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La dignidad en el morir y el significado de la muerte

desde la óptica de una ética personalista

Introducción

Tanto la muerte como el morir, y la experiencia del dolor, a


menudo presente en el moribundo, no cuentan con una
explicación plenamente satisfactoria para la persona si no es a
la luz de una cosmovisión unitaria de su ser en comunidad
interpersonal y de carácter transcendental. Seguidamente
explicaremos el aporte de una cosmovisión ubicada en el
contexto de una antropología personalista atenta a la dimensión
individual y comunitaria de la persona (en la segunda parte de
esta ponencia expondremos la cuestión de la trascendencia y su
dimensión espiritual). Proponemos una antropología según el
método orgánico. Este método, sin ser exclusivamente
confesional, sí apunta a la trascendencia religiosa en cuanto
exigencia inherente al ser persona.

A. La antropología filosófica no puede resolver definitivamente el


problema del significado de la muerte, más bien intenta impedir
la huida del hombre ante el interrogante que se le impone como
desafío a su dignidad. En primera instancia nos ubicaremos en
la tradición filosófica que insiste en que la vida no se entiende
sin plantearse el tema de la muerte. Explicaremos que la
estructura misma del hombre, su dinamismo, su sentido de
planificación o proyecto vital, son razones suficientes para
esperar en otra vida la plenitud y el cumplimiento de sus más
profundos anhelos, por lo cual la muerte no se le aparece como
el límite a sus aspiraciones. Es decir, la esperanza se revela
como rasgo de la trascendencia en el ser mismo de la persona.
Pero antes de exponer una antropología personalista, resulta
instructivo revisar de nuevo la postura existencial - agnóstica en
torno del tema de la muerte y del morir, ya que la misma, como
nosotros, centra su atención en la vivencia del morir y busca en
la experiencia existencial claves para exponer el tema a nivel de
interpretación reflexiva e invitar al compromiso personal. En los
tramos siguientes mantenemos la reciprocidad (si bien los
hemos distinguido conceptualmente) entre los conceptos
“muerte” y “morir”.

A.1. Según explica Gordillo - Álvarez[1], M. Heidegger insiste


en que el enfrentarse a la propia muerte de forma realista da
muestra de la autenticidad de la vida, ya que este encuentro
con la muerte propia lo puede realizar tan sólo la persona, el ser
consciente y responsable de su existir, en el seno de su
individualidad intransferible. La muerte como dimensión
constante en el curso de la vida contribuye a que cada uno
reconozca su individualidad o su ser único. Según Heidegger,
hay una forma de ir libremente a la muerte y esta consiste en
anticipar la muerte en cada experiencia vital, con lo cual se
aceptan mejor las desilusiones, todo se evalúa en su
temporalidad reconociéndose su finitud. Nos advierte la autora
citada que no hemos de confundir la expectativa de la muerte
con la esperanza en la continuidad de la vida, ya que para
Heidegger la muerte es ausencia de toda posibilidad o el final de
los proyectos que configuran la existencia. Gordillo - Álvarez
compara a Heidegger con J. P. Sartre. Señala que para Sartre la
muerte no puede ser asumida ni menos aún integrada a la
experiencia humana de la existencia. Según Sartre, la muerte
viene radicalmente desde fuera del ser e interrumpe la
existencia caracterizada por una constante liberación de toda
forma estática o determinada de ser. Inspirado en la perspectiva
de Sartre, A. Camus deriva la siguiente implicación: la muerte
es la pérdida de toda esperanza; el hombre trata de evitarla
refugiándose en el anonimato de la vida moderna que entretiene
y distrae con sus novedades y comodidades. Pero se impone la
consciencia de estar sometido al tiempo y su inexorable
conducción hacia el deterioro, lo cual suscita un sentimiento de
lo absurdo de aspirar a lo eterno siendo temporal, a lo infinito
siendo finito. En resumen, la muerte para Heidegger contribuye
a la autenticidad porque nos individualiza, mientras que para
Sartre y Camus la muerte revela lo absurdo de la existencia
humana porque rompe todo proyecto, toda libertad personal, y
así resta significado a la existencia.

A.2. La corriente agnóstica de la filosofía existencial,


brevemente señalada, nos desafía a vivir sin esperanza pero sin
caer en la desesperación radical ni inferir de lo absurdo una
propuesta al suicidio. Se estima que ambas, la desesperación y
el suicidio, son huidas y excusas para no comprometerse tal
como la corriente existencialista exige del ser humano.

Pero la resistencia a las dos formas de huida constituye una


decisión voluntariosa e irracional, y por eso carente de una
integración a la totalidad del ser persona como agente
intelectual, volitivo y afectivo encarnado. La muerte en el
existencialismo agnóstico se ha de aceptar como una realidad
trágica que compromete nuestra existencia y libertad para así
vivir la condición humana con autenticidad. Debe resistirse a
caer en la inautenticidad provocada por la ausencia de
esperanza y a ser víctima de la angustia generada por la
resistencia a enfocar la muerte como posibilidad
constantemente presente. La inautenticidad puede conducir a
llenar totalmente el tiempo y la mente con actividades,
diversiones, idolatrar el cuerpo centrando la vida en mantenerlo
en condiciones de salud y bienestar.

A.3. Una perspectiva antropológica centrada en el concepto


persona como agente racional y responsable ante su bien en
cuanto espíritu encarnado, también reconoce que la muerte no
es meramente la descomposición de un organismo vivo sino
más bien la desintegración de una existencia humana y la
correspondiente imposibilidad de expresar nuestra vida personal
en el mundo. Se trata de un desarraigo del mundo en el que
vivimos, de un separar de todo lo que tiene sentido para la
realización de un proyecto vital. Se enfrenta el proceso del morir
con una angustia que emana del fondo mismo del ser persona y
que con frecuencia incluye la soledad absoluta. Pero a diferencia
de la interpretación que de esta experiencia nos ofrece el
existencialismo agnóstico, la antropología personalista reconoce
una vía de trascendencia sin por ello ocultar la realidad
inquietante de la muerte.

Qué le sucede a tu cuerpo


Morir puede variar mucho, así que, por el bien de este artículo, supongamos que
estás muriendo de causas naturales y que estás en camino. Lo primero, es
importante saber que no hay un “momento de muerte” preciso. Morir es un
proceso, y uno donde hay muchas áreas grises porque todavía hay mucho que no
sabemos. Dicho esto, podemos definir legalmente la muerte en dos etapas. En este
momento, tu cuerpo se acerca gradualmente a lo que se conoce como “muerte
clínica”, que ocurre cuando el latido cardíaco, la respiración y la circulación se
detienen. Pero las células de tu cuerpo siguen vivas después de eso durante los
próximos cuatro a seis minutos hasta que se produce la “muerte biológica”. En ese
momento, tus células cerebrales han comenzado a morir y la reanimación es
imposible.

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