por la muerte, sino
que es primordialmente anularse a sí mismo y anular su relación con el Infinito. O, creer en
Dios como un exceso de posibilidad. Y para esto, sería necesario enraizarse en Dios, como
el “otro absoluto” de absolución incondicional. Esta concepción de del Infinito como
fuente del perdón incondicional también resulta imprescindible, ya que entonces sería lo que
permitiría al ser humano luchando por la posibilidad, en tanto que si no existiera se anularía
cualquier posibilidad que justifique avanzar, y terminarlo todo sería el único camino posible.
Y no tan solo como en su posibilidad de mantener una relación con el Absoluto, o de ofrecer
un sentido de optar por seguir viviendo desde una concepción más “metafísica” por
describirlo de alguna manera, sino que también menciona el impacto que nosotros podemos
tener con otros para romper el aislamiento en que se encuentra el desesperado. Es una
apertura, un perdón que proviene primero desde una confianza. Aunque aquí se entiende
como una comunicación indirecta con Dios, lo que está en jaque aquí es que esta
desesperación es algo que se vive de forma muy íntima y que cala profundo, pero que la
apertura, la “descompresión” de una tensión que se vive como una olla en presión que
podría estallar, ya le permite visualizar la posibilidad, tan solo en ese momento. Ese alivio
de comunicar, tanto al origen como a otros, ya podría salvar a alguien.

Finalmente, se analiza la relación infinito-finito y posibilidad-necesidad que hace


Timmann con el suicidio con el análisis realizado por Durkheim, en tanto que sus
descripciones de suicidio anómico, egoista y altruista comparten algunas similitudes con las
cuatro dimensiones de la desesperación descritas por Kierkegaard. Guardando las
distancias con la sociedad del siglo XIX en la cual Durkheim desarrolló esta teoría, sería
posible establecer ciertos puentes con la actualidad, en por ejemplo cómo el aumento o
exacerbación de la individualidad ha sido un factor predisponente para la consumación del
suicidio.

En segundo lugar, el artículo “La correspondencia crítica de la enfermedad mortal


con el suicidio en el pensamiento de Kierkegaard” escrito por Martínez-Gómez, ofrece más
u otros matices a la lectura de la enfermedad mortal, que complementan los expuestos
anteriormente. Por ejemplo, menciona el concepto de lo edificante, que en clave cristiana
hace referencia a lo que infunde sentimientos de piedad y virtud (RAE). Este concepto,
según el autor es relevante al momento de fundamentar la interioridad desde Kierkegaard.
Este concepto entonces, lo utiliza para describir el declive hacia el suicidio que experimenta
el enfermo de muerte, al caracterizarlo como una negatividad exponencial que va
exterminando las fuerzas vitales, una concentración infinita en la autodestrucción, que se
experimentaría como una experiencia límite de la vida. Me resulta correcta esta
caracterización que se plantea, al incluir esa dimensión más fenomenológica del continuo
de la suicidalidad, de ese agravamiento exponencial (para describirlo en términos clínicos)
que ocurriría en el mismo espíritu, como esa relación reflexiva se va maleando. Así como, el
considerarlo como una experiencia límite también se relaciona con esta definición expuesta
anteriormente de la afirmación de Dios, y de la vida en definitiva, como fuente de
posibilidad, ya que hablar de un “límite” supone un borde o una frontera entre una decisión y
otra, la decisión del suicidio como anulación infinita, o el camino de la fe. La resolución de
esta experiencia límite, además de optar por una consecuencia o la otra, impactará también
en el nivel de conciencia que el espíritu tenga de sí mismo, y en qué nivel se ha superado la
desesperación en consecuencia.

En definitiva, el suicida se convertiría en un “hombre de la muerte”, en tanto este


deseo va calando más profundo, va despreciando la vida en su condición presente, y en mi
lectura, va perdiendo su esencia, según la descripción del autor: “enfermar de muerte es la
gran exageración, es el demasiado mucho (quid nimis) que arriesga la salud mínima para
iniciar una conversación como cualquier otra cosa en el mundo. Y como fue definido
anteriormente, nos constituimos en base a esa comunicación que tenemos con la
esperanza de posibilidad. Así mismo, “cuando se enferma el alma queda el vacío, el vacío
interior que es imposible llenar y que desvanece poco a poco nuestro ser” (Ordoñez, 2010,
p. 191), también refleja el desdibujamiento de la interioridad, del espíritu, al ser negligente
en su relación con las dimensiones de la desesperación.

Finalmente, y de manera más importante, añade el elemento de la


“extrahumanidad” a la lectura del suicidio, en donde, devenida de un mundo espiritual,
afectaría al colectivo, y sería algo que cargan los demás espíritus en conocimiento. Aquí
cabría la posibilidad de considerar la desesperación no tan solo como algo que un espíritu
ha de padecer únicamente: Lamentablemente, el suicidio no detiene la enfermedad, como la
muerte haría cesar el dolor de una enfermedad otra, ya que el influjo o devenir de la
desesperanza causante de esta decisión sigue replegandose infinitamente. Me pregunto si,
no tan solo en su propia desesperanza individual, sino que aquello también podría ser
“contagiado” a los otros cercanos al suicida consumado. Es decir, es una desesperación
que no tiene resolución no tan solo para el directamente afectado, sino que también estaría
alojado en el espíritu de otros, que a su vez podría llevarlos por ese mismo descenso.

En tercer lugar, el ensayo escrito por Podmore, “Morir y no morir: la teofanía de


muerte de Kierkegaard”, se refiere a un concepto similar al convertirse en un hombre de
muerte, que sería el del muerto viviente, que la describe como una sumisión metafórica a
la muerte, donde el Yo es entregado a su propia vivencia de muerte espiritual,
anticipándose a la muerte final y absoluta. Cómo fue mencionado anteriormente, la muerte
sería un proceso, en el que el Yo/self se ha negado, pero este texto añade el elemento del
deseo de desaparecer, y de convertirse en nada ante Dios. Por ello se refiere a teofanía,
que significa un encuentro personal con una deidad, que se manifiesta ante uno de forma
temporal, es que hace referencia a la “aparición” de la muerte, ya que el ser humano, al
incluir este elemento de alma, tiene un componente divino donde “puede contemplar el
abismo del no ser”. Este concepto hace referencia entonces a la relación ansiosa que
tenemos con la muerte, tanto es un secreto que genera fascinación y repulsión, que nos
acerca al autoconocimiento como a la autodestrucción. Esta contemplación debería ser la
toma de conciencia de cómo la negación de Dios contribuye a la melancolía propia de la
enfermedad mortal, y la necesidad del reconocimiento del perdón incondicional para la
liberación de esta. Desde una introspectiva descripción, es que relaciona esto con la
resolución de la desesperación relacionada a la muerte del Yo/self, donde el perdón sería el
“regalo” por donde la vida puede realizarse. Aquello resulta de utilidad dado que el
reconocimiento de la responsabilidad que tenemos en atender nuestra relación con el
Absoluto es donde es posible la resolución a su vez de lo posible y lo necesario. Si es que
existe la libertad en la posibilidad, es porque existe el perdón incondicional. Eso es lo que
permite avanzar, y tomar una decisión distinta. Esta reconciliación se realizaría mediante la
“muerte a uno mismo”, o prueba espiritual, a través del cual se realizaría el don del perdón y
la vida.

Estructura tentativa:

1. Qué es el Yo, el espíritu:


a. Dialéctica Posibilidad-Necesidad
b. Dialéctica Finito-Infinito
2. Qué es la enfermedad mortal
a. Suicidio: desesperación de la voluntad de ser uno mismo y del deseo de no
serlo
b. Convertirse en un hombre de muerte y el muerto viviente
3. La superación de la enfermedad mortal
a. Teofanía de la muerte: prueba espiritual
b. Batalla de fé: posibilidad y vitalidad

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