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Expresión Escrita

TEMA 2. LA REDACCIÓN: TÉCNICAS Y ESTRUCTURA DEL TEXTO

En general, el escritor debe procurar expresarse con sencillez, eligiendo de dos


palabras la más sencilla, la más comprensible, la más corta, la más adecuada al
medio o al momento. El excesivo rebuscamiento en la expresión no facilita el
entendimiento directo, a la primera lectura. Los circunloquios no enriquecen el
texto, más bien lo empobrecen.
José Martínez de Sousa

El proceso de redacción comprende tres grandes fases: la planificación,


la escritura y la revisión. En este tema se abordan las dos primeras.

1. Contextualización y coherencia

Un primer aspecto que hay que tener en cuenta a la hora de escribir es la


necesidad de que el texto producido posea contextualización y coherencia.
Efectivamente, para que un texto funcione debe conectarse con los marcos de
referencia que posee su potencial lector; es decir, los datos deben ser compartidos
al menos de manera parcial por el autor y lector; el responsable de que esto se
cumpla es el autor, el que escribe el texto.
Cuando se habla de contextualización, se hace referencia a la conexión de
los significados textuales con los datos extratrextuales. Este es un proceso con dos
aspectos complementarios: en primer lugar, el texto debe adecuarse al entorno
comunicativo en el que se inserta; en segundo orden, hay que crear a través del
propio texto un conjunto de datos que permita a los lectores potenciales
interpretar lo que el autor dice o escribe. Así pues, el contexto es preexistente al
texto, pero, en parte, también va siendo creado dinámicamente. De hecho,
cuando hablamos o escribimos, decimos poco, pero sabemos y entendemos
mucho más de lo dicho o escrito.
Por lo que respecta a la coherencia del texto, este debe estar organizado
lógicamente. Un texto será coherente si su estructura significativa tiene
organización lógica, armonía sintáctica, semántica y pragmática entre sus partes y
si su significado es interpretable porque ayuda al lector a hacer las inferencias
necesarias. Este último aspecto, el proceso de interpretación, resulta fundamental
si queremos desarrollar un estilo «correcto»: por un lado, descodificamos los
signos lingüísticos atribuyéndoles significados; por otro lado, inferimos todo lo que
no está dicho. La coherencia surgirá, pues, de la interacción entre la estructura del
texto y la interpretación del lector. Para ello, deben cumplirse las llamadas
condiciones de coherencia:
1) El texto debe ser relevante.
2) El texto debe presuponer correctamente la información conocida.
3) El texto debe tener un tema central.
4) El texto debe argumentar de manera adecuada.
5) El texto debe emplear los mecanismos de cohesión necesarios.
Si no se cumplen estas premisas con regularidad, corremos el riesgo de
escribir o redactar de forma «incorrecta». Así, si la trabazón lógica de las partes

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de un texto no funciona, el texto resultará incoherente. Por otra parte, la cohesión


entre las partes del texto a través de diferentes mecanismos lingüísticos resulta
ineludible; es decir, se deben emplear los recursos apropiados, entre los que se
hallan los conectores textuales, los elementos deícticos y anafóricos, el recurso a
la repetición sinonímica, a la elipsis, etc.
A ello se añaden otras herramientas capaces de crear coherencia, como,
por ejemplo, el orden de palabras. No siempre estructura semántica y estructura
informativa van de la mano; en este sentido, el orden de palabras en español es
flexible, pero no se elige un orden al azar, sino según las necesidades
comunicativas (la información conocida o tema va primero y la nueva o rema va al
final de la oración). Cada palabra debe ocupar en la oración el lugar donde se vea
más claramente a qué otra u otras palabras se refiere. Ello supone que lo que
sepamos o no en cada momento dependerá de cada texto particular; así, la
información conocida de un texto escrito es un cálculo que debe hacer el propio
autor que, si falla por exceso o por defecto, acabará produciendo un texto
incoherente.

2. El proceso de planificación textual

Un segundo aspecto, no menos importante que la contextualización y la


coherencia, es el de la planificación del texto (también conocido como
«precomposición»). La planificación es el proceso de reflexión previo a la escritura
(y de repaso de las distintas fuentes de información si es el caso). Antes de
lanzarse a escribir, hay que detenerse a pensar en las circunstancias que rodean
el proceso de redacción; esto es, debemos hacernos ciertas preguntas previas:
• ¿Para qué se escribe el texto?
• ¿A quién va dirigido el texto? ¿Qué lector estamos seleccionando?
• ¿Qué imagen pretende transmitir el autor al lector?
• ¿Qué debe decir el texto exactamente y cómo debe organizar dicha
información?
• ¿A qué género se adscribe tipológicamente el texto?
• ¿Qué secuencias textuales (argumentación, exposición, descripción,
narración) se emplean o van a emplear el texto?
Los textos escritos se elaboran habitualmente para transmitir información,
por lo que presentan un propósito informativo. Algunos textos, como los
científicos, añaden a este valor el deseo de convencer: tienen inicialmente un
carácter expositivo, pero pueden ser también argumentativos.
Como paso previo, es necesaria la selección del destinatario: el
conocimiento del lector ayuda a crear un texto lo más adecuado posible. Antes de
escribir un texto, es conveniente, pues, recopilar todos los datos disponibles
acerca de sus posibles lectores (conocimientos, edad, intereses, ideología,
extracción sociocultural, etc.). El escritor experto debería escribir textos a medida
del lector seleccionado, tarea esta de adaptar el estilo y la forma que exige un
esfuerzo notable. Además, habrá que tener en cuenta si se escribe para un lector
que sabe del tema o si es para alguien que desconoce las nociones más básicas.
Otro aspecto esencial en la planificación textual es el de la producción y
organización de ideas. En el texto deben figurar las ideas estrictamente

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pertinentes. El primer paso, es conseguir la información suficiente en relación con


las ideas; este proceso se denomina fase de documentación. Esta fase es
compleja, ya que hay que reunir toda la información posible, pero con ello no
basta, después habrá que relacionar entre sí todas las informaciones. Finalmente,
la labor del autor será la de valorarlas, discriminarlas y aplicar su sentido crítico.
El autor debe llevar a cabo una tarea de selección: la tarea de selección
suprema es, precisamente, la capacidad de someter todo texto a una idea central,
esto es, de otorgar un título que lo resuma completamente. De manera
progresiva, deberá reordenar la información y organizarla en subtemas, para lo
cual será especialmente adecuado que los sitúe en el marco de un esquema claro,
en partes bien definidas.
La variedad de textos que se puede encontrar es muy grande, así como las
necesidades de cada tipo son distintas –veremos algunos ejemplos de textos a lo
largo de los próximos temas–, aunque en todos ellos existen distintas fases de
planificación: borrador, redacción y revisión.
El primer paso antes de comenzar a redactar es crear un borrador. Para
ello, es muy útil llevar a cabo una lluvia o tormenta de ideas. Cuando hemos leído,
estudiado o pensado bastante sobre un tema, a menudo no sabemos bien por
dónde comenzar, y es un peligro lanzarse a escribir sin pensar y encontrar, a
medio camino, que hemos olvidado mencionar un concepto importante que estaba
relacionado con un tema ya tratado. Cuando eso ocurre, si se trata, por ejemplo,
de un examen, nos vemos obligados a poner asteriscos o notas al margen, lo que
ofrece una imagen deficiente de la manera en la que las ideas se estructuran. En
consecuencia, es conveniente escribir antes las ideas, las pequeñas frases-
resumen, en una hoja. El resultado podría ser algo similar a lo que se ve en la
imagen adjunta (fig. 1), que trata el tema de los «perros peligrosos».

Figura 1. Lluvia de ideas

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La lluvia de ideas se prolonga hasta que no se nos ocurra nada más que escribir. A
partir de ahí, se da paso a la segunda fase, la ordenación de todo el material que
hay en el borrador. En el ejemplo anterior, se podrían clasificar los resultados en
positivos, negativos y neutros (fig. 2). En los últimos, se incorporan ideas que
tendrían más que ver con nociones, técnicas y cuestiones legales (normativa
vigente, opinión de la ciencia sobre las razas «peligrosas», etc.). Esta triple
división, por tanto, encontraría un reflejo perfecto en un texto que tuviera un
esquema tripartito (por ejemplo, tres capítulos o tres párrafos), como se puede
ver en la figura 3.

Figura 2. Organización de ideas

Figura 3. Esquema de división textual

Cuando contamos con un esbozo de esquema, podemos proceder a enriquecerlo


con ideas más concretas (fig. 4) y, seguidamente, redactar el contenido según el
tipo de texto o género textual necesario. Si se tratase de un trabajo de

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investigación, habría que plantearse una serie de interrogantes, así como ver qué
se ha escrito sobre el tema previamente y recopilar datos reales (para lo cual
habría que decidir en qué publicaciones buscar los datos). Una vez que se tiene
respuesta para los interrogantes, se procedería a darle estructura a la masa de
datos. En el caso de un texto de opinión personal (argumentativo), creado a partir
de la reflexión sobre el tema, podríamos plasmar nuestro punto de vista particular
de diversas maneras: por ejemplo, podemos optar por mantener nuestra idea o
tesis a lo largo del texto (tema constante), alternando argumentos a favor y en
contra; también podemos explicitar nuestra opinión al principio y apoyarla
después con argumentos (estructura deductiva o analítica); o exponer primer los
argumentos y llegar tras ellos a nuestra conclusión (estructura inductiva o
sintética); por último, se puede optar por enunciar brevemente nuestra postura al
principio, desarrollarla con argumentos y retomarla, más desarrollada, al final
(estructura encuadrada).

Figura 4. Esquema final

Al haber realizado un trabajo previo como el que se ha detallado antes, la


redacción resulta fácil, puesto que nuestra tarea consiste prácticamente en
rellenar huecos en una plantilla y desarrollar un poco más los conceptos ya
apuntados en el esquema. No obstante, al margen de las cuestiones de contenido,
hay que tener en cuenta algunas indicaciones generales:

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1. Se debe ser sistemático y coherente. Las decisiones que tomemos


se deben mantener durante todo el trabajo (no podemos ir variando los
recursos tipográficos, acabar enumeraciones con punto y otras no…).
2. Se debe respetar la estructura del texto. El texto tiene que ser un
mapa bien señalizado, todo en él debe marcarnos en qué punto nos
encontramos; las tablas y figuras deben ilustrar lo que se expresa
verbalmente; y, sobre todo, las marcas lingüísticas deben señalar la
relación de cada idea con las demás y su posición en el desarrollo del
discurso (marcadores discursivos).
3. El texto debe huir de consideraciones subjetivas (a no ser que se
trate de una opinión personal y esto quede expresado así en el trabajo).

Por último, hay que volver a repasar lo escrito, pues ya sabemos lo importante
que es la revisión de nuestros textos. A menudo, incurrimos en descuidos (tildes,
bailes de letras, etc.) o, incluso, en anacolutos (frases incompletas) de los que no
somos conscientes al escribir. Una lectura en voz alta (o una lectura del texto en
papel) puede paliar esos defectos. Hacer un esfuerzo de autocrítica y revisión –es
decir, transformarnos en un corrector– puede ser la mejor solución. No obstante,
este tema se abordará con más detenimiento en el tema correspondiente.

3. Organización del contenido

Una obra se puede dividir físicamente en volúmenes y, conceptualmente, en


tomos, libros, partes y secciones. Lleven o no las divisiones anteriores, muchos
textos se dividen en capítulos, que suelen ser la base de su estructura, y estos
pueden hacerlo en epígrafes, párrafos y apartados.
Es conveniente hacer uso de recursos tipográficos para la jerarquización de
los contenidos de un texto:

MAYÚSCULA Redonda negrita a cuerpo mayor


VERSALITA Redonda o negrita de otro tipo
(Negrita) VERSALITA
Cursiva Cursiva
Redonda Redonda

3.1. El texto

Cualquier escrito debe tener una organización coherente de las ideas que ha de
reflejarse en el texto, de modo que el lector comprenda la estructura del mensaje.
Existen estructuras de contenido tipificadas, más o menos adaptables a textos
diversos: tesis-antítesis-síntesis, tesis-argumentos, introducción-exposición-
comentarios-opinión. En los siguientes temas de la asignatura, se verán ejemplos
de distintos modelos textuales.
Al margen de esas estructuras generales, todo escrito cuenta con su propia
organización jerárquica, con un grado variable de complejidad, que permite
articular cualquier mensaje: tomo-parte-capítulo-apartado-párrafo-frase. Cada

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división o subdivisión de la estructura de un texto ha de dotarse de unidad de


contenido y marcarse gráficamente. A continuación, vamos a comentar con
detenimiento el párrafo y la frase.

3.2. El párrafo

El párrafo sirve para estructurar el contenido del texto y para mostrar


formalmente su organización. Se define como un conjunto de frases relacionadas
entre sí que desarrollan un único tema o idea relevante y, además, posee
identidad gráfica. Hay que evitar:
• El desequilibrio; es decir, la mezcla de párrafos largos y cortos que no
responden a una estructura coherente.
• El desorden y la repetición; es decir, separar ideas relacionadas en
párrafos distintos o repetir ideas en diferentes párrafos.
• El párrafo-frase (o la frase-párrafo); se da en los textos que no se
articulan con punto y seguido, en los que cada frase constituye un párrafo,
a modo de enumeración sin conexión de ideas.
• El párrafo excesivamente largo; esto es, que no facilita la comprensión
del mensaje.
• Así pues, lo recomendable para construir un párrafo es procurar:
1. La conexión de las oraciones. Las oraciones deben estar conectadas
entre sí mediante los conectores o una adecuada puntuación.
2. La coherencia interna. Todas las oraciones deben pivotar en torno a una
misma idea y, por tanto, constituir una unidad de sentido, a la que se
pueda poner un título.
3. La relevancia de la idea desarrollada por el párrafo para el tema
del texto. La idea desarrollada en un párrafo debe ser relevante para la
exposición del tema general.
Existen, además, distintos tipos de formas de párrafos:
a) Párrafo ordinario. Comienza con una sangría y todas sus líneas se
justifican, excepto la última, que suele ser corta.
Ejemplo:
Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la Universidad. Desde
entonces, mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos
dos estudiantes parados.

b) Párrafo francés. Bloque justificado en el que se sangran todas las líneas


menos la primera. Se usa en diccionarios, bibliografía y apartados de
párrafos (generalmente, enumeraciones).
Ejemplo:
Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la Universidad. Desde entonces,
mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos dos
estudiantes parados.

c) Párrafo en bandera. Bloque sin justificar por uno o ninguno de los dos
lados (bandera por la derecha, bandera por la izquierda, texto centrado).
Ejemplo:

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Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la Universidad. Desde entonces,
mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos dos
estudiantes parados.

d) Párrafo alemán o moderno. Bloque de texto justificado, cuya primera


línea no lleva sangría, pero cuya última línea debe ser corta.
Ejemplo:
Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la Universidad. Desde entonces,
mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos dos
estudiantes parados.

e) Otros. El párrafo en bloque, en el que se justifican todas las líneas; el


párrafo español, bloque justificado en el que se centra la última línea (se
usa en epígrafes o pies de figuras); el párrafo en base de lámpara, en el
que la longitud de las líneas centradas va disminuyendo (o aumentando –
lámpara invertida–), aparece en títulos y colofones.

3.3. La oración

Los manuales de redacción recomiendan emplear, en general, oraciones breves; y,


en particular, aconsejan tener en cuenta lo siguiente:
• Limitar los incisos (relativos, aposiciones, vocativos, explicaciones,
subordinadas, circunstanciales), que pueden llegar a romper el hilo de la
lectura y camuflar la oración principal.
• Eliminar lo superfluo: hay incisos de escaso o nulo significado, con
frecuencia introducidos por clichés. Ejemplo:
Un hombre no identificado, al parecer joven, que se cubría el rostro con una
capucha y portaba una pistola, realizó un atraco… > Un encapuchado atracó a
punta de pistola…
• Situar los incisos en una posición oportuna, sin separar palabras
relacionadas (sujeto y verbo, verbo y objeto). Ejemplo:
La pasta, si se prepara con imaginación, puede ser, incluso en los banquetes más
formales, un plato muy apreciado.
La pasta puede ser un plato muy apreciado, incluso en los banquetes más
formales si se prepara con imaginación.
• Usar con coherencia los tiempos verbales; el presente y el pasado
históricos pueden utilizarse indistintamente, pero no deben mezclarse en un
texto. Ejemplos:
Joaquín se incorpora a los movimientos armados cuando tenía diecisiete años. >
Joaquín se incorporó a los movimientos armados cuando tenía diecisiete años.
• En los escritos generales, no conviene abusar de la negación, el estilo
nominal y las construcciones pasivas o impersonales. No obstante, estos
últimos aspectos son característicos de un texto académico. Ejemplos:
Los sindicatos no realizarán la reunión que tenían prevista para mañana. > Los
sindicatos suspenderán la reunión de mañana.
En el caso de una excesiva preocupación de los estudiantes por la gramática
puede ser útil la reflexión sobre los defectos cometidos durante la escritura. > Si
los estudiantes se preocupan excesivamente por la gramática puede ser útil que
reflexionen sobre los defectos que cometen durante la escritura.

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Su solicitud fue acogida con escepticismo en el Gobierno. > El Gobierno acogió


con escepticismo su solicitud.
Se han difundido varios rumores sobre los gobernantes a través de la prensa
italiana. > La prensa italiana ha difundido varios rumores sobre los gobernantes.

4. Problemas de redacción y expresión

Al margen de los problemas y errores más frecuentes en el uso correcto del


español, que abordaremos en el tema 4, conviene señalar otros aspectos que hay
que tener en cuenta a la hora de redactar un texto. Los más importantes son:
1) Mantenimiento de la misma persona gramatical a lo largo del
discurso. La mezcla de plural de modestia (nosotros pensamos que…) con
otras formas verbales es un recurso que debe evitarse, pues genera
ambigüedad. Cuando el autor sea único, el texto debe redactarse en
primera persona o en impersonal (si se trata de un trabajo académico
formal) y en primera del plural cuando los autores sean dos o más.
2) Anacolutos y uso incorrecto de marcadores y conectores. Es
incorrecto dejar las oraciones suspendidas, sin cierre, así como dejar
sueltas las construcciones absolutas o externas, que deben estar
conectadas siempre con una oración anterior o posterior (a). Tampoco es
correcta la supresión de uno de los dos elementos correlativos que tendría
que aparecer en una oración (b).
a) Confirmándose la hipótesis de Fontanella de Weinberg (1987), que sostiene el
curso de los años antecedentes a 1800 y las décadas posteriores, situando el
desplazamiento de uso, desde la norma general hacia el habla rústica, dado que
tal situación se encuentra en el español bonaerense.
b) El sistema permite mejorar, por una parte, el ruido de los vehículos y el alto
riesgo de accidentes.
3) Redundancias o pleonasmos. Es esencial no repetir palabras en un
escrito y demostrar riqueza expresiva. No obstante, si queremos demostrar
expresividad o énfasis en un texto, puede haber cierta redundancia. Un
caso habitual es el uso del pronombre personal sujeto en español, como en
(Yo) deseo manifestar interés. En otros casos, se trata de posesivos
innecesarios (Me duele mi brazo), dobles negaciones superfluas (No lo
haremos tampoco) o expresiones redundantes, como base fundamental o
lengua materna propia. También es importante cuidar el empleo de
palabras cuyo significado está implícito en lo ya expresado, como subir para
arriba, caer escaleras abajo. Se trata de ejemplos propios de la lengua
hablada que se utilizan por razones de expresividad, pero que deben
evitarse a la hora de escribir.
4) La ambigüedad se produce cuando un texto puede ser interpretado de
diversas formas, ya sea debido al orden de los elementos de la oración (El
trabajador fue encontrado descuartizado por sus compañeros), al uso de
pronombres (Luis vio a María en su casa), del gerundio (Vi a tu mujer
paseando), de los tiempos verbales (Creemos en la escuela: 1.ª p. pl. del
presente de indicativo de creer; 1.ª p. pl. del presente de subjuntivo de
crear) y al empleo de ambigüedades léxicas (Tomó una botella de vino y se
marchó) o morfológicas (Lucía no quiere a su hermana porque es egoísta).

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5) La vaguedad o indeterminación semántica de palabras o expresiones


que se utilizan con frecuencia como comodines por su sentido genérico:
Laura es una persona muy interesante –podría ser divertida, activa, culta,
simpática, etc.–.
6) Deben evitarse las muletillas (palabras o frases que se intercalan
innecesariamente en los discursos y que se usan como apoyo) y los lugares
comunes o tópicos (expresiones triviales sin significado especial o muy
empleadas). Algunos ejemplos de muletillas son: en plan, valga la
expresión, por así decir, etc. Ejemplo de tópicos son: cotas de
competitividad, en base a, etc.
7) Eufemismos y expresiones perifrásticas de significado difuso. Deben
restringirse en un texto no literario. Ejemplos: puso fin a sus días (por se
suicidó), devaluación competitiva de los salarios (por bajada de los
salarios), crecimiento económico negativo, recargo temporal de solidaridad
(modificación/subida del IRPF), etc.
8) Uso impropio del léxico, esto es, atribuir a algunas palabras sentidos
que no tienen. Esto también está relacionado con el uso de erróneo de
parónimos, esto es, vocablos que se asemejan en cuanto a la forma, pero
expresan significados diferentes (inerte/inerme; preeminente/prominente).
9) Mal empleo de las preposiciones. Ejemplos: Lo dejó para centrarse al
piano. Lo analizaremos bajo la base de que es muy tarde.
10)Abuso de verbos predicativos y otros de sentido muy amplio, como
hacer, encontrar, parecer llegar a y haber, dado que recargan las
oraciones. Ejemplo: El gobierno es el director de la política monetaria > El
gobierno dirige la política monetaria.
11)Abuso de adverbios en -mente continuados. Es mejor sustituir alguno
de ellos por otras construcciones: claramente> con claridad.
12)Uso (o abuso) de neologismos, extranjerismos y grafías
extranjeras. Los extranjerismos deben indicarse entre comillas dobles o
en cursiva en los textos en español que están en redonda. Se debe evitar el
uso reiterado e innecesario de palabras en otro idioma. Asimismo, hay que
tener cuidado en escribir bien las palabras o expresiones latinas (*motu
propio > motu proprio; *in media res> in medias res).
13)Construcciones sintácticas extranjeras. Hay que evitar el uso de
formaciones propias de otros idiomas, especialmente, inglesas o francesas,
como el gerundio de relativo (El agua saliendo del grifo está sucia> El agua
que sale del grifo está sucia), el que galicado y el anglicismo estar
siendo+participio (La oferta está siendo discutida> La oferta se está
discutiendo).
14)Falsos amigos o traducciones incorrectas de palabras extranjeras
por similitud fonética, pero con significado diferente. Ejemplos: actually ing.
‘realmente’ no debe usarse como actualmente.
15)Tendencia a redimensionar las palabras, es decir, hay que evitar el
uso de palabras alargadas o formadas por muchas letras con el fin de
parecer más culto. Este fenómeno se conoce también como archisilabismo,
polisilabismo o manía sesquipedálica. Relacionado con esto, también hay
que evitar el uso de expresiones nuevas, palabras con resonancias muy
cultas –de las que, en muchos casos, no estamos muy seguros– o con

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acentuación esdrújula que pueden ser prescindibles o sustituibles por otras


más claras y precisas.

5. El diario de aprendizaje y las 10 reglas de oro de un buen escritor

Todo buen escritor tiene un diario de aprendizaje en el que apunta no solamente


aquellos aspectos de la lengua que le funcionan y que le han dado buen resultado
con anterioridad, sino también los errores típicos. Por lo tanto, no hay que
olvidarse de apuntar lo que se vaya descubriendo, ya que de esta manera se irá
consolidando el conjunto de aspectos de la escritura que se han mejorado. Los
errores pueden ser de cualquier tipo (género, número, concordancia, preposición,
conjugación, posición incorrecta en la oración, etc. Aprender de los errores es una
buena manera de afianzar diferentes aspectos gramaticales, léxicos, discursivos y
ortotipográficos de una lengua que incluso a veces puede ser un proceso
entretenido.
Por otra parte, hay que recordar guardar siempre los borradores. Puede ser
útil ponerles números y la fecha, así se podrá observar las mejoras de manera
progresiva. Del mismo modo, los diferentes borradores pueden proporcionar pistas
sobre aquellos aspectos del texto que se pueden mejorar.
Por supuesto, una de las claves del proceso de la escritura es saber repasar
cada elemento de una oración para ver que todo concuerda y, a la vez, comprobar
que las ideas están bien expresadas.
Por último, se proponen las 10 reglas de oro que siempre debe tener
presente un buen escritor.

Regla 1. Piensa en el tipo de texto al que te enfrentas


Piensa en el propósito del texto y a quién va dirigido. Si se trata de una carta,
recuerda que hay unas normas preestablecidas que debes respetar: cómo
comenzarla y terminarla, los signos de puntuación, etc.; si se trata de un texto
jurídico o técnico, utiliza la terminología propia de este ámbito; si se trata de un
texto periodístico, aunque prime la función informativa, no olvides abordar el tema
desde una perspectiva concreta; si se trata de un texto académico hay que cuidar
el estilo en todo momento, pero también es importante seleccionar bien los
argumentos que se van a utilizar.

Regla 2. Elige un buen título, aunque sea provisional


Uno o varios títulos te ayudarán a encuadrar el tema. Si se trata de un texto
expositivo, argumentativo, de un artículo de opinión, etc., piensa que el título es el
conjunto de palabras que sirven de carta de presentación. Intenta que capte la
atención del lector. En el caso de que tu texto no necesite uno, siempre se lo
puedes poner para que te ayude a sintetizar la tesis principal.

Regla 3. Planifica siempre lo que vas a escribir por breve que sea el
texto
¿Tienes toda la información que necesitas? Haz una lluvia de ideas para planificar
la organización textual; un mapa mental o un esquema que te ayude a desarrollar
las ideas principales. Asegúrate de que los argumentos se hallan dispuestos en el

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orden correcto. ¿Crees que lo que has expuesto cumple el propósito del texto?; en
el caso de un ensayo, ¿defiendes los argumentos de manera convincente?; en el
caso de una carta, ¿queda claramente expuesto lo que solicitas o lo que expones?

Regla 4. Consulta tu diario de aprendizaje y revisa la gramática


Todo buen escritor tiene un diario de aprendizaje donde apunta aquellos aspectos
de la lengua con los que debe tener cuidado, como los errores típicos, o que le
han funcionado bien en otros textos. Repasa la concordancia y las estructuras
gramaticales. Sobre todo, verifica la concordancia (sujeto +verbo; ser y estar +
adjetivo; concordancia de género, de número, etc.). En el caso de escribir en otra
lengua distinta de la materna, piensa en las diferencias gramaticales que no
existen en tu lengua materna, o que no se utilizan de la misma manera, para ver
si las has utilizado correctamente; reflexiona sobre los aspectos de la lengua que
te resultan más difíciles y repásalos. Consulta tu diario de aprendizaje en todo
momento y no olvides apuntar lo que descubras.

Regla 5. Selecciona bien aquellas palabras y expresiones que consideres


imprescindibles
Recuerda lo útiles que resultan los marcadores discursivos y las frases hechas
para la introducción, el desarrollo de un texto y la conclusión, así como para guiar
al lector durante la lectura

Regla 6. Si es posible, deja reposar lo que has escrito durante unos días
Es preferible volver a repasarlo todo al día siguiente, o en unos días, en lugar de
esforzarse por terminarlo todo de una sola vez. Recuerda que siempre hay algún
aspecto del texto que se puede mejorar. Por pequeño que sea el cambio, el lector
percibirá por qué has seleccionado esa opción dentro del conjunto textual. Antes
de dejarlo reposar, subraya aquellos aspectos del texto que no te terminen de
convencer.

Regla 7. Vuelve a repasar fijándote ahora en el estilo


Una vez que tengas la primera versión del texto, piensa en cómo puedes
enriquecer el lenguaje, por ejemplo, mediante el empleo de verbos que concretan
más el significado en lugar de utilizar verbos comodín. Presta atención a los
adjetivos, a su posición, antepuesta o pospuesta, y comprueba si realmente
expresan lo que quieres decir y si las implicaciones que tienen en el significado
son las que buscas.

Regla 8. Añade los últimos retoques con la ayuda de un buen diccionario


Verifica aquellas palabras en el diccionario sobre las que no estés completamente
seguro de su uso. Si el diccionario no te saca de dudas, no olvides consultar un
corpus de textos de español donde podrás ver ejemplos de las palabras en
contexto. Tampoco te olvides de la ortografía, de los acentos y de la puntuación.
Recuerda que "el punto y coma" también existe y que, a veces, es de una gran
utilidad en lugar de la coma o del punto.

Regla 9. Cualquier texto que escribas, léelo en voz alta

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Solo así verás realmente si las pausas que has insertado en el texto son las
necesarias y si realmente hay algo que no te suena bien. Decide cuál va a ser el
título final si es que el texto lo necesita.

Regla 10. Si es posible, busca una segunda opinión


Siempre y cuando no se trate de un texto que va a ser evaluado por el profesor,
hay que asegurarse de que otra persona lee lo que has escrito y te da su opinión.
No olvides preguntarle qué le parece el título. No todos escribimos igual, ni todos
poseemos el mismo repertorio léxico o gramatical. Piensa que, al fin y al cabo,
aprender a escribir es un proceso continuo a partir de un cúmulo de experiencias
lingüísticas. Pero, por esta misma razón, recuerda que tú debes decidir qué
cambios deseas incorporar en tu texto

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