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Autores: Kierkegaard
Considerando que, a pesar de que estamos viviendo en una época que se encuentra
en sus mejores condiciones materiales, y que existió una esperanza de que esto traería
felicidad y prosperidad, estas expectativas de “progreso” culminaron en una gran paradoja.
La satisfacción o maximización de necesidades o deseos de consumo no se han visto
correlacionados con la experiencia de más felicidad. Al contrario, el bienestar emocional de
la sociedad está cada vez más en decadencia, uno de los síntomas de ello, es la tendencia
a la alza del suicidio. Dejando de lado los niveles de análisis correspondientes a las
neurociencias y las distintas ciencias de la salud que le conciernen la psicopatología,
resultaría interesante considerar la lectura que puede hacer la filosofía de esta crisis. Esto
dado que, es una problemática antropológica que cuestiona directamente nuestra propia
condición humana. ¿Qué elemento o característica de nuestra organización o conformación
como seres humanos nos llevaría a siquiera tener la noción de suicidio como opción, y de
considerar llevarla a cabo? Y, al contrario, ¿cómo el ser humano puede lograr superar
aquella consideración, y tomar la decisión de seguir viviendo?
Kierkegaard resultaría ser un autor interesante para dialogar con estas inquietudes,
principalmente porque se le considera el antecedente o el primer pensador propiamente
existencialista, cuya obra trató sobre la experiencia de la vivencia humana. En particular, su
obra “La enfermedad mortal”, versa principalmente sobre la desesperación, y una
comprensión del Yo que contempla la síntesis entre cuerpo, alma y espíritu. Para la
realización de este trabajo, resultará útil tanto su visión holística del Yo, y con especial
hincapié la noción de desesperación con lo finito-infinito, o la necesidad de cultivar
espiritualidad para superarla. Se toma este tipo de desesperación con mayor consideración
porque en la actualidad hemos insistido y cegado en la “autenticidad” del Yo tan
profundamente sin darnos cuenta que este camino también nos llevaría a ahogarnos en
esta desesperación de la cual buscamos sobreponernos. Resulta necesario replantearnos
una relación de lo finito con lo infinito, como un elemento de nuestra constitución que hemos
dejado de lado o abandonado completamente y que podría ser un factor contribuyente al
alza del fenómeno del suicidio, en tanto como desequilibrio de la relación con el espíritu.
El autor prosigue al definir que existirían dos alternativas para la vida humana, la
desesperación como un suicidio continuo, ya que como Kierkegaard describe la enfermedad
mortal, no es finalizada al momento de consumir o la vida ser consumida por la muerte, sino
que es primordialmente anularse a sí mismo y anular su relación con el Infinito. O, creer en
Dios como un exceso de posibilidad. Y para esto, sería necesario enraizarse en Dios, como
el “otro absoluto” de absolución incondicional. Esta concepción de del Infinito como
fuente del perdón incondicional también resulta imprescindible, ya que entonces sería lo que
permitiría al ser humano luchando por la posibilidad, en tanto que si no existiera se anularía
cualquier posibilidad que justifique avanzar, y terminarlo todo sería el único camino posible.
Y no tan solo como en su posibilidad de mantener una relación con el Absoluto, o de ofrecer
un sentido de optar por seguir viviendo desde una concepción más “metafísica” por
describirlo de alguna manera, sino que también menciona el impacto que nosotros podemos
tener con otros para romper el aislamiento en que se encuentra el desesperado. Es una
apertura, un perdón que proviene primero desde una confianza. Aunque aquí se entiende
como una comunicación indirecta con Dios, lo que está en jaque aquí es que esta
desesperación es algo que se vive de forma muy íntima y que cala profundo, pero que la
apertura, la “descompresión” de una tensión que se vive como una olla en presión que
podría estallar, ya le permite visualizar la posibilidad, tan solo en ese momento. Ese alivio
de comunicar, tanto al origen como a otros, ya podría salvar a alguien.
Estructura tentativa: