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Kenji Miyazawa. Hanamaki (Japón), 1896-Ídem, 1933.

Poeta y escritor de literatura infantil

de peculiar estilo en la prefectura de Iwate, al norte de la principal isla de Japón, en el seno de

una familia acomodada. Fue muy buen estudiante y pronto comenzó a interesarse por la

poesía. Con 13 años compuso su primer tanka. A los 19 fue admitido en la Escuela de

Agricultura y Silvicultura de Morioka y comenzó a publicar poemas en revistas literarias.

Tras finalizar sus estudios, regresó en 1919 a su ciudad natal para cuidar de su hermana

Toshi. Sin embargo, debido a desavenencias con su padre se trasladó a Tokio, donde trabajó

como ingeniero agrónomo y docente, entró en contacto con los círculos literarios de la

capital. Publica sus primeras historias con gran éxito de crítica. En 1926 abandona la

seguridad de su empleo y se muda a Shimoneki para dedicarse completamente a la agricultura

y escribir. Tras luchar durante años con la pleuresía muere en 1933, a los 37 años de edad,

tras sufrir una neumonía aguda. Sus obras narrativas y poéticas son una de las más populares

dentro de la literatura japonesa.

La historia narra cómo es que Giovanni, una noche en que va a conseguir la leche

para su mamá enferma, llega a la estación del tren nocturno de la Vía Láctea. Al entrar al

vagón todo se vuelve como un sueño, algo irreal y lleno de muchas, pero muchas

connotaciones teológicas, budistas, históricas y astronómicas.En este viaje su acompañante es

Campanella, es su mejor amigo y con quien comparte su aventura. En él visita distintas

constelaciones y conoce a personas singulares que le dan un giro ilusorio al cuento. Uno de

ellos es un señor que caza aves; aves que al morir se convierten en dulces. También están dos

niños japoneses y un joven que llegan, después de que el barco en el que iban se hundiera,

para bajarse en la estación de la cruz. En su viaje atravesarán paisajes singulares y oníricos,

espacios de ensueño ligados con la mitología y el folklore japonés repletos de imaginación y

misterios. Un viaje entre dos mundos, el real y el soñado.


El cuento te hará pensar que estás en un sueño lindo del que no quieres despertar; pero

cuando al final conoces la simbología que el autor maneja en la historia, el cuento cambia

drásticamente. No es que ya no sea una historia buena, sino que al verlo con otros ojos, con el

significado oculto detrás de las palabras de Kenji; el cuento pasa de ser una historia infantil a

algo cargado de contexto. Un cuento para niños relata tantas situaciones históricas o

astronómicas que puede que pases por alto.

El Tren nocturno de la Vía Láctea recoge 3 relatos que poseen como denominador

común historias ligadas con el planeta infantil en las historias de Kenji se desarrollan en un

mundo mezcla de realidad y fantasía en el que los elementos naturales interactúan de manera

tan encantadora, los personajes a menudo animales o elementos básicos como la Tierra o el

Viento, están en perfecta conjunción con la naturaleza. Combinando recursos fantásticos,

espirituales y de la naturaleza, Miyazawa Kenji nos lleva a un mundo onírico donde la vida se

torna más brillante y profunda que en nuestra realidad y donde la imaginación y la

espontaneidad de los chicos es su guía.

La segunda historia narra la vida de Saburo Takada. Un niño peculiar que llega a una

escuela donde en una sola clase están mezclados todos los grados. Él es pelirrojo y no habla

mucho, pero cuando los demás compañeros lo ven solo en el aula y el viento, de la nada se

levanta, empiezan a llamarlo como el dios del viento. Poco a poco Takada y los demás niños

tienen aventuras como amigos y compañeros de escuela. Algunas son peligrosas, otras

fantasiosas; pero el final siempre es el mismo: Saburo tiene un misticismo que lo envuelve y

que por esa razón lo llaman Matasaburo, que significa, el dios del viento.

El tercer relato trata sobre Gouche, un violonchelista que le falta mucho para ser un

buen músico. Lo regañan todo el tiempo cuando practica junto a la orquesta. Pero no se da

por vencido, por lo que empieza a practicar en las noches, lo mejor de todo es que no lo hace
sólo, sino que tiene compañía de animales parlantes que le ayudan a saber si está tocando mal

o si va por buen camino. Lo visitan distintos animales y cada uno le enseña cosas diferentes.

Al final aparece una ratona que le dice que la música del joven ha curado las enfermedades

de los demás animales y que desea que su hijo se recupere gracias a él. Es un cuento que no

está terminado y al que le faltan muchas partes; pero eso no impide que la historia no sea

disfrutable. Recomiendo leerlo, después conocer las referencias y volverlo a leer una vez

más.

Esta obra nos habla de la amistad, la búsqueda de la felicidad, la soledad, el egoísmo,

la crueldad humana y el miedo a la pérdida. Todo tiene su sentido en esta obra y, por

supuesto, posee diferentes niveles de lectura. Los conocimientos necesarios y cierta madurez,

puede profundizar muchísimo más. Miyazawa hizo una mezcla coherente de ciencia,

elementos cristianos y budismo; todos ellos se combinan para crear un universo fantástico.

Sus páginas reflejan una sutil interacción de sus seres con la naturaleza, en una armonía de la

que emana la felicidad de sus personajes. Kenji habla de árboles, montañas, aire, nubes y nos

transmite una sensación de armonía y vitalidad. Una narración que pueden leerla tanto por

pequeños como por adultos. Si estás interesado en alguna de las vertientes de la cultura

japonesa.

Los cuentos narrados me gustan, el tren nocturno de la Vía Láctea, el cuento me

gustó. Pero en ocasiones se me hicieron complicados de entender bien todo lo relacionado

con la creencias y conceptos que tienen en Japón en los tres cuentos. Te invito a que le eches

un vistazo a sus libros y les des una oportunidad a algunas de sus obras. Por esta razón y por

tratarse de un clásico de la literatura japonesa, no puedo más que recomendar su lectura ya

que la obra es realmente interesante aparte de que la obra se hizo popular después de la

muerte de su autor.

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