Está en la página 1de 2

ACERCA DEL INFORME SOBRE LAS PROTESTAS EN EL PERÚ

El ultimo informa de la ACNUDH (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos
humanos) plantea una serie de puntos sobre el papel del Estado peruano que es interesante
ahondar:

En primer lugar, el informe comprende desde el 7 de diciembre del 2022 al 15 de septiembre


del 2023, es decir, abarca todo el proceso del actual gobierno, llegando a la conclusión de que
“hay motivos razonables para creer que se habrían cometido violaciones de los derechos
humanos en el contexto de las protestas en Perú”. ¿Qué tipo de violaciones de derechos
humanos? “derechos a la vida, a la integridad física, a la libertad, a las garantías judiciales, a la
reunión pacífica y al derecho a no ser sometido a torturas ni a tratos crueles, inhumanos y
degradantes”. Y esto no es algo casual, sino “derivarían de asuntos estructurales relacionados
con la respuesta de las autoridades a las protestas”. Concretamente, ha sido política de Estado
la violenta represión del Estado peruano contra la protesta popular.

En segundo lugar, el informe señala que ha habido un total de 61 fallecidos (50 en protestas y
11 en bloqueos de carretera), 821 heridos, y cientos de detenidos, procesados, otros hasta
encarcelados con prisiones preventivas. Y no solo ello, sino que esa política represiva ha venido
sucediendo después de las protestas, con el decreto de estados de emergencia en distintas
regiones, así como en Lima, además de la declaratoria del Centro de Lima como “zona
intangible”, a la que luego se sumó el distrito de Miraflores. Así, señala el informe que “A
medida que aumentaban las manifestaciones en distintas partes del país, las autoridades
estatales aplicaron medidas que repercutieron negativamente en el disfrute del derecho de
reunión pacífica y otros derechos humanos”.

En tercer lugar, el informe señala que no se ha atentado derechos contra la protesta, sino se
han impuesto mecanismos antes de que sucedan, como es el establecimiento de puntos de
control para el registro y revisión de aquellos que venían a Lima en buses. Y también hubo
numerosas detenciones que “En algunos casos, las detenciones fueron masivas”, como la que
se dio en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con cerca de 200 detenidos. Otro caso
fue de “una manifestación pacífica en el Parque Universitario de Lima, 240 personas, entre
ellas 3 menores de edad, fueron detenidas y trasladadas a la comisaría de Cotabamba”. Y así,
otros casos más. Véase que según las leyes internacionales “Las detenciones masivas
indiscriminadas antes, durante o después de una reunión son arbitrarias y por lo tanto
ilegales”. Y no solo ello sino que “se han denunciado una falta de garantías y condiciones
adecuadas de detención, como acceso a representación legal, comunicación con familiares,
acceso a intérpretes y acceso a medicación”, y otros casos ha implicado “un trato que puede
equivaler a tortura o malos tratos”.

En cuarto lugar, el informe señala que se ha aplicado una legislación antiterrorista, así
“OACNUDH documentó a 39 personas que participaron en las manifestaciones y
posteriormente se abrieron investigaciones en su contra por actos de terrorismo”. Señala el
informe además que “criminalizar los meros actos de organización o participación en una
reunión pacífica en virtud de las leyes antiterroristas es contrario a las normas internacionales
de derechos humanos”. Y eso es lo que ha venido aplicando el Estado peruano, y un ejemplo
claro es lo que sucedió en la Confederación Campesina del Perú, donde 26 personas fueron
detenidas por la llamada Dircote, y se les inicio una investigación por terrorismo. El caso más
grave, es de los dirigentes detenidos del Frente de Defensa de Ayacucho, donde “tras la
detención de siete personas en Ayacucho el 12 de enero de 2023, fueron llevadas al cuartel
BIM Los Cabitos N° 51, una instalación militar donde se cometieron violaciones de derechos
humanos durante el período 1980-2000 y donde se han documentado fosas comunes y hornos
de incineración en el pasado. Fueron detenidos durante varias horas y luego trasladados en
avión a Lima, presuntamente sin previo aviso a sus familias ni acceso a un abogado”. Además se
señala la vaguedad de la Ley 25475, dado “que las definiciones vagas de terrorismo
contribuyen a limitar el espacio cívico, por ejemplo, mediante el uso indebido habitual de estas
leyes para calificar de terroristas a los agentes de la sociedad civil, incluidos los defensores de
derechos humanos”.

En último lugar, se dio toda una política de terruqueo desde el Estado peruano: “OACNUDH ha
documentado un aumento de la práctica del “terruqueo” en el país, incluso por parte de
agentes estatales”. Así “Dentro de un contexto de polarización social y política, en el discurso
público aumentó la práctica del “terruqueo” y el uso de un lenguaje que calificaba a los y las
manifestantes como violentos, vándalos o vinculados a actividades ilegales, así como el
discurso racista con comentarios despectivos basados en la etnia, la condición social o el origen
regional de los manifestantes. Varias personas informaron de que las fuerzas de seguridad
hostigaban e intimidaban a los manifestantes, incluso mediante el uso de vigilancia, amenazas
y otras formas de coacción, como medio de disuadirlos o limitar su participación en las
manifestaciones”.

Es importante señalar que el Estado peruano lejos de reconocer su responsabilidad en la


salvaje represión, ha extendido esa represión a todos los planos, con procesos y detenciones
arbitrarias, con campañas sistemáticas de terruqueo, con declaratorias de estados de
emergencia, entre otros. Y es que, ante el rechazo de más del 80% de la población, y con una
economía en crisis, lo único que sostiene al gobierno es la fuerza de la represión. Pero como ha
demostrado la historia, ello no es sostenible.

También podría gustarte