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El autobús fantasma

Esta leyenda urbana tiene su origen en la ciudad de Toluca.


Se trata de una historia aterradora basada en un episodio
real que tuvo lugar durante los años ochenta del siglo XX,
cuando un autobús que transitaba por una carretera
nocturna jamás llegó a su destino. El misterioso suceso dio
pie a diferentes versiones sobre los acontecimientos que
hoy en día se siguen transmitiendo.

Cuenta la leyenda que, en una vieja y peligrosa carretera que unía Toluca con
Ixtapan de la Sal, un autobús circulaba de madrugada de Ixtapan de la Sal hacia
Toluca.

Todo iba bien hasta que comenzó a llover, momento en que el autobús tenía que
tomar curvas muy peligrosas y pasar por un puente en el que solo cabe un vehículo.

De repente, los viajeros se asustaron al ver que el autobús había tomado más
velocidad. El conductor se percató de que los frenos estaban fallando. Pronto, en
una de las curvas, el autobús se precipitó al vacío dejando víctimas y sin
sobrevivientes. El autobús número 40 se incendió y jamás llegó a su destino.

Dice la leyenda que desde entonces, si transitas por esa carretera durante la
madrugada e intentas subirte a un autobús, posiblemente sea el número 40. Si
subes al autobús, no deberás hablar en ningún momento. Antes de bajar, jamás
deberás mirar hacia atrás en el autobús. Si lo haces no sobrevivirás.

El árbol del amor


Esta leyenda del siglo XIX tiene su origen en la ciudad
Zacatecas y se trata de una historia que perdura entre las
generaciones zacatecanas. La historia data de los años de
ocupación francesa y la Guerra de Reforma, y surge en
torno al lugar que hoy se conoce como Plaza Miguel Auza.

Cuenta la leyenda que entorno a 1860 vivía una joven llamada Oralia en una casa
señorial. Era una joven que contagiaba a todos su alegría de vivir. Juan era un
humilde joven que se había enamorado en silencio de Oralia y soñaba con mejorar
su situación laboral, pues sentía que su condición lo alejaba de la muchacha.

Por las tardes, cuando Juan salía de la mina se convertía en aguador, e iba a toda
prisa para entregarle el agua a Oralia. Con ella, la joven regaba las plantas de su
jardín, especialmente un árbol al que cuidaba con esmero.

Pronto, la muchacha también empezó a enamorarse de Juan. En cambio, había


otro joven interesado en Oralia, Philippe Rondé.

Con el paso del tiempo Oralia se sentía confundida, ya que no podía decidirse por
ninguno de los dos. Entonces, debía tomar una decisión.

La muchacha se sintió tan triste que rompió a llorar y se dirigió a su jardín. Allí un
árbol que había sembrado hace años y que Juan había regado ya estaba muy
grande. Oralia se sentó bajo su sombra y siguió llorando. Sus lágrimas regaban la
tierra.

Pronto, las ramas del árbol se posaron en el regazo de la joven y empezaron a caer
gotas de agua. Eran las lágrimas del árbol, que pronto se convirtieron en flores
blancas. Entonces Oralia se decidió: debía quedarse con Juan.

Al día siguiente, Philippe Rondé le dijo a Oralia que debía volver a su país. La
muchacha se sintió aliviada. Esa misma tarde, la muchacha fue a buscar a Juan a
quién abrazó y besó.

Desde entonces, todos los enamorados zacatecanos querían sellar su afecto bajo
aquel árbol que, con el paso del tiempo, fue talado.

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