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ARCHIVO ADJUNTO – MARCO JURIDICO- PRINCIPIOS GENERALES DEL CONTRATO

Históricamente la doctrina se ocupó de este tema con la atención puesta, sobre todo, en dos
aspectos centrales: la autonomía de la voluntad y el efecto vinculante del contrato para las partes.
No hay dudas de que esa concepción respondía a un contexto histórico propio de la codificación
del siglo XIX que, en sus ideas liberales, integraba una suerte de trinomio en el derecho privado
entre la propiedad privada, la autonomía de la voluntad y la responsabilidad por culpa. Esto
equivale a decir que el eje estaba puesto en la persona, en el individuo. Sería la decisión individual
la que determinaría cuándo obligarse y, por otro lado, solo habría responsabilidad civil cuando la
actuación de esa persona no pudiera alcanzar lo que se esperaba de ella. Luego, hoy en día, esos
principios básicos se complementan y se perfilan junto con muchos otros. La intervención estatal
en la materia tuvo lugar a lo largo del siglo XX con relativa frecuencia, sobre todo a partir de las
distintas crisis económicas, y hoy aparece indiscutida para revertir desigualdades contractuales
que se presentan, por ejemplo, en los contratos de consumo. Aparece también esta intervención,
entre otros casos, para prohibir la indexación de precios mediante una norma de orden público o
bien para fijar un plazo mínimo en la locación de inmuebles que no puede ser dejado de lado por
las partes de un contrato.

Las partes tienen, a su vez, distintos deberes correlacionados que fueron fruto del desarrollo de la
doctrina y la jurisprudencia y hoy se encuentran arraigados entre nosotros: la cooperación, la
buena fe, el no ejercicio abusivo de los derechos, la información, la doctrina de los actos propios,
etc. En cualquier caso, explicar hoy los fundamentos de la materia únicamente en función de la
autonomía de la voluntad y la fuerza obligatoria del contrato es insuficiente.
Libertad para contratar

El artículo 958 del Código Civil y Comercial dispone: “Las partes son libres para celebrar un
contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la
moral y las buenas costumbres”. Esta norma carece de antecedentes similares en el código
derogado pero reconoce, en cambio, una indudable fuente constitucional. Hablamos desde luego
del artículo 19 cuando expresamente dispone en su parte final que “ningún habitante de la Nación
será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. De esta
manera, la libertad contractual comprende tres supuestos diferentes: a) el derecho a contratar o
no hacerlo, b) el derecho a contratar con determinada persona o no hacerlo y c) el derecho a
contratar sobre cualquier prestación lícita.

● Derecho a contratar o no contratar El derecho a contratar o no hacerlo indudablemente


aparece como la mayor expresión de este principio. Claro que, no obstante, en muchos
casos se presenta visiblemente disminuido en función de la intervención estatal sobre
distintas materias. Así, el caso del seguro obligatorio para la circulación de vehículos por la
vía pública da cuenta de eso.
● Derecho a contratar con una persona determinada o no hacerlo Por otro lado, el derecho
a contratar con una persona determinada o no hacerlo también se encuentra
ampliamente aceptado. Su contracara se vincula sin dudas a que el ejercicio de ese
derecho no sea ni abusivo ni discriminatorio; pensemos por ejemplo en el denominado
derecho de admisión en locales bailables, que se presenta como una demostración de
este principio y también de su limitación en pos de resguardar derechos garantizados
constitucionalmente. A su vez, encontramos a lo largo del código distintas disposiciones
que matizan también este principio. En materia de locación de inmuebles, por ejemplo, el
artículo 1195 dispone lo siguiente: Es nula la cláusula que impide el ingreso, o excluye del
inmueble alquilado, cual- quiera sea su destino, a una persona incapaz o con capacidad
restringida que se encuentre bajo la guarda, asistencia o representación del locatario o
sublocatario, aunque éste no habite el inmueble.
● Derecho a contratar sobre cualquier prestación lícita La explicación de este principio de
libertad contractual se cierra con esta idea: las partes son absolutamente libres para
determinar el contenido del contrato. Dotar de contenido al contrato importa la creación
de reglas negóciales de carácter individual, lo que significa que en principio solo son
aplicables a las partes de ese contrato y oponibles a los terceros que no han estado
involucrados.

Sin embargo, esta idea se ve verdaderamente puesta en crisis a partir de las distintas
categorías contractuales que reconoce la legislación actual y que no responden a la histórica
idea de contrato negociado del siglo XIX. Hablamos en concreto de los contratos de consumo
y los contratos de adhesión, ya que en estos casos la idea de las partes ideando libremente el
contenido del negocio aparece desvirtuada cuando no totalmente ausente. Es decir, hay en
estos casos una parte, la más débil de la relación contractual, que carece de poder de decisión
en lo que tiene relación con el contenido sustancial de ese contrato. De esta manera,
compartimos que este aspecto de la libertad contractual ha quedado restringido a los
contratos negociados o paritarios. En los otros casos apuntados, los contratos de consumo y
los de adhesión, se ve verdaderamente intervenida por la actividad estatal tendiente a buscar
un equilibrio en esas relaciones.

Extracto del Texto: CONTRATO (Parte General)- Autores: Gabriela M. Scolarici (directora)
Maximiliano L. Caia (coordinador) Ezequiel J. Sobrino Reig (autor)- Colección Morral de Apuntes.
1ª edición, junio de 2018 © 2018, Universidad Nacional de José C. Paz. Leandro N. Alem 4731
José C. Paz, Pcia. de Buenos Aires, Argentina © 2018, EDUNPAZ, Editorial Universitaria

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