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El turismo era un rubro muy pequeño que iba creciendo poco a poco. Se
basaba en visitantes extranjeros que en escaso número venían atraídos
por lo agreste de su naturaleza y la bondad de sus aguas y por un turismo
nacional de temporada que llegaba a Baños a descansar y a venerar a la
Madre de Dios.
Eran pocos los productos que en Baños existían, pero estos eran
suficientes para mantener una economía boyante que permitía un buen
vivir de las familias de este cantón.
Las flores: margaritas y nardos, cultivados en las haciendas y en particular
en Agoyán y la Ciénega se enviaban a las grandes ciudades como Quito y
Guayaquil, ciudades en las que eran muy apetecidas. La madera fina:
caoba, cedro, arrayán, nogal, ciprés, eucalipto, laurel, servían para que
nuestros hábiles ebanistas fabriquen muebles de alta calidad con
un enchape de una belleza que no ha sido superada. Pero sin lugar a
dudas, los productos de mayor importancia fueron la caña de azúcar y la
naranjilla, producto este último que se cultlvaba en el sector de La Merced,
Cadenillas, Rio Verde, Río Negro y El Topo hacía el oriente y que se enviaba
a Guayaquil por aquellas rutas de gran recordación como son el Torneado
y la de Latacunga, vias por las cuales los camiones de los señores: Sixto
Guevara, Napoleón Herrera, Tubico Jota, Augusto Muñoz, Camilo Sarabia,
José Aurelio Rodriguez manejados por expertos choferes como Fausto
Guevara, Oswaldo lara, Gustavo Caicedo, Leonardo Guevara; Gustavo
Guevara, Don Héctor Ubiílús, Don Loco Sanchez, hacian hasta dos días de
viaje para llegar a su destino, pasando por paramos y neblinas
indescriptibles.