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INFOBAE

La tenacidad de
Elizabeth Costello, la
mujer de ficción que
siempre está detrás
de Coetzee
El Nobel sudafricano pasó una vez más
por Buenos Aires y tuvo diversas
actividades. En la Feria presentó su
libro "Siete cuentos morales" y en el
Malba, asistió a la proyección de un
documental que recupera su relación
con Paul Auster, quien también estuvo
allí. Elizabeth Costello, el alter ego de
Coetzee en tantos de sus relatos, fue
una presencia constante en su discurso
Por Gabriela Saidón
3 de Mayo de 2018

Coetzee, un invitado habitual a la Feria del Libro


(Gentileza Feria del Libro)

Elizabeth Costello ha vuelto y está en


Buenos Aires. Pero: ¿existe Elizabeth
Costello? Y en ese caso: ¿quién es?
Hay más de una respuesta para esas
preguntas.

Primera: es una mujer que nació a los


66 años a fines del siglo XX, defensora
de los derechos de los animales,
profundamente moral; una mujer que
cuestiona el racionalismo, escritora
australiana de fama internacional,
premiada autora de un best seller, La
casa de la calle Eccles
Eccles, que tiene
como protagonista a Marion Bloom,
"extraída" del Ulises de James Joyce;
madre de dos hijos, Helen y John, que
hoy están empecinados en sacarla de
la aldea española en la que decidió
pasar el resto de sus días junto con sus
gatos "asilvestrados" y el tonto del
pueblo, un tal Pablo".

Segunda: Elizabeth Costello salió de la


cabeza de John Maxwell Coetzee, el
Nobel sudafricano, en 1997, cuando el
escritor nacido en 1940 ya era un
bestseller: su libro Esperando a los
bárbaros
bárbaros, publicado en 1980, había
invadido Occidente. Ya, por entonces,
Coetzee había recibido el Premio
Booker por Vida y Obra de Michael
K (1983). Volvería a recibirlo en 1999
por la que tal vez es su novela más
célebre, Desgracia
Desgracia.

En una serie de conferencias que dio


en la Universidad de Princeton, el
autor novelas imprescindibles como la
trilogía Infancia
Infancia, Juventud y
Verano; Foe
Foe, La edad de hierro
hierro,
Diario de un mal año y El maestro
de Petersburgo
Petersburgo, entre otros títulos
publicados en español por Random
House, "utilizó" el personaje ficticio de
Elizabeth Costello para hacer una
defensa de los animales. Fue, aquel, un
acto de ingenio del escritor y licenciado
en matemática y lengua inglesa en la
Universidad de Ciudad del Cabo y
doctorado en lingüística computacional
en la Universidad de Texas, Austin, en
Estados Unidos, título que obtuvo con
una tesis basada en el análisis
computarizado de la obra de Samuel
Beckett, para luego dedicarse a la
docencia de Lengua y Literatura
inglesa en Estados Unidos y en
Sudáfrica. Y radicarse en Australia.

Tercera: Elizabeth Costello es un


personaje de ficción que atraviesa la
obra de J.M. Coetzee. Aparece por
primera vez en La vida de los
animales (1999), libro basado en
aquella ponencia en Princeton, texto
que retoma en Elizabeth Costello
Costello,
publicado en 2003 (el año en que
Coetzee recibió el Nobel), ocho
lecciones donde la cuestión animal se
profundiza; vuelve a irrumpir en
Hombre lento (2005). Y en Siete
cuentos morales (El hilo de Ariadna,
Random House, 2017, traducción de
Elena Marengo), volumen que se
presentó el martes 1 de Mayo a las 18,
en una sala Victoria Ocampo colmada,
en la Feria del Libro, en un diálogo del
autor con Anna Kazumi Stahl, escritora,
autora de Castástrofes naturales
(cuentos, 1997) y Flores de un solo
día (novela, 2002), y doctora en
Literatura Comparada.

Coetzee con Anna Kazumi Stahl en la


presentación de “Siete cuentos morales” (Feria
del Libro)

Es tentador pensar que Elizabeth


Costello es la alter ego de Coetzee, una
escritora detrás de la que su creador se
esconde para expresar ciertas cosas
(hay algo vagamente anagramático en
esos nombres). Pero no. O al menos, no
del todo. Tal vez él no pueda decir,
como lo hizo Flaubert con Emma
Bovary, "Elizabeth Costello soy yo".
Tampoco es la representación de la
madre "real" de Coetzee (apenas le
lleva doce años y no se parece en nada
a la madre de su autobiogáfica
Infancia
Infancia), aunque en las ficciones, el
hijo se llame John, como él. Quizás es
más comparable a un Quijote, un
Sherlock Holmes o una Mafalda.

No es posible preguntárselo: Coetzee


no da entrevistas. Pero sin dar una
respuesta definitiva (una dosis de
suspenso es necesaria), el martes por
la noche Coetzee propuso algunas
pistas para encontrar la respuesta:

"Unos años atrás, un amigo mío viajó a


la India para dar una serie de
conferencias sobre literatura
australiana contemporánea y le
preguntaron por la escritora Elizabeth
Costello. Eso demuestra que un
personaje ficticio escapa el control de
su creador. No estoy seguro de haber
tenido alguna vez control sobre
Elizabeth Costello. En mi libro Hombre
lento
lento, un fotógrafo que pierde una
pierna en un accidente se enamora de
su enfermera. Elizabeth Costello
aparece de pronto hacia la mitad del
libro y empieza a tomar decisiones
sobre la vida de este hombre. Bueno,
del mismo modo ha aparecido en mi
vida. ¿Qué estoy buscando explorar y
comunicar a través de Elizabeth
Costello? Lo que ella desea comunicar
lo hace a través mío: yo soy el vehículo."

Se podría decir: y viceversa.

John, el hijo, es "el interlocutor


necesario" en los diálogos en que la
madre expone sus puntos de vista.
Diálogos filosóficos, platónicos.

En veinte años de vida (Elizabeth


Costello ya superó los 80), "se
expandió su biografía", señaló Coetzee:
"supimos que tiene una hermana
monja, muda su residencia a una aldea
española. Su hija se preocupa por ella y
hablan de moverla a un 'lugar donde la
cuiden', un eufemismo para no decir
'geriátrico'. En definitiva, es la lucha
entre hijos y padres, y algo que vuelve a
ser común hoy, que los padres se
queden con sus hijos cuando
envejecen". Elizabeth Costello
representa, también, la vejez tan
temida (¿por Coetzee?).

El autor británico David Lodge escribió


en The New York Review que las
palabras clave de la escritora
australiana de ficción son "creencia" y
"alma". El martes, en la Feria, Coetzee
agregó: "empatía". "Ella defiende ese
concepto, aunque no es simpática o
empática. Es arrogante y se lleva el
mundo por delante. Pero es la empatía
lo que vuelve la vida del resto de los
seres vivos comprensible a nosotros.
La racionalidad, para Elizabeth Costello,
puede llegar a ser destructiva. El
abordaje puramente racional con
respecto a los animales nos lleva a una
crueldad a gran escala".

Pero Elizabeth Costello no es una


persona "lisa". Es contradictoria.
Humana.

En el libro que lleva su nombre, su hijo


John, que acompaña a su madre recién
llegada de Australia, a recibir un premio
en Pennsylvania, reflexiona:

"¿Qué clase de criatura es en realidad


su madre? No es una foca, no es lo
bastante amigable. Pero tampoco es un
tiburón. Es una gata. Una de esas gatas
grandes que hacen una pausa mientras
evisceran a su víctima y te miran con
sus ojos amarillos y fríos desde el otro
lado del vientre abierto en canal". Una
gata cruel.

En ese viaje, en sus conferencias


Elizabeth Costello habla de "la
esclavización de toda la población
animal del mundo. Un esclavo: un ser
cuya vida y cuya muerte están en
manos de otro. ¿Qué otra cosa son el
ganado, las ovejas y los pollos? Nadie
habría soñado siquiera con los campos
de exterminio si antes no hubieran
existido las plantas de procesamiento
cárnico…. La matanza de los indefensos
se sigue repitiendo a nuestro alrededor,
día tras día, una matanza que no es
distinta en escala ni en horror ni en
importancia moral a lo que llamamos
'el' Holocausto. Pero decidimos no
verlo." La homologación de campos de
concentración y mataderos había sido
planteada por una escritora real
(vegetariana y defensora de los
animales), Marguerite Yourcennar, en
el libro de entrevistas Con los ojos
abiertos
abiertos, en 1980.

En la novela de Coetzee, Elizabeth


Costello ha levantado polvareda entre
judíos, antisemitas y defensores de los
derechos de los animales. Lo que hace
ese libro es ficcionalizar la polémica
que provocaron otros autores en la
década del 80. En particular, otro
Premio Nobel, el escritor polaco Isaac
Bashevis Singer, que escribió: "Se
convencieron a sí mismos de que el
hombre, el mayor transgresor de todas
las especies, es la corona de la
creación. Todas las demás criaturas
fueron creadas solo para proveerle de
comida y pieles, para ser
atormentadas, exterminadas. En
relación a ellos, todas las personas son
nazis; para los animales, es un eterno
Treblinka".

Los argumentos esgrimidos por los


representantes de la comunidad judía
que se opusieron a la comparación de
Singer se dio incluso entre
sobrevivientes del exterminio nazi y
apuntó mayormente a la cuestión de la
racionalidad, la diferencia jerárquica
entre humanos y no humanos. Sobre
esa polémica vuelve Elizabeth Costello,
que analiza el simbolismo de las
expresiones referidas a los judíos en la
Alemania nazi ("iban como vacas al
matadero"), y hace una doble lectura
del discurso del mono Pedro el Rojo en
el Informe para una Academia de
Franz Kafka, literal y simbólica: el simio
que representa al judío encerrado y
discriminado, el judío que representa a
los animales esclavizados y
maltratados.

Pero volvamos a Buenos Aires. En la


charla con Anna Kazumi, Coetzee
aclaró que los Siete cuentos
morales no pretenden ser moralistas
sino cuestionar algunos preceptos
morales y creencias religiosas. Lo que
hacen esos cuentos es subir a escena
las contradicciones. Además de la
cuestión animal, el libro es una puesta
en crisis de determinados valores
morales como el de fidelidad, en el
cuento "Una historia", sobre una mujer
infiel a su marido. O el de crueldad,
como en el primero del volumen, "El
perro", que el autor eligió leer en la
presentación. En esos dos cuentos,
Elizabeth Costello está ausente
(aunque cabe preguntarse si, de ahora
en adelante, su presencia se impondrá
cada vez que se escriba sobre un
animal).

Paul Auster y John M. Coetzee, en el Malba


(Gentileza Malba)

Tampoco estuvo presente el lunes 30


de abril en el Malba, en la proyección
del documental Aquí y ahora
ahora, basado
en el libro homónimo, un intercambio
de cartas entre Coetzee y Paul Auster,
quien vino a la Feria a presentar su libro
4321
4321, editado por Seix Barral. En esta
ópera prima de Teresa Constantini, los
escritores "leen" esas cartas en
distintos escenarios (Nueva York,
Buenos Aires, el sur de Francia), en las
que desarrollan en forma muy personal
pero muy literaria, tópicos como el
juego de ajedrez, la amistad, Beckett, la
lengua inglesa, los acontecimientos
mundiales. En una escena, Coetzee
escribe en su laptop una carta al autor
de La trilogía de Nueva York
York, en la
que expresa sus dudas sobre si su obra
perdurará. Curioso, viniendo de un
premio Nobel. ¿Y Elizabeth Costello,
que ya transita el último tramo de su
vida, perdurará? ¿La mujer de ficción
es una garantía de inmortalidad?

En la película, en ese intercambio


epistolar entre John y Paul, se
muestran las diferencias. Un Coetzee
deportivo (se lo ve montado en su
mountain bike con casco y uniforme de
ciclista) contra un Auster bohemio
neoyorquino. John escribe en su laptop,
Paul en su máquina de escribir.

Auster y Coetzee en el Malba (Gentileza Malba)

Luego de la proyección, los dos


escritores ocuparon sus sitios en un
sillón de dos cuerpos en el auditorio del
Malba. A un costado, la directora
Teresa Constantini. Al otro, Anna
Kazumi, quien coordinó la charla.
Coetzee vestía saco y camisa blanca.
Auster, jean negro y pullover escote en
v. Coetzee se mantuvo erguido. Auster
se acomodó en el sillón y se fue
deslizando como en el living de su casa.
Contaron cómo se gestó la idea de
hacer un libro epistolar a partir de un
encuentro "real", cómo escribieron
"editando" porque siempre supieron el
destino final de esas cartas, y cómo el
formato permitió equivocarse en la
evaluación de algunos aspectos de la
realidad que no podían corregir.
Coetzee dio como ejemplo de este
error el colapso financiero de 2008,
que en una carta calificó como
"ilusorio". Cada uno habló de su vínculo
con Buenos Aires y de la diferente
percepción que tuvieron en un
encuentro previo, en la Feria del Libro
de 2014.

Auster y Coetzee con Teresa Constantini

Coetzee ya es un visitante asiduo de


esta ciudad. Y mucho más que eso. En
la Feria anunció que el director
argentino Tristan Bauer hará una
adaptación cinematográfica de Los
días de Jesús en la escuela
escuela. Pero
además, dirige la cátedra que lleva su
nombre, en la Universidad Nacional de
San Martín, que propone un
intercambio entre autores
sudamericanos, sudafricanos y
australianos. En palabras de Coetzee,
una forma de "contrabalancear la
hegemonía cultural de las metrópolis
del Norte". Por eso, también, el autor
decidió que Siete cuentos morales
se publicara en español antes que en
inglés, y se distribuyera en el Sur antes
que en el Norte. Todo un gesto político
del Nobel. Tal vez, aunque no la
veamos, Elizabeth Costello esté detrás
de esa decisión.

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