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Santo Tomás de Aquino, como creyente y filósofo, se propuso fundamentar de manera

racional la existencia de Dios. Se planteó dos preguntas fundamentales: ¿Es necesario


demostrarla? y ¿es posible? Aunque hoy día damos por sentada la necesidad de demostrarla,
en su época existía la idea de que "el conocimiento de la existencia de Dios está de un modo
natural en todos los hombres".

Tomás de Aquino distinguió entre dos tipos de verdades: aquellas evidentes en sí mismas y
para nosotros, y aquellas evidentes en sí mismas pero no para nosotros. La proposición "Dios
existe" pertenece al segundo grupo, ya que, aunque es evidente en sí misma (el concepto de
Dios implica su existencia), no lo es para nosotros debido a nuestra limitada comprensión de
la naturaleza de Dios.

Aquino sostuvo que es posible demostrar la existencia de Dios y propuso un enfoque a


posteriori, partiendo de los seres en el mundo natural hasta llegar a la causa inicial que
originó todo. Presentó cinco vías argumentativas, todas con una estructura similar: constatar
un hecho de experiencia, aplicar el principio de causalidad a ese hecho y afirmar la existencia
de Dios como la causa inicial.

Santo Tomás afirmó que la existencia de Dios no es una verdad evidente para la naturaleza
humana y, por lo tanto, debe ser probada. Propuso que la existencia solo puede ser alcanzada
a través de la existencia sensible, y desarrolló sus cinco pruebas de la existencia de Dios
basándose en la experiencia sensible.

Las cinco vías de Aquino son:

Vía Primera (del movimiento): Se observa que hay seres que se mueven en el mundo.
Todo lo que se mueve es movido por otro, pero no puede haber una serie infinita de causas.
Por lo tanto, debe existir un primer motor no movido, inmóvil, que es Dios.

Vía Segunda (de la causalidad eficiente): Se reconoce la existencia de causas


eficientes, pero estas no pueden ser causa de sí mismas. No puede haber una serie infinita de
causas eficientes, así que debe existir una primera causa eficiente incausada, que es Dios.

Vía Tercera (de la contingencia): Algunos seres comienzan a existir y perecen, lo que
significa que no son necesarios. Si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno.
Por lo tanto, debe haber un primer ser necesario como su causa, y ese ser necesario es Dios.

Vía Cuarta (de los grados de perfección): Se observan diferentes grados de perfección
en los seres del mundo. Esto implica la existencia de un ser supremo, óptimo y
máximamente verdadero con respecto al cual se establece la comparación. Ese ser supremo
es Dios.

Vía Quinta (de la finalidad): Se nota que los seres inorgánicos actúan con un propósito,
pero al carecer de conocimiento e inteligencia, deben ser dirigidos por un ser sumamente
inteligente. Por lo tanto, debe existir un ser supremamente inteligente que ordene todas las
cosas naturales hacia un fin, y ese ser inteligente es Dios.
Santo Tomás de Aquino aborda la comprensión de la naturaleza divina a través de dos vías:

a) Vía de la negación: Esta vía implica llegar a Dios mediante la imperfección humana, es
decir, describir a Dios por lo que no es. Reconociendo nuestra propia imperfección,
inferimos que Dios es simple, perfecto, infinito, inmutable, eterno y único.

b) Vía de la afirmación: Esta vía conduce a la vía de la eminencia. Observando


perfecciones en las criaturas, como la sabiduría o la bondad, se afirma que Dios posee estas
perfecciones, pero en un sentido eminente. Así, entendemos la sabiduría, la vida y la bondad
divinas.

La creación, el acto de donación de existencia a lo contingente por parte de la existencia


misma, se entiende como la relación entre el Creador y lo creado, evitando el panteísmo.
Santo Tomás favorece el relato bíblico sobre Aristóteles y destaca que la creación es
contingente y no necesaria, con la participación de lo creado en la perfección divina.

En cuanto a la creación del mundo, Santo Tomás considera indemostrables racionalmente


las hipótesis sobre si es eterno o creado. Para él, la Revelación es la clave en este caso.

La imperfección del mundo se vincula con la pérdida gradual de perfección en el acto de


creación, con la escala que va desde Dios hasta la Nada y desde la perfección absoluta hasta
la absoluta imperfección. Los ángeles, al carecer de materia, ocupan la cúspide de la
creación, mientras que el alma humana, situada en el último grado de lo inteligible, participa
por el intelecto pero está mezclada con la materia.

Conclusión

El legado de Santo Tomás de Aquino perdura como una influencia en la filosofía, la teología y
la síntesis entre razón y fe. Su intento de reconciliar la filosofía aristotélica con la teología
cristiana marcó un hito en la historia del pensamiento occidental. A través de sus obras,
especialmente las "Sumas", dejó un corpus teológico y filosófico que ha sido estudiado y
debatido a lo largo de los siglos.

Las cinco vías argumentativas que propuso para demostrar la existencia de Dios siguen
siendo objeto de análisis y discusión en la filosofía de la religión. Su enfoque a posteriori y su
énfasis en la observación del mundo natural como fundamento para la fe cristiana han
influido en la forma en que se abordan las cuestiones de fe y razón en la actualidad.

La visión de Santo Tomás sobre la autonomía y complementariedad de la razón y la fe ha


dejado una marca duradera en la teología cristiana. Su enfoque equilibrado, que reconoce la
importancia de ambas vías de conocimiento, ha servido como un modelo para aquellos que
buscan integrar la razón y la fe en sus reflexiones sobre la existencia de Dios y la naturaleza
de la realidad.

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