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ÍNDICE
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A. Lenguaje, lengua y habla
Por lo general, una de las variedades de la lengua se considera más prestigiosa que las
demás y acaba imponiéndose en el uso culto. A esa variedad la llamamos lengua están-
dar. La lengua estándar no coincide con ninguna variedad real, aunque suele identificar-
se con la empleada por las personas cultas de la Administración, la enseñanza y los me-
dios de comunicación.
La lengua estándar debe ser una variedad común a un conjunto de dialectos; para
ello la pronunciación refleja en lo posible la lengua escrita y se atenúan los rasgos
particulares de una determinada región; se busca la mayor transparencia de significado y
disponibilidad en el léxico; y en la gramática, busca las formas de consenso.
Funciona también como un modelo para toda la comunidad y en ese sentido sirve
como referencia a todos los hablantes, con independencia de la variedad o variedades
que cada uno emplee. Es además una fuente primordial para fijar la norma, es decir, el
conjunto de usos lingüísticos que se consideran correctos.
En el caso del español, la institución que fija la norma es la Real Academia
Española, que cumple ese cometido mediante la publicación de gramáticas, diccionarios
(Diccionario de la RAE; Diccionario Panhispánico de dudas) y ortografías que recogen
esos usos habituales de la lengua estándar y les dan valor normativo. Estas
publicaciones se renuevan y actualizan periódicamente, dado que la norma cambia a
medida que los hablantes imponen nuevos usos que van incorporándose paulatinamente
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a la lengua estándar. La Asociación de Academias de la Lengua Española está integrada
por veintidós academias de la Lengua Española que existen en el mundo.
Al determinar lo que es correcto e incorrecto, la norma ayuda a frenar la
disgregación de la lengua que se puede dar, sobre todo, debido a la distancia geográfica
de sus hablantes. Sin embargo, no existe una norma única para cada lengua.
Normalmente existe una subnorma para cada variedad dialectal. Así, el uso de “le” en
lugar de “lo” como pronombre personal átono masculino singular de complemento
directo en “Le llamé”, por ejemplo, resulta correcto conforme a la norma española, pero
no conforme a la norma de otras zonas de habla española.
Por otro lado, la norma no es inmutable, sino que cambia. Así, por ejemplo, algunos
términos que antes no aceptaba la norma española se han generalizado y han pasado a la
lengua estándar. Es el caso de página web.
En la lengua hablada es frecuente que los hablantes nos desviemos de la norma. Sin
embargo, en la lengua escrita debe predominar el uso de la lengua estándar.
El desconocimiento de la norma provoca a veces incorrecciones que se perciben
como vulgarismos. Los vulgarismos pueden afectar a distintos planos de la lengua:
-a la pronunciación (*almario por armario, *dentífrico por dentífrico)
-a la ortografía (*jeriátrico por geriátrico)
-al vocabulario (*infestar por infectar)
-a la construcción de la frase, es decir, a la sintaxis (*yo pienso de que en lugar de yo
pienso que, que es el fenómeno conocido como dequeísmo)
Algunas incorrecciones se producen por ultracorrección, es decir, por el afán de
evitar un uso correcto que se interpreta erróneamente como un vulgarismo. Hay
ultracorrección, por ejemplo, cuando se dice *bacalado por bacalao, por ejemplo.
También se producen incorrecciones cuando el hablante, intentando imitar la forma de
expresión de aquellos que considera cultos, utiliza erróneamente términos cuyo
significado y uso no domina. Por ejemplo cuando se utiliza el adjetivo alimenticio, que
alimenta, en lugar de alimentario, relacionado con la alimentación, para referirse a la
industria de este sector.
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C. El sistema de la Lengua
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3. NIVEL MORFOLÓGICO: Se encarga del estudio de los monemas, que son las unida-
des mínimas lingüísticas con significado. De su estudio se encarga la Morfología. Estu-
dia las clases de palabras y los procedimientos de formación (derivación, composición,
parasíntesis) e incorporación de palabras (préstamos, siglas, acrónimos, acortamientos,
etc.). Recordemos que las palabras se dividen en lexemas, que aportan significado léxi-
co, y morfemas, que aportan significado gramatical. Dentro de estos los hay libres (si
componen ellos solos una palabra, por ejemplo los determinantes) y trabados, cuando
van formando una palabra. A su vez, dentro de estos, tenemos prefijos (si van delante
del lexema), sufijos y desinencias (que van detrás; las desinencias informan de valores
gramaticales como género, número, persona o desinencias verbales). Ej: Ros-al
(ros=lexema; al=sufijo); in-quiet-as (in=prefijo; quiet=lexema; as=desinencias). Depen-
de de las escuelas estos términos pueden recibir otros nombres (lo que aquí hemos lla-
mado monema=morfema; lo que aquí hemos llamado lexema=raíz; lo que aquí hemos
llamado morfema=afijo, pero lo importante es entender el funcionamiento y ser cohe-
rente con una terminología sin mezclar varias). En la mayoría de los casos la morfología
y la sintaxis se estudian juntas porque están muy relacionadas. Es lo que se conoce
como morfosintaxis, que estudia simultáneamente la forma (morfología) y la función
(sintaxis) de la oración.
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Para caracterizar una clase de palabra hay que acudir a tres criterios:
-El significado, es decir, qué nombran las palabras (acciones, cualidades, objetos, etc.)
-La forma, es decir, qué constituyentes componen las palabras (lexemas, morfemas,
etc.)
-La función de las palabras en los enunciados (núcleo, modificador, etc.)
Atendiendo a estos criterios se pueden establecer las siguientes clases de pala-
bras, que agruparemos en variables e invariables. Son variables los tipos de palabras que
permiten alguna variación o flexión de género, número, tiempo, modo, aspecto o perso-
na. Son cinco: nombres o sustantivos, pronombres, verbos, adjetivos y determinantes.
Son invariables los tipos de palabras que no admiten dichas flexiones. Son cuatro: ad-
verbios, conjunciones, preposiciones e interjecciones.
Dependiendo de las escuelas gramaticales, hay quienes eliminan de esta lista el
determinante y ponen en su lugar solo el artículo (el, la, los, las y lo). Esta escuela gra-
matical distingue dos clases de adjetivos, los calificativos (alegre) y los determinativos
(posesivos, demostrativos, numerales, indefinidos, interrogativos, exclamativos y relati-
vos). En la otra escuela gramatical la categoría “determinante” engloba a los determi-
nantes artículos y al resto de determinantes.
El sustantivo
Los sustantivos, también conocidos como nombres, son palabras que designan
personas, animales, cosas, ideas, etc. Según el significado, el sustantivo nombra entida-
des como personas, animales, cosas, sentimientos o ideas. Según la forma, el sustantivo
tiene género y número. Suele componerse por un lexema o raíz y desinencias o morfe-
mas flexivos de género y número. Según su función, el sustantivo es el núcleo del sin-
tagma nominal y como tal puede ser núcleo de numerosas funciones sintácticas: sujeto,
complemento directo, complemento indirecto, etc.
Desde el punto de vista semántico, las clases de sustantivos se dividen en pro-
pios/comunes, individuales/colectivos, concretos/abstractos y contables/incontables.
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mún, el género es sólo una marca gramatical. El género, insistimos, es una marca gra-
matical y por tanto no hay que confundirla con el sexo. Así, “jirafa” es femenino y sirve
para nombrar machos y hembras de la especie; “cocodrilo” a la inversa. Quiere decirse
que en español, como en otros idiomas, hay un término no marcado, el masculino, que
sirve para nombrar en general al masculino y al femenino (“el hombre primitivo”) y un
término marcado, el femenino, que se utiliza cuando se quiere señalar o marcar el fe -
menino. No se trata de una cuestión de machismo sino de economía lingüística, y toda
lengua tiende a la economía de sus medios para expresar el mayor número de mensajes.
Los sustantivos suelen tener un solo género, es decir, o son masculinos (lugar) o
son femeninos (cosa). Hay, no obstante, sustantivos que admiten variación de género
(hermano/hermana). Algunos sustantivos con distinción de género permanecen invaria-
bles. En estos casos el cambio de género se marca mediante el cambio de artículo: el/la
artista, el/la ayudante, el/la joven.
Hay palabras asexuadas: la –a de mesa no indica sexo femenino sino género fe-
menino; la –o de libro lo mismo. Solo cuando son entidades sexuadas pueden estable-
cerse dicotomías masculino/femenino. Se forman mediante los morfemas –o, -e, 0
(nada) para el masculino y –a para el femenino (gato/gata; monje/monja; director/direc-
tora). Hay morfemas especiales para el femenino como –esa (abad/abadesa), -isa
(poeta/poetisa), -ina (zar/zarina), -iz (actor/actriz). Otras veces el género se realiza con
una variación léxica (padre/madre); a estos sustantivos se les llama heterónimos. Hay
también nombres de género común (el/la testigo el/la artista, el/la ayudante, el/la joven).
Si son nombres referidos a profesiones, la R.A.E. admite “la abogada” o “la médica”.
Esta es una tendencia que va en aumento en toda el habla hispana, aunque más en el es-
pañol de América. Hay también nombres epicenos, que tienen una forma única que lle-
va el artículo y el adjetivo en el mismo género, tanto para un sexo como para otro (“la
persona más tierna”; el bebé dormilón). Por último hay nombres ambiguos, que nom-
bran cosas que pueden llevar indistintamente artículos y adjetivos masculinos o femeni-
nos como “el/la mar”, “el margen derecho/la margen derecha”.
El número es otra marca gramatical que tienen los sustantivos. Según este crite-
rio pueden aparecer en singular o plural. Los sustantivos en singular indican a un solo
ser u objeto individual o colectivo; quiere decirse que hay palabras que esa marca de
singular no tiene por qué indicar su número: “vida”, “condición”. Los sustantivos en
plural nombran a varios seres u objetos de una misma clase. Llevan generalmente como
terminaciones –s (si acaban en vocal) y –es (si acaban en consonante).
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Sin embargo, en español hay otras formas especiales para expresar el plural:
-Los sustantivos de acentuación llana o esdrújula que en singular teminan en –s o –x
permanecen invariables: el miércoles/los miércoles; el tórax/los tórax.
-Algunos sustantivos que en singular terminan en y añaden –s y mantienen el sonido vo-
cal de la y (jersey/jerséis). Otros, en cambio, añaden –es y consonantizan el sonido vo-
cal de la y: rey/reyes.
-Algunos sustantivos que en singular terminan en í o en ú tónicas admiten las dos termi-
naciones: marroquís/marroquíes, bantú/bantúes.
-También se vacila entre monosílabos acabados en vocal, aunque en este caso se prefie-
re añadir la terminación –es: la i/las íes; el no/los noes.
En general los sustantivos pueden variar de número, aunque algunos tienen una
sola forma, el singular o el plural: cosquillas, enseres, víveres, caos, cenit, crisis, sed,
salud.
Los determinantes
Son palabras que no tienen significado propio y que únicamente sirven para
anunciar o presentar a un sustantivo o a otra palabra o grupo de palabras que se compor-
tan como un sustantivo: la mesa, los elegidos, el saber estar, el que tenía que venir.
Ya dijimos que algunas gramáticas prefieren separar el artículo respecto a las de-
más formas determinativas, las cuales incluyen en la categoría de los adjetivos. Sin em-
bargo, otras escuelas engloban en los determinantes todas esas formas separándolas así
del adjetivo calificativo. Por otro lado, algunas gramáticas incluyen en la categoría de
determinantes artículos los indefinidos un, una, diferenciándolos de los determinados el,
la.
Aquí nos inclinamos por una clasificación global de los determinantes, incluyen-
do los artículos y los demás tipos de determinativos:
-artículos: el, la, los, las, lo.
-demostrativos: este, ese, aquel (femeninos y plurales)
-posesivos: mi, tu, su, mío, tuyo, suyo (femeninos y plurales; se pueden distribuir en
formas plenas/apocopadas, de 1ª/2ª/3ª personas y de un solo poseedor/varios poseedo-
res)
-interrogativos y exclamativos: qué, cuánto, cuál (femeninos y plurales cuando los ad-
mitan).
-los numerales (cardinales, ordinales, fraccionarios, multiplicativos, distributivos)
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-indefinidos: tal, cada, poco, mucho, todo, un, mismo, cierto, otro, algún, ningún, cual-
quier, bastante, (femeninos y plurales).
Existen además las formas contractas “al” (a+el) y “del” (de+el).
Los determinantes aparecen en el mismo género y número que el sustantivo al
que acompañan. Cuando el sustantivo al que preceden comienza por a- o ha- tónicas el
artículo adopta la forma masculina del singular: el águila. Sin embargo en plural se re -
cupera la forma femenina: las águilas. Ocurre lo mismo con las formas algún y ningún.
Si entre el artículo y el nombre existe algún adjetivo u otro determinante se recupera la
forma en concordancia: “la veloz águila”.
El fenómeno del uso o no del artículo antes del nombre es un tema muy comple -
jo; sin embargo se pueden establecer algunos criterios de carácter general:
-Por lo general el artículo no acompaña a los nombres propios: África, Basilio.
-El artículo aparece casi siempre con los nombres contables en singular.
-Los nombres contables en plural y los incontables pueden aparecer con o sin artículo.
-En los complementos predicativos no suele aparecer el artículo: Me nombraron direc-
tora del colegio.
-El artículo acompaña casi siempre a los nombres que desempeñan la función de sujeto
en la oración.
Los pronombres
Los pronombres son palabras que sirven para nombrar a los seres u objetos que
pueden nombrar los sustantivos, ahora para sustituirlos. No tienen significado semántico
propio, sino ocasional, es decir, cada vez que se emplean pueden referirse a una entidad
distinta. En cuanto a la función, los pronombres equivalen a un sustantivo y pueden
constituir por sí mismos un sintagma nominal. Se pueden distinguir dentro de ellos dos
grandes clases:
-los pronombres personales
-los pronombres posesivos, demostrativos, numerales, indefinidos, interrogativos, excla-
mativos y relativos.
Obsérvese las semejanzas entre determinantes y pronombres. Tienen clases co-
munes (posesivos, demostrativos, interrogativos y exclamativos, numerales e indefini-
dos). Para diferenciarlos hay que descubrir si acompañan al nombre (“este libro me gus-
ta”, en este caso será determinante demostrativo) o lo sustituyen (“este me gusta”, en
este caso será pronombre demostrativo; otro ejemplo: “quiero tres manzanas” donde
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“tres” es determinante numeral; “quiero tres”, donde “tres es pronombre numeral). No
todas las formas valen para una categoría, pues por ejemplo la forma demostrativa
“esto” solo puede ser pronombre. Los numerales comparten las mismas formas para de-
terminantes y pronombres menos el distributivo “sendos” que solo puede ser determi-
nante. La forma “quién” solo puede ser pronombre interrogativo; las demás formas inte-
rrogativas o exclamativas (qué, cuál y cuánto) pueden funcionar como determinantes o
como pronombres (en “¡qué piso tan bonito!” qué es determinante porque acompaña a
un sustantivo; en “¿qué quieres?” qué es un pronombre porque está sustituyendo a un
nombre). También, por poner otro ejemplo, las formas alguien, algo, nadie y nada solo
pueden ser pronombres indefinidos, no determinantes indefinidos. En cuanto a las de-
más categorías, las hay exclusivas de una y otra categoría morfológica: los artículos solo
pueden ser determinantes; los pronombres personales y los relativos solo pueden ser
pronombres.
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ción sintáctica en su proposición. Así, en “Entregaron medallas a los jugadores que ga-
naron” el pronombre relativo “que” funciona como sujeto de su proposición.
Los pronombres relativos son que, quien y quienes.
Los adjetivos relativos son el cual, cuanto y cuyo (femeninos y plurales)
Los adverbios relativos son cuando, donde y como.
El adjetivo
Los adjetivos son palabras que suelen acompañar al sustantivo y destacan una
propiedad o cualidad de él. Según el significado expresan circunstancias o propiedades
de estado, origen, procedencia, etc. referidas a lo expresado por un sustantivo. Según su
forma, son palabras variables que tienen el mismo género y número que el sustantivo al
que se refieren. Según su función pueden ser adyacentes que complementan al núcleo de
un sintagma (Ese coche rojo me gusta); atributo (Ese niño es listo) o complemento pre-
dicativo (Ese autobús sube renqueante la cuesta).
A la hora de clasificar los adjetivos calificativos, estos de dividen según distintos
criterios. Si atendemos a su forma se dividen en adjetivos de dos terminaciones (día se-
reno/noche serena) o de una sola terminación (El niño alegre/la niña alegre). Según la
forma en que complementan al sustantivo se dividen en adjetivos especificativos, si li-
mitan la extensión del sustantivo o lo seleccionan dentro de un conjunto (el olmo seco)
o bien explicativos o epítetos, cuando designan una cualidad que ya aparece en la propia
definición del sustantivo (verdes prados, nieve blanca).
En cuanto a la concordancia, los adjetivos tienen género y número, igual que los
sustantivos. Sin embargo, a diferencia de estos, pueden combinarse con la forma neutra
lo (lo bueno, lo malo). Cuando el adjetivo pospuesto se refiere a varios sustantivos va en
plural aunque los sustantivos vayan en singular (Perdí un lápiz y un bolígrafo nuevos);
cuando el adjetivo pospuesto se refiere a varios sustantivos de distinto género va en
masculino (Marta compró una falda y un vestido negros). *Se explicarán más casos de
concordancia dudosa en clase.
Se dice que los adjetivos calificativos tienen grado porque pueden expresar la in-
tensidad con que se posee una cualidad. Los grados del adjetivo son tres: positivo, com -
parativo y superlativo. El grado positivo expresa una cualidad o estado del sustantivo
sin indicar su intensidad (luz crepuscular). Mediante el grado comparativo se contrastan
dos cualidades de un mismo ser u objeto, o el grado en que dos seres u objetos poseen la
misma cualidad. En este sentido hay grado de inferioridad (menos+adjetivo+que Mis
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vecinos de arriba son menos ruidosos que los de abajo); de igualdad
(tan+adjetivo+como; igual de+adjetivo+que Yo no soy tan ordenado como mi herma-
no); de superioridad (más+adjetivo+que Se quedó más ancho que largo); o de excelen-
cia (artículo+más+adjetivo+de Es la más alta de todas). Por último, el grado superlativo
expresa la mayor intensidad de una cualidad o un estado. Se puede expresar de diversas
formas: mediante el adjetivo +sufijo -ísimo o –érrimo (buenísimo, celebérrimo); me-
diante el adverbio muy/sumamente (Él es muy bueno); o bien mediante los prefijos su-
per- o extra- o hiper-.
Algunos adjetivos presentan una forma especial para expresar el grado. Son los
siguientes:
El verbo
Los verbos son aquellas palabras capaces de construir una oración por sí solas o
con la ayuda de un sustantivo. Por su significado los verbos sirven para expresar accio-
nes, estados, procesos o eventos y situarlos en el tiempo. En lo referente a la forma el
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verbo es una palabra morfológicamente compleja porque informa mediante sus morfe-
mas flexivos de número, persona, modo, tiempo y aspecto. Por su función constituye el
nucleo del predicado. Entre las formas verbales se suele distinguir entre formas simples
(que constan de una sola palabra) y formas compuestas (si están formadas por dos pala-
bras).
La conjugación verbal es el resultado de combinar la raíz de un verbo con todas
las desinencias que puede llevar. Hay tres modelos de conjugación que corresponden a
las tres conjugaciones, 1ª (de verbos cuyo infinitivo acaba en –ar), 2ª (de verbos cuyo
infinitivo acaba en –er) y 3ª (en –ir). Las 2ª y 3ª conjugaciones ya no están activas, sólo
la primera. Esto quiere decir que todos los verbos creados en los últimos siglos solo se
conjugan como los modelos en –ar. Se pueden poner muchos ejemplos conocidos de
verbos relacionados con las nuevas tecnologías: cliquear.
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los perros. Todos los verbos se conjugan en la voz activa, pero solo algunos se conjugan
en la pasiva pues necesita que indique acción. La voz pasiva en español se construye
con el verbo ser como auxiliar más el verbo léxico en participio.
Algunas gramáticas postulan la existencia de una voz media, entre la activa y la
pasiva, en español, igual que la había el latín y griego. La voz media indicaría que la ac-
ción verbal afecta al sujeto interiormente. Formalmente se caracterizaría por la presen-
cia de un pronombre flexivo que se conjugaría inseparablemente en verbos del tipo
“arrepentirse”, “alegrarse”, etc.
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-Presente con valor de mandato: Para dar órdenes. “Vas ahora mismo al supermercado”.
-Presente gnómico: El que se emplea para las definiciones. “El adjetivo es la clase de
palabras que califica al nombre”.
En cuanto a los tiempos de pasado, el pretérito perfecto compuesto expresa una
acción pasada que guarda relación con el presente: “El delfín se ha recuperado”. El pre-
térito imperfecto expresa una acción pasada que se presenta en su transcurso: “Los del-
fines eran muy numerosos”. El pretérito pluscuamperfecto expresa una acción pasada
anterior a otra pasada: “Los científicos habían hecho propuestas”. El pretérito perfecto
simple expresa una acción pasada y finalizada: “El delfín estuvo a punto de extinguir-
se”. Y el pretérito anterior expresa una acción pasada inmediatamente anterior a otra
también pasada: “Cuando hube terminado el trabajo, salí a la calle”.
Existe una diferencia semántica muy sutil entre el pretérito perfecto simple y el
pretérito perfecto compuesto de indicativo. El pretérito perfecto compuesto (he llamado)
se emplea para hablar de acciones acabadas en un tiempo que sentimos todavía como
presente: Esta semana se ha reunido en Barcelona el equipo de científicos. El pretérito
perfecto simple se emplea para hablar de acciones acabadas en un tiempo que conside-
ramos totalmente pasado: El mes pasado se reunió en Barcelona el equipo de científi-
cos.
El pretérito anterior casi no se utiliza en español contemporáneo; solamente se
registra en la lengua literaria, donde suele aparecer en algunas proposiciones subordina-
das temporales.
Los tiempos futuros, el imperfecto (llamaré) y el perfecto (habré llamado), se
emplean para hablar de acciones venideras. Ahora bien, también pueden tener sentido
de probabilidad: Habrá unos 1500 ejemplares.
En cuanto a los tiempos condicionales, el condicional simple (llamaría) expresa
acción pasada, presente o futura, posterior a otra acción: Si se tomaran medidas, esa es-
pecie sobreviviría. El condicional perfecto (habría llamado) expresa una acción pasada
posterior a otra acción pasada: Si lo hubiéramos sabido, habríamos ido a verte. Los
condicionales se utilizan también para expresar posibilidad (En ese momento habría
unas 12 ballenas) o bien como fórmula de cortesía (¿Podría pasarme la sal?).
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sus formas en la oración. Se emplean fundamentalmente para expresar acciones que se
consideran irreales, posibles o deseables.
Existen dos formas para el pretérito imperfecto de subjuntivo, bailara y bailase.
En español actual son equivalentes. Las formas en –ra son más frecuentes en la lengua
hablada, mientras que las formas en –se se registran en contextos más cuidados. En el
español de América las formas en –se han desaparecido de amplias zonas. Lo mismo
ocurre con las formas compuestas con estas dos terminaciones.
Entre los tiempos de subjuntivo hay dos que prácticamente han desaparecido del
habla y de la lengua escrita: el futuro (llamare) y el futuro perfecto (hubiere llamado).
Las formas de estos tiempos perviven únicamente en la redacción de leyes y documen-
tos jurídicos y en algunas expresiones o refranes.
El presente de imperativo
El modo imperativo solo tiene un tiempo verbal, el presente, que se emplea para
dar órdenes afirmativas. Este tiempo no tiene formas en 1ª persona del singular porque
una persona no se puede dar órdenes a sí misma. Sí tiene, en cambio, formas de 1ª per-
sona del plural (saltemos), de segunda persona (salta, saltad) y de tercera persona (salte,
salten), aunque las formas de tercera persona solo se utilizan con los pronombres de se-
gunda persona usted y ustedes o en órdenes impersonales: Cuide usted el mar; hágase
lo necesario para salvar el ecosistema. Se emplean las formas de presente de subjuntivo
para las construcciones negativas: ¡No toques eso!
Es un uso incorrecto utilizar el infinitivo en lugar del imperativo para expresar
órdenes: *Dejar las cosas en su sitio. También es incorrecto para iniciar las frases del
tipo: “*Comenzar diciendo que…”; “Ante todo, agradecer que…”.
Cuando el imperativo va acompañado de uno o más pronombres átonos (me, te,
le, la, lo, nos, os, los, las, se) el pronombre va detrás de la forma verbal fundiéndose con
ella en una sola palabra: Este pastel, déjamelo a mí.
Cuando se usa la 2ª persona del plural pierde la –d cuando va seguida de os:
Marchaos; volveos.
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participio (amando). El infinitivo y el gerundio tienen formas compuestas (haber
amado/habiendo amado).
El infinitivo puede realizar la función propia de un verbo y también de un sus-
tantivo: Subo por las escaleras para hacer ejercicio/Caminar es muy bueno para la
salud. Cuando el infinitivo se comporta como sustantivo puede combinarse con el ar-
tículo y con determinantes: El madrugar se va a acabar. A veces la sustantivación es
tan clara que el infinitivo admite variación de número: el cantar/los cantares.
El gerundio puede realizar la función propia de un verbo y de un adverbio: Las
tropas conquistaron ese territorio siendo cónsul Julio César (verbo)/Me molesta que
hagas las cosas corriendo (adverbio).
El participio es una forma no personal que puede realizar función propia del ver-
bo y también la de adjetivo. Generalmente admite variación de género y número: Termi-
nada la función, el público abandonó la sala (verbo)/ Me encantan los huevos cocidos
(adjetivo). Como verbo, además, se une a las formas personales del verbo haber para
formar los tiempos compuestos: Se ha hundido el barco.
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Según su significado las perífrasis se dividen en aspectuales y modales. Las as-
pectuales se sitúan en un tiempo que no es exactamente pasado, presente o futuro. Por
ejemplo, la perífrasis ir a+ inf. se sitúa en un futuro próximo; la perífrasis estar + ger. se
sitúa en una acción que está en proceso; la perífrasis acabar de + inf. indica un pasado
reciente.
En cuanto a las modales, pueden indicar varios significados, por ejemplo las de
obligación tener que + inf.; haber que + inf; deber + inf. Otras indican cálculo aproxi-
mado como deber de + inf.; venir a + inf. (Eso viene a costar 4 euros). Hay muchos
otros tipos de perífrasis que indican modos de la acción determinados: comienzo de la
acción como echarse a + inf. ponerse a + inf.; acción terminada como llevar, tener o de-
jar + participio; acción en proceso como andar, estar, ir, seguir o venir + gerundio; reite-
ración como volver a +infinitivo, posibilidad como poder + infinitivo, etc.
El adverbio
Los adverbios son palabras invariables que se comportan como modificadores de
los verbos (Llegué pronto), de los adjetivos (Es muy elegante), de otro adverbio (Es de-
masiado tarde) o de toda la oración (Lamentablemente, no se puede hacer nada). En ese
último caso actúan sintácticamente como modificadores oracionales en su conjunto, ya
que afectan a toda la frase y no a alguna de sus partes en concreto. Por su significado los
adverbios nombran circunstancias de lugar, tiempo, modo, cantidad, afirmación, nega-
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ción o duda. Por su forma los adverbios no admiten desinencias, es decir, son invaria-
bles. No obstante, algunos admiten diminutivos: Vivo cerquita de aquí.
A la hora de clasificar los adverbios, estos suelen agruparse por su significación:
de lugar (aquí, ahí, allí, arriba, abajo, delante, alrededor, encima, etc.); de tiempo (antes,
ahora, nunca, luego, etc.); de modo (así, bien, mal, aprisa, despacio, alto, bajo); de canti-
dad (muy, demasiado, suficiente, más, menos, mucho, etc.); de afirmación (sí, también);
de negación (no, tampoco, nunca, jamás); de duda (quizá, acaso).
Hay muchos adverbios que se han formado añadiendo la terminación –mente a
la forma femenina de un adjetivo. En ese caso, el adverbio conserva la misma acentua-
ción del adjetivo: espléndida/espléndidamente; imprudente/imprudentemente.
La mayor parte de los adverbios así formados son adverbios de modo.
Hay en la lengua muchos grupos estables de dos o más palabras que equivalen
por su función y por su significado a un adverbio. A estos grupos de palabras los llama-
mos locuciones adverbiales. Hay locuciones adverbiales de lugar como de frente, por
fuera, de arriba abajo, frente por frente, por encima; de modo como a pies juntillas, a
trancas y barrancas, entre pitos y flautas, de veras; de tiempo como de pronto, a menu-
do, de Pascuas a Ramos, en un pispás, en un santiamén; de cantidad como a mansalva,
a porrillo, a/hasta más no poder.
Las preposiciones
Las preposiciones son palabras invariables que se utilizan para establecer rela-
ciones entre palabras o parte de la oración. Pueden expresar medio, compañía, agente,
procedencia, dirección. Las preposiciones son elementos de enlace que subordinan un
sintagma generalmente nominal o una proposición con el verbo en infinitivo. El sintag-
ma introducido por la preposición funciona como complemento de un sustantivo, de un
adverbio o de un verbo, como vemos en los siguientes ejemplos:
Este es el coche de mi padre (complementa a un sustantivo)
Estoy harta de este abrigo (complementa a un adjetivo)
Vive lejos de la ciudad (complementa a un adverbio)
Voy con unos amigos (complementa a un verbo)
Las preposiciones son las siguientes: a, ante, bajo, con, contra, de, desde, duran-
te, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin, sobre, tras.
Las preposiciones cabe y so, que figuraban en la lista tradicional, han desapare-
cido del uso de la lengua. Cabe significaba “junto a” (ejemplo de El Lazarillo: Solía po-
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ner cabe sí un jarrillo de vino). La preposición so significa “bajo” o “debajo” y apenas
se usa en el lenguaje jurídico en expresiones como So pena de muerte.
Las preposiciones mediante y durante se incorporaron a la lista tradicional de
preposiciones una vez analizado su comportamiento gramatical, el cual es el mismo que
las demás preposiciones.
Por otro lado, también existe debate en torno a si “salvo”, “incluso” y “excepto”
son preposiciones, pues casi siempre funcionan como tales.
Algunos gramáticos no incluyen la preposición según en el listado, ya que se tra-
ta de una palabra tónica que puede aparecer independiente en algunas respuestas:
-¿Te gustan las películas de terror? –Según.
Las conjunciones
La palabra conjunción significa unión, enlace, atadura. Las conjunciones son pa-
labras invariables que se utilizan para establecer relaciones entre palabras, partes de la
oración o proposiciones. Es necesario que la conjunción una entidades equivalentes (dos
sustantivos, dos adjetivos, dos sintagmas nominales, dos proposiciones, dos oraciones).
Hay dos clases de conjunciones, coordinantes y subordinantes. Las coordinantes
son y, e, ni, o, u, pero, sino. Las subordinantes son que, si, como, más que, menos que,
tan como, porque, puesto, ya que, luego, con que, tal que, para que, a que, aunque, a
pesar de que, siempre que, etc.
Los adverbios cuando, donde y como sin antecedente realizan la función de las
conjunciones e introducen proposiciones subordinadas adverbiales.
En el listado anterior de conjunciones incluimos algunos ejemplos de locuciones
conjuntivas, que realizan la misma función que las conjunciones pero están compuestas
de más de una palabra. Muchas de ellas acaban en que.
Las interjecciones
Son un tipo de palabras invariables con las que se expresan sentimientos o emo-
ciones, por lo que suelen pronunciarse con entonación exclamativa: ¡Eh!, ¡Vaya! Tam-
bién pueden usarse para llamar la atención del receptor.
Para algunos gramáticos las interjecciones no constituyen un tipo de palabra, o al
menos no tienen la misma entidad que las demás clases de palabras. Según estos estu-
diosos las interjecciones corresponderían en realidad a oraciones completas en la estruc-
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tura profunda. Así, la interjección “oh” significaría algo aproximado a “lo que me ha
sorprendido esto”.
Se distinguen dos tipos de interjecciones: las propias y las impropias. Las pro-
pias son aquellas que solo pueden ser interjecciones: ¡eh!, ¡oh!, ¡ay! Las impropias son
sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios que pierden su valor original y se usan como
interjecciones: ¡Diablos! ¡Genial! ¡Vamos! ¡Bien!, respectivamente.
Algunos gramáticos incluyen en la categoría de las interjecciones algunas onomato-
peyas como zas, paf, catapum, etc. Otros, sin embargo, prefieren considerarlas simples
onomatopeyas ya que no manifiestan el estado mental del hablante y pueden llegar a
gramaticalizarse e integrarse en el léxico, generalmente como nombres.
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