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La evaluación ha de considerarse motor del aprendizaje, ya que sin evaluar la coherencia entre
los hechos y las representaciones y la propia expresión de las ideas, no habrá progreso en el
aprendizaje del alumnado ni acción efectiva del profesorado (Sanmartí, 2020).
En relación con las finalidades relacionadas con el seguimiento del proceso de enseñanza-
aprendizaje de la materia podemos distinguir cuatro acepciones de evaluación (diagnóstica,
formativa, sumativa y formadora) que proporcionan información en distintos momentos de la
actuación docente (Geli, 2000; Pujol, 2003). Se encuentran estrechamente relacionadas y no se
conciben aisladas unas de otras. Las informaciones que aportan son complementarias y cubren
las distintas funciones de la evaluación:
—De control de la calidad de todos los elementos de los proyectos de trabajo planteados, de
manera que el profesorado participa en su propia autoevaluación como un punto de partida
para la mejora de forma continuada. Serían objetos de evaluación los siguientes aspectos: a) El
proceso de enseñanza con todos sus componentes: contenidos, planificación, desarrollo
docente, resultados, actuación del profesorado, características individuales del alumnado, etc.;
b) el proceso de aprendizaje: interacción social, estilos de aprendizaje, ideas previas, actitudes,
etc.; c) el contexto: contexto social del centro, ambiente de aprendizaje, infraestructuras,
recursos materiales y humanos, implicación y colaboración de instituciones externas, etc. En
concreto, para el trabajo por proyectos de esta materia, conviene que el docente o la docente
dispongan de una plantilla de trabajo en la que se recojan todos estos componentes citados.
Así, desde las primeras semanas de curso y de forma paralela a la evaluación inicial o de
diagnóstico, puede plantear una programación de aula ajustada a las necesidades del
alumnado.