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EDUCACIÓN PÚBLICA.
El rezago educativo que padecemos no es nuevo, la pandemia lo recrudeció y las
políticas erráticas del gobierno lo vienen agravando.
Miles de escuelas se encuentran en condiciones precarias: sin agua potable, sin luz
eléctrica, sin baños en buen estado, sin el mobiliario adecuado, sin laboratorios, sin
talleres, etc. Las escuelas se siguen deteriorando a pesar de la asignación de recursos
a las sociedades de padres de familia para su mantenimiento.
El presidente presume que prometió crear 100 universidades y que ya lleva 140. Las
Universidades para el Bienestar Benito Juárez García son en realidad pequeñas
escuelas con algunas aulas en condiciones precarias; ofrecen estudios profesionales o
simiprofesionales, atendidas por un profesorado formado al vapor que nadie ha
evaluado. Según un estudio hecho por el CONEVAL, dichas instituciones presentan
problemas de organización, de recursos humanos, de gestión, de infraestructura, de
localización y de operación. Es patente la baja calidad del servicio educativo.
Los libros tienen muchos errores, que las autoridades tratan de minimizar
llamándolos “áreas de oportunidad”. Entiéndanlo quien pueda.
Algunas voces interesadas —entre las que sobresale Ricardo Salinas Pliego, dueño de
TV azteca—, atacan de comunistas los libros que distribuye la SEP. La verdad es que
dichos libros no tienen nada de comunistas; los verdaderos comunistas son
promotores de la ciencia y de la cultura. Recuérdese tan solo el caso de China y su
gran potencial científico, o el caso de la Rusia de la era soviética, que en poco tiempo
alcanzó el desarrollo de los países occidentales, o incluso el caso de Cuba — país
pequeño, bloqueado por Estados Unidos, con grandes carencias—, y que ha
desarrollado un sistema educativo superior al nuestro. En el pasado reciente, los tres
países mencionados crearon sus propias vacunas contra el COVID-19.
También se ataca a los libros por hablar de las clases sociales: solo un ignorante o un
engañador interesado puede desconocer la realidad de las clases sociales.
1º. No tienen una estructura clara, no hay un camino definido para ascender en el
conocimiento de lo simple a lo complejo. Los distintos proyectos aparecen como una
baraja desordenada que no conducen a ningún lado. Dicho en palabras de Raúl Rojas
González, premio nacional de Ciencias y Artes 2015 y maestro de la Universidad
Libre de Berlín: “Es una desordenada Wikipedia de cápsulas didácticas”.
2º. Todo el proyecto descansa sobre los maestros. Pero resulta que no se les ha
capacitado para enfrentar dicha tarea, a menos que se consideren suficientes los 4
días de aprendizaje para los profesores del nivel básico o el curso de 40 horas, en
línea, para los maestros del nivel medio superior.
3º. Hay que señalar también que muchos maestros sobreviven con 10 o 15 horas clase;
con un raquítico salario que los obliga a buscar otros ingresos para completar el
sustento familiar, y no dispondrán de tiempo para actualizarse en el nuevo sistema
pedagógico. La mayoría de los maestros, sometidos a la presión oficial, se verán
obligados a fingir que están cumpliendo con los planes y programas dictados por la
Secretaría, pero seguirán haciendo lo que hasta ahora vienen haciendo.
Existe una drástica reducción en los contenidos en materias básicas como las
matemáticas y el lenguaje.
4º. Las matemáticas son, por naturaleza, interdisciplinarias (se aplican a todas las
áreas de la ciencia). En los libros no existe un enfoque sistemático de las mismas y
no se incluyen ejercicios con los que el estudiante pueda reforzar el conocimiento:
esta es una grave deficiencia.
Los trabajadores tenemos derecho a que nuestros hijos reciban una buena
educación, basada en la ciencia y no en la superstición; en escuelas amplias y bien
construidas, que cuenten con todos los servicios: agua potable, luz eléctrica, aire
acondicionado, mobiliario adecuado, con bibliotecas, laboratorios, talleres, aulas
digitalizadas (que cuenten con banda ancha para la conexión a internet); impartida
por maestros capacitados, bien pagados para que se dediquen de tiempo completo a
la labor magisterial. Tenemos derecho a una educación de primera y no a una de
cuarta, como la ficción que quiere darnos el gobierno de la cuarta transformación.