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Índice

SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
SIGUIENTE LIBRO
SOBRE LA AUTORA
Sinopsis

Soldado…
Hechicera…
Salvadora…
¿Quién es Vhalla Yarl?
Vhalla Yarl marcha a la guerra como propiedad del Imperio Solaris. El
Emperador cuenta con ella para traer la victoria, el Senado cuenta con su
muerte, y lo único con lo que Vhalla puede contar es con la pelea de su
vida. Mientras lidia con los fantasmas de su pasado, nuevos desafíos en el
presente amenazan con romper los restos de su frágil cordura. ¿Mantendrá
su humanidad? ¿O realmente se convertirá en el monstruo del Imperio?

Air Awakens #2
Capítulo 1

El mundo era…
Era un infierno.
Humo espeso. Cenizas. Calor abrazador.
Vhalla corrió entre figuras en sombras. Corrió cada vez más rápido a
través de la noche, de una escena horrible a la siguiente, como si corriera
hacia el fin del mundo. Las figuras oscuras y sin rostro comenzaron a
rodearla, obstaculizarle el paso, a asfixiarla. Las lágrimas ya manchaban
sus mejillas cuando extendió una mano para apartar la primera. La figura
soltó un grito espeluznante antes de ser destrozada, disolviéndose en un
humo parecido al viento. Sus dedos se posaron en la siguiente persona…
otro grito. No quería ir más lejos, pero su corazón latía con fuerza con dos
palabras impulsándola… más rápido, más rápido, más rápido.
Así que Vhalla corrió. Corrió, y cada sombra con la que entraba en
contacto se disolvía en la oscuridad que lentamente la invadía. Nada
detenía los gritos agonizantes de las personas de las sombras, gritos que
resonaban en su alma, ni las palmas de las manos sobre los oídos, ni si
quiera sus propios gritos.
Y de repente, silencio.
Vhalla bajó las manos lentamente, abriendo un ojo y luego el
siguiente. No había nada detrás de ella, nada a su lado; el camino por
delante estaba iluminado por una última llama brillante, consumiendo un
edificio que se había derrumbado sobre sí mismo. Siendo tirada por una
fuerza invisible, sus pies se arrastraron un par de centímetros, y luego los
siguientes, hacia los escombros. Ya era demasiado tarde. Llegaba
demasiado tarde cada vez, todas las noches.
Vhalla empezó a apartar los escombros, un bloque grande a la vez.
Las llamas lamieron sus manos, pero no la quemaron. Ni siquiera se
sentían calientes. Él estaba en el fondo esperándola, y Vhalla tomó el
cuerpo golpeado y ensangrentado de su amigo muerto en sus brazos,
llorando hasta que su garganta estuvo en carne viva.
—Sareen —sollozó en su hombro ensangrentado—. Prometo que la
próxima vez seré más rápida. Por favor no me esperes.
Las manos de él cobraron vida, agarrando los brazos de ella. Con una
repentina fuerza, su amigo los cambió de posiciones, golpeándola contra el
suelo, el cadáver presionándola contra la calle destrozada. La mitad de su
rostro no era nada más que pulpa desgarrada goteando sangre en el
hombro de ella.
—Vhalla —siseó él. Parte de su mandíbula había desaparecido y el
hueso restante estaba en un ángulo incómodo—. ¿Por qué no viniste?
—¡Lo intenté! —lloró ella, suplicando—. Lo siento, Sareem. ¡Lo
siento!
—No estabas ahí. —El cadáver de su amigo se inclinó hacia adelante,
casi tocando su rostro—. No estabas ahí. Morí por tu culpa.
—¡Lo siento! —gritó Vhalla.
—Estabas con él. —Su agarre cortó el flujo de sangre en sus brazos, y
los dedos de Vhalla se entumecieron—. ¡Estabas con él! —La sacudió—.
¿Dónde está él ahora? ¿Dónde? —demandó su amigo de la infancia,
sacudiéndola como una muñeca de trapo, su cabeza golpeando el suelo.
Vhalla lucho contra los brazos que la sostenían y la sacudieron de
nuevo.
—¡No, no! ¡Intenté salvarte! —sollozó ella.
—¡Vhalla, despierta! —ordenó una voz diferente, y los ojos de Vhalla
se abrieron de golpe.
Las manos de Larel subieron y bajaron por los brazos de Vhalla. Sus
ojos oscuros estaban llenos de preocupación. Vhalla parpadeó hacia ella,
eliminando la imagen de su amigo muerto. El recuerdo de Sareem hizo que
se le revolviera el estómago, y Vhalla rodó a un lado de la cama, vomitando
en un orinal cuidadosamente colocado.
—Esta es la tercera noche consecutiva —dijo una voz desde la puerta.
La misma voz había escuchado las dos últimas noches.
Vhalla levantó la mirada y se secó la saliva de la barbilla. Había un
hechicero ahí, y no lucía exactamente feliz.
—Dale un poco de espacio. —A Larel no le hizo gracia.
—Dame a mí un poco de espacio. —La persona bostezó, pero escuchó
el tono de advertencia en la voz de Larel con una mirada fulminante en
dirección a Vhalla. Un golpe de la puerta señaló su partida.
Vhalla tosió por última vez, su estabilidad física y mental regresó
mientras más tiempo estuvo fuera del sueño. Sentándose, Vhalla se frotó las
palmas de sus manos contra los ojos y parpadeó para eliminar los últimos
restos de la visión.
—Vhalla —susurró Larel suavemente, colocando su palma en la
coronilla de la cabeza de ella. La otra mujer se sentó en la cama y tomó a
Vhalla en sus brazos.
—Estoy bien, estoy bien, estoy bien —murmuró Vhalla en la suave
comodidad de su amiga.
—Me quedaré.
—No, no puedes quedarte todas las noches. —Vhalla sacudió la
cabeza, pero no se alejó de la palma reconfortante acariciando su enredado
cabello castaño.
—¿Quién lo dice? —La mujer tomó su posición entre Vhalla y la
pared. Estaba abarrotada entre ambas, pero Vhalla estaba demasiado
exhausta como para objetar.
Se acostaron una frente a la otra y tomaron de la mano con fuerza.
Vhalla entrecerró los ojos en la oscuridad, usando la tenue luz de la luna
para distinguir el rostro de Larel. La otra mujer devolvió la mirada. Como
Portadora de Fuego, Larel podía convocar una llama con un pensamiento y
darles luz, pero no lo hizo.
—Larel —gimoteó Vhalla suavemente.
—Deberías dormir un poco. —Larel sabía del inminente colapso de
Vhalla solo por el tono de su voz.
—Mañana es el último día. —Después del sueño, sus emociones eran
como una avalancha corriendo hacia el borde de un acantilado. Vhalla no
tenía esperanzas de hacer nada más que atravesarlo. No había tenido
esperanzas desde su juicio hace cinco días.
—Lo es y la Comandante Reale solo te hará trabajar más duro. —La
voz de Larel era una extensión de su resolución, tan inamovible como una
montaña. Ella era la única roca que le quedaba a Vhalla.
—¿Cuál es el punto? —susurró Vhalla con labios temblorosos—.
Estaré muerta en el momento en que estemos en un combate real.
Originalmente Vhalla fantaseó sobre lo que se encontraría en el Norte,
la tierra devastada por la guerra a donde se le ordenó marchar como una
soldado reclutada del Imperio. Pero los sueños y la culpa habían desgatado
su resolución hasta que solo era una cáscara.
—No lo estarás —insistió Larel.
—¡Apenas puedo hacer nada! —Su voz era patética, incluso para sus
propios oídos. Pero Vhalla estaba más allá de preocuparse. Había
convocado una fuerza falsa para lograr atravesar su juicio, pero ahora se
había ido.
—Silencio —ordenó Larel. El asunto ya no estaba abierto a discusión
—. Debes dormir.
Vhalla apretó los labios.
—¿Me despertarás? —preguntó ella finalmente.
—Lo haré. —respondió Larel, como hacia todas las noches.
—No sé cómo voy a dormir sin ti de camino allá —murmuró Vhalla
suavemente.
—No te preocupes por eso ahora, solo descansa.
Larel besó los nudillos de Vhalla suavemente, y ella finalmente cedió,
cerrando los ojos.
El sueño fue breve, pero llegó. Larel solo despertó a Vhalla una vez
más. Fue una mejora con respecto a las noches anteriores.
A la luz del día, Larel tuvo la cortesía de no decir nada sobre los
terrores nocturnos de Vhalla. Con la llegada del amanecer, se fue
silenciosamente de la habitación de Vhalla, dejándola vestirse y prepararse
para el día.
Todo el cuerpo de Vhalla se sentía rígido y dolorido, lo que hizo que
vestirse tomara el doble de lo normal. Ella giró sus hombros y su cabeza de
lado a lado mientras se vestía con su túnica negra. Su reflejo llamo su
atención: ojos marrones oscuros salpicados con oro acentuados por círculos
oscuros en un rostro demacrado. Incluso su habitual tono amarillento estaba
pálido. Vhalla se llevó una mano a su cabello corto, recordando la tarde
siguiente a su veredicto cuando lo cortó todo.
—Lo odio —declaró Vhalla, sin saber si estaba hablando con su
cabello o su reflejo como un todo.
Sus pies la llevaron contra la corriente de gente que se dirigía hacia la
gran cocina. No tenía hambre. Vhalla no creía que pudiera tragar ni un
bocado hoy. A ella le quedaba un día antes de que se alejara de todo lo que
había conocido. Su normalmente poco apetito se redujo a un pozo de rocas.
Entró en la habitación de entrenamiento de la Torre, la cual abarcaba el
centro de todo el piso. La habitación circular estaba bordeada por una pared
que hacía de barrera para los espectadores y aprendices en espera.
Una mujer ya estaba en la habitación detrás de un alto escritorio.
—Comandante —dijo Vhalla cuando entró.
—Yarl. —La Comandante Reale era una mujer del Sur que fue
construida de acero y era igual de cálida. Un parche de metal estaba
derretido directamente sobre su hueso, cubriendo su ojo izquierdo—. Llegas
temprano.
—No puedo permanecer alejada —replicó Vhalla con un tono
sarcástico, un tono que estaba empezando a llenar permanentemente sus
palabras. Vhalla no sabía de dónde venía y estaba demasiado cansada como
para preocuparse.
—Bueno, hoy no trabajarás conmigo. —La Comandante levantó la
mirada brevemente antes de regresar a los papeles en el escritorio.
—¿No? —Vhalla no sabía a dónde más iría. No podía dejar la Torre
por las órdenes del Senado. Ella seguía siendo propiedad de la corona hasta
que la guerra en el Norte llegara a su fin, o ella muriera.
—El ministro quiere verte.
Vhalla reconocía un despido cuando lo escuchaba, y la Comandante
Reale no era exactamente la mujer más amable con quien estar.
Con la hora del desayuno todavía en marcha, la Torre estaba vacía. La
mayoría de los residentes llenaban la cocina unos niveles más arriba.
Mientras pasaba por el desastroso pasillo, un ruido llegó a ella, pero Vhalla
estaba demasiado entumecida como para escuchar.
Mas allá de su habitación y casi en lo alto de la Torre estaba la oficina
del Ministro de Hechicería. Todas las demás puertas tenían una placa con el
nombre en el frente con el nombre de sus residentes. Pero la que estaba
frente a ella tenía un símbolo de la Torre de los Hechiceros fundido en plata
con un dragón que se curvaba sobre sí mismo dividiéndose en dos: la Luna
Rota.
Sus ojos se movieron hacia arriba.
Había una puerta más, apenas visible en la curva del pasillo inclinado.
Estaba completamente sin marcar. Y, aunque nadie podía confirmarlo con
certeza, Vhalla solo podía sospechar a quien pertenecía. Ella no había visto
ni escuchado de su fantasma en días y no tenía forma de llegar a él, sin
importar cuán mal su poco juicio le rogó que lo hiciera. Vhalla tragó y
llamó a la puerta frente a ella antes de que la mala idea de ir a la puerta de
al lado pudiera superarla.
—Un momento —llamó una voz desde adentro. La puerta se abrió y un
hombre con cabello rubio corto y ojos azul helado la saludó, la barba de
chivo alrededor de su boca se curvó en una sonrisa—. Vhalla, adelante,
entra. —El ministro Victor le hizo señas.
Fue recibida en la lujosa oficina; era un nivel de riqueza al que ella
todavía no estaba acostumbrada. La alfombra de felpa azul bajo sus botas le
recordaba a la Biblioteca Imperial de una manera físicamente dolorosa.
Vhalla se sentó rápidamente en una de las tres sillas situadas delante del
escritorio.
—Estaba terminando mi desayuno. ¿Tienes hambre? —Él hizo un
gesto hacia un plato lleno de una variedad de pasteles.
—No. —Vhalla sacudió con la cabeza, juntando las manos y
retorciendo sus dedos.
—¿No? —El Ministro ladeó la cabeza—. No podrías haber comido.
—No tengo hambre.
—Ay, Vhalla —la regañó en un tono familiar—. Necesitas mantener tu
fuerza.
Ella miró el muffin en su mano extendida. Su entrenamiento ganó y
Vhalla escuchó al hombre desde su asiento. Lo picó con indiferencia, pero
eso pareció ser suficiente para el ministro.
—Entonces, mañana es el día —dijo lo obvio.
—Lo es. —Vhalla asintió.
—Me gustaría repasar una o dos cosas contigo antes de que te marches.
—Vhalla continuó picando el muffin mientras él hablaba—. Ante todo,
quiero que sepas que nadie en la Torre tiene malas intenciones hacia ti.
Vhalla tenía algunos hematomas del entrenamiento con la Comandante
Reale que podrían diferir, pero ella ocupó su boca con el muffin.
—He informado a toda la Legión Negra que se te mantendrá bajo
estrecha vigilancia y serás defendida en todo momento —continuó Victor
—. Como la primera Caminante del Viento en casi unos ciento cincuenta
años me gustaría verte vivir lo suficiente para estudiar en la Torre.
—¿Informaste al Senado de esa decisión? Estoy bastante segura de que
me quieren muerta —respondió Vhalla sin emoción.
—El resentimiento no te luce. —El ministro se reclinó en su silla,
uniendo sus dedos.
—Disculpa. —Vhalla murmuró una disculpa a medias y dejó el muffin
parcialmente picado de vuelta al plato del ministro.
—Necesitas regresar con vida, Vhalla. —El ministro Victor la miró
pensativamente—. Necesito que creas que serás capaz de hacer esto.
Vhalla no sabía cómo se podía esperar mantenerse viva cuando apenas
podía usar magia. Madre, apenas podía cerrar los ojos por más de unos
minutos sin que los horrores la atormentaran.
—Muy bien. —Vhalla fingió estar de acuerdo.
El ministro solo suspiró ante su respuesta.
—¿Ayudará si le doy un propósito a tus días? —El ministro Victor se
inclinó hacia adelante con los codos en su escritorio como si fuera a
compartirle un gran secreto—. Hay algo que necesito… y soló tú, como
Caminante del Viento, puedes recuperarlo.
Vhalla instintivamente se sentó más erguida.
—¿Qué? —preguntó finalmente mientras dejaban las palabras flotando
en el aire.
—Hay algo muy poderoso escondido en el norte. Cuanto más tiempo
permanezca sin supervisión, más aumentan las probabilidades de que caiga
en las manos equivocadas o sea usado contra nuestras fuerzas si los clanes
del Norte llegan a comprender lo que poseen.
Vhalla se preguntó cómo eso se suponía que la ayudara.
—¿Qué es? —La curiosidad ganó la guerra de sus emociones.
—Es un arma antigua de una época diferente, una época en la que la
magia era más salvaje y más divina. —Él hizo una pausa, reflexionando
sobre siguientes palabras—. Es un hacha que se dice que puede cortar
cualquier cosa, incluso un alma.
—¿Por qué existiría tal cosa? —Vhalla luchó por pensar en una razón.
—Bueno, los registros más recientes dicen que es ficción. —El
ministro frotó su barba ante el pensamiento.
—¿Cómo estás seguro de que es real?
—Tengo una buena fuente. —El ministro volvió al punto—. Necesito
que la recuperes y la traigas aquí. —Dio golpecitos al escritorio.
—Pero si es tan peligrosa… —Vhalla reflexionó en voz alta. Sentía
que le faltaba información importante, pero el ministro no estaba interesado
en compartirla.
—Como dije, queremos mantenerla alejada de las manos equivocadas.
Más allá de eso, haría al portador casi invencible. —El ministro Victor dejó
que eso colgara y Vhalla fue lo suficientemente inteligente como para
reconstruir lo que estaba tratando de decirle. Si el portador era casi
invencible, y ella se las arreglaba para encontrarla, entonces tal vez podía
salir con vida del Norte—. ¿Quieres ayúdame con esto Vhalla?
Ella dudó por un último y largo momento. Vhalla miró a los gélidos
ojos azules del ministro, los ojos del hombre que la había secuestrado
cuando se conocieron. Pero también eran los ojos del hombre que la había
refugiado, sanado y protegido cuando el mundo estaba dispuesto a
destrozarla miembro por miembro. La Torre era un lugar misterioso, pero
ella conocía la sinceridad cuando la veía.
—Por supuesto, ministro —dijo Vhalla obedientemente.
La Torre cuidaba de los suyos.
Capítulo 2

Vhalla no durmió esa noche. Se mantuvo despierta, luchando contra las


horas inquietas con un libro y rápidamente se dio cuenta de que nunca lo
terminaría. Cerrándolo con un suave suspiro Vhalla lo guardó en su armario
cuando el cielo comenzó a iluminarse.
Dos grandes paneles de vidrio hacían tanto de ventanas como de
puertas, se abrían hacia la barandilla de piedra que servía como puerta
secundaria al mundo, lo que generosamente sería llamado balcón. Los
comienzos de un mal invierno fluían hacia la ciudad al final de cada brisa.
Vhalla dejó que el frío adormeciera sus mejillas mientras miraba el borde
del horizonte volverse lentamente carmesí con el despertar de la Madre Sol.
Un golpe en su puerta atrajo la atención de Vhalla hacia adentro. Larel
le había dicho que estaría trayendo la armadura de Vhalla y la ayudaría a
ponérsela por primera vez. Vhalla tomó una respiración profunda, tratando
de reunir los restos de valor que tuvo la noche anterior.
El aire se desvaneció de sus pulmones con un suave sonido ahogado
ante la persona que la esperaba.
Su cabello era tan negro como la medianoche. Sus ojos fueron creados
de una oscuridad penetrante y estaban posados sobre pómulos altos tallados
en una impecable piel alabastro. Vestía ropa meticulosamente elaborada y
finamente planchada, sin un solo pliegue fuera de lugar. Él era lo contrario a
la mujer demacrada cuyas ropas colgaban cada vez más holgadas. Pero se
esperaba que luciera así ya que él era el príncipe heredero.
Vhalla estaba indefensa ante él, y él parecía igual de perdido al verla.
Ninguno habló.
Vhalla se dio cuenta, muy tímidamente, de que era la primera vez que
la veía desde que cortó su cabello. Cabello corto o no, ¿podría siquiera
soportar verla?
—Tengo tu armadura. —Su voz resonó suavemente en su mente
inquieta.
Vhalla escuchó la demanda en la declaración, moviéndose a un lado
para poder maniobrar un pequeño soporte de armadura de madera en su
habitación.
El sonido de la puerta cerrándose detrás de él envió un escalofrío
nervioso por su espalda. La última vez que Vhalla estuvo a solas con el
príncipe fue el día del veredicto. La última vez que lo había visto, dos
guardias armados la escoltaban fuera de la sala del tribunal, después de
haber sido declarada su sentencia, una sentencia que le dio al príncipe la
capacidad de matarla si ella desobedecía.
Pero Aldrik no la mataría. La forma en que la miraba reveló esa
certeza. Él no podía matarla si la fuerza mágica, el Vínculo, entre ellos era
real.
—¿Dónde está Larel? —Vhalla quería golpearse la cara contra la
pared. ¿Eso fue lo que decidió decir?
—Pensé que yo podría ayudarte. —Fue incómodo, todo entre ellos se
sentía incómodo. Era como si hubieran pasado cinco años y no cinco días.
Todo había cambiado.
—No puedo negarte, mi príncipe. —Vhalla juntó sus manos, inquieta.
En lugar de su habitual regaño por su tic inquieto, el príncipe tomó sus
dedos entre los suyos.
—¿Por qué la formalidad? —preguntó él suavemente, deslizando los
guantes en sus manos.
—Porque… —Las palabras se le atascaron en la garganta.
—Aldrik está bien —le recordó el príncipe.
Ella asintió en silencio, todavía trabajando a través del nudo de silabas
detrás de sus labios. Con ambos guantes puestos, Aldrik le pasó la túnica de
cota de malla. Sus mangas eran largas, extendiéndose hasta la parte superior
de sus guantes. Vhalla se sorprendió al descubrir que tenía una capucha
hecha de pequeños eslabones. Su cabello caía justo por encima de donde se
juntaba em la parte posterior de su cuello. El peso de su mirada atrajo sus
ojos hacia los suyos, y la mano de Vhalla cayó de donde jugaba con las
puntas de su cabello.
—Hiciste que te lo cortaran. —Sus manos se detuvieron en la
armadura.
—Yo lo corté —corrigió ella, mirando a un rincón de la habitación. Se
sintió como si estuviera en un juicio de nuevo.
—Me gusta —dijo Aldrik después de lo que pareció una eternidad.
—¿Sí? —Su boca se abrió en sorpresa muda.
—Largo o corto… te luce. —El príncipe se encogió de hombros.
Vhalla no señaló el hecho de que acababa de contradecirse. Su interior
estaba alborotado, y de repente se sintió con ganas de llorar. ¿Le gustaba?
¿Qué había en ella que pudiera gustarle a alguien?
La armadura en la que se deslizó estaba hecha de pequeñas escamas de
acero negro. Colgaba hasta la mitad del muslo y tenía los hombros cubiertos
solo lo mínimo para permitirle moverse. Su corazón se aceleró con emoción
conflictiva mientras miraba los largos dedos del príncipe mostrándole la
ubicación de los pestillos en la parte delantera de la armadura.
—Entonces son la armadura para las pernas y los guanteletes. —Aldrik
hizo un gesto hacia las piezas restantes en el soporte. Ella asintió en
silencio. El príncipe permaneció inmóvil durante un largo rato antes de
dirigirse hacia la puerta—. Necesito prepararme.
—Aldrik. —La mano apenas temblorosa de Vhalla agarró la manga de
su abrigo antes de que se diera cuenta de que se movió.
—¿Vhalla? —Él se detuvo en un instante y sus ojos buscaron los de
ella.
—No puedo —susurró ella.
El dolor cruzó el rostro del príncipe, montado en la ola de comprensión
de lo que significaban esas palabras.
—Sí puedes. —Aldrik se giró lentamente, como si ella fuera un animal
salvaje que se asustaba fácilmente. Una mano cálida tomó la de ella; era un
toque delicado que parecía llevar el peso del mundo en él.
—S-soy horrible en todo, y yo…
—¿Recuerdas lo que te dije? —preguntó él como si pudiera sentir que
las emociones estaban a punto de invadirla—. ¿En el último día de tu
juicio?
—Sí. —Recordaba su palma presionada firmemente contra su costado,
en un lugar que había sido una herida letal no hace más de un año, cuando
él llegó cabalgando a su vida durante una tormenta de verano. Él habría
muerto por esa herida si ella no lo hubiera salvado con su magia, creando
inadvertidamente el Vínculo mágico que ahora vivía entre ellos.
—Vhalla, yo… —Una puerta se cerró de golpe en el pasillo y el sonido
de pasos pesados con armaduras se desvaneció por el salón. Aldrik
participó en un concurso de miradas con la puerta—. Tengo que irme.
Vhalla asintió.
—Te veré pronto, en la marcha.
¿A cuál de ellos estaba tranquilizando?
Vhalla asintió de nuevo.
—Tenemos mucho tiempo antes de llegar al Norte. Personalmente me
aseguraré de que estés lista. —Juró el príncipe. Aceptando la
responsabilidad por ella.
—Gracias. —Las palabras no parecían suficientes, pero eran todo lo
que ella tenía para dar y Aldrik las aceptó antes de irse silenciosamente.
Ella se quedó ahí de pie durante varias respiraciones. Tratando de
calmar la tempestad que se desataba dentro de su pecho. Tan cerca de estar
lista como alguna vez lo estaría, Vhalla agarró la pequeña bolsa en la que
había dicho que empacara sus objetos personales. En su guardarropa
estaban las notas de Aldrik, el brazalete de Larel y tres cartas dirigidas a su
antiguo maestro en la biblioteca, su amiga Roan, y su padre. Le había
contado a Fritz, el bibliotecario de la Torre, y su amigo Grahm acerca de su
existencia. Si le ocurría lo peor, les enviarían esas cartas.
Miró su reflejo en el espejo una vez más y Vhalla se quedó ahí un
minuto más. No reconoció a la mujer que la miraba fijamente. Los ojos
huecos y el cabello salvaje estaban enmarcados por una armadura negra.
Era el rostro de una guerrera y una hechicera.
Respirando profundo Vhalla, salió al pasillo y no miró atrás. Ni
siquiera se molestó en cerrar la puerta. La espiral inclinada estaba llena de
gente, pero nadie parecía interesado en hablar y el coro de armaduras
llenaba el aire. Las suyas eran de una fabricación similar a la de ella, pero
no se veía ni la mitad de fina. Vhalla tomó nota del pequeño adorno dorado
a lo largo de la parte delantera de su acero. Una o dos personas más
parecieron notar lo mismo, pero no dijeron nada.
El pasillo terminaba en un gran vestíbulo en la base de la Torre, la
única entrada pública. Vhalla se apoyó contra el muro exterior, sin hablar
con nadie. La Torre había sido amable con ella, en general. Pero solo tenía
dos verdaderos amigos, y aun dormían en sus camas.
Vhalla sintió una punzada de soledad. El lugar estaba lleno del típico
oscuro y piel aceitunada de Oeste, el bronceado amarillo y los rasgos
marrones claros del Este, la piel pálida y cabello dorado del Sur. Todos eran
una mezcla de cabellos y ojos que conocía, y sin embargo, ninguno le
resultaba familiar.
Algunos de los otros soldados charlaban nerviosamente. Otros estaban
demasiado tranquilos como para que esta fuera su primera marcha. Y
aunque Aldrik había dicho lo contrario, ella estaba sola. Vhalla se miró los
pies, ella había muerte y destrucción; era mejor así.
Por encima de su autocompasión, Vhalla escuchó una voz familiar.
—Mira, te dije que no llegaríamos tarde —dijo un hombre.
—Habríamos llegado tarde si no te hubiera sacado de la cama —
respondió una mujer.
—Puedes dejar de arrastrarme ahora.
La cabeza de Vhalla se levantó de golpe para ver a Larel trayendo a
Fritz a la habitación, agarrándolo firmemente del brazo. Los ojos de Vhalla
se ampliaron. Estaban vestidos de la misma manera que los demás,
completamente cubiertos con una armadura.
—¿Fritz, Larel? —llamó ella tímidamente.
—¡Vhal! —El hombre de cabello rubio salvaje saludó emocionado
mientras pasaba junto a Larel a toda prisa dejando a la otra mujer
siguiéndolo tranquilamente.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Vhalla, estupefacta mientras
dejaban sus propias mochilas en el suelo.
—¿No es obvio? —respondió él, alisando sus rebeldes rizos—. Iremos
contigo.
—Pero ninguno de los dos está en el ejército —objetó ella.
—Somos nuevos reclutas. —Él sonrió.
Vhalla miró a Larel en busca de sentido común.
—No pensaste que dejaría que mi primer aprendiz se fuera a la guerra
sin mí, ¿verdad? —regañó Larel suavemente sin ninguna mención del
príncipe apareciendo en lugar de ella antes a ayudarla—. ¿Qué clase de
mentora crees que soy? —Cruzó los brazos sobre su pecho.
—N-no pueden. —El corazón de Vhalla comenzó a acelerarse. Puso
sus manos sobre los hombros de Fritz y vio un par diferente de ojos azules
mirándola. Los ojos de un hombre con quien había crecido, que había sido
un gran amigo; eran ojos que ahora pertenecían a un hombre muerto—. No
puedo dejar que más personas mueran por mi cuenta. —Vhalla centró todo
su esfuerzo en evitar que su voz se quebrara.
—No nos trates como si fuéramos niños. —Larel puso los ojos en
blanco.
Fritz tomó las manos de Vhalla.
—No es tu trabajo protegernos. Sabemos lo que estamos haciendo. —
Él apretó sus dedos suavemente.
Vhalla sintió que la desesperanza crecía en ella.
—Son unos idiotas —dijo Vhalla con un suspiro.
Fritz se rio.
—Me han llamado peor. —Él sonrió—. ¿Larel?
—Mucho peor —respondió la mujer con una mueca.
—Por cierto, Vhal, ¡te ves fantástica! —Fritz extendió los brazos entre
ellos para inspeccionar la armadura—. No es de extrañar; eres nuestra
Caminante del Viento.
Vhalla permitió que Fritz la adulara, Larel tarareara y sonriera. Estas
eran las únicas personas en los últimos días que la han hecho sentir cerca de
un ser humano, y mientras ella estaba aturdida al verlos en armadura, había
una pequeña parte egoísta que secretamente se regocijaba. Vhalla miró a
Larel por el rabillo del ojo, respondiendo sin tanto entusiasmo a Fritz.
El chico sobre-emocionado fue silenciado cuando un silencio cayó
sobre la habitación. La Comandante Reale entró, también vestida de negro
con una capa de obsidiana que le caía por la espalda. Una Luna Rota
plateada estaba blasonada en ella. Vhalla saludó con el resto de la
habitación, llevando sus puños a su pecho, juntando los nudillos. Giró una
mano hacia abajo, la otra hacia arriba, todavía conectadas en las muñecas
imitando el simbolismo.
La luna era el punto en el que se encontraba el día y la noche, era luz
en la oscuridad donde no pertenecía. Dentro de ella, se decía que el Padre
había atrapado a una criatura de puro caos. La Luna Rota de la Torre
representaba la fuerza, que aquellos que llevaban la marca poseerían magia
lo suficientemente poderosa para perforar los cielos y poner fin a lo que los
dioses habían comenzado hace tantos eones.
Vhalla había estado demasiado cansada desde que se unió a la Torre
para pensar en las imágenes simbólicas más allá del significado. Pero
cuanto más había considerado el símbolo, más parecía encajar con ella.
Había algo cortado y áspero en ella, algo contaminado, y sin embrago, al
mismo tiempo esas piezas eran los ingredientes de algo horrible. Quería
convertirse en alguien que el Senado temiera. ¿Por qué no destruir el cielo?
—Bueno, ¿no es esto un grupo lamentable el que tengo el estimado
honor de llevar a la guerra? —La Comandante miró la habitación—. ¿Quién
de aquí marcha por la gloria?
La habitación se elevó en un grito de afirmación instantáneo.
»Salgan de mi vista —gruñó la mujer, silenciando a los soldados
previamente alegres. Cortó su resolución con una mirada de su ojo bueno
—. No tengo lugar para héroes bajo mi mando. La mayoría de ustedes
marcharán hacia una muerte ingrata. Sus camaradas en plateado les
temerán, ellos los odiarán, ignorarán sus logros y reclamarán sus victorias.
La mente de Vhalla se dirigió al Senado, escuchando un “ellos” muy
diferente en las palabras de la mujer.
—Para aquellos de ustedes que no son completamente tontos —dijo la
Comandante Reale con una sonrisa salvaje cruzando sus labios—. Para
aquellos de ustedes que pueden enfrentarse a nuestro enemigo con tanta
crueldad, astucia y mucha habilidad, tal vez lleguen al final de la guerra.
Así que quédense conmigo, quédense con sus hermanos y hermanas de
negro. Cabalgaremos hacia el horizonte de la victoria, y quien no pueda ver
el camino debe irse ahora.
La Comandante salió de la Torre y no miró atrás para ver si alguien la
seguía.
Todos lo hicieron.
Cuando la luz del sol golpeó el rostro de Vhalla. Ella miró hacia atrás a
la Torre que arrojaba una sombra oscura hasta que se convertía en una con
el castillo de la ladera de la montaña.
Hogar. Este magnífico palacio había sido su hogar desde que tenía
once años. Llegó aquí siendo la hija de un granjero, y ahora se iba siendo
soldado. Vhalla se llevó su bolsa al hombro, agarrando las correas de cuero
con fuerza. Trató de controlar los nervios, los miedos y la inseguridad y
reprimirlos en algún agujero oscuro profundo dentro de ella.
Fueron por un camino al interior hasta de los establos. Nadie dijo una
palabra. Los sonidos del despertar del palacio y el sonido metálico de la
armadura de la Legión Negra pronto se unieron a la sinfonía de caballos y
hombres.
Los establos superaron su imaginación más salvaje. Cientos de
personas llenaban todos los espacios posibles. Cada uno estaba revestido de
armadura de plata. Algunos estaban preparando caballos, otros estaban
preparando carretas.
Su asombro se rompió cuando la Comandante dio una orden brusca,
enviando a Vhalla hacia un puesto lateral. No esperaba tener su propia
montura. El caballo de Vhalla era un semental mayormente negro con un
parche en la frente. Le dio unas palmaditas en el cuello y el animal sacudió
su melena oscura en protesta dramática. Decidió que un poco de fuego en la
bestia le sentaría bien. Un joven mozo de establo le dio un amplio espacio
mientras él trabajaba rápidamente para ensillar al animal. Hubo el eco de
una voz en ella que quiso tranquilizar al chico claramente temeroso, pero
Vhalla no podía encontrar la fuerza para consolar a nadie más. Estaba
demasiado oscuro dentro de ella como para siquiera sonreír, por lo que no
fue una sorpresa que casi sobresaltó al chico hasta casi morir cuando ella
habló.
—¿Cómo se llama?
—Es nuevo. Lo vi esta semana. No creo que tenga nombre. —El chico
terminó de alistar el caballo colocando una bolsa pequeña a cada lado. Una
estaba llena de raciones, y la otra contenía las escasas posesiones de Vhalla,
dejando algo de espacio.
Caminó hasta la parte delantera del caballo y consideró a la bestia.
—Relámpago —decidió ella. No era muy original, pero necesitaba un
nombre y Relámpago era tan bueno como cualquiera. El relámpago era
fuego en el cielo, era brillante y rápido.
Colocando su pie izquierdo en el estribo derecho fácilmente, tomando
las riendas. A Vhalla nunca le enseñaron a montar correctamente, pero un
caballo o dos era algo que su familia siempre guardaba en la granja.
Montaba desde muy joven, por lo que sentarse en la silla de la montura
parecía una postura natural. Vhalla observó a los otros reclutas; no era tan
natural para muchos.
Tomando las riendas con una mano, apretó los talones a los lados de la
bestia y lo condujo fuera del establo. Su armadura resonó cuando encontró
el ritmo del caballo. Vhalla cabalgó hasta donde la Comandante estaba
comenzando a formar la línea.
—Comandante —dijo ella.
—Es bueno ver que sabes cómo montar a caballo. —La Comandante
evaluó a Vhalla desde sus pies en el estribo hasta su agarre en las riendas—.
Estarás cerca del centro, Yarl, a mi derecha. —Llamando a Fritz y Larel por
sus apellidos, agregó—: Charem junto a ti, luego Neiress. Luego todos en
los que puedo confiar para que no mueran pronto en una pelea estarán en el
exterior y en la retaguardia.
Vhalla colocó su caballo en línea con suficiente espacio en ambos
lados. Hubo una pequeña conmoción detrás de ella, y Vhalla se giró en su
silla. Las gigantescas puertas ceremoniales del palacio se abrieron con el
chasquido y chirrido de una gran cadena, la familia Imperial marchó hacia
el sol.
El príncipe Baldair vestía su armadura dorada y brillaba intensamente
contra a luz. El Emperador vestía una similar, pero todo en blanco. Aldrik
estaba en un marcado contraste. Llevaba escamas negras que cubrían todo
su cuerpo, similar a la armadura que vestía Vhalla. Sobre su cota de malla,
había una armadura negra con bordes dorados, que iba desde las manos
hasta los codos, de los pies hasta las rodillas, cubriendo sus hombros y la
parte superior de su pecho. Los tres llevaban cascos bajo el brazo y vestían
largos pantalones blancos, mantos que ondeaban alrededor de sus
pantorrillas.
No se parecía en nada al príncipe que había visto unas horas antes.
Pero todavía le resultaba muy familiar.
A los demás miembros de la familia Imperial les llevaron sus caballos,
pero nadie parecía interesado en llevarle a Aldrik el suyo. Se acercó a la
bestia que pisoteaba fuerte y lo calmó con una mano. Sacándolo de su
puesto.
La mirada de Vhalla se interrumpió cuando Larel y Fritz se acercaron.
—Charem, a la derecha de Yarl, Neiress, después —espetó la
Comandante, y Fritz y Larel se alinearon alrededor de Vhalla.
—Tienes las riendas agarradas con demasiada fuerza —le advirtió
Vhalla en voz baja por encima de Fritz a Larel, que parecía estar teniendo
problemas para controlar su caballo. Larel le dio una mirada agradecida.
Aunque Vhalla hubiera preferido que estuviera a salvo en la Torre, se
alegraba de tener a sus amigos cerca.
Comenzó a notar miradas extrañas de los otros soldados mientras se
alineaban. Había un espacio definido entre los soldados en plateado y
blanco, los de plateado y negro. Los amigos serán escasos en la marcha.
Hubo movimiento detrás de ella y la Comandante se giró. Aldrik
estaba sentado sobre su gran montura de guerra, cabalgando a través de la
brecha hacia la Comandante Reale.
—Mi príncipe. —La Comandante bajó su cabeza.
—Comandante Reale. —La voz de Aldrik era dura—. ¿Cuántos hay?
—Sus ojos escanearon a través de los reclutas.
—Casi cincuenta —informó la Comandante, confirmando las
sospechas de Vhalla de que eran el grupo más pequeño.
—Entonces quiero que esos casi cincuenta regresen a casa. —El
príncipe tomó las riendas en sus manos cuando la Comandante asintió. Él
dirigió su caballo a través de las filas, moviéndose hacia el frente, pero se
tomó un segundo para echarle un vistazo a Vhalla. Sus ojos se encontraron
y el rostro se de él relajó un poco, en un lío conflictivo de emociones
construyéndose detrás de su mirada.
Vhalla endureció su mirada tanto como pudo y le dio un pequeño
asentimiento. Él empujó sus talones suavemente contra su caballo y se fue
trotando al frente de la línea.
Se acabó el tiempo de la tristeza y la lástima. La chica que había
llegado al palacio a los once años y vivió su vida en la biblioteca estaba
muerta, fue asesinada por los senadores a quienes siempre le habían
enseñado que tenían el juramento de protegerla. La mujer sentada en esta
montura ahora tenía que encontrar un corazón hecho de acero negro. Tenía
que sobrevivir, aunque solo fuera para resentir al mundo.
La horda estaba en su lugar y los hombres y las mujeres se movieron
en sus monturas. Vhalla agarró sus riendas firmemente. Puedes hacer esto,
se dijo a si misma por encima de las mentiras mentales de que sus rodillas
no temblaban en los estribos.
—¡Abran las puertas! —grito el Emperador.
Las puertas inferiores cobraron vida con un gemido, abriéndose para la
horda de guerreros detrás de ellas. El Emperador dirigió la marcha mientras
el ejército se extendía en la ciudad de la cima de la montaña con un
estruendo atronador. En algún lugar los soldados del frente comenzaron a
soltar gritos sedientos de sangre, de miedo, de victoria y de esperanza.
Vhalla no emitió ningún sonido.
Capítulo 3

Los estruendos de los cascos de los caballos en las calles adoquinadas


llenaban sus oídos. Marcaban un paso rápido por la ciudad y entre la
multitud reunida. Más de una persona miró con morbosa curiosidad o
miedo mientras la Legión Negra pasaba, y Vhalla luchó por no prestar
atención a las masas.
Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, sus ojos vagaron; Vhalla se
enfrentó a una mezcla de horror, miedo e ira. Los hechiceros eran
marginados y criaturas no deseadas y, en lo que respecta a la multitud,
habían traspasado sus límites en el momento en que dejaron la Torre. Más
de una vez, alguien fue lo suficientemente audaz como para arrojarles algo,
aunque normalmente fallaban y golpeaba a un soldado armado de espadas
al frente o a un arquero a sus espaldas. La Legión Negra era mucho más
pequeña que los otros grupos.
Por el creciente daño a la ciudad, Vhalla se dio cuenta de que estaban
cerca de la plaza del Sol y la Luna. Solo habían pasado unos días desde la
infame Noche de Fuego y Viento, y la mayoría de las cosas todavía estaban
en mal estado. La culpa creció dentro de ella a niveles casi vertiginosos.
Cuando llegaron al muro inferior de la ciudad, las casas se hicieron
más pequeñas, menos opulentas. Hizo que la pared fuera aún más
impresionante. La primera línea de defensa de la capital era una estructura
masiva que utilizaba elementos naturales y piedra de montaña. El puente
levadizo de la puerta principal ya estaba siendo bajado para que los
soldados pasaran.
—¡Cabalguen cerca! —llamó la Comandante Reale desde su izquierda.
Vhalla condujo su caballo cerca del centro de la columna y cruzaron la
puerta. La ciudad continuó extendiéndose más allá del muro al otro lado del
foso, un foso que permanecería seco durante los meses de invierno. Incluso
las casas más pobres se alineaban en la ladera de la montaña hasta el valle.
El camino por el que marcharon finalmente llegó a una T contra el
Gran Camino Imperial, un camino que iba desde la frontera del Imperio en
el Norte hasta el mar en el Sur. Los soldados giraron a la izquierda y
comenzaron a dirigirse en dirección noroeste. Las rocas hicieron su camino
lo suficientemente ancho como para que todos pudieran cabalgar y marchar
lado a lado de once a quince hombres.
No fue hasta que llegaron al bosque que un cuerno sonó largo y bajo.
La horda del ejército aminoró el paso y los líderes pidieron un cambio de
formación.
La Comandante Reale hizo un gesto con el brazo hacia la derecha.
—Hagan espacio —gritó, y ellos obedecieron.
Vhalla miró hacia adelante; todo el ejército siguió moviéndose
mientras abrían un agujero en el medio. Aldrik, a la izquierda de su padre,
redujo la velocidad de su caballo y los soldados avanzaron a su alrededor.
Entonces el Emperador detuvo su montura y finalmente también lo hizo el
príncipe dorado. La familia Imperial tomó su lugar entre las filas.
El príncipe Baldair se quedó en el centro del frente con todos los
soldados que portaban espadas. El Emperador cabalgaba detrás de él entre
los que tenían astas. Unas filas después estaban Vhalla y el príncipe
heredero, quien ahora ocupaba el espacio entre ella y la Comandante. La
montura de guerra de él era una criatura grande y la cintura de ella estaba al
mismo nivel que la rodilla de Aldrik.
Ella lo miró y, al mismo tiempo, vio que él la miraba. Vhalla le dio una
pequeña inclinación de cabeza.
—Mi príncipe —dijo ella respetuosamente. Él apenas asintió y se giró
hacia la Comandante. Vhalla miró hacia adelante. Quería creer que era
simplemente una casualidad cómo se había alineado la formación, pero ella
era demasiado inteligente para eso. El hombre a su izquierda no dejaba nada
al azar.
La verdad era que estaba bastante segura de que ese era el lugar más
seguro para estar en la horda, cerca del centro, al lado de uno de los
hechiceros más poderosos del mundo. Vhalla se dijo a sí misma que el
alivio era la razón de la calidez que relajó sus hombros fue al pensar que él
estaría cerca de ella.
Las legiones habían disminuido la velocidad a poco más que una
caminata y los estandartes fueron golpeados. El tiempo de la pompa había
terminado y todos parecían prepararse para el largo viaje hacia el Norte. La
guerra había durado cuatro largos años y la victoria estaba a un invierno de
distancia. O al menos eso era lo que el Emperador había dicho.
Vhalla miró detrás de ella; entre las dos legiones traseras, movían
carros de suministros. Parecía una gran cantidad de suministros para una
victoria que se suponía que solo tomaría unos meses. Ella reflexionó si el
Emperador no había dicho toda la verdad en sus estimaciones de tiempo.
El bosque se hizo más denso y pronto rara vez pasaban casas. De vez
en cuando, los senderos de caza se extendían desde la carretera, pero había
poco más. Los árboles fracturaban la luz de la Madre Sol, salpicando el
camino por delante. Algo de charla comenzó a llenar el aire y fue un viaje
bastante tranquilo.
Pero Vhalla no sabía si podía sentirse en paz, no sabía si podía sentarse
tranquilamente en su montura y parlotear sobre esto o aquello. Cada
movimiento de su armadura le recordaba por qué estaba allí. Ahora era
soldado, propiedad de la corona.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que saliste de la ciudad? —
preguntó Fritz. Él tenía otros planes para no dejarla sentada en silencio y
revolcarse en su desgracia.
—Ha pasado un tiempo —respondió finalmente Vhalla.
—¿En serio? —Parecía realmente sorprendido—. ¿Con qué frecuencia
vas a casa?
—La última vez que fui a casa… —Las palabras de Vhalla se
silenciaron, pensando en una granja en medio de un campo de trigo dorado.
Ella le había enviado una carta a su padre hace apenas unos días, tratando
de avisarle más rápido de lo que los rumores podían volar. El pensamiento
le hizo un nudo en la garganta, como si de alguna manera hubiera
empañado los felices recuerdos que su familia había creado en su hogar con
su magia y sus crímenes—. ¿Creo que fue para mi mayoría de edad?
—¿Qué? —Fritz estaba horrorizado—. ¿A los quince? ¿Han pasado
tres años desde que fuiste a casa? Mi madre y mis hermanas me
despellejarían vivo si no volviera a casa durante tres años. —Fritz se rio con
su risa contagiosa.
Vhalla esbozó una sonrisa.
—¿Tienes hermanas? —Siendo hija única, a veces se preguntaba cómo
sería tener un hermano.
—Cuatro —intervino Larel desde la derecha de Fritz. Parecía estar
mucho más cómoda sobre el caballo ahora que apenas se movía—. Y
deberías verlas todas juntas. Gracias a la Madre que no son hechiceras o
sería la familia Charem contra el mundo.
—¿Las conociste? —La curiosidad de Vhalla la obligó a preguntar.
—Una vez. —Larel asintió.
—¿Desde hace cuánto se conocen ustedes dos?
Los dos intercambiaron una mirada antes de volverse hacia Vhalla.
—Siete años —dijo Larel.
—Ocho años —proclamó Fritz.
Ambos se fulminaron con la mirada.
—No, son siete. Llegaste un año después de mi mayoría de edad. —
Larel contó con los dedos.
—No, ocho, yo acababa de cumplir trece —argumentó Fritz.
—Sí, cumpliste trece, pero después de que nos conocimos.
—Ustedes dos me recuerdan a un viejo amigo y a mí —reflexionó
Vhalla en voz baja.
—¿Quién? —preguntó Fritz, ajeno a la tristeza que entrelazó sus
palabras.
—Su nombre era Sareem. —Ella se jugueteó con la melena de
Relámpago.
—¿Está en el palacio? —Fritz ladeó la cabeza.
—Murió la Noche de Fuego y Viento. —Vhalla fue asaltada
momentáneamente por sus visiones nocturnas del cuerpo destrozado de su
amigo. Era culpa de ella. Vhalla había sido demasiado lenta y él la había
estado esperando.
—Lo siento, Vhal. ¿Era alguien especial? —preguntó Fritz, sacando a
Vhalla de su abuso mental autoinfligido.
—Era un buen amigo; especial como un hermano. —Vhalla sacudió
físicamente las imágenes de su cabeza, sintiendo que otro par de ojos caían
sobre ella desde su izquierda. Su cordura no podía manejar otra pregunta
sobre Sareem, así que decidió tomar el control de la conversación—.
¿Cuánto tiempo viajaremos hoy?
—Otras dos o tres horas —dijo una voz, oscura como la medianoche.
Vhalla se giró y miró al príncipe heredero.
—¿Eso es todo?
Aldrik asintió.
—Tomará algo de tiempo para que una horda de este tamaño se
detenga y establezca un campamento. No queremos hacerlo en la oscuridad.
Vhalla asintió y se dio la vuelta antes de quedar demasiado fascinada
por él. Fritz y Larel empezaron a hablar entre ellos, pero Vhalla se excluyó
de la conversación. Se sentía agotada y pasó el resto del día en un estado
aturdido.
Cuando el sol estaba a dos tercios de camino a través del cielo, la
trompeta bramó dos veces, cantando un alto.
—Acampen en el lado izquierdo —espetó la Comandante Reale, y la
Legión Negra siguió su orden.
Aldrik se separó y desmontó entre la Legión Negra y los que llevaban
astas. La tienda de su padre fue armada en el centro de la legión del frente,
y la de Aldrik estuvo al borde.
Los soldados más experimentados que sabían qué hacer empezaron a
montar tiendas. Las tiendas de campaña de los miembros de la familia
Imperial eran significativamente más grandes y se levantaban en un
cuadrado con un techo piramidal. Grupos de personas corrían para ayudar a
cada miembro de la realeza a establecer su hogar temporal.
Fue una sensación agradable estar fuera de su montura. Vhalla estiró
las piernas, ignorando el dolor rígido, mientras ataba a Relámpago a la rama
de un árbol que colgaba bajo. Pero sospechaba que el caballo era lo
suficientemente inteligente como para no correr.
—Vhalla, compartiremos tienda —dijo Larel, acercándose a ella con
un paquete de lienzo en las manos.
El alivio se apoderó de ella mientras Vhalla bajaba su saco de dormir
de la silla de Relámpago. Larel estaba con ella. Se sentía culpable de que la
mujer se hubiera convertido en su guardiana, pero Vhalla estaba demasiado
agotada mental y físicamente para desperdiciar energía en una culpa tan
pequeña.
Los soldados experimentados sacaban sus pertenencias de las alforjas,
como mantas o pequeñas almohadas, y se acomodaban en sus espacios
reducidos. Algunos la miraban con curiosidad, otros con ambivalencia, lo
cual fue mejor que las una o dos miradas sucias que recibió incluso dentro
de la Legión Negra.
Larel clavó dos postes, que suspendían un trozo de lona, en el suelo. El
producto fue una simple carpa triangular. La privacidad vino en forma de
dos solapas en la parte delantera y trasera que se podían atar para cerrar.
Apenas era lo suficientemente grande para sus dos sacos de dormir.
—La cena estará lista pronto —anunció Larel después de que
terminaran de acomodarse.
—¿Que hay para cenar? —Vhalla siguió a la mujer mientras caminaba
hacia una de las fogatas.
—Lo que sea que los cazadores puedan encontrar con rapidez —
respondió Larel.
Esta noche eso pareció ser algunos ciervos, liebres y faisanes que ya
goteaban grasa en los fuegos de los asadores giratorios. Vhalla recibió un
trozo de carne directamente en su palma. Recordó el almuerzo que había
compartido con el príncipe Baldair. ¿Él también estaría comiendo con los
dedos ahora?
—No es tan malo —reflexionó Vhalla mientras mordía con desgana
una esquina de la carne.
—Siempre he oído que el bosque del Sur era la parte más fácil de la
marcha. —Larel arrancó una tira de carne con los dientes y comió
vorazmente—. Los soldados dicen que los Desechos del Oeste lo compensa
en dificultades, y si tocamos nuestras raciones ahora nunca lograremos
atravesar el desierto.
De repente, todos se pusieron de pie, dando el saludo de la Legión
Negra. Vhalla tardó más en llevarse los puños al pecho. El príncipe
heredero se acercó al círculo con las manos cruzadas detrás de la espalda en
una postura dominante. Después de un largo momento de evaluación,
asintió y la compañía se relajó. Aldrik se acercó al rincón más alejado y se
sentó junto a una mujer a la que Vhalla nunca había visto.
Su piel era de un color bronceado profundo, no del todo chocolate, más
como el color de un té negro que había estado reposando durante demasiado
tiempo. Su cabello tenía la misma textura que el de la gente del Norte y
Vhalla se sintió incómoda al instante. Se llevó las yemas de los dedos a la
mejilla, tocando la tenue línea roja de la piel recién curada, recordando la
Noche de Fuego y Viento. El cabello de la mujer se rizaba como un
sacacorchos en todas direcciones y llevaba un pañuelo rojo alrededor de la
frente que lo echaba hacia atrás. Tenía rasgos angulosos y llamativos ojos
verdes. Dejando a un lado la inquietud de Vhalla, la mujer era bastante
hermosa.
Observó el extraño intercambio mientras el cielo acuarela se volvía
negro como la tinta. Aldrik se sentó con una rodilla en alto y un brazo
apoyado en esa rodilla. Se había quitado la capa y estaba tranquilamente
con su armadura. La mujer se estaba riendo, y Vhalla incluso vio una
sonrisa en las mejillas de Aldrik de vez en cuando. Era una sonrisa que él
solo le había dado a Vhalla.
—¿Quién es esa? —Vhalla habló para que no pudiera escuchar el
susurro de su risa gutural con la otra mujer en el viento.
—¿Quién? —Larel intentó entrecerrar los ojos a través del pozo de
fuego.
—La mujer con la que está hablando el príncipe. Nunca la había visto.
—Si la mujer había estado en la Torre, era asombroso que Vhalla no la
hubiera visto. La sola apariencia de la mujer la inquietaba.
—Ah, ella. —Larel pareció echar un buen vistazo—. Fritz, ¿la
conoces?
—¿A ella? —Fritz también miró y negó con la cabeza—. No estoy
seguro. Creo que escuché que estaban trayendo a personas que sabían sobre
el Norte.
—¿Creen que podemos confiar en ella? —preguntó Vhalla, incapaz de
deshacerse de la inquietante sensación.
—El príncipe aparentemente lo hace —respondió Larel encogiéndose
de hombros.
Vhalla volvió a concentrarse en los dos en cuestión. Su discusión
parecía haber cambiado a algo más acalorado, y estaban discutiendo de un
lado a otro. Aldrik se movió y, como si sintiera su mirada, dos ojos oscuros
la atraparon. Vhalla rápidamente desvió la mirada.
Durante el resto de la comida, se aseguró de no mirarlo. Vhalla picoteó
su carne. Seguramente era una discusión sobre el Norte, si por eso era que
esta mujer viajaba con ellos. Aunque las sonrisas casuales y las posturas
relajadas hacían que pareciera que la guerra no era el tema de conversación.
—Come, Vhalla —le ordenó Larel—. Necesitarás tu energía.
Vhalla se obligó a tragar la mitad de la comida como si fuera medicina.
Su deseo de interacción social se desvaneció y se puso de pie.
—Me voy a dormir —anunció a sus amigos.
—Tenemos un largo viaje mañana. —Larel asintió.
—Nos vemos en la mañana —dijo Fritz con una sonrisa.
Vhalla se giró y se alejó, sin estar cansada en lo más mínimo.
Capítulo 4

Estaba atrapada en el laberinto de sus pesadillas. Cada figura en


sombras se agrietó y se convirtió en niebla, disipándose ante su toque. Ella
las pasó corriendo, sintiendo el viento rugir en el borde de su conciencia.
Vhalla corrió gritando a través de la oscuridad y el fuego.
Dos brazos la levantaron y la despertaron.
Vhalla inmediatamente luchó con el otro cuerpo, tratando de separarse
del agarre de la persona. Su frente estaba resbaladiza por el sudor y su ropa
estaba casi empapada. El viento aullaba a través de las montañas,
anunciando una de las últimas tormentas del verano.
—Vhalla, detente. —Larel tomó a Vhalla en sus brazos, presionando el
rostro de Vhalla contra su pecho y protegiéndola del mundo—. Estás bien,
todo está bien. Estoy aquí.
Vhalla se estremeció, aferrándose a Larel como todas las noches en
que se había despertado así. Su manta parecía menos enredada alrededor de
sus piernas; la otra mujer podía despertarla de sus terrores nocturnos más
rápido cuando estaba a solo un brazo de distancia. Vhalla apretó su rostro
contra la mujer, recordándose a sí misma que la persona a la que se aferraba
no era el cuerpo destrozado de su amigo perdido.
—Lo siento —murmuró Vhalla cuando finalmente estuvo lista para
enfrentarse al mundo de nuevo.
—No tienes nada de qué disculparte. —Larel lo dijo de tal manera que
Vhalla le creyó.
Como el amanecer estaba cerca, decidieron no volver a dormir. Se
ayudaron mutuamente a ponerse la armadura antes de desarmar la tienda.
La piel de Vhalla se sentía caliente y fría por todas partes. Era como si
todavía pudiera sentir el calor del fuego de la pesadilla y el frío de los gritos
en la oscuridad. Si no podía sobrevivir una noche, ¿cómo podría sobrevivir
a la guerra?
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Larel. No era la primera vez
que la mujer hacía la pregunta.
—No —respondió Vhalla, sin ningún interés en compartir la oscuridad
que se cernía en ella de manera tan ominosa como las nubes de tormenta en
el horizonte del amanecer.
—Buenos días —intervino una voz desconocida, deteniendo cualquier
pregunta adicional de Larel.
Vhalla podría haber agradecido a la persona si no fuera por el rostro
que pertenecía a la voz. Hizo una pausa a mitad de doblar la lona de la
tienda, mirando fijamente los ojos color esmeralda que brillaban
intensamente a la luz de la mañana.
—Buenos días —saludó Vhalla en voz baja. Ver a esta mujer y sus
rasgos del Norte tan cerca después de sus pesadillas inquietó
instantáneamente a Vhalla.
—Buenos días —respondió cortésmente Larel—. ¿Podemos ayudarte?
—Vhalla Yarl, la Caminante del Viento. —No era una pregunta y eso
hizo que Vhalla se sintiera ansiosa—. No sé qué esperaba de las historias,
pero no era a ti —dijo ella riendo.
Vhalla se enderezó lentamente.
—¿Y tú eres? —preguntó Larel.
—Oh, ¿dónde están mis modales? Elecia. —Le tendió la mano a Larel,
luego a Vhalla. Vhalla la tomó después de un breve momento de vacilación
—. Oye, ¿estás segura de que realmente hiciste esa tormenta de la que todo
el mundo me habla? Luces como si una buena brisa te pudiera llevar
volando. —Elecia se rio y, a pesar de ser un sonido dulce, hizo rechinar los
dientes de Vhalla.
—Lo hice; pregúntale a cualquiera de los senadores. Conozco a uno o
dos que estarían encantados de darte un relato colorido de esa noche. —
Vhalla le dio la espalda a la mujer, atando su saco de dormir a la silla de
Relámpago. No le importaba si estaba siendo grosera. Esta mujer era la
última persona con la que hablaría sobre la Noche de Fuego y Viento.
—Bueno, creo que ya veremos —dijo ella alegremente—. El príncipe
heredero me pidió que les diera un mensaje.
Vhalla hizo una pausa. ¿Aldrik estaba enviando mensajes a través de
esta mujer? Apenas lucía mayor que Vhalla.
—Él los ayudará con su entrenamiento a partir de esta noche.
Vhalla logró contener su lengua y asintió a la mujer.
—Excelente. —La mujer juntó las manos—. Bien, nos vemos luego,
señoritas. —Ella se fue antes de que alguna de las dos tuviera la
oportunidad de responder.
Vhalla cerró los ojos con fuerza y se tragó las náuseas que provocaba
la mujer. Estaba disgustada consigo misma.
—Voy a llevar estos al carro —anunció Vhalla, agarrando los postes de
la tienda—. Me vendría bien un paseo.
Larel asintió en silencio y recogió la lona, llevándola a su alforja antes
de repetir el proceso con su saco de dormir.
Vhalla respiró hondo varias veces, recordándose a sí misma que no
tenía motivos para estar enojada. Aldrik probablemente estaba ocupado y
anoche estaba hablando con Elecia. Él lo mencionó y le pidió un favor,
explicó Vhalla en su cabeza. Debería estar feliz, incluso emocionada, de
entrenar con Aldrik. Pero las palabras de la mujer resonaron en su mente:
Nos vemos luego. ¿Eso significaba que Elecia también estaría allí? ¿O fue
solo un dicho coloquial? ¿Por qué estaba hablando tan casualmente con
Aldrik en primer lugar?
Vhalla esperó en la fila del carro para devolver los postes de la tienda.
El sol casi había salido, ahuyentando las nubes de tormenta en el proceso, y
era probable que la horda comenzara su marcha pronto.
—Gracias —murmuró al hombre que cargaba el carrito. Vhalla se giró
y se topó con un hombre alto de cabello castaño claro—. Lo siento —
murmuró ella, manteniendo su rostro bajo. Vhalla dio un paso a su
alrededor para regresar a su sección del campamento cuando una gran mano
se aferró a su hombro.
—Bueno, ¿acaso crees que eres especial, armadura negra? —dijo
burlonamente, tirando de ella hacia atrás.
Vhalla tropezó.
—Yo dije que lo sentía. —Ella miró al hombre con molestia; esta no
era la mañana para poner a prueba su paciencia.
—¿En serio? No te escuché. —Él se inclinó.
—Lo siento. —Se obligó a decir entre dientes, no queriendo hacer una
escena ante la pequeña multitud reunida.
—Ya es bastante malo que tengamos que lidiar con la Legión Negra —
dijo el hombre, refunfuñando—. ¿Ahora tengo que tomar el descaro de
niñitas?
Vhalla frunció el ceño.
Un brazo con armadura colgó alrededor del hombro de ella y Vhalla
parpadeó sorprendida.
—Vamos, no te lo tomes como algo personal, Vhalla. Grun no ha
comido todavía, y es realmente gruñón por las mañanas —dijo Daniel con
una sonrisa.
—Vamos, Grun. —Craig se acercó al otro lado del hombre—.
Busquemos algo de comida para esas gigantes tripas tuyas.
No había visto a los dos soldados desde su juicio. Habían sido sus
guardias cuando ella estaba presa, los buenos. Daniel era del Este como
ella, con piel bronceada con un toque amarillo y cabello castaño oscuro. El
cabello rubio ondulado de Craig y la tez más pálida lo marcaban como del
Sur. A ella inmediatamente le agradó ese par, y esta mañana era una razón
más para agregar a esa lista creciente.
—¿Comes con nosotros, Vhalla? —preguntó Daniel.
—No estoy segura de si es una buena idea. —Ella miró al hombre
corpulento que Craig se estaba llevando.
—¡Disparates! —dijo Craig, y pronto la condujeron hacia el frente de
la horda.
—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —le preguntó ella a Daniel
mientras se quitaba su brazo de los hombros. Craig llevó al gigante una
gran distancia antes de reunirse con ellos.
—Somos soldados. —Daniel se rio entre dientes, el movimiento agitó
su cabello casi hasta los hombros—. Yo diría que pertenecemos aquí más
que tú, señorita Caminante del Viento.
—¿No son guardias del palacio? —preguntó ella con genuina sorpresa.
Él sacudió la cabeza y levantó el brazo. Uno de sus guanteletes estaba
bañado en oro y el metal de su antebrazo reflejaba el destello de la luz de la
mañana.
—Somos la Guardia Dorada —explicó.
Vhalla había oído hablar antes del escuadrón personal del príncipe
Baldair; se rumoreaba que eran los mejores entre los mejores, con solo los
mejores lores y damas sirviendo entre ellos.
Cuando ella se centró en su brazo, él se centró en ella.
—Me gusta tu cabello; te limpiaste bastante bien.
Ella se llevó una mano a las puntas deshilachadas de su cabello que
apenas tocaban la capucha de cota de malla de su armadura. Su cabello era
horrible. Vhalla frunció el ceño cuando un trozo de carne fría fue empujado
a su palma. Estaba un poco chamuscada por un lado y las grasas naturales
se habían coagulado en una lámina gelatinosa que ella raspó mientras se
sentaban alrededor de los restos aún humeantes de un fuego.
—No creo que a la gente le guste que yo esté aquí. —Otros soldados la
miraron, pero ninguno fue lo suficientemente valiente como para acercarse
con dos miembros de la orden más alta del príncipe Baldair a su lado.
—¿No crees que es la mitad de la diversión? —preguntó Craig con una
pequeña sonrisa.
Ella sacudió su cabeza.
—Además, nos vemos tan exóticos con nuestra amiga de la Legión
Negra. —Daniel tomó un gran bocado de su carne.
—¿De dónde son ustedes? —preguntó Vhalla, picoteando su propia
comida.
—La capital —dijo Craig, como era de esperar.
—Cyven —dijo Daniel.
—¿Dónde en Cyven? —Estaba sinceramente interesada en cualquier
persona del Este.
—La mayoría de la gente no lo conoce. Es un pequeño pueblo. —
Daniel se rio cuando vio la vio entrecerrar los ojos y prosiguió—: Se llama
Paca.
—¡Paca! —jadeó ella.
—¿Lo conoces? —Levantó las cejas.
—Soy de Leoul.
—No. —Parecía tan emocionado como ella se sentía.
—¡Sí! ¡Sí! Iba al Festival del Sol en Paca todos los años con mi mamá
y mi papá. —Vhalla sintió la dulce punzada de la nostalgia.
—¿Con la anciana que vende esas nueces confitadas? —preguntó él
con incredulidad.
—¿Y el hombre que nunca dejaba de cantar? —afirmó Vhalla.
—¡Oh Paaaaaaaca, no te vayas por mal camino! —Daniel se llevó la
mano al pecho y abrochó su cinturón antes de que ambos colapsaran en un
ataque de risa—. ¡Realmente lo conoces! —Él le dio una sonrisa
deslumbrante que era demasiado contagiosa para no devolver.
—Oh, qué adorable. Por fin tienes a alguien que entiende tu amor por
los animales de granja. —La broma de Craig fue ignorada.
El enfoque de Daniel estaba solo en Vhalla.
—La granja de mi familia está a medio día de viaje a la posada Olla
Caliente. Nos quedábamos allí durante el festival —explicó ella.
—Conocía a la familia propietaria de la posada. Yo a veces trabajaba
allí cuando papá no necesitaba una mano en el campo. Me pregunto si
alguna vez nos habremos conocido. —Daniel pensó seriamente en el
asunto.
—¿Quién sabe? —Vhalla se encogió de hombros y ocupó su boca con
una tira de carne. No recordaba a ningún niño en particular, pero no quería
desanimar a Daniel. Era agradable tener una conexión con casa.
—Prepárense para moverse —gritó el príncipe Baldair mientras
recorría las filas.
—Debería irme. —Ella se puso de pie y le pasó su desayuno casi
intacto a un ansioso Craig.
—¿Montas con nosotros hoy? —invitó Daniel.
—No creo que pueda —dijo Vhalla con incertidumbre.
—Solo son estrictos con la formación para dar un espectáculo. No les
importará ahora. —Craig ya estaba a la mitad de su porción.
Vhalla abrió la boca para responder cuando sintió pasos atronadores
detrás de ella.
—Estás lejos de casa.
—Mi príncipe. —Vhalla se giró y le hizo una reverencia al príncipe
Baldair. Encontró su presencia incómoda. Primero, él no había sido nada
más para ella que el Príncipe Rompecorazones, un hombre salido
directamente de las historias de los sirvientes. Un hombre al que había
conocido brevemente en la biblioteca por casualidad. Entonces, había sido
el hermano de Aldrik y su conspirador para colarse en la gala al final del
último Festival del Sol. Esa también había sido la Noche de Fuego y Viento.
La última vez que había visto al príncipe Baldair, él había estado atendiendo
sus heridas por orden de Aldrik. ¿Qué pensaba ahora de ella?
—Estaba a punto de regresar.
—Baldair. —Daniel se puso de pie, limpiándose las palmas de las
manos en los pantalones, sorprendentemente relajado en presencia de su
príncipe y comandante—. ¿Sería un problema si Vhalla viajara con nosotros
hoy?
—Sabes muy bien que los otros soldados causarán problemas si ella
está cerca. —Baldair se rio como si la idea fuera más divertida que
desagradable—. Pero no me importa si tus superiores no se oponen. —El
príncipe le dio a Vhalla una sonrisa mientras se hacía una pausa con la
palabra superiores.
—Ya veremos… —Vhalla evitó su mirada presuntuosa.
—¿Uno de ustedes dos la acompañará de regreso? No quiero
problemas en el primer día —exigió el príncipe, consciente de las tensiones
que rodeaban su presencia.
—Yo lo haré —se ofreció Daniel primero.
—Excelente. —El príncipe Baldair asintió y se fue.
—¿Vamos? —Daniel dio un paso hacia la Legión Negra.
—Hasta luego, señorita Caminante del Viento. —Craig se despidió de
ella con una sonrisa.
—Cuídate, Craig. —Vhalla se despidió con una mano y siguió a
Daniel.
El campamento estaba casi completamente desarmado cuando
regresaron. Los restos de las fogatas estaban apagadas y la gente empezaba
a montar sus caballos. La corta caminata estuvo llena de charlas sobre cómo
la familia de él cultivaba papas y la de ella trigo, y los procesos para cada
uno. A pesar de las circunstancias en las que se conocieron, Vhalla sintió
una conexión instantánea con su compañero del Este.
Cuando se encontraron con la Legión Negra, notó que la tienda de
Aldrik estaba casi completamente cargada en el carro con el resto de los
artículos Imperiales, pero no vio al hombre por ninguna parte.
—No dejes que los otros soldados te molesten —dijo Daniel,
deteniéndose—. No son malas personas, son solo… —Hizo una pausa,
mirando al cielo en busca de inspiración—…un poco estúpidos.
Vhalla sonrió.
—¡Vhal! —Fritz corrió hacia ellos—. Te estábamos buscando. —Él
prácticamente patinó hasta detenerse para darle a su escolta una evaluación
completa.
—Fritz, este es Daniel. Daniel, Fritz —presentó ella.
Daniel extendió su palma a modo de saludo.
—¡Será mejor que seas amable con nuestra Vhal! —dijo Fritz,
ignorando la mano de Daniel y señalando su rostro.
—Vaya, no me advertiste que tenías guardaespaldas. —Daniel se rio
entre dientes, quitando la mano de Fritz de su rostro y sacudiéndola—.
Tienes mi palabra, solo hay amabilidad y cuidado de mi parte. —El sonido
grave de un cuerno resonó en el bosque y los últimos soldados cayeron en
su lugar como una bandada en migración—. Bueno, debo regresar. ¡Ven y
viaja con nosotros si puedes! —llamó Daniel, ya apresurándose hacia el
frente.
—Es lindo. —Fritz se derritió.
—¡Fritz! —regañó Vhalla.
—¿Qué? No me digas que no te diste cuenta. —Fritz puso los ojos en
blanco.
En realidad, Vhalla no lo había notado. Corrió hacia Relámpago para
encontrar a Larel ya a caballo, esperando junto con la montura de Fritz.
—Lo siento —se disculpó ella.
—Una vez más, Vhalla, no tienes nada de qué disculparte. —Larel
sonrió brillantemente—. Pareces estar de mejor humor.
Vhalla montó a Relámpago con un asentimiento, ocultando una sonrisa
culpable. Ella se había divertido.
Resultó ser tal como habían dicho Craig y Daniel. Hoy, la horda era
una masa ligeramente estructurada en comparación con las ordenadas filas
y la cuidadosa ubicación del día anterior. Pero ella, Fritz y Larel gravitaron
hacia el mismo lugar en la fila. Los dos se vieron envueltos
instantáneamente en un acalorado debate que se prolongó desde el
desayuno y Vhalla entró y salió de la conversación, pensando en la oferta
de Daniel y Craig.
No fue hasta que Aldrik se movió en su silla que ella siquiera se dio
cuenta de que estaba allí.
Vhalla se giró y quedó boquiabierta.
—Tu… cabello. —Fue un pensamiento que escapó como un sonido.
Su cabello azabache estaba lacio, cayendo perfectamente recto alrededor de
su rostro. El príncipe tenía un flequillo largo que caía debajo de sus cejas, y
con capas de corte desordenadas en todas partes. Eran elementos de un
Aldrik que Vhalla ni siquiera tenía idea de que existían, lucía tan diferente
de cómo solía usar su cabello en el palacio.
Él la miró, una momentánea molestia frunció su ceño.
—Realmente no pensaste que me tomaría tiempo para arreglar mi
cabello mientras estaba en la guerra, ¿verdad? —Los tonos bajos de Aldrik
delataron su diversión, y al instante la puso bajo un hechizo.
—Bueno, puede que me guste —reflexionó Vhalla. La pequeña sonrisa
de él fomentó la audacia de ella.
Aldrik hizo una breve pausa, sus labios se separaron. Ella atrapó sus
ojos de ébano y Aldrik miró hacia adelante rápidamente, como si no pudiera
soportar ser el único que recibía su consideración.
—¿Confío en que Elecia te dio mi mensaje?
Vhalla se puso seria rápidamente al escuchar el nombre de la otra
mujer.
—Lo hizo. ¿Entrenamiento?
—La Comandante Reale dijo que había comenzado a trabajar contigo,
pero todavía te queda mucho camino por recorrer. Preferiría supervisar tu
progreso personalmente.
Si él le hubiera dicho esas palabras a cualquier otra persona,
probablemente habrían inspirado pavor. Pero para Vhalla, tenían un extraño
consuelo.
—Por supuesto, mi titiritero. —Tenía la intención de hacer referencia a
sus viejos miedos a la ligera, por lo que a Vhalla le sorprendió ver a Aldrik
mirándola con profunda intensidad.
—Si quieres que me aleje de tu vida, todo lo que tienes que hacer es
decir la palabra. —No hubo ligereza en su declaración.
Vhalla rápidamente lo miró con recelo, salvándolos de la incorrección
y ocultando el sonrojo que había llegado a sus mejillas ante su aparente
atención.
—Creo —dijo ella suavemente—, que me gusta jugar con fuego.
Él le dio una larga mirada por el rabillo del ojo. No podía distinguir su
expresión sin girar la cabeza, pero lo que podía ver era confuso e hizo que
su estómago burbujeara.
Capítulo 5

Poco después de que la horda se detuviera esa tarde, Elecia se dirigió a


la tienda casi terminada de Vhalla y Larel. Fritz se levantó de donde
acababa de terminar de desplegar su saco de dormir.
La visión de la mujer todavía erizaba los vellos de la nuca de Vhalla,
una advertencia fantasma.
—Vhalla, Larel, Fritz —dijo ella con una sonrisa, ajena a la inquietud
de Vhalla—. El príncipe está esperando, y preferiría no perder la primera
opción para cenar.
—¿A dónde vamos? —preguntó Vhalla, la última en ponerse detrás de
Elecia.
—Lo suficientemente lejos para que no nos molesten. —Ya estaban a
medio camino del borde del campamento.
—Entonces, ¿de dónde eres? —Larel comenzó la conversación.
—Norin. —Elecia ni siquiera miró hacia atrás para dar su respuesta.
—Fiarum Evantes —dijo Larel, con reverencia.
Vhalla miró a su amiga con sorpresa. Nunca había escuchado a nadie
hablar más que el idioma común del Sur. Las viejas lenguas eran un
recuerdo que se desvanecía en todo el país, cimentado por el avance del
Imperio Solaris. Solo podía asumir que las palabras de Larel eran el idioma
de Mhashan, el antiguo Reino del Oeste.
—Kotun un Nox —respondió Elecia, su tono cambiando a un registro
más profundo, menos altivo que el acento que había usado antes.
—Norin es una ciudad hermosa —reflexionó Larel cortésmente,
refiriéndose a la capital del Oeste.
—Lo es. —Elecia asintió.
Vhalla comenzó a sentir que su malestar se derretía. No tenía motivos
para desconfiar de Elecia. De hecho, tenía todas las razones para confiar en
ella. Claramente, Aldrik lo hacía, y eso debería ser una razón más que
suficiente para Vhalla. Además, si era de Norin, eso la hacía del Oeste y no
del Norte como Vhalla había sospechado al principio. Ella respiró hondo.
—Yo soy de…
—Cyven, Leoul. —La mujer de cabello rizado interrumpió a Vhalla
con una mirada.
—Sí. —Vhalla frunció el ceño ligeramente, su nerviosismo regresando
—. ¿Cómo lo supiste?
—Es asunto mío saberlo, Vhalla Yarl —respondió Elecia con aire de
suficiencia.
Fritz unió su brazo protectoramente con el de Vhalla, como si sintiera
el pánico que se apoderó de ella. Se dio cuenta de que estaban muy solos
con Elecia. E, incluso si la otra mujer decía que era del Oeste y hablaba en
la antigua lengua, tenía un aspecto tan del Norte que hizo que Vhalla se
sintiera más incómoda de lo que quería admitir.
Si no fuera porque Fritz y Larel estaban con ella, podría haber
estallado.
—Ya era hora. —La voz de Aldrik hizo eco desde el otro lado de un
pequeño claro. Estaba apoyado contra un árbol y cruzado de brazos—.
Gracias por traerlos, Elecia. Puedes irte ahora.
Vhalla se preguntó brevemente por qué Aldrik no los estaba escoltando
él mismo. ¿Sus reuniones eran secretas?
—Nop. —Elecia prácticamente cantó la palabra—. No soy tu chica de
los recados. Quiero quedarme.
—Bien. —Aldrik puso los ojos en blanco, resignado.
Vhalla unió sus manos, entrelazando y soltando sus dedos. Elecia lo
había negado abierta, públicamente, remilgadamente… y él la había dejado.
Cuando Elecia dio un paso hacia la izquierda de Aldrik, Vhalla se dio
cuenta de que la mujer actuaba de la misma manera que Vhalla con el
príncipe. Vhalla se mordió el labio; quizás Aldrik estaba más familiarizado
con Elecia que con ella.
—Vhalla. —La voz de Aldrik llamó su atención—. Quiero que veas
hacia lo que estás trabajando. Reale me ha informado que aún no has
dominado los conceptos básicos.
Vhalla asintió e ignoró el bufido engreído de Elecia.
—Larel, Fritz, me gustaría que ambos se emparejaran como
demostración —ordenó Aldrik.
—¿Qué hay de mí? —dijo Elecia quejándose.
—Ni siquiera se supone que estés aquí. —Aldrik le dirigió una
pequeña mirada fulminante y la mujer se rio. El sonido hizo que la piel de
Vhalla se erizara—. También me gustaría ver dónde están los dos, así que
no se mutilen ni se maten, pero no se contengan.
Larel y Fritz asintieron, sus rostros serios.
»Empiecen cuando les diga. Y absténganse de avergonzarse. —Aldrik
levantó una mano.
Fritz y Larel se alejaron unos pasos el uno del otro, ambos ubicándose
en una postura de lucha muy diferente. Fritz estaba más erguido, sus piernas
anchas y sus manos planas y más bajas, cerca de su abdomen. Larel tenía
las rodillas dobladas y los puños cerca del rostro, lista para saltar.
Aldrik dejó caer la mano y Larel cargó antes de que Vhalla pudiera
parpadear. Ella echó hacia atrás un puño como si fuera a lanzar un gancho
derecho, pero en el último momento, dejó caer su hombro para darle un
puño hacia arriba con la izquierda. Fritz levantó su palma abierta, creando
un escudo de hielo. Siseó y se rompió cuando el puño de Larel, ahora
envuelto en llamas, se estrelló contra él.
Fritz empujó su otra mano hacia el hombro de ella, congelando una
parte. Larel jadeó y dio un paso atrás, el hielo rápidamente se convirtió en
un charco alrededor de sus pies. Ella no tuvo tiempo de recuperar el aliento
mientras él se lanzaba. La muñeca de él se movió y de repente creó una
daga de hielo en su palma. Larel la desvió levantando su brazo, y se rompió
en su guantelete.
Ella se dejó caer y barrió su pie en el suelo, agarrando el tobillo de
Fritz y enviándolo al suelo. Larel echó hacia atrás un puño en llamas y
lanzó su impulso en el golpe. Fritz movió las manos como para bloquear,
pero fue demasiado lento.
Las manos de Vhalla fueron a su boca mientras ocultaba un grito,
temerosa por su amigo.
El puño de Larel golpeó a través del rostro de Fritz y el cuerpo de él se
disolvió en una bocanada de humo. La mujer se giró con un gemido. Vhalla
captó un cambio en la luz detrás de su amiga. Hubo un destello de hielo y
Fritz volvió a aparecer, sosteniendo una daga de hielo en la garganta de
Larel.
—¡Cada vez! —Larel levantó las manos y Fritz retrocedió con una
sonrisa, arrojando a un lado el carámbano perversamente afilado—. ¡Cada
vez! —dijo ella de nuevo, pateando el suelo con frustración.
Vhalla los miró asombrado.
—El ministro me habló de ti —dijo Aldrik, dando un paso hacia Fritz
—. Un ilusionista dotado.
—No sé si soy dotado —dijo él tímidamente, frotándose la nuca.
—¿Qué… qué fue eso? —Vhalla se obligó a salir del estado de shock
cuando su lengua estaba trabajando de nuevo.
—¡Ella es como un conejito recién nacido! —Elecia se rio hacia
Aldrik, como si Vhalla ni siquiera estuviera allí—. Nunca había visto
ilusiones.
Aldrik le lanzó a la mujer una mirada mordaz antes de volverse hacia
Vhalla, sus rasgos se relajaron.
—Fritz, ¿te gustaría explicárselo a Vhalla? —le ordenó el príncipe al
Fritz, pero nunca apartó los ojos de ella.
—Las Afinidades del agua pueden usarse en el aire para distorsionar la
luz, crear cortinas de humo, nieblas —dijo Fritz, claramente incómodo por
los elogios y la atención.
—E ilusiones, si el hechicero es lo suficientemente hábil. —Aldrik le
hizo un gesto a Fritz, dirigiendo la atención de Vhalla hacia su amigo.
Fritz agitó su mano en demostración y una imagen idéntica se formó
junto a él.
Vhalla jadeó suavemente, dando un paso hacia la aparición. Se parecía
a Fritz en todos los sentidos, y Vhalla levantó una mano, nadie la detuvo.
La ilusión se disipó bajo sus dedos en nada más que una bocanada de vapor.
Los ojos de Vhalla se ampliaron.
Ya no estaba de pie en ese claro del bosque; estaba viviendo una
pesadilla despierta. Sus sueños retorcidos se fusionaron con la realidad que
tenía ante ella y los horribles recuerdos que había sacado de su conciencia.
Había viento, había fuego, había muerte, y había sangre salpicada por sus
brazos y rostro mientras veía cuerpos destrozados por ráfagas de viento
aulladoras. Había sido su deseo. Ella los había querido muertos. Los había
querido más que muertos, quería que los sus atacantes del Norte sufrieran.
Vhalla dio un paso atrás y negó con la cabeza. Esa no era quien era
ella.
—No —susurró. Alguien dio un paso hacia ella; todo lo que vio fueron
las sombras de sus sueños. Sombras que se destrozaban al tocarlas—. No se
acerquen más —dijo la advertencia con voz temblorosa. Vhalla se llevó las
manos a los oídos, los gritos de las personas a las que había asesinado
llenaron su conciencia. Se dio cuenta con horrible claridad de lo que la
había estado atormentando, la sangre en sus manos que había estado
ignorando.
Ella se sintió mareada. Sus piernas se doblaron debajo de ella y su
cuerpo se dobló.
—Vhalla, ¿qué sucede? —preguntó Fritz, su voz débil.
—Váyanse —jadeó ella. No deberían estar a su alrededor. Al borde de
su conciencia destrozada por la culpa, podía oír el rugido del viento. Vhalla
apretó su cabeza con más fuerza. Había tenido la intención de matar a esas
personas en la Noche de Fuego y Viento, pero no había sabido lo que
significaba matar.
Dos manos fuertes agarraron sus muñecas y ella arremetió, sacudiendo
la cabeza y retorciendo su cuerpo. Vhalla intentó golpear a la persona con
una fuerte ráfaga, pero ni siquiera pareció sentirlo.
—Vhalla. —La voz de Aldrik era fuerte y equilibrada, cortando el
estruendo del caos en su cabeza—. Detente. Respira —le ordenó, y ella se
obligó a obedecer. Su voz resonó por encima de la tormenta desatándose
dentro de ella—. Abre los ojos.
Vhalla entreabrió un ojo y luego el otro. Aunque era casi de noche, el
mundo tenía un brillo brumoso. Aldrik estaba rodeado por la llama dorada,
casi blanca, en la que lo había visto antes. Ardía más brillante que
cualquiera de los demás reunidos. Ella luchó por cambiar su visión de
nuevo a la normalidad y sus ojos se cerraron.
—Mírame. —Aldrik la sacudió.
Ella abrió los ojos y se centró en su rostro, recuperando lentamente el
control de su vista mágica. Su respiración era irregular y sus manos
temblaban. La preocupación estaba escrita en el ceño fruncido de Aldrik.
—Que la Madre me ayude, realmente los maté —jadeó ella.
La boca de él se abrió un momento, pero se recuperó y relajó su agarre
en sus muñecas. Aldrik se puso de pie y ayudó a Vhalla a levantarse.
Cuando recuperó el equilibrio, Aldrik finalmente la soltó y dio un paso
hacia atrás.
—Fritz, llévala de vuelta al campamento —ordenó enérgicamente.
—¿Es una buena idea que yo…? —Fritz no estaba seguro.
—No pongas a prueba mi paciencia, Charem —gruñó Aldrik. Él era
cada centímetro el Señor del Fuego.
Eso fue todo lo que Fritz necesitó para cobrar vida. Se apresuró a
acercarse a ella y se detuvo.
—¿Puedes caminar? Quiero decir, ¿quieres ayuda?
Ella sacudió su cabeza.
—Puedo hacerlo.
Elecia dio un paso hacia Aldrik. Su voz era baja, pero lo
suficientemente fuerte como para que Vhalla la oyera.
—Ella no está lista. Necesitas dejar esto ahora; no hay nada que puedas
hacer por ella.
—Neiress —espetó Aldrik, llamando a Larel por su apellido e
ignorando a Elecia—. Me vendría bien una ronda, si te apetece.
—Sería un honor, mi príncipe. —Larel hizo una reverencia.
Fritz apartó la atención de Vhalla de la escena y la llevó hacia el
bosque que estaba entre ellos y el campamento. Ella miró hacia atrás por
encima del hombro mientras una furia de llamas estallaba en la oscuridad
cada vez más profunda. Elecia se puso de pie, apoyada contra un árbol. Las
llamas iluminaron su rostro y se pasó el pulgar por los labios
pensativamente. Vhalla se volvió hacia adelante, aliviada de que la mujer
no los siguiera después de la despedida de Aldrik.
Fritz y Vhalla caminaron en un silencio incómodo mientras los sonidos
de las armaduras tintineando y explosiones de llamas comenzaban a
desvanecerse y fundirse con los crecientes sonidos del campamento. Vhalla
se centró en el suelo y dejó que él la llevara de la mano. Ella masticó sus
palabras, tratando de encontrar algún tipo de explicación.
—Vhalla, en serio, en serio lo siento y… y no sé lo que hice, pero no
era mi intención molestarte. —Fritz rompió el silencio entre ellos como una
presa destrozándose—. Pensé que sería interesante que lo vieras, y no sé si
afectó tu magia o algo así, pero te prometo que no lo volveré a hacer.
—No es tu culpa. —Ella sacudió la cabeza, sintiéndose culpable—. Me
recordó a algo… no podrías haberlo sabido. Por favor, no te sientas mal.
Realmente fue increíble.
—Si quieres hablar de eso… —ofreció él, volviendo a su lado mientras
comenzaban a caminar de nuevo.
—No. —Ella puso fin bruscamente a la idea.
Fritz la acompañó todo el camino de regreso a su tienda. Cuando ella
insistió en que no tenía apetito, él se fue a cenar con la promesa de que le
reservaría una porción. Vhalla no estaba segura de si tendría éxito, pero
estaba demasiado cansada para preocuparse. Apenas encontró la energía
para quitarse la armadura antes de colapsar en el saco de dormir.
A pesar de estar abrumada y al borde del agotamiento, el sueño no
llegó. Vhalla miró las sombras de las fogatas bailar en las paredes de su
tienda. Cerró los ojos brevemente, pero cada vez que lo hacía, un nuevo
horror la esperaba. Vhalla no estaba segura de cuánto tiempo había pasado,
pero la aparición de Larel fue un alivio.
—Bienvenida de regreso —susurró ella.
—¿Estás despierta?
—No puedo dormir. —Vhalla explicó lo obvio.
—Tienes que intentarlo —ordenó Larel en voz baja, poniendo su
armadura al pie de su saco de dormir.
—¿Cómo estuvo el resto del entrenamiento? —preguntó Vhalla,
cambiando de tema.
—Siempre que el príncipe entra en combate, el recuerdo de tu
experiencia siempre perdura. —Larel se frotó generosamente el hombro
mientras se metía debajo de la manta.
El silencio se instaló pesadamente entre ellas, reprimiendo las palabras
que necesitaban ser dichas. Duró tanto que Vhalla estuvo segura de que
Larel se había quedado dormida. Pero la otra mujer respiró lentamente.
—Vhalla.
—¿Sí? —susurró ella.
—Sé que no es asunto mío… —El comienzo incómodo de Larel hizo
que el corazón de Vhalla se acelerara—. Pero sabes que él se preocupa por
ti, ¿verdad?
Vhalla miró en la oscuridad el contorno sombrío de Larel. Se movió,
su estómago volviendo a tener esa extraña sensación, probablemente porque
no había comido.
—Él es un amigo —le confesó por primera vez a alguien. Vhalla pensó
en el día en la capilla y su mente la traicionó al inundarla también con
recuerdos de un baile en los jardines de agua del palacio en la noche de la
gala. Todo parecía un sueño desde donde estaba ahora.
—¿Un amigo? —Larel reflexionó la idea en voz alta.
—Un querido amigo… —Vhalla sintió la extraña necesidad de
calificar.
Larel chasqueó la lengua, pero no hizo más comentarios.
Vhalla se acurrucó en una bola con un suspiro y finalmente cerró los
ojos. Los horrores no la recibieron. Un príncipe con un aro dorado estaba
pintado en sus recuerdos.
Capítulo 6

—Vhal… Vhal. —Fritz le dio un suave codazo.


—¿Qué? —Vhalla bostezó.
—Necesitas comer algo.
Eso de nuevo.
—No tengo hambre. —Se frotó los ojos con el suave cuero que cubría
sus palmas. Habían pasado tres días desde la noche en el bosque, y ninguno
de ellos había mencionado entrenar desde entonces. Hizo que Vhalla se
sintiera aún más rota, defectuosa.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Larel también se había
involucrado.
—Yo… —Vhalla luchó por responder la pregunta con sinceridad—.
Ayer desayuné y luego cené la noche anterior a eso.
—¿A eso le llamas comer? —Fritz negó con la cabeza—. Esos apenas
eran bocadillos.
—Déjalo estar. —La molestia se deslizó en su tono.
—Vhalla —dijo una voz severa a su izquierda.
La aprensión la llenó ante el sonido de la voz de él. Aldrik apenas le
había hablado desde la noche en que Vhalla se derrumbó y ella no había
tenido el valor de decirle nada. Estaba bien imaginar que podía cortarse el
cabello y convertirse en alguien fuerte, el monstruo al que el Senado tenía
todo el derecho a temer. Pero en el momento en que ella vio la bestia que
era, se vino abajo. Era débil, así que tenía sentido que él no quisiera tener
nada que ver con ella.
—Ya eres un riesgo para todos por no ser hábil en el combate o tener
control sobre tu magia. Lo mínimo que puedes hacer es mantener tu cuerpo
en buenas condiciones al comer. —Él la miró fijamente—. Y dormir —
añadió el príncipe, como si notara por primera vez los círculos oscuros bajo
sus ojos.
Con un suspiro, Vhalla agarró la carne que Fritz le ofrecía y la mordió.
Estaba fría, viscosa e insípida. La comida en la marcha había perdido
rápidamente su novedad, y ahora era solo otro recordatorio de dónde estaba,
de quién era.
—Cómetelo todo —instruyó Aldrik secamente—. Sería mejor si comes
tú misma en lugar de que uno de nosotros te obligue a tragar.
Tomó bocados más pequeños, pero se las arregló para tragar, y
mantenerlo todo dentro de ella. La comida cayó pesadamente en su
estómago y amenazó con subir con el balanceo de su caballo.
Como para capitalizar su mal humor, Elecia apareció de la nada y se
encajó entre Vhalla y Aldrik.
—¡Buenos días! —dijo alegremente.
Aldrik asintió y Fritz y Larel la saludaron. Vhalla se centró en el
camino que tenía por delante.
—Vamos, no seas grosera —dijo Elecia con una sonrisa
condescendiente.
—Hola. —Vhalla ni siquiera hizo contacto visual.
—Vaya, alguien se despertó en el lado equivocado de la cama. —
Elecia se rio y puso una mano sobre el hombro de Vhalla—. ¡No seas tan
seria! —Ella sonrió y Vhalla continuó ignorándola—. O no. —Elecia se
encogió de hombros y se dirigió a Aldrik—. Bien, no sé si escuchaste, pero
recientemente comencé a estudiar remedios para bloqueadores de
Canales…
Vhalla se vio obligada a pasar las siguientes dos horas escuchando a
Elecia y Aldrik discutir las propiedades de los Canales y cómo podrían
interrumpirse o bloquearse. La discusión pasaba por encima de Vhalla, así
que trató de desconectarse. Eso la molestaba; ellos irracionalmente la
molestaban. Esta mujer, quien apenas había conocía, tenía una conversación
con Aldrik que hizo que Vhalla se sintiera estúpida.
Finalmente, su frustración sin sentido finalmente ganó y Vhalla
interrumpió las conversaciones.
—Entonces, ¿cuándo vamos a entrenar de nuevo? —preguntó con más
convicción de la que sentía. Las cuatro personas la miraron sin comprender.
—¿Entrenar? —Elecia se rio—. ¿Por qué querrías hacerlo?
—Porque voy a la guerra —dijo Vhalla con brusquedad.
—Pero la última vez…
—¿Estás segura de que te sientes con ganas? —interrumpió Larel a
Elecia.
—¿Es eso una buena idea? —preguntó Fritz con incertidumbre.
—Sí puedo. —Vhalla asintió para sí misma—. Y lo haré. —Miró a
Aldrik, buscando apoyo, aprobación, algo, en su silencio.
—Muy bien —dijo él después de lo que pareció una eternidad—.
Primero tenemos que trabajar en tu Canalización, así que nos centraremos
en eso esta noche.
—¿Canalización? —repitió Vhalla.
—Espera, ¿quieres decirme que ni siquiera sabe Canalizar? —Elecia
miró entre Vhalla y Aldrik—. Tienes esperanza para ella, y ella ni
siquiera…
—No es tu decisión —espetó Aldrik con dureza.
Vhalla estaba complacida por la cantidad de interrupciones que le
estaban haciendo a Elecia. El sentimiento no fue compartido, y la otra
mujer se ajustó su pañuelo rojo antes de irse enojada.
—¿Qué es Canalización? —Vhalla se obligó a preguntar. Se odiaba a
sí misma por no saberlo, pero no preguntar solo agravaría el problema.
Aldrik lo había mencionado hace meses, pero nunca se había molestado en
explicarlo.
—Así es como un hechicero usa la magia —dijo Fritz.
—Puedo usar magia —replicó ella en un tono defensivo y cansado.
—Sí, puedes, pero… —Fritz hizo girar las riendas entre los dedos—,
pero no lo haces bien.
Sus palabras fueron como una daga en sus entrañas. Incluso él la veía
como una inútil. Vhalla se tragó el dolor de esa comprensión, obligándola a
apartarla de sus ojos donde podría mostrarse.
—Piénsalo de esta manera —dijo Larel suavemente—. Tienes una jarra
y una taza. Tienes que sacar el agua de la jarra a la taza. Una forma de
hacerlo es sumergiendo la taza en la jarra. Pero esto es complicado y tal vez
no encaje bien y así sucesivamente.
—Entonces, en lugar de eso, viertes de la jarra —finalizó Vhalla con la
lógica. Larel asintió y sonrió. Fue algo agradable que le dio a Vhalla un
poco de tranquilidad.
—Exactamente, podemos sumergirnos en nuestra magia para lograr
cosas por capricho, como lo has estado haciendo. Pero es agotador, difícil y
normalmente inconsistente. Por eso abrimos un Canal para que fluya, para
que se vierta, fácilmente en nosotros —finalizó Larel.
—Y, por esa razón, trabajarás conmigo esta noche —anunció Aldrik, lo
suficientemente alto como para llamar la atención de la Comandante Reale.
—Gracias, mi príncipe —murmuró Vhalla.
—Confío en que no me decepcionarás.
Después de esa declaración, hubo un silencio frío del hombre
normalmente cálido durante el resto del día. Nunca habían tenido la
oportunidad de hablar, no realmente, así que Vhalla se sorprendió al
descubrir cuánto la molestaba su silencio. Era un peso sobre sus hombros
hasta que Aldrik apareció junto a la tienda de Larel y ella esa noche.
—¿Estás lista? —preguntó el príncipe.
Vhalla asintió en silencio.
—¿Debería ir a buscarle cena? —preguntó Larel con una mirada
pensativa entre sus incómodos compañeros.
—No es necesario; me aseguraré de que coma —respondió Aldrik en
un tono particularmente duro. Vhalla se concentró en el polvo que cubría
las puntas de sus botas—. Ven.
La tienda de Vhalla y Larel no estaba lejos de la de Aldrik. Los otros
hechiceros tuvieron la decencia de disimular sus miradas, pero algunos
miraron con curiosidad a la nueva mujer que seguía al príncipe. Detrás de
ella escuchó susurros y captó las palabras “Caminante del Viento” más de
una vez. Parecía ser la explicación que se asignaba automáticamente cuando
ocurría algo diferente o especial cerca de ella. Era una buena excusa para
evitar rumores de algo adverso, razonó Vhalla. Pero la atención aún la
incomodaba.
Aldrik agachó la cabeza por debajo de la solapa y caminó hacia el
resplandor anaranjado de la tienda más allá. Vhalla hizo una pausa,
asegurándose de que no había razón para estar nerviosa. Estaba a punto de
entrar en los aposentos personales del príncipe heredero del reino, sin
importar lo improvisados que fueran. Agarrando sus dedos con fuerza,
reunió su determinación y entró detrás de él.
Su tienda parecía más espaciosa por dentro. A la izquierda de la
entrada, se apilaban pieles y mantas gruesas sobre matorrales cortados para
hacer una plataforma para dormir. Sus noches de insomnio la deben estar
alcanzando porque verlo era extrañamente atractivo. Alrededor del
perímetro colgaban delgados discos, las llamas ardían imposiblemente
sobre los braseros de acero. A la derecha, había una gran alfombra elegante
extendida en el suelo desnudo, varias almohadas y una pequeña mesa de
centro.
Aldrik estaba en el lado opuesto de la habitación quitándose la
armadura en sus piernas y los guanteletes.
—¿Me ayudas con el resto de la armadura? —preguntó él casualmente,
tomándola con la guardia baja.
—¿M-mi príncipe? —Vhalla tropezó con sus palabras. Era como si en
el segundo en que se perdieron de vista, ella estaba en un mundo diferente
con un hombre diferente.
—¿Desde cuándo eres formal en privado? —Aldrik arqueó una ceja
oscura—. ¿Un poco de ayuda?
Él se giró y levantó los brazos. Vhalla notó una pequeña costura en la
parte izquierda de atrás de su armadura. Ella cruzó la habitación
apresuradamente y comenzó a manipular los pestillos de debajo.
—¿Cómo, eh, cómo te la pones? —preguntó ella, desesperada por
hablar por encima de la sangre que le corría por los oídos.
—Tengo ayuda; un escudero —explicó lógicamente. Los torpes dedos
de Vhalla finalmente desataron el último broche y él se lo quitó,
deslizándolo por su costado. Aldrik colocó la armadura en el suelo y
comenzó a desabrochar la protección debajo de la armadura.
—Aldrik, esto es realmente… —Vhalla tragó, dando un paso atrás y
mirando hacia otro lado.
—¿Crees que estoy desnudo bajo mi armadura? —Una pequeña
sonrisa se curvó en las comisuras de su boca mientras se deslizaba fuera de
sus prendas, dejando solo una cota de malla debajo.
—Tu armadura es la misma que la mía —observó ella, inspeccionando
los delgados eslabones con curiosidad.
—Por supuesto que es. —Se pasó una mano por el cabello y Vhalla vio
cómo volvía a caer en cascada alrededor de sus dedos.
—¿Por qué? —Sintió que se estaba perdiendo algo obvio.
—Yo la hice. —Sus ojos se encontraron con los de ella, y Vhalla no
pudo encontrar palabras entre su sorpresa y la mirada que él le estaba
dando.
—¿Por qué? —repitió Vhalla de nuevo, recordando que Larel le contó
una vez que los Portadores de Fuego eran joyeros o herreros debido a su
capacidad para manejar las llamas.
—¿Por qué? ¿Por qué hago mi propia armadura, mi lorita? —Aldrik
tenía que saber que su pregunta era más que él haciendo su propia armadura
—. Porque no confío en otros artesanos con algo tan importante como mi
vida.
Había un significado oculto entre sus palabras, y Vhalla se sintió
abrumada al tratar de comprender sus capas. Aldrik la libró de la tarea
cuando se quitó lo último de su armadura y su mente se quedó en blanco.
Llevaba una camisa blanca holgada de manga larga que le colgaba casi
abierta del cuello. En su mitad inferior había un par de pantalones negros
bien hechos que se le pegaban a las piernas. Era más casual y desvestido de
lo que nunca lo había visto antes, y solo verlo hizo que sus mejillas se
ruborizaran.
Si el príncipe notó su modestia, tuvo la bondad de no comentar. Aldrik
se sentó en una de las almohadas cerca de la mesa baja. Un papel le llamó la
atención, provocando un pequeño suspiro.
—¿Qué es eso? —preguntó ella, todavía flotando.
—Oh, nada. Solo algunas cosas que necesito repasar con mi padre. —
Él la miró—. Si quieres estar más cómoda —dijo él con un gesto hacia un
asiento. Su mirada volvió al papel y se pellizcó el puente de la nariz
pensativo.
Vhalla jugueteó con sus dedos. Era una armadura; ella normalmente
vestía menos a su alrededor. Pero algo sobre desvestir cualquier cosa, aquí
en su tienda, hizo que su corazón se acelerara. Con una respiración
profunda, Vhalla se recordó a sí misma que debía ser una adulta y dejar de
actuar como una niña fácilmente emocionable. Al final, se comprometió al
quitarse las botas y los guantes, así como las escamas de la armadura, pero
se quedó con su cota de malla.
Se sentó en la almohada frente a él y cruzó las piernas. Las almohadas
eran cómodas, tan finas como la alfombra, con hilos tejidos que parecían
ser una especie de seda.
—Oh, lo siento. —Vhalla dejó el cojín de repuesto con una risa
nerviosa cuando sintió su mirada.
—¿Qué sucede? —preguntó Aldrik, devolviendo el papel a la pila.
—Son muy agradables —dijo ella con sinceridad.
—¿Eso crees? —Pareció sorprendido, como si los estuviera
considerando por primera vez.
—Bueno, para mí lo son. —Ella sonrió levemente. Él olvidaba tan
fácilmente que venían de mundos diferentes.
—En cualquier caso. —Dejó su propia inspección—. Canalización. Es
muy parecido a lo que explicó Larel: tocarás la fuente de tu poder, lo que
debería ser fácil para ti, dada tu afinidad.
—¿Cómo lo hago?
—Bueno, de una manera, eso depende de ti. Te ayudaré a comprender
sus fundamentos, pero en última instancia, es tu conexión contigo misma y
con el mundo. —Fue una explicación críptica, y Vhalla sintió que sus
posibilidades de tener éxito se reducían a la desesperanza—. La mayoría de
los hechiceros tienen un detonante que abre y cierra su Canal. Esto
normalmente es físico. A muchos les resulta más fácil vincularlo a un acto
tangible.
—¿Cuá es el tuyo? —preguntó ella.
—¿La Comandante me dijo que puedes tener una visión mágica? —
Vhalla asintió, eso era algo que sí sabía manejar—. Bueno, mira aquí. —
Aldrik extendió las manos ante ella con las palmas abiertas. Vhalla ajustó
su visión y lo vio bañado en la familiar llama dorada. Él apretó los puños y
de repente el resplandor se extinguió en todo su cuerpo.
—¿Estás bien? —jadeó ella, mirando su ahora oscura figura.
Él se rio entre dientes y asintió.
—Cerré mi Canal. Sigue mirando. —Él relajó y abrió los dedos. Luego
volvió empuñarlos y las llamas blancas y doradas regresaron.
—Es magnífico —dijo ella con un suspiro. El cumplido le ganó una
leve sonrisa. Vhalla miró su rostro y se detuvo—. Aldrik… —murmuró ella
mientras sus ojos se enfocaban en un punto oscuro. Lo había visto antes en
el jardín, antes incluso de saber sobre la vista mágica. Vhalla extendió una
mano para tocarlo, deteniéndose en seco. Ella no debería ser tan atrevida;
todavía era el príncipe heredero.
Aldrik supo lo que vio.
—El veneno cristalizó y echó las raíces suficientes como para que no
pueda eliminarlo. Fue lo mejor que pude hacer.
—No está permitiendo que tu Canal funcione correctamente, ¿verdad?
—Vhalla frunció el ceño, de repente dándose cuenta de lo que significaba
esa mancha oscura.
—Exactamente… —Su voz comenzó a hacerse más pesada—. Es por
eso que no pude protegerte como debería haberlo hecho esa noche. —
Aldrik hizo una pausa—. Vhalla, es mi culpa.
—¿Qué cosa? —La aprensión arrastró sus dedos helados por su
columna.
Él tomó su mano todavía flotando entre las suyas.
—No deberías haber tenido que matarlos. Si yo hubiera sido más
capaz, no te habrías visto obligada a hacerlo. —La emoción ardía detrás de
sus ojos y la golpeó tan clara como el día. Canalizar era un proyecto
paralelo para él. El objetivo principal era la Noche de Fuego y Viento.
Estaba haciendo el papel de titiritero de nuevo, y Larel ciertamente estaba
ayudando.
—No quiero hablar de eso. Enséñame a Canalizar o terminamos. —
Ella arrancó su mano de la de él.
—Yo tenía catorce —dijo él, ignorándola. La boca de ella todavía
torcida con molestia—. La primera vez que maté a un hombre.
El rostro de ella se relajó.
»Mirando hacia atrás, ni siquiera tenía una buena razón para matarlo.
Vhalla se movió un poco más cerca para escuchar, su voz débil y sus
ojos brillantes. Parecía mirar a través del mundo que lo rodeaba.
—Me dijeron que era un mal hombre, que iba a dañar a mi familia y
que su muerte nos haría más fuertes. —Aldrik rio amargamente—. Como si
la muerte hiciera a alguien más fuerte…
La presión de su mirada pesaba en cada centímetro del cuerpo de
Vhalla.
—Nunca olvidaré que al final, le pidió misericordia a su príncipe. Pidió
perdón y yo le di la muerte. —El cuerpo de Aldrik estaba muy quieto, y sus
ojos buscaron los de ella, anhelando algo.
—Aldrik —susurró Vhalla. No sabía qué podía ofrecerle—. Lo siento.
—Ella inició el contacto, tomando su mano entre las suyas.
Él no se apartó.
—Después de eso, matar se volvió más fácil. Pronto, olvidé sus rostros,
sus gritos, sus historias. Se fusionaron en una fosa común en mi mente, que
se convirtió en una herida abierta en la que caen todos los que mueren por
mi mano. Pero nunca olvidé el rostro de ese primer hombre. He intentado
hundirlo en ese vacío y alejarlo, pero nunca lo he olvidado.
Vhalla lo miró con una mezcla de horror y lástima. Ella le apretó la
mano y se sorprendió cuando sintió un apretón de vuelta.
»Te veo dando pasos por este camino, y no quiero que te pierdas en esa
oscuridad. —Él se rio y tenía peso de la tristeza más pura que ella jamás
había visto en él—. Lo que es peor es que, gracias a la extraordinaria
sabiduría de la gente del Senado, no puedo protegerte de eso.
—¿Entonces qué hago? —Vhalla finalmente buscó guía para su culpa.
—Nunca olvides quién eres y no dejes que los muertos te definan. —
Habló como si hubiera estado leyendo sus pensamientos durante semanas
—. Habla conmigo o con Fritz o con Larel. No creo que ninguno de
nosotros esté dispuesto a perderte a causa de tus demonios.
Ella lo miró fijamente; no quería pensar en la Noche de Fuego y
Viento. Ella quería que se fuera. Él la había atraído a su guarida con sus
pretensiones, y ahora estaba cautiva de sus miradas y caricias. Vhalla cerró
los ojos y respiró hondo.
—Los veo todas las noches. Escucho sus gritos y siento su sangre en
mis manos, en mi rostro. —Ella se estremeció cuando su voz se quebró y
apartó su mano de la de él para envolver sus brazos alrededor de sí misma
—. Al principio no sabía lo que eran, pero esa noche, en el bosque, lo
recordé. —Le parecía una tontería decir que había olvidado de la primera
vez que había matado a una persona, pero su mente había sido muy
eficiente en reprimirlo.
—Ojalá pudiera ser un mejor consuelo para ti —murmuró él en voz
baja. Aldrik se inclinó y, con solo las yemas de los dedos, apartó algunos
cabellos sueltos. Ambos parecieron recuperar el aliento cuando su piel rozó
suavemente su rostro. Se apartó, su mano se cerró en un puño.
—Lo eres —dijo ella rápidamente, ganándose una mirada de sorpresa.
—¿Lo soy? —repitió él con escepticismo.
—Yo… —Vhalla tropezó con sus palabras—. Soy… más feliz…
contigo, cerca de ti. —Algo en él se suavizó, pero había una tristeza en ello
que hizo que Vhalla se sintiera culpable por su confesión.
—En todo caso. —Él volvió a evitar sus atenciones—. Mis oídos y mi
puerta están siempre abiertos para ti.
—Gracias. —Vhalla se preguntó a cuántas personas se lo había
ofrecido. No podía imaginar que fueran muchos.
—Sin embargo, por ahora, debemos asegurarnos de que sepas cómo
Canalizar. —Aldrik parecía tan incómodo como ella y el momento, fuera lo
que fuera, se desvaneció.
Se pusieron a trabajar en lo que Vhalla descubrió que era la tarea
aparentemente imposible de Canalizar. Vhalla vio sombras del fantasma
con el que había intercambiado notas hace meses mientras hablaba con gran
facilidad y con gran cantidad de conocimientos valiosos sobre teorías de
magia. Su elocuencia al hablar acarició el intelecto de ella, humedeciendo
su paladar mental en busca de nueva información.
Pero la voluntad de aprender y la ejecución práctica también eran muy
parecidas a lo que él le había dicho meses atrás: era más difícil hacerlo que
decirlo. En cada intento, Aldrik le dijo que “solo necesitaba encontrar la
magia dentro de ella” o “tocar su poder”. Pero Vhalla sintió que estaba
disparando a un objetivo desconocido en la oscuridad.
Para cuando él fue a buscar comida, ella se sentía agotada. Su
conversación se volvió casual y Vhalla se relajó, consumiendo
distraídamente la comida que tenía delante. Él hizo que sus costados se
partieran de risa al contarle la historia de cuando le enseñó a su hermano
menor a montar a caballo por primera vez. Vhalla compartió la primera vez
que había ido a ayudar en el campo, pero terminó jugando en el lodo la
mayor parte del día. Él pareció encontrarlo tan impactante como divertido.
Durante esa breve hora, los horrores que había visto, que había cometido,
no importaban.
Pero no se podía escapar de la realidad por mucho tiempo. En el
momento en que se terminó la comida, regresaron a la Canalización.
—Creo que es inútil —dijo Vhalla con un suspiro, dejando caer los
brazos. Los había estado agitando como una tonta tratando de encontrar la
“esencia del aire”.
—Hay una cosa más que podríamos intentar, ya que no tienes el lujo
del tiempo —dijo Aldrik pensativo después de un largo silencio—. Pero no
es un método convencional. En realidad, es bastante teórico.
—¿Oh? —Él sabía qué decir para hacerla sentir una curiosidad
insaciable.
—Se trata más de un Vínculo que de Canalizar. —Él se inclinó hacia
adelante—. ¿Tuviste la oportunidad de leer algo sobre los Vínculos antes de
dejar la Torre?
—No pude encontrar mucho —respondió ella.
—Eso es porque no hay mucho —afirmó Aldrik—. Los Vínculos son
un hecho extraño y difícil de entender porque, según la mejor evaluación de
cada erudito, es la apertura literal de un pasaje mágico entre dos personas.
Abriste tu magia para mí para salvar mi vida.
Esas palabras empaparon a ambos por un momento.
»Pero, como dicen, las puertas y rejas se abren en ambos sentidos —
finalizó Aldrik, aliviando esa extraña tensión con la que coqueteaban cada
vez que estaban juntos.
—Espera. —Vhalla parpadeó—. ¿Estás diciendo que tengo un poco de
tu magia en mí?
—No solo un poco; dicha magia también tiene la capacidad de ser un
puente entre nosotros —afirmó él.
—Eso es asombroso —susurró ella.
—Es por eso que no creo que tu magia sea tan efectiva contra mí como
lo es en otros. No me golpeará tan fuerte. Nuestra propia magia no puede
hacernos daño. —Sacudió su cabeza—. Hay una serie de teorías
interesantes que podríamos discutir y explorar en otro momento. Por ahora,
vamos a intentar Unirnos.
—¿Qué es Unirse? —preguntó ella, atreviéndose a recibir un
comentario de loro.
—Es difícil de explicar. Piensa en el Vínculo como un Canal latente.
Unirse lo activará, ampliará el Vínculo. —Aldrik se acercó más y el
corazón de Vhalla latió con fuerza—. Puede que esto ni siquiera funcione.
Pero para que tenga una oportunidad de suceder, no luches contra mí.
Si Vhalla hubiera querido, no podría haberlo hecho. Estaba tan
aturdida por sus avances, por los dedos que tocaron ligeramente sus sienes,
que apenas podía hablar. Los ojos de Aldrik se cerraron y respiró hondo.
Ella se mordió el labio, insegura de si se suponía que debía hacer lo mismo.
Pero si no lo hacía, pasaría el tiempo estudiando sus rasgos esculpidos a la
luz del fuego, y podría morir de vergüenza si la atrapaban.
Así que Vhalla también cerró los ojos.
Al principio, no había nada. Escuchó su respiración y sintió las manos
de él sobre ella. Las yemas de sus dedos se calentaron y luego, débilmente,
escuchó los latidos de su corazón. No, se dio cuenta, no eran los latidos del
corazón de ella, eran los de él. Su reacción inicial fue entrar en pánico ante
la sensación de otro corazón latiendo en su pecho, pero Vhalla se obligó a
quedarse quieta y tranquila. Pronto el coro de sonidos se extendió a su
respiración y se superpuesto a los ruidos de su propio cuerpo. El estruendo
alcanzó un crescendo que amenazó con consumir su conciencia. Pero
Vhalla recordó sus palabras y se rindió ante eso, ante él, dejando que la ola
la golpeara.
Había una inhalación, una exhalación, un latido entre ellos.
Ella se fundió en la extraña calidez de la existencia entre los dos,
renunciando al último de sus sentidos físicos. No se parecía a nada que
hubiera sentido jamás. Como vida y muerte, juntas perfectamente en un
momento de belleza. Intentó encontrar dónde terminaba ella, para encontrar
dónde comenzaba él, pero no había fines ni comienzos en ninguna parte.
Eran infinitos.
Ella sentía lo que él sentía, y él pensaba lo que ella pensaba.
De repente, una cálida brisa sopló sobre su yo metafísico. Era fuerte.
Algo que había conocido desde que nació, que conocía de toda su vida, sin
haber tenido palabras para ello antes. Cuando Aldrik abrió su Canal, el de
ella se abrió junto a él con todo su esplendor.
Lo sintió alejarse de ella y, en su mente, objetó. Allí había seguridad,
consuelo, compasión y más cosas que no se atrevía a poner en palabras. Fue
una separación suave, pero una separación de todos modos. Vhalla suspiró
levemente mientras sus ojos se abrían. Aldrik le devolvió la mirada. Su
pecho se expandía lentamente con cada respiración profunda.
Durante mucho tiempo permanecieron inmóviles. Su cuerpo se sentía
igual, pero todo había cambiado. Las manos de él se apartaron lentamente
de su rostro, y la última conexión fue a través de su mirada.
—Vhalla, yo… —dijo él, su voz era ronca.
Una locura se apoderó de ella y le agarró las manos.
—Aldrik —dijo en voz baja, aferrándose a él desesperadamente.
Vhalla buscó alguna validación de lo que había encontrado en su breve
período de existencia compartida.
Aldrik la miró fijamente. Mucho antes de que él apartara sus manos de
las de ella, ella vio un momento de pánico, un momento de deseo, y él se
retiró mentalmente. Vhalla se dio cuenta de que quizá no pudiera volver a
ocultarle nada en la oscuridad de sus ojos, lo había visto todo como si se
estuviera mirando en un espejo. No estaba segura de si esta Unión era una
bendición o una maldición.
—Creo que hemos logrado lo suficiente por esta noche. —Aldrik miró
hacia otro lado, sentándose más derecho, más compuesto.
—Aldrik —susurró ella. Incluso su leve distancia la lastimó más
profundamente de lo que debería. Se sentía como si una parte de ella
hubiera sido tallada fuera de su cuerpo.
—Todo lo que necesitas hacer es repetir ese proceso, lo que sentiste.
Creo que puedes resolverlo por tu cuenta. —Seguía sin mirarla.
—Aldrik —suplicó Vhalla.
—También puedes pedirle ayuda a Larel. Solo elije un movimiento y
repítelo mientras Canalizas. Repite la acción cada vez que lo intentes, de
modo que cuando tengas éxito comenzarás a asociar el acto con ese
detonante. —Él se giró hacia la mesa, recogiendo el pergamino que había
estado leyendo antes.
Vhalla no estaba segura de qué había hecho mal, pero él se había
apartado por completo de ella. Él fue quien sugirió esa Unión; ¿de qué
estaba tan asustado de repente? Ella suspiró y se puso de pie.
Aldrik no la miró mientras se ponía la armadura. Era una corta
caminata, pero lo último que quería era salir de la tienda de este hombre, la
tienda del príncipe heredero, menos vestida que cuando ella entró. Él no
dijo nada y no hizo ningún movimiento hacia ella.
—Bueno —dijo Vhalla con incertidumbre—, gracias. —Un toque de
amargura se deslizó en su voz. Él no hizo ningún movimiento cuando ella
se volvió para irse.
—Te llamaré —dijo él de repente, justo cuando ella estaba a punto de
tirar de la solapa de la tienda.
—¿Qué? —Vhalla se giró con el corazón acelerado por la esperanza.
—Trabaja en tu Canalización, lo necesitarás para lo que te voy a pedir
—dijo Aldrik, mirándola—. Comenzaremos cuando esté satisfecho con tu
progreso.
Vhalla asintió y buscó su mirada cautelosa durante un largo momento.
Ella todavía lo veía allí, su confusión. ¿Pero confusión sobre qué? Esa era
una pregunta que aún tenía que responder.
—Muy bien. Buenas noches, Aldrik. —Vhalla retiró la solapa de la
tienda y se marchó.
—Buenas noches, Vhalla.
Capítulo 7

El día estaba nublado y caluroso. Había una brisa seca, pero ofrecía
poco respiro del agobiante calor. Era el tipo de día en el que uno solo
deseaba encontrar un rincón fresco y sombreado para acurrucarse. Pero el
sol caía sobre sus hombros.
Ella estaba ante una tumba. Estaba ubicada en el centro de un jardín
acristalado. Muchas plantas habían sido puestas para decoración y la
mayoría estaban vivas a pesar de la temperatura. Pero las flores color
carmesí que rodeaban el marcador esculpido ante ella estaban marchitas y
arrugadas. No era la primera vez que estaba en este jardín de muertos.
La tumba que tenía ante ella tenía forma de obelisco. En su parte
superior estaba la figura de una mujer. Tenía cabello largo y colgaba
perfectamente lacio casi hasta la cintura, y un rostro suave, pero severo,
moldeado en el mármol impecable. Detrás de ella había un sol dorado y
rubí que proyectaba una neblina roja en el suelo.
Vhalla extendió una mano y tocó las letras familiares, como si fuera a
conectarla con su madre muerta. No había nada más que piedra bajo sus
dedos. Ella suspiró, cambiando su peso. Realmente odiaba estar aquí.
—Deja de inquietarte —dijo una fuerte voz a su lado. Ella levantó la
mirada, pero el sol cubría al hombre que elevaba sobre ella.
Vhalla se giró y abrió los ojos. El dorso de su mano descansaba sobre
su frente. Se quedó mirando el lienzo que se iluminaba lentamente sobre
ella. Fue un sueño extraño que se parecía más a un recuerdo olvidado.
Vhalla lo repasó de nuevo y, a pesar de la abrumadora nostalgia, nada le
pareció familiar al darle una segunda revisión. Estaba demasiado cansada
para prestarle mucha atención al sueño y se dedicó a sus deberes matutinos.
Unión, así lo había llamado Aldrik. Vhalla se movió inquietamente
durante el desayuno, tratando de obligarse a comer. Todavía no entendía la
ampliación del Vínculo, como había dicho Aldrik, pero sin duda había sido
significativo. El fantasma de él todavía estaba sobre ella. Todavía podía
sentir la caricia de su esencia a través de sus huesos. Vhalla se miró las
manos. En comparación, aprender a Canalizar no parecía importante.
—¿Cómo te fue anoche? —preguntó Fritz mientras se unía a ella y a
Larel.
—¿Qué? —Vhalla salió de sus pensamientos.
El interés de Larel claramente se había despertado. No había
preguntado anoche cuando Vhalla regresó exhausta y con los ojos nublados,
y había estado en silencio toda la mañana.
—Con el príncipe. —Fritz bajó la voz—. ¿Tienes una mejor idea de
cómo Canalizar?
—Creo que sí. —Vhalla asintió.
—¡Bien, bien! —Fritz sonrió—. Estoy seguro de que lo entenderás en
unas pocas semanas.
Vhalla sintió la magia crepitar alrededor de sus dedos. No necesitaba
unas semanas, podía hacerlo ahora. Su cuerpo lo sabía. Pero no tuvo la
oportunidad de corregir a Fritz cuando los cuernos sonaron, convocando a
todos a sus lugares en la horda.
Los soldados se movían más lentamente ahora. Una semana de marcha
había comenzado a pasar factura a los nuevos reclutas. Las piernas de
Vhalla estaban rígidas y doloridas por su propia silla. No tenía idea de
cómo se las arreglaban los hombres y mujeres que caminaban. ¿Cómo
lucharían cuando llegaran al Norte?
Aldrik también fue lento esta mañana, la horda estaba prácticamente en
movimiento cuando él llegó desde el exterior. Incluso con toda su
voluminosa armadura, todavía estaba lleno de aplomo sobre su montura de
guerra. Los latidos de su corazón comenzaron a acelerarse y, como si lo
sintiera, los ojos de Aldrik se encontraron con los de ella. La tensión
irradiaba entre ellos, incluso entre una docena de personas.
Él tiró con fuerza de las riendas y giró su montura, cabalgando por el
exterior de la horda hasta unas pocas filas detrás de Vhalla. Ella observó al
príncipe mientras se alineaba junto a Elecia. Vhalla apartó la mirada antes
de ver más de un momento de su conversación inmediata. Había una fea
emoción dentro de ella, una a la que no estaba acostumbrada y no sabía
cómo combatirla.
—Cabalgaré al frente —anunció ella.
—¿Por qué? —Fritz pareció sorprendido por su repentina declaración.
—Tengo amigos allí —murmuró Vhalla.
—Tienes amigos aquí —respondió Fritz, sin comprender.
Vhalla no estaba segura de si podía, o debería, explicárselo. Por el
rabillo del ojo, Vhalla vio que Larel volvía a concentrarse en Aldrik y
Elecia. La mujer era demasiado atenta para su propio bien.
—No es nada que hiciste, Fritz. —Vhalla encontró la fuerza para
sonreír y agarrar su antebrazo con apoyo—. Solo son unas personas a las
que quiero ver.
No hubo más protestas de Fritz o Larel al respecto. Mientras Vhalla
atravesaba las filas, se aseguró de captar los ojos de Aldrik. Era
desagradable admitirlo, pero quería que él la viera alejarse y sintiera la
misma emoción desagradable que él había evocado en ella.
La Guardia Dorada no fue difícil de encontrar; un grupo de tres
rodeaban al príncipe más joven con brazaletes dorados. Marchaban en el
centro de la horda, y Vhalla vaciló ante las miradas horribles que recibió de
los soldados en el borde. Estaba a punto de regresar cuando comenzaron los
susurros y Daniel se volvió en su dirección.
—¡Vhalla! —gritó, casi dislocando su brazo para saludarla. Los
soldados se separaron en estado de shock, y Vhalla no tuvo más remedio
que prestarle atención—. No te estábamos esperando. —Daniel sonrió y
Vhalla se sintió más tranquila al instante.
—En lo más mínimo. —Las palabras del príncipe Baldair la
desinflaron.
—Espero que no sea un problema. —Vhalla bajó los ojos.
Daniel le sacó la lengua al príncipe.
—No te preocupes. —El príncipe hizo a un lado sus inseguridades con
una gran risa—. Dije que estaba bien.
—Esta puede ser la primera vez que un hechicero cabalga con las
espadas —comentó Craig.
Vhalla lo creyó por las miradas que le dieron los otros soldados.
—Vhalla, esta es Raylynn. —Daniel señaló a una mujer que iba a la
derecha de Baldair. Tenía el cabello largo y rubio, del color del Sur. Pero
era liso, como lo sería el de alguien del Oeste, y su piel tenía un bronceado
color oliva.
—Gusto en conocerte —dijo Vhalla cortésmente.
La mujer la miró pensativa durante un largo momento. Tenía ojos
como los de Aldrik, advirtió Vhalla. Negros y penetrantes, confirmaron la
sospecha de Vhalla de que había sangre del Oeste en las venas de la mujer,
si su piel bronceada por el sol no era suficiente prueba, y esos ojos
atravesaron a Vhalla fácilmente.
—Eres la Caminante del Viento. —Fue la segunda vez que la frase no
era planteada como una pregunta.
—Lo soy —afirmó Vhalla.
—Ray, sé amable. —Daniel maniobró su caballo junto al de Vhalla.
Raylynn le dio a Vhalla una última y larga evaluación antes de desatar una
serie de susurros al príncipe. Daniel impidió que Vhalla escuchara—. Ray
tenía familia en la Noche de Fuego y Viento —susurró él.
Vhalla tiró de las riendas, lista para girar a Relámpago y regresar a su
lugar en la fila. Un guantelete dorado cubrió rápidamente su mano. Ella
miró a Daniel con confusión y frustración.
—No te vayas. Creo que esto le sentará bien.
—¿Qué cosa? —Vhalla inhaló con aprensión.
—No eres el monstruo que ellos creen que eres. —Su declaración la
atravesó directamente y la expresión de Vhalla debió haberlo dicho todo—.
Yo… —Él estaba sin palabras, ambos lo estaban mientras la ola de brutal
honestidad se estrellaba contra ellos. Ese momento de apertura la había
paralizado, y Vhalla estaba agradecida por las fuertes piernas del corcel
debajo de ella—. No debería haber dicho eso.
—Necesitaba escucharlo. —Estaba abrumada por su verdad; era
contagiosa y Vhalla quería cubrirse con ella.
Daniel notó que su mano todavía estaba sobre la de ella y se apartó
rápidamente. A juzgar por las miradas de reojo de Craig y Baldair, fue el
último en darse cuenta.
Vhalla relajó su agarre en las riendas.
—Entonces, pensé que la Guardia Dorada eran más de tres personas.
—Somos cinco en total —afirmó Daniel. Parecía igualmente aliviado
de cambiar la conversación.
—Los otros dos están en el frente —completó Craig—. El Jefe
Comandante Jax Wendyl y Lord Erion Le’Dan.
—¿Jefe Comandante Jax? —Vhalla había escuchado el nombre antes
—. ¿De la Legión Negra?
—Ese mismo. —Daniel asintió.
—Pero él es un hechicero —señaló ella tontamente.
—¿Qué? —jadeó el príncipe Baldair—. ¿Me lo ha ocultado todo este
tiempo?
Daniel y Craig se echaron a reír e incluso Vhalla esbozó una sonrisa
avergonzada.
»Es un hechicero. —El príncipe asintió, mirando hacia el frente—.
Pero también es un buen hombre. —El príncipe dorado se giró hacia ella,
mirando a Craig y Daniel—. Ya verás que solo me rodeo de buenos
hombres, Vhalla.
Raylynn resopló.
—Y mujeres. —El príncipe Baldair se rio entre dientes y miró a la
mujer.
Vhalla pasó el resto del día aprendiendo la historia de la Guardia
Dorada. El príncipe Baldair la había instaurado cuando era niño con Lord
Erion Le’Dan y, en ese momento, era principalmente una broma entre
hombres jóvenes. Pero cuando comenzó la guerra en el Norte, recurrió a su
amigo para sobrevivir en el frente. Poco a poco se fueron sumando otros
hombres y una mujer, aquellos que se consideraban los más hábiles y
valiosos.
Daniel había sido la incorporación más reciente después de que asumió
el mando durante una batalla cuando nadie más lo haría, rescatando una
brutal derrota en el Norte y salvando la vida del príncipe en el proceso.
Vhalla no tenía idea de que el chico con el que había estado reflexionando
sobre cultivo de papas y charlando sobre el festival de Paca era un Lord.
Daniel parecía incómodo con la idea, asegurándole que no debería tratarlo
de manera diferente.
No se había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que sonó
el cuerdo, llamando un alto a la marcha. Daniel también se rio, diciendo que
el tiempo se les había escapado. La invitó a cenar, lo cual Vhalla rechazó
debido a la culpa de haber dejado a Larel y Fritz durante todo el día. Antes
de que ella se fuera, él la invitó a cabalgar con ellos nuevamente y, al
recordar a Aldrik y Elecia juntos, Vhalla no pudo negarse en seguida.
—Entonces, hoy descubrimos algo sobre Elecia —dijo Fritz mientras
terminaban de montar sus carpas.
—¿Qué cosa? —Vhalla no estaba segura de querer saberlo.
Larel tenía un brillo de advertencia en sus ojos.
—Estábamos hablando con los soldados —continuó Fritz, sin sentir
aprensión por las dos damas—. Y aparentemente ya han visto a Elecia
antes.
—¿Sí? —preguntó Vhalla.
—Ella ha estado entrando y saliendo del palacio desde que el príncipe
era un hombre joven, dijo uno —explicó Fritz.
Vhalla no sabía por qué ese hecho la llenaba de tanto pavor.
—Como si los soldados comunes supieran algo —murmuró Larel,
terminando su saco de dormir.
—Sí, pero tienes que admitir que Elecia y el…
—¿Y quién? —terminó la mujer de la que estaban hablando, y los tres
se giraron sorprendidos.
—Y, eh… —Fritz lucía como un ratón en la trampa de un gato feliz.
—Y el príncipe —terminó Larel sin miedo.
Para su crédito, Elecia solo se sorprendió por un momento. Vhalla
tomó nota de que la simple mención de una conexión entre Elecia y Aldrik
hizo que la mujer se quedara quieta.
—Hablando del príncipe, dijo que los entrenará esta noche. —Sus ojos
se posaron en Vhalla, hablando de más sin hacer ruido—. Así que
terminemos con esta catástrofe.
Durante la caminata para encontrarse con Aldrik en el bosque, Vhalla
reflexionó sobre él y Elecia. La gente ya estaba hablando de ellos dos. ¿Y si
había historia entre ellos? ¿Y si Larel estaba equivocada y no eran solo
chismes del campamento? Su mente se envolvió y vagó alrededor de las
ideas, solo se detuvo cuando Aldrik comenzó a hablar.
—Sus noches serán mitad entrenando sus cuerpos físicos, mitad
entrenando su destreza mágica —declaró mientras caminaba alrededor de
Vhalla, Larel y Fritz—. Si tienen esperanza de entrar y salir del Norte con
vida, necesitarán cada minuto de entrenamiento que puedan tener.
Elecia se quedó a un lado, exenta de las palabras de Aldrik.
—Si replican o se niegan, puedo reconsiderar mi amabilidad de ser su
maestro.
Su voz era la de un príncipe, no la del Aldrik que ella conocía. Vhalla
miró a Fritz, preguntándose si era solo para su beneficio. Larel era amiga de
Aldrik; Elecia claramente tenía alguna conexión con él; y Vhalla era…
¿Qué era ella?
Esa pregunta resonó en su mente mientras comenzaban su
entrenamiento físico. Pasó por su cabeza hasta que Vhalla se concentró en
no vomitar por correr y saltar. Aldrik se negó a dejar que se quitaran la
armadura; había dicho que su entrenamiento físico lo requería. Fritz fue el
primero en colapsar, lo que le ganó su ira.
—Charem, levántate. —Aldrik suspiró, apoyado contra un árbol—. ¿O
preferirías ser desgarrado miembro a miembro por los clanes del Norte? ¿O
tal vez por un león Noru?
Fritz luchó por ponerse de pie. Vhalla y Larel estaban jadeando. Larel
estaba en mucho mejor forma que Vhalla, quien sentía que podía colapsar
en cualquier momento.
—Bien, entonces. —Aldrik compartió una larga mirada con Elecia—.
Elecia, Vhalla, en parejas.
—¿Qué? —exclamaron ambas al unísono.
—Esa es una orden. —Aldrik se apartó del árbol y miró a Elecia—.
Confío en que impartirás tus conocimientos y habilidades. —La mujer de
piel oscura puso los ojos en blanco, pero no se opuso por segunda vez.
Aldrik ni siquiera miró a Vhalla, sin darle opción. Vhalla decidió que había
hecho algo terrible para ofender al príncipe, pero fuera lo que fuese no tenía
ni idea. En lo único que ella podía pensar era en la Unión. Pero eso había
sido idea de él. Y de todas las palabras que Vhalla podría usar para describir
lo que sucedió entre ellos la noche anterior, ninguna sería negativa.
—Larel, ¿puedes decirme cómo pelea un Portador de Fuego? —
preguntó Aldrik.
—Combate cuerpo a cuerpo con uno que otro ataque de largo alcance
—respondió Larel.
—¿Y los Manipuladores de Agua? —El príncipe asintió y miró a Fritz.
—Una mezcla de ataques de congelación para la ofensiva e ilusiones
para la defensiva. —Fritz sonaba como si estuviera citando un libro de
texto.
—¿Y los Destructores de Tierra? —Aldrik miró a Elecia.
—Magia altamente defensiva, piel de piedra impenetrable para la
mayoría de los ataques de hielo o fuego, combinada con habilidades en
armas. —La mujer apoyó las manos en sus muslos y Vhalla notó que los
surcos de la armadura en las piernas de la otra mujer no eran decorativos.
Lo había pasado por alto antes, pero Elecia tenía dos espadas cortas atadas a
sus piernas.
—En cuanto a los Caminantes del Viento… —La voz del príncipe
vaciló levemente cuando miró a Vhalla. Su pecho estaba apretado,
esperando que él terminara su pensamiento—. Lo averiguaremos.
Pasaron el resto de la noche repasando golpes y movimientos esquivos
básicos. Elecia parecía tan disgustada por tener que ayudar a Vhalla. La
mujer fue cortante y mantuvo breves sus comentarios. Pero incluso a través
de labios fruncidos y miradas de desaprobación, Vhalla estaba aprendiendo.
La mujer de cabello rizado claramente tenía experiencia en combate.
Se movía con ligereza, facilidad y nunca rompió a sudar. Nunca cometió un
solo error y ni se quedó sin aliento.
Todo en ella parecía meterse bajo la piel de Vhalla.
Era el turno de Vhalla de practicar el ataque y de Elecia de esquivar y
desviar. Elecia encontraba todo divertido. Tenía esta manera molesta que la
hacía parecer mejor que los demás. Tomaba el tiempo y la atención de
Aldrik. Sus movimientos fueron perfectos. Tenía una facilidad elegante en
todo, algo que Vhalla solo había visto en la realeza. Vhalla dio un amplio
golpe y Elecia le dio un pequeño golpe en el hombro descubierto. Ella dio
un paso atrás y miró a Elecia.
Vhalla parpadeó sorprendida de que no lo hubiera notado antes. No
tenía pruebas, pero algo en su interior le decía que no estaba equivocada.
Los rumores de que ella estando en el palacio, la actitud casual hacia la
realeza, todo tenía sentido. Solo las personas que provenían de la riqueza y
la opulencia actuaban como lo hacía Elecia. Como si el mundo fuera un
juguete para su entretenimiento.
—¿Qué sucede? —preguntó Elecia—. ¿Ya te rindes?
Vhalla volvió a su asalto.
—Elecia. —Lanzó un puñetazo, la otra mujer lo esquivó—. Dime…
¿cuántos años… tenías… cuando llegaste… por primera vez… al palacio?
—Sus palabras fueron puntuadas con sus puños.
Elecia dio un paso atrás y se detuvo.
—¿De qué estás hablando? —La mujer arqueó una ceja.
—¿Fue para una gala? ¿O tu padre y tu madre estaban en asuntos
oficiales?
Los ojos de Elecia se agrandaron y Vhalla reanudó el ataque. La mujer
se recuperó lentamente y sus bloqueos de repente se volvieron descuidados.
»¿Se quedaron en una suite de invitados? —Se lanzó hacia la derecha
—. ¿O tú y tu familia se quedaron en otro lugar en la parte alta de la
ciudad?
Un ceño enojado cruzó los labios de Elecia.
—No sé de qué estás hablando.
—Y eres una mentirosa terrible —escupió Vhalla.
Elecia la miró conmocionada.
—¿Qué hay de ti, Vhalla Yarl? ¿Cómo exactamente, siendo menos que
un desliz de chica común, llamaste la atención del príncipe heredero? ¡Una
nada como tú confraternizando con él!
Eso llamó la atención de Aldrik. Rápidamente se acercó desde donde
Larel y Fritz practicaban su combate.
»Tienes que saber que ni siquiera mereces…
Vhalla se abalanzó con un grito, sin dejar que Elecia lanzara otra
palabra hiriente. Elecia lo esquivó fácilmente y golpeó a Vhalla con un
puño al estómago. El brazo de la mujer se sintió como una roca
hundiéndose en su abdomen, y Vhalla jadeó en busca de aire en lugar de
gritar.
—¡Elecia! —gritó Aldrik cuando Vhalla se dobló, sujetándose el
estómago y tosiendo. Él rápidamente cruzó el espacio restante, parándose
entre las dos mujeres.
—¿Crees que eso… —Elecia señaló a Vhalla con un dedo—…alguna
vez será algo? —Ella echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Elecia, detente —gruñó Aldrik.
—Oh, sí, defiende a tu mascota —respondió ella con desdén.
Larel y Fritz los quedaron mirando, conmocionados.
—Elecia —gruñó él con los dientes apretados, con las manos en puños.
—¿Finalmente vas a pelear conmigo? He estado esperando un
verdadero desafío —dijo la mujer de piel oscura, levantando los puños—.
Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuvimos una ronda.
Vhalla logró inclinarse hacia atrás sobre sus pies, todavía sosteniendo
su estómago mientras sufría espasmos de dolor.
Aldrik se acercó a Elecia y la agarró por el cuello de su armadura. La
atrajo hacia él y se inclinó para colocar su rostro justo frente al de ella.
—Si quieres que entrene contigo como un adulto, actuar como un niño
petulante no va a dar resultados, 'Cia.
Elecia lo apartó con el ceño fruncido y negando con la cabeza.
—Bien —dijo con un brillo en los ojos—. Continúa jugando tus juegos
con ellos, Aldrik —escupió ella.
Vhalla sintió que se le abría la boca en estado de shock por el uso del
nombre de Aldrik por parte de la otra mujer.
»Pero, te lo diré de nuevo, esa perra de baja cuna no vale ni una onza
de lo que le das. —Elecia se giró y pisoteó ruidosamente el bosque. La
maleza y los árboles se encogieron a su alrededor antes de regresar a su
lugar aún más gruesos y espinosos que antes.
Aldrik suspiró y se pellizcó el puente de la nariz, dándose un momento
antes de girarse y arrodillarse frente a Vhalla.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Ella asintió. Su estómago todavía se sentía como si estuviera de
cabeza. Fritz y Larel se alejaron unos metros de ellos con evidente
incertidumbre.
—Déjame ver. —El príncipe se acercó y Vhalla retiró su mano. Le
dolía enderezar su espalda—. Quítate la armadura —ordenó Aldrik, y ella
comenzó a manipular los pestillos del frente—. Aquí —dijo él en voz baja y
se acercó, ayudándola con la parte abajo. Vhalla encorvó los hombros, dejó
que su cabello cayera frente a su rostro y ocultó su vergüenza.
Aldrik le quitó la cubierta; algunas de las placas pequeñas estaban
abolladas alrededor del abdomen.
Él suspiró audiblemente.
—Arreglaré esto esta noche y te lo daré por la mañana.
Ella miró su cota; parecía estar ilesa. Hubo un momento de silencio y
una suave brisa nocturna le revolvió el cabello. Aldrik se acercó y le puso
una mano por encima del hombro.
—Ella es… —Suspiró—. No le prestes atención a lo que dice.
Vhalla asintió en silencio. Fue un buen sentimiento. Pero una vez que
algunas cosas eran dichas, nunca podían ser retiradas y el breve intercambio
ya se estaba repitiendo en sus oídos.
Aldrik asintió en respuesta antes de ponerse de pie, girándose hacia
Larel y Fritz, sorprendidos y silenciosos.
—Larel, llévala de regreso a su tienda. Puede que tengas que quemar
uno o dos de esos arbustos alterados en el camino. —Echó un vistazo al
camino que tomó Elecia—. Fritz, ven conmigo. Estoy seguro de que Vhalla
tiene una hemorragia interna por un golpe como ese, y no le permitiré
montar a caballo mañana sin recibir una poción esta noche.
Ambos asintieron, y Larel deslizó el brazo de Vhalla alrededor de su
cuello, ayudándola a ponerse de pie.
—No es tan malo —insistió Vhalla en voz baja, no queriendo hacer
más escena.
—No hay vergüenza en aceptar ayuda. Esta marcha es demasiado larga
para justificar actuar demasiado fuerte ahora —le dijo Larel con severidad,
pero con suavidad.
—Escúchala, Vhalla. Tiene una buena cabeza sobre los hombros. —
Aldrik señaló a Larel y Vhalla vio que una pequeña sonrisa se formaba el
rostro de la mujer—. Fritz, ven —ordenó él enérgicamente, y los dos se
alejaron en una dirección diferente.
Tal como había dicho Aldrik, fue necesario quemar la maleza en
algunos lugares. Estaba plagado de enredaderas casi tan gruesas como la
muñeca de Vhalla, bloqueando la ruta más directa de regreso al
campamento. Larel utilizó intensos estallidos de fuego para incinerar un
camino despejado.
—¿Los Destructores de Tierra pueden alterar árboles y plantas? —
preguntó Vhalla.
—Algunos pueden. —Larel asintió.
No volvieron a hablar durante el resto del camino de regreso a su
tienda. Larel se ofreció a ayudar a Vhalla a ponerse su ropa de dormir, pero
Vhalla insistió en que podía hacerlo por su cuenta. Las palabras de Elecia
resonaros en su cabeza. La conversación había arrojado demasiada
información para analizarla ahora. Ya se había formado un hematoma
repugnantemente púrpura en su estómago.
Vhalla apenas terminó de ponerse una camisa de dormir de manga
larga cuando hubo un golpecito en el poste de su tienda.
—¿Vhal? ¿Larel? —preguntó Fritz con incertidumbre.
—Está bien, Fritz —llamó Vhalla, y asomó la cabeza. Larel se movió
para dejar suficiente espacio para que se sentara. Ahora eran una multitud
de tres.
—Toma, el príncipe me dijo que te lo diera. —Le entregó un pequeño
frasco de madera.
—Gracias —dijo ella en voz baja, tomándolo y bebiéndolo
rápidamente. Reconoció la ardiente sensación de esta poción en particular y
se estremeció levemente. Vhalla comenzaba a sospechar que los clérigos
curaban todo con este líquido mágico—. Lamento ser un problema.
—Está bien —dijo Larel—. Esto no fue culpa tuya.
—¿Qué pasó exactamente? —preguntó Fritz.
Larel le dio un codazo en el costado.
—No es asunto nuestro —lo regañó.
Vhalla jugueteó con sus dedos.
—Bien, bien. Espero que pronto te sientas mejor. —Él extendió la
mano, despeinó el cabello de Vhalla y se giró para salir de la tienda.
—Espera —llamó Vhalla. Tenía una sensación de malestar en el
estómago, pero Vhalla pensó que tenía más que ver con los nervios—.
Espera —repitió mientras él se sentaba. Vhalla pasó el frasco de mano en
mano, insegura de sus próximas palabras. Pero Fritz y Larel ya habían
demostrado ser amables y leales. Ella tomó aliento.
—Vhalla, no tienes que… —Larel pareció sentir su inquietud.
—Estamos Vinculados —dijo Vhalla directamente, diciéndolo antes de
perder su determinación.
Ambos la miraron con sorpresa y confusión.
—Espera, ¿qué? —Fritz tenía una mirada tonta en su rostro.
—Tú y… —susurró Larel, su voz la abandonó antes de que pudiera
terminar la frase.
—Aldrik. —Vhalla maldijo en voz alta—. El príncipe. —Ella sacudió
su cabeza; era demasiado tarde y ya había dicho demasiado—. Aldrik y yo
estamos Vinculados. —Vhalla apartó la mirada de ellos. Apenas entendía lo
que significaba estar Vinculados, así que la forma en que reaccionarían
estaba en el aire. Ambos la miraron con la boca abierta, sorprendidos en
silencio—. Bueno, digan algo —dijo ella suspirando.
—¿Estás segura? —preguntó Larel.
—Muy segura —afirmó ella, recordando su lección de Canalización.
—¿Él lo sabe? —preguntó Fritz.
Larel lo golpeó en la nuca.
—Por supuesto que sí —reprendió ella.
—¿Cómo? —preguntó Fritz. La mujer le lanzó una mirada penetrante
—. Sé cómo, porque sé cómo funciona en teoría un Vínculo. Pero, ¿cómo
te Vinculaste con el príncipe, de todas las personas?
—Realmente no entiendo todo. —Vhalla recordó una noche en la
biblioteca, una noche que parecía haber sido hace una eternidad—. Fue
cuando él regresó.
—¿Del frente? ¿En el verano? —Larel parecía ya estar armando las
piezas.
Vhalla asintió.
—Yo estaba trabajando en la biblioteca y… —Vhalla hizo una pausa,
dejando de lado la verdad de que había pensado que estaba salvando a un
príncipe diferente—. Quería salvarlo, quería dar cualquier cosa para
salvarlo. Él me dijo que escribí magia o hice recipientes, no estoy segura.
Algo en él abrió algún tipo de enlace y ahí estaba el Vínculo. —Se movió,
tratando de no permitir que la conversación que había comenzado la hiciera
sentir incómoda.
—Eso es asombroso —dijo Fritz.
—Así que es… es por eso que las cosas son diferentes con nosotros. —
Ya no estaba segura de por qué le había confiado esto a sus amigos.
—¿Cómo es estar Vinculado? —preguntó Fritz.
—Es difícil de decir —confesó Vhalla—. Nunca he conocido la magia
y no he estado Vinculada. Entonces es normal para mí.
—Te manifestaste rápidamente —señaló Larel—. Incluso el ministro
se sorprendió, pero tendría sentido si tuvieras un Vínculo con alguien como
el príncipe Aldrik.
—También fue así cómo… —Vhalla dudó en compartir la noche
anterior con ellos, pero estaba demasiado metida en lo profundo como para
detenerse ahora—. Durante nuestra lección de anoche, me mostró cómo
Canalizar.
—Bueno, por supuesto. —Fritz claramente no entendió.
—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Él me lo mostró. Mientras
estábamos Unidos.
Si Vhalla no había entendido la gravedad de una Unión antes, lo
entendió en ese momento. Fritz y Larel la miraron con una combinación de
conmoción, asombro y, lo que era más desconcertante, un toque de miedo.
Vhalla juntó las manos y las retorció bruscamente.
—¿Eso es… posible? —preguntó Fritz finalmente.
—¿Supongo que sí? Solo sé lo que dijo Aldrik para comenzar. —Los
ojos de Vhalla se movieron entre ellos, desesperados por iniciar otra
conversación para que dejaran de mirarla como si le hubiera salido una
segunda cabeza—. ¿Qué significa eso?
—Solo he leído al respecto. —Pedirle a Fritz que recitara cosas de
libros tuvo el mismo efecto que en Vhalla. Su mente comenzó a agitarse
una vez más—. La literatura sobre Uniones es muy escasa porque la
mayoría de las personas que intentan crear una Unión fracasan y una
persona muere en el proceso. Pero hacerlo es supuestamente un estado de
conciencia fusionada.
—Eso suena correcto. —Vhalla asintió afirmativamente.
—No puedo creer que él haya hecho eso. —Fritz se acarició la barba
incipiente de su mandíbula—. Se supone que es un proceso arriesgado.
—¿Arriesgado? —preguntó Vhalla.
—De nuevo, solo he leído al respecto… pero si el Vínculo no es
sólido, no está completado, si las dos personas están Vinculadas pero no son
compatibles, o si… —Hizo una pausa, censurándose a sí mismo—. Bueno,
hay otras cosas que pueden ayudar o hacer daño. Pero he oído que podría
resultar en que una persona se pierda en la otra. Terminan con uno sin
mente, mientras que el otro se vuelve loco con el ruido en su cabeza.
Vhalla lo miró sorprendida y luego se echó a reír.
—Los riesgos son algo que el príncipe no tiene reparos en tomar —les
aseguró, eso parecía resumir adecuadamente toda su relación.
—¿Por qué nos dijiste esto? —preguntó Larel—. No puedo imaginar
que el príncipe vaya a estar complacido.
Vhalla honestamente no había considerado eso.
—Porque ambos son mis amigos. Confío en ustedes y quiero que sepan
que lo hago. ¿Qué son los amigos si no puedes compartir tus secretos con
ellos?
—No se lo diré a nadie. —Fritz la tomó de la mano y ella sonrió ante
sus amables ojos.
—Sabes que tienes mi silencio —afirmó Larel con un movimiento de
cabeza.
—Pero sabes que te voy a preguntar sobre eso, ¿verdad? —Fritz sonrió
con esa sonrisa tonta y llena de dientes.
Vhalla no pudo evitar devolverle la sonrisa.
—Responderé lo mejor que pueda —prometió Vhalla—. Hablar de ello
puede incluso ser agradable.
Fritz se fue poco después. Él apretó con fuerza a Vhalla y Larel en un
abrazo, y Vhalla deseó poder quedarse con ellos. Egoístamente quería pasar
la noche escondida entre él y Larel. Pero Vhalla no hizo ninguna exigencia.
En el mejor de los casos, solo los despertaría con una paliza por las
pesadillas.
Capítulo 8

Fritz devolvió la armadura de Vhalla a la mañana siguiente, dejando a


Vhalla en conflicto e insegura una vez más. El príncipe era una criatura
extraña. A veces, parecía que se preocupaba por ella por encima de todo,
como cuando Elecia le dio el golpe bajo. Otras veces, como el viaje de todo
el día, parecía que ni siquiera la quería cerca.
Si él estaba tratando de evitarla, entonces estaba fracasando. Aldrik la
veía todas las noches cuando entrenaban juntos y tal vez ese hecho lo
frustraba, porque el príncipe empujaba a sus tres alumnos más allá del
cansancio y de niveles de agotamiento que Vhalla nunca había conocido
antes. El segundo día de entrenamiento fue más duro que el primero y el
tercero fue más duro que el segundo. La cuarta mañana, Vhalla estaba
segura de que no podía levantarse de la cama; casi se le hizo tarde para
subir a su montura.
Aldrik tuvo el sentido común de no volver a emparejar a Vhalla y
Elecia; se mantenían en otros extremos de los anillos improvisados en los
que trabajaban. Vhalla estaba agradecida de tener la oportunidad de trabajar
con Fritz, pero sintió pena por Larel por tener que soportar los golpes y las
burlas de la otra mujer. Si Aldrik estaba molesto con Elecia, no lo demostró.
Todavía cabalgaba con ella durante el día y nunca la alejaba del
entrenamiento.
En general, hizo que Vhalla se sintiera peor. Todavía recordaba lo que
había dicho Elecia sobre su nacimiento, sus preguntas de por qué Aldrik
pasaba tanto tiempo con Vhalla. Hacía que Vhalla dudara de todo, y luego
se sentía culpable por cuestionar a Aldrik después de todo lo que había
hecho por ella. Pero no sabía cómo sentirse y Aldrik no la estaba ayudando
a resolverlo.
Así que durante el día se había dedicado a montar con la Guardia
Dorada. Daniel y Craig siempre eran acogedores, e incluso el príncipe
Baldair parecía más divertido que desanimado por la persistencia de Vhalla
a su alrededor. Raylynn incluso estaba comenzando a abrirse un poco. Era
una extraña rutina en la que cayó Vhalla; ella no la llamaría pacífica, pero
con el tiempo todo se hacía más fácil. Incluso sus sueños habían comenzado
a perder fuerza.
O eso había pensado ella.
Un mes de marcha, Vhalla se despertó una noche temblando a pesar de
las temperaturas más cálidas a medida que la horda se acercaba más a los
Desechos del Oeste. El miedo aruñó y mordió dentro de ella, pero de alguna
manera no había despertado a Larel. Vhalla tomó rápidamente bocanadas de
aire. Ella se miró las muñecas.
El sueño fue tan vívido como sus recuerdos de la Noche de Fuego y
Viento. Su mente le dijo que había sentido esto antes. Los ruidos, los olores
y el tacto eran familiares. Y, sin embargo, Vhalla nunca había visto ni hecho
nada parecido.
Había estado en una habitación opulenta, oscura por la opresiva
penumbra. Una tormenta eléctrica rugía contra las ventanas de vidrio, y ella
estaba empapada. Vhalla se estremeció y se agarró los brazos para
protegerse del frío fantasma. Y luego había clavado un cuchillo en su propia
carne.
Vhalla volvió a mirar sus antebrazos.
La sangre carmesí que había manchado la piel pálida y la alfombra
blanca no era lo más prominente en su memoria. Era el miedo, la
abrumadora culpa que había sentido y, lo más notable de todo, cuando había
visto sus ojos en el reflejo del cuchillo, fue que no habían sido sus ojos.
Vhalla se cubrió la cara con las palmas. Fue solo un sueño, repetía una
y otra vez. Pero todavía podía sentir la hoja cortando la piel pálida. Podía
ver a la doncella del palacio entrar corriendo, horrorizada y desesperada.
Vhalla se levantó y salió de la tienda.
Aún faltaba una buena hora para el amanecer y el mundo aún estaba
oscuro. Vhalla corrió por el campamento silencioso, descalza y con ropa
empapada de sudor. Su corazón se aceleró y su mente no le permitió
calmarse, no hasta que supiera que él estaba bien. No le importaba si Aldrik
todavía estaba enojado con ella. Tenía que verlo.
Golpear el poste de la tienda del príncipe heredero antes del amanecer
tenía que ser una tontería, pero eso no la detuvo. Vhalla juntó las manos,
inquieta en la eternidad que parecía seguir mientras esperaba.
—¿Mi príncipe? —Su voz sonaba tensa por el cansancio. Vhalla luchó
contra un gemido—. ¿Aldrik?
Para su alivio, escuchó un leve movimiento procedente del interior de
la tienda. El lienzo se movió cuando se deshicieron los lazos del interior.
Aldrik abrió la tela con fastidio. Con la otra mano tiró del dobladillo de una
camisa, colocándola sobre su pecho.
—¿Vhalla? —Se frotó el sueño de los ojos como si no viera bien, su
temperamento desapareció rápidamente.
Sintió algo en ella romperse de alivio y se tapó la boca con las manos
para ahogar un pequeño grito. Aldrik echó un vistazo a su rostro preso del
pánico y, con una mirada rápida para asegurarse de que no hubiera
observadores, la agarró de la mano y tiró de ella hacia la tienda.
En el momento en que soltó la lona pesada, se sumergieron casi en la
oscuridad. Ella parpadeó en la penumbra. Su cama era un desastre de
mantas; papeles y botellas vacías abarrotaban su mesa.
Aldrik rápidamente la rodeó y colocó sus palmas sobre sus hombros.
La inspeccionó de pies a cabeza.
—¿Qué sucede? —Su voz estaba tensa—. ¿Estás herida? —Aldrik se
llevó una mano a la frente y la pasó por su rostro para levantar la barbilla de
Vhalla y mirarla.
La sensación de alivio aún era demasiado fuerte para que se sintiera
avergonzada.
—Estoy bien. —Finalmente se las arregló para hablar con voz débil.
Vhalla se estiró y agarró las muñecas de él. Dejó escapar un ruido entre una
risa y un suspiro cuando vio que las mangas de la camisa de él no
mostraban signos de sangre—. Estoy bien —respiró Vhalla—. Pensé que
tú…
—¿Que yo qué? —preguntó él. Aldrik estaba claramente confundido,
pero el príncipe no se apartó de ella.
—No importa. —Ella se rio con inquietud—. Fue un sueño. Algo
malo… pensé que estabas herido. Pero fue solo un sueño.
Aldrik hizo una pausa antes de mover sus manos para ahuecar su
rostro. Pasó sus pulgares por sus mejillas manchadas de lágrimas, y ella
disfrutó de sus ojos sobre ella por primera vez en lo que parecía una
eternidad.
—Estoy bien —susurró él—. Mira, estoy bien.
Su ternura le liberó un pequeño hipo en la garganta y ella le apretó los
antebrazos.
—Tenía miedo —admitió Vhalla. Sus ojos se agrandaron—. Pensé…
—Se atragantó con sus palabras.
—¿Qué? ¿Pensaste qué?
Vhalla buscó su mirada inquisitiva.
—Nada —dijo con un movimiento de cabeza—. No importa; estás
bien.
—Vhalla —insistió él, sus manos en su rostro impidiendo que ella
apartara la mirada.
—Tenía miedo de haberte perdido. —Las palabras fueron una flecha al
corazón del silencio que había estado floreciendo entre ellos. Y las palabras,
como flechas, una vez que se sueltan, no se pueden retirar. Vhalla lo había
confesado tanto para él como ella misma. La verdad de su admisión fue
procesada lentamente por ambos. Sintió que le temblaba la mandíbula—.
Lo siento, no debía haberte molestado.
Ella soltó sus brazos y se alejó para irse. A Vhalla le ardían los oídos
de vergüenza y bajó la cabeza. ¿Qué se le había metido? ¿Por qué había
venido? Él había dejado claro durante días que ella había hecho algo para
ofenderlo. Que no quería su presencia.
Aldrik cerró la brecha entre ellos. Inclinándose ligeramente, le pasó un
brazo por la cintura y le rodeó los hombros con el otro. Vhalla jadeó y tomó
un respiro de su camisa mientras su rostro presionaba contra su pecho.
La sostuvo allí y respiró hondo varias veces. Vhalla sintió que su pecho
se movía bajo su mejilla y escuchó los latidos de su corazón acelerarse.
Incierta, ella levantó las manos y agarró la parte de atrás de la camisa de
Aldrik. Él no se alejó.
—Te lo dije, mujer tonta —susurró él, su aliento se llevó la hirviente
vergüenza—. Tienes que decirme si quieres perderme.
Vhalla lo abrazó con más fuerza y cerró los ojos. Su contacto la calmó,
y sintió que los latidos de su corazón se ralentizaban con los de él. La mano
de Aldrik se movió, y sintió que sus dedos se perdían en su enredado
cabello matutino.
—Pensé que estabas herido. —Ella se rio secamente—. Fue en… —
Aldrik parecía sin palabras—. Tuve mi propio sueño, supongo.
Vhalla inhaló profundamente. Olía a humo, sudor, metal, cuero y algo
claramente de Aldrik. Lo sintió sacudir la cabeza y continuaron de pie en
silencio. Se sentía cálido a través de la fina tela de su camisa, y ella se
apretó más contra él.
No estaba segura de cuánto tiempo estuvieron allí, pero finalmente
sintió que sus brazos se aflojaban a su alrededor. Vhalla quiso protestar,
pero su agarre se relajó. Aldrik se enderezó, pero un brazo permaneció
alrededor de su cintura. Su otra mano se enroscó alrededor de la parte
posterior de su cuello.
—Esta noche, ven a mí.
Vhalla sintió que las yemas de sus dedos le marcaban la nuca.
—¿Esta noche? —chilló ella, su garganta repentinamente seca.
De repente, Aldrik se sorprendió tanto como ella. Sus ojos perdieron
algo de su intensidad ante la sorpresa y la confusión, como si su boca
hubiera hablado antes de que su cerebro pudiera procesar su demanda
previa para ella.
—Te dije que había cosas en las que quería trabajar contigo.
—Correcto. —Vhalla asintió. Había estado tan distante que casi lo
había olvidado.
—Deberías irte —murmuró él mientras sus manos relajaban su agarre
sobre ella. Aldrik se apartó—. Antes de que los soldados se despierten.
Vhalla asintió.
—Una vez más, lamento molestarte —dijo ella en voz baja, la sorpresa
por las acciones de ambos comenzando a asentarse.
—Está bien —dijo él con suavidad—. Podemos hablar correctamente
más tarde. —Vhalla asintió. Aldrik se acercó al faldón de su tienda y miró a
su alrededor—. Parece que no hay nadie. —Él se hizo a un lado y ella salió.
Vhalla escuchó que la lona se cerraba abruptamente detrás de ella y se
alejó, solo mirando hacia adelante. Había algunas personas despiertas y
moviéndose, pero ninguna le prestó atención. El cielo estaba pintado de
naranjas y azules; el amanecer se acercaba.
Ella se vistió con su armadura fuera de su tienda para no despertar a
Larel. Su piel hormigueó cuando deslizó la cota de malla sobre su ropa de
lana, y Vhalla se recordó a sí misma que debía respirar. Un sueño la había
llevado a un pánico ciego, corriendo hacia el príncipe heredero.
¿Por qué?
Los dedos de Vhalla vacilaron en los pestillos de su armadura. El
recuerdo de su baile en la gala volvió a ella con asombrosa claridad. Él
también la había abrazado entonces y, como esta mañana, ella no había
querido que terminara. Se cubrió los ojos con una mano, bloqueando el
amanecer con un gemido.
Ella venía de la nada y no era nadie. No tenía por qué pasar tiempo
con el príncipe heredero, el hombre que sería su futuro Emperador. Él no
tenía tiempo que perder con personas como ella. Las palabras de Elecia
echaron aún más raíces en su conciencia.
—¿Vhalla?
Ni siquiera había oído a Larel moverse.
—Buenos días. —Vhalla terminó de vestirse rápidamente.
—¿Estás bien?
Era molesto que Larel no se perdiera de nada.
—Estoy bien. —Vhalla empezó a desmontar la tienda.
—¿Fue otro sueño? —preguntó Larel.
—Suficiente, Larel. —Vhalla suspiró y se enderezó. La mujer otra
guardó silencio. Vhalla debería haberlo hecho también, pero había una
sensación de dolor en el estómago de Vhalla que puso maldad en su sangre
—. ¿Por qué siempre me molestas? No es de tu incumbencia lo que sueño o
no sueño, lo que como o lo que no como.
El rostro de Larel estaba inexpresivo.
»Solo déjame en paz por una vez. —Vhalla agarró su mochila y se fue
furiosa, dejando el resto de la tienda para Larel.
Se odió a sí misma por esas palabras. No fue culpa de Larel. La clase
en la que nació Vhalla, la Noche de Fuego y Viento, la confusa y frustrante
actitud fría y caliente del príncipe hacia Vhalla. Larel no tenía control sobre
nada de eso. Vhalla acababa de descargar sus frustraciones con alguien que
no se lo esperaba.
Vhalla cabalgó sola. Encontró un rincón aleatorio en la horda para
estar lejos de Elecia, Aldrik, Fritz, Larel y la Guardia Dorada. Fritz se dio
cuenta al instante y estaba a punto de acercarse a ella cuando Larel lo
detuvo. Se encontraron inmersos en una acalorada conversación que Vhalla
trató de ignorar. Claramente estaban hablando de ella.
Cuando la marcha del día terminó, Vhalla había imaginado todo lo
posible que Larel, Fritz y Aldrik podrían haber dicho sobre ella. Algunas de
las cosas de las que se sentía culpable incluso de pensar que iban a
pronunciar, pero de alguna manera todavía parecía plausible. Los hombros
de Vhalla se encorvaron y su cabeza cayó un poco. De repente se sentía
muy cansada.
—Vhalla. —Su cabeza se levantó bruscamente, volviéndose para ver
que el príncipe oscuro se había materializado a su lado—. Después de que
todos estén instalados, ven y comenzaremos a trabajar.
Todavía no especificó qué trabajo, y Vhalla se sintió extraña bajo su
mirada. Después de atravesar el campamento, esperando a que Larel y Fritz
se alejaran para quitarse la armadura y así evitar enfrentamientos extraños,
Vhalla finalmente arrastró los pies hasta la tienda de Aldrik. Llegó con la
misma ropa de lana que había usado por la mañana, la que había estado
usando durante días.
La solapa de su tienda estaba abierta y Vhalla se detuvo cortésmente en
la entrada.
—¿Mi príncipe? —preguntó ella suavemente—. ¿Llego demasiado
temprano?
Estaba sentado en la pequeña mesa marcando un trozo de papel frente
a él. Su armadura estaba apoyada en su soporte frente a la entrada, y estaba
sentado con pantalones color canela y una camisa de algodón blanca.
—No, estás bien, Vhalla. —Él la miró brevemente—. Cierra detrás de
ti. —Hizo un gesto hacia una tira de tela en el interior que sostenía la
solapa, y ella obedeció.
Vhalla se sintió momentáneamente abrumada por la última vez que
había estado en su espacio. Rápidamente se movió y se sentó en una
almohada frente a él. Vhalla inclinó la cabeza y evaluó al príncipe, tratando
de averiguar qué había de diferente.
—¿Qué sucede? —preguntó él sin levantar la vista de lo que estaba
haciendo.
—No estás vestido de negro. —Notó ella.
Aldrik hizo una pausa y consideró su atuendo.
—Supongo que no. —Terminó lo que estaba haciendo y lo dobló dos
veces, dejándolo a un lado.
—Es extraño —dijo ella pensativamente.
—¿Lo es? —Aldrik apoyó el codo en la mesa, su mejilla en el puño.
—Siempre estás de negro —explicó ella.
—No es verdad. —Él sacudió la cabeza.
—Sí, lo es —insistió Vhalla.
—Me visto de negro en público.
—¿Por qué?
—Te lo diré, tal vez, si me dices qué nube se situó sobre tu cabeza. —
Claramente, su día de enfurruñamiento no se le había pasado por alto.
—Prefiero no hablar de eso —murmuró ella.
—Yo preferiría que lo hicieras. —Se inclinó hacia adelante—. ¿Fue el
sueño?
—¿Por qué todos están tan obsesionados con mis sueños? —Vhalla se
encogió.
—Porque nos preocupamos por ti —explicó Aldrik.
—¿Nos? —repitió ella.
—Fritz, Larel y yo.
—¿Por qué…? —¿Por qué él insistía en preocuparse por ella?—.
Bueno, deberías parar.
—Eso no es…
—Pensé que había venido aquí para trabajar en algo contigo. —Vhalla
estaba de pie—. No voy a hacer esto de nuevo, Aldrik. No seré tu proyecto.
—Sí, sí, por supuesto, mi señora. —Hizo un gesto con la mano.
—No seas condescendiente. —Tocó una fibra sensible en ella.
—¿No eres una dama? —preguntó él.
—Soy una mujer —dijo Vhalla poniendo los ojos en blanco—. Pero no
soy una dama.
—Bien entonces, mi princesa. —Él sonrió.
—Detente —advirtió Vhalla.
—¿Por qué, mi reina?
Ya había tenido suficiente y estaba a medio camino de la entrada
cuando Aldrik agarró su muñeca. Vhalla ni siquiera se giró y lo miró.
—Son solo palabras. —El timbre de su voz se había vuelto bajo y
profundo.
—No lo son. —Ella pensó en todos los lores y damas que había visto
en el palacio, en lo diferente que se sintió la noche de la gala. Los títulos
eran más que simples palabras. Eran muros y barreras y parapetos para
levantar unos y mantener a otros afuera.
—Mírame. —Él ordenó y ella obedeció—. Podría darte cualquiera de
ellos.
—No funciona de esa manera.
—Lo hace. —Ella cometió el error de darle su atención, y la mirada
seria de Aldrik la consumió por completo—. Un día, seré Emperador.
Puedo convertirte en lo que quieras.
—¿Por qué? —susurró Vhalla.
—Porque… —Se quedó momentáneamente sin palabras. Entonces el
príncipe hizo algo que tenía fama de evitar. Él la miró a los ojos y le mostró
la verdad de la que hablaba—. Lo haría porque te complacería.
Vhalla se giró hacia él, mirando al príncipe con escepticismo. Ella
abrió la boca y la volvió a cerrar, sin saber cómo responder. No sabía si era
lo suficientemente valiente para ser tan atrevida.
Él relajó su agarre en su muñeca y su mano se movió hacia la de ella.
—Me di cuenta de algo esta mañana, estos últimos días —murmuró
Aldrik—. Soy un príncipe mimado. No importa lo injusto que sea, no me
hace bien que me nieguen algo que quiero, aunque sea autoinfligido. Te he
herido, te he puesto en peligro y seguiré pidiendo esto y más de ti cuanto
más tiempo estés cerca de mí. Sin embargo, sabiendo esto, parece que te
quiero más cerca incluso cuando los sentidos me dicen lo contrario.
—Aldrik. —Todas las palabras menos su nombre le fallaron.
—Antes me pediste honestidad; ahí está. —Fue su turno de buscar en
sus rasgos su reacción.
Vhalla se sintió mareada y todo lo que pudo hacer fue asentir. Él la
llevó de regreso a la pequeña sala de estar y se sentó con ella. Vhalla sintió
el calor de su piel bajo las yemas de sus dedos y no hizo nada para romper
su contacto.
»Entonces, si se trata de mis sentimientos, confía en mí por encima de
todos los demás.
—Por encima de Elecia, quieres decir. —Vhalla no dejaba las cosas al
azar.
—Por encima de Elecia. —Aldrik asintió.
—Entonces, ¿no estás molesto conmigo? —Si estaban limpiando el
aire, Vhalla quería sacar todo.
—En lo absoluto. —El pulgar de Aldrik pasó como un fantasma sobre
el dorso de su mano—. En todo caso, tú deberías estar molesta conmigo
por… —Suspiró y se pasó una mano por el cabello.
—Ya estamos a mano. —Vhalla no quería pensar más en eso. Había
hecho bastante de eso durante todo el día, y se sintió a gusto sabiendo
finalmente más o menos dónde estaba con Aldrik—. Entonces, ¿en qué se
supone que debemos estar trabajando?
Aldrik compartió una breve sonrisa con ella antes de que su rostro
rápidamente se volviera sombrío.
—Tengo un plan para tomar el Norte. —Sus ojos se clavaron en ella—.
Pero te necesitaré.
—¿Qué puedo hacer? —Ella no dominaba ningún tipo de combate.
—Dependerá de si eres capaz de dominar la proyección. Creo que
puedo verte cuando estás proyectada gracias a nuestro Vínculo, pero nadie
más debería poder hacerlo. Si puedes proyectarte, puedes infiltrarte en la
fortaleza del Norte sin ser detectada. Aprende sus pasajes y sus debilidades.
La información que podrías darnos podría hacerlos caer en una noche.
Vhalla instantáneamente se sintió incómoda con la idea.
—Pero la última vez me quedé atascada.
—Te ayudaré, estaré aquí. —Aldrik le apretó la mano ligeramente—.
Si estás dispuesta, comenzaremos a practicar esta noche.
Después de un debate interno, Vhalla finalmente decidió.
—Lo haré. —Quizás esto sería lo único que podría hacer para darle
sentido a su reclutamiento en el ejército—. ¿Que necesito hacer?
—Bueno, ¿has trabajado en Canalización? —Aldrik finalmente se
enderezó, apartando su mano de la de ella. La distancia que él había
colocado previamente entre ellos no se apresuró a llenar el espacio. No se
sentía como si estuviera planeando que fuera la última vez que se tocaran.
—No realmente. —Vhalla apartó la mirada.
—Tampoco te vi usando magia cuando practicamos. —Aldrik le dio
una sonrisa de complicidad—. Entonces practiquemos eso primero.
Vhalla asintió y recordó la última vez que habían trabajado juntos. Era
un recuerdo fácil dado el impacto que tuvo la Unión en ella. Vhalla
extendió las manos y se centró en ellas. Había visto a Aldrik repetir el
movimiento innumerables veces.
Ella apretó las manos en puños y sintió una ráfaga de poder. Era el
mismo sentimiento que él le había transmitido durante su Unión, e hizo que
Vhalla se preguntara por qué había tenido tanto miedo de intentarlo. Sus
ojos volvieron a mirarlo.
—Creo que lo hice.
—¿En serio? —Parecía sorprendido y escéptico a la vez.
—Compruébalo —sugirió ella.
Aldrik la miró con recelo.
—No puedo.
—¿Qué?
—No puedo usar la vista mágica. —Aldrik pareció avergonzado de
admitir el hecho.
Vhalla lo miró sorprendida. ¿Él no podía hacer algo? Más
notablemente, él no podía hacer algo que ella sí. Sus ojos no se encontraron
con los de ella, y Vhalla despejó la mirada de su rostro. Él la había ayudado
cuando no tenía idea de lo que era la magia. No lo reprendería ahora.
—Bueno, supongamos que yo sí puedo. —Vhalla esbozó una pequeña
sonrisa.
—¿De verdad? ¿Así de fácil? —Él estaba sorprendido.
—Tengo un buen maestro. —Ella le dedicó una amplia sonrisa y la
boca de él se curvó hacia arriba en respuesta antes de que pudiera pensarlo.
—¿Recuerdas cómo te proyectaste? —preguntó él.
—Vagamente —confesó ella. Recordaba haber intentado estar cerca de
él cuando el Emperador había regresado a la capital, y Vhalla recordó haber
dirigido su mente hacia el jardín de rosas. En ese momento pensó que había
sido un sueño, pero quizás tenía más sentido que fuera una proyección.
—Intenta repetir ese proceso. —Aldrik parecía tan inseguro como ella
se sentía.
Vhalla asintió, dispuesta a dejar que la confianza de él en ella diera
vida a su intento. Cerró los ojos, pensando en el proceso que había utilizado
hace mucho tiempo. Visualiza, se instruyó a sí misma. En su mente, la
habitación comenzó a reconstruirse con una claridad mágicamente aguda.
Vhalla permitió que el mundo se silenciara y congelara. Más,
necesitaba estirarse más. Ahora capaz de mantener un Canal abierto, a
Vhalla le resultaba más fácil construir un mundo mágico en el que caminar.
Ella era el aire; llamaba a Vhalla interminablemente, pidiéndole que llenara
el espacio. Pronto el sonido desapareció y ella se puso de pie.
Sus sentidos regresaron rápidamente a ella, pero eran diferentes a los
de antes. Escuchó al sentir el aire moverse; vio cómo las corrientes de aire
brillantes giraban alrededor de los objetos. Vhalla vio cómo su cuerpo se
desplomaba sin fuerzas.
Aldrik atrapó su cuerpo físico y la movió para descansar en su brazo.
Una sonrisa curvó sus labios al verla.
—Excelente —dijo él entusiasmado.
—¿Puedes verme? —preguntó ella.
Él asintió.
—Intenta caminar.
Ella giró en su lugar. Fue fácil cruzar la habitación y sus ojos la
siguieron todo el tiempo. Se acercó a su armadura y tendió una mano.
Vhalla la estudió con incertidumbre.
—¿Cómo me veo? —preguntó ella, preguntándose si la apariencia
fantasmal de su mano era la misma para él.
—Borrosa, como si estuvieras en una niebla. Como un espejismo en el
desierto —respondió Aldrik.
Vhalla intentó tocar el pecho de la armadura y encontró que su mano lo
atravesaba.
—No puedo tocar cosas —observó ella.
—Intenta usar tu magia —sugirió él.
Vhalla tendió su mano, intentando manipular el viento a su alrededor.
De repente, era resbaladizo y sin forma, como una tina de serpientes y
aceite. Vhalla exigió que la obedeciera, concentrándose más duro.
—Vhalla, detente —advirtió Aldrik.
Ella ni siquiera lo miró. Vhalla intentó respirar profundamente, sentir
el aire, pero descubrió que no podía hacerlo en esta forma. Ella solo tendría
que forzarlo. Sumergiéndose en su Canal, insistió en que la armadura se
moviera. Su visión cambió, el mundo pasó de la luz a la oscuridad.
—¿Aldrik? —llamó ella.
—¡Vhalla, detente! —Sonaba distante y lejano.
—¡Aldrik! —lloró ella. Ahora Vhalla estaba en un mundo de luz
cegadora.
—Vhalla. —La voz de Aldrik era débil—. Regresa a mí. —Ella giró en
la nada blanca, pero no pudo encontrar dónde estaba—. Escucha, encuentra
los latidos de tu corazón. Encuentra el mío. Regresa. —Sonaba nervioso, lo
que solo hizo que ella se sintiera más angustiada.
—¿Aldrik? —preguntó ella en el vacío. No hubo respuesta. Vhalla
cerró los ojos solo para encontrar más luz. Escuchó, no había nada. Vhalla
caminó un poco, pero no pudo hacer que nada apareciera ante ella. El
tiempo parecía haberse detenido y no estaba segura de cuánto tiempo vagó.
Finalmente, se sentó y simplemente escuchó.
Lento, tan dolorosamente lento, empezó a escuchar un tamborileo
distante. Era un ritmo familiar y la llamaba. Vhalla permitió que fluyera de
regreso a ella, resonando en todos los aspectos de su conciencia. Fue una
transición lenta mientras el mundo se desvanecía en la oscuridad.
Sus ojos se abrieron rápidamente. El rostro de Aldrik se cernió sobre
ella y soltó una pequeña risa de alivio. Por segunda vez en un día se
encontró presionada contra su pecho. Vhalla suspiró suavemente. Eso era
algo con lo que podía aprender a vivir.
—Me asustaste de nuevo —murmuró él—. Esa será la última vez que
hagamos eso.
—No —insistió Vhalla con un movimiento de cabeza—. Lo lograré,
solo necesito más práctica. Presioné demasiado.
Él la estudió cuidadosamente y ella bostezó, sintiéndose
repentinamente exhausta. Ella no hizo ningún movimiento para levantarse y
él no hizo ningún movimiento para apartarla de su persona. Los párpados de
Vhalla se cerraron.
—Descansa —ordenó el príncipe.
Ella se movió levemente, su oreja contra su pecho.
—¿Aldrik? —preguntó ella con otro bostezo.
—¿Vhalla?
Luchó por encontrar las palabras adecuadas.
—Esto es una idea realmente terrible.
Vhalla sintió que se tensaba un momento y dejó escapar un pequeño
suspiro.
—Lo sé. —Su voz era apenas audible—. Lo sé. Ahora descansa.
Vhalla sintió que su conciencia se desvanecía mientras estaba envuelta
en una calidez confortable que solo él podía exudar.
Capítulo 9

Vhalla era una de esas personas con frío perpetuo. Con una pequeña
cantidad de grasa corporal, probablemente debido a sus hábitos alimenticios
irregulares cuando está envuelta en algo, generalmente era la primera en
quejarse de un escalofrío. Hacía mucho tiempo que lo había aceptado como
parte de su suerte en la vida y se vestía lo más abrigadamente posible para
compensarlo.
Sin embargo, en este momento en particular estaba agradablemente
cálida. Era una sensación surrealista y, en medio de su neblina medio
dormida, se movió, presionándose más cerca de la fuente. Esa fuente se
ajustó debajo de ella antes de asentarse nuevamente. La sensación
desconocida hizo que Vhalla volviera a la conciencia. Su mente estaba lenta
por el sueño y luchó por darle sentido.
El latido de su corazón fue lo primero que escuchó. Lento y fuerte
contra su oreja derecha. Lo segundo que escuchó fue el sonido de una
pluma contra el papel. Vhalla entreabrió los ojos y vio que descansaba en el
hueco del brazo izquierdo de Aldrik, que envolvía su costado. Ella estaba a
medio camino sobre su regazo mientras él se sentaba con las piernas
cruzadas en el suelo. Estirada sobre ella estaba la mano derecha de él
mientras marcaba papeles en la mesa.
Los eventos anteriores volvieron en pedazos, interrumpidos por un
bostezo.
—Estás despierta. —Aldrik dejó la pluma sobre la mesa y se pasó una
mano por el cabello—. ¿Cómo te sientes?
—Cansada —respondió ella aturdida.
—Lo noté. —Su tono era plano, pero su postura no tenía pesadez—.
Estoy bastante seguro de que agotaste la mayor parte de tu magia y caíste
en tu Canal.
Vhalla tomó nota de preguntarle a él, a Fritz o a Larel sobre eso más
tarde cuando no se sintiera tan somnolienta.
—¿Qué hora es?
Él se movió y se acercó al borde de la mesa. Tenía pergaminos
esparcidos a través del lugar con todo tipo de garabatos en su superficie.
Aldrik apartó algunas páginas y un destello plateado le llamó la atención.
—Veamos, ocho y media. —Inspeccionó el reloj de bolsillo.
—¿Puedo verlo? —Vhalla extendió una mano.
Él la miró con curiosidad, pero la complació. Vhalla dio vuelta al reloj
entre sus dedos. La parte trasera estaba pulida hasta tener un acabado de
espejo, la parte delantera tenía el sol abrasador del Imperio. Las piezas de
tiempo eran raras porque aquellos que entendían su extraña mecánica eran
pocos y distantes entre sí. Vhalla miró más allá de su reflejo en el cristal
que cubría la esfera de obsidiana y alabastro del reloj.
—Es hermoso.
—Gracias —respondió Aldrik con torpeza.
—Nunca había sostenido uno antes —reflexionó Vhalla en voz alta.
Los pocos relojes que había visto eran grandes, como el del escritorio de
circulación de la biblioteca—. Es como sostener el tiempo en sí, ¿no?
—Supongo.
—Ojalá pudiera hacer que se detuviera —dijo ella con un suspiro.
Sus manos se cerraron sobre las de ella y el reloj, cerrando el pestillo
delantero.
—Si pudieras, ¿qué harías?
El aliento de Aldrik era cálido en sus mejillas y Vhalla era muy
consciente de lo cerca que estaban. La sostuvo en un brazo, la otra mano
sosteniendo las de ellas, el costado de Vhalla presionado a lo largo del
pecho de él. ¿Qué estaban haciendo?
—Yo… —Ella estaría perdida en esos ojos negros si no tuviera
cuidado. Vhalla se enderezó—. ¿En qué estás trabajando?
—¿Esto? —Aldrik señaló el pergamino, lo que le permitió salvarlos a
ambos de sí mismos—. Está el emocionante trabajo de revisar nuestro
inventario, asegurarnos de que tenemos suficientes suministros para llegar
las Encrucijadas. Hubo uno o dos informes de disciplina; los examino para
mi padre. —Hizo una pausa; ella siguió su mirada hasta un pedazo de papel
que estaba completamente lleno de sus garabatos inclinados—. También
comencé a tomar algunas notas sobre nuestro Vínculo.
—¿Sobre nosotros?— Vhalla miró el papel.
—No hay mucha información sobre los Vínculos. Quería un registro
que pudiera revisar más tarde si sucediera algo extraño.
Ella se mordió el labio, insegura de cómo se sentía acerca de sus
experiencias con Aldrik que podrían ser leídas por otra persona.
—Supongo que tiene sentido. Si necesitas información de mi parte,
házmelo saber. —Ofreció Vhalla, y él asintió—. ¿Tu hermano te ayuda con
las otras cosas?
—¿Baldair? —Aldrik se echó el cabello hacia atrás con ambas manos.
Por un momento se pareció al hombre que había conocido en el palacio; al
menos hasta que el cabello cayó desordenadamente alrededor de su rostro.
—Él no es realmente el tipo de persona de trabajar en asuntos oficiales.
—La voz de Aldrik era fría.
—Dijo que ustedes dos tenían una relación extraña. —Aldrik enarcó
una ceja ante su declaración—. Cuando vino a mi celda, durante el juicio.
—¿Él dijo eso? —Aldrik se rio entre dientes—. Esa es una forma de
describirlo.
—No se llevan bien. —Vhalla no necesitaba tener hermanos para
verlo.
—Nuestra relación funciona cuando lo necesitamos y cómo lo
necesitamos. Normalmente tenemos un entendimiento. —Sus palabras
cautelosas y su tono dejaron en claro que ella no sacaría más de él.
Vhalla volvió a bostezar a pesar de sí misma.
—Supongo que debería irme. —Ella apartó la mirada. En realidad, no
tenía ningún interés en irse.
—No has comido todavía. —El sentimiento parecía ser mutuo—.
Podría buscarnos algo de comida.
—Está bien. —Fue fácil estar de acuerdo.
Aldrik se puso de pie y se estiró. Agarró su cota de malla de donde
colgaba de una clavija junto a su otra armadura y se la pasó por la cabeza.
Vhalla se echó hacia atrás, estudiando la sutil gracia de sus
movimientos.
—¿Es la cota de malla realmente necesaria en el campamento?
Aldrik hizo una pausa y vio que su rostro se llenaba de dolor.
—Nunca puedes ser demasiado cuidadoso —murmuró. Su
comportamiento cambió antes de que Vhalla pudiera comentarlo—. Espera
aquí, volveré en breve. —Ella asintió y él se deslizó fuera de la solapa.
Vhalla se dejó caer sobre las almohadas esparcidas por la alfombra.
Toda la noche, el día anterior, había sido completamente surrealista y no
quería que terminara. Él la quería más cerca, o eso había dicho. Le puso
mariposas en el estómago tanto como alarmas en su cabeza.
Ella gimió, cubriéndose los ojos con el dorso de su antebrazo. Lo más
inteligente sería terminar con esto ahora, sea lo que sea esto. Lo mejor sería
disculparse, negarse, irse y evitar que suceda algo más. Vhalla inclinó la
cabeza hacia atrás y observó las llamas danzar en uno de sus braseros
colgantes. Eso habría sido lo más inteligente, pero lo que hizo en realidad
fue quedarse allí hasta que él regresara.
—Vaya, te ves cómoda. —Aldrik le dio una sonrisa perezosa.
—No he tenido una almohada real para dormir en más de un mes —le
recordó, sentándose.
—Entonces toma una. —Él se encogió de hombros y dejó un pequeño
saco sobre la mesa.
—No puedo tomar tu almohada. —Vhalla aceptó un rollo que le
entregó.
—¿Por qué no?
—Oh, sí, por cierto, el príncipe heredero Aldrik me dio una almohada.
Eso es normal, ¿verdad? —Vhalla puso los ojos en blanco.
—Escuché que los obsequios están de moda entre las mujeres en el
Este. ¿Quiere decirme que mis fuentes son incorrectas? —Aldrik sonrió.
—Oh, qué lindo.
Vhalla agarró una de las almohadas en cuestión y se la arrojó a la cara.
Lo golpeó de lleno y el príncipe la miró fijamente. Por un momento, Vhalla
sintió que sus nervios se apoderaban de ella.
—Acabas de agredir al príncipe heredero. —Él la fulminó con la
mirada, pero ella vio un destello revelador de picardía en sus ojos—.
Vhalla, creo que eso viola los términos de tu libertad condicional.
—¿Oh? Dime, ¿qué me harás? —Hizo todo lo posible por imitar una
de sus sonrisas comunes, y fue recompensada por la chispa que se convirtió
en fuego en sus ojos.
—Podría pensar en bastantes cosas que hacer contigo. —Su voz era
grave y profunda, y Vhalla sintió que un rubor subía a sus mejillas.
Al no tener una buena respuesta, ella tomó un bocado de su pan y llenó
el silencio masticando. Él se rio entre dientes y negó con la cabeza. Vhalla
terminó su rollo y él le pasó un vaso con agua. Vhalla se limpió la boca con
el dorso de la mano, considerando al príncipe.
—Realmente no eres como ellos dijeron —reflexionó ella. Él arqueó
una ceja, incitándola a continuar. Vhalla tomó uno de los trozos de carne
más pequeños de la bolsa y masticó pensativamente—. Todo el que hablara
de ti. Era con advertencias, precaución. —Vhalla inclinó la cabeza,
pensando en el pasado—. Cuando almorcé con tu hermano, dijo que me
salvó de ti, que me comerías viva. —Ella soltó una pequeña risa y una
sonrisa, pero rápidamente desapareció de su rostro cuando lo vio tensarse.
—Estoy seguro de que mi hermano estaría más que feliz de salvar a
alguien de mí. —Aldrik cerró una mano en un puño.
—No les creo. —Vhalla esperaba que eso fuera evidente.
—Lo sé. —Su voz era débil y Aldrik evitó su mirada—. Pero tienen
razón, ya sabes. No soy alguien bueno con quien estar.
Vhalla frunció el ceño, tragando rápidamente lo último de su comida.
Ella se acercó a él, inclinándose para poner su rostro frente al de él,
mirando sus rasgos pensativamente.
—No más de eso, ¿de acuerdo? —susurró ella—. No me iré a ninguna
parte, a menos que tú lo digas.
Sus labios se separaron levemente mientras su mandíbula se aflojaba.
—Ya es tarde.
—Lo es —concordó ella.
El silencio que se apoderó de ellos fue una extraña mezcla de
comodidad y dolor. Vhalla descubrió que su corazón intentaba con todas
sus fuerzas escapar de su pecho. Vacilante, se acercó. Las yemas de sus
dedos rozaron ligeramente los nudillos de Aldrik. Él sostuvo su mirada y
ella cerró los dedos alrededor de los suyos.
—Deberías irte —dijo él con un suspiro. Había una tensión allí que
Vhalla nunca había escuchado.
—Debería —concordó ella.
Ninguno de los dos se movió.
—Vhalla —susurró Aldrik. Su nombre salió con voz tensa, y descubrió
que una parte de ella disfrutó del sonido.
—¿Aldrik? —respondió Vhalla de la misma manera.
Él le apretó la mano con fiereza un momento y ella contuvo la
respiración. Pero cuando él soltó su agarre, ella sintió que la locura que los
había cegado en ese breve intercambio se disipaba en el aire.
—Cabalgaré contigo mañana —prometió él—. No lo hagas con nadie
más. Quédate a mi lado.
Vhalla asintió.
—Lo haré. Lo prometo.
Aldrik la ayudó a ponerse de pie y ella se quedó frente a él, con sus
dedos aún en los de él. Lentamente, Aldrik levantó los nudillos de ella hacia
su rostro y presionó suavemente sus labios contra ellos. Su boca era suave y
el calor de su aliento envió un pequeño escalofrío por su espalda.
Vhalla se puso las botas, cruzó los pocos escalones que llevaban a la
entrada de la tienda, se detuvo y se giró.
—Aldrik, mañana… —Vhalla hizo una pausa, sus palabras quedaron
atoradas en el interior de la garganta y tragó saliva para liberarlas—. ¿Todo
esto será un sueño? —Él frunció el ceño por un momento—. La próxima
vez que nos veamos, ¿será como si nada de esto hubiera sucedido?
—Por supuesto que sí —dijo él con total naturalidad. Vhalla sintió que
se le tensaba el pecho. Aldrik cruzó la distancia entre ellos y colocó la
palma de su mano debajo de la oreja de ella, sus dedos se envolvieron
alrededor de la parte posterior de su cuello. Él se inclinó y ella vio un
destello de diversión en sus ojos—. Para los demás, por supuesto que lo
será.
—¿Para nosotros? —Vhalla no sabía cómo un tono de súplica se había
deslizado en su voz.
—Para nosotros, es esperar cuatro días más hasta que practiquemos tu
proyección nuevamente.
Ella sonrió levemente de alivio, esperando entender su significado
correctamente.
—Hasta entonces.
—Hasta entonces. —Él se enderezó y retiró la solapa de la tienda para
permitir que Vhalla desapareciera en la fría noche.
Su estómago no era más que mariposas, y reprimió un extraño ruido de
júbilo mientras caminaba de regreso a su tienda. Vhalla nunca había
experimentado un sentimiento como este antes, y descubrió que disfrutaba
de las burbujas que eso ponía en su sangre. Cuatro días más era mucho
mejor que un mes. Vhalla ahuecó una mano con la otra, sintiendo labios
fantasmas sobre su piel.
Aldrik tenía razón, era tarde. La mayoría de las fogatas ardían
suavemente y estaban ubicadas hacia el centro del campamento. A lo largo
del borde había poca gente. Se alejó lo suficiente de la tienda de Aldrik
antes de que alguien notara que su presencia podría haber sido el resultado
de varias razones. La noche tranquila comenzó a dominarla mientras se
acercaba a su tienda con cada paso. Necesitaba disculparse con Larel.
Larel estaba acurrucada en su saco de dormir y no hizo ningún
movimiento mientras Vhalla se cambiaba en silencio. El aire estaba fresco
contra la piel desnuda de Vhalla mientras desataba las ataduras que había
comenzado a usar sobre sus pechos para evitar incómodos roces en su
armadura. La mente de Vhalla instantáneamente recordó la calidez del
príncipe, y envió un tipo diferente de escalofrío a través de ella. Suspiró
mientras se metía en la lana áspera de su manta.
Vhalla se había contentado con dejar ir las cosas con Larel hasta la
mañana. Pero la otra mujer solo había estado fingiendo dormir, y Vhalla se
vio rápidamente atrapada en una competencia de miradas. Larel la miró
pensativamente y permitió que el silencio se prolongara hasta que quedó
claro que estaba esperando a Vhalla.
—Lamento haberte hecho montar sola la tienda hoy. —Los oídos de
Vhalla ardían de vergüenza.
—Eso no fue un problema.
Eso no lo era, el problema era la manera en que Vhalla había actuado.
—Lamento también haberte hablado mal. —Hizo todo lo posible por
mantener el contacto visual con Larel, pero la vergüenza finalmente ganó y
Vhalla evitó la mirada de la otra mujer—. No quise decir eso, solo estaba,
estaba agotada y… —Vhalla tragó saliva—…Larel, eres mi amiga. No
podría haber hecho esto sin ti. No habría sobrevivido tanto tiempo sin ti.
Vhalla se atragantó con la emoción. Eso era cierto. Si no fuera por todo
lo que Larel había hecho y seguía haciendo por ella, Vhalla habría estado
sola. Claro, Aldrik la estaba ayudando y podía darle a Vhalla tanta alegría
como frustración. Pero las cosas eran extrañas allí, debido a sus propias
vacilaciones y las expectativas del mundo. En comparación, el vínculo que
Larel había construido con Vhalla era perfectamente simple.
La mano de Larel se cerró alrededor de la de Vhalla con fuerza.
—No pienses más en eso —dijo finalmente Larel—. Te perdono.
Vhalla tomó una respiración temblorosa, aferrándose a la palma de
Larel.
»Eres más que una aprendiz para mí, y lo sabes. Eres una querida
amiga. —La mujer pasó una mano por el cabello de Vhalla con amor—. No
tengo muchos amigos.
—Yo tampoco. —Vhalla se rio débilmente.
—Aldrik fue uno de mis primeros amigos. —El nombre del príncipe de
la boca de cualquiera llamaba la atención de Vhalla, y Larel lo dijo incluso
más fácilmente de lo que Vhalla podía—. Compartiste tu secreto con el
príncipe. Compartiré el mío.
—No tienes que hacerlo. —Vhalla podía sentir un aura desconocida
alrededor de Larel, una de incomodidad.
—Lo sé. —La mujer sonrió—. Pero quiero que sepas que confío en ti
como tú confías en mí. —Larel se movió, sus ojos se volvieron distantes—.
Supongo que nada tendrá sentido a menos que empiece desde el principio.
Vengo de una familia muy pobre en un pequeño pueblo llamado Qui.
—No sé cuál es —confesó Vhalla.
—No lo harías, no a menos que hayas estudiado minería del Oeste. Qui
es un pueblo a medio camino de Norin. Al menos, si tomabas las rutas
antiguas antes de que se extendiera el Gran Camino Imperial. En ese
entonces, muchos pasaban por suministros o para descansar sus caballos. —
Larel rodó sobre su espalda, sus dedos ligeramente entrelazados con los de
Vhalla.
»Es una ciudad que está llena de más mierda que de pastel de vaca. —
La mujer estaba extrañamente amargada—. Mi padre era un minero que
nunca hacía más que convertir el alcohol en orina. Mi madre era una mujer
rota, y creo que todo lo que ella pudo hacer fue mirar al vacío,
especialmente después de que mi padre la golpeaba.
Vhalla parpadeó en un silencio atónito.
»Allí no había dinero, ni futuro, ni alegría. Que la Madre me ayude,
odiaba esa choza que llamaban hogar. Un día, tenía cinco años, ¿tal vez
seis? Mi padre trajo a casa a un hombre al que nunca había visto. Dijo que
el hombre nos daría todo el dinero que necesitáramos y que todo lo que yo
tenía que hacer era ser una buena chica y hacer lo que me decían. —Larel
colocó su antebrazo en su frente, mirando algo mucho más allá del lienzo
sobre ellas.
»No lo entendí hasta que estuve a solas con ese hombre. Grité, lloré y
nadie vino. En ese momento, solo quería que todos murieran. —Larel
suspiró suavemente. Vhalla apenas podía procesar lo que la mujer estaba
insinuando—. Me encontraron sentada entre los restos de cenizas de esa
casa. No creo que lo lamenté ni una vez. —Se movió para mirar a Vhalla—.
Fue entonces cuando me manifesté por primera vez. Yo era solo una niña, y
apenas una hechicera. Entonces me entregaron a las minas. Todos los días
me bajaban a un agujero. Yo cavaba y cavaba. O hacía fuego, derretía cosas
o cualquier otra cosa que pudiera hacer.
—Lo siento —susurró Vhalla. Esas dos palabras no parecían siquiera
acercarse lo suficiente.
—Esta fue una vida diferente, Vhalla. —Larel se encogió de hombros
—. La verdad es que las minas me pagaban un cobre por cada día que
trabajaba. Fue suficiente para comprarme la cena y dormir en cobertizos de
almacenamiento vacíos. —Larel volvió a estar sobre su espalda, con los
ojos vidriosos por los recuerdos—. Entonces, un día, una compañía imperial
vino a caballo. El propio Emperador estaba allí, e hicieron una parada para
descansar sus monturas y reabastecer a los suyos. Nunca había visto nada
tan asombroso como los carruajes dorados y los caballos cubiertos con
pieles teñidas.
»El Emperador dijo que quería un recorrido por las minas. Se dirigían a
Norin, pero el Emperador Solaris sabía que nuestra mina era una de las
principales venas del Oeste y tuvo la amabilidad de al menos fingir interés.
Aldrik estaba allí.
Vhalla luchó por imaginar cómo se vería un Aldrik de niño sin su
comportamiento y presencia adulta.
—Tenía doce años y cada centímetro de él era el príncipe, incluso
entonces. Siguió obedientemente a su padre por las minas. Pero aún era un
niño, y finalmente vagó solo, bueno, con un guardia. Aunque nadie en el
Oeste jamás le haría daño. Después de todo, es uno de los del Oeste. Lo vi
haciendo algunos fuegos para jugar. Nunca había visto a otra persona como
yo. —Larel se rio suavemente.
»Yo era una cosita tan sucia, Vhalla. No tenía por qué acercarme al
príncipe heredero. Pero él sonrió amablemente y me dejó mostrarle lo que
podía hacer. Me dijo que había un lugar en el castillo, una Torre, donde la
gente como nosotros era especial, donde yo no tendría que vivir en la
oscuridad. Recuerdo haber llorado; lloré porque sonaba tan perfecto, lloré
porque sabía que nunca iría.
—Él me miró de forma extraña. No entendía por qué no lo haría. Su
guardia se lo explicó, y Aldrik simplemente dijo que me llevaría. —Larel
jugueteó con su manta—. Me llevó con su padre y le dijo, frente a todos los
presentes, que iba a regresar para unirme a la Torre. Al principio, el capataz
se opuso, diciendo que yo era propiedad de las minas. Pero Aldrik no lo
escuchó. Al final, me compraron con siete piezas de oro y un
agradecimiento Imperial. Yo tenía once años cuando finalmente dejé ese
pueblo y nunca regresé.
Vhalla lo miró asombrada, pero Larel parecía estar a medio terminar.
»Me uní a la caravana Imperial a Norin, y luego de regreso al palacio
del Sur. Aldrik y yo fuimos inseparables todo el tiempo. Éramos niños y,
bueno, los niños no entienden el mundo y todas las razones que separan a
las personas. Desde el principio no quiso que lo llamara “príncipe” dijo que
lo hacía sentir extraño. Yo estaba feliz de hacerlo. Cuando me uní a la
Torre, insistió en que entrenamos juntos. El ministro Egmun no…
—¿Egmun? —interrumpió Vhalla en shock.
Larel sabía que había algo más en el tono de Vhalla.
—Egmun fue el Ministro de Hechicería antes de Victor.
Vhalla se sentó.
—No, ¿ese no es el mismo jefe electo del Senado? —Tenía que ser un
error.
—Sí, dejó su puesto de ministro para unirse al Senado —explicó Larel.
—Él… él… —Vhalla hervía y farfullaba recordando al hombre que
trató de golpearla para que se sometiera, lo que significaría aceptar la
muerte como una alternativa al dolor.
Larel dejó que las palabras de Vhalla se desvanecieran.
—Escuché que Egmun cambió mucho durante su transición a senador.
—Lo siento, continúa. —Vhalla negó con la cabeza, apartando al
senador a quien consideraba el mal encarnado.
—En fin, no pensaron que fuera apropiado que entrenara con el
príncipe heredero, pero Aldrik es Aldrik. Así que entrenamos juntos de
todos modos. Cada día que pasaba con él era mejor que el anterior. Incluso
las veces que estaba enojada o triste, simplemente disfrutaba estar con él,
verlo… —Larel dejó de hablar por la nostalgia con una sonrisa suave y
triste.
Los ojos de Vhalla se agrandaron.
—¿Lo amaste?
Tendría sentido si lo hubiera hecho. La salvó, la trajo a una nueva vida
y se quedó a su lado mientras le mostraba un nuevo mundo asombroso.
¿Quién no podría amar a alguien en esas circunstancias cuando era tan
increíble como Aldrik?
—Bueno… —Incluso en la penumbra, las mejillas de Larel estaban
ligeramente sonrojadas. Vhalla nunca la había visto sonrojarse antes y eso
hizo que se le encogieran las entrañas—. Hubo un verano, él tenía apenas
catorce años y yo trece. Es en esa edad cuando empiezas a preguntarte qué
es el amor. Tuvimos un momento; fue el primer chico al que besé. —Vhalla
se movió bajo sus mantas—. Pero, se desvaneció tan rápido como apareció.
Ambos nos dimos cuenta de que éramos niños jugando al amor y nos
reímos.
Larel suspiró suavemente.
»Justo al inicio de la guerra en las Cavernas de Cristal, él llegó a un
punto realmente oscuro. Traté de llegar a él y me alejó. Tuvimos una pelea
y ambos dijimos cosas de las que nos arrepentimos. —Ella parecía afligida
—. Fui orgullosa, estaba herida y me fui. Sé que él me necesitaba,
necesitaba a alguien, más que nunca, y me alejé. —La atención de Larel
estaba de vuelta en Vhalla, la neblina del pasado se disipó por un momento
—. Entonces prometí que nunca abandonaría a alguien que lo necesitara si
tenía la oportunidad de nuevo. Nunca ignoraría a un amigo por las tonterías
que el dolor podría hacerlos hacer.
Vhalla rápidamente se dio cuenta de que Larel estaba hablando de ella.
»Después de eso, durante muchos años, las cosas fueron incómodas y
frías entre nosotros. —Larel había vuelto a su historia—. Pero el tiempo
cura todas las heridas y volvimos a encontrar nuestra amistad. Nunca será lo
que era, sino lo que teníamos creó una base sólida. Él sabe que puede
confiar en mí implícitamente y sé que yo puedo confiar en él.
El silencio llenó el aire mientras Vhalla asimilaba la historia de Larel.
La hizo sentir pesada y le hizo un nudo en el estómago. Sintió tristeza por
su amiga; alegría, emoción y un toque de celos. Se sentía como una niña
cuando se preguntaba cómo era besar al príncipe; mantuvo a raya sus
preguntas.
—Por eso eres mi mentora. —Vhalla la miró con una nueva luz.
—Sí. Durante tu Despertar, Aldrik estaba obsesionado con preocuparse
por ti. Prácticamente tuvimos que sacarlo a la fuerza. Quería despellejar a
todos los que tenían permitido incluso verte, más o menos tocarte. Como
Victor seguía alejándolo, me asignó la tarea. Pidió un favor. Por supuesto,
ahora sé por qué estaba tan desesperado. Están Vinculados.
Vhalla retorció sus mantas entre sus dedos. No era la primera vez que
le decían que él le pedía favores. Vhalla ladeó la cabeza.
—¿El Vínculo?
—Ya sabes cómo se hace un vínculo —dijo Larel con delicadeza—.
Ambos son parte del otro. Hay registros de personas que se volvieron locas
porque perdieron su Vinculado. Algunos teorizan que, dependiendo de la
profundidad del Vínculo, si uno muere, el otro también lo hará.
Vhalla se sentó erguida y apoyó la frente en la palma. Fue
autoconservación para él.
—Me mantiene a salvo porque si no lo hace…
—Te mantiene a salvo porque quiere mantenerte a salvo —interrumpió
Larel.
Vhalla miró a la otra mujer, que ahora también estaba sentada. Larel
pasó un brazo alrededor de los hombros de su amiga, tirando de Vhalla
hacia atrás y envolviéndola en su cálida seguridad.
La voz de Larel era triste y sincera.
—Aldrik ha pasado por muchas cosas, muchas de las cuales ni siquiera
me ha contado. Pero he visto los bordes de la oscuridad que lleva a
hombros. No creo que se preocupe por su cordura o su mortalidad. No
quiere que mueras porque teme que eso signifique que tendría que vivir sin
ti. —Larel acarició la parte superior de la cabeza de Vhalla.
»Escucha atentamente. Lo conozco desde hace doce años. Y muchos
de ellos fui, y me atrevo a decirlo, su mejor amiga. Conozco a Aldrik; lo
bueno y lo malo. —Larel suspiró—. No quiero decir nada que él mismo no
haya dicho. Pero él se preocupa por ti, Vhalla. De una manera que nunca lo
había visto realmente preocuparse por nadie.
Vhalla cerró los ojos con fuerza, imaginando que estaba de vuelta en el
palacio.
—Gracias por contarme todo esto, Larel.
—Dulce Vhalla, sabes que siempre estaré aquí para ti. —Larel la
apretó con fuerza y Vhalla durmió tranquilamente por primera vez en lo que
parecieron años.
Capítulo 10

La mañana siguiente Aldrik cumplió su promesa y cabalgó a su lado.


Hablaron durante todo el día, casi exclusivamente entre ellos. Le preguntó
por su vida en el Este, su granja, su familia. Vhalla lo sondeó en busca de
conocimientos mágicos que no tenía de otra forma de aprender. El hombre
era prácticamente una biblioteca ambulante.
Tampoco había restos de tensiones entre ella, Fritz y Larel. Fritz se
había dado cuenta rápidamente de que las rarezas que estaban ocurriendo se
habían resuelto, y el chico tenía suficiente sentido común para no pensar en
eso una y otra vez. Armada con sus amigos a su lado y segura del
conocimiento de la estabilidad de la relación entre ella y Aldrik, Vhalla
ignoró a Elecia durante el entrenamiento, para gran frustración de la otra
mujer.
Vhalla usó su Canal generosamente, para sorpresa de todos menos de
Aldrik. Fritz y Larel la apoyaron. Obviamente, Elecia estaba perturbada y la
evitó durante los siguientes tres días.
Vhalla se sorprendió de la facilidad con la que el control llegó después
de esos primeros días de Canalizar sin vacilación ni miedo. Con el apoyo de
sus amigos y Aldrik, Vhalla finalmente se encontró disfrutando de su
magia. El viento se deslizaba fácilmente entre sus dedos, haciendo caso de
su voluntad, y Vhalla estaba superando rápidamente las introducciones
básicas a la magia que Aldrik le había dado meses atrás. La magia, estaba
descubriendo, era como la poesía. Una vez que entendías la lógica, el
metro, la rima detrás de ella, podías embellecerla y hacerla tuya.
En la tercera noche, estaba montando la tienda de Larel y de ella solo
con su magia. Esa fue la primera vez que Vhalla sintió ojos sobre ella por
su magia, ojos que no eran de miedo ni malicia. La Legión Negra comenzó
a prestar atención a su Caminante del Viento una vez más, no por la Noche
de Fuego y Viento, sino por las hazañas diarias que estaba comenzando a
realizar. Fue un refuerzo de confianza para la cordura de Vhalla.
Estaba en un lugar tan alto con todo eso que cuando Aldrik la emparejó
con Elecia durante el entrenamiento, a petición de la otra mujer, Vhalla ni
siquiera parpadeó. Aceptó la presencia de la otra mujer frente a ella. Si se
trataba de una competencia real por la atención de Aldrik, era una que
Vhalla ganaría. El príncipe heredero había cabalgado a su lado sin parar y
mañana volverían a practicar lo de la proyección.
Aldrik había estado decidido a trabajar para lograr más combates
cuerpo a cuerpo, y Vhalla estaba feliz de complacerlo. La mujer de aspecto
del Norte necesitaba ser derribada de su pedestal autoimpuesto y esta noche
era la noche de Vhalla, se lo aseguró a sí misma. Se había sentido más
fuerte con cada semana que pasaba, menos dolorida, más capaz.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Yarl? —Elecia sonrió, sus
ojos se dirigieron hacia Aldrik.
—Es solo práctica, ¿verdad? —Vhalla se hundió en su postura de lucha
preferida, un brazo en alto y el otro a la altura del pecho.
—Oh, por supuesto. —Elecia apretó su mano derecha en un puño,
empuñando su izquierdo bien en alto.
Vhalla apretó los puños y también dio la bienvenida a su magia.
—¿Marcas tú el inicio o lo hago yo?
—Yo; no quiero que hagas trampa. —Elecia entrelazó su voz con
sarcasmo, pero Vhalla sabía que era un velo delgado de la sinceridad de la
otra mujer, y su ojo tembló.
Elecia se movió y Vhalla instantáneamente pasó a la ofensiva.
La mujer de piel oscura la esquivó y bloqueó hábilmente. Ella evitó por
poco los ganchos y golpes de Vhalla. Pero los golpes de Vhalla fallaron por
un margen más estrecho de lo que hubiera esperado.
Vhalla respiró hondo y se concentró. Comenzó a sentir las ondas en las
corrientes de aire cuando los músculos de la otra mujer se tensaron y
latieron antes de lanzar un puñetazo o una patada. El cuerpo de Vhalla lo
supo antes de que sus ojos pudieran ver. El corazón de Vhalla comenzó a
acelerarse. Ella podía hacer esto: podía luchar.
Un pulso comenzó a llenar los oídos de Vhalla y se permitió confiar en
el instinto. Vhalla se movía como el viento, rápida y precisa. Sus manos se
movieron en arcos exactos, alcanzando su objetivo casi siempre. La
constante ofensa hizo que Elecia comenzara a entrar en pánico, y el pánico
hizo que la otra mujer se volviera descuidada. Vhalla no escuchó nada más
que los latidos de su corazón.
Elecia arrojó un puño al rostro de Vhalla; sabiendo que venía, Vhalla
lo esquivó en el último segundo. Ella apretó su mano alrededor de la
muñeca de Elecia y saboreó la mirada de pura conmoción cuando su pie
pateó los pies de la otra mujer debajo de ella. Elecia cayó de rodillas y
Vhalla alcanzó el rostro de la mujer con la mano libre y cubrió la boca de
Elecia.
Los ojos de la mujer de cabello oscuro se agrandaron de terror.
—Ya es suficiente —espetó Aldrik desde su derecha—. Vhalla, déjala
ir.
Los latidos de su corazón en los oídos de Vhalla comenzaron a
desvanecerse: era casi como salir de un trance. Como si viera a la otra
mujer por primera vez, Vhalla rápidamente apartó la mano, mirando el
apéndice que había encontrado una mente propia.
—¿Qué demonios fue eso? —Elecia se puso de pie de un salto.
—Solo una ronda de práctica —dijo Vhalla secamente. No estaba
dispuesta a dejar que la conmoción le diera a Elecia margen de maniobra
para ignorar el hecho de que había sido superada—. Práctica en la que
fuiste superada.
—Bien —murmuró Elecia, sus ojos se volvieron hacia Aldrik—.
Superada con un estilo de lucha terriblemente familiar.
—Creo que es suficiente por esta noche. —El tono de Aldrik era claro:
no quería más discusión al respecto.
—¿Por qué? —Elecia dio un paso adelante—. ¿Así puedes seguir
entrenándola en secreto? —¿Era eso dolor en la voz de la otra mujer?—.
¿Qué haces esas noches en que la llamas a tu tienda?
—Eso no es asunto tuyo. —Vhalla nunca había escuchado a Aldrik
hablarle con tanta dureza a Elecia.
—Lo es, porque eres mi…
—Solo vete, Elecia. —Aldrik se pellizcó el puente de la nariz con un
suspiro.
¿Él era su qué? Vhalla quería gritar la pregunta, pero apenas encontró
suficiente aire para respirar durante todo el intercambio.
—Bien, Aldrik. Si quieres entrenarla en secreto, adelante. Pero no
creas que el favor que le diste a la de baja cuna que no lo merece pasará
desapercibido o no será cuestionado. —Elecia recurrió nuevamente a los
insultos, y Vhalla deseaba que fueran tomados un poco más
indiferentemente en lugar de seguir sintiéndose como puñales en su
estómago.
—Todos ustedes, regresen —ordenó Aldrik mientras Elecia se alejaba.
—Aldrik —dijo Vhalla en voz baja mientras Fritz y Larel se
adelantaban unos pasos.
—¿Dónde aprendiste a hacer eso? —El príncipe la miró por el puente
de la nariz.
—¿Dónde más podría aprender? —Ella no entendía por qué le estaba
dando su disgusto—. De ti, Elecia, Larel, Fritz, la Comandante Reale,
conoces a todos los que me han enseñado.
—La forma en que te moviste. Ninguno de ellos podría haberte
enseñado eso. —Estaba serio.
—Bueno, tengo un buen maestro. —Vhalla intentó una sonrisa que
rápidamente abandonó.
Los ojos de Aldrik estaban oscuros por una tempestad de emociones,
nada bueno.
—Fue más que eso, Vhalla —presionó él.
—No sé qué más crees que hice. —Ella dio un paso hacia atrás,
cruzando los brazos—. Si recuerdas, mi vida no ha sido mía durante las
últimas semanas. Soy propiedad de la corona, mi príncipe.
—¿Es eso? ¿Eres solo propiedad de la corona? ¿No hay nada más? —
Aldrik acortó la brecha entre ellos con dos pasos.
—¿Qué más podría haber? —¿Por qué más ella iría a la guerra?
Sus ojos se abrieron una fracción y Vhalla se dio cuenta de que no
estaban hablando de su presencia en el ejército o el combate. Aldrik pasó
furioso junto a ella, su hombro golpeando ligeramente el de ella.
—Aldrik, sabes que no era eso lo que quise decir —llamó ella detrás
de él.
Él se congeló y la miró. ¿Eso era apreciación en su rostro? ¿Estaba
impresionado de que ella reconociera los sutiles cambios en su
conversación?
El momento fue fugaz y la dejó sin una palabra más.
Vhalla quería gritar. El viento le hacía cosquillas en la palma de la
mano, respondiendo a sus frustraciones. Por primera vez, Vhalla consideró
correr y abandonar su deber.
Más tarde, en su tienda, Vhalla se desahogó con Larel sobre todo.
—¡Ni siquiera sé lo que hice! —La otra mujer guardó silencio—.
Pensé que le habría gustado que no fuera del todo una inútil.
—Nunca fuiste inútil —corrigió Larel.
—¡Superé a Elecia! —Vhalla se dejó caer sobre su petate—. Pensé que
estaría orgulloso.
Larel se detuvo un momento, acostada de lado junto a Vhalla.
Colocaron sus sacos de dormir uno contra el otro para dar más espacio a sus
armaduras y cosas en la pequeña tienda. Parecía un uso mucho mejor del
espacio, y Vhalla ya había roto las barreras de contacto en las noches que
había pasado temblando y sollozando en los brazos de Larel.
—La forma en que luchaste, Vhalla —comenzó con delicadeza Larel.
—No tú también —gimió.
—Bueno, te moviste de manera muy diferente que antes —señaló Larel
—. ¿Qué sucedió?
—Hemos estado entrenando durante semanas —enfatizó Vhalla—.
Espero estar mejorando.
—Ni Fritz ni yo pudimos vencer a Elecia.
—Pero ustedes dos no estaban realmente entrenando. —Vhalla se giró
para mirar a Larel.
—Lo estábamos. —Larel asintió—. ¿Cómo lo hiciste?
Vhalla hizo una pausa, tratando de dejar de lado su actitud defensiva y
pensar.
—No lo sé, solo me moví.
—¿Solo te moviste? —Larel rápidamente abandonó el escepticismo
cuando vio el rostro de Vhalla.
—Ni siquiera pensé —agregó Vhalla en voz baja, tratando de analizar
lo que había sucedido—. Era como si mi cuerpo supiera qué hacer y yo solo
tenía que confiar en él.
—Luchaste como Aldrik —continuó Larel antes de que Vhalla pudiera
señalar que el príncipe la había estado entrenando—. No, Vhalla, luchaste
exactamente como Aldrik.
—Pero…
Larel negó con la cabeza.
—Bien podrías haber sido su espejo. He entrenado suficientes veces
con el príncipe para saber cómo se mueve. Hasta cómo giraste los pies,
Vhalla. Y luego, cuando agarraste el rostro de Elecia… así es cómo Aldrik
ejecuta a sus enemigos. —Vhalla recordó a los del Norte en la Noche de
Fuego y Viento, cuando Aldrik mató frente a ella. Agarró rostro de esa
mujer y la quemó viva de adentro hacia afuera. Vhalla se estremeció—. No
sé cómo…
—La Unión sería mi sospecha. —Larel llegó a la conclusión obvia.
—Tengo que ir a hablar con él. —A Vhalla se le impidió ponerse de
pie con un brazo alrededor de los hombros.
—Mañana —dijo Larel pensativo—. Creo que Aldrik estaba muy
sorprendido por este giro de los acontecimientos. Dale un poco de espacio
para que se enfríe y lo procese.
Vhalla frunció el ceño, pero obedeció a su amiga. Larel daba los
mejores consejos y tenía la sabiduría de años con Aldrik detrás de ella. Y el
amanecer no estaba tan lejos.
Pero cuando llegó el amanecer, Aldrik no estaba a la vista. Vhalla
examinó las fogatas; las tiendas de campaña que estaban siendo
desmontadas, pero ella no podía encontrar su alta sombra por ningún lado.
No lo vio hasta que se puso en línea con Fritz y Larel.
Ignoró el espacio que Vhalla le había dejado, el espacio que había sido
llenado constantemente durante días, y fue directamente a Elecia. Vhalla se
despidió de Fritz y Larel e hizo un rápido trote hasta el frente de la fila. Sus
estados de ánimo y sus incómodas distancias estaban empezando a agotar la
paciencia de Vhalla. No le importaba que durante el día su cercanía tuviera
que ser un secreto, lo que sea que esa cercanía significara. Estaba cansada
de que todo estuviera bajo sus términos y lo que él necesitaba.
—Bueno, mira quién es. —Craig fue el primero en notarla, y Daniel
sonrió de oreja a oreja mientras se acercaba—. Pensamos que nos habías
abandonado, señorita Caminante del Viento.
—¿Mis chicos de oro favoritos? —Vhalla se rio para sacarse la tensión
de la Legión Negra de encima, interponiéndose entre Craig y Daniel—.
¿Cómo podría abandonarlos?
—Buenos días, Vhalla. —El príncipe Baldair le dio una sonrisa.
—Buenos días, mi príncipe. —Vhalla bajó los ojos respetuosamente.
Cuando los levantó de nuevo, miró a Raylynn y la mujer le dio un pequeño
asentimiento. Las cosas habían mejorado dramáticamente entre ellas—.
¿Cómo están las espadas?
—Afiladas como siempre —anunció Craig con orgullo—.
Especialmente este de aquí. —Señaló a Daniel, y el hombre se sintió
abrumado de repente con modestia—. Ha estado invicto en el ring durante
dos semanas.
—¿En el ring? —preguntó Vhalla—. ¿Rondas de práctica?
—Debemos mantener los reflejos agudos. —Baldair la miró de reojo
—. De seguro ustedes también tienen algún tipo de práctica en la Legión
Negra.
—Así es. —Vhalla pasó sus riendas incómodamente de mano en mano.
—Es extraño imaginarte peleando —pensó Daniel en voz alta—. No es
que quiera decir que no podrías o no deberías. Cuando estabas en el juicio,
no parecías una combatiente —añadió apresuradamente.
—No lo era. —Vhalla miró hacia el horizonte árido. Había elegido el
día adecuado para viajar al frente de la horda. Los arbustos restantes y las
hierbas del bosque se estaban disolviendo en las arenas de los Desechos del
Oeste. El Gran Camino Imperial atravesaba las dunas de color amarillo
pálido como una serpiente de alabastro y, por lo que podía ver, no había
nada más delante de ellos.
—¿Podrías entrenar conmigo? —preguntó Daniel—. Nunca he tenido
muchas oportunidades de entrenar con hechiceros; Jax suele estar ocupado
con la Legión Negra. Me encantaría tener la práctica. —Él sonrió y se
apartó el cabello empapado de sudor de su rostro.
—Seguro. —Vhalla asintió y se ajustó la capucha de cota de malla que
Aldrik le había hecho, manteniendo el sol en sus mejillas.
—Cuando nos detengamos entonces. —Daniel parecía genuinamente
emocionado.
Como resultado de su decisión de entrar en la refriega, su charla se
centró en la historia de la Legión Negra y la Torre de los Hechiceros. Como
era de esperarse, la brecha entre hechiceros y Comunes era profunda, y lo
que Craig y Daniel dijeron acerca de que era peor en el ejército resultó ser
cierto. Cuando la horda se detuvo, los hombres y mujeres de espadas
miraron a Vhalla con cautela mientras demoraba. Había cabalgado con
Craig y Daniel suficientes veces para no recibir más miradas o susurros,
pero quedarse con ellos después de que se detenían parecía cruzar una
nueva línea.
—¿Seguro que quieres hacer esto? —preguntó Vhalla después de que
amarraron sus monturas.
—Sí, Danny, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? —Raylynn miró
a Vhalla de reojo. Puede que las cosas hayan mejorado entre ellas, pero la
mejora era marginal.
—Lo estoy. —Daniel se rio—. Sé que Vhalla no me hará daño.
Raylynn claramente no compartía el mismo sentimiento, pero Vhalla
encontró la confianza de Daniel refrescante. Parecía concederle siempre el
beneficio de la duda, confiar en ella sin necesidad de una razón. Eso
rápidamente se había convertido en un sentimiento extraño desde que se
convirtió en hechicera.
El enfrentamiento de Vhalla y Daniel atrajo la atención de más de una
persona, y los otros soldados comenzaron a reunirse, mirando con
curiosidad a la hechicera de armadura negra frente a un Guardia Dorado.
—¿Una ronda suave, entonces? —Daniel desenvainó su espada. Era
una hermosa hoja con un pomo dorado en forma de trigo. Vhalla la había
admirado en muchas ocasiones ya que habían hablado de sus hogares en el
Este—. ¿A renunciar?
—A renunciar. —Vhalla asintió, apretando los puños. Estaba casi
mareada por el poder. Los vientos del desierto eran rápidos, libres y fuertes.
—Craig, haznos los honores. —Daniel miró a su amigo.
—Cuando les diga. —Craig se interpuso entre ellos y levantó la mano
—. ¡Ya! —Dejó caer su palma en el aire, saltando hacia atrás al mismo
tiempo.
Vhalla actuó con la respiración de Craig y estaba un paso por delante
de Daniel cuando Craig incluso se estaba moviendo. Ella pasó un brazo por
su pecho, enviando una ráfaga de viento arenoso a la cara de Daniel.
Daniel, para su crédito, no vaciló ante tal ataque de sondeo y giró su espada
en su palma para un golpe de reveso.
Agachándose bajo la espada, Vhalla giró alrededor de Daniel como una
bailarina. Ella colocó una palma en el centro de su espalda, enviándolo a
caer con una ráfaga de viento. Ella estaba decepcionada; Vhalla había
esperado más desafío de un miembro tan estimado de la guardia del
príncipe Baldair.
Pero Daniel estaba dispuesto a mostrarle cómo se había ganado su
brazalete dorado. Mientras caía, hundió la espada en la arena y la giró para
barrer los pies de ella. En su sorpresa, Vhalla apenas tuvo tiempo de
contenerse y, cuando lo hizo, la punta de una hoja estaba en su garganta.
—No eres mala —jadeó Daniel.
—Tú tampoco —respondió ella con una sonrisa astuta.
El rostro de Daniel se convirtió en una sonrisa pequeña como si ahora
compartieran un secreto salvaje entre ellos. Vhalla nunca lo hubiera
adivinado, pero había algo en entrenar con una persona que era casi íntimo.
El momento fue rápidamente arruinado cuando un hombre se adelantó
a los observadores.
—Por la Madre, ¿qué crees que estás haciendo, Lord Taffl?
Vhalla reconoció la figura descomunal de un hombre. Él era quien se
había enfrentado a ella al inicio de la marcha. El que Daniel y Craig habían
convencido para que no la abordara.
—Practicando un poco —le dijo Daniel a Grun, pero prestó atención a
Vhalla, ayudándola a ponerse de pie.
—¿Con eso? —Grun la señaló.
—La dama accedió amablemente a darme algo de experiencia contra
un hechicero —dijo Daniel enfureciéndose.
Nadie habló; estaba inquietantemente silencioso ya que todos los
espectadores parecían contener la respiración. Todos parecían igualmente
temerosos de cómo se verían las piezas si se rompía la tensión entre los dos
hombres, Vhalla incluida.
—Creo que debería irme.
—Vhalla, no… —Daniel se giró rápidamente.
—No, sí debería. Es probable que Larel esté montando nuestra tienda
sin mí. —Vhalla sonrió en un intento de hacerle creer la pobre excusa.
—Yo quiero practicar contra un hechicero —dijo Grun antes de que
Vhalla pudiera alejarse del ring improvisado—. Entrena conmigo.
Vhalla lo miró con cautela. Ella no pensó ni por un minuto que él la
hubiera aceptado de repente. Pero tal vez podría demostrarle que no era
peligrosa, que no quería hacerle daño.
—Muy bien —dijo ella antes de que Daniel pudiera objetar.
—Vhalla, no tienes que hacerlo. —El hombre se acercó un paso más a
ella y bajó la voz—. No te sientas presionada a hacer esto.
—No me siento presionada. —Ella sacudió la cabeza y susurró—: Tal
vez sea bueno mostrárselo.
—Bueno…
—¿Ya terminaron de susurrar sus dulces palabras? —preguntó Grun
secamente, sacando su espada frente a Vhalla.
Daniel se apartó rápidamente, sus movimientos bruscos y nerviosos.
¿Era el calor del desierto o había un rubor en sus mejillas? Daniel levantó
su palma; su marca para comenzar sería cuando la bajara.
Ella notó cómo su cabello castaño oscuro se movía mientras su mano
cortaba el aire, sus ojos color avellana lanzándose hacia ella.
Distraída, Vhalla no escuchó a Grun moverse hasta que estuvo sobre
ella. Ella se movió en el último segundo, haciendo un débil intento de
esquivarlo. Golpeó el pomo de su espada contra su mejilla en un golpe con
el reverso, enviando a Vhalla volando hacia la arena.
—¡Grun! —gritaron Daniel y Craig.
—Es solo para entrenar. —La montaña de un hombre se rio—. Si
quiere rendirse, puede hacerlo.
Vhalla tosió sangre sobre la arena. Tenía el labio partido y su rostro ya
se sentía hinchada. Ella parpadeó para alejar las estrellas, tratando de volver
a poner sus pies debajo de ella.
La bota de Grun conectó con su costado, haciendo eco contra su
armadura cuando la pateó. Vhalla rodó por la arena, el viento salió de ella.
Se acurrucó sobre sí misma, golpes fantasmas atacando su cuerpo.
Jadeando, trató de apartar de su mente los recuerdos del asalto de Rata y
Lunar.
—¿De verdad, esto es todo? —Grun se rio, incitando a algunos de los
espectadores a aplaudir—. ¿Esta es la temible Caminante del Viento?
—Vhalla, ríndete. —Daniel corrió a su lado.
—No me toques —siseó ella, extendiendo una palma. Algo en sus ojos
congeló a Daniel en su lugar mientras Vhalla se ponía de pie. Vhalla se
movió hacia Grun y sintió el viento a su espalda. Su corazón comenzó a
acelerarse con solo mirarlo.
—Oh, ¿todavía tienes algo de pelea en ti? —Grun se rio entre dientes
cuando Vhalla se puso de pie—. Bueno, al menos nuestra Legión Negra
hace buenos sacos de boxeo. Deberíamos agradecer al Señor del Fuego por
lo único que nos ha dado.
—Retira lo que dijiste. —Vhalla apenas podía oírse a sí misma sobre el
latido acelerado en sus oídos.
—¿O qu…? —Grun no terminó la frase cuando el puño de Vhalla se
encontró con un lado de su rostro.
El hombre tenía la constitución de una roca, y Vhalla podía sentir los
huesos de su brazo comprimirse a través de su hombro mientras golpeaba
su mejilla. Le dolió la mano, pero lo ignoró, aterrizando rápidamente su
puñetazo y retirada.
Grun soltó un grito de rabia y blandió su espada hacia ella.
—¿Por qué me odias? ¿Por qué nos odias? —gritó ella, su cuerpo
esquivando hábilmente los movimientos de su espada.
—¡Porque son unas abominaciones! —gritó Grun, intentando
agarrarla.
Vhalla era demasiado rápida y movió su mano fuera del camino,
girando alrededor de su costado.
—¡Somos tus camaradas! ¡No queremos pelear contigo!
—¡Dice la mujer que mató a innumerables personas en la Noche de
Fuego y Viento! —Grun levantó su espada por encima de su cabeza y la
dejó caer sobre el hombro de Vhalla. El sonido metálico de metal contra
metal fue agudo y le hizo zumbar el oído mientras caía.
Pensaban que era una asesina.
—Yo no los maté —susurró Vhalla.
—¡Mentirosa! —Grun levantó su espada de nuevo—. ¡Deberían
haberte matado esa noche! —El goliat se balanceó directamente hacia su
cabeza.
Vhalla miró fijamente la espada mientras el mundo se convertía en un
caos ante las intenciones claramente asesinas de Grun. Esto no era un
combate; el hombre pretendía que fuera una ejecución.
Vhalla levantó la mano y el viento arrancó la espada de Grun de sus
dedos, enviándola muy lejos en la arena. Ella pasó la palma de la mano
frente a su cuerpo y una segunda ráfaga tiró a Grun de costado. Cuando
Vhalla se puso de pie, presionó su mano hacia abajo, sosteniendo al hombre
en el suelo a pesar de sus luchas.
—No soy tu enemiga —susurró ella con una voz inquietantemente
tranquila—. Así que no puedo morir este día. No voy a morir hasta que veas
la verdad.
—¿Qué está pasando aquí? —gritó una voz. El príncipe Baldair se
abrió paso entre la multitud que se había reunido, con Raylynn a su lado.
Vhalla relajó su mano, permitiendo que Grun se pusiera de pie.
—¡Ella me atacó! —El hombre hizo su acusación al príncipe.
—¡Mentiroso! —gritó Daniel—. Mi príncipe, Vhalla fue lo
suficientemente amable para aceptar una ronda, y Grun se aprovechó de la
situación. Él hizo un atentado contra su vida.
Grun disparó dagas al lord con los ojos.
—Fue solo un entrenamiento —respondió Grun con una risa molesta
—. Ella fue quien lanzó el primer puñetazo; mira mi rostro.
De hecho, Grun tenía un moretón formándose donde Vhalla lo había
golpeado, pero ella podía lamerse los labios y saborear la sangre.
—Ella es un monstruo, y si hubiera podido me habría matado, fue en
defensa propia —continuó Grun.
Vhalla vio sombras del Senado cuando algunos soldados comenzaron a
asentir.
—¡Eso no es cierto! —Daniel desenvainó su espada, su voz ronca—.
Sigue mintiendo y te cortaré la lengua.
—Defiende a tu monstruo. —Grun tomó su propia espada, olvidando
que Vhalla lo había desarmado por completo.
—¡Suficiente! —gritó el príncipe Baldair. Los hombres echaron humo,
pero fueron silenciados. El príncipe se dirigió a Vhalla—. ¿Tienes algo que
decir en su nombre?
Vhalla se encontró con los interminables ojos azules del príncipe,
considerando su pregunta. Su costado palpitaba donde Grun la había
pateado, donde Rata y Lunar la habían pateado. Ella apretó sus puños,
soltando su Canal mágico, y con eso, también su lucha.
—No.
—¿No? —El príncipe estaba sorprendido.
—He aprendido que el Imperio —Vhalla se giró, mirando a los demás
soldados—, la gente, no tiene interés en la verdad. —Vhalla miró fríamente
al príncipe Baldair—. Soy propiedad de la corona, y la propiedad no
responde.
El desprecio la sorprendió incluso a ella, y todos se quedaron en un
silencio atónito. Era la primera vez que lo decía en un lugar público, la
primera vez que asumía su nueva identidad. Pensarían lo que quisieran
sobre ella, las palabras no cambiarían su realidad. Entonces, ¿por qué luchar
esa batalla? Ya tenía suficiente para preocuparse por solo sobrevivir.
—Ven conmigo, hechicera. —El príncipe claramente se había ofendido
por su franqueza—. Grun, Daniel, me ocuparé de ustedes más tarde.
—Baldair… —Daniel dio medio paso entre Vhalla y el príncipe.
—¡Silencio, soldado!
Vhalla nunca había visto al príncipe Baldair ser tan duro. Daniel la
miró desesperanzado mientras ella seguía al príncipe al campamento. Sabía
que debería sentirse culpable, pero no lo hacía. Y su estado de ánimo se
agrió hasta el punto en que el príncipe Baldair la llevó a su tienda.
Su tienda era completamente diferente a la de Aldrik por dentro. Tenía
una mesa de verdad y tres sillas colocadas alrededor. Un solo brasero hecho
de bronce colgaba del centro de la tienda e iluminaba la habitación. La
cama del príncipe Baldair era más grande, por razones que Vhalla solo
podía suponer, dada su reputación entre las mujeres, y parecía tener un
colchón de verdad. Se preguntó qué tan difícil sería para los caballos
cargarlo todo.
El príncipe cerró la solapa de la tienda detrás de él e hizo un pequeño
círculo a su alrededor, evaluando a Vhalla de pies a cabeza.
—Siéntate. —Hizo un gesto hacia una silla—. ¿O tal vez prefieres que
arroje algunas almohadas al suelo?
Los ojos de Vhalla se agrandaron al escuchar el significado entre sus
palabras.
—Te ves incómoda. —El príncipe hizo una pausa, sus ojos leyendo los
de ella—. Creo que estarías más a gusto en la tienda de un príncipe. ¿O es
solo en la de mi hermano?
—¿Qué quieres? —exigió ella.
—Hoy lo vi a él en ti. —Baldair entrecerró los ojos, como si tratara de
imaginarse a Aldrik imponiéndose en de ella—. La forma en que te
moviste, la forma en que te apresuraste la pelea. Dime, ¿es esa la única
forma en la que él ha estado en ti?
—No sé de qué estás hablando —siseó Vhalla.
—No puedo recordar la última vez que vi a Aldrik con una mujer, al
menos una que no fue comprada o entregada por nuestro padre como un
intento de encontrar una futura Emperatriz. —Baldair dio un paso más
hacia ella. No conocía a este príncipe. Había algo que lo dejó amargándose.
Él hizo una mueca mientras hablaba, como si se arrepintiera
instantáneamente de sus palabras.
—Ni una palabra más —advirtió Vhalla.
—¿Oh? ¿Pensaste que él era algún tipo de pilar de pureza? Lo he visto
matar a chicas más jóvenes que tú. Lo he visto obligar a las mujeres a
arrastrarse hasta su cama. —El príncipe Baldair frunció el ceño.
La tensión en sus músculos se volvió tan grande que Vhalla temió que
le partiera los huesos.
—Habla de él de nuevo y yo…
—¿Tú qué? —La expresión del príncipe Baldair chocaba oscuramente
con su exterior generalmente guapo—. Contrólate, Vhalla. ¿Has olvidado
los términos que te dio el Senado? ¿Has considerado que tus acciones
pueden forzar su mano?
El horror la detuvo y sus manos se relajaron. No lo haría.
—¿Qué quieres de mí? —susurró ella.
El príncipe se inclinó hacia ella para susurrarle al oído.
—Lo que sea que tengas con él, termínalo ahora. —Su voz era
tranquila y sonaba sincera y dolorida—. Si no es por tu bien, entonces por
él.
El pecho de Vhalla se apretó, pero no tuvo la oportunidad de
preguntarle qué quería decir. El estruendo de un caballo y el relincho de un
alto abrupto se podía escuchar desde fuera de la tienda.
El príncipe Baldair se enderezó cuando se abrió la solapa de la tienda.
Vhalla se giró y una ola de alivio se estrelló sobre ella cuando vio a la
figura oscura entrar.
—Ah, hermano. —El príncipe Baldair apoyó las palmas de las manos
en sus caderas—. Solo estábamos hablando de ti.
Capítulo 11

Los ojos de Aldrik parpadearon de Vhalla a su hermano. Vhalla lo


miró a los ojos y le suplicó en silencio que la sacara de allí lo más rápido
posible. Lo vio reprimir sus emociones mientras cruzaba las manos a la
espalda.
—¿Qué está pasando aquí? —Su voz tenía una quietud mortal.
—Ella fue atrapada en una pelea. —El príncipe Baldair miró a Vhalla
—. Estaba administrando disciplina.
La cabeza de Vhalla se volvió hacia el príncipe más joven con una
mirada furiosa. ¿Es así como lo llamaba?
—Creo que la disciplina recae en el líder del subordinado. —Podía
escuchar el estrés bajo la fría voz de Aldrik.
—Normalmente, sí. —El príncipe Baldair asintió—. Pero creo que su
líder es bastante parcial, ¿no?
—Baldair… —Aldrik ni siquiera trató de ocultar la amenaza en el
fondo de su voz.
—Creo que estás confundiendo a la mujer, Aldrik. Ambos sabemos
cómo se deben satisfacer las necesidades de un hombre, pero ella es
demasiado joven para ti y tus juegos. —El príncipe Baldair cruzó los brazos
sobre su pecho.
Vhalla se abstuvo de señalar que ella no era que mucho más joven que
él.
—¿Qué es esto? —Aldrik se acercó a su hermano, deteniéndose lo
suficiente para mirar fijamente a su hermano—. ¿Celos fuera de lugar? —
Aldrik lo miró con desdén—. ¿Que una mujer me prefiera a ti?
—No te hagas ilusiones. —El príncipe de ojos azules resopló. El
príncipe Baldair se enderezó en toda su altura y aún quedaba una mano más
bajo que su hermano—. No se trata de ti ni de mí, se trata de ella. —Sus
ojos se dirigieron a Vhalla—. Era amable, tímida y dulce la primera vez que
la conocí. Menos de un año contigo y mira lo que le has hecho. Está vestida
de negro…
—Baldair… —gruñó Aldrik.
—…está peleando y le gusta —continuó el príncipe más joven.
—¡Baldair! —La mano de Aldrik se cerró en un puño.
—¡Tiene sangre en las manos! —El rostro del príncipe Baldair se giró
para mirar a Aldrik—. ¿Tienes la audacia de no sentirte culpable?
La mandíbula de Aldrik se apretó, pero no dijo nada.
El príncipe más joven negó con la cabeza.
—Al menos lo haces. —Se giró hacia ella con una expresión triste—.
Vhalla, no lo necesitas para brillar. Traté de decírtelo antes de la gala.
Especialmente ahora, no tienes que forzarte a soportar su presencia después
de lo que él…
Vhalla había escuchado lo suficiente, dio rápidamente los tres pasos
entre ellos, levantó la mano y llevó su palma abierta con fuerza sobre el
rostro del príncipe más joven.
Vhalla nunca había abofeteado a nadie. Quizás el príncipe Baldair tenía
razón en que ella había cambiado significativamente en los últimos meses.
Si era un cambio, decidió que era para mejor, ya que sintió que una
profunda satisfacción la recorría.
La mano de él subió hasta la marca roja en su mejilla y la miró con los
ojos muy abiertos y la boca abierta. Incluso Aldrik se quedó conmocionado
en un enorme silencio.
—¡Suficiente! —Vhalla buscó a tientas sus palabras, sus emociones
subieron—. Nunca le hagas sentir, o sugieras que debería, sentirse culpable
por mí o en mi nombre. —Ella miró al príncipe dorado—. Y no finjas que
de alguna manera sabes… sabes cómo… —Vhalla sintió que se le retorcían
las entrañas, las corrientes en su mente nublándose—. Cómo yo, o cómo
él… Cómo nosotros… —Escuchó su voz quebrarse, no quería confrontar
esto aquí.
El rostro del príncipe Baldair cayó.
Aldrik dirigió una mirada furiosa a su hermano antes de darle la
espalda para enfrentar a Vhalla. Colocó una mano en su hombro y la otra
con cautela sobre su mejilla herida. Aldrik inclinó su rostro hacia él y ella lo
miró a los ojos temblorosamente.
—Vhalla —susurró, acariciando su mejilla con el pulgar—. Está bien,
es suficiente. —Ella se relajó bajo la familiar calidez de su mirada, y Aldrik
le dio una pequeña sonrisa que le devolvió débilmente.
—Es cierto, ¿no? —murmuró el príncipe Baldair.
La mano de Aldrik cayó de su rostro, pero su izquierda permaneció
sobre su hombro mientras se giraba para evaluar a su hermano.
El príncipe más joven miró la escena frente a él con los ojos muy
abiertos.
—Realmente te preocupas por ella.
Sintió que Aldrik se tensaba ante la declaración, pero no hizo ningún
movimiento para alejarse; en todo caso, su mano se apretó ligeramente. El
corazón de Vhalla latía con fuerza. Deseaba desesperadamente irse, escapar
lo más rápido posible. Por mucho que quisiera escuchar la pura verdad de la
respuesta a esa acusación, no quería que fuera así.
—Y tú… —El príncipe Baldair la miró fijamente.
Vhalla reunió lo último de su coraje para mirarlo sin vacilar. Lo
consiguió bastante bien; el príncipe fue el primero en apartar la mirada con
un movimiento de cabeza. Caminó pesadamente hacia una silla y se dejó
caer en ella. El príncipe apoyó la sien en las yemas de sus dedos, mirando
con incredulidad a Aldrik.
—Solo quería ayudarla. Pensé que estabas… Aldrik, eres demasiado
inteligente para esto.
—Lo sé —respondió Aldrik en voz baja, la tensión parecía haberse
desvanecido y el dolor llenó sus ojos en su lugar.
—Y yo pensé… pensé que… —El príncipe Baldair se rio entre dientes
y volvió a negar con la cabeza—. Ah, no importa.
—Príncipe Baldair. —Vhalla dio un paso adelante y la mano de Aldrik
la soltó—. Lamento mis acciones de hoy. Más importante aún, lamento
haberte golpeado. —Ella tomó aliento—. Le agradecería q-que… no usara
eso como una razón para terminar con mi vida.
El príncipe se echó a reír; colocó una palma sobre su estómago y dejó
que el sonido melódico rompiera la tensión en el aire.
—No, más bien me lo merecía, ¿no? —Vhalla lo miró atónita. El
príncipe se volvió hacia su hermano—. No fue su culpa hoy, Aldrik. Creo
que algo de lo que dijo en realidad pudo haber llegado a los hombres. Te
habrías sentido orgulloso si lo hubieras visto. —El príncipe Baldair se
movió para descansar la mejilla en su mano—. Y Vhalla, lo siento. Esa no
era una forma principesca de actuar.
Vhalla lo estudió con atención. En general, este hombre le había hecho
más bien que mal, y se había ganado el crédito mientras ella estaba en el
juicio que estaba gastando ahora. Puede que sea un tonto emocional, pero
Vhalla no estaba segura de que fuera malicioso.
—Te perdono, mi príncipe —dijo ella. Sus palabras todavía dolían,
pero Vhalla las alejó de su cabeza, al menos por ahora.
Ella se giró hacia Aldrik, su príncipe alto, maravilloso y oscuro, y le
dio una sonrisa de alivio. Sus ojos se posaron suavemente sobre ella, y
sintió como si la tensión que se había estado acumulando entre ellos
estuviera a punto de romperse. No fue un sentimiento desagradable.
—¿Nos vamos? —preguntó ella.
Él asintió, lanzando una última mirada fulminante a su hermano antes
de salir.
Vhalla se detuvo brevemente y se giró. Evaluó al príncipe rubio que le
devolvía la mirada con curiosidad.
—Lo que querías de mí, me temo que no puedo darlo. —Vhalla había
llegado a aceptar que pasara lo que pasara, fueran lo que fueran, ella no
sería la que terminaría las cosas con Aldrik.
—Anda con cuidado, Vhalla —advirtió el príncipe Baldair—. Sé
mucho más sobre mi hermano que tú. Puedo parecer un idiota.
Ella arqueó las cejas.
»Soy un idiota a veces —corrigió con una sonrisa—. Pero soy
exactamente lo que ves. Él no. Hay cosas sobre él que aún no sabes.
Vhalla retiró la solapa de la tienda. Incluso si hubiera cosas, Vhalla no
las iba a escuchar de Baldair. Aldrik se lo diría eventualmente.
—¿Y Vhalla? —El príncipe se puso de pie—. Vuelve a montar en el
frente. No dejes que esto te disuada.
—¿Por qué? —preguntó ella con escepticismo.
—Porque creo que a los hombres les hace bien verte conmigo. —Él
sintió su confusión y continuó—. Eres un símbolo, Vhalla. Y, a pesar de lo
que algunos puedan hacerte creer, tienes más control sobre lo que
simbolizas que cualquier otra persona.
—No soy nadie —murmuró, oyendo a Aldrik subir a su montura.
—Incluso algo pequeño puede proyectar una gran sombra cuando está
cerca del sol.
Vhalla consideró eso durante un largo momento, buscando en el rostro
del príncipe un indicio de falsa sinceridad. Ella no pudo encontrar ninguno
y lo dejó atrás antes de que él tuviera la oportunidad de decir algo más que
potencialmente podría arruinar la frágil paz. Por todo lo que el príncipe
Baldair era, y había sido, de alguna manera no se sentía como su enemigo.
Aldrik sacó un pie de su estribo para que ella lo usara, ofreciéndole una
mano para montar su caballo. Las mejillas de Vhalla se encendieron cuando
se colocó detrás de él en la silla. Sus manos cayeron suavemente sobre su
cintura blindada para mantener el equilibrio.
—¿Dónde está Relámpago? —preguntó ella.
—El hombre del Este de mi hermano lo montó de regreso cuando fue a
buscar a Fritznangle. —Aldrik espoleó la montura hacia adelante.
El viento era fresco y cálido en sus mejillas después de la atmósfera
opresiva en la tienda.
—¿Daniel?
Aldrik asintió en silencio.
—¿Es una buena idea montar así? —preguntó Vhalla en voz baja,
notando las miradas de los soldados.
—Quiero que te vean conmigo. —Respondió tan rápido que no pudo
haber ningún pensamiento en sus palabras.
—¿Por qué? —preguntó ella.
—Porque quiero que sepan que si vuelven a ponerte la mano encima,
lidiarán directamente conmigo. —La voz de Aldrik era profunda y áspera, y
la hizo querer agarrarse a él y no dejarlo ir nunca.
Los llevó directamente a su tienda. Los soldados de la Legión Negra
que acababan de terminar de instalarla estaban comenzando a disiparse, y
todos la miraron con curiosidad cuando Aldrik hizo pasar a Vhalla al
interior. Alejarse de las miradas indiscretas del mundo fue un alivio, pero
fue igualmente angustioso que esas miradas indiscretas vieran cómo el
príncipe la guiaba con la palma en la parte baja de su espalda.
En el momento en que se cerró la solapa de la tienda, los braseros
alineados a lo largo del lugar se encendieron con llamas. Aldrik ni siquiera
pareció pensar en usar su magia.
—Quítate esto, yo lo arreglaré. —Él colocó una palma sobre su
hombro herido.
Vhalla asintió, comenzando a abrir la malla de escamas mientras
Aldrik hacía lo mismo. Se sentía cómoda y nerviosa al mismo tiempo.
Aldrik agarró la armadura mientras Vhalla se quitaba la cota de malla.
—¿Entonces qué pasó? —preguntó Aldrik.
—Bueno… —Vhalla suspiró y relató los eventos que llevaron a la
tienda de Baldair.
—¿Pero al final lo superaste? —preguntó después de que ella
terminara su historia.
—Lo hice. —Vhalla asintió.
—¿Cómo?
—Solo me moví… —Ella no estaba segura de qué respuesta estaba
buscando con esa pregunta.
—¿Como con Elecia? —Aldrik levantó la vista de su trabajo en la
armadura. Sus pulgares recorrieron el metal al rojo vivo.
—Sí… —Vhalla se calló, esperando que él llenara los espacios en
blanco. No lo hizo, y la frustración se apoderó de ella—. No puedes seguir
haciendo esto.
—¿Seguir haciendo qué? —Él pareció sorprendido por su tono.
—No puedes seguir haciendo preguntas crípticas y enfurruñarte sin
darme las respuestas que sé que tienes. —Vhalla no era nadie y, sin
embargo, sin miedo hizo demandas al príncipe heredero.
Aldrik solo suspiró y la dejó.
—Bien, mujer testaruda. —Dejó la armadura reparada a un lado—.
¿No te parece extraño que de repente seas capaz de vencer a soldados que
tienen años de práctica?
—Hemos estado entrenando. —Fue una excusa digna de vergüenza
cuando Vhalla realmente lo pensó.
—Fuiste descuidada, en el mejor de los casos. —Cuando Aldrik fue
honesto, no se guardaba nada—. Estaba empezando a temer por lo que
tendríamos que hacer para mantenerte con vida cuando llegamos al Norte.
—¿Entonces qué pasó? —presionó Vhalla.
—Luchas como yo. —Aldrik la miró a los ojos.
—Por supuesto que sí.
—No, Vhalla. —Él sacudió la cabeza—. Luchas exactamente como yo.
—¿Por qué? —susurró ella.
—Solo puedo asumir que es por la Unión —reflexionó Aldrik.
—Pero, ya no estamos unidos. —Tampoco lo habían intentado desde
aquella primera noche, semanas atrás.
—No, pero el Vínculo se amplió, nuestras mentes fueron… —Aldrik
hizo una pausa, cerrando los ojos con un suave suspiro—. Nuestras mentes
fueron conectadas. Fue una imprudencia de mi parte, dado lo poco que se
sabe sobre sus efectos.
—Y entonces… —balbuceó ella, sus palabras luchando por encontrar
la fuente de su malestar—. ¿Por qué no lo cerramos?
—Incluso si pudiéramos, yo no lo haría.
—Pero… —Parecía estar causándole tanta angustia, ¿por qué no
terminarlo?
—Porque ahora puedo tener cierta seguridad de que saldrás de esta
guerra con vida.
Vhalla se quedó atónita y en silencio. No pudo soportar el peso de su
mirada y se involucró en un rápido concurso de miradas con la mesa.
—Lo sé —comenzó su confesión—. Larel me habló de los Vínculos.
Que, si yo muero, tú morirás.
—Eso es solo una teoría. —Aldrik descartó el pensamiento fácilmente
—. Y no por ningún erudito de renombre.
—Pero…
—Quiero que te preocupes por ti. —Sintió la lucha restante en ella—.
Vhalla, por favor, prométeme eso.
La luz del fuego le jugó una mala pasada a sus ojos. Hizo que el
hombre que era casi siete años mayor que ella luciera como nada más que
un niño asustado. Vhalla se movió sin pensar, tomando su mano entre las
suyas. Aldrik le apretó los dedos con fuerza y ella borró todos los
pensamientos de duda.
—Lo prometeré, si me prometes que dejarás de huir y esconder estas
cosas. No quiero sentirme excluida de ti. —La voz de Vhalla se había
reducido a un susurro, y Aldrik asintió en silencio, sin darle más
explicaciones.
—Deberíamos practicar tu proyección. —Los sacó a ambos de su
trance.
—Oh, claro. —Vhalla había olvidado por completo que en realidad
habían planeado trabajar juntos esa noche.
—Dejemos la magia a un lado, por ahora, y concentrémonos en ver
qué tan lejos puedes llegar. —Aldrik se situó frente a la mesa, ajustando sus
papeles.
—Bueno. —Cerró los ojos.
—¿Te importaría acostarse primero? —Aldrik le recordó que su cuerpo
físico quedó flácido la última vez. Él agarró una de las almohadas y la
apoyó contra su pierna.
Vhalla vaciló, la invitación clara. El príncipe fingió estar atento a su
papeleo, claramente inquieto por si ella lo aceptaría o rechazaría. Las
palabras de precaución del príncipe Baldair se repitieron frustrantemente en
la mente de Vhalla y ella se acostó rápidamente, con la cabeza apoyada en
su pierna. No dejaría que el príncipe más joven y sus juegos se
interpusieran en su camino.
Vhalla salió de su cuerpo poco después de cerrar los ojos. Era
surrealista ver su forma física tan quieta, como si apenas respirara. Aldrik la
observó de cerca, esperando cualquier signo de problema.
—Creo que es más fácil —dijo Vhalla con un pensamiento.
—Eso parece —concordó él.
—¿Puedes oírme incluso si estoy lejos?
—Hay una forma de averiguarlo. Ve despacio —le advirtió, pero no le
dijo que se detuviera.
Vhalla atravesó la lona de la solapa de la tienda. Hubo cierta
resistencia, pero nada inmanejable. La gente caminaba de una fogata a otra,
pero nadie la notó.
—¿Todavía puedes oírme?
—Sin problemas. —Aldrik parecía emocionado por su progreso y eso
la animó a seguir adelante.
Ella avanzó en línea recta y descubrió que solo se sentía incómodo
cuando alguien caminaba a través de ella. Era un escalofrío extraño y el
mundo se desorientó por un momento. Pero después de la tercera vez,
Vhalla estaba comenzando a ajustar su magia en consecuencia,
recuperándose más rápido.
—¿Estás bien?
—Sí. Ahora estoy al borde del campamento.
—Ve un poco más lejos.
Vhalla caminó por el desierto hasta que el sol se ocultó por debajo del
horizonte. Ella le hablaba regularmente, pero la comunicación era
consistente y fuerte. Para cuando regresó a su cuerpo, había pocas dudas de
que había comenzado a dominar el arte de la proyección.
Regresar fue simple; escuchó el pulso que la había guiado de regreso la
primera vez y soltó su agarre mágico. Pero cuando sus ojos reales se
abrieron, Vhalla dejó escapar un suave gemido por cómo giraba el mundo.
Aldrik se movió, inclinándose sobre ella.
—¿Qué sucede?
—Creo que mi cerebro está regresando más lento por la distancia. —
No estaba segura de si eso tenía sentido. Hubo un ruido de rasguño y ella
vio que él había vuelto a tomar notas. Vhalla luchó por sentarse.
—Acuéstate, Vhalla —regañó él. Ella regresó a su posición anterior, la
mano izquierda de él pasó suavemente por su cabello—. Eres asombrosa.
—La voz de Aldrik era entrecortada y se centró en los papeles en lugar de
en ella. Vhalla lo miró fijamente, pero parecía estar hablando más para sí
mismo—. Por encima de todo lo demás, serás la clave para poner fin a esta
guerra.
—¿Eso crees? —murmuró Vhalla con cansancio.
—Sí. —No había ni rastro de duda—. Ahora descansa.
Vhalla obedeció y cerró los ojos.
***
Las semanas se deslizaron como la arena por las dunas. El desierto
estaba desolado y vacío, pero los días de Vhalla estaban llenos. Ya sea a
petición de ella o por su propia voluntad, Aldrik se recuperó rápidamente
del impacto de los efectos de su Unión. En privado, la animaba a confiar
libremente en su enlace a él. Le aseguraba que no le afectaba de ninguna
manera.
Vhalla fue cautelosa al principio. Pero cuanto más permitía que ese
latido se apoderara de sus oídos, más fuerte y rápida se volvía. Era como si
su cuerpo volviera a aprender lo que ya sabía, haciendo cada movimiento
más nítido y preciso.
Aldrik todavía cabalgaba con Elecia algunos días, y Vhalla con la
Guardia Dorada. El príncipe Baldair parecía complacido con su presencia.
Cuanto más tiempo pasaba con el príncipe más joven, más tiempo quería
con él en privado. Tenía preguntas para sus mensajes crípticos y
advertencias descuidadamente veladas. Quería preguntarle directamente qué
sabía, qué quería decir. Pero su tiempo juntos nunca se extendió más allá de
la marcha.
Las noches de Vhalla las pasaba sudando y empujando su cuerpo más
allá de sus límites ante las demandas del príncipe mayor. Vhalla estaba
agradecida por la mezcla de aliento gentil y contundente de Aldrik y sus
amigos. El cuerpo de ella estaba comenzando a llenarse una vez más, los
músculos se definían en lugares que nunca había imaginado que podrían
hacerlo.
La atmósfera en la marcha comenzó a cambiar a medida que se
acercaban a las Encrucijadas. Hubo un alivio palpable entre los soldados
cansados del camino y quemados por el sol al estar cerca de un punto de
descanso.
—¿Cuánto tiempo más creen que será? —preguntó Vhalla a sus
compañeros.
—Quizás un día, quizás dos —respondió Aldrik. Su atención sobre ella
ahora era algo habitual.
—Una cama —dijo Fritz con nostalgia.
—Un baño —suspiró Vhalla felizmente al pensarlo—. Habrá agua en
las Encrucijadas, ¿verdad? —La horda se había reducido a raciones de agua
de los pozos que bordeaban el Gran Camino Imperial en largos intervalos.
Ninguno de ellos se había lavado durante semanas, y Vhalla no podía
imaginar lo mal que olían todos para alguien que no estaba acostumbrado al
hedor.
—Por supuesto que habrá agua. —Larel se rio—. Las Encrucijadas es
un lugar mágico, Vhalla. Es la mitad del mundo.
—No puedo esperar. —Estaba realmente emocionada después de estar
montando durante tanto tiempo—. ¿Qué harán ustedes primero?
—Lo primero que voy a hacer es beber un Dragón Carmesí —
proclamó Fritz.
—Eres todo un borracho —bromeó Larel.
—¿Un qué? —preguntó Vhalla.
—Un Dragón Carmesí es un tipo de bebida —respondió Aldrik desde
su izquierda—. Está hecho con alcohol con especias del Oeste, tiene un
sabor distintivo y es muy fuerte.
—Yo también quiero probar uno. —Ella le devolvió la sonrisa a Fritz y
el chico de cabello desordenado comenzó a planear una gran aventura para
los tres. Larel trató de discutir sus grandiosos sueños y los dos estaban
bromeando entre sí en cuestión de minutos.
—Vhalla —dijo Aldrik con una voz que era solo para ella. Ella levantó
los ojos hacia él—. Hay algo que quiero decirte.
—¿Sí? —Su tono hizo que su pulso se acelerara.
—En las Encrucijadas, tengo algunos… asuntos que atenderé con
Elecia.
Vhalla estaba más preocupada por lo delicado que estaba siendo con el
tema que por las palabras mismas. ¿Qué lo tenía tan incómodo?
—¿Qué es?
—No tienes que preocuparte por eso. —Sus ojos estaban cautelosos.
—Aldrik, me prometiste…
—Vhalla —siseó él. Ella se llevó una mano a la boca y miró a su
alrededor rápidamente para ver si alguien notaba su desliz al olvidar su
título—. Te lo diré, lo prometo. Pero solo cuando sea el momento adecuado.
—¿Cuándo será el momento adecuado? —presionó ella.
—Cuando esté terminado y en ordenado. —Su tono le dijo que no
obtendría más información sobre el asunto. Vhalla suspiró suavemente—.
Solo debería tardar dos días, tres como máximo. Te encontraré después y te
lo contaré todo.
—Está bien. —Vhalla asintió y puso rostro valiente durante el resto del
día. Pero sus palabras vibraban en su cerebro con cada paso que daba,
resonando en la noche.
Capítulo 12

El día se sentía pegajoso, y su cabello se le pegaba al rostro y cuello


con sudor mientras se quitaba el yelmo. Miró los densos árboles en lo alto,
retorcidos y espesos de matorrales y enredaderas. Su mente se lamentó por
la última vez que había visto el cielo intacto. Un pájaro se lanzó entre el
follaje antes de llegar a los cielos. Se encontró deseando poder hacer lo
mismo.
El olor a ceniza y fuego llenó su nariz, un aroma demasiado familiar
que ya casi no notaba. Su mirada volvió a la tierra y de nuevo a la
destrucción que se había producido. Los últimos supervivientes iban a ser
asesinados por la espada. La sangre se derramaba sobre su propia
armadura, el carmesí se oscureció contra el negro de las escamas de su
armadura.
Vhalla reconoció vagamente que algo estaba claramente fuera de
lugar. El borde de la conciencia de que algo andaba mal se deslizó sobre
ella.
Caminó de regreso a su tienda. No, no era la de ella; ¿verdad? Intentar
pensar era demasiado difícil, como si estuviera luchando contra lo obvio.
Dentro estaba la misma área familiar en el piso con almohadas y una
pequeña mesa, aunque esta vez estaba cerca de la cama. Una gran mesa
rectangular y sillas dominaban el otro espacio. Estaba desordenado con
papeles esparcidos por el suelo, y se quitó los grandes guanteletes,
dejándolos caer.
Su respiración se volvió irregular y se giró. Con un movimiento de sus
brazos, empujó todos los papeles y documentos al suelo con un gruñido.
Golpeó la mesa con las manos y sintió que le temblaban los hombros.
Este pueblo no había formado parte de la milicia. Quizás algunos se
habían unido a la resistencia, pero todos habían sido incendiados y
heridos. Sus uñas se clavaron en la madera de la mesa mientras ahogaba
un grito frustrado. Nadie podía oír su dolor. No podía dejar que los
soldados tuvieran idea de su confusión. Punca podía.
Los ojos de los muertos permanecieron en ella, sus ojos suplicantes y
temerosos mientras los rodeaba en llamas y los quemaba vivos. Nunca se
hacía más fácil con el tiempo. Los recuerdos nunca se hacían más ligeros
de soportar.
Recuperando el control, comenzó a quitarse la armadura. Realmente
necesitaba la ayuda de alguien para la cubierta más grande, pero no podía
molestarse mientras quemaba los broches de cuero escondidos debajo. Lo
arreglaría más tarde.
Si sus pecados fueran tan fáciles de remover como su armadura,
podría dormir por la noche. Se frotó los ojos cansadamente. Con un
suspiro, comenzó a rebuscar en una bolsa escondida junto a su cama,
buscando lo único que podía limpiar su dolor y ahogar sus gritos. Una
llamada detuvo sus acciones.
—Mi príncipe. —La voz era familiar, era uno de los hombres de
Baldair.
—Adelante. —Su voz era profunda. Un hombre de cabello y ojos
oscuros entró en la tienda y ella lo evaluó fríamente, sin interés en tener
compañía y con la plena esperanza de que él se diera cuenta de esto—.
¿Cómo puedo ser de ayuda? —preguntó ella cortantemente.
—Hoy. —Él dio un paso adelante, sus movimientos bruscos; ella se
preguntó si él la había ganado en llegar a la botella—. Hoy lideró el asalto,
¿no es así? —Seguía con su armadura, cubierto hasta los codos de sangre y
ceniza.
—Lo hice. —Ella ya estaba molesta con esta discusión. A pesar de lo
que los soldados pensaban de ella, lo último que quería hacer era volver a
contar sus asesinatos—. Si no hay nada más… —Le dio la espalda al
hombre, fingiendo estar interesada en recoger los papeles esparcidos. Solo
las limitadas palabras que dijo le habían hecho recordar los rostros
horrorizados.
—É-él habría tenido veintidós —divagó el hombre—. Tenía cabello
oscuro, como nosotros; era del Oeste.
Ella agarró un papel y siguió ignorándolo; el hombre no pareció
captar la indirecta.
—Se casó cuando era joven, una novia del Norte. —Algo se retorció en
su voz.
—Me temo que no sé de quién estás hablando —dijo, devolviendo un
puñado de papeles a la mesa.
—Mi hijo. —El hombre soltó un grito retorcido y se abalanzó sobre
ella. La daga se clavó en su costado, justo por encima de su cadera.
Hubo un grito de hombre que era uno de los sonidos más horribles que
Vhalla se había visto obligada a escuchar jamás, y ella gritó con él.
Comenzó a luchar contra la prisión mental que la estaba. Ella no quería
ver más.
Sintió el veneno, una sensación de vértigo la inundó casi de inmediato.
Miró al hombre en estado de shock cuando dio un paso atrás. Su mano se
acercó a su rostro y pronto él estaba en llamas, sus rasgos se retorcieron
antes de que se quemaran.
Sus pies comenzaron a tropezar y ceder. Ella puso su mano sobre la
daga. Quitarla provocaría la pérdida de sangre, mantenerla ahí
continuaría inyectando más veneno abrasador en sus venas. Gritó,
apoyándose contra la mesa. Con mano temblorosa, agarró la daga,
tomando una decisión mientras sacaba la hoja ondulada. Mordió su carne
de nuevo mientras se la arrancaba del costado.
Su mano estaba presionada contra la herida abierta. Un soldado se
apresuró a entrar.
—Ya era hora. —Quiso decir ella, pero su mandíbula estaba tensa, la
sangre empapaba la delgada camisa que vestía y rezumaba entre sus dedos.
Su visión comenzó a nublarse y cambió su poder hacia adentro, sintiendo el
fuego arder por sus venas mientras trataba de purgar el veneno.
Vhalla se despertó con un grito, llevándose una mano a la cadera. Tiró
las mantas a un lado y miró su cuerpo. Vhalla se levantó la túnica y solo vio
piel suave y sin manchas donde esperaba encontrar sangre. Se llevó la mano
a la frente y se secó el sudor frío.
Se sentía enferma. Su cerebro volvió a su lugar mientras luchaba por
encontrar el aliento. Vhalla trató de decirse a sí misma que fue solo un
sueño, que había sido solo un sueño. Pero había sentido cada minuto de eso.
Había escuchado la voz de Aldrik.
De repente, el recuerdo de una noche lejana volvió a ella. Se preguntó
cómo pudo haberlo olvidado. Simplemente se había desvanecido de su
mente en el caos en el que se había convertido su vida.
Haciendo eco en su mente estaban las palabras del atacante del Norte
durante la Noche de Fuego y Viento.
—Por supuesto, también esperábamos que si el veneno no te mataba,
la vergüenza de que uno de los hombres de tu querido y dulce hermano te
apuñalara por la espalda fuera suficiente.
No había tenido sentido. No tenía sentido, se recordó a sí misma. Su
mente había desenterrado una explicación para ese momento confuso y la
reprodujo para ella. Vhalla se abrazó a sí misma. La explicación alternativa
era demasiado imposible. Como con el último sueño fracturado, quería ir a
él. Cada latido la hacía luchar con la distancia entre ellos.
—Vhalla, ¿qué sucede? —Larel se quitó el sueño de los ojos.
—Nada —jadeó ella.
—¿Los sueños están regresando? —La mujer también se sentó.
—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Fue un sueño, pero no ese
sueño. Solo una pesadilla al azar. —Comenzó a ponerse la armadura,
apresurada para comenzar el día y sacudirse los restos de la visión.
Se sintió tan aliviada de ver a Aldrik más tarde que ni siquiera se
molestó cuando Elecia se acercó y se encajó entre ellos. La visión del
príncipe calmó sus nervios y temores, asegurándole que sus sueños no eran
más que terrores nocturnos. Hablaron de unas festividades del Oeste y
Vhalla saboreó el sonido de su rara risa. Para disgusto de Elecia, Aldrik
trabajó para incluir a Vhalla en la conversación.
—Nunca has estado en el Oeste antes, ¿correcto? —preguntó él al lado
de Elecia.
—No. —Ella sacudió su cabeza.
—Es una pena que no podamos llegar a Norin —dijo pensativo.
—Me gustaría verlo algún día. —Aldrik sonrió ante la declaración de
Vhalla—. ¿Cómo es Norin?
—Norin queda en… —empezó a decir Elecia con arrogancia.
—El gran oasis del Mar del Oeste —intervino Vhalla—. La brisa del
mar ayuda a mantener fresca la ciudad a pesar del calor del desierto, y el
castillo de Norin es uno de los más antiguos del mundo. O eso leí. —Vhalla
saboreó la mirada de satisfacción que le estaba dando el príncipe.
—Bueno, gran parte de Norin es lo más antiguo del mundo. Hay una
razón por la que tardó diez años en caer a manos del Imperio. —Solo Elecia
podía convertir una derrota en un motivo de orgullo y miró a Vhalla con su
nariz en alto.
Vhalla no le prestó atención a Elecia, su atención solo en Aldrik. La
madre de él había vivido en ese castillo como una de las princesas de
Mhashan. Él era un príncipe de dos mundos.
—¿Cómo es la comida? —preguntó ella, decidiendo seguir involucrada
en la conversación.
—La comida del Oeste es más limpia que las del Sur. Usamos menos
mantequillas y aceites —proclamó Elecia con altivez.
Vhalla apenas se contuvo de poner los ojos en blanco.
—Hay un plato que creo que te gustaría, en realidad —tarareó Aldrik
—. Toman la cáscara de los limones y las endulzan con azúcar.
—Eso suena delicioso. —Vhalla sonrió con complicidad, recordando
el pastel de limón que compartieron en el jardín de Aldrik.
—Quizás podamos encontrar algunos de esos en las Encrucijadas. —El
príncipe se quitó el yelmo un momento para pasar una mano por su cabello.
El sudor hizo que se le pegara a la cabeza y Vhalla debatió qué estilo era
mejor.
—¿Y qué hay de la comida del Este? —preguntó Elecia,
interrumpiendo la admiración de Vhalla por el príncipe.
—Es simple, supongo. —En realidad, la familia de Vhalla nunca había
tenido dinero para comprar comidas caras o elegantes—. Nunca he comido
un pan mejor que el de mi hogar en épocas de cosecha. Pero crecí
principalmente en el Sur.
—Oh, sí, aprendiz de bibliotecaria —dijo Elecia con total naturalidad.
A Vhalla le molestó que esta otra mujer supiera cosas sobre ella y
nunca explicara cómo.
Vhalla abrió la boca para hablar cuando sonó un cuerno desde el sur de
la columna. No llevaban más de unas pocas horas de marcha; seguramente
no podría ser el momento de parar. Todos se volvieron cuando el cuerno
volvió a sonar como advertencia.
Vhalla escuchó a Aldrik maldecir en voz alta antes de que su caballo
echara a correr, corriendo a través de las filas hacia su padre en la legión
delante de ellos. Elecia entrecerró los ojos hacia el horizonte. Vhalla
también miró.
—¿Qué sucede? —preguntó ella, tratando de discernir la razón del
repentino cambio de humor.
—Parece una tormenta de arena. Que la Madre nos salve. —La cabeza
de Elecia se volvió de adelante hacia atrás—. Hay demasiados a pie… —
murmuró y su cabeza giró hacia la derecha—. ¡Larel! —llamó Elecia. Larel
captó la mirada de la otra mujer—. ¿Qué tan lejos está el primer muro de
barrera de las Encrucijadas?
—Una hora, tal vez, de montar a caballo —respondió Larel,
entrecerrando los ojos por encima del hombro.
—¿El pueblo más cercano? —Elecia tomó sus riendas.
—Ninguno que yo sepa. —Larel frunció el ceño, su rostro se tensó.
—Tendremos que hacer una carrera entonces. —Elecia maldijo y
corrió hacia la familia Imperial.
—¿Qué está sucediendo? —Vhalla estaba confundida.
—Es una tormenta de arena, Vhal. —Fritz volvió a mirar hacia atrás
con incertidumbre—. Está lejos, pero no queremos meternos en una de esas.
Son temperamentales y rápidas. Si podemos llegar a un refugio, es posible
que solo mate a unos cuantos por asfixia. Aquí hay muchas cosas que el
viento podría levantar y convertirse en proyectiles de pesadillas.
—¿Es tan malo? —preguntó ella en shock.
—Se sabe que los vientos del Oeste son lo suficientemente fuertes
como para arrancar árboles de sus raíces y llevarse a los hombres adultos
como muñecos de trapo. Normalmente soplan con el aire del verano. Es
anormal que sea durante el invierno. No estamos preparados —respondió
Fritz con gravedad.
Vhalla se retorció en su silla, mirando el punto oscuro en el horizonte.
¿En el mejor de los casos puede matar? Eso no le parecía el mejor de los
casos. Se preguntó si se lo imaginaba creciendo en el horizonte del Sur.
Otro cuerno sonó, una serie de explosiones y otros atendieron su llamado.
Aldrik y Elecia regresaron juntos.
—¡Nos apresuramos a las Encrucijadas! —gritó el príncipe, llamando
la atención de todos los soldados de la Legión Negra—. No digan una
palabra más y escuchen las órdenes.
Parecía como si todos entendieran a la vez lo que estaba sucediendo y
la horda aceleró el paso. Pero con tantos soldados a pie, estaban
severamente limitados en velocidad. Vhalla miró por encima del hombro.
Parecía que estaban avanzando en su contra o que no venía en su camino.
Entonces el viento cambió.
Lo sintió allí, la masa furiosa detrás de ellos. Era una furia diferente a
cualquier otra que Vhalla hubiera sentido antes. Fue pura energía y viento
lo que empujó hacia adelante para consumir hasta la última persona en su
horda. Vhalla se giró y volvió a verlo. No parecía más grande, pero ella lo
sabía mejor.
—¿Cuánto falta para llegar a las Encrucijadas? —siseó a Fritz y Larel.
—No lo sé. Solo he estado así una vez antes —susurró Larel. Su voz
era apenas audible sobre los cascos de los caballos en el camino de piedra.
—¿Cuánto tiempo más? —Vhalla probó con Elecia, la otra mujer la
miró molesta pero Vhalla le dio una mirada inquebrantable. Ella no
aceptaría nada de eso.
—¿Quizás menos de treinta minutos? —dijo Elecia.
Vhalla maldijo. No lo lograrían. Ella lo sentía.
—¡Mi príncipe! —llamó Vhalla. Aldrik la fulminó con la mirada por
hablar fuera de turno, ella lo ignoró—. No lo lograremos si no vamos más
rápido.
La seriedad frunció su ceño.
—¿Estás segura? —preguntó gravemente.
Vhalla se quitó los guanteletes y los metió en su alforja. Apretando sus
manos en puños, soltó las riendas por completo y las mantuvo en el aire.
Vhalla cerró los ojos y desplegó los dedos, sin importarle lo tonto que
pudiera parecer. El viento empujaba a través y alrededor de sus manos,
sintió el poder de la tormenta al final de cada ráfaga.
Sus ojos se abrieron de golpe.
—¡No lo lograremos!
La atención de Elecia pasó de ella a Aldrik.
—Aldrik, no hay más cobertura que los muros de la barrera de las
Encrucijadas. —La tensión hizo temblar la voz de Elecia.
Vhalla examinó el paisaje a su alrededor. Eso era cierto. Solo había
arena y más arena hasta donde alcanzaba la vista. Ella miró por encima del
hombro. La mancha oscura se había convertido en un muro en el horizonte.
—¡Maldita sea! —Aldrik espoleó de nuevo a su caballo y Vhalla lo vio
correr de regreso hacia su padre. Por un breve momento vio al Emperador
mirar hacia atrás en su dirección. El caballo de Aldrik bajó el paso y la
horda aceleró a su alrededor mientras regresaba a su lugar. Otro cuerno
sonó seguido de más.
El ejército imperial estaba corriendo por el Gran Camino Imperial. El
estruendo de los caballos y el coro de armaduras atravesaron el volumen del
viento que aumentaba lentamente. Vhalla miró hacia atrás a las secciones
de los carros, esos caballos no podían ser empujados más rápido sin perder
su carga. Los soldados a pie ya se estaban quedando atrás cuando los que
estaban en monturas comenzaron a entrar en pánico y a avanzar más rápido.
Vio la pared rugiente detrás de ellos, tapando el sol siniestramente.
Una profunda comprensión la atravesó. Aun así no iban a lograrlo. Los
caballos no le ganarían a este viento. Incluso para un solo jinete era
demasiado grande y demasiado rápido. Vhalla absorbió los rostros de
pánico de las personas que la rodeaban, las expresiones tensas de sus
amigos.
Ninguno de los soldados dijo una sola palabra. Parecía que ella no era
la única que se había percatado de su grave situación. No hacía falta magia
para sentir las ráfagas cada vez mayores que comenzaban a hacer tropezar a
hombres y mujeres y las monturas a vacilar. Sonó un cuerno, un latido
frenético. Todos se giraron. El corazón de Vhalla latía en su garganta.
Una masa arremolinada de arena y muerte cortó de la tierra al cielo. El
viento aulló y consumió todo a su paso, sumergiendo al mundo en la
oscuridad. Se extendía a ambos lados de ellos. La tormenta pretendía
tragarlos enteros y estaba a punto de comenzar su comida con el último
jinete al final de la horda.
Vhalla vio los rostros de quienes la rodeaban mientras se enfrentaban a
su propia mortalidad. Su mirada se dirigió hacia atrás hasta que se posó en
Aldrik. Él tenía una expresión atormentada de frustración y desesperación.
Vhalla sintió que algo la atravesaba frenéticamente; ella no lo dejaría
morir.
Como si sintiera la intensidad de su atención, la cabeza de Aldrik se
volvió hacia ella; algo en su rostro hizo que el pánico se apoderara de él.
Apenas vio el movimiento de sus labios cuando iba a decir algo. Vhalla giró
a Relámpago con fuerza hacia la derecha, cortando entre las legiones.
No pudieron hacer nada; ninguno de ellos pudo hacer nada. Si no lo
intentaba, sería el fin. Vhalla clavó los talones en los costados de
Relámpago mientras cortaba las expresiones de asombro hacia el exterior
de la columna. En algún lugar, alguien la estaba llamando por su nombre.
Vhalla no miró atrás.
El viento estaba en sus oídos, fluía a través de ella y, a pesar de todos
sus miedos, no hizo nada para reprimirlo. Esta no sería como la última vez.
Encontraría el viento y lo usaría para salvar, no para matar.
Vhalla agitó las riendas.
—Más rápido —exigió—. ¡Más rápido! —gritó, viendo cómo la
tormenta de arena avanzaba hacia el final de la columna. Su corazón
amenazó con estallar en su pecho y Vhalla parpadeó para quitarse la arena
de los ojos.
Los soldados de las legiones traseras la miraron conmocionados
mientras corría de cabeza hacia la tormenta. Ahora había más gritos detrás
de ella. Vhalla miró hacia atrás. La Legión Negra era un rugido llamándola.
Ella apartó la cabeza de ellos, casi al final de la horda.
El viento azotó su cabello, y pronto Relámpago comenzó a asustarse y
luchar contra sus empujes para avanzar. Vhalla maldijo a la bestia,
rogándole que la llevara un poco más lejos. A través de sus palabras o sus
talones a sus costados, Relámpago obedeció. Cortó de regreso a la carretera
cuando el último miembro de la legión pasó corriendo en la dirección
opuesta. Sus expresiones de horror fueron todo lo que pudieron darle.
Vhalla tiró con fuerza y desmontó sin gracia, tropezando y
recuperándose. Devolviendo a Relámpago a la horda, le dio una palmada en
el trasero; el caballo no necesitó más urgencia para huir de las arenas
arremolinadas. Los soldados siguieron adelante.
Ella exhaló un pequeño suspiro de alivio. Necesitaban todas las
oportunidades que pudieran tener. Si fallaba, tenían que seguir avanzando.
Como mínimo, les daría tiempo. Vhalla se giró y miró al titán de viento y
arena.
Y se sintió muy pequeña.
Vhalla extendió los pies y los plantó, preparándose. Extendió sus
manos desnudas al viento. Si pudiera provocar una tormenta, podría acabar
con una. Vhalla sintió el viento a través de sus dedos, sintió las corrientes,
eran parte de ella y le responderían.
Nada la preparó para el impacto de la tormenta. Fue como si la
arrojaran desde otro techo y Vhalla sintió que sus hombros se levantaban
por la tensión. Todo su cuerpo estaba presionado y sus rodillas temblaban.
Vhalla cerró los ojos y apretó los dientes. Había arena a su alrededor,
en su cabello, en sus orejas y en su nariz. Pero esto terminaría aquí, con
ella. Se inclinó hacia la tormenta, empujando con toda la fuerza que tenía.
En el caos de la arena y el rugido del viento, no podía abrir los ojos. Vhalla
intentó extender la mano para ver si había logrado detener o frenar la
tormenta, pero sus sentidos estaban confundidos con el poder crudo del que
estaba tratando de extraer.
La primera vez que gritó fue cuando uno de sus dedos se rompió de
golpe. El dolor agudo y repentino de sus huesos al ser arrancados de sus
articulaciones hizo que su concentración vacilara; sintió que el viento
colapsaba sobre ella, casi perdiendo el equilibrio. Vhalla se obligó a
enderezar las piernas, esforzándose por el dolor. Otro dedo se fue y luego su
hombro amenazó con ceder.
Le temblaron las manos y Vhalla se sintió al borde del agotamiento.
Con un grito, hizo todo lo que Aldrik le había advertido desde su primera
lección con él. Vhalla se arrojó a su Canal con el singular pensamiento de
que esta tormenta terminaba aquí, que no llegaría a sus amigos, no llegaría
a él.
Los momentos que siguieron fueron una extraña dicotomía de
sentimientos, como si su cuerpo estuviera muriendo y su mente volviera a
nacer. La luz quemó los bordes de sus ojos cerrados e inundó sus sentidos.
Con un clic casi audible se sintió conectar con la tormenta a través de su
Canal. Ella sintió cada borde, comprendió sus violentos vendavales. Ahora
era suyo, una extensión de su magia sobre la que poseía una frágil medida
de control.
Luchó por mover los brazos. Vhalla sintió que la conexión con su
cuerpo físico flaqueaba. Lloró mentalmente, luchando contra el inminente
fallo de sus sistemas. Un poco más, fue tanto una oración como una orden,
un poco más. Con los brazos a los lados, Vhalla respiró hondo y sintió que
la arena le llenaba los pulmones. Dio un último empujón para hacer que la
tormenta formara parte de ella. Y luego dirigió ese poder hacia adentro,
empujándolo hacia su Canal y sofocándolo.
Los vientos amainaron y el silencio llenó sus oídos. Las piernas de
Vhalla cedieron y se derrumbó sobre sus rodillas, con los brazos cayendo a
los lados. Abriendo los ojos, vio el brillo resplandeciente del sol contra un
cielo azul. Un pequeño sollozo escapó de su boca y tosió, con los pulmones
en llamas. Todavía había una extraña mancha de luz y oscuridad jugando en
el borde de su visión. Vhalla sintió que su hombro golpeaba la piedra del
camino, luego su sien, y el mundo se volvió negro.
Capítulo 13

Una llama bailaba junto a su cama y la luna se movía a través de


cortinas desconocidas mientras Vhalla entraba y salía de la conciencia. Se
movió inquieta, tratando de liberarse de la prisión del agotamiento y el
estado crepuscular de los sueños.
Una cálida palma tocó su mejilla, seguida por el susurro de palabras
tranquilizadoras. Ella se agitó ante el roce de la manta que la cubría. Vhalla
entreabrió los ojos.
La habitación se enfocó lentamente. Vhalla no reconoció la decoración
de buen gusto o la decoración suntuosa. Pero reconoció a la mujer que se
ocupaba de su cama.
—Esto se está haciendo aburrido —susurró Vhalla débilmente, casi
sacando a Larel de su piel.
—Estás despierta —soltó la mujer con un suspiro de alivio—. Esto se
está haciendo aburrido. Deja de agotarte. —La frivolidad no pasó
desapercibida para Larel, y la mujer se alegró al ver los ojos abiertos de
Vhalla.
—¿Dónde estamos? —preguntó Vhalla entre un ataque de tos. Se
sentía como si le hubieran hecho trizas las entrañas.
—Las Encrucijadas. —Larel acercó una taza de agua a los labios
resecos de Vhalla.
—¿Lo logramos? —balbuceó ella, sorprendida.
—Lo logramos. —Larel puso la taza a las ansiosas manos de Vhalla,
que se levantó de su lugar junto a la cama—. Y hay alguien que ha estado
muy ansioso por verte.
Larel salió de la habitación sin más explicaciones, pero Vhalla no se
sorprendió cuando un príncipe de cabello negro se deslizó silenciosamente
por la puerta poco tiempo después. Se movió y Vhalla quedó sin aliento. Su
cabello estaba arreglado en su lugar, y estaba envuelto en ropas de gala, no
en armadura. Era cada centímetro del príncipe que había conocido hace
meses. Cada centímetro del príncipe por el que ella había arriesgado su vida
para salvar.
—Vhalla… —dijo Aldrik con voz ronca.
Vio círculos oscuros debajo de sus ojos mientras él se tambaleaba hacia
ella. Vhalla se sentó más erguida, haciendo una mueca de dolor en su
espalda y hombros mientras colocaba la taza casi vacía en la mesita de
noche. Dos ojos color obsidiana la consumieron con avidez, aunque Vhalla
sabía que se veía hecha un desastre.
Cuando Vhalla abrió la boca para hablar, el príncipe cayó de rodillas
junto a su cama. Ella se quedó atónita en silencio, y Aldrik hundió su rostro
en sus antebrazos. Observó los hombros de él temblar por un momento y
escuchó una respiración entrecortada. Incapaz de soportar su dolor sin
sentido, Vhalla extendió una mano vendada y la colocó en su cabello.
La cabeza del príncipe se levantó de golpe, sorprendido por su toque.
—¿Qué sucedió? —susurró ella, incapaz de reconstruirlo lógicamente.
—Tonta idiota —dijo él de repente con voz áspera, poniéndose de pie
—. Fuiste sin órdenes de tu superior. Ignoraste la llamada. Podrías haberte
matado, niña tonta.
Vhalla retrocedió como si la hubiera abofeteado.
»Y detuviste la tormenta. —Se sentó pesadamente en el borde de su
cama. Sin dudarlo, Aldrik se acercó y ahuecó su mejilla suavemente—.
Mujer tonta, asombrosa y sorprendente, nos salvaste a todos.
Vhalla dejó escapar un pequeño sollozo de alivio. Esa verdad podía
asumirse por su presencia, pero escucharlo decirlo lo hacía aún más real.
Ella dejó caer la cabeza y se tapó la boca con la palma de la mano, tratando
de contener sus emociones. Aldrik se movió y la rodeó con sus brazos,
atrayéndola hacia él. Dolía mover su cuerpo en algunos lugares, pero Vhalla
lo ignoró fácilmente mientras presionaba su cara contra el hombro de él.
—Estuviste maravillosa, Vhalla —dijo él profunda en su cabello—. Y
te lo juro, si alguna vez vuelves a hacer algo así…
Vhalla se apartó con sorpresa y las manos de él le rodearon los
hombros.
»Cuando te fuiste, no pude seguirte; no podría enviar a nadie a
buscarte, debería haberlo hecho. Lo siento; Dioses, quería… —Aldrik
respiró profundamente y luchó por recuperar la compostura.
—Aldrik —dijo ella, tomando las manos de él desde sus hombros para
agarrarlas, apenas conteniendo una pequeña mueca de dolor—. No quería
que me siguieras. —Vacilante, ella extendió una mano vendada y le acarició
el rostro. Era la primera vez que recordaba haber tocado su mejilla e
instantáneamente lamentó que la mitad de su mano estuviera envuelta.
Vhalla le dio una pequeña sonrisa—. Quería mantenerte a salvo. Ese es mi
trabajo, ¿verdad? ¿Mantenerte vivo?
Aldrik soltó una risita y negó con la cabeza. Se movió, inclinándose
hacia ella. Sus dedos cayeron del rostro de él a sus manos. Vhalla se sintió
mareada por estar sentada cuando se dio cuenta de su proximidad.
—Vhalla —murmuró él en voz baja, apretando su agarre—. Pensé que
tal vez nunca tendría otra oportunidad de verte, de hablar contigo. —Aldrik
miró fijamente sus dedos entrelazados; sus pulgares acariciaron la parte
posterior de las vendas—. Pensé que te alejarías y yo nunca… —Su voz se
fue apagando a poco más que un susurro. Se atrevió a prestarle atención una
vez más, y Vhalla sintió que algo revoloteaba frenéticamente—. Nunca
tendría la oportunidad de decirte que…
Vhalla se inclinó hacia él, saboreando cada palabra. Casi podía sentir
su aliento en su rostro cuando habló.
—Que yo… —Aldrik de repente se dio cuenta de que tenía toda su
atención y ella vio algo parecido al miedo al notarlo. Los labios de Aldrik
se separaron.
Vhalla contuvo la respiración.
Rápidamente cerró la boca y miró hacia otro lado mientras el estruendo
de pasos pesados se acercaba. Vhalla siguió su mirada hasta el marco de la
puerta.
—Acuéstate —murmuró Aldrik con resignación.
Vhalla obedeció y miró hacia arriba, esperando sentirse menos
mareada. Aldrik suspiró y se puso de pie, moviéndose hacia el cofre de un
clérigo que estaba abierto en un tocador cercano. Estaba sacando una
botella llena de un jarabe transparente cuando el príncipe dorado irrumpió
sin llamar.
—¡Vhalla, la héroe! —dijo él entusiasmadamente—. ¡Escuché que
habías despertado!
—La palabra viaja demasiado rápido —maldijo Aldrik en voz baja.
—¿Cómo te sientes? —El príncipe más joven se acercó, ignorando a su
hermano.
—Cansada —dijo ella con sinceridad.
—Sí. —Aldrik cruzó la habitación para entregarle el frasco, y ella lo
bebió sin dudarlo de un trago—. Ella no debería estar entreteniendo
compañía en este momento.
—¿Oh? —El príncipe Baldair enarcó una ceja—. Entonces, ¿qué eres
tú?
Aldrik miró a su hermano.
—Niños, no peleen —murmuró Vhalla; estaba demasiado cansada para
sus tonterías. Aldrik parpadeó sorprendido y el príncipe Baldair se rio entre
dientes—. ¿Cómo puedo ayudarte, mi príncipe?
—A nuestro padre le gustaría recibirte para el desayuno.
Vhalla parpadeó ante el príncipe, bastante segura de haberlo oído mal.
—¿Por-por qué? —Ella lo miró conmocionada. La última vez que
Vhalla había visto al Emperador de cerca, la estaba juzgando por un
atentado contra la vida de su hijo. Vhalla buscó la guía silenciosa de Aldrik,
pero tenía esa mirada pétrea y fulminante que tenía alrededor de su
hermano.
—Para agradecerte, estoy seguro —respondió el príncipe Baldair.
—Necesita descansar —objetó Aldrik.
—¿Seguro que tiene que comer? —protestó el príncipe más joven.
—No estoy en un estado que sea digno para… —Vhalla hizo una
pausa; no podía decir “realeza” ya que la mitad de la familia Imperial estaba
con ella—… para ver al Emperador —terminó.
—Padre comprende tu situación. No te preocupes por el decoro —
respondió el príncipe dorado con una sonrisa.
Vhalla se jugueteó con las vendas de los dedos.
—Supongo que no puedo rechazar a mi Emperador —dijo ella en voz
baja.
Aldrik la miró con marcada preocupación.
—Hablaré con mi padre.
—Es solo desayuno. —Vhalla trató de tranquilizarse a sí misma más
que a nadie. Aldrik la miró con desesperación y ella le dio una mirada de
disculpa.
—¡Excelente! Entonces una hora. Baldair juntó las manos y se fue.
Aldrik se movió, tirando de una cadena que iba desde un botón hasta
su bolsillo. Echó un vistazo al reloj de bolsillo plateado que ella había
admirado más de una noche después de su práctica de proyección.
—No deberías haber estado de acuerdo —murmuró él y regresó a su
posición anterior.
—Aldrik, ¿cuándo lo entenderás? —Ella luchó por sentarse de nuevo,
presionando la palma de la mano contra su frente con un suspiro—. Nunca
estaré en condiciones de rechazar a tu familia.
—¿Qué? —Él parecía sinceramente confundido.
Vhalla sonrió con cansancio, era lindo lo despistado que era a veces.
—No soy nada, no tengo rango ni título. Más aún, soy propiedad de la
corona. Tú o cualquier miembro de tu familia podrían pedirme cualquier
cosa y yo me vería obligada a obedecer. —Vhalla se pasó una mano por el
antebrazo de él, pero se apartó rápidamente.
—¿Me obedeces? —preguntó Aldrik con frialdad.
Vhalla se rio.
—Por supuesto que no. Disfruto estar cerca de ti, escuchar tus
pensamientos, pasar tiempo contigo. Eres una de las mejores cosas que me
han pasado. —Vhalla le sonrió y vio al príncipe relajarse. ¿Cómo nunca se
había dado cuenta de lo inseguro que era él?
»Eres tan gracioso. ¿Que si te obedezco? Aldrik, yo… —Vhalla se
detuvo, su sonrisa se desvaneció a raíz de una revelación—. Yo…
Te amo.
Eso es lo que su mente quería decir, y la golpeó más fuerte que la
tormenta de arena.
—¿Tú? —Dejó que la palabra colgara expectante.
Vhalla inhaló bruscamente.
—Yo…
Fue inútil; ella era inútil. Lo amaba y ya no podía negarlo. Una mirada
la había impulsado a correr hacia una muerte probable con la idea de
salvarlo. Ahora que se dio cuenta de eso, se dio cuenta de cuánto tiempo
había estado enamorándose desesperadamente de este enigma exasperante y
encantador de hombre.
—Bueno, yo… —Vhalla se encontró con esos ojos negros oscuros.
Todos los momentos de su mirada regresaron a ella en un torrente de
emoción. Recordó una noche hace una eternidad cuando él la había
abrazado solo con su mirada en la biblioteca, sacándola de un sueño. Vhalla
recordó haberlo mirado mientras la abrazaba durante la gala, cómo ella lo
había deseado. Recordó que había despertado para ver esos ojos más de una
vez, y no quería ver nada más que eso cada vez que despertara.
—Realmente, de verdad… —Vhalla extendió la mano y tocó su mejilla
ligeramente. Su mirada se había vuelto seria y su respiración era menos
profunda. Su estómago se retorció en un nudo. Ella nunca podría, nunca
debería, tener a este hombre. Y, por una vez, Vhalla cedió a las alarmas en
su cabeza.
—Amo ser alguien a quien consideras tu amigo.
Aldrik la consideró durante un largo momento. Sus labios se separaron
ligeramente y sus ojos escanearon su rostro. Vhalla no estaba segura de lo
que estaba buscando. Aldrik respiró hondo y abrió la boca. El corazón de
Vhalla se saltó dos latidos. Él se desinfló y evitó su mirada expectante.
—Deberías prepararte para reunirte con mi Padre —dijo en voz baja.
Aldrik se puso de pie y se ajustó el abrigo cruzado sin siquiera mirarla—.
Regresaré en treinta minutos.
Vhalla trató de pronunciar otra palabra, pero la puerta ya se había
cerrado detrás de él. Ella respiró temblorosamente.
—Te amo, Aldrik —susurró en el aire silencioso. El siguiente aliento
fue más tembloroso que el anterior, el siguiente aliento se atascó en su
garganta con un gemido de dolor que solo pudo sacar al soltar las lágrimas.
Vhalla cerró los puños con las manos y hundió los ojos en ellos. Tenía
que recomponerse; este no era el lugar ni el momento para perder el juicio
por estar enamorada del príncipe heredero.
Primero, intentó negarlo. Eso posiblemente no era amor. Casi había
muerto y él la había abrazado, le había dado consuelo. Ella simplemente se
aferraba a él en un estado emocional. Vhalla se echó a reír con un hipo y
sonido áspero. No estaba segura de si alguna vez había amado antes, pero
sabía que esto era eso.
Luego trató de culpar a Vínculo o a la Unión. Claramente, eso los
había afectado a ambos de múltiples maneras que apenas se entendían.
Estaba creando algo de la nada. Siempre había estado allí desde que ella lo
conoció a él.
No, por lo poco que sabía académicamente sobre el Vínculo, Vhalla
confiaba en cómo lo sentía. Sentía la extensión de sí misma dentro de él, la
calma que su proximidad le traía al tener esa pieza cerca de ella
nuevamente. El Vínculo era una puerta, una ventana, un Canal; no los
alteraba, solo les daba acceso a lo que había más allá en el otro. Dejaba que
las verdades que intentaban mantener ocultas fueran expuestas.
Finalmente, intentó razonar. Vhalla se aseguró a sí misma que era
simplemente el resultado de pasar tanto tiempo con él en la marcha. Incluso
el príncipe Baldair mencionó las necesidades que uno tendrá naturalmente.
Ella lo veía todos los días, él era su maestro y era fácil desarrollar
sentimientos por alguien en esa posición. Vhalla se miró las manos. No era
solo la marcha.
Vhalla suspiró, recostándose en la cama. No estaba segura de cuándo
había sucedido. Cerrando los ojos, dejó que los recuerdos vinieran en una
dolorosa avalancha de sollozos silenciosos, mirándolos de una manera que
nunca había hecho. ¿Fue el momento en que dejó caer esos papeles por
todas partes, cuando ella se quedó en ese jardín de rosas un minuto más de
lo que había planeado, su disculpa? Quizás fue el momento en que corrió a
su lado, abandonando cualquier deber oficial que tuviera cuando su
hermano y su padre regresaron al Sur. ¿Fue en el momento en que su
corazón se aceleró cuando le confesó que quería volver a verla? ¿O saber
que él había comenzado a salir de su camino por ella? ¿Podría haber
comenzado incluso antes de que ella supiera quién era él al disfrutar de su
mente a través de esa escritura bellamente curvada?
Se dio cuenta de que cuando fuera que había sucedido, lo había amado
antes del momento en que la había visto con Sareem. Cuando su corazón se
apretó con la preocupación de que él pensara que ella era de otra persona.
Lo había amado cuando decidió usar el vestido de gala negro en lugar de
uno del color apropiado. Lo amaba cuando no quería nada más que él se
quedara a su lado en el palacio y nunca más se fuera a la guerra.
Todo lo que sucedió después había sido negación.
Vhalla abrió los ojos y puso una mano sobre su boca, amortiguando sus
lágrimas. Ahora lo sabía. Sabía que estaba perdidamente enamorada de un
hombre que eventualmente dejaría su vida. Fue una revelación
trascendental. Incluso si de alguna manera lograban permanecer cerca del
otro viviendo en el palacio, él algún día sería el Emperador. Se casaría con
alguien adecuado a su posición, y ella tendría que arrodillarse ante él y la
mujer que sería su Emperatriz y madre de sus hijos.
Él le había dicho que los títulos no importaban, que podía darle los que
quisiera como príncipe o Emperador. Ella le había creído porque quería.
Quería pensar que podría ser simple y hermoso. Vhalla nunca le había dicho
por qué estaba tan herida por las palabras de Elecia. Que deseaba que la
nobleza hiciera aceptable a los ojos de la sociedad que ella estuviera cerca
de él. No solo como amiga, sino como amante. Si él lo supiera,
probablemente nunca habría dicho nada sobre otorgarle el título que ella
deseara.
La puerta se abrió de repente, sorprendiéndola. Girando la cabeza hacia
la entrada, vio a Larel sosteniendo un pequeño paquete de ropa. Vhalla trató
de sonreír, trató de ser fuerte, pero solo se desmoronó de nuevo.
—Larel —dijo ella y se atragantó débilmente. La otra mujer corrió,
dejando caer la ropa a los pies de la cama y colocando sus manos sobre los
hombros de Vhalla.
—Vhalla, ¿qué sucede? ¿Qué te duele? —Larel inspeccionó
rápidamente sus vendajes.
Vhalla negó con la cabeza y la dejó caer en sus manos. Ella no podía
manejar la preocupación; no podía soportar la vergüenza de por qué se
estaba rompiendo.
—Vhalla, por favor —suplicó Larel.
—Lo amo —susurró ella a través de una respiración entrecortada.
—¿Qué? —preguntó Larel, inclinándose más cerca.
—Amo a Aldrik. —Vhalla buscó algo, cualquier cosa, en la expresión
de la otra mujer.
—Oh, Vhalla. —Larel la envolvió en un cálido abrazo. El movimiento
rompió su control y Vhalla sollozó abiertamente en la camisa de Larel—.
Silencio, silencio… ¿qué tiene eso de horrible? —Larel se inclinó
ligeramente hacia atrás e inclinó la cabeza para mirarla.
—Porque… porque él nunca querrá a alguien como yo. Porque no soy
lo suficientemente buena como para merecer la mitad de lo que él me ha
dado. Porque al final de todo, no importa lo que seamos, él se irá. Porque
creo que él es maravilloso y todo lo que nunca tendré. Porque… —Vhalla
respiró temblorosamente—. Porque no sé si alguna vez he amado así antes
y me aterroriza.
Larel le dio una sonrisa amable y cansada. Pasó la mano por el cabello
de Vhalla y la acercó de nuevo. Larel le acarició la espalda, y Vhalla se
permitió tomar descaradamente cada consuelo que la otra mujer le ofrecía y
algo más. Finalmente, su pánico inicial, agravado por el miedo y la
desesperación, se debilitó y sus lágrimas volvieron al reino del control.
—Vhalla —dijo Larel finalmente—. No te diré cuál es la mejor
manera. Ni siquiera puedo fingir saberlo. —Ella suspiró—. Te diré que una
vez que algo se rompe con Aldrik, es muy difícil arreglarlo. —Había un
sincero pesar en la suavidad de la voz de Larel—. También te diré que
tienes razón, de esta manera probablemente sea imposible que seas algo
permanente en su vida. Que si lo intentas, probablemente te encontrarás con
un corazón roto. Tienes que decidir si el momento, por mucho que dure,
vale la pena superar ese miedo. Si él lo vale.
Vhalla suspiró, sentándose y frotándose los ojos. Se preguntó cuándo
Larel se volvió tan perspicaz y deseó que la sabiduría hubiera estado en su
vida mucho antes que el año pasado.
—Para él, soy solo una… —Vhalla no estaba segura de lo que era para
el príncipe heredero. Ella era más que un tema. Estudiante no parecía cubrir
su relación. ¿Una amiga? Incluso eso parecía ridículo; nunca recordaba
haber abrazado a sus amigos como lo había hecho antes con él—. Una… —
Vhalla hizo una pausa, no tenía una buena respuesta.
—No diría solo algo de ti, Vhalla. Creo que eres mucho más de lo que
crees. Especialmente para él. —Larel la miró a los ojos con una mirada
inquebrantable. Cuando quedó claro que no tenía más palabras, Larel se
movió y recogió la ropa.
»Pronto te encontrarás con el Emperador. Supuse que querrías
cambiarte de ropa; espero haber elegido bien, la mitad aún no está seca.
Vhalla consideró la elección de Larel. Leggins de cuero color canela
con una túnica manga larga de lana gris. Olían como el aire fresco de la
mañana, y la falta de suciedad confirmó aún más que habían sido lavados.
—¿Como supiste?
—Aldrik me encontró. —Larel sonrió suavemente y Vhalla soltó una
risa débil—. ¿Quieres ayuda para vestirte? —preguntó la mujer mayor.
Vhalla negó con la cabeza.
—En comparación con otras experiencias que he tenido cuando he
usado tanta magia, esto no es tan malo. —Ya podía sentir funcionando la
poción que Aldrik le había dado.
Larel asintió.
—Está bien, te dejo entonces. Recomendaría que bebieras este antes de
que te vayas. —Larel sacó un frasco de líquido púrpura y lo colocó junto al
cofre de medicamentos—. Adormecerá un poco las cosas y debería nivelar
tu cabeza, si es necesario.
—Gracias —dijo Vhalla con seriedad.
—Por supuesto, Vhalla. Fritz y yo también nos alojaremos en esta
posada. Tus amigos de la Guardia Dorada también. Estaremos aquí cuando
regreses. Buena suerte. —La mujer sonrió y se fue.
Vhalla se preguntó para qué le estaba deseando realmente suerte.
Se vistió lo más rápido posible, pero también fue una oportunidad para
evaluar el estado de su cuerpo. Sus hombros estaban rígidos y se sentían
hinchados; sus codos también le recordaron la presión bajo la que los había
sometido. Sus manos estaban hechas un desastre, pero en el lado positivo,
nada parecía roto.
Había un espejo en la habitación que instantáneamente llamó la
atención de Vhalla. Era de cuerpo entero y se vio a sí misma por primera
vez en meses. Su cabello había crecido hasta algún lugar alrededor de sus
hombros, cayendo en ondas marrones enredadas. Su rostro se había
adelgazado y sus ojos parecían haberse hundido ligeramente, la sombra de
su frente resaltaba las motas de oro alrededor de sus pupilas. Músculos que
ni siquiera sabía que poseía estaban comenzando a tomar forma debajo de
la piel tensa. Incluso vendada, tenía una apariencia fuerte y afilada, más
segura de lo que se sentía.
Aldrik regresó mientras realizaba una evaluación de su estado. Una
extraña mezcla de emociones se apoderó de él en el momento en que la vio,
y el corazón de Vhalla se aceleró instantáneamente. Ella dio un paso hacia
él, balanceándose levemente ante el dolor en sus rodillas. Él estuvo allí en
un instante, sus brazos sosteniendo los de ella para mantenerla en equilibrio.
—Esta es una mala idea. —Su voz era baja y retumbó a través de su
pecho.
—Tengo muchas de esas últimamente —dijo ella en voz baja. Vhalla
recuperó el equilibrio y se alejó. Tenía miedo de lo que esos ojos oscuros
podrían ver si lo miraba de cerca durante demasiado tiempo—. ¿Nos
vamos?
Él frunció los labios, pero no dijo nada.
Aldrik fue el primero en caminar, manteniendo la puerta abierta para
ella y conduciéndola por un corto tramo de escaleras. Envolvió un brazo
alrededor de su cintura y sostuvo una de sus manos entre las suyas mientras
ella cojeaba. Daniel, Craig, Fritz y Larel estaban dando vueltas en un
vestíbulo de lujo, claramente esperándola. Aldrik no se apresuró a soltar las
manos de ella.
—Realmente estás viva —susurró Daniel, como si ella fuera un
fantasma.
—¡Vhal! —Fritz le rodeó los hombros con los brazos y estuvo a punto
de derribarla.
—Fritznangle —advirtió Aldrik, dando un paso hacia el hombre.
—¡Vhal, estuviste impresionante! Fue como si la Madre desterrara la
noche. ¡Solo esta coita pequeña contra esa masiva y gigantesca tormenta!
—balbuceó Fritz como un loco.
Otro caminaba desde una esquina de la habitación, alguien a quien
Vhalla no había notado antes. Dos ojos color esmeralda evaluaron a Vhalla
pensativamente.
—Eres una de las personas más locas que he conocido. —Elecia
colocó una mano en su cadera y cambió su peso para extender la otra hacia
Vhalla—. Y por eso, te debo la vida.
Vhalla extendió la mano y apretó la palma vendada contra la de Elecia.
»Gracias, Vhalla Yarl. —Elecia pronunció las palabras más sinceras
que Vhalla había escuchado de ella.
Vhalla estaba aturdida mientras se dirigía hacia la puerta. Aldrik la
mantuvo abierta para ella y salieron al amanecer. El rojo cruzaba el
horizonte, bañando una plaza abarrotada de naranjas y rosas. Grandes
edificios construidos con mármol y arenisca brillaban en el crepúsculo.
Había pendones de tamaño proporcional, rojos y negros de Oeste y blancos
y dorados del Imperio. El suelo debajo de ella era de piedra pulida, y Vhalla
miró el centro del mundo con asombro.
—Ese de ahí. —Aldrik señaló un edificio al otro lado de la plaza con
tres grandes vidrieras circulares en el frente—. ¿Necesitas que te ayude?
—No. —Vhalla sacudió la cabeza—. Solo saber que estás aquí es
suficiente. —Ella le permitió interpretar eso como quisiera.
Vhalla no había dado más de tres pasos cuando el primer miembro de
la Legión Negra la vio. Se acercó y le dio el saludo de Luna Rota. Esto
inspiró al siguiente a acercarse y ofrecerle gracias y elogios. Sus ojos se
encontraron con los de Aldrik con confusión y asombro. Él la admiró
silenciosamente y Vhalla sintió que un rubor subía a sus mejillas.
Se movió lento debido a que se detenía a cada paso. La Legión Negra
había estado esperando en la puerta, pero Vhalla notó que la mayoría de las
personas en la plaza eran soldados. Hicieron una pausa en lo que estaban
haciendo, deteniéndose al verla.
Un hombre de rango sacó la espada que estaba atada a su cadera. Miró
a Aldrik nerviosamente, recordando la última vez que se había encontrado
con los hombres de las espadas. El hombre juntó los pies y se mantuvo
erguido. Su mano izquierda fue a la parte baja de su espalda mientras
levantaba su espada sobre su pecho y rostro en un impecable saludo con la
derecha.
No estaba segura de lo que él quería de ella y Vhalla dio otro paso
nerviosamente. Una mujer mayor repitió el movimiento. Sin espada, se
llevó el puño derecho al pecho a modo de saludo.
Vhalla dio otro paso. Dos más se adelantaron al mismo saludo.
Cada paso que daba Vhalla había otro, y otro, y otro. Comenzaron a
alinearse en su camino, saludando con reverencia incluso después de que
ella se había ido. Vhalla se giró mientras toda la plaza; hombre, mujer, niño,
soldado y ciudadano, mostraba su propia muestra de reverencia.
—¿Siempre hacen esto por ti aquí? —le susurró Vhalla a Aldrik. La
atención la puso nerviosa.
Él la miró, desconcertado.
—Vhalla. —Aldrik se inclinó cerca de su oído—. No me están
saludando a mí, te están saludando a ti.
Nadie dijo una palabra; hicieron sus honores en silencio, y su silencio
habló tan fuerte en sus oídos que Vhalla quiso llorar. Por primera vez desde
que se convirtió en hechicera, sintió a la gente mirándola con respeto, con
elogios. Por mucho que le doliera el cuerpo, se mantuvo firme.
El Emperador y el príncipe Baldair esperaban en el exterior del edificio
al que Aldrik la conducía. El emperador Solaris contempló la escena con
sus ojos azul marino y luego miró a la mujer que estaba siendo guiada por
su hijo mayor y siendo saludada por su gente. Cruzó las manos en la
espalda en una posición que a Vhalla le pareció muy Aldrik.
—Si no es la héroe del día. —El Emperador habló lo suficientemente
alto como para que la mayor parte de la plaza escuchara.
Vhalla se arrodilló torpemente, sus rodillas estallaron y le dolieron.
—Mi señor, gracias por su invitación —dijo ella respetuosamente,
bajando los ojos.
—Ponte de pie, Vhalla Yarl. Eres la salvadora más bienvenida de mi
ejército —ordenó él a la ligera.
Vhalla puso ambas manos sobre su rodilla y luchó por levantarse,
haciendo una mueca ante el crujido de sus piernas. Se sentía mucho mayor
que sus dieciocho años y podía sentir la tensión que irradiaba de Aldrik por
su dolor, pero él no hizo ningún movimiento. Vhalla estaba agradecida de
que le permitiera hacerlo por su cuenta frente a su padre y todos los que se
habían reunido.
—Ven, quiero darte las gracias. —El emperador dio un paso atrás y el
príncipe Baldair abrió las puertas para ellos.
Capítulo 14

El edificio al que ella entró era como un pequeño palacio. El alabastro,


el mármol, la plata, el oro y las piedras preciosas brillaban por todas partes.
Cuando salió el sol, se coló a través de los ojos de buey en las paredes,
dando nueva vida a la opulencia. El Emperador la condujo a una sala de
estar lateral. Había sofás y una mesa para comer, frente a una mesa alta
llena de papeles.
Para su sorpresa, el Emperador se acercó a la mesa que no contenía la
comida. El príncipe Baldair caminó hacia el lado derecho de su padre,
Aldrik se acercó a ella. Él no se movió hasta que ella lo hizo, su sombra
silenciosa.
—Me gustaría mostrarte algo. —El emperador Solaris le hizo un gesto.
Vhalla se acercó, Aldrik se paró a su otro lado, dejando su derecha
abierta al Emperador. Ella evaluó un mapa grande y el Emperador señaló un
lugar en el Gran Camino Imperial, justo al sur de las Encrucijadas.
—Aquí es donde estábamos cuando la tormenta de arena estaba sobre
nosotros. —Los ojos de Vhalla se volvieron a las Encrucijadas; habían
estado tan cerca. Como si leyera sus pensamientos, el Emperador continuó
—: Los hombres en la parte delantera de la horda estaban a menos de cinco
minutos de las paredes de la tormenta.
Vhalla miró fijamente el mapa. Recordó la columna de hombres
corriendo, pero muchos no lo habrían logrado.
—Dime —preguntó el Emperador mientras se acariciaba la barba y la
evaluaba—, ¿qué órdenes habrías dado?
—¿Órdenes para? —preguntó ella, sin estar segura de haber entendido
su pregunta.
—Si estuvieras en mi posición, ¿qué decisión habrías tomado?
Ella miró al hombre y luego de nuevo al mapa, tomando un respiro que
fue seguido por una tos molesta por la sensación de arena en sus pulmones.
—Disculpe —murmuró. Manteniendo su rostro hacia la mesa, Vhalla
inclinó la cabeza hacia un lado—. Habría dividido la línea.
—¿Dividir la línea? —Fue el príncipe Baldair quien preguntó.
Vhalla asintió.
—Uno. —Señaló al príncipe más joven—. Dos. —Luego señaló al
Emperador—. Tres. —Señaló a Aldrik—. Dividirla en tres. Mantenerlo a
usted en el centro puede tener sentido para una marcha; quizás incluso en
escenarios de combate por protección, pero para esto, estaríamos jugando
con probabilidades.
—¿Qué probabilidades son esas? —El Emperador apoyó las manos
sobre la mesa. Vhalla se sentía muy pequeña cuando la superficie de la
mesa le llegaba hasta la cintura en lugar de sus caderas o más bajo como a
los hombres más altos.
—Sus vidas —dijo ella con total naturalidad, sorprendida por la
frialdad que esa lógica creaba en su voz. El príncipe Baldair en realidad
tenía una expresión algo horrorizada. Vhalla miró al Emperador a los ojos
—. Si ustedes tres se hubieran quedado en el centro, habrían estado en
medio de la tormenta, separados por poco más de una docena de caballos.
Si uno de ustedes hubiese muerto, existe una gran posibilidad de que lo que
sea que haya matado a esa persona matase a quienes estén a su alrededor;
cuanto más cerca esté, mayores serán las probabilidades de muerte. Ustedes
tres mueren, todos perdemos. Si repentinamente perdiéramos al Emperador
y todos los herederos, este reino tiene más de un frente de batalla.
El Emperador se frotó la barbilla.
—Continúa.
—Ustedes correrían en diferentes direcciones con los jinetes más
rápidos preparados para dar su vida por las suyas. Sería la mejor
oportunidad para sobrevivir —explicó Vhalla simplemente.
—Sabes que eso significa que la mitad de la horda se quedaría atrás a
pie. —El Emperador la miró pensativamente.
—Sé eso. —Ella asintió—. Ellos serían dejados al azar—. La palabra
azar sonaba mejor que muerte.
El príncipe más joven parecía horrorizado y Vhalla tendría que girarse
para ver la expresión de Aldrik. El Emperador era casi demasiado analítico
en la forma en que parecía calcular sus palabras contra un recuento
invisible. Vhalla juntó las manos y se las retorció.
—Tienes algo de inteligencia —dijo el Emperador a la ligera.
—Mi señor, si soy inteligente es porque ha llenado su castillo de
buenos maestros. —Pensó en Mohned con una punzada de nostalgia.
—Ah, Vhalla, no seas tan modesta. El conocimiento y el poder son una
combinación peligrosa, y parece que tienes ambos en cantidad. —El
Emperador se movió e hizo un gesto hacia la mesa que había sido puesta
con comida.
Cada persona se sentó por turno. Aldrik le acercó la silla, aunque no le
ofreció ni siquiera una mirada. Vhalla se preguntó qué exactamente había
cambiado su comportamiento. Claramente, cualesquiera que fueran sus
preocupaciones, tenían en cuenta una moderación calculada. Aldrik se sentó
a su derecha, el príncipe Baldair a su izquierda y el Emperador al otro lado.
Vhalla no había visto comida tan fina o una mesa tan abarrotada de
cubiertos, vasos y platos desde que había cenado con el príncipe Baldair en
el palacio. La comida estaba caliente y fresca y apenas logró contener un
gruñido estomacal particularmente fuerte colocando una mano sobre su
abdomen. Tuvo cuidado de comer después de que los tres miembros de la
realeza se hubieran servido. Ser apropiada era una excusa conveniente.
Vhalla no tenía idea de qué tenedores estaban destinados a usarse, cuándo o
por qué usaban un tenedor diferente para cada plato; ella simplemente los
siguió.
—Esta es una situación increíblemente peculiar, ¿no cree, señorita
Yarl? —comentó el Emperador.
—Vhalla está bien —dijo ella, sin saber si era apropiado ofrecerlo. Se
sintió extraño que sus dos hijos la llamaran por su nombre de pila y que el
hombre que estaba por encima de ellos fuera más formal.
Él la ignoró y continuó:
—No es normal que alguien se presente a juicio por asesinato y
traición y luego cene con el Emperador solo un par de meses después.
—Muy pocas cosas en mi mundo son lo que yo llamaría normales en
este momento, mi señor. —Mordisqueó pan, su cerebro seguía obsesionado
por estar enamorada del príncipe heredero.
El Emperador se rio entre dientes.
—Sin embargo, te recuperas y te vuelves más fuerte. Sabía que tenías
fuerza en ti cuando te vi en esa jaula.
Vhalla siguió tratando de comer cortésmente, luchando con sus dedos
vendados. No quería pensar en su juicio. En realidad, ni siquiera quería
estar sentada en esta mesa.
—Estoy dispuesto a perdonarte por tus crímenes —musitó el
Emperador, sorbiendo su vino.
Ella lo miró conmocionada. ¿Un perdón? Alguien necesitaba
pellizcarla, estaba soñando.
—¿Mi señor?
—Te ganaste la confianza suficiente para tener una segunda
oportunidad al salvar la vida de un príncipe. Creo que potencialmente salvar
la vida de la familia Imperial, tal vez el propio Emperador, te gana una
pizarra limpia. —Llevaba una sonrisa debajo de su barba, pero sus ojos
estaban separados de cualquier frivolidad.
Vhalla hizo una pausa. ¿Salvar la vida de un príncipe? ¿Eso
significaba que Aldrik le había contado lo que realmente había sucedido en
la Noche de Fuego y Viento? Ella se abstuvo de mirar al príncipe heredero.
—Gracias, mi señor. —Vhalla bajó los ojos.
—Pero verás, tengo las manos atadas. —El Emperador masticó
pensativamente un trozo de carne oscura, antes de limpiarse la boca con la
servilleta y continuar—. El Senado, la voz del pueblo, vieron tu servicio
militar como castigo adecuado, y no quisiera traicionar la confianza de mis
leales súbditos.
—Por supuesto que no… —dijo Vhalla aturdida, la palabra perdón
resonó una y otra vez en su cabeza.
—No te dejes engañar, Vhalla. Están tan hambrientos como siempre, y
si te perdono ahora, esas mismas personas que te saludaban te darán la
espalda de nuevo. —El Emperador la miró.
Por el rabillo del ojo podía ver a Aldrik moviéndose incómodo en su
asiento.
—Pero si nos dieras la victoria. —El hombre rio entre dientes—.
Ahora eso sería algo digno de recompensa.
—¿Victoria? No sé cómo yo podría… —Vhalla tartamudeó. Su
sentencia parecía aumentar, no disminuir. Antes solo estaba destinada a
servir en la guerra; ¿ahora ella tenía que traer la victoria? ¿Habían
planeado liberarla alguna vez?
Los gélidos ojos azules del Emperador se posaron en Aldrik. El
príncipe mayor bebió un largo sorbo de vino.
—Mi hijo me dice que ha estado trabajando contigo en algo
importante.
Vhalla no dijo nada por temor a incriminarla a ella y a Aldrik con algo
que aún no le había mencionado a su padre. Pero había cosas que no podía
imaginar que él dijera. A pesar de sí misma, miró al príncipe oscuro.
—Me dice que puedes darme el Norte con tus poderes como
Caminante del Viento. —El Emperador se inclinó hacia delante, colocando
los codos sobre la mesa.
—Todavía estoy aprendiendo la mayoría de mis habilidades —dijo ella
con cuidado.
—Me han informado. —El Emperador rechazó sus preocupaciones—.
Aldrik me ha enviado informes detallados de sus investigaciones sobre esas
habilidades.
—Ya veo… —murmuró Vhalla, mirando al hombre en cuestión con
curiosidad. Aldrik no pareció que iba a dejar de ocupar su boca con su copa
de vino.
Las notas que Aldrik había estado tomando sobre su Vínculo pasaron
por su mente. Dijo que las usaría como referencia. Le había dicho que tenía
un plan para tomar el Norte usando su poder. Entonces, ¿por qué de repente
se sentía traicionada?
—Si bien estoy muy impresionado con tus habilidades para controlar el
viento y las tormentas, lo que más me intriga, Vhalla, es esta capacidad de
colocar tu mente más allá de tu cuerpo. Parece demasiado asombroso para
ser real. ¿Qué tan segura estás de tu control? —El Emperador finalmente
llegó a su punto.
Vhalla tragó saliva y alcanzó su vaso de agua, ignorando el alcohol.
Esta no era una reunión cortés para agradecerle por salvar a su ejército. Esa
era una excusa agradable para que él se sentara y formulara una estrategia
de batalla.
—Supongo que el príncipe heredero sería un mejor juez de mi control,
él tiene mucha más experiencia que yo —murmuró Vhalla mientras
apuñalaba algo de comida en su plato, masticando en el silencio que siguió.
—¿Crees que estará lista? —El Emperador se dirigió a Aldrik.
Los ojos de Vhalla se movieron justo a tiempo para captar los de él
mientras caían en los de ella con ceño fruncido.
—Creo que lo estará —respondió Aldrik, volviéndose hacia su padre.
—Entonces me gustaría una demostración antes de salir de las
Encrucijadas. —El Emperador se reclinó en su silla y cruzó las manos.
—¿Una demostración? ¿Por qué? —preguntó Aldrik, más audaz de lo
que Vhalla jamás podría ser.
—Necesito seguridad. —El Emperador no pareció complacido al ser
interrogado por su hijo.
—A la luz de los acontecimientos recientes, no estoy seguro de si usar
magia sería… —comenzó Aldrik.
—Tendrá su demostración. —Vhalla se centró en el Emperador,
ignorando a Aldrik y el hecho de que ella lo había interrumpido.
—Ah, ahí está el fuego que vi en el juicio. —El Emperador sonrió. Ella
miró a Aldrik, él apenas contuvo su frustración—. Hay oportunidades en tu
futuro, Vhalla Yarl. La obediencia es recompensada.
—Gracias, mi señor. —De repente, Vhalla se mostró ambivalente ante
todo. Se sintió maniobrada y usada, pero no estaba segura de por quién.
Aldrik había sido honesto con ella sobre sus reuniones. Entonces, ¿por
qué dolía tanto? Vhalla se retorció las manos en el regazo.
En el segundo en que la comida fue despejada, Vhalla estaba ansiosa
por escapar.
—Por favor perdónenme, señores, me siento bastante agotada.
—Ciertamente. Recuperarte rápido, Vhalla Yarl. —El Emperador y sus
hijos también se pusieron de pie—. Nos volveremos a reunir en unos días.
Vhalla asintió en silencio, hizo una pequeña reverencia y se volvió
hacia la puerta.
Ella lo sintió antes incluso de que Aldrik se moviera.
—Me aseguraré de que regrese a la posada —declaró el príncipe
heredero.
—Aldrik, me gustaría que repasaras algunos planes para administrar
las adiciones de tropas. Llegarán en los próximos días y tienes tus asuntos
con Elecia. —La voz del Emperador era definitiva.
Vhalla se enfureció al escuchar el nombre de la otra mujer. Casi se
había olvidado del asunto de Aldrik.
—Solo será un momento —protestó el príncipe mayor.
—No es necesario, mi príncipe. El lugar no está lejos y no me importa
estar sola —respondió Vhalla.
Los ojos de Aldrik se entrecerraron levemente en confusión o
agitación.
—Preferiría no dejar nada al azar —dijo con voz tensa—. Las
Encrucijadas pueden estar llenas de personajes desagradables.
—Mi hermano, siempre preocupado por el bienestar de sus súbditos.
—El príncipe Baldair se acercó a ella—. Afortunadamente, tienes dos hijos,
padre. Me encantaría asegurarme de que nuestra pequeña Caminante del
Viento llegue a casa sana y salva.
Vhalla miró al príncipe dorado confundida. Estaba bastante segura de
que acababa de decir que caminaría sola.
—Excelente sugerencia, Baldair. —El Emperador se acercó a la gran
mesa e indicó a Aldrik que lo siguiera—. Espero su demostración, señorita
Yarl —dijo el Emperador antes de volver su atención a los mapas y papeles
en su mesa.
Aldrik la miró con desesperación, luego fulminó a su hermano con la
mirada, pero fue obedientemente al lado de su padre.
Vhalla sintió los ojos de Aldrik sobre ella cuando la mano del príncipe
Baldair cayó suavemente sobre su cadera y la condujo fuera de la
habitación hacia el sol de la mañana.
—Por favor, quita tu mano de mí —murmuró Vhalla al Príncipe
Rompecorazones.
Él le dedicó una gran sonrisa.
—Vamos, sé más amable —dijo él con encanto—. La gente te está
mirando. —Él sonrió a algunos soldados mientras comenzaba a llevarla de
regreso a través de la plaza.
—Exactamente —respondió ella. Gente mirando era precisamente lo
que le preocupaba.
—¿Oh? ¿No quieres que piensen que estás involucrada conmigo? —El
príncipe Baldair devolvió un saludo con la mano—. ¿Solo mi hermano?
Vhalla lo fulminó con la mirada.
—Déjalo estar —advirtió ella. Su paso se aceleró para cruzar la
distancia más rápido.
—No hasta que te des cuenta de que él está jugando contigo. —Toda
broma, toda alegría desapareció de su voz, y el rostro del príncipe Baldair
se puso serio.
—No es asunto tuyo —argumentó Vhalla.
—Pensé que no. Pensé que tal vez él había cambiado. —El príncipe
sostuvo la puerta de la posada abierta para ella, y Vhalla casi voló escaleras
arriba—. Pero por lo que vi, lo que escuché, este día, ese no es el caso.
Vhalla se mordió la lengua y abrió la puerta, esperando que Larel la
estuviera esperando y la salvara. No fue así. El príncipe agarró la puerta que
se cerraba con una mano y Vhalla se giró bruscamente.
—Todavía me estoy recuperando, mi príncipe, y me gustaría descansar.
Por favor, disculpe. —Ella reunió lo último de su educado decoro.
—Estoy tratando de ayudar —dijo él.
Vhalla vio la preocupación marcada en su expresión de dolor.
—¿Oh? —Su paciencia se agotó—. ¿Como ayudaste la última vez que
tuvimos una pequeña charla?
—Todo lo que te dije entonces era verdad. —Algo en su tono hizo que
Vhalla se detuviera, ella se balanceó ligeramente—. Vhalla, por favor
siéntate. Mi hermano y mi padre me darán un infierno si algo malo te
sucede durante mi turno.
Vhalla se acomodó en la cama, se quitó las botas y se acostó. Ella rodó
de costado, de espaldas al príncipe. Todo le dolió en el momento en que
comenzó a relajarse, pero no hubo mucha oportunidad de hacerlo cuando el
príncipe se dio la vuelta para sentarse en el borde de la cama, frente a ella.
Vhalla lo fulminó con la mirada.
—Vhalla, por favor escucha. Quiero decirte algo —imploró el príncipe
Baldair.
Ella suspiró.
—Si te escucho, ¿te irás?
Él asintió y Vhalla esperó expectante.
—Mi hermano y yo tenemos tres años de diferencia, lo cual es una
brecha significativa cuando tienes cinco y ocho, o doce y quince años, pero
a los quince y dieciocho años y más, se vuelve cada vez menos
significativo. —Se preguntó por qué la estaba agotando con trivialidades
sobre sus cumpleaños—. No mucho después de mi ceremonia de mayoría
de edad hubo un año en el que mi hermano y yo decidimos participar en una
competencia amistosa.
—¿Competencia amistosa? —Vhalla se preparó para lo que eso
significaba con estos hombres.
—Siempre he sido… encantador. —El príncipe Baldair le sonrió y ella
ni siquiera se abstuvo de poner los ojos en blanco. Al menos él se rio—. Mi
hermano creció como un niño extraño y triste. En un momento, pareció
como si tocara un nuevo punto bajo y cediera a la oscuridad y la distancia
que lo rodeaba. Para ser honesto, nunca vi esa oscuridad dejarlo.
Vhalla encontró interesante cómo las descripciones del príncipe
Baldair y Larel podían ser similares y diferentes.
—En algún momento tuvimos una pelea, y realmente no importa sobre
qué, él tenía dieciocho años y yo estaba en la exaltada edad de quince. Dije
que él ni siquiera podía hacer que una mujer lo mirara por cómo era. —
Vhalla se quedó inmóvil, comenzando a escuchar con atención—. Por
alguna razón, mi hermano aceptó el desafío.
—¿Desafío? —repitió ella suavemente.
—Durante un año, fue un desafío para quién podía hacer que la
mayoría de las mujeres aceptaran compartir su cama.
Los ojos de Vhalla se agrandaron.
—Eso es horrible.
—Ciertamente no es lo peor que ninguno de los dos ha hecho para
pasar el rato. Ni es lo peor que los jóvenes príncipes han hecho o harán
jamás. —Vhalla vio con horror la probable verdad de sus palabras—. Al
principio, yo fui un favorito de la noche a la mañana. Pero subestimé a mi
hermano. Una a una, como moscas en una red, comenzaron a ofrecerse a él.
No entendía y me frustraba a diario. Cómo mi desgarbado, torpe y
deprimente caparazón de hermano logró recuperar una sólida ventaja.
—Suficiente, lo entiendo. —Ella apretó la cara contra la almohada.
—No, no hemos llegado al punto todavía. —Tenía una expresión
sombría y Vhalla obedeció en silencio—. Pensé que era simplemente
porque él era el príncipe heredero. Pero ese no era el caso, ya que las damas
parecían regresar mucho después de su turno, siempre esperanzadas.
Finalmente descubrí que en realidad no los estaba llevando a la cama. Ellas
estuvieron de acuerdo, lo que, dada la redacción de nuestra apuesta, lo
colocó a la cabeza. Pero en realidad nunca tomó ninguna de ellas.
Vhalla frunció el ceño.
—¿Por qué no? —Por supuesto, se sintió feliz al escuchar que él no se
había acostado con una gran cantidad de mujeres, aunque atraerlas como
ganado parecía bastante malo.
—Finalmente le pregunté una vez cuando lo confronté sobre los
términos del desafío. Nunca olvidaré lo que me dijo. —El príncipe Baldair
desvió la mirada—. Me dijo que era la caza lo que le gustaba. Que ninguna
de ellas era lo suficientemente buena como para merecer su toque. Que no
tenía que matar a la presa para tener la satisfacción de ganar. Que era
divertido; que era un deporte verlas caer. Durante los siguientes seis meses,
lo vi jugar hábilmente con todas las mujeres elegibles que conocía. Él de
alguna manera sabía lo que querían oír, cómo querían que las guiaran, y él
lo hacía con una completa máscara de sinceridad. Les quitó cosas, pero no
sus cuerpos. Su dignidad, su tiempo, sus sueños…
—Por favor, lo entiendo —dijo Vhalla en una exhalación y estaba
demasiado cansada para ser tan fuerte como quería ser.
El príncipe Baldair suspiró y extendió la mano, colocando una gran
palma en la parte superior de su cabeza. Vhalla se tensó ante el
momentáneo toque.
—Pensé que tal vez él había cambiado. —La voz del príncipe era
suave—. Pero luego escuché una conversación a escondidas entre él y papá.
Aldrik juró que sería él quien te obligaría a obtener la victoria. Que le
obedecerías sin pensar por encima de todo y que él te tenía bajo su mando
sin dudarlo. Que la tormenta de arena fue un ejemplo de esto, y me di
cuenta de que nunca renunciaría al control que tiene sobre las personas.
—Príncipe Baldair, estoy muy cansada —susurró ella. Las notas en la
mesa del Emperador regresaron a ella, la mención de informes que se le
dieron. ¿Había sido una marioneta para Aldrik y su padre todo el tiempo?
¿Le había pagado al mejor actor del mundo con sus emociones?
—Estoy de acuerdo con ellos; Aldrik y mi padre. Eres inteligente,
Vhalla. Por favor, ¿puedes verlo por lo que es? —El príncipe Baldair la
registró.
Vhalla cerró los ojos, no queriendo nada más que encogerse.
—Aprecio tu preocupación, mi príncipe. —Fue todo lo que pudo decir
al final.
Él suspiró profundamente.
—Descansa, Vhalla. —El príncipe Baldair se puso de pie.
Ella confiaba solo en los sonidos de su partida.
Vhalla se estremeció, a pesar de que la habitación estaba cálida. Por
supuesto, el día en que se dio cuenta de que estaba perdidamente enamorada
de un hombre era también el día en que se le darían pruebas adicionales de
que él era un idiota bastante retorcido. Al menos, si se consideraba la
palabra del príncipe Baldair como prueba. Vhalla se rio y tosió por el estado
de sus pulmones.
¿Aldrik no le había advertido de todo esto? ¿No le había dicho en
múltiples ocasiones que él no era un buen hombre? Vhalla suspiró de nuevo
y se preguntó si era justo por su parte reprocharlo en su contra. Todas sus
reuniones habían sido una excusa para poner a prueba sus habilidades. Era
una tonta por pensar que ellos, ella, significaban otra cosa. Vhalla respiró
delicadamente y luchó contra las lágrimas hasta que el cansancio se apoderó
de ella.
Capítulo 15

—Vhaaaaaaal… —canturreó Fritz suavemente—.


Vhaaaaaaallaaaaaaaaa.
Un dedo se hundió en su mejilla. Ella gimió, rodando lejos de la
fuente.
—Déjala dormir —regañó Larel.
—Pero ha dormido todo el día, y es nuestra primera noche real en las
Encrucijadas —se quejó Fritz.
—Ustedes dos son tan ruidosos —maldijo Vhalla en voz baja.
—Uno de nosotros lo es —corrigió Larel con una nota ofendida.
—Vhal, ¿no quieres despertar? —Fritz se metió en la cama con ella.
—No. —No le apetecía en lo más mínimo. Después de esa mañana con
Aldrik y el príncipe Baldair, y las proclamas y demandas del Emperador,
tenía la intención de pasar el resto de su vida en la cama.
—¿Qué sucede, Vhal? El mundo te está celebrando ahora mismo,
tienes que celebrar con ellos. —Fritz la agarró con ambos brazos y la sentó.
Larel aprovechó la oportunidad de Vhalla estando erguida para hacer
que dos elixires bajen por la garganta de Vhalla.
—Así que vamos a salir. —Fritz se arrastró alrededor de la cama,
situándose frente a ella.
—¿Salir?
—Tus amigos de la Guardia Dorada le dieron la idea. —Larel se sentó
en el borde de la cama. No era un espacio grande, y los tres terminaron
apiñados uno alrededor del otro—. Van a salir a celebrar su primera noche
en las Encrucijadas. Aparentemente habrá alguna celebración en honor a la
Caminante del Viento.
—¿En mi honor? —Vhalla parpadeó.
—Sí, en el tuyo. —Larel sonrió—. Salvaste cientos de vidas;
entiéndelo.
Vhalla asintió en silencio.
—Queremos que vengas. —Fritz la tomó de las manos.
—¿Queremos? —Vhalla miró a Larel. No podía imaginarse a Larel
festejando en las calles.
—No tengo nada más que hacer. —La mujer se rio ligeramente—. Y la
Caminante del Viento a la que están honrando resulta ser mi protegida.
Sería una pena si al menos no tomo un trago en su honor.
—¿Vendrás con nosotros? —preguntó Fritz nuevamente.
—Yo… —Vhalla suspiró, mirando el sol poniente a través de sus
cortinas. Pensó en Aldrik y el Emperador una vez más, conspirando en ese
palacio opulento de edificio. Una pequeña chispa de ira estalló en ella y
Vhalla apretó los dedos de Fritz—. Me encantaría.
—¿Estás segura de que te sientes lo suficientemente bien? —Larel
sintió que algo andaba mal, pero la otra mujer pareció estar confundiendo
las emociones salvajes de Vhalla por el príncipe con alguna clase de dolor
físico provocado por sus heridas.
—Me he sentido peor. —Vhalla le dio una sonrisa valiente—. Quién
sabe, tal vez la compañía podría hacerme bien.
Habría sido más convincente si no hubiese entrado en un ataque de tos.
Pero Fritz era su campeón de la noche, uniendo los brazos con ella y
ayudando a Vhalla a entrar al pasillo y bajar las escaleras. Larel debe haber
estado de acuerdo con su evaluación porque no se opuso.
Una vez que su cuerpo se estaba moviendo, Vhalla descubrió que se
sentía mejor, demostrando que sus heridas físicas eran superficiales.
Probablemente se habían abstenido de forzar a bajar cualquier poción por su
garganta cuando estaba inconsciente; pero ahora que los brebajes de los
clérigos estaban funcionando, su cuerpo se estaba recuperando rápidamente.
Esta vez nadie la esperaba fuera de la posada, y por eso estaba agradecida.
Vhalla no quería más atención.
Las Encrucijadas era un lugar diferente a cualquier otro que Vhalla
hubiera visto. La capital era un lugar abarrotado, pero no así. Parecía que
todas las personas de todas las formas, tonos y tamaños se apiñaban en las
calles, y las calles estaban repletas de mercados tentadores que no parecían
saber lo que significaba cerrar. Los tres bajaron por una pequeña calle
lateral, siguiendo las instrucciones que Craig y Daniel le habían dado a
Fritz.
El bar era ruidoso, y los sonidos de hombres y mujeres cantando,
riendo y hablando ahogaron todos los pensamientos y dudas de
Vhalla. Estaba en una tierra extranjera como una heroína célebre. Y si había
que creerle a Fritz y Larel, ella era la fuente de la alegría de toda esa
gente. Incluso si eso era solo una verdad a medias, Vhalla había prometido
vivir a pesar del Senado, y ahora juró ser feliz a pesar de cualquier juego
que estuviera jugando la familia Imperial.
—¡Vinieron! —Craig les hizo señas para que se acercaran.
Daniel estuvo fuera de su silla al momento en que los vio. Llegó a
Vhalla en un paso.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor —respondió ella con sinceridad.
—No esperaba verte fuera. —Él de alguna manera se interpuso entre
Fritz y ella.
—Bueno, Larel y Fritz dijeron que esta es mi fiesta —dijo ella con una
altivez sarcástica.
—¡Ciertamente lo es! —Craig se rio a carcajadas. Bebió el contenido
de su jarra de metal rápidamente y la estampó contra la mesa varias veces
para llamar la atención del bar. El hombre del Sur saltó a su silla,
balanceándose alarmantemente por un momento. Raylynn se puso de pie,
lista para atraparlo si caía—. ¡Buena gente, compañeros soldados! ¡Es un
honor para nosotros beber esta noche con la mismísima Caminante del
Viento!
Las mejillas de Vhalla ardieron de color escarlata cuando la habitación
se recuperó de su silencio aturdido y estalló en vítores.
—Pero, lamento decirlo, ¡ella aún no ha bebido! —Craig se rio.
Como por arte de magia, había tres vasos de diferentes formas y
tamaños ante ella.
—Prueba este. —Daniel colocó un cuarto vaso frente a ella; era solo de
la altura de su puño y estaba lleno de un líquido rojo almibarado.
—¿Qué es? —preguntó ella.
—Dragón Carmesí. —Se dio unos golpecitos en la nariz—. El Oeste es
conocido por ellos.
Vhalla reconoció el nombre y tomó un tímido sorbo. Sintió un frío
helado y le quemó la parte posterior de la garganta. Parpadeó para eliminar
las lágrimas y contuvo la tos.
—¿No eres bebedora? —Craig se rio.
—¡Nop! —Vhalla tomó otro sorbo por si acaso.
El Dragón Carmesí se había ido y el alcohol de otros dos vasos
desapareció después igual de rápido. Daniel y ella se habían visto envueltos
en una discusión intensa sobre el peso de un cerdo premiado en uno de los
festivales infames de Paca. Vhalla se inclinó en la mesa para apoyarse
mientras se volvía hacia él.
—No, cien —insistió—. Lo juro, lo juro, ese cerdo pesaba unas cien
piedras.
—Vhalla, leouliana loca. —Daniel se rio y tomó otro trago largo de su
jarra. Observó el bulto en su cuello moverse a medida que tragaba—.
Ningún cerdo pesa cerca de cien piedras. —La señaló con un dedo.
—No me señales. —Ella agarró su dedo índice, un ataque de risitas
sobrepasándola—. Es tan grosero.
—Mujer, suéltame. —Daniel intentó poner una expresión seria, y
Vhalla se rio de la forma en que frunció los labios. De alguna manera ahora
todo era muy divertido.
—Bien. Bien. Pero estás equivocado, y lo sabes. —Ella se reclinó en
su silla.
—Vhalla, Daniel, nos vamos. —Craig la sacudió por el hombro.
Vhalla parpadeó, preguntándose cuándo se había levantado el resto de
la mesa. Acababa de empezar a hablar con Daniel.
—¿A dónde? —Su amigo del Este estaba tan confundida como ella.
—¡A bailar! —giró Fritz.
Vhalla estalló en una carcajada incontrolable, casi derramando su
bebida número… algo, por todas partes.
—¿Quieres ir? —preguntó Larel riendo. La mujer estaba cuidando a
Vhalla incluso cuando tenía las mejillas ruborizadas. Era la hermana mayor
que Vhalla nunca tuvo.
—¡Por supuesto! —chilló Vhalla alegremente.
Intentó ponerse de pie de un salto y casi se cae. Un brazo musculoso se
envolvió alrededor de su hombro rápidamente. Vhalla captó sorprendida la
mirada de Daniel. Era mucho más robusto de lo que parecía.
—Esta es una mala idea —comentó él riendo.
—A-aprenderás esto cuanto más tiempo estés conmigo: soy la reina de
las malas ideas. —Vhalla apenas reprimió sus comentarios sobre el príncipe
Aldrik.
Daniel la llevó a la noche detrás de Fritz, Larel, Craig, Raylynn y otros
que Vhalla ni siquiera podía nombrar.
El salón de baile en el que terminaron estaba caluroso y brumoso. A
pesar de que todas las puertas grandes de la planta baja estaban abiertas a la
fresca brisa nocturna, el vapor del sudor flotaba en el lugar. Era un espacio
de madera grande, abierto, con un escenario en una pared, una barra en la
otra y bancos en el borde; un lugar para descansar los pies agotados.
Vhalla se derrumbó con un ataque de risa en uno de esos dichos
bancos. La masa de gente continuó moviéndose al ritmo de la música. En
algún lugar de allí, Fritz estaba haciendo el ridículo con su tercer o cuarto
chico, y Larel, Craig y Raylynn no estaban por ninguna parte. La danza del
Oeste tenía tambores fuertes, cuernos de metal y favorecía un ritmo
enérgico. Por ende, los pasos eran más rápidos en comparación con el estilo
del Sur, la gente se retorcía y giraba, pateaba y rondaba entre sí.
Daniel se sentó pesadamente junto a ella, su muslo tocó el de ella, y se
secó el sudor de la frente. Él le pasó una jarra. Vhalla tomó un trago largo y
lo miró.
—¿Agua? —Ella frunció el ceño.
—Para tu cabeza, mañana. Empieza ahora —dijo él jadeando.
—No quiero agua. —Le sacó la lengua y él se rio.
—Bien, pero no me llores en la mañana. —Le entregó su cerveza, y
ella tomó un sorbo antes de devolvérsela.
—Hace calor. —Vhalla se balanceó de ida y vuelta.
—¿Quieres tomar un poco de aire? —preguntó él.
Ella asintió.
En lugar de sacarla por la puerta principal, subió una escalera
lateral. Vhalla resbaló en uno de los escalones, y él la atrapó a medida que
ambos estallaban en carcajadas. Ella se apoyó contra la pared, intentando
controlar sus risitas.
—Vhalla, eres demasiado inteligente para ser tan estúpida cuando estás
ebria —jadeó Daniel entre risas. Algo en la sensación vertiginosa era
contagioso, y Vhalla se deslizó por la pared. Él la atrapó del brazo,
atrayéndola hacia su lado—. Ven, apenas hemos dado diez pasos.
Daniel la ayudó a subir, y las escaleras los llevaron al techo. No fueron
los únicos con esta idea, ya que había otros agrupados disfrutando del aire
nocturno. Vhalla se dirigió a un rincón vacío del techo y jadeó débilmente.
—Es hermoso —susurró con un asombro brumoso. Las Encrucijadas
estaban iluminadas en el horizonte. Las ventanas rectangulares de los
edificios cuadrados de techo plano brillaban sobre el desierto negro. En
algunas ventanas, cortinas brillantes de rojos y granates teñían la luz; en
otros, vidrieras proyectaban colores en las carreteras y edificios cercanos.
—Es tu primera vez, ¿verdad? —Daniel se sentó en la repisa pequeña
que bordeaba el techo. Vhalla también se sentó, balanceando las piernas por
un lado—. Vhalla, cuidado. —La agarró por la parte superior del brazo.
—Tontito. —Ella se rio, balanceándose y colocando su mano sobre la
arcilla pedregosa para inclinarse cerca de él—. No puedo lastimarme al
caer, bueno, no puedo morir. —Él inclinó la cabeza con curiosidad—. El
fuego no puede dañar a los Portadores de Fuego, el agua no puede dañar a
los Manipuladores de Agua, la tierra no puede dañar a los Destructores de
Tierra, ¿supongo? —Vhalla se encontró riendo una vez más, no tenía idea
—. Pero el viento no puede matarme; me he caído de lugares más altos y he
sobrevivido. —Comenzó a divagar, alejándose de él.
»De hecho, así es como tuve mi Despertar. Un Despertar es cuando a
un hechicero usa sus poderes por primera vez en su totalidad. Antes de eso,
simplemente se manifiestan de alguna manera aquí o allá sin control. Esta
es la segunda vez que un hombre me lleva a un tejado. Pero, la última vez
Aldrik decidió empujarme. —Hizo un movimiento de empuje con las
manos y se echó a reír—. Por la Madre, estaba enojada con él. También
estaba hecha un desastre. Aunque después me dio una disculpa bastante
buena. Aldrik es maravillosamente complejo, tuvo una razón en su mayor
parte, incluso si aún es bastante terrible saber la razón. Ojalá más personas
pudieran haber visto su rostro cuando se disculpó, ¡parecía un niño
pequeño! —Vhalla soltó una carcajada. ¿No había estado enfadada con él
unas horas antes? Lentamente, sus risitas se desvanecieron cuando vio el
rostro de Daniel—. ¿Qué?
—Vhalla… —murmuró él, llevándose su pesada jarra a los labios—…
has bebido demasiado. —Él sonrió con cansancio y se acercó. Daniel puso
la palma de la mano en su cabeza y acarició su cabello una vez—. No tomes
más de eso, antes de que digas algo de lo que en serio te arrepentirás por la
mañana.
Descubrió que de alguna manera aún sostenía la jarra de agua, y bebió
profundamente. Vhalla se encontró balanceándose levemente con la brisa, o
tal vez era la sensación de la cerveza en su cabeza. Se inclinó hacia un lado
y su sien encontró el hombro de él. Se sentaron en silencio, él miraba hacia
el techo, y ella miraba hacia la ciudad.
—Él tiene suerte —susurró Daniel.
—No me quiere —dijo ella por primera vez en voz alta. El silencio de
Daniel fue una invitación para que continuara—. Creo que soy una carga,
una herramienta, o una diversión. Nada más.
—No lo creo —murmuró Daniel—. Lo he visto a tu alrededor, todos lo
hemos visto.
Vhalla se preguntó si imaginó al hombre inclinarse hacia ella una
fracción.
Ella respiró profundo y alcanzó su jarra, olvidándose del agua por un
momento. Daniel lo permitió.
—Me quiere para su padre, para su guerra, eso es todo.
—Entonces es más idiota y tonto de lo que la gente cree. —Los dedos
de Daniel rozaron los suyos a medida que ella le devolvía la jarra.
—¿Tú tienes a alguien? —Vhalla ya estaba segura de que sabía que la
respuesta no sería afirmativa. Si era honesta, ya había comenzado a ver la
forma en que su compañero del Este la miraba cuando pensaba que no
estaba prestando atención.
—La tenía. —Tomó un trago largo—. Regresé de mi última gira y
descubrí que ella había decidido que “cuando la guerra termine” era
demasiado tiempo para esperar.
—Lo siento. —Vhalla suspiró, aceptando su jarra de vuelta.
—Lo estoy superando. —Él se encogió de hombros. No fue
convincente en lo más mínimo.
—¿Sabes qué te ayudará? —Ella balanceó las piernas de nuevo y se
paró con un tropezón y una risa—. Más alcohol, más baile. —Le tendió sus
manos y él se rio entre dientes, resignándose a su petición.
Ambos tenían algo de lo que huir, se dio cuenta Vhalla, o más bien
alguien. Él huía del velo de esta otra mujer, y ella huía de las posibilidades
dolorosas que la rodeaban a Aldrik y a ella. Vhalla tomó las escaleras con
determinación, su mano envuelta en la de ella mientras lo conducía de
regreso abajo. Esta noche huirían juntos.
La primera parada fue el bar. Solo porque comprendía que estaba
huyendo no hacía que su juicio fuera más sólido. Su mano estaba en el aire
y pidiendo dos vasos de chupitos de un líquido que quemó hasta que lo
tragó por completo.
Daniel tosió.
—¿Cómo puedes beber esto? —Golpeó el vaso contra la barra.
—Tú también lo estás bebiendo. —Ella tosió. Vhalla sintió que el
alcohol golpeó su sistema y se tambaleó, riendo de nuevo—. Vamos.
Daniel le pagó al camarero y estuvieron otra vez en la pista de baile. Él
la tomó de las manos y la hizo girar tres veces. Las entrañas de Vhalla
burbujearon, y terminó riendo una vez más. Sus caderas se balancearon y
sus manos aplaudieron al ritmo de la música a medida que sacudían y
giraban sus caderas. Ella avanzó a la izquierda de él y él a la derecha de
ella, antes de cambiar de dirección.
Volvieron a estar juntos y una mano de ella terminó envuelta en la de
él, la otra en su hombro y las de él en ella. Vhalla se encontró sonriendo de
oreja a oreja. Ambos eran bailarines horribles. Pero estaba completamente
embriagada con el alcohol, con la multitud, con el calor, con las sonrisas
dulces de Daniel, con su admiración gentil, y con sus manos.
Finalmente sintió como si sus pies estuvieran a punto de ceder, y sus
articulaciones gritaban en protesta por un movimiento adicional. Vhalla
perdió el paso descansando sus manos sobre los hombros de él, apoyándose
en Daniel. Sintió las palmas de él caer sobre sus caderas.
—Estoy tan cansada —gritó ella a su oído por encima de la música y el
ruido de la gente.
—Gracias a la Madre, yo también. —Se rio y la sacó de la pista de
baile. Caminaron hacia la entrada principal y se quedaron junto a la puerta.
—¿Dónde están los demás? —La banda nunca dejó de tocar, de modo
que el piso nunca dejó de moverse. Ambos intentaron localizar solo a una
de las personas con las que vinieron.
—¿Quién sabe? Conocen el camino de regreso. —Daniel bostezó, se
giró y se tambaleó a la calle. Fue su turno de casi colapsar, y Vhalla corrió a
su lado, rodeando su cintura con los brazos. Él la agarró para apoyarse y
casi se caen juntos.
—Es-estás borracho. —Ella le dio un puñetazo en el estómago.
—Ungh —gruñó—. No hagas eso o vomitaré en tus zapatos.
—No lo hag-hrías. —Vhalla se rio y arrastró las palabras, colocando su
brazo alrededor de la cintura de él y los de él alrededor de sus hombros.
—¿Ahora quién está borracho? —Apoyó su pulgar a un lado de su
boca y el índice en el otro, apretándole los labios para hacer un movimiento
hablante.
Vhalla se rio y apartó su mano de un manotazo.
—No te burles de mí. —Hizo un puchero.
—Ahora esa es una expresión que podría romper al más fuerte de los
hombres. —Él sonrió. Vhalla notó que un lado de su boca se elevaba más
que el otro. No tenía la misma curva que la de Aldrik, pero había algo
similar y encantador en el gesto.
Tropezaron por las calles burlándose entre sí y aferrándose a las
paredes y barandillas por apoyo. En general, fue un milagro que no
terminaran horriblemente perdidos. Pasaron por una fuente pública en el
camino, y Daniel insistió en que bebiera abundantemente.
—No puedo beber más. —Ella se tumbó en el suelo polvoriento, con la
cara húmeda.
—Levántate del suelo —le dijo él riendo.
—No, aquí está bien. —Ella sonrió abiertamente, cosa que terminó
interrumpida con un bostezo. La confusión en su cabeza estaba comenzando
a convertirse en agotamiento.
Él le tendió una mano.
—No estamos lejos, Vhalla. La cama es mejor que el suelo. Además,
creo que tengo bastante miedo de responder a algunas personas que se
enojarían si te dejo dormir aquí.
Ella volvió a ponerse de pie, y entraron a trompicones en la posada
poco después. El vestíbulo principal estaba en silencio, y él la ayudó a
subir. Vhalla se disolvió en un ataque de risitas, colapsando contra la pared.
—Eres tan ruidosa —la regañó él entre risas incontrolables.
—¡No, tú lo eres! —Ella se tapó la boca con una mano, sus costados
doliéndole por moretones y diversión.
Daniel le sonrió con encanto. Su cabello colgaba alrededor de su
rostro. Tenía un aspecto sencillo, normal para alguien del Este. Pero para
Vhalla él era atractivo con nostalgia, y su voz, gastada por tantos años de
gritar a través de campos de batalla y campos de entrenamiento, comenzaba
a sonar suave.
—Vamos, ve a la cama.
—Gracias, Daniel —susurró Vhalla, deteniéndose frente a su puerta.
—¿Por qué? —preguntó él.
Incluso ebria, no era ingenua. Este sería el momento en que la mayoría
de los hombres pedirían entrar en su habitación. Vhalla se apoyó contra la
puerta con una sonrisa sincera. El fulgor de la embriaguez se desvanecería
con el amanecer. Pero la dulzura de su presencia ya prometía perdurar.
—No me había divertido tanto en mucho tiempo.
—Yo tampoco. —Daniel dio unos pasos más hacia atrás—. Si
necesitas algo, estoy arriba, la primera puerta a la derecha en el rellano.
—Gracias. —Bostezó.
—Está bien, a dormir, hermosa Caminante del Viento. —Le dio una
sonrisa perezosa y Vhalla la devolvió antes de deslizarse hacia la habitación
oscura.
Ni siquiera encontró fuerzas para cambiarse. Vhalla se dirigió
directamente a la cama, colapsando sobre otro cuerpo comatoso. Casi saltó
fuera de su piel.
—Bienvenida, Vhalla —murmuró Larel, aturdida.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Vhalla se relajó, acomodándose debajo
de las mantas.
—Quería asegurarme que regresaras. —La mujer bostezó—. ¿Cómo
estuvo el resto de tu noche?
—Divertida. —Vhalla se acurrucó junto al calor familiar de Larel.
—¿Fritz? —Larel cerró los ojos.
—No lo sé —respondió Vhalla honestamente, y se preguntó si debería
sentirse culpable.
—Probablemente aún está intentando ligar con algunos chicos. —Larel
se rio con cansancio. Sus palabras se arrastraron un poco; Vhalla no había
sido la única que bebió—. ¿Daniel?
—Sí, me acompañó de regreso. —Vhalla se frotó la cara contra la
almohada.
—No hizo nada indecente, ¿verdad? —Larel entreabrió sus ojos para
estudiar a Vhalla.
Vhalla se rio.
—No; en realidad, él es maravilloso —admitió con picardía—. Debería
estar con alguien como él… —Cuando Vhalla pensaba en ello, comprendía
que sería una opción sensata para ella. Solo un poco más arriba de su
posición, del Este como ella, considerado, amable, apuesto. Se sentía
extraña solo de pensar en la lista creciente de razones por las que Daniel era
una buena pareja.
—¿Aldrik? —Solo con el nombre, la racionalización de Vhalla sobre
Daniel y ella se detuvo.
—Lo amo. —Ella suspiró. Lo amaba tanto que le dolía el corazón al
pensarlo. Una noche y demasiado alcohol no podían cambiar lo que había
estado creciendo y construyéndose durante meses, incluso si pudiera ser
para mejor. Vhalla aferró la manta—. ¿Tú qué sentiste por Aldrik?
—¿Qué sentí? —Larel se acomodó sobre su espalda—. Sentí que él era
una de las únicas personas que en realidad tenía en el mundo, que en
realidad se preocupaba por mí. Supongo que por eso lo llamé amor.
—¿Cómo confundes el amor? —preguntó Vhalla. ¿Quizás también
estaba equivocada?
—Hay muchas clases de amor —respondió Larel.
—¿Las hay?
—¿Amas a Aldrik como amas a tu padre? —Había una sonrisa en la
voz de Larel.
—¡La familia es diferente! —Vhalla empujó el hombro de la otra
mujer.
—Yo te amo —dijo Larel en voz baja, paralizando a Vhalla. La mujer
se acercó y le dio un beso suave en la frente a Vhalla—. No te amo como
amante. Pero aun así, te amo total y enteramente. —Vhalla de repente sintió
ganas de llorar—. Y amo a Aldrik, pero como mi amigo; no lo quise ni lo
quiero entre las sábanas. Cuando lo besé, fue extraño, incómodo; no hubo
nada más que un beso.
—Ya veo —dijo Vhalla apenas por encima de otro bostezo. Se
preguntó qué sentiría si besara a Aldrik.
—Vamos a dormir, Vhalla. Ya es tarde. —Larel se acercó más, antes de
instalarse.
Vhalla cerró los ojos. Se imaginó la respiración lenta y constante de
Larel como la de Aldrik. Imaginó que era su calidez irradiando cerca de
ella. Vhalla suspiró suavemente. Sintió un dolor que hizo que sus piernas se
movieran bajo las mantas. Si era el alcohol o el cansancio lo que la llevó a
admitirlo, pero sabía sin duda que quería al príncipe heredero como lo haría
una mujer, como lo haría un amante.
Capítulo 16

Al otro lado de la habitación oscura, una rendija de luz se filtraba entre


las cortinas, haciendo que Vhalla parpadeara adormilada y su cabeza
palpitara.
—Me siento enferma —gimió suavemente.
—Bebiste demasiado —murmuró Larel.
—Ustedes dos, silencio —ordenó un susurro agonizante.
Ambas mujeres se sentaron al oír la voz masculina.
Vhalla miró por encima del borde de la cama y vio a un desaliñado
Fritz desplomado en el suelo.
—¿Cuándo llegaste aquí? —Hizo una pausa—. ¿Por qué estás aquí?
—Larel no estaba en nuestra habitación, y estaba preocupado. Luego
me dio sueño —gimió Fritz, alejándose de la luz—. No más charla.
Justo cuando Vhalla iba a ceder ante la idea de dormir todo el día,
alguien llamó a la puerta.
—Maldigo a esa persona por la ardiente justicia de la Madre —espetó
Fritz con rencor.
—¿Vhalla? —Era Daniel.
Vhalla se puso de pie y tiró de su ropa arrugada apestando a
alcohol. Larel y Fritz ya se habían derrumbado nuevamente cuando abrió la
puerta. Daniel parecía estar en un mejor estado, pero no por un gran
margen. Tenía el cabello mojado, y Vhalla supuso que un baño
probablemente también la ayudaría.
Se rio entre dientes cuando la vio.
—¿Sigues durmiendo? —dijo lo que era bastante obvio.
—No, practicando un ritual antiguo de la Torre —replicó ella con una
sonrisa cansada, apoyándose contra la puerta. Vhalla examinó la bandeja
que tenía en las manos—. ¿Vienes con regalos?
—Un poco de algo. ¿Puedo? —Daniel levantó su ofrenda de comida,
agua y algunos frascos.
Ella asintió y se hizo a un lado para que su compañero entrara a la
habitación oscura. Larel y Fritz lo miraron con los ojos enrojecidos y
entrecerrados, pero no hicieron preguntas.
—Me imaginé que ustedes dos estarían aquí. —Sacudió la cabeza con
diversión—. Traje agua para cada uno de ustedes y una poción que les
ayudará con la cabeza. Me las arreglé para encontrar algunas antes de que
se acabaran.
—Y man'nik. —Larel se puso de pie, dirigiéndose a la bandeja. Agarró
un bollo humeante, mordiéndolo vorazmente.
—Eso. —Daniel ni siquiera intentó pronunciar el nombre de la comida
del Oeste. Echó un vistazo al rostro confundido de Vhalla—. Está lleno de
carne.
—Come uno, Vhalla. —Larel le puso uno en las manos, agarrando el
agua.
—Gracias, Daniel —dijo Vhalla con sinceridad, bebiendo la poción y
pasando el sabor con agua.
—Fue mi sugerencia salir anoche. —Él sonrió a medida que Fritz
arrastraba los pies—. Y me di cuenta de que ninguno de ustedes estaba
acostumbrado a ese tipo de aventuras.
—¿Y tú sí? —Fritz tomó su parte de los regalos de Daniel.
—No en realidad. —Daniel se rio entre dientes—. Esta noche
saldremos para una velada más tranquila, si quieren unirse.
—Sin alcohol —murmuró Larel.
—Sin alcohol —confirmó él—. Regresaré al anochecer. Nos
reuniremos en el vestíbulo de la planta baja. —Daniel se encaminó hacia la
puerta.
—¿A dónde vas a esta hora? —preguntó Vhalla.
Daniel se detuvo un momento, su mirada interrogante.
—Pensé en ir hoy al mercado.
—¿Puedo ir contigo? —No estaba segura qué la poseyó en ese
momento.
—No me molesta si vienes. —Daniel le dio una radiante sonrisa
amplia, y Vhalla se encontró incapaz de evitar sonreírle en respuesta.
—Tengo que cambiarme… —Vhalla pellizcó su ropa arrugada,
oliéndose un poco a sí misma. Se sentía tan asquerosa como olía por bailar
anoche—. Y bañarme.
—Esperaré abajo —dijo él, abriendo la puerta—. Tómate tu tiempo.
—Daniel, ¿eh? —Fritz emitió un murmullo evaluativo.
—¿Qué? —preguntó Vhalla, a la defensiva.
—Nada, es una pena que él no parezca interesado en chicos. La marcha
es larga. —Fritz se rio.
—Oh, cállate. —Larel sacudió la cabeza hacia Fritz—. Ya tienes a
alguien.
—¿En serio? —Vhalla parpadeó. Su amigo había parecido decidido a
encontrar hombres durante toda la noche.
—No en realidad… —Fritz se veía más incómodo de lo que Vhalla lo
había visto nunca.
—Grahm, es Grahm. —Larel puso los ojos en blanco.
—¿Grahm? —Vhalla recordó al hombre del Este del que Fritz rara vez
se separaba en la Torre. Cómo se sentaban, sus muslos tocándose, sus
hombros rozándose—. ¿Grahm y tú?
—No es nada oficial, no lo sé… —El rojo en las mejillas de Fritz le
dijo a Vhalla todo lo que necesitaba saber. Cualquier cosa que fuera “no
oficial” en ellos no sería así por mucho tiempo cuando Fritz regresara.
—Si vas al mercado, necesitarás estas. —Larel dejó tres monedas de
oro sobre la cómoda.
—¿De dónde salieron? —Vhalla nunca había visto tanto dinero a la
vez en su vida.
—De tu paga —dijo Fritz con un bostezo, dirigiéndose a la puerta.
—¿Mi paga? ¿Por qué? —Vhalla estaba confundida.
—A los soldados se les paga. —Larel sonrió.
—Pero no soy una soldado. —Vhalla jugueteó con sus dedos—. Soy
propiedad de la corona.
—Creo que salvar al ejército merece tres monedas de oro. —Larel le
dio unas palmaditas en su hombro y acompañó a Vhalla al baño.
Era un baño compartido para el piso, pero afortunadamente estaba
vacío. La bañera tenía el tamaño para uno y Vhalla se tomó su
tiempo. Alguien, sospechaba que Larel, la había bañado cuando estaba
inconsciente, pero no se comparaba con lo limpia que se sentía cuando
podía ser minuciosa.
Cuando Vhalla regresó a la habitación, Larel seguía esperando
persistentemente para revisar sus heridas. Vhalla dudaba que pudiera bailar
toda la noche si sus heridas aún fueran graves, pero de todos modos
complació a Larel. La vio vestirse y luego usó magia de una manera que
Vhalla nunca había presenciado.
Pasó sus palmas por el cabello de Vhalla y el calor instantáneamente
convirtió el agua en vapor. Larel explicó cómo se necesitaron muchos
intentos para lograr el equilibrio adecuado de tensión y calor, pero fue un
truco útil cuando finalmente lo dominó. Mientras Vhalla miraba su cabello
en el espejo, de repente liso y sedoso, estuvo fácilmente de acuerdo.
Daniel estaba sentado, un carboncillo moviéndose sin pausa sobre las
páginas de un libro de cuero de aspecto gastado, cuando ella llegó
abajo. Tenía una bolsa de lona colgada del pecho, una bolsa en la que el
libro desapareció rápidamente al verla. Vhalla se ajustó su mochila en sus
hombros, vacía salvo por una moneda de oro.
—Siento hacerte esperar —dijo ella en tono de disculpa.
—No hay problema. —Daniel se puso de pie y sacudió su cabeza—.
¿Lista?
Ella asintió.
Los callejones de las Encrucijadas eran completamente diferentes a la
luz del día. La mayoría de las tiendas que habían estado cerradas al
anochecer ahora estaban abiertas y vivas. Se veían puestos por todas partes
con todo tipo de joyas, comida, artilugios y baratijas. Vhalla se encontró
deteniéndose junto a cada uno para inspeccionar algo que nunca había visto.
—Jamás llegaremos al mercado de esta manera. —Daniel se rio entre
dientes.
—¡Lo siento! —dijo ella, saltando para alcanzarlo—. Todo es tan,
tan diferente.
Vhalla se propuso seguir el paso de Daniel y no quedarse atrás. Con el
tiempo, su paseo con pausas los llevó a un camino ancho; el Camino Este-
Oeste. Vhalla se quedó sin aliento ante la colmena de gente que se agitaba
en el mercado más grande del mundo. Todo estaba repleto, todo era
colorido, todo estaba vivo y todo parecía tener un precio.
La gente se apretujaba entre sí y se empujaban a propósito para llegar a
donde sea que se dirigieran a continuación. Algunos llevaban cestas grandes
en las cabezas, otros sostenían platos, y algunos tenían jaulas con bestias
salvajes que Vhalla nunca había visto. Un hombre se interpuso entre ellos y
Vhalla miró hacia atrás en busca de Daniel, pero la multitud lo había
envuelto.
Examinó su izquierda y derecha, intentando encontrar a dónde pudo
haber ido. Vhalla avanzó en su dirección general.
—¿Daniel? —Algunos transeúntes la miraron con extrañeza, pero
siguieron adelante—. ¡Daniel! —llamó un poco más fuerte.
—¡Vhalla! —Una mano se disparó desde el borde de la multitud—.
Por aquí. —Vhalla tuvo que saltar para ver dónde estaba, y se abrió paso
entre la masa para llegar a él. Daniel rio entre dientes—. Lamento eso.
—No es tu culpa. —Ella sacudió su cabeza.
—Echemos un vistazo aquí. —Retiró una cortina pesada de una tienda
con poca luz.
Los ojos de Vhalla se adaptaron lentamente a la iluminación. Una
neblina densa flotaba en el aire que contenía el olor a especias y
madera. Cajas de vidrio se alineaban en las paredes y algunas estaban
libremente en medio del lugar. Vhalla pasó la mano por encima de ellas,
mirando los tesoros dentro.
—Irashi, bienvenidos. —Una mujer vestida con una túnica que dejaba
al descubierto su escote generoso (demasiado revelador, en opinión de
Vhalla) se acercó a ellos. Tenía largo cabello negro y liso. La mitad
fluyendo sobre sus hombros y espalda. La otra mitad estaba trenzada como
una telaraña en la parte superior—. Bienvenidos a la mejor tienda de
curiosidades de todo el país. —Se apoyó en una de las cajas, la piel
bronceada de su pierna deslizándose por una hendidura en su túnica de
color rubí brillante, un contraste impresionante—. ¿Y en qué puedo
ayudarles hoy? —La mujer sonrió levemente.
—Creo que solo estamos mirando. —Vhalla se acercó un paso más a
Daniel y lejos de la mujer. A él no pareció molestarle, pero algo en esta
mujer le puso los pelos de punta a Vhalla.
—Nadie está “solo mirando”. Todos deseamos algo. —La mujer cruzó
sus brazos por debajo de sus senos—. Dime, ¿cuál es el tu deseo?
—Lamento decepcionarla. —Vhalla esquivó su pregunta y miró a
Daniel—. Vamos, tengo hambre. —Lo agarró del brazo y se giró para irse.
—¿No tienes ni una sola curiosidad, Vhalla Yarl? —Vhalla se detuvo
en seco—. Sé que tus vientos no te dirán lo que me dirán las llamas.
Daniel dio un paso adelante; puso la mitad de su cuerpo frente al de
Vhalla, un brazo estirado sobre ella protectoramente.
—¿Cómo sabes mi nombre? —susurró Vhalla en estado de shock.
—Puedo saber mucho, y decir más, si lo deseas. —La mujer apartó
algunos mechones de su cabello sobre sus hombros—. El fuego quema
todas las mentiras.
—Eres una hechicera —declaró Vhalla; era como si pudiera oler la
magia irradiando de la mujer.
—Soy una Portadora de Fuego —afirmó la mujer con un asentimiento.
—¿Cuál es tu nombre? —Vhalla empujó el brazo de Daniel hacia
abajo, dando un paso hacia adelante.
—He tenido muchos nombres, podría darte uno, o podría dejarte elegir
un nombre por ti misma. Así será algo que solo nosotros podamos
compartir. —La mujer continuó descansando contra una de las cajas.
—Dime el nombre por el que quieres que te llame. Inventado o no. —
El instinto le decía a Vhalla que tomara la menor cantidad de opciones
posibles al interactuar con esta mujer.
—Vi —respondió simplemente la mujer—. ¿Quieres que lea sus
curiosidades?
—¿Leer nuestras curiosidades? —preguntó Daniel.
—Soy una Portadora de Fuego, soy una con las llamas, y con mis ojos
puedo ver el futuro. Vienes con curiosidades, preguntas, en tu corazón y yo
te daré respuestas —proclamó la mujer.
Vhalla era escéptica, pero la mujer había sabido su nombre.
—Lo haré. —Se sintió abrumada por la valentía.
La mujer le dedicó una sonrisa cómplice.
—Debes elegir cuatro cosas: tres para quemar, una para sostener. —La
Portadora de Fuego señaló las cajas alrededor de la habitación, y Vhalla
comprendió. Estas cosas no estaban a la venta; esta era una adivina con
herramientas para su oficio. Vhalla comenzó a pasear por el espacio, Daniel
cerniéndose sobre su hombro.
—¿Estás segura de que es una buena idea? —le susurró él directamente
al oído de modo que la mujer no lo oyera. Su proximidad se sintió cálida,
incluso comparada con el calor del día.
—Estará bien. ¿Por qué no vivir un poco? Ya estoy aquí, y ella de
alguna manera sabía mi nombre.
Vhalla examinó los objetos extraños; había una cantidad imposible de
artilugios en un orden aleatorio en las cajas. Un tarro de plumas le llamó la
atención. Vhalla se acercó, hojeándolas. Vhalla eligió una pluma gris
plateada y la llevó al mostrador donde descansaba la mujer.
Entonces Vhalla estaba deambulando de nuevo. Reunió un manojo de
trigo, su hogar, y pétalos de rosa, una sensación diferente de hogar, sobre el
mostrador. Lo último, algo para sostener, fue lo más difícil de
encontrar. Pasó demasiado tiempo yendo de una caja a otra mirando esto o
aquello.
Al final, lo que llamó su atención fue una fina cadena de plata que
estaba colgando de un joyero medio cerrado. Vhalla abrió la caja de cristal
y tiró de la cadena suavemente. Era un sencillo reloj de bolsillo plateado
que fue diseñado para llevarse alrededor del cuello. Vhalla lo miró de
cerca. Los acoples le resultaban extrañamente familiares. Se dio cuenta que
le recordaba al de Aldrik.
—Esto… esto es lo que voy a sostener. —Vhalla se acercó a la mujer.
—Una variedad interesante. —La Portadora de Fuego sonaba divertida
—. Ven. —Vi llevó los objetos a quemar a una trastienda aún más
humeante. Se quitaron los zapatos como si fuera un lugar sagrado. Tapices y
alfombras cubrían el piso y las paredes, haciéndolo sentir muy pequeño e
íntimo. Cada uno tomó un lugar a cada lado de un pozo de fuego humeante.
—¿Estás segura de que deseas un observador? —preguntó ella,
mirando a Daniel—. Leeré los futuros como los vea.
—Supongo… —Vhalla miró a Daniel con incertidumbre—. ¿Si no te
importa?
—Esperaré aquí mismo. —Daniel se deslizó fuera de la cortina pesada
y Vhalla oyó sus pasos desvanecerse.
La mujer se arrodilló sobre el pozo de fuego y metió la mano en las
brasas humeantes. Las levantó y las dejó caer, su resplandor anaranjado
brillando centellante en la luz tenue. Las llamas lamieron alrededor de sus
dedos y pronto sus brazos hasta los codos estaban cubiertos de hollín. La
mujer se acercó y extendió su pulgar, marcando el rostro de Vhalla.
—Vhalla Yarl, ave bendita del Este. La que puede volar sin alas. La
primera polluela en volar de la jaula. La primera en regresar a nuestra tierra.
La mujer se echó hacia atrás. Tomando la pluma, la arrojó al pozo de
fuego. Las llamas rugieron blancas. Vi agarró el trigo, añadiéndolo al
fuego. El color cambió a naranja. Finalmente, sacrificó los pétalos de rosa y
el fuego cambió a un profundo carmesí anormal, casi negro.
Vhalla contuvo el aliento cuando la mujer acercó su rostro a las
llamas. De cabeza al fuego, abrió los ojos y Vhalla dejó escapar un suspiro
incómodo porque la Portadora de Fuego no se veía afectada en absoluto por
el calor. Lentamente, las llamas comenzaron a apagarse, dejando una ceniza
de color púrpura claro en el fondo del pozo.
—El presente se quema, dejando que el futuro resurja de sus cenizas.
—Vi se inclinó, tomó un gran puñado de cenizas y las arrojó al aire sobre
ellas. El polvo fino comenzó a arremolinarse lentamente y a caer, más
liviano que la nieve, y se cernió ante ella, tomando formas desconocidas
antes de finalmente asentarse en el suelo. Los ojos de Vi ardieron de un
color rojo brillante.
—Marcharás hacia la victoria, y será conquistada con tus alas de plata.
Pero los vientos de cambio que liberarás también harán añicos esa tierna
esperanza sobre la que vuelas. Perderás a tu centinela oscuro —predijo la
mujer.
Vhalla apretó el sencillo reloj de bolsillo, su corazón empezando a
acelerarse.
»Dos senderos yacerán ante ti: día y noche. Ve al oeste de noche.
Desvanécete en la negrura reconfortante de un velo de oscuridad. Allí
encontrarás una felicidad familiar, si puedes ignorar los anhelos del sol. —
Vi hizo una pausa, mirando la ceniza reluciente por la habitación—. El otro
camino quemará tus falsedades a la luz del amanecer. Serás dueña de tus
deseos ante todos los demás. Pero ten cuidado, porque el fuego que te
expondrá dará a luz a un poder aún mayor que consumirá la tierra misma.
Se hizo un silencio en la habitación mientras las últimas cenizas caían
al suelo. Vhalla respiró profundo. Cada una de las palabras de la mujer
parecía haber sido elegida cuidadosa y perfectamente para un significado
exacto. Pero cuál era ese significado, Vhalla aún lo estaba considerando.
Los ojos de Vi se volvieron negros lentamente una vez más.
—Y ahora, para el pago. —La mujer se instaló en una posición más
cómoda.
—Ah, de acuerdo. —Vhalla dejó su mochila y tomó su oro.
—No quiero monedas. —Vi la detuvo.
Vhalla hizo una pausa, una sensación inquietante abriéndose camino
hasta la parte posterior de su cráneo.
—Entonces, ¿qué quieres?
—Ese reloj. —La mujer señaló el que sostenía Vhalla.
—¿Este? —Vhalla lo sostuvo en alto; para empezar, era de la mujer. Vi
asintió—. Está bien, por supuesto.
Vhalla se lo dio. Nunca había esperado conservarlo, pero algo extraño
le recorrió los dedos cuando Vhalla lo abandonó. Fue físicamente difícil
verlo en las manos de la otra mujer.
—Nuestro negocio actual ha concluido.
Ambas se pusieron de pie y Vi mantuvo abierta la cortina trasera
mientras Vhalla se ponía sus zapatos.
—Presta atención a mis palabras, Vhalla Yarl.
Vhalla solo pudo asentir ante el mensaje críptico y salió a la tienda. Se
frotó el hollín del rostro, intentando averiguar lo mucho que le molestaba la
adivinación de la mujer. Vhalla asintió hacia Daniel y se fueron en silencio,
de regreso al caos del mercado. Ella de alguna manera sintió el resplandor
ardiente de la mirada de la mujer en medio de la calle.
Vhalla enlazó su brazo con el de Daniel para evitar separarse de él
nuevamente. Él también se mantuvo firme y, a decir verdad, se sintió un
poco conmocionada. Vhalla flexionó su mano, apretándolo a él con más
fuerza.
—¿Cómo te fue? —preguntó lo más a la ligera posible.
—Fue toda una experiencia. —Vhalla intentó soltar una risita. Podía
decir que él no creyó en su fachada valiente, pero no siguió con ninguna
pregunta sobre qué tipo de experiencia fue.
Daniel estuvo de buen humor el resto del día mientras le mostraba el
mercado. La dejó caminar tan cerca como ella quiso y no la apartó ni la
acercó más. Normalmente iban del brazo por motivos prácticos, pero si era
completamente honesta, estaba disfrutando de la posición de estar
físicamente cerca de alguien que no la confundía ni la frustraba.
Se detuvieron en un puesto de comida y compraron bolas de arroz que
contenían verduras. Vhalla se rio mientras le daba a él un bocado de la suya
y medio lo dejó caer sobre su regazo. De postre, probaron un dulce
cuadrado que tenía una textura extraña, rígida y gelatinosa. Vhalla compró
una pequeña caja para llevársela a Larel y Fritz.
Después de que el asunto de la mañana finalmente se desvaneció de su
mente, el día dio paso a una experiencia positiva en el mercado. Vhalla
compró una botella pequeña de perfume y una bola de popurrí para su bolsa
en una tienda de aromas, pensando que podrían ser útiles durante el resto de
su marcha por el desierto.
Pasaron por una tienda de dulces y encontraron las cáscaras de limón
que había mencionado Aldrik. Vhalla tomó dos bolsas, una para ella y otra
para él. Él las había mencionado, y le había gustado la tarta de limón.
Daniel compró una daga nueva que se podía llevar en la pierna y espadas
cortas que, según insistió, eran mil veces mejores que la suya. Cuando
Vhalla le dijo que no tenía armas, él estuvo horrorizado y esa cacería
consumió el resto de su tarde.
Ella finalmente se decidió por una daga delgada, casi como una aguja,
que era un poco menos que la longitud de su antebrazo. Venía con una
funda para usar en el brazo, la empuñadura cerca de la muñeca. Daniel
señaló que perdería mucha estabilidad y fuerza eligiendo una opción tan
pequeña. Pero cuando Vhalla la sujetó contra la parte inferior de su
antebrazo y se pasó la manga sobre ella, le gustó su elección
instantáneamente. Con una camisa normal, estaba perfectamente oculta. La
empuñadura tenía la longitud justa para no obstaculizar su movimiento. Y la
podría sacar con un rápido movimiento.
En definitiva, el día le costó casi todo el dinero que había traído. Pero
solo estarían en las Encrucijadas por unos días más y la mayoría de las
cosas parecían haberse resuelto para ella.
Incluso fuera del mercado, su brazo aún permaneció alrededor del de
Daniel. El frío de la noche había llegado y él era familiar y cálido. Vhalla
sonrió, jugueteando con la daga atada a su brazo izquierdo.
—No funciona como un arma oculta si le muestras a la gente que está
donde está —la regañó Daniel con una sonrisa.
—Supongo que tienes razón —concordó ella con una sonrisa. Él no
había tocado la daga nueva atada a su pantorrilla durante horas.
Caminaron por el mercado y regresaron a la plaza central, donde el
Camino Este-Oeste se encontraba con el Gran Camino Imperial. Los
Portadores de Fuego avanzaban encendiendo las lámparas, y a Vhalla le
pareció asombroso ver una sociedad en la que los hechiceros estaban tan
integrados de manera útil. Sonrió, sus ojos siguiendo a uno en particular sin
ninguna razón. Se dirigía a un edificio con grandes vidrieras circulares.
Vhalla se detuvo un momento acomodando su bolso en su hombro.
Es una mala idea. Estaba teniendo otro momento en el que necesitaba
admitirlo, y detenerse. Vhalla respiró hondo.
—Yo… —Hizo una pausa, mirando entre Daniel y el edificio—.
Necesito hacer una parada rápida. La posada está justo ahí. Puedes
continuar.
—No, no voy a dejar que camines sola por las Encrucijadas de noche
—dijo definitivamente—. Puede ser peligroso.
—Muy bien. —Ella suspiró suavemente—. Entonces, ¿me esperas
aquí?
—Puedo hacer eso. —Había aprehensión en sus ojos, pero Daniel la
mantuvo alejada de su lengua y se ahorró su comentario.
Vhalla respiró hondo y se armó de valor, caminando hacia la puerta
principal. No estaba segura de querer volver a ver a Aldrik. ¿Acaso no
estaba enojada con él? Pero en la raíz de todos sus sentimientos
encontrados estaba la necesidad de verlo, de decir lo que había que decir: la
verdad.
Música suave, un sonido del Sur, sonaba desde una de las habitaciones
del vestíbulo principal. Vhalla miró con incertidumbre hacia las puertas
cerradas y los salones opulentos. Un hombre se aclaró la garganta desde
detrás de la recepción.
—Tengo una entrega para el Príncipe Heredero —anunció Vhalla.
El hombre mayor cruzó sus dedos huesudos y la contempló con
escepticismo.
—¿Qué podrías tener?
—Soy la Caminante del Viento —declaró, intentando utilizar su título
para esquivar la pregunta.
—Eso es de lo más excelente, ¿y qué es tan importante para que él no
dijera nada?
Desanimada porque su enfoque no había funcionado, perdió la
determinación y murmuró:
—Él… tenemos trabajo que hacer… para el Emperador.
—Estoy seguro… —El hombre no le creyó en lo más mínimo—.
Desafortunadamente, el príncipe ha pedido explícitamente que no lo
molesten. Adiós, ten cuidado.
Vhalla suspiró suavemente, resignada.
—¿Vhalla? —El príncipe Baldair se detuvo en un pasillo que unía el
vestíbulo con otras habitaciones, acercándose a ella—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
—Mi príncipe, me estaba yendo. —Vhalla recordó vivamente la última
vez que el príncipe Baldair y ella habían hablado.
—Estaba pidiendo ver al príncipe heredero —informó el empleado
traicionero.
—Vhalla. —El príncipe dorado frunció el ceño, echando un vistazo al
hombre y pensando mejor en continuar—. La llevaré allí yo mismo.
—¿Lo harás? —dijeron Vhalla y el hombre del escritorio al unísono.
—Se ha encerrado; no lo he visto ni una vez. Tener compañía es algo
bueno, ¿no? —Baldair le puso la mano en la parte baja de la espalda y
prácticamente la empujó por una escalera amplia.
—¿En serio vas a llevarme a verlo? —preguntó Vhalla cuando llegaron
al rellano del segundo piso.
—Por supuesto que no, pero voy a preguntarte qué crees que estás
haciendo aquí. —En privado, el príncipe abandonó todo decoro.
—No es nada importante —murmuró Vhalla. Ya estaba cuestionando
su misión.
—Pensé que te había dicho que te mantuvieras alejada. —Baldair
frunció el ceño.
—No es de tu incumbencia. —Vhalla sacó la bolsa de dulces de su
mochila—. Y también quería darle estos.
—¿Cáscaras de limón? —El príncipe Baldair reconoció la marca de la
confitería—. Vhalla… —Suspiró—. No sé qué tipo de relación crees que
puedes tener con mi hermano…
—No quiero una —respondió ella a la defensiva. Las palabras salieron
de sus labios antes de que Vhalla pudiera pensarlas, impulsadas por el
despecho.
—No, sí quieres. Te tiene bajo su hechizo —insistió el príncipe
de cabello dorado.
—¿De qué estás hablando? —Vhalla dio un paso atrás.
—¿Por qué más alguien querría a mi hermano?
Él la agarró por la muñeca cuando intentó irse.
—Suéltame.
—Estoy intentando ayudarte. —De alguna manera, el príncipe Baldair
logró sonar sincero.
—¡Suéltame! —Vhalla tiró de su agarre firme.
—¿Qué es toda esta conmoción? —llamó una voz desde el final del
pasillo. La sangre de Vhalla se convirtió en hielo en sus venas. Elecia, con
una túnica holgada para dormir y nada más, estaba descalza y con ojos
somnolientos. Bostezó mientras se acercaba—. ¿Vhalla? ¿Qué haces aquí?
—¡Nada! —dijo Vhalla, intentando hacer una retirada apresurada—.
Estoy intentando irme ahora mismo. —Apretó las cáscaras de limón contra
su pecho y trató de girarse, pero el príncipe Baldair aún sujetaba su muñeca.
—¿Aún sigues ahí? ¿A esta hora? —La sorpresa del príncipe Baldair al
ver a Elecia hizo que ignorara los tirones de Vhalla contra su agarre.
—Baldair, deja de ser tan idiota, toma a la chica, y vete —espetó
Elecia. Parecía exhausta y delgada. De alguna manera, incluso su cabello
parecía menos esponjoso de lo normal.
—¿Qué han estado haciendo ustedes dos todo este tiempo? —preguntó
el príncipe Baldair.
—¿Puedes saciar tu curiosidad a solas? —preguntó Vhalla débilmente,
aún intentando irse.
—Hermano, por la Madre, lo juro… —Una voz baja, sonando áspera,
como si le doliera hablar, pero aun así muy molesto claramente, vino del
fondo del pasillo. Elecia se movió hacia Aldrik.
—Tienes que volver a la cama. —La otra mujer se paró frente a él, una
palma de piel oscura contrastando con la piel pálida de su pecho desnudo.
Los ojos de Vhalla se abrieron por completo cuando se fijó en ellos.
Elecia apenas vestida, cansada, su cabello hecho un desastre. Aldrik parecía
estar tan cerca de caer dormido como nunca lo había visto, y estaba a medio
vestir. Su pecho pálido y bien esculpido provocó un rubor en sus
mejillas. Aldrik no solo toleró el contacto; no pareció importarle la
proximidad de Elecia, su toque. Movió su mano para colocarla en el
hombro de la otra mujer.
La bolsa de cáscaras de limón se deslizó de la mano de Vhalla y cayó
al suelo.
El ruido de la bolsa al caer y los dulces dispersándose silenció a todas
las partes involucradas. Los ojos de Aldrik fueron los últimos en encontrar a
Vhalla, pero colisionaron con los de ella con una mezcla de sorpresa y
confusión. Vhalla respiró temblorosamente.
No había nada que decir. El silencio se prolongó otro doloroso
minuto. Justo antes de que estuviera a punto de romperse, ella giró sobre
sus talones, liberó su mano del apretón flojo del príncipe Baldair y echó a
correr.
Vhalla bajó corriendo las escaleras, salió por las puertas y entró en la
plaza. Inclinó la cabeza hacia atrás y respiró hondo. El aire frío golpeando
sus pulmones la hizo ahogarse, y Vhalla se dobló. Los sollozos ya habían
comenzado. Apretó sus ojos cerrados y sintió que todo su cuerpo estaba
temblando.
Un par de manos se apoyaron sobre sus hombros tentativamente,
cerniéndose por un momento antes de hacer contacto.
—Vhalla —susurró Daniel.
Ella se giró. Sus mejillas empapadas de su llanto apenas silenciado.
—Ya te lo dije, soy la reina de las malas ideas. —Vhalla intentó
sonreír, y rápidamente fue consumida por las lágrimas.
Daniel la atrajo hacia él y envolvió sus brazos suavemente alrededor de
sus hombros. Susurró palabras tranquilizadoras contra la coronilla de su
cabeza y la sostuvo. Vhalla presionó su rostro contra el pecho de él,
aferrándose a su camisa. Sintió que sus rodillas cedían.
Daniel la sostuvo. La abrazó, sin decir nada, sin preguntar nada,
mientras ella solo sollozaba. A Vhalla no le importó quién la veía. Detrás de
sus ojos estaba la imagen singular de Aldrik y otra mujer. Una mujer que
sabía que había estado en el palacio durante algún tiempo, de alguna noble
cuna, si todas las sospechas eran correctas. Ambos eran adultos, de la edad
adecuada, y de la crianza adecuada. Estaban juntos, interrumpidos por algo,
en la noche. Ella pensó en su pecho desnudo y algo se agitó dentro de
Vhalla, lo que solo la hizo llorar más.
Vhalla se aferró a Daniel como si sus brazos fueran lo último
manteniendo unida su cordura.
Capítulo 17

El sol se estaba poniendo sobre los tejados de las Encrucijadas. Vhalla


se llevó las manos a la cara. Aldrik se inclinó hacia ella, las tomó entre las
suyas, y besó sus palmas ligeramente. Ella le susurró y él le respondió
también en un susurro, las palabras que había estado anhelando escuchar.
Se acercó aún más a él, sus labios se separaron.
Y entonces Vhalla solo estaba observando, los dedos maravillosamente
largos de Elecia estaban en el rostro de él. Se inclinaron más cerca, y
Vhalla dejó escapar un grito.
Jadeó en el aire de la noche, despertando sobresaltada. Vhalla miró a su
alrededor frenéticamente, recordando dónde estaba. Daniel estaba dormido
profundamente en la silla que Larel había ocupado anteriormente. La mujer
y Fritz aún estaban cenando, ajenos al mundo devastado de Vhalla, y Daniel
se había negado a dejarla sola. Vhalla se derrumbó sobre la almohada,
obligándose a cerrar los ojos.
La próxima vez, sus manos fueron las de él. Las yemas de sus dedos
recorriendo un rostro ensombrecido en la oscuridad. No podía distinguir
los rasgos, pero Vhalla sabía que no eran de ella. ¿Eran de Elecia? Su
mente divagó mientras estaba atrapada en la prisión del sueño. Su corazón
latía rápido y sentía que la sangre cambiaba su atención. Había un deseo
carnal al que quería atender.
Vhalla se giró y abrió los ojos, mirando a la pared fijamente. Gimió
suavemente y se tapó la cabeza con las mantas.
Corrió por calles de fuego y muerte. Los cuerpos ya estaban
mutilados, sus extremidades maltrechas y los cráneos destrozados
cubriendo el suelo. Vhalla corrió por las calles, a través de la gente hecha
de sombras. Esta noche, esta noche sería lo suficientemente rápida, le
dijeron sus pies, y permitió que el viento se alzara debajo de ella.
Vhalla se detuvo patinando ante el edificio demolido y tiró de los
escombros. Cada piedra que movió hizo que su corazón latiera un poco
más rápido. Finalmente vio una cara debajo de los escombros. Vhalla se
detuvo un momento; se suponía que él no debía estar allí. Arrancó los
restos que quedaban y tomó el cuerpo de Aldrik en sus brazos, llorando.
Despertó por tercera vez, y luego una cuarta y una quinta. Su mente
estaba demasiado armada con material para las pesadillas. Daniel se había
ido, y escuchó un murmullo ahogado a través de la puerta. Vhalla reconoció
instantáneamente una voz como la de Larel y esperó a que la otra mujer
entrara silenciosamente en la habitación.
—Larel —susurró débilmente, sintiendo que la cama se movía para
acomodar a la nueva persona.
—¿Qué pasó? —Larel pasó las manos por el cabello de Vhalla con
dulzura.
—Aldrik… —Vhalla se atragantó con su nombre—. Elecia y él…
ellos…
—¿Ellos qué? —preguntó Larel gentilmente.
Vhalla relató los acontecimientos de la noche anterior, y Larel escuchó
con atención. No dijo nada, bueno o malo, absorbiendo toda la historia.
Vhalla se derrumbó nuevamente cuando volvió a contar el momento en que
vio a Elecia y Aldrik juntos.
—Sé que ella es noble. La forma en que actúa a su alrededor, la forma
en que lo llama por su nombre… hay algo ahí, Larel. Solo… no quería
verlo. —Vhalla sollozó ruidosamente.
—Lo es —dijo Larel en voz baja.
—¿Es qué? —Vhalla se frotó los ojos.
—Es noble —confirmó Larel.
—¿Qué? —Vhalla se quedó inmóvil—. ¿Cómo puedes estar segura?
Larel suspiró y desvió la mirada. Fuera lo que fuera lo que estaba a
punto de decir, Vhalla sabía que no le gustaría.
—Ella no empezó a venir hasta que él fue mayor. Durante los pocos
años que estuvimos muy distantes el uno del otro. Él pasaba mucho tiempo
con ella, cuando estaba cerca. No lo recordé hasta que escuché la recepción
que tuvo aquí en las Encrucijadas. Es una Ci’Dan, una familia noble del
Oeste con lazos a la corona. En realidad, nunca estudié historia, esa es el
área de Fritz, pero siempre asumí que era una novia potencial, dada su edad
cuando apareció.
—Sabías. —La traición se siente como un veneno caliente—. ¿Sabías
y no me lo dijiste?
—Vhalla, escucha —exigió Larel, sujetándola a la cama con un brazo
—. Escucha.
Vhalla dejó de luchar, pero eso no detuvo la ira pulsando por sus
venas. El mundo estaba dispuesto a mentirle y engañarla; tal vez el príncipe
Baldair tenía razón.
—No te lo dije porque no creía, aún no creo, que tengas nada de qué
preocuparte.
—¿Cómo puedes decir eso? Ella es una mujer noble, lo conoce desde
hace años… ¡los vi juntos!
—Calma. —Larel intentó apaciguar la histeria de Vhalla—. Cuando
ustedes están juntos, Aldrik te mira, solo a ti.
—Pasó mucho tiempo con ella.
—Lo hizo —concedió Larel—. Pero nunca la miró como te mira a
ti. Nunca la buscó de la forma en que te busca a ti. Vhalla, Aldrik se
preocupa por ti profundamente, sé que lo hace.
—No sabes nada —murmuró Vhalla.
Larel solo suspiró y frotó la espalda de Vhalla mientras la mujer más
joven lloraba suavemente.
Vhalla se sorprendió más tarde cuando un mensajero le trajo una
citación Imperial. Era una tarjeta de tres pliegues sellada con el sol
abrasador del Imperio en cera negra.
—¿Vas a abrirla? —preguntó Larel después de la décima vuelta a la
habitación de Vhalla.
—Lo haré —dijo con falsa confianza.
—¿Hoy? —Larel tuvo la audacia de burlarse de ella.
Vhalla le lanzó una mirada furiosa a la otra mujer, y Larel se disculpó
moderadamente. La mujer no había cambiado su opinión de que Aldrik no
tenía interés en Elecia.
—Lo haré —repitió Vhalla, colocando su dedo debajo del
sello. Respiró hondo y desdobló la nota antes de que sus manos la dejaran
caer de tanto temblar—. Se solicita su presencia —leyó en voz alta—.
Príncipe Aldrik C. Solaris.
—¿Eso es todo? —Incluso Larel pareció sorprendida.
—Es mejor de esta forma. —Vhalla arrojó la nota en su mochila,
hurgando en la ropa del suelo que nunca había llegado a los cajones—. Lo
es. Iré y le diré que lo sé todo.
—Vhalla —suspiró Larel.
—Podemos detener esta farsa, y solo haré lo que sea necesario por mi
libertad —prometió Vhalla, poniéndose una camisa limpia y unos leggins.
Bajaron las escaleras en silencio, Larel viéndola salir de la posada y
todo el camino hasta el hotel elegante donde se alojaba la familia
Imperial. Vhalla pasó la caminata intentando proteger su corazón tanto
como fuera posible. Se imaginó cada parte de ella como una pared de púas
en la que nada podría entrar o salir. Haría todo lo que Aldrik y el
Emperador necesitaban, y después se iría. Ni siquiera quería mencionar lo
que había visto. Después de todo, no era asunto suyo; había traspasado su
privacidad.
Para cuando Vhalla llegó al edificio resplandeciente de la plaza
principal, había repasado y repetido tantas conversaciones en su cabeza que
se sintió preparada para todos los resultados posibles. Mantendría la
compostura sin importar nada, y se iría lo más rápido posible. Sin embargo,
nada de esto impidió que su corazón amenazara con estallar fuera de su
jaula espinosa cuando abrió la puerta, dejando atrás a Larel.
—¿Cómo puedo ayudarla? —preguntó la mujer detrás del escritorio
con rigidez.
—Tengo una cita con el príncipe heredero. —Vhalla no se permitió
pronunciar su nombre—. Vhalla Yarl, la Caminante del Viento.
La mujer sacó el mismo libro de contabilidad que el hombre de la
noche anterior y pasó el dedo por las páginas.
—Ah, sí. Adelante, segundo piso, ala derecha —instruyó la mujer
innecesariamente. Vhalla ya había comenzado a subir las escaleras.
Cada paso coincidió con los latidos en sus oídos. Cada rastro de
sentido común le pedía a gritos que dejara un mensaje de que estaba
indispuesta. Pero sabía que solo podía huir hasta cierto punto. En
cuatro días más viajarían juntos, también con Elecia.
Vhalla hizo una pausa y respiró hondo, concentrándose solo en el
sonido del aire en movimiento. Podía hacer esto.
Al llegar al rellano, se quedó inmóvil. Vhalla se sacudió la imagen de
la noche anterior de Elecia y Aldrik ahí de pie y se dirigió a la puerta. Dio
unos golpes con lo último de su determinación.
Pasó un minuto tenso a medida que esperaba; ya estaba completamente
preparada para retirarse apresuradamente y explicar que pensaba que él
estaba fuera. La manija de la puerta giró. Aldrik se detuvo ahí contra la luz
de colores proviniendo de las grandes vidrieras circulares que dominaban la
pared opuesta a la puerta. Llevaba una chaqueta negra de cuero que le
llegaba hasta las rodillas con una sola línea de botones dorados abiertos
sobre la camisa de algodón blanca con cuello debajo. Sus pantalones a la
medida caían directamente hasta sus pies descalzos, observó Vhalla con
curiosidad. Su cabello estaba pulcramente peinado nuevamente, y solo verlo
fue doloroso porque ahora contrastaba mucho con el hombre despeinado
que había sido despertado de su sueño, probablemente de estar acostado en
los brazos de su amante.
—Hola, Vhalla. —Parecía tan feliz de verla como ella.
—Mi príncipe. —Vhalla desvió la mirada, incapaz de mantener el
contacto visual por más tiempo.
—Adelante. —Él dio un paso atrás y se giró.
Vhalla entró en la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de
ella.
Era un espacio asombroso. Techos altos con mosaicos de historias
clásicas junto con algunos personajes que Vhalla nunca había visto. Había
una gran sala de estar con dos sillas que daban a un gran sofá, una mesa
entre ellos. Un bar surtido dominaba la pared a la izquierda de la puerta
(Vhalla instantáneamente deseó una bebida fuerte) y una gran mesa de pie
con todo tipo de papeles y botellas destapadas estaba a la derecha.
A su izquierda había una pared con puertas corredizas abiertas que
revelaban una habitación adicional con una gran cama cubierta con mantas
y almohadas. Quizás la característica más asombrosa era una ventana, que
era una que había visto desde la plaza. Era lo suficientemente grande como
para que las almohadas se amontonaran en el alféizar de la ventana, y
parecía que podía acomodar fácilmente a cuatro personas.
Vhalla dio otro paso tentativo, incómoda instantáneamente al estar en
su espacio. No pudo evitar mirar la cama, preguntándose si Elecia la había
compartido con él la noche anterior. Aldrik se había acercado a la mesa y
estaba revisando los papeles.
—Estás callada. —La miró por el rabillo del ojo.
—Lo siento —respondió ella, sin saber qué más decir.
—Siéntate —ordenó él secamente.
Vhalla se abrió paso a través de la tensión entre ellos, casi ahogándose
antes de que se las arreglara para sentarse en una de las sillas. Aldrik
encontró el papel que estaba buscando, colocándolo en la mesa inferior
delante del sofá mientras se sentaba frente a ella. Se miraron el uno al otro,
esperando que alguien dijera la primera palabra. Vhalla tragó duro.
—¿Esto es para la demostración? ¿Para tu padre? —Trabajo, tenía que
ceñirse al trabajo.
—¿Qué más sería? —murmuró él, las palabras como agujas.
—Por supuesto —respondió Vhalla débilmente.
—Mi padre querrá que juguemos a la búsqueda del tesoro. —Aldrik
miró el papel como si fuera la cosa más fascinante del mundo—. Basado en
lo que le dije que puedes hacer hasta ahora, primero te hará proyectarte a
una persona que te dirá una ubicación y un artículo. Volverás a mí y me
dirigirás a algo desconocido para mí al comienzo de la demostración, según
las instrucciones.
—Parece bastante simple. —Ella asintió.
—¿En serio? —Aldrik la miró arqueando una ceja.
Vhalla se movió inquieta bajo su escepticismo.
—Hemos estado haciendo cosas como esta durante semanas.
—¿Qué hemos estado haciendo exactamente, Vhalla? —La voz de
Aldrik estaba desprovista de cualquier calidez familiar.
No sabía cómo responder. No preguntaba por la proyección, estaba
preguntando por el baile que habían estado haciendo en torno a algo que
ambos habían estado demasiado aterrorizados para nombrar. Ahora, sentía
como si la estuviera acusando.
—No importa. —Aldrik se puso de pie—. No respondas a eso. Ya lo
sé.
—¿Qué? —También estaba de pie—. ¿Qué crees que sabes?
—¿Crees que no me enteraría? —La miró fulminante.
—¿Te enterarías de qué? —La voz de Vhalla tenía un tono estridente
por la tensión que sus ojos evocaban en ella.
—No eres la primera que me ha utilizado para llegar a él. —Aldrik
apartó la mirada con disgusto.
—¿De qué estás hablando?
—Baldair y tú.
La boca de Vhalla se abrió en estado de shock.
—¿Qué?
—Anoche los atrapé a los dos juntos, con su mano en la suya. —Aldrik
se irguió a toda su altura, su lenguaje corporal era imponente.
—¿Mi mano en la suya? —gruñó Vhalla—. ¿Te refieres a él
aferrándose a mi muñeca? ¿A él reteniéndome en el sitio de modo que me
obligara a ser testigo de Elecia y tú? —acusó, señalando al príncipe
heredero.
—¿Elecia? —Aldrik pareció olvidar que la otra mujer estuvo incluso
con él la noche anterior.
—¿Siquiera ibas a decirme? —El labio inferior de Vhalla tembló, y
juró que no perdería le control, que no lloraría frente a él.
—¿Qué tiene que ver Elecia con esto? —La confusión alivió sus
hombros.
—No. —Vhalla negó con la cabeza—. No más, no puedo. Ya me
cansé. —Se volvió, dirigiéndose a la puerta.
—¡Vhalla! —espetó—. ¿No me pediste dejar los secretos, solo la
verdad, y ahora me estás dando la espalda? —Aldrik se rio entre dientes—.
Qué ironía.
—¿La verdad? —Ella se detuvo, a solo diez pasos de la
puerta. Simplemente debería irse. Pero algo la hizo girar. Lo miró fijamente
con desesperación. Todo sería mejor si tan solo lo admitiera—. La verdad
es… la verdad es… —Algo en ella se rompió—. ¡La verdad es que cada
vez que cierro los ojos todo lo que veo es a ti con ella! —La voz de Vhalla
se quebró a mitad de camino y arrojó los brazos al aire en señal de
derrota. Las lágrimas ardían en las comisuras de sus ojos y sorbió,
manteniéndolas a raya.
—¿Por qué? —Aldrik dio un paso hacia ella.
—Porque… ¡ya sabes por qué! —¿En serio iba a hacer que lo diga?
—¿Por qué te importa Elecia si deseas a mi hermano? —Su voz estaba
perdiendo su filo, su mirada penetrante tornándose cada vez más
exploratoria que acusadora.
—Aldrik. —Vhalla se cubrió los ojos con la palma de su mano—. Eres
un tonto. —Le dio una risa derrotada—. No quiero a tu hermano, mi
querido príncipe Aldrik C. Solaris. No todas las criaturas con pechos
piensan que el príncipe Baldair es un dios entre los hombres.
—Entonces, ¿por qué, por qué te importa? —Dio otro paso más
cerca. Vhalla abrió la boca y la cerró, volviéndose hacia la puerta—. Dime,
¿por qué importa Elecia? —Aldrik la agarró del codo, impidiéndole huir de
la habitación.
—¿Por qué importa? —Vhalla no estaba segura si alguna vez había
conocido a un hombre que pudiera ser tan asombrosamente inteligente en
aparentemente todo y, sin embargo, tan tonto con la persona con la que se
suponía que estaba más conectado que nadie en el mundo. Se giró para
mirarlo, soltando su brazo de su agarre—. Importa lo mismo que los títulos.
Lo mismo que mi nacimiento y el tuyo. De la misma manera que importa
por qué tu hermano insiste en atormentarme con historias horribles sobre ti.
—¡Deja de evitar mi pregunta! —demandó él.
—¡No lo hago! —Lo último de su resolución se hizo añicos y su
control se desvaneció. Las lágrimas iban a caer en cualquier momento, y si
los dos iban a romperse, bien podrían destrozarse—. ¡Te amo, Aldrik!
Su voz retumbó en las ondas expansivas que los sacudió a ambos. La
palma de Vhalla se cerró sobre su boca. No había querido decirlo, y Vhalla
lo observó con los ojos completamente abiertos. Vio su rostro de
cerca. Atestiguó cómo las palabras se asentaron en él, la conmoción que se
reflejó en sus ojos, enarcó sus cejas y dejó caer su boca abierta.
El corazón de Vhalla se aceleró, y sintió un gemido suave subir por su
garganta. Quería que él dijera algo, cualquier cosa. Si la juzgaba, podía irse
y finalmente dejar todo lo que él representaba atrás. Podía dejar atrás su
cabello negro como la tinta y sus ojos oscuros. Podía dejar que su voz se
desvanezca de sus sueños y dejar que su cuerpo ya no la atormentara a la
luz del día.
La boca de Aldrik se cerró. Tragó con fuerza.
Vhalla no pudo tolerar más el silencio, y agarró la manija de la puerta
como si fuera su único salvavidas. Ahora se iría, y dejaría que todo se
rompiera.
El príncipe tenía otros planes, y la agarró.
—Aldrik, ¿qué…? —Se giró a medias, pero él la hizo girar por
completo.
Sus manos soltaron sus brazos y acunaron sus mejillas en un solo
movimiento fluido. Vhalla solo tuvo medio segundo para registrar su rostro
acercándose al de ella. Ella inhaló bruscamente ante la conmoción de sentir
sus labios sobre los suyos. Su olor, su respiración, el calor de sus palmas, la
sensación de su boca, todo asaltó sus sentidos y Vhalla cerró los ojos,
inclinándose hacia el beso.
Capítulo 18

Vhalla suspiró con suavidad, su boca todavía gloriosamente ocupada


con la de él. Algo volvió a encajar en su lugar de forma audible y, de
repente, su cabeza silenció el ruido de los últimos meses. Las palmas de él
estaban calientes en las mejillas de ella, y detuvieron las lágrimas que tan
insistentemente habían encontrado su salida segundos antes. Lo sintió
alejarse un poco, pero Vhalla se movió hacia adelante, robando un
momento más de sus labios. Sus ojos se abrieron y se encontraron con los
de él. A pesar de ser el iniciador del beso, se veía tan desconcertado como
ella.
Sin soltar su rostro, Aldrik suspiró suavemente y se inclinó hacia
adelante para presionar su frente contra la de ella, sus narices apenas
tocándose.
—Dilo otra vez…
Vhalla cerró los ojos.
—Te amo, Aldrik. —Decirlo en voz alta, para él, encendió chispas en
su pecho.
Él volvió a acercar su rostro al de ella y reclamó su boca con fiereza
una vez más. Las manos de Vhalla encontraron vida propia, igualando el
fervor de él. Se presionaron contra su pecho, sus palmas subiendo hasta sus
hombros. Vhalla enterró los dedos en el cabello de su nuca, ansiosa por
desarmar su prístino semblante. Sus uñas le recorrieron su cuero cabelludo
y las manos de él cayeron de su rostro a su cintura.
Aldrik la acercó más y sus brazos se doblaron. Sintió sus caderas
encontrarse con las de él y su pecho rozar la cálida longitud de su cuerpo.
Vhalla se estremeció y él la abrazó con más fuerza. Rompió el beso por un
momento, respirando temblorosamente. Justo cuando ella abrió los ojos, su
boca estuvo sobre la de ella otra vez y aniquiló cada pensamiento de ella
solo con su sabor y tacto.
El tiempo que pasó entre ellos no fue suficiente antes de que ella
sintiera su cuello presionar contra sus dedos y sus labios alejarse de los de
ella. Vhalla se resignó con la mayor gracia posible, apenas reprimiéndose
para no abrazarlo y mantener su boca contra la de ella para siempre.
Aldrik miró hacia abajo con desconcertada adoración; nunca había
visto un rubor en sus mejillas, pero ahora era de un suave color rosado que
parecía casi saludable en la palidez natural de su piel. Abrió los labios y
respiró con dificultad. Una mano pasó de su cintura a su rostro y le acarició
la mejilla con las yemas de los dedos.
—Aldrik —susurró ella, sus labios en llamas. Todavía se sentía
embriagada por su cercanía; sin embargo, sin la distracción inmediata de su
boca, la confusión comenzó a regresar a su cerebro—. ¿Qué pasa con
Elecia? —susurró, solo el nombre hizo que las felices burbujas en su
estómago se calmaran.
—Ven —dijo Aldrik, tomando sus manos entre las suyas mientras la
conducía de regreso al sofá. Esta vez, ella se sentó a su lado—. ¿Quién
crees que es Elecia?
—No lo sé. —Vhalla no quería jugar a las adivinanzas, y sus teorías
sobre Elecia se extendían tanto como el Gran Camino Imperial.
Afortunadamente, Aldrik no la hizo esperar.
—Elecia es mi prima.
—¿Qué? —preguntó Vhalla con una rápida inhalación.
Una sonrisa de complicidad se curvó en las comisuras de la boca de él
ante su evidente sorpresa.
—Mi madre, como estoy seguro de que sabes, era una princesa del
Oeste. Cuando el Oeste fue derrocado, su padre fue destituido de su trono
como rey. Pero en un esfuerzo por una transición pacífica, su hijo mayor, mi
tío Ophain, fue nombrado Señor del Oeste. Mi tío tuvo un hijo que luego se
casó con una mujer del Norte y tuvieron una hija.
—¿Elecia? —susurró Vhalla, con los ojos abiertos de par en par,
mentalmente siguiéndolo. Eso explicaba todo sobre la mujer. Su apariencia,
su comportamiento, su protección de Aldrik, Vhalla lo entendía todo.
Aldrik asintió.
—Nació cuando yo tenía siete años. Hicimos un viaje de regreso al
Oeste poco después, pero ella era solo una niña pequeña. No la conocí bien
hasta que fuimos adultos —continuó él.
Hubo un zumbido en los oídos de Vhalla y el alivio recorrió su piel.
Elecia no era una amante. No era su prometida. Era su familia.
—Pensé que ya lo sabías.
—¿Cómo lo hubiera sabido? —preguntó Vhalla, un poco exasperada.
Leía muchos libros, pero no era como si hubiera estudiado específicamente
los linajes y simplemente recordara ese pedazo de información.
—Tenemos el mismo nombre —dijo Aldrik con total naturalidad.
—¿Qué? —Vhalla lo miró como si estuviera loco.
—Ci’Dan, el apellido de mi madre.
La misteriosa “C” finalmente tuvo una explicación.
—Aldrik Ci’Dan Solaris —susurró Vhalla—. Entonces, ¿qué estaba
haciendo ella en tu habitación, por la noche? —Vhalla se abstuvo de
comentar sobre su vestimenta extremadamente informal.
—Ah, eso. —Aldrik apartó la mirada—. No dije nada antes porque me
preocupaba que no funcionara.
—¿Qué? —preguntó Vhalla, preguntándose qué otra cosa obvia podría
haber pasado por alto.
—Elecia es una Destructora de Tierra. Tiene talento en muchas cosas,
pero la curación es algo para lo que tiene un don natural. Lee los cuerpos
como si fueran libros. —Aldrik sonrió y se puso de pie—. Vhalla, mírame.
—Ella frunció los labios, sin ver nada—. Con tu vista mágica.
Vhalla cambió su visión y tuvo una vista diferente a cualquiera que
hubiera visto antes. Su cuerpo estaba envuelto en una llama blanca dorada,
tan brillante que su piel brillaba débilmente. Nunca lo había visto tan
brillante. Fue entonces cuando se dio cuenta de la razón. La mancha oscura
en su costado había desaparecido.
Vhalla se puso de pie, extendiendo la mano y colocándola en su
cadera. Ella volvió a cambiar su visión y miró su rostro. Aldrik continuó
sonriendo a pesar de la sorpresa de Vhalla.
—¿E-estás curado? —preguntó ella tentativamente.
—Sí. —Él sonrió—. Pero fue un proceso; tomó casi dos días de su
trabajo y el mío. Estuvo aquí todo el día.
Vhalla respiró lentamente. Nunca había visto al príncipe sonreír tanto.
La risa brotó de su estómago y se escapó con una alegre melodía. Desde
que ella lo conoció, había sufrido por esta herida. Fue literalmente una
mancha oscura en él durante meses. Ahora estaba libre.
—Ojalá pudiera haber ayudado —dijo ella en voz baja.
—No quería darte esa carga —respondió él, pasando tímidamente los
dedos por su mejilla. Dejando un rubor a su paso—. Especialmente no
después de la tormenta de arena.
—La próxima vez, al menos dímelo —dijo ella con severidad.
—Lo prometo —juró Aldrik.
—Pensé… —Vhalla negó con la cabeza con una pequeña risa—. Pensé
que estabas con ella —confesó, mirando a otro lado.
—Pensé que todo era obvio para ti —dijo él en voz baja, asombrado
por su confusión—. No solo sobre Elecia, sino… —Aldrik se pasó una
mano por el cabello, notando con una pequeña sonrisa el lío que ella había
hecho antes—, con todo. Estaba seguro de que, con la forma en que actuaba
solo contigo, lo sabías.
Vhalla se sonrojó y se miró los pies. Larel había intentado decírselo.
Sería falso si Vhalla dijera que no tuviera la esperanza. Pero, por supuesto,
nunca pensó que fuera cierto. Siempre había una explicación más probable
y conveniente. Algo más cruzó por su mente y sus ojos volvieron a los de
él.
—Si estás curado, entonces el Vínculo… ¿se ha ido? —Sintió un
pequeño pánico crecer en ella.
Aldrik se rio entre dientes.
—Todavía está ahí. Mis más sinceras disculpas, Vhalla Yarl, pero
según el mejor conocimiento de la comunidad académica de hechiceros,
estamos Vinculados de por vida.
—Perdóname por no estar destrozada por eso. —Ella sonrió de oreja a
oreja.
Él se rio entre dientes y le apretó la mano ligeramente.
Vhalla se sentó en el sofá con un suspiro de alivio. La última media
hora la llegó a ella y de repente se sintió agotada. Aldrik regresó a su lugar
junto a Vhalla, colocando su brazo detrás de ella, su costado pegado al de
ella, y se inclinó hacia él instintivamente. Apoyó la cabeza en su hombro y
se alegró de que no hiciera ningún movimiento para alejarse.
—Vhalla —susurró él en voz baja.
—¿Aldrik? —respondió ella, con los ojos cerrados mientras se
permitía disfrutar de su calidez.
—¿Dijiste en serio lo de antes? ¿O fue solo por el momento?
Vhalla se enderezó para estudiar su rostro.
—¿Qué?
—Antes. —Aldrik apartó la mirada—. Me dijiste eso, tus
sentimientos…
Vhalla se detuvo por un instante, vacilante. ¿Le estaba dando la
opción? ¿Le estaba pidiendo que decidiera? Él parecía incapaz de
encontrarse con su mirada y miraba al otro lado de la habitación a nada en
particular. Vhalla respiró temblorosamente. Extendiendo la mano, puso las
yemas de los dedos debajo de la barbilla de él y guio sus ojos de regreso a
los de ella.
—Aldrik, no fue un impulso —dijo Vhalla lenta y deliberadamente—.
Ni siquiera fue la primera vez que lo dije en voz alta. —Ella sonrió
suavemente ante su sorpresa.
—¿Cuándo? —Sus labios apenas se movieron.
—¿Cuándo lo admití? Después de la tormenta de arena. ¿Cuándo
sucedió? Mucho antes de eso. —Ella se encogió de hombros levemente; era
inútil intentar negarlo. Vhalla regresó su mano a la de él, mirando sus dedos
entrelazados. La sola visión de eso la llenó de alegría.
—Lo intenté —susurró él, la tristeza en su voz contrastaba
marcadamente con el tono de sus conversaciones anteriores—. No lo
esperaba, luego no quería que sucediera. Traté de explicártelo el día del
veredicto. Estar involucrada conmigo es peligroso.
—No me importa. —Salió de su boca antes de que tuviera tiempo de
filtrarlo. Pero cuando él negó con la cabeza, descubrió que no se arrepentía.
Aldrik se rio entre dientes y se puso de pie.
—Eres una mujer bastante imposible.
—Mira quién habla. —Vhalla le dio una sonrisa sarcástica.
Fue recompensada con el rico sonido de su risa cuando Aldrik la ayudó
a levantarse.
—Debo trabajar un poco —explicó él con una mirada de disculpa.
—¿En qué? —Vhalla lo detuvo, no estaba lista para ser despedida.
—Estrategia, planificación para la incorporación de tropas, adquirir las
raciones adicionales que podamos necesitar —enumeró Aldrik.
—¿Puedo ayudar? —Vhalla se alegró de no haber pensado en las
palabras primero, de lo contrario, es posible que no las hubiera dicho.
Ofrecerse para ayudar al príncipe heredero en asuntos de estado era
demasiado audaz, demasiado fuera de su posición. Por otra parte, también
lo fue besarlo. Vhalla cambió su peso de un pie al otro, sopesando su
mirada sorprendida.
—En realidad —pensó Aldrik en voz alta—, podrías.
Aldrik la llevó a la mesa con entusiasmo. Esparció los papeles y
comenzó a darle una descripción general. Vhalla se sorprendió al descubrir
lo bien que se sentía al usar su mente nuevamente. Durante meses había
estado fuera de su elemento, lejos de los libros y el conocimiento. Era como
estirar un músculo que había estado languideciendo durante demasiado
tiempo.
Él hizo girar una pluma de cuervo con punta dorada entre los dedos
mientras hablaba, y Vhalla masticaba pensativamente el extremo de un
repuesto que había hecho suyo. Descubrió que algo positivo acerca de su
intelecto era que podía concentrarse en lo que él decía y en sus diestros
dedos al mismo tiempo. A Vhalla no se le pasó nada por alto, ni su
conocimiento ni lo ágiles que eran sus largas manos.
—¿Cuánto peso de piedras en carne ahumada está proporcionando el
Oeste? —preguntó Aldrik desde el otro extremo de la mesa.
—Dos mil —respondió Vhalla, marcando rápidamente los números en
una nueva lista como él le había mostrado.
—Eso no es suficiente —murmuró—. Tendremos que pedir más a los
señores del Oeste.
Vhalla detuvo su pluma, mirando al príncipe de cabello oscuro que
estaba sumido en sus pensamientos. Casi podía escuchar las palabras
resonando en su mente.
—Sé cómo podrías conseguir más.
—¿Qué? —Aldrik levantó su mirada, sorprendido.
Ella respiró hondo, esperando haber organizado sus pensamientos lo
suficientemente bien.
—El Oeste sobrevive del negocio de arbustos y pesca en la costa, así
como de las importaciones del Este y del Sur. —Recordó haber leído—. No
se puede pedir más a los señores y damas tan adentro de los Desechos. Es
probable que ya estén preocupados por superar las temporadas bajas de
negociación.
—Entonces, ¿qué propones? —Aldrik apoyó sus manos sobre la mesa,
evaluándola como un príncipe.
Vhalla vaciló, pero solo brevemente. Sabía lo que había leído y vivido.
—Cada año en Paca, Cyven, hay un Festival del Sol con cerdos
premiados. Se sacrifican poco después y se ponen a ahumar en el invierno
para venderlos en las Encrucijadas. Es parte de una especie de migración de
carne que apoya el Oeste.
Los ojos de Aldrik brillaron, de repente entendiéndola.
»Si el Imperio compra más o menos el ochenta por ciento de esta
afluencia en el mercado, probablemente hará la diferencia para la guerra.
Pero para asegurarse de que los lores y las damas del Oeste no se preocupen
por sus almacenes, deben enviar a los agricultores de regreso al Este con
órdenes de regresar con grano adicional y subsidiar el costo del viaje de los
agricultores —finalizó Vhalla.
—Sí —susurró Aldrik, con una amplia sonrisa en los labios—. La
doble ronda de comercio también debería ayudar a las economías de Este y
Oeste.
Estaba garabateando furiosamente, doblando tres cartas rápidas y
sellándolas con cera caliente. Vhalla vio su sello dorado moverse en estado
de shock. ¿Ella acababa de hacer eso?
—Debería mandar estas de inmediato. —Aldrik se dirigió a la puerta,
deteniéndose brevemente para mirarla con lo que Vhalla se atrevió a decir
que era asombro—. Cuando regrese, me gustaría discutir algunas ideas más.
—Por supuesto, mi príncipe. —Su propia sonrisa rompió su
aturdimiento.
Aldrik regresó en un tiempo récord y su trabajo anteriormente
silencioso de repente se volvió muy hablador. Vhalla se enteró rápidamente
de que el príncipe quería que ella lo desafiara. Eso iba en contra de todo lo
que le habían enseñado sobre oponerse a la palabra del príncipe, pero
Aldrik le sacaba provecho. No se guardó nada, y Vhalla tuvo que sacar de
cada libro que había leído sobre geografía, historia, economía y gente del
Imperio para mantenerse al día.
Fue estimulante y agotador.
Vhalla se puso las manos en la parte baja de su espalda y se estiró. El
sol había comenzado a ponerse, convirtiendo la habitación en un
caleidoscopio de ricos colores proyectados por la vidriera.
—¿Alguna vez dejas de trabajar?
Él le sonrió. Aldrik no pudo ocultar su disfrute en toda la tarde y
tampoco Vhalla.
—Un Imperio no se maneja solo. —Dio dos golpecitos con la pluma en
la mesa—. Y soy tres veces más productivo contigo, así que debo
aprovecharlo al máximo. No tenía idea de que estaba con una estadista
natural.
Vhalla se sonrojó.
—¿Tienes hambre? —Se quedó mirando la vidriera un momento antes
de sacar el reloj de su bolsillo. El tiempo había avanzado para él también.
—Un poco.
—¿Qué te gustaría? Te conseguiré lo que sea que desees. —Aldrik
agarró el abrigo que había tirado en el suelo en algún momento de la tarde y
se lo puso.
—¿Lo que sea? —preguntó ella.
—Soy el príncipe heredero. —Sonrió.
—Qué abuso de poder —lo regañó burlonamente.
Aldrik se enderezó y se abotonó el cuello.
—Las cosas que hacemos por amor. —Se encogió de hombros y se
pasó las manos por el cabello.
Los ojos de Vhalla se agrandaron. Ella lo miró fijamente mientras él se
giraba para mirarla, luchando con el significado de esas palabras.
—Aldrik —susurró ella.
Él hizo una pausa, sus manos cayeron a sus costados.
—¿Comida?
—Sorpréndeme. —La comida se había convertido en lo más alejado de
su mente.
Él asintió y salió con paso rápido de la habitación.
Vhalla miró la puerta sin decir nada antes de volverse hacia una de las
velas de la mesa. Observó la llama, perdiéndose en sus pensamientos.
Parecía irradiar la esencia de él, haciendo eco de las palabras de Aldrik en
cada parpadeo. Vhalla extendió una mano y la pasó por encima del fuego
distraídamente.
Aldrik regresó más rápido de lo esperado.
—Estará lista en… —Sus palabras se detuvieron—. ¿Qué estás
haciendo?
—Oh, algo que los niños se desafían a hacer entre sí. Bueno, niños que
no son Portadores de Fuego. —Vhalla se rio, deteniéndose rápidamente
cuando la expresión intencionada de Aldrik no había cambiado—. No duele
—explicó, pensando que él podría no tener idea lo que los que no son
Portadores de Fuego podrían manejar cuando se trataba de fuego.
—¿Estás segura? —Sus ojos se posaron en su mano.
Vhalla devolvió su atención al apéndice en cuestión y lo miró
conmocionada. Sus dedos habían estado directamente sobre la llama
durante toda la conversación, congelados desde el momento en que la había
atrapado. Se quedó mirando tontamente, viendo el fuego parpadear sobre su
piel como nada más que calor.
—Qué… —susurró confundida, retirando la mano de la vela. Vhalla se
miró los dedos; ni siquiera estaban rojos. Aldrik cruzó la habitación,
inspeccionando también—. ¿Por qué no me quemo?
—Probablemente por el Vínculo —susurró él, de repente buscando un
trozo de pergamino en blanco para garabatear—. Tienes un poco de mi
magia en ti, y yo tengo un poco de la tuya en mí, tal vez más que un poco
con la Unión. No puedo quemarme con mis propias llamas, así que es
lógico que esa protección pueda extenderse a ti.
—Mi viento nunca te ha afectado como a otros. —Él la consideró
pensativo y Vhalla usó su pausa como una invitación a continuar—. El
tornado de la Noche de Fuego y Viento.
Le sorprendió la facilidad con la que el infame evento podía salir de su
boca. Todavía dejaba un persistente sabor amargo en la boca de Vhalla,
como el recordatorio de algo asqueroso. Pero ya no la repugnaba.
—¿Lo intentamos? —sugirió ella—. Tu fuego es más fácil que mi
viento.
Aldrik extendió un puño, abriéndolo en busca de una tenue chispa,
mayormente roja con un toque de naranja. Sabía que él podía hacer que la
llama rodeara su mano con la misma facilidad, pero en cambio permaneció
en su palma. Él la miró con incertidumbre y Vhalla se dio cuenta de que la
estaba esperando.
Ella quería reír. ¿No fue así como siempre era entre ellos? Él ofrecía
conocimiento, poder, deseo, en la palma de su mano justo delante de ella.
Pero nunca daba el paso adelante, nunca la obligaba a hacerlo. Ten toda su
relación él la esperaba. Cada vez, ella lo tomaba.
Vhalla hundió los dedos con valentía en el acogedor calor. No era
como el viento, pero algo hormigueaba en el borde de sus sentidos que solo
podía describir como la esencia del fuego. Sonrió asombrada.
La mano de Aldrik se cerró de repente alrededor de la de ella. Lenguas
de fuego se deslizaron entre sus dedos, haciéndole cosquillas ansiosas por el
brazo y repicando en su túnica. Al estar tan cerca, arroban una
impresionante variedad de rojos, naranjas y amarillos sobre el rostro
anguloso del príncipe heredero. Él levantó la otra palma hacia su mejilla, el
fuego brillaba bajo su pulgar mientras lo pasaba por su carne.
Los ojos de Vhalla se cerraron, su magia rozándose contra la de ella
como una invitación susurrante. Fue una sensación extraña y sabrosa que
rápidamente la cautivó y la dominó. Cedió a los ligeros tirones de él en su
barbilla, guiándola hacia adelante y hacia arriba. Los labios de Aldrik se
cernieron sobre los de ella y Vhalla inhaló con fuerza, respirando fuego
imbuido de su esencia cruda.
Un golpe en la puerta los sobresaltó. Las llamas se desvanecieron
rápidamente.
—No te preocupes —susurró él—. Siempre soy una persona reservada
para que nadie cuestione cuando tengo una razón para serlo. —El príncipe
lucía una sonrisa cómplice—. Déjalo —dijo hacia la puerta.
Vhalla se pasó los dedos por los labios. La comida era lo último en lo
que pensaba. Había encontrado un tipo diferente de sustento.
Aldrik empujó una bandeja rodante con un verdadero festín, y
rápidamente la señaló cuando vio su mirada hambrienta. Vhalla presenció el
rubor instantáneo en las mejillas de él, sus respiraciones breves. Sabía que,
si ponía la palma de su mano en el pecho de él, su corazón estaría acelerado
a la misma velocidad que el de ella.
—Vamos a desperdiciar tanta comida. —Con una ligera risa, se alejó
del acalorado momento.
Terminaron juntando las dos sillas, formando una plataforma sobre la
que cenaron. Aldrik se sentó en una esquina del medio cuadrado que
formaban los respaldos cuando se juntaron y Vhalla ocupó la otra. Le contó
los diferentes alimentos que los rodeaban con precisión experta,
ofreciéndole información sobre sus orígenes o la mejor manera de
disfrutarlos. Hablaron sobre la etiqueta en la comida y las diferencias
culturales.
—¿Te gusta más el Oeste o el Sur? —preguntó ella entre bocados.
—¿En qué? ¿Comida? —Se sirvió un poco de arroz.
—Todo —especificó ella.
—Esa es una decisión difícil. Sin duda, los hechiceros son tratados
mejor en el Oeste; en general, soy más amada aquí como resultado. Pero
crecí en el Sur; mis lazos aquí son solo a través de visitas. El palacio es mi
hogar. —Aldrik le devolvió la pregunta—. ¿Y tú? ¿Este o Sur?
Vhalla masticó su comida un momento para darse tiempo para pensar.
—No es muy difícil realmente… vengo de muy poco en el Este. —
Vhalla miró la comida; odiaba los recordatorios de quién era realmente en
momentos como este. Rompían sus fantasías—. El palacio es mi hogar en la
mayoría de los sentidos también.
—¿Cómo es la casa de tu infancia? —Aldrik se estiró para alcanzar un
plato.
La idea de su hogar tenía una especie de belleza agridulce.
—Mi casa es un lugar pequeño. Es de piedra, un techo que necesitaba
urgentemente un reemplazo la última vez que estuve allí. Tenemos un
granero de madera para un caballo de arar.
—Me gustaría verlo —dijo casualmente. Vhalla no pudo evitar reírse y
él frunció el ceño—. Me gustaría.
—¿El príncipe heredero? ¿En Leoul? ¿En mi casa? —La risa de Vhalla
volvió a escucharse—. Mi padre podía repudiarme por dejar entrar a
alguien como tú.
El resto de la conversación fue relajada y tranquila entre ellos.
Hablaron, pasaron el rato comiendo en las sillas y la mesa, y hablaron hasta
bien entrada la noche sobre todo y nada. Cuando estuvo claro que ambos se
habían saciado, él se levantó para limpiar los platos y Vhalla lo ayudó. Los
viejos hábitos tardaban en morir; se sentía extraño ver al príncipe del reino
limpiando su propia comida cuando ella estaba allí. Él insistió en que podía
hacerlo; ella insistió en que lo ayudaría.
Se mantuvo cerca mientras Aldrik regresaba de colocar el carrito en el
pasillo para que el personal se ocupara de lo demás. El exterior de la
vidriera estaba oscuro y Vhalla sabía que era tarde.
—Debería irme —susurró ella.
Aldrik la miró en silencio durante un largo momento, tomando sus
manos entre las suyas.
—Quédate.
—¿Aldrik? —cuestionó Vhalla.
—Quédate aquí —afirmó él. Vhalla se mordió el labio, insegura de lo
que realmente estaba pidiendo—. Tengo espacio más que suficiente. Elecia
dijo que las sillas son cómodas.
—¿Por qué?
—Porque te quiero cerca de mí. No quiero que te vayas. —Su
franqueza la traspasó y sintió que su corazón comenzaba a acelerarse a la
misma velocidad que antes.
—No debería. —Sus palabras fueron débiles y suaves. ¿Le estaba
pidiendo lo ella pensó que le estaba pidiendo?
—Tienes razón. —Él asintió, su voz fue suave y profunda—. ¿Te
quedarás?
Vhalla intentó encontrar motivos para objetar. A Fritz y Larel
seguramente no les importaría, y pocas personas notarían su ausencia.
Aldrik no había hablado explícitamente de que ella compartiera su cama,
pero ¿sucedería? Vhalla tragó duro. Si sucedía, ¿estaba lista para ello? Si
no lo estaba, sabía que Aldrik no la obligaría. Toda la razón de Vhalla
objetaba que era una mala decisión.
Pero estaba demasiado abrumada por su proximidad.
—Lo haré. Me quedaré —susurró ella.
Él se rio suavemente con un movimiento de cabeza.
—Es la primera vez.
—¿Qué?
—Que le he pedido a una mujer que se quede conmigo mientras no
estoy seguro de cómo responderá. —Aldrik la miró aliviado. Era algo
extraño para decir, pero las palabras del príncipe Baldair volvieron a Vhalla.
Sus historias de la caza, de su hermano sabiendo exactamente lo que
sucedería, exactamente lo que incluso ella haría. Sin embargo, parecía que
el infame príncipe persuasivo no había calculado lo que estaba sucediendo
entre ellos. Su propio alivio se extendió sobre ella.
—¿Cuántas veces le has pedido a una mujer que se quede contigo? —
bromeó ella suavemente.
—Bueno. —Aldrik pareció quedarse sin palabras—. ¿Antes de esto?
No muchas que importaran ni siquiera un poco.
Vhalla sintió que un rubor le recorría todo el cuerpo. Dio medio paso
más cerca, cerrando la brecha entre ellos. Aldrik inclinó su mejilla contra
sus atrevidos dedos mientras trazaban senderos ligeros como una pluma
sobre su pronunciado pómulo. Vhalla delineó su frente, bajó por el bulto en
su nariz, el borde de su mandíbula, deseaba recordar cada detalle con
exactitud. Ella rozó con su pulgar la comisura de los labios de él y se sintió
moverse sin pensar.
Aldrik inclinó la cabeza para encontrarla a mitad de camino,
atrapándola con un beso lento y decidido. Cada movimiento, cada breve
apertura de su boca, la hizo anhelar más. Los dedos de Aldrik se hundieron
en su cabello. Fue jalada contra él, suspirando en suave liberación cuando
sintió su magia deslizarse sobre su piel una vez más.
El príncipe se apartó de repente.
Vhalla tragó, parpadeando.
—Aldrik… —Su voz sonó extraña incluso para sus propios oídos, el
deseo la cambiaba.
—Te amo, Vhalla. —Se obligó a decir Aldrik.
Vhalla echó la cabeza hacia atrás con sorpresa, con los ojos abiertos de
par en par. Su corazón latía con fuerza y repitió sus palabras en su mente.
—¿Qué? —De alguna manera, había alejado de su conciencia la idea
de que él tuviera los mismos sentimientos por ella que ella tenía por él.
—Te amo —repitió, un fuego decidido iluminando sus ojos—. Es una
de las peores cosas que podría hacer —confesó Aldrik—. Lo juro por la
Madre, he tratado de no condenarte con eso. Pero eres una presencia
hermosa y bastante persistente en mi vida. Y, por una vez, el príncipe
elocuente y persuasivo está cansado de fingir.
Capítulo 19

Vhalla movió una pila de mantas a su alrededor. Su cabeza se sentía


nublada por el sueño mientras rodaba. Dedos largos recorrieron su cabello,
enganchándose levemente en los nudos. Se acurrucó en la almohada, sin
abrir los ojos. Vhalla alargó su mano hacia Aldrik debajo de las sábanas y
lo encontró, pero fue incapaz de tocarlo. Sus ojos se entreabrieron.
—Buenos días. —Aldrik estaba sentado junto a ella encima de las
mantas. Apoyado contra las almohadas y la cabecera. Tenía doblada su
rodilla más apartada, una tabla con papeles encima. Vhalla notó que los
dedos de su mano derecha ya estaban manchados con tinta; debió haber
estado trabajando en eso por un rato.
—Buenos días, mi príncipe. —Le sonrió. Vhalla recordaba haberse
acurrucado con él en las sillas para recibir mil besos la noche anterior, pero
no parecía recordar cómo habían llegado a la cama. Sin embargo, era una
montaña acolchonada en la que podía hundirse; seguía con la ropa puesta; y
no recordaba haber tomado nada que la hubiera hecho perder la cabeza, por
lo que no estaba particularmente preocupada por nada malo.
Vhalla se incorporó sobre sus codos y se frotó los ojos. Las cortinas de
la habitación lateral se habían corrido un poco y los rayos de sol que
atravesaban el aire le indicó que ya era pasado el amanecer.
—¿Qué hora es?
Aldrik se movió. Solo vestía una camisa de algodón, esta vez negra, y
pantalones negros. Vhalla reflexionó sobre cómo nunca lo había visto en
nada menos que mangas largas y pantalones largos, excepto por la noche
con Elecia. Sacó un familiar reloj plateado de su bolsillo.
—Poco después de las ocho y media. —Cerró el reloj y lo guardó.
—Poco después de las ocho y media y ya estás trabajando. Y te
bañaste. —Notó que su cabello estaba arreglado—. ¿Dormiste? —La
almohada amortiguó el final de su palabra mientras volvía a caer contra
esta.
—Normalmente, no mucho. —Su pluma arañó el pergamino.
—¿Normalmente? —repitió, girando el rostro para mirarlo desde
debajo de las mantas.
—Dormí bien anoche.
—¿Cómo llegamos a la cama? —No pudo evitar preguntar.
—Te traje cuando me di cuenta de que te habías desmayado. Supongo
que mi historia sobre el Reino de Mhashan fue así de aburrida. —Aldrik la
miró por el rabillo del ojo con enfado.
Vhalla se rio con culpabilidad.
»Sin embargo, Elecia tenía razón —continuó él—. No pude encontrar
una sola queja con las sillas.
Vhalla reflexionó eso por un segundo.
—Espera —Ella hizo una pausa—, ¿tú dormiste en las sillas? —Vhalla
rodó sobre su costado para mirarlo.
—Por supuesto. —Su ceño se frunció levemente—. ¿Pensaste que me
metería en tu cama mientras dormías y pasaría la noche acostado contigo
sin tu permiso?
Vhalla lo miró fijamente. Había asumido que quedarse dormida en sus
brazos después de besarse la mitad de la noche era suficiente permiso, pero
era de destacar la caballerosidad en la declaración. Sin embargo, cualquier
ternura sobre el sentimiento se perdió rápidamente en la risa.
—¿Qué? —preguntó él, mirándola extrañamente.
—Eché al príncipe heredero de su cama. —Ella rodó sobre su espalda
de la risa—. Oh, esa es una historia que me gustaría poder compartir con
alguien.
Aldrik agarró las mantas y se las echó sobre la cara.
—Eres molesta por la mañana —dijo él con un toque de diversión.
Eso le provocó a Vhalla un ataque de risa.
—Oh, lo siento, poderoso Aldrik. —Se sentó y se quitó las mantas—.
¿Soy una perturbación para tu rutina? —Vhalla puso las manos en la cama
entre ellos y se inclinó.
—Mucho. —Sonrió.
—Bien, entonces me iré sin demora. —Vhalla bajó los pies de la cama.
Escuchó el roce de sus papeles cuando él extendió la mano y la agarró
por los hombros, colocándola en su regazo. Se inclinó y sus labios
estuvieron sobre los de ella. Vhalla suspiró suavemente, podría
acostumbrarse a despertarse de esta manera.
—No me he lavado la boca todavía. —Ella rápidamente se la cubrió
con la mano mientras él se apartaba.
—Lo sé. Es nauseabundo también. El baño está ahí. —Sonrió y señaló
una puerta adyacente.
Vhalla lo miró con enfado mientras se levantaba. Nunca había
conocido a un hombre que pudiera ser tan idiota sin dejar de ser tan guapo.
En el momento en que se cerró la puerta del baño, Vhalla reprimió otro
ataque de risa.
Era absolutamente una locura lo que estaba pasando. Era
absolutamente una locura lo feliz que estaba. Vhalla tarareó mientras
pasaba la mano por el mostrador. Era un mármol negro oscuro y el grifo
estaba hecho de oro. La bañera era lo suficientemente grande para que
cuatro personas se sentaran cómodamente, como una pequeña piscina
tallada en piedra. Había un armario adyacente lleno de más ropa de la que
sabía que él llevaba consigo en el viaje. Toda la habitación era tan opulenta
como el edificio en sí y Vhalla no podía creer que tuviera un lugar ahí.
Había algunas botellas en el mostrador. Notó uno o dos elixires
clericales casi vacíos entre ellos. Vhalla reflexionó sobre cuál usaba para su
cabello, oliendo algunos que tenían el aroma fresco de eucalipto, mientras
localizaba con el que debía limpiarse la boca. Vhalla se lavó el rostro y se
pasó las manos mojadas por el cabello. Le quedó levemente hacia atrás
debido a la humedad y se rio.
—Mira, soy tú. —Vhalla abrió la puerta.
Él la miró y luego volvió a sus papeles.
—Se ve horrible —murmuró.
—Bien, bien, no seas malo contigo mismo. —Se rio levemente,
sentándose frente a él en el extremo de la cama—. Creo que se ve llamativo
en ti. —Vhalla se pasó los dedos por el cabello, volviéndolo a convertir en
su desorden normal. Aldrik la miró por encima de sus papeles y no dijo
nada, aunque ella podría haber jurado que había una sonrisa en su rostro.
—Entonces, ¿qué vas a hacer hoy? —preguntó él.
—No estoy segura. Supongo que volveré y… veré qué están haciendo
los demás. —Vhalla se encogió de hombros.
—¿Volverás esta noche? —Aldrik hizo una pausa, buscando su
reacción.
—¿Esta noche? —No había pensado en eso.
—Sí, mi lorita. —Él sonrió ante el ceño fruncido de ella—. Esta noche,
¿volverás? —Aldrik colocó sus papeles con cuidado sobre las almohadas
que ella ocupó antes. Devolvió la pluma al tintero de la mesilla de noche.
—¿Eso deseas? —Vhalla quería escucharlo decirlo directamente.
—Así es. —Aldrik asintió.
—Entonces volveré.
—¿Tú lo deseas? —devolvió la pregunta.
—Por supuesto que sí. —Aldrik pareció aliviado por su respuesta—.
Estar cerca de ti es…
Hubo un golpe en la puerta; ambos miraron hacia la otra habitación.
Vhalla se volvió hacia él, un profundo ceño escrito en los rasgos de Aldrik.
—¿Hermano? —llamó una voz desde el pasillo—. ¿Estás despierto?
—Quédate aquí —le dijo él en voz baja.
Vhalla asintió en silencio.
Aldrik bajó los pies de la cama y se puso de pie. Se dirigió a la puerta y
se detuvo brevemente. Envolviendo su mano alrededor de la parte posterior
de su cabeza, Aldrik se inclinó y besó su frente ligeramente. Ella le sonrió y
él le dio una sonrisa cansada.
Cerró las puertas corredizas de la pantalla de papel detrás de él
mientras salía de la habitación. Vhalla se dejó caer en la cama con un
suspiro de satisfacción. Estaría feliz de no dejar nunca las Encrucijadas. La
guerra podía continuar como estaba, y el Emperador podía regresar al Sur
para gobernar. Estaría feliz si ella y Aldrik pudieran esconderse aquí para
siempre.
Vhalla contuvo la respiración cuando escuchó la puerta abrirse.
—Buenos días, hermano. —Pudo oír al príncipe Baldair entrar en la
habitación mientras hablaba, aunque Vhalla estaba bastante segura de que
su hermano mayor no le había dado permiso.
—Baldair —dijo Aldrik secamente. Incluso a ella le costaba imaginar
esa voz perteneciente al hombre que la besó momentos antes—. ¿A qué
debo este… placer?
—No interrumpo nada, ¿verdad? —preguntó el hermano menor.
—Claramente no. —Aldrik suspiró—. ¿Eso es todo lo que viniste a
buscar?
—Ah, no, han llegado los exploradores. Las fuerzas del Oeste se
unirán a nosotros en una hora, dos como máximo. —Vhalla escuchó la voz
del príncipe Baldair acercándose.
—¿Oh? Excelente, entonces tendré que prepararme para su llegada. —
La voz de Aldrik también era más fuerte.
Vhalla se sentó. ¿Debería esconderse?
La sombra de Aldrik apareció al otro lado de las puertas talladas,
bloqueando el camino de su hermano.
—Si me disculpas.
—Buenos días, Vhalla —exclamó el príncipe Baldair.
Su estómago se convirtió en piedra. Una noche, se había consentido
por una noche y el mundo ni siquiera podía darle eso.
—Te ves bastante tonto gritando a habitaciones vacías —dijo Aldrik
arrastrando las palabras.
Se preguntó cómo podía mantener la compostura tan bien.
—Te ves un poco tonto, hermano, por haber sido sorprendido con algo
tan simple —replicó el príncipe Baldair—. Elegiste este lugar por su
seguridad, por su mantenimiento de registros. —Su risa resonó y Vhalla
hizo una mueca, preguntándose cómo alguna vez pensó que era un sonido
encantador—. Es increíble de ti cometer un error tan simple.
—Y, dime, ¿cuál es ese error? —gruñó Aldrik.
El corazón de Vhalla se aceleró. No tenía que verlo para saber que
tenía la mandíbula apretada; incluso podría tener una mano en un puño, le
estaba diciendo a su hermano exactamente lo que quería escuchar sin usar
una sola palabra.
—Anoche se registró que entró una señorita Vhalla Yarl, pero nunca se
registró se fue —proclamó el príncipe Baldair, casi victorioso. Vhalla quiso
entrar en pánico, pero la primera emoción fue una extraña curiosidad: el
príncipe Baldair estaba vigilando a su hermano. Esa no era información con
la que podría haberse cruzado accidentalmente—. En serio, hermano, no es
propio de ti; es descuidado.
—Parece que todo lo que es descuidado es el mantenimiento de esos
registros —intentó Aldrik.
Se preguntó si sonaba más convincente para una persona que no era
ella.
—¿Qué creen ustedes dos que están haciendo? —replicó el príncipe
Baldair. Claramente no estaba comprando lo que vendía Aldrik.
—Nada de lo que tengas que preocuparte —gruñó Aldrik.
Vhalla se estremeció al darse cuenta de lo que se avecinaba.
—¿Oh? ¿No más negaciones? —El hermano de Aldrik lo había pillado
con sus propias palabras—. No te dejes engañar por él, Vhalla.
Se mordió el labio para evitar gritar y poner al príncipe más joven en
su lugar.
—Suficiente de esto. Vete, Baldair. —La paciencia de Aldrik casi se
había acabado.
—Bien, Aldrik, si quieres que sea así. —Escuchó el sonido de las botas
del príncipe Baldair desvaneciéndose—. Pero deberías revisar el libro antes
de que papá tenga la oportunidad de verlo.
—Gracias —dijo Aldrik a regañadientes.
Vhalla parpadeó. ¿Estaba agradeciendo a su hermano, después de todo
eso? No podía imaginar una razón.
—Te veré dentro de una hora. —El cierre de la puerta señaló la partida
del príncipe más joven.
Aldrik abrió las puertas corredizas y Vhalla lo miró con desesperación.
Él captó su emoción y se acercó rápidamente para sentarse junto a ella,
tomando sus manos entre las suyas.
—Está bien. —Llevó sus nudillos a sus labios—. Todo está bien.
—Pero… —protestó débilmente.
—Cambiaré el libro. No será un problema. —Aldrik acunó su mejilla.
—¿Tu hermano? —preguntó.
—Ignóralo —susurró Aldrik.
—¿Por qué él es así? —preguntó Vhalla, permitiendo que el toque de
su príncipe la calmara.
—Es una larga historia entre nosotros. Pero por ahora, debo cambiar
ese libro antes de que tenga la oportunidad de llamar la atención de mi
padre.
A juzgar por la forma en que Aldrik hablaba, era una larga historia que
ella no escucharía.
—¿Qué pasaría si tu padre lo viera? —Vhalla sabía que el príncipe
Baldair entretenía a las mujeres todo el tiempo. Si bien no quería que
pensaran en ella como ese tipo de mujer, especialmente con Aldrik, parecía
bastante injusto que un hermano pudiera salirse con la suya al tener mujeres
en su habitación y el otro no.
—No te preocupes por eso —susurró él.
—¿Qué pasaría? —insistió—. Aldrik, deja de excluirme. Incluso si
crees que es por mi propio bien.
Él apartó la mirada.
—Necesito prepararme para la llegada de la tropa.
—¿Qué pasaría? —espetó ella. Él la miró, sorprendido. Vhalla respiró
hondo, calmándose—. Solo dime.
—Después de que di mi testimonio en tu juicio, mi padre habló
conmigo. —La voz del príncipe era débil y sus ojos nunca encontraron los
de ella—. Me preguntó si ibas a ser un problema.
—¿Un problema? —susurró ella. Algo en su tono la puso más nerviosa
que todo el intercambio con el príncipe Baldair.
—Una… distracción de mis obligaciones. —Finalmente la miró—. Lo
siento.
—¿Por qué? —Vhalla estaba confundida.
El príncipe suspiró y apoyó la frente en la palma.
—Le dije a mi padre que te veía por lo que eras. Una herramienta que
necesitábamos y nada más. Que te tenía en mis manos y que harías lo que
yo te dijera. Que eso, nosotros, no era más que un medio para ese fin. —Su
pecho se apretó ante la debilidad de su voz—. Vhalla, yo no…
—Lo sé —interrumpió ella. Dolió escuchar lo que dijo, pero sabía que
él solo hacía lo que sentía que era mejor. O al menos, eso esperaba. La miró
con escepticismo y ella le apretó la mano ligeramente.
—Mi padre me dijo que esperaba que yo estuviera en lo cierto porque
había demasiado sobre mis hombros para que el Imperio agotara o invirtiera
mucho en una chica común, sin importar lo mágicamente especial que
fuera. —Aldrik puso los ojos en blanco ante las declaraciones
parafraseadas.
—Tu hermano estaba allí, ¿no? —Vhalla se dio cuenta.
Aldrik le dio un pequeño asentimiento.
Si no es por tu bien, entonces por el de él, las palabras del príncipe
Baldair se repitieron en su mente. Te está usando, Vhalla. Eso la hizo
detenerse. Baldair habría visto todas las interacciones de Aldrik con ella de
una manera muy diferente a ella; como el objeto del afecto del príncipe
heredero.
—¿Qué hará tu padre? Si él…
—¿Si se entera de que te quedaste a pasar la noche conmigo? —
preguntó Aldrik—. ¿O que me he enamorado de esa chica común y
especial? —Le sonrió con tristeza.
—¿Ambos? —Vhalla le recordó a sus entrañas que no era el momento
de sonrojarse.
—De lo primero, creo poder convencerlo para que retroceda. —Aldrik
se pellizcó el puente de la nariz—. De lo último, no estoy seguro.
Vhalla lo tomó por la verdad, aunque algo en la distancia de sus ojos la
hizo sospechar que él tenía una suposición. Ella lo dejó pasar; tal vez era
mejor no decir algunas cosas.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por decirme la verdad. —Vhalla no pasó por alto lo difícil que
probablemente fue para él.
Aldrik se rio y negó con la cabeza. Vhalla lo acercó más a ella y él la
dejó, inclinándose hacia adelante. Sus labios se encontraron brevemente,
pero eso fue todo lo que hizo falta para tranquilizarla sobre casi todo lo que
creía saber en el mundo.
—Necesitas prepararte y editar ese libro.
Vhalla se puso de pie y él la agarró por la muñeca.
—¿Todavía vendrás de nuevo esta noche?
Ella parpadeó ante su pregunta. ¿Después de todo lo que le había
dicho?
—No sé si eso es realmente… —Comenzó a decir, sabiendo muy bien
ahora que no era solo una mala idea, sino una potencialmente peligrosa.
—Hay una entrada secreta —dijo él rápidamente.
Vhalla lo miró con incredulidad.
—Si había una entrada secreta, ¿cómo es que no la usé para empezar?
—Porque tenía una razón para verte. —Una sonrisa astuta y torcida
tiró de sus labios—. Porque no esperaba que te quedaras a pasar la noche.
Vhalla se sonrojó y apartó los ojos de su hermoso rostro.
—Sigue siendo una mala decisión —susurró ella.
—Siempre lo será. —Aldrik se puso de pie. Su respiración se aceleró
solo por su proximidad. Enganchó sus dedos debajo de su barbilla y tiró de
su rostro hacia arriba con suavidad—. Si quieres tomar la decisión
apropiada ampliamente aceptada, entonces vete ahora, ten piedad y termina
con esto antes de que me sigas seduciendo. Porque te lo prometo; esto
nunca será fácil, para ninguno de los dos, y me niego a amarte a medias.
Una vez más, sintió la opción que él le había dado. Los problemas no
eran nada que no se hubiera dicho antes. Los desafíos no eran nada a lo que
ella ya no se hubiera enfrentado. Sin embargo, escucharlo decirlo lo hizo
aún más aterrador. Él también parecía asustado, y si eso lo asustaba, ella
tenía todo el derecho a estar asustada. Pero él lo reconoció, diciéndole que
pelearía si ella lo hacía. Había mil cosas con las que quería responder.
—¿A qué hora? —fueron las únicas palabras que salieron de su boca.
—¿Seis? —El rostro de Aldrik encontró su sonrisa de nuevo y Vhalla
se sintió cálida al saber que ella contribuyó a ello.
—Está bien.
Aldrik asintió y la condujo a la sala principal y detrás de la barra que
ocupaba el espacio a la izquierda de la puerta. Caminando hacia un estante,
Aldrik sacó una botella y Vhalla se sorprendió al verla unida a una palanca
de metal oculta. Se escuchó un clic en algún lugar de la pared, y abrió los
estantes para revelar un pasaje. Mientras descendían la corta distancia, una
mota de luz apareció sobre su hombro.
—¿Cómo supiste que esto estaba aquí? —preguntó ella.
—No disfruto sentir que podría estar atrapado en alguna parte. Nos
alojamos en este hotel al comienzo de la guerra, y he insistido en quedarme
aquí desde que el dueño me mostró esto —explicó Aldrik cuando llegaron a
la planta baja—. Seis —afirmó.
Ella asintió.
»Sé puntual, soy el único que puede abrir esta puerta.
—Estaré aquí, lo prometo.
Presionó sus labios contra su frente.
—Cuídate, no vaya a ser que tenga que quemar las Encrucijadas hasta
los cimientos con rabia.
Vhalla se rio suavemente, dándose cuenta de que puede que no sea del
todo una broma. Ella le sonrió juguetonamente.
—Cuídate, no vaya a ser que tenga que soltar un tornado en las
Encrucijadas con rabia. —Fue recompensada por su descaro con su risa y
otro beso firme.
Aldrik apoyó la palma de la mano en la puerta y empujó. Vhalla se dio
cuenta de la verdad de lo que dijo antes cuando el metal donde debería estar
una cerradura o una perilla comenzó a derretirse alrededor de su mano. El
metal fundido cedió y la puerta se abrió. Vhalla dio un paso hacia la luz
más allá. Ella no dijo nada y él asintió, cerrando la puerta que se parecía a
la piedra de la pared exterior.
Vhalla esperó un momento, su cabeza dando vueltas por todo lo que
había sucedido. Respirando hondo, se dio la vuelta y comenzó a caminar
por los callejones alrededor del edificio y de regreso a la plaza principal. En
algún momento del camino se encontró incapaz de contener una risa
vertiginosa.
El vestíbulo de su hotel estaba en silencio, y Vhalla estuvo agradecida
de poder escabullirse por las escaleras y entrar en su habitación. Vhalla dio
la vuelta a la puerta y se apoyó contra ella con un suspiro de felicidad. Si
esto era un sueño, nunca deseaba despertar.
—Fritz, levántate; regresó. —Larel se movió.
—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —Vhalla parpadeó a las dos
personas que ocupaban su cama.
—Fritz, levántate. —Larel empujó al hombre que dormía a su lado.
—Larel, nooo… —Fritz se tapó la cabeza con las mantas.
—Ella regresó —siseó Larel.
De repente, Fritz también estaba sentado y atento.
—Buenos días, Fritz, Larel —saludó Vhalla como una niña atrapada
tarde por sus padres.
Fritz cruzó la habitación en un momento, sus manos sobre sus
hombros.
—No me digas “buenos días”. —La miró—. ¡Estuviste fuera toda la
noche! ¡Estábamos preocupados!
Bueno, eso explicaba por qué habían decidido ocupar su habitación.
—Lo siento —dijo ella con sinceridad.
—Ni siquiera pudimos preguntarle a alguien porque, bueno, no
sabíamos si… —Fritz volvió a mirar a Larel.
—Si te quedaste con él —finalizó Larel.
Fritz miró boquiabierto a la mujer, pero luego se volvió hacia Vhalla
con un asentimiento.
—¿Y bien? —preguntó Fritz.
Incluso Larel la examinó con curiosidad.
Vhalla suspiró. No era que nunca hubiera planeado decirles, o que
hubiera esperado que no se enteraran, pero sentía como si la mitad del
mundo hubiera descubierto su secreto en las primeras horas después de que
sucediera.
—Sí, me quedé con él.
Fritz chilló. Pareció vibrar de emoción.
—Cuéntanos… todo. —Puntualizó sus palabras, haciendo que cada
una fuera una demanda.
—No tienes que contarnos nada —regañó Larel. Él le lloriqueó a la
otra mujer.
—Ante todo, lamento que se preocuparan —se disculpó Vhalla—.
Simplemente, sucedió… obviamente. —La emoción de Fritz devolvió la
sensación de vértigo a su pecho—. Sin embargo, no hay mucho que contar.
Nosotros no… —Vhalla se sonrojó al darse cuenta de lo que probablemente
pensaría la gente—. Ni siquiera compartimos una cama. —Era una verdad a
medias, no compartieron cama en toda la noche pero ella se había quedado
dormida en sus brazos y se había despertado con él a su lado.
—¿Elecia? —preguntó Fritz.
Vhalla negó con la cabeza.
—Elecia Ci'Dan es su prima mitad del Norte y mitad del Oeste. Aldrik
Ci'Dan Solaris —explicó Vhalla. Si su rostro se había parecido en algo al
de ellos ante la revelación de ese hecho, no era de extrañar que Aldrik se
hubiera divertido con ello.
—Por supuesto —gimió Larel y puso su rostro entre sus manos—.
Somos tan tontos.
—Entonces, si no compartiste su cama… ¿qué hiciste? —Fritz parecía
genuinamente confundido.
—Él trabajó, algo de magia —describió Vhalla vagamente.
—Eres adorable —dijo Larel a sabiendas, ganándose una mirada de
ella y Fritz—. Vas a volver esta noche, ¿verdad?
—¿Cómo lo…? —Vhalla se preguntó si la mujer era psíquica.
—¿Regresarás? —preguntó Fritz, estupefacto. Vhalla solo pudo
sonrojarse—. ¡Por la Madre, esto es lo más loco de lo que he oído hablar!
¿El príncipe Aldrik? ¿El Señor del Fuego? ¿El príncipe oscuro? ¿Aquel
cuyo temperamento es irritable y su ira perdurable?
—¿Y tu punto es? —Vhalla lo miró.
—¡Que él está actuando como un hombre normal! —Fritz se rio.
Incluso Larel encontró una sonrisa cómplice. Vhalla ocultó su rostro,
avergonzada.
Vhalla evitó darles muchos más detalles. Ya había revelado
inadvertidamente más de lo que pretendía y quería que algunas cosas se
mantuvieran en privado. Dejaron de hacer más preguntas y le hicieron
compañía a Vhalla mientras llenaba su mochila con algunas cosas para la
noche.
Horas más tarde, Vhalla se deslizaba hacia un callejón lateral de un
camino de carros. Miró a su alrededor, no había un alma cerca. El corazón
de Vhalla latía nerviosamente mientras rezaba para llegar lo
suficientemente temprano y él no se hubiese ido.
La entrada del pasaje se abrió y Aldrik tenía una sonrisa emocionada.
Vhalla entró y él cerró la puerta, soldándola. Vhalla le puso las manos en
las caderas y se inclinó. Él cedió, inclinando la cabeza hacia abajo. Besarlo
avivó un hambre que había ido creciendo a lo largo del día. Ahora que lo
tenía, todo lo que quería era a él. Su necesidad era insaciable.
El príncipe heredero suspiró suavemente en su boca, un ruido profundo
retumbó en el fondo de su garganta que ella consumió con avidez. Vhalla
movió sus manos a su cuello y él la levantó con entusiasmo. Vhalla trató de
usar el calor de la pasión entre ellos para fusionar sus cuerpos desde las
caderas hasta el pecho. Aldrik la apretó con más fuerza, las yemas de sus
dedos presionando contra la túnica de ella como si quisiera dejar agujeros
para tocar su piel. Los labios de Vhalla se separaron ligeramente, pero él se
apartó rápidamente con un movimiento de cabeza.
—No podemos. —Su voz fue deliciosamente marcada, haciéndola
querer estar más cerca de él—. Ahora no. Tengo a alguien a quien quiero
que conozcas.
La curiosidad de Vhalla escondió el resentimiento por tener que
detener lo que habían comenzado. Aldrik entrelazó sus dedos con los de ella
mientras subían las escaleras.
»Quiero que sepas —dijo en voz baja—, que confío en él
completamente, así que no te preocupes. Te lo hubiera dicho antes, pero su
presencia también fue una sorpresa para mí. —No le dio la oportunidad de
preguntarle de quién estaba hablando cuando Aldrik abrió el portal de su
habitación.
Vhalla entró primero, tentativamente. Dejó su bolso junto a la puerta
oculta mientras Aldrik la volvía a colocar en su lugar. Vhalla examinó la
habitación, su mirada se posó en un hombre sentado en el sofá en el centro.
Había papeles y libros de contabilidad esparcidos sobre la mesa, y Vhalla
pudo notar instantáneamente la silla que Aldrik había ocupado por la pluma
con punta dorada y la tinta que se encontraba sin dueño.
El hombre se puso de pie y Vhalla juntó las manos, tirando de sus
dedos. Era tan alto como Aldrik, o quizás incluso un poco más. Su cabello
negro estaba muy corto y parecía levantarse ligeramente en direcciones
extrañas. Tenía una barba oscura muy recortada que recorría la línea de su
mandíbula y subía por su barbilla hasta su labio inferior. Sin embargo, nada
de eso fue lo que la sorprendió. Sus ojos eran como mirar a un par muy
familiar que ella especialmente disfrutaba.
Aldrik caminó detrás de ella, colocando una palma en la parte baja de
su espalda para ayudarla a moverse de nuevo. El hombre la estudió con una
mirada cautelosa mientras ella rodeaba la barra y cruzaba la habitación
hacia la sala de estar. Aldrik extendió una mano en dirección del hombre.
—Vhalla, te presento a Ophain Ci’Dan, el hermano de mi madre y
Señor del Oeste.
Ella miró a los hombres; Aldrik tenía una sonrisa relajada, el otro
hombre continuó evaluándola con interés.
—Vhalla Yarl —dijo el hombre lentamente, su voz era una de las más
profundas que jamás había escuchado—. Tenía muchas ganas de conocerte.
Capítulo 20

Vhalla solicitó una reafirmación, y Aldrik le dio un pequeño


asentimiento. El hombre le tendió la mano abierta y Vhalla trató de sonreír
cortésmente mientras la tomaba. La piel del hombre era tan cálida como la
de su príncipe, y se preguntó si sería un atisbo del futuro de Aldrik. A él le
empezaban a salir canas cerca de las orejas, pero le daba una apariencia
hermosa y majestuosa. Sus hombros eran más anchos y parecían tener más
músculos.
—Señor, es un honor conocerlo. —Vhalla se dijo a sí misma que no
debía ponerse nerviosa.
El hombre asintió y se sentó en el sofá frente a ella en una postura
abierta, con los brazos extendidos sobre el respaldar. Aldrik regresó al diván
que había ocupado anteriormente. Vhalla se sentó en el sillón restante y
cruzó las manos en su regazo, intentando sentarse bien y no inquietarse.
—No puedo recordar ningún otro momento en el que una de las
primeras palabras que salieron de la boca de mi sobrino fue el nombre de
una dama. Combinado con escuchar ese mismo nombre en los labios del
Emperador y del otro príncipe, bueno, no hace falta decirlo, no tenía más
opción que conocer a esta mujer.
Vhalla no estaba segura de qué sentir, sabiendo que ella era el tema de
tal charla.
»Por otra parte, si nada de esto hubiera sido cierto, habría insistido en
conocerte de todos modos. —Lord Ophain apoyó los codos en las rodillas,
cruzó las manos entre ellas y se inclinó hacia adelante—. Después de todo,
eres la primera Caminante del Viento en el Oeste en más de cien años que
no fue traída con cadenas.
—Bueno, no sé si estoy libre de cadenas. —Vhalla no pudo evitar que
se le escapara el seco comentario.
—¿Por qué? —preguntó. Incluso Aldrik tenía curiosidad.
Vhalla se centró en el príncipe mientras hablaba, rezando para que no
torciera sus palabras.
—Soy propiedad de la corona. Mis cadenas son invisibles, pero igual
de pesadas.
El dolor atravesó brevemente los ojos de Aldrik, pero no hubo
hostilidad por la verdad que ella cargaba.
—Me dijiste que tenía un poco de fuego. —Lord Ophain se rio entre
dientes hacia Aldrik antes de devolver su atención a ella—. Sé de las
acusaciones en tu contra. Y sé de la magia que ejerces. Pero lo que más
deseo saber es sobre la mujer que está detrás de todo esto.
Vhalla notó que usó la palabra “acusaciones” en lugar de “delitos”.
—Bueno, nací en un pueblo del este llamado Leoul. Está al oeste y un
poco al sur de la capital de Cyven, Hastan. ¿A aproximadamente tres días
de viaje desde la frontera del Oeste? —Vhalla nunca lo había viajado ella
misma, pero había oído hablar del viaje a los agricultores—. Cuando tenía
once años, mi padre me llevó a la capital y terminé trabajando en el palacio
como aprendiz de bibliotecaria.
—Lo que explica cómo pudiste entrar en contacto con un príncipe —
reflexionó el lord.
Vhalla asintió, abriendo y cerrando sus manos.
—Sí, señor, aunque todo fue bastante extraño y afortunado.
—La suerte no existe, Vhalla. —Ella lo incitó a continuar con una
mirada inquisitiva—. La Madre nos ha dado una línea a seguir hasta el final
de nuestros días. Está llena de reuniones y despedidas, ninguna de las
cuales es casual. —Hizo una pausa antes de agregar—: Al menos, esto es lo
que elijo creer.
Vhalla hizo una pausa, tratando de decidir qué parte de esa curiosa
declaración consideraba cierta.
—Ya veo, señor. —No estaba segura de qué más decir.
—Eres escéptica —dijo él con una sonrisa.
—Hay muchas cosas que no comprendo; sería presuntuoso descartar
cualquiera a la ligera —replicó Vhalla, una respuesta tanto sincera como
cortés.
—Estoy seguro de que te has vuelto más sabia con esa actitud. Sin
embargo, puedo ofrecerte una prueba; deberías tomarla. —Ella inclinó la
cabeza, escuchando con atención—. Creo que, si tales cosas no fueran un
hecho, entonces algunos Portadores de Fuego no podrían usar estas líneas
para mirar hacia el futuro de una persona.
—¿Los Portadores de Fuego pueden hacer eso? —intervino Vhalla con
entusiasmo.
—Algunos. —Lord Ophain asintió.
—Muy pocos —dijo Aldrik burlonamente—. La mayoría son
charlatanes de tiendas de curiosidades con trucos de salón de humo y
espejos.
Vhalla decidió entonces mantener en secreto el incidente con la
Portadora de Fuego llamada Vi.
—Bien. Dado que mi sobrino parece interesado en descartar esa teoría
—El lord miró entre ellos con complicidad—, los lazos que unen a dos
personas están hechos de las mismas líneas rojas del destino.
Los ojos de Vhalla se agrandaron. Lord Ophain se permitió una sonrisa
de satisfacción. Su corazón comenzó a acelerarse y miró a Aldrik. Su
príncipe se rio entre dientes y negó con la cabeza.
—No te preocupes, Vhalla. Confío en él —reafirmó Aldrik.
Ella miró conmocionada al príncipe y luego de nuevo a Lord Ophain.
Hablaba mucho de la relación que estos dos compartían si Aldrik le
confiaba el conocimiento de su Vínculo. Vhalla comenzó de inmediato a
sentir simpatía por el Señor del Oeste.
—No solo tener tu Despertar y formar un Vínculo. —Lord Ophain se
pasó una mano por la barbilla—. Eres una criatura realmente curiosa. Estoy
realmente emocionado por tu demostración de mañana.
—¿Es mañana? —preguntó Vhalla a la habitación.
—Padre me lo dijo antes. —Aldrik asintió.
—¿Has pensado en presentarle cristales para todo esto? —le preguntó
Lord Ophain a Aldrik.
—No, y no le digas una palabra a mi padre —amenazó el príncipe—.
En lo que a él respecta, ella no puede manejarlos sin riesgo de corromperse,
como cualquier otro hechicero.
—¿Y cómo le hiciste creer eso? —El Lord del Oeste pareció
impresionado.
—Le dije que lo intenté. —Aldrik se encogió de hombros—. Le he
estado proporcionando notas cuidadosamente manipuladas basadas en las
mías para pintar la imagen que quiero que él sepa.
—Inteligente —elogió lord Ophain.
Vhalla ignoró la culpa que sentía por sospechar siempre que Aldrik
compartiría la intimidad de su Vínculo sin importarle.
—Pero, puedo manejarlos… —Vhalla pensó en las piedras que el
ministro Victor usó en ella después de que tuvo su Despertar. Habían
trabajado con tanta facilidad con su magia que era como si hubieran sido
hechos especialmente para ella.
Lord Ophain le sonrió ampliamente a Aldrik, claramente emocionado
por su admisión. El príncipe se pellizcó el puente de la nariz y suspiró.
—Vhalla, no repitas eso fuera de esta habitación.
—¿Por qué? —preguntó ella.
—¿Sabes cómo se inició la Guerra de las Cavernas de Cristal? —le
preguntó Lord Ophain.
—Bueno, mi padre fue soldado durante la guerra… —Vhalla recordó
lo que él y su madre le habían dicho. Aldrik se sintió repentinamente
fascinado con una esquina de la habitación, evitando la conversación como
si no estuviera sucediendo—. Dijo que fue porque el caos encerrado en los
cristales escapó y perturbó el día y el orden de la Madre. Que estábamos
luchando contra la oscuridad. Leí que también tenía algo que ver con los
hechiceros que se entrometían con fuerzas que no deberían.
—¿Pero por qué se entrometían con esas fuerzas? ¿Qué los impulsó a
estar allí?
Vhalla no tenía una respuesta para la pregunta del lord.
—¡Tío, basta de esto! —Aldrik estaba de pie, con los puños apretados.
Vhalla podía sentir el poder irradiando de él.
—Aldrik, relájate. Sé cuándo una historia no es mía para contar. —La
voz del hombre era severa, pero tenía un toque suave. Aldrik se quedó
rígido por otro momento antes de que sus manos cayeran sin fuerzas a sus
costados. Sus ojos estaban cansados y distantes mientras resoplaba de
camino hacia la barra.
»Las Cavernas de Cristal han sido durante mucho tiempo un enigma
misterioso —continuó Lord Ophain, ignorando a su temperamental sobrino
—. Algunos afirman que es la puerta al reino oscuro que el Padre construyó
para mantener nuestro mundo separado. Otros teorizan que es la
solidificación de la magia bruta de cuando los Dioses crearon la vida. No
importa lo que elijas creer, hay algo sobre las propiedades de las piedras
que se pueden encontrar allí que pueden alterar las habilidades naturales de
un hechicero. —El hombre tomó un sorbo de su bebida—. La guerra
comenzó porque la gente había regresado a las Cavernas en otro intento
fallido de reclamar sus poderes para su propia codicia egoísta, poderes que
tienen el potencial de deformar incluso al más fuerte de los hechiceros, más
rápido incluso que a un Común debido a los Canales mágicos de un
hechicero.
—¿Qué tiene esto que ver conmigo? —Era una historia interesante,
pero no sabía por qué era relevante.
—¿Por qué Oeste quería Caminantes del Viento? —Lord Ophain
respondió a su pregunta con otra pregunta. Estaba empezando a ver de
dónde sacaba Aldrik su estilo de enseñanza.
—Por su magia —dijo Vhalla con incertidumbre. Ella solo había leído
un libro.
—Para acceder a las cavernas. —El lord se inclinó hacia delante con
grave seriedad.
Aldrik tomó una copa de detrás de la barra, todavía ignorándolos.
—¿Por qué…? —Su voz se había reducido a un susurro.
—Porque los Caminantes del Viento son los únicos, de todos los
hechiceros o Comunes, que no pueden ser contaminados por los cristales.
—Lord Ophain finalmente le dio la respuesta que ella no había querido ver
por su cuenta.
—Entonces… —Vhalla miró a Aldrik y robó su atención—. No
quieres que tu padre lo sepa porque no quieres que tenga este poder.
—Si él puede tenerlo o no, es irrelevante. —Aldrik llenó su vaso antes
de regresar a su asiento—. No quiero que nadie te use.
El corazón de Vhalla ni siquiera podía saltarse latidos ante sus
palabras, su mente estaba demasiado cargada. Tenía un poder que podía dar
acceso a una magia antigua aún mayor que tenía la capacidad de deformar
los corazones, las mentes y los cuerpos de los hombres. Vhalla se apretó las
manos con fuerza. El ministro Victor le había pedido que le trajera un arma
de cristal. Ahora sabía por qué y por qué tenía que ser ella.
—Pero basta de historia y oscuros “qué pasaría si”. —Lord Ophain
intentó dispersar la nube que ahora se cernía sobre la habitación—. ¿Puedo
tener una demostración de tus habilidades, específicamente esta proyección
de la que he oído hablar, antes de mañana?
Vhalla lo complació y fue mejor por eso. El asombro y la emoción que
Lord Ophain tenía hacia su magia ayudó a Vhalla a superar las
preocupaciones y los temores de las Cavernas de Cristal. La guerra había
terminado y la gente había aprendido la lección cuando se trataba de
cristales. Si bien Vhalla estuvo de acuerdo con la decisión de Aldrik de
mantener en secreto el hecho de que no la afectaban negativamente,
también decidió no preocuparse por eso.
Hablaron durante la cena y hasta la noche. Vhalla comenzó a contribuir
con más bostezos que palabras a la conversación, y Aldrik finalmente notó
a su compañera con sueño.
—Deberías descansar.
—Oh, no, estoy bien. —Hubiera sido más convincente si no hubiera
puntuado la declaración con un bostezo.
—Necesitas tu energía para mañana. —El príncipe se puso de pie y le
ofreció una mano—. Duerme un poco.
Vhalla se dio cuenta por la forma en que giraba su cuerpo que estaba a
punto de llevarla al dormitorio.
—Podría volver a la posada —dijo ella rápidamente.
—No, te quiero aquí conmigo. —Él hizo una pausa—. Si todavía lo
deseas también.
Vhalla sonrió suavemente ante su adición; en cierto modo, era adorable
ver a un miembro nacido y criado por la realeza intentar ser menos
principesco.
—Por supuesto que sí. —Ella le apretó la mano ligeramente—.
Dormiré aquí esta noche —ofreció.
—No. —Aldrik sacudió la cabeza—. Estaré quemando el aceite de
medianoche con mi tío. No lo he visto en mucho tiempo. Toma la cama,
será mucho más tranquilo.
Vhalla asintió y Aldrik la soltó, satisfecho de que no estuviera a punto
de irse. Vhalla se volvió hacia Lord Ophain mientras el príncipe iba a
buscar su mochila de detrás de la barra. El Lord del Oeste tenía una sonrisa
de complicidad.
—Lord Ophain, ha sido un placer conocerlo —dijo ella con seriedad.
—Solo puedo decir lo mismo, Vhalla. Una amiga… de Aldrik, es una
amiga del Oeste. Te veo mañana.
Vhalla notó su sonrisa y no pudo evitar sonrojarse. Demasiado ansiosa
por ocultar su vergüenza, tomó su mochila de manos de Aldrik, les dio las
buenas noches a los dos y se deslizó detrás de las puertas corredizas de
madera hacia el dormitorio en penumbra. Una llama parpadeaba junto a la
cama y en el baño, flotando sobre un plato de metal que había sido
acomodada. Vhalla tomó nota de preguntar algún día a Aldrik cómo los
Portadores de Fuego dejaban sus llamas, pero por el momento estaba
agradecida por la luz.
Sabiendo que Aldrik se iba a tomar su tiempo, Vhalla decidió tomarse
el suyo, disfrutando del lujo de su baño. El agua salió muy caliente y dejó
que se filtrara en sus huesos. El calor la relajó y evitó que la tensión en sus
músculos se convirtiera en miedo y preocupación ante lo desconocido de lo
que traería la inminente demostración del Emperador.
Tenía arrugas en los dedos de las manos y los pies cuando emergió.
Secándose y vistiéndose con ropa básica para dormir, Vhalla arrastró los
pies de regreso al dormitorio. Las luces tenues aún parpadeaban más allá de
las puertas corredizas que no hacían casi nada para bloquear la profunda
resonancia de las palabras de Aldrik.
—¿Quieres otro? —preguntó él, probablemente desde detrás de la
barra por la forma en que se transmitía su voz.
—No, mañana tenemos un largo día. Tú también deberías parar —
advirtió su tío.
—Solo una copa —aseguró Aldrik.
—Pasaste una copa hace dos tragos. —Había un tono de regaño en la
voz de Lord Ophain que hizo sonreír levemente a Vhalla.
—No me culpes por esto. —Escuchó a Aldrik cruzar la habitación,
luego llegó el sonido de los muebles hundiéndose mientras se sentaba
pesadamente.
—Sabes que lo hago. Y lo haré especialmente si estás en una neblina
por el alcohol y no puedes rendir como necesitarás hacerlo mañana —dijo
el lord con severidad—. No creo que quieras ser la causa de que su
demostración vaya mal.
—Yo nunca haría nada que pudiera ponerla en peligro —dijo Aldrik
con firmemente.
Vhalla se acercó un paso más a las puertas, con el corazón acelerado.
Sabía que no debería estar escuchando, que era una invasión de la
privacidad de él. Pero no pudo evitar que sus pies la llevaran hasta las
puestas empapeladas y talladas.
—Parece que ya lo has hecho. —Las palabras de Lord Ophain fueron
fuertes, pero su tono no lo fue.
—No te atrevas a decirme…
—¿Decirte qué? —interrumpió el hombre al príncipe—. ¿Que has
transmitido claramente tu relación con la mujer a tus hombres, tus líderes,
tu padre de todas las personas?
Aldrik guardó silencio.
»Él mencionó el juicio en una correspondencia. Me pidió que viniera y
te hiciera entrar en razón.
—Y aquí pensé que le estabas haciendo una visita amistosa a tu
querido sobrino. —Aldrik puntuó sus palabras haciendo caer su vaso sobre
la mesa con demasiada fuerza.
—Tu padre me llamó para que rechazara esto. Pero tú me llamas en
busca de consejo y mi aprobación. ¿Por qué más la traerías ante mí como lo
has hecho? —Lord Ophain tenía razón.
—Y bien —preguntó Aldrik finalmente—, ¿cuál es tu consejo?
—Hazla una pupila del Oeste. —Vhalla respiró hondo ante las palabras
de Lord Ophain—. Envíala a Norin conmigo para que estudie en la
Academia de Artes Arcanas. Ponla fuera del alcance de tu padre y del tuyo.
—Eso sería lo inteligente, ¿no? —Aldrik suspiró.
Vhalla apretó sus dedos con tanta fuerza que pensó que uno podría
romperse. Ella debería estar feliz. Ser enviada a Norin para estudiar en una
de las academias más antiguas del mundo, sin mencionar que era una
academia de hechicería, debería sonar como un sueño en comparación con
marchar a la guerra.
Pero no estaría a su lado.
—Sin embargo, no lo vas a hacer. —Lord Ophain escuchó algo en las
palabras de Aldrik que Vhalla no había escuchado. El tintineo del hielo en
los vasos llenó el silencio—. ¿Qué es esta mujer para ti?
—Vhalla, la necesito de muchas maneras, que la Madre me ayude —
gimió Aldrik—. La necesito como mi redención, necesito su bondad,
necesito su perdón, necesito sus sonrisas, necesito su humanidad, necesito
su ignorancia, necesito su inocencia y, sí… Madre Sol, sí, la necesito como
hombre.
Su respiración se acortó cuando se inclinó más cerca de la puerta. El
corazón de Vhalla amenazó con latir por las suaves palabras de Aldrik.
—La amas.
No era una pregunta, pero Aldrik la respondió de todos modos.
—Más de lo que jamás creí posible.
—Aldrik —dijo el lord pensativamente—. Estás en un lugar
complicado, ¿verdad?
—No sé qué hacer. —Su voz sonaba débil en comparación con su
plenitud normal.
—Conoces tu lugar en la vida, tu deber para con tu gente. —A Vhalla
no le gustó adónde se dirigía Lord Ophain con su lógica—. Algún día serás
Emperador y nadie podrá cuestionar tus decisiones. Nadie las cuestionará si
sienten que tu ley proviene de un lugar de honor, sensibilidad y compasión.
La corona es una carga pesada y tendrás que elegir entre tus deseos y tu
Imperio.
—Ya sé todo esto, tío. —La voz de Aldrik se ahogó un momento
mientras enterraba el rostro entre las manos—. Pero no puedo.
Vhalla soltó un suspiro que no se había dado cuenta que estaba
conteniendo.
—Lo sé —dijo Lord Ophain—. Me recuerdas mucho a tu padre.
—¿Qué? —La ira de Aldrik fue rápida por el comentario.
—Cálmate. —El lord se rio—. Nunca los viste juntos, pero él estaba
loco por tu madre. Por supuesto, ella todavía era una princesa, pero la
elección lógica habría sido una de tus tías mayores. Él no debería ser tan
duro contigo porque no es que haya estado exento de perseguir un corazón
robado.
Vhalla parpadeó, nunca había oído nada de la madre de Aldrik.
Debería irse ahora; este era ciertamente un momento privado.
El hombre suspiró.
—Ella era demasiado joven, más joven que tú ahora…
—Suficiente —dijo Aldrik en voz baja. Hubo una larga pausa.
—Tenemos un pesado día por delante. —Sonaba como si Ophain se
hubiera puesto de pie—. Y tienes una mujer hermosa en tu cama —agregó
con una risa entre dientes.
Vhalla luchó contra el sonrojo.
—Allí se quedará sin mí. —Aldrik sonó resuelto.
Vhalla luchó contra la decepción impropia de una dama.
—Tú y tu nobleza. Eres un príncipe, Aldrik, la gente espera que
disfrutes cuando nadie te está mirando. —La voz del lord disminuyó
mientras se dirigía hacia la puerta—. Es una verdadera lástima que la sede
del poder no se haya mantenido en el Oeste. Nuestra gente estaría muy
ansiosa por aceptar a una mujer como ella como su princesa.
Vhalla trató de asimilar lo que el hombre estaba insinuando, lo que
estaba diciendo directamente.
—Un paso a la vez… —La voz de Aldrik se desvaneció mientras ella
caminaba hacia la cama.
Vhalla colocó las mantas a su alrededor. Su sangre ardía de vergüenza
por escuchar una conversación que no era para sus oídos. Pero eso no era lo
único que la quemaba. Ella quería tocarlo, besarlo, hacerle saber que sentía
lo mismo y más y que nunca iba a dejar que el mundo lo arrancara de sus
manos necesitadas.
El sonido de madera contra madera llenó el silencio cuando la puerta
se abrió y Vhalla se sentó.
—Estás despierta. —Tenía las mejillas ligeramente enrojecidas y los
labios entreabiertos.
—Lo estoy. —Toda elocuencia abandonó a Vhalla cuando lo miró.
—Yo… —Él miró entre ella y la sala de estar en la sala principal.
Vhalla vio el debate en su rostro y le puso fin.
—Quédate conmigo.
—No debería. —Su enfoque ahora estaba únicamente en ella y envió
chispas por su pecho.
—¿No deberías? ¿Al igual que no deberías tenerme en tu cama ahora,
o besarme, o amarme? No, no estoy pidiendo… —Vhalla agarró las mantas
y se sonrojó, obligándose a actuar como una mujer—, que me hagas el amor
esta noche. Pero te quiero cerca de mí.
Aldrik suspiró profundamente y Vhalla se preparó para verlo irse a la
otra habitación. Pero se acercó a la cama, arrastrándose sobre las sábanas
sobre sus manos y rodillas hacia ella. Vhalla se sintió deliciosamente
atrapada, clavada en las almohadas ante una bestia depredadora.
Las luces se apagaron mágicamente cuando la besó, su peso asaltó sus
sentidos. Vhalla le pasó una mano por el cuello y acercó su rostro al de ella.
Sabía a licor dulce y a todos los deliciosos sueños oscuros que ella había
tenido. Quería perderse en él, darle todo lo que tenía. Cuando él se apartó
innumerables besos más tarde, ni siquiera se sintió lo suficientemente cerca.
—Aldrik —dijo ella sin aliento.
—No, no lo haré. Dijiste que no esta noche. —El príncipe leyó su
mente.
—Pero…
—No —repitió Aldrik. La tomó en sus brazos y se puso de espaldas,
tirando de ella hacia él—. Tampoco quiero que pienses que llevo a las
mujeres a la cama a la ligera.
—No necesitas preocuparte. Lo sé. —Vhalla acarició su estómago,
sintiendo los surcos de músculo tallados por años de deber a través de la
fina tela de su camisa—. No me importa cuántas hayan sido ni por qué.
Solo quiero estar aquí ahora.
—¿Cuántas crees que ha sido? —De hecho, sonaba divertido.
—Te lo dije, no me importa. —Sus movimientos se calmaron.
—Ah-ah, Vhalla, yo prácticamente inventé eludir preguntas. Tienes
mucho que aprender todavía. —Le colocó un poco de cabello detrás de la
oreja.
—No lo sé —dijo Vhalla resignada. Ella no quería ofenderlo con su
suposición tan descabellada. Él era seis años mayor que ella y, a juzgar por
los comentarios de su hermano, había sido significativamente más activo
desde que era más joven—. ¿Ocho? —Probó con un número, pensando que
sería demasiado bajo, ya que era una menos al año desde su ceremonia de
mayoría de edad a los quince.
Su risa resonó en la oscuridad.
—Tres.
—¿Tres? —repitió ella. Era más que su gran total de uno, pero era
mucho menos de lo que esperaba.
—¿Eso es una repetición complacida, mi lorita? —Él presionó sus
labios contra la frente de ella.
—Supongo que sí. —Vhalla se acercó un poco más a él—. Más que
yo.
—Lo supuse.
—¿Qué significa eso? —Vhalla resopló fingiendo ofensa.
—Usé tu falta de experiencia para hacerte perder el equilibrio de
inmediato, ¿recuerdas? —Él le pasó la mano por el brazo para entrelazar
sus dedos con los de ella.
—Dos no es tan gran diferencia —murmuró Vhalla, sin saber cómo se
había convertido en un concurso.
—Dos. —Las simples matemáticas le tomaron a Aldrik mucho tiempo
—. Quieres decir que…
Fue el turno de Vhalla de reír.
—El Este no tiene realmente tus nociones del Sur sobre la sangre
virgen de una mujer. Sí, un hombre.
—Y aquí pensé que te estaba corrompiendo. —Vhalla escuchó la
sonrisa en su voz, y movió su mano a su mejilla, sintiendo cómo su boca se
curvaba.
—Estoy bastante segura de que lo estás —bromeó Vhalla a la ligera.
—Tienes razón —bromeó él en respuesta—. Voy a cenarme tu corazón
aún latiendo.
—Si eso era lo que querías, debes saber que te lo di hace tiempo. —
Vhalla estuvo confundida cuando sintió que la sonrisa desaparecía de su
rostro—. ¿Qué?
—¿Cómo no has visto todavía que no soy digno de ti? —Él tomó su
mano, presionando sus labios contra sus dedos.
—¿Cómo no has visto que lo eres y más? —replicó Vhalla.
Él soltó un bufido de diversión y le apretó la mano con fuerza.
—Te amo, Vhalla Yarl.
—Qué suerte para mí. —Bostezó—. Porque yo también te amo, mi
príncipe heredero.
Su respiración le revolvió el cabello ligeramente mientras Vhalla se
acercaba más al príncipe, y él llenó sus sentidos mientras ella se quedaba
dormida.
Capítulo 21

Ella miró fijamente el rostro de un hombre que era dolorosa y


horriblemente familiar y, sin embargo, completamente diferente. Egmun
llevaba el cabello muy corto, aunque las arrugas en las comisuras de sus
ojos eran más suaves, las líneas alrededor de la boca más claras y tenía
una pizca de barba incipiente en la mandíbula. La vista del senador más
joven envió a Vhalla a un pavor lleno de rabia, la emoción estaba en
conflicto con lo que estaba sintiendo su yo del sueño, una sensación de
confianza tranquila.
Vhalla batalló contra la visión, luchando por escapar, por alejar a
Egmun. Tiró, empujó y se retorció mentalmente hasta que algo se rompió
ante su pánico puro. Se quedó de pie fuera del cuerpo que ocupaba
anteriormente, lo que debería ser su cuerpo en cualquier otro sueño.
Aldrik parecía no tener más de quince años. Su cabello era más largo,
hasta los hombros y recogido en el cuello. Un flequillo desordenado
enmarcaba su rostro, y Vhalla lo miró con una extraña mezcla de amor y
miedo por el chico de ojos muy abiertos solo en este lugar oscuro con un
hombre que ella odiaba más que a nadie ni nada.
La habitación estaba llena de una neblina que se mezclaba
inquietantemente con la oscuridad, haciendo que solo ciertos detalles
fueran fácilmente distinguibles. Había una sola llama parpadeando en el
espacio cavernoso, y dondequiera que estuviera, ni el techo ni las paredes
eran visibles a la luz. El suelo era de piedra tenía incrustado con lo que
parecían ser fragmentos de cristal reluciente. Ella intentó verlos más de
cerca, pero una niebla los cubría cada vez que intentaba concentrarse.
Había marcas de aspecto antiguo talladas bajo sus pies, en espiral hacia el
centro donde un hombre estaba arrodillado, atado y con los ojos vendados.
Él se estremeció y tembló. La tela que le cubría los ojos estaba mojada de
lágrimas.
—Príncipe Aldrik. —Egmun dio un paso adelante. Llevaba un abrigo
negro formal y pantalones oscuros; no había ni rastro de su cadena
senatorial—. Algún día, serás Emperador. ¿Sabes lo que eso significa?
—S-sí.
Vhalla se volvió hacia el niño tartamudeando.
—Entonces sabes que la justicia recaerá sobre ti. —Egmun dio otro
paso adelante y el corazón de Vhalla comenzó a acelerarse, sintiéndose
desesperadamente atrapado. Ella no quería estar aquí, no quería ver esto
—. Fue la última petición de tu madre para tu padre, que te ahorrara estas
tareas el mayor tiempo posible.
—¿De mi madre? —Vhalla vio un triste destello de esperanza en los
ojos del niño ante la mención de la madre que nunca conoció.
—Pero pronto serás un hombre, ¿no es así? —preguntó Egmun
suavemente.
—Lo seré. —El niño príncipe respiró hondo, como si quisiera alcanzar
toda su altura en un momento.
—Es bastante injusto, ¿no? ¿Que tu padre te trate como a un niño? —
Vhalla observó al hombre sonreír y supo que este Aldrik aún no había
perfeccionado sus poderes de percepción y manipulación. Si ella podía ver
a Egmun por lo que era en ese momento, no tenía ninguna duda de que el
Aldrik adulto también lo haría—. ¿Estás preparado para ser el príncipe
heredero que este reino necesita?
—Lo estoy —repitió Aldrik a través de una duda obvia. Aunque el
espacio estaba frío, el sudor se le formaba en la frente.
—Entonces, mi príncipe, por la justicia, por la fuerza de Solaris, por el
futuro de tu Imperio, mata a este hombre. —Egmun cayó dramáticamente
sobre una rodilla. Tiró de la cuerda que sujetaba una espada corta a su
cinturón y extendió la hoja expectantemente.
Vhalla no estaba segura de si era su corazón el que se aceleraba o si
era el del joven Aldrik.
—Pero…
—Este hombre le ha robado a su familia; eso es un crimen de traición.
Él no es inocente —aseguró Egmun.
—¿No debería mi padre…?
—Pensé que eras un hombre y un príncipe. No te tomé como alguien
que rehuía de la justicia o el poder, príncipe Aldrik. —Egmun pareció
estirar los brazos para seguir extendiendo la espada—. ¿Por qué estás
aquí?
—Por mi padre, para conquistar el Norte —dijo Aldrik con
incertidumbre. La guerra en el Norte solo había comenzado hace cuatro
años. Aldrik debería tener veinte años, no ser un niño.
—Con esto, todos se inclinarán ante ti. —Egmun sonrió
alentadoramente, y Vhalla recordó a una serpiente. Aldrik tomó la espada
con vacilación.
No, susurró ella mentalmente. Vhalla era, por supuesto, inútil y
desconocida. Aldrik se giró hacia el hombre arrodillado.
—M-mi príncipe, m-misericordia por favor. T-tome mi mano por m-mi
robo. Perdóneme. —Vhalla escuchó la voz ronca del hombre a través de sus
lágrimas. Aldrik volvió a mirar a Egmun.
—Ministro… —dijo él débilmente.
—Mi príncipe, los culpables te dirán cualquier cosa para salvar su
pellejo. Esto también es una lección. —Egmun volvió a ponerse de pie,
parecía contener la respiración.
Aldrik desenvainó la espada y devolvió la vaina a las ansiosas manos
de Egmun. La hoja brilló como si emitiera su propia luz.
Egmun, detente. gritó Vhalla.
—M-misericordia —suplicó el hombre. Aldrik miró a Egmun con
desesperación.
—Mátalo, Aldrik.
Vhalla se quedó boquiabierta por la repentina dureza en el tono de
Egmun. Su paciencia finalmente se había agotado. Aldrik no pareció darse
cuenta. Ella solo tuvo un momento para contemplar qué, exactamente, tenía
al senador tan ansioso antes de que Vhalla viera que el chico apretó la
mandíbula con sombría determinación.
No. Sintió el terror de Aldrik, su incertidumbre, su esperanza juvenil,
el final cada vez más invasivo de su inocencia, y se sintió a punto de llorar.
Aldrik levantó la hoja. Estuvo suspendida, solo un momento por
encima de su cabeza. El joven príncipe miró al hombre indefenso ante él, la
vida que ella sabía estaba a punto de ser interrumpida. Vhalla vio el
destello de la luz del fuego en la superficie de la espada cuando la bajó
torpemente sobre la cabeza del hombre.
No, repitió ella al ver que el hombre se estremecía violentamente ante
el débil y torpe movimiento de Aldrik. Aldrik volvió a levantar la espada.
¡No! gritó Vhalla mientras bajaba la espada de nuevo, la sangre
salpicó su rostro perfecto y juvenil. Aldrik volvió a levantar la espada.
—¡No! —gritó Vhalla, lanzándose hacia una figura que desapareció al
abrir los ojos.
Un brazo se envolvió sobre sus hombros, sujetándola con fuerza contra
el pecho de un hombre. Una mano le tapó la boca con firmeza. Su mente
estaba aturdida y gritó de nuevo, amortiguada por los dedos que cubrían sus
labios. Se retorció y pateó para liberarse de las garras de la persona,
pensando instantáneamente en Egmun, con las mejillas empapadas de
lágrimas.
—Vhalla. —Una voz detrás de ella que estaba hecha de la misma
medianoche la tranquilizó. Rompió el caos en su cabeza—. Vhalla, detente.
Todo está bien. Soy yo.
Ella soltó un pequeño gemido de alivio y respiró por la nariz. Luego
otro, hasta que Aldrik finalmente retiró la mano de su boca, asegurándose
de que ella no alertaría al mundo entero de su presencia en su cama.
Mientras dormía, se había puesto sobre su costado y Aldrik se había
acurrucado detrás de ella. Vhalla se dio la vuelta para mirarlo.
—Aldrik —dijo débilmente. Vhalla examinó su rostro. Después de ver
a su yo más joven, de repente lucía cada año de su edad y muchos más.
Ahogó un pequeño grito de alivio al ver sus mejillas libres de sangre—.
Aldrik —gimió Vhalla antes de usar su pecho como escudo del mundo.
Los brazos del príncipe se cerraron alrededor de ella y le besó la
coronilla.
—Estoy aquí. Estás a salvo. Eso fue solo un sueño. No es real —
aseguró él, pasando una mano por su espalda.
—Lo es. —Vhalla se atragantó entre respiraciones temblorosas y los
restos de lágrimas. Ella no podía negarlo más. Los sueños anteriores se
habían mezclado demasiado con su conciencia para saberlo con certeza,
pero ahora estaba segura.
—Vhalla, conozco muchos poderes en este mundo… —Él se echó
hacia atrás y le pasó el pulgar por las mejillas húmedas—. Conozco poderes
para ver el futuro en las llamas y las cenizas. Conozco poderes para
escuchar los ecos del pasado en oleadas. Conozco poderes que pueden curar
casi cualquier enfermedad. Conozco poderes para caminar fuera del propio
cuerpo. —Aldrik le sonrió gentilmente—. Pero no conozco el poder de los
sueños.
—Fu-fue real.
—Tranquila, lo que dices no tiene sentido. Toma un respiro y vuelve a
dormir. Apenas amanece y mi padre dijo que tu demostración será para el
mediodía. —La besó en la frente ligeramente y la culpa de Vhalla la hizo
apartarse de él para sentarse.
—No lo entiendes. Era real. Mis sueños no son… —Un escalofrío
recorrió sus brazos—. No siempre son sueños.
—Ven, estás fría. —Aldrik suspiró—. ¿Qué es lo que crees que son? —
Él bostezó, parpadeando para apartar el sueño y apoyó la cabeza en el codo.
Ella cedió, recostándose sobre las mantas, pero evitando su abrazo.
—Son… —Vhalla suspiró y cerró los ojos, preparándose—. Son tus
recuerdos.
—¿Qué? —Aldrik la estudió.
—Mis sueños, al menos a veces, son tus recuerdos. No sé cómo, ni por
qué, ni cuándo sucederán, pero lo son. —Ella tragó saliva ante su silencio.
—¿Por qué piensas eso? —preguntó él, poniéndose serio.
—Porque no hay ninguna razón por la que deba soñar algo como lo
que veo —susurró ella.
—Los sueños son extraños, Vhalla. Quién sabe por qué soñamos lo que
soñamos. —Aldrik se recostó.
—No —espetó ella; no la estaba tomando tan en serio como ella había
querido. Recordó un vívido sueño anterior—. El hombre que te apuñaló era
el guardia de tu hermano, era del Oeste y su hijo estaba en la ciudad que
atacaste.
Los ojos de Aldrik se agrandaron.
—¿Baldair te dijo eso?
—¡No! —Vhalla luchó por evitar que su cabeza se convirtiera en un
desastre emocional—. ¡Aldrik, son mis sueños! Estabas en un jardín en el
Oeste con la escultura de una mujer en un obelisco con un sol dorado y
rubí. Había un hombre allí que te dijo, de todas las personas, que dejaras de
inquietarte.
—La tumba de mi madre. —Los labios de Aldrik apenas se movieron.
Sus ojos ardieron de repente con una intensidad oscura y la agarró por el
hombro—. ¿Qué otra cosa? —demandó—. ¿Qué más has visto? —Sus
dedos se clavaron en su piel.
Ella luchó por recordar cualquier otra cosa que no fuera su sueño más
reciente.
—Tú en la oscuridad, con otra mujer…
—Por la Madre… —Bajó la cabeza, avergonzado.
—Con, cuando… cuando Egmun te hizo… —Vhalla luchó por
encontrar las palabras, todavía tambaleándose.
—¿Cuando él qué? —Los dientes de Aldrik estaban apretados—.
¿Cuando él qué?
Por primera vez, Vhalla sintió una pequeña punzada de miedo en sus
manos temblorosas.
—Cuando… cuando te hizo matar a ese hombre —susurró Vhalla, sus
labios apenas se movían.
Aldrik la miró fijamente.
—¿Eso es todo? ¿Qué sabes? Dímelo, Vhalla, y no me mientas. —Su
voz era áspera y sin compasión.
—¡Nunca te he mentido!
—Por supuesto que no, solo rebuscaste en mi cabeza —se enfureció.
—¡Cómo te atreves! —Vhalla se soltó de su agarre, ofendida por sus
presunciones—. Me acabo de dar cuenta. Solo ahora, esta mañana, fui
capaz de separarme lo suficiente de ti en los recuerdos para darme cuenta.
—Vio que el reconocimiento de esos hechos calmó un poco su enfado.
—¿Eso fue todo lo que viste? —repitió con más calma.
—¿De ese sueño? Sí —Ella suspiró—. Ni siquiera sé dónde sucedió.
Todo estaba oscuro.
El príncipe se sentó y se llevó la frente a la palma de la mano con un
profundo suspiro.
»Aldrik —susurró—. Hay otro…
—Dioses, ¿qué? —dijo él con un suspiro—. Vhalla —instó en voz
baja.
Vhalla se mordió el labio. No estaba segura de cómo formar las
palabras. Algo sobre todo lo que se había dicho, su sueño reciente, su baja
opinión de sí mismo, colocó este recuerdo singular en el primer plano de su
mente. Vhalla se sentó y tomó su mano suavemente entre las suyas,
llevándola a sus labios primero para tranquilizarlo. Él la miró, una mezcla
de dolor, vergüenza e ira frunció su ceño.
Ella suspiró y le dio la vuelta a la mano, por lo que el interior de su
muñeca quedó hacia arriba. Con su mano libre colocó un dedo índice justo
debajo de la palma de él y lo recorrió por su antebrazo. La yema de su dedo
se enganchó en su manga y la empujó hacia arriba, revelando el fantasma
de una cicatriz que sabía que estaría allí. Era tan tenue que en la palidez de
su piel era casi invisible, pero sabía que debía buscarla. Vhalla llevó su
mirada a la de él lentamente.
El rostro de Aldrik se desvaneció de todas las demás emociones
excepto del horror cuando sus labios se separaron. Vhalla contuvo el aliento
y dejó que la conmoción lo golpeara en silencio. Él arrancó la mano de sus
dedos, como si ella realmente le hubiera cortado el antebrazo. Vhalla solo
pudo mirarlo con tristeza antes de que sus ojos la perforaran el tiempo
suficiente para que se viera obligada a desviar su atención.
Se sentaron uno frente al otro en la cama mientras el silencio se
prolongaba hasta la eternidad. Su respiración era agitada y él agarró el
brazo que ella había tocado como si le doliera. Vhalla no se atrevió a
mirarlo mientras esperaba el veredicto.
—Nunca quise violarte de esta manera —dijo ella débilmente.
Intencionalmente o no, seguía siendo que ella se había impuesto en sus
espacios más privados, robando cosas que no le fueron dadas libremente.
Aldrik no dijo nada; continuó intentando controlar su respiración
mientras sus ojos se fijaban en ella. Vhalla sintió el poder irradiando de él;
estaba enfadado, herido y eso la hacía sentir aún más terrible.
—Nunca quise hacerlo. —Trató de explicar—: Nunca lo hubiera
hecho…
—Por supuesto que no —espetó él—. ¿Quién querría ver las retorcidas
historias rotas que acechan en mi cabeza? Solo una persona en este mundo
debería merecer soportarlo. —Eso hizo que sus ojos volvieran a mirarlo.
—Aldrik, no digas eso —susurró ella suavemente, rompiéndose bajo la
ira en su mirada que se dio cuenta de que no estaba realmente dirigida a
ella.
—¿Oh? —Él se rio secamente—. ¿Cómo puedes pensar eso? Sabes lo
que hay ahora. Lo que es peor, lo has vivido. Dime, Vhalla, ¿qué se siente
al descubrir que tu príncipe es un cobarde? ¿Es débil? ¿Está asustado? ¿Es
malvado? Es…
—Humano —dijo ella con firmeza, interrumpiéndolo. Aldrik hizo una
pausa—. Aldrik, no sé por qué… —Ella tomó su mano entre las suyas de
nuevo, mirando su brazo.
—No te lo diré —dijo él secamente. Vhalla se movió, sorprendida,
apenas había estado a punto de preguntar—. Maldita sea. —Se puso de pie,
paseándose por la habitación—. Incluso si no te lo digo, cada vez que
duermes es una ruleta para ver si te enterarás. —Soltó una serie de malas
palabras.
Vhalla agarró la manta con fuerza; ella nunca lo había escuchado usar
tales vulgaridades.
—No le diría nada a…
—Ni siquiera mi hermano lo sabe, Vhalla. —Él se giró—. Ni siquiera
Larel lo sabe, y ella es la persona más cercana que he tenido como para
llamar un verdadero amigo. Traté de decírselo una vez y fue terrible. —
Suspiró y se frotó los ojos con las palmas.
Vhalla había llegado a pensar en Aldrik como una de las personas más
fuertes que conocía. Verlo tan cerca de su punto de quiebre la hizo ponerse
de pie.
—Ponle fin a la Unión.
Él hizo una mueca, negó con la cabeza y se pellizcó el puente de la
nariz.
—Solo comenzó después de la Unión —suplicó—: Aldrik, por favor,
no quiero hacerte daño. Quiero que cierres lo que se abrió.
—¡Y yo quiero que sobrevivas a esta guerra! —Casi gritó. Vhalla
parpadeó cuando sus palabras le picaron en las comisuras de los ojos.
Todavía, todavía estaba consciente de su bienestar. Incluso cuando estaba
sufriendo tanto, incluso cuando ella le había robado un conocimiento
íntimo, se negaba a recibir alivio por su bien.
—Madre Sol, mujer —gimió Aldrik. Cruzó la habitación y se paró
frente a ella, liberando su tensión con un suspiro. Lenta y suavemente,
Aldrik le secó las mejillas—. ¿Por qué estás llorando?
Vhalla hipó.
—Porque puede que seas la persona más increíble que he conocido.
—No lo soy. Si hubiera sido alguien más que tú, probablemente lo
habría matado en el acto y quemado su cuerpo hasta que no quedara nada
más que polvo. —Aldrik maldijo sombríamente.
Sabía que no debería, pero escucharlo decir eso le hizo sonreír.
Aldrik suspiró.
—No sé si alguna vez me sentiré inclinado a hablar de estas cosas.
—Está bien.
—Dime, de ahora en adelante, no importa lo que sea. Lo que sea que
veas, necesito saberlo —dijo él con gravedad.
—Lo prometo. —Ella asintió, temerosa de lo que estaba encerrado en
sus recuerdos y que le daba tanto miedo.
Aldrik suspiró y se alejó.
—Vhalla, necesito algo de tiempo. —Se frotó los ojos con cansancio
—. Entiendo que no elegiste esto. —Él tragó saliva—. Yo… yo no estoy
enojado contigo por eso. No te estoy culpando. Pero, esto… esto, dejar
entrar a alguien ya está mucho más allá de lo que estoy acostumbrado.
—No me di cuenta. —Vhalla se frotó los ojos y bajó la cabeza.
Aldrik le tocó la barbilla para llamar su atención.
—Bueno. Ha sido mejor que bueno. —Sacudió la cabeza—. Ni
siquiera puedo… formar oraciones. Esto, tú y yo, yo siendo empujado más
allá del infierno personal que construí para mí, ha sido bueno. Me he
sentido más como un hombre en los últimos meses, semanas, en los últimos
días estando contigo, que en años. Como si pudiera disfrutar de las cosas
sin… sentir culpa. Bueno ni siquiera es la palabra correcta para decirlo. Me
has dejado ser la persona que siempre deseé ser y yo…
—Entiendo. —Vhalla le ahorró la lucha—. Esperaré, tómate tu tiempo.
—Solo necesito entender realmente lo que es tener a alguien en
quien… en quien confío. —Aldrik evitó su mirada, frunciendo el ceño—.
Alguien que conoce mis oscuras verdades y que no está buscando algo de
mí o está tratando de usar algo en mi contra.
Vhalla asintió, tomando un respiro para ganar coraje. Presionó sus
palmas contra sus ojos brevemente para contener más lágrimas de dolor y
frustración. Intencionalmente o no, ella lo había lastimado y eso hizo que su
corazón se hiciera pedazos. Y ahora tenía que dejarlo a petición suya;
incluso si necesitaba tiempo, a ella no le sentaba bien.
La figura de Aldrik estaba encorvada y sus ojos eran sombríos mientras
la conducía por el pasillo. Hubo una dolorosa resignación entre ellos ante la
supresión de algo que acababa de comenzar a florecer. Puede que fuera
pequeña, pero Vhalla juró que no dejaría que la llama que ardía entre ellos
se extinguiera.
Como si leyera su mente, Aldrik se giró.
—Gracias.
—¿Por qué? —Ella parpadeó hacia él.
—Por no huir de mí después de que tú… tuvieras que experimentar
todo eso. —Aldrik se frotó el antebrazo.
Vhalla se preguntó si siquiera se daba cuenta de que lo estaba
haciendo.
—Puede que no lo entienda todo —susurró ella, atreviéndose a dar un
paso más cerca de él—. Pero quien fuiste te hizo la persona que eres ahora.
Ojalá nunca hubieras tenido que sufrir. Pero tomaré el pasado con mucho
gusto para poder compartir el presente.
Vio el comienzo de una sonrisa en él que rápidamente reprimió. Aldrik
la atrajo hacia un fuerte abrazo y ella escuchó su respiración temblar. Antes
de que pudiera perder la compostura, se giró y abrió la puerta secreta.
—Regresa al mediodía. Entonces mi padre te estará esperando. —Su
voz era distante.
—Te veré entonces —dijo Vhalla esperanzada.
Pero la puerta ya se había cerrado.
Larel y Fritz estaban jugando a Carcivi cuando Vhalla tropezó sin
pensar en la planta baja de su posada. Ella les dio una mirada, nada más que
un reconocimiento de que estaban allí, antes de arrastrar los pies hacia las
escaleras. Una silla raspó contra el suelo.
—Terminaremos más tarde. —Escuchó Vhalla decir a Larel. La mujer
fue rápida detrás de Vhalla.
—Larel —susurró Vhalla débilmente.
—¿Qué es? ¿Qué sucede? —Larel apoyó las manos ligeramente sobre
los hombros temblorosos de Vhalla.
—Lo lastimé, Larel… —La debilidad estalló en ella, y Vhalla confió
en el apoyo de la otra mujer una vez más para recomponerla a tiempo para
enfrentar al Emperador.
Capítulo 22

Vhalla abrió sus ojos a los rostros atónitos de la realeza, los lores y las
damas. La única persona en la habitación que no estaba impresionada era
Aldrik. A pesar de que su demostración fue mejor de lo que ella esperaba,
el príncipe mantuvo su mirada retraída y ambivalente. Sabía que él no podía
mostrar su favor frente a los nobles, especialmente después de escuchar a
Lord Ophain hablar sobre lo descuidado que había sido con los afectos que
ya había mostrado, pero había una pared más grande allí que simplemente
una actuación. Ya fuera la Unión, el Vínculo, el tiempo que pasaron juntos
o una combinación de todo eso, él no podía ocultarle sus sentimientos a
ella, y Vhalla podía ver el dolor y el miedo en las profundidades de sus ojos
cada vez que miraba en su dirección.
Todos le dieron espacio mientras ella se levantaba de los lujosos
muebles. Nadie dijo nada. Los que se habían reunido, las personas de más
altos rangos del Emperador, la miraron a ella y a su líder, reservándose todo
juicio hasta que hubieran escuchado su evaluación.
El hombre más poderoso del mundo se inclinó hacia adelante, sus ojos
brillaban.
—Bueno, señorita Yarl, eso fue ciertamente impresionante.
—Gracias, mi señor. —Vhalla bajó los ojos con respeto.
—¿Esta demostración es replicable una cantidad infinita de veces? —
El Emperador se volvió hacia su hijo mayor.
—Siempre que su Canal mágico no esté bloqueado de alguna manera,
como por el agotamiento o por erradicación —afirmó Aldrik con un
movimiento de cabeza.
El Emperador se acarició la barba y se dirigió hacia los nobles
reunidos.
—Mi hijo ya ha formulado algunos planes sobre cómo podremos usar
este poder de manera efectiva en el Norte. Sin embargo, me gustaría que
cada uno de ustedes elaborara su propia estrategia antes de llegar a la
frontera del Norte.
Hablaban como si ella no estuviera allí. Vhalla se movió en su asiento,
abriendo y cerrando sus manos en su regazo. Ella era una herramienta para
estas personas, diseñada para ser utilizada de la forma que creyeran
conveniente.
Un par de ojos llamaron su atención. La única persona enfocada en ella
era el príncipe más joven. Ella se encontró con la mirada del príncipe
Baldair y se sorprendió al ver simpatía ahí. Vhalla desvió la mirada. No
quería su compasión.
—Muy bien, esto es suficiente por hoy. Puede irse, señorita Yarl. —El
Emperador agitó una mano en su dirección.
—Gracias, señores y señoras. —Vhalla se puso de pie, manteniendo
los ojos bajos.
—Ah, una cosa más —intervino Lord Ophain.
Vhalla le dio una mirada interrogante. ¿Qué estaba haciendo?
»Esta es la primera Caminante del Viento en el Oeste en décadas.
Los otros de la nobleza estaban confundidos; incluso Aldrik no parecía
entender por qué su tío se acercaba a ella.
—Vhalla Yarl —dijo Lord Ophain, mirándola—. No puedo corregir los
errores de mis antepasados. No puedo limpiar la sangre de los Caminantes
del Viento de las piedras de mi castillo. Nunca podré remediar lo que los
Caballeros de Jadar les hicieron a tus hermanos.
Vhalla cambió su peso de un pie al otro. Hablar del genocidio de su
pueblo después de saber más sobre las razones detrás de eso le provocó una
sensación incómoda en el estómago que le hizo sentir un hormigueo hasta
los dedos de los pies. No era algo que ella quisiera siquiera mencionar.
»Pero lo que sí puedo hacer es ser un catalizador para un futuro de
esperanza, paz y prosperidad entre hechiceros de todo tipo y los Comunes.
Demostrar que el valor que veo en ti es mucho mayor que tu magia.
Se preguntó si era estaba diciendo la verdad. Pero en el segundo en el
que los ojos de Lord Ophain se dirigieron hacia los del Emperador, no tenía
ninguna duda. Esta era una declaración, una en la que Vhalla no se sentía
segura de estar preparada para participar o incluso comprender
completamente las implicaciones.
—Por lo tanto, es un honor para mí concederte una Proclamación
Carmesí.
Los murmullos llenaron el aire en el momento en que las palabras
salieron de los labios del Lord del Oeste. Vhalla se movió con
incertidumbre. Incluso Aldrik tenía una expresión de tonta sorpresa en su
rostro. Algunos nobles estaban confundidos, pero las demás personas del
Oeste parecieron llenar rápido los espacios en blanco.
Lord Ophain se centró solamente en Vhalla mientras sacaba una cinta
carmesí del bolsillo interior de su abrigo. Medía poco más de la mitad de la
longitud de su antebrazo y era tan ancha como tres dedos. Se la entregó y
Vhalla instantáneamente pasó los dedos por la seda. Sobre ella, había
símbolos con un hilo plateado, en la parte inferior había un sello de tinta
con el fénix llameante del Oeste.
Vhalla lo miró con curiosidad.
—En verdad, este es un título vacío. —Lord Ophain no la obligó a
preguntar directamente. Con un gesto de asentimiento en dirección al
Emperador, continuó—: Solo el Emperador puede elevar a lores y a damas
a la corte de la nobleza. Pero el Oeste mantiene sus tradiciones y honra las
viejas costumbres. Cualquiera que sea capaz de leer esas palabras sabrá que
Lady Vhalla Yarl es considerada duquesa del Oeste por la orden de Lord
Ophain Ci’Dan.
Vhalla lo miró fijamente asombrada. Título vacío o no, era más estima
de lo que jamás había contemplado en su vida. Cometió el error de mirar al
Emperador y resistió el impulso de devolver la tela a las palmas de Lord
Ophain. Los ojos del emperador Solaris tenía una mirada dura. Ella agarró
la cinta con más fuerza. No significaba nada, era un símbolo de buena fe,
para corregir los errores del pasado. No representaba ninguna amenaza de
cambio para su estado actual. Seguramente el Emperador lo sabía,
¿verdad?
—Me honra, señor —murmuró Vhalla, bajando los ojos.
—Si ha terminado, Lord Ophain —dijo el Emperador con frialdad—,
la señorita Yarl tiene otros lugares en donde debería estar.
Vhalla no tenía que ir a ningún lugar, pero estaba ansiosa por salir de la
habitación repentinamente opresiva. Hizo una última reverencia y notó que
de repente la nobleza del Oeste le hizo pequeños movimientos de cabeza.
Todos, salvo uno; un comandante con bigote, a quien Vhalla nunca había
visto antes de la demostración, la miró con un desdén apenas disimulado.
Era imposible salir de la habitación lo suficientemente rápido y
regresar a su posada.
Larel y Fritz la estaban esperando cuando regresó. Descansaban en una
sala de estar a la izquierda de la entrada del vestíbulo. Daniel y Craig
ocupaban el tablero de Carcivi a la derecha. Todos levantaron la mirada con
interés en el momento en que ella entró.
—¿Come te fue? —Fritz fue el primero en preguntar.
—Pues —Vhalla levantó la cinta en un agarre que dejó sus nudillos
blancos—. Me dieron una Proclamación Carmesí.
—¿Una qué? —preguntó Larel.
Daniel y Craig parecían igualmente perdidos.
—¿Una Proclamación Carmesí? —Fritz se puso de pie, corriendo hacia
ella—. No pensé que el Oeste las siguiera dando.
—¿Qué es? —preguntó Larel, cruzando hacia Vhalla y Fritz.
—Las Proclamaciones Carmesí eran la manera en la que los antiguos
reyes del Oeste formaban su corte. Con ellas elevaban a la gente a un
estatus noble —explicó Fritz.
—Entonces, ¿ahora eres noble? —Daniel fue a echarle un vistazo por
sí mismo.
—No en realidad. —Vhalla recordó lo que dijo Lord Ophain.
—El Emperador abolió la Corte del Oeste —continuó Fritz—. Cuando
Mhashan fue absorbido por el Imperio y se convirtió simplemente en “el
Oeste”, el Emperador no quería un levantamiento de la gente que era de la
antigua nobleza. Así que formó la Corte Imperial como una forma de
apaciguarlos, dando a la antigua nobleza nuevos títulos del Sur y elevando a
sus propios lores y damas para que se sentaran entre ellos.
—¿Entonces tomó el control de su poder? —Craig se frotó la barbilla.
Fritz asintió.
—Y, de hecho, absorbió la riqueza de las familias más antiguas del
Oeste. Pero, ¿por qué conseguiste una?
—Lord Ophain dijo que era un gesto de buena fe, por los Tiempos
Arrasados por el Fuego —resumió Vhalla.
La comprensión se hundió en el rostro de Fritz.
—¿Los Tiempos Arrasados por el Fuego? —preguntó Daniel.
Eso hizo que Fritz les diera una lección de historia completamente
nueva. Una que, dado el interés de Daniel en los Caminantes del Viento, le
tomó mucho más tiempo. Vhalla escuchó en silencio, aun asimilando la
tarde.
El Emperador parecía complacido con su demostración… pero sus
ojos. Ella reprimió un escalofrío. Sus ojos estaban vacíos de toda emoción
cada vez que se posaban sobre ella. Cuantas más interacciones tenía con el
emperador Solaris, menos dudaba Vhalla de que su lugar debajo de él nunca
cambiaría.
—Entonces, ¿simplemente los mataron a todos? —Craig se reclinó en
su silla en estado de sorpresa.
—Sí. —Fritz asintió—. Y Vhal es la primera desde entonces.
Encontró la sonrisa orgullosa de su amigo con una mueca de cansancio
en los labios.
—Sin embargo… por más horrible que sea, ahora no podemos
cambiarlo, y creo que deberíamos celebrar la proclamación de Vhalla. —
Daniel se inclinó hacia adelante en su silla.
—No sé si podré soportar otra noche de celebración —dijo Larel con
inquietud.
—Algo más tranquilo. Hay un delicioso restaurante del Oeste no lejos
de aquí. —Daniel se puso de pie—. Me encantaría invitar a la Caminante
del Viento y a sus amigos.
Daniel le tendió una mano y Vhalla se la quedó mirando. Deseó poder
sentir su alegría. Quería la emoción que le había evocado la primera noche
en las Encrucijadas, la emoción a pesar del mar de juegos de poder y
manipulación en el que se encontraba a la deriva. Vhalla tomó la mano de
Daniel y le permitió ponerla en pie. Sentarse y meditar no la ayudaría a
encontrar esa alegría de nuevo, y antes Daniel había sido un catalizador, tal
vez podría convocar esa alegría nuevamente.
Las Encrucijadas no los defraudaron. La noche era cálida, interrumpida
por una brisa fresca que atravesaba las polvorientas calles y callejones. Los
colores salpicaban cada edificio en forma de murales, tapices y toldos
brillantes. La música y las risas se podían escuchar por todas partes, en
armonía con los salones de juego y los salones de placer; es un buen lugar
para olvidar quién eres, decidió Vhalla.
El restaurante era más agradable de lo que esperaba Vhalla, y al
instante se sintió abrumada por el menú y la mesa. Fritz lucía igual de
perdido y Larel sorprendentemente cómoda. Vhalla solo podía sospechar
que crecer como amiga del Príncipe Heredero le había dado a la mujer
información sobre la etiqueta que de otro modo no tendría.
Vhalla se reclinó en su silla, tomando su bebida mientras esperaba la
comida. Se encontraba al borde de una neblina que parecía muy tentadora y,
aunque no quería provocarse dolores de cabeza para el día siguiente, sí
quería aliviar el estrés del día. Daniel también se reclinó, permitiendo que la
conversación en la mesa continuara ante ellos.
—¿Qué opinas de la comida del Oeste? —preguntó él lo
suficientemente bajo como para ser escuchado solo por ella.
Vhalla salió sobresaltada de sus pensamientos.
—¿Qué? Oh, es deliciosa.
—Yo también lo creo —concordó él—. No sabía qué esperar la
primera vez que la probé.
—¿Cuándo fue eso? —preguntó ella.
—Durante mi primera campaña. —Él bebió un sorbo de su vaso,
pensativo—. Fue mi primera vez en el Oeste. Mi familia nunca viajó
mucho.
—¿Cómo terminaste en el palacio?
—Me enlisté. —Daniel se encogió de hombros y agregó—: Pensé que
sería una oportunidad para tener una vida mejor.
—¿No lo ha sido? —Ella escuchó el tono de decepción en la voz de él.
—En los registros, supongo. Ahora soy un lord, después de todo. —
Tenía el aspecto de alguien que estaba viendo sombras del pasado en lugar
del resplandeciente esplendor que lo rodeaba en el presente—. Pero por la
noche me pregunto si nunca me hubiera ido del Este, si todavía la tendría a
ella.
Su tono hizo que a Vhalla le doliera el pecho.
—No pienses de esa manera. —Vhalla se movió en su silla para ver
mejor a su compañero del Este. Daniel la miró pensativo, su completa
atención era una carga pesada. Vhalla tragó saliva, esperando encontrar lo
correcto que decir para apoyar a su amigo—. Yo… yo casi erradiqué mi
magia.
—¿Erradicaste?
—Deshacerme de ella. —Daniel la miró boquiabierto, como si la idea
le fuera incomprensible—. Me asusté cuando descubrí que era hechicera. Y
luego sucedió la Noche de Fuego y Viento, pensé… pensé que todo había
sido culpa de mi magia. —La comida fue colocada frente a ellos, pero
ninguno hizo un movimiento hacia ella—. Mi amigo murió por eso.
—Vhalla… —dijo él con un tono comprensivo.
Ella meneó la cabeza, descartando su simpatía.
—No puedo volver en el tiempo, y tú tampoco. Ambos tenemos que
seguir adelante y encontrar la belleza que podamos en el mundo tal y como
es.
Daniel la miró asombrado. Su mirada trajo un calor a sus mejillas, y
Vhalla rápidamente colocó su vaso sobre la mesa, comiendo del plato frente
a ella. Sintió el peso de una segunda mirada sobre sus hombros y Vhalla
miró hacia arriba, sorprendida de encontrar los ojos expectantes de Larel.
La mujer le sonrió amablemente.
Cuando terminaron de cenar y regresaron al hotel, Larel siguió a
Vhalla a su habitación después de bañarse. Vhalla se sentó en la cama, la
otra mujer detrás de ella, peinando su cabello mojado con dedos mágicos.
—¿Quisiste decir lo que dijiste en la cena?
—¿A Daniel? —La pregunta no tenía sentido, Vhalla sabía de qué
estaba hablando Larel.
Larel tarareó suavemente detrás de ella en confirmación mientras
continuaba secando el cabello de Vhalla.
»Sí. —Vhalla asintió.
—Me alegro. —Larel atrajo a Vhalla para darle un fuerte abrazo—. He
estado preocupada por ti.
—¿En serio? —Era una pregunta tonta y Vhalla lo sabía. Esta era la
mujer que la había abrazado durante los escalofríos y los temblores. Larel
había sido quien la reconstruyó después de la Noche de Fuego y Viento.
Conocía cada pieza irregular que todavía cortaba el corazón de Vhalla.
—No eres alguien que deba vivir en la oscuridad o el dolor. —Larel se
reclinó en la cama, invitando a Vhalla a hacer lo mismo—. Eres una luz que
puede brillar más que incluso el sol.
—Eso suena traicionero —bromeó Vhalla.
—Lo digo en serio de todos modos. —Larel se inclinó hacia adelante y
presionó su frente contra la de Vhalla por un breve momento—. Tienes algo
en ti, Vhalla, algo que la mayoría nunca tiene o pierde rápidamente. No
puedo esperar a ver cuando te des cuenta de eso tú misma.
—Soy una nada… ni siquiera soy yo misma, soy propiedad de la
corona. —Cuanto más lo decía, más lo asimilaba. Necesitaba aceptar esta
verdad para sobrevivir a la guerra.
Como si sintiera ese hecho, Larel no se opuso directamente.
—Lo eres, por ahora. Pero pronto estarás de regreso en la capital
estudiando y haciendo grandes cosas.
—Pero no puedo…
—Oh, deja de discutir. —Larel se rio levemente, pasando sus dedos
por el cabello de Vhalla con amor—. Eventualmente lo verás.
Vhalla cerró los ojos.
—¿Y si no lo hago?
—Lo harás.
—¿Seguirás ahí para ayudarme? ¿Incluso si no lo hago? —preguntó
Vhalla en voz baja, sintiéndose como una niña que todavía necesitaba su
manta de seguridad para enfrentarse a los monstruos que acechaban en la
noche.
—Sabes que así será —prometió Larel.
—Gracias —susurró Vhalla—. Buenas noches, Larel.
—Buenas noches, Vhalla —respondió su amiga, sosteniendo con
fuerza la mano de Vhalla mientras se quedaba dormida.
La puerta se abrió silenciosamente y el suave suspiro de las bisagras
permaneció en los oídos de Vhalla. Fritz se había quedado con Craig y
Daniel después del restaurante. Vhalla se preguntó qué tan borracho estaría
para volver arrastrándose a la habitación de ella. Se dio la vuelta y presionó
la cara contra la almohada.
Las pisadas apenas hicieron ruido. Sus oídos captaron el movimiento
del aire más que el ruido del suelo. Algo andaba mal, pero su mente llena de
sueño no podía ubicar rápidamente qué era. Algo sobre los pasos…
Pasos. Dos pares de pasos.
Vhalla bostezó y se llevó una palma a los ojos. Esperaba ver a Craig y
Daniel, o alguna combinación de ellos con Fritz. Pero cuando Vhalla
parpadeó para quitarse el sueño de encima, la figura de pie junto a su cama
era una pesadilla hecha realidad.
Reconoció a la mujer del Norte que la miraba fijamente. Vhalla
recordó una noche de fuego, una noche de correr por calles en llamas con
un príncipe pisándole los talones. Recordó haber sido atacada, advirtiéndole
al príncipe que a pesar de que había cuatro asaltantes, dos seguían sin
aparecer.
La luz de la luna destellaba perversamente en la hoja ondulada que
levantó la mujer. Vhalla la miró fijamente conmocionada.
Otra espada atravesó el aire y Vhalla se volvió instintivamente hacia el
sonido. La primera hoja cortó profundamente su espalda, y por poco no la
empaló debido a su movimiento repentino e impredecible. Ni siquiera
registró el dolor del arma clavándose en su carne mientras la mente de
Vhalla trataba de procesar lo que estaba ocurriendo.
Se quedó mirando la hoja de un hombre, hundida directamente en el
estómago de Larel. Sangre, negra como la tinta por la oscuridad, brotaba de
la herida. Los ojos oscuros de Larel se abrieron de golpe por la sorpresa. Un
gorgoteo ahogado acompañó a los ojos de su amiga mientras se dirigían a
Vhalla con sangre burbujeando de su boca abierta.
Vhalla gritó.
Capítulo 23

El sonido que Vhalla soltó sonó más animal que humano. Fue un
chillido agudo, sin palabras pero que expresaba perfectamente la agonía que
corría por sus venas detrás de la adrenalina. La espada fue sacada del
estómago de Larel y el asesino la giró en el aire rápidamente, preparándose
para un segundo ataque. La mujer detrás de Vhalla se movió para hacer lo
mismo.
Un instinto singular se apoderó de Vhalla: el instinto de sobrevivir. Se
lanzó sobre el agresor masculino que tenía delante, trepando por la cama y
sobre el cuerpo de su amiga. La espada de la mujer falló por poco por
segunda vez, cortando a Vhalla profundamente en la pantorrilla cuando
estaba a medio camino de la estocada.
Vhalla cayó con el hombre, mordiendo y atacándolo como una bestia
rabiosa. Un latido abrumó sus sentidos y Vhalla permitió que el
conocimiento de combate de Aldrik tomara el control. Quería conocer todas
las formas horribles que él podría concebir dolor y torturar a estas viles
criaturas.
Movió una mano, desarmando rápidamente al hombre. Él estaba bien
entrenado y la golpeó con la mano opuesta, sacándose de encima a Vhalla
con un golpe en la cara. Ella rodó, recuperándose rápidamente a pesar del
dolor punzante en su pantorrilla.
La mujer se encontraba sobre ella, y Vhalla apenas tuvo tiempo de
agitar su mano en el aire y desviar la hoja en medio del movimiento. Ese
movimiento le permitió al hombre recuperar su arma, y Vhalla se vio
obligada a agacharse para que otro ataque no le diera. Ella era superada en
maniobras y en número en la pequeña habitación.
Vhalla corrió hacia la puerta, y tuvo que empujarla para abrirla de
rodillas para evitar la hoja que se hundió en la madera donde momentos
antes había estado su cabeza. Vhalla se apresuró a entrar en el pasillo, otros
huéspedes de la posada abrieron sus puertas confundidos mientras la
Caminante del Viento bajaba corriendo la estrecha escalera. La adrenalina
era lo único que la mantenía erguida.
La agresora dejó escapar un grito de frustración, pisándole los talones a
Vhalla.
—¡Muere, Demonio del Viento!
Vhalla se volvió a medias para esquivar una daga que le arrojaron y
bajó el último escalón. Las personas todavía en el vestíbulo se apretujaron
rápidamente contra las paredes exteriores mientras los asesinos del Norte y
la Caminante del Viento rodaban hacia abajo. Algunos eran soldados que
rápidamente alcanzaron armas que no estaban allí. Uno se lanzó con las
manos desnudas solo para ser derribado por el hombre del Norte.
No tuvo tiempo de considerar la muerte del hombre anónimo. Su
pantorrilla ardía con lo que Vhalla sospechaba que era más que dolor. Sus
movimientos se estaban volviendo lentos y retrasados, a pesar de que los
instintos de Aldrik permanecían agudos con cada latido de su corazón.
Chocó con una silla y perdió el equilibrio. El hombre levantó su espada
mientras la mujer se recuperaba de una ráfaga de aire que Vhalla le había
lanzado.
Una mujer se estrelló contra su costado, lo que le hizo perder el
equilibrio al hombre y envió su espada en un amplio arco. Vhalla se
encontró con el par de ojos desconocidos.
—¡Corre! —Esa fue la última palabra que dijo la valiente mujer
mientras el hombre le hundía la hoja curva en la garganta.
Vhalla no sabía qué pasaría si corría, pero lo hizo de todos modos,
atravesó las puertas de la posada y entró en la plaza. El ejército estaba
desarmado y con la guardia baja. Los soldados estaban gordos y perezosos
por los días de paz y relajación que les había proporcionado las
Encrucijadas. Se encontraban tan lejos del Norte, que todos habían asumido
tan erróneamente que estaban a salvo. Incluso si hubieran estado armados,
la mitad de las Encrucijadas estaba borracha a esta hora de la noche de
todos modos.
Pero había un aliado dispuesto a recibirla. Vhalla sintió el viento y
rápidamente lo giró hacia el hombre que corría hacia ella. Envió al hombre
volando, su cabeza crujiendo con fuerza contra la pared de la posada.
Ella había esperado que eso lo matara, lo dejara inconsciente, que al
menos lo aturdiera, pero el hombre parecía estar hecho de metal o piedra
cuando simplemente parpadeó y se puso de pie nuevamente. Ella dio un
paso atrás, enviándole otra ráfaga de viento, pero fue igualmente ineficaz.
Ya antes había matado a estas personas, ¿por qué ahora no podía hacerlo?
Un grito sediento de sangre llamó la atención de Vhalla cuando la
mujer del Norte estaba casi sobre ella. Vhalla extendió la mano,
preparándose para desviar el ataque. El entumecimiento que había estado
saliendo de su pantorrilla se había extendido a sus dedos y el viento no
escuchó su llamada.
—¡Los ojos! —gritó una voz detrás de ella.
Una daga hecha de hielo azul se hizo añicos en el rostro de la asesina y
por poco le dio en la mejilla. La distracción le dio a Vhalla suficiente
tiempo para rodar fuera del camino de su espada. Vhalla se giró, sin aliento,
hacia la fuente de la voz.
Fritz retiró su mano, otra daga de hielo apareció en sus dedos. Lanzó y
falló de nuevo, dejando a Vhalla rodando impotente entre golpes de espada.
Daniel atacó cuando la mujer arremetió por tercera vez. Tenía un
dominio impresionante sobre su cuerpo ya que cada paso se adelantaba por
poco a los movimientos de la asesina. Vhalla reconoció la daga que
empuñaba como una que había comprado cuando salieron de compras. El
soldado la había estado usando debajo de la pernera del pantalón desde
entonces.
El hombre del Este demostró cómo se había ganado un brazalete
dorado sin ni siquiera pestañear mientras enterraba la daga hasta la
empuñadura en el ojo de la mujer. La mujer se estremeció, pero no emitió
ningún sonido cuando su cuerpo cayó al suelo sin fuerzas, deslizándose de
la hoja de Daniel. Vhalla miró el cuerpo sin vida, pero no sintió simpatía.
En cambio, dirigió su rabia al objetivo restante.
El otro asesino, viéndose superado en número contra el ejército que
rápidamente se enderezó con sus armas en mano, y se giró para huir.
Vhalla trató de ponerse de pie de un salto, extendiendo una mano
inútilmente. Cualquier veneno con el que habían mojado la hoja, envió
escalofríos por su columna que bloquearon su Canal. Sin embargo, como si
hubiera sido convocado por sus dedos, surgió un infierno, haciendo que el
hombre diera tumbos hacia atrás mientras trataba de evitar correr hacia las
llamas.
Ella se retorció en el suelo, buscando el origen del fuego. La multitud
se dispersó como ratas, temiendo la luz cegadora del fuego que ardía desde
los puños hasta los codos de Aldrik, quemando la camisa arrugada que
llevaba. Sus ojos oscuros estaban encendidos con fuego y pura malicia.
Vhalla no reconoció al hombre que tenía ante ella como el hombre que
había abrazado y besado un día antes.
Este era el Señor del Fuego.
El enfoque de Aldrik se encontraba más allá de ella, jugando con el
hombre del Norte mientras hacía correr al asesino para evitar una llama
mágica cegadoramente poderosa tras otra. Baldair se apresuró a seguir a su
hermano, congelándose en su paso al ver la carnicería que tenía ante él.
Vhalla se levantó del suelo, tratando de mantenerse siquiera parcialmente
erguida. Ahora se encontraba a salvo y los otros latidos en ella comenzaban
a desvanecerse. Detrás de eso acechaba una agonía que amenazaba con
destrozarla.
Aldrik finalmente había llegado a ella, y vio sus hombros temblar de
ira mientras miraba su cuerpo destrozado y magullado.
—Lord Taffl, Baldair… —Aldrik le habló a Daniel y a su hermano,
pero sus ojos nunca la dejaron—. Atrapen a ese hombre y tráiganlo aquí,
vivo.
El príncipe se arrodilló a su lado.
—Vhalla —susurró.
—Aldrik —dijo ella, atragantándose cuando las emociones la
abrumaron. El rostro de Vhalla se contrajo de dolor—. Aldrik, ella es… ella
está… yo… es mi culpa, es mi culpa.
—Vhal… —Fritz había sido el único de los espectadores en aumento
que se les había acercado. También cayó de rodillas.
Vhalla dejó caer su cabeza entre sus hombros y gimió por el luto.
»Madre, no… —Fritz jadeó. Vhalla esperaba que él la estuviera
mirando con horror. Pero miró más allá.
Siguió la mirada de él por encima del hombro, pasando por donde
Baldair y Daniel iban arrastrando al asesino hacia Aldrik. Sus ojos
siguieron el rastro ensangrentado que había dejado a su paso hacia la
posada que ahora necesitaba reparación, ya que había golpeado al hombre
de piel de piedra en su costado. Los ojos de Vhalla se posaron en una
pequeña fila de cuerpos que habían sido alineados frente a la puerta. Estaba
el hombre que había sido cortado casi por la mitad en el abdomen, la mujer
con la herida en el cuello, otros dos que Vhalla ni siquiera recordaba que
hubieran caído en la lucha, y luego una mujer del Oeste.
Vhalla se puso de pie, Aldrik y Fritz se encontraban demasiado
aturdidos como para detenerla. Cojeando por el dolor, rompió a correr
torpemente. Daniel trató de agarrarla cuando pasó junto a él, pero sus
manos estaban demasiado ocupadas manteniendo al norteño bajo control.
Ella apartó al hombre que estaba colocando el cuerpo de Larel en la
línea con los caídos, colapsando al lado de su amiga.
—No, no, no, no, no Larel. —Vhalla presionó sus palmas contra la
herida mortal de la mujer, como si de alguna manera, ahora pudiera curarla
—. ¡No puedes, no puedes hacerme esto!
Tenía la garganta en carne viva por los gritos, pero los oídos de Vhalla
apenas podían distinguir ningún sonido. Se inclinó hacia adelante,
presionando su rostro contra el hombro aún caliente de Larel, aferrándose a
su amiga. Era demasiado. Ella se balanceaba hacia adelante y hacia atrás
con cada sollozo. Era demasiado.
—Vhal… —Fritz colocó sus palmas sobre sus hombros. Vhalla no se
movió—. Necesitas ser atendida.
—¡No me toques! —chilló ella, soltándose de su agarre, apretándose
más cerca de Larel.
—Vhal. —La agarró.
—¡Dije, que no me toques! —Vhalla se giró, balanceándose hacia él.
Ella no tenía la fuerza para lanzar un ataque medio decente, pero Fritz aun
así lo aceptó con su mejilla manchada de lágrimas. Sollozos silenciosos
estremecían los hombros de él.
Vhalla lo miró con expresión perdida.
—Traigan a la Caminante del Viento. —La voz del Emperador
atravesó la creciente conmoción de la plaza. Sus gélidos ojos azules
encontraron los de ella.
Vhalla agarró con más fuerza el brazo de Larel.
—No —susurró ella.
—Vhal, tienes que irte —suplicó Fritz, arrodillándose rápidamente
para bloquear la visión del Emperador de su desobediencia.
—No —le suplicó a Fritz, meneando la cabeza—. No puedo, no puedo
dejar a Larel así. Ella me necesita.
—Está muerta, Vhalla. —Las duras palabras de Fritz fueron un
cuchillo que cortó los últimos restos de esperanza en el corazón de Vhalla
—. Y tú también podrías morir si no escuchas la llamada del Emperador.
Fritz la levantó y la condujo hacia su gobernante.
—Es mi culpa… es mi culpa… —susurró Vhalla, repitiendo el mantra
una y otra vez en su cabeza.
—¿Qué pasó aquí? —preguntó el Emperador cuando llegó.
Todos los ojos estaban puestos en ella. Vhalla tragó saliva y se volvió
hacia el norteño.
—Era un malabarista, en el festival.
—¡Habla claro, niña! —El Emperador dio un paso adelante.
Aldrik dio un paso adelante también, encajándose protectoramente
entre su padre y Vhalla.
—La gente que atacó durante la Noche de Fuego y Viento, fueron los
malabaristas de las fiestas, los que llegaron a la capital. Faltaban dos en ese
ataque. —La voz de Vhalla resonó vacía en sus oídos.
—¡Y nuestro ataque fue un éxito! No teníamos idea de que el
Emperador Solaris tenía Demonios de Viento —espetó el hombre. Su
acento era denso y pesado y hubiera sido difícil de entender si su hablar no
hubiera estado ya grabado en los oídos de Vhalla desde esa fatídica noche
hace tiempo.
—Hablas con fuerza para ser un hombre que está a punto de morir —
dijo el Emperador en voz baja.
—Un guerrero no le teme a la muerte —respondió el hombre con
altivez.
—¿Qué tal morir con la vergüenza de no haber matado a la que mató a
tus compañeros? —El Emperador inclinó la cabeza hacia Vhalla.
Eso hizo que el hombre se enojara, y de repente tiró con fuerza en el
agarre Craig, Daniel y Baldair, quienes lucharon por mantenerlo de rodillas.
—Suéltenlo —ordenó el Emperador.
—Padre… —comenzó Baldair en estado de sorpresa.
—¡Dije, que lo suelten! —El Emperador Solaris no se andaba con
rodeos, y liberaron al hombre.
El asesino saltó hacia adelante como un velocista desde los bloques.
Pero no se abalanzó sobre el hombre más poderoso de todos los reinos, el
hombre que había matado a su pueblo e invadido su tierra natal. No, el
hombre se abalanzó sobre Vhalla.
Ni siquiera se inmutó cuando las llamas estallaron justo delante de ella.
Le chamuscaron la ropa de dormir hecha jirones y le lamieron el rostro.
Pero no la quemaron.
El hombre también pareció resistirse al calor, pero solo por un breve
momento hasta que fue dominado por la magia y comenzó a retorcerse y a
rodar por el suelo. Su carne burbujeaba y se chamuscaba.
El hombre empezó a gruñir y se sentó.
—Tiberum Solaris, el poderoso Emperador, elegido del sol, escondido
detrás de su hijo y una niña.
—No soy una niña —amenazó Vhalla. Su susurro fue escuchado por
todos e incluso el Emperador calmó su lengua.
—¿Crees que los conducirás a la victoria? —El hombre se burló de
ella, su rostro era un lío de carne mutilada—. Enviamos aves mensajeras,
informamos, tenemos amigos aquí en el Oeste que ya no te quieren. Cada
centinela; cada soldado; cada hombre, mujer y niño te apuntará con sus
flechas, sus espadas, sus piedras, sus hachas, sus puños, sus picos y sus
venenos. No puedes comprender nuestro poder y morirás.
—Daniel, dame tu daga —exigió Vhalla en voz baja.
—Vhalla…
—¡Dámela! —Apartó la mirada del hombre, el dolor se manifestó
como una rabia ardiente.
Daniel miró desesperadamente a Baldair, quien se giró hacia el
Emperador. El noble lo consideró brevemente, antes de asentir hacia el
Guardia Dorado. Daniel giró el arma, agarrando con cuidado la hoja para
entregársela a ella por la empuñadura.
El metal de la empuñadura se sintió como su magia la primera vez que
abrió su Canal. Fue una oleada de poder. Pero esto era más oscuro, de una
naturaleza más retorcida y primitiva. Vhalla avanzó cojeando hacia el
hombre, su pantorrilla comenzó a protestar por su peso. Su ropa estaba
empapada en sangre, la suya y la de otras personas, y sus hombros se
sentían cargados de culpa.
El hombre la miró con los ojos entrecerrados por odio y rabia. Por el
más breve de los momentos, Vhalla se preguntó si había amado a los que
ella había matado en la Noche de Fuego y Viento de la misma manera que
ella había amado a Larel. Si simplemente se miraba en un espejo de sí
misma, solo se encontraba en el lado afortunado del reflejo.
El hombre gruñó y arremetió. Vhalla se movió para encontrarse con él.
Ella no necesitaba la Unión; haría esto sola. Vhalla recordó lo que Daniel
había dicho cuando sintió la resistencia de la hoja hundiéndose
directamente en el ojo del hombre, incrustándose en su cráneo.
No hubo ningún sonido excepto el viento mientras Vhalla permanecía
congelada en el tiempo, mirando el rostro sin vida y con los ojos abiertos
del hombre que había matado. Esto no fue una rabia ciega, no fue un
estallido de poder, y no fue un recuerdo que su mente bloquearía más tarde.
Era el fin deliberado de una vida y había sido horriblemente simple.
Vhalla de repente se sintió enferma y se tambaleó mientras todo su
cuerpo temblaba. Se sentía vacía y, sin embargo, tan llena de agonía que
estaba segura de que se rompería y moriría.
Su pantorrilla cedió con la determinación menguante, y Vhalla se
tambaleó, cayendo.
Daniel se movió para atraparla, pero Aldrik fue más rápido. El príncipe
la atrapó y la hizo girar. Vhalla se encontró ingrávida cuando Aldrik la
levantó en el aire, sosteniéndola contra su pecho. Ella hizo una mueca
cuando él pasó el brazo alrededor de la piel cortada de su espalda,
encontrando una manera de abrazarla con la menor cantidad de dolor
posible.
Cuando el príncipe se giró, Vhalla pudo ver el rostro del Emperador.
Estaba mortalmente quieto y la malicia en sus ojos al verla en los brazos de
Aldrik era palpable, pero el príncipe no dijo nada. Miró más allá de su
padre y se dirigió al hotel en el que se había alojado. Vhalla sintió todos los
ojos abiertos de par en par y vio cada boca abierta mientras la gente se
separaba para dejar paso al príncipe heredero y a la Caminante del Viento.
—Aldrik —dijo ella con un suspiro, tratando de hablar lo
suficientemente bajo para que solo él la escuchara—. Aldrik, tú… yo…
ellos…
—Deja que digan algo —dijo Aldrik con la mandíbula apretada—.
Deja que una sola persona diga algo y que me dé una razón para quemarlo
todo.
Vhalla sintió el calor en sus palmas, la fuerza bruta que ejercía y que
prometía cumplir sus amenazas, y cerró los ojos. Vhalla se apoyó en el
hombro del príncipe heredero mientras la llevaba al hogar temporal de la
familia Imperial. Presionó su rostro contra él y permitió que la fuerza de él
protegiera la debilidad de ella, al tiempo que sus hombros comenzaban a
temblar y las lágrimas caían una vez más.
Capítulo 24

Aldrik la acostó suavemente en un diván; era un caparazón sin huesos


hecho de dolor y lágrimas. Vhalla se acurrucó de lado, casi ahogándose
mientras sollozaba. Aldrik se sentó a su lado, sus dedos acariciaron
suavemente su cabello.
Cualquier paz que pudiera ofrecerle se arruinó rápidamente cuando la
puerta se abrió de golpe.
—¡Has perdido la cabeza! —Lord Ophain dio pasos de gigante hacia
su sobrino.
—Déjanos, tío. —Aldrik no apartó los ojos de ella, sus dedos se
perdieron en su cabello.
—Pensé que querías protegerla…
—Y ella claramente no estará más segura que a mi lado. —Había una
calma premonitoria en las palabras de Aldrik.
—No, ¡lo que hiciste ahora fue poner un blanco aún más grande en su
espalda al mostrarles a todos que ella es la grieta en la armadura del
príncipe heredero! —Lord Ophain dijo a todo de súplica—: Aldrik,
necesitas llevarla a una sala de clérigos y encubrir tus acciones. Que
actuaste como lo hiciste solo porque la necesitamos para la guerra. Quieres
que ella piense que…
El fuego estalló junto a ellos cuando la silla opuesta estalló en llamas.
El repentino brillo y las llamas en la espalda de Aldrik hicieron que Vhalla
se agitara.
—Tío, lo juro por la Madre, si tú o alguien más intenta alejarla de mí…
—Suficiente, Aldrik. —Vhalla apoyó la mano sobre uno de sus puños
cerrados. Las llamas se extinguieron instantáneamente. Ella se dejó caer
contra él, su brazo se envolvió rápidamente alrededor de sus hombros.
Vhalla no sabía cuál de ellos era el que temblaba—. Él está tratando de
ayudar. Yo debería…
Aldrik apretó su brazo, medio poniéndola en su regazo. La abrazó
contra él como si intentara desesperadamente deshacer lo rota que se
encontraba con sus caricias temblorosas. Un brazo la agarró por la cintura y
respiró temblorosamente.
—No, no lo haré. —Le frunció el ceño al Señor del Oeste mientras le
hablaba a ella—. No te dejaré ir.
—Tendrás que dejarla ir si no quieres que muera de una infección. —
El príncipe Baldair se encontraba en la puerta—. Me ocuparé de ella aquí.
—Cruzó la habitación, colocando en el suelo junto al sofá una de las cajas
de clérigos más grandes que Vhalla había visto.
Los dos hermanos se miraron y Vhalla empezó a pensar que Aldrik iba
a cumplir su promesa. Pero sus brazos finalmente se relajaron y la volvió a
colocar en una posición reclinada. Aldrik se reubicó rápidamente para que
la cabeza de ella descansaba sobre su muslo.
El príncipe más joven tiró del dobladillo de la camisa de ella, cortando
los andrajos desde la espalda hasta el cuello. Vhalla no tenía la energía para
preocuparse por su modestia. No tenía energía para hacer nada más que
llorar y dejar que Aldrik le limpiara las lágrimas.
—Padre está reuniendo a los comandantes —dijo finalmente Baldair
—. Necesitas irte.
—No la voy a dejar —repitió Aldrik.
—Necesita descansar —replicó el príncipe Baldair.
—Deberías irte, Aldrik. —Lord Ophain estaba mucho más sereno—.
Si quieres protegerla, entonces debes irte. Eres el único que puede
representar los intereses de ella en esa mesa, los intereses de ambos.
Las manos de Aldrik dejaron de moverse. Su dolor palpablemente la
invadió y adormeció el sondeo de Baldair en la herida de su espalda. Vhalla
se aferró al muslo del príncipe heredero con un agarre que le dejó los
nudillos blancos. Sus dedos le dejarían moretones.
Él iba a dejarla. Sabía que tenía que hacerlo, pero eso no hacía que
fuera más fácil. El mundo también lo estaba apartando de ella. Vhalla no
podía soportarlo.
—Baldair… —Aldrik se atragantó, pero se recuperó rápidamente.
Larel también había sido su amiga, su única amiga en muchos sentidos.
Vhalla también se la había quitado. Todo era culpa suya. Vhalla cerró los
ojos con fuerza, todo su cuerpo temblaba.
»No la pierdas de vista. Protégela con todo lo que tengas. Déjala sana y
salva. Haz esto por mí y nunca más te volveré a pedir ni una sola cosa. —
La voz de Aldrik era áspera mientras se esforzaba a hablar a través de las
lágrimas que no dejaba caer.
Las atenciones del príncipe Baldair se detuvieron cuando los dos
príncipes compartieron una mirada de comprensión que no había estado allí
en un tiempo.
—Tienes mi palabra, hermano. Por mi honor.
Aldrik comenzó a alejarse de ella. Vhalla apretó sus manos con las
suyas, deseando que se quedara.
—No… no, Aldrik. Por favor, no me dejes todavía. Sé que tienes que
hacerlo, pero todavía no.
Sus ojos casi la rompieron.
»Aldrik, por favor —suplicó ella, las lágrimas corrían por sus mejillas.
Él la ayudó a volver a sentarse en el sofá, quedándose de pie a su lado.
Aldrik se inclinó hacia adelante, apartando el cabello de su rostro una vez
más y presionó sus labios contra su sien. Vhalla sollozó.
—Volveré tan pronto como pueda.
—Prométemelo. —Volvió a agarrarle los dedos—. Promételo y lo
creeré.
—Lo prometo, y nunca romperé una promesa que te haga, mi Vhalla.
—Apartó su mano de la suya y se enderezó. Vhalla observó cómo la
fachada de piedra del príncipe heredero volvía a su lugar. Llevaba la
distancia de la nobleza, la ferocidad del Señor del Fuego y la armadura de
su título. Era un guerrero listo para la batalla.
Vhalla cerró sus manos en puños y se las llevó a los ojos, dejando
escapar un gemido en el momento en que la puerta se cerró detrás de Aldrik
y su tío.
—Es mi culpa, es mi culpa.
—No lo es. —Ella no había estado hablando con el príncipe más joven,
pero él respondió.
—¿Tú qué sabes? —espetó Vhalla amargamente—. No sabes nada
sobre tu hermano, nada sobre mí. Ni siquiera has intentado saberlo. Estabas
demasiado ocupado con tus advertencias fuera de lugar. Así que cállate por
una vez.
El príncipe la complació por un tiempo mientras colocaba una gasa
sobre la herida, cubriéndola con una sustancia pegajosa que se volvió
helada a medida que se endurecía. Presionó ligeramente su hombro y
Vhalla comprendió que la necesitaba boca abajo para acceder a la herida de
la pantorrilla. El príncipe comenzó a coser la herida profunda sin siquiera
advertirle en primer lugar.
—Esa tenía veneno —murmuró ella.
—¿Qué? —Sus dedos se detuvieron—. ¿Estás segura?
—Estaba afectando mi magia. —Vhalla asintió y sus lágrimas se
convirtieron en entumecimiento.
—Necesitaré que alguien más se encargue de eso. —El príncipe
rebuscó entre los frascos de elixires, ungüentos y antídotos—. No tengo
idea de cuál usar para los venenos.
—Aldrik lo sabrá. —Vhalla estaba segura. El príncipe Baldair volvió a
coser y cubrir la herida con un ungüento espeso. Cuando terminó, rodeó el
sofá para arrodillarse frente a su rostro. El príncipe metió dos dedos en la
lata y comenzó a untar el ungüento sobre el ojo morado de Vhalla—.
Gracias, mi príncipe —dijo ella a regañadientes.
—Baldair —corrigió él.
—¿Baldair? —El nombre sonaba sorprendentemente fácil en su
lengua.
—Llamas a Aldrik por su nombre; es extraño que continúes
llamándome por mi título. —Baldair empacó las cosas y se puso de pie—.
Iré a buscar a Elecia; ella verá lo del antídoto.
—Dije Aldrik. —Vhalla no tenía ningún interés en ver a esa mujer.
—Y Aldrik no regresará hasta dentro de muchas horas —respondió
Baldair con firmeza. Su tono se suavizó cuando la vio desinflarse—. Elecia
te ayudará.
Vhalla asintió y comenzó a retirarse mentalmente para soportar el
asalto que probablemente Elecia le haría. Habían pasado días desde que
hablaron, y en ese momento Vhalla se había convertido en la amante secreta
del príncipe heredero, el primo de Elecia. Vhalla cerró los ojos e intentó no
pensar en nada.
Cuando la puerta se abrió de nuevo, Vhalla ni siquiera se movió. Se
abrazó con fuerza, tratando de luchar contra los escalofríos. Su culpa, su
culpa, todo era su culpa.
—Vhalla. —Elecia le tocó el hombro gentilmente y Vhalla se
sobresaltó, casi saltando de su piel por el contacto—. Déjame verte.
Las palabras de Elecia no dejaban lugar a objeciones y, de repente, las
manos de la mujer se envolvieron con cuidado alrededor del cuello de
Vhalla. Movió los dedos por la mejilla de Vhalla, la otra mano pasó como
un fantasma sobre sus hombros, por la mitad de su pecho y su muslo.
Vhalla cerró los ojos con fuerza.
—Es lo mismo que usaron con Aldrik —dijo Elecia con un suspiro—.
Pero mucho más débil. No debería ser un problema.
¿Era más débil de lo que había soportado Aldrik? Él había recibido
más y aún podía usar su magia, donde la de ella ya había fallado. Vhalla
tuvo una apreciación completamente nueva de la fuerza del príncipe
heredero.
—¿Dónde está Aldrik? —No pudo evitar preguntar.
Elecia suspiró, rebuscando en la pequeña bolsa que había traído.
—Descubriendo cómo mantenerte a salvo. —Elecia se sentó junto a
ella, inspeccionando el trabajo de Baldair y haciendo sus propias adiciones
—. Tú y él…
—Lo amo. —Vhalla volvió a temblar, las palabras hicieron que se le
llenaran los ojos de lágrimas—. Lo amo, pero solo soy muerte. Soy la
muerte para todos los que amo. Algún día seré su muerte.
Elecia le agarró la cara con rudeza, girando a Vhalla para que la
enfrentara. Los ojos color esmeralda de la mujer habían enrojecido en los
bordes por el cansancio o las lágrimas.
—No lo serás. No dejaré que lo seas.
—Pero… —dijo con un gemido.
—Si vas a estar con él, entonces encontrarás la fuerza para usar ese
manto. No lo vas a recibir en ambos sentidos, Vhalla Yarl —dijo Elecia con
fiereza—. Esta noche, él está arriesgando todo por ti, así que será mejor que
estés lista para hacer lo mismo. Porque si lo lastimas, juro que te mataré.
Vhalla hizo un ruido ahogado cuando sus labios no lograron formar
palabras. Elecia puso su mano en la espalda de Vhalla con un suspiro
frustrado, creando un cosquilleo cuando su magia activó el ungüento que
había aplicado. Repitió el proceso en la pantorrilla de Vhalla y la obligó a
tragar el líquido de dos viales más antes de poner el tercero en sus manos.
—¿Sueño Profundo? —Vhalla reconoció instantáneamente el olor de
lo que Baldair le había dado meses atrás durante su juicio.
—No puedes curarte si no duermes. Descansa mientras puedas. —
Elecia se puso de pie.
—Espera, no me dejes. —Elecia era la última persona a la que Vhalla
esperaba aferrarse. Pero el dolor no era lógico.
—No puedo hacer nada más por ti. —Elecia la miró con el ceño
fruncido, pero no apartó la mano.
—No me dejes sola, por favor. —Vhalla volvió a inclinar la cabeza.
Larel, ella quería a Larel. Quería sentirse segura, cálida y amada
incondicionalmente. Quería a Larel.
—Acuéstate. —Elecia suspiró y se sentó. La mujer no le ofreció más
consuelo. No susurró palabras tranquilizadoras ni limpió las lágrimas de
Vhalla. Pero se quedó hasta que el Sueño Profundo hizo efecto, y la mente
de Vhalla finalmente se vio obligada a apagarse. Y Elecia nunca separó sus
dedos de la mujer afligida.
Vhalla se agitó un tiempo después cuando fue levantada en brazos de
alguien. El pánico momentáneo fue rápidamente sofocado en el segundo en
que sintió su calor, escuchó el latido de su corazón lento y fuerte a través de
su pecho. Aldrik la bajó del sofá hasta la cama y la acomodó bajo las
mantas.
Ella gimió lastimosamente. Le dolía tanto estar despierta después de
que el sueño había estado tan felizmente desprovisto de todo. La cama se
hundió cuando él se acurrucó a su alrededor.
—Aldrik —murmuró Vhalla, presionándose contra él.
—Mi Vhalla. —Él suspiró pesadamente—. Duerme, aún no ha
amanecido.
Vhalla meneó la cabeza, ganándose otro suspiro. Necesitaba saber qué
había sucedido. Abriendo los ojos, se encontró con una sombra exhausta del
príncipe que conocía. Las ojeras ensombrecían sus mejillas y se establecían
bajo sus ojos cansados. Su cabello estaba lacio y enredado. Vio las marcas
de un moretón en su mandíbula que no estaba segura de querer saber cómo
lo había conseguido.
—Aldrik. —Una de las piezas más grandes que quedaban de su
corazón se rompió y se fracturó al verlo. Era culpa de ella, era culpa de ella
que tuviera el aspecto que tenía; ella lo había puesto en esta posición.
—Duerme. Necesitas descansar —insistió de nuevo. Sin importar el
estado de su apariencia, su voz era tranquila y equilibrada.
Vhalla se apartó.
—¿No te importa?
—¿Qué?
—¡Larel, Larel está muerta y yo la maté! —Las palabras de Vhalla
estaban empapadas de lágrimas—. ¿No te importa?
Aldrik se incorporó hasta sentarse y la miró fijamente.
—¿Que no me importa? —Él respiraba con fuerza.
Podía escuchar la tensión temblorosa que él apenas controlaba. Vhalla
se arrepintió instantáneamente de sus palabras, pero Aldrik habló
demasiado rápido para que ella se retractara.
—¿Todavía crees que soy el despiadado Señor del Fuego?
Solo la expresión de su rostro hizo que Vhalla tuviera lágrimas en los
ojos.
—Aldrik, no… —Ella sacudió su cabeza.
—Claramente debes hacerlo si de alguna manera piensas que me siento
feliz y-y no me afecta su muerte —espetó él.
—Lo siento, no fue mi intención.
—¿Sabes siquiera cómo nos conocimos? —Aldrik se puso de pie y
empezó a pasearse por la habitación—. ¿Cómo conocí a Larel?
—Ella me lo contó una vez —susurró Vhalla, sintiendo la ira
irradiando de él.
—Me dijo que la salvé, que yo era el príncipe de todas las historias que
salva a la niña indefensa. —Aldrik se rio entre dientes; el dolor libró una
guerra contra el odio por sí mismo en la oscuridad de sus ojos—. Siempre le
dije que era una tonta, y nunca le dije cuánto necesitaba esas palabras. Ni
siquiera le agradecí por ellas. Qué tonta era ella al pensar que yo la había
salvado cuando ella fue la que me salvó a mí.
—Lo sé, eran cercanos… —Vhalla se incorporó y se sentó.
—No tienes idea. —Se dio la vuelta para mirarla—. Tú probablemente
creciste rodeada de amigos y personas que disfrutaban de tu compañía.
Incluso en mis mejores años, yo era un extraño y me distanciaba por la
nobleza y la magia. Solo había una persona entre mis compañeros que me
veía como cualquier cosa menos su príncipe. Tenía a Larel. E incluso…
incluso después de que la aparté, ella regresó. Era una amiga mucho mejor
de lo que me merecía.
—Eso no es ver…
—Y cuando vino a mí, papel en mano para marchar contigo, le dije que
no estaba lista.
Era culpa de ella.
»Yo sabía que no estaba lo suficientemente entrenada, que no estaba
hecha para la guerra. Pero pensé… —Sus manos agarraron sus hombros de
repente—. Pensé que podía protegerla. Justo como pensé que podría
protegerte a ti.
Vhalla no pudo encontrar las palabras.
»Pero aquí estás, magullada y con heridas abiertas por un atentado
contra tu vida. No es más que… suerte que no estés también en un charco
de sangre junto a ella. ¿No sabes que vi eso? —La sacudió y eso hizo que
Vhalla se estremeciera por el dolor en su espalda. Aldrik se detuvo y la
miró a los ojos muy abiertos, bajando la cabeza—. Larel está muerta y tú
también podrías estarlo… no protegí a nadie.
Se sentó agarrándola por los hombros, su cabello cubriendo su rostro.
Con la primera inhalación ella pensó que él iba a hablar más, pero lo soltó
el aire lentamente, luego otro suspiro tembloroso, lleno de más silencio. Los
temblores eran pequeños al principio, y comenzaron en sus hombros antes
de llegar a sus manos a pesar de su lucha.
Ella lo escuchó, esa respiración, en la que soltó sus lágrimas. Vhalla
escuchó el extraño y ahogado ruido salir de su garganta cuando finalmente
cedió a su propio dolor abrumador. Estaba cansado, más que trabajado y
había perdido a la persona a quien consideraba su mejor amiga. Aldrik, el
príncipe heredero, el futuro Emperador, Señor del Fuego, gobernante de la
Legión Negra, hechicero, era solo un hombre. Y los hombres podían
romperse.
Su agarre se aflojó y sus manos se deslizaron hacia sus brazos, pero
todavía la sostuvo. Fue la primera lágrima que cayó sobre la sábana lo que
finalmente sacó a Vhalla de su propia conmoción y dolor. Extendió los
brazos y lo atrajo hacia ella sin dudarlo, presionando el rostro de él contra
su pecho para esconderlo. Sabía que en toda su terquedad probablemente se
avergonzaba por simplemente mostrar su dolor.
Cuando las lágrimas de él comenzaron a salir de su pecho, ella
encontró que su propio dolor era alimentado por el suyo. Lo abrazó con
fuerza, acariciando su cabello, queriendo ofrecerle todo el consuelo que él
nunca le exigiría. Los brazos de él se movieron y se envolvieron alrededor
de su cintura cuando finalmente cedió. La herida en su espalda protestó
cuando la agarró, pero Vhalla no dijo nada. Ella se dio cuenta de que tal vez
él no se permita una segunda oportunidad para llorar, así que no haría nada
para detener su dolor.
Ella nunca cumplió con su orden original de dormir cuando la luz del
sol comenzó a llenar la habitación. Incluso después de que las lágrimas se
calmaron, él permaneció acurrucado en sus brazos. Vhalla sabía que la
forma en la que estaba retorcido no podía ser cómoda, pero encontró tanto
consuelo en él como el que ella le daba, por lo que Vhalla no sugirió que se
movieran.
Cuando Aldrik finalmente se retiró, miró hacia otro lado antes de
ponerse de pie. Se llevó una mano a la cara y Vhalla desvió la mirada,
permitiéndole su privacidad. Luego se giró hacia ella.
—Hoy tendremos un día largo. —Su voz sonaba hueca y distante.
—¿Qué sucederá? —En realidad, no estaba segura de querer saberlo.
—Ya lo escuchaste; los ataques contra ti serán frecuentes y sin piedad.
—Se inclinó hacia ella, agarrando su barbilla para mirarlo.
Su rostro ya se había recuperado y, aparte del color rojo en sus ojos, no
tenía la apariencia de un hombre que acababa de llorar durante más de una
hora. Tenía la mandíbula fija con determinación, el ceño fruncido por el
peso de una planificación calculada. Vhalla no estaba segura de lo que
sentía, cuando esta mezcla desesperada de emociones era dirigida hacia
ella.
—Hoy vamos a hacer tres dobles para ti.
—¿Dobles? —Ella parpadeó.
—Anoche, los comandantes discutieron quién más entre las hordas era
el más cercano a tu apariencia, tamaño y constitución. Esas mujeres
vendrán hoy, una por una, y las convertiremos en ti. —Habló con tanta
precisión que Vhalla supo que este no era el plan de los jefes, sino suyo—.
Cada una viajará conmigo, con mi hermano o mi padre, por lo que desde el
principio su ubicación exacta será un misterio para todos, incluidos los
soldados.
—Si hay tres mujeres, ¿en dónde estaré yo? —Se atrevió a preguntar.
—Estarás escondida a plena vista. —Él le acarició su mejilla
suavemente—. Desde hoy, tus dobles son dueñas de tu nombre. Ya no es
tuyo.
—¿Qué? —Vhalla se sentía abrumada y confundida.
—Para mañana, una de ellas será la verdadera Vhalla Yarl. Pero
ninguna será la verdadera Vhalla Yarl. Tú serás una mujer de espadas sin
mérito ni valor. Habrás venido con los soldados del Oeste para que nadie
cuestione no conocerte. Invéntate el nombre y la historia que desees, pronto
la necesitarás.
—No puedo… —gimió suavemente, ni siquiera sabía cómo sostener
una espada.
—Puedes, y lo harás —dijo él con firmeza. Aldrik sacudió la cabeza—.
Esta es la mejor oportunidad que tenemos ahora, y no te perderé.
—¿Qué hay de las otras mujeres? Serán un objetivo —susurró ella.
—Exactamente, y si una de ellas es asesinada, el Norte puede creer que
han matado a la Caminante del Viento —dijo él con frialdad.
—Aldrik, esa es la hija de alguien, tal vez la madre de alguien, o
alguien…
—¡No me importa! —Vhalla saltó ante su repentina intensidad. Aldrik
irrumpió en el lado opuesto de la habitación—. Tengo que tomar una
decisión, Vhalla. Esa elección es tu vida o la de ellas, y no tengo ninguna
duda al respecto. Si mueren, morirán honorablemente por su Emperador. —
Se volvió en su dirección y ella vio, para su horror, que sus palabras eran
verdaderas, que realmente no le importaban sus vidas. Habían sido tomadas
como prescindibles.
Ella jugueteó con sus dedos.
»Viajarás con Baldair …
—¿Qué? —exclamó Vhalla, poniéndose de pie de un salto. Le dolía la
pantorrilla y Aldrik rápidamente la ayudó dándole apoyo—. Aldrik, no, no
me dejes. ¡No me dejes sola!
—Tranquila. Silencio. —Era una orden, pero sus palabras
tranquilizadoras tuvieron el efecto deseado—. Debes cabalgar hasta allí con
la ilusión de ser una mujer de espadas. Pero es solo hasta que lleguemos al
Norte. —Aldrik apartó el cabello de sus ojos—. Cuando lleguemos a la
frontera, la horda se dividirá en grupos más pequeños para moverse a través
de la jungla. Entonces estarás conmigo.
Ella sollozó ruidosamente, las lágrimas volvieron de nuevo.
»Entonces estarás conmigo, mi Vhalla, mi señora, mi amor. —Aldrik
presionó sus labios firmemente contra los suyos, silenciando cualquier otra
objeción.
—Tú… —sollozó ella.
—Lo prometo. —La mandíbula de Aldrik tembló brevemente y la besó
de nuevo. Su boca sabía a resignación, y Vhalla sabía que ese era el sabor
con el que la dejaría—. Ahora, prométeme que serás fuerte.
—Lo prometo. —Su rostro se contrajo de dolor.
Aldrik la apretó contra su cuerpo y Vhalla se aferró a él con tanta
fuerza que le temblaban las manos. Sus largos dedos se deslizaron por su
cabello.
—Sacrificaré cualquier cosa que deba ser sacrificada para mantenerte a
salvo.
Ella le creyó completamente, evocando un nuevo terror que le recorrió
las venas.
La llevó a una habitación diferente en el mismo piso y le indicó que
esperara. Vhalla no tenía idea de qué esperar cuando reapareció más tarde
con el Emperador.
Se aferró a la manta que Aldrik le había puesto sobre su ropa hecha
jirones. El Emperador la miró con un desdén apenas cubierto. Aldrik estaba
completamente inexpresivo.
—Bueno, comencemos. —El emperador Solaris se acercó a una mesa
y abrió un folio que llevaba, sentándose ante un puñado de papeles.
Uno a la vez, Aldrik trajo a los jefes que escoltaban a las mujeres bajo
su mando. Y una a la vez, Vhalla les dijo lo que significaba ser Vhalla Yarl.
Les habló de su infancia, de su hogar en Cyven. Les habló de la biblioteca,
de Mohned, de su aprendizaje, de Roan y Sareem. Les habló de la Noche de
Fuego y Viento y de su juicio. Desnudó todo de ella ante ellos con el
Emperador y los jefes mirando.
Se sintió como una proyección. Hablaba y se movía, pero su mente se
encontraba más distante con todo lo que se decía. Cada palabra delataba
partes de sí misma y se volvía cada vez menos Vhalla Yarl.
La última era una mujer casi idéntica a su baja estatura. Parecía ser una
mezcla del Sur y del Este con un cabello rubio oscuro largo. Vhalla sintió
que era la más cercana a su apariencia, a pesar de su cabello más claro y
ojos azules. Esa mujer le dio las gracias antes de que la sacaran de la
habitación. Vhalla estaba segura de que la mujer no había escuchado nada
de lo que Vhalla había dicho sobre su vida si la mujer le agradecía a Vhalla
por la oportunidad de ser ella.
Entre Vhalla volviendo a contar su historia a cada doble y el
secretismo requerido para hacer entrar y sacar a escondidas a cada mujer de
la habitación, lograr la tarea les tomó toda la mañana y la tarde. Cuando
llevaron a la última mujer a su sala de espera, Vhalla se sentía agotada.
A Aldrik y al Emperador les agradó la misma mujer que a Vhalla, lo
que significaba que esa mujer sería la doble que viajaría en compañía de
Aldrik. Vhalla recibió el bolso de la mujer al igual que su ropa nueva.
Aldrik también le puso una daga y una botella de tinta negra en sus manos,
diciéndole que hiciera todo lo posible para cambiar su apariencia.
Temblando y a solas en el baño, Vhalla limpió cuidadosamente la
suciedad y la sangre de la noche anterior. Observó con atención mientras se
aplicaba la tinta en el cabello, cambiando los mechones de marrones a
negros. Después de dejarlo reposar un momento, se enjuagó y repitió el
proceso tres veces. Inspeccionó su progreso en el espejo; de hecho, su
cabello había cambiado de color.
Vhalla se mordió el labio, recordando lo lacio y dócil que había sido su
cabello cuando Larel usó su calor sobre él. Ahogó un sollozo y se pasó los
dedos por el cabello con bolsas de viento atrapadas por debajo. Fue torpe y
tardó unos minutos en alcanzar el éxito. Pero lo dejó más lacio, más del
Oeste, quitando su textura ondulada normal. De esa forma, lucía más largo,
y Vhalla tomó la decisión consciente de no volver a cortárselo. Lo había
hecho una vez y se había convertido en nadie. Esta vez ella tomaría su
nueva piel.
Pero Vhalla agarró la daga. Tirando de su flequillo en la parte
delantera, Vhalla hizo un corte recto horizontal justo debajo de su frente.
Por segunda vez en un año, Vhalla no pudo reconocer a la persona que la
miraba en el espejo. Se inclinó sobre el lavabo y se tapó la boca con la
mano mientras luchaba por contener las lágrimas por la mujer cuya
memoria había decidido honrar.
Cálmate. La amiga de Vhalla Yarl murió, Vhalla Yarl lloraría. Ella no
era Vhalla Yarl. Volvió a mirar al espejo, reforzando su resolución. Mirando
los ojos duros y el rostro desconocido, se repetía a sí misma: no era Vhalla
Yarl. Limpió el baño rápidamente y se puso la ropa de la otra mujer, se
corrigió a sí misma, su ropa.
Salió del baño y regresó a donde esperaban el Emperador y Aldrik.
Ambos hombres la miraron de arriba abajo. El Emperador se reclinó en su
silla.
—Eso servirá —dijo, frotando un dedo contra sus labios.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Aldrik.
—Serien —respondió ella sin vacilar.
—Serien, ¿cuál es tu apellido? —cuestionó.
—Serien Leral —dijo y se dio cuenta en el momento en que reconoció
su nombre.
Aldrik luchó por mantener la compostura.
—¿De dónde eres? —Su mandíbula se apretó firmemente.
—De un pueblo llamado Qui. Es un pueblo minero al que espero que
nunca tengas que ir —recitó. La historia había sido inventada por ella
misma.
—¿Dónde está Qui? —El Emperador se inclinó hacia adelante,
cruzando las manos entre las rodillas.
—Está a mitad de camino de Norin, si se toman las carreteras antiguas.
—¿Tus padres? —preguntó Aldrik.
—Mi padre era minero y un borracho. Mi madre era una mujer rota
que dejó su casa en el Este porque pensó que era amor. Murieron cuando yo
era joven y trabajaban en las minas. —A pesar de sus pequeños cambios, se
preguntó si el Emperador vería la fuente de inspiración para su historia. Ella
sonrió con frialdad; por supuesto que no lo haría. Larel no había
significado nada para él, dudaba que incluso recordara a la niña que su hijo
salvó de las minas de plata de Qui.
—¿Por qué estás aquí? —El Emperador cuestionó su mirada confiada.
—Para tener una vida mejor, para servir al Emperador —dijo
fácilmente.
—Bien hecho, señorita Yarl. —El Emperador se reclinó en su silla.
Ella lo miró con curiosidad.
—Señorita Leral —corrigió ella.
El hombre simplemente se rio entre dientes.
—Aquí está tu armadura. —Aldrik se hizo a un lado y le permitió
acercarse a la mesa que se encontraba detrás de ellos. Sobre ella se exhibía
una placa y una cota de malla de plata básicas. Vhalla se quedó atónita por
un momento, una de las mujeres llevaría la armadura que Aldrik le había
hecho. No, se recordó a sí misma, Aldrik había hecho esa armadura para
Vhalla Yarl, y ella no era Vhalla Yarl.
Agarró la cota de malla. Esta era la armadura de Serien, simple y sin
adornos. Era el tipo de armadura que se mezclaría en una masa de soldados
y no se distinguiría del que se encontrara al lado. Aldrik la ayudó en
silencio a mostrarle cómo sujetar el frente. Pesaba más que la de escamas, y
el peso la hizo favorecer su pierna sana mientras se ponía los guanteletes.
Él se giró y le presentó una espada. Afortunadamente, se sujetaba con
una correa sobre su pierna izquierda, su pierna buena, para que pudiera
sacarla con su mano derecha. Se movió, ajustándose al peso en su cadera.
—¿Alguna pregunta?
Hubo una pausa notable y sus miradas se encontraron. Se preguntó qué
veía él en ella entonces, a quién veía en ese momento.
»¿Serien?
Era extraño escuchar el nombre viniendo de él, dirigido a ella. Pero si
alguien podía decirlo y hacerle creer que era su nueva identidad, sería
Aldrik. Ella sacudió su cabeza.
—Bien, te reportarás a la Guardia Dorada. Puedes retirarte.
Asintió. Sus ojos reflejaban la distancia vacía que vio en los de él.
Agarrando su bolsa de lona del suelo, se volvió y los saludó brevemente.
Tenía los nudillos blancos por intentar bajar las escaleras vistiendo
armadura con la pierna lesionada. Estaba decidida, pero consciente de no
abrirse los puntos.
Era casi el atardecer cuando Serien salió del hotel por una puerta
trasera.
Capítulo 25

Los servicios de los caídos se llevaron a cabo al atardecer para que la


Madre pudiera llevar las almas de los muertos a los reinos eternos del
Padre. Serien asistió con las masas en la plaza central de las Encrucijadas,
aunque nadie la miró dos veces. Se quedó viendo la plataforma
cuidadosamente elaborada que contenía cinco cuerpos envueltos en tela
roja.
Uno de esos era Larel Neiress, la mujer que había pasado incontables
horas reconstruyendo a Vhalla Yarl después de que el mundo la hubiera
destrozado. Pero esta vez, sus manos no habían estado allí, y Vhalla Yarl se
rompió en tres pedazos.
El príncipe heredero se encontraba de pie ante los cuerpos, estoico al
tiempo que una anciana encapuchada entonaba el canto fúnebre. Serien
apretó los dientes y amuralló su corazón. No lloraría. No podía llorar por
una mujer que nunca había conocido.
Pero sus ojos estaban atentos y vio cómo el príncipe heredero estaba
fijado en el cuarto cuerpo. Ella sintió la forma en la que sus llamas se
movían hacia dicho cuerpo a un nivel básico que no podía explicar.
Finalmente salió de la multitud cuando su estómago comenzó a hacerse un
nudo.
Ella era una vagabunda, una solitaria, el espectro de las Encrucijadas
sin ningún lugar donde estar y sin nadie que la buscara. Serien se acomodó
bajo un arco de uno de los muchos edificios y regresó dos veces después de
haber sido sacada de ahí. Finalmente, el dueño dejó de intentarlo.
Vio a la multitud moviéndose, feliz mientras la vida volvía a la
normalidad. Vio a un hombre del Sur de cabello desordenado ir cuatro
veces al hotel con tres grandes ventanales, volviendo a una posada familiar
abatido y solo cada vez. La punzada de tristeza se deslizó por la parte
posterior de su garganta, que rápidamente aplastó; eran las emociones de
otra mujer.
Cuando el ejército finalmente se reunió en la plaza, preparado para
marcharse, Serien estaba exhausta. Apenas había dormido por miedo a lo
que su mente traicionera pudiera inventar y miedo a dormir al aire libre. No
tenía ninguna montura a la cual hablar, pero instintivamente se colocó en el
centro de la columna. Era extraño estar rodeada de tanto privilegio, pero
rápidamente se las arregló para aceptarlo como su nueva normalidad.
Los vítores estallaron para la familia Solaris cuando salieron del hotel
en todo su esplendor. Se habían alineado seis corceles frente al hotel, tres
eran para la realeza, los otros tres eran para las figuras de mantos oscuros
que caminaban a su lado. Tres mujeres, casi idénticas en estatura, con capas
negras con una capucha cubriendo sus rostros, caminaban junto a cada uno
de los miembros de la realeza. En la parte de atrás de sus capas había un ala
plateada. Era como ver a un hermoso blanco.
Con muy poco interés observó cómo una montaba un corcel negro que
tenía una franja blanca corriendo por su rostro, como un relámpago. La
mujer estaba situada a la derecha del príncipe heredero, y Serien observó
cómo el príncipe miraba a la mujer antes de ir a su lugar en la fila.
—Al menos podrían haber tratado de ocultarlo —comentó uno de los
soldados que la rodeaban.
—No es muy difícil saber cuál es la Caminante del Viento —concordó
otro.
—Como si el Señor del Fuego quisiera perder de vista a su oscuro
amor.
Serien no se unió a sus especulaciones sobre la relación real entre el
príncipe heredero y Vhalla Yarl, la Caminante del Viento, pero sus oídos
escucharon. La mayoría parecía estar de acuerdo en que había algo entre los
dos, pero sus teorías eran de gran alcance. Dos hombres y una mujer se
unieron al príncipe más joven mientras se alineaba con la Caminante del
Viento encapuchada.
—¡Ya es suficiente, hagan la formación! —ordenó un hombre.
Serien lo miró fijamente mientras su caballo se acercaba a ella. El
hombre del brazalete dorado bajó su mirada y la escudriñó fijamente. Sus
ojos se entrecerraron levemente y abrió la boca para decir algo.
—Daniel, ¿qué pasa? —preguntó alguien a su izquierda.
Serien rápidamente devolvió su atención hacia adelante. No debería
haber elegido el centro de la columna. Serien trató de juntar las manos para
moverlas nerviosamente, pero era difícil con los guanteletes más pesados.
En cambio, se mordió el labio.
—Nada —respondió el hombre del Este—. Lo siento, no es nada.
Mantener el ritmo de los caballos era difícil, ya que marchaban a doble
velocidad con todo su atuendo, dejando las Encrucijadas. La pantorrilla de
Serien gritó de dolor, y el sudor le brotó por el esfuerzo por sofocar sus
gritos. Incluso cuando se hizo el llamado a reducir la velocidad, no fue más
fácil. Estaba segura de que se había abierto los puntos.
Serien mantuvo la mirada al frente todo el día. El Gran Camino
Imperial terminaría pronto. Llegarían al último puesto de avanzada antes
del Norte, y entonces llegarían a territorio peligroso. Su estado de ánimo
sombrío no coincidía con el de los otros soldados, y permaneció en trance
hasta la llamada para que se detuvieran.
Ese fue el primer momento en que Serien se sintió perdida. Todos los
demás sabían qué hacer, a dónde ir. Tenían sus carpas y sus asignaciones.
No hubo ninguna vacilación mientras se metían en la vida normal de los
soldados de espadas.
Ella se movió lentamente, tratando de escuchar un poco de
conversación que confirmaría si podía simplemente ir al carrito de la tienda
y pedir una o no.
—Soldado —llamó un hombre detrás de ella.
Serien se volvió y le dolió el pecho ante los ojos familiares.
—Eres un nuevo recluta, ¿no? —Daniel se detuvo ante ella, con una
mano en la cadera.
—Lo soy —murmuró Serien.
—¿Cuál es tu nombre? —La pregunta fue claramente forzada.
—Serien Leral —respondió, esperando que él tomara nota.
—Déjame verte usar esa cosa. —Señaló su espada.
Volvió a mirar al hombre. ¿En qué estaba pensando? Le iba a arruinar
su tapadera en menos de un día. Uno o dos más miraron al Guardia Dorado
que se dirigía a ella, pero parecía lo suficientemente normal como para que
no les prestaran mucha atención.
Serien desenvainó su espada, decidida. Pesaba demasiado y perdió el
equilibrio al instante. La agarró con las dos manos, tratando de
estabilizarse. Daniel desenvainó su espada y con un movimiento fluido hizo
volar su arma de sus manos a la arena.
—¡Eso no fue justo! —protestó ella.
—¿Crees que nuestro enemigo será justo? —Daniel dio un paso más
cerca de ella—. ¿Cuánto tiempo llevas practicando?
Serien desvió la mirada. No debería haber dicho nada.
—No mucho. —Sonaba mucho mejor que “nunca”.
—El Oeste realmente está dejando caer sus estándares. —Envainó su
espada y cruzó los brazos sobre el pecho. Serien lo miró con cautela—. Eres
de Oeste, ¿no?
—Sí.
—Me lo imaginé. —Él suspiró dramáticamente y luego puso los ojos
en blanco—. Bien, te enseñaré.
—¿Qué?
—No voy a permitir que un soldado bajo mi mando entre en la guerra
indefenso. —Un tono familiar hizo eco bajo sus palabras—. Salgamos de
las tiendas.
Ella lo siguió al desierto, en el exterior de la horda. No llegaron muy
lejos, solo lo suficiente para que hubiera espacio para moverse en un círculo
amplio y no tener temor al blandir sus espadas.
»No la sostengas así. Mira cómo sostengo la mía. —Lo demostró con
su propia espada y él mismo terminó moviendo la posición de la mano de
ella de todos modos—. Ahí, así.
—Es pesada —susurró ella.
—Es acero forjado. —Daniel se rio entre dientes—. Ahora, haz un
movimiento.
Si Serien estaba exhausta, con dolor y empapada en sudor por la
marcha, eso no fue nada comparado con practicar con Daniel hasta el
atardecer. Cada miembro le dolía, sus hombros gritaban en protesta, y
apenas podía agarrar la hoja para envainarla.
—Es suficiente por hoy. —Daniel tomó nota de su estado.
Serien asintió en agradecimiento.
—Daniel —dijo ella en voz baja mientras se dirigían al campamento.
—¿Sí? —Su tono había cambiado a algo que ella conocía.
—¿Puedo conseguir una carpa?
—¿Aún no recibiste una? —Pareció sorprendido.
—No, no la recibí. No me dijeron nada. —Se mordió el labio.
—No debe quedar ninguna. —Daniel se pasó una mano enguantada
por el cabello—. ¿Te gustaría quedarte conmigo? —Su pregunta fue tan
suave, que claramente dudaba.
—No puedo.
—¿Por qué? —preguntó Daniel con sinceridad—. ¿Por qué no puedes?
—Porque yo…
—No te dejaré dormir sola en la arena. —A ella tampoco le parecía
atractivo—. ¿Viajas con alguien, Serien?
Daniel la miró a los ojos y Serien luchó por encontrar una respuesta.
—Lo siento, no puedo.
Serien se le adelantó y no miró hacia atrás.
Fue tal como él había dicho. Durmió al aire libre con su mochila como
almohada. A pesar de que en el Sur estaban en pleno invierno, en los
Desechos hacía calor y ese calor perduraba durante la noche. No fue hasta
que la luna llegó a la mitad en el cielo que comenzó a temblar.
Cuando Serien despertó, una manta le cubría los hombros. No tenía
ningún nombre cosido, pero era más fina que la tela estándar. Serien miró a
su alrededor, como si pudiera encontrar al fantasma que se la había
colocado en la noche. Pero nadie apareció.
La usó la noche siguiente y la noche siguiente. Una vez, Serien pensó
brevemente en los poderes de la otra mujer, en extender su mente desde su
cuerpo bajo el amparo de la oscuridad hasta cierto príncipe. Pero la idea fue
rápidamente aplastada. Ese príncipe no le pertenecía, él y Serien no eran
nada. Se quedó dormida esa noche debatiendo consigo misma. Si Serien y el
príncipe Aldrik no eran nada, entonces ¿por qué ella dormía sola en el
frío?
Para la tercera noche, los otros soldados habían comenzado a notar que
ella era distante y diferente.
—Practicas mucho con Lord Taffl —comentó uno de los soldados que
marcharon junto a ella.
—Es un honor —dijo Serien secamente.
—¿Eres alguien especial para él? —le preguntaron.
Ella no dijo nada.
»Oye, te hice una pregunta. —El soldado agitó la mano frente a su
rostro.
Ella continuó mirando hacia adelante.
»¿Qué sucede contigo? —resopló el hombre.
—Deja a la dama en paz —ordenó Daniel desde lo alto de su caballo.
—Definitivamente es alguien especial —murmuró el soldado a su
amigo.
Las palabras se quedaron con Serien todo el día, y luego se enfrentó a
Daniel por ellas. Serien arrojó su espada a la arena. Le dolía la pierna,
probablemente porque no se había quitado las cubiertas de sus piernas
durante casi una semana seguida. Su pantorrilla era un desastre que no se
atrevía a mirar.
—Creen que hay algo entre nosotros.
—¿Y? —Daniel enfundó su espada y tomó la de ella.
—No podemos seguir haciendo esto o pensarán…
—¿Qué? —Le devolvió la espada—. ¿Qué pensarán?
—Que hay algo entre nosotros. —Serien no tomó el arma.
—¿Y qué?
—No pueden —insistió ella.
—¿Por qué no? —Daniel se encogió de hombros, pero sus ojos había
dolor.
—Porque somos… —Su voz se desvaneció cuando él dio un paso más
cerca de ella.
—¿Qué? ¿Qué somos? —preguntó él suavemente.
Finalmente tomó la espada enfundándola con frustración.
»Yo tampoco tengo palabras para eso todavía. —Daniel se desnudó
emocionalmente ante ella—. Pero quiero ayudarte, quiero cuidarte. Sé que
ni siquiera se supone que sepa quién eres, pero lo sé y estoy agradecido por
ello.
Serien meneó la cabeza, tratando de no escuchar sus palabras.
—Mírame —dijo él en voz baja. Ella sacudió su cabeza otra vez—.
Vhalla, mírame.
Su atención volvió a él ante la mención de su verdadero nombre.
Desmoronó su máscara y derribó las paredes que tanto había intentado
construir. Empeoró el dolor y la verdad más difícil de soportar.
—No me llames así —suplicó ella—. Por favor, Daniel, no me llames
así.
—Es tu nombre. —Rápidamente se quitó el su guantelete. Ella se
quedó inmóvil cuando su piel hizo contacto con la suya, su mano a lo largo
de su mandíbula—. ¿Por qué te lo quitaron?
—Para mantenerme a salvo —dijo ella e hipó suavemente, perdiendo
la lucha con las lágrimas.
Él suspiró, incapaz de discutir.
—Entonces déjame mantenerte a salvo también. No vuelvas a dormir
en el suelo al aire libre esta noche. Me ha hecho un agujero en el pecho que
se hace más profundo cada momento en que pienso en ti.
—Sabes por qué no puedo. —No estaba segura de sí era Vhalla o
Serien quien lo miró entonces, pero Daniel no pudo encontrarse su mirada.
—Él querría que estuvieras a salvo —murmuró Daniel. Su mano cayó
de su rostro con el peso de la resignación—. No te tocaré, lo juro.
El sol se estaba poniendo sobre las dunas, dorando su piel. Vhalla tragó
saliva, tratando de encontrar a Serien en ella una vez más. Su corazón dolía,
su mente se sentía pesada, pero no quería dormir en el frío otra noche y
estaba tan cansada.
Serien asintió.
Daniel la miró con incredulidad durante un largo momento. Se
apresuró a llevarla de regreso al campamento. El corazón de Serien se
aceleró mientras la conducía hacia una tienda de campaña de tamaño
modesto cerca del centro. Dos similares se encontraban cerca de esa, la de
Baldair no estaba lejos.
Sus ojos se permanecieron en la tienda del príncipe más joven. Él lo
sabría. Se enteraría de ella y de Daniel, si es que no lo había hecho ya. ¿Y si
le decía a Aldrik?
Miró a los soldados con paranoia. Pero nadie le prestó atención. Ella
era invisible, no era nadie. Puede que Daniel sea un lord, pero era uno
recién nombrado y claramente no se consideraba que estuviera muy por
encima del soldado común. A nadie le importaba quién entraba en su tienda
o por qué los llevaba allí.
Por dentro era más grande que la de un soldado medio, cómoda para
tres personas. Serien se sentó en silencio, sus ojos adaptándose a la luz que
se desvanecía. Daniel no era un Portador de Fuego, no podía convocar
llamas para que tuvieran luminosidad, así que se quedaron con la luz
restante del sol y la luz creciente de la luna.
—¿Sabes cómo quitarte esto? —Ya estaba a medio camino de quitarse
su armadura de pecho.
—No realmente. —Había olvidado lo que Aldrik le había mostrado.
Era más complejo que los simples ganchos que había creado para su cota de
malla.
—Deja que te enseñe. —Daniel se movió lentamente, como si el menor
movimiento pudiera hacerla correr. En el momento en que le quitó la
armadura de los hombros, ella exhaló un suspiro de alivio. Había olvidado
lo pesada que era la armadura. Serien se apresuró a deshacerse de su cota de
malla.
—¿Qué…? —Daniel levantó la pernera de su pantalón antes de que
ella tuviera tiempo de objetar. Serien vio lo que había llamado su atención.
Su pantorrilla estaba cubierta de sangre, los vendajes colgaban, flojos e
inútiles, su carne estaba desgarrada por los puntos que se habían abierto—.
Por la Madre, ¿cómo es que sigues caminando?
—Me he acostumbrado. —Había una fascinación horrible al ver su
propio cuerpo mutilado. Serien se preguntó si se sentía tan tranquila porque
ni siquiera su cuerpo se sentía como suyo. Ya nada le pertenecía, ni siquiera
su nombre.
—No, esto es malo. —Daniel rebuscó en su mochila—. Necesito ir a
buscar a un clérigo.
—¡No! —Agarró su muñeca—. Harán preguntas.
—No, no lo harán. —Daniel le aseguró—. Serien, no eres nadie. Yo
casi soy un don nadie. Los soldados se lastiman todo el tiempo. Deja de
preocuparte. —Apoyó una palma en su cabeza y se fue rápidamente.
Serien luchó con las emociones que guerreaban silenciosamente en ella
que le siguieron a su ausencia: culpa, vergüenza, dolor, cansancio y alivio.
Se sentía feliz de no estar sola.
Daniel volvió a vendar su pierna y se negó a entrenar con ella durante
una semana después de eso. Ella pasó la mayor parte del tiempo
recuperando las horas de sueño perdidas. Tan pronto como su tienda era
erigida, ella desaparecía y se escondía del mundo. En la oscuridad, no tenía
por qué ser Serien o Vhalla. Podía ser una don nadie, y eso era lo único que
le traía la paz suficiente para cerrar los ojos.
Las patrullas y los centinelas aumentaron alrededor de la horada, pero
no hubo más ataques. La marcha hacia el Norte parecía tan pacífica que
resultaba desconcertante. Los soldados comenzaban a aburrirse, y con su
aburrimiento llegaban los chismes.
—Escuché que él finalmente comenzó a llevarla de nuevo a su tienda.
—El hablador al lado de Serien había estado muy emocionado por este
chisme en particular.
—¿A quién?
—El príncipe heredero y la Caminante del Viento. ¿A quién más?
Serien miró en dirección a los soldados que hablaban.
—Pero escuché que está pasando por el doble de su ánimo habitual.
—¿Suficiente para él y para ella?
—Bueno, no puedo culparla. ¡Yo tendría que estar loco de borrachera
para siquiera pensar en dormir con el Señor del Fuego! —Todos rieron.
Se preguntó cómo Vhalla Yarl había sido tan sorda a sus palabras. Pero
esas palabras se quedaron con ella. Se quedaron hasta que practicó con
Daniel esa noche, dejándolos repasar sus movimientos e inclinaciones de
pies gradualmente menos torpes.
—Estás mejorando, ya sabes —dijo él alentadoramente mientras
descansaban uno al lado del otro más tarde.
—¿En serio? —Ella rodó para enfrentarlo.
—Así es. —Él sonrió.
Serien hizo algo que aún no había hecho. Sonrió en respuesta.
La expresión desapareció de los labios de Daniel mientras la miraba,
como si se diera cuenta de lo mismo.
—Vha… Serien —se corrigió a sí mismo, recordando cómo ella le
había suplicado que no usara ese nombre la última vez que lo había hecho.
Le quitaba la fuerza a Serien y le recordaba todas las cosas que estaban
rotas en el mundo. Ser Serien se estaba volviendo más fácil.
—¿Sí?
—¿Puedo tocarte?
La pregunta la tomó desprevenida y ella parpadeó, tratando de ver su
rostro claramente a través de la oscuridad. Serien se acercó más en su
intento, pero fue inútil. La luna comenzaba a menguar y con ella sus noches
se habían vuelto más pesadas.
—¿Qué tipo de pregunta es esa? —susurró ella.
—Juré que no lo haría —le recordó—. Pero deseo hacerlo.
—¿Cómo? —Su corazón comenzaba a latir furiosamente en su pecho.
—No lo sé todavía. —Daniel se acercó más—. Pero quiero
averiguarlo. ¿Puedo?
Serien tragó saliva con la garganta pegajosa.
—Sí puedes.
Las palabras se le escaparon, ni siquiera sabía que las tenía escondidas
en su interior. Las ásperas yemas de sus dedos, encallecidas por los años de
usar la espada, rozaron su frente, sintiendo dónde se encontraba su rostro en
la oscuridad. Se quedaron quietos, recorriendo lentamente su sien, sobre la
curva de su mejilla, a lo largo de su mandíbula, hasta su barbilla. Rozaron
sus labios y subieron por su nariz, como si fuera un artista intentando
recrear su imagen.
»Daniel… yo… —su voz se quebró. Las lágrimas amenazaban con
brotar del dolor en su pecho que podía dividirla en dos. Fue demasiado
amable.
—¿Qué? ¿Tú qué? —El suelo sonó debajo de él mientras se acercaba
aún más. Serien podía sentir su calor ahora. Él estaba más cálido de lo que
ella esperaba y era un consuelo tan relajante—. ¿Qué somos?
Serien abrió la boca, tratando de formular una respuesta, pero no la
tenía. Ella no sabía cómo debería llamarlo, llamarlos a ambos. Él había ido
más allá de su deber como amigo y sin que ella se diera cuenta, había
comenzado a llenar los agujeros que quedaban en ella de su vida anterior.
La consolaba por la noche y calmaba sus temores durante el día.
Apretó los ojos para cerrarlos y se apartó.
—Estoy cansada.
Daniel no volvió a hacer la pregunta.
Le tomó poco más de dos semanas a Craig finalmente confrontar a
Daniel por su nuevo distanciamiento y hábitos extraños. En ese momento,
Craig finalmente participó en la trama. A Serien le sorprendió que se
sentara ante ella y prácticamente le dijera que se fijara en la mujer cuyo
cuerpo habitaba.
En el momento en que él se dio cuenta de quién era ella, también se
comprometió a protegerla, y ella tuvo dos maestros después de eso. Serien
no se había dado cuenta de que la monopolización del tiempo de Daniel lo
había agobiado, pero en el momento en que no tenía que estar con ella cada
segundo después de la marcha, se iba a hacer otras cosas, atendiendo las
demandas de Baldair o ayudando a dirigir el campamento. Estaba enfadada
con él por no decirle que había sido una carga y se aseguró de que él lo
supiera.
Daniel solo se rio. Lo habría hecho por ella sin importar qué, le
aseguró él.
Serien había nacido de la sangre y la muerte, pero incluso ella estaba
empezando a ver salir el sol con todos sus colores. Quizás era el apoyo
incansable de Daniel y de Craig. O quizás era porque cada día la acercaba
más al último puesto avanzado del Oeste, donde la horda se dividiría y ella
estaría con Aldrik nuevamente.
Algunos soldados habían llamado un “fuerte” al último puesto de
avanzada, pero ese término era muy impreciso. Tenía un muro improvisado
construido con vigas gigantes y arcilla compacta, pero adentro había poco
más que las glorificadas ciudades de tiendas de campaña que había llegado
a conocer. Aquí no había pompa ni circunstancia, ni vítores ni banderines ni
ceremonia. Este era el borde de la guerra y no había tiempo para ideas tan
frívolas.
—Descansaremos aquí por la noche —gritó el Emperador por encima
de las tropas, su voz atravesando el desierto—. Cuando mañana
marchemos, nos moveremos como tres hordas.
Los hijos del Emperador lo flanqueaban a su izquierda y derecha. Cada
uno de los miembros de la realeza tenía la sombra negra que nunca los
había abandonado. Aparte del polvo en sus capas, las Caminantes del
Viento no parecían diferentes a cuando salieron de las Encrucijadas.
»Cada legión se dividirá entre mis hijos y yo. Los tres tomaremos una
ruta diferente para ir a Soricium y aumentar nuestras probabilidades de que
todos lo logren.
Serien reconoció el nombre de la capital del Norte, el último gran
bloqueo a la victoria del Imperio. Cruzó los brazos sobre su pecho. Usando
los recuerdos de la otra mujer, una sonrisa apareció en su rostro sabiendo
que Vhalla Yarl una vez le aconsejó al Emperador sobre la división de la
realeza.
»Mañana sus comandantes les anunciarán sus asignaciones. Prepárense
para la guerra.
Capítulo 26

Serien yacía despierta, escuchando la respiración de Daniel. Observó


cómo su pecho subía y bajaba a la luz de la luna, interrumpido por los
suaves suspiros de las tierras de los sueños. Se preguntó qué veía detrás de
sus ojos cerrados. Sus sueños no podían ser tan tortuosos como los de ella.
Estar a su lado se estaba volviendo dolorosamente normal. Echaba de
menos a Fritz y a Larel con un dolor que nunca podría ser llenado. Pero
Daniel era amable y atento. Era considerado y se adelantaba a sus
necesidades en un grado sorprendente.
Serien rodó sobre su costado. Si las cosas hubieran sido diferentes,
¿qué serían ellos dos? Se mordió el labio.
—¿Estás seguro de que es una buena idea? —Incluso como un susurro,
escuchó la voz del príncipe Baldair.
—¿Cuántas veces debo decírtelo? —respondió una voz, profunda y
oscura como la medianoche; sus tonos susurrantes resonaban directamente a
través de Serien y en una mujer que había sido reprimida durante semanas
—. No lo aceptaré de otra manera.
—Tú y ella… —Las voces se acercaron y Serien escuchó dos pares de
pasos en la arena que pasaban junto a la tienda de Daniel.
—De nuevo, ¿cuántas veces debo decírtelo? —Podía verlo pellizcando
el puente de su nariz en su mente.
—Lo sé —murmuró Baldair con incredulidad—. Lo has pensado bien,
¿verdad?
La pregunta fue ignorada.
—¿Cómo está ella? —Las voces empezaron a debilitarse.
—Bien cuidada. Tengo a mi gente cuidándola. Me informan y he
cumplido mi promesa, hermano: ella ha tenido todo lo que necesitaba para
estar bien.
Serien miró a Daniel.
—Te refieres al del Este.
—¿Como lo supiste? —Baldair sonaba tan sorprendido como se sentía
Serien.
—Debo hablar con… —Sus susurros se encontraban casi fuera del
alcance del oído.
Él estaba ahí. Él estaba justo allí, dijo una voz en el fondo de su mente.
Si ahora se movía, lo vería. Serien sabía que no podía permitírselo. Había
tenido mucho cuidado de evitar a la Legión Negra a toda costa. Sabía lo que
verlo le haría a la otra mujer en su interior.
Cuando su voz se desvaneció por completo, sus pies estaban debajo de
ella, moviéndose sin pensar. Serien se apresuró a salir de la tienda, rezando
por no despertar a Daniel. Los vio en la distancia, los dos príncipes uno al
lado del otro, caminando hacia la tienda de Baldair. Una diminuta mota de
llamas iluminó su camino, y Serien se tambaleó hacia ella, hipnotizada.
El cuerpo de él iba envuelto de negro como si hubiera salido de la
noche misma. Sus elegantes dedos se curvaban uno alrededor del otro en la
parte baja de la espalda. Su presencia irradiaba la esencia del equilibrio a
todos los que lo miraban.
—Aldrik —dijo ella con un suspiro.
Debería haberle sido imposible escuchar, pero él se giró de todos
modos. Se quedó inmóvil como si hubiese visto a un espectro. Baldair se
giró también, curioso por ver qué había cautivado tanto a su hermano. Al
segundo que la vio, lo supo.
Ella dio otro paso adelante, y Aldrik no dijo nada, sus brazos
repentinamente flácidos a sus costados. Serien se tambaleó para cerrar el
espacio entre ellos. Sus ojos estaban perdidos en los de Aldrik y el príncipe
heredero tampoco parecía ver nada más. Ambos eran ajenos a las miradas
nerviosas de Baldair en busca de cualquier espectador.
—Vhalla —susurró él, tendiéndole una mano.
El príncipe Baldair agarró la muñeca de su hermano.
—A mi tienda. —Le lanzó una mirada mordaz y ella rápidamente los
siguió.
En el momento en que ambos estuvieron dentro, las manos de Aldrik
se metieron en su cabello. Sus largos dedos se entrelazaron en las hebras
oscuras, como si tratara de fundirse en su esencia misma. Sintió que Serien
se desvanecía y, sin la armadura de la otra mujer, Vhalla estaba tan desnuda
como un bebé, al rojo vivo para el mundo y las emociones luchando en su
interior.
Ella elevó la cabeza, agarró el rostro de Aldrik y tiró de él hacia ella. El
príncipe obedeció, bajando su alto cuerpo para estrellar sus labios contra los
de ella. Su cota de malla se clavó en el pecho de ella y los dedos de ella la
arañaron, buscando un agarre al que aferrarse. Estaba desesperada por él,
por la vida que solo él podía infundirle.
Baldair se aclaró la garganta para llamar su atención. Aldrik se apartó
solo una fracción, sus ojos la escudriñaron. Sus manos recorrieron sus
mejillas, bajaron por su cuello y hombros. La miró fijamente con asombro,
a la criatura rota y llena de cicatrices que era ella.
—Creo que esta noche me quedaré con Raylynn —anunció Baldair.
Ambos se giraron para ver que la solapa de la tienda volvía a su lugar.
Vhalla sintió un sonrojo corriendo por sus mejillas por su atrevimiento
frente al hermano de Aldrik. Pero la mano que enganchó su barbilla llevó
sus labios a los de él borró una vez más todo pensamiento sobre eso.
Cada leve giro de su cabeza, cada movimiento de sus labios húmedos
sobre los de ella, era un éxtasis que no había sentido hasta la primera vez
que lo besó. Era el sabor más dulce que jamás había probado, un sabor que
solo mejoraba con cada momento que pasaba. Era perfecto para perderse y
olvidar el dolor. Aldrik apartó su cuerpo, provocando un gemido en ella.
El arrogante príncipe sonrió contra su boca. Sus manos juguetearon
con su cota de malla, sacándosela entre besos. Cayó pesadamente al suelo, y
presionó su cuerpo contra el de ella una vez más.
Fue un baile al que solo ellos sabían los pasos, cada movimiento tenía
un propósito. Las manos de él, las de ella, la boca de él, la boca de ella, sus
cuerpos, todo se movía con perfecta precisión. La parte de atrás de los
tobillos de ella golpeó la cama de Baldair y Vhalla se vio obligada a
acostarse sobre ella. Cargar con una cama como esta en la marcha parecía
ahora mucho más pragmático de lo que le había dado crédito al príncipe
más joven.
Sus manos cayeron sobre las caderas de Aldrik, sus pulgares
encontrando su camino debajo del dobladillo de su camisa. Suave; por la
Madre, su piel era suave. Su palma recorrió perezosamente arriba y abajo
por su costado, atrapando su camisa de vez en cuando, empujándola hacia
arriba y exponiendo su propia piel en carne viva por las calientes yemas de
sus dedos.
Aldrik rompió el beso, sin aliento y sonrojado. El pecho de Vhalla se
agitó cuando ella lo miró fijamente, sus rostros cerca. Él no dijo nada, pero
sus ojos le decían la promesa de un mundo de deseo apenas contenible.
Vhalla lo agarró por el cuello y acercó sus labios a los de ella. No podía
mirarla de esa manera y no besarla. Aldrik la complació con avidez, y
descartó cualquier tímida noción previa de invadir su boca.
Los dedos de ella rozaron sus hombros, bajaron por su clavícula y
entraron en la amplia abertura de su camisa. Ella se complació con la piel
expuesta de su pecho. Inclinó la cabeza, devorando su clavícula.
—Quiero sentirte —gimió ella suavemente. Era un ruido que debería
avergonzarse de sí misma por hacer. Pero su cabeza estaba demasiado
nublada para eso. No se encontraba bajo control.
Aldrik se enderezó, sus rodillas a cada lado de las piernas de ella en el
borde de la cama. Él la miró con incertidumbre e inseguridad, procesando
sus palabras. Agarrando la parte de atrás de su camisa se inclinó hacia
adelante, quitándosela y arrojándola junto a la cota de malla en el suelo.
Vhalla lo miró fijamente. Su corazón podía latir o ella podía respirar,
hacer ambas cosas era demasiado para su cuerpo en este momento. Él era
músculo ágil y fuerte que se cortaba y se curvaba bajo su piel pálida y
fantasmal. La diminuta llama proyectaba sombras profundas en su
abdomen. Tenía una fea cicatriz en la cadera derecha, otra en el hombro y
algunas pequeñas aquí y allá. Estaba casi demasiado delgado y el brillo de
su carne podía ser casi poco saludable. Su nariz estaba un poco torcida y su
rostro era anguloso y afilado.
—Eres perfecto —susurró ella.
Aldrik pareció completamente desconcertado. Otras mujeres
claramente no lo habían pensado.
Vhalla se le acercó y él lo permitió, levantándola y colocándola más
lejos en la cama. Su boca estaba sobre ella una vez más, sus palmas
explorando su figura.
—Te deseo —dijo él con voz ronca.
—Tómame. —Vhalla nunca había sido tan descarada. Pero este
hombre era fuego. Era vida. Era lo único que se había sentido bien o
correcto en semanas, y ella lo amaba tan profundamente que le dolía pensar
en separarse de él una vez más.
—No —dijo él, como si la palabra fuera una maldición.
—¿Qué? —Los ojos de ella se abrieron rápidamente para verlo
mirándola.
Él también tenía los párpados pesados, se había entregado a la misma
pasión que ella.
—No te tomaré de esta forma. —Él acarició su mejilla.
—¿Por qué? —gimió ella.
—Porque me preocupo demasiado por ti como para tomarte de una
manera tan desenfrenada. —Besó su mandíbula, sus acciones contradecían
completamente sus palabras.
—¿Y si quiero que lo hagas? —Vhalla no podía creer que estuviera
casi a punto de suplicar.
Él tampoco podía creerlo y Aldrik se rio entre dientes.
—¿Me querrás menos cuando llegue el amanecer?
—Por la Madre, no. —Ella cerró los ojos con fuerza; la idea del
amanecer, de volver a ser Serien, de estar lejos de él amenazaba con
aplastar su espíritu.
—¿Me querrás menos cuando llegue el siguiente amanecer? —Él
mordió levemente su clavícula, tirando de la camisa de ella con dedos
codiciosos—. ¿O el siguiente a ese?
—No, no, no —dijo Vhalla, rezando para que nunca dejara de
atenderla.
—Entonces será un fruto que madurará con tiempo y paciencia. —
Aldrik presionó su mejilla contra la suya, sus labios se movieron contra su
oído mientras hablaba—. Y será aún más dulce cuando finalmente sea
cosechado.
Había oscuras promesas amontonadas en sus palabras que estaban
selladas con sus acciones. Con nada más que besos y tímidas exploraciones,
sintió un rubor desde su pecho hasta sus mejillas y su respiración pesada.
Vhalla se volvía loca cada vez que sus dedos pasaban por los músculos
tensos de sus hombros. Estaba lista para gritar su nombre cuando su fuego
brilló sobre la piel de ella, crujiendo contra su magia.
Finalmente, él rodó hacia su costado, llevando la mitad superior de ella
sobre él, con los brazos alrededor de sus caderas. Aldrik le pasó la mano
por la espalda mientras ella lo besaba tranquilamente. Vhalla no estaba
segura de cuándo o por qué el calor se desvaneció, pero cuando lo hizo se
encontró acurrucada contra su pecho desnudo, con la cabeza acurrucada
entre el cuello y la barbilla de él y su brazo a su alrededor. La pasión se
había convertido en una miel tibia, hirviendo a fuego lento en la boca de su
estómago.
—Aldrik… —Su susurro se transformó en un bostezo.
—¿Sí, mi Vhalla? —respondió él.
Ella sintió su voz reverberar tanto en su cuello como en su pecho, y eso
la hizo temblar.
—Nada… solo quería oírte decir mi nombre.
—Vhalla, Vhalla, Vhalla —dijo él, puntuando cada palabra con un
beso en su frente.
—Si la mañana nunca llegara, creo que todo estaría bien… —Su
cuerpo comenzaba a calmarse, y los bostezos se volvían más frecuentes.
—Creo que sí —concordó él, acercándola más.
—¿Estaremos juntos a partir de mañana? —Ella no se había atrevido a
preguntar, temerosa de la respuesta. Pero si tenía que prepararse para lo
peor, quería saberlo ahora. Necesitaría la noche para prepararse.
—Yo mismo escribí la lista de soldados. —Aldrik asintió—. No
estaremos separados nunca más a partir de mañana.
—¿No es un lindo sueño? —Ella bostezó de nuevo.
—Mi Vhalla, mi señora, mi amor. —Sus palabras suavizaron los
bordes ásperos de su corazón—. Me haces hacer cosas mucho más
peligrosas que soñar. Me haces tener esperanza, me haces desear. —Suspiró
un sonido que era en parte felicidad y en parte dolor—. Por la Madre,
todavía tengo que descubrir si serás mi salvación o mi perdición.
Ella se giró para mirarlo, sus ojos oscuros intensos.
—Yo nunca te haría daño. —Presionó sus labios contra los de él.
—Salvación entonces. —Él sonrió contra su boca.
La mañana amenazaba con quemar la lona de la tienda, y Vhalla sintió
como si el mundo comenzara y terminara con el hombre contra el que
estaba acurrucada. Su respiración constante y sus latidos se encontraban en
perfecta armonía con los de ella y creaban una dulce melodía. No del todo
despierta, pero no dormida, Vhalla se deslizó a través de una neblina de
felicidad.
Una bruma que fue interrumpida abruptamente por un príncipe de
anchos hombros que entró en la tienda. Vhalla se sentó rápidamente, como
si al hacerlo pudiera ocultar la verdad de pasar la noche en los brazos del
príncipe heredero. Fue un concurso para ver qué rostro se ponía más rojo: el
de ella o el de Baldair.
—Por los Dioses, ¿todavía están aquí? —Se tapó los ojos con la mano
mientras Aldrik también se sentaba, las mantas se juntaban alrededor de su
cintura para revelarlo solo a medio vestir—. Hermano, tu deuda conmigo es
insondablemente grande.
Vhalla miró a Aldrik con alarma, solo para ver que tenía una sonrisa
perezosa que se extendía de mejilla a mejilla. Se giró hacia ella, luciendo
cinco años más joven con una buena noche de sueño. Aldrik la agarró para
darle un breve beso, sorprendiéndola con su pasión, dada su audiencia.
—Mi hermano tiene razón —susurró Aldrik—. Debo irme o se
preguntarán dónde estoy.
Ella asintió.
—¿Me esperas hasta esta noche?
—¿Esta noche? —Ella parpadeó ante su príncipe.
—Estaremos juntos con muchos menos ojos sobre nosotros. —Aldrik
sonrió.
—¡En territorio enemigo! —Le dio un puño en el hombro,
sorprendentemente juguetona dado el tema.
—Pondré a los mejores hombres de guardia. —Le tomó la mano, se la
llevó a la boca y le besó los nudillos.
—Cuando quieran —murmuró Baldair, claramente incómodo por los
amantes que habían compartido su cama.
—Desafortunadamente, nadie pensará dos veces al ver una mujer
dejando tu tienda —murmuró Aldrik, poniéndose de pie y vistiéndose—.
Así que yo saldré primero. —Se volvió hacia Baldair—. Gracias, hermano.
Había una cruda sinceridad que Baldair claramente no estaba
acostumbrado a recibir de su hermano. Eso dejó una sonrisa en los labios de
Vhalla. Los dos no eran tan malos cuando dejaban de discutir.
Aldrik le lanzó a ella una última mirada, como si la estuviera
memorizando. Vhalla asintió. Solo tenía que ser fuerte por un poco más de
tiempo, ella podía lograrlo. Y entonces, esa noche, volvería a encontrar su
camino en sus brazos. Ese conocimiento la mantendría cuerda.
Baldair se acercó a la cama en el momento en que su hermano se fue,
evaluándola. Vhalla lo miró con recelo.
—Entonces es real.
—¿Qué cosa?
—Lo tuyo con Aldrik. —Baldair apenas podía decirlo, como si las
palabras fueran a provocar la ira de la Madre sobre él.
—Lo amo. —Ella asintió—. Y él me ama a mí.
—Vhalla… —Baldair suspiró y se sentó a su lado en la cama—. Por
favor, ten cuidado.
—¿Más advertencias? —Frunció el ceño.
—No como antes. —Baldair sacudió su cabeza—. Nunca había visto a
Aldrik así, sé que sus sentimientos no son espejismos ni manipulación.
—Traté de decírtelo. —Ella no pudo ocultar su frustración—. Él nunca
me haría daño.
—Eso no es lo que temo ahora. —Baldair negó—. Vhalla, él es el
príncipe heredero.
—Lo sé. —Tenía la manta en un agarre que le dejó los nudillos blancos
—. ¿Por qué tú puedes ser el príncipe playboy, perseguir lo que te apetezca
y él es castigado por pasar tiempo conmigo? Ni siquiera hemos… —Se
detuvo sonrojándose.
—Porque yo no heredaré la corona. —El príncipe la miró con gran
sinceridad—. Yo soy el repuesto, Vhalla. A nadie le importa lo que yo haga,
les importa lo que él haga.
—Pero te aman a ti. —No era ningún secreto quién era el favorito de la
gente.
—Me aman porque nunca tengo que imponerles castigos, ni llevar a
cabo ejecuciones, ni cobrar impuestos. Yo solo organizo fiestas y abro
botellas de vino. —Baldair sacudió la cabeza—. Él no les agrada porque
Aldrik será un gobernante justo. No le importa ser amado, le importa hacer
lo correcto.
—¿Y qué pasa con…?
—Hasta que llegaste tú. —Baldair colocó la palma de su mano en la
parte superior de la cabeza de ella—. Eres lo primero que le he visto querer
tomar para sí mismo.
—¿Cuál es tu punto? —Vhalla ya sabía que no le iba a gustar.
—Eso también significa que eres lo primero que el mundo sabe que
puede quitarle.
Ella se congeló donde estaba y recordó las palabras de Lord Ophain: la
grieta en su armadura. Tan profundo como era su Vínculo, ella todavía
estaba aprendiendo sobre su príncipe y Vhalla veía al hombre conocido
como el Señor del Fuego de una nueva manera. Su reputación, sus títulos,
lo elevaban y protegían mejor que el acero forjado o el cuero pasado por
agua.
—Pero intentaré asegurarme de que eso no suceda —dijo Baldair
poniéndose de pie para ayudarla a levantarse.
—¿Por qué? —Ella lo miró con escepticismo—. No tengo ningún
interés en crear deudas.
Él se rio en voz alta.
—No es por eso que lo hago. Tengo mucho que expiar cuando se trata
de mi hermano. Tal vez no me di cuenta de todo eso hasta que lo vi feliz de
nuevo. De cualquier manera, considérame tu espada, Vhalla Yarl.
Ella lo evaluó pensativamente. Podría estar mintiendo. Pero Baldair
nunca parecía ser malicioso de forma intencional. Incluso las acciones que
anteriormente la habían disgustado, no podía resentirlas. Si había que
creerle, todo procedía de un buen lugar.
Vhalla levantó la mano.
—Entonces considérame tu viento.
Baldair sonrió y apretó la palma de su mano contra la de ella.
Era difícil ser Serien cuando Vhalla estaba tan feliz, pero se puso el
disfraz de la otra mujer, mentalmente de todos modos. Serien era lo que
tenía que ser, era todo lo que podía ser a la luz del día. Ser cualquier otra
cosa haría que la notaran, y estaba empezando a descubrir que disfrutaba de
no ser importante.
—¡Ahí estás! —Daniel le hizo señas para que se acercara a desayunar
y Serien se sentó entre él y Craig—. Estaba preocupado.
—Lamento eso. Salí a caminar —mintió ella fácilmente y ninguno de
los dos la cuestionó. Serien se preguntó si ahora los viejos amigos de Vhalla
la llamarían mala mentirosa.
Daniel y Craig se quedaron callados cuando los otros soldados
comenzaban a desquebrajarse. Esta era la tercera gira de los dos hombres y
sabían qué esperar. Serien pensó en preguntar qué vería, pero no tenía
sentido. Lo que la esperaba estaría allí sin importar las palabras que
compartieran. Pero sabía con quién se enfrentaría.
Así que cuando la horda se dividió, Serien caminó con confianza hacia
el grupo de Aldrik. Ninguno de los comandantes le había ordenado que lo
hiciera, pero una mirada del príncipe y supo que se encontraba en el lugar
correcto. Juntos enfrentarían el Norte. Serien cerró sus manos en puños,
abriendo un Canal que no debería poseer.
El ejército comenzó a asentarse y el Emperador cabalgó hacia el frente.
—Antes de irnos, ha habido algunos cambios en las agrupaciones para
aprovechar mejor las habilidades de nuestros soldados —anunció—. Las
siguientes personas se trasladarán al grupo del Príncipe Baldair…
El Emperador enumeró algunos nombres y un puñado de soldados de
su grupo y el de Aldrik encontraron un nuevo lugar.
Enumeró algunos nombres más:
»…pasarán al grupo del Príncipe Aldrik. —Siguieron más nombres.
Serien cambió su peso de un pie al otro. Ella estaba lista para irse.
El Emperador continuó con algunos nombres más, atrayendo
repentinamente su atención:
»…y Serien Leral. Estará bajo mi mando.
El hombre más poderoso de todos los reinos de alguna manera la había
encontrado entre los cientos de soldados, aunque no podría haber sido
difícil ya que se había colocado tontamente cerca del lado de Aldrik. Serien
miró al príncipe, el pánico se formó en la otra mujer y se elevó como bilis
en su garganta.
El príncipe alternaba entre fulminar con la mirada a su padre y mirarla
a ella desesperadamente.
Ella no podía negarse y su príncipe no podía defenderla, no delante de
toda esta gente. Serien arrastró sus pies. Estaban siendo separados. El
Emperador había hecho esto solo para fastidiarlos. Serien quería gritar,
quería hacer volar al Emperador de su caballo con el vendaval más fuerte
que jamás había sentido.
Las emociones de Vhalla la invadieron: el miedo al abandono, el
miedo a que sus amigos murieran mientras ella estaba distante e indefensa.
Más tarde, Vhalla y todas sus emociones escaparían. Esa mujer temblorosa
y trémula rompería la fuerza de Serien y arañaría su camino hacia la
superficie. Lloraría por la injusticia de todo esto, por las advertencias
desatendidas y la esperanza ciega.
Pero en este momento, permanecería calmada. Ella sería Serien y
mantendría su dignidad. Mantuvo la cabeza lo más alto posible, lo
suficiente como para apretar su garganta y contener las lágrimas y los
gritos. No le daría al Emperador la satisfacción de ver la última pizca de la
esperanza de ella siendo aplastada bajo su bota.
Capítulo 27

Las selvas del Norte no se parecían a nada que Serien hubiera visto
antes. Los bosques del Sur eran maderos altos con algunos arbustos y
árboles bajos, pero sobre todo una alfombra de ramitas y hojas cubría el
suelo. El Norte era un contraste denso y opresivo. Arbustos y árboles se
cerraban en todos los niveles, enredaderas tan gruesas como sus brazos se
movían como una araña por encima de las ramas.
El techo que creaban los árboles era profundo, y todo estaba
proyectado en una nebulosa sombra verde. A pesar de que nos
encontrábamos en pleno invierno, la humedad en el aire instantáneamente
se hizo demasiado cálida para la cantidad de armadura que llevaba ella.
El terreno los frenaba y todos habían estado en un silencio sepulcral
desde el momento en que entraron al bosque. Era una línea abrupta en la
arena de los Desechos del Oeste. Un marcador claro creado por árboles
quemados y talados donde terminaba el Imperio. Era extraño pensar en sí
misma como si ya no se encontrara en el Imperio Solaris.
Con un paso, el mundo que siempre había conocido terminó.
Pero no había sido solo un paso. Habían sido innumerables pasos los
que la habían llevado hasta aquí, y todos habían comenzado con una noche
lluviosa y un príncipe herido. No todos los pasos los había dado con
confianza y algunos la habían llevado a caerse, pero estaba extrañamente
contenta de haberlos dado.
Ahora, sin embargo, no sabía hacia dónde la llevarían sus pies. Serien
se encontraba a un tiro de piedra del Emperador y de la falsa Caminante del
Viento. Ella miró al hombre por el rabillo del ojo. Él cabalgaba con
confianza sobre su montura de guerra, pero sus hombros lo traicionaban. A
pesar de su edad, estaba atento, alerta, y consciente de todos los lugares
donde podía aparecer una amenaza.
La guerra era su arena, su arte y su legado. Había asediado un
continente entero y lo barrió bajo su bandera en una vida. Serien miró hacia
delante de nuevo antes de que él tuviera la oportunidad de ver su atención.
Deseó que llegara un ataque. Quería ver a este hombre trabajando con sus
propios ojos.
Pero el día transcurrió sin incidentes, y cuando cayó la noche no había
habido ataques. Durmieron bajo los árboles caídos y se acurrucaron bajo la
maleza. No hubo fuegos ni discusiones joviales. Ni siquiera armaron las
tiendas. Serien se hizo pequeña debajo de un árbol joven, tirando musgo a
su alrededor. Las noches afuera la habían preparado para esto. Se endureció
y contuvo las lágrimas durante una hora más, luego la hora siguiente y la
hora siguiente.
Al tercer día aún no había llorado. Sus emociones hacia el Emperador
y su cambio estaban comenzando a enfriarse y a imitar sus sentimientos
hacia el jefe del senado, Egmun. Había visto las acciones de hombres que
querían quebrantarla siendo Vhalla, y ahora siendo Serien.
Desafortunadamente para ellos, no se podía romper lo que ya estaba
roto.
Fue al sexto día que las orejas de Serien percibieron movimiento en la
maleza de arriba. Levantó la mirada para ver las corrientes de aire
moviéndose a través de las ramas de los árboles. Había algo antinatural en
el borde del viento, y Serien reconoció un momento demasiado tarde que
era el sonido de una respiración.
Los del Norte descendieron sobre ellos en caída libre. Llovieron dagas
que inmediatamente se abrieron paso en los cráneos de soldados
desafortunados. Serien buscó su capucha de cota de malla, olvidándose con
una maldición de que no llevaba la armadura de Vhalla Yarl.
—¡Portadores de Fuego! —gritó el Emperador.
Los soldados de la Legión Negra corrieron hacia el perímetro creando
un muro de llamas. Los atacantes fueron asaltados por flechas y lenguas
mágicas de fuego para quemar la maleza que se extendía de forma
antinatural para atraparlos. Uno cayó directamente ante ella, el cuerpo casi
explota al impactar contra el suelo después de una caída tan larga.
Serien tomó aliento, tratando de evaluar su situación. El viento le
susurró una vez más.
—¡Vienen por la izquierda! —chilló ella. Serien desenvainó su espada
mientras todos, incluido el Emperador, la miraban confundidos.
Pero su advertencia fue validada en el segundo que los del Norte
fueron llevados a través de las llamas sobre las espaldas de bestias gigantes
como nada que Serien hubiera visto jamás. Eran criaturas parecidas a un
gato con patas traseras de doble articulación y garras más grandes que el
muslo de un hombre. Su espeso pelaje era liso y lo que fuera que lo cubriera
era impermeable a las llamas sobre las que había saltado.
Llegaron dos más, cargando aún más jinetes que rápidamente
desmontaron, entrando en la lucha con sus posturas y dos espadas. El
primero se dirigía hacia el Emperador y la Caminante del Viento, su
objetivo era claro. El Emperador desenvainó su espada, colocando su
montura sin miedo para enfrentar al atacante de frente.
Ni siquiera fue una competencia. El caballo se movió a las órdenes del
Emperador, y el Emperador Solaris se movió como si su enemigo le hubiera
dicho todos los ataques que iba a realizar. Cortó la cabeza del hombre
limpiamente, esquivando todas las espadas.
Los del Norte no parecían interesados en entablar combate con
ninguno de los soldados, y el ejército imperial tuvo que luchar para impedir
los giros y saltos de los enemigos hacia la Caminante del Viento. Sin
embargo, en algún lugar en medio del caos, logró escuchar el sonido de la
cuerda de un arco. Serien se volvió y encontró al arquero inmediatamente
en su área.
La flecha se dirigía directamente hacia el Emperador, que estaba
enzarzado en un acalorado combate. Ella se tragó su orgullo y extendió la
mano. La flecha se detuvo justo cuando el Emperador estaba a punto de
voltear su rostro hacia ella. No pudo ocultar su asombro cuando la flecha
cayó al suelo sin causarle daño.
Dos ojos cerúleos encontraron los de ella. Allí no había amor, ni un
ápice de aprecio. Serien apretó la mandíbula y se perdió el sonido de otra
flecha al ser soltada.
Para cuando alguno de ellos la escuchó, ya era demasiado tarde.
La falsa Caminante del Viento cayó de su montura, cayó hacia atrás y
fuera de su silla, una flecha sobresaliendo de su rostro. La compañía
Imperial se quedó mirando en estado de sorpresa, y los atacantes gritaron en
victoria, haciendo una retirada calculada. Uno por uno, los soldados
Imperiales se volvieron hacia el Emperador con aprensión.
—Déjenla. —El Emperador hizo girar su caballo hacia adelante.
Serien se quedó más tiempo del que probablemente debería haber
hecho para mirar el cuerpo de la mujer muerta. Pudo haber sido ella. Esa
mujer había muerto por Vhalla Yarl y Vhalla Yarl ni siquiera sabía su
nombre.
La tierra se volvió más rocosa a medida que se elevaba. Serien sabía
que no había montañas en el Norte, no como en el Sur, pero algunos de los
acantilados comenzaban a crecer a una escala impresionante. Esa noche
tuvieron la fortuna de tener cuevas y cavernas en las que esconderse. Fue la
primera vez que los soldados pudieron relajarse y la mayoría aprovechó la
oportunidad.
Serien se acurrucó en un rincón de la pared rocosa, protegida por todos
lados. Apoyó los codos en las rodillas y miró con indiferencia la bruma del
atardecer. Ya llevaban una semana de marcha. Otras dos semanas y deberían
llegar a Soricium. Ella apretó sus brazos con fuerza. Entonces vería a
Aldrik. Considerar la alternativa sería demasiado incluso para que Serien la
soportara.
Dado el hecho de que era la primera oportunidad de tener privacidad,
no debería haberse sorprendido cuando un mensajero la localizó poco
después del atardecer, llevándola por las esquinas rocosas y hasta una
pequeña cueva. Se fue rápidamente después.
—¿Quería verme, señor? —dijo ella, dando un saludo formal, el saludo
de un soldado y no de la Legión Negra.
—Sí. —El Emperador se puso de pie, colocando sus manos detrás de
su espalda—. Supongo que quieres que agradezca tu acto de heroísmo.
Ella frunció los labios, esperando a que él fuera al grano. Deseando
que dijera la razón por la que esperó durante días después de esa batalla, por
qué esperó para tener privacidad.
»No todos los días un plebeyo tiene la oportunidad de salvar la vida del
Emperador. —Él caminó hacia el lado opuesto de su pequeña fogata. Con la
forma en la que la luz iluminaba su rostro, casi podía ver el rostro de Aldrik
en el suyo.
—Fue un honor. —Iba a obligarla a que jugara el juego.
—Así es —concordó el Emperador—. Lo fue porque eres mía. Tu
libertad, tu vida, tu futuro se encuentran en mis manos, Vhalla Yarl.
El uso de su nombre destrozó a Serien y minó la fuerza de su alter ego.
El Emperador no se perdió la vacilación en sus ojos.
»Quiero que tengas muy claro por qué estás aquí.
—Ya sé por qué.
—¿Por qué? —presionó él.
—Para ganar la guerra en su nombre. —Ni siquiera se molestó en la
tontería de expiar sus crímenes. Serien… Vhalla… se preguntó si él había
decidido su destino en el momento en que posó los ojos en el torbellino.
—Sí, muy bien. —Comenzó a caminar una vez más—. Ellos me
dijeron que eras inteligente.
Había un brillo depredador en sus ojos que hizo que las manos de
Serien se cerraran en puños.
»¿Sabes quiénes son “ellos”? —preguntó el Emperador.
—¿Quiénes? —Trató de ponerse de pie en su máxima altura para que
él tuviera menos distancia desde la que mirarla.
—Mi hijo mayor. —El guante había sido lanzado.
La sangre de Serien hirvió. De eso se trataba.
—Él es muy inteligente, señor.
—Por lo general —murmuró el Emperador mientras la inspeccionaba
de la cabeza a los pies. Ella ya sabía que no estaría a la altura—. Hablando
de él, nuestros dos grupos se fusionarán nuevamente después del paso,
durante el tramo final del viaje.
Serien luchó por mantener su rostro neutral; estaba segura de que había
fallado. El Emperador continuó mirándola.
—¿Es por eso que me llamó hasta aquí, señor? ¿Para decirme eso?
El Emperador se rio divertido ante su réplica atrevida.
—No, simplemente quería agradecerte la atención. Es bueno saber que
cuando te concentras en tu deber, en realidad no eres una inútil.
—Gracias. —Dio un paso hacia atrás, fingiendo haber escuchado que
se retirara cuando no lo había dicho.
—Oh, y, señorita Yarl. —Ella hizo una pausa—. Te recomiendo que
mantengas ese enfoque donde debería estar, en llegar al frente y darme mi
victoria. No toleraré tus entretenidas fantasías de niña o nociones fuera de
lugar.
Serien apretó los puños con tanta fuerza que las correas de sus
guanteletes amenazaron con romperse. Ella apretó los dientes y la
mandíbula. Escuchó sus amenazas alto y claro.
»¿Me entiendes? —La voz del Emperador era mortalmente baja.
—Perfectamente.
La conversación resonó en Serien mientras atravesaba el campamento
de regreso a su escondite. Se repetía en su mente mientras luchaba por
encontrar una posición lo suficientemente cómoda para dormir. Y, cuando
se quedó dormida, el Emperador la saludó en sus sueños…
El Emperador se encontraba sentado a su lado. No, al lado de ella no.
Vhalla se alejó de la figura de sueño de Aldrik. Su rostro era duro y el
fuego iluminaba sus ojos. Ella siguió la línea de su atención y se vio a sí
misma, en parte etérea y en parte concreta, en una jaula demasiado
familiar. Estaba acurrucada y temblando, la sangre goteaba desde la parte
posterior de su cabeza a lo largo de su mandíbula y hasta el suelo. La
fuerza que brillaba en sus ojos marrones era una sombra que había
quedado atrás, carecía de verdadera sustancia. Eso era evidente, no solo
para ella, sino también para el hombre cuyo recuerdo ocupaba.
La mano de él se cerró con tanta fuerza en un puño que la piel se
había vuelto fantasmal por la falta de sangre. Era imposible que Vhalla lo
hubiera visto desde el otro lado de la sala del tribunal durante el juicio
original, pero tenía la mandíbula apretada hasta el punto en que su rostro
temblaba y se estremecía. El Emperador estaba hablando, pero para los
oídos de Aldrik las palabras se volvieron borrosas debido a la oleada de ira
ardiente en su cabeza.
Las emociones de Aldrik se sintieron claramente y sin filtro a través
del recuerdo inducido por la Unión, mientras él salía de la sala del
tribunal. No podía mirarla. Si la miraba, se rompería. Si la miraba, todos
conocerían su preocupación por ella.
En el momento en que las puertas de los aposentos imperiales se
cerraron detrás de él y su familia, Aldrik aumentó sus zancadas,
duplicando la distancia entre él y su padre. Vhalla podía sentir su magia
temblando y palpitando con una necesidad innegable, una necesidad de
llegar a ella.
—Aldrik —llamó el Emperador.
Él se quedó helado y se giró. Su rostro estaba inexpresivo, pero ella
podía sentir el tornado de emoción desgarrando su pecho. La vista de su
padre lo llenó de pánico.
—Te necesito en el consejo de guerra; el Norte se está volviendo
demasiado audaz y tendremos que contrarrestar esta agresión con fuerza.
—Estaré allí en breve —respondió Aldrik con rigidez.
—Irás ahora. —El tono del Emperador era bastante casual, pero algo
peligroso brilló en sus ojos.
Ella podía sentir que Aldrik reunía su valor, una cosa extraña que
nunca pensó que el hombre conocido como el Señor del Fuego tendría que
hacer.
—Claramente, la definición de cuidar de los guardias es deficiente. —
La voz de Aldrik goteaba veneno—. Planeo educarlos.
—Eso no es asunto tuyo. —El Emperador rechazó la idea y comenzó a
caminar por un pasillo diferente.
—Lo es. —La desesperación inundó el pecho de Aldrik y se desbordó
hacia la desesperación de ella—. Te lo dije, ella puede ganarte la guerra.
Simplemente estoy protegiendo nuestros intereses.
—Por eso no hice que mataran al monstruo antes de que volviera a ver
la luz del día. —El Emperador hizo una pausa y miró a su hijo—. ¿Los
intereses del Imperio, Aldrik?
—Siempre por el bien de nuestro Imperio. —Las palabras eran
ensayadas. Aldrik las había dicho tantas veces que salieron de su boca sin
pensarlo, completamente vacías de emoción. Tan vacías que Vhalla podía
sentir la represa que temblaba en el príncipe, reprimiendo una súplica de
déjame ir a ella—. No quiero que muera, padre. Te lo dije, puedo
entrenarla, moldearla…
—Bien, bien. —El Emperador se volvió hacia Baldair, a quien Vhalla
había olvidado casi por completo que estaba allí—. Baldair, busca un
clérigo para que cuide de la mascota de Aldrik.
—Padre… —Baldair frunció el ceño.
—Gracias. —El Emperador ignoró por completo los tonos de
desaprobación en la voz de su hijo menor.
Aldrik continuó de pie en silencio mientras el Emperador se alejaba.
Vhalla sintió su resignación. Ella sabía que él aceptaba una verdad más
profunda de que, a pesar de todos sus deseos, no podía ir a la mujer de la
que más deseaba estar cerca.
—Baldair —susurró Aldrik una vez que el Emperador estuvo lo
suficientemente lejos.
—¿Qué quieres? —Vhalla sintió una punzada de decepción en Aldrik
por el disgusto que en las palabras de Baldair.
—Ve con ella tú mismo —exigió Aldrik.
—¿Qué?
—Ve con ella tú mismo, maldita sea —siseó Aldrik—. Me lo debes.
—No te debo nada. —Baldair cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué pasó con ser el noble caballero que proclama la protección de
los débiles e inocentes? —dijo Aldrik burlonamente. Vhalla sintió su
satisfacción cuando vio que la expresión de Baldair cambiaba. El príncipe
sabía exactamente qué palabras usar para incitar a su hermano en la
dirección que quería—. Me debes los últimos seis Elixires de la Luna que
les robé a los clérigos sin que se dieran cuenta. A menos que desees que
reconsidere ese arreglo.
—Bien, pero no iré por ti —resopló Baldair—. Iré por la chica.
—De acuerdo. —Aldrik se alejó, satisfecho por el momento. Su padre
se encontraba unos pasos por delante y aparentemente ajeno al intercambio
en voz baja. Aldrik empuñó y abrió sus manos.
Maldijo todo lo que alguna vez amó. ¿Cómo pudo siquiera haber
pensado que estar cerca de ella podría terminar bien? ¿Cómo pudo
haberse permitido desdibujar las líneas con la chica hasta ahora?
Las preguntas irradiaron a través de la mente de Aldrik y en la
conciencia de Vhalla mientras irrumpía en el pasillo. Una silla estalló en
llamas junto a él, un arrebato de emoción que no pudo ser controlado.
Aldrik frunció el ceño y apagó el fuego.
Vhalla se despertó temblando en el Norte con pensamientos robados de
la conciencia de Aldrik. Él tenía que tomar el control. No podía dejarlos
ver. No podía dejarles saber qué era ella.
Capítulo 28

Un soldado dijo que “el paso” anteriormente fue el río más grande del
mundo. Pero hacía mucho que se había secado. A Serien le costaba creer
que el profundo y rocoso barranco alguna vez hubiera podido contener
agua.
Pero en algún lugar al otro lado del abismo estaba Aldrik. El
Emperador puede que haya querido amenazarla para que se sometiera, pero
todo lo que logró, fue darle algo que esperar. En otro día, tal vez dos,
estarían al otro lado del paso; ella se reuniría con él una vez más. Tendría
cuidado, pero le hablaría de las amenazas de su padre y de alguna manera
las superarían.
Serien miró al Emperador por el rabillo del ojo. Él no se interpondría
entre ellos, por mucho que lo intentara. No podía comprender lo que su hijo
sentía por ella y lo que ella sentía por él. Pero algún día lo vería.
Estaban a mitad del día cuando escuchó por primera vez acero contra
acero y los sonidos del combate resonando a través de los vientos del paso.
Serien se estremeció, repentinamente helada a pesar del calor de la jungla.
Aldrik.
Ella quería correr a toda velocidad, su corazón comenzaba a acelerarse
con un latido salvaje. Él la necesitaba. La necesitaba. Ella simplemente lo
sabía. Vhalla podía sentirlo a través del Vínculo.
Ni Vhalla ni Serien estaban preparadas para el momento en que las
tropas tomaron una curva en el paso. El fuego quemó las copas de los
árboles mientras los soldados se enfrentaban en el lado opuesto del paso.
Era un asalto total y ella se encontraba inútilmente lejos. Vhalla buscó
frenéticamente para tratar de encontrar a Aldrik entre el caos.
El Norte, sin embargo, no se arriesgaba con el lado desde el que se
acercaría la horda, y la conmoción de los soldados Imperiales era la
oportunidad ideal para un segundo ataque sorpresa. Hombres y mujeres,
guerreros con cuero hervido cargaron desde la maleza ante ellos.
El emperador trató frenéticamente de dar órdenes, pero estaban
demasiado desorganizados y esparcidos. Los del Norte se abrieron paso al
frente de las filas con facilidad. Los soldados Imperiales intentaron
recomponerse, la segunda y tercera filas de hombres y mujeres
desenvainaron sus espadas. Pero la sorpresa los volvió torpes y las puntas
de sus espadas arrancaron la piel de piedra mágica de sus enemigos.
Lo que era una unidad organizada se estaba convirtiendo rápidamente
en un caos. Los soldados entrenados intentaron llamar a los nuevos reclutas
para que mantuvieran la línea, pero el campo de batalla ya estaba manchado
de sangre que enloquecía a los hombres. El Emperador gritó desde lo alto
de su montura, tratando de recuperar el orden. El poder del Norte los
presionaba, decidido.
Una extraña calma se había apoderado de ella. Los estallidos de llamas
a través del barranco brillaron en sus ojos, iluminando una verdad más
profunda que resonaba en su interior. Eres un símbolo, las palabras de
Baldair resonaron en su subconsciente. Los dedos de Vhalla fueron al
cinturón que sujetaba su espada, esquivando la primera hoja del Norte en el
proceso.
No se uniría al terror de esta gente. Si iba a morir, moriría con
dignidad. Vhalla se precipitó hacia atrás y se quitó los guanteletes, sintiendo
el viento entre sus dedos cuando fueron liberados de su armadura. No
moriría como Serien. Si iba a morir, moriría como una Caminante del
Viento.
La mujer del Norte que la había estado atacando cargó hacia adelante y
la mano de Vhalla se adelantó para encontrarse con la mujer. Fue como si el
viento hubiera ignorado sus órdenes y respondió con toda su fuerza,
derribando a la mujer y a varios atacantes junto con ella. Vhalla balanceó
otro brazo, haciendo caer a los soldados del Norte.
—¡El Demonio del Viento! —chilló uno, señalándola.
Vhalla no se encogió, siguió hacia adelante. El viento se encontraba
bajo sus pies y los latidos del corazón de Aldrik en sus oídos. Ella
aprovechó la fuerza de él. Juntos enfrentarían a sus enemigos. Juntos serían
invencibles.
Ella se movió sin esfuerzo alrededor de las cuchillas cuando llegaron.
No podían tocar el viento. Vhalla los desarmó con movimientos de sus
muñecas y de sus dedos.
Era la primera vez que luchaba de verdad sin sentir miedo. Todas las
veces anteriores, incluso en los entrenamientos, había tenido miedo. Su
poder había sido extraño, luego llegó la Unión, luego llegó el miedo a matar
una vez más… pero había aprendido a proteger su corazón como Serien y
ahora era una verdadera agente de la muerte.
Le mostraría al Emperador, le demostraría al mundo que finalmente
habían conseguido lo que querían de ella.
Vhalla se abalanzó sobre uno de los guerreros y su palma cubrió su
boca. Así era como Aldrik había matado a su atacante en la Noche de Fuego
y Viento. Pero de ella no saldrían llamas. El aire atrapado dentro del cuello
del hombre se movió a su orden. Sus ojos se ampliaron mientras el aire
presionaba hacia afuera, estirando la piel hasta su límite. El viento se liberó
con un estallido, llevándose con él tiras de piel y trozos de carne, rociando
sangre sobre el rostro y brazo de ella.
El hombre cayó ante ella y hubo un silencio casi audible mientras
todos parecían detenerse y quedarse de pie, horrorizados. Vhalla miró a los
soldados, sus aliados. Sus ojos se encontraron con los del Emperador, que
parecía igualmente asombrado.
—¡Luchen conmigo! —gritó ella. Ellos necesitaban un líder,
necesitaban un símbolo que fuera más que un hombre con placa dorada.
Necesitaban un Señor del Fuego. O un Demonio del Viento—. ¡Luchen
conmigo! —Vhalla puntuó su declaración arremetiendo contra otro
atacante, quien explotó en su mano.
Los soldados Imperiales cobraron vida a su alrededor, prestando
atención a su viento, teniendo cuidado de tener en consideración sus
movimientos. El Emperador quería que ella le diera la victoria. Ella le
mostraría lo que le costaría.
Todo lo demás se desvaneció con el latido en sus oídos. Se entregó a su
Canal con el viento y a su Unión con su príncipe. Esquivó los ataques más
rápido de lo que una persona debería ser capaz de hacerlo, saltó más lejos y
perdió la cuenta de cuántos murieron por su mano.
Pero nunca había usado su magia de esta manera, tan conscientemente,
y Vhalla finalmente sintió que su poder vacilaba. Lo que debería haber
derribado a varios soldados solo los hizo tropezar. Ella hizo una pausa,
inspeccionando su mano, como si la hubiera traicionado conscientemente.
Una gran llama al otro lado del abismo exigió su atención y, por
primera vez desde que estalló la pelea, miró a Aldrik. Todos, incluso al otro
lado del barranco, tropezaron con la ola de calor. Vhalla dio un paso en su
dirección. Había más atacantes, muchos más, al otro lado del abismo. Ella
se preguntó qué pasaría con todos los demás soldados. Aldrik parecía tener
cinco a la vez.
Él era como poesía a través del fuego. Su cuerpo se movía hábilmente,
contraatacando y siendo uno con las llamas. El fuego se arremolinaba a su
alrededor, y su armadura oscura parecía estar viva mientras Aldrik giraba,
dominando el fuego con sus manos y pensamientos.
Ella estiró una mano, verlo de nuevo inspiró su poder. Un soldado fue
arrojado a las llamas y ardieron a su alrededor mientras su aire y su fuego se
mezclaban. Aldrik se giró instintivamente y sus ojos encontraron los de ella.
Su expresión rápidamente se convirtió en horror, y Vhalla sintió que la
hoja se movía por el aire detrás de ella. Dejó caer el hombro y levantó la
mano, preguntándose si Aldrik vio estallar la cara del atacante del Norte.
Vhalla se giró para comprobar y su corazón empezó a acelerarse por una
razón completamente diferente.
Él estaba siendo superado por dos a sus lados. Aldrik se inclinó y se
balanceó, los esquivó, pero ambos eran claramente combatientes muy
experimentados. Vhalla dio un paso hacia adelante. Fue entonces cuando
notó que cuatro más se le habían acercado, formando un semicírculo
alrededor del príncipe y dos del Norte. Estaba inmovilizado contra el borde
del barranco, ocupado enteramente por los dos que se metían y corrían
hacia cualquier abertura que veían.
Vhalla vio que Aldrik se vio obligado a retroceder otro paso. Los
demás en el borde del semicírculo movieron los labios con fervor.
Ella dio otro paso hacia adelante. Aldrik no los notó. Ella tenía que
decírselo.
De repente, los dos soldados saltaron para alejarse y cayeron hacia
atrás. Los seis levantaron los puños al unísono. Aldrik parecía demasiado
aturdido para moverse. Apenas pudo dar un paso cuando todos los del Norte
dejaron caer sus manos cerradas en el suelo.
Un gemido, un estruendo, y el suelo se agitó bajo sus pies.
—No —dijo ella.
Aldrik intentó correr cuando el borde del acantilado se agrietó debajo
de él. Soltó un grito pesado con toda su armadura.
»¡No! —gritó Vhalla, corriendo hacia adelante, más allá de la sangre y
las entrañas en un intento de alcanzarlo. Las espadas y los gritos de los
soldados se desvanecieron. Ella solo vio a su príncipe perdiendo el
equilibrio cuando la primera gran roca se deslizó hacia el paso de abajo.
»¡No! —gritó Vhalla cuando vio a Aldrik tropezar hacia atrás.
Los siguientes treinta segundos se prolongaron hasta la eternidad.
Vhalla corrió a ciegas hacia su príncipe, sin pensar en nada más que en
llegar a él. Sus pies finalmente dejaron el suelo cuando todo el acantilado se
sacudió ante el semicírculo de Destructores de Tierra. Aldrik estaba
cayendo, cayendo en picado entre la tierra suelta hasta el suelo muy por
debajo.
Sus pies se apresuraron debajo de ella, alejándola de los gritos de los
soldados Imperiales a su espalda. El viento se enredó alrededor de sus
tobillos y quedó atrapado bajo sus talones. Ella tenía que llegar a él, lo
salvaría. Vhalla saltó en el aire, el viento en su espalda la empujó hacia
adelante.
Aldrik se encontraba frente a la amplia desembocadura de lo que una
vez fue un gran río. Y, sin embargo, con una expulsión de su poder, se
acercó a él, impulsada en el aire, inclinándose hacia adelante. El cabello de
él se agitó alrededor de su rostro y sus ojos oscuros se encontraron con los
de ella en shock.
Sus labios formaron una sola palabra.
—Vhalla —susurró él a la ráfaga de viento alrededor de su cuerpo
cayendo en picado. Vhalla estiró la mano hacia adelante, desesperada. Ella
lo alcanzaría. El suelo se acercaba con rapidez y Aldrik finalmente
comenzó a estirarse hacia ella también.
Su cuerpo se inclinó y se retorció sobre las bolsas de aire que ella trató
de crear debajo de él. Había demasiados factores impredecibles, ella no era
lo suficientemente fuerte y no tenía la habilidad necesaria para detener un
cuerpo de esta manera. El pánico la impulsó a agotar lo último de su magia
tratando de frenarlo.
La mano de él tanteó el aire. Vhalla extendió su brazo, tenía que
alcanzarlo. Las puntas de sus dedos tocaron las suyas y Vhalla sintió que su
cuerpo comenzaba a detenerse mágicamente, el viento se negaba a hacerle
daño. Aldrik la miró fijamente y vio que una emoción lo consumía por
completo y que nunca había visto en él: miedo. El brazo de Vhalla amenazó
con salirse de su articulación, su mano estaba tan cerca. Casi lo tenía, un
momento más, un segundo más, una pizca de energía que no fue usada para
empujar el viento alrededor de ellos. El suelo era implacable en su deseo de
encontrarse violentamente con sus cuerpos cayendo, y ella solo tuvo un
último intento antes de que fueran aplastados.
Vhalla aprovechó su oportunidad.
Agarró el aire vacío, los dedos de él se deslizaron entre los suyos
ensangrentados y ella gritó. Lo último que vio Vhalla fue el momento en
que el cuerpo de Aldrik chocó contra el suelo, la sangre se acumuló
instantáneamente sobre su figura rota y sin vida, antes de que todo se
volviera negro.
Fin del segundo libro
Siguiente libro

Una mujer despertada en el aire, una soldado forjada por el fuego, un


arma surgida de la sangre.

Vhalla Yarl ha llegado al frente de guerra en el Norte. Forjada en


sangre y fuego, ha endurecido su corazón para la batalla final de la
conquista del Imperio Solaris. Las opciones ante Vhalla ya no son
servidumbre o libertad, son servidumbre o muerte. Lo que está en juego
nunca ha sido tan alto, ya que el Emperador mantiene su férreo control
sobre su destino, manteniendo todo lo que a Vhalla aún le queda por perder
en juego.
Air Awakens #2
Sobre la autora

Elise Kova siempre ha tenido una pasión por contar historias. Escribió
su primera novela, una de fantasía, en sexto grado. Con el pasar de los años
ha cultivado su amor por la literatura con todo desde la fantasía hasta el
romance, desde ciencia ficción hasta misterio, y lo que sea que llame su
atención.
Elise vive en San Petersburgo, Florida, donde se encuentra trabajando
en el siguiente debut de series de fantasía Joven Adulto: Air Awakens.
Disfruta de juegos de vídeo, animé, juegos de mesa de cambios de roles y
muchas formas de ser geek. Ama hablar con fans en Twitter y Facebook.
Twitter: https://twitter.com/EliseKova
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Página web: http://www.EliseKova.com/

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