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Número 9

Horror Erótico:
Sexo y otras muertes
EL ARTE DE LA TRANSFORMACIÓN Y EL MIEDO

Título: El Nahual Errante #9 Horror Erótico: sexo y otras muertes


Fecha de publicación: 13/10/2022
Maquetación y diseño editorial: Belem Medina
Consejo Editorial: Leonora Montejano, Miguel Diaz
Portada: Arkhano-13
Ilustarción del cuento "Nuestra amorosa pesadilla" por Merlin-VI
Playlist: Arely Fuentes
Contacto: elnahualerrante@gmail.com
Página: https://elnahualerrante.com
El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/dis-
tribuidoras.

EL NAHUAL ERRANTE
Contenido
Carta Editorial
Horror Erótico: sexo y otras muertes 4

Omeyolloa
ALGUNOS APUNTES SOBRE EL HORROR ERÓTICO 6

Amoxtli
Carmilla y el horror erótico 10
La ironía del sexo 12

Tlatlapana
Alucarda14
La Mort Éternelle 16

Icnocuicatl (Canto Triste)


No me sirven las palabras, gemir es mejor 20

Sasanili o El Arte de Narrar


Nuestra amorosa pesadilla 23
Anna25
Hotel paraíso 28
El aroma de sus cuerpos 31
Alpha34
Escape35
Bacanales38
Solo para desahuciados 41
Deseo y desesperación 43

Los Nahuales

CONTENIDO
Carta Editorial

Horror Erótico:
sexo y otras muertes

El horror y el erotismo tienen en común lo desconocido y lo oculto. Todo aquello


que pasa en la oscuridad, algo que todos saben, pero nadie se atreve a hablar, eso
que te eriza la piel y te hace preguntarte si ya has alcanzado la muerte.
El número 9 del Nahual Errante fue seleccionado para homenajear aquello que
nos crea sensaciones tan profundas que ya sea por miedo o goce, queremos seguir
viendo, imaginando, sintiendo. No es fortuito que el sexo, el erotismo y el terror
sigan siendo, hasta hoy en día, pilares en las artes que nos rodean, por lo que quisi-
mos brindar un espacio a nuestros lectores en donde pudieran expresar de manera
escrita esos miedos y deseos, esos placeres y fobias que nos fascinan. Mandamos
una espacial felicitación a Lord Crawen por su cuento “Nuestra amorosa pesadilla”
el cual fue elegido como el mejor texto de esta convocatoria e ilustrado por Mer-
lin-VI.
Extendemos la felicitación a los textos que fueron seleccionados para aparecer en
esta edición. También agradecemos a nuestros colaboradores quienes hacen posi-
ble la revista.
Esperamos que este número sea de su agrado, así como lo fue para nosotros tra-
bajar en este número lleno de terror, suspenso y deseo sexual.
El Nahual Errante les desea un feliz Halloween.
Leonora Zea

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CARTA EDITORIAL | 5
Omeyolloa

ALGUNOS APUNTES SOBRE EL HORROR ERÓTICO1


Carlos Enrique Saldivar

E n una exposición pasada


manifesté que en el libro
«La civilización del horror. El relato de
blecido, de lo tradicional, explorar más
allá, y el sexo es todavía un tabú en las
obras de arte de varias culturas.
terror en el Perú», el académico Elton El cine sería el paradigma. De hecho,
Honores Vásquez hace el distintivo entre he notado que en las décadas del setenta,
el terror, el horror y el gore, con base en ochenta e incluso noventa del siglo
las aseveraciones de diversos expertos pasado había una mayor valentía y mejor
en el tema, como Stephen King y David recepción para cintas de este tipo; hoy en
Pringle. En resumidas cuentas: el terror día, el conservadurismo tonto e hipócrita
es un síntoma, una sensación, una de Hollywood (que es la cultura que más
respuesta mental ante el daño y la muerte, tenemos a mano, pues la globalización
es saber que hay algo monstruoso al otro no sirve tanto para que nos mostremos
lado de la puerta. El horror, en cambio, al mundo, sino para que compremos lo
es una respuesta física y somática ante que viene de afuera, y asimilemos sus
una amenaza palpable, es ver cara a cara costumbres, lenguajes, modelos, esto
al monstruo que ha abierto la puerta y se incluye sus taras) ha hecho que muchas
aproxima. El gore es cuando el monstruo personas o grupos constituidos recha-
le arranca las entrañas a la víctima, de cen aquello que consideran «se sale de
modo gráfico y sin sutilezas. Esto, solo la norma» (de convivencia social, moral,
por poner un ejemplo para que se puedan religiosa y demás ataduras), lo cual es
conocer las tres acepciones. errado, pues, como dije en una entre-
Por otra parte, el erotismo es una sen- vista, parafraseando a otros escritores
sación y/o una situación de pasión, lubri- que admiro y tienen calidad: «la ficción
cidad, sensualidad, donde la desnudez y lo soporta todo»; los personajes de fic-
la acción del cuerpo se unen a diversos ción puede ser y hacer cualquier cosa, las
factores, como el acto sexual, en cual- leyes éticas no se les aplican, porque al
quiera de sus manifestaciones (norma- ser entidades imaginarias se encuentran
les o extravagantes). Esto es posible tra- más allá del bien y del mal.
tarlo en una ficción de cualquier índole. Por otro lado, está el horror, el cual,
En muchos trabajos artísticos se puede como señalé al inicio, es intrínseco
hablar de erotismo, aunque las mani- al terror, como las dos caras de una
festaciones, de las cuales comenté, sean moneda. Y, por supuesto, el erotismo y
explícitas: sucede que el artista siempre el horror han funcionado muy bien jun-
busca experimentar, salirse de lo esta- tos desde hace mucho. Esta feliz comu-
nión se da muy bien, sobre todo en la
1 El presente texto fue leído en la AntiFil 2017 el 16 de julio de ese mismo año.

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literatura, que es un terreno donde los sición cité al respecto: «Quizá el terror,
más altos o más bajos placeres del ser esa percepción perturbadora con res-
humano o no humano pueden moverse pecto hacia el daño y la muerte, se halle
a plenitud, porque el discurso, en este ligado, en ciertas circunstancias, al acto
caso, está construido con base en pala- sexual, el coito, lo que se encuentre antes
bras. El lector asume, imagina, decodi- y después del mismo, y los elementos
fica, reconstruye y tiene así el proceso que lo circunden, el sujeto, el cuerpo, el
ficcional completo. El texto completo. objeto de deseo, los escenarios, los diá-
Un relato de horror erótico. ¿Por qué logos, el deseo, el amor. Ambos, el terror
ambos géneros funcionan tan bien jun- y la pasión pueden conducir a la destruc-
tos? Gracias a la lectura de algunos tex- ción del individuo.» Aquí no queda fuera
tos, puedo atisbar un par de respuestas. el placer, al menos no al inicio, porque
En esa genial novela El arte más íntimo, una promesa de placer se convierte ya en
de Poppy Z. Brite, la sexualidad estaba una sensación de placer y en un placer
presente en toda la obra, latente al inicio primario (luego viene el placer puro: el
y luego en todo su esplendor: puro sexo, éxtasis); y cabe decir que muchas veces
homosexual, entre hombres. La pareja el dolor y el placer pueden ir muy bien
psicópata unía al coito las más aberran- de la mano, así como funciona el goce
tes acciones posibles. Para los asesinos, que puede sentir un individuo (de la rea-
era muy importante hacer el amor con lidad o sobrenatural) sabiendo que está
sus víctimas para en cierto momento, haciendo daño.
durante el acto, abrirlos en canal, dego- Por diversas lecturas, como los espe-
llarlos, o destriparlos, a fin de beberles la ciales de horror erótico en las revistas
sangre y comerse su carne y luego hacer publicadas este año: «Letras y demo-
de todo con sus cuerpos moribundos o nios», número 2 (digital y de descarga
ya muertos. Eros y Thánatos, el amor (o gratuita, editada en México), y «Nicto-
el acto amoroso) y el daño y la muerte. filia», número 2 (impresa, publicada en
La tentación que envuelve a los indivi- Perú), he podido entrever que este fenó-
duos y los lleva a vivir una aventura que meno o elementos que crean el efecto
termina con los curiosos. En otra expo- de terror en un contexto erótico, o que

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parten de lo erótico, o que conducen a tra de cuentos peruanos de terror, que
lo erótico tienen mucho en común: por compilé, hay textos que unifican ambos
ejemplo: lo morboso de las situaciones, temas, como “La criatura de los hume-
personajes que se sienten insatisfechos dales”, de Liliana Flores Vega, que ganó
y buscan un sentido a sus vidas (aunque el Primer concurso de cuento de terror
sea momentáneo, pues se trata del pla- de la Sociedad Histórica Peruana Love-
cer, que es posible, más no de la felicidad, craft; y la lista de autores peruanos sigue
que es imposible) y trasgreden el sistema con los relatos cortos “Reencuentro”, de
establecido en pos de lo prohibido, y esta Julio Cevasco y “Ojo por ojo”, de Jeremy
búsqueda tiene resultados, en casi todos Torres-Montero.
los casos: catastróficos para el personaje Para terminar, el escritor y crítico de
humano, que se topa con el monstruo cine español Carlos Serrano Galán nos
(humano o fantástico), no es el encuentro dice en su libro de artículos sobre cine
con la bestia lo que produce horror, sino No recomendado para menores, en el
cuando se muestran las reales intencio- texto “Los límites del cine”, que: «Sade
nes del engendro, cosa que a veces puede tenía razón cuando escribía aberracio-
intuir el lector, y, seguramente, también nes no solo para escandalizar a la socie-
la víctima, pero a veces no le importa, se dad represora y bienpensante sino como
entrega a su destino, porque el goce, el expresión de libertad. “Solo mi Deseo es
deleite es demasiado fuerte, a pesar de la ley", sentenciaba cada vez que podía el
que la muerte es inevitable. Divino Marqués. A finales del siglo XIX
En la literatura peruana tenemos ejem- estaban muy de moda los Dandys, el
plos muy buenos de terror aunado al Simbolismo y toda una revolución cultu-
erotismo. ral que en parte reivindicaba la rebeldía,
Nastia T. tiene un libro finalista del el Mal frente al Bien burgués e hipócrita.
concurso de literatura erótica La son- Había que elegir el Mal, en palabras de
risa Vertical 2000; este recomendable Luís Antonio de Villena, para no aca-
volumen de cuentos se titula “Hume- bar asfixiado por la represión religiosa,
dad de las orillas”, donde, entre otros social y pseudoliberal. El Malo era libre
relatos, hay un texto de nombre “Para frente al buen ciudadano aburrido pero
comerte mejor”, acerca de una pareja que era más peligroso ya que sustentaba
que encuentra placer: devorando él a su una sociedad materialista, consumista y
consorte, siendo devorada ella. Carlos enjaulada en las buenas costumbres y la
Carrillo posee un excelente libro de rela- hipócrita moral cristiana. A veces el cine
tos titulado Para tenerlos bajo llave, de más impactante solo tiene un objetivo:
varias ediciones, donde se puede encon- sacudir las mentes y despertarlas de su
trar de todo, desde zoofilia, hasta ase- sueño dogmático (al estilo Kant). Hacer-
sinos psicópatas, y casi todos los cuen- nos dudar sobre lo que está Bien y Mal,
tos tienen elementos de terror muy bien y de que hay algo más allá de nuestras
narrados y ambientados, y lo erótico es estrechas limitaciones morales, políticas
pieza fundamental, en varios de ellos. y sociales.»
Gonzalo Del Rosario también ha tra- Si el terror ya es un género trasgresor
bajado el erotismo aunado al terror en al quebrar moldes dentro de nuestra
algunos cuentos de buenísima factura, literatura, al brindar otro tipo de lectu-
como: “La isla” (de su extraordinario ras, al mostrar nuevas formas de expre-
libro (Cuentos pa´kemarse) y Sigues sión literaria, el horror erótico puede ser
mojando mis sueños. En Tenebra:mues- el rompimiento definitivo de todos los
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tabúes, una manera bastante propicia y
oportuna de representar el mundo que
nos rodea y los mundos que llevamos
dentro, un modo de hacernos felices (en
cierta forma cercana a la irrealidad) y al
fin libres.

Lima, julio de 2017

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Amoxtli

Carmilla y el horror
erótico

Escoria Medina

C armilla de Sheridan Le
Fanu fue escrita en 1872
y actualmente es considerada una de
Todas las piezas se van uniendo al final de
la novela para desenmascarar a Carmilla
y de ese modo acabar con el vampiro.
las obras cumbres para el estudio de la Carmilla es una extraordinaria narra-
literatura gótica. La narración se centra en ción donde los personajes principales
Laura quien a su vez nos narra la terrible están a cargo de mujeres sin la interven-
historia que sucedió durante su juventud ción emocional de los hombres. Incluso,
y de la cual aún posee temores nocturnos podría afirmar, que la presencia es poco
por no poder olvidar tan terrible acon- significante para la trama de la novela.
tecimiento. En dicha anécdota se nos Esta obra posee elementos de la literatura
cuenta la llegada repentina de una joven gótica no sólo por su personaje principal
desvalida de nombre Carmilla. Ambas vampírico como presencia sobrenatural,
jóvenes crean un vínculo sentimental además, podemos observar elementos
profundo del que Laura se verá afectada medievales como el castillo donde vive
ya que Carmilla va consumiendo la vida Laura y su padre, así como el exotismo
de Laura lentamente. Además, la muerte donde se desarrolla la historia.
se cierne entre la población ya que una El erotismo que rodea la novela es una
extraña enfermedad comienza a drenar característica importante para la com-
a las mujeres hasta llevarlas a la muerte. prensión del texto ya que, a diferencia
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de otros escritos vampíricos, como por
ejemplo La muerta enamorada o No
despertéis a los muertos donde la per-
dición del personaje principal (hombre
altamente religioso) se ve corrompido
por la presencia femenina que, a su vez,
es la razón de los elementos sobrenatu-
rales de la obra. En Carmilla volvemos a
ver la misma ecuación desarrollada, pero
quien se ve afectada por esta presencia
diabólica es Laura quien termina pren-
dada de Carmilla y a su vez, Carmilla no
busca la perdición total de Laura ya que
la novela corta deja ver que su naturaleza
de bebedora de sangre la lleva a consumir
la vida de Laura sin llevarla a la muerte.
En el siguiente fragmento se logra apre-
ciar la relación erótica de ambas chicas.
Con una expresión de regodeo, me atraía
hacia ella y sentí sus cálidos labios co-
rriendo por mis mejillas mientras ella su-
surraba, casi en sollozos:
—Tú eres mía, serás mía, tú y yo somos
una para siempre.
Luego se echaba para atrás en su silla, cu-
briéndose los ojos con sus pequeñas ma-
nos, mientras me dejaba temblando.
—¿Será que somos parientes? –le pregun-
taba–. ¿Qué quieres decir con todo esto?
A lo mejor te recuerdo a una persona que
has amado. Pero no puede ser. No me gus-
ta. No te conozco. No me conozco a mí mis-
ma cuando me miras así y hablas de esa
manera. 1
Le Fanu logra un texto potente, con
personajes muy bien dibujados mos-
trando una auténtica voz femenina en
ambas chicas. De esta novela se han des-
prendido varias puestas fílmicas como
Alucarda, que es parte del cine de terror
mexicano y cine de culto. Ambas obras
trasgreden con su alto contenido erótico
para sus respectivas épocas de publica-
ción y demuestran que las vampira son
el estandarte de la literatura erótica de
horror.

1 VV AA (2010) Vampiras: antología de relatos sobre mujeres vampiro. “Carmilla”. Sheridan Le Fanu, Valdemar, (49-138) Madrid

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La ironía del sexo
Deliet

E l amor desbordado, cargado


de sensualidad, es placer, es
erotismo, es el contraste entre lo platónico
del otro, que, para ella, es igual a todos y
a uno solo. O los deseos apabullantes de
la pubertad incluso si es hacia un fami-
y lo idílico. Platón afirma que Eros fue liar. Leonora busca cuestionar las pos-
concebido por Poros (la abundancia) y turas correctamente políticas (tanto de
Penia (la pobreza), de ahí sus contrastes la mente y el cuerpo) y presenta a seres
y sus extremos. A veces cargado de culpa, humanos dejándose llevar enteramente
otras de obsesión. Entonces, hablar de un por su personalidad lasciva. Es así que la
“antieros” es abandonar esos extremos edad tampoco es una barrera, como tam-
para encontrarse en la ausencia del amor poco lo es la puerta entreabierta que nos
y dejar paso sólo a lo carnal. permite husmear para encontrar la deli-
cia de los cuerpos desnudos y la mirada
Antierotica de Leonora Zea aborda hambrienta de lo prohibido.
este tipo de relaciones donde el amor Sí, la falta de barreras morales presenta
sobra, ha dejado de existir para dar paso también el tema de la violación en dis-
al puro acto sexual, pero, no por eso, sin tintas disonancias cuestionándonos si el
efecto. Lejos está el acto del hombre sin deseo desbordado es una excusa asequi-
una consecuencia de por medio y es ahí ble que nos convierte en animales. Leo-
donde la escritora mexicana nos pre- nora plantea distintos discursos, todos,
senta textos crudos donde sus persona- entorno al sexo y al placer que da pie a
jes abandonan sus deliberaciones éticas la culpa para después dejarse persuadir
para regirse por el entero apetito de su por la excitación.
sexualidad. Pocas son las limitantes sin La anécdota del cuento corto es lo que
el peso de la ética y la moral y ¿no es rige este pequeño libro donde sus con-
ese el sexo que mejor se disfruta? Es así trastes son altos al punto de contraponer
como vemos a una chica abordando el
metro para buscar venganza en el cuerpo

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tabús que siguen muy arraigados en una sociedad como la mexicana. Es así que
Antierótica se presenta como la ópera prima de una carrera en las letras que se des-
bordan en orgasmos.

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Tlatlapana

Alucarda
Jorge Luis Lozoya

L as películas donde
esoterismo, la magia negra y
el anticristo mostraban una visión del
el dos que la Iglesia Católica utilizaba en
contra de la herejía, combinado con una
simbología que refiere a la brujería y los
despertar a la edad sexual y del cómo aquelarres.
el sexo es brutalmente reprimido por Para caer en la posesión demoníaca,
la sociedad en general y por la religión la adoración a Satanás y el vampirismo,
católica en particular se volvieron Moctezuma recupera de forma magistral
piedra angular del cine de horror a nivel la cosmogonía vampírica, como también
mundial desde los principios de este arte. de la esencia obscura, siniestra y caver-
México por su parte, ofreció al mundo un nosa descrita en los libros. Y aunque se
subgénero anticristiano y diabólico lleno abandona la elegancia y el romance, se
de posesiones y perversiones sexuales exalta lo grotesco o demoníaco, como
que en los años 70 lograron darse a fuerte alusión al poder del Diablo. Desde
conocer dentro de la moda del cine de el nombre, Alucarda, la versión femenina
explotación mexicano o Nunsploitation. de Alucard, Drácula escrito a la inversa.
Alucarda, (1978), del director Juan Alucarda tiene el control para deci-
López Moctezuma, está influida por dir sobre la voluntad de Justin: ella es
el clima perverso de las obras de Sade. pensada como un hombre, y un hombre
En este film cuenta la historia de Jus- posesivo, que deja entrever que puede
tine (Susana Kamini), una joven huér- volverse violento, por la forma en como
fana quien es llevada a un convento que sujeta a Justine cuando le dice lo celosa
funciona como hospicio. Ahí conocerá que es, cuando manifiesta su deseo por
y trabará una amistad profundamente ella. Los celos forman parte de un dis-
inconveniente con otra chica de nombre curso más amplio y “aceptado” en dis-
Alucarda (Tina Romero) Poco a poco, el tintos ámbitos sociales. El discurso del
Diablo poseerá a las muchachas, quienes amor romántico también se vislumbra
sembrarán el terror al interior del con- cuando hace referencia a un amor que
vento. La única esperanza para la orden puede conducirte hasta la muerte donde
y las chicas a su cuidado es el Dr. Oszek. “se tiene que amar a la otra, hasta la
En esta película, el director intenta muerte”.
mezclar una clase de literatura erótica Este argumento que ha sido producido
inspirado por las obras del Marqués de y reproducido desde el régimen hetero-
Sade con la mitología de Bram Stoker sexual, usa los celos como estrategia de
(escritor de la novela Drácula), mientras violencia para mantener el dominio y la
busca el lado retrospectivo del mundo obediencia. Ser mujer en nuestra cul-
medieval con los pocos ortodoxos méto- tura es adoptar las marcas de feminidad

14 | EL NAHUAL ERRANTE
y orientar nuestro deseo hacia los hom- la escena del aquelarre en medio del bos-
bres. Esta declaración que se nos pre- que es una clara referencia a los filmes
senta como sencilla, directa y sin nin- italianos de los 70. El largometraje tiene
guna problemática por parte de una de su encanto en ese estilo exagerado, inve-
las protagonistas es, hasta cierto punto, rosímil y atrevido que le valió el título de
engañosa: Alucarda expone sus senti- película de culto para nuestros días.
mientos de manera directa, confiada y Abiertamente anti católica y en con-
hasta dominante; en tanto Justine, reac- tra de lo que la gente considera “buenas
ciona de manera más pasiva y emocio- costumbres”, ya sea por abordar el tema
nada. Estas actitudes representan una del satanismo o el lesbianismo, para la
clasificación de género, donde Alucarda crítica conservadora todo estaba mal en
sería el sujeto activo y Justine la figura esta cinta. Actualmente reivindicada,
pasiva; un pensamiento que se centra siendo uno de los filmes más aclamados
en dualidades; una relación que refleja del cine charro y posicionándose con el
como espejo las relaciones heterosexua- tiempo como una joya de culto de los 70.
les.
Alucarda es un extraño legado que pre-
sume de haber mostrado lo inimagina-
ble en el conservador México de los 70.
Un legado asombroso, lleno de tortura,
satanismo y lascivia lésbica que demues-
tra que hay de todo en el cine de posesio-
nes y exorcismos. Que hay de todo en el
rebaño de Satán siendo esta una de las
películas de horror con mayor cantidad
de desnudos, tanto masculinos como
femeninos, en pantalla. El color de la
sangre al derramarse, las cavernas del
monasterio, las velas derretidas e incluso

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La Mort Éternelle
The Hunger: Reinventan-
do el Vampirismo
Fernando S. Zúñiga

T ras terminar la Primera


Guerra Mundial, el actor Béla
Lugosi se vio forzado a abandonar su
declaración de intenciones que nos dice
“Lo clásico ha muerto, demos paso a la
reinvención”.
natal Rumanía, encontrando un nuevo Décadas atrás, el cine de género repre-
hogar en la ciudad de Nueva York y a sentaba la imagen del vampiro como
Drácula, el personaje que, como buen un espectro aristócrata con toques sen-
vampiro, le chuparía la vida a cambio suales y en ocasiones hasta cómico o
de fama y reconocimiento mundial. torpe. La mayor connotación sexual se
Su capacidad como actor encajó muy les dejaba a chicas hermosas convertidas
bien en el género del terror llegando a en vampiresas lascivas tras ser acorrala-
interpretar en múltiples ocasiones al das y mordidas en el cuello. Pero THE
cruel Conde Drácula tanto en los teatros HUNGER rompe con todo eso. Prime-
de Broadway como en el cine. Murió ramente, el vampiro dominante es una
de un infarto en agosto de 1956 y cuenta mujer y aunque nunca se menciona la
la leyenda que lo enterraron vestido con palabra “vampiro” en la historia, este
capa. A la fecha se considera el Drácula ente es más sofisticado. No muere a la
de Béla como un icono del terror clásico. luz del sol ni en presencia de imágenes
El Cine de los años 80 consolidó católicas y parece no tener la necesidad
la industria como una máquina de de aislarse de la comunidad. Su única
generar blockbusters con millonarias debilidad es la necesidad de amar y de
ganancias; E.T. The Extra-Terrestrial, sentirse amada para no pasar en soledad
Back to the Future o Ghostbusters son el martirio que provoca la vida eterna.
algunos ejemplos, pero a su vez un Para elegir una pareja el género le es
gremio de nuevos directores buscaba irrelevante, luego los cautiva con un sutil
romper esquemas experimentando con juego de seducción y una vez envueltos
nuevos horizontes creativos. En pocas en el frenesí sexual, desde la trampa de
palabras -tirar lo viejo para darle entrada la pasión, son mordidos y dotados de
a lo nuevo-. De ahí que la cinta THE las mismas capacidades y cualidades
HUNGER comience con la canción excepto la vida eterna. Usan un método
“Bela Lugosi’s Dead” de Bauhaus parecido para cazar y alimentarse, pero
(interpretada en el film por los propios con una violencia desbordada. Aunque
miembros de Bauhaus) como una parezcan criaturas impertérritas son
vulnerables a la traición y al abandono.

16 | EL NAHUAL ERRANTE
Un miedo desorbitado a envejecer es era el artista más exitoso en la Tierra.
el precio que tienen que pagar. Sin duda Había publicado Let’s Dance, su deci-
alguna no son tan diferentes a nosotros. moquinto álbum que lo llevó al pico de
Con una destacable experiencia en el su popularidad y es hasta la fecha el más
desarrollo de comerciales Tony Scott vendido de toda su carrera.
buscaba emprender su carrera como Junto con el director de fotografía
director de cine. Su primer intento fue Stephen Goldblatt y el compositor
hacerse con los derechos de la novela Michel Rubini dotó a su película de un
Interview With The Vampire de Anne clima sorprendentemente elegante que
Rice y fracasó. Pero el creciente éxito de mezcla perfecto el punk con el goth y que
cineastas ingleses, entre los que desta- es más notable en todas las secuencias
caba su hermano Ridley Scott (que en que involucran a los protagonistas den-
ese entonces ya había dirigido dos obras tro de la casa. Y en una época donde el
maestras) y la buena reputación de Tony CGI (Imágenes Generadas por Computa-
logaron que la productora MGM le insis- dora) aún no era un recurso habitual, los
tiera para dirigir su proyecto vampírico: efectos de maquillaje estuvieron a cargo
The Hunger. de el gran Dick Smith considerado un
Con un presupuesto de 10 millones maestro por su maquillaje en The Exor-
de dólares, Tony buscó el mejor equipo cist.
posible para su debut cinematográfico. Tras su estreno en abril de 1983, THE
El gancho que llamaría la atención de HUNGER fue un espeluznante fracaso
la audiencia quedaría a cargo del fabu- de taquilla recaudando sólo 4 millones
loso trío protagónico formado por súper de dólares. Los productores no recupera-
estrellas del momento: El ícono francés ron la inversión y la crítica especializada
Catherine Deneuve, la afamada actriz la destrozó con comentarios como “Una
norteamericana Susan Sarandon y el historia de Vampiros bisexuales abu-
cósmico David Bowie quien en 1983 rrida” y la etiquetó de “una crítica sofis-

TLATLAPANA | 17
18 | EL NAHUAL ERRANTE
ticada pero vacía a la crisis del SIDA”.
Tras el duro revés que le dio el ambiente
cinematográfico Tony Scott regresaría a
la producción de comerciales. Le tomó
2 años volver al cine, pero fue gracias a
sus comerciales y a su ópera prima que el
productor Jerry Bruckheimer se per-
cataría de sus cualidades como cineasta,
así que en 1985 lo contrató para dirigir
Top Gun y el resto ya es leyenda.
Aunque a lo largo de su carrera legitimó
un estilo que nadie más entendería igual,
sobre todo en el género de acción, siem-
pre se sintió opacado por el éxito de su
hermano. “Ridley hace películas para la
posteridad” reveló alguna vez “las mías
son más de rock’nroll. Yo experimento”.
Con el paso de las décadas THE HUN-
GER conectó con numerosos admirado-
res y tomaría su lugar como “película de
culto”. No obstante, al igual que sus pro-
tagonistas, el final de su director fue dra-
mático y oscuro: Tras años de batallar
con el cáncer, Tony Scott murió el 19 de
agosto del 2012 tras arrojarse del puente
Vincet Thomas en Los Angeles, Califor-
nia. Tenía 68 años. Su familia jamás hizo
pública la nota de suicidio. Aquel día
David Bowie declaró “Estoy extremada-
mente triste”.

TLATLAPANA | 19
Icnocuicatl (Canto Triste)

Título–Rubí
Autor–Babasónicos
Disco–Jessico
Año–2001
https://www.youtube.com/watch?v=61AvoA5wqxg

No me sirven las palabras,


gemir es mejor1
Florencia Frapp

E n todos los géneros musicales se habla sobre sexo, de manera directa


o muy sutilmente mediante el uso de metáforas. Algunas que tocan
el tema de forma directa suelen pasar desapercibidas porque se cree que son
románticas solo por ser baladas como es el caso de “Burbujas de amor” de Juan
Luis Guerra que quiere meter su nariz en tu pecera y hacer burbujas de amor por
donde quiera, pasar la noche en vela mojado en ti2. Otro ejemplo podría ser “Rubí”
de Babasónicos en la que Adrián Dárgelos canta «tu aliento carmesí, tu flor de Liz
junto a mi boca, fumar de tu rubí, quererte así, beberte a gotas»3. Como ésta hay
muchas canciones que “esconden” en la letra alguna insinuación hacia el sexo.
“Canción animal” es una rola de sexo puro y duro que Daniel Melero escribió por
encargo de Gustavo Cerati sobre la relación que tenía con Paola Antonucci en aquel
momento. Aunque también es una balada, en ésta no hay que pensar tanto para
entender de qué trata, ya que desde el principio va directo al punto «cuero, piel y

1 Soda Stereo. (1990). Canción animal. En Canción animal [CD]. Estados Unidos.: CBS Discos
2 Guerra, J. (1990). Burbujas de amor. En Bachata rosa [CD]. Estados Unidos.: Karen Records
3 Babasónicos. (2001). Rubí. En Jessico. [CD]. Argentina.: PopArt Discos

20 | EL NAHUAL ERRANTE
metal, carmín y charol»4, haciendo alu- versos que dicen «No me odies por mi
sión a los materiales más frecuentemente tipo de amor, no tengo la culpa de mi
usados en el sadomasoquismo. En ella se condición»6.
puede escuchar la clásica frase «no me En el tema “Súcubo”, el vocalista de la
sirven las palabras, gemir es mejor»5. banda Otra cara le canta al demonio que
En el videoclip del tema “Henry Lee” en sueños lo visita. Al principio de la rola
de Nick Cave and The bad seeds, PJ Har- le da mucho miedo provocándole ansie-
vey y Nick Cave muestran cómo se puede dad y prefiere despertar, pero al final de
hacer un video erótico de una melodía la misma le pide que lo seduzca y que no
que habla sobre asesinatos sin romanti- lo deje ver la realidad de nuevo.
zar la idea del asesinato per se, sólo bai- Así como hay melodías con letras suge-
lando, cantándose el uno al otro. En el rentes, también hay muchas otras que
video se ve a Polly Jean y a Nick coreando tienen ritmos candentes que son más
al unísono y contoneándose con tanta sexuales que la lambada (el baile prohi-
química, con tanta tensión sexual de por bido). Como en todas las composiciones
medio que se olvida por un instante que musicales el bajo juega un papel muy
están planeando un crimen. importante a la hora de hacerle sentir al
Pero no solo es erótico planear un ase- escucha. Ya sea que le provoque alguna
sinato en pareja como sugiere el video emoción, que evoque algún recuerdo
de The bad seeds también puede serlo o que llanamente le induzca el instinto
tener una relación con un hombre lobo primal del apareamiento. Y como no
o con un vampiro, porque seguramente todo es lindo, ni en la música ni a la hora
no hay nada más sensual (ni más cliché) de tener sexo, también hay temas que
que tener a una persona bebiendo de tu incitan a ponerse más salvaje, como la
cuello a punto de quitarte la vida mien- versión de “Tainted love” realizada por
tras estás al borde del orgasmo. “Necro- Marilyn Manson en la que no se habla
mance” es el gran homenaje que hace siquiera sobre el coito, pero aun así esti-
The Real Antonios a Depeche Mode, mula el deseo de un encuentro sexual; o
tanto en la música al utilizar samples de como el cover de “I feel you” que hace
“Policy of truth” como en el video con el la banda inglesa Placebo; y como éstas
vestuario. En esta pieza se habla sobre se pueden escuchar muchas más en la
algunas parafilias como la atracción por playlist de esta edición tanto en Spotify
los hombres lobo, las sirenas y, como como en YouTube.
era de esperarse al ser un
proyecto de José Anto-
nio Badía (del podcast
Leyendas legendarias),
no podía faltar la necrofi-
lia. La letra es muy pega-
josa y tiene un gran men-
saje ya que en realidad
trata sobre aceptar las
relaciones diversas como
se puede escuchar en los
4 Ibid
5 Ibid

6 The Real Antonios. Necromance (2022).


https://www.youtube.com/watch?v=EIy6xuHZyUs
ICNOCUICATL | 21
Sasanili o El Arte de Narrar

22 | EL NAHUAL ERRANTE
Nuestra amorosa pesadilla
Lord Crawen

A H. P. Lovecraft.

M adrugada en la Ciudad de México; hecha para los valientes que se atreven a


transitar sus calles. Alberga hijos de la calle, los extraviados en el alcohol y estu-
pefacientes, que buscan el cobijo de la madre abandonada bajo la estela nocturna.
Sobre la cerrada de San Ciprian, algunos autos transitan, los ruleteros de la noche
que entregan a sus hogares a quienes en la fiesta, pierden lo último que tendrán de
su salario. La sirena de los autos de la policía que persiguen a uno que otro malhe-
chor, con el cual no darán el paradero una vez que entren a los callejones donde, al
parecer, la sombra de la noche los resguarda para no ser atrapados.
Contrario, el sonido de las ambulancias también se escucha. Se piensa que acuden
en busca de un herido; pero el personal dentro de las ambulancias tiene una carrera
contra el tiempo; quien llegue primero al herido, se queda la comisión del familiar
y la concesión hospitalaria.
La ciudad no descansa en sus arterias principales.
Un auto, el de siempre, llegando por la misma cerrada de San Ciprian, da vuelta
sobre general Anaya. Un hombre bien trajeado desciende del auto y camina sobre
la acera hasta la calle de Cabañas.
Ya le conocen. Nadie hace preguntas ni le intimida. Los perdidos en el alcohol le
extienden la mano solicitando una moneda, mas no la reciben. El extraño hom-
bre trajeado da la vuelta en la calle e ingresa a un viejo edificio, deformado por el
tiempo y los grafiteros de poco arte.
Anteriormente y con cierto temor, llegaba a ese viejo edificio preguntando por
“la medusa”. Ahora, entra tranquilamente al edificio. Lleva consigo un portafolio.
Las mujeres que lo miran, piensan en todo tipo de artilugios utilizados durante
la noche. “El hombre tiene dinero y poder para domar a una criatura como la
medusa”, llegan a pensar. Algunas más, piensan en todo tipo de depravaciones y
métodos ocultos del placer humano.
Ingresa al piso 3, en la habitación 7, la de la puerta del fondo. Una vez dentro, cie-
rra todos los picaportes para no ser molestado.
Se retira el traje y se desanuda la corbata. Arroja sus zapatos a la esquina dere-
cha de la habitación. Abre el portafolio y encuentra que “la medusa”, ya lo espera
recostada sobre el avejentado catre. Deja caer el portafolio asombrado y se entrega,
como cada noche, a la calidez de un amor que no existe en su vida matutina.
De la habitación salen destellantes espacios universales y portales que podrían
abrirse con cada alarido de pasión, estrellas chocando entre sí cada vez que uno
llega al orgasmo. Repiten el ejercicio, hasta que el hombre, agotado, decide darse la
vuelta, caer del avejentado catre; apenas respirando, pero con la gratitud amorosa
del pecado carnal.

SASANILI | 23
Trémulas piernas lo devuelven al suelo. Se arrastra en busca del portafolio.
Recuesta su espalda en la fría pared, lo que le produce un leve sollozo de breve pla-
cer y lo abre.
“La medusa”, expectante, desciende ligeramente del camastro, en busca de su
amante y del nuevo regalo que le ha traído.
El hombre extrae del portafolio un vestido negro entallado. Y algo más.
“La medusa” observa ambos objetos, porque ninguno de ellos es, en verdad, un
regalo como los anteriores.
—Toma… Ven a vivir conmigo… Seremos solo tú y yo.
Anonadada por la propuesta, además de confundida, “la medusa” retrocede hacia
el catre y se recuesta nuevamente.
—Es posible… Todo es posible ahora mi amor… No tienes que esconderte más.
Tendrás conmigo todo lo que necesitas.
“Por… eso… me… dejaste… aquí… desde… ay… er… No… me… ence… rraste…”.
—Ya no será necesario. Nada de lo que hacemos será necesario si vienes conmigo.
Piensa en todo el tiempo que lleva ahí, en el oscuro cuarto del fondo del tercer
piso; recuerda al único hombre que, desde su llegada, la ha buscado, no solo por
placer, sino por necesidad.
—Con estos regalos, ya no podrás ocultarte de este mundo. Saldremos de día y de
noche. Ven conmigo.
El corazón es un instrumento que trabaja con extraños sentimientos. Crea una
sintonía con la sinceridad de la figura de un “alguien” que ha dado todo para estar a
tu lado y compartir, en el callejón inerte y oscuro de un cuarto olvidado, una pasión
inexplicable.
“La medusa” se revuelve para descender una vez más del catre. Se acerca al hom-
bre. Se percata que dentro del portafolio hay algo más. El hombre clava su mirada
en sus ojos de tonalidad verdosa. Con la fuerza de sus ocho tentáculos, arroja a un
lado al hombre. Sostiene el vestido negro y lo que parece una masilla que se siente
como piel humana. Del portafolio extrae un libro, un gis blanco y algo de dinero; lo
que suele cobrar “la medusa” por sus servicios.
Abre el libro. Lo reconoce. Observa las figuras. Las conoce. El hombre quiere esca-
par pero ya es muy tarde. Un tentáculo de la sensual mujer verdosa lo toma con
fuerza y lo arrastra a ella.
En su lenguaje le reclama, desconoce cómo decirle su molestia y descontento en
su idioma. Encerrada en el otro mundo. Desterrada de su universo. Encerrada en
un viejo cuarto del tercer piso en el callejón cabaña de la ciudad de México. Siempre
utilizada.
Se acabó el amor.
En gritos y estertores se debate el cuerpo del hombre que siente la presión de los
tentáculos de la criatura, araña su piel.
Sobre el suelo, la plástica piel de una mujer y un vestido negro se ensucian ahora
de la sangre del hombre.
Nadie acudirá a la habitación. Todos creen que ha iniciado nuevamente, el arran-
que de pasión.
Ya vendrá luego un silencio incómodo.

24 | EL NAHUAL ERRANTE
Anna
Miguel Ángel Díaz Barriga N.

T ras la puerta colgaba el cuadro de Anna. Ángel se encontraba de pie frente a la


habitación, a un paso de la entrada. Miraba la perilla plateada fijamente mientras
su mano temblaba sin que se diera cuenta. A pesar de que llevaba una semana durmiendo
en la sala, no se había atrevido a mirar esa puerta, mucho menos a abrirla. Pero ahora
estaba ahí, debatiendo si entrar o no, si volver a ver el cuadro o mudarme de departamento
esa misma tarde.
Del otro lado de la puerta blanca estaba la habitación principal y el cuadro de acrí-
lico colgado frente a la cama, lo había comenzado a pintar justo cuando volvió del
crematorio. Se había encerrado en el cuarto, recordando aquel beso frío y sin res-
puesta que le dio a su esposa mientras aún estaba en el féretro. Recordó las mira-
das ahogadas en lastima, hipócritas en su mayoría, mientras se retiraba a la calle a
fumar.
Después de todos los rituales que confirmaron que no estaba teniendo una pesa-
dilla, se encerró por días sin comer, sin dormir, sin hablar con nadie. Sólo tenía un
bastidor, sus pinturas, sus pinceles y el recuerdo de Anna asesinada por un par de
desconocidos.
Pintó llorando, gritando, doliente. Pintó golpeando el lienzo y acariciándolo,
sufriendo, frustrado. Pintó recordándola. Los pincelazos crearon a una mujer sen-
tada en una esquina abrazando sus propias piernas y escondiendo en ellas su ros-
tro. Era una mujer de colores: rojo, azul, amarillo y blanco. Tenía pinceladas fuer-
tes, sacadas con rabia; y otras suaves y delicadas, con el recuerdo del amor que aún
vivía. En el cuadro estaba Anna, una Anna asustada, sola y vulnerable, como lo
había estado aquella noche de regreso a casa cuando la asaltaron. Cuando le arreba-
taron a su Anna, su bella Anna, que ahora dormía en una esquina de acrílico oscuro,
colgando en la pared frente a la cama en la que un día durmió.
¿Cómo nacen los cuadros? Le había preguntado en alguna ocasión ella mientras
lo veía pintar ¿Se darán cuenta que comienzan a existir o sólo comienzan su vida
cuando son firmados? Son cuadros linda, le contestó Ángel, no tienen conciencia.
Pero al colgarlo se dio cuenta que los cuadros nacían llorando.
Respiró profundo, tomó la perilla de la puerta, la giró con temor. La oscuridad de
aquel cuarto parecía esconderse, temerosa de la luz que entraba del pasillo. Poco
a poco surgieron los elementos, ahora polvorientos, de un cuarto abandonado. Un
espejo olvidado sobre un tocador mal cerrado, una toalla tirada en el suelo, una
cama destendida sobre la que se había quedado dormido tras colgar el cuadro.
Entró a la habitación con pasos lentos y cortos. Aquel desorden empujó el recuerdo
de la primera noche que pasó: Dormía sin descansar, dando vueltas sobre sí mismo,
cuando la luz de los faros de un auto en la calle lo despertó. Sin pensarlo se sentó

SASANILI | 25
sobre la cama y miró fijamente al cuadro de Anna. Seguramente seguía algo torpe
por el sueño o quizá fue el temor que lo paralizó, pero Ángel no movió un solo mus-
culo cuando vio cómo aquel cuadro se movía. Primero fue un pie, después los bra-
zos. Aquella mujer de pintura se levantaba de su esquina con dificultad, al igual que
una criatura que lo hace por primera vez, y avanzaba con torpeza.
La mujer sacó una pierna azul del cuadro, como si entrara por una ventana, sacó
su cabeza, sus brazos. Salió por completo. La habitación se inundó del olor artifi-
cial de la pintura. La mujer se retiró el pelo rojo y negro del rostro… Anna, su bella
Anna estaba ahí. Una Anna de pintura, roja, azul, amarilla y blanca. De pinceladas
fuertes, como sacadas con rabia; y otras suaves y delicadas, como hechas con un
bello recuerdo. Ángel se levantó al verla y corrió a su encuentro, la tomó de la mano
y sintió la pintura llenándole los dedos. Entonces la besó, y en ese beso había calor,
unos labios entreabiertos, una lengua juguetona reemplazando el recuerdo a una
rígida boca fría e inanimada en ese último encuentro en el féretro. Había pasión,
un sabor fuerte, sintético, sabor a pintura. Ángel envolvió a Anna en sus brazos y
ambos cayeron sobre la cama. Y Anna se entregó a él una vez más como lo había
hecho tantas noches, y él se entregó a ella con el miedo a que fuera la última.
Ángel seguía de pie envuelto en la oscuridad de la habitación. Frente a él reposaba
el cuadro. El recuerdo de esa primera noche le recorrió el cuerpo cómo un trago
helado. Pudo revivir por un segundo la sensación desolada de despertar y ver a la
mujer en su esquina; a pesar del sabor a pintura en la boca se había resignado a
aceptar que todo había sido un sueño. También recordó ver cómo el agua que le gol-
peaba caía espesa y colorida en la ducha, como removiendo los rastros que la noche
había dejado. El espejo le había mentido momentos antes, no mostraba rastro de
pintura.Se había examinado los brazos, el torso, y no pudo ver ni una mancha, pero
al volver a la regadera la noche parecía cierta.
Se sentó en la cama de la misma forma que lo hacía todas las noches desde aquella
vez, esperando a que su Anna multicolor se levantara y saliera. Cada noche volvía
y cada noche se entregaba a él de la misma forma que hacía cuando estaba viva.
Siempre amanecía sin evidencia de lo sucedido hasta que en la ducha el agua lo gol-
peaba y caía al suelo llena de color para perderse en la coladera.
Miró el vaso roto en el suelo. Fue la última noche cuando había llevado el vaso con
agua para beber. Anna había salido como siempre… siempre Anna. Anna roja, azul,
amarilla y blanca, tenía pinceladas fuertes, como sacadas con rabia; otras suaves y
delicadas, como hechas con el recuerdo del amor que tenían. Mientras se entrega-
ban uno al otro el brazo de Anna golpeo el vaso, el agua cayó sobre ella. De aquella
mujer acrílica surgió un grito aterrador, un grito fuerte e irritante, más semejante a
un animal moribundo que a un humano. Ángel se levantó, miró el rostro de aque-
lla mujer que ya no era su esposa, le gritó atemorizado que se fuera y que no vol-
viera, mientras retrocedía impulsado por el miedo al ver ese rostro deformado. La
mujer volvió asustada, sola y vulnerable al cuadro, como temerosa de los alaridos
de Ángel. Regresó a su posición y ya no se movió.
A pesar de recordar en lo que se había convertido, Ángel se contuvo de huir. Había
pasado semanas viviendo en la sala, sin volver a entrar a esa habitación. Pero las
noches poco a poco se habían vuelto pesadas, el recuerdo de aquel sabor corrosivo
del azul y el rojo se volvía insoportable, eran una droga que consumía su pensa-
miento, crecía en él un hambre irracional.
26 | EL NAHUAL ERRANTE
¿Había sido ella? ¿Así era un objeto poseído por un espíritu? O tal vez había sido
un demonio todo el tiempo y de Anna no quedaba nada. Noche tras noche la duda
se alimentaba de sus sueños y golpeaba la puerta desde lejos. Comenzó a extrañar a
esa Anna multicolor, entregarse a ella, el agua colorida que escapaba hacia la cola-
dera. Ahora bajo la ducha miraba con odio el agua incolora e insípida de la regadera.
Estaba ahí, frente al cuadro. Anna reposaba tranquila, aunque sufriendo, no mos-
traba el rostro, no se levantaba, no movía ni un dedo. Ángel comenzó a llamarla,
primero con palabras tímidas, nerviosas, con miedo a que lo escuchara. Poco a poco
comenzó a elevar la voz. Su preocupación pasó a molestia, a frustración por la falta
de reacción de aquel lienzo que, quizá, se burlaba de él con el rostro entre los bra-
zos. Comenzó ordenar que saliera a gritos y la desesperación le invadió. Quería
saber si era un demonio, una ilusión o si de verdad era Anna, su Anna. Quería que
Anna volviera a él, que volviera roja y amarilla y azul y verde, que volviera sinté-
tica… pero que volviera.
Ángel comenzó a lanzar cosas al cuadro, gritándole, pidiendo que se moviera. Tiró
el espejo. Golpeó la pared. Volteó la cama. Pero el cuadro no escuchaba, no le hacía
caso, lo ignoraba. Furioso lo tomó con ambas manos y de una patada atravesó el
lienzo, lanzó el bastidor contra el suelo haciendo que se quebrara.
Ángel se detuvo al darse cuenta de lo que había hecho, se tumbó a los pedazos
de lienzo y madera, los tomó entre los brazos y comenzó a llorar. Pidió disculpas
sabiendo que nunca más podría entregarse a Anna, que no volvería a verla. Buscó a
gatas un rincón donde resguardarse de aquel pesar. Se sentó, abrazó sus rodillas y
escondió el rostro entre los brazos mientras sollozaba.
Un intenso olor a pintura llegó a él, poco a poco sintió que su piel se convertía en
ese líquido espeso y sintético. De las paredes comenzó a brotar pintura, negro, rojo,
azul, verde. El acrílico no lo estaba cubriendo, había tomado el lugar de su cuerpo.
No había pial, había pinceladas frescas. Pudo sentir cómo su tejido humano se vol-
vía endeble, cómo su saliva cobraba un sabor fuerte y desagradable.
En la pared del fondo vio un cuadro, más que un cuadro era como una ventana que
daba al mundo real, al mundo que no era hecho de pintura. A través de la ventana
la vio. Vio a Anna, a la Anna de carne y hueso, real, tumbada sobre la cama. Ángel
se puso de pie torpemente, como si fuera la primera vez que lo hacía. Y entonces lo
recordó: él no sabía pintar, Anna sí. Él había sido atacado camino a casa, sintió el
cuchillo entrando de nuevo en el estómago, quedar en la calle sólo, muriendo poco
a poco.
Ana se puso de pie, miraba el cuadro sorprendida y asustada. Pudo escuchar su
voz llamándolo, con una mezcla de pregunta y suplica a la vez. Ángel decidió salir
a través del marco, sacó una pierna azul del cuadro, buscando apoyo con el pie,
sacó su cabeza, sus brazos. Salió por completo. Pasó la noche con ella, con su Anna.
Sabiendo que él no era real, y sin poder explicárselo a sí mismo, decidió salir del
cuadro y regresar a su esquina como ella lo había hecho cada noche. Saldría con
cuidado, intentando no mojarse.
¿Cómo nacen los cuadros? Le había preguntado una vez a Anna mientras la obser-
vaba pintar. Llorando, contestó ella.

SASANILI | 27
Hotel paraíso
Alejandro Benítez

O tra mañana de trabajo, Esther entra saludando al personal y abre su oficina


privada, un sitio prohibido para todos. Enciende la luz, contemplando satisfecha
sus múltiples pantallas de televisión, fruto de un gran ingenio para los negocios. Al heredar
el Hotel Paraíso, la codicia brotó. Huéspedes, trabajadores y cuentas quedaron relegados
a segundo plano.
Ella tenía un plan para sacar ganancias extras y libres de impuestos: cámaras ocul-
tas en cada habitación, con la mejor tecnología disponible. Su objetivo era claro: las
parejas que no sólo buscaban un sitio para descansar. Esos arrebatos carnales, eran
vendidos al mejor postor: voyeristas como ella.
Mientras, un auto entra al estacionamiento. Una mujer desea fundirse con el
asiento trasero y que nadie le vea entrar. Juega con su anillo matrimonial mientras
el conductor maniobra. Todo el viaje, ellos trataron de hablarle, sin éxito. Bajan del
vehículo, ella tarda en moverse. Los hombres intercambian miradas.
—¿Vamos o quieren quedarse aquí? —pregunta Helena, caminado a prisa.
Oculta su rostro entre abrigo y sombrero, pero va al frente, con el resonar de sus
tacones por todo el estacionamiento. Pide que ellos paguen. Esther les ve entrar y
de inmediato, es invadida por la avaricia ante un video bien cotizado.
Helena entra primero a la habitación, corre toda cortina y mantiene la luz apa-
gada. Sus acompañantes le hablan, pero ella no escucha. Observa su anillo una vez
más y lo quita, guardándolo con amor en un pañuelo. Quiere acabar rápido con
esto. Deja el abrigo, suelta su cabello mientras ellos le imitan, en lados opuestos de
la cama. Esther observa esa poca ceremonia al desvestirse. Ha visto todo número y
tipo de acompañantes, todos se toman el tiempo de platicar o incluso piden algún
licor para amenizar la ocasión. Extraño, ellos no pierden tiempo ni interactúan.
Desnudos, se dejan caer en el suelo, saliendo de cuadro. Esther cambia de cámara,
están en posición fetal y nota algo extraño: pequeñas áreas oscuras surgiendo en sus
cuerpos. Uno de los hombres se levanta, haciendo un arco con la espalda mientras
su rostro se extiende. La mujer se retuerce, sus manos y pies se están alargando,
mientras las uñas se oscurecen. Otro, rueda en el suelo, con las manchas extendién-
dose por toda su piel. Es una gruesa capa de pelo marrón.
No puede creerlo, son hombres lobo. Los micrófonos captan gruñidos guturales.
Pero su mente siempre prioriza el dinero: ¡esto vale millones, ya no es simple sexo
para voyeristas! ¿A cuántos programas de televisión puede enviarlo? ¡No! Tal vez el
gobierno… Las opciones son ilimitadas.

28 | EL NAHUAL ERRANTE
Están adoloridos después de transformarse, pero la mujer lobo sube al lecho y
los atrae, desatando su pasión prohibida, sin contenerse. Helena deja atrás todos
los problemas, sólo quiere disfrutar el momento que tanto anheló durante su vida
entera. No había disfrutado con alguien de su misma especie, siempre sintiéndose
insatisfecha, oculta, reprimida.
Disfruta el papel de diosa, con ellos haciendo el trabajo, pues tampoco resulta fácil
encontrar una pareja licántropa. Gruñen, jadean, ella goza cada sabor, roce y movi-
miento hasta clavar sus garras en el cochón. Gira la cabeza al suelo, ve su sombrero
tirado sobre el abrigo. Ese día, es la culminación de meses preparando el escape,
tomando muchas precauciones para no ser descubiertos… de golpe, recuerda su
plan. Estaba tan nerviosa que lo olvidó: encontrarse con ellos, hablar poco y revisar
que no hubiera cámaras. ¡Las cámaras! Los detiene con fiereza.
Entienden de inmediato. Esther suda mucho mientras ve a los lobos quitar lám-
paras, asomarse tras la televisión y al final, acercarse al espejo del tocador. Helena
explora el área, se asoma tras el mueble; hay algo extraño. Lo desliza sin problemas,
siente su corazón dar un giro muy violento cuando ve un hueco y la cámara espía.
Los han descubierto, ambas mujeres entran en pánico, Helena toma la cámara,
furiosa, pero ellos actúan con impertinencia.
—¡Vamos tras la idiota de recepción! —grita uno—¡Sabía que esconde algo!
Corren escaleras abajo y se siente demasiado afortunada por no encontrar gente
en el pasillo. Esther baja al estacionamiento. Los lobos llegan a la recepción, Helena
abre de una patada y encuentran eso que tanto temen. Le siguen escaleras abajo.
Esther sube al auto, mete reversa ¡corren hacia ella! Logra meter la velocidad y
huye del Hotel Paraíso, casi atropellando a un peatón, que deja caer sus bolsas de
compra para salvarse, por muy poco.
—No podemos seguirla así… —dice uno de ellos, ocultándose entre los autos—.
Debemos regresar a la habitación antes de que alguien nos vea. Normales.
—¿Normales…? —pregunta Helena, con un hilo de voz.
—Es más fácil explicar personas desnudas en un hotel, que tres licántropos.
Vuelven a retorcerse en el suelo, perdiendo su lado salvaje, pero Helena es inca-
paz de lograrlo, está demasiado alterada, sólo desprende algunos mechones. Eso la
altera más, su transformación no funciona. Los acompañantes son buenas personas
y uno de ellos, ya como humano, corre a la habitación por ropa. El disfraz de antes
no la cubre por completo, camina encorvada, esquivando empleados en el camino.
Se siente mucho más tranquila con cuatro paredes a su alrededor. No se conocen,
ni siquiera les dio su nombre verdadero. Destruyeron todo el equipo de vigilancia y
confían en que, cuando esa tipa hable, nadie le creerá. Pero Helena sigue tan alte-
rada que no puede volver a la normalidad. Imposible callar a su cerebro, recrimi-
nándole ese escape lujurioso, lleno de riesgos innecesarios, ¿acaso su marido no es
el hombre más maravilloso del mundo? Tal vez, deba confesarle su condición sal-
vaje. Además, arriesgó a toda su raza, casi extinta.
Por fin, es humana. Su aventura terminó. Al vestirse, cae el pañuelo donde envol-
vió su anillo, alcanza a tomar sólo una punta y la joya rueda por el piso hasta quedar
entre los hombres. Ella lo recoge, avergonzada.
—Tranquila, somos iguales. Soy divorciado —le consuela un hombre.

SASANILI | 29
—En realidad —sigue el otro—, somos afortunados de controlar nuestro lado sal-
vaje. Otros deben huir toda su vida, como el último lobo que fue mi amigo.
Aunque son sinceros, no la hacen sentir mejor. Mientras terminan de vestirse, ella
reflexiona en silencio sobre su dura realidad. ¿Cuántas fiestas, excursiones y pija-
madas perdió Helena por temor a descontrolarse? Peor, 32 años de vida sin haber
experimentado el placer hasta ese día, aunque se arrepiente de todo. Le invitan a
comer, conocerse más por el bien de su raza, pero ella rechaza todo. Nunca más
sabrán de ella.
Furtivos, salen del Hotel Paraíso, ninguno habla y Helena todavía no se pone el
anillo. Baja a prisa del auto, apenas despidiéndose con un gesto de la mano, para el
primer taxi que ve y sube sin voltear. ¿En qué estaba pensando? Ama a su marido, es
un hombre perfecto, pero ella no es humana. Un año de casados y le ha pedido que
sea más tosco en la cama, ella siempre termina dominando… reconoce el esfuerzo,
aunque no es suficiente. Lo ama con locura, pero no con pasión.
Paga al taxista sin esperar el cambio. Antes de entrar a casa, toma el anillo y se lo
pone. Su esposo le espera cocinando, Helena lo abraza. Ni siquiera el día de su boda
apretó tanto a ese hombre. Sube al baño, toda la ropa va al cesto y abre la regadera.
Sí, va a decirle la verdad sobre su licantropía, recalcando a cada instante que lo ama
con todo su corazón y no dejará de ser la mujer de quien se enamoró, tres años atrás
en el cine. Se baña con tres pasadas por cada rincón de su cuerpo.
Baja poco después, vestida con lo primero que encontró y el cabello húmedo, pen-
sando cuándo y cómo se lo dirá. Su marido trata de entablar plática, ella luce dis-
traída, con respuestas cortas.
—¿Cómo te fue con tus amigas?
—Bien, bien. Ya sabes, escucharlas quejarse de sus vidas, Rocío no tiene trabajo,
Carla quiere casarse por tercera vez…
No deja de jugar con su anillo. Él sigue:
—Yo fui a comprarle algunas cosas al auto. Me dijeron que había una refacciona-
ria con descuentos y aproveché. ¡Pero estuve cerca de morir, te lo juro! Una loca
casi me atropella cuando salía del estacionamiento, creo era un hotel. De verdad
cielo, tengo suerte de estarte hablando.
El aroma de sus
Raziel G.R.
cuerpos
L os conocí una frondosa mañana de marzo. Pablo y Karla, dos hermanos mellizos. Tenía cuatro años de
edad aquel día de primavera cuando llegaron, como dos ángeles caídos del cielo a mi clase en preescolar.
Fui la primera que les habló. En el recreo les compartí de mi lonche y les pregunté
si querían ser mis amigos ¡Ellos dijeron que sí! Un momento tan dulce, como las
uvas que mamá compraba en el supermercado y lavaba para mí.
En la escuela primaria se burlaban de Pablo porque decían que parecíamos novios
al pasar tanto tiempo juntos. Él se ponía rojo como un tomate y a veces hasta llo-
raba; me emocionaba y casi sonreía, pero fingía estar ofendida. Con Karla no había
mucho problema, solo éramos como hermanas: nos peinábamos igual, llevábamos
las mismas mochilas y hasta les pedí a mis papás que cortaran las orillas de mis
sándwiches y les untaran crema en vez de mayonesa, justo como se los daban a ella.
Una vez, en tercer año, le pregunté a Karla si sabía cómo se salva una vida cuando
alguien se está ahogando, ella me dijo que no, la besé en los labios y ella rio. Le
conté que se hacía así, pero además se debía soplar y rezar. En otra ocasión, cuando
salvábamos a la princesa detrás del castillo embrujado, le dije a Pablo que el mago
lo había convertido en un sapo y que debía besarlo para que volviera a ser humano
otra vez; así que lo hice, : lo tomé de los hombros, lo empujé contra la pared y pegué
mis labios contra los suyos. Tardé más de lo debido, tal vez unos veinte segundos
más, con la excusa de asegurarme de reinvertir bien el hechizo.
Aquellas habían sido las dos cosas más dulces que había probado en mi vida. Más
deliciosas que unas fresas con crema bañadas con chispas de chocolate; más sabro-
sas que unas galletas oreo remojadas en leche; más hermosas que un biónico de
fruta.
Soñaba con dormir abrazada a Pablo, como si fuera un osito de felpa. A Karla la
quería de mi reflejo, para verla por horas y horas en el espejo sin salir jamás de mi
habitación.
Nos besamos como veinte veces más, sin que el uno se lo contara al otro, pues ese
era nuestro secreto. Karla creía que era especial, y su hermano también. Pero espe-
ciales eran los dos. En los ojos de Pablo veía los de su hermana, en los susurros de
Karla escuchaba los de su hermano.
En la secundaria salía con Pablo sin que Karla se enterara, pues él creía que su her-
mana se enojaría por el hecho de que era su mejor amiga. Karla temía que alguien
más lo supiera porque le daba vergüenza admitir que éramos lesbianas. Ahí des-
cubrí que la lengua de Karla solía moverse en círculos en mi boca mientras ella
tomaba el control. Con Pablo era al revés, era quien tenía que comenzar. Por alguna
razón le daba cosquilleo mi cara cuando la acercaba a la suya. Tensaba sus hom-

SASANILI | 31
bros y se retorcía cuando empezaba a rozar sus labios, entonces movía su lengua
de arriba hacia abajo, inexperto. Presionaba de su espalda para acercarlo a mí y
comenzarlo a calmar, luego imitaba los movimientos de su hermana, con lentitud,
aumentando luego la velocidad, y eso a él le encantaba, sin llegar a imaginarse de
quien los aprendí.
La saliva de ella me sabía a cocoa caliente; la boca de su hermano a croissant
recién salido del horno. Eran deliciosos.
La primera vez que me masturbé fue pensando en que Pablo, Karla y yo éramos
hermanos y que hacíamos las cosas que hacen en las películas de adultos, encerra-
dos en mi habitación. Lo había hecho en la tina usando una sandalia de Karla
mientras olía con profundidad una bufanda de Pablo.
En la prepa las cosas fueron mal. Le preguntaba a Dios si de casualidad no se le
habían escapado dos ángeles de su reino. O el mismo Satanás había enviado a esas
dos hermosas tentaciones para arrastrarme hacia él. No me importaba. Me dejaría
arrastrar y hasta bajaría corriendo a su palacio rodeado de fuego y lava hincándome
frente a él, mientras estuviera con esos dos hermanos ninguna otra cosa importa-
ría. Ellos dos eran el pan y vino que ponía en mi boca cuando íbamos a misa. Ellos
dos eran el fruto prohibido que colgaba de cada árbol. PABLO, KARLA. Mi corazón
palpitaba desquiciado cuando los tenía cerca.
Esos ojos castaños. Esos labios rosados. Esa expresión de asombro. Esos dien-
tes ligeramente disparejos. Ese lunar en el cuello. Esas manos, esas uñas, esa piel.
Pero no todo era igual entre los dos. Karla tenía ese peculiar aroma a canela con
manzana y Pablo a pay de durazno que tanto me encantaba… ¿Cómo podían vivir el
resto de los mortales sin pasar un minuto cerca de ellos? los veía hasta en la sopa,
en los filetes que me servían y en las figuras que formaban las papas fritas sobre mi
plato.
Luego el amor empezó a doler: Karla rompió conmigo dándome la excusa de que
debía conocer y probar a otras chicas. Un mes después, su hermano, con bastante
timidez y cierta inseguridad, me contó que su hermana le había confesado todo y
que eso le incomodaba. Les roge tirándome de rodillas, llorando… Quizás eso los
ahuyentó aún más. El dolor se hacía más insoportable y por las noches difícilmente
lograba dormir.
Dolía. Dolía mucho. Durante el día me sentía cansada y en la madrugada mi mente
aceleraba las escenas de aquellos momentos pasados junto a ellos. Me daba vueltas
en la cama, metía una mano entre mis piernas y olfateaba algunos objetos persona-
les que les había robado. Las fotografías donde ellos aparecían las besaba, las lamia,
las pegaba a mi rostro y cerraba los ojos con fuerza sin dejar de escuchar sus voces
en mi interior.
Bebía mucho líquido, más de veinte o treinta vasos al día. A veces vomitaba y
luego lloraba desconsolada, tirada al lado del retrete. Quería a Pablo y a Karla, los
quería aquí. El infierno sí que existía y era precisamente ese, vivir en el mundo sin
ellos.
No sé cuántos años pasaron… ¿o fueron meses?.... ¿o solo semanas?... ¿una? Siete
días sin convivir con ellos parecían una eternidad. Tenía horripilantes ojeras y los
labios resecos. Lo decidí. Perdería mi virginidad con ambos. Haríamos el amor y
nada ni nadie iba a detenerme, ni siquiera ellos.

32 | EL NAHUAL ERRANTE
Ese mismo lunes fui al colegio sin peinarme ni meter los libros ni cuadernos a la
mochila; solo podía pensar en lo que iba a suceder. La gente en el autobús me veía
de reojo por mi apariencia. Mis manos temblaban y mi vulva se lubricaba empa-
pándome la entrepierna. Fueron los minutos más frágiles de mi vida.
Mis párpados dilatados. Mi boca salivando. El suelo se sentía tan blando bajo mis
pies.
Hermosos Bellos Ocurrentes Inteligentes Apetitosos.
¡Mmmmh! Esas bocas. Ya podía oler a malvaviscos, a helado de vainilla, a galle-
tas oreo, a fresas con crema, a chispas de chocolate, a manzana con canela, a pay de
durazno… a cientos de metros de distancia.
¡Mmmmh! Olía aún mejor. Olía simplemente a ellos. Indescriptible. Olía a Pablo y
a Karla. Ningún lenguaje podía expresarlo. Tampoco fruta o golosina. Olía a pasión.
Olía a felicidad. Olía a AMOR.
¡Mmmmh! Mis presas estaban justo delante de mí. Bajando de la camioneta. Los
demonios esos. Los angelitos. Los hermosos. Los dioses. LOS FRUTOS PROHIBI-
DOS.
Mis presas me miraron; sus expresiones risueñas cambiaron. Se veían tan precio-
sos cuando estaban asustados.
Entonces corrí. Justo como lo planeado.
Corrí abalanzándome sobre ellos, mojada de pura excitación.
Besando, lamiendo y chupando. Mordiendo, arrancando y masticando.
La carne era tan deliciosa. Su sangre tan jugosa. Sus gritos eran como música para
mis oídos.
Sus manoteos y pataleos solo me prendían más. Como una mecha; como la flama
a un charco de gasolina.
Manos y brazos intentaban alejarme de ellos. Pero mi pasión era aún más fuerte.
Mi hambre insaciable. Sus mejillas. Sus cuellos. Sus brazos. Sus orejas. Sus pár-
pados. Sus arterias. ¡Oh! eran tan bellos. Tan tiernos. TAN SUCULENTOS… Mi
orgasmo empapó mi entrepierna, justo como hizo su sangre con las ventanas de la
camioneta.
Por cierto, perdí mi virginidad un día de marzo, en primavera.

SASANILI | 33
Alpha
Escoria Medina

L a bestia, el Dios, el Omega, a la creatura se le consagra una única vez cada vida,
cada siglo. La joven ofrenda está aquí para cumplir con su tarea. No llora, no
sufre, está lista bajo la premisa de aceptar un destino que se le obsequió y aceptó. Es
virgen, porque la sangre derramada será la forma de santiguar el culto.
Ella espera, con las caderas abiertas, los senos expuestos, la libido lista para llevar
a cabo el mayor de los rituales. No hay manos, no hay otro cuerpo humano, pero la
piel siente, goza con el roce de algo que no puede ver. Rodea los muslos, las nalgas
y llega hasta el monte de Venus donde explora las comisuras del placer. La pene-
tración es inminente. Ella lo espera, mojada, lista. El ser espera, busca el goce en
el clítoris. Ella se entrega a los placeres que le regala su cuerpo. Los senos lamidos,
mordisqueados. Los pezones erectos ante el tacto y el aliento.
Está lista y la creatura entra, hasta el fondo. El desgarre, el dolor y el sangrado.
Algunas lágrimas corren, pero el movimiento continúa, lento. La mente se pierde
un poco en el ardor, intentando regresar al placer.
No hay frente a ella algo que pueda ver concretamente, pero lo siente sobre ella,
bramando, excitado. Ella desea tocarlo, verlo, besarlo.
Embiste con fuerza, el ser se entrega al placer, al hermoso cuerpo que se le ha
ofrecido. Ella lo acepta, aferrándose a las sábanas y a la promesa del orgasmo. La
rodea con fuerza de las caderas, levanta sus piernas. Ella gime excitada. Lo desea
porque no puede ver lo que ama. Porque el placer también, y en parte, es lo que no
puede ser consumido en su totalidad.
La voltea. Ella necesita más, sólo un poco más. Vuelve a entrar, por la vagina, por
el ano, por la boca. Toda ella es de él y ella lo recibe. En su lengua lo siente, casi al
punto de ahogarla, hasta la garganta, caliente.
En los senos se frota, los estruja. No hay mayor placer que ese. Sus dedos jamás
fueron suficientes, lo sabe ahora que está al punto del clímax cómo nunca.
Llegan, siendo la envidia del mundo, juntos, en una exposición de semen y gemi-
dos. En la lengua lo saborea, lo traga. En sus entrañas lo estrecha, como queriendo
exprimir hasta la última gota de él. Su presencia se disuelve con la promesa de que
en su vientre se geste un heredero de carne, pero no de hueso. Para ella sólo es el
comienzo, pues la semilla es la fuente que dotará a todas las mujeres del mismo
placer.
Las que observan se acercan, lamiendo, besando, comenzando con el mayor de los
rituales, con el mejor de los placeres. El cuerpo de mujer encaja a la perfección una
con la otra. El sacrificio ahora es la matriarca y espera a cada una de ellas, lista para
ofrecerles la sabiduría de la que ha sido preñada.

34 | EL NAHUAL ERRANTE
Escape
Andrés Muñoz

12 de mayo del 2023, Santiago de Chile.

L a detective de narcóticos, sargento Angela Ponce, hizo zoom con sus prismáticos
digitales para mirar aún más de cerca un intercambio ilícito a las puertas de un
antro escondido entre los callejones húmedos y mal iluminados del centro. Los objetivos,
seguidos hace meses, son parte de una célula sectaria acusada de crimen organizado y
producción de drogas químicas.
La policía había modificado un foodtruck para esconder a dos personas en un
compartimiento paralelo con ventanas mimetizadas, sin deformar el chasis ni afec-
tar a los cocineros que atendían al público.
─ Control, aquí Vudú 2-7 ─ dijo la detective sin dejar de mirar por los prismáti-
cos─. Contacto positivo. Ambos concuerdan con los perfiles.
Los dos hombres vigilados charlaban y fumaban bajo el umbral que conectaba con
una escalera empinada. Ambos usaban gafas de sol polarizadas pese a que eran las
dos de la mañana.
─ Vudú 2-7, control ─ le respondieron por la radio─. Se cancela la operación,
órdenes actualizadas. Vigilen a los objetivos sin intervenir, repita el mensaje.
─ Espera, ¿qué mierda dijiste? ─ Angela solía responder así a sus superiores. A su
juicio, ellos parecían sentir placer sexual al arruinar operaciones complejas.
─ Repita las órdenes, Vudú 2-7. El caso ya no es de nuestra jurisdicción. Es un
mandato de arriba.
Angela no se guardó nada, golpeó la puerta tan fuerte que reventó el cerrojo, salió
con una zancada, y corrió hacia los sujetos. Los hombres corrieron escaleras arriba,
desapareciendo entre las cortinas de retazos neón. Angela los siguió de cerca, pero
incluso así los perdió entre gente bailando y la pantalla de humo que nacía de,
pipas, narguiles, y bongs. Ella, acostumbrada a ese tipo de ambientes, cruzó la pista
de baile, zonas vips donde las parejas drogadas follaban, y se adentró por los pasi-
llos que daban a cuartos y bodegas desordenadas.
La persecución terminó con los dos sujetos arrinconados y asustados. Alzaron las
manos y se rindieron al instante. La sargento se acercó apuntándoles.
─ ¡Por favor, todo menos las gafas! ─ exclamó uno de los tipos.
Angela no prestó atención al comentario y le quitó los lentes con un movimiento
rápido. En ese momento su percepción del tiempo se ralentizó, la música se distor-
sionó hasta ser un solo tono constante y profundo. Quizá por la sorpresa de ver que
al hombre le habían arrancado el ojo izquierdo y que el opuesto parecía un colo-
boma: una pupila alargada y afilada como la de un reptil.

SASANILI | 35
La sensación desapareció cuando la detective sintió una mano sobre su hombro.
El tiempo se restauró, el tipo se cubrió el rostro, y ella fue empujada hacia atrás por
personas de traje negro que se presentaron como agentes especiales.
─ Vete a casa, Angela. Ya has hecho suficiente por hoy. Mañana pasa a mi oficina
a primera hora ─ escuchó por el comunicador.
Confundida, se negó a dar explicaciones y salió del lugar. No volvería a la comisa-
ría, tan solo tomó el primer taxi de vuelta a su departamento.
Luego de una ducha caliente, una comida descongelada, y unas horas de trabajo
frente al computador, Angela se dispuso a dormir las dos horas que le quedaban
antes de tener que repetir la misma rutina de todos los días. Ella solía dormir con
una camiseta de tirantes y bragas de algodón bajo cobijas ligeras.
La imagen del ojo reptil le mantuvo en un estado de vigilia; un baile entre la som-
nolencia y lucidez. Giraba buscando alguna postura que le ayudase a borrar esos
pensamientos oscuros. Fue allí cuando sintió que alguien abría la puerta de su
habitación, y se acercaba a ella de forma silenciosa. Angela recibió a la silueta con
un abrazo posesivo, pensó que se trataba de su novia llegando del turno nocturno
en un bar. La silueta tomó la iniciativa, levantó la camisa de Angela y comenzó a
lamer sus pezones mientras deslizaba una mano bajo la braga. Los besos y mordi-
das; en especial en la entrepierna y muslos, la llevaron a un orgasmo tan fuerte y
diferente a otros, que de inmediato pudo liberar la tensión y conciliar el sueño.
Al despertar, Angela buscó cobijo entre los brazos ajenos, pero estaba sola. Había
ignorado las primeras alarmas, así que sacrificó el desayuno por minutos extra en
la ducha, se preparó, dejó una nota agradeciendo a su novia, y salió a la estación.
Gastó el día en dar explicaciones y recibir retos. De superior en superior, de depar-
tamento en departamento, repitiendo argumentos y tragando sermones. Así hasta
que finalmente cayó la noche, donde ella decidió hacer algunas horas extra para
compensar todo el tiempo perdido.
Angela solía repetir el chiste sin gracia del espeluznante parentesco entre el hos-
pital y la comisaría en turnos de noche.
─ En el primero matan, en el segundo también. Es gracioso para mi ─ pensó en
voz alta, tecleando rápido para rellenar formularios.
─ A mí me gusta, pero no tanto como tú ─ Una silueta femenina y oscura abrazó a
Angela por detrás, manoseando sus pechos por sobre la chaqueta.
Angela se sorprendió al escuchar la voz de su novia, pero al girar no vio nada más
que pasillos profundos y oscuros con manchones de luz entre tramos de oscuridad.
─ Creo que necesito dormir más. O un café ─ la detective se levantó de su silla,
salió de la oficina con cubículos, y caminó hacia la cocina.
Primero se sintió observada y luego seguida. No tuvo el valor de ver hacia atrás,
pero el eco de los pasos sobre la cerámica se hacía cada vez más fuerte. Finalmente,
se detuvo y dio media vuelta, no había más que pasillos y soledad.
─ No tienes quince años, contrólate ─ se dijo a sí misma, volviendo a girar.
Pero justo allí fue interceptada por una silueta oscura que la luz no podía disipar.
La entidad empujó a Angela contra una puerta que cedió hacia adentro, quedando
contra una estantería metálica donde se almacenan pruebas. La agente no podía
moverse, la sensación no solo era igual a una parálisis del sueño, sino que también
a lo que percibió la noche anterior en su departamento.
─ ¿Quién eres?, ¿qué eres?, ¿por qué no me puedo mover?
36 | EL NAHUAL ERRANTE
─ El mundo tiene secretos oscuros, artefactos perdidos, y criaturas desconoci-
das como yo. Algunos me han retratado como profeta, otros como demonio; todo
depende de cómo reciben mi regalo.
─ ¡Suéltame!
─ No te estoy afirmando. Tú te entregas a mí. El deseo ha tomado control sobre la
carne, tus pensamientos de miedo y rabia se van diluyendo en un torrente de curio-
sidad y morbo. Sabes quién soy, me sentiste ayer en tu cama.
─ ¡No entiendo qué quieres de mí!
─ Algunos buscan controlar a través del miedo o con promesas de poder. Yo ofrezco
darte todo el placer que quieras a cambio de un pequeño y simple favor.
Angela pensó en los sujetos tuertos del antro al ver los ojos de la entidad.
» Ellos no pudieron asimilar el don que les di. Se arrancan un ojo porque así ya no
los puedo ver. Pero no te preocupes, ellos ya han sido castigados.
En el calabozo, los dos prisioneros permanecían de rodillas contra el muro. Algo
les había arrancado los ojos, orejas, nariz y labios.
» Los traidores llevaban un maletín con lo único que puede tenerme ─ la entidad
tomó la mano derecha de Angela y la llevó lentamente hacia la bolsa de pruebas
donde estaba el maletín. Con toques suaves la convencería de abrir el sello, sacar la
valija, introducir la clave de cuatro dígitos y levantar la tapa.
En el interior había tres pequeños frascos de cristal con tapón de corcho, acomo-
dados en una pieza de espuma negra.
» Puedes cerrar los ojos y volver a tu vida aburrida, simple, predecible y depen-
diente. O puedes destruir los frascos, y hacerme imparable, indestructible, tuya ─ la
silueta deslizó la mano libre bajo la ropa de ella, recorriendo desde los pechos hasta
su entrepierna.
Angela cerró los ojos entre jadeos ahogados. Al abrirlos, sus nuevas pupilas afila-
das brillaron incluso después de que las luces del cuarto explotaron.

SASANILI | 37
Bacanales
Andrei Lecona Rodríguez

O culto entre la espesura de los abetos, el detective Sepúlveda observaba al tropel


de enmascarados adentrarse en las ruinas de la iglesia. Su instinto de veterano
le decía que algo no estaba bien. Se suponía que Damián, su joven compañero, lo
encontraría en ese preciso lugar, pero los minutos pasaban y no había señal alguna del
novato. Sepúlveda miró su reloj.
—Más de veinte minutos tarde ¿Lo habrán descubierto estos sujetos? — Pensó,
preocupado. —No, no es posible. Habría habido alguna conmoción. No estarían tan
tranquilos estos locos.
El plan era entrar juntos a la catedral en donde se reunía el misterioso culto.
Esconderían sus identidades con las máscaras que una fuente anónima le había
hecho llegar a Damián junto con unas fotografías de una joven parecida a uno de
los desaparecidos. De esta forma, conseguirían las evidencias necesarias para con-
vencer a sus superiores de efectuar una redada en aquel lugar. A Sepúlveda no le
gustaba el plan en absoluto, pues, en su experiencia, las fuentes anónimas no eran
de fiar. Por lo poco que sabían, todo podía ser una broma o, peor aún, una trampa;
sin embargo, habían agotado todas las demás líneas de investigación y no estaban
ni un paso más cerca de averiguar el destino de los desaparecidos. Sepúlveda exa-
minó con desagrado la máscara de lobo que debía colocarse. Ya se había resignado
a tener que hacer esto solo. Además, debía averiguar si Damián estaba realmente
en aprietos, capturado por los enmascarados.
— ¿Pero qué mierda estoy haciendo? Protégeme, Dios mío —dijo para sí mismo.
Respiró hondamente un par de veces antes de ponerse la máscara de lobo. Al
hacerlo, no pudo evitar la sensación de estar entrando a un mundo distinto del que
hasta entonces había conocido. Como si la máscara fuera un visor capaz de revelar
un mundo oculto debajo del mundo ordinario. Con estos pensamientos, salió de la
tenebrosa espesura para confundirse entre la multitud. Había mujeres principal-
mente, pero también hombres. Eran de todas las edades. Todos iban enmascara-
dos: venados, jabalíes, linces, osos, cocodrilos, toros y zorros. También resultaba
notable que las personas de piel blanca fueran una minoría en este grupo, circuns-
tancia que, tras advertirla, hizo sentir incómodo a Sepúlveda.
Hogueras dispuestas a lo largo del camino iluminaban el sendero que los enmas-
carados debían recorrer. Cerca de lo que en algún momento debió haber sido el
porche de ingreso a la catedral, Sepúlveda reconoció el detalle que le había permi-
tido dar con este lugar secreto. En una pared parcialmente derruida, estaba pintado
el escudo de una orden religiosa bien conocida por el detective: la Ordo Servorum
Mariae. Iglesias de los servitas había muchas, sí, pero sólo una de ellas abandonada
a las afueras de la ciudad. Solamente allí era posible la celebración de un ritual tal
como el que mostraban las fotografías.

38 | EL NAHUAL ERRANTE
El católico Sepúlveda sintió en carne viva la injuria de que aquel culto mancillara el
suelo sagrado con sus rituales, pero no tuvo tiempo de entregarse a la indignación.
En ese momento, se dio cuenta de que los enmascarados a su alrededor se esta-
ban despojando de sus ropas. Pensó en escabullirse, pero su tardanza ya lo había
evidenciado. Un sujeto con máscara de macho cabrío, evidentemente, alguien de
mayor rango, lo observaba con atención. Buscó nerviosamente el nudo de su sucia
corbata para comenzar a desvestirse, pero sus manos no le respondían. El macho
cabrío hizo una señal. Sepúlveda se creyó descubierto. Ya estaba listo para dar bata-
lla, pero notó que se le acercaba un grupo de mujeres enmascaradas, ciñendo cade-
nillas de oro en las caderas, collares, brazaletes dorados y nada más. Sus cuerpos
eran deslumbrantemente hermosos.
—Tranquilo, lobo feroz— dijo riendo una de ellas.
—Este lobo es tímido. Creo que necesita de nuestra ayuda— dijo otra.
Las reservas de pudor de Sepúlveda se evaporaron ante el asalto de aquellas nin-
fas que comenzaron a desvestirlo mientras reían maliciosa y sensualmente. Se sen-
tía dominado por un furor cuyo origen no podía precisar. Cuando las ninfas hubie-
ron terminado con él, nuevamente se perdieron entre la multitud. Después, sintió
la presión del gentío para avanzar. Ya dentro de la derruida catedral, Sepúlveda se
topó con una nueva injuria a su fe. En donde normalmente se encontraría la pila
para el agua bendita, había una enorme efigie de bronce en forma de falo. Todos sin
excepción tocaban el falo antes de proseguir su camino. Sepúlveda sintió además
su masculinidad herida ante la idea de tocar aquello. Pensó que sería sencillo evi-
tarlo entre tanta gente, pero cuando se disponía a avanzar, se topó de frente con el
mismo macho cabrío que le miraba fríamente. Aún no estaba fuera de toda sospe-
cha, así que se armó de valor y rindió los debidos honores al icono fálico.
A todo lo largo de la nave central, la iluminación desaparecía casi por completo.
Desde diversos puntos de la catedral llegaban fuertes voces, todas llenas de un
oscuro poder, como ecos dantescos que retumbaban en las paredes del recinto.
—La transgresión es tan sagrada como la prohibición…
—Puede producir miedo, repulsión, incluso asco, pero igual nos viene del dios…
De pronto, un aroma a plantas quemadas se introdujo con violencia en las fosas
nasales del detective. Entre la oscuridad, pudo distinguir la hermosa figura del
macho cabrío, haciendo oscilar un sahumador del que salía el enervante perfume
de propiedades estimulantes. Entonces, un coro de voces bramó al unísono:
—¡Ya es tiempo de que Eleuterio aparezca! ¡El Salvador!
—¡El Libertador! ¡Despierta, oh, Baco! ¡Dioniso!
Con un fulgurante resplandor, apareció en el sagrario una magnífica estatua de
Dioniso. Tenía una espléndida corona de vides; la melena larga y alborotada; en la
mano izquierda una copa de cobre; su hermoso cuerpo se contoneaba ligeramente
en forma de S. Una música de flautas y címbalos comenzó a sonar desde algún lugar
de la catedral. Súbitamente, un séquito de mujeres danzantes irrumpió en escena;
empuñaban los tirsos báquicos cubiertos de hojas de yedra; sus sensuales cuerpos,
parcialmente cubiertos con pieles de corzo, se agitaban frenéticamente al son de
una alocada melodía.

SASANILI | 39
Sepúlveda estaba trastornado, sentía un torbellino de emociones confusas agol-
pándose en su interior: ira, asco, vergüenza, fascinación, deseo, lujuria. La multitud
gritó, se estremeció, poseída por el furor báquico. Algunos se golpeaban el pecho,
mientras otros caían al suelo, presas de un exceso de placer.
De pronto, el macho cabrío dejó caer el sahumador, dejó escapar un grito terrible
y comenzó a convulsionar al lado de Sepúlveda. Todos guardaron un silencio que
hería los oídos, tras el indecible escándalo anterior de la bacanal. Cuando las con-
vulsiones pararon, el cuerpo del hombre se arqueó en una posición imposible. De
sus labios brotó un siseo sobrenaturalmente alto que se transformó en palabras:
—¡Hijos! ¡Fieles! ¡Devotos míos! ¡Honradme con vuestra embriaguez! ¡Cele-
bradme en vuestro delirio! ¡A mí! ¡Al dios que Zeus llevó cocido en su muslo! ¡A
aquel que nació como dios de entre las cenizas de su madre!
En medio de las convulsiones, la máscara de macho cabrío se le había caído del
rostro. Sepúlveda sintió un sudor helado descender por su cuello al reconocer a su
joven compañero, Damián. En ese momento, el joven detective dejó escapar un
aullido terrible que le erizó la piel a todos los presentes. Comenzó a respirar con
fuerza. Con cada aspiración, se llenaba de un odio mortal.
—¡Hay entre nosotros un no iniciado! ¡Un impío que reniega de mi divinidad! ¡Un
blasfemo que ha atestiguado nuestras danzas secretas! ¡Un cristiano! ¡Un cordero
en la piel de un lobo! —gimió con una voz monstruosa, mientras señalaba directa-
mente a Sepúlveda.
—¡No! —Gritó Sepúlveda, quien sólo entonces comprendió que la desnudez no
implica no traer ropa puesta, sino estar a merced de algo sagrado y temible. Com-
prendió también que nunca había habido ninguna fuente anónima. Que pagaría un
precio terrible por no haberle hecho caso a su instinto.
—¡Sparagmos! Enséñenle al cristiano el verdadero significado de compartir el
cuerpo y la sangre del sacrificado. ¡Sparagmos! —Gritó el dios, hablando a través de
Damián.
Sepúlveda no tuvo tiempo de preguntarse qué significaba aquella rara palabra.
Las ménades enloquecidas lo rodearon. Cada una de ellas sujetó una parte distinta
de su cuerpo. Como una jauría de perras salvajes, desgarraron el cuerpo de Sepúl-
veda con sus delicadas manos. Su carne cruda fue consumida rápidamente.
El lunes, después de conversar con sus colegas sobre la misteriosa desaparición
de Sepúlveda, Damián redactó un detallado informe en el que recomendaba cerrar
el caso de las desapariciones, puesto que nuevas evidencias habían demostrado
que todos los desaparecidos se habían marchado por su propia voluntad. Sus supe-
riores, encantados de librarse de un asunto tan problemático, declararon el caso
cerrado definitivamente.

40 | EL NAHUAL ERRANTE
Solo para desahuciados
Eric Michel Villavicencio Reyes

“S olo para desahuciados”, clama el cartel de la entrada, y quizás por eso no se le


acerca nadie, a pesar de ser un restaurante vacío en un día convulso.
Cumplo los requisitos, y estoy hambriento. Obras de caridad como esta no se ven
todos los días; apenas una olla de sopa y una papa para todos suele ser más que
suficiente para contentar a los muertos de hambre.
Entro, me recibe una calidez inusitada, algo que no conozco, o finjo no conocer
para no extrañar. Las empleadas, todas mujeres, me esperan formando una fila, me
guían a una mesa con una sola silla. Todas sonrientes, todas expectantes.
Me siento y vienen, una a una, todas, con una sonrisa, a servirme un vaso de agua
y traerme una carta, siempre diferente, y siempre llena de deliciosas opciones. Bebo
el agua que no es agua y presto atención a las empleadas. La última de ellas se para
frente a mí, luego de una procesión tan grande que no me tomé la molestia de con-
tar. Abre la carta, y la recomendación del chef capta mi atención de inmediato.
No dudo, no pienso, y escojo esa, señalando con un dedo huesudo que creo que es
el mío. Ella sonríe, deja la carta sobre la mesa, da una palmada, y el mundo cobra
color.
Aparecen, de la nada, una decena de chicas ataviadas con los trajes más curiosos
que haya visto: todo color, todo luz, todo desnudez. Llevan, cada una, una ban-
deja sobre la mano, y comienzan a bailar al ritmo de una música que no sé cuándo
empezó. En ondas, me llega el olor suculento de la comida, como si se moviera al
ritmo de las caderas y se desliza por mi tráquea como el sudor por la curva de los
senos mojados.
Las empleadas del restaurante se les unen, y entre todas forman un círculo a mi
alrededor, y se van acercando, lentamente. La comida es destapada, y vuelan boca-
dos directo hacia mí. Los atrapo con las manos, con el rostro, y como; vuelan besos
también, y como.
Se enroscan a mi alrededor, me desnudan, me llenan, me vacían. Devoro a una,
penetro a otra, me pierdo entre los huesos y encuentro la salida a través de la vagina.
Tengo sed, así que bebo, como un cóctel, la mezcla entre saliva, frutas, jugos y alco-
hol, mucho alcohol.
Me pierdo un segundo, abro los ojos, y me descubro sobre una montaña de hem-
bras, mordisqueando un glúteo que descansa en la cima, bebiendo de un pecho que
flota en el aire, aferrado a mi mano, suave y gelatinoso.
Vuelvo a cerrar los ojos, y al abrirlos bebo de otra boca y como de otra carne, y
luego repito el proceso diez, cien, mil veces.
Y cuando creo que ha pasado más tiempo del que puedo recordar, suenan las cam-
panadas de las doce, y la fiesta apenas comienza.

SASANILI | 41
Increíble que, perdido en este banquete, rodeado de placer, de lujuria, no haya
notado los cuchillos, la vara y el fuego que, como las mujeres, se acercaron a mí,
muy lentamente.
A los animales nunca se les debe asustar antes de que mueran, pues la carne se
pone dura y correosa, casi imposible de masticar. Quizás por eso es el placer el
método que han escogido para evitar que la presa entienda lo que pasa y tenga
tiempo de asustarse o huir.
Pero fallan, y advierto, aunque muy tarde, que soy el último plato, y me dejo comer
con placer,no tengo nada que extrañar ahí fuera. Esto es solo para desahuciados.

42 | EL NAHUAL ERRANTE
Deseo y desesperación
Leonora Zea

D esde que Maya lo había conocido, desde que se había dejado enamorar por esos
ojos verdes y seducir por las palabras que la hacían reír hasta el llanto, había
llorado y sufrido por una pérdida que no era suya, por un dolor ajeno que, de algún modo,
de vez en vez la acechaba entre sueños y pesadillas.
La vida a lado de Rafael era simple. Las peleas eran pocas y las pláticas largas. Las
noches de película y los domingos de museos no faltaban en el calendario y a pesar
de todo el amor y toda la felicidad que se puede tener al estar al lado de la persona
indicada, el mes de octubre de cada año se llenaba de nostalgia.
Samuel, un nombre que sonaba a melancolía, a prohibición dentro de aquella
familia alegre y divertida, que no importaba el problema, siempre se escuchaba
una carcajada, pero repetir tan siquiera aquel nombre en murmullo detonaba una
inmensa tristeza en medio de aquella felicidad.
Rafael, poco a poco había vuelto a celebrar su cumpleaños, soplar una sola vela
cada vez se volvía un poco más soportable y a Maya, le gustaba formar parte de eso.
El “mes melancólico” había llegado, no hacía falta anotarlo en ningún calendario.
Rafael tenía pequeños cambios de actitud y Maya sólo podía estar ahí. A veces se
presentaba en lencería, queriendo espantar la ausencia con gemidos, el dolor con
orgasmos, la melancolía con seducción, pero muchas otras, ni los tacones, ni las
esposas servían para calmar el dolor en aquellos ojos verdes y se quedaban abraza-
dos, sin decir nada… uniendo sus corazones, comprendiendo el silencio.
—Ya me voy, al rato regreso—gritó Rafael para que Maya lo pudiera escuchar.
—Está bien, Cariño, mándale saludos a Toño y a Pablo—respondió Maya desde el
interior del baño.
Al escuchar la puerta cerrada, Maya salió del baño con una mascarilla verde que
cubría todo su rostro y el kit completo que indicaba que esa noche esperaba que
hubiera acción.Sabía que Rafael tardaría en regresar así que se tomó su tiempo:
exfoliación, depilación, maquillaje y lencería.
Las horas pasaron, las películas románticas que veía en soledad habían acabado
y el mensaje de “Cariño, ya voy de regreso” aún no se veía reflejado en la pantalla
del celular y así como estaba, decidió ir a dormir.
El tacto de unas manos apretando su pecho la despertó.
—Qué bueno que llegaste—dijo ella sin apartar la mano de sus senos. Se movió de
lugar, buscando pegar sus caderas a las de él. —Me gusta despertar así— continuó
ella mientras bajaba la mano hacia su vagina.
Él movía su dedo diferente, era una sensación entre experimentado y reconoci-
miento: el tacto en su clítoris, los movimientos circulares y los pequeños pellizcos
la estaban humedeciendo más rápido de lo esperado, pero al mismo tiempo tenía
la sensación de que Rafael continuamente estaba viendo si ese nuevo modo de mas-
turbación era el correcto.

SASANILI | 43
Ella se volteó boca arriba, para ser suya una vez más. Él bajó con besos y caricias
suaves por sus piernas para después volver a subir. Maya, con los ojos cerrados y
apretando el diafragma, abría sus piernas para recibir los labios, la boca, la lengua
de Rafael. El calor aumentaba rápidamente en la habitación, las piernas de Maya
temblaban mientras sus manos se aferraban a las cobijas ya desgastadas.
—Ven, aquí, déjame sentirte dentro—le pidió Maya.
Ella se aferró a esa espalda ancha y antes de la penetración, Rafael se sentó con
ella aferrada a su cuello. Le quitó la almohada y la puso justo debajo de sus cade-
ras.
—¿Qué haces? —Preguntó Maya,extrañada, pero Rafael no contestó.
Rafael se dejó caer nuevamente sobre ella. Besó sus labios y apretó sus pechos
como si hubiera pasado una eternidad sin tocarla. La penetró de igual modo, con
deseo y desesperación, con goce y urgencia.
Él se movía diferente, la excitaba, no quería que parara, le gustaba ser suya, sólo
suya. La almohada, debajo de sus caderas, había sido un toque inesperado que de
algún modo la hacía sentir más de todo, más profundidad, más placer, más orgas-
mos.
Le gustó que la tomara así en la noche, mientras dormía, sin mensajes ni previo
aviso. Le gustó experimentar posiciones nuevas, que la volviera a tocar así, con
deseo y desesperación, con goce y urgencia, como si fuera la primera y la última vez
que le hiciera el amor, pero no le gustaba la sensación de extrañeza que los seguía
rodeando.
Como de costumbre, Maya se recargó sobre su pecho.
—¿Qué pasa, amor? ¿Todo está bien?
Rafael, por contestación le besó la frente aún sudada y le indicó que se volteara.
Maya aún extrañada se colocó de lado. Rafael se colocó junto a ella, para poder
abrazarla y disfrutar del olor de su pelo y sin decir nada más, se quedaron dormi-
dos.

—¿Pero qué mierda…?—Gritó Rafael.
Maya despertó espantada, sin entender qué estaba pasando, miró a su alrededor:
lencería tirada, la cama movida… no notó nada raro. Un mensaje nuevo en el celu-
lar.
—Espero que tengas una muy buena explicación para todo esto…
—No entiendo, ¿para qué? — Respondió Maya aún poco dormida, desbloqueando
el celular para ver el nuevo mensaje:
8 a.m.
“Cariño, siento mucho no haber llegado anoche, prometo recompensártelo. ¿Quie-
res ir a desayunar?

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Los Nahuales

Leonora ZEA: Bruja, hechicera, curandera de las


palabras, las ideas y los sueños. Perseguida y buscada
por hereje, por ir en contra de las reglas y las normas de
la ciudad Mirtos, ciudad de frío y hierro.

Ángel Diaz: Ermitaño, viajero del mundo. Estudioso


de aquellos libros escondidos o rechazados. Cazador de
palabras y de malas ideas. Verdugo de atrapasueños y
coleccionista de historias por contar.

Florencia FraPP: Todos en el mundo somos grasas,


no hago distinción de sexo y raza.

ESCORIA MEDINA: Procedente de una mente


descompuesta. Mediocre intelectual, andrógino, Dios
fantoche de logros pueriles, de creaciones aberrantes e
inestables. Todo un fraude.

EL NAHUAL ERRANTE
LOS NAHUALES

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