Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Fire Falling by Elise Kova Kova Elise
Fire Falling by Elise Kova Kova Elise
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
SIGUIENTE LIBRO
SOBRE LA AUTORA
Sinopsis
Soldado…
Hechicera…
Salvadora…
¿Quién es Vhalla Yarl?
Vhalla Yarl marcha a la guerra como propiedad del Imperio Solaris. El
Emperador cuenta con ella para traer la victoria, el Senado cuenta con su
muerte, y lo único con lo que Vhalla puede contar es con la pelea de su
vida. Mientras lidia con los fantasmas de su pasado, nuevos desafíos en el
presente amenazan con romper los restos de su frágil cordura. ¿Mantendrá
su humanidad? ¿O realmente se convertirá en el monstruo del Imperio?
Air Awakens #2
Capítulo 1
El mundo era…
Era un infierno.
Humo espeso. Cenizas. Calor abrazador.
Vhalla corrió entre figuras en sombras. Corrió cada vez más rápido a
través de la noche, de una escena horrible a la siguiente, como si corriera
hacia el fin del mundo. Las figuras oscuras y sin rostro comenzaron a
rodearla, obstaculizarle el paso, a asfixiarla. Las lágrimas ya manchaban
sus mejillas cuando extendió una mano para apartar la primera. La figura
soltó un grito espeluznante antes de ser destrozada, disolviéndose en un
humo parecido al viento. Sus dedos se posaron en la siguiente persona…
otro grito. No quería ir más lejos, pero su corazón latía con fuerza con dos
palabras impulsándola… más rápido, más rápido, más rápido.
Así que Vhalla corrió. Corrió, y cada sombra con la que entraba en
contacto se disolvía en la oscuridad que lentamente la invadía. Nada
detenía los gritos agonizantes de las personas de las sombras, gritos que
resonaban en su alma, ni las palmas de las manos sobre los oídos, ni si
quiera sus propios gritos.
Y de repente, silencio.
Vhalla bajó las manos lentamente, abriendo un ojo y luego el
siguiente. No había nada detrás de ella, nada a su lado; el camino por
delante estaba iluminado por una última llama brillante, consumiendo un
edificio que se había derrumbado sobre sí mismo. Siendo tirada por una
fuerza invisible, sus pies se arrastraron un par de centímetros, y luego los
siguientes, hacia los escombros. Ya era demasiado tarde. Llegaba
demasiado tarde cada vez, todas las noches.
Vhalla empezó a apartar los escombros, un bloque grande a la vez.
Las llamas lamieron sus manos, pero no la quemaron. Ni siquiera se
sentían calientes. Él estaba en el fondo esperándola, y Vhalla tomó el
cuerpo golpeado y ensangrentado de su amigo muerto en sus brazos,
llorando hasta que su garganta estuvo en carne viva.
—Sareen —sollozó en su hombro ensangrentado—. Prometo que la
próxima vez seré más rápida. Por favor no me esperes.
Las manos de él cobraron vida, agarrando los brazos de ella. Con una
repentina fuerza, su amigo los cambió de posiciones, golpeándola contra el
suelo, el cadáver presionándola contra la calle destrozada. La mitad de su
rostro no era nada más que pulpa desgarrada goteando sangre en el
hombro de ella.
—Vhalla —siseó él. Parte de su mandíbula había desaparecido y el
hueso restante estaba en un ángulo incómodo—. ¿Por qué no viniste?
—¡Lo intenté! —lloró ella, suplicando—. Lo siento, Sareem. ¡Lo
siento!
—No estabas ahí. —El cadáver de su amigo se inclinó hacia adelante,
casi tocando su rostro—. No estabas ahí. Morí por tu culpa.
—¡Lo siento! —gritó Vhalla.
—Estabas con él. —Su agarre cortó el flujo de sangre en sus brazos, y
los dedos de Vhalla se entumecieron—. ¡Estabas con él! —La sacudió—.
¿Dónde está él ahora? ¿Dónde? —demandó su amigo de la infancia,
sacudiéndola como una muñeca de trapo, su cabeza golpeando el suelo.
Vhalla lucho contra los brazos que la sostenían y la sacudieron de
nuevo.
—¡No, no! ¡Intenté salvarte! —sollozó ella.
—¡Vhalla, despierta! —ordenó una voz diferente, y los ojos de Vhalla
se abrieron de golpe.
Las manos de Larel subieron y bajaron por los brazos de Vhalla. Sus
ojos oscuros estaban llenos de preocupación. Vhalla parpadeó hacia ella,
eliminando la imagen de su amigo muerto. El recuerdo de Sareem hizo que
se le revolviera el estómago, y Vhalla rodó a un lado de la cama, vomitando
en un orinal cuidadosamente colocado.
—Esta es la tercera noche consecutiva —dijo una voz desde la puerta.
La misma voz había escuchado las dos últimas noches.
Vhalla levantó la mirada y se secó la saliva de la barbilla. Había un
hechicero ahí, y no lucía exactamente feliz.
—Dale un poco de espacio. —A Larel no le hizo gracia.
—Dame a mí un poco de espacio. —La persona bostezó, pero escuchó
el tono de advertencia en la voz de Larel con una mirada fulminante en
dirección a Vhalla. Un golpe de la puerta señaló su partida.
Vhalla tosió por última vez, su estabilidad física y mental regresó
mientras más tiempo estuvo fuera del sueño. Sentándose, Vhalla se frotó las
palmas de sus manos contra los ojos y parpadeó para eliminar los últimos
restos de la visión.
—Vhalla —susurró Larel suavemente, colocando su palma en la
coronilla de la cabeza de ella. La otra mujer se sentó en la cama y tomó a
Vhalla en sus brazos.
—Estoy bien, estoy bien, estoy bien —murmuró Vhalla en la suave
comodidad de su amiga.
—Me quedaré.
—No, no puedes quedarte todas las noches. —Vhalla sacudió la
cabeza, pero no se alejó de la palma reconfortante acariciando su enredado
cabello castaño.
—¿Quién lo dice? —La mujer tomó su posición entre Vhalla y la
pared. Estaba abarrotada entre ambas, pero Vhalla estaba demasiado
exhausta como para objetar.
Se acostaron una frente a la otra y tomaron de la mano con fuerza.
Vhalla entrecerró los ojos en la oscuridad, usando la tenue luz de la luna
para distinguir el rostro de Larel. La otra mujer devolvió la mirada. Como
Portadora de Fuego, Larel podía convocar una llama con un pensamiento y
darles luz, pero no lo hizo.
—Larel —gimoteó Vhalla suavemente.
—Deberías dormir un poco. —Larel sabía del inminente colapso de
Vhalla solo por el tono de su voz.
—Mañana es el último día. —Después del sueño, sus emociones eran
como una avalancha corriendo hacia el borde de un acantilado. Vhalla no
tenía esperanzas de hacer nada más que atravesarlo. No había tenido
esperanzas desde su juicio hace cinco días.
—Lo es y la Comandante Reale solo te hará trabajar más duro. —La
voz de Larel era una extensión de su resolución, tan inamovible como una
montaña. Ella era la única roca que le quedaba a Vhalla.
—¿Cuál es el punto? —susurró Vhalla con labios temblorosos—.
Estaré muerta en el momento en que estemos en un combate real.
Originalmente Vhalla fantaseó sobre lo que se encontraría en el Norte,
la tierra devastada por la guerra a donde se le ordenó marchar como una
soldado reclutada del Imperio. Pero los sueños y la culpa habían desgatado
su resolución hasta que solo era una cáscara.
—No lo estarás —insistió Larel.
—¡Apenas puedo hacer nada! —Su voz era patética, incluso para sus
propios oídos. Pero Vhalla estaba más allá de preocuparse. Había
convocado una fuerza falsa para lograr atravesar su juicio, pero ahora se
había ido.
—Silencio —ordenó Larel. El asunto ya no estaba abierto a discusión
—. Debes dormir.
Vhalla apretó los labios.
—¿Me despertarás? —preguntó ella finalmente.
—Lo haré. —respondió Larel, como hacia todas las noches.
—No sé cómo voy a dormir sin ti de camino allá —murmuró Vhalla
suavemente.
—No te preocupes por eso ahora, solo descansa.
Larel besó los nudillos de Vhalla suavemente, y ella finalmente cedió,
cerrando los ojos.
El sueño fue breve, pero llegó. Larel solo despertó a Vhalla una vez
más. Fue una mejora con respecto a las noches anteriores.
A la luz del día, Larel tuvo la cortesía de no decir nada sobre los
terrores nocturnos de Vhalla. Con la llegada del amanecer, se fue
silenciosamente de la habitación de Vhalla, dejándola vestirse y prepararse
para el día.
Todo el cuerpo de Vhalla se sentía rígido y dolorido, lo que hizo que
vestirse tomara el doble de lo normal. Ella giró sus hombros y su cabeza de
lado a lado mientras se vestía con su túnica negra. Su reflejo llamo su
atención: ojos marrones oscuros salpicados con oro acentuados por círculos
oscuros en un rostro demacrado. Incluso su habitual tono amarillento estaba
pálido. Vhalla se llevó una mano a su cabello corto, recordando la tarde
siguiente a su veredicto cuando lo cortó todo.
—Lo odio —declaró Vhalla, sin saber si estaba hablando con su
cabello o su reflejo como un todo.
Sus pies la llevaron contra la corriente de gente que se dirigía hacia la
gran cocina. No tenía hambre. Vhalla no creía que pudiera tragar ni un
bocado hoy. A ella le quedaba un día antes de que se alejara de todo lo que
había conocido. Su normalmente poco apetito se redujo a un pozo de rocas.
Entró en la habitación de entrenamiento de la Torre, la cual abarcaba el
centro de todo el piso. La habitación circular estaba bordeada por una pared
que hacía de barrera para los espectadores y aprendices en espera.
Una mujer ya estaba en la habitación detrás de un alto escritorio.
—Comandante —dijo Vhalla cuando entró.
—Yarl. —La Comandante Reale era una mujer del Sur que fue
construida de acero y era igual de cálida. Un parche de metal estaba
derretido directamente sobre su hueso, cubriendo su ojo izquierdo—. Llegas
temprano.
—No puedo permanecer alejada —replicó Vhalla con un tono
sarcástico, un tono que estaba empezando a llenar permanentemente sus
palabras. Vhalla no sabía de dónde venía y estaba demasiado cansada como
para preocuparse.
—Bueno, hoy no trabajarás conmigo. —La Comandante levantó la
mirada brevemente antes de regresar a los papeles en el escritorio.
—¿No? —Vhalla no sabía a dónde más iría. No podía dejar la Torre
por las órdenes del Senado. Ella seguía siendo propiedad de la corona hasta
que la guerra en el Norte llegara a su fin, o ella muriera.
—El ministro quiere verte.
Vhalla reconocía un despido cuando lo escuchaba, y la Comandante
Reale no era exactamente la mujer más amable con quien estar.
Con la hora del desayuno todavía en marcha, la Torre estaba vacía. La
mayoría de los residentes llenaban la cocina unos niveles más arriba.
Mientras pasaba por el desastroso pasillo, un ruido llegó a ella, pero Vhalla
estaba demasiado entumecida como para escuchar.
Mas allá de su habitación y casi en lo alto de la Torre estaba la oficina
del Ministro de Hechicería. Todas las demás puertas tenían una placa con el
nombre en el frente con el nombre de sus residentes. Pero la que estaba
frente a ella tenía un símbolo de la Torre de los Hechiceros fundido en plata
con un dragón que se curvaba sobre sí mismo dividiéndose en dos: la Luna
Rota.
Sus ojos se movieron hacia arriba.
Había una puerta más, apenas visible en la curva del pasillo inclinado.
Estaba completamente sin marcar. Y, aunque nadie podía confirmarlo con
certeza, Vhalla solo podía sospechar a quien pertenecía. Ella no había visto
ni escuchado de su fantasma en días y no tenía forma de llegar a él, sin
importar cuán mal su poco juicio le rogó que lo hiciera. Vhalla tragó y
llamó a la puerta frente a ella antes de que la mala idea de ir a la puerta de
al lado pudiera superarla.
—Un momento —llamó una voz desde adentro. La puerta se abrió y un
hombre con cabello rubio corto y ojos azul helado la saludó, la barba de
chivo alrededor de su boca se curvó en una sonrisa—. Vhalla, adelante,
entra. —El ministro Victor le hizo señas.
Fue recibida en la lujosa oficina; era un nivel de riqueza al que ella
todavía no estaba acostumbrada. La alfombra de felpa azul bajo sus botas le
recordaba a la Biblioteca Imperial de una manera físicamente dolorosa.
Vhalla se sentó rápidamente en una de las tres sillas situadas delante del
escritorio.
—Estaba terminando mi desayuno. ¿Tienes hambre? —Él hizo un
gesto hacia un plato lleno de una variedad de pasteles.
—No. —Vhalla sacudió con la cabeza, juntando las manos y
retorciendo sus dedos.
—¿No? —El Ministro ladeó la cabeza—. No podrías haber comido.
—No tengo hambre.
—Ay, Vhalla —la regañó en un tono familiar—. Necesitas mantener tu
fuerza.
Ella miró el muffin en su mano extendida. Su entrenamiento ganó y
Vhalla escuchó al hombre desde su asiento. Lo picó con indiferencia, pero
eso pareció ser suficiente para el ministro.
—Entonces, mañana es el día —dijo lo obvio.
—Lo es. —Vhalla asintió.
—Me gustaría repasar una o dos cosas contigo antes de que te marches.
—Vhalla continuó picando el muffin mientras él hablaba—. Ante todo,
quiero que sepas que nadie en la Torre tiene malas intenciones hacia ti.
Vhalla tenía algunos hematomas del entrenamiento con la Comandante
Reale que podrían diferir, pero ella ocupó su boca con el muffin.
—He informado a toda la Legión Negra que se te mantendrá bajo
estrecha vigilancia y serás defendida en todo momento —continuó Victor
—. Como la primera Caminante del Viento en casi unos ciento cincuenta
años me gustaría verte vivir lo suficiente para estudiar en la Torre.
—¿Informaste al Senado de esa decisión? Estoy bastante segura de que
me quieren muerta —respondió Vhalla sin emoción.
—El resentimiento no te luce. —El ministro se reclinó en su silla,
uniendo sus dedos.
—Disculpa. —Vhalla murmuró una disculpa a medias y dejó el muffin
parcialmente picado de vuelta al plato del ministro.
—Necesitas regresar con vida, Vhalla. —El ministro Victor la miró
pensativamente—. Necesito que creas que serás capaz de hacer esto.
Vhalla no sabía cómo se podía esperar mantenerse viva cuando apenas
podía usar magia. Madre, apenas podía cerrar los ojos por más de unos
minutos sin que los horrores la atormentaran.
—Muy bien. —Vhalla fingió estar de acuerdo.
El ministro solo suspiró ante su respuesta.
—¿Ayudará si le doy un propósito a tus días? —El ministro Victor se
inclinó hacia adelante con los codos en su escritorio como si fuera a
compartirle un gran secreto—. Hay algo que necesito… y soló tú, como
Caminante del Viento, puedes recuperarlo.
Vhalla instintivamente se sentó más erguida.
—¿Qué? —preguntó finalmente mientras dejaban las palabras flotando
en el aire.
—Hay algo muy poderoso escondido en el norte. Cuanto más tiempo
permanezca sin supervisión, más aumentan las probabilidades de que caiga
en las manos equivocadas o sea usado contra nuestras fuerzas si los clanes
del Norte llegan a comprender lo que poseen.
Vhalla se preguntó cómo eso se suponía que la ayudara.
—¿Qué es? —La curiosidad ganó la guerra de sus emociones.
—Es un arma antigua de una época diferente, una época en la que la
magia era más salvaje y más divina. —Él hizo una pausa, reflexionando
sobre siguientes palabras—. Es un hacha que se dice que puede cortar
cualquier cosa, incluso un alma.
—¿Por qué existiría tal cosa? —Vhalla luchó por pensar en una razón.
—Bueno, los registros más recientes dicen que es ficción. —El
ministro frotó su barba ante el pensamiento.
—¿Cómo estás seguro de que es real?
—Tengo una buena fuente. —El ministro volvió al punto—. Necesito
que la recuperes y la traigas aquí. —Dio golpecitos al escritorio.
—Pero si es tan peligrosa… —Vhalla reflexionó en voz alta. Sentía
que le faltaba información importante, pero el ministro no estaba interesado
en compartirla.
—Como dije, queremos mantenerla alejada de las manos equivocadas.
Más allá de eso, haría al portador casi invencible. —El ministro Victor dejó
que eso colgara y Vhalla fue lo suficientemente inteligente como para
reconstruir lo que estaba tratando de decirle. Si el portador era casi
invencible, y ella se las arreglaba para encontrarla, entonces tal vez podía
salir con vida del Norte—. ¿Quieres ayúdame con esto Vhalla?
Ella dudó por un último y largo momento. Vhalla miró a los gélidos
ojos azules del ministro, los ojos del hombre que la había secuestrado
cuando se conocieron. Pero también eran los ojos del hombre que la había
refugiado, sanado y protegido cuando el mundo estaba dispuesto a
destrozarla miembro por miembro. La Torre era un lugar misterioso, pero
ella conocía la sinceridad cuando la veía.
—Por supuesto, ministro —dijo Vhalla obedientemente.
La Torre cuidaba de los suyos.
Capítulo 2
El día estaba nublado y caluroso. Había una brisa seca, pero ofrecía
poco respiro del agobiante calor. Era el tipo de día en el que uno solo
deseaba encontrar un rincón fresco y sombreado para acurrucarse. Pero el
sol caía sobre sus hombros.
Ella estaba ante una tumba. Estaba ubicada en el centro de un jardín
acristalado. Muchas plantas habían sido puestas para decoración y la
mayoría estaban vivas a pesar de la temperatura. Pero las flores color
carmesí que rodeaban el marcador esculpido ante ella estaban marchitas y
arrugadas. No era la primera vez que estaba en este jardín de muertos.
La tumba que tenía ante ella tenía forma de obelisco. En su parte
superior estaba la figura de una mujer. Tenía cabello largo y colgaba
perfectamente lacio casi hasta la cintura, y un rostro suave, pero severo,
moldeado en el mármol impecable. Detrás de ella había un sol dorado y
rubí que proyectaba una neblina roja en el suelo.
Vhalla extendió una mano y tocó las letras familiares, como si fuera a
conectarla con su madre muerta. No había nada más que piedra bajo sus
dedos. Ella suspiró, cambiando su peso. Realmente odiaba estar aquí.
—Deja de inquietarte —dijo una fuerte voz a su lado. Ella levantó la
mirada, pero el sol cubría al hombre que elevaba sobre ella.
Vhalla se giró y abrió los ojos. El dorso de su mano descansaba sobre
su frente. Se quedó mirando el lienzo que se iluminaba lentamente sobre
ella. Fue un sueño extraño que se parecía más a un recuerdo olvidado.
Vhalla lo repasó de nuevo y, a pesar de la abrumadora nostalgia, nada le
pareció familiar al darle una segunda revisión. Estaba demasiado cansada
para prestarle mucha atención al sueño y se dedicó a sus deberes matutinos.
Unión, así lo había llamado Aldrik. Vhalla se movió inquietamente
durante el desayuno, tratando de obligarse a comer. Todavía no entendía la
ampliación del Vínculo, como había dicho Aldrik, pero sin duda había sido
significativo. El fantasma de él todavía estaba sobre ella. Todavía podía
sentir la caricia de su esencia a través de sus huesos. Vhalla se miró las
manos. En comparación, aprender a Canalizar no parecía importante.
—¿Cómo te fue anoche? —preguntó Fritz mientras se unía a ella y a
Larel.
—¿Qué? —Vhalla salió de sus pensamientos.
El interés de Larel claramente se había despertado. No había
preguntado anoche cuando Vhalla regresó exhausta y con los ojos nublados,
y había estado en silencio toda la mañana.
—Con el príncipe. —Fritz bajó la voz—. ¿Tienes una mejor idea de
cómo Canalizar?
—Creo que sí. —Vhalla asintió.
—¡Bien, bien! —Fritz sonrió—. Estoy seguro de que lo entenderás en
unas pocas semanas.
Vhalla sintió la magia crepitar alrededor de sus dedos. No necesitaba
unas semanas, podía hacerlo ahora. Su cuerpo lo sabía. Pero no tuvo la
oportunidad de corregir a Fritz cuando los cuernos sonaron, convocando a
todos a sus lugares en la horda.
Los soldados se movían más lentamente ahora. Una semana de marcha
había comenzado a pasar factura a los nuevos reclutas. Las piernas de
Vhalla estaban rígidas y doloridas por su propia silla. No tenía idea de
cómo se las arreglaban los hombres y mujeres que caminaban. ¿Cómo
lucharían cuando llegaran al Norte?
Aldrik también fue lento esta mañana, la horda estaba prácticamente en
movimiento cuando él llegó desde el exterior. Incluso con toda su
voluminosa armadura, todavía estaba lleno de aplomo sobre su montura de
guerra. Los latidos de su corazón comenzaron a acelerarse y, como si lo
sintiera, los ojos de Aldrik se encontraron con los de ella. La tensión
irradiaba entre ellos, incluso entre una docena de personas.
Él tiró con fuerza de las riendas y giró su montura, cabalgando por el
exterior de la horda hasta unas pocas filas detrás de Vhalla. Ella observó al
príncipe mientras se alineaba junto a Elecia. Vhalla apartó la mirada antes
de ver más de un momento de su conversación inmediata. Había una fea
emoción dentro de ella, una a la que no estaba acostumbrada y no sabía
cómo combatirla.
—Cabalgaré al frente —anunció ella.
—¿Por qué? —Fritz pareció sorprendido por su repentina declaración.
—Tengo amigos allí —murmuró Vhalla.
—Tienes amigos aquí —respondió Fritz, sin comprender.
Vhalla no estaba segura de si podía, o debería, explicárselo. Por el
rabillo del ojo, Vhalla vio que Larel volvía a concentrarse en Aldrik y
Elecia. La mujer era demasiado atenta para su propio bien.
—No es nada que hiciste, Fritz. —Vhalla encontró la fuerza para
sonreír y agarrar su antebrazo con apoyo—. Solo son unas personas a las
que quiero ver.
No hubo más protestas de Fritz o Larel al respecto. Mientras Vhalla
atravesaba las filas, se aseguró de captar los ojos de Aldrik. Era
desagradable admitirlo, pero quería que él la viera alejarse y sintiera la
misma emoción desagradable que él había evocado en ella.
La Guardia Dorada no fue difícil de encontrar; un grupo de tres
rodeaban al príncipe más joven con brazaletes dorados. Marchaban en el
centro de la horda, y Vhalla vaciló ante las miradas horribles que recibió de
los soldados en el borde. Estaba a punto de regresar cuando comenzaron los
susurros y Daniel se volvió en su dirección.
—¡Vhalla! —gritó, casi dislocando su brazo para saludarla. Los
soldados se separaron en estado de shock, y Vhalla no tuvo más remedio
que prestarle atención—. No te estábamos esperando. —Daniel sonrió y
Vhalla se sintió más tranquila al instante.
—En lo más mínimo. —Las palabras del príncipe Baldair la
desinflaron.
—Espero que no sea un problema. —Vhalla bajó los ojos.
Daniel le sacó la lengua al príncipe.
—No te preocupes. —El príncipe hizo a un lado sus inseguridades con
una gran risa—. Dije que estaba bien.
—Esta puede ser la primera vez que un hechicero cabalga con las
espadas —comentó Craig.
Vhalla lo creyó por las miradas que le dieron los otros soldados.
—Vhalla, esta es Raylynn. —Daniel señaló a una mujer que iba a la
derecha de Baldair. Tenía el cabello largo y rubio, del color del Sur. Pero
era liso, como lo sería el de alguien del Oeste, y su piel tenía un bronceado
color oliva.
—Gusto en conocerte —dijo Vhalla cortésmente.
La mujer la miró pensativa durante un largo momento. Tenía ojos
como los de Aldrik, advirtió Vhalla. Negros y penetrantes, confirmaron la
sospecha de Vhalla de que había sangre del Oeste en las venas de la mujer,
si su piel bronceada por el sol no era suficiente prueba, y esos ojos
atravesaron a Vhalla fácilmente.
—Eres la Caminante del Viento. —Fue la segunda vez que la frase no
era planteada como una pregunta.
—Lo soy —afirmó Vhalla.
—Ray, sé amable. —Daniel maniobró su caballo junto al de Vhalla.
Raylynn le dio a Vhalla una última y larga evaluación antes de desatar una
serie de susurros al príncipe. Daniel impidió que Vhalla escuchara—. Ray
tenía familia en la Noche de Fuego y Viento —susurró él.
Vhalla tiró de las riendas, lista para girar a Relámpago y regresar a su
lugar en la fila. Un guantelete dorado cubrió rápidamente su mano. Ella
miró a Daniel con confusión y frustración.
—No te vayas. Creo que esto le sentará bien.
—¿Qué cosa? —Vhalla inhaló con aprensión.
—No eres el monstruo que ellos creen que eres. —Su declaración la
atravesó directamente y la expresión de Vhalla debió haberlo dicho todo—.
Yo… —Él estaba sin palabras, ambos lo estaban mientras la ola de brutal
honestidad se estrellaba contra ellos. Ese momento de apertura la había
paralizado, y Vhalla estaba agradecida por las fuertes piernas del corcel
debajo de ella—. No debería haber dicho eso.
—Necesitaba escucharlo. —Estaba abrumada por su verdad; era
contagiosa y Vhalla quería cubrirse con ella.
Daniel notó que su mano todavía estaba sobre la de ella y se apartó
rápidamente. A juzgar por las miradas de reojo de Craig y Baldair, fue el
último en darse cuenta.
Vhalla relajó su agarre en las riendas.
—Entonces, pensé que la Guardia Dorada eran más de tres personas.
—Somos cinco en total —afirmó Daniel. Parecía igualmente aliviado
de cambiar la conversación.
—Los otros dos están en el frente —completó Craig—. El Jefe
Comandante Jax Wendyl y Lord Erion Le’Dan.
—¿Jefe Comandante Jax? —Vhalla había escuchado el nombre antes
—. ¿De la Legión Negra?
—Ese mismo. —Daniel asintió.
—Pero él es un hechicero —señaló ella tontamente.
—¿Qué? —jadeó el príncipe Baldair—. ¿Me lo ha ocultado todo este
tiempo?
Daniel y Craig se echaron a reír e incluso Vhalla esbozó una sonrisa
avergonzada.
»Es un hechicero. —El príncipe asintió, mirando hacia el frente—.
Pero también es un buen hombre. —El príncipe dorado se giró hacia ella,
mirando a Craig y Daniel—. Ya verás que solo me rodeo de buenos
hombres, Vhalla.
Raylynn resopló.
—Y mujeres. —El príncipe Baldair se rio entre dientes y miró a la
mujer.
Vhalla pasó el resto del día aprendiendo la historia de la Guardia
Dorada. El príncipe Baldair la había instaurado cuando era niño con Lord
Erion Le’Dan y, en ese momento, era principalmente una broma entre
hombres jóvenes. Pero cuando comenzó la guerra en el Norte, recurrió a su
amigo para sobrevivir en el frente. Poco a poco se fueron sumando otros
hombres y una mujer, aquellos que se consideraban los más hábiles y
valiosos.
Daniel había sido la incorporación más reciente después de que asumió
el mando durante una batalla cuando nadie más lo haría, rescatando una
brutal derrota en el Norte y salvando la vida del príncipe en el proceso.
Vhalla no tenía idea de que el chico con el que había estado reflexionando
sobre cultivo de papas y charlando sobre el festival de Paca era un Lord.
Daniel parecía incómodo con la idea, asegurándole que no debería tratarlo
de manera diferente.
No se había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que sonó
el cuerdo, llamando un alto a la marcha. Daniel también se rio, diciendo que
el tiempo se les había escapado. La invitó a cenar, lo cual Vhalla rechazó
debido a la culpa de haber dejado a Larel y Fritz durante todo el día. Antes
de que ella se fuera, él la invitó a cabalgar con ellos nuevamente y, al
recordar a Aldrik y Elecia juntos, Vhalla no pudo negarse en seguida.
—Entonces, hoy descubrimos algo sobre Elecia —dijo Fritz mientras
terminaban de montar sus carpas.
—¿Qué cosa? —Vhalla no estaba segura de querer saberlo.
Larel tenía un brillo de advertencia en sus ojos.
—Estábamos hablando con los soldados —continuó Fritz, sin sentir
aprensión por las dos damas—. Y aparentemente ya han visto a Elecia
antes.
—¿Sí? —preguntó Vhalla.
—Ella ha estado entrando y saliendo del palacio desde que el príncipe
era un hombre joven, dijo uno —explicó Fritz.
Vhalla no sabía por qué ese hecho la llenaba de tanto pavor.
—Como si los soldados comunes supieran algo —murmuró Larel,
terminando su saco de dormir.
—Sí, pero tienes que admitir que Elecia y el…
—¿Y quién? —terminó la mujer de la que estaban hablando, y los tres
se giraron sorprendidos.
—Y, eh… —Fritz lucía como un ratón en la trampa de un gato feliz.
—Y el príncipe —terminó Larel sin miedo.
Para su crédito, Elecia solo se sorprendió por un momento. Vhalla
tomó nota de que la simple mención de una conexión entre Elecia y Aldrik
hizo que la mujer se quedara quieta.
—Hablando del príncipe, dijo que los entrenará esta noche. —Sus ojos
se posaron en Vhalla, hablando de más sin hacer ruido—. Así que
terminemos con esta catástrofe.
Durante la caminata para encontrarse con Aldrik en el bosque, Vhalla
reflexionó sobre él y Elecia. La gente ya estaba hablando de ellos dos. ¿Y si
había historia entre ellos? ¿Y si Larel estaba equivocada y no eran solo
chismes del campamento? Su mente se envolvió y vagó alrededor de las
ideas, solo se detuvo cuando Aldrik comenzó a hablar.
—Sus noches serán mitad entrenando sus cuerpos físicos, mitad
entrenando su destreza mágica —declaró mientras caminaba alrededor de
Vhalla, Larel y Fritz—. Si tienen esperanza de entrar y salir del Norte con
vida, necesitarán cada minuto de entrenamiento que puedan tener.
Elecia se quedó a un lado, exenta de las palabras de Aldrik.
—Si replican o se niegan, puedo reconsiderar mi amabilidad de ser su
maestro.
Su voz era la de un príncipe, no la del Aldrik que ella conocía. Vhalla
miró a Fritz, preguntándose si era solo para su beneficio. Larel era amiga de
Aldrik; Elecia claramente tenía alguna conexión con él; y Vhalla era…
¿Qué era ella?
Esa pregunta resonó en su mente mientras comenzaban su
entrenamiento físico. Pasó por su cabeza hasta que Vhalla se concentró en
no vomitar por correr y saltar. Aldrik se negó a dejar que se quitaran la
armadura; había dicho que su entrenamiento físico lo requería. Fritz fue el
primero en colapsar, lo que le ganó su ira.
—Charem, levántate. —Aldrik suspiró, apoyado contra un árbol—. ¿O
preferirías ser desgarrado miembro a miembro por los clanes del Norte? ¿O
tal vez por un león Noru?
Fritz luchó por ponerse de pie. Vhalla y Larel estaban jadeando. Larel
estaba en mucho mejor forma que Vhalla, quien sentía que podía colapsar
en cualquier momento.
—Bien, entonces. —Aldrik compartió una larga mirada con Elecia—.
Elecia, Vhalla, en parejas.
—¿Qué? —exclamaron ambas al unísono.
—Esa es una orden. —Aldrik se apartó del árbol y miró a Elecia—.
Confío en que impartirás tus conocimientos y habilidades. —La mujer de
piel oscura puso los ojos en blanco, pero no se opuso por segunda vez.
Aldrik ni siquiera miró a Vhalla, sin darle opción. Vhalla decidió que había
hecho algo terrible para ofender al príncipe, pero fuera lo que fuese no tenía
ni idea. En lo único que ella podía pensar era en la Unión. Pero eso había
sido idea de él. Y de todas las palabras que Vhalla podría usar para describir
lo que sucedió entre ellos la noche anterior, ninguna sería negativa.
—Larel, ¿puedes decirme cómo pelea un Portador de Fuego? —
preguntó Aldrik.
—Combate cuerpo a cuerpo con uno que otro ataque de largo alcance
—respondió Larel.
—¿Y los Manipuladores de Agua? —El príncipe asintió y miró a Fritz.
—Una mezcla de ataques de congelación para la ofensiva e ilusiones
para la defensiva. —Fritz sonaba como si estuviera citando un libro de
texto.
—¿Y los Destructores de Tierra? —Aldrik miró a Elecia.
—Magia altamente defensiva, piel de piedra impenetrable para la
mayoría de los ataques de hielo o fuego, combinada con habilidades en
armas. —La mujer apoyó las manos en sus muslos y Vhalla notó que los
surcos de la armadura en las piernas de la otra mujer no eran decorativos.
Lo había pasado por alto antes, pero Elecia tenía dos espadas cortas atadas a
sus piernas.
—En cuanto a los Caminantes del Viento… —La voz del príncipe
vaciló levemente cuando miró a Vhalla. Su pecho estaba apretado,
esperando que él terminara su pensamiento—. Lo averiguaremos.
Pasaron el resto de la noche repasando golpes y movimientos esquivos
básicos. Elecia parecía tan disgustada por tener que ayudar a Vhalla. La
mujer fue cortante y mantuvo breves sus comentarios. Pero incluso a través
de labios fruncidos y miradas de desaprobación, Vhalla estaba aprendiendo.
La mujer de cabello rizado claramente tenía experiencia en combate.
Se movía con ligereza, facilidad y nunca rompió a sudar. Nunca cometió un
solo error y ni se quedó sin aliento.
Todo en ella parecía meterse bajo la piel de Vhalla.
Era el turno de Vhalla de practicar el ataque y de Elecia de esquivar y
desviar. Elecia encontraba todo divertido. Tenía esta manera molesta que la
hacía parecer mejor que los demás. Tomaba el tiempo y la atención de
Aldrik. Sus movimientos fueron perfectos. Tenía una facilidad elegante en
todo, algo que Vhalla solo había visto en la realeza. Vhalla dio un amplio
golpe y Elecia le dio un pequeño golpe en el hombro descubierto. Ella dio
un paso atrás y miró a Elecia.
Vhalla parpadeó sorprendida de que no lo hubiera notado antes. No
tenía pruebas, pero algo en su interior le decía que no estaba equivocada.
Los rumores de que ella estando en el palacio, la actitud casual hacia la
realeza, todo tenía sentido. Solo las personas que provenían de la riqueza y
la opulencia actuaban como lo hacía Elecia. Como si el mundo fuera un
juguete para su entretenimiento.
—¿Qué sucede? —preguntó Elecia—. ¿Ya te rindes?
Vhalla volvió a su asalto.
—Elecia. —Lanzó un puñetazo, la otra mujer lo esquivó—. Dime…
¿cuántos años… tenías… cuando llegaste… por primera vez… al palacio?
—Sus palabras fueron puntuadas con sus puños.
Elecia dio un paso atrás y se detuvo.
—¿De qué estás hablando? —La mujer arqueó una ceja.
—¿Fue para una gala? ¿O tu padre y tu madre estaban en asuntos
oficiales?
Los ojos de Elecia se agrandaron y Vhalla reanudó el ataque. La mujer
se recuperó lentamente y sus bloqueos de repente se volvieron descuidados.
»¿Se quedaron en una suite de invitados? —Se lanzó hacia la derecha
—. ¿O tú y tu familia se quedaron en otro lugar en la parte alta de la
ciudad?
Un ceño enojado cruzó los labios de Elecia.
—No sé de qué estás hablando.
—Y eres una mentirosa terrible —escupió Vhalla.
Elecia la miró conmocionada.
—¿Qué hay de ti, Vhalla Yarl? ¿Cómo exactamente, siendo menos que
un desliz de chica común, llamaste la atención del príncipe heredero? ¡Una
nada como tú confraternizando con él!
Eso llamó la atención de Aldrik. Rápidamente se acercó desde donde
Larel y Fritz practicaban su combate.
»Tienes que saber que ni siquiera mereces…
Vhalla se abalanzó con un grito, sin dejar que Elecia lanzara otra
palabra hiriente. Elecia lo esquivó fácilmente y golpeó a Vhalla con un
puño al estómago. El brazo de la mujer se sintió como una roca
hundiéndose en su abdomen, y Vhalla jadeó en busca de aire en lugar de
gritar.
—¡Elecia! —gritó Aldrik cuando Vhalla se dobló, sujetándose el
estómago y tosiendo. Él rápidamente cruzó el espacio restante, parándose
entre las dos mujeres.
—¿Crees que eso… —Elecia señaló a Vhalla con un dedo—…alguna
vez será algo? —Ella echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Elecia, detente —gruñó Aldrik.
—Oh, sí, defiende a tu mascota —respondió ella con desdén.
Larel y Fritz los quedaron mirando, conmocionados.
—Elecia —gruñó él con los dientes apretados, con las manos en puños.
—¿Finalmente vas a pelear conmigo? He estado esperando un
verdadero desafío —dijo la mujer de piel oscura, levantando los puños—.
Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuvimos una ronda.
Vhalla logró inclinarse hacia atrás sobre sus pies, todavía sosteniendo
su estómago mientras sufría espasmos de dolor.
Aldrik se acercó a Elecia y la agarró por el cuello de su armadura. La
atrajo hacia él y se inclinó para colocar su rostro justo frente al de ella.
—Si quieres que entrene contigo como un adulto, actuar como un niño
petulante no va a dar resultados, 'Cia.
Elecia lo apartó con el ceño fruncido y negando con la cabeza.
—Bien —dijo con un brillo en los ojos—. Continúa jugando tus juegos
con ellos, Aldrik —escupió ella.
Vhalla sintió que se le abría la boca en estado de shock por el uso del
nombre de Aldrik por parte de la otra mujer.
»Pero, te lo diré de nuevo, esa perra de baja cuna no vale ni una onza
de lo que le das. —Elecia se giró y pisoteó ruidosamente el bosque. La
maleza y los árboles se encogieron a su alrededor antes de regresar a su
lugar aún más gruesos y espinosos que antes.
Aldrik suspiró y se pellizcó el puente de la nariz, dándose un momento
antes de girarse y arrodillarse frente a Vhalla.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Ella asintió. Su estómago todavía se sentía como si estuviera de
cabeza. Fritz y Larel se alejaron unos metros de ellos con evidente
incertidumbre.
—Déjame ver. —El príncipe se acercó y Vhalla retiró su mano. Le
dolía enderezar su espalda—. Quítate la armadura —ordenó Aldrik, y ella
comenzó a manipular los pestillos del frente—. Aquí —dijo él en voz baja y
se acercó, ayudándola con la parte abajo. Vhalla encorvó los hombros, dejó
que su cabello cayera frente a su rostro y ocultó su vergüenza.
Aldrik le quitó la cubierta; algunas de las placas pequeñas estaban
abolladas alrededor del abdomen.
Él suspiró audiblemente.
—Arreglaré esto esta noche y te lo daré por la mañana.
Ella miró su cota; parecía estar ilesa. Hubo un momento de silencio y
una suave brisa nocturna le revolvió el cabello. Aldrik se acercó y le puso
una mano por encima del hombro.
—Ella es… —Suspiró—. No le prestes atención a lo que dice.
Vhalla asintió en silencio. Fue un buen sentimiento. Pero una vez que
algunas cosas eran dichas, nunca podían ser retiradas y el breve intercambio
ya se estaba repitiendo en sus oídos.
Aldrik asintió en respuesta antes de ponerse de pie, girándose hacia
Larel y Fritz, sorprendidos y silenciosos.
—Larel, llévala de regreso a su tienda. Puede que tengas que quemar
uno o dos de esos arbustos alterados en el camino. —Echó un vistazo al
camino que tomó Elecia—. Fritz, ven conmigo. Estoy seguro de que Vhalla
tiene una hemorragia interna por un golpe como ese, y no le permitiré
montar a caballo mañana sin recibir una poción esta noche.
Ambos asintieron, y Larel deslizó el brazo de Vhalla alrededor de su
cuello, ayudándola a ponerse de pie.
—No es tan malo —insistió Vhalla en voz baja, no queriendo hacer
más escena.
—No hay vergüenza en aceptar ayuda. Esta marcha es demasiado larga
para justificar actuar demasiado fuerte ahora —le dijo Larel con severidad,
pero con suavidad.
—Escúchala, Vhalla. Tiene una buena cabeza sobre los hombros. —
Aldrik señaló a Larel y Vhalla vio que una pequeña sonrisa se formaba el
rostro de la mujer—. Fritz, ven —ordenó él enérgicamente, y los dos se
alejaron en una dirección diferente.
Tal como había dicho Aldrik, fue necesario quemar la maleza en
algunos lugares. Estaba plagado de enredaderas casi tan gruesas como la
muñeca de Vhalla, bloqueando la ruta más directa de regreso al
campamento. Larel utilizó intensos estallidos de fuego para incinerar un
camino despejado.
—¿Los Destructores de Tierra pueden alterar árboles y plantas? —
preguntó Vhalla.
—Algunos pueden. —Larel asintió.
No volvieron a hablar durante el resto del camino de regreso a su
tienda. Larel se ofreció a ayudar a Vhalla a ponerse su ropa de dormir, pero
Vhalla insistió en que podía hacerlo por su cuenta. Las palabras de Elecia
resonaros en su cabeza. La conversación había arrojado demasiada
información para analizarla ahora. Ya se había formado un hematoma
repugnantemente púrpura en su estómago.
Vhalla apenas terminó de ponerse una camisa de dormir de manga
larga cuando hubo un golpecito en el poste de su tienda.
—¿Vhal? ¿Larel? —preguntó Fritz con incertidumbre.
—Está bien, Fritz —llamó Vhalla, y asomó la cabeza. Larel se movió
para dejar suficiente espacio para que se sentara. Ahora eran una multitud
de tres.
—Toma, el príncipe me dijo que te lo diera. —Le entregó un pequeño
frasco de madera.
—Gracias —dijo ella en voz baja, tomándolo y bebiéndolo
rápidamente. Reconoció la ardiente sensación de esta poción en particular y
se estremeció levemente. Vhalla comenzaba a sospechar que los clérigos
curaban todo con este líquido mágico—. Lamento ser un problema.
—Está bien —dijo Larel—. Esto no fue culpa tuya.
—¿Qué pasó exactamente? —preguntó Fritz.
Larel le dio un codazo en el costado.
—No es asunto nuestro —lo regañó.
Vhalla jugueteó con sus dedos.
—Bien, bien. Espero que pronto te sientas mejor. —Él extendió la
mano, despeinó el cabello de Vhalla y se giró para salir de la tienda.
—Espera —llamó Vhalla. Tenía una sensación de malestar en el
estómago, pero Vhalla pensó que tenía más que ver con los nervios—.
Espera —repitió mientras él se sentaba. Vhalla pasó el frasco de mano en
mano, insegura de sus próximas palabras. Pero Fritz y Larel ya habían
demostrado ser amables y leales. Ella tomó aliento.
—Vhalla, no tienes que… —Larel pareció sentir su inquietud.
—Estamos Vinculados —dijo Vhalla directamente, diciéndolo antes de
perder su determinación.
Ambos la miraron con sorpresa y confusión.
—Espera, ¿qué? —Fritz tenía una mirada tonta en su rostro.
—Tú y… —susurró Larel, su voz la abandonó antes de que pudiera
terminar la frase.
—Aldrik. —Vhalla maldijo en voz alta—. El príncipe. —Ella sacudió
su cabeza; era demasiado tarde y ya había dicho demasiado—. Aldrik y yo
estamos Vinculados. —Vhalla apartó la mirada de ellos. Apenas entendía lo
que significaba estar Vinculados, así que la forma en que reaccionarían
estaba en el aire. Ambos la miraron con la boca abierta, sorprendidos en
silencio—. Bueno, digan algo —dijo ella suspirando.
—¿Estás segura? —preguntó Larel.
—Muy segura —afirmó ella, recordando su lección de Canalización.
—¿Él lo sabe? —preguntó Fritz.
Larel lo golpeó en la nuca.
—Por supuesto que sí —reprendió ella.
—¿Cómo? —preguntó Fritz. La mujer le lanzó una mirada penetrante
—. Sé cómo, porque sé cómo funciona en teoría un Vínculo. Pero, ¿cómo
te Vinculaste con el príncipe, de todas las personas?
—Realmente no entiendo todo. —Vhalla recordó una noche en la
biblioteca, una noche que parecía haber sido hace una eternidad—. Fue
cuando él regresó.
—¿Del frente? ¿En el verano? —Larel parecía ya estar armando las
piezas.
Vhalla asintió.
—Yo estaba trabajando en la biblioteca y… —Vhalla hizo una pausa,
dejando de lado la verdad de que había pensado que estaba salvando a un
príncipe diferente—. Quería salvarlo, quería dar cualquier cosa para
salvarlo. Él me dijo que escribí magia o hice recipientes, no estoy segura.
Algo en él abrió algún tipo de enlace y ahí estaba el Vínculo. —Se movió,
tratando de no permitir que la conversación que había comenzado la hiciera
sentir incómoda.
—Eso es asombroso —dijo Fritz.
—Así que es… es por eso que las cosas son diferentes con nosotros. —
Ya no estaba segura de por qué le había confiado esto a sus amigos.
—¿Cómo es estar Vinculado? —preguntó Fritz.
—Es difícil de decir —confesó Vhalla—. Nunca he conocido la magia
y no he estado Vinculada. Entonces es normal para mí.
—Te manifestaste rápidamente —señaló Larel—. Incluso el ministro
se sorprendió, pero tendría sentido si tuvieras un Vínculo con alguien como
el príncipe Aldrik.
—También fue así cómo… —Vhalla dudó en compartir la noche
anterior con ellos, pero estaba demasiado metida en lo profundo como para
detenerse ahora—. Durante nuestra lección de anoche, me mostró cómo
Canalizar.
—Bueno, por supuesto. —Fritz claramente no entendió.
—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Él me lo mostró. Mientras
estábamos Unidos.
Si Vhalla no había entendido la gravedad de una Unión antes, lo
entendió en ese momento. Fritz y Larel la miraron con una combinación de
conmoción, asombro y, lo que era más desconcertante, un toque de miedo.
Vhalla juntó las manos y las retorció bruscamente.
—¿Eso es… posible? —preguntó Fritz finalmente.
—¿Supongo que sí? Solo sé lo que dijo Aldrik para comenzar. —Los
ojos de Vhalla se movieron entre ellos, desesperados por iniciar otra
conversación para que dejaran de mirarla como si le hubiera salido una
segunda cabeza—. ¿Qué significa eso?
—Solo he leído al respecto. —Pedirle a Fritz que recitara cosas de
libros tuvo el mismo efecto que en Vhalla. Su mente comenzó a agitarse
una vez más—. La literatura sobre Uniones es muy escasa porque la
mayoría de las personas que intentan crear una Unión fracasan y una
persona muere en el proceso. Pero hacerlo es supuestamente un estado de
conciencia fusionada.
—Eso suena correcto. —Vhalla asintió afirmativamente.
—No puedo creer que él haya hecho eso. —Fritz se acarició la barba
incipiente de su mandíbula—. Se supone que es un proceso arriesgado.
—¿Arriesgado? —preguntó Vhalla.
—De nuevo, solo he leído al respecto… pero si el Vínculo no es
sólido, no está completado, si las dos personas están Vinculadas pero no son
compatibles, o si… —Hizo una pausa, censurándose a sí mismo—. Bueno,
hay otras cosas que pueden ayudar o hacer daño. Pero he oído que podría
resultar en que una persona se pierda en la otra. Terminan con uno sin
mente, mientras que el otro se vuelve loco con el ruido en su cabeza.
Vhalla lo miró sorprendida y luego se echó a reír.
—Los riesgos son algo que el príncipe no tiene reparos en tomar —les
aseguró, eso parecía resumir adecuadamente toda su relación.
—¿Por qué nos dijiste esto? —preguntó Larel—. No puedo imaginar
que el príncipe vaya a estar complacido.
Vhalla honestamente no había considerado eso.
—Porque ambos son mis amigos. Confío en ustedes y quiero que sepan
que lo hago. ¿Qué son los amigos si no puedes compartir tus secretos con
ellos?
—No se lo diré a nadie. —Fritz la tomó de la mano y ella sonrió ante
sus amables ojos.
—Sabes que tienes mi silencio —afirmó Larel con un movimiento de
cabeza.
—Pero sabes que te voy a preguntar sobre eso, ¿verdad? —Fritz sonrió
con esa sonrisa tonta y llena de dientes.
Vhalla no pudo evitar devolverle la sonrisa.
—Responderé lo mejor que pueda —prometió Vhalla—. Hablar de ello
puede incluso ser agradable.
Fritz se fue poco después. Él apretó con fuerza a Vhalla y Larel en un
abrazo, y Vhalla deseó poder quedarse con ellos. Egoístamente quería pasar
la noche escondida entre él y Larel. Pero Vhalla no hizo ninguna exigencia.
En el mejor de los casos, solo los despertaría con una paliza por las
pesadillas.
Capítulo 8
Vhalla era una de esas personas con frío perpetuo. Con una pequeña
cantidad de grasa corporal, probablemente debido a sus hábitos alimenticios
irregulares cuando está envuelta en algo, generalmente era la primera en
quejarse de un escalofrío. Hacía mucho tiempo que lo había aceptado como
parte de su suerte en la vida y se vestía lo más abrigadamente posible para
compensarlo.
Sin embargo, en este momento en particular estaba agradablemente
cálida. Era una sensación surrealista y, en medio de su neblina medio
dormida, se movió, presionándose más cerca de la fuente. Esa fuente se
ajustó debajo de ella antes de asentarse nuevamente. La sensación
desconocida hizo que Vhalla volviera a la conciencia. Su mente estaba lenta
por el sueño y luchó por darle sentido.
El latido de su corazón fue lo primero que escuchó. Lento y fuerte
contra su oreja derecha. Lo segundo que escuchó fue el sonido de una
pluma contra el papel. Vhalla entreabrió los ojos y vio que descansaba en el
hueco del brazo izquierdo de Aldrik, que envolvía su costado. Ella estaba a
medio camino sobre su regazo mientras él se sentaba con las piernas
cruzadas en el suelo. Estirada sobre ella estaba la mano derecha de él
mientras marcaba papeles en la mesa.
Los eventos anteriores volvieron en pedazos, interrumpidos por un
bostezo.
—Estás despierta. —Aldrik dejó la pluma sobre la mesa y se pasó una
mano por el cabello—. ¿Cómo te sientes?
—Cansada —respondió ella aturdida.
—Lo noté. —Su tono era plano, pero su postura no tenía pesadez—.
Estoy bastante seguro de que agotaste la mayor parte de tu magia y caíste
en tu Canal.
Vhalla tomó nota de preguntarle a él, a Fritz o a Larel sobre eso más
tarde cuando no se sintiera tan somnolienta.
—¿Qué hora es?
Él se movió y se acercó al borde de la mesa. Tenía pergaminos
esparcidos a través del lugar con todo tipo de garabatos en su superficie.
Aldrik apartó algunas páginas y un destello plateado le llamó la atención.
—Veamos, ocho y media. —Inspeccionó el reloj de bolsillo.
—¿Puedo verlo? —Vhalla extendió una mano.
Él la miró con curiosidad, pero la complació. Vhalla dio vuelta al reloj
entre sus dedos. La parte trasera estaba pulida hasta tener un acabado de
espejo, la parte delantera tenía el sol abrasador del Imperio. Las piezas de
tiempo eran raras porque aquellos que entendían su extraña mecánica eran
pocos y distantes entre sí. Vhalla miró más allá de su reflejo en el cristal
que cubría la esfera de obsidiana y alabastro del reloj.
—Es hermoso.
—Gracias —respondió Aldrik con torpeza.
—Nunca había sostenido uno antes —reflexionó Vhalla en voz alta.
Los pocos relojes que había visto eran grandes, como el del escritorio de
circulación de la biblioteca—. Es como sostener el tiempo en sí, ¿no?
—Supongo.
—Ojalá pudiera hacer que se detuviera —dijo ella con un suspiro.
Sus manos se cerraron sobre las de ella y el reloj, cerrando el pestillo
delantero.
—Si pudieras, ¿qué harías?
El aliento de Aldrik era cálido en sus mejillas y Vhalla era muy
consciente de lo cerca que estaban. La sostuvo en un brazo, la otra mano
sosteniendo las de ellas, el costado de Vhalla presionado a lo largo del
pecho de él. ¿Qué estaban haciendo?
—Yo… —Ella estaría perdida en esos ojos negros si no tuviera
cuidado. Vhalla se enderezó—. ¿En qué estás trabajando?
—¿Esto? —Aldrik señaló el pergamino, lo que le permitió salvarlos a
ambos de sí mismos—. Está el emocionante trabajo de revisar nuestro
inventario, asegurarnos de que tenemos suficientes suministros para llegar
las Encrucijadas. Hubo uno o dos informes de disciplina; los examino para
mi padre. —Hizo una pausa; ella siguió su mirada hasta un pedazo de papel
que estaba completamente lleno de sus garabatos inclinados—. También
comencé a tomar algunas notas sobre nuestro Vínculo.
—¿Sobre nosotros?— Vhalla miró el papel.
—No hay mucha información sobre los Vínculos. Quería un registro
que pudiera revisar más tarde si sucediera algo extraño.
Ella se mordió el labio, insegura de cómo se sentía acerca de sus
experiencias con Aldrik que podrían ser leídas por otra persona.
—Supongo que tiene sentido. Si necesitas información de mi parte,
házmelo saber. —Ofreció Vhalla, y él asintió—. ¿Tu hermano te ayuda con
las otras cosas?
—¿Baldair? —Aldrik se echó el cabello hacia atrás con ambas manos.
Por un momento se pareció al hombre que había conocido en el palacio; al
menos hasta que el cabello cayó desordenadamente alrededor de su rostro.
—Él no es realmente el tipo de persona de trabajar en asuntos oficiales.
—La voz de Aldrik era fría.
—Dijo que ustedes dos tenían una relación extraña. —Aldrik enarcó
una ceja ante su declaración—. Cuando vino a mi celda, durante el juicio.
—¿Él dijo eso? —Aldrik se rio entre dientes—. Esa es una forma de
describirlo.
—No se llevan bien. —Vhalla no necesitaba tener hermanos para
verlo.
—Nuestra relación funciona cuando lo necesitamos y cómo lo
necesitamos. Normalmente tenemos un entendimiento. —Sus palabras
cautelosas y su tono dejaron en claro que ella no sacaría más de él.
Vhalla volvió a bostezar a pesar de sí misma.
—Supongo que debería irme. —Ella apartó la mirada. En realidad, no
tenía ningún interés en irse.
—No has comido todavía. —El sentimiento parecía ser mutuo—.
Podría buscarnos algo de comida.
—Está bien. —Fue fácil estar de acuerdo.
Aldrik se puso de pie y se estiró. Agarró su cota de malla de donde
colgaba de una clavija junto a su otra armadura y se la pasó por la cabeza.
Vhalla se echó hacia atrás, estudiando la sutil gracia de sus
movimientos.
—¿Es la cota de malla realmente necesaria en el campamento?
Aldrik hizo una pausa y vio que su rostro se llenaba de dolor.
—Nunca puedes ser demasiado cuidadoso —murmuró. Su
comportamiento cambió antes de que Vhalla pudiera comentarlo—. Espera
aquí, volveré en breve. —Ella asintió y él se deslizó fuera de la solapa.
Vhalla se dejó caer sobre las almohadas esparcidas por la alfombra.
Toda la noche, el día anterior, había sido completamente surrealista y no
quería que terminara. Él la quería más cerca, o eso había dicho. Le puso
mariposas en el estómago tanto como alarmas en su cabeza.
Ella gimió, cubriéndose los ojos con el dorso de su antebrazo. Lo más
inteligente sería terminar con esto ahora, sea lo que sea esto. Lo mejor sería
disculparse, negarse, irse y evitar que suceda algo más. Vhalla inclinó la
cabeza hacia atrás y observó las llamas danzar en uno de sus braseros
colgantes. Eso habría sido lo más inteligente, pero lo que hizo en realidad
fue quedarse allí hasta que él regresara.
—Vaya, te ves cómoda. —Aldrik le dio una sonrisa perezosa.
—No he tenido una almohada real para dormir en más de un mes —le
recordó, sentándose.
—Entonces toma una. —Él se encogió de hombros y dejó un pequeño
saco sobre la mesa.
—No puedo tomar tu almohada. —Vhalla aceptó un rollo que le
entregó.
—¿Por qué no?
—Oh, sí, por cierto, el príncipe heredero Aldrik me dio una almohada.
Eso es normal, ¿verdad? —Vhalla puso los ojos en blanco.
—Escuché que los obsequios están de moda entre las mujeres en el
Este. ¿Quiere decirme que mis fuentes son incorrectas? —Aldrik sonrió.
—Oh, qué lindo.
Vhalla agarró una de las almohadas en cuestión y se la arrojó a la cara.
Lo golpeó de lleno y el príncipe la miró fijamente. Por un momento, Vhalla
sintió que sus nervios se apoderaban de ella.
—Acabas de agredir al príncipe heredero. —Él la fulminó con la
mirada, pero ella vio un destello revelador de picardía en sus ojos—.
Vhalla, creo que eso viola los términos de tu libertad condicional.
—¿Oh? Dime, ¿qué me harás? —Hizo todo lo posible por imitar una
de sus sonrisas comunes, y fue recompensada por la chispa que se convirtió
en fuego en sus ojos.
—Podría pensar en bastantes cosas que hacer contigo. —Su voz era
grave y profunda, y Vhalla sintió que un rubor subía a sus mejillas.
Al no tener una buena respuesta, ella tomó un bocado de su pan y llenó
el silencio masticando. Él se rio entre dientes y negó con la cabeza. Vhalla
terminó su rollo y él le pasó un vaso con agua. Vhalla se limpió la boca con
el dorso de la mano, considerando al príncipe.
—Realmente no eres como ellos dijeron —reflexionó ella. Él arqueó
una ceja, incitándola a continuar. Vhalla tomó uno de los trozos de carne
más pequeños de la bolsa y masticó pensativamente—. Todo el que hablara
de ti. Era con advertencias, precaución. —Vhalla inclinó la cabeza,
pensando en el pasado—. Cuando almorcé con tu hermano, dijo que me
salvó de ti, que me comerías viva. —Ella soltó una pequeña risa y una
sonrisa, pero rápidamente desapareció de su rostro cuando lo vio tensarse.
—Estoy seguro de que mi hermano estaría más que feliz de salvar a
alguien de mí. —Aldrik cerró una mano en un puño.
—No les creo. —Vhalla esperaba que eso fuera evidente.
—Lo sé. —Su voz era débil y Aldrik evitó su mirada—. Pero tienen
razón, ya sabes. No soy alguien bueno con quien estar.
Vhalla frunció el ceño, tragando rápidamente lo último de su comida.
Ella se acercó a él, inclinándose para poner su rostro frente al de él,
mirando sus rasgos pensativamente.
—No más de eso, ¿de acuerdo? —susurró ella—. No me iré a ninguna
parte, a menos que tú lo digas.
Sus labios se separaron levemente mientras su mandíbula se aflojaba.
—Ya es tarde.
—Lo es —concordó ella.
El silencio que se apoderó de ellos fue una extraña mezcla de
comodidad y dolor. Vhalla descubrió que su corazón intentaba con todas
sus fuerzas escapar de su pecho. Vacilante, se acercó. Las yemas de sus
dedos rozaron ligeramente los nudillos de Aldrik. Él sostuvo su mirada y
ella cerró los dedos alrededor de los suyos.
—Deberías irte —dijo él con un suspiro. Había una tensión allí que
Vhalla nunca había escuchado.
—Debería —concordó ella.
Ninguno de los dos se movió.
—Vhalla —susurró Aldrik. Su nombre salió con voz tensa, y descubrió
que una parte de ella disfrutó del sonido.
—¿Aldrik? —respondió Vhalla de la misma manera.
Él le apretó la mano con fiereza un momento y ella contuvo la
respiración. Pero cuando él soltó su agarre, ella sintió que la locura que los
había cegado en ese breve intercambio se disipaba en el aire.
—Cabalgaré contigo mañana —prometió él—. No lo hagas con nadie
más. Quédate a mi lado.
Vhalla asintió.
—Lo haré. Lo prometo.
Aldrik la ayudó a ponerse de pie y ella se quedó frente a él, con sus
dedos aún en los de él. Lentamente, Aldrik levantó los nudillos de ella hacia
su rostro y presionó suavemente sus labios contra ellos. Su boca era suave y
el calor de su aliento envió un pequeño escalofrío por su espalda.
Vhalla se puso las botas, cruzó los pocos escalones que llevaban a la
entrada de la tienda, se detuvo y se giró.
—Aldrik, mañana… —Vhalla hizo una pausa, sus palabras quedaron
atoradas en el interior de la garganta y tragó saliva para liberarlas—. ¿Todo
esto será un sueño? —Él frunció el ceño por un momento—. La próxima
vez que nos veamos, ¿será como si nada de esto hubiera sucedido?
—Por supuesto que sí —dijo él con total naturalidad. Vhalla sintió que
se le tensaba el pecho. Aldrik cruzó la distancia entre ellos y colocó la
palma de su mano debajo de la oreja de ella, sus dedos se envolvieron
alrededor de la parte posterior de su cuello. Él se inclinó y ella vio un
destello de diversión en sus ojos—. Para los demás, por supuesto que lo
será.
—¿Para nosotros? —Vhalla no sabía cómo un tono de súplica se había
deslizado en su voz.
—Para nosotros, es esperar cuatro días más hasta que practiquemos tu
proyección nuevamente.
Ella sonrió levemente de alivio, esperando entender su significado
correctamente.
—Hasta entonces.
—Hasta entonces. —Él se enderezó y retiró la solapa de la tienda para
permitir que Vhalla desapareciera en la fría noche.
Su estómago no era más que mariposas, y reprimió un extraño ruido de
júbilo mientras caminaba de regreso a su tienda. Vhalla nunca había
experimentado un sentimiento como este antes, y descubrió que disfrutaba
de las burbujas que eso ponía en su sangre. Cuatro días más era mucho
mejor que un mes. Vhalla ahuecó una mano con la otra, sintiendo labios
fantasmas sobre su piel.
Aldrik tenía razón, era tarde. La mayoría de las fogatas ardían
suavemente y estaban ubicadas hacia el centro del campamento. A lo largo
del borde había poca gente. Se alejó lo suficiente de la tienda de Aldrik
antes de que alguien notara que su presencia podría haber sido el resultado
de varias razones. La noche tranquila comenzó a dominarla mientras se
acercaba a su tienda con cada paso. Necesitaba disculparse con Larel.
Larel estaba acurrucada en su saco de dormir y no hizo ningún
movimiento mientras Vhalla se cambiaba en silencio. El aire estaba fresco
contra la piel desnuda de Vhalla mientras desataba las ataduras que había
comenzado a usar sobre sus pechos para evitar incómodos roces en su
armadura. La mente de Vhalla instantáneamente recordó la calidez del
príncipe, y envió un tipo diferente de escalofrío a través de ella. Suspiró
mientras se metía en la lana áspera de su manta.
Vhalla se había contentado con dejar ir las cosas con Larel hasta la
mañana. Pero la otra mujer solo había estado fingiendo dormir, y Vhalla se
vio rápidamente atrapada en una competencia de miradas. Larel la miró
pensativamente y permitió que el silencio se prolongara hasta que quedó
claro que estaba esperando a Vhalla.
—Lamento haberte hecho montar sola la tienda hoy. —Los oídos de
Vhalla ardían de vergüenza.
—Eso no fue un problema.
Eso no lo era, el problema era la manera en que Vhalla había actuado.
—Lamento también haberte hablado mal. —Hizo todo lo posible por
mantener el contacto visual con Larel, pero la vergüenza finalmente ganó y
Vhalla evitó la mirada de la otra mujer—. No quise decir eso, solo estaba,
estaba agotada y… —Vhalla tragó saliva—…Larel, eres mi amiga. No
podría haber hecho esto sin ti. No habría sobrevivido tanto tiempo sin ti.
Vhalla se atragantó con la emoción. Eso era cierto. Si no fuera por todo
lo que Larel había hecho y seguía haciendo por ella, Vhalla habría estado
sola. Claro, Aldrik la estaba ayudando y podía darle a Vhalla tanta alegría
como frustración. Pero las cosas eran extrañas allí, debido a sus propias
vacilaciones y las expectativas del mundo. En comparación, el vínculo que
Larel había construido con Vhalla era perfectamente simple.
La mano de Larel se cerró alrededor de la de Vhalla con fuerza.
—No pienses más en eso —dijo finalmente Larel—. Te perdono.
Vhalla tomó una respiración temblorosa, aferrándose a la palma de
Larel.
»Eres más que una aprendiz para mí, y lo sabes. Eres una querida
amiga. —La mujer pasó una mano por el cabello de Vhalla con amor—. No
tengo muchos amigos.
—Yo tampoco. —Vhalla se rio débilmente.
—Aldrik fue uno de mis primeros amigos. —El nombre del príncipe de
la boca de cualquiera llamaba la atención de Vhalla, y Larel lo dijo incluso
más fácilmente de lo que Vhalla podía—. Compartiste tu secreto con el
príncipe. Compartiré el mío.
—No tienes que hacerlo. —Vhalla podía sentir un aura desconocida
alrededor de Larel, una de incomodidad.
—Lo sé. —La mujer sonrió—. Pero quiero que sepas que confío en ti
como tú confías en mí. —Larel se movió, sus ojos se volvieron distantes—.
Supongo que nada tendrá sentido a menos que empiece desde el principio.
Vengo de una familia muy pobre en un pequeño pueblo llamado Qui.
—No sé cuál es —confesó Vhalla.
—No lo harías, no a menos que hayas estudiado minería del Oeste. Qui
es un pueblo a medio camino de Norin. Al menos, si tomabas las rutas
antiguas antes de que se extendiera el Gran Camino Imperial. En ese
entonces, muchos pasaban por suministros o para descansar sus caballos. —
Larel rodó sobre su espalda, sus dedos ligeramente entrelazados con los de
Vhalla.
»Es una ciudad que está llena de más mierda que de pastel de vaca. —
La mujer estaba extrañamente amargada—. Mi padre era un minero que
nunca hacía más que convertir el alcohol en orina. Mi madre era una mujer
rota, y creo que todo lo que ella pudo hacer fue mirar al vacío,
especialmente después de que mi padre la golpeaba.
Vhalla parpadeó en un silencio atónito.
»Allí no había dinero, ni futuro, ni alegría. Que la Madre me ayude,
odiaba esa choza que llamaban hogar. Un día, tenía cinco años, ¿tal vez
seis? Mi padre trajo a casa a un hombre al que nunca había visto. Dijo que
el hombre nos daría todo el dinero que necesitáramos y que todo lo que yo
tenía que hacer era ser una buena chica y hacer lo que me decían. —Larel
colocó su antebrazo en su frente, mirando algo mucho más allá del lienzo
sobre ellas.
»No lo entendí hasta que estuve a solas con ese hombre. Grité, lloré y
nadie vino. En ese momento, solo quería que todos murieran. —Larel
suspiró suavemente. Vhalla apenas podía procesar lo que la mujer estaba
insinuando—. Me encontraron sentada entre los restos de cenizas de esa
casa. No creo que lo lamenté ni una vez. —Se movió para mirar a Vhalla—.
Fue entonces cuando me manifesté por primera vez. Yo era solo una niña, y
apenas una hechicera. Entonces me entregaron a las minas. Todos los días
me bajaban a un agujero. Yo cavaba y cavaba. O hacía fuego, derretía cosas
o cualquier otra cosa que pudiera hacer.
—Lo siento —susurró Vhalla. Esas dos palabras no parecían siquiera
acercarse lo suficiente.
—Esta fue una vida diferente, Vhalla. —Larel se encogió de hombros
—. La verdad es que las minas me pagaban un cobre por cada día que
trabajaba. Fue suficiente para comprarme la cena y dormir en cobertizos de
almacenamiento vacíos. —Larel volvió a estar sobre su espalda, con los
ojos vidriosos por los recuerdos—. Entonces, un día, una compañía imperial
vino a caballo. El propio Emperador estaba allí, e hicieron una parada para
descansar sus monturas y reabastecer a los suyos. Nunca había visto nada
tan asombroso como los carruajes dorados y los caballos cubiertos con
pieles teñidas.
»El Emperador dijo que quería un recorrido por las minas. Se dirigían a
Norin, pero el Emperador Solaris sabía que nuestra mina era una de las
principales venas del Oeste y tuvo la amabilidad de al menos fingir interés.
Aldrik estaba allí.
Vhalla luchó por imaginar cómo se vería un Aldrik de niño sin su
comportamiento y presencia adulta.
—Tenía doce años y cada centímetro de él era el príncipe, incluso
entonces. Siguió obedientemente a su padre por las minas. Pero aún era un
niño, y finalmente vagó solo, bueno, con un guardia. Aunque nadie en el
Oeste jamás le haría daño. Después de todo, es uno de los del Oeste. Lo vi
haciendo algunos fuegos para jugar. Nunca había visto a otra persona como
yo. —Larel se rio suavemente.
»Yo era una cosita tan sucia, Vhalla. No tenía por qué acercarme al
príncipe heredero. Pero él sonrió amablemente y me dejó mostrarle lo que
podía hacer. Me dijo que había un lugar en el castillo, una Torre, donde la
gente como nosotros era especial, donde yo no tendría que vivir en la
oscuridad. Recuerdo haber llorado; lloré porque sonaba tan perfecto, lloré
porque sabía que nunca iría.
—Él me miró de forma extraña. No entendía por qué no lo haría. Su
guardia se lo explicó, y Aldrik simplemente dijo que me llevaría. —Larel
jugueteó con su manta—. Me llevó con su padre y le dijo, frente a todos los
presentes, que iba a regresar para unirme a la Torre. Al principio, el capataz
se opuso, diciendo que yo era propiedad de las minas. Pero Aldrik no lo
escuchó. Al final, me compraron con siete piezas de oro y un
agradecimiento Imperial. Yo tenía once años cuando finalmente dejé ese
pueblo y nunca regresé.
Vhalla lo miró asombrada, pero Larel parecía estar a medio terminar.
»Me uní a la caravana Imperial a Norin, y luego de regreso al palacio
del Sur. Aldrik y yo fuimos inseparables todo el tiempo. Éramos niños y,
bueno, los niños no entienden el mundo y todas las razones que separan a
las personas. Desde el principio no quiso que lo llamara “príncipe” dijo que
lo hacía sentir extraño. Yo estaba feliz de hacerlo. Cuando me uní a la
Torre, insistió en que entrenamos juntos. El ministro Egmun no…
—¿Egmun? —interrumpió Vhalla en shock.
Larel sabía que había algo más en el tono de Vhalla.
—Egmun fue el Ministro de Hechicería antes de Victor.
Vhalla se sentó.
—No, ¿ese no es el mismo jefe electo del Senado? —Tenía que ser un
error.
—Sí, dejó su puesto de ministro para unirse al Senado —explicó Larel.
—Él… él… —Vhalla hervía y farfullaba recordando al hombre que
trató de golpearla para que se sometiera, lo que significaría aceptar la
muerte como una alternativa al dolor.
Larel dejó que las palabras de Vhalla se desvanecieran.
—Escuché que Egmun cambió mucho durante su transición a senador.
—Lo siento, continúa. —Vhalla negó con la cabeza, apartando al
senador a quien consideraba el mal encarnado.
—En fin, no pensaron que fuera apropiado que entrenara con el
príncipe heredero, pero Aldrik es Aldrik. Así que entrenamos juntos de
todos modos. Cada día que pasaba con él era mejor que el anterior. Incluso
las veces que estaba enojada o triste, simplemente disfrutaba estar con él,
verlo… —Larel dejó de hablar por la nostalgia con una sonrisa suave y
triste.
Los ojos de Vhalla se agrandaron.
—¿Lo amaste?
Tendría sentido si lo hubiera hecho. La salvó, la trajo a una nueva vida
y se quedó a su lado mientras le mostraba un nuevo mundo asombroso.
¿Quién no podría amar a alguien en esas circunstancias cuando era tan
increíble como Aldrik?
—Bueno… —Incluso en la penumbra, las mejillas de Larel estaban
ligeramente sonrojadas. Vhalla nunca la había visto sonrojarse antes y eso
hizo que se le encogieran las entrañas—. Hubo un verano, él tenía apenas
catorce años y yo trece. Es en esa edad cuando empiezas a preguntarte qué
es el amor. Tuvimos un momento; fue el primer chico al que besé. —Vhalla
se movió bajo sus mantas—. Pero, se desvaneció tan rápido como apareció.
Ambos nos dimos cuenta de que éramos niños jugando al amor y nos
reímos.
Larel suspiró suavemente.
»Justo al inicio de la guerra en las Cavernas de Cristal, él llegó a un
punto realmente oscuro. Traté de llegar a él y me alejó. Tuvimos una pelea
y ambos dijimos cosas de las que nos arrepentimos. —Ella parecía afligida
—. Fui orgullosa, estaba herida y me fui. Sé que él me necesitaba,
necesitaba a alguien, más que nunca, y me alejé. —La atención de Larel
estaba de vuelta en Vhalla, la neblina del pasado se disipó por un momento
—. Entonces prometí que nunca abandonaría a alguien que lo necesitara si
tenía la oportunidad de nuevo. Nunca ignoraría a un amigo por las tonterías
que el dolor podría hacerlos hacer.
Vhalla rápidamente se dio cuenta de que Larel estaba hablando de ella.
»Después de eso, durante muchos años, las cosas fueron incómodas y
frías entre nosotros. —Larel había vuelto a su historia—. Pero el tiempo
cura todas las heridas y volvimos a encontrar nuestra amistad. Nunca será lo
que era, sino lo que teníamos creó una base sólida. Él sabe que puede
confiar en mí implícitamente y sé que yo puedo confiar en él.
El silencio llenó el aire mientras Vhalla asimilaba la historia de Larel.
La hizo sentir pesada y le hizo un nudo en el estómago. Sintió tristeza por
su amiga; alegría, emoción y un toque de celos. Se sentía como una niña
cuando se preguntaba cómo era besar al príncipe; mantuvo a raya sus
preguntas.
—Por eso eres mi mentora. —Vhalla la miró con una nueva luz.
—Sí. Durante tu Despertar, Aldrik estaba obsesionado con preocuparse
por ti. Prácticamente tuvimos que sacarlo a la fuerza. Quería despellejar a
todos los que tenían permitido incluso verte, más o menos tocarte. Como
Victor seguía alejándolo, me asignó la tarea. Pidió un favor. Por supuesto,
ahora sé por qué estaba tan desesperado. Están Vinculados.
Vhalla retorció sus mantas entre sus dedos. No era la primera vez que
le decían que él le pedía favores. Vhalla ladeó la cabeza.
—¿El Vínculo?
—Ya sabes cómo se hace un vínculo —dijo Larel con delicadeza—.
Ambos son parte del otro. Hay registros de personas que se volvieron locas
porque perdieron su Vinculado. Algunos teorizan que, dependiendo de la
profundidad del Vínculo, si uno muere, el otro también lo hará.
Vhalla se sentó erguida y apoyó la frente en la palma. Fue
autoconservación para él.
—Me mantiene a salvo porque si no lo hace…
—Te mantiene a salvo porque quiere mantenerte a salvo —interrumpió
Larel.
Vhalla miró a la otra mujer, que ahora también estaba sentada. Larel
pasó un brazo alrededor de los hombros de su amiga, tirando de Vhalla
hacia atrás y envolviéndola en su cálida seguridad.
La voz de Larel era triste y sincera.
—Aldrik ha pasado por muchas cosas, muchas de las cuales ni siquiera
me ha contado. Pero he visto los bordes de la oscuridad que lleva a
hombros. No creo que se preocupe por su cordura o su mortalidad. No
quiere que mueras porque teme que eso signifique que tendría que vivir sin
ti. —Larel acarició la parte superior de la cabeza de Vhalla.
»Escucha atentamente. Lo conozco desde hace doce años. Y muchos
de ellos fui, y me atrevo a decirlo, su mejor amiga. Conozco a Aldrik; lo
bueno y lo malo. —Larel suspiró—. No quiero decir nada que él mismo no
haya dicho. Pero él se preocupa por ti, Vhalla. De una manera que nunca lo
había visto realmente preocuparse por nadie.
Vhalla cerró los ojos con fuerza, imaginando que estaba de vuelta en el
palacio.
—Gracias por contarme todo esto, Larel.
—Dulce Vhalla, sabes que siempre estaré aquí para ti. —Larel la
apretó con fuerza y Vhalla durmió tranquilamente por primera vez en lo que
parecieron años.
Capítulo 10
Vhalla abrió sus ojos a los rostros atónitos de la realeza, los lores y las
damas. La única persona en la habitación que no estaba impresionada era
Aldrik. A pesar de que su demostración fue mejor de lo que ella esperaba,
el príncipe mantuvo su mirada retraída y ambivalente. Sabía que él no podía
mostrar su favor frente a los nobles, especialmente después de escuchar a
Lord Ophain hablar sobre lo descuidado que había sido con los afectos que
ya había mostrado, pero había una pared más grande allí que simplemente
una actuación. Ya fuera la Unión, el Vínculo, el tiempo que pasaron juntos
o una combinación de todo eso, él no podía ocultarle sus sentimientos a
ella, y Vhalla podía ver el dolor y el miedo en las profundidades de sus ojos
cada vez que miraba en su dirección.
Todos le dieron espacio mientras ella se levantaba de los lujosos
muebles. Nadie dijo nada. Los que se habían reunido, las personas de más
altos rangos del Emperador, la miraron a ella y a su líder, reservándose todo
juicio hasta que hubieran escuchado su evaluación.
El hombre más poderoso del mundo se inclinó hacia adelante, sus ojos
brillaban.
—Bueno, señorita Yarl, eso fue ciertamente impresionante.
—Gracias, mi señor. —Vhalla bajó los ojos con respeto.
—¿Esta demostración es replicable una cantidad infinita de veces? —
El Emperador se volvió hacia su hijo mayor.
—Siempre que su Canal mágico no esté bloqueado de alguna manera,
como por el agotamiento o por erradicación —afirmó Aldrik con un
movimiento de cabeza.
El Emperador se acarició la barba y se dirigió hacia los nobles
reunidos.
—Mi hijo ya ha formulado algunos planes sobre cómo podremos usar
este poder de manera efectiva en el Norte. Sin embargo, me gustaría que
cada uno de ustedes elaborara su propia estrategia antes de llegar a la
frontera del Norte.
Hablaban como si ella no estuviera allí. Vhalla se movió en su asiento,
abriendo y cerrando sus manos en su regazo. Ella era una herramienta para
estas personas, diseñada para ser utilizada de la forma que creyeran
conveniente.
Un par de ojos llamaron su atención. La única persona enfocada en ella
era el príncipe más joven. Ella se encontró con la mirada del príncipe
Baldair y se sorprendió al ver simpatía ahí. Vhalla desvió la mirada. No
quería su compasión.
—Muy bien, esto es suficiente por hoy. Puede irse, señorita Yarl. —El
Emperador agitó una mano en su dirección.
—Gracias, señores y señoras. —Vhalla se puso de pie, manteniendo
los ojos bajos.
—Ah, una cosa más —intervino Lord Ophain.
Vhalla le dio una mirada interrogante. ¿Qué estaba haciendo?
»Esta es la primera Caminante del Viento en el Oeste en décadas.
Los otros de la nobleza estaban confundidos; incluso Aldrik no parecía
entender por qué su tío se acercaba a ella.
—Vhalla Yarl —dijo Lord Ophain, mirándola—. No puedo corregir los
errores de mis antepasados. No puedo limpiar la sangre de los Caminantes
del Viento de las piedras de mi castillo. Nunca podré remediar lo que los
Caballeros de Jadar les hicieron a tus hermanos.
Vhalla cambió su peso de un pie al otro. Hablar del genocidio de su
pueblo después de saber más sobre las razones detrás de eso le provocó una
sensación incómoda en el estómago que le hizo sentir un hormigueo hasta
los dedos de los pies. No era algo que ella quisiera siquiera mencionar.
»Pero lo que sí puedo hacer es ser un catalizador para un futuro de
esperanza, paz y prosperidad entre hechiceros de todo tipo y los Comunes.
Demostrar que el valor que veo en ti es mucho mayor que tu magia.
Se preguntó si era estaba diciendo la verdad. Pero en el segundo en el
que los ojos de Lord Ophain se dirigieron hacia los del Emperador, no tenía
ninguna duda. Esta era una declaración, una en la que Vhalla no se sentía
segura de estar preparada para participar o incluso comprender
completamente las implicaciones.
—Por lo tanto, es un honor para mí concederte una Proclamación
Carmesí.
Los murmullos llenaron el aire en el momento en que las palabras
salieron de los labios del Lord del Oeste. Vhalla se movió con
incertidumbre. Incluso Aldrik tenía una expresión de tonta sorpresa en su
rostro. Algunos nobles estaban confundidos, pero las demás personas del
Oeste parecieron llenar rápido los espacios en blanco.
Lord Ophain se centró solamente en Vhalla mientras sacaba una cinta
carmesí del bolsillo interior de su abrigo. Medía poco más de la mitad de la
longitud de su antebrazo y era tan ancha como tres dedos. Se la entregó y
Vhalla instantáneamente pasó los dedos por la seda. Sobre ella, había
símbolos con un hilo plateado, en la parte inferior había un sello de tinta
con el fénix llameante del Oeste.
Vhalla lo miró con curiosidad.
—En verdad, este es un título vacío. —Lord Ophain no la obligó a
preguntar directamente. Con un gesto de asentimiento en dirección al
Emperador, continuó—: Solo el Emperador puede elevar a lores y a damas
a la corte de la nobleza. Pero el Oeste mantiene sus tradiciones y honra las
viejas costumbres. Cualquiera que sea capaz de leer esas palabras sabrá que
Lady Vhalla Yarl es considerada duquesa del Oeste por la orden de Lord
Ophain Ci’Dan.
Vhalla lo miró fijamente asombrada. Título vacío o no, era más estima
de lo que jamás había contemplado en su vida. Cometió el error de mirar al
Emperador y resistió el impulso de devolver la tela a las palmas de Lord
Ophain. Los ojos del emperador Solaris tenía una mirada dura. Ella agarró
la cinta con más fuerza. No significaba nada, era un símbolo de buena fe,
para corregir los errores del pasado. No representaba ninguna amenaza de
cambio para su estado actual. Seguramente el Emperador lo sabía,
¿verdad?
—Me honra, señor —murmuró Vhalla, bajando los ojos.
—Si ha terminado, Lord Ophain —dijo el Emperador con frialdad—,
la señorita Yarl tiene otros lugares en donde debería estar.
Vhalla no tenía que ir a ningún lugar, pero estaba ansiosa por salir de la
habitación repentinamente opresiva. Hizo una última reverencia y notó que
de repente la nobleza del Oeste le hizo pequeños movimientos de cabeza.
Todos, salvo uno; un comandante con bigote, a quien Vhalla nunca había
visto antes de la demostración, la miró con un desdén apenas disimulado.
Era imposible salir de la habitación lo suficientemente rápido y
regresar a su posada.
Larel y Fritz la estaban esperando cuando regresó. Descansaban en una
sala de estar a la izquierda de la entrada del vestíbulo. Daniel y Craig
ocupaban el tablero de Carcivi a la derecha. Todos levantaron la mirada con
interés en el momento en que ella entró.
—¿Come te fue? —Fritz fue el primero en preguntar.
—Pues —Vhalla levantó la cinta en un agarre que dejó sus nudillos
blancos—. Me dieron una Proclamación Carmesí.
—¿Una qué? —preguntó Larel.
Daniel y Craig parecían igualmente perdidos.
—¿Una Proclamación Carmesí? —Fritz se puso de pie, corriendo hacia
ella—. No pensé que el Oeste las siguiera dando.
—¿Qué es? —preguntó Larel, cruzando hacia Vhalla y Fritz.
—Las Proclamaciones Carmesí eran la manera en la que los antiguos
reyes del Oeste formaban su corte. Con ellas elevaban a la gente a un
estatus noble —explicó Fritz.
—Entonces, ¿ahora eres noble? —Daniel fue a echarle un vistazo por
sí mismo.
—No en realidad. —Vhalla recordó lo que dijo Lord Ophain.
—El Emperador abolió la Corte del Oeste —continuó Fritz—. Cuando
Mhashan fue absorbido por el Imperio y se convirtió simplemente en “el
Oeste”, el Emperador no quería un levantamiento de la gente que era de la
antigua nobleza. Así que formó la Corte Imperial como una forma de
apaciguarlos, dando a la antigua nobleza nuevos títulos del Sur y elevando a
sus propios lores y damas para que se sentaran entre ellos.
—¿Entonces tomó el control de su poder? —Craig se frotó la barbilla.
Fritz asintió.
—Y, de hecho, absorbió la riqueza de las familias más antiguas del
Oeste. Pero, ¿por qué conseguiste una?
—Lord Ophain dijo que era un gesto de buena fe, por los Tiempos
Arrasados por el Fuego —resumió Vhalla.
La comprensión se hundió en el rostro de Fritz.
—¿Los Tiempos Arrasados por el Fuego? —preguntó Daniel.
Eso hizo que Fritz les diera una lección de historia completamente
nueva. Una que, dado el interés de Daniel en los Caminantes del Viento, le
tomó mucho más tiempo. Vhalla escuchó en silencio, aun asimilando la
tarde.
El Emperador parecía complacido con su demostración… pero sus
ojos. Ella reprimió un escalofrío. Sus ojos estaban vacíos de toda emoción
cada vez que se posaban sobre ella. Cuantas más interacciones tenía con el
emperador Solaris, menos dudaba Vhalla de que su lugar debajo de él nunca
cambiaría.
—Entonces, ¿simplemente los mataron a todos? —Craig se reclinó en
su silla en estado de sorpresa.
—Sí. —Fritz asintió—. Y Vhal es la primera desde entonces.
Encontró la sonrisa orgullosa de su amigo con una mueca de cansancio
en los labios.
—Sin embargo… por más horrible que sea, ahora no podemos
cambiarlo, y creo que deberíamos celebrar la proclamación de Vhalla. —
Daniel se inclinó hacia adelante en su silla.
—No sé si podré soportar otra noche de celebración —dijo Larel con
inquietud.
—Algo más tranquilo. Hay un delicioso restaurante del Oeste no lejos
de aquí. —Daniel se puso de pie—. Me encantaría invitar a la Caminante
del Viento y a sus amigos.
Daniel le tendió una mano y Vhalla se la quedó mirando. Deseó poder
sentir su alegría. Quería la emoción que le había evocado la primera noche
en las Encrucijadas, la emoción a pesar del mar de juegos de poder y
manipulación en el que se encontraba a la deriva. Vhalla tomó la mano de
Daniel y le permitió ponerla en pie. Sentarse y meditar no la ayudaría a
encontrar esa alegría de nuevo, y antes Daniel había sido un catalizador, tal
vez podría convocar esa alegría nuevamente.
Las Encrucijadas no los defraudaron. La noche era cálida, interrumpida
por una brisa fresca que atravesaba las polvorientas calles y callejones. Los
colores salpicaban cada edificio en forma de murales, tapices y toldos
brillantes. La música y las risas se podían escuchar por todas partes, en
armonía con los salones de juego y los salones de placer; es un buen lugar
para olvidar quién eres, decidió Vhalla.
El restaurante era más agradable de lo que esperaba Vhalla, y al
instante se sintió abrumada por el menú y la mesa. Fritz lucía igual de
perdido y Larel sorprendentemente cómoda. Vhalla solo podía sospechar
que crecer como amiga del Príncipe Heredero le había dado a la mujer
información sobre la etiqueta que de otro modo no tendría.
Vhalla se reclinó en su silla, tomando su bebida mientras esperaba la
comida. Se encontraba al borde de una neblina que parecía muy tentadora y,
aunque no quería provocarse dolores de cabeza para el día siguiente, sí
quería aliviar el estrés del día. Daniel también se reclinó, permitiendo que la
conversación en la mesa continuara ante ellos.
—¿Qué opinas de la comida del Oeste? —preguntó él lo
suficientemente bajo como para ser escuchado solo por ella.
Vhalla salió sobresaltada de sus pensamientos.
—¿Qué? Oh, es deliciosa.
—Yo también lo creo —concordó él—. No sabía qué esperar la
primera vez que la probé.
—¿Cuándo fue eso? —preguntó ella.
—Durante mi primera campaña. —Él bebió un sorbo de su vaso,
pensativo—. Fue mi primera vez en el Oeste. Mi familia nunca viajó
mucho.
—¿Cómo terminaste en el palacio?
—Me enlisté. —Daniel se encogió de hombros y agregó—: Pensé que
sería una oportunidad para tener una vida mejor.
—¿No lo ha sido? —Ella escuchó el tono de decepción en la voz de él.
—En los registros, supongo. Ahora soy un lord, después de todo. —
Tenía el aspecto de alguien que estaba viendo sombras del pasado en lugar
del resplandeciente esplendor que lo rodeaba en el presente—. Pero por la
noche me pregunto si nunca me hubiera ido del Este, si todavía la tendría a
ella.
Su tono hizo que a Vhalla le doliera el pecho.
—No pienses de esa manera. —Vhalla se movió en su silla para ver
mejor a su compañero del Este. Daniel la miró pensativo, su completa
atención era una carga pesada. Vhalla tragó saliva, esperando encontrar lo
correcto que decir para apoyar a su amigo—. Yo… yo casi erradiqué mi
magia.
—¿Erradicaste?
—Deshacerme de ella. —Daniel la miró boquiabierto, como si la idea
le fuera incomprensible—. Me asusté cuando descubrí que era hechicera. Y
luego sucedió la Noche de Fuego y Viento, pensé… pensé que todo había
sido culpa de mi magia. —La comida fue colocada frente a ellos, pero
ninguno hizo un movimiento hacia ella—. Mi amigo murió por eso.
—Vhalla… —dijo él con un tono comprensivo.
Ella meneó la cabeza, descartando su simpatía.
—No puedo volver en el tiempo, y tú tampoco. Ambos tenemos que
seguir adelante y encontrar la belleza que podamos en el mundo tal y como
es.
Daniel la miró asombrado. Su mirada trajo un calor a sus mejillas, y
Vhalla rápidamente colocó su vaso sobre la mesa, comiendo del plato frente
a ella. Sintió el peso de una segunda mirada sobre sus hombros y Vhalla
miró hacia arriba, sorprendida de encontrar los ojos expectantes de Larel.
La mujer le sonrió amablemente.
Cuando terminaron de cenar y regresaron al hotel, Larel siguió a
Vhalla a su habitación después de bañarse. Vhalla se sentó en la cama, la
otra mujer detrás de ella, peinando su cabello mojado con dedos mágicos.
—¿Quisiste decir lo que dijiste en la cena?
—¿A Daniel? —La pregunta no tenía sentido, Vhalla sabía de qué
estaba hablando Larel.
Larel tarareó suavemente detrás de ella en confirmación mientras
continuaba secando el cabello de Vhalla.
»Sí. —Vhalla asintió.
—Me alegro. —Larel atrajo a Vhalla para darle un fuerte abrazo—. He
estado preocupada por ti.
—¿En serio? —Era una pregunta tonta y Vhalla lo sabía. Esta era la
mujer que la había abrazado durante los escalofríos y los temblores. Larel
había sido quien la reconstruyó después de la Noche de Fuego y Viento.
Conocía cada pieza irregular que todavía cortaba el corazón de Vhalla.
—No eres alguien que deba vivir en la oscuridad o el dolor. —Larel se
reclinó en la cama, invitando a Vhalla a hacer lo mismo—. Eres una luz que
puede brillar más que incluso el sol.
—Eso suena traicionero —bromeó Vhalla.
—Lo digo en serio de todos modos. —Larel se inclinó hacia adelante y
presionó su frente contra la de Vhalla por un breve momento—. Tienes algo
en ti, Vhalla, algo que la mayoría nunca tiene o pierde rápidamente. No
puedo esperar a ver cuando te des cuenta de eso tú misma.
—Soy una nada… ni siquiera soy yo misma, soy propiedad de la
corona. —Cuanto más lo decía, más lo asimilaba. Necesitaba aceptar esta
verdad para sobrevivir a la guerra.
Como si sintiera ese hecho, Larel no se opuso directamente.
—Lo eres, por ahora. Pero pronto estarás de regreso en la capital
estudiando y haciendo grandes cosas.
—Pero no puedo…
—Oh, deja de discutir. —Larel se rio levemente, pasando sus dedos
por el cabello de Vhalla con amor—. Eventualmente lo verás.
Vhalla cerró los ojos.
—¿Y si no lo hago?
—Lo harás.
—¿Seguirás ahí para ayudarme? ¿Incluso si no lo hago? —preguntó
Vhalla en voz baja, sintiéndose como una niña que todavía necesitaba su
manta de seguridad para enfrentarse a los monstruos que acechaban en la
noche.
—Sabes que así será —prometió Larel.
—Gracias —susurró Vhalla—. Buenas noches, Larel.
—Buenas noches, Vhalla —respondió su amiga, sosteniendo con
fuerza la mano de Vhalla mientras se quedaba dormida.
La puerta se abrió silenciosamente y el suave suspiro de las bisagras
permaneció en los oídos de Vhalla. Fritz se había quedado con Craig y
Daniel después del restaurante. Vhalla se preguntó qué tan borracho estaría
para volver arrastrándose a la habitación de ella. Se dio la vuelta y presionó
la cara contra la almohada.
Las pisadas apenas hicieron ruido. Sus oídos captaron el movimiento
del aire más que el ruido del suelo. Algo andaba mal, pero su mente llena de
sueño no podía ubicar rápidamente qué era. Algo sobre los pasos…
Pasos. Dos pares de pasos.
Vhalla bostezó y se llevó una palma a los ojos. Esperaba ver a Craig y
Daniel, o alguna combinación de ellos con Fritz. Pero cuando Vhalla
parpadeó para quitarse el sueño de encima, la figura de pie junto a su cama
era una pesadilla hecha realidad.
Reconoció a la mujer del Norte que la miraba fijamente. Vhalla
recordó una noche de fuego, una noche de correr por calles en llamas con
un príncipe pisándole los talones. Recordó haber sido atacada, advirtiéndole
al príncipe que a pesar de que había cuatro asaltantes, dos seguían sin
aparecer.
La luz de la luna destellaba perversamente en la hoja ondulada que
levantó la mujer. Vhalla la miró fijamente conmocionada.
Otra espada atravesó el aire y Vhalla se volvió instintivamente hacia el
sonido. La primera hoja cortó profundamente su espalda, y por poco no la
empaló debido a su movimiento repentino e impredecible. Ni siquiera
registró el dolor del arma clavándose en su carne mientras la mente de
Vhalla trataba de procesar lo que estaba ocurriendo.
Se quedó mirando la hoja de un hombre, hundida directamente en el
estómago de Larel. Sangre, negra como la tinta por la oscuridad, brotaba de
la herida. Los ojos oscuros de Larel se abrieron de golpe por la sorpresa. Un
gorgoteo ahogado acompañó a los ojos de su amiga mientras se dirigían a
Vhalla con sangre burbujeando de su boca abierta.
Vhalla gritó.
Capítulo 23
El sonido que Vhalla soltó sonó más animal que humano. Fue un
chillido agudo, sin palabras pero que expresaba perfectamente la agonía que
corría por sus venas detrás de la adrenalina. La espada fue sacada del
estómago de Larel y el asesino la giró en el aire rápidamente, preparándose
para un segundo ataque. La mujer detrás de Vhalla se movió para hacer lo
mismo.
Un instinto singular se apoderó de Vhalla: el instinto de sobrevivir. Se
lanzó sobre el agresor masculino que tenía delante, trepando por la cama y
sobre el cuerpo de su amiga. La espada de la mujer falló por poco por
segunda vez, cortando a Vhalla profundamente en la pantorrilla cuando
estaba a medio camino de la estocada.
Vhalla cayó con el hombre, mordiendo y atacándolo como una bestia
rabiosa. Un latido abrumó sus sentidos y Vhalla permitió que el
conocimiento de combate de Aldrik tomara el control. Quería conocer todas
las formas horribles que él podría concebir dolor y torturar a estas viles
criaturas.
Movió una mano, desarmando rápidamente al hombre. Él estaba bien
entrenado y la golpeó con la mano opuesta, sacándose de encima a Vhalla
con un golpe en la cara. Ella rodó, recuperándose rápidamente a pesar del
dolor punzante en su pantorrilla.
La mujer se encontraba sobre ella, y Vhalla apenas tuvo tiempo de
agitar su mano en el aire y desviar la hoja en medio del movimiento. Ese
movimiento le permitió al hombre recuperar su arma, y Vhalla se vio
obligada a agacharse para que otro ataque no le diera. Ella era superada en
maniobras y en número en la pequeña habitación.
Vhalla corrió hacia la puerta, y tuvo que empujarla para abrirla de
rodillas para evitar la hoja que se hundió en la madera donde momentos
antes había estado su cabeza. Vhalla se apresuró a entrar en el pasillo, otros
huéspedes de la posada abrieron sus puertas confundidos mientras la
Caminante del Viento bajaba corriendo la estrecha escalera. La adrenalina
era lo único que la mantenía erguida.
La agresora dejó escapar un grito de frustración, pisándole los talones a
Vhalla.
—¡Muere, Demonio del Viento!
Vhalla se volvió a medias para esquivar una daga que le arrojaron y
bajó el último escalón. Las personas todavía en el vestíbulo se apretujaron
rápidamente contra las paredes exteriores mientras los asesinos del Norte y
la Caminante del Viento rodaban hacia abajo. Algunos eran soldados que
rápidamente alcanzaron armas que no estaban allí. Uno se lanzó con las
manos desnudas solo para ser derribado por el hombre del Norte.
No tuvo tiempo de considerar la muerte del hombre anónimo. Su
pantorrilla ardía con lo que Vhalla sospechaba que era más que dolor. Sus
movimientos se estaban volviendo lentos y retrasados, a pesar de que los
instintos de Aldrik permanecían agudos con cada latido de su corazón.
Chocó con una silla y perdió el equilibrio. El hombre levantó su espada
mientras la mujer se recuperaba de una ráfaga de aire que Vhalla le había
lanzado.
Una mujer se estrelló contra su costado, lo que le hizo perder el
equilibrio al hombre y envió su espada en un amplio arco. Vhalla se
encontró con el par de ojos desconocidos.
—¡Corre! —Esa fue la última palabra que dijo la valiente mujer
mientras el hombre le hundía la hoja curva en la garganta.
Vhalla no sabía qué pasaría si corría, pero lo hizo de todos modos,
atravesó las puertas de la posada y entró en la plaza. El ejército estaba
desarmado y con la guardia baja. Los soldados estaban gordos y perezosos
por los días de paz y relajación que les había proporcionado las
Encrucijadas. Se encontraban tan lejos del Norte, que todos habían asumido
tan erróneamente que estaban a salvo. Incluso si hubieran estado armados,
la mitad de las Encrucijadas estaba borracha a esta hora de la noche de
todos modos.
Pero había un aliado dispuesto a recibirla. Vhalla sintió el viento y
rápidamente lo giró hacia el hombre que corría hacia ella. Envió al hombre
volando, su cabeza crujiendo con fuerza contra la pared de la posada.
Ella había esperado que eso lo matara, lo dejara inconsciente, que al
menos lo aturdiera, pero el hombre parecía estar hecho de metal o piedra
cuando simplemente parpadeó y se puso de pie nuevamente. Ella dio un
paso atrás, enviándole otra ráfaga de viento, pero fue igualmente ineficaz.
Ya antes había matado a estas personas, ¿por qué ahora no podía hacerlo?
Un grito sediento de sangre llamó la atención de Vhalla cuando la
mujer del Norte estaba casi sobre ella. Vhalla extendió la mano,
preparándose para desviar el ataque. El entumecimiento que había estado
saliendo de su pantorrilla se había extendido a sus dedos y el viento no
escuchó su llamada.
—¡Los ojos! —gritó una voz detrás de ella.
Una daga hecha de hielo azul se hizo añicos en el rostro de la asesina y
por poco le dio en la mejilla. La distracción le dio a Vhalla suficiente
tiempo para rodar fuera del camino de su espada. Vhalla se giró, sin aliento,
hacia la fuente de la voz.
Fritz retiró su mano, otra daga de hielo apareció en sus dedos. Lanzó y
falló de nuevo, dejando a Vhalla rodando impotente entre golpes de espada.
Daniel atacó cuando la mujer arremetió por tercera vez. Tenía un
dominio impresionante sobre su cuerpo ya que cada paso se adelantaba por
poco a los movimientos de la asesina. Vhalla reconoció la daga que
empuñaba como una que había comprado cuando salieron de compras. El
soldado la había estado usando debajo de la pernera del pantalón desde
entonces.
El hombre del Este demostró cómo se había ganado un brazalete
dorado sin ni siquiera pestañear mientras enterraba la daga hasta la
empuñadura en el ojo de la mujer. La mujer se estremeció, pero no emitió
ningún sonido cuando su cuerpo cayó al suelo sin fuerzas, deslizándose de
la hoja de Daniel. Vhalla miró el cuerpo sin vida, pero no sintió simpatía.
En cambio, dirigió su rabia al objetivo restante.
El otro asesino, viéndose superado en número contra el ejército que
rápidamente se enderezó con sus armas en mano, y se giró para huir.
Vhalla trató de ponerse de pie de un salto, extendiendo una mano
inútilmente. Cualquier veneno con el que habían mojado la hoja, envió
escalofríos por su columna que bloquearon su Canal. Sin embargo, como si
hubiera sido convocado por sus dedos, surgió un infierno, haciendo que el
hombre diera tumbos hacia atrás mientras trataba de evitar correr hacia las
llamas.
Ella se retorció en el suelo, buscando el origen del fuego. La multitud
se dispersó como ratas, temiendo la luz cegadora del fuego que ardía desde
los puños hasta los codos de Aldrik, quemando la camisa arrugada que
llevaba. Sus ojos oscuros estaban encendidos con fuego y pura malicia.
Vhalla no reconoció al hombre que tenía ante ella como el hombre que
había abrazado y besado un día antes.
Este era el Señor del Fuego.
El enfoque de Aldrik se encontraba más allá de ella, jugando con el
hombre del Norte mientras hacía correr al asesino para evitar una llama
mágica cegadoramente poderosa tras otra. Baldair se apresuró a seguir a su
hermano, congelándose en su paso al ver la carnicería que tenía ante él.
Vhalla se levantó del suelo, tratando de mantenerse siquiera parcialmente
erguida. Ahora se encontraba a salvo y los otros latidos en ella comenzaban
a desvanecerse. Detrás de eso acechaba una agonía que amenazaba con
destrozarla.
Aldrik finalmente había llegado a ella, y vio sus hombros temblar de
ira mientras miraba su cuerpo destrozado y magullado.
—Lord Taffl, Baldair… —Aldrik le habló a Daniel y a su hermano,
pero sus ojos nunca la dejaron—. Atrapen a ese hombre y tráiganlo aquí,
vivo.
El príncipe se arrodilló a su lado.
—Vhalla —susurró.
—Aldrik —dijo ella, atragantándose cuando las emociones la
abrumaron. El rostro de Vhalla se contrajo de dolor—. Aldrik, ella es… ella
está… yo… es mi culpa, es mi culpa.
—Vhal… —Fritz había sido el único de los espectadores en aumento
que se les había acercado. También cayó de rodillas.
Vhalla dejó caer su cabeza entre sus hombros y gimió por el luto.
»Madre, no… —Fritz jadeó. Vhalla esperaba que él la estuviera
mirando con horror. Pero miró más allá.
Siguió la mirada de él por encima del hombro, pasando por donde
Baldair y Daniel iban arrastrando al asesino hacia Aldrik. Sus ojos
siguieron el rastro ensangrentado que había dejado a su paso hacia la
posada que ahora necesitaba reparación, ya que había golpeado al hombre
de piel de piedra en su costado. Los ojos de Vhalla se posaron en una
pequeña fila de cuerpos que habían sido alineados frente a la puerta. Estaba
el hombre que había sido cortado casi por la mitad en el abdomen, la mujer
con la herida en el cuello, otros dos que Vhalla ni siquiera recordaba que
hubieran caído en la lucha, y luego una mujer del Oeste.
Vhalla se puso de pie, Aldrik y Fritz se encontraban demasiado
aturdidos como para detenerla. Cojeando por el dolor, rompió a correr
torpemente. Daniel trató de agarrarla cuando pasó junto a él, pero sus
manos estaban demasiado ocupadas manteniendo al norteño bajo control.
Ella apartó al hombre que estaba colocando el cuerpo de Larel en la
línea con los caídos, colapsando al lado de su amiga.
—No, no, no, no, no Larel. —Vhalla presionó sus palmas contra la
herida mortal de la mujer, como si de alguna manera, ahora pudiera curarla
—. ¡No puedes, no puedes hacerme esto!
Tenía la garganta en carne viva por los gritos, pero los oídos de Vhalla
apenas podían distinguir ningún sonido. Se inclinó hacia adelante,
presionando su rostro contra el hombro aún caliente de Larel, aferrándose a
su amiga. Era demasiado. Ella se balanceaba hacia adelante y hacia atrás
con cada sollozo. Era demasiado.
—Vhal… —Fritz colocó sus palmas sobre sus hombros. Vhalla no se
movió—. Necesitas ser atendida.
—¡No me toques! —chilló ella, soltándose de su agarre, apretándose
más cerca de Larel.
—Vhal. —La agarró.
—¡Dije, que no me toques! —Vhalla se giró, balanceándose hacia él.
Ella no tenía la fuerza para lanzar un ataque medio decente, pero Fritz aun
así lo aceptó con su mejilla manchada de lágrimas. Sollozos silenciosos
estremecían los hombros de él.
Vhalla lo miró con expresión perdida.
—Traigan a la Caminante del Viento. —La voz del Emperador
atravesó la creciente conmoción de la plaza. Sus gélidos ojos azules
encontraron los de ella.
Vhalla agarró con más fuerza el brazo de Larel.
—No —susurró ella.
—Vhal, tienes que irte —suplicó Fritz, arrodillándose rápidamente
para bloquear la visión del Emperador de su desobediencia.
—No —le suplicó a Fritz, meneando la cabeza—. No puedo, no puedo
dejar a Larel así. Ella me necesita.
—Está muerta, Vhalla. —Las duras palabras de Fritz fueron un
cuchillo que cortó los últimos restos de esperanza en el corazón de Vhalla
—. Y tú también podrías morir si no escuchas la llamada del Emperador.
Fritz la levantó y la condujo hacia su gobernante.
—Es mi culpa… es mi culpa… —susurró Vhalla, repitiendo el mantra
una y otra vez en su cabeza.
—¿Qué pasó aquí? —preguntó el Emperador cuando llegó.
Todos los ojos estaban puestos en ella. Vhalla tragó saliva y se volvió
hacia el norteño.
—Era un malabarista, en el festival.
—¡Habla claro, niña! —El Emperador dio un paso adelante.
Aldrik dio un paso adelante también, encajándose protectoramente
entre su padre y Vhalla.
—La gente que atacó durante la Noche de Fuego y Viento, fueron los
malabaristas de las fiestas, los que llegaron a la capital. Faltaban dos en ese
ataque. —La voz de Vhalla resonó vacía en sus oídos.
—¡Y nuestro ataque fue un éxito! No teníamos idea de que el
Emperador Solaris tenía Demonios de Viento —espetó el hombre. Su
acento era denso y pesado y hubiera sido difícil de entender si su hablar no
hubiera estado ya grabado en los oídos de Vhalla desde esa fatídica noche
hace tiempo.
—Hablas con fuerza para ser un hombre que está a punto de morir —
dijo el Emperador en voz baja.
—Un guerrero no le teme a la muerte —respondió el hombre con
altivez.
—¿Qué tal morir con la vergüenza de no haber matado a la que mató a
tus compañeros? —El Emperador inclinó la cabeza hacia Vhalla.
Eso hizo que el hombre se enojara, y de repente tiró con fuerza en el
agarre Craig, Daniel y Baldair, quienes lucharon por mantenerlo de rodillas.
—Suéltenlo —ordenó el Emperador.
—Padre… —comenzó Baldair en estado de sorpresa.
—¡Dije, que lo suelten! —El Emperador Solaris no se andaba con
rodeos, y liberaron al hombre.
El asesino saltó hacia adelante como un velocista desde los bloques.
Pero no se abalanzó sobre el hombre más poderoso de todos los reinos, el
hombre que había matado a su pueblo e invadido su tierra natal. No, el
hombre se abalanzó sobre Vhalla.
Ni siquiera se inmutó cuando las llamas estallaron justo delante de ella.
Le chamuscaron la ropa de dormir hecha jirones y le lamieron el rostro.
Pero no la quemaron.
El hombre también pareció resistirse al calor, pero solo por un breve
momento hasta que fue dominado por la magia y comenzó a retorcerse y a
rodar por el suelo. Su carne burbujeaba y se chamuscaba.
El hombre empezó a gruñir y se sentó.
—Tiberum Solaris, el poderoso Emperador, elegido del sol, escondido
detrás de su hijo y una niña.
—No soy una niña —amenazó Vhalla. Su susurro fue escuchado por
todos e incluso el Emperador calmó su lengua.
—¿Crees que los conducirás a la victoria? —El hombre se burló de
ella, su rostro era un lío de carne mutilada—. Enviamos aves mensajeras,
informamos, tenemos amigos aquí en el Oeste que ya no te quieren. Cada
centinela; cada soldado; cada hombre, mujer y niño te apuntará con sus
flechas, sus espadas, sus piedras, sus hachas, sus puños, sus picos y sus
venenos. No puedes comprender nuestro poder y morirás.
—Daniel, dame tu daga —exigió Vhalla en voz baja.
—Vhalla…
—¡Dámela! —Apartó la mirada del hombre, el dolor se manifestó
como una rabia ardiente.
Daniel miró desesperadamente a Baldair, quien se giró hacia el
Emperador. El noble lo consideró brevemente, antes de asentir hacia el
Guardia Dorado. Daniel giró el arma, agarrando con cuidado la hoja para
entregársela a ella por la empuñadura.
El metal de la empuñadura se sintió como su magia la primera vez que
abrió su Canal. Fue una oleada de poder. Pero esto era más oscuro, de una
naturaleza más retorcida y primitiva. Vhalla avanzó cojeando hacia el
hombre, su pantorrilla comenzó a protestar por su peso. Su ropa estaba
empapada en sangre, la suya y la de otras personas, y sus hombros se
sentían cargados de culpa.
El hombre la miró con los ojos entrecerrados por odio y rabia. Por el
más breve de los momentos, Vhalla se preguntó si había amado a los que
ella había matado en la Noche de Fuego y Viento de la misma manera que
ella había amado a Larel. Si simplemente se miraba en un espejo de sí
misma, solo se encontraba en el lado afortunado del reflejo.
El hombre gruñó y arremetió. Vhalla se movió para encontrarse con él.
Ella no necesitaba la Unión; haría esto sola. Vhalla recordó lo que Daniel
había dicho cuando sintió la resistencia de la hoja hundiéndose
directamente en el ojo del hombre, incrustándose en su cráneo.
No hubo ningún sonido excepto el viento mientras Vhalla permanecía
congelada en el tiempo, mirando el rostro sin vida y con los ojos abiertos
del hombre que había matado. Esto no fue una rabia ciega, no fue un
estallido de poder, y no fue un recuerdo que su mente bloquearía más tarde.
Era el fin deliberado de una vida y había sido horriblemente simple.
Vhalla de repente se sintió enferma y se tambaleó mientras todo su
cuerpo temblaba. Se sentía vacía y, sin embargo, tan llena de agonía que
estaba segura de que se rompería y moriría.
Su pantorrilla cedió con la determinación menguante, y Vhalla se
tambaleó, cayendo.
Daniel se movió para atraparla, pero Aldrik fue más rápido. El príncipe
la atrapó y la hizo girar. Vhalla se encontró ingrávida cuando Aldrik la
levantó en el aire, sosteniéndola contra su pecho. Ella hizo una mueca
cuando él pasó el brazo alrededor de la piel cortada de su espalda,
encontrando una manera de abrazarla con la menor cantidad de dolor
posible.
Cuando el príncipe se giró, Vhalla pudo ver el rostro del Emperador.
Estaba mortalmente quieto y la malicia en sus ojos al verla en los brazos de
Aldrik era palpable, pero el príncipe no dijo nada. Miró más allá de su
padre y se dirigió al hotel en el que se había alojado. Vhalla sintió todos los
ojos abiertos de par en par y vio cada boca abierta mientras la gente se
separaba para dejar paso al príncipe heredero y a la Caminante del Viento.
—Aldrik —dijo ella con un suspiro, tratando de hablar lo
suficientemente bajo para que solo él la escuchara—. Aldrik, tú… yo…
ellos…
—Deja que digan algo —dijo Aldrik con la mandíbula apretada—.
Deja que una sola persona diga algo y que me dé una razón para quemarlo
todo.
Vhalla sintió el calor en sus palmas, la fuerza bruta que ejercía y que
prometía cumplir sus amenazas, y cerró los ojos. Vhalla se apoyó en el
hombro del príncipe heredero mientras la llevaba al hogar temporal de la
familia Imperial. Presionó su rostro contra él y permitió que la fuerza de él
protegiera la debilidad de ella, al tiempo que sus hombros comenzaban a
temblar y las lágrimas caían una vez más.
Capítulo 24
Las selvas del Norte no se parecían a nada que Serien hubiera visto
antes. Los bosques del Sur eran maderos altos con algunos arbustos y
árboles bajos, pero sobre todo una alfombra de ramitas y hojas cubría el
suelo. El Norte era un contraste denso y opresivo. Arbustos y árboles se
cerraban en todos los niveles, enredaderas tan gruesas como sus brazos se
movían como una araña por encima de las ramas.
El techo que creaban los árboles era profundo, y todo estaba
proyectado en una nebulosa sombra verde. A pesar de que nos
encontrábamos en pleno invierno, la humedad en el aire instantáneamente
se hizo demasiado cálida para la cantidad de armadura que llevaba ella.
El terreno los frenaba y todos habían estado en un silencio sepulcral
desde el momento en que entraron al bosque. Era una línea abrupta en la
arena de los Desechos del Oeste. Un marcador claro creado por árboles
quemados y talados donde terminaba el Imperio. Era extraño pensar en sí
misma como si ya no se encontrara en el Imperio Solaris.
Con un paso, el mundo que siempre había conocido terminó.
Pero no había sido solo un paso. Habían sido innumerables pasos los
que la habían llevado hasta aquí, y todos habían comenzado con una noche
lluviosa y un príncipe herido. No todos los pasos los había dado con
confianza y algunos la habían llevado a caerse, pero estaba extrañamente
contenta de haberlos dado.
Ahora, sin embargo, no sabía hacia dónde la llevarían sus pies. Serien
se encontraba a un tiro de piedra del Emperador y de la falsa Caminante del
Viento. Ella miró al hombre por el rabillo del ojo. Él cabalgaba con
confianza sobre su montura de guerra, pero sus hombros lo traicionaban. A
pesar de su edad, estaba atento, alerta, y consciente de todos los lugares
donde podía aparecer una amenaza.
La guerra era su arena, su arte y su legado. Había asediado un
continente entero y lo barrió bajo su bandera en una vida. Serien miró hacia
delante de nuevo antes de que él tuviera la oportunidad de ver su atención.
Deseó que llegara un ataque. Quería ver a este hombre trabajando con sus
propios ojos.
Pero el día transcurrió sin incidentes, y cuando cayó la noche no había
habido ataques. Durmieron bajo los árboles caídos y se acurrucaron bajo la
maleza. No hubo fuegos ni discusiones joviales. Ni siquiera armaron las
tiendas. Serien se hizo pequeña debajo de un árbol joven, tirando musgo a
su alrededor. Las noches afuera la habían preparado para esto. Se endureció
y contuvo las lágrimas durante una hora más, luego la hora siguiente y la
hora siguiente.
Al tercer día aún no había llorado. Sus emociones hacia el Emperador
y su cambio estaban comenzando a enfriarse y a imitar sus sentimientos
hacia el jefe del senado, Egmun. Había visto las acciones de hombres que
querían quebrantarla siendo Vhalla, y ahora siendo Serien.
Desafortunadamente para ellos, no se podía romper lo que ya estaba
roto.
Fue al sexto día que las orejas de Serien percibieron movimiento en la
maleza de arriba. Levantó la mirada para ver las corrientes de aire
moviéndose a través de las ramas de los árboles. Había algo antinatural en
el borde del viento, y Serien reconoció un momento demasiado tarde que
era el sonido de una respiración.
Los del Norte descendieron sobre ellos en caída libre. Llovieron dagas
que inmediatamente se abrieron paso en los cráneos de soldados
desafortunados. Serien buscó su capucha de cota de malla, olvidándose con
una maldición de que no llevaba la armadura de Vhalla Yarl.
—¡Portadores de Fuego! —gritó el Emperador.
Los soldados de la Legión Negra corrieron hacia el perímetro creando
un muro de llamas. Los atacantes fueron asaltados por flechas y lenguas
mágicas de fuego para quemar la maleza que se extendía de forma
antinatural para atraparlos. Uno cayó directamente ante ella, el cuerpo casi
explota al impactar contra el suelo después de una caída tan larga.
Serien tomó aliento, tratando de evaluar su situación. El viento le
susurró una vez más.
—¡Vienen por la izquierda! —chilló ella. Serien desenvainó su espada
mientras todos, incluido el Emperador, la miraban confundidos.
Pero su advertencia fue validada en el segundo que los del Norte
fueron llevados a través de las llamas sobre las espaldas de bestias gigantes
como nada que Serien hubiera visto jamás. Eran criaturas parecidas a un
gato con patas traseras de doble articulación y garras más grandes que el
muslo de un hombre. Su espeso pelaje era liso y lo que fuera que lo cubriera
era impermeable a las llamas sobre las que había saltado.
Llegaron dos más, cargando aún más jinetes que rápidamente
desmontaron, entrando en la lucha con sus posturas y dos espadas. El
primero se dirigía hacia el Emperador y la Caminante del Viento, su
objetivo era claro. El Emperador desenvainó su espada, colocando su
montura sin miedo para enfrentar al atacante de frente.
Ni siquiera fue una competencia. El caballo se movió a las órdenes del
Emperador, y el Emperador Solaris se movió como si su enemigo le hubiera
dicho todos los ataques que iba a realizar. Cortó la cabeza del hombre
limpiamente, esquivando todas las espadas.
Los del Norte no parecían interesados en entablar combate con
ninguno de los soldados, y el ejército imperial tuvo que luchar para impedir
los giros y saltos de los enemigos hacia la Caminante del Viento. Sin
embargo, en algún lugar en medio del caos, logró escuchar el sonido de la
cuerda de un arco. Serien se volvió y encontró al arquero inmediatamente
en su área.
La flecha se dirigía directamente hacia el Emperador, que estaba
enzarzado en un acalorado combate. Ella se tragó su orgullo y extendió la
mano. La flecha se detuvo justo cuando el Emperador estaba a punto de
voltear su rostro hacia ella. No pudo ocultar su asombro cuando la flecha
cayó al suelo sin causarle daño.
Dos ojos cerúleos encontraron los de ella. Allí no había amor, ni un
ápice de aprecio. Serien apretó la mandíbula y se perdió el sonido de otra
flecha al ser soltada.
Para cuando alguno de ellos la escuchó, ya era demasiado tarde.
La falsa Caminante del Viento cayó de su montura, cayó hacia atrás y
fuera de su silla, una flecha sobresaliendo de su rostro. La compañía
Imperial se quedó mirando en estado de sorpresa, y los atacantes gritaron en
victoria, haciendo una retirada calculada. Uno por uno, los soldados
Imperiales se volvieron hacia el Emperador con aprensión.
—Déjenla. —El Emperador hizo girar su caballo hacia adelante.
Serien se quedó más tiempo del que probablemente debería haber
hecho para mirar el cuerpo de la mujer muerta. Pudo haber sido ella. Esa
mujer había muerto por Vhalla Yarl y Vhalla Yarl ni siquiera sabía su
nombre.
La tierra se volvió más rocosa a medida que se elevaba. Serien sabía
que no había montañas en el Norte, no como en el Sur, pero algunos de los
acantilados comenzaban a crecer a una escala impresionante. Esa noche
tuvieron la fortuna de tener cuevas y cavernas en las que esconderse. Fue la
primera vez que los soldados pudieron relajarse y la mayoría aprovechó la
oportunidad.
Serien se acurrucó en un rincón de la pared rocosa, protegida por todos
lados. Apoyó los codos en las rodillas y miró con indiferencia la bruma del
atardecer. Ya llevaban una semana de marcha. Otras dos semanas y deberían
llegar a Soricium. Ella apretó sus brazos con fuerza. Entonces vería a
Aldrik. Considerar la alternativa sería demasiado incluso para que Serien la
soportara.
Dado el hecho de que era la primera oportunidad de tener privacidad,
no debería haberse sorprendido cuando un mensajero la localizó poco
después del atardecer, llevándola por las esquinas rocosas y hasta una
pequeña cueva. Se fue rápidamente después.
—¿Quería verme, señor? —dijo ella, dando un saludo formal, el saludo
de un soldado y no de la Legión Negra.
—Sí. —El Emperador se puso de pie, colocando sus manos detrás de
su espalda—. Supongo que quieres que agradezca tu acto de heroísmo.
Ella frunció los labios, esperando a que él fuera al grano. Deseando
que dijera la razón por la que esperó durante días después de esa batalla, por
qué esperó para tener privacidad.
»No todos los días un plebeyo tiene la oportunidad de salvar la vida del
Emperador. —Él caminó hacia el lado opuesto de su pequeña fogata. Con la
forma en la que la luz iluminaba su rostro, casi podía ver el rostro de Aldrik
en el suyo.
—Fue un honor. —Iba a obligarla a que jugara el juego.
—Así es —concordó el Emperador—. Lo fue porque eres mía. Tu
libertad, tu vida, tu futuro se encuentran en mis manos, Vhalla Yarl.
El uso de su nombre destrozó a Serien y minó la fuerza de su alter ego.
El Emperador no se perdió la vacilación en sus ojos.
»Quiero que tengas muy claro por qué estás aquí.
—Ya sé por qué.
—¿Por qué? —presionó él.
—Para ganar la guerra en su nombre. —Ni siquiera se molestó en la
tontería de expiar sus crímenes. Serien… Vhalla… se preguntó si él había
decidido su destino en el momento en que posó los ojos en el torbellino.
—Sí, muy bien. —Comenzó a caminar una vez más—. Ellos me
dijeron que eras inteligente.
Había un brillo depredador en sus ojos que hizo que las manos de
Serien se cerraran en puños.
»¿Sabes quiénes son “ellos”? —preguntó el Emperador.
—¿Quiénes? —Trató de ponerse de pie en su máxima altura para que
él tuviera menos distancia desde la que mirarla.
—Mi hijo mayor. —El guante había sido lanzado.
La sangre de Serien hirvió. De eso se trataba.
—Él es muy inteligente, señor.
—Por lo general —murmuró el Emperador mientras la inspeccionaba
de la cabeza a los pies. Ella ya sabía que no estaría a la altura—. Hablando
de él, nuestros dos grupos se fusionarán nuevamente después del paso,
durante el tramo final del viaje.
Serien luchó por mantener su rostro neutral; estaba segura de que había
fallado. El Emperador continuó mirándola.
—¿Es por eso que me llamó hasta aquí, señor? ¿Para decirme eso?
El Emperador se rio divertido ante su réplica atrevida.
—No, simplemente quería agradecerte la atención. Es bueno saber que
cuando te concentras en tu deber, en realidad no eres una inútil.
—Gracias. —Dio un paso hacia atrás, fingiendo haber escuchado que
se retirara cuando no lo había dicho.
—Oh, y, señorita Yarl. —Ella hizo una pausa—. Te recomiendo que
mantengas ese enfoque donde debería estar, en llegar al frente y darme mi
victoria. No toleraré tus entretenidas fantasías de niña o nociones fuera de
lugar.
Serien apretó los puños con tanta fuerza que las correas de sus
guanteletes amenazaron con romperse. Ella apretó los dientes y la
mandíbula. Escuchó sus amenazas alto y claro.
»¿Me entiendes? —La voz del Emperador era mortalmente baja.
—Perfectamente.
La conversación resonó en Serien mientras atravesaba el campamento
de regreso a su escondite. Se repetía en su mente mientras luchaba por
encontrar una posición lo suficientemente cómoda para dormir. Y, cuando
se quedó dormida, el Emperador la saludó en sus sueños…
El Emperador se encontraba sentado a su lado. No, al lado de ella no.
Vhalla se alejó de la figura de sueño de Aldrik. Su rostro era duro y el
fuego iluminaba sus ojos. Ella siguió la línea de su atención y se vio a sí
misma, en parte etérea y en parte concreta, en una jaula demasiado
familiar. Estaba acurrucada y temblando, la sangre goteaba desde la parte
posterior de su cabeza a lo largo de su mandíbula y hasta el suelo. La
fuerza que brillaba en sus ojos marrones era una sombra que había
quedado atrás, carecía de verdadera sustancia. Eso era evidente, no solo
para ella, sino también para el hombre cuyo recuerdo ocupaba.
La mano de él se cerró con tanta fuerza en un puño que la piel se
había vuelto fantasmal por la falta de sangre. Era imposible que Vhalla lo
hubiera visto desde el otro lado de la sala del tribunal durante el juicio
original, pero tenía la mandíbula apretada hasta el punto en que su rostro
temblaba y se estremecía. El Emperador estaba hablando, pero para los
oídos de Aldrik las palabras se volvieron borrosas debido a la oleada de ira
ardiente en su cabeza.
Las emociones de Aldrik se sintieron claramente y sin filtro a través
del recuerdo inducido por la Unión, mientras él salía de la sala del
tribunal. No podía mirarla. Si la miraba, se rompería. Si la miraba, todos
conocerían su preocupación por ella.
En el momento en que las puertas de los aposentos imperiales se
cerraron detrás de él y su familia, Aldrik aumentó sus zancadas,
duplicando la distancia entre él y su padre. Vhalla podía sentir su magia
temblando y palpitando con una necesidad innegable, una necesidad de
llegar a ella.
—Aldrik —llamó el Emperador.
Él se quedó helado y se giró. Su rostro estaba inexpresivo, pero ella
podía sentir el tornado de emoción desgarrando su pecho. La vista de su
padre lo llenó de pánico.
—Te necesito en el consejo de guerra; el Norte se está volviendo
demasiado audaz y tendremos que contrarrestar esta agresión con fuerza.
—Estaré allí en breve —respondió Aldrik con rigidez.
—Irás ahora. —El tono del Emperador era bastante casual, pero algo
peligroso brilló en sus ojos.
Ella podía sentir que Aldrik reunía su valor, una cosa extraña que
nunca pensó que el hombre conocido como el Señor del Fuego tendría que
hacer.
—Claramente, la definición de cuidar de los guardias es deficiente. —
La voz de Aldrik goteaba veneno—. Planeo educarlos.
—Eso no es asunto tuyo. —El Emperador rechazó la idea y comenzó a
caminar por un pasillo diferente.
—Lo es. —La desesperación inundó el pecho de Aldrik y se desbordó
hacia la desesperación de ella—. Te lo dije, ella puede ganarte la guerra.
Simplemente estoy protegiendo nuestros intereses.
—Por eso no hice que mataran al monstruo antes de que volviera a ver
la luz del día. —El Emperador hizo una pausa y miró a su hijo—. ¿Los
intereses del Imperio, Aldrik?
—Siempre por el bien de nuestro Imperio. —Las palabras eran
ensayadas. Aldrik las había dicho tantas veces que salieron de su boca sin
pensarlo, completamente vacías de emoción. Tan vacías que Vhalla podía
sentir la represa que temblaba en el príncipe, reprimiendo una súplica de
déjame ir a ella—. No quiero que muera, padre. Te lo dije, puedo
entrenarla, moldearla…
—Bien, bien. —El Emperador se volvió hacia Baldair, a quien Vhalla
había olvidado casi por completo que estaba allí—. Baldair, busca un
clérigo para que cuide de la mascota de Aldrik.
—Padre… —Baldair frunció el ceño.
—Gracias. —El Emperador ignoró por completo los tonos de
desaprobación en la voz de su hijo menor.
Aldrik continuó de pie en silencio mientras el Emperador se alejaba.
Vhalla sintió su resignación. Ella sabía que él aceptaba una verdad más
profunda de que, a pesar de todos sus deseos, no podía ir a la mujer de la
que más deseaba estar cerca.
—Baldair —susurró Aldrik una vez que el Emperador estuvo lo
suficientemente lejos.
—¿Qué quieres? —Vhalla sintió una punzada de decepción en Aldrik
por el disgusto que en las palabras de Baldair.
—Ve con ella tú mismo —exigió Aldrik.
—¿Qué?
—Ve con ella tú mismo, maldita sea —siseó Aldrik—. Me lo debes.
—No te debo nada. —Baldair cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué pasó con ser el noble caballero que proclama la protección de
los débiles e inocentes? —dijo Aldrik burlonamente. Vhalla sintió su
satisfacción cuando vio que la expresión de Baldair cambiaba. El príncipe
sabía exactamente qué palabras usar para incitar a su hermano en la
dirección que quería—. Me debes los últimos seis Elixires de la Luna que
les robé a los clérigos sin que se dieran cuenta. A menos que desees que
reconsidere ese arreglo.
—Bien, pero no iré por ti —resopló Baldair—. Iré por la chica.
—De acuerdo. —Aldrik se alejó, satisfecho por el momento. Su padre
se encontraba unos pasos por delante y aparentemente ajeno al intercambio
en voz baja. Aldrik empuñó y abrió sus manos.
Maldijo todo lo que alguna vez amó. ¿Cómo pudo siquiera haber
pensado que estar cerca de ella podría terminar bien? ¿Cómo pudo
haberse permitido desdibujar las líneas con la chica hasta ahora?
Las preguntas irradiaron a través de la mente de Aldrik y en la
conciencia de Vhalla mientras irrumpía en el pasillo. Una silla estalló en
llamas junto a él, un arrebato de emoción que no pudo ser controlado.
Aldrik frunció el ceño y apagó el fuego.
Vhalla se despertó temblando en el Norte con pensamientos robados de
la conciencia de Aldrik. Él tenía que tomar el control. No podía dejarlos
ver. No podía dejarles saber qué era ella.
Capítulo 28
Un soldado dijo que “el paso” anteriormente fue el río más grande del
mundo. Pero hacía mucho que se había secado. A Serien le costaba creer
que el profundo y rocoso barranco alguna vez hubiera podido contener
agua.
Pero en algún lugar al otro lado del abismo estaba Aldrik. El
Emperador puede que haya querido amenazarla para que se sometiera, pero
todo lo que logró, fue darle algo que esperar. En otro día, tal vez dos,
estarían al otro lado del paso; ella se reuniría con él una vez más. Tendría
cuidado, pero le hablaría de las amenazas de su padre y de alguna manera
las superarían.
Serien miró al Emperador por el rabillo del ojo. Él no se interpondría
entre ellos, por mucho que lo intentara. No podía comprender lo que su hijo
sentía por ella y lo que ella sentía por él. Pero algún día lo vería.
Estaban a mitad del día cuando escuchó por primera vez acero contra
acero y los sonidos del combate resonando a través de los vientos del paso.
Serien se estremeció, repentinamente helada a pesar del calor de la jungla.
Aldrik.
Ella quería correr a toda velocidad, su corazón comenzaba a acelerarse
con un latido salvaje. Él la necesitaba. La necesitaba. Ella simplemente lo
sabía. Vhalla podía sentirlo a través del Vínculo.
Ni Vhalla ni Serien estaban preparadas para el momento en que las
tropas tomaron una curva en el paso. El fuego quemó las copas de los
árboles mientras los soldados se enfrentaban en el lado opuesto del paso.
Era un asalto total y ella se encontraba inútilmente lejos. Vhalla buscó
frenéticamente para tratar de encontrar a Aldrik entre el caos.
El Norte, sin embargo, no se arriesgaba con el lado desde el que se
acercaría la horda, y la conmoción de los soldados Imperiales era la
oportunidad ideal para un segundo ataque sorpresa. Hombres y mujeres,
guerreros con cuero hervido cargaron desde la maleza ante ellos.
El emperador trató frenéticamente de dar órdenes, pero estaban
demasiado desorganizados y esparcidos. Los del Norte se abrieron paso al
frente de las filas con facilidad. Los soldados Imperiales intentaron
recomponerse, la segunda y tercera filas de hombres y mujeres
desenvainaron sus espadas. Pero la sorpresa los volvió torpes y las puntas
de sus espadas arrancaron la piel de piedra mágica de sus enemigos.
Lo que era una unidad organizada se estaba convirtiendo rápidamente
en un caos. Los soldados entrenados intentaron llamar a los nuevos reclutas
para que mantuvieran la línea, pero el campo de batalla ya estaba manchado
de sangre que enloquecía a los hombres. El Emperador gritó desde lo alto
de su montura, tratando de recuperar el orden. El poder del Norte los
presionaba, decidido.
Una extraña calma se había apoderado de ella. Los estallidos de llamas
a través del barranco brillaron en sus ojos, iluminando una verdad más
profunda que resonaba en su interior. Eres un símbolo, las palabras de
Baldair resonaron en su subconsciente. Los dedos de Vhalla fueron al
cinturón que sujetaba su espada, esquivando la primera hoja del Norte en el
proceso.
No se uniría al terror de esta gente. Si iba a morir, moriría con
dignidad. Vhalla se precipitó hacia atrás y se quitó los guanteletes, sintiendo
el viento entre sus dedos cuando fueron liberados de su armadura. No
moriría como Serien. Si iba a morir, moriría como una Caminante del
Viento.
La mujer del Norte que la había estado atacando cargó hacia adelante y
la mano de Vhalla se adelantó para encontrarse con la mujer. Fue como si el
viento hubiera ignorado sus órdenes y respondió con toda su fuerza,
derribando a la mujer y a varios atacantes junto con ella. Vhalla balanceó
otro brazo, haciendo caer a los soldados del Norte.
—¡El Demonio del Viento! —chilló uno, señalándola.
Vhalla no se encogió, siguió hacia adelante. El viento se encontraba
bajo sus pies y los latidos del corazón de Aldrik en sus oídos. Ella
aprovechó la fuerza de él. Juntos enfrentarían a sus enemigos. Juntos serían
invencibles.
Ella se movió sin esfuerzo alrededor de las cuchillas cuando llegaron.
No podían tocar el viento. Vhalla los desarmó con movimientos de sus
muñecas y de sus dedos.
Era la primera vez que luchaba de verdad sin sentir miedo. Todas las
veces anteriores, incluso en los entrenamientos, había tenido miedo. Su
poder había sido extraño, luego llegó la Unión, luego llegó el miedo a matar
una vez más… pero había aprendido a proteger su corazón como Serien y
ahora era una verdadera agente de la muerte.
Le mostraría al Emperador, le demostraría al mundo que finalmente
habían conseguido lo que querían de ella.
Vhalla se abalanzó sobre uno de los guerreros y su palma cubrió su
boca. Así era como Aldrik había matado a su atacante en la Noche de Fuego
y Viento. Pero de ella no saldrían llamas. El aire atrapado dentro del cuello
del hombre se movió a su orden. Sus ojos se ampliaron mientras el aire
presionaba hacia afuera, estirando la piel hasta su límite. El viento se liberó
con un estallido, llevándose con él tiras de piel y trozos de carne, rociando
sangre sobre el rostro y brazo de ella.
El hombre cayó ante ella y hubo un silencio casi audible mientras
todos parecían detenerse y quedarse de pie, horrorizados. Vhalla miró a los
soldados, sus aliados. Sus ojos se encontraron con los del Emperador, que
parecía igualmente asombrado.
—¡Luchen conmigo! —gritó ella. Ellos necesitaban un líder,
necesitaban un símbolo que fuera más que un hombre con placa dorada.
Necesitaban un Señor del Fuego. O un Demonio del Viento—. ¡Luchen
conmigo! —Vhalla puntuó su declaración arremetiendo contra otro
atacante, quien explotó en su mano.
Los soldados Imperiales cobraron vida a su alrededor, prestando
atención a su viento, teniendo cuidado de tener en consideración sus
movimientos. El Emperador quería que ella le diera la victoria. Ella le
mostraría lo que le costaría.
Todo lo demás se desvaneció con el latido en sus oídos. Se entregó a su
Canal con el viento y a su Unión con su príncipe. Esquivó los ataques más
rápido de lo que una persona debería ser capaz de hacerlo, saltó más lejos y
perdió la cuenta de cuántos murieron por su mano.
Pero nunca había usado su magia de esta manera, tan conscientemente,
y Vhalla finalmente sintió que su poder vacilaba. Lo que debería haber
derribado a varios soldados solo los hizo tropezar. Ella hizo una pausa,
inspeccionando su mano, como si la hubiera traicionado conscientemente.
Una gran llama al otro lado del abismo exigió su atención y, por
primera vez desde que estalló la pelea, miró a Aldrik. Todos, incluso al otro
lado del barranco, tropezaron con la ola de calor. Vhalla dio un paso en su
dirección. Había más atacantes, muchos más, al otro lado del abismo. Ella
se preguntó qué pasaría con todos los demás soldados. Aldrik parecía tener
cinco a la vez.
Él era como poesía a través del fuego. Su cuerpo se movía hábilmente,
contraatacando y siendo uno con las llamas. El fuego se arremolinaba a su
alrededor, y su armadura oscura parecía estar viva mientras Aldrik giraba,
dominando el fuego con sus manos y pensamientos.
Ella estiró una mano, verlo de nuevo inspiró su poder. Un soldado fue
arrojado a las llamas y ardieron a su alrededor mientras su aire y su fuego se
mezclaban. Aldrik se giró instintivamente y sus ojos encontraron los de ella.
Su expresión rápidamente se convirtió en horror, y Vhalla sintió que la
hoja se movía por el aire detrás de ella. Dejó caer el hombro y levantó la
mano, preguntándose si Aldrik vio estallar la cara del atacante del Norte.
Vhalla se giró para comprobar y su corazón empezó a acelerarse por una
razón completamente diferente.
Él estaba siendo superado por dos a sus lados. Aldrik se inclinó y se
balanceó, los esquivó, pero ambos eran claramente combatientes muy
experimentados. Vhalla dio un paso hacia adelante. Fue entonces cuando
notó que cuatro más se le habían acercado, formando un semicírculo
alrededor del príncipe y dos del Norte. Estaba inmovilizado contra el borde
del barranco, ocupado enteramente por los dos que se metían y corrían
hacia cualquier abertura que veían.
Vhalla vio que Aldrik se vio obligado a retroceder otro paso. Los
demás en el borde del semicírculo movieron los labios con fervor.
Ella dio otro paso hacia adelante. Aldrik no los notó. Ella tenía que
decírselo.
De repente, los dos soldados saltaron para alejarse y cayeron hacia
atrás. Los seis levantaron los puños al unísono. Aldrik parecía demasiado
aturdido para moverse. Apenas pudo dar un paso cuando todos los del Norte
dejaron caer sus manos cerradas en el suelo.
Un gemido, un estruendo, y el suelo se agitó bajo sus pies.
—No —dijo ella.
Aldrik intentó correr cuando el borde del acantilado se agrietó debajo
de él. Soltó un grito pesado con toda su armadura.
»¡No! —gritó Vhalla, corriendo hacia adelante, más allá de la sangre y
las entrañas en un intento de alcanzarlo. Las espadas y los gritos de los
soldados se desvanecieron. Ella solo vio a su príncipe perdiendo el
equilibrio cuando la primera gran roca se deslizó hacia el paso de abajo.
»¡No! —gritó Vhalla cuando vio a Aldrik tropezar hacia atrás.
Los siguientes treinta segundos se prolongaron hasta la eternidad.
Vhalla corrió a ciegas hacia su príncipe, sin pensar en nada más que en
llegar a él. Sus pies finalmente dejaron el suelo cuando todo el acantilado se
sacudió ante el semicírculo de Destructores de Tierra. Aldrik estaba
cayendo, cayendo en picado entre la tierra suelta hasta el suelo muy por
debajo.
Sus pies se apresuraron debajo de ella, alejándola de los gritos de los
soldados Imperiales a su espalda. El viento se enredó alrededor de sus
tobillos y quedó atrapado bajo sus talones. Ella tenía que llegar a él, lo
salvaría. Vhalla saltó en el aire, el viento en su espalda la empujó hacia
adelante.
Aldrik se encontraba frente a la amplia desembocadura de lo que una
vez fue un gran río. Y, sin embargo, con una expulsión de su poder, se
acercó a él, impulsada en el aire, inclinándose hacia adelante. El cabello de
él se agitó alrededor de su rostro y sus ojos oscuros se encontraron con los
de ella en shock.
Sus labios formaron una sola palabra.
—Vhalla —susurró él a la ráfaga de viento alrededor de su cuerpo
cayendo en picado. Vhalla estiró la mano hacia adelante, desesperada. Ella
lo alcanzaría. El suelo se acercaba con rapidez y Aldrik finalmente
comenzó a estirarse hacia ella también.
Su cuerpo se inclinó y se retorció sobre las bolsas de aire que ella trató
de crear debajo de él. Había demasiados factores impredecibles, ella no era
lo suficientemente fuerte y no tenía la habilidad necesaria para detener un
cuerpo de esta manera. El pánico la impulsó a agotar lo último de su magia
tratando de frenarlo.
La mano de él tanteó el aire. Vhalla extendió su brazo, tenía que
alcanzarlo. Las puntas de sus dedos tocaron las suyas y Vhalla sintió que su
cuerpo comenzaba a detenerse mágicamente, el viento se negaba a hacerle
daño. Aldrik la miró fijamente y vio que una emoción lo consumía por
completo y que nunca había visto en él: miedo. El brazo de Vhalla amenazó
con salirse de su articulación, su mano estaba tan cerca. Casi lo tenía, un
momento más, un segundo más, una pizca de energía que no fue usada para
empujar el viento alrededor de ellos. El suelo era implacable en su deseo de
encontrarse violentamente con sus cuerpos cayendo, y ella solo tuvo un
último intento antes de que fueran aplastados.
Vhalla aprovechó su oportunidad.
Agarró el aire vacío, los dedos de él se deslizaron entre los suyos
ensangrentados y ella gritó. Lo último que vio Vhalla fue el momento en
que el cuerpo de Aldrik chocó contra el suelo, la sangre se acumuló
instantáneamente sobre su figura rota y sin vida, antes de que todo se
volviera negro.
Fin del segundo libro
Siguiente libro
Elise Kova siempre ha tenido una pasión por contar historias. Escribió
su primera novela, una de fantasía, en sexto grado. Con el pasar de los años
ha cultivado su amor por la literatura con todo desde la fantasía hasta el
romance, desde ciencia ficción hasta misterio, y lo que sea que llame su
atención.
Elise vive en San Petersburgo, Florida, donde se encuentra trabajando
en el siguiente debut de series de fantasía Joven Adulto: Air Awakens.
Disfruta de juegos de vídeo, animé, juegos de mesa de cambios de roles y
muchas formas de ser geek. Ama hablar con fans en Twitter y Facebook.
Twitter: https://twitter.com/EliseKova
Facebook: https://www.facebook.com/AuthorEliseKova
Página web: http://www.EliseKova.com/