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I
DEL RECURSO DE NULIDAD
Que “(…) el legislador mediante este instrumento crea una disposición que en
definitiva comporta un delito, pero cuya conducta a realizar está sujeta, además de la
Constitución, la ley y los Convenios suscritos por la república a cualquier otra norma
que regule el régimen o sistema cambiario, lo que lleva a concluir que, el destinatario
de la norma, o el eventual sujeto activo y/o agente de este potencial delito no conoce
con exactitud que normas pueden estar vigentes para la supuesta comisión del delito,
además el concepto de norma es muy amplio y eso implica decir que a, título de
ejemplo, mediante providencia del Banco Central de Venezuela, Decreto Ley dictado
por el Presidente, Resolución de CADIVI, etc., podría estarse inobservando una
disposición que regule el sistema cambiario, y a los ojos del contenido de este artículo
estarse delinquiendo, todo lo cual no corresponde con el contenido del artículo 49
ordinal 6° (sic) constitucional que consagra el principio de legalidad, el cual cabe
acotar forma parte del debido proceso” (Negrillas del original).
Que “acerca de la violación que dicha remisión incierta hace del principio
de estricta legalidad, quizá sea ilustrativo (…), remitirnos al aforismo que lo explica
por sí mismo, el cual reza ‘nulum crimen nulla poena, nulla mensura, sine lege
necesaria, scripta, estricta, publica certa et praevia’, lo cual en castellano traduce
como ‘no hay crimen, ni pena, ni medida, sin ley necesaria, escrita, estricta, pública,
cierta, conocida y previa’” (Negrillas del original).
Que “en armonía con la argumentación que se viene desarrollando, el artículo
6 de la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios, no le puede asegurar a ningún justiciable
el cumplimiento a cabalidad del principio-garantía antes descrito, por cuanto, cuando
hace la incorrecta e inconstitucional remisión para estructurar como elemento
constitutivo del tipo penal a cualquier ‘norma’ vigente que aplique para el régimen o
sistema cambiario vigente para la fecha de la comisión del ilícito perseguido
sencillamente se deshace de un requisito indispensable para que pueda sancionarse a
alguien, cual es ‘que se trate de una ley preexistente y no de cualquier disposición de
contendido normativo’” (Negrillas del original).
Que “(…) el riesgo manifiesto que comporta por parte de una ley penal, tener
una especie de comodín, switch, disparador o como se quiera llamar, que haga posible
flexibilizar, esta exclusiva competencia de la Asamblea Nacional, mediante el empleo
de términos que vienen a formar parte de la estructura del tipo penal o del delito que
prevé la ley en cuestión, tal es el caso de la expresión contenida en el artículo 6 de la
Ley de Ilícitos Cambiarios que reza ‘o cualquier otra norma que regula el régimen de
administración cambiario vigente a la fecha de la comisión del delito’” (Subrayado y
negrillas del original).
.
Que “de conformidad con lo establecido en el artículo 19 en sus apartes
primero y décimo de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, solicitamos se
aplique supletoriamente lo consagrado en los artículos 585 y 588 parágrafo primero
del Código de Procedimiento Civil, concediéndose a tales efectos tal como lo ha
denominado la doctrina y la jurisprudencia constitucional ‘medida de tutela
constitucional preventiva o anticipativa’, lo que sería en un proceso ordinario una
medida cautelar innominada, por cuanto pude quedar ilusoria la ejecución del fallo, en
el sentido de que cualquier particular vea lesionado sus derechos al debido proceso,
mediante al irrespeto al principio de legalidad y de reserva legal antes descritos,
pedimos (…) se SUSPENDAN LOS EFECTOS DEL ARTÍCULO 6 DE LA LEY
CONTRA LOS ILÍCITOS CAMBIARIOS, HASTA TANTO SE RESUELVA LA
PRESENTE DEMANDA DE NULIDAD POR
INCONSTITUCIONALIDAD (...)” (Negrillas del original).
Que “se trata entonces, de un control de cambio de divisas, que permite a los
usuarios del régimen cambiario, solicitarle a CADIVI la aprobación de las
autorizaciones de adquisición de divisas, para el pago de bienes, servicios y demás
usos, según lo acordado en los Convenios Cambiarios entre el Banco Central de
Venezuela y el Ejecutivo Nacional, donde se establece el régimen para la
administración de divisas, siendo el tipo de cambio oficial actual de Bs. 2.150 por
dólar”.
Que “es un hecho notorio y público que no todos los bienes y servicios están
disponibles para solicitar ante CADIVI su autorización de adquisición de divisas al
cambio oficial, o llamado igualmente legal o preferencial”.
Que “en cuanto a esto último, dado que las operaciones en títulos valores están
exentas de delito conforme dicho artículo 6 de la Ley, éste ha sido igualmente un
mecanismo de fijación de una paridad de la divisa dólar, con los títulos o bonos
CANTV”.
Que “es una incongruencia de dicha Ley Contra los Ilícitos Cambiarios, cuando
permite ejercer idéntica actividad pero por menos de $10.000 dólares al año. El ilícito
económico que prevé la Constitución clara e inequívocamente, es la especulación,
acaparamiento o usura, es decir, que dentro de la actividad de comercialización de
divisas el ente privado especula con ello. Cómo si el mercado paralelo está es Bs. 3.800
por dólar un ente privado especula vendiendo sus divisas en Bs. 5.000 por dólar.
Tipifica evidentemente el delito de especulación”.
Que por “ello el articulo (sic) 1 y 6 de la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios,
choca contra el artículo 114 de la Constitución Nacional (sic)”.
Que “el legislador tipifica en la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios una
conducta privada, que no afecta absolutamente nada, como es la comercialización de
divisas. Castiga la comercialización de divisas por encima de 10.0001 (sic) dólares
anuales, pero nada dice del verdadero problema, del núcleo del asunto, como es, la
alteración de la paridad cambiaria en niveles excesivos, que es lo que comportaría la
usura, la ganancia desbocada”.
Que “se emplea una investigación pública sobre quienes comercializan con
dólares, pero no quienes especulan con el cambio de divisas. Se priva el
desenvolvimiento de la personalidad, y se crea el temor de la sanción y penalidad,
quien ejerza una actividad tan corriente, primaria, antigua, de elemental principio
económico, como es el cambio de divisas. Y todo porque el legislador cuando sancionó
la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios, se olvidó de la Constitución y convirtió en delito
la actividad comprar, vender, transferir, recibir divisas. Es decir, la actividad
elemental de compra venta de mercancía, en este casos divisas, la convirtió en delito,
como si las divisas fueran drogas”.
Que “los dos aspectos a cuya observancia debe acogerse cualquier limitación
al libre ejercicio de la libre actividad economica (sic) son: el elemento objetivo:
representación del principio de legalidad que rige los órganos del Poder Público y
según las cuales dichas limitaciones deben estar previstas expresamente en la
Constitución y por otro lado, el elemento teleológico, que obliga a fundar las
limitaciones en el bienestar de la sociedad o interés social”.
Que “la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios, tipifica como conducta delictiva el
simple hecho de ejercer una actividad universal, antigua, primaria, elemental, como es
la compra de divisas. (…) Entendemos cuando la conducta se cambia hacia la
especulación, usura, acaparamiento, para obtener un beneficio que rompe el equilibrio
y lesiona el derecho de los demás. Invocamos en concordancia con el artículo
precedente 112 de la Constitución Nacional (sic), el artículo 299 eiusdem, que
establece una verdadera declaración de principios de justicia social, democracia,
eficiencia, libre competencia, protección al ambiente, productividad y solidaridad, a
los fines de asegurar el desarrollo humano integral y una existencia digna y
provechosa para la colectividad”.
Que los artículos 1 y 6 de la Ley contra los Ilícitos Cambiarios chocan contra el
derecho de propiedad, previsto en el artículo 115 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, “pues el hecho de no disponer privadamente de divisas
como cualquier mercancia (sic) de bienes en uso, atenta contra el derecho de
propiedad, y que las limitaciones por el interés general, no se corresponden con el caso
que nos ocupa, pues el derecho de propiedad de disponer de divisas privadas,
repetimos como cualquier otra mercancía, no puede ser objeto de delito”.
Que “por otra parte el artículo 6 de la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios, de
manera insólita señala en su encabezado: Quien en contravención a la Constitución,
esta Ley, los Convenios suscritos por la República o cualquier otra norma que regule el
regimen de administración cambiaria vigente a la comisión del ilícito…Aquí existe una
evidente violación al principio de estricta legalidad, porque la palabra norma no
remite a una ley preexistente, nullum crimen, sine lege. Así como también lesiona la
reserva legal constitucional artículo 156 ordinal (sic) 32 que deja abierta que la
norma sobre el régimen cambiario puede ser legislado (…) por el Banco Central de
Venezuela, el Ejecutivo Nacional o cualquier organismo creado a futuro, para la
regulación del régimen cambiario”.
II
DEL ACTO ORAL Y PÚBLICO
La representación del Venezolano de Crédito, S.A, Banco Universal, señaló que
con respecto a la nueva Ley contra los Ilícitos Cambiarios publicada en la Gaceta
Oficial N° 39.879 del 27 de febrero de 2008, ratificó sus argumentos en torno a la
nulidad del derogado artículo 17 eiusdem el cual fue reproducido en el artículo 22 de la
vigente Ley contra los Ilícitos Cambiarios.
III
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR
Como puntos previos esta Sala debe abordar en primer lugar el alegato del
Ministerio Público, según el cual operó el desistimiento tácito en el expediente N° 05-
2089, en virtud de que al haberse librado el cartel el “23 de noviembre de 2007” (sic),
retirado el “16 de enero de 2007”, publicado el “24 de enero 2007” y consignado el “25
de enero de 2007”; cuando lo cierto es que el 23 de noviembre de 2006, el Juzgado de
Sustanciación libró el correspondiente cartel, el 16 de enero de 2007, la representación
judicial de la accionante retiró el cartel y el 25 enero de 2007, consignó en autos dicho
cartel, el cual fue publicado en la edición del diario “El Nacional” del 24 de enero del
mismo año.
“Artículo 1.- La presente Ley tiene por objeto establecer los supuestos de hecho
que constituyen ilícitos cambiarios y sus respectivas sanciones.
(…)
Artículo 6.- Quien en contravención a la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, esta Ley, los convenios suscritos por la República, o
cualquier otra norma que regule el régimen de administración cambiaria vigente
a la fecha de la comisión del ilícito, en una o varias operaciones, ocurridas en un
mismo año calendario, compre, venda o de cualquier modo ofrezca, enajene,
transfiera, reciba, exporte o importe divisas entre diez mil un dólar (US$
10.001,00) hasta veinte mil dólares (US$. 20.000,00), de los Estados Unidos de
América o su equivalente en otras divisas, será sancionado con multa equivalente
en bolívares al doble del excedente de la operación. Quien cometa el mismo
delito descrito anteriormente a partir de veinte mil y un dólar (US$. 20.001,00)
inclusive, de los Estados Unidos de América, o su equivalente en otras divisas,
será penado con prisión de dos (2) a seis (6) años y multa equivalente en
bolívares al doble del excedente de la operación. En todos los casos sin
menoscabo de la obligación de reintegro o venta de las divisas que pudiera exigir
el Banco Central de Venezuela, según el ordenamiento jurídico aplicable. Se
exceptúan las operaciones en títulos valores.
Es competencia exclusiva del Banco Central de Venezuela, a través de los
operadores cambiarios autorizados, la venta y compra de divisas por cualquier
monto. Quien contravenga esta normativa se le aplicará una multa equivalente en
bolívares al doble del monto de la operación.
(…)
Artículo 17.- La autoridad administrativa competente designada por el Ejecutivo
Nacional en materia cambiaria, sancionará las personas jurídicas con multa del
doble al equivalente en bolívares del monto de la operación, cuando en su
representación, los gerentes, administradores, directores o dependientes,
valiéndose de sus recursos sociales o por decisión de sus órganos directivos
incurrieren en algunos de los ilícitos previstos en esta Ley.
Todo ello sin perjuicio de la obligación de venta o reintegro de las divisas al
Banco Central de Venezuela que se pudiera derivar del ilícito” (Ley contra los
Ilícitos Cambiarios publicada en la Gaceta Oficial N° 38.272 del 14 de septiembre
de 2005).
“Artículo 1.- La presente Ley tiene por objeto establecer los supuestos de hecho
que constituyen ilícitos cambiarios y sus respectivas sanciones”.
(…)
Artículo 9.- Es competencia exclusiva del Banco Central de Venezuela, a través
de los operadores cambiarios autorizados, la venta y compra de divisas por
cualquier monto. Quien contravenga esta normativa está cometiendo un ilícito
cambiario y será sancionado con multa equivalente en bolívares al doble del
monto de la operación.
Quien en una o varias operaciones en un mismo año calendario, sin intervención
del Banco Central de Venezuela, compre, venda o de cualquier modo ofrezca,
enajene, transfiera o reciba divisas entre un monto de diez mil dólares (US $
10.000,00) hasta veinte mil dólares de los Estados Unidos de América (US $
20.000,00) o su equivalente en otra divisa, será sancionado con multa
equivalente en bolívares al doble del monto de la operación.
Cuando en el caso señalado anteriormente, el monto de la operación sea superior
a los veinte mil dólares de los Estados Unidos de América (US $ 20.000,00) o su
equivalente en otra divisa, la pena será de prisión de dos a seis años y multa
equivalente en bolívares al doble del monto de la operación.
(…)
Artículo 22.- La autoridad administrativa sancionatoria en materia cambiaría,
sancionará con multa del doble al equivalente en bolívares del monto de la
operación a las personas jurídicas, cuando en su representación, los gerentes,
administradores, directores o dependientes, valiéndose de los recursos de la
sociedad o por decisión de sus órganos directivos incurrieren en algunos de los
ilícitos previstos en la presente Ley” (Ley contra los Ilícitos Cambiarios
publicada en la Gaceta Oficial N° 39.879 del 27 de febrero de 2008).
En cuanto al derogado artículo 6 eiusdem, resulta claro para esta Sala que el
contenido del mismo fue sustancialmente modificado por el vigente artículo 9 eiusdem,
particularmente en lo que se refiere a las denuncias formuladas en torno a los posibles
vicios de violación de la reserva legal y los principios de legalidad y tipicidad,
denuncias sobre las cuales se verificó en un decaimiento del objeto, más aún si se toma
en consideración que sobre normas de carácter excepcional en materia económica la
Sala ya sentó su criterio en el fallo N° 794/11; lo cual resulta plenamente aplicable en el
presente caso, ya que se produce una nueva regulación en el marco del ordenamiento
jurídico sectorial vinculado al sistema monetario y cambiario. Sin embargo, al ser el
referido artículo 6 objeto de denuncias relativas a la violación de la libertad económica
y del derecho de propiedad (expediente N° 07-0446) que resultan trasladables a la
vigente norma, constituyen circunstancias suficientes para mantener el interés en la
sentencia, en lo que se refiere a las denuncias planteadas en ese sentido, en los términos
que se expondrán infra. Así se declara.
“Artículo 1.- La presente Ley tiene por objeto establecer los supuestos de hecho
que constituyen ilícitos cambiarios y sus respectivas sanciones”.
(…)
Artículo 9.- Es competencia exclusiva del Banco Central de Venezuela, a través
de los operadores cambiarios autorizados, la venta y compra de divisas por
cualquier monto. Quien contravenga esta normativa está cometiendo un ilícito
cambiario y será sancionado con multa equivalente en bolívares al doble del
monto de la operación.
Quien en una o varias operaciones en un mismo año calendario, sin intervención
del Banco Central de Venezuela, compre, venda o de cualquier modo ofrezca,
enajene, transfiera o reciba divisas entre un monto de diez mil dólares (US $
10.000,00) hasta veinte mil dólares de los Estados Unidos de América (US $
20.000,00) o su equivalente en otra divisa, será sancionado con multa
equivalente en bolívares al doble del monto de la operación.
Cuando en el caso señalado anteriormente, el monto de la operación sea superior
a los veinte mil dólares de los Estados Unidos de América (US $ 20.000,00) o su
equivalente en otra divisa, la pena será de prisión de dos a seis años y multa
equivalente en bolívares al doble del monto de la operación”.
Sobre las denuncias formuladas debe reiterarse, que la labor de esta Sala
Constitucional consiste fundamentalmente en mantener abierta la posibilidad de que en
el ejercicio de las competencias que tienen atribuidos los órganos del Poder Público,
éstos cumplan con sus objetivos y tomen las decisiones pertinentes en la consecución de
los fines del Estado, y una vez que hayan actuado o decidido, según sea el caso,
controlar conforme a la competencia que la Constitución le atribuye, la correspondencia
de dichas actuaciones con la norma fundamental.
Así, desde una perspectiva general puede afirmarse que el legislador tiene en
materia económica una amplia discrecionalidad en cuanto al mérito y oportunidad de
medidas económicas -Vid. Sentencia de esta Sala Nº 1.444/2008-, aunado al hecho que
no existen actos de los órganos que ejercen el Poder Público que puedan desarrollarse al
margen del derecho, aislado de vinculaciones jurídicas. La regulación de la competencia
del órgano, los principios constitucionales sobre los fines del Estado, sobre los derechos
fundamentales, es lo que esta Sala ha denominado elementos jurídicos, que forman un
entramado vinculante para una decisión que, aun siendo discrecional políticamente, no
se desarrolla en este sentido al margen del derecho.
Por ello, las “(…) razones del Legislador han de ser, pues, coherentes con los
fines a los que la norma legal ha de orientarse, es decir, susceptibles de explicar
satisfactoriamente la adecuación a esos fines de los medios y las técnicas puestas en
juego, su potencial aptitud, por lo tanto, para servir a los fines perseguidos, así como
su capacidad para alcanzarlos sin imponer sacrificios innecesarios por excesivos.
Deben ser también necesariamente razones consistentes con la realidad objetiva, con
los hechos que constituyen el punto de partida de la decisión a adoptar, porque sobre
los hechos ni el Legislador, ni nadie, como es obvio, puede reclamar poder de
disposición alguno (…)”, por lo que comparte esta Sala que “(…) constituye
arbitrariedad, en efecto, actuar «sin razones formales, ni materiales» (Sentencia de 19
de julio de 1982); la carencia de toda explicación racional (Sentencia de 29 de julio de
1982); el «capricho, inconsecuencia o incoherencia creadores de desigualdad o de
distorsión en los efectos legales» (Sentencias de 11 de junio de 1987, 29 de noviembre
de 1988 y 4 de julio de 1991); la «falta de justificación» y la «flagrante contradicción»
interna («en el mismo sistema») de la norma (Sentencia de 22 de marzo de 1988); la
contradicción con la naturaleza de la institución regulada (el Consejo General del
Poder Judicial: Sentencia de 29 de julio de 1986); la falta de coherencia cuando los
fines no se compadecen con los medios o la técnica legal empleados (Sentencia de 11
de junio de 1987) e, incluso, la falta de proporción entre los medios empleados y los
fines perseguidos «cuando esa falta de proporción implica un sacrificio excesivo e
innecesario de derechos que la Constitución garantiza» (Sentencias de 23 de mayo de
1985, 11 de junio de 1987, 29 de noviembre de 1988 y 22 de abril de 1993) (…)” -
Cfr. TOMAS-RAMÓN FERNÁNDEZ. De la Arbitrariedad del Legislador, Una crítica
a la jurisprudencia Constitucional. Civitas, Madrid 1998, p. 157-162-.
Por lo tanto, que el legislador en el ejercicio de sus funciones deba actuar bajo el
principio de racionalidad o de no arbitrariedad, comporta que toda medida adoptada
debe responder o ser idónea a los fines y límites que el ordenamiento jurídico establece,
lo cual en el caso del establecimiento del régimen de las reservas internacionales,
encuentra entre otras restricciones a las ya señaladas supra, la de coadyuvar a promover
y defender la estabilidad económica, evitar la vulnerabilidad de la economía y velar por
la estabilidad monetaria y de precios, para asegurar el bienestar social -Cfr. Sentencia de
esta Sala Nº 2/09- y, es desde ese marco conceptual, que es posible sostener respecto a
las políticas económicas desarrolladas por el Estado que “existe un nivel donde la
neutralidad estatal es simplemente imposible, ya que cualquiera que sea la actitud que
asuma, el Estado se encuentra tomando partido a favor de una u otra forma de
integración social, en defensa de tales o cuales valores” -Cfr. GARGARELLA,
ROBERTO. Constitucionalismo y Privacidad, en Teoría y Crítica del Derecho
Constitucional. Abeledo Perrot, Buenos aires, 2009, T. II, p. 795-.
Ahora bien, esta Sala desde la sentencia 2.855/02 ha señalado que rige “en
relación con las actuaciones de los órganos que ejercen el Poder Público, el principio
normativo conservacionista, conforme al cual debe presumirse la constitucionalidad de
los actos que aquellos emitan. De tal manera, que los actos públicos se presumen
legítimos en tanto y en cuanto, mediante una interpretación razonable de la
Constitución, puedan ser armonizados con ésta (Cfr. LINARES QUINTANA, Ob. cit.
Pág. 583). Por ello, es imperativo establecer prima facie la correspondencia de los
instrumentos normativos, que dictó el Legislador con la Constitución, y, desde la
existencia de una ‘duda razonable’, proceder al cuestionamiento de su conformidad
con ésta”.
Ello implica, “(…) tener en cuenta el fin del derecho, pues lo que es para un fin
por el fin ha de deducirse (…)”, así, el principio general de interpretación de la ley
consagrado en el artículo 4 del Código Civil -conforme al cual, a la ley debe atribuírsele
el sentido que aparece evidente del significado propio de las palabras, según la conexión
de ellas entre sí y la intención del legislador-, resulta aplicable no sólo en un contexto
lógico sino teleológico o finalista, con lo cual los elementos normativos deben ser
armonizados como un todo, en el sentido de no poder hacer abstracción unos de otros,
sino que los mismos han de ser tomados en cuenta al momento de hacer la correcta
valoración del contenido del texto legal -Vid. Sentencia de esta Sala Nº 2.152/07-.
De ello resulta pues, que la Sala al analizar la expresión jurídica legal o sub legal
con el Texto Fundamental de acuerdo al principio de supremacía constitucional, debe
tener presente que toda manifestación de autoridad del Poder Público, debe seguir los
imperativos o coordenadas trazadas en la norma fundamental, como un efecto del
principio de interpretación conforme a la Constitución y de la funcionalización del
Estado a los valores que lo inspiran.
“Unos mismos hechos que se imputan a una persona, como ya la Sala lo observó,
pueden en principio originar sanciones disciplinarias y penales, pero para
cumplir con el principio non bis in idem, debe evitarse una doble y coetánea
persecución, debiendo darse preferencia a la persecución penal, ya que la
sanción, con las penas accesorias, puede involucrar las penas disciplinarias, o
resultar una cuestión prejudicial con relación a ellas, tal como lo previene la
letra h) del artículo 239 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas. Además que
la administración no podría desconocer los hechos probados ante los órganos de
la jurisdicción penal.
Por ello, si los hechos pueden ser calificados penalmente, el proceso disciplinario
debe quedar en suspenso o perder sus efectos, de estar ya decidido, a fin de evitar
que se impida a la función jurisdiccional realizar su fin natural, y tal
desnaturalización -que tiene que ser evitada- que pueda provenir de razones
dolosas, culposas o hasta de azar, debe ceder ante la posibilidad cierta de una
persecución penal.
En el derecho común se ha evitado tal duplicidad mediante la institución de la
prejudicialidad, donde impera la sentencia penal condenatoria, debido a sus
efectos ‘adversus omnes’, sobre la de los tribunales civiles, laborales, etc.
Este principio también existe en materia disciplinaria, y no puede
desnaturalizarse, aplicando primero el procedimiento sancionatorio y luego el
penal. De allí que el artículo 288 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas,
ordene a los Consejos de Investigación, abstenerse de todo lo que puede
significar decisión penal, aun en los casos que exijan medidas para restablecer la
disciplina.
Ello se agrava si el procedimiento administrativo deroga un privilegio
constitucional utilizable en el proceso penal posterior” (Resaltado del texto
citado).
Cabe señalar que respecto al artículo 9 de la Ley contra los Ilícitos Cambiarios
en lo que se refiere al supuesto que establece por operaciones mayores veinte mil
dólares de los Estados Unidos de América cuya pena es prisión de dos a seis años y
multa equivalente en bolívares al doble del monto de la operación, resulta claro que no
se verifica la violación delatada; en tanto el artículo 22 eiusdem, claramente se dirige a
la sanción de personas jurídicas de naturaleza administrativa, en tanto que el
9 eiusdem es de carácter penal, con lo cual, se sanciona a personas naturales, incluso si
estas actúan por intermedio de una persona jurídica.
Bajo las consideraciones antes expuestas, resulta claro que al señalar el artículo
22 que la autoridad administrativa sancionatoria en materia cambiaria, sancionará con
“multa del doble al equivalente en bolívares del monto de la operación” las personas
jurídicas -ya que aclara que éstas actúan por medio de sus representantes legales- que
“incurrieren en algunos de los ilícitos previstos en la presente Ley”, se impone una
sanción por los mismos hechos tipificados en las diversas normas que integran la Ley
contra los Ilícitos Cambiarios, vale decir por ejemplo “la venta y compra de divisas por
(…) monto[s]” inferiores a diez mil dólares de los Estados Unidos de América al
margen del Banco Central de Venezuela, a través de los operadores cambiarios
autorizados (artículo 6), supuesto que sería aplicable indistintamente a personas
jurídicas o no, y que igualmente acarrearía como sanción “multa equivalente en
bolívares al doble del monto de la operación”.
IV
DECISIÓN
Por las razones anteriormente expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de
la ley, declara:
La Presidenta de la Sala,
El Vicepresidente,
Los Magistrados,
El Secretario,
Exp. Nº AA50-T-2005-2089/06-1128/07-0446
LEML/