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1. Andrea escribió una carta a un soldado desconocido durante la guerra de Malvinas cuando era niña. Años después, conectada a las redes sociales, recibió una solicitud de amistad de Martín Fontao, a quien ayudó con la carta que escribió cuando era niña.
2. Marcos visitaba a su familia en Hurlingham de niño, donde su madre y tía tejían cuadrados de lana para enviar a los soldados, aunque nunca llegaron a enviarse. Años después, cuando visitaba a su abuelo, se
1. Andrea escribió una carta a un soldado desconocido durante la guerra de Malvinas cuando era niña. Años después, conectada a las redes sociales, recibió una solicitud de amistad de Martín Fontao, a quien ayudó con la carta que escribió cuando era niña.
2. Marcos visitaba a su familia en Hurlingham de niño, donde su madre y tía tejían cuadrados de lana para enviar a los soldados, aunque nunca llegaron a enviarse. Años después, cuando visitaba a su abuelo, se
1. Andrea escribió una carta a un soldado desconocido durante la guerra de Malvinas cuando era niña. Años después, conectada a las redes sociales, recibió una solicitud de amistad de Martín Fontao, a quien ayudó con la carta que escribió cuando era niña.
2. Marcos visitaba a su familia en Hurlingham de niño, donde su madre y tía tejían cuadrados de lana para enviar a los soldados, aunque nunca llegaron a enviarse. Años después, cuando visitaba a su abuelo, se
Andrea: Era una niña que vivía en la localidad de Hurlingham y acababa de
empezar la primaria cuando estalló la guerra. No entendía mucho lo que estaba pasando. Tenía una tarea: recolectar algunos de los elementos de una lista que le habían dado en la escuela. La búsqueda fue inútil. Lo que sí pudo hacer Andrea, fue escribir una carta para un soldado que ella no conocía, pero que al recibirla seguramente lo iba a hacer sentir bien. Pronto la guerra pasó. Andrea creció. Descubrió que su vocación era ser maestra y estudió en una escuela normal cerca de su casa. En sus ratos libres, le gustaba conectarse a las redes sociales. Un día recibió una solicitud de amistad de un Sr. Martin Fontao. Aunque no lo conocía, ni le sonaba el nombre, decidió aceptarla. Con alegría descubrió que la carta que había mandado hacía casi 40 años, a un soldado desconocido había sido recibida, y había ayudado a salvar su vida. El soldado no se había perdido, había podido volver a casa. Marcos: Marcos vivía en el barrio de Caballito con sus padres. Su familia materna vivía en la localidad de Hurlingham. Para navidad, para pascuas o para algún cumpleaños, iba a visitarlos. Pero especialmente recordaba una época cuando los visitaba más a menudo. Iba con su mamá a bordo de su Renault 12 a llevar cuadrados de lana que tejían en familia. Recordaba también a su tía, a su abuela, y sus vecinas tejer en silencio en el comedor de la casa esos mismos cuadraditos de lana que nunca llegaron a enviar. Pronto la guerra pasó. Pasaron gobiernos y pasaron mundiales. Marcos creció. Tenía 14 años, le gustaba mucho la música y no se separaba de su walkman. Algún que otro sábado iba a Hurlingham a visitar a su abuelo que había quedado viudo. Viajaba en el San Martin. Un día, en uno de esos viajes, mientras escuchaba el último disco de Fito Páez “la la la” se subió al tren un muchacho vestido de verde con ropa camuflada, junto con otro a quien presentó como Martin y se identificaron como ex-combatientes de Malvinas. El soldado más joven, con la cabeza gacha, como encorvado, llevaba una pila o algo parecido que no llegaba a distinguir. Estaban pidiendo ayuda, habían sido olvidados. Pero Marcos no se había olvidado que los habían matado de hambre a los conscriptos, que los torturaban y que todo lo que habían tejido su mamá, su tía y su abuela nunca había llegado a destino. Decidió ayudarlos con lo único que tenía que era una cadenita con una cruz que le habían dado para su confirmación. Ahora su cuello estaba libre para el collar de caracoles que él siempre había querido. Martín: Martín tenía 18 años cuando lo mandaron a la guerra, su vida cambió de un día para el otro. Martín iba a empezar medicina cuando terminara la colimba. Pronto la guerra paso. Pasaron gobiernos y pasaron mundiales. Volvió flaco, nervioso, le asustaban la oscuridad y los truenos, se hacía pis en la cama como cuando tenía 4 años. Su novia, quien después fuera su esposa lo ayudó un montón. Cuando recién había vuelto empezó a manejar el taxi de su padre algunas horas para entretenerse y olvidarse de lo que había sufrido en la guerra. El cabo Oscar Echeverría que había conocido en el monte Dos Hermanas lo llevó al centro de veteranos de guerra de San Miguel. Los sábados pedían plata en el tren San Martin. Estudió enfermería y tuvo hijos. Tardo muchos años en decidirse, pero con ayuda de su hijo menor abrió una cuenta de Facebook y buscó a la niña que le había enviado la carta cuando estaba en el frente de batalla. Esa carta que fue su escudo, su casco y su abrigo. Finalmente le pudo decir que lo ayudó a salvar su vida.