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EL PROYECTO EDUCATIVO DEL GOBIERNO DEBILITA LA

EDUCACIÓN PÚBLICA.
El rezago educativo que padecemos no es nuevo, la pandemia lo recrudeció y las
políticas erráticas del gobierno lo vienen agravando.

Se redujo el presupuesto destinado a la educación para canalizar recursos a los


programas sociales y para las grandes obras de presidente. Se suprimió el programa
de estancias infantiles, que resolvía una necesidad imperiosa para las madres
trabajadoras; se cancelaron las escuelas de tiempo completo, que daban
alimentación a los niños pobres y permitían a sus madres trabajar. Se desfondaron
las normales: en 2018 tuvieron un presupuesto de 783 millones de pesos y para 2021
sólo se asignaron 170 millones. ¡Una reducción brutal! Las universidades públicas
también fueron castigadas presupuestalmente, ni la UNAM se salvó de tal
embestida.

Miles de escuelas se encuentran en condiciones precarias: sin agua potable, sin luz
eléctrica, sin baños en buen estado, sin el mobiliario adecuado, sin laboratorios, sin
talleres, etc. Las escuelas se siguen deteriorando a pesar de la asignación de recursos
a las sociedades de padres de familia para su mantenimiento.

El presidente presume que se modificó el artículo 3º de la Constitución para


establecer el carácter gratuito y obligatorio de la educación superior. Pero oculta que
no se le ha asignado ningún presupuesto adicional a este nivel educativo. Todo
queda en letra muerta. Procede igual que Felipe Calderón que estableció el derecho
a la educación media superior obligatoria, pero no creó ninguna preparatoria para
hacerlo realidad. Buenos deseos que no se traducen en nada.

El presidente presume que prometió crear 100 universidades y que ya lleva 140. Las
Universidades para el Bienestar Benito Juárez García son en realidad pequeñas
escuelas con algunas aulas en condiciones precarias; ofrecen estudios profesionales o
simiprofesionales, atendidas por un profesorado formado al vapor que nadie ha
evaluado. Según un estudio hecho por el CONEVAL, dichas instituciones presentan
problemas de organización, de recursos humanos, de gestión, de infraestructura, de
localización y de operación. Es patente la baja calidad del servicio educativo.

El modelo de estas instituciones ya lo tenemos en la Ciudad de México con las


preparatorias y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México creadas por López
Obrador cuando era jefe de gobierno. Ciertamente, aumentaron la oferta educativa,
pero con estudios de baja calidad y con muy poca eficiencia terminal. Incluso, no
existen los exámenes de admisión, se ingresa mediante sorteo realizado ante Notario
Público. Para ingresar no se requieren conocimientos sino suerte. Se desprecia la
disciplina académica.

El proyecto educativo del actual gobierno se sintetiza en la “Nueva Escuela


Mexicana”. La SEP publicó un catálogo de libros de texto gratuito que ha provocado
polémica. Los voceros del gobierno sostienen que con los libros buscan promover el
humanismo, los derechos humanos, el espíritu crítico, etc., etc. Hasta aquí, nada
que objetar.

Los problemas empiezan con la aprobación de los planes y programas de estudio. El


artículo 23 de la Ley General de Educación establece que la SEP considerará —para la
aprobación de los planes y programas— “la opinión de los gobiernos de los Estados,
de la Ciudad de México y de los diversos actores sociales involucrados en la
educación”. Más adelante, en el artículo 28 de dicho ordenamiento se establece la
obligación del gobierno de “capacitar a las maestras y a los maestros respecto de su
contenido y métodos, así como generar espacios para el análisis y la comprensión de
los referidos cambios”. El gobierno, como es el sello de la casa, no hizo nada de esto.
Aquello de que “al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie”, ha sido
complementado por el presidente con: “y mi palabra es la ley”.

La polémica se ha centrado en el contenido de los libros. Los representantes oficiales


argumentan la necesidad de unificar el conocimiento, por lo que desaparecen los
libros específicos por materias (ya no habrá libro de matemáticas, de biología, de
historia, etc.) sino que se integrarán en dos textos denominados “Nuestros saberes” y
“Múltiples lenguajes”. Y ahí, de manera integrada, se mezclarán las distintas
materias. Además, habrá tres libros de proyectos: del aula, de la escuela y de la
comunidad.

El maestro deberá seleccionar un proyecto, y a partir de él extraer los conocimientos


de las distintas materias con los que esté relacionado. Este enfoque no es del todo
nuevo, con antelación existía algo similar llamado “actividades integradoras”, que
arrojó pobres resultados.

Los libros tienen muchos errores, que las autoridades tratan de minimizar
llamándolos “áreas de oportunidad”. Entiéndanlo quien pueda.

Algunas voces interesadas —entre las que sobresale Ricardo Salinas Pliego, dueño de
TV azteca—, atacan de comunistas los libros que distribuye la SEP. La verdad es que
dichos libros no tienen nada de comunistas; los verdaderos comunistas son
promotores de la ciencia y de la cultura. Recuérdese tan solo el caso de China y su
gran potencial científico, o el caso de la Rusia de la era soviética, que en poco tiempo
alcanzó el desarrollo de los países occidentales, o incluso el caso de Cuba — país
pequeño, bloqueado por Estados Unidos, con grandes carencias—, y que ha
desarrollado un sistema educativo superior al nuestro. En el pasado reciente, los tres
países mencionados crearon sus propias vacunas contra el COVID-19.

También se ataca a los libros por hablar de las clases sociales: solo un ignorante o un
engañador interesado puede desconocer la realidad de las clases sociales.

Los libros de texto gratuito sí tienen problemas graves.

1º. No tienen una estructura clara, no hay un camino definido para ascender en el
conocimiento de lo simple a lo complejo. Los distintos proyectos aparecen como una
baraja desordenada que no conducen a ningún lado. Dicho en palabras de Raúl Rojas
González, premio nacional de Ciencias y Artes 2015 y maestro de la Universidad
Libre de Berlín: “Es una desordenada Wikipedia de cápsulas didácticas”.

2º. Todo el proyecto descansa sobre los maestros. Pero resulta que no se les ha
capacitado para enfrentar dicha tarea, a menos que se consideren suficientes los 4
días de aprendizaje para los profesores del nivel básico o el curso de 40 horas, en
línea, para los maestros del nivel medio superior.

3º. Hay que señalar también que muchos maestros sobreviven con 10 o 15 horas clase;
con un raquítico salario que los obliga a buscar otros ingresos para completar el
sustento familiar, y no dispondrán de tiempo para actualizarse en el nuevo sistema
pedagógico. La mayoría de los maestros, sometidos a la presión oficial, se verán
obligados a fingir que están cumpliendo con los planes y programas dictados por la
Secretaría, pero seguirán haciendo lo que hasta ahora vienen haciendo.

Existe una drástica reducción en los contenidos en materias básicas como las
matemáticas y el lenguaje.

4º. Las matemáticas son, por naturaleza, interdisciplinarias (se aplican a todas las
áreas de la ciencia). En los libros no existe un enfoque sistemático de las mismas y
no se incluyen ejercicios con los que el estudiante pueda reforzar el conocimiento:
esta es una grave deficiencia.

5º. El lenguaje es no menos importante. Leer y entender lo que se lee es


indispensable para cualquier estudiante; redactar bien permite transmitir de manera
clara y efectiva el pensamiento. En los libros se reproducen expresiones de uso
popular como “tons, nos reunimos para hacer la tarea”, “subir para arriba”, “salir para
afuera”, “que’s que tuvo miedo”, sin las aclaraciones correspondientes. Es cierto que
el español tiene modismos y palabras de uso regional, pero deben quedar claras
cuáles son las formas de uso internacionalmente aceptadas. Se deben respetar las
reglas de la gramática y ortografía, para no confundir al estudiante y provocar que no
sepa si cajón se escribe con “j” o con “g”. De no hacerlo así, terminaremos por no
entendernos y por no comprender las grandes obras de la literatura, de la ciencia y
de la tecnología que están bien escritas.

En conclusión: la propuesta del gobierno morenista en materia educativa es un claro


retroceso. Como personas no nos hará más cultos, sino más ignorantes; y como país
no lograremos la independencia científica y tecnológica que se requiere para
desarrollarnos. Ante el deterioro de la calidad de la educación pública se fortalecerán
las escuelas privadas. ¿Acaso, eso es lo que se busca?

Los trabajadores tenemos derecho a que nuestros hijos reciban una buena
educación, basada en la ciencia y no en la superstición; en escuelas amplias y bien
construidas, que cuenten con todos los servicios: agua potable, luz eléctrica, aire
acondicionado, mobiliario adecuado, con bibliotecas, laboratorios, talleres, aulas
digitalizadas (que cuenten con banda ancha para la conexión a internet); impartida
por maestros capacitados, bien pagados para que se dediquen de tiempo completo a
la labor magisterial. Tenemos derecho a una educación de primera y no a una de
cuarta, como la ficción que quiere darnos el gobierno de la cuarta transformación.

Muchas gracias por su atención, los espero en el próximo mensaje.

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