Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales,
recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña
en tu blog o foro.
¡No subas la historia a Wattpad ni pantallazos del libro a las redes sociales!
2
Los autores y editoriales también están allí. No solo nos veremos afectados
nosotros, sino también tu usuario.
3
UN GOBERNANTE SEDIENTO DE SANGRE HA SIDO DERROCADO POR
OTRO, LANZANDO UNA SOMBRA DE MUERTE AL IMPERIO SOLARIS.
El Emperador Solaris estaba tan quieto como una estatua. Parecía estar
hecho de sombras de medianoche y luz de luna. La ligera capa de nieve parecía
estrellas en un cielo nocturno contra la manta oscura sobre sus hombros. Su piel
estaba tallada en alabastro, ni siquiera enrojecida por el frío. Vhalla se preguntó
si un hombre con fuego en las venas siquiera sentiría el frío como ella.
Ella se acomodó junto a él, sus costados se tocaron. Ella siguió su línea de
visión, tratando de ver qué cautivó su atención más allá del horizonte de la
madrugada. Lentamente tomó la mano de él entre las suyas, entrelazando sus
dedos.
Quería encontrar las palabras adecuadas. Quería decirle algo para darle
fuerza, para recordarle todo lo que aún tenía. Quería decir algo que no hiciera
eco como una falsa muestra de apoyo. Pero todas serían soluciones vacías a un
problema que ambos sabían que no se podía solucionar. ¿Qué le decía uno a un
hombre que lo había perdido todo pero que había ganado el mundo?
—Tenemos que movernos. —Su voz era más fuerte de lo que esperaba y la
hizo detenerse—. Dijiste que había un mensajero.
—Necesitamos unir a la gente más rápido que él bajo la bandera por la que
han estado luchando: la bandera de Solaris. Debemos protegerlos.
—Aldrik.
Un débil pésame se detuvo antes de que pudiera pasar por sus labios.
Vhalla se lo tragó. Presionó su boca en una línea firme y asintió.
—Protegeremos a tu gente.
—Nuestra gente.
Se quedaron así hasta que el sol asomó por el horizonte, pegados el uno al
otro, el silencio habló más fuerte que cualquier palabra. Aldrik la levantó,
llevándola medio camino de regreso a la casa de los Charem, un feliz rastro de
humo emanaba de la chimenea. Vhalla lo vio solo como un faro. Si a los
monstruos contaminados de Victor les quedara algo de cerebro, sabrían venir en
esta dirección.
—Necesito hablarles.
—Con más razón. La luz de la luna nos guiará; está lo suficientemente llena,
y la tormenta ocultará nuestras huellas.
¿Aldrik había estado buscando tormentas en el horizonte? ¿Se había despertado tan
temprano para ver si podían avanzar en la oscuridad? Se preguntó Vhalla con
sorpresa. No tenía ninguna duda sobre la sinceridad del dolor que se acumulaba
sobre sus hombros. Pero su príncipe, no, Emperador, corrigió ella mentalmente,
permaneció siempre centrado. Al final, su naturaleza y su educación se
impusieron sobre su dolor.
—Pero…
—Ella tiene razón —intervino Elecia—. Si… cuando Victor se entere de que
Aldrik sigue vivo, se habrá una cacería humana. ¿Qué crees que le pasará a
cualquiera que sea conocido por albergarnos o ayudarnos?
Fritz se desplomó.
—No seas estúpida, Vhal. —Fritz le apretó la mano—. Los Charem no son
un ramo de flores débiles. Podemos protegernos a nosotros mismos. Por la 10
Madre, Cass puede ser más aterradora que cualquier cosa que haya visto crear a
Victor.
—Si te dejo ahora —continuó él—, Larel volverá de entre los muertos y me
atormentará hasta mi último aliento.
—Tu trato permanece —dijo Vhalla en nombre de ella y Aldrik. Ella diría
las palabras que necesitaban, que sabía que él no estaba preparado para decir de
nuevo.
—Vengan al Norte con nosotros hasta el límite del Este. —Había una
hostilidad refrescándose entre Aldrik y las mujeres del Norte. Era casi tangible la
forma en que él había cambiado sus patrones de habla hacia ellas. Ahora que ya
no estaba en un compromiso forzoso con la princesa, las cosas estaban más
relajadas entre ellos. Dejando a un lado el trato por su hijo, había señales de
esperanza para las futuras negociaciones entre los clanes del Norte y su nuevo
gobernante—. Todos estaremos más seguros en un grupo.
—Lo harás. —Aldrik asintió elegantemente—, pero será más fácil hacerlo
cuando tengas ojos adicionales para vigilar por la noche para que puedas
descansar. —Esto pareció satisfacer a Za, por lo que Aldrik continuó: —Cuando
lleguemos a Hastan, enviaré un mensaje sobre los planes para reagruparse en
Norin.
—Hay algo más —dijo Elecia por encima de Aldrik, provocando que una
ceja oscura de su Emperador se elevara. Sus ojos se volvieron hacia Vhalla—. Ella
debería quedarse aquí.
—Aldrik. —La atención de Elecia cambió—. Sé que quieres que ella venga.
Pero también la quieres viva, ¿no? No puede protegerse a sí misma.
—Si mueres, ¿detrás de quién se unirán las pancartas? Si ella viene, tirarás
tu vida por la de ella la primera vez que necesite protección. Y sucederá,
especialmente porque ella es solo una Común.
—Vhalla…
—Voy a ir.
—’Cia tiene razón, Aldrik. —Vhalla nunca había escuchado a nadie más que
a Aldrik usar el apodo de la infancia de Elecia, pero Elecia no puso objeciones a
que Jax lo pronunciara—. Debes vivir, y lo sabes. ¿Pero yo? Mi vida no significa
nada. Así que seré el defensor jurado de ella.
Vhalla apretó los labios con pensamientos frustrados. Buscó una forma de
objetar, pero no pudo, lo que era aún más irritante.
14
—¿Por qué? —Aldrik parecía más curioso que incrédulo.
—Por Baldair.
—No fue su culpa —insistió Vhalla, igual de tajante—. Lo que pasó es culpa
mía. —No iba a permitir que Jax tomara la ira de Aldrik por eso.
—Bueno, si no hay nada más. —Aldrik miró con cautela a Elecia—. Salimos
al atardecer.
16
doler más, pero el dolor estaba arraigado en su pecho. Ella había visto esto antes.
Recientemente había vivido esta vida manchada de sangre, ahora más real que
cuando archivó libros en la Biblioteca Imperial.
Vhalla aflojó el fuerte agarre en sus riendas y se llevó una mano al hombro,
empapada hasta la piel de la nieve que caía pesadamente. Sus dedos masajearon
el tejido cicatrizado. Le dolía y le picaba todo el brazo. El dolor físico era una
máscara de la culpa visceral que se abría paso a través de ella.
—No perdonó a nadie, ¿verdad? —susurró Elecia. Lo que sea que haya
causado la carnicería había desaparecido hace mucho, pero ella aún mantuvo la
voz baja, en homenaje a los muertos que los rodeaban.
Los siete alojaron sus monturas en los establos del lugar, junto a un pony
de aspecto cansado y una yegua asustada. Se esperaba que estuviera vacío por
dentro, sin cadáveres ni supervivientes.
Aldrik silenció a Jax con una mirada aguda que rápidamente abandonó
cuando se pellizcó el puente de la nariz con un suspiro.
—Un trago no produce estupor. —Jax cruzó los brazos sobre el pecho; 17
ocultaba el leve temblor que Vhalla había notado en sus manos cuando las había
recorrido por la barra.
Siguiendo su propio consejo, Aldrik arrastró los pies por las pequeñas
escaleras que presumiblemente conducían a las habitaciones de la posada. La
preocupación se dibujó en la frente de Jax mientras sus ojos seguían la partida
del Emperador. Vhalla captó su mirada y asintió afirmativamente, siguiendo a
Aldrik.
Su capa ya estaba colgando para secarse cuando ella asomó la nariz por la
rendija de la puerta. Aldrik se giró rápidamente al oír el sonido, y casi se
derrumbó de cansancio cuando vio que solo era ella. Vhalla cerró la puerta y
apoyó la espalda contra ella.
—¿Cómo? ¿Con qué? —La voz de Aldrik fue brusca, pero su expresión
estaba cansada y sus ojos buscaban.
—Hasta que esto termine, tendremos que llevar su memoria con nosotros.
Pero cuando hayamos arreglado todo esto, podremos hacer más —prometió,
tanto para él como para ella misma.
—¿Para los que están en la nieve? No. —Cerró los ojos con fuerza con un
suspiro suave. Baldair estaba detrás de sus ojos como el fantasma que cabalgaba
con todos ellos, el hombre al que no habían tenido tiempo de llorar
adecuadamente pero que recordaban a cada paso—. Él quiere convertir el
continente en esta desolación, Aldrik. No es demasiado tarde para que todos
sigan respirando. Luchamos por ellos. Honramos a los muertos con un
compromiso con los vivos.
Cuando Vhalla volvió a abrir los ojos, él estaba frente a ella. Aldrik la
consideró durante un largo momento. Sus largos dedos se elevaron hasta los 18
lazos de su capa en su cuello, y Vhalla dejó que le quitara la tela por los hombros.
Dejó que el calor de sus manos se filtrara lo más profundamente posible en las
heladas zarzas que se habían enredado alrededor de su corazón.
—¿En serio? —Era difícil de creer, incluso ahora, con el mundo como era.
Vhalla levantó una mano hacia el reloj en su cuello. Su cadena apenas había
fallado al ser cortada por el hacha de Victor, la única lástima que había tenido el
destino sobre ella. Aldrik siguió su movimiento hasta el objeto que le había dado
la primera vez que le pidió que pasara su futuro a su lado.
Vhalla perdió la noción de los días. Pudo haber pasado una semana. Podría
haber sido un año.
—No va a ser más cálido que dormir afuera; falta la mitad del frente —
señaló Elecia.
—Si colgamos nuestras capas para que se sequen en las paredes, podría
bloquear la luz de un pequeño fuego y mantenernos lo suficientemente calientes.
—Jax se giró hacia Aldrik, que seguía en su montura a la izquierda de Vhalla—.
¿Qué dices?
—Si no salimos del frío, uno de nosotros se enfermará y eso sería peor —
decidió.
—Sí, pero…
Sehra caminó hacia un árbol y colocó ambas palmas sobre él. Ella hacía esto
todos los días, sin importar cuándo paraban, al amanecer o al atardecer. Vhalla
observó cómo la joven acercó su frente a la corteza helada y permaneció quieta y
reverente.
Ninguno del grupo había cuestionado o detenido a las mujeres del Norte.
Vhalla miró, la curiosidad finalmente se apoderó de ella.
Za resopló.
—¿Cómo?
21
—¿Dudas de Sehra? —preguntó Za a la defensiva.
—¿Como un dios? —Vhalla trató de confirmar que sabía lo que Sehra decía
antes de emitir un juicio al respecto.
Za se rio de la pregunta.
—Sí. —Vhalla tragó, soltando las siguientes palabras entre sus labios con
tanta gracia y fuerza como poseía—. Quiero saber más sobre dónde pasará la
infancia mi primogénito, en caso de que todo suceda.
Ella blandió la espada por instinto. Vhalla vio una armadura Imperial, un
guardia del palacio. El mundo se desaceleró cuando ella arqueó su espada hacia
el hombro del hombre. Sonó contra su armadura, alertando al resto de su grupo.
Aldrik estaba pisándole los talones a Jax, sus ojos estaban en llamas de rabia
en el momento en que aterrizaron en la hoja que presionaba su garganta. 23
—No se muevan —exigió una voz masculina áspera—. Si no quieres que
muera, no se muevan.
—Voy a llevarme uno de sus caballos —continuó el hombre—. Me dejarán
o ella morirá.
—No sabes con quién te has peleado, amigo. —Jax negó con la cabeza con
una risa. Dio un paso hacia la nieve y se congeló. Vhalla observó cómo sus ojos
se iluminaron con comprensión. Jax escuchó lo que ella había escuchado. Vio lo
que la había hecho desarmarse voluntariamente—. ¿Daniel?
—No sé quién eres, pero sé que eres un mentiroso. Lady Vhalla Yarl está
muerta.
—Daniel. —Fritz habló en voz baja, dando un paso detrás de Jax—. Ella no
está muerta, está justo…
—¡No me digas que está viva! ¡La vi morir en el Escenario del Sol! Lo vi
obligarla a arrodillarse mientras dejaba que sus monstruos la destrozaran
miembro por miembro. —Casi estaba gritando, y Vhalla esperaba que Sehra
hubiera estado en lo cierto en que no había magia de cristal y, por lo tanto, no
había abominaciones cerca.
¿Quién había muerto en la ejecución pública?
—El Rey Supremo Anzbel, él… —Más risa ronca—. Suficiente, no sé quién
o qué eres en realidad, pero voy a agarrar ese caballo y me iré. ¡No me importa si
tengo que matarla por eso!
Ahora liberada, podía evaluar al hombre que todos los demás habían visto
desde el principio. El hombre por el que estaba agradecida de no haber matado.
Daniel estaba demacrado. Su armadura estaba cubierta de sangre y vendas
amarillas estaban envueltas alrededor de su antebrazo donde faltaba un
guantelete. Su cabello estaba resbaladizo por el sudor y la suciedad. Los rastros
de una barba cruzaban su barbilla.
—Estoy bien. —Vhalla dio un paso adelante. Jax le lanzó una mirada de
advertencia y Vhalla respondió con una mirada fulminante. El hombre no la
detuvo, pero permaneció cerca mientras ella cruzaba la brecha hacia Daniel. El
hombre era como una pintura estilizada, de lejos puede ser aceptable para un
hombre, pero en el momento en que ella estuvo de cerca pudo ver cada pincelada
deshilachada y cada línea vacilante. Vhalla le tomó las manos audazmente y él
casi saltó fuera de su piel con el toque—. Mira, estoy bien. Tú, sin embargo, no lo
eres. Entra y siéntate. Sal del frío.
Za se ofreció como voluntaria para que ella y Sehra vigilaran, echando una
mirada recelosa hacia Daniel. Incluso después de que las mujeres del Norte se
fueron, estaba el lugar estaba abarrotado con los seis en el mismo espacio. Daniel
estaba nervioso por la proximidad, sus ojos se movían salvajemente.
—¡Los maté! —Se lanzó hacia adelante, agarrando la parte superior de los
brazos de Vhalla hasta el punto de hacerle moretones—. No me arregles, estoy
roto. —Daniel la sacudió y Vhalla siseó ante el dolor que le causó en el hombro
derecho.
Daniel miró con horror absoluto, luego casi tiró a Vhalla a un lado y se alejó.
Ella miró, con el corazón roto, mientras el hombre acercaba sus rodillas a su
pecho, agarrándose la cabeza.
Daniel gimió y se retorció, pero mientras Vhalla lo abrazó, dejó que Elecia
realizara todas las atenciones que pudiera. Fue incómodo tener que trabajar
alrededor de los brazos de Vhalla, pero Elecia tuvo más tacto para no señalar eso.
—Daniel…
—¡No! ¡No!
27
—Soldado. —Aldrik intervino con fuerza en la conversación con una sola
palabra brusca. Daniel se congeló—. Esta es una orden de su Emperador:
informa.
Vhalla quería regañarlo por adoptar ese tono, pero Aldrik había visto y oído
algo que ella no. La orden volvió a colocar algo en su lugar, y la respiración de
Daniel se hizo más lenta, sus ojos recuperaron algo de cordura.
—Fue él. Entró directamente y nadie pensó en detenerlo hasta que murió el
primer grupo de guardias. —Nadie necesitaba preguntar quién era él—. Debería
haber sido fácil, era un solo hombre. Pero cada vez que uno caía, les quitaba el
ojo y lo convertía en una de esas rocas, esos cristales.
—¿Mi padre? —preguntó Aldrik, pero por la expresión del rostro de Daniel,
Vhalla deseó que no lo hubiera hecho.
—Su muerte fue solo el comienzo. —Daniel se giró hacia Jax—. Solo somos
nosotros ahora, hermano.
—¿Qué pasó con la guardia? —Una severidad oscura superó las palabras
de Jax.
Esto era culpa suya. Ella había ayudado a Victor y desató esta fuerza. Más
allá de eso, si hubiera mantenido a Daniel más cerca y hubiera sido una mejor
amiga para él, tal vez él hubiera estado con ellos antes. Tal vez Jax hubiera
pensado en ir a buscarlo antes de ir esa noche oscura hacia las Cavernas de
Cristal. Ella había cometido tantos errores. ¿Cuántas personas que amaba pagarían
por ellos?
Vhalla se detuvo a considerar esto. Esa era la razón por la que habían
abandonado los Charem. Pero los Charem eran capaces de ser inteligentes.
Daniel era un niño perdido en el bosque.
—Lo haremos.
—No, no, no lo serán. Ya no hay trono para ninguno de los dos. Solo sangre.
—¿Qué haremos con los caballos? —preguntó Fritz con una mirada a
Daniel.
—Los caballos son raros —dijo Daniel—. Con todos tratando de huir del
Sur. Es por eso que yo-yo iba a… —Sus ojos miraron la débil línea roja en su
cuello, y Daniel se tambaleó, tropezando a medio paso de distancia—. Lo siento,
Vhalla.
—Está bien, Daniel. —Ella le dedicó una sonrisa valiente y dio el ejemplo a
31
todos. Un recordatorio silencioso de que era parte del grupo—. Cabalgaremos
hasta el próximo pueblo. Hay uno cerca del límite con el Este. Buscaremos
suministros y caballos allí.
—Cuando marchamos por primera vez no pude encontrar las palabras para
decirte. ¿Cómo se habría visto eso? ¿Luego de hacer tu armadura? ¿Elegir tu
caballo? No tenía ningún interés en que me volvieran a llamar titiritero.
—Eres tonto —dijo ella con un suspiro—. Gracias por esto. Y por tu ayuda
hoy con Daniel.
—Tú y él… —Aldrik hizo una pausa, sin saber si quería continuar esa línea
de preguntas.
Vhalla nunca quiso que su amor fuera inseguro, pero había algo casi
tranquilizador en el recordatorio de que él era mortal y sentía vacilación y celos.
Una mano soltó las riendas para entrelazar sus largos dedos contra los de
ella. Vhalla suspiró con satisfacción. Sus dedos trazaron formas alrededor de su
muñeca mientras el balanceo del caballo la arrullaba en un estado nebuloso.
—Nunca haré que te arrepientas de esa decisión. Nunca más —juró Aldrik.
—Prometo lo mismo.
Pasó días durmiendo contra la espalda de Aldrik; como resultado, ella era
la más descansada del grupo. Lo que hacía que tomar vigilancias para que todos
pudieran dormir fuera la tarea más lógica. No habían encontrado otro refugio y
se vieron obligados a pasar más noches frías en el suelo.
Daniel lanzó un gancho derecho que ella esquivó por poco mientras su
palma se aplastaba contra su frente salpicada de sudor. Sus ojos ganaron claridad
cuando se dio cuenta de quién era ella. Vhalla no dijo nada, soltó un suave shh y
le suplicó con los ojos que volviera a dormir. Su labio inferior tembló, y la miró
con miedo mientras ella acariciaba tiernamente el cabello sudoroso de su frente.
Ella no le mintió. No le dijo que todo estaría bien. Simplemente se sentó en
solidaridad, comprendiendo su dolor.
A la mañana siguiente, tuvo una recaída. A lo largo del día, Vhalla hizo todo
lo posible por recordarle quién era él, quién era ella, adónde iba, que escapó de
las garras de Victor. Ayudó, por un poco, hasta que todo el proceso se repitió. Sin
embargo, a pesar de todo esto, Vhalla no había entendido realmente la
profundidad del terror de Daniel hasta una tarde, unas pocas horas después de
su vigilancia.
Una lengua larga y negra colgaba de sus fauces abiertas. Los dientes
demasiado grandes para caber en su boca sobresalían en ángulos extraños,
afilados como navajas; una saliva negra como la tinta rezumaba entre ellos y
goteaba sobre la carretera. Garras rasparon la nieve, susurrando sobre las piedras 34
del camino debajo.
—Vhal…
Vhalla apretó una mano sobre su gemido. Se llevó el otro dedo a los labios
y susurró apresuradamente detrás de él:
Mientras apartaba la mano, Vhalla señaló los horrores del patrullaje. Fritz
lo miró con incrédulo horror.
—Cierto. —Se agachó, agitando las manos en el aire. Vhalla vio el destello
revelador de la magia, como el calor de las piedras en un día de verano, entre
ellos y la carretera.
—Patrulla.
Sus ojos oscuros estaban alerta y despiertos de inmediato. Se lanzaron hacia
Fritz, quien permaneció paralizado en su ilusión.
—Sehra —siseó Za. La arquera sacó el arco de su pecho y sacó una flecha
del carcaj en la parte baja de la espalda.
—¡Han venido por mí! —Daniel gimió de horror, lo cual se hizo realidad.
Jax soltó a Daniel y Vhalla saltó sobre el hombre preso del pánico. Luchó
con el hombre agitado y se concentró en mantenerlo en un lugar mientras el resto
del grupo se ponía en movimiento.
—¡No dejen que me lleven! —gimió Daniel—. ¡Dejé al rey, el único rey
verdadero! No dejen que me lleven.
Vhalla no había visto al último soldado caer, pero los tres monstruos
atacantes parecían muertos. Por otra parte, para empezar, habían estado muertos.
—Lo siento —balbuceó Daniel—. Yo-yo casi hago que los maten. Casi.
Baldair me pidió que te protegiera y casi hago que te maten.
—Lo sé. —Estaba medio hablando para sí mismo—. He estado ahí. Parece
que no hay otra opción. Que el mundo es demasiado pesado, demasiado horrible
como para mejorarlo. Sé que me odiarás, nos odiarás, la odiarás a ella, por no
dejarte sentarte aquí y morir.
Finalmente llegaron al límite con el Este. Una vez más, Vhalla vio una
patrulla en la distancia durante su guardia. Pero la ilusión de Fritz los mantuvo
en secreto, y esta vez Daniel se limitó a murmurar y mecerse.
—Sé que lo hará. —La Hija de Yargen hizo algo en ese momento que Vhalla
no había visto ni una vez en ella. Su boca se curvó en forma de sonrisa exhausta,
pero sincera—. Mis ojos han visto la verdad. Protegerás esta tierra.
—Lo haré. —El voto era redundante e innecesario, pero Vhalla lo dijo de
todos modos. Ella cumpliría ese voto en el mundo tantas veces como fuera
necesario hasta que se hiciera realidad.
—Confiar tu corazón a esta mujer puede ser la elección más inteligente que
has tomado, Aldrik Solaris.
El bosque siguió haciéndose más escaso durante los próximos días. La nieve
comenzó a derretirse y desaparecer hasta que solo hacía frío, la hierba marrón
fue aplastada bajo los cascos de los caballos. El clima se calentaba cuanto más se
alejaban hacia el norte y las brisas costeras, ininterrumpidas por las montañas,
mantenían las ominosas nubes grises de nieve en el sur.
La primera visión del Este casi hizo que los ojos de Vhalla se llenaran de
lágrimas. Las colinas rodaban sobre sí mismas como velas en la brisa. Había un
olor a tierra que permanecía en su nariz, elevándose desde la tierra fértil.
El destino les lanzó una pequeña sonrisa. A medida que avanzaban hacia el
corazón del Este, los signos del dominio tiránico de Victor comenzaron a
disminuir. La gente tenía una cierta ventaja que Vhalla no estaba acostumbrada
a ver. Pero aún así siguieron con sus días. Seguían atendiendo sus campos y el
olor a pan horneado flotaba cada vez que pasaban por una granja.
La voz de Daniel sonaba más fuerte con cada palabra que decía, y Vhalla se
permitió sonreír. Si un conocido al azar podía ayudarlo tanto, se atrevía a tener
esperanza con lo que podría hacer al regresar con su familia. Llevarlo a casa había
sido la decisión correcta, se aseguró a sí misma.
La casa de Daniel estaba en las afueras de Paca, justo donde él dijo que
estaría. No mostraba signos de confusión; no había signos de pelea. Vhalla
contuvo la respiración mientras la pequeña casa se hacía cada vez más grande
hasta que estuvieron lo suficientemente cerca para escuchar el sonido metálico
de las herramientas del hogar.
—Mamá, papá —dijo Daniel con una voz que Vhalla nunca había
escuchado de él antes—. De-deserté de mi puesto. Yo…
—Yo-yo m-maté…
—Solo a las personas necesarias para poder regresar a casa con ustedes —
interrumpió Vhalla.
Su interferencia en la conversación rompió el momento, y los tres se
volvieron para mirarla. Daniel se frotó la nariz con el dorso de la mano, la que le
faltaba el guantelete. Vhalla le dio una sonrisa alentadora. La sangre nunca se
lavaría de sus manos; ella estaba muy familiarizada con eso. Pero podía empezar
a dejarlo atrás. Podría dejarse estar en casa.
Todos los ojos se posaron en Aldrik expectantes. Con el más pequeño de los
suspiros, soltó las riendas y alcanzó los lados de su capucha. Su cabello colgaba
flácido alrededor de su rostro, un desastre igual a la mugre que los cubría a todos. 43
Pero no importaba. Su imponente presencia nunca fue impulsada por su
apariencia, a pesar de lo que Vhalla pudo haber pensado en uno que otro
momento. La piel del hombre frente a ella era fuego, él ardía con algo más fuerte
que toda su ropa cuidadosamente hecha y su imponente armadura negra.
—¿Qué? —La mujer miró entre ellos ante sus extrañas proclamas—. Daniel,
esta gente… seguramente debes saber lo que pasó en la capital.
—Lo sé. —Daniel se apartó del toque de su madre—. Sé muy bien lo que
pasó en la capital. —Suspiró profundamente, dejando escapar la agudeza en su
voz—. Pero también sé que son quienes dicen ser. Y si no fuera por ellos, no
estaría vivo.
Cualquiera que fuera la gratitud que la mujer estaba acumulando sobre ella
se vio momentáneamente eclipsada cuando Vhalla miró a Aldrik. Su señora, esas
palabras, dichas tan públicamente. Ya no escondían su amor por el otro, lo
aceptaban para que todos lo vieran.
Vhalla lo abrazó con suavidad, una criatura que sabía que se asustaría si se
movía demasiado rápido o lo sujetaba con demasiada fuerza.
—Soldado. —Jax hizo una larga pausa para reunir sus palabras y
emociones—. Está retirado de su posición.
Era algo que Vhalla nunca hubiera pensado en decir, pero el profundo
impacto que tuvo en Daniel fue instantáneo. Las lágrimas brillaron en sus ojos,
desbordando las esquinas. Alcanzó a Jax y los dos hombres se abrazaron.
Jax se puso su capucha tan pronto como se separó de Daniel. Todos hicieron
lo mismo mientras salían y se alejaban de la casa de Daniel. Elecia y Fritz
hablaron a la ligera entre ellos, la distancia desde el sur finalmente comenzó a
aligerar el estado de ánimo entre todos. Pero uno de ellos todavía tenía una nube
oscura sobre su cabeza. Jax mantuvo la cabeza gacha y la capucha ceñida con
fuerza alrededor de su rostro, hasta llegar a Paca.
45
El pequeño pueblo del Este era tal como lo recordaba Vhalla. Un
ayuntamiento desgastado era el edificio más grande, un pequeño escenario para
anuncios y elecciones en su frente. También era donde la banda tocaría durante
el Festival del Sol. Ella hizo una pausa, sonriendo con cariño.
—No. —Ella sacudió su cabeza—. Pero mi familia solía venir aquí para
comerciar en el mercado o para eventos importantes. Leoul es incluso más
pequeño que esto, no hay mucho allí.
—¿A Leoul?
—A tu casa —aclaró.
—También creo que deberíamos ir. —Elecia era la última persona que
Vhalla esperaba que expresara su apoyo. Se explicó ante la mirada inquisitiva de
Vhalla—: La familia es increíblemente importante. Yo querría asegurarme de que
mi padre estuviera a salvo.
—¿Gerald? —Vhalla parpadeó ante lo poco que había cambiado. Entre ella
hablando y la puerta cerrándose detrás de Fritz, el hombre corpulento se movió
y se ajustó los tirantes.
—Bueno, no sé quién más podría ser. —Se rio entre dientes—. ¿Y quién de
verdad es usted, señorita?
—Tres de plata. —El hombre se volvió para buscar las llaves que colgaban
de ganchos detrás del escritorio mientras Aldrik colocaba el dinero en el
mostrador.
—Entonces, ¿uno para las chicas y uno para los chicos? —preguntó Elecia
mientras subían las escaleras. Aldrik le lanzó una mirada que explicaba que ese
no era el caso, provocando un grito ahogado—. ¡No me hagas dormir con ellos!
—Has estado durmiendo con ellos todo el tiempo. —Aldrik puso los ojos
en blanco y puso una llave en la mano de Elecia.
—Primo, tienes suerte de que te ame. —La aguda mirada de Elecia no tenía
peso, y Aldrik sonrió con cansancio—. Y yo elegiré cama primero.
Jax no se movió.
—Jax, ve a descansar. —El hombre del Oeste cruzó los brazos sobre el pecho
ante la demanda de Aldrik—. Si algo le sucede mientras ella está en mis brazos,
nunca te culparán a ti.
—Feliz de servir. —Jax hizo una reverencia, deteniéndose ante la puerta aún
abierta por la que Elecia y Fritz habían desaparecido—. ¡Oh, y si ustedes dos
necesitan un tercero, asegúrense de hacérmelo saber! —Con un guiño y una risa,
entró en la habitación.
—Ese hombre.
—No tenían vidrio la última vez que estuve aquí. —Vhalla apoyó la mano
en el cristal—. Pero no mucho ha cambiado.
Dos cálidas palmas cayeron sobre sus caderas y Vhalla sintió la longitud de
su cuerpo detrás de ella. El calor perpetuo que él irradiaba era un contraste con
todo lo demás en el duro mundo. Ella se recostó en esa calidez, dejando que sus 48
manos se deslizaran a su alrededor para abrazarla con fuerza.
—Lo he hecho —susurró ella en respuesta. Más que nada, ese hecho era
ciertamente cierto. La última vez que estuvo en el Este, había sido una niña sin
propósito. Ahora tenía una idea de cómo se sentía el peso del mundo. Sabía cómo
el título de la nobleza se ajustaba a sus hombros y el papel más importante que
tenía que desempeñar. No volvería a su padre siendo una niña ignorante.
—Ah, Vhalla. —Él se rio entre dientes, haciendo una pausa justo antes de
que sus labios entraran en contacto con los de ella—. Eso es lo único a lo que no
le temo.
El Emperador ciertamente había sido intrépido esa noche cuando se trató
de colmar su adoración sobre su dama. Le había recordado el fuego que vivía en
sus venas. Inmoló su pasión en el altar de sus mutuos votos. Los primeros rayos
del amanecer que se asomaban por el cristal de la ventana los encontraron
todavía enredados.
49
un aroma propio de él.
—¿Qué sucede?
—Estás aquí. —Dada la locura que había sucedido, algo sobre despertar en
sus brazos, piel con piel, era maravillosamente imposible. Afirmó que no solo la
noche anterior había sido real, sino que había sido un pequeño vislumbre de un
futuro por el que luchaban.
—Jax. —La voz de Elecia era aguda como los puñales que probablemente le
lanzaban sus ojos—. No me hagas pensar nada por el estilo sobre mi primo, por
favor.
Elecia comenzó a cantar una canción, en voz alta, por encima de las palabras
de su compañero.
—¿Qué hicimos al forzar a esos dos a estar juntos? —Vhalla se rio mientras
se sentaba. No se sentía en lo más mínimo culpable por sus pasiones; ni siquiera
había un fantasma de rubor en sus mejillas.
—Tú también.
—Bueno, sí. —El hombre hizo una pausa, su expresión seria—. ¿Están
esquivando a los Inquisidores?
Gerald continuó:
—Sí, lo hacen. —El hombre movió las manos y giró la taza; sobre ella estaba
el sol resplandeciente de Solaris—. Ahora váyanse, antes de que el Inquisidor
comience sus rondas por el pueblo.
Vhalla echó una última mirada a Geral antes de que la puerta se cerrara
detrás de ellos. Sus cálidas palabras la habían restaurado y aterrorizado. Esta era
su gente y la apoyaban. Ella los había traicionado y ahora tenía que hacer todo lo
necesario para salvarlos.
—¿Cuánto le pagamos? —Elecia rompió el silencio mientras revisaban sus
alforjas.
—Por orden del Rey Supremo Anzbel, hemos sido enviados a investigar el
mérito mágico de esta ciudad. —Los cinco llevaban capas negras con un wyrm
plateado cosido en la espalda. La gente parecía encogerse en sus hogares
mientras hablaba—. Se registrarán todas las ciudades del Este. Las búsquedas
serán aleatorias y continuarán a perpetuidad. Se pide a todos los que se 52
encuentran actualmente en el pueblo que se presenten ahora.
Vhalla no podía respirar. Él dijo que quería hacer un mundo para todos los
hechiceros. Mintió. Victor era el Rey Jadar nacido de nuevo.
—Victor tiene miedo. —Obligó a su mente a seguir moviéndose más allá de
su ira—. Le tiene miedo a los Caminantes del Viento. Todavía podemos
detenerlo.
El líder sacó un cristal de su bolso y, uno por uno, se movió entre la fila de
personas, pasándolo de una persona a otra. Vhalla se preguntó cuánto tiempo
pasaría antes de que el Inquisidor comenzara a mostrar signos de la mancha.
Recordó las historias de monstruos de Daniel y se preguntó si todo era una parte
importante de las maquinaciones de Victor.
Para casi todos, el cristal no hizo nada. Vhalla contuvo la respiración y miró
a los otros dos inquisidores que se abrían paso lentamente desde donde se
escondían a la sombra de los establos hacia la multitud.
—Vhalla, tenemos que irnos —instó Jax, ya que ella era la única de ellos que 53
no montaba.
Dio un paso atrás hacia Relámpago. Ella no podía hacer nada. No podía
detener esto.
—Por favor, por favor, él… lo criaré bien; lo educaré para que ame al Rey
Supremo. No dejaremos que su magia se muestre. —La mujer empezó a sollozar.
—La ley es clara. —El Inquisidor arrancó al niño mientras el pueblo miraba
con horror.
La Madre, colgada en lo alto del cielo, debió haber contemplado con cariño
el acto de Vhalla tonto por encima de todo porque en ese momento, un vendaval
arrasó la ciudad. Empujó su capa alrededor de su cuerpo desde atrás, como si
una mano invisible estuviera colocada sobre ella. Todos contuvieron la
respiración.
El crujido del hielo iluminó el aire y Vhalla se giró. Pero donde había estado
el asistente no había más que una marca chamuscada en el suelo, la temperatura
de la plaza subió varios grados.
—El Señor del Fuego. —Aldrik se bajó la capucha, mirando al hombre que
de repente parecía nada más que una hormiga debajo de una montaña. Extendió
una mano y el fuego crepitó de su dedo, incendiando al líder.
—¿Eres realmente quien dices que eres? —Un anciano se alejó de la madre
que lloraba por su hijo caído.
—Lo soy. —Vhalla miró a la familia rota con dolor, deseando poder revertir
el reloj—. Lo somos.
—Ella es Vhalla Yarl —dijo Gerald—. Reconocería ese lío de cabello donde
sea.
—Estás viva. —El otro Inquisidor que Jax estaba amenazando habló con
asombro—. Es cierto, el Príncipe de Mhashan vive. —El hombre también cayó de
rodillas.
—Vhalla Yarl. —La madre dijo su nombre suavemente con un hipo. Todos
se giraron—. ¿Vas a terminar con esto?
—Lo haré —juró sin dudarlo. Su gente la miraba, y ella nunca volvería a
fallarles. Vhalla saltó de nuevo al escenario y se dirigió a Paca—. Los fuegos de
Solaris, los fuegos de la justicia, arden brillantes y calientes. El sol está saliendo y
arrojará esta oscuridad de la tierra. Terminaremos con el Rey Supremo.
—Por lo tanto, únanse a Solaris o mueran con el rey falso —decretó Aldrik.
—El Oeste no siente amor por el rey falso —dijo el asistente del Inquisidor
más cercano—. Me arrodillaré felizmente por mi Emperador.
—¿Y tú? —Aldrik había notado la aparente conexión familiar entre los dos
hombres del Oeste y se giró hacia el hombre del Sur.
—¡Con una condición! —Vhalla sabía que una madre afligida podía
convertir a Paca en una turba enfurecida si no se añadía una condición. Se debía
tener algún tipo de castigo para que la gente descansara por la noche.
Aldrik se volvió hacia Vhalla. Él la miró fijamente, pero no se opuso. El acto
singular decía mucho sobre la autoridad que ya le había dado.
Nadie objetó.
»Para que puedan conservar sus vidas, si las usan para ayudar a sus
hermanos y hermanas aquí en el Este. Hagan lo que les dijeron. Usen el cristal
para encontrar Caminantes del Viento. Pero por cada uno que encuentren, 57
díganles que se escondan. Conviertan esa miserable cosa con la que Victor los ha
ensillado como regalo. No sean precursores de la muerte, sino devotos de la vida.
Díganles a los Caminantes del Viento que huyan, para perpetuar la creencia de
que hay y no habrá más en el Este, por ahora.
Vhalla no dejaría de lado su sueño secreto de que algún día los Caminantes
del Viento podrían estudiar de forma segura junto a otros hechiceros.
—Hagan correr la voz a otros Inquisidores que no quieran quitarle los hijos
a sus madres. Hagan esto y se habrán ganado su perdón.
—Al menos si voy a morir, entonces sería como alguien a quien puedo mirar
en el espejo. —Se levantó—. ¿Si eso pudiera complacer a nuestro señor?
Aldrik respiró hondo y le dio a Vhalla una mirada que ella no pudo
descifrar. Sus ojos estaban tristes, pero brillantes de pasión. Sus hombros estaban
flácidos y pesados, pero las comisuras de su boca se levantaron ligeramente en la
más pequeña de las sonrisas.
—Me complacería mucho. Ya que es el primer decreto de su futura
Emperatriz.
58
Vhalla recordaría para siempre la reacción de la gente de Paca ante el
anuncio de Aldrik de que Vhalla sería su futura Emperatriz. La gente que la
abrazó, la celebró, se repitió en su mente durante su viaje fuera del pequeño
pueblo. Se repitió hasta que un pensamiento molesto diferente se deslizó desde
la parte posterior de su cerebro, hasta que este nuevo pensamiento habló tan
fuerte que no tuvo más remedio que abordarlo.
—Lo siento —dijo Vhalla con sentimiento de culpa—. Por ir como lo hice
contra los Inquisidores.
—Somos objetivos bastante fáciles en este momento. Cuanta más gente sepa
que estamos vivos, más gente nos perseguirá.
—Solo hay un título que me interesa —dijo Elecia solo una vez que se
aseguró de que se había quedado en silencio el tiempo suficiente para llamar la
atención de todos—. Dama del Oeste.
—Ya veremos. —Aldrik se rio entre dientes—. ¿Tu abuelo sabe que estás
compitiendo por derrocarlo?
—Aunque las hay. ¿No crees? —Fritz también tenía una pequeña expresión
de alegría. Era pequeña, pero estaba ahí—. Todos estamos vivos, ¿verdad?
—Lo estamos.
Eso era algo en lo que Vhalla no había pensado. Habían sabido en Paca de
las afirmaciones de Victor sobre su muerte. El miedo se apoderó de ella. ¿Y si su
padre pensaba que estaba muerta y se había marchado para huir de la lenta invasión de
Victor hacia el norte?
Vhalla miró hacia adelante. Tan lejos en el medio del continente, las colinas
de las montañas hacia el sur habían comenzado a aplanarse, y había como mucho
una pequeña pendiente hacia la tierra. Podía ver a gran distancia, pero su casa
aún estaba fuera de vista.
Vieron una vieja señal de carretera que era el primer marcador de Leoul. El
camino polvoriento y las cercas gastadas, que rodeaban el ganado y los pastos,
comenzaron a parecerle familiares. Todo comenzó a conectar como un
rompecabezas de recuerdos, y Vhalla pudo recordar repentinamente detalles
borrosos como cuántos árboles tenía un agricultor en su campo o cuántas
ventanas tenía otra casa.
—¡Mi granja! —Agarró las riendas con fuerza—. ¿Podemos ir más rápido?
—¡Funciona para mí! —Fritz vitoreó y dio una patada a su caballo para que 61
trotara animadamente.
Estaba exactamente como la había dejado. El techo de paja que parecía más
delgado año tras año. El granero con la puerta rota que nunca se había arreglado.
La maleza decidida a trepar por la losa. Sus ojos habían visto horror y sangre,
pero de alguna manera aún podían mirar la estructura que le había dado once
años felices sin que se quemara espontáneamente por estar bajo su mirada.
—¡Papá! —La niña dentro de ella se desató, esa pequeña niña que
desesperadamente quería que su padre la abrazara y dijera que todo estaba bien.
La chica que había sido arrojada al mundo intimidante y desconocido. Esa niña
finalmente ganó por primera vez en meses y las lágrimas se derramaron por las
mejillas de Vhalla—. Papá, papá, papá…
—Debería decirte eso, pajarita. —La atrajo hacia él para darle un fuerte
abrazo.
—Lo siento. Debería haber vuelto a casa antes. Debería haber estado aquí.
Me convertí en una dama. Envié dinero. ¿Lo recibiste? —Todo se derramó,
incontrolable—. Quería volver a casa, padre, pero hice tantas cosas. Ni siquiera
sabía quién era. No sabía lo que quería. Pero ahora lo sé, lo sé.
—Silencio. —Su padre le acunó las mejillas y le secó las lágrimas—. Estás
enloqueciendo sin ninguna razón.
Vhalla tragó y asintió, las últimas lágrimas escaparon con una risa.
—Estoy tan feliz de verte. —La preocupación había dado a luz al dolor, que
se hizo añicos ante la alegría.
—Estoy feliz de verte. —Él la atrajo para darle otro fuerte abrazo—. ¿Estás
bien?
—Lo estoy.
—Escuché tantas historias, cuentos fantásticos, todos centrados en mi
pajarita. Estaba preocupado, pero orgulloso.
Vhalla se sentó sobre sus talones y se frotó la cara. Se sintió tonta por llorar
tanto cuando no pasaba nada. Pero, en todo caso, lloró porque era correcto y
perfecto y todo lo que no se había atrevido a esperar.
—Ahora. —Su padre se puso de pie—. Estoy seguro de que tienes mucho
que contarme, pero comencemos por tus compañeros.
—Es bastante buena protegiéndose a sí misma. —Jax puso sus manos en sus
caderas, evaluándola pensativamente—. Igual de buena para meterse en
problemas.
—Se lo pido, por favor, solo Aldrik. —Habló con una cadencia casual y de
verdad sonrió. 64
—Papá, está bien. —Vhalla tiró del brazo de su padre y lo instó a ponerse
de pie. Su padre todavía parecía muy inseguro—. Aldrik es… bueno, me voy a
casar con él.
Su padre miró entre Vhalla y Aldrik, claramente luchando por procesar eso.
Elecia, Jax y Fritz tomaron los caballos para atarlos, y con mucho tacto le
dieron a Vhalla, Aldrik y su padre algo de tiempo a solas.
—Estos son los arbustos de fresa que mamá y yo plantamos cuando era
pequeña. —Era casi primavera y ya tenían pequeños frutos acurrucados entre sus
hojas.
—Una primavera, Vhalla se las comió todas en una tarde —dijo su padre a 65
Aldrik, mirando las plantas con cariño.
—Al igual que yo, quería una de sus tartas de frutos rojos. —Todavía había
una nota de dolor cuando habló de su difunta esposa.
Vhalla recogió tres de las frutas para que cada uno las probara. Eran
diminutas y estaban algo amargas por no haber madurado lo suficiente.
—A las plantas también les vendría bien. —Su padre pasó un brazo por el
hombro de Vhalla.
—Por supuesto, pajarita. Todos los días. —Su anhelo era tan palpable como
su profundo suspiro.
—Sí, sí. Ponlos en la olla —instruyó Fritz—. Pensé que eras mejor cocinera.
—Sabes que lo haré. —Los ojos de Jax se movieron arriba y abajo de la forma
de Elecia un par de veces.
—¿Puedes culparme?
—Hubo una fuerte sequía hace un año. No pude gastar agua ni siquiera
para ellas.
—Aún no es el momento.
—Lo estoy. —Rex Yarl se rio—. El granero está bien; yo estoy bien. No tengo
algunas hierbas. Siempre disfruté de las comidas suaves.
Había olvidado dónde estaba el punto dulce del horno y algunos de los
panes estaban un poco demasiado marrones. Afortunadamente, Jax ajustó
diligentemente el fuego como ella había pedido lo mejor que pudo después de
que la chimenea se calentara para que todos fueran comestibles.
Rex insistió en que Aldrik tomara su pequeña cama de cuerdas, pero Aldrik
se negó, optando por la paleta pequeña que habría sido de Vhalla. Cuando se dio
cuenta de que no cabían los dos, se lo ofreció a ella, pero fue el turno de Vhalla
de negarse. A su Emperador le costaba bastante dormir, y si la fina capa de paja
ayudaba, no estaba dispuesta a quitárselo.
—Pensé que te encontraría aquí —dijo en voz baja, subiendo el resto del
camino. Vhalla se acercó más al calor de la chimenea y se llevó las rodillas al
pecho para dejar espacio para que él se sentara—. ¿Sigues buscando lugares como
este para descansar?
—Tú y mamá, ¿sabían que yo era una Caminante del Viento? —preguntó
Vhalla a pesar de su miedo.
—Teníamos sospechas.
70
—¿Y nunca me lo dijeron? —Vhalla se retorció en estado de shock—. ¿Me
lo escondieron?
—¿Lo que enseñó la abuela? —Vhalla sabía que sus abuelos habían
trabajado en la oficina de correos de Hastan, pero siempre le habían dicho que se
habían peleado con su hija cuando se casó con el padre de Vhalla.
—Si hubiera sabido lo que sucedería, habría hecho las cosas de otra manera
—confesó él.
—Estabas terminando guerras. —Él se rio con su risa cordial—. No seas tan
dura contigo mismo, pajarita.
Ella suspiró.
—Papá, ¿crees que seré una buena emperatriz? He hecho tantas cosas
horribles. —Vhalla quería confesar su pecado de dar rienda suelta a Victor sobre
el mundo. Pero algo de culpa era demasiado pesada para compartirla con su
padre.
—La mejor —dijo su padre sin dudarlo—. No tengo ninguna duda de ti; sé
la clase de Emperatriz que serás. Pero sobre nuestro joven príncipe heredero, sé
poco más que los rumores de los soldados durante la Guerra de las Cavernas de
Cristal. Dime qué tipo de Emperador tendremos.
No lo pintó como el hombre perfecto. Vhalla sabía que Aldrik tenía terribles
defectos. Pero ella también. Él era propenso a la ira y ella al egoísmo. Pero se
esforzaron juntos por ser mejores, para ellos mismos y para los demás.
En todo esto, le contó a su padre todo lo que pasó desde la última vez que
lo vio. Los años se resumieron en minutos y horas. Él frunció el ceño ante su dolor
y la elogió por superar sus pruebas.
72
Vhalla y Rex Yarl se sentaron en la brisa hasta el amanecer.
Le dolía el pecho por el olor del aire, por la forma en que el polvo se
asentaba a la luz del amanecer, por el dulce aroma de la tierra húmeda del rocío
de la mañana. Todo dolía. Cada entrada sensorial la llenaba con la pesadez del
anhelo por un mundo que se había ido hace mucho tiempo.
Vhalla casi saltó de su piel, dejando caer el pequeño tronco de madera que
sostenía en el proceso. La mano de él la rodeó y lo atrapó con destreza.
—Es demasiado temprano para todos ustedes —repitió Elecia con veneno.
Fritz sonrió.
74
—No, no es así.
Vhalla miró hacia otro lado con un suspiro. Lo sabía, incluso si no quería
admitirlo. Sabía que su padre era nadie estando solo. Con ella, con Aldrik, se
convertía en un objetivo.
—Estaré bien, pajarita. —Su padre se acercó y tiró de ella para darle un
fuerte abrazo—. Recuerda, no eres la única en esta casa que ha ido a la guerra.
No estoy tan viejo y oxidado. 75
Vhalla suspiró suavemente, cerró los ojos y apoyó la cara en el hombro de
su padre. Tener a su padre en casa estaba bien. Olía a tierra debajo de las uñas y
al hollín en la chimenea. Mientras él estuviera aquí, siempre habría algún lugar
al que pudiera volver corriendo.
Rex Yarl salió primero en dirección a la frontera del Oeste. Le prometió que
solo haría una parada en la casa de un amigo de confianza antes de continuar.
No llevó nada con él que pudiera confirmar su identidad, en caso de que los
Inquisidores lo detuvieran. Eso había provocado un debate sobre cómo probaría
su asociación al llegar a Norin.
—¿Qué es más hermoso justo antes de morir? Una rosa —repitió Vhalla lo
que le había dicho a su padre que recitara para el tío de Aldrik en Norin. Me lo
dijiste después de la muerte de Baldair.
—Espera, eso significa que confías en mí, ¿verdad? —Fritz estaba muy
ansioso por el hecho.
Eso puso a Elecia en una larga historia de la noble familia Ci’Dan. Vhalla
sabía que debía escuchar; era el linaje de Aldrik y, por lo tanto, era importante
para él. Pero en lo único que se encontró concentrada fue en el próximo fin de las
tierras agrícolas de su familia. Que su padre no portara identificación significaba
que todo lo que declarara su familiar se quedaba aquí.
Vhalla agarró las riendas con fuerza. Quería regresar corriendo y tomar
todo lo que pudiera que le recordara su hogar.
—Todo está bien. —Vhalla se obligó a decir. Los recuerdos no estaban atados a
las cosas. Se volvió hacia el grupo—. Vamos; Hastan está esperando.
Los días siguientes a Hastan pasaron felizmente sin incidentes. Tanto es así
que era casi posible imaginar que eran simplemente cinco viajeros en un viaje
porque querían serlo. Se quedaron en posadas a lo largo del camino,
manteniendo sus identidades en secreto. Todas las noches, Vhalla fingía que era
solo una mujer y Aldrik solo un hombre, una pareja comprometida para casarse.
Evitó la preocupación con sus besos y calmó el ruido en su mente con sus suspiros
alegremente entrecortados.
Cuanto más se adentraban en el corazón del Este, menos veían del agarre
de Victor. La gente sabía lo que estaba pasando; algunos incluso pueden haber 77
visto una de las abominaciones que Victor había creado. Pero para la mayoría, la
vida continuaba casi con relativa normalidad.
—Me atrevería a suponer que ellos sabrían. —Jax señaló la línea de soldados
que bloqueaban el camino hacia la ciudad.
—Alto —les gritó uno de los soldados mientras se acercaban—. ¿De dónde
vienen?
—Senadora, quieres decir —aclaró uno de los hombres con un fuerte acento
del Oeste.
—Los hubo, hasta que el Rey Supremo puso sus manos sobre los tres que
aún estaban en la capital cuando usurpó el trono.
—Por orden del único gobernante que todavía tiene derecho al trono. —
Vhalla miró a Aldrik por el rabillo del ojo mientras el soldado hablaba—. El Lord
Ophain Ci’Dan. 78
El alivio tiró de las comisuras de la boca del Emperador, doblándola
pulcramente en una pequeña sonrisa. Irradiaba confianza y delataba su
tranquilidad ante la omisión del soldado. Elecia captó los ojos de Vhalla con una
mirada de complicidad mientras los apartaba del perfil de Aldrik. También había
visto la expresión de Aldrik y parecía divertirse de igual manera.
Elecia desmontó. Hizo una bola con una de sus manos en un puño,
apretando la otra mano sobre él, un movimiento que Vhalla aprendió hace
mucho tiempo era su acto físico de abrir su Canal. La mujer de cabello rizado se
acercó a los guardias desprevenidos. El resto de ellos no se movió mientras su
Emperador permanecía quieto, contento de ceder los soldados a Elecia como
ratones a un gato.
—Le diré a Lord Sevin que eso pase por alto, si haces lo que le pedimos. —
Elecia levantó la cabeza con una sonrisa triunfante—. Ahora, llévame con mi
padre.
Elecia fue reconocida a unos pocos pasos del camino. Eso fue todo lo que
necesitó. De repente, los soldados que los conducían querían asegurarse de que
tuvieran todo lo que pedían los viajeros, ahora que se dieron cuenta de que estaban
en presencia del Emperador.
Vhalla notó de inmediato dos cosas sobre Sevin Ci’Dan. La primera era que
no parecía mucho mayor que Aldrik. La segunda era que los dos casi podían ser
hermanos solo por las apariencias. La madre de Aldrik, Fiera Ci’Dan, princesa
del Oeste, era hermana de Lord Ophain Ci’Dan, el padre de Sevin. Eso haría que
Aldrik y él fueran primos, por lo que el parecido familiar tenía sentido, razonó
Vhalla.
—Hay mucho que contar. —Los ojos de Sevin miraron a su grupo antes de
volverse hacia sus hombres—. Tomen sus caballos, límpienlos y sacudan el polvo
de sus abrigos. Traigan dátiles secos, cohi, pan y cualquier alimento perecedero
que esté más fresco.
—Por supuesto. —El lord hizo una pausa mientras los soldados traían los
alimentos solicitados—. Enloquecer es algo que ya sospechaba, dada la
naturaleza del Este.
Sevin miró a Aldrik, confirmando que ella, de hecho, tenía la autoridad para
preguntar directamente. Aldrik miró expectante.
—Así que también se prepararon para someter el frente del Este —concluyó
Aldrik.
Sevin asintió.
—Pero esto es diferente —admitió ella—. Esta no es una fuerza con la que
se pueda razonar. Este es un hombre más allá de los sentidos y la lógica. Nos
matará a todos solo porque le conviene hacerlo.
—Lo has visto. —El lord escuchó algo en su tono que hizo que sus palabras
fueran una declaración, más que una pregunta.
—Yo fui quien le dio esta fuerza corrupta. —Vhalla lo miró a los ojos y el
lord se inclinó hacia atrás involuntariamente—. Y seré yo quien se lo quite. Seré
yo quien lo mate y acabe con la plaga de los cristales de una vez por todas.
—¿Shaldan? —Se dirigió hacia Aldrik con confusión—. ¿Cómo? Supuse que
si… —Los ojos de Sevin se posaron en Vhalla, luchando por encontrarle sentido
a lo que tenía ante él—, si tu dama está frente a mí, entonces la Princesa del Norte
había muerto.
—¿Oh?
Vhalla miró confundida mientras Aldrik negaba con la cabeza. Sus palabras
resonaron en sus oídos.
Fritz, Elecia y Jax optaron por relajarse en la tienda del lord durante la 83
misión de Aldrik y Vhalla. Elecia recogió a regañadientes la idea de que era un
asunto mejor servido al permitir que los gobernantes gobernaran, pero Fritz y Jax
parecían demasiado ansiosos por finalmente salir de la silla y llenarse la boca con
tanta comida como pudieran.
—¿No pensaste que llevarlo por tu novia sería importante? —Vhalla le dio
a su Emperador una pequeña mirada fulminante.
Hastan estaba silencioso. A pesar de tener más gente, más tiendas, más
edificios, más de todo que todas las pequeñas ciudades agrícolas por las que
habían viajado, estaba tan silencioso que el viento sonaba fuerte. Vhalla miró a
los hombres y mujeres que los miraban, curiosos pero reservados. Trató de
sonreír para tranquilizarla, pero no pareció ayudar. Al menos no dolió.
El edificio principal del gobierno de Hastan era una gran estructura circular
al final del Camino Este-Oeste. Los constructores habían elegido un círculo para
significar que todo era igual en el sentido de que no había lados. Tenía un solo
piso por la misma razón. El hecho nunca le había llamado la atención en todas
sus lecturas, pero después de ver tanto del mundo, nunca había apreciado más 84
su propia historia o cultura.
—Lo soy. Al igual que tú. Todos somos el Imperio Solaris. Un Imperio del
Sol para su gente, para la paz.
—Vhalla Yarl.
Por la forma en que reaccionó, habría pensado que le había dicho al hombre
que ella era el dragón del caos, liberado de la prisión del Padre en el cielo
nocturno. El hombre se tambaleó hacia atrás, sosteniendo su camisa sobre su
pecho con sorpresa. La miró fijamente durante un largo momento, ignorando la
presencia del hombre que se había proclamado el verdadero Emperador.
—El senador dijo que no más gente del Oeste, pero le llevaré la Caminante
del Viento. —El granjero-guardia se detuvo en la puerta.
Vhalla hizo una pausa, atrapada en el limbo. Aldrik tenía tanta confianza
en ella. Eso la emocionaba. La aterrorizaba. Pero se estaba convirtiendo en la
mujer que había esperado, porque era más divertido que aterrador. 85
—Muy bien. —Vhalla asintió. Ella tomó su mano, entrelazando brevemente
sus dedos contra los de él—. Iré y volveré una vez que haya ganado una
audiencia para todos ustedes.
Vhalla se rio, incapaz de discutir. Afirmar que ella era Vhalla Yarl era
prácticamente una sentencia de muerte en el mundo en el que vivían. La condujo
a través de otra puerta al centro del edificio. Un auditorio circular descendió tres
niveles hacia la tierra. Los parasoles se retiraron de un techo abierto, dejando
entrar la luz del sol. Una mujer, de cabello castaño con canas en las orejas, miró
hacia arriba desde donde trabajaba sobre unas cartas esparcidas en una mesa
circular.
—Vhalla Yarl.
La senadora miró a Vhalla de arriba abajo durante un largo rato,
entrecerrando los ojos.
—Tampoco encajaba con la Vhalla Yarl que conocí. —Las arrugas de sus
ojos se profundizaron mientras sonreía—. Si realmente es Vhalla Yarl, dime qué
hiciste para desordenar la corte durante su juicio.
Fue más fácil de lo que Vhalla esperaba. El Este y Oeste parecían encajar.
Sin la complicación sobre quién reclamaba el trono más fuerte y quién
probablemente obtendría más apoyo en todo el continente, el Este tenía pocas
dudas en apoyar la afirmación de Aldrik.
—Que así sea. —Él se rio entre dientes—. Hemos tenido suficientes
dificultades.
—Mi padre —dijo Aldrik pensativo—. A pesar de todos sus defectos, tuvo
una visión que se arraiga en los corazones de los hombres. Una visión de un solo
estandarte que nos une a todos. De luchar por un futuro mejor en lugar de uno
contra el otro.
Aldrik continuó:
—Es un ideal por el que la gente todavía está dispuesta a luchar. Porque
estábamos tan cerca que pudimos saborearlo.
87
La oscuridad de la noche recogió al último pájaro mensajero. Las manos de
Vhalla estaban manchadas de tinta y cansadas. Había escrito el triple de cartas
que Aldrik, pero solo se habían enviado un tercio. Nunca había escrito cartas
como Emperatriz, y resultó más difícil de lo esperado capturar y mantener el tono
correcto.
Vhalla apreció la sencilla elegancia del edificio del gobierno del Este. Era el 88
salón del senado original, y era tan opulento como podía esperarse sin ser
innecesariamente lujoso. Los suelos eran de madera multicolor, con
incrustaciones en zigzag de luz y oscuridad. Unos cuantos retratos en marcos de
buen gusto se alineaban en la sala a amplios intervalos. La luz de las velas
resplandecía sobre el barniz para suelos.
Pero la belleza tenía una cierta oscuridad manchando las sombras. Este
lugar representaba un gobierno creado por el pueblo para servir al pueblo: el
gran experimento del Este. Mientras Victor estuviera vivo, solo sería una sombra
de su antigua gloria, su crecimiento limitado por la sombra de un loco.
Vhalla sabía dónde estaba su corazón. Estaba en el mismo lugar que le había
dicho que se fuera al Oeste si caía en la batalla final del Norte. Era la verdad, pero
Vhalla no quería dar crédito a las palabras. Sabía que el título de Emperatriz
aseguraría su protección. Sabía que Aldrik no deseaba nada más; no necesitaba
decirlo.
—Puedo hacer eso. —Sus palabras fueron un susurro silencioso, pero una
cacofonía de ruido llenó su cerebro mientras su mente trataba de pensar en
demasiados pensamientos uno encima del otro.
Unas horas más tarde, casi había acallado el ruido en su mente cuando su
sueño inquieto fue interrumpido por un chillido que rasgó el cielo. Sonaba como
si los cielos estuvieran siendo destrozados, y los despertó a ambos con un
sobresalto. Otro grito hizo eco del primero. Fue pura agonía dada su forma, como
si mil hombres y mujeres lloraran al mismo tiempo.
—¿Lo viste? —Aldrik echó un vistazo más por la ventana antes de dirigirse
hacia la puerta.
—No él, sino uno de sus experimentos con cristales. —Vhalla no estaba
realmente segura de qué se alzaba por el cielo, pero no se parecía a nada que
hubiera visto antes. La criatura que habían encontrado en el camino con Daniel
parecía un juego de niños comparado con esto. Incluso como una sombra en la
noche, era una pesadilla dada su forma, un monstruo que uno deseaba que
permaneciera en el vacío de donde vino.
—¿Vhal? —Fritz bostezó y se frotó los ojos. Apenas se había despertado con
todo el ruido. El hombre podría dormir en medio del fin del mundo.
—Eres más valiosa para mí aquí. Mantén las cosas en orden. Ayúdame a
liderar desde dentro.
—No, irás con Lord Solaris —exigió Vhalla—. Fritz, tú también irás. Ambas
habilidades serán útiles en el campo.
—El triaje estará aquí —explicó rápidamente a los que se habían quedado.
Sus clérigos iban desde ancianas que habían visto todo tipo de lesiones, hasta
veteranos experimentados, madres y un puñado de personas con formación. Dejó
a las ancianas a cargo de las evaluaciones iniciales.
—Esas habitaciones son para la nobleza, los invitados del Emperador —dijo
alguien.
—Sal y asegúrate de que todos los civiles del lado norte de la ciudad hayan
sido trasladados a casas seguras en otro lugar en caso de que quedaran —ordenó
Vhalla—. Entonces dirígete hacia el sur. Implora a los que están al mando allí que
dividan sus fuerzas y atraviesen la ciudad para defender y ayudar a los del norte.
—Es bueno verte también. —Jax levantó la cabeza con una sonrisa cansada,
su presencia sacó a Vhalla de sus pensamientos.
—He estado mejor. He tenido cosas peores. —Se desplomó contra ella.
Vhalla vio su espalda. Estaba hecha jirones. Un corte profundo corría desde
el hombro hasta la cintura, otros dos lo enmarcaban a cada lado.
94
—¡Necesito un clérigo! —llamó Vhalla, ayudando a Jax a sentarse en una
silla en una habitación cercana.
—Lady Yarl, no tenía ni idea de que tuviera tanto afecto. —Jax movió las
cejas sugestivamente—. Cortarle la ropa a otro hombre no le conviene a la futura
Emperatriz.
—Oh, silencio. —Le dio una pequeña mirada al clérigo que esperaba que le
transmitiera la silenciosa solicitud de que ninguna de las bromas de Jax se
repitiera en otro lugar. El hombre parecía demasiado concentrado en evaluar al
hombre herido como para prestar mucha atención a lo que estaban diciendo.
—¿Cómo pasó esto? ¿Cómo están las cosas ahí fuera? —Vhalla no estaba
segura de querer las respuestas a sus preguntas.
—Un desastre. —Jax hizo una mueca cuando el hombre puso un poco de
ungüento en las heridas—. Puede que hayamos tenido algo del poder de
Mhashan, pero los soldados estaban lejos de estar preparados para un ataque.
»Hemos derrotado a tres bestias hasta ahora, pero los bastardos son casi
impermeables a la magia. Los cristales les dan algo de resistencia y los curan al
mismo tiempo. Se necesitan tres hechiceros poderosos para derribarlos.
—Los hechiceros son una cosa que deberíamos tener —pensó Vhalla con
esperanza en voz alta.
Sabía lo que Jax estaba diciendo. Aldrik era uno de esos hechiceros, uno de
esos lo suficientemente hábiles para enfrentarse a las bestias. Vhalla no sabía si
quería hacer sus próximas preguntas o no.
No la torturó.
—Están bien.
—No desde que me fui. —Jax sonrió—. Fui el único lo suficientemente tonto 95
como para estar dispuesto a desperdiciar su vida para salvar a una hermosa
dama en apuros.
Jax parecía completamente exhausto. Vhalla se frotó los ojos con cansancio.
Por muy gastada que estuviera, no era nada comparado con lo que los soldados
enfrentaban allá afuera.
—Tú también, Vhal. —Su amigo la soltó—. Estaba nervioso de que algo se
abriera paso.
Él la detuvo.
—Debería estar allí. —Vhalla movió su brazo para tomar su mano en lugar
de agarrar su muñeca—. Necesito estar con él para esto.
—Vhalla, ¿entiendes…?
—Por supuesto que sí. —Ella le apretó los dedos—. Por eso debo estar allí.
Las bajas habían sido numerosas, más pesadas de lo que esperaba dada la
cantidad de soldados que habían estado en la fuerza del Oeste que rodeaba la
ciudad. Pero los descomunales cadáveres de bestias aladas gigantes ofrecieron
una explicación escalofriante. Dientes más largos que su cuerpo sobresalían de
sus enormes papadas. Tenían cabezas casi caninas pero con una piel gruesa y
correosa tensada contra sus músculos de formas extrañas. Algunos tenían dos
brazos, otros cuatro, uno incluso seis. Tenían alas de wyvern y colas de escorpión.
Era una criatura que los dioses nunca habían tenido la intención de que existiera,
y los cristales ahora dormidos incrustados en sus cuerpos brillaban como
obsidiana opaca a la luz del sol, convirtiéndose lentamente en polvo.
Nadie habló.
—Lo sé muy bien —respondió Vhalla en voz baja—, porque fui yo a quien
él robó sus poderes.
—No puedes creer eso. ¿Es eso lo que Victor les ha dicho? ¿Que ustedes son
los fuertes e inmunes? —Sacudió la cabeza con una risa amarga y triste—. Los ha
descartado como prescindible con sus mentiras.
—Era. —Vhalla habló solo con el hombre que había preguntado—. Era la
Caminante del Viento hasta que robó mis poderes. Ahora soy una Común. Fue
mi magia la que desató a este monstruo sobre el mundo…
—…pero por eso, nadie luchará más duro que yo para hacer lo que sea
necesario para corregir ese error. —Las palabras dolían. Dolían como si el viento
todavía golpeara sus mejillas, simples y poco mágicas. Pero era finalmente el tipo
correcto de dolor. El dolor de una confesión que necesitaba ser dicha—. Esto es 98
solo una noche. El sol saldrá de nuevo y yo me quedaré con el amanecer.
Ella miró al Emperador. Sus ojos eran un camaleón durante las últimas
semanas, cambiando constantemente para coincidir con la mujer en la que ella se
estaba convirtiendo.
—¿Quién estará con el sol? —Él apartó los ojos de ella para hacer su última
demanda.
—¿Por qué tener piedad de ellos? —Un soldado del oeste finalmente
habló—. Ellos luchan contra tu Imperio. Dales la muerte.
—Porque una mujer sabia me enseñó que ningún alma está más allá de la
salvación —respondió Aldrik fácilmente.
—Los que están con nosotros, vivan; los que no, mueran. Hagan su elección.
El alba llegará y no esperará a nadie. —Aldrik se giró hacia los hechiceros de
Victor.
Dos más estaban de pie, cinco en total. Eso fue todo lo que se salvó. Vhalla
fue testigo silencioso de los otros hechiceros que murieron por el ideal de Victor.
Hombres y mujeres que se habían contaminado tanto con sus mentiras que
valoraban su dogma más que sus vidas.
99
Vhalla regresó al edificio del gobierno en silencio. Revisó visualmente a
Aldrik varias veces. Tenía innumerables moretones y un corte en el hombro, y
ella estaba dispuesta a regañarlo por no buscar tratamiento antes, pero estaba
bien, en general. Una sensación enfermiza había burbujeado en su estómago,
pero fue sofocada al verlo.
¿Cuántas veces más tendría que ver a la gente que amaba ir a la guerra?
Se quedó como una sombra silenciosa al lado de Aldrik hasta que un clérigo
exigió su atención, y luego se escabulló. Vhalla vagó por los pasillos,
repentinamente exhausta. Había puesto todo lo que podía pensar a prueba para
ser la Emperatriz que la gente necesitaba, y no estaba segura de si se había
acercado siquiera a serlo.
Sus pies se movieron con la intención de buscar a Fritz, pero se detuvo justo 100
antes de la puerta de un amigo diferente, la franja de luz se extendía por el suelo
desde las habitaciones actuales de Jax.
—Tenía otras cosas en las que concentrarme. —Elecia, se dio cuenta Vhalla.
Dio un paso hacia la puerta abierta, aliviada al escuchar que la mujer estaba lo
suficientemente bien como para tener el habitual tono sarcástico en su voz.
Vhalla se quedó quieta. Jax había dicho que sufrió su herida mientras
salvaba a una damisela en apuros. Elecia no era una gran damisela.
—Gracias. —La gratitud de Elecia era forzada e incómoda, pero era tan
sincera como cualquier otra cosa que Vhalla hubiera oído decir a la mujer. Elecia
era a menudo abrasiva, ciertamente sarcástica, pero por lo general era sincera en
lo que decía, lo bueno y lo malo.
—Sabes, eres una de las pocas —Las palabras de Jax detuvieron a ambas
mujeres—, que todavía no me llama lord.
—Ya sabes cómo es la corte. —La voz de Elecia indicaba indiferencia, pero
101
hubo un eco triste y sincero que siguió a sus palabras—. Algunos de ellos todavía
están de tu lado.
—¿Por qué estás aquí? —La pregunta se le escapó tan repentinamente como
la pensó.
—¿Qué no lo es?
—No, todavía estás peleando. Estás en guerra por mí. ¿Por qué lo haces?
Escapar del caos de la casa de la familia Charem tampoco parecía una razón
suficiente.
—Todas tienen su lugar en el mundo. Cada una sabe quiénes serán. Cass
heredará la casa. Reona será una esposa y una madre increíble. Nia será chef o
panadera o algo así. Todos tienen algo. Yo nunca lo hice.
102
—Tuviste tu magia —señaló Vhalla.
Hablar de las cosas con Fritz fue terapéutico. Ella le daba un consejo que
necesitaba prestar usar para sí misma. No era de extrañar por qué su amigo de
cabello desordenado se había quedado por tanto tiempo. Eran tan similares en
todos los aspectos en todas las formas que lo necesitaban.
Cuando Vhalla finalmente regresó a su habitación, vio el tenue resplandor
de un fuego que venía de la puerta de las habitaciones de Aldrik. Sus pies se
arrastraron hacia adelante, impulsados por su corazón. Aldrik trabajaba
diligentemente en una pequeña mesa junto al fuego, garabateando en pergamino.
—Para mi tío y otros lores del Oeste —respondió Aldrik sin girarse.
Vhalla se quitó las botas y las dejó en la puerta. Con pies ligeros, se acercó
al Emperador encorvado. Aldrik no se movió cuando ella le rodeó los hombros
con los brazos.
—A juzgar por cómo manejaste los asuntos durante ese ataque, tengo poco
de qué preocuparme por permitir —tarareó Aldrik, un sonido relajado y
complacido, como el ronroneo de un gato. 103
—Todavía tengo miedo —confesó—. De ser Emperatriz.
—Nunca se han dicho más palabras falsas. —Aldrik apoyó la pluma sobre
la mesa para mirarla—. Pasaste dieciocho años en paz. En todo caso, soy yo quien
te ha puesto este manto de muerte.
Vhalla negó con la cabeza, pero él continuó antes de que pudiera objetar
verbalmente.
—Sé lo que te he pedido. Nací en eso, fui criado para eso. Ahora espero que
logres actos y diplomacia, tareas para las que me fueron preparando durante
años. —Aldrik la sentó en su regazo y le pasó la mano por la mejilla—. Pero
escúchame, digo nacido en, no nacido para. Puede que tenga la ventaja de la
educación, pero tú eres tan naturalmente apta para gobernar como yo, quizás
más.
Ella sostuvo su frente contra la de él, frotando ligeramente las puntas de sus
narices.
—¿Me enseñas?
—Siempre.
Él se burló de ella la primera vez que cerró los ojos. Pero el Emperador no
mantuvo despierta a su dama. Habló en voz baja hasta que el agotamiento
finalmente la reclamó, abrazándola.
Al día siguiente, él se hizo cargo de nuevo. Antes incluso de que salieran de 104
sus respectivas habitaciones, detalló cada plan que tenía para el día, lo que
esperaba lograr y cómo planeaba hacerlo. Le pidió que observara y aprendiera.
Marcó cada decisión con una solución a largo plazo que aseguraría que el
Este permaneciera ligado a su liderazgo. Cuando Aldrik mencionó a los
senadores de reemplazo, lo hizo de tal manera que exigió que el senador
naturalmente preguntara quiénes pensaba que deberían ser. Vhalla no tenía
ninguna duda de que los nombres que soltó no fueron los primeros que se le
vinieron a la cabeza, sino una lista planificada de personas que tenían alguna
deuda o que ya habían pasado alguna prueba previa de lealtad.
—Ya hemos solicitado más apoyo por parte del Oeste. —Aldrik desvió su
atención del pergamino.
—Y, sobre todas las otras cosas —continuó Aldrik—, debes recordar que
eres su Emperatriz.
—¿Se nota?
—Supongo que es bueno que me gusten los libros más que a la mayoría de
la gente —murmuró Vhalla.
108
con una biblioteca impresionante y sabía que estaría sola aquí. Todo lo que quería
era un espacio tranquilo y algo para leer.
—Oh, Emperatriz.
—La mujer tiene sentido. —Vhalla tuvo otra razón más para apreciar a la
prima de Aldrik.
—Lo habría hecho —afirmó Jax—. Todo estaba listo, y yo era todo un
señorito. Lo único que quedaba era encontrar una pareja adecuada con otro
noble.
—No, los sentimientos eran mutuos. —Jax miró a la nada durante un largo
momento. Luego hubo un cambio. Vhalla no estaba segura de sí se lo imaginó.
Pero su expresión hizo clic en algo diferente—. O más bien, pensé que lo eran…
Había una inquietud cerniéndose sobre sus palabras. Las sacó de su lengua
con una precisión casi ensayada. Como si ya no fuera Jax hablando, y estuviera
poseído por otra persona, alguien que en realidad no había soportado lo que
estaba a punto de decirle.
110
—Hasta que, un día, decidí que la sorprendería. Yo estudiaba en la
Academia de Artes Arcanas. O quizás estaba dando una clase. No recuerdo por
qué… tal vez necesitaban mi ayuda. —Sacudió la cabeza—. De cualquier manera,
llegué temprano a casa. Antes de lo esperado.
»Habían pasado unos días desde que la vi. Días que bien pudieron haber
sido una eternidad. La sorprendí en la casa de su familia… estaba silenciosa, tan
silenciosa.
—Tan silenciosa que pude escucharlos. Seguí los sonidos, los gritos, hasta
su habitación. Allí la encontré. La encontré completamente desnuda y debajo de
otro hombre. —Jax comenzó a reír. Fue una risa oscura y tan siniestra como un
trueno bajo en un cielo tormentoso—. Yo nunca había tenido una mujer. Pensé
que era romántico que me guardara solo para sus manos. Pero ella había
conocido a este hombre. Una y otra vez por lo que descubrí en esa habitación
oscura.
—Los maté a todos. —Se echó hacia atrás, encorvado en su silla hasta que
su cabeza descansó en el respaldo. Sus miembros eran como ramas largas y
esbeltas, todas estiradas—. Primero él. Tenía que morir. Tenía que arder. Él la
había tocado y oh, oh, lo maté por eso. Hice que ella mirara y —Jax se atragantó
con su historia un momento, pero rápidamente recuperó la compostura—, me
rogó que lo salvara. Gritó por su vida, como si de alguna manera lo amara.
Vhalla era mortal. Había tenido sus rachas de celos y los había superado.
Comprendió los desagradables sentimientos que podían surgir en la gente; había
vivido lo suficiente ahora para haberlo visto desde todos los lados. Pero esto, esto
era más de lo que podía comprender. No importa qué situación, nunca podría
imaginarse a sí misma lastimando a Aldrik. ¿Qué tipo de amor fue un amor que llevó
a un hombre a matar lo que codiciaba? ¿Era ese amor más fuerte que el que ella tenía?
—Los dos construyeron un nuevo castigo para mí. Uno que incluso Lord
Ophain decidió que era apropiado. —Se detuvo en la puerta—. Serviría en la
Guardia Dorada para pagar mi deuda con la gente. Si hacía algo cuestionable, me
matarían.
—No. —Jax miró a través de ella—. Eso sería algo que tendría que ganar,
no pedir. Y mis pecados nunca merecerían un perdón.
—Pero tu familia…
El silencio se instaló entre ellos, quieto y pesado. Vhalla sabía que, como
Emperatriz, tendría que enfrentarse a la fealdad, a los horrores. Pero no estaba
preparada para que esos horrores vinieran de aquellos a quienes consideraba sus
amigos. Por otra parte, ¿qué eran ahora ella y Jax? Parecía que nunca había
conocido realmente al hombre.
Vhalla lo miró con ojos frescos y parecía que él hacía lo mismo. Las cosas
habían cambiado entre ellos, y Vhalla sabía que era ella quien debía decidir cómo
se manifestaría ese cambio. Afortunadamente, Jax no parecía ansioso por
obligarla a tomar una decisión. 113
—Si necesitas algo, futura Emperatriz, llámame y te lo traeré. —Jax hizo una
pequeña reverencia—. No lo olvides, nuestro Emperador decretó que mi vida es
tuya.
—¿Cómo puedes dejar que esté como está? —Vhalla no podía entender por
qué Aldrik toleraba la presencia de Jax, cómo Aldrik parecía considerar al otro
lord su amigo. Parecía ir en contra de todo lo que pensaba que sabía de su amante.
—Hombres que han hecho cosas peores caminan libres. —La culpa cruzó
los rasgos de Aldrik. 114
—Lo que él hizo no se parece en nada a lo que sucedió contigo y las
cavernas. —Vhalla apretó con fuerza las manos de su Emperador. Aldrik pareció
sorprendido por un momento, confirmando que había adivinado correctamente.
Había llegado a conocer a los demonios que llevaba, así como al hombre mismo.
—Aldrik, yo…
—Pero no puedes —terminó ella por él. Las palabras eran tan pesadas como
el plomo. Este era el precio de su amor. El costo de estar con el hombre que había
elegido—. ¿Qué pasa si nunca decido que ha expiado?
—¿Crees que puedes distraerme con tus dulces palabras? —Ella se hizo la
tímida, apoyando la parte posterior de su cabeza contra el marco de la puerta.
Vhalla no quería estar de acuerdo con él, pero el Emperador podía ser
persuasivo cuando quería.
115
—Ahora, Vhalla, sé que soy un magnífico espécimen de hombre, pero me
temo que pondrás celoso a tu prometido si continúas mirando fijamente. —Jax le
sonrió.
—Milord —llamó Jax a Aldrik al otro lado de ella—. No creo que sea seguro
tener a tu dama a mi alrededor.
—No creo que tenga mucho motivo de preocupación por parte de gente
como tú —comentó Aldrik secamente.
Elecia tarareó y miró a Vhalla con el rabillo del ojo. La mujer mantuvo la
boca cerrada, pero la mirada puso el pensamiento de Daniel en la mente de
Vhalla. Vhalla encontró la mirada de la otra mujer y la sostuvo hasta que Elecia
apartó la mirada. Elecia no sabía lo que ella y Daniel habían sido o, mejor dicho,
no habían sido. Ella no sería culpable por ello.
Todavía se sentía incómoda con el hombre de cabello largo cuya vida ahora
ella poseía. Sabía que esta era una prueba de Aldrik para mantener la calma y
aprender a manejarse con alguien que la hacía sentir emociones conflictivas. Si
no podía entender cómo se sentía por Jax, no habría esperanza cuando se tratara
de encargarse de las serpientes en la Corte del Sur. Suponiendo que la Corte del Sur
vuelva a estar en sesión.
La noticia del ataque a Hastan se había extendido por todo el Este a espaldas
de los mensajeros que Vhalla había enviado para llamar a los soldados. Las
ciudades en las que se habían detenido y las posadas en las que se hospedaban
mantenían un silencio que no había estado presente antes. Se acercaba la guerra
y no importaba si la gente estaba lista o no.
Los campos a su alrededor cambiaron, los cultivos se diferenciaban del
paisaje cambiante. El suelo era más liviano, más arenoso y los pequeños ríos y
arroyos que atravesaban el Este estaban menos llenos a medida que se acercaban
al Oeste.
Al final del tercer día, se encontraron con otro grupo de Inquisidores. Aldrik
les ofreció el mismo trato que les había ofrecido a los Inquisidores anteriores, y
los hombres del Sur estaban muy felices de abandonar al falso rey. Al menos, eso
es lo que parecía. Vhalla se mordió la lengua y dejó que su expresión no delatara
nada durante el encuentro. No iba a revelar sus intenciones como antes y poner
en peligro a más personas.
Pero una fuerza dio a luz a otra contrafuerza. Antes de que los Inquisidores
se marcharan, dieron otra información interesante: los Alas de Plata. El nombre
no pasó desapercibido para Vhalla, y la llenó de recuerdos de los hechiceros de
la Torre, que lucían orgullosos sus pines plateados cuando regresó de la guerra.
La descripción del grupo reservado y la feroz lealtad entre sus miembros
confirmaron sus sospechas. Los Inquisidores dijeron que aquellos en la capital
veían a los Alas de Plata como la única forma posible de luchar contra la tiranía
del falso rey.
Esta información mejoró sus espíritus en el viaje del día siguiente. Saber que
la fuerza de Victor estaba flaqueando y que la gente estaba comenzando a crear
fuerzas organizadas contra él los puso a todos de buen humor. Era la mayor
esperanza que se habían atrevido a sentir desde que dejaron el sur, y era más
necesaria que nunca al día siguiente.
No importaba si habían enviado a todos los soldados del Oeste si esos hombres y
mujeres no podían llegar a su destino.
—Esto se parece mucho a que Victor está compensando algo. —Jax evaluó
el tamaño de la puerta con una risita.
—Dudo que nos dejen pasar —dijo Elecia mientras miraba a los guardias
de Victor. Señaló la pequeña colección de estructuras construidas fuera y junto al
cristal—. También dudo que Victor ponga a cualquiera aquí. Es probable que 118
estén medio locos por la corrupción, e incluso si no lo están, seguramente serán
los más leales.
—Tampoco parece que las paredes tengan fin. —Vhalla se llevó una mano
a la frente y entrecerró los ojos en ambas direcciones. Incluso si pudieran dar la
vuelta, les llevaría días tomar cualquier dirección. Tiempo que realmente no
tenían.
—¿Por qué Victor siquiera hizo una puerta? —dijo ella de repente. Sus
camaradas se sobresaltaron ante la repentina ruptura del silencio—. Quiere evitar
que el Este y el Oeste se ayuden entre sí. Creo que podemos estar seguros de eso.
Dividir el continente, romperlo pieza por pieza hasta que todos se arrodillen. —
Nadie discutió con ella—. Entonces, ¿por qué hacer una puerta? ¿Por qué no solo
un muro?
—Ese es un buen punto. —Fritz asintió.
—Gestión de tropas, ser capaz de controlar los puntos de entrada; tal vez le
agotó demasiado construir un muro que no quería derribar. —Ahora, ese era un
pensamiento interesante, uno que dejó de lado para reflexionar más tarde—.
Entonces, si no planeaba regresar, sus fuerzas tendrían que poder moverse por sí
mismas.
Vhalla miró la puerta con los ojos entrecerrados, poniendo su pulgar sobre
la inquietante sensación que la había rodeado desde el momento en que la vio.
Le recordó a las Cavernas de Cristal, las que Victor la había obligado a abrir
usando la magia de Aldrik. Vhalla no pudo evitar buscar a su Emperador, su
corazón dolía sordamente al pensar en su Vínculo perdido.
—Aldrik. —Ella le indicó a él ya Elecia que se acercaran desde donde habían 119
estado hablando—. Sé cómo entrar.
—Eso no tendría sentido. Porque si iba a volver y abrirla él mismo, ¿por qué
hacer una puerta? Fritz tiene razón, podría haberla destruido entonces. Debe
haber dejado una llave, un recipiente de cristal con la esencia de su magia en el
que la puerta responderá, permitiendo que las tropas se muevan de un lado a
otro según sea necesario.
—No, cuanta menos gente mejor —insistió Elecia—. Además, tienes tus
propias obligaciones: necesitas proteger a nuestra Emperatriz. ¿No es esa tu
responsabilidad ahora?
—Fritz hará una ilusión justo después del anochecer para enviarlos a una
búsqueda inútil. Usaré la confusión para colarse y encontrar esta llave. ¿Cómo
hago para abrir la puerta una vez que la tenga?
—Suficientemente fácil.
—Esto no me gusta —anunció Aldrik—. Es demasiado arriesgado.
—Yo, um… —Sus ojos azules se movieron entre los dos nobles.
Vhalla sonrió con cansancio ante sus ojos tristes. Él sabía lo que estaba
haciendo. Más entrenamiento, más preparación, más garantías de que estaría
lista para la corona que él colocaría en su cabeza en Norin. Si decía que no, sus
amigos permanecerían a salvo por un tiempo más. Quizás, con el tiempo
suficiente, podrían pensar en un nuevo plan.
—Lo es. —No había rastro de duda en su voz. No importa qué confusión se
gestara dentro de ella, no dejó que se notara. Aldrik nunca mostraba su 121
incertidumbre; ella tampoco lo haría—. Nos moveremos esta noche.
El resto de ellos siguió su ejemplo. El ejército del Oeste había tenido el honor
de dar armamento a la campaña Imperial. Si bien no usaban placas pesadas para
facilitar la movilidad y querían pasar desapercibidos, todos tenían algo de cuero
y acero. Los cinco dejaron sus mantos de viaje raídos al borde del camino; una
vez que pasaron al Oeste, importaba menos mantener un perfil bajo.
Vhalla, Jax, Fritz y Aldrik montaron cuando las estrellas aparecieron. Elecia
permaneció a pie, escondida por las altas hierbas.
—Empieza la niebla —le ordenó Elecia a Fritz—. Lentamente al principio,
deja que se espese cuando yo esté a mitad de camino.
—No seas tan tonto como para empezar a dudar de mí ahora. —Elecia
sonrió y se alejó un par de pasos—. Tú, ambos. —Señaló a Vhalla y a Aldrik—.
Solo céntrense en atravesarla. Especialmente tú, Aldrik; nuestro mundo necesita
que te unas. Nadie más puede desempeñar ese papel.
Elecia se mezcló de forma lenta con la tierra mientras avanzaba poco a poco;
eventualmente se volvió completamente invisible en la oscuridad. Fritz
entrecerró los ojos, mirando un punto distante, donde suponían que se
encontraría Elecia. Mientras se concentraba, una niebla comenzó a levantarse de
los campos. Fritz levantó lánguidamente una palma abierta y las nubes se
intensificaron.
—¿No se darán cuenta de que es por magia? —respiró Vhalla, sin querer
arriesgarse a romper la concentración de su amigo.
—Si miran con atención, podrán saberlo. —Aldrik agarró sus riendas—.
Tendremos que esperar que no tengan una razón para mirar con atención.
La puerta se estaba nublando. La luz de las antorchas del campamento que
lo rodeaba se desvaneció hasta convertirse en orbes flotantes en la niebla.
Sin más advertencia, Fritz echó el brazo hacia adelante, casi cayéndose de
la montura en el proceso. Gruñó ante el esfuerzo mágico invisible. Las sombras
comenzaron su ataque fantasma.
La bestia bajó en picado de su lugar, directo hacia las ilusiones. Fritz movió
las palmas hacia un lado y los jinetes de niebla la esquivaron sin esfuerzo. Empujó
la carga mágica hacia el lado derecho del campamento y muchos de los leales a
Victor salieron.
La bestia gritó, ascendiendo una vez más para rodear el cielo. Vhalla se
preguntó si de alguna manera había visto lo que estaba sucediendo. O si Victor
había visto lo que estaba sucediendo a través de su conexión mágica con los
cristales. Sus chillidos podrían ser un lenguaje por derecho propio, y estaba
tratando de transmitir a los soldados de abajo la verdad. Si así era, esperaba que
nadie pudiera entender.
Aldrik golpeó las riendas sin decir palabra, confiando en que los tres
seguirían su ejemplo. Cargaron juntos, una segunda racha borrosa a través de la
niebla. Fritz luchó por mantenerse erguido en su silla, pero empezó a colgar.
Su corazón se aceleró. Golpeó en sus oídos más fuerte que los cascos de
Relámpago y, por un breve momento, le dio la ilusión del Vínculo. Vhalla ganó
fuerza con la hermosa mentira.
La otra bestia se lanzó por la puerta y el fuego se elevó por el cielo. Aldrik
y Jax se movieron al unísono, creando un dosel protector de llamas sobre ellos,
frustrando el ataque del monstruo y prendiéndole fuego a los edificios al mismo
tiempo.
Con un destello de luz, las puertas cobraron vida. Vhalla soltó una carcajada
de alivio. No había señales de Elecia, pero si la mujer había llegado tan lejos, la
vería a través del resto del camino. Las enormes puertas suspiraron mientras las
empujaban hacia el suelo, abriéndolas.
Una ráfaga de aire del desierto golpeó las mejillas de Vhalla, y nunca había
sentido nada más dulce. Era como si, a pesar de todo, el viento todavía la
alcanzara. Como si supiera que su Canal aún vivía profundamente dentro de ella,
buscándolo. Llamó, prometiendo que su futuro estaba allí en su brisa
polvorienta.
—¡Fila india! —gritó Aldrik. Las pesadas puertas se movían más lentamente
que un glaciar.
—¡Si tienes tiempo para posar, tienes tiempo para bajar aquí! —llamó Jax,
lanzando otro arco de fuego.
Elecia corrió por la pendiente del techo corto debajo de ella, cayendo al
suelo con un balanceo. Se recuperó, se puso de pie y se lanzó a una carrera sin
cuartel. Dos chillidos llenaron el aire, y Aldrik se concentró en mantener un
escudo de fuego lo suficientemente grande como para cubrirlos a los tres.
—Si saben quién soy, ¿por qué siquiera intentan pelear? —Abrió ambos
brazos de par en par. Dos paredes de fuego encendieron el campamento y en la
mayoría de los soldados que estaban tratando de hacer llover su propia magia
sobre ellos.
Cruzaron las puertas, apenas con suficiente espacio para que pudieran
correr en una sola fila. Todo un campamento los recibió al otro lado. Pero los
pendones carmesíes con el fénix que ondeaban eran un espectáculo bienvenido.
Los soldados del Oeste, probablemente los que habían sido enviados para
ayudar al Este, se habían despertado por la conmoción. Había una fila al otro
lado del camino, sus espadas preparadas.
—Debemos regresar.
—Vhalla…
Sabía que Aldrik le diría que siguiera adelante. Sabía que había tomado su
decisión. Ella era la que había accedido al plan de Elecia conociendo los riesgos.
Ahora tenía que vivir sabiendo que había hecho que mataran a su amiga.
—No, no, es mi culpa. Debo volver por ella. —La voz de Vhalla se quebró
por primera vez en mucho tiempo.
—Vhalla…
—Porque sabías que podía. —Una voz femenina la detuvo. Vhalla llevó
lentamente su mirada hacia el caballo de Jax. Agarrada con fuerza y pegada a la
espalda de él había un par de ojos esmeralda que Vhalla conocía bien. Se había
escondido la capa de Jax, pero ahora sonreía en toda su triunfante gloria—. No
sabía que te importaba tanto. Quiero asegurarme de que estés en mi verdadero
Rito del Atardecer cuando llegue el momento. Creo que harás que caiga una
lágrima en cada…
127
La palabra de Elecia se redujo a un gruñido cuando Vhalla abrazó a la otra
mujer. Era incómodo por las monturas y con Jax sentado a su lado, pero a Vhalla
no le importó. Apretó a Elecia con fuerza, asegurándose de que la mujer estaba
viva y bien.
—¿Va a ser común toda esta tontería de los abrazos cuando te conviertas en
mi prima? —dijo Elecia arrastrando las palabras—. Porque de verdad no es algo
que hagamos aquí en el Oeste.
—Si me hubieran matado, habría sido culpa mía porque no estaba donde se
suponía que debía, no porque tú nos hubieras dado la orden de que nos
moviéramos como lo hicimos. —La voz de la mujer se había suavizado
significativamente—. Puede que te resulte difícil de creer, Vhalla Yarl, pero el
mundo no siempre gira a tu alrededor.
Vhalla rio, aliviada. Elecia se liberó de las garras de la mujer del Este y se
movió para volver a su propia montura. La mujer le dio a Vhalla una pequeña
sonrisa más y le guiñó un ojo a Aldrik.
—Sigamos moviéndonos mientras las bestias se distraen. —Aldrik evaluó
la puerta una vez más—. Descansaremos en el primer lugar al que lleguemos.
Cabalgaron hacia el amanecer. Vhalla vio salir el sol sobre las dunas y el
alivio la invadió. Habían llegado desde el Este. Había un millón de cosas que
todavía le preocupaban: su padre, Hastan, los avances de Victor y la creación de
las abominaciones. Pero, por un breve momento, se permitió apreciar el viento
en su cabello. Disfrutó de sus amigos que la rodeaban. Y ella creyó que les
esperaba algo grandioso.
128
Cuando finalmente llegaron a una mansión, el lord se sintió muy honrado
de albergar al Emperador, la futura Emperatriz y su compañía. Los recibió con
los brazos abiertos en el momento en que dieron a conocer sus identidades.
Durante el desayuno, dio una larga explicación de cómo era un pariente lejano
de Aldrik. Afortunadamente, terminó justo a tiempo para que les mostraran sus
habitaciones. Aldrik tenía la suya, Elecia fue compañera de Vhalla y Fritz de Jax.
Era la primera vez que Vhalla se encontraba realmente a solas con Elecia, se
dio cuenta mientras se secaba la cara con una toalla. Conocía a la mujer desde
hacía más de un año y nunca había pasado mucho tiempo a solas con ella.
—Pobre Vhalla, soportando sus cargas sola cuando tiene tanta gente que
quiere ayudarla.
—Bueno, eso fue mutuo. No tenía idea de qué fue lo que Aldrik vio en ti.
—¿Por Aldrik?
Vhalla resopló.
—Eso también. —Elecia se rio—. Cualquiera pensaría que nunca has estado
en una clase de finalización en tu vida. —Vhalla puso los ojos en blanco ante la
cara que hizo Elecia—. Ahora, me siento cansada; apaga la luz y déjame dormir.
—Pero por supuesto, Lady Ci’Dan —proclamó Vhalla con estilo dramático,
complaciendo la solicitud.
Durante las siguientes dos noches, Vhalla y Elecia compartieron una cama.
En la tercera, pudieron encontrar una posada, y Vhalla disfrutó de estar en los
brazos de Aldrik una vez más. Elecia no era una mala compañera de cama; de
hecho, Vhalla comenzaba a disfrutar más de la compañía de la mujer con cada
día que pasaba.
Pero nada era mejor que sentir el aliento de Aldrik en su piel, la forma en la
que se movía, la forma en la que susurraba en la oscuridad. Vhalla disfrutaba de
todo. Fue una de las muchas cosas que reafirmaron que había tomado la decisión
correcta, quedarse con el hombre que amaba, a pesar del caos en el mundo que 131
la rodeaba.
Cada día que pasaba era más fácil pararse con gracia a su lado mientras los
presentaban como pareja. Agarrarse el estómago para tratar de sofocar las
mariposas seguía siendo algo habitual, pero sucedía cada vez menos. Todo era
práctica para una nueva vida, se recordó a sí misma, una que comenzaría en Norin.
—Ha sido un placer tenerlos esta noche —los elogió un lord después de
cenar una noche mientras tomaban unas copas. Aldrik había aceptado a
regañadientes un vaso por pura etiqueta. Aunque no lo había tocado después del
sorbo obligatorio con el brindis del lord por ellos, sus ojos se lanzaban al vaso de
vez en cuando en un debate silencioso.
»Supe el día que viniste a la Corte del Sur que estabas destinada a la
grandeza. Creo que todos lo supimos.
—¿Sí?
—Tenías una gracia y una elegancia tan naturales, nacida del Imperio. Es
simplemente apropiado que te quedes con nuestro Emperador por encima de esa
chica del Norte.
—Me atengo a lo que dije en ese momento. Este Imperio habría tenido
suerte de tener a alguien como la Princesa Sehra como Emperatriz. —Vhalla no
iba a tolerar ninguna animosidad entre las regiones. Un imperio de paz; ella no
perdería de vista ese sueño mientras respirara.
Aldrik juntó los labios en una pequeña sonrisa, disfrutando de la lucha del
lord ante las palabras de Vhalla. A medida que Vhalla se volvía más experta en
navegar por la nobleza, comenzó a jugar pequeños juegos junto a Aldrik. No creía
que hubiera alcanzado el estatus de titiritera, pero ciertamente estaba mejorando.
—Los otros lores y damas con los que mantengo correspondencia también
se sorprenden de que se case antes de reclamar su trono.
—Yo mismo no podría haberlo dicho mejor. —El lord pareció satisfecho con
la respuesta, y Vhalla se preguntó cuánto de las formas de la nobleza, las formas
que habían llevado a Aldrik a decidir casarse en Norin, no entendía—. Si bien me
doy cuenta de que la capilla Imperial de la capital puede ser el lugar preferido
para la ceremonia, espero con ansias una boda del Oeste. ¿Quizás una nueva
tradición? —musitó en voz alta—. Nuestra difunta princesa también se casó con
el Emperador en Norin.
Vhalla sabía que él necesitaba mezclarse con todos los lores. Su Imperio
dependía, en gran parte, de su lealtad incondicional y recursos. También sabía,
con justicia o no, que algunas cosas se compartían más fácilmente entre hombres,
y confiaba en que Aldrik aprovecharía la oportunidad.
—Nobleza.
—Nop.
—Todavía —concordó con esa palabra—. Está bien, veamos… —Se movió
antes de acomodarse en una posición más cómoda—. Cuando me uní a la Torre,
en su mayoría me encontraba solo. Realmente no sabía cómo hacer amigos.
Siempre había tenido a mis hermanas y tenían que tolerarme. Pero, bueno, ya
sabes, nuestra casa estaba lejos del pueblo, y mi familia se ponía nerviosa porque
mi magia podía congelar a otro niño o algo horrible. Así que no tuve mucha
interacción con otros niños.
Incluso en el mejor de los casos, como Fritz, la magia seguía siendo una
fuerza separadora.
—Finalmente estaba rodeado de gente como yo, y no tenía idea de cómo 134
salvar el foso que, sin saberlo, había cavado a mi alrededor. Larel se compadeció
de mí, después de una instrucción, y se desvió de su camino para sentarse
conmigo en la biblioteca. Durante tres meses nos reunimos allí a la misma hora,
en la misma mesa, todos los días. Nunca lo dijimos formalmente, pero ambos
sabíamos dónde esperar al otro.
Vhalla se rio suavemente y cerró los ojos. Se preguntó con qué frecuencia
pensaba Fritz en Grahm. Justo antes de quedarse dormida, se preguntó si el
hombre del Este que se había hecho amigo suyo aún estaba vivo.
Apenas unas pocas semanas después de dejar su casa, Vhalla se encontró
una vez más en las Encrucijadas. No podría haber sido una vista más feliz. El
ajetreo y el bullicio del mercado, las sombras de todo tipo de personas paseando.
La tiranía de Victor y la última, menos que favorable, experiencia de Vhalla en
las Encrucijadas no pudieron disminuir sus buenos recuerdos o la buena energía
que se palpaba en el aire.
Era el centro del mundo. Era donde ella había confesado su amor por el
hombre con el que se casaría. Era donde había hecho y perdido amigos. Fue allí
donde encontró fuerzas. Había soñado, llorado, reído y, se dio cuenta al poco
tiempo de llegar, que también vislumbró el futuro.
135
hacia el hotel Imperial. De repente, Vhalla sintió mucha curiosidad.
Su frente lucía relajada y parecía casi en paz. Esta noche, se había acostado
con un hombre muy diferente al de la última vez que se habían acurrucado juntos
en las Encrucijadas. Su piel tenía un brillo más saludable y los círculos debajo de
sus ojos se habían aclarado. El viaje por el Oeste había sido fácil hasta ahora, y
parecía que se estaban derritiendo después de un invierno imposiblemente largo.
Evitó el vestíbulo principal, tenía personal todas las horas del día y salió por
la puerta trasera. Nadie le prestó atención, con la capucha puesta y la cabeza
gacha. Quería permanecer lo más discreta posible. Se obligó a desvanecerse en
las sombras.
—Sabía que vendrías. —La voz de la mujer era tan suave como la seda y
más melódica que cualquier instrumento que Vhalla hubiera escuchado jamás.
La llamaba. Le suplicaba. Insinuaba promesas a las que la gente quería dar, pero
tenía demasiado miedo de hacer.
—¿En serio? —Vhalla se dio cuenta de que la vitrina baja detrás de la mujer
se encontraba vacía. Los estantes que alguna vez estuvieron abarrotados con todo 137
tipo de artículos ahora estaban vacíos, ocupados solo por sombras.
—Esa no fue la primera vez que escuchaste algo así, Vhalla Yarl. —La mujer
entró en el círculo de luz creado por la vela y Vhalla pudo verla más claramente.
Una vez más iba envuelta en túnicas, pero esta vez eran de un blanco inmaculado,
adornadas en oro. Su largo cabello negro hacía un fuerte contraste con la prenda.
Vhalla parpadeó sorprendida por alguien que vestía tan audazmente los colores
imperiales—. ¿En ese momento no fue cierto también?
—¿De qué estás hablando? —El rostro de Aldrik desde la primera noche
que se conocieron en la biblioteca quedó claro en su memoria.
—Sabes de lo que hablo. —La mujer colocó las yemas de los dedos sobre la
mesa, arrastrándolos mientras caminaba lentamente—. El hombre cuya corona
has llevado te dijo esas palabras.
—Lo sé de la misma manera que supe tu nombre la primera vez que nos
conocimos. Este conocimiento es la razón por la que me has buscado.
—Si sabes tanto, entonces sabes por qué estoy aquí. —Vhalla se recordó a sí
misma que debía ser valiente. No mostraría miedo, sin importar los poderes que
poseyera esta mujer. Su valentía era fácil, un suave susurro en el fondo de la
mente de Vhalla le aseguró que aquí no la lastimarían.
—Así es. —La mujer cruzó las manos delante de ella, apoyada contra el
mostrador. Con la vela en su espalda, los rasgos de la mujer estaban envueltos en
sombras. Pero sus ojos. Seguramente Vhalla estaba imaginando su brillo
antinatural, quizás un truco de luz…
—Ya has arrojado tu futuro a las llamas y marcado las tres intersecciones
del destino, Vhalla Yarl. —La mujer levantó un puño, estirando los dedos
mientras hablaba—. En una de esas intersecciones traté de guiarte. En la otra,
hice un esfuerzo por salvarte. Ahora solo te queda una reunión conmigo.
—Lo fui.
—¿Qué eres? —El horror helado vertió hielo en las venas de Vhalla. Las
Encrucijadas de repente se sentían a un mundo de distancia, y Vhalla se sintió
muy sola con la mujer que tenía delante—. ¿Por qué estás haciendo esto?
—Esta noche no es una noche para tus preguntas —declaró Vi—. Poseo una
gran fuerza, pero acudir a ti cuando no estás en una intersección del destino es
agotador incluso para mí.
Las muchas veces que Vhalla había dicho esas palabras pasaron por su
mente. No las decía tan a menudo, ¿verdad? Seguramente no más a menudo que
cualquier otra persona.
—Hablas de la Madre.
—Si ese es el nombre que eliges. —La mujer sonrió—. Estás atrapada en un
vórtice. Una y otra vez, repetirás tu destino diligentemente. Si no podemos
cambiar el destino mismo y salvar nuestro mundo. 139
La mujer se apartó del mostrador. Descalza, no emitió ningún sonido
mientras flotaba hacia Vhalla. Más cerca ahora, Vhalla ya no podía negar el brillo
rojo en los ojos de Vi.
Vhalla se encontraba paralizada, incapaz de hacer nada más que dejar que
la mujer le bajara la capucha. El rostro de la mujer mostraba una extraña especie
de anhelo teñido de tristeza.
—Eres más joven de lo que esperaba, y tanto peso sobre tus hombros, futura
Emperatriz.
—Dime, ¿valió la pena el sacrificio? —La mujer una vez más cruzó las
manos y se apoyó contra el mostrador.
—No, yo no…
—Por él, dudaste en erradicar tu magia cuando nació. Por su defensa, por
su Imperio, tomaste el hacha, la última de las armas de cristal, y la devolviste a
su lugar de nacimiento. Cuando pudiste haber permanecido oculta, buscaste
respuestas a sus verdades. Dejas a un lado el sudario de la noche y los sueños del
hogar para pararte en un escenario iluminado por el sol.
—No con tantas palabras —cedió Vi—. Pero el idioma de los dioses es difícil
de traducir a la lengua mortal. Hice lo mejor que pude por ti.
—No hubieras hecho nada diferente. —Ahora había una gran pena en la
voz de la mujer—. Lo sé ahora. He visto claramente el vórtice del destino.
—Fuiste atraída por un hombre que dirigía la Torre Negra, al igual que
Aldrik. Te llevaron a las cavernas, como a él. Fuiste usada para abrir una puerta,
igual que él. Te criaron sin madre, como a él. Te empujaron a la batalla, como a
él.
»En muchos sentidos, tal como le pasó a su padre antes que él.
—Mientes.
—Tu madre se vio obligada a ver a su madre vivir escondida, siendo
perseguida y enfrentarse a la amenaza de juicio, o algo peor. —Los
descubrimientos bastante recientes de Vhalla sobre su infancia agregaron
gravedad adicional a las palabras de la mujer—. Tu madre vio el mismo futuro
en ti.
—¿Así como no sabía las primeras palabras que él te dijo? —La mujer
arqueó una ceja oscura.
—Soy yo quien está a punto de ofrecerte una opción. Una opción que lo
cambiará todo y pondrá en marcha lo que puede romper el vórtice. —Vi
finalmente había llegado a su punto—. Dime, Vhalla, con lo que puedes ver en
tu vista limitada, ¿cómo crecerá un hijo del Emperador?
—Piensa.
141
Los ojos de Vhalla se agrandaron cuando entendió finalmente las palabras
de la mujer. Había vivido sin su madre. Aldrik había vivido sin la suya. Si había
que creer en las implicaciones de la mujer, entonces el padre de él había vivido
sin al menos uno de sus padres. A la luz de la información reciente, Vhalla se vio
obligada a preguntarse sobre los detalles exactos de por qué su madre había
vivido sin su abuela.
—No. —Vhalla había visto el más breve destello del vórtice del que hablaba
la mujer. El destino giratorio que la había atrapado a ella y a todos los que amaba
dentro de él. Tropezó con Vi, agarrando la cálida mano de la mujer—. ¡Dime que
esta no es la verdad que ves en las llamas! —Vhalla no suplicó por su propia
mortalidad, sino ante la idea de dejar a Aldrik y a un niño que nunca había
conocido.
—Eso es… —¿Había hecho un recipiente involuntario hace todos esos meses?—.
Por supues… —Vhalla se detuvo, cambiando sus palabras—. Sí, quiero construir
un nuevo destino.
—No. La próxima vez que vengas no me encontrarás. Solo habrá una vez
más en la que podré acudir a ti.
—Entonces tomaré mi decisión la próxima vez que nos veamos. —Era una
tontería, pero Vhalla sería la tonta esperanzada.
Vhalla no pudo soportar los ojos de la mujer cuando sus manos comenzaron
a moverse. No podía dar testimonio de lo que estaba a punto de hacer. Los dedos
de Vhalla se cerraron alrededor del broche del reloj que apenas se había quitado
desde que Aldrik le había prometido su futuro con él.
—Dime una cosa. —Vhalla hizo una pausa, un poco tímida en entregarle el
token de Aldrik. Vhalla recordó las palabras de la princesa, que era un recipiente
que contenía su magia—. Esto no será usado para lastimar a Aldrik, ¿verdad?
143
—No usé esto para lastimarte. —Vi giró su mano y balanceó el reloj con dos
dedos—. Pude habérselo vendido a un gran precio al hombre que se sienta en el
trono del Sur.
Vhalla miró el reloj en blanco que tenía en la mano. Era una pizarra limpia,
perfecta y sin manchas. Había cambiado el regalo de Aldrik por poder. ¿Ella era
mejor que Victor?
La oscuridad era opresiva, haciendo que sus oídos zumbaran. Vhalla apretó
el reloj con fuerza en su palma. Un escalofrío recorrió la habitación y Vhalla ya
no se sentía sola. La espeluznante sensación de ser observada la puso nerviosa.
—Yo… yo… sí. —Vhalla se llevó el dorso del puño a la cabeza, cargando
todavía el reloj. Estaba húmeda y fría—. Solo necesito acostarme…
Vhalla se obligó a abrir los ojos por el dolor y miró el reloj que tenía en la
mano. Una oleada de náuseas la golpeó y Vhalla tragó saliva.
—No. B-busca a Lady Ci’Dan. Necesito a Elecia.
—¿Qué pasó?
Una de las manos de Vhalla se aferró al reloj con tanta fuerza que toda su
mano se puso blanca, la sangre se le acumuló en sus uñas. La otra mano cubrió
su boca, amortiguando los sollozos que atormentaban su cuerpo al darse cuenta
de lo que había hecho sin saberlo. Otro rayo de dolor atravesó su abdomen, y se
apoyó contra la encimera mientras Elecia comenzaba a prepararle un baño.
—No puedo creer que ambos fueran tan estúpidos. Confié en que estaban
teniendo cuidado. Que uno de ustedes vendría a verme si necesitaba el Elixir de
146
Luna. Asumí que Jax te lo estaba dando —divagó Elecia. Comenzó a hurgar en
varios suministros antes de regresar a Vhalla. Las manos de la otra mujer se
registraron en la piel desnuda de Vhalla mientras le ayudaba a quitarse la ropa.
—No. —El enojo había vuelto a la voz de Elecia—. No te voy a dejar sola en
este momento.
Vhalla trató de ayudar a Elecia, pero sus manos temblaban demasiado como
para hacer casi nada. Se sintió en carne viva. Como si acabara de ser remodelada
por la propia creadora.
—¿Qué? —La otra mujer la miró como si Vhalla se hubiera vuelto loca—.
No, eso es… —Las palabras se congelaron en la boca de Elecia mientras
parpadeaba ante el token en la palma de Vhalla—. Por la Madre, ¿de dónde
sacaste esto?
De la Madre, de verdad… ¿podría haber otra explicación para lo que había 147
ocurrido?
—Lo cambié.
Tirando de ella hacia el dormitorio adjunto, Elecia puso dos capas de tela
encima de las sábanas. Vhalla se acostó según las instrucciones. Le dolían el
abdomen y la espalda de una manera que nunca había sentido.
—¡No! —Vhalla trató de mover los pies por encima del borde de la cama,
pero el dolor que le causó el movimiento la detuvo en seco.
—Sí.
—¿Ella está aquí? —La voz de Aldrik se hizo más fuerte y Vhalla se encogió
más en sí misma.
De forma delicada, tentativamente, bajó la palma una vez más. Vhalla gimió
su consentimiento y se enroscó alrededor de la parte superior de su brazo. Fue a
partes iguales tranquilidad y confusión.
—¡Entonces habla con el hombre que será tu esposo! —Elecia cerró la puerta
con tanta fuerza que Vhalla y Aldrik dieron un salto.
—¡Ya sabes cómo! —Se volvió hacia él, y un dolor particularmente agudo
latió desde lo más profundo de su abdomen. Vhalla se derrumbó sobre la cama
con un sollozo ahogado.
—Elecia. —Se puso de pie, corriendo hacia las puertas—. Elecia, dime…
—Mírame.
—No.
—No pelees conmigo, ahora no. —Su mano tiró de su hombro—. Por favor.
Fue el por favor lo que la llamó. Vhalla rodó y miró a su Emperador con
ojos rojos y ardientes. Su rostro estaba retorcido por el dolor y brillando con
mocos y lágrimas. Aldrik acarició la expresión, respondiendo con ternura.
—Es la verdad.
—¿Diferentes?
—Quería ir sola…
—Lo siento, manejé esto mal. Solo quería saber si… si realmente lo
lograríamos.
—No deberías tener que preguntarle a una Portadora de Fuego para saber
eso —murmuró.
—Tú… ¿qué?
—¿Qué?
Estaba tan quieto como una estatua. Vhalla también tomó el peso de su
mirada sobre sus hombros. Ella llevaba el mundo, y él era solo un punto en él.
Todo estaba perdido si no hacía realidad su voto.
Suspiró.
—¿Qué te he hecho?
—Nada que no haya pedido. —Ella había pedido ser Emperatriz. Lo había
elegido en el momento en que lo había elegido a él. Había estado tan ocupada
sobreviviendo que no había aceptado lo que eso significaba realmente. Ahora no
se trataba solo de su supervivencia, sino de la de su gente.
154
—Deberías dormir. Tu cuerpo necesita sanar.
—No.
—¿Cómo la encontraste?
—Dijo que fue a una tienda de curiosidades. Jax, quiero que todos los de
esta ciudad abandonada por los Dioses sean dados vueltas con la mayor
discreción que puedas. Si incluso uno confiesa saber algo, quiero saberlo todo.
Y… —La voz de Aldrik goteó malicia ácida de su lengua—. Si encuentras al que
le puso un dedo encima…
Vhalla meneó la cabeza y se sentó. Vi hacía mucho que se había ido. Fuera 155
lo que fuera esa mujer, no se parecía en nada a lo que ninguno de ellos había visto
jamás, y no había forma de que se hubiera quedado. Aun así, tenía poco sentido
tratar de convencer a Aldrik de sus demandas. Vhalla estaba feliz de concederles
algo si eso le agradaba y aliviaba su dolor.
—Ya te lo dije. —Vhalla escuchó cómo Elecia ponía los ojos en blanco desde
la otra habitación.
—Yo nunca…
—Pero todavía no —dijo Elecia con firmeza—. Veo lo que estás haciendo.
—Solo me estaba ocupando de unas pocas cosas, mi amor. Estoy aquí. Estoy
contigo.
Elecia entró cuando Aldrik se situó a su lado. Claramente había pasado 156
parte de la noche adquiriendo y preparando una nueva serie de pociones para
que Vhalla las ingiriera. Cuando la sanadora estaba por irse, Aldrik le pidió que
encontrara un libro para que leyeran.
Vhalla se preguntó si había sabido lo que ella necesitaba para sentirse mejor.
O si, de alguna manera en su propia confusión, él necesitaba las mismas cosas
que ella. Pasaron el día juntos, ignorando el mundo.
La distancia en sus ojos disminuyó a medida que pasaban los días. La única
vez que mostró dolor fue cuando se centró en la vista de su cuello desnudo. Pero
Aldrik no habló de eso, y Vhalla no forzó el tema. Podía disculparse y poner
excusas hasta que el mundo se acabara. Pero no cambiaría nada.
—Está bien, Vhal —comenzó Fritz—. No hay mucho aquí. Debería… debería 157
ser suficiente tener un recipiente para comenzar a llamar a la magia a través de
tu Canal. Pero tendrás que retirar hasta la última gota de magia para estar
seguros.
Él cerró los ojos y Vhalla hizo lo mismo. Al igual que la primera vez que
intentó usar su magia, Vhalla imaginó algo más allá de ella y trató de tocarlo. El
mundo no reconstruyó la magia por capricho, ni sintió un susurro de hechicería
en el viento. Solo hubo un cosquilleo sutil en las yemas de sus dedos.
Ella era la Caminante del Viento. Llenaría el hueco que le habían esculpido,
lo llenaría con un nuevo futuro.
—Es brillante —se quejó Vhalla—. Haz que se vaya. —Hizo un gesto hacia
las cortinas. La habitación se oscureció y ambos se despertaron sobresaltados.
159
Vhalla miró fijamente las yemas de sus dedos en muda conmoción, sus ojos
se movieron entre los dedos sin pretensiones y la cortina que se cernía. Levantó
la mano y respiró temblorosamente, decidida a volver a presenciar la verdad que
acababa de revelarse.
—¿La cortina se cerró por una corriente de aire? —Su sonrisa era pequeña,
pero había alegría genuina en sus ojos. Tomando su rostro entre las palmas de
las manos, Aldrik adornó sus labios con un breve beso. Se sintió como el primer
beso en una eternidad, y una mariposa emergió de su capullo en su estómago—
. No seas tonta, mi hechicera.
160
—¿Lo soy?
Aldrik extendió la mano con la palma hacia arriba y una pequeña llama
apareció en su centro.
Las mantas volaron por el aire cuando Vhalla las arrojó a un lado.
Balanceando sus pies por el costado de la cama, fue detenida, en medio de una
estocada, por un brazo que la agarró por la cintura. Aldrik la atrajo hacia él, con
el corazón acelerado y todo.
—Quiero ver.
—Lo sé. —El hielo subió por sus venas ante los recuerdos—. Renuncié a
todo por esto, así que déjame ir.
Su interior se apretó, pero no como lo había hecho en los últimos días. Ella
había sido testigo de un recuerdo en el que le había presentado un regalo a la
mujer que debería haberlo amado como a su propio hijo, y fue rechazado. Vhalla
se retorció, viendo más allá de él de nuevo a ese niño joven y nervioso.
—No era patético. —Habló con la suficiente firmeza como para llamar su
atención—. Fue el mejor regalo que alguien me había dado, y me hubiera
encantado por más de que hubiese estado deforme y a medio terminar, porque
tú fuiste quien me lo dio. Eso es lo que era realmente importante, por eso pude
dejarlo. Porque nuestro amor es más que algo que pueda usar. Nuestro tiempo 161
es mucho mayor de lo que se puede contar con dos manos y algunos números.
Porque, incluso sin él, todavía te tengo.
Había dolor en sus palabras, incluso todavía. Pero también había verdad.
Compartía la alegría del regreso de su magia. Vhalla suspiró suavemente y se
apretó contra él. Si iba a seguir restringida a la cama, entonces lo aprovecharía al
máximo llenando sus horas con él.
Fue entonces cuando Vhalla se dio cuenta de que nunca volvería a casa.
Tenía que seguir creyendo que su padre de verdad se había adelantado a la
construcción de la puerta y que se encontraría con él en Norin. En verdad, el
hogar siempre había estado donde se encontraban las personas que amaba.
Durante años, esa había sido la granja de Leoul. Pero ahora era donde estaban su
padre, Aldrik y sus amigos.
La noticia arrojó una nube sombría sobre ella también por una razón
diferente. Leoul se hallaba más al norte que Paca, lo que significaba que el pueblo
de Daniel había estado en la línea de las fuerzas de marcha de Victor. Su frágil
estado permanecía en el fondo de su mente; la vista de los hechiceros de Victor
habría causado agonía en el hombre que arrojó una sombra sobre su corazón.
Vhalla se preguntó si su amigo había escapado y estaba a salvo o si se había
162
encontrado con el destino de casi un tercio del Este.
Solo una vez Aldrik había presionado a Vhalla para que le mostrara dónde
se encontraba la tienda de curiosidades de Vi. Rodearon el mercado varias veces,
pero Vhalla no pudo encontrar la pequeña entrada con cortinas ni nada que se le 163
pareciera ni remotamente. Su Emperador hizo todo lo posible por ocultar su
frustración, pero Vhalla no se molestó. No esperaba volver a encontrarse con Vi
nunca más. La mujer solo se revelaría a sí misma en sus propios términos, no en
los de Vhalla. Y por mucho que Vhalla quisiera comprender las acciones de Vi,
había sentido la oscuridad antinatural de Vi y el peso de los ojos de la mujer al
ver más que la forma física de Vhalla demasiadas veces como para cuestionar
demasiado profundamente las cosas. Algunas cosas podían no estar destinadas a
entenderse.
Cuanto más tiempo pasaba, más borrosa se volvía esa noche. Vhalla
finalmente dejó de luchar y permitió que el recuerdo se escondiera en las
nebulosas sombras del fondo de su mente. A Aldrik le pasó más lentamente, pero
pronto dejaron de hablar de ello. Cuando llegó una carta de Sehra con el estado
de los preparativos del Norte, se había desvanecido y convertido en poco más
que un punto oscuro en su viaje a Norin.
Vhalla se quedó mirando el mapa durante otro largo rato. Sabía que él lo 164
veía como tal, que era algo que debían hacer como símbolo. Incluso si estaba cada
vez más preocupada por el momento del día, Vhalla continuó admitiendo.
—Imposible.
—Debe ser en el Templo del Sol del Oeste en Norin —insistió Aldrik—. Ahí
es donde se casó mi padre.
Trabajaron juntos para hacer que las llamas fueran más calientes de lo que
él podría lograr por sí solo. Aldrik trabajaba con ropa sencilla, y Vhalla apreció
el aspecto del hombre con el cabello recogido y hollín en la nariz. Era una elegante
orquestación de su magia, pero tenía notas melancólicas. Si todavía tuvieran el
Vínculo, sus llamas no la lastimarían y podrían haber sido mucho menos
cuidadosos. La magia de él ya no se encontraba en el interior de ella, pero todavía
había algo diferente. Vhalla lo conocía como un viejo amigo. Reconoció cada pico,
cada flujo sutil en su poder y podía explicarlo.
Vhalla ladeó la cabeza. Sentada con las piernas cruzadas en una de las
tumbonas, estudió las piezas. Algo estaba mal, y le tomó demasiado tiempo
identificarlo.
—El color.
—Es blanca.
»Necesito dirigir a mi gente, a nuestra gente. Debo ser alguien a quien ellos
admiren, y debo lucir como esa persona. —Aldrik libró una batalla interna con la
armadura—. Ya no tengo familia, así que ya no soy una oveja negra. Ya no tengo
mi vida ensombrecida por las misiones y visiones de mi padre para su Imperio.
No puedo permitirme que una rabieta personal o una amargura me alejen de los
súbditos cuya confianza tanto necesito. Necesito su lealtad, y prefiero ganarme
eso a través de la admiración que del miedo.
Apartó los ojos de la simple cosa que le había causado tanta introspección.
La miró, y el hombre todavía se las arregló para parecer inseguro en el momento
exacto en que Vhalla pensó que había alcanzado la claridad. Ya no era un
incendio forestal ardiendo de rabia. Ahora era el fuego de las forjas que había
avivado. Ardía con un propósito y permanecía centrado en ese objetivo singular.
Vhalla apoyó su mano en la suya, iniciando el toque por primera vez desde
la noche que había negociado con Vi. Los ojos de Aldrik recorrieron su rostro.
Había pasado tanto tiempo desde que estaba nerviosa a su alrededor que las
mariposas en su estómago eran incómodas, aunque no desagradables. Extendió
la mano para tocar el rostro del hombre que adoraba para acercarlo. Para acunar
su barbilla y guiar sus labios hacia donde pertenecían, contra los de ella.
Lucía radiante, cada centímetro de él era el líder que Vhalla siempre había
sabido que podía ser. Era una plántula que había sido trasplantada de la tierra
bajo la sombra de su padre y colocada al sol por primera vez. Saludó a las masas
reunidas y saludó tanto a los comerciantes como a los lores mientras la compañía
del Emperador se abría paso por la carretera principal. Vhalla fue testigo de que
su gente finalmente veía lo que ella había sabido todo el tiempo: él había nacido
para esto.
168
Al salir de las Encrucijadas, Fritz tuvo la primera oportunidad de comentar
sobre su armadura.
—Tu símbolo cambió. —Fritz le tocó una esquina de la tela que le llegaba
hasta la cintura, en algún lugar entre una capa y el manto, con una abertura en la
parte delantera para facilitar la movilidad. Estaba fijo con el sol y las alas en la
clavícula. Vhalla tocó el nuevo símbolo, el mismo que llevaba estampado en oro
en su espalda.
—Supongo que sí. —Vhalla miró a Aldrik. Llevaba una prenda similar,
aunque la armadura de él tenía el sol del Imperio en la espalda.
Vhalla se sintió nerviosa la primera vez que vio al fénix del Oeste con una
espada en sus garras. Nadie cuestionó su decisión de cabalgar al día siguiente en
busca de la próxima oportunidad de refugio. Al igual que la cicatriz en su
hombro, había algunas heridas que podrían olvidarse en su mayoría día a día,
con suficiente tiempo y sanación, pero siempre estarían sensibles al tacto. 169
Cuando el verano llegó temprano al desierto, Vhalla y Fritz usaron su magia
en conjunto para evitar que se cocinaran vivos con sus armaduras. Fritz aplicó
finas capas de hielo sobre el metal, que los vientos de Vhalla evaporaron
rápidamente. Al principio, estaban mojados y azotados por el viento. Pero Vhalla
y Fritz lograron dominarlo lo suficiente como para que pronto los cinco no solo
se mantuvieran fríos, sino que también se sintieran cómodos.
Era una ciudad diferente a cualquier otra que hubiera visto antes, y
seguramente había sido construida por gigantes. El muro exterior de Norin era
tan alto que Vhalla se preguntó cómo habían diseñado mecanismos para llevar
piedras tan alto. Las casas dentro del muro exterior habían sido construidas con
arcilla y madera, estructuras simples apiladas una encima de la otra en una
misión para rivalizar con el muro con su altura. Vhalla recordó la historia del
maestro Mohned y se preguntó si este era el lugar donde él había crecido. El
pensamiento fue rápidamente acompañado por una punzada de dolor por el
hecho de que su maestro probablemente se encontró con una muerte prematura
170
a manos de Victor.
Ella lo dudaba.
Un hombre los esperaba al final del puente levadizo, un hombre que era la
viva imagen de Aldrik, además de tener algunos años más, canas y piel más
oscura. El patio que rodeaba la entrada del puente levadizo estaba lleno hasta el
tope de gente, tanto que los recién llegados apenas podían cruzar. Lord Ophain
se encontró con ellos a mitad de camino encima de su enorme caminante de
guerra.
—Es un honor para mí estar entre tantos de mi especie una vez más — 171
respondió Aldrik. A pesar de estar cerca el uno del otro, gritaron en un intento
de que todos escucharan.
—Pero no has venido solo. —La danza verbal del lord por el bien de la gente
era obvia.
Para ser un hombre que tenía fama de no ser muy querido, Aldrik tenía un
talento natural para hacer que la gente se volviera loca. Los gritos de las masas
casi la ensordecieron cuando él se llevó la mano a la boca y le besó el dorso.
Vhalla haría todo lo posible para que esa esperanza no fuera en vano.
Los gritos resonaron con ellos cuando empezaron a bajar por el puente
levadizo, finalmente libres para moverse una vez más. Dirigieron sus monturas
hacia los mozos de cuadra que esperaban, que estaban inmediatamente dentro
del castillo. Aldrik soltó su mano para agarrar sus riendas una vez fuera de la
vista de la gente, y Vhalla exhaló un pequeño suspiro de alivio por no estar más
en exhibición. Tan orgullosa como estaba de ser suya, había algunos sentimientos
a los que Vhalla sabía que le tomaría tiempo acostumbrarse.
—Rezaba a la Madre todos los días por su llegada segura. —Los dos
hombres se abrazaron brevemente mientras se llevaban los caballos.
—Así es, pero primero —El Señor del Oeste hizo una pausa y le mostró una
sonrisa de complicidad a Vhalla—, hay alguien que creo que desea mucho verte.
—¿Dónde está?
—Solo sube las escaleras a la derecha cuando entras por primera vez.
Iremos todos juntos.
Ella no podía esperar. Vhalla se alejó tan rápido como sus pies pudieron
llevarla. Su corazón latía con fuerza y se sentía mareada. Todos los sentimientos
que había reprimido acerca de que su padre viajara solo a Norin se apoderaron
de ella al mismo tiempo. Rezó para no haber entendido mal el significado tácito
del lord sobre quién esperaba para verla.
Vhalla patinó hasta detenerse en las puertas abiertas de par en par de una
sala. Enmarcaron a un hombre que miraba por la ventana a la ciudad de abajo. El
vidrio enrejado enmarcaba perfectamente la calle por la que acababa de montar.
El cabello y la tez del Este de su padre se veían extraños con los colores
brillantes de la moda del Oeste. Nunca lo había visto con un chaleco, y le quedaba
tan bien que casi le quitaba años a su apariencia. El hombre se giró al oír el jadeo
de la mujer.
Rex Yarl abrió los brazos y aceptó a su hija, azotada por el viento, bañada
por el sol, arenosa, armada, en sus brazos. Vhalla lo abrazó con fiereza, su rostro
presionado contra su hombro. Ella lo abrazó como si él fuese a desaparecer en el
momento en que lo soltara, como nada más que una ilusión de deseo.
Pero todavía estaba allí cuando sus brazos finalmente se aflojaron y Vhalla
dio un paso hacia atrás. Vhalla lo estudió detenidamente, buscando la más
mínima cosa fuera de lo normal. Pero su padre era como siempre había sido. La 173
piel bronceada y curtida por el sol se doblaba alrededor de su suave sonrisa.
—¿Alguna vez dudaste de mí? —dijo Rex con una ofensa fingida.
—No mucho antes que tú. —Hizo un gesto hacia una gran zona empotrada
delante de la chimenea—. Esperaba que fuera una agradable sorpresa.
Vhalla miró la habitación por primera vez. El lugar estaba decorado con
mosaicos y gemas preciosas que iban del piso al techo y revestían los bajos de las
vigas de madera que subían hasta el techo de arcilla. Los suelos eran de madera
y estaban teñidos de un rojo intenso. Su pulido resaltaba los acentos plateados en
todo el espacio.
—No es nada.
—¿Qué pasó? —preguntó Vhalla, la preocupación entrelazaba cada palabra
mientras ayudaba innecesariamente a su padre a sentarse.
—Oh, fui torpe. —Se río con la risa que ella tanto amaba—. Llegué hasta
Norin sin problemas, solo para resbalarme en unas escaleras y doblarme el tobillo
de manera extraña.
Vhalla puso los ojos en blanco y se derrumbó junto a él. Evitó las telas
exuberantes de las almohadas y las mantas en el espacio para sentarse y en su
lugar eligió la madera dura a su alrededor. Era probable que su armadura se
enganchara en una tela fina y sus botas dejarían caer polvo tan fino que sería
imposible sacarlo.
—Deberías tener más cuidado —lo regañó, comenzando con los clips de su
capa—. ¿Qué pasa si realmente te lastimas? Me habrías hecho preocupar durante
todo el tiempo mientras estuviera aquí.
Vhalla hizo una pausa y el tiempo se detuvo. Su padre sabía de ella y Aldrik
en el Este. Pero algo había cambiado; la forma en la que la miraba ahora era 174
completamente diferente a cualquier mirada que su padre le hubiera dado antes.
Fue un extraño cambio con respecto al hombre al que Vhalla siempre había
admirado.
—Parecías una Emperatriz ahí fuera, pajarita. —Había una nota en la voz
de su padre que hizo que el corazón de Vhalla quisiera romperse.
—Para eso nació. —Una voz tan oscura como la medianoche se deslizó a
través de la habitación en señal de acuerdo.
—Igualmente, Lady…
—Por supuesto. Seremos familia. —Vhalla puso fin al asunto con esa simple
verdad.
—Tina.
—Yo soy Lilo. —La mujer más joven sonrió lo suficiente como para
compensar la expresión en blanco de su hermana.
—Solo puedo imaginar las cosas que han escuchado. —Vhalla no dejó que
su voz flaqueara. La mujer estaba tratando de intimidarla y Vhalla estaba
decidida a decepcionarla en ese esfuerzo.
—En realidad, no puedo. —La mujer arqueó una ceja oscura ante el
comentario de Vhalla—. Creo que deberías saber exactamente qué pensar de
cualquiera que disguste a los Caballeros de Jadar. Aquellos que tan injustamente
han dejado a un lado su noble linaje a cambio de misiones de locura y tonterías. 176
Las comisuras de la boca de Tina se tensaron brevemente. Vhalla se lo
habría perdido si no hubiera pasado años de su vida conociendo los sutiles gestos
del hombre más reservado del Imperio. La aceptación brilló en su rostro mientras
se deleitaba con la diversión momentánea que Vhalla le había proporcionado.
—Creo que una boda será justo lo que la gente necesita —intervino Lilo
alegremente—. Alejemos sus mentes de la decadencia y la muerte, y démosles
una razón para ser felices. Tu boda será un recordatorio tan alegre de que el sol
aún brilla intensamente.
—Muy bien. —Vhalla estaría de acuerdo con cualquier cosa si sentía que
haría que las cosas fueran más rápidas. Su boda se estaba convirtiendo en una
tarea más complicada de lo que esperaba. Cada mención le traía recuerdos de las
decisiones que tenía que tomar sobre la defensa del Este. Su gente se estaba
muriendo y ella estaba planeando una fiesta—. Padre, ¿te gustaría venir?
—Deja que los hombres charlen —dijo Tina antes de que su padre tuviera
la oportunidad.
—Ven a cenar conmigo más tarde. —Vhalla se arrodilló para besar las
mejillas de su padre—. Quiero ponerme al día.
—¿Notas en un libro?
—Eso fue directo y muy diferente a nuestro sobrino. —Tina también pudo
haber gritado que sospechaba que había más en la historia de Vhalla de lo que le
estaban contando.
—Bueno, no supe que era él durante mucho tiempo. —Vhalla sonrió
levemente al recordar sus primeras notas intercambiadas—. En ese entonces lo
llamaba fantasma.
—Él sí que tenía un gusto por todas las cosas oscuras —concordó Lilo—.
Aunque parece que finalmente ha adoptado el color de su puesto.
—Ella se parece a él. —Vhalla se dio cuenta de que Aldrik ya era mayor que
la mujer del cuadro. Esa idea tuvo un nuevo peso en la muerte de su madre.
Vhalla tenía casi la edad de su madre cuando había muerto.
—La sangre de Ci’Dan es fuerte —dijo Tina con orgullo—. Estoy segura de
que sus hijos también se parecerán mucho a él.
—¿Qué? —Vhalla se liberó de las manos de las mujeres para poder leer sus 180
expresiones faciales. Ella siempre había sabido que eso era un hecho de su unión.
Pero, ¿su mayor deber?
Vhalla hizo una pausa, eligiendo decir otra verdad, una verdad más
profunda.
—Puedo ser una mujer y ser su dama, pero soy capaz de hacer algo que ni
siquiera él puede. Es algo que va más allá de las coronas y los títulos, y no se
puede dar ni transmitir. —Vhalla estaba de pie con el retrato de la madre de
Aldrik a su espalda.
Vhalla miró a las cuatro mujeres, como si desafiara a una de ellas a objetar.
El viento cayó lentamente de sus manos y Vhalla se interrogó brevemente. Pero
solo tan brevemente como un respiro. Ella era la futura Emperatriz, y las
Emperatrices no dudaban. Eran criaturas seguras y agraciadas llenas de sonrisas
conocedoras y secretos organizados. Vhalla pronto tendría el mismo rango que
el retrato de la mujer a sus espaldas.
—Pero por favor. —Obligó a su rostro a relajarse y se sintió orgullosa
cuando mostró una sonrisa sincera—. No crean que no escucharé futuros
consejos.
182
Vhalla se movió en su asiento. Era la primera vez que se sentaba en un
trono, aunque ese era un término vago para el lugar donde se encontraba ahora,
y todo en lo que podía pensar era en lo incómodo que se sentía. Estaba a la
derecha de Aldrik en una plataforma elevada al final de una larga sala de
audiencias. En sillas sin patas con sus asientos apoyados en el suelo, simples en
comparación con los tronos del Sur. Pero lo que le faltaba al mobiliario en su
sencillez, la habitación lo compensaba con su opulencia.
En su mitad inferior llevaba una gran falda dividida y fluida con una banda
de adorno rojo. Vestía un chaleco carmesí encima de una camisa suelta de seda
dorada, ajustada esa mañana a sus medidas. Los botones de perlas formaban una
línea desde la mitad de su esternón hasta el cuello alto que se extendía hacia sus
orejas. Su cabello había sido peinado y sostenido en su lugar por una delicada
banda dorada, aunque estaba decidido a escaparse de su lugar.
Fue un baile agotador para ella. Vhalla entendió la necesidad en el papel, 184
pero tuvo más dificultades para aceptarlo en la práctica. Aldrik había insistido
en ello la noche anterior y lo reiteró esa mañana. Explicó que había más de lo que
se veía a simple vista sobre lo que se estaba haciendo, que servía como una
demostración visual de su poder como fuerza unificada. Que el proceso inspiraba
lealtad al disuadir a los demás de ser “el extraño”, lo que podría llevar a la
disensión.
—¿Estás seguro de que esto es más importante que revisar las tropas? —
Vhalla señaló las cartas.
—Sí. —El Emperador se puso de pie—. Mi tío puede revisar las cartas y
ayudar al Este, pero no puede sentarse por nosotros en la sala de audiencias.
—¿Algo especial?
—No por mucho, claro. —Le acunó la mejilla y la acarició con su pulgar—.
¿Eso te gustaría?
—¿Te gusta?
—Es asombrosa.
—Y es toda tuya. —Sus manos acariciaron la seda que cubría sus hombros.
Vhalla se sintió como una princesa. La golpeó todo de una vez. Como un
cuento de hadas hecho realidad. Estaba vestida con galas extranjeras, venerada
como noble, preparándose para casarse con el Emperador. Era más de lo que
jamás hubiera soñado, y había tenido un costo mucho mayor de lo que jamás
hubiera imaginado. 186
—Mía —repitió en voz baja.
—Por aquí. —Aldrik la tomó del brazo sin ofrecer más explicaciones.
Vhalla sabía muy bien dónde estaban. Era como si el viento mismo hubiera
sido atrapado por el tiempo, cargado con el aroma de las rosas. Se oía un zumbido
de magia a su alrededor, diferente y, sin embargo, muy similar al hombre que la
conducía hacia un obelisco de mármol. Había una figura de una mujer sentada
encima, con un sol rubí a su espalda. La reconoció por un sueño de Aldrik que
había visto hace tanto tiempo.
Pero tal vez, detrás del rostro curtido, barbudo y lleno de cicatrices del
Emperador que ella conocía, había un joven. Un hombre que había sido tan
atractivo como Aldrik. Vhalla vio a una mujer alta, dada la propensión a la altura
de la familia de Aldrik, elevada por encima de un Emperador arrodillado. Ella lo
haría esperar, en la visión de Vhalla. La difunta princesa Fiera sería de las que
sonreiría tímidamente y mantendría sus verdaderos deseos ocultos el tiempo
suficiente para hacer temblar al hombre, para recordarle que ella tenía el control.
—Mi padre me dijo una vez que todavía estaba contento de haberlo
construido. Eso ayudó a mi madre a perdurar. Aunque, eventualmente, creo que
le causó más daño que cualquier otra cosa.
Los ojos de Vhalla se encontraron con los de la estatua una vez más, y deseó
poder hablar con la mujer cuyo rostro ahora miraba. Vhalla entendió lo que había
obligado a la madre de Aldrik a correr hacia las cavernas esa noche, y era algo
que ahora compartían a través del tiempo y la vida y la muerte. Ella había sabido
una verdad sobre el mundo. Ya fuera por su propia intuición o por alguna guía
desconocida, al igual que una Portadora de Fuego llamada Vi, la madre de Aldrik
sabía lo que las cavernas podían cosechar. 188
Eso se detendría con ella, juró Vhalla. Ella pondría fin al ciclo en el que
estaban atrapados, esclavizados en las Cavernas a través del tiempo y
generaciones. Todo terminaría con ella.
Durante la semana siguiente, Vhalla toleró las audiencias con los lores y las
damas con aplomo. Sonrió y dijo las palabras esperadas, haciendo lo que ahora
era el baile de su estación. Comenzó a dar sus frutos en los consejos de guerra
que se hacían por la noche.
Aldrik debió haber notado lo que estaba haciendo, pero no hizo ningún
comentario en contra. En el lenguaje del Emperador, su silencio era tan bueno
como una aprobación rotunda. Entonces, cuando la familia Le’Dan apareció en
su agenda de la mañana, Vhalla sabía que estaba a punto de lidiar con la segunda
familia más antigua del Oeste, el único nombre que rivalizaba con el poder de los
Ci’Dan.
—Estoy seguro de que Richard tendrá mucho que decir con respecto a su
unión. —Ophain le pasó la lista de apariciones del día a Aldrik.
Ella lo había pasado por alto. Vhalla sabía el apellido de Erion, pero estaba tan
absorta en todo lo demás. Su cuchara se detuvo en el plato, revolviendo su
comida como los pensamientos en su cabeza.
—He estado escuchando —explicó ella—. Sé qué decir y qué hacer. Y creo
que sería prudente.
—Estás bien. —Vhalla miró el rostro de Erion. Tenía círculos oscuros debajo
de los ojos y mechones grises de cabello que Vhalla no había visto antes. Pero
estaba vivo—. No me dieron ninguna indicación, pensé, Daniel dijo…
Sus pantalones escondían lo que ella sospechaba que era carne destrozada
y con cicatrices. La verdad es que estaba sorprendida de que estuviera caminando
después del testimonio de Daniel sobre la lesión. El joven lord miró su rostro
tenso.
—¿Estás seguro? Sé que no puedes luchar, pero tienes una gran experiencia
en tácticas y…
—¿Alguna vez has ido? —Vhalla recordó lo que había dicho el Emperador
sobre la magia del Continente Creciente.
—Bien —reflexionó Vhalla, sobre todo para sí misma. Quizás la dificultad era
buena.
—Ni siquiera he salido del castillo desde que llegamos —confesó Vhalla.
—¿Entonces te lo dijo?
—Lo hizo. —Frunció el ceño—. Apenas he podido mirarlo a los ojos durante
semanas. No entiendo.
—Algo así —admitió ella, preguntándose la fuente del cambio en los ojos
de Erion.
—No es mi lugar.
—Lo hizo.
—¿Y le creíste?
—Pues…
—Conozco el camino.
—Erion, me alegro de que estés bien. —Vhalla le dio un abrazo más rápido.
Esta vez el hombre estaba listo y sus brazos tentativamente envolvieron sus
hombros.
—Me alegra que tú también lo estés, y que uno de mis hermanos todavía te
defienda como Baldair hubiera querido. —Hubo una vacilación en la voz de
Erion cuando dijo el nombre del difunto príncipe—. Lucha por todos nosotros,
Vhalla.
Se puso de pie, decidida. Hacía mucho que había prohibido las mentiras en
su mundo. Era hora de asegurarse de que Jax Wendyll entendiera ese hecho.
195
El día era caluroso. Ya se sentía como los últimos días del verano en el Sur,
pero la primavera apenas había llegado. Las mejillas de Vhalla estaban
enrojecidas tanto por la frustración como por el clima.
Jax hizo una pausa. Aldrik la había entrenado bien porque Vhalla no se
perdió el destello de pánico en sus ojos. Su expresión le había inculcado la
cantidad adecuada de preocupación. Quizás esta vez sería suficiente para que
decidiera decirle la verdad. 196
—Vaya, Lady Yarl, ha pasado bastante tiempo. Y yo que pensé que se había
olvidado de este pequeñín. —Se rio entre dientes.
Jax siguió sus órdenes y ella lo siguió a la privacidad del pequeño almacén.
Sus manos casi temblaban cuando cerró la puerta, tratando de no azotarla.
—Por mucho que aprecio tu belleza vestida del Oeste, me siento obligado a
decirte que los hombres hablarán. —Jax se apoyó en una mesa, ajustando su
moño alto.
—Nunca te mentí.
—Cómo te atreves. —El dolor era real. Era tan malo, tal vez incluso peor,
como el cuento original de Jax—. Me dijiste que podía confiarte mi vida y tú no
me confiaste tu verdad.
—Parcialmente.
—Por favor dime —susurró Vhalla—. Quiero ayudarte.
Sus hombros empezaron a temblar. Vhalla pensó que estaba llorando, pero
una risa loca resonó inquietantemente en sus oídos. Jax se apartó tirando los
brazos.
—Oh, oh, sirena. Miserable moza. Ahora veo, ahora veo cómo atrapaste a
Aldrik. —Jax le apuntó la cara con el dedo y Vhalla estaba demasiado
sorprendida como para reaccionar—. Crees que puedes salvarnos a todos. Crees
que eres una maldita Diosa, brillando muy por encima de las masas que se
encogen de miedo a tus pies. Crees que puedes arreglar lo que está roto y curar
a los heridos porque quieres.
—¿Quieres saber algo? Tú eres una noble mal engendrada, eres tan mala
como cualquier otro que se ha adelantado a ti. Eres patética, inútil, inepta. Apenas
puedes defenderte y crees que puedes defender a tus seres queridos.
—¿Su padre?
Parpadeó para alejar las estrellas por el golpe que Jax le había dado en la
cabeza. Tenía razón, no le había mentido. Dijo que había descubierto a un hombre
con su futura esposa, un hombre que la había tomado varias veces. Pero no había
sido un hombre cualquiera. Vhalla se sintió enferma.
—Jax, no fue…
—¡Vete! —El fuego se encendió sobre sus hombros mientras giraba, su calor
la hizo parpadear con agua en sus ojos—. Si alguna vez me vuelves a hablar de
esto, no me importará quién seas, Vhalla Yarl, no me importará qué ropa uses o
qué título lleves. Te mataré.
Ignoró cada mirada de los soldados, sin sentir vergüenza de sus actividades
con Jax. Había algunas cosas que, como Emperatriz, no tenía que explicar. Vhalla
no quería ejercer su autoridad a menudo o sin una buena razón. Pero esto
calificaba como una buena razón.
Vhalla escapó de sus ojos y comenzó a subir por una pequeña escalera que
serpenteaba directamente hacia las cámaras del rey y la reina, o ahora del
Emperador y la Emperatriz. Dio varios pasos antes de detenerse para recuperar
el aliento, apoyándose contra la pared. Le temblaban las rodillas y su brazo
parecía no poder sostenerla. Se deslizó por la pared y se sentó en los escalones,
respirando con dificultad.
Después de conocer a todos los lores y damas, Vhalla supo que el Oeste
valoraba la tradición por encima de todas las demás cosas. Veían a Jax como un
lord caído; perdonarlo probablemente ganaría su ira. Pero Vhalla no quería
mantenerlo bajo su mando sujetando una correa que no creía que fuera necesaria.
Sin embargo, ¿Jax siquiera quería ser perdonado? ¿La justicia sigue siendo
justa si va en contra de los deseos fundamentales de la persona? Tenía tantas
preguntas, pero ni una sola respuesta.
Vhalla se levantó del suelo. Había alguien más con quien no había
compartido sus pensamientos. Alguien que tenía un entrenamiento tan noble
como Aldrik. Alguien más que había nacido para liderar.
—¿’Cia? ¿Todos pueden llamarte ‘Cia menos yo? —Vhalla se unió a ellos
frente a la ventana abierta.
—¿Y qué tal el mío? —Fritz miró a Vhalla con los ojos entrecerrados,
haciendo un gesto de puchero.
—Sí, pero ya sé qué dirá. Quiero saber qué dirás tú. —Vhalla le mostró a la
mujer escéptica una pequeña sonrisa—. ¿Qué clase de Emperatriz seré si ignoro
algunos de los mejores consejos disponibles para mí?
Elecia pareció sorprendida. Golpeó una de las fichas de carcivi por un
momento mientras pensaba.
—Hablé con Jax. —Vhalla dejó que el peso de la interacción con Jax bajara
su voz, quitando la sonrisa de sus mejillas.
—Ahora sé la verdad.
—¿De qué hablan ustedes dos? —Fritz les recordó a ambas que todavía se 201
encontraba allí.
—Entiendo eso. —Elecia levantó una mano, indicando que ahora tenía la
palabra, y Vhalla esperaría para hablar—. Pero ese hecho prevalece. Y aunque
ese asesinato pudo haber sido en defensa de otro, mató a la esposa del lord y al
otro hijo a sangre fría.
—No soy tú, Vhalla Yarl —dijo Elecia después de un largo segundo de
contemplación—. Crecí en un mundo de reglas y regulaciones. Me han enseñado
lo que se puede y no se puede hacer desde el momento en que pude decir mi
primera palabra.
»Tú no estás tan encadenada. Y entonces ves el mundo con ojos que yo
nunca podría tener. Tienes esperanzas con las que nadie más se permitiría
siquiera soñar. —Elecia le mostró la más pequeña de las sonrisas—. Perdóname,
pero no deseo influir en tus acciones en este asunto. Quiero ver lo que harás.
Quiero saber qué clase de Emperatriz serás.
203
Quiero saber qué clase de Emperatriz serás.
Las palabras se repetían una y otra vez en la mente de Vhalla cuanto más se
acercaba la boda. Sería Emperatriz. No había más que negar, esquivar o enterrar
el hecho bajo obligación. Su calendario pronto se llenó de tantos detalles de
planificación de bodas como de audiencias y consejos de guerra, y eso la volvió
loca.
—Pero son solo agricultores; no ofrecen nada con respecto a la fuerza militar
o estancamiento del ejército del falso rey. Ya están perdidos —comentó un
comandante diferente, casi casualmente. No fue hasta la inhalación aguda y
mirada fría de ella que él se dio cuenta de dónde acababa de poner el pie.
—Perdóneme, comandante. —Vhalla trató de mantener la voz tranquila. No
quería sonar como una niña petulante, sino como una dama noble—. Ciertamente
no son solo agricultores.
Vhalla no quería nada de eso. Su falsa sinceridad era tan valiosa para ella
como el carbón frente a los diamantes.
—Son solo algunos pueblos mineros, ¿no? —Vhalla conocía ahora el terreno
del Oeste como la palma de su mano. Posiblemente podría enumerar más
ciudades y pueblos que incluso algunos de los nobles en la sala. Así que continuó,
sin dejar que su pregunta retórica se tardara demasiado—. ¿Le ofrecen algo a
nuestra fuerza militar? —Los veinte nobles alrededor de la mesa guardaron
silencio—. Entonces retiremos cualquier defensa que esté allí. 205
—¡Eso es del Oeste! —Otro se unió a la conversación con su apasionada
declaración—. El Oeste protege a los suyos. No toleraré esto.
Sacó una pluma de un tintero y comenzó a tachar y garabatear las líneas del
mapa entre el Este, el Oeste, el Sur y el Norte. Vhalla devolvió triunfalmente el
instrumento de escritura a su lugar. Sonrió brevemente ante el mapa que la
mayoría de la sala ahora consideraba arruinado.
—Estos son sus parientes. —Hizo un gesto a todo el continente. Vhalla miró
a los lores y damas reunidos, la mayoría de los cuales tenían el doble de su edad
y posiblemente tres veces su experiencia en el campo. Casi todos tenían la piel
aceitunada y tonos más oscuros del Norte. Tenía que hablar con su audiencia y
hacerles entender—. Cada uno de ustedes es parte de este Imperio. Vi a todas las
personas en esta sala arrodillarse ante nuestro Emperador y jurar su vida y su
futuro a su mano. Él no es su Rey del Oeste, sino nuestro Emperador. Sus
hermanos y hermanas están aquí en el Oeste tanto como en el Sur, Este y Norte.
Si realmente creen que el Oeste cuida de los suyos, entonces eso debería
extenderse a todos aquellos que están bajo la luz de Solaris.
Vhalla miró a Aldrik por el rabillo del ojo. La dejaría liderar la mayor parte
del intercambio, como lo había hecho cuando se trataba de cualquier tema
relacionado con el Este. Pero su expresión era difícil de leer.
—Fuera. —La voz de Aldrik adquirió un tono peligroso que Vhalla conocía
bien—. No permitiré que le hables a mi destinataria de esa manera. 206
—Aldrik —intervino Vhalla—. Todo está bien.
—Vhalla, no debes permitir que te diga eso. —Sus ojos se movieron entre
ella y el comandante.
—Si va a decir esas cosas, deja que lo diga donde mis oídos puedan oírlo,
en lugar de hacerlo como un cobarde a mis espaldas. —Vhalla habló lo
suficientemente alto para que la mesa la oyera, solo fingiendo estar hablando con
Aldrik—. Pero quiero que se quede para que sepa que no le pido nada que no
esté dispuesto a dar. Protegeré el Este, el Sur, el Oeste y el Norte como si todos
fueran mi familia. Solo les pido lo mismo a aquellos con los que peleo.
—Si esparcimos estos por aquí —Aldrik movió a algunos soldados rojos a
lo largo de la línea sur del Oeste—, debería dar lo suficiente de sobra.
Vhalla miró fijamente las figuras negras que indicaban las fuerzas de Victor.
Eran menos, pero estaban esparcidos y creciendo. Cada vez que un soldado caía,
Victor aprovechaba el cadáver convirtiéndolo en una abominación que caminaba
con un cristal. Vhalla trató de ponerse en la mente del loco: ¿qué haría a
continuación?
—Si movemos esas tropas, podemos esperar que al menos estos dos pueblos
caigan. —Otro par de manos movió las piezas.
Vhalla miró el mapa con nuevos ojos. Estaban desempeñando el papel que
la nobleza esperaba de ellos, y mientras lo hacían, eran un objetivo predecible
para su enemigo. La boda impedía que las tropas se movieran.
—Esta podría ser la oportunidad para que ataquemos primero —dijo ella
de repente.
—Vhalla, hay ciertas expectativas —respondió con una mirada atenta a los
reunidos—. La ceremonia no es una opción. 208
—Lo siento, pero no me di cuenta de que mi boda era dictada por la nobleza
del reino —espetó Vhalla. Los ojos de Aldrik se abrieron un poco y su rostro se
relajó instantáneamente, disculpándose. Ella no había tenido la intención de ser
tan hiriente, no con él.
—Aldrik, tiene mucho sentido. —Hizo un gesto para jugar con las fichas en
el mapa—. Esto es una ventaja; es una oportunidad de engaño. Si esperamos,
Victor solo se volverá más fuerte y estaremos cumpliendo con sus expectativas.
—En teoría. —Aldrik habló antes de que ella terminara de exhalar la última
palabra—. Pero puedo decirte lo que no es teoría: el hecho de que esos lores y
damas, a quienes pareces tan dispuesta a insultar, nos dan su oro y suministros
para pagar las necesidades de nuestro ejército. No podemos rechazarlos.
—Eso es lo que esperas que suceda. —Aldrik se inclinó sobre la mesa con
un suspiro—. Vhalla, no lo entiendes. Las familias nobles guardan rencor como
ninguna otra. Nada, ningún desprecio, por pequeño que sea, se olvida jamás.
—Conozco la guerra mejor que la mayoría, Aldrik Solaris. —Se giró frente
a él. El insulto había encendido una pequeña llama en ella que Vhalla luchó por
mantener bajo control—. He pasado los últimos tres años de mi vida en guerra.
Me han utilizado como arma y me han codiciado como herramienta. He matado
a innumerables hombres y mujeres. Y aunque puede que no haya tomado tantas
decisiones difíciles como tú durante tantos años, no me digas que no conozco la
guerra. 209
Aldrik la miró sorprendido antes de apartar los ojos con un toque de
vergüenza. Vhalla no había tenido la intención de hacerle sentir culpable por su
papel en los eventos que la habían puesto en posición de experimentar la guerra.
Extendiendo la mano, ella tomó la de él suavemente, tratando de aliviar la
tensión.
—Si las cosas no fueran como son, sí, sí, tu teoría tiene mérito. —Aldrik
suspiró profundamente. Sus manos acunaron su rostro con ternura—. Pero hay
tantas fuerzas en juego aquí. Y, a veces, el curso más seguro es el mejor. Hagamos
bien esta única cosa.
—T-te llevé a la cama por primera vez sobre sábanas manchadas de sudor
en un campamento de guerra. Te tomé porque me prometí a mí mismo que algún
día te haría mía como es debido.
—No había pensado mal de nuestra primera vez juntos. —Vhalla se alejó y
apartó el rostro de las palmas de sus manos.
—Entonces avergoncé mi amor por ti al permitirme estar comprometido
con otra. Al permitir que ese compromiso te alejara.
—Apenas hubo tiempo suficiente para que alguien supiera todo lo que
sucedió después —objetó Vhalla—. Cualquiera que lo recuerde es amigo o lo
olvidará durante mucho tiempo cuando tu trono esté restaurado.
—Te pedí que siguieras siendo mía cuando no tenía futuro para ti, y juré
hacer las cosas bien. —Tomó sus manos, sosteniéndolas con fuerza—. Todavía
tengo que estar a la altura de esa promesa.
—Sé que fue la Madre la que nos dio la oportunidad de hacer las cosas bien.
No albergar a un niño en secreto o apresurar un matrimonio para convertirlo en
un heredero legítimo.
—Aldrik, esta boda no es más que una formalidad de algo que ya vive entre
nosotros. —Vhalla suspiró frustrada—. No importa cuándo y cómo nos casemos;
conocemos nuestro vínculo.
—Suficiente.
—No importa.
—Sí importa. —Su voz se elevó una pequeña fracción con su insistencia.
—Vhalla…
—Pero si esperamos esta boda, puedes hacer que mi vestido sea de color
carmesí. No usaré oro si mi nobleza imperial es comprada con la sangre de civiles
inocentes que murieron mientras yo hacía una fiesta. —Vhalla le devolvió la
mirada una vez más. Nunca escuchó si él dijo algo más porque cerró la puerta de
golpe en su intento de pronunciar más palabras.
Fue un ejercicio en exceso por parte del arquitecto y decorador original. Una
decadencia que Vhalla debería tener todo el derecho a apreciar, una experiencia
que de otro modo nunca podría tener.
No había pasado sus días en estas cámaras; esconderse allí ahora solo servía
como un recordatorio de las duras palabras que le había dicho a Aldrik. En 213
realidad, había venido aquí porque sabía que era el único lugar al que él no
vendría. Los aposentos del lord y la dama se encontraban al otro lado del pasillo,
y aunque Vhalla escuchó que su puerta se abría y cerraba, no hizo ningún
esfuerzo por buscarla.
—¿El Comandante Jax? —repitió la mujer—. Creo que está entrenando con
los hechiceros en la fosa
—¡Si la dama quiere una ronda, entonces obtendrá una ronda! —La voz de
Jax no había cambiado en absoluto. Volvía a ser como ella siempre la había
escuchado: jovial, bromista y entretenida con la naturaleza de la existencia—.
¿Quién de ustedes quiere el honor de enfrentarse a la primera Caminante del
Viento en casi siglo y medio?
—¿Listos? —gritó Jax. Vhalla asintió definitivamente, pero Ren le dio una
mirada vacilante—. ¡Vamos!
—¿Qué?
Los brazos de Vhalla cayeron sin fuerzas a los costados. La estaban dejando
ganar. Vhalla había pasado por la guerra y se había entrenado con una multitud
de soldados, pero ya no tenía el Vínculo al que recurrir, y estas personas habían
sido soldados la mayor parte de sus vidas adultas. Vhalla debería al menos tener
que luchar contra ellos.
—Vhal, solo han pasado dos días desde la última vez que te vi. —Fritz se
rio.
—Oh, Lady Yarl, siempre les doy a las hermosas lo que quieren. —Jax le
guiñó un ojo.
—Te he visto pelear. —Fritz resopló divertido—. Lo último que voy a hacer
es ser suave contigo.
Jax regañó a todos los que miraban señalando que Fritz no se había 216
reprimido, a pesar de ir en contra de la prometida de su Emperador. Vhalla
asintió cuando Jax explicó que los mejores soldados luchaban con todo lo que
tenían, todo el tiempo. Él le lanzó una mirada cautelosa con el rabillo del ojo. Las
cosas no habían vuelto a la normalidad entre ellos, a pesar de la experiencia que
él tenía en fingir.
—No quiero amor forzado. —No pudo evitar pensar en Jax, todavía atado
a sus obligaciones con la corona. ¿Y si su exhibición en el terreno se debía a que
tenía que tolerarla? ¿Y si la odiaba, pero aún estaba obligado a protegerla? La idea
enfermaba a Vhalla.
—Lo vas a tener, y no me mires así. —Fritz se dejó caer a su lado—. Nunca
harás que todo el mundo te ame, al igual que no conseguirás que todo el mundo
te odie. Encuentra a las personas adecuadas que te amen y devuelve el odio de
los demás con ambivalencia o con el tuyo propio.
—Me voy a casar muy pronto —susurró—. ¿Qué pasa si no estoy destinada
a ser Emperatriz?
—Hay cosas peores. Jax es lindo. —Fritz sonrió levemente ante la idea.
—Tú y yo, salgamos. —Su amigo se puso de pie—. Nadie tiene que saberlo;
de esa manera no harán un escándalo.
—Creo que te hará bien —la alentó—. ¿Cuándo fue la última vez que
estuviste rodeada de personas reales? ¿No de soldados o nobles? Esas son las
personas cuyas opiniones realmente importan, Vhal. Claro, los nobles son
importantes y apoyan la corona. ¿Pero sabes quién apoya a los nobles? El hombre
común. Así que deja de esconderte en tu refugio literario y sal a la calle.
El castillo se cernía sobre ellos, apenas visible entre las casas y se elevaba
muy por encima del dosel de tela que cubría cada puesto. Cuanto más se alejaba
del lugar, mejor comenzaba a sentirse. Fritz tenía razón; esto era lo que
necesitaba. Necesitaba sentirse acogida por la gente, ver el sol abrasador
enmarcado por dos alas y olvidarse de las obligaciones y deberes por un
momento.
Con eso, se ganaron un guía local para el resto del día. Erion les contó
interesantes notas de la historia y hechos sobre los nobles más ricos que vivían
en los alrededores del puerto. Incluso dio su propia opinión sobre el puerto más
grande del mundo. Pero ninguna explicación o lectura podría haber preparado a
Vhalla para lo que le esperaba en el Gran Puerto de Norin.
—¿Tú crees?
—No puedo decir que conozca tu linaje lo suficientemente bien como para
tener una opinión.
—Debe haber una pizca de verdad. —Vhalla podría culpar al alcohol por
su lengua suelta. Habían pasado meses desde que Vhalla realmente había bebido,
principalmente por respeto a la continua lucha de Aldrik por evitar el alcohol en
momentos de estrés. Y aunque no estaba a punto de perder la cabeza, el licor le
dio una agradable sensación. Pero ella no usó la excusa probable.
220
No, su lengua suelta era completamente culpa del sol, la cálida brisa del
mar en sus mejillas y la sensación liberadora de no sentir que el mundo estaba
sobre sus hombros.
Ella se rio de su franqueza y dejó que el hecho siguiera, eligiendo algo más
que la había estado molestando para concentrarse.
—Entonces, ¿por qué el dogma parece tan importante para la Corte del
Oeste?
—Pero ¿cómo apruebo? ¿Hago lo que me piden? ¿Los frustro a cada paso?
—Honestamente, estaba perdida.
Ella asintió.
—¿Cuándo tienen que estar en algún lugar? —Supuso que los comerciantes
tenían fechas límite y el resto estaba fletado.
—Aldrik…
—Vhalla…
¿Eso era todo? No, ella dio un paso adelante. Eso no podía ser todo. No
podían fingir salir de este callejón sin salida. No podía dejar que el día se
desvaneciera de una manera que ensanchara la brecha que se había formado
entre ellos desde su llegada a Norin.
—Necesito que sepas que confío en ti. —Vhalla miró el libro que tenía en el
regazo mientras ella hablaba, como si la mera visión pudiera brindarle apoyo—.
Sé que no estoy bien versada en interactuar con la sociedad con la que nuestro
matrimonio requerirá que interactúe. Y sé muy bien cómo eso puede hacer un
lío. La verdad es, Aldrik, que no me importan las costumbres de la nobleza.
—Pero me preocupo por ti. —Por una vez, Vhalla lo atravesó con una
mirada. Sintió esa estimulante sensación de mirarlo directamente y ver sus 223
mecanismos internos—. Yo soy el viento, Aldrik, pero tú eres el punto en la
brújula hacia el que mis pasiones se dirigen. Y aprenderé a ser perfecta para ti.
—Mi Vhalla. —La larga pausa hizo que sus ojos se abrieran. Aldrik libró
una guerra mental con el fuego, las llamas parpadearon y se apagaron unas
cuantas veces—. Moví algunas tropas. Las fronteras recibirán más apoyo.
—¿Cómo? —Vhalla se enderezó.
—Pero…
»Pero primero. —Tomó sus manos entre las de ella, inclinándose hacia
adelante—. Mi Vhalla, mi señora, mi amor, por favor cásate conmigo como es 224
debido. No por la apariencia de los nobles o la guerra. Cásate conmigo porque…
—Aldrik apartó la mirada y Vhalla juró que era solo el rojo del fuego lo que teñía
sus mejillas—. Porque yo quiero una boda adecuada para nosotros.
Fue entonces cuando se dio cuenta de lo tonta que había sido. Ciertamente,
la política era un factor, pero Aldrik realmente lo quería. Más que nada, quería
una ceremonia, y claramente estaba haciendo todo lo posible para apaciguarla lo
suficiente como para ganarse su consentimiento.
Pero Vhalla estaba hambrienta de algo más que su atención. Sus labios se
encontraron con los de él antes de que pudieran intercambiar más palabras. Un
gruñido bajo retumbó por su garganta, un sonido con el que ella armonizaba,
lleno de anhelo. Vhalla se puso de pie lentamente, prolongando el beso tanto
como le fue posible.
—Vhalla… —Su voz era baja y peligrosa de una manera que le debilitó las
rodillas.
El libro cayó del regazo del Emperador cuando se levantó para recibirla.
Puede que fuera la primera vez en su vida que Vhalla dejaba caer un libro sin
comprobar frenéticamente si había alguna página doblada. Los brazos de Aldrik
la presionaron contra él. Un beso, un paso, y se dirigieron hacia el dormitorio.
225
Vhalla se dio la vuelta, buscando a tientas en la mesita de noche. Sus dedos
buscaban algo de madera, redondo y más pesado que el resto. Se alejó rodando
y ella se estiró con un gemido.
El Elixir de Luna había sido algo que Elecia estaba demasiado preparada
para proporcionar desde los eventos de la noche en las Encrucijadas. A los ojos
de la corte, todavía estaban desempeñando el papel de correctos futuros marido
y mujer, manteniendo sus dormitorios separados hasta su boda. Pero la mayoría
de las veces, Jax se asignaba el turno de noche, un turno que se aseguraba de que
estuviera programado hasta altas horas de la mañana. Aún más misterioso era el
hecho de que no se aparecía la mitad de las veces, lo cual era notado sin
comentarios.
—¿Estás contenta? —tarareó él. Su voz era profunda y ronca por el sueño.
—¿Con qué?
—Con todo.
Vhalla pensó durante un largo momento antes de responder, como era su
ritual matutino.
—Tan contenta como puedo estar hasta que terminemos con nuestra boda
y podamos marchar una vez más.
—Pronto. —Él acarició la base de su cuello, sus labios rozando lo que debía
ser el inicio de un moretón—. Dime cómo se ve.
—Así me amas.
Vhalla fue la primera en escapar de la cama, lo que puso fin a su huida del 227
mundo.
Sus esfuerzos por utilizar más sonrisas silenciosas en medio de los nobles
estaban dando sus frutos. Ella gastaba su pluma con notas sobre qué discutir con
Aldrik en privado. Este hábito no le impedía interponer sus pensamientos en esas
discusiones públicas, pero estaba mejorando sus relaciones diplomáticas.
También descubrió que le ayudaba a organizar mejor sus pensamientos, de modo
que cuando hablaba lo hacía con más tacto.
Pero el tiempo que Vhalla podía dedicar a las reuniones se había ido
acortando a medida que Lilo y Tina empezaban a alborotarse más con los
preparativos de la boda. Se frustraban en más de una ocasión por su falta de
opinión, pero Vhalla les decía que estaba contenta con hacer las cosas a la manera
tradicional del Oeste. Lo que más le importaba a Vhalla era que ella y Aldrik se
casaban, que Aldrik estaba contento y que podían seguir adelante para pelear su
guerra.
Fritz le hizo compañía durante todo el día y Elecia hizo de mensajera entre
las habitaciones de Vhalla y Aldrik. Vhalla preguntó qué estaba haciendo Aldrik
mientras ella se preparaba; estaba segura de que a él no le estaban empolvando
el rostro diez veces. Elecia le informó con un dramático giro de ojos que Aldrik
tenía la misión de pasearse por la habitación hasta que sus zapatos tuvieran que
ser reemplazados.
—Así es cómo se supone que debo lucir, ¿no? —Vhalla pasó las manos por
la falda. Sedas doradas se envolvían a la moda del Sur debajo de una chaqueta
de estilo más del Oeste que iba desde sus caderas hasta su cuello, cubriendo sus
hombros.
—Lo es.
—Tenemos algo para ti. —Había una extraña mezcla de emoción y tristeza
en la voz de Lilo—. Sin embargo, es de color plateado, sobre el dorado imperial.
—Ella habría querido que la tuvieras. —El tono normalmente duro de Tina
también se había suavizado—. Fiera no era de las que cambiaban quién era.
Incluso cuando se casó con un Emperador del Sur, quiso una corona de plata.
—Entonces, esta corona realmente es… —Vhalla miró entre las mujeres en
estado de shock.
—De nuestra hermana, la madre de Aldrik. —Vhalla nunca había visto una
sonrisa más alegre y desgarradora que la que Lilo llevaba en los labios—. Ella era
la Emperatriz que este reino necesitaba, si tan solo hubiera vivido para cumplir
ese papel. 229
—Pero ella nos dio a Aldrik. Y con suerte él nos ha traído una Emperatriz
que será digna de alzar la corona de mi hermana. —Las palabras de Tina dejaban
pocas dudas sobre lo que realmente pensaba de Vhalla.
Compartieron una risa cómplice de lo que había sido usado contra ambos.
Respiró hondo cuando las puertas se abrieron ante ella y Vhalla no miró a
ningún lado más que hacia adelante. Su mano agarraba el codo de su padre con
tanta fuerza que tendría que disculparse por los moretones más tarde. Pero por
ahora, solo se centraría en ser la Emperatriz que la gente necesitaba. El amor, la
guerra, la vida eran una serie de campos de batalla unidos con el coraje de
marchar hacia adelante.
Una escultura de la Madre extendiendo sus brazos, sosteniendo un fuego
gigante que iluminaba toda la habitación, dominaba el centro de la cúpula sobre
ellos. Hombres y mujeres llenaban el gran salón, bloqueando las imágenes del
Padre representadas en la parte inferior de la habitación, que mostraban cómo
anhelaba a la Madre de arriba. Vhalla caminó hacia un espacio circular de
mármol donde Lord Ophain esperaba junto a una Anciana encapuchada.
El Emperador hizo una pausa durante medio aliento cuando sus ojos se 231
encontraron. Era un reconocimiento silencioso del precipicio sobre el que se
encontraban. Eran la pareja más improbable que había recorrido un camino
extraordinariamente poco convencional.
—Fue aquí, en este lugar, donde nuestro último Emperador se casó con
nuestra princesa, mi hermana —comenzó Lord Ophain sus comentarios de
apertura, dirigiéndose a la multitud—. El Oeste vive en la sangre del Imperio, y
nuestro Emperador es uno de los nuestros. Y, aunque desagradables
acontecimientos lo han llevado a ser nuestro Emperador tan joven, las
circunstancias de este mundo lo han llevado al más sagrado de nuestros salones
para otra unión Imperial.
»Hace mucho que soy testigo de las líneas que conectan a nuestro
Emperador, Aldrik Ci’Dan Solaris, con Lady Vhalla Yarl. —El enfoque de Lord
Ophain se centró en ellos y solo en ellos. Sacó un pergamino del bolsillo de su
chaqueta para enfatizarlo—. Es con la bendición del Oeste, del Este y del Norte
que esta unión será la base sobre la cual se podrá reconstruir un armonioso 232
Imperio Solaris.
La Anciana levantó sus manos arrugadas y los fuegos que se cernían sobre
ella ardieron aún más.
—Vhalla Yarl. —La Anciana sin rostro se giró hacia ella—. Que la Madre te
bendiga con la grandeza de su calor. —Envolvió la cinta de nuevo y se giró hacia
Aldrik—. Aldrik Ci’Dan Solaris, que el Padre te bendiga con su propósito.
—Seré tuya —dijo con cruda y delicada seriedad—. Te seré fiel. Seré tuya
desde este día y todos los días hasta la eternidad.
»Si la Madre de arriba bendice esta unión, que toque a esta pareja con su
llama. Si el Padre de arriba bendice esta unión, que las llamas de la Madre dejen
su piel intacta. —La Bruja levantó las manos.
—Con esta señal de los mismos Dioses, ahora están unidos como uno, 234
marido y mujer. Que su vida y su reinado sean de luz —anunció la Anciana.
La caja que sostenía Lord Ophain no era una sorpresa para Vhalla. Pero, a
juzgar por la expresión del rostro de Aldrik, era una sorpresa para él. Sus manos
se detuvieron, flotando en el aire justo antes de abrir la caja.
—Tío… —suspiró él
Y así, el mundo cambió. Aldrik extendió ambas manos ante ella y la ayudó
a levantarse. Vhalla se puso de pie, no como una bibliotecaria plebeya, una
soldado, una hechicera o una dama, sino como una Emperatriz.
Si los vítores por su boda habían sido fuertes, los vítores por su coronación
eran casi ensordecedores. Era como si la gente realmente creyera que, al volver a 235
tener una familia real completa, tenían una mejor oportunidad contra el loco en
el Sur.
—Mi Emperatriz. —Aldrik apretó sus manos con fuerza, una sonrisa
radiante amenazando con romper su entrenado decoro—. Asciende conmigo.
Vhalla caminó a su lado en las escaleras por las que él había bajado antes.
Ella sostuvo sus faldas con una mano, la mano de él en la otra. Estaba
aterrorizada pero esperanzada. Y todo lo que quería era a él.
Aldrik se rio y presionó sus labios contra los suyos. Vhalla le devolvió el
beso en serio. Aunque no pudo comprometerse completamente debido a la
sensación de los ojos de alguien más.
236
—Jax, ¿acaso tú… simplemente vas a quedarte ahí? —Ella volvió a caer
sobre sus talones.
—No todos los días puedes ver a tus soberanos montar un espectáculo
como dos adolescentes en calor. —Jax se apoyó contra la pared, con los brazos
cruzados sobre el pecho—. Ya que es en un lugar público, supuse que eso
significaba que no les importaban los espectadores. O tal vez finalmente
aceptarán mi oferta de un tercero.
—Oh, por la Madre. —Vhalla puso los ojos en blanco y finalmente se apartó
de su esposo—. Supongo que deberíamos irnos.
—La corona tiene poco que ver con eso. Ya no me interesan las fachadas.
Quiero acción.
—Hemos tenido mucho tiempo para estar solos. Estoy mucho más
interesada en hablar contigo sobre el estado de los ejércitos del Norte y cualquier
estrategia que puedas tener para reclamar el Sur. —Vhalla reajustó su corona
cuando se abrieron las puertas de la catedral.
—Estos hombres son novatos. Hemos pasado tanto tiempo usando a 238
nuestros mejores hombres para matarnos entre nosotros que ahora estamos
débiles ante una fuerza real —respondió Sehra—. La tierra tiembla ante la magia
de este hombre. Incluso en Yargen, los árboles se estremecen y gritan. Él está
ganando acceso a algo inmenso.
—Es por eso que nos moveremos tan rápido como podamos. —Vhalla miró
a Aldrik, quien asintió afirmativamente. Habían cumplido con sus obligaciones
para con los nobles y asegurado sus coronas y sus ejércitos—. Nuestro ejército
está listo para marchar en tres días.
—¿Crees que la gente de Shaldan necesita ser mantenida bajo control? —Za
frunció el ceño.
—No, yo…
—Usé el poder de Yargen —respondió Sehra, como si ese hecho fuera obvio.
—T-tomé. Tomé. De él. Yo vine. Por ti. —La voz de Tim crujía y sonaba
rasposa. Ella levantó un brazo débilmente.
—¿No se puede hacer nada por ella? —le susurró Vhalla a nadie. Era
incapaz de apartar los ojos del rostro de la otra mujer. A la grotesca sombra que
había sido proyectada sobre lo que alguna vez fue belleza.
Vhalla quería gritar. Tenía mil preguntas. ¿Cómo había llegado Tim a
Norin? ¿Por qué había venido? ¿Cómo había sobrevivido y qué había soportado?
Vhalla necesitaba horas para analizar toda la información contenida en la historia
de Tim. Y todo lo que ella le estaba dando a Vhalla era un brazalete. Vhalla giró
con cuidado el brazalete y se lo quitó mientras sujetaba firmemente la muñeca de
Tim.
Solo suficiente magia, solo lo suficiente para convertir sus adentros en líquido.
Para destrozar sus pulmones y desgarrar su corazón. El viento rugió bajo la piel
de Vhalla y se derramó en Tim. La mujer se estremeció y en el segundo en que su
cuello estalló, Vhalla retiró la palma.
—¡Marchamos al amanecer!
242
—Milady, el ejército no puede marchar al amanecer. —Uno de los
comandantes trató de alcanzarla mientras atravesaba el castillo—. Eso no es
suficiente tiempo.
—Hombres y mujeres del Ejército de Solaris. —La mujer del vestido dorado,
la corona plateada y mano manchada de sangre captó su atención—. Durante
demasiado tiempo hemos estado en silencio. Durante demasiado tiempo hemos
hablado de prepararnos. Hemos practicado durante demasiado tiempo. Y no soy
la excepción.
—He cumplido con mis deberes como mujer noble a costa de mis deberes
como soldado.
Nunca pensó que se identificaría como soldado.
»Los lores me dicen que no hay tiempo suficiente, que no están listos. —
Vhalla extendió los brazos suplicando—. ¿Es eso cierto? ¿No están listos para
reclamar su Imperio?
—¡Sí!
—Bien. Vayan ahora y hagan lo que deban hacer para prepararse. ¡Solo
quiero a los mejores a mi lado!
Vhalla se giró. Aldrik estaba a su lado, su boca formaba una línea firme. 244
—Pongámonos ropa más ajustada para la guerra —sugirió él.
—Vhalla…
—Vhalla…
—¿Me apoyas?
—No es así cómo imaginé que te sacaría el vestido el día de nuestra boda.
—Mi Emperador, habrá tiempo suficiente para tales cosas más adelante. —
Vhalla puso los ojos en blanco, buscando ropa lo suficientemente firme como 245
para pasar por debajo de su cota de malla. Vhalla se tomó un momento, mirando
el brazalete que Tim le había dado.
Fritz había estado en la boda con Elecia, pero el castillo estaba ahora sumido
en un caos total. Aun así, tenía que empezar por algún lado, y parecía igual de
probable que si podía encontrar a uno de ellos encontraría al otro.
—¿Milady?
—¿Elecia Ci’Dan? —repitió.
—No la he visto…
—Lo es —insistió.
—Puede que esta no sea la mejor de las ideas. —El Emperador se sintió
repentinamente incómodo cuando Fritz colocó el brazalete en el agua—. Puede
ser de Victor. Podría haber magia dentro de él que se activará cuando sea
manipulado.
—No —insistió Vhalla—. Si Victor iba a atacarme con él, lo habría hecho
cuando mi mano entró en contacto con él por primera vez. Sé cómo se sienten los
cristales y eso no se siente como magia de cristal.
Sin embargo, si una de las dos teorías de Vhalla era correcta, podrían
escuchar la voz de Victor.
Primero, una voz familiar llenó la habitación. Fue lo mismo que Vhalla y
Fritz habían escuchado hacía una eternidad. Las palabras de aliento y esperanza
de Larel resonaron en la habitación y los dedos de Aldrik se deslizaron entre los
de ella. Él nunca había escuchado el mensaje, y Vhalla observó con el rabillo del
ojo mientras Aldrik escuchaba las despedidas de su primer amigo verdadero.
—Hemos desarrollado una red de los Ala Plateada, ahora somos muchos.
Te ayudaremos cuando llegue el momento. Podríamos sacar gente de
contrabando, pero nuestras rutas se han ido cerrando lentamente. Lo mejor que
podemos ofrecerte sería una forma de entrar. —El discurso de Grahm comenzó
a acelerarse. El hombre vertió palabras frenéticamente en el recipiente—. Cuando
vengas, talla un ala en el cielo. Lo sabremos. Bajaremos la guardia a toda costa
para que puedas entrar. Si…
—Y si… si Fritz todavía está contigo… si está ahí. Fritz, por la Madre. Estoy
haciendo todo lo que puedo. Dime que está bien. Dime que mis sueños no son
mentiras. Porque todavía… todavía puedo soñar.
El agua se detuvo y reflejó al trío inmóvil de pie alrededor del plato. Fritz
hizo un ruido ahogado y dejó caer el rostro entre sus palmas mojadas. Vhalla fue
a su lado apresuradamente, agarrándolo, sosteniéndolo mientras sus rodillas se
debilitaban. Sus sollozos le quemaron los ojos y desgarraron los fragmentos
restantes de su corazón.
—Lo sé. —Vhalla respiró hondo—. Pero también es fuerte. Igual que tú.
Estaremos con él al otro lado de esto.
248
Sus palabras pueden haber sido mentiras. Vhalla sabía que viviría con eso
para siempre si así fuera. Pero como la verdad aún no había desplegado su gran
diseño sobre el tapiz del tiempo, Vhalla se contentó con hacer tal voto.
—Jax, un momento.
—Ah, cuánto he deseado el momento en que me busques por tu soledad
cuando la luna se encuentra alta en el cielo. —Él levantó los brazos
dramáticamente, como si Vhalla fuese a creer una palabra de lo que dijo como
sinceridad.
—¿Por qué crees que elegí un pasillo esta vez? —Vhalla señaló a izquierda
y derecha—. Mira, los dos podemos elegir una ruta de escape diferente.
El Jax que sacó de los jardines se habría reído. Este Jax permaneció solemne
ante su comentario, evaluándola con cautela. Vhalla apretó los puños, abriendo
su Canal por si acaso.
249
—Marchamos al amanecer.
—No sé dónde más estaría. No me han dicho que deje mi puesto como tu
guardia. Me doy cuenta de que no ha sido necesario aquí, pero cuando volvamos
a marchar…
—¿Es eso lo que quieres hacer? —interrumpió ella—. ¿Quieres ese puesto?
—Es una orden. —El pánico que había estado esperando todo el tiempo
finalmente comenzó a acercarse sigilosamente a él.
Él sacudió la cabeza con horror. Vhalla podía sentir que él deseaba que ella
no dijera las palabras, pero las diría de todos modos, para ambos.
—¿Tu primer perdón Imperial soy yo? —Sus palabras fueron interrumpidas
por la risa—. Se burlarán de ti.
—No lo entiendes… soy el perro rabioso. Soy el lord caído. ¡Soy de quien
los lores esconden a sus hijas y solo se sienten seguros cuando estoy con una
correa Imperial! —espetó—. ¿Crees que puedes hacer que valga la pena? ¿Que 250
puedes absolverme y convertirme en alguien a quien ella pueda mirar con cariño
desde los reinos del Padre?
—Ser tu amiga.
Jax la miró fijamente, sin palabras. Vhalla se alejó un paso y echó a andar
por el pasillo para dejarlo con sus pensamientos. Fue directamente a la biblioteca,
buscó un tomo familiar y encontró la página que enumeraba la sentencia de Jax.
Sola en la biblioteca, Vhalla escribió su nombre como Emperatriz por primera vez
y liberó a un hombre.
Jax cabalgó a su lado al amanecer. Permaneció a su izquierda durante toda
la marcha hasta las Encrucijadas. Era como si su conversación nunca hubiera
sucedido. No volvió a mencionarlo, y Vhalla honró su deseo silencioso al hacer
lo mismo. La única persona a la que le contó sobre el pequeño enfrentamiento
fue a Aldrik.
El Emperador apoyó su decreto con Jax como lo hizo con la mayoría de sus
otras decisiones. Vhalla exigió un ritmo duro por el Oeste y un entrenamiento
regular para todos los grupos. Sehra había tenido razón; muchos soldados eran
simples novatos, y estaba decidida a que, cuando llegaran a la frontera con el Sur,
todos los soldados tendrían una oportunidad de sobrevivir a las próximas
batallas.
251
Mantuvo intencionalmente sus reuniones breves y restringidas solo a las
mañanas. Vhalla y Aldrik se establecieron en una rotación en la que él se centró
en el apaciguamiento de los lores y comandantes, y Vhalla pasó su tiempo entre
los soldados. En la medida de lo posible, quiso liderar con ejemplo. Si quería que
realizaran tres rondas de ejercicios cada día, los haría por sí misma.
Antes de dejar Norin, había encargado una espada nueva. Era corta y ligera,
bien equilibrada pero robusta. El mango era de delgado, en forma de alas.
Cada vez que sentía el peso de la hoja en su mano o en su cadera, cada vez
que el viento se elevaba por los cielos a sus órdenes, pensó en
Victor. Vhalla intentó imaginarse cómo se vería su rostro cuando ella lo
matara. Para Vhalla, no había otra alternativa. Sería ella quien lo hiciera. Ella lo
había creado… sería ella quien lo destruiría.
En el camino hacia las Encrucijadas, Vhalla intentó, una vez más, encontrar
la pequeña tienda de curiosidades donde había conocido a Vi. Pero entre la
multitud, las sombras del sol y las lenguas de fuego celebrando su llegada, no
pudo encontrarla. Permaneció en su mente durante el resto del día
mientras Vhalla intentaba recordar exactamente dónde había estado o qué
aspecto había tenido. Comenzó a preguntarse si todo el encuentro no fue más
que un sueño ambulante. Agotada, Vhalla lo apartó de su mente y cayó en los
brazos de su amante en la primera cama que tenían en semanas. Si volvía a
encontrarse con Vi, Vhalla estaba bastante segura de que la mujer sería quien la
encontraría.
Su hombre del Sur favorito estaba junto a ella una noche cuando cenaba con
los soldados de espadas con los que había entrenado ese día.
—Todos pensamos que era suicida. —Comenzó a hablar más para el resto
del grupo que para ella—. Yo estaba en la legión del difunto príncipe, pero muy
atrás. Así que no tan lejos de donde cabalgaba nuestra Emperatriz.
—En ese momento lo supe —concluyó el hombre—. Les dije a mis 253
compañeros: “Esta mujer es especial”. Sabía que era mucho mejor de lo que vi a
otros darle crédito. Pero el príncipe, ahora el príncipe coronado es un hombre
muy sensato. Bien aprendido. Él lo ve.
Vhalla arrancó una tira de carne seca y la masticó hasta que quedó tierna.
Ese era otro pasatiempo reciente, los soldados y la nobleza afirmando que sabían
que Aldrik y ella terminarían juntos. Ciertamente el apoyo la complacía, pero se
sentía incómodo en el corazón de Vhalla. No tenía ninguna duda de que algunos
de ellos lo habían visto, pero tampoco tenía ninguna duda de que muchos de
ellos habían hablado mal de su antiguo príncipe oscuro.
Una vez que se abrieran las puertas, el ejército abordaría cualquier otra cosa
que Victor tuviera esperándolos y se aventuraría hacia el territorio desconocido
del sur. La reunión con los comandantes se desarrolló al final del día. Observaron
y planearon cuidadosamente.
—Me ocuparé de las bestias de las murallas. —Vhalla cabalgó por las filas,
recordando a los soldados los planes que sus líderes deberían haberles
transmitido—. Uno o dos, los clavaré al suelo para los soldados de espadas y los
que tengas otras armas. Mientras hago eso, tendrán que defenderse de los demás
en el cielo.
—Bueno, quiero que sepas que le dije que no tenía de qué preocuparse. —
Jax se recostó en su silla, ajustando el moño alto en su cabeza—. Porque protegeré
a nuestra inocente y delicada Emperatriz.
Vhalla resopló divertida. La risa era un bien preciado en estos días. Y si Jax
era bueno para algo, era para crear ese raro recurso en masa. 255
Ella abrió sus Canales apretando los puños, dirigiendo su atención a las
bestias. Levantando las manos, sintió el mundo a kilómetros a la redonda. Los
vientos de los Desechos del Oeste siempre habían sido un monstruo en sí
mismos. Ahora era el momento de enfrentar monstruo contra monstruo.
Vhalla presionó con más fuerza, jadeando y decidida. Sus alas coriáceas con
puntas de cristal funcionaron como velas, atrapando sus ráfagas. Con las palmas
planas y abiertas, Vhalla sostuvo a dos criaturas contra la arena.
El rugido de los soldados apenas se pudo escuchar por encima de los gritos
de los otros monstruos de cristal elevándose al cielo. Sonaron fuego y flechas. Y
cada vez que uno intentaba descender, un infierno gigante o un enjambre de
flechas lo mantenían a raya.
Le corrieron gotas de sudor por la frente. Podía sentirlos, como si sus manos
estuvieran físicamente sobre ellos. Luchando, retorciéndose, girando,
combatieron contra ella física y mágicamente.
Vhalla estaba tan concentrada en su magia que no escuchó del todo el grito
de advertencia de Jax. Tenía que retener a las bestias el tiempo suficiente para
que los soldados las dominaran. Tenía que mantener el viento enfocado solo en
ellos, pero no en los soldados de espadas que habían comenzado su trabajo
sangriento de matar a las bestias.
—No puedes aguantar esto por mucho más tiempo. —Vhalla se retorció,
lista para escapar.
En una carrera loca, ambos evitaron por poco los restos carbonizados de la
criatura cuando se estrelló contra la tierra. Los cristales que habían brillado tan
intensamente en sus alas se tornaron opacos, como obsidiana rayada, y luego se
agrietaron. Vhalla se puso de pie, sintiendo su Canal preparándose para su
próximo ataque.
Fue una victoria pequeña, pero aun así una victoria. Sería la primera de
muchas, prometió. Los miserables corruptos que se oponían a ellos caerían, uno
tras otro.
257
Se movieron rápidamente en el muro. No había tiempo que perder. Cada
momento que pasaba amenazaba con refuerzos enemigos y monstruos. Vhalla
se llevó los dedos a la boca y lanzó un silbido agudo. Con medio salto y paso en
el aire, montó a Relámpago en un solo movimiento.
Ambos detuvieron sus monturas ante el muro. Vhalla sabía que Victor
estaría al tanto cuando cada una de sus bestias muriera. Había una conexión
entre los cristales y él. Lo había sabido desde la primera abominación que
encontró.
—La corona…
Hizo contacto total con el muro, apoyando sus dos manos. Vhalla cerró los
ojos, pensando en ello como una forma extraña de Unión. Solo tenía que
recuperar el control de esa corriente subyacente debajo de todas las tonterías que
se estructuraban encima de él.
Abrazando del todo la conexión, permitió que lo que pensaba que era su
pulso mágico de las cavernas se fusionara con su magia actual. Se conectó con
ella en un suspiro… y el horror se instaló. La magia ya no era puramente suya.
—No.
—Vhalla…
Él frunció el ceño con total preocupación. Pero estaban aquí para hacer un
trabajo, y ambos lo sabían. La expresión de Aldrik cambió cuando invocó
visualmente su entrenamiento como líder y lord al frente.
—¿Puedes abrirla?
—Vhalla… —Su nombre en los labios de Aldrik fue como un gemido 261
dolido y estrangulado.
El fuego ardió junto a ella, y Vhalla apenas tuvo tiempo de bajar del caballo
y rodar. El olor a piel chamuscada asaltó sus sentidos, pero tenía asuntos más
urgentes que comprobar si su fiel corcel estaba bien. Un hechicero estaba sobre
ella. Con una daga reluciente de hielo afilada, que se clavó en el suelo junto a su
cara.
Vhalla levantó un brazo, y él voló hacia atrás. Justo cuando se ponía de pie,
una greba gruesa le dio un rodillazo en la cara, rompiéndole la nariz. Era un
blanco fácil vestida de blanco y Vhalla estaba aprendiendo rápidamente por qué
la nobleza no solía liderar las cargas.
Ella se giró, el viento bajo sus pies, haciéndola más ágil. Haciéndola poderosa.
Ella era la muerte misma. No, era más fuerte que la muerte. ¡Había vencido
a la muerte dos veces! Eso hacía que fuera suya para administrar. Su cuerpo se
movía sin pensarlo, imprudente y salvaje.
Girándola, con las palmas de las manos sobre sus hombros como si
necesitara sujetarla físicamente en su lugar, Jax la revisó de arriba abajo. Un ceño
fruncido pesaba en las comisuras de sus labios.
—¿Qué hice? —susurró.
—Elecia, mira, estoy bien. —Vhalla extendió los brazos para exhibirse—.
No tienes que estar aquí para revisarme o curarme.
Vhalla se estremeció por dentro. Quiso gritar; quiso sollozar. Vhalla inclinó
la cabeza hacia atrás y miró el cielo ininterrumpido. Abrió la boca y respiró
hondo.
—Pensé que podía sacar la base, o que podía recuperarla y tomar el control
de los cristales. La invité a entrar. Lo invité a él a entrar en mí.
—¿A quién?
Los ojos de Vhalla se desviaron hacia la otra mujer. Dejó caer la cabeza a un
lado, debatiendo entre reír y seguir mirándola con incredulidad.
—Estamos Vinculados.
No hubo nada más que el sonido de los vientos y el susurro de los árboles
pequeños y pastos. Elecia la miró fijamente durante un rato largo, parpadeando.
Vhalla se preguntó si la mujer podría verlo, ahora que sabía qué buscar.
—Una batalla.
—No, te he visto pelear antes. Esa no eras tú —dijo Fritz en voz baja, casi
con miedo.
—No.
—Su magia está en mí, la mía está en él. Lo siento como te sentía. —
Vhalla no quería romper el corazón de su esposo apenas unas semanas después
de su matrimonio.
Vhalla suspiró y lo resumió como lo había hecho para Elecia, sobre el muro
y la magia de Victor sobre la de ella y la magia de los cristales.
—Cierto. —Elecia no dio mucha pelea—. Pero quién sabe lo que ha logrado
con todo su trabajo sobre los cristales. Vhalla parece que ya puede usar magia de
cristal como Victor. Una hazaña que nunca logró realmente con tu Vínculo, el
cual fue bastante fuerte. Los cristales rompen todas las reglas que conocemos de
la magia, y esas reglas rodeando el Vínculo son confusas en el mejor de los casos.
Manos, con palmas calientes, se deslizaron sobre ella, aliviando las heridas
invisibles que sangraban bajo su piel. Aldrik la engulló, con humo, sudor, fuego
y sus propios aromas. Vhalla tembló, quería alejar las emociones amenazando
con estallar. Intentó ahogar el disgusto desagradable cubriendo la parte posterior
de su boca con pensamientos del amor de Aldrik.
—Amigos, déjennos.
—Emperatriz, no dejes que eso te preocupe. —Si Jax estaba montando una
fachada, hizo un buen trabajo fingiendo seriedad.
Aldrik apretó su mano con fuerza aplastante, llevándosela a los labios para
besarle las yemas de los dedos.
La silenció con un beso firme. Uno que era lo suficientemente mágico como
para reunir esperanza.
Vhalla mantuvo la boca en silencio. Un lobo no era un perro solo porque así
le digas. Pero le daría esperanza a su esposo, incluso si no pudiera compartirla
Vhalla cerró los ojos y se rindió a sus garantías. Esperaba que por la mañana
pudiera en realidad creerlas. 269
—Victor. —El Emperador Tiberus Solaris estaba quitando su armadura con la
ayuda de varios sirvientes. Estaba de pie en un espacio abierto con armas de asta exhibidas
en las paredes, sus puntas aún afiladas y aceitadas. El suelo de baldosas era vagamente
familiar, mármol blanco colocado en forma de diamante—. Sabes que estoy muy ocupado
en este momento con el festival que comenzará pronto.
—Lo sé, milord —reconoció el Ministro de Hechicería con una reverencia—. Pero
me dijo que viniera a verlo con los resultados de mi investigación sobre sus campañas
futuras.
—Muy útil. —Victor luchó por evitar que el júbilo aparente le curvase la boca—. 270
Pero primero dígame, ¿dónde está su hijo mayor ahora mismo? —El Emperador se giró
hacia el ministro y arqueó una ceja. Victor sonrió con calma. Era una pequeña mirada
engreída que respiraba arrogancia y seguridad. Era una fachada audaz para poner ante el
difunto Emperador Solaris, y una persona solo lo hacía cuando estaba seguro que la
información que poseía superaba cualquier ira potencial.
—En todo caso, ella ha jugado un juego mental con él. —El tono de Victor se volvió
serio, sin querer prestar atención al rechazo obvio del tema—. Cada vez que él viene a mí,
me pregunta por su bienestar. La entrenó personalmente. La cargó hasta mí después de
un incidente, la acunó en sus brazos y me rogó que la ayudara. Corre a su lado en cada
momento posible. Ambos sabemos que anteriormente ha tomado algunas decisiones menos
que ideales con respecto a los niveles inferiores de la sociedad.
—No me preocupa una niña. —El Emperador cruzó las manos a la espalda y se
acercó tranquilamente a una ventana para contemplar su ciudad—. Si ella es un 271
problema, la eliminaré como… oh, ¿cómo se llamaba?
—Sí, ella. —El Emperador asintió—. Aprecio tu diligencia ahora, como en ese
entonces, Victor, pero no estoy preocupado. Ahora, creo que esta conversación…
—Esta chica es capaz de darte los medios para conquistar el Continente Creciente
—intervino Victor rápidamente.
—Por eso pensé que Aldrik te lo diría. Me doy cuenta de que le has estado ocultando
tus visiones en el extranjero, pero pensé que te lo diría por el bien de tomar el Norte. —
Victor suspiró profundamente y presionó sus dedos contra su sien—. Pero es tan protector
con la chica.
—Me has encontrado una Caminante del Viento. —Las palabras del Emperador
fueron casi reverentes, su emoción palpable. Entonces su expresión se ensombreció—.
¿Por qué mi hijo me ocultaría esto?
—Por lo menos para aprovechar la verdadera utilidad de su poder, requerirá su
esclavitud. Si no su muerte. —Victor se encogió de hombros, como si el pensamiento no
fuera nada para él.
—Si puedo aconsejarle… —El Emperador le indicó a Victor que continuara—. Sea
paciente. Los dos son fuego y aire. Aldrik no puede ser domado, como sabe, y ahora mismo
ella apenas puede controlar su magia. Creo que llegará la oportunidad de que usted pueda
usarla a su favor.
—O veré que así sea —comentó el Emperador—. Victor, estoy agradecido de tener
sirvientes tan leales como tú. Es un cambio refrescante con respecto a mi último Ministro
de Hechicería.
—Hay una cosa más, milord —agregó Victor, sus ojos brillando con
manipulación—. Una cosa más; para convertirla en la clave de su conquista a través del
mar, necesitaré algo del Norte para abrir las cavernas.
—Un precio pequeño por lo que prometes. Veré que adquiramos lo que necesitas. 272
—Es un tesoro de Yargen, de la variedad que consiguió Egmun; un hacha de
cristal. Si la tengo, me aseguraré de que usted sea testigo del verdadero poder de las
cavernas. —Victor apenas ocultó su dicha vertiginosa, incluso cuando sus palabras tenían
más de un significado.
—Por supuesto, no soy más que su sirviente más obediente. —Una sonrisa demente
se extendió triunfalmente por el rostro de Victor al segundo en que se apartó del
Emperador.
Vhalla se obligó a sonreír. Cuando él aún pareció insistir, ella apoyó una
palma en su hombro.
Cuán lejos había llegado. Ella, la bibliotecaria que era conocida por ser una
mentirosa terrible, era creída por el príncipe elocuente y persuasivo.
Aldrik cerró el ojo y murmuró algo sobre ella regresando pronto. Vhalla tiró
de su cota de malla y lo dejó, esperando que pudiera soportar la decepción al
descubrir su ausencia.
Una tierra estéril la recibió. El derramamiento de sangre del día anterior aún
era visible en la distancia. Las aves carroñeras picoteaban los restos. Vhalla apartó
los ojos de ello y miró hacia el sur. Esa solo sería una parte pequeña de la
destrucción por venir. Pondría el poder de Victor en su contra y le quitaría el
mundo a sus pies.
Pero Vhalla los ignoró a todos. Mantuvo sus ojos enfocados en el gran
horizonte distante que sospechaba sería su último campo de batalla.
Vhalla desapareció antes de que alguno de ellos pudiera decir algo más,
buscando al primer contrincante que pudo encontrar.
Uno desviar, dos, repetir; el patrón resonó en su cabeza al mismo tiempo que
el acero vibraba en su mano. Girar, esquivar, agacharse, arremeter, patear, estaba
mejorando. El soldado desprevenido había afirmado que estaría muy honrado
de practicar con la Emperatriz durante la noche, pero había mordido más de lo
que podía masticar contra la Caminante del Viento.
Malditos cristales.
El bosque se tornó más denso con cada día que pasaba, y el suelo comenzó
a convertirse en colinas que luego se convertirían en montañas y valles. Vhalla
mantenía la mirada baja la mayor parte del día, en silencio, concentrándose en
mantener la magia de Victor contenida dentro de ella. Más cerca, se dio cuenta.
Cada balanceo del caballo la estaba acercando a su objetivo. ¿No debería sentirse 275
más feliz?
—Qué vas a hacer al respecto, ¿eh? ¿Brujo? —se burló un niño, apenas lo
suficientemente mayor para una ceremonia de mayoría de edad—. ¿Vas a usar tu magia
en nosotros?
Victor, quien no tenía más de trece años, estaba de espaldas contra la pared. Según
la construcción de los edificios, parecía estar en algún lugar de la capital.
Victor frunció el ceño y pasó los pulgares por la punta de sus dedos.
—No querrías eso, te lo advierto.
—¿Nos adviertes? —El primer chico miró entre sus dos amigos—. Creo que está
asustado.
—No le tengo miedo a los Comunes —juró Victor—. Ustedes deberían tenerme
miedo.
Victor lo esquivó y puso su mano sobre el pecho del niño. El hielo cubrió su torso,
dejando sus brazos casi inmóviles desde el codo hacia arriba. El segundo chico dio un paso
adelante, y Victor repitió el proceso con confianza.
—Oye, oye. —Extendió los brazos y colocó las palmas de las manos sobre
los niños medio congelados. El hielo se desvaneció en el aire—. Mira, todos podemos
seguir siendo amigos.
Los chicos, el callejón, se desvanecieron como humo negro. Solo estaba el joven
Victor ante ella, tan arrogante y triunfante como su contraparte adulta.
—Bueno, has sido muy traviesa, asaltando mi mente —dijo el chico lentamente—.
Veamos qué hay en la tuya.
Vhalla permaneció en silencio, intentando ocultar sus emociones. Pero sintió el eco
de su yo del sueño. La forma en que Aldrik la había cautivado por primera vez con su
atractivo poco convencional. Victor también lo sintió; lo supo por la satisfacción en su
voz.
—Leí todas sus notitas para ti. Aquellas que escondiste en tu habitación. Siempre
afirmó que nunca tenía tiempo para los aprendices, pero supongo que eso no aplicaba a
las chicas cuyas piernas quería abrir. —La rabia la traicionó—. ¡Ahí está! ¡Ahí está la
ira! —incitó.
Vhalla se concentró en la joven que tenía ante ella, observando a Aldrik guiando
a su yo pasado a través de las estanterías. Ambos parecían mucho más jóvenes. No había
ni una cicatriz en su cuerpo. Los círculos oscuros debajo de sus ojos apenas se estaban
formando.
—Sí, sí, lo amas tanto que no puedes ocultármelo. Pero, Vhalla, puedo ser
amable. Te mostraré. Dile que renuncie a su derecho al trono, y dejaré que ambos
desaparezcan. Si su ejército se inclina ante mí, dejaré que ambos huyan al otro lado del
mar. 277
—Te mataré. —Su voz tembló con una rabia apenas controlable.
—Eso no es cierto. Los Vínculos no funcionan de esa manera. —Recordó que Aldrik
se lo había dicho, y Vhalla necesitaba que ahora más que nunca fuera verdad.
—Pero es cierto. Me aseguraré que lo sea. Porque no creo que él me mate si eso
significa matarte a ti.
No, Vhalla negó con la cabeza. No había nadie más. Incluso si pudiera
encontrar otro Caminante del Viento, nunca soportarían esta carga. Incluso si
estuvieran dispuestos, morirían antes de tener el entrenamiento suficiente para
ser una amenaza.
Vhalla se alejó.
—Estoy bien.
—Vhalla, deberías…
Sin embargo, su mano se movió y empujó árbol tras árbol con ráfaga tras
ráfaga, evitando más que nada el ejército de los Comunes.
280
destrozaría a todos ella misma, con acero o con viento.
La lluvia lavó sus trofeos, y Vhalla se vio obligada a mantenerse al día con
el aguacero si quería algo del satisfactorio carmesí.
Mátalos.
Mátalos a todos.
La mano de Vhalla apretó otra boca. ¿Qué número era este? Demasiados para
contar. ¡Demasiados para contar! Se quedó mirando los ojos muy abiertos, una
sonrisa demente en sus mejillas.
—Si te lo dijera, ¿qué crees que podrías hacer? —gritó—. ¡Ni siquiera
pudiste completar tu aprendizaje en la creación de recipientes!
—¡No quise decir eso! —Sus esfuerzos fueron en vano mientras caminaba
de regreso hacia la horda principal del ejército, donde se reagrupaba a lo largo
del camino.
—Luchaste bien.
—¿Por qué?
—Ya veo. —Se apartó de él—. Ya veo. Después de todo, eres el hijo de tu
padre.
—¿Qué?
—No lo sé… su magia está en mí, Aldrik; podría lastimarte. —El sentido no
estaba ganando mientras Vhalla buscaba su consuelo, su cabeza encontrando su
camino hacia su cuello y hombro.
Vhalla no pudo reprimir un sollozo, rezando para que todavía fuera cierto.
Los latidos de su corazón latían dentro de su cuello y Vhalla escuchó con
atención. Se concentró en él por encima de cualquier otro ruido en su cabeza.
—Lo siento —continuó Aldrik, su aliento alborotando su cabello—. No
debería haberte dejado soportar esto por tanto tiempo. No pensé que fuera tan
malo. Pensé que era estrés y guerra, y fui un tonto. Perdóname. —Apretó los
labios contra su sien—. Te amo, Vhalla Yarl Solaris.
Vhalla cerró los ojos y dejó que su nuevo nombre completo resonara en su
mente. Reverberó hasta las profundidades de las emociones que había tratado de
ocultar. Su amor por él siempre estaría ahí, ardiendo justo debajo de la superficie.
Vhalla abrió la boca para decirle lo mismo, para disculparse, para comprometerse
a trabajar juntos y construir un nuevo amanecer.
Pero un grito fue el único sonido que escapó cuando un dolor punzante le
quitó el aire del pecho.
Vhalla, otra voz quemó en el borde de su conciencia. Sonaba como una daga
atravesando un cristal.
—Al…
No pudo pronunciar una palabra más. Todo el aire se había ido. Vhalla se
acurrucó sobre sí misma, tratando de volverse tan pequeña que el mundo
olvidara que ella existía. La agonía fue tan grande como algunos de los peores
dolores que le habían infligido en los últimos dos años.
Estaba muriendo.
—¡Vhalla! ¡No… nes que lu… ar! —Las voces se desvanecían; estaba
llegando al fondo de ese abismo en el que se estaba hundiendo.
La verdad es, continuó Victor. Era como si estuviera junto a ella. Que él ama
su corona, su Imperio, su legado. Lucha por su propia gloria, al igual que su padre.
286
Te equivocas.
¿Por qué sigues peleando conmigo, desdichada? ¿No crees que el difunto Solaris
comenzó con intenciones puras? Sabías la clase de hombre que era. Aldrik será igual; está
saboreando la guerra, y tendrá hambre por siempre. La sensación de Victor la presionó
y Vhalla luchó por mantener su sentido de sí misma. Pero, ¿cuál es el papel de Vhalla
en su mundo? ¿Por qué ella no lucha para el bando ganador? Pelea conmigo… ¿Cuál
será tu destino?
Matarte. Vhalla luchó por decir, y lo dijo en serio. Él era como el hielo,
invadiéndola, congelándola en una prisión de su mente donde solo estaba él.
Sabes que no puedes. Mírate ahora, propensa ante mi poder. Tu tenacidad para
resistir es encantadora, pero soy mucho más fuerte de lo que crees. Solo resultará en la
muerte de aquellos que…
Vhalla no sabía si el grito de ella o el de Victor fue más fuerte. Una luz blanca
cegadora penetró en la oscuridad. Inmoló la sombra de Victor que se había estado
moviendo en su mente. La quemó y la expuso como un bebé recién nacido al
mundo.
Abrió los ojos débilmente, sin esperar el rostro que la miraba. La princesa
Sehra dominaba el campo de visión de Vhalla. Sus manos se alejaron lentamente
de las sienes de Vhalla antes de hundirse en los brazos de Za.
—Lo hice. —La princesa no se anduvo con rodeos—. Pero volverá. Está
herido, pero no fue un golpe fatal.
—Usé el poder de Yargen para detener los cristales —dijo Sehra como si el
hecho debería haber sido obvio.
—Aquello que ustedes llaman Madre tiene un nombre, Yargen. Ella cultivó
la tierra y entregó esas herramientas a los pueblos originarios de esta tierra.
Vhalla había escuchado esta historia antes, se dio cuenta. Victor lo había
mencionado.
—Lo son —afirmó Sehra—. Es su poder en forma física. Algo en lo que los
mortales apenas podemos sumergirnos sin consecuencias graves.
—Matas a Sehra si lo hace más. —Za frunció el ceño—. Rey del Sur, sea
agradecido.
—Za tiene razón. Y no querría que Sehra muriera por mí. —Vhalla se volvió
hacia la princesa—. ¿Cuánto tiempo más hasta que pueda volver a mi mente?
Había dicho un número. Pero todo lo que Vhalla escuchó fue una sentencia
de muerte.
Vhalla durmió mejor que en lo que parecieron años. No sentía irritación en
la parte inferior de su carne, ni pesadillas. Podía disfrutar del apoyo amoroso de
su esposo sin miedo y Aldrik complació todos sus deseos de consuelo.
—Tornado carmesí.
—Portadora de muerte.
Aldrik seguía mirando por el rabillo de sus ojos, un desafío silencioso para
que cualquiera alzara la voz a algo más que un susurro. Ninguno estuvo a la
altura de su desafío y los chismes finalmente se desvanecieron. Pero pesó mucho
en su mente en los días siguientes.
—Dije que te fueras. —Vhalla cerró los ojos e imaginó su mente como las
amplias llanuras del Este. Vastas y abrumadas por el viento. Un lugar que ella
conocía, pero en el que cualquier otro hombre podía perderse.
¿Por qué no vienes a mí? Ven a mí, Vhalla. La voz de Victor ya era más débil.
Sehra tenía razón, ciertamente se estaba recuperando de lo que fuera que había
hecho la princesa.
—¡Vete! —gritó.
Nadie compartiría su pozo de fuego por la noche. Nadie la miraría por más
de unos pocos segundos a la vez. Los comandantes hablaron principalmente con
Aldrik. Todo por lo que había trabajado se sentía como si estuviera cayendo entre
sus dedos.
Vhalla estaba en una sala del trono, un lugar que una vez conoció. En un extremo
había una gran silla dorada. En el otro había puertas ceremoniales demasiado inmensas,
tan grandes que requerían cadenas y dos hombres cada una para abrir y cerrar. Grandes
techos abovedados exhibían trabajos en piedra que le recordaban a la biblioteca Imperial.
Donde una vez colgaron estandartes de oro, tiras de terciopelo negro con un dragón
plateado corrían a lo largo de las largas columnas.
Un hombre estaba sentado en una silla, con una corona de cristal en su cabeza.
Destellaba con la luz de las ventanas de arriba, pero brillaba principalmente con su propia
aura antinatural. El resplandor se reflejaba en los cristales tenuemente brillantes que se
apoderaban de la habitación desde el suelo debajo del trono. Victor se había cortado el
cabello y ahora lo llevaba con un estilo similar al de Aldrik: peinado hacia atrás. Era un
peinado un poco más suelto, pero era lo suficientemente similar como para que Vhalla se
preguntara si habría sido un cambio intencional.
Parecía cada centímetro de un rey en el trono, salvo por las piedras que estropeaban
su piel. Los cristales estaban incrustados en su carne, sobresalían de su cuerpo y crecían
desde sus huesos. Sus venas latían negras a su alrededor, la mancha luchaba por echar
raíz. En ocasiones, desviaba su atención de la escena que tenía ante él a una de las piedras.
Destellaría débilmente, como susurrándole, comunicándose con algún punto distante.
Ella quiso sentir odio al verlo, quería estar lista para lanzarse, incluso en un estado
de sueño, a un ataque. Pero todo lo que Vhalla sintió fue vacío. Ya no parecía un hombre,
parecía un Dios. Un Dios que la había desgastado más allá del agotamiento.
Sin embargo, siguiendo su línea de visión, el objeto que él miraba con tan malicioso 291
deleite, le devolvió el sentimiento, y el sentimiento fue horror. La obligó a moverse.
Extendió una mano traslúcida, como si fuera más que una simple espectadora en el
recuerdo de pesadilla del que fue testigo.
Las risas resonaron por todos los lados del pasillo. Hombres y mujeres envueltos en
túnicas negras se sentaron a un lado de las largas mesas, festejando y disfrutando de las
juergas nocturnas. En el centro de la sala había diez personas, desnudas con sacos atados
sobre sus cabezas. Tenían diferentes edades, de diferentes orígenes, pero el único punto en
común que compartían era el miedo tembloroso.
—Dos de las fare son mujeres que les proporcioné, ¡del Este!
—Al hombre que es nuestro benefactor, le corresponde el honor del primer botín. —
La voz de Victor atravesó el espacio cavernoso como rocas raspando el vidrio.
Detente, suplicó Vhalla en vano al recuerdo. Sabía que el recuerdo que estaba
presenciando había pasado hace tiempo, pero la frágil cordura que había logrado recuperar
amenazaba con romperse si se veía obligada a soportar otro momento de lo que se
avecinaba.
—Son Comunes. —El hombre regresó a una de las mesas del comedor y tomó un
cuchillo largo para carne de un plato—. No valen nuestra magia, ni siquiera para morir.
Con una rápida patada en el hombro, el hombre Común al final de la línea fue
enviado de espaldas. Con los brazos y los pies atados, pudo hacer poco más que gemir en
el suelo. Arrodillándose junto a su víctima, el soldado encapuchado agarró su espada con
firmeza.
Colocando la parte plana contra la carne del hombre en el codo, lentamente pasó la
hoja por debajo de la piel. Con cuidadosa precisión, tocó la piel, levantando una pequeña
solapa. Pellizcó la carne estirada y procedió a desollar el brazo del hombre.
292
Vhalla quiso gritar. Quiso chillar. Quiso liberarse de esta pesadilla. Pero no podía.
No importaba cuánto luchara, no podía escapar. Así que se dio por vencida. Le dio a la
gente el único honor que podía darles. Ella fue testigo de los horrores que los hombres de
Victor desataron en los Comunes. Vio con sus propios ojos los horrores que podían
prosperar en los corazones de los hombres cuando sus víctimas suplicaban libertad,
misericordia y el fin.
Aldrik le puso las manos en los hombros y ella se estremeció. Los recuerdos
ardieron detrás de sus párpados. Cubriéndose la boca, Vhalla luchó por
recuperar el control de su cuerpo. Le dolía la cabeza, sus ojos solo veían las
pesadillas y sus hombros no dejaban de temblar.
Todo ese día, Vhalla sintió el mismo vacío horrible que había soportado en
el sueño. Un sentimiento de desesperanza ante los horrores. Ya no sabía qué
sentimientos eran suyos y qué sentimientos estaba proyectando Victor en ella.
Era intocable para sus amigos; no importa cuánto anhelaran ayudar, era inútil.
Tenía que soportar las pesadillas, los temblores, los horrores, su voz, hora tras
otra.
Egmun tenía razón, meditó Vhalla una noche. Les había advertido que esto
sucedería si ella vivía. Había intentado matarla desde el principio. No podía decir
por qué; su propia historia era un secreto. Pero él lo había sabido. Era solo otra
pieza de un rompecabezas que se armó demasiado tarde. ¿Y si hubieran trabajado
todos juntos desde el principio en lugar de poner dudas uno en el otro?
—Eso no es verdad. —Su boca decía una cosa, sus ojos decían otra.
—Sé lo que están diciendo, Aldrik. Sé que esto es más fácil para ti. —Vhalla
alcanzó el vial. Sus manos se cerraron sobre las de ella, agarrando sus dedos con
fiereza. Vhalla ocultó su mueca de dolor. La magia de Victor y los cristales
continuaron aumentando su poder y la hechicería de Aldrik se estaba
convirtiendo en un dolor punzante cada vez que se tocaban.
—No me llames así —murmuró en voz baja, balanceándose con los lentos
pasos de Relámpago.
Cada día, su asalto se volvió más implacable que el anterior. A medida que
las montañas se elevaban a su alrededor, la cabeza de Vhalla comenzó a aclararse
lentamente. Estaba segura de que eran las últimas etapas del agotamiento y la
psicosis mental, su cuerpo y su mente finalmente tirando la toalla.
¿No se siente mejor estar más cerca de mí? ¿Más cerca de esa otra parte de ti que
has estado extrañando?
Ven a mí.
Tengo un uso para ti. Antes tenía que matarte… pero ahora, ahora eres más. Puedo
usarte.
Cada vez que intentaba luchar contra él, solo resultaba en otro asalto
mental. Así que Vhalla aprendió a guardar silencio. Solo tenía que aguantar unos
días más. Unos días que se sentirían como años.
Mentí.
—No lo hiciste; sé cómo funcionan los Vínculos. —Vhalla no iba a jugar su 295
juego.
Destruiré el Vínculo.
Vhalla se llevó la mano a la boca para sujetarla con un sollozo. Esas palabras
fueron más dulces que las que jamás había escuchado. Era una mentira; sabía que
lo era. Pero deseaba desesperadamente que fuera verdad.
—¿Por qué? —Su voz apenas fue audible para sus propios oídos.
Eso sí lo creía.
Ese ha sido mi plan desde el principio, dijo Victor simplemente, sus palabras
torcidas de varias maneras.
¿Por qué perdonaría al hombre que amenaza mi trono?, Victor parecía divertido.
—Porque no será una amenaza una vez que lo rompas con la forma horrible
en que me matarás. —Vhalla pensó en los gritos de los Comunes. Ella solo sería
otra voz suplicando un final.
Bien. Una vez que su ejército esté muerto, sus amigos y familiares torturados ante
sus ojos y su casa tomada, lo pondré en un pequeño bote y lo dejaré remar hasta el 296
Continente Creciente y vivir allí, ofreció Victor.
Hace dos años, sus sueños solo habían sido de hechicería y rosas, de un
jardín que dudaba volver a ver. Pero había un loco entre ellos. Alguien que había
sabido quién era ella y, de una forma u otra, la vida relativamente pacífica de
Vhalla habría terminado.
Ella era más rápida, y Relámpago se lanzó a toda velocidad cuando sus
talones lo presionaron y agitó las riendas. El otro jinete se atravesó el camino y la
persiguió rápidamente. Los cascos eran como un trueno en el bosque silencioso,
y Vhalla trató de distinguir al jinete a través de la niebla y la oscuridad.
—¡Vhalla! —gritó Jax—. ¡Esta noche es una noche terrible para dar un
paseo!
Ella apretó la mandíbula. Él, de todas las personas, sería el único capaz de
hacer bromas en un momento como este.
Él cerró decididamente la brecha entre ellos, y Vhalla pudo ver que había
dejado su tienda a toda prisa. Su largo cabello oscuro estaba cargado de agua y
se agitaba en mechones detrás de él. No llevaba nada más que una cota de malla,
sin siquiera una camisa debajo, por lo que parecía. Vhalla no podía imaginar el
frío del metal o el pellizqueo de los eslabones mientras rebotaba por el camino
hacia ella.
Vhalla maldijo en voz baja. ¿Por qué no podía haberse roto como él? Ella
podría haber empujado su locura para ser completamente diferente y separada
del mundo.
—¡Vete, Jax! —Su grito tenía un quejido. No quería que él forzara su mano.
No quería pelear con su amigo.
Jax no tenía miedo de hacer lo que había que hacer. El fuego crepitó bajo los
cascos de Relámpago. Ráfagas cortas, apenas suficientes para quemar al caballo
mojado, pero más que suficientes para sobresaltarlo. El caballo se encabritó,
tratando de apagar las llamas que ya se habían desvanecido. Vhalla salió volando
con un gran estruendo de armadura.
Los cascos del caballo de Jax se detuvieron y sus botas resonaron sobre la
piedra del camino. Vhalla rodó, levantándose del suelo, luchando por ponerse de
pie. Apretó ambos puños, mostrando que su Canal estaba abierto.
—Vhalla. —Jax extendió una mano—. Detente, esta no eres tú.
—Vhalla, ¿qué crees que puedes lograr sola? ¡Tienes todo un ejército! —
Levantó las manos al aire—. Pasaste de la nada a un ejército. Espera un poco más.
Dos días más y estaremos todos juntos. Lo mataré por ti si es necesario.
—No puedes.
—Lo mataré incluso si eso significa mi vida. ¡Juré que te ayudaría a superar
esto con vida!
—¿De eso se trata esto? —Jax igualó la retirada de ella con avances—. ¿Una
marcha fúnebre? ¿Te vas a morir como un animal herido porque no quieres lidiar
con encontrar una alternativa?
—Yo… —Las palabras cubrieron el interior de su boca y sabían a bilis. ¿Eso
era todo esto… el suicidio de una cobarde?
Jax estaba listo esta vez, y un estallido de llamas empujó contra su viento.
Vhalla se sobresaltó y se vio obligada a hacer parpadear el agua de sus ojos ante
el repentino calor. Él la tacleó de frente, corriendo a través de las llamas. La cota
de malla resonó ruidosamente sobre la armadura y rodaron por el camino. Vhalla
luchó contra él, lanzándole un puñetazo.
—¡Déjame ir!
—¡No lo haré! —Algo nuevo se apoderó de él: dolor—. ¿Qué pasa con
Aldrik? ¡Dime! ¿Qué le harás hacer cuando se despierte y su cama esté vacía?
¿Qué quieres que le diga? ¿Que su amor, la única mujer, la única persona a la que
le he visto dedicarse de verdad, ha acabado con su propia vida?
—¡Mi vida pondrá fin a esta pesadilla! —gritó, a pesar de que el rostro de él
estaba a centímetros del de ella.
—No creo que tengas que morir para que él lo haga. —Negó con la cabeza
violentamente—. ¿Él te dijo eso? ¿O lo inventaste por tu cuenta? De cualquier
manera, es una gran tontería.
—Esto no se trata solo de Aldrik. —La emoción cruda abarrotó las palabras
frenéticas de él—. ¿Qué pasa con el resto de nosotros? ¿Y Fritz? A Elecia le
importas mucho también ahora; puedes ver eso, ¿verdad? Oh, Madre, sé que esa
mujer tiene una forma retorcida de mostrarlo. Pero lo hace, te lo prometo. —Jax
se inclinó hacia adelante, luchando por ver su rostro—. Todos creemos en ustedes
dos. Todos luchamos por ustedes. ¿Sabes por qué?
»Entonces, cuando dices que luchas por la paz, la gente lo cree. Porque has
engañado a la muerte y al destino. Comparado con eso, encontrar la paz
seguramente será fácil.
Su rostro se relajó en algo que ella nunca había visto antes. Sus ojos estaban
pesados y tristes, tan abiertos que Vhalla podía ver su reflejo en los iris oscuros.
Envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y la atrajo hacia él.
—Bien, veamos. Eres a quien Baldair me dijo que protegiera. Eres la mujer
que me dio mi libertad. Vhalla Solaris, nunca estuve aquí por el Emperador.
Estoy aquí por ti. Eres mi soberana. Y lucharé en tu nombre hasta mis últimos
días porque es la única cosa en la que he creído además de la Guardia Dorada de
Baldair.
Sus manos cobraron vida y Vhalla se aferró a él. Las lágrimas brotaron de
ella y estuvo a punto de sollozar. Su amigo, su guardia jurado, la abrazó mientras
dejaba salir el dolor que había retenido durante semanas. No dijo nada más; la
dejó llorar y desatar sus gritos al cielo.
Vhalla lo soltó todo. Y cuando su garganta estuvo en carne viva, su nariz
como una cascada y sus ojos ardían, finalmente se detuvo. Los brazos de Jax se
aflojaron y ella se apartó, mirándolo a los ojos. La palma de él se cerró alrededor
de su cuello, la otra en su hombro.
—Ahora, ¿volverás?
—No dejes que él vuelva a dominarme —susurró. Vhalla no creía que Jax
pudiera hacer nada, pero solo pedirlo la hacía sentir mejor.
302
Su corazón comenzó a acelerarse en cuanto la ciudad capital apareció a la
vista. Mientras el ejército ascendía por el camino, comenzaron a ver la
destrucción que Victor había causado. Donde antes había pequeños pueblos que
conducían a la capital, ahora solo quedaban restos saqueados y destruidos. Los
árboles y el follaje parecían marchitos y débiles, y entonces notó que habían
adquirido un tono grisáceo.
303
mucha estrategia. Un ejército de su tamaño no podría colarse precisamente en la
ciudad, y Victor ya sabía que vendrían. Una vez dentro, se dividirían en un
ataque de dos frentes, la mitad del ejército tomando los caminos principales, la
otra mitad marchando en paralelo a unas pocas cuadras de distancia. De esa
manera, si Victor atrapaba la calle principal, tenían más oportunidades de llegar
al castillo, sin dejar de estar lo suficientemente cerca para ayudarse entre sí.
Vhalla evaluó su trabajo. Esperaba que pareciera un ala. Pero aún más,
esperaba que Grahm todavía estuviera vivo para ver su señal.
Vhalla apretó los puños varias veces. Este era el precipicio de su destino.
Ella lo dejaría todo aquí. Sus ojos se movieron hacia la izquierda, encontrándose
con los de Aldrik. Ambos se veían terribles. Empapados, demacrados, sucios y
exhaustos. Pero las llamas ya iluminaban el aire alrededor de su rostro. El viento
estaba en su cabello. Arderían y aullarían juntos.
Fritz, Elecia y Sehra dirigieron una parte del ejército por el camino principal.
Vhalla, Aldrik y Jax se dirigieron a la derecha. Los comandantes querían separar
a Vhalla y a Aldrik para duplicar las probabilidades de que uno de sus soberanos 304
saliera vivo, pero la pareja se había negado. Dividirlos ahora solo perjudicaría
sus posibilidades.
La lucha ya había estallado en las calles antes de que llegaran. Vhalla vio
sangre manchando el suelo por delante. Extendidos sin vida ante los hechiceros,
había hombres y mujeres con alas plateadas pintadas en el pecho y la espalda.
—Lo estaré. —Ella puso una fachada valiente, no había otra opción.
El brazo de Aldrik se demoró por un breve momento más. No pudo haber
sido más de un segundo, pero se sintió como una eternidad. Dijo volúmenes
silenciosos. Su corazón cantó al de ella, y el de Vhalla respondió de la misma
manera. Ella sabía que él estaba allí; luchaban como uno. Sin importar lo que
pasara, se quedarían aquí juntos.
Estable sobre sus pies, Vhalla se dio la vuelta y volvió a entrar en la refriega.
Victor claramente había preparado a sus soldados para este ataque. Si bien
el camino por el que caminaron casi no tenía trampas, Vhalla sospechaba que
Fritz, Elecia y Sehra no lo estaban pasando tan bien, hubo más de un asalto a gran
escala del falso rey.
Ataque tras ataque, siguieron adelante. Vhalla había hecho señas para que
se adelantaran a más hombres y mujeres desde la retaguardia hacia el frente de
los que podía contar. Los estaba enviando a su muerte. Ellos lo sabían mientras
corrían sobre los cadáveres de sus compañeros, pero siguieron adelante de todos
modos. Todo el ejército persistió con un objetivo con precisión exacta: llegar a
Victor, matar a Victor.
Otro monstruo se elevó por encima, por lo que Vhalla repitió el proceso de
antes. Concentró toda su magia para derribar a la bestia desde donde volaba.
Cuando el cadáver de la bestia de cristal cayó inofensivamente al suelo, ella
también lo hizo.
—Aldrik, debemos…
—Pero tú puedes.
—Vhalla…
—¡Jax! —llamó ella. Vhalla no tenía idea de dónde estaba el hombre del
Oeste, pero no podía estar muy lejos. Su suposición resultó ser correcta cuando
se retiró del centro de la horda—. Jax, me estoy volviendo inútil. Pero Aldrik no.
Los cristales cubrían las calles como oscuros fragmentos de vidrio. Vhalla
observó cómo pulsaban suavemente a la luz de la luna. Todos le habían dicho
que podía usar la magia de cristal sin que la contaminara. Quizás eso fuera cierto.
Pero se sentía como si la estuviera destrozando cada vez que la convocaba.
Piedras tan sencillas, que ya se estaban desvaneciendo y convirtiéndose en polvo,
tenían tanto peso.
307
—¿Cómo te sientes? —preguntó Jax en voz baja, bajándola. Habían
encontrado una taberna, hace mucho tiempo abandonada, para reagruparse con
los comandantes.
—¿Cómo me veo?
—Entonces supongo que me siento diez veces peor. —Vhalla cerró los ojos
con fuerza, sosteniendo su cabeza. Victor había estado callado; quizás él estaba
tan exhausto como ella.
308
—¡Elecia! —Para cuando Vhalla dijo el nombre de la otra mujer, la sanadora
ya estaba de pie.
—Tengo una idea. —Vhalla atrapó la mirada de Elecia—. Pero quiero que
esté físicamente estable antes de intentarlo.
—Voy a tomar el control de los cristales y destruirlos, como hago con los
monstruos y las puertas.
—No puedo decirlo con certeza. —Vhalla no iba a hacer que fuera algo que 310
no era. Era un último recurso que podía matar a Grahm tan fácilmente como
salvarle la vida.
Al igual que hizo con los monstruos, Vhalla se conectó a los cristales y deseó
su destrucción. Explotaron enojados de la mano de Grahm. Fragmentos negros
cubrieron el suelo junto con trozos de carne de Grahm.
Todos los comandantes dieron un paso atrás para evitar ser salpicados de
sangre contaminada.
—Y la mancha ya está más allá de su codo. ¡Las malditas cosas eran como
forúnculos y la infección está inundando el cuerpo!
—¿No hay…?
—Vhalla, sostén su brazo. Fritz sus hombros. Aldrik, prepárate con el fuego 312
—ordenó.
—Pero…
Fritz apartó la cabeza cuando Elecia alineó su marca con la espada. Vhalla
la vio plantar los pies en el suelo. Sintió el cosquilleo de la magia a través del aire
cuando Destructora de Tierra hizo que sus brazos fueran tan pesados como rocas
para crear el mayor impulso posible.
Vhalla se puso de pie y ocupó su lugar junto a Aldrik. Los ojos de Grahm
se abrieron una fracción, como si estuviera luchando por verla.
—Fue un honor para nosotros. —Tragó con dificultad. Sin duda, su boca
aún tenía el sabor a algodón del trapo—. Tenemos cien hombres y mujeres que
314
escaparon del palacio. Ellos pelearon conmigo. —Grahm miró a Fritz—. ¿Lo
lograron?
—Yo también.
—¿Por qué estamos luchando? —Vhalla cerró los ojos por un momento,
pero todo lo que vio fue sangre. La sangre de sus aliados. La sangre de sus
enemigos. Suficiente sangre para ahogarse diez veces—. ¿Qué quedará cuando
terminen las guerras?
—Es por eso por lo que luchamos. —La apretó suavemente—. Lo que sea,
quien sea, que quede.
315
Victor tenía poca preocupación por la etiqueta tácita de la guerra. Tal como
habían advertido Grahm y sus soldados, el falso rey había estado preparando
otra ola de monstruos y abominaciones. La pausa solo fue lo suficientemente
larga para que él pudiera planear el siguiente ataque.
Fritz se quedó atrás con Grahm, una nueva razón para mantener la línea.
La opinión clerical de Elecia era incierta; no podía estar segura de que saldría
adelante, incluso si la mancha se había ido. La idea era una que Vhalla se negaba
a considerar.
La magia fue una sensación brutal e incómoda. Cada vez que la usaba, era
más difícil que la anterior. Era como envolver una soga alrededor de su propio
cuello y apretarla un tirón a la vez. Pero este sería su último empujón; las puertas
del castillo estaban a la vista y Vhalla daría todo lo que tenía. Y si eso significaba
trabajar hasta la muerte, moriría y esperaría llevarse a Victor con ella.
Vhalla comenzó a temblar y Jax la apretó con más fuerza. Tenían que
moverse más rápido, pero ella tenía demasiado dolor y sus dientes no dejaban de
castañetear el tiempo suficiente para que ella se lo dijera. Cerró los ojos,
concentrándose en luchar contra la magia, en hacer todo lo que pudiera. Vhalla
sintió que el mundo se desvanecía cuando comenzó a caer en el oscuro vacío
conocido como muerte.
Pero, como antes, la luz estalló dentro de ella, luminosa y brillante. La mente
de Vhalla se aclaró y la conciencia la recorrió, momentáneamente libre del peso
de Victor.
Sehra fue sostenida con fuerza en los brazos de Za, la arquera sacudiendo a
su soberana, tratando de despertarla.
—Sehra… —Vhalla se sentó—. ¡Sehra! —Se unió a la llamada de Za.
—¿Crees que el Norte escucha las órdenes del Sur sin Sehra, sin Za? —Ella
sacudió su cabeza—. El Norte es orgulloso. El Norte termina nuestra pelea.
—¿Lady Emperatriz?
—No. —Negó con la cabeza—. Nunca has hecho las cosas de la manera fácil,
Vhalla. Y la muerte ahora sería la salida más fácil.
—Estás loco. —Vhalla se rio en voz baja e impulsó sus pies a correr.
El único obvio, pensó Vhalla. Puede que ya no tuviera la magia de Victor, por
lo que solo había una opción cuando se trataba de abrir las puertas con cristales
incrustados. Era peligroso e imprudente, y era algo que había evitado hacer
desde la tormenta de arena en el Oeste. Dado que Aldrik le había advertido que 319
no se lanzara a su Canal.
El viento ya aullaba por las calles. Giraba bajo sus pies, casi elevándola en
el aire con su fuerza. Quería hacer esto con tanta brutalidad y fuerza como lo
había hecho Victor cuando había arrancado la frágil paz por la que tantos habían
muerto bajo las manos del Emperador anterior.
El aire se negó a dejar que fuera lastimada mientras estaba en su abrazo, por
lo que solo le quedaba una opción: romper las puertas que tenía delante o
estrellarse contra ellas. Se astillaron. Los cristales a su alrededor se derrumbaron,
destrozados por la fuerza bruta de su magia. Vhalla rodó por el suelo, su magia
fallando en el momento en que se dio cuenta de que su misión había sido
cumplida.
Todo dolía. Todo se expandió más allá de su límite, hasta ahora ni siquiera
podía romperse. Sus huesos estaban demasiado cansados incluso para hacer eso.
320
Se abrieron paso hacia arriba a través del palacio, luchando contra todas las
resistencias de Victor. Los soldados que aún podían conjurar una llama o sostener
una espada reclamaron el palacio, piso a piso. Los hechiceros parecían
materializarse de la propia piedra para resistirlos. Pero el ejército imperial
continuó, decidido. Todos esperaban que, si acababan con Victor, el resto caería.
Con ellos corrían tres hombres y mujeres que no había conocido ni visto
antes, pero ya confiaba implícitamente en ellos. Habían sobrevivido hasta aquí y
tenía que asumir que era por una razón.
El pasillo por el que corrieron se abría a una arteria más grande del palacio. 321
Varios hechiceros estaban esperando y la magia se encendió por instinto. Aldrik
y Jax eran una pareja bien formada.
Ahora estaban cerca, cerca de la cima del mundo. Era como si estuvieran
subiendo en espiral hacia los dominios de Victor. Las que una vez fueron
hermosas estatuas ahora estaban derribadas. Las pinturas tenían tinta salpicada
por encima. Los estandartes de Solaris colgaban hechos jirones, manchados. Los
cristales se volvieron más abundantes, como si las cavernas se hubieran movido
con Victor y se hubieran arraigado en el palacio, decididos a esparcir su mancha
por todo el mundo y lanzarla al hombre más probable para ayudar a hacerlo.
Habían estado luchando durante horas, días, semanas, meses, pero de
repente los dos se detuvieron al final del pasillo que conducía a los aposentos
Imperiales. Las una vez hermosas puertas doradas colgaban ahora en ángulos
extraños, completamente encerradas en lanzas gigantes de cristal. Aquí era
donde Victor había decidido defender su posición.
—No voy a insultarte y decirte que regreses —dijo ella, deseando que su
voz sonara un poco más fuerte.
—Entonces haré lo mismo. —Aldrik se giró hacia ella y ella lo miró. Era una
pizca de tranquilidad antes de la tormenta—. No voy a despedirme.
Vhalla se giró y Aldrik la agarró del brazo. No tenía la fuerza que solía tener
cuando la acercó, y Vhalla no saltó hacia él como solía hacerlo, pero su beso
desesperado todavía tenía peso. No se sintió como su primer beso; era más 322
grande que eso, más refinado, más pesado con todas las palabras que no podían
decir. Sus labios hormiguearon por ese breve segundo, y Vhalla se preguntó si
ambos habían mentido, si eso había sido un adiós.
Vhalla desplegó el tenso control que había tenido sobre la magia de Victor
dentro de ella. Lentamente dejó que se filtrara sin obstáculos en su interior por
última vez. Las chispas brillaron en sus dedos mientras despejaba un camino a
través de la barricada de cristal hacia el atrio central de los aposentos Imperiales.
Victor estaba sentado con el torso desnudo sobre un trono de cristal. Las
piedras incrustadas en su carne pulsaban al mismo tiempo que los cristales a su
alrededor, su magia irradiaba hacia afuera. Victor había tenido razón todo el
tiempo: las Cavernas de Cristal, de hecho, tenían corazón, y en lugar de matarlo
con el hacha, lo había reclamado y lo había cambiado por el suyo.
—Miren quién es… —dijo con ásperamente, su voz era como el rechinar de
rocas—. El Emperador y la Emperatriz pródigos, volviendo para reclamar su
hogar. Han creado un gran revuelo.
—Si quieres poder, ven a mí —susurró—. Has tenido una probada, pequeña
sanguijuela. Ven a mí y tómalo todo.
—Oh, Victor. —Vhalla negó con la cabeza—. ¡Subestimas lo mucho que 323
necesito que mueras!
La ráfaga de viento estuvo entre las más fuertes que jamás había producido,
y Vhalla ni siquiera movió un dedo para crearla; Victor no tuvo tiempo de
prepararse. Fue golpeado contra los cristales detrás de él, su cabeza golpeando
contra su superficie lisa. Vhalla sabía que era mejor no pensar que eso sería todo
lo que haría falta.
Los cristales del pecho de Victor brillaron y el fuego se movió sobre su piel
sin causarle daño, como si lo repeliera. Vhalla y Aldrik se separaron, esquivando
en diferentes direcciones cuando Victor lanzó su primer ataque. Se pusieron de
pie mientras la habitación trataba de comérselos enteros. Gorgoteando y
gimiendo, las paredes cobraron vida. Gruesas capas de cristal ondularon y
rodaron como olas a voluntad de Victor. Vhalla se giró, extendiendo una mano y
desviando una punta de cristal afilada con los dedos. Pero estas piedras tenían
una conexión más profunda con el loco que cualquier otra que se hubiese
encontrado, y no pudo controlarla por mucho tiempo.
Vhalla rompió el equilibrio con una patada en la cara de Victor. Ella había
estado tratando de quitarle la corona de la cabeza, pero estaba incrustada en su
cuerpo tanto como los otros cristales. Victor se tambaleó, pero Aldrik fue
olvidado cuando el falso rey giró y la agarró, arrojándola contra la pared.
Vhalla gritó. Tenía que seguir moviéndose, tenía que luchar. Sus dedos se
cerraron con fuerza alrededor de una punta de cristal a su lado. Quemó bajo sus
dedos, como si tuviera su propia conciencia y la rechazara. Vhalla forzó cada
gramo de su fuerza mental para ordenarle que se doblegara a su voluntad.
Resistió, pero lo hizo.
Daniel. Su amigo, había entrado en su vida por una razón, y esa razón no
había sido para ser su amante. Los pies de Vhalla se movieron como él le enseñó.
Eran ligeros, como si ella todavía estuviera en ese pequeño claro entre las casas
que él había convertido en su pequeño parche del Este. Vhalla esquivó, descansó,
hizo girar el arma y giró con el viento.
Vhalla lo apartó de una patada y cayó sobre las puntas afiladas de los
cristales. Agarrando uno de nuevo, repitió el proceso como antes. Pero esta vez,
solo pudo hacer una daga, su magia se estaba debilitando. Ella no necesitaba mucho
más. Estaban cerca y esta pelea terminaría pronto.
Su nariz crujió cuando Vhalla gritó, cortando la frase de Victor. Ella había
saltado sobre él, moviendo la daga en su palma para aplastar la empuñadura
contra su nariz, rompiéndola. Antes de que el hombre tuviera la oportunidad de 326
recuperar el aliento, Vhalla volvió a llevar el cristal a su carne purpúrea. Ella lo
golpeó una y otra vez, veintitrés veces en total.
—¡Mátalo, Aldrik!
—Es el rey falso, no puedes confiar en nada de lo que dice. —Su voz se
quebró por la frustración y el cansancio. Ella quería que terminara. Victor estaba
decidido. Aldrik estaba dudando. Y ella no podía hacerlo.
—¡Debe morir!
—Mátalo.
—No lo creíste —le recordó Vhalla. No quería que Aldrik forzara su mano
de esa manera—. Cuando estábamos Vinculados, no creíste que si uno de
nosotros moría, los dos lo haríamos.
Aldrik abrió la boca para hablar, pero Victor había tenido tiempo suficiente
para recuperarse y envió una ola de magia a ambos. Vhalla y Aldrik cayeron en
diferentes direcciones. Las puntas de los cristales eran mucho más dolorosas con
solo su cota de malla.
El Emperador se enfrentó al falso rey. Pero Vhalla tenía una batalla
diferente que luchar, una consigo misma. Tiró de la fina cadena que Aldrik le
había hecho por encima de la cabeza y la tiró a un lado. El ruido metálico que
produjo al caer al suelo distrajo a ambos hombres y ninguno parecía ser capaz de
concebir lo que estaba haciendo.
Una lanza más de cristal. No una espada, ni una daga, solo algo con una
punta perversa. Los ojos de Aldrik se abrieron con horror. Victor gruñó con la
misma comprensión.
Una oleada de magia golpeó a Vhalla en el pecho. Voló hacia atrás, el cristal
ensangrentado cayendo de sus dedos. Su espalda desprotegida fue desgarrada
por las piedras. Vhalla soltó una carcajada y se dejó reducir a un charco de sangre.
—¡Te encerraré en cristal, canalla, y serás mía para siempre! —Victor dejó
escapar un sonido animal de angustia, lo que quedó de su rostro se contorsionó
con rabia. Levantó una mano y los cristales la invadieron. Vhalla luchó por
mantenerlos a raya, su magia finalmente flaqueando.
Las llamas de Aldrik ardían cada vez más. Vhalla forzó su magia en él.
Forzó la magia del cristal. Forzó el destino, amor y todo lo que amaba en el
mundo en el fuego de su Emperador. Quemó la nariz de Victor, le lamió las
orejas, le hirvió los ojos en sus cuencas antes de estallar a través de su piel con
llamas tan brillantes como la magia del cristal.
Cualquiera que fuera la naturaleza del Vínculo entre ella y el ahora muerto,
Victor, había más de lo que creía. La luz de la luna se filtraba a través del cristal
sobre ella, brillando a través de las refracciones de los cristales moribundos.
Quizás era eso, más que el Vínculo. Quizás era que ella también había llegado a
compartir el corazón de los cristales y, cuando murieran, ella también lo haría. O
tal vez solo era la herida abierta en su estómago.
—Vhalla, Vhalla —él repitió su nombre, una y otra vez, como si todas las
330
demás palabras se hubieran desvanecido de su léxico. Los brazos de Aldrik la
envolvieron, levantándola, abrazándola contra él.
—Lo sé, lo sé. —Aldrik corría por el pasillo. Los sonidos de cristales rotos
llenaron sus oídos—. Tenemos que llevarte a Elecia.
—¡No voy a soportar nada! —gritó, menos a ella y más al mundo. Aldrik
tragó saliva y Vhalla observó cómo el bulto de su garganta se agitaba como el
nudo invisible que intentaba remover—. No te atrevas a dejarme, Vhalla Yarl
Solaris. Ahora no.
Sus ojos se cerraron poco a poco. Vhalla Yarl Solaris, pensó para sí misma.
Ese era su nombre. Habían pasado tantas cosas, pero Vi estaba equivocada.
Vhalla no había cambiado su destino. Este era simplemente otro giro del vórtice.
La primera Emperatriz Solaris había muerto en un destino relacionado con las
Cavernas de Cristal; la segunda haría lo mismo.
No quería perderlo. Su magia estaba allí, apenas se sentía. Pero todo estaba
desarticulado. Nada conectaba, forzándola a un limbo entre la vida y la muerte.
Los ojos de Vhalla se cerraron poco a poco. Victor le había quitado todo. Él no
podía ganar el mundo, así que se conformaría con tomar parte de ella en la
muerte.
Ella obedeció, una pequeña franja de luz regresó a ella. Intentó pensar en
cuánto terreno podría haber cubierto con ella, hacia dónde irían. Su pecho se
agitaba en contraste con la pequeña hinchazón del de ella.
Los soldados Imperiales iban por delante, toda una patrulla de ellos. Los
pies de Aldrik se aceleraron con el combustible peligroso que Vhalla sabía que
era esperanza. Le dolía el pecho, y no solo por las etapas iniciales de una
insuficiencia cardíaca.
Vhalla no tenía la fuerza para decirle que la estaba lastimando. Ella se iría
pronto; no importa cuánto luchara, la muerte era una sirena, y había escuchado
su llamada. Se perdió cualquier respuesta, sus ojos se cerraron una vez más.
El suave verano golpeó su piel y fue un soplo de aire fresco. Vhalla intentó
ubicar dónde se encontraban en el palacio. Había más de cien jardines y mil
posibilidades. Pero el azar no funcionaba aleatoriamente en su mundo. En el 332
momento en que su nariz percibió el leve aroma de rosas, Vhalla supo que los
dioses no jugaban.
Elecia apartó las manos y nadie dijo nada durante una pequeña eternidad.
Vhalla entreabrió los ojos y miró a la mujer. Trató de sonreír. Intentó ser fuerte.
Ya no se trataba de ella. Se trataba de ellos, los que heredarían el mundo por el
que tanto habían luchado.
—Comienza por la herida, ‘Cia. Por favor, inténtalo —dijo Aldrik con
absoluta desesperación.
Elecia había salido disparada por la puerta antes de que ninguno de ellos
pudiera reaccionar. Ella dejó silencio y muerte en su paso. Vhalla parpadeó
intensamente. No se iría ahora sin decir adiós.
—No digas adiós, por favor. —Estaba a punto de romperse. Estaba luchando
contra lo obvio.
Vhalla se dio cuenta de que estaba llorando. Los brillantes puntos de luz de
sus recuerdos iluminaban el oscuro y tumultuoso camino que la había llevado
hasta ese momento. No quería morir. No quería renunciar a todo por lo que había
luchado.
—Los viste. —Sehra les habló a los dos, a nadie—. Se vuelven frágiles y se
rompen bajo su propio peso. Se habrán ido al amanecer.
—Lo sé —dijo Sehra sin dudarlo—. Vhalla Yarl, después de todo lo que has
pasado, ¿todavía quieres estar en esta tierra?
—¿Cómo puedes preguntar eso? —Vhalla abrió los ojos—. Por supuesto
que sí.
334
—Por supuesto —repitió Sehra en voz baja—. Muy bien. Te concederé el
poder de Yargen una vez más. Cambiaré este destino que se te ha presentado.
La princesa tenía una sonrisa gentil, casi maternal, familiar. Colocó ambas
manos en el rostro de Vhalla. Toda su palma hormigueó y Vhalla sintió la misma
luz que había experimentado antes.
No, no era la misma. El poder de Sehra antes había sido como un ariete,
abriéndose paso hacia ella. Este le resultaba familiar, como si la complementara.
Fluyó por las venas de Vhalla con una fuerza palpable. Su corazón latió al mismo
tiempo. Su carne se reparó a su paso. Vhalla parpadeó, el amanecer rojo brilló un
momento en los ojos de la mujer.
Lo que sea que haya hecho Sehra, funcionó. Y cuando apartó las manos,
todo el cuerpo de Vhalla se sintió cálido, como si hubiera estado tumbada al sol
durante horas. Sus ojos volvieron a enfocarse, su respiración se fortaleció, los
latidos de su corazón se regularon una vez más.
—¡Sehra! —Vhalla estaba de pie, sin darse cuenta de lo rápido que podía
moverse de repente, de lo fuerte que se sentía.
—Si ese es el nombre que eliges. —Con esas palabras, la mujer desapareció
a través del cristal empañado de la puerta.
—He estado aquí desde que el Emperador la llevó a u-usted… ¿no debería
estar descansando?
—¿Vhalla? —llamó la voz de Elecia. Sehra, Za, Jax y Fritz iban detrás. El
grupo que iba a ser la fiesta de luto de Vhalla—. ¡Deberías acostarte!
La noble del Oeste se acercó a ella con unos pocos pasos apresurados. Tuvo
las manos sobre Vhalla, pero apenas las sentía. Vhalla miró a Aldrik y él la miró
a los ojos con igual confusión. No había ninguna explicación que pudiera darle.
Tratar de explicar todos los detalles de su último y trágico encuentro con Vi sería
imposible ahora.
Magia brillando alrededor de cristales que habían parecido plumas.
Fue una serie de sueños conectados por una imposibilidad. Algo más allá
de su mundo. Una fuerza más grande que todo lo que Vhalla había conocido.
Algo que se desvanecería con el tiempo en un vago recuerdo onírico.
—Vhalla. —Elecia agarró con fuerza la cara de Vhalla, tirando de ella hacia
sí—. ¿Qué hiciste? ¿Qué tomaste?
—¡Asombroso! —Elecia tenía los ojos tan abiertos como una niña en una
pastelería—. Debo encontrar quién hizo esto. Puede que sean los mejores clérigos
del mundo. Ella debería estar muerta; no hay ninguna razón para que esté viva
y más sana que nunca. ¡Debo averiguar qué hicieron!
—Bien, no podría soportar más muertes. —Fritz le rodeó los hombros con
los brazos y Vhalla lo apretó con fuerza—. Gracias a la Madre.
Quizás tenían más motivos de los que todos sabían para agradecer a la Madre,
pensó Vhalla para sí misma, brevemente. Una explicación imposible e
improbable de lo que había sucedido era tan buena como cualquier otra.
Fuera lo que fuera, Vhalla estaría a su lado para cargar con esas emociones
también.
—Milady. —La voz de Aldrik estaba cargada de algo que no pudo descifrar
del todo.
Se giró hacia su lord. Él sostuvo su mirada con toda la adoración que el 337
mundo había sido capaz de producir. Los brazos de Vhalla se deslizaron de
alrededor de su amigo.
Vhalla se giró para pararse justo delante del Emperador. El hombre que
había conocido como el Señor del Fuego, el príncipe reservado y distante. El
hombre del que se había enamorado. El hombre que había sido una constante
mientras ella crecía, uno al lado del otro e incluso cuando estuvieron separados.
—Más que nada, prometo eso. —La comisura de su boca se curvó en una
sonrisa ladeada.
No podía mirarla así. Vhalla tiró de él y lo besó ante un amigo y un súbdito
por igual a la vez que el amanecer iluminaba el Imperio Solaris.
338
El invierno era fuerte en las montañas. La nieve pintó una gruesa alfombra
blanca sobre la tierra yerma, salvo por las huellas de los cascos y los surcos de las
ruedas dejadas atrás por el carruaje. Era un artilugio grande e innecesariamente
lujoso, incluso para sus estándares; crujía y gemía mientras subía a trompicones
por los caminos rocosos de las montañas. Una rueda se enganchó
momentáneamente en una hendidura particularmente grande, lo que hizo que
todo dentro de la cabina se tambaleara, incluida una mujer del Oeste de cabello
rizado.
339
—¡Disculpas, milady! ¡Es difícil ver con toda esta nieve! —respondió el
conductor.
Lo último que escuchó fue que enviarían a Jax al Este para ayudar a
reconstruirlo. Fue una misión igualmente personal cuando salió a buscar a
Daniel. Pero su última correspondencia había pintado un panorama desolador
en ese frente. Le hizo contemplar cómo estaba él en muchas ocasiones. Se
preguntó si estaría de vuelta en el Sur o si acababa de decidir establecerse en
Hastan. Elecia se lo preguntaba, pero ya tenía una idea bastante buena.
340
Finalmente, como ocurría a menudo, la gente se cansaba de pelear. Los
cristales se habían desvanecido, permaneciendo tan misteriosos como siempre.
Se habían fracturado y roto, destrozándose bajo su propio peso antes de
convertirse en polvo. Fue como si toda la magia se hubiera agotado, y Elecia no
podía imaginar cómo, sin importar cuánto lo intentara.
Elecia estiró las piernas y miró por la ventana. Es posible que ella haya
podido caminar a la capital más rápido.
Fritz corrió hacia ella desde las escaleras del palacio, lanzándose desde una
puerta lateral. Su cabello había crecido y una parte estaba recogida detrás de su
cabeza en una cola de caballo floja. Elecia ladeó la cabeza. De alguna manera, el
peso le quitaba las ondas y el frizz y lo hacía ver más presentable. Concordaba
con la ropa formal que le habían puesto, más acorde con su posición que el corte
desgreñado que llevaba antes.
—Ha pasado un tiempo. —Elecia sonrió. Había decidido desde hace siglos
que Fritz era digno de sus sonrisas. Pero solo si mucha gente no miraba.
—¡Demasiado! —La rodeó con los brazos y, si no fuera porque Elecia plantó
los pies en el suelo con un pequeño cosquilleo de magia un momento antes de
que él la alcanzara, se habría caído sobre la nieve mojada—. ¡Tiempo!
—Sí, sí. Estoy aquí para ver a nuestra testaruda Emperatriz —interrumpió
Elecia antes de que se dejara llevar. Con un poco de diversión, levantó la mano y
miró el alfiler de luna roto que él había colocado en su propio pecho—. Mira lo
oficial que te ves oficial, Lord Charem.
—Detente. —Fritz se apartó riendo. Había sido el más difícil de convencer 342
para que aceptara su nuevo papel en el orden mundial de Aldrik y Vhalla. Con
Victor muerto, se necesitaba un nuevo Ministro de Hechicería. Una vez que a
Vhalla se le ocurrió la idea de que Fritz asumiera el papel, nadie pudo persuadirla
de lo contrario. La mujer estaba destinada a tener al menos una o dos buenas ideas.
—Eso es lo que dijo Aldrik. —Fritz hizo que la nieve cayera de sus propios
hombros.
—Aldrik. —Elecia miró hacia abajo y se ajustó la capa. Sirvió para ocultar
una pequeña sonrisa. A su primo siempre le había molestado que un hombre del
Sur de nacimiento común pareciera tener pequeños reparos en dirigirse a él por
su nombre de pila sin haber recibido nunca un permiso expreso. Naturalmente,
Elecia no veía ningún sentido en corregir a Fritz. Alguien tenía que hacerle pasar
un mal rato a Aldrik cuando ella no estaba cerca—. ¿Cómo está mi querido
primo?
—Genial. —Elecia puso los ojos en blanco. ¿Por qué los hombres buscaban
complicar las cosas más pequeñas cuando se trataba de la naturaleza de las mujeres?
Subieron las escaleras juntos hasta que llegaron a la mitad del camino hacia
los aposentos Imperiales. Fritz le contó cómo habían decidido posponer el
Festival del Sol este año. Porque quedaba demasiado por reconstruir para
organizar un festival fastuoso. Elecia tarareó ante eso; no habría sido su elección.
Ella entendió por qué se había cancelado el Festival del Sol del año pasado.
Habría llegado solo unos meses después de la muerte definitiva de Victor. Pero
este año, este año sentía que a la gente le vendría bien un toque de normalidad
en sus vidas. Fue una de las muchas veces que Elecia se preguntó qué tipo de
Emperatriz habría sido si tuviera la oportunidad.
343
Un hombre del Este esperaba en el pasillo. Tenía la palma de la mano sobre
la piedra del alféizar de una ventana y, con una pequeña sonrisa, veía caer la
nieve afuera. Se movió al oírlos acercarse.
El trabajo del hombre con los Alas de Plata lo había convertido en la figura
decorativa de la resistencia, alguien a quien la gente admiraba. La tolerancia de
Elecia hacia él se convirtió en una apreciación silenciosa a medida que pasaba el
tiempo. Y el efecto que él tenía en Fritz fue reconfortante. Si Aldrik y Vhalla no
estaban mal, estos dos eran casi suficientes para hacerla sentir sola.
Los ojos de Elecia pasaron por encima del nudo en la manga de Grahm. Ella
se las había arreglado para salvar ese lío de amputación después de la batalla
final de la guerra. La amputación, los cristales inactivos o ambos habían salvado
la vida de Grahm. Sin embargo, Fritz todavía le escribía de vez en cuando
preguntándole sobre los sueños que aún afligían a su ahora prometido, temeroso
de la mancha. Elecia lo tranquilizó; había tantas razones para que todos tuvieran
pesadillas.
—Estoy en el Sur en invierno; ¿qué tan bien crees que estoy? —se lamentó
Elecia una vez más, apretándose más la capa para darle efecto.
—¡No he visto a Vhal en una eternidad! —se quejó Fritz —. ¡Si te lo piden, 344
entonces llévame contigo!
—Solo han pasado tres días. —Grahm se rio entre dientes, ajustando el
nudo en la parte inferior de una manga flácida.
Su amistad con la mujer del Este había intrigado a Elecia al principio. Pasó
algún tiempo antes de que se diera cuenta de lo que atraía a la gente a Vhalla
Yarl. Por mucho que intentó lo contrario, ella también se vio atrapada finalmente
por la determinación y el optimismo general de la mujer. Elecia probablemente
moriría antes de hacérselo saber a la Emperatriz. Alguien tenía que asegurarse
de que su Caminante del Viento no se volviera altiva.
—La vieja amiga de Vhal, creo que se llama… —reflexionó Fritz—. Roan, es
Roan.
Elecia recordó a Vhalla pasando por múltiples conversaciones con la mujer.
Parecían tensas. Ella no lo había entendido en ese momento; cualquiera estaría
extasiado de ser elevado más allá de su estatus. Pero la Emperatriz se había
negado a hablar sobre eso, manejándolo por completo entre ella y la otra mujer.
Bueno, fuera lo que fuera, claramente se había resuelto.
Elecia no había sido inmune. Había tenido que irse y regresar al Oeste. Era
demasiado estar todavía en el lugar donde había habido tanta sangre y muerte.
Necesitaba ver a su familia y simplemente relajarse, pero no se lo había dicho a
nadie más. Lo último que quería que la gente pensara era que era débil. Otros
serían como ella. Una vez que respiraran, volverían a casa.
Los pasillos Imperiales casi habían vuelto a la normalidad. Una vez que se
habían limpiado todos los escombros de cristal, dieron poca prioridad, en
comparación con todo lo que era necesario hacer, a la restauración de la
naturaleza artística del palacio. Se sorprendió de lo lejos que habían llegado en
un año. Cuando dobló la escalera hacia el atrio principal que albergaba al
Emperador y la Emperatriz, quedó impresionada de lo normal que parecía todo.
Hizo una breve pausa y miró hacia el pasillo que sabía que conducía a las
antiguas habitaciones de Aldrik y Baldair. ¿Para qué estaban siendo utilizadas
ahora? Quizás el padre de Vhalla se había alojado en una. Parecía una lástima
dejarlas vacías. Sin embargo, la sala de estar Imperial era tan grande y llena de
habitaciones que casi siempre habría algo que estuviera vacío.
La puerta a los aposentos del Emperador y la Emperatriz era un gran portal
en el punto más alto del atrio. Era una puerta de doble arco fundida íntegramente
en oro. El padre de Aldrik había sido tan llamativo en sus elecciones de decoración. Le
dio un golpe sólido a la aldaba, preguntándose si realmente no se habían
enterado todavía de su llegada.
—No están allí. —Una voz masculina resonó desde la mitad de las escaleras,
a través de todo el vacío de la habitación.
—¿Cómo estás, ‘Cia? —La voz de Jax pasó del playboy risueño al hombre
peligrosamente roto que sabía que vivía debajo.
Elecia se había criado entre los restos de la realeza del Oeste. Desde el
momento en que Aldrik y Jax adquirieron un brillo mágico después de la
“adopción” del hombre por parte de Baldair, él había estado en su vida cada vez
que ella estaba cerca de la familia real. Era una de las pocas personas que
quedaban con vida a quienes ella toleraría usar su apodo de la infancia, y fue en
parte porque sabía que lo desollaría si lo usaba públicamente.
—Bastante bien. La guardia aquí está tomando forma muy bien una vez más
—respondió casualmente.
Elecia lo miró. Se había acostumbrado a llevar el cabello suelto y que cayera
sobre sus hombros después de que ella le comentara una vez lo bonito que se
veía. Se sorprendió al ver que todavía lo hacía y rezó a la Madre para que no la
citara como la razón del cambio de estilo.
—Eso es bueno. Es bueno saber que incluso alguien tan incompetente como
tú puede juntar a un grupo de hombres y mujeres con espadas —tarareó Elecia.
—Bien.
Una respuesta de una palabra; cómo las odiaba. Elecia se mordió las mejillas
y se guardó las preguntas para sí misma. Lo último que deseaba era parecer
ansiosa o preocupada por las actividades no relacionadas con el trabajo en las
que él podría haber participado con hombres o mujeres.
—Soy un guardia; debería hacerlo. —Jax sonrió, cruzó los brazos sobre el
pecho y se apoyó contra el hierro de un lado de la puerta.
Tan llamativo como el negro se veía en él, necesitaba vestirse para su papel.
Sus ojos se alzaron del libro que estaba en su regazo, y una sonrisa se deslizó en
sus labios. Su primo era guapo con sus pequeñas sonrisas. Incluso Elecia no podía
negar eso.
Aldrik desvió la mirada. Los hombres, al menos los buenos, siempre tenían
un toque de culpa por lo que iban a obligar a sus mujeres a soportar en nombre
de sus hijos. Como deberían, pensó Elecia. Era parte de la razón por la que ella
insistía en que todos los hombres estuvieran presentes para el nacimiento de sus
hijos. No solo para dar apoyo y ver a sus hijos, sino para asegurarse que
entendieran por lo que pasaron sus amadas. También era una forma directa de
señalar el riesgo que representaba para la madre y la criatura. La verdad era que
una sala de partos podía ser fácilmente los últimos momentos de la vida en lugar
del primero.
—Eso dijiste en tu carta. —Elecia colocó las palmas de sus manos en sus
caderas, mirando a la Emperatriz—. En serio, Vhalla, es peligroso para una mujer
pasar tanto tiempo sin que un clérigo le eche un vistazo.
—Lo estoy, primo. —Elecia asintió con una sonrisa solo para él e ignoró por
completo la pregunta de Vhalla—. ¿Y ustedes dos?
Elecia negó con la cabeza con una pequeña sonrisa mientras los dos
compartían una mirada, y fue olvidada por un momento. Ella no iba a ser la que
mencionara el trato con la princesa del Norte y lanzara una sombra a la mirada
que él le estaba dando a su esposa.
—Tú te sientes bien, Vhalla —alentó Elecia, más por el bien de su primo que
por el de cualquier otra persona—. Déjame ver a la criatura también.
—Silencio —ordenó Elecia sin abrir los ojos. Los latidos del corazón de
Vhalla eran claros y fuertes. Sin embargo, debajo de eso no había uno, sino dos
latidos adicionales.
Elecia apartó las manos lentamente y abrió los ojos. Tres latidos en total. No
era de extrañar que Vhalla estuviera tan grande tan pronto.
—¡Entonces! —Elecia se puso de pie rápidamente—. ¿Quieren un niño o
una niña?
—¿El bebé está bien? ¿Ya lo sabes? —Aldrik miró con gran interés.
—¿Quién crees que soy? —Elecia se rio. ¿No la habían llamado desde el
Oeste solo por el cuidado que podía brindar? Sin embargo, ahora que sabía la
verdad sobre el embarazo de la Emperatriz, Elecia estaba agradecida por ello.
Había un camino difícil por delante antes de que estos bebés pudieran ser traídos
gritando al mundo.
—No todas las mujeres son como tú y tienen problemas para comer. Llevas
una niña, puedo sentirlo. —Aldrik la besó en la sien.
—Tengo hambre. Tal vez les cuente lo que son en el almuerzo —anunció
Elecia. La información era demasiado satisfactoria para darla toda de una vez.
Hubo un largo silencio. Elecia miró por encima de los lazos de su capa para
verlos congelados en su lugar. La mano de Aldrik todavía estaba en la espalda
de Vhalla, la otra envolvía la de ella mientras la ayudaba a levantarse. La
Emperatriz miró a Elecia parpadeando, con total sorpresa en sus ojos.
Elecia negó con la cabeza al tiempo que soltaba una carcajada. Él en verdad
iba a estar en problemas. Comenzó a preguntarse qué tipo de padre sería Aldrik.
Pensó que ya tenía una mejor idea de la madre ante ella, pero Aldrik seguía
siendo un entretenido misterio. Muy lejos del hombre que una vez fue, Elecia
confiaba en que los sorprendería a todos.
No lo dijo en voz alta, pero ya ansiaba conocer a los hijos del fuego y viento.
352
Primer libro de la trilogía precuela de Air
Awakens.
Twitter: https://twitter.com/EliseKova
Facebook: https://www.facebook.com/AuthorEliseKova