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De esta etapa depende en buena medida que nuestra comunicación escrita resulte luego
eficaz, esto es, que cumpla los objetivos que nos propusimos. Analizar la situación,
equivale a explorar la circunstancia concreta en la que nos vemos involucrados y que nos
demanda alguna tarea de escritura.
Cuando nos dedicamos a hacer planes, hacemos una representación mental más o menos
completa y esquemática de lo que queremos/debemos escribir y de cómo tenemos que
proceder. Esta etapa incluye tres subprocesos: generar, organizar y formular objetivos.
¿Cómo quiero que reaccionen los lectores y las lectoras? ¿Qué quiero que hagan con
mi texto?
¿Qué imagen mía quiero proyectar? ¿Qué impacto (o efecto) quiero provocar?
Retomando lo trabajado en la Unidad Nº 2, diremos que aquí corresponde sentar las bases
de la estructura global (macro y superestructura). Luego vendrá la tarea de pensar en el
nivel local, la microestructura, el nivel oracional, la secuencia de proposiciones y su
articulación interna, la elección y combinación de palabras, etc. En otros términos: el
trabajo sintáctico y lexical.
El producto de la escritura
El proceso lingüístico de organización del texto
Ud. llega a este apartado luego de un camino recorrido, por lo tanto, su mochila no está
vacía. Probablemente, su memoria de largo plazo almacene más información de la que Ud.
imagina. Vamos a tironear el hilo del recuerdo para que empiecen a asomar sus
conocimientos y experiencias, sus saberes sobre la lengua y sus recursos, los referidos al
mundo de los textos, los que ha logrado construir en esta asignatura y los que trae como
saberes previos sobre gramática.
La escritura nos propone integrar saberes; implica los procedimientos de búsqueda de
información y organización del texto que acabamos de presentar- y también el
conocimiento del lenguaje, es decir, manejo del vocabulario, ortografía, sintaxis,
puntuación, entre otras. Escribir supone la estructuración global y local del texto en el plano
de la forma y del contenido, de lo contrario, el producto final sólo sería un conglomerado
de ideas inconexas y de oraciones sueltas.
Como sabemos, un texto, para serlo, tiene que conformar un continuo discursivo en el cual
todas las ideas estén relacionadas entre sí; debe mantener, entre otras, condiciones de
adecuación, coherencia y cohesión. La coherencia y la cohesión contribuyen a la
construcción de un todo, de una unidad, y la adecuación supone un ajuste a reglas
gramaticales por un lado y a reglas de la interacción (cooperación, cortesía, etc.) en un
contexto dado, por el otro.