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Moderación
Larissa

Traducción
Alysse Volkov Laura A
Bella’ Maeh
BettyS Niika
Emile Eyre Renata.neph
Esther C Shanybelen
3
Guadalupehyuga Tolola
Harlis95 Walezuca Segundo
Larissa
Corrección
Bella’ Luna Pr
Cherrykeane Sibilor
Dai vickyra
Clau V YaniM
Lectura Final
Dai

Diseño
Larissa
Contenido
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
4
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo
Sobre la Autora

5
Sinopsis
Es una locura lo rápido que vuelve la tentación después de haber
estado sobria durante tanto tiempo.
Mi Whiskey estaba allí, en mi puerta, como lo había hecho un año
antes. Excepto que esta vez, no llovió, no hubo ira, no hubo invitación de
boda, solo éramos nosotros.
Era solo él; el viejo amigo, la sonrisa fácil, el consuelo retorcido
envuelto en una botella brillante.
Era solo yo; la alcohólica, fingiendo que no quería probarlo, dándome
cuenta demasiado rápido de que meses de estar sobria no me hicieron
desearlo menos.
Pero no podemos comenzar aquí.
No, para contar bien esta historia, tenemos que regresar.
De regreso al principio.
De vuelta a la primera gota. 6
Esta es mi carta de amor a Whiskey. Solo espero que la lea.
,

7
.

.
8
Prólogo
Recaída
s una locura lo rápido que vuelve la tentación después de haber

E
estado sobria durante tanto tiempo.
Abrí la puerta y me sentí borracha al verlo, con los ojos
borrosos y las piernas temblorosas. Solía tomarme al menos un
trago para llegar a este punto, pero mi nivel de tolerancia se
había debilitado por la distancia y el tiempo, y solo verlo
calentaba mi sangre. Agarré el pomo con más fuerza, como si eso ayudara,
pero era como tratar de tomar agua después de pasar el punto de no retorno.
Mi Whiskey estaba allí, en mi puerta, como lo había hecho un año
9
antes. Excepto que esta vez, no llovió, no hubo ira, no hubo invitación de
boda, solo éramos nosotros.
Era solo él; el viejo amigo, la sonrisa fácil, el consuelo retorcido
envuelto en una brillante botella.
Era solo yo; la alcohólica, fingiendo que no quería probarlo, dándome
cuenta demasiado rápido que meses de estar sobria no me hicieron desearlo
menos.
Pero no podemos comenzar aquí.
No, para contar bien esta historia, tenemos que regresar.
De regreso al principio.
De vuelta a la primera gota.
1
Primera probada
a primera vez que probé el whiskey, me caí de bruces.

L
Literalmente.
Estaba borracha desde el primer sorbo, y supongo que esa
debió ser mi señal para alejarme.
Jenna y yo corríamos por el sendero alrededor del lago
cerca de su casa, con el sudor goteando en nuestros ojos por el
intenso calor del sur de Florida. Era principios de septiembre, pero en el sur
de Florida, bien podría haber sido julio. No había temporada de “botas y
bufandas”, a menos que se contaran las aproximadamente seis semanas de
10
enero y febrero en las que la temperatura bajaba a menos de veintiséis
grados.
Como era, estábamos luchando contra más de treinta y dos grados,
yo tratando de presumir y demostrar que podía mantener el ritmo del
programa de entrenamiento de las animadoras de Jenna. Finalmente había
entrado al equipo universitario, y con ese privilegio llegaron los ridículos
estándares que tenía que mantener. Odiaba correr, absolutamente lo
odiaba. Prefería estar en mi tabla de surf ese día. Pero afortunadamente
para Jenna, tenía una mejor amiga competitiva que nunca rechazaba un
desafío. Así que, cuando me pidió que entrenara con ella, acepté con
entusiasmo, incluso sabiendo que al final del día iba a sufrir de costillas y
pantorrillas doloridas.
Lo vi primero.
Estaba unos pocos pasos por delante de Jenna, y había estado
mirando fijamente mis tenis rosa fuerte mientras golpeaban el concreto.
Cuando levanté la vista, estaba a unos quince metros de distancia, e incluso
desde esa distancia pude ver que estaba en problemas. Al principio parecía
un tipo normal: cabello castaño, complexión delgada, camiseta de correr
blanca empapada de sudor, pero cuanto más se acercaba, más me daba
cuenta de lo comestible que era. Noté el cambio en los músculos de sus
piernas mientras corría, la forma en que su cabello rebotaba ligeramente,
cómo apretaba sus labios en concentración mientras se acercaba a nosotras.
Miré por encima de mi hombro, tratando de mover las cejas hacia
Jenna y darle el código secreto de mejor amiga para “chico sexy adelante”,
pero se había detenido para atarse los zapatos. Y cuando me di la vuelta,
era demasiado tarde.
Lo golpeé, fuerte, y caí al pavimento, rodando un poco para suavizar
la caída. Él maldijo y yo gemí, más por vergüenza que por dolor. Ojalá
pudiera decir que me levanté con gracia, sonreí radiantemente y le pedí su
número, pero la verdad es que perdí la capacidad de hacer algo en cuanto
lo miré.
Fue un dolor caliente y desconocido que se extendió por mi pecho
mientras usaba mi mano para ocultar el sol que entraba por detrás de su
silueta, justo como se esperaría que se sintiera el primer sorbo de whiskey.
Estaba agachado, con la mano extendida, diciendo algo que no registraba
porque de alguna manera había logrado meter mi mano en la suya y solo
ese toque me había incendiado la piel.
Apuesto no era la palabra correcta para describirlo, pero era lo único
que pensaba mientras recorría sus rasgos. Su cabello era una especie de
color moca, húmedo en las raíces, cayendo sobre su frente solo ligeramente.
Sus ojos eran amplios, casi demasiado redondos, y una mezcla de oro, verde 11
y el marrón más oscuro. No acuñé el apodo de Whiskey hasta mucho más
tarde, pero fue en ese momento cuando lo vi por primera vez, esos eran ojos
whiskey. El tipo de ojos en los que te pierdes. El tipo de ojos en los que
bebes. Tenía las pestañas más largas y una mandíbula firme y cuadrada.
Era tan duro, los bordes tan limpios que juraría que estaba enfadado
conmigo si no fuera por la sonrisa en su rostro. Todavía hablaba mientras
mis ojos caían sobre su amplio pecho antes de volver a su sonrisa ladina.
—Oh, Dios mío, ¿estás ciego? —La voz de Jenna me sacó de mi bruma
mientras empujaba a Whiskey fuera del camino y se aferraba a mi mano,
haciéndome volver a la posición de pie. Apenas había recuperado el
equilibrio antes de que ella se moviera para continuar su regaño—: ¿Qué tal
si te quitas ese cabello largo de los ojos y miras por dónde vas, eh, campeón?
Oh no.
Ni siquiera tuve tiempo de pedirlo, ni siquiera pude pensar la palabra,
y mucho menos decirla, antes de que fuera demasiado tarde. Lo vi, en
cámara lenta, cómo Whiskey se enamoró de mi mejor amiga antes de que
tuviera la oportunidad de decirle una sola palabra.
Jenna estaba de pie, con los brazos cruzados, con la cadera levantada
como siempre, mientras esperaba a que él se defendiera. Este era su
procedimiento operativo estándar, era una de las razones por las que nos
llevábamos bien. Ambas éramos lo que se llamaría “volátiles”, pero Jenna
tenía la clara ventaja de ser increíblemente hermosa además de tener
actitud. Ella movió su larga y ondulada cola de caballo rubia detrás de ella
y levantó una ceja.
Y entonces él también lo hizo.
Su sonrisa se hizo más amplia al encontrarse con sus ojos, y fue la
misma mirada que había visto caer sobre un tipo tras otro. Jenna era un
unicornio, y los hombres estaban enamorados de ella. Como debería haber
sido; tenía el cabello rubio platinado, cristalinos ojos azules, piernas largas,
y una personalidad increíble. Ahora, antes de que pienses que soy la mejor
amiga insegura, yo también lo tenía. Trabajaba duro, tenía talento, pero no
en las cosas que los chicos de secundaria tradicionales valoraban.
Pero llegaremos a eso.
—Hola —dijo Whiskey finalmente, extendiendo su mano a Jenna esta
vez. Sus ojos eran cálidos, con una sonrisa que invitaba, si tuviera que elegir
la palabra adecuada para él, solo una, diría encantador. Solo rezumaba
encanto—. Soy Jamie.
—Bueno, Jamie, tal vez deberías hacer una cita con el oftalmólogo
antes de atropellar a otro corredor inocente. Y le debes una disculpa a
Brecks. —Me señaló con la cabeza y me estremecí ante mi nombre,
preguntándome por qué sintió la necesidad de decirlo. Siempre me llamaba
B, todos lo hacían, así que, ¿por qué eligió el momento en que estaba cara 12
a cara con el primer chico que hizo que mi corazón se acelerara para usar
mi nombre completo?
Jamie seguía sonriendo, mirando a Jenna, tratando de comprenderla,
pero se volvió hacia mí después de un momento con esa misma sonrisa
torcida.
—Lo siento, debería haber estado mirando por dónde iba —dijo las
palabras con convicción, pero levantó las cejas ante esa última línea porque
él y yo sabíamos quién no prestaba atención al camino, y él no era el
culpable.
—Está bien —murmuré, porque por alguna razón todavía me costaba
encontrar mi voz. Jamie inclinó su cabeza solo una fracción, sus ojos duros
sobre mí esta vez, y me sentí desnuda bajo su mirada. Nunca había tenido
a nadie mirándome así, tan fijamente. Era desconcertante y estimulante,
también.
Pero antes de que pudiera captar la sensación, se volvió hacia Jenna,
sus ojos se encontraron con las lentas sonrisas que se extendían en ambos
rostros. Lo había visto un millón de veces, pero esta fue la primera vez que
me sentí mal al verlo.
Yo lo vi primero, pero no importaba.
Porque él la vio a ella.
***

Fue solo una semana después que Jenna y Jamie dieron un título a
la relación de flirteo que tenían desde hacía ocho días. Así era cuando
estábamos en la secundaria, no había juegos, ni “vamos a salir y ver a dónde
va esto”. Estabas con alguien o no, y ellos estaban muy juntos.
Tuve el privilegio de verlos besarse entre clases, y por mucho que
quisiera odiarlos, no lo hice. De hecho, casi había olvidado que había visto
a Jamie primero porque eran asquerosamente lindos juntos. Jenna era más
alta que yo, pero era lo suficientemente baja como para caber perfectamente
bajo el brazo de Jamie. Ella era una animadora, él era un jugador de
baloncesto, diferentes temporadas, pero populares y respetados, sin
embargo. Sus rasgos oscuros complementaban los claros de ella, y tenían
un sentido del humor similar. Incluso sonaban bien juntos, Jenna y Jamie.
Quiero decir, honestamente, ¿cómo podría estar enojada por eso?
Así que lo dejé, dejé de lado la idea de él, me moví fácilmente a la
posición de tercera rueda a la que estaba acostumbrada con Jenna y su
larga lista de novios. Jamie fue el primero de ellos que parecía disfrutar de
mí allí. Siempre estaba hablando conmigo, haciendo bromas, salvando la
brecha entre la amistad fácil y la difícil. Era agradable, y estaba
sinceramente feliz por ellos. 13
Aun así, había optado por no ir de tercera rueda esa tarde después de
la escuela en particular. En su lugar, coloqué mi bolso en mi cama e
inmediatamente empecé a revolver entre la ropa del cajón superior para
buscar mi traje de baño, desesperada por tener algo de tiempo en el agua
antes de que se pusiera el sol. El horario de verano aún no había empezado,
pero los días se acortaban lentamente, recordándome que el verano estaba
muy lejos.
—Hola, cariño —dijo mi mamá, golpeando el marco de mi puerta
suavemente con los nudillos—. ¿Tienes hambre? Estaba pensando que
podríamos salir a cenar esta noche, tal vez a ese bar de sushi que tanto te
gusta.
—No tengo hambre todavía. Voy a ir a surfear —respondí, con una
sonrisa firme. Ni siquiera levanté la vista de mi cajón, solo saqué mi top
blanco de tirantes favorito y evité sus ojos. No era que fuera una adolescente
dramática que odiaba a su mamá, no lo era, la amaba, pero las cosas eran
diferentes entre nosotras en comparación con lo que habían sido apenas dos
años antes.
Bien, esta es la parte en la que te advierto, tuve problemas con mi
padre. Supongo que, en cierto modo, problemas con mamá también.
Pero déjame explicarte.
Todo en mi vida era perfecto, al menos a mis ojos, hasta el verano
antes de mi segundo año de secundaria. Ese fue el verano en que abrí mis
lindos ojos grises y miré a mi alrededor, dándome cuenta de que no era para
nada lo que parecía.
Pensé que lo tenía todo. Mis padres no estaban casados o incluso
juntos, pero nunca lo habían estado. Estaba acostumbrada a eso. Era lo
normal. Mamá nunca salió con nadie, papá salió, pero nunca se volvió a
casar, y de alguna manera siempre terminábamos juntos, solo nosotros tres,
cada Navidad. Siempre viví en la casa de mi mamá, pero pasaba el mismo
tiempo en la de mi papá. Mis padres nunca se pelearon, pero tampoco se
rieron en realidad. Asumí que lo hicieron funcionar para mí, y estaba
agradecida por ello.
Éramos poco convencionales, yo saltando entre las casas y ellos
tolerándose por mi bien, pero funcionábamos. La piel de papá era blanca,
pálida, con pecas y teñida de rosa, mientras que la de mamá era del más
suave y delicado tono de negro. Ébano y marfil, y yo la mezcla perfectamente
imperfecta de ambos.
Puede que no ganaran lo suficiente en sus respectivos trabajos para
colmarme de regalos de cumpleaños o comprarme un brillante auto nuevo
en mi decimosexto cumpleaños, pero trabajaban duro, pagaban las facturas
e inculcaron esa mentalidad en mí también. Los Kennedy podíamos no ser
ricos en dólares, pero éramos ricos en carácter. 14
Incluso así, no todo es lo que parece.
Nunca entendí ese dicho, no realmente, no hasta ese verano antes del
décimo grado cuando todo lo que creía saber sobre mi vida se borró en una
violenta charla sincera. Mi mamá bebió demasiado una noche, como lo hacía
a menudo, y le seguí la corriente sosteniéndole el cabello mientras me
contaba lo orgullosa que estaba de mí mientras vaciaba su estómago en
nuestro inodoro blanco.
—Eres mucho más de lo que podría haber deseado —repitió una y otra
vez. Pero entonces el vómito literal se convirtió en vómito verbal, y reveló
una verdad para la que no estaba preparada.
Verás, la historia que me contaron toda mi vida fue que mamá y papá
eran los mejores amigos mientras crecían. Eran inseparables, y después de
años de que todos a su alrededor hicieran chistes sobre su relación,
finalmente lo admitieron, y resultó que eran perfectos juntos. Tuvieron una
relación feliz durante varios años, una pequeña niña saltarina a la que
ambos querían mucho, pero no funcionó, así que volvieron a ser amigos. El
fin. Suena dulce, ¿verdad?
Excepto que era una mentira.
La verdad era mucho más fea, como suele serlo, y por eso me la
ocultaron. Pero mamá estaba borracha de tequila esa noche y
aparentemente había olvidado por qué le importaba tanto mentirme. Así
que, derramó la verdad.
Habían sido mejores amigos, eso era cierto, pero nunca habían salido.
En cambio, mi padre estaba celoso, ahuyentando de su vida a todos los tipos
que se atrevían a hablar con mi mamá. Pero no se detuvo ahí. Una noche,
cuando ella estaba llorando por el último tipo que la había dejado, mi papá
se le insinuó. Y no aceptó un no por respuesta.
No la primera vez que lo dijo.
No la undécima.
Ella las contó, por cierto.
Mamá tenía diecisiete años en ese momento, y yo era el producto de
esa noche: una bebé que no estaba destinada a nacer de un horror que no
estaba destinado a ser vivido.
Supongo que esta es la parte en la que te digo que odié a mi papá
inmediatamente, y de alguna manera lo hice, pero de otra manera todavía
lo amaba. Todavía era mi papá, el tipo que me llamaba nena y me preparaba
cerveza de raíz con helado cuando tenía un mal día. Me preguntaba cómo el
hombre de voz suave y cariñoso con el que había crecido podía haber
cometido tal acto.
Durante un tiempo, viví en una especie de limbo dividido entre esos
dos sentimientos, amor y odio, pero cuando finalmente tuve el valor de
preguntárselo, de decirle que sabía lo que había pasado, no tenía nada que 15
decir. No se disculpó, no intentó defenderse, y no parecía tener ninguna
emoción más que la ira porque mi madre me lo había dicho.
Después de eso, me incliné más hacia el odio, y dejé de hablar con él
por unos cinco meses después de la noche en que mi mamá me dijo la
verdad.
Y aunque no debería haber estado resentida con mi mamá por no
habérmelo dicho antes, lo hice. No merecía que la culpara por dejarme
pensar que mi padre era una buena persona, pero lo hice. Y así, mi vida
nunca fue la misma.
Como dije, no era que odiara a mi mamá, porque no lo hacía. Pero
había una cruda brecha entre nosotras después de esa noche, una fuerza
inamovible, y sentía sus astillas irregulares raspando mi pecho cada vez que
la miraba.
Así que, la mayoría de las veces, prefería no hacerlo.
—Bien —respondió, derrotada—. Bueno, espero que te diviertas. —
Seguí hurgando, buscando mi parte inferior, y ella se giró para irse, pero se
detuvo lo suficiente para hablar por encima de su hombro—. Te amo.
Me congelé, cerré mis ojos, y dejé salir un largo aliento.
—Yo también te amo, mamá.
Nunca dejaría de decir esas palabras. La amaba ferozmente, aunque
nuestra relación hubiera cambiado.
Cuando encontré mi traje, me vestí, até mi tabla a la parte superior
de mi destartalado todoterreno y llegué a la playa, el peso del día amenazaba
con sofocarme. Pero tan pronto como puse mi tabla en el agua y me deslicé,
mis brazos encontraron su ritmo en la conocida quemadura que se producía
al remar, comencé a respirar con mayor facilidad.
El surf en el sur de Florida estaba lejos de ser glorioso, pero
funcionaba para mis propósitos. Era una de mis formas favoritas de perder
el día, conectada con el agua, conmigo misma. Era mi tiempo a solas, tiempo
para pensar, tiempo para procesar. Utilizaba el surf como la mayoría de la
gente utiliza el ejercicio o la comida: para hacer frente, para curar, para
trabajar a través de mis problemas o ignorarlos, dependiendo de mi estado
de ánimo. Era mi consuelo.
Por eso casi me caí de la tabla cuando Jamie remó a mi lado.
—Qué casualidad encontrarte aquí —musitó, con la voz baja y
gutural. Se rio de mi pérdida de equilibrio y entrecerré mis ojos, pero aun
así sonrió. Todo lo que creía saber sobre su cuerpo se borró en ese momento
y tragué, siguiendo las líneas recortadas a lo largo de sus brazos que me
llevaron directamente a su abdomen. Había una cicatriz allí, justo encima
de su cadera derecha, y la miré fijamente un segundo más antes de
aclararme la garganta y volverme hacia el agua.
—Pensé que tenías planes con Jenna. 16
Se encogió de hombros.
—Lo hacía. Pero hubo una crisis con las animadoras, aparentemente.
Nuestros ojos se encontraron, ambas risas sofocadas antes de
permitirles salir.
—Nunca entenderé los deportes organizados —dije, sacudiendo la
cabeza.
Jamie entrecerró los ojos contra el sol mientras cabalgábamos sobre
una pequeña ola, con las piernas colgando a ambos lados de las tablas.
—¿Qué? ¿Nunca entenderás tener un equipo que trabaja por el mismo
objetivo?
Me burlé.
—No seas molesto. Ya sabes lo que quiero decir.
—Oh, ¿así que odias la diversión?
—No, pero odio la diversión organizada. —Entonces lo miré de reojo,
ofreciendo una pequeña sonrisa, y sonreí un poco más cuando el lado
derecho de su boca se arqueó a su vez—. No sabía qué hacías surf.
—Sí —respondió fácilmente—. Lo creas o no, nosotros, la gente de la
diversión organizada, también disfrutamos de los deportes en solitario.
—Realmente no vas a dejar pasar esto, ¿verdad?
Se rio, y me relajé un poco. Así que, ¿Jamie era imposiblemente
hermoso y tenía los abdominales del joven Brad Pitt? Podía hacer esto, ser
amigos, ignorar el pequeño zumbido en mi estómago cuando me sonreía.
Era agradable tener un amigo que no fuera Jenna. Mientras ella hacía
amigos fácilmente, yo tendía a alejar a la gente, ya sea por elección o por
accidente. Tal vez el trio Jamie-B-Jenna no sería tan malo, después de todo.
Pero cuando realmente pensé en esa posibilidad, de tener a un chico
como amigo, mi estómago cayó por una razón completamente diferente. Un
destello de mamá inclinada sobre nuestro inodoro me golpeó rápidamente,
sus ojos enrojecidos y sus sinceras palabras como picos de hielo en mi
garganta. Tragué, cerrando los ojos un momento antes de revisar el reloj a
prueba de agua en mi muñeca.
—Deberíamos intentar alcanzar la próxima ola.
No esperé a que me respondiera para salir.
Surfeamos lo que pudimos, pero las olas estaban apagadas ese día,
apenas ofrecían lo suficiente para empujar nuestras tablas de vuelta a la
orilla. Así que finalmente, terminamos justo donde empezamos, con las
piernas meciéndose en el agua salada debajo de nosotros mientras
mirábamos el agua. El sol se hundía lentamente detrás de nosotros,
poniéndose en la costa oeste y arrojando un nebuloso brillo amarillo sobre
la playa.
—¿A dónde vas cuando haces eso?
—¿Hacer qué? —pregunté. 17
—Tienes esta mirada, esta mirada lejana a veces. Es como si
estuvieras aquí, pero no realmente.
Me estaba observando entonces, de la misma manera que lo hizo el
primer día que nos conocimos. Pasé mi pulgar por uno de los diseños negros
de la tabla y me encogí de hombros.
—Solo pensaba, supongo.
—Suena peligroso.
Sonrió, y sentí que mis mejillas se calentaban, aunque nadie lo sabría
excepto yo. Mi piel no mostraba un rubor como la de Jenna.
—Probablemente lo sea. Deberías alejarte.
Jamie mordió el interior de su labio, todavía me miraba, y abrió la
boca para decir algo más, pero no lo hizo. Se volvió, mirando en la misma
dirección que yo por unos momentos antes de hablar de nuevo:
—Entonces, ¿qué estás pensando ahora mismo?
Dejé salir un largo y lento aliento.
—Pensando que no puedo esperar a salir de aquí, mudarme a
California, y finalmente surfear una ola de verdad.
—¿Te estás mudando?
—Todavía no. Pero con suerte para la universidad.
—Ah —musitó—. Supongo que no tienes interés en ir a la Universidad
de Palm South, entonces.
Sacudí la cabeza.
—No, demasiado drama. Quiero una escuela relajada en la costa
oeste. Algún lugar con olas que no apesten.
Jamie sumergió su mano en el agua y la levantó de nuevo, dejando
que el agua goteara desde la punta de sus dedos hasta la piel caliente de
sus hombros.
—Yo también, Brecks. Yo también.
Me avergonzaba el uso de mi nombre.
—Es solo B.
—Solo B, ¿eh?
Asentí.
—¿Quieres ir a la escuela en California, también?
—Ese es el plan. Tengo un tío ahí fuera que tiene algunas conexiones
en algunas escuelas. ¿Ya tienes una específica en mente?
—Todavía no. Solo algún lugar lejos de aquí.
Asintió una vez, afortunadamente no me empujó a ampliar esa
pequeña y dramática declaración. Nos sentamos en silencio un rato más
antes de volver a remar y colocar nuestras tablas bajo los brazos mientras
hacíamos el viaje de vuelta a los autos. La arena estaba un poco suelta bajo
nuestros pies, pero me encantaba cómo se sentía. Me encantaba todo lo que
había en la playa, especialmente el surf, y miré a Jamie, más agradecida de 18
lo que pensaba que me encontraría con él.
Me ayudó a cargar después de enjuagarnos, atando mi vieja tabla
verde lima a la parte superior de mi viejo-no-tan-confiable auto. Y tan
confiable como Betty era, el Kia Sportage de 1998 no funcionó cuando
intenté ponerlo en marcha.
—Genial —murmuré, mi cabeza golpeando la parte superior del
volante. Jamie acababa de terminar de cargar su propia tabla a unos
cuantos autos de distancia, y camino de regreso.
—¿No arranca?
—Parece ser mi día de suerte.
Sonrió, tirando de la manija de mi puerta para abrirla.
—Vamos, te llevaré a casa.
No lo sabía entonces, pero ese pequeño gesto, esas cinco pequeñas
palabras, serían lo que cambiaría todo entre Jamie Shaw y yo.
2
Embriagada
or mucho que me encantaba la playa, odiaba lo que le hacía a

P
mi cabello.
Era un producto de mis padres, tomando rasgos iguales
de cada uno. Tenía los ojos de mi padre, el cabello de mi madre,
una suave mezcla de sus tonos de piel. Con mi papá siendo
blanco y mi mamá negra, caí entre ellos con un cremoso tono
café con leche. Era bajita como mi mamá y terca como mi papá, y de alguna
manera heredé la combinación más feroz de su ética de trabajo. Mi madre
era pequeña, prácticamente sin curvas y yo la imitaba en ese aspecto. Me
19
encantaba mi constitución atlética, incluso si no llamaba la atención de los
chicos como lo hacían las caderas de Jenna.
Dicho todo esto, el agua salada se mezclaba con mi cabello
aproximadamente como el agua se mezclaba con el aceite. Hice todo lo
posible por domarlo en el pequeño espejo de la visera en el asiento del
pasajero del Jeep de Jamie, usando mis dedos para intentar devolver la vida
a mis apretados rizos en espiral. Luego me pasé los dedos por las mejillas,
frotando la sal sobrante. Mis ojos azul grisáceo se veían cansados ese día, y
los dejé pasarse por las pecas en mis mejillas por un breve segundo antes
de volver a colocar la visera y acomodarme en el asiento de cuero.
Nunca había visto un Jeep tan bonito, y mucho menos había montado
en uno. Era completamente nuevo, rojo cereza, con asientos de cuero negro
y un tablero modificado. Me pareció un poco excesivo, especialmente para
un estudiante de secundaria. ¿Realmente un chico de diecisiete años
necesitaba un auto tan caro?
La respuesta era absolutamente no.
Pero aprendí mucho sobre Jamie en esos ocho días desde que nos
conocimos, gracias a un pequeño acecho en redes sociales. Nuestra escuela
era descomunal, había más de seiscientos chicos solo en el grado de Jenna
y mío. Pero no estaba demasiado orgullosa de navegar por la Web para saber
más sobre el nuevo chico de mi mejor amiga, y aprendí bastante. Lo
suficiente como para saber que su padre era dueño de una de las principales
firmas de contabilidad privadas en Fort Lauderdale y Jamie no tendría que
preocuparse por nada el resto de su vida. Yo tenía la esperanza de ir a la
universidad en California, pero no había duda en mi mente de que él llegaría
allí si eso era lo que decidía que quería.
Me preguntaba cómo sería eso, crecer sabiendo que las finanzas
nunca te alejarían de nada, pero sobre todo no me importaba. Me criaron
con la mentalidad de trabajar duro para lo que quieres en la vida, y eso es
lo que pretendía hacer. Ya estaba encaminada, concentrándome en mis
calificaciones e involucrándome en las actividades escolares que podía
soportar para construir mi currículum para las solicitudes universitarias.
También descubrí que tenía un perro llamado Brutus y dos hermanas,
ambas más jóvenes, ambas tan hermosas como él.
Hasta allí llegué con mi acecho, antes de no poder decir que no era
espeluznante.
—Entonces, ¿voy hasta Scenic Drive? —preguntó Jamie, girando
hacia Cherry Street.
—Sí. Gira a la izquierda en Scenic y estoy en la cuarta casa a la
derecha. Es de color amarillo brillante, no la puedes perder.
Un suave silencio cayó sobre nosotros y pasé mis manos sobre mi 20
cabello nuevamente, alisándolo, preguntándome si a Jamie le importaba
como se veía.
—Este es un auto realmente lindo —dije estúpidamente, rompiendo el
silencio. Los ojos de Jamie se iluminaron un poco y él se movió, cambiando
las manos en el volante.
—Gracias. Tuve que trabajar duro durante tres veranos para ganarlo,
así que lo aprecio.
Alcé una ceja.
—¿Pagaste por esto?
—Bueno, más o menos. Trabajé para mi padre en su empresa durante
tres veranos sin que me pagaran. Solo le dije a mi papá que quería un Jeep,
uno bonito, uno que pudiera usar para llevar mi tabla, pero que también
fuera cómodo para un largo viaje por carretera. —Entonces se volvió hacia
mí—. Finalmente lo compró para mí después del verano pasado.
—Lindo. ¿Y por qué exactamente tu auto tiene que ser a prueba de
viajes por carretera?
Jamie se dio cuenta de que cruzaba los brazos y se me ponía la piel
de gallina por la sequedad del agua salada. Se inclinó hacia delante para
ajustar el aire.
—No sé, por las dudas, supongo. Amo conducir. Ayuda a aclarar mi
cabeza.
Asentí.
—Sí, entiendo eso.
—También es el único momento en que escucho la música que
realmente quiero escuchar. Ya sabes, cuando nadie más está en el auto para
decir nada al respecto.
—Está bien, ahora tengo curiosidad —dije, descruzando los brazos y
metiendo las piernas debajo de mí—. ¿Qué escuchas exactamente?
Jamie juntó los labios en una línea apretada.
—¿Prometes no reír?
—No.
Se rio entre dientes.
—Entonces no puedo mostrarte.
—Bien, bien. No me reiré. —Me miró, debatiendo si confiar o no en
mí—. Al menos, no lo suficientemente fuerte como para que escuches.
—Es justo. —Sonrió, pero cayó rápidamente cuando conectó su
teléfono al cable auxiliar y hojeó su música. Cada vez que levantaba el
pulgar y se desplazaba por las listas de reproducción, una larga línea rompía
en su antebrazo donde trabajaban los músculos. Dejé que mis ojos
permanecieran allí, observando ese músculo, hasta que sonó la primera
nota mientras nos deteníamos en un semáforo.
Era suave, relajante, familiar. Muy familiar. Cuando me di cuenta de 21
cual canción era, no pude contener mi reacción.
—De ninguna manera.
—Sí, lo sé, es nerd. —Jamie alcanzó la perilla de volumen, pero le
quité la mano.
—No, no, es increíble. Simplemente, no puedo creer que tú escuches
música clásica. Este es Brian Crain, ¿verdad?
Era su turno de palidecer.
—Sí.
—Lo amo —dije con entusiasmo, sentándome más derecha. Incluso
podría haber rebotado un poco—. Es increíble. Por favor, dime que también
escuchas a The Piano Guys.
Su boca se abrió.
—Me encanta The Piano Guys.
Ambos nos reímos, con los ojos brillantes, buscándonos como si el
otro no existiera realmente.
—¡Esto es una locura! Nunca he conocido a nadie más que ame este
tipo de música. Como… nunca.
—Eso nos convierte en dos —dijo mientras la luz se volvía verde. No
arrancó de inmediato, solo mantuvo sus ojos en los míos mirándome de esa
manera que me hizo preguntarme qué estaba pensando. Era como si fuera
una pintura y él un curador. Lo sentí debatiendo, dando vueltas,
preguntándose si debería recogerme u obviarme.
Recé por la primera opción, aunque sabía que no debería.
El Mazda detrás de nosotros tocó la bocina y Jamie parpadeó, el
hechizo rompiéndose. Durante el resto del viaje a casa, no dijimos ni una
palabra, solo disfrutamos de su lista de reproducción y el viento en nuestros
cabellos. Era extrañamente cómodo estar sentada en silencio con Jamie,
como si no necesitáramos palabras, especialmente con una versión para
piano de “Bring Him Home” de Les Miserables que nos acompañaba mientras
conducía.
Cuando se detuvo en mi casa, sonreí, mi cabeza aún estaba recostada
contra el reposacabezas mientras me giraba para mirarlo.
—Puedo tocar esta.
—¿Tocar?
Asentí.
—Mm-hmm, en violín.
—¿Tocas el violín?
—No.
Abrió la boca, la volvió a cerrar y luego se echó a reír.
—Está bien, estoy confundido.
Mi sonrisa creció.
—No toco el violín. Pero, un día durante el almuerzo estaba sentada 22
al lado de este chico de la banda y me escuchó escuchando esto. Me sacó
los auriculares y pensó que era tan lindo, hablándome al oído sobre cómo
podía tocar esta canción en violín. Pensaba que su coqueteo era genial. —
Me encogí de hombros—. Pero no me impresionó, le dije que cualquiera
podía aprender a tocarla. Entonces dejó de coquetear y comenzó a ofenderse,
diciendo que no había forma de que pudiera aprender a hacerlo, así que
hicimos una apuesta. Y cinco semanas después, me acerqué a la misma
mesa donde estaba sentado, saqué su violín que estaba apoyado a su lado
y la toqué.
—No, no lo hiciste.
Puse mis labios entre mis dientes en una sonrisa.
—Lo hice. Soy una persona muy competitiva, Jamie Shaw. Y nunca
rechazo un desafío.
Sus ojos eran una especie de verde dorado con la luz que quedaba del
día, el anochecer se acomodaba a nuestro alrededor, y su piel se arrugó en
los bordes mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás para reflejar la mía.
—Lo tendré en cuenta, Br… —hizo una pausa—. B.
Por un segundo, me dejé mirarlo, luego me desabroché el cinturón de
seguridad y agarré mi bolso de playa, tirando de la correa sobre mi hombro.
—Gracias por el viaje a casa —suspiré, sacudiendo mi cabeza—.
Jenna me va a matar cuando descubra que no puedo ir al juego de mañana.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, voy a llamar a mi padre para ver si puede ir a buscar mi
auto y llevarlo al taller de su amigo, pero no hay forma de que lo arreglen
para mañana por la noche. Jenna estará animando en nuestro primer
partido en casa. Le prometí que iría, pero a menos que mi madre salga
temprano del trabajo, no veo que eso suceda.
—Te llevaré —ofreció Jamie rápidamente.
—No, no, está bien. No tienes que…
—Quiero hacerlo. En serio. Voy a ir de todos modos, y sería bueno
tener a alguien con quien sentarme. —Sonrió, esa sonrisa perezosa y torcida
que hizo que me temblaran las piernas.
—Bueno.
Él sonrió más ampliamente.
—Bueno.
Mamá ya estaba en su habitación cuando colgué mi tabla en el garaje,
así que me preparé un sándwich de queso a la parrilla y comí sola en mi
habitación. No encendí mi televisor ni miré las notificaciones en mi teléfono.
Lo comí lentamente, un bocado a la vez, mirando la puerta de mi armario y
reproduciendo cada momento de la noche. Luego, después de tomarme todo
el tiempo que pude para comer, llamé a mi papá. Debió haber sabido cuando
respondió que necesitaba algo, era la única vez que llamaba, y me dirigí 23
directamente al asunto. Me dijo que se encargaría de eso, porque ese era el
tipo de persona que era.
Pero también era el tipo de persona que podía violar a mi madre, y a
veces tenía que obligarme a recordar eso. Especialmente en las noches
cuando me llamaba “pequeña” y mi corazón latía con el amor que siempre
había tenido por él.
Mi visión era borrosa, probablemente por el agua salada, así que me
di un baño tan pronto como terminé nuestra llamada. Siempre me
encantaron los baños, solo me duchaba cuando tenía prisa por estar en
algún lugar. Era agradable sumergirse en el agua caliente, tomarse el tiempo
para pensar. Si solo tuviera esos treinta minutos para mí al día, sería
suficiente.
Pero esa noche, mientras movía los dedos de los pies debajo del grifo,
el agua fluyendo lentamente a mi alrededor, me sentía diferente. El calor era
un poco más caluroso, las luces un poco más brillantes y mi visión aún no
estaba del todo clara. Pensé demasiado en la única persona que sabía que
no debería, y un nuevo zumbido que aún no había experimentado se
apoderó de mí cuando lo dejé hundirse en mi sistema.
Debería haber aclarado mi mente. Debería haber llamado a Jamie y
decirle que no me recogiera para el juego. Debería haber sacado una foto de
él y Jenna para recordarme dónde estaba ubicada en este trio.
Pero no hice ninguna de esas cosas.
Y solo deseaba sentirme culpable por eso.

***

Por mucho que detestara el espíritu escolar, había algo que decir sobre
la energía de un partido de fútbol de secundaria en el sur de Florida. Los
estudiantes estaban brillantemente pintados en nuestros colores verde
azulado y blanco, animando fuerte y haciendo sonar las cornetas. La banda
tocaba música alegre que resultaba difícil no bailar y todos chocaban los
cinco cuando nuestro equipo hacía algo bien, trayendo a las gradas una
camaradería que no esperaba.
La secundaria South Springs no había ganado un solo partido la
temporada anterior, pero teníamos un equipo medio decente este año, lo que
era genial para mí ya que probablemente estaría en cada partido viendo a
Jenna animar.
Jenna Kamp era la clase de amiga a la que te aferrabas y nunca
dejabas ir. Era ferozmente leal, divertidísima, y motivada, que era
exactamente el tipo de persona de la que quería rodearme. Nunca dormía
en sus sueños y nunca me dejaba dormir en los míos. Aparte de todo eso,
era la única persona en mi vida que me tomaba por lo que era —exactamente 24
por lo que era— y me amaba completamente. Sabía de mis padres, de mi
nombre, de mi auto no tan fantástico. No le importaba que mi mamá fumara
cigarrillos en la casa y que mi ropa oliera a humo o que no aprendiera a
hacer nada con mi cabello hasta que estuvimos en octavo grado. Ella me
amaba en las etapas difíciles y sabía que me amaría en las peores. Era mi
amiga de toda la vida.
Es por eso que me sentía muy mal por concentrarme en el lugar donde
mi rodilla rozaba la de su novio mientras la veíamos animar desde las
gradas.
Las gradas estaban llenas, así que Jamie y yo nos abrimos paso en
un pequeño espacio abierto en la tercera fila. Era tocar al estudiante de
primer año al azar al otro lado de mí o tocar a Jamie, y opté por Jamie.
Por pura familiaridad, por supuesto.
—¿Sobreviviendo allí? —me preguntó, sorbiendo el granizado rojo que
había comprado en el medio tiempo—. Sé que toda esta diversión organizada
puede ser tortuosa.
—Me estás juzgando totalmente por mi falta de espíritu escolar, ¿no?
—Solo un poco.
Suspiré.
—Y todo esto después de que prometí no juzgarte por tu gusto
musical. No juegas limpio, Jamie Shaw.
Movió su pajilla, una sonrisa de satisfacción en sus labios.
—No tienes ni idea.
Entrecerré los ojos, lista para preguntar qué diablos significaba eso
cuando el equipo de porristas comenzó una nueva porra. Los ojos de Jamie
encontraron los de Jenna y él se concentró en ella, la sonrisa sexy en su
lugar, sus ojos permanecieron conectados todo el tiempo mientras ella se
movía. También la observé, hipnotizada por su impecabilidad. En serio, aún
no conocía a otra persona más hermosa que ella, incluyendo a Jamie. Ella
simplemente deslumbraba.
Cuando la ovación terminó, Jenna le lanzó un beso a Jamie y él sonrió
mientras ella se volvía hacia el campo, con su falda corta girando con ella.
Y luego, se volvió hacia mí.
—Entonces, ¿estás involucrada en algún club o algo así?
Mis mejillas se calentaron.
—Está bien, en serio, no te rías, porque lo que me interesa y lo que le
interesa a Jenna es completamente diferente.
—No te estoy comparando.
Me mordí la mejilla ante eso, notando la sinceridad en sus ojos.
—Estoy en el Club de Debates. E Interact.
Jamie dejó salir una fuerte carcajada.
—Por supuesto que estás en el Club de Debates. 25
—¡¿Qué se supone que significa eso?!
Jamie se rio más fuerte, su mano bajó sobre mi rodilla mientras se
doblaba. Traté de no sentir el ardor a través de mis jeans.
—Nada, solo tiene sentido. Tú y esa boca tuya. —Quitó su mano, pero
ahora sus ojos estaban en mi boca que acababa de mencionar, y apenas
podía respirar.
Esnifó, mirando hacia el campo.
—¿Qué es Interact?
—Básicamente un club de servicio comunitario. Quiero reforzar el
currículum antes del último año, ¿sabes?
Nuestro equipo anotó y todos saltaron, animando fuerte, Jamie y yo
nos retrasamos un poco. Compartimos los choques con algunas personas a
nuestro alrededor y vimos a Jenna hacer un salto de toque de dedo del pie
antes de volver a las gradas.
—Sí, me dijiste cuánto quieres ir a la escuela en California, pero, ¿para
qué quieres ir a la escuela exactamente?
Le robé su granizado entonces, señalándolo con la pajilla antes de
tomar un sorbo.
—Tendrás que ponerte en la fila para obtener la respuesta a esa
pregunta, justo detrás de mi madre.
Jamie me arrebató el granizado e inmediatamente tomó un poco, lo
que me hizo darme cuenta de que habíamos compartido una pajilla. No pude
entender por qué eso hizo que mi estómago se revolviera.
—¿Puedes compartir un poco de perspicacia con la parte de atrás de
la línea, al menos?
—No lo sé todavía. Probablemente entraré indecisa, tomaré mis
requisitos de educación general y lo averiguaré desde allí. Me encanta
escribir, pero también disfruto de la objetividad de resolver un problema
matemático. Me entusiasma hablar en público, pero también me consuelo
en las tranquilas horas que paso en un proyecto en solitario —suspiré—.
Solo creo que es estúpido reducir mis opciones. ¿Es tan malo apasionarse
por más de una cosa?
Inclinó la cabeza.
—No, para nada. Creo que eso te hace rara.
—Grandioso. Rara. Como un filete. Suena como cuando mi madre
solía decirme que yo era “especial”.
Jamie se rio.
—Lo eres. Eres única, B. Me gusta eso de ti.
Mi aliento se atascó en algún lugar debajo del hueso de mi pecho e
inhalé profundamente, metiendo las manos bajo mis muslos y alejando mi
rodilla de donde tocaba la suya. De repente fue demasiado, y me concentré
en el lugar donde el metal frío de las gradas tocaba mi piel. 26
—¿Qué hay de ti? Lo tienes todo planeado, ¿no?
—Algo así. Quiero decir, para mí, siempre ha sido algo fácil. Quiero lo
que tiene mi padre, ¿sabes? —Sus ojos eran brillantes, animados—. No estoy
seguro de si te lo dije o no, pero es un contador, tiene su propia firma en
Fort Lauderdale.
—¿No me digas? —Actué sorprendida.
Jamie se sentó un poco más derecho, hablando con sus manos.
—Empezó esa firma cuando tenía veintiséis años, B. Veintiséis. ¿Te lo
imaginas? —Sacudió la cabeza—. Casi se hundió dos veces, pero luchó por
ello, y ahora es una de las mejores firmas de la ciudad. Quiero continuar
eso, trabajar para él hasta que me la entregue, trabajar aún más duro una
vez que sea mía para mantener la reputación por la que trabajó tanto para
construir. Quiero conocer al amor de mi vida, casarme con ella, llenar
nuestra casa de niños y hacer lo que tenga que hacer para darles todo lo
que necesiten.
—¿Quieres esas cosas? ¿O él las quiere para ti? —El otro equipo anotó
un touchdown y la multitud que nos rodeaba abucheó, deteniendo la
conversación por un momento. Cuando el ruido se calmó, Jamie continuó:
—Yo lo quiero —dijo con absolución—. Amo lo que mi padre ha
construido con mi madre, lo que ambos han hecho por mí y por mis dos
hermanas, Sylvia y Santana. —Se encogió de hombros, y vi un solo mechón
de su cabello caer fuera de lugar y sobre su frente—. He trabajado en la
empresa durante tres veranos y me encanta. Soy bueno en eso. No lo sé,
tiene sentido para mí, supongo.
—Debe ser muy reconfortante saber lo que quieres de la forma en que
lo haces.
Tragó, sus ojos se centraron en el juego y ya no en mí.
—A veces es más difícil de lo que piensas. Siempre existe el temor de
que, aunque sepa lo que quiero, nunca lo haga realidad. —Jamie me miró
entonces—. A veces es más complicado que querer algo y hacer que suceda.
Asentí, al menos eso creí. Me miraba de esa manera, y cuando eso
sucedía, no podía estar segura de que me moviera como le decía a mi cuerpo.
—Creo que encontrarás una manera.
Sonrió, una sonrisa fácil, una que borró la tensión de ese momento.
—Gracias, B. Creo que tú también lo harás.
Terminamos ganando el juego, veinticuatro a catorce, y Jenna salió
corriendo del campo y a los brazos de Jamie al sonar el silbato final. La
levantó fácilmente, balanceándola antes de besarla con un “aww” colectivo
de aquellos que estaban en las gradas y presenciaron el momento de
película. Fue ese beso el que me aturdió para volver a la realidad, la realidad
en la que Jamie era el novio de mi mejor amiga. Jenna se giró hacia mí y
sonreí tan rápido como pude antes de que me abrazara. 27
—¡Estoy tan contenta de que hayas venido! Sé que esta no es
exactamente tu escena.
Me encogí de hombros.
—No fue tan malo. —Mis ojos revolotearon hacia los de Jamie y él
sonrió, pero aparté la mirada rápidamente, hacia Jenna, mi mejor amiga, a
quien amaba, quien confiaba en mí—. ¿Todavía quieres pasar la noche?
—¡Duh! Necesitamos una noche de mejores amigas. Por favor, dime
que tienes ositos de goma y Mountain Dew listos para consumir.
Me burlé.
—Vamos, ¿eso siquiera se pregunta?
Sonrió radiantemente, sus ojos azules brillando bajo las luces del
estadio.
—Solo tengo que terminar aquí y listo. ¿Nos vemos en una hora más
o menos?
—Perfecto.
Se apoyó en los dedos de los pies para besar a Jamie una vez más
antes de alejarse trotando, y Jamie tardó más de lo necesario en volverse
hacia mí. Nuestros ojos se encontraron, diciendo más de lo que las palabras
podían, y me di vuelta antes que él, caminando hacia el estacionamiento
con él no muy lejos.
***

Hubo silencio en el Jeep de Jamie camino a mi casa, por completo,


ambos atrapados en nuestros propios pensamientos. Eso fue, hasta que mi
teléfono sonó.
—Hola, papá.
—Hola, nena. ¿Cómo estuvo el juego?
—Bien —dije cortante. Decir que mi relación con mi papá estaba tensa
después de la confesión de mamá sería quedarse corto. Probablemente lo
volvía loco con mi comportamiento, porque un momento lo olvidaba por un
tiempo, dejando que todo fuera como antes, y otras veces era todo lo que
podía hacer para hablar con él sin vomitar. No sabía cómo chasquear los
dedos y de repente odiar a mi padre, aunque lo intentaba con frecuencia.
Supongo que no había una “forma correcta” de manejarlo, al menos que
hubiera encontrado.
—Eso es bueno, me alegra que hayas salido de la casa. —Su tono
había cambiado, probablemente porque había captado el mío. Sabía qué
clase de día era para mí—. Escucha, tengo noticias sobre tu auto.
—¿Y?
—Y... no podemos averiguar qué está mal. Todavía no, de todas
formas. Revisamos la batería, el alternador, la correa de distribución... Nick 28
cree que puede ser algo eléctrico.
Suspiré, subiendo las piernas en el asiento del pasajero de Jamie y
poniendo mi barbilla en las rodillas.
—Entonces, ¿qué significa esto?
—Significa que necesitaremos más tiempo con él para averiguar lo que
está pasando. Nick está a punto de salir de la ciudad por un par de semanas,
pero cuando regrese, va a hacer de ello su prioridad número uno.
—¡¿Dos semanas?! —grité un poco más fuerte de lo que pretendía y
las cejas de Jamie se arrugaron, preguntando si estaba bien. Solo sacudí la
cabeza—. Bueno, esto apesta.
—Lo sé. Pero mientras tanto, tú y yo podemos empezar a ahorrar.
Tragué.
—¿Cuánto crees que va a costar?
Papá estuvo callado durante un largo momento, y lo imaginé pasando
una mano por su barba rojiza. Siempre lo hacía cuando tenía malas noticias.
—No puedo estar seguro, pero apostaría que al menos mil dólares.
—A la mierda mi vida.
—Lenguaje, Brecks.
Mis mejillas se calentaron por la ira.
—No me llames Brecks.
Suspiró.
—Es tu nombre, nena.
—No. Me llamo B. Y ya lo sabes, así que deja de actuar como si no lo
supieras.
—Solo estoy tratando de ayudar aquí.
Sonaba derrotado y yo apreté los dientes, apretando el puño alrededor
del teléfono antes de soltar una larga exhalación.
—Lo sé, papá. Tengo que irme, pero gracias. Te llamaré mañana.
—Está bien. Te amo.
Hice una pausa.
—Y yo a ti.
El silencio fue demasiado cuando la llamada terminó y Jamie pareció
notarlo, porque conectó su teléfono y empezó a reproducir The Piano Guys
sin decir una sola palabra. Estaba agradecida mientras su versión de “With
o Without You” sonaba lentamente por los altavoces, pero no dije nada. En
vez de eso, me devané los sesos para encontrar la manera de conseguir el
dinero que necesitaba para arreglar mi auto. Había trabajado en una cadena
de supermercados durante el verano, pero esperaba tomarme el año escolar
libre para concentrarme en la escuela y tal vez divertirme un poco.
Demasiado para eso.
Le envié un mensaje a mi antigua gerente y respondió casi
inmediatamente, diciéndome que podía volver el lunes después de la 29
escuela.
Jamie se estacionó en mi camino de entrada esta vez, apagó su Jeep
y me miró fijamente hasta que cedí y le devolví la mirada.
—¿Por qué odias tu nombre, B?
Una pesadez cayó en mi garganta y me moví, debatiendo sobre qué
decirle. ¿Le decía la verdad? ¿Le decía que no era asunto suyo?
Estaba demasiado cansada para mentir, así que respiré
temblorosamente y dejé que mi cabeza se apoyara en el reposacabezas como
la noche anterior.
—Mi padre violó a mi madre la noche que se quedó embarazada de
mí.
—Jesús —susurró Jamie en voz baja, pero seguí adelante.
—Me enteré de esto hace poco más de un año. Hasta ese momento,
me encantaba mi nombre. Era corto, lindo y divertido. Pero una noche, mi
madre se emborrachó y decidió decirme que todo lo que creía saber sobre
mi vida era una mentira. —Me reí, una especie de risa maníaca. No tenía ni
idea de por qué le contaba esto a Jamie, pero por primera vez desde la noche
en que mi madre me lo dijo, empezaba a sentir algo. Comenzó como una
presión en el pecho, pero con cada palabra que pronunciaba florecía,
llenando el espacio destinado al aire con un incómodo escozor—. ¿Sabes
que él no estaba allí cuando me tuvo? Nadie estaba. Ni mi abuela, ni ninguna
de las amigas de mi madre... éramos solo ella y yo. La enfermera me puso
en sus brazos y mamá dijo que lloró.
Jamie no dijo nada, solo extendió su mano para apoyarla en mi muslo.
—Mi padre es irlandés, y tiene todas estas pecas por todo el rostro.
Así que cuando mamá vio las pecas en mis mejillas, pensó en él, en esa
noche, en las pecas que contó para soportar los ocho minutos de su
violación. —Mis ojos se inundaron de lágrimas y las sequé rápidamente. No
podía creer que estuviera llorando, que finalmente sintiera algo después de
haber estado casi entumecida durante tanto tiempo—. Me llamó Brecks
porque en irlandés significa “pecoso”.
Me apretó la pierna más fuerte y luché contra el impulso de agarrar
su mano con la mía.
—Una vez que lo descubrí, no pude soportar más mi nombre. Lo odié.
Odié su significado. Odié lo que mi padre le hizo a mi madre y odié lo que
ella me hizo al ponerme un nombre tan monstruoso. —Volví a reírme,
sacudiendo la cabeza y apartando las lágrimas que no se detenían. Jamie
Shaw había visto una herida que ni siquiera yo sabía que tenía, y fue como
si el contárselo me diera permiso para sangrar—. Dios, lo siento. No sé por
qué te estoy diciendo esto.
—Porque lo pregunté.
Sorbí, mirándolo entonces. 30
—No significa que tuviera que responder.
Jamie levantó su mano de mi muslo, su pulgar limpiando una lágrima
que había olvidado mientras corría por mi mandíbula. Me incliné hacia él,
cerré los ojos y dejé salir un aliento tembloroso.
—Me alegra que lo hicieras.
Me mordí el labio inferior, su mano todavía en mi rostro, y traté de no
sentirme culpable.
Pero esta vez, lo hice.
—Gracias por traerme, Jamie —dije en voz baja, rompiendo nuestro
contacto y tirando de la manija de la puerta.
—Oye —me detuvo cuando salí. Cerré la puerta, pero me incliné por
la ventana, esperando—. Mi asiento de pasajero es tuyo hasta que arreglen
tu auto. Si lo quieres.
Me estaba observando de cerca, demasiado de cerca, y dejé caer mis
ojos.
—Creo que ambos sabemos que es una mala idea.
Jamie empezó a hablar, pero fue demasiado bajo para que lo oyera y
se alejó, sin terminar. Usé mi muñeca para limpiarme la nariz y le ofrecí una
sonrisa débil.
—Te veo en la escuela.
Jenna apareció treinta minutos después, lo que fue suficiente para
lavarme la cara y ponerme una camiseta grande y unos pantalones cortos
de licra. Comimos ositos de goma y vimos MTV mientras ella hablaba de lo
increíble que era Jamie. Asentí, sonriendo y comentando cuando era
apropiado, sabiendo muy bien lo que ella quería decir.
Se había quedado dormida cuando mi teléfono sonó con un mensaje
de texto de él.
Quise decir lo que dije antes. Déjame llevarte hasta que tu auto
esté arreglado. Podemos ser amigos, B.
No contesté, pero me llevé el teléfono a la cocina para servirme un
vaso de agua. Me lo bebí todo y luego la pantalla de mi teléfono se iluminó
de nuevo.
Por favor. Déjame ser tu amigo.
Sabía que era una mala idea. No había solo una bandera roja, había
una campana de advertencia, alarmas, silbatos y luces de neón con NO LO
HAGAS en mayúsculas. Pero a veces, incluso cuando sabemos que algo es
malo para nosotros, lo hacemos de todos modos. Tal vez por la emoción, tal
vez para satisfacer nuestra curiosidad, o tal vez solo para mentirnos a
nosotros mismos un poco más.
Me gustaría decirte que le dije que no, que borré su número, apagué
mi teléfono y me arrastré a la cama con mi mejor amiga que estaba saliendo
con él. Pero en vez de eso, me acurruqué en nuestro viejo sofá, me acosté 31
allí sola durante lo que parecieron ser horas, y finalmente respondí con una
sola palabra.
Bien.
3
Solo un trago
l otoño se desvaneció lentamente en invierno, el clima no

E
cambió mucho en el proceso, desdibujando las estaciones en
mi mente. Jamie me llevaba y me traía de la escuela todos los
días, incluso cuando las prácticas de baloncesto se
intensificaban, y nunca se quejaba cuando compartía otra
actualización desfavorable del estado de mi auto.
En realidad, funcionó porque él se quedaba en el entrenamiento
mientras yo era voluntaria en Interact o me quedaba después para ayudar
al Club de Debate. Nos encontrábamos en el estacionamiento, él chorreando
32
sudor que de alguna manera lo hacía más atractivo en lugar de menos y yo
chorreando comentarios sarcásticos orientados al drama de su equipo.
A veces, cuando podía, me llevaba al trabajo o me recogía después de
un turno nocturno en el supermercado. También me llevaba a los partidos
de fútbol, y nos sentábamos juntos, bebiendo granizados y viendo a Jenna
animar. Hablábamos más y nos mirábamos menos, lo que hacía que mi
conciencia se sintiera mejor. Cuando teníamos tiempo, incluso nos llevaba
a la playa a hacer surf, y nuestras tablas se ajustaban fácilmente a su Jeep.
Así que a medida que las estaciones cambiaban, caímos en la rutina.
Y él y Jenna se enamoraron.
Yo tenía un asiento cercano y personal para ver cómo sucedía, y me
alegré mucho por ellos. Jamie era sin duda el mejor chico que conocía y
Jenna era mi mejor amiga. No podría haber elegido un mejor partido.
Al menos, eso es lo que me dije a mí misma.
Finalmente arreglaron mi auto el cuatro de diciembre, tres meses
después que mi padre lo llevó al taller. Cuando se lo dije a Jamie, parecía
feliz, no necesariamente aliviado, pero sí feliz, y eso me molestó. Una parte
de mí esperaba que se decepcionara, que echara de menos los viajes que
pasábamos hablando y escuchando música.
Y cuando me di cuenta de que así era como me sentía, me sentí aún
más molesta. Porque no tenía derecho a desear esas cosas más de lo que él
tenía derecho a sentirlas.
Cuando el semestre de otoño terminó, Jenna dejó la ciudad para el
viaje anual de esquí de su familia a Colorado. No esperaba saber de Jamie
durante las vacaciones, ya que Jenna estaba fuera de la ciudad, y no lo hice,
hasta la víspera de Navidad.
Era más de medianoche, pero estaba despierta, con el estómago hecho
un nudo sabiendo que mi padre estaría sentado en la mesa de la cocina al
día siguiente. Nuestra familia siempre estaba junta en Navidad, no
importaba qué, y aunque solía ser una tradición que me encantaba, era una
que ahora temía. Solían hacerlo para montar un espectáculo para mí, para
hacerme sentir como si nuestra familia siguiera siendo una unidad, pero
ahora que lo sabía todo... me preguntaba cuál era el punto de todo esto. Ya
no quería jugar el juego. Así que estaba dando vueltas y vueltas, ni siquiera
intentando dormir cuando mi teléfono sonó con un mensaje de Jamie.
¿Estás despierta?
Entrecerré los ojos en la oscuridad hacia la pantalla, debatiendo si
responder o no. Hubo un extraño vuelco en mi estómago instándome a no
hacerlo, pero otra parte más poderosa de mí, de alguna manera, sabía que
necesitaba hablar con alguien esa noche. Al final, cedí a la curiosidad.
De hecho, lo estoy. 33
¿Das una vuelta conmigo?
Hubo ese pequeño vuelco de nuevo. Las campanas de advertencia.
Claro.
Menos de quince minutos después, estaba en el asiento del pasajero
de Jamie mientras recorría las calles fantasmagóricas de mi lado de la
ciudad. Todo el mundo estaba dormido, esperando que el gran hombre del
traje rojo se colara por las puertas para perros ya que nadie tenía chimeneas
en el sur de Florida. Teníamos la ciudad para nosotros, y Jamie se tomó su
tiempo, conduciendo despacio, sin destino en mente. Su música era más
fuerte esa noche, “Standing the Storm” de William Joseph, salía de los
altavoces mientras se agarraba al volante una y otra vez. Su habitual
expresión despreocupada había sido reemplazada por una más pensativa,
sus cejas juntas y sus ojos fijos en la carretera delante de nosotros. De vez
en cuando suspiraba, pero seguía sin decir una sola palabra. Le dejé
conducir en nuestro cómodo silencio durante casi una hora antes de
adelantarme para bajar el volumen.
—¿Te he contado alguna vez por qué odio a los gatos?
Mis palabras parecieron sacar a Jamie de su bruma, su cabeza se
echó hacia atrás cuando una sonrisa llegó a su rostro.
—Oh, esto debería ser bueno.
—Mira, tuve un gato una vez —dije, sentándome más derecha y
metiendo los pies bajo los muslos. Ya me había quitado los zapatos,
encontrando mi posición cómoda en mi asiento junto a Jamie. Me sentía
casi como en casa después de ese semestre—. Se llamaba Aurora, como la
princesa, pero la llamábamos Rory. Solo que no era una princesa. Como,
para nada. En realidad, era el diablo.
Una fuerte carcajada sonó en la garganta de Jamie y sonreí por
dentro, sabiendo que mi historia estaba funcionando, al menos por el
momento.
—Se negaba a cagar en su caja de arena. En serio, se negaba. En
cambio, cagaba justo fuera de ella. Y como le rogué a mi madre por el maldito
gato, ¿adivina quién se quedó atascada recogiendo tras ella? —Me señalé
con ambos pulgares—. Esta chica. Pero eso no fue lo peor de todo.
—¿Debo detenerme para esto? —se burló.
—¡Esto es serio, Jamie Shaw! —Le golpeé el bíceps y se rio,
sosteniendo el volante con los pulgares, pero levantando el resto de los dedos
como si dijera “mi culpa”.
—De todos modos —continué—. Así que Rory siempre encontraba
pequeñas formas de torturarme. Como comerse sus juguetes de cuerda y
luego vomitar en mi ropa favorita. O esperar a que estuviera en lo más
profundo del sueño y saltar a mi cama, maullando como un gato callejero
justo en mi oído. 34
—Creo que me gusta esta Rory.
Entrecerré los ojos, pero Jamie solo sonrió.
—Te crees muy gracioso, ¿no? ¿Solo te sientas y te ríes de tus propios
chistes? ¿Los escribes y los relees por la noche?
Jamie se rio de nuevo, con las esquinas de sus ojos arrugándose.
—Como estaba diciendo —dije más fuerte—. Era una pequeña
mocosa. Pero por alguna extraña razón, siempre le gustaba estar en el baño
conmigo cuando tomo mi baño.
—¿Te bañas?
—¡Realmente no estás entendiendo el punto de esta historia!
—¿Hay un punto en esta historia?
Resoplé, pero no pude luchar contra la sonrisa en mi rostro.
—¡Sí! El punto es que pensé que era nuestro momento de unión. Rory
me rodeaba las piernas mientras me desnudaba y se quedaba a un lado de
la bañera todo el tiempo, maullando de vez en cuando, manoseando el agua.
Era algo lindo.
—¿Así que hiciste un puente en tu relación con tu gato a la hora del
baño?
—Ah, bueno, uno pensaría. Pero, una noche, ese pequeño demonio
saltó al mostrador y se quedó mirándome. No pude entender por qué, pero
no dejó de mirarme. Seguía levantando su pata, volviendo a ponerla en el
suelo, levantándola, bajándola. Y finalmente me di cuenta de lo que iba a
hacer, y sabía que lo hice, porque tan pronto como me di cuenta, Rory me
sonrió, lo juro por Dios, y apagó la luz del baño.
Jamie se carcajeó en ese momento, y hablé aún más fuerte por su
risa.
—¡Me aterroriza la oscuridad, Jamie! ¡Fue horrible! Y entonces salté,
buscando una toalla para poder volver a encender la luz. Pero como soy un
genio, tiré de la cortina de la ducha para ayudarme a levantar, pero eso solo
me hizo caer con ella. Caí directamente al suelo, pero contuve la caída con
las manos en lugar del rostro.
—Por suerte.
—Oh —regañé—. Sí. Tan afortunada. Excepto que, ¿adivina dónde
estaba la caja de arena de Rory?
Los ojos de Jamie se abrieron de par en par y los apartó del camino
para encontrarse con los míos.
—¡No!
—Ohhh, sí. Mi mano izquierda aterrizó justo en medio de una pila de
caca humeante. Y Rory se rio dentro de su pequeña cabeza maníaca
mientras miraba todo el espectáculo.
—Esto en serio tiene que ser inventado —resopló Jamie mientras nos
acercábamos a un semáforo, su mano libre agarrando su estómago. 35
—Desearía ser así de creativa.
Los dos nos reímos, el silencio del auto finalmente se calentó. Cuando
la luz se puso verde, Jamie aceleró más despacio, pero no alcanzó el
volumen para poner la música de nuevo.
—Así que... Baños, ¿eh?
Asentí, descolgando las piernas y apoyando los pies descalzos en su
tablero.
—Sí. Pienso mejor sumergida en una bañera de agua caliente. Las
burbujas son una ventaja añadida. —Guiñé.
—Los baños son para ti como la conducción es para mí.
—Mm-hmm —estuve de acuerdo—. Lo que nos lleva al elefante
púrpura en el auto. —Incliné la cabeza hacia atrás, mirando a Jamie
mientras la sonrisa se iba de su rostro—. ¿Te importaría decirme la razón
por la que estamos conduciendo por esta ciudad de traseros muertos en
medio de la noche?
Eran los pequeños movimientos los que siempre delataban a Jamie.
Nunca exageraba nada, pero había cambios sutiles que siempre me
avisaban cuando algo estaba en su mente. Su pulgar se deslizaba
lentamente a lo largo del volante, o su ceja izquierda se hundía ligeramente
antes de volver a alzarse, y a veces se tronaba el cuello, rápida y
silenciosamente. Esa noche, había visto las tres cosas, y él sabía que ni
siquiera debía intentar decirme que no había nada malo. Yo lo sabía mejor.
—No lo sé, B. Es que... desde que la escuela acabó, no puedo dejar de
pensar en lo rápido que está cambiando todo. Quiero decir, es Navidad, mi
última Navidad en casa con mi familia. En seis meses, ya no estaré en la
secundaria. En ocho, ya no estaré en Florida. Siento como si toda mi vida
me hubiera apresurado por crecer y seguir adelante y ahora que todo está
aquí, lo temo. Es demasiado pronto. No estoy listo. —Tragó, girando a la
izquierda y dirigiéndonos hacia la playa—. Tengo miedo.
—Está bien tener miedo —susurré.
—¿Lo está? —desafió, estacionando el Jeep en un lugar libre frente a
un bar de la playa. Bajó la ventanilla para comprobar el parquímetro, pero
supuse que era un estacionamiento gratuito a esta hora de la noche. No hizo
ningún movimiento por dinero, pero dejó la ventanilla abajo, con el codo
apoyado en el borde—. Siempre he estado tan seguro de todo. Confiado. Y
aquí estoy en uno de los momentos más emocionantes de mi vida y tengo
ganas de esconderme.
Bajé la ventanilla también, y Jamie lo tomó como una señal para
apagar el motor. El sonido distante de las olas detrás del bar reemplazó el
fresco zumbido del motor y ambos nos relajamos con la calma que trajo.
—Creo que es normal, sentirse a la vez excitado y aterrorizado por el
futuro. Y estaría dispuesta a apostar que todos los mayores pasan por lo 36
que tú ahora mismo. Estás emocionado por salir de la secundaria, pero
también triste, porque por mucho que haya sido una mierda, también ha
sido divertido. Quiero decir, mírate, eres una gran estrella del baloncesto y
estás jugando tu última temporada, tu sexy noviecita es una estudiante de
segundo año, así que sabes que no ira contigo, y vas a pasar de una ciudad
y estado familiar a uno que solo has visitado antes de ahora.
Se movió cuando mencioné a Jenna, pero traté de continuar
rápidamente:
—Lo que digo es que está bien sentir lo que sientes. Estaría más
preocupada si no estuvieras asustado.
Por un minuto nos quedamos en silencio, y Jamie se pasó las dos
manos por su largo cabello. Me preguntaba si se lo cortaría cuando nos
graduáramos. Esperaba que no lo hiciera.
—¿Y si fallo? ¿Qué pasa si odio la universidad y toda la presión y me
quiebro?
—No lo harás.
—Pero, ¿y si lo hago?
—No lo harás, Jamie —le dije otra vez, inclinándome sobre la consola.
Esperé hasta que me miró para continuar—: En los últimos meses, he
aprendido mucho sobre ti. Sé que cuando quieres algo, lo quieres de verdad,
no hay ninguna posibilidad de que te rindas. Como cuando quisiste que
fuera a ver uno de tus estúpidos partidos de baloncesto, aunque sabías
cuánto lo odiaba y encontraste nuevas formas de molestarme cada día hasta
que finalmente cedí. —Me reí entre dientes, pero él se mantuvo estoico, así
que me aclaré la garganta y me incliné un poco más.
—Sé lo mucho que tu familia significa para ti, lo mucho que la
empresa significa para ti, y cómo nunca juegas limpio —bromeé—. No tienes
que preocuparte por no tener éxito. —La comisura de su boca se levantó,
pero cayó demasiado rápido. Entonces me acerqué, apenas poniendo mi
mano sobre la suya—. Con toda seriedad, no vas a fallar. Porque no eres así.
Y creo que una vez que tus pies lleguen a California, vas a zumbar con la
energía de allí y la usarás para avanzar. Y vas a beber demasiado y te vas a
quedar despierto hasta muy tarde, pero también vas a estudiar y trabajar
más duro y un día volverás aquí, a dirigir la empresa, con la esposa y los
hijos que siempre has querido. —Mi garganta se engrosó ante la mención de
él construyendo una familia—. Y voy a estar sentada aquí mismo diciendo:
“Te lo dije”.
Jamie se volvió hacia mí entonces, y me di cuenta de lo cerca que
estábamos. Demasiado cerca. Sentí su aliento en mis labios, pero mis ojos
nunca dejaron los suyos. Olía a otoño, no a calabaza y hojas recién caídas,
sino al otoño en Florida, salado como el aire de la playa, terroso como las
palmeras, con un dulce picor que me recordaba al whiskey de miel que mi 37
padre siempre bebía después de la cena de Acción de Gracias.
—Espero que tengas razón —dijo finalmente, con la voz justo encima
de un susurro.
Mi corazón se aceleró, mi mano seguía tocando la suya, y él movió sus
dedos debajo de los míos como si estuviera a punto de agarrarme. Pero
aproveché la oportunidad para poner distancia entre nosotros, sentándome
en mi asiento con una sonrisa y un guiño.
—Siempre lo hago.
Jamie colocó una nueva lista de reproducción después de un rato y
nos sentamos juntos, dejando que nuestras mentes corrieran mientras
veíamos las olas rodar suavemente. Estaba demasiado oscuro para verlas
realmente, pero podíamos oírlas, olerlas, sentirlas. Era casi de madrugada
cuando Jamie encendió el Jeep para llevarme a casa, y mis párpados
estaban pesados cuando se estacionó en la entrada.
—¿Puedo preguntarte algo? —me preguntó mientras mi mano
encontraba la manija de la puerta. Asentí—. ¿Qué le pasó a Rory?
Sonreí, sintiendo que la somnolencia tensaba mi piel.
—Mi abuela vino y se quedó con nosotros no mucho tiempo después
del incidente del baño y ella y Rory se enamoraron. Le sugerí que se la
llevara, y apenas había sacado la frase antes de que la abuela la subiera al
auto. —Jamie parecía cansado también, sus ojos de miel bordeados de rojo.
Pero me sonreía tan genuinamente, mirándome tan de cerca, como siempre
lo hizo.
—¿Puedo preguntarte algo ahora? —susurré.
—Siempre puedes preguntarme cualquier cosa.
Odiaba la forma en que esas palabras me picaban y me excitaban,
como un trago de licor.
—Si Jenna no estuviera fuera de la ciudad, ¿le habrías mandado un
mensaje esta noche?
Las cejas de Jamie se fruncieron, y odié la forma en que mi aliento se
hizo superficial mientras esperaba que hablara. Pero cuando finalmente lo
hizo, deseé no haberle preguntado nunca.
—No me hagas responder eso.
Sus ojos estaban enfocados en los míos, buscando mi reacción, e hice
lo posible por no tenerla. Asintiendo, mis labios se extendieron en una
sonrisa rápida, pero se desvaneció tan rápido como había aparecido.
—Buenas noches, Jamie.
Con eso, abrí la puerta y la cerré tan silenciosamente como pude
detrás de mí antes de escabullirme a mi habitación. El sol ya empezaba a
salir y sabía que no tenía mucho tiempo para dormir, pero, aun así, no podía
cerrar los ojos. Me quedé mirando a la pared fijamente, con las rodillas
dobladas y las mantas bien ajustadas a mi alrededor. 38
Por supuesto que la habría llamado si estuviera aquí. Jenna era su
novia, y yo solo era su amiga. Lo cual estaba bien, me recordé. Estaba más
que bien. Era la forma en que las cosas estaban destinadas a ser. Jenna y
Jamie tenían sentido, y estaba feliz de ser parte del trío.
Todo estaba bien.
Mis ojos revoloteaban, el cansancio se filtraba, pero justo antes de que
pudiera dormirme, mi teléfono sonó en la mesita de noche. Lo levanté, mi
corazón se detuvo ante el mensaje en la pantalla.
Gracias por esta noche... Eres mi mejor amiga, B.
Miré fijamente esas últimas palabras antes de mi nombre, leyéndolas
juntas y luego diseccionándolas hasta que se desdibujaron y dejé caer mi
teléfono en la mesita de noche, rindiéndome finalmente al sueño.

***

Fue menos de un mes antes de que terminara el año escolar cuando


Jenna me dijo que estaba rompiendo con Jamie.
—¿Qué? —exclamé, un poco demasiado alto, mi burrito medio
cayendo de mi boca. Me estiré por mi servilleta, limpiándome la boca con
los ojos bien abiertos que aún estaban fijos en el rostro imperturbable de
Jenna—. ¿De qué estás hablando? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
—¿No es obvio? —preguntó Jenna, sumergiendo una de sus papas
fritas en el guacamole antes de metérsela en la boca. Estábamos en medio
del patio de comidas del centro comercial, cientos de personas a nuestro
alrededor comprando, sin saber que mi mejor amiga me estaba dando
noticias astronómicas por encima de la fiesta mexicana—. Se va, B. Jamie
está a punto de graduarse y mudarse a California. Ha sido divertido, pero
se acabó. Quiero decir, sabía que esto iba a pasar. Fue un gran novio, pero
es lo que es.
Lo dijo tan despreocupadamente, sumergiendo otra papa frita
mientras yo agarraba mi burrito envuelto en papel de aluminio tan fuerte
que los rellenos rezumaban en mis manos. Lo dejé caer en mi plato,
agarrando más servilletas, con la boca abierta.
—Jenna, no puedes romper con Jamie. Ustedes son perfectos juntos.
Jenna arrugó la nariz.
—Quiero decir, nos vemos lindos juntos, sí, pero él va a ir a la
universidad, amiga. Va a querer una chica de hermandad o algo así. Y yo
voy a estar en mi último año. Lo último que quiero es una relación a
distancia.
—¡Pero este es Jamie! —discutí—. Estamos hablando de Jamie,
divertidísimo, realista, inteligente y emprendedor. El tipo que nos trajo
películas de chicas, papas fritas y chocolate cuando era la semana del 39
período. El tipo que fue a todos los partidos de fútbol para verte animar. El
tipo que usó una maldita corbata rosa a juego con tu vestido. —Agitaba los
brazos como una loca, pero Jenna no pestañeó.
—Como dije, fue un gran novio. Increíble, incluso. Pero ambos
sabíamos que no iba a durar. Y está totalmente bien.
—¡No, no lo está! —No podía entender por qué estaba tan horrorizada
por su noticia, pero no podía dejarlo pasar—. Él escucha música clásica,
Jenna. Como, vamos, ¿qué otro tipo conoces que escuche música clásica?
—Um, ¿nadie?
—¡Exactamente! —dije, exasperada—. Y tiene metas. Quiere una
familia. Tiene el mejor sentido del humor, pero también puede ser serio
cuando lo necesita. Es como el Pegaso de tu Unicornio.
—Bien...
—Y es un buen amigo. Como, el mejor tipo. Trata a su madre como a
una reina y eso dice algo sobre un hombre. ¡Y conduce un brillante Jeep rojo
cereza, Jenna! ¡Él surfea!
—¡Oh Dios mío, lo entiendo! —dijo finalmente y resopló, levantando
las manos antes de cruzarlas sobre su pecho. Puso los ojos en blanco—.
Cielos, tal vez deberías salir con él. —No tenía nada en la boca para
ahogarme, pero me ahogué de todos modos.
—¿Qué? No, de ninguna manera. Él es... Jamie es tu novio. Ustedes
son perfectos juntos. ¿Jamie y yo? No. No podríamos, nunca lo haríamos.
De ninguna manera. —Estaba tropezando con mis palabras, sorbiendo mi
bebida demasiado fuerte entre frases. Oficialmente era lo más alejado de la
calma en toda la situación.
Y Jenna se dio cuenta.
Entrecerró los ojos.
—Estaba bromeando, idiota. ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué te molesta
tanto esto? —Jenna me estaba escudriñando, esperando una confesión de
algún tipo. La miré fijamente durante un minuto, congelada, y finalmente
forcé una larga y profunda respiración antes de cubrirme el rostro con las
manos.
—Ugh, no lo sé. Lo siento. Realmente pensé que estaban bien juntos
—suspiré, restregándome las manos por el rostro y dejándolas caer en mi
regazo—. Solo quiero que seas feliz. Pero claramente estás bien con esto y
es lo que quieres, así que por supuesto te apoyo. Es mi trabajo como tu
mejor amiga cuestionar las grandes decisiones como esta y hacerte pensar
en ellas.
Todavía me miraba, con ojos cautelosos, pero sonreía.
—Te quiero, B. Aunque tengas treinta y cinco tonos de rareza.
—Yo también te quiero, mejor amiga.
Forcé una sonrisa y cambié de tema, mientras repetía nuestra 40
conversación en mi cabeza y me preguntaba cómo se tomaría Jamie la
noticia.
Debo haberle escrito a Jenna un millón de veces esa noche
preguntándole si ya lo había hecho, pero no lo hizo. Esperó cuatro días para
romper con él, y una vez que me dijo que estaba hecho, esperé de nuevo...
a que me enviara un mensaje, a que apareciera en mi casa, a que quisiera
dar una vuelta en auto. Pero no lo hizo. No me dijo ni una palabra. Ni la
noche en que ocurrió, ni la noche siguiente, ni la semana siguiente. Jamie
nos ignoró completamente a Jenna y a mí hasta la noche en que se graduó.
Y fue entonces cuando conocí el otro lado de Jamie Shaw.

***

Hacía más de tres meses que no tenía una noche de viernes libre.
Como necesitaba todos los viernes libres en el semestre de otoño para
los juegos, tuve que compensarlo una vez terminada la temporada de fútbol,
cubriendo el viernes libre en la tienda de comestibles. Pero ahora, la escuela
había terminado, los estudiantes de último año estaban caminando por el
escenario en el gimnasio de la secundaria, y yo estaba a menos de una hora
de entrar en el papel que acababan de dejar vacante.
De último año.
Se sentía extraño, llamarme a mí misma de último año, como cuando
dices una palabra demasiadas veces en voz alta y deja de tener sentido. El
plan para esa noche había sido colarse en las fiestas de graduación,
despedirnos de nuestros amigos de último año y brindar por nuestro nuevo
reinado. Pero los padres de Brad Newman lo habían sorprendido con un
viaje a las Bahamas, volando inmediatamente después de la graduación, y
así, la mayor fiesta de graduación de la noche había sido, a su vez,
cancelada.
Jenna hizo una broma a principios de esa semana cuando nos
enteramos, diciendo que deberíamos hacer una fiesta en mi casa. No creo
que esperara que dijera, “¡Hagámosla!” Diablos, yo no esperaba decirlo. Pero
estaba drogada esa semana, sintiendo el apuro de la transición, y mi madre
iba a estar fuera de la ciudad. ¿Por qué no hacer una fiesta?
En vez de prepararnos para salir, Jenna y yo preparábamos mi casa,
llenando los mostradores de alcohol que la mayoría de los estudiantes de
último año habían conseguido para la ocasión y poniendo música en el viejo
estéreo de cinco discos compactos de mi madre. Ambas estábamos bailando
mientras mezclábamos bebidas con demasiado alcohol, sacábamos los
vasos de chupitos favoritos de mi mamá y nos poníamos lápiz labial que se
regaba muy fácilmente en los bordes de nuestros vasos de plástico rojos.
—Por nosotras —dijo Jenna, su vaso tocando el mío—. Las nuevas 41
alumnas de último año.
—¡Último año, Jenna! —chillé, sorbiendo rápidamente mi bebida antes
de envolverla en un abrazo aplastante—. ¿Puedes creer que lo hayamos
logrado? Desde las coletas y los areneros hasta el último año de secundaria.
—Lo sé, es una locura pensar en ello —aceptó Jenna, con los ojos
brillantes mientras sacudía la cabeza. Estábamos en mi pequeña cocina,
ella se apoyaba en el mostrador mientras yo enderezaba todo por
decimoquinta vez—. No podría haber pasado todos estos años sin ti.
Hice una pausa, sonriendo a mi mejor amiga.
—Yo tampoco. —Levantando mi bebida a mis labios nuevamente,
mantuve mis ojos en el mostrador cuando pregunté—: ¿Crees que Jamie
aparecerá?
Parecía que yo estaba más afectada por esa posibilidad que Jenna,
porque simplemente se encogió de hombros, sacudiendo su cabello rubio
sobre su hombro y ajustando los tirantes de su delgada camiseta de tirantes.
—Lo dudo. Se volvió un fantasma después que rompiera con él.
Imagino que probablemente terminará en una fiesta diferente, si es que sale.
—Ella frunció el ceño—. Creo que le rompí el corazón, B.
Tomé otro trago más largo, dejando que el picor frutal del alcohol se
apoderara de mí.
—Debería bajar el aire. Probablemente va a hacer mucho calor aquí.
No podía saber cuánta razón tendría en eso.
La fiesta empezó lentamente, unas cuantas personas entraron a las
nueve y luego otras más, y continuó así hasta que mi casa estuvo
completamente llena. La música estaba demasiado alta, resonando en cada
habitación mientras las mesas se despejaban de marcos y chucherías y se
reemplazaban por juegos de beber de varios tipos. Con la frecuencia con que
la puerta principal se abría para dejar entrar a nuevas personas y la puerta
trasera se abría para dejar salir a la gente a fumar y beber en el patio trasero,
se convirtió en una tarea inútil tratar de mantenerla fresca. El sur de Florida
era caluroso en junio, simple y llanamente, y me di por vencida al tratar de
luchar contra eso.
Aun así, si no era capaz de controlar la temperatura interior,
necesitaba encontrar otra forma de mantenerme fresca. El alcohol estaba
frío, pero aun así enviaba una ola de calor a través de mí con cada nuevo
sorbo. Estaba en medio de un juego de vasos con Jenna y un montón de
gente que no conocía muy bien cuando me di por vencida y decidí optar por
la siguiente opción: quitarme la ropa.
Tenía una fina camiseta de tirantes debajo de mi blusa, así que el
espectáculo de striptease sería para mayores de trece años, en el mejor de
los casos. Me pase el cuello en V suelto sobre mi cabeza, la visión
temporalmente bloqueada por la tela lavanda antes de dejarla caer al suelo 42
con una sonrisa, los que estaban cerca animando mi pequeño truco. Me
sentí instantáneamente más fresca durante tres segundos antes de que mis
ojos se posaran en los recién llegados a la fiesta y mi sonrisa se deslizara,
junto con el vaso en mi mano, su contenido chocando contra la mesa.
Jamie se veía diferente. Sabía que solo habían pasado unas semanas
desde que salimos, sabía que tenía la misma edad, pero había algo diferente
en él. Era la forma en que se comportaba, la sonrisa arrogante que me
mostraba mientras chocaba los cinco con algunos de los chicos en mi sala,
el desafío en sus ojos antes de que me los arrancara y se volviera a una
pequeña morena del equipo de animadoras de Jenna. No sé cuánto tiempo
estuve ahí mirándolo con la boca abierta, pero claramente fue el tiempo
suficiente para que Jenna se diera cuenta, porque siguió mis ojos y jadeó.
—Mierda, apareció.
Tragué, finalmente arranqué los ojos y apilé vasos para un nuevo
juego.
—Mm-hmm.
—Se ve caliente.
—Todo el mundo lo hace, hace treinta y siete grados aquí.
Jenna sonrió, empujando mi codo antes de dejar que sus ojos
encontraran a Jamie de nuevo.
—Hombre, quizás debería haber esperado hasta después de la
graduación para romper las cosas. Estaría bien tener una noche más con
él...
—Voy a ir a averiguar qué hacer con mi cabello —dije rápidamente,
renunciando a montar un nuevo juego y escabulléndose entre la multitud a
mi habitación. Había varios carteles en la puerta con advertencias para
aquellos que se atrevieran a entrar, marcándola claramente como una ZONA
SIN FIESTA, lo cual agradecí aún más cuando me escabullí dentro y sentí el
único alivio de aire acondicionado en la casa. Suspiré, de espaldas a mi
puerta, y tomé unas cuantas respiraciones muy necesarias por la nariz
antes de abrir los ojos de nuevo.
Abaniqué mi cuello, cruzando a mi pequeño espejo del tocador y
asimilando mi apariencia. Mi maquillaje se mantenía de alguna manera, con
ojos oscuros y dramáticos como Jenna me había enseñado a hacerlo, pero
mi cabello estaba crespo y rebelde, así que lo enrollé en un moño apretado
en la parte superior de mi cabeza y lo aseguré con unas horquillas antes de
volver a aplicarme el lápiz labial. El oscuro y profundo rojo casi hizo que mis
pecas aparecieran más bajo mis ojos grises, pero las abracé.
Girando en el espejo, miré las manchas húmedas de mi camiseta sin
mangas, debatiendo el cambio, pero sabiendo que eso me haría ganar unas
cuantas cejas levantadas de mis compañeros de clase. Acababa de llamar la
atención sobre lo que llevaba puesto y sería raro salir con algo nuevo ahora. 43
Una vez que recuperé la compostura, me escabullí de nuevo al calor
sofocante de la fiesta y me dirigí a la cocina, una nueva idea para
refrescarme cobrando vida. Margaritas congeladas. Eso era lo que esta fiesta
necesitaba. Pero primero, tenía que llegar a la licuadora de mi madre, que
estaba convenientemente colocada en el estante de arriba del armario de la
derecha.
Abrí el armario de par en par y vi el borde de la licuadora asomando
por el estante, con las manos en las caderas, debatiendo las opciones.
Acababa de poner las manos sobre el mostrador y estaba a punto de subirme
cuando unas manos fuertes encontraron mi cintura.
—Aquí —dijo, voz baja y ronca—. Déjame ayudarte.
Sus manos se agarraron con más fuerza y me levantó, mis rodillas
encontrando el mostrador mientras yo trataba de encontrar mi aliento y un
poco de equilibrio. Por un segundo me quedé allí, mirando la licuadora a mi
alcance, pero sin poder enfocar nada más que donde su piel cálida tocaba
la mía. Mi camiseta se había levantado, su agarre en la piel resbaladiza de
mis caderas. Forcé un respiro, tomé la licuadora y me hice girar, pero me
detuvo una vez más.
Se había acercado al mostrador y cada centímetro de mi cuerpo rozó
el suyo mientras me bajaba. Primero solo mis caderas en sus manos, pero
luego mi culo se frotó contra su parte delantera, causando que gimiera en
mi cuello cuando mis dedos finalmente encontraron tierra firme. Me volví,
con sus manos aún sobre mí, mi aliento aún atrapado en mi garganta
mientras levantaba mis ojos hacia los suyos.
—Hola, Jamie.
Me sonrió, con los ojos demasiado calientes, demasiado bajos.
—Hola.
Aclaré mi garganta como una señal para que dejara caer sus manos
desde donde se clavaban en mi piel, pero no captó la señal. O no le importó.
Así que me escabullí de su alcance y enchufé la licuadora, buscando hielo
en el congelador y buscando en los armarios la mezcla para margaritas de
mamá. Encontré un poco, benditamente, y agarré lo que quedaba de una
botella de José Cuervo en mi camino de vuelta a la licuadora.
Jamie se paró a su lado, apoyado casualmente en el mostrador, con
los brazos cruzados. Su cabello era más largo de lo que recordaba, rizado en
sus orejas y en una onda perfecta en su frente. No había cambiado su ropa
de graduación, pero se había aflojado la corbata alrededor del cuello y
desabrochado el botón superior de su camisa, subiendo las mangas hasta
los codos. Estaba limpia, suave y blanca, llamando la atención sobre el
bronceado en el que claramente había estado trabajando desde la última vez
que lo vi. Me pregunté si había estado surfeando, el trabajo me impedía
hacer lo mismo. 44
—Llevas maquillaje —me dijo mientras me ponía a su lado, echando
cubitos de hielo en la licuadora y cubriéndolos con tequila.
—Y llevas zapatos de vestir.
Bajó la mirada, riéndose, antes de levantar sus nebulosos ojos hacia
los míos.
—Deberíamos bailar.
—¿Qu...?
No tuve la oportunidad de hacer mi pregunta porque Jamie me agarró
la muñeca y me hizo girar antes de tirarme contra él, intentando una especie
de versión borracha de un vals en mi pequeña cocina mientras los
estudiantes de secundaria nos rodeaban, sin darse cuenta de la forma en
que hacía que mi corazón se acelerara. Me reí, liberándome después de otra
vuelta y encontrando mi lugar en la licuadora, llenando el tequila con mezcla
para margaritas y cerrando la tapa en su lugar.
—Estás borracho, Jamie Shaw.
—¿Y tú B. Kennedy?
Hice clic en la opción de mezcla y hablé sobre el ruido de la ruptura
del hielo.
—Estoy llegando allí. —Lo miré, con la cabeza inclinada hacia un lado
mientras intentaba sin éxito averiguar qué había cambiado. Jamie parecía
más peligroso esa noche. Se quedaba demasiado cerca, me miraba durante
demasiado tiempo. Era desconcertante, pero de una manera extrañamente
agradable—. ¿Qué has estado bebiendo, de todos modos?
—Whiskey —respondió fácilmente, y una risa corta se escapó de mis
labios.
—Por supuesto. Debería haberlo adivinado.
—¿Qué se supone que significa eso?
Me encogí de hombros, usando una cuchara para romper un gran
trozo de hielo antes de volver a poner la tapa de la licuadora y encenderla
de nuevo.
—Simplemente tiene sentido. Eres prácticamente whiskey andando,
de todos modos. El color de tu cabello, tus ojos, la forma en que hueles... es
como tu bebida espirituosa.
—¿Te recuerdo al whiskey?
—En toda la extensión de la palabra —murmuré, tal vez demasiado
bajo para que él lo escuchara. Pensé en cómo su piel quemaba la mía cuando
me tocaba, cómo el solo hecho de estar cerca de él hacía que mis miembros
se estremecieran.
Me di cuenta entonces de que era más difícil fingir que no me afectaba
cuando ya no estaba atado a mi mejor amiga.
—Deberíamos tomar un trago. —Jamie se bajó del mostrador y agarró
la única botella de Jack Daniels, llenando dos de los vasos de mi madre 45
hasta el borde antes de volverse hacia mí. Deslizó el que tenía el logo del
casino del centro en mi mano y levantó el otro.
—Estoy haciendo un trago de tequila —señalé—. Mezclar
probablemente me fastidie a la larga.
—No, estarás bien.
—No lo sé, Jamie...
—Oh vamos —desafió, dando un pequeño paso hacia mí. Fue
diminuto, apenas unos centímetros, pero de repente sentí su calor
rodeándome y me agarré la camiseta con la mano libre, desesperada por
una brisa—. ¿No quieres un poco de whiskey en tus labios?
Mis ojos se dirigieron a los suyos, porque sabía tan bien como él que
había más de una pregunta debajo de la que había expresado en voz alta.
Levantó una ceja, esperando, y aunque debí haberlo empujado, hacer
espacio, servirme una margarita y alejarme de él, levanté mi vaso en su
lugar.
—Por las malas decisiones.
Su sonrisa se amplió, sus ojos nunca me abandonaron mientras
inclinaba la cabeza hacia atrás, dejando que el líquido ámbar cubriera mi
garganta. Jamie se tomó el suyo más despacio que yo, inhalando a través
de sus dientes mientras la quemadura se asentaba.
Y así como así, había bebido mi primer trago. No le dije a Jamie que
era el primero, no creí que fuera necesario. Quería odiarlo, detestarlo, hacer
una mueca y limpiarme la boca con el dorso de la mano y repetir. Pero
volvimos a poner los vasos en el mostrador lentamente, con los dedos
rozándose, y los ojos de Jamie estaban en mis labios donde quedaba
whiskey. Mi lengua rastreó el líquido, y él inhaló con fuerza, con los ojos
pegados a los míos.
Gato, conoce a ratón.

***

Mi madre iba a asesinarme.


Casi todo el mundo se había ido, la hora en mi teléfono era las 3:47
A.M. Todos, excepto Jenna, quien estaba desmayada en mi cama, Ali, un
jugador de baloncesto de mi curso, que estaba acurrucado alrededor del
mismo inodoro que mamá había estado abrazando la noche que me habló
de papá, y Jamie, que se había quedado para ayudarme a limpiar lo poco
que pudiéramos una vez que el último de la fiesta se marchó.
Las alfombras estaban arruinadas, de eso estaba segura.
Probablemente podría salvar los armarios y mesas con una buena limpieza
y tendría que buscar basura en cada rincón. Los vasos pegajosos habían
sido recogidos y tirados, pero los vasos de chupito todavía estaban en la 46
cocina y en varios lugares de la sala. Apestaba a alcohol, un olor del que no
estaba segura de cómo deshacerme en ese momento, y se suponía que debía
trabajar en siete horas.
—Tengo que gritar —dije finalmente, soplando un aliento mientras
inspeccionaba nuestro entorno.
Jamie también miró a su alrededor, pasando una mano por su largo
cabello.
—¿Cuándo llega tu madre a casa?
—Mañana por la noche. —Revisé mi teléfono otra vez—. O debería
decir, tarde esta noche.
—Tienes tiempo. No es tan malo. —Nivelé mis ojos y él me devolvió
una sonrisa—. Bien, la alfombra está arruinada, pero todo lo demás se
puede arreglar.
—Falta el mando a distancia de mi televisor.
—Reemplazable.
—Hay un bigote en mi cara hecho de escupir tabaco en una de las
únicas fotos familiares que tenemos.
Jamie metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir.
—Sí, estás un poco jodida.
—Te dije lo que pasaría si mezclaba el alcohol —bromeé, tratando de
encontrarle el humor a la situación mientras pudiera.
Jamie cruzó la sala de estar hasta donde yo estaba, con los ojos
inyectados de sangre, pero aun así hermosos.
—Salgamos de aquí por un rato.
—¿Estás loco? Necesito limpiar. Necesito... —Agité las manos—. Hacer
algo. Acerca de todo esto.
—Ya has admitido que estás jodida, B. Lo que puedes hacer solo te va
a llevar unas horas, así que, ¿por qué no terminar esta noche con una
explosión?
Me mastiqué el labio, sabiendo que tenía razón y odiándolo de todas
formas.
—¿Qué tienes en mente?

***

Jamie revisó su teléfono mientras nos acomodábamos en una manta


en la arena, los pies frente a las olas, la playa todavía oscura. Puso el álbum
The Piano de Chad Lawson, ajustando el volumen antes de poner su teléfono
entre nosotros y alcanzar la bolsa de papel marrón en su regazo. Me dio un
burrito antes de recuperar el suyo y dejar la bolsa marrón a un lado, usando
sus zapatos para sostenerla contra el viento.
No podía creer que hubiera convencido al taxista para que nos llevara 47
a la única ruta de veinticuatro horas para desayunar en la ciudad, pero
estaba feliz de que hubiera sido lo suficientemente listo como para darse
cuenta de que ninguno estaba en forma para conducir. Rompió el sello de
un agua vitaminada y dio un largo trago antes de pasármela.
—¿Crees que esto nos salvará de la resaca? —le pregunté, tomando
un sorbo antes de pasarle la botella de nuevo. Enroscó la tapa y los dos nos
pusimos a trabajar desenvolviendo el papel de aluminio alrededor de
nuestros burritos de desayuno, el mío de tocino, el suyo de salchicha.
—Creo que es una de mis ideas más brillantes. ¿Qué cura mejor la
resaca que huevos grasosos, agua vitaminada y la playa?
—Tan modesto —regañé, dando mi primer mordisco. El sarcasmo
murió en mis labios después de eso—. OhpourDiosh —gemí, dando otro
mordisco mientras Jamie me miraba, riéndose.
—De nada.
Sonreí con la boca llena, pero no dije nada más. Durante un rato,
escuchamos las suaves melodías que fluían del teléfono de Jamie mientras
comíamos y compartimos esa bebida entre nosotros. El amanecer estaba en
el horizonte, la playa brillando primero en una piscina fresca de azul antes
de tomar un suave tono púrpura. Todavía estaba en la delgada camiseta de
tirantes a la que me había desnudado en la fiesta y temblaba un poco contra
la brisa fresca que venía de las olas.
—Aquí —dijo Jamie, desabrochándose completamente la camisa. Se
quitó la corbata antes de sacudir un brazo y luego el otro. Intenté discutir
con él, al menos eso creía, pero mi voz debía estar tan atascada en mi
garganta como mis ojos en su pecho. Su desnudo y hermoso pecho. Me
cubrió los hombros con su camisa, la tela aún caliente, goteando su aroma,
y yo suspiré con el consuelo que me dio.
—Gracias. —Peleé con el papel de aluminio que cubría mi burrito, con
los ojos en el agua—. Entonces, ¿estás emocionado por salir de aquí? ¿Listo
para causar problemas en la Universidad de California San Diego?
Sonrió, pero se encogió de hombros.
—Sí y no. ¿Recuerdas nuestra charla en las vacaciones navideñas?
Asentí.
—Todavía siento un poco de todo eso. No me malinterpretes, estoy
emocionado por el próximo capítulo y todo eso, pero aun así da un poco de
miedo.
—Sería raro si no estuvieras asustado —le recordé, y me dio una
pequeña sonrisa. Me di cuenta de que ya no quería hablar del futuro, y en
cierto modo no lo culpaba. Hasta ese momento en nuestras vidas, la
secundaria había sido nuestra mayor y mejor experiencia. Era difícil
imaginar un futuro en el que las cosas que nos importaban entonces solo
fueran un recuerdo lejano. 48
Cuando terminamos los burritos, ambos nos apoyamos en las palmas
de las manos, viendo como el sol comenzaba su lento ascenso. Siempre
había mucha publicidad alrededor de las puestas de sol en la costa oeste de
Florida, pero encontraba aún más belleza en los amaneceres de nuestra
costa. Había algo en estar tan cerca del océano en el amanecer de un nuevo
día, lleno de nuevas posibilidades.
—Me has estado evitando —comenté después de un rato,
manteniendo mis ojos en el horizonte justo al lado de los dedos de los pies.
—No solo a ti.
—Lo sé —aclaré—. Solo pensé que tal vez me llamarías. O que querrías
ir a dar una vuelta. O... —No sabía qué más decir, así que dejé que mi
sentencia se desvanezca en la brisa.
—Quería —dijo Jamie, ajustando el peso en los talones de sus
manos—. No lo sé. Jenna me golpeó en un momento que ya era muy duro
para mí, ¿sabes? —Una línea se formó entre sus cejas—. Mis padres fueron
novios en la secundaria.
El peso de esa declaración me golpeó fuerte en el pecho. Lo que quiso
decir es que quería lo que sus padres tenían, y pensó que Jenna era la clave
para eso. De repente me di cuenta que el que ella romperá con él era lo mejor
que podía haber pasado. Incluso entonces, cuando todavía negaba mi
adicción, la idea de que se casara con mi mejor amiga casi me hizo jadear
en voz alta.
—Está bien que Jenna no fuera la elegida.
—Lo sé —dijo rápidamente—. Creo que siempre lo supe. Ella era
divertida, congeniamos, pasamos buenos momentos juntos. Pero faltaba
algo. —Se volvió hacia mí entonces, con los ojos caídos a un lado de mi
rostro porque me negué a mirarlo fijamente.
—Encontrarás a alguien —le dije en voz baja, con los ojos aún sobre
las olas. Estaban bañadas en un brillo rosa y naranja mientras el sol
luchaba por despertar nuestra parte del mundo.
—Bueno —dijo en voz alta, sentándose más derecho—. No me gusta
dejar mi vida al azar. Así que tengo una propuesta. —Me encontré con sus
ojos entonces, y eran juguetones, traviesos—. Si te gustan los juegos, claro.
—¿Por qué siento que debería correr ahora mismo?
Jamie se rio, y fue la primera vez que vi su verdadera sonrisa aparecer
esa noche: dientes brillantes, piel arrugada en las esquinas de sus ojos.
—Yo digo que hagamos un pacto.
—¿Un pacto?
Asintió.
—Si ninguno de los dos está casado a los treinta años, nos casamos
entre nosotros.
—Oh Dios mío —me burlé, inclinándome para reflejar su nueva 49
postura—. Eso es tan estúpido, Jamie. También es la línea argumental de
todas las cursilerías de las comedias románticas.
Se encogió de hombros, se limpió la arena de sus manos y volvió a
mirar el agua.
—Parece que alguien tiene miedo.
—No tengo miedo. Es una tontería.
—Mm-hmm.
—Voy a casarme a los treinta años, Jamie. Y definitivamente lo estarás
para entonces.
—Así que no tienes nada de qué preocuparte —me desafió por
segunda vez esa noche, los ojos brillando de vida cuando se encontraron
con los míos. Extendió su mano—. Si no nos casamos en doce años, te
conviertes en la Sra. Shaw.
Tragué fuerte al escuchar sus palabras. Sra. Shaw.
—Eso no es justo. Cumples treinta años antes que yo.
Jamie se encogió de hombros otra vez.
—Mi pacto, mis términos. ¿Tenemos un trato? —Extendió su mano, y
la miré, con las cejas fruncidas mientras masticaba mi mejilla. Finalmente,
puse los ojos en blanco y le agarré la mano con la mía, sacudiéndola tres
veces.
—Bien. Pero esto es tonto, y sin sentido.
Jamie sonrió.
—Eres tan raro —dije, diciendo la última palabra sobre mis
sentimientos acerca del estúpido pacto.
—Sí, pero me amas de todas formas. —Guiñó, robando el agua del
espacio entre nosotros y drenándola antes de volver a apoyarse en sus
manos.
No pensé mucho en el hecho de que me dijera que lo amaba, o en la
posibilidad de que tuviera razón. No pensé en el pacto o en lo que sucedería
en doce años, porque Jamie se iba y yo me quedaba.
Mamá me castigó durante el primer mes de ese verano y tuve que
pagar para reemplazar las alfombras, pero ni siquiera me importó. Valió la
pena tomar ese primer trago de whiskey, comer burritos de desayuno en la
playa y hacer promesas estúpidas que no cumpliríamos.
Se suponía que esa iba a ser la última noche que viera a Jamie Shaw.
Lo dejé ir, como se suponía que debía hacerlo, e hice lo mejor para no
volver a pensar en él. Ni ese verano cuando lo vi por la ciudad, ni ese otoño
cuando se fue a California y yo me quedé atrás, ni siquiera cuando apliqué
a la Universidad de Alder sabiendo que estaba en la misma ciudad que la
Universidad de California San Diego. También evité mirar sus redes sociales.
Finalmente, cuando el último año se puso en marcha y mi enfoque se
convirtió en mi propia graduación, realmente empecé a dejarlo ir. 50
Pero el destino quiso que esa no fuera mi última noche con Jamie
Shaw.
Ni siquiera cerca.
4
Envejecido en barrica
o que ocurre con el whiskey es que cuanto más tiempo se asienta

L
en el barril, más cambia y nunca se detiene. El whiskey
envejecido durante dos años es diferente al envejecido durante
diez, y no importa en qué año decidas rendirte y servirte un vaso
porque no te equivocarás. El whiskey a una edad madura, joven
y lleno de carácter, es digno de mencionarse. ¿Pero el whiskey
envejecido, aunque sea solo un poco? Pura felicidad.
Y no dejes que el hecho de que parte del alcohol se evapore con el
tiempo te engañe, porque cuando pruebes ese whiskey añejo, quemará tan
51
deliciosamente como cuando era joven.
Estaba paseando por las filas de mesas que bordeaban el pasillo de la
Unión Estudiantil en la Universidad de Alder en San Diego, recogiendo
algunos folletos, cuando el barril agrietado se abrió.
—¡Hola! —dijo emocionada la rubia sentada detrás de la mesa de
alojamiento del campus—. ¿Vienes a recoger la información sobre tu
vivienda?
Hice mi mejor interpretación de Ryan Atwood en The OC, medio
haciendo un puchero y alzando una ceja con indiferencia. Después de todo,
estaba en California.
—Sí, a eso vengo.
—¡Excelente! —respondió demasiado rápido, aplaudiendo.
—¿Apellido?
—Kennedy.
Se puso a trabajar buscando entre los diversos sobres alineados en
su mesa y yo me moví inquieta, disfrutando del calor del sol mezclado con
una brisa fresca. Era la última semana de agosto, normalmente un
momento infernal en el sur de Florida, pero el clima aún era templado en
San Diego. Un sol brillante, unas pocas nubes blancas flotando, la brisa
rodando en la costa. No podía hacer más de veintiséis grados, sonreí al sentir
el aire ligero, la humedad mucho menos sofocante que la de Florida. Me
encontraba oficialmente en mi nuevo hogar durante los próximos cuatro
años y supe de inmediato que había tomado la decisión correcta al elegir
Alder.
La Universidad de Alder era un campus pequeño y privado, pero
prestigioso. Escondido en el corazón de San Diego e Imperial Beach y
abastecido con una gran cantidad de opciones para estudiantes indecisos,
era la universidad perfecta para mí. Sonreí de nuevo, ajustando la misma
mochila que había usado durante toda la secundaria justo cuando la alegre
rubia chasqueó los dedos.
—¡Ah, lo encontré! —Sacó el sobre y comprobó su contenido antes de
mirarme de nuevo—. Brecks, ¿verdad?
Mi sonrisa cayó inmediatamente con su pregunta, junto con mi estado
de ánimo. De alguna manera forcé una sonrisa, pero antes de que pudiera
asentir, otra voz contestó por mí:
—Es B —dijo. Su voz era suave, como envejecida en roble y más
profunda de lo que recordaba. Me giré, con las palabras atrapadas en mi
garganta y los ojos muy abiertos mientras lo absorbía. Cada centímetro de
él, desde sus desgastadas zapatillas deportivas y pantalones cortos de
baloncesto hasta la empapada camiseta de Alder que llevaba puesta y se le
pegaba a la rugosidad de su definido abdomen. Detuve los ojos sobre la 52
barba de tres días en su cuello y mandíbula antes de enfocarme en sus
piscinas de color whiskey con miel. Entonces se puso a mi lado, con una
sonrisa torcida mientras sostenía mi mirada—. Solo B.
El tiempo se detuvo en ese momento, y no pude evitar recorrer sus
rasgos con la mirada, su nuevo y más corto corte de cabello, sus bíceps que
se habían llenado considerablemente desde la última vez que lo había visto
en la playa de Florida, los pocos centímetros que había crecido. Su aura era
diferente, más arrogante, más segura. Desearía decirte que había sido más
sutil que la primera vez que lo vi en ese sendero, pero la verdad es que no
podría haber sido más obvia en mi inspección, y se dio cuenta, porque
cuando encontré su rostro de nuevo con la mirada, solo arqueó una ceja y
ensanchó la sonrisa.
—Te cortaste el cabello —dije finalmente, mi cuerpo se recompuso
inmediatamente. Fue como si los sonidos de todos los estudiantes y los
pájaros en los árboles de California me encontraran de repente, atacando
mis sentidos junto con el brillo del sol a través de mis gafas de sol baratas.
Jamie se rio entre dientes, levantando una mano, casi tocando mi
rostro.
—Y tú te pusiste un piercing en la nariz.
Sonreí, aun mirándolo, sin escuchar lo que la rubia detrás de la mesa
intentaba decirme sobre mi dormitorio en la residencia universitaria.
Afortunadamente, Jamie estaba escuchando, y se acercó para tomar el
sobre y las llaves. Le guiñó a ella, no a mí, y fue entonces cuando la miré de
nuevo.
—Me alegra verte, Jamie. ¿Cómo has estado? —preguntó, demasiado
ansiosa, y la miré lentamente de arriba abajo. Gran cabello rubio, rizos estilo
los ochenta, con brillantes ojos azules y piel tan bronceada que me hacía
pensar que el bronceado podría ser falso. No era tan bonita como Jenna,
pero tenía rasgos similares, lo que me hizo girarme hacia Jamie para
observar su reacción hacia ella.
—Oh, ya sabes, lo mismo de siempre. Creo que lo entendí —dijo,
sosteniendo el sobre en sus manos—. Cuídate, Melanie.
Melanie casi se desmayó cuando nos alejamos de la mesa, e hice un
esfuerzo para no poner los ojos en blanco.
—¿Supongo que se conocen? —pregunté, señalando hacia ella, quien
aún lo estaba mirando.
Se encogió de hombros.
—Podría decirse que sí.
Me ganó el impulso. Puse los ojos en blanco y Jamie se echó a reír, un
sonido fuerte, sólido y próspero. Luego, se detuvo, me miró y abrió los
brazos.
—Ven aquí. 53
—Ew —dije rápidamente, sacudiendo mi cabeza y caminado hacia
adelante—. Estás más sudoroso que dos ratas follando en un calcetín de
gimnasio.
—Oh, vamos —bromeó detrás de mí—. Es solo un poco de sudor. —Y
luego, me encontraba en el aire, con la espalda presionada contra la tela
húmeda que cubría su pecho mientras me giraba. Grité, riéndome y
agitándome hasta que me dejó en el suelo.
—¿Por qué estás tan sudado? ¿Y por qué estás aquí?
—Estuve jugando baloncesto en la cancha, y voy a esta universidad.
Por lo que supongo que ahora somos dos —agregó, sosteniendo el sobre con
la información sobre la residencia. Se lo arrebaté e inspeccioné el contenido,
extendiéndole la mano para que me diera las llaves mientras mi mente
volaba.
—No sabía que venías aquí.
—Claro —dijo—. Está bien que me estés acosando, B. Tal vez me
guste.
—Ya te gustaría —respondí con mi nariz enterrada en los papeles—.
En serio, se suponía que irías a la Universidad de California. ¿Qué pasó?
Rebusqué en la carpeta mientras esperaba que respondiera. Había
información de mi supervisor de dormitorio y varias actividades planificadas
para el semestre, así como protocolos de seguridad. Fui uno de los pocos
estudiantes de primer año que tuvo la suerte de no tener que compartir
habitación, pero compartía cocina y baño con otras tres chicas. A una de
ellas la conocí en la orientación a principios de verano, pero a las otras las
busqué en las redes, así que estaba deseosa por conocerlas.
—¿Recuerdas al tío del que te hablé? ¿El que tenía conexiones con
una universidad en California? —Asentí, y sonrió, abriendo sus brazos para
hacer un gesto hacia el campus que nos rodeaba—. Estás en la misma
universidad en la que se graduaron mi padre y mi tío, ambos en
contabilidad. Al principio mi solicitud estaba en lista de espera, pero mi tío
conoce a algunas personas de la Junta de Admisiones e hizo su magia.
—Y ahora aquí estás —dije, mirándolo.
Su sonrisa se ensanchó.
—Aquí estoy.
Sacudí la cabeza, bajando los ojos nuevamente al sobre de la
residencia mientras mi estómago daba vueltas. Jamie Shaw venía a la
misma universidad que yo. No sabía si sentirme afortunada o maldita, y el
dolor en mi pecho no me ayudaba a decidirme. Lo había evitado desde esa
noche en la playa, dejándolo ir, dejando ir la idea de él. Era de Jenna, y
luego se fue, fin de la historia.
Excepto que no era el final.
—Bueno, a pesar de todo conseguiste llegar a California. 54
Entonces levanté la vista y vi los ojos divertidos de Jamie.
—Supongo que sí.
Aunque muchas cosas habían cambiado en Jamie, lo que no lo había
hecho era la forma en que me miraba, esa manera expectante, como si
supiera algo que yo aún no había descubierto. Me removí inquieta bajo su
mirada repentinamente ardiente, y estaba a punto de preguntarle qué le
parecía Alder cuando me agarraron por detrás por segunda vez.
En el aire, sabía exactamente quién me tenía presionada mientras me
daba vueltas, y casi me mató que durante los últimos diez minutos desde
que me había encontrado con Jamie, no había pensado en él ni una sola
vez.
Como ves, no esperaba ver a Jamie en Alder, pero esperaba
encontrarme con alguien ese día.
Mi novio.
—Oh, Dios mío, casi olvido lo hermosa que eres —dijo Ethan cuando
me dejó en el suelo. Inmediatamente me giró, presionando sus labios con
fuerza contra los míos cuando un sonrojo apareció en mis mejillas. Me
levantó de nuevo, con las manos enmarcando mi rostro, antes de que Jamie
se aclarara la garganta.
Ethan se animó ante eso, acurrucándome a su lado y sonriéndole a
Jamie ampliamente.
—¡Veo que conociste a mi compañero de cuarto!
Me puse pálida al oír eso, amplié los ojos mientras los de Jamie se
encontraban protegidos bajo su ceño fruncido.
—¿Jamie es tu compañero de cuarto? —chillé.
—Sí —respondió, señalando con el dedo entre nosotros—. ¿Se
conocen?
Los ojos de Jamie no habían dejado los míos, pero habían cambiado,
de alguna manera se habían vuelto más fríos.
—Fuimos juntos a la secundaria —dijo.
Tragué saliva, estudiando la expresión de Jamie, preguntándome por
qué de repente parecía listo para matar.
—Sí, él salía con mi mejor amiga.
—¡Huh! —reflexionó Ethan, con la sonrisa aún en su lugar—. ¡Qué
mundo tan pequeño!
La nariz de Jamie se ensanchó, movió sus ojos entre Ethan y yo antes
de clavarlos en nuestras manos unidas.
—Estaba yendo al dormitorio para ducharme. Hasta luego, Ethan.
—Hasta luego, hermano.
Jamie me miró por última vez antes de salir corriendo, dejándome
atónita junto a su compañero de cuarto.
Mi novio. 55
Jesús.
—Vamos a instalarte, nena —dijo, besándome el cabello mientras nos
alejábamos.
Había conducido un camión de mudanzas hasta aquí, convenciendo
a mi madre de que quería viajar sola. Me detuve pocas veces, pero aun así
me llevó casi una semana, fue un buen viaje por carretera para hacer sola.
Me dio tiempo para pensar en el próximo capítulo de mi vida, y estaba
emocionada por comenzar a escribirlo.
Le señalé a Ethan el camión de mudanza cuando llegamos al
estacionamiento cerca de los dormitorios. Se puso a trabajar, hablándome
todo el tiempo sobre todo lo que no podía esperar para enseñarme mientras
yo trataba de mantenerme enfocada en el presente. La verdad era que solo
podía pensar en una cosa. Una persona. El chico que se suponía que nunca
volvería a ver.
Nunca lo admitiría, pero incluso entonces, ya estaba ansiosa por otra
probada.

***

Jamie hizo un buen trabajo en ignorarme después de eso.


A veces lo veía por el campus, generalmente con su brazo alrededor
de una rubia con curvas, que rápidamente aprendí que era su “tipo”.
Pero cada vez que nos encontrábamos, ya sea en el dormitorio que
compartía con Ethan o en un espacio neutral en el campus, de alguna
manera encontraba una excusa para irse tan pronto como yo aparecía.
Habíamos pasado, quizás, un total de tres minutos juntos desde ese primer
día en el campus, y estaba convencida de que me odiaba.
Pero no sabía por qué.
Solo se me ocurría que no le gustaba que estuviera saliendo con su
compañero de cuarto. Pero, de nuevo, me preguntaba por qué. Él había
salido con mi mejor amiga en la secundaria y siempre los había apoyado.
¿No le gustaba Ethan? ¿Estaba molesto porque era un vínculo con su vida
anterior en Florida, apareciendo de repente para molestarlo? ¿Se encontraba
enojado porque no le dije que vendría aquí? No habíamos hablado desde el
último día en la playa después de su graduación, y conocí a Ethan durante
el verano. No sabía que Jamie había venido a Alder, mucho menos que era
el compañero de cuarto de Ethan, y Ethan tampoco había tenido tiempo
para contarle ya que estuvo en Florida durante el verano mientras que Jamie
se había quedado en Alder.
Me preocupé mucho durante unos días después de nuestro primer
encuentro antes de que la preocupación se convirtiera en ira. Este era
Jamie, el chico con el que solía pasear por la ciudad, el chico que me 56
consideraba su mejor amiga. Y de repente se convirtió en el mayor imbécil
del mundo. Había pasado de sonreír y bromear conmigo ese primer día a
evitarme por completo, salvo por las miradas que me lanzaba
ocasionalmente cuando salía de la habitación que Ethan y él compartían.
Era exasperante.
Como sea, ¿quería ignorarme? Bien. También lo ignoraría.
Estaba estudiando para mi primer examen de sociología, había
pasado aproximadamente un mes desde del comienzo de las clases, cuando
Jenna llamó. Sonreí a la pantalla del celular, dejándome caer en la cama
para tomar un descanso y hablar con mi mejor amiga que se encontraba en
la otra punta del país.
—¡Te extraño! —chilló tan pronto como acepté la llamada.
—¡Yo también te extraño! ¿Cómo es Nueva York?
Resopló.
—La ciudad es increíble, los trabajos escolares apestan, y en cuanto
al clima todavía no me he decidido. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo son las clases?
¿Cómo está Ethan?
—Las clases no son malas, y Ethan es increíble. Ha estado muy
ocupado con la Asociación Estudiantil, pero lo veo casi todas las noches y
me ha estado enseñando el campus.
—¿Se han estado acostando mucho?
—Oh, Dios mío, Jenna. —Me di la vuelta, trazando las líneas de mi
edredón amarillo pálido con los dedos. Mi dormitorio era pequeño, pero tenía
una puerta que me separaba de mis compañeras de cuarto, que era todo lo
que necesitaba en la vida. Tenía la mínima decoración, mi portátil era lo
único que estaba en mi escritorio además de una foto de Jenna y yo, y dos
carteles motivadores en la pared. Los adornos más grandes eran cojines,
amarillos y blancos, y mi tabla de surf verde lima que estaba apoyada en el
interior de mi armario, rogando ser usada.
—¿Qué? Perdiste la virginidad este verano, B. finalmente puedo
preguntarte sobre tu vida sexual y voy a aprovechar cada oportunidad para
hacerlo.
Puse los ojos en blanco.
—Estamos haciéndolo mucho, constantemente, doctora, y estoy
tomando mi anticonceptivo. ¿Podemos cambiar de tema?
Jenna se rio.
—Bien. Si te estabas preguntando sobre mí, aún no he conectado con
nadie, pero tengo puestos mis ojos en algunos.
—Gracias por la actualización, exploradora.
—Entonces, ¿hay alguna novedad?
Jenna iba a la universidad de Nueva York, literalmente en el lado
opuesto del país, y cuanto más hablábamos de los profesores y de las 57
comidas en el campus, más la extrañaba. Era la primera vez que estábamos
separadas desde que éramos niñas, y todavía me costaba trabajo entablar
amistad con mis compañeras de cuarto. Tenía tres, una jugadora de voleibol
de Virginia que estaba aquí con una beca, una activista por los derechos de
los animales que venía del norte de California y la otra, una cristiana de voz
suave de Kansas. Ninguna había encontrado nada en común de qué hablar,
pero estaba tratando de ser positiva.
—¿Cuándo puedo ir a visitarte? Ya extraño la playa —dijo Jenna con
un suspiro de nostalgia.
—Mi cama gemela es tuya para acurrucarte cuando quieras.
—Hablo en serio, un día voy a aparecer en tu puerta.
Sonreí.
—Y sería el mejor día de todos.
Después de nuestra llamada telefónica, le envié un correo electrónico
a mamá detallándole cómo me iba en las clases. Nuestros horarios casi
nunca se alineaban lo suficiente como para llamarnos, pero habíamos
estado mandándonos correos de manera constante. Curiosamente, nuestra
relación se había fortalecido durante mi último año de secundaria. Parte de
eso podría haber sido porque había sacado a mi padre por completo de mi
vida, mientras que la otra parte era porque finalmente la había perdonado
por mi nombre. Todavía no estaba lista para abrazarla nuevamente, pero
después de muchas charlas nocturnas, entendí sus motivos. Mi madre
había sido una adolescente joven y asustada cuando me pusieron en sus
brazos. Y aunque nací de una tragedia, encontró belleza en mí y había
renunciado a tanto para que yo persiguiera mis sueños.
Obtuve algunas becas que me ayudaron a llegar a California, pero aun
así no me había alcanzado. Eso fue hasta que descubrí que mamá había
estado ahorrando religiosamente para mi fondo universitario desde que
nací. Papá no tenía nada que ofrecerme, aparte de una palmada en la
espalda en la graduación, y no había hablado con él desde entonces.
Me dolió dejar ir a mi padre, porque durante mucho tiempo había
vivido en este espacio intermedio, donde no estaba segura de cómo sentirme
por él o por lo que le había hecho a mi madre. Pero incluso en ese espacio
nos habíamos distanciado, y no quería que los buenos recuerdos que tenía
de mi padre fueran reemplazados por momentos torpes y llenos de tensión.
Entonces, después de la graduación decidí dejarlo ir. Solo había llamado
una vez desde la graduación y lo ignoré. Tal vez podríamos volver a
relacionarnos más tarde, pero en este momento, estaba contenta
centrándome en mí por un tiempo.
Acababa de levantar mis tarjetas de estudio cuando se abrió la puerta
de mi habitación.
—Ethan está aquí —dijo Marie sin levantar la vista de su teléfono. Era 58
la activista por los derechos de los animales y con la que pensé que me
llevaría mejor. Quiero decir, estaba haciendo una asignatura secundaria en
Estudios de la Mujer, abrazando mi lado feminista, y ella estaba tratando
de salvar a los gatitos. Teníamos un punto en común, ¿cierto? Excepto que
no me había dicho más de trece palabras, incluidas las tres que acaba de
decir anunciando la llegada de mi novio.
—Hola, hermosa —canturreó mientras entraba a mi habitación,
cerrando la puerta detrás de él.
Sonreí cuando se inclinó para besarme, pasando mis manos por sus
brazos para rodear su cuello. Ethan era fuerte, fornido, no mucho más alto
que yo, pero muy sólido. Su piel era del mismo color que la de mi madre,
oscura y suave, tenía unos labios carnosos que me encantaban besar.
También tenía lo que me gustaba llamar “una sonrisa de presentador de
noticias”, blanca y cegadora, casi demasiado amplia y genuina para que
fuera cómoda.
Nos conocimos el verano después de graduarme de la secundaria
cuando él estaba en Florida por una pasantía, después de pasar una noche
en una fiesta de la Universidad de Palm South embaucándome con líneas
cursis y datos sobre los beneficios de la fruta. No es broma, el hombre me
cortejó con trivialidades sobre el mango y la nectarina. En realidad, sabía a
nectarinas, una especie de dulzura picante.
—Por favor, dime que ya casi has terminado de estudiar —cantó en
mi cuello, aun sosteniéndome cerca.
—Ya casi termino de estudiar.
—¡Sí! —celebró, echándose hacia atrás para mirarme, pero
manteniendo sus brazos alrededor de mi cintura—. Iremos a una fiesta en
una casa de playa esta noche.
—¿Iremos?
Asintió.
—Sí. Es informal, hay una piscina y todo, así que vístete con un traje
de baño y cúbrelo con lo que sea. Puedo recogerte y podemos ir juntos.
Me mordí el labio.
—No lo sé, Ethan. Puede que casi esté terminando de estudiar, pero
todavía tengo que escribir ese trabajo antes del lunes.
—¿Y? Vamos, es jueves, y sé que no tienes clases los viernes y que no
trabajas este fin de semana —señaló. No podía discutirlo. Había conseguido
un trabajo en la cafetería y librería del campus, pero había solicitado el fin
de semana libre para poder escribir mi trabajo y estudiar un poco—. Así que
tómate esta noche para divertirte con tu sexy y ansioso novio en la fiesta y
luego podrás trabajar el resto del fin de semana y no te molestaré. Promesa.
Frunció el labio inferior y movió sus pestañas sobre sus oscuros ojos
medianoche. Solo me reí. 59
—De acuerdo.
—¡Gané!
Le di un manotazo en el brazo, pero me agarró la mano y me dio un
beso en el dorso. Ethan siempre era muy dulce. Me tocaba suavemente, me
susurraba cosas dulces al oído, siempre me decía apodos como “hermosa”
y “preciosa”.
—¿A qué hora debo estar lista?
—Digamos que alrededor de las seis. Jamie también estará allí, así
que nos tendrás a los dos, y esta es la oportunidad perfecta para que
conozcas a más personas.
Tragué saliva, mi pulso se aceleró ante la mención de Jamie. Nos
tendrás a los dos. Por ahora era una fantasía a la que me podría
acostumbrar.
—Suena bien.
Sonrió, besándome una vez más antes de soltarme.
—Te veo esta noche.
Ethan salió y me dejé caer en mi escritorio, mirando mis tarjetas de
estudio por quince segundos antes de rendirme y guardarlas. Agarré la llave
para desbloquear mi bicicleta, el único medio de transporte que había traído
a California después de que mi auto muriera en mi último año de
secundaria, y me dirigí a los soportes para bicicletas. Tenía unas cuatro
horas antes que Ethan viniera a recogerme, y necesitaba hacer algunas
compras. El único traje de baño que había traído era un top negro
desgastado y dos partes de abajo de la secundaria que no combinaban, y
ninguno de los dos serviría para la fiesta.
Podría ser la última persona en la cual pensar en este momento, pero
no podía dejar de obsesionarme por cómo Jamie me había estado ignorando.
Si él iba a seguir en ese plan, haría todo lo que estuviera en mi mano para
que le fuera muy difícil continuarlo.

***

Estaba lista antes de tiempo, lo cual fue sorprendente para mí, y traté
de atribuirlo al entusiasmo de ver a Ethan y no al nerviosismo de ver a
Jamie. Probablemente, la verdad se encontraba en algún punto intermedio.
Empujé todos los pensamientos al fondo de mi mente mientras revisaba mi
atuendo en el espejo de nuestro dormitorio. Era un espejo compartido,
colocado frente a dos lavabos entre nuestras dos duchas, llegaba hasta mis
rodillas, pero era suficiente.
Había gastado cincuenta dólares en el top color coral que estaba
usando, pero había valido la pena. Ni siquiera sabía que había trajes de
baño con aros, pero mis apenas copa B fueron empujadas hacia el cielo, 60
haciéndolas lucir más llenas de lo que las había visto antes, y el brillante
rosa-naranja resplandecía contra mi piel moca. Se ataba alrededor de mi
cuello y se abrochaba en mi espalda, lo combiné con una simple parte de
abajo negra que se ataba a cada lado de mi cadera.
El maquillaje todavía era un desafío para mí, ya que Jenna me
ayudaba en la secundaria, pero había usado un sombreado ahumado a
juego con mis ojos grises y un brillo labial nude. Dejé mi cabello natural, los
rizos salían disparados en diferentes direcciones, pero enmarcaban mi
rostro de una manera bastante dócil. Me eché un último vistazo y me estaba
calzando las sandalias doradas cuando Ethan llamó a la puerta principal.
Marie lo dejó pasar antes de que pudiera ponerme la túnica de encaje
negro y se detuvo, recorriéndome con la mirada.
—Maldición.
Me reí, porque no tenía ni idea de cómo reaccionar ante la forma en
la que me estaba mirando. Alcancé la túnica que estaba en el lavabo y me
la puse sobre la cabeza, pero él tenía las manos en mis caderas evitando que
cayera.
—Tal vez deberíamos saltarnos la fiesta —murmuró.
Lo empujé ligeramente hacia la puerta y dejó caer sus manos, la
túnica cubrió mis muslos.
—Nuh-uh. Estoy renunciando a una noche de estudio, señor. Nos
vamos a la fiesta.
Ethan lucía bastante atractivo, vestido con pantalones cortos
patrióticos hasta la rodilla y una camiseta blanca. Me besó en la nariz antes
de agarrar mi mano y guiarme a través de la puerta y hacia su auto.
El viaje fue tranquilo, el viento nos golpeaba en su Mustang
convertible. Dijo que era un regalo de su padre por graduarse de la
secundaria, y eso fue todo lo que necesité para adivinar qué tipo de
educación tenía. Aun así, no habíamos hablado mucho sobre de dónde
veníamos. Para los dos se trataba más de hacia dónde nos dirigíamos. Me
preguntó mucho sobre mi especialidad, que aún no había decidido, y le
encantó contarme sus planes para marcar la diferencia en nuestro país.
Estaba entrando en política, sabía lo que quería con certeza, eso me daba
un poco de celos.
Lo que más me gustaba de Ethan era cuánto creía en mí, incluso
cuando yo no creía en mí misma. Me retó a preguntarme qué quería hacer
con mi vida, y nadie me había hecho pensar en ello. No solo veía a la chica
en su auto esa noche, veía a la mujer en la que se convertiría dentro de diez
años. Era una visión para él, y él era un consuelo para mí.
Menos de media hora después, nos detuvimos ante una gran puerta
rústica y Ethan ingresó un código antes de conducirnos por un largo camino
protegido por árboles a ambos lados. Cuando apareció la mansión a la que 61
nos dirigíamos, me quedé boquiabierta.
Había estado antes en casas en la playa en Florida, pero nada
comparado con el tamaño de esta. Era de dos pisos, al menos un campo de
fútbol de ancho y blanca con paneles de color rojo oscuro. Ethan estacionó
su auto y mantuvo la puerta abierta para mí mientras yo continuaba
mirando.
—Vamos, es hora de presumirte. —Sonrió, ofreciéndome su brazo, y
entrelacé mi brazo con el suyo para que me condujera dentro.
Esperaba pisos de mármol, candelabros altos, elegantes obras de arte
en las paredes y jarrones más caros que mi matrícula en cada mesa y
encontré todo eso. Pero lo que también encontré, que no esperaba, era una
fiesta en toda la casa. La música del DJ que se escuchaba en cada rincón
de la sala de estar era ensordecedora, las luces que fluían de su mesa
atravesaban la multitud de estudiantes. El espacio que había sido dispuesto
frente a su mesa parecía una discoteca y el resto de la casa estaba llena de
diferentes grupos de personas que hablaban, jugaban o tomaban drogas.
—Vaya —respiré.
Ethan pasó una mano por el cortante zumbido mientras seguía mis
ojos.
—Sí, supongo que olvidé mencionar que aquí las cosas se
descontrolan un poco. —Me miró de nuevo, estoy segura que de que mi
expresión era de asombro, y sujetó mis dos manos—. ¿Estás bien? Podemos
irnos. No pasa nada de verdad.
—¡No! —dije demasiado rápido, los dos sonreímos—. Estoy
emocionada de estar aquí, parece… divertido. —Era difícil escuchar mi
propia voz sobre la música, así que me acerqué un poco más a Ethan. Me
besó, corto y dulce, y luego nos unimos a los de la cocina para llenar
nuestros vasos rojos de plástico.
Realmente era importante asistir a esta fiesta. Claro, había ido a
algunas fiestas de la Universidad de Palm South durante el verano, pero
¿esto? Estaba a otro nivel completamente diferente. Esta no era una fiesta
de fraternidad, aunque tenía muchos de los mismos elementos. No, era una
fiesta universitaria de élite. Estaba fascinada, pero estaría mintiendo si
dijera que no me sentía un poco fuera de lugar.
Miré mucho durante la primera hora, colgada del brazo de Ethan
mientras caminaba hacia diferentes grupos. Todos conocían a Ethan,
principalmente debido a su posición en la Asociación Estudiantil, y fue
mágico verlo hablar con tantos grupos diversos de personas. Simplemente
hizo clic con todos.
Me uní a él en algunos bailes en el medio de la improvisada pista de
baile antes de que la música y el calor en el interior fueran demasiado. No
era que no me estuviera divirtiendo, porque lo estaba, pero solo necesitaba 62
aire, un poco de silencio, un poco de calma.
—Voy a salir por un segundo —grité en el oído de Ethan sobre la
música. Asintió y lo besé en la mejilla antes de abrirme paso entre la
multitud. Pasé junto a una mesa de café llena de cuatro líneas de coca y
traté de no mirar mientras cuatro chicas ansiosas las hacían desaparecer
con un rugido de aplausos a su alrededor.
Esta definitivamente no era una fiesta de la Universidad de Palm
South.
Tan pronto como cerré la puerta corrediza de vidrio detrás de mí, fue
como cerrar el mundo entero. Silencio, hermoso silencio.
De hecho, suspiré, inhalando profundamente el aire salado antes de
girar para encontrarme con una de las piscinas más hermosas que había
visto en mi vida. Estaba justo debajo del balcón donde me encontraba, en
una roca gris, con un trampolín en el lado izquierdo. Había una cascada
justo encima del trampolín y un mini puente que conectaba los dos lados de
la piscina. A la derecha, estaba la ilusión de caer al océano que se extendía
por debajo. La luna brillaba esa noche, e iluminó el océano en una línea
recta que continuaba a través de la parte superior de la piscina hasta el
lugar exacto donde me encontraba.
Era extraño, todos estaban vestidos para una fiesta en la piscina, pero
ni una sola alma se encontraba en ella.
—Bastante sorprendente, ¿no?
Debería haberme sobresaltado al escuchar su voz, pero creo que mi
cuerpo ya sabía que estaba allí. Tenía una vibra propia, solo un poco, como
cuando estaba en presencia de un fantasma.
Jamie se inclinó sobre la barandilla a la derecha de la puerta corrediza
de vidrio por la cual acababa de salir, dándome la espalda mientras
levantaba la botella de cerveza hacia sus labios. Me puse a su lado, apoyé
los codos sobre el borde de la barandilla para mirar su reflejo y respiré
hondo. El aire era tan fresco en California, tan ligero. Era cálido y salado
como en Florida, pero no era tan pesado.
—Lo es —respondí finalmente, volviéndome para mirarlo. Siempre me
encantó eso de él, la primera vez que lo veía, el primer impacto. Era un poco
discordante, como una ligera quemadura, pero el regusto era suave,
acogedor, como un viejo amigo que me llama a casa—. ¿Así que ahora
reconoces mi existencia?
Volvió a inclinar la botella encogiéndose de hombros, pero sus ojos
aún no habían abandonado el océano.
—Deja de ser un mocoso, Jamie Shaw —dije, tomando mi propia
bebida. Entonces sonrió, lo vi por el rabillo del ojo.
—No puedo creer que me hayas llamado mocoso.
—No puedo creer que estés actuando como uno. 63
—¿Por qué lo dices? —preguntó, enfrentándome finalmente. Estaba a
la defensiva, pero la línea entre sus cejas se desvaneció una vez que
realmente me miró. Luché contra el impulso de protegerme mientras sus
ojos arrastraban un fuego hacia mi pecho. Supe que la parte superior de mi
bikini había valido la pena porque tragó saliva, mirándome con lujuria y de
repente me pregunté por qué había querido esa atención. Tenía novio y sin
embargo este era el motivo por el cual había desembolsado cincuenta
dólares por un top de bikini. Por la forma en que Jamie me estaba mirando
ahora, por lo que sentía cuando lo hacía.
—Por ignorarme durante el último mes —susurré, mi voz falló cuando
la necesité, pero fue suficiente para volver a llamar su atención hacia mi
rostro.
Se burló.
—No te he estado ignorando, he estado ocupado, y supuse que
probablemente también lo estabas. —No terminó esa oración, pero sabía que
lo que quería decir era que probablemente estaba ocupada con Ethan. Tomó
un largo trago de su botella antes de apoyar nuevamente los codos en la
barandilla—. ¿Te está gustando San Diego?
No me gustaba esta conversación. Parecía forzada, como si fuéramos
dos extraños en lugar de dos personas que solían compartir sus secretos
más profundos.
—Está bien, realmente no he visto mucho —respondí rotundamente,
con una mano en la barandilla y la otra en mi cadera mientras estaba frente
a él.
—¿Ethan no te está enseñando la ciudad? —Percibí el tono burlón
cuando pronunció el nombre de Ethan.
—Lo está haciendo —aclaré—. Me ha estado llevando a muchos
lugares del campus. Me ha contado mucho sobre las tradiciones del campus
y me ha dado algunas ideas de organizaciones a las cuales unirme. También
conseguí un trabajo en la cafetería, lo cual es genial ya que allí él tiene las
reuniones de la Asociación Estudiantil allí.
El perfil de Jamie se veía fuerte contra la luz de la luna, su mandíbula
definida por las sombras que caían debajo de ella.
—Parece que estás en camino a convertirte en la esposa del senador.
—Difícilmente. —Me ahogué de risa, y eso hizo que me mirara de
nuevo—. Tengo diecinueve años, Jamie.
—¿Y? —respondió rápidamente—. Ethan ya está construyendo esa
vida, trabajando en el plan final: el puesto ideal en la Asociación de Gobierno
Estudiantil, las clases ideales, las pasantías ideales con políticos notables…
—hizo una pausa—. La novia ideal.
Miré hacia las puertas corredizas de vidrio donde Ethan estaba con
un grupo, riendo, contando una historia que tenía cautivados a todos los 64
que lo rodeaban. ¿Eso era cierto? Sabía que se estaba metiendo en política,
sabía que él veía allí su futuro, pero, ¿realmente ya lo estaba planeando
todo? ¿Era yo parte de ese plan?
—Bueno, se toma en serio su futuro, no hay nada de malo en ello.
Rio.
—¿Cuánto sabes de él realmente?
Esta vez era mi turno para estar a defensiva, y crucé los brazos debajo
de la parte superior del bikini color coral, lo que atrajo la mirada de Jamie,
solo por un segundo, pero sonreí ante la victoria.
—Sé lo suficiente. Me gusta, así que déjalo.
Cuando los ojos de Jamie volvieron a encontrarse con los míos, se
veían diferentes. Me recordaban a la noche que se graduó, tenían un toque
de travesura, un brillo de desafío.
—¿Qué estás bebiendo?
Abrí la boca para responder, pero permaneció abierta y luché contra
la sonrisa que amenazaba con abrirse paso. Cuando presioné mis labios
para contenerlos, Jamie sonrió.
—B —dijo, y volví a sentir esa quemadura familiar que sentí cuando
entró en el balcón—. ¿Qué estás bebiendo?
Solté un largo suspiro.
—Whiskey.
Una amplia sonrisa apareció en su rostro justo cuando la puerta
corrediza de vidrio se abrió, mezclando nuestro oasis silencioso con el caos
que había adentro. Alguien gritó algo, pero no estaba segura de qué, y luego
los cuerpos chapotearon en la piscina. Parecía que finalmente era una fiesta
en la piscina y justo a tiempo para salvarme de pasar de achispada a
borracha con Whiskey.
—Déjame mostrarte San Diego.
Jamie todavía estaba de pie lo suficientemente cerca como para sentir
su aliento en mis labios cuando pronunció las palabras.
—Tengo que estudiar.
Se rio, pero se acercó un milímetro más, el calor se multiplicó.
—No tiene que ser mañana, solo déjame sacarte y enseñarte tu nueva
ciudad. Apuesto a que aún no has surfeado, y eso es un crimen.
Tenía razón, todavía no había sacado mi tabla y estaba ansiosa. Mi
agarre sobre la barandilla se apretó, manteniéndome en mi lugar. Quería
alejarme y al mismo tiempo quería inclinarme más cerca. No tenía ni puta
idea de lo que quería.
Finalmente, encontré mi voz a tiempo para responder:
—Bueno.
—¡B! —Mi nombre se escuchó al otro lado de la piscina y Jamie y yo
nos inclinamos para encontrar de dónde venía. Ethan saludó desde donde 65
se encontraba, en el trampolín de la piscina, llamándome. Asentí, sonriendo
y me volví hacia Jamie.
—Supongo que te veré por ahí.
Los ojos de Jamie seguían fijos en Ethan, pero finalmente dejó de
mirarlo para volverse hacia mí una vez más.
—Sí, lo harás. —Me miró por un minuto, y no pude ignorar la forma
en que sus ojos habían cambiado. Eran de un marrón más oscuro,
profundo, sombreados con malas intenciones—. ¿Recuerdas como solías
decir que no juego limpio?
Alcé una ceja.
—Sí…
Sus ojos ardieron cuando se alejó de mí, y sentí la pérdida de energía
al instante. Se humedeció los labios y mis ojos siguieron el movimiento de
su lengua.
—Solo quería asegurarme de que no lo habías olvidado. —Dicho eso,
agarró la camiseta de Alder que llevaba puesta y se la quitó sobre la cabeza,
dejándola caer a sus pies. Se me cortó la respiración al ver sus abdominales
en plena exhibición, estaban más definidos que la última vez. Noté la cicatriz
de su cadera, la que quería tan desesperadamente trazar con mis dedos y
volví a encontrarme con sus ojos justo a tiempo para que me guiñara uno.
Luego se subió a la barandilla y saltó a la piscina con el sonido de la rugiente
multitud.
¿Sabes de esos instintos que te advierten de una muerte inminente?
Tuve enjambres de ellos esa noche mientras bailábamos el uno alrededor
del otro en la fiesta, sin acercarnos lo suficiente como para volver hablar,
pero sin perdernos de vista. Me quedé cerca de Ethan y Jamie mantuvo la
distancia, pero cada vez que nuestros ojos se encontraban en la multitud,
mi estómago se retorcía en advertencia.
Debería haber escuchado, pero si aún no te has dado cuenta, las
señales de precaución no funcionaban cuando se trataba de Jamie.

66
5
Manchada
unque sabía que eventualmente cedería, resistí las primeras

A
veces que Jamie me invitó a salir después de esa noche. La
primera vez, ni siquiera una semana después, dije que estaba
estudiando. La vez después de eso, que estaba con Ethan. Y la
tercera vez, alegué tener calambres menstruales. Pensé con
seguridad que lo olvidaría después de la última excusa. Pero lo
que pasa con el whiskey es que es una bebida obstinada que se niega a ser
ignorada. No se queda en un estante en una hermosa botella y espera
pacientemente. No, clama por atención, y esas eran noticias de mierda para
67
tontos sedientos como yo.
Eran apenas las diez de la mañana y, sin embargo, ya había trabajado
un turno completo de seis horas en la cafetería. Abrir apestaba,
especialmente porque el mayor pico del día se producía entre las seis y las
nueve. Tan agradecida como estaba por el trabajo, extrañaba dormir
intensamente.
Estaba bostezando, lista para pasar un viernes acurrucada en mi
pequeña cama gemela cuando doblé en la esquina de mi dormitorio y vi a
Jamie apoyado contra el mismo Jeep rojo cereza que había conducido en la
secundaria. Ni siquiera estaba en un lugar de estacionamiento, simplemente
se detuvo en la acera más cercana a la entrada de la zona donde se
encontraba mi dormitorio.
Al principio no me vio, y me tomé esos pocos momentos robados para
verlo descaradamente. Seguía siendo tan delgado y alto lo como era en la
secundaria, pero sus brazos se habían llenado desde entonces. De hecho,
parecía que todo él se había llenado, incluso su cuello, lo cual era algo
extraño de notar sobre una persona. Estaba en un estado extraño entre el
estudiante de secundaria que había dejado en la playa hace más de un año
y el hombre que no estaba segura de tener el privilegio de conocer dentro de
unos cinco años.
Cuando notó que me acercaba, Jamie se enderezó, con una sonrisa
maliciosa en su rostro.
—Hola, dormilona —ofreció mientras me acercaba a él con otro
bostezo.
—Estoy bastante segura de que esto es ilegal —hablé a través de él,
mi voz se transformó, señalando su Jeep en un movimiento extenso.
—Está bien. No hay posibilidad de que nos atrapen ya que estamos a
punto de movernos.
—¿Nosotros?
El asintió.
—Nosotros. Sube.
—Jamie… —comencé a discutir.
—Nop. Sin excusas. He escuchado suficiente de eso en las últimas
semanas. —Se alejó de su Jeep y caminó al otro lado, abriendo la puerta del
pasajero—. Vámonos.
—Estoy tan cansada. Y no estoy vestida para nada. —Hice un gesto
hacia mis pantalones cortos blancos y la camisa verde pálido que me había
puesto para trabajar.
—Lo que llevas puesto está bien. Y vamos a tomar café. —Levantó una
ceja y volvió a asentir hacia el asiento delantero—. Vamos. Entra.
Debatí discutir nuevamente, pero en ese momento supe que era inútil. 68
—Mocoso —resoplé mientras me deslizaba dentro.
Jamie sonrió, pero no presiono su suerte, simplemente cerró la puerta
detrás de mí y trotó hacia el lado del conductor. Debo admitir que fue
surrealista estar de vuelta en ese asiento, en ese Jeep. Una avalancha de
recuerdos me inundó, de largas noches conduciendo alrededor de nuestra
perezosa ciudad playera en el sur de Florida, hablando de nuestros miedos,
nuestros secretos, nuestros sueños.
—Ella te ha extrañado —dijo, mirándome mientras mis dedos
trazaban la consola.
—¿Ella?
—ScarJo —respondió, abriendo sus brazos para hacer gesto hacia su
auto.
—Oh Dios mío, no puedes hablar en serio. ¿Cómo Scarlett Johansen?
—¡Oye! —se defendió Jamie—. ¡No me juzgues! Era un chico de
dieciséis años cachondo cuando la obtuve.
—Nerd —bromeé, pero cuando pasé la mano por el panel de la puerta,
suspiré contenta y me recosté en el asiento, quitándome las sandalias y
apoyando los pies en el tablero. Casa—. Se siente como si este asiento me
perteneciera.
Miré a Jamie y me estaba mirando de esa manera peculiar, con el
menor indicio de una sonrisa descansando en sus labios. Quería
preguntarle qué estaba pensando, pero antes de tener la oportunidad, su
mano encontró la palanca de cambios y nos puso en marcha.
—Vamos a ver a San Diego.

***

La primera hora, Jamie solo condujo. No creo que realmente tuviera


un lugar en mente. Su Jeep recorrió lentamente las calles de las diferentes
áreas de San Diego, llevándonos a través de Chula Vista hacia el corazón
del centro. Ambos miramos la ciudad, señalando aquí y allá, rara vez
diciendo algo. Claude Debussy se mezcló con el viento de California, lo que
lo hizo la más increíble banda sonora para nuestro viaje. Estaba soleado,
pero las nubes estaban blancas e hinchadas ese día y nos dieron un respiro
del sol.
Por un momento, ni siquiera pensé en estar cansada. San Diego era
una ciudad tan artística, y parecía que había algo colorido y llamativo en
cada esquina. Aun así, eventualmente, los bostezos me alcanzaron de
nuevo, y Jamie dijo que conocía el lugar perfecto para tomar café.
Cuando llegamos al destino que tenía en mente, mis pies golpearon el
suelo y una carcajada salió de mi garganta.
—Tienes que estar bromeando. 69
—No lo estoy.
—No eres lindo, Jamie Shaw —respondí, empujando mis lentes de sol
en la parte superior de mi cabeza para ver mejor.
The Cat Café.
—Lo sé. ¿Y qué? Pensé que podríamos honrar la memoria de Rory.
Además, si te duermes en nuestra primera cita, nunca lo superaré.
Puse mis ojos en blanco mientras él daba vueltas para encontrar
estacionamiento.
—Esta no es una cita.
—Es un chico y una chica haciendo cosas divertidas juntos.
—Como amigos.
—O… —bromeó Jamie, encontrando un lugar. Metió el Jeep con una
sonrisa torcida en su rostro.
—Tengo novio.
Se estaba desabrochando el cinturón de seguridad, pero se detuvo por
un momento, con los ojos fijos en donde su mano todavía sostenía la hebilla.
Aspiró, se sonó el cuello y luego lo soltó.
—Vamos. Vamos a conseguirte cafeína.
Lo dejé evitar la declaración, principalmente porque me estaba
muriendo por café. Uno pensaría que trabajar en una cafetería haría que no
lo quisiera tanto, pero en realidad fue todo lo contrario. Empezaba todas las
mañanas con una taza de Joe y estaba lejos de oponerme a una bebida por
la tarde en este momento.
Jamie parecía ido en sus pensamientos mientras caminábamos por la
calle hasta el café, con las manos metidas en los bolsillos y los ojos en el
adoquín debajo de nuestros pies, pero cuando abrimos la puerta del café, se
animó de nuevo.
Me pareció un poco extraño. Nos dirigimos directamente hacia una
decisión en forma de dos pasillos bastante corrientes. Jamie me condujo
recto por el pasillo donde estaba un mostrador que se parecía a un
mostrador de comida de la secundaria. Hicimos nuestros pedidos mientras
observaba las huellas de patas en la pared y los bocadillos para comprar. Al
final, Jamie optó por café negro mientras yo elegí el americano, y con las
bebidas calientes en la mano, regresamos al otro pasillo. Cuando salimos a
una habitación abierta con asientos a lo largo de las paredes, casi dejo caer
la taza en mi mano.
—¡Mierda! —dije, más fuerte de lo que pretendía, definitivamente lo
suficientemente fuerte como para que la pareja sentada en la primera mesa
me escuchara—. ¡Hay verdaderos malditos gatos aquí!
Jamie soltó una carcajada, deteniéndose en la entrada conmigo para
que ambos pudiéramos mirar a nuestro alrededor. El interior del café era
pintoresco, algo rústico con madera de color marrón que calentaban las 70
paredes y los pisos de la habitación. Pero había toques de color; una puerta
roja cerca de la parte posterior, almohadas de color naranja brillante en el
suelo aquí y allá, y paraísos de gatos y juguetes de colores brillantes cubrían
toda el área.
Y había gatos en todos lados.
—Cuando dijeron Cat Café, no sabía que se suponía que debía tomarlo
tan literalmente —reflexioné, con los ojos todavía vagando por el espacio
mientras un gato atigrado de rayas negras y grises se entrelazaba entre mis
tobillos. Arqueó la espalda mientras se frotaba contra mi pierna desnuda,
luego se alejó, dejándose caer sobre una de las almohadas vacías y
mirándome como si preguntara: “¿Qué estas esperando?”
—Cuidado. Creo que esa está tramando cómo tenerte a solas y en una
bañera. —Jamie esbozó una sonrisa ante su propia broma y lo miré
fijamente antes de seguir adelante y reclamar una de las últimas mesas
disponibles. Algunos clientes estaban sentados en el suelo con los gatos,
jugando con diferentes juguetes o posando para fotos, mientras que otros
se sentaban en mesas pequeñas como la que Jamie y yo habíamos
seleccionado.
—De todos modos, ¿cómo recuerdas esa historia? —le pregunté,
sorbiendo mi americano a la sinfonía de suaves maullidos y charla humana
a nuestro alrededor.
—¿Cómo no iba a hacerlo? Te caíste con tu culo desnudo en un
montón de mierda de gato.
—Eres el peor.
Jamie se echó a reír.
—Oh, vamos, no puedes odiar a los gatos para siempre. —Dejó su café
con cuidado y tomó un pequeño gato negro que se había acercado a nuestra
mesa—. Mira. Este es tan dulce.
Acunó al pequeño en un brazo como una pelota de fútbol, rascándolo
detrás de la oreja antes de frotar su barriga y repetir el proceso. Y como si
Jamie Shaw no fuera lo suficiente caliente, sexo andante, estaba
sosteniendo un gatito en una cafetería con una sombra de barba que se
burlaba de su mandíbula.
Señor, ayúdame.
Bebimos nuestro café lentamente, contándonos el último año y medio.
Me encantó escuchar sobre la familia de Jamie y él se entretuvo con mis
historias sobre Jenna y yo durante el último año. Estaba impresionado de
que ella asistiera a la Universidad de Nueva York, y traté de no sentir esa
familiar punzada de celos cuando me hizo una docena de preguntas sobre
ella.
Fue muy cómodo entre nosotros, incluso en el silencio, y eso es lo que
más me gustaba de nuestro tiempo juntos. Nunca se sintió forzado. 71
Sin embargo, hubo estos pequeños momentos, casi microscópicos, de
energía cargada entre nosotros que rompía la comodidad de vez en cuando.
Vinieron cuando uno de nosotros miraba un poco más, o sonreía demasiado,
o pensaba demasiado. Eran casi como pequeños choques a nuestro sistema
para asegurarnos de que prestábamos atención, que no nos dejamos ir
demasiado, y creo que eran esos momentos los que más ansiábamos.
Cuando nuestras tazas estaban vacías y habíamos hecho rondas para
jugar con todos y cada uno de los gatos en el café, Jamie miró la hora en su
teléfono.
—¿Todavía escribes?
Todavía estaba arrodillada, acariciando al mismo gato atigrado que
nos había recibido en la puerta, y lo miré fijamente.
—¿Sí? —No podía creer que lo recordara. Acababa de empezar a
escribir el año que conocí a Jamie, y desde que se fue, lentamente me
encontré escribiendo más y más. Por lo general, solo era poesía o tareas
para la escuela, pero podía verme construyendo un mundo algún día, contar
una historia que significó algo para mí.
—¿Por qué?
Extendió su mano y dejé que me ayudara a levantarme, quitando el
pelo de mis palmas cuando una sonrisa se dibujó en los labios de Jamie.
—¿Te gustaría visitar al autor más popular de la ciudad?
***

Tomó todo de mí, incluyendo una mano dura sobre mi boca, para no
reírme.
Los puños de Jamie estaban apretados, su rostro rojo mientras
escuchaba a la bibliotecaria decirnos por octava vez que de ninguna manera
íbamos a ver la colección del Dr. Seuss.
—Como le he explicado, señor, no está abierta al público. Ofrecemos
exhibiciones durante el mes de marzo, por su cumpleaños y, a veces,
durante el verano, pero en este momento...
—¡Esto no tiene ningún sentido! —La voz de Jamie siempre había sido
suave, baja, pero en este momento estaba en auge, y mientras yo estaba a
punto de reírme, la pequeña bibliotecaria no lo estaba. Tenía ojos de búho
que, incluso entrecerrados hacia Jamie, ocupaban todo su rostro. Era casi
tan alta como yo lo era en quinto grado, pero no retrocedía—. Entonces está
diciéndome que la colección todavía está aquí. Todo está aquí. ¿Pero por
alguna jodida razón está bloqueada y nadie puede verla?
—Señor, la colección es muy frágil. Solo investigadores que hayan
obtenido permiso pueden obtener acceso a la colección.
—Solo queremos verla —declaró—. No tocaremos nada. 72
—Lo siento —dijo de nuevo—. Ahora, si continúa levantando la voz,
tendré que pedirte amablemente que se vayas. Esta es una biblioteca.
Jamie se burló, levantando las manos en señal de rendición.
—¡Exactamente! ¡Una biblioteca! Pero, ¡no nos dejarás ver los malditos
libros!
La bibliotecaria puso los ojos en blanco con cansancio justo cuando
la risa me ganó y agarre el brazo de Jamie.
—Vamos, está bien. Vámonos.
Apuntó a su nariz mientras lo apartaba.
—El karma es real, señora Seuss Seguridad. Solo recuerda eso.
Me reí aún más fuerte, tirando de él con más fuerza para sacarlo por
la puerta principal y de vuelta a la pasarela de la biblioteca de la Universidad
de California San Diego, de la Biblioteca Geisel para ser exactos, llamada
así por el único Theodore Seuss Geisel.
Dr. Seuss.
—Por increíble que hubiera sido ver esa colección, no vale la pena que
te arresten —dije a través de mi risa, mirándolo de vuelta. Jamie seguía
frunciendo el ceño y aprendí rápidamente que mirar hacia atrás mientras
trataba de tirar de él hacia adelante y caminar al mismo tiempo resultó ser
demasiado para mi coordinación mano-ojo. Me tropecé con mis propios pies,
disparando hacia delante antes de que los brazos de Jamie me rodearan la
cintura, atrapándome y estabilizándome.
Y luego, estaba frente a él. Mis ojos en mis manos habían encontrado
su pecho. Sus manos en mis caderas. Lo miré e inmediatamente deseé no
haberlo hecho.
—Gracias —murmuré, poniendo cierta distancia entre nosotros—.
¿Puedes tomarme una foto? —Saqué mi teléfono y se lo entregué antes de
que pudiera responder. Antes de que pudiera mirar por más tiempo.
Recuperando el aliento, puse mi mejor sonrisa y levanté mis brazos para
enmarcar el letrero con el nombre de la biblioteca sobre mí.
—Ella era una bloqueadora de documentos —dijo Jamie, y esperó a
que me riera antes de tomarme la foto.
—Eso es realmente inteligente.
Hizo una reverencia y me devolvió el teléfono, y sentí como volvía a
sentirse cómodo. Sacarlo de esa biblioteca había sido el primer paso, y ahora
parecía estar sacudiéndolo.
—Hay un sendero de serpiente por aquí —dijo Jamie, señalando a un
lado de la biblioteca—. Atraviesa algunos árboles frutales. No tuve la
oportunidad de echarle un vistazo cuando vine para el recorrido por el
campus, y desde que terminé en Alder, no he llegado hasta aquí. ¿Quieres
caminar por un rato?
—Por supuesto. 73
Era un lugar estupendo, no solo la biblioteca sino también el campus
universitario. Me encantó la idea de una biblioteca completa dedicada a un
autor. ¿Poder ser capaz de escribir historias que inspiraron de la forma en
que él lo hizo? ¿Qué conmoviera a la gente? Eso era algo especial.
—Entonces —dijo Jamie mientras nos dirigíamos hacia el camino.
Pude ver la cabeza de la serpiente asomándose por la acera delante de
nosotros, azulejos de diferentes colores creando la ilusión—. ¿Qué escribes?
—Depende. Principalmente poemas en este momento, pero creo que
me gustaría escribir una novela algún día. Tal vez.
—¿Posible licenciatura?
Arrugué la nariz.
—No sé sobre eso.
Jamie sonrió.
—Ah sí, casi lo olvido. Sra. Indecisa. —Le saqué la lengua y él se pasó
las gafas de sol sobre los ojos—. Bueno, ¿también te gusta leer?
—Por supuesto.
Se encogió de hombros, guiándonos entre los dos primeros árboles
frutales.
—Siempre podría trabajar en una editorial.
—¿Sí? —Rocé mi mano contra una de las hojas—. Nunca pensé
realmente en eso. Eso podría ser genial. Me encanta leer, y creo que podría
ser una vendedora bastante buena.
—Oh, sí —dijo Jamie, y le di un codazo a la broma que descansaba
debajo de su comentario—. Entonces, ¿qué te gusta leer?
—Leo un montón de cosas. Muchos géneros. En este momento estoy
leyendo romance.
—¡¿Romance?! —exclamó Jamie con una sonrisa—. Oh, hombre.
¿Ethan lo sabe?
—No sé, estoy segura de que me ha visto con mis libros una o dos
veces. ¿Por qué importa?
Él se encogió de hombros.
—Solo digo que me gustaría saber si no estoy complaciendo a mi chica
lo suficiente y ella necesita un libro de sexo caliente para excitarse.
—Oh, Dios mío, ¡Jamie! —Detuve nuestra caminata, justo cuando dos
chicas con libros presionados en sus pechos pasaron a nuestro lado—. Ni
siquiera es así. En absoluto.
—Claro —dijo con una sonrisa divertida. Bastardo.
—No lo es. Leo romance porque es divertido enamorarse. Y con los
libros de romance, puedo hacerlo una y otra vez. Llego a ser diferentes tipos
de amantes, puedo sentir el corazón roto del amor y los éxitos. El amor es
la emoción más poderosa y real que sentimos, y creo que es mágico que
podamos experimentar algunos de los mayores amores de todos los tiempos 74
a través de los libros.
—Excepto que no son reales.
Resoplé.
—Eres imposible.
Comenzamos a caminar nuevamente y Jamie se disculpó.
—Solo bromeo. Estoy seguro de que son estupendos —hizo una
pausa, pero la curiosidad se apoderó de él—. Entonces Ethan te está
satisfaciendo entre las sábanas, ¿eh?
—No estamos hablando de esto.
—Oh, vamos —suplicó—. Te conté toda lo sucio cuando estaba
saliendo con Jenna. Me debes.
Eso era verdad. Me había contado más de lo que quería saber sobre
sus... aventuras y las de Jenna.
—Sí, tampoco eras exactamente como un santo.
—Cierto —admitió—. Pero las líneas siempre han sido bastante
borrosas con nosotros, ¿no?
No era una pregunta. Fue una declaración. Y era la verdad.
Suspiré. Era solo Jamie. Quiero decir, este era el tipo con el que había
compartido la historia sobre mi nombre, la historia más personal de mi vida.
Me había llamado su mejor amiga. Y de alguna manera, siempre se sintió
como el mío.
—Bien. Pero no te burles.
—Lo juro.
Puse los ojos en blanco, porque definitivamente no le creía, pero de
todos modos dejé escapar un largo suspiro.
—Realmente no sé qué decir.
—Dime cómo es Ethan en la cama —dijo Jamie simplemente.
Me resistí a su avance, sacudiendo mi cabeza.
—No lo sé. —Estaba nerviosa, atascada—. Él está bien.
—¿Bien? Estamos hablando de sexo, B. No de una vajilla.
—¡Dijiste que sin burlas!
—Mentí.
—Claramente.
—En serio —dijo, haciéndonos parar nuevamente. Estábamos justo
en el centro del sedero de serpiente, los árboles protegiéndonos del mundo
exterior, aunque solo fuera por un momento.
—Vamos. El sexo no es una cosa tabú. Se debe hablar de eso. Se trata
de encontrar lo que funciona para ti, lo que te trae placer.
Dios, solo escuchar esa palabra salir de sus labios envió una oleada
de calor de mi rostro hasta los dedos de mis pies.
—Él es bueno. Bueno... —me callé—. Simplemente, desearía que fuera
más... emocionante. Es tan dulce, gentil, y eso es agradable, pero... —Me 75
sonrojé. Esto era lo máximo que había hablado sobre sexo, incluidas las
pocas veces que me había abierto a Jenna, y no quería sentir vergüenza,
pero la sentía—. No hay verdadera pasión. No hay urgencia. Estoy a favor
de cosas dulces susurradas en mi oído, pero a veces solo quiero ser arrojada
a la cama, ¿sabes? Arrasada. Como si no pudiera entender la idea de
quitarme las manos de encima.
Estaba balbuceando, mirando alrededor del jardín, temiendo que
alguien nos escuchara. Pero cuando miré a Jamie, todo se detuvo. El calor
del sol se cerró alrededor de nosotros y de repente el simbolismo de dónde
estábamos tuvo sentido. Un sendero de serpiente, en un jardín. Me sentía
como Eva, y aquí estaba Jamie, la jugosa manzana roja, burlándose de mí.
Retándome.
Sus ojos estaban caídos, y nunca antes me había fascinado tanto ver
a alguien respirar, pero había un hundimiento que aparecía una y otra vez
en la base de su cuello mientras inhalaba. Desapareció cuando dejó escapar
el siguiente aliento, y conté ese movimiento nueve veces antes de que
hablara.
—Lo entiendo.
Solo dijo dos palabras, bajas y sin aliento, y supe que era porque no
confiaba en sí mismo con más que eso.
—Probablemente sea demasiado tarde para surfear, ¿eh? —pregunté,
mirando lo bajo que estaba el sol en el cielo.
—¿Hoy? —preguntó, saliendo de nuestra niebla—. Sí. Pero podríamos
ir mañana. Levantarnos súper temprano, atrapar las olas de la mañana.
¿Qué dices?
Ni siquiera lo dudé.
—Estoy dentro.
Jamie sonrió, esa sonrisa brillante y llena de dientes, y luego
caminamos de regreso al Jeep en un cómodo silencio.
Me dejó a las cinco en punto después de que rechacé su invitación a
cenar. Estaba exhausta, y si estábamos madrugando, quería dormir.
Ethan me envió un mensaje de texto dos veces, una mientras estaba
en el Jeep con Jamie y otra vez después de que volviera a mi dormitorio.
Quería pasar el rato, pero también lo rechacé. Le dije que estaba cansada,
lo cual era cierto, pero lo que no le dije fue que necesitaba un minuto. Mi
día con Jamie no cambió nada de lo que sentía por Ethan, pero me recordó
todo lo que siempre sentí por Jamie. Todos los pensamientos que había
dejado en la playa la mañana después de la graduación de Jamie habían
sido reunidos nuevamente, y ahora aquí estaban, prevalentes en mi mente
y esperando que los abordara.
Deseé desesperadamente tener una bañera, porque todo lo que quería
hacer era tomar un largo y caliente baño y remojarme durante horas, en el 76
agua y en mis pensamientos.
No podía creer que Jamie recordara tanto de mí. Sobre nosotros. Y de
alguna manera me trajo más consuelo que cualquier otra cosa porque
también lo recordaba. Resultó que una mancha de Whiskey era tan
permanente como la tinta, y me preguntaba si alguna vez realmente me
limpiaría.
O si incluso quisiera hacerlo.
6
Regusto
, despierta.

—B
—Mmmm —murmuré, estirándome para
golpear el despertador que estaba diciendo mi
nombre. Mi mano encontró un cálido y duro cuerpo,
y tiré de la camiseta que lo cubría—. Duerme.
Hubo una risita y mis ojos se abrieron, mi
habitación seguía a oscuras salvo por la lamparita que había enchufado.
—Vamos. Debemos ponernos en marcha si queremos atrapar las olas
de la mañana.
77
Jamie.
Mi mano se retiró e hice las mantas a un lado, confundida.
—¿Cómo entraste? —Agarré mi teléfono enseguida. Las 5:35 AM.
—Me dejaste entrar, tonta. Te llamé.
—¿Qué? —Me desplacé por mi registro de llamadas y en efecto, su
nombre estaba ahí, ni tan siquiera cinco minutos antes—. Estoy muy
confundida.
Jamie se sentó en el borde de la cama y de pronto deseé tener la manta
todavía. No llevaba puesto nada más que unos calzoncillos y una camiseta
corta.
—Me dejaste entrar. Después me agarraste de la mano y me
arrastraste hasta aquí antes de meterte de nuevo en la cama.
—Oh, Dios mío. —Mi mano golpeó mi frente y Jamie volvió a reírse
entre dientes. Me encantaba ese sonido. La ronquera de este.
—Relájate. Simplemente estás cansada. Podemos hacer esto en otro
momento si quieres descansar.
—No —dije rápidamente, pasando a su lado apresuradamente. Agarré
mi bañador del primer cajón de mi cómoda, sin siquiera molestarme en
esconder mi trasero en esos diminutos calzoncillos que llevaba puestos,
dado que al parecer ya lo había desfilado esa mañana—. Dame un segundo
para cambiarme.
—No tienes que hacerlo, podemos…
—Quiero hacerlo. Llevo aquí casi dos meses y todavía no he surfeado.
Y bueno, esa es una de las mayores razones por las que quería venir a
California.
Jamie asintió, levantándose de su asiento en la cama y tomando la
tabla de surf que estaba apoyada contra mi armario.
—De acuerdo, entonces. Ve a vestirte. Estoy estacionado en el
Estacionamiento G.
Levantó mi tabla entre su brazo y sus costillas y mantuve la puerta
abierta para que saliera antes de excusarme para entrar al baño que
compartía con Marie.
Desplomándome en el inodoro, me obligué a tomar tres largas
inhalaciones. Estaba emocionada por ir a surfear, pero ser despertada tan
de cerca por Jamie y yo con tan poca ropa hacía que mi sangre bombeara.
Decidí no pensar demasiado en ello, cambiándome rápidamente y
lavándome los dientes antes de salir corriendo hacia el Jeep de Jamie. Era
una vista que había extrañado, nuestras tablas atadas al techo de este y
Jamie esperando dentro con la ventanilla bajada y una sonrisa en su rostro,
mientras el cielo acababa apenas de cambiar con las primeras tonalidades
celestes de la luz del día. 78
Hoy sería un buen día.
—¿Qué es eso? —preguntó Jamie observando el viejo y sencillo
bañador que llevaba bajo la camiseta y los pantalones cortos.
—¿Mi traje de baño?
Él soltó una risa.
—Te vas a congelar. ¿Tienes un traje de neopreno? —Sacudí la cabeza
y él puso el auto en marcha—. Muy bien, entonces esa será nuestra primera
parada.
La conversación de camino a la playa fue relajada, mayormente Jamie
hablándome de sus lugares favoritos para surfear que había encontrado
desde que había estado aquí. Me llevó a Windansea, lo que por sí solo era
una locura, teniendo en cuenta cuantas veces había escuchado hablar de
ella viendo surf profesional en la televisión. No era que estuviera
obsesionada con ver surf, ya que el surf para mí siempre fue más una
liberación personal, pero sí lo veía de vez en cuando. Y Windansea era
mencionada a menudo como el hogar de los grandes surfistas.
Mi teléfono sonó con un mensaje de texto de Ethan justo cuando
llegamos a la playa con mi traje de neopreno nuevo doblado en mi regazo y
esperando a que me lo pusiera. Jamie salió del Jeep rápidamente para
ponerse a trabajar en bajar nuestras tablas mientras yo miraba fijamente,
preguntándome qué contestar.
Oye, traté de sorprenderte con el desayuno en la cama. ¿Dónde
estás?
Tecleé una respuesta, pero debatí la última parte. Decidiendo no
añadir con quien estaba, me limité a responder a su pregunta.
Finalmente decidí echarle un vistazo al surf. ¿Te llamo cuando regrese
al campus?
Parece un plan. Quiero llevar a mi chica a cena.
Sonreí.
Eso me gustaría.
Entonces es una cita. ¡Diviértete ahí afuera!
Metí el teléfono en el bolsillo de mi bolsa de playa y suspiré, sintiendo
una extraña punzada de culpa retorcerme el estómago. No estaba haciendo
nada malo al surfear con Jamie, así que entonces, ¿por qué me sentía
inclinada a mantener su nombre fuera de mi respuesta a Ethan?
—¿Lista? —Jamie apareció a mi lado de repente, abriendo la puerta
del lado del copiloto mientras yo salía de un salto. Y ahí fue cuando me
golpeó.
Estaba a punto de surfear las olas de California.
Mi sonrisa parecía demasiado grande para mi rostro mientras
agarraba mi tabla del lugar en el que estaba apoyada contra el Jeep de
Jamie. 79
—Vamos a hacerlo.
Bajamos hacia la playa, la cual era prácticamente rocosa y parecía
casi vacía mientras el sol se elevaba detrás de nosotros. Ya había algunos
surfistas en el agua, pero no estaba ni de cerca tan abarrotada como lo
habrían estado las playas en casa. Por otro lado, era octubre y llegamos
temprano. Me imaginaba que muy pronto se llenaría.
Jamie y yo no perdimos el tiempo, abandonado nuestras bolsas cerca
de una pequeña choza de surf y poniéndonos los trajes de neopreno. Al
principio se sintió extraño, pero al minuto en que los dedos de mis pies
tocaron el agua helada, estuve inmediatamente agradecida por la cobertura.
Siseé, dando un paso atrás al principio, y Jamie se rio.
—Te dije que te congelarías.
Afortunadamente el sol ya estaba empezando a calentar el aire a
nuestro alrededor, y el agua fría no era suficiente para mantenerme alejada
de uno de mis sueños: surfear en California.
Al minuto en que tumbé mi tabla y me subí en ella, con la correa
alrededor de mi tobillo y los brazos a ambos lados listos para remar, me
sentí en casa al instante.
—Dios, he echado esto de menos —murmuré.
—Yo también —respondió Jamie, pero aún no estaba sobre su tabla.
En vez de eso, me estaba mirando fijamente. Me senté a horcajadas sobre la
tabla y le sonreí. Su cabello había crecido un poco desde que llegué al
campus, y en ese momento, en el agua, subiéndose en su tabla, parecía mi
Jamie.
Aprendí un montón sobre mí ese día. Como que, sin importar cuan
bocaza fuera, surfear en California era más duro de lo que pensaba. No es
que no pudiera hacerlo, porque lo hice, sino que remar no era tan fácil como
lo era en Florida, y aquí las olas eran más grandes, lo que significaba
modificar mi conocimiento sobre cuándo atraparlas y cómo montarlas. Le
tomé el truco pronto, y Jamie y yo atrapamos ola tras ola toda la mañana y
hasta bien entrada la tarde.
Aun así, tuvimos que tomar un montón de descansos. Mi aguante era
triste comparado con lo que había sido el surf en Florida. Pero Jamie nos
había preparado un almuerzo, así que pasamos mucho tiempo en la playa,
riéndonos y absorbiendo el sol, por lo que estaba muy agradecida. No había
esperado que el agua estuviera tan fría como lo estaba, y eso, combinado
con la intensidad del surf, era agotador de la mejor manera.
Disminuimos la velocidad después del almuerzo, tomándonos nuestro
tiempo, sentados uno al lado del otro sobre nuestras tablas y hablando entre
la pesca de olas. Cuando el sol estaba alto en el cielo y las olas estaban más
agitadas, supe que teníamos que regresar al campus para que pudiera
prepararme para mi cita con Ethan. No quería dejar las olas, pero, por otro 80
lado, sabía que estarían aquí y esperaba que Jamie quisiera volver a
sacarme pronto.
—La próxima vez, deberíamos ir a Imperial Beach Pier. Está un poco
más abarrotada, pero es divertida. Podemos almorzar también. Hay un
montón de marisquerías.
—Eso me encantaría —respondí con sinceridad antes de suspirar—.
No quiero irme, pero deberíamos regresar.
—Aw, ¿estás cansada? ¿Las olas de California son demasiado para ti?
Puse los ojos en blanco.
—Tengo una cita con Ethan esta noche —dije, girándome hacia Jamie.
No sé por qué esperaba algún tipo de reacción por su parte, ya que no
encontré nada.
—Oh. Bien. Entonces vamos a atrapar una última ola. —Sonrió,
cayendo hacia delante sobre su tabla antes de remar.
Y eso fue todo.
Parecía un poco surrealista mientras hacíamos la caminata de regreso
hacia el muelle en el que habíamos estacionado. Por fin había surfeado en
California, y el día había pasado tan deprisa que casi me olvidé de asimilarlo.
Así que, después que cargamos las tablas y de que Jamie se pusiera una
camiseta, caminé de regreso hacia el muelle y miré las olas, observando a
los surfistas montarlas.
Todavía estaba tiritando, aún con el traje de neopreno abandonado en
el Jeep y un suéter liviano por encima de mi traje de baño. Mis rizos eran
grandes y encrespados por el agua salada mientras volaban por la brisa del
mar a mi alrededor, bloqueando mi visión de vez en cuando y haciéndome
recordar mi hogar.
Sentí a Jamie a mi lado y ambos descansamos los codos en la
barandilla con los ojos en el agua.
—No puedo creerme que estemos en California.
Jamie sonrió.
—Juntos.
Entrecerré los ojos por el sol cuando me giré hacia él, mis gafas de sol
seguían en el auto.
—Gracias por el día de hoy, Jamie. También por el de ayer.
—Acabamos de empezar —respondió y sentí esas palabras en mi
corazón. Acabamos de empezar.
Estuvimos ahí de pie un momento, ambos en silencio, y después él se
volvió a inclinar sobre la barandilla con una sonrisa relajada.
—A propósito, tengo que preguntar. ¿Cómo es que dejaste el sujetador
con relleno en casa? Estaba deseando verte tratar de surfear con él.
Le di un codazo y entrecerré los ojos.
—Era una fiesta en la piscina, ¿bien? Necesitaba algo más llamativo 81
que mis camisetas de surf que hacen que parezca un chico. —Le eché un
vistazo a la parte superior del bikini que llevaba puesto debajo del suéter de
malla, un top negro y verde lima que combinaba con mi tabla y hacía que
me viera tan plana como una.
—Oh, así que esa noche estabas montando un espectáculo ¿eh?
—Bueno, verás, alguien había estado ignorándome —respondí
bromeando—. Así que tenía que encontrar una manera de conseguir algo de
atención. —Arrugué la nariz con la lengua entre los dientes. Me encantaba
charlar con Jamie, pero odiaba la manera en la que mi estómago caía junto
con su sonrisa mientras se establecía un tono más serio a nuestro alrededor.
Ahí estaba, esa mirada distintiva de Jamie. La manera en que
combinaba con la luz solar me quemaba la piel, de pronto ya no estaba
tiritando.
—Para que conste, no pareces un chico —dijo Jamie, su voz volvía a
ser grave.
Me reí sin creerle, pero entonces dio un paso más cerca y su mano se
entrelazó en mi cabello salado. Dejé de reírme. Dejé de respirar.
—Y no te estaba ignorando. Te estaba evitando. Estaba tratando de
mantenerme alejado. —Tragó saliva y sus ojos sostuvieron los míos antes
de moverse rápidamente hacia mi boca y de regreso mientras su otra mano
se elevaba para reflejar la primera, enmarcando mi cara—. Estaba tratando
de prohibirme hacer esto.
Tiró de mí hacia él y antes de que pudiera registrarlo todo, sus labios
estaban sobre los mío.
Y mi mundo se inclinó, llevándome con él.
Jamie había contenido la respiración en ese beso, y por un instante,
también la contuve. Pero cuando me alcé de puntillas, presionando los
labios con más fuerza contra los suyos y empuñé su camisa en mi mano
para acercarlo aún más, ambos exhalamos al mismo tiempo. Nuestras
respiraciones salieron volando a nuestro alrededor y Jamie succionó mi
labio inferior entre sus dientes, soltándolo con un gemido mientras me volvía
a besar, esta vez metiendo su lengua para encontrar la mía.
Estaba dando vueltas, mareada, tambaleándome al borde de estar
borracha de Whiskey. Había soñado con besar a Jamie tantas veces, pero
nada se podía comparar con cómo se sentía en realidad; sus manos en mí,
tan fuertes, su boca hábil y apasionada. Mis piernas estaban débiles y él lo
sintió, tomando mi peso en sus brazos, besándome como si hubiera
esperado toda la vida para tener la oportunidad.
—Mierda —gimió, retirándose y presionando su frente contra la mía.
Los dos jadeábamos, tratando de estabilizarnos.
—Jamie, yo…
—Tienes novio, lo sé. —Entonces me soltó, retirándose y girándose 82
para mirar a otro lado. Pasó las manos bruscamente por su cabello y se
detuvo, con las manos aún en su cabeza—. Maldición. Lo siento.
Mi corazón se desplomó en las tablas en las que estábamos y se
estrelló en algún lugar en las rocas debajo. Lo sentía. Acababa de tener el
mejor beso de mi vida y él lo sentía.
Observé su espalda sin saber cómo se veía su rostro, sin saber por
qué no fue hasta ese momento exacto que me di cuenta que debería de ser
yo la que estuviera disculpándose.
Era yo quien había engañado.
—Deberíamos irnos —susurré y no esperé a que respondiera,
simplemente caminé de regreso a su Jeep. Entré inmediatamente, pero
Jamie se tomó su tiempo, y cuando cayó en el asiento a mi lado, no miró en
mi dirección. Arrancó el Jeep en silencio, empujó la marcha y después
viajamos en silencio. Sin música, sin palabras, solo el viento.
Mi teléfono sonó, sobresaltándonos, y el nombre de Ethan llenó la
pantalla cuando lo saqué de mi bolsa.
—Hola, cariño —respondí. Jamie empuñó el volante con más fuerza.
—Oye, ¿estás casi en casa?
—Estoy de camino ahora mismo. Escucha, estoy muy cansada,
¿quizás podríamos ir a cenar otra noche?
Sentí la decepción de Ethan a través del teléfono y entonces Jamie me
miró, con las cejas fruncidas.
—Te echo de menos, B. No te he visto en toda la semana. ¿Puedo
pasarme al menos? Llevaré una película y puedes quedarte dormida sobre
mi pecho si eso es lo que quieres. No me importa lo que hagamos. Solo quiero
estar contigo esta noche.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos y parpadeé rápidamente,
manteniéndolas a raya. Ethan era el mejor chico con el que había salido, el
chico en el que había confiado lo suficiente para entregarme. Había
apreciado mi virginidad y seguía venerándome prácticamente todos los días.
Era dulce, amable y tenía un plan. Y, por alguna razón, quería que fuera
parte de él. Era todo lo que alguna vez podría haber deseado.
Era tan, tan estúpida.
—También te echo de menos. Dame una hora y después puedes
pasarte.
Él suspiró y podía ver su sonrisa como si estuviera ahí con él.
—No puedo esperar. Hasta luego.
Terminé la llamada justo cuando Jamie entró en el campus. Estacionó
en el Estacionamiento G de nuevo y cuando fui a alcanzar la manija de mi
puerta, las bloqueó.
—Lo siento, B.
Volvió a decir las palabras y quemaron aún más la segunda vez que 83
me las tragué.
—Ethan es un chico genial y se preocupa por ti, y sé qué también te
preocupas por él. Y lo que hice hoy fue egoísta. Fue estúpido. No me
arrepiento de besarte —aclaró y entonces mis ojos se encontraron con los
suyos—. Pero me arrepiento de que lo hice cuando no eras mía para besar.
Me mordí el labio, conteniendo las emociones que estaba sintiendo.
—Yo también lo siento. Creo que quizás esto fue una mala idea.
—No —dijo Jamie, sacudiendo la cabeza mientras se giraba para
encarame completamente—. Escucha, prometo que no volveré a hacer esa
mierda. Pero por favor, no me alejes. Todavía podemos ser amigos, B. No
quiero perderte. —Tuve un flashback de la noche en que me envió un
mensaje después de nuestro primer partido de fútbol juntos, la noche que
fuimos a ver a Jenna, pero en vez de eso nos miramos el uno al otro—. Por
favor, déjame ser tu amigo.
¿Podíamos ser amigos? ¿Podíamos pasar el rato como lo hicimos en la
secundaria ahora que nos habíamos besado, ahora que habíamos cruzado
esa vaga línea que siempre había estado dibujada entre nosotros? No estaba
segura, no obstante, la mayor parte de mí pensaba que probablemente no
quisiera saber la respuesta.
Aun así, asentí. La idea de perderle también me destrozaba.
—Está bien.
Jamie soltó un suspiro de alivio, pero me senté más recta.
—Pero no podemos… no puedo… —Hice un gesto detrás de mí, de
regreso a la playa, de regreso al beso.
—Lo sé.
Volví a asentir, sintiéndome firme en nuestro acuerdo.
—¿Me ayudas con mi tabla?
Una hora después, estaba recién duchada, tumbada en mi cama doble
con la cabeza sobre el pecho de Ethan mientras veíamos una película de
miedo. Me sostuvo cerca, sus dedos delinearon ligeramente el dobladillo de
mis calzoncillos para dormir durante los primeros treinta minutos de la
película, y no le hablé del beso. Debería haberlo hecho, pero no quería
lastimarlo, y en ese momento, todavía me estaba mintiendo a mí misma,
repitiéndome las palabras que Jamie había dicho en el auto. Podemos ser
amigos.
No mucho después, Ethan estaba encima de mí, besándome
suavemente mientras se movía entre mis piernas. Me prometió el mundo
entre besos y me empapé de él ansiosamente, desesperada por creerle, por
querer lo que sabía que debería querer.
Pero la verdad seguía ahí, metida debajo mi almohada, escondida en
mi mente.
Me bebí a Ethan esa noche, hasta la última gota, pero cuando 84
terminamos y rodé sobre mi costado y él tiró mi espalda contra su pecho,
me delineé la boca con dedos temblorosos.
Porque era el regusto a Whiskey el que seguía sintiendo en ellos.
7
Agua de vida
esulto que mi miedo de no ser normal alrededor de Jamie era

R
infundado, o eso parecía al principio.
Evité a Jamie por unos días después del beso, pero
cuando eventualmente salimos, fue como si nunca hubiera
pasado. La conversación era fácil, nos veíamos cuando
podíamos, e incluso alrededor de Ethan, Jamie parecía normal.
Fuimos a surfear un montón, y dado que a Ethan no le gustaba surfear o
incluso estar en la playa en lo absoluto, normalmente era mi tiempo y de
Jamie, solos. Fue divertido, exploramos nuevos lugares, abordamos nuevas
85
olas y Jamie incluso compró una tabla nueva. Yo, por otro lado, sentía que
nunca podría separarme de la mía.
Jamie fue fiel a su palabra. No intento besarme nuevamente. De
hecho, se había retirado por completo. Se sentía como que si fuera la que
estaba más inclinada a ser atrapada mirando o parándose demasiado cerca.
Jamie, por otro lado, mantendría su distancia. Mantuvo la conversación a
niveles seguros y cada contacto entre nosotros no fue nada más que
amigable.
Como para demostrar que hablaba en serio, Jamie incluso salió con
alguien, bueno, digo que salió ligeramente con alguien. Nunca puso un título
a sus escapadas con el desfile de rubias que entraba y salía de su
apartamento y el de Ethan, pero recibí el mensaje alto y claro. Pienso que,
mirando hacia atrás, pensó que solidificaría la promesa que había hecho de
ser solamente mi amigo. Y lo hizo. Pero también me hizo preguntarme por
qué me había besado. No me parecía en nada a esas chicas. Todas eran de
piel clara, con curvas y rubias. Claramente había sido un error para él, por
eso se había disculpado tan rápido.
Fue solo un beso, un error inofensivo.
Estábamos bien como amigos.
Era fácil estar con él, como siempre lo había sido. Y por eso, casi
exactamente como en la secundaria, Jamie y yo caímos en una rutina fácil.
Surfeando, explorando nuevos lugares en San Diego, estudiando, incluso
volamos juntos a casa para las vacaciones. Estaba muy agradecida por eso,
especialmente después de que mi mamá y yo pasamos nuestra primera
Navidad solas. Incluso después de que me enteré de lo que mi papá hizo,
todavía estábamos todos juntos en Navidad. Pero esta vez le dije que no
viniera, y aunque estaba segura de la decisión, aun así, me mataba. Jamie
me recogió esa noche y paseamos alrededor de nuestra antigua ciudad
natal, justo como lo hicimos esa Nochebuena en su último año de
secundaria.
Realmente habíamos caído en una amistad, o al menos, nos habíamos
convencido de que lo habíamos hecho.
Pero mira, lo que probablemente ya sabes sobre el licor que aún tenía
que descubrir en ese momento de mi vida es esto: cada tipo de alcohol te
afecta de una manera diferente.
Jamie era whiskey, de eso estaba segura. No podía negar la forma en
que ardía, la forma en que su sabor perduraba. Aun así, nadie me advirtió
que una vez que eras una chica de whiskey, siempre serías una chica de
whiskey. Pero lo estaba descubriendo.
Ethan era como el ron. Era dulce y divertido, como un cóctel frutal en
la playa. Decía todas las cosas correctas, me llevaba a los lugares correctos, 86
me daba los regalos adecuados en las fiestas que celebrábamos juntos. En
todos los sentidos, era la bebida correcta.
Pero no me emborrachaba con el Ron de la misma manera que lo hacía
con el Whiskey.
Una particular noche de febrero, Ethan apareció sin previo aviso en
mi dormitorio. En ese momento, Marie y yo ya habíamos formado una
amistad, y estábamos haciendo sidra de manzana en la cocina cuando
golpeó la puerta.
Abrí la puerta, un poco mareada, y sonreí ampliamente cuando lo vi
allí.
—¡Hola, cariño! —Lancé mis brazos alrededor de su cuello y me reí,
pero apenas me abrazó de vuelta. Cuando me aparté, una delgada línea
estaba formándose entre sus cejas y sus ojos no se encontraron
completamente con los míos.
—¿Puedes dar un paseo conmigo?
—¿Ahora mismo? —pregunté, volviéndome hacia Marie en la cocina.
Estaba revolviendo su sidra con una rama de canela y cantando Katy
Perry—. ¿Por qué no entras? Te haré un trago.
—B —dijo, y la forma en que mi apodo dejó sus labios envió un
escalofrío por mi columna vertebral. Crucé los brazos, tratando de encontrar
calor en el enorme suéter que llevaba puesto—. Por favor. solo... necesito
hablar contigo.
Miré su ceño, extrañando la sonrisa que generalmente ocupaba su
lugar.
—Bueno. Déjame ponerme mis botas.
Marie solo agarró mi sidra, ahora sostenía una en cada mano, y me
levantó ambas cejas al pasar por su habitación. Me reí, colocándome mis
botas rápidamente y encontrándome con Ethan afuera. Mi estómago estaba
hecho un nudo cuando comenzamos a caminar, el campus estaba oscuro
excepto por las farolas y las ventanas de los dormitorios. Cuando Ethan
tomó mi mano y la apretó en la suya, respiré más fácil, pero solo brevemente.
—Necesito preguntarte algo, y necesito que seas cien por ciento
honesta conmigo.
Le apreté la mano en respuesta, tratando de tragar la gruesa bola de
algodón atrapada en mi garganta. Hacía frío, especialmente en San Diego.
Aprendí que, al igual que Florida, el sur de California ganaba alrededor de
un mes y medio de temperaturas moderadamente bajas. En este momento,
apenas superaba los diez grados, pero no era solo el frío aire nocturno lo
que me daba escalofríos.
—Tú y Jamie pasan mucho tiempo juntos. Y lo entiendo, entiendo que
ustedes eran unidos en la secundaria. Entiendo que a ambos les gusta
surfear, y no quiero que dejes de salir con él ni nada. Pero… —Ethan se 87
detuvo, acercándonos a un banco y sentándose primero. Me quedé de pie, y
Ethan continuó mirando a cualquier lado menos a mí—. B, no puedo
competir con Jamie. —Sus ojos finalmente encontraron los míos, y lo que vi
detrás de ellos casi me rompió—. Simplemente no puedo. Entonces, si no
soy suficiente para ti, solo dímelo ahora.
—Ethan. —Me senté, mis dos manos alcanzando la suya. Las
mantuvo apretadas, sus dientes mordiendo su labio inferior mientras
miraba donde se encontraban nuestros dedos—. Eres más que suficiente
para mí. Demonios, soy la afortunada tratando de averiguar qué demonios
ves en mí. —Me reí y Ethan forzó una sonrisa, pero cayó rápidamente—. Lo
digo en serio. Ethan, Jamie y yo, solo somos amigos.
Asintió, suspirando, y vi una nube de aire escapar de sus labios con
su siguiente pregunta:
—¿Lo prometes?
Un cuchillo se retorció en mi corazón, y luché contra él para sonreír.
—Lo prometo. No tienes absolutamente nada de qué preocuparte.
Ethan trazó la piel de mi palma con su pulgar antes de acercarme
más. Envolvió sus brazos alrededor de mí, descansando su barbilla en mi
cabeza mientras exhalaba lentamente.
—¿Puedes...? Sé que tienen mucho en común. Pero, necesito que me
pongas en primer lugar un poco más, ¿de acuerdo? Necesito sentirme más
importante que él. Sé que suena juvenil y necesitado, pero no me importa.
No puedo seguir comparándome con él en mi cabeza. Solo quiero mirarte y
ver más en tus ojos de lo que veo cuando lo miras a él.
Me encogí físicamente, sacudiendo mi cabeza contra su pecho y
enredando mis manos en el bolsillo de su sudadera con capucha.
—Dios, Ethan, lo siento mucho.
—Está bien, no estás haciendo nada malo. —Entonces se apartó, sus
ojos oscuros encontrando los míos. Había silencio total a nuestro alrededor,
un martes por la noche en el campus, una noche fría que requería
acurrucarse en sofás, no en bancos—. Solo necesito un poco de tranquilidad
a veces. Yo... —hizo una pausa, como si se estuviera a punto de decir algo
de lo que se arrepentiría—. Solo significas mucho para mí, ¿de acuerdo? Y
quiero saber si sientes lo mismo.
Sonreí, enmarcando su rostro con mis manos y acercando sus labios
a los míos.
—Lo hago.
Entonces me pegó que no importaba que Jamie y yo hubiéramos
prometido seguir siendo amigos o que lo hubiéramos mantenido, no si
nuestra amistad seguía siendo lo suficientemente fuerte como para hacer
que mi novio sintiera que nuestra relación no lo era.
Cuando Ethan me empujó contra su pecho otra vez, sus dedos 88
pasando perezosamente a través de mi cabello, miré a través del campus
hacia el apartamento donde sabía que Jamie estaba acostado en la cama.
No sabía si estaba solo. No sabía qué estaba pensando. No sabía si estaba
encerando su tabla o diciendo palabras seductoras contra el cuello de una
chica que acababa de conocer. No tenía idea de si todavía pensaba en
nuestro beso o si odiaría las nuevas líneas que estaba a punto de dibujar en
nuestra amistad.
Todo lo que sabía era que no podía disfrutar de la picante dulzura del
Ron si lo bebía mientras seguía mirando un buen vaso de whiskey.
Y así, hice lo que tenía que hacer.
Vertí el último vaso por el desagüe, giré la tapa de la botella y volví a
ponerla en el estante, cerrando bien las puertas del gabinete de licores.
Cuando volví a mirar a Ethan, me apartó el cabello antes de besarme,
suave y dulce, como el coco y la fresa. Él era mi Miami Vice1, y tenía toda
mi atención.
Por ahora.

***

1 Miami Vice: Coctel compuesto de ron blanco, fresas frescas, zumo de limón, jugo de piña
y crema de coco.
Jamie no pareció notar que me estaba alejando, al menos, no al
principio. Salíamos mucho menos y mis mensajes de texto eran escasos y
distantes. Pero funcionó porque estaba ocupada con Ethan y Jamie estaba
ocupado con sus sabores de la semana.
Lo que comencé a descubrir mientras pasaba más tiempo con Ethan
fue que se tomaba en serio su plan de vida política. Estaba en completo
modo campaña, postulándose para vicepresidente de la Asociación
Estudiantil desde que estaba a punto de comenzar su tercer año. Y a pesar
de que la mayor parte de nuestro nuevo tiempo juntos lo pasamos diseñando
e imprimiendo carteles, repasando discursos, y construyendo un sitio web
completo con una campaña de redes sociales en auge, lo estaba disfrutando.
Incluso ayudé a dirigir algunas de sus paradas de pizza en el campus.
Repartía pizza gratis a estudiantes universitarios hambrientos que pasaban
entre clases y yo les hablaba sobre su voto, prometiéndoles que era el mejor
candidato y sabiendo en mi corazón que era cierto.
Eso es lo que más me gustaba de Ethan, era firme en sus decisiones.
Ya había realizado tantos cambios en el campus en el año en que había sido
senador de clase, y sabía que, si conseguía la vicepresidencia, traería aún
más a la mesa. La chica con la que estaba lanzándose como candidato
presidencial también era increíble. Se llamaba Shayla Hart y juntos eran el 89
primer equipo negro nominado a presidente y vicepresidente. Quería esta
victoria para ellos, y podía sentirla, nuestro campus también.
Estaba entregando las últimas pegatinas de HART|HAMILTON un
jueves por la tarde cuando recibí un mensaje de Jamie que hizo que mi
estomago cayera.
¿Dónde estás? Voy a buscarte.
Era la primera vez desde que me había distanciado que no me pedía
que salir, me dijo. Y supe, incluso antes de que mis dedos se movieran sobre
el teclado de mi teléfono que algo estaba mal.
Estoy con Ethan haciendo cosas de campaña. ¿Salimos luego?
Sacudí mi cabeza, metiendo mi teléfono en mi bolsillo trasero y
poniendo una sonrisa para repartir más pegatinas. La última dejó mis dedos
justo cuando mi teléfono volvió a sonar. Intenté ignorarlo, preguntándole a
Ethan si había algo más que necesitara que hiciera, pero estaba en una
profunda discusión con Amelia y simplemente besó mi frente, diciendo que
había trabajado lo suficiente por el día y debería irme a casa y descansar un
poco. Íbamos a una hoguera ese fin de semana, y definitivamente estaba
esperando una larga noche de sueño para recuperarme de la locura de la
campaña.
Cediendo, agarré mi mochila de detrás de nuestra cabina y comencé
la caminata a través del campus hasta mi dormitorio. Di diez pasos antes
de que mi teléfono prácticamente quemara un agujero en mi bolsillo.
¿No has terminado por hoy? Puedo esperar. Solo da un paseo
conmigo.
Escribí tres respuestas diferentes, todas excusas, ninguna lo
suficientemente buena como para enviarla, antes de guardar mi teléfono
nuevamente sin responder nada. Tal vez podría simplemente ignorarlo. Tal
vez, si no respondía, lo dejaría pasar y encontraría a alguien más con quien
pasear.
Incluso mientras pensaba las palabras, no las creía.
Dejé mi bolso en mi cama tan pronto como llegué a casa y me quité la
ropa, anhelando una ducha. Eran finales de febrero y me habían dicho que
estábamos casi fuera de la “temporada de frío”, pero después de estar afuera
alrededor de los diez grados con un fuerte viento frío, estaba lista para una
ducha caliente.
Me tomé mi tiempo, dejando que el agua corriera sobre mi piel
mientras trataba de no pensar en cómo preferiría estar sumergiéndome en
un baño. Cuando volví a mi habitación, con una toalla envuelta alrededor
de mi cuerpo y mi cabello, mi teléfono sonó desde el interior de mi bolso.
Tenía seis llamadas perdidas, todas de Jamie, y un único mensaje de
texto que cambió mis planes para la noche.
Te necesito, B. Por favor. 90
Mis tripas se rompieron tan violentamente que me doblé por la
cintura, sujetándome con mi mano antes de sentarme en mi cama, sin
importarme que mi toalla húmeda estuviera dejando una marca.
Me dije que no respondiera, fingiendo que me había quedado dormida,
pero conocía a Jamie, y nunca diría que me necesitaba cuando en realidad
no lo hacía. Algo andaba mal, y fue ese sentimiento que no me dejó pensar
dos veces antes de responder su mensaje.
Te veo en veinte minutos. Estacionamiento G.

***

¿Sabías que whiskey en Gaélico significa Agua de vida?


No aprendí ese pequeño hecho hasta más tarde en la vida, pero
recuerdo haber pensado en lo mágico que debe haber sido la primera vez
que esos monjes lo probaron que lo acuñaron con esa terminología. Debió
haber sido algo que cambio sus vidas. Debió haberlos hecho pausar, jadear
y declarar que ya no podrían vivir sin él. Después de todo, no podemos vivir
sin agua, ¿verdad?
Desearía haberlo sabido antes de esa noche. Antes de ponerme unos
pantalones deportivos y un suéter enorme, renunciando al maquillaje y
escabulléndome por el campus hasta donde sabía que Jamie estaría
esperando. Si hubiera sabido, si alguien me hubiera advertido, podría
haberme salvado desde el preciso momento en que comenzó mi verdadera
adicción.
Tal vez.
Observé mi aliento en pequeñas bocanadas de blanco mientras me
dirigía hacia el estacionamiento G. El estacionamiento estaba lleno, pero
aun así vi a Jamie de inmediato. Estaba apoyado contra su Jeep, con la
capucha puesta y las manos metidas en los bolsillos de su sudadera azul
marino de Alder. También llevaba pantalones de chándal grises, y no podía
negar la sensación de consuelo que sentí cuando lo vi.
Esperó hasta que casi lo alcancé para levantar la cabeza, y el dolor
detrás de sus ojos me hizo detener. Algo estaba mal, realmente mal. Abrí la
boca para decir la primera palabra, pero no sabía que decir, así que la cerré
nuevamente. Me quedé allí, esperando su señal.
Las cejas de Jamie se doblaron mientras sus ojos me escaneaban
lentamente. Luego, se apartó del Jeep en un movimiento rápido y sus brazos
me rodearon. Dejó caer su cabeza sobre la mía, sujetándome fuertemente,
como si estuviera aferrándose a mí como su último salvavidas. Mis brazos
lo rodearon vacilantes y lo apreté de regreso, haciéndole sentir que estaba
aquí. Jamie me abrazó así por lo que parecieron horas. No habló, no lloró,
simplemente siguió reajustando su agarre a mi alrededor, acercándome lo 91
más posible. Respiré el aroma de su colonia contra su pecho, oliendo el
otoño en Florida con una mezcla picante de cedro.
—Jamie —respiré después de un rato, tratando de retroceder.
Suspiró, la fuerza de su aliento moviendo mi cabello alrededor.
—Todavía no, ¿de acuerdo?
Asentí, con mi rostro contra su pecho, y el rápidamente me dio un
beso en la frente antes de dejarme ir y señalar al Jeep. Se subió primero,
pero mi piel estaba ardiendo donde sus labios habían tocado. Mis dedos
rozaron el lugar mientras rodeaba el Jeep antes de deslizarme en el asiento
del pasajero y abrocharme el cinturón de seguridad.
Jamie encendió su lista de reproducción y subió el volumen a
diecisiete antes de incluso ponernos en marcha. Andre Gagnon inició la
banda sonora de la noche, “Like the First Day” sirviendo como un hermoso
telón de fondo para una no tan hermosa sensación que se acumula en mi
estómago.
Era diferente estar en el Jeep de Jamie sin la capota abajo. Todas las
ventanas estaban abiertas y la calefacción era baja, haciendo que la música
sonara más fuerte de lo habitual. Pero había algunas cosas que nunca
cambiaban, como la forma en que el pulgar de Jamie apenas se deslizaba
arriba y abajo del volante, delatándolo. O cómo se sonaba el cuello rápido y
silenciosamente, como lo hacía en la secundaria.
Al principio me senté rígida, esperando que Jamie me contara lo que
había pasado, pero después de veinte minutos sin decir una palabra, sabía
que necesitaba tiempo. Entonces, me quité las botas y apoyé mis pies
cubiertos de calcetines en su tablero. Jamie no sonrió ni bajó el volumen de
la música para hablar, pero dejó escapar una larga y lenta exhalación, y en
ese momento supe que solo estar a su lado, lo estaba tranquilizando.
Ese conocimiento hizo que mi pecho hormigueara.
No pasaría mucho más tiempo hasta que el clima se igualara
nuevamente. El sur de California era templado prácticamente durante todo
el año, pero en realidad disfrutaba el frente frío que teníamos. Era agradable
abrigarse, aunque solo fuera por unas semanas.
Condujimos en el mismo silencio agradable que siempre
encontrábamos cuando estábamos juntos, disfrutando de su lista de
reproducción y evitando la vida real por un tiempo. Después de una hora,
pensé en alcanzar la perilla del volumen, pero esta vez no tenía una broma
de gatos. No tenía las palabras correctas para abordar lo que Jamie tenía en
mente. Esta vez, tendría que esperarlo, y estaba de acuerdo con esperar toda
la noche si me necesitaba. Supongo que debería haber estado pensando en
Ethan, preguntándome si se enteraría, si estaría enojado, y de alguna
manera me preocupaba por esas cosas. Pero no fue suficiente para alejarme
de Jamie cuando supe que me necesitaba. 92
Dos horas pasaron más rápido de lo que pensé que podrían. Fue fácil
con buena música y nuevas vistas. Jamie no parecía tener ningún destino
en mente mientras cruzaba las calles de San Diego. Condujimos lentamente
por Mission Valley y Pacific Beach antes de atravesar Bird Rock hacia La
Jolla. Eventualmente, ambos bajamos las ventanillas, colgué mi mano por
la ventana y surfeé las olas de aire mientras el calor todavía era lo
suficientemente fuerte como para evitar que me congelara.
Estaba aturdida, arrullada por la música y el zumbido constante del
motor cuando me di cuenta que estábamos disminuyendo la velocidad.
Jamie se detuvo en un estacionamiento al costado de una calle y pude oler
la sal del océano. No habló, solo apagó el motor antes de saltar y agarrar
una bolsa grande de la parte de atrás. Salí detrás de él, siguiendo sus pasos
sin decir una palabra.
Atravesamos algunas casas pequeñas y un bosque antes de caminar
hacia una pequeña playa aislada. No podría haber tenido más de sesenta
metros de largo, la mitad del ancho entre la arboleda y el agua. Había
algunas luces encendidas en las casas a la distancia, pero ninguna en la
playa. Solo éramos nosotros, la arena, el agua y la luna.
Jamie dejó caer la bolsa que tenía en la arena y sacó una gruesa
manta tejida, extendiéndola en la playa. Se sentó sin dudar y me miró,
sacando una segunda manta y acariciando el lugar a su lado. Me quité las
botas otra vez, caí junto a él, y nos cubrió con la manta de repuesto. Tenía
que estar a unos diez grados, tal vez cinco, pero con las capas de ropa que
usábamos y las mantas, no era tan malo.
Me recosté en las palmas de mis manos, observando cómo las suaves
olas rodaban y esperando a que Jamie hablara. Parecía estar esperando algo
también, una señal, tal vez, pero finalmente suspiró, largo y lento, y rompió
el silencio.
—¿Qué harías si todo lo que habías planeado para tu futuro se
incendiara y no hubiera nada que pudieras hacer al respecto?
Me moví sobre mis manos, inquieta por la pregunta cargada.
—Encontrar un nuevo futuro, supongo.
—¿Y si no hubiera ninguno?
Inclinándome, abracé mis muslos contra mi pecho y apoyé mi mejilla
sobre mis rodillas.
—¿Qué está pasando, Jamie?
Tragó saliva, el movimiento visible en la sombra que la luna
proyectaba en su mandíbula. No podía evitar ver lo cansados que se veían
sus ojos, tristes, derrotados. Jamie estaba sentado allí, justo a mi lado, pero
parecía muy lejos.
—Las cosas han sido difíciles, ¿sabes? Quiero decir, estamos en la
universidad, pero no somos demasiado tontos para ver cómo está sufriendo 93
la economía en este momento. Pero nunca pensé que me afectaría
directamente. Creo que estamos en esa edad en la que nos sentimos
invencibles, como si nada pudiera tocarnos, pero si puede. —Sacudió la
cabeza, tocando las cuerdas en el borde de nuestra manta—. La firma de mi
padre se está hundiendo. Rápidamente. Y yo estoy aquí, en California, en la
jodida universidad, sin poder hacer nada para salvarla y, sin embargo,
dependiendo de eso de todos modos.
Mi mano se movió sola, alcanzando la suya. Levantó la palma de su
mano para encontrarse conmigo y en el momento en que mi mano se deslizó
dentro de la suya, la apretó con fuerza, como lo hizo en el estacionamiento.
Jamie se aferró a todo ferozmente y sin pedir disculpas esa noche.
—¿Qué tan malo es?
—Malo —gruñó. Su mano se apretó y me acerqué, apoyando mi cabeza
sobre su hombro.
—¿Pero existe la posibilidad de que todo esté bien?
Él se encogió de hombros.
—Creo que siempre hay una posibilidad.
—Así que concéntrate en eso —le dije, mis ojos estaban en las olas
mientras respiraba su aroma—. Jamie, tu padre construyó esa firma. Ha
sido parte de él desde que tenía veintiséis años. Le puso sangre, sudor y
lágrimas. ¿Crees que una pequeña recesión va a matar su sueño? ¿Su bebé?
—No esperé a que respondiera—. De ninguna manera. Porque los Shaw son
luchadores. Cuando ves algo que quieres, que realmente quieres, lo
persigues. Todos ustedes son así. Y tu papá va a encontrar una manera de
mantener viva la empresa. No hay otra opción para él.
—No es tan simple —argumentó Jamie, con la mano libre todavía
agarrando la manta—. Se necesitan menos contadores de alto nivel cuando
las empresas quiebran. Los pocos clientes que les quedan están buscando
opciones más baratas, si no están luchando contra su propia desaparición.
—Está bien, pero esta recesión no durará para siempre. Si tu papá
puede aguantar...
—¿Y si no lo hace, B? —Jamie se volvió hacia mí entonces, con
frustración en su voz—. ¿Entonces qué?
—Entonces comienza de nuevo, Jamie. —Me enderecé, frente a él,
también—. Y tú también. Y lo sabes. Porque de eso se trata la vida. Se trata
de remar y luchar contra las olas hasta encontrar la perfecta para llevarte a
casa.
—No sé si podría comenzar de nuevo —dijo abatido. La quebradura
en su voz fue suficiente para hacerme mover hasta que me posicioné justo
frente a él, obligándolo a mirarme. Estaba tan acostumbrada a ver a Jamie
despreocupado, surfeando o conduciendo su Jeep o encantando las bragas
de cada rubia en el campus. Era raro atraparlo en un momento como este, 94
y quería traer al verdadero Jamie a la superficie.
—¿No recuerdas lo que te dije en Nochebuena cuando estábamos en
la secundaria? —La línea entre sus cejas se relajó con eso, y asintió—. Lo
dije en serio entonces, lo digo aún más ahora. Eres solo un estudiante
universitario de segundo año y ya has realizado dos pasantías y comenzaste
a prepararte para tu examen de Contador Público Certificado, en el que ni
siquiera necesitas pensar hasta la escuela de posgrado. Estás asistiendo a
tus clases y construyendo una red asistiendo a todos esos elegantes eventos
en el centro. Lo estás haciendo, Jamie. Estás haciendo tus propios sueños
realidad, como lo hizo tu padre. Esta recesión pasará, y saldrás victorioso
sin importar qué, porque así es exactamente como que eres.
Él estaba asintiendo conmigo, con el labio inferior apretado entre los
dientes y los ojos donde mis manos se habían envuelto alrededor de las
suyas.
—Tienes razón. Puedo hacer esto.
—Puedes —le dije, apretando sus manos.
Entonces me miró y su nariz se ensanchó.
—No voy a mentir y decir que no tengo miedo, pero te creo cuando
dices que puedo hacerlo. Te creo cuando dices que todo estará bien.
—Bueno. Porque tengo razón, como el noventa y siete por ciento de
las veces.
Esbozó la sonrisa más pequeña ante mi flojo intento de broma. Ahí
está, pensé. Ahí está mi Jamie.
—Creo que voy a ir a casa este verano, a tratar de ayudar a mi padre
a darle la vuelta.
—Deberías. Sería una gran experiencia para ti y sé que a tu padre le
encantaría tenerte cerca.
—¿Vendrías conmigo?
Su pregunta me dejó sin aliento, como si hubiera olvidado que estaba
a solas en una playa oscura con él hasta ese momento exacto. Aparté mis
manos de las suyas y las metí en mi regazo.
—Todavía no sé cuáles son mis planes para el verano. Pero estarás
bien sin mí.
—Has estado alejada últimamente —susurró Jamie. Sacudí la cabeza,
no estaba lista para tener esta conversación—. Lo has estado. No me
mientas.
—Nunca podría.
—Entonces dime qué está pasando.
Suspiré, debatiendo cuán probable sería que Jamie me dejara cambiar
de tema, pero conocía a Jamie lo suficientemente bien como para saber que
no lo dejaría pasar. Sin embargo, una parte de mí estaba lista para hablar
de eso, para decirle por qué me había mantenido alejada. Tal vez si lo dijera 95
todo abiertamente, él respetaría mi decisión. Tal vez lo entendería.
—Ethan se siente amenazado por ti, creo. —Los ojos de Jamie se
abrieron ante eso y sacudí mi cabeza—. Esa es la palabra equivocada. Él
solo... no lo sé. Siente que tiene que competir contigo. Y odio haberlo hecho
sentir así. Solo necesito concentrarme en mi relación con él y no puedo
hacerlo si me ve pasar todo el tiempo con otro hombre.
—Pero somos nosotros —argumentó Jamie—. Siempre hemos sido
nosotros.
—¿Lo ves? —discutí, mirándolo a través de mis pestañas—. Me parece
que siempre hemos sido nosotros y otras personas. —Me encogí un poco
cuando las palabras salieron de mi boca, pero no las retiré.
El dorado verdoso de los ojos de Jamie brillaba intensamente a la
brillante luz de la luna, pero cambiaron en ese momento. Observé en lo que
parecía una cámara lenta cómo la vulnerabilidad que existía en ellos unos
momentos antes fue reemplazada por un hambre insaciable.
—Somos solo nosotros en este momento —dijo en voz baja.
—Jamie...
—Dijiste que nunca podrías mentirme.
El aire a nuestro alrededor se estaba endureciendo, incendiándose.
—No podría.
—Entonces dime, B —instó, extendiendo su mano hacia mis manos
que estaban metidas en mi regazo. Me agarró por las muñecas y me acercó—
. ¿Es Ethan quien teme que estés a solas conmigo o eres tú quien tiene
miedo?
Mi respiración era hueca, especialmente cuando su mandíbula se
apretó debajo de su piel mientras esperaba mi respuesta.
—Ambos.
Se lamió los labios.
—¿Por qué?
Cada respiración que aspiraba por la nariz ardía, como si fuera
venenosa, como si la próxima respiración fuera la última.
—Porque no confío en mí misma cuando estoy contigo.
Jamie apretó sus ojos con fuerza y soltó un fuerte suspiro por la nariz,
su mano derecha dejó caer la mía y subió por mi brazo antes de deslizarse
hasta mi cuello. Cuando sus ojos se abrieron de nuevo, eran peligrosos,
sedientos, hambrientos. Se inclinó más cerca y yo me alejé, más y más hasta
que me recliné y él estaba de rodillas frente a mí.
—¿Te enojarías si te besara en este momento?
—Sí —mentí, demostrando que mi declaración anterior era incorrecta.
Quería que me besara, Dios, quería que me besara. Fue todo lo que pude
hacer para alejarme de la forma en que se empujó a mi espacio. Pero una
chica normal con novio se habría enojado. Por eso me preguntó. Y por eso 96
mentí. Traté de aferrarme al último hilo de moralidad que tenía, pero él lo
partió con su siguiente oración:
—Entonces espero que me perdones más tarde.
Jamie cerró la distancia entre nosotros y abrí la boca para detenerlo,
pero ya estaba allí, atrapando mis palabras con el movimiento de su lengua
contra la mía. Me quedé sin aliento ante su beso, arrodillándome para
encontrarme con él y él gimió ante el sonido, sus manos se deslizaron debajo
de mi suéter para agarrar mi cintura.
No preguntó si estaba bien seguir besándome. No necesitaba hacerlo.
Estaba tirando de su sudadera con capucha, deseándolo más cerca,
deseando más de su lengua, su toque, su aroma. Rompió nuestro beso el
tiempo suficiente para arrastrar los dientes por mi cuello, deslizando sus
manos por mi cintura hasta que sus pulgares rozaron el encaje de mi
sujetador.
Mi corazón era un tambor que latía erráticamente contra los confines
de mi caja torácica. Jamie trazó sus dedos a lo largo del borde de encaje
antes de agarrarme de nuevo, esta vez haciéndome girar hacia el océano.
Perdí el equilibrio, cayendo contra él, y su boca encontró la base de mi cuello
una vez más. Mordió la tierna carne antes de chuparla entre sus dientes y
gemí, dejando caer mi cabeza hacia atrás.
—¿Es esta la pasión que te has estado perdiendo? ¿La urgencia? —
preguntó, sus labios en la piel debajo de mi oreja. Temblé de escalofríos y
chupó el lóbulo de mi oreja en su boca mientras sus pulgares se
enganchaban debajo de mi sujetador. No me lo quitó, solo lo bajó lo
suficiente como para exponer mis senos, y sus grandes manos acariciaron
cada uno fácilmente. Rodó mis pezones con un pellizco y arqueé mi espalda
contra él, sintiendo su dureza presionar contra mi trasero mientras inhalaba
un fuerte aliento. Sus manos estaban frías. Sus besos eran ardientes—.
Porque no puedo imaginar quitarte las manos de encima en este momento.
Me mordí el labio inferior, arrastrando los dientes lentamente
mientras las palabras de Jamie me rasgaban las costuras. Estaba
completamente abierta, completamente expuesta, cruda y desinhibida con
el poder de sus manos surgiendo a través de mi núcleo. Mi primer sorbo de
Whiskey no había sido nada. ¿Mi primer trago? Un juego de niños. Me había
estado conteniendo, balanceándome delicadamente en la línea, temiendo
beber demasiado, pero eso era todo. Lo sabía. Sentí cada centímetro de la
caída de alegre a borracha. Estaba completamente perdida, y todo lo que
quería era sentirme así para siempre.
Jamie dejó caer su agarre sobre mis pechos y deslizó una mano en mi
cabello, tirando de él hasta que su boca pudo atrapar la mía. Gemí más
fuerte y su otra mano se deslizó lentamente hacia abajo, atrapando la piel
de mi estómago antes de encontrar el dobladillo de mis calzoncillos que se 97
asomaban por encima de mis pantalones deportivos. Sus dedos se
sumergieron debajo de la tela mientras corría una línea de cadera a cadera
y me sacudía contra su toque, su mano se apretó contra mi cabello,
sosteniendo mi cabeza, dejándome completamente a merced de su toque.
Estaba retorciéndome, esperando, mis manos estaban en sus muslos
mientras me preparaba para su toque. Metió la mano más profundamente,
luego la retiró y volvió a moverse por mis costillas para acariciar mi pecho
nuevamente. Gemí, impaciente, y agarré su mano con la mía antes de
forzarla nuevamente. Sonrió contra mi boca, tirando de mi labio inferior
entre sus dientes y dejándolo ir con un pop mientras nos movía debajo de
mis calzoncillos. En el momento en que sus dedos se deslizaron entre mis
muslos, ambos gemimos.
—Oh, joder —suspiró Jamie, besándome mientras retiraba mi mano
para sostenerme de nuevo. Deslizó sus dedos por mi abertura y un dedo
entró lentamente en mí. Agarré sus muslos con fuerza, mis uñas clavándose
en la tela de sus pantalones deportivos. Trabajó lentamente, su dedo se
movía más y más profundo hasta que empujó otro dentro y rompí nuestro
beso, llorando en voz alta por la sensación.
—Shhh —ordenó, dejando caer su mano sobre mi cabello para cubrir
mi boca. Mordí sus dedos, deslizando mi mano entre sus muslos detrás de
mí para agarrarlo a través de su pantalón deportivo. Jamie gimió,
empujando mi toque cuando su cabeza cayó hacia atrás, y luego, de repente,
sus manos se fueron.
Mi cuerpo convulsionó por la pérdida, pero cuando me puse de
rodillas, su camisa ya estaba sobre su cabeza y seguí su ejemplo,
quitándome la ropa mientras él hacía lo mismo. Sus ojos nunca dejaron los
míos, su mirada solo rota por cortinas de ropa que volaban entre nosotros.
Cuando dejó caer sus calzoncillos, mi boca se abrió al verlo y tragué. Él
también me estaba mirando, con el pecho agitado, y luego nuestros ojos se
encontraron y chocamos de nuevo.
Mis manos se entrelazaron con su cabello y lo jalé sobre mí. Se movió
fácilmente entre mis piernas, alcanzando ciegamente la manta y tirando
hacia arriba donde nuestras caderas se encontraban y recorriendo la
longitud de su erección a lo largo de mi abertura húmeda. Luego bajó la
velocidad, respirando con dificultad entre besos más suaves y largos.
—Tenemos que reducir la velocidad —respiró.
—Y una mierda que lo haremos.
Él sonrió contra mis labios, frenando mis besos.
—No tengo un... —Se echó hacia atrás, nuestros pechos se agitaron
mientras me miraba. La luna lo iluminaba desde atrás, su fuerte mandíbula
pronunciada contra el azul oscuro del cielo—. No tenemos protección.
Mis ojos se movieron entre los suyos. 98
—Está bien. —Clavé los talones en los músculos duros de su trasero,
levantando mis caderas para encontrarlo de nuevo—. Estoy tomando
anticonceptivos. Y estoy limpia. ¿Y tú?
—Sí.
Dijo la palabra como una maldición, cerró los ojos con fuerza y dejó
caer su frente sobre la mía mientras le clavaba las uñas en los hombros.
—Jamie —respiré, envolviendo mis manos alrededor de su cuello y
acercando sus labios a los míos nuevamente—. Puedo perdonarte por
besarme, pero no puedo perdonarte si paras ahora mismo.
Él gimió, bajo y gutural antes de devolverme el beso. Y luego, con la
lenta estabilidad de un experto, Jamie me llenó y caímos juntos al infierno.
Ambos jadeamos, abrimos la boca uno contra el otro, mis manos en
su cuello y sus antebrazos apoyados a cada lado de mí. Se retiró aún más
lento antes de presionar nuevamente, esta vez golpeando más profundo que
antes.
—Dios, B —siseó Jamie—. He soñado con cómo se sentiría esto,
follarte, sentirte envuelta a mi alrededor. Pero ni siquiera se compara. No
puedo... —Sacudió la cabeza, moviéndose un poco más rápido. Sentí cada
empuje a través de los movimientos de sus muslos, su espalda, sus
hombros, y envolví mis piernas alrededor de él con más fuerza—. Yo nunca…
—Lo sé —lo detuve, porque lo sabía.
Nunca sería el mismo, y yo tampoco.
Si le preguntas a tres diferentes destilerías de whiskey cuál es el mejor
tipo de whiskey, encontrarás tres respuestas diferentes. A algunos les gusta
el whiskey dulce, infundido con miel o fruta y suavizado con hielo. Algunos
prefieren su whiskey audaz, con especias picantes y menta. ¿Yo?
Personalmente, prefería el whiskey que quemaba, lentamente, de una
manera que todo lo consume.
Y esa noche, sentí que cada centímetro de mi cuerpo se incendiaba
mientras drenaba la botella.
Jamie se tomó su tiempo para encontrar lo que funcionaba para mí y
lo que no. Exploró mi cuerpo, probó mi piel y me expuso a una pasión
infundada en mi vida antes de esa noche. Me vine primero, apretando
alrededor de él y apretando la arena en el borde de la manta. Jamie me
siguió de cerca, y casi me vuelvo a perder al escuchar mi nombre en sus
labios cuando se vino.
Me abrazó mientras subíamos las escaleras de regreso a la Tierra.
Todavía estaba dentro de mí y me besó suavemente, sus ojos posándose en
los míos. Creo que Jamie también me estaba bebiendo esa noche. Me
preguntaba si me quemé. Me preguntaba si a él le gustaba.
Como puedes ver, la adicción nació en una fría noche de febrero en la
suave arena de una playa privada de California. En ese momento, envuelta 99
en sus brazos debajo de una manta tejida, me sentí eufórica. Pero como
todos aprendemos a una edad temprana, todo lo que sube, debe bajar.
Y oh, cómo nos estrellamos.
8
Al grano
urante los primeros tres minutos de conciencia de la mañana

D
siguiente, viví en completa y total felicidad.
Me quedé acostada en la cama, estirando los brazos y
flexionando los dedos de los pies mientras una sonrisa
soñolienta aparecía en mi rostro. Estaba deliciosamente
dolorida, con dolor físico y anhelante. Quería más, quería
revivir la noche anterior, quería quedarme en ese recuerdo para siempre.
Después de tres minutos mis ojos se abrieron de golpe y el miedo se
apoderó de mí como una resaca.
100
Me enderecé, agarrando mis sábanas con una mano mientras la otra
encontraba mi frente. Mirando alrededor de mi habitación, traté de adivinar
qué hora era. Jamie y yo nos habíamos quedado fuera hasta tarde,
demasiado tarde, el sol ya había salido cuando me dejó. Ambos habíamos
estado callados en el camino a casa y, aunque me sostuvo la mano todo el
camino, me preocupaba lo que estaba pensando. ¿Se sentía culpable por
Ethan? ¿Se arrepentía de haber hecho un movimiento? ¿O estaba borracho
como yo, aunque lo que habíamos hecho estuviera mal?
No podría decirlo y, como era de día cuando me dejó, no nos
arriesgamos a darnos otro beso o incluso un abrazo. Simplemente me apretó
la mano antes de dejarla caer y me colé de nuevo en mi dormitorio.
Agarrando mi teléfono, me quejé en ese momento: una y cuarenta y
dos de la tarde.
Me había perdido mi clase de sociología y estaba a punto de perderme
la clase de inglés si no cruzaba el campus en menos de veinte minutos.
Salté, recogiéndome el cabello en una lamentable excusa de moño y
corriendo a cepillarme los dientes antes de vestirme con el primer par de
vaqueros y camisa de manga larga que encontré. Aunque tenía prisa, no era
suficiente para distraerme de los pensamientos que corrían por mi mente.
Ajustándome la mochila en los hombros, saqué el teléfono de nuevo,
buscando un mensaje de Jamie que aún no había llegado. El temor que
había sentido en mi estómago toda la mañana me dio suficiente espacio para
que la duda y la ansiedad se escabulleran con él.
Anoche había sido increíble, y Jamie parecía sincero, pero ¿y si todo
fue una actuación? ¿Y si planeó esto, todo el asunto de abrirse a mí antes
de atacar?
Incluso mientras lo pensaba sabía que no podía ser verdad. Pero lo
que podría ser es que Jamie sintiera que lo de anoche fue un error. O peor,
que anoche no significara nada para él, que ni siquiera estuviera pensando
en mí. Probablemente por eso no había enviado un mensaje.
O podría seguir durmiendo.
Pero es probable que esté quitándole el sostén a Melanie de
orientación.
Tal vez solo está en clase. ¿tiene clases los viernes?
No. Definitivamente estaba añadiendo otro nombre a su lista. Justo al
lado de donde me apuntó anoche.
Me detuve en seco.
Espera, ¿es viernes?
Me golpeé la frente con la mano y la arrastré por mi cara lentamente,
mordiéndome el dedo índice mientras corría por mis labios.
Yo no tenía clases el viernes. 101
Refunfuñando, me volví hacia el dormitorio, pero tomé el camino que
iba hacia la cafetería. Claramente necesitaba cafeína. Estaba perdiendo la
maldita cabeza.
Mi ritmo se redujo un poco entonces, pero los pensamientos que
zumbaban en mi cabeza como avispas solo se aceleraron. ¿Cómo es que todo
se había sentido tan bien anoche, y sin embargo se sentía tan mal ahora?
¿Cómo es que la seguridad de los brazos de Jamie se perdió de alguna
manera después de unas pocas horas de dormir sola?
Soplé un aliento exagerado, decidiendo salir de mi miseria y enviarle
un mensaje primero. Pero cuando mis dedos pasaron por encima de las
teclas, me di cuenta de que no tenía ni idea de qué decir.
Vaya. Ni siquiera me trajiste el desayuno al día siguiente. Qué
decepción.
Patético. Lo borré.
Bueno... anoche fue divertido.
Ugh, demasiado desesperado. Sacudí la cabeza, conformándome con
una palabra.
Hola.
Se me apretó la garganta al apretar el botón de enviar, sabiendo que
ya no podía retractarme. Una parte de mí estaba convencida de que estaba
actuando como una loca y me enviaría un mensaje en cuestión de minutos,
pero la otra parte, más fuerte, decía que nada es seguro cuando se trata de
Jamie Shaw.
Metí mi teléfono en el bolsillo trasero justo cuando doblaba hacia el
camino que conducía a la cafetería, desesperada por tener algo de cafeína
en mi sistema. Pero, cuando vi a Jamie salir, me detuve.
No hacía tanto frío a esa hora de la tarde, y Jamie ya se había quitado
la chaqueta. Estaba apoyada perezosamente sobre un brazo mientras su
otro brazo descansaba fácilmente alrededor de los hombros de una de las
chicas con las que se había acostado a principios de semestre. Pensé que se
llamaba Tina, pero no podía estar segura. No me importaba, de verdad. Todo
lo que importaba era que se estaba riendo, con la cabeza inclinada hacia
atrás mientras Jamie le sonreía, con la boca demasiado cerca de su cuello.
Tragué, tratando de sacudirme la asquerosa sensación subiendo
desde las puntas de mis dedos fríos hasta mi cuello. Pero, cuando Tina
colocó su mano suavemente sobre el pecho de Jamie y ambos seguían
riéndose, perdí todo lo que me quedaba para convencerme de que todo lo
que estaba viendo era inocente.
Iba a vomitar.
Me agaché en la librería Breezeway antes de que me viera, corrí hacia
el primer cubo de basura que vi y tuve arcadas, con el estómago demasiado
vacío para cooperar. Unas cuantas chicas se alejaron de mí cuando una de 102
las cajeras se acercó corriendo para ver si estaba bien, pero la aparté,
poniendo ambas manos en el cubo de basura un momento para
estabilizarme antes de salir corriendo otra vez.
Cada paso vibraba desde la planta de mi pie hasta entre mis muslos
doloridos, todavía doloridos por él, y metí mis pulgares en las correas de mi
mochila, apretándolos cada vez mientras caminaba. Nunca había
experimentado una ansiedad como esa, la que hace que cada pensamiento
racional sea literalmente imposible de captar.
Jamie nunca me respondió al mensaje, ni cuando volví a la residencia
ni más tarde esa noche cuando me quedé envuelta en mi edredón, mirando
el teléfono, esperando algo, cualquier cosa, que demostrara que mi instinto
estaba equivocado.
Nadie vino a tranquilizarme, nadie vino a romper la fiesta de pánico,
ahora tenía la ansiedad y la duda en mi estómago. La culpa fue la siguiente,
y solo había espacio para una más. Me acurruqué sobre mí misma,
apretando los ojos y meciéndome suavemente, esperando esa tranquilidad.
Finalmente, justo después de medianoche, dejé de esperar. Con un suspiro
tembloroso, el arrepentimiento me cubrió, robando el último lugar.
No dormí esa noche.

***
Me levanté de la cama temprano al día siguiente, bañándome con la
arena y el olor de Jamie en el que me había dejado dormir toda la noche. El
día anterior había sido prácticamente un tiempo muerto, pero una nueva
calma se había instalado y mi estómago se había calmado. Era casi
perezosa, mi cuerpo se resistía a despertar a la dura realidad de todo esto.
Fue un error.
Fue una estúpida falta de juicio en el momento.
Y estuvo bien.
Estaba claro que Jamie no estaba molesto por lo que había pasado,
así que, ¿por qué debería estarlo yo? Tal vez era joven, ingenua,
convirtiéndolo en algo más importante de lo que tenía que ser. ¿Y qué si nos
habíamos acostado? Pasaba todo el tiempo.
Repetí esas palabras, una y otra vez, lavándome la piel con ellas
mientras me quitaba a Jamie de encima. Y, mientras cada capa de él se
arremolinaba con el agua en el desagüe a mis pies, descubrí las otras capas
debajo: la culpa, la vergüenza, el miedo, el dolor.
Cuando me vestí y terminé de peinarme, mi mayor preocupación era
Ethan. Me había pedido que fuera a su casa para hacer unos preparativos
de campaña de última hora antes de la hoguera de esa noche y estaba
aterrorizada de verlo. Me había propuesto decirle la verdad sobre Jamie y 103
yo, pero fue cuando pensé que había un Jamie y yo. Ahora que no lo había,
que me di cuenta del error que había cometido, me sentí enferma al pensar
en perder a Ethan también.
Sabía que me hacía una persona de mierda, sabía que se merecía la
verdad y yo merecía lo que resultara de eso, pero no me sentía mejor con la
idea de eso. Aun así, ya había cometido suficientes errores en el último día
y medio, y después de una noche de “sueño” agonizante e inquieto todo lo
que quería era hacer algo bien.
Tenía que decírselo, y tenía que aceptar lo que pasara después de
hacerlo.
Recogí el almuerzo de mi lugar favorito de tacos del campus y me dirigí
a casa de Ethan, plantando la semilla y regándola a cada paso que daba.
Fue solo un error. No pasa nada. La mierda pasa. No hagas de esto
algo importante.
No estaba segura de si realmente lo creía o si solo estaba
construyendo una pared lentamente, ladrillo a ladrillo, esperando que fuera
lo suficientemente fuerte como para alejarme de mis verdaderos
sentimientos. Pero seguía repitiendo esas palabras, esos sentimientos,
colocando los ladrillos y cubriéndolo todo con alambre de púas.
Estaba bien.
Cuando usé mi llave de repuesto y entré a su apartamento, casi lo
creí.
—¡Traje tacos! —anuncié, cerrando la puerta detrás de mí de una
patada y sosteniendo las dos bolsas. Lo sentí en la habitación en cuanto
entré, pero no me atreví a mirar en su dirección. Encontré a Ethan en su
lugar, y mi corazón se calentó al ver su sonrisa.
—No lo hiciste.
Asentí, dejando todo en mis brazos sobre el mostrador y saludando a
Shayla, sentada con las piernas cruzadas en el suelo junto a una pila de
carteles.
—Lo hice.
Estaba allí, en la esquina, justo al lado de donde Shayla escribía en
su portátil mientras clasificaba los materiales, pero aun así no lo miré.
Ethan se levantó del suelo y se acercó corriendo, envolviéndome con
sus brazos y saludándome con un largo, lento y caliente beso.
—Cásate conmigo —murmuró contra mis labios, y me reí, con la culpa
surgiendo en mí mientras besaba unos labios que estaban hinchados por el
Whiskey. Lo empujé juguetonamente antes de escarbar en las bolsas.
—Voy a preparar todo esto. ¿En qué estás trabajando?
—Solo estoy haciendo inventario, pensando en el plan de la semana
que viene para que podamos divertirnos y no pensar en las elecciones esta
noche en la fiesta. 104
—¡Amén! —gritó Shayla, y me reí.
Sonreí, pero fue débil, con el estómago como una colmena de abejas
mientras me acercaba a Ethan.
—¿Tienes un segundo para hablar? Yo... necesito decirte algo.
Sus cejas se levantaron, y sus manos encontraron mis brazos en un
abrazo reconfortante.
—¿Está todo bien, nena?
—Sí, estoy bien —dije tragando—. Es que hay algo de lo que tenemos
que hablar.
—Bien —dijo, con los ojos mirando entre los míos antes de volverse
para mirar por encima del hombro a Shayla—. ¿Estaría bien si hablamos
más tarde esta noche? Estamos tratando de hacer todo esto antes de la
fiesta. Quiero decir, ¿si estás segura de que estás bien y puede esperar?
Ella todavía me miraba desde la esquina de la habitación. Sentí sus
ojos creando cráteres ardientes en mi piel mientras Ethan esperaba mi
respuesta.
—Sí, claro. Sí, puede esperar. —Forcé otra sonrisa—. Vuelve a la vida.
Haré un plato para cada uno y luego iré a ayudar.
—Gracias —susurró, besándome la mejilla una vez más antes de
volver corriendo para sentarse en el suelo junto a Shayla. Acercaron sus
cabezas, señalando algo en su pantalla y hablando de números. Fue
entonces cuando finalmente dejé que mis ojos se fijaran en Jamie.
Su cara era de piedra, ojos intensos que se me clavaban por debajo de
sus cejas arrugadas. Dejé caer mis ojos a su boca, con los labios en una
línea firme, y luego tragué y me giré, buscando platos en el armario.
¿Qué? ¿Pensó que iba a entrar aquí devastada? ¿Llorando y rogándole
que me dijera por qué nunca me envió un mensaje? ¿Por qué nunca llamó?
Pensó que tenía la ventaja, y quizás la tenía, pero estaba decidida a no dejar
que se notara.
Fue solo un error. No pasa nada. La mierda pasa. No hagas de esto
algo importante.
Repetí los mismos pensamientos una y otra vez, deseando que fueran
verdad.
—¿Qué estás haciendo?
Salté un poco en el estruendo de su voz, con los platos sonando en
mis manos mientras los sacaba del estante.
—Haciendo tacos. ¿Quieres un poco? —Evité sus ojos, colocando los
platos en el mostrador antes de abrir cada caja de comida rápida de
poliestireno con los ingredientes.
—No te hagas la tonta, nunca se te ha dado bien.
—Porque me conoces muy bien.
—Sí —dijo en voz alta, agarrando mi muñeca que acababa de agarrar 105
los tacos. Ambos miramos a Ethan y Shayla, pero era como si no
estuviéramos allí—. Te conozco, joder —dijo otra vez, con la voz más baja—
. ¿Qué pasa?
—Nada.
—B —me advirtió, y arranqué la muñeca de su mano.
—Nada. Estoy bien.
—Estás bien —dijo.
Suspiré, llenando el primer taco con pollo asado antes de dejarlo caer
en un plato y mirar a Jamie. Primero puse mi cara, esperando que no viera
la forma en que me había lastimado.
—Sí. ¿Vas a ayudarme con esto o no? Porque, de lo contrario, estás
en medio ahora mismo.
Jamie soltó una risa aguda.
—Está bien, no me importa estar en medio. Parece ser mi lugar
favorito, en realidad.
Entrecerré los ojos ante su insinuación.
—¿Qué te pasa? ¿He hecho algo?
—¿Por qué piensas eso? —Le quité importancia, buscando la calma,
sin que me afectara.
Se burló, cruzando los brazos antes de acercarse.
—Oh, no sé, hace menos de treinta horas me estabas metiendo la
mano entre los muslos y, ¿ahora ni siquiera me miras? Sí, tal vez eso.
—¡Shhh! —reprendí, y mis ojos se dirigieron a Ethan, inconsciente,
antes de volver a Jamie. Estaba cerca, y sus palabras eran como llamas que
me lamían el estómago—. Para. Fue un error.
Su cabeza se echó hacia atrás como si mis palabras lo hubieran
golpeado.
—Un error.
—Los dos éramos vulnerables, fue un momento pesado. La mierda
pasa.
—La mierda pa… —Ni siquiera terminó la frase, solo levantó las
manos, pasándolas por sus mechones de color marrón claro antes de
sujetarlas para que descansaran sobre su cabeza. Las dejó caer de nuevo,
con las manos golpeándole los muslos—. ¿Qué estás diciendo ahora mismo?
¿Te escuchas? ¿Te ves? Estás temblando, B.
Fue a agarrarme y me alejé, con la parte baja de mi espalda golpeando
el mostrador.
—Veo muy bien, gracias. Lo suficientemente bien para ver que lo que
pasó la otra noche claramente no te impidió que te acostaras con Tina ayer.
—Me encontré con sus ojos entonces y vi cómo las ganas de discutir se
desvanecían.
—¿Qué? ¿Tina? 106
—Está bien, Jamie. Los vi juntos, pero está bien. Lo que pasó con
nosotros... tampoco significó nada para mí —mentí—. Así que estamos bien.
Como dije, la mierda pasa. —Seguí llenando los tacos, había terminado con
la conversación, terminado con él.
—Vaya. —Jamie sacudió la cabeza antes de acercarse, invadiendo mi
espacio—. No sé qué crees que viste, pero si así es como te sientes me alegro
de que tu retorcida mente haya inventado esta mierda para hacerte sentir
mejor.
Con eso, se alejó del mostrador y de mí. Observé cada movimiento,
cada flexión de cada músculo de su espalda hasta que desapareció dentro
de su habitación, cerrando la puerta tras de sí.
—Jesús, ¿qué le pasa? —preguntó Shayla.
Ethan me miró, con las cejas arqueadas, haciéndome la misma
pregunta. Me encogí de hombros.
—Supongo que no le gustan los tacos.
Shayla se rio y Ethan le ofreció una sonrisa forzada, pero sus ojos
volvieron a encontrarse con los míos y sentí la acusación en esa mirada. Lo
ignoré, terminando sus tacos y entregándoselos con dos botellas de agua.
Luego, hice mi propio plato, me senté a su lado y hablé de los planes de
campaña.
Eran casi las cinco cuando regresé a mi dormitorio, con la mente llena
de las palabras de Jamie mientras caminaba. Había estado empeñada en
parecer indiferente a lo que había sucedido entre nosotros, pero ahora no
estaba segura de que lo que había visto fuera realmente lo que pensaba.
Pero, si no lo era, entonces, ¿por qué nunca me envió un mensaje? ¿Por qué
no llamó? ¿Por qué no hizo algo, cualquier cosa, para asegurarme que lo que
pasó entre nosotros había sido real?
Nunca había estado tan jodida mentalmente en mi vida. Nada tenía
sentido y, por razones que no podía explicar, la primera persona con la que
quería hablar de ello era mi padre. Quería la opinión de un hombre. Pero,
cuando saqué mi teléfono y presioné su contacto, me detuve, con el corazón
roto al darme cuenta de que no era un hombre, no uno de verdad. Un
hombre de verdad no haría lo que él le hizo a mi madre. Un hombre de
verdad habría reconocido sus errores, habría pedido perdón, habría dado la
explicación que le debía a su hija.
Me sentí mal de nuevo cuando me salí del contacto de mi padre y en
su lugar me puse en contacto con Ethan. Mis dedos estaban escribiendo
una excusa de mensaje sobre cómo no me sentía lo suficientemente bien
para ir a la fiesta de la hoguera cuando una voz familiar gritó mi nombre.
Levanté la vista y casi se me cae el teléfono. Había dos grandes maletas
apoyadas junto a la puerta de mi dormitorio y un largo par de piernas
bronceadas que reconocería en cualquier lugar junto a ellas. 107
—¡Sorpresa, perra!
Jenna.
9
Jack Daniels
unca había bebido whiskey de la botella con tanta rabia.

N
Jenna se estaba llenando el vaso del barril de cerveza,
hablando sin parar de uno de sus profesores que juraba que
estaba empecinado en suspenderla, y yo estaba tratando de
aclararme. Mi mejor amiga había volado al otro lado del país
para sorprenderme y mi cerebro en su lugar decidió llenarse de
Jamie. Era irritante. No quería pensar en él, y cada vez que intentaba no
hacerlo, se volvía más y más difícil de lograr.
Todavía no aparecía en la fiesta, y tenía la sensación de que era porque
108
sabía que yo estaba aquí. No tuve otra alternativa que venir, en especial
después de la aparición de Jenna, pero todavía estaba incómoda por lo que
había pasado antes.
No sabía qué posibilidad me molestaba más, que esta noche saliera a
otro lugar, que se quedara en casa por mi culpa o que apareciera y yo tuviera
que estar alrededor de él, de Jenna y de Ethan al mismo tiempo.
Me tomé otro trago.
—Así que sí, estoy bastante segura de que quiere follar, pero está
enojado por querer follar conmigo, así que me está haciendo la vida un
infierno —terminó, absorbiendo la espuma de su nueva cerveza.
—Así que básicamente, vas a tener sexo con tu profesor.
Ella se encogió de hombros guiándonos hacia una de las hogueras.
—Probablemente.
Nos reímos y traté de relajarme por quincuagésima vez y divertirme.
Jenna estaba deslumbrada por el hecho de que Alder era un campus
húmedo, así que podíamos tener una fiesta de hogueras justo en los límites
del campus. Todavía teníamos que registrarlo como un evento, y había
limitaciones, pero era bastante increíble. Aun así, esa noche no estaba de
humor para cerveza. Necesitaba algo más fuerte.
De ahí, la botella.
La incliné hacia mis labios una vez más y tomé aire a través de los
dientes mientras el whiskey me quemaba en su bajada. Ni siquiera había
elegido una buena botella, simplemente opté por el viejo Jack Daniels. Un
día, juré, tendría un armario lleno de whiskey de lujo, solo para tener
siempre algo preparado para ocasiones como esta.
—Has estado callada —señaló Jenna—. ¿Está todo bien?
Forcé una sonrisa.
—Claro que sí. ¡Mi mejor amiga está aquí!
—¿Pero?
Abandonando la actuación, me dejé caer sobre uno de los bancos de
la hoguera más lejana y Jenna se sentó a mi lado. Era una de las últimas
noches frías que tendríamos en San Diego y el fuego era una calidez
bienvenida.
—Lo siento Jenna. Estoy muy contenta de que estés aquí. Es solo
que… —me debatí entre contárselo, soltarlo todo justo en ese momento. La
verdad es que quería contárselo a alguien, pero no era el momento
adecuado—. Estoy cansada. He estado ayudando a Ethan con todo esto de
hacer campaña y es algo agotador.
—Ah —rumió Jenna, sus ojos escanearon la multitud hasta que
divisaron a Ethan. Él y Shayla estaban ahora acampados en el barril de
cerveza como lo acabábamos de estar nosotras, llenándose los vasos y 109
pasándolos, claramente no se estaban tomando la noche libre como dijeron
que lo harían—. Es bastante impresionante que se esté presentando para
vicepresidente. Parece un buen tipo.
—Lo es —coincidí, mi voz era como papeles de lija frotándose entre sí.
Ethan era un chico increíble, y cuando descubriera lo que había hecho, lo
perdería. Se me removió el estómago y agarré la botella con más fuerza.
—¿Eres feliz? —preguntó Jenna casualmente, lanzándose el largo
cabello rubio por encima del hombro mientras le daba un trago a su cerveza.
El sol se estaba poniendo, el cielo se iba apagando en un profundo azul
marino detrás del fuego. Su pregunta debería de haber sido fácil de
responder, pero hice un sonido extraño antes de sonreír y encogerme de
hombros. Ella ladeó una ceja—. ¿Qué demonios significa eso?
—Soy feliz —dije rápidamente—. Lo soy. Como he dicho, él es
increíble.
—Eres la peor mentirosa.
Me reí.
—Creo que es solo la cosa de hacer campaña. Estaré contenta cuando
se acabe.
Jenna entrecerró los ojos, pero me dejó abandonarlo.
—Bien, me parece bien. Así que —dijo con un estallido, sentándose
más recta—. Estoy aquí por una semana. ¿Qué es lo primero que vamos a
hacer?
Me animé con eso, entusiasmada por una semana con ella y un
montón de distracciones.
—Bueno, evidentemente tenemos que ir a la playa para que puedas
ver lo que la costa oeste tiene para ofrecer. Hay algunos clubs entretenidos
en el centro en los que podemos entrar; empezando con The Taco Stand en
La Jolla.
Jenna chilló con entusiasmo.
—¿¡Podemos ir a bailar a algún lado!?
—¡Dah!
Nos reímos y cuando el sonido se desvaneció, asimilé el momento para
verdaderamente apreciar el hecho de que ella estaba aquí.
—Estoy tan contenta de que estés aquí, Jenna. Tu sincronización no
podría haber sido mejor.
Ella me dio un codazo
—Debe de ser esa cosa de la sensación extrasensorial de mejor amiga.
—Deber de serlo. —Desenrosqué la tapa metálica de mi botella y le di
un golpecito a su vaso rojo de plástico con ella—. Salud, perra.
—Salud.
Reclinamos los tragos y Jenna abrió la boca para decir algo, pero fue
interrumpida. 110
—Bueno, que me condenen.
Jenna se giró y yo cerré los ojos, echando una exhalación por la nariz
mientras el estómago me daba vueltas.
—¿¡Jamie!? —Se levantó de un salto, lanzando los brazos alrededor
de su cuello mientras yo agarraba mi botella con fuerza y la volvía a llevar
hacia mi boca—. ¿Qué diablos? ¿Qué está haciendo aquí?
Él se rio y finalmente me arriesgué a mirarlo. Llevaba puesta la misma
sudadera de hace dos noches y los recuerdos me golpearon como fogonazos
de relámpagos, rápidos y hermosos, uno tras otro. Su cabello estaba
desaliñado, sus ojos bajos y la sonrisa perezosa en su lugar. Un vistazo, eso
era todo lo que necesitaba para captar dos cosas; una, estaba borracho, y
dos, yo estaba en problemas.
—¿A qué te refieres? Voy a esta universidad.
La boca de Jenna se abrió y se giró hacia mí, con las cejas juntas con
confusión.
—¿Qué? Oh, Dios mío, B, ¿cómo no me contaste nunca que Jamie iba
a la misma universidad que tú?
Entonces Jamie se giró hacia mí, con una relajada y arrogante sonrisa
poniéndose en sus labios.
—Nunca te lo dijo, ¿eh?
Mis dedos jugaron nerviosamente con mis rizos, me encogí de
hombros y sonreí tensamente.
—Supuse que lo viste en las redes sociales o algo.
—Sí, claro. —Soltó las palabras como una risita—. Este idiota me
eliminó después de romperme el corazón.
Oh, Dios, estaba coqueteando.
Jamie alzó una ceja y su sonrisa creció mientras sus ojos barrieron el
cuerpo de Jenna.
—Me parece recordar que era yo quien estaba al otro lado de ese
corazón roto.
Ahora estaba teniendo un tipo distinto de flashback, de ese primer día
en la pista, la manera en la que se miraron, analizándose, preguntándose
donde se habían estado escondiendo. Intenté tragar, pero se alzó vacío.
Poniéndome de pie de golpe, forcé una sonrisa y pasé mi brazo por el de
Jenna.
—Deberíamos de hacer las rondas, quiero presentarte a todo el
mundo.
Ella seguía mirando a Jamie, pero me habló a mí:
—Sí, en un minuto. Creo que Jamie necesita un trago.
Sabía, por la mirada vidriosa en sus ojos, que ya había tenido
bastantes, pero en este momento sus manos estaban vacías. Nuestros ojos
conectaron, solo por un segundo, y la ira que había visto antes se había 111
desvanecido completamente. Traté de preguntarle algo en ese corto
momento en que tuve sus ojos en los míos, pero no estaba segura de qué.
Su mirada volvió a caer sobre Jenna demasiado rápido para que lo
averiguase.
—Sí que lo necesito. ¿Me acompañas? —preguntó tendiendo su brazo.
Jenna abandonó el mío como si fuera una roca caliente y tomó su oferta.
—Por supuesto. —Empezaron a caminar y Jenna giró su hombro para
gesticular oh Dios mío antes de contonear las cejar y sonreírle a Jamie.
Simplemente los observé marcharse, dejándome caer sobre el banco con un
suspiro.
Mierda.
Me di cuenta rápidamente de qué tipo de noche sería, así que consumí
tres largos tragos de mi botella y apreté los dientes contra el ardor.
Necesitaba un escape. Necesitaba un descanso de mis pensamientos.
Necesitaba emborracharme.
Durante la primera media hora después de eso, los observé juntos,
bebiendo sorbos de mi botella cada dos minutos. Los observé llenarse los
vasos mientras hablaban y reían, mientras Jenna tomaba cada oportunidad
que podía para estirarse y tocarlo. Cuando caminaron hacia el banco en la
hoguera opuesto al mío, me levanté abruptamente, haciendo una pausa
cuando el whiskey me golpeó de golpe.
No iba a torturarme. Jamie era mi amigo, Jenna era mi mejor amiga.
Ya habían estado juntos antes, así que, ¿qué pasa si reavivaban la llama
durante la semana que ella estaría aquí? Sería igual que en la secundaria.
Salvo que, en ese entonces, no me había acostado con Jamie. No lo
había sentido quemarse en mi piel, marcarme, arruinarme.
Resoplé, sacudiendo la cabeza. Fue una noche, y no fue algo
importante. Claramente a Jamie no le importó, y no debería importarme.
Tenía a Ethan, y Jamie tenía a cualquier otra rubia ingenua del campus.
Las cosas habían regresado a la normalidad.
Me repetí eso mientras vaciaba el resto de mi botella.
—Oye, ahí estás —dijo Ethan con una sonrisa cuando envolví los
brazos entorno a sus hombros y me deslicé en su regazo.
—Aquí estoy. —Lo besé duro, agarrando con los puños su camisa para
acercarle más. Le necesitaba, necesitaba llenarme con su esencia para
borrar la de Jamie.
—Vaya —dijo contra mis labios, pero solo me presioné contra sus
labios con más dureza—. Oye, ¿estás bien? —Se retiró, examinándome, sin
duda evaluando mi nivel de embriaguez.
—Estupenda. Solo estoy besando a mi novio. —Sonreí y él me la
devolvió, pero con vacilación—. ¿De qué están hablando?
En algún momento Shayla se había girado, probablemente 112
sintiéndose un poco incómoda con mi demostración pública de afecto, pero
después se iluminó.
—¡Oh! Solo estábamos hablando de cambiar las cosas en nuestro
puesto la próxima semana, reforzando de verdad antes de la elección,
¿sabes? —Asentí, alcanzando mi botella antes de darme cuenta de que
estaba vacía—. ¿Qué opinas de helado en vez de pizza?
Ella tenía una sonrisa muy grande, y ambos estaban esperando mi
respuesta. Succioné los labios entre mis dientes antes de soltarlos y darme
una palmada en los muslos.
—¡Creo que eso suena increíble! Necesito un trago. Ahora mismo
vuelvo.
Me levanté de un salto antes de que cualquiera de los dos pudiera
decir cualquier otra cosa y fui directo hacia el barril de cerveza. No era
whiskey, pero me las arreglaría.
Después que llené mi vaso, vagué por un rato, decidiendo no
preocuparme por Jenna. Era una chica grande, y claramente sabía lo que
quería hacer esta noche. Pensar en ello me enfermaba, así que lo evité,
saltando de un grupo a otro antes de finalmente regresar hacia Ethan.
Salvo que Jamie y Jenna ahora estaban en la misma hoguera.
Perfecto.
Tomé mi lugar de nuevo en el regazo de Ethan y su mano encontró mi
cadera, tirando de mí más cerca.
—Oye —susurró.
—Oye.
—Siento lo de antes. No quiero que pienses que no disfruté de ese
beso, porque desde luego que lo hice —dijo, presionando sus labios en mi
hombro—. Es solo que Shayla estaba en medio de toda esa conversación de
la campaña y estaba preocupado de que se sintiera extraña.
—Está bien, probablemente debería de haber tomado aliento antes de
haberte atacado la cara.
Él sonrió, sus dientes brillantes incluso a la leve luz del fuego.
—Como que me gusta cuando me atacas la cara. —Entonces se
inclinó, tomando mi barbilla entre su pulgar y nudillos y me besó
dulcemente. Mis ojos revolotearon hacia el lugar en el que Jamie estaba
sentado en el banco en diagonal a nosotros, pero los suyos estaban en
Jenna; concentrados, como siempre lo estaban.
Ethan aún sostenía mi barbilla cuando se retiró, sus ojos buscaron
los míos.
—¿Quieres hablar ahora?
—¿Qué? —pregunté, regresándole la mirada, pero todavía de alguna
manera fuertemente consciente de los movimientos de Jamie.
—Antes querías hablar. ¿Está todo bien? 113
Mierda. De repente, la idea de contárselo a Ethan me aterrorizaba, en
especial después de la cantidad de Jack Daniels que había ingerido. Ver su
amable rostro a la luz del fuego retorció el nudo en mi pecho. Se merecía
saberlo y aún planeaba contárselo.
Pero no esta noche.
—Ya sabes, no es nada en realidad. Esta noche vamos a pasarla bien.
Las cejas de Ethan se juntaron.
—¿Estás segura?
Asintiendo, mi incliné para otro beso, silenciando su preocupación
con mis labios.
—Estoy segura.
Incluso con el corazón rompiéndoseme por lo que le estaba ocultando,
todavía me preguntaba si Jamie estaba observando nuestro beso, y casi no
pude ocultar mi decepción cuando me retiré de los labios de Ethan y
descubrí que no lo estaba haciendo.
Para el caso, podría haber estado muerta para él.
Puede que lo estuviera.
—Deberíamos jugar a un juego —le anuncié al grupo, dándole un
sorbo a mi vaso.
Jenna aplaudió.
—¡Oh! ¡Sí! ¿Qué les parece el Yo Nunca?
—Una elección clásica, mejor amiga. —Brindé en el aire y ella me
guiñó, alzando también su vaso.
—Somos un poco mayores para juegos, ¿no creen? —La voz de Jamie
resonó. Por fin me estaba mirando, por primera vez desde que él y Jenna se
habían marchado, pero me encogí de hombros manteniendo los ojos en el
fuego.
—No tienes que jugar. Tina acaba de llegar, ¿por qué no vas a
conseguirle un trago y nos dejas a los niños solos? —dije con una sonrisa,
pero mi tono desdeñoso era evidente.
Jenna me miró antes de girar su mirada hacia Jamie.
—¿Novia?
Jamie estaba frunciendo el ceño, pero seguí sonriendo dulcemente.
—No. B tiene alguna rara obsesión con mi compañera de proyecto de
Economía y no puede dejarlo ir.
Puse los ojos en blanco.
—Lo que sea. Quédate o vete, no me importa. Ethan, vas primero.
Ethan parecía incómodo, sus ojos eran recelosos mientras miraba
alrededor del fuego, pero se dio por vencido.
—Bien. Nunca he tenido una aventura de una noche.
Jamie y Jenna bebieron, sonriéndose entre ellos sobre el borde de sus
vasos. Después los ojos de Jamie cayeron sobre mí y vi el reto en ellos antes 114
de que hablara.
—¿No bebes, B?
—Nop. —La palabra salió dispara de mis labios—. Tu turno.
—¿Nunca has tenido una aventura de noche? —preguntó apoyando
los codos en las rodillas. Alzó una ceja mientras esperaba la respuesta
atorada en mi garganta.
—Fui su primero —dijo Ethan con confianza, tirando más cerca de mí
y dándome un beso en el cuello—. Su único.
La culpa rodó por mi estómago como un desprendimiento de rocas y
apresuradamente le regreso el beso, mantenido los ojos alejados de los de
Jamie.
—Qué adorable —murmuró Jenna con admiración.
—Sí. Muy adorable —concordó Jamie—. Así que, mi turno ¿eh?
Hmmm… nunca he tenido un trío.
Jenna y yo nos sonreímos a través del fuego, pensando en la promesa
que no habíamos hecho hace unos años de que, si alguna vez teníamos un
trío, la otra tenía que estar involucrada. Pero la sonrisa se deslizó de mi cara
cuando Ethan tomó un trago.
—Espera, ¿en serio?
Ethan se encogió, como un perro con el rabo entre las piernas.
—Era un estudiante de primer año, en ese momento creí que era
genial. No significó nada.
—Oh —respondí en voz baja, preguntándome por qué nunca antes lo
había mencionado.
—¿Estás enfadada?
Entonces estuvo claro el por qué Jamie había hecho esta pregunta y
le miré con furia por encima de las llamas. Él solo sonrío con satisfacción.
—Claro que no —le aseguré a Ethan—. Eso fue antes de mí. Es algo
sin importancia. —Sonreí para sellar esa mentira y tiró más cerca de mí,
besándome en el cuello mientras yo tomaba un trago e inclinaba la cabeza
hacia Jenna—. Tú turno.
—¡Oh! Nunca me he hecho un tatuaje —dijo con entusiasmo,
examinando el fuego. Cuando ninguno de nosotros bebimos, hizo un
puchero—. Maldita sea, necesitamos un poco de emoción en nuestras vidas.
Me reí, pero chasqué los dedos.
—¿Sabes qué? Deberíamos hacernos unos tatuajes antes de que te
vayas.
—¿En serio? —chilló.
—¡Diablos sí! ¿Por qué no? Iremos mañana.
—¡Oh Dios mío! ¡Me apunto! —Jenna dio saltos cuando Shayla se
hundía en el espacio desocupado al lado de Ethan, pasándole una cerveza
nueva y dándole un trago a la suya. 115
—¿Qué pasa?
—Estamos jugando al Yo Nunca. ¿Quieres jugar? —pregunté.
—¡Claro!
Hice un gesto con la mano, inclinando el vaso en mis labios.
—El escenario es todo tuyo.
—Hmm…. nunca he tenido sexo en la playa.
Me atraganté, la cerveza llenó mi nariz mientras Ethan me frotaba la
espalda.
—¿Estás bien?
Asintiendo, me puse de pie rápidamente manteniendo los ojos
alejados de Jamie. No necesitaba ver su sonrisa arrogante para saber que
estaba posada en su perfecto rostro.
—Bien. Voy a rellenarme el vaso.
Ethan trató de reforzar su agarre sobre mí, pero me escabullí de él,
apresurándome hacia el barril de cerveza. Jenna me siguió.
—Oye, ¿estás bien?
—¡Estoy bien! —grité. Las cejas de Jenna se levantaron de golpe y
resoplé—. Lo siento. Todo el mundo me ha estado preguntando eso esta
noche y estoy irritada.
Ella se rio.
—Bien, anotado, estás bien. Venga, vamos por unos tragos.
Jenna guio el camino hacia el barril de cerveza y se lo llenó primero,
dando su primer trago y regresó la mirada hacia la hoguera mientras me
llenaba el mío.
—Así que, Jamie.
—¿Qué pasa con él? —Traté de sonar indiferente. No estaba segura de
que aterrizara allí.
—Yo solo… me olvidé de lo sexy que era. Se ha puesto incluso mejor
con la edad. Como el buen vino.
O el whiskey.
—Sí. Es un semental —dije inexpresivamente.
—Creo que puede que esta noche tenga ganas de un poco de acción
por los viejos tiempos. ¿Te enfadarías? ¿Si quizás me voy con él?
Abandoné la boquilla del barril con un dolor ardiendo en mi pecho
ante la idea. Bebiendo de un trago la mitad de lo que me había servido,
comienzo a llenarlo de nuevo, pero no la miré.
—Claro que no. Diviértete.
—¿Estás segura?
No llegué a responder porque Jamie había llegado, tendiendo su vaso
hacia la boquilla mientras yo terminaba de llenar mi vaso. Lo empujé en su
mano.
—¿Chicas les apetece un baño? —preguntó, inclinando la cabeza 116
hacia la piscina a ni siquiera a treinta metros de las hogueras.
—Está helado —dije inexpresiva.
Él solo se encogió de hombros.
—¿Y? Vive un poco.
—Porque eso siempre sale tan bien —murmuré, alzando el vaso hacia
mis labios.
Jenna entrecerró los ojos.
—¿Por estás siendo tan rara esta noche?
—No estoy siento rara —dije a través de los dientes apretados, la
cabeza me flotaba por el alcohol. Me di cuenta cuanto más tiempo estaba de
pie de que había logrado con éxito mi plan de emborracharme.
—No sé —expresó Jamie parándose recto con su cerveza ahora llena—
. Estás siendo algo rara.
Entonces lo miré fijamente y él solo sonrío, dando un sorbo. Abrí la
boca para soltar algún tipo de comentario inteligente, pero opté por algo
mejor, sacudiendo la cabeza.
—Voy a encontrar a Ethan. Diviértanse atrapando una hipotermia.
Jenna me llamó, pero la ignoré, decidiendo en ese momento que lo
que Jamie y Jenna hicieran esa noche no importaba.
Pero no importaba cuándo me repitiese eso mientras me acababa una
cerveza tras otra y la noche se convertía en las primeras horas de la mañana.
No podía evitar observarlos. Eran como un accidente de auto o un tipo
borracho predicando en la acera. Sin importar cuánto lo intentara, no podía
apartar los ojos durante más de treinta segundos, y cuánto más continuaba
la noche, más se tocaban, más se reían y más quería vomitar.
E incluso peor, los ojos de Jamie no volvieron nunca a encontrarse
con los míos. No cuando bailé con Ethan moliendo mi culo en su ingle, o
cuanto me senté a horcajadas sobre él en el banco, besándolo con pasión.
No echó un vistazo cuando me reí en voz alta o miró con furia cuando los
labios de Ethan encontraron mi cuello y mi clavícula. Era como si no
existiera, y cuanto más bebía, más me molestaba eso.
Todo el mundo tiene esa noche en su mente, esa primera noche en la
que bebieron demasiado e hicieron totalmente el ridículo. Bueno, esta era
esa noche para mí, y estaba a punto de descubrir por las malas, que
contrario a la creencia popular, de “licor antes de cerveza” no siempre
significa “fuera de peligro” en especial cuando todo comenzó con Jack
Daniels.
—Quiero ir a nadar —canté en los labios de Ethan mientras nos
besábamos, la fiesta estaba en pleno apogeo a nuestro alrededor. Jamie
quería entrar en la piscina, y yo quería la atención de Jamie. Ciencia.
Ethan se rio.
—Está demasiado frío para eso, nena. Puede que en una semana o 117
dos.
—No, quiero ir ahora —discutí haciendo un puchero.
Un estudiante de primer año pasó corriendo por nuestro lado,
arrancándose la ropa y tirándola detrás de él, gritando algo acerca de nadar
desnudo. Me animé, mirándolo mientras todos a nuestro alrededor se reían
y me volví a girar hacia Ethan.
—¡Vamos! ¡Vamos! —Me levanté de un salto, quitándome las botas y
siguiendo al estudiante de primer año desnudo. Ethan enlazó su brazo
alrededor de mi codo.
—B, no, no vas a ir a nadar desnuda.
No sabía por qué, pero su exigencia no me sentó bien, y fruncí el ceño.
—Puedo hacer lo que me dé la puta gana.
Los ojos de Ethan eran duros, firmes.
—Hablo en serio. Hay demasiada gente aquí y es una fiesta del
campus. La policía del campus está como a dos calles de distancia y ya estás
bebiendo siendo menor de edad. No seas estúpida.
Arranqué mi brazo del tuyo y vi a Jamie y Jenna en mi periferia.
—Qué, ¿tienes miedo que de dañé tu perfecta reputación antes de las
elecciones? —Estaba hablando con desdén y sabía que estaba siendo
desagradable, pero no podía evitarlo. Estaba fuera de control—. Fue tan
vergonzoso besarme antes, supongo que sería realmente vergonzoso si me
quitara la ropa. —No sabía por qué quería presionarlo, pero me quité el
suéter para demostrar mi punto, quedándome solo con la camisa de tirantes
que llevaba debajo. Un par de chicos silbaron y les guiñé.
—Bien, vamos. Nos marchamos. —Fue de nuevo a agarrarme el brazo,
pero lo esquivé.
—Puedes irte si quieres. No estoy lista para irme.
—No era una petición.
—Y lo mío no era una sugerencia.
—¡Maldición, Brecks! —gritó mi nombre como una palabrota. Para el
caso, podría haberlo sido—. No te vas a meter en esa piscina. Fin de la
historia.
Me estaba hablando como a un niño, regañándome al usar mi nombre
completo. Lo miré con furia y con la boca abierta, preguntándome cómo
podía hacer eso. No sabía de mis padres, pero le había contado mi nombre
real en confianza, diciéndole que había una razón muy real de por qué
nunca me hacía llamar así.
Y él había traicionado esa confianza.
—B… —Jamie me flanqueó, sosteniendo las manos en alto como si
fuera peligrosa—. Vamos. Te acompañaré a tu dormitorio.
—Puedo caminar sola —le espeté a todos, arrancando mi suéter y mis
botas del suelo. Después me giré sobre mis talones y corrí por la multitud 118
que nos había estado mirando, reprimiendo las emociones que se forjaban
en mi interior y concentrándome en no tropezar mientras me volvía a poner
las botas.
Ni siquiera llegué al estacionamiento antes de que escuchara sus
pasos detrás de mí.
—Lárgate, Jamie —lancé detrás de mí, todavía acechando por el
camino que llevaba a mi dormitorio. La universidad está montada de manera
circular con diferentes aceras circulares conectando las partes interiores y
exteriores del campus. Estábamos a las afueras, y también lo estaba mi
dormitorio, solo a una corta distancia de diez minutos caminando, y
encontré consuelo en eso mientras rozaba los autos estacionados en el
Estacionamiento A al pasar.
—¿Qué? ¿Ahora no tienes nada que decir?
—Dije que te largaras.
—Oh, vamos —me retó, sus largas piernas lo dejaron alcanzarme con
facilidad—. Has estado haciendo lo imposible para obtener mi atención
durante toda la noche. Bueno, la tienes.
Me reí.
—Al contrario de tu creencia de que el mundo gira a tu alrededor,
Jamie, esta noche eras la última cosa en mi cabeza.
—Mentira.
Entonces me di la vuelta, deteniéndonos a medio paso, prácticamente
hirviendo.
—¡Tan solo déjame en paz! Regresa a Jenna y dale el Tour de la
habitación de Jamie. He escuchado que es un lugar bastante turístico en el
campus.
Los labios de Jamie se aplanaron mientras golpeó su mano contra una
camioneta al azar.
—¡Maldita sea, B! —Me encogí, esperando que la alarma sonara, pero
no lo hizo—. ¿Qué diablos quieres de mí? Te entregas a mí después de todo
este tiempo y entonces me tratas como una escoria al siguiente día, diciendo
que fue un error y que no tuvo importancia para ti. Pero después actúas
como una maldita loca cuando me ves con tu mejor amiga. —Entró en mi
espacio y el aliento se me atascó en el pecho—. ¿Crees que me acosté con
Tina? No lo hice. Está en mi clase, nada más. ¿Crees que esa noche no tuvo
importancia para mí? La tuvo. Es todo en lo que he pensado desde entonces.
¿Crees que no me mata ver las manos de Ethan sobre ti? —Dio un paso más
cerca, sus ojos eran salvajes—. Lo hace, me mata. ¿Crees que lo que pasó
entre nosotros no fue real? Lo fue. —Su pecho se agitaba mientras todo a
nuestro alrededor se desvanecía y sus ojos caían hacia mis labios—. Y
todavía lo es.
Rompió el espacio entre nosotros, estrellando su boca sobre la mía. 119
Sus labios desencadenaron el fuego y aspiré aire por la nariz, con la cabeza
dándome vueltas, antes de que mis manos encontraran el centro de su
pecho y lo empujaran hacia atrás con fuerza. Golpeó la camioneta y levantó
las manos, con los ojos como el fuego mientras jadeábamos.
Le observé, mi consciencia me decía que me marchara mientras mi
cuerpo me pedía a gritos que nunca lo dejara. Nada tenía sentido. Todo tenía
sentido. El Whiskey nubló mi cabeza y me detuve para tratar de combatir la
neblina, me lancé hacia él y tiré de su suéter hasta que su boca estuvo de
nuevo sobre la mía. Él me levantó, girándonos y sujetándome contra la
camioneta. Sus labios bajaron por mi cuello hacia mi clavícula, hacia mi
pecho y hacia la hinchazón de mis pechos. Succionó la piel con fuerza,
tratando de marcarme, pero no era suya para marcar.
—Para. —Tomé aire y él gimió, tomándolo como un reto mientras su
mano se metía bajo mi camiseta. Gemí, respirando con dificultad en su boca
mientras metía la lengua dentro de mi boca. Estaba mareada. Quería
sucumbir. Lo quería a él. Con muchas ganas.
Pero esto estaba mal.
—¡Para! —dije de nuevo, esta vez quitándolo de un empujón y bajé los
pies de nuevo al suelo—. No podemos hacer esto.
—¿Por qué no? —jadeó.
—¿B?
La voz de Jenna nos sobresaltó y cerré los ojos, apoyando la cabeza
contra la camioneta antes de girarme para encararla.
Ella se cruzó de brazos, sus ojos rebotando entre nosotros.
—¿Qué diablos está pasando?
Jamie soltó una larga respiración con fuerza por la nariz, y ni siquiera
pude volver a mirarle. No quería ver el dolor, la resignación.
—Vamos, Jenna. Vámonos. —Estiré la mano y ella la tomó, sus ojos
todavía estaban embravecidos bajo las curvadas cejas cuando tiré de ella
lejos de Jamie. Para su crédito, esta vez no me siguió.
Cuando estábamos fuera del alcance del oído, Jenna tiró de su mano
para liberarla y aceleró nuestro ritmo.
—Será mejor que tengas alcohol en tu dormitorio porque tienes mucho
que explicar.
Eché un vistazo atrás hacia Jamie, que no se había movido. Se quedó
de pie ahí, observándonos marchar y supe que nada sería lo mismo después
de que se lo contara a Jenna. Ella me haría elegir. Sería la voz de la razón
de la que estaba huyendo.
—Lo único que tengo es Whiskey —susurré, arrancando los ojos de
Jamie hacia el camino que estábamos recorriendo. Decía esa frase en serio
en más de una manera, y supe antes de contarle a Jenna que no podía
perderlo. 120
Pero eso significaba que tendría que perder a otra persona.
10
La resaca
icen que el tiempo lo es todo, y estaba empezando a aprender

D
que el tiempo era todo menos amable con Jamie y conmigo.
Me desperté esa tarde con una resaca infernal, pero
finalmente me sentí aliviada de la presión que había estado
aplastando mi pecho. El sol brillaba a través de la ventana de
mi dormitorio y retiré las mantas. Jenna gruñó, rodando lejos
de la luz mientras yo miraba el techo, repasando mi plan del día.
Después de haber hablado con Jenna hasta casi las cinco de la
mañana, derramando todo, me sentí mejor. Esperaba que me juzgara, o
121
demonios, que tal vez se enojara, ya que había salido con Jamie en la
secundaria, pero no lo hizo, y no lo haría. Me escuchó sollozar, romperme y
me sostuvo a través de todo, y luego hizo lo que sabía que haría.
Me obligó a elegir.
Pensé que sería más difícil, pensé que me mataría decir en voz alta a
quién quería, pero después de confesarlo todo y sentir que el whiskey y la
cerveza abandonaban mi sistema gradualmente, fue como salir de una
neblina brumosa hacia la más pura claridad. Sabía lo que tenía que hacer,
y aunque sabía que dolería, estaba lista para hacerlo.
Arrastrándome fuera de la cama, me dirigí al baño y tomé dos
ibuprofenos antes de intentar arreglar mi cabello. Mientras lo hacía, me
encogí ante mi reflejo. Me veía como la mierda, y sabía que me lo merecía.
Ethan no debería haber tenido que soportar mis dramas de anoche, y
tampoco debería haberle mentido. Esperaba que lo entendiera. Esperaba
que me perdonara. Esperaba que siguiera adelante, encontrando una chica
que pudiera tratarlo mejor que yo.
Más que nada, esperaba que fuera feliz.
Y luego estaba Jamie. Mi estómago dio un vuelco al pensar en él.
Después de anoche, no sabía si me escucharía, si me daría la oportunidad
de explicarme o si le importaría una mierda después de que lo hiciera. Pero
tenía que intentarlo. Una cosa era cierta, después de hablar con Jenna toda
la noche, quería estar con él, lo necesitaba, de verdad. Solo esperaba no
llegar tarde.
Recuerdo los siguientes sesenta segundos como un accidente de auto
en cámara lenta.
A mí, mirando mi reflejo en el espejo, planeando todas las palabras
que diría. Jenna, corriendo detrás de mí con mi teléfono en la mano. Su voz,
en pánico. Su cabello, salvaje. Los gritos de mi madre al otro lado, fuertes y
estridentes, golpeando contra el dolor de cabeza que el ibuprofeno aún no
había ayudado a aliviar. Sucedió todo de una vez, todas esas cosas, pero las
recuerdo singularmente, transformadas, casi como si las hubiera soñado.
Tenía todo planeado: lo que le diría a Ethan, lo que le diría a Jamie,
pero nunca tuve la oportunidad.
En ese momento, todo en mi vida cambió de enfoque. Lo que pensé
que era importante fue trivial, lo que era lo último en mi mente se convirtió
en lo primero.
Mi padre murió el día que me di cuenta que amaba a Jamie Shaw.
El amor tiró de mi alma en un sentido y el dolor la tiró en otro, y así
se partió en dos, dividida en partes irregulares e irreparables. Una flotó alto,
llamándome para que fuera con ella, mientras que la otra se hundió en un
agujero negro sin fondo. 122
Pero era demasiado débil para volar.
La mitad más pesada me arrastró con ella y no lloré, no grité, no peleé.
Me ahogué fácilmente, mirando a la mitad flotante en el camino hacia abajo,
preguntándome si alguna vez nos volveríamos a ver de nuevo.

***

Sentí que todo lo que estaba vivo dentro de mí se deslizaba lentamente


mientras miraba fijamente el agua agitada. Se acercaba una tormenta, las
nubes grises acechando en la distancia mientras el sol comenzaba a
desvanecerse. No hacía tanto frío como la noche anterior, y me quedé de pie
donde el agua se encontraba con la arena, con mi tabla bajo el brazo, en mi
traje de neopreno con cremallera alta hasta el cuello.
Era como si cada vez que el agua subía lo suficiente para lamerme los
dedos de los pies, robara un poco más de lo que quedaba vivo dentro de mí,
dejando madera muerta flotando en su lugar. Mis ojos se volvieron huecos,
mis respiraciones se estabilizaron, y mi corazón se debilitó.
Aún podía escuchar las palabras de mi madre, y todavía no tenían
sentido. Un extraño accidente, había dicho ella. Sonaba como una película
de terror, o un artículo de periódico sobre un ser humano lejano a quien no
conocía personalmente. No sonaba como mi vida. Pero lo era.
Los padres de mi papá tenían una casa en un lago en Florida Central.
Solíamos conducir los fines de semana para montar las olas y nadar. Cada
recuerdo que tenía allí de niña estaba lleno de alegría. Mamá dijo que papá
se encontraba allí para el cumpleaños de Nana, nadando justo al lado del
muelle como siempre solíamos hacer. Estaba nadando, solo disfrutando de
un fin de semana en el lago, y luego su vida terminó. Cables enchufados en
el muelle y la casa flotante se había deslizado en el agua, electrificándola, y
había sufrido un ahogamiento por descarga eléctrica. Ni siquiera sabía que
eso era posible, y tal vez por eso no podía procesarlo.
Tal vez fue una combinación de todo en ese momento: la culpa de lo
que le había hecho a Ethan, el dolor de lo que sentía por Jamie, la
conmoción por la muerte de mi padre. Todo había sido arrojado a una
licuadora, el dial en triturar, y ahora era todo lo que podía hacer para
pararme cerca del borde del océano y no desear ahogarme en él.
Dejé a Jenna en mi habitación, haciendo las maletas porque yo no
podía, y tomé un taxi a la playa para tratar de sentir. Solo quería sentir…
algo, cualquier cosa. Quería que se hundiera. Quería llorar. Quería que el
entumecimiento desapareciera, pero solo se estaba hundiendo más
profundo, filtrándose en las grietas entre mis articulaciones, instalándose
en su nuevo hogar.
—No puedes salir a ahí. 123
Su voz era firme, baja y fuerte como siempre. Me tembló el labio al
escucharlo y casi se me cae la tabla. Sujetando mi agarre, la subí más alto,
no me volví para verlo por miedo a que una emoción completamente
diferente se hundiera.
—Voy a estar bien.
—Está a punto de estallar a tormenta, y está oscureciendo —advirtió
Jamie, y sentí que enganchaba mi tabla con sus brazos desde el otro lado.
La apreté más fuerte al principio, pero luego mis hombros cayeron y solté
mi agarre, dejando que Jamie se la llevara. Instantáneamente me sentí vacía
mientras la ponía fácilmente en la arena, y mantuve mis ojos en el oleaje
para evitar mirarlo.
Estaba de pie a mi lado, mirando el agua conmigo, y por un momento
dejó que el viento y las olas fueran el único sonido. Extendió su mano,
apenas, rozando la mía con su meñique antes de deslizar mi palma en la
suya y sostenerla con fuerza.
—Jenna me llamó. Ella... me dijo lo que pasó. —No respondí, pero
froté su pulgar con el mío.
El trueno se escuchó bajo y amenazante en la distancia, y sentí su
llanto en lo profundo de mi estómago.
—Háblame —suplicó.
Un dolor repugnante se extendió a través de mi pecho y luché contra
el sollozo.
—No sé qué decir.
—No te preocupes de que tenga sentido, solo habla. Solo... sácalo.
Asentí, una y otra vez, mis labios entre mis dientes mientras sostenía
su mano y veía el sol ponerse detrás de un muro de nubes de tormenta. No
sabía por dónde empezar, pero cuando la última astilla de oro cayó detrás
del gris, tomé un respiro, agudo e inestable, y entonces hablé:
—Se supone que debo odiarlo —empecé, esnifando—. Me llamaron así
por las pecas en sus mejillas, las mismas en las mías, y se supone que debo
odiarlo. Violó a mi madre —me ahogué, y la emoción comenzó a salir a la
superficie, lágrimas que brotaban y nublaban mi visión—. Y nunca lo supe.
Nunca supe que las manos que me enseñaron a montar en bicicleta eran
las mismas que retuvieron a mi madre la noche que fui concebida. Nunca
supe que los ojos que lloraron con tierna alegría el día que perdí mi primer
diente eran los mismos que vieron a mi mamá rogar para que dejara de
lastimarla. —Sacudí la cabeza, y Jamie agarró mi mano más fuerte—. Él
siempre estaba allí. Fue quien me compró mi primer cuaderno y bolígrafo y
me dijo que escribiera. Fue quien me llevó de compras el día que mi mejor
amigo de la infancia se mudó lejos. Siempre estaba allí. —Cubrí mi boca con
la mano libre, apretando mis ojos cerrados—. Y luego no lo estaba, porque
lo alejé, porque se suponía que debía hacerlo. No he hablado con él desde el 124
día que me gradué de la secundaria. Ignoré sus llamadas telefónicas. Le dije
que no viniera a la cena de Navidad por primera vez en mi vida. —Mi
garganta se contrajo, y apreté más mis ojos, tratando de bloquear la
verdad—. No hablé con él, Jamie. Y ahora nunca volveré a hacerlo.
Las lágrimas se acumularon lo suficiente como para derramarse, y las
sentí calientes en mis mejillas mientras Jamie me tiraba hacia su pecho.
Rodeé su cintura con mis brazos, mis lágrimas manchaban su camiseta
mientras me sostenía con fuerza. Sentí la primera gota de lluvia caer sobre
mi frente, pero no lo aparte.
—Está bien amarlo —susurró Jamie, y otro profundo trueno sonó con
sus palabras.
—No, no lo está —respiré, levantando la cabeza de su pecho. Me
encontré con sus ojos, su brillo de oro verdoso que me daba la fuerza que
necesitaba para decir las siguientes palabras—. Así como no está bien
amarte.
Su nariz se dilató, y llevó una mano a mi barbilla, inclinándola hacia
arriba antes de deslizarla para acunar mi cuello.
—¿Me amas?
Asentí, mordiendo mis labios mientras un sollozo amenazaba con
abrirse paso. Una nueva corriente de lágrimas se deslizó por el mismo
camino que las anteriores y usó su pulgar para limpiarlas.
—¿Por qué no está bien?
—Porque... —intenté, jugando con el dobladillo de su camiseta, pero
no tenía las palabras para explicar. No podía usar letras, sílabas y frases
para unir los pensamientos en mi cabeza, los sentimientos en mi corazón—
. No puedo estar contigo ahora, Jamie. Me voy a casa mañana para el funeral
y solo... no puedo prometerte nada. No puedo... —mis palabras se
desvanecieron, porque decirlas en voz alta dolía. No podía prometerle nada
a Jamie porque no me quedaba nada que dar, no ahora que todo había
cambiado.
Ni siquiera cinco horas antes, todo lo importante para mí estaba
centrado en el universo de una chica de diecinueve años. Quería declararme
mayor, quería ir de fiesta toda la semana con mi mejor amiga, y más que
nada, quería arreglar las cosas con Ethan y Jamie.
Pero ese universo parecía tan lejano ahora.
Ahora, todo lo que importaba era que mi padre se había ido. Estaba
muerto. Lo había estado ignorando, pensando que tenía todo el tiempo del
mundo para averiguar qué papel jugaría en mi vida. Pero estaba equivocada.
Mi padre murió el día que me di cuenta que amaba a Jamie Shaw.
Era tan simple y tan complicado como eso.
Jamie levantó su otra mano para reflejar la primera, enmarcando mi
rostro. Sus ojos oscilaron entre los míos, con el ceño fruncido mientras me 125
estudiaba, enfocado como siempre, tratando de romper el muro que
lentamente estaba construyendo entre nosotros.
—¿Está bien que también te ame?
Un breve grito abandonó mis labios, pero no me dejó responder antes
de que su boca se encontrara con la mía. Me besó como si me estuviera
perdiendo, como si ese beso fuera su última oportunidad de retenerme, y no
tuve el corazón para decirle que no lo era. Me desmoroné ese día, en esa
playa, y aunque traté de luchar contra eso, el entumecimiento de todo me
había cubierto por completo.
—Quédate conmigo esta noche —susurró contra mis labios, me
acercó, tratando de fusionar nuestros cuerpos. Asentí, aun llorando
suavemente, y él intentó con cada pizca de poder besar mis lágrimas antes
de que pudieran caer. Me besó toda la noche. Me besó hasta que mis labios
se agrietaron y mi corazón estuvo magullado. Estaba desesperado por dejar
su marca, y esta vez se lo permití.
Al día siguiente, me fui al funeral y nunca volví.
Jenna voló conmigo, manejando todo lo que yo no podía, el papeleo
en la escuela, las preguntas de mi madre, el traje para el funeral. Me sostuvo
la mano durante el servicio, a través de la corriente de personas ofreciendo
sus condolencias, y esa noche cuando llegamos a la casa de mamá, me senté
en mi portátil, y escribí.
Escribí página tras página de absolutamente nada, pero todo para mí
en ese momento. Cada palabra me hacía sentir mejor y peor a la vez, así que
perseguí un sentimiento y corrí del otro, dando vueltas y vueltas hasta que
me dolieron los dedos. Creo que primero necesitaba que la verdadera
angustia se sintiera lo suficiente como para escribir como lo hice esa noche.
Las palabras no se escriben desde un corazón que nunca sintió. Vienen del
dolor, del amor, de profundidades indescriptibles, y fueron mi única
liberación.
Esa fue también la noche en que me comprometí a mantenerme
sobria.
Con ese último sabor de Jamie aún fresco en mis labios, lo dejé de
lado, sabiendo que lo chuparía hasta dejarlo seco si no lo dejaba ir. Tuve
que escribir mis sentimientos para poder decir por qué había dejado atrás a
Jamie. La verdad es que le creí cuando dijo que me amaba, y sabía que me
amaba lo suficiente como para dejar que lo arrastrara conmigo. Apenas
podía levantarme de la cama todos los días. ¿Qué clase de persona sería si
dejara que Jamie me amara en mi condición?
Resultó que yo era Agua, él era Whiskey, y no podía diluirlo, no ahora
que sabía que me amaba lo suficiente como para dejarme. Necesitaba ser
más fuerte, ser hielo la próxima vez que me derritiera en él.
Hice una llamada al campus, a Ethan, diciéndole por teléfono lo que 126
merecía escuchar en persona. Luego, terminé la escuela en la Universidad
de Palm South, y siempre me aseguraba de estar fuera de la ciudad para los
veranos cuando pensaba que Jamie podría volver.
Me llamaba dos veces al año, todos los años, una vez en mi
cumpleaños y otra en el aniversario de la muerte de mi padre. Nunca
respondí. Y nunca le devolví la llamada. Parecía que estaba tratando de
soltar el Whiskey y él estaba tratando de aferrarse a mí.
Era solo cuestión de tiempo antes de que descubriéramos quién
ganaría.
11
Sobria
ncluso estando tan lejos de la costa, podía escuchar el timbre de

I
mi celular. Todavía era capaz de sentirlo vibrar como lo hice esa
mañana, justo como cada año en este día desde que salí de
California. Y como siempre, lo dejé vibrar y sonar, sin silenciarlo,
pero tampoco contestándolo. Miraba su nombre en la pantalla y
pensaba que ya casi me encontraba allí; casi en el punto en donde
sería capaz de responder. Estaba más cerca, pero aún no, así que esa
llamada telefónica se quedó atascada en mi mente mientras balanceaba
perezosamente los pies en el agua a cada lado de mi tabla.
127
Solo hubo dos momentos en los que me sentí bien en los últimos tres
años: cuando escribía y cuando surfeaba. Cada uno de ellos proporcionó su
propio y único tipo de consuelo.
Cuando escribía, enfrentaba mis miedos… mis ansiedades, mis
sentimientos. Los plasmaba en palabras, dándoles vida, haciéndoles saber
que reconocía que existían. Fue terapéutico e incluso si nadie más que mis
profesores vieron algo de lo escrito, se sintió bien simplemente sacarlo de mi
sistema.
El surf, por otro lado, fue el paso previo a la escritura. Era lo que hacía
cuando necesitaba evitar un sentimiento, o cuando deseaba darme tiempo
para pensar en ello antes de poder señalarlo y llamarlo por su nombre. En
ese momento, me comprobaba el pulso, celebrando lo lejos que había llegado
y al mismo tiempo reconociendo que todavía tenía mucho camino por
recorrer para estar completamente entera de nuevo.
El oleaje era más pequeño que en California, pero suficiente. Cuando
comenzó a formarse una ola perfecta, me incliné hacia adelante y remé
rápidamente, incorporándome en mi tabla justo a tiempo para atraparla y
volver a la orilla. Durante los pocos momentos en que me deslicé sobre la
cima de esa ola, con el viento en mi largo y húmedo cabello, me sentí libre.
Luego, nadé un poco, paré y me senté a horcajadas sobre mi tabla
una vez más, mis ojos miraban el sol, aquel que todavía luchaba por
despertar conmigo.
Transcurrieron exactamente tres años desde la muerte de mi padre.
Cuán drásticamente mi vida cambió desde ese día.
Aún recordaba cada doloroso instante que marcaba el camino a la
sanación que había estado recorriendo desde entonces. Recordé la ruptura
en esa playa con Jamie, el entumecimiento después del funeral, la negación
y la desesperación que me siguieron durante casi un año antes de que
finalmente comenzara a aceptar y adaptarme. Escribir y surfear… fueron mi
única liberación.
Al principio, enloquecí buscando respuestas en Internet sobre su
muerte. Investigué todo lo que había que saber respecto al ahogamiento por
descarga eléctrica, como si ayudara, como si eso lo trajera de vuelta o hiciera
menos difícil escuchar a aquellos que lo conocían mejor decir cuán trágico
fue perderlo en un extraño accidente. Odiaba cuando decían eso. Detestaba
esa estúpida frase y el hecho de que no existía consuelo ni claridad en ella.
Era solo una manera insensible de darle sentido a algo que nunca lo tendría
realmente.
Más adelante, mi madre me convenció de que probara la terapia.
Finalmente, ella se ausentó, después de todos esos años de asumir lo que
mi padre le hizo. Parecía que su muerte la había matado y liberado en igual 128
medida, y su terapeuta la ayudó a abordar esos sentimientos. Aun así, al
cabo de solo dos sesiones, supe que no era para mí. No deseaba hablar.
Y entonces, escribí.
Con el tiempo y lentamente, la escritura comenzó a ayudar de verdad,
especialmente cuando declaré Inglés: Escritura Creativa, mi especialidad en
la Universidad de Palm South. Una ñvez que las tareas comenzaron a llegar
y se me asignó leer otras obras de ficción que hacían que mis emociones se
sintieran más al alcance, todo comenzó a encajar y empecé a sentirme bien.
Mamá también ayudó, junto con su novio, Wayne. Se conocieron en
la playa una mañana cuando vino a verme surfear, y él no había sido más
que una luz positiva en nuestras vidas. Era la primera vez en toda mi vida
que veía a mi madre enamorada, y me preguntaba si fue necesaria la muerte
de mi padre para que ella fuera capaz de amar. Hasta ese momento, no
consideré realmente el hecho de que pasó diecinueve años de su vida pegada
a un hombre que la había violado de la manera más personal, todo por mí.
Trató de mantenernos como una familia unida, para asegurarse de que
creciera con ambos padres en mi vida. Ahora, finalmente se concentraba en
sí misma, y ver eso me hizo sentir que estaba bien hacer lo mismo.
Salí con alguien, como ella lo hizo, y por salir me refiero a que dejé
que dos chicos me llevaran a cenar y después a sus camas. Ninguno de los
dos llenó el vacío dejado por el último hombre que me había tocado, pero al
menos fue una buena distracción.
Ethan también me llamó algunas veces. Respondí solo a una de sus
llamadas, la primera vez que se contactó después de explicarle por qué me
fui, de que le dijera la verdad sobre Jamie y yo. Llamó menos de una semana
después, borracho como un joven de veintiún años en Las Vegas, sus
palabras se arrastraban mientras me maldecía por romperle el corazón.
Lloré con él, avergonzada por lo que le hice y todavía sufriendo por mi padre.
A partir de ahí, también dejé de responder sus llamadas.
Tres años.
Sigo recordando ese día, la sensación, el dolor. Era como si fuera una
bola de estambre, y ese fue el día en que me desenredé por completo, mi hilo
se deshilachó y desgastó. En los últimos años, me he recuperado poco a
poco, formando la misma bola de estambre que fui antes, aunque enrollada
de manera diferente. Casi estaba bien de nuevo.
Casi.
En solo dos meses, me graduaría de la universidad y me trasladaría a
Pittsburgh, lista para comenzar el próximo capítulo de mi vida. Monté una
última ola con ese pensamiento resonando a través de mí. Cuando mis pies
volvieron a tocar la arena, con la tabla bajo mi brazo, tuve la abrumadora
necesidad de enfrentar un último desafío antes de graduarme.
Dejé caer la tabla en la arena junto a la toalla de playa y revisé mi 129
bolso buscando mi teléfono. Estaba cálido en mis manos, el sol lo calentaba
incluso a través del frío de febrero. Miré mi registro de llamadas perdidas y
vacilé sobre su nombre, mi dedo temblaba ante la idea de acercarse un
centímetro más para marcar su número. ¿Estaba realmente lista para hablar
con él? ¿Qué le diría? ¿Qué podía ofrecer?
No tenía las respuestas a ninguna de esas preguntas, así que suspiré,
pasando al registro de correo de voz, acomodándome de nuevo sobre mi
toalla. Pulsé en el mensaje guardado de mi primer cumpleaños después de
dejar California, mi mensaje favorito de él, y puse el teléfono en altavoz
mientras me recostaba y miraba el cielo azul rosado.
Hola, B. Soy yo... Jamie... pero supongo que ya lo sabes, ¿eh? Suspiró
y escuché esa llamada lo suficiente como para saber exactamente cuánto
tiempo transcurría antes de volver a hablar. Sé que sufres. Sé que me estás
alejando porque crees que deberías manejar todo esto por tu cuenta. Y
honestamente, no sé, quizás tengas razón… tal vez no soy la persona que
puede ayudarte en este momento. Luego hubo un ruido de movimiento, y
tuve teorías sobre lo que era: ¿puede que estuviera tocándose la cara? ¿O
fue el viento? ¿Se encontraba en la playa donde nos despedimos? Pero quiero
serlo. Así que, por favor, solo... llámame. Te extraño. Mi pecho siempre me
dolía en esa parte. Feliz cumpleaños.
El mensaje terminó, y cerré los ojos, dejando que el sonido de Whiskey
penetrara en mi piel como la luz del sol, esperando que fuera suficiente para
mantenerme sobria un poco más.

***

––Por la universidad ––dijo Jenna, levantando su vaso lleno de


refrescante Patrón––. ¡Qué nos recuerde con cariño mientras besa nuestros
dulces traseros de despedida!
––¡Salud! ––grité al unísono con el resto mientras todas chocábamos
nuestros vasos antes de golpearlos en la mesa y tragar su contenido. Siseé
cuando el tequila me picó la nariz y la garganta, busqué rápidamente una
lima chupándola hasta dejarla seca.
––Mierda, eso quema ––rio Jenna, con sus ojos azules lagrimeando.
––Odio el tequila ––estuve de acuerdo, dejando caer la lima en el tazón
y alcanzando mi cerveza.
––Igual, pero hace el trabajo ––dijo Kristen. Jenna y yo inclinamos
nuestras cervezas en un touché antes de tomar un sorbo. Se deslizó de su
taburete y nos señaló a las dos––. Ahora vuelvo, tengo que orinar.
Kristen fue mi compañera de proyecto en una de mis últimas clases.
Nos conocimos mucho en los últimos años, especialmente porque éramos
dos de las cinco minorías del programa de Escritura Creativa. Ella era de 130
Brasil, y me encantó su visión única de la literatura, especialmente la
literatura americana moderna. La iba a extrañar, pero maldita sea, estaba
lista para alejarme de la Universidad Palm South.
Ajusté el birrete en mi cabeza, todavía molesta porque Jenna me hizo
usarlo toda la noche. Siempre consideré que era tonto cuando los graduados
lo hacían, como si suplicaran atención o una palmada en la espalda de cada
cliente en los bares a los que asistían el día de su graduación. No obstante,
me encontraba de buen humor, supongo que cruzar el escenario te hacía
eso. Así que la complací, usando mi birrete con una sonrisa mientras
celebrábamos el haber sobrevivido los últimos cuatro años. Al menos me
dejó cambiarme el vestido y ponerme unos lindos vaqueros.
––¿Así que tienes reservado el resto del fin de semana hasta que te
vayas el domingo por la noche? ––aclaró de nuevo Jenna, haciendo puchero.
––Sí, señora. Mamá tiene planeada una pequeña fiesta familiar
mañana y luego iremos a la playa a pasar la noche y todo el domingo hasta
que me vaya.
––Bueno, supongo que no puedo enojarme por el tiempo madre e hija
––cedió con un suspiro. Se llevó la cerveza a los labios, pero volvió a hablar
antes de tomar un trago––: Te va a extrañar, ya sabes.
Me uní a su suspiro.
––Lo sé. ––Al leer la etiqueta de mi cerveza, pensé en lo cercanas que
mamá y yo nos convertimos en los últimos tres años desde que llegué de
California. Nos lamentamos, sanamos y crecimos juntas. Terminé viviendo
en casa mientras terminaba mis estudios en UPS, y por mucho que me
encantara volver a conectarme con mamá y aún más cerca que antes, estaba
lista para comenzar un nuevo capítulo. Preparada para una nueva ciudad,
para nuevas personas, para una nueva oportunidad de encontrarme––. Sin
embargo, estará bien. Tiene a Wayne.
––Ugh, no me lo recuerdes. Perra con suerte.
Me reí y Jenna sonrió, claramente sin avergonzarse en lo más mínimo
por que le gustaba el novio de mi madre. Llevaban saliendo casi un año, y
él era bueno para ella, era bueno para las dos. Me ayudó a postularme a las
escuelas de posgrado fuera del estado cuando estaba aterrorizada de irme,
y siempre agradecí eso.
––Todavía estoy enojada contigo, ya sabes ––agregó––. Aquí finalmente
regreso a casa y te vas.
––Quizás vuelva después del posgrado. Quién sabe.
Se quejó.
––Solo guárdame un lugar en tu cama, ¿de acuerdo? Y por el amor de
Dios, no te conviertas en una fan de los Steelers.
––Eso es béisbol, ¿verdad?
Gimió justo cuando Kristen se unió a nosotras y reí, descruzando las 131
piernas para colocarlas de otra forma.
Se sentía bien reír, divertirse. Me tomó tanto tiempo volver al lugar de
mi cabeza en donde podía reír. La pérdida de mi padre me había jodido más
de lo que pensaba, y fue solo en el último año que realmente sentí que estaba
aprendiendo a dejarlo ir, a dejar ir la culpa. Lo amaba, y eso estaba bien.
Me encontraba enfadada con él, y eso también estaba bien. Pero ahora, era
momento de dejarlo aquí en Florida y descubrir quién era yo… quién podría
ser, en una nueva ciudad y estado.
––Oh, Dios mío ––susurró Jenna, dejando caer su cerveza a la mesa y
tirando de la cintura de mis pantalones. Se inclinó cerca, sus ojos en algún
lugar detrás de mí––. No mires, pero Jamie está aquí.
––¡¿Qué?! ––susurré fuerte.
––¿Quién? ––preguntó Kristen simultáneamente, estirando el cuello
en la misma dirección que Jenna. Me dijo que no mirara, pero por supuesto
que no escuché, ¿cómo podría? Un fantasma acababa de entrar en el bar y
tenía que verlo por mí misma. Tan pronto como lo vi, mi corazón dio un salto
y el agujero que había sentido crecer desde la última vez que lo tuve enfrente
se llenó, calentando mi sangre.
Trascurrieron tres años. ¿O había sido solo ayer? No estaba segura.
Sentí ambas líneas de tiempo, notando sus diferencias, pero sintiendo su
familiaridad incluso desde el otro lado de la barra. En Escocia, solo se puede
clasificar el whiskey como escocés una vez que ha envejecido en barriles
durante un mínimo de tres años. Me di cuenta en ese momento que Jamie
era un joven escocés ahora, una mezcla de whiskey que prometía
experiencia y sabor. Se me hizo agua a la boca y, como un imán, sus ojos
encontraron los míos justo cuando la puerta se cerró tras él.
Estaba con un grupo de hombres, todos vestían trajes, y uno le dio
una palmada en el hombro antes de señalar con la cabeza al otro extremo
del bar. Él asintió, pero no los siguió mientras avanzaban en esa dirección.
En cambio, mantuvo su atención en mí, se inclinó como si no estuviera
seguro de que realmente estuviera allí, y luego dio el primer paso.
Inhalé, conteniendo la respiración mientras Jenna enloquecía a mi
lado y Kristen miraba entre todos nosotros cuestionándose qué demonios
ocurría. No podía apartar los ojos de él, y lo absorbí como si tuviera el
privilegio de hacerlo al cruzar la habitación. Su corbata se aflojó alrededor
de su cuello, las mangas de su camisa de vestir gris claro estaban enrolladas
hasta los codos, pero no era lo que llevaba puesto lo que mantenía mi
atención. Era su cabello castaño rojizo, ligeramente más oscuro de lo que
recordaba y peinado con cuidado. Sus anchos hombros, más llenos que la
noche en que lloré sobre ellos tres años antes. Era su mandíbula, todavía
tan cuadrada y firme, ahora ensombrecida con solo una pizca de barba de
varios días. Y sus ojos, de un profundo color ámbar, sombreados por el fuego 132
y teñidos de dolor y curiosidad cuando entró en el espacio justo enfrente de
mí. No se parecía a mi Jamie, y sin embargo lo vi allí, debajo de la superficie.
Lo sentí, esa vibración de su presencia. Luego, su aroma invadió, más
picante, pero con las mismas notas de miel.
Finalmente, dejé escapar mi respiración, lenta y constante mientras
salía de mis pulmones.
Giré en el taburete del bar, con las piernas cruzadas y las manos
entrelazadas sobre mi regazo, y él casualmente metió las manos en los
bolsillos de su pantalón al posar sus ojos en mí.
––Cambiaste tu cabello ––dijo con voz áspera, su nariz aleteaba
mientras su mirada hacía el lento ascenso de regreso a mi rostro. Sentí
ganas de irradiar de él como una ola de calor, y mi piel se descongelaba
lentamente cuanto más tiempo pasaba allí. Ahora mi cabello era más
abundante, más largo, fluía hasta la mitad de mi espalda en los mismos
rizos suaves y pequeños que siempre tuve.
––Y tienes un tatuaje ––reflexioné. Pude notar los bordes asomándose
desde donde su manga se unía con su antebrazo, y lo vio con una sonrisa
apenas visible antes de mirarme de nuevo.
Por un momento, solo nos observamos, ambos sonriendo,
ajustándonos al nuevo zumbido que se mezclaba con “el demasiado
familiar”. Entonces, sacudió la cabeza y una sonrisa invadió su rostro.
––Tienes dos segundos para bajar del asiento y ponerte en mis brazos
antes de que te arrastre.
Me sonrojé con una sonrisa que reflejaba la suya, mirándome los
talones antes de saltar fácilmente y cerrar el espacio entre nosotros. En el
momento en que nuestros cuerpos se encontraron, sus brazos envolvieron
mi pequeño cuerpo y los míos descansaron alrededor de su cuello, ambos
suspiramos y la paz se asentó justo cuando el resto de la barra volvió a
enfocarse.
De repente escuché la fuerte carcajada del grupo de chicos con los
que había entrado, y la conmoción de vasos y hielo detrás del bar. Escuché
a Jenna aclararse la garganta a nuestras espaldas y que la canción pop se
hacía cada vez más fuerte. Aun así, solo me abrazó, y yo hice lo mismo.
––Oh, hola Jamie, es bueno verte también ––reprendió Jenna
finalmente. Él aflojó su agarre y me deslicé de sus brazos, alcanzando mi
cerveza, pero sin tomar asiento todavía.
––Hola, Jenna ––respondió, sonriéndole brevemente antes de volver su
mirada hacia mí––. Entonces, ¿celebrando esta noche?
Sacudió el birrete de graduación y gemí avergonzada.
––Sí. Recibí una hoja de papel que dice que soy excelente para estudiar
todas las noches y vomitar notas de libros de texto.
Rio entre dientes. 133
––Felicidades.
––Y entró a la escuela de posgrado ––agregó Jenna––. En Pittsburgh.
––¿Pittsburgh? ––repitió Jamie, arqueando las cejas antes de inclinar
la cabeza––. ¿Qué va a hacer mi chica surfista en una ciudad como esa?
Mis mejillas se calentaron y volví a mi cerveza, llevándola a mis labios
en lugar de responder.
––¿Y tú? ––preguntó Jenna. Kristen seguía mirándonos, haciéndome
preguntas con la mirada que solo respondí encogiéndome de hombros––.
¿Qué estás haciendo en Florida?
––También estoy celebrando, en realidad. Aprobé mi examen de
Contador Público y acepté una oferta de trabajo de mi padre.
––¿De verdad? ––le pregunté con una amplia sonrisa, no estaba segura
de que se me permitiera sentir una oleada de orgullo––. Vaya, eso es
increíble. Estoy tan feliz por ti.
––Gracias.
No dejaba de mirarme. Dios, cómo me encantaba la forma en que lo
hacía, concentrado y sin pedir disculpas. Jenna fue a hacer otra pregunta,
pero él la interrumpió:
––¿Quieres salir de aquí?
Mi corazón golpeó fuete contra mis costillas y reprimí una sonrisa.
––Sabes que odio los clichés.
Se encogió de hombros.
––También sé qué harás una excepción por mí.
––¿Oh? ¿Lo sabes?
Metió las manos en los bolsillos, su postura era segura.
––Lo hago.
Mordiendo mi labio, mantuve su mirada un momento más antes de
volverme hacia Jenna. Ella levantó las manos momentos previos a tomar su
cerveza.
––Oh, por el amor de Dios, vete. Ve antes de que me deje embarazada
con esa jodida mirada suya.
Oculté mi risa con la mano, articulando un lo siento a Kristen
mientras agarraba mi bolso de la barra. Tenía los ojos muy abiertos, pero
sonrió y acercó su cerveza a la de Jenna.
––Estaremos bien. Ve.
Y así, me volví hacia Whiskey, sintiéndolo lo suficientemente cerca
como para probarlo después de tres años de estar seca, y sonreí.
––Lidera el camino.

134
12
Una noche con escocés
e encantó todo lo relacionado con ese momento.

M
Me encantó la forma en que una mano de Jamie se
apoyaba fácilmente en el volante mientras la otra sostenía la
palanca de cambios. Me encantó la forma en que la cálida
brisa entraba por las ventanas de su nuevo Jeep. Me encantó
la vista de mis pies en su tablero mientras los mismos
caminos que habíamos conducido a los diecisiete años se extendían ante
nosotros. Y, sobre todo, me encantó la conversación fácil, y el silencio fácil,
porque encajamos muy bien con el otro.
135
Habían pasado años, todavía quedaban palabras por decir, pero todo
lo que importaba en ese momento era que estábamos juntos. Lo sentía,
sabía que él también lo sentía. Era una noche destinada a nosotros, y no
tenía intención de desperdiciarla.
Jamie me dejó elegir la lista de canciones mientras nos poníamos al
día, me puso al corriente de que la empresa de su padre sobrevivió a la
recesión mientras yo pintaba el cuadro de cómo acabé en una carrera de
inglés. El álbum de Peter Jennison “Longing for Home” sonaba suavemente
en el fondo de nuestra conversación, y no pude evitar notar la diferencia de
tono con la última vez que Jamie y yo estuvimos en el mismo lugar. Los dos
éramos ya adultos, ambos libres de lo que nos había vestido la última noche
que pasamos juntos. Era como si el universo nos empujara juntos en el
momento perfecto, y estaba disfrutando de la alineación de las estrellas.
—No puedo creer que hayas cambiado a ScarJo —comenté, pasando
mis manos por el borde de mi asiento. Su nuevo Jeep era nuevo literalmente,
más decorado que el primero, y era oscuro y actual. El interior era de cuero
y elegante, el tablero avanzado, y la pintura era negro mate. Incluso sus
llantas eran de color gris oscuro, y me encantaba su aspecto en el asiento
del conductor, relajado, seguro de sí mismo y muy sexy.
Se rio, ajustando su agarre al volante mientras dábamos una vuelta.
—Sí, bueno, ScarJo comenzó a ponerse de mal humor en su vejez. Me
aferré a ella hasta hace unos dos meses antes de ceder y mejorar.
—Oh, estoy segura de que fue muy difícil de hacer —bromeé, agitando
mi mano sobre el tablero de su nuevo bebé.
Resopló.
—Sí, bueno, había muchos recuerdos en ese Jeep. No quería dejarla
ir, no hasta que tuviera que hacerlo.
Una pesadez se instaló a nuestro alrededor ante ese comentario, y lo
sentí... sabía a dónde se dirigía la conversación. Ya habíamos pasado la
etapa de ponernos al día con la familia, la escuela y el surf. Jamie estaba a
punto de hacerme las preguntas que no estaba segura de poder responder,
y mi estómago se revolvió con la idea de intentarlo.
—Nunca volviste —susurró. Apenas lo escuché con la música y bajé
el volumen, sacando los pies del tablero y metiéndolos debajo de las piernas.
—Ya lo sé.
—Y nunca respondiste a mis llamadas. Nunca me devolviste la
llamada. Nunca... —su voz se desvaneció y sus nudillos se pusieron blancos
alrededor de la palanca de cambios.
—Lo sé.
Cerré los ojos, apoyé la cabeza contra el cuero e inhalé un largo
aliento. No me preguntó por qué, no me rogó una explicación. aunque sabía 136
que la necesitaba. Nos acercamos a una luz roja y giré la cabeza a un lado,
abriendo los ojos para mirarlo.
—Nada de lo que diga te hará sentir mejor, Jamie. Tengo excusas,
tengo razones por las que te alejé, pero ninguna de ellas compensará el
hecho de que lo que hice fue una mierda. Era joven, estaba herida, y no
sabía cómo manejar mi nueva realidad. Hui de ti, de California, porque
pensé que era lo correcto. Y en cierto modo, me alegro de haberlo hecho,
porque necesitaba curarme. Pero en cierto modo me odio a mí misma por
cómo te dejé.
Un músculo estalló debajo de su mandíbula y apoyé tentativamente
mi mano sobre la suya.
—La muerte de mi padre me cambió, Jamie —grazné, mi voz era
inestable—. Y lo que le hice a Ethan, iba en contra de todos los códigos
morales que tenía y me odié por perder el control, por amarte cuando se
suponía que lo amaba a él. Fue solo... —Volví a cerrar los ojos y Jamie giró
su mano en la mía, apretándola, pidiéndome que continuara—. Estaba
jodida. Y necesitaba tiempo.
La luz se puso verde y Jamie volvió a girar su mano, cambiando la
marcha mientras mis dedos descansaban sobre los suyos.
—¿Y ahora? —preguntó, mirándome brevemente antes de que sus ojos
encontraran el camino de nuevo. Pensé en su pregunta, preguntándome qué
era exactamente lo que estaba preguntando.
—Ahora, estoy sentada en tu Jeep, y nada ha cambiado, pero todo ha
cambiado.
Asintió, con las cejas juntas mientras digería mis palabras.
—Y me pregunto cuánto tiempo más lucharás contra las ganas de
besarme antes de que finalmente te rindas —exhalé, y él dirigió sus ojos a
los míos—. Porque me voy en menos de cuarenta y ocho horas, Jamie. Y
necesito que me beses antes de subir a ese avión.
Jamie quitó sus ojos de los míos justo a tiempo para dar un giro
brusco. Giró el cuello bruscamente, acelerando con el motor a toda
velocidad, y vi como la necesidad que se cernía sobre nosotros cayó,
empapándonos por completo, sin que ninguno de los dos buscara refugio.
—Te llevo a mi casa. Ahora —dijo con voz ronca. No era una pregunta,
no era una petición, y no era opcional—. Si no quisiste decir ni una palabra
de lo que acabas de decir, tienes aproximadamente siete minutos para
retractarte. Después de eso, no se te permite decir otra palabra, ni siquiera
mi nombre, porque te voy a follar sin palabras.
Sus palabras desataron la necesidad y corrió a través de mí,
acumulándose entre mis piernas mientras forzaba un respiro. Su
mandíbula estaba fija, y no sonreía cuando giró hacia mí, esperando. Sus
ojos aguantaban el desafío, y me desafió a aceptarlo, a entregarme a él. Creo 137
que quería que luchara con él, que discutiera por qué era una mala idea,
por qué no era el momento adecuado y por qué solo nos instalábamos en un
estante más alto para caer y destrozarnos una vez más. Pero no me
importaba. Sufriría la ruptura si eso significaba que podía sentirme
completa con él solo por una noche.
Así que elegí mis tres últimas palabras con cuidado.
—Conduce más rápido.

***

Tan pronto como la puerta delantera de Jamie se cerró detrás de


nosotros, me tuvo contra ella, su boca se aplastó contra la mía mientras
tiraba sus llaves en la mesita de al lado. Se deslizaron por la superficie de
madera y se estrellaron contra el suelo, pero a ninguno de los dos nos
importó. Jamie me levantó y enganché los tobillos a su espalda, mis tacones
altos se clavaron en los duros músculos de su trasero y lo acercaron.
Gimió, sujetándome con sus caderas mientras se quitaba la camisa
por encima de su cabeza y dejaba que cayera al suelo. Su boca pasó de mis
labios a mi cuello y chupó con fuerza, mordiéndome la clavícula antes de
volver a alejarse el tiempo suficiente para tirar bruscamente de mi camiseta
sin tirantes hasta que levanté los brazos y lo dejé que la quitara. No llevaba
sujetador, y él tarareó con aprobación mientras sus manos me masajeaban,
los pulgares rozando mis pezones mientras me arqueaba en él.
—Jamie —gemí apenas su nombre antes de que su boca cubriera la
mía.
—Shh —dijo, levantándome y llevándonos a su cocina. Era
inmaculada, con pisos de madera y elegantes mostradores de granito, y dejó
caer mis pies al suelo frente a la isla—. Quítate esto, jaló mis jeans y empezó
a trabajar en sus pantalones de vestir, con los ojos cayendo sobre mis
tacones—. Déjatelos puestos.
El Escocés era mucho más fuerte que el Whiskey que dejé que me
intoxicara hace tres años. Tenía más confianza, más experiencia, y sabía
que esta noche no iba a ser como nuestra primera vez. Jamie estaba ansioso
por quemarme y yo estaba desesperada por dejarlo.
Deslicé el botón superior de mis jeans por la abertura y los desabroché
lentamente, tirando de ellos por mis caderas de un lado a otro, centímetro
a centímetro, mis ojos en Jamie mientras él me miraba. Cuando los dejé
caer desde los muslos hasta los tobillos, salí de los tacones, pateé los jeans
con una pierna y volví a los zapatos negros de quince centímetros.
—Buena chica —musitó Jamie mientras sus ojos se arrastraban por
mi cuerpo. Dejó caer sus calzoncillos para unirse a sus pantalones en el
suelo, pateándolos, y luego se puso delante de mí, tocándose mientras sus 138
dientes se clavaban en su labio inferior. A continuación, alcancé mis bragas,
pero él negó con la cabeza—. Déjalas. Date la vuelta.
Giré, mirando hacia atrás por encima de mi hombro mientras mis
caderas se encontraban con el gélido granito. Jamie se acercó por detrás de
mí, apartando mi cabello a un lado antes de besarme el cuello mientras
continuaba acariciándose. Jadeé y se dejó caer lo suficiente como para
agarrar mis dos muñecas y guiarlas hacia el otro lado de la isla. Me incliné,
con los pechos planos contra el mostrador, el trasero presionado contra su
dureza. Me besó en la espalda y mordió la carne justo debajo del elástico de
mi tanga e hice una mueca de dolor, un dolor impactante, pero bienvenido.
Se puso de pie de nuevo, pasando su mano por mi trasero antes de
golpearlo rápidamente. Salté, pero me encantó la forma en que picó, y gemí
fuerte, con mi mejilla caliente contra el granito. Jamie agarró la tira en mi
cadera con una mano, enganchando un dedo de la otra bajo la tanga y
siguiéndolo hasta que se encontró con mi abertura. Inhaló un aliento al
sentir lo resbaladiza que ya estaba, y presionó dos dedos dentro de mí con
un giro de sus caderas detrás de su mano.
—Joder —escupió la palabra, retirando los dedos antes de deslizarlos
de nuevo mientras agarraba el mostrador con más fuerza. Golpeó la parte
interior de mis muslos, dejando que la tela de encaje me golpeara—. Abre.
Hice lo que me dijo, ampliando mi postura mientras jalaba de mis
caderas hacia atrás para darle el espacio que necesitaba. Se arrodilló, y
luego el encaje desapareció otra vez y su lengua se deslizó por mi abertura
y rodé contra él, encontrando su boca con mi flexión justo cuando se cerraba
alrededor de mi clítoris. Chupaba, y mis muslos temblaban a su alrededor.
Sentí su sonrisa, su aliento aún caliente contra mi centro mientras repetía
el proceso, lamiendo, chupando y mordiéndome más cerca del borde de la
liberación.
Mis dientes se clavaron tan profundamente en mi labio que casi me
sacaron sangre y lo solté sin piedad, gritando y doblando mis caderas contra
su boca. Estaba cerca, tan cerca, y Jamie lo sabía, porque se puso de pie de
nuevo y miré por encima de mi hombro justo cuando se lamía los labios y
se limpiaba la barbilla con la almohadilla del pulgar.
—No te muevas.
Recuperó sus pantalones, sacando un paquete de papel de aluminio
de su cartera antes de dejarlos caer de nuevo. Fui a empujarme del
mostrador, pero su mano me encontró la espalda y me presionó suavemente,
con su polla asentándose entre mis mejillas.
Escuché cómo abría el envoltorio del preservativo y sentí su breve
ausencia antes de que corriera su miembro envuelto contra mi abertura,
burlándose de mí solo con la punta. Se inclinó hacia adelante, empuñó mi
cabello y lo enredó una vez en su muñeca. 139
—Todo este maldito cabello —gruñó, chupando el lóbulo de mi oreja
entre sus dientes. Los escalofríos corrían desde el punto de contacto hasta
mis dedos, y tiró, mi cabeza alejándola del mostrador con la fuerza. Miré la
lámpara que estaba encima de nosotros mientras Jamie me llenaba por
detrás, hasta la empuñadura. Jamie gimió, dejando caer su frente a la parte
posterior de mi cuello mientras tiraba hacia atrás y se flexionaba en mí de
nuevo—. Dios, he estado fantaseando con mis manos así en tu cabello toda
la noche. Y estos malditos tacones —gimió, parándose derecho y tirando de
mi cabello con él para que mi espalda se arqueara. Me golpeó más fuerte y
grité, ya al borde de venirme.
Trabajaba con un control tan hábil que me pregunté cuán ocupado
había estado los últimos tres años, pero elegí ignorar eso, centrándome en
cambio en el hecho de que había estado claramente estudiando y yo era el
examen, su oportunidad de demostrar lo que había aprendido.
Cuando dejó de agarrarme el cabello, sus manos encontraron mis
caderas y me tiró hacia él con cada empujón, sujetándome contra el
mostrador y golpeándome cada vez con más fuerza. Mi clítoris se frotó contra
la superficie lisa y temblé a su alrededor mientras mi orgasmo aumentaba.
Lo perseguí, desesperada por encontrarlo, pero Jamie se retiró, dejándome
jadeando mientras mis ojos se abrían.
—Todavía no. —Me giró y se inclinó, me tomó en sus brazos y me llevó
por el pasillo de atrás. Me besó durante todo el camino y yo le rodeé el cuello
con mis brazos, tirando de él, jadeando contra su boca mientras daba una
patada en la última puerta y me dejaba caer en el lujoso edredón.
Aterricé fácilmente, mirándolo y apoyándome en la cabecera mientras
él caía entre mis piernas y me seguía. Mis hombros golpearon la madera y
él usó sus muslos para extender los míos antes de entrar en mí de nuevo,
sus labios encontraron los míos justo cuando entró hasta el fondo. Temblé
ante la intensidad, clavando mis uñas en su espalda mientras se inclinaba
de nuevo.
—Maldita sea, B —gruñó, sus brazos temblaban mientras se mantenía
firme sobre mí. Mis piernas ya no servían para nada en la cocina, pero las
envolví alrededor de su cintura y le clavé los tacones en las caderas. Él siseó,
mordiéndome el cuello a cambio, y eso combinado con la pelvis contra mi
clítoris fue todo lo que se necesitó para enviarme en espiral. El negro invadió
mi visión y contuve mi respiración, alcanzando mi clímax con su nombre en
los labios.
Dejé caer mis manos de su espalda y golpeé el edredón, torciéndolo y
liberando las esquinas mientras me aferraba con fuerza, logrando mi
orgasmo. Él mantuvo el mismo ritmo, la misma presión, hasta que mis
piernas se relajaron. Luego me besó, largo y lento, manteniendo su ritmo,
dejándome caer en paracaídas. 140
Seguía trabajando entre mis piernas, y enganchó su antebrazo bajo
mi rodilla izquierda antes de guiar mi tobillo para que descansara en su
hombro. Me besó el tobillo, chupando la suave piel de allí, y luego aceleró
su ritmo, alcanzando nuevas profundidades en esa posición. Solo necesitó
cuatro bombeos para encontrar su propia liberación, y una mano se apretó
alrededor de mi tobillo mientras la otra lo mantenía firme sobre mí. Gimió,
golpeando en mí aún más profundamente una última vez antes de dejar caer
mi pierna y colapsar encima de mí.
Me dolían las piernas, pero lo rodeé con los brazos, y los dedos rozaron
suavemente las crestas de sus hombros. Él tembló al tocarme y me besó el
cuello. Jamie jadeaba, su aliento caliente contra mi piel, y yo luchaba por
encontrar el equilibrio en mi propia respiración. Se apoyó en sus codos y
besó mis labios, negando con su cabeza.
—Bueno, maldita sea.
Me reí y me besó la nariz.
—Mi pensamiento exacto.
—Tienes que ser mía después de esto —dejó salir. Todavía estaba
dentro de mí y la intensidad era demasiado para pensar, pero me abrí paso
a través de la neblina.
—No puedo.
—A la mierda —argumentó—. Puedes. Lo haces.
—Me voy el domingo por la noche, Jamie —dije seria, rompiendo
nuestro beso para que me mirara.
Exhaló, frunciendo las cejas.
—Así que sé mía el fin de semana.
Odiaba la forma en que me miraba, más aun sabiendo que tampoco
podía darle eso.
—No puedo. Tengo planes con mi familia. Esto es... esto es todo lo que
tengo.
—¿Por qué no podemos ser de larga distancia?
Me reí, envolviendo mi mano izquierda alrededor de mi muñeca
derecha detrás de su cuello.
—Porque es una forma garantizada de conseguir que nos rompan el
corazón. —Vi la decepción en sus ojos y rápidamente seguí esa declaración—
. Pero no voy a huir más de ti, Jamie.
—¿Eso significa que responderás a mis llamadas?
Sonreí suavemente y asentí.
—Solo... no intentemos ponerle un nombre a esto. A nosotros.
Eso pareció aliviarlo un poco, y exhaló un largo aliento por la nariz,
con los ojos saltando entre los míos.
—Muy bien, entonces. Necesito que me des dos cosas. —Esperé, y su
lengua se enrolló sobre sus labios antes de que volviera a hablar—: Esta 141
noche, y un día.
—Esta noche —repetí, respirando—. Y un día.
Asintió.
—Tengo que tener las dos cosas.
Lo consideré, pensé mucho en lo que me pedía antes de decidir que
no necesitaba pensar en ello ahora. Le respondí con una inclinación de
cabeza antes de bajarlo hasta que su boca se encontró con la mía otra vez.
Me besó con intención, y sentí que se endureció donde aún descansaba
dentro de mí. Mi cuerpo volvió a la vida con dolor, y supe que me esperaba
un fin de semana doloroso después de eso.
Así que eso es lo que me permití, una noche con Escocés. Él lo
aprovechó al máximo, no me dejó dormir hasta que el sol ya asomaba por
las cortinas oscuras de su dormitorio. Intenté no aferrarme a sus palabras
con demasiada esperanza, porque el hecho era que me iba a Pittsburgh, y él
se quedaba aquí. Fue como aquella noche en la playa cinco años atrás,
excepto que esta vez los papeles se invirtieron, y supe que no me seguiría a
Pensilvania como yo lo seguí a Alder.
Lo tuve en cuenta mientras hacíamos el amor esa noche, una y otra
vez, pero, aun así, era imposible no aferrarse a él con demasiada fuerza. Lo
había dejado ir tres años antes y me aterrorizaba volver a hacerlo, aunque
sabía que tenía que hacerlo. Mirando hacia atrás, esa fue la noche en que
mi odio por el tiempo se manifestó realmente. Esa fue la noche en que me
di cuenta de que no importaba lo fácil que pareciera ser formar una relación
duradera con Whiskey, la verdad era que no era nada simple, ni siquiera un
poco.
Me pidió dos cosas: esta noche, y un día.
Pero un día nunca llegó.

142
13
La E en Whiskey
ienvenida a Rye Publishing —dijo Mona rápidamente,

B
haciéndonos salir del ascensor mientras ajustaba el apretado
y oscuro moño en su cabeza—. Esto va a ir rápido porque tengo
cosas que hacer, ¿de acuerdo? Así que presta atención.
Asentí frenéticamente, colocando el extremo de mi
bolígrafo en el bloc de notas enganchado en mi brazo por si
necesitaba escribir algo. Era mi primera vez en la oficina, el primer día de
mi pasantía, e independientemente de los ojos aburridos de Mona y el
estallido de su chicle, estaba emocionada de estar aquí. Demonios, estaba
143
honrada de estar aquí.
Rye Publishing era muy conocida y buscada. Era difícil conseguir un
puesto de pasantía y aún más imposible ser contratado a tiempo completo.
Aunque estaban repletos de clientes, la nómina era pequeña, exclusiva y de
primera categoría. Quería tanto un empleo aquí que pude probarlo como el
hierro de la sangre en mi lengua. Iba a hacerme un nombre en Rye
Publishing, aunque fuera lo último que hiciera.
—Este es mi escritorio, recepción. Manejo a todos los clientes e
invitados que vienen, así como las tareas administrativas. Claramente, amo
mi trabajo —dijo poniendo los ojos en blanco—. Nuestra oficina es un gran
cuadrado, todos los cubículos en el medio y oficinas en el exterior con la
excepción de dos áreas de reunión. Esta es uno de ellas. —Señaló a una sala
de conferencias con una larga mesa rectangular y docenas de sillas de cuero
a cada lado. Una pantalla gigante en la pared del fondo y una pared de
pizarra con letras garabateadas ocupaba el espacio trasero en vez de una
ventana—. Casi siempre está reservada, así que no planees usarla a menos
que estés invitada. Pero la que está en el extremo opuesto de esta sala es un
espacio de reunión más relajado con hamacas y así, casi siempre puedes
entrar allí.
Mona estaba alejándose hacia el pasillo frente a mí, sus
perfeccionados años de caminar con tacones me hacían ver con una
apariencia aún menos coordinada de la habitual. Me apresuré a seguirla
mientras mis ojos miraron las oficinas que pasamos. Había libros por todas
partes, estantes de ellos, marcos con manuscritos, portadas clásicas en
tamaño de póster. Cada ventana tenía una hermosa y diferente vista del
centro de Pittsburgh y toda la oficina tenía un ambiente moderno y elegante.
Había pizarras y paredes de pizarra aquí y allá, y Mona caminó hacia la “sala
de descanso” que parecía más un bar rústico que cualquier otra cosa.
Me mostró dónde quedaba cada departamento dentro de la oficina,
desde los agentes hasta el equipo de medios, y luego señaló a un escritorio
pequeño en la esquina del área central del cubículo. Tenía una computadora
y un lapicero vacío junto con un archivador negro que combinaba con la
silla de cuero negro.
—Esto es para ti —dijo, mirando sus uñas mientras usaba su otra
mano para señalar el escritorio—. No te pongas demasiado cómoda. Estoy
segura de que no tengo que decirte que la probabilidad de que te contraten
es mínima.
Tragué saliva, pero sentí que esa resolución se hundía
profundamente. Ella dijo que no podía hacer algo e inmediatamente pensé
en todas las formas en que le demostraría que estaba equivocada.
—Para ser honesta, no tengo idea de quién se supone que debe decirte 144
lo que estás haciendo, pero imagino que finalmente lo harán. Los baños
quedan en esa dirección —agregó, señalando hacia el elevador—. Si me
necesitas, estaré al frente. —Me dirigió una mirada aguda, arqueando una
de sus cejas oscuras y perfectamente cuidadas—. Pero haz tu mejor esfuerzo
para no necesitarme. ¿De acuerdo?
Contuve una sonrisa, asintiendo una vez en respuesta.
—Gracias por el recorrido, Mona.
Ella se despidió con su mano, alejándose con un ligero balanceo en
su falda lápiz. Era hermosa, exótica, y de repente me sentí un poco mal
vestida con mis pantalones y mi top floreado.
Dejé mi bolso sobre el escritorio y miré a mi alrededor. Era temprano,
era una de las pocas personas en la oficina, y los que estaban allí no me
prestaban atención, aún no, al menos. Me prometí que para cuando mi
pasantía terminara en agosto, sabrían mi nombre. Sabrían exactamente
quién era yo.
Mi teléfono sonó y el nombre de Jamie iluminó la pantalla,
haciéndome sonreír. Deslicé la barra en la pantalla y su mensaje apareció.
¿Ya firmaste algún bestseller del New York Times?
No importa qué tan seguido o poco me enviara mensajes de texto
desde nuestra noche juntos en casa el fin de semana pasado, siempre me
calentaba la piel de las mejillas ver las palabras que escribía. Era incluso
mejor cuando me llamaba, lo cual había sido casi todas las noches desde
que había volado a Pittsburgh.
Estoy trabajando en ello. Estoy considerando si debería aspirar a ser
la mejor agente o directora general. Tengo que alinear la estrategia en
consecuencia, ¿sabes?
Ve por ellos, tigre. Llámame esta noche.
Mi corazón dio un vuelco ante su pedido y me mordí el labio, mirando
el mensaje. Me encantaban nuestras llamadas nocturnas. Estaba
aprendiendo más y más sobre él, justo cuando pensaba que sabía todo lo
que necesitaba. No era que cambié de opinión sobre la cuestión de la larga
distancia, pero, ¿dónde estaba el daño en hablar y enviar mensajes? ¿En
vernos cuando tenía sentido? No esperaba más de Jamie y él ya no me
preguntaba más, lo cual era exactamente lo que necesitaba en ese momento
de mi vida.
—Veo que el comité de bienvenida te ha impresionado —dijo alguien
detrás de mí. Salté, metiendo mi teléfono en mi bolso y me di la vuelta. Era
un chico, o debería decir un hombre, no podría haber sido más de dos o tres
años mayor que yo. Su cabello rubio oscuro estaba separado a un lado y
caía en picada como si hubiera trabajado toda la mañana para hacerlo de
esa manera. Sus ojos eran de un azul brillante, amable y acogedor, y tenía
una amplia sonrisa que me recordó un poco a la de Ethan—. Hola. 145
—Hola —dije, extendiendo mi mano y devolviendo su sonrisa.
Él la tomó, dándole una sacudida ligera, pero firme antes de mirar a
las pocas personas en sus cubículos sobre mi hombro.
—Perdón por ellos. Hemos estado ocupados últimamente, y supongo
que eso les da a todos una excusa para olvidar sus modales. —Sus ojos
encontraron los míos nuevamente y dejó caer mi mano, apoyando su codo
en la pared de mi cubículo—. Estoy seguro de que después de un fascinante
recorrido con Mona, ellos se sienten como un campo de cachorros.
Me reí de eso, pero estaba nerviosa.
—Oh no, ella fue genial. Realmente amo la sala de hamacas. —Me
encogí. ¿Realmente amo la sala de hamacas? Genial, B.
Él arqueó una ceja.
—¿Ella fue genial? —Sacudió la cabeza—. ¿Alguien te ha dicho que es
terrible mentirle a tu jefe en tu primer día?
Se me revolvió el estómago y palidecí, tartamudeando.
—Oh, quiero decir, realmente no fue tan malo. Creo que solo está
ocupada. En realidad, es...
—Relájate —dijo con una sonrisa, alejándose de su postura casual en
la pared de mi cubículo—. ¿Café?
—Por favor —respiré.
Él dirigió el camino, presentándome a algunos de los asociados a los
que se había referido cuando los pasamos. Cuando regresamos a la elegante
sala de descanso, metió una nueva taza en la cafetera y se apoyó contra el
mostrador para mirarme, cruzando los brazos.
—Entonces, Brecks Kennedy, ¿estás lista para tu primer día?
Mi nombre no dolía tanto como cuando era más joven, pero aun así
me ponía nerviosa, y me pasé un largo mechón de cabello sobre mi hombro
antes de corregirlo.
—Es solo B, en realidad. Por lo general no me llaman por mi nombre
completo. Pero sí, estoy muy honrada de estar aquí... —mi voz se desvaneció
cuando me di cuenta de que no sabía su nombre. Mona había sido la
encargada de manejar mi papeleo de contratación por correo electrónico, y
no tenía idea de a quién le estaría reportando.
—River —dijo, sacando la taza de café recién salida de la máquina de
café y me la entregó antes de comenzar otra para él—. River Godsby.
—¿Godsby? —El presidente y director ejecutivo de Rye Publishing era
Randall Godsby, y mis ruedas comenzaron a girar antes de que River
pudiera responder. No solo por el hecho de que seguramente estaban
relacionados, sino por el hecho de que sus padres lo habían llamado River.
Su nombre sonaba tan caro como el traje de Zegna que llevaba puesto.
Él asintió, una sonrisa jugando en sus labios cuando se volvió para
mirarme de nuevo. 146
—En efecto. Randy es mi padre.
—Oh. —Eso fue todo lo que dije. No estaba realmente segura de cómo
responder a eso.
River se rio entre dientes.
—Sí, supongo que es una especie de negocio familiar. He estado en el
mundo literario desde que estaba en el útero, prácticamente. —Él sonrió de
nuevo con esa sonrisa amplia y genuina y me relajé un poco.
—Eso es genial, en realidad. ¿Estás... cuál es tu posición aquí, si no
te importa que pregunte?
Él sonrió.
—No, en absoluto. Soy agente en este momento, pero voy de camino a
ser vicepresidente si tengo algo que decir sobre ello.
—Impresionante —dije, tomando el primer sorbo de mi café. No estaba
segura de dónde estaba la crema o cualquier otra cosa y estaba hirviendo,
así que me estremecí, pero traté de ocultarlo.
River se echó a reír, tomando su propio café y guiándome a un
gabinete que contenía lo que estaba buscando.
—Aquí —dijo, entregándome unas cuantas cremas y paquetes de
azúcar—. Prepara tu café y tómate unos minutos para acomodarte en tu
escritorio. Tu información de acceso debe estar en una nota adhesiva en el
teclado y luego puedes cambiar tu contraseña. Configura tu correo
electrónico y estaré listo para tocar base en quince minutos más o menos,
¿de acuerdo?
—Suena genial.
Se giró, pero se detuvo.
—¿Y B?
—¿Sí? —pregunté, a mitad del camino del primer paquete de azúcar.
River me miró con curiosidad, de una manera que me recordaba
mucho a la primera vez que Jamie me había mirado.
—Bienvenida a Rye Publishing.

***

Gemí en voz alta mientras me quitaba el primer tacón alto y lo dejaba


caer en el piso de mi apartamento. Estirando los dedos de los pies, saqué
las horquillas que sujetaban mi cabello antes de tirar del otro tacón y
suspirar de alivio.
Había sido un primer día largo y duro, pero también increíble. Sonreí
cuando recogí mis zapatos y me metí en mi habitación, arrojándolos al fondo
de mi armario antes de girar y dirigirme directamente a mi refrigerador
recién abastecido. Había una rebanada fría de pizza y cerveza fría con mi
nombre allí. 147
Mi cabeza seguía girando con toda la información que me había
metido ese día, mientras tomé el primer bocado y abrí mi cerveza. Miré por
la ventana grande al otro lado de mi pequeño estudio, amando la vista del
piso a techo de Market Square. Fue la razón principal por la que decidí vivir
aquí, a pesar de que era más caro que cualquier otro lugar que miré. Valió
la pena gastar un poco más, pero tener una vista así. Además, tenía una
bañera, y eso era una necesidad.
Creo que hay momentos en la vida, instantáneas insignificantes del
tiempo, en las que se produce un cambio considerable. Para mí, estar
descalza en mi cocina con vista al centro de Pittsburgh mientras comía pizza
fría y la acompañaba con cerveza barata fue una de esas veces. Esto era
todo, estaba sola, por primera vez en mi vida, y lo estaba logrando. Sin mi
mamá, sin compañera de cuarto, sin novio, solo yo, e iba a mostrarle al
mundo editorial quién era yo ese verano que tenía su atención, aunque fuera
lo último que hiciera.
Cuando terminé mi pizza, le envié un mensaje a mi madre
rápidamente antes de llamar a Jamie. Mis dedos todavía temblaban
ligeramente cuando lo llamaba, o en los pocos segundos que me llevaba
responder su llamada. Después de tres años de ignorarlo, finalmente llegué
al punto en el que sentí que podíamos ser buenos el uno para el otro, incluso
si solo fuera de manera amistosa. Lo había extrañado, había extrañado
nuestras conversaciones, ¿y si tenía que tener sus manos sobre mí
ocasionalmente también? Era una victoria completa.
—Acabo de montar la mejor ola —respondió, con el aliento pesado en
el teléfono—. Deberías haber estado aquí. Para el sur de Florida, fue como
surfear oro.
—Restriégamelo —bromeé.
—Bueno. ¿Mencioné que no estoy usando una camisa?
Me reí entre dientes, tocando el botón del altavoz antes de dejar caer
mi teléfono a la cama para poder desnudarme.
—Nunca jugaste limpio, Jamie Shaw.
—Así me has dicho. —Lo juro, pude sentir su sonrisa a través del
teléfono—. ¿Cómo estuvo el primer día?
—Largo, pero asombroso. Mi jefe es joven y realmente genial. Parece
ansioso de tenerme comenzando proyectos, lo que alivia mi preocupación
inicial de ser una archivadora todo el verano.
—Sí claro. Como si fueran a tenerte detrás de un escritorio.
Probablemente abrirás otra oficina en Nueva York la próxima semana.
Sonreí, tanto por la imagen que había pintado como por la fe que
siempre tuvo en mí.
—¿Qué tal tu día?
—Meh —respondió, mientras un suave ruido sonaba detrás de él. 148
Escuché que la puerta del Jeep se cerró y el timbre se detuvo cuando el
motor cobró vida—. El trabajo fue trabajo, pero salí de la oficina lo
suficientemente temprano como para hacer algo de surf. Así que la vida es
genial.
—Ya extraño la playa —dije con un suspiro, tirando de mi blusa de
seda suelta sobre mi cabeza.
—También te echa de menos. Sin embargo, no tanto como yo.
Mis mejillas se calentaron y desabroché mis pantalones, sacándolos
de mis caderas antes de dejarlos caer y patearlos cerca de mi cesto de ropa.
—¿Te estás desnudando? —preguntó Jamie.
—Tal vez.
Él gimió.
—Eso es cruel.
—Relájate. Solo voy a tomar un baño.
—Por supuesto que lograste encontrar un lugar con una bañera.
—Sabes que no volvería a vivir sin una. Los siete meses en Alder
fueron una tortura suficiente para toda la vida.
Jamie estaba callado, y me preguntaba si escucharme hablar tan
casualmente sobre ese momento en nuestras vidas le molestaba. Lo sentí
un poco, como una descarga eléctrica cuando tocas un par de jeans recién
lavados.
—Quiero ver tu nuevo lugar —dijo finalmente.
—Entonces trae tu trasero aquí.
Jamie se echó a reír.
—Oh, claro, estaré en el próximo vuelo. Quién necesita un trabajo,
¿verdad?
—Exactamente.
Me quité las bragas y me desabroché el sujetador, y luego se me
ocurrió una idea. Me mordí el labio, preguntándome si era estúpido, pero
agarré mi teléfono e hice clic en la opción de videollamada antes de que
pudiera arrepentirme.
—Enciende tu video y te daré el recorrido virtual.
—Espera, estoy llegando a mi casa. Dame unos minutos.
Instalé la cámara de mi lado, asegurándome de que estaba opuesta a
mí mientras caminaba desnuda de regreso a la cocina para abrir una nueva
cerveza. Cuando Jamie hizo clic en el video, vi su rostro y él vio mi vista de
Market Square.
—Maldición —dijo, arrastrando la voz mientras arrojaba sus propias
llaves sobre la misma mesa que había evitado la noche en que me había
llevado a casa—. Mírate, chica de la gran ciudad.
—Bonita, ¿verdad? —El sol colgaba bajo sobre los edificios altos,
proyectando sombras entre las corrientes de rayos dorados de luz. Parecía 149
que toda la ciudad sangraba siempre en negro y dorado.
Lo llevé a través de mi pequeño espacio mientras él se recostaba en
su cama, emocionada de que él amaba mi primer apartamento tanto como
yo. Aunque solo era del tamaño de mi dormitorio en Alder, tenía pisos de
madera y electrodomésticos modernos. Lo había decorado sencillo en la
semana que estuve allí, pero fue suficiente para mí. Mi cama tenía la misma
vista a través del gran ventanal y cuanto más se ponía el sol, más rústico se
sentía mi lugar.
—Muy bien, sé que te mueres por mostrarme la bañera.
—Por supuesto. Tenía que guardar lo mejor para el final. —Todavía
tenía la cámara en un ángulo lejos de mí y lo llevé al baño principal, dándole
solo la vista del inodoro al principio, luego giré a la izquierda y revelé mi
hermosa bañera independiente—. ¡Ta-da!
Jamie exageró un jadeo largo seguido de un “oh” y “ah”.
—¿No es hermosa? —Le enseñé la bañera del grifo hacia atrás como
si fuera un paisaje tropical. Inclinándome un poco hacia adelante, abrí el
agua y la ajusté a la temperatura más caliente antes de ponerme de pie
nuevamente—. Vale la pena los quinientos dólares extras al mes.
Se rio entre dientes.
—Tienes razón. Pagaría al menos mil.
—Me alegro de que estemos en la misma página.
Me mordí el labio por un momento, anticipando mi próximo
movimiento. Vacilante, me puse mi cabello largo sobre los senos y giré el
teléfono lentamente hasta que ambos estuvimos mirando el espejo. Los ojos
de Jamie se abrieron mientras me escaneaban, el maquillaje del trabajo aún
estaba en su lugar, el cabello rizado por el moño que había tenido todo el
día, el espejo cortando justo en la parte inferior de mi ombligo y mi cabello
permaneciendo en su lugar sobre mi modesto escote.
—Jesús —respiró—. Realmente guardaste lo mejor para el final.
Vi como tragaba, el movimiento resaltado por la forma en que las
sombras de su habitación enmarcaban su mandíbula y garganta. Los dedos
de mi mano libre jugaban con las puntas de mi cabello y mantuve mis ojos
en la pantalla del teléfono. Hice el primer movimiento, y ahora estaba
esperando. Necesitaba que tomara el control, y debe haberlo sentido.
—Tírate el cabello hacia atrás.
El espejo comenzaba a empañarse ligeramente, y dejé que el calor me
empapara la piel mientras usaba una mano para juntar mi cabello y tirar
de él hacia atrás, dejándolo caer sobre mis hombros. Los extremos golpearon
el centro de mi espalda y unos escalofríos me siguieron cuando Jamie gimió.
—Ahora realmente desearía estar allí.
Por un momento solo me escaneó, lentamente, como si no hubiera
tenido una buena mirada el fin de semana anterior. Luego se pasó una mano 150
por el rostro antes de que desapareciera de la vista de la cámara y se moviera
un poco. Solo me tomó un segundo darme cuenta de que se estaba quitando
el traje de baño.
—¿Qué estás haciendo? — pregunté, mi voz baja.
—Voy a hacerte sentir bien— respondió con confianza—. Métete en la
bañera.
No podía apartar mis ojos de él, pero hice lo que dijo, cambiando la
vista de la cámara para que estuviera en mi rostro mientras me hundía
lentamente en la bañera medio llena. El agua llenó el espacio alrededor de
mi cuerpo hasta la parte superior de mi pecho y usé los dedos de los pies
para cerrar el agua cuando escuché a Jamie arrojar sus pantalones cortos
a un lado.
—¿Quieres ver lo que me haces?
Se sentía tan sucio, responder a su pregunta con su rostro fijo en el
mío. Asentí, y Jamie arrastró sus dientes a lo largo de su labio inferior con
fuerza antes de voltear su cámara. La pantalla se llenó con un primer plano
de sus abdominales que conducían a su eje duro, la cicatriz en su cadera
que tanto amaba sirvió casi como una flecha que señalaba mi atención
donde Jamie la quería. Pasó la mano por las crestas de su abdomen y bajó
por la profunda V de los músculos que conducían a sus caderas antes de
envolverse alrededor de él. Solo verlo duro y listo, agarrado en su gran mano
y palpitando por una liberación fue suficiente para hacerme gemir.
—Joder, Jamie —susurré, hundiéndome más en el agua. Moví el
teléfono para tener una mejor vista mientras mi mano libre encontró mi
seno. Lo masajeé, frotando mi pulgar sobre el pezón y arqueando la espalda
ante mi propio toque como si fuera suyo. Se acarició y jadeé por lo grande
que era, cuánto me quería.
—Finge que esa mano es mía —dijo, bajo y suave—. Tócate como lo
haría si estuviera allí.
Mi mano inmediatamente se deslizó en el agua, y rodé ante mi toque,
mi mente recordando cómo se sentían las manos de Jamie. Recordé la
aspereza de sus palmas, la confianza en su agarre, su incuestionable
conocimiento de lo que yo quería. Dejé que la cámara lo siguiera entre mis
piernas, sin estar segura de si él podía verlo claramente a través del agua
cuando mis dedos encontraron mi clítoris y di vueltas suavemente. Ambos
gemimos juntos y supe que lo que sea que él veía era suficiente.
Fue uno de los momentos más íntimos de mi vida.
Estaba sudando, trabajando bajo el agua mientras Jamie se acercaba
a su liberación. Dijo exactamente las cosas correctas para excitarme, para
prepararme, y cuando llegó el momento, pronunció las palabras que me
dieron permiso para desmoronarme.
Los dos estábamos jadeando al final, atrapados el uno en el otro, en 151
nuestra independencia y la lujuria que siempre cobraba vida entre nosotros.
Los que pasa si son unos crueles hijos de puta.
Esa noche siempre la recuerdo, preguntándome si habría actuado los
siguientes momentos de manera diferente, si todo hubiera encajado
perfectamente. Supongo que todos somos culpables de eso, de elaborar una
lista de lo que pasaría si estamos juntos, con la esperanza de que, si
encontramos la combinación correcta, de alguna manera tendrá el poder de
llevarnos de vuelta. Pero la realidad es que no puedo volver a esa noche para
decirme a mí misma que no sea estúpida, para decirme cuán perfecto fue
ese momento, para golpearme algún tipo de sentido común.
—Quédate conmigo —dijo Jamie dulcemente mientras los dos nos
arrastrábamos entre nuestras sábanas más tarde esa noche en lados
opuestos del país. Mi cabello todavía estaba húmedo por el baño y habría
apostado dinero a que su piel todavía sabía a sal del océano.
—Estoy contigo.
—No, me refiero a estar realmente conmigo. Sé mi novia.
Mi estómago se hundió e intenté no mostrarlo, tomándome mi tiempo
para ubicarme debajo de las sábanas antes de responder.
—¿Por qué tenemos que ponerle un título? ¿No podemos
simplemente... no lo sé? Somos amigos, Jamie. Mejores amigos. Me encanta
hablar contigo, te extraño, me gusta hacerte sentir bien. —Me sonrojé un
poco en esa última parte.
—Exactamente, entonces, ¿por qué te asusta tanto ser oficial?
—No es que me asuste —dije—. Es solo que esta es la primera vez en
mi vida que he estado completamente sola, Jamie. Necesito ser solo yo por
un tiempo. Sabes cómo han sido los últimos años para mí —agregué, y la
boca de Jamie se adelgazó en una línea, probablemente porque no lo sabía,
no realmente, y eso fue porque no lo había dejado entrar—. Simplemente
existamos y dejemos que vaya donde sea que vaya. No tiene sentido
presionarnos a ninguno de los dos en este momento.
—¿Te estás acostando con otros tipos?
—¿Qué? —Sacudí mi cabeza—. No, claro que no. Ni siquiera conozco
a ningún otro tipo aquí.
—Ese no es el punto.
—Lo sé, pero solo digo.
Resopló.
—¿Estarías bien si me acostara con otras chicas?
Mi estómago volvió a hundirse, esta vez obligándome a sentarme con
él. Suspiré, me sentía físicamente enferma al pensar en él con alguien más,
pero sabiendo que, si no podía ser exclusivamente suya, tampoco podía
pedirle que fuera exclusivamente mío—. Sí. Quiero decir, supongo. Lo
entiendo. Tienes necesidades. 152
—De nuevo, ese no es el punto. —Se pasó una mano bruscamente por
su cabello corto y bien peinado. Lo extrañaba largo—. Sé que suena
estúpido, pero cuando te perdí hace tres años, me dije que nunca dejaría
que eso volviera a pasar. Para mí es importante estar contigo, B. Pero no
puedo estarlo si no me dejas.
Exhalé lenta y suavemente, pensando en la primera vez que me dijo
lo que quería en la vida. Siempre había estado insegura, hasta este punto
de mi vida, pero él siempre lo había sabido. Quería trabajar en la firma de
su padre, ser socio, hacerse cargo y tener la misma vida familiar que su
padre tenía. Pensó que se casaría con su novia de la secundaria, y aquí
estaba, un graduado de la universidad y soltero. Sabía lo que quería, lo que
necesitaba en la vida, pero también sabía que no podía ser eso para él.
Todavía no, al menos.
—No voy a ninguna parte —le aseguré, y sellé esa promesa con una
sonrisa sincera—. Pero no puedo darte todo de mí ahora. Estoy aquí para
trabajar, para obtener mi título de posgrado y para encontrar el resto de mí
misma que todavía está flotando fuera de mi alcance. Te quiero, lo hago —
dije de nuevo—. Solo dame algo de tiempo para descubrir mi nuevo entorno,
¿de acuerdo?
Jamie todavía parecía decepcionado, pero asintió.
—Lo que necesites, te lo daré.
Le creí cuando dijo eso, pero a veces decimos cosas que no queremos
decir. Podemos hablar enserio en el momento en que las palabras salen de
nuestros labios, pero a medida que pasa el tiempo, las buenas intenciones
traen a colación las expectativas fallidas. Aquellos en el extremo prometedor
olvidan por qué siquiera lo prometieron, corazones cansados, por una buena
razón.
Los escoceses son los únicos que técnicamente pueden deletrear
whiskey como “whisky”. Afirman que más vocales desperdician un buen
tiempo para beber, y desearía haberme dado cuenta de eso entonces, porque
eso es exactamente lo que estaba haciendo: perdiendo el tiempo. Dejé pasar
días, semanas y meses de increíble amor que destroza almas porque pensé
que sabía la forma correcta de deletrear el camino de mi vida.
Resultó que estaba equivocada.
Resultó que tenía una botella de Whiskey rara y deliciosamente
envejecida en mi mano, pero la dejé escapar entre mis dedos resbaladizos y
chocar contra el suelo.
Y no era yo quien podía recoger las piezas.

153
14
En las rocas
amie se alejó después de eso.

J
No de repente, pero sí lentamente y con seguridad.
A veces parecía normal, a veces hablábamos durante
horas y caíamos en la misma amistad fácil que siempre había
existido entre nosotros. Nunca llegó a verme en Pittsburgh, pero
volé a casa un fin de semana, y pasamos todo el tiempo
enredados en sus sábanas, excepto en el almuerzo con mamá y Wayne y en
la cena con Jenna. Y cuando volví a casa, hicimos planes tentativos para
que él viniera a verme después, cuando las cosas se calmaran en el trabajo.
154
Una noche, nos sentamos a ver una película en cada una de nuestras
pantallas y jugamos al mismo tiempo, estando tan juntos como pudimos a
través de la videollamada mientras jugábamos.
Y esos fueron los buenos tiempos.
Pero, sobre todo, Jamie estaba ausente, pensando para sí mismo,
aunque estuviera al teléfono conmigo. Sabía que le estaba matando no
tenerme como él quería. Lo sentía como un rechazo, puedo verlo claramente
ahora, pero era egoísta en ese entonces y no vi una maldita cosa; tal vez no
quería verlo.
Con el tiempo, las llamadas y los mensajes se hicieron cada vez
menos, y supongo que sabía que eso iba a pasar. Fue mi culpa, en realidad,
fui quien pidió la distancia, la que lo mantuvo en su lugar, y aunque lo
extrañaba mientras más se alejaba, llené el espacio que dejó con más trabajo
en lugar de trabajar para conservarlo a él en su lugar.
El verano pasó volando en una racha de agitación, deslumbrándome
como las luces del flash de una cámara. Entre la pasantía y los cursos en
línea para mi graduación, el tiempo libre era prácticamente inexistente.
Antes de que me diera cuenta, era agosto, y estaba en las últimas dos
semanas de mi pasantía con un gran evento como anfitriona antes de
completar mi tiempo con Rye Publishing.
Estaba en medio de una tarde de jueves particularmente estresante
cuando Jamie me envió un mensaje diciendo que necesitaba hablar
conmigo. Ya estaba ocupada, exhausta y a punto de probar que podía ser
una empleada permanente en Rye, y lo último que necesitaba era la voltereta
de estómago que venía con ese texto de él. La atención que había ganado
como interna no tenía precedentes, y podía sentir el éxito en las puntas de
mis dedos, esperando que me agarrara. Aun así, todo eso podría desaparecer
si dejaba que mis emociones se lleven lo mejor de mí.
Discutí con Jamie, diciéndole que no tenía tiempo para su mierda,
pero la verdad es que tenía miedo de lo que tenía que decir. En cierto modo,
sabía lo que se avecinaba, al menos podía adivinarlo, y supongo que por eso
quería estar enfadada. Estar enojada sería más fácil que ser frágil.
Al final, solo respondí con un “bien” y una promesa de llamarlo tan
pronto como llegara a casa esa noche. Acababa de tirar mi teléfono en mi
escritorio con la pantalla hacia abajo con un largo suspiro cuando River
apoyó su antebrazo sobre mi cubículo.
—Necesitas un descanso.
—No —lo corregí cuando volví a entrar en mi computadora—. Necesito
más horas en el día, en realidad.
Se rio.
—Vamos. Comida. Ahora. 155
—Estoy bien.
—¿Olvidaste quién es tu jefe? —Finalmente lo miré y él amartilló una
hermosa ceja rubia con una sonrisa estúpida en su rostro.
—La mejor manera de conseguir que pague con mi tarjeta.
—Bueno, te pagaré el almuerzo. ¿Qué te parece? —Tomó mi paraguas
de donde lo había apoyado en la esquina de mi escritorio y me lo dio—.
Llevas aquí más de dos meses y aún no te has comido un sándwich de
Primanti Brothers. Hoy lo estamos arreglando.
Me permití sonreír, dándome cuenta al mencionar la comida de lo
hambrienta que estaba. Tal vez sí necesitaba un descanso, aunque fuera
solo por una hora. Le quité el paraguas de la mano y agarré mi bolso del
perchero—. Bueno, ¿cómo puedo decir no a los sándwiches con papas fritas
y ensalada de col?
—No puedes. Otra carta de triunfo.
Él sonrió, haciendo un gesto con su mano para que tomara la
delantera. Miré mi teléfono en el escritorio, pero decidí dejarlo atrás. Si me
tomaba un descanso, lo tomaba de todo... y de todos.
El paseo por Market Square hasta Primati Brothers fue húmedo, y
sorprendentemente frío para la época del año. Estaba acostumbrada al
sofocante agosto, pero estaba cerca de los veintiún grados y lloviznando todo
el día. River y yo caminamos codo con codo con nuestros paraguas abiertos,
hablando del evento que se avecinaba y otros pequeños trozos de
conversación. Me encantaba pasear por el centro de la ciudad. De hecho,
me encantaba todo de Pittsburgh. Me sorprendió lo mucho que había
evolucionado para sentirme como en casa.
—Bien, ahora, una vez que pases por esta puerta, estás en un
descanso. Lo digo en serio. Nada de hablar de trabajo —dijo River cuando
llegamos a la entrada. Sostuvo su mano en la puerta hasta que accedí, y
luego la abrió y el olor del cielo invadió.
Era un lugar pequeño, con asientos limitados, sobre todo en el bar
que rodeaba el lugar donde se cocinaba. River y yo nos deslizamos en dos
taburetes en el otro extremo y un sonriente camarero nos dejó los menús
antes de volver al centro para voltear un huevo.
—¿Qué pedirán? —gritó sobre su hombro. Tenía el cabello largo y
oscuro, recogido en un moño bajo y tatuajes en sus brazos. Todo el equipo
detrás de la barra se gritaba órdenes y hacían chistes en el medio. Ya me
sentía cómoda.
Abrí la boca para responder, lista para pedir agua, cuando River
respondió por nosotros, pidiendo dos cervezas locales.
—Sé que estoy al final de mis prácticas, pero no le digas a mi jefe que
estoy bebiendo en el trabajo, ¿bien? —me burlé.
—Algo me dice que no le importará. Entonces, ¿qué vas a pedir? 156
Miré el menú, escaneando las opciones.
—La hamburguesa Pitts. El número dos de los más vendidos. —Mis
ojos se fijaron en las otras opciones, y fruncí el ceño cuando no pude
encontrar ningún otro elemento del menú llamado parecido.
—¿Cuál es el número uno de los más vendidos?
River y el camarero intercambiaron sonrisas mientras nuestras
cervezas eran colocadas delante de nosotros, la espuma se derramaba un
poco por el lado—. Lo estás mirando, cariño.
Estaba confundida, pero cuando los ojos de River se arrugaron en los
bordes y cayeron a la cerveza que acababa de envolver con una mano, se
acomodó en su lugar.
—Ohhh —musité, sosteniendo la mío—. Cerveza. El número uno de
los más vendidos. Ya entendí.
—Más rápido que la mayoría, en realidad —estuvo de acuerdo el
camarero—. Entonces, ¿qué será?
Pedí la hamburguesa Pitts y River optó por pollo cajún y queso, y luego
nos relajamos, bebiendo nuestras cervezas y hablando de todo menos del
trabajo. No me había detenido a hacer amigos en Pittsburgh, poniendo toda
mi energía en el trabajo, pero me había tomado todo el tiempo posible para
conocer más Pittsburgh. Me encantó la fanfarria, la comida local, las gemas
escondidas. Era una ciudad fascinante, y eliminar otro lugar de mi lista de
cosas por hacer con River parecía la forma perfecta de pasar mi hora del
almuerzo.
—No pude evitar notar que dejaste tu mano derecha atrás —dijo River
mientras bebía lo último de su primera cerveza. Le hizo un gesto con la
mano a nuestro camarero para que le diera otra mientras esperaba mi
respuesta.
—¿Mano derecha?
—Tu teléfono.
—Oh. —Pasé la yema de mi dedo sobre el vaso sudoroso de mi cerveza
y me encogí de hombros—. Sí, solo necesitaba un descanso.
—¿Novio?
Me reí, levantando una ceja a mi jefe.
—No, pero es una forma ingeniosa de preguntar si tengo uno.
No estaba ciega de la atracción de River por mí. Nunca lo vi actuar,
pero coqueteaba de vez en cuando, o dejaba que sus ojos vagaran sobre mí
un poco más de lo que deberían. Aun así, me tomaba en serio como
profesional, y eso es lo que más me importaba.
—Vaya, no creí que pudieras impresionarme más.
— ¿Te impresiona que esté soltera?
Se rio, agradeciendo al camarero su nueva cerveza antes de volverse
hacia mí. 157
—No, me impresiona que estés aquí por tu cuenta. Nunca he tenido
un pasante con tanta tenacidad como tú, y descubrir que no has estado
viviendo con un compañero de cuarto o saliendo todas las noches o pasando
los fines de semana con un novio para mantenerte cuerda me hace
preguntarme cómo lo haces.
Sonreí ante su cumplido, pero volví a levantar los hombros.
—No sé, no estoy completamente sola. Hablo mucho con mi mejor
amigo.
—Jamie, ¿verdad?
Se me cayó el estómago.
—Sí...
River levantó las manos.
—Tranquila, solo veo su nombre en la pantalla de tu teléfono muchas
veces en las reuniones.
—Oh, es un... quiero decir que Jamie no es un...
Esperó mientras tropezaba con las palabras, pero entonces llegó el
reconocimiento.
—Espera, ¿Jamie es un hombre? —se quejó—. Oh no, por favor no me
digas que tienes un mejor amigo hombre.
—¿Por qué?
River sacudió su cabeza, con los ojos en la mano envuelta en su
cerveza.
—Mi mamá siempre me dijo que nunca le diera mi corazón a una chica
con un chico como mejor amigo, porque su corazón no es realmente suyo
para darlo a cambio.
No podía saber cómo me sentarían esas palabras. No podía saber que
se abrirían camino entre los huesos de mi caja torácica, enroscándose,
cortando mi capacidad de respirar con su verdad. Me tragué la conocida
quemadura de Whiskey invadiendo mis papilas gustativas. Lo bajé con
cerveza, preguntándome si River tenía razón, preguntándome aún más si
estaba bien que la tuviera. Jamie quería mi corazón, ¿verdad? ¿Sería tan
malo si ya fuera suyo? ¿Tenía elección en el asunto?
—Menos mal que no estás tratando de darle tu corazón a tu pasante
entonces, ¿eh? —Le guiñé, y River se acomodó en el taburete del bar, con
una pequeña sonrisa en sus labios mientras me miraba.
—Sí. Algo bueno.
Mi sándwich fue increíble, todo lo que pensé que sería. Amontonado
con papas fritas y ensalada de col, apenas pude comerme la mitad y
terminar mi cerveza también. De regreso a la oficina, me frotaba el
estómago, sorprendida de encontrarlo todavía plano después de esa comida.
—Entonces, hay otra razón por la que quería llevarte a almorzar —dijo
River mientras subíamos en el ascensor de vuelta a la oficina. 158
—¿Además de arruinarme para todos los demás sándwiches?
Sonrió.
—Sí. Además de eso.
El silencio cayó entre nosotros, y miré por encima de mi hombro como
si encontrara el resto de su sentencia allí.
—Bien... así que...
Llegamos a nuestro piso y las puertas de la oficina se abrieron justo
cuando estallaron los aplausos. Salté hacia atrás, pero entonces mis manos
volaron para cubrir mi boca mientras leía la pancarta colgada en lo alto del
escritorio de Mona.
ESTÁS CONTRATADA.
—¿Qué es esto? —susurré, saliendo del ascensor mientras todos
continuaban animando. El Sr. Randall Godsby se abrió paso entre las
masas, con una amplia sonrisa que coincidía con la de River. Los agentes
con los que trabajé todo el verano estaban allí, junto con el equipo de medios
y los vicepresidentes. No era una oficina enorme, pero se sentía grande en
ese momento, como una familia.
—Felicitaciones, Brecks —dijo el Sr. Godsby mientras extendía su
mano por la mía y yo luchaba contra el impulso natural de encogerme ante
mi nombre completo. Tomé su mano, mirando por encima de mi hombro a
River, pero él solo sonreía mientras miraba entre su padre y yo—. River me
ha dicho más de una vez lo crucial que has sido para el equipo este verano,
pero incluso si no lo hubiera hecho, lo habría notado por mí mismo, y eso
es mucho que decir algo. Si quieres quedarte en Pittsburgh por más tiempo,
nos gustaría ofrecerte un trabajo a tiempo completo, como Agente Literaria
Asociada.
Chillé, incapaz de contener mi excitación mientras estrechaba su
mano ferozmente. Todo por lo que había trabajado ese verano se hizo
realidad en un cuarto lleno de gente que dudó de mí desde el momento en
que entré. No podía creerlo, incluso cuando Randall me soltó la mano y me
agarró el hombro con una sonrisa de orgullo.
Mi mente escudriñó las razones para declinar, pero no encontró nada.
Todavía estaba completando mi maestría en línea en Edición de Medios
Digitales e Impresos de la UPS y me encantaba Pittsburgh. Rye Publishing
era una de las mejores editoriales, y no tenía ninguna otra oferta. Nada me
impedía quedarme, excepto la noción de que significaba más tiempo lejos de
alguien realmente importante para mí. Pero si sentía por mí lo que dijo que
sentía, lo entendería. Se alegraría por mí.
Así que sonreí y acepté mi primera oferta de trabajo, una que había
ganado por mi cuenta.
—Ni siquiera sé qué decir, Sr. Godsby. Gracias. Y sería un honor para
mí unirme al equipo de Rye a tiempo completo. 159
—¡Huzzah! —bromeó River, agarrando una de las copas de champán
de Mona y entregándomela. Incluso ella estaba sonriendo, y eso era decir
algo—. Un brindis, por la nueva novata de Rye.
—¡Salud! —Las voces de todos sonaron a la vez y nos pusimos a
golpear nuestras copas juntas. Luego, fue como siempre, todos volvieron
lentamente a sus escritorios o salas de reuniones.
—¿Eso pasa cada vez que alguien es contratado?
River se encogió de hombros.
—Cada vez que son promovidos, sí.
Una lenta sonrisa se abrió paso hasta mi rostro cuando dejé que
cayera. Un ascenso. Me habían ascendido después de solo dos meses como
pasante. La mano de River me apretó el hombro antes de pasar a mi lado, y
me quedé allí con mi champán, sonriendo como una idiota.
—Ya puedes volver al trabajo, novata —dijo Mona, cayendo en su silla
y golpeando su teclado inmediatamente. Ladeó una ceja y me dio su propia
pequeña sonrisa—. Y felicitaciones.
—Gracias, Mona.
Volví bailando a mi escritorio, llena del sándwich y el amor de mi
nuevo equipo. Tenía un trabajo, un trabajo de verdad, y me lo había ganado.
Nada podría derribarme.
Pero cuando me senté en mi silla y agarré mi teléfono para enviarle
un mensaje a mamá, recordé la llamada que tendría en pocas horas. Con
Jamie.
Y tendría que decirle que me quedaba en la ciudad.

***

Decidí recoger una buena botella de whiskey de camino a casa.


Estaba celebrando, después de todo, incluso si una parte de mí no
tenía ganas, sabiendo la conversación telefónica que tendría pronto.
Después de la alta recomendación del dueño de la licorería, terminé con una
botella de Whipper Snapper Project Q. Era un whiskey australiano, uno que
nunca había probado ni oído antes, y me gustaba su nombre. Me recordó lo
que mi abuelo solía llamarme cuando era más joven, especialmente cuando
era muy lista con él. Había pagado demasiado por él, y como me convencí
de que era una idiota, lo serví bien. Luego, me senté en mi pequeño sofá con
la vista nocturna de Market Square y marqué el número de Jamie.
Tomé mi primer sorbo cuando sonó el teléfono, y aunque el whiskey
me quemaba, era sorprendentemente suave. Siseé un aliento a través de mis
dientes, pero sabía que después de ese primer vaso, sería tan fácil como
beber agua.
—¿B? 160
Había un indicio de desesperación en su voz, y me calentó el corazón.
—Sí, estoy aquí.
Sopló un aliento, largo y constante, y luego empezó a hablar.
—Bien, solo necesito que te sientes ahí y me escuches un minuto,
¿está bien? Sé que tienes miedo de nosotros, de lo que hemos sido en el
pasado y de lo que podríamos no ser en el futuro. Sé que estás de pie por tu
cuenta por primera vez y estás orgullosa de eso, diablos, también estoy
orgulloso de eso, pero puedo estar a tu lado.
—Jamie...
—Y sé que la larga distancia te asusta, pero hemos pasado el verano
prácticamente como una pareja de larga distancia, aunque no lo tituláramos
así. —No podía discutir ese punto, pero aun así... ¿fue el hecho de que la
presión de un título no estaba ahí lo que nos permitió sobrevivir?—. He
estado pensando. Tu pasantía casi ha terminado, y he estado buscando
algunas editoriales en Miami. Muchos de ellos están contratando, y tienes
experiencia ahora. Tus clases son en línea, B. Podrías volver a casa,
podríamos estar juntos.
—Jamie, yo...
—No, solo déjame terminar. Sé que es mucho pedir. No me debes
nada, y el hecho de que te pida que te desarraigues y te mudes por mí es
muy egoísta. Pero me di cuenta de que la última vez que te alejaste de mí,
no te pedí nada en absoluto. Así que esta vez, lo voy a decir, te voy a decir
lo que quiero. Te quiero a ti. Quiero que te mudes de vuelta, que te mudes
al infierno—. Se rio, y pude sentir su brillante sonrisa a través del teléfono.
Eso solo rompió mi corazón en otro pedazo más—. No tiene que ser
complicado. Podemos hacerlo, B.
—Me quedo.
—Jenna también está aquí. Y tu madre. Y...
—Jamie, me quedo en Pittsburgh —dije en voz alta—. Me ofrecieron
un trabajo a tiempo completo. Hoy.
El silencio cayó entre nosotros, y recogí mi vaso lentamente, tomando
otro trago más largo de whiskey.
—Bien —dijo la palabra lentamente—. Está bien. Podemos vernos una
vez al mes, tomar turnos de vuelo, y eventualmente lo resolveremos.
—No funciona así —mi voz se quebró con las palabras—. Tienes la
empresa de tu padre allí. Y tengo mi vida aquí. —Vida era una palabra un
poco fuerte, considerando que el trabajo era mi vida en Pittsburgh, pero me
había mudado a la ciudad con un fuego en los ojos y ya me estaba haciendo
un nombre. Pensar en complicarlo con una relación a distancia me daba
urticaria, y oírle decir “al final lo resolveremos” no ayudó. ¿Qué significa
eso? Ambos sabíamos que nunca dejaría la empresa de su padre, lo que
significaba que esperaba que “eventualmente lo resolviera” y volviera a casa. 161
—Eso no significa que no podamos tener una vida juntos también.
Detuve un latido, el corazón se rompió un poco al ver lo equivocado
que estaba.
—Pero de alguna forma sí, Jamie. Todo suena tan fácil cuando lo dices
por teléfono, pero una relación a larga distancia es difícil. Es complicado,
desordenado y ninguno de los dos necesita eso ahora, no cuando ambos
estamos empezando nuestras carreras. No es el momento adecuado para
nosotros... —Sacudí la cabeza—. Nunca es el momento adecuado.
Hubo un suspiro en el otro extremo, y sentí que el tiempo se extendía
entre nosotros antes de que Jamie hablara de nuevo. Cuando lo hizo, su voz
era más baja, derrotada, y el sonido de la misma casi hizo que se me cayera
el vaso.
—Eso no es justo. No entiendes esto, B... nada de esto. Cuando dejaste
Alder, tuviste que dejar todo atrás, los lugares a los que fuimos, los
recuerdos que hicimos. Pero yo viví allí. Sin ti. Durante tres años —hizo una
pausa—. Y luego, cuando te encontré de nuevo, todo parecía estar bien. El
momento, la forma en que ambos nos sentíamos. Finalmente obtuve una
respuesta de ti, por qué te mantuviste alejada todos esos años, y la obtuve,
B, realmente lo hice. Lo entendí. Estabas destrozada por la muerte de tu
padre y necesitabas tiempo y espacio. Te lo di. Felizmente. No sabía si
volvería a tenerte, pero no me importaba porque sabía lo que necesitabas de
mí.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar en ese momento de mi vida.
Recordé que me sentía tan desgarrada, que quería quedarme en Alder y
sabía que no podía. Jamie me amaba lo suficiente como para dejar que lo
llevara conmigo, y jamás entendería cómo podría seguir amándome
después.
—Pero ahora, me dices que todavía no es el momento adecuado. No
pudiste estar conmigo cuando estabas rota, y ahora que estás sola, todavía
no puedes estar conmigo. Así que, si no puedo tenerte en tu peor momento,
y no puedo tenerte en tu mejor momento, entonces, ¿cuándo te tendré, B?
¿Cuándo es el momento de que dejes de pelear con lo que tenemos y me
dejes entrar?
Un sollozo se rompió en mi garganta y la limpié, resoplando mientras
tomaba otro trago. No sabía qué decir. En cierto modo, tenía razón, no era
justo. Pero tampoco era tan fácil como apuntar con el dedo a un momento
y lugar de mi vida y decir: “¡Ahí! Es el momento en que estaré lista”. Su
despreocupación por todo esto me afectó mucho, y me tomé otro largo trago
de whiskey, dándome cuenta de que Jamie nunca había creído que lo
lograría y terminaría quedándome en Pittsburgh. Pensó que era temporal,
como si el que yo estuviera en la ciudad fuera un inconveniente para él y
sus planes. 162
Amaba a Jamie, siempre lo había hecho, pero no podíamos hacerlo a
larga distancia. No podía ser la mujer que él necesitaba que fuera desde
miles de kilómetros, cuando tenía un trabajo propio y metas por las que
luchar. Sabía lo que quería, lo que siempre había querido: una esposa, una
casa llena de niños. Tal vez algún día también querría esas cosas. Pero ese
día no era hoy.
Y fue entonces cuando recordé lo que me pidió esa noche que nos
encontramos de nuevo.
—¿Qué pasó entonces con un día? —pregunté en un susurro.
Le tomó un momento responder:
—Bueno, necesito un día ahora mismo.
—Y no puedo dártelo, así que, ¿dónde nos deja eso?
—No lo sé.
Terminé lo que quedaba en mi vaso y vertí otro, el Whipper Snapper
más suave que antes, tal como sabía que sería. Se estaba hundiendo en mi
sistema mientras otro Whiskey más añejo me desangraba.
Sé que probablemente estás furioso conmigo en este momento.
Demonios, estoy furiosa conmigo misma mirando hacia atrás a esa noche.
Pero en ese momento particular de mi vida, pensé que sabía lo que era
mejor. Pensé que sabía lo que funcionaría y lo que no, lo que importaba y lo
que no. Pensé que protegerme de un corazón potencialmente roto sería más
fácil que tratar de luchar por el amor a distancia en la combinación. Ya me
había alejado de Jamie antes y casi me había matado, pero esta vez, fui
terca... y sentí que era él quien me estaba dando un ultimátum. Estaba listo
para alejarse de mí, y yo estaba lo suficientemente orgullosa para dejarlo si
eso significaba mantenerme firme.
—Escucha, tengo un gran evento que se aproxima y mañana va a ser
un día muy largo...
Era una excusa lamentable, y Jamie lo sabía. La mayor parte de mí
esperaba que peleara conmigo por ello, que exigiera que hablara con él y
resolviera esto, y supongo que esa debería haber sido mi señal de que se
rendía conmigo. Estaba harto de esperar, de pelear con alguien que ya ni
siquiera bloqueaba los golpes.
—Sí, está bien —exhaló, y sentí esa respiración a través del teléfono.
Casi podía olerlo allí conmigo, la dulzura del roble, similar al whiskey que
estaba bebiendo esa noche—. Yo solo... —Esperé a que terminara esa frase,
pero nunca lo hizo, y me persiguió durante las noches siguientes—. Buenas
noches, B.
—Buenas noche.
Después de colgar, me senté allí con el teléfono en mis manos durante
diez minutos, con los ojos en el vaso en mi mano mientras repetía nuestra
conversación. Y fue entonces cuando me di cuenta. 163
Jamie nunca me felicitó por mi ascenso.
Me bebí la mitad de la botella antes de acostarme esa noche, y ni
siquiera el caro whiskey pudo silenciar mis pensamientos acelerados.
Estaba atrapada en el lugar más extraño en el que había estado. Me sentí a
la vez sólida en mi decisión y aterrorizada de haber cometido el mayor error
de mi vida, orgullosa de mis logros, pero avergonzada de mi terquedad. Pero
la verdad era que ese verano, ese año de mi vida, se trataba de mí. Sentía
que tenía todo el tiempo del mundo, espacio para los errores, espacio para
crecer. ¿Cómo podría haber sabido lo equivocada que estaba?
No llamé a Jamie al día siguiente, y él no me llamó. Y así fue, durante
días, semanas y meses. Me llevó demasiado tiempo darme cuenta de que se
me había caído esa hermosa botella de Whiskey. Demasiado tiempo para
darme cuenta de que la había roto. Para cuando me di cuenta, demasiado
tiempo se convirtió en demasiado tarde, y recordé muy bien la otra forma en
que el Whiskey puede arder.
15
El impuesto Angel
staba en llamas.

E
Clavé el evento al final de mi pasantía, lo que pareció
empujarme directamente a mi nuevo puesto de tiempo
completo. Por mucho que disfruté mi pasantía trabajando bajo
el mando de River, finalmente estaba exactamente donde
quería estar: encontrando nuevos talentos, construyendo una
lista de clientes, haciendo conexiones en el mundo editorial. Estaba de
camino a ser Agente Literario, y después de eso, sabía que sería imparable.
Había algo liberador y absolutamente sofocante en trabajar duro y ser
164
recompensado. Por un lado, estaba orgullosa. Había descubierto lo que
quería en la vida, en lo que era buena, y estaba haciendo los movimientos
correctos para establecer una base sólida para mi carrera. Nada me hacía
más feliz que quedarme hasta tarde en la oficina o venir un fin de semana
si veía el pago al otro lado. Todos en Rye Publishing sabían quién era. Para
algunos, era una inspiración. Para otros, una amenaza. Y me encantaba ser
ambas.
Pero, por otro lado, el trabajo era literalmente toda mi vida, lo que
significaba que incluso si trataba de negarlo, estaba sola. No era que
estuviera triste en esa soledad, pero lo sentía, como un fantasma o una
sombra en la esquina de mi apartamento. Siempre estaba allí, acechando, y
cuando llegó a ser demasiado me encontré de nuevo en la oficina para
evitarlo. Y entonces era un ciclo.
Porque el trabajo era mi vida, terminé pasando la mayor parte de mi
tiempo con River, lo cual era peligroso en más de un sentido. Estaba claro
para mí que era curioso, y no se trataba de mi ética de trabajo. Pero a pesar
de que había dejado ir a Jamie, mi corazón todavía lo sostenía fuerte, e hice
mi mejor esfuerzo para dejarle eso claro a River. Él no había hecho ningún
movimiento en sí, pero vi el tic de sus dedos, estaba listo, esperando, y me
preguntaba cuando atacaría.
Me preguntaba qué haría.
Eran más de las ocho de la noche de un viernes de noviembre cuando
la soledad finalmente me llegó. Estaba vertida sobre un nuevo manuscrito
que había recuperado de un autor de fantasía en ascenso que era
independiente hasta ese momento, pero que ahora estaba buscando
representación. El libro era increíble, estaba completamente inmersa, al
menos hasta que River dio un fuerte golpecito en la parte superior de mi
cubículo.
—Sabes, ese libro seguirá siendo legible el lunes. O incluso mañana,
cuando puedas leerlo en tu sofá y no encorvada en esa silla de mierda. —
Sonreí, lanzando el manuscrito en mi escritorio y recostándome en mi silla.
Pase mis dos manos sobre mi rostro antes de correrlas hacia atrás sobre
mis rizos—. Deberías terminar por esta noche.
—Ya no eres mi jefe, Riv. No lo eres desde hace meses. —Le guiñé,
sabiendo que odiaba cuando lo señalaba. Él siempre quería que trabajara
menos, y eso siempre me hacía trabajar más—. Tienes miedo de que llegue
a ser vicepresidente antes que tú.
Se rio.
—¿Honestamente? En este punto, no me sorprendería que lo hicieras.
—Sin previo aviso, entro en mi cubículo y clavó su dedo en el botón de
encendido de mi Mac, apagándola. 165
—¡Oye!
—En serio, vamos. Es viernes por la noche. Vamos a tomar una copa.
—Extendió su mano y lo miré, sintiendo la chispa en sus ojos un poco
demasiado cerca de un espacio sensible todavía parcialmente ocupado.
Suspiré.
—Sabes, en realidad estoy muy cansada. Tal vez debería ir a dormir
un poco.
Tragó, y aunque sabía que no era la respuesta que quería, me agarró
de la mano y me levantó.
—Eso también funciona. Solo lárgate de aquí.
—Tan mandón —me burlé. Sus ojos se iluminaron de nuevo, y esta
vez definitivamente sentí la chispa especial a nuestro alrededor. Me aclaré
la garganta, arrojando el manuscrito en mi bolso de gran tamaño y tirándolo
sobre mi hombro—. ¿Me acompañas?
River no solo me acompañó abajo, sino hasta la entrada de mi edificio
de apartamentos antes de darme un fuerte abrazo de despedida e irse a
reunir con algunos de nuestros compañeros de trabajo en un pequeño bar
en Market Square. Subí en el ascensor hasta mi piso y pasé a través de los
movimientos que se habían convertido en mi nueva rutina: dejar caer mi
mierda en la puerta, patear para quitarme los zapatos, servir una copa de
vino, sostener la botella en la otra mano hasta llegar a mi dormitorio,
cambiarme por unas mallas y una sudadera extragrande, entonces estaba
en el sofá, mi lugar favorito para estar.
Suspiré con alivio mientras metía mis piernas debajo de mí y tomaba
un largo sorbo del vino tinto. Era seco, ligeramente dulce, y perfecto.
Mientras tiraba de mi cabello en un moño suelto sobre mi cabeza, me reí en
voz alta. Qué patética. Me habían invitado a tomar algo con mis amigos y lo
había rechazado para sentarme sola. Ni siquiera tenía una mascota con la
que acurrucarme.
Echando un vistazo a los contactos de mi teléfono, dejé caer mi dedo
en el nombre de Mamá y una foto de nosotras en mi graduación llenó la
pantalla. Hacía tiempo que no hablábamos más que por mensajes de texto,
así que me recosté, lista para ponernos al día con una larga conversación.
—¡Hola, cariño! —gritó sobre el ruido de fondo.
—¿Mamá?
—¿Eh?
—¿Estás ahí?
Una fuerte carcajada sonó y escuché a mamá gritar algo antes de que
el ruido desapareciera.
—Lo siento, cariño. Wayne y yo estamos en un nuevo bar que abrió
en el centro. ¿Qué pasa?
Incluso mi madre es más genial que yo. 166
—Oh, lo siento. Solo llamaba para ponerme al día.
—¡Te extraño, cariño! ¿Qué tal el trabajo?
Siempre era la primera pregunta que me hacía, y realmente era la
única cosa que sabía preguntar: trabajo.
Suspiré.
—Es genial. Patear traseros y tomar nombres como siempre.
—Esa es mi chica.
—Te dejaré volver con Wayne. Te quiero.
—Yo también te quiero. ¿Está todo bien?
Mamá lo sabía. Siempre lo supo. Pero esta noche no era la noche para
descargarme sobre ella
—Todo está bien, mamá. Llámame mañana, ¿de acuerdo?
—Bien, cariño. ¡Hablamos entonces! —Ella terminó la llamada
rápidamente, y me reí, pensando lo diferente que era de la madre que me
había criado en la escuela secundaria. Esa mujer nunca salía de la casa
excepto por el trabajo, y rara vez sonreía. Wayne había devuelto la vida a mi
mamá, y lo amaba por ello.
Serví otra copa de vino, dándome cuenta de que había terminado la
primera probablemente demasiado rápido. Entonces, llamé a Jenna.
—¿Qué pasa, perra?
—Por favor, dime que no estoy interrumpiendo tu súper noche de
diversión del viernes.
Ella se burló.
—Apenas.
—Bien. Mi mamá ya está borracha y viviendo la vida y yo estoy
revolcándome en la autocompasión en el sofá y buscando a alguien con
quien quejarme.
—Bueno —dijo Jenna en un suspiro, como si estuviera ajustando su
posición—. Por suerte para ti, acabo de terminar de comer mi peso en rollos
de huevo y helado y solo llevo cuarenta minutos de Cruel Intentions. La
noche es joven.
—Eres tan hermosa.
—Lo sé —dijo con la boca llena de algo, mi apuesta estaba por el
helado—. Así que, mi sombrero de fiesta de lástima está atado. ¿Qué
estamos celebrando?
Hice clic en mi televisión para tener el ruido de fondo, aterrizando en
MTV.
—Oh ya sabes, lo habitual. Extraño al tipo al que básicamente le dije
que se fuera a la mierda y no tengo nada que mostrar de mi vida actual fuera
de una extensa lista de clientes en el trabajo.
—¿Por qué es una cosa mala? Trabajas como loca y todo el mundo lo
ve. Me gustaría tener tu ética laboral. Vas a estar ganando seis cifras para 167
cuando tengas treinta.
—Sí... —Tracé el borde de mi copa con la punta del dedo—. Quiero
decir, no me malinterpretes, me encanta mi trabajo. Estoy orgullosa de lo
que he hecho.
—Pero todo apesta sin Jamie.
Suspiré.
—Justo en el clavo.
—De acuerdo, antes de ir más lejos —dijo Jenna, y la escuché chupar
otra cucharada de helado—. ¿Qué necesitas de mí esta noche? ¿Quieres que
te acaricie el cabello y te saque de la cornisa o quieres un poco de amor duro
que se sienta como una bofetada en el culo y un puñetazo directo a la nariz
todo al mismo tiempo?
Tomé otro largo sorbo de vino, repitiendo su pregunta en mi mente.
Ella había estado acariciando mi cabello y diciéndome lo que era más fácil
de escuchar durante meses, pero por alguna razón, en esa fría noche del
viernes de noviembre con las vacaciones a la vuelta de la esquina, me sentía
particularmente nostálgica y sola. Estaba lista para llorar en mi botella de
vino, para arrojar las emociones que sentía burbujeando en mi garganta. Y
tal vez, solo tal vez, estaba lista para enfrentar la verdad que había estado
evitando.
—Patéame en los dientes.
Jenna aplaudió con sus manos al otro lado de la línea.
—Bien, solo recuerda que pediste esto —hizo una pausa,
arrastrándose, y me la imaginé sentada recta como solía hacer antes de que
tuviéramos nuestras charlas “sinceras de mejores amigas”.
Descrucé las piernas, estirándome en el sofá y sacando la manta de
la espalda para cubrirme.
—Protector bucal en su lugar. Vamos a oírlo.
—Primero, eres tu propio peor enemigo. Siempre lo has sido. Pero todo
esto que pasó con Jamie me mostró un lado completamente nuevo de tu
retorcido sentido de ti misma y cómo afectas a los demás.
—Está bien, tienes mi atención. Explícalo.
—Bueno, dejaste Alder y nunca volviste porque estabas tan
convencida de que eras como veneno o algo así. Pensaste que él dejaría la
escuela y perdería todo por lo que había trabajado porque quería amarte
mientras estabas jodida. Pero la realidad es que, si hubieras vuelto, Jamie
probablemente te habría devuelto a la vida antes de lo que lo hiciste por tu
cuenta.
Fruncí el ceño.
—No lo creo. Era un desastre en aquel entonces. Él tenía sus propias
preocupaciones con la firma de su padre y no quería traer otra fuente de
estrés a su vida. 168
—Cierto. Tú no querías, pero Jamie estaba feliz de ser la persona en
la que te apoyabas. Quería serlo. Simplemente no lo dejaste. Y entonces, te
encuentras con él por algún milagro en el momento literalmente exacto de
tu vida donde finalmente te sentiste bien de nuevo. Y sí, te mudaste. Sí, la
larga distancia apesta, pero, ¿sabes qué? Es posible. Quiero decir,
honestamente, ¿te ves quedándote en Pittsburgh para siempre?
—No lo sé. Tal vez —dije defensivamente—. El punto es que no hay
manera de que sepamos si lo de la larga distancia será permanente o
temporal.
—Sí lo hay.
—¿Cómo?
—Tomas la decisión de que sea temporal, B. Es tan fácil como eso.
Miras lo que es importante en tu vida, y si Jamie es la máxima prioridad,
entonces ajustas todo lo demás en consecuencia.
—Él es importante, pero también lo es mi carrera —dije, resoplando—
. No quiero renunciar a lo que finalmente he descubierto por mi cuenta por
un chico.
—Oh, por favor —se burló—. No es así y lo sabes. No es que Jamie te
esté pidiendo que te quedes en casa con los niños y abandones todos tus
sueños. Te está pidiendo que trabajes con él, que sean un equipo, que
finalmente lo pongas primero ahora que el momento es el adecuado. Quiero
decir, mira, primero él estaba saliendo conmigo, luego tú estabas saliendo
con Ethan, luego tu padre murió, y luego te mudaste lejos. Aun así, después
de todo eso, de alguna manera encontraron el camino de regreso el uno al
otro. Y ahora, lo único que les impide estar juntos eres tú.
—Lo haces sonar tan simple.
—¡Porque lo es! —Ella se rio—. Nena, despierta. Jamie te ama. Puso
su corazón en juego como ningún otro chico que haya visto en mi vida. No
te alejes de eso porque crees que le estás haciendo algún tipo de favor. Sabe
que no vas a casarte con él y volver a casa de inmediato. Sabe que no estás
lista para tener hijos. No importa. Te quiere, B. Y aunque estás tratando de
probar que no sientes lo mismo por alguna estúpida razón, ambas sabemos
que lo haces. Deja de actuar como si no quererlo te hiciera fuerte. Hay más
valor en admitir que amas a alguien y luchar por él que dejarlo ir porque
duele menos.
De repente, mi vino sabía agrio, y coloque la copa en mi mesa de café
antes de recostarme de nuevo en el sofá y cubrir mis ojos con mi antebrazo.
Las palabras de Jenna no me penetraron lentamente ni me sacudieron como
una impactante realización. No, la verdad era que todo lo que dijo ya lo
sabía. Tal vez siempre lo había sabido. Así que escucharla decirlo en voz alta
solo arrancó la cortina, la que había colgado alto para separarme de la fea
verdad. Ahora, la estaba mirando, justo a los ojos, y era tan aterradora como 169
lo había sido cuando lo cubrí.
—Estoy tan jodida —lloré, mi voz rompiéndose.
—No lo estás. Todavía puedes hacer algo al respecto. Pero primero,
tienes que averiguar qué es lo que siempre te ha hecho huir de él.
Sorbí, dejando que mi brazo cayera a un lado y mirando a mi techo.
—No sé cómo amar a alguien, Jenna. Simplemente no lo hago. Nunca
lo vi en mi casa, no con mis padres. Nunca lo sentí con Ethan. Lo hice con
Jamie, e instantáneamente, tan pronto como me di cuenta de que lo amaba,
me sentí abrumada por el pánico y el miedo.
—Mierda... —respiró Jenna—. Es tu papá. Tienes problemas con tu
papá.
—Vaya, Jenna.
—No —dijo rápidamente—. Lo siento, no quise decir eso. Me gustaba
tu papá, estaba tan confundida como tú cuando todo... cuando todo salió a
la luz, ¿sabes? Pero todo tiene sentido ahora. Pensaste que tu madre amaba
a tu padre y luego descubriste lo que él le hizo. Y tu padre fue el primer
hombre que alguna vez amaste, y te lastimó, prácticamente te mató. Asocias
el amor con el miedo.
Durante unos momentos solo respiré, pensando en lo que ella había
dicho. Parecía demasiado simple, demasiado cliché, y al mismo tiempo se
sentía real.
—¿Qué debo hacer?
Jenna hizo una pausa, y seguí mirando hacia mi techo, como si la
respuesta pudiera caer del piso de arriba.
—Llama a tu jefe y dile que no irás el lunes. Entonces, reserva el
primer vuelo para mañana, vas de compras, arreglas tu cabello con tu mejor
amiga, y vas a buscar a tu hombre.
Me reí.
—Eso es tan dramático.
—El amor a menudo lo es.
Levanté la manta sobre mis hombros y me puse de lado, doblando mis
piernas hacia mi pecho.
—¿Y si no quiere verme? No hemos hablado desde esa noche.
—Deja de poner excusas y reserva el maldito vuelo. Estoy colgando
ahora. Nos vemos mañana.
Una risa triste salió de mí.
—Te quiero.
—Y yo a ti. Mándame un texto con la información de tu vuelo.
—De acuerdo.
—Lo digo en serio.
—Lo sé —dije, y ella terminó la llamada antes de que pudiera
agradecérselo. 170
Todavía estaba aterrorizada. No estaba segura si podía hacer esto, si
podía hacer larga distancia, si podía estar con Jamie y manejar la presión
de una relación junto con la presión del trabajo. Pero en todo caso, Jenna
me había abierto los ojos al hecho de que había estado huyendo de Jamie,
y solo por razones egoístas. Nunca le había mostrado que él era importante
en mi vida, y lo era. Ya era hora de que se lo mostrara.
Y quizás el amor daba miedo, pero con Jamie, también era increíble.
Me dolía más vivir sin él, y me había dado cuenta de eso ahora.
Le envié un correo electrónico a mi jefe, reservé un vuelo, y luego
terminé mi botella de vino, todo el tiempo deseando que fuera whiskey, en
su lugar. Esa fue la noche en que me convencí de que podía tomar el control
de mi vida, de mi relación con Jamie, si tan solo hubiera tomado la decisión.
Enfrenta tu miedo, y puedes conquistar cualquier cosa, ¿verdad? Pero de lo
que no me di cuenta fue que incluso cuando parece que todo finalmente ha
encajado en su lugar, el jugador más grande en el juego de la vida es el
tiempo, y tienes ese jugador en tu equipo, o no lo haces.
Ese fin de semana, aprendería rápida y dolorosamente que el tiempo
nunca estuvo de nuestro lado.

***
—¿Estás segura de que no quieres que nos veamos allí?
Agité la cabeza antes de darme cuenta de que Jenna no podía verme.
—No, solo me estoy retocando y luego entro. Quiero hacerlo por mi
cuenta.
—Está bien. Quiero decir, no es que esté ansiosa por ir y luego
quedarme atrás cuando vuelvan a su casa a follar toda la noche, pero
puedes sacar la carta de mejor amiga si lo necesitas.
Me reí, aplicando una capa de labial color borgoña oscuro. Mis ojos
grises resaltaron contra la sombra humeante que Jenna me había enseñado
a hacer y mis pestañas eran largas y oscuras.
—Estaré bien.
—Sé que lo harás. Solo sé honesta con él y luego haz las paces toda
la noche.
—Me gusta la imagen que pintas.
—Bueno mierda, tal vez debería dejar la escuela de leyes y ser artista.
Puse los ojos en blanco.
—Adiós, Jenna.
Una vez que estuve sola en el auto de mi madre, dejé salir una
respiración larga, lenta y temblorosa, mirando fijamente mi reflejo en el
pequeño espejo de la visera. Mis mejillas tenían un tono ruborizado y mi
cabello estaba peinado con rizos apretados. Había estado comprando todo 171
el día con Jenna, y ella tenía razón, me sentía más segura en un nuevo par
de ajustadas mallas de cuero y una blusa de cuello en V profundo. Deslicé
mis sandalias y saqué mis tacones del asiento del pasajero, poniéndolos uno
por uno antes de apoyar mis manos en el volante de nuevo. Me detuve por
treinta segundos más, luego agarré mi bolso y entré.
Había planeado aparecer en su casa, pero acabé encontrándome con
su hermana menor en el centro comercial cuando estaba con Jenna. Me
había dicho que iba a salir esta noche, a su bar favorito, celebrando después
de la semana infernal que habían tenido en el trabajo. La temporada alta
ocurría dos veces al año para ellos, de febrero a mayo, y de septiembre a
noviembre. Habían sobrevivido, y esperaba que mi presencia se sumara a la
celebración.
Estaba oscuro en el bar, y aunque mi estómago estaba apretado de
anticipación, no busqué a Jamie al principio. En vez de eso, me dirigí
directamente a la barra, deslizándome en un taburete y señalando al
barman. Este fue mi primer movimiento estratégico por dos razones: uno,
necesitaba un trago para salir de mis nervios, y dos, estaba medio esperando
que Jamie me viera primero. Estaba lista, sabía todo lo que quería decir,
pero sería más fácil si él tenía que hacer el paseo a través de la barra hacia
mí. Si simplemente se pavoneaba con esa hermosa sonrisa suya y me
preguntaba, “¿Qué estás haciendo aquí?” con asombro en sus ojos.
Entonces, podría derramar mi corazón como lo hacen en las películas, y
pasaríamos la noche como Jenna imaginó.
Eso era lo que esperaba, pero no fue lo que obtuve.
Conseguí un vaso de Makers Mark en las rocas, un dulce borbón que
era fácil de beber y me hizo sentir un poco menos herida. Y entonces, me
golpearon.
—Chica de whiskey, ¿eh? —me preguntó una dulce voz. Me giré, con
el vaso todavía en mis labios, y encontré a una mujer increíblemente
hermosa en el taburete de la barra a mi lado.
Asentí, sonriendo mientras terminaba de tragar.
—Sí. ¿Tú?
Ella levantó su botella de Bud Light.
—Nah, soy más una chica de cerveza barata. —Sonrió ampliamente,
sus ojos verde mar me recorrieron lentamente. Me recordaba un poco a
Mona con su largo cabello oscuro y rasgos exóticos, pero Mona llevaba una
mirada constante de disgusto mientras la sonrisa de esta mujer era cálida
y acogedora—. Soy Claire.
—B —le dije, inclinando mi vaso hacia ella antes de tomar otro sorbo.
—Bee, ¿eh? ¿Cómo el abejorro?
Me reí.
—Como la letra. Es solo mi primera inicial. 172
—Ah, tiene sentido ahora. Bueno, B, ¿qué te trae a este bar de mala
muerte?
El puño en mi estómago se apretó más fuerte. Por un momento, casi
lo había olvidado.
—Estoy aquí para ver a un chico.
La decepción se instaló sobre sus rasgos, pero lo enmascaró con una
sonrisa fácil.
—Por supuesto, debería haber sabido que estarías tomada. No voy a
mentir, estaba contando mis estrellas de la suerte ya que te deslizaste junto
a mí luciendo toda dulce, inocente, y solitaria.
Me reí de nuevo, más fuerte esta vez.
—Eres bastante audaz.
—Andarse por las ramas es para maricas —dijo con un guiño,
bebiendo de su cerveza—. Hablando de eso, tengo que decir, que totalmente
pensé que jugabas en mi equipo.
—¿Debería tomarlo como un cumplido?
Ella se encogió de hombros, recogiendo su cabello a un lado de su
cuello.
—Tómalo como quieras.
Abrí la boca para responder, pero mis ojos captaron una gran mesa al
otro lado de la barra detrás de Claire. Les tomó un momento adaptarse, pero
una vez que lo hicieron, no pude encontrar otro aliento, y mucho menos otra
palabra.
Claire se volvió, siguiendo mi mirada y volviéndose hacia mí con las
cejas levantadas.
—Asquerosamente lindos, ¿no es así? —Tomó otro trago—. Intenta
estar alrededor todos los días. Esa es mi mejor amiga, Angel. Ha estado con
ese chico por, ¿qué? ¿Tal vez cuatro meses ahora? Suspirando por él
durante casi un año antes de eso. Tenía el corazón roto por una chica con
la que intentó hacer larga distancia, pero ella estaba decidida a romper esa
mierda. Tengo que ser honesta, le dije que lo dejara, pero al final él la llevó
a una cita para tomar café y el resto es historia. —Se rio entre dientes—.
Asqueroso, historia de muestra pública de afecto.
Claire era una habladora, me di cuenta, y siguió adelante, una y otra
y otra vez, pero sus palabras se desvanecieron cuando el latido de mi
corazón se hizo más y más fuerte entre mis oídos. Ahí estaba, mi Whiskey,
pero nunca había sido realmente mío. Esa noción nunca me había golpeado
tan fuerte como en ese momento cuando lo vi con otra mujer en su regazo,
su brazo alrededor de sus hombros y el de él alrededor de su cintura
mientras la miraba como solía mirarme. De vez en cuando, ella dejaba caer
sus labios sobre los de él, y su mano alrededor de su cintura se apretaba,
junto con el nudo en mi estómago. Ambos estaban sonriendo, riendo, felices. 173
Y luego hice los cálculos. Cuatro meses los juntaría en agosto, lo que
significaba que se había movido rápidamente o que habían estado jodiendo
cuando aún estábamos juntos. Pero no estábamos juntos, no realmente, y
ese fue el pensamiento más duro de todos.
El ácido subió a mi garganta y lo empujé hacia abajo con un largo
trago de Makers, girando en mi asiento para volver a la barra.
—Vaya, ¿estás bien, dulzura? Te ves un poco pálida —dijo Claire,
arqueando una ceja.
Asentí, al menos creo que lo hice. No podría estar segura. La música
se había transformado, lenta, el bajo golpeando junto con mi corazón. Drené
el resto de mi bebida, que solo se añadió a mis náuseas, entonces me paré
abruptamente, el taburete chirriando contra el suelo con la fuerza.
—Fue un placer conocerte.
—¿Igualmente? —lo dijo casi como una pregunta, mirándome
mientras agarraba mi bolso y salía corriendo. Pero los nuevos tacones altos
y la prisa se mezclaban con los nervios, o la ira, que sentía burbujear
lentamente, así que resbalé, cayendo contra los dos chicos que estaban
sentados justo a nuestro lado. Murmuré una disculpa, abriéndome paso
hacia la puerta a través de la multitud reunida cuando escuché mi nombre
gritado sobre mi hombro. Lo ignoré, acelerando mi ritmo hasta que
finalmente empujé a través de la salida. Inhalé una respiración profunda
una vez que el aire fresco golpeó mi piel, casi doblándose. Por un segundo
me paré, buscando mis llaves, y justo cuando las estabilicé y apreté el botón
de desbloqueo de mi auto, volví a escuchar mi nombre.
—¿B?
No podía respirar, mi pecho se apretaba con cada intento. Me iba a
desmayar si no me calmaba. Encontré mi equilibrio de nuevo antes de
caminar hacia el estacionamiento, pero eché un vistazo sobre mi hombro.
—Oh, hola Jamie. Uh, sí, solo me estaba yendo pensé…
—Espera. —Me puso una mano fuerte alrededor del codo y tan pronto
como su piel tocó la mía, todo mi cuerpo cobró vida, como siempre lo hacía
en presencia de Whiskey. Dejé que me detuviera, pero no pude levantar mis
ojos hacia los suyos, así que miré al dobladillo de su camisa en su lugar—.
¿Qué estás haciendo aquí?
Allí estaba. La pregunta que me imaginé, solo que cuando lo miré, sus
ojos no estaban llenos de asombro, estaban llenos de acusaciones. Y eso fue
todo lo que se necesitó para volcar mi ira burbujeante por el borde, el líquido
hirviendo abrasando cualquier racionalidad a la que había tratado de
aferrarme.
—Estoy aquí visitando a mi mamá. Te preguntaría qué estás haciendo,
pero tengo ojos, así que —dije, tirando de mi codo de su agarre y señalando
hacia el bar con la lengua presionada con fuerza contra el interior de mi 174
mejilla.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Oh, creo que sabes exactamente lo que se supone que significa —
dije enfurecida. ¿Qué me pasaba? Lo último que quería cuando aparecí esta
noche era una pelea, pero aparentemente el whiskey mezclado con lo que
había visto había encendido un fuego en mi estómago que no podía apagarse
fácilmente. Cruce mis brazos y me acerqué, causando que Jamie inhalara
una respiración rígida a nuestra proximidad—. Dime, ¿te la follaste la noche
antes de pedirme hablar? ¿Te sentiste culpable y desesperado por
encerrarme antes de que la presión de la distancia te hundiera?
—¿Qué? —La nariz de Jamie se ensancho y sentí cada músculo en él
tensionarse sin siquiera tener que poner un dedo sobre él—. ¿De qué mierda
estás hablando?
—Estoy hablando del pequeño duendecillo rubio que estaba
mordisqueando tu rostro —respondí—. Angel es su nombre, ¿verdad? —
Jamie palideció ante eso, y sonreí, sintiendo que había ganado cuando sabía
que era la clara perdedora antes de siquiera entrar en el bar—. Oh, sí,
¿Claire? ¿Su mejor amiga? Me contó toda la situación cuando los vi
chupándose la cara.
Los hombros de Jamie estaban cuadrados, como si estuviera
esperando a que empezara a golpear. Estaba casi al punto donde podía, la
locura irradiando de mí como el vapor de una caliente lluvia de verano. Lo
odiaba. Me odiaba a mí misma. Quería huir tanto como quería golpear mis
puños en su pecho.
—¿Y? —desafió finalmente, entrando en mi espacio esta vez. Sorbí,
mis ojos alejándose de él por un momento, pero no retrocedí—. ¿Qué, estás
enojada? ¿Es eso lo que intentas decir? Porque estaría realmente interesado
en escuchar por qué crees que tienes derecho a estarlo.
—Solo dímelo, ¿de acuerdo? Me engañaste, ¿verdad? Estaba en
Pittsburgh, y ella estaba aquí, y fue más fácil con ella, ¿verdad? —Negué con
la cabeza—. ¿Por qué hiciste el gran gesto? ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Piensas que yo…? —Él ni siquiera pudo terminar la frase. Murió
en sus labios, asesinada por una risa siniestra y sus manos corriendo hacia
atrás a través de su cabello. Era más largo que la última vez que lo había
visto, justo como me gustaba. Quería mis manos en él, en su lugar. Quería
su boca en la mía. Incluso ahora, incluso furiosa, lo necesitaba—. Angel y
yo no empezamos a salir hasta octubre, no es que eso sea asunto tuyo. Me
invitó a salir incontables veces durante el verano y la rechacé cada puta vez
por tu culpa. No porque hubiera sido infidelidad, ya que dejaste
perfectamente claro que no éramos pareja, sino porque te amaba, B.
Esta vez me estremecí, y retrocedí rápidamente, de repente incómoda
por el calor que sentía de su piel. Pero Jamie no retrocedió, y se metió más 175
en mi espacio, hasta que mi espalda estaba contra la pared de ladrillo del
edificio y tuve que mirar hacia otro lado.
—Malditamente te amaba, y me amabas también. Pero no estarías
conmigo. No cuando pregunté, no cuando rogué, no cuando te demostré que
podíamos hacerlo. Fuiste quien no… —De nuevo, sus palabras fueron
cortadas, y él dejó caer su mirada a nuestros pies. Aproveché la oportunidad
para mirarlo de nuevo, y su mandíbula se apretó bajo la piel mientras sus
ojos subían lentamente a los míos. —Llevas tacones.
El calor en su mirada tomó un duro giro lejos de la ira cuando esas
palabras dejaron su boca en voz baja, grave. Ahora era primitivo, y cada
respiración que tomaba se sentía conectada a la mía mientras la veía salir
de su pecho. La última vez que comentó sobre mis tacones, terminaron
envueltos alrededor de su cintura. Todo dentro de mí anhelaba esa misma
conexión, pero la mancha de labial color vino de otra mujer en los labios de
Jamie aniquiló ese anhelo como una llama apagándose.
—Y tú estás usando lápiz labial —respiré, cerrando los ojos con fuerza
cuando las imágenes de Angel en su regazo asaltaron mi visión. No quería
pelear más, solo quería irme.
Tomó un momento, pero Jamie se retiró de la pared, y entorné mis
ojos justo a tiempo para verlo limpiarse el labio inferior con su pulgar. Agitó
la cabeza, como si estuviera decepcionado, de sí mismo o de mí, no podía
estar segura.
—¿Por qué estás realmente aquí?
—Te extrañé —respondí honestamente. Siempre fui honesta con
Jamie, incluso cuando dolía.
Se encogió, formando dos líneas paralelas entre sus cejas mientras
pellizcaba el puente de su nariz.
—No, no puedes decirme eso. —Agitó la cabeza, dejando caer la mano
cuando sus ojos se abrieron de nuevo—. Finalmente soy feliz —susurró, con
una carcajada delirante—. ¿De acuerdo? ¿Te parece bien, B? ¿Tengo tu
permiso para ser feliz?
Mi mandíbula cayó, y abrí mi boca para discutir, pero no pude
encontrar las palabras antes de que Jamie levantara sus manos para
detenerme.
—Dios, eres la mujer más egoísta que he conocido. Déjame adivinar,
me extrañaste, así que pensaste que podrías tomar un vuelo y estaría aquí
esperándote, ¿verdad? Porque eso es exactamente lo que hice durante tres
años en California, ¿por qué no pensarías eso? Pero, ¿adivina qué? Querías
tanto que te dejara ir, y esta vez, te escuché. —Sus ojos eran amplios,
salvajes, y él temblaba fuerte—. Así que no, no puedes aparecer aquí y
decirme que me extrañaste. No puedes…
—Para —me ahogué, empujándome fuera de la pared y caminando 176
tan rápido hacia mi auto como mis tacones me permitirían—. Detente,
Jamie.
Me siguió.
—¿Qué, demasiado para ti?
—¡Te odio! —escupí, girando en su lugar y cargando de nuevo hacia
él unos pocos pasos—. Vuelve adentro, estoy segura de que Angel te está
esperando.
—Oh, lo está. —Sonrió, caminando conmigo unos pasos más cuando
empecé a regresar de nuevo hacia el auto—. Y tengo la intención de hacerla
esperar. Toda la noche. ¿Recuerdas lo divertido que siempre fue? ¿Hacerte
esperar hasta que ya no podías soportarlo? —Su aliento estaba caliente en
mi cuello mientras caminábamos, y aunque mis puños se apretaron con ira,
mis muslos se apretaron con el recuerdo—. Hacerte retorcer bajo mis manos,
mi boca...
—Jódete, Jamie.
Se rio.
—Maldita sea, me vuelves loco. Literalmente me vuelves loco.
—Bueno, menos mal que me voy —hablé detrás de mí, subiendo a mi
auto y pulsando el botón de bloqueo. Jamie estaba justo fuera de mi ventana
mientras yo lo encendía.
—Sí. Bien. Esa parece ser tu especialidad, ¿no?
Gire hacia él, encontrando sus ojos a través del cristal mientras me
miraba. Su mandíbula estaba fija, los ojos cubiertos por las sombras de las
luces del estacionamiento. Me estaba retando a hacer el siguiente
movimiento, pero estaba cansada de jugar el juego. Lo volteé con una dulce
sonrisa, y luego me fui, sin tener otra mirada en mi retrovisor.
Las lágrimas me encontraron antes de darme cuenta de que estaban
amenazando con caer. Las golpeé duramente, mis manos temblando antes
de que un grito me atravesara la garganta. Lo odiaba, lo amaba, me odiaba
por amarlo. Me odiaba por dejarlo ir, por dejar que encontrara a alguien
más. Estaba furiosa, pero la verdad era que casi todo lo que había dicho
sobre mí era verdad. Era la que no quería que fuéramos oficiales, era quien
siempre se iba, y era egoísta.
Fui tan egoísta.
En ese momento, durante no más de una fracción de segundo, me di
cuenta de que era más como mi padre de lo que pensaba.
No podía quedarme en esa ciudad otra noche, sabiendo que se estaba
acostado con Angel en su cama ni siquiera a diez minutos de mí. Sabiendo
que era feliz con otra mujer, y yo seguía siendo lo suficientemente egoísta
como para desear que no lo fuera.
Empaqué mi bolso en cuanto volví a casa de mamá y tomé un taxi al
aeropuerto. Con nada más que unos pocos mensajes a mamá y Jenna, dejé 177
el sur de Florida con un nuevo agujero quemando mi corazón.
Si hubiera sabido entonces sobre el impuesto Angel, me habría reído.
Dicen que cada año un lote de whiskey se va sin ser embotellado, cada año
se envejece, el cuatro por ciento del alcohol se evapora, y ese es el impuesto
Angel. Fue realmente gracioso, entonces, me había olvidado de embotellar a
Jamie para mí, así que había sido robado por una mujer llamada Angel.
Quizás podría haberme reído si hubiera sabido esa historia entonces, pero
de nuevo, quizás no. Porque la verdad era que no era gracioso.
No era nada gracioso.
16
Rehabilitación
espués de eso, las cosas sucedieron de a tres.

D
Tres días, me dejé llorar. En mi cabeza, me registré en
una versión de rehabilitación de entrada y salida, ubicada en
“Casa a la B”. Tan pronto como aterrizó mi avión, apagué mi
teléfono, abastecí la casa con vino, cerveza, vodka, todo
whiskey, junto con grandes cantidades de comida chatarra, y
me puse manos a la obra. Me puse mis pantalones de chándal favoritos y
un suéter suelto que colgaba de mi hombro y no me puse ninguna otra ropa
hasta que pasaron las setenta y dos horas.
178
En esas horas, pensé mucho en muchas cosas. Pensé en el trabajo,
en mi situación actual, en mi familia, en qué punto estaba en mi vida. Al
frente de mi mente estábamos Jamie y yo: lo que éramos, lo que no éramos.
Escuché música clásica principalmente, me bañé mucho, me di espacio para
pensar, llorar y hacer lo que fuera necesario en el proceso de abstinencia.
Bebí demasiado, comí muy poco a pesar de que tenía mucho allí, y al final
de todo, salí con tres conclusiones muy sólidas.
Uno, estaba donde necesitaba estar. No iba a lamentar quedarme en
Pittsburgh o tomar el trabajo de tiempo completo con Rye Publishing. Me
encantaba lo que hacía, con quién trabajaba y cómo se veía mi futuro.
Trabajé muy duro para llegar a donde estaba. Al ingresar a mi pasantía
sabía que la probabilidad de que obtuviera un puesto de tiempo completo
era escasa o nula, y, sin embargo, los había impresionado y había
conseguido un lugar permanente. No había arrepentimientos allí. Y, aunque
extrañaba el surf, realmente amaba la ciudad. Me encantaba en quién me
estaba convirtiendo. Claro, estaba sola, pero tenía ofertas para salir, para
hacer amigos, solo tenía que comenzar a aceptarlas. Podría hacer eso. Me
tomó tanto tiempo descubrir qué quería hacer con mi vida. Una vez que lo
descubrí, me aferré a ello, y ahora era lo único cien por ciento seguro en mi
vida.
Dos, era como mi padre. Y eso estaba bien. Siempre había dicho que
era una combinación de él y mi madre, y era verdad. Tenía tendencias
egoístas, pero eran equilibradas por el corazón amable de mi madre. Estaba
enojada conmigo misma por lidiar con la mitad de mi padre durante los
últimos meses, pero sabía que no podía cambiar eso. Y en cierto modo, no
quería hacerlo. Todos deben ser egoístas en un momento u otro de sus vidas.
A veces está bien ponerse en primer lugar, y no me arrepiento de perseguir
mi sueño o de levantarme por mis propios medios. Solo lamentaba haber
perdido a alguien que amaba en el proceso. Pero ahora, se trataba de mirar
hacia adelante, y en mi futuro veía salidas nocturnas con amigos, un
equilibrio entre trabajo y diversión, pasar más tiempo hablando por teléfono
con mi madre y menos en mi escritorio. Bueno, al menos un poco menos.
Tres, y quizás la conclusión más difícil a la que llegué fue esta: había
estado ciega. Pensé que sabía lo que Jamie y yo éramos, lo que se había
desarrollado entre nosotros, y en cierto modo lo sabía, pero en un sentido
más amplio, no lo sabía. Lo que sí sabía es que lo alejé por miedo a las
consecuencias. Miedo a quemarme. Verás, me di cuenta de que lo amaba,
me di cuenta de que él me amaba, pero eso no era suficiente. Porque no me
di cuenta que Jamie me lastimó el corazón el primer día que nos conocimos,
cuando literalmente se topó conmigo, y cada vez que lo había visto desde
entonces, había sido como pinchar esa herida con dedos de granito. Una 179
herida autoinfligida. Me gustaba la forma en que dolía con él, la forma en
que picaba, la forma en que no era perfecto, y a él también. Pero había
terminado de lastimarme. También había terminado de lastimarlo.
No estuve sobria ni por un minuto de mis tres días de juerga, sin
embargo, salí con la cabeza clara y el espíritu limpio.
Eso fue hasta que llegó la siguiente ronda de tres.
Jamie tardó tres meses en intentar llamarme. Cuando lo hizo, lo
ignoré dos veces, pero mi curiosidad se apoderó de mí en la tercera llamada
y respondí.
—¿B?
Eso fue todo lo que necesitó, él preguntando mi nombre en un soplo
de desesperación.
—Estoy aquí, Jamie.
Respiró, ya sea con un suspiro de alivio o incertidumbre.
—Lo siento mucho. Dios, fui un jodido idiota contigo. Fui monstruoso.
Y no merecías nada de eso.
—Estas en lo correcto, no lo hacía.
—No sabía qué hacer cuando apareciste, ¿de acuerdo? Ya estaba
borracho, estaba confundido, estaba sorprendido —hizo una pausa y llevé
el vino a mis labios. Iba a esperar. Iba a dejarlo hablar—. B, no puedo... no
sé cómo vivir en una vida en la que no eres parte de ella.
Tragué mi vino con demasiada fuerza, luchando contra el impulso de
ahogarme mientras me sentaba en mi sofá. Mis ojos se nublaron con
lágrimas por el líquido que bajaba por la tubería equivocada y me tomé un
momento para recomponerme, lo que dejó más tiempo para que Jamie
hablara.
—Sé que las cosas son diferentes entre nosotros... supongo que me
estaba aferrando a lo que podríamos haber sido en Alder o algo así, no lo sé.
Nunca quise presionarte y nunca quise perder el control contigo tampoco. A
veces realmente me vuelves loco —dijo con una sonrisa y sonreí ante eso,
porque conocía el sentimiento. Demasiado bien—. Pero te necesito, como
amiga, B. Tengo que tenerte como amiga.
Amigos.
Mi mente volvió a los tiempos en que habíamos acordado ese mismo
sentimiento, y fracasamos. Jamie Shaw y yo no podríamos ser solo amigos,
no sabíamos cómo. Aun así, mi estómago se apretó y se curvó sobre sí
mismo mientras me sentaba con él al teléfono. Lo extrañaba, mucho, y aquí
se disculpaba y me pedía que me quedara en su vida. Lo quería en la mía.
Sabía que eso no era inteligente, creo que habría apostado dinero en ese
momento a que explotaría en nuestras caras, pero no me importó. Una vez
más, incluso después de mi período de rehabilitación, elegí ser egoísta en
lugar de tener cuidado. 180
Suspiré.
—Nunca me perdiste, Jamie. Nunca pudiste.
Y era verdad. No podía pensar en un escenario en el que me perdería
para siempre, porque una parte de mi alma estaba ligada a ese chico, y ya
había perdido tanto de mí a esa edad, me negaba a dejar ir lo poco que
todavía sostenía.
Hablamos por teléfono durante otras tres horas, y me llevó las tres
decirle que también lo sentía.
Tres semanas después de eso, mamá y Wayne se fugaron. Luego,
compraron un bote, vendieron todo lo demás y decidieron vivir en él. Ella
me contó todo esto durante una videollamada de nueve minutos, ella y
Wayne riendo como niños todo el tiempo mientras me contaban lo loco, pero
correcto que se sentía. No podría haber estado más feliz por ellos, pero me
recordaba en un lugar en el fondo de mi mente lo sola que estaba.
Y así, volví al trabajo y logré terminar mi maestría en línea, pero me
aseguré de programarla por diversión. Salía con el personal después del
trabajo, a happy hours y a juegos de los Pirates siempre que podía. Exploré
más de mi ciudad, incluso tomándome el tiempo de subir a la pendiente de
Deumont para verla desde la mejor vista. Jenna voló durante una semana
en marzo y nevó, así que anduvimos en trineo por primera vez en nuestras
vidas en un parque a las afueras de la ciudad. Todavía hablaba con mamá
cada vez que podía, cada vez que no estaba ocupada viajando con Wayne,
lo cual era raro, pero aprovechaba cualquier oportunidad que tenía.
Tres personas fueron promovidas antes que yo, y en agosto, casi un
año después de mi primera promoción, me hice Agente Literaria.
Ya tenía una lista impresionante de clientes, y comenzaron a crecer
rápidamente una vez que obtuve el título oficial y los medios para hacer las
cosas a mi manera sin pasar por tantos obstáculos. La comisión estaba
creciendo constantemente, cambiando mis ingresos de una manera que no
esperaba, y Randall me conocía por mi nombre, lo que no podía decir de
todos en nuestra oficina. Parecía que había hecho tantos amigos como
enemigos, lo que significaba que estaba haciendo algo bien.
Todo estaba cuesta arriba. Jamie y yo estábamos teniendo éxito en
ser amigos. No hablábamos todo el tiempo, pero nos enviábamos mensajes
de texto cuando podíamos y nos llamábamos de vez en cuando. Ese dolor y
ardor familiar todavía estaban allí cuando hablábamos, especialmente
cuando mencionaba a Angel, pero no era tan fuerte, y estaba lo
suficientemente ocupada como para permitirme pensar en ello. Todo estaba
bien.
Todo estaba solamente bien.
El teléfono sonó tres veces el tres de septiembre, en un día gris y fresco
en la ciudad. Vi desde ventana que la llovizna se asentaba como niebla sobre 181
Market Square mientras respondía.
Solo dijo tres palabras, pero fue todo lo que no dijo lo que escuché
más fuerte. Como ves, estaba esperando que me dijera por qué. Cómo.
Estaba esperando que me dijera que estaba bromeando, o que lo había
escuchado mal. Estaba esperando que se retractara, que retrocediera el
tiempo, que me permitiera descubrir cómo no lo había visto venir. Pero no
dijo nada de eso. Solo dijo tres palabras.
—Voy a casarme.
Terminé en un bar esa noche, el bar justo debajo de mi edificio de
apartamentos. Saqué mi dedo medio bien cuidado hacia la voz en mi cabeza
diciéndome que era más fuerte, que la rehabilitación de Jamie Shaw había
funcionado, que tenía un programa que podía seguir para encontrar
consuelo. Todo era una mierda. Esas tres palabras me golpearon una y otra
vez, cada vez con más fuerza, cada golpe recordándome que solo amigos era
simplemente imposible. Entonces, me automediqué.
Tres tragos de Fireball2.
Y entonces River entró.

2 Whiskey canadiense saborizado con canela.


17
Mi taza de té
res tan gracioso —dije, sonriendo mientras empujaba

—E
a River en el pecho.
Él arqueó la ceja, divertido, y se llevó el gin-
tonic lentamente a los labios.
—¿Lo soy?
Asentí.
—Mmm-hmm. —Entonces, bebí mi propio trago, mi agua, porque
claramente había tenido suficiente. De hecho, no podía recordar porque le
había dicho a River que era gracioso. ¿Había hecho una broma? No estaba
182
segura.
No estaba descuidadamente borracha, pero definitivamente estaba
completamente ebria. Mis pies estaban cálidos, mi sonrisa floja y mis ojos
nublados. Aún estaba vestida con los pantalones de yoga y la camisa suelta
que usaba en mi apartamento, y ni siquiera me sentía avergonzada.
Pensé que beber me haría sentir mejor, salir de casa, pero no fue así.
Ese hecho no me detuvo de vomitarle palabras a River para hacerlo cambiar.
—¿Mencioné que me preguntó si quería ser su madrina? —Reí,
revolviendo mi vaso de agua con la pajilla negra, preguntándome si se
convertiría en vodka si revolvía lo suficiente.
—Lo hiciste.
—Sabes. Como su padrino, como su número uno. Excepto que soy
una chica.
—Correcto.
—Dije que sí, por supuesto —agregué rápidamente—. Porque somos
muy cercanos, y lo quiero, pero… ¿en serio? —Negué con la cabeza—. Se
sintió raro.
—Para mí se siente como que ese chico realmente te arruinó —
reflexionó River, volviéndose para verme de frente. Sus piernas eran tan
largas que se estiraban para descansar sobre mi taburete. Lo miré más de
cerca esa noche, notando el tono claro de su cabello, el brillo de sus ojos, la
forma en que su cabello siempre estaba tan arreglado.
—Sí —susurré finalmente.
—Entonces, voy a desviarme un poco aquí, pero… ¿Es el chico con el
que has estado hablando, Jamie?
La niebla en mi cabeza se aclaró un poco ante la mención de su
nombre. De repente, mi cerebro trabajó horas extras, pensando en todo lo
que habíamos hablado esa noche. ¿Qué le había dicho? ¿Cuánto derramé?
Lo rastreé, recordando que le dije que un ex se iba a casar, lo que en realidad
era una mentira, pero más fácil de explicar. Le dije que nos habíamos
separado hace un año, lo cual era cierto. Al principio le había contado que
terminamos en malos términos, pero que nos reconciliamos, y seguimos
siendo amigos y luego la llamada telefónica.
Entonces, no demasiado. Pero, aun así, suficiente.
Lo suficiente como para sentirme extrañamente protectora del nombre
de Jamie. No quería que fuera conocido como un cretino, porque no lo era.
En realidad, yo era la cretina. Tampoco me gustó el hecho de que River
recordara el hombre de Jamie. ¿Realmente lo había visto tantas veces en mi
teléfono? ¿Y qué si Jamie volaba alguna vez aquí para visitarme? ¿River lo
trataría mal sabiendo todo lo que acababa de divulgar?
Nada tenía sentido, pero de alguna manera encontré la respuesta que 183
sentí que era la correcta.
—No, no lo conoces. Solo es un ex.
—¿Con quién saliste el verano pasado como pasante?
La mirada de River era inquisitiva. No acusatoria, ni insistente, solo
curiosa.
—De hecho, nunca salimos, técnicamente. Si es que quieres hablar de
títulos y todo. No lo sé. Cambiemos de tema —dije, haciéndole señas al
barman para rellenar mi vaso de agua.
La mano de River salió volando y tomó mi taburete. Me acercó más,
nuestras rodillas se tocaron, y se inclinó más cerca.
—Has estado hablando de ese tipo toda la noche, y ahora que estamos
llegando al fondo de ello, quieres un cambio de tema. Háblame.
Su mano ahora estaba sobre la mía, no invasiva, solo descansando
ahí. Tragué.
—Todavía no sé cómo me siento al respecto. Realmente no. Vine
directamente aquí, bebí demasiado, y ahora no puedo pensar con claridad.
—El barman me llenó el vaso de agua y tomé un trago rápidamente—. Estoy
segura de que la resaca de mañana será una perra, en más de un sentido.
El pulgar de River rozó el mío.
—Sé que duele en este momento, y no me voy a sentar aquí y decirte
mierda como que dejará de doler mañana. Claramente amas a este chico, lo
suficiente como para tragarte tu orgullo y estar a su lado en el día más
importante de su vida.
Tragué, el día más importante de su vida, y seré una actriz de reparto.
—Pero, quiero ser el primero en decirte, ya que claramente todavía no
lo has escuchado —agregó inclinándose un poco más. Olí la ginebra en su
aliento, mezclado con hojas perennes. Alzó sus ojos azules a los míos—.
Eres, por mucho, la mujer más espectacular que he conocido. Eres brillante,
impulsiva, amable. Podría seguir toda la noche, B. Realmente podría. Y no
tengo la menor duda que hay buenos hombres por ahí que darían cualquier
cosa solo para tener la oportunidad de demostrarte lo que vales. —Entonces
tragó, y mi boca se abrió ligeramente ante sus palabras. Eran sinceras, su
voz tan firme—. Y la línea se forma detrás de mí.
Su mano se deslizó de la mía subiendo por mi brazo, pasando
audazmente para enmarcar mi mandíbula antes de curvarse alrededor de la
nuca. Sus ojos firmes cuando cayeron a mis labios, pero inseguros.
Esperaba que le dijera que estaba bien, y esa noche, no importando si era
una buena decisión o no, lo dije.
Me incliné cerca, apretando mis manos en la tela almidonada de su
camisa de vestir, y acerqué sus labios a los míos.
Estaba mal, estaba todo mal. Sus labios no eran llenos como los de
Jamie, su lengua trabajaba demasiado rápido contra la mía, sus manos eran 184
cautelosas y lentas. No olía a miel y especias, olía como papel y tinta, lo cual
era hermoso, pero simplemente no era Whiskey.
Y fue entonces cuando me di cuenta, no tenía que serlo.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello, profundizando nuestro
beso, alejando cualquier pensamiento restante de Jamie y Angel. De la boda.
De esa noche en general. Apenas rompiendo nuestros besos lo suficiente
como para tomar el elevador a mi apartamento, y una vez estando adentro,
ninguno de los dos dijo una palabra.
River estaba frenético, como si no pudiera creer que estuviéramos en
mi cama, como si hubiera esperado años para tener la oportunidad. Me di
cuenta que tal vez lo había hecho. Había notado su coqueteo, pero nunca
me di cuenta que se sentía como dijo en el bar. No solo me deseaba, me
había notado, las mejores partes de mí, y ese solo hecho lo hizo sexy ante
mis ojos.
Intenté no hacerlo, pero comparaba cada movimiento que hacía con
los de Whiskey. La forma en que besó mi cuello, la forma en que sus dedos
se sentían dentro de mí, la forma en que lucía cuando se vino. Fue agradable
con River, divertido, dulce, casi un poco demasiado íntimo. Esa noche, él no
fue mi trago de Whiskey, pero fue mi taza de Té, y tal vez eso era lo que
necesitaba. Un cambio de ritmo, una nueva adicción, un sabor fresco en mi
lengua.
Al menos, eso fue lo que me dije esa noche. Lo repetí en mi cabeza
hasta que River partió temprano a la mañana siguiente y llamé al trabajo. Y
tal como lo predije, la resaca me golpeó como un muro de olas.
Me había perdido la noche anterior, me adormecí con alcohol y en las
manos de otro hombre. Pero ahora, con el amanecer anaranjado de la
mañana siguiente, sentí todo lo que había trabajado tan duro para no sentir.
Jamie se iba a casar.
Nunca volvería a ser mi Jamie.
Se suponía que no debía seguir amándolo.
Pero lo hacía.

***

—Es tarde, B. —dijo Mona, encogiéndose de hombros en su elegante


chaqueta de cuero y sacando su larga cabellera del cuello—. No te quedes
en el trabajo demasiado tarde en tu última noche antes de tus vacaciones.
Me puse de pie para estirarme, poniendo los ojos en blanco.
—Apenas lo llamo vacaciones.
—Oye. Hay como cuarenta grados a dónde vas. Son quince aquí. Son
vacaciones, incluso si todo lo que haces es sentarte fuera del aeropuerto.
—Te enviaré una postal desde la Terminal A. 185
Ella entrecerró los ojos, pero sonrió.
—Malcriada. Viaja segura. Te veo la próxima semana.
Me despedí, alzando mis manos en alto y tronando mi cuello antes de
sentarme de nuevo en mi escritorio. Eran solamente las cinco treinta,
todavía temprano en lo que a mí respecta, e incluso aunque no tenía mucho
que hacer antes de retirarme, no estaba lista aún para irme.
La verdad era, me había convertido en una maestra en esquivar en los
siete meses que habían pasado desde que Jamie me había llamado con la
gran noticia. Había vuelto a mis ocupaciones diarias, manteniéndome
ocupada y mi mente fuera de la boda. Por supuesto estaba el vestido que
había tenido que comprar para la ocasión, y los planes que había tenido que
hacer como su “madrina”, pero además de las pocas cosas que Angel había
dejado en mis manos, lo había evitado en su mayoría.
No era como que no hubiese hablado con Jamie, porque lo hice, pero
simplemente no me permitía detenerme en nada una vez que colgábamos el
teléfono. Eso hizo más fáciles las noches que pasaba con River en mi cama.
Él era tan diferente a Jamie.
No es que fuera una buena diferencia, ni que fuera mala, simplemente
lo era. Lo que teníamos era casual, y nunca me pidió hablar al respecto, sin
título, sin pensarlo. Simplemente trabajábamos como siempre lo hacíamos,
salíamos con las mismas amistades como siempre lo habíamos hecho, y
ocasionalmente, caíamos en las sábanas del otro. Era así. Era simple, y era
exactamente lo que necesitaba. Estaba evadiéndolo, y él me lo permitía.
Aun así, lo sentí en su comportamiento. Cuanto más seguíamos así,
más quería hacer las preguntas que me alegraba no hiciera. No sabía cuánto
tiempo tendría hasta que preguntara. No sabía qué iba a decir cuando lo
hiciera.
Logré matar otra hora antes de cerrar mi correo empresarial y apagar
mi computadora. Me paré, estirándome de nuevo, y saltando cuando las
manos de River se cerraron detrás de mí y me tomaron por la cintura.
—Justo a tiempo para salir de aquí.
Miré a nuestro alrededor mientras me giraba para mirarlo,
asegurándome de que estuviéramos solos en la oficina. No era como que
fuera un problema el estar juntos, sino que ninguno quería la atención
innecesaria.
—Sabes que esto es temprano para mí.
—Sí, pero esta noche es una excepción —me recordó, cerrando sus
dedos en la parte baja de mi espalda. No nos tocábamos así muy a menudo,
optando más por el tipo de toques que acompañaban follar por horas. Pero
fue agradable cambiar esa noche. Las cejas de River cayeron, y me acercó
un poco más—. ¿Estás lista para tu gran viaje?
—Eso creo. 186
—¿Quieres hablar de ello?
Evadir, evadir, evadir.
—Nah, creo que estoy bien. —River apretó los labios y le di un
manotazo juguetón en el pecho, dejando algo de espacio entre ambos—. Lo
digo en serio.
—Bien. ¿Quieres pasar el rato entre ahora y abordar, entonces? —Se
lamió el labio inferior antes de calmarse con una sonrisa fácil. Cualquier
otra noche habría aceptado su oferta, pero por alguna razón, su insinuación
hizo que mi piel se erizara.
—En realidad, realmente necesito empacar —dije, tomando mi bolso
de mi escritorio. Comenzamos a caminar juntos hacia el elevador mientras
continuaba—. Y dormir. Porque Dios sabe que no tendré mucho de eso una
vez el avión toque tierra.
River rio cuando la puerta del elevador se abrió. Extendió su brazo
mientras entraba y me seguía.
—Es verdad. Todavía es un poco extraño para mí el que estés
organizando su despedida de soltero.
—Es casual, solo una noche en su bar local favorito. Él no quería nada
grande. —Me encogí de hombros—. En realidad, es la primera vez que estoy
en una boda, así que esto es algo nuevo para mí. Me alegra que lo hiciera
fácil.
—Sí, ¿no está la novia haciendo un gran viaje?
Asentí mientras el elevador llegaba al piso inferior, y salimos al
vestíbulo del edificio de oficinas, mientras nos poníamos los abrigos y
caminábamos hacia el aire fresco y primaveral.
—Ella y sus amigas están volando a Nueva Orleans para una
despedida de soltera. Veremos si aparece en la boda con cuentas todavía
alrededor del cuello.
River sonrió, colocando sus manos en los bolsillos. Por unos
momentos caminamos en silencio, disfrutando de los sonidos de la ciudad
mientras el sol se ponía detrás de los edificios. Era mediados de marzo, hacía
frío, pero me encantaba. Pensando en los sofocantes meses en Florida y en
cómo apenas teníamos un invierno, realmente no me importaba que al frío
le gustara pasar el rato en Pittsburgh durante una buena parte del año. Me
gustaba la sensación fresca de sequedad en el aire. Era prometedor.
—Solo trata de no pensar demasiado en el trabajo este fin de semana,
¿de acuerdo? —dijo River mientras llegábamos a mi edificio de
apartamentos—. Relájate, diviértete, y si llega a ser demasiado, puedes
llamarme.
—De acuerdo. —Lo abracé rápidamente, plantando un beso en su
mejilla antes de entrar al edificio—. Qué tengas un buen fin de semana, Riv.
—Lo digo en serio, puedes llamarme —dijo de nuevo mientras dejaba 187
cerrar la puerta detrás de mí. Me volví con una sonrisa y me despedí por
última vez. El cabello rubio de River estaba despeinado por el viendo fresco,
y con su chaqueta gris claro, parecía sacado directamente de una revista de
moda masculina. Me mordí el labio cuando entre en mi elevador,
preguntándome si pasar la noche con él sería algo tan malo después de todo.
Pero realmente necesitaba empacar, y más que eso, necesitaba enfrentar
mis pensamientos.
Había pasado mucho tiempo evitándolo, pensando que eso lo haría
desaparecer, pero la realidad era que estaría en un avión al día siguiente y
luego llegaría allí, al sur de Florida, con Jamie. Con su prometida.
Era hora de realmente pensar en cómo me sentía al respecto.
Empaqué lentamente, colocando el último álbum de una banda indie
local que River me había presentado. Contemplé servirme una copa de vino,
pero decidí tener la cabeza despejada esa noche. Por lo que, decidí servirme
una cerveza de raíz con helado en su lugar. Me recordó un poco a papá,
porque solía ser su postre favorito, pero era uno de los recuerdos
reconfortantes que tenía de papá. A veces, cuando pensaba en él, sentía
dolor, a veces sentía una especie de cálida tristeza, y una cerveza de raíz con
helado me traía ese segundo tipo de sentimiento.
Una vez que empaqué mi bolso para el fin de semana y arreglé mi
atuendo para el día siguiente, me quité la ropa, até mi cabello y me hundí
en el agua caliente de un baño de burbujas. Iba por mi segunda cerveza de
raíz y tomé una cucharada de helado de vainilla mientras las burbujas se
acumulaban a mi alrededor, contando las pecas en mis muslos mientras
desaparecían bajo la espuma. Tarareaba la letra de la música que aún
llegaba desde el altavoz de mi habitación, y una vez que la bañera estuvo
llena y mi postre se había ido, dejé mi vaso en el suelo junto a la bañera y
me deslicé hacia el fondo.
Los dedos de mis pies jugaban con el grifo, dejando entrar pequeñas
gotas de agua cuando mis pensamientos finalmente comenzaron a
empaparse junto con el agua caliente.
Jamie va a casarse.
Tomé una respiración profunda y clara, cerrando mis ojos por un
momento antes de parpadear abriéndolos de nuevo.
Dolía. Fue de lo primero que me di cuenta, lo primero que admití.
Saber que Jamie estaba casándose con otra mujer dolía. Fue un dolor de
arrepentimiento, un nudo retorcido donde los qué pasa si se mezclaban con
la noción de que eso no importaba. No era solo que se casaría con otra
mujer, era el hecho de que la amaba. Nunca había amado a otro hombre en
mi vida, ni siquiera a Ethan. Solo a Jamie.
Así que dolía.
Lo extrañaría. Ese fue el segundo pensamiento en el que me hundí. 188
Sabía que su prometida me había soportado este último año y medio, pero
también podía ver por el tono de su voz que no era mi mayor fan. Una vez
que se casarán, sabía que lo presionaría cada vez más para distanciarse de
mí. Demonios, había sigo más comprensiva de lo que yo hubiese sido en su
posición. Quería odiarla por sospechar de mí, pero la verdad era que debió
haberlo visto, y no la culparía si no quisiera que Jamie estuviera tan cerca
de mí como lo estaba.
Lo último que se asentó fue lo más sorprendente y me senté un poco
más erguida en la bañera cuando me golpeó.
Estaba feliz por él.
Dolía, lo extrañaría, pero él era feliz, realmente feliz, y eso me hizo feliz
también. Siempre había sido egoísta en lo que se refería a Jamie. Lo había
querido incluso cuando no pude tenerlo, cuando pude tenerlo, pero no
estaba lista. Pero ahora, porque aún lo quería, pondría su felicidad por
encima de la mía. Lidiaría con el dolor, solo por ese fin de semana, porque
me necesitaba.
Él era mi mejor amigo.
No estaba segura de si eso cambiaria. Tenía miedo de que lo hiciera,
sentí la posibilidad roer profundamente en mi interior.
Sin siquiera pensarlo, alcancé mi teléfono, secándome las manos
antes de encontrar el nombre de Jamie y escribir un mensaje.
Tengo miedo, Jamie…
Observé la pantalla con el cursor parpadeando, esperando para
terminar el texto. Mi pecho se sentía oprimido, mi respiración difícil de
encontrar, y antes de hacer algo estúpido, oprimí la techa de borrar hasta
que la pantalla quedó en blanco de nuevo y dejé caer mi teléfono de nuevo
al suelo.
—Estaré bien —me susurré a mí misma, cerrando los ojos y
descansando mi cabeza contra el respaldo de la bañera.
Esa noche, no dormí. Me sacudía y daba vueltas, con la mente
acelerada, con extraños y fugaces sueños de Jamie y yo. Finalmente,
alrededor de las cuatro de la mañana, dejé de tratar de descansar y
reproduje a The Piano Guys, dejándome ahogar en todo lo que se refería a
Jamie. Dejé que los recuerdos aparecieran, olvidando cómo respirar por un
momento y me deleité con el peso aplastante de todo.
Ahora que lo pienso, amé la forma en que se sintió esa noche. Mi
corazón estaba totalmente roto, completamente destrozado, y me gustó la
forma en que se sentía el dolor. Me recordó que estaba viva, llenándome de
esperanza de que lo que teníamos era real, incluso si técnicamente nunca
había existido. Jamie nunca había sido oficialmente mío, pero siempre había
sido suya, desde el primer momento.
Perderlo dolía terriblemente, pero al final todavía sonreía, porque al 189
menos lo tendría.
Un fin de semana más con Whiskey, y luego de eso debía dejarlo ir.
Para siempre.
18
Las sacudidas
an pronto como mi avión aterrizó, incluso antes de llegar al

T
reclamo de equipaje, tomé un americano helado de Starbucks.
No dormir la noche anterior a un vuelo temprano y ver a Jamie
por primera vez en más de un año había sido un error, y sentía
una extraña mezcla de agotamiento y nerviosismo. Me dije, ¿por
qué no agregar cafeína a la mezcla?
Tomando un sorbo de la pajilla verde brillante mientras bajaba las
escaleras eléctricas para recoger el equipaje, me concentré en mi
respiración. Pensé en la clase de yoga caliente que había tomado con Mona
190
unos meses antes e intenté canalizar ese estado de ánimo, y funcionó, al
menos hasta que abrí los ojos nuevamente y lo vi.
Dios, el Whiskey había envejecido maravillosamente.
Ya no era el chico que conocía. Sus rasgos habían cambiado, incluso
en ese corto año y medio que habíamos estado separados. Su mandíbula
siempre fue la primera característica que noté, y ahora era aún más
pronunciada, enmarcando la sonrisa que descansaba en sus labios
mientras sostenía un pedazo de papel de cuaderno que decía SOLO B en
letra grande y descuidada. Sonreí, y lo hizo sonreír más, mostrando dientes
blancos y brillantes ojos color miel. Bajé del último escalón de la escalera
eléctrica y cada uno de nosotros dio tres pasos hasta quedar frente a frente.
Dejó caer el papel a su lado, y ambos nos tomamos nuestro tiempo para
beber al otro. Su cabello era corto otra vez, peinado, casi como el de River.
Estaba vestido con jeans oscuros y una camiseta blanca con cuello en V,
pero llevaba una camisa de botones azul claro encima. Ninguno de los
botones estaba abrochado y estaba remangado hasta los codos, mostrando
antebrazos tonificados que me dijeron sin palabras que todavía estaba
surfeando.
El barril lo había envejecido bien, e incluso con el impuesto Angel,
solo había mejorado con el tiempo. Seguía siendo igual de potente, me
picaba la nariz y se me hacía agua a la boca. Pero ahora, sus sabores habían
madurado, su color se había suavizado, y supe sin dudar que, si era lo
suficientemente valiente como para tratar de probarlo y era lo
suficientemente estúpida como para hacerlo, nunca me recuperaría.
Mis ojos volvieron a encontrar los suyos y soltó una breve carcajada,
abriendo los brazos de par en par.
—Ven acá.
Ajusté mi bolso de mano sobre mi hombro y di un paso hacia él,
oliendo el picor del roble en su camisa mientras me envolvía con los brazos.
Inhalando profundamente, suspiré hacia él, y creo que los dos lo sentimos,
como si un pedazo de nuestra alma se encontrara nuevamente. Como si se
estuviera derritiendo lentamente de vuelta en su lugar.
––Te dije que no vinieras, podría haber tomado un taxi.
––Creo que todavía no he aprendido a escuchar muy bien.
––Sin embargo, has aprendido a vestirte ––dije, mi voz amortiguada
en su camisa.
Él se rio entre dientes, retrocediendo y agarrando mi pequeña bolsa
de mí.
––Y aprendiste a caminar con tacones. ––Sus ojos cayeron a mis pies
y una ceja se arqueó. Cuando me miró de nuevo, juré que sentí un calor
detrás de su mirada. 191
Tragué saliva, guardando un mechón de cabello rebelde.
––Eso es lo que sucede cuando vistes casual por negocios todos los
días.
––Conozco la sensación ––dijo, señalando con la cabeza hacia la cinta
transportadora con las maletas de Pittsburgh––. Extraño usar pantalones
cortos de baloncesto o bañador el noventa por ciento del tiempo.
––Y extraño las camisetas sin mangas y las sandalias.
Fue una pequeña charla. Fue estúpida. Pero estábamos pisando
ligeramente, probando las aguas, sintiéndonos mutuamente.
Jamie agarró mi maleta de la cinta transportadora, sin dejar que la
cargara sin importar cuánto discutiera, y luego nos dirigimos al
estacionamiento. No dijimos mucho, unas pocas frases de charla, Jamie me
dijo qué camino tomar para encontrar dónde había estacionado. Una vez
que llegamos a su Jeep, cargó mis maletas en la parte trasera y me abrió la
puerta del asiento del pasajero.
––Bienvenida a casa, B ––dijo mientras me deslizaba. No estaba segura
de sí se refería al sur de Florida o su Jeep.
El problema era que algo había cambiado desde la última vez que
había estado en casa. Mamá ya no estaba aquí, Jenna sí, pero estaba fuera
de la ciudad, y el Jeep de Jamie de repente se sentía incómodo. Me senté
con las manos en mi regazo, tratando de no ser obvia sobre la forma en que
mis ojos se clavaron en la evidencia de que había otra mujer en mi lugar.
Había una liga de cabello envuelta alrededor de la palanca de cambios, un
par de pantalones para correr femeninos en el asiento trasero, una pequeña
foto de ellos dos escondida en la esquina del tablero de Jamie. No me senté
cómoda y pateé mis zapatos, plantando mis talones en el tablero frente a
mí. No, me senté rígida, con las manos cruzadas en mi regazo y miré por la
ventana mientras Jamie me llevaba a mi hotel.
––¿Estás bien por allí? ––preguntó mientras giramos a la izquierda.
Asentí.
––Solo cansada. Larga noche.
Jamie no dijo nada más hasta que me dejó en la recepción.
––¿Estás segura de que no quieres que espere?
Tomó mis maletas de la parte de atrás y las colocó frente a mí. Vi como
cada músculo de su espalda se movía con el gesto, y me tomó un segundo
encontrar una respuesta a su pregunta.
––No, está bien. Creo que necesito una siesta rápida ––mentí. No había
manera de que durmiera, pero no quería tener que pasar más tiempo con
Angel de lo requerido.
––Está bien ––admitió, aunque parecía un poco decepcionado––. Solo
recuerda que estamos haciendo el ensayo “cena” un poco temprano ya que
Angel y las chicas tienen que tomar un vuelo para su despedida de soltera. 192
¿Puedes estar en el club de campo a las tres? ––Se movió, pasando una
mano sobre la parte posterior de su cabeza––. Te recogería, pero tengo que
estar allí antes, y sé que quieres dormir así que…
––Voy a tomar un taxi. No te preocupes por mí, Jamie Shaw ––bromeé,
empujándolo mientras volvía a colgar mi bolso sobre mi hombro. Entonces
pareció relajarse un poco y metió las manos en los bolsillos.
––Nunca lo hago.
No hizo un movimiento para irse al principio. Nos quedamos de pie,
mirándonos, nuestros ojos diciendo más que nuestras palabras como
siempre.
Finalmente, se aclaró la garganta.
––Te veo en un rato.
Con eso, giró hacia el Jeep y me di vuelta, haciendo rodar mi bolso
detrás de mí. Después de registrarme, me desplomé en el frío edredón de la
cama y dejé escapar un suspiro largo y lento.
Aquí vamos.

***

––¡B! ––Sylvia corrió hacia mí tan pronto como entré en el comedor


donde se realizaba la cena de ensayo. El club de campo era pequeño, pero
grandioso, e incluso con el nuevo vestido de encaje color rosa y los zapatos
nude que llevaba, me sentí mal vestida. Sylvia me golpeó como una pared y
me tropecé con una sonrisa mientras me abrazaba––. ¡Estás aquí!
––Lo estoy.
Ella se echó hacia atrás, todavía sosteniendo mis brazos en sus manos
mientras gritaba detrás de ella:
––¡Mamá! ¡Papá! ¡B está aquí!
Sylvia era la hermana menor de Jamie, y la única con la que realmente
me había hecho cercana. Me había reunido con Santana varias veces,
principalmente durante las vacaciones, pero nunca habíamos conectado
realmente de la manera en que Sylvia y yo lo habíamos hecho. Todavía me
llamaba a veces, y cuando regresé de Alder, ayudó a Jenna a mantenerme
cuerda.
––Me alegra verte, cariño ––dijo Rhonda, la mamá de Jamie mientras
se acercaba, besándome las mejillas––. ¿No es genial verla, Wes?
––Realmente lo es. ¿Cómo estuvo tu vuelo? ––preguntó su padre a
continuación, lanzando su brazo sobre mi hombro para llevarme al grupo
reunido cerca de una mesa grande.
––Un poco agitado salir de la niebla en Pittsburgh, pero estuvo bien
después de eso. ––Les sonreí a ambos, mi corazón calentándose. Por alguna
razón, significó mucho para mí que se acordaran de mí, que estuvieran 193
emocionados de verme, que parecieran preocuparse porque estuviera en la
vida de su hijo.
Sylvia tomó mi bolso y lo dejó caer en la mesa al lado de donde estaba
sentada, agarrando mi mano en un apretón antes de escabullirse
nuevamente. Y luego, me di cuenta de que estaba silencioso.
Todos me estaban mirando. Desearía estar exagerando, pero
literalmente todos los ojos estaban puestos en mí. Primero noté a Claire,
reconociéndola por nuestra corta conversación en el bar la noche que vi a
Jamie y Angel por primera vez juntos. Tenía los ojos entrecerrados, como si
estuvieran haciendo clic en su lugar, y cuando miré a la siguiente persona
en busca de alivio, no lo encontré. Porque la siguiente persona fue Angel.
Era la primera vez que realmente la veía, ya que había evitado las fotos
en las redes sociales. Era hermosa, lo que me molestó, con el cabello rubio
brillante, corte tipo pixie y ojos verdes fluorescentes que saltaban contra su
piel bronceada. Era más alta que yo, incluso con los tacones que llevaba, y
traté de ponerme un poco más erguida para compensar. Su corto vestido
blanco envuelto alrededor de su cuello, donde se encontraba un grueso
collar de oro, y todo sobre ella gritaba realeza. Ella se enderezó, sofisticada,
como si perteneciera a ese club de campo.
Yo ciertamente no lo hacía.
Mantuvo sus ojos en mí, con la boca fruncida, y escaneé al resto de la
multitud mirándome sin pedir disculpas. Deben haber sido su familia.
Estaba empezando a entrar en pánico, con el pecho apretado y el sudor en
el cuello cuando Jamie cruzó la puerta con otros tres tipos, los padrinos de
boda.
Todos se rieron, y cuando el silencio los golpeó, Jamie debió sentirme.
Se apartó de su amigo con el que había estado hablando y sus ojos se
clavaron en los míos de inmediato.
––Bueno, mira quién lo logró.
Aparentemente no era consciente de las amenazas de muerte que
recibía a través de los rayos láser de los ojos porque cruzó la habitación sin
dudarlo, me abrazó, me levantó y me hizo girar dos veces antes de dejarme
caer. Luego, besó mi mejilla y puso su brazo alrededor de mi hombro como
lo había hecho su padre.
––Parece que todos están aquí ahora ––dijo al grupo, que todavía me
estaba mirando, más específicamente, al brazo de Jamie a mi alrededor––.
¿Qué es lo primero en la agenda, mi bella novia?
Esa pregunta pareció devolver la vida a la habitación, y algunas de las
damas de honor de Angel se escabulleron para tomar provisiones mientras
Angel daba un paso adelante. Sus padres unieron fuerzas con los de Jamie
detrás de ella, pero ella estaba demasiado ocupada forzando una sonrisa
para escuchar lo que alguien decía. 194
––Tú debes ser B ––dijo, con los labios apretados como los pliegues de
sus ojos––. Soy Angel. Es un placer conocerte finalmente. ––Extendió su
mano y la tomé con una sonrisa incómoda. El brazo de Jamie seguía a mi
alrededor.
––Hombre, esto debe ser el cielo ––dijo Jamie, tirando de ella bajo el
otro brazo––. Mis dos chicas favoritas en un solo lugar. Soy el hombre más
afortunado del mundo.
Angel se burló un poco antes de poner nuevamente su sonrisa falsa,
e intenté ignorar la sensación de hundimiento en mi pecho ante sus
palabras. Me encogí de hombros, me aclaré la garganta y señalé la mesa.
—¿Comeremos primero, Angel? ¿O necesitas ayuda para que todos se
reúnan para el ensayo?
––Bueno, ¿no eres un encanto? ––dijo, y fue la primera vez que noté
un toque de emoción en su voz––. Practicaremos primero, de esa manera
tienen un poco más de tiempo para terminar la comida. Pero no te
preocupes, tengo esto. ––Le guiñó a Jamie y luego puso dos delicados dedos
entre sus labios y produjo el silbido más fuerte que jamás había
escuchado—. ¡Gente!
La habitación dejó de conversar tan pronto como gritó, y mis ojos se
abrieron junto con los de Sylvia.
––Hagamos un ensayo rápido antes de sentarnos a comer. Y quiero
decir rápido. También quiero decir una vez, así que presten atención a Bailey
y luego cenaremos y daremos los regalos. ––Se volvió hacia una mujer baja
y regordeta con pantalones de vestir y un polo rosa claro, que supuse era
Bailey. Ella aplaudió y comenzó a llevarnos a todos a nuestras posiciones, y
pasé por mi bolso para tomar dos ibuprofenos antes de salir.
Hasta ahora, fue tan malo como pensé que sería.
Mi dolor de cabeza resultó no ser mi mayor problema. De hecho,
fueron las náuseas, y me golpeó tan pronto como vi la expresión en el rostro
de Jamie cuando Angel caminó falsamente por el pasillo hacia él. Sus damas
de honor prácticamente se derretían porque Jamie se robó por completo el
espectáculo. La miró exactamente como debería, como si no pudiera creer
que tuviera la suerte de tenerla, como si no hubiera nadie más en el mundo
para él.
Me sentí tan enferma cuando nos sentamos a comer que era
físicamente imposible incluso intentarlo. Entonces, empujé la comida en mi
plato tanto como pude y tomé bocados microscópicos entre la conversación
con Sylvia y los padres de Jamie. Su hermana mayor no estaría hasta el día
de la boda, pero en realidad estaba de acuerdo porque los cuatro nos
estábamos riendo en nuestro lado de la mesa. Se sentían un poco divididas
las familias, en lugar de unidas por un matrimonio. Jamie se sentó en el
otro extremo con Angel, su familia y las damas de honor, mientras que yo 195
me senté con su familia a mi izquierda y los padrinos de boda frente a
nosotros.
Jamie era claramente el alma de la fiesta en el otro extremo, y pude
ver en esas dos breves horas que la familia de Angel estaba enamorada de
él. Todos lo estaban. Jamie era encantador, siempre lo había sido, y estaba
bastante segura de que podría conquistar a una monja si realmente se lo
proponía.
Sin embargo, eso no me hizo sentir mejor.
Aun así, de vez en cuando, cuando mis ojos se dirigían a ese extremo
de la mesa, encontraba su mirada fija en mí. Me miró mientras bebía su
whiskey, puro. Me encontró cuando todos se rieron a su alrededor, como si
yo fuera lo que lo estaba llevando a la habitación, al momento presente.
Cada vez que me miraba, mi estómago reaccionaba y me odiaba por ello.
No sabía cómo ser amiga de Jamie. Eso estaba claro ahora más que
nunca.
––Muy bien, alborotadores, cálmense ––dijo Jamie, de pie con su
whiskey firmemente en la mano––. Las chicas necesitan llegar al aeropuerto,
pero antes de que se vayan, tenemos algunos regalos que nos gustaría dar.
Angel se quedó con él entonces, y se abrazaron mientras las damas
de honor distribuían regalos a los padres y hermanos. Eran clásicos:
delicados collares para las madres, billeteras personalizadas para los padres
y pequeños regalos personalizados para cada hermano. Fue agradable ver a
los padres de Jamie abrir sus regalos, especialmente ver las lágrimas en los
ojos de Wesley mientras golpeaba a Jamie fuertemente en la espalda en un
abrazo de hombre.
––¡Por supuesto, no podríamos olvidarnos de nuestro cortejo nupcial!
—agregó Angel, su corto cabello rubio rebotaba un poco mientras se
agachaba debajo de la mesa y recuperaba regalos adicionales. Ella los pasó
por la mesa y Sylvia me entregó el mío justo cuando todos los demás
comenzaron a romper sus regalos.
Por un momento solo los vi. Estaba nerviosa por abrir el mío por
alguna razón. Tal vez porque era la primera vez que recibía un regalo de
Jamie, incluso si era obligatorio, o tal vez porque era la única chica en su
cortejo nupcial. Cuando vi a los muchachos sacar las petacas de cuero con
sus nombres grabados a un lado, suspiré aliviada. Ese era un regalo neutral,
uno que podría obtener fácilmente para mí.
Metí la mano en la bolsa lavanda que combinaba con los colores de
boda que Angel había elegido y examiné el papel de seda, pero mis manos
encontraron algo duro y con forma de disco de hockey. Fruncí el ceño y lo
puse en mi regazo mientras todos los demás seguían hablando de sus
propios regalos. Levanté la mirada, pero nadie me estaba mirando.
Excepto Jamie. 196
Él estaba sonriendo, esperando que viera lo que me había conseguido,
y los nervios regresaron instantáneamente porque era muy seguro que no
era una petaca. Había una tarjeta pegada al disco que todavía estaba
envuelto en papel de seda.
Gracias por saber siempre exactamente lo que necesito. No podría
hacer esto sin ti. —Jamie.
Mis mejillas se sonrojaron, y no tuve ocasión de ver si Jamie todavía
me estaba mirando. Con cuidado, desdoblé el papel de seda y luego me reí
por lo bajo.
Todos giraron la cabeza en sincronía, y una vez más, toda la atención
estaba en mí, exactamente donde no la quería en ese momento, porque no
podía para de reír. Lagrimas brillaban en mis ojos y supe que mi rostro era
del tono más rojo posible mientras trataba de recuperar el aliento. Todos me
miraban, pero yo solo miraba a Jamie.
—¿Que? ¿Qué es eso? —Impacientemente, Sylvia arrebató el regalo de
mis manos, rompiendo mi contacto visual con Jamie. Frunció el ceño
mientras leyó “Cera para tablas de gatos diabólicos”, y me perdí en otro
ataque de risas, esta vez Jamie también se rio a carcajadas.
Y toda la habitación se giró para mirarlo.
Se inclinó por la cintura, levantando la mano que no sostenía su
whiskey.
—Lo siento, broma interna.
Los ojos de Angel se dirigieron hacia mí entonces, y casi sentí que mi
piel se derretía fuera de mi rostro ante su mirada. Probablemente debería
haber reaccionado de manera madura guardando el regalo y regresándole
la atención, pero en ese momento, no me importó lo que pensara. Sonreí,
miré a Jamie a los ojos una vez más, luego Sylvia me devolvió la cera y la
guardé.
En ese momento, me di cuenta de que seguía siendo mi Jamie, aunque
solo fuera un poco.
Cuando terminó la cena, las chicas abrazaron y besaron a todos antes
de dirigirse al aeropuerto. Radiaban emoción, y Jamie no parecía nervioso
de que su novia se fuera a una de las principales ciudades de fiesta en la
nación a pasar dos noches antes de su gran día.
Angel, por otro lado, no tuvo problemas en demostrar su inseguridad.
Jamie estaba reunido con sus padres y conmigo cuando ella se apresuró,
abrazándolo y besándolo de una manera de la cual estaba segura que
Wesley y Rhonda podrían haber vivido sin verlo. Se aseguró de que viera su
lengua contra la de él, sus manos en su cabello, las de él en la parte baja de
su espalda. Cuando sus ojos se abrieron, todavía se estaban besando, y ella
me los entrecerró antes de retirarse.
—Te echaré de menos —arrulló, arreglando su camisa—. Compórtate, 197
¿de acuerdo?
—Siempre. —Jamie la besó de nuevo, de un modo un poco más
amigable, y Angel me dio una última mirada antes de unirse a sus damas
de honor. Gritaron y chillaron cuando salieron de la habitación y luego las
dos familias se pusieron a trabajar para recoger todo lo que quedaba.
Tan pronto como se fue, pude respirar de nuevo. Mis manos
encontraron mis costillas y forcé una respiración contra la tela apretada de
mi vestido.
—¿Estas bien? —preguntó Jamie.
—Sí, lista para quitarme este vestido —dije sin pensar. Quise decir
exactamente lo que dije: estaba lista para usar pantalones sin cremallera y
un sujetador sin aros, pero cuando me volví para mirarlo con una sonrisa,
el whiskey ardía detrás de su iris.
—Deberíamos salir, todos los chicos trabajan mañana, pero tomé el
día libre. Y todavía es temprano —dijo mirando su reloj. Aún no eran las
seis, pero estaba segura de que lo último que debería de hacer era salir sola
con Jamie.
—En realidad estoy bastante cansada —susurré, aclarándome la
garganta para encontrar una voz más fuerte al hacer mi próxima
declaración—: Probablemente vaya a visitar a unos cuantos amigos y luego
me vaya a la cama temprano.
El rostro de Jamie decayó.
—Oh sí, claro. —Se metió las manos en los bolsillos y señaló con la
cabeza la bolsa de regalo que colgaba de mi muñeca—. Entonces, ¿te gustó
en regalo?
Sonreí.
—Eres un imbécil. A Rory le habrías gustado.
Él se rio, me pasó el brazo por el hombro y salimos juntos. Rechacé
su oferta de llevarme de regreso al hotel, insistiendo en que se quedara con
su familia y que yo tomaría un taxi. Había mentido, no tenía nada que hacer,
nadie a quien ver, y regresé directamente al hotel. Me di una larga ducha
caliente, vestí algo cómodo y me recosté en la cama con un audible suspiro.
Encendiendo la televisión, debatí llamar a River, pero me lo pensé
mejor. Después de una hora de ver Padre de Familia, apagué la televisión y
contuve el aliento.
Eran las nueve en punto.
En un viernes.
—Patético —murmuré, saltando de la cama me puse las sandalias y
no me molesté en maquillarme o cambiarme de ropa, simplemente agarré la
llave de la habitación, el bolso y bajé las escaleras.
De repente ansiaba un whiskey.
198
***

Gracias a Dios por los DoubleTree.


Esas fueron las palabras que susurré en voz baja mientras comía una
galleta caliente gratis y bebía un Crown Royal Black en las rocas en el bar
del hotel. Había entablado una conversación informal con el barman,
Beuford, pero en su mayor parte solo tomé un trago y comí algo, viendo los
deportes en la televisión que estaba sobre las botellas de licor. No tenía ni
idea de deportes, mi experiencia deportiva consistía en los juegos que veía
en la secundaria y las cuatro veces que había ido a los juegos de los Pirates
con los chicos del trabajo. Incluso entonces, no tenía idea de lo que estaba
pasando, solo vitoreé y abucheé cuando lo hacían los demás.
Era un poco menos patético que estar acostada en la cama de mi
hotel, pero me sentí bien con mi decisión de venir al bar. Había gente a mi
alrededor, un hombre de mi edad al final de la barra que estaba vestido con
un traje de negocios y una etiqueta con el nombre de la conferencia colgando
de su cuello, dos parejas mayores conversando en una mesa detrás de mí
en la zona de asientos acolochados. Y de vez en cuando, pasaban familias
para salir o para ir a la piscina. Solo con el ruido y otras personas alrededor
me hizo sentir mejor, y sinceramente, necesitaba toda la interacción social
que pudiera tener en ese momento.
El día había sido duro.
Sabía que sería así, pero ver a Jamie con Angel me dolió como una
patada en la ingle, más fuerte de lo que pensaba. Fue fácil repetirme las
palabras, Jamie se va a casar, en una bañera a kilómetros de distancia, pero
verlo con su prometida era una historia completamente diferente. Me
quemaba, chamuscaba y marchitaba.
Suspirado, tomé un largo trago de mi vaso y me comí la última galleta,
sacudiendo mis dedos justo cuando alguien se desliza en el asiento de al
lado.
—Eso está mejor —dijo Jamie, y me detuve de masticar con la galleta
todavía en mi boca. Miró mi vaso, se inclinó sobre el taburete y agitó un
dedo hacía el barman—. Te vi bebiendo un vaso de agua en la cena de
ensayo.
Tragué en seco el resto de la galleta y levanté mi vaso.
—Sí, bueno, antes no estaba de humor para beber.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Estoy segura de que puedes adivinarlo.
El barman colocó una servilleta frente a Jamie y él pidió su propio
Crown Black, solo, después de confirmar que eso era lo estaba tomando.
Tomó el primer sorbo y suspiró.
—Sabes, me gustaría decir que me sorprende verte aquí, pero supongo 199
que no debería de estarlo, ¿eh?
Se encogió de hombros.
—Actúas como si no te conociera. —Su mano todavía estaba envuelta
flojamente alrededor de su vaso mientras se inclinaba hacia mí—. Supuse
que volverías aquí, te darías cuenta de que aún es temprano, que no podías
dormir todavía, y vendrías aquí, no estaba seguro —agregó—. Pero supongo
que esta noche la suerte estuvo de mi lado.
Tomé mi vaso y lo giré, moviendo el hielo.
—Supongo que sí.
Jamie me miraba de esa manera, como siempre lo hacía y por primera
vez en mi vida, deseé que no lo hiciera.
—No estás bien, ¿verdad? —Era una pregunta, pero lo dijo como una
declaración—. Con todo esto, quiero decir.
—Estoy bien.
Suspiró, pasándose la mano por el cabello y mirando el baloncesto por
la pantalla antes de volver a mirarme.
—No tienes que hacer esto, ¿bien? Puedes irte, puedo…
—No seas ridículo, Jamie —lo interrumpí, forzando la sonrisa más
genuina que pude hacer—. ¿Qué vas a hacer? ¿Reembolsarme el vestido que
cuelga en mi habitación? ¿El vuelo de ida y vuelta? No seas tonto, además,
no me perdería esto por nada. Te quiero —mi voz se cortó un poco al final,
pero me recompuse—. Quiero estar aquí. Es difícil, siempre soy honesta
contigo, así que no lo negaré, pero no quiero irme.
No era mentira. Incluso si dijera que podía irme y me pagaría todo, no
lo haría. Me dolía estar aquí, pero me dolería aún más no estar. Estar a
kilómetros de distancia preguntándome cómo se vería, cómo se veían juntos,
qué canción bailaban, de qué color era el estúpido pastel. En cierto modo
era una especie de tortura, pero quería estar con él, aunque no pudiera estar
con él.
—¿Estás segura? —sus cejas se juntaron y extendí la mano,
apretando su antebrazo.
—Lo estoy. —Sus ojos se posaron en mi mano, y la retiré, agarrando
de nuevo mi bebida. Estar cerca de Jamie sin poder tocarlo era como tomar
café descafeinado. No satisfacía, casi lo hacía, pero no—. Además, me
devolverás el favor. Algún día seré quien se case y esperaré que estés allí ese
día.
Seguía mirando su brazo donde había estado mi mano y su mandíbula
se apretó un poco. Tomó su propia bebida, pero sus ojos quedaron abajo.
—Estoy feliz, la amo, B. Realmente lo hago.
El chuchillo se retorció, pero me tragué un jadeo.
—Lo sé.
—Pero todavía te amo. —Entonces levantó sus ojos hacia los míos—. 200
No sé si eso cambiará alguna vez.
No tuve que preguntarle que quería decir, porque lo sabía. Sentía lo
mismo. Jamie Shaw era parte de mí y lo sería siempre.
—Espero que no.
Sonrió, extendiendo tentativamente su mano para tocar mi mejilla. Me
apoyé en su palma y ambos exhalamos al mismo tiempo, riendo
suavemente.
—Ugh —dijo Jamie, tocando mi pómulo antes de dejar caer su mano
y sacudir sus hombros—. Bien, suficiente de conversación profunda. Ponme
al día con todo. ¿Cómo va el trabajo? ¿Sigues pateando traseros? ¿Randall
planea ascenderte?
Después de eso la conversación fue fácil. Le conté sobre mi vida y el
hizo lo mismo. No me sorprendió escuchar que su padre ya estaba hablando
de hacerlo socio en la empresa, y mi corazón se llenó de orgullo antes de
que algo me golpeara al pensar que Jamie estaba exactamente dónde
siempre había querido estar. Trabajando en la empresa, casándose, camino
a tener hijos. Todo estaba sucediendo. Yo no era parte de ello y, sin embargo,
lo era. Siempre habíamos estado en un punto medio, y supuse que siempre
lo haríamos.
Nos reímos mucho esa noche, recordando los viejos tiempos. Me
preguntó de siete maneras diferentes si tenía novio, y eludí la pregunta cada
vez, dejando lo que sucedía entre River y yo fuera de la conversación.
Tomábamos lo que necesitábamos el uno del otro, eso era todo. La verdad
era que no tenía tiempo para un novio, y estaba bien con estar sola por un
tiempo.
—Creo que debería dejarte dormir —dijo Jamie mientras bostezaba,
mi tercer vaso de whiskey vacío. Miró su reloj y luego volvió a mirarme,
mordiéndose el labio inferior.
—Sabes, deberíamos ir a surfear mañana.
—¿Qué?
Asintió.
—Quiero decir, ¿por qué no? No tenemos planes hasta la despedida
de soltero de mañana. Los chicos tienen que ir a recoger sus esmóquines
después del trabajo y me aburriré, probablemente me enfermaré de los
nervios si estoy solo todo el día.
—Creo que te estas olvidando de lo más importante —dije haciendo
una pausa para haber si se daba cuenta. Cuando no lo hizo suspiré—. Ya
no tengo tabla, ¿recuerdas? —Metiendo mis manos bajo mis muslos contra
el taburete de cuero, me encogí de hombros—. Mi madre vendió todo cuando
ella y Wayne compraron ese bote, incluyendo mi tabla verde lima.
—Lo sé.
Jamie me miraba con una sonrisa tonta y brillantes ojos de whiskey. 201
Alcé una ceja.
—Entonces… sabes que no tengo una tabla para que podamos surfear
mañana. A menos que alquile una, lo que suena horrible.
—No tienes que alquilar ninguna tabla, ya tienes una.
Entonces se puso de pie, sacando suficiente efectivo para pagar
ambas cuentas. Iba a detenerlo, pero mi mente estaba demasiado ocupada
tratando de comprender lo que estaba diciendo.
—No entiendo.
Me agarró de las muñecas, tirando de mí y envolviéndome en un
abrazo. Apoyó su barbilla en mi cabeza por un segundo, luego se echó hacia
tras con sus manos aún en mis brazos.
—No pensante que dejaría que tu madre vendiera tu tabla de surf a
cualquiera, ¿cierto?
Mo boca se abrió, pero Jamie no parecía aturdido, solo guardó su
cartera en el bolsillo con una sonrisa fácil.
—¿Compraste mi tabla?
—Por supuesto que sí. —Me guiñó, y me tomó hasta la última pizca
de autocontrol que tenía no avanza hacia él. Quería besarlo fuerte. Lo quería
en mi cama, sus manos sobre mí, mis labios sobre él. Nadie me quería como
Jamie lo hacía, y no había anhelado una última noche con él hasta ese
momento exacto.
Pero retrocedió, todavía frente a mí, dando tres largos pasos con una
sonrisa arrogante antes de darse la vuelta y gritar por encima del hombro:
—Te recogeré a las siete.

202
19
Limpia
inalmente estaba en casa.

F
Jamie se sentó en su tabla a mi lado, los dos montados a
horcajadas y esperando la próxima ola. Era temprano, el sol
luchaba por elevarse frente a nosotros, y el agua todavía estaba
fría del invierno, pero era mi hogar. Rastreé los diseños negros
en mi tabla, mi estómago caliente por el hecho de que Jamie se
la había comprado a mi mamá. La había guardado, la guardó por si volvía a
casa. Parecía tan poco, pero decía mucho.
—No hay nada como esto —susurré mientras una suave ola rodaba
203
sobre nosotros. Jamie se volvió hacia mí, pero mantuve mis ojos en el
horizonte—. Hay tantas cosas increíbles que ver, tantas ciudades y lugares
diferentes, pero nada se compara con la forma en que te sientes sentado en
una tabla, esperando una ola.
Jamie siguió mi mirada.
—Lo sé. Te enseña paciencia, te recuerda lo insignificante que eres,
mientras que también de alguna manera te hace sentir invencible.
—Como una limpieza del alma o algo así.
Asintió.
—No es lo mismo sin ti tampoco, ya sabes. —Su pie derecho rozó el
mío bajo el agua—. Es raro. Surfeaba antes de conocerte, surfeé todo el
tiempo después que dejaste a Alder, y sigo surfeando ahora que te has ido,
pero se siente diferente cuando no estás aquí. La misma tabla, las mismas
olas… —su tono bajó—. Diferentes vibraciones.
Sonreí, entrecerrando los ojos contra el sol fortalecedor mientras
miraba hacia él.
—Siempre un encanto, Jamie Shaw. —Se sonrojó y juré que era la
primera vez que lo veía pasar—. Vas a tener que bajar el tono una vez que
tengas un anillo de bodas en el dedo.
Se rio.
—Creo que Angel asustará a todas las chicas sin mi ayuda.
—No jodas —acepté rápidamente—. Como un pitbull en un vestido de
verano, eso es.
—Me ama, y no tiene miedo de ir a batear por mí si tiene que hacerlo
—dijo, y aunque no pensé que quería que fuera un golpe para mí, se sentía
como uno de todos modos. Jamie soltó un respiro en una risa entonces—.
Mierda, B. Me voy a casar. Mañana.
Me levantó una ceja, moviendo la cabeza con una de las sonrisas más
brillantes que jamás había visto esparcida en su rostro. Realmente estaba
tan feliz, y en ese momento, yo también.
—¿Estás listo? —pregunté.
Miró mis manos en mi tabla, pensando.
—Sí. Lo estoy. Realmente lo estoy.
Cuando sus ojos encontraron los míos de nuevo, estaban teñidos con
solo el más mínimo toque de tristeza. Creo que la vio reflejada en los míos,
y mantuvo mi mirada allí, no dejándome mirar hacia otro lado. Ambos lo
sentimos en ese momento, la realidad de todo. Estaba ganando a la mujer
que amaría por el resto de su vida, pero me estaba perdiendo en el proceso.
Tal vez no todo el camino, pero ambos sabíamos que nunca sería lo mismo
después de ese fin de semana.
Sin embargo, no nos afligimos. 204
Surfeamos toda la mañana, la piel tiesa con sol y la sal para cuando
cargamos nuestras tablas y tomamos un aperitivo para comer en una de las
tiendas de la playa. Hablamos, nos reímos, y por unas horas, solo fuimos
nosotros. Por lo que sabíamos, serían las últimas horas que tendríamos
solos juntos, y las pasamos sabiamente.
Cuando subimos de nuevo a su Jeep, pateé mis sandalias y apoyé los
pies llenos de arena en su tablero, apoyándome contra el asiento de cuero
con un suspiro. Cerré los ojos, la cabeza cayendo contra el reposacabezas,
y luego sentí la mano de Jamie en la mía.
Giré mi muñeca, la palma de la mano hacia arriba para encontrar la
suya mientras sus dedos se entrelazaban con los míos. Aún recostada, me
volví hacia él, abriendo mis ojos lentamente. Por solo un destello de segundo,
teníamos diecisiete de nuevo, y recordé esa primera noche en su Jeep como
si estuviera sucediendo en ese momento. Jamie me preguntó algo entonces,
no con palabras, sino con una mirada anhelante. Quería decir algo, pero las
palabras no salieron de su garganta, y sabía que era mejor si no lo decía en
voz alta. Así que le apreté la mano, y me dio una sonrisa tensa antes de
sacar su mano de la mía y encender el motor.
En retrospectiva, fuimos estúpidos al pensar que todo saldría bien.
¿Qué esperábamos, de verdad? No estoy segura. La verdad es que
estábamos reconociendo el hecho de que él se iba a casar, mientras que
simultáneamente lo ignorábamos. Era un baile peligroso, ninguno de
nosotros dirigiendo, los dos esperando una señal del otro que nunca llegaría.
Jamie decidió por un capricho que quería ir a acampar para su
despedida de soltero en lugar de ir a un bar. Parecía una cosa tan pequeña,
una decisión del momento, una divertida redirección en el fin de semana,
pero terminó siendo el primer dominó que derribó el resto en un fuerte y
hermoso accidente caótico.
Y todo lo que podíamos hacer era verlo pasar. En cámara lenta y a la
velocidad del rayo a la vez.

***

Jamie tenía el más extraño grupo de padrinos.


Como si tenerme como su “padrino” no fuera lo suficientemente raro,
no tenía ni un solo chico en su fiesta al que hubiera conocido desde hace
más de tres años. Dos eran amigos del trabajo, y el otro era el hermano
mayor de Angel. No me malinterpretes, parecía cercano a todos ellos, pero
era extraño para mí que no tuviera una conexión más personal con los
chicos que estaban a su lado en su gran día. Entonces me di cuenta de que
Jamie era particular sobre a quién se abría, a quien dejaba entrar, y no
podía creer que nunca me había dado cuenta de eso sobre él antes. 205
Los dos tipos del trabajo eran Ryan y Charlie, y no podían haber sido
más opuestos. Ryan era alto y delgado, con el cabello rubio fresa y más
pecas en sus mejillas que yo. Era gracioso, siempre bromeando, y él y Jamie
eran como dos guisantes en una vaina de circo cuando estaban juntos.
Charlie, por otro lado, era un idiota. Al menos, así es como lo percibí.
También era alto, pero cada centímetro de él era musculoso. Tenía la piel
oscura, el cabello oscuro, los ojos oscuros, y llevaba un constante ceño
fruncido. Nunca se unía a las bromas con los otros chicos, y parecía estar
siempre escrutándome, como si sospechara de mí. Tal vez lo hacía, no podía
estar segura porque hacía todo lo posible para evitar hablar conmigo. Jamie
le mostraba un alto nivel de respeto, y me pregunté si eso surgió del trabajo
o de la experiencia personal, pero no me importaba lo suficiente para
preguntar.
El hermano de Angel, Andrew, se parecía a ella. Cabello rubio, piel
bronceada, brillantes ojos verdes. Parecía un poco sospechoso de mí como
Charlie, pero era amable conmigo, y en realidad me habló más que los otros
dos combinados. Era agradable, pero no podía ver un fuerte vínculo entre él
y Jamie. Me preguntaba si estaba en la fiesta porque Angel quería que
estuviera, pero de nuevo, no me importaba lo suficiente como para
preguntar.
Aun así, éramos un grupo raro, nos estábamos divirtiendo. Habíamos
empacado el Jeep de Jamie y la camioneta de Charlie con equipo de
acampada, demasiada comida y una desagradable cantidad de alcohol y nos
dirigimos a los manantiales. Nunca había montado una tienda antes, y para
ser honesta, todos apestábamos, pero lo descubrimos eventualmente, con
la ayuda de unas Bud Light, por supuesto. Fue tan simple y casual después
de eso, solo los cinco alrededores de un fuego bebiendo, comiendo y riendo.
Preparamos una mesa y jugamos juegos de beber, que no había jugado
desde la universidad, y descubrí que, aunque mis habilidades de surf no
habían menguado con los años, mi capacidad para meter una estúpida
pelota de ping-pong blanca en un vaso de plástico rojo sí.
Fue una noche fácil, relajada, y eso es justo lo que Jamie quería. Lo
amaba aún más por eso, por no querer desnudistas, juegos de azar y
cigarros. A nadie en el grupo parecía importarle que tampoco estuviéramos
en la ciudad. Estábamos todos contentos, y por un tiempo, me relajé. El fin
de semana no había sido tan malo después de todo.
Pero aún no había terminado.
—Sabes, la mayoría de las chicas estarían incomodas en esta
situación —me dijo Charlie más tarde esa noche cuando estábamos todos
sentados alrededor del fuego. Jamie estaba en medio de contarle una
historia a Andrew y Ryan ya se había desmayado en su tienda.
—¿Qué quieres decir? 206
Se encogió de hombros, aun sin sonreír. Nunca sonreía.
—No lo sé. Algunas chicas dicen que son “uno de los chicos”, pero en
realidad eso solo significa que fingen interés en los deportes o los autos o
algo más que parezca genial y secretamente esperan gustarles después.
Esperaba que fueras así.
—¿Y te sorprendí?
—Algo así —resopló—. Quiero decir, claramente no sabes nada de
deportes, pero no pretendes. Eres tú misma. Y debería ser raro que acampes
con un grupo de chicos, pero no lo es. No estás coqueteando con ninguno
de nosotros, no estás diciendo ninguna estupidez. —Pensé que iba a
continuar, sonaba así, pero dejó de hablar, y solté una sonrisa.
—Entonces, ¿por qué solo algo así?
Charlie drenó lo último de su cerveza, triturando el vaso y arrojándolo
a la bolsa que habíamos reservado para reciclar.
—Puede que no seas una chica falsa tratando de ser uno de los chicos,
pero estás enamorada de Jamie. —Sus duros ojos cayeron sobre mí
entonces y la sonrisa se fue de mis labios—. Está manteniendo la calma en
la superficie, pero lo veo. Tú y Jamie están jugando con fuego, y no quiero
estar aquí cuando todo explote.
Mi corazón corría a mil por hora, y por mucho que quisiera enojarme
por su tono acusatorio, no lo culpaba por ello.
—No lo haría… nunca lo haría…
Se puso de pie.
—No dudo de ti. Pero no eres quien me preocupa. —Sus ojos estaban
puestos en Jamie, y los de Jamie estaban sobre mí. Miré a Charlie, y él
enarcó una ceja—. No harías el primer movimiento, pero, ¿qué harías si él
lo hiciera?
Abrí la boca, pero la cerré de nuevo porque la pregunta era retórica.
Charlie ni siquiera esperó una respuesta.
—Nos vemos por la mañana —gritó sobre la fogata, retirándose a su
tienda antes de que alguien respondiera.
—Sí, probablemente debería irme, también —dijo Andrew.
Jamie levantó los brazos, derramando un poco de cerveza de su vaso
con el movimiento.
—¡Oh, vamos! ¡Aún no es ni la una!
—Te casas mañana, ¿recuerdas, campeón? —dijo Andrew, sonriendo
y dándole una palmada a Jamie en la espalda mientras se ponía de pie—.
Todos tenemos que estar levantados y fuera de aquí muy temprano.
Jamie se rio.
—Sí, sí, está bien. Maricas.
Andrew le sacó el dedo y me reí mientras desaparecía en su tienda.
—¿Qué hay de ti allí? —me preguntó Jamie, viéndome sobre el borde 207
de su vaso mientras tomaba un trago.
Las palabras de Charlie estaban en mi cabeza, y casi le digo a Jamie
que también me iba a dormir. Pero estaba claramente nervioso por el día
siguiente, eso es lo que vi que los otros chicos se habían perdido, y él no
estaba listo para dormir. Todos los demás se fueron, pero no iba a hacerle
eso. Sacudiendo la advertencia de Charlie, me mudé para sentarme en la
silla junto a Jamie.
—El sueño está sobrevalorado.
Sonrió, con los ojos vidriosos sosteniendo los míos.
—Eres la mejor, B.
—Y no lo olvides. —Brindé con su vaso y ambos bebimos, sin
necesidad de decir nada más.
Por un tiempo solo hablamos, un poco sobre la boda y mucho, sobre
todo. De alguna manera terminamos en nuestros teléfonos, turnándonos
para mostrarnos videos estúpidos en YouTube y riendo hasta llorar. Acababa
de poner un video de una broma que salió mal que sabía que haría que
Jamie riera cuando me dieron ganas de ir al baño.
—Aquí, mira esto —le dije, metiendo mi teléfono en sus manos y
poniéndome de pie—. Tengo que encontrar un arbusto para orinar.
Se rio.
—Asqueroso.
Hice una reverencia, luego salté detrás de las tiendas.
Casi lo había logrado. Casi había escapado del fin de semana sin
mucho más que un corazón magullado. Pero cuando volví al fuego, Jamie
tenía mi teléfono en su mano, pero ya no lo miraba. Sus codos estaban en
sus rodillas, sus ojos en las llamas, y pude ver las ruedas girando. Me detuve
cuando llegué, sin molestarme en tomar asiento. Solo lo miré fijamente, las
manchas de suciedad en su camiseta, la forma en que la luz del fuego
luchaba contra las sombras de la noche en su rostro. Se sentía como una
eternidad estirada entre nosotros antes de que se pusiera de pie,
sosteniendo mi teléfono con la pantalla hacia mí.
—¿Guardaste mis mensajes de voz?
Miré la pantalla, viendo mi registro de correo de voz, todo lleno con su
nombre. Di un trago en seco, tomando el teléfono de él y haciendo clic en la
luz de la pantalla antes de meterlo en mi bolsillo trasero, mi mano
permaneciendo allí.
—Sí.
—Solías escucharlos, todos esos años cuando estaba en Alder. —No
era una pregunta.
—Sí.
Asintió, tragando.
—¿Todavía los escuchas? 208
Un dolor atravesó mi pecho y crucé mis brazos.
—A veces.
Jamie levantó la mirada hacia mí entonces, las cejas fruncidas.
—¿Por qué? Puedes llamarme, B. En cualquier momento.
Me reí.
—Sí, no creo que tu prometida hubiera apreciado a otra mujer
llamándote a las dos de la mañana.
Sus ojos cayeron sobre mis piernas, y por un momento pensé que iba
a discutir conmigo, pero pensó mejor en ello. Hasta ese momento, Jamie se
había estado engañando a sí mismo. Pensaba que podía casarse con Angel
y mantenerme también, pero no podía. No como él quería. No lo envidiaba,
porque sabía que la amaba, sabía que le importaba. Pero era un esclavo de
lo que sentía por mí. Lo sabía, porque estaba en los mismos grilletes.
—Deberíamos dormir un poco —dijo finalmente.
—Sí —suspiré, metiendo un mechón de cabello detrás de mi oreja
antes de deslizarme lejos de él hacia mi tienda—. Buenas noches.
Mi hombro rozó su bíceps al pasar, y su mano se disparó, envolviendo
mi muñeca. Me quedé quieta, y me abrazó, envolviendo sus brazos alrededor
de mi cintura. Al principio me quedé allí, con los brazos quietos a mi lado,
pero lentamente, los seguí por encima de sus brazos para poner mis manos
detrás de él. Enterró su rostro en mi cuello, apenas respiraba, y el fuego
crujía junto a nosotros, dándole al aire la energía para mantenernos
hechizados.
—Buenas noches —dijo, pero todavía me sostenía. Sus manos se
apoderaron de mi cintura, y un gemido bajo retumbó en su garganta. Ese
sonido estaba directamente relacionado con el calor que se había asentado
en una piscina baja en mi estómago y saltó a la vida, llenándome, nublando
mi cabeza. Jamie se inclinó solo unos centímetros, sus labios rozando la piel
de mi cuello, y temblé. Su aliento estaba caliente, con alcohol y la misma
dulzura que recordaba tan bien. Solo ese toque de sus labios envió destellos
de nuestras noches juntos detrás de mis ojos, sus dedos dentro de mí en la
playa, su boca sobre mí en su cocina, sus ojos en mí mientras me tocaba
para él a kilómetros de distancia en Pittsburgh. Todo se precipitó, y era
demasiado. Mi autocontrol ya era una cosa inútil, y ahora estaba
prácticamente muerto.
—Jamie…
Tan pronto como su nombre dejó mis labios, me arrepentí, porque lo
quise decir como una advertencia, pero salió como una súplica, y Jamie
respondió, rompiendo efectivamente la banda de energía que había estado
al rojo vivo y eléctrica entre nosotros desde que aterricé. Su lengua se
arrastró por la longitud de mi cuello, los dientes me mordieron la mandíbula
suavemente antes de que sus labios reclamaran los míos. Ambos inhalamos 209
juntos, los corazones corriendo a mil por hora mientras mis brazos se
apretaban alrededor de su cuello y sus dedos me magullaban las caderas.
Gemí contra su boca, todo dentro de mí gritando que me detuviera
mientras mis manos lo acercaban. Le arañaba la espalda, arrastraba mis
uñas por su cabello, rogándole que no se detuviera cuando debí haberlo
apartado. Me besó como siempre lo hacía, labios llenos y lengua experta,
manos fuertes y posesivas.
Mis ojos se abrieron, escaneé las tiendas, con el corazón acelerado
ante la idea de que uno de los chicos nos escuchara o peor, nos viera. Como
si leyera mi mente, Jamie me echó en su tienda, rompiendo el contacto el
tiempo suficiente para tirar su camisa sobre su cabeza y dejarla caer junto
a su saco de dormir mientras me recostaba. Sus manos estaban frenéticas
mientras extendía mis piernas con las suyas, la fricción de sus pantalones
cortos contra los míos avivando el fuego que habíamos estado tratando tan
duro de extinguir antes. No podía respirar, mis ojos entrecerrados, el cerebro
nublado, el corazón pesado y adolorido con cada arrastre de sus dientes a
través de mi carne.
Me pasó la mano por el muslo, enganchándola detrás de mi rodilla y
levantó mi pierna mientras se flexionaba hacia mí más fuerte. Gemí,
poniendo los ojos en blanco, con el autocontrol perdido. Sus dedos se
deslizaron alrededor de la parte posterior de mi muslo y rozaron debajo de
mis pantalones cortos, recorriendo el largo de mis bragas, y luego mis ojos
se abrieron y presioné mis dos manos con fuerza en su pecho.
—No tengo la fuerza de voluntad para detener esto, Jamie —respiré.
Se dejó caer contra mis palmas, tomando mi boca en un beso hambriento.
Empujé hacia atrás otra vez, y él sonrió, sus caderas rodando en las mías
mientras luchaba contra la sangre golpeando caliente y bajo—. Tienes que
ser quien lo detenga. No puedo…
Mis respiraciones eran tan fuertes, y alimentaron el deseo de Jamie.
Se lamió los labios, en su camino hacia abajo para besarme de nuevo
cuando hablé más fuerte.
—Te vas a casar.
Se detuvo, con la mano quieta detrás de mi muslo, los ojos ardiendo
en los míos. Quería ser una buena persona, quería decirle que se detuviera,
decirle que estaba mal, pero la verdad es que lo quería. E iba a dejar que él
tomara la decisión.
—Si me besas de nuevo, podrías arruinarlo todo. —Mi pecho se agitó
con cada palabra—. Si me besas de nuevo —le repetí, con la mirada puesta
en la suya—. No voy a dejar que te detengas.
Jamie se inclinó un poco más abajo, los labios cerca de los míos de
nuevo, pero se detuvo. Sus cejas se fruncieron, respirando con fuerza en mi
piel, y esperé. No lo acerqué más. No acerqué mis caderas ni lo arañé en la 210
espalda. Solo esperé, dejándole pensar un minuto antes de que hiciera su
próximo movimiento. Cuando suspiró y dejó caer su agarre en mi pierna,
solté el aliento que había estado conteniendo, cerrando mis ojos para no
tener que ver cómo la realización se deslizaba en sus ojos.
Se alejó de mí, cayendo a un lado, los dos sobre nuestras espaldas y
respirando como si el oxígeno quemara.
—Lo siento —susurró, y sacudí la cabeza.
—No lo hagas. Es solo lujuria, Jamie —mentí. Él sabía que era
mentira, también lo sabía, pero Angel no merecía ser lastimada solo porque
lo descubrimos demasiado tarde. La amaba, pero sentía esa misma
necesidad primordial por mí que siempre había existido entre nosotros. No
sería justo para mí dejar que tirara todo lo que había construido con ella
solo porque me quería una vez más.
Si me hubiera besado una vez más, habría renunciado a pelear. Me
habría rendido ante él, y entonces nos habríamos despertado al día siguiente
con los corazones llenos de culpa. Él habría sido un infiel, y yo una
rompehogares. Me senté, necesitando distancia, pero Jamie me tendió la
mano.
—Espera —suplicó—. ¿Puedes… ¿Te quedarías? Solo acuéstate aquí
conmigo.
Lo miré, preguntándome si las batallas dentro de su cabeza eran las
mismas que las mías. Asintiendo, me acosté, y él tiró mi espalda a su pecho,
respirando lentamente hasta que supe que estaba dormido.
No debí haber dicho su nombre. Debí haberme alejado cuando dijo
buenas noches, obligarlo a soltarme. Pensé que estaba limpia, pensé que
podía manejar la tentación, pero me había derrumbado. Lo había probado
de nuevo, alimenté a ese monstruo carnal dentro de mí, y había sido el
mayor error. Porque ahora, recordaba tan claramente cómo se sentía estar
con él, y me di cuenta de que, aunque le pedí que se detuviera, realmente
no quería que lo hiciera.
Pero lo había hecho.
Y mañana, se casaría con otra mujer conmigo en el fondo.
No estaba limpia en absoluto.
No estaba segura de que alguna vez lo estaría.

211
20
Medicina
l ruido de la tienda de Jamie me despertó temprano a la

E
mañana siguiente, la luz del día apenas rompía contra el tejido
verde bosque. Abrí mis ojos, encontrándome con la mirada
severa de Charlie mientras nos observaba. Dio un golpecito en
la parte posterior de su muñeca, señalándome que era hora de
irse. Asentí y él frunció el ceño un poco más fuerte antes de
bajar la cortina y dejarnos solos.
Mi cuello estaba tenso por dormir en el brazo de Jamie y lo roté
lentamente, encogiéndome contra el dolor mientras lo hacía. Los ojos de
212
Jamie se abrieron de golpe cuando me moví y me apoyé en mi codo,
mirándolo mientras él me miraba.
—Hola —susurré.
Se estiró un poco, el saco de dormir bajó para revelar su pecho
desnudo.
—Hola.
El aspecto de Whiskey de esa mañana casi me mata. Me miraba
atentamente, con los ojos adormecidos y el cabello desordenado por mis
manos. Era la última mañana que se despertaba como mi Jamie y ni
siquiera era eso. Nunca lo había sido y, sin embargo, siempre lo fue. Nunca
estaríamos juntos y sin embargo nunca nos separaríamos. Era enfermizo,
dolía terriblemente y por alguna razón ambos nos aferramos a la torturadora
agonía.
—Hora de llevarte al altar —dije suavemente, con una sonrisa débil y
un rastro de palabras no dichas.
Jamie tragó, asintiendo mientras se apoyaba en la palma de su mano
y se pasaba la otra por el cabello. Sus ojos se concentraron en la apertura
de su tienda, todavía medio cerrada como la dejó Charlie y dejé que se
tomara el tiempo que necesitaba. Después de un momento, se puso de pie,
recogió la camisa del suelo de la tienda y salió sin mirarme.
No me miró cuando empacamos el campamento, ni cuando
regresamos a la ciudad, ni siquiera cuando me dejó en el hotel. Le dije que
lo vería pronto y simplemente asintió, poniendo el Jeep en marcha y
alejándose mientras yo estaba allí con mi bolso al hombro.
Tenía dos horas antes de llegar al club, así que me di una larga ducha,
dejando que el agua quemara mi piel antes de que se enfriara. Estaba
temblando cuando finalmente la cerré, salí y me miré en el espejo mientras
envolvía una toalla en mi pecho. El rímel me corría por debajo de los ojos,
mis rizos goteaban agua sobre la hinchazón de mis pechos mientras dejaba
que mi enfoque cayera sobre las pecas de mis mejillas.
Era el momento.

***

—Oh, gracias a Dios.


Acababa de salir de mi taxi, protegiéndome con la mano del sol que
ahora estaba en lo alto del cielo mientras un hombre mayor se precipitaba
hacia mí. Otra versión más joven y redondeada del hombre le seguía
rápidamente, ambos agobiados por grandes cámaras y múltiples bolsas.
—¿Estás con la boda Shaw?
—¿Sí? —Guardé en mi bolsa de mano el lápiz labial que había estado 213
reaplicando en el taxi.
—Maravilloso. Se supone que estamos filmando a la novia y a las
damas de honor preparándose, pero nadie contesta sus teléfonos y los
padrinos actúan como guardias de seguridad. No nos dejan volver al área
de los vestuarios.
El hombre era musculoso y francamente demasiado para mí en ese
momento, pero también era algo adorable. Levanté mis manos, calmándolo.
—Bien, no te preocupes. Acabo de llegar, así que dame un segundo
para saber dónde está todo el mundo y luego te llevaré a donde tengas que
ir, ¿está bien?
Asintió, suspirando con alivio.
—Está bien. Gracias.
Sonreí, llevándolos al club de campo. No vi a nadie al principio, ni
siquiera a la familia de Angel colocando decoraciones afuera. Eché un
vistazo brevemente al pasillo trasero mientras pasaba por la entrada
principal y giré a la izquierda hacia donde había sido el ensayo. Nadie a la
vista.
Pero cuanto más me acercaba a donde había sido la cena, más se me
erizaban los vellos. Algo no estaba bien. Escuché gritos débiles desde el
pasillo y caminé más rápido, casi chocando con Charlie cuando salió del
comedor del ensayo y puso la mano en mi hombro.
—No quieres ir allí.
Definitivamente había gritos y sin duda, una de las voces era de
Jamie. Traté de empujar a Charlie, pero endureció su agarre en mi hombro.
—Hablo en serio. No es tu pelea.
—¿Qué está pasando? ¿Dónde está Jamie? ¿Por qué nadie se está
instalando? El fotógrafo se está volviendo loco —dije, haciendo un gesto
detrás de mí. Entonces vi a Ryan y Andrew, de pie en la barra detrás de
Charlie, ambos bebiendo lo que estaba segura que era licor fuerte.
—¿B?
Me giré y Sylvia me miró con simpatía antes de envolverme en un
abrazo.
—¿Qué está pasando? —pregunté, retrocediendo. Todos sabían algo
que yo no sabía y la sensación de inquietud en mi estómago floreció aún
más.
La voz de Jamie se elevó por encima de la conmoción en la habitación
de la que Charlie me estaba bloqueando y todos nos dimos la vuelta justo a
tiempo para verlo abrir la puerta. Se estrelló contra la pared, abriéndose de
un golpe mientras él salía de la habitación.
No nos miró a ninguno de nosotros mientras pasaba a Charlie, tirando
de la corbata alrededor de su cuello hasta que quedó suelta. Siguió
caminando por el pasillo y salió por la puerta principal sin decirnos nada a 214
ninguno de nosotros. Quise seguirlo y Sylvia me hizo retroceder.
—Solo déjalo ir.
—¿Qué demonios está pasando? —pregunté, mirándola de nuevo.
Abrió la boca, pero otra voz habló antes que ella.
—Tú —dijo Angel y mis ojos se ajustaron a lo que ella decía en la
habitación detrás de Charlie. Su rostro estaba sin maquillaje, rojo,
manchado y brillaba con lágrimas recién derramadas mientras estaba de
pie. Llevaba una bata blanca y sedosa que decía “novia” con piedras
brillantes en el pecho derecho y me señaló con un dedo tenso y tembloroso—
. ¡Todo esto es culpa tuya!
Siguió gritando, pero apareció su madre, cerrando la puerta antes de
que Angel pudiera salir furiosa tras de mí. Miré a Charlie, con la boca
abierta.
No. Él no habría...
—Se acabó —dijo Sylvia detrás de mí, pero yo seguía mirando a
Charlie. Parecía que le divertía mi incomodidad y me di cuenta de que no lo
conocía en absoluto. Por supuesto que podría haberle contado lo que había
visto esta mañana, aunque no hubiera pasado nada entre Jamie y yo. No
me debía nada y menos aún lealtad. Sylvia dijo algo más y me sacó de mis
pensamientos.
—¿Qué?
Su rostro se frunció.
—Ella lo engañó. Anoche.
Entonces, el aire se me escapó y la miré con incredulidad. ¿Ella lo
engañó?
—No lo entiendo.
Sylvia se quedó sin aliento.
—Supongo que vio a Jamie postear en Facebook que ustedes habían
decidido ir de campamento. Fue una foto grupal, su brazo estaba a tu
alrededor y eso la hizo enojar. Estaba borracha, todas las chicas
encendieron el fuego y le dijeron lo mal que estaba que él estaría con otra
mujer durante la noche. Así que la sacaron, la emborracharon aún más y
se acostó con uno de los tipos que conocieron.
Mi mente estaba dando vueltas.
—Estoy muy perdida. Vio una foto, ¿así que lo engañó?
Entonces, Charlie se entrometió.
—Asumió que, si ustedes estaban en el mismo lugar toda la noche,
terminarían durmiendo juntos. —Frunció el ceño, cruzó los brazos y fruncí
el ceño.
—Sí, bueno, no lo hicimos. Y su intento de usar nuestra amistad y
sus propias inseguridades como excusa para engañarlo es patético.
Esperaba que discutiera conmigo, pero el pliegue de sus cejas se 215
suavizó y asintió. Puede que técnicamente hayamos dormido juntos, pero no
tuvimos sexo, y no quise darle explicaciones a Charlie, pero parecía que no
tenía que hacerlo.
Sylvia esnifó y me volví para encontrar sus ojos brillantes.
—Debe estar devastado —dijo suavemente.
Suspiré, frotando su brazo suavemente.
—Iré a hablar con él.
Ahora, estaba echando humo. Quería entrar por la puerta detrás de
Charlie y arrastrar a Angel por su cabello corto. Lo engañó, traicionó su
confianza y lo hirió. Pero entonces mis labios cosquillearon donde Jamie los
había besado ni siquiera doce horas antes y recordé que, aunque ella había
puesto el último clavo en su ataúd, Jamie tampoco era completamente
inocente.
Tampoco yo.
—No sé cómo regresas de algo así —añadió Sylvia, limpiándose la
nariz. Mis costillas se apretaron un poco más y miré detrás de ella a la
puerta por la que Jamie había huido.
—Yo tampoco.

***
La percepción es la realidad.
Para algunos, el whiskey es una muleta. Es una droga, lleva a la
adicción, embota los sentidos y daña la mente.
Para otros, el whiskey es una medicina. Un trago de borbón puede
ahuyentar lo que te enferma, ya sea un dolor de garganta o un corazón roto.
Esa noche, me di cuenta de que tal vez yo también era el Whiskey de
Jamie y tal vez existíamos en ambas realidades. Tal vez éramos malos el uno
para el otro, pero tal vez también éramos buenos. Por más que yo lastimara
a Jamie, por más que él me lastimara, siempre estábamos ahí para el otro,
sin vacilar y sin esperar.
Éramos la droga del otro tanto como la medicina del otro. Y en
realidad, no eran tan diferentes en absoluto.
Encontrarlo no fue tan fácil como pensé que sería. Revisé nuestro
lugar en la playa, toqué el timbre de su casa y pasé por todos sus bares
favoritos. Ya había acumulado más de cien dólares en cuentas de taxi
cuando lo encontré, donde no lo esperaba, pero tampoco me sorprendió
verlo. Estaba desplomado, todavía con pantalones de vestir, zapatos y con
esa corbata suelta colgada del cuello en el bar del DoubleTree donde
habíamos pasado mi primera noche en la ciudad.
Su mano estaba agarrando un vaso de whiskey cuando me senté a su
lado. El camarero me asintió, sirviendo el mismo Crown Royal Black que 216
había pedido la primera noche. Lo sirvió con hielo y aunque no había
planeado pedir un trago, de todas formas, me tomé la mitad.
Jamie se veía miserable. Miraba fijamente a su vaso, con los ojos
inyectados en sangre y vidriosos. Debatí sobre cómo estirar la mano, frotarle
la espalda o apretarle la mano, pero nada se sentía bien. Así que esperé un
rato, sentada a su lado, bebiendo mi medicina mientras él bebía la suya.
Me había sentado en tantos silencios cómodos con Jamie en mi vida,
pero ese no era uno de ellos. Cada segundo de silencio se sentía como un
pinchazo de aguja en mis pulmones, haciendo más y más difícil la
respiración. Solo quería consolarlo, ayudarlo a sentirse bien y no sabía si
podría. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado cuando finalmente
hablé.
—¿Quieres hablar de ello?
Era una pregunta tan poco convincente... cliché y sobre utilizada. En
realidad, creo que ya sabía cuál sería mi próximo movimiento, pero lo atenué
primero.
Jamie giró su vaso vacío.
—No.
Su voz era ronca y yo simplemente asentí, sabiendo que esa sería su
respuesta. Quería que hablara, que me dijera todo lo que pasaba por su
mente, pero sabía que no era lo que necesitaba en ese momento. Lo que
necesitaba era escapar y yo sabía exactamente cómo hacerlo.
Buscando en mi bolso, saqué suficiente dinero para cubrir nuestras
dos cuentas, lo dejé caer en la barra mientras me ponía de pie y me tomé el
resto de mi bebida. Mi estómago se revolvió cuando saqué la llave de mi
habitación de hotel. Aterrizó justo al lado de la mano de Jamie y no esperé
su reacción, solo me di la vuelta y caminé casualmente hacia los ascensores.
El corazón se me aceleró cuando el ascensor me llevó a mi habitación
y mis manos ya temblaban cuando metí mi propia llave en la ranura y entré.
Intenté decirme que no sabía con seguridad que vendría, pero era una
mentira. Sabía que lo haría y cada centímetro de mi cuerpo vibraba en
anticipación.
Jamie no podía usar sus palabras esa noche, así que le pedí que usara
sus manos.
Una vez que entré en mi habitación, no sabía qué hacer. Caminé,
pateando mis tacones antes de comprobar mi reflejo en el espejo del baño y
salpicando un poco de agua en mi rostro. No debería hacer esto, pensé
primero. No deberíamos hacer esto. Pensé las palabras, pero no las creí,
porque Jamie era todo lo que quería. Quería que me deseara. Quería curarlo,
tomar su dolor como propio, aunque solo fuera por esta noche. Quería que
supiera que estaba aquí, que siempre lo estaría.
Estaba secando mi rostro con una toalla cuando escuché el chasquido 217
de la puerta y me quedé helada, con la toalla en la mano. Me miré en el
espejo y vi el reflejo de Jamie detrás de mí cuando dejó caer la tarjeta
plástica en el escritorio y entró al baño conmigo. El aire a nuestro alrededor
zumbó a la vida, como el gas justo antes de que se encendiera la cerilla y
ambos lo respiramos, sintiendo el zumbido de todo ello.
Seguía sosteniendo la toalla, pero mis ojos se fijaron en el hombre roto
que estaba detrás de mí. Se movió lentamente, con los ojos en mi espalda
mientras cerraba la distancia entre nosotros. Jamie siempre había sido tan
fuerte, muy alto y seguro, pero parecía pequeño en ese momento. No solo
estaba roto, estaba destrozado y me miró como si yo sostuviera la brocha y
el pegamento.
Sus manos me alcanzaron primero y arrastró las puntas de los dedos
desde mis codos hasta mis hombros, provocando escalofríos a su paso.
Luego los arrastró hacia abajo, a lo largo de mis costillas hasta mis caderas,
donde se agarró fuertemente mientras su frente caía a mi hombro. La luz en
el baño era tenue, cálida y vi en el espejo como Jamie se estremecía de dolor.
Dejé caer la toalla entonces, poniendo mis manos donde las suyas me
sostenían. Las envolvió con más fuerza, apretándome y por un breve
momento, una tierna pena nos llenó a ambos. Una pena por lo que él había
perdido, por lo que nosotros habíamos perdido, y por lo que el día había
deparado.
Cuando bajó la cabeza a mi hombro, me pasó su peso, necesitando
que lo cargara con él. Lo tomé como mío, y tan rápido como llegó el
momento, pasó. Jamie inhaló, arrastrando sus labios a lo largo de la
pendiente de mi hombro mientras sus ojos encontraban los míos en el
espejo, un calor más oscuro y pulsante los llenaba. Mordió el ápice y me
incliné hacia él, alcanzándolo con mis manos. Subieron con las mías,
deslizándose bajo la parte baja de la espalda del vestido que llevaba para la
boda que nunca ocurrió. Sus manos, las que tenía encima la noche anterior,
las que había detenido, se metieron bajo la fina tela y gemí, echando la
cabeza hacia atrás.
Esta vez no lo detuve.
Jamie atrapó el lóbulo de mi oreja en su boca y chupó fuerte, otra
oleada de escalofríos inundando mi cuerpo. Deslizó las tiras de mi vestido
por cada hombro, una por una y cayó como una cortina al suelo,
acumulándose alrededor de mis pies descalzos. No llevaba sujetador y mis
bragas eran un puro pedazo de encaje color lavanda. Levanté la cabeza de
nuevo, con los párpados pesados al encontrar la mirada de Jamie en el
espejo.
Me encantaba cómo Jamie siempre llamaba mi atención, ya fuera en
una habitación llena de gente o cuando estábamos solos. Esperó, por mucho
tiempo, a que la conexión correcta se diera entre nosotros antes de hacer 218
cualquier otro movimiento. Entonces, Jamie mordió con fuerza su labio
inferior, sumergiendo una mano bajo el elástico de mis bragas para acariciar
mi clítoris. Mis piernas temblaron al contacto y Jamie retrajo su mano igual
de rápido, girándome antes de ahuecar mi culo y de levantarme en sus
brazos.
Envolví mis piernas a su alrededor, con los labios fervientes mientras
rozaban la piel de su cuello, su mandíbula y su boca. Jamie me llevó a la
cama, dejándome caer fácilmente antes de pasar la corbata sobre su cabeza.
Nuestras respiraciones se mezclaban en una sinfonía cuando trabajó en los
botones de su camisa mientras lo miraba, retorciéndome debajo de él y sus
ojos devorándome. Me incliné, balanceándome sobre mis rodillas y
trabajando en su cinturón mientras él terminaba con su camisa. Sacando
el metal del lazo fácilmente, lo desenganché y abrí la cremallera justo
cuando él abrió el último botón. Se le cayeron los pantalones y pasó la
camisa blanca por sus hombros, pero no perdí el tiempo. Lo palmeé sobre
sus calzoncillos, evocando un crudo gemido que encendió el fósforo.
Su primer gruñido al tocarme estremeció la habitación y sumergí mis
dedos en la banda de su ropa interior, atrapando su boca con la mía
mientras mi mano lo rodeaba, piel sobre piel. Empujó contra mi mano y
jadeé en su boca. Era demasiado, la sensación de todo ello. Años de espera,
de deseo, de decisiones equivocadas y de arrepentimientos anhelantes.
Todos flotaron a la superficie y, sin embargo, se ahogaron en las
profundidades de una sola vez.
Rompiendo nuestro beso, tiré a Jamie hacia abajo con fuerza, rodando
hasta que me senté encima de él. Se inclinó hacia arriba, envolviendo sus
brazos alrededor de mí y frotando sus caderas contra las mías mientras me
chupaba el cuello. Froté mi clítoris a lo largo de su longitud antes de meterle
una mano en el pecho, forzándolo a meterse en las sábanas. Esta noche, se
trataba de Jamie, de que encontrara una liberación, un adormecimiento o
lo que necesitara. Así que me moví por su cuerpo, mi boca cayendo en línea
con mis manos mientras se dirigían a sus calzoncillos. Mi boca se detuvo
allí, mis manos trabajando para deslizarlos mientras él se levantaba y
maniobraba para ayudar.
Levanté la mirada, con los ojos fijos en los suyos mientras arrastraba
el plano de mi lengua desde la base hasta la punta y Jamie retorció sus
puños en las sábanas, cada músculo de su abdomen se tensó ante la
sensación de mi boca envolviéndolo. Cada momento en que llegué a tener a
Jamie en mi cama fue increíble, pero esa noche, saboreándolo así, tomando
el peso del día y reemplazándolo con euforia... Esa sensación era como una
droga, una droga poderosa y adictiva. Me balanceé lentamente al principio,
moviendo mi lengua y tomando más de él cada vez hasta que mis labios
tocaron su base y cada uno de sus gemidos cargó mi deseo. Contuve mi 219
aliento contra las arcadas cuando se inclinó hacia mí, balanceándome sobre
mis rodillas para a continuación, usar ambas manos. Se retorcieron a
tiempo con mi boca y Jamie siseó en un aliento a través de sus dientes antes
tirar de mis codos.
Él había terminado con los juegos previos.
Me arrastré de vuelta, lamiéndome los labios mientras Jamie me
miraba jadeante. Una parte de mí dolía en ese momento, sin saber lo que
traería la mañana siguiente, pero me sacudí antes de que pudiera aterrizar
completamente y echar raíces. En vez de pensar, apreté mi mano a su
alrededor, acariciándolo una vez más antes de rodar de la cama y sacar un
preservativo de mi bolso. Estaba apoyado en sus codos, con el pecho
esculpido y los bíceps tensos mientras esperaba. Podría haberle mirado
fijamente toda la noche, mi Jamie, mi Whiskey. Era tan hermosamente
defectuoso, como si sus cicatrices e imperfecciones hubieran sido diseñadas
por los dioses.
Puse las rodillas a ambos lados de sus muslos, mis ojos en los suyos
mientras abría el paquete con los dientes antes de ponerle el preservativo
lentamente.
Por un momento fue solo nuestra respiración, ruidosa e inestable,
impaciente y deseosa. Lo levanté, colocándolo en mi abertura y con toda la
contención que pude, me bajé sobre él, sintiéndolo dentro de mí otra vez
después de años de estar limpia. Me hundí hasta el fondo y las manos de
Jamie estaban donde mis muslos se encontraban con mis caderas, tirando
de mí más abajo. Gruñimos juntos, la adicción se encendió como nunca
antes y giré mi cuerpo lentamente y controlado.
Jamie me tiró hacia abajo, sus brazos me sostuvieron a ras de su
cuerpo mientras se flexionaba dentro de mí. Me empujó hacia él como si
tuviera miedo de que no fuera real, como si le preocupara que desapareciera.
Me necesitaba cerca esa noche y así nos quedamos, besos fuertes, calientes
y exigentes, cuerpos conectados en cada punto. Se movió conmigo todavía
sentada en su regazo, una mano tirando de mi hombro hacia abajo mientras
la otra se abría en la parte baja de mi espalda. Luego estaba encima,
enganchando mi pierna hasta que mi tobillo se apoyaba en su hombro y
empujaba aún más adentro. Me encantaba la forma en que se sentía, la
forma en que luchaba por respirar mientras se deslizaba dentro de mí, una
y otra vez, alcanzando nuevas profundidades, mientras se alineaba con
nuestros cuerpos en cada punto de contacto posible. Él no podía tener
suficiente de mí y yo nunca quise tener suficiente de él. Nunca quise perder
esa necesidad primaria, ese deseo posesivo que siempre existió entre
nosotros.
Cuando me puso boca abajo, a horcajadas en mis muslos y entrando
desde atrás, nuestros gemidos se hicieron más fuertes juntos. Se metió con 220
fuerza una, dos, tres veces y luego presionó su pecho contra mi espalda,
frenando sus empujones, cada uno de los cuales hizo que mi clítoris se
frotara contra las sábanas. Me rodeó la garganta con una mano y el
siguiente bombeo me dio el clímax. Me hundió como una marea alta, áspera
y sin disculpas, y no quise volver a respirar nunca más. No cuando Jamie
se vino conmigo, no cuando rodó a un lado todavía dentro de mí,
moldeándose para encajar perfectamente detrás de mí. Aguanté la
respiración y me ahogué felizmente en mi vicio.
Al menos hasta que llegó la mañana.
21
Programa de Doce Pasos
staba caliente.

E
Ese fue el primer pensamiento en mi mente cuando me
desperté a la mañana siguiente, quitándome las mantas a
patadas mientras me estiraba. Los dedos de los pies en punta,
los brazos en alto sobre mi cabeza, y entrecerrando los ojos un
poco a través de la luz del sol que ya entraba en la habitación.
Anoche olvidé cerrar la cortina y vi el centro de la ciudad por la ventana
mientras mis ojos se ajustaban.
Y entonces vi a Jamie.
221
Era una silueta contra la ciudad, sentado al borde de la cama con los
codos apoyados en las rodillas. Tenía la espalda encorvada, marcas rojas de
mis uñas visibles a la luz de la mañana, y su cabeza estaba abajo, caída
justo debajo de la curva de sus hombros. Estaba roto, y la vista de él era tan
dolorosamente hermosa.
Tirando de las sábanas a mi alrededor, me arrastré hasta él,
instalándome detrás de él. La espinilla de mi pierna doblada se alineaba en
la parte inferior de su espalda y mi otra pierna se extendía junto a la suya
hasta el suelo. Le rodeé el abdomen con los brazos, llevando la sábana
conmigo, y su estómago tembló un poco ante el ligero toque de las yemas de
mis dedos mientras apoyaba mi mejilla contra su columna vertebral.
—¿Cómo te sientes?
Jamie empujó un largo, lento y pesado aliento a través de su nariz,
levantando la cabeza para mirar por la ventana.
—Esa es una pregunta cargada.
Presioné mis labios contra su espalda, probando la piel caliente de
allí, y esperé.
—Siento muchas cosas —susurró finalmente después de un rato—.
Siento todo.
—Habla conmigo —supliqué, cerrando mis dedos sobre su abdomen.
Anoche lo dejé escapar, pero hoy necesitaba hablar, necesitaba digerir—.
Empieza por el principio de la lista y sigue bajando.
Jamie giró el cuello, una de sus manías de toda la vida, y una mano
corrió a lo largo de mi pierna colgando junto a la suya. Se agarró a la parte
superior de mi pantorrilla y la mantuvo, como si el agarrarse a mí le hubiera
hecho aterrizar en esta tierra, hasta este momento.
—Estoy tan enfadado —dijo primero, apretando mi pierna—. Y estoy
herido —su voz se quebró en eso, y lo abracé más fuerte—. La mujer con la
que debía casarme ayer se acostó con otro hombre sin pensarlo dos veces.
Moví mis labios de su espalda y aplané mi mejilla contra ella una vez
más, escuchando su corazón a través de la parte posterior de sus costillas
mientras continuaba:
—Estoy triste, porque todo esto no sirvió para nada, la planificación,
el estrés de todo esto. Mi familia está probablemente desconsolada y la suya
también —hizo una pausa—. Y me siento culpable, porque no estaba
equivocada, no del todo. Sobre mí. Sobre nosotros —dijo con un aliento
tembloroso—. Me siento culpable porque ella tenía razón. Y me siento
culpable porque en cierto modo, también me siento aliviado.
Jamie se movió entonces, levantando su brazo y haciéndome señas
para que me metiera debajo de él. Dejé caer mi pierna doblada en el suelo y
me deslicé hacia arriba, metiéndome en su pecho mientras me rodeaba con 222
su brazo y me acercaba. Ambos miramos fijamente la ciudad al principio, y
la mano de Jamie dibujó círculos en mi brazo perezosamente.
—Me siento aliviado porque la amé, pero no tanto como te amo a ti.
Tragué, y Jamie inclinó mi barbilla con sus nudillos, besándome con
los ojos cerrados. Cuando retrocedió, la más triste y suave sonrisa se
encontró en sus labios.
—Lo supe antes de que aparecieras, pero cuando lo hiciste, estaba
indefenso. Me sentí muy culpable la otra noche cuando me detuviste,
cuando señalaste que estaba siendo una mierda por besarte cuando estaba
a punto de casarme, pero hoy no me siento culpable. No por eso, al menos.
—Sonrió, frotando mi mandíbula con la almohadilla de su pulgar—. No me
arrepentí la primera vez que te besé, incluso cuando no eras mía, y no me
arrepiento de haberte besado la otra noche, incluso cuando no era tuyo.
Porque la verdad es que siempre has sido mía, y yo siempre seré tuyo, y así
es como es.
Me incliné hacia su toque, sonriéndole, con el pecho dolorido por todo
lo que había dicho. No habíamos sido inocentes, y tampoco lo había sido
Angel. ¿Dónde nos dejaba eso? No podía estar segura.
—¿Y ahora qué?
Jamie me miró entonces, en ese momento, de una manera que nunca
antes me había mirado. Negó con la cabeza, una pequeña sonrisa en la
comisura de sus labios mientras sus ojos color avellana me miraban con
atención. El verde en ellos se veía un poco más en la luz esa mañana, pero
la miel que siempre había amado seguía dominando, y no podía apartar la
vista.
—Quédate conmigo —susurró.
Con un suspiro, cerré los ojos y asentí a su mano. Cuando volví a
abrir los ojos, él sonreía mucho y mi corazón casi explotó. Lo sentí crecer
debajo de mis costillas, expandiéndose, exigiendo más espacio para ser
sentido.
—Odio estropear el momento, pero creo que tienes que ocuparte de
algunas cosas aquí antes de que hagamos cualquier otro movimiento —
señalé.
La sonrisa de Jamie cayó y asintió.
—Ya lo sé.
No lo envidiaba, tener que hablar con las familias, sacar los objetos
personales de las casas del otro, tratar con el lugar y los profesionales que
habían contratado. ¿Recuperarían algo del dinero? Lo dudaba. Pero me
preguntaba si a Jamie le importaba. Había dicho que, aunque se sentía
culpable, también se sentía aliviado, y tal vez su familia también lo vería.
—¿Esperaras por mí? —preguntó Jamie, volviéndose completamente
hacia mí. Sus dos manos se deslizaron para enmarcar mi rostro y sus ojos 223
buscaron la mía.
Me incliné, respondiendo con un beso que decía más de lo que podía.
La verdad fue que, en ese momento, justo allí, habría esperado para siempre.
Pero nunca pude ver lo que pasaría después.
Jamie me hizo el amor lenta y dulcemente una vez más antes de
llevarme al aeropuerto. Cuando revisamos mi bolso, me llevó a él,
besándome largo, tendido y necesitado sin importarle quién estaba a
nuestro alrededor. También me aferré a él, y por alguna razón que no pude
explicar, sentí un final en ese beso. Era un punto, un signo de puntuación,
y en ese momento pensé que era el final de ese capítulo. Pero más tarde, lo
marcaría como el final de todo... el final de mi adicción, mi última probada
de Whiskey, mi último baile con fuego.
Porque cuando me alejé, con los ojos brillantes y el corazón en alto, le
pedí a Jamie que me llamara cuando estuviera listo.
Y nunca lo hizo.

***

Volví a entrar en Pittsburgh como un gatito peludo y sonriente. Todo


se sentía bien cuando mis pies tocaron el suelo de mi ciudad, y sabía que
todo iba a funcionar finalmente. Simplemente lo sabía. Lo sentía en cada
centímetro de mi cuerpo, desde las orejas hasta los dedos de los pies, y la
vida nunca había sido más brillante que ese domingo. Mis labios aún
estaban hinchados por Jamie, mi corazón lleno de sus palabras, sus
promesas, y el pozo de ansiedad que sentí antes de volar el jueves había sido
reemplazado por una cálida bola de alivio.
Mientras Jamie estaba de vuelta en casa manejando lo que
necesitaba, hice lo mismo.
Terminé las cosas con River, a pesar de que no éramos nada oficial,
porque no era justo para él dejarle pensar que algo saldría de ello. En lo que
a mí respecta, era de Jamie ahora, diablos, siempre lo había sido. Me reía
mucho de ello, le hablaba por teléfono a Jenna e incluso le contaba a mi
madre, con la que casi nunca hablaba de mi vida amorosa. Ella sabía lo que
había pasado al alejarme de Jamie en la universidad, pero incluso eso lo
había soportado sola. Había un ánimo en mi paso, una luz en mis ojos, y
todos lo notaron.
Sin embargo, River no era lo único que tenía que manejar. Me lancé
al trabajo, atando cabos sueltos y terminando mis proyectos actuales para
poder hablar con Randall sobre cómo reducir un poco la velocidad. Le dije
que quería tener más tiempo para las cosas que me importaban un poco
más que el trabajo, y sonrió como un padre orgulloso, diciéndome que ya
era hora de que dejara de trabajar tan duro. Me dijo que era fantástica en 224
lo que hacía y que frenar un poco no cambiaría eso.
Pero por mucho que supiera que estaba preparada para hacer
llamadas de larga distancia con Jamie, también quería tener opciones, así
que investigué algunas editoriales en el sur de Florida, sin presentar
ninguna solicitud antes de hablar con Jamie, sino haciendo el trabajo para
tener la conversación, por lo menos. Me encantaba Pittsburgh, y me
encantaba Rye Publishing, pero amaba más a Jamie. Y finalmente estaba
en el punto donde estaba dispuesta a hacer cualquier compromiso que
necesitara para que funcionáramos. Así fue durante las primeras semanas,
me ocupé de mis cosas mientras Jamie se ocupaba de las suyas y esperaba
su llamada.
Esperé.
Y esperé, y esperé, y esperé.
Al principio fue una espera paciente. Todavía tenía cosas que atender
por mi cuenta, así que me concentré en esas cosas, y en mis pensamientos
y sentimientos por Jamie, empapándome de ellos, dándoles vida. Lo amaba,
él me amaba, queríamos estar juntos, y así lo haríamos. Fue el momento
más fácil y sencillo de nuestra relación, y me alegré de poder disfrutarlo.
Pero entonces la ansiedad se extendió, masiva y fea, justo en el medio
de mi pecho. Era más difícil respirar entonces, después de un mes de espera,
y rompí el silencio primero. Lo llamé, esperando hablar si no hacía planes,
pero no respondió. Y no volvió a llamar.
—Está bien —me aseguró Jenna una noche cuando estaba paseando,
los pies quemando un agujero en el suelo de mi apartamento—. Tiene
muchas cosas que hacer, B. En serio, su prometida lo engañó. Y todos sus
sentimientos por ti volvieron antes de que eso ocurriera. Le tendieron una
emboscada con una tormenta de mierda y está tratando de resolverlo todo.
Te dijo que esperaras, así que solo... espera.
La había escuchado, lanzándome al trabajo porque era mi turno.
Randall me regañó porque que no frené en absoluto, pero le aseguré que lo
haría pronto, muy pronto, y esperaba en mi corazón que fuera verdad.
Un día estaba caminando a casa desde la oficina, haciendo el balance
de tres manuscritos que planeaba devorar durante el fin de semana, cuando
mi teléfono sonó fuerte en mi bolso. Había hecho malabares con los
manuscritos y mi botella de agua medio vacía, buscando a tientas mi
teléfono, rezando para ver el nombre de Jamie. Pero cuando finalmente lo
saqué, un número desconocido fue lo único que iluminó la pantalla: otra
llamada de un vendedor telefónico, o un cobrador con el número equivocado,
o alguien que intentaba decirme a quién votar en las elecciones del año
siguiente. Suspiré, pulsando el botón de ignorar y dejándolo caer en mi bolso
antes de terminar el camino a casa.
Alrededor de los tres meses, mi ansiedad se convirtió en desesperación 225
y miedo. Apenas dormía, apenas comía, y mi trabajo sufría por ello. Estaba
nerviosa, el síndrome de abstinencia se acercaba sigilosamente, y traté de
llamarlo de nuevo. Tres veces. No respondió a ninguna de las llamadas, y en
la tercera, cedí y dejé un mensaje de voz.
—Hola —susurré antes de aclararme la garganta—. Soy yo. Escucha
—me callé entonces, mirando por mi ventana gigante hacia Market Square.
Estábamos en pleno verano, y la ciudad bullía de vida en todas partes menos
en mi apartamento—. Sé que tenías mucho que resolver. Sé que no es tan
simple como firmar unos papeles, sacar sus cosas de tu casa y llamarme.
Eso lo sé. Ni siquiera puedo imaginar por lo que estás pasando, por lo que
quiero que me llames de todas formas, sin importar si ya estás listo para
verme. Déjame ayudarte con esto, aunque sea como una amiga. —Mi voz
tembló un poco con mi siguiente súplica—: Necesitas un amigo, Jamie. Por
favor, déjame ser tu amiga.
Odiaba preguntar eso, porque no era lo que quería, quería más.
Necesitaba más. Habíamos intentado ser amigos antes, me había
preguntado esa misma frase una y otra vez. Pero tenerlo como amigo era
mejor que no tenerlo en absoluto, y me estaba empezando a preocupar.
—Solo llámame ¿de acuerdo?
Colgué entonces, dejando caer mi teléfono en el reposabrazos de mi
sofá antes de quitarme la ropa de camino al baño. Tomé un largo baño en
la oscuridad, solo la tenue luz de la ventana de mi dormitorio se colaba a
través de ella. Me pregunté qué estaba haciendo, qué estaba pensando. ¿Le
dolía? ¿Tenía miedo? Oh Dios, ¿estaba con ella otra vez?
Negué con la cabeza ante ese último pensamiento, convencida de que
no podía ser verdad, pero no había manera de saberlo con seguridad.
Las cosas cayeron rápidamente después de eso.
Mi miedo se transformó en ira y dolor, y esas dos emociones se
metieron entre mis costillas. Mamá trató de convencerme al principio, pero
una vez que pasaron seis meses sin una sola palabra de Jamie, Jenna
estaba firmemente de mi lado. Ella también estaba enfadada, y eso alimentó
mi fuego.
—Puedes simplemente... ¿ver cómo está? —le pregunté una noche.
—Eso suena como una terrible idea, B.
Mordí la almohadilla de mi pulgar, acurrucándome en mi sofá.
—Lo sé. Sé que sí, pero no puedo... Solo necesito saber qué está
pasando. Tal vez esté viajando ¿sabes? Tal vez por eso no me ha devuelto
las llamadas.
—Tienen teléfonos en otros lugares del mundo. Y correo electrónico.
Suspirando, planté mis pies en el suelo y pasé una mano por mis
rizos.
—Por favor, Jenna. 226
Ella debe haberlo oído, la desesperación en mi voz. Volvía a veces,
ahogando un poco la ira, y esa noche estaba ganando.
Así que Jenna lo comprobó, y resultó ser la peor cosa que podría
haberle pedido que hiciera.
—Lo vi —me dijo la noche siguiente.
—¿Y?
Estaba tranquila, y mi estómago se revolvió.
—Y... se ve bien. Salió a almorzar con unos compañeros de trabajo.
Lo vi en su teléfono unas cuantas veces... sin chicas ni nada, pero, se ve
bien. Se ve... bien.
El dolor que me desgarró el pecho con sus palabras fue extraño. Se
sentía como agua caliente, con una temperatura cada vez más intensa a
medida que se filtraba más y más profundamente. No podía alejarme de ella,
no podía enfriarla, y me dolía tanto como alimentaba la ira que había estado
justo debajo de la superficie.
Intenté llamarlo por última vez, una noche después de haberme
ahogado con media botella de Jack Daniels. Había estado acechando sus
redes sociales, sin encontrar nada nuevo. Había sido etiquetado en unos
cuantos posts al azar, memes y videos divertidos, pero no había publicado
ni una sola foto, ni un solo estatus, ni una sola palabra. No estaba segura
de si eso lo empeoraba o lo mejoraba.
No respondió cuando lo llamé, como sabía que lo haría, y pensé mucho
en dejarle el mensaje de voz más desagradable que pudiera reunir. Incluso
dejé que me conectara al buzón de voz, y respiré en el receptor como un
dragón, intentando domarme a mí misma, pero sin conseguirlo.
Pero terminé la llamada, mirando fijamente mi teléfono durante
cuatro segundos antes de lanzarlo por mi apartamento. Golpeó el borde del
mostrador de mi cocina y se quebró en el suelo, y lloré.
Había cambiado de opinión.
Whiskey me había hecho prometer que esperaría, y luego nunca
vendría, dándome largas sabiendo que mi adicción era demasiado fuerte
para que lo dejara ir. Había caído de lo más alto a lo más bajo, y ahora aquí
estaba, arrugada en una bola en el suelo. Me acurruqué sobre mí misma,
me balanceé ligeramente, y dejé que las lágrimas bajaran libremente por mi
rostro.
Había pasado por todas las etapas del dolor antes de esa noche,
tocando todo, desde la negación a la ira y la depresión. Ahora, estaba
rodeando esa base, dirigiéndome a casa a la aceptación. Y sabía lo que tenía
que pasar una vez que mis pies llegaran al plato.
Dejé que me rompieran durante casi otro mes antes de empezar mi
propio programa de doce pasos. El primer paso fue admitir que era
impotente ante el Whiskey, que mi vida se había vuelto inmanejable. Él 227
había tomado el control completamente, y tal vez había tenido ese control
sobre mí por más tiempo del que me había dado cuenta. Cada vez que
pensaba que estaba bien sin él, me demostraba que no lo estaba, y cada vez
que pensaba que estaría mejor con él, me demostraba que estaba
equivocada. Era una peligrosa montaña rusa y estaba acabada. Quería salir.
Quería tierra firme.
Así que redefiní todo sobre mí.
Ya había ingresado en rehabilitación una vez, pero fue un intento a
medias. Mi corazón no estaba en ello, no quería dejarlo ir. Esta vez, lo hice.
Esta vez, tenía un plan. Esta vez, me había dado una intervención.
Estaba lista para crecer, cansada de los juegos que Jamie y yo
jugábamos. Quería un amor real, una vida real, y tenía que pintar el camino
para llegar allí. Me mató dejarlo ir, y si soy honesta, sabía que nunca lo
dejaría ir del todo. Una parte de él siempre viviría en mí, pero quería que esa
parte de mí se sometiera, enterrada bajo una versión más brillante de mí
misma que pudiera seguir adelante y vivir su vida.
Miré hacia atrás a todo el daño que habíamos hecho, a nosotros
mismos, a los que nos rodeaban, y lloré el tiempo que había perdido
luchando por alguien que nunca sería mío. Había sido una tonta, y ahora
estaba parada entre los escombros de la vida que había desperdiciado,
ahogándome tanto en el dolor como en el impulso de construir una nueva.
Había esperado demasiado tiempo por Whiskey, y me negué a dejar
que mantuviera ese poder sobre mí por más tiempo.
¿Y sabes qué? En realidad, funcionó. Por primera vez en mi vida, y con
más dolor y tiempo del que esperaba o incluso pensaba que podría
sobrevivir, finalmente lo dejé ir. Lo borré de todas las redes sociales, borré
su número de mi teléfono, empaqué todas nuestras fotos y recuerdos y
empecé de nuevo. Estaba limpia. Había seguido adelante. Era feliz. Era libre.
Entonces, después de casi dos años sin llamar, Jamie apareció.

228
22
La debilidad de Wilson
a música de Taylor Swift recorría mi apartamento a todo

L
volumen mientras brincaba, con el cabello atado en un moño
desordenado y media botella de vino ya consumida. Cantaba la
letra a todo pulmón, entrando en la cocina con mis calcetines
largos, cinta de embalar en mano. La caja que acababa de llenar
de platos estaba rellena y lista, así que cerré las solapas y las
pegué con cinta adhesiva, mordiendo la tapa de mi rotulador entre los
dientes mientras garabateaba cocina sobre el cartón. Sonreí entonces,
lanzando una nota alta con el rotulador como micrófono antes de dejarlo
229
caer en el mostrador y abordar la siguiente caja vacía.
Hay raros y brillantes períodos de nuestras vidas en los que todo
parece demasiado bueno para ser verdad. Todas las piezas caen en su lugar,
sin esfuerzo y hermosamente, y podemos disfrutar de la obra maestra final
sin una sola preocupación. Son el tipo de momentos en los que nos damos
cuenta de que tenemos suerte de estar vivos, de ser quienes somos, de estar
respirando el aire que nos rodea. Son el tipo de días que nos recuerdan por
qué teníamos que sufrir los oscuros, por qué todo vale la pena al final.
Ese era el tipo de día que estaba teniendo.
Llovía a cántaros en el exterior, el otoño saludaba a la ciudad con un
día frío y gris, y sin embargo yo emitía sol. Estaba borracha, un poco
sudorosa y muy emocionada. Justo después de uno de los peores años de
mi vida, había tenido el mejor. Jenna se había mudado a Pittsburgh, había
sido ascendida en el trabajo y, quizás lo más impactante de todo... Había
encontrado al señor Correcto.
No, había encontrado al señor Perfecto.
Bradley Neil cubría todas mis expectativas. Era inteligente, ingenioso
y muy sexy. Había construido todo su éxito por su cuenta, persiguiendo su
sueño de ser su propio jefe y haciéndolo realidad con su espíritu
empresarial. Brad era el fundador y propietario de una compañía de diseño
gráfico con cada vez más éxito, una que había hecho realidad con un trabajo
duro y una creatividad como nunca había visto. Nos conocimos cuando Rye
Publishing contrató a su compañía para remasterizar completamente
nuestro logo y sitio web. Me llamó la atención en la primera reunión, me
atrajo durante las pocas semanas que trabajamos juntos, y me hizo caer
después de la primera cita a la que accedí.
Desde ese momento había sido como el cuento de hadas más dulce
del mundo.
Brad era un filántropo, y me encantaba devolverle lo que podía a la
comunidad con él. Nos ofrecíamos como voluntarios, y en esos tiempos
aprendíamos cada vez más sobre el otro. Me dijo que me amaba después de
tres meses juntos. Se lo dije después de cuatro. Después de siete meses,
conocí a su familia y él conoció a mamá y a Wayne. Y después de ocho meses
me pidió que me casara con él, y le dije que sí sin dudarlo. No pensé en
cómo nuestra relación había sido más corta que la que tenía con mi cepillo
de cabello, o en cómo probablemente fuera absurdo que decidiéramos tener
solo un compromiso de cinco meses, o que estaba prácticamente loca por
aceptar mudarme con él incluso antes de decir “sí quiero”. Y, por mucho que
me odies por ello, no pensé en Jamie, ni una sola vez desde que las palabras
“te amo” salieron de mis labios y se encontraron con los oídos de Brad.
No me malinterpretes. Jamie estaba allí, siempre estaba allí. Todavía 230
poseía ese monumental pedazo de mi corazón, de mi alma, de mi cuerpo. Lo
sentía como un colibrí en el centro de mi pecho, con las alas revoloteando y
la sangre zumbando. Siempre estaba ahí, pero ahora, en vez de
concentrarme en ese zumbido, lo había opacado con otros sonidos más
fuertes y exigentes.
Porque, como ven, me había llevado meses de agonía, retraimiento,
ira, dolor, depresión y de perder más de mí misma de lo que quería admitir
finalmente emerger al otro lado de mi vida con Jamie Shaw. Cada minuto
me dolió hasta que un día fue una especie de dolor sordo y luego, con el
paso del tiempo, se debilitó hasta ser solo una presión, esa presión en mi
pecho. Había completado mi programa de doce pasos. Estaba sobria. Quería
mantenerme sobria.
Así que no. Por mucho que me odies por ello, no estaba pensando en
Jamie. Ni siquiera un poco.
De hecho, estaba tan segura de mi capacidad de no pensar en Jamie
que decidí beber por primera vez en más de un año. Parte de mi programa
de doce pasos era también dejar de beber, literalmente. Cada vez que bebía
pensaba en Jamie. Quería llamarlo o pensar en su memoria. Así que dejé el
alcohol por completo, tanto en la versión literal como en la figurativa.
Pero esta noche estaba celebrando, así que me tomé una botella de
vino y, aunque mi antiguo yo podría haber bebido una botella antes de
sentirse mareada, mi nuevo yo se emborrachó después de la mitad. Pero
estaba felizmente borracha: bailando, cantando, empacando. Lo sentí, un
nuevo capítulo comenzando, un nuevo día amaneciendo.
No pensaba en Jamie.
No hasta el momento exacto en que apareció.
Fue un suave golpe al principio, apenas lo escuché por la lluvia y la
música, y estaba justo en medio de envolver una copa de vino en papel de
periódico.
—¡Un segundo! —grité. Acababa de meter la copa en una caja cuando
un segundo golpe más fuerte llegó. Resoplé, preguntándome por qué no
entraba de todas formas. Solo tenía dos visitantes, Brad y Jenna, y ambos
tenían llaves. Pulsando el botón de pausa en mi sesión de Taylor Swift, grité
más fuerte—: ¡Ya voy, ya voy!
Todavía tarareaba con la melodía de I Wish You Would, con las caderas
balanceándose con mi pijama corto de dormir azul claro mientras reajustaba
el moño en mi cabeza y abría la puerta sin siquiera revisar la mirilla. El aire
me golpeó con un silbido, con una sonrisa brillante y desprevenida, y
entonces lo vi.
Whiskey y Agua. Un recuerdo fantasmagórico, una herida fresca.
¿Sabías que añadir agua al whiskey puede mejorar el sabor? Es cierto.
Resulta que una pequeña dilución puede ser buena, pero en este caso era 231
mi peor enemigo. Porque había Whiskey y había Agua, pero no había
dilución: no, sus sabores solo se habían hecho más fuertes, solo habían
envejecido mejor, y sabía con la cabeza llena de vino que estaba en un grave
problema.
Jamie estaba completamente empapado, con el largo cabello goteando
sobre sus ojos y rodando por el puente de su nariz, el ángulo de su
mandíbula, aterrizando en el plano de su pecho agitado. Sus ojos golpearon
los míos como una ráfaga de fuego, escondidos bajo cejas fruncidas, y el
músculo sobre su mandíbula se movió las dos veces que apretó la
mandíbula. Sentí la rabia rodando sin piedad por su piel caliente y hacia mi
apartamento. Su mano derecha se levantó y cerró los dedos sobre una hoja
blanca de cartulina con los nombres de Brad y mío escritos en letra cursiva
dorada.
Mis ojos se fijaron en la invitación de la boda y tragué, encontrándolo
a él lentamente con la mirada de nuevo.
—Jamie —dije jadeante.
—No.
Una palabra nunca me había creado una emoción tan gutural. Me
estremecí, tensa y esperando mientras Jamie cerraba su puño alrededor de
la invitación.
—Joder, no.
Entonces empujó para cruzar la puerta, pasando a mi lado
rápidamente, dejando mi brazo resbaladizo con el agua que todavía caía de
él. Me quedé en la puerta un momento más, cerrando los ojos y forzándome
a tomar tres respiraciones completas. Puedes hacer esto. Estás limpia.
Tienes el control. Enderecé mis hombros y me di vuelta, cerrando la puerta
detrás de mí.
—Por supuesto, entra.
Su espalda estaba hacia mí, bordes definidos con la pegajosa y
húmeda camiseta que llevaba. Estaba temblando, y no estaba segura de sí
era por la fría lluvia o por su ira.
Cuanto más tiempo lo miraba más sentía. Dolor. Ira. Miedo.
Esa última era una nueva emoción, pero era la más fuerte. La verdad
era que, incluso entonces, sabía lo que se avecinaba. Podía sentirlo. Estaba
limpia, pero aún no me habían hecho la prueba... y Jamie había elegido la
peor noche posible para hacerme el examen final. Estaba borracha, muy
emocionada, no estaba lista. Y tenía un miedo mortal del error que sabía
que cometería si me presionaba lo suficiente.
Jamie miró hacia mi enorme ventana, hacia la lluvia mientras
empapaba la ciudad. Levantó su mano una vez más, con la invitación
arrugada completamente ahora en sus garras.
—¿Qué demonios es esto? 232
Era una pregunta, pero no se hizo como tal, se planteó como una
acusación, una que sentí hasta la médula.
—Intenté llamarte... —Mi voz era tranquila, débil, y odiaba eso porque
no era mentira. Lo había llamado, incluso después de jurar que nunca más
lo haría. Cuando Brad me propuso matrimonio supe que tenía que ser yo
quien se lo dijera a Jamie, aunque hubiera cambiado de opinión sobre
nosotros. Incluso si nunca había llamado como dijo que lo haría. Así que
intenté ponerme en contacto con él una vez más, pero, de nuevo, fracasé.
Mamá envió las invitaciones la semana pasada.
Aparentemente su buzón funcionaba bien.
—Ah, ¿sí? —preguntó entonces, girando para mirarme a la cara—. ¿Y
qué es exactamente lo que ibas a decirme? ¿Qué te vas a casar? Por favor,
dime que estás bromeando, porque sé que no es por lo que me ibas a llamar.
Sé que esta invitación no puede ser real. Todo esto es una gran broma
¿verdad?
El miedo y la tristeza se agotaron y mis defensas se elevaron. ¿Quién
demonios se creía que era? Después de dos años de silencio aparecía
exigiendo respuestas que no estaba segura de que tuviera derecho a saber.
Crucé mis brazos, descansando pesadamente sobre una cadera.
—¿Perdona? —hice una mueca—. No, Jamie, mi maldita boda no es
una broma.
—¿Así que te vas a casar?
—¡Sí!
La otra mano de Jamie voló hacia la invitación, listo para hacerla
pedazos, pero se detuvo, apretando los dientes antes de tirar el papel al
suelo y pasarse las manos por su cabello empapado. Sacudió la cabeza, y
luego una mano se extendió hacia mí.
—¿Cómo? ¿Cómo, B? Después de todo lo que... después de que...
—¡Nunca llamaste! —grité, levantando las manos con cansancio. Mi
apartamento parecía demasiado tranquilo de repente, con solo la lluvia
torrencial y nuestras duras palabras rompieron el silencio—. ¿Qué se
suponía que debía hacer, Jamie?
—¡Esperar! —gritó la palabra con un aliento de desesperación, con el
rostro retorcido por la emoción que lo había forzado a salir—. Se suponía
que tenías que esperar.
—¿Durante dos años?
—¡Sí! —Jamie se acercó entonces y me alejé por reflejo. Esa reacción
pareció aturdirlo, y se detuvo—. Durante el tiempo que necesitara.
—Eso no es justo —gimoteé—. Traté de llamarte, traté de llamar a
todos los de tu alrededor. Nunca llamaste, nunca escribiste... me dejaste
completamente en la oscuridad.
—Oh, es una mierda cuando estás al otro lado de eso, ¿no? 233
Sus palabras me golpearon, echando la cabeza hacia atrás como con
una bofetada. Era la primera vez que lo pensaba de esa manera. Jamie me
había esperado durante tres años, después de que dejara a Alder, y nunca
lo había llamado. Nunca le di ninguna razón para esperar. Y aun así lo hizo.
Pero yo no.
—Eso fue diferente, yo... no te prometí nada.
—No, en ese momento no lo hiciste —me corrigió, justo cuando un
rayo iluminó el cielo oscuro detrás de él—. Pero hace menos de dos años lo
hiciste. Me prometiste que esperarías.
—¡Lo amo!
Mi voz se quebró con la admisión, con la imagen de Brad asaltándome
de la nada y recordándome por qué no podía tener esta conversación con
Jamie. Me había prometido a otro hombre, uno al que amaba con locura,
uno que me trataba bien. Uno que estaba disponible, que siempre lo había
estado cuando se trataba de mí.
—Ah, ¿sí? —meditó, asintiendo. Asintió una y otra vez, con pequeños
movimientos, sus dientes mordisqueando el interior de su labio inferior y
las fosas nasales abriéndose. Jamie miró a su alrededor y fue como si se
hubiera dado cuenta de que estaba en mi apartamento, por primera vez.
Había cajas medio llenas de basura por todas partes. Todo estaba allí,
prueba de que había seguido sin él, y vi cada segundo mientras lo
procesaba. Se volvió hacia mí lentamente después de un momento, y sus
ojos color avellana me interrogaron antes que su boca—. ¿Y a mí me amas?
—No —respondí automáticamente. Me había entrenado para eso, todo
parte del programa de doce pasos. Lo repetí una y otra vez. No lo amaba,
solo estaba encaprichada. Solo quería lo que nunca había tenido. Amaba el
subidón, la quemadura... eso era todo. Eso es lo que me decía.
—¿No? —preguntó. Jamie cruzó la habitación entonces, y le di la
vuelta al sofá, intercambiando lugares con él. Me sentía como un animal
acorralado, excepto que no tenía miedo, ni siquiera un poco. La verdad es
que estaba emocionada. Era un demonio, justo al borde de un subidón que
había perdido, un subidón que ansiaba, y cada nervio de mi cuerpo
zumbaba a la vida ante la posibilidad—. No me amas.
Esa vez lo dijo como una declaración incrédula, no como una
pregunta.
—No.
Mi espalda golpeó la ventana frente a la que él había estado de pie y
no tenía adónde ir. Mis manos presionaron el vidrio frío detrás de mis
muslos y Jamie se movió lentamente, acercándose.
—¿No me amas? —preguntó otra vez cuando su aliento estuvo lo
suficientemente cerca como para que lo sintiera en mis labios. La lluvia tiñó
el vidrio detrás de mí, mi corazón palpitó en mi pecho, y Jamie se movió 234
lento y tranquilo, confiado y posesivo. Estaba allí para tomar lo que siempre
fue suyo—. ¿No me quieres, ahora mismo, aquí mismo?
Susurró las últimas palabras, con su mano aún húmeda subiendo por
mi brazo para agarrar mi cuello, su pulgar sosteniendo mi mandíbula.
Tomé un respiro tembloroso con los ojos cerrados, y dije que no otra
vez. Al menos pensé que lo había hecho, pero no podía estar segura. Cada
sonido se transformaba, cada sentido se centraba en el punto de contacto
donde la piel de Jamie tocaba la mía. Mi único objetivo en ese momento era
respirar, y era muy difícil de lograr.
—Dilo —dijo con la voz rota, acercándose incluso más. La tela húmeda
de su camisa rozó mi camiseta, cubriendo la parte inferior de mi diafragma
justo por encima del dobladillo de mi pantalón—. Di que no me quieres. Di
que no me quieres y me iré.
Entonces abrí los ojos, y la vulnerabilidad de Jamie me abrió en canal.
Estaba siendo honesto. Si le decía en ese mismo momento que no lo quería,
se iría. Sabía que lo haría. Lo habría matado, pero se habría ido. Todo lo que
tenía que hacer era decir esas cuatro palabras y todo esto podría terminar.
No te quiero.
Lo dije en mi mente primero, probando su veracidad, pero cuando
Jamie se metió más en mi espacio supe que no tenía tiempo para pensarlo.
Así que las palabras salieron volando de mis labios.
—No te quiero.
Jamie se detuvo, con su camisa mojada todavía rozándome mientras
respiraba para asumir la realidad de lo que había dicho. Sus ojos se
movieron entre los míos, con las cejas fruncidas y el corazón incrédulo. No
se esperaba eso. Demonios, no me esperaba eso. Le llevó un momento
procesarlo. Luego, lentamente, retrocedió.
Los escalofríos me cubrieron la piel donde su cuerpo había estado,
con el aire frío de mi apartamento picando como un cubo de hielo. Jamie
abrió la boca para hablar, pero se detuvo, cerrándola de nuevo con una
flexión de la mandíbula. Y luego, tal y como lo había prometido, se dio vuelta
y se alejó.
Lo que sucedió en los siguientes momentos fue algo inexplicable, algo
tangible y envuelto en química, porque tan pronto como dio el primer paso
para alejarse de mí, mi corazón se aceleró. Literalmente golpeó con una
fuerza que me impulsó hacia adelante, lejos del vidrio, y abrí la boca para
tomar un aliento desordenado. Dio otro paso y una luz blanca invadió mi
visión. Otro paso y mi pecho se apretó, con las costillas amenazando con
estrangular mis pulmones.
Mi mente se aceleró mientras veía a Jamie cumplir su promesa. El
pánico se apoderó de mí como una marea despiadada, mil qué pasa si me
asaltaron como olas brutales. Traté de encontrarle sentido a todo, pero el 235
vino nubló el agarre de la realidad que todavía tenía y, cuando su mano cayó
en el pomo de la puerta, di una fuerte sacudida, emergiendo de la ola.
—¡Espera!
La mano de Jamie agarró el pomo y su cuello se inclinó, cabeza abajo,
como si no estuviera seguro de si la palabra que había escuchado estaba en
su cabeza o era real. Se giró lentamente, y fue la última cosa con la que se
tomó su tiempo porque, tan pronto como vio la mirada torturada en mi
rostro, lo supo. Sabía que lo quería. Siempre lo había hecho.
Siempre lo querría.
Cruzó la habitación con cinco pasos largos. Uno, tomé un respiro.
Dos, casi lloré. Tres, casi le dije que parara. Cuatro, me di cuenta de que
nunca podría. Y cinco, un rayo se estrelló detrás de mí mientras los labios
de Jamie reclamaban los míos.
Mi espalda golpeó el vidrio y mi conciencia se fue de viaje, dejándome
atrás con un movimiento de cabeza. Pero el pulgar de Jamie me rozó el labio
inferior, y mi lengua captó la salinidad de su piel.
Eso fue todo lo que necesité.
Una probada y cada voz razonable fue asesinada a mitad de oración.
Ambos exhalamos en el momento en que nuestras bocas se
encontraron, duras y suplicantes, dos años de dolor y sufrimiento y una
distancia aún sin resolver que avivaba el fuego que permaneció latente
durante tanto tiempo. Las llamas se encendieron y jadeé con el oxígeno
renovado, el cuerpo mojado de Jamie empujó contra el mío,
inmovilizándome contra la ventana.
Sus manos haciendo polvo mis brazos, apretando fuertemente mis
muñecas y empujándolas sobre mi cabeza mientras sus caderas se
inclinaban hacia adelante. Me besó como nunca me había besado, como si
me hubiese besado todos los días de su vida y como si nunca tuviera la
oportunidad de besarme de nuevo. Whiskey añejo y Agua mezclados, con
sabores que explotaban en mi lengua con cada sorbo. Fue el cielo. Fue el
infierno. Fue incorrecto y correcto y deseé nunca haber comenzado, pero no
quería parar, nunca. Amar a Jamie era la paradoja más enferma y dulce.
—No te vas a casar con él —gruñó Jamie contra mis labios y aunque
esa frase debería haberme dolido por la culpa, solo alimentó mi deseo.
Mantuve mis muñecas en alto mientras Jamie soltaba su agarre, alcanzando
el borde de mi camiseta sin mangas, rasgándola una y otra vez. Después me
deshice del sencillo sostén deportivo y luego sus manos encontraron mis
muñecas una vez más, apretando su agarre. La tela fría y húmeda de su
camisa rozó mis pezones y gemí, arqueándome sobre el vidrio y acercándome
a él.
Luego dejó caer la boca sobre mi pezón, chupando la piel ya apretada,
mis caderas se sacudieron por la succión, mis muñecas aún inmovilizadas. 236
Los labios de Jamie atraparon los míos otra vez, sus dientes mordisqueaban
las manchas de vino mientras movía mis manos, forzando mis palmas
contra el vidrio que estaba sobre mi cabeza.
—Espera —murmuró contra mi boca y luego cayó de rodillas.
Expulsé el aliento de mi garganta en ráfagas, mi pecho se agitó
mientras lo vi enganchar sus dedos debajo de la banda de mis pantalones
cortos. Los deslizó hasta los tobillos, las puntas de los dedos abrasando mi
piel cada centímetro del camino y luego sumergió un dedo debajo del encaje
de mis bragas. Gemimos juntos mientras lo deslizaba fácilmente y cuando
los ojos de Jamie atraparon los míos, fue una mirada demasiado intensa.
Dejé caer la cabeza hacia atrás contra la ventana, con los dedos
desesperados por un agarre que el vidrio no podía proporcionar.
Luego, Jamie bajó mis bragas, con las manos envolviendo la parte
posterior de mis muslos mientras plantaba un suave beso en mi centro.
Estaba completamente expuesta para él, excepto por los calcetines largos
que todavía estaban en mis pies.
—Mierda —susurré, con el pecho dolorido por la necesidad. Enganchó
su mano detrás de una rodilla y se la llevó al hombro, permitiéndole un
mejor acceso y su lengua se deslizó a lo largo de mi abertura antes de rodear
mi clítoris. Chupó con fuerza, deslizando dos dedos en mi interior al mismo
tiempo y la pierna que me sostenía tembló—. Oh, Dios.
—Mmm —tarareó Jamie contra mí, sus dedos profundos y trabajando
al ritmo con su boca. Mi parte delantera todavía estaba húmeda por su
camisa, mi espalda resbaladiza y sudada contra el vidrio y mi pierna
temblaba mientras me balanceaba. Era tan hábil, tan experto con su lengua,
con mi cuerpo. Me conocía bien, demasiado bien, y tal vez esa siempre fue
mi ruina. Nadie me conocía como Jamie. Nadie lo haría nunca.
Estaba a punto de venirme cuando Jamie dejó caer mi pierna,
arrastrándose lentamente por mi cuerpo, arrastrando los labios contra cada
centímetro de mi piel mientras lo hacía. Mis manos aún estaban sobre el
vidrio y cuando Jamie miró, sonrió, sus ojos encontraron los míos con un
nuevo calor.
—Tan buena chica.
Retrocedió, ya no me tocaba y lentamente, se quitó la camiseta mojada
y la dejó caer al suelo en un montón húmedo. Tenía los parpados caídos, la
mandíbula sobresalía y el labio entre los dientes mientras se desabrochaba
el cinturón. Jamie prácticamente me estaba follando con los ojos mientras
se desnudaba con las manos y yo me retorcía, dolorida y lista. Sacó un
preservativo de su billetera antes de quitarse los jeans y tragué, mientras
mi cuerpo le recordaba a mi cerebro cómo se sentiría tenerlo otra vez dentro
de mí. Cuando finalmente dejó caer sus calzoncillos, su erección saltó hacia
adelante y mi boca se hizo agua. Estaba muy duro, todo para mí y ese hecho 237
borró cualquier autocontrol que pensé que me quedaba.
Empujé hacia adelante, mis manos dejaron su agarre en el vidrio y lo
alcanzaron. Pero Jamie atrapó mis muñecas, empujándome contra el vidrio
y girándome hasta que mis pechos y mejillas se presionaron contra el vidrio.
Una mano sostenía mis muñecas en su lugar y la otra arrastraba el empaque
del preservativo por mi brazo, mis costillas, la parte baja de mi espalda antes
de que enganchara mis caderas y me empujara contra él. Su polla cubrió mi
trasero y gemí, sabiendo que solo unos centímetros de movimiento podrían
llevarlo a donde lo quería.
—¿Te quejas así por él? —preguntó Jamie, la punta de su nariz
recorría la parte posterior de mi cuello—. ¿Te toca como yo? —Me chupó la
piel entre sus dientes y su mano serpenteó para encontrar mi clítoris.
Debería haber estado enojada, debería haberlo alejado y notar lo que estaba
haciendo. Pero estaba cegada por la lujuria, borracha por primera vez en
años y sus palabras solo me empujaron más al estado mental de un adicto.
Jamie retrocedió, perdiendo todo contacto y lo escuché rasgar el
envoltorio del preservativo. Respiré con dificultad exactamente cinco veces
antes de que sus manos atrajeran mis caderas hacia él, arqueando la
espalda y se colocara en mí entrada. Giré la cabeza, los labios en el vidrio,
el aliento empañándose contra la noche lluviosa, y luego, me llenó,
lentamente, centímetro a centímetro, ardiendo, estirándose y asesinando mi
intento de rehabilitación una vez más.
—Maldita sea —respiró, saliendo antes de deslizarse de nuevo, esta
vez un poco más fuerte, un poco más profundo. Repitió el movimiento, cada
vez me empujaba hacia el vidrio y miraba fijamente la ciudad bañada por la
lluvia, preguntándome si nos protegería de los otros rascacielos o si nos
pondría en un lugar más obvio. No me importaba. Dejar que todos nos
miraran, que todos vieran mi momento más débil y eufórico.
Las manos de Jamie se deslizaron en mi cabello y tiró, soltando el lazo
de mi cabello, mi garganta estaba expuesta a la ciudad mientras se
estrellaba conmigo desde atrás. Chupó el lóbulo de mi oreja entre sus
dientes y un escalofrío recorrió mi piel. Cada toque era demasiado, cada
beso demasiado caliente. Estaba consumiéndome, hundiéndome, perdí
completamente mi lucha.
Estaba cerca, podía sentir la tensión en sus músculos, su dificultad
para respirar, pero de repente me levantó, rompiendo nuestro contacto y me
llevó al sofá. Siempre me encantó lo fácil que me llevaba, como si no pasara
nada, como si su fuerza fuera imparable. Me tocó con gentileza, pero con
una firme demanda. Me sentía segura con Jamie. Siempre.
Tiró cajas del sofá, se sentó en el cojín del medio y empujó mis muslos
hacia adelante hasta que me senté a horcajadas sobre él. Mis rodillas
golpearon el cojín y me incliné hacia adelante, apoyándome a cada lado y 238
bajé lentamente. Gemimos al mismo tiempo y la cabeza de Jamie cayó hacia
atrás.
Lo que lo dejó mirándome.
Por un momento, nos movimos lentamente, sus ojos clavados en los
míos, sus manos envolvieron mi cintura. Respiramos juntos, cuerpos
resbaladizos con agua y sudor y lo sentí. Sentí cada pizca de dolor, de
abandono; todas las emociones que había guardado en un armario por los
últimos dos años salieron y me inundaron. Las cejas de Jamie se levantaron
cuando una lágrima cayó por mi mejilla y la atrapó con su pulgar,
limpiándola contra mi labio inferior antes de jalar mi boca contra la suya.
Me besó con una promesa que no estaba segura de estar lista para escuchar,
porque en ese momento no estaba pensando. Solo quería sentir. Quería
quemarme.
Ya sabes, dicen que Bill Wilson pidió whiskey como su último deseo.
El hombre estaba muriendo, en la recta final y quería el vicio con el que
había estado luchando toda su vida. Incluso el cofundador de Alcohólicos
Anónimos quiso whiskey en su lecho de muerte.
Y entonces me acosté en el mío, rodeé la botella con la mano, presioné
los labios en el borde y no me arrepentí ni un minuto de la noche en que
sellé mi destino.
Ni un poco.
***

Me arrepentía de todo.
—Oh, Dios.
Esas fueron las primeras dos palabras que salieron de mi boca cuando
me desperté a la mañana siguiente, acostada en la cama con Jamie, con su
brazo sobre mi estómago. Mis ojos se adaptaron a la luz que entraba por la
ventana, el cielo era de un gris brillante, y conté las cajas a medio llenar.
Cajas que estaría mudando. Mudando a la casa de mi prometido.
Mi prometido.
—Oh, Dios.
Aparté el brazo de Jamie y me puse de pie con la sábana todavía
envuelta a mi alrededor. Se enredó en mis tobillos y me caí, gritando.
Entonces Jamie saltó, con el cabello revuelto, los ojos aún medio cerrados.
—Qué... ¿Estás bien?
Volviendo a levantarme, envolví la sábana con más fuerza, levanté la
tela alrededor de mi tobillo y me dirigí hacia mi armario.
—No —dije con firmeza, cerrando la puerta del armario detrás de mí
y soltando la sábana. Me puse el primer par de jeans y camisa que encontré,
todavía saltando dentro de ellos mientras hablaba a través de las rendijas 239
de la puerta—. No, Jamie, no estoy malditamente bien.
—¿Qué está pasando?
Su voz era grave, llena de sueño y me hacía querer acurrucarme con
él. Me pateé internamente, resoplando cuando abrí la puerta, ahora
completamente vestida.
—Oh, no lo sé. Hay un hombre desnudo en mi cama y no es con el
que estoy comprometida.
Jamie se pasó una mano por la cara y me miró mientras paseaba.
—No te vas a casar.
—¿Qué? Por supuesto que lo haré —me burlé.
Los ojos de Jamie se abrieron entonces, como si mis palabras fueran
un trago de café hirviendo.
—No puedes hablar en serio.
—Escucha, anoche fue un... —me detuve, agitando mis manos,
todavía caminando.
—¿Un qué? —preguntó Jamie, poniéndose de pie. Seguía desnudo,
con los abdominales duros y ondulando hasta una V que apuntaba
directamente a la tierra prometida. Traté de no mirar, fallé e hice una mueca
cuando ni siquiera intentó cubrirse—. ¿Un error?
Levanté mis cejas y crucé mis brazos, encontrándome con los ojos de
Jamie y arrepintiéndome de inmediato. Demasiados pensamientos fluían a
través de mí, cada uno combatiendo al anterior.
—No lo digas, B. No digas que fue un error.
Me aclaré la garganta, con los ojos en la ventana detrás de él.
—Estoy comprometida —gruñí y Jamie dejó escapar un fuerte
gruñido, maldiciendo y pasando ambas manos por su cabello antes de
irrumpir en la sala de estar. Lo seguí, la culpa me tragó. Todo lo que pude
ver fue la cara de Brad, su sonrisa, sus ojos confiados. Lo lastimaría mucho
que descubriera lo que sucedió. El hombre que me salvó de mí misma y le
pagué volviéndome a acostar con el hombre que me rompió la primera vez.
Tan malditamente estúpida.
—¡No puedo creer que me hayas hecho esto! —grité mientras Jamie
jalaba sus calzoncillos. Luego levantó sus jeans del piso, empujando con
enojo una pierna antes que la otra—. Estaba feliz, estaba bien, te dejé ir. Y
luego apareces aquí, después de dos años sin una sola palabra, y tú...
—No eres feliz. Estás adormecida. Hay una diferencia.
Mi boca se abrió de golpe.
—¡No me digas como estoy, Jamie Shaw! Si estás tan desesperado por
decirme algo, ¿qué tal si me dices por qué nunca llamaste? ¿Eh?
—¿Realmente importa? —Retrocedió, poniéndose la camisa por la
cabeza. Estaba arrugada por la lluvia, pero aun así se veía apetecible—.
Dijiste que esperarías y dije que vendría. ¿Por qué te rendiste? ¿Por qué 240
estás tratando de alejarme ahora?
—¡Porque esto no está bien! Esto... —dije, señalando mi sala vacía
entre nosotros—. No está bien. Somos tóxicos, Jamie. Todo lo que hacemos
es lastimarnos, lastimar a los que nos aman, lastimarnos a nosotros
mismos—. Estaba temblando, y Jamie se dio cuenta. Exhaló, moviéndose
hacia mí como si quisiera consolarme, pero levanté una mano para
detenerlo—. No lo hagas.
Jamie hizo una pausa y por un momento los dos estuvimos en
silencio, la seriedad del momento se asentó a nuestro alrededor como polvo
después de una demolición.
—¿Quieres saber por qué nunca llamé? —preguntó en voz baja—.
¿Crees que eso te hará sentir mejor? Porque no lo hará.
No respondí y Jamie suspiró.
—B, firmé el certificado de matrimonio la mañana de la boda. Ese
siempre fue el plan, firmar el certificado antes de que comenzara el día para
no tener que preocuparnos por eso y luego podríamos guardarlo en un lugar
seguro y llevarlo a la corte el lunes.
Se me cayó el estómago al oír hablar de Angel.
—Bueno…
—Lo firmé. Antes de descubrir lo que hizo —resopló, sus ojos se
conectaron con los míos—. Después que me fui, también lo firmó. Y ese
lunes, cuando estaba tratando de idear mi plan de ataque para manejar la
mierda con ella y llegar a ti lo más rápido que pudiera, apareció en mi casa,
alegando que estábamos casados oficialmente. Fue al juzgado sin mí, B.
Estábamos legalmente casados.
Mi corazón se detuvo, durante tres largos segundos, y comenzó de
nuevo con una patada.
—Oh, Dios mío.
—Sí —dijo Jamie, acercándose—. Al principio, me rogó que la
perdonara, que lo intentáramos, pero obviamente, me negué. Luego,
involucró a su abogado, y dijeron que irían por mí por todo, porque la había
estado engañando contigo. —Se rio, sacudiendo la cabeza—. Tenían
imágenes de nosotros en el hotel en lo que se suponía que sería mi noche
de bodas con Angel.
Mi cabeza daba vueltas y alcancé el respaldo del sofá, sosteniéndolo
para estabilizar mis piernas temblorosas.
—Si solo fuera mi Jeep o simplemente mi casa lo que quería, no me
habría importado, B. Pero mi padre me hizo socio oficialmente. Fue mi regalo
de bodas. Y también quería tomar eso. Quería la mitad de todo, si no más.
Ella... —se calló, y vi en sus ojos que era doloroso incluso hablar de todo
esto conmigo—. Tengo un abogado. Tuve que bloquear tu número, mi familia
también. Hasta que todo se resolviera, cualquier llamada telefónica, correo 241
electrónico o mensaje en Facebook podría haberme incriminado. No
importaba que admitiera haberme engañado la noche antes de nuestra
boda, porque a los ojos de la corte, de todos modos, aun estábamos casados.
Era el mayor maldito desastre y odiaba trabajar con abogados falsos y una
ex aún más falsa. Odiaba esperar. Pero lo único que me mantuvo activo fue
saber que también estabas esperando. Por mí.
Traté de tragar saliva, pero me quedé seca. Me tuve que sentar. Caí
en el brazo del sofá, con la mano sobre mi boca.
—El día que Angel finalmente se rindió —continuó, ahora con su voz
más baja, áspera y triste—. ¿El día que recibí la finalización de nuestro
divorcio? Ese fue el mismo día que recibí tu invitación de boda. —Se ahogó
con una risa—. Hablando de una asquerosa ironía.
Negué, demasiadas veces, mis sienes golpeaban mientras mis
pensamientos corrían para ponerse al día.
—Deberías haberme llamado. De algún modo.
—¡Lo hice! Te llamé de lo que estoy bastante seguro es el único teléfono
público que aún existe, varias veces y nunca respondiste —respondió Jamie,
con el pecho agitado.
Todos los números desconocidos...
Mis sienes palpitaron de nuevo y las masajeé con mis dedos índices,
aun temblando.
—Pensaste que esperaría y pensé que habías cambiado de opinión.
Jamie se me acercó, lentamente, como si estuviera esperando que lo
detuviera. Luego, se inclinó sobre la rodilla para encontrarse conmigo a la
altura de los ojos.
—Nunca podría cambiar de opinión sobre ti.
Me alejé de su cercanía. Fue demasiado. Quemaba y no de la manera
que amaba.
—No. No, deberías haber encontrado una manera. Te rendiste muy
fácilmente. Deberías haber respondido a mi llamada o hacer que tu abogado
me llamara o decírselo a Jenna o hacerme señas con el maldito humo. Esto
es demasiado. Me abandonaste.
Las palabras salieron de mi boca, pero ninguna tenía sentido. Sentí
que todo se estrellaba a la vez, el universo se reía de fondo. Había ganado
de nuevo. El tiempo se reía con él.
—¡Deja de hacer esto! Deja de autodestruirte, deja de hacer esto más
difícil de lo que tiene que ser —dijo Jamie, exhausto—. Quizás tengas razón
¿de acuerdo? Tal vez debería haber descubierto una manera de contactarte,
pero no lo hice, porque se suponía que debías esperar. Y nada de eso importa
ahora, ¿quieres saber por qué? —Me tocó la barbilla, levantando mis ojos a
los suyos—. Porque todavía me amas. Y te amo.
Volé del sofá y me pasé las manos por el cabello antes de girar para 242
enfrentarlo nuevamente.
—No, si importa. Porque me voy a casar.
—No, no lo harás.
—¡Sí lo haré!
Jamie se puso de pie, con la mandíbula apretada.
—No te vas a casar con nadie más que conmigo.
Me burlé, e incluso cuando la risa abandonó mis labios, sus palabras
enviaron un corrientazo duro, pero cálido directamente a mi centro. Me
encantaba escucharlo decir eso, y me odiaba por amarlo.
—No puedes hacer esto. No puedes entrar aquí, en el momento en que
finalmente tengo mi vida unida y hacer que me rompa en pedazos. —Las
lágrimas no se acumularon lentamente y burbujearon, golpearon
rápidamente, brillaron en mis ojos después de un parpadeo y se deslizaron
por mis mejillas en un segundo—. Todo lo que hacemos es lastimarnos. Todo
lo que hacemos es destruirnos y uno de nosotros siempre está recogiendo
las piezas, tratando de seguir adelante u olvidar y no tener esperanzas. Es
enfermizo. Somos tóxicos. —Estaba llorando más fuerte ahora y una vez más
Jamie me alcanzó, pero retrocedí—. Y ahora, arriesgué todo lo que tengo por
estar contigo anoche, porque literalmente no puedo decirte que no. —
Entonces me sacudí violentamente—. Engañé a un hombre que no lo
merecía, a un hombre que quiere pasar su vida conmigo, un hombre que
amo, todo por mi incapacidad para dejarte ir —lloré, las lágrimas corrían
libremente, calientes y calmadas por mis mejillas—. ¡Tu amor me está
envenenando, Jamie!
Se quebró, algo entre un sollozo y un gemido retumbando en su
garganta mientras su rostro se retorcía. Cruzó la habitación en tres pasos,
sacudiendo la cabeza y murmurando sin antes empujarme contra él. Me
abrazó con fuerza y luché contra otro sollozo hasta que se inclinó,
presionando sus labios contra los míos. Lo empujé hacia atrás con fuerza.
—¡Para! ¡Detente! Tienes que irte, tienes que irte, Jamie. —Mis
respiraciones eran salvajes y mi voz demasiado aguda.
Jamie se quedó allí, mirándome, deseando con esa maldita mirada
suya que cambiara de opinión. Cuando no lo hice, gruñó, golpeando una
caja de sartenes al pasar y salté con el ruido. No lo vi irse, no vi su espalda
moverse por la puerta, no vi su rostro cuando susurró que siempre me
amaría, no escuché el portazo detrás de él. Todo lo que escuché fue mi
corazón, latiendo en mis oídos. Todo lo que vi fueron mis manos, golpeando
el suelo, las lágrimas cayendo para aterrizar a su lado. Sentí todo; cada cosa
dolorosa y de mierda que había existido. La culpa, el arrepentimiento, el
amor, la lujuria, la desesperación, el deseo, la necesidad, el dolor, el miedo,
la pérdida, todo al mismo tiempo, como si estuviera atrapada en una enorme
ola que rompió justo delante de mí, tragándome en las profundidades de un 243
océano oscuro y frío, lleno de sentimientos que había evitado durante tanto
tiempo.
No sé cuánto tiempo permanecí encogida allí en el piso o cuánto lloré
antes de que mis lágrimas se secaran junto con mi voz y simplemente me
quedara allí. Mi teléfono sonó en la otra habitación, pero no me moví. Me
llené de arrepentimiento, del horrible dolor que solo viene con una recaída
y pagué mi penitencia.
Nunca me había odiado más que en ese momento.

***

Todavía me sentía resentida por el Whiskey la noche en que Brad y yo


finalizamos nuestra canción de boda.
Y tres meses después, en la fecha que se había arrugado en una
invitación entre las manos de Jamie en mi apartamento, me casé con
Bradley Neil. Llevaba un vestido blanco, él usaba un esmoquin negro,
bailamos, comimos pastel y yo sonreí. Pero era una sonrisa muerta, una
sonrisa que nunca llegó a las comisuras de mis labios y me preguntaba si
alguna vez volvería a sonreír.
Me preguntaba muchas cosas.
Me preguntaba si fue a Jamie a quien vi escaparse de la parte de atrás
de la iglesia cuando el sacerdote pidió que hablara ahora o que callara para
siempre. ¿Era él o lo había imaginado?
Me preguntaba si alguna vez se cerraría el enorme agujero donde solía
existir el cálido zumbido de Jamie, si alguna vez recuperaría esa parte de mí
misma o si siempre le pertenecería a él.
Me preguntaba si alguna vez habría un día, un solo día en toda mi
vida, donde realmente sacudiría mi adicción.
Cuando cerré los ojos en mi noche de bodas mientras Brad se
deslizaba entre mis muslos y pensé en Jamie, supe que nunca lo haría. No
importa lo que dijera, no importa lo que hiciera, mi adicción al Whiskey
siempre estaría ahí.
Ya sea que la haya alimentado o no.

244
23
Una carta de amor a
Whiskey
sí que ahora, estábamos todos atrapados.

A
Era una locura lo rápido que vuelve la tentación después
de haber estado sobria durante tanto tiempo.
Abrí la puerta y me sentí borracha al verlo, con los ojos
245
borrosos y las piernas temblorosas. Solía tomarme al menos un
trago para llegar a este punto, pero mi nivel de tolerancia se
había debilitado por la distancia y el tiempo, y solo verlo calentaba mi
sangre. Agarré el pomo con más fuerza, como si eso ayudara, pero era como
tratar de tomar agua después de pasar el punto de no retorno.
Mi Whiskey estaba allí, en mi puerta, como lo había hecho un año
antes. Excepto que esta vez, no llovió, no hubo ira, no hubo invitación de
boda, solo éramos nosotros.
Era solo él; el viejo amigo, la sonrisa fácil, el consuelo retorcido
envuelto en una botella brillante.
Era solo yo, la alcohólica, fingiendo que no quería probarlo, dándome
cuenta demasiado rápido que meses de estar sobria no me hicieron desearlo
menos.
Pero no podemos comenzar aquí.
Y tampoco podemos terminar aquí.
Realmente no me dolió verlo, tampoco me sanó. Estaba tan
entumecida desde el día de mi boda, tan completamente vacía de emociones.
Jenna estaba preocupada por mí, quería que fuera a hablar con alguien, y
mi madre también se estaba moviendo lentamente a su lado. Supuse que
no podía culparlas, no cuando me había autodestruido una vez más,
terminando mi matrimonio después de menos de cinco meses. La verdad era
que después que Jamie se fue, nunca había sido la misma. Nunca me
recuperé. No podía amar a Brad porque solo tenía espacio para amar a
Jamie, y no podía amar a Jamie porque me dolía hacerlo. Era un desastre,
y no sabía cómo limpiarlo, así que me alejé de él.
Me mudé de la casa de Brad hace más de un mes, y aun así las cajas
estaban apiladas en mi apartamento, y el anillo de boda aún brillaba en mi
dedo. No podía desempacar, no podía seguir adelante, no podía admitir el
hecho de que había arruinado todo en mi vida. El trabajo era el único lugar
en el que no luchaba, y solo porque leer, escribir y trabajar eran mi escape.
Apagué mis emociones allí, y entonces fue cuando prosperé.
—¿Puedo entrar? —preguntó Jamie. Se veía bien, vestido con
pantalones de vestir y una camisa salmón enrollada en sus codos. Tenía el
cabello corto de nuevo, el rostro bien afeitado, y juré que había envejecido
diez años en los doce meses desde que lo había visto.
Asentí, retrocediendo y dejándolo entrar. Me pregunté cómo me había
encontrado, si había sido Jenna o si había intentado en mi antiguo
apartamento esperando que estuviera allí. Tuve suerte de que estuviera
disponible cuando me mudé de la casa de Brad. Me sentía como en casa, y
al mismo tiempo, estaba manchado de recuerdos, especialmente de la
última noche que pasé con Jamie. 246
Desearía poder describir con exactitud lo que sentí ese día con él, pero
estaba tan entumecida. Había alcanzado mi punto más bajo, y no tenía a
nadie a quien culpar excepto a mí misma. Fue el momento en que no podía
hacer nada para cambiarlo, el momento en que lo único que era capaz de
hacer era respirar, e incluso eso era apenas posible.
Jamie tenía las manos en los bolsillos y miró alrededor de mi
apartamento, casi exactamente como la última vez que lo vio. Cuando sus
ojos suaves encontraron los míos, hizo un triste intento de sonreír.
—Hola.
—Hola —susurré de vuelta.
—Has perdido peso —dijo, y no era un cumplido. Siempre había sido
delgada, y sabía que no me veía saludable en este momento. Pero este era
el juego que jugábamos, ¿no? Siempre comentamos lo que había cambiado
desde la última vez que nos vimos, siempre ignorando lo que no había
cambiado, que era lo que sentíamos.
—Y tú te has afeitado.
Jamie se frotó la mandíbula antes de meterse la mano en el bolsillo.
—Siento haberme presentado sin avisar. Tenía una conferencia de
trabajo en el Omni y solo... solo quería verte.
Tragué, cruzando mis brazos en el gran suéter que me puse.
—¿Quieres algo de beber? —pregunté, abriéndome camino hacia la
cocina. Casi alcancé una botella de whiskey, pero me moví y tomé agua del
refrigerador.
—Estoy bien.
Fue incómodo, y me recordó a cuando conduje a su lado en su Jeep
el fin de semana en que se suponía que se casaría con Angel. No habíamos
hablado desde que se había ido, desde que elegí a Brad en vez de a él. Jugaba
sin pensar con el anillo de boda que aún tenía en el dedo, anillo que aún no
me había quitado, aunque sabía que debía hacerlo, y Jamie captó el
movimiento con sus ojos. Su mandíbula se apretó mientras se apoyaba en
la isla de mi cocina.
—Entonces, ¿cómo estás?
Casi me reí. ¿Cómo estaba? ¿Era apropiado decirle que estaba loca,
que estaba deprimida, rota y paralizada por la ansiedad y los “qué tal si…”?
Sabía que no era así, sabía que él no necesitaba mis tonterías ni se las
merecía, así que forcé una sonrisa.
—Estoy bien.
Asintió, y me tomé un momento para estudiarlo realmente, el borde
de su mandíbula, el bulto de sus bíceps contra el tejido de su camisa, el
rastro de tristeza en sus ojos al descender a mi anillo de boda nuevamente.
—¿Eres feliz?
Miré a lo lejos, hacia la ventana, donde la ciudad se proyectaba en un 247
brillo anaranjado con el sol poniéndose. No podía responder a esa pregunta
sin mentirle, así que cambié de tema.
—¿Por qué estás aquí?
Jamie siguió mi mirada, y ambos miramos por la ventana. Se sentía
como si una eternidad hubiera pasado, como si viéramos el sol ponerse y
levantarse de nuevo antes de que hablara.
—Ha sido un largo año.
Su voz, grave y baja, resonó en mi apartamento vacío.
Simplemente asentí.
—Tuve mucho tiempo para pensar en todo lo que dijiste, y me mató
irme como lo hice sin decir todo lo que quería decirte.
Cerré los ojos, chupando mis labios entre los dientes y preparándome.
No estaba preparada para escuchar más de él, no estaba preparada
emocionalmente para hacer lo que fuera que me iba a pedir. Pero él no
estaba aquí para pedir nada, estaba aquí para terminar con ello. Y en cierto
modo, eso era peor.
—Quiero dejar de hacerte daño —empezó, y entonces abrí los ojos,
captando los suyos—. Nunca quise hacerlo, y supongo que no puedo
probarlo realmente, pero nunca quise jugar todos los juegos. Nunca quise
lastimar... —Tragó, despejando el grosor en su garganta con una pequeña
sacudida de su cabeza. Sus ojos estaban en sus pies entonces—. Quiero que
sepas que te amo, en todos los sentidos de la palabra. —Mi corazón cayó a
mis pies y mi mano se agarró a la tela de mi suéter, retorciéndose,
sosteniéndose, preparándose para la tormenta—. Las cosas son y siempre
han sido muy reales entre nosotros.
Mi respiración se hizo más difícil entonces, porque sabía que tenía
razón. No importaba lo jodido que hubiera sido todo, también era real. Todo
era tan, tan real.
—Eres mi mejor amiga —se ahogó. Estaba tan entumecida, como si
mi cabeza estuviera sumergida en un baño de hielo, y no podía ni siquiera
mirarlo por más tiempo, así que fijé mi mirada de nuevo en la ventana.
Jamie se puso más erguido entonces—. Y siempre estaré ahí para ti, sin
importar el momento, lugar o circunstancia.
Una lágrima rodó rápida y silenciosamente por el lado de mi rostro
que Jamie no pudo ver. No la limpié por miedo a revelarla.
Él cruzó la habitación, se me acercó y olí la miel y el roble que siempre
había amado. Cerré los ojos e inhalé un suspiro que no dejé escapar. No
cuando me besó en la frente, no cuando presionó una pequeña caja en mi
mano, no cuando susurró “Feliz cumpleaños” Y no cuando volvió a empujar,
el olor me dejó en un zumbido.
Caminó lentamente hacia la puerta, deteniéndose con la mano en el
pomo. 248
—Siento que adiós no es el término correcto, así que solo diré hasta
que sea el momento adecuado...
Mantuve los ojos en la ventana, y solo cuando cerró la puerta detrás
de él volví a respirar.
Miré el pequeño paquete que tenía en la mano, envuelto en papel
marrón e hilo, y lloré.

***

Tenía oficialmente veintiocho años.


Fue un cumpleaños tan extraño. Sentía que debería tener mi mierda
junta, y claramente no lo hacía. Mi carrera era lo único que tenía controlado,
e incluso eso era cuestionable. Había perdido al hombre que había amado
toda mi vida, jodido al Sr. Correcto y al tipo que quería pasar su vida
conmigo, y vivía en un pequeño apartamento de una habitación sola.
Por suerte, Jenna había aparecido menos de una hora después de que
Jamie se fuera.
—No me importa lo que digas, vamos a este estúpido y cursi bar de
los ochenta. Y vas a usar este absurdo vestido conmigo y nos vamos a
emborrachar totalmente y llegar a tu cumpleaños veintiocho con estilo.
Jenna me estaba sosteniendo un vestido lavanda y mullido en una
percha, con los hombros abultados y todo. Se sentó pesadamente en una
cadera, escribiendo en su teléfono con la otra mano, probablemente a su
novio, Dylan. Habían estado saliendo casi desde el día exacto en que empecé
a salir con Brad. Su relación demostró ser más fuerte que la nuestra, sin
embargo, y tuve la sensación de que él le haría una gran pregunta muy
pronto. Era dulce que estuviera aquí para celebrar mi cumpleaños, pero
celebrarlo era lo último que me apetecía hacer.
—Preferiría optar por el helado y el vino en pijama.
Jenna se burló.
—Nop. No va a pasar. Este va a ser tu año, B. Tenemos que empezarlo
de la manera correcta para que el resto del año siga el mismo camino.
—¿Y un recorrido por un bar de los ochenta es el “camino correcto”?
—Duh.
Me reí, arrebatándole el horrible vestido de su mano mientras sonreía
y me hacía señas para que me cambiara en mi habitación.
En su defensa, terminamos pasándolo bastante bien. Bailamos,
reímos y bebimos. Bebimos mucho. Pero al final de la noche, terminamos de
vuelta en mi apartamento. De hecho, terminamos en mi lugar favorito del
apartamento: mi bañera. Todavía con nuestros vestidos de Dieciséis velas,
con el tul esponjado a nuestro alrededor, y una botella de Makers Mark que
pasábamos de un lado a otro. La lista de canciones de Jenna en su teléfono 249
hacía eco en las paredes del baño y el regalo de Jamie estaba desenvuelto,
acunado en el desastre de nuestros vestidos entre nosotras.
—Bien, ¿estás ya lo suficientemente borracha para abrirlo? —
preguntó Jenna finalmente alrededor de las tres de la mañana.
Tomé otro trago de la botella, con los ojos un poco nublados, y me reí.
—No creo que ese sea un punto alcanzable.
—¿De qué tienes tanto miedo?
Me encogí de hombros, pateando los tacones de mis pies que colgaban
de la bañera. Jenna siguió el ejemplo, y nos balanceamos con los pies
descalzos mientras le pasaba la botella.
—No es que tenga miedo. Solo que no sé de qué servirá abrirla.
—¿No tienes curiosidad?
—Por supuesto que sí.
Jenna resopló.
—Entonces abre la maldita cosa. Me estoy muriendo aquí.
Me arrojó la caja al regazo y la levanté con los dedos temblorosos,
tirando de la cuerda y preguntándome qué podía ser. Era ligero, y temblaba
con cada movimiento de mis manos.
—No sé cómo me sentiré después de abrirla —admití, girándome hacia
Jenna entonces. Jamie solo me había dado un regalo antes de esto, y era
uno gracioso, una broma interna, pero este se sentía más importante.
—Bueno, por eso estoy aquí —dijo Jenna con una sonrisa—. Para
ayudarte a entenderlo.
Apretó mi pierna a través de la tela abultada de mi vestido y mis
manos agarraron la caja más fuerte. Me mordí el labio, insegura, pero mis
dedos ya se estaban peleando con la cinta y el papel. Era extraño, la forma
en que mi corazón corría como siempre lo había hecho en presencia del
Whiskey. Tal vez era el Makers, tal vez era el regalo desconocido, o tal vez
era mi cuerpo que se despertaba, dándose cuenta antes que yo de que el
número veintiocho realmente sería un año de cambio.
Cuando el papel se desprendió, lo dejé caer a nuestro lado, abriendo
la tapa de una pequeña caja azul marino. Había papel de seda en su interior,
envuelto alrededor de algo, y seguía temblando ligeramente mientras lo
despegaba.
—Oh Dios mío —susurré cuando el papel desapareció. Jenna se
acercó mientras frotaba el metal frío de un simple llavero de dijes.
Había seis dijes y una pequeña nota.
Aunque tengas que seguir adelante, por favor no nos dejes ir
nunca.
Leí la nota una y otra vez, con los ojos nublados antes de mirar los
dijes. No había ninguna explicación necesaria para ellos.
Era un llavero, que me recordaba nuestros viajes, tantos de ellos a lo 250
largo de los años. Las noches que reíamos, las noches que sufríamos, las
noches que existíamos como un chico y una chica. Su asiento de pasajero
siempre sería mío, y este llavero lo demostraba.
El primer dije que noté fue una nota musical. Música clásica, nuestra
rara y algo extraña preferencia relacionada. Pensé en las listas de
reproducción que habíamos tenido a lo largo de los años, en The Piano Guys,
en la música que no necesitaba palabras de la misma manera que Jamie y
yo nunca las necesitamos.
Lo siguiente fue una tabla de surf, seguida de un gato. Me reí de ese,
preguntándome si esa historia había significado para él más de lo que nunca
supe. Luego, había una botella de whiskey. Se parecía a la de Jack Daniels,
y los recuerdos de la fogata en Alder me inundaron la mente al principio,
antes de darme cuenta de que también fue nuestra primera vez juntos. En
mi cocina, todos esos años atrás, cuando la adicción aún no había sido
descubierta y, sin embargo, ambos la habíamos sentido jugando justo
debajo de la superficie.
Tantas veces nos habíamos quemado, y sin embargo cada vez
queríamos más.
Los dos últimos en las que me concentré me hicieron doler el pecho.
Uno era un simple avión plateado, y pensé en la distancia entre nosotros
durante los últimos años. Entre Florida y California, y luego Florida y
Pennsylvania, y siempre en nuestras mentes. La distancia y el tiempo
siempre habían dictado mucho para nosotros, y por primera vez en mi vida,
empezaba a preguntarme por qué lo permitía. El último amuleto era un
corazón plano de oro rosa. No tuve que pensar mucho en eso. Su corazón
me pertenecía, como el mío siempre le pertenecerá a él.
—¿Estás bien? —preguntó Jenna después de un momento. Estaba
tan silenciosa y quieta, excepto por el ligero movimiento de mis pulgares
sobre los dijes.
—Me ama —susurré. Lo había sabido todo el tiempo, lo había
escuchado un millón de veces, pero era la primera vez que realmente me
golpeaba—. Incluso después de todo esto, Jenna. Él me ama.
Asintió, apoyando su cabeza en mi hombro y pasándome la botella de
whiskey.
—Creo que siempre lo ha hecho, nena.
Esnifé, no quería llorar porque no estaba triste. Realmente no lo
estaba. Estaba aliviada, y esperanzada, aunque no fuera así.
—¿Qué se supone que debo hacer? Todo lo que hacemos es herirnos
mutuamente. ¿Cómo sé que podremos lograrlo? ¿Cómo le confío un corazón
que ha roto tantas veces?
Jenna pensó mientras yo volvía a mirar los dijes, los pensamientos
acelerándose. 251
—¿Cuál es tu mayor temor con todo esto? Sabes tan bien como yo
que, si le das tu corazón, si se lo das de verdad, nunca haría nada que te
hiciera daño. En todo caso, debería ser él quien tenga miedo, y claramente
no lo tiene. Entonces, ¿cuál es el verdadero problema?
Me mordí el labio inferior, las respuestas a su pregunta se
arremolinaban en mi cabeza.
—Es solo que, mira el camino de destrucción que hemos trazado. Él
engañó, yo engañé... dos veces. —Me acobardé con la admisión—. Hemos
herido a otros a nuestro alrededor, y nunca hemos estado realmente juntos.
Siempre se ha tratado de no poder tener al otro. ¿Y si se trata de querer lo
que no podemos tener? ¿Y si todo eso es parte del encanto? Se siente mal, y
a los ojos de la mayoría de la gente sana, lo es. Estamos basados en la lujuria
y en las malas decisiones.
—¿Pero lo están? —desafió Jenna, sentándose de nuevo. Se giró para
mirarme, metiendo los pies en la bañera—. No, tú y Jamie nunca lo tuvieron
fácil. Y sí, lastimaste a mucha gente en el camino. Pero al final del día, es tu
vida, B. Tienes que vivir con ella, nadie más. Así que no puedes pensar en
la gente que te rodea, cómo les has hecho daño o qué piensan de ti. Depende
de ti ser feliz porque nadie más lo hará por ti. —Sonrió entonces, sus ojos
azules brillantes en mi tenue baño—. Lo que sea que elijas, asegúrate de
que te haga feliz.
—Eso suena un poco egoísta.
Jenna se encogió de hombros.
—Sí, bueno, a veces egoísta e inteligente son sinónimos.
Fue como sobrevivir a una explosión. Durante más de un año, mis
oídos habían estado zumbando, mis ojos se ajustaban al humo, y ahora, de
repente, todo se había aclarado. Me dejé llevar por el miedo y la ira, el dolor
y la tristeza, pero ni una sola vez pensé en la posibilidad de que con Jamie
encontraría la felicidad. Puede que no fuera un camino fácil, y
probablemente había muchos más baches por delante, pero al final, no
podía imaginar mi vida con nadie más que con él. Él era todo para mí.
Siempre lo fue.
—¿Por qué siempre lo he visto como una adicción? ¿Cómo algo malo?
Jenna se inclinó hacia mí, robando la botella de la que no había bebido
desde la última vez que la pasó.
—A veces nos aterrorizan más las cosas buenas de la vida que las
malas. Sentimos que no las merecemos, o que no son reales, que
desaparecerán rápido y fácil y nos quedaremos en ruinas.
Tenía razón, y sonreí ante la claridad de todo esto. Jamie siempre
había sido un impulso natural para mí, pero lo había etiquetado como malo,
como algo de lo que debería avergonzarme o algo que tenía el poder de
arruinarme. Pero la verdad no podía estar más lejos de eso. 252
—No es una adicción —susurré—. Es una disposición.
Jenna sonrió, inclinando la botella de whiskey hacia mí.
—¿Y ahora qué?

***

La mañana siguiente, mientras Jenna aún estaba dormida en mi


cama, me senté frente a mi portátil y empecé a escribir.
Empecé a escribir mi carta de amor a Whiskey.
Empecé a escribir el libro que estás leyendo ahora.
El honesto, difícil de leer y aún más difícil de escribir sobre mi adicción
de once años al Whiskey.
Sé que te he hecho pasar, como lector, por muchas cosas. Tal vez
demasiado. No te culparía si me odiaras ahora mismo, porque la verdad es
que hay más de un par de veces en mi vida en las que tomé la decisión
equivocada. Tengo defectos, y aunque sé que fue difícil de leer, no me
arrepiento de decir la verdad. No me avergüenzo de mi camino. En cierto
modo, creo que se trata de averiguar quiénes somos a través de los errores
que cometemos.
Sé quién soy. Y sé a quién necesito.
Así que, Whiskey, si estás leyendo esto, espero que ahora lo entiendas.
Siempre hemos culpado al momento, pero el momento siempre ha sido el
correcto, nosotros solo nunca escuchamos.
Hasta este momento, nunca he luchado lo suficiente. Pero si me das
la oportunidad, lucharé cada día de nuestras vidas juntos. Iré a la batalla
por ti, y al final ganaré la guerra.
Me pediste un día, pero un día nunca llegó. Me pediste que te eligiera,
y nunca lo hice. Me pediste que estuviera contigo, y nunca lo estuve.
Pero ahora, es nuestro momento.
Un día está aquí, y te elijo a ti. Nunca he sido de nadie más que tuya,
y no quiero que eso cambie.
Ahora, tienes que elegirme a mí, también.
Lamento que, hasta ahora, te haya visto como algo que debo dejar en
lugar de algo por lo que debo luchar.
Mi corazón es, siempre ha sido y siempre será tuyo.
Para cuando termine esto, para cuando quizás, con suerte lo leas,
estarás en la cúspide de tu trigésimo cumpleaños. No sé dónde estás, no sé
con quién estás, pero espero que lo recuerdes. Espero que recuerdes
nuestros viajes. Espero que recuerdes nuestros días en el agua, nuestras
noches en la arena, nuestro tiempo perdido y los minutos que apreciamos.
Más que nada, espero que recuerdes el pacto que hiciste con una chica de
grandes ojos hace once años. 253
Te he hecho daño. Me has hecho daño. No te merezco, y tú siempre
me has merecido. No tienes que perdonarme, no tienes que dejar el pasado
atrás, pero te lo pido de todas formas.
Esta es mi carta de amor para ti... todo lo que tengo está en estas
páginas. Ahora la pluma está en tu mano.
Ven a buscarme, Whiskey.
Te estaré esperando.

FIN
Epílogo
La última gota
l surf será perfecto hoy.

E
Apenas son las ocho de la mañana, y estoy sentada en
mi lugar favorito en todo el mundo: el asiento de pasajero de
Jamie. Nuestras tablas están atadas encima del Jeep, dos cafés
helados medio vacíos apoyados entre nosotros, y el viento
agitando nuestro cabello mientras viajamos hacia la playa.
Siempre arde un poco, estar sentada en este asiento, pensando en lo
que podría haber sido. He intentado dejar ir esos pensamientos a lo largo de
los años, pero no es tan fácil como parece.
254
No es fácil no pensar en los años que pasaron que podría haber sido
suya, o en las noches que ambos pasamos solos que podríamos haber
pasado juntos. Me duele pensar en ello y, sin embargo, no puedo no pensar
en todo. Creo que a veces la vida se trata de abrazar lo que duele, porque el
dolor es una de las emociones más vívidas que podemos sentir. El dolor nos
recuerda que estamos vivos, y siempre agradeceré ese agudo recordatorio.
El cabello de Jamie es más largo, tal como me gusta, y él muestra una
sonrisa fácil mientras conducimos. El whiskey añejo se ve aún mejor a la
brillante luz de la mañana, las notas de color ámbar en sus ojos brillando.
Está hablando del informe de surf y dónde almorzar, pero un rayo de sol
golpea el anillo de bodas en su mano izquierda mientras cambia de posición
en el volante, y de repente mi mente está muy lejos.
Finalmente se casó, solo unos meses después de su trigésimo
cumpleaños.
Trago, el pecho me duele un poco al pensar en la afortunada mujer
que vivirá el resto de su vida como su esposa. Ella y yo realmente no nos
llevamos bien, pero estoy segura de que eso no es una sorpresa para ti.
Ella no merece a Jamie, aunque supongo que nadie lo hará a mis ojos.
Honestamente, creo que su esposa es egoísta. Creo que está un poco
perdida, un poco rota y demasiado aficionada a cometer errores. A veces
duele cuando los veo juntos, pero no me permito concentrarme en lo malo,
porque la verdad es que lo hace feliz. Puede que no tenga sentido para mí,
pero no tiene que hacerlo, porque él la ama.
Y eso es suficiente para mí.
Me quito las sandalias, apoyando los pies en el cálido tablero del Jeep
de Jamie justo cuando una melodía familiar se escucha en los altavoces.
The Piano Guys siempre me llevan de regreso a la primera vez que me senté
junto a Jamie, y debe hacer lo mismo con él porque deja de hablar y me
coloca la mano en el muslo. Le da un suave apretón y cada célula de mi
cuerpo cobra vida ante su toque.
Me recuesto contra el asiento e inclino mi cabeza para mirarlo; mi
Jamie, mi Whiskey. Me está mirando como siempre lo ha hecho, como
espero que siempre lo haga, y me pregunto si alguna vez podrá tocarme sin
que sienta esa misma familiar y dolorosa quemadura.
Pero eso es lo que pasa con el whiskey, ¿no?
Es fuerte, hasta la última gota.
Miro hacia el parabrisas de nuevo justo cuando nos estacionamos, las
olas se mueven delante de nosotros, el sol brilla sobre nuestros hombros.
Inhalo la brisa salada, dejando escapar el aliento lentamente, respirando el
momento. A veces siento que tenemos que apresurarnos, pero luego
recuerdo que el tiempo no es nuestro enemigo como siempre pensé. Resulta 255
que el tiempo es nuestro amigo, el amigo que nunca escuchamos, pero
estamos aprendiendo cómo hacerlo cada vez más. El amigo que siempre
pudo haber sabido un poco más sobre nosotros que nosotros mismos.
Verás, puede que no siempre me guste su esposa, y ella puede estar
lejos de ser perfecta...
Pero estoy tan feliz de que ella sea yo.

256
Sobre la Autora

Kandi Steiner es una autora superventas y conocedora del whisky que


vive en Tampa, Florida. Conocida por escribir historias de "montaña rusa
emocional", le encanta dar vida a los personajes defectuosos y escribir sobre
romance real y crudo, en todas sus formas. No hay dos libros de Kandi
Steiner iguales y, si eres amante de las lecturas angustiosas, emotivas e 257
inspiradoras, ella es tu chica.
Como ex-alumna de la Universidad de Florida Centrañ, Kandi se
graduó con una doble especialización en Escritura Creativa y
Publicidad/RRPP con una especialización en Estudios de la Mujer. Empezó
a escribir en cuarto después de leer la primera entrega de Harry Potter. En
sexto escribió y editó su propio periódico y lo distribuyó a sus compañeros.
Al final, el director se dio cuenta y el periódico se detuvo rápidamente,
aunque Kandi trató de luchar por su "libertad de prensa". Se interesó
especialmente en escribir un romance después de la universidad, ya que
siempre ha sido una romántica sin remedio y le gusta destacar todos los
retos del amor, así como los triunfos.
Cuando Kandi no está escribiendo, puedes encontrarla leyendo libros
de todo tipo, hablando con su ruidoso gato y pasando tiempo con sus amigos
y familia. Le gusta la música en vivo, viajar, todo lo que tenga muchos
carbohidratos, días de playa, maratones de películas, cerveza artesanal y
vino dulce, aunque no necesariamente en ese orden.
258

El Paraíso solo existe en los libros…

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