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UN GOBERNANTE SEDIENTO DE SANGRE HA SIDO DERROCADO POR
OTRO, LANZANDO UNA SOMBRA DE MUERTE AL IMPERIO SOLARIS.

VHALLA YARL se enfrenta al destino, preparada para una batalla final.


Frágiles alianzas serán puestas a prueba, nuevos lazos serán creados mientras el
mundo es cambiado. Ella lucha como la campeona de la paz, pero cuando la
noche esté más oscura, ¿será capaz de pagar el precio por un nuevo amanecer?
4
Air Awakens #5
5
El aire frío se abrió paso bajo las pieles apiladas sobre Vhalla Yarl, buscando
su calor para alejarlo como solo el invierno podía hacerlo. Se dio la vuelta,
despertada por un dolor punzante en el hombro. Haciendo una mueca, quitó
peso de su herida, su mano instintivamente se estiró para frotarla. Palpitaba y
picaba peor con cada día que pasaba. Elecia estaba haciendo todo lo posible para
curarla, pero los suministros de curación estaban muy limitados. Incluso para
una hechicera del calibre de la mujer, había un límite para acelerar el proceso de
curación.

Vhalla se frotó los ojos y se sentó. Sus compañeros descansaban donde


finalmente se habían derrumbado el día anterior por las secuelas del agotamiento
mental. Fritz respiraba pesadamente a su izquierda, acurrucado contra Elecia. Jax
yacía a la derecha de Vhalla. La princesa del Norte y su guardia estaban
acurrucadas contra la otra, durmiendo en un rincón. 6
Sus ojos se encontraron con los del hombre del Oeste, y Vhalla buscó
inquisitivamente su mirada. Jax entendió su pregunta silenciosa, sacando una
mano de debajo de las mantas y señalando la puerta. Vhalla se quedó mirando el
espacio vacío a su derecha inmediata, el vacío que había dejado entrar el frío. Uno
de sus compañeros no estaba donde lo había dejado.

Vhalla se incorporó lentamente y salió sigilosamente del dormitorio y se


cubrió los hombros con una manta pesada. La sala principal estaba vacía. El
fuego ardía en los recovecos de la chimenea, ofreciendo poco para protegerse del
frío. Era fácil recorrer la casa de la familia Charem; estaba la habitación en la que
dormían los invitados, el ático de arriba que albergaba a la familia de Fritz y la
habitación principal en la que ahora se encontraba. Sus ojos se posaron en las
botas alineadas junto a la puerta, y su mirada notó el espacio vacío entre dos
pares.

Calzada y envuelta, Vhalla se aventuró en la madrugada del crepúsculo. La


luna y las estrellas aún ofrecían tanta luz como los primeros zarcillos del
amanecer. El mundo de la nieve pesada y los árboles esqueléticos estaba vacío de
color. Parecía como si estuviera reteniendo la vida hasta que se resolvieran los
horrores que se habían desatado sobre la tierra.
Una línea de huellas se alejaba de la puerta principal. Vhalla luchó a través
de los ventisqueros profundos con sus cortas piernas. Siguió las huellas por una
pequeña cresta hacia una figura sentada que miraba por encima del pequeño
arroyo de rápido movimiento que los Charem usaban como su principal fuente
de agua.

El Emperador Solaris estaba tan quieto como una estatua. Parecía estar
hecho de sombras de medianoche y luz de luna. La ligera capa de nieve parecía
estrellas en un cielo nocturno contra la manta oscura sobre sus hombros. Su piel
estaba tallada en alabastro, ni siquiera enrojecida por el frío. Vhalla se preguntó
si un hombre con fuego en las venas siquiera sentiría el frío como ella.

Ella se acomodó junto a él, sus costados se tocaron. Ella siguió su línea de
visión, tratando de ver qué cautivó su atención más allá del horizonte de la
madrugada. Lentamente tomó la mano de él entre las suyas, entrelazando sus
dedos.

Ahora no había relámpagos en su toque, solo calor. Pero incluso sin el


Vínculo, ella sabía cómo funcionaba su mente. Sentía sus emociones como un
miembro fantasma, una sensación vacía y extraña de lo que debería estar allí, de
lo que su corazón sabía que estaba allí, pero no estaba. Vhalla finalmente llevó 7
sus ojos a estudiar su perfil.

Todavía no tenía palabras para decirle. Después de la proclamación de que


él era su verdadero Emperador, anunció que se iría a dormir temprano. Vhalla se
había ido con él, dejándolo sacar todo el apoyo que pudiera de su presencia. Se
había aferrado a ella durante toda la noche, pero se retiró antes de que saliera el
sol.

Quería encontrar las palabras adecuadas. Quería decirle algo para darle
fuerza, para recordarle todo lo que aún tenía. Quería decir algo que no hiciera
eco como una falsa muestra de apoyo. Pero todas serían soluciones vacías a un
problema que ambos sabían que no se podía solucionar. ¿Qué le decía uno a un
hombre que lo había perdido todo pero que había ganado el mundo?

—Aldrik —dijo ella débilmente.

—Tenemos que movernos. —Su voz era más fuerte de lo que esperaba y la
hizo detenerse—. Dijiste que había un mensajero.

Vhalla asintió, aunque no estaba segura de cómo él vio el movimiento. Sus


ojos aún estaban en ese punto distante en el horizonte.

—Habrá otros, muchos otros. Victor claramente está tratando de hacer un


reclamo rápido por el Imperio antes de que alguien tenga la oportunidad de
unirse en su contra —dijo mecánicamente, sin emoción. Su mente se movía más
rápido que el viento, pero su corazón parecía haberse detenido por completo.

—Aldrik —intentó Vhalla de nuevo, un poco más fuerte.

Él continuó sin prestarle atención:

—Necesitamos unir a la gente más rápido que él bajo la bandera por la que
han estado luchando: la bandera de Solaris. Debemos protegerlos.

—Aldrik.

Ella tiró firmemente de su mano, y él finalmente giró la cabeza hacia ella.


Sus ojos eran apáticos, solo el toque de rojo en los bordes delataba que una parte
de su corazón había sobrevivido al golpe más reciente. Un corazón que se había
hecho añicos con la muerte de su hermano no hace más que unos días.

Un débil pésame se detuvo antes de que pudiera pasar por sus labios.
Vhalla se lo tragó. Presionó su boca en una línea firme y asintió.

—Protegeremos a tu gente.

El nudo en su cuello se balanceó mientras tragaba saliva. Sus brazos salieron


de por debajo de la manta, envolviéndose con fuerza alrededor de sus hombros 8
y atrayéndolo hacia ella. Las manos de él cobraron vida y la atrajeron hacia él y
la sentó en su regazo, envolviéndola bajo su manta contra su calor.

Las yemas de sus dedos se clavaron en su costado y hombro. Se sentía como


si estuvieran tratando de fusionarse de nuevo en una mente y un cuerpo, como
lo habían hecho una vez antes con el Vínculo. El rostro de Aldrik se hundió en el
costado de su cuello, y Vhalla se quedó mirando a la nada mientras su aliento se
filtraba a través de sus capas de ropa hasta su piel.

—Nuestra gente.

Se quedaron así hasta que el sol asomó por el horizonte, pegados el uno al
otro, el silencio habló más fuerte que cualquier palabra. Aldrik la levantó,
llevándola medio camino de regreso a la casa de los Charem, un feliz rastro de
humo emanaba de la chimenea. Vhalla lo vio solo como un faro. Si a los
monstruos contaminados de Victor les quedara algo de cerebro, sabrían venir en
esta dirección.

O, mucho más probablemente, Victor los conduciría en direcciones lógicas.


La criatura había exigido que la gente se arrodillara para que el nuevo rey
pudiera ver su lealtad. Claramente, los cristales crearon una conexión mágica
entre Victor y sus abominaciones.
En el interior de la casa, nadie dijo nada sobre el regreso del Emperador y
la mujer que una vez fue la Caminante del Viento. Cass, la hija mayor de los
Charem, mantuvo la conversación durante el desayuno. Pero no fue tan animada
como la primera comida de Vhalla con la prole. Reona se sentó con indiferencia,
moviendo la comida alrededor de su plato como si el rostro del monstruo
contaminado que habían presenciado en la ciudad estuviera debajo de eso y
quisiera mantenerlo oculto. Elecia alternaba entre miradas preocupadas a Aldrik
y susurros silenciosos con Jax. Fritz trató de seguir siendo su yo burbujeante, pero
incluso eso parecía vacío. Había una corriente más profunda y sombría que se
abría paso a través del mundo, y la mesa había sido arrastrada por ella.

Cuando la comida estuvo casi terminada, Aldrik se aclaró la garganta


ligeramente, más para prepararse para hablar que para llamar la atención.

—Necesito hablarles.

No hubo confusión en cuanto a con quién quería hablar y, poco después,


los siete se apiñaron en la habitación trasera más pequeña. Los Portadores de
Fuego conjuraron finas motas de fuego que flotaban inofensivamente en las
esquinas, calentando la habitación a una temperatura agradable, pero sus
esfuerzos hicieron poco por calentar a Vhalla. Estaba sentada junto a Aldrik, tan 9
cerca que se tocaban.

—Nos iremos esta noche —anunció Aldrik en el momento en que se su


consejo poco ortodoxo estuvo reunido.

—¿Esta noche? —Fritz se mostró reacio a considerar siquiera la idea—. Hará


demasiado frío. Cass dijo que vio una tormenta acercándose cuando estaba
recogiendo leña esta mañana.

—Con más razón. La luz de la luna nos guiará; está lo suficientemente llena,
y la tormenta ocultará nuestras huellas.

¿Aldrik había estado buscando tormentas en el horizonte? ¿Se había despertado tan
temprano para ver si podían avanzar en la oscuridad? Se preguntó Vhalla con
sorpresa. No tenía ninguna duda sobre la sinceridad del dolor que se acumulaba
sobre sus hombros. Pero su príncipe, no, Emperador, corrigió ella mentalmente,
permaneció siempre centrado. Al final, su naturaleza y su educación se
impusieron sobre su dolor.

—Fritz —interrumpió Vhalla a su amigo antes de que pudiera protestar de


nuevo—. Tenemos que irnos. Somos un peligro para tu familia si nos quedamos.

—¿Qué? —La expresión del rubio cambió dramáticamente.


—Victor está anunciando que toda la familia Solaris está muerta, que yo
estoy muerta. Su monstruo exigió que todos se arrodillaran ante su nuevo rey
para que Victor pudiera dar testimonio de su lealtad. Aquellos que no lo hicieron,
encontraron un destino horrible. Un destino que nunca quisiera ver en tu familia.
—Hablaba con suavidad, pero no iba a suavizarle la verdad a Fritz. Había estado
en la guerra, conocía los horrores y necesitaba saber lo que sucedería si no se iban.

—Pero…

—Ella tiene razón —intervino Elecia—. Si… cuando Victor se entere de que
Aldrik sigue vivo, se habrá una cacería humana. ¿Qué crees que le pasará a
cualquiera que sea conocido por albergarnos o ayudarnos?

Fritz se desplomó.

—Puedes quedarte. —Vhalla extendió la mano y tocó ligeramente la rodilla


de su amigo—. Tenemos que irnos, pero tú no tienes que hacerlo. No te están
persiguiendo, Fritz, y puedes mentir sobre tu participación. Lo entenderé si te
quedas.

—No seas estúpida, Vhal. —Fritz le apretó la mano—. Los Charem no son
un ramo de flores débiles. Podemos protegernos a nosotros mismos. Por la 10
Madre, Cass puede ser más aterradora que cualquier cosa que haya visto crear a
Victor.

Vhalla trató de mantener una expresión apropiada ante la sonrisa decidida


de Fritz, pero estaba segura de que se quedó corta. Su amigo no había visto lo
que había creado Victor. No podía comprender de qué tipo de magia era capaz
ahora el antiguo Ministro de Hechicería.

—Si te dejo ahora —continuó él—, Larel volverá de entre los muertos y me
atormentará hasta mi último aliento.

Ella le apretó la mano en respuesta. Vhalla se sintió genuinamente culpable


por llevarse a su amigo de su casa cuando acababa de regresar, especialmente
cuando el mundo era tan incierto. Pero también sintió alivio de que él
permaneciera a su lado. Fritz era un hombre; él podía tomar sus propias
decisiones y, como amiga suya, ella tenía que permitírselo.

—Ahora que eso está arreglado —Elecia le dio a Fritz un asentimiento de


aprobación, feliz también de que él se uniera—, la ruta más rápida a Norin desde
aquí estarían las antiguas carreteras. Pero si tomamos el Gran Camino del Sur a
través de…

—No iremos a Norin —dijo Aldrik, recuperando la conversación.


—¿Qué? —preguntó Elecia con una confusión que reflejaba la de Vhalla.

—Mi tío levantará las banderas a la primera palabra de lo que ha hecho


Victor, conmigo o sin mí.

—Mhashan nunca apoyará a un tirano que ha asesinado a su príncipe y


busca oprimirlos. —Jax le dio a Aldrik un asentimiento de aprobación.

—Sin embargo, el Este no es tan simple. —Los ojos de Aldrik se posaron en


Vhalla. Ella se enderezó, tratando de convertirse en el papel que él le estaba
asignando no tan sutilmente—. El Este no está interesado en la guerra. Se
pondrán del lado del vencedor1 —Aldrik hizo una mueca ante la palabra,
dándose cuenta de la brutal ironía al mismo tiempo que todos los demás—, con
el ganador, si creen que significa preservar la paz y el gobierno para su pueblo.

—Corazones sentimentales del Este. —Elecia puso los ojos en blanco.

—Contén tu lengua —advirtió Aldrik a su primo—. Son parte de este


Imperio y los necesitamos para nuestro ejército. —Dirigió su atención a las
silenciosas mujeres del Norte en la habitación—. También necesitaremos a su
gente.

—Mientras nuestro trato permanezca, la tendrás. —Sehra, princesa de 11


Shaldan, hija de Yargen, hizo una moción afirmativa.

El estómago de Vhalla se apretó, pero su expresión no traicionó nada de su


incertidumbre ante esas palabras. Si ella y Aldrik se casaban y ella le daba un
heredero, su hijo sería enviado al Norte como un gesto de buena fe y una promesa
de cuidar a la gente en la tierra recientemente conquistada. Sehra la miró a los
ojos, como si tratara de desarraigar la confusión de Vhalla ante la idea.

—Tu trato permanece —dijo Vhalla en nombre de ella y Aldrik. Ella diría
las palabras que necesitaban, que sabía que él no estaba preparado para decir de
nuevo.

—Vengan al Norte con nosotros hasta el límite del Este. —Había una
hostilidad refrescándose entre Aldrik y las mujeres del Norte. Era casi tangible la
forma en que él había cambiado sus patrones de habla hacia ellas. Ahora que ya
no estaba en un compromiso forzoso con la princesa, las cosas estaban más
relajadas entre ellos. Dejando a un lado el trato por su hijo, había señales de
esperanza para las futuras negociaciones entre los clanes del Norte y su nuevo
gobernante—. Todos estaremos más seguros en un grupo.

1Vencedor: juego de palabras accidental. En inglés la traducción de victor puede es traducido


como vencedor.
—Yo protejo a Sehra —proclamó Za en su Común del Sur quebrado.

—Lo harás. —Aldrik asintió elegantemente—, pero será más fácil hacerlo
cuando tengas ojos adicionales para vigilar por la noche para que puedas
descansar. —Esto pareció satisfacer a Za, por lo que Aldrik continuó: —Cuando
lleguemos a Hastan, enviaré un mensaje sobre los planes para reagruparse en
Norin.

—¿Entonces sí vamos a Norin? —Elecia no pudo ocultar su entusiasmo ante


la idea de regresar a casa.

Aldrik asintió mientras confirmaba:

—Debemos ir. Si no hay más preguntas, deberíamos dedicar el día a


preparar…

—Hay algo más —dijo Elecia por encima de Aldrik, provocando que una
ceja oscura de su Emperador se elevara. Sus ojos se volvieron hacia Vhalla—. Ella
debería quedarse aquí.

—No. —Vhalla no estaba segura de quién lo dijo primero, si ella o Aldrik.

—Puedes permanecer escondida entre las chicas Charem. —Elecia ahora 12


estaba apelando a Vhalla—. Si los del Sur pasaron por ti en la marcha, podrías
pasar…

—No. —Aldrik no escucharía una palabra más.

—Aldrik. —La atención de Elecia cambió—. Sé que quieres que ella venga.
Pero también la quieres viva, ¿no? No puede protegerse a sí misma.

—Esto no está en discusión.

—¡Ella no puede venir! —espetó Elecia finalmente—. ¡Si lo hace, eres un


tonto imprudente y tu vida vale mucho más que la de ella!

—No te atrevas —gruñó Aldrik a su prima. La magia brilló peligrosamente


alrededor de un puño, el rojo destellando a fuego anaranjado.

Elecia permaneció imperturbable y no retrocedió.

—Si mueres, ¿detrás de quién se unirán las pancartas? Si ella viene, tirarás
tu vida por la de ella la primera vez que necesite protección. Y sucederá,
especialmente porque ella es solo una Común.

—Elecia, ahora soy tu Emperador…

El corazón de Vhalla se detuvo ante esas palabras dichas en voz alta.


—¡Entonces actúa como tal! —Claramente, Elecia no sentía el mismo
asombro que los demás—. Piensa en las personas por las que eres responsable.
Te necesitan a ti, Aldrik. Necesitan a su Emperador. Nadie se levantará a desafiar
a Victor si no lo haces tú. Nadie puede unir las banderas como tú.

—No asumas ni por un momento que no sé de cuántas vidas soy


responsable. —La voz de Aldrik se hizo más profunda—. Esta no es tu elección.

—Y tampoco es tuya, Aldrik. —Vhalla finalmente habló, silenciando al


grupo—. Es mía.

—Vhalla…

Los ojos de su amante la buscaron desesperadamente. La ira se convirtió


rápidamente en miedo de estar de acuerdo con Elecia. Que ella lo dejaría. Vhalla
sabía que la lógica lo definía como la elección “correcta”. Pero lo que eran, todo
lo que ella y Aldrik habían sido, desafiaba la lógica.

—Voy a ir.

—¿Estás loca o simplemente eres egoísta? —espetó Elecia violentamente.

Aldrik ignoró a su prima y le dio a Vhalla una lenta sonrisa de alivio. 13


—Si me quedo —comenzó Vhalla, arrancando sus ojos de la tranquila
alegría en la sonrisa en los labios de Aldrik para mirar a la furiosa mujer del
Oeste—. ¿Qué pasará la primera vez que Aldrik piense que estoy en problemas?

La mujer no tuvo respuesta.

—¿Cómo afectará su atención la preocupación constante por mi bienestar?

Elecia siguió sin decir nada.

—¿Quién lo presionará cuando necesite ser presionado? —Vhalla miró a


Aldrik con la esperanza de que no se sintiera ofendido por sus palabras—. ¿Quién
más no tiene miedo de decirle a él, de todas las personas, lo que se debe decir,
cuando se debe decir?

Enfrentó la incredulidad de Elecia con un desafío. Aldrik y Vhalla habían


envuelto sus vidas en torno a las decisiones “apropiadas” dictadas por el mundo.
Habían ocultado sus deseos y habían dejado de lado lo que sabían que era
verdad. ¿Eso qué les había ganado? Un mundo de muerte. Estaba harta de hacer lo
que el mundo quería.

—No estoy indefensa —insistió Vhalla. Había entrenado durante semanas


con Daniel—. Denme una espada y podré defenderme.
—Malditos sean ustedes dos. —Elecia no se rendía con gracia—. Los
matarán y eso será todo.

—No nos pasará nada a ninguno de los dos.

—Honestamente, no puedes creer eso, Aldrik.

—Oh, suficiente —gruñó Jax—. Si estás tan preocupada, yo lo haré.

—¿Qué? —dijeron los tres al unísono.

—’Cia tiene razón, Aldrik. —Vhalla nunca había escuchado a nadie más que
a Aldrik usar el apodo de la infancia de Elecia, pero Elecia no puso objeciones a
que Jax lo pronunciara—. Debes vivir, y lo sabes. ¿Pero yo? Mi vida no significa
nada. Así que seré el defensor jurado de ella.

—Tu vida es algo. —Vhalla no pudo evitar objetar.

Jax inclinó la cabeza hacia atrás con una risa.

—Todavía no sabes mucho sobre mí, ¿verdad?

Vhalla apretó los labios con pensamientos frustrados. Buscó una forma de
objetar, pero no pudo, lo que era aún más irritante.
14
—¿Por qué? —Aldrik parecía más curioso que incrédulo.

—Por Baldair.

Vhalla respiró hondo, el nombre fue como una daga de hielo en su


estómago. Recordó lo que había dicho Victor sobre el difunto príncipe, acerca de
dividir su cuerpo y dárselo de comer a los perros. Su mano se levantó para
masajear la cicatriz que cubría su hombro hasta su pecho.

—La última orden que recibí de él fue protegerla…

—Buen trabajo que hiciste —comentó Aldrik secamente.

Jax vaciló un momento, una expresión herida se apoderó de su rostro.

—No fue su culpa —insistió Vhalla, igual de tajante—. Lo que pasó es culpa
mía. —No iba a permitir que Jax tomara la ira de Aldrik por eso.

—Dame otra oportunidad. —Jax fue implacable—. Soy propiedad de la


corona. Es un deber apropiado.

Elecia desvió la mirada ante el recordatorio, como si pudiera olvidar la


verdad que se derramó de los labios de Jax. Vhalla sabía que su situación había
sido similar a la esclavitud anterior de ella, pero no tenía idea de cómo había
sucedido. Ahora era algo que quería saber desesperadamente.

—Esa correa ahora se transfiere a ti, mi Emperador. —Aldrik parecía más


molesto por lo que Jax estaba diciendo que el propio Jax.

La conversación se estaba moviendo demasiado rápido para que Vhalla


preguntara de qué correa hablaban.

—Ordéname que lo haga y la defenderé hasta mi último aliento. Trataré su


vida como si fuera mía. Lo haré por Baldair y por usted, mi soberano.

Aldrik lo consideró, para sorpresa de Vhalla.

—Vamos, no soy un héroe. Déjame tener este momento mientras salimos y


salvamos el mundo. —Jax sonrió con tanta facilidad como si estuviera hablando
del clima.

—Jax, no estoy de humor para la frivolidad. —Aldrik se pellizcó el puente


de la nariz con un suspiro—. Muy bien.

—¿Disculpa? —Vhalla finalmente entró en la conversación, bruscamente—.


¿No tengo nada que decir en esto? Dije que puedo cuidar de mí misma. 15
—Entonces úsame solo para aquellos momentos en los que no puedas
cuidarte a ti misma —respondió Jax con facilidad. Sintiendo su continua objeción,
agregó—: No aceptes de mí el último pedido de Baldair.

Fue en parte amenaza, en parte ira, en parte dolor y toda determinación.


Vhalla inclinó la cabeza, frustrada. Él estaba tirando de la fibra sensible de su
corazón para conseguir lo que quería, y ella lo odiaba por eso.

—Está bien. —Asintió débilmente—. Pero búscame una espada en el primer


momento que podamos.

—Bueno, si no hay nada más. —Aldrik miró con cautela a Elecia—. Salimos
al atardecer.

Siguieron los decretos de su Emperador, hasta el último de ellos. Viraron a


los caballos y se llenaron los estómagos con la última comida caliente que
probablemente tendrían en el futuro previsible. La familia Charem juró su lealtad
secreta incluso cuando Aldrik les ordenó que se arrodillaran en cuerpo, pero no
en corazón, ante Victor. Una vez que la luna había comenzado su viaje hacia el
cielo, salieron a caballo envueltos en las capas más oscuras que poseían los
Charem.

El Emperador Solaris condujo a sus leales súbditos a la oscuridad incierta.


Habían subestimado a Victor, específicamente la velocidad a la que sus
abominaciones podían crearse y moverse. Aquellos forzados a seguir su
voluntad iban a ser sometidos a la muerte por diez mil cortes al presenciar a sus
seres queridos convertirse en horrores. Y esto sería antes de que Victor
comenzara a movilizar un ejército estructurado real para tomar el continente. Eso
es si alguno sobrevivió para oponerse al gobierno de Victor.

Cuando el Emperador y sus seguidores llegaron al primer pueblo diminuto


más allá de la casa de Fritz, lo encontraron pintado de rojo con sangre.

Cuerpos medio congelados, de un carmesí reluciente, cubrían el suelo bajo


el sol de media mañana. Hombres, mujeres, niños, jóvenes y viejos, quedaron
reducidos a sombras de la vida anterior. Vhalla lo miró con cansancio. No debería

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doler más, pero el dolor estaba arraigado en su pecho. Ella había visto esto antes.
Recientemente había vivido esta vida manchada de sangre, ahora más real que
cuando archivó libros en la Biblioteca Imperial.

Vhalla aflojó el fuerte agarre en sus riendas y se llevó una mano al hombro,
empapada hasta la piel de la nieve que caía pesadamente. Sus dedos masajearon
el tejido cicatrizado. Le dolía y le picaba todo el brazo. El dolor físico era una
máscara de la culpa visceral que se abría paso a través de ella.

Esto era culpa suya.

—No perdonó a nadie, ¿verdad? —susurró Elecia. Lo que sea que haya
causado la carnicería había desaparecido hace mucho, pero ella aún mantuvo la
voz baja, en homenaje a los muertos que los rodeaban.

—¿Por qué no se arrodillaron? —Las cejas de Aldrik se juntaron, líneas


profundas apareciendo entre ellas. Hizo la pregunta que todos estaban pensando.

—Nunca lo habrían hecho. —Fritz se balanceó con la brisa y estuvo a punto


de caerse de su montura. Vhalla se preguntó si había conocido a personas de este
pueblo como ella había conocido a personas del pueblo vecino a Leoul—.
Durante siglos, el mayor de cada familia iba a servir en la guardia imperial,
cuando el Sur era solo Lyndum. —Él negó con la cabeza—. Nunca aceptarían a
alguien que no fuera un Solaris en el trono.
Los labios de Aldrik se apretaron en un ceño fruncido. Vhalla luchó por
encontrar algo para aliviar su dolor, pero no había nada que pudiera decir
cuando su culpa era igual de pesada.

—Descansaremos aquí hasta el atardecer —decidió Aldrik, señalando una


pequeña taberna.

Los siete alojaron sus monturas en los establos del lugar, junto a un pony
de aspecto cansado y una yegua asustada. Se esperaba que estuviera vacío por
dentro, sin cadáveres ni supervivientes.

—Bueno, todavía tienen cerveza —reveló Jax de su inspección desde detrás


de la barra.

—Déjalo —ordenó Aldrik.

—Solo porque tú…

Aldrik silenció a Jax con una mirada aguda que rápidamente abandonó
cuando se pellizcó el puente de la nariz con un suspiro.

—No tendré estupores de borrachera en este viaje.

—Un trago no produce estupor. —Jax cruzó los brazos sobre el pecho; 17
ocultaba el leve temblor que Vhalla había notado en sus manos cuando las había
recorrido por la barra.

Aldrik suspiró profundamente.

—Haz lo que quieras. Nos moveremos de nuevo al atardecer. Deberían


disfrutar de las camas mientras las tengamos.

Siguiendo su propio consejo, Aldrik arrastró los pies por las pequeñas
escaleras que presumiblemente conducían a las habitaciones de la posada. La
preocupación se dibujó en la frente de Jax mientras sus ojos seguían la partida
del Emperador. Vhalla captó su mirada y asintió afirmativamente, siguiendo a
Aldrik.

Su capa ya estaba colgando para secarse cuando ella asomó la nariz por la
rendija de la puerta. Aldrik se giró rápidamente al oír el sonido, y casi se
derrumbó de cansancio cuando vio que solo era ella. Vhalla cerró la puerta y
apoyó la espalda contra ella.

—Estas personas sirvieron a mi familia durante siglos. —Aldrik encendió


un pequeño fuego con una mirada, y Vhalla se sintió aliviada al ver que, a pesar
de su estado de ánimo, no se descontroló—. Todo un pueblo de ellos, hijos e hijas,
fieles al nombre Solaris hasta el final. Y y-yo nunca me enteré.
—Los honraremos.

—¿Cómo? ¿Con qué? —La voz de Aldrik fue brusca, pero su expresión
estaba cansada y sus ojos buscaban.

—Hasta que esto termine, tendremos que llevar su memoria con nosotros.
Pero cuando hayamos arreglado todo esto, podremos hacer más —prometió,
tanto para él como para ella misma.

—Esto es algo que no se puede arreglar.

Vhalla se mordió el labio pensativamente.

—¿Para los que están en la nieve? No. —Cerró los ojos con fuerza con un
suspiro suave. Baldair estaba detrás de sus ojos como el fantasma que cabalgaba
con todos ellos, el hombre al que no habían tenido tiempo de llorar
adecuadamente pero que recordaban a cada paso—. Él quiere convertir el
continente en esta desolación, Aldrik. No es demasiado tarde para que todos
sigan respirando. Luchamos por ellos. Honramos a los muertos con un
compromiso con los vivos.

Cuando Vhalla volvió a abrir los ojos, él estaba frente a ella. Aldrik la
consideró durante un largo momento. Sus largos dedos se elevaron hasta los 18
lazos de su capa en su cuello, y Vhalla dejó que le quitara la tela por los hombros.
Dejó que el calor de sus manos se filtrara lo más profundamente posible en las
heladas zarzas que se habían enredado alrededor de su corazón.

—Estás empapada —dijo él—. ¿No tienes frío?

—Me estoy congelando —susurró ella en respuesta.

—Afortunadamente para ti, tu futuro esposo da órdenes al fuego con sus


manos. —Aldrik la miró mientras su declaración se posaba sobre sus hombros.

—¿En serio? —Era difícil de creer, incluso ahora, con el mundo como era.

—Si no lo deseas, ahora es el momento de decírmelo. —Las palabras


podrían haber sido una broma, pero tenían una nota seria.

Vhalla levantó una mano hacia el reloj en su cuello. Su cadena apenas había
fallado al ser cortada por el hacha de Victor, la única lástima que había tenido el
destino sobre ella. Aldrik siguió su movimiento hasta el objeto que le había dado
la primera vez que le pidió que pasara su futuro a su lado.

—Mi amor —dijo él con un suspiro aliviado, apoyando su frente contra la


de ella.
Sus narices se rozaron y Vhalla presionó un exhausto beso en su boca. El
día no permitiría más afecto que ese, pero se permitió fundirse en él. Su señor,
amigo y amante, si no apoyaba su corazón en algo, no iba a sobrevivir el resto de
su viaje.

Salieron puntualmente al anochecer como Aldrik les había indicado. Vhalla


sabía que el hombre apenas había dormido, pero no estaba en posición para
regañarlo por eso, ya que ella también había pasado la mayor parte de las horas
despierta, atormentada por la quietud de la ciudad. A su partida, Vhalla los
levantó, registrando insistentemente el pueblo y los cuerpos en busca de una
espada utilizable. Cuando encontró una, era pequeña y no tan fina como
cualquiera que hubiera usado cuando entrenaba con Daniel, pero el frío acero se
sintió reconfortante en su cadera.

A la tarde siguiente, se quedaron en el bosque, que era mucho menos


cómodo que dormir en una de las habitaciones abandonadas de una posada, pero
mentalmente era más fácil. Periódicamente durante el día, Fritz usó sus
habilidades Manipulador de Agua para ordenar a la nieve que cambiara y
ocultara sus huellas, incluida la última hora antes de que levantaran el
campamento. Giraron los relojes y durmieron acurrucados uno contra el otro.
19
Una noche, durmieron contra un árbol caído, luego en una cueva y luego al
aire libre. Pasaron junto a casas abandonadas, pueblos masacrados y lugares
donde la gente estaba tan silenciosa y aún podía estar muerta. Caminaron
paralelos al Gran Camino Imperial, que aparecía y desaparecía en la distancia,
entre árboles y ventisqueros. Pero a pesar de todas sus preocupaciones y
cuidadoso progreso, nunca vieron otra alma errante.

A medida que pasaban los días y la distancia, el silencio se convirtió en su


principal compañero. Al principio, no hablaron por necesidad y nervios, luego
por respeto a los muertos, luego por miedo a ser descubiertos. Pero finalmente se
convirtió en la forma de las cosas, el mundo era demasiado como para expresarse
con el lenguaje. Vhalla comenzó a añorar los susurros nocturnos de Aldrik
afirmando su adoración cuando la tomaba en sus brazos para que pudieran
dormir encorvados juntos. Fue una de las pocas cosas que la mantuvo fuerte.

Vhalla perdió la noción de los días. Pudo haber pasado una semana. Podría
haber sido un año.

Cuando se encontraron con la pequeña choza de un cazador, ella quiso


llorar de alivio. Abandonada, les ofreció la oportunidad de salir del frío y secarse
las botas. El frente se había derrumbado en su mayor parte, pero las paredes
restantes sostenían un techo inclinado que desafiaba la nieve.
—Le daré un vistazo. —Jax se bajó de su caballo, inspeccionó rápidamente
la estructura y la consideró lo suficientemente estable para que pudieran pasar la
noche.

—¿Está demasiado cerca de la carretera? —Elecia miró nerviosamente hacia


el Camino Imperial, apenas visible a través de los árboles.

—No hemos visto a nadie en días —gruñó Fritz—. Quiero un techo.

—No va a ser más cálido que dormir afuera; falta la mitad del frente —
señaló Elecia.

—Si colgamos nuestras capas para que se sequen en las paredes, podría
bloquear la luz de un pequeño fuego y mantenernos lo suficientemente calientes.
—Jax se giró hacia Aldrik, que seguía en su montura a la izquierda de Vhalla—.
¿Qué dices?

Aldrik miró hacia la carretera, sopesando claramente las opciones.

—Si no salimos del frío, uno de nosotros se enfermará y eso sería peor —
decidió.

Desmontaron y ataron sus caballos al árbol más cercano. Fritz encabezó la 20


carga de “hacer la casa” y rápidamente exigió la capa de todos. Elecia ayudó junto
a Jax. Aunque el hombre del Oeste nunca perdía de vista a Vhalla durante mucho
tiempo, su nueva sombra.

—Tomaré la primera guardia —ofreció Vhalla con un bostezo.

—¿Está segura? —preguntó Aldrik.

—He estado durmiendo más; es mi turno de vigilar.

—Sí, pero…

—Estoy bien. —Vhalla se frotó el hombro para enfatizar. Todavía estaba


sensible, pero la piel se fortalecía día a día. Sabía que el dolor que sentía siempre
estaría allí. Estaría allí hasta que Victor muriera, y estaría allí cada momento
después—. Descansa, Aldrik.

Su Emperador cedió, desapareciendo bajo la capa que Jax estaba usando


para cerrar el enorme agujero en el frente del lugar. La atención de Vhalla se
centró en las dos que permanecían en la nieve.

Sehra caminó hacia un árbol y colocó ambas palmas sobre él. Ella hacía esto
todos los días, sin importar cuándo paraban, al amanecer o al atardecer. Vhalla
observó cómo la joven acercó su frente a la corteza helada y permaneció quieta y
reverente.

Ninguno del grupo había cuestionado o detenido a las mujeres del Norte.
Vhalla miró, la curiosidad finalmente se apoderó de ella.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó cuando las dos mujeres se dirigieron


hacia su lugar para dormir por la noche.

Za y Sehra se miraron, momentáneamente sorprendidas. Sehra estudió a


Vhalla por un tenso momento. Cualquiera que sea la prueba que había estado
administrando en silencio, Vhalla aprobó.

—Estoy buscando rastros de magia de cristal —respondió.

—¿Puedes hacer eso? —soltó Vhalla sorprendida.

Za resopló.

—Puedo. —Sehra respondió, con una pequeña sonrisa de satisfacción


momentánea

—¿Cómo?
21
—¿Dudas de Sehra? —preguntó Za a la defensiva.

—No —respondió Sehra antes de que Vhalla pudiera hacerlo—.


Simplemente no entiende. La magia de cristal es muy parecida a la magia
antigua. Similar, pero diferente. Como luz y oscuridad, dos mitades en un todo.
Uno conoce al otro, incluso si no puede dominarlo.

La explicación de la princesa podría haber sido condescendiente, pero no lo


fue, notó Vhalla. Ella consideró esto por un largo momento. Entendió lo que dijo
la princesa, pero todavía no tenía ningún concepto de lo que hacía que la magia
de cristal y la “magia antigua” fueran diferentes.

—¿Y puedes hacer esto porque eres una Hija de Yargen?

La sonrisa que Sehra le dio entonces fue ciertamente genuina. La joven


había sido educada en diplomacia y se notaba. Pero su juventud también la
traicionaba en momentos en los que sentía que podía relajarse. Vhalla archivó
esta información en caso de que necesitara capitalizarla en el futuro, y se odió a
sí misma por hacerlo.

—Así es —afirmó Sehra.

—¿Eso qué significa?


—Significa que soy elegida para ejercer el poder de Yargen y ser
supervisora del destino. —La forma en que Sehra habló mostró que creía cada
palabra de lo que estaba diciendo, sin importar cuán fantástico sonara.

—¿Como un dios? —Vhalla trató de confirmar que sabía lo que Sehra decía
antes de emitir un juicio al respecto.

Za se rio de la pregunta.

—Solo los dioses son dioses.

—Más como un agente de los dioses —elaboró Sehra—. ¿Tienes mucho


interés?

—Sí. —Vhalla tragó, soltando las siguientes palabras entre sus labios con
tanta gracia y fuerza como poseía—. Quiero saber más sobre dónde pasará la
infancia mi primogénito, en caso de que todo suceda.

El viento estuvo de acuerdo con las palabras de Vhalla, azotando nieve y


cabello en su rostro. Sehra permaneció tan quieta que Vhalla se preguntó si había
pensado, en lugar de haber dicho, las palabras.

—No temas tan profundamente, Vhalla Yarl. —Sehra empuñó su mano 22


derecha y la cubrió con la izquierda. El gesto no significó nada para Vhalla, pero
ella entendió suficiente significado, que había paz, fuerza y respeto por delante
para todos, por la expresión de la princesa—. El camino que elegiste para caminar
conmigo no es fácil. Pero está bien.

Dando por terminada la conversación, Za y Sehra desaparecieron. Vhalla


sintió que había terminado con más preguntas que respuestas. Caminaba de un
lado a otro, devanándose la cabeza por todo lo que había leído sobre el Norte,
pero era muy poco. Vhalla se sintió frustrada consigo misma. Podía nombrar a
casi todos los reyes del Sur en orden, pero no a uno de los clanes principales del
Norte.

El crujir de la nieve y el relincho de un caballo atravesaron sus


pensamientos. Vhalla se apartó de la estructura donde estaban atadas las
monturas. Algo asustó al caballo: una liebre de las nieves, un zorro que se
arrastraba desde su guarida. Sus dedos se cerraron alrededor de la empuñadura
de su espada, debatiendo si sacarla. ¿El sonido alertaría sobre alguna amenaza
potencial? ¿Renunciaría a una ventaja potencial que tenía?

Pensó brevemente en despertar a Jax, Elecia o Aldrik, pero el suave


resplandor de la luz del fuego que parpadeaba a través de los huecos de las capas
colgadas acababa de desvanecerse. Se acababan de quedar dormidos y ella no los
despertaría por lo que probablemente no era nada.

Vhalla contuvo la respiración mientras doblaba la esquina de la estructura


donde estaban atados los caballos. No vio nada. Justo cuando estaba a punto de
relajarse, la nieve crujió a su derecha.

Ella blandió la espada por instinto. Vhalla vio una armadura Imperial, un
guardia del palacio. El mundo se desaceleró cuando ella arqueó su espada hacia
el hombro del hombre. Sonó contra su armadura, alertando al resto de su grupo.

La espada zumbó al caer de las manos de Vhalla. Ella miró en estado de


shock al fantasma que se enfrentó a ella. No puede ser.

—¿Qué…? —Jax fue el más rápido en despertar, atravesó la capa colgante


y patinó hasta detenerse cuando dobló la esquina.

El hombre la agarró sin vacilar. Girándola en su lugar, Vhalla se apretó


contra un pecho familiar, y él sostuvo su cabeza contra su hombro con una palma
sobre su boca. Una daga estaba en su garganta en un instante.

Aldrik estaba pisándole los talones a Jax, sus ojos estaban en llamas de rabia
en el momento en que aterrizaron en la hoja que presionaba su garganta. 23
—No se muevan —exigió una voz masculina áspera—. Si no quieres que
muera, no se muevan.
—Voy a llevarme uno de sus caballos —continuó el hombre—. Me dejarán
o ella morirá.

—No sabes con quién te has peleado, amigo. —Jax negó con la cabeza con
una risa. Dio un paso hacia la nieve y se congeló. Vhalla observó cómo sus ojos
se iluminaron con comprensión. Jax escuchó lo que ella había escuchado. Vio lo
que la había hecho desarmarse voluntariamente—. ¿Daniel?

Vhalla cerró los ojos con alivio.

—¿Qu-quién-qué? —El agarre de Daniel se aflojó un poco—. No, no


imposible. No es posible. —Con un gruñido, Daniel tiró de ella hacia él,
apretando su agarre—. No me mientas, espectro.

—Daniel. —Jax levantó las manos en un movimiento que pretendía mostrar


inofensividad. Vhalla apreció brevemente su ironía, viniendo de un hombre que
24
podía convocar llamas con un pensamiento—. Soy yo, Jax. La mujer que estás
sosteniendo es Vhalla.

El hombre que la sostenía, la persona que hablaba con la voz de Daniel y


vestía lo suficiente de la imagen de Daniel para convencer a Jax, dejó escapar un
chirrido que fue casi inhumano en su locura. Se rio entre dientes y sofocó el
pequeño brote de esperanza que había florecido en el estómago de Vhalla.

—No sé quién eres, pero sé que eres un mentiroso. Lady Vhalla Yarl está
muerta.

Deseó que él hubiera soltado su agarre sobre su boca el tiempo suficiente


para que ella pudiera pronunciar una palabra.

—Daniel. —Fritz habló en voz baja, dando un paso detrás de Jax—. Ella no
está muerta, está justo…

—¡No me digas que está viva! ¡La vi morir en el Escenario del Sol! Lo vi
obligarla a arrodillarse mientras dejaba que sus monstruos la destrozaran
miembro por miembro. —Casi estaba gritando, y Vhalla esperaba que Sehra
hubiera estado en lo cierto en que no había magia de cristal y, por lo tanto, no
había abominaciones cerca.
¿Quién había muerto en la ejecución pública?

—Lo siguiente —Daniel se rio de nuevo, la hoja mordiendo su garganta con


su mano temblorosa—, lo siguiente es que me estás diciendo es que el hombre
que está allí está…

Las palabras se desvanecieron en el viento. Los ojos de Aldrik estaban


encendidos de rabia, su postura rígida. Pero su atención se había desplazado de
Vhalla a Daniel, presumiblemente mirándolo a los ojos.

—Soy el Emperador Solaris —finalizó Aldrik, peligrosamente en voz baja.

—El Rey Supremo Anzbel, él… —Más risa ronca—. Suficiente, no sé quién
o qué eres en realidad, pero voy a agarrar ese caballo y me iré. ¡No me importa si
tengo que matarla por eso!

—¿Pondrías en vergüenza la memoria de Baldair? —exclamó Jax. Nadie se


movió—. Daniel, él te dio una orden. Te pidió que protegieras a la mujer que
estás amenazando con matar, que la protegieras hasta tu último aliento.

—Basta… —susurró Daniel.

—¡No! Hiciste un juramento al guardia. Mientras tu corazón lata, debes 25


honrarlo —presionó Jax. El cuchillo en su garganta tembló, y Vhalla ignoró el
dolor—. Hermano. —El mundo giró en torno a la palabra de Jax—. Déjala ir.

De repente, el cuchillo desapareció y su agarre se aflojó. A pesar de todas


las palabras de Jax, claramente no confiaba completamente en su hermano de
armas en su estado actual; cerró la brecha entre ellos, agarrando a Vhalla y medio
girándola detrás de él.

Ahora liberada, podía evaluar al hombre que todos los demás habían visto
desde el principio. El hombre por el que estaba agradecida de no haber matado.
Daniel estaba demacrado. Su armadura estaba cubierta de sangre y vendas
amarillas estaban envueltas alrededor de su antebrazo donde faltaba un
guantelete. Su cabello estaba resbaladizo por el sudor y la suciedad. Los rastros
de una barba cruzaban su barbilla.

Nada de esto asustó a Vhalla. Un cuerpo se podía lavar, las heridas se


podían curar. Fueron los ojos de Daniel los que rompieron algo en ella. Había
algo profundamente mal en su alma, algo que ninguna poción o bálsamo podía
curar.

—Daniel, soy yo. —Ella finalmente se bajó la capucha, estudiando su


expresión en busca de algún rastro del hombre con el que había marchado y del
que había aprendido.
—T-te corté… —balbuceó.

Vhalla se llevó una mano al cuello.

—Lo hiciste. No te preocupes, no duele.

—Se suponía que debía protegerte. —Él se tambaleó—. Y luego te vi morir.

—Estoy bien. —Vhalla dio un paso adelante. Jax le lanzó una mirada de
advertencia y Vhalla respondió con una mirada fulminante. El hombre no la
detuvo, pero permaneció cerca mientras ella cruzaba la brecha hacia Daniel. El
hombre era como una pintura estilizada, de lejos puede ser aceptable para un
hombre, pero en el momento en que ella estuvo de cerca pudo ver cada pincelada
deshilachada y cada línea vacilante. Vhalla le tomó las manos audazmente y él
casi saltó fuera de su piel con el toque—. Mira, estoy bien. Tú, sin embargo, no lo
eres. Entra y siéntate. Sal del frío.

Za se ofreció como voluntaria para que ella y Sehra vigilaran, echando una
mirada recelosa hacia Daniel. Incluso después de que las mujeres del Norte se
fueron, estaba el lugar estaba abarrotado con los seis en el mismo espacio. Daniel
estaba nervioso por la proximidad, sus ojos se movían salvajemente.

—Elecia, ¿podrías mirar sus heridas, por favor? —preguntó Vhalla. 26


La mujer miró a Jax y Aldrik, quienes asintieron con silenciosa aprobación.
Irradiaba incertidumbre, pero cumplía con su deber de clériga. Daniel se apartó
violentamente en el segundo en que las manos de Elecia aterrizaron en su
antebrazo.

—¡No! —Él se escapó—. No-no me toques.

—Daniel, no podemos curarte si…

—¡Los maté! —Se lanzó hacia adelante, agarrando la parte superior de los
brazos de Vhalla hasta el punto de hacerle moretones—. No me arregles, estoy
roto. —Daniel la sacudió y Vhalla siseó ante el dolor que le causó en el hombro
derecho.

—Hermano, detente —intervino Jax—. La estás lastimando de nuevo.

Daniel miró con horror absoluto, luego casi tiró a Vhalla a un lado y se alejó.
Ella miró, con el corazón roto, mientras el hombre acercaba sus rodillas a su
pecho, agarrándose la cabeza.

—Los maté, ellos murieron, murieron, murieron y yo los maté, fue…


Vhalla le rodeó los hombros con los brazos. Esta vez se tensó, pero no
arremetió con el toque.

—Detente —dijo ella—. Deja que Elecia te revise.

Daniel gimió y se retorció, pero mientras Vhalla lo abrazó, dejó que Elecia
realizara todas las atenciones que pudiera. Fue incómodo tener que trabajar
alrededor de los brazos de Vhalla, pero Elecia tuvo más tacto para no señalar eso.

Cuando Elecia terminó, Vhalla aflojó su agarre y preguntó:

—¿Por qué estás aquí?

—Co-corrí. —Daniel se atragantó con su palabra, dejando escapar un


sonido ahogado y dolorido.

—¿Qué pasó? —presionó Jax.

Daniel se sujetó las sienes y se quedó mirando a la nada. Gritó, lágrimas


atravesaban la sangre y la suciedad en sus mejillas.

—Daniel…

—¡No! ¡No!
27
—Soldado. —Aldrik intervino con fuerza en la conversación con una sola
palabra brusca. Daniel se congeló—. Esta es una orden de su Emperador:
informa.

Vhalla quería regañarlo por adoptar ese tono, pero Aldrik había visto y oído
algo que ella no. La orden volvió a colocar algo en su lugar, y la respiración de
Daniel se hizo más lenta, sus ojos recuperaron algo de cordura.

—Fue él. Entró directamente y nadie pensó en detenerlo hasta que murió el
primer grupo de guardias. —Nadie necesitaba preguntar quién era él—. Debería
haber sido fácil, era un solo hombre. Pero cada vez que uno caía, les quitaba el
ojo y lo convertía en una de esas rocas, esos cristales.

El estómago casi vacío de Vhalla se revolvió al recordar al guardia que había


entrado en el pueblo más cercano a la casa de Fritz.

—Se levantaron. Lucharon por él. Estaban muertos, pero siguieron


caminando hasta que esa espantosa luz azul verdosa se desvaneció. —Daniel se
giró hacia ella, casi suplicando—. ¿Qué podríamos haber hecho?

—¿Mi padre? —preguntó Aldrik, pero por la expresión del rostro de Daniel,
Vhalla deseó que no lo hubiera hecho.
—Su muerte fue solo el comienzo. —Daniel se giró hacia Jax—. Solo somos
nosotros ahora, hermano.

—¿Qué pasó con la guardia? —Una severidad oscura superó las palabras
de Jax.

—Raylynn trató de ocultarle el cuerpo de Baldair. Para evitar que lo


deshonrara como lo hizo. Ya sabes cómo eran esos dos. Nunca nada, siempre
algo. Ella murió defendiéndolo. —Daniel soltó un hipo—. El Rey Supremo
rompió ambas piernas de Erion, lo desnudó y puso en una montura, luego lo
envió de regreso al Oeste. No hay forma de que haya sobrevivido con este frío.

—¿Y Craig? —preguntó Jax después de una larga pausa.

—Craig y yo… —De repente estaba hablando demasiado rápido, las


palabras salieron como una avalancha—. Erion nos dijo que nos arrodilláramos.
Que no podríamos ayudar a nadie si moríamos. Erion era más adecuado como
mensaje para el Oeste, pero Victor nos mantuvo para sus monstruos.

—¿Monstruos? —Vhalla susurró.

—Los que le desagradaban entraban en las habitaciones. Estaban expuestos


a la mancha… al principio estaban bien, pero luego, sus gritos, su carne. Cambió, 28
ellos cambiaron. Por la Madre, sus gritos, sus gritos mientras rasgaban la piel para
dejar espacio para garras, alas, cuernos, escamas y…

Estaba llorando de nuevo.

—Suficiente, ya es suficiente —trató de calmar Vhalla.

—¡No me toques! —El hombre parecía estar en reinicio. Alternando entre


incredulidad, violencia y tristeza aplastante—. Los maté. Comenzaron las
alimentaciones. Sangre, necesitan desarrollar el gusto por la sangre, dijo el Rey.
Necesitan carne fresca, dijo el Rey.

—Craig y yo, éramos nosotros. Sabíamos que sería uno de nosotros el


próximo. Craig me dijo que me dio esta oportunidad. Se ofreció a ese monstruo
sabiendo que yo sería quien le diera de comer, sabiendo que me daría la
oportunidad de correr. Gritó por mí mientras se lo comían. Me gritó mientras
corría.

Vhalla se sentó horrorizada. Luchando por encontrar palabras a raíz de todo


lo que Daniel estaba derramando a sus pies.
—Si me encuentra, seré comida. O me convertirá en un monstruo. —Daniel
miró a Jax—. No me entreguen a ellos. No me dejen para ser su bolsa de sangre.
No dejen que su corte de hechiceros me posea.

—Hermano, estás bien ahora —mintió Jax.

Nada de Daniel estaba bien. Nada sobre su situación o el mundo estaba


bien.

—Te llevaremos a casa —prometió Vhalla—. Vamos al Este ahora.

Esto era culpa suya. Ella había ayudado a Victor y desató esta fuerza. Más
allá de eso, si hubiera mantenido a Daniel más cerca y hubiera sido una mejor
amiga para él, tal vez él hubiera estado con ellos antes. Tal vez Jax hubiera
pensado en ir a buscarlo antes de ir esa noche oscura hacia las Cavernas de
Cristal. Ella había cometido tantos errores. ¿Cuántas personas que amaba pagarían
por ellos?

—Nos ralentizará. —Elecia no podía guardarse sus pensamientos para sí


misma.

—Necesita nuestra ayuda. —Incluso Fritz se sorprendió por su fría


evaluación. 29
—Necesitamos nuestra propia ayuda. —Elecia se aferró firmemente a sus
convicciones—. Él nos va a retrasar; está más allá de la mitad del camino hacia la
locura. Sin mencionar que también lo ponemos en peligro, ahora que sabe que
estamos vivos.

Vhalla se detuvo a considerar esto. Esa era la razón por la que habían
abandonado los Charem. Pero los Charem eran capaces de ser inteligentes.
Daniel era un niño perdido en el bosque.

—Esto no está en discusión. —Daniel era su responsabilidad ahora, y Vhalla


lo acompañaría a casa. Su mente estaba decidida.

—¿Qué derecho tienes? —resopló Elecia.

—¡Mi derecho como tu futura emperatriz! —Vhalla respondió tan rápido


que las palabras casi fueron un latigazo.

Todos contuvieron la respiración y el corazón de Vhalla se desaceleró. Su


futura emperatriz.

Aldrik no dijo ni hizo nada para contradecir su afirmación.


—Bien —resopló Elecia. La mujer parecía casi satisfecha con la
proclamación de Vhalla, a pesar de estar en el lado receptor de su ira.

—¿De verdad me vas a ayudar? —Daniel la miró.

—Lo haremos.

—¿Por qué? Gracias. ¿Pero por qué? —Sacudió la cabeza violentamente—.


No valgo nada. No puedo, soy patético, menos que un gusano. Maté a mi
hermano y sobreviví a su muerte. Merezco ser un monstruo. —Daniel se
lamentó—. ¡No dejen que me convierta en uno!

—Silencio, suficiente —tranquilizó Vhalla, pasando su mano por su cabello


graso—. Está decidido. Ahora, come algo y descansa. Nos moveremos a la luz
del sol.

Daniel se tragó una pequeña porción de sus raciones, el acto lo calmó un


poco. Los demás aprovecharon la oportunidad para asentarse, esperando que
Daniel siguiera su ejemplo. Lo hizo, acurrucándose en una bola cerca de donde
Vhalla estaba acurrucada contra Aldrik. Jax se colocó en la esquina entre ellos. El
aleteo de sus pestañas lo delató. Mientras Daniel estuviera inestable y cerca de
ella, Jax iba a dormir con un ojo abierto. 30
El toque de Aldrik, su calidez, su aliento, alejó algunos de sus nervios
mientras Vhalla se envolvía bajo su capa. Sus ojos se posaron en Daniel, y Vhalla
instintivamente se acercó más a Aldrik, sintiendo que él juzgaba a ambos. Daniel
había sabido casi tanto como Vhalla y Aldrik que eran más que un príncipe y su
súbdita. Pero esta era la primera vez que los veía realmente juntos.

—¿Serás Emperatriz? —susurró él.

—Lo será —respondió Aldrik esta vez.

Daniel se rio a carcajadas.

—No, no, no lo serán. Ya no hay trono para ninguno de los dos. Solo sangre.

Vio como el caparazón de su amigo, el hombre que podría haber sido su


amante, se acomodó después de su decreto. Daniel los estudió con un brillo
salvaje en sus ojos. Una mirada secreta que hablaba de horrores que solo él
conocía.
El hombro de Vhalla estaba tan rígido a la mañana siguiente que estaba
prácticamente inmóvil. No había pensado en cómo había dormido; presionada
contra Aldrik, encorvada toda la noche. Ella lo masajeó con cautela.

—¿Qué haremos con los caballos? —preguntó Fritz con una mirada a
Daniel.

—Tenemos que parar en algún lugar para comprar suministros hoy —


reflexionó Vhalla en voz alta—. Veremos si podemos encontrar otro.

—Los caballos son raros —dijo Daniel—. Con todos tratando de huir del
Sur. Es por eso que yo-yo iba a… —Sus ojos miraron la débil línea roja en su
cuello, y Daniel se tambaleó, tropezando a medio paso de distancia—. Lo siento,
Vhalla.

—Está bien, Daniel. —Ella le dedicó una sonrisa valiente y dio el ejemplo a
31
todos. Un recordatorio silencioso de que era parte del grupo—. Cabalgaremos
hasta el próximo pueblo. Hay uno cerca del límite con el Este. Buscaremos
suministros y caballos allí.

—¿Hasta entonces? —Fritz reformuló su pregunta anterior.

—Vhalla y yo compartiremos —anunció Aldrik—. Usaremos a Relámpago.


—Hizo un gesto al caballo que había estado montando Vhalla, en el que había
montado hasta el final del continente durante la marcha—. Dale a Daniel tu capa,
Vhalla. Puedes sentarte debajo de la mía.

—Esto es demasiado. No me lo merezco. —Los dedos temblorosos de


Daniel aceptaron vacilantemente la capa que ella presionó en sus manos—.
Gracias. Lo siento. Gracias.

—Acepta la ayuda, hermano —animó Jax.

Aldrik se subió a la silla de Relámpago, se deslizó hacia adelante y quitó el


pie del estribo para que Vhalla también pudiera montar. Ella se movió,
averiguando cómo debían sentarse para que ambos pudieran caber
cómodamente.

—Métete bajo mi capa —le recordó Aldrik.


—Pero entonces no puedo ver.

—Ya estás temblando. Y de todos modos no llevarás las riendas.

Vhalla se despidió silenciosamente de sus amigos y levantó el borde de su


capa para pasársela por la cabeza. La cubrió por completo mientras se sentaba al
ras con él, los brazos alrededor de su cintura. Vhalla apoyó la mejilla en su
espalda. Estaba tan cálido como siempre, su pira personal, y estaba casi cómodo
bajo la pesada tela. El mundo se desvaneció en su respiración lenta y constante,
el sonido erosionó su tensión de la misma manera que las olas en una costa.
Cuando Relámpago comenzó a moverse, Vhalla cerró los ojos y fingió que no
estaban huyendo, que se dirigían a una gran aventura.

Ya había tenido suficientes aventuras. Vhalla suspiró suavemente. Quizás se


dirigían simplemente a visitar a su padre.

—¿Relámpago estará bien? —preguntó ella, inclinando la cabeza hacia


arriba. El caballo no estaba acostumbrado a llevar dos jinetes.

—Sí. —Aldrik apenas habló mientras se levantaba la capucha. Con la oreja


en su espalda, Vhalla escuchó el profundo retumbar de su voz con perfecta
claridad—. Es de la misma línea que Baston. Es un caballo fuerte. A una 32
generación de ser una montura de guerra de pura raza.

—¿Qué? —Vhalla se sorprendió.

—Cuando supe que irías a la guerra, quise confiar en tu caballo. Me fue


imposible adquirir una montura de guerra adecuada en tan poco tiempo,
especialmente sin generar preguntas. Pero Relámpago era ágil y rápido; de todos
modos, parecía más adecuado para ti.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó ella.

—Cuando marchamos por primera vez no pude encontrar las palabras para
decirte. ¿Cómo se habría visto eso? ¿Luego de hacer tu armadura? ¿Elegir tu
caballo? No tenía ningún interés en que me volvieran a llamar titiritero.

Vhalla resopló suavemente en diversión, al escuchar sus palabras de su


boca. Ella le acarició la espalda con delicadeza y sintió la pequeña bocanada de
aire que partía de su estómago y llevó una sonrisa a sus labios.

—Eres tonto —dijo ella con un suspiro—. Gracias por esto. Y por tu ayuda
hoy con Daniel.

Hubo una larga pausa.

—Sé que él significa algo para ti.


—Lo hace. —Vhalla no lo negó.

—Tú y él… —Aldrik hizo una pausa, sin saber si quería continuar esa línea
de preguntas.

Vhalla nunca quiso que su amor fuera inseguro, pero había algo casi
tranquilizador en el recordatorio de que él era mortal y sentía vacilación y celos.

—No éramos nada —le aseguró a su prometido—. Podríamos haberlo sido,


pero no lo fuimos. Te había prometido mi corazón.

Una mano soltó las riendas para entrelazar sus largos dedos contra los de
ella. Vhalla suspiró con satisfacción. Sus dedos trazaron formas alrededor de su
muñeca mientras el balanceo del caballo la arrullaba en un estado nebuloso.

—Nunca haré que te arrepientas de esa decisión. Nunca más —juró Aldrik.

—Prometo lo mismo.

Su viaje hasta el límite con el Este transcurrió felizmente sin incidentes. Se


encontraron con otro pueblo en su mayoría abandonado donde Fritz, el único
hombre del Sur del grupo, se arriesgó a intercambiar suministros. No había
suficiente comida para ninguno de ellos y los estómagos huecos ahora ponían a 33
prueba la paciencia. Sin embargo, lo que ayudó fue que Vhalla se hiciera cargo
de las vigilias por la noche. Jax protestó con vehemencia después de que Daniel
casi la matara, pero Vhalla insistió. Había dejado caer su espada voluntariamente
por Daniel. No había muchas otras personas que pudieran obtener tal respuesta.

Pasó días durmiendo contra la espalda de Aldrik; como resultado, ella era
la más descansada del grupo. Lo que hacía que tomar vigilancias para que todos
pudieran dormir fuera la tarea más lógica. No habían encontrado otro refugio y
se vieron obligados a pasar más noches frías en el suelo.

Al poco tiempo de viajar juntos, Daniel comenzó a agitarse violentamente


mientras dormía. Sus brazos y piernas se movían por todas partes mientras
lloriqueaba y lloraba para sí mismo. Le recordó los días que siguieron a la Noche
de Fuego y Viento y, en lugar de despertar al hombre abruptamente, se acomodó
a su lado.

Daniel lanzó un gancho derecho que ella esquivó por poco mientras su
palma se aplastaba contra su frente salpicada de sudor. Sus ojos ganaron claridad
cuando se dio cuenta de quién era ella. Vhalla no dijo nada, soltó un suave shh y
le suplicó con los ojos que volviera a dormir. Su labio inferior tembló, y la miró
con miedo mientras ella acariciaba tiernamente el cabello sudoroso de su frente.
Ella no le mintió. No le dijo que todo estaría bien. Simplemente se sentó en
solidaridad, comprendiendo su dolor.

A la mañana siguiente, tuvo una recaída. A lo largo del día, Vhalla hizo todo
lo posible por recordarle quién era él, quién era ella, adónde iba, que escapó de
las garras de Victor. Ayudó, por un poco, hasta que todo el proceso se repitió. Sin
embargo, a pesar de todo esto, Vhalla no había entendido realmente la
profundidad del terror de Daniel hasta una tarde, unas pocas horas después de
su vigilancia.

Esa tarde, un destello de luz en la distancia llamó su atención. Vhalla se


detuvo mientras miraba a través de la nieve brillante hacia el Gran Camino
Imperial. Levantando una mano para cubrirse los ojos, tres figuras se enfocaron
lentamente. Dos guardias y una bestia que se arrastraba a cuatro patas entre ellos.
El monstruo era peor de lo que jamás había soñado, de lo que jamás hubiera
podido imaginar.

Una lengua larga y negra colgaba de sus fauces abiertas. Los dientes
demasiado grandes para caber en su boca sobresalían en ángulos extraños,
afilados como navajas; una saliva negra como la tinta rezumaba entre ellos y
goteaba sobre la carretera. Garras rasparon la nieve, susurrando sobre las piedras 34
del camino debajo.

Ella se puso de pie, paralizada por el horror, antes de ponerse en


movimiento.

—Fritz —dijo, sacudiendo el hombro de su amigo.

—Vhal…

Vhalla apretó una mano sobre su gemido. Se llevó el otro dedo a los labios
y susurró apresuradamente detrás de él:

—Necesitamos una ilusión.

Mientras apartaba la mano, Vhalla señaló los horrores del patrullaje. Fritz
lo miró con incrédulo horror.

—¡Fritz, ahora! —siseó.

—Cierto. —Se agachó, agitando las manos en el aire. Vhalla vio el destello
revelador de la magia, como el calor de las piedras en un día de verano, entre
ellos y la carretera.

Luego despertó a Aldrik.

—Patrulla.
Sus ojos oscuros estaban alerta y despiertos de inmediato. Se lanzaron hacia
Fritz, quien permaneció paralizado en su ilusión.

Despertaron lentamente al resto del grupo. Sehra frunció el ceño en el


segundo en que abrió los ojos, aunque Vhalla supo por la forma en que su mirada
escaneó instantáneamente el horizonte, que su expresión no se debía a que la
habían despertado prematuramente. Su atención se centró en el horror y tomó
una fuerte bocanada de aire por la nariz.

—Sehra —siseó Za. La arquera sacó el arco de su pecho y sacó una flecha
del carcaj en la parte baja de la espalda.

—Espera —suplicó Vhalla. Za frunció el ceño ante la orden—. Ilusión.

Ambas miraron a Fritz antes de intercambiar otra mirada. Sehra asintió


levemente.

Vhalla se volvió hacia la carretera. Los monstruos de cristal estaban casi


directamente frente al grupo y no mostraban indicios de que tuvieran idea de que
los viajeros estaban en la nieve a un buen lanzamiento de roca de distancia. Todos
parecían contener la respiración.

Entonces Daniel se despertó. 35


Vhalla no sabía si se despertó solo o si sintió la tensión en el aire. O si Jax
había elegido despertarlo en caso de que tuvieran que correr. Cualquiera que sea
el caso, el resultado fue el mismo.

En el momento en que los ojos de Daniel vieron a la patrulla, comenzó a


temblar violentamente. Vhalla intentó moverse en el mismo instante que Jax. Ella
estaba más lejos, él fue más lento.

Un grito de puro terror salió de la garganta de Daniel. La mano de Jax le


tapó la boca con tanta fuerza que empujó al otro hombre hacia la nieve. Fue
interrumpido, pero pareció resonar a través del bosque en calma hasta la
eternidad.

Las orejas puntiagudas de la bestia se animaron, girando en su dirección.


Daniel permaneció agitándose en el suelo, Jax tratando de mantenerlo bajo
control. Rodaron por la nieve.

—¡Han venido por mí! —Daniel gimió de horror, lo cual se hizo realidad.

La bestia y los horrores andantes comenzaron a correr hacia el sonido. Fritz


miró hacia atrás, preso del pánico.
—Fritz, camufla a Aldrik como a cualquier otra persona. Aldrik, Jax, Elecia,
manejen a los soldados. Za, Sehra, la bestia. Yo me ocuparé de Daniel —ordenó
Vhalla rápidamente, rezando para que la nieve crujiente bajo el enemigo que se
acercaba rápidamente ocultara su uso de nombres. No sabía qué conexión tenían
con Victor, pero recordó cómo el soldado reanimado había exigido que la gente
se arrodillara para que Victor pudiera ver su lealtad.

Jax soltó a Daniel y Vhalla saltó sobre el hombre preso del pánico. Luchó
con el hombre agitado y se concentró en mantenerlo en un lugar mientras el resto
del grupo se ponía en movimiento.

El hielo crujió cuando Fritz abandonó su ilusión. Lanzas malvadamente


afiladas bloquearon el camino de las criaturas, deteniéndolas un momento. Za
apuntó una flecha mientras Sehra levantaba una mano como Vhalla la había visto
hacer en las Cavernas de Cristal. Un destello de luz y la flecha voló como un rayo
de sol, directamente hacia la bestia. Golpeó entre los ojos y la criatura cayó
muerta.

Sehra se desplomó, jadeando pesadamente. Za dio medio paso frente,


enviando otra flecha volando. Fue seguida por el fuego. Vhalla nunca había visto
a Aldrik hacer cenizas algo tan completamente. Fue como si desatara toda su 36
rabia en un solo estallido. El soldado estaba ennegrecido.

—¡No dejen que me lleven! —gimió Daniel—. ¡Dejé al rey, el único rey
verdadero! No dejen que me lleven.

—¡Detente! —gritó Vhalla. El hombre de alguna manera se había convertido


en un pulpo, pareció brotar miembros con los que alejar a Vhalla. Le dio un
codazo en la cara y un rodillazo en el estómago, pero ella se mantuvo firme—.
Nadie te lleva; irás a casa.

—¡Se alimentarán de mí! ¡Me comerán! —gritó él.

—¡Detente! —Vhalla se revolvió, inmovilizándolo al sentarse sobre su


pecho y sujetándole los brazos con las rodillas—. Mírame. —No dejaba de
agitarse, moviendo la cabeza de un lado a otro—. ¡Mírame! —gritó, agarrando
sus mejillas. Saliva burbujeó de su boca a causa de sus sollozos—. ¡Nadie te va a
llevar! Nadie. ¡Eres libre! Irás a Paca, donde comerás nueces confitadas hasta que
seas viejo y gordo.

Daniel exhaló bocanadas blancas de aire mientras recuperaba lentamente el


control de sí mismo.

—No dejaré que te lleven —susurró ella—. Lo prometo.


Él se atragantó con la respuesta, y Vhalla solo pudo darle una media sonrisa
alentadora antes de que saliera de encima suyo.

Jax hizo a Vhalla a un lado y prácticamente levantó a Daniel del suelo.

—¿Quieres que nos maten?

Vhalla no había visto al último soldado caer, pero los tres monstruos
atacantes parecían muertos. Por otra parte, para empezar, habían estado muertos.

—Basta, Jax. —Vhalla se puso de pie y se frotó el hombro—. Sabes que no


quiso hacerlo.

Jax frunció el ceño y suspiró.

—Lo sé, lo sé.

—Lo siento —balbuceó Daniel—. Yo-yo casi hago que los maten. Casi.
Baldair me pidió que te protegiera y casi hago que te maten.

—Daniel, está bien. —Vhalla trató de calmarlo.

—No. No. —Daniel cayó de rodillas—. Los maté, los maté.

Sus ojos perdieron claridad mientras buscaba a tientas en su armadura. 37


Vhalla reconoció la espada que desenvainó como la que había sostenido contra
su garganta. Pero esta vez, no la blandió contra nadie más.

—Solo te haré daño de nuevo. Solo mataré de nuevo. Le he fallado a Baldair.


He fallado a mi juramento.

Vhalla apenas tuvo tiempo de pensar no mientras Daniel giraba la hoja


sobre sí mismo. Vio lo que estaba sucediendo un segundo demasiado tarde.

Pero no pinchó la piel.

Aldrik y el otro hombre cayeron perdidos. El Emperador era mucho más


coordinado y más rápido que el soldado enloquecido y trastornado. En un
segundo, había arrancado la hoja del agarre de Daniel y le había dado un
puñetazo en la cara con la otra mano.

La ira y el alivio atravesaron el pecho de Vhalla.

—¡Idiota! —gritó Aldrik. Agarró el cuello de Daniel con una mano,


sacudiéndolo como un muñeco de trapo—. Eres mejor que esto.

Daniel quería objetar, pero Aldrik no se lo permitió.


—¿No lo crees? Entonces avergüenzas aún más a mi hermano y a ese tonto
Guardia Dorado suyo. Demuestras que eligió hombres débiles, fáciles de romper
—gruñó Aldrik—. Eres un tonto egoísta. Ella está tratando de salvarte, ¿y tú la
lastimarías con esto?

Ambos hombres miraron el cuchillo descartado, el resto del grupo


olvidado.

Aldrik suspiró profundamente y sus hombros se hundieron con un peso


invisible que había estado soportando durante una década. Su agarre se aflojó.

—Lo sé. —Estaba medio hablando para sí mismo—. He estado ahí. Parece
que no hay otra opción. Que el mundo es demasiado pesado, demasiado horrible
como para mejorarlo. Sé que me odiarás, nos odiarás, la odiarás a ella, por no
dejarte sentarte aquí y morir.

»Pero algún día, cuando estés feliz y contento, y sé que no me creerás


cuando te diga que algún día serás feliz y contento nuevamente, nos lo
agradecerás. Nos agradecerás por no dejarte salir de este cuerpo mortal sin luchar
porque tienes más para dar.

—Aldrik… —dijo Elecia. Las yemas de sus dedos estaban presionadas 38


contra sus labios, y Vhalla vio que el reconocimiento agrandaba sus ojos color
esmeralda. La mujer entendió algo sobre su primo que nunca le habían dicho y
de repente pudo ver una piedra angular de la jaula de la culpa que él había
construido para sí mismo.

—Prométeme que seguirás con vida —exigió Aldrik. Prométeme que


lucharás contra la oscuridad de ese hombre. Que estarás conmigo en el sol.

Daniel tragó en estado de shock, horrorizado. Y algo volvió a su lugar. Algo


se movió en sus ojos en la dirección correcta. Asintió.

—Le doy mi palabra, milord.


Los horrores de Daniel, su mente rota, no se podían arreglar con unas
cuantas palabras. Pero había algo mágico en su acuerdo con Aldrik. Mientras
viajaban, tuvo más momentos de claridad. Habló en frases cortas con Jax. Se
derrumbó menos.

Todavía se revolvía en sueños y evitaba a Vhalla como si le produjera un


dolor físico mirarla o el ojo amoratado que lucía. Pero permaneció, en su mayoría,
estable. Tan estable como podría ser alguien en su condición.

Finalmente llegaron al límite con el Este. Una vez más, Vhalla vio una
patrulla en la distancia durante su guardia. Pero la ilusión de Fritz los mantuvo
en secreto, y esta vez Daniel se limitó a murmurar y mecerse.

—Vamos al Norte —anunció Za mientras reducían la velocidad. Sacó a


Vhalla de su sueño y ella se despertó de debajo de la capa de Aldrik. 39
Sehra sostuvo los ojos de Vhalla durante un largo momento. Vhalla asintió
afirmativamente.

—Nuestro trato se mantendrá.

—Sé que lo hará. —La Hija de Yargen hizo algo en ese momento que Vhalla
no había visto ni una vez en ella. Su boca se curvó en forma de sonrisa exhausta,
pero sincera—. Mis ojos han visto la verdad. Protegerás esta tierra.

—Lo haré. —El voto era redundante e innecesario, pero Vhalla lo dijo de
todos modos. Ella cumpliría ese voto en el mundo tantas veces como fuera
necesario hasta que se hiciera realidad.

Sehra se volvió hacia Aldrik.

—Confiar tu corazón a esta mujer puede ser la elección más inteligente que
has tomado, Aldrik Solaris.

—No estaría en desacuerdo. —El Emperador asintió levemente—. Enviaré


un mensaje cuando lleguemos a Hastan. Espero que encuentres viajes más
seguros en el Oeste.

—Mantengo a Sehra a salvo. —Za se enderezó en su montura. Sehra le dio


a su responsable una mirada de agradecimiento.
—Shaldan tiene buenas acciones. Estaremos bien. Esperaré tu palabra.

Las mujeres del Norte continuaron paralelas al Gran Camino Imperial


mientras los otros seis iban por el límite con el Este. Vhalla observó hasta que el
bosque cada vez más escaso y el resplandor del sol en una ligera capa de nieve
los oscurecieron de la vista.

—¿Crees que mantendrán su palabra? —susurró Aldrik con incertidumbre


en el momento en que ella estuvo bajo su capa una vez más.

—Sí —afirmó Vhalla con un asentimiento—. El enemigo de nuestro


enemigo es nuestro amigo. —Hizo una pausa, pensando en sus siguientes
palabras—. Y esos amigos pueden tener más para darnos y enseñarnos de lo que
sabemos.

—Si tan solo esa relación no hubiera comenzado a punta de espada —


murmuró Aldrik.

Vhalla lo apretó ligeramente.

—Un Emperador de la paz puede concentrarse en sanar esas heridas.

—A costa de los primeros catorce años de la vida de mi primogénito. 40


—Las protecciones no son tan infrecuentes —trató de calmarlo—. Dejé mi
hogar a los siete años.

—No finjas que esto es fácil para ti.

Ella no respondió a su amarga declaración, por lo que Vhalla simplemente


presionó su mejilla contra su espalda y cerró los ojos.

El bosque siguió haciéndose más escaso durante los próximos días. La nieve
comenzó a derretirse y desaparecer hasta que solo hacía frío, la hierba marrón
fue aplastada bajo los cascos de los caballos. El clima se calentaba cuanto más se
alejaban hacia el norte y las brisas costeras, ininterrumpidas por las montañas,
mantenían las ominosas nubes grises de nieve en el sur.

La primera visión del Este casi hizo que los ojos de Vhalla se llenaran de
lágrimas. Las colinas rodaban sobre sí mismas como velas en la brisa. Había un
olor a tierra que permanecía en su nariz, elevándose desde la tierra fértil.

Se alejaron de la carretera y la cobertura de los árboles disminuyó. Si una


de las patrullas de Victor estuviera en el área, sobresaldrían por encima de los
pastos altos. Pero no hay más patrullas. No había mucha gente, y ese hecho
comenzó a preocupar profundamente a Vhalla. La carretera estaba vacía de
carros que llevaban las cosechas de invierno al mercado. Los campos estaban
vacíos. El primer pueblo abandonado que atravesaron hizo que Vhalla se diera
cuenta de la tontería de su idea de que Victor solo había penetrado en el Sur. El
hombre quería gobernar el mundo.

Ella optó por ignorar el miedo en el fondo de su mente, pensamientos que


la roían más cada día. Temía que la familia de Daniel no estuviera donde los
había dejado. No era una espiral lejana que Vhalla se preocupara por su propio
padre. Aldrik sintió sus preocupaciones y las abordó una vez mientras montaba,
pero Vhalla no quería hablar de eso. Era como si decir las palabras en voz alta
solo aumentaría su probabilidad de ser reales.

El destino les lanzó una pequeña sonrisa. A medida que avanzaban hacia el
corazón del Este, los signos del dominio tiránico de Victor comenzaron a
disminuir. La gente tenía una cierta ventaja que Vhalla no estaba acostumbrada
a ver. Pero aún así siguieron con sus días. Seguían atendiendo sus campos y el
olor a pan horneado flotaba cada vez que pasaban por una granja.

Vhalla ya no se escondía bajo la capa de Aldrik. Su piel de color ámbar y su


cabello color nuez se mezclaban con las sombras del Este. Ella era de piel más
clara que la mayoría de su gente, pero eso se debía a que pasaba la mayor parte
de su tiempo en bibliotecas y no en el campo. 41
Las imágenes y los sonidos sanaron a Daniel hasta el punto de que él tomó
la iniciativa. Ayudó cuando la gente empezó a reconocerlo. Un anciano se detuvo
mientras se ocupaba de sus asuntos. Una mujer llamó desde un campo cercano.

La voz de Daniel sonaba más fuerte con cada palabra que decía, y Vhalla se
permitió sonreír. Si un conocido al azar podía ayudarlo tanto, se atrevía a tener
esperanza con lo que podría hacer al regresar con su familia. Llevarlo a casa había
sido la decisión correcta, se aseguró a sí misma.

—Mi casa no está lejos —informó al grupo—. Puedo ir desde aquí.

—Bueno, si insistes. —Elecia se encogió de hombros.

Vhalla le lanzó una pequeña mirada de frustración.

—Te llevaremos allí —insistió Vhalla.

—L-les he causado suficientes problemas. Incluso a pie, solo…

—No, Daniel —interrumpió ella gentilmente—. Te acompañaremos hasta


tu puerta.

Todos los pueblos vacíos y las casas manchadas de sangre aparecieron en


su mente. Los aldeanos les habían dicho que no esperaban ver regresar a ninguno
de los guardias. Que los horrores andantes se habían adentrado tanto en el Este
e informaron a hombres y mujeres de los decretos de Victor. Vhalla no iba a dejar
que Daniel se adentrara a lo desconocido. ¿Y si su familia había sido asesinada
peleando en memoria de un hijo al que creían muerto?

El pensamiento permaneció con Vhalla durante el resto de la tarde mientras


veía pasar las casas y los campos. Las palabras de Egmun regresaron. Ella había
sido la llave, algo para usar, y él lo supo desde el segundo en que supo lo que era
ella. Vhalla se dio un masaje en el hombro. Diez vidas no serían suficientes para
arreglar todo para el mundo al que tanto había hecho daño.

La casa de Daniel estaba en las afueras de Paca, justo donde él dijo que
estaría. No mostraba signos de confusión; no había signos de pelea. Vhalla
contuvo la respiración mientras la pequeña casa se hacía cada vez más grande
hasta que estuvieron lo suficientemente cerca para escuchar el sonido metálico
de las herramientas del hogar.

Él desmontó lentamente y Vhalla hizo lo mismo, permaneciendo un paso


vacilante detrás de él. Nadie habló. El pacífico zumbido de la vida diaria y el
suave sonido de los estribos llenaban el aire. Daniel levantó una mano para
llamar y la puerta de madera se abrió desde adentro. 42
Una mujer de mediana edad que vestía un delantal, con harina hasta los
codos, miró al soldado en su puerta. La confusión en su rostro hizo que Vhalla se
preocupara de que tal vez en el estado mental actual de Daniel los había llevado
a la casa equivocada. Todas sus preocupaciones se hicieron añicos cuando la
mujer dejó escapar un gemido de sorpresa, seguido rápidamente de lágrimas.

—¡Danny, mi niño! —gritó la mujer, echando sus brazos alrededor de los


hombros de Daniel.

—¿Danny? —dijo un hombre mayor cuando apareció, parpadeando ante


los viajeros en su puerta. Tan pronto como sus ojos se posaron en los dos
miembros de la familia abrazados, extendió la mano y los tomó en sus brazos.

—Mamá, papá —dijo Daniel con una voz que Vhalla nunca había
escuchado de él antes—. De-deserté de mi puesto. Yo…

—Shh, mi querido niño, tranquilo. —La mujer acarició el cabello de su hijo


mientras él se aferraba a ella con fuerza.

—Yo-yo m-maté…

—Solo a las personas necesarias para poder regresar a casa con ustedes —
interrumpió Vhalla.
Su interferencia en la conversación rompió el momento, y los tres se
volvieron para mirarla. Daniel se frotó la nariz con el dorso de la mano, la que le
faltaba el guantelete. Vhalla le dio una sonrisa alentadora. La sangre nunca se
lavaría de sus manos; ella estaba muy familiarizada con eso. Pero podía empezar
a dejarlo atrás. Podría dejarse estar en casa.

—¿Quiénes son tus amigos? —preguntó finalmente su madre.

—Ellos son… —Claramente inseguro de cómo responder, Daniel vaciló.

—Mi nombre es Vhalla Yarl —respondió por él una vez más.

—¡No uses tu nombre real! —siseó Elecia en desacuerdo.

—¡Fritznangle Charem, del noble clan Charem! —anunció Fritz


alegremente, quitándose la capucha.

—Elecia, de la actual casa noble Ci’Dan —dijo Elecia con resignación.

—Jax —dijo simplemente el hombre del Oeste.

Todos los ojos se posaron en Aldrik expectantes. Con el más pequeño de los
suspiros, soltó las riendas y alcanzó los lados de su capucha. Su cabello colgaba
flácido alrededor de su rostro, un desastre igual a la mugre que los cubría a todos. 43
Pero no importaba. Su imponente presencia nunca fue impulsada por su
apariencia, a pesar de lo que Vhalla pudo haber pensado en uno que otro
momento. La piel del hombre frente a ella era fuego, él ardía con algo más fuerte
que toda su ropa cuidadosamente hecha y su imponente armadura negra.

—Emperador Aldrik Ci’Dan Solaris.

—¿Qué? —La mujer miró entre ellos ante sus extrañas proclamas—. Daniel,
esta gente… seguramente debes saber lo que pasó en la capital.

—Lo sé. —Daniel se apartó del toque de su madre—. Sé muy bien lo que
pasó en la capital. —Suspiró profundamente, dejando escapar la agudeza en su
voz—. Pero también sé que son quienes dicen ser. Y si no fuera por ellos, no
estaría vivo.

—Entonces, milord —la mujer se dirigió a Aldrik—, gracias por traer mi


hijo a casa sano y salvo.

—No me agradezca a mí. —Aldrik le hizo un gesto a Vhalla—. Fue gracias


a mi señora.

Cualquiera que fuera la gratitud que la mujer estaba acumulando sobre ella
se vio momentáneamente eclipsada cuando Vhalla miró a Aldrik. Su señora, esas
palabras, dichas tan públicamente. Ya no escondían su amor por el otro, lo
aceptaban para que todos lo vieran.

—Déjennos darles la cena, un lugar donde pasar la noche —ofreció la mujer.

—Podemos encontrar un lugar en el pueblo —dijo Aldrik


definitivamente—. No quisiera poner a su familia en mayor riesgo con nuestra
presencia. Pero gracias por su oferta de hospitalidad.

—Cualquier cosa por el verdadero Emperador. —La mujer sonrió y parecía


que su rostro no había tenido esa expresión en mucho tiempo—. Y por la gente
que nos trajo a Daniel a casa.

—¿Van a poner fin a esa tontería de Rey Supremo? —preguntó el padre de


Daniel.

—Lo haremos. —No hubo dudas en la voz de Aldrik.

—Vhalla… —Daniel se giró hacia ella.

Ella lo miró y le devolvió la mirada al caparazón cansado del hombre que


una vez conoció. Volver a casa le había hecho bien, y las asperezas ya se estaban
suavizando a su alrededor. Pero estaba tan destrozado que Vhalla sabía que su 44
mente estaría alterada para siempre.

Si no fuera por ella, él no estaría en este estado. Él seguiría siendo el hombre


con el que ella se había sentado en un tejado de las Encrucijadas. Un hombre que
habría sido suyo si las estrellas hubiesen constelado un diseño diferente en su
corazón.

—Lo lamento. —Vhalla luchó por encontrar algún volumen en sus


palabras—. Lamento lo que he hecho.

—¿Vhalla? —Estaba comprensiblemente confundido.

—Sé que no lo entiendes. —Se tragó el nudo en la garganta—. Y está bien,


no es necesario. Pero quiero que me escuches y aceptes mi promesa de que
arreglaré esto. Pondré fin a las cavernas de una vez por todas.

—Te creo. —Con ese simple acuerdo, añadió combustible a su propósito.


Su fe en ella era más de lo que merecía y la atesoraría para siempre.

Vhalla lo abrazó con suavidad, una criatura que sabía que se asustaría si se
movía demasiado rápido o lo sujetaba con demasiada fuerza.

—Mantente a salvo y sé feliz.


Jax estaba esperando detrás de ella cuando soltó a Daniel. Vhalla ni siquiera
lo había oído desmontar, y el hombre estaba inmóvil como una estatua. Los dos
Guardias Dorados, probablemente los dos últimos miembros vivos, se evaluaron
mutuamente.

—Soldado. —Jax hizo una larga pausa para reunir sus palabras y
emociones—. Está retirado de su posición.

Era algo que Vhalla nunca hubiera pensado en decir, pero el profundo
impacto que tuvo en Daniel fue instantáneo. Las lágrimas brillaron en sus ojos,
desbordando las esquinas. Alcanzó a Jax y los dos hombres se abrazaron.

—Baldair querría que lo supieras. —Jax apoyó una palma en la parte


superior de su cabeza—. Has sido retirado honorablemente de la guardia.

Jax se puso su capucha tan pronto como se separó de Daniel. Todos hicieron
lo mismo mientras salían y se alejaban de la casa de Daniel. Elecia y Fritz
hablaron a la ligera entre ellos, la distancia desde el sur finalmente comenzó a
aligerar el estado de ánimo entre todos. Pero uno de ellos todavía tenía una nube
oscura sobre su cabeza. Jax mantuvo la cabeza gacha y la capucha ceñida con
fuerza alrededor de su rostro, hasta llegar a Paca.
45
El pequeño pueblo del Este era tal como lo recordaba Vhalla. Un
ayuntamiento desgastado era el edificio más grande, un pequeño escenario para
anuncios y elecciones en su frente. También era donde la banda tocaría durante
el Festival del Sol. Ella hizo una pausa, sonriendo con cariño.

—¿Es esta tu ciudad natal, Vhal? —Fritz también se detuvo.

—No. —Ella sacudió su cabeza—. Pero mi familia solía venir aquí para
comerciar en el mercado o para eventos importantes. Leoul es incluso más
pequeño que esto, no hay mucho allí.

—¿Qué tan lejos está tu casa de aquí?

Vhalla tarareó pensando.

—¿Quizás a un día de viaje hacia el noroeste?

—No es en la dirección en la que nos dirigimos entonces. —Fritz suspiró


por ella.

—No, no lo es. —Vhalla no pudo evitar el anhelo nostálgico de su voz.

—Deberíamos ir —dijo Aldrik definitivamente.

—¿A Leoul?
—A tu casa —aclaró.

—Pero está a un día fuera de camino y tenemos prisa —protestó Vhalla


débilmente.

—También creo que deberíamos ir. —Elecia era la última persona que
Vhalla esperaba que expresara su apoyo. Se explicó ante la mirada inquisitiva de
Vhalla—: La familia es increíblemente importante. Yo querría asegurarme de que
mi padre estuviera a salvo.

—Nos quedaremos aquí por la noche, dormiremos bien y mañana iremos a


tu casa.

El Emperador había hablado, y un extraño lío de contradicciones libró una


guerra en el pecho de Vhalla. Estaba emocionada por volver a casa. Extrañaba
desesperadamente a su padre después de todo lo que había sucedido. Pero estaba
aterrorizada por lo que podría encontrar. Sus orígenes no eran un secreto. ¿Y si
Victor había enviado un monstruo a buscar a su padre? E incluso si su padre
estaba a salvo, ¿qué pasa si él no quería tener nada que ver con ella? Mucho había
cambiado desde la última vez que ella estuvo en casa. ¿Estaría orgulloso de la mujer
en la que se había convertido?
46
Afortunadamente, Vhalla conocía la ruta a la posada lo suficientemente
bien como para no tener que dedicarle gran parte de su mente desordenada a eso.
No había ningún riesgo de que la posada se llenara, dadas las circunstancias del
mundo, por lo que no tuvieron que luchar por establos. Un anciano, calvo en la
parte superior y blanco en los costados, dormía en la encimera.

—¿Gerald? —Vhalla parpadeó ante lo poco que había cambiado. Entre ella
hablando y la puerta cerrándose detrás de Fritz, el hombre corpulento se movió
y se ajustó los tirantes.

—¡B-bienvenidos! —Tosió el sueño que tenía atascado en la garganta—. ¡No


hay muchos viajeros en estos días! ¿Les puedo ayudar en algo?

—Gerald, ¿de verdad eres tú?

—Bueno, no sé quién más podría ser. —Se rio entre dientes—. ¿Y quién de
verdad es usted, señorita?

Vhalla se bajó la capucha y él la miró a la cara sin comprender. Sabía que su


cabello estaba hecho un desastre y estaba cubierto de tierra. Cruzando la brecha
para que él pudiera ver mejor, Vhalla apoyó las manos en la encimera que apenas
había sido lo suficientemente alta para ver la última vez que la tocó. Gerald la
miró desde el otro lado.
—Yo… —La decepción la golpeó más fuerte de lo que esperaba cuando él
no pudo ubicarla—. Yo era solo una niña la última vez que estuve aquí. Tiene
sentido que no me recuerdes. Siempre venía con mi madre y mi padre para el
Festival del Sol y… —Ella soñó despierta durante un largo momento—. Lo siento,
necesitaremos una habitación para pasar la noche.

—Dos —corrigió Aldrik.

—Tres de plata. —El hombre se volvió para buscar las llaves que colgaban
de ganchos detrás del escritorio mientras Aldrik colocaba el dinero en el
mostrador.

—Entonces, ¿uno para las chicas y uno para los chicos? —preguntó Elecia
mientras subían las escaleras. Aldrik le lanzó una mirada que explicaba que ese
no era el caso, provocando un grito ahogado—. ¡No me hagas dormir con ellos!

—Has estado durmiendo con ellos todo el tiempo. —Aldrik puso los ojos
en blanco y puso una llave en la mano de Elecia.

—¡Eso es diferente! No hubo alternativa. Esto es tan inapropiado.

—Sea inapropiada conmigo, Lady Ci’Dan. —Jax movió las cejas.


47
—No le den problemas a la dama —regañó Aldrik.

—¡Nunca soy un problema! —Fritz hizo un puchero.

Jax sonrió con orgullo.

—Siempre soy un problema.

—Primo, tienes suerte de que te ame. —La aguda mirada de Elecia no tenía
peso, y Aldrik sonrió con cansancio—. Y yo elegiré cama primero.

—¡Yo de segundo! —Fritz entró en su habitación detrás de ella.

Jax no se movió.

—Me gustaría hacer guardia fuera de sus aposentos.

Vhalla parpadeó sorprendida, dándose cuenta de que se estaba dirigiendo


a ella. Casi había olvidado que él había sido su sombra más cercana en el viaje,
no solo porque viajaban en manada, sino también porque de alguna manera se
había convertido en su guardia jurado.

—Jax, ve a descansar. —El hombre del Oeste cruzó los brazos sobre el pecho
ante la demanda de Aldrik—. Si algo le sucede mientras ella está en mis brazos,
nunca te culparán a ti.
—Feliz de servir. —Jax hizo una reverencia, deteniéndose ante la puerta aún
abierta por la que Elecia y Fritz habían desaparecido—. ¡Oh, y si ustedes dos
necesitan un tercero, asegúrense de hacérmelo saber! —Con un guiño y una risa,
entró en la habitación.

Aldrik negó con la cabeza.

—Ese hombre.

—Nunca hay un momento aburrido —concordó Vhalla.

La habitación era pequeña y estaba ordenada. Una cama sencilla, una


mesita a un lado. La ventana estaba abierta para dejar entrar la fresca brisa
nocturna.

—¿Qué sucede? —preguntó Aldrik, cerrando la puerta detrás de él.

—No tenían vidrio la última vez que estuve aquí. —Vhalla apoyó la mano
en el cristal—. Pero no mucho ha cambiado.

Dos cálidas palmas cayeron sobre sus caderas y Vhalla sintió la longitud de
su cuerpo detrás de ella. El calor perpetuo que él irradiaba era un contraste con
todo lo demás en el duro mundo. Ella se recostó en esa calidez, dejando que sus 48
manos se deslizaran a su alrededor para abrazarla con fuerza.

—Has cambiado. —Su respiración movió su cabello mientras hablaba.

—Lo he hecho —susurró ella en respuesta. Más que nada, ese hecho era
ciertamente cierto. La última vez que estuvo en el Este, había sido una niña sin
propósito. Ahora tenía una idea de cómo se sentía el peso del mundo. Sabía cómo
el título de la nobleza se ajustaba a sus hombros y el papel más importante que
tenía que desempeñar. No volvería a su padre siendo una niña ignorante.

Él la rodeó para mirarla.

—Y amo a la mujer en la que te has convertido, profunda y completamente.

—Te amo, Aldrik. —Vhalla saboreó su toque mientras él le acunaba el


rostro—. Y temo que siempre lo haré.

—Ah, Vhalla. —Él se rio entre dientes, haciendo una pausa justo antes de
que sus labios entraran en contacto con los de ella—. Eso es lo único a lo que no
le temo.
El Emperador ciertamente había sido intrépido esa noche cuando se trató
de colmar su adoración sobre su dama. Le había recordado el fuego que vivía en
sus venas. Inmoló su pasión en el altar de sus mutuos votos. Los primeros rayos
del amanecer que se asomaban por el cristal de la ventana los encontraron
todavía enredados.

Un golpe en la puerta interrumpió su pacífica mañana, sacándolos del


sueño. Vhalla gimió y se dio la vuelta. Dos brazos la envolvieron, más fuertes de
lo que parecían.

—Aldrik. —Ella presionó el rostro contra su pecho desnudo. Habían


encontrado un baño básico la noche anterior y, aunque no tenía acceso a su
habitual jabón con aroma a eucalipto, aún conservaba el aroma del humo y acero,

49
un aroma propio de él.

—¿Qué sucede?

—Estás aquí. —Dada la locura que había sucedido, algo sobre despertar en
sus brazos, piel con piel, era maravillosamente imposible. Afirmó que no solo la
noche anterior había sido real, sino que había sido un pequeño vislumbre de un
futuro por el que luchaban.

—¿Dónde más estaría? —Él se rio profundamente, dándole un dulce beso.

—En ningún otro lugar, nunca más.

—¿Ya están despiertos? —llamó Jax a través de la puerta—. Avísenme si


están desnudos para que pueda entrar.

—Jax. —La voz de Elecia era aguda como los puñales que probablemente le
lanzaban sus ojos—. No me hagas pensar nada por el estilo sobre mi primo, por
favor.

—Todos sabemos lo que pasó. No es como si hubiesen sido silenciosos —


respondió Jax.

Elecia comenzó a cantar una canción, en voz alta, por encima de las palabras
de su compañero.
—¿Qué hicimos al forzar a esos dos a estar juntos? —Vhalla se rio mientras
se sentaba. No se sentía en lo más mínimo culpable por sus pasiones; ni siquiera
había un fantasma de rubor en sus mejillas.

—A Elecia le vendría bien relajarse un poco. —Aldrik se puso de pie.

Ahora, había una vista que pondría color en su rostro.

Jax comenzó a divagar.

—Oh mi señor, el día ha comenzado, comencemos la diversión, la hora del


sol, de hecho ha llegado, así que por favor, por favor…

—Oh, por la Madre, no hables en rimas —gruñó Aldrik a través de la


puerta—. Es lo único peor que tu sentido del humor. Bajaremos en un momento.

Su ilusión de paz se disipó como la niebla de la mañana sobre un campo.


Muy pronto, la ropa volvió a estar en ellos y se echaron las capas sobre sus
hombros. Vhalla consideró a Aldrik mientras bajaban las escaleras para unirse al
grupo. El Emperador iba a estar en su casa.

—Se levantaron temprano —observó Geral, con una taza humeante de té de


trigo entre las manos. 50
Vhalla devolvió las llaves con una sonrisa.

—Tú también.

—Bueno, sí. —El hombre hizo una pausa, su expresión seria—. ¿Están
esquivando a los Inquisidores?

—¿Inquisidores? —Miró a sus camaradas para ver si sabían de lo que


hablaba Geral, pero el grupo parecía tan confundido como Vhalla.

—Pensé que lo habrían escuchado…

—Ha habido mucho que escuchar —alentó Vhalla con delicadeza.

—Es todo lo que hace el Rey Supremo —comenzó Geral.

—¿Tú apoyas el cambio de régimen? —Deberían haber preguntado eso


antes de dormir bajo el techo del hombre.

—¿Luzco como un hombre que apoyaría la violencia sin sentido?

—No. —Vhalla dio un suspiro de alivio—. Entonces, ¿qué está haciendo el


Rey Supremo con los Inquisidores?
—Están barriendo el continente, pero su presencia se ha sentido
especialmente aquí en el Este. Tienen una forma de usar cristales para ver si
alguien tiene los poderes de un Caminante del Viento.

Vhalla recordó instantáneamente el libro de Victor. Él sabía que habría más.


No muchos, pero estarían ahí fuera. Un Caminante del Viento podría ser la única
oposición posible a sus poderes. La información fue tan útil como aterradora para
las personas que serían confirmadas que tenían la capacidad.

Gerald continuó:

—Un grupo de viajeros extraños, como ustedes, pueden querer saber


información como esa.

—Gracias —dijo Vhalla con sinceridad, levantándose la capucha para irse.

—Creo que es gracioso —agregó Gerald—. Solo he oído hablar de una


Caminante del Viento en todos mis años. La primera en dejar el nido del Este y
volar. Esa era la chica llamada Vhalla Yarl. —Él apoyó los codos en la mesa
inclinándose hacia adelante—. Sin embargo, supongo que ya no sería una niña.
Sabes, ella se quedaba con sus padres en mi posada durante el Festival del Sol. Y
cuando escuché las historias de todo lo que le estaba sucediendo, lo bueno, lo 51
malo, la animé junto con el resto del Este.

La mano de Vhalla fue a su hombro, agarrándolo justo por encima de la


cicatriz.

—Ella es el orgullo del Este. Un faro de un nuevo futuro en el que la gente


puede empezar a ver Cyven como algo más que algunos pastos y cultivos entre
el Norte y el Sur. —Gerald dio un sorbo a su taza una vez más—. Lo que le pasó
a ella fue un crimen. Pero, de nuevo, escuché que tenía un buen historial de
esquivar la muerte misma. La verdad podría estar justo delante de nuestras
narices.

—Las cosas tienen una forma extraña de funcionar. —Las palabras de


Vhalla estuvieron cargadas de conmoción.

—Sí, lo hacen. —El hombre movió las manos y giró la taza; sobre ella estaba
el sol resplandeciente de Solaris—. Ahora váyanse, antes de que el Inquisidor
comience sus rondas por el pueblo.

Vhalla echó una última mirada a Geral antes de que la puerta se cerrara
detrás de ellos. Sus cálidas palabras la habían restaurado y aterrorizado. Esta era
su gente y la apoyaban. Ella los había traicionado y ahora tenía que hacer todo lo
necesario para salvarlos.
—¿Cuánto le pagamos? —Elecia rompió el silencio mientras revisaban sus
alforjas.

—Tres de plata —respondió Aldrik.

Elecia y Fritz intercambiaron una mirada.

—Fritz y yo bajamos cuando ustedes dos estaban siendo lentos. El hombre


dijo que habíamos dado demasiado por accidente. —Le tendió la mano a Aldrik,
tres monedas brillantes en el centro.

Él había devuelto el dinero.

El trueno de los caballos interrumpió los pensamientos de Vhalla. Cinco


hombres cabalgaron audazmente hacia el centro de la ciudad, hasta el pequeño
escenario que ella había admirado con cariño el día anterior. Cada eco de sus
pisadas sobre el bosque sonaba como un puñal a su infancia.

—Por orden del Rey Supremo Anzbel, hemos sido enviados a investigar el
mérito mágico de esta ciudad. —Los cinco llevaban capas negras con un wyrm
plateado cosido en la espalda. La gente parecía encogerse en sus hogares
mientras hablaba—. Se registrarán todas las ciudades del Este. Las búsquedas
serán aleatorias y continuarán a perpetuidad. Se pide a todos los que se 52
encuentran actualmente en el pueblo que se presenten ahora.

—Deberíamos irnos —susurró Elecia—. Mientras están distraídos por la


mayor parte inicial de la gente.

—Deberíamos —secundó Fritz.

Vhalla no se movió. Vio como la gente de Paca, su gente, caminaba hacia el


centro del pueblo. Diligentes y obedientes a las órdenes dictadas por aquellos en
posiciones de liderazgo, la gente del Este se alineó.

El líder asintió a dos de sus hombres, quienes comenzaron a hacer un rápido


barrido, comenzando en el extremo opuesto.

—Aquellos que son hechiceros conocidos, por favor repórtense a mis


asistentes y se les pedirá que demuestren su don de los Dioses y eviten la prueba.
—Hizo un gesto a los dos hombres a su lado. Vhalla notó que ninguno de ellos
era del Este—. Todos los demás, la prueba es simple. Sostendrán un cristal. Si
brilla, nuestro justo y Supremo Rey ha exigido que sean condenados a muerte
por poseer los poderes malditos del viento.

Vhalla no podía respirar. Él dijo que quería hacer un mundo para todos los
hechiceros. Mintió. Victor era el Rey Jadar nacido de nuevo.
—Victor tiene miedo. —Obligó a su mente a seguir moviéndose más allá de
su ira—. Le tiene miedo a los Caminantes del Viento. Todavía podemos
detenerlo.

—Honestamente, no puede pensar que haya más Caminantes del Viento. —


Aldrik negó con la cabeza.

—Existen. —Vhalla ni siquiera miró hacia atrás para ver la mirada


confundida en el rostro del Emperador—. Ha habido más. A todos los han
mantenido ocultos o los han matado.

El líder sacó un cristal de su bolso y, uno por uno, se movió entre la fila de
personas, pasándolo de una persona a otra. Vhalla se preguntó cuánto tiempo
pasaría antes de que el Inquisidor comenzara a mostrar signos de la mancha.
Recordó las historias de monstruos de Daniel y se preguntó si todo era una parte
importante de las maquinaciones de Victor.

Para casi todos, el cristal no hizo nada. Vhalla contuvo la respiración y miró
a los otros dos inquisidores que se abrían paso lentamente desde donde se
escondían a la sombra de los establos hacia la multitud.

—Vhalla, tenemos que irnos —instó Jax, ya que ella era la única de ellos que 53
no montaba.

Dio un paso atrás hacia Relámpago. Ella no podía hacer nada. No podía
detener esto.

Y luego escuchó un grito.

El niño tenía quizás doce años, no muy lejos de su ceremonia de mayoría


de edad, apenas lo suficiente como para tener pelusa en la barbilla. Miró a su
alrededor con pánico mientras todos lo miraban boquiabiertos, incluso los
inquisidores parecían sorprendidos. El cristal brillaba débilmente entre sus
dedos apretados.

—¡No! —Una mujer, presumiblemente su madre, golpeó la piedra como si


fuera un mal presagio—. ¡No, es un error!

—Lo siento de verdad. —El Inquisidor no parecía arrepentido en lo más


mínimo, sonaba casi emocionado—. Pero nuestro Rey Supremo hizo estos
cristales con su magia divinamente dada; no pueden estar equivocados.

El hombre de negro agarró al niño del brazo. Su madre agarró al otro.

—Por favor, por favor, él… lo criaré bien; lo educaré para que ame al Rey
Supremo. No dejaremos que su magia se muestre. —La mujer empezó a sollozar.
—La ley es clara. —El Inquisidor arrancó al niño mientras el pueblo miraba
con horror.

Vhalla se dio cuenta de que no importaba si Victor podía encontrar a todos


los Caminantes del Viento. Exhibiciones como esta garantizarían que ninguno de
ellos se exponga al mundo. La magia volvería a estar legalmente prohibida en el
Este; sería incluso peor que los Tiempos Arrasados por el Fuego. Victor era
inteligente y estaba enviando un mensaje claro para cualquiera que se atreviera
a exponer sus poderes.

—¡No! —gritó la mujer—. ¡No, no!

—¡Es solo un niño! —protestó otra alma valiente.

—No. —Vhalla dio otro paso hacia Relámpago.

—¡Ustedes! ¡Deben informar! —Uno de los inquisidores que recorría la


ciudad finalmente los había visto.

—¡Él es mi niño! —Otros miembros del pueblo habían comenzado a sujetar


a la mujer por su propio bien mientras el Inquisidor arrastraba al chico por la fila.

—¡Deténganse! —lloró Vhalla y clavó sus talones en los costados de 54


Relámpago—. ¡Detengan esto!

—¿Qué? —El líder parecía sinceramente desconcertado por un breve


momento mientras ella corría por la pequeña calle que atravesaba el centro de la
ciudad. Empujó al chico al suelo desafiante—. ¡Serás la próxima en ir en contra
del decreto del Rey Supremo!

—Bien, pero déjenlo ir —escupió Vhalla sin miedo—. No lo quieren a él. Yo


soy a la que quieren. —Ella se bajó la capucha—. Soy Vhalla Yarl, duquesa del
Oeste, dama de la Corte del Sur, y la que ustedes llaman la Caminante del Viento.

La Madre, colgada en lo alto del cielo, debió haber contemplado con cariño
el acto de Vhalla tonto por encima de todo porque en ese momento, un vendaval
arrasó la ciudad. Empujó su capa alrededor de su cuerpo desde atrás, como si
una mano invisible estuviera colocada sobre ella. Todos contuvieron la
respiración.

—¡Ella miente! —gritó uno de los asistentes—. ¡No duden!

El asistente extendió la mano y una lanza de hielo atravesó al niño por el


centro. Una tos de sangre, un gorgoteo y la máscara de la muerte estaba sobre él.

Con un grito de angustia, Vhalla cargó. No le importaba si ya no tenía


viento. Desgarraría al hombre miembro por miembro con sus propias manos.
Saltando de Relámpago, abordó al líder primero. Él se echó hacia atrás para
golpearla y Vhalla la esquivó, levantando su rodilla con fuerza entre sus piernas.
El viento lo dejó y Vhalla lo apartó de ella. Tropezó fuera del escenario con un
gemido amenazador y una serie de coloridas palabras. Ella desenvainó su espada
sin miedo.

El crujido del hielo iluminó el aire y Vhalla se giró. Pero donde había estado
el asistente no había más que una marca chamuscada en el suelo, la temperatura
de la plaza subió varios grados.

—¡Muévete y muere! —gritó Fritz, estirando la mano a uno de los dos


Inquisidores restantes. Jax estaba preparado, listo para atacar al otro.

—¿Qu-quiénes son ustedes? —El líder se alejó gateando, mirando entre


Vhalla y el Portador de Fuego en el caballo.

—El Señor del Fuego. —Aldrik se bajó la capucha, mirando al hombre que
de repente parecía nada más que una hormiga debajo de una montaña. Extendió
una mano y el fuego crepitó de su dedo, incendiando al líder.

Vhalla esperaba más represalias, pero el asistente que quedaba en el


escenario cayó de rodillas y llevó la cara al suelo polvoriento. Nadie parecía ser 55
capaz de procesar esta reacción.

—Milord, milord —gimió el hombre. Volvió la cara hacia arriba, mirando a


Aldrik como si fuera un dios—. Ha regresado de los pasillos del Padre para
salvarnos.

—¿Eres realmente quien dices que eres? —Un anciano se alejó de la madre
que lloraba por su hijo caído.

—Lo soy. —Vhalla miró a la familia rota con dolor, deseando poder revertir
el reloj—. Lo somos.

—No podemos creerles —gruñó uno de los Inquisidores, un hombre rubio


del Sur que miró a Fritz con crueldad.

—Ella es Vhalla Yarl —dijo Gerald—. Reconocería ese lío de cabello donde
sea.

—Estás viva. —El otro Inquisidor que Jax estaba amenazando habló con
asombro—. Es cierto, el Príncipe de Mhashan vive. —El hombre también cayó de
rodillas.

—Vhalla Yarl. —La madre dijo su nombre suavemente con un hipo. Todos
se giraron—. ¿Vas a terminar con esto?
—Lo haré —juró sin dudarlo. Su gente la miraba, y ella nunca volvería a
fallarles. Vhalla saltó de nuevo al escenario y se dirigió a Paca—. Los fuegos de
Solaris, los fuegos de la justicia, arden brillantes y calientes. El sol está saliendo y
arrojará esta oscuridad de la tierra. Terminaremos con el Rey Supremo.

»Viajaremos a Hastan. —Apenas se dio cuenta de que Aldrik la miró con


extrañeza por el rabillo del ojo, pero Vhalla estaba demasiado concentrada en
tranquilizar a los reunidos como para prestarle mucha atención—. ¡Nos
aseguraremos de que el Este esté con nosotros, con el Oeste y el Norte! Y
terminaremos con esto.

—Por lo tanto, únanse a Solaris o mueran con el rey falso —decretó Aldrik.

—El Oeste no siente amor por el rey falso —dijo el asistente del Inquisidor
más cercano—. Me arrodillaré felizmente por mi Emperador.

—¿Los estás perdonando? —chilló la afligida madre.

Vhalla miró entre ella y Aldrik con incertidumbre.

El Emperador respiró larga y lentamente por la nariz.

—¿Por qué serviste al falso rey? 56


—Mi hija estaba en la Torre —respondió el hombre. Vhalla notó que el otro
hombre se movía e inclinaba la cabeza. El parecido familiar se hizo evidente de
repente—. El Rey dijo que ella permanecería a salvo si su familia respondía a su
llamada de Inquisidores.

—¿Y tú? —Aldrik había notado la aparente conexión familiar entre los dos
hombres del Oeste y se giró hacia el hombre del Sur.

—Yo-yo… —tartamudeó el hombre—. No había otra opción. Esto o morir.

El hombre del Oeste a la izquierda de Vhalla entrecerró los ojos un poco,


pero no dijo nada. Vhalla recordó profundamente la descripción de Daniel del
estado de la capital. Ella entendió que muchos probablemente no podrían
entender a lo que se habían enfrentado los inquisidores.

—¿Sus corazones son leales a Solaris? —preguntó Aldrik.

Los tres dieron su afirmación.

—Entonces los perdonaré.

—¡Con una condición! —Vhalla sabía que una madre afligida podía
convertir a Paca en una turba enfurecida si no se añadía una condición. Se debía
tener algún tipo de castigo para que la gente descansara por la noche.
Aldrik se volvió hacia Vhalla. Él la miró fijamente, pero no se opuso. El acto
singular decía mucho sobre la autoridad que ya le había dado.

Vhalla respiró hondo, rezando por haber formulado una idea


suficientemente buena con tanta rapidez.

—Si huyen o se oponen a Victor, él les quitará la vida y la de sus seres


queridos. Sus muertes no ayudarán a nadie. Hay patrullas, supongo que deben
presentarse, y él tiene el poder de encontrarte más allá de todo eso. No quieren
ser un ejemplo para ese maníaco.

Nadie objetó.

—La lealtad a costa de sangre inocentes no es la base de un trono. —Miró a


los ojos de la gente del Este, suplicándoles que entendieran lo que estaba
diciendo—. Dos errores no hacen un bien. Y matar a aquellos que solo han
luchado por su libertad, matarlos por venganza no nos hace mejores que aquello
contra lo que estamos luchando.

»Para que puedan conservar sus vidas, si las usan para ayudar a sus
hermanos y hermanas aquí en el Este. Hagan lo que les dijeron. Usen el cristal
para encontrar Caminantes del Viento. Pero por cada uno que encuentren, 57
díganles que se escondan. Conviertan esa miserable cosa con la que Victor los ha
ensillado como regalo. No sean precursores de la muerte, sino devotos de la vida.
Díganles a los Caminantes del Viento que huyan, para perpetuar la creencia de
que hay y no habrá más en el Este, por ahora.

Vhalla no dejaría de lado su sueño secreto de que algún día los Caminantes
del Viento podrían estudiar de forma segura junto a otros hechiceros.

—Hagan correr la voz a otros Inquisidores que no quieran quitarle los hijos
a sus madres. Hagan esto y se habrán ganado su perdón.

Los inquisidores miraron de Aldrik a Vhalla, tratando de descifrar si ella


realmente tenía la capacidad de hacer tal decreto.

El hombre del Oeste finalmente habló.

—Al menos si voy a morir, entonces sería como alguien a quien puedo mirar
en el espejo. —Se levantó—. ¿Si eso pudiera complacer a nuestro señor?

Aldrik respiró hondo y le dio a Vhalla una mirada que ella no pudo
descifrar. Sus ojos estaban tristes, pero brillantes de pasión. Sus hombros estaban
flácidos y pesados, pero las comisuras de su boca se levantaron ligeramente en la
más pequeña de las sonrisas.
—Me complacería mucho. Ya que es el primer decreto de su futura
Emperatriz.

58
Vhalla recordaría para siempre la reacción de la gente de Paca ante el
anuncio de Aldrik de que Vhalla sería su futura Emperatriz. La gente que la
abrazó, la celebró, se repitió en su mente durante su viaje fuera del pequeño
pueblo. Se repitió hasta que un pensamiento molesto diferente se deslizó desde
la parte posterior de su cerebro, hasta que este nuevo pensamiento habló tan
fuerte que no tuvo más remedio que abordarlo.

—Lo siento —dijo Vhalla con sentimiento de culpa—. Por ir como lo hice
contra los Inquisidores.

Sus cuatro compañeros la miraron sorprendidos.

—No necesitas disculparte, Vhal —dijo Fritz alegremente.

Vhalla negó con la cabeza.


59
—Fue imprudente por mi parte, y también los puse a todos en riesgo.
Tendré más cuidado en el futuro.

—Bueno, asegúrate de hacerlo —dijo Elecia en tono altivo. Vhalla


compartió una pequeña sonrisa con la mujer antes de volver a concentrarse en la
carretera.

—Vhalla. —Aldrik llamó su atención en voz baja—. También tendría


cuidado con que la gente conociera nuestros movimientos.

Ella pensó un momento.

—Quieres decir que nos dirigimos a Hastan.

—Somos objetivos bastante fáciles en este momento. Cuanta más gente sepa
que estamos vivos, más gente nos perseguirá.

—Tendré más cuidado —prometió. Vhalla no volvería a disculparse. Las


disculpas no significaban nada y no iban a ayudarlos. Simplemente tenía que ser
mejor que nunca. Era un viaje en el que había estado durante un buen tiempo y
Vhalla estaba descubriendo que el camino para ser la persona que quería ser no
tenía un punto final. Siempre habría espacio para que ella se adaptara, cambiara
y mejorara.
—Bueno. —Aldrik se movió en su silla, deshaciéndose del peso de la
mañana—. Nunca estuviste en peligro real. Esos trozos de hechiceros no pueden
resistirme.

Vhalla se rio por primera vez en semanas.

—Olvidé que cabalgaba con el Señor del Fuego.

—Señor del Fuego —resopló Elecia—. Qué título tan ridículo.

—También podríamos pensar en un título para ti, ‘Cia. —Aldrik se detuvo


un momento—. ¿Dama de Piel de Piedra?

—Más como Corazón de Piedra —dijo Jax riéndose.

—Solo hay un título que me interesa —dijo Elecia solo una vez que se
aseguró de que se había quedado en silencio el tiempo suficiente para llamar la
atención de todos—. Dama del Oeste.

—Ya veremos. —Aldrik se rio entre dientes—. ¿Tu abuelo sabe que estás
compitiendo por derrocarlo?

—Yo nunca… —jadeó Elecia.


60
—Es bueno verte sonreír —comentó Fritz a Vhalla desde su izquierda—.
No lo he visto en, no recuerdo cuánto tiempo.

Vhalla se encogió de hombros.

—No ha habido muchas cosas por las que sonreír.

—Aunque las hay. ¿No crees? —Fritz también tenía una pequeña expresión
de alegría. Era pequeña, pero estaba ahí—. Todos estamos vivos, ¿verdad?

—Lo estamos.

—Creo que probablemente le daremos a tu padre un motivo para sonreír


también, con su hija volviendo de la tumba. —Fritz se pasó los dedos por el
cabello que se alargaba constantemente.

Eso era algo en lo que Vhalla no había pensado. Habían sabido en Paca de
las afirmaciones de Victor sobre su muerte. El miedo se apoderó de ella. ¿Y si su
padre pensaba que estaba muerta y se había marchado para huir de la lenta invasión de
Victor hacia el norte?

Vhalla miró hacia adelante. Tan lejos en el medio del continente, las colinas
de las montañas hacia el sur habían comenzado a aplanarse, y había como mucho
una pequeña pendiente hacia la tierra. Podía ver a gran distancia, pero su casa
aún estaba fuera de vista.

Cabalgaron el día con el viento en sus mejillas. No había chispa, no había


magia llamándola en él. De vez en cuando, apretaba los puños, pensando
tontamente que su magia regresaría simplemente por estar en el Este. Pero su
magia no volvería a ella a menos que hubiera suficiente para restaurar el flujo a
su Canal.

Vieron una vieja señal de carretera que era el primer marcador de Leoul. El
camino polvoriento y las cercas gastadas, que rodeaban el ganado y los pastos,
comenzaron a parecerle familiares. Todo comenzó a conectar como un
rompecabezas de recuerdos, y Vhalla pudo recordar repentinamente detalles
borrosos como cuántos árboles tenía un agricultor en su campo o cuántas
ventanas tenía otra casa.

Un chillido infantil se elevó en su garganta cuando Vhalla disparó su dedo,


apuntando a un árbol solitario en la distancia.

—¡Mi granja! —Agarró las riendas con fuerza—. ¿Podemos ir más rápido?

—¡Funciona para mí! —Fritz vitoreó y dio una patada a su caballo para que 61
trotara animadamente.

Los demás hicieron lo mismo. El viejo roble nudoso todavía se mantenía


alto y cargado de hojas, incluso durante los meses de invierno. Estaba entre dos
grandes campos que parecían mucho más pequeños de lo que recordaba. Su casa
apareció a la vista.

Y el corazón de Vhalla se detuvo.

Estaba exactamente como la había dejado. El techo de paja que parecía más
delgado año tras año. El granero con la puerta rota que nunca se había arreglado.
La maleza decidida a trepar por la losa. Sus ojos habían visto horror y sangre,
pero de alguna manera aún podían mirar la estructura que le había dado once
años felices sin que se quemara espontáneamente por estar bajo su mirada.

El humo se elevaba alegremente de la chimenea. El olor a pan flotaba en el


aire a medida que se acercaban. Vhalla miró por encima de sus hombros,
asegurándose de que todos estuvieran todavía con ella. La parte lógica de su
cerebro le advirtió que esto podría ser una trampa. Que todo podría ser un
complot para atraparlos.

Vhalla desmontó rápidamente y se detuvo para respirar en la puerta,


escuchando los pasos dentro. Sus tensiones se rompieron y llamó febrilmente.
—¡Padre! —llamó, manteniendo su voz apenas bajo control. Hubo un
clamor desde adentro—. ¡Papá!

Dejando a un lado sus vacilaciones y miedos, Vhalla abrió la puerta, solo


para que fuera abierta por completo.

Su padre estaba al otro lado. De estatura media y musculoso incluso a su


edad, el rico tono de su piel delataba cada hora que pasaba en el campo. El cabello
que combinaba con el de ella en color y tono se derramaba en un lío hasta la parte
inferior de las orejas.

—¿Vhalla? —Él parpadeó, como si estuviera a punto de desaparecer.

—¡Papá! —La niña dentro de ella se desató, esa pequeña niña que
desesperadamente quería que su padre la abrazara y dijera que todo estaba bien.
La chica que había sido arrojada al mundo intimidante y desconocido. Esa niña
finalmente ganó por primera vez en meses y las lágrimas se derramaron por las
mejillas de Vhalla—. Papá, papá, papá…

Sus rodillas perdieron toda su fuerza, de repente estaban exhaustas. Su


padre la agarró por los brazos y la siguió hasta el suelo. Se miraron el uno al otro
con asombro, el resto del mundo completamente olvidado. 62
—Estás bien.

—Debería decirte eso, pajarita. —La atrajo hacia él para darle un fuerte
abrazo.

—Lo siento. Debería haber vuelto a casa antes. Debería haber estado aquí.
Me convertí en una dama. Envié dinero. ¿Lo recibiste? —Todo se derramó,
incontrolable—. Quería volver a casa, padre, pero hice tantas cosas. Ni siquiera
sabía quién era. No sabía lo que quería. Pero ahora lo sé, lo sé.

—Silencio. —Su padre le acunó las mejillas y le secó las lágrimas—. Estás
enloqueciendo sin ninguna razón.

Vhalla tragó y asintió, las últimas lágrimas escaparon con una risa.

—Estoy tan feliz de verte. —La preocupación había dado a luz al dolor, que
se hizo añicos ante la alegría.

—Estoy feliz de verte. —Él la atrajo para darle otro fuerte abrazo—. ¿Estás
bien?

—Lo estoy.
—Escuché tantas historias, cuentos fantásticos, todos centrados en mi
pajarita. Estaba preocupado, pero orgulloso.

Vhalla se sentó sobre sus talones y se frotó la cara. Se sintió tonta por llorar
tanto cuando no pasaba nada. Pero, en todo caso, lloró porque era correcto y
perfecto y todo lo que no se había atrevido a esperar.

—Ahora. —Su padre se puso de pie—. Estoy seguro de que tienes mucho
que contarme, pero comencemos por tus compañeros.

—Cierto. —Vhalla se puso de pie también, habiéndose perdido


completamente en su padre estando sano y salvo—. Bueno… —Sus ojos
escudriñaron sus compañeros andrajosos. En realidad, era una vista graciosa. El
señor caído en desgracia, el Hechicero del Sur, la noble del Oeste y el Emperador.

—Fritz es mi querido amigo; nos conocimos en la Torre de Hechiceros. —


Vhalla presentó sus amigos a su padre en el orden en que desmontaron—. Me ha
ayudado innumerables veces y es un Manipulador del Agua realmente talentoso.

»Elecia también es mi querida amiga. —La mujer en cuestión pareció


sorprendida de que Vhalla la llamara así—. No deja que me salga con la mía,
papá. También es muy talentosa y fuerte. 63
—Jax es…

—Su guardia personal —finalizó el hombre.

Vhalla lo miró con los ojos entrecerrados, a punto de corregirle que él


también era una persona preciosa para ella.

Pero su padre intervino:

—Gracias por proteger a mi niña.

—Es bastante buena protegiéndose a sí misma. —Jax puso sus manos en sus
caderas, evaluándola pensativamente—. Igual de buena para meterse en
problemas.

—Puedo oírte, y lo sabes —comentó Vhalla secamente.

—Oh, lo sé. —Jax sonrió locamente.

—Ciertamente has encontrado compañía interesante. —Su padre se rio


entre dientes y se volvió hacia el último hombre que quedaba en cuestión—. ¿Y
usted es?
Su pecho se apretó. ¿Su Emperador? ¿Su señor? ¿Su príncipe? ¿Su amigo?
¿Su amante? ¿Su prometido? Cualquiera de esos títulos podría haber salido de
los labios de Aldrik.

—Mi nombre es Aldrik —dijo simplemente.

Vhalla se quedó quieta, incluso Elecia pareció sorprendida por la


presentación casual de Aldrik.

—M-milord. —Su padre se arrodilló sorprendido.

Aldrik lo miró fijamente durante un largo momento, antes de arrodillarse


también, para poder hablar a la altura de los ojos.

—Solo Aldrik está bien.

—No-no, no podría —protestó su padre. Había servido en el ejército


durante años. Vhalla sabía lo arraigado que estaba en su mente el respeto por la
nobleza. Cómo conocía su lugar ante sus líderes y soberanos. Lo sabía tan bien
que fue él quien se lo enseñó a ella.

—Se lo pido, por favor, solo Aldrik. —Habló con una cadencia casual y de
verdad sonrió. 64
—Papá, está bien. —Vhalla tiró del brazo de su padre y lo instó a ponerse
de pie. Su padre todavía parecía muy inseguro—. Aldrik es… bueno, me voy a
casar con él.

Su padre miró entre Vhalla y Aldrik, claramente luchando por procesar eso.

Incluso Aldrik la miró con sorpresa, pero se recompuso rápidamente.

—Es decir, señor, si no tiene objeciones.

El Emperador pareció aún más sorprendido cuando el hombre que tenía


ante él se echó a reír.

—Es decisión de Vhalla, no mía. No soy yo a quien estás pidiendo


matrimonio. Si ella es feliz, entonces yo soy feliz. —Le tendió una mano a
Aldrik—. Rex Yarl.

—Un placer finalmente conocerte, Rex. —Aldrik estrechó la mano de su


padre y Vhalla tuvo que recordarse a sí misma que no estaba en una tierra de
ensueño. El Emperador realmente estaba estrechando la mano de su padre.

—¿Dónde deberíamos atar los caballos? —preguntó Jax.


—Oh, claro. Debe haber suficiente espacio dentro y alrededor del establo.
—Vhalla miró al cielo—. No parece que va a llover, por lo que deberían estar bien
con una soga al aire libre.

Elecia, Jax y Fritz tomaron los caballos para atarlos, y con mucho tacto le
dieron a Vhalla, Aldrik y su padre algo de tiempo a solas.

Vhalla deslizó su mano en la del Emperador, sus dedos se cerraron sobre


los de ella.

—Déjame mostrarte mi casa.

Su padre todavía parecía nervioso por la presencia de Aldrik. Caminaba


con bastante calma a su lado izquierdo, pero seguía mirando ocasionalmente a
Aldrik. Vhalla trató de evaluar su expresión por el rabillo del ojo, lo que resultó
difícil. Solo porque sabía lo que quería y no necesitaba la aprobación de su padre,
bueno, eso no significaba que no la quisiera.

—Estos son los arbustos de fresa que mamá y yo plantamos cuando era
pequeña. —Era casi primavera y ya tenían pequeños frutos acurrucados entre sus
hojas.

—Una primavera, Vhalla se las comió todas en una tarde —dijo su padre a 65
Aldrik, mirando las plantas con cariño.

—¡Tuve tanto dolor de estómago! —Vhalla se rio, recordando exactamente


la época de la que habló su padre.

Rex le sonrió a su hija.

—Tu madre tampoco sentía simpatía por ti.

—Estaba tan enojada.

—Al igual que yo, quería una de sus tartas de frutos rojos. —Todavía había
una nota de dolor cuando habló de su difunta esposa.

—Hacia las mejores tartas. —Vhalla suspiró con nostalgia.

Vhalla recogió tres de las frutas para que cada uno las probara. Eran
diminutas y estaban algo amargas por no haber madurado lo suficiente.

Pero, para Vhalla, sabían a manantiales del pasado, sazonados dulcemente


con recuerdos.

Caminando alrededor de la losa, se encontraron con un árbol que Vhalla


había plantado de una rama del viejo roble. Lo recordaba como nada más que un
pequeño árbol joven, pero ahora era casi más alto que ella.
Estaba el barril de remojo al aire libre, donde ella y su madre habían pasado
muchas tardes bañándose. No estaba lejos de la letrina. Pero pasaron todo eso y
se dirigieron a una piedra rectangular baja con una inmersión en forma de plato
en el centro de la parte superior. Vhalla miró pensativamente el cuenco vacío.

—Mamá. —Vhalla desempolvó la tierra alrededor de los bordes, con


cuidado de no tocar el interior del cuenco—. Estás sucia; dile a la Madre que envíe
una buena lluvia.

—A las plantas también les vendría bien. —Su padre pasó un brazo por el
hombro de Vhalla.

—¿Todavía la extrañas? —Vhalla hizo una de sus preguntas rituales.

—Por supuesto, pajarita. Todos los días. —Su anhelo era tan palpable como
su profundo suspiro.

Por primera vez, Vhalla se dio cuenta de que comprendía el dolor de su


padre. Siempre había pensado que lo hacía antes, pero nunca lo había hecho hasta
ahora. Perder a su madre fue un dolor excepcionalmente grande, pero de un tipo
diferente al de perder a la persona que tenía la otra parte de su alma. Vhalla miró
a Aldrik. 66
—¿Cómo se llamaba? —preguntó Aldrik.

—Dia —respondió Rex.

—Dia. Ese es un nombre encantador. —Aldrik se volvió hacia el marcador


de la tumba—. Dia, me doy cuenta de que lo sabes, pero tu hija se ha convertido
en una mujer asombrosa y yo estaría perdido sin ella.

—Estoy seguro de que lo sabe. —Rex apretó amorosamente a Vhalla—. Al


igual que yo.

—Deberíamos empezar la cena. —Vhalla trató de mantener sus palabras


ligeras, no queriendo traicionar el repentino dolor de su corazón. Recordó cómo
se había sentado durante las primeras horas después del Rito del Atardecer de
su madre, viendo cómo el viento se llevaba lentamente las cenizas de la
palangana poco profunda en la parte superior del marcador. Esta era la fuente de
los vientos de su madre, según decía la tradición del Este.

Poco después, Vhalla se encontró al lado de Fritz preparando la cena. Jax y


Elecia se peleaban alrededor de la mesa alta junto a la encimera, y Aldrik y su
padre charlaban tranquilamente junto a la chimenea. Ella seguía mirando por
encima del hombro, tratando de captar lo que estaban diciendo, pero incluso en
la pequeña casa de una habitación, solo podía distinguir cada par de palabras.
—¿Estás bien, Vhal? —preguntó Fritz. Estaba ocupado cortando carne de
cerdo ahumada y salada.

—En realidad, no podría estar mejor. —Ella sonrió, renunciando a tratar de


averiguar de qué susurraban su padre y Aldrik—. ¿Corté bien estos?

—Sí, sí. Ponlos en la olla —instruyó Fritz—. Pensé que eras mejor cocinera.

—Mi madre solo me enseñó lo básico —confesó Vhalla.

—Oh, cierto, lo siento.

—No te preocupes. —Vhalla tranquilizó a su amigo—. Realmente me gusta


pensar en ella; recuerdo todas las cosas que me enseñó. Cocinar no fue una de
esas.

—Quién sabe, Vhalla Yarl. —Elecia se unió a la conversación—. Quizás


todavía tienes un rastro de nobleza en ti, por estar más acostumbrada a que otros
te preparen comida.

Vhalla puso los ojos en blanco.

—Bueno, Lady Ci’Dan, yo, al menos, estoy dispuesta a ensuciarme las


manos lo suficiente para preparar la comida que voy a comer —dijo Vhalla con 67
ligereza.

Intentado hacer enojar a Elecia, pronto la otra mujer estaba cortando


tubérculos siguiendo las instrucciones de Fritz y dejando a Vhalla con las manos
libres para comenzar con el pan.

—Miren eso. —Jax se apoyó contra la mesa—. Elecia Ci’Dan, en un piso de


tierra, cortando verduras.

—Disfrútalo mientras puedas. —Elecia ni siquiera se dio la vuelta.

—Sabes que lo haré. —Los ojos de Jax se movieron arriba y abajo de la forma
de Elecia un par de veces.

—Baboso. —Vhalla le dio un codazo.

—¿Puedes culparme?

—Jax. —Elecia hizo una pausa, moviendo el cuchillo en su palma


hábilmente—. Es ahora realmente cuando quieres intentar ponerte descarado
conmigo.

—Lanzar un cuchillo solo me emociona más.

Fritz y Vhalla estallaron en carcajadas.


—Es bueno tener la casa tan animada nuevamente —dijo Rex mientras él y
Aldrik se reincorporaban a la conversación—. Tu presencia se ha perdido.

—Hablando de eso, las especias de mamá también se han ido. —Vhalla


señaló el alféizar vacío de la ventana.

—Hubo una fuerte sequía hace un año. No pude gastar agua ni siquiera
para ellas.

—Estaría enojada contigo. —Vhalla comenzó a amasar la masa en la que


había estado trabajando antes de ponerla en un tazón para que descansara, con
un paño encima—. ¿Cómo está el pozo ahora? ¿Los arroyos?

—Ha sido un año más árido de lo normal, pero están lo suficientemente


bien para plantar —respondió—. No te preocupes por eso.

—Sí me preocupa. —Ella suspiró—. Los campos necesitan arar…

—Aún no es el momento.

—…la puerta del granero está rota…

—Como lo ha estado durante años.


68
—No te estás ocupando de las cosas —finalizó Vhalla intencionadamente.

—Lo estoy. —Rex Yarl se rio—. El granero está bien; yo estoy bien. No tengo
algunas hierbas. Siempre disfruté de las comidas suaves.

—No lo hiciste. —Vhalla cruzó los brazos obstinadamente—. Te encantaba


la cocina de mamá y ella las usaba todos los días.

—Lo hacía porque tu madre podría haber hecho cualquier cosa y me


hubiera encantado.

La cena transcurrió tranquila y pacíficamente. La sopa de Fritz estuvo lista


antes que el pan de Vhalla, pero no había suficientes tazones para todos. Así que
esperaron y hablaron hasta que los panes pequeños tuvieron tiempo de
hornearse.

Había olvidado dónde estaba el punto dulce del horno y algunos de los
panes estaban un poco demasiado marrones. Afortunadamente, Jax ajustó
diligentemente el fuego como ella había pedido lo mejor que pudo después de
que la chimenea se calentara para que todos fueran comestibles.

Vhalla se consideró inteligente por arrancar la parte superior del pan y


llenarlo con sopa, a pesar de que se había quemado los dedos por manipularlos
demasiado rápido después de sacarlos. No habían comido una comida caliente
real desde la casa de Fritz, y era mejor que cualquier cosa que Vhalla pudiera
haber imaginado. Quizás algo de eso fue la semi-hambruna que habían estado
soportando, pero todos tuvieron un segundo plato con gusto, comiendo hasta
que sus estómagos se redondearon.

No pasó mucho tiempo después de que todos se derrumbaron en el suelo.


Fritz y Elecia se durmieron en unos momentos, Jax no mucho después. Sus capas
servían de mantas; enrollaron la ropa de Rex para crear almohadas improvisadas.
Después de pasar tantas noches al aire libre, tener dos noches seguidas bajo un
techo fue pura felicidad.

Rex insistió en que Aldrik tomara su pequeña cama de cuerdas, pero Aldrik
se negó, optando por la paleta pequeña que habría sido de Vhalla. Cuando se dio
cuenta de que no cabían los dos, se lo ofreció a ella, pero fue el turno de Vhalla
de negarse. A su Emperador le costaba bastante dormir, y si la fina capa de paja
ayudaba, no estaba dispuesta a quitárselo.

Todos se quedaron dormidos rápidamente. Todos menos Vhalla. Estaba


exhausta, pero el sueño no llegaba.

Observó cómo el resplandor rojo de la chimenea se desvanecía en la


oscuridad. La luna jugaba al escondite con las nubes, las cuales se veían a través 69
de la ventana junto a su mesa. Escuchó los suaves ronquidos de Fritz, los
movimientos de Elecia mientras rodaba, la bota de Jax que raspaba contra el suelo
mientras se retorcía en su sueño.

Vhalla se puso de pie y miró hacia la cama de su padre. Estaba acurrucado


en la dirección opuesta, la subida y bajada de su pecho era lenta y uniforme.
Como una niña, salió sigilosamente por la puerta.

La escalera estaba donde siempre había estado, apoyada cerca de la


chimenea. Estaba gastada y vieja, pero podía soportar su peso sin problemas. Se
situó cerca de las piedras y utilizó el calor radiante que aún conservaban de la
cocción para defenderse del frío de la noche.

Todas sus preocupaciones eran correctas. El techo necesitaba ser


reconstruido. Pero por ahora, las vigas debajo del techo de paja estaban lo
suficientemente protegidas como para que no se pudrieran ni se ablandaran.
Vhalla se reclinó en la pendiente del techo y miró el cielo infinito.

La escalera crujió y se movió, y luego la cabeza de su padre apareció por


encima del techo.

—Pensé que te encontraría aquí —dijo en voz baja, subiendo el resto del
camino. Vhalla se acercó más al calor de la chimenea y se llevó las rodillas al
pecho para dejar espacio para que él se sentara—. ¿Sigues buscando lugares como
este para descansar?

—Supongo que sí. —Vhalla recordó su asiento junto a la ventana de la


biblioteca, cómo le ofrecía una vista de toda la capital. Pensó en su habitación en
la Torre y en el pequeño balcón que tanto amaba. Pensó en su valentía la noche
en que Aldrik la había llevado a la cima de un edificio aguja. Nunca había
conectado su amor por las alturas—. Sabías lo que era yo, ¿no?

—¿Lo que eras?

Finalmente tenía a su padre para ella sola. Tenía la oportunidad de hacer


las preguntas que habían estado ardiendo durante semanas. Y ahora Vhalla
estaba aterrorizada por las respuestas.

—Tú y mamá, ¿sabían que yo era una Caminante del Viento? —preguntó
Vhalla a pesar de su miedo.

Su padre guardó silencio durante un largo momento, hablando por


completo.

—Teníamos sospechas.
70
—¿Y nunca me lo dijeron? —Vhalla se retorció en estado de shock—. ¿Me
lo escondieron?

—Pajarita, ¿qué íbamos a decir? ¿Que pensamos que podías manejar la


magia? Ninguno de los dos poseía tales poderes y apenas sabíamos lo que
significaban. Todo lo que sabíamos era lo que tu abuela le había enseñado a tu
madre.

Incluso el apodo de su padre para ella de repente tuvo un nuevo significado,


incluso cuando reveló nuevas facetas de su pasado.

—¿Lo que enseñó la abuela? —Vhalla sabía que sus abuelos habían
trabajado en la oficina de correos de Hastan, pero siempre le habían dicho que se
habían peleado con su hija cuando se casó con el padre de Vhalla.

—Ella también poseía el don de los vientos. —Su padre suspiró


profundamente, visiblemente dolido por el dolor de Vhalla—. Cuando tu madre
expresó sus preocupaciones, eras solo una niña pequeña. Tu abuela exigió que te
enviáramos con ella para que te enseñara a vivir escondida.

»Pero tu madre no lo permitió. Leyó y escuchó tantas historias del antiguo


Cyven como pudo, y aprendió lo que pudo sobre los Caminantes del Viento. Te
amaba, Vhalla, y quería criarte.
Vhalla apoyó la barbilla en las rodillas. Debatió internamente si hubiera
sido mejor que la enviaran a otro lugar. Para saber qué era ella. De haber sido así,
si nunca la hubieran sacado del Este, tal vez ninguno de los eventos actuales
hubiera sucedido.

Pero Vhalla no sabía lo que se sentía al tener un hijo y enfrentarse a la


elección de renunciar a ese hijo. Ella apretó sus brazos alrededor de sus rodillas.
Nunca lo haría. Porque si daba a luz a su primer hijo, lo llevarían al Norte, ya
estaba decidido. No habría oportunidad de conflicto.

—No guardes ningún rencor hacia tu madre —suspiró su padre.

—No lo hago —respondió Vhalla antes de que pudiera malinterpretar sus


contemplaciones—. Ojalá lo hubiera sabido antes. Ojalá alguien me lo hubiera
dicho. —Para que no la hubieran tenido que empujar desde un techo.

—Si hubiera sabido lo que sucedería, habría hecho las cosas de otra manera
—confesó él.

—Lo hecho, hecho está. —Vhalla se encogió de hombros—. Sé por qué


mamá y tú trataron de esconderme. Sé lo que enseña el Oeste sobre los
Caminantes del Viento y la magia. —Vhalla lo consideró durante un largo 71
momento—. Pero al final, aunque desearía haber hecho algunas cosas de manera
diferente… no lo cambiaría todo.

—¿Y por qué es eso?

—Porque dejé de leer y comencé a usar las acciones. —Vhalla sonrió


levemente al recordar las palabras de Aldrik en su primer encuentro—. Me
equivoqué mucho. No amé lo suficiente a algunos amigos. A veces me concentré
en mí misma más que en otros. Pero si no hubiera cometido esos errores, no sería
lo suficientemente fuerte para mirar hacia el futuro ahora y no tener miedo.

—Un futuro que implica que seas Emperatriz —sondeó su padre.

Vhalla cedió fácilmente.

—Debería haberte escrito más. Debería haber encontrado una manera de


decírtelo antes. Debería haber vuelto a casa.

—Estabas terminando guerras. —Él se rio con su risa cordial—. No seas tan
dura contigo mismo, pajarita.

Ella suspiró.

—Papá, ¿crees que seré una buena emperatriz? He hecho tantas cosas
horribles. —Vhalla quería confesar su pecado de dar rienda suelta a Victor sobre
el mundo. Pero algo de culpa era demasiado pesada para compartirla con su
padre.

—La mejor —dijo su padre sin dudarlo—. No tengo ninguna duda de ti; sé
la clase de Emperatriz que serás. Pero sobre nuestro joven príncipe heredero, sé
poco más que los rumores de los soldados durante la Guerra de las Cavernas de
Cristal. Dime qué tipo de Emperador tendremos.

Vhalla obedeció a su padre. Las palabras salieron de su boca como si fuera


la fuente a partir de la cual fueron creadas. Al contarle a su padre sobre Aldrik,
tuvo que decirle cómo llegó a conocer a Aldrik, cómo llegó a conocer al hombre
que tenía la reputación de ser una de las personas más aisladas y frías del
continente.

No lo pintó como el hombre perfecto. Vhalla sabía que Aldrik tenía terribles
defectos. Pero ella también. Él era propenso a la ira y ella al egoísmo. Pero se
esforzaron juntos por ser mejores, para ellos mismos y para los demás.

En todo esto, le contó a su padre todo lo que pasó desde la última vez que
lo vio. Los años se resumieron en minutos y horas. Él frunció el ceño ante su dolor
y la elogió por superar sus pruebas.
72
Vhalla y Rex Yarl se sentaron en la brisa hasta el amanecer.
Le dolía el pecho por el olor del aire, por la forma en que el polvo se
asentaba a la luz del amanecer, por el dulce aroma de la tierra húmeda del rocío
de la mañana. Todo dolía. Cada entrada sensorial la llenaba con la pesadez del
anhelo por un mundo que se había ido hace mucho tiempo.

Había regresado a su lugar cerca de Aldrik hace aproximadamente una


hora, pero no podía conciliar el sueño. Escuchó la respiración lenta y constante
de su Emperador y dejó que la adormeciera en un sueño de párpados pesados.
Pero no durmió. Quería saborear hasta el último momento en su casa.

El amanecer fue insistente y Vhalla finalmente se sentó. Miró a su padre,


que afortunadamente estaba durmiendo. Ya no era un hombre joven y ella lo
había mantenido despierto hasta las primeras luces.

Con pies ligeros, se acercó de puntillas al montón de madera que se 73


guardaba en el interior. Su madre siempre había realizado el ritual de encender
la chimenea a primera hora en los meses de invierno. Ahora le tocaría a ella, le dijo
el corazón de Vhalla.

—Déjame ayudarte con eso —le susurró Aldrik al oído.

Vhalla casi saltó de su piel, dejando caer el pequeño tronco de madera que
sostenía en el proceso. La mano de él la rodeó y lo atrapó con destreza.

—Gracias, mi fantasma —bromeó ella tímidamente, sin haberlo oído ni


siquiera moverse.

—¿Cuál es la causa del antiguo sobrenombre? —tarareó Aldrik, acariciando


el cabello junto a su oreja.

—No me di cuenta de que se había convertido en un sobrenombre —dijo


ella en voz baja, divertida.

—Quizás fue solo mi ilusión desde el principio. —La comisura de la boca


de Aldrik se dibujó en una sonrisa. El fuego se encendió en la chimenea junto a
ellos, convocado por su pensamiento pasajero.

—¿Lo fue? —Vhalla tarareó, apoyando sus palmas en su pecho—. ¿Un


príncipe pensando en una chica de biblioteca?
—Qué magia has tejido sobre mí. —Aldrik se inclinó hacia adelante.

Las manos de Vhalla se retorcieron en su ropa y lo atrajeron hacia ella. Su


palma alisó su camisa sobre su cadera mientras que la otra dejó un rastro de piel
de gallina a lo largo de su cuello. El más leve de los gemidos se elevó para
encontrarse con la boca de él. Ella no lo había besado lo suficiente.

La confusión, los días interminables en la carretera, la compañía persistente.


Todo alejaba los afectos por triviales. Pero Vhalla nunca había sentido nada más
esencial para su bienestar que su boca sobre la de ella.

—¿Cuándo me vas a despertar así, mi soberano? —bromeó Jax, sin


especificar con quién habló, por lo que Vhalla y Aldrik se alejaron del otro.

—Por la Madre, Jax, es demasiado temprano —se lamentó Aldrik.

—Es demasiado temprano para todos ustedes —repitió Elecia con veneno.

—Finalmente estamos de acuerdo en algo. —Fritz también estaba despierto.

—Estamos de acuerdo en muchas cosas —insistió Elecia.

Fritz sonrió.
74
—No, no es así.

—Lo estás haciendo a propósito.

—Y tomaste todas las mantas.

Y con eso, todos se habían despertado.

Vhalla comenzó a preparar un desayuno del Este: rebanadas de cerdo


saladas dentro del pan sobrante de la noche anterior. Puede que nunca haya
cocinado mucho, pero sabía cómo hacer algunas cosas.

—Rex —comenzó Aldrik en un tono que a Vhalla no le gustó al instante.


Simplemente lo sabía—. Estaba pensando que no es seguro que te quedes aquí.

Se quedó quieta, apoyada contra el mostrador debajo de la ventana junto a


la chimenea.

—El conocimiento de que Vhalla y yo estamos vivos se difundirá


rápidamente. A medida que lo haga, seremos aún más cazados. —Hizo una
pausa para tomar un poco de pan con agua—. Iremos hacia el Oeste después de
Hastan. Mi familia que aún vive a través de mi madre está en Norin, y mi tío es
el Señor del Oeste. Ahí es donde quiero que vayas también.
—Ya veo. —Su padre se frotó los labios con el nudillo de su dedo índice,
pensativo.

—¿Quieres que mi padre venga con nosotros?

—No exactamente. —Los ojos de disculpa de Aldrik le dijeron todo antes


de que sus labios pronunciaran las palabras.

—¿Solo? —Vhalla no debería haber dejado que el pánico se deslizara en su


voz—. Has visto lo que hay ahí fuera, Aldrik.

—Sabes que es la decisión correcta —insistió el Emperador.

Vhalla miró hacia otro lado con un suspiro. Lo sabía, incluso si no quería
admitirlo. Sabía que su padre era nadie estando solo. Con ella, con Aldrik, se
convertía en un objetivo.

—¿Papá? —Volvió de sus pensamientos, buscando la opinión de su padre


al respecto.

—Estaré bien, pajarita. —Su padre se acercó y tiró de ella para darle un
fuerte abrazo—. Recuerda, no eres la única en esta casa que ha ido a la guerra.
No estoy tan viejo y oxidado. 75
Vhalla suspiró suavemente, cerró los ojos y apoyó la cara en el hombro de
su padre. Tener a su padre en casa estaba bien. Olía a tierra debajo de las uñas y
al hollín en la chimenea. Mientras él estuviera aquí, siempre habría algún lugar
al que pudiera volver corriendo.

Si se iba, significaba que el mundo había cambiado de verdad.

—Entonces toma mi espada. Necesitarás un arma —insistió Vhalla; no tenía


sentido seguir discutiendo. Todo había estado cambiando durante años y
seguiría cambiando. Así era la vida.

Los preparativos no tardaron. Las vejigas se llenaron. El pan restante se


dividió entre ellos y Vhalla insistió en que su padre tomara el más grande de los
trozos.

Rex Yarl salió primero en dirección a la frontera del Oeste. Le prometió que
solo haría una parada en la casa de un amigo de confianza antes de continuar.
No llevó nada con él que pudiera confirmar su identidad, en caso de que los
Inquisidores lo detuvieran. Eso había provocado un debate sobre cómo probaría
su asociación al llegar a Norin.

—Aldrik. —Vhalla llamó su atención una vez que estuvieron en la


carretera—. Debes pensar en un nuevo código.
—¿De qué código hablas? —preguntó, recordándole que no podía leer su
mente.

—¿Qué es más hermoso justo antes de morir? Una rosa —repitió Vhalla lo
que le había dicho a su padre que recitara para el tío de Aldrik en Norin. Me lo
dijiste después de la muerte de Baldair.

—Lo hice. —La voz de Aldrik se tensó un poco al recordarlo.

—Victor lo sabía; por eso fui con él.

—Él lo sabría. —Aldrik murmuró una maldición en voz baja—. Solo lo he


usado con personas en las que confío implícitamente.

—Espera, eso significa que confías en mí, ¿verdad? —Fritz estaba muy
ansioso por el hecho.

Vhalla se alegró de tener un conveniente cambio de tema. Ella había dicho


su parte y conocía la mente de su Emperador. Herviría en su cerebro hasta que
Aldrik hubiera trabajado en una nueva solución y una frase clave alternativa. Ella
le sonrió a Fritz.

—Creo que eso es exactamente lo que significa. 76


—Técnicamente, Elecia fue la que transmitió el conocimiento —comentó
Aldrik secamente.

—Y no lo habría hecho si no estuviera segura de que se lo estaba pasando a


alguien en quien confiabas implícitamente. —El tono de Elecia era en parte a la
defensiva, en parte en broma—. Fritz, eres bienvenido en el redil de Ci’Dan.

Fritz se rio nerviosamente.

—No estoy seguro si quiero eso.

Eso puso a Elecia en una larga historia de la noble familia Ci’Dan. Vhalla
sabía que debía escuchar; era el linaje de Aldrik y, por lo tanto, era importante
para él. Pero en lo único que se encontró concentrada fue en el próximo fin de las
tierras agrícolas de su familia. Que su padre no portara identificación significaba
que todo lo que declarara su familiar se quedaba aquí.

Vhalla se giró en su silla de montar, mirando la casa de campo que se


desvanecía en la distancia. Estaba vacía y sin pretensiones, esperando que los
renegados vinieran a saquearla, para robar sus escasas cosas de valor. O podría
estar esperando a que los hombres de Victor vinieran y la nivelaran, simplemente
por despecho hacia ella.
Detuvo su caballo.

—¿Vhalla? —Aldrik redujo la velocidad hasta detenerse a poca distancia en


el momento en que notó que ella se había quedado atrás.

Vhalla agarró las riendas con fuerza. Quería regresar corriendo y tomar
todo lo que pudiera que le recordara su hogar.

—¿Está todo bien? —llamó Fritz.

—Todo está bien. —Vhalla se obligó a decir. Los recuerdos no estaban atados a
las cosas. Se volvió hacia el grupo—. Vamos; Hastan está esperando.

Los días siguientes a Hastan pasaron felizmente sin incidentes. Tanto es así
que era casi posible imaginar que eran simplemente cinco viajeros en un viaje
porque querían serlo. Se quedaron en posadas a lo largo del camino,
manteniendo sus identidades en secreto. Todas las noches, Vhalla fingía que era
solo una mujer y Aldrik solo un hombre, una pareja comprometida para casarse.
Evitó la preocupación con sus besos y calmó el ruido en su mente con sus suspiros
alegremente entrecortados.

Cuanto más se adentraban en el corazón del Este, menos veían del agarre
de Victor. La gente sabía lo que estaba pasando; algunos incluso pueden haber 77
visto una de las abominaciones que Victor había creado. Pero para la mayoría, la
vida continuaba casi con relativa normalidad.

Esa normalidad terminó en el momento en que llegaron a la capital del Este.


Hastan era lo opuesto a la imponente capital del Sur. No estaba encaramada en
la cima de una montaña, sino que crecía lentamente desde las llanuras
circundantes. Todas las tierras de cultivo terminaron y las casas se detuvieron
durante un largo tramo árido antes de que comenzara la ciudad. Una tierra de
nadie que distinguía a Hastan del resto de Cyven. Muy pocas personas vivían
realmente en Hastan propiamente dicho; sirviendo más como un ápice para el
gobierno, el comercio y la cultura para la gente de Cyven.

Era la primera vez que Vhalla veía la ciudad.

—¿Por qué el Oeste está asediando a Hastan? —Vhalla examinó el


campamento del ejército establecido alrededor de todo Hastan. Los pendones
carmesíes que llevaban el fénix del Oeste ondeaban con el viento.

—No sé. —Aldrik frunció el ceño.

—Me atrevería a suponer que ellos sabrían. —Jax señaló la línea de soldados
que bloqueaban el camino hacia la ciudad.
—Alto —les gritó uno de los soldados mientras se acercaban—. ¿De dónde
vienen?

—Esa es la pregunta, ¿verdad? —Jax se rio entre dientes, mirando su


extraño grupo.

—Hemos venido a hablar con los senadores de Hastan. —Aldrik había


vuelto a poner su voz de Emperador.

—Senadora, quieres decir —aclaró uno de los hombres con un fuerte acento
del Oeste.

—¿Senadora? —Vhalla miró entre ellos—. Debería haber cuatro senadores


del Este.

—Los hubo, hasta que el Rey Supremo puso sus manos sobre los tres que
aún estaban en la capital cuando usurpó el trono.

—¿Por orden de quién estás aquí? —preguntó Elecia.

—Por orden del único gobernante que todavía tiene derecho al trono. —
Vhalla miró a Aldrik por el rabillo del ojo mientras el soldado hablaba—. El Lord
Ophain Ci’Dan. 78
El alivio tiró de las comisuras de la boca del Emperador, doblándola
pulcramente en una pequeña sonrisa. Irradiaba confianza y delataba su
tranquilidad ante la omisión del soldado. Elecia captó los ojos de Vhalla con una
mirada de complicidad mientras los apartaba del perfil de Aldrik. También había
visto la expresión de Aldrik y parecía divertirse de igual manera.

Aldrik negó con la cabeza.

—Bueno, la afirmación de mi tío es algo que no puedo discutir. Si no


estuviera vivo.

El soldado abrió la boca para hablar y se detuvo, miró a Aldrik y luego a su


camarada. Ambos lucharon por descifrar lo que Aldrik había dicho.

—Usualmente te arrodillas ante tu soberano. —Elecia los ayudó a avanzar.

—No, no… el sobrino de Lord Ophain, de nuestra difunta princesa… el


príncipe Aldrik está muerto.

—Pero había rumores…

—Ya saben cómo habla la gente —interrumpió un soldado al otro.


—Oh, estamos perdiendo el tiempo. —Elecia se sentó más erguida en su
montura—. Llévennos a quien esté dirigiendo esta operación.

—No molestaremos a Lord Sevin por ustedes, impostores.

—¿Disculpa? —Elecia se había quedado mortalmente quieta. Vhalla


esperaba alguna forma de azote verbal después de ser llamado impostora—.
¿Quién dijiste que estaba liderando esto?

—El honorable Lord Sevin Ci’Dan.

Elecia desmontó. Hizo una bola con una de sus manos en un puño,
apretando la otra mano sobre él, un movimiento que Vhalla aprendió hace
mucho tiempo era su acto físico de abrir su Canal. La mujer de cabello rizado se
acercó a los guardias desprevenidos. El resto de ellos no se movió mientras su
Emperador permanecía quieto, contento de ceder los soldados a Elecia como
ratones a un gato.

—No te acerques más o nos veremos obligados a responder. —El hombre


desenvainó su espada—. Sigan su camino y no habrá necesidad de
derramamiento de sangre.

Elecia siguió adelante, el hombre golpeó a por su hombro y la hoja abrió la 79


camisa de Elecia, pero se detuvo con fuerza con un anillo contra su piel de piedra.
Elecia miró la espada ofensiva durante un largo momento, antes de volver los
ojos a su atacante. El hombre se quedó en silencio, sobresaltado.

—Le diré a Lord Sevin que eso pase por alto, si haces lo que le pedimos. —
Elecia levantó la cabeza con una sonrisa triunfante—. Ahora, llévame con mi
padre.

Elecia fue reconocida a unos pocos pasos del camino. Eso fue todo lo que
necesitó. De repente, los soldados que los conducían querían asegurarse de que
tuvieran todo lo que pedían los viajeros, ahora que se dieron cuenta de que estaban
en presencia del Emperador.

Un mensajero llegó a Lord Sevin antes que ellos. Ya estaba corriendo


cuando se acercaron al corazón del campamento, con las solapas de la tienda
ondeando detrás de él. Elecia desmontó y cruzó hacia donde su padre corrió
hasta detenerse.

—Mi niña —dijo asombrado.

Vhalla notó de inmediato dos cosas sobre Sevin Ci’Dan. La primera era que
no parecía mucho mayor que Aldrik. La segunda era que los dos casi podían ser
hermanos solo por las apariencias. La madre de Aldrik, Fiera Ci’Dan, princesa
del Oeste, era hermana de Lord Ophain Ci’Dan, el padre de Sevin. Eso haría que
Aldrik y él fueran primos, por lo que el parecido familiar tenía sentido, razonó
Vhalla.

—Fiarum evantes. —Elecia pronunció el saludo del Oeste fuerte y orgullosa.

—Kotun un knox —respondió su padre.

Se agarraron los antebrazos y el hombre bajó brevemente la frente a la de


su hija. Fue un saludo sobrio y, en comparación con los abrazos a los que estaba
acostumbrada Vhalla, esperaría que pareciera frío. Pero había verdadera
admiración en sus movimientos, las aguas tranquilas corrían profundas aquí. Era
diferente de lo que ella conocía, pero el amor permaneció.

—Mi Emperador. —El lord se arrodilló.

—Sevin —habló Aldrik, desmontando—. No hay necesidad de eso. Es


bueno verte bien.

—No puedo decir lo mismo lo suficiente. —Los dos hombres también se


agarraron los antebrazos, una reunión fácil entre los miembros de la familia—.
Escuchamos que estabas muerto.
80
—Mi señora tiene la costumbre de engañar a la muerte. —Aldrik le hizo un
gesto a Vhalla—. Compartió un poco de su suerte esta vez.

—Tu… ¿señora? —El hombre siguió la mano de Aldrik hasta Vhalla.

—Vhalla Yarl —anunció ella y desmontó.

—Hay mucho que contar. —Los ojos de Sevin miraron a su grupo antes de
volverse hacia sus hombres—. Tomen sus caballos, límpienlos y sacudan el polvo
de sus abrigos. Traigan dátiles secos, cohi, pan y cualquier alimento perecedero
que esté más fresco.

Fueron conducidos a la tienda del lord. Era lo suficientemente grande para


una mesa, un catre y varios efectos personales. Sin embargo, era diferente a la
tienda de campaña de Aldrik en la marcha. Esta se había creado con la intención
de que no se moviera durante algún tiempo.

—¿Estás en contacto con tu padre? —preguntó Aldrik, sentándose en una


de las grandes almohadas encima de la piel que rodeaba la mesa baja.

—Regularmente. —Sevin se sentó junto a su hija—. Le enviaré un mensaje


de inmediato.
—Me gustaría incluir una carta personal. —Aldrik le indicó a Vhalla que se
sentara a su mano derecha, y ella lo hizo sin dudarlo. Fritz y Jax llenaron el resto
de su pequeño círculo—. Él puede pensar que te has vuelto loco si no está en mi
mano.

—Por supuesto. —El lord hizo una pausa mientras los soldados traían los
alimentos solicitados—. Enloquecer es algo que ya sospechaba, dada la
naturaleza del Este.

Vhalla se aclaró la garganta, sin apreciar el tono de la última declaración.

—¿Por qué están aquí?

Sevin miró a Aldrik, confirmando que ella, de hecho, tenía la autoridad para
preguntar directamente. Aldrik miró expectante.

—Cuando los primeros mensajeros fueron recibidos en Norin, hablaron de


la caída de Solaris y exigieron que el Padre se arrodillara y que el Oeste
reconociera el gobierno del Rey Victor. —Él resopló, divertido ante la idea incluso
de contarlo—. Naturalmente, matamos las abominaciones y hemos comenzado a
oponernos agresivamente al hombre loco.

»Pero el Este no respondió a nuestras cartas. Temíamos que ya hubieran 81


caído o se hubieran alineado con el Rey Victor.

—Así que también se prepararon para someter el frente del Este —concluyó
Aldrik.

Sevin asintió.

—Pero descubrimos que la demora fue solo el resultado de una senadora


esperando para ver si los otros tres habían salido con vida del Sur —murmuró en
voz baja—: Tonta.

—¿Cuál es la vacilación ahora? —preguntó Aldrik.

—Conoces el Este; no quieren pelear incluso si la guerra está en su puerta.


Están demorando el asunto para ver si pueden ponerse del lado del ganador y
luego se desploman como lo hicieron con el Imperio.

—Hacerlo salvó innumerables vidas. —Vhalla frunció el ceño


ligeramente—. El Este sabía que estaban vencidos, en lugar de luchar en una
guerra de diez años.

El lord no pareció apreciar su mención de la caída más prolongada, pero


inevitable, de Mhashan ante el Imperio.
Vhalla suspiró suavemente; las divisiones no los llevarían a ninguna parte.

—Pero esto es diferente —admitió ella—. Esta no es una fuerza con la que
se pueda razonar. Este es un hombre más allá de los sentidos y la lógica. Nos
matará a todos solo porque le conviene hacerlo.

—Lo has visto. —El lord escuchó algo en su tono que hizo que sus palabras
fueran una declaración, más que una pregunta.

—Yo fui quien le dio esta fuerza corrupta. —Vhalla lo miró a los ojos y el
lord se inclinó hacia atrás involuntariamente—. Y seré yo quien se lo quite. Seré
yo quien lo mate y acabe con la plaga de los cristales de una vez por todas.

—¿Qué han visto?

Vhalla fue quien resumió su historia. Se había ganado la palabra y se la


quedó. Incluso Elecia mantuvo sus interjecciones mínimas solo cuando Vhalla
omitió un detalle importante.

—Terrible —dijo el lord con horror cuando terminaron de enumerar los


eventos que los llevaron a su tienda—. Sabíamos que era algo espantoso, pero…
¿esto?
82
—Solo empeorará. —Vhalla apretó los puños. La sensación fantasmagórica
de la magia se apoderó de ella, su cuerpo creando la ilusión de un Canal para
satisfacer su necesidad de fuerza—. Debemos unirnos y debemos luchar. Shaldan
luchará de nuestro lado.

—¿Shaldan? —Se dirigió hacia Aldrik con confusión—. ¿Cómo? Supuse que
si… —Los ojos de Sevin se posaron en Vhalla, luchando por encontrarle sentido
a lo que tenía ante él—, si tu dama está frente a mí, entonces la Princesa del Norte
había muerto.

—No. —La mandíbula de Aldrik estaba tensa—. Hicimos un trato por el


bien del continente.

—Ya veo. —Claramente no lo hacía, y sentía una profunda curiosidad por


los detalles, eso era evidente. Pero la educación del lord ganó y no presionó por
más información—. Bueno, estoy seguro de que el Oeste elogiará su unión con
nuestra duquesa con mucho fervor. Y, por el momento, tener una Emperatriz del
Este nos ayudará a todos.

Vhalla tragó saliva y trató de encontrarle sentido a las emociones que la


recorrieron al pensarlo. Apenas se había acostumbrado a que Aldrik la llamara
su dama, y ahora la llamarían Emperatriz. No estaba preparada para el título,
pero Vhalla haría lo que fuera necesario para estar a la altura de él.
—No del todo Emperatriz, primo —corrigió Aldrik, sintiendo la lucha de
Vhalla.

—¿Oh?

—Todavía tenemos que hablar de nuestra devoción ante la Madre Sol.

—¿Esperas que tu trono sea restaurado?

Vhalla miró confundida mientras Aldrik negaba con la cabeza. Sus palabras
resonaron en sus oídos.

—Nos casaremos en Norin.

¿En Norin? ¿Planeaba que no se casaran en meses o años, o cuando su


gobierno fuera restaurado, sino en unas pocas semanas? Ella había sido su dama
abiertamente durante días, ¿y ahora iba a ser Emperatriz ante los Dioses y la ley
en unas pocas semanas?

—Habrá un momento para hablar de los detalles nupciales. —Aldrik se


puso de pie, muy consciente de su confusión y actuando antes de que pudiera
darle palabras—. Por ahora, hablaremos con este senador del Este.

Fritz, Elecia y Jax optaron por relajarse en la tienda del lord durante la 83
misión de Aldrik y Vhalla. Elecia recogió a regañadientes la idea de que era un
asunto mejor servido al permitir que los gobernantes gobernaran, pero Fritz y Jax
parecían demasiado ansiosos por finalmente salir de la silla y llenarse la boca con
tanta comida como pudieran.

Le sentaba bien a Vhalla porque significaba que Lord Ci’Dan caminaba


unos pasos detrás con sus hombres, dejando a Vhalla y Aldrik solos. Tuvo que
morderse físicamente la lengua para evitar que las preguntas se derramaran. No
dieron más de unos pocos pasos en el campamento hacia Hastan cuando llegaron
corriendo.

—¿Norin? ¿Nos casaremos en Norin?

—Lamento no haber tenido la oportunidad de hablarlo contigo. —Al menos


sonaba honestamente arrepentido.

—¿No pensaste que llevarlo por tu novia sería importante? —Vhalla le dio
a su Emperador una pequeña mirada fulminante.

—Vhalla, ahora no es el momento.

—¿Cuándo será el momento? ¿La próxima vez que hablemos con un


miembro de tu familia? —murmuró.
—Esta noche. —Se inclinó hacia delante, haciéndole imposible que ella no
lo mirara a los ojos—. Esta noche, mi Vhalla…

—Tus dulces palabras no me afectan, Emperador Solaris —mintió Vhalla.

El arrogante miembro de la realeza también lo sabía, a juzgar por la pequeña


sonrisa que le dedicó.

—Prometo que hablaremos de ello esta noche.

—Si lo prometes. —Suspiró, dejando ir el tema por el momento.

Hastan estaba silencioso. A pesar de tener más gente, más tiendas, más
edificios, más de todo que todas las pequeñas ciudades agrícolas por las que
habían viajado, estaba tan silencioso que el viento sonaba fuerte. Vhalla miró a
los hombres y mujeres que los miraban, curiosos pero reservados. Trató de
sonreír para tranquilizarla, pero no pareció ayudar. Al menos no dolió.

El edificio principal del gobierno de Hastan era una gran estructura circular
al final del Camino Este-Oeste. Los constructores habían elegido un círculo para
significar que todo era igual en el sentido de que no había lados. Tenía un solo
piso por la misma razón. El hecho nunca le había llamado la atención en todas
sus lecturas, pero después de ver tanto del mundo, nunca había apreciado más 84
su propia historia o cultura.

—¿Regresas de nuevo? —Un granjero que se había disfrazado para parecer


un guardia, y estaba fallando, bostezó desde la puerta—. No te verá dos veces en
un día.

—Informa a la senadora que el Emperador desea reunirse con ella. —Vhalla


tomó notas mentales sobre cómo Aldrik puso fuerza detrás de sus palabras.
Cómo podía hacer una declaración, dijo con calma, parecer tanto una orden de
un amigo como una amenaza de un gobernante.

—El Emperador está muerto.

—El padre, pero no el hijo —aclaró Vhalla.

El hombre la miró como si fuera la primera vez.

—No eres una de ellos.

—Lo soy. Al igual que tú. Todos somos el Imperio Solaris. Un Imperio del
Sol para su gente, para la paz.

—¿Quién eres tú?

—Vhalla Yarl.
Por la forma en que reaccionó, habría pensado que le había dicho al hombre
que ella era el dragón del caos, liberado de la prisión del Padre en el cielo
nocturno. El hombre se tambaleó hacia atrás, sosteniendo su camisa sobre su
pecho con sorpresa. La miró fijamente durante un largo momento, ignorando la
presencia del hombre que se había proclamado el verdadero Emperador.

—Tú… vienes conmigo. —El hombre se dirigió a la puerta—. El resto de


ustedes se quedan.

—¿Disculpa? —El lord Ci’Dan se resistió.

—El senador dijo que no más gente del Oeste, pero le llevaré la Caminante
del Viento. —El granjero-guardia se detuvo en la puerta.

—El Emperador vendrá conmigo —insistió Vhalla.

—Innecesario. —Aldrik apoyó la mano suavemente en su brazo, llamando


su atención—. Una vez que la senadora se reúna contigo, estoy seguro de que
estará dispuesta a tener una audiencia con el resto de nosotros.

Vhalla hizo una pausa, atrapada en el limbo. Aldrik tenía tanta confianza
en ella. Eso la emocionaba. La aterrorizaba. Pero se estaba convirtiendo en la
mujer que había esperado, porque era más divertido que aterrador. 85
—Muy bien. —Vhalla asintió. Ella tomó su mano, entrelazando brevemente
sus dedos contra los de él—. Iré y volveré una vez que haya ganado una
audiencia para todos ustedes.

Siguió al guardia a una sala de entrada, que se arqueaba ligeramente con la


curva del edificio. La cruzaron, pasando por un largo pasillo.

—¿Tú me crees? —preguntó ella.

—Sí —afirmó el hombre con mínima vacilación—. Nadie en su sano juicio


admitiría ser Vhalla Yarl si en realidad no fuera Vhalla Yarl.

Vhalla se rio, incapaz de discutir. Afirmar que ella era Vhalla Yarl era
prácticamente una sentencia de muerte en el mundo en el que vivían. La condujo
a través de otra puerta al centro del edificio. Un auditorio circular descendió tres
niveles hacia la tierra. Los parasoles se retiraron de un techo abierto, dejando
entrar la luz del sol. Una mujer, de cabello castaño con canas en las orejas, miró
hacia arriba desde donde trabajaba sobre unas cartas esparcidas en una mesa
circular.

—¿Quién es? —La pregunta fue puntual, pero no aguda ni cruel.

—Vhalla Yarl.
La senadora miró a Vhalla de arriba abajo durante un largo rato,
entrecerrando los ojos.

—Se supone que estás muerta.

—Me han dicho que la muerte no me conviene.

—Tampoco encajaba con la Vhalla Yarl que conocí. —Las arrugas de sus
ojos se profundizaron mientras sonreía—. Si realmente es Vhalla Yarl, dime qué
hiciste para desordenar la corte durante su juicio.

—Detuve al Maestro Mohned para que no cayera —respondió fácilmente


Vhalla—. Senadora, su Emperador busca una audiencia, pero lo están
rechazando porque ya ha tenido su audiencia hoy con el Oeste.

La mujer consideró esto durante un largo momento.

—Habla honestamente; ¿es realmente el Emperador?

—Sabrás que es un hecho cuando lo veas.

La senadora demostró que Vhalla tenía razón. En el momento en que posó


sus ojos en Aldrik, su vacilación se desvaneció. En cuestión de minutos, estaban
bebiendo té de trigo frío y discutiendo acaloradamente los planes a implementar 86
con el Oeste. Cuando terminaron, el sol estaba bajo en el cielo.

Fue más fácil de lo que Vhalla esperaba. El Este y Oeste parecían encajar.
Sin la complicación sobre quién reclamaba el trono más fuerte y quién
probablemente obtendría más apoyo en todo el continente, el Este tenía pocas
dudas en apoyar la afirmación de Aldrik.

—Esto se siente demasiado fácil —le comentó a Aldrik mientras caminaban


por el pasillo curvo en su camino hacia donde se guardaban las aves mensajeras
de Hastan.

—Que así sea. —Él se rio entre dientes—. Hemos tenido suficientes
dificultades.

—Y eso es lo que espero. —Vhalla unió su brazo con el de él, disfrutando


del silencio. Se sentía como una eternidad desde la última vez que habían estado
solos. Elecia había elegido dormir en el campamento con su padre. Pero Fritz y
Jax se unieron a Vhalla y Aldrik en el edificio del gobierno, por lo que Vhalla
esperaba que esos tiempos a solas fueran limitados.

—Mi padre —dijo Aldrik pensativo—. A pesar de todos sus defectos, tuvo
una visión que se arraiga en los corazones de los hombres. Una visión de un solo
estandarte que nos une a todos. De luchar por un futuro mejor en lugar de uno
contra el otro.

Vhalla lo agarró del brazo por un momento, debatiendo si debería traer a


colación el Continente Creciente. Puso un rápido final a su debate. No necesitaba
que le recordaran la crueldad de su padre. Ella le permitiría un recuerdo teñido de
cariño.

Aldrik continuó:

—Es un ideal por el que la gente todavía está dispuesta a luchar. Porque
estábamos tan cerca que pudimos saborearlo.

—Terminarás con esta guerra y serás un Emperador de la paz. —Vhalla se


permitió una pequeña sonrisa ante la idea.

—Nosotros la terminaremos. Y seremos los gobernantes de la paz.

87
La oscuridad de la noche recogió al último pájaro mensajero. Las manos de
Vhalla estaban manchadas de tinta y cansadas. Había escrito el triple de cartas
que Aldrik, pero solo se habían enviado un tercio. Nunca había escrito cartas
como Emperatriz, y resultó más difícil de lo esperado capturar y mantener el tono
correcto.

Vhalla había desechado el primer lote por su cuenta y luego el segundo


después de la crítica de Aldrik. Finalmente, desarrolló una fórmula para informar
a los señores y damas del Oeste de que su Emperador estaba vivo. Pero para
cuando lo dominó, Aldrik ya había terminado la mayoría por su cuenta.

—Ven. —Él tomó su mano entre las suyas, desviando su atención de la


ventana—. Deberíamos descansar.

Vhalla apreció la sencilla elegancia del edificio del gobierno del Este. Era el 88
salón del senado original, y era tan opulento como podía esperarse sin ser
innecesariamente lujoso. Los suelos eran de madera multicolor, con
incrustaciones en zigzag de luz y oscuridad. Unos cuantos retratos en marcos de
buen gusto se alineaban en la sala a amplios intervalos. La luz de las velas
resplandecía sobre el barniz para suelos.

Pero la belleza tenía una cierta oscuridad manchando las sombras. Este
lugar representaba un gobierno creado por el pueblo para servir al pueblo: el
gran experimento del Este. Mientras Victor estuviera vivo, solo sería una sombra
de su antigua gloria, su crecimiento limitado por la sombra de un loco.

Se frotó el hombro distraídamente. La cicatriz ya no dolía al tacto. Había


sanado hasta dejar una marca fea, pero por lo demás inofensiva.

Pasaron junto a las cámaras temporales de Jax y Fritz de camino a sus


habitaciones. Vhalla se habría detenido para pasar tiempo con su amigo, pero
ninguna luz se asomaba por debajo de su puerta. Vhalla esperaba poder dormir
un poco en una cama de verdad.

Ella y Aldrik tenían habitaciones separadas, lo que se consideraba casto y


apropiado para su posición. Hizo que Vhalla pusiera los ojos en blanco ante la
idea. Aparentemente, la senadora pensó de manera similar, ya que las
habitaciones tenían una puerta que las conectaba. Encajaba con la mentalidad
laxa del Este cuando se trataba de afecto físico. La noción de castidad sagrada fue
una construcción vaga que les impuso el Oeste en lugar de un inquilino
importante de su cultura.

Vhalla, naturalmente, hizo su camino hacia su cama la mayoría de las


noches. Su proximidad era imposible de luchar y, de alguna manera, ella lo
necesitaba ahora más que nunca. Sus brazos le aseguraron que tenía un lugar en
su mundo, que no era una chica que pretendía ser noble.

Vhalla escuchó su respiración lenta y constante, debatiendo las palabras que


le quemaban la lengua. Ambos necesitaban descansar y él estaba casi dormido.
Vhalla acarició suavemente la mandíbula de su Emperador.

—¿Qué sucede? —preguntó Aldrik en la oscuridad.

—¿Norin? —respondió ella.

Él suspiró suavemente, presionando su mejilla contra su frente.

—Prometí que hablaríamos al respecto.

—Y te haré cumplir esa promesa. 89


—Es absolutamente necesario contar con el apoyo total del Imperio —
comenzó—. De lo contrario, enfrentarse a Victor será imposible.

Ella no estuvo en desacuerdo.

—Nuestro Imperio está en desorden, amenazado con ser destrozado y


dispersado. Mi vida es suficiente para unir al Oeste. Convertirte en Emperatriz
ayuda a cimentar el apoyo del Este. Pero el Norte depende del trato que hemos
hecho con ellos.

Vhalla se mordió la lengua porque, técnicamente, el trato que Sehra había


hecho era para el heredero de Aldrik, sin importar qué mujer produjera a dicho
heredero. Vhalla no tenía ninguna garantía de que llegaría al final de la guerra.

—Más allá de eso, la gente necesita una demostración de fuerza. Que su


liderazgo sea íntegro, unido, concreto. Una boda hará precisamente eso.

—¿Estás seguro? —Ella no estaba convencida—. ¿Una boda no se vería


como si estuviéramos enfocados en nosotros mismos cuando deberíamos estar
enfocados en nuestra gente? —Era extraño cómo frases como “nuestra gente” se
volvían más fáciles de decir.

Él se rio entre dientes y presionó sus labios firmemente contra su frente.


—Adoro tu compasión por nuestro Imperio. Pero te lo suplico, ten fe en mí
en esto. Entiendo el funcionamiento de la corte y las exhibiciones que la gente
espera.

—Tengo fe en ti, pero eso no me exime de sentirme insegura.

—Mi Vhalla. —Sus brazos la rodearon con más fuerza—. Concédemelo. Si


me pasara algo…

—No lo digas. —Se giró para encontrar su rostro en la oscuridad, robando


las palabras de sus labios con un beso firme—. No te atrevas a decir esas palabras,
Aldrik Solaris. Hemos pasado por demasiado para considerar posibilidades
mórbidas.

Vhalla sabía dónde estaba su corazón. Estaba en el mismo lugar que le había
dicho que se fuera al Oeste si caía en la batalla final del Norte. Era la verdad, pero
Vhalla no quería dar crédito a las palabras. Sabía que el título de Emperatriz
aseguraría su protección. Sabía que Aldrik no deseaba nada más; no necesitaba
decirlo.

—Muy bien. —Aldrik suspiró, besando suavemente su espalda durante un


largo momento—. Si realmente es algo que no deseas, entonces no hablaremos 90
de eso. Pero considera la noción, acéptela, antes de rechazarla por completo.

—Puedo hacer eso. —Sus palabras fueron un susurro silencioso, pero una
cacofonía de ruido llenó su cerebro mientras su mente trataba de pensar en
demasiados pensamientos uno encima del otro.

Unas horas más tarde, casi había acallado el ruido en su mente cuando su
sueño inquieto fue interrumpido por un chillido que rasgó el cielo. Sonaba como
si los cielos estuvieran siendo destrozados, y los despertó a ambos con un
sobresalto. Otro grito hizo eco del primero. Fue pura agonía dada su forma, como
si mil hombres y mujeres lloraran al mismo tiempo.

Ella salió de la cama y se dirigió a la ventana en un instante, abrió la


contraventana y miró hacia el cielo.

—¿Qué ves? —preguntó Aldrik, tratando de mirar también.

—Nada desde aquí. —Vhalla entrecerró los ojos en la oscuridad de la noche.

Se escuchó otro chillido. Las criaturas atravesaron el aire de la noche y


soplaron ráfagas de viento contra sus mejillas. Los ojos de Vhalla captaron un
destello de algo antinatural descendiendo sobre Hastan. Los breves contornos de
abominaciones descomunales eran visibles, brillando débilmente en un tono
turquesa familiar.
—Monstruos —suspiró—. Victor está atacando.

—¿Lo viste? —Aldrik echó un vistazo más por la ventana antes de dirigirse
hacia la puerta.

—No él, sino uno de sus experimentos con cristales. —Vhalla no estaba
realmente segura de qué se alzaba por el cielo, pero no se parecía a nada que
hubiera visto antes. La criatura que habían encontrado en el camino con Daniel
parecía un juego de niños comparado con esto. Incluso como una sombra en la
noche, era una pesadilla dada su forma, un monstruo que uno deseaba que
permaneciera en el vacío de donde vino.

Aldrik maldijo en voz alta, cerrando la puerta detrás de ellos.

—Sabe que estamos aquí.

Vhalla estaba a punto de preguntar cómo, pero las palabras se detuvieron


en seco. Recordó a los Inquisidores en Paca y su tonta proclamación de adónde
iban. Quería inspirar a la gente, quería convencer a los hombres de Victor. Pero,
¿y si no se hubieran dejado convencer? El calor de la traición enrojeció sus mejillas.

—¿Qué está pasando? —Jax los recibió en el pasillo.


91
—Victor está atacando —dijo Aldrik sin detenerse.

—¿Vhal? —Fritz bostezó y se frotó los ojos. Apenas se había despertado con
todo el ruido. El hombre podría dormir en medio del fin del mundo.

—Estamos bajo ataque. —Vhalla tiró de su amigo.

La entrada principal ya estaba zumbando cuando entraron los cuatro. La


senadora estaba tratando de tirar de los hilos de la organización a través del caos,
pero estaba demostrando ser un intento inútil. Aldrik se aclaró la garganta.

—Necesito el caballo más rápido —anunció, proyectando la demanda por


toda la sala—. Y cualquier armadura que se acerque más a mi tamaño.

La habitación se quedó inmóvil.

—Cualquiera que sea experto en combate debe venir conmigo. Nos


uniremos a las fuerzas del Oeste fuera de la ciudad para frustrar este intento del
falso rey. —Aldrik la miró y la culpa le nubló los ojos. Vhalla supo por qué al
instante, y quería odiarlo por eso—. Mi señora permanecerá aquí. Su voluntad
debe ser considerada una extensión de la mía.

La estaba dejando atrás.


—Aldrik —susurró Vhalla apresuradamente—. Puedo llevar una espada;
puedo pelear.

Sus ojos se movieron rápidamente hacia el resto de la habitación, la gente


observando su discurso.

—Eres más valiosa para mí aquí. Mantén las cosas en orden. Ayúdame a
liderar desde dentro.

—Me quedaré con Lady Yarl —anunció Jax desde su lado.

—No, irás con Lord Solaris —exigió Vhalla—. Fritz, tú también irás. Ambas
habilidades serán útiles en el campo.

Otro chillido interrumpió cualquiera de las posibles objeciones de Jax. El


olor a humo entraba por las puertas abiertas del edificio del gobierno, gritos y
llantos llevados por el viento. Los tres hombres intercambiaron una mirada
mientras Vhalla se mantenía firme.

—Vayan, el campo necesita líderes.

La escucharon, y Vhalla se tragó su corazón que latía frenéticamente


mientras veía a los tres irse con un puñado de otras personas. La habitación 92
permaneció inmóvil mientras el mundo más allá se convertía en un caos ante sus
ojos. Vhalla apretó los puños.

Quizás había más en el hecho de que Aldrik la dejara de lo que Vhalla


entendía. El pánico era un incendio forestal que rápidamente crecía fuera de
control en las personas que la rodeaban. Vhalla se dio cuenta de que las palabras
de Aldrik sobre su valor podrían haber sido más que apaciguadores. Necesitaban
liderazgo aquí y ahora.

—Senadora, ¿cuántos civiles hay actualmente dentro de Hastan?

—Un par de cientos —respondió la mujer.

—¿Qué edificios de piedra hay? ¿Hay sótanos o almacenes para la ciudad?

Algunos otros enumeraron diferentes respuestas. Tres o cuatro parecían


prometedores.

—Vamos a trasladar a civiles a estos lugares —decretó Vhalla—. Al hacerlo,


busquen a cualquiera que tenga experiencia con habilidades de curación o
clericales. Estableceremos un triaje aquí, fundamental para todos los puntos.
Necesito al menos cuatro corredores para funcionar como mensajeros.
Hombres y mujeres se ofrecieron como voluntarios al instante. La sala se
dividió rápidamente en los que se quedarían y los que ayudarían a trasladar a los
civiles. Ella confiaba en que quienes vivían en Hastan conocerían su ciudad y
estarían motivados para proteger a sus parientes sin su ayuda.

—El triaje estará aquí —explicó rápidamente a los que se habían quedado.
Sus clérigos iban desde ancianas que habían visto todo tipo de lesiones, hasta
veteranos experimentados, madres y un puñado de personas con formación. Dejó
a las ancianas a cargo de las evaluaciones iniciales.

—Aquellos con las peores heridas llévenlos al pasillo, el último a la derecha.


Tomen lo que necesiten y usen las habitaciones que necesiten.

—Esas habitaciones son para la nobleza, los invitados del Emperador —dijo
alguien.

—¿Disculpa? —Vhalla detuvo sus instrucciones.

—No podemos quitarle al Emperador… —añadió otro con incertidumbre.

—Soy tu futura Emperatriz —señaló—. Son solo mantas, sábanas y camas.


El Emperador y yo queremos que se utilicen como vendajes, torniquetes o
consuelo para los enfermos. 93
Finalmente fueron impulsados a la vida. A los clérigos y veteranos más
experimentados les resultó más fácil aceptar el hecho de que todas las apuestas
estaban canceladas cuando se trataba de la guerra. Guiados por su ejemplo, todos
comenzaron apresuradamente el proceso de establecimiento de sus puestos de
trabajo.

No pudo haber llegado un momento demasiado pronto. Los heridos fueron


cargados con mensajeros que regresaban. Solo tomó una hora para que el piso de
la entrada principal al salón del gobierno del Este estuviera manchado de sangre.

—Informe —exigió al siguiente mensajero que vio.

—Milady —comenzó la joven—, siete bestias aladas trajeron casi un


centenar de soldados a nuestra ciudad. —Su voz vaciló levemente por el miedo,
pero perseveró—. Aterrizaron hacia el norte y rápidamente atravesaron a la
milicia del Oeste.

—¿El ejército está tratando de flanquearlos para recuperar el terreno?

—Lo están intentando —afirmó.

—Sal y asegúrate de que todos los civiles del lado norte de la ciudad hayan
sido trasladados a casas seguras en otro lugar en caso de que quedaran —ordenó
Vhalla—. Entonces dirígete hacia el sur. Implora a los que están al mando allí que
dividan sus fuerzas y atraviesen la ciudad para defender y ayudar a los del norte.

—Entendido. —La mensajera asintió y salió corriendo hacia la noche.

Vhalla se masajeó el hombro, mirando hacia la oscuridad más allá de la


entrada principal del edificio del gobierno. Se preguntó por el alcance de la
carnicería. Se preguntó si sus amigos estarían bien.

Un soldado entró tropezando, encorvado.

—Si puedes caminar, dirígete a la derecha —instruyó Vhalla


distraídamente.

—Es bueno verte también. —Jax levantó la cabeza con una sonrisa cansada,
su presencia sacó a Vhalla de sus pensamientos.

—¡Jax! —Vhalla corrió hacia el hombre—. ¿Estás bien?

—He estado mejor. He tenido cosas peores. —Se desplomó contra ella.

Vhalla vio su espalda. Estaba hecha jirones. Un corte profundo corría desde
el hombro hasta la cintura, otros dos lo enmarcaban a cada lado.
94
—¡Necesito un clérigo! —llamó Vhalla, ayudando a Jax a sentarse en una
silla en una habitación cercana.

Su orden fue atendida; un hombre se apresuró a entrar, evaluando el estado


de la espalda de Jax. Vhalla ayudó rápidamente al cortar la camisa de los
hombros a Jax.

—Lady Yarl, no tenía ni idea de que tuviera tanto afecto. —Jax movió las
cejas sugestivamente—. Cortarle la ropa a otro hombre no le conviene a la futura
Emperatriz.

Vhalla puso los ojos en blanco.

—Oh, silencio. —Le dio una pequeña mirada al clérigo que esperaba que le
transmitiera la silenciosa solicitud de que ninguna de las bromas de Jax se
repitiera en otro lugar. El hombre parecía demasiado concentrado en evaluar al
hombre herido como para prestar mucha atención a lo que estaban diciendo.

—¿Cómo pasó esto? ¿Cómo están las cosas ahí fuera? —Vhalla no estaba
segura de querer las respuestas a sus preguntas.

—Un desastre. —Jax hizo una mueca cuando el hombre puso un poco de
ungüento en las heridas—. Puede que hayamos tenido algo del poder de
Mhashan, pero los soldados estaban lejos de estar preparados para un ataque.
»Hemos derrotado a tres bestias hasta ahora, pero los bastardos son casi
impermeables a la magia. Los cristales les dan algo de resistencia y los curan al
mismo tiempo. Se necesitan tres hechiceros poderosos para derribarlos.

—Los hechiceros son una cosa que deberíamos tener —pensó Vhalla con
esperanza en voz alta.

—Sí, pero no muchos al nivel que necesitamos, y ha sido lento comunicar


que los otros soldados necesitan proteger exclusivamente a nuestros hechiceros.

Sabía lo que Jax estaba diciendo. Aldrik era uno de esos hechiceros, uno de
esos lo suficientemente hábiles para enfrentarse a las bestias. Vhalla no sabía si
quería hacer sus próximas preguntas o no.

—¿Aldrik? ¿Fritz? ¿Elecia?

No la torturó.

—Están bien.

—¿Ellos también resultaron heridos? —preguntó Vhalla mientras el clérigo


trabajaba en los últimos puntos de sutura.

—No desde que me fui. —Jax sonrió—. Fui el único lo suficientemente tonto 95
como para estar dispuesto a desperdiciar su vida para salvar a una hermosa
dama en apuros.

—Bueno, me alegro de que no hayas tenido éxito en el intento. —Vhalla le


dio unas palmaditas en el hombro y se puso de pie—. Ve a tu habitación y
descansa cuando el clérigo haya terminado.

Jax parecía completamente exhausto. Vhalla se frotó los ojos con cansancio.
Por muy gastada que estuviera, no era nada comparado con lo que los soldados
enfrentaban allá afuera.

A medida que la batalla comenzó a calmarse lentamente, el ruido dentro


del edificio del gobierno creció. Los gritos y gemidos de hombres y mujeres,
comprometidos en un tipo diferente de lucha por sus vidas llenaban sus oídos y
puntuaban cada orden de Vhalla. Estas personas estaban a su cuidado y haría
todo lo posible para protegerlas y salvarlas.

Fritz fue el siguiente en regresar. Vhalla lo vio instantáneamente mientras


mantenía un ojo en la puerta. Se acercó a él rápidamente, abriéndose paso entre
los hombres y mujeres en el suelo de lo que alguna vez fue su ordenada estación
médica.

—Fritz —respiró aliviada.


—Vhal. —Él le devolvió el abrazo con cansancio.

—Gracias a la Madre que estás bien.

—Tú también, Vhal. —Su amigo la soltó—. Estaba nervioso de que algo se
abriera paso.

Ella sacudió su cabeza.

—El ejército mantuvo la línea. —Llevaba toda la noche pidiendo a los


mensajeros informes sobre el estado de la ciudad. Ni siquiera habían perdido un
edificio—. ¿Cuál es el estado?

—Las abominaciones están todas muertas. Aldrik está juzgando a los


hechiceros restantes ahora.

Vhalla miró hacia la habitación. Si la batalla estaba llegando a su fin, no era


probable que hubiera otra afluencia de personas a las que atender. Los clérigos
habían desarrollado sus propios sistemas basados en sus sugerencias originales
a medida que la noche se había desvanecido, y Vhalla se sentía segura de dejarlos
así.

—¿Tienes un caballo? —le preguntó a su amigo. 96


Fritz asintió.

—Quédate aquí, límpiate.

Él la detuvo.

—¿A dónde vas?

—Debería estar allí. —Vhalla movió su brazo para tomar su mano en lugar
de agarrar su muñeca—. Necesito estar con él para esto.

—Vhalla, ¿entiendes…?

—Por supuesto que sí. —Ella le apretó los dedos—. Por eso debo estar allí.

Su amigo sonrió con cansancio.

—Continúe entonces, señorita Emperatriz.

Fritz la soltó y ella se marchó. Vhalla agradeció que no hubiera insistido en


ir con ella para protegerla. Pidió prestada una espada a un soldado que ya no la
necesitaría y se la ató a la espalda. Incluso si la pelea había terminado, sabía que
era mejor no andar desarmada en un campo de batalla. Tenía demasiado
entrenamiento ahora para siquiera pensar lo contrario.
Con una sola arma y un jubón de cuero, se dirigió hacia el norte. Dados
todos los informes que había estado recibiendo, parecía la ubicación más lógica
para su Emperador. Un amanecer rojo cruzó el cielo, reflejando la tierra carmesí
ante ella.

Las bajas habían sido numerosas, más pesadas de lo que esperaba dada la
cantidad de soldados que habían estado en la fuerza del Oeste que rodeaba la
ciudad. Pero los descomunales cadáveres de bestias aladas gigantes ofrecieron
una explicación escalofriante. Dientes más largos que su cuerpo sobresalían de
sus enormes papadas. Tenían cabezas casi caninas pero con una piel gruesa y
correosa tensada contra sus músculos de formas extrañas. Algunos tenían dos
brazos, otros cuatro, uno incluso seis. Tenían alas de wyvern y colas de escorpión.
Era una criatura que los dioses nunca habían tenido la intención de que existiera,
y los cristales ahora dormidos incrustados en sus cuerpos brillaban como
obsidiana opaca a la luz del sol, convirtiéndose lentamente en polvo.

Un puñado de hombres y mujeres fueron rodeados, obligados a


arrodillarse. Los soldados esperaban a su alrededor, hechiceros y Comunes por
igual, listos para ejecutar a los traidores que habían entrado para matarlos a todos
a lomos de monstruos. La esbelta figura de un hombre sobresalía por encima de
los demás: un Emperador que juzgaba a los que luchaban contra su trono.
97

—… abandonen al falso rey. —Vhalla pudo escuchar las palabras de Aldrik


mientras se acercaba—. Aquellos que brinden información serán recompensados
con sus vidas.

Nadie habló.

—Están protegiendo a un cobarde —gritó Vhalla, anunciando su presencia.


Aldrik se giró sorprendido mientras ella cabalgaba junto a él—. Están con un
hombre cuyo poder no proviene de su propio mérito, como él quiere que crean,
sino del robo.

—¿Qué sabrías? —preguntó uno de los hechiceros arrodillados, y la


curiosidad le arrancó las palabras.

—Lo sé muy bien —respondió Vhalla en voz baja—, porque fui yo a quien
él robó sus poderes.

Ahora ella tenía su atención.

—Victor no podía abrir las cavernas por su cuenta; no era lo suficientemente


fuerte para manejar los cristales. Lo sé porque me necesitaba para ayudarlo a
hacerlo. Cuando tuvo lo que quería, robó mi magia para hacerlo inmune a la
mancha.
—¡Mentiras! —gritó uno con desprecio—. La mancha solo afecta a los de
voluntad débil, los Comunes y los hechiceros menores.

La desesperación abrió el camino a la estupidez en los corazones de los


hombres.

—No puedes creer eso. ¿Es eso lo que Victor les ha dicho? ¿Que ustedes son
los fuertes e inmunes? —Sacudió la cabeza con una risa amarga y triste—. Los ha
descartado como prescindible con sus mentiras.

—¿Eres realmente la Caminante del Viento? —preguntó una voz tímida


entre ellos.

—Era. —Vhalla habló solo con el hombre que había preguntado—. Era la
Caminante del Viento hasta que robó mis poderes. Ahora soy una Común. Fue
mi magia la que desató a este monstruo sobre el mundo…

—Vhalla… —Aldrik tenía una nota de advertencia.

—…pero por eso, nadie luchará más duro que yo para hacer lo que sea
necesario para corregir ese error. —Las palabras dolían. Dolían como si el viento
todavía golpeara sus mejillas, simples y poco mágicas. Pero era finalmente el tipo
correcto de dolor. El dolor de una confesión que necesitaba ser dicha—. Esto es 98
solo una noche. El sol saldrá de nuevo y yo me quedaré con el amanecer.

Ella miró al Emperador. Sus ojos eran un camaleón durante las últimas
semanas, cambiando constantemente para coincidir con la mujer en la que ella se
estaba convirtiendo.

—¿Quién estará con el sol? —Él apartó los ojos de ella para hacer su última
demanda.

El hombre que había hecho su tímida pregunta se puso de pie lentamente.

—Un rey falso se sienta en un trono falso.

—Deshonras a los hechiceros —escupió otro leal—. Seguirás a un mentiroso


y a un común.

—La fuerza canaliza su propia magia —dijo el hombre en respuesta,


mirando directamente a Vhalla.

—¿Quién más estará con nosotros? —demandó Vhalla.

Dos más se pusieron de pie.

—¿Por qué tener piedad de ellos? —Un soldado del oeste finalmente
habló—. Ellos luchan contra tu Imperio. Dales la muerte.
—Porque una mujer sabia me enseñó que ningún alma está más allá de la
salvación —respondió Aldrik fácilmente.

El pecho de Vhalla se apretó, pensando constantemente en Larel.

—Los que están con nosotros, vivan; los que no, mueran. Hagan su elección.
El alba llegará y no esperará a nadie. —Aldrik se giró hacia los hechiceros de
Victor.

Dos más estaban de pie, cinco en total. Eso fue todo lo que se salvó. Vhalla
fue testigo silencioso de los otros hechiceros que murieron por el ideal de Victor.
Hombres y mujeres que se habían contaminado tanto con sus mentiras que
valoraban su dogma más que sus vidas.

Vhalla contó a todos los hombres y mujeres muertos. Veintitrés en total. Se


movió en su silla y sintió que la espada tiraba pesadamente de su hombro. La
próxima vez que viera a Victor, ella misma lo apuñalaría, decidió Vhalla,
veintitrés veces.

99
Vhalla regresó al edificio del gobierno en silencio. Revisó visualmente a
Aldrik varias veces. Tenía innumerables moretones y un corte en el hombro, y
ella estaba dispuesta a regañarlo por no buscar tratamiento antes, pero estaba
bien, en general. Una sensación enfermiza había burbujeado en su estómago,
pero fue sofocada al verlo.

¿Cuántas veces más tendría que ver a la gente que amaba ir a la guerra?

Se quedó como una sombra silenciosa al lado de Aldrik hasta que un clérigo
exigió su atención, y luego se escabulló. Vhalla vagó por los pasillos,
repentinamente exhausta. Había puesto todo lo que podía pensar a prueba para
ser la Emperatriz que la gente necesitaba, y no estaba segura de si se había
acercado siquiera a serlo.

Sus pies se movieron con la intención de buscar a Fritz, pero se detuvo justo 100
antes de la puerta de un amigo diferente, la franja de luz se extendía por el suelo
desde las habitaciones actuales de Jax.

—¿…preocupada por mí? —Apenas podía escuchar las tranquilas palabras


de Jax.

—Tenía otras cosas en las que concentrarme. —Elecia, se dio cuenta Vhalla.
Dio un paso hacia la puerta abierta, aliviada al escuchar que la mujer estaba lo
suficientemente bien como para tener el habitual tono sarcástico en su voz.

—Aww, lo estabas—bromeó Jax.

—¿Estás bien o no? —Elecia suspiró profundamente.

—Sí. —Hubo una larga pausa—. ‘Cia, de verdad, estoy bien.

—Será mejor que no vuelvas a jugar al héroe —murmuró la mujer.

—Si no lo hubiera hecho, no estarías aquí ahora.

Vhalla se quedó quieta. Jax había dicho que sufrió su herida mientras
salvaba a una damisela en apuros. Elecia no era una gran damisela.

—Gracias. —La gratitud de Elecia era forzada e incómoda, pero era tan
sincera como cualquier otra cosa que Vhalla hubiera oído decir a la mujer. Elecia
era a menudo abrasiva, ciertamente sarcástica, pero por lo general era sincera en
lo que decía, lo bueno y lo malo.

—No pienses en eso, Lady Ci’Dan.

—Eso no va a ser posible. Sabes que esto cambia las cosas…

—Dije que no pienses en eso. —Golpeó un nervio.

—Bien, Jax, no lo haré. —Los pasos de Elecia se acercaron a su puerta, y


Vhalla llamó suavemente en la Fritz, no queriendo que la sorprendieran
escuchando a escondidas.

—Sabes, eres una de las pocas —Las palabras de Jax detuvieron a ambas
mujeres—, que todavía no me llama lord.

—Tu título fue despojado.

Y Vhalla todavía no sabía por qué.

—Y eso no impide que la Corte del Oeste me lo recuerde usándolo


irónicamente. —La voz de Jax había cambiado.

—Ya sabes cómo es la corte. —La voz de Elecia indicaba indiferencia, pero
101
hubo un eco triste y sincero que siguió a sus palabras—. Algunos de ellos todavía
están de tu lado.

—Quién sabe por qué —murmuró Jax.

—Yo todavía lo estoy.

Fritz abrió la puerta, distrayendo a Vhalla de lo que se dijo a continuación.


Rápidamente se abrió paso hacia la habitación del hombre antes de que él dijera
algo que Elecia pudiera escuchar. La mujer nunca dejaría que Vhalla escuchara
una conversación privada. Con buena razón, admitió Vhalla para sí misma. Pero
ella quería saber sobre Jax; necesitaba saber por qué estaba con la corona. Por qué
estaba prácticamente esclavizado y, sin embargo, tan reverenciado por sus amos.

—¿Está todo bien?

Estos pensamientos quedaron archivados para otro momento tan pronto


Fritz hizo su pregunta. Vhalla le rodeó la cintura con los brazos y abrazó a su
amigo del Sur con fuerza. Todavía olía a batalla, a sudor y el olor metálico de la
sangre. Pero sus brazos la rodearon sin dudarlo, sin preguntar. La abrazó en
silencio mientras Vhalla tomaba aire y dejaba que el mundo se moviera sin ella
por un breve momento.

—Me alegro de que estés bien, Fritz.


—Yo también. —Él se rio ligeramente.

—¿Por qué estás aquí? —La pregunta se le escapó tan repentinamente como
la pensó.

—Te lo dije cuando salimos de mi casa: Larel me atormentaría si te dejo ir


sola.

—Eso no es lo suficientemente bueno. —Vhalla negó con la cabeza.

—¿Qué no lo es?

—No, todavía estás peleando. Estás en guerra por mí. ¿Por qué lo haces?

—Tonta Vhal. —Fritz suspiró suavemente y el sonido se transformó en una


sonrisa—. Estuviste en mi casa, conociste a mis hermanas.

Escapar del caos de la casa de la familia Charem tampoco parecía una razón
suficiente.

—Todas tienen su lugar en el mundo. Cada una sabe quiénes serán. Cass
heredará la casa. Reona será una esposa y una madre increíble. Nia será chef o
panadera o algo así. Todos tienen algo. Yo nunca lo hice.
102
—Tuviste tu magia —señaló Vhalla.

—Y me alejó de ellas. —Fritz nunca había parecido apesadumbrado por su


magia. Su familia lo aceptaba mucho—. Fui a la Torre y esperaba encontrar mi
lugar. Y todavía lo estoy averiguando. Grahm, Larel, todos ustedes saben lo que
quieren. Yo también quiero saber eso. Quiero un propósito.

Vhalla apretó con fuerza las manos de su amigo.

—Realmente no sé lo que quiero.

—Sí, lo sabes. —Fitz de hecho se rio a carcajadas ante la idea—. Hubo un


tiempo en que no lo sabías, pero lo encontraste. Ahora yo también estoy tratando
de encontrarlo.

—Bueno… —Vhalla se sentó con Fritz en su cama—. ¿Qué quieres ser?


¿Qué es lo que quieres hacer?

Hablar de las cosas con Fritz fue terapéutico. Ella le daba un consejo que
necesitaba prestar usar para sí misma. No era de extrañar por qué su amigo de
cabello desordenado se había quedado por tanto tiempo. Eran tan similares en
todos los aspectos en todas las formas que lo necesitaban.
Cuando Vhalla finalmente regresó a su habitación, vio el tenue resplandor
de un fuego que venía de la puerta de las habitaciones de Aldrik. Sus pies se
arrastraron hacia adelante, impulsados por su corazón. Aldrik trabajaba
diligentemente en una pequeña mesa junto al fuego, garabateando en pergamino.

—¿Cartas? —preguntó ella.

—Para mi tío y otros lores del Oeste —respondió Aldrik sin girarse.

Vhalla se quitó las botas y las dejó en la puerta. Con pies ligeros, se acercó
al Emperador encorvado. Aldrik no se movió cuando ella le rodeó los hombros
con los brazos.

—Pide refuerzos, mi amor —pidió.

—¿Una orden de la Emperatriz? —Su pluma se detuvo, pero cuando volvió


a escribir, Vhalla vio que trabajaba en su solicitud.

—Si el Emperador lo permite.

—A juzgar por cómo manejaste los asuntos durante ese ataque, tengo poco
de qué preocuparme por permitir —tarareó Aldrik, un sonido relajado y
complacido, como el ronroneo de un gato. 103
—Todavía tengo miedo —confesó—. De ser Emperatriz.

—¿En enserio? —Sonaba realmente sorprendido—. —No parece.

—Estuve fingiendo cuando no podía pensar en nada más para hacer.

—Entonces estás más lista de lo que pensabas.

—Tengo miedo de perder a mis amigos, de tomar la decisión equivocada —


admitió Vhalla. La carga era más fácil de soportar cuando la aliviaba con
palabras—. Anhelo la paz y temo ser una criatura cuyo destino está escrito con
derramamiento de sangre.

—Nunca se han dicho más palabras falsas. —Aldrik apoyó la pluma sobre
la mesa para mirarla—. Pasaste dieciocho años en paz. En todo caso, soy yo quien
te ha puesto este manto de muerte.

Vhalla negó con la cabeza, pero él continuó antes de que pudiera objetar
verbalmente.

—Sé lo que te he pedido. Nací en eso, fui criado para eso. Ahora espero que
logres actos y diplomacia, tareas para las que me fueron preparando durante
años. —Aldrik la sentó en su regazo y le pasó la mano por la mejilla—. Pero
escúchame, digo nacido en, no nacido para. Puede que tenga la ventaja de la
educación, pero tú eres tan naturalmente apta para gobernar como yo, quizás
más.

Ella sostuvo su frente contra la de él, frotando ligeramente las puntas de sus
narices.

—¿Me enseñas?

—Siempre.

Le enseñó bastantes cosas nuevas esa noche, cosas que normalmente no se


ofrecían en el entrenamiento de Emperatriz. Y, después, con el pecho agitado y
cuerpos llenos de sudor, pasó más de una hora contándole las largas historias
que conocía de los reyes del Sur y del Oeste. Aldrik se propuso detallar cada falla
y lo que los llevó a la recuperación o la desaparición. Destacó las historias que
siempre había admirado y por qué, que generalmente eran las historias que
abarcaban la salvación a través de la admisión de las deficiencias de uno.

Él se burló de ella la primera vez que cerró los ojos. Pero el Emperador no
mantuvo despierta a su dama. Habló en voz baja hasta que el agotamiento
finalmente la reclamó, abrazándola.

Al día siguiente, él se hizo cargo de nuevo. Antes incluso de que salieran de 104
sus respectivas habitaciones, detalló cada plan que tenía para el día, lo que
esperaba lograr y cómo planeaba hacerlo. Le pidió que observara y aprendiera.

Cuando se reunieron con la senadora para discutir la fortificación adicional


del Este, finalmente fue como ver al hombre emerger de detrás de la cortina.
Aldrik navegó hábilmente por sus objetivos, logró nuevos planes y aseguró
garantías intangibles de lealtad a Solaris. Conociendo sus enfoques, el
gobernante persuasivo y elocuente se redujo a un mago de salón, y Vhalla
conocía todos sus trucos.

Marcó cada decisión con una solución a largo plazo que aseguraría que el
Este permaneciera ligado a su liderazgo. Cuando Aldrik mencionó a los
senadores de reemplazo, lo hizo de tal manera que exigió que el senador
naturalmente preguntara quiénes pensaba que deberían ser. Vhalla no tenía
ninguna duda de que los nombres que soltó no fueron los primeros que se le
vinieron a la cabeza, sino una lista planificada de personas que tenían alguna
deuda o que ya habían pasado alguna prueba previa de lealtad.

Después de la reunión, se dispusieron a almorzar con los comerciantes de


Hastan. En el camino, la interrogó sobre su redacción y metodología. Le preguntó
qué pensaba sobre por qué eligió una cosa sobre otra, cómo había cambiado la
situación. Le exigió que encontrara imperfecciones y le hiciera sugerencias para
mejorar. Buscar sus defectos solo hizo que Vhalla estudiara todo el asunto más
de cerca.

Justo antes de llegar a la modesta mansión del anfitrión, él cambió la


conversación.

—Quiero que lideres esto.

—¿Liderar cómo? —Vhalla no estaba segura de a qué se refería.

—Esta es tu gente. —Hizo una pausa para apartar cariñosamente un poco


de cabello de ambos lados de su rostro—. Tengo una prometida del Este. ¿Por
qué no usar eso a mi favor?

—Ya veo. —Ella le dedicó una sonrisa cómplice.

—¿Serás mi inteligente prometida del Este?

—Supongo, si mi Emperador lo exige. —Vhalla suspiró dramáticamente.

La frivolidad calmó sus nervios cuando entraron. Para cuando Vhalla se


sentó a la mesa del comedor, estaba relajada. Esta era su gente. Y aunque Vhalla
tenía poca experiencia en negociar con comerciantes más allá de los tenderos y
panaderos de Leoul, entendía sus deseos y necesidades tan bien como cualquier 105
persona del Este.

Complació sus preguntas sobre su infancia. Vhalla respondió preguntas


sobre la rotación de campo de su padre y el método para usar la menor cantidad
de agua posible. Las historias de la Caminante del Viento se habían extendido
por todo el este, y estaban hambrientos por conocer a la mujer detrás de las
historias.

El Emperador y Vhalla participaron en un vals verbal, girando de un lado


al otro. Aldrik llevaría la conversación a asuntos oficiales y Vhalla tomaría la
iniciativa. Cuando un lord se enfadaba ante la sugerencia de Aldrik, Vhalla
actuaba como un bálsamo y recogía buenos recuerdos de las festividades del Este.
Si una de las damas se desanimó por la determinación de Aldrik, Vhalla tomó su
mano con una sonrisa y compartió un poco de su pan en un gesto de buena fe.

Después del almuerzo, se dirigieron al campamento del Oeste. Todavía


estaba desordenado por la batalla, y Vhalla se preguntó qué podía hacer para
ayudar tanto a ellos como a los ciudadanos de Hastan. No había suficientes recursos
para todos.

La senadora estaba esperando con Lord Sevin en su tienda.


—Disculpas por la demora —dijo Aldrik con mínima sinceridad. El
Emperador podía hacer esperar a la gente, él le había dicho. El mundo los esperaba.

—No hay necesidad de disculparse, milord. —La senadora hizo una


pequeña inclinación de cabeza con respeto a cada uno de ellos—. Y milady.

—Sevin, ¿tienes conteos finales de hombres y suministros?

—Sí. —El Lord del Oeste sacó algunos papeles.

—Excelente. —Aldrik comenzó a leer con Vhalla leyendo sobre su hombro.

—La mayoría de los suministros sobrevivieron a la batalla, pero tuvimos


más bajas de las esperadas —resumió el señor.

—Ya hemos solicitado más apoyo por parte del Oeste. —Aldrik desvió su
atención del pergamino.

—Los refuerzos pueden ser lentos —reflexionó Vhalla en voz alta—. Y el


Este debería aprender a defenderse.

—¿Qué está pensando, Lady Vhalla? —preguntó la senadora.

—Deberíamos establecer un sistema para hacer correr la voz de que


106
necesitamos reclutas. Que cinco jinetes lleven un mensaje a los cinco pueblos más
cercanos. Una vez allí, que ordenen a cinco jinetes más que lleven la palabra a
cinco pueblos más.

—Y crear una red a través de Cyven —concluyó la senadora con la lógica


de Vhalla—. No es una mala sugerencia.

—Dependería de que los hombres de Lord Sevin fueran capaces de


entrenarlos. —Vhalla miró al lord del Oeste—. Serán granjeros y mozos de
cuadra, tan verdes como vengan.

—Podemos entrenarlos —afirmó Sevin con un asentimiento—. Siempre que


estén dispuestos a recibir formación.

—Una vez que estén entrenados, pueden ayudar a defender a Hastan y


formar el ejército aquí para la movilización contra el Sur cuando estemos listos
para atacar. —Vhalla finalmente se giró hacia Aldrik.

—Me gustaría que la sugerencia de mi prometida se hiciera realidad —


ordenó el Emperador.

Vhalla permaneció callada durante la segunda mitad de la reunión, una vez


más viendo a Aldrik trabajar y aprender todo lo que pudo. Esperaba que la
interrogara sobre sus métodos después, y se demostró que tenía razón.
En el camino de regreso al edificio del gobierno, Aldrik preguntó sobre su
enfoque y le ofreció críticas y elogios. Hubo amplias áreas de mejora que
rápidamente se hicieron evidentes, pero Aldrik fue bueno para intercalar elogios
a su alrededor. Algunas eran tan simples como señalar que necesitaba mejorar su
postura. Otros tenían capas de matices que Vhalla aún no entendía por completo
cuando entraron al edificio principal.

—Y, sobre todas las otras cosas —continuó Aldrik—, debes recordar que
eres su Emperatriz.

—Pero ¿cómo puedo relacionarme con ellos si estoy distanciada?

—Practica, hasta cierto punto. Pero es difícil —confesó—. Es más


importante para ellos verte como su soberana que como su amiga. Que sepan que
estás por encima de ellos.

Vhalla asintió, sumida en sus pensamientos.

—No estás contenta. —Sonrió con cansancio.

—¿Se nota?

—No necesito el Vínculo para notarlo. Te conozco bastante bien. 107


Vhalla negó con la cabeza. Hubo un tiempo en el que le preocupaba que sus
afectos fueran producto enteramente del Vínculo. Qué tonto parecía eso ahora.

—¿Puedo ser ambos? ¿Su líder y su amiga?

—Para algunos, sí. —Aldrik asintió—. Pero no para las masas.

—Supongo que es bueno que me gusten los libros más que a la mayoría de
la gente —murmuró Vhalla.

—Claro, eres una gobernante magnífica en ciernes. —Aldrik le dedicó una


sonrisa de complicidad y Vhalla se relajó aún más.
Vhalla se despertó dos mañanas más tarde con un malestar en el estómago.

Aldrik insistió brevemente en ir a buscar a Elecia, pero Vhalla se negó. No


había una cura para el nerviosismo y no conocía ningún bálsamo que quitara el
estrés. La medicina que necesitaba estaba atada entre cueros y entregada en
silencio. Había estado evitando preguntar porque sus días estaban tan llenos de
preparativos para partir hacia Norin en otras dos mañanas. Cuando finalmente
abordó el tema con su futuro esposo, él la hizo sentir tonta por siquiera estar
preocupada por dejarlo a él solo con las responsabilidades.

La sala de registros de la ciudad estaba polvorienta y estancada. No se había


emitido en bastante tiempo, y entró en un ataque de tos con el primer rollo
pesado que sacó del estante. No era su primera opción, pero Hastan no contaba

108
con una biblioteca impresionante y sabía que estaría sola aquí. Todo lo que quería
era un espacio tranquilo y algo para leer.

Los registros gubernamentales de Hastan no eran exactamente un material


emocionante, pero Vhalla tenía una nueva apreciación por la elocuencia de la
política y la importancia de la madurez en la gobernanza que hizo que la lectura
fuera más interesante que las experiencias anteriores.

Dos pergaminos después, Jax asomó la cabeza y bromeó:

—Oh, Emperatriz.

—Todavía no soy Emperatriz. —Ella ajustó el pergamino que tenía delante.

—Estás lo suficientemente cerca. —Sonrió y terminó de entrar. Jax se apoyó


contra la puerta mientras la cerraba—. Nuestro Emperador me ha pedido que te
revise y vea si necesitas algo.

—Me sorprende que no haya enviado a Elecia —murmuró Vhalla.

—Lo intentó. —Jax se rio de su suposición correcta—. Elecia dijo que, si no


estabas bien, eras “bastante capaz” de buscarla por tu cuenta.

—La mujer tiene sentido. —Vhalla tuvo otra razón más para apreciar a la
prima de Aldrik.

—Eso no lo puedo discutir.


El elogio sin filtrar de Jax le recordó a Vhalla la conversación que escuchó
anteriormente. Si bien no se atrevía a mencionar los detalles, había una cosa que
todavía le molestaba. Vhalla se apartó del pergamino y estudió los oscuros ojos
de Jax. Trató de moverse a través de su oscuridad, con la esperanza de que de
alguna manera revelaran el secreto que todos habían estado tan contentos de
aludir, pero del que nunca hablaban.

—¿Por qué eres propiedad de la corona?

El pánico cruzó su rostro. Lo había tomado desprevenido y los muros


defensivos se levantaron rápidamente en respuesta. Vhalla apretó los labios y
luchó contra una sonrisa triste. Llevaba tanto tiempo con Aldrik que sabía cómo
se veía cuando un hombre intentaba ocultar la verdad detrás de una defensa
mental.

—Esa no es una historia que quieras escuchar. —Se rio de repente—.


Créeme.

—No te corresponde a ti decidir. —Vhalla se reclinó en su silla y señaló el


único otro asiento en la habitación frente a ella—. Siéntate y dímelo.

—No creo que… 109


—Es una orden, Jax. —Trató de hacer las palabras lo más suaves posible,
pero ninguna cantidad de ternura pudo eliminar el dolor en sus ojos. Ella había
cruzado una línea al ordenarle, una línea que tal vez no pudiera borrar.

Cayó pesadamente en la silla, comenzando su relato con un resentimiento


precipitado.

—Nací en una familia noble en el Oeste. No éramos importantes, no como


los Le’Dan o Ci’Dan, pero mi familia tenía orgullo y algunas generaciones de
nobleza. Yo era el mayor y el único hijo, mis hermanas solo unos años más
jóvenes.

—Así que estabas listo para heredar la propiedad. —Vhalla se movió en su


silla y se inclinó hacia adelante, colocando los codos sobre la mesa. Por primera
vez, estaba vislumbrando al hombre debajo de la locura.

—Lo habría hecho —afirmó Jax—. Todo estaba listo, y yo era todo un
señorito. Lo único que quedaba era encontrar una pareja adecuada con otro
noble.

—Un matrimonio arreglado —notó ella. Le trajo recuerdos del último


matrimonio arreglado que había experimentado: el de Aldrik. Tiró de las
comisuras de sus labios, frunciendo el ceño ante el pensamiento.
—La amaba. —Jax borró la expresión de su rostro con tres palabras, y Vhalla
escuchó con sorpresa—. La amaba como el Padre ama a la Madre. La amaba más
que al sol, más que a la vida misma. Hubiera esperado mil años si ella lo hubiera
necesitado para estar lista para aceptar mi mano.

—¿Lo necesitaba? —Vhalla trató de eliminar la imperfección en su relato


que actualmente brilla.

—No, los sentimientos eran mutuos. —Jax miró a la nada durante un largo
momento. Luego hubo un cambio. Vhalla no estaba segura de sí se lo imaginó.
Pero su expresión hizo clic en algo diferente—. O más bien, pensé que lo eran…

»Pasábamos días y días juntos. Cada vez que teníamos la oportunidad de


vernos, nos encontrábamos. No queríamos nada más que estar alrededor del otro
simplemente respirando el aire del otro. Todo iba a ser tan perfecto, un amor
arreglado, pero eso también estaba destinado a ser.

Había una inquietud cerniéndose sobre sus palabras. Las sacó de su lengua
con una precisión casi ensayada. Como si ya no fuera Jax hablando, y estuviera
poseído por otra persona, alguien que en realidad no había soportado lo que
estaba a punto de decirle.
110
—Hasta que, un día, decidí que la sorprendería. Yo estudiaba en la
Academia de Artes Arcanas. O quizás estaba dando una clase. No recuerdo por
qué… tal vez necesitaban mi ayuda. —Sacudió la cabeza—. De cualquier manera,
llegué temprano a casa. Antes de lo esperado.

»Habían pasado unos días desde que la vi. Días que bien pudieron haber
sido una eternidad. La sorprendí en la casa de su familia… estaba silenciosa, tan
silenciosa.

El corazón de Vhalla se desaceleró con inquietud ante el destello loco que


se apoderó de los ojos de Jax.

—Tan silenciosa que pude escucharlos. Seguí los sonidos, los gritos, hasta
su habitación. Allí la encontré. La encontré completamente desnuda y debajo de
otro hombre. —Jax comenzó a reír. Fue una risa oscura y tan siniestra como un
trueno bajo en un cielo tormentoso—. Yo nunca había tenido una mujer. Pensé
que era romántico que me guardara solo para sus manos. Pero ella había
conocido a este hombre. Una y otra vez por lo que descubrí en esa habitación
oscura.

—El sexo no tienen nada de romance.


Vhalla se mordió la lengua ante una objeción inmediata. El hombre que
tenía ante ella estaba a un mundo de distancia de la razón.

—Confía en mí, Vhalla. Es la necesidad más animal la que anhela la


saciedad. He rastreado el mundo en busca de algo más, pero nunca lo encontré.
Todos somos seres carnales, cazando, arañándonos, buscando consumirnos entre
sí para llenar los agujeros que hemos hecho en nuestros corazones al tratar de
eliminar nuestras propias deficiencias.

—¿Qué pasó después? —Vhalla habló después de un largo momento. No


estaba segura de querer saber la respuesta. Pero sabía que necesitaba saber.

—Los maté a todos. —Se echó hacia atrás, encorvado en su silla hasta que
su cabeza descansó en el respaldo. Sus miembros eran como ramas largas y
esbeltas, todas estiradas—. Primero él. Tenía que morir. Tenía que arder. Él la
había tocado y oh, oh, lo maté por eso. Hice que ella mirara y —Jax se atragantó
con su historia un momento, pero rápidamente recuperó la compostura—, me
rogó que lo salvara. Gritó por su vida, como si de alguna manera lo amara.

»Su familia trató de detenerme. Regresaron ante sus gritos y trataron de


detenerme. Pero ellos sabían. Sabían lo que había estado pasando. También
necesitaban morir. Ardieron, y ella… 111
Jax comenzó a reír. Fue un gruñido que surgió de las profundidades de su
garganta y lo hizo aullar de diversión mórbida en un momento. Vhalla no vio el
humor, pero claramente era la verdad de su locura. Se detuvo de repente,
mirándola.

—Entonces, solo estaba yo. Honestamente, ni siquiera recuerdo la mitad de


la magia que saltó de mis dedos como arcos de fuego a través de su carne. Pero
recuerdo la satisfacción cuando ardió. Su sangre fue la primera en mis manos
vírgenes.

Vhalla era mortal. Había tenido sus rachas de celos y los había superado.
Comprendió los desagradables sentimientos que podían surgir en la gente; había
vivido lo suficiente ahora para haberlo visto desde todos los lados. Pero esto, esto
era más de lo que podía comprender. No importa qué situación, nunca podría
imaginarse a sí misma lastimando a Aldrik. ¿Qué tipo de amor fue un amor que llevó
a un hombre a matar lo que codiciaba? ¿Era ese amor más fuerte que el que ella tenía?

—No me resistí a la captura. ¡Por la Madre, incluso me declaré culpable! No


había nada más para mí. Mi futuro murió con ella, la mujer que amaba, la mujer
que maté. Lord Ophain me despojó de mi título y rango. —Jax se puso de pie,
concluyendo su historia con un movimiento indiferente—. Debieron haberme
matado; ese es el castigo por asesinato, después de todo.

—¿Por qué no lo hicieron? —Trató de darle sentido a todo. Jax había


sobrevivido durante años. Había servido bajo las órdenes de Baldair y él incluso
lo había respetado. Vhalla sabía bien qué opiniones tenía el príncipe más joven
hacia los hombres que dañaban a las mujeres.

—¿Tanto me quieres ver muerto? —Jax se rio.

—Responde la pregunta. —Vhalla ya no estaba de humor para sus juegos.

Jax puso los ojos en blanco y obedeció.

—Tenía un amigo, alguien mejor de lo que me merecía. Su hermano y yo


habíamos estudiado juntos en la academia, y así fue como nos conocimos. Vino
en mi defensa, alegando locura. Argumentó que la mujer fue la que se equivocó
al romper nuestro contrato. Él provenía de una antigua familia y su nombre fue
tanto una ayuda como un obstáculo en la corte.

—Erion. —Vhalla lo dedujo. Si Lord Ophain Ci’Dan había estado


supervisando el juicio de Jax, el único nombre que podía ser un obstáculo era el
nombre Le’Dan. También explicaba la conexión de Jax con la guardia. 112
—Bing-bong —intervino Jax. Estaba morbosamente alegre por estar metido
hasta las rodillas en repetir su oscura historia—. Se las arregló para retrasar todo
el tiempo suficiente para poder explicarle las cosas a su amigo, que estaba en un
lugar aún más alto.

—Baldair… —Solo el nombre evocaba dolor.

—Los dos construyeron un nuevo castigo para mí. Uno que incluso Lord
Ophain decidió que era apropiado. —Se detuvo en la puerta—. Serviría en la
Guardia Dorada para pagar mi deuda con la gente. Si hacía algo cuestionable, me
matarían.

Los términos le resultaban demasiado familiares a Vhalla.

—¿Por cuánto tiempo?

—Hasta el final de mis días.

—¿Para siempre? —A pesar de que alguna vez fue propiedad de la corona,


Vhalla no podía imaginar la noción de servidumbre sin fin—. Eres un esclavo.

—Sigo prefiriendo el título de soldado. —Él se encogió de hombros—.


Aunque algunos todavía prefieren llamarme lord, como si nunca hubiera
sucedido, como si pudiera haber sido justificado en lo que hice, como si todavía
tuviera una familia. Otros al menos agregan “caído” después.

—¿Alguna vez has buscado la libertad?

—No. —Jax miró a través de ella—. Eso sería algo que tendría que ganar,
no pedir. Y mis pecados nunca merecerían un perdón.

—Pero tu familia…

—No puedo mirarme en el espejo. ¿Crees que podría volver a enfrentarlos?


Morí para ellos el día que maté a la mujer que amaba.

El silencio se instaló entre ellos, quieto y pesado. Vhalla sabía que, como
Emperatriz, tendría que enfrentarse a la fealdad, a los horrores. Pero no estaba
preparada para que esos horrores vinieran de aquellos a quienes consideraba sus
amigos. Por otra parte, ¿qué eran ahora ella y Jax? Parecía que nunca había
conocido realmente al hombre.

Vhalla lo miró con ojos frescos y parecía que él hacía lo mismo. Las cosas
habían cambiado entre ellos, y Vhalla sabía que era ella quien debía decidir cómo
se manifestaría ese cambio. Afortunadamente, Jax no parecía ansioso por
obligarla a tomar una decisión. 113
—Si necesitas algo, futura Emperatriz, llámame y te lo traeré. —Jax hizo una
pequeña reverencia—. No lo olvides, nuestro Emperador decretó que mi vida es
tuya.

—Como si necesitara un recordatorio… —Vhalla murmuró en la puerta


cuando se cerró con un clic detrás de Jax.

Ella se echó hacia atrás, agarrando su camiseta sobre su estómago. Se había


estado sintiendo mejor, pero esa inquietante sensación de malestar había
regresado con toda su furia. Vhalla apenas tuvo tiempo suficiente para escapar
de la sala de registros, corriendo hacia sus propias habitaciones, antes de que la
enfermedad estallara.

—¿Vhalla? —Aldrik entró por la puerta que conectaba sus habitaciones.

Vhalla se apartó del inodoro. Sus rodillas se sentían un poco temblorosas y


se apoyó contra la pared para mantenerse en pie. No esperaba que la historia de
Jax la afectara tan fuertemente.

—Pensé que estarías afuera con los lores del Oeste.


—Regresé para cambiarme antes del almuerzo. —Él dejó a un lado los
pantalones embarrados que había estado cargando y se acercó a ella—. ¿Sigues
mal? ¿Has visto a Elecia?

Vhalla negó con la cabeza. No necesitaba un clérigo. Necesitaba la verdad.


Necesitaba saber si todo con lo que Jax acababa de llenar en su cabeza era real.

—Tú y Jax. —Vhalla se centró en la esquina de la habitación en lugar del


hombre con el torso desnudo frente a ella—. ¿Son realmente cercanos?

—Él te lo dijo —respiró Aldrik.

—¿Cómo puedes dejar que esté como está? —Vhalla no podía entender por
qué Aldrik toleraba la presencia de Jax, cómo Aldrik parecía considerar al otro
lord su amigo. Parecía ir en contra de todo lo que pensaba que sabía de su amante.

—Él lo quiere de esta manera —dijo Aldrik gentilmente—. Nunca tuve la


capacidad de liberarlo hasta hace poco.

—¿Lo liberarías? —Ella se resistió—. Él-él hizo algo espantoso.

—Hombres que han hecho cosas peores caminan libres. —La culpa cruzó
los rasgos de Aldrik. 114
—Lo que él hizo no se parece en nada a lo que sucedió contigo y las
cavernas. —Vhalla apretó con fuerza las manos de su Emperador. Aldrik pareció
sorprendido por un momento, confirmando que había adivinado correctamente.
Había llegado a conocer a los demonios que llevaba, así como al hombre mismo.

—Muy bien —pensó Aldrik en voz alta—. Pudiste perdonarme a mí y a mis


crímenes, tal vez puedas perdonar los suyos. Puse su vida con la tuya, así que es
apropiado.

—¿Qué cosa? —Ella frunció el ceño.

—Tú controlas su libertad, su destino.

—Aldrik, yo…

—Vhalla, algún día serás Emperatriz. Si no puede decidir el destino de un


hombre, ¿cómo podrá juzgar a las masas? —El insufrible miembro de la realeza estaba
usando esto como una experiencia de aprendizaje—. Desearía poder evitarlo, pero…

—Pero no puedes —terminó ella por él. Las palabras eran tan pesadas como
el plomo. Este era el precio de su amor. El costo de estar con el hombre que había
elegido—. ¿Qué pasa si nunca decido que ha expiado?

—Entonces esa es tu decisión para tomar.


—Puedes ser desalmado —respondió débilmente Vhalla con una pequeña
sonrisa.

—Me hieres. —Sus palmas descansaron sobre sus caderas—. Si no tengo


corazón, es porque una bibliotecaria lo robó.

—¿Crees que puedes distraerme con tus dulces palabras? —Ella se hizo la
tímida, apoyando la parte posterior de su cabeza contra el marco de la puerta.

—Creo que puedo —proclamó él, y la besó suavemente.

Vhalla no quería estar de acuerdo con él, pero el Emperador podía ser
persuasivo cuando quería.

115
—Ahora, Vhalla, sé que soy un magnífico espécimen de hombre, pero me
temo que pondrás celoso a tu prometido si continúas mirando fijamente. —Jax le
sonrió.

—No estaba mirando fijamente —murmuró, mirando hacia el camino por


delante. Habían estado viajando durante tres días seguidos y se estaban
acercando a la frontera Entre el este y el Oeste. Y la única facilidad a la que se
aferraba era que su estómago agradecido se había calmado.

—Milord —llamó Jax a Aldrik al otro lado de ella—. No creo que sea seguro
tener a tu dama a mi alrededor.

—No creo que tenga mucho motivo de preocupación por parte de gente
como tú —comentó Aldrik secamente.

—Vhal solo ha tenido ojos para un hombre —añadió Fritz amablemente.


116

Elecia tarareó y miró a Vhalla con el rabillo del ojo. La mujer mantuvo la
boca cerrada, pero la mirada puso el pensamiento de Daniel en la mente de
Vhalla. Vhalla encontró la mirada de la otra mujer y la sostuvo hasta que Elecia
apartó la mirada. Elecia no sabía lo que ella y Daniel habían sido o, mejor dicho,
no habían sido. Ella no sería culpable por ello.

En el momento en que la atención de Elecia ya no estaba en ella, Vhalla se


movió en su silla, escondiendo otra mirada hacia de Jax.

Todavía se sentía incómoda con el hombre de cabello largo cuya vida ahora
ella poseía. Sabía que esta era una prueba de Aldrik para mantener la calma y
aprender a manejarse con alguien que la hacía sentir emociones conflictivas. Si
no podía entender cómo se sentía por Jax, no habría esperanza cuando se tratara
de encargarse de las serpientes en la Corte del Sur. Suponiendo que la Corte del Sur
vuelva a estar en sesión.

La noticia del ataque a Hastan se había extendido por todo el Este a espaldas
de los mensajeros que Vhalla había enviado para llamar a los soldados. Las
ciudades en las que se habían detenido y las posadas en las que se hospedaban
mantenían un silencio que no había estado presente antes. Se acercaba la guerra
y no importaba si la gente estaba lista o no.
Los campos a su alrededor cambiaron, los cultivos se diferenciaban del
paisaje cambiante. El suelo era más liviano, más arenoso y los pequeños ríos y
arroyos que atravesaban el Este estaban menos llenos a medida que se acercaban
al Oeste.

Al final del tercer día, se encontraron con otro grupo de Inquisidores. Aldrik
les ofreció el mismo trato que les había ofrecido a los Inquisidores anteriores, y
los hombres del Sur estaban muy felices de abandonar al falso rey. Al menos, eso
es lo que parecía. Vhalla se mordió la lengua y dejó que su expresión no delatara
nada durante el encuentro. No iba a revelar sus intenciones como antes y poner
en peligro a más personas.

A través de los ex-Inquisidores, se enteraron de los últimos decretos de


Victor. El loco finalmente estaba reconociendo que Aldrik y Vhalla estaban vivos,
aunque estaban siendo pintados como demonios que se levantaron de entre los
muertos, retorcidos y corruptos. No era la primera vez que a Vhalla la llamaban
demonio, y felizmente volvería a usar ese manto si rompía la resolución de los
seguidores de Victor.

Los Inquisidores les dijeron que los disidentes en el Sur se estaban


convirtiendo en algo común y más ciudadanos estaban aprovechando la 117
oportunidad de ser un Inquisidor para escapar de las calles perpetuamente rojas.
El ejército personal de Victor, la Brigada Oscura, como se les llamaba, eliminó a
cualquiera que fuera potencialmente leal a la antigua corona.

Pero una fuerza dio a luz a otra contrafuerza. Antes de que los Inquisidores
se marcharan, dieron otra información interesante: los Alas de Plata. El nombre
no pasó desapercibido para Vhalla, y la llenó de recuerdos de los hechiceros de
la Torre, que lucían orgullosos sus pines plateados cuando regresó de la guerra.
La descripción del grupo reservado y la feroz lealtad entre sus miembros
confirmaron sus sospechas. Los Inquisidores dijeron que aquellos en la capital
veían a los Alas de Plata como la única forma posible de luchar contra la tiranía
del falso rey.

Esta información mejoró sus espíritus en el viaje del día siguiente. Saber que
la fuerza de Victor estaba flaqueando y que la gente estaba comenzando a crear
fuerzas organizadas contra él los puso a todos de buen humor. Era la mayor
esperanza que se habían atrevido a sentir desde que dejaron el sur, y era más
necesaria que nunca al día siguiente.

Un posadero había advertido al grupo de lo que les esperaba en la frontera


con el Oeste, pero nada pudo preparar al grupo para lo que realmente se
encontraron.
La frontera se había cerrado por completo. Una enorme puerta de cristal se
erguía sobre la carretera con paredes que se extendían sin fin en ambas
direcciones. En lo alto había dos bestias aladas, del tipo que había atacado a
Hastan. Vhalla miró fijamente la estructura brillante y antinatural. Todo en lo que
podía pensar era en Aldrik y en su solicitud de más soldados del Oeste.

No importaba si habían enviado a todos los soldados del Oeste si esos hombres y
mujeres no podían llegar a su destino.

—Esto se parece mucho a que Victor está compensando algo. —Jax evaluó
el tamaño de la puerta con una risita.

—Ahora no es el momento —murmuró Elecia desde el otro lado del hombre


del Oeste. Sus ojos estaban fijos hacia adelante.

—¿Cómo vamos a pasar? —preguntó Fritz directamente. Sus caballos


habían reducido la velocidad a una caminata mientras miraban la ominosa e
impenetrable barrera.

—Dudo que nos dejen pasar —dijo Elecia mientras miraba a los guardias
de Victor. Señaló la pequeña colección de estructuras construidas fuera y junto al
cristal—. También dudo que Victor ponga a cualquiera aquí. Es probable que 118
estén medio locos por la corrupción, e incluso si no lo están, seguramente serán
los más leales.

—Tampoco parece que las paredes tengan fin. —Vhalla se llevó una mano
a la frente y entrecerró los ojos en ambas direcciones. Incluso si pudieran dar la
vuelta, les llevaría días tomar cualquier dirección. Tiempo que realmente no
tenían.

—Entonces, ¿qué hacemos, Emperador? —preguntó Jax.

—La observamos —decidió Aldrik, deteniendo su caballo.

Siguieron las órdenes de su soberano y se establecieron al borde de la


carretera. Entrecerraron los ojos en la distancia, permaneciendo entre las altas
hierbas de un campo descuidado. Vhalla cepilló distraídamente la melena de
Relámpago con sus dedos.

—¿Por qué Victor siquiera hizo una puerta? —dijo ella de repente. Sus
camaradas se sobresaltaron ante la repentina ruptura del silencio—. Quiere evitar
que el Este y el Oeste se ayuden entre sí. Creo que podemos estar seguros de eso.
Dividir el continente, romperlo pieza por pieza hasta que todos se arrodillen. —
Nadie discutió con ella—. Entonces, ¿por qué hacer una puerta? ¿Por qué no solo
un muro?
—Ese es un buen punto. —Fritz asintió.

—También necesita mover a sus hombres —continuó Vhalla—. Si aplasta el


Este al verter todas sus fuerzas aquí, entonces tendrá que llevarlas al Oeste, lo
que explica por qué está en la carretera principal.

—¿Por qué no lo destruiría cuando lo necesita? —reflexionó Fritz.

—Gestión de tropas, ser capaz de controlar los puntos de entrada; tal vez le
agotó demasiado construir un muro que no quería derribar. —Ahora, ese era un
pensamiento interesante, uno que dejó de lado para reflexionar más tarde—.
Entonces, si no planeaba regresar, sus fuerzas tendrían que poder moverse por sí
mismas.

Vhalla miró la puerta con los ojos entrecerrados, poniendo su pulgar sobre
la inquietante sensación que la había rodeado desde el momento en que la vio.
Le recordó a las Cavernas de Cristal, las que Victor la había obligado a abrir
usando la magia de Aldrik. Vhalla no pudo evitar buscar a su Emperador, su
corazón dolía sordamente al pensar en su Vínculo perdido.

Entonces se le ocurrió otro pensamiento.

—Aldrik. —Ella le indicó a él ya Elecia que se acercaran desde donde habían 119
estado hablando—. Sé cómo entrar.

—¿Lo sabes? —Elecia parecía sorprendida e impresionada, pero no


escéptica.

—Ha ajustado la puerta a su magia, para abrirla y cerrarla, como… —Vhalla


tragó saliva—. Como las Cavernas de Cristal.

—Es posible. —La mandíbula de Aldrik se tensó ante la mención de las


cavernas.

—Es la única forma de abrirla; él es el único con suficiente poder,


inmunidad y conocimiento en cristales para hacerlo. —Vhalla no pudo evitar
preguntarse si habría podido ayudar a abrir la puerta si todavía tuviera su magia.
Pero no se detuvo a pensarlo. Su magia se había ido y ahora no había posibilidad
de recuperarla.

—Entonces, ¿estás diciendo que no hay esperanza de abrirla a menos que


Victor decida echarse una pasada? —preguntó Jax.

Vhalla negó con la cabeza.

—Eso no tendría sentido. Porque si iba a volver y abrirla él mismo, ¿por qué
hacer una puerta? Fritz tiene razón, podría haberla destruido entonces. Debe
haber dejado una llave, un recipiente de cristal con la esencia de su magia en el
que la puerta responderá, permitiendo que las tropas se muevan de un lado a
otro según sea necesario.

—Entonces, ¿cómo se vería este cristal? —preguntó Elecia.

—Podría tener cualquier forma, pero no lo encontraría con una vista


normal. Si yo… si todavía tuviera mi visión mágica, miraría la magia en la puerta
y luego buscaría un cristal de repuesto que coincida con esa magia. Estos
hombres y mujeres deben estar medio locos por la corrupción; Victor no podría
habérselo puesto demasiado difícil, así que imagino que es algo bastante obvio.

Todos guardaron silencio durante un largo rato.

—Fritter —dijo Elecia de repente.

—¿Fritter? —Ese nombre era nuevo.

—Voy a necesitar ilusiones. Y las tuyas son simplemente maravillosas. —


Le dio a Fritz una sonrisa brillante y llena de dientes.

—Las que hago están bien —respondió Fritz con modestia.

—¿Elecia? —Una marcada preocupación se había instalado en la voz de 120


Aldrik.

—¿Qué? —Suspiró exasperada, dándole a su primo una mirada dura—. No


es como si pudieras ir. Eres nuestro Emperador y no tienes visión mágica. A ella
no la dejarías ir… —Elecia le hizo un gesto a Vhalla—, aunque todavía tuviera su
vista mágica.

—Tengo visión mágica y no soy el Emperador o la Emperatriz —dijo Jax de


repente—. Déjame ir.

—No, cuanta menos gente mejor —insistió Elecia—. Además, tienes tus
propias obligaciones: necesitas proteger a nuestra Emperatriz. ¿No es esa tu
responsabilidad ahora?

Jax no discutió. Se acercó más a Vhalla.

—Fritz hará una ilusión justo después del anochecer para enviarlos a una
búsqueda inútil. Usaré la confusión para colarse y encontrar esta llave. ¿Cómo
hago para abrir la puerta una vez que la tenga?

—Deberías hacer contacto con la puerta. —Vhalla se frotó el hombro


distraídamente.

—Suficientemente fácil.
—Esto no me gusta —anunció Aldrik—. Es demasiado arriesgado.

—Ah, sí, ¿y deberíamos sentarnos aquí y esperar a que sea menos


arriesgado mientras el mundo se sume en caos a nuestro alrededor? —Elecia
respondió con todo su esplendor sarcástico—. Aldrik, iré a casa. Quiero ver a mi
madre y a mi abuelo. Quiero cartas sobre el estado de mi padre—. Ante el silencio
de Aldrik, Elecia se giró hacia Fritz—. ¿Cuento contigo?

—Yo, um… —Sus ojos azules se movieron entre los dos nobles.

—Sí —animó Vhalla a su amigo, colocando una palma sobre su hombro. Se


dirigió a Aldrik—: Es la mejor oportunidad que tenemos.

—¿Es esto lo que eliges? —le preguntó el Emperador.

Vhalla sonrió con cansancio ante sus ojos tristes. Él sabía lo que estaba
haciendo. Más entrenamiento, más preparación, más garantías de que estaría
lista para la corona que él colocaría en su cabeza en Norin. Si decía que no, sus
amigos permanecerían a salvo por un tiempo más. Quizás, con el tiempo
suficiente, podrían pensar en un nuevo plan.

—Lo es. —No había rastro de duda en su voz. No importa qué confusión se
gestara dentro de ella, no dejó que se notara. Aldrik nunca mostraba su 121
incertidumbre; ella tampoco lo haría—. Nos moveremos esta noche.

Elecia hizo un gesto de aprobación antes de iniciar inmediatamente una


conversación con Fritz sobre el tipo de ilusiones que necesitaba. Vhalla se
desconectó de ellos por un momento. Vio la puesta de sol sobre la puerta y supo
que se pondría sobre sus destinos demasiado pronto.

Al caer la noche, Elecia se había cambiado casi por completo y se había


reequipado. Su padre no la había dejado irse de Hastan sin un buen juego de
cueros y un juego de acero aún mejor. Tenía dos hojas atadas dentro de sus botas
y una pequeña daga en la cadera. La mujer revisó las armas diez veces, militante
de que estuvieran en su lugar.

El resto de ellos siguió su ejemplo. El ejército del Oeste había tenido el honor
de dar armamento a la campaña Imperial. Si bien no usaban placas pesadas para
facilitar la movilidad y querían pasar desapercibidos, todos tenían algo de cuero
y acero. Los cinco dejaron sus mantos de viaje raídos al borde del camino; una
vez que pasaron al Oeste, importaba menos mantener un perfil bajo.

Vhalla, Jax, Fritz y Aldrik montaron cuando las estrellas aparecieron. Elecia
permaneció a pie, escondida por las altas hierbas.
—Empieza la niebla —le ordenó Elecia a Fritz—. Lentamente al principio,
deja que se espese cuando yo esté a mitad de camino.

—Entendido, jefa. —Fritz fracasó en su intento de frivolidad.

—El resto de ustedes, no se olviden de mi caballo. —Inclinó la cabeza hacia


el corcel sin jinete—. Correré para atravesar la puerta, pero quiero montar de
camino a Norin.

—Ten cuidado —ordenó Aldrik.

—No seas tan tonto como para empezar a dudar de mí ahora. —Elecia
sonrió y se alejó un par de pasos—. Tú, ambos. —Señaló a Vhalla y a Aldrik—.
Solo céntrense en atravesarla. Especialmente tú, Aldrik; nuestro mundo necesita
que te unas. Nadie más puede desempeñar ese papel.

Vhalla sabía lo que Elecia realmente estaba instando a Aldrik a hacer.


También Jax, a juzgar por la forma en la que se acercó un poco más a ella. Su
Emperador no podía ser imprudente en su nombre. Vhalla palmeó
pensativamente la daga en su muslo. De una forma u otra, ella no permitiría que
eso sucediera.

—Quédate cerca de mí —le susurró Aldrik en voz baja. 122


—Lo haré —prometió ella.

La tenue luz de la media luna se estaba desvaneciendo. Elecia se agachó,


casi sobre sus manos y rodillas, y comenzó su lenta caminata por los campos que
conducían a la puerta. Era una distancia más larga de lo que Vhalla había
pensado en un principio, ya que se habían detenido lo suficientemente lejos como
para no levantar sospechas.

Elecia se mezcló de forma lenta con la tierra mientras avanzaba poco a poco;
eventualmente se volvió completamente invisible en la oscuridad. Fritz
entrecerró los ojos, mirando un punto distante, donde suponían que se
encontraría Elecia. Mientras se concentraba, una niebla comenzó a levantarse de
los campos. Fritz levantó lánguidamente una palma abierta y las nubes se
intensificaron.

—¿No se darán cuenta de que es por magia? —respiró Vhalla, sin querer
arriesgarse a romper la concentración de su amigo.

—Si miran con atención, podrán saberlo. —Aldrik agarró sus riendas—.
Tendremos que esperar que no tengan una razón para mirar con atención.
La puerta se estaba nublando. La luz de las antorchas del campamento que
lo rodeaba se desvaneció hasta convertirse en orbes flotantes en la niebla.

—Deberíamos movernos. —Algún temporizador mental en Fritz había


entrado en su siguiente ciclo.

Lentamente, avanzaron despacio con sus caballos a través de la extensión


llena de niebla. Por el momento, permanecieron en los campos, la tierra blanda
enmascaraba los cascos de los caballos. Vhalla luchó por permanecer lo más
quieta y tensa posible para que su silla no traqueteara y arruinara todo.

Cruzando la mitad de la distancia, se detuvieron de nuevo. El sudor corría


por la frente de Fritz. Su mano se cerró en un puño con los nudillos blancos y el
mundo contuvo el aliento con cada uno de sus suaves jadeos.

De repente, cobró vida. Fritz se pasó la mano rápidamente por el cuerpo,


como si estuviera arrojando algo a la distancia. En el camino aparecieron figuras
nebulosas. De cerca, no parecían más que una densa niebla, pero desde la puerta
sin duda serían vistos como jinetes.

—Emperador —dijo Fritz entre jadeos. Estaba usando una cantidad


insondable de magia. Vhalla se preguntó cuánto tiempo podría mantener una 123
ilusión tan compleja—. Lance llamas desde allí a la puerta, a mi señal.

Aldrik siguió los gestos no verbales de Fritz y asintió bruscamente. Hubo


un cambio total en el cuerpo del Emperador. Vhalla lo vio pasar de ser el hombre
que adoraba, al Señor del Fuego que el mundo temía.

Sin más advertencia, Fritz echó el brazo hacia adelante, casi cayéndose de
la montura en el proceso. Gruñó ante el esfuerzo mágico invisible. Las sombras
comenzaron su ataque fantasma.

Aldrik movió su muñeca, enviando una lengua de fuego de los soldados


ilusorios al campamento. Fue más efectivo de lo esperado cuando uno de sus
refugios sin cristales estalló en llamas. Gritos y aullidos llenaron el aire de la
noche, seguidos de un chillido que sacudió los cielos. Una de las bestias había
abandonado su posición en respuesta. Alas grandes y correosas aletearon, y el
brillo de las garras apenas fue visible a través de la bruma.

—Vamos —suplicó Fritz.

—Salgan a jugar —dijo Jax burlonamente con un brillo sediento de sangre


en sus ojos.

La bestia bajó en picado de su lugar, directo hacia las ilusiones. Fritz movió
las palmas hacia un lado y los jinetes de niebla la esquivaron sin esfuerzo. Empujó
la carga mágica hacia el lado derecho del campamento y muchos de los leales a
Victor salieron.

La bestia gritó, ascendiendo una vez más para rodear el cielo. Vhalla se
preguntó si de alguna manera había visto lo que estaba sucediendo. O si Victor
había visto lo que estaba sucediendo a través de su conexión mágica con los
cristales. Sus chillidos podrían ser un lenguaje por derecho propio, y estaba
tratando de transmitir a los soldados de abajo la verdad. Si así era, esperaba que
nadie pudiera entender.

Aldrik golpeó las riendas sin decir palabra, confiando en que los tres
seguirían su ejemplo. Cargaron juntos, una segunda racha borrosa a través de la
niebla. Fritz luchó por mantenerse erguido en su silla, pero empezó a colgar.

El borrón distorsionado y sin forma del campamento de Victor cobró forma.


Cosas se habían preparado para quedarse. Se habían erigido edificios en lugar de
tiendas de campaña y cavado letrinas. Vhalla frunció el ceño al ver el cristal que
sobresalía de la tierra. Tal cosa nunca debería haber existido.

En el momento en que sus caballos cruzaron la piedra prístina del Camino


Este-Oeste, los soldados que habían permanecido en el campamento fueron
alertados de su presencia. Se elevaron gritos solo para ser repetidos por aquellos 124
que habían perseguido a los jinetes de las sombras. La cabeza de Vhalla se volvió
hacia Fritz. Su amigo parpadeaba, tenía los ojos nublados y el cuerpo medio
inerte. La disminución de la niebla no fue solo su imaginación.

Su corazón se aceleró. Golpeó en sus oídos más fuerte que los cascos de
Relámpago y, por un breve momento, le dio la ilusión del Vínculo. Vhalla ganó
fuerza con la hermosa mentira.

La otra bestia se lanzó por la puerta y el fuego se elevó por el cielo. Aldrik
y Jax se movieron al unísono, creando un dosel protector de llamas sobre ellos,
frustrando el ataque del monstruo y prendiéndole fuego a los edificios al mismo
tiempo.

Con un destello de luz, las puertas cobraron vida. Vhalla soltó una carcajada
de alivio. No había señales de Elecia, pero si la mujer había llegado tan lejos, la
vería a través del resto del camino. Las enormes puertas suspiraron mientras las
empujaban hacia el suelo, abriéndolas.

Una ráfaga de aire del desierto golpeó las mejillas de Vhalla, y nunca había
sentido nada más dulce. Era como si, a pesar de todo, el viento todavía la
alcanzara. Como si supiera que su Canal aún vivía profundamente dentro de ella,
buscándolo. Llamó, prometiendo que su futuro estaba allí en su brisa
polvorienta.

—¡Fila india! —gritó Aldrik. Las pesadas puertas se movían más lentamente
que un glaciar.

—¡Cierren la puerta! —gritó un hombre desde un alto saliente de cristal.

—¡Ni se te ocurra! —proclamó Elecia, triunfante. Una daga sobresalía del


ojo del hombre, y la mujer del Oeste arrojó el cadáver a un lado, ajustándose el
pañuelo con orgullo.

—¡Si tienes tiempo para posar, tienes tiempo para bajar aquí! —llamó Jax,
lanzando otro arco de fuego.

Elecia corrió por la pendiente del techo corto debajo de ella, cayendo al
suelo con un balanceo. Se recuperó, se puso de pie y se lanzó a una carrera sin
cuartel. Dos chillidos llenaron el aire, y Aldrik se concentró en mantener un
escudo de fuego lo suficientemente grande como para cubrirlos a los tres.

Vhalla hizo lo que se suponía que debía hacer. Se concentró en atravesar la


puerta. Todos tenían un trabajo, y el suyo era seguir órdenes y mantenerse con
vida. 125
—¡Es el Señor del Fuego! —gruñó una mujer.

Estos eran hechiceros de la Torre; por supuesto, alguien reconocería la


magia de Aldrik. Pero cuando Vhalla maldijo, Aldrik se rio.

—Si saben quién soy, ¿por qué siquiera intentan pelear? —Abrió ambos
brazos de par en par. Dos paredes de fuego encendieron el campamento y en la
mayoría de los soldados que estaban tratando de hacer llover su propia magia
sobre ellos.

Un grito borró la expresión del rostro de Aldrik.

Elecia rodó por el suelo, atacada por un Manipulador de Agua que


empuñaba un carámbano.

—¡Elecia! —gritó Vhalla.

—¡’Cia! —Aldrik usó el apodo de la infancia con angustia.

Elecia tiró al hombre, se abalanzó sobre su pecho y le cortó la garganta


viciosamente.

—¡Váyanse! —gritó ella.


Vhalla comenzó a girar a Relámpago.

—Por la Madre, mujer, vete.

El corazón de Vhalla latía en su garganta. Había caído en la última de su


fila, y si no iba, probablemente Elecia no lo lograría. Otra lengua de fuego lamió
a un hechicero detrás de Elecia, la mujer corriendo en un intento desesperado por
alcanzarlos.

Se giró hacia adelante y preparó su corazón ante la sensación de dejar atrás


a su amiga.

Cruzaron las puertas, apenas con suficiente espacio para que pudieran
correr en una sola fila. Todo un campamento los recibió al otro lado. Pero los
pendones carmesíes con el fénix que ondeaban eran un espectáculo bienvenido.

Los soldados del Oeste, probablemente los que habían sido enviados para
ayudar al Este, se habían despertado por la conmoción. Había una fila al otro
lado del camino, sus espadas preparadas.

—¡Déjennos pasar! —ordenó Aldrik a todo pulmón—. ¡Por orden de su


verdadero Emperador, déjennos pasar! —Disparó una bola de fuego hacia el cielo
para enfatizar, e iluminó el suelo como un pequeño sol. 126
Los soldados se separaron y la compañía del Emperador siguió corriendo
por el Camino Este-Oeste. El fuego y el hielo estallaron sobre ellos cuando el
ejército se unió a la refriega, luchando contra las bestias y abriéndose paso a
través de las puertas. Vhalla barrió rápidamente con la mirada a su grupo. Aldrik
al frente, Fritz a su lado, Jax en la parte de atrás.

Vhalla hizo girar su caballo en su lugar, Relámpago relinchó en protesta por


la repentina demanda.

—Debemos regresar.

Su corazón estaba a punto de romperle una costilla, su aliento se congeló en


su pecho. Vhalla trató de darle sentido a la conmoción en la puerta. Los soldados
del Oeste invadieron la abertura. Los Destructores de Tierra intentaron levantar
piedras para evitar que la puerta se cerrara. Los Portadores de Fuego
mantuvieron a raya las abominaciones. Habían pateado un hormiguero y a
Vhalla solo le importaba encontrar a una en el enjambre.

—Vhalla…
Sabía que Aldrik le diría que siguiera adelante. Sabía que había tomado su
decisión. Ella era la que había accedido al plan de Elecia conociendo los riesgos.
Ahora tenía que vivir sabiendo que había hecho que mataran a su amiga.

—No, no, es mi culpa. Debo volver por ella. —La voz de Vhalla se quebró
por primera vez en mucho tiempo.

—Vhalla…

—No debería haberla dejado atrás. Yo estaba más cerca. —Vhalla


permaneció centrada en la puerta, sin permitir que Aldrik la interrumpiera—.
Ella era mi amiga, iba a ser mi pariente, ¡y simplemente la dejé! ¿Por qué dejé que
lo hiciera?

—Porque sabías que podía. —Una voz femenina la detuvo. Vhalla llevó
lentamente su mirada hacia el caballo de Jax. Agarrada con fuerza y pegada a la
espalda de él había un par de ojos esmeralda que Vhalla conocía bien. Se había
escondido la capa de Jax, pero ahora sonreía en toda su triunfante gloria—. No
sabía que te importaba tanto. Quiero asegurarme de que estés en mi verdadero
Rito del Atardecer cuando llegue el momento. Creo que harás que caiga una
lágrima en cada…
127
La palabra de Elecia se redujo a un gruñido cuando Vhalla abrazó a la otra
mujer. Era incómodo por las monturas y con Jax sentado a su lado, pero a Vhalla
no le importó. Apretó a Elecia con fuerza, asegurándose de que la mujer estaba
viva y bien.

—Pensé que habías muerto.

—¿Va a ser común toda esta tontería de los abrazos cuando te conviertas en
mi prima? —dijo Elecia arrastrando las palabras—. Porque de verdad no es algo
que hagamos aquí en el Oeste.

—Pensé que te había matado. —Vhalla sonrió ante la dureza de Elecia y se


apartó un poco.

—Si me hubieran matado, habría sido culpa mía porque no estaba donde se
suponía que debía, no porque tú nos hubieras dado la orden de que nos
moviéramos como lo hicimos. —La voz de la mujer se había suavizado
significativamente—. Puede que te resulte difícil de creer, Vhalla Yarl, pero el
mundo no siempre gira a tu alrededor.

Vhalla rio, aliviada. Elecia se liberó de las garras de la mujer del Este y se
movió para volver a su propia montura. La mujer le dio a Vhalla una pequeña
sonrisa más y le guiñó un ojo a Aldrik.
—Sigamos moviéndonos mientras las bestias se distraen. —Aldrik evaluó
la puerta una vez más—. Descansaremos en el primer lugar al que lleguemos.

Cabalgaron hacia el amanecer. Vhalla vio salir el sol sobre las dunas y el
alivio la invadió. Habían llegado desde el Este. Había un millón de cosas que
todavía le preocupaban: su padre, Hastan, los avances de Victor y la creación de
las abominaciones. Pero, por un breve momento, se permitió apreciar el viento
en su cabello. Disfrutó de sus amigos que la rodeaban. Y ella creyó que les
esperaba algo grandioso.

128
Cuando finalmente llegaron a una mansión, el lord se sintió muy honrado
de albergar al Emperador, la futura Emperatriz y su compañía. Los recibió con
los brazos abiertos en el momento en que dieron a conocer sus identidades.
Durante el desayuno, dio una larga explicación de cómo era un pariente lejano
de Aldrik. Afortunadamente, terminó justo a tiempo para que les mostraran sus
habitaciones. Aldrik tenía la suya, Elecia fue compañera de Vhalla y Fritz de Jax.

Era la primera vez que Vhalla se encontraba realmente a solas con Elecia, se
dio cuenta mientras se secaba la cara con una toalla. Conocía a la mujer desde
hacía más de un año y nunca había pasado mucho tiempo a solas con ella.

—Entonces, ¿él realmente está relacionado con tu familia? —Vhalla entabló


conversación, utilizando la historia del lord como un fácil punto de partida.

—¿Quién sabe? —Elecia bostezó y se derrumbó en la cama—. El Oeste es 129


viejo y las ramas de los árboles genealógicos tienen un gran alcance.

Vhalla pensó en eso durante un largo momento. Recordó vívidamente sus


experiencias anteriores con la nobleza del Oeste. Vhalla se sentó pesadamente en
el borde de la cama baja.

—¿Qué sucede? —preguntó tentativamente la mujer de cabello rizado,


claramente insegura de ofrecer su escucha.

—No te molestaré con eso.

Elecia puso los ojos en blanco dramáticamente.

—Pobre Vhalla, soportando sus cargas sola cuando tiene tanta gente que
quiere ayudarla.

—Puedes ser bastante hiriente, ¿ sabías? —Vhalla sonrió levemente.

Elecia se encogió de hombros.

—Soy honesta. No puedo evitarlo si te lo tomas con dureza.

—Eso me gusta de ti.

—¿Te gusta algo de mí? —Elecia jadeó dramáticamente—. Y yo que pensaba


que éramos enemigas.
—No supe qué pensar de ti por un tiempo. —Vhalla se reclinó y se tapó con
las mantas.

—Bueno, eso fue mutuo. No tenía idea de qué fue lo que Aldrik vio en ti.

—Tenías, tiempo pasado —señaló Vhalla.

—Pasado. —Elecia no intentó alejarse de su elección de palabras—. Sigo


pensando que te queda un largo camino por recorrer, pero estás haciendo
grandes progresos.

—Gracias, de verdad. —Significaba mucho viniendo de ella.

—Sí, bueno… —Elecia se sentía claramente incómoda—. Eso no fue lo que


te hizo suspirar antes.

—¿Estás segura de que podemos confiar en este lord?

—¿Te ha dado alguna indicación de lo contrario? —La pregunta era seria


cuando podía haber sido escéptica.

—No lo ha hecho, pero… ¿cómo sabemos que no es un Caballero de Jadar?


—Vhalla sabía que no debía pensar que los Caballeros de Jadar se habían ido solo
porque había frustrado al Comandante Schnurr. Ciertamente había sido uno de 130
sus líderes, pero la organización había sobrevivido más de cien años y ella
sospechaba que sobreviviría mucho más.

Elecia consideró esto durante un largo momento.

—Incluso si lo fuera, es poco probable que los Caballeros hagan un


movimiento en este momento.

—¿Por Aldrik?

—En parte. —Elecia asintió con un movimiento de su cabeza—. Si es entre


tener a uno de sangre del Oeste o del Sur sentado en el trono del Imperio, no
tengo ninguna duda de cuál elegirían. Incluso teniendo en cuenta su odio por
nuestra familia. —Hubo resentimiento en el último comentario—. Más allá de
eso, su objetivo siempre han sido los cristales. Con las cavernas abiertas,
perdieron esa carrera. Estoy segura de que se encuentran en medio de una crisis
de propósitos y, dado que mi abuelo es inteligente, lo usará a su favor para
recuperar esa lealtad.

—No sé si yo querría su lealtad.

—La amargura es impropia, Lady Emperatriz —bromeó Elecia.

Vhalla resopló.
—Eso también. —Elecia se rio—. Cualquiera pensaría que nunca has estado
en una clase de finalización en tu vida. —Vhalla puso los ojos en blanco ante la
cara que hizo Elecia—. Ahora, me siento cansada; apaga la luz y déjame dormir.

—Pero por supuesto, Lady Ci’Dan —proclamó Vhalla con estilo dramático,
complaciendo la solicitud.

—Lady Ci’Dan, no lo olvides —murmuró Elecia—. Porque espero ser


nombrada la próxima Dama del Oeste por mi servicio cuando todo esto termine.

—Trato hecho —respondió Vhalla fácil y honestamente.

Durante las siguientes dos noches, Vhalla y Elecia compartieron una cama.
En la tercera, pudieron encontrar una posada, y Vhalla disfrutó de estar en los
brazos de Aldrik una vez más. Elecia no era una mala compañera de cama; de
hecho, Vhalla comenzaba a disfrutar más de la compañía de la mujer con cada
día que pasaba.

Pero nada era mejor que sentir el aliento de Aldrik en su piel, la forma en la
que se movía, la forma en la que susurraba en la oscuridad. Vhalla disfrutaba de
todo. Fue una de las muchas cosas que reafirmaron que había tomado la decisión
correcta, quedarse con el hombre que amaba, a pesar del caos en el mundo que 131
la rodeaba.

Cada día que pasaba era más fácil pararse con gracia a su lado mientras los
presentaban como pareja. Agarrarse el estómago para tratar de sofocar las
mariposas seguía siendo algo habitual, pero sucedía cada vez menos. Todo era
práctica para una nueva vida, se recordó a sí misma, una que comenzaría en Norin.

—Ha sido un placer tenerlos esta noche —los elogió un lord después de
cenar una noche mientras tomaban unas copas. Aldrik había aceptado a
regañadientes un vaso por pura etiqueta. Aunque no lo había tocado después del
sorbo obligatorio con el brindis del lord por ellos, sus ojos se lanzaban al vaso de
vez en cuando en un debate silencioso.

»Supe el día que viniste a la Corte del Sur que estabas destinada a la
grandeza. Creo que todos lo supimos.

Ella sonrió cuando él mintió entre dientes.

—¿Sí?

—Tenías una gracia y una elegancia tan naturales, nacida del Imperio. Es
simplemente apropiado que te quedes con nuestro Emperador por encima de esa
chica del Norte.
—Me atengo a lo que dije en ese momento. Este Imperio habría tenido
suerte de tener a alguien como la Princesa Sehra como Emperatriz. —Vhalla no
iba a tolerar ninguna animosidad entre las regiones. Un imperio de paz; ella no
perdería de vista ese sueño mientras respirara.

—Por supuesto. —El lord claramente no estaba equipado con la elocuencia


para responder a los elogios de Vhalla a la ex-prometida de Aldrik.

Aldrik juntó los labios en una pequeña sonrisa, disfrutando de la lucha del
lord ante las palabras de Vhalla. A medida que Vhalla se volvía más experta en
navegar por la nobleza, comenzó a jugar pequeños juegos junto a Aldrik. No creía
que hubiera alcanzado el estatus de titiritera, pero ciertamente estaba mejorando.

—Escuché que tienen planes de casarte en Norin. Qué emocionante.

—Deseo poder hacer oficial nuestro amor. —Aldrik apretó ligeramente la


mano de Vhalla.

Vhalla le dedicó una pequeña sonrisa. La había invitado a hablar sobre


cualquier objeción que tuviera para casarse en Norin, pero Vhalla nunca había
dicho una palabra. Todo había estado tan revuelto antes de su huida del Este que
no había tenido mucho tiempo para pensar en ello. Para cuando pudo hacerlo, 132
ya se había consolidado en su mente como un hecho.

—Los otros lores y damas con los que mantengo correspondencia también
se sorprenden de que se case antes de reclamar su trono.

Aldrik obedeció al señor, respondiendo a su pregunta tácita:

—Cuando regrese al Sur, será para reclamar el hogar de mis antepasados y


presentarle a mi novia su futuro hogar. El Imperio Solaris sigue siendo fuerte.
¿Por qué esperar para sentar las bases del futuro?

—Yo mismo no podría haberlo dicho mejor. —El lord pareció satisfecho con
la respuesta, y Vhalla se preguntó cuánto de las formas de la nobleza, las formas
que habían llevado a Aldrik a decidir casarse en Norin, no entendía—. Si bien me
doy cuenta de que la capilla Imperial de la capital puede ser el lugar preferido
para la ceremonia, espero con ansias una boda del Oeste. ¿Quizás una nueva
tradición? —musitó en voz alta—. Nuestra difunta princesa también se casó con
el Emperador en Norin.

Vhalla le echó un vistazo a Aldrik. Su rostro no mostró ningún cambio en


la emoción, pero ella casi podía sentirlo físicamente retirarse ante la mención de
su difunta madre. Vhalla dejó su vaso sobre la mesa, apenas conmovida por
solidaridad con su prometido.
—Por favor. Discúlpenme. —Se puso de pie—. Estoy cansada por el viaje
del día.

—Milady, permítame acompañarla. —Aldrik también se puso de pie, junto


con el lord.

—Estoy bien, Aldrik, solo cansada. Por favor disfruta de la compañía —


alentó ella.

Vhalla sabía que él necesitaba mezclarse con todos los lores. Su Imperio
dependía, en gran parte, de su lealtad incondicional y recursos. También sabía,
con justicia o no, que algunas cosas se compartían más fácilmente entre hombres,
y confiaba en que Aldrik aprovecharía la oportunidad.

A pesar de lo que dijo, Vhalla no se retiró a su habitación. No había tenido


mucho tiempo a solas con Fritz desde el Este. Encontró a su amigo acurrucado
en una lujosa silla junto a la chimenea de su habitación.

—Te ves cómodo. —Vhalla cerró la puerta suavemente detrás de ella.

—Bastante cómodo. Ven y únete a mí, Vhal. —Fritz levantó el borde de su


manta.
133
Ella estaba feliz de aceptar su invitación y se acurrucó junto a él en la
enorme silla.

—Acogedor de verdad. ¿Qué libro encontraste?

—Algo terriblemente aburrido. Una colección de autobiografías familiares.


Todos hablan de los increíbles que son.

Vhalla se rio, hojeando algunas páginas. Meneó su cabeza.

—Nobleza.

—Oye, eres una noble. Pronto serás la más noble de todos.

En lugar de reírse como lo haría en cualquier otro momento, Vhalla se


detuvo y estudió el fuego.

—¿Crees que haré un buen trabajo?

—Nop.

Ella lo miró parpadeando en estado de sorpresa.

—Lo sé. —Su amigo le dio un codazo en broma—. No dudes de ti misma.

—Si lo hago, ¿estarás ahí para tranquilizarme?


—Siempre.

Vhalla cerró el libro en sus manos, apoyándose en el hombro de Fritz.

—Tienes razón, este libro es aburrido. En su lugar, deberías contarme una


historia sobre ti.

—Bueno, supongo que si la Emperatriz exige una historia, obtendrá una.

—Todavía no soy la Emperatriz.

—Todavía —concordó con esa palabra—. Está bien, veamos… —Se movió
antes de acomodarse en una posición más cómoda—. Cuando me uní a la Torre,
en su mayoría me encontraba solo. Realmente no sabía cómo hacer amigos.
Siempre había tenido a mis hermanas y tenían que tolerarme. Pero, bueno, ya
sabes, nuestra casa estaba lejos del pueblo, y mi familia se ponía nerviosa porque
mi magia podía congelar a otro niño o algo horrible. Así que no tuve mucha
interacción con otros niños.

Incluso en el mejor de los casos, como Fritz, la magia seguía siendo una
fuerza separadora.

—Finalmente estaba rodeado de gente como yo, y no tenía idea de cómo 134
salvar el foso que, sin saberlo, había cavado a mi alrededor. Larel se compadeció
de mí, después de una instrucción, y se desvió de su camino para sentarse
conmigo en la biblioteca. Durante tres meses nos reunimos allí a la misma hora,
en la misma mesa, todos los días. Nunca lo dijimos formalmente, pero ambos
sabíamos dónde esperar al otro.

—¿Era la mesa donde te encontré? —Vhalla recordó la primera vez que


había visto al hombre de cabello desordenado. Se sintió como si hubiera pasado
toda una vida.

—Esa misma. —Apoyó la mejilla en su frente—. Allí también conocí a


Grahm… un día, entré y me quitaron la mesa. Ahora, el viejo yo se habría sentado
en otro lugar. Pero esa era mi mesa, y mi amistad con Larel me había vuelto
valiente. Además, él era muy, muy lindo.

Vhalla se rio suavemente y cerró los ojos. Se preguntó con qué frecuencia
pensaba Fritz en Grahm. Justo antes de quedarse dormida, se preguntó si el
hombre del Este que se había hecho amigo suyo aún estaba vivo.
Apenas unas pocas semanas después de dejar su casa, Vhalla se encontró
una vez más en las Encrucijadas. No podría haber sido una vista más feliz. El
ajetreo y el bullicio del mercado, las sombras de todo tipo de personas paseando.
La tiranía de Victor y la última, menos que favorable, experiencia de Vhalla en
las Encrucijadas no pudieron disminuir sus buenos recuerdos o la buena energía
que se palpaba en el aire.

Era el centro del mundo. Era donde ella había confesado su amor por el
hombre con el que se casaría. Era donde había hecho y perdido amigos. Fue allí
donde encontró fuerzas. Había soñado, llorado, reído y, se dio cuenta al poco
tiempo de llegar, que también vislumbró el futuro.

Su mirada estaba fija en el mercado principal mientras pasaban, se dirigían

135
hacia el hotel Imperial. De repente, Vhalla sintió mucha curiosidad.

Esa noche, la respiración de Aldrik fue lenta y constante en su oído. Él se


acurrucó alrededor de su espalda, como se había convertido en su costumbre.
Había pasado una hora desde la última vez que se había movido y, por una vez,
Vhalla había ganado cuando se trataba de la carrera de quién sería el primero en
dormirse. El príncipe que alguna vez no había podido dormir, ahora era un
Emperador que dormía la mayor parte de la noche y se quedaba dormido
relativamente rápido después de que su cabeza caía en la almohada, siempre y
cuando no se mantuviera despierto participando en ninguna actividad con su
futura Emperatriz.

Con pequeños meneos durante un período de tiempo dolorosamente largo,


Vhalla se liberó de su agarre. Él se movió, soltó un suave murmullo de
desaprobación, pero ella había esperado lo suficiente para que él estuviera bien
y verdaderamente dormido. Apenas era visible en la oscuridad, pero con la
rendija de la luz de la luna entrando entre las cortinas, Vhalla pudo distinguir su
rostro.

Su frente lucía relajada y parecía casi en paz. Esta noche, se había acostado
con un hombre muy diferente al de la última vez que se habían acurrucado juntos
en las Encrucijadas. Su piel tenía un brillo más saludable y los círculos debajo de
sus ojos se habían aclarado. El viaje por el Oeste había sido fácil hasta ahora, y
parecía que se estaban derritiendo después de un invierno imposiblemente largo.

Vhalla se puso de pie lentamente, retirando su peso de la cama. Su puño se


enroscó alrededor de las mantas donde ella acababa de estar, pero Aldrik no
mostró otros signos de despertarse. Se retiró al baño, cerrando la puerta
silenciosamente detrás de ella. El azulejo se sentía frío en los dedos de sus pies
cuando Vhalla comenzó a hurgar en el armario. Se había corrido la voz de la
eminente llegada del Emperador, y el hotel había abastecido el armario con ropa
por adelantado, dándoles la bienvenida con mucha pompa y circunstancia.

Se masajeó el hombro cicatrizado después de deslizar una túnica sobre su


cabeza, pensando en los elogios. Los lores y damas del Oeste aplaudieron lo
inteligente que era la Caminante del Viento para su Emperador. Nunca
parecieron escucharla cuando los corregía, que ella era solo una Común. No era
más fácil llevar el manto perdido ahora que cuando partieron por primera vez
del Oeste.

Vestida, Vhalla asomó la nariz en la habitación oscura. Aldrik no se había


movido y permaneció quieto mientras ella pasaba por la puerta corrediza. Vhalla
se pasó una mano por el cabello, deshaciendo los nudos que las ansiosas manos 136
de Aldrik siempre dejaban en su cabello. Sabía que debería sentirse culpable,
escabulléndose de él como lo hacía, pero algunas cosas exigían respuestas.

Evitó el vestíbulo principal, tenía personal todas las horas del día y salió por
la puerta trasera. Nadie le prestó atención, con la capucha puesta y la cabeza
gacha. Quería permanecer lo más discreta posible. Se obligó a desvanecerse en
las sombras.

Las últimas horas en las Encrucijadas era un lugar muy diferente. La


mayoría de las tiendas estaban cerradas durante el día, salvo los establecimientos
más creativos que acababan de abrir para clientes medio borrachos y de aspecto
cutre. Hombres y mujeres se apoyaban en las esquinas de los callejones con
miradas que invitaban, llamando a los que iban y venían con promesas de sueños
y placer.

Vhalla se ajustó más la capucha; ahora no era el momento de ser la futura


Emperatriz Solaris.

Cuando un personaje de aspecto particularmente sombrío la llamó,


obligando a Vhalla a meterse más en el medio de la carretera y salir de las
sombras, se preguntó de nuevo por qué había dejado el hotel. Había un toque de
vergüenza por lo que estaba a punto de hacer, vergüenza por la duda que aún
vivía en su corazón a pesar de todas las garantías de sus amigos. Aldrik juró que
su futuro era de amor, prosperidad y felicidad. Pero no sabía lo que depararía el
día siguiente, y mucho menos lo que vendría en los años venideros.

Un local familiar pareció materializarse de la nada, interrumpiendo sus


pensamientos. Estaba completamente oscuro, salvo por la luz de una sola vela
sobre una mesa. La mano de Vhalla se deslizó desde su hombro hasta su cuello,
y silenciosamente le rogó a Aldrik que la perdonara por sus dudas.

Las cortinas de la puerta se encontraban corridas a un lado, como


invitándola, y Vhalla entró con valentía. Una fuerza invisible cerró la cortina
detrás de ella, y Vhalla se volvió sorprendida, sus ojos tratando de adaptarse a la
repentina oscuridad. Cuando su mirada volvió a su interior una vez más, un
rostro, iluminado por la vela, le devolvió la mirada.

—Sabía que vendrías. —La voz de la mujer era tan suave como la seda y
más melódica que cualquier instrumento que Vhalla hubiera escuchado jamás.
La llamaba. Le suplicaba. Insinuaba promesas a las que la gente quería dar, pero
tenía demasiado miedo de hacer.

—¿En serio? —Vhalla se dio cuenta de que la vitrina baja detrás de la mujer
se encontraba vacía. Los estantes que alguna vez estuvieron abarrotados con todo 137
tipo de artículos ahora estaban vacíos, ocupados solo por sombras.

—Esa no fue la primera vez que escuchaste algo así, Vhalla Yarl. —La mujer
entró en el círculo de luz creado por la vela y Vhalla pudo verla más claramente.
Una vez más iba envuelta en túnicas, pero esta vez eran de un blanco inmaculado,
adornadas en oro. Su largo cabello negro hacía un fuerte contraste con la prenda.
Vhalla parpadeó sorprendida por alguien que vestía tan audazmente los colores
imperiales—. ¿En ese momento no fue cierto también?

—¿De qué estás hablando? —El rostro de Aldrik desde la primera noche
que se conocieron en la biblioteca quedó claro en su memoria.

—Sabes de lo que hablo. —La mujer colocó las yemas de los dedos sobre la
mesa, arrastrándolos mientras caminaba lentamente—. El hombre cuya corona
has llevado te dijo esas palabras.

—¿Cómo sabes eso? —Vhalla se llevó una mano a la frente, recordando


cuando Aldrik había colocado su corona sobre su frente en sus aposentos en el
palacio. No había nadie más allí en ese momento, y ni ella ni Aldrik se lo habían
dicho a nadie.

—Lo sé de la misma manera que supe tu nombre la primera vez que nos
conocimos. Este conocimiento es la razón por la que me has buscado.
—Si sabes tanto, entonces sabes por qué estoy aquí. —Vhalla se recordó a sí
misma que debía ser valiente. No mostraría miedo, sin importar los poderes que
poseyera esta mujer. Su valentía era fácil, un suave susurro en el fondo de la
mente de Vhalla le aseguró que aquí no la lastimarían.

—Así es. —La mujer cruzó las manos delante de ella, apoyada contra el
mostrador. Con la vela en su espalda, los rasgos de la mujer estaban envueltos en
sombras. Pero sus ojos. Seguramente Vhalla estaba imaginando su brillo
antinatural, quizás un truco de luz…

—Entonces comencemos. ¿Todavía tienes los suministros? —Vhalla miró


alrededor de la habitación vacía.

—Déjanos. —Asintió la mujer—. Pero no necesito suministros esta noche.

—¿No es así como funcionan las tiendas de curiosidades?

—Ya has arrojado tu futuro a las llamas y marcado las tres intersecciones
del destino, Vhalla Yarl. —La mujer levantó un puño, estirando los dedos
mientras hablaba—. En una de esas intersecciones traté de guiarte. En la otra,
hice un esfuerzo por salvarte. Ahora solo te queda una reunión conmigo.

—¿Qué? —Vhalla luchó por comprender el significado de la mujer. Solo se 138


había reunido con Vi una vez antes, y eso pasó en esta tienda. O eso pensaba ella.
La noche que robó a Achel, me vino a la mente la imagen de la magia, brillando
en el aire como plumas—. ¿En el Norte? ¿Fuiste tú?

—Lo fui.

—Y los Caballeros de Jadar, el molino de viento. —Trigo.

—Lo fui —repitió.

—¿Qué eres? —El horror helado vertió hielo en las venas de Vhalla. Las
Encrucijadas de repente se sentían a un mundo de distancia, y Vhalla se sintió
muy sola con la mujer que tenía delante—. ¿Por qué estás haciendo esto?

—Esta noche no es una noche para tus preguntas —declaró Vi—. Poseo una
gran fuerza, pero acudir a ti cuando no estás en una intersección del destino es
agotador incluso para mí.

—Si no respondes a mis preguntas, entonces no tenemos más de qué hablar.


—Vhalla dio un paso atrás, alcanzó la cortina de la puerta y no pudo encontrarla.

—Dime, ¿amas este mundo?

La pregunta tomó a Vhalla con la guardia baja.


—Por supuesto que sí.

—Por supuesto —repitió la mujer—. No te das cuenta de lo mucho que dices


eso. Por supuesto que harás esto, por supuesto que irás allí, por supuesto que
cumplirás las demandas que te impongan.

Las muchas veces que Vhalla había dicho esas palabras pasaron por su
mente. No las decía tan a menudo, ¿verdad? Seguramente no más a menudo que
cualquier otra persona.

—¿Sabes por qué? —Mechones de cabello se deslizaron sobre el hombro de


la mujer mientras inclinaba la cabeza hacia un lado con curiosidad. La pregunta
era claramente retórica mientras continuaba—: Porque es para lo que fuiste
hecha. Esas cosas eran lo que debías hacer. Mucho antes de que conocieras a tu
príncipe o llegaras a su castillo, las hebras rojas del destino te sacaron del Este y
pusieron todo en movimiento.

—Hablas de la Madre.

—Si ese es el nombre que eliges. —La mujer sonrió—. Estás atrapada en un
vórtice. Una y otra vez, repetirás tu destino diligentemente. Si no podemos
cambiar el destino mismo y salvar nuestro mundo. 139
La mujer se apartó del mostrador. Descalza, no emitió ningún sonido
mientras flotaba hacia Vhalla. Más cerca ahora, Vhalla ya no podía negar el brillo
rojo en los ojos de Vi.

—Déjame verte —susurró.

Vhalla se encontraba paralizada, incapaz de hacer nada más que dejar que
la mujer le bajara la capucha. El rostro de la mujer mostraba una extraña especie
de anhelo teñido de tristeza.

—Eres más joven de lo que esperaba, y tanto peso sobre tus hombros, futura
Emperatriz.

—¿Seré la Emperatriz? —Vhalla saltó ante la primera cosa definitiva que


había escuchado en las palabras de la Portadora de Fuego.

—Lo serás. —La mujer se apartó—. Te lo dije entonces, encontrarías lo que


buscabas.

—Pero nunca busqué…

—Lo buscaste —interrumpió la mujer con repentina intensidad—. Sabías


quién era él y lo que significaba su título. Lo sabías, incluso si no te lo admitías a
ti misma; sabías a lo que te llevaría estar con él. Y ahora lo tienes.
—Ya sé todo esto. —Vhalla estaba desesperada por que volviera a cualquier
comentario que tuviera sobre el futuro.

—Dime, ¿valió la pena el sacrificio? —La mujer una vez más cruzó las
manos y se apoyó contra el mostrador.

—¿Sacrificio? —Vhalla podía pensar en muchos sacrificios, pero no estaba


dispuesta a dejarlos salir libremente de su lengua.

—El sacrificio de este mundo.

—No, yo no…

—Por él, dudaste en erradicar tu magia cuando nació. Por su defensa, por
su Imperio, tomaste el hacha, la última de las armas de cristal, y la devolviste a
su lugar de nacimiento. Cuando pudiste haber permanecido oculta, buscaste
respuestas a sus verdades. Dejas a un lado el sudario de la noche y los sueños del
hogar para pararte en un escenario iluminado por el sol.

—No… —El corazón de Vhalla comenzaba a acelerarse—. No, pensé que


estaba haciendo lo correcto. No solo por él, sino por todos. No lo sabía. Deberías
haberme dicho todo esto antes.
140
—Lo hice. —El fantasma de una sonrisa atormentaba las mejillas de la
mujer.

—¡No, sí, no! —Vhalla sacudió la cabeza con frustración.

—No con tantas palabras —cedió Vi—. Pero el idioma de los dioses es difícil
de traducir a la lengua mortal. Hice lo mejor que pude por ti.

—De haber sabido…

—No hubieras hecho nada diferente. —Ahora había una gran pena en la
voz de la mujer—. Lo sé ahora. He visto claramente el vórtice del destino.

—Eso no es cierto —insistió Vhalla.

La mujer hizo una pausa y juzgó a Vhalla durante unos minutos.

—Fuiste atraída por un hombre que dirigía la Torre Negra, al igual que
Aldrik. Te llevaron a las cavernas, como a él. Fuiste usada para abrir una puerta,
igual que él. Te criaron sin madre, como a él. Te empujaron a la batalla, como a
él.

»En muchos sentidos, tal como le pasó a su padre antes que él.

—Mientes.
—Tu madre se vio obligada a ver a su madre vivir escondida, siendo
perseguida y enfrentarse a la amenaza de juicio, o algo peor. —Los
descubrimientos bastante recientes de Vhalla sobre su infancia agregaron
gravedad adicional a las palabras de la mujer—. Tu madre vio el mismo futuro
en ti.

—No sabes nada de esto —dijo Vhalla con rigidez.

—¿Así como no sabía las primeras palabras que él te dijo? —La mujer
arqueó una ceja oscura.

—¿Quién eres? —La voz de Vhalla comenzaba a elevarse.

—Soy yo quien está a punto de ofrecerte una opción. Una opción que lo
cambiará todo y pondrá en marcha lo que puede romper el vórtice. —Vi
finalmente había llegado a su punto—. Dime, Vhalla, con lo que puedes ver en
tu vista limitada, ¿cómo crecerá un hijo del Emperador?

—¿Qué? —Ni siquiera se dio cuenta de la palma que había cubierto


instintivamente su abdomen inferior.

—Piensa.
141
Los ojos de Vhalla se agrandaron cuando entendió finalmente las palabras
de la mujer. Había vivido sin su madre. Aldrik había vivido sin la suya. Si había
que creer en las implicaciones de la mujer, entonces el padre de él había vivido
sin al menos uno de sus padres. A la luz de la información reciente, Vhalla se vio
obligada a preguntarse sobre los detalles exactos de por qué su madre había
vivido sin su abuela.

—No. —Vhalla había visto el más breve destello del vórtice del que hablaba
la mujer. El destino giratorio que la había atrapado a ella y a todos los que amaba
dentro de él. Tropezó con Vi, agarrando la cálida mano de la mujer—. ¡Dime que
esta no es la verdad que ves en las llamas! —Vhalla no suplicó por su propia
mortalidad, sino ante la idea de dejar a Aldrik y a un niño que nunca había
conocido.

—¿Quieres que mienta? —La voz de la mujer contrastaba fríamente con su


piel—. No te mentiré, pero te ofreceré una opción.

—¿Una opción? —repitió aturdida, un extraño cosquilleo rodeando el


cuerpo de Vhalla, comenzando por las yemas de los dedos de la mujer.

—Si te vas ahora, permanecerás atrapada. Tú y todo lo que conoces y amas


seguirán adelante, una y otra vez, para siempre. El destino se ha vuelto
demasiado hambriento y nunca se saciará.
—¿O…? —Vhalla se preparó.

—O construyes un nuevo destino. —La mujer metió la mano en la ancha


faja que le rodeaba la cintura. Tiró de una cadena de plata y sacó un reloj de
bolsillo sencillo y familiar—. Recupera tus poderes como Caminante del Viento
y sé el quid por el cual se puede restaurar el equilibrio en este mundo.

—Eso es… —¿Había hecho un recipiente involuntario hace todos esos meses?—.
Por supues… —Vhalla se detuvo, cambiando sus palabras—. Sí, quiero construir
un nuevo destino.

La mujer apartó el reloj y se lo puso en la palma de la mano cuando Vhalla


fue a tomarlo.

—Te lo dije, el destino tiene hambre y debe tener su merecido. No se puede


ganar un futuro sin sacrificar el que está frente a ti.

—¿Qué debo hacer?

—Tú eliges si serás la Emperatriz que este mundo necesita. Si sacrificarás tu


futuro en el altar del destino, ante los ojos de los dioses y los hombres. Si te
convertirás en una Emperatriz que puede salvar este mundo. Si aceptarás hacer
un pacto conmigo para asegurarte de que el vórtice finalmente se calme. —Vi 142
observó atentamente la reacción de Vhalla con sus ojos brillantes y peligrosos—.
Compra tiempo, con tiempo.

Una mano agarró el reloj de Aldrik, sabiendo al instante lo que quería la


mujer.

—¿Crees que si lo cedes para recuperar tu magia, él desaparecerá de tu


lado? —Ella le dio una leve sonrisa.

—¿Lo hará? —presionó Vhalla.

—No más conocimientos; no me lo puedo permitir. Tienes tus opciones:


vete como estás y quédate atrapada en el vórtice que amenaza con consumir este
mundo. O da lo que es más preciado para ti, el futuro que llevas, por algo mucho
más grande que tú o yo.

Todo el cuerpo de Vhalla temblaba. Quería irse. Cada centímetro de su


cuerpo le gritaba que corriera de regreso a la cama que nunca debería haber
dejado. Quería fingir que nunca había escuchado las palabras de Vi. Vhalla instó
a su mente a fingir que la mujer no era más que un engaño.

Pero su corazón lo sabía. Incluso si su mente no podía comprender todo lo


que estaba sucediendo, Vhalla sabía en algún lugar profundo de su alma que lo
que Vi decía era verdad. Le dolía ver el reloj, ante el pensamiento de su magia
una vez más.

—Déjame regresar —intentó Vhalla. Quería a Aldrik; quería al menos


discutirlo todo con él.

—No. La próxima vez que vengas no me encontrarás. Solo habrá una vez
más en la que podré acudir a ti.

—Entonces tomaré mi decisión la próxima vez que nos veamos. —Era una
tontería, pero Vhalla sería la tonta esperanzada.

—Elige ahora. Debe ser solo tu decisión.

Vhalla no pudo soportar los ojos de la mujer cuando sus manos comenzaron
a moverse. No podía dar testimonio de lo que estaba a punto de hacer. Los dedos
de Vhalla se cerraron alrededor del broche del reloj que apenas se había quitado
desde que Aldrik le había prometido su futuro con él.

—Dime una cosa. —Vhalla hizo una pausa, un poco tímida en entregarle el
token de Aldrik. Vhalla recordó las palabras de la princesa, que era un recipiente
que contenía su magia—. Esto no será usado para lastimar a Aldrik, ¿verdad?
143
—No usé esto para lastimarte. —Vi giró su mano y balanceó el reloj con dos
dedos—. Pude habérselo vendido a un gran precio al hombre que se sienta en el
trono del Sur.

Vhalla miró el reloj que Aldrik le había dado, incapaz de discutir. Su


superficie, una vez pulida, estaba rayada y empezaba a empañarse por el uso
interminable, pero ahora lo amaba más que el primer día que se lo había
regalado. Aldrik había dicho que lo había hecho en la guardia en las Encrucijadas.
Había una poesía oscura en perderlo aquí también.

Con mano temblorosa, Vhalla extendió su posesión más preciada.

Y así, se fue. Vhalla miró mientras la Portadora de Fuego enroscaba sus


dedos alrededor del regalo de Aldrik. Aquello en lo que había puesto tanto amor
se había ido. Ella lo había abandonado.

Vhalla miró el reloj en blanco que tenía en la mano. Era una pizarra limpia,
perfecta y sin manchas. Había cambiado el regalo de Aldrik por poder. ¿Ella era
mejor que Victor?

La llama se extinguió y la cabeza de Vhalla volvió a levantarse,


sobresaltada. La oscuridad la presionó, empujando su pecho.
—¿V… Vi? —Vhalla dio un paso atrás hacia donde sabía que estaba la
puerta—. Cambié de opinión. No puedo dejarlo.

El silencio fue su única respuesta.

—Por favor, no quiero. —El cuello de Vhalla ya se sentía desnudo—. No


quiero perder eso. He perdido tanto, eso no. Nuestro Vínculo se ha ido; el reloj
es la única parte de él que puedo llevar conmigo.

La oscuridad era opresiva, haciendo que sus oídos zumbaran. Vhalla apretó
el reloj con fuerza en su palma. Un escalofrío recorrió la habitación y Vhalla ya
no se sentía sola. La espeluznante sensación de ser observada la puso nerviosa.

Vhalla se giró y huyó tan rápido como sus pies la llevaron.

Tropezando en la calle, Vhalla miró hacia atrás frenéticamente, con la


sensación de que algo terrible estaba a punto de perseguirla. La luna la miró
fijamente, el tiempo continuaba con normalidad. Vhalla se sintió mareada y
enferma, viendo la perfecta oscuridad de la tienda.

Sus pies se sentían como de plomo. Su cerebro nadaba en su cráneo y el


mundo se balanceaba. Vhalla regresó al hotel lo más rápido que pudo. Estaba
segura de que iba a vomitar. Justo cuando dar otro paso iba a ser demasiado, 144
Vhalla se sumergió en la brillante luz del vestíbulo.

—¡Milady! —La mujer detrás del escritorio parpadeó confundida, se puso


de pie sobresaltada—. ¿Qué está haciendo afuera? ¿Se encuentra bien?

—Yo… yo… sí. —Vhalla se llevó el dorso del puño a la cabeza, cargando
todavía el reloj. Estaba húmeda y fría—. Solo necesito acostarme…

La mujer asintió, pero claramente se estaba mordiendo la lengua ante el


estado de la Emperatriz. Vhalla se agarró la camiseta por encima del estómago.
Le dolía toda la cintura, una extraña y creciente agonía. Vhalla levantó la mirada.
Se sentiría mejor una vez que se reuniera con Aldrik de nuevo. Una vez que
pudiera fingir que todo lo que acababa de suceder no era real durante unas horas
más.

El pie de Vhalla resbaló en un escalón y cayó con un grito. Algo se hizo


añicos dentro de ella cuando golpeó las escaleras. Vhalla apenas se dio cuenta de
que la mujer corría a su lado.

—Iré a buscar al Emperador.

Vhalla se obligó a abrir los ojos por el dolor y miró el reloj que tenía en la
mano. Una oleada de náuseas la golpeó y Vhalla tragó saliva.
—No. B-busca a Lady Ci’Dan. Necesito a Elecia.

La mujer había salido corriendo, dejando a Vhalla luchando por recuperar


el aliento a solas. Envolviendo sus brazos alrededor de su cintura, Vhalla se
acurrucó en una bola. Algo estaba muy, muy mal.

—¿Vhalla? —La voz de Elecia rápidamente dejó a un lado los tonos


atontados del sueño mientras se arrodillaba ante ella—. ¿Qué estás haciendo a
esta hora?

—Ayúdame —suplicó Vhalla a la Destructora de Tierra, una de las mejores


clérigos del mundo.

—Ven. —Elecia echó un vistazo a la frente manchada de sudor de Vhalla y


comenzó a ayudarla a subir las escaleras.

—¿Debería ir a buscar a un clérigo? —llamó la mujer del escritorio.

—Yo soy clérigo —respondió Elecia—. Ni una palabra de esto a nadie.

La mujer de cabello rizado prácticamente cargó a Vhalla por dos tramos de


escaleras hasta su propia habitación en el tercer piso. Con cautela ayudó a Vhalla
a acercarse a uno de sus sillones, acomodándola antes de cerrar la puerta. Otra 145
ronda de dolor la atravesó y Vhalla se volvió a doblar.

—¿Qué pasó?

—No sé. —Vhalla hizo una mueca—. No lo sé, pero duele.

—Déjame mirarte. —La mujer apartó los brazos de Vhalla de su abdomen


y tomó sus manos entre las suyas. Elecia parpadeó y comenzó a mirar de arriba
a abajo con una vista mágica—. ¿Por qué estás despierta a esta hora? Pensé que
tu…

Los ojos de Elecia se detuvieron en su abdomen.

La mujer se movió rápidamente y no ofreció ninguna explicación mientras


arrastraba a Vhalla al baño. Desgarró los lazos de la capa de Vhalla y se la quitó.
Al mirar su reflejo, Vhalla pudo ver lo que Elecia había visto momentos antes con
su magia. La sangre brillaba oscureciendo la tela que cubría el interior de sus
piernas.

Un destino sacrificado por otro.

Vhalla soltó un grito incontrolado y se derrumbó sobre sí misma.


—Vhalla, ven, tenemos que limpiarte. —Las manos de Elecia se
encontraban en sus brazos temblorosos, levantando a Vhalla y poniéndola de
nuevo de pie. Había una fuerza clínica en la voz de la otra mujer mientras
ignoraba cualquier otra emoción excepto el impulso de actuar como sanadora.

Una de las manos de Vhalla se aferró al reloj con tanta fuerza que toda su
mano se puso blanca, la sangre se le acumuló en sus uñas. La otra mano cubrió
su boca, amortiguando los sollozos que atormentaban su cuerpo al darse cuenta
de lo que había hecho sin saberlo. Otro rayo de dolor atravesó su abdomen, y se
apoyó contra la encimera mientras Elecia comenzaba a prepararle un baño.

—No puedo creer que ambos fueran tan estúpidos. Confié en que estaban
teniendo cuidado. Que uno de ustedes vendría a verme si necesitaba el Elixir de

146
Luna. Asumí que Jax te lo estaba dando —divagó Elecia. Comenzó a hurgar en
varios suministros antes de regresar a Vhalla. Las manos de la otra mujer se
registraron en la piel desnuda de Vhalla mientras le ayudaba a quitarse la ropa.

»Escucha. —La voz de Elecia se suavizó dramáticamente—. Todo está bien.


Todo saldrá bien. Puedo ayudar a aliviar el dolor, hacer que pase más rápido.
Esto les sucede a más mujeres de las que crees. Lo he visto mucho y, de verdad,
trato de pensar en esto como una bondad de la Madre. La Diosa te está cuidando.
El niño habría crecido como Aldrik si lo hubieras llevado a término, bajo
especulaciones de ser un bastardo.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Vhalla y se acumulaban en el suelo.


El niño habría crecido como Aldrik, una bondad de la Madre; las palabras giraron en
la cabeza de Vhalla más rápido que un tornado. Tan imposible como era, había
una fuerza mayor dentro del mundo que Vhalla había visto en esa tienda de
curiosidades. Estaba más allá de la comprensión y había cambiado su destino.
No, eso no había cambiado su destino. Esta había sido la elección de Vhalla.
Quería gritar o vomitar, y la combinación no dio lugar a nada más que silencio y
sangre coagulada.

—Métete en el agua, ahora.


—Yo… yo puedo lavarme —tartamudeó Vhalla. No quería más testigos de
su vergüenza. Quería estar sola, sumergir la cabeza bajo el agua y amortiguar el
mundo.

—No. —El enojo había vuelto a la voz de Elecia—. No te voy a dejar sola en
este momento.

Vhalla trató de ayudar a Elecia, pero sus manos temblaban demasiado como
para hacer casi nada. Se sintió en carne viva. Como si acabara de ser remodelada
por la propia creadora.

—¿Qué es esto? —preguntó Elecia, devolviendo a Vhalla al presente


tocando su puño.

—Es… —Vhalla no tenía otra explicación más que la imposible verdad—.


Es un recipiente con mi magia.

—¿Qué? —La otra mujer la miró como si Vhalla se hubiera vuelto loca—.
No, eso es… —Las palabras se congelaron en la boca de Elecia mientras
parpadeaba ante el token en la palma de Vhalla—. Por la Madre, ¿de dónde
sacaste esto?

De la Madre, de verdad… ¿podría haber otra explicación para lo que había 147
ocurrido?

—Lo cambié.

—Eso no tiene sentido. —Elecia suspiró—. Más tarde.

La otra mujer permitió que Vhalla se quedara con el token mientras


terminaba de bañarla y secarla. Vhalla trató de ayudar, hasta cierto punto. Pero
se sentía demasiado cansada y entumecida para preocuparse.

Tirando de ella hacia el dormitorio adjunto, Elecia puso dos capas de tela
encima de las sábanas. Vhalla se acostó según las instrucciones. Le dolían el
abdomen y la espalda de una manera que nunca había sentido.

—Voy a buscar a Aldrik. —Elecia se dirigió hacia la puerta.

—¡No! —Vhalla se sentó instantáneamente, siseando de dolor por el


movimiento repentino. Todavía no tenía una explicación para Aldrik; necesitaba
más tiempo. Primero necesitaba algún tipo de pegamento para reconstruir la
realidad destrozada—. No se lo digas todavía.

—¿Qué? —Elecia regresó a la cama—. ¿Quieres decirme que no lo sabía?

Vhalla solo pudo negar con la cabeza.


—¿Qué pensaron los dos cuando dejaste de tener su sangrado mensual?

—No lo tuve desde la marcha hacia el Norte —trató de explicar Vhalla—.


Pensé lo mismo esta vez. No habíamos comido bien, y todo el viaje, el esfuerzo…

Elecia se pellizcó el puente de la nariz con un profundo suspiro. No era una


conclusión ilógica y la mujer no pudo refutarlo de inmediato. Cuando abrió la
boca para hablar, fue interrumpida por un golpe en la puerta.

—¡Elecia! —Aldrik apenas podía mantener el volumen bajo de un grito—.


Por la Madre, abre la puerta.

—¿Cia, ¿estás ahí? —llamó Fritz también—. ¿Vhalla está ahí?

Elecia miró entre la puerta exterior y la cama.

—No… —suplicó Vhalla.

—Lo siento. —Elecia realmente la miró—. Pero lo apreciarás más tarde.

—¡No! —Vhalla trató de mover los pies por encima del borde de la cama,
pero el dolor que le causó el movimiento la detuvo en seco.

—¡Acuéstate! —gritó Elecia.


148
Vhalla se recuperó y se tapó la cabeza con las mantas. No le importaba si
estaba siendo infantil. Había sido fuerte durante tanto tiempo que todo lo que
quería hacer era pasar un momento sufriendo. Quería esconderse de la
vergüenza que se encontraba a punto de caer sobre ella en el momento en que
viera los ojos de Aldrik.

—No grites —espetó Elecia desde la habitación exterior, presumiblemente


abriendo la puerta en el proceso.

—¿Está aquí? —Aldrik fue implacable.

—Sí.

—¿Dónde? —Los pasos de Aldrik resonaron por el suelo.

—Aldrik, primero debes calmarte. —Había un tono en la voz de Elecia que


Vhalla nunca había escuchado a la mujer usar antes, con su primo—. Y Fritz,
deberías irte ahora.

—¿Ella está aquí? —La voz de Aldrik se hizo más fuerte y Vhalla se encogió
más en sí misma.

—Escúchame… —El intento de Elecia fue demasiado tarde.


Un gran rayo de luz se extendió por la cama como una flecha acusadora en
el momento en que Aldrik abrió la puerta de madera y papel entre el dormitorio
y la habitación principal. Vhalla no se movió, le temblaban los hombros y apenas
respiraba. ¿Qué podría decirle?

—Vhalla —dijo él con un suspiro, el alivio saturando su nombre. Le dio un


dolor en el corazón que competía con el dolor de su cintura—. Me preocupaste
mucho. Desperté y no estabas. —Sintió su peso mientras se sentaba en el borde
de la cama—. No pude encontrarte, y cuando no estabas en la habitación de Fritz,
yo…

Extendió su mano, apenas rozando la manta que cubría su hombro.

—¡No me toques! —Se encogió de su alcance.

Su mano se cernió, complaciendo su deseo, pero claramente incómodo con


él.

—Mi amor… ¿qué podría hacer que tuvieras miedo de mi toque?

—Aldrik… —Se ahogó con su nombre.

—Déjame tranquilizarte —suplicó él—. ¿Fue un sueño? ¿Una pesadilla? No 149


hay nada que temer.

De forma delicada, tentativamente, bajó la palma una vez más. Vhalla gimió
su consentimiento y se enroscó alrededor de la parte superior de su brazo. Fue a
partes iguales tranquilidad y confusión.

—Aldrik —comenzó Elecia.

—¡No lo hagas! —Vhalla se sentó, agarrando las mantas a su alrededor.

—¿Dónde está tu ropa? —Aldrik parpadeó, mirando su espalda desnuda.

—Merece saberlo. —Elecia cruzó los brazos sobre el pecho—. Si no se lo


dices tú, lo haré yo.

—¡No es tu lugar decirlo!

—¡Entonces habla con el hombre que será tu esposo! —Elecia cerró la puerta
con tanta fuerza que Vhalla y Aldrik dieron un salto.

—¿Decirme qué? —Apoyó la palma de su mano en su espalda, besando


suavemente su sien—. No temas, sea lo que sea, podemos abordarlo juntos.
—Perdí a nuestro hijo —confesó Vhalla, con los ojos muy abiertos. Recordó
la nota que había escrito Aldrik, la que ella había apretado contra su pecho. Ella,
él, su hijo.

—¿Qué dices? —La voz de Aldrik se había vuelto monótona.

—Fuimos descuidados. —No se atrevió a decir las palabras.

—¿Cómo que fuimos descuidados? —Era demasiado inteligente para no


saber las respuestas.

—¡Ya sabes cómo! —Se volvió hacia él, y un dolor particularmente agudo
latió desde lo más profundo de su abdomen. Vhalla se derrumbó sobre la cama
con un sollozo ahogado.

Aldrik solo pudo mirarla mientras se hundía, y Vhalla evitó su mirada.

—Elecia. —Se puso de pie, corriendo hacia las puertas—. Elecia, dime…

—Deja de ser estúpido —dijo Elecia secamente, abriendo la puerta y


permitiéndose regresar a la habitación. Una mano, más fría que la de Aldrik,
acarició la frente de Vhalla—. Vhalla, toma, bébete esto. Ayudará a que las cosas
avancen. 150
—No quiero. —Se merecía cada ola de dolor que tuviera que soportar.

—No empieces con eso. Me prometiste que tu vida…

—¡Ni siquiera sabes lo que significa mi vida! —Vhalla se retorció, ignorando


el dolor para mirar a la mujer—. No sabes los sacrificios que he hecho. ¿Crees que
esto…?

Una pequeña botella fue empujada sin ceremonias en la boca de Vhalla


entre palabras. Chocó con sus dientes y sus labios se envolvieron alrededor de
ella, cuando Elecia la metió en su boca. Vhalla tragó el líquido que contenía,
resignada.

—Detente. Deja de intentar crear la ilusión de tener fuerza. No necesitas


hacerlo. No aquí. No ahora. Permítete estar triste hasta que la verdadera fuerza
regrese. —La botella vacía fue retirada suavemente de sus labios, y Elecia alisó
parte del cabello de la frente manchada de sudor de Vhalla. Fue un gesto tierno
que no tenía precedencia entre ellas.

»Primo… —Elecia se alejó mientras hablaba—, por más completamente


idiotas que creo que claramente ambos han sido … por mucho que crea que esto
podría interpretarse como una bendición disfrazada… —Hubo una larga
pausa—. Lo siento.
La otra mujer se fue, cerrando las puertas una vez más detrás de ella y
dejándoles su habitación al Emperador y a su dama. El sofá de más allá sonó
suavemente cuando Elecia se acomodó en él, y Vhalla no pudo evitar recordar
que había dormido en sofás en este hotel la última vez que estuvieron en las
Encrucijadas, sanando durante las horas de la noche.

Aldrik siguió deambulando durante varias respiraciones largas antes de


regresar finalmente a la cama. Su amor se instaló en la cama junto a ella, pero no
la tocó, la pequeña distancia entre ellos se sentía como un mundo.

El silencio volvió el umbral agonizante cuando finalmente habló.

—Mírame.

—No.

—No pelees conmigo, ahora no. —Su mano tiró de su hombro—. Por favor.

Fue el por favor lo que la llamó. Vhalla rodó y miró a su Emperador con
ojos rojos y ardientes. Su rostro estaba retorcido por el dolor y brillando con
mocos y lágrimas. Aldrik acarició la expresión, respondiendo con ternura.

—Me siento… —Respiró hondo—, aliviado de que te encuentres bien. 151


Vhalla cerró los ojos con fuerza. Ni siquiera entendía una fracción de cómo
los había agraviado.

—Estaba muy preocupado. —Sus labios se movieron como un fantasma


contra su frente—. Me desperté y no te encontré. Fui a buscar a Fritz y cuando no
estabas con él… si no te encontraba, estaba listo para quemar las Encrucijadas en
un ataque de rabia hasta dar contigo.

—No digas eso —siseó Vhalla en agonía.

—Es la verdad.

—Ya lo dijiste antes. —Lo recordó despidiéndose en una puerta secreta la


primera vez que estuvieron en las Encrucijadas—. No lo vuelvas a decir.
Tenemos que ser diferentes a antes.

—¿Diferentes?

—Cambié los destinos. Debemos romper el vórtice. Debemos hacerlo mejor.


—Vhalla se sintió enferma consigo misma de nuevo por lo que había hecho. La
noche se estaba convirtiendo en una masa desordenada de recuerdos que se
distorsionaban con el tiempo. ¿Realmente tenía alguna idea de cuál era la
verdad? ¿O simplemente estaba perdiendo la cabeza lentamente?
—¿De qué hablas?

—Había una Portadora de Fuego. —Vhalla luchó por recomponerse para


decir lo que había que decir—. La conocí la última vez que vine. Ella… en ese
momento me dijo… me dijo que te perdería. Ella me habló de Victor. No lo
entendí. Estaba preocupada, así que salí…

—¿Saliste? ¿Esta noche? —Los tonos tiernos se estaban desvaneciendo de


sus palabras.

—Quería ir sola…

—¿A una tienda de curiosidades? ¿Con una Portadora de Fuego con


algunos trucos de humo y espejos? ¿Por qué no me lo dijiste? —Una agitación
justificada lo hizo fruncir el ceño.

—No quería que me dijeras que no fuera.

—¿Entonces sabías que lo desaprobaría? —Su toque se desvaneció y Aldrik


se retiró—. No pudiste respetar mis deseos. No, ¿ni siquiera lo suficiente para
tratar de hablar conmigo?

—Debería habértelo explicado. 152


—Deberías. Tú no me escondes secretos, tú no. —Ahora había un dolor
genuino en su voz. Sus viejas inseguridades estallaron intensamente, y las
heridas que habían dejado cicatrices en su corazón vieron la luz una vez más.

—Sabes que no lo hago. —Vhalla lo miró durante un largo momento,


desafiándolo a objetar.

Él maldijo en voz baja y apartó la mirada.

—Lo siento, manejé esto mal. Solo quería saber si… si realmente lo
lograríamos.

—No deberías tener que preguntarle a una Portadora de Fuego para saber
eso —murmuró.

—¡No es como si no hubiéramos estado huyendo durante semanas! Estaba


asustada, Aldrik. Pensé que podría encontrar algo, algún pequeño consuelo para
calmar la preocupación en mi corazón, pero… —Se había llevado a sí misma
hasta el umbral que había temido desde el principio. ¿Cómo podría resumir lo
que había sucedido de una manera que él tomara en serio?
—¿Pero? —presionó Aldrik—. Esta Portadora de Fuego, ¿te tocó? —gruñó.
Había un brillo protector y peligroso en sus ojos—. ¿Es por ella que perdimos…?
—Aldrik no se atrevió a decirlo.

—No. —Esta era su responsabilidad y Vhalla la aceptaría—. Eso fue culpa


mía.

—No es tu culpa —murmuró.

Tuvo que tomarse un segundo y prepararse para lo que vendría después.


Vhalla tenía tantas ganas de dejar atrás la noche, pero no podría hacerlo si
quedaban verdades sin decir. A través de la neblina que se espesaba lentamente
en su cabeza, se obligó a seguir adelante.

—Entregué el reloj que hiciste.

Estaba tan silencioso que ella se preguntó si de alguna manera no la había


escuchado.

—Tú… ¿qué?

—¡Tuve una razón para hacerlo! —Vhalla liberó su mano de la manta,


empujando su token de plata ante él—. Esto, Aldrik, con esto… 153
—¿Otro reloj de bolsillo? ¿Te cansaste del mío y querías algo más…?

—¡Es un recipiente! —Su patrón de interrupción terminó con eso. Su boca


quedó abierta ante la palabra sin decir que ella le había robado con la verdad—.
Es un recipiente.

—¿Qué?

—Es un recipiente no intencional que hice cuando la Portadora de Fuego


miró por última vez las llamas para responder a mi pregunta —explicó Vhalla
rápidamente—. Con esto… con esto debería ser capaz de…

Sus palabras fallaron. A pesar de lo que acababa de decirle, el dolor aún no


había desaparecido de su expresión. Vhalla sospechaba que bien podría decirle
que había cambiado su reloj por todo el Continente Creciente, y Aldrik aún se
sentiría dolido. Esta noche, ella no había pagado el precio por sus elecciones.
Aldrik lo había hecho.

—Es mi culpa… te quería, así que me quedé. Y como me quedé, me


encontraba donde Victor podía llegar a mí. Todas las personas que han muerto,
Erion, Craig, Raylynn, tu padre, todo es por mi culpa. Todo el dolor es mi
responsabilidad. Con esto, con mi magia, puedo corregir lo que hice mal. Puedo
vencer a Victor en su propio juego. Cree que puede matar o forzar a todos los
Caminantes del Viento a esconderse. Pero me enfrentaré a él. Haré lo que deba
hacer por nuestra gente antes de hacer lo que quiero para mí.

Estaba tan quieto como una estatua. Vhalla también tomó el peso de su
mirada sobre sus hombros. Ella llevaba el mundo, y él era solo un punto en él.
Todo estaba perdido si no hacía realidad su voto.

—Quería hacer las cosas bien. Te lastimé mientras lo hacía y lo siento.


Nunca quise hacerlo. Pero…

El calor de la palma de su mano en la parte inferior de su abdomen la hizo


callar. Vhalla miró al hombre que iba a ser su esposo. Una tormenta rugía justo
detrás de la oscuridad de sus ojos.

Suspiró.

—¿Qué te he hecho?

—Nada que no haya pedido. —Ella había pedido ser Emperatriz. Lo había
elegido en el momento en que lo había elegido a él. Había estado tan ocupada
sobreviviendo que no había aceptado lo que eso significaba realmente. Ahora no
se trataba solo de su supervivencia, sino de la de su gente.
154
—Deberías dormir. Tu cuerpo necesita sanar.

Vhalla se inclinó hacia adelante, presionando su frente contra él. Aldrik se


movió para rodearla con sus brazos.

—Lo perdí —dijo.

—No.

—El hijo de tus sueños… —Ella intentó continuar.

—No era este niño.

Vhalla deseaba hacerle entender. Sus sueños se habían dispersado por el


viento. Su futuro, las líneas rojas del destino que había esperado, habían sido
interrumpidas. Pero Vhalla no trató de hacer que Aldrik comprendiera la verdad
que estaba llenando el vacío dentro de ella. Solo uno de ellos tendría que soportar
esta verdad, y esa sería ella.

—Lo intentaremos de nuevo. —Besó la parte superior de su cabeza—.


Cuando estemos casados, cuando tenga mi trono. Ahí es cuando nacerá nuestro
hijo. Y cuando ese día llegue, esta noche no será más que una pesadilla olvidada.

Necesitaba su optimismo. Su cabeza se sentía gruesa y pesada. Vhalla


sospechaba que la poción que Elecia le había hecho tragar estaba mezclada con
Sueño Profundo, pero la clérigo lo sabía mejor. Cerró los ojos y Vhalla se entregó
a esa acogedora oscuridad.

La cama estaba fría y el amanecer flotaba en el aire de la mañana cuando


Vhalla finalmente se movió. Escuchó la voz de Aldrik desde la habitación
adyacente, el sonido la sacó del sueño.

—¿Cómo la encontraste?

—Ella apareció en la noche —respondió Elecia.

Vhalla parpadeó aturdida, el Sueño Profundo fue lento en liberar su mente.

—Dijo que fue a una tienda de curiosidades. Jax, quiero que todos los de
esta ciudad abandonada por los Dioses sean dados vueltas con la mayor
discreción que puedas. Si incluso uno confiesa saber algo, quiero saberlo todo.
Y… —La voz de Aldrik goteó malicia ácida de su lengua—. Si encuentras al que
le puso un dedo encima…

—Nadie encontrará el cuerpo —terminó Jax en el espacio en blanco con


crueldad metodológica.

Vhalla meneó la cabeza y se sentó. Vi hacía mucho que se había ido. Fuera 155
lo que fuera esa mujer, no se parecía en nada a lo que ninguno de ellos había visto
jamás, y no había forma de que se hubiera quedado. Aun así, tenía poco sentido
tratar de convencer a Aldrik de sus demandas. Vhalla estaba feliz de concederles
algo si eso le agradaba y aliviaba su dolor.

—Ahora, Fritz, ella dice que esto es un recipiente.

—S-se siente como su magia —confirmó Fritz con evidente sorpresa.

—Ya te lo dije. —Vhalla escuchó cómo Elecia ponía los ojos en blanco desde
la otra habitación.

—Ayudarás a retirar la magia para que se pueda restaurar su Canal.

—Yo nunca…

—No te lo estoy pidiendo, Fritznangle, te lo estoy diciendo como tu


Emperador.

Vhalla se frotó el abdomen. Necesitaba levantarse y cancelar su amor


protector antes de que él se portara mal con sus amigos.

—Pero todavía no —dijo Elecia con firmeza—. Veo lo que estás haciendo.

—Elecia … —advirtió Aldrik.


—No. Estás tratando de arreglarlo todo y obligarla a regresar a donde te
resulte cómodo a ti. Pero no puedes obligarla. Su cuerpo está sanando. Esta no es
una cicatriz de batalla y no se arreglará cuando ya no veamos sangre. Tú también
te estás sanando.

—Aldrik —llamó Vhalla.

—Vhalla, ¿qué sucede? —Las puertas se abrieron de par en par y él corrió a


su lado—. ¿Qué te duele?

—Me desperté y no estabas aquí. —Trató de forzar una pequeña sonrisa.

—Solo me estaba ocupando de unas pocas cosas, mi amor. Estoy aquí. Estoy
contigo.

—Quédate —exigió Vhalla.

El cabello de Aldrik estaba hecho un desastre y sus ojos parecían hundidos.


De alguna manera, su rostro se había vuelto más demacrado en una noche. El
consejo de Elecia a Aldrik golpeó el corazón de Vhalla. Ambos estaban sufriendo,
y ese dolor solo se aliviaría estando juntos y permitiéndose sentir tristeza.

Elecia entró cuando Aldrik se situó a su lado. Claramente había pasado 156
parte de la noche adquiriendo y preparando una nueva serie de pociones para
que Vhalla las ingiriera. Cuando la sanadora estaba por irse, Aldrik le pidió que
encontrara un libro para que leyeran.

Vhalla se preguntó si había sabido lo que ella necesitaba para sentirse mejor.
O si, de alguna manera en su propia confusión, él necesitaba las mismas cosas
que ella. Pasaron el día juntos, ignorando el mundo.

Aldrik ni siquiera se separó de ella cuando llegó el momento de volver a


bañarse. Despidió a Elecia, anunciando que lo haría él mismo. Vhalla trató de
evitar que alguno de los dos la ayudara, pero sus intentos fueron inútiles.

—Puedo hacerlo yo misma —insistió—. No te necesito.

—Tienes razón, no me necesitas. Pero quiero ayudarte. —La guio hasta el


agua humeante del baño.

—Aldrik, no quieres hacer esto, es… muy desordenado. —Tenía palabras


más elocuentes para describir la situación, pero no las usó. La claridad y la
elocuencia engendraron un desamor para ella, ya que describían claramente la
situación en la que se encontraba.

—La sangre no me asusta. —Aldrik comenzó a desnudarla.


Vhalla lo agarró por la muñeca. Lágrimas de frustración e ira brotaron de
las comisuras de sus ojos. Cada palabra quedó atrapada en su garganta sin
esperanza de libertad.

—Si quieres que me vaya —susurró—. Dímelo claramente. Dime que me


vaya de tu lado y lo haré.

Ella meneó la cabeza. No quería que se fuera. Necesitaba su presencia y su


amor al igual que él parecía necesitar el suyo. La emoción persistió incluso
cuando sus manos lavaron la sangre que le resbalaba por los muslos.

La distancia en sus ojos disminuyó a medida que pasaban los días. La única
vez que mostró dolor fue cuando se centró en la vista de su cuello desnudo. Pero
Aldrik no habló de eso, y Vhalla no forzó el tema. Podía disculparse y poner
excusas hasta que el mundo se acabara. Pero no cambiaría nada.

Lo único que ayudó levemente fue el día en que Elecia la consideró lo


suficientemente saludable como para intentar recuperar su magia del recipiente.
Les recordó a ambos que, a pesar de a lo que Vhalla había renunciado, con suerte
había ganado algo.

—Está bien, Vhal —comenzó Fritz—. No hay mucho aquí. Debería… debería 157
ser suficiente tener un recipiente para comenzar a llamar a la magia a través de
tu Canal. Pero tendrás que retirar hasta la última gota de magia para estar
seguros.

—¿Podría no funcionar? —preguntó Vhalla nerviosamente.

—Si no hay suficiente para desbloquear tu Canal, la magia se esfumará la


primera vez que intentes usarlo.

—¿Cómo la retiro? —No se permitió tener miedo. No quedaba otra opción


más que el éxito.

—Yo te ayudaré —alentó Fritz—. Lo sostienes e imaginas que el reloj es tu


Canal. Siéntelo, conócelo y dale la bienvenida. —Enroscó sus dedos alrededor del
reloj y le tomó la mano—. Yo te voy a ayudar a sacar la magia, a que se mueva
hacia ti.

Vhalla asintió, los nervios paralizaron su lengua.

—¿Estás lista? —continuó ante su pequeño asentimiento—. Aquí vamos…

Él cerró los ojos y Vhalla hizo lo mismo. Al igual que la primera vez que
intentó usar su magia, Vhalla imaginó algo más allá de ella y trató de tocarlo. El
mundo no reconstruyó la magia por capricho, ni sintió un susurro de hechicería
en el viento. Solo hubo un cosquilleo sutil en las yemas de sus dedos.

Vhalla guardó todas sus esperanzas. Se sentía como si estuviera al borde y


solo necesitaba un buen empujón más para tener todo a su alcance. Su respiración
hizo eco en sus oídos mientras buscaba mentalmente la verdad que contenía el
reloj.

Ella era la Caminante del Viento. Llenaría el hueco que le habían esculpido,
lo llenaría con un nuevo futuro.

—Vhalla, es suficiente. —Fritz le soltó el puño—. No te presiones


demasiado ahora.

—Pero dijiste que lo sacara todo. —Sus ojos se abrieron rápidamente.

—Creo que lo hiciste. —Inspeccionó el reloj—. No quieres gastar magia


buscando magia.

—Entonces, ¿funcionó? —Vhalla se miró las manos.

—Pronto lo sabremos. —Fritz parpadeó un par de veces, cambiando su


visión para estudiarla—. Tu Canal necesitará más tiempo para restaurarse, si es 158
que va a hacerlo. Por la Madre, Vhal, si crees que incluso sientes una pizca de
magia, no tengas muchas ganas de usarla, o la agotarás toda y volverás a la
misma posición que antes.

Durante el resto del día, Vhalla permaneció en reposo en cama. Se estaba


aburriendo de eso, especialmente ahora que el sangrado se había reducido a
manchas ocasionales. Pero entre Aldrik, Elecia, Fritz y Jax, no tuvo más remedio
que tomárselo con calma.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Aldrik mientras se preparaban para


dormir.

—Cansada. —A pesar de descansar todo el día, era cierto.

—Siempre me ha gustado verte dormir. Verte en paz. —Apartó


amorosamente el cabello de su rostro—. Planeo hacerlo para siempre.

—¿Incluso ahora? —susurró, queriendo escuchar las palabras entre sus


palabras.

—Incluso ahora —afirmó.


Aún sentía dolor, pero estaba empezando a desvanecerse incluso para
Aldrik. Sin importar lo mucho que habían perdido, todavía se tenían el uno al
otro. Y, mientras eso fuera cierto, podrían continuar encontrando el amanecer.

El amanecer, sin embargo, llegó demasiado temprano para su gusto. Vhalla


se dio la vuelta con cansancio, una luz se colaba por una grieta en las cortinas
para golpear su cara. Se sentía tan agotada. Los brazos de Aldrik la rodearon con
más fuerza y le acarició la nuca con la nariz.

—Es brillante —se quejó Vhalla—. Haz que se vaya. —Hizo un gesto hacia
las cortinas. La habitación se oscureció y ambos se despertaron sobresaltados.

Vhalla miró fijamente las cortinas de la ventana ahora corridas, mientras se


balanceaban con los restos de una brisa invisible.

159
Vhalla miró fijamente las yemas de sus dedos en muda conmoción, sus ojos
se movieron entre los dedos sin pretensiones y la cortina que se cernía. Levantó
la mano y respiró temblorosamente, decidida a volver a presenciar la verdad que
acababa de revelarse.

Dedos largos y cálidos se curvaron suavemente alrededor de su muñeca.

—No. —Aldrik meneó la cabeza—. No te esfuerces.

—Pero qué pasa si… —Vhalla miró la ventana.

—¿La cortina se cerró por una corriente de aire? —Su sonrisa era pequeña,
pero había alegría genuina en sus ojos. Tomando su rostro entre las palmas de
las manos, Aldrik adornó sus labios con un breve beso. Se sintió como el primer
beso en una eternidad, y una mariposa emergió de su capullo en su estómago—
. No seas tonta, mi hechicera.
160

—¿Lo soy?

Aldrik extendió la mano con la palma hacia arriba y una pequeña llama
apareció en su centro.

—Sóplala. Pero solo esta pequeña prueba, y luego más descanso.

Lentamente, vacilantemente, Vhalla levantó la mano. Aldrik se acercó más,


el resplandor anaranjado de la mota diminuta iluminando su pecho desnudo. Sus
dedos se tensaron, enderezándose y relajándose en un instante. El fuego se
apagó, la luz se extinguió hasta convertirse en el fantasma de un resplandor azul
cuando Vhalla parpadeó.

—Mi magia —dijo con un suspiro.

Las mantas volaron por el aire cuando Vhalla las arrojó a un lado.
Balanceando sus pies por el costado de la cama, fue detenida, en medio de una
estocada, por un brazo que la agarró por la cintura. Aldrik la atrajo hacia él, con
el corazón acelerado y todo.

—Quiero ver.

—Acabas de verlo. —La abrazó.


—No, no, no es suficiente.

Aldrik le acarició el cuello, la ternura la inmovilizó.

—Aún debes descansar. Has pasado por mucho.

—Lo sé. —El hielo subió por sus venas ante los recuerdos—. Renuncié a
todo por esto, así que déjame ir.

—No lo hiciste. —El cabello de Aldrik le hizo cosquillas en el hombro


mientras meneaba la cabeza—. Renunciaste a un hijo que nunca debiste haber
tenido. Y uno de mis muchos intentos patéticos de trabajar con plata.

Su interior se apretó, pero no como lo había hecho en los últimos días. Ella
había sido testigo de un recuerdo en el que le había presentado un regalo a la
mujer que debería haberlo amado como a su propio hijo, y fue rechazado. Vhalla
se retorció, viendo más allá de él de nuevo a ese niño joven y nervioso.

—No era patético. —Habló con la suficiente firmeza como para llamar su
atención—. Fue el mejor regalo que alguien me había dado, y me hubiera
encantado por más de que hubiese estado deforme y a medio terminar, porque
tú fuiste quien me lo dio. Eso es lo que era realmente importante, por eso pude
dejarlo. Porque nuestro amor es más que algo que pueda usar. Nuestro tiempo 161
es mucho mayor de lo que se puede contar con dos manos y algunos números.
Porque, incluso sin él, todavía te tengo.

El borde de una pregunta se deslizó en su última declaración, y Aldrik


suspiró, una sonrisa exhausta curvó sus labios.

—Siempre me tendrás. —La empujó hacia la cama y la abrazó lo más cerca


posible—. Nuestro amor es más que adornos físicos. Ya sean muestras de afecto
o los cuerpos que habitan nuestras almas eternas mientras estamos encadenados
en este espiral mortal. Habría hecho cien relojes si eso te hubiera devuelto tu
magia.

Había dolor en sus palabras, incluso todavía. Pero también había verdad.
Compartía la alegría del regreso de su magia. Vhalla suspiró suavemente y se
apretó contra él. Si iba a seguir restringida a la cama, entonces lo aprovecharía al
máximo llenando sus horas con él.

Cuando Elecia y Fritz finalmente consideraron a Vhalla lo suficientemente


fuerte, física y mágicamente, para dejar el dormitorio, ella pagó el precio de
desaparecer del mundo por una corta semana. Se habían acumulado cartas tanto
de Norin como de Hastan. También era necesario abordar una nueva línea de
tiempo para el resto de su viaje a Norin.
La ruptura en la puerta de cristal en la frontera entre el Este y el Oeste se
había mantenido el tiempo suficiente como para que los refuerzos del Oeste
pasaran y marcharan hacia Hastan. El padre de Elecia informó que no podrían
haber llegado un momento demasiado pronto, ya que Hastan había sufrido otro
ataque de Victor poco después. Esta vez, Victor había enviado una fuerza mayor
a pie, marchando desde el Sur y arrasando ciudades y pueblos a lo largo del
camino, incluido Leoul.

Fue entonces cuando Vhalla se dio cuenta de que nunca volvería a casa.
Tenía que seguir creyendo que su padre de verdad se había adelantado a la
construcción de la puerta y que se encontraría con él en Norin. En verdad, el
hogar siempre había estado donde se encontraban las personas que amaba.
Durante años, esa había sido la granja de Leoul. Pero ahora era donde estaban su
padre, Aldrik y sus amigos.

La noticia arrojó una nube sombría sobre ella también por una razón
diferente. Leoul se hallaba más al norte que Paca, lo que significaba que el pueblo
de Daniel había estado en la línea de las fuerzas de marcha de Victor. Su frágil
estado permanecía en el fondo de su mente; la vista de los hechiceros de Victor
habría causado agonía en el hombre que arrojó una sombra sobre su corazón.
Vhalla se preguntó si su amigo había escapado y estaba a salvo o si se había
162
encontrado con el destino de casi un tercio del Este.

Si a Vhalla le había faltado algún propósito antes de escuchar esta noticia,


ciertamente no le faltó después. En lugar de endurecerse, su corazón se puso más
caliente. Quemó y bombeó sangre caliente por sus venas más rápido que los
vientos de una tormenta de arena. Vhalla se devanó la cabeza, considerando toda
la información que había llegado a través de los informes enviados por Hastan.
Se quedó despierta hasta que sus ojos se cruzaron y nublaron, tratando de
encontrar la mejor manera de distribuir las limitadas fuerzas de combate del Este.

Los lugares más grandes de producción de alimentos debían protegerse


primero, junto con Hastan como líder del Este. Pero no hubo elección a la hora
de sacrificar algunas ciudades más pequeñas como resultado. Fue una de las
decisiones más difíciles que había tomado Vhalla, y se permitió sentir dolor por
ello. Si se adormecía, sería un detrimento para las personas con cuyas vidas
estaba tomando decisiones.

Para salvar la mayor cantidad de vidas, enviaron más mensajeros y más


recordatorios a los interesados en unirse a la lucha, recordatorios de que podían
retirarse a Hastan. Vhalla dio a conocer su voluntad a través de cartas,
compartiendo con los hombres y mujeres del Este exactamente cómo y por qué
los estaba moviendo. Que fue, de hecho, una elección hecha por la persona que
decía ser su líder. Vhalla sabía que nunca podría aceptar su lealtad si tales hechos
se ocultaban alguna vez.

Aldrik la cuidaba sin cesar. Se preocupaba constantemente. Vhalla lo toleró,


la culpa del intercambio de Vi la hizo complacer a Aldrik como recompensa por
sus transgresiones contra él. Pero Elecia finalmente tuvo suficiente.

La mujer empezó a dictar cómo Aldrik podía, y no podía, cuidar de su


futura esposa. Ella no tenía ninguna duda sobre sus métodos de curación. Él
finalmente cedió y comenzó a dirigir el Imperio al lado de Vhalla en serio.

Jax permaneció siempre presente también, especialmente cuando Aldrik


desapareció para conceder algo de tiempo frente a un prominente lord o dama
que se aventuró a las Encrucijadas para encontrarse con ellos. Las revelaciones
de Jax sobre su pasado persistieron en Vhalla, pero ella no le dio mucha
importancia. Había preocupaciones mucho mayores a las que se enfrentaba que
los crímenes que Jax había cometido años atrás. Eventualmente pensaría en eso.

Solo una vez Aldrik había presionado a Vhalla para que le mostrara dónde
se encontraba la tienda de curiosidades de Vi. Rodearon el mercado varias veces,
pero Vhalla no pudo encontrar la pequeña entrada con cortinas ni nada que se le 163
pareciera ni remotamente. Su Emperador hizo todo lo posible por ocultar su
frustración, pero Vhalla no se molestó. No esperaba volver a encontrarse con Vi
nunca más. La mujer solo se revelaría a sí misma en sus propios términos, no en
los de Vhalla. Y por mucho que Vhalla quisiera comprender las acciones de Vi,
había sentido la oscuridad antinatural de Vi y el peso de los ojos de la mujer al
ver más que la forma física de Vhalla demasiadas veces como para cuestionar
demasiado profundamente las cosas. Algunas cosas podían no estar destinadas a
entenderse.

Cuanto más tiempo pasaba, más borrosa se volvía esa noche. Vhalla
finalmente dejó de luchar y permitió que el recuerdo se escondiera en las
nebulosas sombras del fondo de su mente. A Aldrik le pasó más lentamente, pero
pronto dejaron de hablar de ello. Cuando llegó una carta de Sehra con el estado
de los preparativos del Norte, se había desvanecido y convertido en poco más
que un punto oscuro en su viaje a Norin.

Sin embargo, lo que no se había desvanecido era el júbilo de Vhalla al


recuperar su magia. En cada oportunidad, Vhalla llamaba sus vientos. Objetos
fueron levantados y empujados, abiertos y cerrados. Exigió dormir con las
ventanas abiertas solo para sentir la noche respirar a través de su piel.
Había tanto que hacer que los días se les pasaron rápido y llegaron tarde
para salir de las Encrucijadas. La última carta que recibieron de Ophain
comenzaba a cuestionar si tenían alguna intención de venir a Norin o si tenían la
intención de hacer de las Encrucijadas su cuartel general. Vhalla abordó la idea
con el Emperador esa noche.

—¿No tendría más sentido quedarse? —Señaló la carta de Ophain.

—¿Por qué? —Aldrik levantó la mirada desde el otro extremo de la mesa


donde había estado trabajando para finalizar el número de tropas.

—Porque Sehra traerá su ejército hasta aquí, a las Encrucijadas. —Vhalla


rebuscó, mirando uno de los mapas que habían sido marcados demasiadas
veces—. Si ella va a comenzar su viaje en breve, entonces podríamos decirle a tu
tío y a las tropas de Norin que hagan lo mismo. Deberían llegar con unos días de
diferencia. Salvaría al menos… al menos dos semanas de viaje en comparación
con nosotros yendo de ida y vuelta a Norin.

—Debemos casarnos. —Aldrik detuvo su pluma, prestándole toda su


atención.

Vhalla se quedó mirando el mapa durante otro largo rato. Sabía que él lo 164
veía como tal, que era algo que debían hacer como símbolo. Incluso si estaba cada
vez más preocupada por el momento del día, Vhalla continuó admitiendo.

—Entonces lo haremos aquí —sugirió.

—Imposible.

—¿No hay Ancianas que puedan realizar la ceremonia en las Encrucijadas?


—Ella se rio de la ridiculez de la idea.

—Debe ser en el Templo del Sol del Oeste en Norin —insistió Aldrik—. Ahí
es donde se casó mi padre.

—Ahora no parece el momento para tener sentimentalismos —señaló


suavemente.

—Lejos de eso —concordó—. Pero ahora es el momento de crear una


exhibición adecuada para los lores y las damas, para el mundo. Somos fuertes y
no permitiremos que un rey falso nos obligue a casarnos a escondidas. O que
insinúe que hay algo ilegítimo en nuestra unión y que deberíamos hacerlo en una
pequeña capilla estando de huida.

—Estoy segura de que podríamos explicarlo… es solo que perderíamos


mucho tiempo.
Aldrik lo consideró durante varias respiraciones lentas. Decidido a algo, se
inclinó hacia adelante y agarró un trozo de pergamino, comenzando a garabatear
mientras hablaba:

—Le escribiremos a mi tío y le diremos una fecha. Invitaremos a los lores y


damas con anticipación para que la cantidad de tiempo que debamos pasar antes
de la ceremonia se limite a los preparativos y las apariciones necesarias.

Vhalla volvió a mirar el mapa, pensando en el desperdicio que parecía.

—Gracias —dijo finalmente. Era algo.

Le respondieron a Lord Ophain esa noche con la solicitud de la cita junto


con sus promesas de partir de las Encrucijadas antes de que él recibiera su
respuesta.

Poco después, Aldrik comenzó la tarea de crearles una nueva armadura.


Fue una buena distracción de la preocupación que floreció en su pecho por el
hecho de que Lord Ophain aún no había mencionado a su padre. Vhalla mantuvo
sus miedos bajo control y sus manos ocupadas ayudando a Aldrik en la herrería.
Al igual que no podía permitirse que la presencia de Jax la distrajera, no podía
permitir que los temores sobre sus parientes distorsionaran sus prioridades. Su 165
padre se encontraría bien, se aseguró a sí misma. Una vez había sido soldado y sabía
cómo cuidarse. No había nada más en lo que ella pudiera creer.

La primera experiencia de Vhalla con los hábitos artesanos de su


Emperador fue esclarecedora. Aldrik probaba y palpaba cada pieza de acero
antes de comenzar a trabajarla; no era nada más que especial. Ninguna fundición
se le negó, naturalmente, y finalmente quedó satisfecho con sus materiales
básicos.

Trabajaron juntos para hacer que las llamas fueran más calientes de lo que
él podría lograr por sí solo. Aldrik trabajaba con ropa sencilla, y Vhalla apreció
el aspecto del hombre con el cabello recogido y hollín en la nariz. Era una elegante
orquestación de su magia, pero tenía notas melancólicas. Si todavía tuvieran el
Vínculo, sus llamas no la lastimarían y podrían haber sido mucho menos
cuidadosos. La magia de él ya no se encontraba en el interior de ella, pero todavía
había algo diferente. Vhalla lo conocía como un viejo amigo. Reconoció cada pico,
cada flujo sutil en su poder y podía explicarlo.

No había Vínculo, pero tampoco estaban separados. Se habían convertido


en algo nuevo una vez más.

Aldrik terminó la armadura el día antes de que se dispusieran a partir. Le


dio los toques finales él solo, mientras Vhalla pasó el día despidiéndose y
reafirmando la lealtad de los lores y damas en las Encrucijadas y sus alrededores.
Cuando regresó a la habitación esa noche, las armaduras a juego la esperaban.
Aldrik alisó algunas partes con los pulgares, incapaz de dejar de trabajar el metal.

—Y bien, ¿qué piensas? —preguntó finalmente.

Vhalla ladeó la cabeza. Sentada con las piernas cruzadas en una de las
tumbonas, estudió las piezas. Algo estaba mal, y le tomó demasiado tiempo
identificarlo.

—El color.

—¿No te gusta? —Aldrik se sentó a su lado.

—No es que no me guste. —Vhalla luchó con la forma de encapsular sus


sentimientos.

La armadura era realmente hermosa, muy idéntica en artesanía y estilo a la


anterior con algunos adornos adicionales. Hombreras más pequeñas a juego con
las suyas, con detalles dorados en los bordes. Las escamas estaban más
inclinadas, lo que le daba un aspecto más nítido y fuerte. El acero exterior había
sido revestido con una aleación que brillaba en blanco, resaltando los detalles
dorados, como el par de alas que se sentaban con un sol en el centro del cuello de 166
la armadura.

—Es blanca.

Se rio, pero sonó forzado.

—El blanco es el color imperial. —El hombre estaba nervioso por su


reacción.

Vhalla sabía que él entendía su declaración, pero ella siguió el juego.

—Nunca has usado blanco para nada.

—Eso no es cierto —objetó.

—No cuento las veces que lo hiciste en privado —aclaró


apresuradamente—. ¿Por qué no negro?

—Porque… —Hizo una pausa, abandonando el comentario rápido que


había estado preparando. Aldrik se volvió hacia las dos armaduras y respiró
profunda y lentamente—. Porque ese tiempo se acabó.

»Necesito dirigir a mi gente, a nuestra gente. Debo ser alguien a quien ellos
admiren, y debo lucir como esa persona. —Aldrik libró una batalla interna con la
armadura—. Ya no tengo familia, así que ya no soy una oveja negra. Ya no tengo
mi vida ensombrecida por las misiones y visiones de mi padre para su Imperio.
No puedo permitirme que una rabieta personal o una amargura me alejen de los
súbditos cuya confianza tanto necesito. Necesito su lealtad, y prefiero ganarme
eso a través de la admiración que del miedo.

Apartó los ojos de la simple cosa que le había causado tanta introspección.
La miró, y el hombre todavía se las arregló para parecer inseguro en el momento
exacto en que Vhalla pensó que había alcanzado la claridad. Ya no era un
incendio forestal ardiendo de rabia. Ahora era el fuego de las forjas que había
avivado. Ardía con un propósito y permanecía centrado en ese objetivo singular.

Vhalla apoyó su mano en la suya, iniciando el toque por primera vez desde
la noche que había negociado con Vi. Los ojos de Aldrik recorrieron su rostro.
Había pasado tanto tiempo desde que estaba nerviosa a su alrededor que las
mariposas en su estómago eran incómodas, aunque no desagradables. Extendió
la mano para tocar el rostro del hombre que adoraba para acercarlo. Para acunar
su barbilla y guiar sus labios hacia donde pertenecían, contra los de ella.

La exploración delicada rindió dividendos rápidos cuando un coro sin


aliento llenó la habitación cuando se separaron. Ninguno de los dos estaba listo
todavía, notó Vhalla, para ser tan íntimos como antes. Pero el hecho de que algo 167
todavía estuviera allí, dado todo lo que había sucedido, el hecho de que él todavía
fuera capaz de desearla y que su cuerpo no había olvidado cómo desear, les
devolvió un nivel de cercanía que lamentablemente habían estado perdiendo.

Por primera vez en casi dos semanas, el Emperador y la Emperatriz


durmieron pacíficamente durante la noche, completamente acurrucados en los
brazos del otro.
A pesar de conocer el color de la armadura y el razonamiento detrás de ella,
nada podría haber preparado a Vhalla para la mañana siguiente cuando Aldrik
se la puso por primera vez. Llevaba el cabello peinado hacia atrás y el yelmo
atado a una alforja para que la gente pudiera verlo salir. Vhalla hizo lo mismo,
siguiendo su ejemplo en su salida de las Encrucijadas.

Lucía radiante, cada centímetro de él era el líder que Vhalla siempre había
sabido que podía ser. Era una plántula que había sido trasplantada de la tierra
bajo la sombra de su padre y colocada al sol por primera vez. Saludó a las masas
reunidas y saludó tanto a los comerciantes como a los lores mientras la compañía
del Emperador se abría paso por la carretera principal. Vhalla fue testigo de que
su gente finalmente veía lo que ella había sabido todo el tiempo: él había nacido
para esto.
168
Al salir de las Encrucijadas, Fritz tuvo la primera oportunidad de comentar
sobre su armadura.

—Tu símbolo cambió. —Fritz le tocó una esquina de la tela que le llegaba
hasta la cintura, en algún lugar entre una capa y el manto, con una abertura en la
parte delantera para facilitar la movilidad. Estaba fijo con el sol y las alas en la
clavícula. Vhalla tocó el nuevo símbolo, el mismo que llevaba estampado en oro
en su espalda.

—Supongo que sí. —Vhalla miró a Aldrik. Llevaba una prenda similar,
aunque la armadura de él tenía el sol del Imperio en la espalda.

—¿Por qué? —reflexionó Fritz en voz alta para nadie en particular.

—Una segunda ala, porque la Caminante del Viento ha nacido de nuevo —


respondió Aldrik—. Todo el sol imperial porque usará esta armadura después de
que se haya convertido formalmente en mi Emperatriz.

—¿Ya no la cortas por la mitad y finges que no es obvio? —Jax sonrió.

Aldrik puso los ojos en blanco.

—Él tiene un punto —bromeó Elecia a su primo—. No es propio de ti,


Aldrik, haberle dado algo tan abiertamente Imperial.
Vhalla permaneció en silencio a través de las burlas. Dolía. Sus amigos no
querían que lo hiciera. Pero no sabían que su reloj, el que le había dado Aldrik,
se había ido para siempre. A juzgar por la larga mirada que le dirigió Aldrik,
estaba pensando lo mismo.

Entonces el viento cambió y, con él, la expresión de su Emperador.

—Esto es lo que obviamente es Imperial. Es un nuevo amanecer para


ambos, y ella usará mi destreza una vez más. —Aldrik habló solo para ella.

—Como debería ser —respondió Vhalla suavemente.

Marcaron un buen paso por el desierto. El Camino Este-Oeste tuvo un


camino fácil desde las Encrucijadas hasta Norin, y una vez más se encontraron
pasando tiempo en compañía de lores y damas en el camino. Cuanto más al Oeste
iban, más fuerte se volvía la cultura del antiguo Mhashan.

Vhalla se sintió nerviosa la primera vez que vio al fénix del Oeste con una
espada en sus garras. Nadie cuestionó su decisión de cabalgar al día siguiente en
busca de la próxima oportunidad de refugio. Al igual que la cicatriz en su
hombro, había algunas heridas que podrían olvidarse en su mayoría día a día,
con suficiente tiempo y sanación, pero siempre estarían sensibles al tacto. 169
Cuando el verano llegó temprano al desierto, Vhalla y Fritz usaron su magia
en conjunto para evitar que se cocinaran vivos con sus armaduras. Fritz aplicó
finas capas de hielo sobre el metal, que los vientos de Vhalla evaporaron
rápidamente. Al principio, estaban mojados y azotados por el viento. Pero Vhalla
y Fritz lograron dominarlo lo suficiente como para que pronto los cinco no solo
se mantuvieran fríos, sino que también se sintieran cómodos.

El viaje avanzó sin problemas y se despertaron antes que el sol en el último


día de su viaje hacia Norin. Se habían quedado con uno de los primos lejanos de
Aldrik, y le habían enviado un mensaje a Ophain de que se encontraban a solo
unas horas de la ciudad propiamente dicha. Vhalla había querido seguir
presionando, pero Aldrik insistió en que debían observar ciertas convenciones, y
su llegada sería una de ellas.

Las mariposas normales fueron reemplazadas por una bandada de aves en


su estómago cuando la ciudad comenzó a crecer a su alrededor. La luz del sol
brillaba sobre su armadura recién pulida y todos se habían lavado
adecuadamente en la casa del lord antes del tramo final del viaje. Elecia era toda
sonrisas ante la idea de regresar a casa, pero Jax se había vuelto más y más
silencioso a medida que avanzaban los días.
El hombre se había reducido a nada más que una sombra silenciosa. Los
lores y damas a lo largo de la ruta habían mantenido solo un mínimo de etiqueta
hacia el hombre. Unos pocos lo trataron con tanto respeto como el resto de su
noble compañía. Sin embargo, hubo un momento en el que los lores y damas
vieron por primera vez su rostro, un momento en el que tuvieron que controlar
sus reacciones al verlo.

Todos los pensamientos sobre el extraño estado de ánimo de Jax se


desvanecieron como banderines ondeando al viento. La arena cambió a una
consistencia más parecida al suelo y aparecieron grandes palmeras en la creciente
densidad de la ciudad. Norin esperaba delante de ella.

Era una ciudad diferente a cualquier otra que hubiera visto antes, y
seguramente había sido construida por gigantes. El muro exterior de Norin era
tan alto que Vhalla se preguntó cómo habían diseñado mecanismos para llevar
piedras tan alto. Las casas dentro del muro exterior habían sido construidas con
arcilla y madera, estructuras simples apiladas una encima de la otra en una
misión para rivalizar con el muro con su altura. Vhalla recordó la historia del
maestro Mohned y se preguntó si este era el lugar donde él había crecido. El
pensamiento fue rápidamente acompañado por una punzada de dolor por el
hecho de que su maestro probablemente se encontró con una muerte prematura
170
a manos de Victor.

El muro interior de Norin separaba la miseria de los barrios bajos de las


clases media y trabajadora. En la actualidad, hombres y mujeres se alineaban en
las calles del primer tramo de la ciudad; la gente común, los lores, las damas, los
comerciantes, los dignatarios y todos los matices entre ellos invadieron el avance
de Vhalla y Aldrik. Vhalla se habría sentido incómoda por la masa si no hubieran
estado gritando felizmente su nombre junto al de Aldrik.

Lanzaron pétalos de rosa desde los tejados y enviaron lenguas de fuego al


cielo. Agitaban pequeños pendones, todos clamando su atención. Hombres,
mujeres, niños, todos alcanzados por aquellos que habían regresado de entre los
muertos para guiarlos. Vhalla se sentía agradecida por las fuertes patas del
caballo debajo de ella.

El castillo de Norin apareció ante ellos, levantándose desafiante contra el


cielo. A la luz del sol, la arcilla y la piedra utilizadas en la construcción parecían
brillar de color escarlata. Un castillo rojo que atravesaba el cielo con sus torres de
punta plana y paredes arqueadas. Estaba separado de la sección más próspera de
la ciudad por un foso ancho y seco, un solo puente levadizo extendiéndose a lo
largo de la distancia.
Vhalla entendió cómo el Oeste había tardado casi una década en caer.

—Milady. —Aldrik la sacó de sus pensamientos ofreciéndole la palma de


su mano.

Vhalla se colocó las riendas de Relámpago en una mano para tomar su


mano. A la luz del sol, ante todos sus súbditos, el Emperador y la futura
Emperatriz cabalgaban juntos. Vhalla se preguntó si la gente alguna vez había
visto al hombre con una sonrisa más amplia en los labios.

Ella lo dudaba.

Un hombre los esperaba al final del puente levadizo, un hombre que era la
viva imagen de Aldrik, además de tener algunos años más, canas y piel más
oscura. El patio que rodeaba la entrada del puente levadizo estaba lleno hasta el
tope de gente, tanto que los recién llegados apenas podían cruzar. Lord Ophain
se encontró con ellos a mitad de camino encima de su enorme caminante de
guerra.

—¡El Emperador Solaris ha regresado a casa en el Oeste! —anunció Lord


Ophain con orgullo.

—Es un honor para mí estar entre tantos de mi especie una vez más — 171
respondió Aldrik. A pesar de estar cerca el uno del otro, gritaron en un intento
de que todos escucharan.

—Pero no has venido solo. —La danza verbal del lord por el bien de la gente
era obvia.

—No. —Aldrik levantó ligeramente sus manos unidas, poniéndolas a la


vista. Vhalla se tragó cualquier malestar, recordándose a sí misma que este era
ahora su mundo y su deber—. Vine con la primera Caminante del Viento en casi
siglo y medio. Ella es la héroe del Norte, una dama de dos cortes, una mujer que
no solo me ha salvado la vida innumerables veces, sino que es una a quien he
encontrado incomparable.

Para ser un hombre que tenía fama de no ser muy querido, Aldrik tenía un
talento natural para hacer que la gente se volviera loca. Los gritos de las masas
casi la ensordecieron cuando él se llevó la mano a la boca y le besó el dorso.

—¡Les presento a todos la mujer que he elegido para ser su Emperatriz,


Lady Vhalla Yarl!

Después de eso, toda esperanza de un nuevo anuncio se perdió cuando los


elogios por una boda Imperial ahogaron todo. Lord Ophain le dijo algunas cosas
más a Aldrik cuando empezaron a moverse una vez más, pero Vhalla no pudo
oír las palabras. Su mano libre se había perdido entre las palmas extendidas de
las personas que los rodeaban. Se estiraron para tocarla como si fuera la
esperanza de la que dependían sus vidas.

Vhalla haría todo lo posible para que esa esperanza no fuera en vano.

Los gritos resonaron con ellos cuando empezaron a bajar por el puente
levadizo, finalmente libres para moverse una vez más. Dirigieron sus monturas
hacia los mozos de cuadra que esperaban, que estaban inmediatamente dentro
del castillo. Aldrik soltó su mano para agarrar sus riendas una vez fuera de la
vista de la gente, y Vhalla exhaló un pequeño suspiro de alivio por no estar más
en exhibición. Tan orgullosa como estaba de ser suya, había algunos sentimientos
a los que Vhalla sabía que le tomaría tiempo acostumbrarse.

—Es realmente bueno verte, tío —dijo Aldrik mientras desmontaba.

—Rezaba a la Madre todos los días por su llegada segura. —Los dos
hombres se abrazaron brevemente mientras se llevaban los caballos.

—No pensé que tendría la oportunidad de volver a verte —dijo Vhalla


mientras desmontaba y se ajustaba la capa sobre los hombros.

—Lo confieso, hubo un tiempo en el que yo también me sentía inseguro. — 172


El lord apoyó ambas manos sobre los hombros de ella en un movimiento
familiar—. Pero debería haber sabido que la Madre no entrelazaría a dos
personas con tanto cuidado, solo para negarlas. —Ophain la soltó y se dirigió
hacia el castillo—. Ahora, hay mucho por hacer.

—Tendremos que organizar un cronograma cuidadoso —concordó Aldrik.

—Así es, pero primero —El Señor del Oeste hizo una pausa y le mostró una
sonrisa de complicidad a Vhalla—, hay alguien que creo que desea mucho verte.

Vhalla miró al lord mientras mentalmente le recordaba a su corazón que


latiera.

—¿Dónde está?

—Solo sube las escaleras a la derecha cuando entras por primera vez.
Iremos todos juntos.

Ella no podía esperar. Vhalla se alejó tan rápido como sus pies pudieron
llevarla. Su corazón latía con fuerza y se sentía mareada. Todos los sentimientos
que había reprimido acerca de que su padre viajara solo a Norin se apoderaron
de ella al mismo tiempo. Rezó para no haber entendido mal el significado tácito
del lord sobre quién esperaba para verla.
Vhalla patinó hasta detenerse en las puertas abiertas de par en par de una
sala. Enmarcaron a un hombre que miraba por la ventana a la ciudad de abajo. El
vidrio enrejado enmarcaba perfectamente la calle por la que acababa de montar.

El cabello y la tez del Este de su padre se veían extraños con los colores
brillantes de la moda del Oeste. Nunca lo había visto con un chaleco, y le quedaba
tan bien que casi le quitaba años a su apariencia. El hombre se giró al oír el jadeo
de la mujer.

—¡Papá! —gritó Vhalla.

—Pajarita. —Él no compartió la misma conmoción por su existencia que ella


por la suya.

Rex Yarl abrió los brazos y aceptó a su hija, azotada por el viento, bañada
por el sol, arenosa, armada, en sus brazos. Vhalla lo abrazó con fiereza, su rostro
presionado contra su hombro. Ella lo abrazó como si él fuese a desaparecer en el
momento en que lo soltara, como nada más que una ilusión de deseo.

Pero todavía estaba allí cuando sus brazos finalmente se aflojaron y Vhalla
dio un paso hacia atrás. Vhalla lo estudió detenidamente, buscando la más
mínima cosa fuera de lo normal. Pero su padre era como siempre había sido. La 173
piel bronceada y curtida por el sol se doblaba alrededor de su suave sonrisa.

—Llegaste. —Sonrió de oreja a oreja—. Llegaste antes de la abertura. ¡Estás


aquí, en Norin!

—¿Alguna vez dudaste de mí? —dijo Rex con una ofensa fingida.

—Por supuesto que no. —Vhalla meneó la cabeza y se permitió creer


plenamente en su propia verdad a medias—. ¿Hace cuánto tiempo llegaste?

—No mucho antes que tú. —Hizo un gesto hacia una gran zona empotrada
delante de la chimenea—. Esperaba que fuera una agradable sorpresa.

Vhalla miró la habitación por primera vez. El lugar estaba decorado con
mosaicos y gemas preciosas que iban del piso al techo y revestían los bajos de las
vigas de madera que subían hasta el techo de arcilla. Los suelos eran de madera
y estaban teñidos de un rojo intenso. Su pulido resaltaba los acentos plateados en
todo el espacio.

—¡Papá, estás cojeando! —Su atención se centró rápidamente en su padre


en el momento en que se dirigieron a la sala de estar.

—No es nada.
—¿Qué pasó? —preguntó Vhalla, la preocupación entrelazaba cada palabra
mientras ayudaba innecesariamente a su padre a sentarse.

—Oh, fui torpe. —Se río con la risa que ella tanto amaba—. Llegué hasta
Norin sin problemas, solo para resbalarme en unas escaleras y doblarme el tobillo
de manera extraña.

Vhalla puso los ojos en blanco y se derrumbó junto a él. Evitó las telas
exuberantes de las almohadas y las mantas en el espacio para sentarse y en su
lugar eligió la madera dura a su alrededor. Era probable que su armadura se
enganchara en una tela fina y sus botas dejarían caer polvo tan fino que sería
imposible sacarlo.

—Deberías tener más cuidado —lo regañó, comenzando con los clips de su
capa—. ¿Qué pasa si realmente te lastimas? Me habrías hecho preocupar durante
todo el tiempo mientras estuviera aquí.

—Y lo último que quiero que hagas es que te preocupes durante tu boda —


intervino su padre.

Vhalla hizo una pausa y el tiempo se detuvo. Su padre sabía de ella y Aldrik
en el Este. Pero algo había cambiado; la forma en la que la miraba ahora era 174
completamente diferente a cualquier mirada que su padre le hubiera dado antes.

Rex vio pensativamente su capa desechada. Sus dedos recorrieron con


reverencia el emblema del sol incluso mientras lo doblaba. Su padre, el soldado,
había sido él quien le había inculcado la profunda preocupación y reverencia por
su Imperio y aquellos que se erigían como gobernantes. Ahora ella se había
convertido en una persona a la que su padre siempre admiraría.

Fue un extraño cambio con respecto al hombre al que Vhalla siempre había
admirado.

—Parecías una Emperatriz ahí fuera, pajarita. —Había una nota en la voz
de su padre que hizo que el corazón de Vhalla quisiera romperse.

—Para eso nació. —Una voz tan oscura como la medianoche se deslizó a
través de la habitación en señal de acuerdo.

Vhalla se giró. Aldrik y Ophain finalmente los habían alcanzado. Elecia


también se encontraba con ellos y estaba junto a una mujer que Vhalla supuso
fácilmente que era la madre de Elecia. La mujer tenía exactamente el mismo tono
rico de piel oscura y cabello bellamente rizado que parecía desafiar la gravedad
en su brillo.
Junto a los últimos miembros de la nobleza había dos mujeres más. Ambas
tenían el cabello oscuro y lacio y penetrantes ojos negros. Una era más baja y tenía
un poco más de peso en su figura. Llevaba el cabello cortado a la altura de los
hombros con un flequillo lateral. La otra era alta, pero robusta, muy parecida a la
constitución de Aldrik, y tenía una trenza larga y gruesa que le corría por la
espalda. Vhalla supo quiénes eran sin necesidad de presentación. Sus pómulos
altos y labios finos los distinguían de la estirpe de Ci’Dan. Las tías de Aldrik.

—Déjame ayudarte. —Aldrik se sentó junto a Vhalla mientras el resto de la


compañía asumía lugares alrededor del perímetro de la sala de estar ante la
chimenea. Sus dedos alcanzaron hábilmente los clips que estaban en lugares
difíciles de alcanzar, lo que permitió a Vhalla deshacerse de su piel de metal.

—Es un placer conocerla finalmente, Lady Yarl —dijo la madre de Elecia,


rompiendo el breve silencio en nombre del grupo.

—Igualmente, Lady…

—Ioine —terminó la mujer con una sonrisa brillante—. Aunque no es


necesario ningún título.

—Entonces debo pedir lo mismo, solo Vhalla. 175


—¿Estás segura? —La mujer tenía una elegancia sencilla. Rápidamente se
hizo evidente a quién se parecía Elecia.

—Por supuesto. Seremos familia. —Vhalla puso fin al asunto con esa simple
verdad.

—Familia, sí —agregó la mujer de la trenza, mientras cruzaba los brazos


sobre el pecho.

Vhalla luchó por evaluar si el movimiento era hostil, escéptico o


simplemente curioso.

—Me disculpo; todavía no he aprendido sus nombres.

—Tina.

—Yo soy Lilo. —La mujer más joven sonrió lo suficiente como para
compensar la expresión en blanco de su hermana.

—Es un honor conocerlas. —Vhalla asintió levemente en señal de respeto.


No importaba que ella fuera la Emperatriz en un corto giro de la luna. Estas
mujeres eran princesas del Oeste. Habían impuesto respeto durante décadas
antes de que Vhalla naciera.
—Hemos escuchado mucho sobre ti. —Tina era tan inexpresiva como
Aldrik cuando Vhalla lo conoció por primera vez.

—Solo puedo imaginar las cosas que han escuchado. —Vhalla no dejó que
su voz flaqueara. La mujer estaba tratando de intimidarla y Vhalla estaba
decidida a decepcionarla en ese esfuerzo.

—Hay una buena razón por la que el Oeste no se ha sorprendido mucho


con respecto a su compromiso —dijo Tina cuando la ayuda del castillo entró en
la habitación para servir té oscuro y arroz prensado en formas—. La corte del
Oeste ha estado hablando desenfrenadamente sobre la mujer que no solo se ganó
la primera proclamación carmesí en años, sino que también se ganó el corazón
del príncipe.

»Y entonces —continuó—. Las cosas desenfrenadas de los Caballeros de


Jadar contra esa misma mujer. Llorando agravios contra ellos. Puedes ver cómo
puede ser difícil saber qué pensar.

—En realidad, no puedo. —La mujer arqueó una ceja oscura ante el
comentario de Vhalla—. Creo que deberías saber exactamente qué pensar de
cualquiera que disguste a los Caballeros de Jadar. Aquellos que tan injustamente
han dejado a un lado su noble linaje a cambio de misiones de locura y tonterías. 176
Las comisuras de la boca de Tina se tensaron brevemente. Vhalla se lo
habría perdido si no hubiera pasado años de su vida conociendo los sutiles gestos
del hombre más reservado del Imperio. La aceptación brilló en su rostro mientras
se deleitaba con la diversión momentánea que Vhalla le había proporcionado.

—Hablando de familias y molestar a los Caballeros de Jadar —interrumpió


Lord Ophain mientras dejaba su vaso a un lado con una sonrisa—, tenemos que
planear una boda. El trono del falso rey ha sido cuestionado exitosamente con
nuestros triunfos actuales contra sus fuerzas y la verdad de que ambos viven.
Para cumplir con su agresiva fecha, hay bastantes detalles que formalizar.

—Creo que una boda será justo lo que la gente necesita —intervino Lilo
alegremente—. Alejemos sus mentes de la decadencia y la muerte, y démosles
una razón para ser felices. Tu boda será un recordatorio tan alegre de que el sol
aún brilla intensamente.

—Hablando de eso, permítanos mostrarle nuestra casa, Lady Yarl. —Tina


se puso de pie—. Aquí no es donde sería la ceremonia, sino las audiencias previas
a la boda y las juergas posteriores ocurrirían dentro de estos salones. También
debe conocer el lugar que se convertirá en su hogar.
—¡Una idea maravillosa, hermana! —Lilo también se puso de pie—.
Entonces podemos mostrarle sus habitaciones, ya que estoy segura de que se
encuentra cansada por el viaje del día.

—Muy bien. —Vhalla estaría de acuerdo con cualquier cosa si sentía que
haría que las cosas fueran más rápidas. Su boda se estaba convirtiendo en una
tarea más complicada de lo que esperaba. Cada mención le traía recuerdos de las
decisiones que tenía que tomar sobre la defensa del Este. Su gente se estaba
muriendo y ella estaba planeando una fiesta—. Padre, ¿te gustaría venir?

—Deja que los hombres charlen —dijo Tina antes de que su padre tuviera
la oportunidad.

Elecia e Ioine también se pusieron de pie ante la sutil orden.

Vhalla levantó la barbilla y miró a la mujer a los ojos durante un largo y


duro momento. Ella acababa de reunirse con su padre después de temer por su
vida. Que le dijeran que lo despidiera no le sentaba bien a Vhalla, y las palabras
se le escaparon de los labios antes de que pudiera detenerlas.

—Padre, ¿te gustaría acompañarme mientras me muestran el castillo? —


preguntó Vhalla de nuevo lentamente, ignorando la orden de Tina. 177
Aldrik apartó los ojos del intercambio, ocultando su rostro en el proceso.
Vhalla podría haber jurado que vio una sonrisa de satisfacción escapando de su
boca.

—Todavía me duele el tobillo. —Su padre gentilmente se negó—. Además,


he tenido unos días para explorar. Ahora tú ve a disfrutarlo.

—Ven a cenar conmigo más tarde. —Vhalla se arrodilló para besar las
mejillas de su padre—. Quiero ponerme al día.

—No me negaré a eso, pajarita.

—Bien, no quería tener que rogarte —bromeó a la ligera.

—Disfruta del hogar de mis antepasados. —Aldrik tomó su mano,


sosteniéndola por un largo momento antes de soltarla una vez más. Sus ojos se
dirigieron a su tía mayor—. No le muestres la biblioteca.

—¿Hay una biblioteca? —jadeó Vhalla.

—Llámame egoísta. —Su boca se curvó en una sonrisa irresistible y sin


ningún arrepentimiento—. Cuida de ella, tía Tina.
—Sí, mi Emperador. —Tina reveló la mayor expresión que Vhalla había
visto en ella cuando la mujer se refirió a Aldrik como tal.

Vhalla fue sacada de la habitación, seguida de Elecia y su madre. Apenas


contuvo un giro de ojos tardío al pensar en la sugerencia anterior de Tina. Quizás
prohibir la expresión de “palabras entre hombres” sería su primer decreto como
Emperatriz. Por lo que Vhalla había experimentado, hombres y mujeres decían
las mismas palabras y no había ninguna razón por la que los hombres no
pudieran decir ciertas cosas en su presencia.

Su ira rápidamente se desvaneció en asombro mientras se maravillaba con


cada ostento que tenía el castillo. En la riqueza de su historia, el hogar de la
familia gobernante de Mhashan rivalizaba con el palacio de la capital del sur. En
arquitectura y arte, no podrían ser más diferentes. Había innumerables
habitaciones para sentarse y descansar. El acero sonaba sobre el acero desde los
campos de entrenamiento bien equipados. Cientos de años de historia se
amontonaban en cada salón.

—¿Cómo se conocieron tú y Aldrik? —preguntó Tina mientras paseaban


por una gran sala de estatuas y pinturas.

—A través de notas en un libro —respondió Vhalla vagamente. Trató de 178


hacer una demostración de estudiar la escultura que tenía ante ella para evitar
más preguntas. No funcionó.

La mujer arqueó una ceja oscura.

—¿Notas en un libro?

Vhalla se preguntó brevemente si la capacidad de hacer esa expresión se


había transmitido en la familia o si fueron instruidos para hacerla. Había visto a
Aldrik darle la misma mirada inquisitiva en innumerables ocasiones. Su palma
descansó en la parte inferior de su estómago sin pensarlo. ¿Sus hijos harían esa
mirada?

—Eran notas que, en última instancia, debían ayudarle. —Vhalla no quería


revelar mucho más que eso, ya que la idea de su Vínculo perdido dolía—. Él se
me acercó después de eso.

—Eso fue directo y muy diferente a nuestro sobrino. —Tina también pudo
haber gritado que sospechaba que había más en la historia de Vhalla de lo que le
estaban contando.
—Bueno, no supe que era él durante mucho tiempo. —Vhalla sonrió
levemente al recordar sus primeras notas intercambiadas—. En ese entonces lo
llamaba fantasma.

—Él sí que tenía un gusto por todas las cosas oscuras —concordó Lilo—.
Aunque parece que finalmente ha adoptado el color de su puesto.

—El color no importa. —Vhalla avanzó mientras meditaba—. Debajo de


todo, él siempre será Aldrik, el hombre que nació para guiarnos.

—Y… —Tina entró en el espacio personal de Vhalla. Su voz se redujo a un


susurro, mirando intencionadamente a los guardias colocados en los extremos
más alejados de la habitación—. ¿Sabes claramente qué es eso? ¿Lo que yace
debajo de la ropa que usa?

—¿Qué? —Vhalla se giró, frunciendo el ceño a la mujer mucho más alta.


Elecia se rio y Vhalla sintió un rubor en las mejillas. Toda esperanza de negación
se había ido, y Vhalla le lanzó a su amiga una mirada de frustración.

—Cariño mío. —Tina pasó un brazo alrededor de sus hombros, empujando


a Vhalla a la siguiente pintura—. No seas tímida. Ya tenemos nuestras sospechas.
Tus secretos están a salvo con nosotras. 179
—Nunca lastimaríamos a nuestro pequeño Aldrik. —Lilo unió su brazo con
el que Vhalla tenía libre, inmovilizándola efectivamente entre las dos
hermanas—. Recuerda, él es todo lo que nos queda de nuestra hermana.

Se detuvieron ante un gran retrato y la respiración de Vhalla quedó


atrapada en su garganta. La mujer estaba sentada, envuelta en una túnica blanca
imperial con un ribete dorado. Un chal carmesí sobre sus hombros caía al suelo.
Una mano sostenía una mota de fuego, la otra un cetro dorado con un sol en la
parte superior. El fuego que vivía en sus ojos existía más allá de la muerte y el
tiempo. Complementada con una curva familiar en las comisuras de su boca,
traicionando un aire de confianza que fácilmente podría rayar en la arrogancia.
Los ojos angulares y los pómulos altos estaban enmarcados por un largo cabello
negro que caía debajo de sus hombros sin atar.

La mujer parecía la autoridad encarnada. Parecía que podía matar a la


persona que estaba frente a ella, o salvarla para llevarla a un paraíso que el
hombre nunca había conocido. Ella era todo lo que Vhalla hubiera esperado que
fuera la madre de Aldrik, y más.

—¿Yo le habría gustado a ella? —murmuró Vhalla, el pensamiento escapó


de su mente como una tranquila meditación.
—Por lo que has hecho por su hijo, ella te habría amado —respondió Lilo
antes de que Tina pudiera hacerlo.

—Ella se parece a él. —Vhalla se dio cuenta de que Aldrik ya era mayor que
la mujer del cuadro. Esa idea tuvo un nuevo peso en la muerte de su madre.
Vhalla tenía casi la edad de su madre cuando había muerto.

—La sangre de Ci’Dan es fuerte —dijo Tina con orgullo—. Estoy segura de
que sus hijos también se parecerán mucho a él.

Vhalla no pudo hablar. Agarró su camisa por encima de su estómago donde


un dolor fantasma la recorrió al pensarlo. Elecia miró con preocupación silenciosa
mientras Vhalla luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Ella ya había
fallado una vez; había negociado el futuro donde estaba asegurado un heredero.
Ahora se labraba su propio camino, y nadie sabía lo que podría depararle.

—¡No te pongas nerviosa, querida! —Lilo sintió la emoción correcta, pero


por las razones equivocadas.

—Escucha a mi hermana. —Tina asintió—. Después de todo, tu mayor


deber será producir un heredero.

—¿Qué? —Vhalla se liberó de las manos de las mujeres para poder leer sus 180
expresiones faciales. Ella siempre había sabido que eso era un hecho de su unión.
Pero, ¿su mayor deber?

—Seguramente Aldrik ha hablado al respecto… tan pronto como te cases,


tendrás que darle un heredero.

—Después de la guerra —susurró Vhalla.

—Eso no servirá. —Tina meneó la cabeza y habló como si estuviera


mostrándole el mundo a un niño por primera vez—. Vivimos tiempos inciertos.
Tendrás que dejarle la lucha en el Sur a él y a los ejércitos.

—Pero… —A Vhalla ni siquiera se le permitió protestar.

—Si muere, el nombre Solaris seguirá vivo. Podrás gobernar en su lugar


hasta que el heredero sea mayor de edad —continuó Tina. Sin importar cuánto
amor tuviera por su sobrino, las palabras sonaron despiadadas—. Esto asegurará
la futura estabilidad del Imperio. Podemos mantenerte a salvo aquí mientras
llevas al niño a término.

—No. —Vhalla se repitió antes de que la suavidad de su objeción pudiera


confundirse con debilidad—. No.

—Vhalla, esto es…


—¿Esto es lo mejor? ¿Es eso lo que me dirán? —Vhalla miró fijamente a la
tía de Aldrik y, por una vez, la mujer se mordió la lengua—. Disculpa, pero no
sabes nada sobre nuestra historia, no realmente. De modo que no estoy dispuesta
a entretenerme con sus opiniones. Separarme de Aldrik solo me ha llevado a la
angustia y la desgracia.

Vhalla hizo una pausa, eligiendo decir otra verdad, una verdad más
profunda.

—Puedo ser una mujer y ser su dama, pero soy capaz de hacer algo que ni
siquiera él puede. Es algo que va más allá de las coronas y los títulos, y no se
puede dar ni transmitir. —Vhalla estaba de pie con el retrato de la madre de
Aldrik a su espalda.

»Aldrik puede engendrar un heredero con cualquier mujer sana y tenga la


edad adecuada. Puede compartir la semilla del Imperio siempre que se cumpla
ese requisito funcional. Él no puede derribar al tirano que derrama la sangre de
nuestro pueblo. No puede tocar los cristales como yo. Él no los conoce como yo.
No lo han llevado a los pasillos del Padre ni lo han traído de regreso con el
propósito de salvar este mundo, de romper el vórtice que gira desde las Cavernas
de Cristal. No puede destruir al monstruo que ha sido creado por la codicia y 181
acabar con él de una vez por todas.

»Pero yo sí puedo. —El viento se arremolinó alrededor de la punta de sus


dedos—. Puedo hacer esas cosas. Entonces, si realmente están tan preocupadas
por la estabilidad del Imperio, entonces mantengan a Aldrik aquí. Déjenme
luchar sola, y si muero, permítanle tener el heredero que ustedes tanto desean.

Las tres mujeres que acababa de conocer la miraron en estado de sorpresa.

»Sin embargo… —Vhalla no pudo evitar que una sonrisa de suficiencia


apareciera en sus labios—. Díganme si planean sugerirle eso a él. Porque, por lo
que sé de mi Aldrik, él no lidiará con la noción de permanecer sentado mientras
yo lucho con la gracia que yo hubiese tenido al escuchar la sugerencia inversa.
Su reacción a tal pensamiento es un espectáculo que me encantaría ver.

Vhalla miró a las cuatro mujeres, como si desafiara a una de ellas a objetar.
El viento cayó lentamente de sus manos y Vhalla se interrogó brevemente. Pero
solo tan brevemente como un respiro. Ella era la futura Emperatriz, y las
Emperatrices no dudaban. Eran criaturas seguras y agraciadas llenas de sonrisas
conocedoras y secretos organizados. Vhalla pronto tendría el mismo rango que
el retrato de la mujer a sus espaldas.
—Pero por favor. —Obligó a su rostro a relajarse y se sintió orgullosa
cuando mostró una sonrisa sincera—. No crean que no escucharé futuros
consejos.

—Claro —comentó Tina con cautela mientras Vhalla se dirigía a la siguiente


estatua.

No hubo sugerencias o recomendaciones futuras sobre cómo Vhalla debería


actuar como Emperatriz. Estuvieron más calladas cuando ella hablaba y más
atentas a sus palabras a partir de ese momento. Vhalla observó, sin darse cuenta
por completo, cómo las mujeres de una de las familias más antiguas y nobles del
Oeste se sometían ante ella. No lo hicieron físicamente, pero se arrodillaron
mucho antes que los demás que llegarían a su trono en los días por venir.

182
Vhalla se movió en su asiento. Era la primera vez que se sentaba en un
trono, aunque ese era un término vago para el lugar donde se encontraba ahora,
y todo en lo que podía pensar era en lo incómodo que se sentía. Estaba a la
derecha de Aldrik en una plataforma elevada al final de una larga sala de
audiencias. En sillas sin patas con sus asientos apoyados en el suelo, simples en
comparación con los tronos del Sur. Pero lo que le faltaba al mobiliario en su
sencillez, la habitación lo compensaba con su opulencia.

La pared detrás de ellos estaba decorada casi en su totalidad en colores plata


y rubí. Tenía una escritura que la cubría y contaba la historia del primer rey de
Mhashan, escrita en la lengua nativa. La plata se colaba en la pared a su derecha,
corriendo a lo largo de la habitación y brillando en los pisos altamente pulidos.
Las columnas enmarcaban amplias aberturas a su izquierda, con vistas a todo
Norin, el mundo que gobernaban en exhibición ante ellos. 183
Sin duda, era un espacio que había sido diseñado para evocar humildad
ante el poder de los dos que estaban sentados en el lugar más venerado. En lugar
de chocar, Vhalla combinaba. La habían vestido con la ropa tradicional del Oeste.
Sedas brillantes y bordados intrincados convirtieron los rojos y dorados en obras
de arte textiles.

En su mitad inferior llevaba una gran falda dividida y fluida con una banda
de adorno rojo. Vestía un chaleco carmesí encima de una camisa suelta de seda
dorada, ajustada esa mañana a sus medidas. Los botones de perlas formaban una
línea desde la mitad de su esternón hasta el cuello alto que se extendía hacia sus
orejas. Su cabello había sido peinado y sostenido en su lugar por una delicada
banda dorada, aunque estaba decidido a escaparse de su lugar.

Aldrik vestía de la misma manera y Vhalla seguía mirándolo con el rabillo


del ojo. Llevaba pantalones blancos holgados y una camisa de manga larga
debajo de su propia túnica ajustada que estaba decorada con soles color carmesí.
Un gran pañuelo rojo había sido envuelto muchas veces sobre sus hombros y
tenía una cola larga que había doblado y llevaba de manera experta sobre su
brazo.
Había pasado fácilmente de la moda militar ajustada y moderna al atuendo
tradicional de Mhashan. Aldrik lucía tranquilo y relajado, la pequeña corona
dorada en su frente no marcaba ninguna diferencia en sus tratos con los lores y
damas que vinieron antes que ellos. Vhalla aún no había recibido una corona
propia.

Vhalla luchó por prestar atención mientras la interminable rotación de lores


y damas que entraba y salía por las grandes puertas plateadas al final del pasillo.
Si la discusión se hubiera desviado hacia algo que pareciera remotamente
importante, habría estado ansiosa por brindar sus conocimientos y opiniones.
Pero, en su mayor parte, Aldrik parecía repetirse, y la nobleza solo variaba
ligeramente su guion.

El Emperador comenzaba dándole las gracias a un miembro de la corte por


su lealtad inquebrantable. Los lores y las damas se arrodillaban y ofrecían algún
cumplido vacío o bendición por su unión. Aldrik prometía que su lealtad no sería
olvidada después de la guerra, y Vhalla intervenía con la esperanza de que sus
familias mantuvieran relaciones positivas durante los próximos años.

Lo repitieron una y otra vez.

Fue un baile agotador para ella. Vhalla entendió la necesidad en el papel, 184
pero tuvo más dificultades para aceptarlo en la práctica. Aldrik había insistido
en ello la noche anterior y lo reiteró esa mañana. Explicó que había más de lo que
se veía a simple vista sobre lo que se estaba haciendo, que servía como una
demostración visual de su poder como fuerza unificada. Que el proceso inspiraba
lealtad al disuadir a los demás de ser “el extraño”, lo que podría llevar a la
disensión.

Vhalla esperaba que los Caballeros de Jadar mostraran sus caras. No se


atreverían a llevar al fénix armado de Jadar ante ellos, pero Vhalla esperaba que
se sintieran obligados a venir y arrodillarse ante ella. La idea de esa satisfacción
la ayudó a mantenerse firme durante la primera mitad del día y hasta el
almuerzo.

—Deberíamos reanudar pronto. —Aldrik apenas había tocado su comida.


Se había concentrado en las cartas que le había dado su tío. El plato de Vhalla
lucía igual ya que había estado discutiendo sobre las noticias del Este y del Norte.

—¿Cuántos más hay? —intentó preguntar casualmente.

—No muchos —alentó Aldrik.

—¿Estás seguro de que esto es más importante que revisar las tropas? —
Vhalla señaló las cartas.
—Sí. —El Emperador se puso de pie—. Mi tío puede revisar las cartas y
ayudar al Este, pero no puede sentarse por nosotros en la sala de audiencias.

—Es un honor para mí verificar que el Este esté protegido—alentó Ophain.

—Gracias. —Vhalla cedió con una sonrisa cansada.

—Soporta esto un poco más. —Aldrik la detuvo antes de que cruzaran el


umbral de regreso a las cámaras públicas—. Tengo algo especial para ti cuando
terminemos.

—¿Algo especial?

—Sí, suponiendo que mi tía concediera mis deseos de no llevarte a la


biblioteca del castillo. —Aldrik se quitó la corona y se acomodó el cabello,
arreglando cualquier desarreglo de su perfecto peinado hacia atrás.

—Me preguntaba cuánto tiempo podrías ocultármela —bromeó Vhalla.

—No por mucho, claro. —Le acunó la mejilla y la acarició con su pulgar—.
¿Eso te gustaría?

—¿Cómo eso es siquiera una pregunta?


185
Compartieron una sonrisa de complicidad y se fueron de nuevo. Vhalla
continuó desempeñando obedientemente su papel como futura líder y como
esposa respetuosa. Algunos de los nobles más amigables le hicieron preguntas
específicamente a ella, y Aldrik permaneció en silencio para que Vhalla pudiera
establecerse como su Emperatriz. Como era de esperar, más tarde él tuvo críticas
sobre su enfoque.

Escuchó con la mayor atención posible, pero en el segundo en el que el


polvo y el pergamino golpearon su nariz, se perdió toda esperanza. La biblioteca
se encontraba en la parte superior del castillo, no lejos del salón que albergaba
sus habitaciones. Vhalla agarró el brazo de Aldrik con una anticipación
palpitante. Pero nada podría haberla preparado para una de las vistas más
hermosas que jamás había visto.

El hexágono se extendía hacia arriba cinco pisos, logrando ser íntimo y


expansivo. La alfombra roja como la sangre cubría las maderas duras habituales
del Oeste, amortiguando sus pisadas. Los muebles eran una mezcla de estilos del
Oeste en los pisos inferiores para descansar y estilos del Sur en los pisos
superiores para estudiar. Dos chimeneas crepitaban una frente a la otra, llenando
el nivel inferior con calidez y un brillo acogedor. Las bombillas de fuego llevaban
el resplandor hacia arriba, colocadas en las seis vigas rojas que se extendían a
través de las filas de estanterías en cada uno de los puntos del hexágono. Un
enorme candelabro de hierro iluminaba los dos pisos superiores y bañaba la
habitación con una agradable luz ambiental.

A pesar del tamaño de la biblioteca, cada estante estaba abarrotado.


Pasarelas estrechas delimitaban cada nivel, dando acceso a la plétora de
conocimientos. Vhalla trató de evaluar cuántos libros contenía esta biblioteca en
comparación con la biblioteca de la capital del Sur, y los sumó para calcular el
tamaño de toda la colección Imperial.

—¿Te gusta?

Vhalla no sabía si la cabeza le daba vueltas por la maravilla de todo o si fue


la voz de él retumbando a su espalda.

—Es asombrosa.

—Y es toda tuya. —Sus manos acariciaron la seda que cubría sus hombros.

Vhalla se sintió como una princesa. La golpeó todo de una vez. Como un
cuento de hadas hecho realidad. Estaba vestida con galas extranjeras, venerada
como noble, preparándose para casarse con el Emperador. Era más de lo que
jamás hubiera soñado, y había tenido un costo mucho mayor de lo que jamás
hubiera imaginado. 186
—Mía —repitió en voz baja.

—Cada libro de nuestro Imperio te pertenecerán. Será tu elección si los


compartes o los conservas. —Entrelazó sus dedos con los de ella, comenzando a
llevarla por una escalera lateral.

—El conocimiento siempre debe compartirse —decretó Vhalla


pensativamente.

—No sé si estoy de acuerdo. —La sorprendió cuando rodearon el segundo


escalón. Aldrik continuó—: Si hubiéramos podido ocultarle a Egmun el
conocimiento de las cavernas, Victor nunca habría sabido perseguirlas.

—Pero —Vhalla siguió su lógica—, si yo hubiera sabido toda la verdad


sobre las cavernas desde el principio, podría haber hecho algunas cosas de
manera diferente.

—Buen punto —concedió él.

Toda la charla sobre los fracasos del pasado y el conocimiento, o la falta de


él, cesó cuando Aldrik la condujo a través de una pequeña puerta encajada entre
las estanterías. Vhalla parpadeó contra la brillante luz del sol sin filtrar en
contraste con la tenue luz de la biblioteca. Una ola de calor golpeó sus mejillas,
seguida por los silenciosos susurros del viento a través de las hojas. Un olor
familiar saludó su nariz.

Sus sentidos se ajustaron y Vhalla contempló el jardín que tenía delante. Le


resultaba familiar, pero diferente, al invernadero de cristal más pequeño del
palacio del Sur, donde había leído con Aldrik. Esta era su propia habitación,
escondida en las paredes de la torre del castillo. El vidrio reemplazaba a la piedra
en dos de las paredes y más arriba. Rosas, gigantes y hermosas, enrejadas que se
arqueaban sobre el camino que atravesaba el espacio de tamaño modesto.

—Por aquí. —Aldrik la tomó del brazo sin ofrecer más explicaciones.

Vhalla sabía muy bien dónde estaban. Era como si el viento mismo hubiera
sido atrapado por el tiempo, cargado con el aroma de las rosas. Se oía un zumbido
de magia a su alrededor, diferente y, sin embargo, muy similar al hombre que la
conducía hacia un obelisco de mármol. Había una figura de una mujer sentada
encima, con un sol rubí a su espalda. La reconoció por un sueño de Aldrik que
había visto hace tanto tiempo.

—Este era el jardín de ella —dijo Vhalla.

—Lo era. —Aldrik pareció sorprendido solo momentáneamente por la 187


capacidad de Vhalla para reconstruir dónde la había llevado—. Mi padre le
propuso matrimonio aquí, y le pidió a la menor de las tres princesas que tomara
un trono que nunca debió tener.

Vhalla intentó hacer a un lado su resentimiento por el antiguo Emperador.


En algunas maneras, él era como las percepciones originales del Norte que tenía
ella. Vhalla tenía un alcance muy limitado en cuanto a quién era realmente el
difunto Emperador Solaris. Lo había conocido durante los últimos años de su
vida, el momento en el que todo lo que parecía codiciar era su Imperio y su
legado.

Pero tal vez, detrás del rostro curtido, barbudo y lleno de cicatrices del
Emperador que ella conocía, había un joven. Un hombre que había sido tan
atractivo como Aldrik. Vhalla vio a una mujer alta, dada la propensión a la altura
de la familia de Aldrik, elevada por encima de un Emperador arrodillado. Ella lo
haría esperar, en la visión de Vhalla. La difunta princesa Fiera sería de las que
sonreiría tímidamente y mantendría sus verdaderos deseos ocultos el tiempo
suficiente para hacer temblar al hombre, para recordarle que ella tenía el control.

—Debieron haberse amado mucho.


—Eso me dice mi familia. —Aldrik no miró a ningún lado más que al rostro
de su madre—. Mi padre tomó recortes de rosas y los hizo transportar al sur para
que ella se sintiera como en casa.

—Un jardín que nunca vio —pensó Vhalla con tristeza.

—Mi padre me dijo una vez que todavía estaba contento de haberlo
construido. Eso ayudó a mi madre a perdurar. Aunque, eventualmente, creo que
le causó más daño que cualquier otra cosa.

—Así que tomaste el manto de cuidarlo. —Vhalla reflexionó sobre la


historia de Aldrik, sobre la historia que ella, durante tanto tiempo, apenas había
entendido en torno a su familia. Su madre había dejado de ver ese jardín, de pasar
tiempo en él, por salvar a su hijo de los locos.

Los ojos de Vhalla se encontraron con los de la estatua una vez más, y deseó
poder hablar con la mujer cuyo rostro ahora miraba. Vhalla entendió lo que había
obligado a la madre de Aldrik a correr hacia las cavernas esa noche, y era algo
que ahora compartían a través del tiempo y la vida y la muerte. Ella había sabido
una verdad sobre el mundo. Ya fuera por su propia intuición o por alguna guía
desconocida, al igual que una Portadora de Fuego llamada Vi, la madre de Aldrik
sabía lo que las cavernas podían cosechar. 188
Eso se detendría con ella, juró Vhalla. Ella pondría fin al ciclo en el que
estaban atrapados, esclavizados en las Cavernas a través del tiempo y
generaciones. Todo terminaría con ella.

Durante la semana siguiente, Vhalla toleró las audiencias con los lores y las
damas con aplomo. Sonrió y dijo las palabras esperadas, haciendo lo que ahora
era el baile de su estación. Comenzó a dar sus frutos en los consejos de guerra
que se hacían por la noche.

Estaba descubriendo lo fuerte que era realmente el Oeste y lo profundo que


corría el bolsillo del antiguo Mhashan. Vhalla comenzó a registrar la biblioteca
en busca de registros de familias nobles famosas y comenzó a llevar una lista de
sus nombres, la cual revisaba por las noches. De día, sonreía ampliamente y
elogiaba en voz alta a los lores y damas de estas casas. Como era de esperar, se
volvió mucho más fácil asegurar promesas de suministros para la guerra y
cheques para cobrar cuando llegara el momento de reconstruir el Imperio.

Aldrik debió haber notado lo que estaba haciendo, pero no hizo ningún
comentario en contra. En el lenguaje del Emperador, su silencio era tan bueno
como una aprobación rotunda. Entonces, cuando la familia Le’Dan apareció en
su agenda de la mañana, Vhalla sabía que estaba a punto de lidiar con la segunda
familia más antigua del Oeste, el único nombre que rivalizaba con el poder de los
Ci’Dan.

—Estoy seguro de que Richard tendrá mucho que decir con respecto a su
unión. —Ophain le pasó la lista de apariciones del día a Aldrik.

—Estoy familiarizado con el funcionamiento de esa familia. Olvidas que mi


hermano mantuvo a un Le’Dan en guardia —respondió Aldrik.

Ella lo había pasado por alto. Vhalla sabía el apellido de Erion, pero estaba tan
absorta en todo lo demás. Su cuchara se detuvo en el plato, revolviendo su
comida como los pensamientos en su cabeza.

—Mi Emperador. —Se le había ocurrido una idea—. Déjame dirigir la


reunión con los Le’Dan.

Ophain y Aldrik la miraron fijamente. Sus expresiones pasaron de


sobresaltados a sorprendidos e intrigados.

—He estado escuchando —explicó ella—. Sé qué decir y qué hacer. Y creo
que sería prudente.

—¿Por qué? —Aldrik no parecía oponerse. 189


—Porque tu familia tiene resentimientos hacia ellos. Mientras que dudo que
el nombre Le’Dan tenga algún disgusto por el clan Yarl. —Vhalla sonrió
maliciosamente y recibió una expresión similar a cambio de Aldrik—. Más allá
de eso, en el Norte, Erion dijo que su familia estaba con la Caminante del Viento.
A la luz de los acontecimientos recientes, quiero ser yo quien hable con ellos.

La comprensión levantó las cejas de Aldrik una fracción. Se había confiado


a la Guardia Dorada protegerla junto con la corona. Ella quería ser la que se
disculpara por la muerte de su hijo. Ella necesitaba hacerlo.

—Muy bien. Tú liderarás.

El contenido del estómago de Vhalla reflejó una rueda giratoria durante


toda la mañana. Cada lord y cada dama que entraba era uno más cercano a los
Le’Dan. Estaba agradecida de que fueran los últimos antes del almuerzo, de lo
contrario, Vhalla estaba segura de que no habría podido comer nada.

—Los lores Richard y Erion, acompañados por Lady Cara Le’Dan —


anunció el portero al final del pasillo.

Vhalla se puso de pie.

—Vhalla… —siseó Aldrik.


Ella no escuchó. Todo lo que vio fueron las puertas que se abrían. Un
hombre al que no reconoció estaba junto a una bonita mujer del Sur. Los ojos de
Vhalla se agrandaron al ver al soldado con bastón parado a la derecha del
hombre.

—¡Erion! —Sus zapatos no emitieron ningún sonido cuando Vhalla corrió a


lo largo del pasillo. Le echó los brazos alrededor de la cintura y lo atrajo para
darle un fuerte abrazo, su impulso casi derriba al desprevenido e inestable lord.

—Hijo, no nos dijiste que eras tan cercano de la futura Emperatriz —


comentó el hombre a su derecha con una sonrisa.

—Gente del Este. —Erion claramente no sabía cómo manejar su inesperado


afecto.

—Estás bien. —Vhalla miró el rostro de Erion. Tenía círculos oscuros debajo
de los ojos y mechones grises de cabello que Vhalla no había visto antes. Pero
estaba vivo—. No me dieron ninguna indicación, pensé, Daniel dijo…

—¿Daniel? —El rostro de Erion se puso serio—. ¿Hablaste con Daniel?

—Lo encontramos de camino al Este —trató de explicar Vhalla


apresuradamente—. Estaba sintiendo, dijo que Craig había… 190
—Milady —interrumpió Aldrik bruscamente.

Vhalla se giró hacia el Emperador, que todavía se mantenía en su lugar en


la sección elevada de la habitación. Vhalla sabía que había arruinado por
completo la prueba que se había ganado de él en cuanto a esto. Ella se enderezó
y respiró hondo. Si ya había roto todo el decoro, también podría hacer lo que
quisiera en este momento.

—Mi Emperador, no me di cuenta de que tendría un viejo amigo entre


nuestra compañía. Como ya he molestado a esta audiencia, solicito su permiso
para acompañar a mi amigo a través de las galerías.

Aldrik estaba visiblemente en conflicto. No era una situación elegante, sin


importar lo que hicieran. Lo peor que podía hacer era rechazarla ahora y hacer
que la interacción fuera incómoda.

—Muy bien. —Aldrik forzó una sonrisa horriblemente falsa—. Si el Lord y


la Lady Le’Dan también dan su permiso para que no asistas a su audiencia.

—Por supuesto, milord —dijo Richard Le’Dan apresuradamente—. Nunca


desearíamos ir en contra de los deseos de su dama.
Vhalla escuchó a Aldrik comenzar a decir un guion algo diferente al
habitual cuando las puertas se cerraron detrás de ella y Erion. Requería de mucho
para tomar a Aldrik desprevenido, y Vhalla no estaba segura de si debería estar
orgullosa o preocupada por el hecho de haberlo logrado sin siquiera intentarlo.

—Milady. —Erion le ofreció su codo.

—No te importa, ¿verdad? —preguntó Vhalla mientras se apresuraba a


tomar su brazo. Trató de ofrecerle apoyo sutilmente sobre sus piernas
temblorosas, recordando lo que Daniel había dicho sobre el abuso de Victor.

—Ni siquiera en lo más mínimo. —Meneó la cabeza—. ¿Dijiste que tenías


noticias de Daniel?

El pecho de Vhalla se apretó. Contó la historia de cómo había encontrado a


Daniel, pasando por alto algunos de los aspectos más oscuros de su estado
mental. La distancia en los ojos de Erion le dijo que ya tenía una razón para
sospechar lo mal que había sido en realidad. Fue por respeto a los horrores que
el hombre había conocido tan claramente que Vhalla omitió el hecho de que la
ciudad natal de Daniel, el lugar donde ella lo había dejado, había caído en manos
de las tropas de Victor.
191
—Heredas un Imperio lleno de gente rota y a medias, Vhalla. —Erion señaló
sus ahora piernas cojas, con su bastón.

Sus pantalones escondían lo que ella sospechaba que era carne destrozada
y con cicatrices. La verdad es que estaba sorprendida de que estuviera caminando
después del testimonio de Daniel sobre la lesión. El joven lord miró su rostro
tenso.

—Lo mataré. —Ella no se disculpó. Las disculpas no le devolverían a Erion


la vida que se había ganado como guerrero, que se había forjado para sí mismo
desde que era un niño. Ellos eran hombres y mujeres de acción. Le ofrecería
soluciones—. Puedo encontrarte trabajo aquí, en el palacio.

—Rechazo tu oferta. —El bastón de Erion resonó suavemente—. Pero te lo


agradezco.

—¿Estás seguro? Sé que no puedes luchar, pero tienes una gran experiencia
en tácticas y…

—Y la mayor parte de mi capacidad intelectual la he gastado sanando y


volviendo a aprender a caminar. La mayor parte de mi fuerza de voluntad se
destina a levantarme de la cama. —Las palabras eran pesadas—. Mis días de
batalla terminaron y estoy harto de su sabor. Puede que nunca borre la sangre de
mis sueños, pero estoy harto de lavarme las manos en esta vida. He decidido
administrar la tienda de mi familia aquí en Norin y aprender el oficio de mis
antepasados. —Comenzaron a caminar de nuevo—. Cuando ganes la guerra, será
necesario reconstruir el Imperio. Eso requerirá oro, y el oro proviene del
comercio. Espero servir a nuestro Imperio de esa manera. Incluso he encargado
que se fabriquen algunos barcos para viajes más largos al Continente Creciente.

—¿Alguna vez has ido? —Vhalla recordó lo que había dicho el Emperador
sobre la magia del Continente Creciente.

—El viaje a través de las islas barrera es peligroso y no muchos se atreven a


hacerlo. —Erion meneó la cabeza—. Yo estoy simplemente orquestando los
viajes.

—Bien —reflexionó Vhalla, sobre todo para sí misma. Quizás la dificultad era
buena.

—¿Ya has estado en el puerto de Norin? —preguntó Erion.

—Ni siquiera he salido del castillo desde que llegamos —confesó Vhalla.

—Me imagino que una futura Emperatriz estaría ocupada. Pero si


encuentras el tiempo, es un lugar maravilloso y diferente a todo lo que verás en 192
ningún otro lugar. Me ofrecería a acompañarte hasta allí yo mismo, pero… —Se
miró las piernas—. Creo que preferirías un guardia que realmente pudiera
protegerte en caso de que algo saliera mal.

—Oh, estoy segura de que si dejo el castillo, Aldrik o… —Vhalla se detuvo


por un segundo, rápidamente ordenando sus pensamientos—. ¿Todavía no has
visto a Jax?

—No, iba a buscarlo después de nuestra audiencia. Estaba bastante eufórico


de verlo bien y cabalgando a tu lado.

Vhalla estudió la sonrisa fraternal en las mejillas de Erion. Este hombre


había sido la mano derecha de Baldair, y ambos tenían a Jax en alta estima. Dos
hombres, por quienes Vhalla no tenía más que respeto, consideraban aceptable a
Jax. Combinado con la aceptación general de Elecia y Aldrik…

—¿Cómo puedes llamarte su amigo? —espetó Vhalla.

—¿Perdón? —La confusión lo detuvo.

—Lo defendiste en su juicio, incluso después de lo que hizo. —Tenía tantas


ganas de entender lo que todos los demás parecían saber. Vhalla le estaba dando
a Jax el beneficio de la duda basándose en quienes la rodeaban, pero estaba
cansada de que se esperara que tuviera una fe ciega.

—¿Entonces te lo dijo?

—Lo hizo. —Frunció el ceño—. Apenas he podido mirarlo a los ojos durante
semanas. No entiendo.

—¿Qué te dijo? —preguntó Erion lentamente.

—La verdad de cómo llegó a estar al servicio de Baldair.

—¿La verdad? ¿O la verdad de Jax?

Sus palabras detuvieron su corazón. Vhalla ni siquiera había pensado en


cuestionar que el hombre le estaba mintiendo. Había sido tan horrible. ¿Quién
mentía para hacer algo peor de lo que era?

—¿Un asesinato a sangre fría por la venganza de una amante?

—Algo así —admitió ella, preguntándose la fuente del cambio en los ojos
de Erion.

—Incluso después de todo este tiempo —murmuró Erion y luego maldijo


193
en voz baja.

—No. ¿Qué? —exigió saber, negándose a dejar que Erion se alejara.

—No es mi lugar.

—Dijo que hablaste por él en la corte. —Vhalla pensó rápidamente, no


queriendo dejar morir la conversación—. Puedes decirme por qué. Ese es tu lugar
para decirlo.

Erion la consideró durante un largo y duro momento.

—¿Te dijo que yo hablé por él?

—Lo hizo.

—¿Y le creíste?

—Pues…

—Estoy herido, Vhalla. —La expresión de Erion hizo eco de la verdad de


sus palabras—. ¿Crees que soy del tipo que se levanta para defender a un hombre
que mata a mujeres inocentes en sus camas? —Ella no tuvo una respuesta real
para eso—. ¿Crees que Baldair permitiría que un hombre con un historial de
violencia hacia los inocentes entrara en su guardia?
Eso era exactamente lo que había estado luchando por entender.

—Entonces, ¿mintió sobre eso? ¿Por qué mentiría?

—Sabes su nombre completo. Estoy segura de que, como Emperatriz, tienes


acceso a esos registros. —Erion se apartó—. Si tanto quieres saberlo, ve y
descúbrelo.

—¿Debería acompañarte de regreso? —Echó un vistazo al pasillo por donde


habían venido.

—Conozco el camino.

—Erion, me alegro de que estés bien. —Vhalla le dio un abrazo más rápido.
Esta vez el hombre estaba listo y sus brazos tentativamente envolvieron sus
hombros.

—Me alegra que tú también lo estés, y que uno de mis hermanos todavía te
defienda como Baldair hubiera querido. —Hubo una vacilación en la voz de
Erion cuando dijo el nombre del difunto príncipe—. Lucha por todos nosotros,
Vhalla.

—Siempre —juró ella. 194


La dejó ir y Vhalla se marchó. Se abrió camino a través del castillo sin pedir
disculpas, era una mujer en una misión. La biblioteca no estaba preparada para
su torbellino mientras Vhalla revisaba los estantes con determinación. Los
registros antiguos se guardaban en el piso más alto, y Vhalla buscó manuscritos
y pergaminos similares a los que se guardaban en Hastan.

Si la verdad estaba aquí, la encontraría. Los manuscritos cubrían el suelo a


su alrededor, y la mayoría de los pergaminos estaban desenrollados. Fue en el
quinto libro donde finalmente encontró lo que sospechaba que era el año
correcto. En la primera página, el nombre de Jax la miró fijamente en la lista de
juicios y decretos que contenía el libro.

Vhalla lo hojeó ansiosamente, abriéndose a la página.

Un borde de pergamino deshilachado le devolvió la mirada. Las páginas,


cinco o seis por lo que parecía, habían sido arrancadas del libro. Solo quedaba la
primera página, que presentaba los crímenes, y la última página que dictaba la
sentencia. Vhalla cerró el libro de golpe y respiró hondo. ¿Era mejor no encontrar
algunas verdades?

Se puso de pie, decidida. Hacía mucho que había prohibido las mentiras en
su mundo. Era hora de asegurarse de que Jax Wendyll entendiera ese hecho.
195
El día era caluroso. Ya se sentía como los últimos días del verano en el Sur,
pero la primavera apenas había llegado. Las mejillas de Vhalla estaban
enrojecidas tanto por la frustración como por el clima.

Los guardias y soldados se abrieron ante ella mientras atravesaba el terreno.


La parte inferior de su falda rozó la tierra arenosa y compacta, mientras el viento
volaba bajo los dedos de sus pies. Vhalla apretó y aflojó los dedos.

—Comandante Jax —llamó en el momento en que vio su moño alto entre


un grupo de soldados que realizaban ejercicios.

Jax hizo una pausa. Aldrik la había entrenado bien porque Vhalla no se
perdió el destello de pánico en sus ojos. Su expresión le había inculcado la
cantidad adecuada de preocupación. Quizás esta vez sería suficiente para que
decidiera decirle la verdad. 196
—Vaya, Lady Yarl, ha pasado bastante tiempo. Y yo que pensé que se había
olvidado de este pequeñín. —Se rio entre dientes.

—No exactamente. —Cruzó las manos en la parte baja de la espalda—. Te


necesito.

—Eso es lo que todos dicen. —Jax le dio un guiño lujurioso a un soldado


cercano, quien se rio, incómodo.

—Ahí. —Vhalla señaló la entrada de un castillo, una ráfaga de viento


destrabando y abriendo una puerta.

Jax siguió sus órdenes y ella lo siguió a la privacidad del pequeño almacén.
Sus manos casi temblaban cuando cerró la puerta, tratando de no azotarla.

—Por mucho que aprecio tu belleza vestida del Oeste, me siento obligado a
decirte que los hombres hablarán. —Jax se apoyó en una mesa, ajustando su
moño alto.

—¿Por qué hacen falta registros?

Jax se congeló. Sus manos cayeron lentamente de su cabello. Vhalla vio


como el loco comenzaba a tomar el control.
—¿Sobre qué registros preguntas?

—No te hagas el tonto y no me mientas. Tus registros —espetó ella.

—Nunca te mentí.

—Cómo te atreves. —El dolor era real. Era tan malo, tal vez incluso peor,
como el cuento original de Jax—. Me dijiste que podía confiarte mi vida y tú no
me confiaste tu verdad.

—No mentí. —El hombre se agarró a la mesa y clavó las uñas en la


madera—. No continúes con esto.

—Sí lo hiciste. Sé que lo hiciste —insistió ella.

—Sacaste tus propias conclusiones y yo no las corregí. —Jax dio una


palmada en la mesa y se puso de pie—. Ahora deja esto en paz.

—No. —Vhalla se movió frente a la puerta—. Si eres mi amigo, me lo dirás.

—¿Quién dijo que quería ser tu amigo? —respondió Jax bruscamente—.


Déjame ir, Lady Yarl. Y no vuelvas a perseguir fantasmas.

—¡No lo haré! —Tenía tan pocas personas preciosas en el mundo. La idea


197
de perder a Jax por viejos crímenes inmolaba sus sentidos. Su amistad solo se
salvaría si él podía confiar en ella.

—¿Por qué no le preguntas a Aldrik? —Jax de repente no pudo mirarla.

—Quiero escucharlo de ti. —Vhalla levantó las manos, tratando de


calmarlos a ambos—. Necesito escucharlo de ti.

—Ya escuchaste lo que tenía que decir. No te debo nada más.

—No la mataste, ¿verdad? —Vhalla apoyó las manos suavemente en la


parte superior de sus brazos.

Se estremeció ante el toque.

—Sí, lo hice —insistió Jax, pero su resolución se había fracturado lo


suficiente como para continuar—: Pero nunca quise hacerlo.

—¿Qué pasó? —presionó Vhalla suavemente.

—Nada que debería haber sucedido.

—¿Fue un accidente? —Trató de inclinar la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Parcialmente.
—Por favor dime —susurró Vhalla—. Quiero ayudarte.

Sus hombros empezaron a temblar. Vhalla pensó que estaba llorando, pero
una risa loca resonó inquietantemente en sus oídos. Jax se apartó tirando los
brazos.

—Oh, oh, sirena. Miserable moza. Ahora veo, ahora veo cómo atrapaste a
Aldrik. —Jax le apuntó la cara con el dedo y Vhalla estaba demasiado
sorprendida como para reaccionar—. Crees que puedes salvarnos a todos. Crees
que eres una maldita Diosa, brillando muy por encima de las masas que se
encogen de miedo a tus pies. Crees que puedes arreglar lo que está roto y curar
a los heridos porque quieres.

El fuego chispeó alrededor de su dedo, lo suficientemente cerca que la nariz


de Vhalla estuvo a punto de quemarse.

—¿Quieres saber algo? Tú eres una noble mal engendrada, eres tan mala
como cualquier otro que se ha adelantado a ti. Eres patética, inútil, inepta. Apenas
puedes defenderte y crees que puedes defender a tus seres queridos.

Vhalla se apoyó contra la puerta. Soportó sus insultos, su delirio. Mantuvo


la cabeza en alto y esperó a que pasara la locura. 198
—Puedo ayudarte. —Vhalla nunca había creído dos palabras más que en
ese momento.

—¡No puedes ayudar! ¡Yo no pude ayudar! —Saliva voló de su boca,


aterrizando en su mejilla. Continuó enfurecido—: Ella no pudo evitarlo mientras
corría hacia las llamas para salvar a su padre. Para salvar ese saco inútil de carne
putrefacta que no merecía morir una muerte limpia de fuego.

—¿Su padre?

—¡Sí, su padre, tonta! —Jax se abalanzó sobre ella, y la cabeza de Vhalla


chocó con fuerza contra la puerta cuando la sacudió por el cuello su vestimenta—
. ¿Tú qué habrías hecho? Dime. ¡Dime! ¡Ellos lo sabían, todos lo sabían, y no lo
detuvieron! —gritó—. Un padre está destinado a proteger a sus hijos, a amarlos.
Pero no así. Nunca de esa forma.

Parpadeó para alejar las estrellas por el golpe que Jax le había dado en la
cabeza. Tenía razón, no le había mentido. Dijo que había descubierto a un hombre
con su futura esposa, un hombre que la había tomado varias veces. Pero no había
sido un hombre cualquiera. Vhalla se sintió enferma.

—Estabas tratando de salvarla.


Jax gruñó y la tiró a un lado. Se apoyó contra la puerta, con la cabeza
colgando entre los brazos. Su espalda agitada con su respiración entrecortada.

—Vete… vete y nunca vuelvas a hablar de esto.

—Jax, no fue…

—¡Vete! —El fuego se encendió sobre sus hombros mientras giraba, su calor
la hizo parpadear con agua en sus ojos—. Si alguna vez me vuelves a hablar de
esto, no me importará quién seas, Vhalla Yarl, no me importará qué ropa uses o
qué título lleves. Te mataré.

El hombre había sido presionado lo suficiente. Vhalla respiró hondo y


esperó a que el fuego desapareciera. Dejó una mancha oscura quemada en el
techo.

—Lamento haberte lastimado y hacerte recordar esto. —Apoyó una mano


en su hombro y lo miró a los ojos cuando lo dijo. El contacto lo detuvo y lo asustó
una vez más. Pero era un tipo diferente de pánico, algo más parecido a un niño
perdido que a un lunático.

—Dije que te vayas —exigió Jax.


199
Vhalla obedeció y retrocedió hacia la luz del sol del polvoriento campo de
entrenamiento.

Ignoró cada mirada de los soldados, sin sentir vergüenza de sus actividades
con Jax. Había algunas cosas que, como Emperatriz, no tenía que explicar. Vhalla
no quería ejercer su autoridad a menudo o sin una buena razón. Pero esto
calificaba como una buena razón.

Vhalla escapó de sus ojos y comenzó a subir por una pequeña escalera que
serpenteaba directamente hacia las cámaras del rey y la reina, o ahora del
Emperador y la Emperatriz. Dio varios pasos antes de detenerse para recuperar
el aliento, apoyándose contra la pared. Le temblaban las rodillas y su brazo
parecía no poder sostenerla. Se deslizó por la pared y se sentó en los escalones,
respirando con dificultad.

Había ido a buscar la verdad y finalmente la había encontrado. Pero, ¿qué


hacía con eso? Aldrik había dicho que pondría la vida de Jax en sus manos. Que le
correspondía a ella perdonar al hombre o dejar que continuara con su servicio.

Después de conocer a todos los lores y damas, Vhalla supo que el Oeste
valoraba la tradición por encima de todas las demás cosas. Veían a Jax como un
lord caído; perdonarlo probablemente ganaría su ira. Pero Vhalla no quería
mantenerlo bajo su mando sujetando una correa que no creía que fuera necesaria.
Sin embargo, ¿Jax siquiera quería ser perdonado? ¿La justicia sigue siendo
justa si va en contra de los deseos fundamentales de la persona? Tenía tantas
preguntas, pero ni una sola respuesta.

Vhalla se levantó del suelo. Había alguien más con quien no había
compartido sus pensamientos. Alguien que tenía un entrenamiento tan noble
como Aldrik. Alguien más que había nacido para liderar.

Llamó a la puerta de Elecia y esperó.

—Entra —llamó la mujer.

Vhalla obedeció y se sorprendió al descubrir que tenía compañía.

—¿Fritz? ¿Qué estás haciendo aquí?

—’Cia me está enseñando a jugar carcivi. —Señaló el tablero que se


encontraba en la mesa baja entre ellos.

—¿’Cia? ¿Todos pueden llamarte ‘Cia menos yo? —Vhalla se unió a ellos
frente a la ventana abierta.

—Veremos si alguna vez te considero digna —bromeó Elecia. Estudió a


Vhalla durante un largo momento con el rabillo del ojo—. Entonces, futura 200
Emperatriz, ¿por qué estás aquí cuando estoy bastante segura de que tienes otras
personas mucho más importantes con quienes reunirte?

—Quería hablar contigo.

—¿Conmigo? —Parecía sorprendida de que Vhalla la buscara.

—Sí. Quiero tu consejo —afirmó Vhalla.

—¿Y qué tal el mío? —Fritz miró a Vhalla con los ojos entrecerrados,
haciendo un gesto de puchero.

—El tuyo es siempre bienvenido, Fritz. —El hombre agregaría una


perspectiva completamente diferente a la de alguien que no era del Oeste y
tampoco era noble.

—¿No tienes un Emperador al que puedas preguntarle? —Elecia ahora


ignoraba el tablero carcivi por completo, dándole a Vhalla toda su atención.

—Sí, pero ya sé qué dirá. Quiero saber qué dirás tú. —Vhalla le mostró a la
mujer escéptica una pequeña sonrisa—. ¿Qué clase de Emperatriz seré si ignoro
algunos de los mejores consejos disponibles para mí?
Elecia pareció sorprendida. Golpeó una de las fichas de carcivi por un
momento mientras pensaba.

—Muy bien, ¿qué es lo que buscas?

—Hablé con Jax. —Vhalla dejó que el peso de la interacción con Jax bajara
su voz, quitando la sonrisa de sus mejillas.

—Ya veo. —Elecia escuchó todo lo que Vhalla había esperado.

—Ahora sé la verdad.

—¿Él te la dijo? —Elecia pareció sorprendida—. ¿La verdad? ¿Ninguna de


sus coloridas mentiras que usa para asustar a la gente?

—Primero me dijo una de esas. —Vhalla quería poner fin a cualquier


confusión sobre lo que realmente sabía o no sabía.

—Y le sacaste la verdad… —Había un destello de preocupación en la voz


de Elecia que Vhalla afirmó con un pequeño asentimiento. Le sacaste la verdad, esa
era una buena manera de decirlo, porque ciertamente no había sido elegante—.
Entonces, si lo sabes, ¿qué necesitas de mí?

—¿De qué hablan ustedes dos? —Fritz les recordó a ambas que todavía se 201
encontraba allí.

Vhalla y Elecia compartieron una mirada insegura.

—Fritz… —dijeron al mismo tiempo.

—Fritz. —Vhalla tomó la iniciativa. Esta ahora era su responsabilidad. Ella


era quien lo había desenterrado, ella sería quien lo manejaría—. Jax es propiedad
de la corona como castigo por un crimen.

Fritz no pareció sorprendido, pero su expresión le dijo claramente que esta


era la primera vez que lo escuchaba de manera tan simple.

—Pero el crimen, por atroz que parezca en la superficie, no es lo que parece.


Él es inocente.

—No del todo —intervino Elecia con un profundo suspiro—. Él mató al


lord…

—Pero, dadas las circunstancias…

—Entiendo eso. —Elecia levantó una mano, indicando que ahora tenía la
palabra, y Vhalla esperaría para hablar—. Pero ese hecho prevalece. Y aunque
ese asesinato pudo haber sido en defensa de otro, mató a la esposa del lord y al
otro hijo a sangre fría.

Vhalla no habría descrito la sangre de Jax como fría.

—Pero solo porque sabían lo que estaba pasando.

—Aun así. —Elecia meneó la cabeza—. Todo es un lío de zonas grises.


Cuando su prometida corrió hacia el fuego, sus emociones habían explotado
demasiado como para detener las llamas. No es tan culpable como parece, se lo
concedo, pero tampoco es inocente.

—¿Sintió… siente culpa por ello? —preguntó Fritz.

—De alguna forma —concedió Elecia.

—¿Por qué miente sobre eso? —Vhalla se corrigió rápidamente a sí


misma—: O dices verdades a medias.

—Para guardar su memoria. —Elecia miró por la ventana, evitando el


contacto visual por lo que pudo haber sido la primera vez en su vida. La voz de
la mujer era suave, casi gentil, contemplativa—. La amaba profundamente, y
preferiría soportar que la gente lo despreciara a él que tratar de limpiar su 202
nombre a costa de dejar que el mundo supiera cómo la habían violado. Y el único
que sabe la verdad real de lo que sucedió esa noche es Jax; él es el único vivo que
cuenta la historia. El resto de los que sabemos, ciertamente no violaremos su
confianza al hacerlo.

—¿Le crees? —Fritz robó las palabras de la boca de Vhalla.

—Sí. —Elecia regresó física y mentalmente al grupo—. Cuando me enteré


por primera vez, fui a ver a Aldrik, quien me señaló a Erion. Me contó cómo Jax
había agarrado a mano los huesos de ella entre el carbón, llevándolos en una caja
junto con su confesión, rogando por un Rito del Atardecer adecuado.

—¿Qué harías si fueras yo? —le preguntó Vhalla directamente a Elecia. No


se molestó en explicarse más porque sabía que en realidad no necesitaba hacerlo;
la expresión de Elecia se lo dijo todo. La mujer era inteligente; conocía muy bien
el poder y la nobleza con los que Vhalla se casaría.

—No soy tú, Vhalla Yarl —dijo Elecia después de un largo segundo de
contemplación—. Crecí en un mundo de reglas y regulaciones. Me han enseñado
lo que se puede y no se puede hacer desde el momento en que pude decir mi
primera palabra.
»Tú no estás tan encadenada. Y entonces ves el mundo con ojos que yo
nunca podría tener. Tienes esperanzas con las que nadie más se permitiría
siquiera soñar. —Elecia le mostró la más pequeña de las sonrisas—. Perdóname,
pero no deseo influir en tus acciones en este asunto. Quiero ver lo que harás.
Quiero saber qué clase de Emperatriz serás.

203
Quiero saber qué clase de Emperatriz serás.

Las palabras se repetían una y otra vez en la mente de Vhalla cuanto más se
acercaba la boda. Sería Emperatriz. No había más que negar, esquivar o enterrar
el hecho bajo obligación. Su calendario pronto se llenó de tantos detalles de
planificación de bodas como de audiencias y consejos de guerra, y eso la volvió
loca.

Al menos con las audiencias, Vhalla podía sonreír a través de las


necesidades sabiendo que estaba trabajando para fortalecer su ejército. Cuando
se trataba de elegir una tela u otra para un vestido, a Vhalla no le importaba nada.
Sentía como si no hiciera nada más que apartarla de ser realmente útil.

Eso llevó a Vhalla al límite, y sus nervios irritados y deshilachados no le


hicieron ningún favor a nadie. 204
—¿Qué quieres decir con que no podemos hacer nada? —No pudo detener
las palabras, al igual que no podía evitar mirar el mapa que tenía delante.

El continente estaba cubierto de figuras multicolores, cada una de las cuales


representaba a civiles, militares, las fuerzas de Victor y casi todos los demás
factores que podrían influir en los acontecimientos del mundo. Le recordó todas
las veces que había pensado mentalmente en la nobleza como un juego. Bueno,
ahora las piezas se encontraban extendidas ante ella.

—Simplemente no tiene sentido —respondió un lord. Vhalla ya había


olvidado su nombre y podía imaginar algunos títulos coloridos para llenar el
espacio en blanco.

—¿Debemos simplemente ignorarlos? ¿Renunciar? Esa no es una pequeña


porción del Este. El agarre de Victor pasará de un cuarto a casi la mitad.

—Pero son solo agricultores; no ofrecen nada con respecto a la fuerza militar
o estancamiento del ejército del falso rey. Ya están perdidos —comentó un
comandante diferente, casi casualmente. No fue hasta la inhalación aguda y
mirada fría de ella que él se dio cuenta de dónde acababa de poner el pie.
—Perdóneme, comandante. —Vhalla trató de mantener la voz tranquila. No
quería sonar como una niña petulante, sino como una dama noble—. Ciertamente
no son solo agricultores.

—Lady Yarl, no quise ofenderla a usted ni a ninguno de sus nobles


parientes. —Hizo una pequeña inclinación de cabeza.

Vhalla no quería nada de eso. Su falsa sinceridad era tan valiosa para ella
como el carbón frente a los diamantes.

—Muy bien. Lord Ophain —comenzó audazmente Vhalla, señalando la


frontera del Oeste con el Sur—. Si entiendo correctamente la lógica de su
comandante, entonces estas ciudades deberían considerarse perdidas.

—¡Mi… milady! —El comandante se resistió.

—Son solo algunos pueblos mineros, ¿no? —Vhalla conocía ahora el terreno
del Oeste como la palma de su mano. Posiblemente podría enumerar más
ciudades y pueblos que incluso algunos de los nobles en la sala. Así que continuó,
sin dejar que su pregunta retórica se tardara demasiado—. ¿Le ofrecen algo a
nuestra fuerza militar? —Los veinte nobles alrededor de la mesa guardaron
silencio—. Entonces retiremos cualquier defensa que esté allí. 205
—¡Eso es del Oeste! —Otro se unió a la conversación con su apasionada
declaración—. El Oeste protege a los suyos. No toleraré esto.

—Y yo tampoco. —Vhalla silenció los murmullos de la mesa, sus palabras


fueron rápidas como un látigo—. Es más fácil si no son los suyos; entiendo esa
verdad. —Vhalla hizo una pausa, mirando el mapa durante un largo y duro
momento—. Pero la verdad real es esta.

Sacó una pluma de un tintero y comenzó a tachar y garabatear las líneas del
mapa entre el Este, el Oeste, el Sur y el Norte. Vhalla devolvió triunfalmente el
instrumento de escritura a su lugar. Sonrió brevemente ante el mapa que la
mayoría de la sala ahora consideraba arruinado.

—Estos son sus parientes. —Hizo un gesto a todo el continente. Vhalla miró
a los lores y damas reunidos, la mayoría de los cuales tenían el doble de su edad
y posiblemente tres veces su experiencia en el campo. Casi todos tenían la piel
aceitunada y tonos más oscuros del Norte. Tenía que hablar con su audiencia y
hacerles entender—. Cada uno de ustedes es parte de este Imperio. Vi a todas las
personas en esta sala arrodillarse ante nuestro Emperador y jurar su vida y su
futuro a su mano. Él no es su Rey del Oeste, sino nuestro Emperador. Sus
hermanos y hermanas están aquí en el Oeste tanto como en el Sur, Este y Norte.
Si realmente creen que el Oeste cuida de los suyos, entonces eso debería
extenderse a todos aquellos que están bajo la luz de Solaris.

Vhalla miró a Aldrik por el rabillo del ojo. La dejaría liderar la mayor parte
del intercambio, como lo había hecho cuando se trataba de cualquier tema
relacionado con el Este. Pero su expresión era difícil de leer.

—Quiero asegurarles que comprendo los sacrificios que la guerra puede


exigir y exigirá a quienes se dedican a este sangriento negocio. Sé que no todo el
mundo puede salvarse. —Vhalla tocó el mapa—. Pero no me quedaré al margen
y permitiré que se descarten vidas sin cuidado, sin importar dónde se encuentren
esas vidas, porque es más conveniente cuando no es el lugar en el que nacimos.

—Blando corazón del Este —murmuró alguien.

—Fuera —espetó Aldrik de repente. Dada la feroz mirada que le estaba


dando a un comandante en particular, Vhalla sospechaba que conocía la fuente
del insulto.

—Mi Emperador, yo…

—Fuera. —La voz de Aldrik adquirió un tono peligroso que Vhalla conocía
bien—. No permitiré que le hables a mi destinataria de esa manera. 206
—Aldrik —intervino Vhalla—. Todo está bien.

—Vhalla, no debes permitir que te diga eso. —Sus ojos se movieron entre
ella y el comandante.

—Si va a decir esas cosas, deja que lo diga donde mis oídos puedan oírlo,
en lugar de hacerlo como un cobarde a mis espaldas. —Vhalla habló lo
suficientemente alto para que la mesa la oyera, solo fingiendo estar hablando con
Aldrik—. Pero quiero que se quede para que sepa que no le pido nada que no
esté dispuesto a dar. Protegeré el Este, el Sur, el Oeste y el Norte como si todos
fueran mi familia. Solo les pido lo mismo a aquellos con los que peleo.

Vhalla agradeció los pocos asentimientos de aprobación que recibió. El


hombre en cuestión tuvo el sentido común de parecer al menos moderadamente
avergonzado por su arrebato. Debajo de la mesa, Vhalla sintió que unos dedos
largos se enroscaban alrededor de los suyos en apoyo.

—¿Deberíamos continuar? —instó ella al grupo.

—La pregunta sigue siendo, ¿cómo gestionar nuestras tropas? —Otro


comandante señaló el mapa.
—Podemos enviar ayuda adicional al Este; claro, eso debilitará nuestras
propias fronteras.

—Si esparcimos estos por aquí —Aldrik movió a algunos soldados rojos a
lo largo de la línea sur del Oeste—, debería dar lo suficiente de sobra.

Vhalla miró fijamente las figuras negras que indicaban las fuerzas de Victor.
Eran menos, pero estaban esparcidos y creciendo. Cada vez que un soldado caía,
Victor aprovechaba el cadáver convirtiéndolo en una abominación que caminaba
con un cristal. Vhalla trató de ponerse en la mente del loco: ¿qué haría a
continuación?

—Si movemos esas tropas, podemos esperar que al menos estos dos pueblos
caigan. —Otro par de manos movió las piezas.

—Podríamos enviar algunos desde Norin —sugirió otro.

—No, probablemente intentará atacar en la boda imperial. —La idea fue


derribada—. ¿Qué hay del Norte?

—El Norte está en marcha. La Princesa Sehra ha avanzado para mostrar su


apoyo a nuestra unión, pero las fuerzas principales no llegarán a las Encrucijadas
hasta justo antes de que lleguemos nosotros —respondió Aldrik. 207
—¿Mantendremos tropas aquí para la boda? —Vhalla pensó en voz alta, sus
consideraciones introspectivas ralentizaron su respuesta.

—Ciertamente —respondió Aldrik—. Es un asunto público. No debería


haber ninguna duda de que Victor sabe sobre nuestras nupcias pendientes, y
usará eso como oportunidad para derribarnos o eliminar toda alegría del símbolo
del pueblo del Imperio en pie.

Eres un símbolo. Las palabras de Baldair de hace mucho tiempo regresaron a


ella, y Vhalla las detestó. Estaba cansada de ser un símbolo. Los símbolos se
quedaban estancados, congelados, eran representativos y estimulantes para la
acción, pero nunca eran la acción en sí.

Vhalla miró el mapa con nuevos ojos. Estaban desempeñando el papel que
la nobleza esperaba de ellos, y mientras lo hacían, eran un objetivo predecible
para su enemigo. La boda impedía que las tropas se movieran.

—Esta podría ser la oportunidad para que ataquemos primero —dijo ella
de repente.

—¿Qué? —Aldrik comentó la sorpresa de la mesa.


—Victor espera que nos quedemos inmóviles para la ceremonia. Tiene más
sentido que él use la boda como una oportunidad para eliminar a la mitad de
nuestras fuerzas repartidas por todo el Imperio que para atacarnos directamente.
—Vhalla movió algunas de las esculturas y fichas de madera oscura a lo largo del
Este y las empujó hacia el Oeste.

»Sin embargo, si atacamos con fuerza ahora, cuando él menos se lo espere…


—Rápidamente cambió sus fichas de guerra, empujándolas hacia abajo a través
de la frontera con el Sur y hacia el punto débil del ejército de Victor en la parte
inferior del Oeste—. Podemos movernos antes de que tenga tiempo de
reaccionar. Podemos hacer un agujero directo en la capital.

—Ahora no podemos cambiar la fecha de la boda. —Aldrik se giró hacia


ella—. Aún quedan arreglos por finalizar, lores y damas que aún no han llegado.

—Podemos hacer algo pequeño, decir nuestros votos y terminarlo. —La


guerra era más importante que una gran ceremonia—. O incluso podríamos
mantener la boda por las apariencias, haciendo que nuestro ataque sea aún más
sorpresa.

—Vhalla, hay ciertas expectativas —respondió con una mirada atenta a los
reunidos—. La ceremonia no es una opción. 208
—Lo siento, pero no me di cuenta de que mi boda era dictada por la nobleza
del reino —espetó Vhalla. Los ojos de Aldrik se abrieron un poco y su rostro se
relajó instantáneamente, disculpándose. Ella no había tenido la intención de ser
tan hiriente, no con él.

—Mis lores y damas, por favor discúlpennos un momento. —Los ojos de


Aldrik no dejaron los de ella mientras toda la habitación se alejaba, dejando al
Emperador y a la Emperatriz solos—. Vhalla, ¿qué estás haciendo?

—Aldrik, tiene mucho sentido. —Hizo un gesto para jugar con las fichas en
el mapa—. Esto es una ventaja; es una oportunidad de engaño. Si esperamos,
Victor solo se volverá más fuerte y estaremos cumpliendo con sus expectativas.

—En teoría. —Aldrik habló antes de que ella terminara de exhalar la última
palabra—. Pero puedo decirte lo que no es teoría: el hecho de que esos lores y
damas, a quienes pareces tan dispuesta a insultar, nos dan su oro y suministros
para pagar las necesidades de nuestro ejército. No podemos rechazarlos.

—Deberían mirar lo que estamos haciendo y entender que intentamos dar


un buen uso a su oro y lealtad, en lugar de perder lo que podría ser una ventaja
clave por formalidades —respondió ella.
—Ya hemos anunciado una cosa; la nobleza y la gente perderá la fe en
nuestra palabra si hacemos algo diferente. —Aldrik frunció el ceño.

—No si ganamos. —Vhalla meneó la cabeza—. Todo será perdonado


cuando Victor muera.

—Eso es lo que esperas que suceda. —Aldrik se inclinó sobre la mesa con
un suspiro—. Vhalla, no lo entiendes. Las familias nobles guardan rencor como
ninguna otra. Nada, ningún desprecio, por pequeño que sea, se olvida jamás.

—Si continuamos según lo planeado, es posible que ni siquiera tengamos


súbditos para que se enojen con nosotros.

—No conoces la guerra —murmuró Aldrik.

—Conozco la guerra mejor que la mayoría, Aldrik Solaris. —Se giró frente
a él. El insulto había encendido una pequeña llama en ella que Vhalla luchó por
mantener bajo control—. He pasado los últimos tres años de mi vida en guerra.
Me han utilizado como arma y me han codiciado como herramienta. He matado
a innumerables hombres y mujeres. Y aunque puede que no haya tomado tantas
decisiones difíciles como tú durante tantos años, no me digas que no conozco la
guerra. 209
Aldrik la miró sorprendido antes de apartar los ojos con un toque de
vergüenza. Vhalla no había tenido la intención de hacerle sentir culpable por su
papel en los eventos que la habían puesto en posición de experimentar la guerra.
Extendiendo la mano, ella tomó la de él suavemente, tratando de aliviar la
tensión.

—Te conozco —susurró—. Te conozco lo suficientemente bien como para


saber qué piensas que tengo razón.

—Si las cosas no fueran como son, sí, sí, tu teoría tiene mérito. —Aldrik
suspiró profundamente. Sus manos acunaron su rostro con ternura—. Pero hay
tantas fuerzas en juego aquí. Y, a veces, el curso más seguro es el mejor. Hagamos
bien esta única cosa.

—¿Única? —Ella no entendió.

—T-te llevé a la cama por primera vez sobre sábanas manchadas de sudor
en un campamento de guerra. Te tomé porque me prometí a mí mismo que algún
día te haría mía como es debido.

—No había pensado mal de nuestra primera vez juntos. —Vhalla se alejó y
apartó el rostro de las palmas de sus manos.
—Entonces avergoncé mi amor por ti al permitirme estar comprometido
con otra. Al permitir que ese compromiso te alejara.

—Me salvaste la vida con ese compromiso. —Vhalla se preguntó si de


alguna manera se había olvidado de la espada en su garganta cuando su mano
se vio obligada a firmar ese fatídico papel—. Y también actué con dureza contigo
esa noche. Está perdonado y olvidado.

—Dejé que mi familia y los que estaban debajo de mí fueran testigos de


cómo te robaba cuando Bal… —Su voz se quebró. Se aclaró la garganta para
continuar—…cuando Baldair murió. Dejé que te convirtieras en la otra mujer, la
puta del príncipe.

—Apenas hubo tiempo suficiente para que alguien supiera todo lo que
sucedió después —objetó Vhalla—. Cualquiera que lo recuerde es amigo o lo
olvidará durante mucho tiempo cuando tu trono esté restaurado.

—Te pedí que siguieras siendo mía cuando no tenía futuro para ti, y juré
hacer las cosas bien. —Tomó sus manos, sosteniéndolas con fuerza—. Todavía
tengo que estar a la altura de esa promesa.

—Aldrik, no me has hecho daño. —Trató de sonreír alentadoramente. 210


—Entonces, el bebé.

Ella se erizó ante las palabras. Un escalofrío recorrió la espalda de Vhalla,


provocando inquietud en su mente. Era como magia a través de su carne,
recordándole lo que sucedió, la noche turbia que estaba desapareciendo en el
tiempo, que ella quería olvidar en el tiempo.

—Sé que fue la Madre la que nos dio la oportunidad de hacer las cosas bien.
No albergar a un niño en secreto o apresurar un matrimonio para convertirlo en
un heredero legítimo.

—Nuestro matrimonio ya es apresurado. —El agua helada corría por sus


venas—. No fue la Madre quien perdió a nuestro hijo, fui…

—Silencio. Por favor, Vhalla, escúchame. —ÉL le apretó los dedos de


manera alentadora—. Quiero verte como mi esposa y hacer esto bien. Quiero esta
boda.

—Aldrik, esta boda no es más que una formalidad de algo que ya vive entre
nosotros. —Vhalla suspiró frustrada—. No importa cuándo y cómo nos casemos;
conocemos nuestro vínculo.

—A todos los demás les importa.


—¡No me voy a casar con todos los demás! —Su paciencia se quebró—. Me
casaré contigo, y tus pensamientos y mis pensamientos son los únicos
pensamientos que importan sobre el tema. No voy a anteponer mi propia boda
por la vida de nuestra gente. ¿Cómo puedo mirarlos cuando hay gente inocente
muriendo y estoy impidiendo que los soldados los salven para poder decir
algunos votos?

—No permitiré que susurren rumores sobre ti como lo hicieron con mi


madre. —Aldrik se apartó y se pellizcó el puente de la nariz con frustración—.
No permitiré que hablen más mal de esto de lo que ya hacen.

—¿Hablar mal de esto? —repitió.

—Suficiente.

—No. —Vhalla lo rodeó mientras intentaba evitar su mirada—. ¿Qué


quieres decir con “hablar mal de esto”?

—No importa.

—Sí importa. —Su voz se elevó una pequeña fracción con su insistencia.

—De acuerdo. —Aldrik frunció el ceño—. Bien, mujer exasperante. 211


¿Quieres conocer todas las dudas que nos presentaron los lores y damas del Oeste
a mí o a mi tío? ¿Cómo eres demasiado delgada, demasiado salvaje, demasiado
arriesgada para que te confíen un heredero? ¿Cómo te has elevado a ti misma por
encima de tu posición al darle al príncipe solitario lo que hay entre tus piernas?
¿Cómo eres demasiado joven, demasiado blanda, demasiado inexperta para
liderar? ¿Cómo debería haber tomado una novia del Oeste, o incluso haber
conservado la del Norte, para fortalecer los lazos y apoyar a mis ejércitos? ¿Cómo
soy un Emperador de los tontos por tomar como esposa a una plebeya sin
nombre? ¿Que estás solo conmigo por poder y oro?

Vhalla lo miró fijamente en estado de shock. La habían mantenido


completamente inconsciente. Eso quemaba más dentro de ella que la vergüenza y la
cortedad de las acusaciones.

—¿Me lo ibas a decir? —susurró.

—Vhalla…

—¿Me lo ibas a decir? —La presa se rompió dentro de ella—. ¿O


simplemente planeabas ocultarlo? ¿Ibas a demostrarles que tenían razón, que soy
demasiado blanda para la verdad, que soy ignorante e incapaz de ser tu
Emperatriz? ¡Porque ni tú me confías lo que dicen!
—Vhalla, les demuestras que están equivocados solo por ser tú. No quería
que te preocuparas y cambiaras. —La voz de Aldrik ya buscaba su perdón.
Perdón que ella no quería darle.

—¿Me lo ibas a decir?

—No lo sé. —Se retiró.

—De acuerdo. —Vhalla lo fulminó con la mirada—. Ya que claramente


tienes la habilidad de manejar lo que puedo y no puedo escuchar o pensar, ver o
hacer, entonces puedes manejar tu boda y tu guerra como quieras.

—¡Vhalla! ¡Vhalla! —llamó cuando ella se encontraba a medio camino de la


puerta.

—Pero si esperamos esta boda, puedes hacer que mi vestido sea de color
carmesí. No usaré oro si mi nobleza imperial es comprada con la sangre de civiles
inocentes que murieron mientras yo hacía una fiesta. —Vhalla le devolvió la
mirada una vez más. Nunca escuchó si él dijo algo más porque cerró la puerta de
golpe en su intento de pronunciar más palabras.

Vhalla irrumpió sola en el castillo.


212
Sus aposentos en el castillo del Oeste eran opulentos. Las camas de
plataforma baja cubiertas con sedas tejidas por expertos complementaban los
interminables pisos pulidos que resaltaban el brillo de las piedras preciosas y la
plata incrustadas en el techo. La cálida brisa veraniega inundaba la habitación a
través de las ventanas abiertas, bloqueadas únicamente por cortinas de gasa y
altos pilares.

Fue un ejercicio en exceso por parte del arquitecto y decorador original. Una
decadencia que Vhalla debería tener todo el derecho a apreciar, una experiencia
que de otro modo nunca podría tener.

Pero ahora sentía frío.

No había pasado sus días en estas cámaras; esconderse allí ahora solo servía
como un recordatorio de las duras palabras que le había dicho a Aldrik. En 213
realidad, había venido aquí porque sabía que era el único lugar al que él no
vendría. Los aposentos del lord y la dama se encontraban al otro lado del pasillo,
y aunque Vhalla escuchó que su puerta se abría y cerraba, no hizo ningún
esfuerzo por buscarla.

No es que lo culpara. O tal vez sí lo hacía. El hombre hizo un excelente


trabajo haciéndola sentir tan justificada en un minuto, solo para que se sintiera
salvajemente en conflicto al siguiente.

Después de hacer surcos en el suelo de tanto pasearse por el lugar, Vhalla


decidió que quedarse ahí no iba a resolver nada. Se desvistió rápidamente,
rebuscando entre las montañas de ropa para encontrar algo simple. Usó leggins
de montar que sin duda estaban destinados a usarse debajo de una falda, y los
combinó con una camisa de gran tamaño que Vhalla usó como túnica.
Seguramente horrorizaría al personal y a la nobleza del Oeste. Pero
aparentemente su existencia ya era ofensiva, así que bien podría ser ofensiva
cómodamente.

De camino hacia los campos de entrenamiento, Vhalla caminó en el aire,


agitó los banderines y jugó con el viento. Se deleitaba con todo lo que había dado
por sentado en los años previos a perder su magia. Cosas que nunca dejaría que
le volvieran a quitar.
Jugueteando con la cola de su trenza, Vhalla entró al campo de
entrenamiento. Aquí había otra relación que había arruinado con palabras duras
y agresividad. No estaba segura de si estaba lista para volver a ver a Jax, o si él
estaba listo para verla a ella.

—¿Dónde está el Comandante Jax? —le preguntó Vhalla a la primera mujer


que se cruzó en su camino en el campo polvoriento.

—¿El Comandante Jax? —repitió la mujer—. Creo que está entrenando con
los hechiceros en la fosa

—¿Me puedes mostrar? —Vhalla cruzó las manos en la parte baja de la


espalda, soltándolas rápidamente cuando recordó lo imponente que se veía
Aldrik cuando lo hacía.

La joven se inclinó profundamente y guio con rigidez a su futura


Emperatriz. Más de un soldado hizo una pausa y la miró. Vhalla se preguntó si
era porque ella era la futura Emperatriz, o como resultado de su encuentro previo
con Jax. Sabía cómo hablaban los soldados.

La fosa era exactamente lo que sugería el nombre. Empotrado en el suelo y


de forma hexagonal, la gran arena de combate tenía todo tipo de personas en su 214
borde animando o gritando sugerencias a dos Portadores de Fuego que luchaban
dentro. Jax estaba situado a un lado, gritando con el resto de ellos. Pero fue uno
de los últimos en callarse y girase cuando notaron su presencia.

—Comandante Jax. —Vhalla se tragó el silencio entre ellos antes de que se


volviera demasiado obvio—. ¿Podría quizás unirme a un combate o dos?

La miró fijamente durante un largo rato, mirándola de arriba abajo. Donde


Vhalla esperaba que el hombre del Oeste promedio mirara con desaprobación su
ropa relajada y más masculina, encontró la mirada de Jax apreciativa.

—¡Si la dama quiere una ronda, entonces obtendrá una ronda! —La voz de
Jax no había cambiado en absoluto. Volvía a ser como ella siempre la había
escuchado: jovial, bromista y entretenida con la naturaleza de la existencia—.
¿Quién de ustedes quiere el honor de enfrentarse a la primera Caminante del
Viento en casi siglo y medio?

Nadie se movió. Nadie parecía capaz de mirarla. Y, ciertamente, nadie se


ofreció como voluntario.

—Vamos —animó Jax—. ¡Ren, es tu turno!

El hombre al que Jax le encomendó este deber parecía ser de ascendencia


del Norte. Vhalla lo evaluó mientras la ayudaban a ponerse un jubón de cuero,
envuelto en algo de olor dulce. Reconoció el brillo verdoso como algo que los del
Norte usaban para protegerse de los Portadores de Fuego.

—¿Listos? —gritó Jax. Vhalla asintió definitivamente, pero Ren le dio una
mirada vacilante—. ¡Vamos!

Vhalla no perdió el tiempo y el hombre estuvo de espaldas en un instante.


Vhalla miró atónita mientras Ren se levantaba, hacía una reverencia y se retiraba
rápidamente del ring.

No había habido una sola chispa de fuego, frío de hielo o estruendo de


tierra. Vhalla frunció el ceño. No había intentado atacarla de ninguna manera.

El siguiente soldado que Jax le arrojó actuó de la misma manera. Un


comienzo rápido y un final rápido la dejaron incómoda. Cuando el polvo se
asentó sobre el tercero, Vhalla no pudo contenerse más.

—¿Por qué no entrenas conmigo? —le preguntó a la mujer que se levantó


del suelo.

—¿Qué?

—¿Qué fue eso? —insistió Vhalla—. Ni siquiera te defendiste. 215


—Yo… yo… yo… su destreza es tal que ninguno de nosotros podría esperar
igualarla. —La mujer se retiró torpemente, ansiosa por escapar del ring.

Los brazos de Vhalla cayeron sin fuerzas a los costados. La estaban dejando
ganar. Vhalla había pasado por la guerra y se había entrenado con una multitud
de soldados, pero ya no tenía el Vínculo al que recurrir, y estas personas habían
sido soldados la mayor parte de sus vidas adultas. Vhalla debería al menos tener
que luchar contra ellos.

—Oh, esto simplemente no sirve —advirtió Jax—. Lo siento, muchos han


hecho lo peor que alguien puede hacer: decepcionar a una bella dama. —Señaló
al otro lado del pozo hacia algo que Vhalla no podía ver—. ¡Fritz! Te necesitan.

El corazón de Vhalla se disparó con solo escuchar el nombre de su amigo.


En el segundo en que realmente subió al ring, Vhalla casi lo derrumbó con un
abrazo abrumador. Se preguntó si Jax había descubierto su estado mental al
entrar al campo de entrenamiento.

—Vhal, solo han pasado dos días desde la última vez que te vi. —Fritz se
rio.

—Se siente como una eternidad —insistió Vhalla.


—¡Bueno, ahora te voy a dar una paliza! —Su amigo sonrió.

—¡Puedes intentarlo! —replicó ella juguetonamente—. Jax, gracias; esto es


exactamente lo que necesitaba.

—Oh, Lady Yarl, siempre les doy a las hermosas lo que quieren. —Jax le
guiñó un ojo.

Vhalla puso los ojos en blanco en broma y volvió su atención a Fritz.

—No quiero que seas suave conmigo.

—Te he visto pelear. —Fritz resopló divertido—. Lo último que voy a hacer
es ser suave contigo.

No se sorprendió cuando Fritz la superó de inmediato. Vhalla estaba


oxidada, y había olvidado todos los trucos que este Manipulador de Agua
guardaba bajo la manga, desde dagas de hielo hasta ilusiones. Fueron dos de tres,
y Vhalla solo pudo obtener la ventaja una vez. Fue satisfactorio. Estaba segura de
que sus pérdidas no eran solo el resultado de su propia falta de entrenamiento,
sino porque Fritz había mejorado.

Jax regañó a todos los que miraban señalando que Fritz no se había 216
reprimido, a pesar de ir en contra de la prometida de su Emperador. Vhalla
asintió cuando Jax explicó que los mejores soldados luchaban con todo lo que
tenían, todo el tiempo. Él le lanzó una mirada cautelosa con el rabillo del ojo. Las
cosas no habían vuelto a la normalidad entre ellos, a pesar de la experiencia que
él tenía en fingir.

Vhalla sacó a su amigo del campo de entrenamiento. Atravesaron el palacio


y se sentaron alrededor de una mesa en la biblioteca. En el camino, un sirviente
los vio y Vhalla lo envió a buscar té y cáscaras de limón confitadas.

—¿No se supone que deberías estar teniendo audiencias o algo así? —


preguntó Fritz finalmente.

Vhalla suspiró profundamente.

—¿Entonces el chisme de la reunión de guerra de la tarde era cierto?

—¿Las noticias viajan tan rápido? —Vhalla cedió sin luchar.

—Algunos comandantes vinieron al campo mientras tú y Aldrik estaban


hablando —explicó Fritz.
—Creo que hice un verdadero lío con las cosas. —Vhalla se derrumbó sobre
las almohadas y miró hacia la biblioteca que se extendía sobre ella. Anhelaba los
días en los que su decisión más importante era qué libro leer primero.

—Incluso si lo hubieras hecho, Aldrik todavía está muy enamorado de ti y


lo sabes —dijo Fritz mientras masticaba una cáscara de limón. Era la cuarta que
comía—. Eso significa que todos tienen que amarte.

—No quiero amor forzado. —No pudo evitar pensar en Jax, todavía atado
a sus obligaciones con la corona. ¿Y si su exhibición en el terreno se debía a que
tenía que tolerarla? ¿Y si la odiaba, pero aún estaba obligado a protegerla? La idea
enfermaba a Vhalla.

—Lo vas a tener, y no me mires así. —Fritz se dejó caer a su lado—. Nunca
harás que todo el mundo te ame, al igual que no conseguirás que todo el mundo
te odie. Encuentra a las personas adecuadas que te amen y devuelve el odio de
los demás con ambivalencia o con el tuyo propio.

—¿Desde cuándo te volviste tan filosófico? —Vhalla se movió para mirar


mejor a su amigo.

—Siempre he sido brillante y lo sabes. —Fritz le besó la nariz suavemente. 217


—Lo has sido. —Los ojos de Vhalla se cerraron y disfrutó de la simple
cercanía de Fritz—. Gracias por quedarte conmigo.

—Si alguna vez tienes dudas, te regañaré. —Podía sentirlo considerándola


pensativamente sin necesidad de ver sus ojos recorriendo su rostro—. ¿Qué es lo
que de verdad te está molestando?

—Me voy a casar muy pronto —susurró—. ¿Qué pasa si no estoy destinada
a ser Emperatriz?

—¿Quién está destinado a ser algo? —Fritz se enderezó—. ¿Estás


preocupada por los murmullos de algunos nobles malhumorados?

—Suenas como Jax. —Abrió un ojo para sonreírle a su amigo.

—Hay cosas peores. Jax es lindo. —Fritz sonrió levemente ante la idea.

Vhalla mantuvo la boca cerrada, preguntándose adónde lo llevaría su


corazón después de Grahm. Seguramente el hombre que había conocido y amado
había muerto con la caída de la Torre. No había ningún otro escenario probable.
Vhalla no podía imaginar a Grahm arrodillado ante Victor.
Fritz tampoco dijo nada sobre su amor y dejaron que el recuerdo de su
amigo descansara como tantos otros que estaban en la capital durante la toma de
posesión de Victor.

—Creo —tarareó Fritz—, que deberías dejar el castillo.

—¿Qué? —Vhalla también se sentó y se metió dos cáscaras de limón en la


boca a la vez.

—Tú y yo, salgamos. —Su amigo se puso de pie—. Nadie tiene que saberlo;
de esa manera no harán un escándalo.

—Fritznangle… —advirtió Vhalla. No era como si estuviera atrapada, pero


ya estaba eludiendo públicamente sus deberes del día.

—Creo que te hará bien —la alentó—. ¿Cuándo fue la última vez que
estuviste rodeada de personas reales? ¿No de soldados o nobles? Esas son las
personas cuyas opiniones realmente importan, Vhal. Claro, los nobles son
importantes y apoyan la corona. ¿Pero sabes quién apoya a los nobles? El hombre
común. Así que deja de esconderte en tu refugio literario y sal a la calle.

Vhalla le permitió ayudarla a ponerse de pie.


218
—Además, tengo muchas ganas de ver el puerto de Norin, y Elecia todavía
no me lo ha mostrado. —Le dedicó una sonrisa cómplice que era demasiado
contagiosa para no devolver, y se marcharon.

La calle principal se extendía desde el castillo, la calle que usaban para


entrar a la ciudad y llegar al castillo. Se veía muy diferente sin las masas apiñadas.
Con el flujo y reflujo normal de la gente, le recordaba a las Encrucijadas, donde
tanto los comerciantes como los clientes se permanecían bajo grandes parasoles.

Apenas habían logrado salir de la calle principal cuando finalmente la


notaron. Todos los vendedores ambulantes y propietarios de tiendas querían que
ella probara algo, se pusiera algo o simplemente “bendijera su tienda” con una
brisa. Vhalla obedeció con una sonrisa e hizo todo lo posible por complacer a
todos. Si Fritz estaba frustrado por la lentitud, no dejó que se notara. Parecía
igualmente enamorado de los dátiles secos, las fresas, los mangos y todo tipo de
frutas exóticas. Al final de una sola calle, ambos tenían collares nuevos de cuero
trenzado y panzas llenas de dulces.

El castillo se cernía sobre ellos, apenas visible entre las casas y se elevaba
muy por encima del dosel de tela que cubría cada puesto. Cuanto más se alejaba
del lugar, mejor comenzaba a sentirse. Fritz tenía razón; esto era lo que
necesitaba. Necesitaba sentirse acogida por la gente, ver el sol abrasador
enmarcado por dos alas y olvidarse de las obligaciones y deberes por un
momento.

Las casas de Norin empezaron a aumentar a medida que se acercaban al


puerto. Las tiendas se hicieron más ricas y elaboradas, cada una compitiendo por
la atención de los compradores que pululaban por las calles en forma de panales
y de lujosas plazas. Modelos en vivo posaban en los escaparates de las tiendas,
cambiando lentamente de pose para lucir la tela o posar de una manera nueva.
Había joyas tan grandes como su puño, y Vhalla observó la destreza artesanal de
una tienda, deteniéndose el tiempo suficiente para ser reconocida por su dueño,
Erion Le’Dan.

Con eso, se ganaron un guía local para el resto del día. Erion les contó
interesantes notas de la historia y hechos sobre los nobles más ricos que vivían
en los alrededores del puerto. Incluso dio su propia opinión sobre el puerto más
grande del mundo. Pero ninguna explicación o lectura podría haber preparado a
Vhalla para lo que le esperaba en el Gran Puerto de Norin.

Barcos y más barcos estaban atracados hasta donde alcanzaba la vista.


Algunos Vhalla los reconoció por la lectura, cascos grandes y velas anchas con
longitudes interminables de cuerdas colgando y enrolladas sobre sus cubiertas. 219
Otros eran extraños y extranjeros. Algunos eran largos con remos planos que
sobresalían de los lados. Más abajo en los muelles, había barcos con velas que
parecían las aletas de un pez, puntiagudas y dobladas como un abanico.

Algunas embarcaciones estaban en dique seco, sostenidas y suspendidas en


el aire. Los trabajadores limpiaban los cascos, repintaban y reparaban según fuera
necesario.

Otras naves partían para hacer espacio.

De alguna manera, con el bullicio de la meca del comercio y la


comercialización de Norin, incluso la futura Emperatriz pudo pasar
desapercibida. Hombres corpulentos subían y bajaban arcones por las pasarelas.
Izaban redes llenas de pescado de las bodegas de carga y eran llevadas a las
tiendas, donde luego se masacraba y vendía el pescado. Personas de todas las
formas y colores se ocupaban de sus asuntos como si el mundo fuera como
siempre había sido.

La guerra no afectaba a estas personas, se dio cuenta Vhalla. Hambre,


religión, nobleza o agitación, no cambiaba sus vidas. Una cosa reinaba suprema
y todo lo demás caía a su alrededor: el oro.
Le expresó esos pensamientos a Erion con un cóctel helado, un dragón rojo,
mientras descansaban las piernas.

—Eso es astuto de tu parte —elogió Erion sin ningún motivo oculto


aparente—. Porque a estos hombres y mujeres les importa poco quién está en el
poder. Trabajarán para el mejor postor.

—¿Así es tu familia? —preguntó Vhalla. La pregunta tocó una cuerda


sorprendente, una que no esperaba.

—¿Tú crees?

—No puedo decir que conozca tu linaje lo suficientemente bien como para
tener una opinión.

—No esquives la pregunta —regañó Erion a la ligera.

—Debe haber una pizca de verdad. —Vhalla podría culpar al alcohol por
su lengua suelta. Habían pasado meses desde que Vhalla realmente había bebido,
principalmente por respeto a la continua lucha de Aldrik por evitar el alcohol en
momentos de estrés. Y aunque no estaba a punto de perder la cabeza, el licor le
dio una agradable sensación. Pero ella no usó la excusa probable.
220
No, su lengua suelta era completamente culpa del sol, la cálida brisa del
mar en sus mejillas y la sensación liberadora de no sentir que el mundo estaba
sobre sus hombros.

—Pareciste muy rápido en apoyarme en el Norte.

—Lo suficientemente justo. —Él levantó su copa en reconocimiento a su


punto—. Cualquier familia que haya prosperado durante tanto tiempo como
nosotros no lo hizo sujetándose al dogma. Incluso si fueras elegida por un
Ci’Dan, ese Ci’Dan resultó ser el hijo coronado del Emperador, y apoyarlo podría
ayudarnos a largo plazo.

Ella se rio de su franqueza y dejó que el hecho siguiera, eligiendo algo más
que la había estado molestando para concentrarse.

—Entonces, ¿por qué el dogma parece tan importante para la Corte del
Oeste?

—Esto la ha estado molestando —dijo Fritz.

Vhalla le lanzó una mirada ante la que él simplemente sonrió.


—Quieren ver lo que haces cuando te imponen reglas. Quieren presionarte
y ver si te rompes —respondió fácilmente Erion—. Te están poniendo a prueba,
Vhalla.

—Pero ¿cómo apruebo? ¿Hago lo que me piden? ¿Los frustro a cada paso?
—Honestamente, estaba perdida.

—Estás pensando demasiado en lo pequeño. —Erion tarareó, mirando


hacia el puerto—. ¿Ves todos estos barcos?

Ella asintió.

—¿Cuándo crees que van y vienen?

—¿Cuándo tienen que estar en algún lugar? —Supuso que los comerciantes
tenían fechas límite y el resto estaba fletado.

Erion meneó la cabeza.

—Cuando el viento es bueno —respondió a su propia pregunta—. Todo ese


aparejo, madera y hombres, todo depende del capricho del viento. Ahora tratan
de domesticarlo, tratan de controlarlo. Han creado velas descomunales y
corrientes de aire innovadoras para atravesar el agua lo más rápido posible. Pero 221
quedan al capricho del viento. Una fuerza que no se puede entender, ni explicar,
porque simplemente sucede.

El lord la miró, pero Vhalla ya había procesado su punto.

—Ellos son los barcos y tú eres el viento. No te rebajes a sus reglas o


expectativas. Sopla en cualquier dirección que consideres necesaria y no les des
más remedio que complacerte.

Vhalla pensó en las palabras de Erion mientras terminaban de caminar


lentamente por el puerto. Lo único que la distrajo fue cuando él señaló una nave
particularmente colorida. Ella notó que era un barco comercial del Continente
Creciente, una vista poco común incluso para el puerto más grandioso del
mundo. Vhalla quería investigar más a fondo, pero eso fue lo único que Erion
desaconsejaba. Advirtió que la gente del Continente Creciente podría ser
bastante atrasada y bárbara, y que era mejor dejar cualquier trato a sus enlaces
aprobados.

Vhalla se mordió la lengua diciendo que “atrasado y bárbaro” a menudo


solo se usaba cuando una cultura no entendía correctamente a otra. Había
escuchado a la gente describir el Norte de esa manera antes de llegar a
comprender adecuadamente una región del Imperio por la que ahora sentía un
profundo respeto.
Cuando Fritz y Vhalla regresaron al castillo, el sol se encontraba bajo en el
cielo. El mozo de cuadra que les había ayudado a virar los caballos ese mismo
día informó que Lord Ophain y el Emperador habían preguntado a dónde se
habían ido. Lo que sea que el muchacho haya dicho debe haber sido suficiente
porque ninguno había iniciado ningún tipo de búsqueda.

Vhalla se despidió de Fritz y terminó su paseo en silencio. Abrió la puerta


de la habitación de Aldrik, sin importarle si había un sirviente que la viera entrar
en las habitaciones del Emperador. Ella había terminado con su decoro. Quería
ver al hombre que amaba.

Vhalla se quitó los zapatos en la puerta y caminó sobre pequeñas bolsas de


viento, evitando hacer ruido. Se detuvo en el segundo que Aldrik apareció a la
vista. Su cabello todavía estaba peinado para las obligaciones del día, y estaba
sentado frente a la chimenea. Tenía una taza vacía a su lado, pero no había ni
rastro de una botella en ninguna parte que pudiera revelar cuál podría haber sido
su contenido.

Reuniendo su determinación, caminó lo más silenciosamente posible


alrededor del sofá en el que él estaba sentado. Tenía una pierna doblada y la
pantorrilla descansaba sobre el muslo de la pierna izquierda. Había un libro 222
abierto, pero Vhalla no vio ni rastro de tinta o pluma. Investigaba a la ligera o leía
simplemente por placer, a juzgar por su falta de material para tomar notas.

Los ojos oscuros se elevaron lentamente y se congelaron al verla. Esos ojos


que brillaban y estaban maravillosamente iluminados por el fuego. Al otro lado
del mundo y todo el tiempo que había pasado entre ellos, esos ojos aún podían
mantenerla en su lugar.

—Aldrik…

—Vhalla…

—Adelante —animó ella en voz baja.

—¿Te divertiste en la ciudad? —preguntó finalmente.

—Sí. —Vhalla asintió y observó las llamas parpadear y bailar sobre la


chimenea de mármol. La llamarada no crepitaba con combustible, y el fuego se
sentía más cálido sabiendo que era de él.

—Me alegro. —Aldrik volvió a su libro.

¿Eso era todo? No, ella dio un paso adelante. Eso no podía ser todo. No
podían fingir salir de este callejón sin salida. No podía dejar que el día se
desvaneciera de una manera que ensanchara la brecha que se había formado
entre ellos desde su llegada a Norin.

Vhalla cruzó la distancia entre ellos y se arrodilló a sus pies.

—Vhalla… —Él suspiró cansado.

—Escucha. —Se reclinó en la silla, claramente no le divertía ser


interrumpido por ella una vez más—. Escucha, por favor. Si me escuchas,
escucharé lo que necesites decir, te lo prometo.

Aldrik le indicó que continuara.

—Necesito que sepas que confío en ti. —Vhalla miró el libro que tenía en el
regazo mientras ella hablaba, como si la mera visión pudiera brindarle apoyo—.
Sé que no estoy bien versada en interactuar con la sociedad con la que nuestro
matrimonio requerirá que interactúe. Y sé muy bien cómo eso puede hacer un
lío. La verdad es, Aldrik, que no me importan las costumbres de la nobleza.

Él estaba a punto de intervenir, pero ella continuó demasiado rápido.

—Pero me preocupo por ti. —Por una vez, Vhalla lo atravesó con una
mirada. Sintió esa estimulante sensación de mirarlo directamente y ver sus 223
mecanismos internos—. Yo soy el viento, Aldrik, pero tú eres el punto en la
brújula hacia el que mis pasiones se dirigen. Y aprenderé a ser perfecta para ti.

Vhalla se movió, sus piernas se durmieron debajo de ella. Aldrik puso


ambos pies en el suelo, moviendo el libro. La invitación tácita fue aceptada y
Vhalla apoyó la mejilla en su muslo. Sus largos dedos se entrelazaron a través de
su cabello, y Vhalla no pudo detener el suspiro de satisfacción que escapó de sus
labios.

—No quiero algo perfecto —pronunció Aldrik—. Nunca seré perfecto, y


nunca mereceré algo perfecto.

—Pero puedo intentarlo.

—¿Por qué? —Se rio profundamente—. Vhalla, siempre tendremos


nuestras peleas; incluso las mejores parejas las tienen. Lo que me importa es que
vengas a mí y yo vaya a ti. Que abrazamos el amor más que el odio.

—Todos a mi alrededor están tan filosóficos hoy. —Meneó la cabeza,


divertida.

—Mi Vhalla. —La larga pausa hizo que sus ojos se abrieran. Aldrik libró
una guerra mental con el fuego, las llamas parpadearon y se apagaron unas
cuantas veces—. Moví algunas tropas. Las fronteras recibirán más apoyo.
—¿Cómo? —Vhalla se enderezó.

—Cedí la defensa que quedaba aquí en Norin para nuestra boda.

—Pero…

—La ciudad seguirá estando defendida —insertó la respuesta antes de que


se pudiera formular la pregunta—. Pero no habrá extra. Cuanto más lo pensaba,
más sentía que tenías razón. Victor atacará desde el sur y continuará impulsando
su línea de influencia antes de intentar saltar directamente a Norin. Desgastará
nuestras fuerzas mientras nos casamos. Así que quizás podamos darle una
pequeña sorpresa con la nueva colocación de la fuerza.

—Aldrik… —Luchó por encontrar las palabras.

—Marcharemos poco después de la boda. —Un destello de desesperación


apareció en sus ojos, uno que ella nunca había notado antes—. Ya le he enviado
un mensaje a la madre de la princesa, suplicándole que tenga a sus guerreros
esperándonos en las Encrucijadas. Terminaremos esta guerra lo suficientemente
pronto.

»Pero primero. —Tomó sus manos entre las de ella, inclinándose hacia
adelante—. Mi Vhalla, mi señora, mi amor, por favor cásate conmigo como es 224
debido. No por la apariencia de los nobles o la guerra. Cásate conmigo porque…
—Aldrik apartó la mirada y Vhalla juró que era solo el rojo del fuego lo que teñía
sus mejillas—. Porque yo quiero una boda adecuada para nosotros.

Fue entonces cuando se dio cuenta de lo tonta que había sido. Ciertamente,
la política era un factor, pero Aldrik realmente lo quería. Más que nada, quería
una ceremonia, y claramente estaba haciendo todo lo posible para apaciguarla lo
suficiente como para ganarse su consentimiento.

—Lo siento, Aldrik.

—Dime, ¿qué más puedo hacer para tranquilizarte? Si quieres un vestido


rojo, así será, pero no podemos hacerlo por una mejor razón que…

—No se trata de colores de vestidos. —Ella rio débilmente—. Lo siento,


nunca me di cuenta de lo mucho que significaba para ti.

Los labios de Aldrik se separaron con sorpresa y sus cejas se relajaron.


Aldrik miró hacia otro lado, repentinamente tímido. Con solo las yemas de sus
dedos, dirigió su atención de regreso a ella.

Pero Vhalla estaba hambrienta de algo más que su atención. Sus labios se
encontraron con los de él antes de que pudieran intercambiar más palabras. Un
gruñido bajo retumbó por su garganta, un sonido con el que ella armonizaba,
lleno de anhelo. Vhalla se puso de pie lentamente, prolongando el beso tanto
como le fue posible.

—Ven —susurró ella sobre los labios de él.

—Vhalla… —Su voz era baja y peligrosa de una manera que le debilitó las
rodillas.

—Ven —repitió, guiándolo con un tirón en sus manos.

El libro cayó del regazo del Emperador cuando se levantó para recibirla.
Puede que fuera la primera vez en su vida que Vhalla dejaba caer un libro sin
comprobar frenéticamente si había alguna página doblada. Los brazos de Aldrik
la presionaron contra él. Un beso, un paso, y se dirigieron hacia el dormitorio.

Eran perfectamente imperfectos. Vhalla sabía que volverían a pelear. Sabía


que el fuego y el aire tenían tendencia a arder. Pero ella no lo aceptaría de ser
diferente. Por esta noche, ella suplicaría por sus llamas.

225
Vhalla se dio la vuelta, buscando a tientas en la mesita de noche. Sus dedos
buscaban algo de madera, redondo y más pesado que el resto. Se alejó rodando
y ella se estiró con un gemido.

—¿Algún problema? —Aldrik se movió, aflojando su agarre en su cintura.

Tomando uno de los viales, Vhalla inspeccionó su falta de tapón y lo arrojó


a un lado con un ruido sordo.

—No tendría un problema si la mitad de estos no estuvieran vacíos —


murmuró—. ¿Por qué siguen aquí?

—Realmente no podemos descartar tantos sin levantar sospechas.

—Eres un Portador de Fuego. —Vhalla puso los ojos en blanco, aunque no


podía ver su rostro en la tenue luz de la habitación—. Quémalos. 226
—Tú y tu lógica. —Aldrik finalmente renunció a la idea tácita de volver a
dormir y se incorporó, quemando cada vial vacío que ella arrojaba al aire. Vhalla
esparció las cenizas con una ráfaga de viento.

El Elixir de Luna había sido algo que Elecia estaba demasiado preparada
para proporcionar desde los eventos de la noche en las Encrucijadas. A los ojos
de la corte, todavía estaban desempeñando el papel de correctos futuros marido
y mujer, manteniendo sus dormitorios separados hasta su boda. Pero la mayoría
de las veces, Jax se asignaba el turno de noche, un turno que se aseguraba de que
estuviera programado hasta altas horas de la mañana. Aún más misterioso era el
hecho de que no se aparecía la mitad de las veces, lo cual era notado sin
comentarios.

Tragando el asqueroso líquido de un rápido trago, Vhalla arrojó el frasco


con una mueca. Explotó en un estallido final de llamas antes de golpear el suelo.
Apenas tuvo tiempo de esparcir sus restos cuando un brazo la atrajo hacia un
hombre muy desnudo.

—¿Estás contenta? —tarareó él. Su voz era profunda y ronca por el sueño.

—¿Con qué?

—Con todo.
Vhalla pensó durante un largo momento antes de responder, como era su
ritual matutino.

—Tan contenta como puedo estar hasta que terminemos con nuestra boda
y podamos marchar una vez más.

—Pronto. —Él acarició la base de su cuello, sus labios rozando lo que debía
ser el inicio de un moretón—. Dime cómo se ve.

—Mi respuesta fue no anoche y sigue siendo no esta mañana. —Vhalla se


rio de forma entrecortada por la manera en que el rastrojo de él se frotaba contra
su barbilla.

—Lo veré mañana. —Estaba haciendo todo lo posible por convencerla de


que revelara los detalles de su vestido de novia. Y si las juergas de la noche
anterior no lo lograron, entonces sus besos de la mañana ciertamente no lo harían.

—Sí, lo verás. —Vhalla se movió debajo de él y se liberó.

—Testaruda. —Rodó sobre su espalda con una pequeña sonrisa.

—Así me amas.

Vhalla fue la primera en escapar de la cama, lo que puso fin a su huida del 227
mundo.

Después de su pequeña pelea por su boda, habían descubierto que sin


importar cuán sombrío fuera el mundo, si querían sobrevivir, tenían que saborear
las cosas que les daban alegría. Así que cada mañana se despertaban y fingían
que no eran más que dos amantes disfrutando del amanecer. Vhalla se había
sentido culpable al principio. Pero los hacía más fuertes como unidad y los ponía
en un mejor lugar para liderar a su gente.

La segunda parte de su nuevo ritual matutino consistía en repasar las cartas


y notas que se multiplicaban en la noche mientras dormían. Se alternaban
leyéndolas en voz alta durante el desayuno, una vez más solo ellos dos, y
decidían juntos cuál era su posición en los asuntos. Al mismo tiempo, Vhalla
repasaba sus notas del consejo del día anterior. Ahora mantenían
correspondencia regular con Sehra, lo que le daba a Vhalla la esperanza de que
su apoyo del Norte llegaría a tiempo.

Sus esfuerzos por utilizar más sonrisas silenciosas en medio de los nobles
estaban dando sus frutos. Ella gastaba su pluma con notas sobre qué discutir con
Aldrik en privado. Este hábito no le impedía interponer sus pensamientos en esas
discusiones públicas, pero estaba mejorando sus relaciones diplomáticas.
También descubrió que le ayudaba a organizar mejor sus pensamientos, de modo
que cuando hablaba lo hacía con más tacto.

Aldrik había comenzado a hacer lo mismo, lo que la sorprendió y les ayudó


a presentar un frente unificado en todos los asuntos. El primer comentario de
elogio había llegado a través de Elecia, diciendo que Vhalla parecía más reflexiva
en las reuniones.

Pero el tiempo que Vhalla podía dedicar a las reuniones se había ido
acortando a medida que Lilo y Tina empezaban a alborotarse más con los
preparativos de la boda. Se frustraban en más de una ocasión por su falta de
opinión, pero Vhalla les decía que estaba contenta con hacer las cosas a la manera
tradicional del Oeste. Lo que más le importaba a Vhalla era que ella y Aldrik se
casaban, que Aldrik estaba contento y que podían seguir adelante para pelear su
guerra.

No obstante, para lo poco que le había importado, Vhalla todavía se


despertó el día de su boda con una pequeña familia de mariposas en el estómago.
La música se elevaba desde las calles y las fiestas comenzaron mucho antes de la
ceremonia. Vhalla se despertó sola para que no hubiera riesgo de que el equipo
de preparación de la boda la encontrara en la cama de Aldrik; realmente se estaba 228
cansando de esa fachada.

Fritz le hizo compañía durante todo el día y Elecia hizo de mensajera entre
las habitaciones de Vhalla y Aldrik. Vhalla preguntó qué estaba haciendo Aldrik
mientras ella se preparaba; estaba segura de que a él no le estaban empolvando
el rostro diez veces. Elecia le informó con un dramático giro de ojos que Aldrik
tenía la misión de pasearse por la habitación hasta que sus zapatos tuvieran que
ser reemplazados.

La boda estaba fijada para el mediodía, cuando el sol estaría en su cúspide,


lo que dejaba poco tiempo para nada más. Mientras al vestido de Vhalla le daban
los últimos retoques alrededor del dobladillo y los últimos adornos le estaban
siendo cosidos, sus futuras tías la agraciaron con su presencia. Tina miró a Vhalla
de arriba abajo, dando su silenciosa aprobación.

—Pareces una Emperatriz Solaris —dijo finalmente.

—Así es cómo se supone que debo lucir, ¿no? —Vhalla pasó las manos por
la falda. Sedas doradas se envolvían a la moda del Sur debajo de una chaqueta
de estilo más del Oeste que iba desde sus caderas hasta su cuello, cubriendo sus
hombros.

—Lo es.
—Tenemos algo para ti. —Había una extraña mezcla de emoción y tristeza
en la voz de Lilo—. Sin embargo, es de color plateado, sobre el dorado imperial.

La mujer mayor le indicó a un sirviente que trajera una caja de tamaño


mediano. Vhalla observó con curiosidad que rápidamente se convirtió en
asombro cuando se abrió para revelar una de las coronas más hermosas que
jamás había visto. Los rubíes en forma de diamante colgaban de delicados arcos
puntiagudos que se elevaban desde la base de la corona. El trabajo en plata
alrededor de la frente parecía más encaje que metal. Era delicada, femenina,
hermosa y fuerte en igual medida.

—Ella habría querido que la tuvieras. —El tono normalmente duro de Tina
también se había suavizado—. Fiera no era de las que cambiaban quién era.
Incluso cuando se casó con un Emperador del Sur, quiso una corona de plata.

—Entonces, esta corona realmente es… —Vhalla miró entre las mujeres en
estado de shock.

—De nuestra hermana, la madre de Aldrik. —Vhalla nunca había visto una
sonrisa más alegre y desgarradora que la que Lilo llevaba en los labios—. Ella era
la Emperatriz que este reino necesitaba, si tan solo hubiera vivido para cumplir
ese papel. 229
—Pero ella nos dio a Aldrik. Y con suerte él nos ha traído una Emperatriz
que será digna de alzar la corona de mi hermana. —Las palabras de Tina dejaban
pocas dudas sobre lo que realmente pensaba de Vhalla.

—Lo seré —juró Vhalla.

—Bien. No esperaría menos. —La mujer mayor asintió con firmeza.

Finalmente, Vhalla y la corona fueron dejadas solas. Las tías de Aldrik


hablaron con ella un poco más, pero se fueron poco antes que el último sirviente.
Vhalla despidió toda la ayuda restante, prefiriendo la compañía de sus
pensamientos en sus momentos finales como mujer soltera. No era que estuviera
nerviosa por ella y Aldrik. El tiempo para tales cosas hace rato se había ido. Su
perfecta imperfección, esforzándose constantemente y presionándose
mutuamente para mejorar, sería la misión y la alegría de su vida… con o sin
coronas y votos.

El sonido de la puerta abriéndose de nuevo devolvió a Vhalla a la realidad.


Sus ojos se encontraron con un par casi idéntico a los suyos y Vhalla le dio a su
padre una pequeña sonrisa. Rex Yarl había sido vestido con la moda del Oeste,
pero estilizado con morados del Este. Ella tuvo que reprimir una risa alimentada
por los nervios al ver a su padre tan arreglado.
—Pajarita. —Abrió los brazos y Vhalla se acercó a él sin dudarlo para que
pudiera envolverla en un fuerte abrazo—. Estás hermosa.

—Gracias. —Su boca se había llenado de algodón y de repente estaba


aterrorizada de que olvidara sus votos—. Tú también estás bastante bien
arreglado, para ser un granjero del Este de baja cuna.

Compartieron una risa cómplice de lo que había sido usado contra ambos.

—Bueno, la hija de este granjero está a punto de casarse con un hombre


acorde con el estatus de ella.

El corazón de Vhalla amenazaba con explotar. En palabras de su padre,


Aldrik estaba compitiendo por ser digno de ella, no al revés. Se inclinó y lo besó
en la mejilla bien afeitada.

—¿Mamá estaba nerviosa? —susurró Vhalla. Sus padres no tenían nada


más que amor el uno por el otro; en la mente de Vhalla, no tenían nada que temer
de camino a su unión.

—Eso me lo dijo en el segundo en que habíamos dicho nuestros votos ante


la Madre. —Rex le ofreció el brazo a su hija—. Cada oportunidad que valga la
pena tomar te dará un poco de miedo. Eso significa que estás tomando un riesgo. 230
Y donde hay riesgo, hay recompensa.

Su padre la acompañó en un carruaje cerrado hasta la Catedral de la Madre.


Vhalla permaneció fuera de la vista de las miradas indiscretas del público. Su
mano nunca dejó la de su padre mientras su corazón amenazaba con ahogarla;
se sentía como si latiera en la garganta en lugar de su pecho.

Vhalla esperó en una pequeña antecámara con su padre. Podía escuchar la


conversación de la gente a través de las puertas doradas frente a ella amortiguada
como si estuviera a un mundo de distancia. Estaba a punto de cruzar el umbral a
un lugar que pensó que nunca vería, para estar con un hombre al que nunca
debería haber conocido, para convertirse en alguien que nunca estuvo destinada
a ser. La habitación se acalló y la voz de Lord Ophain retumbó a través del
silencio que siguió.

Respiró hondo cuando las puertas se abrieron ante ella y Vhalla no miró a
ningún lado más que hacia adelante. Su mano agarraba el codo de su padre con
tanta fuerza que tendría que disculparse por los moretones más tarde. Pero por
ahora, solo se centraría en ser la Emperatriz que la gente necesitaba. El amor, la
guerra, la vida eran una serie de campos de batalla unidos con el coraje de
marchar hacia adelante.
Una escultura de la Madre extendiendo sus brazos, sosteniendo un fuego
gigante que iluminaba toda la habitación, dominaba el centro de la cúpula sobre
ellos. Hombres y mujeres llenaban el gran salón, bloqueando las imágenes del
Padre representadas en la parte inferior de la habitación, que mostraban cómo
anhelaba a la Madre de arriba. Vhalla caminó hacia un espacio circular de
mármol donde Lord Ophain esperaba junto a una Anciana encapuchada.

Aldrik entró desde el otro lado de la habitación, descendiendo una gran


escalera desde el techo abovedado. El fuego brilló con más fuerza cuando hizo su
entrada, formando un arco a su alrededor como si los dioses lo hubieran elegido
para ser su líder.

Los hombres y mujeres que estaban sentados en las gradas de madera a lo


largo del exterior de la habitación murmuraron. Sus susurros viajaron sin
obstáculos en el viento hasta sus oídos. ¿Cómo se atreve esta plebeya del Este a casarse
con su Emperador? Una sonrisa se talló en los labios de Vhalla. Los dejaría tener
sus palabras. Sin importar lo que ella hiciera, hablarían. Este día era de ella y de
Aldrik, y ni siquiera iba a dejar que los pensamientos de los demás la
preocuparan.

El Emperador hizo una pausa durante medio aliento cuando sus ojos se 231
encontraron. Era un reconocimiento silencioso del precipicio sobre el que se
encontraban. Eran la pareja más improbable que había recorrido un camino
extraordinariamente poco convencional.

Vhalla quería correr hacia él.

Se encontraron ante Lord Ophain y la Anciana, imágenes idénticas el uno


del otro. El vestido de Vhalla era dorado, adornado y bordado con soles en
blanco. La ropa de Aldrik era blanca, forrada de dorado a lo largo de sus
pantalones y en la parte superior de sus grandes mangas empuñadas.

No vestía ni una pizca de negro, aparte de su cabello azabache. Por primera


vez, Vhalla se dio cuenta de que vestirse de blanco no parecía un signo de derrota.
No parecía un color que hubiera usado para apaciguar a su padre. No parecía
algo que se estuviera obligando a hacer por su gente. Para él era tan natural como
la réplica de la corona del sol en su cabeza.

Su padre extendió su mano y la palma de Vhalla prácticamente saltó para


encontrarse con la de Aldrik. Sus dedos se engancharon alrededor de los suyos,
y él medio tiró de ella un paso. En una completa falta de reglas, Aldrik se llevó
sus nudillos a sus labios, dándole una sonrisa de satisfacción mientras sorprendía
a la corte. El resto del mundo se desvaneció por un dichoso momento y Vhalla
saboreó el hecho de que de hecho se iba a casar con el hombre que tanto había
reclamado su corazón.

Lord Ophain se aclaró la garganta suavemente, devolviéndolos a ambos a


la realidad. La multitud tenía miradas de sorpresa, acompañadas de susurros.
Vhalla dio la más pequeña de las sonrisas cuando sus ojos se posaron en Fritz y
él se arriesgó a romperse la muñeca con su frenético saludo no tan sutil.

—Fue aquí, en este lugar, donde nuestro último Emperador se casó con
nuestra princesa, mi hermana —comenzó Lord Ophain sus comentarios de
apertura, dirigiéndose a la multitud—. El Oeste vive en la sangre del Imperio, y
nuestro Emperador es uno de los nuestros. Y, aunque desagradables
acontecimientos lo han llevado a ser nuestro Emperador tan joven, las
circunstancias de este mundo lo han llevado al más sagrado de nuestros salones
para otra unión Imperial.

»Hace mucho que soy testigo de las líneas que conectan a nuestro
Emperador, Aldrik Ci’Dan Solaris, con Lady Vhalla Yarl. —El enfoque de Lord
Ophain se centró en ellos y solo en ellos. Sacó un pergamino del bolsillo de su
chaqueta para enfatizarlo—. Es con la bendición del Oeste, del Este y del Norte
que esta unión será la base sobre la cual se podrá reconstruir un armonioso 232
Imperio Solaris.

Vhalla siguió la dirección del asentimiento de Lord Ophain. Za y Sehra


devolvieron el movimiento. Lo habían logrado. El reconocimiento no pasó
desapercibido para los otros nobles en la habitación y Vhalla contuvo un suspiro
de alivio.

—Hace eones —comenzó a hablar la Anciana principal—, el Padre vivía en


una tierra de noche eterna. Fue en esa oscuridad donde conoció a la Madre. Ella
era una estrella brillante, un punto de luz que atravesaba la noche como una
espada de ley y orden. Fue con su deslumbrante resplandor que trajo el día.

La Anciana levantó sus manos arrugadas y los fuegos que se cernían sobre
ella ardieron aún más.

—La Madre no podía vivir con el Padre en ese mundo de noche y él no


podía vivir en su mundo de día. —La Anciana dejó caer las manos y señaló el
suelo de piedra debajo de ellos—. Entonces empezaron a girar en una danza
eterna, una en la que podían mirarse desde el principio y hasta el final de los días.
En esta danza nacieron sus hijos y los primeros hombres caminaron sobre la
nueva tierra.
»La Madre vela por nuestras vidas, brindándonos vida y alegría. El Padre
vela por nuestra atemporalidad, cuidando que estemos a salvo en las tierras del
más allá. —La Anciana sacó una larga cinta roja del interior de su manga—.
Desde nuestros nacimientos hasta nuestras muertes, estamos sujetos a los planes
que ellos han trazado. Caminamos por las líneas rojas que ellos nos han dado.

Vhalla resistió el impulso de moverse incómoda. Se preguntó qué le diría la


Anciana a alguien que había cambiado su destino. O si la misma idea de que el
destino podía incluso ser cambiado fuera una blasfemia. Vhalla se preguntó si
quizás, solo quizás, Vi se había equivocado desde el principio. Si todo había sido
como dijo Ophain, las líneas rojas del destino que había trazado la Madre.
Después de todo, ¿quién podría cambiar las cosas, como el tiempo, el destino y el futuro,
aparte de la propia Madre?

—Con esto, no nos corresponde a nosotros cuestionar a los que están


llamados el uno al otro, así como ya no nos corresponde cuestionar a los llamados
a la grandeza. Hacerlo sería una afrenta a lo divino. —La voz de la Anciana era
poderosa en su fragilidad—. Desde lo más alto de la nobleza hasta lo más bajo de
los plebeyos, no somos diferentes a los ojos de la Madre. Todos somos hilos en el
mismo gran tejido.
233
La Anciana dio un paso adelante. Con dedos nudosos, venas púrpuras
como telarañas bajo la fina piel de sus dorsos, envolvió la cinta roja alrededor de
las manos extendidas de Vhalla y Aldrik.

—Vhalla Yarl. —La Anciana sin rostro se giró hacia ella—. Que la Madre te
bendiga con la grandeza de su calor. —Envolvió la cinta de nuevo y se giró hacia
Aldrik—. Aldrik Ci’Dan Solaris, que el Padre te bendiga con su propósito.

La Anciana continuó de esta manera, uniendo sus manos después de cada


bendición. La Madre debía darle a Vhalla belleza, bondad y muchos herederos.
El Padre debía darle a Aldrik fuerza, determinación y previsión. Vhalla tenía la
clara sensación de que él estaba consiguiendo la mejor parte del trato, pero se
mordió la lengua. Habían practicado la ceremonia tantas veces que ella sabía
cada etapa de lo que se avecinaba.

—Vhalla Yarl, ¿qué le prometes a tu Emperador?

—Seré tuya —dijo con cruda y delicada seriedad—. Te seré fiel. Seré tuya
desde este día y todos los días hasta la eternidad.

—¿Aldrik Ci’Dan Solaris?

—Seré tuyo —respondió Aldrik. Los ojos de Vhalla se abrieron un poco. Se


había salido del guion. Fue leve, y rápidamente volvió a las palabras esperadas,
pero había estado ahí. Él se había ofrecido tanto a ella como ella a él. Fue una
declaración sutil, pero una declaración de todos modos—. Te defenderé. Te
protegeré. Te mantendré como mía, como mi Emperatriz.

—Estos votos han sido dichos ante Dioses y hombres —continuó la


Anciana, como si la modificación de Aldrik ni siquiera hubiera sucedido—. Que
nunca sean rotos y que estos dos nunca resulten infieles a las palabras que han
sido dichas.

»Si la Madre de arriba bendice esta unión, que toque a esta pareja con su
llama. Si el Padre de arriba bendice esta unión, que las llamas de la Madre dejen
su piel intacta. —La Bruja levantó las manos.

Una llama dorada se encendió en la parte inferior de la cinta envuelta


alrededor de sus manos. Vhalla sostuvo la mano de Aldrik con fuerza. Sus dedos
ya tenían cicatrices de quemaduras, y podía soportar el dolor por el bien de la
formalidad.

Pero el fuego no la quemó. Consumió la cinta, pero solo lamió levemente su


piel. Era magia verdadera, un tipo que nunca había visto.

—Con esta señal de los mismos Dioses, ahora están unidos como uno, 234
marido y mujer. Que su vida y su reinado sean de luz —anunció la Anciana.

Y así como así, estaba hecho. La multitud estalló en feroces aplausos y


Vhalla parpadeó como si volviera de un trance. Incluso si fuera solo por las
apariencias, las masas parecían felices. Celebraban. Y, en ese momento, Vhalla
también se permitió fingir que el mundo no estaba en guerra. Que no marcharían
al amanecer.

—Vhalla, arrodíllate —susurró Aldrik.

Tragó con fuerza y se ajustó la falda. Cayendo de la manera más elegante


posible sobre una rodilla, de repente se sintió más nerviosa que en todo el día.
Aldrik le soltó la mano lentamente, asegurándose de que estuviera estable, antes
de girarse hacia su tío.

La caja que sostenía Lord Ophain no era una sorpresa para Vhalla. Pero, a
juzgar por la expresión del rostro de Aldrik, era una sorpresa para él. Sus manos
se detuvieron, flotando en el aire justo antes de abrir la caja.

—Tío… —suspiró él

—Ella lo habría querido —insistió el lord.


Los largos dedos de Aldrik recorrieron la parte superior de la caja antes de
posarse en el pestillo y abrirla. Metiendo la mano, sacó la misma corona brillante
que Vhalla había visto antes. Claramente, algunos de los nobles la reconocieron
y estaban demasiado ansiosos por contarles a sus amigos en las inmediaciones
todo sobre la importante historia de la reliquia.

—Lady Vhalla Ya… —Él se contuvo—. Lady Vhalla Solaris.

Escuchar su nuevo apellido era una sensación bastante extraña, pero


maravillosa.

—Esposa del Emperador, nacida plebeya y nombrada noble. —Aldrik bajó


la corona sobre su frente expectante. En el momento en que sus dedos
desaparecieron, sintió el peso de esta sobre su cabeza—. Levántate y párate
conmigo… como la Emperatriz Solaris.

Y así, el mundo cambió. Aldrik extendió ambas manos ante ella y la ayudó
a levantarse. Vhalla se puso de pie, no como una bibliotecaria plebeya, una
soldado, una hechicera o una dama, sino como una Emperatriz.

Si los vítores por su boda habían sido fuertes, los vítores por su coronación
eran casi ensordecedores. Era como si la gente realmente creyera que, al volver a 235
tener una familia real completa, tenían una mejor oportunidad contra el loco en
el Sur.

—Mi Emperatriz. —Aldrik apretó sus manos con fuerza, una sonrisa
radiante amenazando con romper su entrenado decoro—. Asciende conmigo.

Vhalla caminó a su lado en las escaleras por las que él había bajado antes.
Ella sostuvo sus faldas con una mano, la mano de él en la otra. Estaba
aterrorizada pero esperanzada. Y todo lo que quería era a él.

La puerta en la parte superior del balcón se cerró detrás de ellos y el sonido


rompió su trance. Vhalla se encontró en un pasillo con poca luz, a solas con el
hombre que ahora era su esposo. No había palabras para la alegría y el triunfo.
Vhalla se deshizo de todo el decoro necesario y empujó al Emperador contra la
puerta.

Su boca chocó con la de él y los brazos de Aldrik se cerraron alrededor de


su cintura. Lo habían hecho. A pesar de todo, se habían encontrado uno al otro.
Él sabía a pura euforia y a algo mucho más dulce, algo que ella no se había
atrevido ni siquiera a respirar durante un buen tiempo: esperanza.
—Entooonces —dijo Jax arrastrando la palabra desde el final del pasillo—.
¿Ustedes dos van a saltarse la fiesta?

Vhalla se apartó, sonriendo salvajemente. Ella todavía tenía la chaqueta de


él apretada en sus puños. Las manos de él estaban a mitad de camino bajo la capa
superior que ella usaba sobre sus faldas.

—¿Qué piensas, Emperatriz? —Aldrik inclinó la cabeza hacia un lado con


una pequeña sonrisa.

—Creo que somos nuestra propia fiesta.

Aldrik se rio y presionó sus labios contra los suyos. Vhalla le devolvió el
beso en serio. Aunque no pudo comprometerse completamente debido a la
sensación de los ojos de alguien más.
236
—Jax, ¿acaso tú… simplemente vas a quedarte ahí? —Ella volvió a caer
sobre sus talones.

—No todos los días puedes ver a tus soberanos montar un espectáculo
como dos adolescentes en calor. —Jax se apoyó contra la pared, con los brazos
cruzados sobre el pecho—. Ya que es en un lugar público, supuse que eso
significaba que no les importaban los espectadores. O tal vez finalmente
aceptarán mi oferta de un tercero.

—Oh, por la Madre. —Vhalla puso los ojos en blanco y finalmente se apartó
de su esposo—. Supongo que deberíamos irnos.

—Si es necesario. —Las mejillas de Aldrik tenían un leve sonrojo.

El resto de la realeza y lo más alto de la nobleza estaban esperándolos en


una pequeña antecámara. Tina y Lilo presionaron sus mejillas contra las de ella
en modestas muestras de afecto. Para el Oeste, sin embargo, eran exhibiciones
abiertas. Ophain también le dio la bienvenida a la familia.

Vhalla se distrajo momentáneamente con Aldrik y su padre compartiendo


un breve abrazo familiar. Él había perdido a su familia en el Sur, pero, a su
manera, ellos la estaban reconstruyendo de nuevo. Esperaba que su padre
pudiera ser alguien con quien Aldrik se sintiera cómodo.
Sus ojos se desviaron hacia susurros extranjeros. Za y Sehra estaban a unos
pasos lejos de todos los demás, hablando entre ellas.

Vhalla cruzó hacia ellas.

—Me alegra que pudieran venir.

—¿Lo haces? —preguntó la princesa pensativamente.

—Sí —afirmó ella—. Fue una demostración importante para el Imperio. —


Vhalla no se anduvo con rodeos. Sabía que la princesa no lo querría y ya no había
tiempo para eso.

—Parece que ya te estás adaptando a tu corona, Lady Emperatriz —elogió


Sehra.

—La corona tiene poco que ver con eso. Ya no me interesan las fachadas.
Quiero acción.

Aldrik se acercó, colocando la palma de su mano en la parte baja de su


espalda.

—Emperador Solaris. —Sehra inclinó levemente la cabeza, la mayor


sumisión que la chica había demostrado en su vida. 237
—Princesa Sehra. —Aldrik copió el movimiento—. ¿Cómo te pareció la
ceremonia?

—Larga e innecesariamente engorrosa, como encuentro que son la mayoría


de las cosas en el Sur. —Dio la más pequeña de las sonrisas—. Y una en la que
estoy muy contenta de no haberme visto obligada a ser protagonista.

Vhalla debería sentirse ofendida, pero lo encontró divertido.

—¿Te unes a nosotros en el carruaje? —preguntó mientras se dirigían a las


grandes puertas de la catedral.

—Pensaría que aquellos recién casados buscarían algún tiempo a solas —


tarareó la otra miembro de la realeza.

—Hemos tenido mucho tiempo para estar solos. Estoy mucho más
interesada en hablar contigo sobre el estado de los ejércitos del Norte y cualquier
estrategia que puedas tener para reclamar el Sur. —Vhalla reajustó su corona
cuando se abrieron las puertas de la catedral.

Perdieron la capacidad de conversar debido a los ensordecedores aplausos.


Los dedos de Aldrik permanecieron entrelazados con los de ella mientras la
pareja Imperial saludaba a las masas reunidas. Los Portadores de Fuego enviaban
lenguas de fuego hacia los cielos y los plebeyos agitaban banderines. Con el
mundo en su forma más hermosa y su mano en la de ella, por un segundo, fue
un sueño perfecto. Pero Vhalla aún tenía que ganarse su felices para siempre, si
es que había uno después de la larga marcha hacia el Sur.

Sehra y Za entraron primero en el carruaje y se sentaron mientras Vhalla y


Aldrik continuaban sonriendo y saludando. Za estaba incómoda con su arco y su
carcaj, herramientas que nunca abandonaban el costado de la guerrera. Vhalla y
Aldrik navegaron alrededor de ellas mientras tomaban asiento.

—Hemos reunido un ejército de tres mil guerreros de Norin y las ciudades


costeras a su alrededor —dijo Aldrik, sin perder tiempo en poner al día a Sehra
con los números más recientes—. Ese se unirá a otros mil quinientos de los
alrededores de las Encrucijadas y del Este.

—Entonces tendremos casi cinco mil en total —resumió Sehra con


gravedad. Era un número que agradaría a la mayoría de los estrategas. Pero los
ojos color esmeralda de la princesa aún tenían aplomo.

—¿Qué temes? —preguntó Vhalla.

—Estos hombres son novatos. Hemos pasado tanto tiempo usando a 238
nuestros mejores hombres para matarnos entre nosotros que ahora estamos
débiles ante una fuerza real —respondió Sehra—. La tierra tiembla ante la magia
de este hombre. Incluso en Yargen, los árboles se estremecen y gritan. Él está
ganando acceso a algo inmenso.

—Es por eso que nos moveremos tan rápido como podamos. —Vhalla miró
a Aldrik, quien asintió afirmativamente. Habían cumplido con sus obligaciones
para con los nobles y asegurado sus coronas y sus ejércitos—. Nuestro ejército
está listo para marchar en tres días.

—Mis guerreros llegarán a las Encrucijadas en cinco.

—Entonces perdóname, princesa, porque sé que acabas de llegar, pero te


pediré a ti y a Za que se adelanten y se encuentren con ellos. La nobleza del Oeste
se sentirá más cómoda si saben que la líder del ejército del Norte está presente
para mantenerlos bajo control.

—¿Crees que la gente de Shaldan necesita ser mantenida bajo control? —Za
frunció el ceño.

—No, yo…

—Paz, Za. —Sehra apoyó una mano en la rodilla de su guardia—. A ella le


preocupa la percepción, no la realidad. La gente del Sur aún teme nuestro poder.
Vhalla no corrigió a Sehra. Realmente temía que los lores del Oeste buscaran
cualquier motivo para entablar una pelea con las personas que habían sido sus
enemigos hace solo unos meses. Vhalla conocía a hombres y mujeres cuyos hijos
e hijas habían muerto en las campañas del Norte. Si Vhalla y Aldrik pudieran
enviar cartas por adelantado informándoles que el Norte tenía una comandante
nativa designada que se haría responsable por ellos, ayudaría a mantener la
cadena de mando simplificada y respetada.

—Descansaremos por dos días en las Encrucijadas para reponer los


suministros y descansar a los caballos —dijo Aldrik a nadie en particular.

—Entonces le diré a mi gente que esperen moverse en unas dos semanas —


razonó Sehra—. ¿Tienen planes para atravesar sus muros?

—¿Había uno de cristal en el Norte? —Vhalla frunció el ceño. Sehra


asintió—. ¿Como lo atravesaron?

—Usé el poder de Yargen —respondió Sehra, como si ese hecho fuera obvio.

Vhalla lo aceptó al pie de la letra. Cuando terminara la guerra, se aseguraría


de sentarse y aprender exactamente cuál era el poder de Yargen y cómo
funcionaba. 239
—Pero eso no funcionará en los Desechos. Está demasiado lejos de los
antiguos árboles.

—Ya veo. —Vhalla se ajustó la corona, el movimiento del carruaje


amenazaba con hacerla caer de su frente—. Aldrik, ¿alguien ha explorado hacia
el sur?

—Podemos enviar a alguien. Debería tomar… —se interrumpió cuando el


carruaje se detuvo repentinamente con un sonoro relincho.

—¡Contaminada! —Vhalla escuchó a alguien gritar—. ¡Ella está


contaminada!

Una conmoción se alzaba fuera del carruaje. Los cuatro adentro


compartieron una breve mirada antes de salir repentinamente por las puertas.
Vhalla apretó los puños, preparada para lo que fuera que estuviera a punto de
enfrentar.

Un grupo de personas bloqueaba el camino hacia el puente levadizo del


castillo. Rodeaban a un único caballo con su jinete. Los guardias surcaban el
puente levadizo con las espadas desenvainadas.
La jinete parecía haber recorrido un largo camino. Su cuerpo era frágil y su
ropa raída. Sus hombros se agitaban y sus manos temblaban. Los ojos de Vhalla
se detuvieron en las manos de la mujer. Las venas negras se hinchaban bajo la
piel, como si intentaran abrirse paso. Viejos cortes permanecían abiertos,
habiéndose vuelto crudos y correosos en lugar de sanar. La mujer levantó el
rostro. Lo que una vez fueron ojos del Sur se habían vuelto casi completamente
rojos.

—Lléven… —dijo con voz ronca—. Llévenme con Vhalla Yarl.

Había algo en la voz que cortó profundamente la conciencia de Vhalla. Algo


que le resultaba familiar de la manera más terrible. Para todos los demás, la mujer
parecía un monstruo contaminado. Las encías ennegrecidas separadas de unos
dientes alargados, los ojos rojos sangre y las manos nudosas… todo creaba una
imagen aterradora.

Pero Vhalla mentalmente frotó la sangre y la descomposición. Se imaginó


que los ojos de la mujer serían azules y su cuerpo más grueso. Se imaginó que su
cabello no estaba enmarañado y que, después de un lavado, sería rubio. Pero no
los tonos claros del rubio. Un tono más oscuro, uno que casi podría pasar por del
Este. 240
—Por el poder de la Madre, te aniquilaremos —proclamó audazmente un
guardia.

—¡Esperen! —Vhalla dio un paso adelante y la multitud se alejó de ella.

El calor se registró junto a ella cuando el fuego crepitó alrededor de los


puños de Aldrik.

—¿Qué quieres con Vhalla Yarl? —preguntó él a la familiar criatura.

Hubo una demora y la mujer contaminada se tambaleó. Parecía como si


estuviera a punto de hacer un esfuerzo por desmontar, pero se rindió a mitad de
camino. Su cuerpo cayó al camino debajo con un golpe sordo.

—Vhalla, detente. —Aldrik la agarró por la muñeca, impidiéndole correr


hacia la criatura boca abajo—. No te acerques.

—Es Tim. —Al menos, esperaba que lo fuera.

La conmoción relajó su mandíbula y Aldrik miró entre la mujer que sostenía


y la que estaba inmóvil en el suelo. Entrecerró los ojos, tratando de ver lo que ella
había visto. Vhalla no tenía tiempo para eso.
Arrancando su brazo del de Aldrik, corrió hacia la mujer boca abajo,
deteniéndose un paso fuera de su alcance. La contaminación era aún peor de
cerca. Parecía que lo mismo que mantenía unida a Tim se había vuelto rancio de
alguna manera y ahora su cuerpo se estaba desmoronando por dentro.

—¿Timanthia? —susurró Vhalla.

Nadie hizo ningún sonido.

La mujer luchó, jadeando por aire a través de encías sangrantes y saliva


negra. Medio gruñó, medio gritó, mientras trataba de hacer que su cuerpo se
moviera. Vhalla se arrodilló, oyendo los pasos de Aldrik detrás de ella.

—T-tomé. Tomé. De él. Yo vine. Por ti. —La voz de Tim crujía y sonaba
rasposa. Ella levantó un brazo débilmente.

Las manos de Vhalla se cerraron alrededor de algo de plata. Sintió los


grabados a lo largo del exterior del brazalete, familiares y casi cálidos al tacto.
Estaba rayado y maltratado. Pero era innegable que era la prenda que Larel le
había dado a Vhalla años atrás.

—Escúchalo. Escucha y ayúdalos —suplicó Tim. Se aferró las faldas de


Vhalla, parpadeando para apartar las lágrimas de sangre que le caían por las 241
mejillas—. Tómalo y mátame.

—¿No se puede hacer nada por ella? —le susurró Vhalla a nadie. Era
incapaz de apartar los ojos del rostro de la otra mujer. A la grotesca sombra que
había sido proyectada sobre lo que alguna vez fue belleza.

—Está demasiado ida —respondió Sehra.

Vhalla quería gritar. Tenía mil preguntas. ¿Cómo había llegado Tim a
Norin? ¿Por qué había venido? ¿Cómo había sobrevivido y qué había soportado?
Vhalla necesitaba horas para analizar toda la información contenida en la historia
de Tim. Y todo lo que ella le estaba dando a Vhalla era un brazalete. Vhalla giró
con cuidado el brazalete y se lo quitó mientras sujetaba firmemente la muñeca de
Tim.

—Lady Emperatriz, no creo que sea prudente… —comenzó a advertir el


guardia de mayor rango.

—No pregunté qué pensabas. —Se puso la joya en su propia muñeca y


lentamente volvió a poner el brazo de Tim en el costado de la mujer. Vhalla miró
el rostro en sufrimiento. Eso era lo que su tiempo les había costado.

Ellos estaban festejando, mientras su gente moría.


Vhalla acarició suavemente la mejilla de Tim, sin miedo a la contaminación
por cristales. La pena estaba siendo sofocada por la ira, por el dolor. Ella no
quería llorar. Quería acabar con todo, de una vez por todas. Quería ver que nunca
hubiera otro día, jamás, en el que se temiera a la contaminación por cristales.

—M-m-mata… —El labio inferior de Tim temblaba sobre sus dientes de


forma innatural.

—Tim, gracias. —La mano de Vhalla se movió para cubrir la boca de la


mujer—. Gracias.

Solo suficiente magia, solo lo suficiente para convertir sus adentros en líquido.
Para destrozar sus pulmones y desgarrar su corazón. El viento rugió bajo la piel
de Vhalla y se derramó en Tim. La mujer se estremeció y en el segundo en que su
cuello estalló, Vhalla retiró la palma.

Todos miraban mientras la Emperatriz se levantaba lentamente. Vhalla


apretó la mano en un puño, la sangre goteando entre sus dedos apretados. Vhalla
levantó la voz para que todos la escucharan.

—¡Marchamos al amanecer!
242
—Milady, el ejército no puede marchar al amanecer. —Uno de los
comandantes trató de alcanzarla mientras atravesaba el castillo—. Eso no es
suficiente tiempo.

—Encuentra tiempo —exigió Vhalla sin pedir disculpas.

—Necesitamos más suministros, los carros todavía se están empacando y…

—Lo esencial primero, todo lo demás en segundo lugar. El clima será


templado en el Oeste; ahora podemos dejar algo de la ropa de cama y recogerla
en las Encrucijadas de camino al Sur. Enviaremos un mensaje por adelantado con
lo que necesitamos. —Vhalla miró a la fiesta a su alrededor—. Tina, por favor
escribe a cada lord y lady del Oeste entre aquí y el Este exigiendo que envíen
suministros a la Encrucijada.

»Comandante… —Vhalla no sabía cómo se llamaba el hombre y no le


243
importaba lo suficiente como para esperar a que lo dijera—. Vaya con Lady Tina
y ayude a dar instrucciones sobre todo lo que podamos necesitar.

Cruzaron una serie de jardines interiores y regresaron a través de otros


pasillos antes de que Vhalla irrumpiera en los campos de entrenamiento. Levantó
la mano, imaginando que estaba enrollando una bola de viento en el centro. El
cielo chilló brevemente con el ruido del tornado invisible que ella creó, llamando
la atención de todos los soldados.

—Hombres y mujeres del Ejército de Solaris. —La mujer del vestido dorado,
la corona plateada y mano manchada de sangre captó su atención—. Durante
demasiado tiempo hemos estado en silencio. Durante demasiado tiempo hemos
hablado de prepararnos. Hemos practicado durante demasiado tiempo. Y no soy
la excepción.

Vhalla extendió su vestido, sin importarle la sangre que manchaba la tela


dorada. No esperaba tener tanta razón cuando le dijo a Aldrik que usaría la
sangre de sus súbditos.

—He cumplido con mis deberes como mujer noble a costa de mis deberes
como soldado.
Nunca pensó que se identificaría como soldado.

—Ya no más. —Vhalla no tenía idea de quién estaba detrás de ella,


escuchando sus palabras. Solo permaneció con la vista hacia adelante—. Mañana
cabalgaré al amanecer. Me dirijo a las Encrucijadas y al Sur. Marcharé para acabar
con el falso rey.

»Los lores me dicen que no hay tiempo suficiente, que no están listos. —
Vhalla extendió los brazos suplicando—. ¿Es eso cierto? ¿No están listos para
reclamar su Imperio?

Ellos objetaron con un rápido y poderoso:

—¡Sí!

—Bien. Vayan ahora y hagan lo que deban hacer para prepararse. ¡Solo
quiero a los mejores a mi lado!

Fue como si hubiese pateado un hormiguero. Los soldados comenzaron a


correr, organizándose rápidamente en sus propias filas. Los comandantes dieron
un paso adelante para ladrar órdenes rápidas.

Vhalla se giró. Aldrik estaba a su lado, su boca formaba una línea firme. 244
—Pongámonos ropa más ajustada para la guerra —sugirió él.

Su escape momentáneo de la creciente locura fue incuestionable, y


rápidamente ascendieron del caos a los que ahora eran sus aposentos. La mañana
de preparativos y nervios se había ido. En su estela llegó un propósito renovado.

—Aldrik —comenzó en cuanto se cerró la puerta—. Sé que probablemente


no lo apruebes.

—Vhalla…

—Pero nos hemos demorado lo suficiente. —Ella extendió sus manos.


Vhalla quería que él entendiera—. Estamos listos para esto. Sehra está lista. Cada
momento que esperamos es otra muerte.

—Vhalla…

—Sé que no puedes hablar en mi contra públicamente, pero aconséjame. No


voy a dar marcha atrás en esto, pero quiero saber cómo crees que deberíamos
hacerlo.

—Vhalla. —Tomó ambas de sus manos con firmeza y la hizo callar—. Te


apoyo.
Ella parpadeó.

—¿Me apoyas?

—No lo habría proclamado en la calle. Puede que haya presionado en


privado. —Aldrik negó con la cabeza—. Pero hemos hecho las cosas como quería.
Ahora eres Emperatriz, y tu palabra tiene tanto peso como la mía, públicamente.
Te dejaré liderar esta guerra.

—Ambos lo haremos —corrigió Vhalla—. No es tú ni yo, ahora somos


nosotros. Lo haremos, por nuestra gente.

—Ponte tu armadura —sugirió él mientras se separaban para vestirse—. Al


menos la cota de malla. Establecerá la mentalidad correcta.

—¿Me ayudas con esto? —preguntó Vhalla cuando estuvo a mitad de la


costura de su vestido.

Aldrik obedeció, riendo suavemente.

—No es así cómo imaginé que te sacaría el vestido el día de nuestra boda.

—Mi Emperador, habrá tiempo suficiente para tales cosas más adelante. —
Vhalla puso los ojos en blanco, buscando ropa lo suficientemente firme como 245
para pasar por debajo de su cota de malla. Vhalla se tomó un momento, mirando
el brazalete que Tim le había dado.

Lo tomé. De él. Escucha.

Vhalla se quedó quieta, tratando de entender a lo que realmente se había


referido la presencia de Tim. Sus emociones se calmaron y su mente dio vueltas.
Claramente había estado tratando de entregarle el brazalete a Vhalla. Escucha;
eso podría significar que Tim quería que Vhalla le prestara atención. A menos que
no fuera así.

Fue un borrón de la habitación, sin siquiera molestarse en ponerse los


zapatos.

—¡Vhalla! —gritó Aldrik tras ella, confundido.

Fritz había estado en la boda con Elecia, pero el castillo estaba ahora sumido
en un caos total. Aun así, tenía que empezar por algún lado, y parecía igual de
probable que si podía encontrar a uno de ellos encontraría al otro.

—¿Dónde está Elecia Ci’Dan? —exigió Vhalla a un guardia entre jadeos—.


¿La has visto?

—¿Milady?
—¿Elecia Ci’Dan? —repitió.

—No la he visto…

Vhalla murmuró una maldición en voz baja y se dirigió a la habitación de


la mujer del Oeste. No estaban allí, y tampoco en la de Fritz. Vhalla finalmente
los encontró en el campo de entrenamiento ayudando a organizarse y prepararse.

—¡Fritz! —Vhalla prácticamente abordó al hombre mientras trataba de


sacarlo de una corriente de gente que caminaba en la dirección opuesta.

—¿Vhal? Vhal, ¿qué? —Fritz se tambaleó y se enderezó—. ¿Estás bien?


Escuché lo que pasó y…

—Tenemos que escucharlo. —Vhalla levantó el brazalete.

—¿Eso es…? —Fritz lo reconoció al instante, pero no lo creyó.

—Lo es —insistió.

—¿Cómo puedes estar segura? —Todavía parecía escéptico.

—Sé una de forma en que podemos averiguarlo. —Vhalla puso el brazalete


en las manos de Fritz—. Tenemos que escucharlo de nuevo.
246
—Nada habrá cambiado.

—Fritz, por favor —suplicó Vhalla.

Finalmente accedió, y fueron a la habitación de invitados vacía más cercana,


robando el lavatorio del interior. Aldrik los alcanzó en el camino y Vhalla ofreció
una breve explicación sobre la importancia de la pieza.

—Puede que esta no sea la mejor de las ideas. —El Emperador se sintió
repentinamente incómodo cuando Fritz colocó el brazalete en el agua—. Puede
ser de Victor. Podría haber magia dentro de él que se activará cuando sea
manipulado.

—No —insistió Vhalla—. Si Victor iba a atacarme con él, lo habría hecho
cuando mi mano entró en contacto con él por primera vez. Sé cómo se sienten los
cristales y eso no se siente como magia de cristal.

Sin embargo, si una de las dos teorías de Vhalla era correcta, podrían
escuchar la voz de Victor.

—Estará bien. —Las palabras de Fritz fueron más valientes y seguras de lo


que parecía—. Larel nunca me haría daño.
Antes de que pudieran plantearse más objeciones, metió los dedos en el
cuenco. El agua se agitó y todos contuvieron la respiración mientras Fritz extraía
las palabras del recipiente. Escucha, ese había sido el último deseo de Tim. Vhalla
se preparó para lo que estaba a punto de escuchar.

Primero, una voz familiar llenó la habitación. Fue lo mismo que Vhalla y
Fritz habían escuchado hacía una eternidad. Las palabras de aliento y esperanza
de Larel resonaron en la habitación y los dedos de Aldrik se deslizaron entre los
de ella. Él nunca había escuchado el mensaje, y Vhalla observó con el rabillo del
ojo mientras Aldrik escuchaba las despedidas de su primer amigo verdadero.

Las últimas palabras se desvanecieron y siguió el silencio. Justo cuando


Fritz estaba a punto de sacar sus manos del agua, una nueva voz comenzó a
hablar. Vhalla se había preparado para escuchar la loca voz de un hombre ebrio
de magia de cristal. Pero lo que escuchó en cambio fue más difícil de procesar.

—Vhalla, si estás escuchando esto, entonces Tim lo logró. —La voz de


Grahm hizo eco a través del agua. Era débil y diminuta, susurrada como si sus
labios estuvieran rozando el brazalete cuando grabó su apresurado mensaje—.
Tim, ella… ellos… le hicieron cosas. Cualquiera con un ala se encuentra con ese
destino, o peor. Intentamos sacarla, pero estaba perdida, se ofreció como 247
voluntaria. Quería hacerte llegar nuestro mensaje antes de que dejaras Norin.

»Hemos escuchado noticias de que serás nuestra Emperatriz. Tú y nuestro


Emperador resucitaron de entre los muertos; eres la única que puede detenerlo
ahora. Lo has desafiado una vez; puedes enseñarnos a todos cómo hacerlo.

La culpa abrumaba su corazón. Su resurrección percibida estaba dando a la


gente del Sur una falsa esperanza. Ella no era su salvadora. Ella había sido quien
los había condenado desde el principio.

—Hemos desarrollado una red de los Ala Plateada, ahora somos muchos.
Te ayudaremos cuando llegue el momento. Podríamos sacar gente de
contrabando, pero nuestras rutas se han ido cerrando lentamente. Lo mejor que
podemos ofrecerte sería una forma de entrar. —El discurso de Grahm comenzó
a acelerarse. El hombre vertió palabras frenéticamente en el recipiente—. Cuando
vengas, talla un ala en el cielo. Lo sabremos. Bajaremos la guardia a toda costa
para que puedas entrar. Si…

La voz de Grahm se quebró y dijo con voz ronca.

—Si queda alguno de nosotros. —Respiró hondo y temblorosamente—.


Este lugar, no es lo que recuerdas. Es una ciudad de corrupción, muerte y cristal.
Ten cuidado y-y…
Hubo una pausa final. Tanto tiempo Vhalla se preocupó de que de alguna
manera lo habían atrapado y nunca pudo terminar su apasionada súplica.

—Y si… si Fritz todavía está contigo… si está ahí. Fritz, por la Madre. Estoy
haciendo todo lo que puedo. Dime que está bien. Dime que mis sueños no son
mentiras. Porque todavía… todavía puedo soñar.

El agua se detuvo y reflejó al trío inmóvil de pie alrededor del plato. Fritz
hizo un ruido ahogado y dejó caer el rostro entre sus palmas mojadas. Vhalla fue
a su lado apresuradamente, agarrándolo, sosteniéndolo mientras sus rodillas se
debilitaban. Sus sollozos le quemaron los ojos y desgarraron los fragmentos
restantes de su corazón.

—Vh-Vhal, debemos ir a él.

—Lo haremos —lo tranquilizó, frotando la espalda de su amigo.

—¡Suena tan asustado! —Fritz enterró su rostro donde su cuello se


encontraba con su hombro.

—Lo sé. —Vhalla respiró hondo—. Pero también es fuerte. Igual que tú.
Estaremos con él al otro lado de esto.
248
Sus palabras pueden haber sido mentiras. Vhalla sabía que viviría con eso
para siempre si así fuera. Pero como la verdad aún no había desplegado su gran
diseño sobre el tapiz del tiempo, Vhalla se contentó con hacer tal voto.

Ayudó a Fritz a volver a su habitación. Aldrik se excusó para ocuparse de


otros asuntos, dando a los dos amigos tiempo juntos. El sol ya se estaba poniendo
y, en una situación inversa de lo que él había hecho antes, Vhalla lo ayudó a
bañarse y acostó en la cama antes de irse. Recordándole que cuanto antes se
durmiera, antes llegaría el amanecer.

El día había sido un recordatorio sombrío tras otro de que la muerte se


encontraba en sus puertas. Su tiempo de preparación y de ocultarse había
terminado, a falta de palabras más elocuentes y agradables. Estaban a punto de
pararse al borde del precipicio y saludar al verdadero mal. Y Vhalla solo quería
que la gente se uniera por su propia voluntad.

Encontró a Jax y Elecia hablando cerca de un almacén trasero en el campo


de entrenamiento. Estaban discutiendo sobre cuántas pociones de esto o aquello
traer cuando Vhalla los interrumpió.

—Jax, un momento.
—Ah, cuánto he deseado el momento en que me busques por tu soledad
cuando la luna se encuentra alta en el cielo. —Él levantó los brazos
dramáticamente, como si Vhalla fuese a creer una palabra de lo que dijo como
sinceridad.

—Es importante. —Sus palabras cambiaron la expresión de Jax del


comandante alegre y amante de la diversión al soldado más oscuro con el que
Vhalla se había familiarizado durante su tiempo en Norin. Elecia estaba lo
suficientemente ansiosa como para excusarse.

—¿Qué pasa, Lady Solaris? —preguntó mientras Vhalla cerraba la puerta


detrás de él en un pequeño pasillo lateral—. No creo que ninguno de nosotros
necesite un recuerdo, o quiera repetir, la última vez que me sacaste del campo de
entrenamiento para una pequeña charla privada.

—¿Por qué crees que elegí un pasillo esta vez? —Vhalla señaló a izquierda
y derecha—. Mira, los dos podemos elegir una ruta de escape diferente.

El Jax que sacó de los jardines se habría reído. Este Jax permaneció solemne
ante su comentario, evaluándola con cautela. Vhalla apretó los puños, abriendo
su Canal por si acaso.
249
—Marchamos al amanecer.

—No me trajiste aquí para decirme eso.

—¿Quieres ir? —Vhalla fue directo al grano.

—No sé dónde más estaría. No me han dicho que deje mi puesto como tu
guardia. Me doy cuenta de que no ha sido necesario aquí, pero cuando volvamos
a marchar…

—¿Es eso lo que quieres hacer? —interrumpió ella—. ¿Quieres ese puesto?

—Es una orden. —El pánico que había estado esperando todo el tiempo
finalmente comenzó a acercarse sigilosamente a él.

—No, eso es lo que te estoy diciendo; no lo es.

Él sacudió la cabeza con horror. Vhalla podía sentir que él deseaba que ella
no dijera las palabras, pero las diría de todos modos, para ambos.

—Te perdono. —Vhalla se mantuvo lo más firme que pudo, tratando de


evocar a la Emperatriz que la gente esperaba ver. Una Emperatriz que Vhalla ni
siquiera sabía si alguna vez sería—. Jax Wendyll, por tus crímenes…

—No —susurró él.


—Por la presente, te concedo un perdón Imperial. Eres un hombre libre y
ahora puedes ir a donde quieras.

—¿Tu primer perdón Imperial soy yo? —Sus palabras fueron interrumpidas
por la risa—. Se burlarán de ti.

—Que lo hagan. —Vhalla se encogió de hombros—. Sabes cuánto me


preocupo por las opiniones de los demás. Escribiré mi nombre y tu perdón en el
registro del Oeste. Un registro que nadie verá jamás. Desde ahí depende de ti.

—¿Así que soy tu acto vergonzoso en un pasillo oscuro? —dijo


burlonamente.

—No. —Vhalla se mantuvo firme—. Si quieres contárselo al mundo, hazlo.


Simplemente estoy respetando tu elección como hombre libre. —Vhalla se
atrevió a dar un paso adelante—. Jax, si estás conmigo como mi guardia, quiero
que estés conmigo por tu propia voluntad. No porque te lo ordenen. No como mi
esclavo. Sino como mi amigo y camarada, o no te quiero allí en absoluto.

—No lo entiendes… soy el perro rabioso. Soy el lord caído. ¡Soy de quien
los lores esconden a sus hijas y solo se sienten seguros cuando estoy con una
correa Imperial! —espetó—. ¿Crees que puedes hacer que valga la pena? ¿Que 250
puedes absolverme y convertirme en alguien a quien ella pueda mirar con cariño
desde los reinos del Padre?

—No. —Vhalla mantuvo su voz tranquila y serena, dándose cuenta de que


estaba muy cerca de arremeter como lo había hecho la última vez—. Eso es algo
que está más allá de mi poder de dar. Tal cosa debe venir de ti.

—¿Qué quieres de mí? —gritó.

—Ser tu amiga.

—¡No tengo amigos, tengo amos!

—¿Qué era Baldair, entonces? —La emoción la traicionó en el segundo en


que se mencionó el nombre del príncipe más joven—. ¿Fue solo un maestro? ¿Ese
es todo su recuerdo para ti?

Jax la miró fijamente, sin palabras. Vhalla se alejó un paso y echó a andar
por el pasillo para dejarlo con sus pensamientos. Fue directamente a la biblioteca,
buscó un tomo familiar y encontró la página que enumeraba la sentencia de Jax.
Sola en la biblioteca, Vhalla escribió su nombre como Emperatriz por primera vez
y liberó a un hombre.
Jax cabalgó a su lado al amanecer. Permaneció a su izquierda durante toda
la marcha hasta las Encrucijadas. Era como si su conversación nunca hubiera
sucedido. No volvió a mencionarlo, y Vhalla honró su deseo silencioso al hacer
lo mismo. La única persona a la que le contó sobre el pequeño enfrentamiento
fue a Aldrik.

El Emperador apoyó su decreto con Jax como lo hizo con la mayoría de sus
otras decisiones. Vhalla exigió un ritmo duro por el Oeste y un entrenamiento
regular para todos los grupos. Sehra había tenido razón; muchos soldados eran
simples novatos, y estaba decidida a que, cuando llegaran a la frontera con el Sur,
todos los soldados tendrían una oportunidad de sobrevivir a las próximas
batallas.

251
Mantuvo intencionalmente sus reuniones breves y restringidas solo a las
mañanas. Vhalla y Aldrik se establecieron en una rotación en la que él se centró
en el apaciguamiento de los lores y comandantes, y Vhalla pasó su tiempo entre
los soldados. En la medida de lo posible, quiso liderar con ejemplo. Si quería que
realizaran tres rondas de ejercicios cada día, los haría por sí misma.

Vhalla también se aseguró que los hombres y mujeres la vieran


aprendiendo. Dividió su tiempo entre entrenar con hechiceros y entrenar con la
espada. Uno donde podía ser maestra, el otro donde aún era básicamente la
estudiante.

Antes de dejar Norin, había encargado una espada nueva. Era corta y ligera,
bien equilibrada pero robusta. El mango era de delgado, en forma de alas.

Cada vez que sentía el peso de la hoja en su mano o en su cadera, cada vez
que el viento se elevaba por los cielos a sus órdenes, pensó en
Victor. Vhalla intentó imaginarse cómo se vería su rostro cuando ella lo
matara. Para Vhalla, no había otra alternativa. Sería ella quien lo hiciera. Ella lo
había creado… sería ella quien lo destruiría.

En el camino hacia las Encrucijadas, Vhalla intentó, una vez más, encontrar
la pequeña tienda de curiosidades donde había conocido a Vi. Pero entre la
multitud, las sombras del sol y las lenguas de fuego celebrando su llegada, no
pudo encontrarla. Permaneció en su mente durante el resto del día
mientras Vhalla intentaba recordar exactamente dónde había estado o qué
aspecto había tenido. Comenzó a preguntarse si todo el encuentro no fue más
que un sueño ambulante. Agotada, Vhalla lo apartó de su mente y cayó en los
brazos de su amante en la primera cama que tenían en semanas. Si volvía a
encontrarse con Vi, Vhalla estaba bastante segura de que la mujer sería quien la
encontraría.

Vhalla se reunió a la mañana siguiente con los guerreros de alto rango


de las fuerzas de Sehra. Tomó nota de los consejos de la princesa sobre lo que
podía ofender a los del Norte y aprendió algunas frases de saludo en su lengua
materna. A pesar de que su boca luchó por formar las palabras, los soldados
parecieron apreciar que hiciera el esfuerzo. Era una de las únicas cosas que
apreciaron al enfrentarse a la familia Solaris, a quienes, obviamente, aún
consideraban sus opresores del Sur.

Elecia estuvo a su lado para los saludos, en lugar de Aldrik. La mujer


tampoco sabía hablar la lengua del Norte, pero ya sabía algunas palabras y frases
clave y pudo hacer los sonidos con facilidad. Vhalla le hizo prometer a su ahora
prima que le enseñara algunas frases cuando terminara la guerra de modo que
pudiera ser una delegada mejor para la incorporación más nueva del Imperio.
252
Las decisiones no se hicieron más fáciles de tomar con el tiempo. El día
antes de su intención de partir, recibieron un mensaje de que los exploradores de
Hastan habían confirmado el movimiento del ejército de Victor más al norte. Era
probable que atacara en la capital del Este. Vhalla sabía que si empujaban al
ejército hacia el Este, podrían llegar a la capital a tiempo para aplastar la ofensiva
de Victor. Si no lo hacían, Hastan tenía un cincuenta por ciento de posibilidades
de aguantar o caer.

La mano de Vhalla tembló a medida que le respondía a la senadora del


Este. Aldrik se había ofrecido a hacerlo, pero Vhalla insistió. Esta era su gente, y
siempre se había asegurado de que supieran de las órdenes que los ponían en
peligro, la decisión de que podían sacrificar el Este, venían de ella y por qué.

Su mundo siguió produciendo un arcoíris de conflicto en tonos cada vez


más profundos de gris. Lo único en blanco y negro era su tinta sobre pergamino
informando a Hastan que no iría en ayuda. Que usarían el ataque de Victor para
atacar cuando era probable que la frontera con el Sur fuera más débil.

El ejército se dirigió hacia el Sur desde las Encrucijadas, ya descansado y


reabastecido. Vhalla reanudó su régimen anterior de entrenamiento entre los
soldados. Se puso a su disposición, en la medida de lo posible. Fritz había tenido
razón: desde el día en que escaparon del castillo en Norin, esta se convirtió en su
gente.

Su hombre del Sur favorito estaba junto a ella una noche cuando cenaba con
los soldados de espadas con los que había entrenado ese día.

—Milady —comentó uno durante una pausa en la conversación—. Estuve


allí cuando detuvo la tormenta de arena.

—¿En serio? —Vhalla sonrió cortésmente. Había escuchado esta historia al


menos cien veces durante la marcha.

—Todos pensamos que era suicida. —Comenzó a hablar más para el resto
del grupo que para ella—. Yo estaba en la legión del difunto príncipe, pero muy
atrás. Así que no tan lejos de donde cabalgaba nuestra Emperatriz.

Todos parecieron más interesados en la historia del hombre que en la mujer


que era el tema de la historia, pero Vhalla se contentó con dejar que la contaran
como mejor les pareciera. Fritz aún se divertía mucho con todos los adornos que
los hombres incluían, y Vhalla le dio un codazo en el costado más de una vez
para contener sus risitas.

—En ese momento lo supe —concluyó el hombre—. Les dije a mis 253
compañeros: “Esta mujer es especial”. Sabía que era mucho mejor de lo que vi a
otros darle crédito. Pero el príncipe, ahora el príncipe coronado es un hombre
muy sensato. Bien aprendido. Él lo ve.

Vhalla arrancó una tira de carne seca y la masticó hasta que quedó tierna.
Ese era otro pasatiempo reciente, los soldados y la nobleza afirmando que sabían
que Aldrik y ella terminarían juntos. Ciertamente el apoyo la complacía, pero se
sentía incómodo en el corazón de Vhalla. No tenía ninguna duda de que algunos
de ellos lo habían visto, pero tampoco tenía ninguna duda de que muchos de
ellos habían hablado mal de su antiguo príncipe oscuro.

Se guardó sus sentimientos para sí, a excepción de Aldrik. Él estuvo de


acuerdo con ella en que era un alivio tener a los soldados apoyándolos. Ayudaba
a mantener el equilibrio. Cualesquiera que fueran los problemas que la nobleza
aún albergara hacia ella, el amor del hombre común mantenía sus labios
cerrados.

Había alas doradas y soles estampados en casi todos los pechos. La


buscaban en busca de fuerza; creían que sus alas nunca se quedarían quietas, que
en realidad se había levantado de entre los muertos. Era un manto que nunca
quiso pero que no tenía otra opción más que usar. Había muy pocas esperanzas
y, cuando apareció a la vista el muro gigantesco de cristal rodeando la frontera
entre el Sur y el Oeste, Vhalla supo que necesitaban toda la esperanza que
pudieran tener.

El clima se había empezado a enfriar, el calor de los Desechos del Oeste


cedió el paso a un terreno más firme y los vientos fríos del Sur. El ejército se
detuvo para que los comandantes se reunieran para discutir el mejor plan de
ataque. Los exploradores con lentes telescópicos vigilaron el muro, informando
cualquier cosa que pudieran discernir.

Cinco bestias horribles de cristal merodeaban por la parte superior del


muro. Vhalla sabía que si podían ver a las criaturas, las criaturas y sus ojos que
todo lo veían podrían verla a ella. Esa era la amenaza más inmediata. Luego venía
abrir la puerta. Esto no era como el Este, donde solo necesitaban colar algunos
caballos. El ejército necesitaba que las puertas estuvieran bien abiertas y se
mantuviesen así. Finalmente, la lógica dictó que Victor tendría más fuerzas al
otro lado del muro, preparándose para tal ocasión.

Tendría que ser un ataque de tres fases. El primero se centraría en los


monstruos. Si tenían suerte, las fuerzas del otro lado del muro serían lentas o
mudas, o ambas, y el ejército podría acabar con las abominaciones.

Cuando las criaturas se hubieran ido, necesitarían abrir, o destruir, la 254


puerta. Vhalla se ofreció como voluntaria para primero investigarlo.
Prácticamente pudo sentir a Aldrik erizarse ante la idea, pero se mordió la
lengua. Habían tenido demasiadas conversaciones durante semanas sobre su
necesidad para la guerra. Era la única que podía manejar los cristales y era lo
suficientemente valiente, o estúpida, como para hacerlo con un abandono
imprudente.

Una vez que se abrieran las puertas, el ejército abordaría cualquier otra cosa
que Victor tuviera esperándolos y se aventuraría hacia el territorio desconocido
del sur. La reunión con los comandantes se desarrolló al final del día. Observaron
y planearon cuidadosamente.

Fueran lo que fueran las bestias, no parecían particularmente inteligentes.


Permanecieron como guardianes estoicos cuando el ejército avanzó. Los arqueros
se alinearon al mando, Vhalla en su punto central. Jax, no Aldrik, estaba a su lado.
El Emperador estaba ubicado no muy lejos de la Legión Negra; un término que
ya estaban discutiendo para retirar a la luz del sistema de nombres de Victor.

—Me ocuparé de las bestias de las murallas. —Vhalla cabalgó por las filas,
recordando a los soldados los planes que sus líderes deberían haberles
transmitido—. Uno o dos, los clavaré al suelo para los soldados de espadas y los
que tengas otras armas. Mientras hago eso, tendrán que defenderse de los demás
en el cielo.

La Legión Negra estaba alineada detrás de los arqueros, y todos le


prestaban toda su atención.

—Arqueros, hechiceros, incluso si sus ataques no dan en el blanco, habrán


tenido éxito siempre y cuando los mantengan a raya.

Vhalla detuvo su montura, sus ojos encontrándose con los de Aldrik. El


Emperador le dio un asentimiento discreto, y Vhalla ajustó su agarre en las
riendas. Su corazón deseó que él estuviera a salvo ante la batalla inminente.

—Él no te quiere aquí —dijo Jax solo para sus oídos.

—No, preferiría que aún estuviera en Norin —concordó Vhalla.

—Bueno, quiero que sepas que le dije que no tenía de qué preocuparse. —
Jax se recostó en su silla, ajustando el moño alto en su cabeza—. Porque protegeré
a nuestra inocente y delicada Emperatriz.

Vhalla resopló divertida. La risa era un bien preciado en estos días. Y si Jax
era bueno para algo, era para crear ese raro recurso en masa. 255
Ella abrió sus Canales apretando los puños, dirigiendo su atención a las
bestias. Levantando las manos, sintió el mundo a kilómetros a la redonda. Los
vientos de los Desechos del Oeste siempre habían sido un monstruo en sí
mismos. Ahora era el momento de enfrentar monstruo contra monstruo.

Dejando caer sus manos de repente, y con un gruñido por el esfuerzo


mágico, dos de las abominaciones de cristal fueron enviadas a estrellarse desde
sus perchas por la fuerza repentina e invisible de su viento. Vhalla tiró hacia ella,
el viento tirando literalmente de sus dedos tensos. Las bestias se tambalearon
torpemente en su lucha por no volar en el aire.

Vhalla presionó con más fuerza, jadeando y decidida. Sus alas coriáceas con
puntas de cristal funcionaron como velas, atrapando sus ráfagas. Con las palmas
planas y abiertas, Vhalla sostuvo a dos criaturas contra la arena.

El rugido de los soldados apenas se pudo escuchar por encima de los gritos
de los otros monstruos de cristal elevándose al cielo. Sonaron fuego y flechas. Y
cada vez que uno intentaba descender, un infierno gigante o un enjambre de
flechas lo mantenían a raya.
Le corrieron gotas de sudor por la frente. Podía sentirlos, como si sus manos
estuvieran físicamente sobre ellos. Luchando, retorciéndose, girando,
combatieron contra ella física y mágicamente.

Vhalla estaba tan concentrada en su magia que no escuchó del todo el grito
de advertencia de Jax. Tenía que retener a las bestias el tiempo suficiente para
que los soldados las dominaran. Tenía que mantener el viento enfocado solo en
ellos, pero no en los soldados de espadas que habían comenzado su trabajo
sangriento de matar a las bestias.

Un par de brazos la rodearon, y Vhalla fue empujada contra el pecho de


Jax. La arena le llenó la boca cuando cayó al suelo, de cara, fuera de su caballo.
Unas llamas estallaron a su alrededor, ardiendo tan caliente como nunca hubiera
visto. El calor fue sofocante y Vhalla luchó por respirar, su cuerpo protegido por
el que estaba encima de ella.

Un crujido y un chisporroteo amenazaron con abrir la tierra, y Vhalla gritó


por la incomodidad cuando la magia eléctrica pulsó en su mente. El sudor
escurrió por su rostro y se quedó inmóvil, dejando que el cuerpo de Jax la proteja
de las llamas tanto como fuera posible. La magia, poderosa y salvaje, rugió a su
alrededor, apenas repelida por el escudo de llamas de Jax. 256
—¡Jax! ¡Demasiado caliente! —Estaba hirviendo viva.

—¡Bueno, no sabía que podían usar rayos!

—No puedes aguantar esto por mucho más tiempo. —Vhalla se retorció,
lista para escapar.

—Alguien lo derribará —insistió.

—Jax, después del siguiente disparo, envía el fuego hacia arriba.

—¡Te estoy manteniendo viva! —gritó Jax.

Hubo otro crujido, y su escudo flaqueó.

—¡Deja esta tontería noble y sé el imbécil loco que quiero!

Le temblaron los hombros, y el hombre se puso en pie de un salto. El fuego


que había estado ardiendo a su alrededor se disparó como un pilar en el
aire. Vhalla bajó las manos con un grito, sin darle a la bestia otra opción que ser
empalada en sus llamas. El grito de la criatura fue tan fuerte como agonizante. Y
solo hizo que las llamas de Jax ardieran más y sus vientos soplaran más fuertes.

En una carrera loca, ambos evitaron por poco los restos carbonizados de la
criatura cuando se estrelló contra la tierra. Los cristales que habían brillado tan
intensamente en sus alas se tornaron opacos, como obsidiana rayada, y luego se
agrietaron. Vhalla se puso de pie, sintiendo su Canal preparándose para su
próximo ataque.

Las dos bestias restantes se enfrentaron a diferentes grupos de hechiceros y


soldados. Fuego, hielo y flechas buscando aferrarse a sus cuerpos casi
impenetrables, intentando sacarlos del aire. Vhalla escogió uno al azar, sacándolo
del cielo. Para cuando pudo volverse hacia el otro, los hechiceros lo habían
acabado.

Fue una victoria pequeña, pero aun así una victoria. Sería la primera de
muchas, prometió. Los miserables corruptos que se oponían a ellos caerían, uno
tras otro.

257
Se movieron rápidamente en el muro. No había tiempo que perder. Cada
momento que pasaba amenazaba con refuerzos enemigos y monstruos. Vhalla
se llevó los dedos a la boca y lanzó un silbido agudo. Con medio salto y paso en
el aire, montó a Relámpago en un solo movimiento.

—¡Hagan un camino! —llamó a todo pulmón. Los soldados se apresuraron


a obedecer.

Una montura de guerra apareció junto a ella como un trueno. La montura


nueva de Aldrik era tan grande como siempre lo fue Baston. Vhalla le dio al
Emperador un vistazo rápido en busca de heridas… y él hizo lo mismo con ella.

Aldrik miró hacia la puerta con inquietud.

—¿Estás segura de esto?


258
—¿Tienes una mejor idea? —Vhalla miró a las fuerzas del Norte
reagrupándose lentamente alrededor de su princesa—. Sehra dijo que no puede
ayudar aquí. ¿Qué otra alternativa tenemos?

Ambos detuvieron sus monturas ante el muro. Vhalla sabía que Victor
estaría al tanto cuando cada una de sus bestias muriera. Había una conexión
entre los cristales y él. Lo había sabido desde la primera abominación que
encontró.

—No te acerques más, Aldrik. —Sus palabras de precaución fueron


innecesarias; el hombre conocía tan bien como ella los riesgos asociados con los
cristales.

Vhalla desmontó, parpadeando. La magia no se parecía a nada que hubiera


visto nunca. Se arremolinaba en un revoltijo apretado justo encima del cristal.
Pero resultaba extrañamente familiar. Le recordó al hacha, las capas de magia
que permanecían sobre ella.

Extendiendo una mano, Vhalla hizo contacto.

Fue un lío de poder, palpitando a través de las yemas de sus dedos,


probándola tanto como ella lo estaba probando. Fue como músicos profesionales
sentados juntos, habilidosos, pero todos rasgueando notas de una canción
diferente, creando nada más que una cacofonía. Sin embargo, había un latido
subyacente, uno que ella conocía. Resonaba profundamente dentro de ella;
resonaba en su ser y la aceptaba.

La magia de Vhalla se llamó a sí misma.

Se apartó, quitando la mano del muro. La magia residual se arremolinó


entre sus dedos, desvaneciéndose muy despacio. Vhalla empezó a reír, aturdida
y conmocionada.

—¿Qué es? —Aldrik dio un paso de advertencia.

—Es mía —observó. El asombro y el resentimiento lucharon en su


corazón—. Todo esto lo está haciendo al atar mi magia por debajo de todo para
mantener los cristales juntos en las formas que él quiere.

—La corona…

Vhalla asintió solemnemente. Había mucho en qué pensar con esta


revelación. Victor no podía acceder a al Canal de ella. Tener su magia en la corona
no lo convertía en un Caminante del Viento. Lo que significaba que tal vez tenía
una cantidad finita de magia con la que estaba trabajando y se estaba agotando
lentamente. La idea sustentaba sus teorías anteriores de por qué construyó muros 259
con puertas en lugar de construirlos o derribarlos según fuera necesario.

Hizo contacto total con el muro, apoyando sus dos manos. Vhalla cerró los
ojos, pensando en ello como una forma extraña de Unión. Solo tenía que
recuperar el control de esa corriente subyacente debajo de todas las tonterías que
se estructuraban encima de él.

Alcanzando la magia, intentó darle la bienvenida una vez más en sí misma.


Fue un poco diferente, la magia de cristal y Victor tirando de ella en direcciones
extrañas. Se retorció y se deslizó, resistiéndose a aceptarla. Resistiéndose a dejarla
recuperar el control.

Abrazando del todo la conexión, permitió que lo que pensaba que era su
pulso mágico de las cavernas se fusionara con su magia actual. Se conectó con
ella en un suspiro… y el horror se instaló. La magia ya no era puramente suya.

Un latido resonó en sus oídos.

Retrocediendo mentalmente, Vhalla intentó apartarse. Intentó forzar la


presencia indeseada que se había introducido en ella a través de su propia
hechicería. Pero ya la estaba atravesando, envenenándola. Como enredaderas
delgadas, se clavó en ella con espinas mortales. Se unió a su esencia.
Tropezó hacia atrás, un clamor de protección. Vhalla se miró las manos con
horror cuando una risa maníaca resonó en el borde de su mente antes de
desvanecerse. Sostuvo su cabeza con fuerza, intentando purgar la sensación
viscosa recubriendo su piel por dentro.

—No.

—¿Qué es? ¿Qué pasó? —Aldrik se acercó corriendo.

—¡No me toques! —Lo detuvo con el brazo extendido. Habían pasado


demasiadas cosas en esos pocos segundos, y necesitaba aceptarlo todo.

—Vhalla…

—Ahora no —dijo entre dientes.

Él frunció el ceño con total preocupación. Pero estaban aquí para hacer un
trabajo, y ambos lo sabían. La expresión de Aldrik cambió cuando invocó
visualmente su entrenamiento como líder y lord al frente.

—¿Puedes abrirla?

—Puedo hacer una mejor. —Vhalla se puso de pie, apretando los


puños. Sintió un placer profundo recorriéndola al darse cuenta de los nuevos 260
conocimientos adquiridos. Solo deseaba poder decir con certeza que era suyo.

—Estás temblando —susurró.

—Estaré bien. —Vhalla esperaba que decirlo lo hiciera realidad.

El poder dentro de ella retumbó a medida que Vhalla miraba el muro.


Vhalla se giró y marchó hacia su corcel, montando a Relámpago con confianza.
Agarró las riendas, el odio burbujeando profundamente dentro de ella.

—¡Hombres y mujeres del Imperio Solaris! —gritó. Los soldados se


pusieron firmes, de cerca y de lejos, mientras el viento llevaba su voz a través del
campo. Aldrik montó a su lado—. Detrás de este muro está nuestra tierra. Para
algunos de ustedes, es su hogar. Para otros, es el hogar de sus hijos o sus
antepasados. El muro es una cicatriz en nuestro Imperio; cuando lo elimine,
avanzarán y matarán a todos los hombres, mujeres y monstruos que no se
muestren como leales al verdadero Emperador de esta tierra.

Con vítores de sed de sangre a su espalda, Vhalla volvió su atención al


muro, convocando cada gramo de su fuerza y de la comprensión nueva que había
adquirido del Canal oscuro que ahora vivía dentro de ella. Victor había hecho
este muro. Y si él podía hacerlo, ella podía derribarlo.
Vhalla levantó las manos lentamente, cambiando su magia. Pensó en las
fuerzas de cristal que había sentido, en la magia del lunático yaciendo debajo.
Odió el momento en que la magia ajena se agitó dentro de ella, respondiendo,
burbujeando a través de sus manos. Vhalla hizo una mueca.

Energía pura voló desde la punta de sus dedos hasta el centro de la


puerta. Era sin forma y sin color. La única vez que Vhalla había visto magia de
su naturaleza fue en el Norte y en las Cavernas de Cristal.

Los labios de Aldrik se separaron, y apartó la mirada de la puerta


resquebrajándose. Se concentró solo en ella mientras la tierra gritaba en un
gemido monumental. Había reconocido la hechicería. También había sido
utilizada en él. El Emperador negó con la cabeza lentamente, el pánico
arremolinándose en torno a sus ojos. Él sabía, tenía que saber lo que ahora existía
dentro de ella.

—Para matar a un monstruo, debes convertirte en uno. —Fue todo lo que


pudo confesarle al hombre que amaba. En lo más profundo de ella, la rabia se
salió de control. Victor sabía lo que ella había hecho y podía sentir lo que
significaba.

—Vhalla… —Su nombre en los labios de Aldrik fue como un gemido 261
dolido y estrangulado.

—Ahora no hay tiempo. —Vhalla se volvió hacia la puerta. Las grietas se


apresuraron a ser las primeras en llegar a la cima. Las piedras grandes
comenzaron a soltarse y caer cuando la magia de los cristales se desvaneció y
quedó dormida. La puerta se derrumbó, y todo el muro comenzó a derrumbarse
como fichas de dominó—. Tenemos una guerra que pelear.

—Después. —Él agarró su antebrazo. Su resolución se quebró ante la


preocupación salvaje en sus ojos—. Esto no se desvanecerá sin hablarlo.

—Después. —Vhalla intentó persuadir a su voz para que saliera lo más


gentil posible, lo cual fue difícil cuando un sentimiento extraño de odio
comenzaba a mezclarse con los gritos de batalla.

Aldrik se apartó, con mandíbula apretada y ceño fruncido. Se volvió


bruscamente hacia el campamento sorprendido al otro lado de la puerta y lanzó
una lluvia de fuego sobre el enemigo. Los ojos de Vhalla se encendieron con las
llamas a medida que escuchaba la sinfonía de los gritos moribundos.

Pateando los costados de Relámpago, Vhalla se apresuró hacia la cabeza de


la carga. Por primera vez en su vida, era ella quien corría hacia adelante con un
ejército a su espalda. Vhalla extendió su mano derecha y la agitó hacia un lado
antes de repetir el proceso con la izquierda rápidamente. Despejó los escombros
para los que estaban detrás de ella, abriéndose paso a lo largo del Gran Camino
Imperial.

Los monstruos y hombres de Victor se estaban defendiendo del infierno que


Aldrik les había causado. El fuego se desvaneció cuando ella cruzó la línea donde
había estado el muro momentos antes.

—¡Juren lealtad al Imperio Solaris, y serán perdonados! —gritó ella—.


¡Marquen una “X” en sus armaduras o ropas negras de modo que podamos saber
quién está con el sol!

—¡Larga vida al Rey Supremo Victor! —espetó un hechicero.

No tuvo tiempo de siquiera levantar la mano antes de que un carámbano lo


empalara. Vhalla miró por encima del hombro, buscando a Fritz.

Uno o dos de los soldados de Victor intentaron aceptar su oferta, marcando


apresuradamente una gran “X” en su armadura improvisada. Era un ejército
esclavizado, y su lealtad solo llegaba hasta cierto punto. Pero estos se habían
convertido en su mayoría en hombres de Victor. Cualquier cosa que el rey falso
hubiera prometido debe haber sido tentadora, porque más hechiceros se 262
volvieron rápidamente contra sus aliados, matando a cualquiera que intentaría
devolver su lealtad a Solaris.

Vhalla siguió cargando hacia adelante. Al menos, podrían usar la confusión


momentánea a su favor. Pero por cada hechicero consciente, había cinco más
corrompidos, locos y bajo el control de Victor. Lo había intentado, pero estaba
siendo bastante inútil.

El fuego ardió junto a ella, y Vhalla apenas tuvo tiempo de bajar del caballo
y rodar. El olor a piel chamuscada asaltó sus sentidos, pero tenía asuntos más
urgentes que comprobar si su fiel corcel estaba bien. Un hechicero estaba sobre
ella. Con una daga reluciente de hielo afilada, que se clavó en el suelo junto a su
cara.

Vhalla levantó un brazo, y él voló hacia atrás. Justo cuando se ponía de pie,
una greba gruesa le dio un rodillazo en la cara, rompiéndole la nariz. Era un
blanco fácil vestida de blanco y Vhalla estaba aprendiendo rápidamente por qué
la nobleza no solía liderar las cargas.

Tosió sangre, sorprendida de no haber perdido ningún diente ni haberse


mordido la lengua. Solo una laceración dentro de su mejilla. Un latido comenzó
a acelerarse al borde de su conciencia. Le resultaba familiar y terriblemente
diferente al mismo tiempo, y luchó por combatirlo. Era un sonido indeseado e
inoportuno, un ritmo que golpeaba como los tambores de guerra y la sed de
sangre.

El hombre del hielo se había recuperado y se abalanzaba de nuevo. Con un


grito que era en parte animal, Vhalla le estampo una mano en la cara, esquivando
el segundo golpe del otro hombre. La sangre salpicó el suelo cuando la cabeza del
Manipulador de Agua explotó.

Ella se giró, el viento bajo sus pies, haciéndola más ágil. Haciéndola poderosa.

Su espada resonó contra su vaina, reverberando por sus brazos y en su


pecho. El sonido hizo eco en armonía con el pulso que la impulsaba. Escribiría su
réquiem con sangre. Hubo una resistencia mínima cuando Vhalla puso el viento en
sus codos para empujar su espada a través del cráneo del hombre, comenzando
por su ojo.

Vhalla le quitó su espada de una patada. La risa rasgó contra el interior de


su garganta. Todos morirían. Cualquiera que se opusiera a ella era débil. Esta era
la única verdad del mundo. Los débiles morirían para formar la base del mundo,
el mundo que heredarían los fuertes. Un mundo hermoso, maravilloso y caótico. Solo
de esa naturaleza.
263
Giró la cabeza y, a instancias suyas, un rayo crujió sobre la carne de un
hechicero. Se estremeció, sus ojos colgando en sus cuencas mientras su cuerpo se
cubría de marcas de quemaduras que rápidamente se volvieron negras. Cayó
muerto y Vhalla se volvió hacia su próxima víctima. Era como si la batalla
avanzara lentamente para ella. Vio cada pulso de magia de los hechiceros y de
los contaminados. Vio cada destello de armamento con claridad perfecta.

Ella era la muerte misma. No, era más fuerte que la muerte. ¡Había vencido
a la muerte dos veces! Eso hacía que fuera suya para administrar. Su cuerpo se
movía sin pensarlo, imprudente y salvaje.

Un par de brazos se cerraron alrededor de su torso.

—Vhalla —siseó Jax en su oído—. Vhalla, suficiente.

Parpadeó la neblina de su mente. La llamada familiar de su nombre la


devolvió al presente, como despertando de un sueño. El campo de batalla había
cambiado de sus recuerdos anteriores. El último de los soldados había caído, su
victoria era evidente. Vhalla jadeó pesadamente, intentando encontrarle sentido.

Girándola, con las palmas de las manos sobre sus hombros como si
necesitara sujetarla físicamente en su lugar, Jax la revisó de arriba abajo. Un ceño
fruncido pesaba en las comisuras de sus labios.
—¿Qué hice? —susurró.

El ceño de Jax solo profundizó ante su pregunta.

—Deberíamos llevarte a Elecia; ella te curará.

Vhalla lo siguió obedientemente, notando sus pies cuando siguió al hombre


del Oeste. Era como si se hubiera bañado en sangre. El blanco de su armadura
estaba cubierto y salpicado con trozos sangrientos. Los soldados se la quedaron
mirando. Algunos comenzaron a vitorear, pero otros la observaban con un toque
de miedo.

Elecia se apresuró a arreglar la nariz de Vhalla. Pero hubo una naturaleza


reservada en sus servicios. La mujer estudió a Vhalla con atención durante
demasiado tiempo.

—Deberíamos lavarte —dijo finalmente.

—Puedo hacerlo. —Vhalla se puso de pie.

—Quiero ir, para seguir inspeccionándote. —Elecia medio bloqueó el


camino de Vhalla e hizo su mejor imitación de Aldrik cuando no estaba
interesado en ninguna discusión—. De todos modos, estaremos instalando el 264
campamento aquí para pasar la noche.

—Muy bien. —Vhalla suspiró.

Caminaron por los comienzos de un campamento que se estaba levantando


justo más allá del borde de la carnicería. Elecia se detuvo un momento, apoyando
su mano en un árbol antes de alejarse en una dirección diagonal. Vhalla arrastró
los pies.

—¿Qué estás haciendo? —La curiosidad aún la dominaba.

—Viendo de dónde obtienen la mayor cantidad de agua las raíces de los


árboles para encontrarnos un arroyo o un manantial. —Elecia miró por encima
del hombro—. Estás pintada de rojo.

Vhalla volvió a mirar su armadura con un pequeño ceño fruncido. Si tan


solo pudiera recordar haber matado a las personas cuya sangre llevaba.

La magia de Elecia funcionó. El manantial que encontraron era pequeño y


poco profundo, apenas hasta la cintura de baja estatura de Vhalla. Aún estaban
en la tierra de arbustos en transición del Oeste y el Sur.
Su armadura se sentía pesada y sus dedos descoordinados a medida que
intentaba desabrocharla. Elecia suspiró suavemente y ayudó a Vhalla. Las
mujeres encontraron un lugar en la orilla rocosa del agua para sentarse.

—Elecia, mira, estoy bien. —Vhalla extendió los brazos para exhibirse—.
No tienes que estar aquí para revisarme o curarme.

—No estoy preocupada por tu cuerpo físico —dijo la mujer


solemnemente—. Ahora, entra al agua.

Vhalla obedeció, metiéndose en el centro de la piscina. La primavera se


sintió fría en su piel. Agudizó sus sentidos y la arraigó al presente.

Vhalla observó cómo el agua se tiñó con sangre.

—¿Qué sucedió hoy? —preguntó Elecia.

Vhalla se estremeció por dentro. Quiso gritar; quiso sollozar. Vhalla inclinó
la cabeza hacia atrás y miró el cielo ininterrumpido. Abrió la boca y respiró
hondo.

—El muro tenía mi magia.

—¿Tu magia? 265


—Junto con la de Victor y la magia del cristal —afirmó Vhalla—. No creo
que él pueda controlar o manipular los cristales sin ella. Mi magia era como una
estructura de soporte uniendo al resto.

—Él no es un Caminante del Viento, pero si tiene magia de Caminante del


Viento con la que trabajar… supongo que tiene tanto sentido como cualquier otra
cosa que involucre los cristales —musitó Elecia.

—Pensé que podía sacar la base, o que podía recuperarla y tomar el control
de los cristales. La invité a entrar. Lo invité a él a entrar en mí.

—¿A quién?

Los ojos de Vhalla se desviaron hacia la otra mujer. Dejó caer la cabeza a un
lado, debatiendo entre reír y seguir mirándola con incredulidad.

—No eres de las que hacen preguntas tontas.

Elecia frunció el ceño.

—No lo quería. —Vhalla volvió a mirar sus dedos, como si estuvieran


desconectados de su cuerpo—. Pero no pensé que pudiera o vendría junto con
mi magia. Ahora él tiene algo de mi magia, yo tengo algo de la suya. Lo siento. Es
como si nosotros estuviéramos…

La palabra se sintió espesa y pesada en la lengua de Vhalla. Sabía a muerte.

Estaba manchada, pero no era la mancha que todos conocían.

—Estamos Vinculados.

No hubo nada más que el sonido de los vientos y el susurro de los árboles
pequeños y pastos. Elecia la miró fijamente durante un rato largo, parpadeando.
Vhalla se preguntó si la mujer podría verlo, ahora que sabía qué buscar.

—Estás temblando. —Elecia se echó un poco de agua rápidamente sobre


sus propias manchas de sangre y se puso de pie—. Ven, te llevaremos de regreso
a Aldrik y te calentaremos.

—No creo que deba estar cerca de Aldrik —confesó Vhalla.

—Bueno, tú puedes decirle eso, porque ciertamente no seré yo quien lo


haga. —Elecia extendió una mano—. Eres más fuerte que esto, Vhalla Yarl.

Vhalla buscó en los ojos color esmeralda de Elecia el indicio de engaño. Si


las palabras eran mentira, Elecia hacía un gran trabajo al pronunciarlas con 266
confianza. Vhalla se paró por su cuenta, ignorando la ayuda ofrecida. No quería
que nadie la tocara. Había usado magia de cristal. Podía ser una mancha andante.

La noche cayó rápidamente y, a pesar de que Vhalla decidió arriesgar un


poco de magia para secar su ropa, ambas tenían frío cuando regresaron al
campamento. Jax y Aldrik estaban parados alrededor de una fogata, hablando
con Fritz y algunos otros comandantes que se retiraron rápidamente cuando
Lady Ci’Dan y la Emperatriz se sentaron.

—Vhal. —Todos miraron a Fritz con sorpresa. Aparentemente, ninguno de


ellos esperaba que fuera él quien rompiera el silencio—. ¿Qué pasó hoy?

—Una batalla.

—No, te he visto pelear antes. Esa no eras tú —dijo Fritz en voz baja, casi
con miedo.

No tenía ni idea a lo que debía temer.

—Estoy Vinculada a Victor. —Iba a salir tarde o temprano; Vhalla no veía


el sentido de la demora.

—¿Qué? —Fritz se inclinó hacia atrás sorprendido.


—Vhalla. —Aldrik tomó su mano de donde estaba retorciendo sus propios
dedos en su hábito distraído—. ¿De qué estás hablando?

—Lo siento —susurró y retiró su mano de la suya.

—No.

—Su magia está en mí, la mía está en él. Lo siento como te sentía. —
Vhalla no quería romper el corazón de su esposo apenas unas semanas después
de su matrimonio.

—¿Cómo? —susurró Aldrik. La mayor parte de su capacidad intelectual


claramente estaba siendo utilizada para procesar lo que estaba diciendo, en lugar
de reunir palabras elocuentes.

Vhalla suspiró y lo resumió como lo había hecho para Elecia, sobre el muro
y la magia de Victor sobre la de ella y la magia de los cristales.

—Vhalla, ¿estás segura? —Fritz tuvo la audacia de parecer esperanzado,


como si estuviera equivocada de alguna manera.

—¡Sé cómo se siente! —espetó Vhalla. Los ojos de Fritz se ampliaron, y


recuperó el control de sí inmediatamente—. Lo siento, lo siento. Solo es que ha 267
sido un día largo.

—Bueno, algo es diferente. —Elecia parpadeó un par de veces y la


inspeccionó de nuevo—. No sé lo suficiente para determinar si es un Vínculo o
no. Pero hay una especie de síntesis extraña.

—¿Qué piensas que es? —preguntó Aldrik.

—Solo dije que no lo sé. —Elecia negó con la cabeza.

—Bueno, no tiene tu magia en él —señaló Aldrik con un dedo—. Solo es la


corona.

—Cierto. —Elecia no dio mucha pelea—. Pero quién sabe lo que ha logrado
con todo su trabajo sobre los cristales. Vhalla parece que ya puede usar magia de
cristal como Victor. Una hazaña que nunca logró realmente con tu Vínculo, el
cual fue bastante fuerte. Los cristales rompen todas las reglas que conocemos de
la magia, y esas reglas rodeando el Vínculo son confusas en el mejor de los casos.

—Pero esto podría ser bueno. —Jax se frotó su barbilla, ya no era el


observador silencioso—. Hoy lo vimos; puedes derribar lo que él haga como si
nada. Esta podría ser una herramienta útil.
—No soy una herramienta. —Vhalla lo miró sombríamente—. ¿Querrías al
lunático en ti? ¿Te gustaría sentir su rabia ardiendo bajo tu carne? ¡Entonces tal
vez no pensarías que es tan jodidamente conveniente!

Todos la miraron con sorpresa. La boca de Vhalla también se abrió,


luchando por encontrar palabras… palabras que fueran realmente suyas. Era
como un interruptor en sus emociones que ya no sabía cómo controlar. Por una
vez, Jax no tuvo una réplica oscura o perversa. Vhalla enterró su rostro en sus
palmas.

—Estoy cansada —murmuró, incapaz de enfrentarlos un momento más.

Manos, con palmas calientes, se deslizaron sobre ella, aliviando las heridas
invisibles que sangraban bajo su piel. Aldrik la engulló, con humo, sudor, fuego
y sus propios aromas. Vhalla tembló, quería alejar las emociones amenazando
con estallar. Intentó ahogar el disgusto desagradable cubriendo la parte posterior
de su boca con pensamientos del amor de Aldrik.

—Amigos, déjennos.

Vhalla escuchó los pies arrastrándose y casi estuvo contenta de dejarlos ir


sin decir una palabra más. Pero tenía que aferrarse a las cosas que la hacían ser 268
Vhalla, y sus amigos eran una de esas cosas.

—Jax. —Apartó la cabeza del pecho de Aldrik. Él se detuvo, justo a la luz


de la fogata—. Lo siento. No quise hacerlo.

—Emperatriz, no dejes que eso te preocupe. —Si Jax estaba montando una
fachada, hizo un buen trabajo fingiendo seriedad.

—Ven, mi Vhalla. —Aldrik la ayudó a ponerse de pie—. Hay un petate


cálido esperándonos.

Vhalla dejó de intentar luchar contra él. Se rindió ante el consuelo de la


presencia de su esposo. Un pie, luego el siguiente, era lo único con lo que llenó
su mente, temiendo que si iba demasiado lejos en cualquier dirección, Victor se
haría cargo.

Debajo de las mantas, Aldrik persuadió la rigidez obstinada que la ansiedad


había puesto en sus hombros y brazos. Su caricia cálida, su susurro
reconfortante. Llevó a Vhalla contra él, disfrutando de su amor como si fuera la
única cosa que ahora podría mantenerla viva.

—No quiero esto… —Respiró la esencia de Aldrik para alimentar su


confesión espantosa—. Puedo sentirlo. Incluso ahora, acechando detrás de mis
pensamientos. Esperando que las corrientes de la magia y mente le permitan
tener control una vez más.

Aldrik apretó su mano con fuerza aplastante, llevándosela a los labios para
besarle las yemas de los dedos.

—Estoy Vinculada a ese hombre. Perdí nuestro Vínculo, y ahora…

—No es un Vínculo —dijo Aldrik con convicción.

—Conozco este sentimiento, esto…

La silenció con un beso firme. Uno que era lo suficientemente mágico como
para reunir esperanza.

—Nosotros compartimos un Vínculo —susurró él contra sus labios—. Un


Vínculo es maravilloso. Un Vínculo es vida. Es la conexión más hermosa que se
puede compartir. Esto… esto no es un Vínculo.

Vhalla mantuvo la boca en silencio. Un lobo no era un perro solo porque así
le digas. Pero le daría esperanza a su esposo, incluso si no pudiera compartirla
Vhalla cerró los ojos y se rindió a sus garantías. Esperaba que por la mañana
pudiera en realidad creerlas. 269
—Victor. —El Emperador Tiberus Solaris estaba quitando su armadura con la
ayuda de varios sirvientes. Estaba de pie en un espacio abierto con armas de asta exhibidas
en las paredes, sus puntas aún afiladas y aceitadas. El suelo de baldosas era vagamente
familiar, mármol blanco colocado en forma de diamante—. Sabes que estoy muy ocupado
en este momento con el festival que comenzará pronto.

—Lo sé, milord —reconoció el Ministro de Hechicería con una reverencia—. Pero
me dijo que viniera a verlo con los resultados de mi investigación sobre sus campañas
futuras.

—¿Encontraste algo útil? —El Emperador miró a Victor a través de su reflejo en


un gran espejo. Con los brazos extendidos, la ayuda casi había terminado de quitar las
muchas capas de láminas complejas que formaban su armadura ceremonial.

—Muy útil. —Victor luchó por evitar que el júbilo aparente le curvase la boca—. 270
Pero primero dígame, ¿dónde está su hijo mayor ahora mismo? —El Emperador se giró
hacia el ministro y arqueó una ceja. Victor sonrió con calma. Era una pequeña mirada
engreída que respiraba arrogancia y seguridad. Era una fachada audaz para poner ante el
difunto Emperador Solaris, y una persona solo lo hacía cuando estaba seguro que la
información que poseía superaba cualquier ira potencial.

—Déjennos —ordenó el Emperador, sus ojos enfocados en Victor. Los sirvientes


despejaron la habitación. Vestido con solo pantalones y una túnica gruesa de algodón, el
Emperador dio un paso hacia Victor, contemplándolo con atención—. Si no fuera por tu
tono, asumiría que estaría encargándose de los preparativos necesarios para nuestra cena
en la corte para el comienzo del Festival del Sol.

Hubo un momento largo de silencio mientras Victor sopesaba claramente sus


opciones sobre cómo proceder.

—¿Qué sabe usted de la chica llamada Vhalla Yarl?

—¿Vhalla Yarl? —El Emperador negó con la cabeza—. El nombre no me resulta


familiar. Por lo general, hago poco esfuerzo por recordar los nombres de los de baja cuna.

—¿Él no le ha enviado un informe sobre ella? —Victor se acarició su barba


pensativamente. Hizo toda una demostración de hablar consigo mismo—. Estoy seguro
de que a Aldrik se le olvidó.
La expresión del Emperador cambió momentáneamente ante las palabras de
Victor. Había mordido el anzuelo.

—Estoy seguro de que pronto reconocerá su nombre —aseguró Victor.

—¿Por qué? —preguntó el Emperador con cautela.

—Su hijo está ahora con ella —informó Victor triunfalmente.

—¿Aldrik? —El Emperador pareció genuinamente sorprendido, pero lo rechazó


rápidamente—. Aldrik no es de los que confraternizan con la gente común. Intento no
interponerme en su entretenimiento cuando se trata de jugar sus juegos mentales con
ellos. Mantiene una gran cantidad de miedo en aquellos que están bajo nuestra atención.

—En todo caso, ella ha jugado un juego mental con él. —El tono de Victor se volvió
serio, sin querer prestar atención al rechazo obvio del tema—. Cada vez que él viene a mí,
me pregunta por su bienestar. La entrenó personalmente. La cargó hasta mí después de
un incidente, la acunó en sus brazos y me rogó que la ayudara. Corre a su lado en cada
momento posible. Ambos sabemos que anteriormente ha tomado algunas decisiones menos
que ideales con respecto a los niveles inferiores de la sociedad.

—No me preocupa una niña. —El Emperador cruzó las manos a la espalda y se
acercó tranquilamente a una ventana para contemplar su ciudad—. Si ella es un 271
problema, la eliminaré como… oh, ¿cómo se llamaba?

—¿Inad? —terminó Victor fácilmente.

Vhalla reconoció el nombre del primer amor de Aldrik.

—Sí, ella. —El Emperador asintió—. Aprecio tu diligencia ahora, como en ese
entonces, Victor, pero no estoy preocupado. Ahora, creo que esta conversación…

—Esta chica es capaz de darte los medios para conquistar el Continente Creciente
—intervino Victor rápidamente.

—¿Qué? —El Emperador se giró en su lugar, demasiado interesado en las palabras


de Victor como para molestarse por la interrupción.

—Por eso pensé que Aldrik te lo diría. Me doy cuenta de que le has estado ocultando
tus visiones en el extranjero, pero pensé que te lo diría por el bien de tomar el Norte. —
Victor suspiró profundamente y presionó sus dedos contra su sien—. Pero es tan protector
con la chica.

—Me has encontrado una Caminante del Viento. —Las palabras del Emperador
fueron casi reverentes, su emoción palpable. Entonces su expresión se ensombreció—.
¿Por qué mi hijo me ocultaría esto?
—Por lo menos para aprovechar la verdadera utilidad de su poder, requerirá su
esclavitud. Si no su muerte. —Victor se encogió de hombros, como si el pensamiento no
fuera nada para él.

—Aldrik, mi hijo idiota con el corazón de su madre. —El Emperador suspiró


profundamente—. Gracias por decirme esto. Haré que la chica sea reclutada para el
servicio.

—Si puedo aconsejarle… —El Emperador le indicó a Victor que continuara—. Sea
paciente. Los dos son fuego y aire. Aldrik no puede ser domado, como sabe, y ahora mismo
ella apenas puede controlar su magia. Creo que llegará la oportunidad de que usted pueda
usarla a su favor.

—O veré que así sea —comentó el Emperador—. Victor, estoy agradecido de tener
sirvientes tan leales como tú. Es un cambio refrescante con respecto a mi último Ministro
de Hechicería.

—Hay una cosa más, milord —agregó Victor, sus ojos brillando con
manipulación—. Una cosa más; para convertirla en la clave de su conquista a través del
mar, necesitaré algo del Norte para abrir las cavernas.

—Un precio pequeño por lo que prometes. Veré que adquiramos lo que necesitas. 272
—Es un tesoro de Yargen, de la variedad que consiguió Egmun; un hacha de
cristal. Si la tengo, me aseguraré de que usted sea testigo del verdadero poder de las
cavernas. —Victor apenas ocultó su dicha vertiginosa, incluso cuando sus palabras tenían
más de un significado.

—Considéralo hecho. E infórmame con cualquier conocimiento adicional que


tengas sobre la chica… y mi hijo.

—Por supuesto, no soy más que su sirviente más obediente. —Una sonrisa demente
se extendió triunfalmente por el rostro de Victor al segundo en que se apartó del
Emperador.

Esa expresión de júbilo malvado fue con lo que Vhalla despertó. No


despertó gritando ni agitándose, pero le dolía todo el cuerpo, y le dolía la cabeza
como si hubiera corrido un maratón mientras dormía. El sol aún no había salido,
y el lienzo sobre ella era de un azul brumoso y opaco. El brazo de Aldrik
se envolvía alrededor de su cintura y, a juzgar por su profunda respiración
constante, Vhalla sabía que aún estaba dormido.

Vhalla no lo despertó. Se quedó quieta y en silencio, intentando diseccionar


el sueño. Le dio vueltas en su mente y lo desarmó. Victor había jugado con
todos. Jugó con su odio mutuo, su distancia. Conocía a Aldrik lo suficientemente
bien como para saber que el príncipe nunca confiaría plenamente en su
padre. Sabía que el Emperador no creía que Aldrik estuviera listo para sus planes
para el Continente Creciente.

Aldrik no quería usar la palabra “Vínculo” para describir lo que había


sucedido entre Victor y ella, pero Vhalla no podía ofrecer otra alternativa. Estaba
Vinculada a Victor. Lo tenía dentro de ella. El lunático, el monstruo que le había
robado su magia. Vhalla estaba conectada profundamente con la única persona
en el mundo que en realidad quería matar.

La sugerencia de Jax resonó dentro de ella. Quizás si pudiera manipular el


Vínculo, podría ayudarlos con el conocimiento que pudiese conseguir, con los
poderes que ganara sobre los cristales.

Con el sol, Vhalla comenzó a sentir un despertar en otras emociones, un 273


mar oscuro que bramaba en el fondo de su mente y cobraba vida. Rodó lejos de
Aldrik, incapaz de soportar su toque tierno ni un momento más.

—¿Vhalla? —murmuró él, tanteando el espacio vacío que ella dejó.

—Vuelve a dormir —exigió ella en voz baja—. Aún hay tiempo.

Aldrik abrió un único ojo oscuro, mirándola con escepticismo.

Vhalla se obligó a sonreír. Cuando él aún pareció insistir, ella apoyó una
palma en su hombro.

—Solo voy al baño —mintió.

Cuán lejos había llegado. Ella, la bibliotecaria que era conocida por ser una
mentirosa terrible, era creída por el príncipe elocuente y persuasivo.

Aldrik cerró el ojo y murmuró algo sobre ella regresando pronto. Vhalla tiró
de su cota de malla y lo dejó, esperando que pudiera soportar la decepción al
descubrir su ausencia.

Una tierra estéril la recibió. El derramamiento de sangre del día anterior aún
era visible en la distancia. Las aves carroñeras picoteaban los restos. Vhalla apartó
los ojos de ello y miró hacia el sur. Esa solo sería una parte pequeña de la
destrucción por venir. Pondría el poder de Victor en su contra y le quitaría el
mundo a sus pies.

Se quedó mirando la destrucción ante ella hasta que la gente comenzó a


moverse.

Aldrik no dijo nada sobre su paseo matutino mientras cabalgaban. Intentó


entablar varias conversaciones con ella, pero ninguna floreció, y se quedó
hablando a su alrededor con Jax o Fritz. Elecia estuvo igualmente callada, sus
ojos pesados en Vhalla.

Pero Vhalla los ignoró a todos. Mantuvo sus ojos enfocados en el gran
horizonte distante que sospechaba sería su último campo de batalla.

Marcharon durante el almuerzo hasta la tarde, finalmente levantando el


campamento a la hora de la cena.

Vhalla se sentó en su fogata compartida durante unos momentos a medida


que todos devoraban sus porciones ansiosamente. Pasó su carne de mano en
mano, y luego se la pasó a Jax. El hombre la miró con preocupación pero no dijo
nada.

—Casi no comiste —dijo Aldrik cuando se puso de pie. 274


—No tengo hambre.

—Vhal, ¿a dónde vas? —preguntó Fritz desde el otro lado de la fogata.

—A entrenar. —Alguien estaría dispuesto a ayudarla a aliviar la energía


nerviosa que se arrastraba bajo su piel.

—Deberías comer más. —Aldrik la agarró por la muñeca.

—Ya te lo dije, no tengo hambre. —Había un borde en la voz de él que solo


ella pareció poder oír. Fue un horrible sonido chirriante que no pareció molestar
a nadie más.

»Vhalla, por favor —insistió.

—¡Comeré lo que me plazca! —Soltó su mano de su agarre bruscamente. Y


un ceño fruncido cruzó el rostro de su esposo, una expresión que Vhalla no podía
soportar. Llevó su mente a un territorio más familiar—. Simplemente… quiero
trabajar en mi habilidad con la espada.

Vhalla desapareció antes de que alguno de ellos pudiera decir algo más,
buscando al primer contrincante que pudo encontrar.
Uno desviar, dos, repetir; el patrón resonó en su cabeza al mismo tiempo que
el acero vibraba en su mano. Girar, esquivar, agacharse, arremeter, patear, estaba
mejorando. El soldado desprevenido había afirmado que estaría muy honrado
de practicar con la Emperatriz durante la noche, pero había mordido más de lo
que podía masticar contra la Caminante del Viento.

Cinco compañeros agotados más tarde, Vhalla enfundó su espada. El sudor


le corría por la cara, y jadeaba pesadamente, pero no estaba más cerca de sentirse
saciada. La energía de Victor aún se agitaba debajo de su piel.

Al día siguiente, le empezó a doler la cabeza de forma intermitente. Podía


sentir la presencia de Victor, como una sombra pegada a su espalda, y cada vez
era más difícil separar sus emociones de las de él. Este Vínculo no se parecía a
nada que hubiera sentido con Aldrik.

Malditos cristales.

El bosque se tornó más denso con cada día que pasaba, y el suelo comenzó
a convertirse en colinas que luego se convertirían en montañas y valles. Vhalla
mantenía la mirada baja la mayor parte del día, en silencio, concentrándose en
mantener la magia de Victor contenida dentro de ella. Más cerca, se dio cuenta.
Cada balanceo del caballo la estaba acercando a su objetivo. ¿No debería sentirse 275
más feliz?

La felicidad era ilusoria, y sus sueños comenzaron a ocurrir con mayor


regularidad. No, no eran sueños. Eran recuerdos. Y sus ataques fueron más
agresivos que nunca en comparación con los de Aldrik.

—Qué vas a hacer al respecto, ¿eh? ¿Brujo? —se burló un niño, apenas lo
suficientemente mayor para una ceremonia de mayoría de edad—. ¿Vas a usar tu magia
en nosotros?

Victor, quien no tenía más de trece años, estaba de espaldas contra la pared. Según
la construcción de los edificios, parecía estar en algún lugar de la capital.

—Sí, chico mágico, veámoslo.

Victor frunció el ceño y pasó los pulgares por la punta de sus dedos.
—No querrías eso, te lo advierto.

—¿Nos adviertes? —El primer chico miró entre sus dos amigos—. Creo que está
asustado.

—No le tengo miedo a los Comunes —juró Victor—. Ustedes deberían tenerme
miedo.

—Ya veremos. —El chico hizo crujir sus nudillos y se abalanzó.

Victor lo esquivó y puso su mano sobre el pecho del niño. El hielo cubrió su torso,
dejando sus brazos casi inmóviles desde el codo hacia arriba. El segundo chico dio un paso
adelante, y Victor repitió el proceso con confianza.

—¿Ahora no quieren pelear conmigo? —preguntó a la chusma restante.

El último chico negó con la cabeza.

—Oye, oye. —Extendió los brazos y colocó las palmas de las manos sobre
los niños medio congelados. El hielo se desvaneció en el aire—. Mira, todos podemos
seguir siendo amigos.

Dos simplemente charlaron, mientras que el tercero parecía demasiado horrorizado


para hablar. 276
—Sin embargo, necesito que recuerden dos cosas… la primera es que nunca piensen
que son mejores que un hechicero; nunca más. —Victor le dio una palmada en el hombro
al que había sido el líder, sonriendo alegremente—. Lo segundo es que recuerden que ahora
me pertenecen.

Los chicos, el callejón, se desvanecieron como humo negro. Solo estaba el joven
Victor ante ella, tan arrogante y triunfante como su contraparte adulta.

La miró y Vhalla se quedó paralizada, incapaz de hacer nada.

—Bueno, has sido muy traviesa, asaltando mi mente —dijo el chico lentamente—.
Veamos qué hay en la tuya.

Vhalla lo sintió. Sintió su magia como dedos helados desplegándose y penetrando


en las profundidades de su mente sin su consentimiento. La sondeó, llevándose lo más
preciado para ella.

—No… —Su protesta fue débil, su magia ya estaba dentro de ella.

Una mujer joven con un cabello desordenado corría a través de la oscuridad, un


mundo nuevo construyéndose bajo sus pasos. Apoyó el hombro en la puerta de la
biblioteca imperial y empujó. Vhalla deseó que se detuviera. No deseaba nada más que
detener la repetición de su vida ante sus ojos.
—Ahí está. —La voz de Victor resonó en sus oídos—. Veamos, ¿lo encontraste
atractivo entonces?

Vhalla permaneció en silencio, intentando ocultar sus emociones. Pero sintió el eco
de su yo del sueño. La forma en que Aldrik la había cautivado por primera vez con su
atractivo poco convencional. Victor también lo sintió; lo supo por la satisfacción en su
voz.

—Leí todas sus notitas para ti. Aquellas que escondiste en tu habitación. Siempre
afirmó que nunca tenía tiempo para los aprendices, pero supongo que eso no aplicaba a
las chicas cuyas piernas quería abrir. —La rabia la traicionó—. ¡Ahí está! ¡Ahí está la
ira! —incitó.

Vhalla se concentró en la joven que tenía ante ella, observando a Aldrik guiando
a su yo pasado a través de las estanterías. Ambos parecían mucho más jóvenes. No había
ni una cicatriz en su cuerpo. Los círculos oscuros debajo de sus ojos apenas se estaban
formando.

—Sí, sí, lo amas tanto que no puedes ocultármelo. Pero, Vhalla, puedo ser
amable. Te mostraré. Dile que renuncie a su derecho al trono, y dejaré que ambos
desaparezcan. Si su ejército se inclina ante mí, dejaré que ambos huyan al otro lado del
mar. 277
—Te mataré. —Su voz tembló con una rabia apenas controlable.

—No, no lo creo. —Victor se rio entre dientes, su voz tornándose distante—.


Cuanto más tiempo estemos unidos, más entrelazadas estarán nuestras vidas. Si yo
muero, tú morirás.

—Eso no es cierto. Los Vínculos no funcionan de esa manera. —Recordó que Aldrik
se lo había dicho, y Vhalla necesitaba que ahora más que nunca fuera verdad.

—Pero es cierto. Me aseguraré que lo sea. Porque no creo que él me mate si eso
significa matarte a ti.

—Mientes —gritó Vhalla mentalmente—. ¡Mientes!


Vhalla despertó sobresaltada. Su piel estaba sonrojada, y su sangre hervía
dentro de ella como intentando purgar a Victor como una infección. Acunó su
rostro entre sus manos y, por primera vez, contempló huir.

No, Vhalla negó con la cabeza. No había nadie más. Incluso si pudiera
encontrar otro Caminante del Viento, nunca soportarían esta carga. Incluso si
estuvieran dispuestos, morirían antes de tener el entrenamiento suficiente para
ser una amenaza.

Un movimiento desde atrás la sobresaltó. Vhalla se volvió, sus manos


volando de su rostro. La magia estaba lista en la punta de sus dedos cuando
Aldrik los atrapó sin esfuerzo. Jadeó suavemente, retirando el poder que había
estado dispuesta a desatar sobre él.

—Vhalla —susurró Aldrik suavemente. Las mantas se agruparon alrededor


de su cintura mientras se sentaba—. ¿Qué pasa?

—No me toques. —Se retorció, evitando la mano que buscaba su mejilla.

—¡Vhalla! —dijo su nombre con frustración—. Te consumes ante mis ojos.


No puedo convencerte de que comas. Te agitas mientras duermes. ¿Y ahora,
ahora no puedo tocarte? 278
Vhalla miró a su esposo con el torso desnudo. Sus raciones aún no habían
expirado, y el entrenamiento había sido bueno para su cuerpo. En marcado
contraste, los brazos de ella luciendo más desgarbados, su cintura más delgada.
Se resistió a una ráfaga de deseo, no era la primera con la que hubiera luchado
en la marcha desde que partieron. A los monstruos no se les permitía desear a los
Emperadores.

—No. —Se retiró—. No puedes.

Aldrik la miró como si lo hubiera abofeteado. No pronunció una palabra


más cuando Vhalla se vistió y se puso su armadura.

El Emperador la dejó ir.

Jax esperaba fuera de la tienda, poniéndose de pie mientras ella salía


furiosa.

—Vete —ordenó Vhalla. Estaba luchando por contener la rabia dentro de


ella.

—Alguien despertó en el lado equivocado de la cama —bromeó Jax.

Vhalla giró sobre sus talones, mirando fijamente al hombre. Su mano se


había abierto y las yemas de sus dedos se detuvieron en la garganta de él. La uña
rota de su dedo medio raspó levemente el nudo duro en su cuello, justo donde
ella había estado dispuesta a rasgarlo. Jax ni siquiera se inmutó. O confiaba
mucho en ella, o en realidad no le importaba morir. Ambos parecían igualmente
probables.

—Elecia tiene razón, no estás bien, ¿verdad? —susurró.

Vhalla se alejó.

—Estoy bien.

—Vhalla, deberías…

—¡Soy tu Emperatriz! —Su voz se elevó media fracción a medida que


levantaba un dedo, apuntando a la cara del otro hombre—. Y tú, lord caído en
desgracia, no me dirás lo que debería y no debería hacer.

Jax parpadeó hacia ella. La respiración de Vhalla era pesada. Cuando él no


dijo nada, continuó sola su camino. Estar sola estaba bien, porque si llegaba el
momento, Jax no podría protegerla. Ninguno de ellos podía volver a tocarla.
Cuanto más entrenaba, más fuerte se volvía. Estaba evolucionando hacia algo
mejor que todos ellos.
279
Sus teorías resultaron ciertas cuando una fuerza enemiga los recibió a mitad
de camino a través del Gran Bosque del Sur. Victor había planeado este ataque
con cuidado, y no fue hasta que árboles gigantes en llamas cayeron sobre el
ejército Imperial que se dieron cuenta de que el enemigo los rodeaba. Vhalla
observó cómo caía el primer árbol, los soldados se apartaban de su camino
delante de ella, y se preguntó si debería dejarlos morir. Cualquiera que no
pudiera protegerse a sí mismo no merecía la vida.

Sin embargo, su mano se movió y empujó árbol tras árbol con ráfaga tras
ráfaga, evitando más que nada el ejército de los Comunes.

El enemigo arremetió desde sus escondites a ambos lados del camino.


Vhalla estuvo fuera de Relámpago en segundos, su espada desenvainada. Los

280
destrozaría a todos ella misma, con acero o con viento.

El primer sonido de su espada crujiendo a través de un cráneo fue el sonido


más dulce que jamás había escuchado. Vhalla no pudo evitar una sonrisa de
júbilo en su rostro mientras se giraba y hundía una mano en la boca de otra
persona. Los ojos de la mujer se agrandaron y Vhalla saboreó la mirada. Allí
estaba. Ese momento justo antes de la muerte de alguien. La fracción de segundo
en que se daban cuenta de su propia mortalidad. Que iban a morir por sus dedos.
Nunca se había permitido disfrutarlo antes y, ¡oh, se había estado perdiendo de
tanto!

Lamiendo sus labios, saboreando su presa, Vhalla ya estaba en la siguiente.


Los cielos se abrieron y una lluvia tardía de otoño empapó el campo. Vhalla
confiaba en el viento más que en la tierra para evitar que sus pies resbalaran.

La lluvia lavó sus trofeos, y Vhalla se vio obligada a mantenerse al día con
el aguacero si quería algo del satisfactorio carmesí.

Mátalos.

Sí, concordó ella.

Mátalos a todos.

Juró que lo haría.


Los hechiceros enemigos todavía estaban en las copas de los árboles para
hacer llover flechas y disparar al suelo. Vhalla los empujó a la muerte uno por
uno. Los balanceó como juguetes en el camino hacia abajo, decidiendo si quería
matarlos por la caída o destrozarlos con sus manos.

El latido en sus oídos la habría vuelto loca si no se hubiera entregado a el


mismo. Fue físicamente doloroso de resistir. Y siempre había sido su salvavidas
en la batalla.

La mano de Vhalla apretó otra boca. ¿Qué número era este? Demasiados para
contar. ¡Demasiados para contar! Se quedó mirando los ojos muy abiertos, una
sonrisa demente en sus mejillas.

Un hombro se estrelló contra el costado de Vhalla, destruyendo su


concentración antes de que pudiera dar el golpe final. Vhalla gruñó, lista para
atacar al desgraciado que se había atrevido a interrumpirla.

—¡Vhal, detente! —gritó Fritz por encima de la lluvia. Su cabello se le


pegaba a la cara como un trapo mojado.

—M-milady —tartamudeó el soldado que Vhalla estaba a punto de matar—


. La-la “X”… lucho para usted. 281
—Vete. —Vhalla ni siquiera ofreció una disculpa al aliado que había estado
a punto de matar. Simplemente se agarró la cabeza con las manos.

—Vhal… —Fritz avanzó lentamente.

—Fritz, no te quiero —dijo con su temperamento tremendamente sensible.


Incluso su rostro la molestó.

Él dio otro paso hacia ella.

—¿Qué sucede contigo?

—Si te lo dijera, ¿qué crees que podrías hacer? —gritó—. ¡Ni siquiera
pudiste completar tu aprendizaje en la creación de recipientes!

Fritz palideció. La miró con ojos tan desesperadamente vastos como el


océano. Vhalla jadeó, clavándose las uñas en el cuero cabelludo. Le estaba
empezando a doler la cabeza de nuevo y, gracias a Fritz, ni siquiera había podido
evaluar el campo para ver si podían permitirse el lujo de estar hablando.

—Vhal, yo… nunca te conté eso.

—Sí, lo hiciste —murmuró ella tratando de recordar exactamente cuándo.


—No, no te lo conté. —Parpadeó la lluvia de sus ojos—. Estaba
avergonzado. No quería que pensaras que tu amigo era un desastre.

—¡Ya sabía que eras un desastre!

La mirada de dolor que cruzó el rostro de su amigo fue tan genuinamente


cruda que convocó algo igualmente real desde lo más profundo de ella, una
mujer que una vez conoció. Una mujer que había sido. La mano de Vhalla se alzó
a su boca con sorpresa.

—Fritz —susurró ella a su espalda—. Fritz, espera…

—Lo siento, Lady Emperatriz, no quise molestarla con un desastre de


persona como yo. —Su voz era apenas audible sobre la lluvia.

—¡No quise decir eso! —Sus esfuerzos fueron en vano mientras caminaba
de regreso hacia la horda principal del ejército, donde se reagrupaba a lo largo
del camino.

Vhalla miró aturdida el campo de batalla. ¿A cuántas personas había


matado? ¿Alguno había rogado por su vida? ¿Había matado a otro aliado antes
que Fritz lo hubiese salvado? Vhalla honestamente no podría decirlo.
282
Dejó caer la cabeza, sus dedos se clavaron en la sangre y el barro a su
alrededor. Este no era el Imperio que había querido construir. Esta no era la
Emperatriz que había querido ser.

Esta es la Emperatriz que naciste para ser.

—Lady Emperatriz —dijo Jax con rigidez, interrumpiéndola de sus


pensamientos. Su voz resonó en sus oídos como si estuviera atrapada bajo el
agua. Se estaba ahogando y todos pensaban que aún respiraba—. Los
comandantes se están reuniendo para reagruparse.

La dejó antes de que ella pudiera decir nada.

La tienda de reunión claramente había sido tratada por Manipuladores de


Agua, ya que estaba perfectamente seca por dentro. Las llamas flotaban cerca de
todas las personas, secando y calentando. Vhalla ocupó su lugar a la derecha de
Aldrik en la parte delantera de la habitación.

—Las espadas sufrieron la mayoría de las bajas —informó un clérigo.

—Aunque no es tan sustancial como para necesitar reformar nuestras filas


—agregó otro.
—Si el falso rey continúa atacando por los árboles, es posible que queramos
considerar la posibilidad de esparcir arqueros por la columna para una respuesta
más rápida.

—Puede ser algo seguro —concordó otro.

—Mi Emperador, ¿qué piensa? —El comandante cedió la responsabilidad.

—Déjame consultar con la Emperatriz —dijo Aldrik de repente.

Vhalla se giró, dándose cuenta de que la había estado mirando todo el


tiempo. Los comandantes salieron a su orden. Jax ni siquiera la miró, susurrando
apresuradamente a Elecia.

—Vhalla… —Aldrik cruzó la brecha entre ellos—. ¿Estás herida?

—No. —Ella evitó su mirada.

—Luchaste bien.

Ella hizo una mueca ante el cumplido.

—Te estás convirtiendo en una fuerza a tener en cuenta en el campo de


batalla. —Aldrik intentó inclinarse hacia adelante para mirarla a los ojos—.
283
Entonces, ¿qué crees que deberíamos hacer?

—Lo que tú y los comandantes piensen que es mejor. —Suspiró


profundamente—. Estoy muy cansada. Confío en ti.

—Necesito tu opinión. —Estaba siendo implacable.

—¿Por qué?

—Bueno, dijiste que podías sentirlo… —Vhalla miró bruscamente al


Emperador, con el ceño fruncido creciendo en su rostro mientras él hablaba. Solo
lo hizo hablar más rápido, y cuanto más abría la boca, más metía la pata—. Lo sé,
lo entiendo; es posible que no quieras. Pero para nosotros, no, para todos, para
todos nuestros súbditos, si puedes averiguar cuál es su próximo movimiento,
entonces podemos prepararnos.

La risa escapó como un espasmo de diversión. Hizo que temblara su aliento,


le temblaran los hombros, hasta que estalló como un ruido áspero entre sus
labios. Silenció a Aldrik e hizo que se tomara un instante con una mirada distante
que no había visto en algún tiempo.

—Ya veo. —Se apartó de él—. Ya veo. Después de todo, eres el hijo de tu
padre.
—¿Qué?

—Tan dispuesto a usar mi magia para conseguir lo que quieres. “Silencio,


Vhalla. No es un Vínculo, Vhalla”. Es fácil, no tenerlo a él en tu oído.

Aldrik retrocedió un paso como si lo hubiera golpeado.

—¡No sabes lo que es tenerlo en tu cabeza! —gritó ella y no le importó quién


pudiera oír—. ¿Quieres que lo escuche? ¿A todas las palabras que tanto intenta
susurrar en mi subconsciente? A todas las visiones que me muestra si me atrevo
a cerrar los ojos e intentar dormir.

—Vhalla… —Aldrik volvió a la vida.

—¡¿Cuántas veces debo decirte que no me toques?! —Envolvió sus brazos


alrededor de sí misma, sus uñas se rompieron mientras se hundían en su
armadura—. No lo hagas, Aldrik. No le des una pizca más de emoción para que
me la quite y la convierta en otra cosa. Para que la use como combustible para
romperme.

Sus rodillas golpearon el suelo y Vhalla lo miró suplicante. Ella lo miró


como si fuera el Padre encarnado. Lista para rogarle que la llevara a los reinos
del más allá. 284
—¡Por la Madre y el Padre, Dioses, hagan que pare! —Podía sentirlo dentro
de ella. Quería que ella le diera el control. Victor no quería nada más que saquear
su mente y reclamar su cuerpo. Convertirla en una de sus abominaciones de
cristal si se lo permitía—. Aldrik, sé lo que querías de mí, pero… pero no puedo.

Aldrik no dijo nada. Arrodillándose en el suelo húmedo ante ella, Aldrik


extendió los brazos. Y el Emperador esperó.

El autocontrol de Vhalla finalmente se quebró. Era un riesgo que valía la


pena tomar; siempre lo había sido. Los brazos de Aldrik la envolvieron y Vhalla
empujó su rostro contra su pecho con tanta fuerza que casi le rompió la nariz de
nuevo. Ni siquiera trató de detener las lágrimas y él la abrazó con más fuerza.

—No lo sé… su magia está en mí, Aldrik; podría lastimarte. —El sentido no
estaba ganando mientras Vhalla buscaba su consuelo, su cabeza encontrando su
camino hacia su cuello y hombro.

—Nunca podrías lastimarme —susurró Aldrik.

Vhalla no pudo reprimir un sollozo, rezando para que todavía fuera cierto.
Los latidos de su corazón latían dentro de su cuello y Vhalla escuchó con
atención. Se concentró en él por encima de cualquier otro ruido en su cabeza.
—Lo siento —continuó Aldrik, su aliento alborotando su cabello—. No
debería haberte dejado soportar esto por tanto tiempo. No pensé que fuera tan
malo. Pensé que era estrés y guerra, y fui un tonto. Perdóname. —Apretó los
labios contra su sien—. Te amo, Vhalla Yarl Solaris.

Vhalla cerró los ojos y dejó que su nuevo nombre completo resonara en su
mente. Reverberó hasta las profundidades de las emociones que había tratado de
ocultar. Su amor por él siempre estaría ahí, ardiendo justo debajo de la superficie.
Vhalla abrió la boca para decirle lo mismo, para disculparse, para comprometerse
a trabajar juntos y construir un nuevo amanecer.

Pero un grito fue el único sonido que escapó cuando un dolor punzante le
quitó el aire del pecho.

—¡Vhalla! —La voz de Aldrik se elevó, frenética.

Vhalla, otra voz quemó en el borde de su conciencia. Sonaba como una daga
atravesando un cristal.

Jadeó en busca de aire, un violento estremecimiento la recorrió. Fue como


si alguien le hubiera quitado los pulmones y los hubiera reemplazado con hielo.

—Vhalla, ¿qué es? ¿Qué sucede? —Aldrik estaba completamente 285


desesperado.

—Al…

No digas su nombre, ronroneó la voz de Victor. Hazlo y solo empeorarás las


cosas.

—¡Aldrik! —dijo con voz ahogada Vhalla desafiantemente—. Él-él…

No pudo pronunciar una palabra más. Todo el aire se había ido. Vhalla se
acurrucó sobre sí misma, tratando de volverse tan pequeña que el mundo
olvidara que ella existía. La agonía fue tan grande como algunos de los peores
dolores que le habían infligido en los últimos dos años.

—¡Comandante Jax! —gritó Aldrik.

El movimiento apenas registrado en su visión borrosa. Su respiración era


rápida y superficial, y luchó por cada jadeo. La luz del fuego se redujo a orbes
brillantes en su rápida visión de túnel. Más gritos, discusiones, pasos corriendo,
todo le estaba pasando a alguien que se encontraba muy lejos.

¿Cuánto duele? Victor rastrilló contra su mente.

Ni siquiera pudo soltar una respuesta ahogada.


Todo porque dijiste su nombre. Te lo advertí. ¿Sabes qué es esto, Vhalla? ¿Sabes lo
que te está pasando?

Estaba muriendo.

—¡Vhal, Vhalla! —Una voz diferente lloró por ella.

Sus ojos se cerraron.

Aquí no hay dolor.

Sin dolor, ella asintió débilmente. La oscuridad le dio la bienvenida.

Si él en verdad te amara, te llevaría lejos. Pero, ¿ves lo que te hace?

Victor se abrió camino en su conciencia con la gracia de un mazo. Estaba


robando su conciencia, invadiendo todo lo que era. Su esencia era como una
trampa, cuanto más luchaba contra ella, más apretada se enredaba.

—¡Vhalla! ¡No… nes que lu… ar! —Las voces se desvanecían; estaba
llegando al fondo de ese abismo en el que se estaba hundiendo.

La verdad es, continuó Victor. Era como si estuviera junto a ella. Que él ama
su corona, su Imperio, su legado. Lucha por su propia gloria, al igual que su padre.
286
Te equivocas.

¿Por qué sigues peleando conmigo, desdichada? ¿No crees que el difunto Solaris
comenzó con intenciones puras? Sabías la clase de hombre que era. Aldrik será igual; está
saboreando la guerra, y tendrá hambre por siempre. La sensación de Victor la presionó
y Vhalla luchó por mantener su sentido de sí misma. Pero, ¿cuál es el papel de Vhalla
en su mundo? ¿Por qué ella no lucha para el bando ganador? Pelea conmigo… ¿Cuál
será tu destino?

Matarte. Vhalla luchó por decir, y lo dijo en serio. Él era como el hielo,
invadiéndola, congelándola en una prisión de su mente donde solo estaba él.

Sabes que no puedes. Mírate ahora, propensa ante mi poder. Tu tenacidad para
resistir es encantadora, pero soy mucho más fuerte de lo que crees. Solo resultará en la
muerte de aquellos que…

Vhalla no sabía si el grito de ella o el de Victor fue más fuerte. Una luz blanca
cegadora penetró en la oscuridad. Inmoló la sombra de Victor que se había estado
moviendo en su mente. La quemó y la expuso como un bebé recién nacido al
mundo.
Abrió los ojos débilmente, sin esperar el rostro que la miraba. La princesa
Sehra dominaba el campo de visión de Vhalla. Sus manos se alejaron lentamente
de las sienes de Vhalla antes de hundirse en los brazos de Za.

—Vhalla, mi Vhalla —Aldrik la convenció desde su lado.

Ella se estremeció violentamente, pero le apretó la mano con tanta fuerza


como pudo.

—Está demasiado fría. —Elecia apartó su mano del rostro de Vhalla—.


Debemos calentarla.

—¿Qué sucede? —Fritz hizo la pregunta en la mente de todos.

—Está usando los cristales para entrelazar su magia con la de ella —


respondió Sehra, ganando la palabra al instante—. Me lo pregunté, cuando ella
bajó la puerta, pero no esperaba esto…

—T-tú me salvaste. —Vhalla no podía creerlo.

—Lo hice. —La princesa no se anduvo con rodeos—. Pero volverá. Está
herido, pero no fue un golpe fatal.

—Gracias —susurró Vhalla. 287


Sehra la miró durante un largo momento antes de asentir levemente.

—¿Qué hiciste? —Había genuina gratitud en la voz de Aldrik.

—Usé el poder de Yargen para detener los cristales —dijo Sehra como si el
hecho debería haber sido obvio.

—¿Cuál es el poder de Yargen? —Jax hizo la pregunta que Vhalla había


querido hacer.

Sehra y Za compartieron una mirada. Después de un intercambio silencioso


en el lenguaje del Norte, Sehra habló de nuevo, aunque el resto de la sala estaba
muy consciente de que estarían escuchando una versión editada.

—Aquello que ustedes llaman Madre tiene un nombre, Yargen. Ella cultivó
la tierra y entregó esas herramientas a los pueblos originarios de esta tierra.

Vhalla había escuchado esta historia antes, se dio cuenta. Victor lo había
mencionado.

—Una herramienta era un hacha, Achel, capaz de partir la tierra y crear


vida. Se la otorgó al primer hijo de Yargen, y el lugar donde lo hicieron fue
Soricium. Cuando terminaron su trabajo, comprometieron a Achel a descansar.
Soy descendiente del primer hijo y Yargen me ha elegido para mantener su
magia. —Sehra pasó de dirigirse al grupo a dirigirse únicamente a Jax—. Así que
la magia de Yargen es su fuerza, la fuerza de la vida, la luz y el orden.

—Entonces, ¿los cristales son de los dioses? —preguntó Vhalla lentamente


a medida que se calentaba, gracias al fuego de Aldrik que ardía cerca de ella.

—Lo son —afirmó Sehra—. Es su poder en forma física. Algo en lo que los
mortales apenas podemos sumergirnos sin consecuencias graves.

—La mancha —expresó Fritz las “consecuencias graves” en palabras más


comunes.

—Y la razón por la que no puedo hacer lo que acabo de hacer muy a


menudo. —Sehra miró a Vhalla solemnemente—. No pude romper la conexión
que tienes con él, solo detenerla por un tiempo. Él volverá por ti. Si puedes
aprovechar su magia, la magia de cristal, eres lo que se interpone en su camino.

—¿Con qué frecuencia puedes hacerlo? —preguntó Aldrik.

—Estoy lejos de Soricium. —Sehra negó con la cabeza—. Incluso rodeada


de vida aquí, hay mucha maldad y magia impura en estas tierras. Mi vínculo con
Yargen no es lo suficientemente fuerte para hacerlo más que cada pocos días. 288
—¿Cada pocos días? ¡Ella podría morir! —Al Emperador no le agradó la
noticia.

—Matas a Sehra si lo hace más. —Za frunció el ceño—. Rey del Sur, sea
agradecido.

Aldrik abrió la boca para hablar y Vhalla lo detuvo con un toque.

—Za tiene razón. Y no querría que Sehra muriera por mí. —Vhalla se volvió
hacia la princesa—. ¿Cuánto tiempo más hasta que pueda volver a mi mente?

—No puedo saberlo. —Ella negó solemnemente con la cabeza—. Todo


depende de lo mucho que él lo ansíe.

—¿Cuánto falta hasta que lleguemos a la capital?

—Quince días —dijo Aldrik finalmente.

Había dicho un número. Pero todo lo que Vhalla escuchó fue una sentencia
de muerte.
Vhalla durmió mejor que en lo que parecieron años. No sentía irritación en
la parte inferior de su carne, ni pesadillas. Podía disfrutar del apoyo amoroso de
su esposo sin miedo y Aldrik complació todos sus deseos de consuelo.

A la mañana siguiente, Vhalla buscó a Fritz a primera hora y se disculpó.


Su amigo fue comprensivo, incluso se disculpó él mismo por no ser más
comprensivo con la situación. Ambos hicieron las paces y continuaron con
normalidad, tanto como les fue posible. Hizo lo mismo con Jax, aunque el hombre
ya parecía haber olvidado su tensión.

Sin embargo, su mayor conciencia no le sirvió en la marcha. Vhalla se obligó


a ignorar las miradas y los susurros mientras el ejército montaba y comenzaba a
marchar. Mantuvo la cabeza alta y el rostro impasible. Pero sus oídos escucharon.

—¿Viste cómo luchó? 289


—La Emperatriz de sangre.

—Tornado carmesí.

—Portadora de muerte.

Aldrik seguía mirando por el rabillo de sus ojos, un desafío silencioso para
que cualquiera alzara la voz a algo más que un susurro. Ninguno estuvo a la
altura de su desafío y los chismes finalmente se desvanecieron. Pero pesó mucho
en su mente en los días siguientes.

Vhalla se despertó del sueño con un dolor punzante en la mente.

Todas esas cosas que dijeron de ti.

Ella se agarró la cabeza, jadeando. Aldrik se movió.

Nunca te respetarán. Siempre te temerán. Pusiste tus poderes en exhibición, tu


fuerza, ¿y esa fue su respuesta? ¿Llamarte monstruo? Mira la ignorancia de los
Comunes. La voz de Victor resonó en su mente justo detrás de sus sienes.

—Vete —siseó Vhalla.

—¿Vhalla? —Aldrik se sentó, claramente dudando en tocarla—. ¿Él está


despierto?
¿Es ese el hombre al que dices amar? Dile hola a Aldrik de mi parte. Tengo muchas
ganas de matarlo de nuevo. Dime, ¿cómo sobreviviste a las Cavernas de Cristal? ¿De la
misma manera que me sacaste de tu cabeza ayer? ¿Qué poder fue ese?

—Dije que te fueras. —Vhalla cerró los ojos e imaginó su mente como las
amplias llanuras del Este. Vastas y abrumadas por el viento. Un lugar que ella
conocía, pero en el que cualquier otro hombre podía perderse.

¿Por qué no vienes a mí? Ven a mí, Vhalla. La voz de Victor ya era más débil.
Sehra tenía razón, ciertamente se estaba recuperando de lo que fuera que había
hecho la princesa.

—¡Vete! —gritó.

Victor liberó su control sobre su mente.

La solapa de su tienda se abrió sin permiso, un par de ojos del Oeste


preocupados mirando entre ellos. Vhalla miró a Jax y se dio cuenta de que sus
respuestas a Victor se habían dicho en voz alta. Aldrik negó con la cabeza y el
guardia se retiró.

Vhalla no quiso reconocer las miradas a la mañana siguiente. Ignoró los


rostros de las personas a las que se suponía que debía dirigir. Trató de recobrar 290
la compostura mientras el mundo se sentía como si se estuviera desmoronando
lentamente debajo de ella. No quería revelar la cada vez más frágil cordura de su
Emperatriz.

Nadie compartiría su pozo de fuego por la noche. Nadie la miraría por más
de unos pocos segundos a la vez. Los comandantes hablaron principalmente con
Aldrik. Todo por lo que había trabajado se sentía como si estuviera cayendo entre
sus dedos.

La tercera noche, los sueños regresaron.

Vhalla estaba en una sala del trono, un lugar que una vez conoció. En un extremo
había una gran silla dorada. En el otro había puertas ceremoniales demasiado inmensas,
tan grandes que requerían cadenas y dos hombres cada una para abrir y cerrar. Grandes
techos abovedados exhibían trabajos en piedra que le recordaban a la biblioteca Imperial.
Donde una vez colgaron estandartes de oro, tiras de terciopelo negro con un dragón
plateado corrían a lo largo de las largas columnas.

Un hombre estaba sentado en una silla, con una corona de cristal en su cabeza.
Destellaba con la luz de las ventanas de arriba, pero brillaba principalmente con su propia
aura antinatural. El resplandor se reflejaba en los cristales tenuemente brillantes que se
apoderaban de la habitación desde el suelo debajo del trono. Victor se había cortado el
cabello y ahora lo llevaba con un estilo similar al de Aldrik: peinado hacia atrás. Era un
peinado un poco más suelto, pero era lo suficientemente similar como para que Vhalla se
preguntara si habría sido un cambio intencional.

Parecía cada centímetro de un rey en el trono, salvo por las piedras que estropeaban
su piel. Los cristales estaban incrustados en su carne, sobresalían de su cuerpo y crecían
desde sus huesos. Sus venas latían negras a su alrededor, la mancha luchaba por echar
raíz. En ocasiones, desviaba su atención de la escena que tenía ante él a una de las piedras.
Destellaría débilmente, como susurrándole, comunicándose con algún punto distante.

Ella quiso sentir odio al verlo, quería estar lista para lanzarse, incluso en un estado
de sueño, a un ataque. Pero todo lo que Vhalla sintió fue vacío. Ya no parecía un hombre,
parecía un Dios. Un Dios que la había desgastado más allá del agotamiento.

Sin embargo, siguiendo su línea de visión, el objeto que él miraba con tan malicioso 291
deleite, le devolvió el sentimiento, y el sentimiento fue horror. La obligó a moverse.
Extendió una mano traslúcida, como si fuera más que una simple espectadora en el
recuerdo de pesadilla del que fue testigo.

Las risas resonaron por todos los lados del pasillo. Hombres y mujeres envueltos en
túnicas negras se sentaron a un lado de las largas mesas, festejando y disfrutando de las
juergas nocturnas. En el centro de la sala había diez personas, desnudas con sacos atados
sobre sus cabezas. Tenían diferentes edades, de diferentes orígenes, pero el único punto en
común que compartían era el miedo tembloroso.

—¿A quién le gustaría ir primero? —llamó Victor detrás de ella.

—¡Encontré y maté a cuatro Comunes por mancillar tu nombre! —gritó un hombre


vestido de negro mientras estaba de pie.

—¡Yo orquesté el avance del Este! —gritó otro.

Un tercero se puso de pie.

—Dos de las fare son mujeres que les proporcioné, ¡del Este!

—Al hombre que es nuestro benefactor, le corresponde el honor del primer botín. —
La voz de Victor atravesó el espacio cavernoso como rocas raspando el vidrio.
Detente, suplicó Vhalla en vano al recuerdo. Sabía que el recuerdo que estaba
presenciando había pasado hace tiempo, pero la frágil cordura que había logrado recuperar
amenazaba con romperse si se veía obligada a soportar otro momento de lo que se
avecinaba.

El hombre se puso de pie, caminando alrededor de la mesa con un pequeño aplauso


de sus compañeros. Con los brazos cruzados sobre el pecho, caminó por la fila de gente
temblorosa. Cada uno se estremeció cuando sus botas pasaron junto a ellos. Victor se
movió en su asiento, agarrando ambos brazos del trono con anticipación.

—Son Comunes. —El hombre regresó a una de las mesas del comedor y tomó un
cuchillo largo para carne de un plato—. No valen nuestra magia, ni siquiera para morir.

Con una rápida patada en el hombro, el hombre Común al final de la línea fue
enviado de espaldas. Con los brazos y los pies atados, pudo hacer poco más que gemir en
el suelo. Arrodillándose junto a su víctima, el soldado encapuchado agarró su espada con
firmeza.

Colocando la parte plana contra la carne del hombre en el codo, lentamente pasó la
hoja por debajo de la piel. Con cuidadosa precisión, tocó la piel, levantando una pequeña
solapa. Pellizcó la carne estirada y procedió a desollar el brazo del hombre.
292
Vhalla quiso gritar. Quiso chillar. Quiso liberarse de esta pesadilla. Pero no podía.
No importaba cuánto luchara, no podía escapar. Así que se dio por vencida. Le dio a la
gente el único honor que podía darles. Ella fue testigo de los horrores que los hombres de
Victor desataron en los Comunes. Vio con sus propios ojos los horrores que podían
prosperar en los corazones de los hombres cuando sus víctimas suplicaban libertad,
misericordia y el fin.

Fue durante su quinta tortura cuando un brazo la sacudió, liberándola y


despertando a Vhalla. Vhalla vomitó de inmediato y apenas evitó el borde de su
colchoneta.

Aldrik le puso las manos en los hombros y ella se estremeció. Los recuerdos
ardieron detrás de sus párpados. Cubriéndose la boca, Vhalla luchó por
recuperar el control de su cuerpo. Le dolía la cabeza, sus ojos solo veían las
pesadillas y sus hombros no dejaban de temblar.
Todo ese día, Vhalla sintió el mismo vacío horrible que había soportado en
el sueño. Un sentimiento de desesperanza ante los horrores. Ya no sabía qué
sentimientos eran suyos y qué sentimientos estaba proyectando Victor en ella.
Era intocable para sus amigos; no importa cuánto anhelaran ayudar, era inútil.
Tenía que soportar las pesadillas, los temblores, los horrores, su voz, hora tras
otra.

Egmun tenía razón, meditó Vhalla una noche. Les había advertido que esto
sucedería si ella vivía. Había intentado matarla desde el principio. No podía decir
por qué; su propia historia era un secreto. Pero él lo había sabido. Era solo otra
pieza de un rompecabezas que se armó demasiado tarde. ¿Y si hubieran trabajado
todos juntos desde el principio en lugar de poner dudas uno en el otro?

Vhalla miró al cielo con cansancio, demasiado exhausta para enderezar la


espalda. No recordaba la última vez que había dormido. Sus ojos se desviaron
hacia Aldrik; círculos oscuros rodeaban sus ojos, sus mejillas parecían hundidas
y su piel era translúcida. Su condición estaba comenzando a tener un efecto muy
real en su Emperador, el único que podía unir el Imperio y liderar al ejército como
lo habían hecho.

Si yo muero, tú mueres. Vhalla no había creído en las palabras de Victor 293


entonces. Pero si fueran ciertas, podrían presentar una solución inesperada a su
problema. Su mente dio vueltas en torno a la idea durante el resto del día de viaje.

Esa noche, Aldrik le presentó lo último que esperaba.

—Pensé que queríamos usar esta conexión para encontrar información,


para encontrar algo útil. —Ella miró el frasco de Sueño Profundo.

—No estás durmiendo. No llegarás a él en absoluto si sigues así.

—Entonces, ¿quieres drogarme? —Las palabras podrían haber sido duras,


pero solo eran cansadas. Ella no veía el sentido de pelear más—. Me dejarás
inconsciente porque soy una molestia.

—Eso no es verdad. —Su boca decía una cosa, sus ojos decían otra.

—Sé lo que están diciendo, Aldrik. Sé que esto es más fácil para ti. —Vhalla
alcanzó el vial. Sus manos se cerraron sobre las de ella, agarrando sus dedos con
fiereza. Vhalla ocultó su mueca de dolor. La magia de Victor y los cristales
continuaron aumentando su poder y la hechicería de Aldrik se estaba
convirtiendo en un dolor punzante cada vez que se tocaban.

—Te quiero sana —insistió—. Por favor, Vhalla.

—Si insistes —accedió ella a regañadientes.


Cuando la horda se detuvo a pasar la noche, le pusieron un vial en la mano.
Le empujaron comida en la boca y la vigilaron con atención mientras comía.
Luego le dijeron que bebiera.

Sus amigos se habían convertido en sus guardianes. Su esposo ahora era su


supervisor antes de ser su amante. Se redujeron a encargados, empujándola de
un lugar a otro.

Se sentía más fuerte después de descansar cada noche. Pero la oscuridad


creció en el borde de su mente. Picaba y la atraía. Le dijo que ciertamente todavía
estaba soñando, el Sueño Profundo simplemente la hacía ajena a ello por la
mañana. Tenía la molesta sensación de olvidar algo importante, pero también
soportaba la carga de ese algo olvidado.

Su fuerza mejorada demostró ser más que útil en la siguiente barrera de


cristal que encontraron. Establecida donde la Gran Carretera del Sur se bifurcaba
con el camino hacia el Este, Vhalla apenas agotó el pensamiento de bajar los
cristales que intentaban inundar rayos de pura magia sobre ellos. Pero una vez
más, no podía recordar la batalla que siguió con las fuerzas de Victor. Todo lo
que sabía era que tenía que tragar ese líquido repugnante en el segundo en que
el sol pendía bajo en el cielo. 294
Victor había adivinado su juego y comenzó a perseguirla durante la luz del
día, ya que ya no podía alcanzarla en sueños. A diferencia de sus esfuerzos
anteriores con ataques directos a su forma de pensar, ahora le infligía charla,
charla aburrida. Como si ya no fuera divertido jugar con ella.

Te estás acercando a mí, querida Vhalla, tarareó Victor a través de su conciencia.

—No me llames así —murmuró en voz baja, balanceándose con los lentos
pasos de Relámpago.

Puedo sentirte, continuó. ¿Puedes sentirme?

Cada día, su asalto se volvió más implacable que el anterior. A medida que
las montañas se elevaban a su alrededor, la cabeza de Vhalla comenzó a aclararse
lentamente. Estaba segura de que eran las últimas etapas del agotamiento y la
psicosis mental, su cuerpo y su mente finalmente tirando la toalla.

¿No se siente mejor estar más cerca de mí? ¿Más cerca de esa otra parte de ti que
has estado extrañando?

Ven a mí.

Tengo un uso para ti. Antes tenía que matarte… pero ahora, ahora eres más. Puedo
usarte.
Cada vez que intentaba luchar contra él, solo resultaba en otro asalto
mental. Así que Vhalla aprendió a guardar silencio. Solo tenía que aguantar unos
días más. Unos días que se sentirían como años.

El Sueño Profundo era un recurso finito y finalmente se agotó. Elecia no


tenía los medios para hacer más, y estaban tan cerca de la capital que parecía
innecesario gastar un tiempo precioso tratando de reunir los ingredientes. Sin él,
Vhalla estaba aterrorizada de cerrar los ojos. Así que se quedó despierta,
luchando contra el sueño, luchando contra los pensamientos de cualquier cosa.

Vhalla, susurró Victor en su mente. Aldrik hacía mucho que se había


quedado dormido, de espaldas a ella. ¿Quieres que acabe?

—Acabará —susurró—. Con tu muerte.

¿Sigues tan confiada? La diversión de Victor resonó en el borde de su mente.


Bien, entonces ven a mí.

—No puedo matarte.

Mentí.

—No lo hiciste; sé cómo funcionan los Vínculos. —Vhalla no iba a jugar su 295
juego.

Destruiré el Vínculo.

Vhalla se llevó la mano a la boca para sujetarla con un sollozo. Esas palabras
fueron más dulces que las que jamás había escuchado. Era una mentira; sabía que
lo era. Pero deseaba desesperadamente que fuera verdad.

—¿Por qué? —Su voz apenas fue audible para sus propios oídos.

Para matarte, gruñó él.

Eso sí lo creía.

Ven a mí, Vhalla. Aparta tu ejército y yo apartaré el mío.

Se sentó y miró a Aldrik. Tenía el ceño fruncido y su sueño no parecía


particularmente reparador. Habían estado casados por poco más de dos meses,
y solo un día habían sido felices. Se preguntó si él lamentaría haberle tomado la
mano.

Ven a mí, Vhalla, llamó la voz.

—¿Solo tú y yo? —Comenzó a ponerse la armadura, dolorosamente lento


como para no despertar a su esposo y Emperador dormido.
Solo nosotros. Terminemos lo interrumpido en las cavernas. La voz de Victor
tenía un tono prometedor.

Vhalla volvió a mirar a Aldrik. Le dolía el lugar donde solía estar su


corazón. Pero esa mujer se había ido. Estaba agotada y drogada.

—Una cosa —susurró Vhalla—. Si voy a ti, me matarás. —Ella estaba


desesperada ante el monstruo que vio sentado en el trono en sus recuerdos.
Vhalla sabía que era verdad.

Ese ha sido mi plan desde el principio, dijo Victor simplemente, sus palabras
torcidas de varias maneras.

—Si voy a ti ahora, así, perdona a Aldrik —suplicó Vhalla débilmente.

¿Por qué perdonaría al hombre que amenaza mi trono?, Victor parecía divertido.

—Porque no será una amenaza una vez que lo rompas con la forma horrible
en que me matarás. —Vhalla pensó en los gritos de los Comunes. Ella solo sería
otra voz suplicando un final.

Bien. Una vez que su ejército esté muerto, sus amigos y familiares torturados ante
sus ojos y su casa tomada, lo pondré en un pequeño bote y lo dejaré remar hasta el 296
Continente Creciente y vivir allí, ofreció Victor.

—Mientras él viva. —Vhalla extendió una mano, sus dedos se cernieron


sobre la mejilla de Aldrik. Ella no se atrevió a tocarlo.

Vhalla salió arrastrándose de la tienda y se dirigió sola por la Gran


Carretera del Sur. No tomó nada salvo a Relámpago su armadura. Todo lo que
había dejado atrás eran algunas manchas húmedas en la almohada del
Emperador donde la última mujer con la que se había casado se había roto a
manos de un psicópata.
Lluvia. Claro que llovería, así eran las montañas en verano. La fina bruma que
cubría sus mejillas le pegaba el cabello a la frente apenas treinta minutos después
de cabalgata. Vhalla se estremeció en la silla, agarrando el cuero mojado de las
riendas del caballo.

—Lo siento, Relámpago. —Palmeó el costado del caballo, apenas una


sombra oscura a la luz de la luna nublada—. No sé lo que te harán cuando llegue.
Pero no importa lo horrible que sea, no tardaré mucho después de ti.

Vhalla se centró sombríamente en el camino que tenía por delante. Dejó a


Aldrik detrás de ella. Él estará a salvo, se mintió a sí misma. Cuanta más distancia
pudiera poner entre ella y él, mejor estaría él. Sus emociones se habían vuelto
demasiado salvajes y apenas controlables tras la estela de Victor.

Los árboles sirvieron como centinelas silenciosos en su marcha solitaria. 297


Apenas podía recordar cómo se veían la última vez que había viajado tan
pacíficamente por este camino. Había pasado tanto tiempo. Había viajado por
aquí como una soldado en fuga, y ahora esto. Habían pasado solo dos años desde
que conoció al príncipe. Dos años que abarcaron más eventos en su vida que los
diecisiete anteriores. Vhalla se acercaba rápidamente a los veinte, pero dudaba
que pudiera llegar a ese cumpleaños.

Hace dos años, sus sueños solo habían sido de hechicería y rosas, de un
jardín que dudaba volver a ver. Pero había un loco entre ellos. Alguien que había
sabido quién era ella y, de una forma u otra, la vida relativamente pacífica de
Vhalla habría terminado.

Una ramita se partió detrás de ella. La cabeza de Vhalla se levantó de golpe


y se giró, con el corazón acelerado, justo a tiempo para ver a otro caballo lanzarse
desde los árboles en su dirección.

Ella era más rápida, y Relámpago se lanzó a toda velocidad cuando sus
talones lo presionaron y agitó las riendas. El otro jinete se atravesó el camino y la
persiguió rápidamente. Los cascos eran como un trueno en el bosque silencioso,
y Vhalla trató de distinguir al jinete a través de la niebla y la oscuridad.
—¡Vhalla! —gritó Jax—. ¡Esta noche es una noche terrible para dar un
paseo!

Ella apretó la mandíbula. Él, de todas las personas, sería el único capaz de
hacer bromas en un momento como este.

—¡Regresa! ¡No intentes detenerme!

Él cerró decididamente la brecha entre ellos, y Vhalla pudo ver que había
dejado su tienda a toda prisa. Su largo cabello oscuro estaba cargado de agua y
se agitaba en mechones detrás de él. No llevaba nada más que una cota de malla,
sin siquiera una camisa debajo, por lo que parecía. Vhalla no podía imaginar el
frío del metal o el pellizqueo de los eslabones mientras rebotaba por el camino
hacia ella.

—¡Quiero viajar contigo! ¿No es ese mi trabajo? —Él sonrió locamente.

Vhalla maldijo en voz baja. ¿Por qué no podía haberse roto como él? Ella
podría haber empujado su locura para ser completamente diferente y separada
del mundo.

—¡Regresa! —gritó ella.


298
—No hagas esto. ¡No quieres hacer esto!

Estaba suplicando, se dio cuenta. Había visto la locura creciente en ella a lo


largo de los días, locura que ahora estaba escrita como pánico en su rostro.

—¡Vete, Jax! —Su grito tenía un quejido. No quería que él forzara su mano.
No quería pelear con su amigo.

—Sabes que no puedo, ¡no haré eso! —juró.

La mano de Vhalla atravesó el aire. Telegrafió su movimiento con claridad,


haciendo que el movimiento de su brazo fuera lo más obvio posible. Nunca había
atacado a uno de sus amigos con malicia o frustración, y sabía que la rompería si
lo hacía ahora.

Jax no tenía miedo de hacer lo que había que hacer. El fuego crepitó bajo los
cascos de Relámpago. Ráfagas cortas, apenas suficientes para quemar al caballo
mojado, pero más que suficientes para sobresaltarlo. El caballo se encabritó,
tratando de apagar las llamas que ya se habían desvanecido. Vhalla salió volando
con un gran estruendo de armadura.

Los cascos del caballo de Jax se detuvieron y sus botas resonaron sobre la
piedra del camino. Vhalla rodó, levantándose del suelo, luchando por ponerse de
pie. Apretó ambos puños, mostrando que su Canal estaba abierto.
—Vhalla. —Jax extendió una mano—. Detente, esta no eres tú.

—¡No me conoces! —gritó ella.

—¡Sí te conozco! —gritó él en respuesta, su voz plena y profunda—. Te he


cuidado durante más de un año. No actúes como si no hubiera estado allí para
ser testigo de la mayor parte de la desgracia que te ha sucedido. ¡No actúes como
si no pudiera simpatizar con la mitad de eso!

—Mantente alejado. —Vhalla dio un paso atrás, su respiración


entrecortada. Su corazón se aceleró como un animal acorralado y un peligroso
latido comenzó contra sus tímpanos.

—Vhalla, ¿qué crees que puedes lograr sola? ¡Tienes todo un ejército! —
Levantó las manos al aire—. Pasaste de la nada a un ejército. Espera un poco más.
Dos días más y estaremos todos juntos. Lo mataré por ti si es necesario.

—No puedes.

—¿Crees que Victor me asusta? —Jax resopló.

—¡Debería! —Odiaba estar defendiendo la habilidad de Victor, pero no


estaba dispuesta a que alguien se burlara del hombre que había logrado alterarle 299
el cerebro durante semanas.

—Lo mataré incluso si eso significa mi vida. ¡Juré que te ayudaría a superar
esto con vida!

Como si ella pudiera haberlo olvidado. Ahora todos estaban estrechamente


atados. Los nudos en sus líneas del destino uniendo a un Emperador, una
aprendiz de biblioteca, un Manipulador de Agua plebeyo, una Ci’Dan de la
nobleza, un lord caído y una princesa del Norte. Su mano cortó el aire, tratando
de apartarlo. Jax no esperaba el vendaval y fue derribado por el camino.

—¡No puedes matarlo sin matarme a mí! —gritó ella.

—¿Qué? —Jax luchó por ponerse de pie, decidido.

—Si él muere, yo muero. Si yo muero, él muere. —Vhalla dio un paso atrás.


Relámpago finalmente se había calmado un poco más adelante en el camino—.
¿No lo entiendes? ¡Estoy tratando de hacerles todo un favor! Aldrik no tomará
esa decisión y no me dejará tomarla una vez que lo sepa. ¡Si me voy ahora, puedo
absolverlos a todos de tener que tomar esa decisión!

—¿De eso se trata esto? —Jax igualó la retirada de ella con avances—. ¿Una
marcha fúnebre? ¿Te vas a morir como un animal herido porque no quieres lidiar
con encontrar una alternativa?
—Yo… —Las palabras cubrieron el interior de su boca y sabían a bilis. ¿Eso
era todo esto… el suicidio de una cobarde?

—Vhalla, regresa, por favor. —Jax bajó la voz, y de repente se volvió


suave—. Aún podemos resolver esto. El sol aún no ha salido. Llamaremos a esto
un mal sueño.

—¡Toda mi existencia se ha convertido en un mal sueño! —Ella le envió un


viento una vez más.

Jax estaba listo esta vez, y un estallido de llamas empujó contra su viento.
Vhalla se sobresaltó y se vio obligada a hacer parpadear el agua de sus ojos ante
el repentino calor. Él la tacleó de frente, corriendo a través de las llamas. La cota
de malla resonó ruidosamente sobre la armadura y rodaron por el camino. Vhalla
luchó contra él, lanzándole un puñetazo.

El latido amenazaba con dominarla y Vhalla no sabía cómo recuperar el


control. No quería matar a Jax, y sabía que en el momento en que le diera a Victor
una pizca de control, él la forzaría.

—¡Detente, Vhalla! —Era como un monstruo marino, brazos largos salían


de la nada cada vez que pensaba que se había liberado, tirándola hacia abajo una 300
y otra vez.

—¡Déjame ir!

—¡No lo haré! —Algo nuevo se apoderó de él: dolor—. ¿Qué pasa con
Aldrik? ¡Dime! ¿Qué le harás hacer cuando se despierte y su cama esté vacía?
¿Qué quieres que le diga? ¿Que su amor, la única mujer, la única persona a la que
le he visto dedicarse de verdad, ha acabado con su propia vida?

—¡Mi vida pondrá fin a esta pesadilla! —gritó, a pesar de que el rostro de él
estaba a centímetros del de ella.

—No creo que tengas que morir para que él lo haga. —Negó con la cabeza
violentamente—. ¿Él te dijo eso? ¿O lo inventaste por tu cuenta? De cualquier
manera, es una gran tontería.

Vhalla finalmente dejó de luchar. Se apartó de ella y la dejó sentarse. Aún


la sostenía por las muñecas, listo para sujetarla una vez más.

—Esto no se trata solo de Aldrik. —La emoción cruda abarrotó las palabras
frenéticas de él—. ¿Qué pasa con el resto de nosotros? ¿Y Fritz? A Elecia le
importas mucho también ahora; puedes ver eso, ¿verdad? Oh, Madre, sé que esa
mujer tiene una forma retorcida de mostrarlo. Pero lo hace, te lo prometo. —Jax
se inclinó hacia adelante, luchando por ver su rostro—. Todos creemos en ustedes
dos. Todos luchamos por ustedes. ¿Sabes por qué?

Ella sacudió su cabeza. No tenía la menor idea.

—Porque ustedes dos representan algo, algo más de lo que hacen


individualmente. Son los soñadores imposibles. Los dos que asumieron el
destino de estar juntos. Nadie creía que pudieras ser cualquier cosa. Más de una
vez, ambos lucharon por más, por sueños que nunca debieron haber soñado.

»Entonces, cuando dices que luchas por la paz, la gente lo cree. Porque has
engañado a la muerte y al destino. Comparado con eso, encontrar la paz
seguramente será fácil.

Vhalla se mordió el labio. Sus hombros se estremecieron, pero luchó por


contener las lágrimas. Incluso si estaba mintiendo, era una mentira agradable de
creer.

—¿Qué hay de ti? —susurró ella.

—¿Perdón? —Su agarre se aflojó por la sorpresa, pero Vhalla no aprovechó


la oportunidad para correr.
301
—¿Y qué hay de ti, Jax? Mencionas a Fritz, Elecia y Aldrik… ¿tú qué?

Su rostro se relajó en algo que ella nunca había visto antes. Sus ojos estaban
pesados y tristes, tan abiertos que Vhalla podía ver su reflejo en los iris oscuros.
Envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y la atrajo hacia él.

Vhalla estaba demasiado sorprendida para moverse. Ella siempre había


iniciado el contacto con Jax. Él nunca había sido tan amigable con ella y, en una
perfecta inversión de roles, fue su turno de no moverse. No tenía la más remota
idea de cómo reaccionar.

—Bien, veamos. Eres a quien Baldair me dijo que protegiera. Eres la mujer
que me dio mi libertad. Vhalla Solaris, nunca estuve aquí por el Emperador.
Estoy aquí por ti. Eres mi soberana. Y lucharé en tu nombre hasta mis últimos
días porque es la única cosa en la que he creído además de la Guardia Dorada de
Baldair.

Sus manos cobraron vida y Vhalla se aferró a él. Las lágrimas brotaron de
ella y estuvo a punto de sollozar. Su amigo, su guardia jurado, la abrazó mientras
dejaba salir el dolor que había retenido durante semanas. No dijo nada más; la
dejó llorar y desatar sus gritos al cielo.
Vhalla lo soltó todo. Y cuando su garganta estuvo en carne viva, su nariz
como una cascada y sus ojos ardían, finalmente se detuvo. Los brazos de Jax se
aflojaron y ella se apartó, mirándolo a los ojos. La palma de él se cerró alrededor
de su cuello, la otra en su hombro.

—Ahora, ¿volverás?

—No dejes que él vuelva a dominarme —susurró. Vhalla no creía que Jax
pudiera hacer nada, pero solo pedirlo la hacía sentir mejor.

—¿Qué puedo hacer? —Claramente quería ayudar, pero no sabía cómo.

Vhalla tampoco tenía idea.

—¿Tratarme como a una amiga otra vez? —Necesitaba a sus amigos.


Necesitaba que fueran sus amigos, que confiaran en ella y no le temieran.

Jax pareció desconcertado, pero se recuperó rápidamente. Él le dio un


asentimiento y una pequeña sonrisa. Regresaron juntos al campamento y, al
amanecer, ninguno habló de su paseo matutino.

302
Su corazón comenzó a acelerarse en cuanto la ciudad capital apareció a la
vista. Mientras el ejército ascendía por el camino, comenzaron a ver la
destrucción que Victor había causado. Donde antes había pequeños pueblos que
conducían a la capital, ahora solo quedaban restos saqueados y destruidos. Los
árboles y el follaje parecían marchitos y débiles, y entonces notó que habían
adquirido un tono grisáceo.

Vhalla se dio cuenta de que la mancha estaba infectando la misma tierra.


Cuanto más se acercaban a la capital, menos vegetación crecía. Todo estaba
quieto y en un silencio sepulcral.

La noche anterior, los comandantes habían repasado el plan de ataque,


preparando el ascenso de la compañía Imperial. Desafortunadamente, no había

303
mucha estrategia. Un ejército de su tamaño no podría colarse precisamente en la
ciudad, y Victor ya sabía que vendrían. Una vez dentro, se dividirían en un
ataque de dos frentes, la mitad del ejército tomando los caminos principales, la
otra mitad marchando en paralelo a unas pocas cuadras de distancia. De esa
manera, si Victor atrapaba la calle principal, tenían más oportunidades de llegar
al castillo, sin dejar de estar lo suficientemente cerca para ayudarse entre sí.

Pero la pregunta que rondaba en la mente de todos los comandantes era


cómo entrar a la ciudad. A medida que se acercaban, a solo una hora de distancia,
Vhalla reunió su magia y dijo una pequeña oración a la Madre. Volvió sus ojos
hacia el cielo nublado y pasó los dedos por el aire. Vhalla imaginó ráfagas de
viento atravesando las nubes, alejándolas, dispersándolas.

Vhalla evaluó su trabajo. Esperaba que pareciera un ala. Pero aún más,
esperaba que Grahm todavía estuviera vivo para ver su señal.

Continuaron con su marcha y Vhalla mantuvo su señal en el cielo.


Comenzaron a escuchar un clamor que se elevaba desde la capital. El horrible
grito de una bestia de cristal atravesó el cielo y, muy adelante, el puente levadizo
de la capital del Imperio Solaris comenzó a abrirse.

Había funcionado y tenían su guerra.


En cuanto el puente estuvo abajo, en cuanto estuvieron a poca distancia, se
lanzaron. No había vuelta atrás ahora, y la cabeza de Vhalla quemaba de sien a
sien. Victor ya estaba tratando de abrirse camino hasta su conciencia, para
disuadirla de su ataque.

Vhalla apretó los puños varias veces. Este era el precipicio de su destino.
Ella lo dejaría todo aquí. Sus ojos se movieron hacia la izquierda, encontrándose
con los de Aldrik. Ambos se veían terribles. Empapados, demacrados, sucios y
exhaustos. Pero las llamas ya iluminaban el aire alrededor de su rostro. El viento
estaba en su cabello. Arderían y aullarían juntos.

Los trucos de Victor comenzaron justo al otro lado de la puerta. Se había


erigido un muro de cristales que cortaba todos los caminos desde la puerta.
Vhalla extendió las manos, desatando su poder, el poder de los cristales. Ella lo
dejaría entrar, pero solo para usar su fuerza contra él. Los cristales se
oscurecieron y se fracturaron, colapsando bajo su propio peso en el segundo en
que los inutilizó.

Fritz, Elecia y Sehra dirigieron una parte del ejército por el camino principal.
Vhalla, Aldrik y Jax se dirigieron a la derecha. Los comandantes querían separar
a Vhalla y a Aldrik para duplicar las probabilidades de que uno de sus soberanos 304
saliera vivo, pero la pareja se había negado. Dividirlos ahora solo perjudicaría
sus posibilidades.

Vhalla agitó su brazo en el aire. La magia de Aldrik montó la de ella para


crear una cortina de llamas suspendida sobre ellos, bloqueando los ataques de
hielo y fuego de los hechiceros en los techos de arriba. Vhalla tiró de las riendas
de Relámpago.

—¡Arqueros, tejados! —gritó ella.

La lucha ya había estallado en las calles antes de que llegaran. Vhalla vio
sangre manchando el suelo por delante. Extendidos sin vida ante los hechiceros,
había hombres y mujeres con alas plateadas pintadas en el pecho y la espalda.

Vhalla sacó su espada y la arrojó. Dirigiéndola con su dedo índice, cortó a


través de las gargantas de los hechiceros, derribando dos antes de que ella la
volviera a convocar. El fuego de Aldrik estalló a su izquierda, y Vhalla llamó su
atención hacia donde ardía, ayudándolo con sus vientos.

El ejército Imperial hizo un progreso constante en la ciudad, hasta que el


primer monstruo descendió sobre ellos. La bestia tenía un camino despejado,
todo garras y fauces abiertas. Vhalla trató de succionar el aire debajo de él, pero
un dolor punzante en el fondo de su mente hizo que su magia vacilara en el
último momento.

Lo esquivó por poco, cayéndose de Relámpago. Agarrándose la cabeza,


rodó y se puso de pie y trató de encontrar su espada. El monstruo había
eliminado a Relámpago y a la mitad del ejército con él.

El caballo la había llevado al fin de la tierra y de regreso. Su muerte la golpeó


en el pecho, tan fuerte como la muerte de cualquier amigo querido. La rabia se
apoderó de su garganta. No le importaba si era la emoción de Victor o la de ella.
Esperaba que fueran ambas. Esperaba poder sentir su ira al saber que su ejército
estaba sobre él. Que no iban a retroceder, no ahora, no después de haber llegado
tan lejos.

Vhalla hizo una mueca de dolor y se puso de pie cuando el monstruo se


ladeó alto a través de las nubes. Los hechiceros que la rodeaban enviaron lenguas
de fuego y lanzas de hielo, pero la magia no logró penetrar su piel curtida.

—¡Conserven tu magia! —ordenó Vhalla. Los soldados volvieron fielmente


su atención a otra parte—. ¡Jax, cúbreme!

Vhalla ni siquiera se aseguró de que lo estuviera haciendo. Confiaba en que 305


su guardia y amigo estarían donde ella lo necesitaba. No había lugar para el
miedo o la duda en esta batalla. Sus amigos harían lo que tenían que hacer para
sobrevivir, al igual que ella. La preocupación estaba grabada en su corazón, lo
más cercano a la oración que podía permitirse.

Invitó a la magia de Victor dentro de ella y sintió que aumentaba. Si él podía


hacer monstruos de cristal, ella podía destruirlos. Vhalla desató su magia con un
grito, y el monstruo explotó con un estallido de luz, fragmentos de cristal
ennegrecido cayendo a la tierra como la luz de una estrella oscura.

Jadeó en busca de aire, desplomándose. Tenía un brazo sobre el pecho,


fuerte, sosteniéndola, dándole apoyo. La magia le había quitado más, usándola
más rápido que la última vez. El ejército se apresuró a rodearla, la batalla
continuaba. Un escudo de fuego surgió, bloqueando un ataque contra la
Emperatriz que estaba boca abajo.

—Gracias, Jax —jadeó.

—No exactamente. —Vhalla miró hacia arriba. No esperaba a Aldrik allí. Su


armadura estaba chamuscada, rayada y ensangrentada—. ¿Estás bien?

—Lo estaré. —Ella puso una fachada valiente, no había otra opción.
El brazo de Aldrik se demoró por un breve momento más. No pudo haber
sido más de un segundo, pero se sintió como una eternidad. Dijo volúmenes
silenciosos. Su corazón cantó al de ella, y el de Vhalla respondió de la misma
manera. Ella sabía que él estaba allí; luchaban como uno. Sin importar lo que
pasara, se quedarían aquí juntos.

Estable sobre sus pies, Vhalla se dio la vuelta y volvió a entrar en la refriega.

Victor claramente había preparado a sus soldados para este ataque. Si bien
el camino por el que caminaron casi no tenía trampas, Vhalla sospechaba que
Fritz, Elecia y Sehra no lo estaban pasando tan bien, hubo más de un asalto a gran
escala del falso rey.

Ataque tras ataque, siguieron adelante. Vhalla había hecho señas para que
se adelantaran a más hombres y mujeres desde la retaguardia hacia el frente de
los que podía contar. Los estaba enviando a su muerte. Ellos lo sabían mientras
corrían sobre los cadáveres de sus compañeros, pero siguieron adelante de todos
modos. Todo el ejército persistió con un objetivo con precisión exacta: llegar a
Victor, matar a Victor.

Los hombres de Victor eran inteligentes. Cada soldado de cristal podía


contar por dos del ejército del Imperio, aprovechando la magia y el terreno. 306
Entraban y salían de edificios. Frenados por muros de hielo y fuego. Los
Destructores de Tierra corrían desde los callejones, cortando gargantas y
continuando sin entablar combate, las espadas resonaban torpemente contra sus
carnes endurecidas.

Otro monstruo se elevó por encima, por lo que Vhalla repitió el proceso de
antes. Concentró toda su magia para derribar a la bestia desde donde volaba.
Cuando el cadáver de la bestia de cristal cayó inofensivamente al suelo, ella
también lo hizo.

Aldrik la levantó con ambos brazos, envolvió su brazo alrededor de sus


hombros y la cargó.

—Aldrik, debemos…

—No puedes permanecer en la primera línea. —Empujó hacia atrás.

Vhalla odiaba el sabor de la retirada.

—Pero tú puedes.

—Vhalla…
—¡Jax! —llamó ella. Vhalla no tenía idea de dónde estaba el hombre del
Oeste, pero no podía estar muy lejos. Su suposición resultó ser correcta cuando
se retiró del centro de la horda—. Jax, me estoy volviendo inútil. Pero Aldrik no.

—Te cuidaré. —Sabía lo que estaba pidiendo antes de expresar su solicitud.

Sostuvieron la retaguardia mientras la lucha avanzaba hacia la noche.


Cuando la luna estaba a un tercio del cielo, los hombres de Victor parecieron
dejar de llegar. Vhalla había destruido una bestia de cristal más, pero hizo falta
casi todo lo que tenía para hacerlo.

Era un punto muerto, frustrantemente silencioso para ambos lados. El


ejército Imperial mantuvo su línea, Aldrik consciente de no abandonar su avance.
O Victor dejó de enviar hombres y monstruos, o no tenía más que enviar.

Los cristales cubrían las calles como oscuros fragmentos de vidrio. Vhalla
observó cómo pulsaban suavemente a la luz de la luna. Todos le habían dicho
que podía usar la magia de cristal sin que la contaminara. Quizás eso fuera cierto.
Pero se sentía como si la estuviera destrozando cada vez que la convocaba.
Piedras tan sencillas, que ya se estaban desvaneciendo y convirtiéndose en polvo,
tenían tanto peso.
307
—¿Cómo te sientes? —preguntó Jax en voz baja, bajándola. Habían
encontrado una taberna, hace mucho tiempo abandonada, para reagruparse con
los comandantes.

—¿Cómo me veo?

—Como un cadáver andante.

—Entonces supongo que me siento diez veces peor. —Vhalla cerró los ojos
con fuerza, sosteniendo su cabeza. Victor había estado callado; quizás él estaba
tan exhausto como ella.

Su mesa de comandantes era más pequeña de lo que había sido la noche


anterior, lo que reflejaba el número de muertos de este día. Aldrik les había
ordenado a todos sentarse en lugar de estar de pie.

Él parecía tan muerto andante como ella se sentía. Alguien lo había


golpeado en la mejilla y le faltaba un pequeño trozo de la oreja, lo que indicaba
que una espada se había acercado demasiado a su rostro para su gusto. Pero, por
lo demás, su Emperador estaba mayormente de una pieza. Vhalla exhaló un
suspiro interno de alivio, concentrándose en los planes que tenía ante ella.

Los trazos de la pluma sobre el pergamino comenzaron a esculpir los restos


de su ejército. En comparación con la horda que había comenzado en la entrada
de la ciudad, solo quedaba un pequeño número, tal vez un par de cientos.
Necesitarían un milagro y otros cien o doscientos soldados para tener una oportunidad.

La puerta de la taberna se abrió de una patada. Todos los comandantes se


giraron sobresaltados, medio alcanzando sus armas. Fritz estaba en el marco de
la puerta, ensangrentado y sosteniendo su milagro.

308
—¡Elecia! —Para cuando Vhalla dijo el nombre de la otra mujer, la sanadora
ya estaba de pie.

Elecia cruzó la habitación y ayudó a Fritz a llevar al hombre que sostenía


hasta la mesa. Los comandantes se apartaron del camino, haciendo un espacio
donde pudieron tumbar a Grahm. Vhalla miró el cuerpo del hombre del Este,
Fritz inquieto a su lado.

Sus ojos se posaron en la fuente del estrés de Fritz. La mano de Grahm


estaba cubierta de pequeños cristales que sobresalían de la piel ennegrecida. Sus
dedos parecían estar en las últimas etapas de congelación. Venas de telaraña
conectaban cada cristal, pulsando una mancha mortal entre ellos, abriéndose
camino hasta el brazo de Grahm.

—¿Qué pasó? —preguntó ella a Fritz. 309


—Estábamos comenzando a establecer un muro, u-un perímetro, para no
perder el terreno que ganamos —comenzó Fritz—. Vi más peleas. Pensé que era
otra fuerza guerrillera, los Alas, ¿sabes? —Su amigo claramente estaba luchando
por mantenerse calmado—. Pero había muchos de ellos. Fui a investigar; traje
ayuda conmigo porque nunca se sabe…

Vhalla deslizó su mano sobre la de Fritz. Ella lo abrazó con la suficiente


suavidad para no distraerlo de su relato. Pero sus dedos fueron firmes, insistentes
en que no escaparía de ella. su amigo parecía que podría desmoronarse en
cualquier momento, y Vhalla estaría allí si lo hacía.

—Era un grupo de Alas Plateadas, uno grande. No como el resto de ellos.


También estaban tratando de reagruparse y Grahm los estaba guiando.

Había un corte profundo en el hombro de Grahm junto a su cuello. Del


ancho de un dedo en casi cualquier dirección, y probablemente hubiera sido una
herida fatal sin un sanador. Las manos de Elecia estaban manchadas de sangre
cuando las presionó contra la carne cortada, tratando de obligarla a unirse.

—Elecia, ¿puedes arreglarlo? —susurró Fritz.


—Lo estoy intentando. —La mujer no miró hacia arriba, sin apartar su
atención de la herida.

Ignoraban la inevitabilidad de los cristales. Vhalla se arrodilló y miró de


cerca la mano de Grahm. Él gimió suavemente, la conciencia regresó con las
atenciones de Elecia. Desde su nueva posición ventajosa, Vhalla podía ver que
los ojos de Elecia también se dirigían regularmente a las piedras. La otra mujer
estaba nerviosa por interactuar mágicamente con alguien que estaba
contaminado.

—Tengo una idea. —Vhalla atrapó la mirada de Elecia—. Pero quiero que
esté físicamente estable antes de intentarlo.

—Eso suena a presagio —murmuró Elecia.

Vhalla no podía estar en desacuerdo.

—Voy a tomar el control de los cristales y destruirlos, como hago con los
monstruos y las puertas.

—¿Qué le hará eso a él? —preguntó Fritz.

—No puedo decirlo con certeza. —Vhalla no iba a hacer que fuera algo que 310
no era. Era un último recurso que podía matar a Grahm tan fácilmente como
salvarle la vida.

—Bueno, si vas a hacerlo, hazlo ahora. —Elecia apartó las manos—.


Mientras queda suficiente fuerza en mí para tratar de recomponerlo cuando
termines de destrozarlo.

Nadie esperaba que el sarcasmo de Elecia fuera literal.

Vhalla levantó su mano sobre la de Grahm, parpadeando y cambiando a su


vista mágica. Su magia era tenue y dificultosa. Vhalla se preguntó brevemente
qué pasaría en el momento en que tuviera la misma cantidad de su propia magia
que la magia de cristal entrelazada con la de Victor. Pero no lo pensó. Su amigo
estaba ante ella y estaba enfermo. No era momento de dudar.

Al igual que hizo con los monstruos, Vhalla se conectó a los cristales y deseó
su destrucción. Explotaron enojados de la mano de Grahm. Fragmentos negros
cubrieron el suelo junto con trozos de carne de Grahm.

Todos los comandantes dieron un paso atrás para evitar ser salpicados de
sangre contaminada.

El hombre que yacía en el banco lanzó un grito, traído a la conciencia por el


dolor.
—¡Sujétenlo! —exigió Elecia.

Fritz fue el primero en responder. Sentándose, tomó la cabeza de Grahm


entre las suyas y le acarició las mejillas con los pulgares.

—Grahm, todo estará bien.

Elecia dudó solo un segundo antes de que su mano se clavara en la carne


contaminada que se había abierto con la destrucción de los cristales. La piel
ennegrecida y cuarteada se convirtió en una masa y una sustancia viscosa en el
instante en que los cristales explotaron. Elecia apartó la mano, la carne negra se
aferró a ella como grasa de carne coagulada. Lo intentó de nuevo en un lugar
diferente, la piel literalmente se deslizó sobre los huesos de Grahm.

Grahm giró la cabeza, tratando de sacárselos de encima.

—¡Sujétalo! —insistió Elecia, pensando rápidamente. Se volvió hacia la otra


persona en la habitación en la que confiaba implícitamente—. Aldrik, voy a
necesitar tu fuego.

El Emperador dio su afirmación sin dudarlo.

—Fritz, necesito que lo congeles. 311


—¿Qué? —Fritz no entendía.

—Necesito que lo congeles lentamente, no le provoques un shock. Necesito


que su corazón se desacelere; cuanto menos consciente sea de lo que está
sucediendo y cuanto más lento sea su flujo sanguíneo, mejor —dijo Elecia con
lentitud y claridad.

—Es otro Manipulador de Agua y…

—Y la mancha ya está más allá de su codo. ¡Las malditas cosas eran como
forúnculos y la infección está inundando el cuerpo!

Vhalla miró con horror, preguntándose si había condenado a su amigo.


Tragó saliva, tratando de seguir el hilo de pensamiento de Elecia. Grahm estuvo
muerto desde el momento en que comenzó la contaminación. Esta era su única
oportunidad de salvarlo.

Corrió hacia el bar de la taberna y localizó un trapo largo. En el camino de


regreso, recogió una de las espadas de los comandantes.

—Espera, eso es…

La Emperatriz hizo callar al comandante con una mirada fulminante.


Realmente no le importaba un comino que fuera de él. Podría haber sido de la
Madre por lo que a Vhalla le importaba. El hombre se dio cuenta y se calló. La
mayoría de los comandantes lo tomaron como señal para salir del lugar.

—Espera, no es posible que tengas la intención de… —Fritz se quedó


boquiabierto de horror cuando Vhalla comenzó a hacer un torniquete en la parte
superior del brazo de Grahm.

—Esto debe meterse en su boca para evitar que se muerda la lengua. —


Vhalla retorció el otro trapo y lo colocó entre los dientes de Grahm.

—¿No hay…?

—Congélalo, mantenlo quieto y no digas nada más. —La respiración de


Elecia era pesada, los nervios comenzaban a abrumarla. Era una buena clérigo,
pero esto iba a ser una prueba para la mujer—. Vhalla, empuja ese banco,
extiende su brazo sobre él.

Aldrik ayudó a Vhalla a cumplir la orden de Elecia. Se había convertido en


la mesa de operaciones más improvisada que habían visto jamás, y era todo lo
que se interponía entre Grahm y una muerte segura. Elecia sacó la espada y ajustó
su postura un par de veces, empujando los bancos en los lugares correctos.

—Vhalla, sostén su brazo. Fritz sus hombros. Aldrik, prepárate con el fuego 312
—ordenó.

Vhalla agarró la muñeca de Grahm. Sus dedos se comprimieron contra la


carne podrida y los huesos que se aplastaban y se deslizaban como sedimentos
de un estanque sobre una roca. Ignoró la escalofriante sensación y mantuvo el
brazo lo más recto posible.

—¿No podemos repensar esto?

—¡Mantenlo tranquilo, Fritznangle!

—Pero…

—¡Fritz, confía en Elecia! —le suplicó Vhalla a su amigo.

Fritz apartó la cabeza cuando Elecia alineó su marca con la espada. Vhalla
la vio plantar los pies en el suelo. Sintió el cosquilleo de la magia a través del aire
cuando Destructora de Tierra hizo que sus brazos fueran tan pesados como rocas
para crear el mayor impulso posible.

La hoja zumbó en el aire y Fritz se estremeció cuando conectó con el hueso.


Vhalla sintió que el crujido reverberaba a través del brazo de Grahm. El hombre
gritó en el trapo que tenía en la boca.
Elecia no se inmutó. Liberó la hoja con un pequeño empujón y la levantó de
nuevo para un segundo golpe. La médula rezumaba de la herida, la sangre se
acumulaba en los bancos y goteaba al suelo.

Fueron necesarios dos golpes para separar el brazo de Grahm de su cuerpo.

—Aldrik, cauterízala, levemente —le ordenó Elecia—. Solo quiero ayudar


con la coagulación, es posible que deba eliminar más después, una vez que vea
lo que está haciendo la mancha o la infección.

—¿Eliminar más después? —Fritz se balanceó débilmente.

—Con suerte, cuando tengamos los suministros médicos adecuados —


murmuró Elecia.

Grahm gimió de agonía cuando volutas de fuego sellaron su herida. Pero


su dolor parecía estar disminuyendo debido a que Fritz adormeció la zona, un
sedante improvisado. Vhalla rezó para que, cuando despertara, apenas recordara
lo que sucedió.

Elecia vendó rápidamente la herida. Pero no soltó el torniquete hasta que la


sangre dejó de filtrarse a través de la tela. Fritz no había soltado a Grahm; miró
con muda sorpresa el rostro de su amante. 313
—Voy a buscar algo para él —anunció Elecia. Se balanceó levemente. Vhalla
sabía que el agotamiento era tanto mental como físico—. Algún clérigo en la
retaguardia debe tener algo…

—¿Estará bien ahora? —susurró Fritz.

—Eso espero. —Vhalla se estremeció mientras tomaba el brazo cortado,


quedaba suficiente carne por encima del codo para que se meneara
incómodamente. Lo depositó en el callejón detrás de la taberna. Vhalla se pasó
las manos por las perneras de sus pantalones todo el camino de regreso, tratando
de eliminar la sensación de carne manchada licuada y una extremidad cortada
flácida.

Grahm gimió suavemente. Vhalla rápidamente pateó el banco


ensangrentado a su regreso. Ya era bastante malo lo que le había sucedido. No
quería que se despertara y tuviera que ver los restos.

—¿Grahm? —susurró Fritz.

—¿Fritz? —El hombre del Este empezó a despertar.

—Estoy aquí. Estoy aquí contigo —aseguró Fritz.


—Necesito, necesito llevar actualizaciones… —murmuró, casi delirando.

El shock le hacía cosas increíbles al cuerpo, razonó Vhalla.

—Silencio, está bien.

—No. —Grahm rechazó el consuelo de Fritz, intentando abrir los ojos—.


Necesito decírselo al Emperador…

—¿Qué? —Aldrik entró en el campo de visión de Grahm para que el


paciente no tuviera que girar la cabeza.

—Alas Plateadas. —Grahm luchó por decir cada palabra—. Mi Emperador,


ellos luchan por ti.

Vhalla se puso de pie y ocupó su lugar junto a Aldrik. Los ojos de Grahm
se abrieron una fracción, como si estuviera luchando por verla.

—Lady Emperatriz, ¿es verdad?

—Grahm, gracias por tu servicio —tranquilizó Vhalla.

—Fue un honor para nosotros. —Tragó con dificultad. Sin duda, su boca
aún tenía el sabor a algodón del trapo—. Tenemos cien hombres y mujeres que
314
escaparon del palacio. Ellos pelearon conmigo. —Grahm miró a Fritz—. ¿Lo
lograron?

—La mayoría. —Fritz asintió.

—Gracias a la Madre. —Los ojos de Grahm se cerraron con fuerza—.


Conocerán los caminos, una vez que entren. Hay otros cien o más, si ellos…
pelean en el palacio. Ellos ayudarán. Victor se retiró… arriba. Ellos los ayudarán
a llegar allí… él está… hay más monstruos. No ha terminado…

—Entendemos. En verdad. Ahora descansa. —Fritz apartó el cabello de la


frente del hombre.

—Fritz… —Grahm miró a su hombre, que estaba haciendo un mejor trabajo


al sostener a Graham que mantener controladas sus propias emociones—. Me
alegro de poder verte de nuevo.

—Yo también.

—Te amo —susurró Grahm.

—Y yo te amo. —Las lágrimas cayeron de los ojos de Fritz—. Ahora, no


mueras.
Elecia regresó, se acercó a Grahm con intención y puso fin a la conversación.
Vertió tres viales en su garganta que juró que tendrían casi el mismo efecto que
el Sueño Profundo y ayudó a Fritz a llevar a Grahm hasta el segundo piso de la
taberna para mantenerlo a salvo y oculto durante el resto de las batallas.

Vhalla dejó escapar un profundo suspiro. Los brazos de Aldrik la rodearon;


ella aceptó su consuelo y su fuerza, robándose un momento a solas con su esposo.
La habitación estaba en silencio; incluso la noche afuera estaba tranquila.

—¿Por qué estamos luchando? —Vhalla cerró los ojos por un momento,
pero todo lo que vio fue sangre. La sangre de sus aliados. La sangre de sus
enemigos. Suficiente sangre para ahogarse diez veces—. ¿Qué quedará cuando
terminen las guerras?

—Es por eso por lo que luchamos. —La apretó suavemente—. Lo que sea,
quien sea, que quede.

—Incluso si no somos nosotros. —Vhalla se apartó, sin ceder a la seductora


comodidad del retiro que ofrecía su presencia. Todavía quedaba una guerra por
ganar.

315
Victor tenía poca preocupación por la etiqueta tácita de la guerra. Tal como
habían advertido Grahm y sus soldados, el falso rey había estado preparando
otra ola de monstruos y abominaciones. La pausa solo fue lo suficientemente
larga para que él pudiera planear el siguiente ataque.

Apenas tuvieron tiempo de prepararse. Pero tuvieron algo de tiempo, que


fue totalmente gracias a Grahm y los Alas Plateadas.

La ráfaga de la batalla pareció más apagada la segunda vez, y Vhalla luchó


por mover sus pies con la misma velocidad que lo había hecho antes. Los
comandantes corrieron gritando hacia la luz de la mañana, organizando lo que
quedaba de las tropas.

Vhalla siguió, liderando lo que ahora era su mando. La muralla defensiva


que habían construido con hielo y tierra había sido destruida. Vhalla corrió en 316
dirección opuesta a Aldrik, pero Jax permaneció pegado a su lado. Jax estaba
tontamente decidido a cumplir con sus juramentos anteriores de morir por ella si
era necesario. Vhalla estaba igualmente decidida a asegurarse de que no
sucediera. No eran tan sincronizados como ella y Aldrik, pero era mejor que
cualquier otro soldado, y ambos aprendían rápido.

Fritz se quedó atrás con Grahm, una nueva razón para mantener la línea.
La opinión clerical de Elecia era incierta; no podía estar segura de que saldría
adelante, incluso si la mancha se había ido. La idea era una que Vhalla se negaba
a considerar.

Victor era terriblemente inteligente. Su oleada inicial de soldados llevaba


cristales. Cada soldado que se movió sobre el ejército imperial creó dos o tres
soldados enemigos más mientras empujaban pequeños cristales en los cadáveres
esparcidos por todo el campo de batalla. Los cristales estallaron, y Vhalla pudo
sentir la voluntad de Victor convocándolos de vuelta a una forma de vida
retorcida.

Su magia se retorció dentro de ella. Agarró la masa que se retorcía debajo


de su piel y la vertió en sus manos. Ahora se resistía un poco, su estado de
agotamiento le impedía poder canalizarlo fácilmente a su voluntad. Pero la
hechicería finalmente brotó de sus manos y dejó inútiles a la mitad de los
soldados reanimados con cristal.

Vhalla se agarró las rodillas y se quedó sin aliento un momento.

¡Miserable criatura!, rugió la voz de Victor débilmente en el fondo de su


mente.

—Esto funciona en ambos sentidos —jadeó—. Si vas a insistir en invadir mi


mente, entonces voy a usar eso en tu contra.

La magia fue una sensación brutal e incómoda. Cada vez que la usaba, era
más difícil que la anterior. Era como envolver una soga alrededor de su propio
cuello y apretarla un tirón a la vez. Pero este sería su último empujón; las puertas
del castillo estaban a la vista y Vhalla daría todo lo que tenía. Y si eso significaba
trabajar hasta la muerte, moriría y esperaría llevarse a Victor con ella.

Se movió por el campo, convocando su magia junto a la de él. Casi habían


llegado al castillo cuando Victor finalmente reunió las fuerzas para detenerla,
haciéndola sentir la misma sensación aguda dentro de ella que esa noche en la
tienda.

—¡Jax! —gritó. Estuvo a su lado en un instante—. Necesito-necesito… — 317


Inhaló bruscamente, el dolor helado le empañó la vista—. Sehra.

El hombre parecía en conflicto, evaluando el campo rápidamente.


Decidiendo que era demasiado inseguro dejarla donde estaba, la tomó en sus
brazos y corrió en dirección a la otra mitad del ejército. Vhalla observó a Aldrik
hasta que desapareció de su campo de visión. El Emperador avanzó hacia su
palacio.

—¡Princesa Sehra! —llamó Jax—. ¡Sehra!

Vhalla comenzó a temblar y Jax la apretó con más fuerza. Tenían que
moverse más rápido, pero ella tenía demasiado dolor y sus dientes no dejaban de
castañetear el tiempo suficiente para que ella se lo dijera. Cerró los ojos,
concentrándose en luchar contra la magia, en hacer todo lo que pudiera. Vhalla
sintió que el mundo se desvanecía cuando comenzó a caer en el oscuro vacío
conocido como muerte.

Pero, como antes, la luz estalló dentro de ella, luminosa y brillante. La mente
de Vhalla se aclaró y la conciencia la recorrió, momentáneamente libre del peso
de Victor.

Sehra fue sostenida con fuerza en los brazos de Za, la arquera sacudiendo a
su soberana, tratando de despertarla.
—Sehra… —Vhalla se sentó—. ¡Sehra! —Se unió a la llamada de Za.

La princesa abrió los ojos débilmente.

—Esa fue la última vez… —respiró débilmente.

—Entiendo. —Vhalla asintió—. No lo necesitaremos de nuevo.

—Sehra usa demasiado de su poder —dijo Za enojada—. Sehra en peligro.


Ella no puede más…

—Lo sé, Za. —Vhalla apoyó audazmente una palma en el hombro de la


arquera—. Llévatela, vete, escóndete. Si puedes, huye.

Cuando Vhalla esperaba que Za se sintiera aliviada, su ceño solo se hizo


más profundo.

—¿Crees que el Norte escucha las órdenes del Sur sin Sehra, sin Za? —Ella
sacudió su cabeza—. El Norte es orgulloso. El Norte termina nuestra pelea.

Vhalla miró con asombro mientras Za se levantaba y ayudaba a la exhausta


Sehra a ponerse de pie. Una explosión de fuego sacudió el suelo cercano,
empujándolos a todos de regreso a la batalla. Vhalla miró entre las dos mujeres
del Norte y la salida del callejón en el que se estaban escondiendo. 318
—Manténganse vivas, las dos —exigió Vhalla antes de regresar a la batalla
al lado de Jax.

Con la magia de Victor apagada, Vhalla ya no podía desarmar trampas de


cristal o matar bestias del cielo. El ejército se vio obligado a completar el empujón
final a las puertas del castillo utilizando solo medios tradicionales: magia y acero.
Vhalla y Jax regresaron a una horda diminuta y desorganizada. Buscó a los
comandantes, algún liderazgo, y no encontró ninguno. Se había convertido en un
caos absoluto.

—Jax —dijo ella desde el borde exterior de la refriega.

—¿Lady Emperatriz?

—Aquí puede ser donde muramos. —Enfrentó la verdad abiertamente.

—No. —Negó con la cabeza—. Nunca has hecho las cosas de la manera fácil,
Vhalla. Y la muerte ahora sería la salida más fácil.

—Estás loco. —Vhalla se rio en voz baja e impulsó sus pies a correr.

Corrió hacia ese sueño que había permanecido en su corazón desde la


Noche de Fuego y Viento. Un sueño de paz, de libertad, de un mañana sin miedo.
Las calles estaban llenas de cuerpos para saltarlos o pisotearlos. Cuerpos que
podrían haber sido amigos. O podría haber sido un soldado con el que había
entrenado. O uno con el que había comido durante la marcha. Pero ahora no se
lamentaría por ellos. No colapsaría ante el titán abrumador conocido como miedo
y preocupación. Mientras uno de sus ejércitos viviera, todos sus corazones latían
como uno solo. Ella querría lo mismo si estuviera boca abajo en su propia sangre.

Los soldados estaban enzarzados en combate a su alrededor, pero Vhalla


solo se centró en una sola cosa. Se extendía más allá del hombre con armadura
blanca y dorada que empuñaba llamas, llamas que no ardían tan brillantes como
antes. Sus ojos se encontraron con su enemigo actual: las puertas cerradas del
palacio.

—¡Los de Solaris, conmigo! —gritó dolorosamente.

—¿Cuál es el plan? —gritó Aldrik, viéndola correr de cabeza a través del


caos.

El único obvio, pensó Vhalla. Puede que ya no tuviera la magia de Victor, por
lo que solo había una opción cuando se trataba de abrir las puertas con cristales
incrustados. Era peligroso e imprudente, y era algo que había evitado hacer
desde la tormenta de arena en el Oeste. Dado que Aldrik le había advertido que 319
no se lanzara a su Canal.

Pero tiempos desesperados requerían medidas desesperadas.

—¡Mantengan sus posiciones aquí! —dirigió ella, manteniendo a los


soldados alejados de las puertas.

El viento ya aullaba por las calles. Giraba bajo sus pies, casi elevándola en
el aire con su fuerza. Quería hacer esto con tanta brutalidad y fuerza como lo
había hecho Victor cuando había arrancado la frágil paz por la que tantos habían
muerto bajo las manos del Emperador anterior.

El viento se precipitó en sus oídos, pero no fue suficiente. Necesitaba cada


gramo de aire que el cielo le había dejado para darle. No era una brisa de verano
ni un vendaval de montaña; ella sería el viento, imparable e indomable.

Y Vhalla se dejó ir.

Se rindió ante el viento. El mundo se desvaneció y perdió el sentido de su


cuerpo físico. Los músculos y los huesos estallaron y se estiraron con la fuerza
del tornado cuando su cuerpo fue lanzado hacia las puertas, montado el viento.

El aire se negó a dejar que fuera lastimada mientras estaba en su abrazo, por
lo que solo le quedaba una opción: romper las puertas que tenía delante o
estrellarse contra ellas. Se astillaron. Los cristales a su alrededor se derrumbaron,
destrozados por la fuerza bruta de su magia. Vhalla rodó por el suelo, su magia
fallando en el momento en que se dio cuenta de que su misión había sido
cumplida.

Todo dolía. Todo se expandió más allá de su límite, hasta ahora ni siquiera
podía romperse. Sus huesos estaban demasiado cansados incluso para hacer eso.

Ella escarbó en los recovecos de su magia y su voluntad con determinación.


Vhalla levantó la cabeza y se puso de rodillas. Las puertas del salón del trono
ceremonial comenzaron a abrirse ante ella, sin duda gracias a los Alas. Mucho
más allá, Vhalla pudo ver un trono resplandeciente de cristal, un lugar donde
sabía que Victor se había sentado y sembrado horror.

Era un trono que ella reclamaría antes de que terminara el día.

320
Se abrieron paso hacia arriba a través del palacio, luchando contra todas las
resistencias de Victor. Los soldados que aún podían conjurar una llama o sostener
una espada reclamaron el palacio, piso a piso. Los hechiceros parecían
materializarse de la propia piedra para resistirlos. Pero el ejército imperial
continuó, decidido. Todos esperaban que, si acababan con Victor, el resto caería.

Aldrik lideró el centro. Vhalla estaba a su derecha, Jax a la de ella. Los


equipos eran más pequeños ahora, y apenas había espacio suficiente en algunos
pasillos para correr tres uno al lado del otro, mucho menos pelear.

Con ellos corrían tres hombres y mujeres que no había conocido ni visto
antes, pero ya confiaba implícitamente en ellos. Habían sobrevivido hasta aquí y
tenía que asumir que era por una razón.

El pasillo por el que corrieron se abría a una arteria más grande del palacio. 321
Varios hechiceros estaban esperando y la magia se encendió por instinto. Aldrik
y Jax eran una pareja bien formada.

El Emperador fue el primero en avanzar, lanzando fuego entre ellos y los


partidarios de Victor. Jax corrió a toda velocidad hacia las llamas. Para cuando la
magia de Aldrik se había desvanecido, Jax estaba quemando a uno de los cinco
hasta los huesos. Vhalla estaba pegada a su retaguardia, pero lo suficientemente
atrás para evitar quemarse; estuvo lista en el segundo en que las llamas
desaparecieron, lista para volarle la cara a uno de los hombres.

—¡Continúen! —les gritó Jax a ella y a Aldrik—. Nos ocuparemos de esta


chusma.

Ahora estaban cerca, cerca de la cima del mundo. Era como si estuvieran
subiendo en espiral hacia los dominios de Victor. Las que una vez fueron
hermosas estatuas ahora estaban derribadas. Las pinturas tenían tinta salpicada
por encima. Los estandartes de Solaris colgaban hechos jirones, manchados. Los
cristales se volvieron más abundantes, como si las cavernas se hubieran movido
con Victor y se hubieran arraigado en el palacio, decididos a esparcir su mancha
por todo el mundo y lanzarla al hombre más probable para ayudar a hacerlo.
Habían estado luchando durante horas, días, semanas, meses, pero de
repente los dos se detuvieron al final del pasillo que conducía a los aposentos
Imperiales. Las una vez hermosas puertas doradas colgaban ahora en ángulos
extraños, completamente encerradas en lanzas gigantes de cristal. Aquí era
donde Victor había decidido defender su posición.

Ambos se tomaron un momento, recuperando el aliento, mirando la magia


que era tangible en el aire. Era la última barrera entre ellos y su sueño imposible.
Pero era una barrera de un poder mucho más allá de toda explicación y del loco
que lo dominaba.

—No voy a insultarte y decirte que regreses —dijo ella, deseando que su
voz sonara un poco más fuerte.

—Entonces haré lo mismo. —Aldrik se giró hacia ella y ella lo miró. Era una
pizca de tranquilidad antes de la tormenta—. No voy a despedirme.

—Entonces haré lo mismo —repitió ella como un loro.

Vhalla se giró y Aldrik la agarró del brazo. No tenía la fuerza que solía tener
cuando la acercó, y Vhalla no saltó hacia él como solía hacerlo, pero su beso
desesperado todavía tenía peso. No se sintió como su primer beso; era más 322
grande que eso, más refinado, más pesado con todas las palabras que no podían
decir. Sus labios hormiguearon por ese breve segundo, y Vhalla se preguntó si
ambos habían mentido, si eso había sido un adiós.

El Emperador y la Emperatriz empezaron a caminar por el pasillo que


significaba una fatalidad, decididos a reclamar su hogar.

Vhalla desplegó el tenso control que había tenido sobre la magia de Victor
dentro de ella. Lentamente dejó que se filtrara sin obstáculos en su interior por
última vez. Las chispas brillaron en sus dedos mientras despejaba un camino a
través de la barricada de cristal hacia el atrio central de los aposentos Imperiales.

Victor estaba sentado con el torso desnudo sobre un trono de cristal. Las
piedras incrustadas en su carne pulsaban al mismo tiempo que los cristales a su
alrededor, su magia irradiaba hacia afuera. Victor había tenido razón todo el
tiempo: las Cavernas de Cristal, de hecho, tenían corazón, y en lugar de matarlo
con el hacha, lo había reclamado y lo había cambiado por el suyo.

Bajo una luz ligeramente diferente, la corona brillaba débilmente en su


cabeza. Su magia estaba disminuyendo lentamente, tal vez otra explicación del
debilitamiento del control de él sobre ella, y eso significaba que la mancha estaba
luchando con más fuerza para tomar su cuerpo.
No vinieron armados con nada más que su magia; no tenían armas de cristal
para ayudarlos, pero Vhalla sabía que esta era su mejor oportunidad para
destruir el corazón de las Cavernas de Cristal de una vez por todas, mientras
estaba unido a la carne. Victor levantó lentamente su cabeza desde donde su
barbilla había caído sobre su pecho, mostrando una sonrisa salvaje.

—Miren quién es… —dijo con ásperamente, su voz era como el rechinar de
rocas—. El Emperador y la Emperatriz pródigos, volviendo para reclamar su
hogar. Han creado un gran revuelo.

Aldrik estaba inexpresivo, impasible, inmune a las burlas. Vhalla intentó


seguir su ejemplo.

—Si quieres poder, ven a mí —susurró—. Has tenido una probada, pequeña
sanguijuela. Ven a mí y tómalo todo.

Los hombros de Vhalla se estremecieron y un bufido ahogado escapó antes


de que pudiera contenerlo. Lo siguiente que supo fue que había echado la cabeza
hacia atrás de la risa. Él no tenía principios ni moral; no debería sorprender que
incluso ahora el hombre no tuviera vergüenza.

—Oh, Victor. —Vhalla negó con la cabeza—. ¡Subestimas lo mucho que 323
necesito que mueras!

La ráfaga de viento estuvo entre las más fuertes que jamás había producido,
y Vhalla ni siquiera movió un dedo para crearla; Victor no tuvo tiempo de
prepararse. Fue golpeado contra los cristales detrás de él, su cabeza golpeando
contra su superficie lisa. Vhalla sabía que era mejor no pensar que eso sería todo
lo que haría falta.

Victor se levantó de un salto antes de que ella tuviera tiempo de invocar su


magia para un segundo ataque. Sin embargo, Aldrik estaba listo, y el fuego ardió
en el aire. Vhalla lo observó mientras hacía una mueca, su fuego destellando en
color brevemente mientras él extraía de la magia de los cristales para nivelar el
campo de juego entre él y los otros dos combatientes.

Los cristales del pecho de Victor brillaron y el fuego se movió sobre su piel
sin causarle daño, como si lo repeliera. Vhalla y Aldrik se separaron, esquivando
en diferentes direcciones cuando Victor lanzó su primer ataque. Se pusieron de
pie mientras la habitación trataba de comérselos enteros. Gorgoteando y
gimiendo, las paredes cobraron vida. Gruesas capas de cristal ondularon y
rodaron como olas a voluntad de Victor. Vhalla se giró, extendiendo una mano y
desviando una punta de cristal afilada con los dedos. Pero estas piedras tenían
una conexión más profunda con el loco que cualquier otra que se hubiese
encontrado, y no pudo controlarla por mucho tiempo.

Aldrik gruñó, y la risa de Victor le siguió, atrayendo su atención de su


propia lucha. Su cabeza giró, el cabello se le pegó a las mejillas sudorosas cuando
lo vio, la armadura atrapada en una punta de cristal brillante. Aldrik apretó los
dientes, claramente no quería darle a Victor la satisfacción, pero era una batalla
que estaba perdiendo.

Con un grito del nombre de su esposo, Vhalla dejó a un lado el instinto de


autoconservación y se movió hacia Victor desde la distancia. Uno de los cristales
sobre su pecho explotó con un satisfactorio estallido y un chorro de sangre
oscura. El hombre soltó un bienvenido grito de agonía.

Aldrik escuchó sus palabras no dichas y extendió su magia. Un incendio


envolvió a Victor, provocando otro grito de satisfacción. Se apartó de Aldrik,
dejando que el Emperador se liberara del pico de cristal que había estado
tratando de penetrar su armadura.

Libre de la llama, Victor se movió. Una espada corta apareció en su palma,


una espada hecha de hielo tan blanco que casi brillaba como metal. Vhalla trató
de recuperar el aliento y se acercó a los dos hombres que luchaban, pero Aldrik 324
estaba más cerca de su enemigo.

El fuego ardía intensamente alrededor del cuerpo de Aldrik, manteniendo


el filo alejado de la espada helada de Victor, pero eso era todo lo que podía hacer.
Con la magia de cristal sosteniendo la espada contra las llamas de Aldrik, los dos
hombres bailaron en fuego y hielo. Cada movimiento que Aldrik hacía era hacia
la cabeza de Victor, y Victor se movía para clavar una lanza de hielo entre la
armadura de Aldrik. Habían peleado antes. Cada uno conocía los trucos y
métodos favoritos del otro, lo que resultó en un punto muerto.

Vhalla rompió el equilibrio con una patada en la cara de Victor. Ella había
estado tratando de quitarle la corona de la cabeza, pero estaba incrustada en su
cuerpo tanto como los otros cristales. Victor se tambaleó, pero Aldrik fue
olvidado cuando el falso rey giró y la agarró, arrojándola contra la pared.

Ella jadeó de dolor y sorpresa cuando un cristal golpeó un lado de su


cabeza; un poco más abajo y le habría quitado la oreja. La magia del cristal la
abrumó. Se sentía como si estuviera tratando de comérsela entera.

Victor aprovechó el momento para girarse hacia Aldrik, reuniendo sus


fuerzas. Las venas oscuras latían hacia afuera de los cristales incrustados en su
piel. Magia pura pasó de sus dedos directamente al pecho de Aldrik, enviando
volando al Emperador.

Vhalla gritó. Tenía que seguir moviéndose, tenía que luchar. Sus dedos se
cerraron con fuerza alrededor de una punta de cristal a su lado. Quemó bajo sus
dedos, como si tuviera su propia conciencia y la rechazara. Vhalla forzó cada
gramo de su fuerza mental para ordenarle que se doblegara a su voluntad.
Resistió, pero lo hizo.

Al escuchar sus pasos acercándose, Victor desvió su atención de Aldrik. Su


espada de hielo sostenida contra la espada de cristal de ella. Vhalla jadeó y él le
enseñó los dientes.

Daniel. Su amigo, había entrado en su vida por una razón, y esa razón no
había sido para ser su amante. Los pies de Vhalla se movieron como él le enseñó.
Eran ligeros, como si ella todavía estuviera en ese pequeño claro entre las casas
que él había convertido en su pequeño parche del Este. Vhalla esquivó, descansó,
hizo girar el arma y giró con el viento.

Victor nunca se había dado el lujo de aprender la espada de uno de los


mejores soldados de espadas vivo, si el estado de la Guardia Dorada significaba
algo, y esta vivía en su entrenamiento. Vhalla vio una abertura y la tomó. La 325
espada de cristal se incrustó en su mandíbula, sacando un trozo.

Aldrik se unió a su magia con su asalto. Sobresaltado, Victor no pudo


protegerse como lo había hecho la última vez, y su carne burbujeó con horribles
quemaduras a lo largo de un lado. Se abalanzó sobre ella, sin darle a Aldrik más
remedio que apagar sus llamas o incinerarlos a ambos.

Vhalla lo apartó de una patada y cayó sobre las puntas afiladas de los
cristales. Agarrando uno de nuevo, repitió el proceso como antes. Pero esta vez,
solo pudo hacer una daga, su magia se estaba debilitando. Ella no necesitaba mucho
más. Estaban cerca y esta pelea terminaría pronto.

A horcajadas sobre su pecho, Vhalla levantó la malvada punta afilada. Con


ambas manos, la bajó sobre la cara del hombre y golpeó una pared invisible. Sus
músculos se tensaron y el tiempo se sintió como si se hubiera congelado. Vhalla
trató de empujar la hoja más abajo en el rostro destrozado de Victor. Pero, por
mucho que lo intentara, no podía asestar el golpe mortal.

Él carraspeó a través de su mandíbula y labios destrozados. Victor se reía


de ella. Porque ella se dio cuenta al mismo tiempo que él, una regla simple sobre
los Vínculos: uno no puede matar a la persona a la que está Vinculado.
La verdad que la había atraído a Aldrik, que le había asegurado hace todos
esos meses que había más en el príncipe de lo que se veía a simple vista, que no
estaba mintiendo sobre todas sus intenciones con ella, ahora le impedía matar.
Quería gritar por la injusticia de todo esto. Victor era de ella, de ella para matar.
Él le había quitado todo y ahora iba a tomar esto también.

—Hazlo —alentó Aldrik—. Termina esto.

—Hazlo tú, Aldrik. —Vhalla se alejó. Le dolía físicamente hacerlo cuando


tenía tantas ganas de clavar la daga en el ojo de Victor una y otra vez.

—Él no lo hará. —Los ojos de Victor se movieron rápidamente entre ellos.


Los cristales de su piel comenzaban a brillar de nuevo, extrayendo fuerza de la
magia de la habitación—. No cuando luchó tan duro para tenerte.

—¿Qué? —siseó Aldrik, instantáneamente a la defensiva por la noción


subconsciente de lo que Victor estaba insinuando.

—¿Ella no te lo dijo? Bueno, déjame decirte…

Su nariz crujió cuando Vhalla gritó, cortando la frase de Victor. Ella había
saltado sobre él, moviendo la daga en su palma para aplastar la empuñadura
contra su nariz, rompiéndola. Antes de que el hombre tuviera la oportunidad de 326
recuperar el aliento, Vhalla volvió a llevar el cristal a su carne purpúrea. Ella lo
golpeó una y otra vez, veintitrés veces en total.

La piel del rostro de Victor cambió de color carne a un gris repugnante, a


un carmesí profundo. Puntos calientes motearon su rostro mientras la sangre de
él salpicaba su piel por cada golpe vicioso. Ella acumuló su dolor, su frustración,
sobre su objetivo. Y, justo cuando iba a cruzar el umbral hacia lo que sería su
muerte, sus manos se detuvieron de nuevo.

Y Vhalla dejó escapar un grito de angustia.

—¡Mátalo, Aldrik!

Aldrik no se movió. Él vaciló y ella quiso odiarlo por eso.

—No puedo. —Vhalla miró a Victor. El hombre de alguna manera se estaba


riendo a través de sus dientes rotos y su torso destrozado—. ¡No puedo, así que
tienes que hacerlo!

—Si yo muero, ella muere. —Victor lanzó el guante verbal.

—¡No más charla! —Vhalla empujó la mitad de la daga, con el lado


desafilado, por la garganta del hombre.
—¿Es verdad? —preguntó Aldrik, rompiéndose lo último de su
esperanzada ignorancia. Ver el dolor pintado con sangre en su rostro debería
haber sido evidencia suficiente.

—Es el rey falso, no puedes confiar en nada de lo que dice. —Su voz se
quebró por la frustración y el cansancio. Ella quería que terminara. Victor estaba
decidido. Aldrik estaba dudando. Y ella no podía hacerlo.

—Si lo mato, ¿morirás? —Aldrik reformuló la pregunta.

—¡Debe morir!

—¿Morirás, Vhalla? —Aldrik levantó la voz para competir con la de ella.

—Mátalo.

—¿Mo-ri-rás? —Había cruzado hacia donde ella todavía estaba arrodillada


sobre el pecho de Victor.

Vhalla lo miró fijamente, inmóvil. No parpadeaba; ni siquiera respiraba. No


había nada que decir y, en su falta de respuesta, él vio la verdad.

—No —susurró Aldrik, negando con la cabeza—. No, Vhalla. —Volvió a


mirar a Victor—. Lo encadenaremos con las cadenas de los Caminantes del 327
viento. Se quedará con la corona para poder vivir el resto de su miserable vida.
Podemos trasladarlo al Oeste o a las mazmorras más oscuras de aquí. Podemos
encontrar una celda donde nunca volverá a ver la luz del día.

Vhalla se puso de pie mientras él divagaba. Ella desató su armadura, solo


quedaba una opción ahora.

—No lo creíste —le recordó Vhalla. No quería que Aldrik forzara su mano
de esa manera—. Cuando estábamos Vinculados, no creíste que si uno de
nosotros moría, los dos lo haríamos.

—Pero no hay suficiente investigación para decir uno o lo otro.

—Exactamente. Así que nunca dejamos que eso se interpusiera en nuestro


camino. —Recordó la tormenta de arena. ¿Fue capaz de correr de cabeza hacia
cierto peligro porque había creído que la detendría mágicamente si eso lo
mataba? ¿O porque ella nunca creyó en la muerte mutua?—. Es hora de realizar
algunas investigaciones.

Aldrik abrió la boca para hablar, pero Victor había tenido tiempo suficiente
para recuperarse y envió una ola de magia a ambos. Vhalla y Aldrik cayeron en
diferentes direcciones. Las puntas de los cristales eran mucho más dolorosas con
solo su cota de malla.
El Emperador se enfrentó al falso rey. Pero Vhalla tenía una batalla
diferente que luchar, una consigo misma. Tiró de la fina cadena que Aldrik le
había hecho por encima de la cabeza y la tiró a un lado. El ruido metálico que
produjo al caer al suelo distrajo a ambos hombres y ninguno parecía ser capaz de
concebir lo que estaba haciendo.

Una lanza más de cristal. No una espada, ni una daga, solo algo con una
punta perversa. Los ojos de Aldrik se abrieron con horror. Victor gruñó con la
misma comprensión.

La respiración de Vhalla se aceleró. ¿Tenía la fuerza para hacer esto? ¿Era


lo suficientemente valiente como para poner todo un Imperio por delante de ella?
Era hora de averiguarlo.

Ambos se movieron, tratando de detenerla por diferentes razones. Vhalla


agarró el cristal, con los nudillos blancos, y se atravesó el abdomen. Apretó los
dientes, el dolor instantáneo y agonizante.

—¡Perra! —rugió Victor.

—Si lo matas, Aldrik, quizás yo muera —jadeó—. Quizá no lo haga. Y


puedes evitarlo. Pero si no lo matas, me suicidaré para intentar llevármelo y no 328
tendrás más Vínculos para traerme de regreso.

Una oleada de magia golpeó a Vhalla en el pecho. Voló hacia atrás, el cristal
ensangrentado cayendo de sus dedos. Su espalda desprotegida fue desgarrada
por las piedras. Vhalla soltó una carcajada y se dejó reducir a un charco de sangre.

—¡El Vínculo dice que no puedo matarte, Victor, pero aparentemente no


dice nada sobre dejarme morir! —Vhalla se rio sombríamente. A diferencia de
cuando Victor la había estado congelando hasta morir, los sentidos de Vhalla se
sintieron intensificados. La sangre fluía libremente por el enorme agujero de su
abdomen, cubriendo sus dedos que instintivamente presionaban contra éste.
Pero vio a Victor con claridad. Vio a su esposo. Ella sería testigo del final.

—¡Te encerraré en cristal, canalla, y serás mía para siempre! —Victor dejó
escapar un sonido animal de angustia, lo que quedó de su rostro se contorsionó
con rabia. Levantó una mano y los cristales la invadieron. Vhalla luchó por
mantenerlos a raya, su magia finalmente flaqueando.

Una explosión de fuego distrajo a Victor de atrapar a Vhalla en su lugar.


Ella descartó los cristales restantes con pequeñas explosiones de vidrio negro,
que destrozaron su piel en el proceso. Vhalla vio que Aldrik se enfrentaba a
Victor con toda la lucha que le quedaba. Victor estaba inmovilizado contra la
pared, la mano de Aldrik se tapaba la boca.
—No le hables así a tu Emperatriz —gruñó Aldrik.

El fuego lamió la palma de la mano de Aldrik y desató su ira mágica sobre


el hombre que había matado a su familia y robado su trono. Los cristales que
quedaban en el cuerpo de Victor comenzaron a brillar, pero su magia era débil y
se desvanecía, al igual que la de Vhalla. Ella puso su última fuerza restante en
hacer inútil su magia, en hacer explotar cada cristal que estropeaba el cuerpo de
él.

Las llamas de Aldrik ardían cada vez más. Vhalla forzó su magia en él.
Forzó la magia del cristal. Forzó el destino, amor y todo lo que amaba en el
mundo en el fuego de su Emperador. Quemó la nariz de Victor, le lamió las
orejas, le hirvió los ojos en sus cuencas antes de estallar a través de su piel con
llamas tan brillantes como la magia del cristal.

Sintió el momento en que terminó. Vhalla jadeó, luchando por respirar.

El cuerpo de Victor quedó flácido, inmovilizado contra la pared por la mano


de Aldrik. Aldrik lo soltó lentamente, dejando que los restos carbonizados
cayeran al suelo. Cuando se dio la vuelta, la miró con ojos llenos de lágrimas, de
miedo.
329
No fue la muerte de Victor lo que la golpeó, fue la fractura de la magia del
cristal. Todos los cristales de la habitación se oscurecieron y se astillaron. Como
una alfombra sacada de debajo de ella, Vhalla sintió que su esencia mágica
luchaba por encontrar algo a lo que agarrarse ahora que la magia de Victor y los
cristales se habían ido. Su cuerpo eran las fracturas astilladas en sus superficies.

Vhalla jadeó por aire, concentrándose en respirar, concentrándose en ver el


amanecer por el que tanto había luchado.
Su cuerpo era atormentado por estremecimientos y temblores. Vhalla
apretó los dientes por temor a que una convulsión violenta la hiciera morderse la
lengua accidentalmente. Rodó sobre su costado, tratando de ponerse de pie,
tratando de pararse.

Cualquiera que fuera la naturaleza del Vínculo entre ella y el ahora muerto,
Victor, había más de lo que creía. La luz de la luna se filtraba a través del cristal
sobre ella, brillando a través de las refracciones de los cristales moribundos.
Quizás era eso, más que el Vínculo. Quizás era que ella también había llegado a
compartir el corazón de los cristales y, cuando murieran, ella también lo haría. O
tal vez solo era la herida abierta en su estómago.

—Vhalla, Vhalla —él repitió su nombre, una y otra vez, como si todas las

330
demás palabras se hubieran desvanecido de su léxico. Los brazos de Aldrik la
envolvieron, levantándola, abrazándola contra él.

—Lo siento, Al-Al…

—Aguarda. —Un suave gemido de agonía debilitó sus palabras—. Este no


es el final.

Vhalla levantó una mano y agarró la armadura ensangrentada y cubierta de


hollín que mantenía su pecho alejado de ella. Lamentó la existencia del metal.
Daría cualquier cosa por apoyar la cabeza una vez más en él y escuchar los latidos
de su corazón y su respiración. Sus dedos arañaron la armadura, como si pudiera
raspar la barrera.

—Tenía que hacerlo. —Finalmente encontró un control sobre su armadura


y su capacidad mental—. Por favor, no estés resentido conmigo, mi amor, tenía
que hacerlo.

—Lo sé, lo sé. —Aldrik corría por el pasillo. Los sonidos de cristales rotos
llenaron sus oídos—. Tenemos que llevarte a Elecia.

Ella suspiró suavemente con un movimiento de cabeza. Un entumecimiento


frío le hacía cosquillas en los bordes de los dedos. La estaba adormeciendo en
una suave inmovilidad.
—Lamento que tengas que soportar esto…

—¡No voy a soportar nada! —gritó, menos a ella y más al mundo. Aldrik
tragó saliva y Vhalla observó cómo el bulto de su garganta se agitaba como el
nudo invisible que intentaba remover—. No te atrevas a dejarme, Vhalla Yarl
Solaris. Ahora no.

Sus ojos se cerraron poco a poco. Vhalla Yarl Solaris, pensó para sí misma.
Ese era su nombre. Habían pasado tantas cosas, pero Vi estaba equivocada.
Vhalla no había cambiado su destino. Este era simplemente otro giro del vórtice.
La primera Emperatriz Solaris había muerto en un destino relacionado con las
Cavernas de Cristal; la segunda haría lo mismo.

Aldrik bajó corriendo. Los cristales ya no respondían a su presencia.


Permanecieron embotados y oscurecidos mientras atravesaban corriendo el
palacio. Los dedos de Aldrik le hicieron verdugones en su carne.

Sus esfuerzos fueron hermosos. Él era hermoso. Incluso herido, con un


trozo faltante en su oreja, ese bulto en su nariz al haber sido mal acomodada, era
impresionante para ella. Un estremecimiento casi la arrojó de sus brazos, lo que
obligó al Emperador a reducir la velocidad.
331
—Aldrik…

—Calla —ordenó tenso—. No hables, por favor, ni una palabra. Guarda tu


fuerza.

Estaba en movimiento de nuevo, impulsándolos hacia adelante. Sus ojos


permanecieron pegados a un horizonte lejano. La esperanza parpadeó a través
de ellos, un faro siempre esquivo en su mundo. Su visión se volvió borrosa y
Vhalla finalmente comenzó a entrar en pánico.

No quería perderlo. Su magia estaba allí, apenas se sentía. Pero todo estaba
desarticulado. Nada conectaba, forzándola a un limbo entre la vida y la muerte.
Los ojos de Vhalla se cerraron poco a poco. Victor le había quitado todo. Él no
podía ganar el mundo, así que se conformaría con tomar parte de ella en la
muerte.

—Vhalla, abre los ojos. —Aldrik la empujó intencionalmente en sus brazos.


Su cabeza colgaba contra su hombro—. ¡Abre los ojos, maldita sea!

Ella obedeció, una pequeña franja de luz regresó a ella. Intentó pensar en
cuánto terreno podría haber cubierto con ella, hacia dónde irían. Su pecho se
agitaba en contraste con la pequeña hinchazón del de ella.
Los soldados Imperiales iban por delante, toda una patrulla de ellos. Los
pies de Aldrik se aceleraron con el combustible peligroso que Vhalla sabía que
era esperanza. Le dolía el pecho, y no solo por las etapas iniciales de una
insuficiencia cardíaca.

—¿Dónde está Elecia? —ladró Aldrik, su voz gruesa y ronca.

—¿M-milord? —El soldado estaba horrorizado ante el rostro de su


Emperador cargando a su Emperatriz agonizante.

—¡Lady Elecia Ci’Dan! ¿Dónde instaló su triaje? —El agarre de Aldrik se


apretó aún más.

Vhalla no tenía la fuerza para decirle que la estaba lastimando. Ella se iría
pronto; no importa cuánto luchara, la muerte era una sirena, y había escuchado
su llamada. Se perdió cualquier respuesta, sus ojos se cerraron una vez más.

—Ya casi llegamos —aseguró Aldrik frenéticamente—. Elecia te arreglará.


Sé que lo hará.

El suave verano golpeó su piel y fue un soplo de aire fresco. Vhalla intentó
ubicar dónde se encontraban en el palacio. Había más de cien jardines y mil
posibilidades. Pero el azar no funcionaba aleatoriamente en su mundo. En el 332
momento en que su nariz percibió el leve aroma de rosas, Vhalla supo que los
dioses no jugaban.

—Elecia está en el pasillo, justo aquí —dijo Aldrik frenéticamente. Vhalla se


dio cuenta de que le estaba hablando—. Ella viene. Estará…

La puerta del invernadero se abrió de repente.

—Déjame verla —anunció Elecia.

Los dedos de la mujer estaban en la cara y el cuello de Vhalla. Le recorrieron


su cuerpo y regresaron. Pasaron suavemente por su herida, sin miedo a la sangre,
y se detuvieron en su pecho sobre los latidos de su corazón.

Elecia apartó las manos y nadie dijo nada durante una pequeña eternidad.
Vhalla entreabrió los ojos y miró a la mujer. Trató de sonreír. Intentó ser fuerte.
Ya no se trataba de ella. Se trataba de ellos, los que heredarían el mundo por el
que tanto habían luchado.

—No sé qué hacer —confesó la sanadora.

—Lo sé —susurró Vhalla.


—Vas a morir. —Elecia luchó por tener su desapego clínico, pero un gemido
de emoción traicionó la fachada—. Aldrik, lo siento, lo siento, no sé…

—Comienza por la herida, ‘Cia. Por favor, inténtalo —dijo Aldrik con
absoluta desesperación.

Elecia obedeció y Vhalla sintió que la magia de la otra mujer se vertía en


ella. La sintió buscar caminos que se habían roto y esparcido por los vientos,
incapaz de unir la carne y el músculo rotos. Su magia había sido demasiado
dañada por los cristales. Tendría que arreglar eso antes de que se pudiera realizar
cualquier otra curación.

La mujer debió de darse cuenta en el mismo momento que Vhalla, porque


se puso de pie de repente.

—¡Voy a tratar de encontrar a Sehra!

Elecia había salido disparada por la puerta antes de que ninguno de ellos
pudiera reaccionar. Ella dejó silencio y muerte en su paso. Vhalla parpadeó
intensamente. No se iría ahora sin decir adiós.

—Aldrik. —Él estuvo a su lado en un instante. Sus largos dedos tomaron


los de ella y la sangre le manchó los guantes—. Estoy tan contenta de haberte 333
salvado, en ese entonces.

—No digas adiós, por favor. —Estaba a punto de romperse. Estaba luchando
contra lo obvio.

—No me arrepiento. No lo hago. —Solo podía esperar que él entendiera,


que algo que ella dijera sería suficiente para que él continuara sin ella.

Vhalla se dio cuenta de que estaba llorando. Los brillantes puntos de luz de
sus recuerdos iluminaban el oscuro y tumultuoso camino que la había llevado
hasta ese momento. No quería morir. No quería renunciar a todo por lo que había
luchado.

La puerta se abrió de nuevo y ambos pares de ojos miraron a la figura


solitaria. La princesa flotó hacia los dos Imperiales, luciendo mucho más
descansada que la última vez que Vhalla la había visto. Dos ojos color esmeralda
miraron entre Aldrik y Vhalla.

—Sehra —suplicó Aldrik—. Sálvala por favor, tu magia, ¿puede…?

—Entiendo —susurró. La princesa se arrodilló junto a Vhalla. Su enfoque


estaba solo en la Emperatriz—. Lo hiciste bien.
Vhalla luchaba por ver. La princesa se desvaneció, vacilando entre su rostro
normal y algo diferente. Borrones difusos y líneas que no conectaban del todo.
Dedos largos, casi como los de Aldrik, tomaron su mejilla pensativamente. El
gesto fue más directo de lo que jamás había sido la princesa.

—La magia de los cristales está disminuyendo. Nunca fueron destinados a


ser usados como lo fueron, manipulados por la codicia del hombre. No fueron
dejados con esa intención.

—¿Qué? —Aldrik hizo la pregunta de Vhalla.

—Los viste. —Sehra les habló a los dos, a nadie—. Se vuelven frágiles y se
rompen bajo su propio peso. Se habrán ido al amanecer.

—Princesa, tenemos que actuar con rapidez —instó Aldrik—. Se está


muriendo.

—Lo sé —dijo Sehra sin dudarlo—. Vhalla Yarl, después de todo lo que has
pasado, ¿todavía quieres estar en esta tierra?

—¿Cómo puedes preguntar eso? —Vhalla abrió los ojos—. Por supuesto
que sí.
334
—Por supuesto —repitió Sehra en voz baja—. Muy bien. Te concederé el
poder de Yargen una vez más. Cambiaré este destino que se te ha presentado.

La princesa tenía una sonrisa gentil, casi maternal, familiar. Colocó ambas
manos en el rostro de Vhalla. Toda su palma hormigueó y Vhalla sintió la misma
luz que había experimentado antes.

No, no era la misma. El poder de Sehra antes había sido como un ariete,
abriéndose paso hacia ella. Este le resultaba familiar, como si la complementara.
Fluyó por las venas de Vhalla con una fuerza palpable. Su corazón latió al mismo
tiempo. Su carne se reparó a su paso. Vhalla parpadeó, el amanecer rojo brilló un
momento en los ojos de la mujer.

Lo que sea que haya hecho Sehra, funcionó. Y cuando apartó las manos,
todo el cuerpo de Vhalla se sintió cálido, como si hubiera estado tumbada al sol
durante horas. Sus ojos volvieron a enfocarse, su respiración se fortaleció, los
latidos de su corazón se regularon una vez más.

La princesa se quedó de pie, cansada, balanceándose ligeramente.

—¿Estás bien? —Aldrik dio un paso hacia la joven.

—Lo estoy, pero el tiempo apremia —respondió crípticamente—. Ya no


estoy destinada a este mundo.
Sehra se dirigió a la puerta. Aldrik miró entre Vhalla y la princesa del Norte.

—Sehra, podemos buscar a otro clérigo.

—No es necesario. —Su mano se detuvo en el pomo de la puerta. Vhalla se


sentó lentamente, tratando de distinguir el familiar brillo en los ojos de la otra
mujer—. Lo hiciste bien, pero las cosas solo están comenzando ahora. El vórtice
todavía gira.

—¡Sehra! —Vhalla estaba de pie, sin darse cuenta de lo rápido que podía
moverse de repente, de lo fuerte que se sentía.

—Si ese es el nombre que eliges. —Con esas palabras, la mujer desapareció
a través del cristal empañado de la puerta.

Vhalla miró a Aldrik. Él estaba confundido. Lo que significaba que no había


sido un sueño o una alucinación. Él había escuchado esas palabras. Eso había sido
real.

—¡Sehra! —gritó Vhalla. Abrió la puerta—. ¡Sehra!

Un clérigo miró desde la puerta que conducía al salón Imperial, confundido


por los gritos de la Emperatriz. 335
—Dime —llamó Vhalla—. ¿Has visto a Sehra la Princesa del Norte?

—No he visto a la dama en horas —respondió con incertidumbre.

—¿La pasaste por alto? —Vhalla se acercó rápidamente, Aldrik pisándole


los talones—. ¿No pudiste haberla visto?

—He estado aquí desde que el Emperador la llevó a u-usted… ¿no debería
estar descansando?

—Justo ahora, alguien salió. —Aldrik miró a través del jardín.

—Milord, milady, yo-yo… —El hombre estaba claramente sin palabras,


incapaz de darles las respuestas que querían—. Supongo que es posible que
pasara por alto a alguien.

—¿Vhalla? —llamó la voz de Elecia. Sehra, Za, Jax y Fritz iban detrás. El
grupo que iba a ser la fiesta de luto de Vhalla—. ¡Deberías acostarte!

La noble del Oeste se acercó a ella con unos pocos pasos apresurados. Tuvo
las manos sobre Vhalla, pero apenas las sentía. Vhalla miró a Aldrik y él la miró
a los ojos con igual confusión. No había ninguna explicación que pudiera darle.
Tratar de explicar todos los detalles de su último y trágico encuentro con Vi sería
imposible ahora.
Magia brillando alrededor de cristales que habían parecido plumas.

Fuego que le había salvado la vida quemando trigo.

Y un encuentro final en un jardín de rosas.

Si ese es el nombre que eliges.

Fue una serie de sueños conectados por una imposibilidad. Algo más allá
de su mundo. Una fuerza más grande que todo lo que Vhalla había conocido.
Algo que se desvanecería con el tiempo en un vago recuerdo onírico.

—Vhalla. —Elecia agarró con fuerza la cara de Vhalla, tirando de ella hacia
sí—. ¿Qué hiciste? ¿Qué tomaste?

—No hice nada.

—Entonces, ¿cómo explicas esto? —Elecia agarró la pechera de la camisa de


Vhalla y la levantó sin preocuparse por el decoro. Allí, en el estómago de Vhalla,
había una suave carne rosada donde había estado una herida mortal momentos
antes. Elecia se volvió hacia Aldrik—. Estabas con ella.

—De-debe ser algo que hiciste —dijo Aldrik, aferrándose a cualquier


explicación. 336
—No hice nada.

Los ojos de Vhalla se encontraron con los de la princesa. Era como si la


mujer del Norte lo supiera de alguna manera. Su boca se curvó en una sonrisa
reveladora, fue toda la información que la Emperatriz obtendría de ella.

—Quizás fue un clérigo. Es posible que nos hayan informado mal —


murmuró Aldrik. Se volvió hacia Elecia con convicción—. Elecia, ¿Vhalla está…?

—¡Asombroso! —Elecia tenía los ojos tan abiertos como una niña en una
pastelería—. Debo encontrar quién hizo esto. Puede que sean los mejores clérigos
del mundo. Ella debería estar muerta; no hay ninguna razón para que esté viva
y más sana que nunca. ¡Debo averiguar qué hicieron!

Elecia salió corriendo, preguntando al mismo clérigo con el que Vhalla


acababa de hablar. Avanzó por el pasillo, de una persona a otra. Pero no iba a
encontrar a nadie, Vhalla simplemente sabía que era un hecho. Nunca habría nadie
a quien encontrar después.

—Entonces, ¿realmente no estás muriendo? —Jax se apoyó contra la puerta


de hierro con un suspiro dramático—. Y yo que tenía planeado el mejor discurso
de despedida.
—Supongo que tendrás que esperar. —Vhalla le dedicó una pequeña
sonrisa.

—Bien, no podría soportar más muertes. —Fritz le rodeó los hombros con
los brazos y Vhalla lo apretó con fuerza—. Gracias a la Madre.

Quizás tenían más motivos de los que todos sabían para agradecer a la Madre,
pensó Vhalla para sí misma, brevemente. Una explicación imposible e
improbable de lo que había sucedido era tan buena como cualquier otra.

—¿Grahm? —susurró al oído de su amigo.

Se limitó a sacudir la cabeza. Vhalla no pudo traducir sus brillantes


lágrimas. ¿Eran de alegría? ¿Le estaban diciendo que no se preocupara ahora? ¿O
eran una tristeza aplastante?

Fuera lo que fuera, Vhalla estaría a su lado para cargar con esas emociones
también.

—Milady. —La voz de Aldrik estaba cargada de algo que no pudo descifrar
del todo.

Se giró hacia su lord. Él sostuvo su mirada con toda la adoración que el 337
mundo había sido capaz de producir. Los brazos de Vhalla se deslizaron de
alrededor de su amigo.

Vhalla se giró para pararse justo delante del Emperador. El hombre que
había conocido como el Señor del Fuego, el príncipe reservado y distante. El
hombre del que se había enamorado. El hombre que había sido una constante
mientras ella crecía, uno al lado del otro e incluso cuando estuvieron separados.

Los habían empujado al borde y los habían retirado de nuevo. A lo largo de


todo, se las habían arreglado para mantener con vida a algunos amigos, pero
habían perdido a muchos en el camino.

—¿Que hacemos ahora? —susurró ella.

—¿Ahora? —Dio un paso hacia ella, cruzando su espacio personal. Aldrik


tomó su barbilla, guiándola hacia arriba—. Ahora, reinamos, vivimos y por la
Madre, tendremos un poco de tiempo para amar.

—¿Lo prometes? —Las manos de Vhalla se empuñaron contra su armadura.

—Más que nada, prometo eso. —La comisura de su boca se curvó en una
sonrisa ladeada.
No podía mirarla así. Vhalla tiró de él y lo besó ante un amigo y un súbdito
por igual a la vez que el amanecer iluminaba el Imperio Solaris.

338
El invierno era fuerte en las montañas. La nieve pintó una gruesa alfombra
blanca sobre la tierra yerma, salvo por las huellas de los cascos y los surcos de las
ruedas dejadas atrás por el carruaje. Era un artilugio grande e innecesariamente
lujoso, incluso para sus estándares; crujía y gemía mientras subía a trompicones
por los caminos rocosos de las montañas. Una rueda se enganchó
momentáneamente en una hendidura particularmente grande, lo que hizo que
todo dentro de la cabina se tambaleara, incluida una mujer del Oeste de cabello
rizado.

—¡Mira por dónde conduces! —Elecia asomó la cabeza por la ventana,


arrepintiéndose instantáneamente de la decisión cuando el viento azotó su rostro,
soplando nieve en sus ojos.

339
—¡Disculpas, milady! ¡Es difícil ver con toda esta nieve! —respondió el
conductor.

Elecia se sentó de nuevo con un resoplido, cruzando los brazos sobre su


pecho. Una citación Imperial. Finalmente había llegado a eso. Su primo y esa loca
mujer del Este a la que había tomado por esposa habían estado demasiado
decididos durante meses con llevar a Elecia al Sur.

Tomó la carta de donde se había deslizado al suelo. Las palabras eran


difíciles de leer en medio de las sacudidas, por lo que rápidamente la dobló y la
guardó en el pequeño bolso de cuero que tenía a su lado. Apoyando su codo en
el pequeño estante construido sobre la pequeña puerta del carruaje, Elecia miró
el mundo invernal que la rodeaba. Si iban a ser tan tercos, entonces ella clavaría
sus talones hasta donde pudiera.

—Odio la nieve —murmuró Elecia para sí misma.

Después de la batalla, Elecia finalmente regresó al Oeste. Se había quedado


durante el último invierno en el Sur para ayudar a curar a los soldados heridos
que quedaban y, a petición de Aldrik, para ayudar a restablecer un programa
clerical en el palacio. Elecia, por supuesto, había lamentado su sacrificio todo el
tiempo que permaneció allí. Pero se guardó para sí misma que en realidad había
disfrutado tener el control total sobre cómo pensaba que los clérigos deberían ser
entrenados. Cuando se fue, las cosas iban bien en las capaces manos de una
sanadora especialmente talentosa llamada Luzbelle.

No todo había sido sencillo. Los desertores seguían desenfrenados durante


el invierno y Jax, que había sido nombrado jefe de la guardia, estaba ocupado
tratando de recuperar el control de la ciudad y del Imperio. Aldrik estaba a
menudo ocupado con Jax en ese sentido, y muchas noches Elecia había
encontrado a los dos hombres sumidos en una discusión sobre la mejor manera
de asegurarse de que el continente fuera seguro y leal una vez más. La había
complacido ver que, incluso cuando las cosas volvieron a la normalidad, su
primo seguía evitando la botella. Vio cómo la miraba en los largos días, pero
Aldrik nunca la tocó. Incluso cuando Jax se dio por vencido y bebió de su propio
vaso.

Lo último que escuchó fue que enviarían a Jax al Este para ayudar a
reconstruirlo. Fue una misión igualmente personal cuando salió a buscar a
Daniel. Pero su última correspondencia había pintado un panorama desolador
en ese frente. Le hizo contemplar cómo estaba él en muchas ocasiones. Se
preguntó si estaría de vuelta en el Sur o si acababa de decidir establecerse en
Hastan. Elecia se lo preguntaba, pero ya tenía una idea bastante buena.
340
Finalmente, como ocurría a menudo, la gente se cansaba de pelear. Los
cristales se habían desvanecido, permaneciendo tan misteriosos como siempre.
Se habían fracturado y roto, destrozándose bajo su propio peso antes de
convertirse en polvo. Fue como si toda la magia se hubiera agotado, y Elecia no
podía imaginar cómo, sin importar cuánto lo intentara.

Las cavernas estaban libres de cristales y llenas de polvo cuando Vhalla y


Aldrik enviaron Destructores de Tierra a comprobar. Aun así, no dejaron nada al
azar. Los Destructores de Tierra habían colapsado la ladera de la montaña. Uno
de sus primeros decretos Imperiales fue eliminar el infame lugar de todos los
mapas y registros.

Tarareó para sí misma, y una pequeña sonrisa apareció en el rostro de


Elecia. Estaba deseando volver a verlos a todos. Se permitió disfrutar de la vida
y emocionarse ahora. Lo último que quería que viera alguno de ellos era su
entusiasmo ante la idea de un reencuentro. Que la Madre no quiera que a ellos se
les ocurra la idea de que se quedaría más de lo necesario. Tenía una imagen que
mantener.

Sin embargo, el equipaje atado a la parte trasera de su carruaje podía


traicionarla. Incluso su padre había cuestionado la cantidad de posesiones que
había traído. Elecia lo regañó por pensar que una mujer podría necesitar menos.
Él dijo poco más, su enfoque con su madre partiendo hacia el Norte.

En realidad, las cosas habían progresado sin problemas en ese frente. La


última vez que Elecia escuchó, Vhalla y Aldrik estaban luchando por dar la
noticia del trato que habían hecho con Sehra a sus asesores y recuperar
rápidamente el Senado. Pero la princesa parecía siempre paciente, serena y
despreocupada. Ella no era una gobernante intrigante esperando a un niño junto
a la cama de Vhalla. Eso tranquilizó a Elecia y a su madre, que era la embajadora
recién nombrada. A pesar de la confusión, las cosas avanzaban hacia la paz.

Elecia estiró las piernas y miró por la ventana. Es posible que ella haya
podido caminar a la capital más rápido.

La puerta del carruaje se abrió cuando las ruedas se detuvieron. Elecia


apenas reconoció al hombre que la había llevado al otro lado del continente. Él
había sido como mucho, regular, reflexionó mientras se cubría con la capa. Era una
prenda maravillosa que había sido confeccionada especialmente a petición suya,
forrada con una piel gruesa, una capa interior de lana y una capa exterior de
terciopelo rojo intenso para evitar el frío: funcionalidad y moda. La mantenía
caliente, decidió mientras bajaba del peldaño de metal hacia el suelo cubierto de 341
nieve de los establos.

La reconstrucción había progresado muy bien. Se erigieron nuevos establos,


y las superposiciones de madera decorativa parecían haber recibido sus primeras
capas de pintura y dorado cuando la parte húmeda del invierno había
comenzado y había estancado el trabajo. Ella pensó que las alas sobre el establo
de cierto caballo eran un poco excesivas. Pero Aldrik siempre tuvo un don para
el simbolismo dramático y manifiesto cuando se trataba de la mujer. Como si
realmente necesitara marcar su territorio; la mujer solo tenía ojos para él. La ironía
nunca había pasado desapercibida para Elecia cuando su primo era tan reservado
con todo lo demás.

—¡Elecia! —llamó una voz familiar.

Fritz corrió hacia ella desde las escaleras del palacio, lanzándose desde una
puerta lateral. Su cabello había crecido y una parte estaba recogida detrás de su
cabeza en una cola de caballo floja. Elecia ladeó la cabeza. De alguna manera, el
peso le quitaba las ondas y el frizz y lo hacía ver más presentable. Concordaba
con la ropa formal que le habían puesto, más acorde con su posición que el corte
desgreñado que llevaba antes.
—Ha pasado un tiempo. —Elecia sonrió. Había decidido desde hace siglos
que Fritz era digno de sus sonrisas. Pero solo si mucha gente no miraba.

—¡Demasiado! —La rodeó con los brazos y, si no fuera porque Elecia plantó
los pies en el suelo con un pequeño cosquilleo de magia un momento antes de
que él la alcanzara, se habría caído sobre la nieve mojada—. ¡Tiempo!

—Estás haciendo una escena. —Ella le palmeó la espalda amablemente


antes de empujarlo con ambas manos. Podría ser tan malo como una persona del
Este con su afecto. Un hábito que sin duda había aprendido de cierta persona—.
Ahora, déjame verte.

—¿Vienes a ver a Vhal? Debe ser, ¿verdad? Escuché que ha rechazado a


todos los demás clérigos. ¡Espera a verla! Ella está… —Fritz prácticamente estaba
saltando arriba y abajo.

—Sí, sí. Estoy aquí para ver a nuestra testaruda Emperatriz —interrumpió
Elecia antes de que se dejara llevar. Con un poco de diversión, levantó la mano y
miró el alfiler de luna roto que él había colocado en su propio pecho—. Mira lo
oficial que te ves oficial, Lord Charem.

—Detente. —Fritz se apartó riendo. Había sido el más difícil de convencer 342
para que aceptara su nuevo papel en el orden mundial de Aldrik y Vhalla. Con
Victor muerto, se necesitaba un nuevo Ministro de Hechicería. Una vez que a
Vhalla se le ocurrió la idea de que Fritz asumiera el papel, nadie pudo persuadirla
de lo contrario. La mujer estaba destinada a tener al menos una o dos buenas ideas.

—¿Cómo te has ido adaptando? —preguntó Elecia, cruzando las manos


detrás de su espalda. Aldrik siempre se veía tan majestuoso cuando lo hacía. Era
prima del Emperador y de Dama del Oeste en formación; tenía todo el derecho a
lucir regia.

—Algunos golpes aquí y allá. —Fritz se rascó la nuca mientras caminaban


hacia el palacio, el equipaje de Elecia era descargado detrás de ellos—. No todos
estuvieron de acuerdo con Vhal con mi puesto.

—Callejeros hambrientos de poder, Fritz. —Elecia negó con la cabeza,


haciendo que la nieve se esparciera sobre los escalones de piedra que conducían
al palacio—. Sin importar qué, habrá gente clamando por prestigio después.

—Eso es lo que dijo Aldrik. —Fritz hizo que la nieve cayera de sus propios
hombros.

—Aldrik. —Elecia miró hacia abajo y se ajustó la capa. Sirvió para ocultar
una pequeña sonrisa. A su primo siempre le había molestado que un hombre del
Sur de nacimiento común pareciera tener pequeños reparos en dirigirse a él por
su nombre de pila sin haber recibido nunca un permiso expreso. Naturalmente,
Elecia no veía ningún sentido en corregir a Fritz. Alguien tenía que hacerle pasar
un mal rato a Aldrik cuando ella no estaba cerca—. ¿Cómo está mi querido
primo?

—Volviéndose loco lentamente. —Fritz se rio—. Con Vhalla como está.

—Genial. —Elecia puso los ojos en blanco. ¿Por qué los hombres buscaban
complicar las cosas más pequeñas cuando se trataba de la naturaleza de las mujeres?

Subieron las escaleras juntos hasta que llegaron a la mitad del camino hacia
los aposentos Imperiales. Fritz le contó cómo habían decidido posponer el
Festival del Sol este año. Porque quedaba demasiado por reconstruir para
organizar un festival fastuoso. Elecia tarareó ante eso; no habría sido su elección.

Ella entendió por qué se había cancelado el Festival del Sol del año pasado.
Habría llegado solo unos meses después de la muerte definitiva de Victor. Pero
este año, este año sentía que a la gente le vendría bien un toque de normalidad
en sus vidas. Fue una de las muchas veces que Elecia se preguntó qué tipo de
Emperatriz habría sido si tuviera la oportunidad.
343
Un hombre del Este esperaba en el pasillo. Tenía la palma de la mano sobre
la piedra del alféizar de una ventana y, con una pequeña sonrisa, veía caer la
nieve afuera. Se movió al oírlos acercarse.

—Grahm. —Elecia le tendió la mano.

—Lady Ci’Dan. —Grahm le tomó la mano y se la estrechó cálidamente.


Había tomado algo de tiempo convencer a Elecia de que Grahm era digno del
hombre del Sur a quien ella había reclamado como suyo, pero finalmente la
ganó—. Es bueno verte en el palacio una vez más. ¿Cómo estás?

El trabajo del hombre con los Alas de Plata lo había convertido en la figura
decorativa de la resistencia, alguien a quien la gente admiraba. La tolerancia de
Elecia hacia él se convirtió en una apreciación silenciosa a medida que pasaba el
tiempo. Y el efecto que él tenía en Fritz fue reconfortante. Si Aldrik y Vhalla no
estaban mal, estos dos eran casi suficientes para hacerla sentir sola.

Los ojos de Elecia pasaron por encima del nudo en la manga de Grahm. Ella
se las había arreglado para salvar ese lío de amputación después de la batalla
final de la guerra. La amputación, los cristales inactivos o ambos habían salvado
la vida de Grahm. Sin embargo, Fritz todavía le escribía de vez en cuando
preguntándole sobre los sueños que aún afligían a su ahora prometido, temeroso
de la mancha. Elecia lo tranquilizó; había tantas razones para que todos tuvieran
pesadillas.

—Estoy en el Sur en invierno; ¿qué tan bien crees que estoy? —se lamentó
Elecia una vez más, apretándose más la capa para darle efecto.

—¿Debería asignar un Portador de Fuego a tus aposentos nuevamente para


asegurar que estén debidamente calentados antes de acostarte? —preguntó
Grahm.

Con esa oferta, Elecia supo instantáneamente quién era el verdadero


Ministro de Hechicería.

—¿Pensaste que incluso sería una pregunta? —Olió el aire frío a su


alrededor.

—Será un placer. —Grahm sonrió.

—¿Nos acompañas a cenar? —preguntó Fritz, tirando de su mano como un


hermano pequeño.

—Si la familia Imperial no me lo exige. —Elecia asintió.

—¡No he visto a Vhal en una eternidad! —se quejó Fritz —. ¡Si te lo piden, 344
entonces llévame contigo!

—Solo han pasado tres días. —Grahm se rio entre dientes, ajustando el
nudo en la parte inferior de una manga flácida.

—¡Una eternidad! —repitió Fritz, exasperado.

Su amistad con la mujer del Este había intrigado a Elecia al principio. Pasó
algún tiempo antes de que se diera cuenta de lo que atraía a la gente a Vhalla
Yarl. Por mucho que intentó lo contrario, ella también se vio atrapada finalmente
por la determinación y el optimismo general de la mujer. Elecia probablemente
moriría antes de hacérselo saber a la Emperatriz. Alguien tenía que asegurarse
de que su Caminante del Viento no se volviera altiva.

—Está ocupada con la biblioteca —le recordó Grahm a Fritz.

—Oh, ¿quién fue nombrado Maestro de Tomos? —preguntó Elecia. No se


había decidido cuándo se fue. El último maestro no había sobrevivido a la guerra
y la noticia había golpeado duramente a Vhalla.

—La vieja amiga de Vhal, creo que se llama… —reflexionó Fritz—. Roan, es
Roan.
Elecia recordó a Vhalla pasando por múltiples conversaciones con la mujer.
Parecían tensas. Ella no lo había entendido en ese momento; cualquiera estaría
extasiado de ser elevado más allá de su estatus. Pero la Emperatriz se había
negado a hablar sobre eso, manejándolo por completo entre ella y la otra mujer.
Bueno, fuera lo que fuera, claramente se había resuelto.

Tiempo era lo que todos necesitaban. Las personas se distanciaban en


cuanto podían hacerlo. Durante los primeros meses después del final de la
guerra, la capital se sintió como una ciudad de fachadas, hermosa por fuera pero
vacía por dentro.

Demasiadas personas que habían visto demasiado y experimentado tales


horrores que las calles nunca volverían a ser las mismas. Condujo a una caída en
el precio normalmente alto de las viviendas de la capital, y Aldrik había sido lo
suficientemente inteligente como para aumentar los impuestos antes de que la
gente se aprovechara de los precios bajos y comenzara a comprar. Así, las arcas
de la corona se fueron llenando.

Incluso ahora, el castillo le parecía falto de personal a Elecia. Después de


despedirse de Fritz y Grahm, pasó demasiado tiempo antes de que viera a
alguien más del personal o sirviente. El tiempo curaría esto también, de eso 345
estaba segura.

Elecia no había sido inmune. Había tenido que irse y regresar al Oeste. Era
demasiado estar todavía en el lugar donde había habido tanta sangre y muerte.
Necesitaba ver a su familia y simplemente relajarse, pero no se lo había dicho a
nadie más. Lo último que quería que la gente pensara era que era débil. Otros
serían como ella. Una vez que respiraran, volverían a casa.

Los pasillos Imperiales casi habían vuelto a la normalidad. Una vez que se
habían limpiado todos los escombros de cristal, dieron poca prioridad, en
comparación con todo lo que era necesario hacer, a la restauración de la
naturaleza artística del palacio. Se sorprendió de lo lejos que habían llegado en
un año. Cuando dobló la escalera hacia el atrio principal que albergaba al
Emperador y la Emperatriz, quedó impresionada de lo normal que parecía todo.

Hizo una breve pausa y miró hacia el pasillo que sabía que conducía a las
antiguas habitaciones de Aldrik y Baldair. ¿Para qué estaban siendo utilizadas
ahora? Quizás el padre de Vhalla se había alojado en una. Parecía una lástima
dejarlas vacías. Sin embargo, la sala de estar Imperial era tan grande y llena de
habitaciones que casi siempre habría algo que estuviera vacío.
La puerta a los aposentos del Emperador y la Emperatriz era un gran portal
en el punto más alto del atrio. Era una puerta de doble arco fundida íntegramente
en oro. El padre de Aldrik había sido tan llamativo en sus elecciones de decoración. Le
dio un golpe sólido a la aldaba, preguntándose si realmente no se habían
enterado todavía de su llegada.

Pasó un minuto y Elecia empezó a sentirse ofendida por la falta de saludo.

—No están allí. —Una voz masculina resonó desde la mitad de las escaleras,
a través de todo el vacío de la habitación.

Elecia se quedó inmóvil, girándose lentamente. No permitió ni una sola


grieta en su comportamiento habitual. Fingió ignorar el cosquilleo en su piel
mientras se volvía para mirar al espécimen de hombre frustrantemente
deslumbrante. Jax le dio una sonrisa fácil en respuesta.

—¿Quiere que la acompañe hasta ellos, Lady Ci’Dan? —Subió unos


escalones más, extendiendo una mano.

Ella notó de inmediato el brazalete dorado que adornaba su muñeca. Elecia


se preguntó si había logrado poner en marcha la Guardia Dorada una vez más
en honor a Baldair, si había creado un nuevo equipo dedicado a la defensa de 346
toda la familia Imperial. Pero no preguntó. Su lengua se había convertido en
plomo en su boca.

—Eso sería aceptable. —Elecia asintió y tomó su mano con la mayor


naturalidad posible.

Cuando llegaron al final de las escaleras, su mano se movió con seguridad


al hueco de su codo. Continuaron por el palacio en silencio. El estómago de Elecia
se sentía incómodo. ¿Iban a hablar del invierno pasado?

—¿Cómo estás, ‘Cia? —La voz de Jax pasó del playboy risueño al hombre
peligrosamente roto que sabía que vivía debajo.

Elecia se había criado entre los restos de la realeza del Oeste. Desde el
momento en que Aldrik y Jax adquirieron un brillo mágico después de la
“adopción” del hombre por parte de Baldair, él había estado en su vida cada vez
que ella estaba cerca de la familia real. Era una de las pocas personas que
quedaban con vida a quienes ella toleraría usar su apodo de la infancia, y fue en
parte porque sabía que lo desollaría si lo usaba públicamente.

—Estoy bien —respondió Elecia en voz baja—. ¿Cómo estás tú?

—Bastante bien. La guardia aquí está tomando forma muy bien una vez más
—respondió casualmente.
Elecia lo miró. Se había acostumbrado a llevar el cabello suelto y que cayera
sobre sus hombros después de que ella le comentara una vez lo bonito que se
veía. Se sorprendió al ver que todavía lo hacía y rezó a la Madre para que no la
citara como la razón del cambio de estilo.

—Eso es bueno. Es bueno saber que incluso alguien tan incompetente como
tú puede juntar a un grupo de hombres y mujeres con espadas —tarareó Elecia.

—Debería mantenerte cerca más a menudo. Y yo que me permitía sentirme


orgulloso de mi trabajo. —Jax se rio—. Nunca dejarás que se me suba el ego,
¿verdad?

—Será mi deber soportarlo —respondió—. ¿Cómo estuvo el Este?

—Bien.

Una respuesta de una palabra; cómo las odiaba. Elecia se mordió las mejillas
y se guardó las preguntas para sí misma. Lo último que deseaba era parecer
ansiosa o preocupada por las actividades no relacionadas con el trabajo en las
que él podría haber participado con hombres o mujeres.

Desde el momento en que llegaron al jardín, los ojos de Elecia estuvieron


pegados al fantástico mirador de cristal que la había maravillado desde que su 347
abuelo le había contado por qué estaba construido. Sus paredes estaban
vaporizadas por el calor del interior reaccionando a la espesa nieve que caía a su
alrededor. Elecia solo pudo distinguir los borrones verdes que sabía que eran
rosales.

—¿Les dirás por mí que el almuerzo estará listo pronto?

—¿Por qué no se lo dices tú mismo? —Elecia hizo una pausa, todavía


cubierta por la nieve.

—Soy un guardia; debería hacerlo. —Jax sonrió, cruzó los brazos sobre el
pecho y se apoyó contra el hierro de un lado de la puerta.

—Simplemente no quieres tener frío y mojarte. —Elecia puso los ojos en


blanco antes de caminar penosamente hacia la nieve. Se ordenó mentalmente no
mirar el par de ojos que sintió en su espalda cuando llegó a la puerta de la
estructura de vidrio.

El calor la golpeó en el momento en que abrió la puerta y, una vez dentro,


Elecia se quitó la capa. Aldrik era muy diligente con la temperatura y, como
resultado, notó que las rosas se estaban preparando para otra floración. No fue
hasta que rodeó el pilar central que estuvo segura de que no estaba sola, dado
que no se podía escuchar un solo sonido.
Aldrik se encontraba sentado con el brazo alrededor de la mujer que tomaba
una siesta sobre su hombro. Iba vestido con un majestuoso conjunto blanco y
dorado, acorde con su posición. Elecia nunca se lo había dicho a Vhalla, pero
siempre había estado agradecida por todo lo que la mujer había hecho para que
Aldrik le mostrara al mundo que él era su gobernante.

Tan llamativo como el negro se veía en él, necesitaba vestirse para su papel.
Sus ojos se alzaron del libro que estaba en su regazo, y una sonrisa se deslizó en
sus labios. Su primo era guapo con sus pequeñas sonrisas. Incluso Elecia no podía
negar eso.

—Mi amor. —Aldrik frotó ligeramente el hombro de la mujer dormida—.


Elecia está aquí.

Vhalla gimió suavemente, parpadeando y abriendo los ojos. Llevaba un


vestido largo y dorado que la cubría creativamente con un diseño clásico del Sur.
Incluso la cinta azul que estaba justo debajo de su busto en crecimiento era un
buen toque. Pero no se podía usar ningún truco de tela para ocultar o disminuir
la enorme hinchazón del estómago de la Emperatriz.

—¡Elecia! —Vhalla luchó por sentarse. Una palma se apoyó instintivamente


en la curva de su vientre. Elecia se preguntó qué hacía que todas las mujeres 348
embarazadas, independientemente de su edad, clase o ubicación, hicieran eso—.
¡Por fin llegaste! ¡Qué bueno verte!

—Siéntate, mujer tonta —exigió Elecia mientras Vhalla trataba de


levantarse para saludarla. Aldrik ni siquiera hizo un esfuerzo, su brazo se sujetó
a los hombros de Vhalla.

—Yo también te extrañé. —Vhalla se rio.

—Está bien, déjame ver lo que te ha causado mi primo. —Elecia se acercó a


la Emperatriz.

Aldrik desvió la mirada. Los hombres, al menos los buenos, siempre tenían
un toque de culpa por lo que iban a obligar a sus mujeres a soportar en nombre
de sus hijos. Como deberían, pensó Elecia. Era parte de la razón por la que ella
insistía en que todos los hombres estuvieran presentes para el nacimiento de sus
hijos. No solo para dar apoyo y ver a sus hijos, sino para asegurarse que
entendieran por lo que pasaron sus amadas. También era una forma directa de
señalar el riesgo que representaba para la madre y la criatura. La verdad era que
una sala de partos podía ser fácilmente los últimos momentos de la vida en lugar
del primero.

—Ella no ha permitido que ningún clérigo la toque… —comenzó Aldrik.


—No confiaba en ellos y quería a la mejor —proclamó Vhalla como si el
hecho fuera obvio.

—Eso dijiste en tu carta. —Elecia colocó las palmas de sus manos en sus
caderas, mirando a la Emperatriz—. En serio, Vhalla, es peligroso para una mujer
pasar tanto tiempo sin que un clérigo le eche un vistazo.

—No ha pasado tanto tiempo. —Vhalla puso los ojos en blanco.

—¿Cuándo empezó a mostrarse? —Elecia se giró hacia el hombre de cabello


oscuro. Casi nada en él había cambiado desde la última vez que lo vio. Fue algo
que Elecia agradeció. Aldrik era consistente. Incluso había usado su cabello del
mismo largo desde que lo conocía.

—Quizás… —Aldrik estaba perdido en sus pensamientos. Su mirada estaba


fija en el estómago de Vhalla como si fuera a decirle—. ¿Hace tres meses?

—¿Tres meses? —Elecia parpadeó—. Estás más avanzada de lo que pensaba


entonces. Estimaría un nacimiento de primavera.

—No deberías haberte tardado tanto. —Vhalla le sonrió, y Elecia solo


ofreció un bufido de mala dama en respuesta. Era adorable cuando la mujer
pensaba que podía devolverle el humor a Elecia de la misma manera. 349
—Estaba ocupada. —Elecia se arrodilló ante la Emperatriz.

—¿Lo estabas? —preguntó Vhalla con una pequeña sonrisa molesta.

—¿Estás bien? —preguntó Aldrik.

—Lo estoy, primo. —Elecia asintió con una sonrisa solo para él e ignoró por
completo la pregunta de Vhalla—. ¿Y ustedes dos?

—No podríamos estar más felices —proclamó Aldrik audazmente, sus


dedos envolviendo los de Vhalla aun descansando sobre la hinchazón de su
estómago.

Elecia negó con la cabeza con una pequeña sonrisa mientras los dos
compartían una mirada, y fue olvidada por un momento. Ella no iba a ser la que
mencionara el trato con la princesa del Norte y lanzara una sombra a la mirada
que él le estaba dando a su esposa.

—Eso es hermoso, pero aún no han mirado adecuadamente. Déjame ver si


realmente tienes motivos para estar feliz —advirtió Elecia, extendiendo la mano
y colocándolas sobre el abdomen hinchado de la otra mujer.
—¿Existe algún riesgo? —Aldrik se inclinó hacia adelante—. ¿Hay algo
mal?

—No lo sé todavía. —Elecia negó con la cabeza—. Si ha progresado hasta


aquí sin problemas, entonces debería estar bien encaminado hacia un bebé sano.
Pero no podemos estar seguros hasta que la mire y más hasta que nazca.

—Correcto. —Aldrik se recostó. Vhalla le dio una pequeña sonrisa.


Aparentemente, el interrogatorio preocupado no era nuevo y no iba a
detenerse—. Tiene los pies hinchados y le duele la parte baja de la espalda.

—Entonces frótalos. —Elecia puso los ojos en blanco.

—¿Se puede mejorar? —preguntó Aldrik—. Quizás alguna poción o…

—Aldrik. —Vhalla lo detuvo apretándole la mano—. Estoy bien.

Elecia vio la mirada que su primo le estaba dando a su esposa y volvió a


concentrarse en el trabajo que tenía entre manos. Recordó cómo había
reaccionado Aldrik al aborto espontáneo en las Encrucijadas. Claramente, los
asuntos de las mujeres todavía le preocupaban profundamente.

Cerrando los ojos, Elecia cambió su enfoque, enviando delicadamente 350


ondas de magia a través de las venas del cuerpo de Vhalla. Elecia comprobó las
respuestas que le hacían eco. Si la respuesta era lenta o no llegaba, era probable
que algo se haya roto. Si era fría, eso podría significar que había un problema de
otro tipo. Si era demasiado cálida, normalmente indicaba enfermedad o
infección. Pero todo volvió a sus palmas con facilidad.

—Tú te sientes bien, Vhalla —alentó Elecia, más por el bien de su primo que
por el de cualquier otra persona—. Déjame ver a la criatura también.

Elecia sondeó suavemente, conectándose a través de la madre con lo que


llevaba dentro del útero. Hizo una pausa, frunció el ceño y cerró los ojos una vez
más. Escuchando atentamente, trató de encontrarle sentido a la respuesta que
resonó en sus oídos.

—Elecia, ¿qué es? ¿Qué ocurre? —preguntó Aldrik apresuradamente ante


su expresión.

—Silencio —ordenó Elecia sin abrir los ojos. Los latidos del corazón de
Vhalla eran claros y fuertes. Sin embargo, debajo de eso no había uno, sino dos
latidos adicionales.

Elecia apartó las manos lentamente y abrió los ojos. Tres latidos en total. No
era de extrañar que Vhalla estuviera tan grande tan pronto.
—¡Entonces! —Elecia se puso de pie rápidamente—. ¿Quieren un niño o
una niña?

—¿El bebé está bien? ¿Ya lo sabes? —Aldrik miró con gran interés.

—¿Quién crees que soy? —Elecia se rio. ¿No la habían llamado desde el
Oeste solo por el cuidado que podía brindar? Sin embargo, ahora que sabía la
verdad sobre el embarazo de la Emperatriz, Elecia estaba agradecida por ello.
Había un camino difícil por delante antes de que estos bebés pudieran ser traídos
gritando al mundo.

—Es un niño —dijo Vhalla definitivamente—. Nunca he tenido un apetito


como este. —Se frotó el estómago con la palma de la mano y Elecia se abstuvo de
comentar por qué pensaba que ese hecho era cierto—. Claramente debe ser un
niño el que me exija tanta comida.

—No todas las mujeres son como tú y tienen problemas para comer. Llevas
una niña, puedo sentirlo. —Aldrik la besó en la sien.

—¿Puedes sentirlo? —Vhalla se rio, sonriendo alegremente a su esposo—.


Yo lo llevo a él dentro de mí, sé lo que siento.

Elecia sonrió. Ambos la miraron expectantes. Se giró hacia la puerta y 351


comenzó a encogerse de hombros para volver a ponerse la capa.

—Tengo hambre. Tal vez les cuente lo que son en el almuerzo —anunció
Elecia. La información era demasiado satisfactoria para darla toda de una vez.

Hubo un largo silencio. Elecia miró por encima de los lazos de su capa para
verlos congelados en su lugar. La mano de Aldrik todavía estaba en la espalda
de Vhalla, la otra envolvía la de ella mientras la ayudaba a levantarse. La
Emperatriz miró a Elecia parpadeando, con total sorpresa en sus ojos.

—Elecia. —Aldrik finalmente obligó a ambos a componerse—. ¿Son?

Elecia negó con la cabeza al tiempo que soltaba una carcajada. Él en verdad
iba a estar en problemas. Comenzó a preguntarse qué tipo de padre sería Aldrik.
Pensó que ya tenía una mejor idea de la madre ante ella, pero Aldrik seguía
siendo un entretenido misterio. Muy lejos del hombre que una vez fue, Elecia
confiaba en que los sorprendería a todos.

—Buena suerte, a ambos. La necesitarán para los dos en camino. —Elecia


volvió a mirar el estómago protuberante de Vhalla.

No lo dijo en voz alta, pero ya ansiaba conocer a los hijos del fuego y viento.
352
Primer libro de la trilogía precuela de Air
Awakens.

Un verano costero se ve trastornado por un


violento asesinato, y la búsqueda del tesoro pirata
perdido se convierte en la búsqueda del asesino.

JAX WENDYLL es el perro de la corona.


Como castigo por los crímenes atroces que lo
atormentan hasta el día de hoy, su vida ha sido
reclutada para el Imperio Solaris. Sin embargo, en
un Imperio afligido por la paz, sus deberes están
relegados a ayudar incondicionalmente a las
payasadas del príncipe más joven, BALDAIR.
353
ERION LE’DAN, hijo de un noble, espera una tranquila visita de verano al
Palacio Imperial, su único plan es visitar a sus improbables amigos. Pero el
descubrimiento de Jax del antiguo taller de la legendaria pirata Adela Lagmir
inspira la búsqueda de su tesoro perdido hace mucho tiempo.

La búsqueda de la verdad de Adela lleva a los tres hombres a la mansión


de verano imperial, construida a lo largo de los antiguos pilares piratas. Cuando
el tridente de Adela es marcado en un sirviente asesinado, la diversión veraniega
del príncipe Baldair de buscar tesoros se convierte en una búsqueda para
encontrar al asesino. Pero, a medida que aumentan los misterios, los fantasmas
del pasado de Jax pueden no ser las únicas cosas que los atormenten.

Trilogía Golden Guard #1


Elise Kova siempre ha tenido una pasión por contar historias. Escribió su
primera novela, una de fantasía, en sexto grado. Con el pasar de los años ha
cultivado su amor por la literatura con todo desde la fantasía hasta el romance,
desde ciencia ficción hasta misterio, y lo que sea que llame su atención.

Elise vive en San Petersburgo, Florida, donde se encuentra trabajando en el


siguiente debut de series de fantasía Joven Adulto: Air Awakens. Disfruta de 354
juegos de vídeo, animé, juegos de mesa de cambios de roles y muchas formas de
ser geek. Ama hablar con fans en Twitter y Facebook.

Twitter: https://twitter.com/EliseKova

Facebook: https://www.facebook.com/AuthorEliseKova

Página web: http://www.EliseKova.com/


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