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STAFF

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CONTENIDO

STAFF ...................................................................................................... 4
CONTENIDO ............................................................................................. 5
1 .............................................................................................................. 7
2 ............................................................................................................ 13
3 ............................................................................................................ 18 5
4 ............................................................................................................ 23
5 ............................................................................................................ 29
6 ............................................................................................................ 34
7 ............................................................................................................ 38
8 ............................................................................................................ 43
9 ............................................................................................................ 49
10 .......................................................................................................... 53
11 .......................................................................................................... 58
12 .......................................................................................................... 62
13 .......................................................................................................... 66
AGRADECIMIENTOS .............................................................................. 70
SOBRE LA AUTORA ................................................................................ 71
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POST-GRAD: UN EPÍLOGO EXTENDIDO
DE FIRST DOWN.
1

JUNIO

Miro fijamente el cheque sobre la encimera. 7


Veinte millones de dólares.
Sólo mi novio se traería a casa un bono de fichaje de veinte millones
de dólares como si nada, lo dejaría sobre la encimera y desaparecería en la
ducha antes incluso de saludar a su novia con un beso.
Me aterroriza tocarlo, como si fuera a convertirlo en polvo.
Veinte. Millones. De dólares. Me dijo que ser la tercera elección en el
draft de la NFL tendría un precio muy alto, pero nunca imaginé que sería
tanto.
No puedo creer que condujo todo el camino a casa desde Filadelfia sin
decir una palabra. Tenemos que hablar sobre la forma en que espero recibir
las grandes noticias, porque esto no va a funcionar.
—¿Ha vuelto?
Miro por encima del hombro. Cooper ha estado de muy mal humor
últimamente. Su equipo se quedó a las puertas de la Frozen Four y, aunque
no lo admita, sé que va a echar de menos tener a James cerca. Pronto, James
y yo vamos a vivir en Filadelfia. Me imaginaba que viviría en la misma ciudad
toda mi vida, así que cambiar de estado es un gran cambio. Vivir con mi
novio de verdad, en lugar de pasar el rato en su casa fuera del campus la
mayoría de las noches. Desde que me gradué, he estado en un estado de
excitación y pánico.
El otoño pasado, cuando mi ex me acosaba y pacté con James que le
daría clases particulares si fingía ser mi novio, nunca esperé que se
convirtiera en esto. Esta vida salvaje y extraña que aparentemente es mía.
Él es mío, mientras yo lo quiera, que ya sé que será para siempre. Aún no
estamos comprometidos ni nada, pero conociéndolo, ya pensó cómo
pedírmelo.
—Sí —le digo a Cooper—. Dejó esto en la encimera mientras preparaba
la cena y se fue a duchar. Sin decir nada.
Levanta una ceja.
—¿Por qué pareces enfadada?
—¡Míralo! —Le enseño el cheque—. ¿Quién no habla de esto?
Cooper toma el cheque, lo mira durante medio segundo y vuelve a
dejarlo sobre el mostrador.
—No lo entiendo. Esto es increíble, están listos.
—Podría haber, no sé, mencionado lo que su agente estaba
negociando por él.
Cooper se frota la barba. Todos le rogamos que se la cortara cuando
terminó la temporada de hockey, pero no lo ha hecho, así que parece un
leñador. Si no tiene cuidado, Sebastian se colará en su dormitorio en mitad
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de la noche con una rasuradora.
—Ya lo conoces. Realmente no piensa en ello. Es un medio para un
fin.
—Sólo los ricos hablan así.
Se encoge de hombros.
—Puede que necesites subir el umbral de tu alquiler. He visto tu
cuenta de Zillow.1
Me sonrojo. Ni siquiera se había hablado de que James y yo nos
mudaríamos juntos a Filadelfia, pero a pesar de haber empezado a buscar,
aún no hemos encontrado casa. Aunque Cooper tiene razón, los sitios que
he estado mirando para que alquiláramos son irrisorios a la vista de este
cheque. Podría comprar un edificio entero de apartamentos con dinero como
este.
—Estaba siendo realista.
Levanta una ceja mientras se acerca a la cocina y mira por debajo de
la tapa de una olla.
—Hay realistas, y luego hay deprimentes. ¿Qué has hecho para cenar?
—Salsa roja. Y he hecho tarta de queso. —Con el restaurante vendido
y la universidad terminada, he tenido tiempo libre en mis manos por primera
vez desde que era una niña pequeña. Es raro, estar en semejante limbo. He
estado buscando trabajo, pero la mayor parte de lo que he hecho este mes
de junio ha sido trabajar en una nueva serie fotográfica y cocinar. Sebastian
me ha ayudado, somos un dúo increíble en la cocina, pero esta noche tiene
un partido de final de temporada con su equipo de béisbol.
—Te quiero —dice Cooper con fervor.

1
Es un importante mercado en línea de bienes raíces que ofrece a los consumidores los
listados, los datos que necesitan para comprar, alquilar o vender un inmueble.
Pongo los ojos en blanco mientras abro el armario que hay junto a la
estufa y tomo los platos.
—Creía que ni siquiera te gustaba la tarta de queso.
—Me gusta todo lo que haces. —Me mira mientras busco los platos de
pasta, que por desgracia se me escapan incluso de puntillas. Voy a tener
que tomar el escabel, cosa que odio hacer porque hace que los hermanos
Callahan, incluso mi novio, se rían a carcajadas.
—Toma, princesa —oigo decir a James. Se acerca por detrás, me rodea
la cintura con un brazo y toma los platos con facilidad. Me guiña un ojo
mientras los deja sobre la encimera, aparentemente sin inmutarse ante mi
mejor mirada.
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Cruzo los brazos sobre el pecho. James tiene el cabello húmedo de la
ducha y huele a loción de afeitar con olor a madera. Los Eagles le enviaron
un montón de ropa después del draft para darle la bienvenida a la
organización, así que lleva puesta una de las doce camisetas de color verde
intenso. El color queda especialmente bien con su bronceado veraniego.
—Estoy enfadada contigo, ¿sabes?
Mira a su hermano, que se retira a la mesa de la cocina.
—¿Por qué?
—¡Por esto! —digo, tomando el cheque y agitándolo en su rostro—. ¿Y
si derramo salsa de tomate sobre él o lo tiro? ¿Quién trae a casa tanto dinero
y lo deja en la encimera?
Parpadea.
—¿Vamos a cenar pasta?
—Ese no es el punto.
—Huele bien, me muero de hambre.
—James.
—¿Qué? —me rodea con sus brazos y se inclina para besarme el
cuello—. Esto es algo bueno, cariño. Nos instalaremos en nuestra nueva
casa y guardaremos el resto en el fideicomiso. Además, el cheque es sólo
para aparentar, el dinero ya está en la cuenta.
Me echo hacia atrás para mirarlo.
—¿Cuándo ibas a, no sé, mencionar el hecho de que te iban a dar este
dinero?
—Pensé que estarías emocionada.
—Lo estoy. —Se me retuerce el estómago. Dejo el cheque con cuidado,
aunque no importe, y me dirijo a la estufa, pongo los espaguetis en la olla
con agua que tengo preparada y remuevo la salsa. Quizá demasiado, porque
la salsa salpica por todas partes. Me la limpio en la mejilla—. Es que... es
mucho dinero.
—Lo sé. Es estupendo. Incluso si pasa algo horrible y no juego...
Hago un ruido suave.
—No hables así.
—No va a pasar. Pero estamos listos, princesa. Quería darte una
sorpresa. Cuando Trevor me dio la noticia, yo tampoco me lo podía creer.
—Mentira —le digo. James nunca ha tenido problemas para saber lo
que vale. Admiro esa confianza, pero aún no he sido capaz de emularla.
Incluso con nuestros planes de futuro solidificándose día a día, es difícil
imaginar realmente que voy a tener una carrera en el campo que quiero. Un 10
futuro como el que soñé.
Su expresión vacila ante el tono cortante de mi voz.
—¿De verdad estás enfadada? —pregunta.
Por el rabillo del ojo, veo a Cooper salir de la cocina. Casi le pido que
se quede, pero sería una cobardía. Sé que ya lo molestamos cuando las
cosas van bien y no podemos quitarnos las manos de encima; no puedo
rogarle que se quede también para nuestras peleas.
Remuevo la pasta. Faltan unos nueve minutos para que esté lista, y
la pasta no es el tipo de cosa que puedas dejar desatendida y esperar que
siga sabiendo igual. Nueve minutos para explotar antes de que tengamos
que volver a cocer a fuego lento.
—No —digo. Me trago el nudo que tengo en la garganta—. Es que no
quiero que me sorprendas. ¿Qué es lo siguiente? ¿Ya nos has comprado una
casa?
—Yo no haría eso.
—Hiciste esto.
—Beckett —empieza.
Me muerdo el labio. A veces me llama Beckett en la cama si va en
serio. Por lo general, no se molesta cuando estamos discutiendo. En lugar
de deferencia, parece una reprimenda, como un padre que llama a su hijo
por su nombre completo.
—¿Qué? —le respondo bruscamente—. Ya hemos hablado de esto
antes, y tú fuiste y lo hiciste de todos modos.
—No intentaba ocultarte nada.
—¡Pero lo hiciste! —Intento bajar la voz, pero la alzo, sonando ruda en
la pequeña cocina. Me limpio bruscamente las comisuras de los ojos—.
James, ya hemos hablado de esto. No necesito que sigas salvándome.
Aquí está el problema con eso: él me salvó. No me arrepiento, pero a
veces me da vergüenza saber que mi novio me sacó de una vida en la que
me sentía atrapada. Si por él fuera, cuidaría de mí sin esperar nada a cambio
para siempre. Es lo que hace, es quien es, pero si vamos a construir una
vida juntos, no puede hacerlo una y otra vez sin que yo le devuelva nada.
Dice que mi apoyo es suficiente, pero ¿qué es el apoyo frente a lo más
concreto de todo, el dinero? Consiga el trabajo que consiga, no le va a llegar
ni a la suela del zapato. Le prometí que iría con él a Filadelfia, pero no me
planteé lo que eso significaba hasta que vi el cheque en el mostrador.
Es demasiado. Demasiado dinero. Demasiadas implicaciones.
—¿Esto es por el restaurante?
—No. 11
—Porque me he disculpado por eso como un millón de veces.
—Lo sé.
—Y esto es por los dos. —Hace un gesto entre nosotros—. ¿Crees que
no le dije a mi agente que consiguiera el mejor contrato posible para los dos?
¿Para nuestro futuro? Creía que habíamos acordado seguir adelante juntos.
No te estoy salvando; sólo estoy ayudando.
—Lo estamos haciendo.
—Entonces, ¿por qué me miras como si hubiera hecho algo horrible?
Da un paso adelante, pero yo lo esquivo. Ya no tengo hambre.
—La pasta estará lista en dos minutos. Me voy arriba.
—Tienes que comer.
Me muerdo el labio.
—Comeré más tarde.
Cuando vuelvo a nuestro dormitorio, el de James, cierro la puerta y
me desplomo contra ella. A mi alrededor, veo pruebas no sólo de su vida,
sino de la mía, la nuestra. Especialmente ahora que ha terminado la
universidad, la mayoría de mis cosas están aquí. Mi cámara está en su
escritorio. Nuestra ropa está mezclada en el armario. La mitad de la
encimera del baño está llena de mis productos de cuidado de la piel, lo que
lo vuelve loco. Ha añadido otra mesita de noche; en su lado, hay un
despertador con forma de balón de fútbol y el libro de Gillian Flynn que está
leyendo, y en el mío, mi diario y el libro de fotografía que me regalaron sus
hermanos las pasadas Navidades. Nuestros diplomas, enmarcados, pero sin
colgar, se apoyan en la pared.
Le di a Izzy mi cámara para el día de la graduación y nos hizo docenas
de fotos con toga y birrete. Mi favorita es de nosotros juntos en el campo de
fútbol de McKee. Me subo a la espalda de James, con el birrete torcido
mientras nos reímos. Es la que hemos hablado de imprimir y colgar en
nuestra nueva casa.
Cuando hemos hablado de Filadelfia, siempre lo hemos hecho
asumiendo que estaremos allí juntos. Que nuestro dormitorio puede existir
allí. Lo quiero, de verdad, pero es difícil no sentirse extraña cuando él es
millonario y yo no tengo trabajo. Lo amo y sé que él me ama, pero si
empezamos una vida juntos y no funciona, ¿qué haré entonces?

12
2

Veo cómo Bex gira sobre sus talones y sube las escaleras.
¿Qué carajo acaba de pasar?
13
Uno pensaría que estaría contenta de que una vez que lleguemos a
Filadelfia, estaremos listos. No he comprado una casa, no lo haría sin
asegurarme de que a ella le encanta, pero he estado viendo en los
vecindarios donde viven mis nuevos compañeros y he encontrado unas
cuantas opciones que podemos considerar. No le oculté el bono por alguna
jodida razón; quería sorprenderla con un regalo.
Cooper asoma la cabeza en la cocina.
—¿No hay moros en la costa?
Le frunzo el ceño.
—Pon la mesa.
Me mira mientras escurro la pasta y la echo en la olla con la salsa.
—¿No le gustó tu sorpresa?
Sirvo dos platos y tapo la olla para que esté caliente por si decide
bajar. Si no lo hace, le llevaré un plato más tarde. Cooper acerca los
cubiertos a la mesa. Sigue mirándome mientras nos sentamos; no sé si está
a punto de compadecerse de mí o de decirme que la he cagado.
—No —admito, tras un par de minutos de silencio—. Pero, ¿qué
esperaba? Son gajes del oficio.
—Nosotros lo sabemos, pero quizá ella aún no.
Clavo el tenedor en la pasta y le doy un bocado. Enseguida me doy
cuenta de que ha hecho la salsa roja desde cero. Está deliciosa; nunca hace
nada a medias. Somos iguales y eso nos convierte en un buen equipo, pero
ahora me molesta su terquedad.
—Sólo quiero cuidar de ella.
—Y lo haces. —Cooper se acomoda en su silla, con un vaso de agua
en la mano—. Pero ya viste cómo reaccionó cuando encontraste un
comprador para el restaurante. No deberías soltarle grandes cosas, se
asusta. Que conste...
—Lo sé —interrumpo. Cooper y Seb me dijeron que no debía
sorprenderla con esto, y no les hice caso.
Me lanza una mirada de lástima.
—No puedo decidir qué prefiero tener cerca, tu relación o a Izzy.
—Definitivamente yo.
—No sé, Izzy podría tener una amiga sexy.
Sacudo la cabeza antes de que termine la frase.
—De ninguna manera. Si te enrollas con una de las amigas de Izzy,
estás saliendo con ella. Izzy no te dejará fantasmear. Quienquiera que ella
traiga está fuera de los límites a menos que de repente te guste la idea de la
domesticidad.
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¿Cooper con novia? A nuestra madre nada le gustaría más, está
constantemente preocupada por él, pero cuando intento imaginarlo, mi
mente se queda en blanco. ¿Sebastian? Seguro que algún día encontrará a
alguien con quien quiera salir. Pero ni siquiera puedo pensar en el tipo de
mujer que sería capaz de domar a Coop. Ni siquiera en el instituto tuvo citas,
lo cual, según tengo entendido, fue un trágico golpe para las chicas de su
curso y el de Seb.
Empuja su pasta alrededor del plato. Debería estar hambriento,
pasamos la mitad del día juntos en el gimnasio. Toma un sorbo de agua.
—Tienes razón.
—No voy a estar aquí para suavizar las cosas si la cagas.
—Vaya, gracias por el voto de confianza.
Suspiro. ¿Por qué tuvo que subir Bex?
—No quería decir eso.
—No pasa nada —dice—. Sé que a papá le gusta tenerte cerca para
asegurarse de que no avergüenzo a la familia.
Se levanta, llevándose su plato.
—Coop.
Sacude la cabeza.
—¿Por qué no vas a buscar a tu novia?
Sube también, dejándome solo en la mesa de la cocina. Me alegro de
que Sebastian no esté aquí, porque seguro que encontraría algún motivo
para enfadarse conmigo e irse también. ¿Izzy, por otro lado? Cuando se
enfada, nunca se echa atrás en la pelea, así que seguiría aquí, diciéndome
todas las razones por las que estoy siendo un idiota.
Tal vez eso es lo que me hace llamarla. No puedo decidir si sería
inteligente ir a buscar a Bex y terminar la conversación o si debería darle
espacio. Hablar con Izzy podría no conducir a un buen consejo,
necesariamente, pero no es como si yo mismo tuviera alguna idea.
Izzy contesta al primer timbrazo.
—¿Quién ha muerto?
—¿Qué? Nadie.
—¿Entonces por qué llamas?
—No sé, ¿quizá quería oír la voz de mi hermana pequeña?
—Aw —dice—. James, eso es tan raro.
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—¿Raro?
—Podrías haber mandado un mensaje. —Se escucha un ruido de
fondo, como si estuviera sentada o, más bien, tirada en la cama. Pienso en
esa monstruosidad rosa y me estremezco. Me sorprende que su colección de
almohadas aún no la haya asfixiado—. Mamá y papá están muy contentos
de que hayas firmado el contrato.
—Yo también tengo que llamarlos.
—O podrías mandarles un mensaje como una persona normal. Por
algo tenemos un chat de grupo familiar.
Suelto lo que estoy pensando antes de que pueda meterme en una
conversación sobre nuestros padres.
—Bex está enfadada conmigo.
—Oh. ¿Qué has hecho?
—Nada —le digo—. Nada malo, al menos.
—¿Le propusiste matrimonio?
—¿Qué? No. ¿Por qué iba a enfadarse por eso?
—Porque no le gustan las sorpresas, y una propuesta es como, la
mayor sorpresa —jadea—. Si le propusieras matrimonio y no le dieras
tiempo a arreglarse las uñas primero, conduciría hasta tu casa y te
asesinaría yo misma.
—Jesús, Iz.
—¿De qué otra forma esperas que consiga buenas fotos de la mano
del anillo? El juego de las proposiciones ha cambiado. Ya no basta con
pedírselo, tienes que ir a por todas o es como, ¿te lo has propuesto siquiera?
—Yo no...
—Y antes de que me dejes plantada, ¿puedo recordarte cuántos
seguidores de Instagram tienes? Tienes que dar a tus futuros fans lo que
quieren, James. Patrick Mahomes le propuso matrimonio a su mujer en el
estadio de los Chiefs.
Francamente, odio mi cuenta de Instagram. La responsable de
publicidad de los Eagles está encantada de que tenga tantos seguidores y
una novia tan guapa de la que presumir, pero cada vez que publico algo
sobre Bex, los dos recibimos muchos más mensajes de tipos calientes
preguntando por sus tetas de los que nos sentimos cómodos. A pesar de lo
que mi familia pueda pensar, declararme no es lo primero que tengo en
mente, pero el recordatorio de que va a ser toda una producción es molesto.
Si por mí fuera, se lo pediría en la cama una mañana y ya está, y sé que a
Bex también le gustaría algo discreto, pero Izzy tiene razón. Necesitaremos
a alguien a mano para tomar fotos, las nueve yardas enteras.
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—Fue una sorpresa —admito—. Pero no eso.
—¡James! —dice—. ¿No aprendiste nada después de la cena?
—No reaccionó así cuando le regalé una cámara el otoño pasado.
—Eso es diferente —dice. No puedo verla, pero estoy seguro de que
hace un gesto despectivo con la mano. Izzy habla con las manos en todas
las situaciones, pero sobre todo cuando se emociona—. Eso fue sólo un
regalo, no fue como, una gran decisión.
—Sé que lo de la cena fue malo.
—Extremadamente.
—Pero todo salió bien.
Suspira.
—¿Qué hiciste esta vez, exactamente?
—Acabo de traer a casa mi bono por firmar.
Jadea.
—¿Una sorpresa? Papá me dijo cuánto era.
—Sí, una sorpresa. Pero sabía que me iban a dar un bono.
—Veinte millones de dólares no es algo que suceda así como así. No
me extraña que se volviera loca.
Me froto la sien.
—Sí, bueno, no es que cambie nada. Siempre íbamos a comprar una
casa juntos.
—El dinero es importante en las relaciones —dice—. Ocultarle a tu
novia noticias sobre dinero, aunque sean buenas, probablemente no sea la
mejor idea, ¿sabes?
A veces, mi hermana habla durante una hora y no tengo ni idea de lo
que dice. Otras veces, como esta... me lo dice muy claro.
—Mierda.
A su favor, no se regodea.
—Probablemente deberías ir a decirle que lo jodiste.
—Te amo, Iz.
—Yo también te amo.
—No le des mucha lata a Cooper este otoño.
Se ríe.
—¿Este otoño? Espera a que vayamos a OBX el mes que viene.

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3

James llama a la puerta de su dormitorio en vez de abrirla sin más, lo


que me hace sonrojarme de vergüenza. Al fin y al cabo, es su dormitorio;
debería poder entrar cuando quisiera. Le digo que pase y abre la puerta 18
despacio. Con cautela. Me hago un ovillo, sintiendo que la culpa me aprieta
el estómago.
Lleva dos platos de pasta, un tenedor en cada uno y servilletas. Me da
uno y se acomoda en la cama a mi lado con el otro.
—Gracias —le digo.
—Está demasiado buena para desperdiciarla —dice—. Gracias de
nuevo por hacerla.
Trago saliva y se me hace un nudo en la garganta.
—De nada.
Suspira y deja caer la mano sobre mi rodilla. Me frota la piel con el
pulgar, haciéndome estremecer.
—Siento no haberte dicho cuánto sería el bono.
Pincho la pasta. Mi estómago empezó a refunfuñar en cuanto subí
corriendo, así que me alegro de que me haya preparado un plato, pero es
una de las millones de pequeñas cosas que hace sin preguntarme y que me
recuerdan que es prácticamente perfecto, y ahora mismo, eso sólo me hace
sentir como el culo en comparación.
—No es que sea algo malo.
—No —me dice—. Pero nos afecta a los dos, y debería habértelo dicho
de otra manera.
—Es sobrepasar tus límites —suelto—. O estamos juntos en esto, o
no lo estamos, ¿sabes? Como lo del restaurante, aún no me creo que hicieras
eso.
Se pasa la mano por el cabello y se mira el regazo. Ya no estoy tan
disgustada por lo del restaurante, pero en aquel momento fue la mayor pelea
que hemos tenido hasta ahora, dejando a un lado el lío de enero, supongo,
y me alegro de que tenga la decencia de avergonzarse por ello. Actuó a mis
espaldas para conseguir un comprador, después de que yo le dijera que no
quería que me ayudara, aunque su familia tenía los contactos necesarios
para conseguirlo. Al final, mi madre y yo se lo vendimos a alguien que
todavía quería que siguiera siendo un restaurante, y el comprador que eligió
James habría querido derribar el edificio por completo.
—Lo sé —dice en voz baja.
—Eso no tenía nada que ver contigo, pero lo has convertido en algo
tuyo.
—Intentaba ayudar.
—¡Y lo complicaste más de lo necesario!
Retira la mano. Me muerdo el interior de la mejilla. ¿Por qué tiene que 19
ser tan difícil? ¿Por qué no puedo estar agradecida de que quiera ayudarme?
Laura sigue diciéndome que James siempre tiene las mejores intenciones, y
lo sé. Me encanta eso de él. Pero a diferencia del restaurante, esto no se
trata sólo de ayudar. Esto es algo que nos afecta a los dos, no sólo ahora,
sino también en el futuro.
—Y como he dicho, me he disculpado y pedido perdón. ¿Estamos bien
o no, Bex?
—Estamos bien.
Sus ojos me dicen que no me cree.
—Tal vez sobre eso, pero no sobre esto.
—No puedes ocultarme estas cosas, sobre todo si se supone que nos
vamos a vivir juntos. —Parpadeo para contener las lágrimas que me arden
en los ojos—. No puedo soportar las sorpresas, James. Sobre todo si se trata
de dinero.
—Nunca tendremos que preocuparnos por el dinero si somos listos.
Me seco la lágrima que se me escapa por la mejilla.
—¿Y si terminamos?
—Cariño, no vamos a terminar.
Aprieto los labios, negando.
—No, ya lo sé. Pero, ¿y si...? ¿Y si de repente, las cosas... se
desmoronan?
—¿Por qué iban a desmoronarse?
Mi mente me ofrece media docena de razones. No es que no confíe en
él, pero ¿y si encuentra a alguien que le guste más y decide que quiere estar
con ella? No para de decirme que soy suficiente para él, que soy a quien
quiere, pero una cosa es oírlo y otra interiorizarlo.
—No sé, es que... es tu dinero, pero actúas como si no lo fuera.
—Para lo único que pienso usarlo ahora mismo es para comprarnos
un sitio donde vivir.
Me levanto de la cama, casi derramando la pasta en mi prisa por dejar
el plato en la mesita. Camino, porque es mejor que quedarme allí sentada
bajo el escrutinio de su mirada.
—Y si no funciona, es cosa tuya, no mía.
—No vamos a terminar —vuelve a decir. Su voz tiene ahora un tono
más firme, y sé sin mirarlo que está empezando a sentir un poco de miedo.
Llevamos meses muy buenos desde que decidimos hacer que esto
funcionara, dejando a un lado el asunto del restaurante, y aquí estoy yo,
lanzándole una granada—. Podemos hablar de dinero, ¿bien? No más
secretos. 20
—Yo... no sé si eso es suficiente.
La admisión me sobresalta tanto como a él. Me detengo a los pies de
la cama, golpeándome accidentalmente la rodilla contra el borde.
—Joder —jadeo, agarrándome la rodilla. James llega en un segundo,
se arrodilla para examinarme la rodilla y me sujeta con una mano en la
cintura. Aprieto el labio inferior con los dientes y me agarro a su hombro.
—Déjame que te ponga hielo.
—No pasa nada.
—Te va a salir un moretón.
—Está bien —repito, apartándome de él—. Sólo para, ¿bien?
Me mira. Normalmente, cuando está de rodillas significa que algo
bueno va a pasar, pero ahora mismo me entristece.
—Bex —dice—. Dime qué estoy haciendo mal aquí. Pensé que sólo nos
estaba ayudando a llegar a donde decidimos que queremos estar.
—Creo que tal vez nos estamos moviendo demasiado rápido —
susurro—. Lo he estado ignorando, porque ahora mismo no estamos
viviendo juntos de verdad, ¿sabes? Pero ahora no tengo la residencia, y tú
tienes todo este dinero para una casa, y no... no estamos... no sé, siento que
quizá deberíamos vivir separados en Filadelfia.
Sigo mirándolo, para ver en qué momento cambia su expresión. La
preocupación por mí sigue ahí, pero ahora se muestra cauteloso, tanteando
la situación. Establezco una barrera entre nosotros, no impenetrable, pero
inexistente hasta ese momento. Se levanta, tragando saliva, con las manos
agitadas a los lados, como si quisiera estrecharme entre sus brazos, pero
temiera que me apartará de un tirón.
Lo único que quiero es estar con él. Dormir a su lado, aunque me
despierte demasiado pronto cuando se va a entrenar. Mantener la vida que
hemos construido juntos, momento a momento. Pero hasta hace un par de
semanas, seguíamos en la universidad. Aquí no vivimos solos; sus
hermanos siempre están cerca. Sin el restaurante, es como si hubiera estado
viviendo en una versión de ensueño de la vida real, y ahora... ahora tengo
que pensar en conseguir un trabajo, y pagar mis préstamos estudiantiles,
¿y si todo cambia en el momento en que seamos verdaderos adultos,
viviendo verdaderas vidas adultas? ¿Y si al final tengo que hacerlo por mi
cuenta, y fracaso porque nunca aprendí cómo para empezar?
—Creía que íbamos juntos.
—Vamos —le digo—. Sólo... tal vez consiga un apartamento, una vez
que tenga trabajo. Y entonces podremos... ver.
—Podemos ver —repite rotundamente—. ¿Esto se refiere sólo a vivir 21
juntos o a todo el asunto?
—Sólo la convivencia. —Sacudo la cabeza—. No puedes pensar que
me estoy planteando...
—No lo sé —me interrumpe—. Porque creía que las cosas iban bien, y
ahora estamos teniendo una conversación en la que he tenido que usar dos
veces la frase “terminar”, que sienta de puta mierda, por cierto.
—No quiero terminar.
—¿Estás segura de eso, princesa?
—¡No quiero terminar! —Cruzo los brazos sobre el pecho,
fulminándolo con la mirada porque, de repente, se hace el imposible—. Yo
no he dicho eso. No pongas palabras en mi boca.
—Es que no quieres vivir conmigo.
—Eso no es... deja de ser tan frustrante —suelto.
—Esa no es una respuesta real.
—¡Tengo miedo! —Las palabras salen solas de mi garganta,
silenciando cualquier otra cosa que pudiera haber dicho—. Tengo miedo,
¿bien? No quiero vivir contigo y acostumbrarme y de repente, si un día se
va... volver a estar sola.
Mi rostro arde al admitirlo y, cuando parpadeo, noto que me caen
lágrimas. Sacudo ligeramente la cabeza y me limpio las mejillas con las
palmas de las manos.
Siento que James me abraza con suavidad, como si le preocupara que
estuviera a punto de gritarle otra vez, pero me dejo caer contra él. La rodilla
me sigue doliendo y no puedo dejar de llorar, y si pasa algo y pierdo a James,
no sé qué haría. Me acuna el cuello con la mano y con la otra me sujeta
firmemente contra su pecho.
—Estamos bien —dice en voz baja—. Si necesitas espacio, puedes
tenerlo. Pero no me vas a perder, estoy aquí.
—Lo estás.
—Sí, lo estoy. —Siento sus labios presionando la parte superior de mi
cabeza—. Ahora, ¿podemos cenar?
Me alejo lo suficiente para poder mirarlo.
—Creo que deberíamos cenar algo más elegante, ya que eres
millonario y todo eso.
Me pasa el cabello por detrás de la oreja.
—Sólo quiero comer lo que tú cocinas.
22
Pongo los ojos en blanco, incapaz de contener la sonrisa.
—¿James?
—¿Sí, princesa?
—Te amo.
Se agacha para besarme antes de responder.
—Yo también te amo.
4

Bex se corre con un grito ronco y se acurruca contra mí. Tiro de ella
para que sus tetas blandas se apoyen en mi pecho y respiro contra su
cabello. Siento que su corazón se acelera. Me besa el hombro y me rasca el 23
estómago con las uñas, haciéndome estremecer agradablemente.
—¿Bien? —murmura.
—Absolutamente. —Hemos tenido sexo de todas las formas posibles,
pero ella siempre encuentra la manera de sorprenderme. Antes de ella, tenía
buen sexo, pero no del tipo que te hace sentir realmente conectado con la
otra persona. ¿Y ahora? Cada vez que me besa, cada vez que me mira a los
ojos mientras estoy profundamente dentro de ella, se afloja algo en mi pecho
que canta su nombre. Esta mañana me ha despertado con un beso, las tetas
en mi rostro, y ¿qué otra cosa podía hacer sino burlarme de sus preciosas
tetas hasta que me ha suplicado que me la follara?
Pero no terminé. Me he corrido dentro de ella sin condón; hemos
dejado de usar condones porque tiene un DIU y somos monógamos, y quiero
lamerla. Cada vez que la convenzo para que se siente en mi rostro, se sonroja
y se pone tímida, lo que es jodidamente adorable.
—Princesa.
Me mira.
—¿Mm?
Le doy una palmadita en el muslo.
—Ven a sentarte en mi rostro.
Es bonito ver cómo abre los ojos.
—¿Nena?
Me recuesto en la cama y la insto a sentarse sobre mí. Al principio
duda, pero cuando le pongo las manos en el culo, se echa hacia delante.
Presiono su coño con la lengua, disfrutando del gemido entrecortado que
emite, y encuentro su clítoris, sensible aún desde el primer orgasmo. La
balanceo ligeramente hacia delante y ella me lleva una mano al cabello,
tirando bruscamente y haciéndome sonreír. Podría quedarme así,
respirando contra ella, absorbiendo su calor y su aroma, pero ella se
retuerce.
—James —dice, con la voz alta, terminando en una pregunta.
Giro mi rostro para besarle el muslo. Mis manos presionan su culo,
amasando su piel firme.
—Sé una buena chica y ensúciame el rostro.
—James —dice con un gemido—. James, joder...
Gruño contra ella en respuesta, y las vibraciones la hacen gemir,
golpeando su mano contra el cabecero. No me burlo de ella, le chupo el
clítoris hasta que me aprieta con más fuerza, y luego le lamo los pliegues
descuidadamente. Puedo saborear mi semen mezclándose con su fluido y 24
gimo; me encanta su sabor, el toque salado y terroso. Nunca dura mucho
así, sabiendo que la tengo atrapada, lista para desgarrarla, aunque sea ella
la que está encima de mí. Cuando le clavo las uñas en el culo con suficiente
fuerza, grita y se balancea hacia delante, soltándose por fin. Le lamo el
agujero y creo que mi nariz choca contra su clítoris, porque solloza y se le
corta la respiración. Sigue cabalgando sobre mi rostro hasta que algo se
desata en su interior, y en el momento en que ocurre, siento que una cálida
humedad se extiende desde mi boca hasta mi barbilla.
La miro. Tiene las mejillas rosadas y los ojos cerrados. Su pecho, aún
enrojecido por mis caricias, se agita. Está preciosa, atrapada en un
momento de éxtasis. No es la primera vez que deseo capturar esta escena
exacta: su espesa cabellera echada sobre los hombros, los pezones rígidos y
de un rosa intenso, la boca contraída en un dulce mohín, pronunciando mi
nombre. Cada vez que se corre, saca algo primitivo de mí, y esta vez no es
una excepción. Lamo y chupo su piel sensible hasta que me suplica que la
deje ir, con el pecho hinchado por la confianza que deposita en mí, por
permitirme verla así. Que me permita saborearla, adorarla, especialmente
cuando se siente tan vulnerable.
Cuando por fin cambio de postura, está como gelatina, pegada a mí
como si temiera hundirse en el colchón. Le aliso el cabello y la beso en la
boca, dejándola saborearse, y le doy el elogio que está esperando.
—Qué buena chica.
Me atrae con otro beso.
—Dilo otra vez.
—Buena chica —murmuro contra su boca—. Te amor, joder.
—Yo también te amo —dice acariciándome el cuello—. ¿Seguro que
tenemos que salir?
Varias horas después, giro el auto y entro en una calle arbolada llena
de hermosas casas antiguas. La mayoría están apartadas de la carretera,
ocultas por arbustos y verjas. Este vecindario, Cherry Hill, está en el sur de
Jersey y no en Pensilvania. El trayecto hasta el estadio es más fácil a este
lado del río Delaware, así que es donde viven muchos de mis compañeros
de equipo y entrenadores.
A mi lado, Bex mira por la ventana. No estaba seguro de que fuera a
venir a buscar casa conmigo, después de nuestra conversación, así que
estoy agradecido de que esté aquí, aunque parece que voy a vivir solo y 25
visitar a mi novia en cualquier apartamento que alquile, en lugar de vivir
con ella como básicamente hemos hecho durante meses. Se acerca el campo
de entrenamiento y, con él, mi traslado permanente a mi nueva ciudad, así
que tengo que buscarme una vivienda. Podría alquilar algo, pero prefiero
comprar y tener la inversión, y la idea de tener privacidad es atractiva.
Además, un jardín significa mucho espacio para un perro... o para niños,
más adelante. Suponiendo que hablar de eso no hará rehuir aún más a Bex.
Bex se quita el cabello de la coleta, sacudiéndolo.
—Esto se ve elegante.
—Definitivamente.
Me mira.
—En realidad no está en Filadelfia.
—No. —Veo que la agente inmobiliaria, Kerry, frena su auto y se dirige
a una entrada, así que la sigo—. Pero sólo está a veinte minutos del estadio,
así que no tendré que desplazarme mucho. Y podemos ir a la ciudad cuando
queramos.
Se encoge de hombros.
—Supongo.
—Mantén la mente abierta, ¿de acuerdo?
Sale del auto cuando estaciono y toma el bolso.
—Claro.
Pensé que tal vez esta mañana se había borrado parte de la
incomodidad con la que habíamos estado lidiando, pero no. Cierro el auto y
la sigo hasta la puerta principal, donde me espera Kerry con el portapapeles
bajo el brazo.
—Hola —dice Bex, estrechando su mano—. Gracias por ayudarnos
hoy a ver casas.
—Por supuesto. —Kerry también me da la mano. Tiene más o menos
la edad de mi madre y viste un traje pantalón azul marino adornado con un
elegante collar de perlas. El equipo me puso en contacto con ella; al parecer,
es una de las preferidas de los atletas de la zona—. Si buscas intimidad,
ésta es una opción excelente. Muchos otros jugadores de los Eagles viven en
la zona, como seguro te ha dicho James. Y las escuelas son maravillosas en
este distrito, si están pensando en tener hijos ahora mismo.
Bex me sonríe.
—Quizá algún día, pero aún no estamos comprometidos.
—Por supuesto. —Kerry abre la puerta—. Todo está actualizado y de
lujo, así que si es de tu agrado, no tendrás que hacer nada más que mudarte.
26
La entrada me recuerda un poco a la casa de mis padres; el techo
abovedado da al segundo piso. Huele a pintura nueva; todo es de un blanco
cálido, con preciosos suelos de madera que brillan. Los tacones de Kerry
resuenan mientras nos lleva por las habitaciones de la primera planta.
Definitivamente es más de lo que necesitamos ahora, pero es precioso, desde
la isla de cocina de bloques de madera hasta la chimenea de piedra del
salón, pasando por los pomos de cristal originales, pulidos y restaurados
para que parezcan nuevos. Ya he estudiado la casa en Internet, así que,
sobre todo, miro a Bex, catalogando sus reacciones.
Se nota que le gusta. Cuando llegamos al dormitorio de invitados, que
según Kerry tiene una luz natural excelente y podría ser un estudio
fotográfico maravilloso, su sonrisa se relaja y adquiere la autenticidad a la
que estoy acostumbrado.
—Sería precioso —dice. Me mira—. ¿Te fijaste en esto cuando viste el
anuncio?
—Por supuesto —le digo—. Le dije a Kerry que necesitábamos un
lugar con mucho espacio para tu arte.
—Fue demasiado lindo —añade Kerry.
Se echa el cabello hacia atrás y se sonroja ligeramente.
—Gracias.
—¿Por qué no van a explorar arriba? —dice Kerry—. Estaré en el patio
cuando estén listos para ver la piscina.
Caminamos a través de la suite del propietario, que es enorme... y
actualmente lleno con el juego de sabanas más feo que he visto nunca. Bex
evidentemente está de acuerdo conmigo, porque resopla, tapándose la boca
con la mano.
—Oh Dios mío. ¿Quién organizó esto?
—¿Un viajero en el tiempo? —No puedo contener la risa—. ¿Por qué
parece tan... victoriano? Ni siquiera lo sé.
—Tal vez fue un extraterrestre —dice ella—. Ningún humano pensaría
que una cama tan... opulenta... es de buen gusto.
—¿Esas palomas talladas están en la cabecera? Y... ¿piñas?
¿Granadas?
Asiente, con los hombros temblando de risa silenciosa. Me asomo al
cuarto de baño, que no está mucho mejor. ¿Quién remodela un baño y se
queda con el retrete rojo?
—Entonces, tendríamos que cambiar esto.
Se limpia los ojos mientras se asoma, sucumbiendo a la risa una vez
más. Me encanta cuando está así, libre y suelta; la atraigo a un beso sólo
porque puedo. Me da el gusto durante un minuto antes de separarse. 27
—Definitivamente habría que hacer alguna remodelación.
—Ni siquiera sé de qué década se supone que es.
—Deberíamos preguntarle a Kerry si los muebles también están a la
venta.
—Por supuesto que no. —Vuelvo a estrecharla entre mis brazos,
meciéndonos de un lado a otro—. Pero no sé. No me parece bien.
Me mira.
—Sería un sitio muy grande para ti solo.
Me trago mis protestas. Si encontramos la casa perfecta, ella tendrá
que mudarse; verá que está hecha para los dos. Tengo que dejar que sea el
propio espacio el que hable.
—Estaría bien pasar más tiempo en la ciudad, pero probablemente me
reconocerán mucho, sobre todo si el patrocinio de Nike funciona.
Se encoge de hombros.
—Eso ya ha pasado, y ha estado bien. Raro, pero bien.
Tiene razón; pasamos el fin de semana en Nueva York el mes pasado
y me pararon por la calle un par de veces para pedirme autógrafos y fotos.
(Y un seguidor de los Giants que quería abuchearme.) Me pareció raro,
porque hasta ahora, siempre que me había pasado era porque estaba con
mi padre. ¿Y cuando fuimos a cenar a Carbone con mis padres? Sentí más
ojos puestos en nosotros que en cualquier otra ocasión reciente en la que
papá y yo hayamos estado en el mismo lugar público.
Bex, por su parte, fue muy dulce al respecto. Hubiera preferido que
me dejaran en paz para pasar un fin de semana romántico con mi chica,
pero uno no queda tercero en el draft en una posición tan visible como la de
quarterback y no adquiere cierto nivel de visibilidad, sobre todo en la era de
las redes sociales.
Se inclina y me aparta el cabello de la frente.
—¿Kerry tiene algo más en la agenda?

28
5

Cruzamos el puente Benjamin Franklin para entrar en Filadelfia y, en


cuanto volvemos a tierra firme, siento que algo cambia en mi pecho. A pesar
de lo bonito que es Cherry Hill, y de que podría considerarlo un lugar 29
precioso para formar una familia, no me parece lo más adecuado en este
momento. Sólo tenemos veintidós años y no conocemos a nadie en Filadelfia,
excepto a los nuevos compañeros de James. Vivamos juntos o separados,
estar cerca de la cultura de la ciudad es importante. Aparte de una visita al
Lincoln Financial Field, no he estado en Filadelfia, y quiero estar cerca de
cualquier trabajo que acabe empezando, y cerca de museos, restaurantes y
vida nocturna.
James frena el auto ante un semáforo en rojo y tamborilea con los
dedos sobre el volante.
—Un poco diferente, ¿eh?
—Esto podría estar muy bien.
—Definitivamente. Hay mucha más energía.
—Este es un vecindario muy caro, ¿verdad?
—¿Rittenhouse Square? No voy a mentir, este listado es aún más caro
que la casa.
Me esfuerzo por no quedarme con la boca abierta. La casa de Cherry
Hill cuesta uno coma siete millones y, cuando lo oí, sentí que se me caía el
corazón al estómago. James, por su parte, estaba totalmente tranquilo
mientras hablaba de ello con Kerry. Normalmente, no pienso demasiado en
lo diferentes que hemos crecido, pero en los últimos días lo he sentido con
más intensidad. ¿Cómo puedo vivir en una casa multimillonaria, todo
gracias al dinero de mi novio, sin sentirme fuera de lugar?
—¿Cuánto más?
—Unos cuatro millones.
—Mierda.
Mira, con una sonrisa en el rostro.
—Es jodidamente bonito.
—Más vale que sea un castillo.
—Hay un patio en la azotea.
Suspiro.
—No me tientes.
Su sonrisa se hace más amplia, más segura de sí misma.
—Eso es exactamente lo que estoy haciendo, princesa.
Por supuesto. Sacudo la cabeza.
—El semáforo está en verde.
Como era de esperar, la casa es preciosa por fuera. La fachada de
piedra y la alegre puerta amarilla me hacen sonreír, a pesar de que dudo en 30
entrar. Sin embargo, Kerry abre la puerta con una floritura y no tengo más
remedio que seguirla hasta una entrada elegante y moderna.
—Esto se construyó en 1800, si pueden creerlo. Pero todo está
completamente renovado, sin ningún problema, y además es precioso.
—¿1800? —Repito—. Es increíble.
Nos sonríe.
—Sería una inversión maravillosa. Filadelfia tiene muchas casas
históricas, y está es una de las más bonitas que he encontrado. Es una
suerte que esté en el mercado, dada la calle, y a un precio tan razonable.
¿Por qué no exploran por su cuenta y me dicen lo que piensan? Asegúrense
de ver el patio de la azotea, las vistas son preciosas.
Camina por el pasillo hasta lo que parece una sala de estar, con los
tacones resonando en el suelo de madera. James se vuelve hacia mí, con los
ojos brillantes; me doy cuenta de que ya le encanta.
—¿Qué te parece?
Paso los dedos por la elegante barandilla.
—Primero vamos a ver la cocina.
La cocina es devastadoramente bonita. No sé qué me gusta más, si las
encimeras de cuarzo blanco combinadas con los atrevidos armarios azul
marino, los modernos acabados dorados o la inmaculada cocina Viking, que
casi me hace salivar. Tal vez sea la larga y preciosa isla, perfecta para todo,
desde organizar una fiesta hasta hornear. James ni siquiera da una vuelta;
se limita a apoyarse en la puerta y ver cómo abro los armarios y miro en los
cajones. Alguien debe de haber intentado que este piso tuviera un concepto
más abierto, porque la cocina da a un precioso comedor y, más allá, a un
acogedor salón con chimenea de gas.
Recorremos lentamente el resto de las habitaciones.
Hay una habitación con mucha luz que James menciona que podría
servir para mi estudio de fotografía, y veo posibilidades en las paredes
blancas y los grandes ventanales con vistas a las casas de enfrente.
Habitaciones de invitados, por si mi madre o alguien de su familia viene de
visita. Una suite para el propietario que, por suerte, es preciosa y no está
abarrotada de muebles horribles, además de un baño con la bañera más
grande que he visto nunca; incluso James, con lo ancho de hombros que es,
podría sentarse en ella conmigo.
Cuando llegamos al patio de la azotea, el corazón me late más deprisa.
Esta casa tiene historia y también espacio para el futuro. Quizá no un futuro
para siempre, porque tener un jardín estaría bien, pero por ahora. Podría
vernos aquí, haciéndola nuestra. Las paredes están listas para nuevas obras
de arte. La cocina, claramente nueva, necesita a alguien que cocine en ella. 31
La suite del propietario podría ser un hermoso santuario, un lugar para
bloquear el resto del mundo. Cada centímetro tiene encanto y carácter,
gracias a su historia. Me gusta la idea de no ser los primeros en vivir aquí.
El decorador sabía lo que hacía en el patio exterior. Las plantas
estratégicamente colocadas hacen que parezca privado, casi como un jardín,
en lugar de una azotea. La vista muestra la ciudad, calles de casas antiguas
como ésta y edificios más altos y nuevos varias manzanas más abajo. Me
asomo a la calle por encima de la barandilla y veo a alguien paseando a un
par de perros. Ahora mismo, a finales de junio, esto es precioso, pero
también pienso en las tardes de otoño. Una pequeña hoguera y mantas para
mantenernos calientes, música sonando suavemente de fondo.
—Bex —oigo decir a James mientras vuelve a estrecharme entre sus
brazos. Su pecho es sólido y cálido. Me derrito en él, a pesar del calor, e
inclino la barbilla para mirarlo.
—Hola.
—Casas como esta son difíciles de encontrar.
—Es perfecta. —Me giro en sus brazos para encontrarme con su
mirada. Tiene una expresión pensativa en el rostro, como cuando está
reflexionando sobre un problema—. Deberías comprarla.
Niega.
—No quiero vivir solo en ella.
—He visto más pisos —le digo—. Podría conseguir algo bonito. No
estoy segura de lo cerca que estaría de este vecindario, pero seguro que no
estaría muy lejos.
—Pero no hace falta.
—Lo sé. Pero no puedo ser... una aprovechada en tu casa. Sin aportar
nada.
—Vas a conseguir un trabajo, pero el dinero no es la única forma de
contribuir.
Me alejo, dándonos un par de metros de distancia.
—Pero es importante que lo haga. Quizá si ya estuviéramos casados
sería diferente, pero aún no hemos llegado a ese punto. Me sentiré rara
viviendo en un sitio en el que nunca podría permitirme estar sin ti.
—Pero de eso se trata. No estás sin mí.
Sacudo la cabeza.
—Pasaré tiempo aquí, seguro, pero...
—Espacio.
32
—Sí.
Su mandíbula se endurece. Me mantengo firme, cruzando los brazos
sobre el pecho.
—No sería para siempre.
—Pensé que tal vez una vez que vieras algún lugar que amaras, te
darías cuenta... —Se interrumpe, pasándose una mano por el cabello—. No
pasa nada. Te dije que no te presionaría.
—Gracias.
—¿Pero te encanta?
Asiento.
—Es precioso, y no está muy lejos del estadio, y es una buena
inversión, como no paras de decir. ¿Por qué no ir a por ella?
Sé por qué no quiere apretar el gatillo. Puedo ver la duda, clara como
el día, en su rostro. Me muerdo el labio, indecisa entre mantenerme firme o
ceder. No puedo deshacerme de la horrible imagen de mí misma, ahora con
mayor detalle, si esta casa es el telón de fondo, empaquetando mis cosas y
abandonando el hogar que compartí con él, para volver al punto de partida,
completamente sola. Si voy a mudarme con él, quiero que sea para siempre,
y necesito sentir que el campo de juego está al menos un poco igualado. ¿Tal
vez yo no sería capaz de contribuir al pago de una hipoteca en un lugar
como este, pero la comida? ¿Las facturas del teléfono? No puedo seguir
haciéndole la cena y el postre y pretender que es un intercambio igualitario.
—Lo pensaré —dice después de un momento—. Quiero que seas feliz.
—Soy feliz. —Levanto la mano y le rozo la mandíbula con el pulgar por
la mejilla afeitada—. Soy feliz y no quiero terminar. Si quieres la casa,
cómprala.
Suelta una carcajada, pero la diversión no llega a sus ojos serios. Me
aparta la mano del rostro y me besa la palma.
—¿Y si estuviéramos comprometidos?
—¿Qué?
—Si nos comprometiéramos, ¿sería suficiente para convencerte?
Dijiste que sería diferente si nos casáramos, pero ¿qué te parece un
compromiso?
Antes de que pueda responder, se inclina y me besa en la frente. Ligero
como una pluma, como hace a veces cuando estamos en público.
Me doy cuenta de por qué cuando veo a Kerry esperando junto a la
puerta de la azotea. Trago saliva, intentando mantener una expresión
amistosa, como si James no acabara de sacudir todo mi mundo. Llevo
tiempo pensando que algún día nos casaremos, pero siempre me ha 33
parecido algo de lo que hablaríamos en un futuro muy lejano. El matrimonio
no es sólo salir, es un compromiso que pretendo hacer una vez. Con James,
por supuesto. ¿Pero ahora? ¿Realmente quiere eso, o sólo quiere que
vivamos juntos, y así es como cree que me hará estar de acuerdo?
Si se arrodillara ahora mismo, ¿qué le diría?
—¿Qué te parece? —dice Kerry, con las manos juntas delante de ella—
. ¿Vendida?
James sonríe, a la vez compungido y encantador.
—No del todo. Nos gustaría seguir buscando. —Me mira y me rodea
los hombros con el brazo—. Y hay otra inversión que quiero hacer primero.
6

JULIO

—¿Le gusta alguno de estos, señor? 34


La encargada, Erin, destapa una caja de anillos forrada de terciopelo,
cada uno más brillante que el siguiente. Con la promesa de almorzar en
Gramercy Tavern, Cooper y Sebastian han tomado hoy conmigo el tren a la
ciudad, y hemos ido directos de Penn Station a Tiffany's. Bex sabe que estoy
en la ciudad, pero cree que estoy pasando un tiempo con mis hermanos
antes de mudarnos. Afortunadamente, hoy tiene una entrevista de trabajo,
así que no hizo demasiadas preguntas.
Hace un par de días, concerté una cita en la tienda de la Quinta
Avenida que no dejó lugar a dudas sobre quién soy y qué estoy buscando, y
es una pena que Izzy no esté aquí, porque es como ella prefiere comprar: en
una sala privada, bebida en mano, con un dependiente dispuesto a ofrecer
más selecciones a demanda. Es un poco exagerado, pero no me interesa
alargarme. Pronto voy a pedirle matrimonio a Bex y, antes de que eso ocurra,
necesito un anillo. A pesar de la ligera vergüenza que me produce el servicio
de alfombra roja, es agradable tener la intimidad de considerar mis
opciones, especialmente para una compra tan cara. No busco un anillo
cualquiera. Necesito uno digno de una princesa. Mi princesa. Tiene que ser
la garantía perfecta para Bex que estamos juntos en esto, para el largo plazo.
Cooper deja su bebida en un posavasos y se inclina hacia delante. La
habitación en la que estamos está llena de detalles en azul Tiffany, y el sofá
azul parece delicado comparado con mi tosco y agitado hermano.
—¿Un diamante amarillo?
Sacudo la cabeza.
—Eso no es para ella. Le parecería demasiado llamativo.
—El diamante circular es bonito —ofrece Seb—. Parece clásico, como
ella.
Sebastian, perspicaz como siempre.
—Sí —digo—. Me gusta el corte circular.
—Iré a buscar más opciones circulares —dice Erin, pasándose el
cabello rojo por detrás de la oreja. Sonríe coquetamente a Sebastian—. Me
gustan los hombres que conocen sus joyas.
—Oh, vamos —dice Cooper en cuanto la puerta se cierra tras ella—.
¡Ni siquiera te gustan las pelirrojas!
Seb se ríe.
—Quizá te estás esforzando demasiado. Le pusiste ojitos en cuanto
entramos en la tienda.
—Y yo que esperaba una invitación para volver a su apartamento, que
con suerte comparte con una compañera de piso igual de buena, pero en
vez de eso, te va a conceder a ti ese honor. 35
—Es un poco mayor para ti —digo divertido—. Para cualquiera de los
dos.
—Puedo entender la madurez —dice Cooper.
—Porque tú no la tienes, así que es una novedad para ti —replica Seb.
Cooper parpadea y se echa a reír. Agacho la cabeza para ocultar mi
sonrisa de idiota. Voy a echar mucho de menos esto cuando empiece a
trabajar. Los compañeros de equipo y los amigos son una cosa, pero no hay
nada como los hermanos.
—Todavía tengo curiosidad por ver cómo vas a venderle esto a papá
—dice Cooper.
—Sí, seguro que Richard estará encantado —dice Seb, con un tono un
poco seco.
Pongo los ojos en blanco. Papá se ha portado mucho mejor con Bex
cuanto más la ha conocido, pero tienen razón. Seguro que espera que
salgamos un tiempo más antes de comprometernos el uno con el otro.
—Ella le gusta mucho más ahora. El otro día vio un documental de
fotografía y la llamó para hablar de ello.
Seb se recuesta en el sofá y cruza el tobillo sobre la rodilla.
—Es pronto para un compromiso.
Cooper asiente mientras da un largo sorbo a su bebida.
—Sé que estamos aquí y todo eso, pero ¿estás seguro? Ni siquiera ha
pasado un año.
Me encojo de hombros.
—Oye, cuando se sabe, se sabe.
—No me lo imagino.
—Algún día lo harás.
Cooper suspira y se sirve un poco más de bourbon.
—Desde que te enamoraste, suenas como mamá.
—Quiero a nuestra madre, y por eso no lo veo como un insulto.
Erin entra de nuevo en la habitación, con otro maletín en las manos.
—Perdóname —dice—. Pero dijiste que el presupuesto es... flexible,
así que me divertí un poco.
Desvela otro juego de preciosos anillos, cada uno con un gran
diamante de talla circular en el centro. Todos son perfectos, pero me llama
la atención el de la esquina superior derecha: un diamante grande, pero no
llamativo, flanqueado a ambos lados por zafiros.
—Me gustaría ver ése, por favor.
36
Erin se pone los guantes y saca el anillo con cuidado, sosteniéndolo
debajo de una lámpara para que yo lo vea captar la luz.
—Es un precioso dos coma cinco quilates, así que es grande sin ser
demasiado llamativo, y los zafiros son de igual calidad.
—Es precioso. —Me lo imagino en el dedo de Bex. El diamante es
elegante, y los zafiros añaden un toque de color que me recuerda a ella. Es
elegante y especial y exactamente lo que se merece. Estoy seguro de que es
caro como el infierno, pero es dinero que estaría encantado de gastar. A ella
no le gusta que la mime demasiado, pero puedo permitírmelo, ¿y quién
quiere que su prometido escatime en su anillo de compromiso?—. ¿Qué les
parece, chicos?
Erin muestra el anillo a Sebastian y Cooper. Vuelve a tener esa sonrisa
sensual en el rostro cuando se dirige a Seb.
—Sí, ¿qué opina nuestro experto en joyas?
—Es impresionante —dice Cooper, pero no mira el anillo. Le doy un
codazo a modo de disculpa. Es cierto que siempre ha sentido debilidad por
las pelirrojas; siempre se detiene cuando navega por los canales y ve una
película de Isla Fisher. Una noche con una pelirroja sexy y mayor sería
perfecta para sacarlo de su depresión, pero parece que no va a ser así. El
único consuelo es que Seb nunca se acostaría con una mujer en la que
Cooper estuviera interesado: la chica por la que se pelearon en el primer año
de instituto fue la última vez que se involucraron en algo tan turbio.
—Muy bonito —dice Seb—. ¿Cuál es la banda? ¿Platinum?
Erin se inclina hacia delante, apoyando su mano libre en la rodilla de
Sebastian.
—Sí. Ya sabes, la mayoría de los chicos que vienen aquí no saben nada
de joyería.
—¿Seguro que no pensará que los zafiros son demasiado? —me
pregunta Seb, apartando amablemente la mano de su rodilla.
—Creo que es lo suficientemente indulgente como para que lo acepte,
pero no tanto como para que piense que no se lo merece —digo.
Erin vuelve a colocar el anillo en el estuche, aparentemente
imperturbable ante el sutil rechazo de Seb.
—Eres un encanto. Mi padre es un gran fan de los Eagles, se
emocionará cuando se entere de que te he ayudado hoy.
Le dirijo mi sonrisa más encantadora.
—¿Te importaría mantener en secreto lo que voy a comprar? No
querría que la noticia llegara a mi chica antes de que consiga hacerle la 37
pregunta, aunque sea accidentalmente.
Me guiña un ojo.
—Un joyero nunca cuenta los secretos de sus clientes. Entonces, ¿es
éste?
Vuelvo a mirarla, esperando a ver si alguna parte de mí duda, pero no
es así. Sólo me siento firme, con la emoción empezando a crecer en mi
estómago. Aún no he pensado cómo se lo voy a pedir a Bex, pero me parece
bien hacerlo pronto. No es sólo que quiera que viva conmigo, aunque por
supuesto espero que decida que esto es suficiente para convencerla. Kerry
me avisa si alguien más hace una oferta por la casa, aunque no es la casa
lo que me importa; sólo quiero irme a dormir por la noche, todas las noches,
al lado de Bex. Desde las Navidades pasadas sé que ella es para mí, que no
aceptaré a nadie más como esposa. La estabilidad de un compromiso, sobre
todo de cara a nuestras carreras de posgrado, resolvería el nudo de
preocupación de que no seamos para siempre que no puedo desatar, y
espero que ella sienta lo mismo.
—Sí —le digo—. Es perfecto.
—Felicitaciones. —Se quita los guantes y me sonríe—. Hablemos del
precio y del pago.
Saco la cartera y le doy mi tarjeta.
—Con mucho gusto.
7

—Bex, hola —dice Laura en cuanto tomo el teléfono—. ¿Cómo ha ido


la entrevista de trabajo?
Hago una mueca, aunque no puede verme. Suena como si estuviera
38
paseando por algún lugar público; un auto toca el claxon de fondo, casi
ahogando el final de su frase. Casi inmediatamente después de nuestra
ceremonia de graduación, regresó a Nueva York y se fue a vivir con Barry en
lugar de con sus padres, que últimamente prefieren Florida. Aún no he
tenido ocasión de ver su apartamento, pero conociendo a Laura, es un
espacio con clase, perfecto para que vuelva a casa después de sus clases en
Columbia Law. No es la primera vez que me alegro de que James haya sido
reclutado por un equipo del noreste. Sería un asco estar preparándome para
mudarme a California o Texas ahora mismo. Seguiremos cerca de su familia,
podré ver a mamá y mi tía Nicole siempre que lo necesite, y estoy segura de
que pronto Laura me atraerá a la ciudad con promesas de cenas elegantes
y una noche de discoteca.
—Ha sido un desastre.
—¿Qué? No puede ser.
—Sí —digo miserablemente. Estoy sola en casa, ya que James y sus
hermanos se han ido a pasar el día a la ciudad, y en ese momento pensé
que no me importaba, pero ahora desearía que James estuviera cerca para
poder consolarme—. Fue un desastre. Odian mi trabajo; no paraban de
hablar de que la energía estaba mal.
—Era un puesto en una galería, ¿verdad?
—Sí, pero les gusta que su personal también sea artista. Por lo visto,
yo no soy el tipo de artista adecuada.
Laura suspira.
—Bueno. Parecen imbéciles y de todas formas estarás mejor sin ellos.
—Bedford es la galería más prestigiosa de Filadelfia.
—Y ahí está tu problema. Ugh. Filadelfia.
Me río a mi pesar.
—Es nuestra nueva base de fans de la que estás hablando.
—Sé que James tiene que ser un hombre del pueblo, pero ¿lo eres tú?
Todo el mundo sabe que la escena artística de Nueva York es la mejor. —El
ruido de fondo se corta bruscamente, como si acabara de entrar en un
edificio—. Si no vas a vivir con él...
—No. No me voy a mudar a Nueva York.
—Podrías.
—Definitivamente no. Quiero estar cerca de él.
Vuelve a suspirar, esta vez más por el dramatismo que por auténtica
exasperación. Sé muy bien cómo suena eso.
—Entonces deberías irte a vivir con él. ¿Qué sentido tiene estar sola
39
en Filadelfia?
—O en el sur de Jersey. Al parecer, muchos de los chicos del equipo
viven allí, porque el estadio está al otro lado del río Delaware.
—No estás haciendo que nada de esto suene atractivo. Espera un
segundo. —Cambia la llamada a vídeo para que pueda verle el rostro. Sonríe
y me saluda con la mano mientras se tumba en un sofá de terciopelo rosa—
. Así está mejor. Apuesto a que los que viven en el sur de Jersey tienen hijos,
así que necesitan estar cerca de buenos distritos escolares. Si se van a
mudar a algún sitio, que sea a la ciudad. No he estado mucho en Filadelfia...
—Y sin embargo la estás juzgando —interrumpo.
—Y sin embargo, perdona, seguro que hay cultura. En algún sitio. Al
fin y al cabo, es una de las ciudades con más historia del país. Y encontrarás
una galería que reconozca tu genio.
—Ni siquiera sé si quiero trabajar en una galería —admito—. No sé lo
que quiero hacer en absoluto. Ése es parte del problema. Antes, tenía el
restaurante, y ahora sé que puedo hacer cualquier cosa, y eso...
—¿Te asusta un poco?
—Posiblemente.
—Tienes un novio rico que quiere que te mudes. No tienes que hacer
nada de inmediato.
Gruño.
—¡No puedo sentir que me estoy aprovechando de él, Laura! No es que
estemos casados, aunque...
Laura se queda con la boca abierta, interpretando correctamente mi
silencio.
—¿De verdad? ¿Cómo lo sabes?
—Cuando fuimos a ver esta casa adosada en Filadelfia, que era
preciosa, por cierto, me preguntó si cambiaría de opinión sobre irnos a vivir
juntos si estuviéramos comprometidos.
—Santo cielo.
—Lo sé.
—¡Esto es increíble! —Se sienta, prácticamente saltando, haciendo
que el teléfono se congele al intentar seguir sus movimientos—. Te va a pedir
matrimonio. Eres tan afortunada, ya puedo decir que convencer a Barry
para que me haga la pregunta va a ser más trabajo que agravios.
—¿Qué son los agravios?
—Una cosa de leyes. ¿Crees que ya ha hecho planes? ¿Dónde está 40
ahora?
—En la ciudad con sus hermanos. —digo. Puedo ver el momento
exacto en que los engranajes empiezan a funcionar en la cabeza de Laura.
Me dijo que iba a comer, y no me pareció raro en absoluto, aunque para ser
justos, yo estaba distraída con la preparación de la entrevista—. Pero estoy
segura de que no...
—¿Por qué no? —dice—. ¿Quieres que vaya a ver si puedo espiarlo?
Sacudo la cabeza.
—Por favor, no.
—Vas a decir que sí, ¿verdad?
No contesto. Sé la respuesta: quiero casarme con él, algún día, y si
me lo pide, no voy a decir que no. Pero me resulta difícil imaginarme
comprometida. Tener un anillo elegante en el dedo. Prometer tener un futuro
con alguien, aunque ese alguien sea el hombre al que amo.
—¿Bex?
Me muerdo el labio.
—Diré que sí.
Exhala un suspiro de alivio.
—Me preocupé por un momento. Voy a ser la dama de honor, ¿verdad?
¿O será Izzy? Entiendo perfectamente si tiene que ser ella, pero entonces
definitivamente quiero ser dama de honor.
—Aunque nos comprometamos, no creo que nos casemos pronto —
digo, intentando no pensar demasiado en cómo sería planear mi boda en
realidad. Cuando James y yo hablamos de ello de camino a casa desde
Filadelfia, me aseguró que estamos de acuerdo en tener un compromiso
largo—. No estamos preparados para eso, se trataría más bien de...
asegurarnos. Estar en la misma página sobre nuestro futuro.
—Apuesto a que ahora mismo está comprando la piedra. —Laura
levanta una ceja—. Lo que significa que estarás viviendo en esa preciosa
casa y considerando tus futuras opciones profesionales sin sentirte tan
estresada, ¿verdad?
—Haces que parezca tan fácil.
—Creo que eres tú quien lo hace demasiado difícil.
Me tumbo contra la cama y me paso la mano por el rostro. Aún llevo
puesto el maquillaje de la entrevista, que seguro que se me está corriendo,
pero en cuanto cuelgo el teléfono con Laura, me meto en la ducha para
intentar quitarme el sudor nervioso y el hedor a fracaso absoluto. De alguna
manera, el hecho de que fuera una entrevista de Zoom empeora las cosas.
41
—No sé, Laura.
—No es ninguna vergüenza estar con alguien que quiere cuidarte. De
hecho, eso es lo que quiere la mayoría de la gente. Si realmente amas a
James y quieres este futuro con él, creo que necesitas darte permiso para
que empiece ahora.
Tiene razón, pero el miedo que siempre subyace a cualquier
pensamiento sobre el futuro asoma la cabeza, con los dientes listos para
desgarrarme. Si empieza ahora y está condenado al fracaso, significa que
acabará mucho antes.
Cuando no digo nada, Laura emite un sonido de preocupación.
—Pensé que era un consejo bastante impresionante, si me preguntas.
¿Qué pasa?
—Nada.
—Bex, vamos. Te conozco.
Parpadeo. Ahora voy a llorar, y además de maquillaje corrido, tendré
manchas de rímel en las mejillas. Simplemente genial. Sacudo la cabeza,
incapaz de hablar por el nudo que tengo en la garganta.
Laura se queda callada un momento, dejándome respirar, pero al final
vuelve a intentarlo.
—Hablemos de esto. Pronto te vas a comprometer. Deberías estar
emocionada.
—Estoy emocionada —digo con dificultad. Cuanto más lo he pensado
desde aquella conversación en la azotea, más cómoda me he sentido con la
idea—. Es que... yo también tengo miedo.
—Tú misma dijiste que no es como si te fueras a casar de inmediato.
—No, lo sé, pero... ¿y si no dura? ¿Y si me mudo y me acostumbro a
toda esta vida, y luego terminamos y me quedo sola? ¿Y todo el camino de
vuelta a la casilla de salida?
—Para empezar, no estarías en el punto de partida.
Sacudo la cabeza.
—No lo estarías —dice con firmeza—. Lo de la cafetería fue el principio.
Ya lo has superado. Y si terminan y tiene que irse, cosa que no va a ocurrir,
porque estás locamente enamorada y sé que él también lo está, acudes
directamente a mí. Te quedarás conmigo y con Barry, lloraremos lo
suficiente como para llenar la bañera y luego te ayudaré a dar los siguientes
pasos.
Sonrío a mi pesar.
—¿De verdad?
—Por supuesto. ¿Crees que no estaré ahí para ti? Por favor. Te quedas 42
conmigo, aunque te mudes a una ciudad inferior.
—Te amo —digo con impotencia. Laura siempre sabe qué decir. Va a
ser una excelente abogada, y si se lo dijera, se limitaría a decir: Lo sé.
—Yo también te amo —dice—. Y me gustaría poder abrazarte ahora
mismo, como siempre. ¿Pero Bex? No vas a terminar con él. Ustedes dos son
para siempre, y lo sabes. ¿Por qué torturarte a ti misma, y a él, cuando
puedes ser feliz? No tienes que tenerlo todo resuelto para disfrutarlo.
Me incorporo.
—Tienes razón.
—Claro que tengo razón. ¿Tienes fotos de la casa? Mándamelas para
que empecemos a decorar.
Sonrío.
—Te va a encantar el patio de la azotea. Sólo déjame meterme en la
ducha primero.
8

Bex rebota en el borde de la cama mientras me ve ponerme el bañador.


—¿Qué quieres hacer primero? ¿Océano o la piscina? 43
Llevamos media hora en la casa de alquiler y, en ese tiempo, Izzy se
ha ido a tomar el sol, Seb y Coop han discutido sobre con cuál de los dos ha
coqueteado la azafata, papá ha trazado el horario de los restaurantes y el
ama de llaves ha dejado comida suficiente para alimentar a un ejército.
Cualquiera diría que nos estamos instalando para pasar el mes, no sólo la
semana.
Me quito la camiseta y me inclino para darle un beso cuando se acerca
a mí.
—Océano —digo, besando sus dos mejillas antes de rozar mis labios
con los suyos—. Porque alguien nunca ha estado. Y de alguna manera,
nunca te he visto en traje de baño.
Bex se muerde el labio.
—¿Te aferrarás a mí?
—Por supuesto, cariño.
Se desliza fuera de la cama y va a su maleta, sacando algo que sin
duda le quedará muy bien. Aunque me gustaría ver el espectáculo, no me
importa que desaparezca en el baño. Vuelvo a mirar en el bolsillo lateral de
la mochila, asegurándome de que la cajita cuadrada siga adentro.
Llevo años yendo de vacaciones con la familia a Kitty Hawk, pero
nunca con novia... y menos con un anillo de compromiso en la mano. Llevo
casi dos semanas pensando en cómo proponérselo, y cuando llegó el
momento, no se me ocurrió mejor manera que en un lugar privado y
hermoso, con mi familia para celebrarlo. No es una pedida de mano en mi
futuro estadio de fútbol, pero Bex no querría eso de todos modos.
Me meto la caja en el bolsillo y llamo a la puerta del baño.
—Voy a hablar con mis padres, ¿de acuerdo? Nos vemos en la playa.
Aunque no voy a pedir permiso a mis padres para proponerle
matrimonio, no quiero sorprenderlos cuando me arrodille. Estoy seguro de
que mamá estará encantada, pero no estoy seguro de papá. Incluso con el
anillo en el bolsillo, mi conversación con Cooper y Sebastian resuena en mi
cabeza.
Encuentro a mis padres en la cocina. Llamo al marco de la puerta e
interrumpo su tranquila conversación. Están oficialmente de vacaciones; mi
madre lleva un bañador y una bata de encaje, unas grandes gafas de sol en
la cabeza y parece que mi padre ha sacado las camisas hawaianas.
—Hola.
Mamá levanta la vista.
—Hola, cielo. ¿Qué van a hacer Bex y tú esta tarde? Cooper y
Sebastian están en la playa con Izzy. 44
—Creo que eso es lo que vamos a hacer nosotros también —digo. Me
inclino sobre la isla de la cocina—. Es que... tenía algo de lo que quería
hablar con ustedes antes.
Papá levanta la vista de su teléfono.
—¿Qué pasa?
Me paso la mano por el cabello y me rasco el cuello. El corazón me da
un vuelco de nerviosismo, pero sigo adelante.
—Quería que supieran que... voy a declararme. Esta semana.
Mamá se tapa la boca con la mano para ahogar su grito de emoción.
Se vuelve hacia papá, con los ojos brillantes, y le agarra del brazo.
—¡Oh, James! Es maravilloso. ¿No es maravilloso, Richard?
Papá golpea su teléfono contra la mesa, frunciendo los labios.
—Ni siquiera ha pasado un año.
—Oh, no seas hipócrita —dice mamá—. Apenas salimos un mes antes
de que te declararas.
Levanto las cejas.
—¿En serio? Creía que habían sido un par de años.
—Esa fue la proposición oficial. —Sonríe a mi padre, que suspira
negando. Al menos la expresión de su rostro es cariñosa—. Lo hablamos
muy poco después de empezar a salir. ¿Qué dijiste?
Papá le besa la mejilla.
—Dije que algún día me casaría contigo.
—Y estabas muy decidido, lo recuerdo.
—Sabía lo que quería.
—Y yo sé lo que quiero —digo—. No vamos a casarnos de inmediato,
pero sabemos que somos el uno para el otro, así que ¿por qué no hacerlo
oficial?
Mamá suspira feliz.
—Siempre has tenido un lado romántico.
Tomo asiento en la mesa de la cocina. Papá no parece horrorizado ni
nada parecido, pero estaría bien que dejara de mirarme como si esperara
que me echara atrás y dijera que solo estaba bromeando. Mamá se acerca y
me aprieta la mano.
—¿Cómo vas a hacerlo? ¿Necesitas un anillo? Podrías usar el anillo
de mi madre; la esmeralda es preciosa. Siempre he pensado ofrecértelo, o 45
quizá a Cooper, cuando estuvieras preparado.
Papá resopla.
—Tendrás que esperar bastante si esperas que Cooper lo acepte.
—Oh, cállate —le dice mamá—. Cooper acabará encontrando su
camino.
Saco la caja del anillo y la pongo sobre la mesa.
—Guarda el anillo de la abuela para Cooper. Lo apreciará. Elegí algo
para Bex antes de venir.
Mamá abre la caja y jadea al ver el anillo. Papá levanta una ceja
después de echar un vistazo.
—Vaya anillo —dice—. ¿De Tiffany’s?
—¿Qué, la caja no lo delataba?
—Le va a encantar —dice mamá—. Un diamante circular le queda
perfecto.
—Es un poco cerca del comienzo de la temporada para proponerte,
¿no te parece? —dice Papá—. Necesitas concentrarte.
—Creía que habíamos quedado en que me dejarías conciliar mi vida
laboral y personal —le digo.
Hemos tardado un tiempo en llegar a este punto, y admito que aún
me pone nervioso la idea de compaginar mi carrera en la NFL con una vida
personal plena, pero, al fin y al cabo, tengo que trabajar en ello, a mi
manera. Sé que la estabilidad de mi relación, una prometida, una casa
juntos, me ayudará a recordar por qué estoy trabajando cada día, pero dado
mi historial, no culpo a mi padre por sus dudas.
Papá, por su parte, se echa hacia atrás en la silla.
—Sólo asegúrate de sentirte bien al respecto.
—Me siento bien.
—Entonces me alegro por... oh, Bex, hola.
Tomo la caja del anillo y me la meto en el bolsillo mientras Bex entra
en la habitación. Se está recogiendo el cabello en una coleta, y su bikini azul
y blanco muestra sus curvas maravillosamente. Va a estar guapísima con
mi anillo en el dedo, pero aún no es el momento. Cuando se lo proponga, va
a ser especial, no mientras estemos en ropa interior en una cocina con mis
padres.
—Hola —dice, ladeando la cabeza—. ¿Interrumpo?
—No. —Me levanto y le beso la mejilla—. Me acabo de dar cuenta de
que me he olvidado las gafas de sol arriba. Voy por ellas y nos vemos en la
playa.
46
Subo las escaleras antes de que pueda decir nada más y escondo el
anillo. Para cuando encuentro las gafas de sol y tomo las sandalias y la
toalla, Bex ya está tomando el sol junto a Izzy. Los dos puntos que flotan en
el océano lejos de la orilla son Seb y Coop, supongo.
Se tapa los ojos y me mira.
—Hola, cariño. Ahí estás.
Alargo la mano para levantarla.
—Ven a nadar conmigo.
Izzy pasa la página de la revista que está leyendo.
—Fuiste demasiado lento. Estamos pasando el rato. Necesito sus
consejos ahora que por fin hay otra chica cerca.
Bex se levanta, aferrándose a mi mano.
—¿Quieres nadar con nosotros? Podemos hablar de Christian allí.
—¿Quién es Christian? —le pregunto.
—Un camarero del club —dice Izzy—. No es que sea asunto tuyo.
—¿Y cuántos años tiene Christian?
Izzy tira su revista a un lado y se sienta con un suspiro.
—¿Ves, Bex? Cualquier mención a un chico y decide que es asunto
suyo.
—Es asunto mío si es Christian Rozzi, que, lo último que recuerdo, es
de mi edad.
—Y lo último que recuerdo es que tú eres sólo cuatro años mayor que
yo —responde ella—. No todo el mundo encuentra el amor en su curso,
James.
Bex me mira, entrecerrando los ojos contra el sol.
—A ella le gusta él. Está haciendo un máster en la ciudad, así que no
estará lejos de McKee.
—Oh, qué alegría.
—Si yo tuviera un hermanito, preferiría que saliera con alguien que
ya conozco —añade, ahora con voz burlona. Me toca el estómago—. Llévame
a nadar. Iz, vamos, nunca he estado en el mar.
—¿Qué? —dice Izzy, poniéndose en pie—. ¿Sabes nadar?
—Gracias a la piscina del Y, sí.
—No dejes que ninguno de los idiotas de mis hermanos te sumerja.
Pero si lo hacen, los jalaré del cabello.
Chocan los cinco.
47
—Buen plan —dice Bex, riéndose al ver la expresión pétrea de mi
rostro.
Sale corriendo en dirección al mar. Izzy me saca la lengua y la sigue.
Les doy unos segundos de ventaja, mirando el culo de Bex con esa braguita
de biquini tan linda, pero la alcanzo justo cuando se mete en el agua, riendo
mientras da saltitos.
—Hace frío —dice.
—Ya te acostumbrarás.
—¿Me llevas?
La levanto en brazos y ella se estabiliza rodeándome el cuello con los
brazos. Se estremece y me aprieta el rostro contra el pecho mientras yo me
meto en las olas. El día está tranquilo, buenas condiciones para alguien que
nunca ha estado en el mar, pero ella tiene razón, hace un poco de frío. Al
final, la profundidad es suficiente para que tenga que dejarla bajar, y ella
chapotea, temblorosa pero sonriente, mientras yo piso el agua a su lado.
Cooper y Seb se acercan nadando. Seb parece una foca, con el cabello
rubio oscuro pegado a la frente. Cooper lleva unas gafas de sol demasiado
caras para arriesgarse a perderlas en el agua, pero él nunca se preocupa
por esas cosas. Izzy nada a nuestro lado y rodea a Cooper con el brazo para
estabilizarse.
—¿Cómo va todo? —pregunta Seb.
—Es la primera vez que Bex está en el mar —dice Izzy.
Cooper señala a Bex con la mano libre.
—¿Disfrutando?
Los labios de Bex parecen un poco azules, pero sonríe.
—Pensé que habría algas y me alegro de haberme equivocado.
Seb se ríe.
—Hoy está muy tranquilo y limpio. Pero me gusta cuando el oleaje
está agitado, es genial para el body surf.
Hace una mueca.
—Quizá lo vea desde la orilla.
—Te va a encantar todo este viaje —dice Izzy—. Esta noche cenaremos
en el club, pero siempre nos hago ir a tomar un helado a Big Bucks después.
Y mañana, cuando los chicos vayan a jugar al golf, iremos al spa con mamá.
Piensa en qué color quieres para tus uñas.
—Qué dulce —dice Bex—. ¿Ya has hecho la reserva? ¿Cuánto cuesta?
—No te preocupes por eso —dice Izzy—. Es un regalo de bienvenida a
48
OBX.
Me lanza una mirada culpable, pero si Bex ata cabos, no dice nada.
Ya que hemos hablado de ello, no es una sorpresa que voy a proponerme
pronto, pero es divertido para que haya al menos un poco de anticipación.
Sólo espero que Bex no me sorprenda con su respuesta.
9

Dejo la copa de vino vacía sobre la mesita y meto los pies debajo
mientras me acurruco junto a James. Me rodea con el brazo y me da un
beso en la frente antes de retomar la conversación con su padre. Hace rato 49
que no escucho nada, pero lo último que sé es que están hablando del campo
de entrenamiento, el primer entrenamiento real de James con su nuevo
equipo antes del inicio de la temporada en septiembre. En mi otro lado, oigo
a Izzy bromear con Seb sobre la chica de la heladería que coqueteó
descaradamente con él mientras esperábamos nuestros helados. Parece que
la buena racha que lleva continúa, para disgusto de Cooper.
Levanto la vista. Estamos afuera, en el patio, sentados en círculo
alrededor de la luz tenue de la hoguera. El cielo está tan despejado,
salpicado de pequeñas estrellas, y la luna, casi llena, cuelga como un
colgante perfecto. De fondo, suena un disco de los Allman Brothers. El vino
me hace entrar en calor de un modo agradable. Es la vez que más al sur he
estado, y me gusta; el aire salado del océano se siente fresco, incluso con la
humedad.
A pesar de pasar mucho tiempo con la familia de James, aún no estoy
totalmente familiarizada con ellos, pero una noche como esta se siente
cómoda. Es casi como vislumbrar el futuro. Cuando Izzy y yo vayamos al
spa con Sandra mañana, creo que también nos sentiremos cómodas. Izzy
no ha dejado de hablar de ello. Sólo se me ocurre una explicación para su
insistencia, pero he intentado no darle muchas vueltas. Confío en que
James no me sorprenda con algo que odie, pero sé que tengo que darle
espacio para que se declare a su manera.
—Bex.
Levanto la cabeza al oír la voz de Richard.
—¿Sí?
—Quería comentarte que el otro día estuve hablando con un viejo
amigo y su marido trabaja en la Universidad de Temple. Le va a pasar tu
información a su marido.
—Oh. —Miro a James, que se encoge de hombros—. Um, ¿genial? ¿A
qué se dedica?
—Trabaja para su equipo de fútbol. Juega en casa en el Lincoln
Financial.
—¿En serio?
—Sí. Dijo que su marido podría hablarles bien del departamento de
medios. —Se acomoda en su silla, dando vueltas a su vaso de whisky—. Por
supuesto, puede que no te interese, pero si sale bien, podrías trabajar como
fotógrafa para Temple.
A James se le dibuja una sonrisa en el rostro.
—Vaya, papá.
—Sí, gracias. —Me siento bien, con el brazo de James aun
rodeándome, y sonrío a su padre. Trabajar en otra universidad sería 50
increíble, y sé que tengo la cartera para respaldarlo si acaban echándole un
vistazo. Quizá sea mejor opción que intentar entrar en el mundo de las bellas
artes a través de una galería o de la fotografía periodística en una revista—
. Pero Temple jugaría sobre todo los sábados, ¿no?
—Ambos pasaríamos mucho tiempo en el estadio —asiente James.
—Te daré su información de contacto mañana —dice Richard—.
Podría ser una posibilidad.
—Por supuesto, gracias. —Si sale bien, se me haría raro conseguir mi
primer trabajo gracias a las conexiones de Richard Callahan, pero al menos
sé que tengo el talento para manejarlo—. He estado presentando solicitudes
sobre todo a galerías y revistas, pero me gusta la idea de seguir en el mundo
del deporte. También he estado barajando la idea de trabajar como fotógrafa
independiente en lugar de en plantilla.
—El retrato que le hiciste a Izzy es precioso —dice Sandra—. Serías
excelente en ese tipo de trabajo.
—Serás maravillosa en lo que hagas —dice James, apretándome el
hombro.
—Gracias. —Los elogios se suman al calor de mi copa de vino y hacen
que me ruborice. Tomo la mano de James y la aprieto ligeramente—. Estoy
bastante cansada, creo que voy a subir.
—Iré contigo —dice James mientras me levanto.
Me doy cuenta de por qué en cuanto entramos en casa. Me empuja
contra la encimera de la cocina y me besa. Sus manos encuentran la tela de
mi vestido y me la aprietan. Le devuelvo el beso y gimo en voz baja cuando
me pellizca el labio inferior. Casi doy un paso más y le acaricio la entrepierna
para masajearlo por encima de los pantalones, pero recuerdo que toda su
familia está ahí afuera. Arriba, en el dormitorio que compartimos, tendremos
más intimidad. No es infalible, pero al menos no daremos a sus padres un
espectáculo a propósito.
Le susurro al oído:
—Sube dentro de unos minutos. —Luego le beso la mejilla y salgo de
la habitación, no sin antes dejar que los tirantes del vestido me caigan por
los hombros. Lo miro, encantada de ver el calor en su mirada, y me muerdo
el labio.
Da un paso adelante, pero se detiene cuando niego.
—Espera. Haré que merezca la pena.
Subo las escaleras despacio, sabiendo que está escuchando cada uno
de mis pasos. En la puerta de nuestro dormitorio, me quito el vestido por
completo y lo dejo caer al suelo como si fuera líquido. Lo dejo allí para que
lo encuentre y hago lo mismo con el brasier una vez en el dormitorio, y luego 51
con las bragas, dejando un rastro hasta el cuarto de baño.
Enciendo la ducha y dejo que se caliente el chorro, rebusco en el
armario los aromas que he comprado esta tarde en un mercado. Pronto el
cuarto de baño se llena de vapor y huele a agua de rosas, y estoy empapada,
tanto por la ducha como por la forma en que me toco, imaginando la
expresión del rostro de James cuando suba y me encuentre.
Estoy empezando a ponerme nerviosa cuando se abre la puerta.
James entra con mis bragas en la mano. En cuanto me ve a través del
remolino de vapor, se detiene.
Arrastro unas manos resbaladizas hasta mis tetas, jugando con mis
pezones duros. Si hay algo a lo que nunca ha podido resistirse, son mis
tetas. Se lame el labio superior, sacudiendo la cabeza con incredulidad... y
se lleva las bragas a la nariz, inspirando profundamente, antes de dejarlas
caer al suelo. Aprieto las piernas y una oleada de calor me recorre. Se acerca
un paso y se desabrocha los botones de la camisa. Se quita cada capa
lentamente, sin dejar de mirarme. Me muero de ganas de arañarlo con las
uñas el vientre tenso, de besarle la zona sensible bajo la oreja y de jugar con
su preciosa y gruesa polla, cada vez más dura a causa de las bromas, pero
espero a que se acerque a mí. Despacio. Con cuidado. Como un depredador
a punto de atrapar una presa que lleva kilómetros cazando.
Por fin se acerca lo suficiente como para tocarme, pero espero,
dejando que el agua caiga sobre los dos mientras él me observa. Sé que le
gusta lo que ve, pero cuando alarga la mano, me agarra la barbilla con
firmeza. Me inclina la cabeza hacia arriba, casi como si me estuviera
examinando, y finalmente se inclina y roza sus labios con los míos.
Gimo contra su boca y le rodeo el cuello con los brazos. Me pone las
manos en las caderas, apretándome con fuerza, y me besa hasta que me veo
obligada a separarme para tomar aire. Mueve las manos y me toca el culo,
baja la cabeza hasta mis pechos y los besa antes de llevarse un pezón a la
boca. Jadeo, porque su cálida boca alrededor del pequeño y apretado capullo
es suficiente para que mi vientre se estremezca de deseo. Hagamos lo que
hagamos, no duraré mucho, y sé que eso sólo significa que él me llevará a
un par de clímax en lugar de a uno. Ya conocemos bien nuestros cuerpos;
sé exactamente cómo hacer que se corra en mi garganta, y él sabe dónde
encontrar ese pequeño punto dentro de mí que me hace correrme
desordenadamente, ya sea en sus dedos o en su polla, o gracias a su boca.
Sigue chupándome las tetas, rascando con los dientes la sensible parte
inferior de uno de ellos, mientras me masajea las nalgas, pero al final gime
y se arrodilla.
Parpadeo y me estremezco cuando me sube las manos por los muslos
y me los separa. Me besa el vientre y apoya la barbilla en él para poder
mirarme.
—Eres preciosa. 52
Le paso la mano por el cabello empapado.
—Tú lo eres.
—Sabes que quiero devorar cada centímetro de ti, siempre. —Sus
dedos trazan patrones en el interior de mis muslos, burlonamente ligeros—
. Eres mi princesa. Y las princesas siempre tienen lo que se merecen.
Lo tiro del cabello, y él responde mordisqueándome la piel del vientre.
—¿Y qué merezco yo? —le pregunto. Es un juego al que ya hemos
jugado antes, pero la respuesta nunca deja de dejarme sin aliento.
Espera un momento antes de responder, prolongando la expectación.
Deseo tanto su boca en mi coño que apenas puedo soportarlo, pero no
insisto. No cuando estoy tan cerca de ser recompensada.
—Las princesas se merecen que las cuiden. —Lo acentúa apretando
su boca contra mis pliegues, besando y chupando, antes de volver a mirar
hacia arriba—. Tú mereces que te cuiden.
10

Jadeo. Presiono hacia delante, instándolo a que vuelva a poner su


boca sobre mi piel. Así es fácil aceptar su afecto; ¿qué mujer no quiere que 53
la consientan en la cama? Lo que me cuesta es el resto. Me quito esa idea
de la cabeza, decidida a concentrarme en este momento perfecto, y como si
se diera cuenta, me encuentra el clítoris y me lo chupa de esa forma que
nunca deja de hacer que mis uñas se claven en sus hombros. Me come hasta
que le pido sus dedos, su polla, cualquier otra cosa que me lleve al límite.
Sin embargo, lo alarga, me acerca para luego retroceder y obligarme a
suplicarle.
En lugar de levantarse, besarme como es debido y darme su polla, me
da la vuelta y me sujeta con sus grandes manos. Antes de que pueda
reaccionar, me mete dos dedos en el coño y me presiona el culo con la
lengua.
Grito contra el resbaladizo azulejo de la ducha. Debería haber sabido
que ponerlo de ese humor me traería problemas. Puede que yo empezara
teniendo el control, pero él me lo ha arrebatado hábilmente, debilitándome
con su talentosa lengua. Sigue metiéndome los dedos, moviéndolos
perezosamente, mientras me abre el culo con la otra mano, lamiéndome
hasta que no sé si apretarlo para que me meta más o intentar que me meta
los dedos como es debido. Los dedos de mis pies se enroscan contra la
baldosa y la ducha cae sobre mi cabeza, aumentando las vertiginosas
sensaciones que me recorren.
Me muerde suavemente el culo, me vuelve a tocar el clítoris con el
pulgar y gimo su nombre mientras el orgasmo se apodera de mí. Aprieto los
ojos, pero aún veo pequeños puntos de luz bailando en los bordes de mi
visión. Aprieto el coño en torno a sus dedos, complacida al oír su gemido,
pero en lugar de hacer otra ronda, los retira por completo.
Abro los ojos y lo miro indignada. Me acaricia la mejilla y se acerca
para cerrar el chorro de la ducha.
—No te preocupes, cariño. Vas a tener mi polla.
Me envuelve en una toalla suave y esponjosa, pero mi piel está tan
caliente y sensible que parece papel de lija. Dejo que se me caiga mientras
me levanta en brazos; nos lleva de vuelta a la cama, aunque estamos
empapados, y me tumba sobre las manos y las rodillas.
Siento cómo me pasa una mano por la espalda y me estremezco. Me
pasa el cabello por un hombro y me besa la piel con la boca abierta.
—¿Cómo voy a consentirte? —murmura—. ¿Llenarte el coño dolorido
mientras te doy unos azotes? ¿Hacer que te corras de nuevo mientras mi
polla está enterrada dentro de tu culito apretado? ¿Qué imaginabas cuando
te estabas tocando?
—James —jadeo. Es raro que se ponga tan sucio, que hable tan
claramente de las cosas que quiere hacer conmigo, y no puedo creer que
esté dispuesto a hacerlo mientras toda su familia está abajo. Ha llevado mi
coqueteo a la estratosfera—. Lo que tú quieras. 54
—No es suficiente —dice sin dejar de besarme la piel sensible. Me
estremezco cuando sus dientes me rozan el cuello; tengo frío en todas partes
excepto donde él me toca y, por supuesto, entre las piernas, que ya ansían
otro orgasmo—. Elige uno.
Aunque ha jugado mucho con mi culo, nunca hemos llegado hasta el
final en lo que se refiere al sexo anal, y sé lo que me está pidiendo en
realidad. ¿Quiero seguir adelante y probarlo, o he llegado a mi límite?
Es paciente, sigue acariciándome y besándome mientras pienso.
Trago saliva y giro la cabeza para verlo.
—El segundo.
Creo que se sorprende, porque agacha la cabeza, ocultando la sonrisa.
Pero cuando levanta la vista, su expresión se ha vuelto malvada.
—¿Cuál era el segundo?
—James —gimoteo, con las mejillas sonrojadas. Me va a obligar a
decirlo. Debería haberme dado cuenta; por mucho que le guste tomarme el
pelo, necesita mi aprobación definitiva para seguir adelante, sobre todo con
algo nuevo.
—Dímelo y lo haré, princesa. ¿Cómo quieres que te consienta?
Me siento ardiendo, pero las llamas del deseo superan a las de la
vergüenza y el nerviosismo. Después de todo, sólo es James. Puede que
actúe como el demonio, pero bajo esa fachada es mi devoto novio y nunca
me haría daño.
Me obligo a mirarlo mientras lo digo.
—Quiero que me folles el culo.
—Buena chica —me elogia, acariciándome la mejilla—. Eres una chica
perfecta para mí, Beckett.
Giro la cabeza hacia su mano y le doy un beso en la palma. Se levanta
de la cama. No puedo verlo, pero lo oigo abrir la cremallera de la maleta.
Otra oleada de deseo se apodera de mi vientre. La idea de que haya metido
lubricante en la maleta, quizá con la esperanza de que esto ocurriera, me
resulta dulce e increíblemente excitante.
Una mano se posa en la parte baja de mi espalda y la otra juguetea
con mi coño aún húmedo. Me mete dos dedos, curvándolos ligeramente.
—Avísame si es demasiado —dice—. Podemos parar cuando
queramos.
—Lo sé. —Aprieto alrededor de sus dedos, complacida cuando su
respiración se entrecorta—. Confío en ti.
55
Me saca los dedos, ahora resbaladizos, y me golpea el culo. Gimo y
agacho la cabeza. Me golpea de nuevo, con más fuerza, antes de bajar los
dedos hasta mi culo, rozándome la piel. El calor de su mano, combinado
con el frescor del lubricante, me hace mover los dedos de los pies.
Empieza con un dedo para que me adapte. Ya me ha metido los dedos
aquí antes, así que pronto pasa a dos, estirándome suavemente. Cuando
llega a los tres, gimo y me empujo contra él. Es una sensación extraña, casi
como si lo sintiera en el culo y en el coño a la vez, pero no desagradable. Se
toma su tiempo, me besa el cuello todo el tiempo, murmurando estímulos
contra mi piel.
Luego retira los dedos y su polla, mucho más grande y lubricada, me
aprieta el agujero.
Gime; debe de gustarle ver la cabeza de su polla rozándome la piel,
sus manos abriéndome el culo. Aprieta un poco, pero incluso eso me deja
sin aliento y gimo.
—¿Está bien? —pregunta.
Asiento.
—Continúa.
—Buena chica —repite. Me sostiene con una mano en la cadera
mientras presiona hacia delante—. Relájate, puedes soportarlo.
Respiro hondo. Me mete otro centímetro y su pulgar me frota
suavemente la parte superior del muslo. Estoy temblando cuando me la
mete hasta el fondo; siempre había pensado que me la metía grande, pero
eso no es nada comparado con esto. Me frota el clítoris para provocarme
más placer mientras deja que me adapte, y si su forma de temblar sirve de
indicación, para él es igual de abrumador. No hay nada que me guste más
que la prueba de que está tan afectado como yo por lo que hacemos juntos,
y eso, más que nada, hace que me apriete deliberadamente a su alrededor.
—Beckett —dice, su voz baja y casi temblorosa de deseo—. Joder, te
amo.
Mantiene los dedos en mi clítoris mientras empuja, primero
superficialmente, experimentando, pero luego con determinación una vez
que se ha convencido de que la incomodidad ha desaparecido y no siento
nada más que placer. Gimo, jadeo y grito su nombre a medida que va
tomando ritmo, arrastrándose en cada embestida por lugares que nunca
antes había sentido. Mi segundo orgasmo me toma por sorpresa; en un
momento estoy al borde del abismo y al siguiente me caigo, agarro las
sábanas con las manos y me aprieto contra su polla con tanta fuerza que él
gime y me muerde el hombro. Pienso que le dejará una marca a su familia,
pero no me importa. Espero que no haya nadie arriba, porque seguro que
oirían los ruidos que hacemos. 56
El ritmo constante que llevaba empieza a perder fuerza cuando él
mismo está a punto de correrse. Le echo la mano hacia atrás, entrelazando
los dedos porque no puedo besarlo en esta posición, y aprieto.
—Córrete —le insto—. Córrete, cariño. Dentro de mí. Te amo, te amo.
—Te sientes increíble —dice—. Mi chica perfecta, perfecta. —Mueve
las caderas hacia delante, empujando aún más dentro de mí, obligándome
a soltar un grito de placer, afortunadamente ahogado. Se acurruca sobre mí
mientras se corre, estrechándome contra su pecho; oigo su gemido de placer
pegado a mi oído. Juega con mi clítoris y con la otra mano me aprieta una
de las tetas, hasta que vuelvo a correrme con él aún dentro de mí. Casi me
duele, a punto de ser demasiado, y cuando por fin sale de mí, me derrito
contra la cama, totalmente deshuesada y agotada.
Me toma en brazos y nos apoya a los dos contra el cabecero. Estoy
cubierta de lubricante, agua y sudor, y el corazón me late como un tambor,
pero no puedo dejar de sonreír. Lo rodeo con los brazos y le acaricio el cuello.
—Vaya —dice.
Me estiro lujosamente.
—En serio.
—Ha sido increíble. —Me pasa la mano por el costado y se posa en la
parte superior del muslo—. Estaba nervioso.
Lo miro, mordiéndome el labio.
—Yo también.
—Te sientes bien, ¿verdad? ¿No me he pasado?
—Me siento como si no fuera a ser capaz de caminar recto —digo, mi
voz más que nada burlona. No estoy segura de cuánto me va a doler una vez
que la adrenalina desaparezca. Aunque así sea, ha merecido la pena—. Pero
fue muy bueno, sí.
Me roza la frente con los labios.
—Bien.
Nuestras miradas se encuentran. Durante un largo momento, me
quedo mirando sus ojos azules, sintiendo que me tranquilizo. Nunca puedo
decidir qué me recuerdan más sus ojos; ahora mismo, parecen el océano en
el que nadamos antes, infinitamente profundo y apasionado. Cada ola es
como el latido de su corazón.
—Beckett, Quie…
Mi corazón se acelera, aunque él deja la frase en el aire, inacabada.
Mueve ligeramente la cabeza. Parece llegar a una conclusión.
—¿Quieres venir a la ducha conmigo? —dice—. Vamos a limpiarnos
57
antes de irnos a la cama.
Me sacudo la decepción. Por un momento, pensé que era el momento,
pero me alegro de que no lo haya hecho. Cuando ocurra, voy a querer
compartir la noticia inmediatamente, y después de lo que acabamos de
hacer, necesito más tiempo a solas para recomponerme.
—Claro —digo, deslizándome fuera de la cama y ofreciéndole mi
mano—. Pero esta vez vamos a darnos un baño.
11

Por primera y única vez en mi vida, me despierto sabiendo que cuando


me vaya a dormir seré un hombre comprometido.
Después de la noche anterior, inesperada, calurosa a más no poder y
58
que me hizo volver a enamorarme de Bex, me cuesta levantarme y salir a
jugar al golf al club con mi padre y mis hermanos, pero lo consigo. Cuando
estoy vestido, me inclino para darle un beso de despedida a Bex, que sigue
enterrada bajo las sábanas.
—Nos vemos luego —le digo—. Disfruta del spa.
Murmura algo que no puedo oír. Espero que no esté muy dolorida; sé
que anoche la follé duro. Fue increíble, estaba muy tensa y era tan dulce,
una zorra convertida en princesa entre mis brazos. No puedo evitar volver a
besarle el cabello.
—Te amo.
—Te amo —dice, con los ojos aún cerrados—. Hasta luego.
Llevo la caja del anillo conmigo. Quizá sacarla de vez en cuando me
ayude a calmar los nervios.
Nuestra partida de golf es, como era de esperar, un desastre. Es
gracioso, teniendo en cuenta que los cuatro somos o hemos sido deportistas,
pero colectivamente, nuestro juego de golf es una mierda. Papá maldice
como un loco en los hoyos 10, 13 y 17, Cooper casi tira su palo a la maleza,
Sebastian se empapa los zapatos intentando atrapar una bola en uno de los
estanques, ¿y yo? A mitad de camino, me rindo y escribo puntuaciones al
azar en nuestras tarjetas. Cuando volvemos al club y nos sentamos en una
mesa, estamos sudados y de mal humor. Lo único que nos salva es la
agradable brisa del agua y nuestras cervezas frías.
Papá se limpia la frente con un pañuelo mientras mira su tarjeta.
—¿Me has dado un pulgar hacia arriba como puntuación final?
—Has demostrado una admirable moderación en los primeros nueve
hoyos —le digo sonriendo—. Los últimos nueve, no sé.
—Me puso un rostro sonriente —dice Seb mientras se escurre los
calcetines.
Papá sacude la cabeza mientras suspira.
—Me han pedido que juegue en el Pro-Am este año, y está claro que
debería ahorrarme la vergüenza.
—No —dice Cooper alrededor de un trago de cerveza—. Es divertido,
aunque juegues fatal. Muchos chicos de la NFL lo han hecho.
Papá mira a Cooper.
—Claro —dice con sarcasmo—. Un fin de semana viendo a Tony Romo
encandilar a todo el mundo.
—Podrías adueñarte de lo horrible —ofrezco.
—Es deprimente lo mierda que es mi juego. —Antes de que pueda
continuar, un par de tipos de su edad se acercan a la mesa. Uno de ellos es
59
Bill Huxley, un viejo amigo de la familia. Recuerdo haber asistido muchas
veces de niño a cenas en su mansión de Nags Head; un año memorable, su
hija me dio su primer beso. No reconozco al otro tipo, pero me saluda con la
mano y yo le devuelvo el saludo.
—Así que son los Callahan —dice Bill—. Hola, chicos.
Papá se levanta y le tiende la mano para que se la estreche.
—Bill, Jordan. Encantado de verlos.
Mientras papá está preocupado por su conversación, Cooper se
inclina.
—Espera, ¿te has traído el anillo?
Lo saco del bolsillo, levantando la tapa para admirarlo. Sigue
inmaculado, con los zafiros brillando a ambos lados del diamante.
—Ya sabes lo caro que era. No quería dejarlo al alcance de cualquiera.
—Claro —dice Cooper con una mirada cómplice—. ¿Por eso también
lo estás admirando?
—¿Va a pasar hoy? —pregunta Seb.
Cierro la caja, dándole vueltas entre las manos.
—Creo que sí. Estuve a punto de hacerlo anoche, pero no era el
momento.
La mano de Bill se posa en mi hombro. Levanto la vista amablemente,
aunque preferiría apartar su mano.
—Tu padre me acaba de decir que tienes una novia seria.
—Sí. —Sonrío—. Se llama Bex. Nos conocimos el año pasado, en
McKee.
—Bonito. ¿Es un anillo lo que acabo de ver?
—Se va a declarar pronto —interrumpe papá.
—Asegúrate de que es la correcta, chico —dice el otro tipo, Jordan—.
Ahorra muchos disgustos.
Levanto la caja del anillo.
—Estoy seguro.
—Bex es maravillosa —dice papá, mirándome directamente mientras
habla—. Todos estamos encantados de que forme parte de la familia.
Siento, más que veo, que mis dos hermanos se giran para mirarme.
Es raro que Richard Callahan sea tan sincero sobre algo así, así que no los
culpo. Me trago el nudo que tengo en la garganta. Realmente hemos
avanzado mucho desde el invierno pasado. Me siento aliviado al darme 60
cuenta de nuevo, porque elegir entre Bex y mi relación con mi padre habría
sido doloroso. Tengo suerte de no haber tenido que tomar esa decisión.
—Gracias, papá. Me alegro de que pienses así.
—Y no importa cómo lo hagas, estoy seguro de que a ella le encantará,
pero ¿te importaría ponernos al corriente?

Al final, sólo una manera parece perfecta. Cuando volvemos de cenar


esa noche, el sol de verano está empezando a ponerse, enviando zarcillos
azules y morados a través de un precioso cielo naranja y amarillo. Todos
vamos descalzos a la playa; Izzy lleva un vestido blanco y un abrigo de gran
tamaño, con el cabello oscuro enredado sobre los hombros; mis padres
caminan de la mano, dejándose mojar los pies; Seb y Cooper saltan piedras
en las olas mientras el viento les despeina el cabello. Bex está guapísima
con un vestido de verano azul cobalto sin mangas, algo nuevo que se ha
comprado hoy, a instancias de Izzy, según me ha dicho mientras nos
arreglábamos antes, pero tiene frío, así que lleva puesta mi chaqueta,
remangada, mientras saca una foto de la puesta de sol con su cámara. Lleva
una cadena de oro al cuello, a juego con los pendientes que le compré como
regalo de graduación. Camino a su lado, esperando pacientemente a que se
sacie del momento. En cuanto llegamos a la casa, sube corriendo por su
cámara y me grita que el atardecer es perfecto y despejado.
Se prepara para hacer una foto de mis padres. Mi padre dice algo,
pero lo que sea se pierde en el viento.
Veo la sonrisa de mi madre.
Hay veinticinco años en esa sonrisa.
Si alguien pudiera retroceder veinticinco años, ¿dónde nos
encontraría a Bex y a mí? Espero, más que nada, que vean amor entre
nosotros.
Espero que sigamos hombro con hombro, sin importar lo que
hayamos tenido que soportar. Espero que tengamos hijos con los ojos de
Bex y nuestra determinación compartida. Espero que estemos paseando
juntos por la playa, hablando de todo y de nada. Espero tener el privilegio
de decir que incluso mis momentos más ordinarios son especiales porque
los comparto con ella.
Mi esposa.
Sólo tengo que dar el primer paso.
61
Hago una señal a mi hermana, que se acerca corriendo y tira de las
mangas de las camisas de nuestros hermanos. Saco el anillo del bolsillo. En
la palma de mi mano, parece tan pequeño y delicado. Pero es el símbolo más
fuerte que se me ocurre para demostrarle a Bex que nuestro amor es para
siempre.
—Hey, Bex.
—¿Sí, cariño?
Me arrodillo y le tiendo el anillo.
—Hazme una foto.
12

Por un momento, me quedo mirando.


James. De rodillas. Con un anillo en la mano. 62
Casi se me cae la cámara, pero por suerte la correa evita que caiga a
la arena. Me tapo la boca con una mano, incapaz de apartar la mirada de
él. La mirada de amor en su rostro hace galopar mi corazón. Apenas siento
la punta de los dedos, pero no por la brisa. La realidad del momento me
golpea como una ola.
—Beckett —empieza.
—Sí. —La palabra se me escapa antes de que pueda detenerla. Caigo
de rodillas sobre la arena, tirando de él para besarlo, antes de que pueda ir
más lejos—. ¡Sí, sí!
Se separa, riendo.
—Espera. Déjame hacer la pregunta.
Estoy a punto de decirle que no hace falta, pero me detengo. Me pasa
el cabello por detrás de la oreja y me acaricia la mejilla.
—Beckett. Desde el primer momento que te vi, quise conocerte. Y
cuando me besaste...
No puedo contener un pequeño sollozo, medio divertida por el
recuerdo de haberlo besado en aquella estúpida fiesta de fraternidad, medio
tan abrumada por el amor que no puedo soportarlo.
—Sabía dónde quería que acabáramos. Me costó un poco, pero no
cambiaría el camino por nada. No cuando me llevó hasta ti.
—James —susurro.
—Quiero cada momento contigo, bueno y malo. Cuando pienso en mi
futuro, tú vienes a mi mente antes que cualquier otra cosa. Lo digo en serio.
—Sé que lo dices en serio.
Me tiende el anillo. Lo miro, observando el brillo del diamante y lo que
parecen zafiros, antes de volver a posar mi mirada en su rostro. Podría
pedirme matrimonio con un trozo de alga y mi respuesta no cambiaría. Casi
me inclino para besarlo de nuevo, pero espero a que haga la pregunta.
—¿Me harías el honor de casarte conmigo?
—Sí. —Vuelvo a acercarme a él, respiro el olor de su colonia y le clavo
las uñas en la piel. Nos inclinamos hacia atrás sobre la arena; lo beso así
mientras ambos reímos. Desliza el anillo en mi dedo y presiona sus labios
contra mi mano. Sé que su familia está ahí mismo, puedo oír sus
exclamaciones y felicitaciones, pero en este momento, lo único vivo en el
mundo de lo que soy realmente consciente es de James.
Ya no es mi novio, es mi prometido.
Me ayuda a ponerme en pie, me levanta y me hace girar. 63
—Te amo —murmura.
Le agarro la mandíbula con las dos manos y lo miro a los ojos. Le
brillan las lágrimas, pero a diferencia de mí, que estoy hecha un lío, él no
llora.
—Yo también te amo.
Me deja en el suelo. Izzy me envuelve en un abrazo. Sandra pregunta
si puede ver el anillo más de cerca, así que le tiendo la mano. Cooper me
abraza, luego Sebastian, y Richard me besa en la mejilla mientras nos
abraza a los dos.
—Felicidades a los dos —dice—. Bex, estamos muy contentos de
llamarte familia.
—Sí —dice Sandra, aplaudiendo emocionada—. James ya mencionó
que la boda no será hasta dentro de un tiempo, pero cuando estén listos
para planearla, estoy a una llamada de distancia.
—¿Quieres que haga fotos? —dice Izzy—. ¿Como en la graduación?
Ya casi ha oscurecido, la noche ahuyenta al sol, pero aun así nos
metemos en las olas. Es un momento demasiado perfecto para preocuparse
por el frío. James se aferra a mí con seguridad, aunque no me preocupa que
me suelte. Ni ahora ni nunca. Izzy camina a nuestro alrededor, haciendo
fotos con el flash encendido, mientras James admira cómo me queda el
anillo en el dedo.
—¿Te encanta? —me pregunta.
Yo también miro hacia abajo. El diamante me deja sin aliento, pero
los zafiros son simplemente maravillosos. No sé si lo hizo a propósito, pero
me recuerdan a sus ojos, y me gusta la idea de llevar algo que se parece
tanto a él todos los días. Seguro que es caro, pero es como anoche: me
consiente porque es así y puede. Me inclino hacia él, lo beso de nuevo y
murmuro mi respuesta contra su boca.
—Es perfecto.
—Mis hermanos me ayudaron a elegirlo.
—¿El día que fuiste a la ciudad?
—Sí.
Sacudo la cabeza mientras mi sonrisa se ensancha.
—Bueno, todos tienen un gusto excelente. Estoy orgullosa de llevarlo.
—Y lo decía en serio, no hay prisa. Podemos seguir siendo novios todo
el tiempo que quieras. Yo tampoco estoy preparado para planear una boda.
—Me levanta inesperadamente, sus manos se aseguran bajo mis muslos, no
dejándome otra opción que rodear su cintura con mis piernas húmedas y
rodear su cuello con mis brazos. Miro a su familia, pero nadie parece
64
escandalizado, solo emocionado. Juro que veo a Cooper enjugándose los
ojos. De todos modos, golpeo ligeramente el pecho de James, haciéndolo
reír. El sonido me hace reír a mí también, y tengo la sensación de que esa
es la mejor fotografía que saca Izzy.
—Tengo que llamar a mi madre. Ah, y a Laura. Se va a emocionar.
James se limita a canturrear, abrazándome más fuerte.
—Pero en realidad... creo que primero deberíamos llamar a Kerry.
—¿Segura? —Oigo la sorpresa en su voz. Estoy segura de que
esperaba que dijera eso, pero no se lo esperaba, y es una de las millones de
razones por las que lo quiero.
Respiro hondo. A pesar de estar en sus brazos, a pesar de llevar su
anillo en el dedo, me sigue dando miedo pensar en vivir juntos, solos, en
una ciudad nueva. Espero que podamos soportarlo. Espero que sea el
principio de algo maravilloso.
Creo que lo será.
Le acaricio el cuello y murmuro contra sus labios:
—Sí.

AGOSTO

Un mes más tarde, Kerry se reúne con nosotros en la escalera de la


casa, con un juego de llaves en la mano. Me las deja caer en la palma de la
mano, con una amplia sonrisa en el rostro.
—Felicitaciones a los dos. Tengo champán esperando.
Me tiemblan tanto las manos que apenas puedo girar la llave. James
empuja la puerta en cuanto la cerradura se sale de su sitio. Me toma de la
mano y juntos cruzamos el umbral.
En la casa no hay nada más que la lámpara de araña, y nuestros
pasos resuenan. Es una casa antigua, que emitirá sonidos cuando se
asiente. La idea de oírlo me reconforta, más que me asusta. Aún no conozco
la historia de esta casa, pero me gustaría averiguarla, si puedo. Espero que
esta casa haya estado llena de amor antes, igual que lo estará ahora y en el
futuro.
Caminamos despacio por las habitaciones vacías, planeando dónde
colocar los muebles, dónde colgar las obras de arte en las paredes. Cuando 65
llegamos a la cocina, veo la prometida botella de champán con hielo y dos
copas.
James nos sirve una a cada uno. Brindamos, pero solo bebo un sorbo
antes de volver a distraerme con la cocina perfecta. Estoy mirando la nevera
inmaculada, pensando en la vieja nevera de la cafetería, que siempre estaba
estropeada, cuando James vuelve a estrecharme entre sus brazos.
Lo miro.
—Hola, tú.
—Hola, tú. ¿Es como lo recordabas?
—Incluso mejor.
—Bien. —Me besa el cabello y me lleva de vuelta a la isla. Me aprieta
contra el borde mientras me besa, su rodilla separa mis piernas mientras
su lengua acaricia la costura de mis labios.
—James —le digo cuando nos separamos.
Juega con las puntas de mi cabello.
—Tenemos que bautizarlo, ¿sabes? Nuestro hogar.
Aprieto los labios para no sonreír y niego ligeramente.
—¿Aquí, en la cocina?
—Estoy improvisando.
—Está claro —me burlo. Lo rodeo con los brazos y le doy otro beso,
saboreando el champán en su lengua—. Menos mal que me tienes a mí.
Llevo una manta en el bolso y tenemos un patio en la azotea.
13

Me arrastro desde el auto hasta la entrada, apenas capaz de llevar mi


bolsa. Antes de que empezara el campo de entrenamiento, había oído
muchas cosas sobre lo intensa que es la NFL, pero no me lo había creído 66
hasta hoy. Me duele todo el cuerpo, y mi mente aún no se ha recuperado de
la cantidad de información que tenía que absorber. Voy a tener que
esforzarme mucho para tener éxito en la liga. Créeme, me encantó cada
momento, pero me muero por estar en horizontal. Preferiblemente al lado de
mi prometida.
La encuentro en la cocina, sentada en la isla mientras revisa su
portátil. Toda la habitación huele de maravilla, como a algún tipo de guiso,
pero más allá de eso, estoy demasiado cansado para intentar identificarlo.
Dejo caer el bolso y cojeo hasta ella, enganchando la barbilla en su hombro.
—Hola —dice—. Llegas más tarde de lo que esperaba.
—Ha sido... un día muy largo.
Me mira, con sus ojos marrones llenos de preocupación.
—¿En el buen sentido?
—Sobre todo. Pero fue intenso. Voy a estar ocupado toda la
temporada, pero especialmente las dos próximas semanas.
Me acaricia el rostro con la mano izquierda, la del anillo de
compromiso. Eso nunca deja de hacerme sonreír.
—Haremos que funcione. ¿Tienes hambre? Está listo, lo estaba
calentando.
—¿Qué es?
—Lasaña de carne —dice, besándome antes de bajarse del taburete y
caminar alrededor de la isla—. Me imaginé que te vendría bien algo
resistente después de tu primer día.
—Joder, te amo.
Se ríe mientras saca la sartén del horno.
—Yo también te amo, cariño. ¿Quieres un plato o sólo un tenedor?
Mi estómago refunfuña. La comida que comí en el centro me parece
que fue en otra vida.
—Eh, comamos de la sartén.
Le cuento todo lo que me ha pasado durante el día mientras comemos
la lasaña, de pie en la isla, batiéndonos en duelo con los tenedores por los
mejores trozos de queso. Tiene una expresión seria y simpática mientras me
escucha; sé que está decidida a conocer a mis nuevos compañeros y al
cuerpo técnico. Para nuestro partido de pretemporada de la semana que
viene, estamos en casa, así que está planeando venir y sentarse con las
novias y esposas de algunos de mis compañeros de equipo, y ya ha hecho
planes con mi familia para ir al partido inaugural en casa en septiembre.
Cuando me reanimo un poco y dejo de divagar, señalo su portátil. 67
—¿En qué estabas trabajando cuando llegué?
—¿Recuerdas que la novia de K'Andre es diseñadora gráfica?
—Sí.
—Bueno, hablamos de contratarla para hacer un logotipo. Para... mí.
Si abro este negocio.
Dejo caer mi tenedor.
—¡No puede ser! Creía que aún estabas considerando la oferta de
Temple.
—Lo estaba —dice—. Y fue muy dulce por parte de tu padre
prepararlo. Pero si trabajo como fotógrafa independiente, mi horario será
más flexible y podré ir a más partidos.
—No tienes por qué.
—Lo sé —dice, acercándose y limpiándome la comisura de los labios
con el pulgar—. Pero quiero hacerlo. Y me gusta mucho tener libertad
creativa.
—Beckett Wood Photography.
Se muerde el labio.
—Bueno, estaba pensando... quizá Beckett Callahan Photography.
Aunque no nos casemos de inmediato, sé que quiero tu nombre, así que
¿por qué no usarlo ahora?
—¿En serio? —No hemos hablado de si Bex adoptaría mi nombre, y si
no quisiera, no la habría presionado, pero oírlo en voz alta hace que me
encante de inmediato. La rodeo con los brazos, meto la mano en el bolsillo
trasero de sus pantalones y aprieto.
Me da un codazo en el pecho.
—Bueno, prefiero tener el apellido de mi esposo que el de mi padre
ausente de mierda.
—Brindo por eso.
—Mamá va a volver a cambiar su nombre por el de soltera —añade—
. Va a volver a ser Abby Clark.
La abrazo fuerte. Las cosas con su madre han ido bien en su mayor
parte, afortunadamente, pero siempre se muestra un poco frágil cuando
saca el tema. Fue un alivio oír que aprobaba nuestro compromiso, porque
si no lo hubiera hecho, habría sido duro para Bex.
—Me parece una idea excelente. ¿Has empezado algo más para el
negocio? 68
—Todavía no. Quería comentártelo primero. —Se pasa la mano por el
cabello y se lo coloca detrás de la oreja—. Sé que hemos encontrado una
solución económica con la que puedes trabajar…
Refunfuño un poco. Ha sido una larga conversación, pero al final
hemos acordado que yo me encargaré de las cosas importantes, como la
hipoteca, pero Bex me ayudará con cosas como la comida, además de
ocuparse de sus préstamos estudiantiles. Eso, más que cualquier otra cosa,
es frustrante para mí, pero sé que es importante para ella sentir que está
contribuyendo, así que es un compromiso que he hecho a regañadientes.
—Pero si empiezo este negocio —continúa—, mi situación económica
será bastante escasa durante un tiempo, al menos hasta que consiga un
grupo estable de clientes. Quería asegurarme de que te parece bien.
—Sí —le digo. Ni siquiera es una pregunta; la apoyaré quiera lo que
quiera hacer—. Quiero que sigas tus sueños, así que si esto es lo que
quieres, te apoyo.
Sonríe y se inclina para darme un beso en la mejilla.
—Gracias. Estaba muy nerviosa, pero no sé por qué.
—Dar el salto siempre da miedo. Me sentía como si fuera a vomitar
durante la mayor parte del día, y honestamente, estoy absolutamente
aterrorizado de jugar realmente. Pero lo hice, y tú puedes hacerlo. —Mis ojos
se abren de par en par al recordar otro detalle del día del que quiero reírme
con ella. Es bonito tener estas experiencias, pero tener a alguien con quien
compartirlas es aún mejor—. Espera, tengo una historia muy divertida que
contarte.
Me toma la mano y me lanza una mirada que conozco demasiado bien.
A pesar de lo agotado que estoy, reacciono con interés.
Me empuja hacia las escaleras.
—¿Te importaría contármela en la cama?
69
AGRADECIMIENTOS

Estimado lector,
Muchas gracias por su apoyo a First Down. Espero que hayas
disfrutado viendo este vistazo a la vida de James y Bex después de los
acontecimientos de su libro. Recuerda que Cooper, Sebastian e Izzy tendrán
sus propias historias próximamente, así que aún no hemos abandonado el
mundo de los Callahan y la Universidad McKee. Asegúrate de seguirme en 70
las redes sociales para no perderte actualizaciones, contenido adicional
como este epílogo ampliado y mucho más :)
Si te ha gustado First Down, te agradecería mucho que dejaras una
reseña. Me encanta saber de mis lectores, así que no dudes en ponerte en
contacto conmigo.
Gracias,
Grace.
SOBRE LA AUTORA

Grace Reilly escribe novelas románticas contemporáneas sensuales y


picantes, con corazón y, por lo general, una buena dosis de deporte. Cuando
no está ideando historias, se la puede encontrar en la cocina probando una
nueva receta, abrazando a su manada de perros o viendo deportes.
Originaria de Nueva York, ahora vive en Florida, lo cual es preocupante dado
su miedo a los caimanes.
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