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BALSELLS ana 7 dias con resfrio

De eso trata este libro: de aprovechar esos

momentos cotidianos con tus hijos para ayudarlos a alcanzar su verdadero potencial.

centraremos más bien en cómo puedes ayudar a tus hijos a ser más

ellos mismos, más resistentes y más fuertes, a estar más a gusto con el mundo.

¿Y eso

cómo se consigue? Nuestra respuesta es sencilla: necesitas entender unos principios

básicos sobre el joven cerebro que crece y se desarrolla con tu ayuda. De eso trata El

cerebro del niño.

contara la historia repetidamente,comprender lo sucedido para que pudiera empezar a enfrentarse a


ello

emocionalmente.procesar su miedo y seguir con su rutina cotidiana de una manera

saludable y equilibrada.hasta convertirlo sencillamente en otra más de sus

experiencias vitales, aunque no por ello dejara de ser importante.

la integración: coordina y equilibra las distintas regiones del cerebro que

mantiene unidas.

el cerebro en realidad es «dúctil», o

moldeable. Eso significa que el cerebro cambia físicamente a lo largo de toda nuestra

vida, y no solo en la infancia, como antes suponíamos.

¿Qué moldea nuestro cerebro? La experiencia.

las células del cerebro — llamadas neuronas— se vuelven activas, o «se

encienden».

el cerebro de nuestros hijos se está configurando y

reconfigurando y las experiencias que les proporcionemos incidirán enormemente a

la hora de determinar la estructura de su cerebro.


todo lo que

nos sucede — la música que oímos, las personas a las que queremos, los libros que

leemos, la clase de disciplina que recibimos, las emociones que sentimos— tiene una

gran influencia en el desarrollo de nuestro cerebro.

salud mental.: Pero una manera sencilla de definir la salud mental es describiéndola como

nuestra capacidad de permanecer en un «río de bienestar».Imagina un río de aguas serenas que


atraviesa un campo. Ese es tu río de

bienestar. Permaneces estable y en paz.

Para llevar una vida equilibrada, valiosa y creativa, llena de relaciones personales

bien conectadas, es crucial que nuestros dos hemisferios actúen conjuntamente.

De ese modo, nuestros hijos valorarán tanto su

lógica como sus emociones; estarán equilibrados y podrán entenderse a sí mismos y

al mundo en general.

conectando su cerebro derecho con el cerebro

derecho del niño, pudo transmitirle que sintonizaba con sus sentimientos.

cuando un niño está alterado, la lógica

no suele surtir efecto hasta que hayamos respondido a las necesidades emocionales

del cerebro derecho. A esta conexión emocional la llamamos «sintonización»,

Cuando un padre o una madre y su hijo sintonizan,

experimentan la sensación de estar unidos. «conectar y redirigir»,

usando el enfoque del cerebro pleno, en general

conviene hablar de la mala conducta y sus consecuencias después de tranquilizar al

niño, dado que en medio de un aluvión emocional no es fácil aprender lecciones.

La clave aquí es entender que cuando tu hijo se ahoga en un aluvión emocional

del cerebro derecho, te harás un gran favor (y también se lo harás a tu hijo) si

conectas antes de redirigir. Este enfoque puede ser un salvavidas que ayude a tu hijo a
mantener la cabeza a flote y que, además, impida que tú te hundas con él.

conectar y luego solucionar

Cuando los cerebros izquierdo y

derecho están integrados, podemos abordar la paternidad desde una posición racional,

sólida, la del cerebro izquierdo — una posición que nos permite tomar decisiones

importantes, resolver problemas e imponer límites—, y también desde una posición

conectada emocionalmente, la del cerebro derecho, en la que somos conscientes de

Imaginemos que nuestro cerebro es una casa, con una planta inferior y otra

superior. La planta baja incluye el tronco cerebral y el sistema límbico, situados en la

parte inferior del cerebro, desde lo alto del cuello hasta aproximadamente el caballete

de la nariz. Según los científicos, estas zonas inferiores son más primitivas porque se ocupan de
funciones básicas (como la respiración y el parpadeo), de reacciones

innatas e impulsos (como la lucha y la huida) y de las emociones fuertes (como la ira

y el miedo). Las necesidades básicas quedan cubiertas en la planta inferior.

El cerebro superior es muy distinto.

el superior está más evolucionado y puede ofrecernos una perspectiva más

amplia del mundo. Podemos concebirlo como un estudio o una biblioteca en la planta

superior, llenos de luz, con muchas ventanas y claraboyas que nos permiten ver las

cosas con mayor claridad. Aquí es donde tienen lugar los procesos mentales más

intrincados, como el pensamiento, la imaginación y la planificación. Mientras que el

cerebro inferior es más primitivo, el superior es muy complejo: controla parte del

pensamiento analítico y de orden superior más importante.

así como el

cerebro inferior está plenamente desarrollado ya al nacer, el superior no alcanza la

madurez completa hasta bien pasados los veinte años.

Eso es el cerebro
superior de tu hijo: una obra en curso. Por consiguiente,

los niños tienden a quedar «atrapados en la parte inferior», sin poder recurrir al

cerebro superior, lo que los lleva a perder los estribos, a tomar decisiones

equivocadas, a carecer en general de empatía y a no entenderse a sí mismos.

la amigdala perro guardián del cerebro, que permanece

siempre alerta a posibles amenazas. En los momentos en que intuye peligro, puede

asumir el control por completo, o adueñarse, de la parte superior del cerebro. Eso es

lo que nos permite actuar antes de pensar.Naturalmente, hay momentos en que sin duda conviene
actuar antes de pensar. se niega a aprender a ir en

bicicleta. Su amígdala le genera un miedo tan paralizante que ni siquiera se presta a

intentar llevar a cabo una actividad para la que está más que capacitada. Una rabieta del

cerebro superior se produce cuando un niño en esencia decide tener una pataleta.

Toma una decisión consciente de pasar al acto, de poner a prueba nuestra paciencia y

aterrorizarnos hasta conseguir lo que quiere. si cedemos a sus exigencias o le recordamos que está a
punto de perder un

privilegio muy preciado. Si puede interrumpirla es porque en ese momento está

usando el cerebro superior. Tiene la capacidad de controlar sus emociones y su

cuerpo,: no se negocia con un terrorista. Una rabieta del

cerebro superior exige límites estrictos y una conversación en términos muy claros

sobre cuál es una conducta adecuada y cuál una conducta inadecuada. Una buena

respuesta en esta situación sería explicar con toda tranquilidad: «Entiendo que las

zapatillas te hagan ilusión, pero no me gusta cómo te comportas. Si no paras ya

mismo, no tendrás las zapatillas, y esta tarde te quedarás sin ir a casa de tu amiga a

jugar, porque estás demostrándome que no eres capaz de controlarte». Le enseñamos que la
comunicación respetuosa, la paciencia y la

gratificación postergada tienen compensaciones, y que una conducta contraria no.


Son lecciones importantes para un cerebro en desarrollo. Si nos negamos a ceder a las rabietas del
cerebro superior — al margen de la edad

del niño—, dejarán de producirse con regularidad. Como las rabietas del cerebro

superior son intencionadas, los niños dejarán de recurrir a esa estrategia en concreto

cuando descubran que no les sirve de nada, y que a menudo incluso produce

resultados negativos. Una rabieta del cerebro inferior es muy distinta. En este caso, el niño está tan

alterado que no tiene la capacidad de usar el cerebro superior.lo primero que debe hacer

un padre o una madre es conectar con su hijo y ayudarlo a tranquilizarse. A menudo

eso se consigue con un contacto físico cariñoso y un tono de voz apaciguador. O si el

niño ha ido demasiado lejos y corre peligro de hacerse daño a sí mismo o a otra

persona o de romper objetos, tal vez tengamos que cogerlo y hablarle con calma

mientras lo alejamos del lugar. cerebro inferior — la parte que los científicos llaman el cerebro reptiliano
—, El cerebro superior es como un músculo: cuando se usa, se

desarrolla, se fortalece y actúa mejor. cerebro superior fuerte compensa al inferior, y es esencial para la
inteligencia social y

emocional. Constituye los cimientos de nuestra salud mental. Debemos dar a nuestros

hijos una oportunidad tras otra de ejercitar su cerebro superior para que este se

fortalezca y sea más potente. Lo que se pretende es permitir que los niños

se debatan antes de tomar la decisión y asuman las consecuencias. Usa las técnicas que probablemente
ya conoces: enséñales

a respirar hondo, o a contar hasta diez. Ayúdalos a expresar lo que sienten. Déjalos

patalear o dar puñetazos a una almohada.

Entenderse a sí mismo. ¿Por

qué crees que elegiste eso? ¿Qué te llevó a sentirte así? ¿Por qué crees que no te fue

bien en el examen? ¿Fue porque lo hiciste deprisa o es que simplemente el contenido

era difícil? La próxima vez que tus hijos necesiten ayuda para calmarse o recuperar el

control, procura que se pongan en movimiento. A veces mover el cuerpo


puede ayudar a tu cerebro a sentir que todo se arreglará. Hagamos lo que hagamos,

la cuestión es ayudar al niño a recuperar algún tipo de equilibrio y control moviendo

el cuerpo, lo que puede eliminar bloqueos y allanar el camino para recuperar la

integración.

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