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Tema 1.

LA COMPETENCIA
SUMARIO: 1. LA COMPETENCIA. NOCIONES GENERALES. 2. LA COMPETENCIA
OBJETIVA. 3. LA COMPETENCIA EN CASO DE VIOLENCIA DE GÉNERO. LOS
JUZGADOS DE VIOLENCIA SOBRE LA MUJER. 4. LA COMPETENCIA FUNCIONAL.
4.1. Incidentes. 4.2. Recursos. 4.3. Ejecución. 5. LA COMPETENCIA TERRITORIAL. 5.1.
Fueros legales imperativos. 5.2. Sumisión tácita. 5.2.1. Sumisión tácita del demandante.
5.2.2. Sumisión tácita del demandado. 5.3. Sumisión expresa. 5.4. Fueros legales especiales.
5.5. Fuero legal general. 5.5.1. Personas físicas. 5.5.2. Personas Jurídicas. 5.5.3. Entes sin
personalidad.

1. LA COMPETENCIA. NOCIONES GENERALES.

La individualización del órgano judicial que ha de tramitar y resolver un asunto


litigioso ha de superar tres fases o estadios. En primer lugar, se habrá de determinar si el
conocimiento del pleito corresponde a los tribunales españoles o extranjeros. Fijada la
competencia jurisdiccional española, a continuación deberá materializarse el órgano llamado
a dilucidar la controversia, lo que se produce como consecuencia de la aplicación de las
normas de competencia objetiva, funcional y territorial. Finalmente, ante la existencia de
órganos con igual competencia radicados en un mismo territorio, operarán las normas de
reparto de asuntos.

En el orden jurisdiccional civil, el artículo 1 LEC dispone que el que deba comparecer
e intervenir en juicio deberá realizarlo conforme a lo establecido en ella.
En concreto, se deberá actuar ante el órgano competente, que será el que resulte de la
aplicación de los criterios de competencia objetiva, funcional y territorial.
La competencia constituye un presupuesto procesal de carácter subjetivo que debe concurrir
en la persona del juez o magistrado para que pueda resolver válidamente el litigio.
Su fundamento reside en la diversidad de Juzgados y Tribunales que radican en el territorio
español. Es claro que si solo existiera un órgano jurisdiccional, este sería el encargado de
decidir todos los procesos que se susciten, siendo indiferente la materia litigiosa sobre la que
versen. Pero lo apuntado es totalmente insostenible. Así pues, si bien la potestad
jurisdiccional se predica de todos los jueces y magistrados, la competencia se encuentra
referida a cada órgano jurisdiccional y en relación con los asuntos que la ley le atribuye.
Desde esta perspectiva, la competencia puede ser entendida como la facultad de que gozan
los jueces para conocer de un determinado proceso. Como contrapartida, supone un límite a
la autoridad del juez en la resolución de las contiendas.
En definitiva, la competencia distribuye el ejercicio de la función jurisdiccional, en tanto que
asigna a cada órgano judicial el conjunto de asuntos sobre los que ejercer su jurisdicción. En
este sentido la competencia alude a los diversos criterios que permiten determinar el órgano
jurisdiccional que ha de conocer un asunto con exclusión de los demás.
Sentado lo anterior, se puede avanzar como primera aproximación, si bien el análisis detenido
de la materia constituye el contenido de la presente lección, que en la asignación de las
atribuciones competenciales de los órganos jurisdiccionales, la competencia objetiva
establece quién ha de dilucidar de un asunto en primera instancia; la competencia funcional
determina qué órgano ha de entender del proceso a lo largo de sus distintas fases y, por
último, la competencia territorial señala el lugar donde se ha de tramitar el proceso.
La competencia objetiva y la competencia funcional designan el órgano competente en
sentido vertical, mientras que la territorial cumple esta función desde la perspectiva
horizontal.
A su vez, se ha de señalar que existen una serie de condicionantes que han de contener los
criterios de fijación de la competencia: la legalidad, la predeterminación y la generalidad.
La exigencia de la legalidad, como se desprende del artículo 44 LEC, comporta la existencia
de una reserva de ley en el establecimiento de la competencia judicial, esto es, para instaurar,
modificar o suprimir las competencias de los órganos jurisdiccionales. Se articula la ley
ordinaria, no se requiere ley orgánica, como el vehículo normativo idóneo para materializar el
juez del caso concreto, quedando excluidos los reales decretos y cualquier otra disposición
emanada del Poder.
Ejecutivo.
Por su parte, la generalidad alude a la abstracción con que deben ser formuladas las normas
de competencia. Tales disposiciones deben contener una serie de criterios objetivos que
permitan fijar qué órgano judicial debe tramitar y resolver el pleito. Además, la abstracción
excluye la singularidad, tratando de evitar la atribución a un órgano específico de un asunto
concreto en virtud de la previsible resolución del proceso que vaya a adoptar.
Finalmente, la preexistencia de las normas de competencia, también formulada en el artículo
44 LEC, apareja la formulación de las mismas con anterioridad al inicio del proceso. No
tienen cabida en nuestro ordenamiento las reglas de competencia establecidas al efecto, por
cuanto suponen el peligro de asignar la resolución de un pleito a uno u otro juez en función
del sentido de la resolución judicial que ha de adoptar. Además, la irretroactividad de las
normas procesales hace que cualquier modificación de las normas de competencia
únicamente puede operar desde su entrada en vigor, no pudiendo afectar a las atribuciones del
pleito efectuadas con anterioridad a un determinado órgano judicial o, dicho en otros
términos, a los procesos que se encuentran en tramitación.

2. LA COMPETENCIA OBJETIVA.

La competencia objetiva determina qué órgano debe conocer de un asunto concreto en


primera instancia.
La ley distribuye los asuntos entre los distintos órganos de la estructura judicial en atención a
la importancia de los intereses y derechos que se dilucidan en el proceso. Concretamente, este
criterio competencial se articula en torno a la naturaleza de la pretensión y a la cuantía del
objeto del proceso. Mientras que el criterio de la materia atiende a la naturaleza de los
derechos controvertidos, el de la cuantía se ordena sobre el valor del litigio. Ahora bien, no se
trata de factores alternativos, es decir, no se aplica uno u otro de forma arbitraria, pues
prevalece el primero sobre el segundo. De este modo, únicamente será aplicable el criterio de
la cuantía cuando no exista norma alguna que determine qué órgano ha de conocer del
proceso por razón de materia.
Como norma general, y según dispone el artículo 45 LEC, el Juzgado de Primera Instancia es
el órgano competente para conocer del proceso en primera instancia, siempre que por
disposición legal expresa la competencia no se halle atribuida a otros tribunales. Ahora bien,
esta regla general presenta una serie de excepciones.
Así, los Juzgados de Paz, como proclama el artículo 47 LEC, resolverán los asuntos cuya
cuantía no sea superior a 90 euros, siempre que estos no deban tramitarse por el juicio verbal
en atención a la especialidad de la materia.
En virtud del artículo 86 ter LOPJ, los Juzgados de lo Mercantil son competentes para
conocer, entre otras materias, procesos que se susciten en materia concursal, competencia
desleal, propiedad industrial, intelectual, publicidad, sociedades mercantiles y cooperativas,
transportes y derecho marítimo.
Por su parte, los Juzgados de Violencia sobre la Mujer podrán conocer, como señala el
artículo 87 ter LOPJ y como se desarrollará con detalle en el epígrafe siguiente, entre otros,
los procesos de filiación, maternidad y paternidad; nulidad del matrimonio, separación y
divorcio; relaciones paterno filiales, adopción...
cuando se haya iniciado un proceso penal por un acto de violencia de género o se haya
adoptado una orden de protección y sean parte en la cuestión civil aquellos que en el proceso
penal sean víctimas o imputado como autor, inductor o cooperador necesario en la realización
de actos de violencia de género.
A su vez, debe tenerse presente que, como consecuencia de la facultad que contempla el
artículo 98 LOPJ, en aquellas circunscripciones donde existan más de un Juzgado de la
misma clase cabe el establecimiento de Juzgados de Primera.
Instancia especializados. Dichos Juzgados entenderán de forma exclusiva las materias
específicas sobre las que versa su competencia. Este es el caso, por ejemplo, de los Juzgados
de Familia, Juzgados de ejecución o de los Juzgados para las cláusulas suelo de las hipotecas
(Acuerdo de 25 de mayo de 2017 aprobado por el Consejo General del Poder Judicial).
Por último, conviene destacar la existencia de reglas especiales de competencia en atención a
la persona del demandado cuando se trate de demandas de responsabilidad civil por hechos
realizados en el ejercicio de su función o cargo. Así pues, como establece el artículo 56.2º
LOPJ, la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo conocerá de las demandas de responsabilidad
civil por hechos cometidos en el ejercicio de sus respectivos cargos dirigidas contra altos
cargos de la nación y determinados altos miembros de la carrera judicial y fiscal.
También, se ha de señalar que, según dispone el artículo 55 bis LOPJ, la Sala de lo Civil del
Tribunal Supremo conocerá de la tramitación y enjuiciamiento de las acciones civiles
dirigidas contra la Reina consorte o el consorte de la Reina, la.
Princesa o Príncipe de Asturias y su consorte, así como contra el Rey o Reina que hubiere
abdicado y su consorte.
Finalmente, como recoge el artículo 73.2 LOPJ, la Sala de lo Civil y Penal de los Tribunales
Superiores de Justicia conocerán las demandas de responsabilidad civil por hechos cometidos
en el ejercicio de sus respectivos cargos, y según lo estipulado en los propios Estatutos de
Autonomía, dirigidas contra altos cargos de la comunidad autónoma y ciertos magistrados de
su ámbito territorial.

3. LA COMPETENCIA EN CASO DE VIOLENCIA DE GÉNERO. LOS


JUZGADOS DE VIOLENCIA SOBRE LA MUJER.

La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la


Violencia de Género adicionó el artículo 87 ter a la LOPJ, creándose los Juzgados de
Violencia sobre la Mujer. A estos Juzgados, junto con las competencias penales propias
derivadas de la instrucción de determinadas causas penales, se les atribuye el conocimiento
de materias del orden jurisdiccional civil (artículo 87 ter 2 LOPJ) de los procesos que versen
sobre: – Filiación, maternidad y paternidad.

Nulidad del matrimonio, separación y divorcio.


– Relaciones paterno filiales.
– Los que tengan por objeto la adopción o modificación de medidas de trascendencia
familiar.
– Guarda y custodia de hijos menores o sobre alimentos reclamados por un progenitor contra
el otro en su nombre.
– Necesidad de asentimiento en la adopción.
– Los que tengan por objeto la oposición a las resoluciones administrativas en materia de
protección de menores.
Se trata de una asunción de competencias civiles con carácter exclusivo y excluyente por
parte de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer (artículo 87 ter 3.
LOPJ). Para ello deberán concurrir de manera simultánea los siguientes requisitos (artículo
87 ter 3 LOPJ): – Que se hayan iniciado ante el Juez de Violencia sobre la Mujer actuaciones
penales como consecuencia de un acto de violencia sobre la mujer o se haya adoptado una
orden de protección.
– Que se trate de un proceso civil que tenga por objeto algunas de las materias que se han
avanzado (artículo 87 ter 2 LOPJ).
– Que alguna de las partes del proceso civil sea víctima de los actos de violencia de género.
– Que alguna de las partes del proceso civil sea imputado como autor, inductor o cooperador
necesario en la realización de actos de violencia de género.
Se ha de avanzar que el conocimiento de las materias que se han señalado corresponde con
carácter general a los órganos judiciales civiles. Dicha competencia únicamente cede cuando
se produce un acto de violencia de género y siempre para el caso de que concurran las
condiciones que se han señalado.
En relación con lo anterior, se pueden originar las situaciones que se contemplan en el
artículo 49 bis LEC. Tales situaciones se traducen en la asunción de competencias de los
procesos civiles por parte de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer en los siguientes
supuestos: a) Cuando el órgano judicial que esté conociendo en primera instancia el proceso
civil tenga noticia de la comisión de un acto de violencia de género que haya dado lugar a la
iniciación de un proceso penal o a la adopción de una orden de protección deberá inhibirse,
tras comprobar que concurren las condiciones del artículo 87 ter LOPJ, remitiendo los autos
en el estado en que se hallen al Juez de.
Violencia sobre la Mujer. Esta regla contempla una única excepción para el caso de que se
haya iniciado la fase de juicio oral (artículo 49 bis 1 LEC).
b) Cuando el Juez civil que esté conociendo el procedimiento civil por algunas de las
materias contempladas en el artículo 87 ter LOPJ tenga noticia de la posible comisión de un
acto de violencia de género, que no haya dado lugar a la iniciación de un proceso penal ni a
dictar una orden de protección, tras comprobar que reúnen los requisitos del artículo 87 ter 3
LOPJ, deberá convocar a las partes y al.
Ministerio Fiscal a una comparecencia que se celebrará en las siguientes 24 horas.
Tras ella, el Fiscal decidirá en las 24 horas siguientes si denuncia los actos de violencia de
género o solicita orden de protección ante el Juzgado de Violencia sobre la Mujer que resulte
competente. En este caso el juez civil continuará conociendo del asunto hasta que sea
requerido de inhibición por el Juez de Violencia sobre la.
Mujer competente (artículo 49 bis 2 LEC).
c) Cuando un Juez de Violencia sobre la Mujer que esté conociendo de una causa penal por
violencia de género tenga conocimiento de la existencia de un proceso civil que reúne los
requisitos del artículo 87 ter 3 de la LOPJ requerirá de inhibición al Tribunal Civil, el cual
deberá acordar de inmediato su inhibición y la remisión de los autos al órgano requirente. El
requerimiento de inhibición deberá ir acompañado del testimonio de la resolución por la que
se pongan en marcha las actuaciones penales como, por ejemplo, el auto de admisión de la
querella o la orden de protección adoptada (artículo 49 bis 3 LEC).
4. LA COMPETENCIA FUNCIONAL.

La competencia funcional establece qué órganos entienden del proceso a lo largo de sus
distintas fases. En concreto, la competencia funcional establece qué órganos han de conocer
los incidentes, los recursos y la ejecución.
El rasgo que diferencia a este criterio competencial es su carácter derivado, por cuanto se
determina una vez concretada la competencia objetiva. Ello es así porque una vez que se ha
determinado el órgano que conoce del proceso en primera instancia, la ley de manera
automática determina quien ha de conocer del proceso a lo largo de sus distintas fases.
A su vez, se ha de señalar que las normas de competencia funcional son imperativas,
constituyendo esta competencia un presupuesto procesal.
La competencia funcional se concreta de la siguiente manera: 4.1. Incidentes.
Como señala el artículo 61 LEC, salvo que exista una disposición legal en sentido contrario,
el tribunal que tenga competencia para conocer de un pleito, la tendrá también para resolver
sobre sus incidencias. De esta manera, el precepto señalado establece una regla general que
puede ser excepcionada en determinados supuestos, tales como los que se enuncian a
continuación: a) La instrucción y la resolución de los incidentes de recusación de Jueces y.
Magistrados se articula en función de la categoría del juez o magistrado recusado y del
órgano al que pertenezca (artículos 224 y 227 LOPJ).
b) Las cuestiones de competencia que se suscitan entre órganos del mismo orden
jurisdiccional son dirimidas por el órgano inmediato superior común, según se desprende del
artículo 51.1 LOPJ.
c) La resolución de los conflictos de competencia que se plantean entre órganos de distinto
orden jurisdiccional corresponde a una Sala especial del Tribunal Supremo que se compone
por el Presidente y dos Magistrados, uno por cada orden jurisdiccional en conflicto, como
señala el artículo 42 LOPJ.
d) Los conflictos de jurisdicción serán resueltos según lo establecido en los artículos 38 y 39
LOPJ.
e) La decisión de la acumulación de procesos cuando el tribunal requerido no acepte el
requerimiento de acumulación se atribuye al tribunal inmediato superior común de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 93 LEC.
4.2. Recursos a) Conocerán las Audiencias Provinciales, según lo contemplado en los
artículos 82.2 LOPJ y 455.2 LEC, de los recursos de apelación formulados contra las
sentencias emitidas por los Juzgados de Primera Instancia, los Juzgados de lo.
Mercantil y los Juzgados de Violencia de Genero.
b) Será competente, como señala el artículo 468 LEC, para conocer del recurso extraordinario
por infracción procesal la Sala de lo Civil y Penal de los Tribunales.
Superiores de Justicia.
c) Corresponde al Tribunal Supremo, salvo en materia de derecho foral, el conocimiento del
recurso de casación, tal y como recoge el artículo 478 LEC.
4.3. Ejecución.
En virtud de lo establecido en el artículo 61 LEC, el tribunal que tenga competencia para
conocer de un pleito, la tendrá también para llevar a efecto las providencias y autos que
dictare y para la ejecución de la sentencia o convenios y transacciones que aprobare. Esta
regla general, denominada en la rúbrica del precepto que se está analizando “competencia por
conexión”, se concreta en las siguientes reglas:
a) Los autos y providencias serán ejecutados, de conformidad con lo dispuesto en el artículo
61 LEC, por el órgano judicial emitió la propia providencia o el auto.
b) La ejecución sentencias y de resoluciones dictadas por Letrados de la Administración de
Justicia que posean naturaleza ejecutiva se atribuye, según se desprende de lo estipulado en el
artículo 545.1 LEC, al Tribunal que conoció del asunto en primera instancia.
c) La ejecución de transacciones y acuerdos judicialmente homologados o aprobados
corresponde al Tribunal que homologó o aprobó la transacción o acuerdo, como dispone el
mismo artículo 545.1 LEC.
d) La ejecución de un laudo arbitral o un acuerdo de mediación será competente el Juzgado
de Primera Instancia del lugar en que se haya dictado el laudo o se hubiera firmado el
acuerdo de mediación, tal y como proclama el artículo 545.2 LEC.
Sentado lo anterior, conviene señalar que, a tenor de lo contemplado en el artículo 98 LOPJ,
se pueden instaurar juzgados que conocen con carácter exclusivo de la ejecución de las
sentencias dictadas por Juzgados de su circunscripción. Se trata, como se puso de manifiesto
al analizar la competencia objetiva, de Juzgados especializados.

5. LA COMPETENCIA TERRITORIAL.

Las normas de competencia territorial distribuyen el ejercicio de la función jurisdiccional


sobre la base de criterios geográficos. En concreto, determinan qué órgano es el competente
entre los del mismo tipo o grado, es decir, entre aquellos con idéntica competencia objetiva.
La existencia de este criterio competencial se justifica en el hecho de que las normas de
competencia objetiva no son suficientes para individualizar la atribución de un asunto a un
órgano concreto. Apréciese la dispersión existente a lo largo del territorio nacional de órganos
jurisdiccionales con idéntica jerarquía.
Así, por ejemplo, determinada la competencia objetiva de los Juzgados de Primera.
Instancia se habrá de individualizar los de qué lugar deben resolver el pleito: los de Novelda,
Elda, Elche, Alicante...
Los fueros son los criterios que sirven al efecto de determinar la competencia territorial, pues
se configuran con el propósito de individualizar quién de entre los de la misma clase ha de
entender de un asunto preciso. Pueden ser de dos tipos: legales y convencionales.
Pese a que esta materia será analizada posteriormente, se hace necesario aludir, cuanto
menos, a la existencia de reglas de competencia territorial instituidas por ley y por razón de la
voluntad de los litigantes.
A través de los fueros legales es la propia ley la que señala el territorio en el que dilucidar el
proceso. Esta fijación competencial es articulada en función de la conexión existente entre las
personas, cosas y los elementos de la relación jurídica con el territorio (domicilio del
demandado, lugar de radicación de los bienes inmuebles...). Tal atribución puede ser
efectuada de manera imperativa o dispositiva.
Los fueros convencionales son aquellos en los que los litigantes en principio designan de
mutuo acuerdo y haciendo uso de la facultad de disposición que la ley les confiere la
circunscripción donde celebrar el proceso. Dicho acuerdo puede verificarse de forma expresa
(sumisión expresa) o se puede deducir de la actuación de las partes en el mismo (sumisión
tácita).
Tradicionalmente, la competencia territorial ha ostentado naturaleza jurídica dispositiva o
prorrogable. Dicha prorrogabilidad, que se recoge en la actualidad en el artículo 54 LEC, ha
encontrado su fundamento en la dispositividad de los derechos e intereses de naturaleza
privada que se dilucidan en el proceso civil. El proceso civil que contempla la LEC es
eminentemente dispositivo, de manera que la prorrogabilidad de la competencia territorial se
concreta como una de sus manifestaciones. No obstante, como se analizará a continuación, la
disponibilidad de la competencia territorial se ha visto seriamente trabada por el surgimiento
de numerosas limitaciones que se han sucedido a lo largo de las últimas décadas y que
definitivamente han quedado reguladas en la LEC 2000.
Se establecen, pues, diferentes criterios llamados a determinar la competencia territorial.
Ahora bien, tales criterios no operan de manera indistinta, por cuanto existe un orden de
prelación que debe operar en todo caso. Este orden de prelación es el siguiente: 1. Fueros
legales imperativos.
Conviene señalar que la prelación entre los distintos fueros únicamente actúa para el caso de
que la competencia territorial no venga establecida en términos imperativos. Adviértase que
carece de sentido aludir al orden de prelación de los criterios de competencia territorial
cuando solo uno está llamado a designar el fuero competente, dado que el resto de criterios
quedan absolutamente prohibidos.
2. Sumisión tácita.
3. Sumisión expresa.
4. Fueros legales especiales.
5. Fuero legal general.

5.1. Fueros legales imperativos.

Como se ha avanzado, tradicionalmente la competencia territorial ha venido


ostentando naturaleza jurídica dispositiva. Concretamente, la LEC de 1855 configuró la
sumisión como el primer criterio de determinación de la competencia territorial, característica
esta que se mantuvo en la LEC de 1881 y que, en la actualidad, se encuentra recogida en el
artículo 54 LEC de 2000.

En principio, se entendió que los criterios que presiden la fijación de la competencia


territorial no poseían la entidad requerida para ser establecidos de manera imperativa, ya que
se trataba del lugar de tramitación del pleito. En el proceso civil y en materia de competencia
se entendía que el interés público se garantizaba con la existencia de normas de competencia
objetiva imperativas.

Sin embargo, durante la vigencia de la LEC de 1881, esta filosofía quedó seriamente
cuestionada ante la proliferación de numerosos fueros territoriales imperativos. La
improrrogabilidad que ello supone queda consagrada en la LEC de 2000, que contempla
numerosos fueros imperativos, plasmando legalmente la importante evolución que ha sufrido
la competencia territorial.

Son diversos los argumentos que han servido de base a las restricciones que se están
comentando. Entre ellos, destaca, a título de ejemplo, la naturaleza pública de los intereses
que se debaten en ciertos procesos civiles, que hacen que su objeto sea indisponible, la
distribución equitativa de asuntos en nuestros tribunales, la seguridad de tráfico mercantil, la
economía procesal, evitar la indefensión de las partes del litigio, garantizar la inmediación
judicial... En todo este contexto subyace la entrada en consideración de intereses de
naturaleza pública.
El artículo 54.1 LEC dota de naturaleza jurídica improrrogable a determinados fueros que se
formulan en el artículo 52 LEC. Concretamente, a las reglas 1ª y 4ª a 15ª del artículo 52.1
LEC. En este supuesto, la imperatividad del fuero se extiende a los juicios donde se ejerciten
acciones reales sobre bienes inmuebles y desahucio; cuestiones hereditarias; asistencia o
representación de incapaces, incapacitados o declarados pródigos; honor, intimidad personal
o familiar y a la propia imagen; en materia de arrendamientos de inmuebles; propiedad
horizontal; reclamación de una indemnización de los daños y perjuicios derivados de la
circulación de vehículos de motor; impugnación de acuerdos sociales; infracciones de
propiedad intelectual; competencia desleal; patentes y marcas; no incorporación o nulidad de
las cláusulas de condiciones generales de la contratación y tercerías de dominio o mejor
derecho.
Por citar algún ejemplo de fuero imperativo que se recogen en las reglas enunciadas,
el artículo 52.1 LEC regula en materia de acciones reales que se ejerciten sobre bienes
inmuebles la competencia exclusiva del lugar de situación de la cosa litigiosa, esto es, del
bien inmueble (forum rei sitae). Recuérdese que la imperatividad deriva del propio artículo
54.1 LEC. Igualmente, en los juicios sobre cuestiones hereditarias, el artículo 52.1.4º LEC
sienta la competencia del último domicilio del finado, cuya imperatividad deriva del propio
artículo 54.1 LEC. Para el supuesto de que lo hubiera tenido en el extranjero, establece el
fuero alternativo del lugar del último domicilio en España o donde radiquen la mayor parte de
sus bienes.

De otro lado, el artículo 52.2 LEC sistematiza de manera inderogable el órgano que ha
de resolver los pleitos que versen sobre seguros, venta a plazos de bienes muebles, contratos
destinados a su financiación, de prestación de servicios y relativos a bienes muebles cuya
celebración haya sido precedida de oferta pública. En estos supuestos se configura la
competencia del domicilio de asegurado, comprador, prestatario, del que haya aceptado la
oferta o del domicilio del demandado, ya sea una persona física o jurídica (artículos 50 y 51
LEC).
A su vez, el artículo 54.1 LEC impide la operatividad de las sumisiones tácita y expresa en
los asuntos que deban decidirse por el juicio verbal. Este último supone un límite crucial, por
cuanto se limitan las sumisiones en uno de los dos procesos declarativos ordinarios que
existen en el proceso civil.
Por otra parte, el artículo 54.2 LEC excluye la sumisión expresa, no la sumisión tácita, en
contratos de adhesión, celebrados con condiciones generales de la contratación o con
consumidores. En este último estadio, como se analizará en la presente lección al abordar la
sumisión expresa, se trata de evitar la imposición de la cláusula de sumisión expresa a la
parte débil del contrato.
Asimismo, el propio artículo 54.1 LEC permite configurar de manera imperativa las normas
de competencia territorial mediante otros preceptos contenidos en la LEC o en cualquier otra
disposición legal.
Así, la competencia territorial se encuentra establecida de manera imperativa en numerosos
procesos especiales. Dicha indisponibilidad, que es articulada por razón de las especialidades
del proceso, comprende, por ejemplo, a los procesos matrimoniales (artículo 769 LEC);
capacidad de personas (artículo 756 LEC); guarda, custodia y alimentos de menores (artículo
769.3 LEC); adopción (artículo 779 LEC); proceso monitorio (artículo 813 LEC) y cambiario
(artículo 820 LEC).
De otro lado, se articula la imperatividad de la competencia territorial en el ámbito de la
ejecución (artículo 545 LEC), imperatividad que se extiende incluso a la ejecución
hipotecaria (artículo 684 LEC).
En lo que concierne a la cláusula genérica en la que se deja abierta la posibilidad de
conformar la imperatividad de la competencia territorial por otras leyes (artículo 54.1 LEC),
se incluye, por ejemplo, en este caso el fuero privilegiado del Estado y de los demás Entes
Públicos (artículo 15 de la Ley 52/1997, de 27 de noviembre, de Asistencia Jurídica del
Estado e Instituciones Públicas).
Finalmente, el art. 53.1 LEC contempla la competencia territorial en materia de acumulación
de acciones. Concretamente, el precepto señalado dispone que cuando se ejerciten varias
acciones conjuntamente será competente el tribunal del lugar que pueda conocer de la acción
que sea de fundamento de las demás, en su defecto, el que deba entender del mayor número
de pretensiones acumuladas y, por último, el del lugar que corresponda a la acción que sea
más importante cuantitativamente. Se trata de una norma de competencia especial que supone
la alteración de las reglas generales que con carácter ordinario presiden la competencia
territorial. Ello es consecuencia directa de la pluralidad de objetos que se debaten en un solo
proceso. Además, se ha de señalar que esta regla posee carácter imperativo, de manera que
goza de aplicación preferente al resto de reglas competenciales.
De otro lado, ante la posibilidad de que la existencia de varios demandados en el proceso
pueda determinar la competencia territorial de los jueces de más de un lugar, el artículo 53.2
LEC prevé que la demanda se podrá presentar ante cualquiera de ellos, a elección del
demandante.

5.2. Sumisión tácita.

Por medio de la sumisión tácita la competencia territorial se atribuye en función de las


actuaciones que desarrollan las partes del proceso ante órganos incompetentes desde el punto
de vista territorial.
En materia de competencia territorial dispositiva, constituye el primer fuero llamado a
determinarla. Ostenta preferencia incluso sobre la sumisión expresa, habida cuenta de que los
litigantes pueden renunciar al pacto de sumisión que hayan podido verificar previamente y
realizar las actuaciones que comportan la sumisión tácita en el territorio que estimen
conveniente.
En su origen, la regulación de la sumisión tácita partía de la base de que los litigantes que
evidenciaban las gestiones sumisorias manifestaban su voluntad de sometimiento de manera
implícita. Se entendió que el demandante deseaba que el pleito se resolviera en el lugar donde
presentaba la demanda y que el demandado exteriorizaba su voluntad de sometimiento
cuando se personaba en el proceso y no declinaba, en primer lugar, la falta de competencia
territorial. Sin embargo, en la actualidad la voluntad es irrelevante en la conformación de la
sumisión tácita, dado la sumisión tácita queda perfeccionada en el momento que se verifiquen
las actuaciones objetivas que contempla el artículo 56 de la LEC.
En la conclusión de esta clase de sumisión debe concurrir la conjunción de conductas de
ambas partes del proceso, esto es, del demandante y demandado, por cuanto las actuaciones
unilaterales de los litigantes nunca entrañan sumisión tácita. Así pues, el demandante no
puede escoger por sí solo el lugar donde residenciar las contiendas en que sea parte, de la
misma manera que el demandado no puede someterse si no existe una previa sumisión del
actor.
Sentada esta premisa, se procede a analizar las distintas conductas de las partes que, de
conformidad con el artículo 56 LEC, tienen eficacia sumisoria.

5.2.1. Sumisión tácita del demandante.

El actor puede verificar su sometimiento con las siguientes conductas: – Mediante la


interposición de la demanda, que constituye la tradicional conducta de sometimiento del
demandante.
– Por medio de la formulación de petición o solicitud que haya de ser presentada ante tribunal
competente para conocer la demanda. Se integra en este supuesto la solicitud de medidas
cautelares de manera previa a la interposición de la demanda y de pruebas anticipadas.
Ambas solicitudes, como se disponen los artículos 723.1 y 293.2 de la LEC, deben ser
formuladas ante el órgano que sea competente para conocer del proceso principal. Desde esta
perspectiva, no existe inconveniente, con excepción de los supuestos en los que la
competencia territorial venga determinada en virtud de disposiciones imperativas, para que el
futuro demandante formule estas peticiones en lugar distinto del estipulado legalmente y
someta la tramitación del pleito al territorio en cuestión.
Por el contrario, no constituye sumisión tácita la solicitud de diligencias preliminares, en
tanto que el artículo 257 LEC determina la competencia territorial de manera imperativa.
5.2.2. Sumisión tácita del demandado.
Por su parte, el demandado se somete tácitamente con las siguientes actuaciones: – La
realización, después de personado en juicio, de cualquier gestión que no sea proponer en
forma la declinatoria. Como señala el artículo 56.2º LEC, el demandado se somete por el
hecho de hacer, después de personado en el juicio tras la interposición de la demanda,
cualquier gestión que no sea la de proponer en forma la declinatoria.
Ciertamente, en este supuesto el legislador no delimita positivamente las conductas del
demandado que comportan su sometimiento. Por el contrario, se limita a señalar la única
gestión que lo impide, que es la declinatoria debiendo ser formulada, como proclama el
artículo 64.1 LEC, dentro de los diez primeros días del plazo para contestar a la demanda.
Ahora bien, se ha de matizar que lo anterior se encuentra exclusivamente referido al juicio
ordinario, dado que en el juicio verbal no cabe la sumisión tácita en virtud del artículo 54.1
LEC.
Por otra parte, conviene advertir que la redacción legal de la sumisión tácita indica con total
claridad el momento de producción del sometimiento del demandado: “después de personado
en juicio tras la interposición de la demanda”, no pudiendo acontecer con anterioridad al
momento señalado. Desde esta perspectiva, no existe sumisión tácita cuando el demandado
interviene realizando actuaciones que tienen lugar de manera previa a la interposición de la
demanda, como sucede en los casos en que se solicite una prueba anticipada o una medida
cautelar con carácter previo a la interposición de la demanda. Téngase presente que la
imposibilidad de impugnar la falta de competencia territorial en virtud de la declinatoria va a
provocar que en este estadio procesal no se pueda perfeccionar la sumisión de ambas partes.
– La incomparecencia del demandado o la comparecencia una vez precluido el plazo para
proponer en forma la declinatoria. También se considerará tácitamente sometido al
demandado que, emplazado o citado en forma, no comparezca en juicio o lo haga cuando
haya precluido el plazo para interponer en forma la declinatoria. De esta manera, la facultad
de denunciar la falta de competencia territorial se reduce al tiempo que la ley confiere para
proponer en forma la declinatoria. Transcurrido este plazo, la parte pasiva del pleito se verá
privada de dicha prerrogativa, estableciéndose definitivamente la competencia territorial en
virtud de sumisión tácita.

5.3. Sumisión expresa.

Se puede definir la sumisión expresa como el acuerdo extraprocesal y previo al proceso por el
que los interesados concretan de forma precisa el territorio a cuyos órganos se someten para
el conocimiento de las controversias que se pudieran derivar de la interpretación y el
cumplimiento de una determinada relación jurídica.
La sumisión expresa, a pesar de figurar por lo general en los contratos como una de sus
cláusulas, constituye un acto procesal, pues despliega sus efectos de manera directa e
inmediata en el proceso, habida cuenta de que determina la competencia territorial.
Se trata de un fuero convencional que únicamente opera en defecto de sumisión tácita. Así, la
sumisión expresa constituye el segundo criterio llamado a determinar la competencia
territorial dispositiva pues, en caso de mediar sumisión tácita, esta última prevalece en el
establecimiento de la competencia territorial.
El artículo 55 LEC ordena el contenido de la sumisión expresa en torno a un único elemento,
que es la designación de la circunscripción a cuyos tribunales se someten los interesados. En
este sentido, “designar” implica elegir la circunscripción territorial a cuyos órganos se
someten los interesados. Dicha mención debe realizarse de forma expresa y ha de ser
bilateral.
El modo expreso de la determinación obedece a que, inevitablemente, no existe sumisión
expresa si los interesados no señalan de manera explícita la demarcación judicial que ha de
ser territorialmente competente.
Por su parte, la bilateralidad alude a que ambas partes consientan el fuero señalado en la
cláusula de sumisión.
El término precisión de la designación excluye cualquier duda relativa en torno al lugar en
que se ha de demandar o ser demandado. Alude a la concreción, claridad y al carácter
inequívoco de la designación, cuestión esta que solo se garantiza plenamente si la misma es
verificada por escrito.
Asimismo, la sumisión expresa ha de operar en el ámbito de una relación jurídica concreta,
expresando de modo claro su alcance. No cabe, en consecuencia, la sumisión genérica, es
decir, aquella que se acuerda para todas las relaciones jurídicas de una persona.
También, se ha de señalar que la sumisión expresa solo será válida y eficaz cuando, según
dispone el artículo 54.3 LEC, se haga a órganos con competencia objetiva para conocer el
asunto. Si en dicho lugar existieran varios órganos de la misma clase, tal y como proclama el
artículo 57 LEC, el reparto de asuntos determinará a quien le corresponde finalmente conocer
del pleito, sin que las partes puedan someterse a uno de ellos con exclusión del otros.
La sumisión expresa no crea un fuero exclusivo. Puede ocurrir que llegado el momento se
renuncie a ella y no se introduzca en el proceso por ninguna de las partes, tramitándose el
litigio en el lugar establecido por la ley o en el territorio al que las partes se hayan sometido
tácitamente.
Finalmente, se ha de señalar que el artículo 54.2 LEC excluye la operatividad de la sumisión
expresa en contratos de adhesión, celebrados con condiciones generales de la contratación o
con consumidores. Adviértase que la sumisión expresa en estos contratos ocasiona un
desequilibrio entre los derechos y obligaciones de las partes por compeler al demandado a
litigar en un fuero que le es ajeno (y que en ocasiones se encuentra muy distanciado del
suyo), provocándole una serie de gastos, molestias y desplazamientos que dificultan la
reclamación de sus derechos. Por su parte, el predisponente se encuentra en una posición de
superioridad, por cuanto litigará centralizando todas las contiendas en las que sea parte en el
lugar donde con mayor comodidad pueda seguir el proceso.
Hoy en día resulta indiscutible el hecho de que la sumisión expresa debe ser consecuencia del
libre concierto de voluntades, sin que pueda la parte más poderosa imponérsela a la otra. En
efecto, el texto procesal civil articula un sistema en el que el consumidor, usuario y, en
definitiva, la parte débil del contrato puede denunciar la incompetencia territorial como
consecuencia de la nulidad de la sumisión expresa verificada, haciendo valer el fuero
legalmente estipulado. Para ello deberá formular la declinatoria, que se encuentra regulada en
los artículos 63 a 65 LEC y que será analizada en la lección segunda.

5.4. Fueros legales especiales.


En materia de competencia territorial dispositiva, a falta de los fueros convencionales operan
las reglas legales no imperativas, gozando de carácter preferente las reglas especiales.
Constituyen fueros especiales no imperativos los contemplados en los apartados segundo y
tercero del artículo 52.1 de la LEC, que son relativos a la presentación y aprobación de
cuentas por administradores y a las demandas que versen sobre obligaciones de garantía o
complementarias de una principal.
Por lo que respecta a las demandas sobre presentación y aprobación de cuentas se articula en
el artículo 52.1.2 LEC el lugar de presentación de las cuentas (forum gestae administrationis).
Cuando dicho lugar no esté determinado, la competencia quedará fijada en virtud del
domicilio del mandante, poderdante, del dueño de los bienes o del lugar donde se desempeñe
la administración, siempre a elección del actor.
En materia de obligaciones de garantía o complementarías de la principal, el artículo 52.1.3
LEC dispone que será competente el tribunal que lo sea para conocer de la acción principal.

5.5. Fuero legal general.


En defecto de estipulación convencional de la competencia y de un fuero especial llamado a
individualizar el lugar donde residenciar el proceso, el texto procesal civil configura el fuero
general del domicilio del demandado, en los artículos 50 y 51 LEC, distinguiendo al efecto si
la parte pasiva del proceso es una persona física, jurídica o un ente sin personalidad.

5.5.1. Personas físicas.


Como dispone el artículo 50.1 LEC, el fuero general de las personas físicas corresponde al
tribunal del domicilio del demandado, salvo que la ley disponga otra cosa.
Si el demandado carece de domicilio en el territorio español, la competencia territorial se fija
en virtud de la residencia del demandado en España. A falta de este último criterio, será
competente el del lugar, dentro del territorio nacional, en que los demandados se encuentren o
el de su última residencia en España. Estos dos últimos fueros son alternativos, pudiendo el
actor escoger entre cualquiera de ellos. Cuando tampoco se pudiera fijar la competencia por
los fueros apuntados, operará el lugar del domicilio del actor.
Si el demandado tiene la condición de empresario o profesional y el litigio es consecuencia
de la actividad empresarial o profesional que desarrolla, serán competentes también los
tribunales del lugar donde desempeñe la citada actividad y, cuando tuviere varios
establecimientos a su cargo, radicados en diferentes lugares, se le podrá demandar en
cualquiera de ellos, a elección del actor.

5.5.2. Personas Jurídicas.


También las personas jurídicas serán demandadas en el fuero de su domicilio pudiendo, a su
vez, serlo en el lugar donde haya nacido la situación o relación jurídica a que se refiere el
proceso o donde esta produzca efectos, con el condicionante de que en dicho lugar exista un
establecimiento abierto al público o un representante autorizado para actuar en nombre de la
entidad, tal y como señala el artículo 51.1 de la LEC 5.5.3. Entes sin personalidad.
El fuero general de los entes sin personalidad se concreta, alternativamente, por el lugar
donde sus gestores tengan el domicilio o el lugar donde desarrollen su actividad (artículo 51.2
LEC).

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