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A siete años de la desaparición forzada de estudiantes

de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa


Avances y pendientes
Alan García Huitron1

Contexto
Históricamente, México ha pasado por al menos tres fases de desaparición forzada como
dispositivo de poder generalizado y sistemático; 1) la época de la llamada guerra sucia de
los años 70s y 80s con más de 500 casos oficiales, principalmente en Guerrero; 2) el
levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) entre 1994 a 1997 en
el estado de Chiapas con cerca de 30 casos conocidos, y 3) la guerra contra el narcotráfico
emprendida desde 2006 en todo el territorio nacional, donde el registro institucional indica
decenas de miles de víctimas de este grave crimen de estado que permanece impune. De
alguna u otra manera, la desaparición forzada en dichos períodos apareció junto a otras
prácticas igual de sistemáticas como la detención ilegal, la tortura, las ejecuciones
arbitrarias y la represión social (contexto de violencia generalizada); en todos, existió
participación del Estado, sea directa (a través de fuerzas militares y policiales de distintos
niveles) o indirectamente (creación ipso facto de fuerzas paralegales e intervención de
organizaciones criminales); en cada uno se trató de una profunda crisis estructural de orden
político y económico que sobrevino en una aparente y única cuestión de inseguridad; pese a
su distancia, en ellos sigue existiendo una suerte de impunidad respecto al derecho a la
verdad de los hechos y a la responsabilidad penal de los autores superiores e intelectuales.

La anterior reflexión de ninguna manera pretende ser anecdótica, por el contrario, resulta de
suma importancia para evitar caer en el error de pensar que cada uno de los casos acaecidos
dentro de dichos períodos históricos es único y, por lo tanto, abordable e investigable de
forma aislada, independiente y extrema. Por el contrario, son casos paradigmáticos que
representan e ilustran teórica y empíricamente tales contextos críticos.

El caso de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa (detenidos
ilegalmente y desaparecidos, además de otros ejecutados y heridos), ocurrido entre los días

1
Doctorante en Sociología por la UNAM. Criminólogo y maestro en Derechos Humanos y Democracia por la
FLACSO. Profesor e Investigador Asistente del INACIPE y colaborador del Instituto de Estudios Criminológicos
Transdisciplinarios (IECRIMT). Representante en México del Instituto Latinoamericano de Criminología y
Desarrollo Social (INCRIDES).
26 y 27 de septiembre de 2014 en el municipio de Iguala, Guerrero es prueba fehaciente,
precisamente, de esto: primero, se trata de un caso representativo del tercer umbral
histórico nacional del fenómeno criminal de la desaparición; situado en el contexto del
estado guerrerense como espacio simbólico de la movilización social y política, la guerrilla
y la violencia estatal;2 donde existió complicidad entre cuerpos militares (ejército
mexicano), policiales (municipales, estatales y federales) y grupos delincuenciales
(guerreros unidos y los rojos); una trágica historia visibilizada más por el empuje y la lucha
dolorosa de familiares y organizaciones de la sociedad civil que por la decidida voluntad y
capacidad institucional diversos actores estatales (deberes de justicia, verdad y reparación),
denunciados incluso por su responsabilidad/irresponsabilidad ante instancias nacionales e
internacionales.

Han pasado más de siete años de sucedido el caso, y el objetivo del presente texto es
reflexionar sobre los principales avances y retos que el Gobierno mexicano ha tenido desde
entonces. En terminología de políticas públicas, se concluye que se han logrado indicadores
de gestión, incluso de resultados, pero no de impacto; hay avances, sí, pero siguen siendo
insuficientes. Por supuesto, no es nada sencillo; se trata de la investigación criminal más
grande de la historia contemporánea nacional, con más de 600 tomos y casi 1,500
declaraciones, y posiblemente -al igual que los otros mencionados períodos- una verdad
que puede resultar muy cara a la de por sí deteriorada legalidad y legitimidad histórica del
Estado mexicano.

Avances
Desde septiembre de 2014, son diversos y en múltiples sentidos los avances logrados por el
gobierno mexicano. Para su mayor claridad y precisión, se ha decidido clasificarlos a partir
de ciertas categorías jurídicas, criminológicas y victimológicas.

A nivel legislativo, dicho caso entre muchos otros más incidió en que el 26 de junio y 17 de
noviembre de 2017 fuesen publicadas en el Diario Oficial de la Federación (DOF),
respectivamente, la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y la Ley General en materia de
Desaparición Forzada de Personas, Desaparición cometida por Particulares y del Sistema
2
Lo que Carlos Illades llama la violencia circular en Guerrero, cuyos eslabones se unen en ciclos de
movilización-represión-autodefensa. (Illades, 2014).
Nacional de Búsqueda de Personas. La primera tiene por objeto prevenir, investigar, juzgar
y sancionar estas violaciones graves de derechos humanos, y es de suma importancia tanto
a nivel general (entre el período de 2006 a 2016, a nivel nacional, el 79% de las personas
privadas de la libertad fueron torturadas o maltratadas durante su detención, traslado o
estancia en el Ministerio Público, según WJP, 2019) como a nivel del caso (desde la
investigación del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) sobre
Ayotzinapa, se reveló el uso de esta práctica para con los detenidos y acusados, versión que
hoy se sabe fue orquestada desde el más alto nivel de la entonces Procuraduría General de
la República y la Agencia de Investigación Criminal para construir una verdad histórica de
los hechos). La segunda, por su parte, tuvo como fin buscar a las personas desaparecidas,
esclarecer los hechos, así como prevenir, investigar, sancionar y erradicar estos hechos;
importantes condiciones legales para un país con más de 80 mil personas desaparecidas, no
localizadas o extraviadas en cerca de seis décadas, sobre todo, cuando el caso de
Ayotzinapa en un principio fue tipificado por las autoridades, debido a la ausencia de una
ley en la materia y de un tipo penal adecuado, como secuestro y no como desaparición
forzada; observación insistente en las recomendaciones y observaciones de los dos
informes del GIEI en septiembre de 2015 y en abril de 2016.

A nivel institucional, por su parte, destaca por un lado la creación de la Comisión para la
Verdad y Acceso a la Justicia en el Caso Ayotzinapa, mecanismo extraordinario instalado
en diciembre de 2018 a fin de contribuir al establecimiento de una coordinación
interinstitucional federal (material, jurídica y humana) que contribuya al derecho a la
verdad de las y los familiares de los estudiantes; una comisión de la verdad ciertamente no
tradicional, como indica su propio decreto de creación, en tanto más que el esclarecimiento
histórico a través de un informe final le interesa generar mecanismos reales para garantizar
la verdad aquí y ahora.

Pendientes

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