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Número 13

El Nahual
Número 12 Errante
El Nahual Errante
EL ARTE DE LA TRANSFORMACIÓN Y EL MIEDO

Título: El Nahual Errante #13 Fantasía Medieval


Fecha de publicación: 25/08/2023
Maquetación y diseño editorial: Belem Leal
Consejo Editorial: Leonora Montejano, Miguel Diaz, Arely Fuentes
Portada: Merlin-VI
Ilustración de El largo camino del guerrero por Oscar_Art
Ilustración de Stella por Arkahno_13
Playlist: Arely Fuentes
Contacto: elnahualerrante@gmail.com
Página: https://elnahualerrante.com
El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o
productoras/distribuidoras.

EL NAHUAL ERRANTE
Contenido
Carta Editorial
Carta Editorial o ¿cómo es que nacen los héroes? 4

Omeyolloa
Un Eterno Quijote 6

Amoxtli
Un viaje inesperado 8

Tlatlapana
El anónimo rostro de Sir Gawain. 10

Icnocuicatl (Canto Triste)


Del celtic al power metal 12

El Nahual y YŪrei ナワアルと幽霊


Sé un héroe: Fate/Grand Order 14

Anecdotario
Anécdota de una campaña medieval 16

Sasanili o El Arte de Narrar


Airudibas18
El Descanso del Guerrero 20
El Largo Camino del Caballero 21
Stella25
El nido de la dragona plateada 28
La Oscura Floresta 30
Fauces de Piedra 33
Bel36
Al blandir el báculo 38
La caída de Carthus 41
El rescate de los prisioneros 44
El destructor de Shamnar 46

Los Nahuales
Carta Editorial

Carta Editorial o ¿Cómo es


que nacen los héroes?

Un niño blande una espada de plástico, juega, pelea, contra un feroz dragón. Él es un
caballero, un guerrero que se bate a duelo con feroces bestias y legendarios drago-
nes. El guerrero crece pero la imaginación permanece. Hay otras maneras de volver
a ese mundo de fantasía. ¿A caso no somos niños jugando con la seriedad absoluta
que conlleva el compromiso al personaje que representamos?
Nos enseñan a ser adultos y en el proceso, a olvidarnos de la imaginación y las
aventuras que vivimos durante el corto plazo de juego. En el mundo real no hay
cabida para dragones, doncellas, elfos, guerreros y batallas legendarias. Es así como
buscamos el regreso a ese mundo por cualquier puerta que nos lo permita.
Este número del Nahual está dedicado a la fantasía medieval, a las aventuras de
guerreros, magos, paladines y otras clases que al igual que los colaboradores de este
número, no dejan morir su imaginación y participan en su expansión.
Miguel Diaz nos comparte una reflexión sobre el héroe y la dicotomía del bien y
el mal. Además, la leyenda del Rey Arturo se hace presente por medio de uno de sus
caballeros, Sir, Gawain, en la película «El caballero Verde». La música no se queda
atrás haciendo un recorrido del Celtic Metal al Power Metal y por último, un vistazo
a la tierra media por entre las páginas de «El Hobbit# de J. R. R. Tolkien.
Gracias por otro número del Nahual. Sin duda, y a pesar de los inconvenientes, ha
sido un número divertido al cual queremos regresar en algún otro número.

Escoria Medina

4 | EL NAHUAL ERRANTE
|5
Omeyolloa

Un Eter no Quijote
Miguel Angel Diaz Barriga

¿En qué época te gustaría vivir si pudie- idea de trasladarse, cual novela de Mark
ras escoger? Esa pregunta se la han hecho Twain, a la corte más virtuosa de Inglate-
al menos una vez en la vida, y muchos rra, allá por los 800 0 900 D.C.
escogen casi sin pensar en la edad media. La realidad es que la vida que se tenía
¡Claro! Castillos, princesas, caballeros… en esa época era, por decirlo suave, deplo-
parece ser un mundo maravilloso, y si a rable. De virtuoso tenía poco o nada , y
eso le agregamos la fantasía obtendre- era peor si hablamos de roles de género.
mos magos, dragones, elfos y enanos, La falta de limpieza, aseo personal, con-
pero ¿ saben que la vida no era como en diciones dignas de trabajo, de vida, de
los cuentos? rol social y gobiernos competentes daban
La fascinación por la edad media ha una media de vida de 50 años, y de que
convertido a cada soñador en un eterno fueran dignos mejor ni hablamos.
Quijote que va cambiando de mente, Entonces ¿Por qué nos maravilla? ¿Qué
pero siempre con la misma locura. Desde llevó a Don Quijote de la Mancha a per-
libros como El señor de los Anillos, pelí- der la cabeza por la caballería? En mi
culas sobre el Rey Arturo o incluso jue- opinión, es por lo sencillo que es diferen-
gos de rol como Calabozos y Dragones, la ciar entre el bien y el mal. En esta época
humanidad a encontrado maravillosa la es más clara la división de lo bueno, lo
virtuoso, lo valeroso de lo malo, lo cruel

6 | EL NAHUAL ERRANTE
tintos, sus deseos más personales, sus
intereses sobre las necesidades de los
demás, sin importar que un reino caiga
o un caballero sea calcinado. Es curioso
como conforme avanzaron los años la
idea del bien y el mal se fue complicando.
No todo era blanco o negro, ya no fue
sencillo diferenciar uno del otro.
Nos volvemos Quijotes al creer que, si
viajamos en el tiempo, no importa si es a
través de un libro, una película, un juego
o si literalmente viajáramos en el tiempo,
el mundo se dividirá en dos bandos, los
buenos y los malos. La locura es conside-
rar que el Rey Arturo gobernó con sabi-
duría y justicia y que, por lo consiguiente,
cada miembro de la corte, los puestos
gubernamentales y la nobleza lo harían
y defectuoso: el caballero y el dragón, el
también; es creer que los soldados del
rey bueno y la bruja malvada, el reino
Príncipe Jhon que expulsaron a Robin
noble y los vikingos invasores.
Hood actuaron por maldad y no por leal-
De hecho, la figura del caballero, hoy tan
tad, compromiso o hasta por miedo y que
denostada, ejemplificaba todo lo bueno,
no sintieron culpa o vergüenza de sus
bien lo dice su juramento: Un caballero
actos, como si todos ellos llegaran a ser
ha jurado su valor. Su corazón conoce
malvados a sus cabañitas con sus fami-
sólo la virtud. Su espada defiende a los
lias.
desvalidos. Su poder sostiene a los débi-
Si tu eres de los que no han notado la
les. Su palabra dice sólo la verdad. Su
gran subjetividad que hay en el bien y el
ira acaba con los malvados.1
mal, eres un eterno Quijote, navegando
Visten de armaduras brillantes, en cor-
en su mundo virtual de caballeros y peli-
celes obedientes, son ágiles y bondado-
grosos molinos de vientos. Un depreda-
sos, siempre dispuestos a arriesgar sus
dor, así sea un gatito, un gran león o un
vidas por defender al pueblo, a la prin-
magnífico dragón, cazan sin maldad en
cesa, al rey y al reino, desinteresados de
el corazón, porque el bien y el mal son
sí mismos, unos superhéroes, vamos.
creaciones de la mente humana.
Pero si ponen atención, todos estos valo-
res sobrehumanos son actos amorosos,
de un individuo al prójimo, si hablamos
de protagonistas de cualquier historia de
esa época poco sabremos de su interés
personal, lo bueno era hacer lo que sea
por otro.
Mientras que del lado malvado están los
monstruos, los brujos oscuros, las cria-
turas escondidas en los bosques tenebro-
sos, que parecen surgir de las sombras
buscando saciar sus más primitivos ins-
1 Dragonheart, 1996, Rob Cohen
OMEYOLLOA | 7
Un Viaje Inesperado
Escoria Medina

M
i primer acerca- duras y espadas legendarias ¿Por qué
miento a la obra de tenía tanta reticencia a la obra del padre
J. R. R. Tolkien fue de la alta fantasía?
con Cartas de Papá Noel. Un libro en Fue en el momento en que se planteó
todo momento divertido, entretenido, un número para el Nahual Errante con
con ilustraciones graciosas y persona- temática en la fantasía medieval que
jes que te atrapan hasta el final. A pesar quise adentrarme a la tierra media. Tenía
de que me había enamorado del modo miedo, varios de los novatos lectores del
cómico de narrar no quise seguir leyendo autor en cuestión (como yo) fueron derro-
nada de autor, hasta ahora. tados con la prominente información de
Por otro lado, el mundo creado por Bli- la obra, personajes, nombres, historias
zzard dentro de la franquicia de World of secundarias y demás datos que para nada
Warcraft me mantenía con la expectativa se me antojaban. Lo que oía al respecto
abierta de que en algún momento tendría de los libros definitivamente me alejaba
que leer la obra de Tolkien. Siendo fan de más que emocionarme por ello. ¿Sería
dragones, guerreros, portentosas arma- capaz de retener toda esa información y

8 | EL NAHUAL ERRANTE
terminar de leerlo antes de un mes? Pues Rumbo a la montaña, tendrán varios
fue en una cueva de hobbit donde inició obstáculos como lidiar con trolls, tras-
también mi recorrido. gos, arañas, El rey de los elfos del bosque
El hobbit, después de una investigación negro, Thranduil; Bolgo, quien termi-
entre las entrañas de internet, sería el nará lidereando a los trasgos en la bata-
libro por el que comenzaría el recorrido lla de los cinco ejércitos y por supuesto,
o, por el contrario, mi entrada y salida Smaug, el dragón que duerme bajo la
definitiva de Arda. Para mi sorpresa, montaña con el oro de los enanos. Tam-
las páginas pasaban rápidamente, inte- bién conoceremos cómo es que Bilbo se
resándome cada vez más en la aventura hace del anillo único y el primer encuen-
inesperada de Bilbo Bolsón. Un pequeño tro que tiene con Gollum.
y joven hobbit que sería arrancado de su El pequeño Hobbit pondrá a prueba
zona de confort para ir a conocer el mundo su valía y el conocimiento que tiene de
que le narraban sus libros y sus abuelos. la tierra media, comenzando con el pie
El recorrido del héroe era la premisa de izquierdo al ser atrapado por trolls y
la obra, una estructura básica para este casi devorado (si no fuera por la ayuda
tipo de narraciones donde vería crecer al Gandalf) y terminará siendo participe
personaje principal gracias a las calami- (parcialmente) de la guerra de los cinco
dades que se presentarían en el camino. ejércitos, así como ganar el respeto de
Entendía la estructura, el punto cúlmine Thorin Escudo de Roble y el resto de la
de la historia ¿qué podía sorprenderme compañía.
del viaje del hobbit para derrotar un dra- El hobbit nos muestra como no se
gón? Y la respuesta está en los personajes, necesita ser un gran guerrero de fuerza
que al igual que Cartas de Papá Noel, se inconmensurable para ser un héroe. Su
volvieron entrañables. Pensé, ¿qué tanto prudencia y sabiduría serán claves para
podría intervenir en el acto imaginativo sobrevivir a la aventura en la que se vio
mis casi nulos recuerdos de las películas envuelto una mañana cuando un mago
de El señor de los anillos? Y sólo Gandalf gris apareció en la tranquila comarca
se presentó ante mí con la interpretación hobbit.
de Ian Mckellen, ya que, con cada toque Sin duda es un libro que recomiendo
de puerta, un nuevo enano entraba en la ampliamente, sobre todo para iniciar en
historia y con ello, otro compañero den- el mundo fantástico de Tolkien. Por mi
tro de la compañía de Thorin Escudo de parte, comenzaré a leer La comunidad
Roble. del anillo y es incierto hasta donde nos
Trece enanos, un mago y un hobbit lleve este viaje, por el momento.
“saqueador” irán hasta Erebor, la Mon-
taña Solitaria, para recuperar el hogar
de los enanos del linaje de Durin y con
ello, el gran tesoro y la piedra del arca (el
corazón de la montaña) que coronaría a
Thorin como el rey de Erebor. Sí, es aquí
donde se complica un poco con los nom-
bres de los 13 enanos, los linajes de Tho-
rin y las tierras y reinos que deben reco-
rrer para llegar hasta Erebor y liquidar al
dragón Smaug.

OMEYOLLOA | 9
Tlatlapana

El anónimo rostro de Sir Gawain.


La Leyenda del Caballero Verde

Fernando S. Zúñiga

T
he British Museum, en Lon- hicieron tres adaptaciones cinematográ-
dres, resguarda y preserva ficas. Pero en este artículo quiero invitar-
la única copia original de los a descubrir la visión más contempo-
un manuscrito llamada “Cotton Nero ránea de la historia. Estrenada en el año
A.x”. Es el documento con ilustraciones 2021, THE GREEN KNIGHT dirigida
más antiguo y el más conocido en inglés por David Lowery (A Ghost Story) es
medio que se tiene. En sus casi 90 pági- una película con un virtuosismo visual
nas están trazados 12 ilustraciones con excepcional y una narrativa arriesgada
tinta de la época y 4 poemas largos de los que puede que te confunda o no, pero
cuales solo uno es una fábula medieval: que seguramente no te será indiferente.
Sir Gawain y el Caballero Verde. En medio de una reunión de los Caba-
Se cree que el manuscrito tiene su ori- lleros de la Mesa Redonda aparece un
gen en el siglo XIV y que fue heredado ser mágico creado de la misma esencia
por coleccionistas y aristócratas de gene- del bosque y con una armadura color
ración en generación. No fue hasta el verde. Lanza un desafío a todos los pre-
siglo XVIII que la familia Cotton lo donó sentes “Que el guerrero más audaz
al Museo Británico y ahí empezó a ser y valiente de un paso al frente,
traducido y citado por poetas y escritores tome su espada he intente darme
de la época. Convirtiéndolo, con el paso un golpe” continua la criatura “Quien
del tiempo, en uno de los mayores teso- lo haga reclamara mi poder, pero
ros de la escritura medieval. deberá comprometerse a bus-
Era un paso lógico que la industria del carme dentro de un año para que
Cine se fijara en una historia tan mítica yo le devuelva el mismo golpe,
como esta; de hecho, entre 1972 y 1992 se así sea una bofetada o un corte”.

10 | EL NAHUAL ERRANTE
Sediento de gloria y prestigio Sir Gawain, y en algunos libros se le asigna el nombre
sobrino del Rey Arturo (aquel que sacó de “Poeta Gawain”, igual que el protago-
la espada de la piedra), acepta el desa- nista. Un muy conveniente giro que hace
fío y de una manera muy llana y ruda lo que este relato sea más interesante. Tal
supera, pero ahora está comprometido a vez el autor pensó que esta historia no
buscar y reunirse con el Caballero Verde era lo suficientemente buena como para
dentro de un año para cumplir con su atreverse a firmarla con su nombre, aun-
petición. que también cabe la pequeña posibilidad
Se dice que hay 5 virtudes que deben de que el Caballero Verde esté descan-
regir la vida de un Caballero: Bondad, sando. Ya sea en alguna cámara oculta
Piedad, Amistad, Cortesía y Castidad. de un gran castillo o en lo profundo de
Durante el viaje de Sir Gawain para reu- algún bosque inexplorado terminado de
nirse con Caballero Verde se pondrán a planear su próximo desafío.
prueba todas sus virtudes y así, al final de
esta aventura se dará cuenta si es digno
o no de formar parte de la nobleza y del
respeto de los suyos.
David Lowery declaró abiertamente que
su inspiración más fuerte para hacer esta
película fue WILLOW, un film de aven-
turas y fantasía estrenada en 1988 que
en la actualidad es un clásico del género.
Pero a los ojos de Lowery, THE GREEN
KNIGHT va más allá de solo enfocarse
en la aventura. La cinta es un rompeca-
bezas para armar de diferentes formas
y sacar distintas conclusiones cada vez
que la veas. La música hecha por Daniel
Hart es totalmente inmersiva y la foto-
grafía es Andrew Droz es tan hermosa
que podrías ponerle pausa a la película
en cualquier parte, imprimir ese foto-
grama y colgarlo en la pared de tu casa
como si fuera una pintura expresionista.
Por increíble que parezca, el autor de
Sir Gawain y el Caballero Verde no
tiene rostro. En ninguna página del Cot-
ton Nero A.x existe alguna firma que dé
indicios del nombre o apellido de su crea-
dor, incluso no se puede afirmar que los
poemas e ilustraciones fueron escritos
por la misma persona, llegando a especu-
lar que tal vez diferentes autores y en dife-
rentes épocas fueron los que aportaron su
parte a la obra total. Hasta nuestros días,
al autor se le denomina como “Anónimo”

TLATLAPANA | 11
Icnocuicatl (Canto Triste)

Del celtic al
power metal
Florencia Frapp

12 | EL NAHUAL ERRANTE
C uando me dijeron que el
siguiente tema para la
revista era "Fantasía medie-
val" no tenía idea de qué hablar, ahora
tampoco, dragones y folk metal me
ésta no te transporta al bosque sino a
una verde y extensa llanura, “A dragon is
born” de Tartalo music también tiene tin-
tes de ethereal aunque esta te lleva a un
lugar más desolador que las anteriores.
decían, Mago de Oz, no encontraba la Pero no todo dentro del folk tiene que ir
relación, para mí el folk era otra cosa. por la rama de la música celta. En gene-
Después de hacer una investigación ral se le llama folk metal pero tiene dis-
medianamente seria descubrí que, quizá, tintas vertientes: celtic metal, oriental
querían algo que pudiera musicalizar las metal y folk power metal, sin embargo, a
batallas de Paladins, o eso sentí cuando muchas bandas del género se les cataloga
di con la banda Celtian, fundada por simplemente en el power metal (como
Diego Palacio (ex integrante de Mago de Rhapsody of fire y Dark moor). Sky-
Oz); cuando escuché “Dama Natura”, del clad fue la primera banda que fusionó
disco de 2021 “Sendas de leyenda”, me el heavy metal con música folk dando
transportó de inmediato al videojuego, origen al folk power metal. El primer
entonces sentí que iba por el camino disco de Skyclad “The wayward sons
correcto. of Mother Earth” impresionó tanto a
Además de la música de gaitas, violi- Keith Fay, quien ya traía inspiración de
nes y flautas, el folk metal se caracteriza la literatura de Tolkien (reflejada en su
por tener letras relacionadas con leyen- banda de black metal Minas Tirith), que
das, ya sea que hablen de algún perso- empezó a mezclar su black metal con folk
naje o de alguna batalla en la que pelea- creando así a una de las primeras ban-
ron estos héroes sobre los que cantan, das más sobresalientes del celtian metal,
aunque igualmente pueden hablar sobre Cruachan. Se considera oriental metal
criaturas fantásticas, hadas, elfos y sí, a aquel que reúne las bases de metal y
dragones también. Como en el caso de la música tradicional asiática o de algunos
banda española Ñu que cuenta la leyenda países del norte de África. Dentro de esta
alemana del flautista de Hamelín en la variante se encuentran agrupaciones
rola del mismo nombre, Barloventos de como Orphaned land, Nile, 陰陽座(Onm-
Argentina y Tierra Santa de España tie- yo-za) y Subterranean Masquerade que
nen canciones sobre el holandés errante y añaden al heavy metal instrumentos tra-
claro, no podía faltar el héroe Gambrinus dicionales orientales como el gayageum y
a quien le hizo una canción la banda Sau- el piri. A pesar de que Nile es una banda
rom. estadounidense se le considera oriental
En este género musical es muy común metal ya que suelen incorporar sonidos
encontrar también canciones sobre la egipcios a su música. El folk metal es un
naturaleza, que incluso son completa- estilo musical bastante amplio del que se
mente instrumentales y pueden pasar podría escribir varias revistas enteras,
del celtic metal al ethereal wave sin per- pero mejor escuchen la playlist que pre-
der su esencia como es el caso de “La paramos en este número para ustedes.
llegada del Druida” con la que la banda
española Celtian te hace sentir como si
estuvieras caminando a través del bos-
que, lo mismo sucede con “Finisterre” de
la banda mexicana Druidas, sin embargo

ICNOCUICATL | 13
El Nahual y YŪrei ナワアルと幽霊

Sé un héroe: Fate/Grand
Order
Escoria Medina

¿Qué pensarías si te dijera que puedes pronto se verá envuelto en una Guerra
ser el héroe que tú quieras? No, no es un Santa donde los mejores magos se bati-
ningún comentario positivo ni nada de rán a duelo hasta la muerte para pedir
autoayuda. En serio, pero no cualquier un deseo al Santo Grial. Para conseguirlo
héroe sino los Héroes que han marcado tendrán la ayuda de “Servants”, invoca-
la historia de la humanidad a lo largo de ciones de grandes héroes del pasado. El
la historia. Tal vez eso suena un poco raro prota, claro, logra hacer la invocación
y un tanto aburrido si te pones a pensar más fuerte, la cual se trata nada más y
que puedes tener de tu lado a Napoleón nada menos que del Rey Arturo… bueno
Bonaparte, A Isabel, reina de Inglaterra reina… ya que, por alguna razón, este uni-
o algún otro personaje que seguro te con- verso maneja que la historia fue mal con-
taron mal su historia. tada y en su mayoría son mujeres quienes
La premisa es la siguiente: Fate/Stay llevaron a cabo esos actores heroicos. En
Night (フェイト/ステイナイト), una novela visual este anime podremos ver al Rey Arturo,
que se dio a conocer más por el anime del Medusa, Heracles, Cuchulain, Gilgamesh
mismo nombre. Desarrollado por Type y Medea. Cada uno en una clase distinta
Moon en 2004 en Japón. El desarrollo de guerrero por ejemplo Heracles como
no es nada simple. Tenemos al prota con Berserker o Medea como Caster. Te reco-
un pasado poco preciso y oscuro. En sus miendo totalmente los animes y las pelí-
memorias vemos un incendio a lo lejos y culas de esta franquicia, así como los
una ciudad destruida. Él No sabe, pero mangas. Pero la razón por la cual elegí
14 | EL NAHUAL ERRANTE
este videojuego para IOS y Andorid es literatura, ya que la curiosidad me ha lle-
por la gama de personajes que puedes vado un poco a la investigación. El juego
encontrar. tiene la estructura de una novela visual,
Type Moon ha sabido sacar mucho por lo que, constantemente se actualiza
provecho de este universo y ha lanzado con nuevas narrativas y personajes. Sí,
varios videojuegos donde ahora noso- puede llegar a caer en lo repetitivo ya que
tros, los Master, podremos invocar a es una misma estructura para las bata-
otros héroes para que peleen y así obte- llas.
ner el santo grial. Estos videojuegos los Fate/Grand Order es un juego entrete-
puedes encontrar en todas las platafor- nido, con las limitantes de su plataforma,
mas, ya Play Station, Xbox, Switch, PC y pero en constante crecimiento. Actual-
Smartphones. mente ya se puede descargar de la Play
El juego para móviles es donde existe Store en inglés. Para japonés, tendrás
el mayor número de personajes históri- que descargarlo de otras páginas y para
cos. Debido a que las Guerras Santas han español sólo existe una app que fans han
sido un caos durante años, se ha esta- hecho y así traducir a varios idiomas.
blecido una institución para monitorear Así que, sé el héroe que quieras o en
la invocación y las batallas entre magos. todo caso, pelea junto al héroe que tu
Fate/Grand Order es la base más impor- quieras.
tante para la invocación de Servants y
nosotros, Master nuevos, seremos la
última esperanza de la humanidad. A lo
largo de los primeros capítulos iremos
conociendo la historia de Roma, El viejo
Oeste, Camelot, Babilonia, así como los
personajes representativos de esa zona
geográfica y momento en la historia. Los
personajes tienes que irlos obteniendo a
base de invocaciones y estos se presenta-
ran como cartas coleccionables. De esta
manera, podemos crear un equipo con
los caballeros de la mesa redonda como
Lancelot, Mordred, el Rey Arturo y otros
personajes como Robin Hood, Sigfrido,
Drake el pirata, Barba Negra entre otros
muchos más. El juego realmente es muy
completo para ser de una plataforma para
teléfonos. En mi experiencia he logrado
conocer podrás parte de la historia de
estos Servants y lo que los llevó al trono
de los reyes, que, según este universo, es
donde están los personajes que han cam-
biado la historia de la humanidad.
En lo personal, yo llevo jugando este
juego más de 3 años y he aprendido
mucho de historia universal, así como de

El Nahual y Yurei | 15
Anecdotario

Anécdota de una campaña


medieval
Leonora Zea

Las relaciones sociales se componen, en La cita para un juego de rol (el primero
gran medida, por el lenguaje, por lo que para mí) estaba teniendo lugar en casa de
no es raro que al convivir mucho tiempo mi amigo Juan, en la sala había un par de
con una persona se vaya creando un personas, dos chicas, a las cuales nunca
nuevo lenguaje que abarca mucho más antes había visto.
que las palabras cariñosas que escu- —La campaña va a empezar—dijo Juan
chamos en el día a día, un lenguaje que quien al sentarse en la cabecera había
incluye miradas, caricias, besos, bromas tomado el papel de game master.
que sólo entre los dos entienden. —Bueno, gente ahora vamos a lanzar
Esta reflexión es para poner al lector en los dados para ver quién hará el primer
contexto: Miguel y yo tenemos una rela- movimiento—volvió a decir Juan, muy
ción “poco convencional” no en el sentido serio en su papel.
de exclusividad, sino en el sentido en el Los dados, para mi felicidad habían
que nos demostramos amor, más allá de arrojado el número más alto de la mesa.
los besos y abrazos. —Leo, tú eres la primera en despertar y
te das cuenta que estás en una cueva obs-
cura, todos los demás a tu alrededor duer-
men, ¿qué es lo primero que haces?—me

16 | EL NAHUAL ERRANTE
dijo el game master mientras todos los Al escuchar eso, muy sinceramente no
demás jugadores apuntaban sus miradas supe si se trataba de una broma o real-
hacia mí. mente hablaba en serio, pero al ver sus
—Quiero ver que hay en la cueva—dije muecas de disgusto, supe que la cosa no
muy segura de mi acción como si fuera iba de broma.
toda una master en este juego. Siguió con un discurso del que poco
—Esta bien, lanza los dados para ver recuerdo en el que nos regañaba por gol-
cuánto tienes de visibilidad—indicó Juan pearnos entre nosotros, arruinar la diná-
mientras me pasaba los dados. mica grupal y todo lo que eso conlleva
Un triste y patético número cinco, apa- como “ser un equipo”, “pelear juntos” y
recía entre ambos dados cuando escuché ese tipo de palabras que parecían saca-
la voz de Miguel diciéndome el tan acos- das de alguna película de caballería en la
tumbrado “¡ay!, toda changa tenías que batalla final.
ser. Pero la mesa de la sala no era un campo
—Tienes cinco de visibilidad, así que de batalla, ni nosotros caballeros que
lo único que puedes ver es a tus compa- estaban a punto de enfrentarse a una
ñeros dormidos, ¿qué es lo primero que guerra o a un terrible monstruo. Para mí,
haces? era una reunión con algunos amigos para
— Patearlo—dije entre risas mientras jugar y esa era la palabra clave, JUGAR.
señalaba a Miguel. ¿Cómo era posible que esta chica a la
—¡Oye!—me reclamó Miguel, sin poder que apenas y conocía, literalmente, espe-
disimular la risa que siempre había en raba que me tomara en serio un juego?
ese tipo de juegos. Desde niña me enseñaron que había
—Miguel, eres el siguiente en desper- espacios y momentos para todo: en el
tar por el madrazo que te acaban de dar. salón de clase había que tener seriedad,
Ahora te toca lanzar los dados para ver comportarse y poner atención; la hora del
cuántos puntos perdiste por el golpe. recreo en el patio era para correr, jugar y
Los dados otra vez estaban en el aire. divertirse. En un funeral había que estar
Cinco. serios y estar calladitos, pero en el jardín
—Miguel, perdiste cinco puntos, ahora podía correr y jugar todo lo que quisiera.
¿qué es lo primero que haces? Y ahora esta chica venía a romper treinta
—La empujo fuera de la cueva—respon- años de educación, creando todo un caos
dió casi en automático con una sonrisa en mi mente porque repito, ¿estar serios
malévolamente vengativa. en un juego? ¿Entonces para qué jugar si
—Leo, vuelves a lanzar los dados para el fin no era divertirse?
ver cuántos puntos pierdes por el empu- Pero bueno, que más queda decir que
jón. esa incómoda interrupción pudo contra
Los dados nuevamente se encontraban mi versión de diversión por lo que el resto
en el aire cuando una voz de una tona- de la campaña, para mí, fue un tanto
lidad bastante chillona interrumpió la larga y tediosa… un juego que se tiene
atención sobre aquellos dados. que tomar en serio, ¿puede ser divertido?
—O sea, ya basta—dijo una de las chicas
con el tono fresa que poco tolero — somos
un equipo, dejen de jugar y tómenselo en
serio.

ANECDOTARIO | 17
Sasanili o El Arte de Narrar

Airudibas
Efrén Velázquez

En la antigua lengua de los dragones


Su nombre significaba el fuego de la sabiduría
Nació en Táramis tierra de mística hechicería
Donde aprendió de la magia todos sus dones

Ávido de conocimiento partió a otras tierras


Incluso viajó a otros mundos inenarrables
Recolectó de cada uno un vasto aprendizaje
Usó su poder para evitar fatales guerras.

Habitó más allá de los bosques de Nivelder


Instruyó a hechiceros y hechiceras de noble corazón
Que fueron en búsqueda de mejorar su don
En las artes milenarias para hacer el bien.

Sin embargo, fue inevitable la batalla de Izaldur


Argahna, la criadora de dragones, sedienta de poder
Aprovechó el fuego de las bestias haciendo arder
Soldados, fortalezas, aldeas, magos, de norte a sur.

Airudibas intentó hablar con sus hermanos


Hizo uso de su magia para romper el hechizo
Que tenía sus corazones y voluntad sumisos
Pero Argahana tenía sus espíritus envenenados

El dragón entristeció, pidió a sus ancestros perdón


Conjuró la magia de todos los reinos que visitó
El cielo se abrió, una bestia ultravioleta emergió
Lanzó un estentóreo grito que los corazones estremeció

La bestia transformó sus múltiples brazos en espadas


Espadas candentes ávidas de la sangre de dragón
Las bestias cayeron diezmadas, se escuchó una ovación
Argahana, por la bestia ultravioleta fue devorada

18 | EL NAHUAL ERRANTE
El dragón Airudibas sintió una insondable tristeza
Abrió sus enormes alas y ante el clamoroso aplauso
Desapareció envuelto en un enorme fuego fatuo
Dejando en ese campo de batalla una niebla espesa

El fantasma de la guerra desapareció un tiempo


Los magos invocaron a Airudibas sin tener respuesta
Fue buscado en libros, tierras, conjuros y leyendas
Que afirman que guía las almas de los buenos hechiceros.

SASANILI | 19
El Descanso del Guerrero
Frank Clemente.

El arrullo de la lluvia sobre el tejado del potrero,


va mitigando la fuerza de aquel insigne guerrero.
Medio dormido, entrando a un mundo de mágicas tierras.
Medio despierto, perdiendo con el cansancio la guerra.
Indefenso, buscando en él fuerzas que ya casi se fueron
Indefenso, luchando batallas que otros grandes perdieron.
Su pérfida intuición le dice que el peligro ya es menudo;
que deje de lado su espada y su escudo.
Una sutil brisa viene y lo complica todo;
que escape de los brazos de Morfeo ya no existe ningún modo.
Cae su barbilla al pecho, por completo cierra los ojos:
De su lucidez, el ensueño, le hizo el más vil despojo.
Y así, en sus sueños, anduvo algún tiempo galopando,
sobre su brioso corcel, felizmente surcando
a la hermosa Deitania y sus largas dehesas,
buscando algunos castillos del cual rescatar princesas.
Reunido en tabernas con sus muchos compañeros,
Todos grandes héroes, grandes caballeros.
Libando licor y cantando bien fuerte
tonadas que contaban historias de valientes.
El fuego abraza raudo el tejado del potrero;
Despierta el guerrero entre un magno entrevero.
Toma con rapidez la espada entre sus manos;
pero ya le es muy tarde, su esfuerzo fue en vano.
Descansa ahora tranquilo el insigne caballero.
Descansa hoy tranquilo sin sus pesos postreros.
En un lado su cuerpo, empuñando aún su espada.
Del otro, su escudo y su cabeza degollada.

20 | EL NAHUAL ERRANTE
El Largo Camino del Caballero
Génesis García

E l sol brillaba sobre su cabeza, implacable. Beric sintió una pesada gota de sudor
rodando por su sien y la apartó con un brusco ademán, sin detenerse, pese
al cansancio. Cientos de kilómetros yacían a sus pies, esperando a que los recorriera
en la búsqueda de su meta: convertirse en un caballero del reino. Cada año, miles de
jóvenes dejaban sus hogares cargando sus sueños, dispuestos a emprender el largo
camino que los llevaría a ser ungidos como caballeros en las lejanas tierras de Elwing,
motivados por la perspectiva del oro y la gloria. Ser un caballero representaba no
sólo un honor, sino un medio de vida y una oportunidad para ascender en la escala
social. Los caballeros se codeaban con los miembros de la Corte Imperial y unos
pocos afortunados lograban ser incluidos dentro de ese selecto grupo, asegurando
su futuro por generaciones.
A Beric, sin embargo, no le importaba ni el oro ni la Corte, ni su futuro. El joven,
nacido y criado en una pequeña granja en las montañas, soñaba con que su nombre
fuera recordado. Eso era todo lo que quería. No quería terminar como sus abuelos y
sus padres, que nacieron y murieron sin que nadie supiera de su existencia. Su fami-
lia era sólo una más de las miles que servían al imperio en un silencio servil y abne-
gado, sin esperar nada más que una buena cosecha. Pero, la simpleza de esa vida no
era suficiente para el joven.
Beric soñaba con ver su nombre grabado en las paredes del templo, con ser el pro-
tagonista de las epopeyas que cantaban los juglares y que todo el imperio reveren-
ciara su memoria. Quería ser como Aldrich, el Astuto o como Edhelthir, el Asesino
de Elfos. O como Gaxa, el Más Grande de Todos. Su escudo, cubierto de diamantes
representando estrellas, fue un regalo de la diosa de la sabiduría, Arsha, de quién
se dice estaba enamorado. El amor entre una diosa y un mortal está prohibido por
los dioses, pero ella decidió abandonar la inmortalidad para unirse a él en matrimo-
nio. Los dioses los persiguieron muchos años, encolerizados por la desobediencia de
la diosa. Sin embargo, el legendario escudo tenía la capacidad de esconderlos de la
mirada de sus enemigos y guiarlos siempre por el camino correcto. La pareja reco-
rrió el continente en búsqueda de gloria y aventuras hasta que su rastro se perdió en
las nieblas de la memoria.
Duilnas, Iecar, Breg… todos eran hijos de campesinos, como él y, aun así, todo
hombre, mujer y niño del imperio conocía su nombre. Las madres llamaban a sus
hijos en su honor y las doncellas tejían coronas de flores para adornar sus tumbas.
Beric quería eso. Pero, el camino no era fácil. Las paredes sagradas de Elwing se
encontraban escondidas entre las montañas y cada año, miles de jóvenes idealistas
se lanzaban a la aventura, pero, al final solo unos pocos eran ungidos en el templo.
La mayoría moría en el camino, consumidos por las enfermedades, agotados por el

SASANILI | 21
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22 | EL NAHUAL ERRANTE
hambre y la exposición a los elementos, devorados por las bestias o secuestrados
por las arpías que moraban en las montañas. Los peligros eran infinitos y el camino
largo, pero eso no desanimaba a Beric.
El calor arreciaba y el hambre mordía sus entrañas, haciendo de cada paso una
tortura. Puntos de colores bailaban frente a sus ojos y estaba a punto de rendirse
cuando el brillo del agua apareció frente a sus ojos, devolviéndole la esperanza. Con
un gemido de alivio, se lanzó a la orilla del lago, dejando caer su mochila y hun-
diendo la cabeza dentro del agua. La frescura del agua apagó su sed y disipó el calor
por un momento, devolviéndole el alma al cuerpo. El muchacho se sacudió el agua
del cabello y dejó que ésta corriera por su espalda cansada, mojando su piel caliente
y aliviando su malestar. Con un suspiro de alivio, se reclinó contra el tronco de un
grueso sauce cubierto de musgo, rebuscando en su mochila los últimos mendrugos
de pan cuando el sonido de una voz lo sobresaltó.
— Bienvenido, aspirante…— escaldado como un gato, saltó hacia atrás con la espada
entre las manos, dispuesto a defenderse. Pero, no había nadie. Confundido, miró en
todas direcciones, recibiendo una risilla como respuesta— Estoy aquí, chico. Aquí
abajo.
Beric bajó la mirada hacia las raíces del árbol donde estuvo sentado unos segundos
antes y se estremeció al descubrir entre las ramas lo que parecían ser los restos de
un hombre en armadura cubierto de musgo y plantas. Un yelmo de plata enmohe-
cida cubría su cabeza y las cuencas vacías de sus ojos parecían observarlo con espe-
cial inteligencia, como si la situación lo divirtiera. El joven cayó sentado sobre la
hierba y se alejó del cadáver parlante, pálido como un fantasma. Estuvo a punto de
salir huyendo cuando sus ojos se encontraron con el escudo abandonado a un lado
del cuerpo. La desvaída imagen de un cuervo negro con las alas extendidas sobre un
campo azul cubierto de estrellas de diamantes lo mantuvo en su lugar. Él conocía
ese escudo. Todos los niños del imperio conocían la leyenda de ese escudo.
—¿Sir Gaxa? — preguntó, sin aliento, incapaz de asimilar que estaba frente al héroe
de las leyendas de su infancia.
—El mismo, muchacho. Veo que no eres tan tonto como pareciera indicar tu expre-
sión…— Beric tragó saliva, aun incapaz de decidir si se encontraba en un sueño o no
y se acercó al cadáver parlante, temblando como una hoja.
—¿Cómo… cómo es posible? — balbuceó, arrodillándose junto al cadáver.
—Los dioses no son enemigos misericordiosos, muchacho. Me castigaron con la
vida eterna, pero, los cuerpos de los humanos no están hechos para durar…
— Entonces… ¿todo era verdad? — exclamó, sin aliento— ¿Arsha y el escudo y las
aventuras?
—Todas las leyendas tienen algo de verdad. Mi amor fue verdad y también mi cas-
tigo… — replicó y el rostro de Beric se iluminó. Gaxa lo notó y su expresión se ensom-
breció— ¿es eso lo que buscas, chico? ¿Quieres ser una leyenda?
—¡Claro que sí! — respondió Beric, extrañado por la pregunta.
—¿Para qué? — quiso saber el milenario caballero. Beric frunció el ceño.
—Para que todos recuerden mi nombre— murmuró, confundido. ¿Acaso no es ese
el ideal de un caballero? ¿No era esa la más grande hazaña de sir Gaxa?

SASANILI | 23
—Todos recuerdan el mío. Y no sirve de nada. La gente canta canciones sobre mí,
pero, nadie sabe dónde estoy, cómo terminé aquí, ni porqué me castigaron los dio-
ses. ¿Quieres gloria, chico? La gloria no sirve de nada. Tu cuerpo se pudrirá en la
tierra, sin importar si eres un héroe o un villano, un caballero o un campesino…
¿quieres ser recordado? ¿Quieres dejar tu huella en el mundo? — Beric asintió, tra-
gando el nudo en su garganta.
—Sí…— musitó, sintiendo el horrendo peso de la realidad sobre sus hombros.
—Ayuda a tu prójimo. Defiende al débil, protege al inocente, lucha por la justicia y
no rindas jamás tu espada, así te lleve la muerte. Así, te recordarán no en una can-
ción sino en su corazón y sólo entonces vivirás para siempre…
Beric agachó la mirada y observó el escudo con los ojos llenos de lágrimas, sin-
tiendo cada una de sus palabras muy hondo en su corazón. Toda su vida soñó con
gloria, pero, ¿qué le trajo de bueno la gloria a ese hombre? Se le negó el dulce des-
canso de la muerte, condenándolo a pudrirse en vida y ver el mundo cambiar a
su alrededor, atrapado para siempre en un cuerpo corrupto y decadente, sin poder
hacer nada. Todo el mundo recordaba su nombre y su historia, pero, ¿a alguien le
importaba realmente?
—¿Es ése el juramento de un caballero, sir Gaxa? — preguntó nuevamente; su voz
firme, su ánimo renovado.
—Sí, muchacho. Ése el juramento de un caballero— Beric recogió su espada y la
hundió en la tierra, hincando una rodilla frente a los restos del viejo caballero.
—Juro por todos los dioses que defenderé a los débiles, protegeré a los inocentes,
lucharé por la justicia y no rendiré jamás mi espada, así me lleve la muerte— dijo
con voz clara, sintiendo algo crecer dentro de él, algo que nunca antes sintió: orgullo.
Era un caballero y de pronto, comprendió que con eso bastaba.
—Ya eres un caballero, muchacho— sentenció sir Gaxa, observándolo con compla-
cencia— Puedes coger mi escudo y seguir camino a las montañas de Elwing para
que tu nombre sea inscrito en el templo— ofreció— O, puedes regresar a tu hogar y
cumplir con tu juramento…— Beric se levantó y recogió su mochila, acomodándola
sobre sus hombros.
—Conserve su escudo, sir Gaxa. Regreso a casa…

24 | EL NAHUAL ERRANTE
Stella
Geral Stivens Galan Garcia

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SASANILI | 25
L a madre Stella a sus 81 años sentía haber desperdiciado su vida en la iglesia.
Pese a la guerra, esta se mantenía vigente por la leyenda del ser supremo que
arrojó a su propio hijo crucificado a las bestias de aquella tierra maldita, a la muerte.
Había sido azotada y violada por haber tocado el órgano como ella lo había querido
hacer siempre, con secuencias y velocidades diferentes, sonidos exquisitos, habían
hecho vibrar los rincones más íntimos de aquella tierra consumida por la ignorancia,
la enfermedad y el hambre. Recordó en su encierro. Mientras los sacerdotes la aleja-
ban del teclado, había podido percibir el olor de las mujeres presentes en la misa de
aquella catedral, sus cuerpos suaves y delicados la invitaban a lamer sus senos, aca-
riciar sus vientres, penetrar sus orificios con sus maltrechos dedos, besarlas y beber
la sangre que ha de bajar entre sus piernas. Esto la remontaba años atrás, a aquellos
bellos rostros apenados de las recién llegadas, cuando debía subir sus faldas para
bajar y verificar la pureza de sus cuerpos. Le habría gustado saborear tan solo a una.
Aquella noche no rezó, tan solo cerró sus vistas iluminadas por la luz de la vela. De
pronto sintió presión en el pecho, al abrir los ojos, la oscuridad era absoluta, había
una presencia.
—¿Quién está ahí? —preguntó temerosamente, nada ocurrió, pero al tercer lla-
mado algo respondió con voz penetrante, grave, como si tres seres hablaran al mismo
tiempo.
—Dame tu alma y tendrás todo lo que siempre quisiste —Stella comenzó a persig-
narse. Aquel acto hacía rugir aquella presencia.
—¿Quién eres?
—Soy el Mago, ve a la montaña y busca reposo en el esqueleto. Ve al nacimiento del
río, humedece la madera con lo que han de hacer rocío de cruces y rosas. Ofrécete
en sacrificio sobre la cúspide al gran chupacabras, quítale su poder adrenocromo,
entrégate a mí grandeza.
Inesperadamente, aquella presencia desapareció como si fuera humo, dejando en
aquel rincón un silencio sepulcral con un olor intenso a azufre y carne podrida.
Stella salió como pudo de aquel lugar hacia un exterior nocturno que no había visto
en años, percibió el aroma del Mago, intenso hacia la profundidad boscosa. Siguió
aquel rastro hasta que encontró una tumba que profanó colocándose la túnica roja
del cadáver. Esta sanó sus heridas. Se dirigió al río, cortó una rama tan gruesa y
afilada como la puntilla que perfora los pies de los crucificados. A medida que el sol
nacía, sumergió aquella estaca diciendo.
—Benedictus es, Domine Deus omnipotens.
Subió a la cúspide y se recostó desnuda sobre una gran roca, dejando el trozo de
madera envuelto en sus harapos. Cuando el sol se ocultó, vio que una bestia delgada
de gran estatura se acercaba desde los matorrales, poseía largas púas en su espalda
de piel verdosa, ojos almendrados que parecían orbes de sangre luminiscente y afi-
ladas garras semejantes a los puñales del matadero. Stella se encontraba inmóvil por
la influencia de aquella criatura, intimidante se desplazaba de manera impredecible,
parecía teletransportarse, desaparecía al percibir su vista. Cuando su larga lengua
comenzó a saborear la vagina de Stella, ella invocó mentalmente el poder del Mago.
—Mecum Satanás —se liberó de aquellos grilletes invisibles, rodando en entre la
maleza, alcanzando el trozo de madera que ahora le quemaba las manos.

26 | EL NAHUAL ERRANTE
Como si sus reflejos hubieran sido potenciados por una energía desconocida,
la estaca se clavó sobre el ojo de la bestia, haciéndola gruñir de dolor hasta que
finalmente yació sobre aquel suelo de rocas filosas y flores marchitas por la sangre
infernal.
Líquido viscoso y cálido, Stella succiono sedienta, exquisito, el mejor de los vinos,
tan extraño y profano, como beber del intocable cáliz de la maldita catedral.
La noche hervía, las criaturas del bosque manifestaban su angustia, chillando ante
la luna eclipsada. Stella comenzó a levitar, sentía que era penetrada, tan placentera-
mente como nunca lo había experimentado, quería gritar, pero se encontraba inso-
nora, sola a simple vista. Copulaba con alguien que no estaba en el plano material,
quien le hizo sentir entre sus entrañas el fuego, tan acogedor como la leche. Exta-
siada, ya no sentía pena ni remordimientos.
El Maestro dijo.
—Yo soy el Mago, tuyo será el control de la mente, la transformación en fauna, el
lobo y el murciélago darán paso a la última forma demoniaca diseñada por mis súb-
ditos para mis esposas. Mátalos a todos.
La piel de Stella comenzó a desgarrarse, develando la juventud que poseía a los 18
años, pero también extraños jeroglíficos que culminaban en filosas puntas, largas
zarpas y una interminable cola que como un sable cortaba cualquier cosa, haciendo
susurrar el aire. Su cabello pasó de castaño a dorado filosamente largo y sus ojos
de marrón a rojo hipnotizante. Impredecible, veloz, etérea, podía danzar sobre las
corrientes de aire, transportarse entre los cristales, aquellas superficies que no
podrían reproducir su reflejo pues ella poseía la esencia reflectante de los cristales
mismos. Emergiendo de cada destello, secuestró hasta el último infante de aquella
tierra consumida, para dejarlos desangrándose sobre el altar.
Stella pudo ver a través de los innumerables reflejos de la catedral, las caras aterro-
rizadas de los sacerdotes cuando vieron a los cadáveres apilados, perforados con la
daga del gran cardenal, mientras los lugareños se agolpaban frente a las puertas del
templo buscando ayuda.
Al abrir las puertas y ver el altar de carne, interpretaron aquello como un sacrificio
al Dios que había consumido sus riquezas durante años. Los sacerdotes empapa-
dos de sangre ajena tan sólo se limitaban a señalar la obra del demonio que jamás
habían visto de frente. Pero los progenitores enardecidos no quisieron escuchar ni
un sermón más. Las novicias gritaban, se escondían mientras Stella se adentraba a
sus aposentos para morderlas y poseerlas. La sangre de sus concubinas la fortalecía,
sentía amarlas de verdad, mientras la masacre se consumaba por los desdichados.
En aquella época Stella tocó el ensangrentado órgano, reclamándolo, celebrando el
fin de su maldición, el inicio de una placentera vida.

SASANILI | 27
El nido de la dragona plateada
Mirza Mendoza

M i madre la perseguía desde Norterra. La cazaba. La profecía decía que beber


la sangre de una dragona plateada daba la inmortalidad. Ese no era su
único objetivo, la venganza la empujaba. La buscó incansablemente por casi ocho
años. No tuve noticias de ella en todo ese tiempo. Hubo otros, antes de ella, que la
acecharon toda su vida hasta que las canas poblaron sus cabezas; sin que tuvieran
la dicha de encontrar a la dragona. Se decía que era pequeña en comparación con
los grandes dragones rojos que servían de diversión a los reyezuelos de aquellas
tierras inhóspitas. Estos lograban capturarlos a costa de centenares de hombres
calcinados por el voraz fuego que escupían de sus fauces. Conozco a los variados
tipos de dragones. Desde que era una niña, han desfilado ante mi atenta mirada. Mi
abuelo fue devorado por uno de ellos. Medio cuerpo de mi abuelo. El otro pedazo lo
enterramos al lado de la casa. Sobre él descansa una roca gigante.
Cuando cumplí quince años, mi madre me abandonó para vengar al abuelo. No
mataría un dragón rojo, un hombre audaz podría hacerlo. Ella quería trascender y
utilizaba su duelo para impulsar su afán. Al cumplir veintitrés decidí ir tras ella. Me
demoré varios meses en ubicar su rastro. Ella iba de feudo en feudo diciendo a todo
el mundo que lograría su hazaña. Nadie iba tras ella porque pensaban que era una
loca. Las historias contaban sobre fornidos hombres que no pudieron encontrar a la
dragona plateada. Hombres que se volvieron locos, que murieron en el camino de
tan descabellada empresa. En cada cantina le dejaban contar su patética historia de
la búsqueda de la inmortalidad; solo porque era divertido burlarse de una cazadora
de dragones: una simple mujer.
Cada año que pasó me hice más fuerte y supongo que mi madre también. Estaba a
centenas de millas de mí sin saber que yo iba tras ella. Le perdí el rastro en el feudo
de sir Galactus. Creí que esa sería mi última esperanza de encontrarla hasta que el
gruñido de un dragón a la entrada del bosque atrajo la curiosidad de los hombres
de la aldea. Tomé mis pertenencias y fui hacia allá. Muchos años estuvimos separa-
das por culpa de su mala cabeza. Entré al bosque y al poco rato me extravié. Quise
regresar y me perdí aún más. Me alisté para pasar la noche ahí. Al amanecer abrí
los párpados y al mirar a lo lejos vi un bolso. Dentro había un papel enrollado. Al
abrirlo me sorprendí al descubrir que era su letra, la grafía de mi madre. Hace pocas
semanas había pasado por ese bosque y habría extraviado su bolso con parte de su
bitácora.
Nunca nadie había visto a la dragona plateada y había vivido para contarlo. Era un
mito. A los dragones azules y verdes se les conocía como minoría y los rojos eran los
comunes. Ella escribió con detalle la forma y rasgo de la afamada dragona. La había
visto sobrevolar al rayar la aurora.
Tomé mis cosas y seguí la ruta que ella plasmó en el papel. A los días encontré unos
trazos en la tierra. Confirmé que solo una loca haría tal cosa. Aun así, mi sexto sen-
tido me animó a seguir el esquema. Cuando ya no supe hacía donde seguir, ante mí

28 | EL NAHUAL ERRANTE
se mostró un papel arrugado cerca de un río. No podía creer que, ella sin saberlo,
me estaba dando todas las pistas para encontrarla. En el escrito había más detalles
sobre su presa. De cómo la dragona incluso bajaba el vuelo para que ella pudiera
verla en su esplendor; como una invitación a seguirla hasta el fin del mundo. Luego
de acabado el bosque divisé un llano y al fondo una gran montaña similar a un vol-
cán extinto.
Seguí avanzando por instinto y con muy pocas reservas de comida. Ella esta-
ría más adelante, tal vez muy cerca de mí. Pasé días de sed hasta que encontré un
arroyo. No tenía más guía que mis ansias por volverla a ver. Le suplicaría regresar y
vivir una aburrida vida lejos del peligro. Frente de mí estaba la montaña. Descansé
un día completo para poder subirla. Cuando emprendí la escalada un raro gruñido
me alertó. Nunca antes había escuchado un sonido así. Apresuré el paso y encontré
una cueva. Apenas cabía, pero pasé. Al cabo de pocos metros de estrechez, adentro,
el lugar era amplio. Nuevamente escuché el gruñido que era lastimero. Avancé por
el cavernoso camino dentro de lo alto de la montaña; hasta que encontré luz. Mis
palpitaciones no me dejaban pensar. Tenía el corazón latiéndome en la cabeza. Las
venas de las sienes iban a reventar. Un halo de luz se filtraba por entre las rocas.
Caminé unos pasos más y vi un gran nido. Era gigantesco. Con sigilo avancé agaza-
pada. El nido era hondo. Apenas asomé la cabeza vi la escena con estupor. Una cría
de dragona mordisqueaba un cráneo humano. En una esquina, alejada, la gran dra-
gona plateada se veía moribunda. La cría estaba concentrada en su presa. Saqué mi
pequeña espada filosa lista para vengar a mi abuelo. Trepé como pude y ya dentro
corrí dando un grito de guerra. La madre dragona extendió su agonía para presen-
ciar la muerte de su cría sin poder protegerla. Subí al lomo de la cría y perforé el área
más vulnerable de la fantástica criatura. De algo me sirvió ser la nieta de un cazador
de dragones. Las escamas de la pequeña criatura brillaban como la luna llena. En
aquel momento maté todas las lunas del firmamento. Sin perder el tiempo y reser-
vando el llanto por la crudeza de la escena, corté el cuello de la bella bestia. Procedí
a beber de los borbotones de sangre que era azul. Así cumpliría con mi destino,
aquel que labró la muerte de mi abuelo y la sed de venganza de su hija, mi madre.
Fatigada me desvanecí. Al despertar hice una breve inspección. Debajo del cascarón
roto reconocí las botas de mi madre. La cría se la había comido. Me desquité con
el cadáver de la dragona madre atestando puñales que no traspasaban las gruesas
escamas que brillantes no se opacaban ante la muerte. Lloré amargamente. En un
momento de locura corrí por el camino que había recorrido para llegar ahí. Desbor-
dada por el dolor me tiré por un breve acantilado para acabar con mi vida. Cuando
caí no sentí dolor. Mis heridas se cerraron ante mis ojos. Gracias a mi madre y su
descabellada persecución, mi inmortalidad sería un consuelo.

SASANILI | 29
La Oscura Floresta
Andrei Lecona Rodríguez

L as ramas de las encinas golpeaban con frecuencia la armadura del caballero.


Los anillos de su loriga se sacudían haciendo gran ruido a cada paso de
su caballo, la lanza daba constantemente en el escudo, sonaba la madera, sonaba
el hierro, bufaba el caballo. No había ninguna esperanza de un avance sigiloso a
través del bosque para un caballero completamente armado. Cada vez estaba menos
seguro de estar cabalgando en la dirección correcta, pues el sendero, que nunca
había sido demasiado claro, había desaparecido días atrás. Sir Galahad no había
anticipado ninguna de estas dificultades al momento de su investidura en la corte
del rey de Gales, cuando, ante la vista de todos los asistentes, juró solemnemente
que no descansaría hasta derrotar al campeón de los druidas de la Oscura Floresta.
Mucho le rogaron las damas de la corte para disuadirlo de marchar en dirección
a aquel bosque maldito del que ningún caballero jamás regresaba, pero todos los
ruegos fueron en vano, pues el oficio del caballero impone sus propias exigencias a
los miembros de la orden.
“—El hombre que no sale inmediatamente a buscar honra por los caminos después
de ser armado caballero deshonra sus espuelas —decía su padre—. Un caballero no
teme a ningún peligro del cuerpo.”
Sir Galahad recordaba las palabras de su noble padre mientras descansaba su
lanza sobre el estribo derecho de su caballo, pero en el pecho, debajo de todo el
hierro, le crecía una sensación que se hacía más difícil ignorar a cada paso. No era
solamente el frío inclemente que anunciaba la proximidad de un largo invierno lo
que perturbaba al caballero. Los hombres de estas tierras sentían por los bosques
un temor religioso, pues sabían que las almas de sus antepasados pertenecieron a
los seres que aún bailan entre los árboles durante las noches de luna llena. No hacía
demasiado tiempo atrás, el reino cristiano de Gales había sido territorio de druidas
paganos que ofrecían sangre humana a aquellos que entre los campesinos viejos
aún son llamados como los antiguos. Se dice que los sacrificios durante las fies-
tas del Beltaine aseguraban las buenas cosechas, pero la adoración de los antiguos
acabó cuando el obispo Wulfila llegó a Gales para convertir al rey a la verdadera
religión. En unos cuantos años, los galeses abandonaron el culto a los antiguos, que
ahora eran tenidos por impíos demonios. Cortaron los árboles sagrados del neme-
tón, levantaron una gran catedral en su lugar y expulsaron bajo pena de muerte a
los druidas al bosque en el norte, conocido desde entonces como la Oscura Floresta.
Antes de irse, los druidas anunciaron que los antiguos no se conformarían con la
derrota, que tomarían por la fuerza la sangre que ahora se les negaba de entre los
hijos de quienes adoptaron la cruz. Declararon también que el castigo duraría hasta
que su campeón fuese derrotado por el mejor caballero del reino. A partir de enton-
ces, todos los años, invariablemente, un recién nacido desaparecía sin dejar rastro
aún estando en la cuna frente a la mirada atenta de sus padres. Inmediatamente,

30 | EL NAHUAL ERRANTE
caballeros de todo el reino comenzaron a partir en dirección a la Oscura Floresta
para desafiar al campeón de los druidas y así terminar para siempre con los raptos,
pero ninguno de ellos había regresado con vida de aquel desafío.
Bajo la escasa iluminación del bosque, los troncos de los árboles parecían hechos
de hierro negro retorcido por manos de gigantes. Sir Galahad levantó la mirada
para buscar la luz del atardecer, pero el denso ramaje se extendía sobre él como un
millar de largos brazos cadavéricos que intentaban asirse a su alma. Poco después,
la oscuridad envolvió al caballero solitario, por lo que se vio obligado a descender
de su montura. Guió por las riendas al caballo que bufaba nerviosamente hasta que
pudo ver un resplandor de fogatas en un claro. Como no esperaba encontrar gente
alguna de bien en esas tierras hostiles, llevó la mano al puño enjoyado de su espada
y desenvainó el fulgor de la herida. Con la espada en la diestra, Galahad salió al claro
iluminado por grandes fuegos en donde vio a una multitud tomando parte en una
celebración pagana. La multitud bailaba salvajemente al ritmo de címbalos y flautas
alrededor de hogueras dispuestas entre enormes menhires de aspecto temible. Las
llamas daban a los cuerpos de los danzantes un aspecto rojizo, de modo que más
parecían demonios bailando en los infiernos que seres humanos. Cautelosamente,
Sir Galahad avanzó entre la multitud extática que parecía no notar su presencia
hasta que el ruido de un gran golpe sobre piedra interrumpió la música.
“—¡Un cristiano! ¡Un caballero! —gritó una poderosa voz desde lo alto de un men-
hir colosal —¡Un nuevo contendiente ha venido a desafiar a nuestro campeón!”
En lo alto de un monolito había un anciano druida que sostenía en la mano dere-
cha un nudoso báculo de madera con el que daba golpes en la piedra. El caballero
se preguntaba cómo era posible que aquellos golpes, en apariencia débiles, podían
producir un sonido tan profundo que podía sentirse en los pies. El druida vestía
una túnica raída de lana gris ceñida por un cinturón que sujetaba una gran hoz afi-
lada para cortar fácilmente las hierbas necesarias para elaborar las pociones mági-
cas que son el orgullo de los druidas. En la cabeza solo le quedaban unos cuantos
mechones blancos de cabello, pero su barba era tan larga que debía llevarla metida
en el cinturón para que no le estorbara. Una espléndida piel de oso pardo le cubría
los hombros a modo de capa.
“—¡Atended a su caballo! —ordenó el druida —. Que cansado debe estar por el
viaje. Tratadlo con honor, pues buen corcel es, puedo verlo.”
“—Ciertamente, druida, menos cortesías me esperaba de paganos —dijo Sir Gala-
had.”
“¿Con cuántos paganos, oh guerrero, habéis tenido tratos para hablar tan ligera-
mente de sus virtudes? —respondió el druida desde lo alto.”
Un grupo de niños de todas las edades se acercó para llevarse el caballo de Galahad
a un prado cercano donde abundaba el pasto. El caballero examinó con la mirada a
los niños y quedó pensativo un momento. Luego alzó la mirada para preguntar algo
al druida, pero el anciano había desaparecido.
“—Sé lo que pensáis, Sir Galahad —dijo una voz a su espalda.”
El caballero volteó y se encontró con un viejo druida parado frente a él, apoyado
sobre su báculo, pero no permitió que ningún atisbo de sorpresa asomara a su ros-
tro, pues ya había comprendido que estaba en presencia de algo fuera de lo ordinario.

SASANILI | 31
“—Y la respuesta a tu pregunta es sí —dijo el anciano—, estos son los niños que los
antiguos han tomado para castigar a los traidores.”
“—¿Dónde está mi hermana? —preguntó Sir Galahad con una voz gélida, apre-
tando el puño de su espada —.”
“—A salvo, como todos los otros niños bajo mi cuidado. Pero solo podréis verla si
sois capaz de derrotar a nuestro campeón.”
El druida golpeó el suelo nuevamente con su báculo. Inmediatamente, la multitud
emocionada formó un amplio círculo alrededor del caballero, el druida y una gran
hoguera. El mismo grupo de niños que atendió a su montura, ahora traía las armas
que Galahad había dejado en el caballo. Uno de los pequeños, dando tumbos por el
peso del escudo, se lo ofreció al caballero, mientras los demás se aseguraban de que
su armadura estuviera correctamente sujeta al cuerpo, luego fueron a tomar sus
lugares entre la multitud. Listo para el combate, Galahad se dirigió al druida:
“¿Dónde está vuestro campeón? —gritó el caballero mientras golpeaba el escudo
con el dorso de su espada —. ¡Traedlo enseguida!”
El druida daba la espalda a Galahad, su silueta recortada sobre las llamas de la
hoguera parecía completamente negra.
“Estáis frente a él —dijo el anciano, mientras bebía una pócima que sacó de entre
sus ropas.”
Con un nuevo golpe de su báculo, su silueta adquirió dimensiones descomuna-
les. De su cabeza brotaron largos cuernos retorcidos y su báculo se convirtió en un
pesado garrote de dos manos. Lentamente, el campeón de los antiguos se acercó a
su oponente. El anciano druida era ahora un guerrero cuyo imponente físico daba
la impresión de poder dominar un toro con las manos. Galahad trató de buscar la
mirada de su enemigo a través de lo que supuso era un gran yelmo con cuernos,
pero descubrió que aquello no era un yelmo, sino un cráneo de ciervo con las cuen-
cas oculares vacías. Incluso su respiración transmitía fuerza, pues cada exhalación
del guerrero hacía brotar una nube de vaho desde las fosas nasales del cráneo con
gran potencia. Nada quedaba de aquel viejecillo de aspecto frágil, salvo la piel de oso
pardo que aún cubría los hombros del campeón. Pero Sir Galahad no se dejó per-
turbar por los encantamientos infernales del druida. Sabía que volvería al castillo
paterno victorioso o no regresaría. El caballero asumió una posición de defensa tras
su escudo.
“—¡San David! —gritó el caballero galés mientras lanzaba el primer golpe .”
Y el combate comenzó…

32 | EL NAHUAL ERRANTE
Fauces de Piedra
Ángel Fuentes Balam

E ra la trigésima tercer noche del sitio al castillo de Fagotland, cuando


se escuchó un estruendo, parecido al despertar iracundo de un volcán.
Proveniente del interior de las murallas, hizo resonar vitrales, rastrillos y pozos, e
incluso, resquebrajó los altos de la barbacana, esparciendo un polvillo sangriento en
la boca de la fortificación.
Las tiendas del ejército invasor, los Crúores Alados de Luxariar, y cuatro divisiones
de infantería, se agitaron cual olas en tempestad. Los caballos azotaron sus crines,
resoplando y relinchando con temor. Las fuerzas habían menguado en su tercera
parte; la moral retrocedía, amenazada por la neblina que cubría las torres, almenas
y matacanes de la imponente construcción enemiga. Aquel rugido, infundió en los
soldados un pavor insostenible. En sus corazones, el niño que fueron quiso encon-
trar consuelo en las faldas de una madre invisible.
“Guardan un Droncoatl”, gritaban entre los piqueros. “Duerme entre los muros el
antiguo león de Nehemeria”, susurró un capitán arquero a su segundo. “Entrar ahí
será la muerte”, repitieron los hombres de armas que compondrían la vanguardia al
amanecer.
El príncipe Fernián, la Mariposa Negra, como le apodaban, sardónicos, sus detrac-
tores, salió de su raída carpa y observó desafiante cómo la torre del homenaje con-
traria se perdía en una espesa nubosidad. Escuchaba las quebradas voces de sus
soldados. No podía esperar a que los refuerzos de su vasallo, Lord Grión, el Señor
Ojo, llegaran con la maquinaria de asedio. No podía permitir que esas fantasías
doblegaran aún más el ánimo de sus combatientes. Cada hora que pasaba, perdía
cien hombres, intentando sujetar las escalinatas de madera a las paredes exteriores.
Los Rurales, burlando su propio mote, habían revelado ser una armada organizada,
eficaz e insuperable en la defensa. Nadie sabía cuál era su secreto. Parecían ser cien-
tos de miles los enemigos resguardados entre las vísceras del castillo; pero, según
sus informantes, los Rurales no eran más que seis mil. Había pasado un mes… Era
imposible que tuvieran los víveres necesarios para haber resistido el asedio. No era
lógico. Mientras, el príncipe temía que sus propios hombres sucumbieran al caniba-
lismo.
Su padre, el Rey Hordore III se lo advirtió: “nadie ha entrado en Fagotland durante
tres siglos. El castillo es impenetrable: está maldito. Es mejor replegarse hasta que
el Señor Ojo y los hombres del río se unan a nuestras fuerzas. Ir ahora, sin arietes ni
catapultas, es estúpido, suicida, ¡arrastrarás a este reino a su destrucción!” Imposi-
ble. Tenían que recuperar el Este. La caída de Fagotland era lo único que el país de
Tenebra no podría soportar. Era clave para frenar su avance y darle un equilibrio a
la guerra. Así había partido La Mariposa Negra, maldecido por su anciano padre,
secuestrando parte de la armada de su patria, aquellos que todavía lo veían como un
líder digno.

SASANILI | 33
Fernián llamó a sus generales. A su escudero, le ordenó que preparase la armadura
de batalla, en la que había mandado a incrustar piedra de obsidiana, hasta formar
en el peto la silueta de una mariposa. En la periferia del campamento, aún se que-
maban los cuerpos de los soldados caídos el día anterior.
“Es… muy arriesgado, señor”, dijo Lord Borja, uno de sus más viejos vasallos, mor-
diéndose la lengua para no gritarle “loco”.
“No ha funcionado antes, mi príncipe… nada nos dice que servirá hoy”…
“Esa arma es ineficaz. Lo mejor es esperar al Señor Ojo, mi príncipe”.
“El ataque será antes del alba”, sentenció la Mariposa Negra.
Una macabra puesta en escena atestiguaba la luna: los Crúores Alados vestían a
sus caballos, sujetando el bridón en silencio; los alabarderos, trémulos, intentaban
recobrar el aplomo afilando las lanzas; los caballeros, según la tradición de Luxariar,
se cortaban el párpado inferior para bañar su filo con una lágrima de sangre. A la
par de esa representación mortuoria, los alquimistas cargaban las frutas de fuego:
el arma a cuya naturaleza se afianzaba la fe del príncipe.
El lance comenzó a las tres de la mañana. Los alquimistas, intercalados entre los
arqueros, cargaban las esferas terribles, tras los escudos de hierro de la infantería.
Fernián, advirtió que, en las ventanas saeteras, no había movimiento. Los centinelas
de las torres, parecían no haberse percatado de la formación de batalla. Quizá aque-
lla niebla estaba, por fin, del lado de Luxariar, quizá ese sería el mayor acierto bélico
en su historia, o quizá fuese una emboscada. No había tiempo para dudas.
La Mariposa Negra iba montado en Karkor, su inmaculado animal de guerra, y lo
acarició antes de levantar su espada oscura y ordenar el avance. No hubo cuernos ni
tambores, sólo la voz desnuda del príncipe, rompiendo la madrugada.
No obstante, antes de que la primera fruta de fuego fuese lanzada, el puente leva-
dizo crujió, bajando con lentitud. “¡Alto!”, anunció el príncipe.
Los generales en vanguardia se alertaron, aferrándose a sus armas, esperando que
tras la puerta principal, los recibiera en efecto, un gigantesco león o una serpiente
antigua. Los arqueros de Luxariar, comenzaron a ver, en lo alto de las murallas de
Fagotland, a medida que la niebla se disipaba, una imagen de pesadilla: los soldados
enemigos no los apuntaban con sus armas, como había pasado día tras día; en su
lugar, los observaban sonriendo, con los ojos brillando de verde, como sonámbulos
felinos. Eran menos de cien. No podía ser cierto. Fernián, escudo avante y acero en
lo alto, veía con odio el puente caer, preparado para avanzar, sin importar lo que
hubiese tras las puerta.
“¡Hambre! ¡Hambre! Hambre!”, comenzaron a gritar los soldados de Tenebra en lo
alto de los muros.
Los Crúores Alados, en retaguardia, se mantenían en vilo, escuchando esa gro-
tesca cantinela.
“¡Hambre, hambre, hambre!”, las voces resonaban hasta el claro lunar.
El puente bajó por completo. El rastrillo de entrada ascendió, y los portones se
abrieron, pero, bajo el arco que coronaba la pasarela, sólo había una oscuridad
gruesa, como la piel de la mariposa en el corazón de Fernián.
“¡Hambre, hambre, hambre!”
De las profundas negruras del castillo, emergió de súbito una gigantesca forma
larga y húmeda.
“¡Es un Droncoatl!”, gritaron aterrados los alquimistas.
34 | EL NAHUAL ERRANTE
Desde atrás, los caballos de los Crúores Alados, se inquietaron, belicosos.
“¡Hambre, hambre, hambre!”
El príncipe de Luxariar miró la enormidad babosa que se erguía frente a él, sin aca-
bar de salir de la garganta del castillo. No era un animal legendario. Era una lengua.
“Nadie ha entrado en Fagotland durante tres siglos. El castillo es impenetrable:
está maldito…”
Era la parte final de la defensa de Tenebra. Antes de ser cubierto por la mojada
oscuridad de la muerte, Fernián entendió que los Rurales no eran soldados, sino
parásitos, iguales a las pulgas de los perros. Habían extendido el asedio para que el
castillo tuviera hambre. La niebla no era sólo niebla: era la respiración de una bes-
tia viva. Las murallas no tenían piedras: tenían escamas. Fernián bajó su espada,
derrotado. Su padre tenía razón: él había llevado su reino a la ruina.
***
El Señor Ojo llegó tres días después, en la noche trigésima sexta. Lo alarmó no
encontrar en el camino ningún guardia o mensajero. Ninguna flecha perturbó su
llegada. Cuando su ejército comenzó a arribar al derruido campamento de Fernián,
en los bajos del castillo, no encontró un solo hombre. Sabía que el príncipe no se reti-
raría nunca, pero tampoco había cadáveres en el campo. Miró hacia Fagotland: en
su torre del homenaje, dos ventanas paralelas se iluminaban de un rojo sanguinario.
Le recordaron a los ojos enfurecidos de una criatura hambrienta. Descendió de su
montura, y, bajo el suelo, le pareció sentir el gigantesco latido de un corazón.

SASANILI | 35
Bel
Carlos Enrique Saldivar

M e acomodo frente a mi escritorio y cojo el cuaderno y la pluma. Hoy escribiré


a mano. Es una de mis formas favoritas de expresar mi ficción.
Este será un relato de espada y brujería, pero quiero hacer algo distinto. Tiene
que haber un héroe, y he decidido crear uno nuevo, no un alter ego de mí, el cual se
enfrente a las bestias más horribles de los Territorios Oscuros y libere a los pueblos
que han caído de bajo el yugo de estos monstruos y de la maldad humana.
Ya he inventado a tres héroes distintos, de edades diferentes, uno joven, uno maduro
y el tercero viejo. Podrían ser el mismo en tres etapas de sus vidas. No es una mala
idea. Así puedo dar a la luz un cuarto personaje, alguien interesante. Pienso mucho
en mi pareja: Isa, quien se alejó a otro país porque el gobernante de la región del sur
quería arrebatarle su decencia y eliminarme para que yo no la desposara.
Algún día Isa volverá. Cuando la dictadura de ese gran tirano caiga. Por ahora, se
mete conmigo muy poco y puedo trabajar como creador literario. En mi tiempo libre
me dedico a mi segundo trabajo, que es igual de relevante y amerita toda mi fuerza,
y otras habilidades.
Por eso, inspirado en mi amor (a quien no veo hace un año, aunque las aves me
traen sus cartas perfumadas con aroma de rosas), decido crear a Bel. Es una joven
que es separada de su novio y debe luchar contra un sistema tiránico para poder
recuperar a su amante y lograr que las aldeas de los territorios oscuros sean libera-
das por fin de crueles amenazas mágicas.
Más o menos como el mundo real, porque quizá mi adorada Isa no pudo contra el
turbio poderío de Mc Siul, pero se encuentra batallando en el país del norte, el cual
es pequeño, no obstante, se encuentra bien resguardado contra amenazas extranje-
ras. Eso sí, es acechado por hechiceros y brujas que tratan de dominarlo.
Isa (Bel, a partir de aquí) se resguarda en una apacible villa hasta que un día llega
a esos lares un hombre con el brazo izquierdo mutilado. Tiene un torniquete y habla
de un dragón que no echa fuego ni hielo ni ácido. Es una criatura que tira azufre y
corrompe la carne de sus víctimas, la vuelve negra, sin corriente sanguínea, y el mal
se extiende; por eso todos los afectados, hombres, mujeres y niños, deben cercenarse
la parte afectada, si es que tienen la suerte de que esta se trate de una extremidad.
Bel lo atiende. Desde niña, la séptima hija de siete hermanos y la única mujer, ha
visto a su familia, incluyendo a su padre, irse a otras partes del mundo a luchar por
cuidar que este sea un mundo mejor, mas es difícil, puede que aquella guerra nunca
termine. Bel espera que dure pocos años, pero se dice ingenua a sí misma. Su madre
la entrenó desde niña. Por eso elige ir a matar a la criatura infernal esa misma noche.
Antes escucha la narración del único superviviente de un poblado llamado Paritaca.
Ya ha ordenado que curen y cuiden del infortunado, quien perdió a sus seres ama-
dos por culpa de un brujo que se transforma en el mencionado ente del azufre, quien
se hace llamar «Azu». No le será difícil encontrar al bestihombre. Se sabe que su
guarida es una caverna, cerca de la zona ecuatorial, donde el sol abrasa.

36 | EL NAHUAL ERRANTE
Se coloca su ligera armadura y parte con sus dos espadas, bien afiladas, por un
herrero mago. Le agrada que, de alguna manera, la magia la acompañe, porque será
contra la magia mal empleada que luchará. No tiene ningún temor. Monta su corcel
negro, el cual también va revestido con una sólida montura plateada.
En el camino, el cual dura dos días, acaba con cinco ladrones varones que mata-
ron a una familia para arrancarles sus pertenencias. También extermina a un pájaro
serpiente gigante que descendía a tierra firme para estrangular los cuerpos de los
niños y tragárselos desde la cabeza de un solo bocado. Le pareció buena idea visitar
al inicio del tercer día el nido de aquel engendro y mató a todas sus crías, no cortán-
dolas en dos. Se las comió. La carne de esos seres era sabrosa. Para beber, tenía el
agua de los manantiales, de las más limpias de la región. Su caballo estaba cansado,
por eso decidió reposar la noche del tercer día con el fin de recobrar fuerzas. Escogió
un área rocosa.
Era incómodo, pero se hallaba oculta ante posibles peligros, lo que no sabía era
que al amanecer, Azu, en su forma humana iba a salir de su cubil para cobrar nuevas
vidas, cada vez que asesinaba gente sus poderes crecían.
El corcel la despertó con sus relinchos, los cuales eran una especie de murmu-
llos que solo Bel captaba. El hocico del caballo también le movió la cabeza y ella se
levantó con suma rapidez, sacó las dos espadas afiladas y lo vio: era un hombre ves-
tido con una túnica magenta, no llevaba sombrero, sus cabellos eran cortos, canos;
su cuerpo: delgado. Tenía la expresión de un perro bravo, hambriento. Él también la
miró, hizo un gesto de satisfacción.
Ella corrió para atacarlo, mas el bestihombre la detuvo con su magia tenebrosa.
Bel cortó el aire con sus armas, lo cual asustó a Azu, quien decidió convertirse en
dragón y acabar de forma rápida con su adversaria, usando el azufre. La transfor-
mación fue velocísima, tanto que Bel ya tenía el azufre sobre ella y usó como escudo
sus espadas al cruzarlas. La magia positiva hacía su efecto. Enseguida el caballo se
puso debajo de ella y la subió, Bel se paró sobre el corcel y saltó desde ahí hacia su
rival.
El dragón, en lugar de retroceder, se acercó más a la guerrera para intentar mor-
derla y despojarla de sus armas, pero una espada le atravesó la mandíbula de abajo
hacia arriba, cerrándole el hocico. La otra arma filosa creció hasta insertarse en su
corazón y lo atravesó.
Bel, de Quitur, había triunfado. Su enemigo se desvaneció como una neblina ama-
rillenta.
He dejado de escribir. Continuaré mañana. Yo, Carlán de Sanjuanflor, tengo que
salir de casa ahora mismo a enfrentar a la bestimujer que enviaron para matarme.
Es rutina para mí. No sé su nombre. Sé, al verla, que es una hechicera, la cual se
convierte en una dragona que lanza discos afilados de metal de su boca. Su cuerpo
está hecho de acero. No sabe que la magia evoluciona y ahora mis dos sables son cien
veces más filosas que antes. Gracias a los viejos de los pueblos aledaños, aprendí tru-
cos nuevos. Ven aquí, descarada. ¿Llegas con tus malas artes a mi casa? Te cortaré
la cabeza en dos segundos. De modo inevitable eso es lo que sucederá. Soy el mejor
guerrero de la región. Luego escribiré un relato de mi hazaña.

SASANILI | 37
Al blandir el báculo
© César Raziel Lucio P.

S olo quedaban cenizas de la hechicera, pero su báculo, indemne y brillante,


yacía sobre el suelo. Los oídos de Rilda aún retumbaban tras el relámpago que
acababa de caer ante ella y la banda de mercenarios. La tormenta invadía todo con
su rugido, pero había otros seres más allá de la cortina de ventisca.
No solo Firiethemji, su maestra, había sucumbido: también se había vaporizado
uno de los rastreadores junto a los grandes dogos que le acompañaban. Las ráfagas
de tormenta y los gritos de guerra la sacaron de su estupor. Desde lo más hondo de
sus entrañas atinó a rugir «retirada, cojan todo, ¡a la bóveda!». La exploradora Yir-
tadil ya lanzaba flechas certeras contra los soldados esqueléticos que les pisaban los
talones, y al grito de Rilda toda la banda se incorporó como pudo. «¡Wirth, avanza y
abre paso, Viathy, lleva todo lo que puedas, sanguijuela!».
Ella se lanzó por el báculo humeante. El forzudo Narebdu apenas se incorporaba
cuando de entre la niebla surgió un cuerpo descarnado y aullante. Él no estaba pre-
parado para el ataque veloz de la abominación. El cazador cayó ante la masa de
músculos renqueantes y poco faltó para que le arrancara la cara de un mordisco.
Pero Rilda tomó el báculo, y su espíritu se insufló de fuego. Susurró para sí las pala-
bras de la antigua lengua de la sal y las llamas, y un torrente eléctrico salió de sus
ojos y de sus manos para incinerar a la abominación. ¡Qué más daba que hubiera
abrasado un poco a Narebdu!, estaba vivo y podía correr. «¡A la bóveda, cárguense
a quien salga al paso, lamecharcos!», clamó. Rilda estaba exultante al usar el poder
del báculo, quemando a cuanto adversario aparecía y maldiciendo mientras la banda
de bellacos de Firiethemji se abría paso entre las ruinas de la ciudad maldita.
Después de horas de caminata entre cellisca y frío, la banda llegó al refugio. Les
esperaban algunos criados, extrañados por no ver regresar a su ama, la gran hechi-
cera elfo oscura. Con una mirada dura y algo de fuego, Rilda les dejó claro quién
mandaba ahora. Mientras Yrtadil hacía el inventario de los tesoros y el resto se
lamía las heridas, ella se encerró en las estancias de su antigua maestra. Por fin el
báculo era suyo. No creyó que este día estuviera tan cercano. ¡Lo había anhelado
largamente! Tal como había dicho Firiethemji, la reliquia emanaba poder. Era claro
que se trataba de un artefacto de tiempos remotos, de cuando su raza aún dominaba
medio continente. Pero ella, Rilda, no se dejaría llevar por la locura de esa tremenda
potencia tan fácil como le ocurrió a la vieja hechicera elementalista. Eso fue lo que
la había perdido. En cada expedición a las ruinas de la ciudad se había hecho más
osada, pero también más ajena a la realidad. En sus últimos días, su maestra creía
firmemente que su destino era convertirse en una tormenta mágica, que se haría
una misma con la vorágine arcana que cubría la ruinosa ciudad de Ern-Da-Uhnst,
y que así ganaría el poder suficiente para desentrañar los secretos de esa urbe mal-
dita. Con ello podría conseguir que el Palacio de Sal recuperara su antigua gloria.

38 | EL NAHUAL ERRANTE
Hasta antes de este día, Rilda pensaba que proezas así eran quimeras. Pero el poder
que ahora empuñaba le estaba haciendo creer que sí era posible, eso y más. «Rildatu
del Fuego-Relámpago, señora del Palacio de Sal. No suena mal», pensó.
Desde que la liberó de la esclavitud, Firiethemji le dejó clara su condición. «Me
debes la vida, niña. Aprenderás conmigo, y tú y yo recuperaremos nuestra patria». A
decir verdad, no creía en los cuentos del Palacio de Sal. Pero Firiethemji había nacido
ahí hace siglos, antes de La Ruina. La difunta maga fue una de las que lograron huir
durante la batalla, en brazos de su madre. La maga le contó lo que recordaba: la
gran Ciudad-palacio de Diamante convirtiéndose en sal ante los embates del cielo y
del infierno, y miles de los suyos pereciendo en el campo de batalla. Los supremos
magos de los elfos oscuros blandiendo poderes anteriores a la creación, enfrentando
a los hacedores del mundo y el submundo…pero cayeron en esa última batalla, y así
feneció la Ciudad-palacio de Diamante, a la par que Ern-Da-Uhnst, Rhü-Foskhá, y
otras orgullosas ciudades del orbe. Junto con las ciudades desaparecieron imperios
enteros, y también se perdieron grandes linajes de los elfos oscuros en el mundo.
Pocos y errantes eran ellos, diezmados y rebajados, y ninguno con un propósito tan
fuerte de recuperar su hogar y su grandeza como la hechicera Firiethemji. Parecía
una mofa de los creadores del mundo, un destino cruel: tal como el gran palacio se
transformó de diamante a sal, los suyos pasaron de ser conquistadores a ser escla-
vos. Eran buscados para entonar canciones o dar placer, pero su vida no valía más
que los deseos del mejor postor. Firi se resistió. Huía y aprendía de curanderas y
brujas, tejía salmodios y pócimas, y aprendió a hablar la lengua del fuego, la del aire,
la de la tierra. Un día la atraparon al drogarla, y la vendieron como calientacamas
a un potentado. Era doncella y muy hermosa, y el hombre se embriagó de belleza y
poder al comprarla. Pero Firi se había llenado la sangre de lava y ácido, y en cuanto
el cerdo forzó un beso, su sangre se secó y sus entrañas ardieron como ascuas ante el
soplo del viento. La maga escapó, no sin las suficientes joyas para labrarse un nom-
bre. Años después compró a Rilda, la liberó y le enseñó. Y Rilda, que fuera una niña
vejada y asustadiza, ahora empuñaba la reliquia de fuego y relámpago… «Tak, tak,
tak». Los golpes sobre la puerta de pino negro la sacaron a fuerza de los recuerdos.
Yrtadil tocaba secamente. «Sal, Rilda, todos esperan que hables». Ya lo había deci-
dido. Seguirían buscando entre las ruinas por grimorios y artefactos, y se llenaría de
gloria. Convertiría a Yrtadil, la exploradora, en capitana de sus mercenarios, y de ahí
vendrían cosas aún más grandes, incluyendo el Palacio de Sal. Un poder tremendo
la embargaba, y se había propuesto superar a su maestra. «Rilda, también nos hace
falta gente si queremos explorar el Gran Alcázar la siguiente semana» la apresuró
Yrtadil. Con paso decidido, Rilda empuñó el báculo siseante de energía. Tendría que
conseguir más aventureros.
…Aceptaré por un décimo de lo que encontremos, zorra. Ahora que la maga murió,
solo yo puedo conducirlos a las mejores partes de la ciudad. Lo tomas o lo dejas».
Rilda estaba sentada en la gran silla de sabino gris al centro de la sala de la bóveda, el
báculo recargado en el respaldo. Había perdido el hilo de la perorata casi desde que
el hombre comenzó a hablar. La luz de la columna de fuego que servía de altar atraía
con fuerza la atención de sus ojos púrpura. Solo cuando la insolencia del saqueador
fue evidente, ella se dignó a mirarlo. Era alto y musculoso, de movimientos leoni-
nos, con unos ojos taimados y furiosos. Un perfecto idiota. La voz de Rilda lo acalló.

SASANILI | 39
«Entiendo perfectamente la situación, oh bravo Maaliset. Pagaré y con creces, no
sin antes indicarte tres detalles de esta negociación». El aire en la estancia quedó
quieto, incluso el chisporroteo del fuego se apagó. «Primero, ya tengo el mapa. No
eres imprescindible». Maaliset entornó los ojos, inquieto. «Segundo, yo soy la maga»
El báculo se iluminó con chispas azulinas y llamaradas verdosas y crecientes mien-
tras el bárbaro la veía airado. «Tercero, aceptarás, porque nadie contrata bribones
mudos» El rostro de Maaliset se congestionó, sus manos fueron al hacha que col-
gaba del cinturón, pero cayó de rodillas antes de empuñarla. Ahogó un grito, o más
de uno. Las manos se le crisparon, se tomaba de la garganta con desesperación, tra-
taba de respirar. Los labios rígidos lanzaron un aullido sin sonido, y un olor a carne
quemada llenó el aire. Con gritos sin resuello ni eco, el hombretón abrió la boca de
manera grotesca, entre escupiendo y vomitando. Ceniza salía de entre sus dientes, y
un vientecillo negro, socarrado. La elfo oscuro rió brevemente. El bárbaro respondió
escupiendo su lengua carbonizada, con la piel de mejillas y cuello cubriéndose con
llagas y ampollas. «Llévense al gran Maaliset al establo y cárguenlo con nuestros
avíos. Mañana salimos de nuevo a las ruinas.».

40 | EL NAHUAL ERRANTE
La caída de Carthus
Jorge Pardo Rodriguez

L os tambores de la guerra anunciaron su llegada aquel atardecer de otoño.


Eran estruendosos, como el rayo que anuncia tormenta. Aquella armada
había avanzado sin descanso durante días, y ahora, estaban a solo un kilómetro de
su destino, la que ellos pensaban sería su última batalla por aquellas tierras. Diez
mil jinetes de rinoceronte liderados por un raptor. La caballería más poderosa de
Azarath. La élite de la élite, liderados por la mismísima Atzara en persona. Ellos
lo sabían. Todos y cada uno en aquella fortaleza veían la muerte frente a ellos. Sin
embargo, no se inmutaron. Diez mil rinocerontes… que importaba. Aun así, no
podían dejar de ser precavidos, muros de granito y puertas de acero no pararían
una embestida de tales bestias. Estaban en desventaja y saberlo solo hacía que les
hirviese la sangre; se habían dignado en pisar sus tierras, así que les darían un lindo
regalo de bienvenida.
Para la señora de guerra, aquella era una cacería más. Se había vestido de gala para
aquel encuentro. Mientras que sus jinetes vestían armaduras completas de cuero o
acero, ella iba embutida en unas mallas traslúcidas de tonos oscuros.
—Cobardes aquellos que hacen la guerra desde lejos —, gritó al enastar su bandera,
viendo a los ojos de la fortaleza: pozos de eterna negrura custodiados por dos motas
plateadas.
Aquello no pasó desapercibido para los caballeros quienes salieron vomitados por
las puertas, novecientos hombres armados con dagas torcidas y grandes espadas.
Los yelmos en pico y chaquetas de cuero, el nombre de su casta.
Atzara volvió a su raptor, y la máscara rota esmaltada en la bandera desencajó una
sonrisa cuando su señora gritó:
—¡Aplastadlos!
El valle se volvió un caos. La estampida de rinocerontes bajó la colina tras la carrera
del raptor, —una victoria fácil —, pensó Atzara, pero el grito de cierto hombre hizo
palidecer y sudar a la intrépida guerrera.
—¡Fuego!
El cielo se tiñó en negro mientras una lluvia de flechas cayó sobre la armada. Atzara
logró evadirlas gracias a la agilidad de su montura, pero sus tropas no corrieron la
misma suerte. La tercera parte de sus tropas yacían ancladas al suelo los las lanzas
que eran flechas, y el resto habían roto la formación al dispersarse por la planicie a
los pies de la colina.
—¡Voy a clavar mi lanza en tu cabeza hijo de puta! —, gritó mientras soltaba las
riendas del raptor, momento en el que dos rayos rojos serpentearon los cielos hasta
caer en sus manos, tornándose en dos lanzas envueltas en vendas sangrientas—.
¡Add, de esta no te escapas!

SASANILI | 41
Atzara sonrió mientras tres de los caballeros volteaban en su dirección. Uno arre-
metió, pero ella saltó del raptor hacia los otros dos antes de que el espadón la alcan-
zara. El crujir de los huesos se hizo evidente, así como los gritos ahogados de los
hombres al ser despojados del corazón y la pelvis. Atzara no se quedó quieta, se dio
vuelta con una sonrisa y vio al caballero restante junto al raptor ahora decapitado
—Quedamos sólo tú y yo, cielo —, y sacó las lanzas del cuerpo de los caídos.
El caballero no respondió. Reposó su espada a lo largo de su brazo izquierdo y diri-
gió la punta a la cabeza de la mujer.
Mientras tanto, los jinetes habían logrado reorganizarse a medias, habían acabado
con cuatrocientos pero el golpear y huir de los caballeros era incluso más desgas-
tante, corrían entre los cadáveres como una jauría de perros, mordiendo y escapando
cada que uno de los jinetes lograba darles el frente, habían decapitado a muchos y
derribado a otros tantos, no sin perder hombres también, aquella carnicería se había
vuelto una corrida de toros en equipos, donde ambos bandos habían perdido tantos
miembros que la llanura se vistió de rojo y cuero gris, vestido que fue decorado con
una nueva lluvia de flechas.
—¡Mantened la posición! —gritó Atzara al ver como las flechas cercaban un muro
que hacía correr a los jinetes hacia las fauces de la fortaleza, cerradas de nuevo al
tragarse a sus perros.
Aquello no podía llamarse descanso, si bien la lluvia de flechas había parado, eso
sólo era posible al estar a la sombra de la propia Carthus, —a esta distancia es impo-
sible hacer llover esas cosas— pensaba Atzara, hasta que dos impactos de proyectil
volaron en sendas explosiones los flancos de la caballería. Segundos después, otra
centena de jinetes y rinocerontes yacían muertos del otro lado del muro de flechas.
Atzara miró furiosa los muros, donde un arco largo de plata y un carcaj lleno de
jabalinas acompañaban a aquel que le devolvía la mirada con ojos de grisáceo hie-
rro. ¿Acaso era aquello lastima?
Un nuevo grito de guerra asoló aquella planicie. Los jinetes se formaron en "V" a
ambos lados de Atzara mientras ésta volvía apretaba con furia sus lanzas.
—¡Cargad!
Impacto directo. La estampida despidió una lluvia de escombros que llegó hasta el
muro de flechas levantando una nube de polvo y arena tan alta como la propia forta-
leza, si es que a aquella media herradura se le podía seguir llamando muralla. Atzara
avanzó despacio, vio a los jinetes acariciando sus monturas por última vez, haciendo
lo posible para que dejaran de llorar. Huesos crujiendo, cuerpos aplastados, decapi-
tados y mutilados. Esa era la música que el bardo del cielo le entregó antes de disipar
el polvo, descubriéndola indefensa junto a sus hombres, rodeados por una jauría de
dientes de acero afilado, garras de hierro torcido y un lobo de plata que los acechaba
desde lo alto.
—¡Vamos cobardes, peleen!
Y así hicieron Atzara y sus hombres, lanzas y alabardas en mano formados en una
esfera donde apenas podían moverse sin pinchar al que tenían al lado. Uno, dos…
ya no valía la pena contarlos, incluso habían olvidado que ya no llovían flechas, las
embestidas los empujaban de a poco al centro del patio donde incluso más lobos se
unían a la jauría. Sin embargo, ni soldados ni caballeros conocieron la muerte enton-
ces.

42 | EL NAHUAL ERRANTE
—¿Por qué no nos matan? —se preguntó Atzara, viendo que ya casi tocaban las
puertas del salón principal.
Entonces, los caballeros tomaron distancia, tan rápido que casi parecían temero-
sos de algo. No, aquello había sido un fracaso desde el comienzo, ya no tenía sentido
demorar aquello. ¿La dejarían viva entonces?
Las respuestas vinieron condensadas en una ardiente explosión que la mandó
fuera de la muralla.
Atzara sólo pudo ver aterrada como los trozos calcinados de sus hombres caían
desperdigados por todo el lugar.
Cuando pudo, arrastró penosamente su cuerpo hasta sus lanzas, y usándolas luego
como bastones regresó al patio. Sólo quedaba ella en aquel mar de cenizas. Las lan-
zas se rompieron y ella cayó de rodillas, mientras la sangre comenzaba a brotar de
sus labios. Somnolienta miró hacia abajo viendo como una larga hoja le atravesaba
el estómago.
No sintió dolor. Ni siquiera cuando aquel hombre cubierto en metales plateados y
capa azul le arrancaba el espadón del pecho. Sus ojos se cerraron con pesar mientras
aquel que le daba muerte salía de la fortaleza, con su sangre aún fresca sobre la hoja,
escoltado por el aullido de los lobos.

SASANILI | 43
El rescate de los prisioneros
Juan Andrés Capalbo

E n la sala de reuniones el rey estaba reunido con el Aldous, el hechicero y


el general Manrique. Habían recibido la noticia de que un grupo de orcos
tendió una emboscada a una partida de soldados.
—Me pregunto qué querrán esta vez... es raro que secuestren a todo un grupo.
—Seguramente pedirán oro o alimentos, quizás tengan problemas de suministros.
Sus conjeturas serían respondidas pronto, porque en ese momento se abrió la
puerta y alguien entró por ella.
—¡Capitán! —exclamaron.
Un hombre vestido de soldado entró a la sala. Su uniforme estaba sucio y raído.
Hizo una torpe inclinación antes de decir:
—Disculpe mi aspecto, majestad, estuve en ese calabozo varios días, creo...no quise
demorar más las noticias.
—No te disculpes — dijo el rey — no sabés cuánto nos alegra verte. No te quedes de
pie, sentate y servite algo para tomar.
—Gracias — dijo el capitán mientras agarraba una copa y se servía vino.
—¿Cómo están los otros? - preguntó el general —¿Tuviste contacto con ellos?
—Sólo con algunos, no estábamos todos juntos. Pero los que estuvieron presos
conmigo se encuentran bien, al menos por ahora.
—¿Y por qué dejarían de estarlo?¿Qué quieren?
—Tengo las peticiones de los orcos. Liberarán al resto a cambio de una considera-
ble cantidad de oro, alimentos y que cedan la región sur.
—¿Ceder la región sur? - exclamó el rey aferrando con fuerza los apoyabrazos de
su sillón.
La región sur limitaba de forma directa con un campamento de orcos y siempre
había sido el escenario de conflictos y enfrentamientos entre ambos bandos. En gue-
rras pasadas, los orcos habían intentado tomar la ciudad por asalto, pero parecía que
esta vez cambiaron de estrategia. Todos se habían quedado mirando al monarca,
esperando que dijera algo acerca de las peticiones que acababa de oír.
—No cederemos terreno — dijo al fin.
—¡Exacto! - dijo el general dando un golpe en la mesa — permítame encabezar un
ataque y pondremos fin a esto.
—No, si lanzamos un ataque abierto será una sentencia de muerte para todos los
prisioneros. Debemos ser cautos — dijo tocándose el mentón en una actitud pensa-
tiva. Miró al hechicero interrogándolo.
—Puede enviarles el oro — dijo después de haber permanecido todo el rato en silen-
cio- o al menos una parte y ellos lo tomarán como una muestra de voluntad para
negociar. Incluso puede enviarles una contraoferta y así ganar algo de tiempo.
—Les enviaremos un mensajero y al mismo tiempo un ataque comando para res-
catarlos. Lo dirigirás en persona — le dijo al general.

44 | EL NAHUAL ERRANTE
—Majestad, me gustaría participar — dijo el capitán — quiero ser parte del grupo
que libere a mis compañeros y además ya estuve ahí, puedo ser de ayuda.
—Que te examinen primero, luego el general decidirá. A propósito, ¿qué pasó con
Theo?
Theo era un bravo soldado que tenía en su haber varias batallas y había recibido
reconocimientos por su desempeño, más de uno por el rey en persona. Era el tipo de
soldado que podía definir el destino de una batalla.
—Él está bien, durante la emboscada soltó sus armas para que no dañen a nuestros
compañeros. Él será el último liberado.
Lógico — soltó el rey con amargura. - No perdamos más tiempo.
Todos estuvieron de acuerdo. Levantaron la reunión y comenzaron los prepara-
tivos sin demora. El capitán pasó su visita médica y el general le dio permiso para
acompañarlo en la misión. Reclutaron al resto del grupo, mientras el monarca pre-
paró un cofre de oro para enviarlo con un negociador que les haría saber a los orcos
de la voluntad del mandatario para negociar con ellos, ya que quería preservar las
vidas de sus soldados. Al mismo tiempo, el grupo comando se dirigiría a la región
sur para realizar allí sus últimos preparativos.
Antes de cumplir el plazo fijado por los orcos, partió el grupo de soldados junto
al mensajero que llevaría el oro, quién contaba con una escolta. La comitiva viajó
sin inconvenientes, ya que el trecho que debían recorrer no era zona en la que se
desarrollen conflictos o a la que los orcos pudieran acceder fácilmente. Al llegar a
la región sur, las puertas de la ciudad se abrieron para dejarlos pasar. El mensajero
con el cofre esperaría allí a que el grupo de soldados se alistara. El general se ofreció
a guardar él mismo los cofres en sus aposentos para evitar problemas. Al llegar allí,
vio a un hombre sentado que parecía esperarlo. Dejaron los cofres en el piso y miró
al sujeto.
—Theo ¿dónde están los demás?
—En la barraca ¿Cómo salió todo?
—A pedir de boca, allá ustedes son mártires que fueron capturados.
—¡Ah!¡Cuándo se enteren que no fue así! ¿Qué pudieron traer?
—Oro, soldados y algunas armas. Hay un mensajero que, en teoría, les llevará el
oro a los orcos y una propuesta, y después la respuesta al rey. Pero en vez de eso, les
llevará nuestro mensaje...¿Sabés que lo tomará como traición?
Eso es lo que es, pero al menos, controlaremos esta región — dijo mientras servía
vino para ambos.

SASANILI | 45
El destructor de Shamnar
Rafael Aguirre

E l elfo llamado Aranur cabalgó con furia a través de los restos calcinados de
la ciudad de Shamnar hasta que por fin pudo dar alcance a Panegros, el
dragón diamante, uno de los desterrados hijos de Kaudrull, la Serpiente del Caos.
El viento abrazador agitaba su cabellera gris y la ceniza cubría su rostro marcado
por la ferocidad de múltiples incursiones en contra de Ebraxys, el Imperio Brillante.
Vestía una armadura de placas abollada y un abrigo de plumas de cuervo aleteaba
sobre su espalda. El jinete disparó en repetidas ocasiones contra la creatura divina,
pero sus flechas cargadas con potentes sortilegios de ponzoña y aletargamiento
fueron repelidas por las impenetrables escamas, había enfrentado muchos enemigos
durante su estancia en aquella dimensión pero nunca uno tan formidable como
éste. Mientras tanto, Artabax, el Invocador, armado con una vara reluciente volaba
montado en un gran halcón de guerra creado a partir de hechicería tratando de
convocar asistencia pues sus encantamientos anteriores tampoco habían surtido
efecto alguno en la bestia.
—¡Vamos! ¿qué estás esperando? ¿también se te acabaron los trucos? somos los
últimos defensores en pie y tú pierdes el tiempo de manera miserable, además,
recuerda que me prometiste que cuando esto terminara me enviarías de vuelta a
casa, estoy cansado de pelear tus batallas, creo que ya es hora de que comience a
pelear las mías— gritó Aranur
—Esto toma su tiempo, mercenario, además, el ser un Elfo de la Bruma no te capa-
cita para comprender lo que implica trabajar con las fuerzas que sostienen al uni-
verso, sé que algunos de ustedes son versados en la magia pero te he observado bien
y me he dado cuenta de que no es lo tuyo, así que gana tu paga y haz lo que mejor
sabes hacer que es pelear— respondió malhumorado el mago.
—Como gustes, veamos quien será el último en caer— murmuró el guerrero mien-
tras trataba de rodear al dragón.
Panegros agitó sus alas con violencia y la ventisca provocada arrancó del suelo al
combatiente y sacó de balance a Artabax quien terminó estrellándose de manera
irremediable contra los escombros. Aranur maldijo y escupió sangre mientras se
incorporaba para continuar, dio por muerto al hechicero y tomó una espada larga
de entre la silla de su montura inutilizada. El monstruo vomitó potentes ráfagas
blanquecinas cuya fuerza hacia vibrar los cimientos de las pocas construcciones a
su alrededor. El elfo rodó esquivando cada ataque con atléticos movimientos pero
de un momento a otro terminó por perder el aliento al no encontrar la manera de
acercarse lo suficiente a la creatura quien comenzó a burlarse de él esbozando una
sardónica sonrisa.
—Te he estado observando, escoria, sé lo que intentas, no me tomes por estúpido, no
soy una vaca idiota a la que puedes montar y doblegar, juro que ganaré este maldito
mundo para mi madre y todos mis hermanos, junto con tu vida—bramó el dragón.

46 | EL NAHUAL ERRANTE
El mercenario no respondió y el punzante aliento de la creatura divina llegó hasta
él pero este no dio muestras de miedo pese al escozor que le comía la piel.
—No eres tan débil, basura inmunda, este mundo infecto pronto será mío y tam-
bién tu tumba.
—No hagas promesas las cuales no puedas cumplir— respondió Aranur con reso-
lución.
—¿Es todo lo que tienes mercenario? creí que podía esperarse mucho más de Ara-
nur, el Destructor, el Usurpador, el Azote de la Serpiente, y me parece que no estoy
exagerando —dijo una voz directo en la cabeza del contendiente sorprendido—. No,
no te molestes ni te preocupes por mí, he guardado para ti mi último hechizo, sólo
estaba esperando el momento, así que ve y termina con ese hijo de perra, ¡hazlo ya!,
por cierto, nunca escuches a un dragón, la lengua de los hijos de Kaudrull puede ser
veneno puro si les concedes demasiada atención.
La voz del invocador se fue diluyendo hasta convertirse en un murmullo y tras de
Aranur se dibujó un circulo luminoso y de él emergió una inefable mujer de túnica
celeste cuyos ojos eran dos abismos de paz y sabiduría, sin perder tiempo la fémina
tendió en los cansados brazos del guerrero una gran lanza de metal refulgente y cris-
talino la cual parecía latir con vida propia.
—Esta es Borrasca, sólo puede ser utilizada por alguien destinado a terminar con
los hijos de Kaudrull, no pierdas más tiempo y acaba con él, es todo lo que debes de
saber, aún puedes defender esta realidad.
Aranur asintió y tomó la reluciente arma que la aparición le ofrecía para luego dis-
ponerse a atacar el punto débil de la creatura. Sin dudarlo, el combatiente arrojó el
arma hacía su objetivo y esta silbó impulsada por la magia de la cual estaba imbuida
perforando el ojo izquierdo del reptil hasta llegar a su cerebro, la creatura aulló y su
dolor ardiente hizo eco entre las ruinas de la ciudad mientras su cuerpo descomunal
se desplomaba sobre los escombros. El ganador gritó golpeando el aire para celebrar
la victoria y luego se desvaneció, al despertar ya no había ciudad ni rastros del mago
ni los restos de la bestia así como de la aparición convocada, ahora se encontraba en
una habitación húmeda iluminada por una tenue flama, en el centro del recinto se
hallaba Artabax quien vestía un jubón negro y al ver al elfo comenzó a aplaudir de
manera pausada.
—Bien hecho mercenario, bien hecho. Tardaste un poco en aparecer y mientras las
cosas se han complicado, ahora que nos deshicimos de Panegros sus hermanos y su
madre buscan venganza y tratarán de esclavizar este mundo, tal como él lo intentó
en Shamnar, me temo que aún no puedo dejarte ir debido a que nuestro destino
está compartido con los de su especie y con el de muchos otros seres en el universo,
digamos que mi trabajo es ponerle las cosas difíciles a los dragones y para eso he de
convocar a diversos campeones, tú entre ellos.
—No es mi problema, yo sólo deseo regresar a casa y finiquitar mis asuntos, no
me importa tu estúpida cruzada ni el universo,si no regreso con mi familia no me
importa lo que pueda pasar al universo, o más bien, a tu universo— dijo Aranur
mientras sus manos se crispaban.
—Entiendo, toma las cosas con calma, sé que te he dado muchas largas y a estas
alturas sientes que me he estado aprovechando de ti todo el tiempo, nada más lejos
de la realidad, todo ha sido con un fin mucho más alto del que crees, si ellos ganan

SASANILI | 47
no quedará a donde puedas regresar,ellos son poderosos e inteligentes, más de lo que
puedas imaginar y por ello son una fuerza a combatir, por sobre todas las cosas, lo
de Shamnar no fue más que una avanzada,no necesitan de un ejército porque cada
uno de ellos lo es por sí mismo, imagínalos combatiendo juntos, sería el fin de todo,
y con respecto a tu batalla no estuvo del todo mal pero debes tener en cuenta que
no es lo mismo luchar contra hordas enteras de trasgos y soldados ebraxianos que
contra dragones, eso ya lo aprenderás con el tiempo, claro, si es que deseas seguir
colaborando conmigo, como ya te diste cuenta hacemos un gran equipo— dijo Arta-
bax con cautela al tiempo que entregaba la lanza mágica al guerrero.
—¿Tengo alguna elección?
—Claro que sí, siempre la tuviste y mientras los dragones existan necesitaré de ti—
dijo el mago mientras un rugido ya conocido por ambos hacía vibrar las paredes de
la habitación.
—Mierda, aquí vamos de nuevo— refunfuñó Aranur.

48 | EL NAHUAL ERRANTE
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Los Nahuales

Leonora Zea: Bruja, hechicera, curandera de las


palabras, las ideas y los sueños. Perseguida y buscada
por hereje, por ir en contra de las reglas y las normas de
la ciudad Mirtos, ciudad de frío y hierro.

Florencia FraPP: Todos en el mundo somos grasas,


no hago distinción de sexo y raza.

Ángel Diaz: Ermitaño, viajero del mundo. Estudioso de


aquellos libros escondidos o rechazados. Cazador de palabras
y de malas ideas. Verdugo de atrapasueños y coleccionista
de historias por contar.

Escoria Medina: Procedente de una mente


descompuesta. Mediocre intelectual, andrógino, Dios
fantoche de logros pueriles, de creaciones aberrantes e
inestables. Todo un fraude.

EL NAHUAL ERRANTE

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