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Leyenda
Leyenda
señorial. Era una joven que contagiaba a todos su alegría de vivir. Juan era un
humilde joven que se de Oralia y soñaba con mejorar su situación laboral, pues
sentía que su condición lo alejaba de la muchacha.
Por las tardes, cuando Juan salía de la mina se convertía en aguador, e iba a toda
prisa para entregarle. Con ella, la joven regaba las plantas de su jardín,
especialmente un árbol al que cuidaba con esmero.
La muchacha se sintió tan triste que rompió a llorar y se dirigió a su jardín. Allí un
árbol que y siguió llorando. Sus lágrimas regaban la tierra.
Pronto, las ramas del árbol se posaron en el regazo de la joven y empezaron a caer
gotas de agua. Eran las pronto se convirtieron en flores blancas. Entonces Oralia se
decidió: debía quedarse con Juan.
Al día siguiente, Philippe que debía volver a su país. La muchacha se sintió aliviada.
Esa misma tarde, la muchacha fue a buscar a Juan a quién abrazó y besó.
Desde entonces, todos tecanos querían sellar su afecto bajo aquel árbol que, con el
paso del tiempo, fue talado.