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Violaciones a los derechos humanos en las protestas en Perú de noviembre: a

propósito de la publicación del informe de ACNUDH

ACNUDH pone en evidencia que se utilizó la fuerza sin distinguir entre


manifestantes pacíficos y violentos, y que se hizo un uso inadecuado de armas menos
letales como gases lacrimógenos.

Por Claudia Lovón (*)

El 12 de enero, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos (ACNUDH) publicó el informe sobre la visita que realizó a Perú
tras las protestas que se llevaron a cabo entre el 9 y el 15 de noviembre como
consecuencia de la vacancia presidencial. El informe recoge los testimonios de
distintos actores y da cuenta de las preocupantes violaciones de derechos humanos
que se cometieron. Si bien varios de los hechos que relata ya eran conocidos, el
documento refuerza y visibiliza otros tantos, y constituye un llamado a las medidas
que distintas instituciones del Estado deben adoptar o continuar implementando para
evitar que hechos de esta naturaleza vuelvan a ocurrir.

Así, en cuanto al uso de la fuerza pública, el informe concluye que el actuar de la


Policía Nacional del Perú (PNP) fue innecesario y excesivo. Para ello, además de
referirse a las dos personas que resultaron muertas y a las otras 200 que fueron
heridas en el marco de las protestas, ACNUDH pone en evidencia que se utilizó la
fuerza sin distinguir entre manifestantes pacíficos y violentos, y que se hizo un
uso inadecuado de armas menos letales como gases lacrimógenos. Además, contrasta la
negativa expresada por la PNP respecto a posibles violaciones a los derechos
humanos y al uso de perdigones y canicas, con los testimonios de las víctimas, la
evidencia material existente y con el hecho de que las personas que protestaban
resultaron lesionadas con estos dispositivos, mientras que los policías fueron
heridos con “objetos contundentes”.

De otro lado, el informe también muestra que se cometieron violaciones al derecho a


la reunión pacífica, principalmente por las restricciones generales a ciertas áreas
del centro histórico de Lima a través del uso de rejas. Asimismo, documenta que
hubo detenciones arbitrarias, violaciones al debido proceso y malos tratos. Al
respecto, recoge los testimonios de varias personas que señalaron haber sido
detenidas incluso cuando no participaban de las protestas y no haber sido
informadas de sus derechos o los motivos de su detención. A este inquietante
panorama, se suman las precarias condiciones en las que estas personas fueron
detenidas (en celdas sin luz, con ratas y olores a excrementos humanos), la falta
de adopción de medidas de protección específicas frente al COVID-19 durante la
detención (por ejemplo, tres personas fueron detenidas en una celda donde estaba
otra persona que había dado positivo a un test de COVID-19) y ocho denuncias por
casos de violencia de género, que incluyeron desnudamiento forzado y comentarios
homofóbicos, transfóbicos y misóginos.

En el documento, ACNUDH se refiere además a violaciones de derechos humanos


cometidas contra ciertos actores en específico. En ese sentido, muestra que los
ataques que sufrieron periodistas y personal de medios de comunicación durante su
cobertura a las protestas, los cuales fueron cometidos en gran parte por miembros
de la PNP, supusieron violaciones al derecho a la libertad de expresión. Del mismo
modo, indica que los obstáculos que enfrentaron personal de la Defensoría del
Pueblo y miembros de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos en el ejercicio
de sus labores implicaron violaciones al derecho de defender derechos humanos.

En relación al derecho a la salud, si bien el informe da cuenta de los esfuerzos


del Ministerio de Salud para garantizar el derecho a la salud de las personas que
fueron heridas, también muestra distintos hechos que dificultaron su ejercicio
durante las protestas, tales como los ataques que recibieron brigadistas de salud o
las denuncias de falta de auxilio por parte del personal la PNP. De forma similar,
ACNUDH recopila las medidas que han sido adoptadas para garantizar los derechos de
verdad, justicia y reparación de las víctimas de las protestas, entre las cuales se
encuentran la apertura de dos investigaciones fiscales y la creación de una
comisión multisectorial para dar seguimiento a las acciones del Estado. Sin
embargo, muestra que existen significativos puntos de preocupación, como el hecho
de que las investigaciones no abarquen todas las violaciones de derechos humanos
que fueron cometidas, no todas las víctimas tengan patrocinio legal y existan
denuncias de amedrentamiento por parte de miembros de la policía contra víctimas y
testigos de las protestas.

El informe concluye con treinta recomendaciones que involucran a distintas


instituciones y que, en varios casos, van más allá del Poder Ejecutivo. Estas se
suman a las recomendaciones realizadas en diciembre por la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) luego de que realizara una visita similar a la de
ACNUDH. Ambos pronunciamientos ponen al Estado peruano en el foco de atención a
nivel internacional. Por ello, y sobre todo para mejorar la protección de los
derechos humanos en el contexto de protestas sociales y evitar que violaciones de
derechos humanos de este tipo se vuelvan a repetir, resulta indispensable que el
Estado peruano realice todos los esfuerzos para dar cumplimiento a las sugerencias
realizadas en ambos documentos. Más aún cuando a dos meses de las protestas, los
avances en las investigaciones fiscales y disciplinarias que vienen realizándose
todavía son escasos.

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