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Clase 49 – Crisis del siglo III

La estabilidad mediterránea de la pax romana fue interrumpida abruptamente en el 235


cuando el emperador Alejandro Severo fue asesinado por sus soldados luego de intentar
negociar con los germanos. El Senado no logrará dar una sucesión ordenada y será el
ejército quien comience a designar a los emperadores y marcar las líneas de la política
romana junto a una creciente burocracia en detrimento del Senado y el pueblo. En estos
casi 50 años que dura la crisis se sucederán 26 emperadores, de los cuales solo cuatro
morirán por causas naturales (dos por la peste, uno por fiebre y otro alcanzado por un
rayo), con los restantes muriendo en batalla o a manos de sus soldados (en tres
ocasiones, los asesinos serán la Guardia Pretoriana, el cuerpo personal del emperador).

El Imperio caerá en un espiral de guerras civiles y divisiones, que llegó a su punto


máximo en el 268 cuando se dividirá en tres estados que compiten entre sí: el Imperio
Galo (Galia y Britania), el Imperio Palmireno (Siria y Egipto) y el Imperio Romano
propiamente dicho. A esto se les sumará la peste cipriana, que afecta enormemente a
todo el territorio entre el 249 y el 262, con caídas de población estrepitosas como la de
Alejandría, que pasará de tener unos 500 mil habitantes a aproximadamente 190 mil;
debido a la epidemia y la consecuente reducción de la población, muchas tierras fértiles
fueron abandonadas, agravando la situación del abastecimiento de los ejércitos y la
población.

La crisis impactará también a nivel económico. El uso cada vez mayor de tropas y la
continua alza de sus salarios, a lo que se suma la interrupción del comercio debido a las
guerras civiles, llevará a una hiperinflación que hará elevar los precios en un 1000% en
el período 256-280, pulverizando casi totalmente el valor del denario (la moneda de
plata del Imperio). Muchas ciudades, afectadas por la corrupción, los saqueos y la
merma del comercio, serán abandonadas, lo que dará como resultado una ruralización
progresiva de la economía.

Otro problema serán las invasiones e incursiones externas, tanto en la zona del Rin por
parte de los numerosos pueblos germanos (como los alamanes y francos) como en
Medio Oriente (con la dinastía persa Sasánida). Por otra parte, la nueva religión
cristiana se desarrolló y expandió rápidamente, afirmando aún más su propia
organización con una serie de consejos de obispos llamados “sínodos”.

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