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ISFD N° 8049 Colegio de Jesús

Profesorado de Educación Primaria


Lengua y Literatura y su Didáctica
Género poético
Itinerario: Patria, la Tierra, La Naturaleza. Soneto. Coplas

El Gozante
de Manuel J. Castilla

Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.


El que bajo las nubes se queda silencioso.
Pienso: si alguno me tocara las manos
se iría enloquecido de eternidad,
húmedo de astros lilas, relucientes.
Estoy solo de espaldas transformándome.
En este mismo instante un saurio me envejece y soy
leña
y miro por los ojos de las alas de las mariposas
un ocaso vinoso y transparente.
En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.
De mi nacen los gérmenes de todas las semillas y los
riego con rocío.
Sé que en este momento, dentro de mí,
nace el viento como un enardecido río de uñas y
de agua.
Dentro del monte yazgo preñado de quietudes
furiosas.
A veces un lapacho me corona con flores blancas
y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo
de la tierra.
De cara al infinito
siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.
Si se me antoja, digo, si esperase un momento,
puedo dejar que encima de mis ingles
amamante la luna sus colmillos pequeños.
Zorros la cola como cortaderas,
gualacates rocosos,
corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,
garzas meditabundas
yararás despielándose,
acatancas rodando la bosta de su mundo,
todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste
nada y mi alegría.
Después, si ya estoy muerto,
échenme arena y agua. Así regreso.
AMOR AMÉRICA (1400)
Pablo Neruda
ANTES de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.
Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.
No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara de tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.
Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
¿Quién
me espera? Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.
Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.
(Poema publicado en el libro La Lámpara en la Tierra).
La presente Antología de Pablo Neruda es publicada con fines de difusión y estudio de
la obra del Poeta y está prohibida su reproducción con fines comerciales o de uso
público. Todos los derechos pertenecen a la Fundación Pablo Neruda.

LA PALLIRI 

Letra de
Manuel J. Castilla
Música de
Ramón Navarro
Editorial Lagos
 

(de Copajira 1949)

Que trabajo más simple que tiene la palliri


Sentada sobre el cáliz de su propia pollera,
elige con los ojos unos trozos de roca
que despedaza a golpes de martillo en la tierra.

(Un silencio nocturno le trepa por las trenzas


y oscurece la arcilla de sus manos morenas.)

Que inútil que sería decir que en sus miradas


hay un pozo de sombra y otro pozo de ausencia;
que pudo ser pastora de las nubes
y se quedó en minera,
que pudo hilar sus sueños por las cumbres
viendo bailar la rueca.

La palliri no canta
ni tampoco hila sueños.

La mirada en la tierra
y en la cabeza el cielo
de mañana y de tarde
busca solo el silencio,
y cuando está a su lado
lo quiebra contra el suelo.

Y no sabe que aratoss, entre sus brazos recios,


se le duerme el martillo como un niño de hierro.
*Palliri:mujer que selecciona los minerales.

Al Olmo seco

De Antonio Machado

Al olmo viejo, hendido por el rayo


y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina


que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores


que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera


va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,


con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Poderoso caballero es Don Dinero


de Francisco de Quevedo

Madre, yo al oro me humillo,


Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,


Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,


Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra


(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Declaración de bienes

de Arturo Dávalos

Por dar una trompada y voltear sólo un diente

de la blasfema boca de un opa compadrito,

el padre de la víctima, escribano erudito

me demandó por daños creyéndome solvente.


Que este señor delira se vuelve así evidente

pues no tengo un centavo y ni tampoco admito

que darse de patadas constituya delito

si en las guerras se mata a tiros tanta gente.

Si insiste en embargarme sabrá que mi fortuna

en no desear consiste nada que cueste plata.

Que son inembargables mis campos en la luna.

Que hasta ahora he vivido porque vive mi tata

quien me enseñó a que tenga sólo por bienes míos

la luz de las estrellas y el agua de los ríos.

Los árboles
de Manuel J. Castilla

Ahora digo
Limpio de corazón, los ojos puros,
El nombre de los árboles de la tierra que habito,
Su alta serenidad, su lenta sombra
Y su resina cristalina y triste.
Yo voy a la madera y de ella vengo
Doblado en luz, quemado en arenales,
Con una sombra más entre los brazos
Como quien se recuerda con el alma del aire.
Vengo desde las vigas
Cenicientas, caídas, asoleándose,
Con la baba brillosa todavía de los bueyes
Y desde las semillas de los naranjos viejos
Sembradas por carreros en Orán y por loros
Sobre un camino solo y sin regresos.
Desde allí,
Desde el yuchán panzudo
Donde los peces miran su memoria de limo
Cuando los sapos rezan a la tierra,
Desde los urundeles serenísimos,
Quema la voz alzada de chaguancos y tobas
En el baile que muele maíces y dolores.
(¡Oh, pura levedad de los chañares!
¡Oh, doliente algarrobo,
sobre tu pensamiento los hermanos
siguen muriendo para hacerse pájaros!)
Si es que digo quebracho y digo brea
viene la sangre con sus polvaredas
y vienen los abuelos pensativos
doblados en la sal, juntando leña
sobre la costra ardida que le crece a Santiago del Estero.
Vengo desde el laurel que huele como el hombre,
Desde el fondo del cedro donde dormita la rosa
Su amanecer de greda
Y de los guayacanes donde comienza el ébano.
Vengo de allí, desde sus hojas vivas,
Desde el incendio en paz de los lapachos
Cuando los tarcos pierden un tierno olvido lila.
Yo sé de sus raíces
Por donde Dios camina lleno de barro y savia
Ciego y doliente, pero jubiloso.
Yo sé de sus veranos interiores
Y de los vendavales cuajados en sus vetas
Cuando el hombre era apenas
Un blando mineral sobre la tierra,
Una memoria enamorada.
Voy a sus huesos verdes,
Bajo el solazo que tritura cañas;
Me pierdo por la sombra rota de las papayas
De cuyos frutos pende
El semen de todas las primaveras venideras;
Me entierro entre bambúes
Y por los molles lloro
Y en las orejas negras del pacará que trepo
Oigo los pasos de agua que están viniendo
Desde la aún callada certitud de la vida.
Voy a sus huesos verdes
Con un iluminado destino de semilla.
Entonces mi alegría se arrodilla en el fruto
Donde se cumplen dulces agonías.
Manuel J. Castilla

Coplas

Me gusta cantar con caja

entonarme con aloja

y besar a una mocita

con cara de que se enoja.

Quebrada de Cafayate

toda roca, roca en flor.

Jamás he visto una piedra

con más imaginación.

Cuando se muera el quirquincho

a mejor vida se va.

Siendo caja de un charango

se pasa oyendo cantar.

Carnaval, carnavalito

agredista es esta gente


Por no bailar me fusilan

con diez tiros de aguardiente.

Ya se ha muerto el carnaval,

y ya lo están enterrando,

Como el carnaval quisiera

que me sepulten cantando.

Cuando canto si estoy sano

canto fuerte y hago chistes;

si me macho también canto,

ronco, ronco pero triste.

No se ofenda flor de olor,

picaflo, picaflorcito

doy la vuelta por la carpa

saco a todas, un poquito.

La moza que a mí me quiera

que quiera ser para mí

tiene que ser una moza

picante como el ají


Que me disculpe el patrón

y también el comisario

cuando llega el carnaval

mi sudor no tiene horario.

Hay veces que yo pregunto

dónde irán a dar mis huesos

y la vida me responde

no hay que afligirse por eso.

Soneto de declaración de bienes

Que el verso sea una ganzúa

Para entrar a robar de noche

[…]

oh, poetas! No cantéis

A las rosas, oh, dejadlas madurar y hacedlas

Mermelada de mosqueta en el poema

(Ars poétique)

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