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La coma criminal
Nos sabe engatusar y engañar; por eso, actúa con total libertad. Se escabulle
en nuestros textos y confunde la comprensión de los lectores… Nos referimos
a la coma criminal.
– Cuando el sujeto es una oración que empieza con quien, el que, donde,
adonde, como, cuando y cuanto:
Como toda regla, esta también tiene una excepción: Según el Diccionario
panhispánico de dudas, cuando el sujeto es una enumeración que se cierra con
etcétera (o su abreviatura etc.) aparece necesariamente una coma delante del
verbo de la oración:
Vamos ahora con los principales usos de la coma (están incluidos supuestos
de la coma criminal:
Hay otros usos de la coma que son menos comunes, tales como la «coma
elíptica», que reemplaza el verbo en la oración del mismo nombre; la «coma
bibliográfica», utilizada para separar los distintos elementos de una bibliografía,
y la «coma decimal», que separa los números enteros de los decimales en casi
todo el mundo.
En cuanto a los errores en el uso de la coma, el primero que hay que evitar es
la llamada «coma respiratoria». La coma es un signo de ortografía o
puntuación, no una guía de respiración para los lectores, entre quienes, por
demás, pueden existir formas muy disímiles de leer un texto en voz alta. En
otras palabras, la presencia de una coma en un escrito no responde siempre a
la necesidad de hacer una pausa en la lectura (verbigracia: «No, señor»; «Sí,
señor»); y viceversa, en la lectura de un texto, hay pausas breves que no
deben marcarse mediante comas.
Los gramáticos modernos prefieren usar la coma con frugalidad. La nueva
norma, según Álex Grijelmo (La gramática descomplicada, Taurus, Madrid,
2006), válida tanto para la dietética como para la gramática, es: «cuanto menos
comas, mejor». «La coma», continúa diciendo Grijelmo, «debe usarse sólo
cuando es imprescindible para delimitar el significado exacto que deseamos
transmitir. Siempre que consideremos opinable una coma escribiremos mejor
omitiéndola». En igual sentido ha escrito José Antonio Millán (Perdón,
imposible, RBA Libros, Barcelona, 2005): «En general, y en caso de duda, es
mejor un texto con pocas comas que otro con abundancia de ellas». Y luego:
«Cuando una persona poco culta quiere hacer alarde de puntuación, las comas
suelen ser las primeras en sufrir… por exceso».
La prosa jurídica está sujeta a las mismas normas de puntuación y de uso de la
coma que la prosa en general, aunque se admite la necesidad de puntuar con
rigor y cuidado a fin de evitar ambigüedades en el texto. Por lo general, sin
embargo, la sobreutilización de la coma en los textos jurídicos —o «comiosis»,
como la hemos llamado— no encuentra justificación en pruritos de precisión
idiomática, sino que se debe al desconocimiento de las normas básicas de la
puntuación.
Para terminar, vale la pena repetir una vieja anécdota que resalta la
importancia de la coma y del lugar donde se coloca. Cuenta José Antonio
Millán, en su obra citada, que una vez al emperador Carlos V del Sacro Imperio
Romano, Carlos I de España, se le pasó una sentencia para la firma cuyo
dispositivo expresaba: «Perdón imposible, que cumpla su condena». El
monarca, en un arrebato de generosidad, movió la coma una palabra hacia la
izquierda y la frase quedó así: «Perdón, imposible que cumpla su condena». Y
el simple desplazamiento por unos centímetros de la coma salvó a un pobre
hombre de años de cárcel. ¿Valorarán nuestros legisladores algún día la
trascendencia de la humilde coma?
https://verne.elpais.com/verne/2014/10/14/articulo/1413263770_000142.html