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Historia de la Filosofía.

Sócrates y Platón

SÓCRATES (470 – 399 a. C.)

1. EL MÉTODO SOCRÁTICO.

El primer problema que plantea el estudio de Sócrates es el de poder


determinar con exactitud cuál fue su pensamiento, ya que Sócrates no escribió
ninguna obra. Consideraba que el escrito era algo inerme y, al no poder el autor
dialogar con el lector, ineficaz para conseguir la reforma de su espíritu. De ahí que,
para reconstruir el pensamiento de Sócrates, nos tengamos que valer
fundamentalmente de lo que de él nos dice Platón, con el riesgo de atribuirle
contenidos que no sean suyos sino de su discípulo.
El método utilizado por Sócrates para conseguir orientar moralmente al
individuo –ésta es la función que él se atribuía en la vida- constaba de dos fases:

 La primera, que se conoce con el nombre de ironía, consistía en dirigir la


atención del interlocutor a la necesidad de purificación interior (exhortación),
para pasar después a obligarle, preguntándole por la definición del asunto en
cuestión, a confesar su ignorancia sobre el mismo (refutación).

 La segunda, la mayéutica, consistía en intentar ayudarle a encontrar por sí


mismo la definición correcta del tema del que se estuviera tratando.

Comentando él mismo el método que utilizaba, acostumbraba a decir que en su


persona se habían sintetizado los oficios de su madre, comadrona, y de su padre,
escultor. En la Apología de Sócrates, Platón pone en boca de su maestro las siguientes
palabras: “En mí no hay parto del saber, y el reproche que me han hecho precisamente
muchos, de que formulo preguntas a los otros y nada produzco por mí mismo sobre
ningún tema, por falta de saber alguno, es un reproche bien fundado”.
En el fondo de esta postura socrática podemos encontrar una doble actitud:

 El convencimiento de su ignorancia: así, la afirmación del oráculo de Delfos de


que Sócrates era el hombre más sabio, la interpretaba él en el sentido de que lo
era efectivamente, porque frente a los demás él sabía que no sabía nada.

 La convicción de que la verdad se encuentra en el interior del hombre: de ahí


su consigna de “conócete a ti mismo”.

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2. LA REIVINDICACIÓN DEL CONOCIMIENTO UNIVERSAL.

Frente a los sofistas, Sócrates piensa que, al llegar la razón humana a una
definición después de analizar una serie de casos particulares –proceso al que él llama
inducción-, en esa definición el hombre alcanza la esencia de la realidad y obtiene un
conocimiento universal y necesario o, lo que es lo mismo, un conocimiento científico.
El hacer consistir la ciencia en un conocimiento universal o, mejor aún, en un
conjunto de afirmaciones universales y necesarias; el pensar además que el hombre es
capaz de obtener conocimientos de esas características; y, por último, el considerar que
la razón es el instrumento que se ha de utilizar para alcanzar la verdad, son las tres
características del pensamiento socrático que influyen más en los filósofos posteriores,
sobre todo en Platón y Aristóteles y, a través de ellos, en todo el pensamiento
occidental.
Si el hombre se queda en lo particular, en los objetos que capta a través de los
sentidos, posee opinión, pero no ciencia. La ciencia sólo existe cuando, a través del
cotejo de los casos particulares, se alcanza la esencia de las cosas. Por eso la ciencia es
un conocimiento racional, universal y necesario, en lugar de ser un conocimiento
variable, como es el que proporcionan los sentidos.

3. LA CIENCIA COMO VIRTUD.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuando Sócrates habla de ciencia, se
refiere sólo a la moral, a la ética. Ya hemos señalado anteriormente cómo Sócrates se
consideraba a sí mismo, y de hecho lo fue, un reformador moral. Las preocupaciones
de los filósofos anteriores, e incluso las de sus contemporáneos, no le atraen. La única
preocupación es la de averiguar cómo ha de ser el comportamiento humano; por eso,
cuando él habla de afirmaciones universales y necesarias, se refiere sólo a las que se
pueden obtener sobre ese comportamiento o lo que es lo mismo, a la ciencia moral.
Pero aún hay más. Sócrates no identifica solamente la ciencia con la moral, sino
que identifica además la ciencia con la virtud. En efecto, ser virtuoso consiste en
realizar el bien, y nadie, dice él, hace el mal a sabiendas. Todos los seres, entre ellos el
hombre, buscan el bien para sí; ninguno busca destruirse a sí mismo. Por eso si, a
pesar de todo, algún hombre hace u obra mal, tiene que hacerlo no a sabiendas de lo
que hace, sino por ignorancia. Sería absurdo que alguno hiciera el mal
conscientemente. Si lo hace es porque cree que obra bien. Obrar mal es fruto de la
ignorancia y, consecuentemente, cuando se conoce qué es lo bueno, necesariamente
se hace. Donde hay ciencia, hay virtud.
Esta identificación entre ciencia y virtud la ilustraba Sócrates con ejemplos
sacados de la artesanía. Solía decir que ningún zapatero diestro en su oficio hace malos
zapatos. Los malos zapatos los hace el zapatero que ignora su oficio. El zapatero
bueno, el conocedor de su oficio, necesariamente hace buenos zapatos. Y lo mismo
ocurre en el plano moral. El que conoce el bien, lo hace. El saber es, pues, virtud.

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4. LA VIRTUD COMO FELICIDAD.

Ahora bien, ¿para qué se dedica Sócrates a enseñar a sus contemporáneos el


camino de la virtud? La razón es clara para Sócrates: “en la práctica de la virtud el
hombre encuentra su perfeccionamiento y, consecuentemente, la felicidad”. Jenofonte,
otro discípulo de Sócrates, pone en boca de su maestro las siguientes palabras: “Viven
óptimamente los que estudian para hallar el mejor modo de llegar a ser óptimos, y
viven muy felices los que tienen más viva la conciencia de su continuo mejoramiento”.
No se trata de un utilitarismo en el sentido de que el hombre con su acción
haya de ir buscando la felicidad, entendida como placer. Si así hubiera pensado
Sócrates, habría hecho al hombre esclavo del poder, de la riqueza, de los honores;
pero hace todo lo contrario, y la austeridad de su vida es el mejor testimonio de ello.
Lo que ocurre es que distingue entre el objeto de una acción y las
consecuencias de la misma. El objeto bueno es el que motiva que el hombre realice la
acción virtuosa; la felicidad es la consecuencia de esa acción.
Sócrates no declara malo el placer. Lo que afirma es que el hombre tiene que
ser dueño de sí mismo hasta en su consecución. La autonomía del hombre es una de
las características esenciales de su moral, como podemos ver en otro de los textos que
se atribuye a Jenofonte: “Si yo no soy esclavo del vientre, del sueño o de la lujuria,
¿crees acaso que causa principal de ello sea otra que ésta: que conozco otros placeres
más delicados que aquéllos, placeres que alegran, no solamente con la satisfacción del
momento, sino con la esperanza que me ofrecen de obtener un perpetuo
provecho?...¿De qué otra fuente crees que provenga tanto placer, sino de sentirse
transformado en mejor y de contribuir al mejoramiento de amigos?”
El bien se halla en la purificación y perfeccionamiento de nuestro espíritu y en
el de nuestros semejantes, y sólo en la medida en que el hombre lo consigue se siente
feliz. Si quisiéramos identificar en Sócrates la felicidad con el placer, tendríamos que
entender éste, como se desprende claramente de lo dicho, en el sentido de la paz y
satisfacción íntima que produce la vida virtuosa.
En resumen, vemos cómo, para Sócrates, ciencia, virtud y felicidad son
inseparables y se incluyen mutuamente. El hombre que conoce qué es lo bueno, lo
practica y es feliz. Este es el ideal de la moral socrática, y hacia este ideal trató de llevar
a su pueblo, incluso a costa de su propia vida.

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

PLATÓN (427 – 347 a.C.)


VIDA Y OBRA.

Platón, ateniense de ilustre familia, fue discípulo de Crátilo (seguidor de


Heráclito) y en su juventud compuso tragedias que, después de conocer a Sócrates
(407 a.C.), entregó al fuego. En el año 399, Sócrates es condenado a muerte por la
democracia recién restaurada. Platón se refugia en Megara, junto a Euclides, temiendo
sufrir persecución. Viajó después a Egipto y a la Cirenaica, y a continuación a la Italia
meridional, donde conoció a Arquitas de Tarento. De este periodo datan,
probablemente, los llamados “diálogos socráticos”.
En el año 388, Platón intenta infundir a Dionisio I sus ideas políticas. El tirano de
Siracusa, receloso, lo hace arrestar y venderlo como esclavo. El cirenaico Annicetis lo
rescata y lo pone en libertad. A su vuelta a Atenas, en el 387, funda la Academia,
primer gran escuela de la Antigüedad. De este período son los “diálogos doctrinales”.
A la muerte de Dionisio I (367 a.C.), Dión, cuñado de aquel y con quien Platón
había trabado amistad, le hace llamar y entre ambos intentan guiar a Dionisio el Joven,
hijo del anterior tirano, para desarrollar una política controlada por la filosofía. La
connivencia con el tirano no duró mucho: hizo desterrar a Dión, y Platón regresó a
Atenas, donde volvió a ocuparse de la Academia. En el año 361 Dionisio reclama
nuevamente a Platón. Tampoco en este tercer intento tuvo suerte y el tirano acabó
haciéndole prisionero, hasta que fue liberado por Arquitas. Vuelve a Atenas, donde
permaneció hasta su muerte en el año 347. De este último periodo son los diálogos
llamados “críticos”.

Obras:
-Diálogos socráticos:
Laques, Cármides, Eutifrón, Lisis, Hipias menor, Ion, Hipias mayor, Apología,
Critón, Protágoras, Gorgias.
-Diálogos doctrinales:
Menón, Cratilo, Eutidemo, Menéxeo, Banquete, Fedón, República, Fedro.
-Diálogos críticos:
Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes.

1. LA NATURALEZA EN PLATÓN.

1.1. El mundo de las ideas.

Sócrates, maestro de Platón, había señalado las condiciones que el


conocimiento humano ha de tener para ser científico: ha de ser universal y necesario.
Y había reivindicado para el hombre –frente a los sofistas- la posibilidad de tener
conocimientos de estas características, obteniéndolos por inducción a partir de la

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experiencia de las cosas particulares. Sin embargo, no se había preguntado cómo a


partir de las cosas particulares se puede llegar a obtener estos conocimientos
universales y necesarios.
La filosofía de Platón comienza preguntándose cómo son posibles para el
hombre esos conocimientos. Y su respuesta es clara. Si el hombre posee unos
conocimientos que son universales y necesarios, la realidad ha de ser universal y
necesaria, ya que, si no, este tipo de conocimiento, el científico, sería absurdo, al no
tener un objeto del que fuera correspondencia.
Ahora bien, frente a esta posición teórica, la experiencia nos dice que las cosas
de la naturaleza, del mundo en que vivimos son todas ellas concretas y contingentes. Y
por ello, Platón piensa que además de este mundo sensible, compuesto todo él de
objetos particulares y contingentes, existe otro mundo cuyos objetos son necesarios y
universales y al que tenemos acceso solamente mediante la ciencia: es el mundo de
las ideas, de las esencias, o mundo suprasensible.
Pero el pensamiento de Platón no se queda sólo en señalar la existencia del
mundo de las ideas, sino que a este mundo nuevo le da la primacía sobre el mundo
sensible, afirmando que en él se encuentran las auténticas realidades, siendo las cosas
del mundo en que vivimos realidades inauténticas, aparentes, sombras de las ideas. A
cada clase de objetos que existen en nuestro mundo sensible corresponde una idea,
una esencia en el mundo suprasensible, que es la auténtica realidad y de la que esos
objetos no son sino copias o imágenes.
Para explicar la existencia de estos dos mundos y las relaciones entre ambos,
Platón utiliza la alegoría de la caverna, en la que se ve con toda claridad cómo el
mundo sensible en el que vivimos es totalmente fantasmagórico, es un mundo de
sombras y apariencias.

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1.2 La estructura de la auténtica realidad.

El cambio con respecto a los filósofos anteriores es radical. Preguntarse cuál es


la realidad auténtica de la naturaleza no es ya preguntarse por la naturaleza en la que
estamos y de la que formamos parte, que ha quedado descartada, sino por ese mundo
de las ideas, inasequible a nuestra experiencia sensible y al que sólo tenemos acceso
mediante la ciencia.
Y ¿cómo es este mundo de las ideas? ¿Cómo es la auténtica realidad? Son
varios los caminos a través de los cuales Platón describe la organización y estructura de
este mundo suprasensible.
 En primer lugar, Platón caracteriza el mundo suprasensible a través del concepto
de verdad. Cuando el hombre posee un conocimiento universal y necesario, ese
conocimiento es verdadero. Y la verdad no cambia, es siempre idéntica a sí misma
y, por lo mismo, eterna e intemporal. Ahora bien, si, como hemos señalado
anteriormente, el conocimiento humano puede ser verdadero sólo porque existen
objetos verdaderos (las ideas), éstas han de ser inmutables, intemporales,
inespaciales. Es decir, que la realidad del mundo de las ideas no es nada físico,
como tampoco nada psíquico; es más bien una realidad ideal, de la cual el mundo
sensible no es más que una copia siempre imperfecta. El mundo entero sensible
tiende a ser como el mundo de las ideas, pero no lo alcanza.

 Otro camino que utiliza Platón para explicar la naturaleza del mundo auténtico es
el del supuesto o hipótesis. Como se puede apreciar en la alegoría de la caverna,
para Platón hay diversos y escalonados estratos del ser, y cada estrato descansa
sobre el otro inmediato. Aquello sobre lo que algo se funda es lo que llama
hipótesis o supuesto, pues es un ser que se ha de suponer para que se pueda dar
otro.
Esta necesidad de fundamentación o de causalidad, no sólo se da entre el mundo
sensible y el mundo de las ideas, que es su supuesto, sino también entre las
mismas ideas.
Para Platón el mundo de las ideas está totalmente jerarquizado y cada idea se
funda o apoya en otra superior hasta llegar a una idea de las ideas, de la que todas
las otras dependen porque, abarcándolas y sosteniéndolas a todas, a todas las
fundamenta. Es lo Absoluto, lo Suficiente en sí.

 Y, por último, donde Platón explicita con más claridad cómo es el mundo de las
ideas es en su reflexión sobre el problema de la esencia del bien, tema básico en el
pensamiento de su maestro.

Sócrates había dicho: “Sé sabio y serás bueno”. Pero su discípulo no está de
acuerdo; también el mentiroso puede ser sabio y, sin embargo, no es bueno. El saber
como tal es moralmente indiferente, pues sirve para todo. Si podemos distinguir entre
el mentiroso y el veraz es porque entra en juego la intención moral, que es una actitud
de la voluntad cuya valoración depende de los fines a los que ésta se oriente. Si los fines
a los que la voluntad se orienta son buenos, también lo es la intención y el saber.

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La bondad, el valor, están en las cosas mismas y, como señala Platón en el


Simposium, atraen y solicitan el amor del hombre, porque de alguna manera son su
naturaleza originaria, su propio y auténtico yo, y en su realización encuentra el hombre
dicha. Sólo cuando la voluntad del hombre se dirige hacia esa bondad, que está en las
cosas mismas, es cuando el hombre obra bien.
En el Lisis, y argumentando con la misma lógica que al hablar del ser y de su
necesidad de hipótesis, dice Platón que todo valor depende de otro, en razón del cual
el primero se ama, llegando así jerárquicamente hasta un “supremo sujeto de
amabilidad” en el que descansan y del que dependen todos los demás valores.
Llegamos, pues, por el camino del bien a una idea suprema, la idea de Bien, lo mismo
que por el camino de la fundamentación del ser habíamos llegado a la idea de lo
Absoluto.
Esta idea suprema que está en la cúspide jerárquica del mundo de las ideas es
al mismo tiempo el fundamento de todo ser y el origen de todos los valores, por lo que
para Platón todo ser es bueno. Al ser la idea de Bien, como señala en la República, la
causa de que todo ser posea esencia y existencia, todo ser es necesariamente bueno.
En la filosofía de Platón no hay una categoría para el mal. Siendo el único ser real el
ideal, lo opuesto al valor no tiene cabida en el reino del ser.

1.3. La estructura del mundo sensible.

Platón dedica una de sus últimas obras, el Timeo, a explicar su concepción del
mundo sensible, mundo que se encuentra entre el ser y el no ser, sin verdadera y
propia realidad, siempre cambiante, y que no es sino una imagen, una copia de la idea
a la que tiende a imitar sin conseguirlo nunca.
Pues bien, este mundo ha sido hecho por el Demiurgo. No es que el Demiurgo
haya creado el mundo, puesto que las ideas existen desde siempre y la materia
informe y caótica también. Lo que el Demiurgo ha hecho, por ser sumamente bueno,
es actuar sobre la materia, sacándola de su primitivo estado de confusión y desorden
para llevarla a un estado de orden, convencido de que este estado era mejor que
aquel primitivo en que se encontraba.
Y para ordenar el mundo se sirvió de las ideas como modelos, proyectándolas
sobre la materia, lo mismo que un escultor proyecta la imagen de lo que quiere
representar en el mármol o en la madera. De este modo, del caos primitivo se pasó a
este cosmos organizado que, si es imperfecto, no lo es por voluntad del Demiurgo, sino
porque la materia es esencialmente limitada y cambiante y no tiene capacidad para
recibir perfecciones más que en grado límite.

Respecto de la constitución de la tierra, en EL Fedón, inserto en un mito relativo al


destino de las almas, se contienen referencias a la estructura de la tierra. Platón dice
que la Tierra que habitamos está compuesta de tres Tierras concéntricas. Una está por
encima de la nuestra y otra por debajo. No vemos la superior, explica Platón, como no
vería el cielo un observador situado en el fondo del mar que tomara por cielo las aguas
del océano, pero esta esfera sutil tiene el aspecto de un globo de doce porciones de
colores en que se mueven los astros, y es el éter. Quienes habitan esa esfera no
padecen dolores ni enfermedades y tienen comunicación directa con los Dioses. La
inferior es el abismo a donde van las cosas invisibles, la morada del Hades, donde van

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las almas impuras para expiar sus errores.


Platón otorga destinos «geográficos» a los difuntos, enviando a los filósofos, los más
justos entre los hombres, junto a los Dioses en una vida incorpórea. Los que han sido a
veces justos y a veces injustos irán hacia el Aqueronte y el lago Aquerusia, y tras recibir
las compensaciones acordes a sus acciones, buenas o malas, serán destinados otra vez
al ciclo de las generaciones. Aquellos que cometieron injusticias movidos por la cólera
irán al Piriflegetón, el río de las llamas ardientes, y al Cocito, purgando el daño causado
a sus víctimas, situadas en el lago Aquerusia. Si son perdonados, sus penas terminarán;
de lo contrario serán arrojados al Tártaro, donde habitan aquellos que han cometido
crímenes imperdonables. Podemos ver aquí una clara alusión a los «planos» de
experiencia post-mortem. Incluso aquí podemos observar de dónde parten las ideas
cristianas del cielo, el infierno, el purgatorio…

2. HOMBRE Y SOCIEDAD EN PLATÓN.

2.1. El hombre platónico.

Al hablar del método socrático hemos visto cómo su utilización suponía la


creencia de que la verdad se encuentra en el interior del hombre, aunque Sócrates no
se preocupara nunca de explicar el porqué de esta convicción.
Su discípulo, por el contrario, trata de justificar esta presencia de la verdad en
el interior del hombre y lo hace en consonancia con su concepción del doble mundo.
Para Platón, el alma humana, que existe desde siempre y para siempre, antes
de unirse al cuerpo ha vivido feliz en el mundo de las ideas, conociéndolas de forma
directa y perfecta. Pero, al encarnarse en el cuerpo, en el que se encuentra cuando
está en este mundo sensible, se le olvidan por completo los conocimientos que poseía.
Sólo el contacto con los objetos del mundo sensible, que son copia o imagen de
las ideas, es capaz de hacer recordar al hombre esas verdades con las que ha convivido
en el mundo suprasensible, lo mismo que una fotografía, aunque sea mala, puede
servir para hacernos recordar a una persona conocida, pero de cuya imagen nos
hubiéramos olvidado.
El conocimiento auténtico, el conocimiento científico es, pues, en Platón
recuerdo, anamnesis, y no descubrimiento ni adquisición.
Esta posición de Platón ante el conocimiento nos refleja con bastante exactitud
lo que piensa acerca del hombre. El hombre es un alma eterna e inmortal encerrada,
encarcelada en un cuerpo. El auténtico y genuino yo del hombre es el alma; el cuerpo
es su cárcel, su sepulcro.
Entre el cuerpo y el alma no existe más que una unión accidental, es decir, la
única que se puede dar entre dos realidades plenamente constituidas y de naturaleza
totalmente distinta cuando se juntan la una con la otra. Las imágenes más frecuentes
con las que Platón ilustra esta unión son las del jinete y el caballo y las del timonel y la
nave.

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2.2. La ética platónica.

Platón distingue en el hombre tres tipos de almas:

 El alma racional que, situada en la cabeza, tiene como función el pensar, el


razonar.

 El alma irascible que, situada en el pecho, es el origen de las pasiones nobles


de la persona: valor, esperanza, ambición.

 El alma concupiscible que, situada en el vientre, hace nacer los deseos bajos
del individuo: egoísmo, odio, lujuria.

El auténtico yo del hombre, el alma inmortal que ha vivido desde siempre en el


mundo de las ideas y que no va a morir nunca, es el alma racional. Las otras dos almas,
el alma irascible y el alma concupiscible, son propias del cuerpo y mueren con él.
Por eso, para Platón, el ideal de la vida humana consiste en que el alma
auténtica, el alma racional, se dedique al ejercicio de la actividad que le es propia: la
racionalidad, la contemplación racional. Solamente mediante la sabiduría se realiza el
hombre y alcanza la felicidad.
Pero para dedicarse el hombre a la contemplación necesita ser virtuoso. No
existe, pues, como en Sócrates, una identificación total entre sabiduría y virtud. La
virtud es necesaria para la sabiduría pero no se identifica con ella.
Y la virtud consiste en que el alma racional domine a las almas irascible y
concupiscible. Cuando esto ocurre, el hombre camina hacia su perfección, hacia la
virtud, aunque nunca la logre plenamente por el lastre material que le supone el
cuerpo. La imagen del auriga que marcha en un carro tirado por dos caballos y que
únicamente corre bien cuando los domina, ilustra muy bien la visión que del hombre y
de su quehacer tiene Platón.
En La República, Platón dedica una de sus alegorías a explicar el alma humana
con el mito de los metales. En esta breve alusión, para explicar el origen de las
diferencias existentes en la naturaleza humana, Platón nos cuenta que en el principio
los Dioses introdujeron en el Alma humana cuatro «metales» en proporciones que
reflejan la construcción del Universo por el Demiurgo. Así, todos los hombres poseen
una proporción de oro, otra de plata, otra de cobre y otra de hierro. Uno de estos
metales prevalece sobre los otros, distinguiéndose así hombres de Oro, los Filósofos;
hombres de Plata, los Guardianes; hombres de Cobre y Hierro, artesanos y aquellos
llamados a las labores agrícolas y pastoriles. Esto origina a la vez la necesaria
estratificación del Estado propuesta por Platón.

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2.3. La sociedad y el Estado.

Platón expone su concepción del Estado en dos de sus obras fundamentales: en


la República que, escrita en su juventud es de un idealismo que raya la utopía, y en las
Leyes, obra ya del Platón maduro que, bajo el peso de la experiencia, se muestra más
sereno y reposado.
Para los sofistas, las sociedades se habían originado de un modo arbitrario y
convencional. No existían unas leyes fijas, expresión de la naturaleza del hombre, que
fueran las que regularan el comportamiento social.
Para Platón, por el contrario, es la naturaleza humana la que empuja al hombre
a la vida social y la que regula su organización.
Hasta tal punto está Platón convencido de que es la naturaleza humana la que
empuja al hombre a vivir socialmente que, según él, el individuo por sí solo no puede
alcanzar el bien y necesita de la organización social para hacerlo. Solamente en el
Estado es capaz el hombre de alcanzar la justicia (virtud que, para Platón, consiste en
la realización de todas las demás virtudes), por lo que el Estado tiene una función
salvadora del individuo.
En cuanto a la organización de la sociedad, también tiene, según Platón, su
fundamentación en la naturaleza humana, y no es sino una prolongación del
organismo humano individual. Si en éste había tres almas, en la sociedad hay tres
clases distintas, cada una de las cuales corresponde a una de las almas del individuo:
los gobernantes, los guardianes y los productores. Y si en el individuo era el alma
racional la que debía dirigir a las otras dos, en la organización social son los
gobernantes los que deben dirigir a los guardianes y los productores.
En efecto, la sociedad sólo alcanzará y permitirá al individuo alcanzar la justicia
en la medida en que cada una de las clases cumpla adecuadamente con sus funciones
fundamentales.
 Los gobernantes tienen como función organizar la sociedad y dirigir a los
ciudadanos hacia la consecución del bien común. Su virtud propia es la sabiduría, la
prudencia. Y como los filósofos son los que se dedican a conocer el bien absoluto,
son los que mejor preparados están para gobernar.

 Los guardianes, que poseen no la sabiduría, sino la fuerza como virtud específica,
tienen que estar sometidos a los gobernantes, y su función es defender al Estado
contra sus enemigos exteriores y contra las sediciones internas.

 En cuanto a la clase de los productores, que es la más numerosa, tiene como


función el producir y elaborar los bienes de consumo necesarios para satisfacer las
necesidades de todos los ciudadanos, y su virtud propia es la moderación en el uso
de los bienes y en el afán de ganancia.

Solamente cuando estas tres clases vivan en armonía, es decir, cuando cada
una cumpla con sus funciones sin inmiscuirse en el campo de las demás, se dará el
equilibrio social y se realizará la justicia.
Con el fin de que esta situación ideal de armonía y equilibrio entre las clases
sociales se realice, Platón se preocupa de dar una serie de normas prácticas sobre

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

cómo ha de ser tanto el tipo de educación como el tipo de vida de cada una de las
diversas clases.
Refiriéndose, por ejemplo, a la clase de los gobernantes, que es a la que más
atención presta, dice que en su educación han de manejarse únicamente las lecturas y
ejemplos que faciliten el cumplimiento posterior de su función, prohibiéndoseles todas
las demás. Y en cuanto a la clase de vida que han de llevar, se inclina por un régimen
de posesión común de bienes, sin posibilidades de propiedad privada, para evitar que
nazca en ellos la codicia que les podría llevar a aprovechar su posición dirigente en
beneficio propio. Se ha querido ver con esto, y en cierta medida es así, un antecedente
del comunismo de Marx en Platón. Este filósofo defiende la propiedad privada, aunque
controlada por el Estado, para la clase de los artesanos, pero rechaza el derecho a la
propiedad privada para la clase de los gobernantes y la de los guardianes. Creyó que si
se quiere evitar la corrupción, el enriquecimiento personal y el uso del poder para el
propio interés, las clases dirigentes (gobernantes y guerreros) deberían tener todas las
posesiones en común y llevar una vida comunitaria. Pues quien gobierna ha de hacerlo
persiguiendo el bien común.
Pero su concepción de la sociedad sigue siendo la de una sociedad totalmente
clásica y estática, y en la que no existe la posibilidad de ascenso de las clases inferiores
a las superiores.

2.4. Diversas formas de organización del Estado.

Platón se muestra escéptico en cuanto a la posibilidad de que la organización


natural de la sociedad se traduzca, en la práctica, en una organización del Estado en
que se cumpla plenamente la armonía de las clases; posiblemente influye en esto su
experiencia política que fue decepcionante.
En la República habla de una serie de formas de gobierno que se suceden unas
a otras casi de forma indefectible y en un ciclo ininterrumpido. No podemos olvidar
que para Platón el mundo sensible es una imagen, una copia imperfecta del mundo
auténtico que, aunque aspira a ser como el modelo, nunca lo logra del todo,
precisamente por el lastre de materia que lleva consigo.
Concretamente, el libro VIII de la citada obra comienza hablando de un régimen
político semejante al que él preconiza como ideal, aunque sin decir que se haya
realizado históricamente. No trata, por tanto, de hacer historia, sino de ver las diversas
formas posibles de organizarse el Estado, señalando además los problemas que cada
una de esas formas comporta y las soluciones a las que empuja inevitablemente.
Este Estado primitivo estaría gobernado sabiamente por magistrados que, poco
a poco y por inadvertencia, dejarían de procrear, viéndose así obligados a unirse a los
militares, más preocupados de resaltar su valor personal de guerreros que de velar por
los intereses del Estado, y llegando así a una oligarquía timocrática (oligarquía: forma
de gobierno en que el poder lo tienen unos pocos// timocracia: gobierno en el que
ejercen el poder los ciudadanos que tienen cierta renta). En este tipo de gobierno
existiría el orden, pero no el fundamento del orden.
Los guerreros en el poder acumularían botín tras botín –es una alusión clara a
Esparta- y obtendrían grandes riquezas, de la que no disfrutarían del todo por su
educación austera. Pero sus hijos no tendrían esos escrúpulos y se aprovecharían de

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

las ventajas de la riqueza, estableciéndose así una oligarquía plutocrática (sistema de


gobierno en el que el poder lo detentan quienes poseen las fuentes de riqueza). En ella
la división entre ricos y pobres se haría cada vez más profunda: los pobres serían cada
vez más pobres y más numerosos.
Hasta que un día la situación se tornaría insostenible y los pobres se rebelarían
ocupando el poder y repartiéndose anárquicamente los bienes. Estaríamos en la
democracia. En ella cada uno interpretaría la ley a su gusto, prevalecería el interés
individual y el desorden se convertiría en la norma. La comunidad se desintegraría y el
Estado estaría en trance de desaparecer. Hay que tener en cuenta las características de
la democracia que Platón conoce, que es además la que ha condenado a muerte a
Sócrates.
El peligro sería tan grande que el pueblo, harto de abandonarse a un
desenfreno sin límites, se entregaría a un hombre, al que confiaría el cargo de
establecer la unidad. Estaríamos en la tiranía. Cuando ésta imperase, ya no existiría la
ley, sino la voluntad de un individuo que decidiría conforme a sus intereses o sus
caprichos. Nos encontraríamos en la antítesis del gobierno ideal.
Vemos, pues, a través de este análisis cómo para Platón la única forma de
gobierno válida es aquella en la que el poder lo ostentan los filósofos. Es la dictadura
de la inteligencia.

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

VOCABULARIO: PLATÓN

DEMIURGO: Platón había hablado de un obrero o artífice de los sentidos y de uno de


los cielos. La teoría platónica del obrero o artífice del mundo se encuentra expuesta
con cierto detalle en el TIMEO, cuando habla de un obrero que plasma el mundo
teniendo sin cesar los ojos fijos sobre el modelo de lo eterno y, por consiguiente, de lo
bello. Este demiurgo que ha contemplado el modelo eterno, es la más perfecta de las
causas, ha producido el mundo en virtud de su bondad y carencia de envidia, deseando
que todas las cosas fuesen semejantes a él. El resultado de su actividad ha sido el
mundo como ser viviente, provisto de alma y de intelecto.

FENÓMENO: Procede del griego. Su significado es "lo que aparece", y equivale, por
tanto, a "apariencia". Los fenómenos o apariencias son contrastados por Platón con la
realidad verdadera. El mundo de los fenómenos o apariencias es el mundo de las
"meras representaciones", y puede ser también descrito como "mundo sensible".

IDEA: Platón usó el término idea para designar la forma de una realidad "eterna e
inmutable". Platón concibe las ideas como modelos de las cosas, y, en cierto modo,
como las cosas mismas en su estado de perfección. Las ideas son las cosas como tales,
pero éstas no son realidades sensibles, sino inteligibles. Una idea es siempre una
unidad de algo que aparece como múltiple. Por eso la idea sólo es aprensible
inteligiblemente, es decir, se "ven" con la "mirada interior".
Una vez admitidas las ideas, hay que saber de qué cosas puede haberlas. En
principio parece que puede haber ideas de cualquier cosa, pero resulta dudoso que
pueda haberlas de cosas "viles" o de cosas "insignificantes". Por ello, Platón tiende
cada vez más a reducir las ideas a ideas de objetos matemáticos y de ciertas cualidades
que hoy en día consideramos valores: La bondad, la belleza, la justicia, la verdad, etc.
Además, tiende a ordenarlas jerárquicamente.
Una idea es tanto más "idea" cuanto más expresa la unidad de algo que
aparece como múltiple. Pero si esta unidad es una realidad "en sí", se plantea la
cuestión de qué tipo de relación existe entre lo UNO IDEAL y lo MÚLTIPLE. Aquí
aparecerá una gran discrepancia entre Platón (que separa lo uno de lo múltiple) y
Aristóteles (que niega que las ideas existan en un mundo inteligible separado de las
cosas sensibles).

IDEA DE BIEN: Se trata de la idea suprema, es la causa de todas las cosas, el principio
del ser y de la inteligibilidad de todas las Ideas, y de ella depende toda la realidad.
Aquellos que llegan al conocimiento del bien, mediante la dialéctica, llegarán a ser
gobernantes ideales. La verdad y la ciencia son afines al bien, dependen de la idea de
bien. El bien es también la causa de las cosas rectas y bellas. Es la idea que está en lo
alto de la escala de la jerarquía del mundo inteligible, en el mito de la caverna es el sol
que todo lo ilumina. Como idea suprema es el principio de todo, de ella depende toda
la realidad y también es principio de inteligibilidad, de conocimiento de todo, la
comprensión definitiva de dicha idea es “la ascensión al ser”. Aquellos que
emprendiendo el camino de la dialéctica llegan al conocimiento de la idea de bien
serán los gobernantes ideales, porque para Platón, el que conoce el bien conoce la

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

verdad y la belleza y, consecuentemente nunca actuará injustamente, porque sabe


cuáles son las consecuencias de sus acciones y que al final, si se obra mal, el mal recae
sobre ti. Platón considera también que todo tiende al bien y que si los seres humanos
actúan haciendo el mal es porque desconocen el verdadero ser de las cosas, el bien.
(intelectualismo moral).

DIALÉCTICA: Es el estudio de las ideas, y también el proceso para llegar al


conocimiento verdadero, al conocimiento del mundo de las ideas. El conocimiento
para Platón nunca es del mundo sensible, en él no hay lugar para la verdad. Las cosas
sólo son objeto de opinión, así la dialéctica no trata de imágenes sensibles sino que
pretende llegar al principio de todo, a la idea de bien, la idea superior en la jerarquía
de las ideas. Como camino hacia la verdad, es el camino de la purificación, un proceso
de recuerdo, de reminiscencia. El proceso por el que llegamos al conocimiento de la
verdad, el bien y la belleza es un proceso cognoscitivo que nos lleva por los grados de
conocimiento (eikasía, pistis, dianoia y dialéctica) desde la imaginación y la creencia
que sólo podemos tener del mundo sensible hasta las matemáticas y por fin, el
conocimiento de las ideas. Este proceso se sigue con el estudio de la gimnasia, la
música, la astronomía, las matemáticas y, por fin, de las ideas. La dialéctica está
relacionada con el arte del diálogo, del saber preguntar y saber responder, hay que
saber formular las preguntas adecuadamente (como hacía Sócrates) y responderlas
siempre por el camino de la razón, no de los sentidos.

CIENCIA: Episteme, forma de conocimiento superior a la opinión, es el conocimiento


verdadero, el conocimiento racional. Sus enunciados son inmutables, igual que su
objeto de estudio, que no es otro que Las Formas. Es el saber que tiene por objeto el
mundo inteligible. Se distingue del pensamiento discursivo, que tiene por objeto los
entes matemáticos. El conocimiento supremo pretende captar las Ideas en sí mismas.

JUSTICIA: Es la virtud por excelencia y la finalidad última del estado platónico y,


podríamos decir que de toda su filosofía. La justicia es también una idea, pero está por
debajo del bien en la jerarquía de éstas, en realidad, es más un estado, la realización
de una virtud del alma y de la República platónica. En el alma humana se da cuando
hay armonía entre las partes del alma, cuando la parte irascible y la concupiscible
dejan gobernar a la razón y ocupan cada una su lugar. Igualmente, en la República
platónica, se da cuando cada miembro de la sociedad cumple su función y rige su alma
por la virtud que le corresponde a su clase social, dejando gobernar a los filósofos, que
son los que conocen el bien de todos. Es todo lo contrario al interés del más fuerte que
defendían los sofistas, es el reino de la razón, en el que los apetitos cumplen su
función biológica, las pasiones nobles la defensa de los valores y la razón la de
gobernar de acuerdo al bien común. Es finalmente armonía entre las partes, todas
ellas necesarias y cuando la conseguimos produce la felicidad para todos en el Estado y
en el alma para cada uno.

REY- FILÓSOFO: En la ciudad ideal diseñada por Platón en la República es el que


debe gobernar el Estado, no tiene por qué ser uno, pero sí debe ser conocedor de la
Idea de Bien. El que va a gobernar debe haber dirigido la mirada hacia el mundo
inteligible y debe obrar de acuerdo a aquéllas formas puras y perfectas que vio allí. Los

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

filósofos son preparados por el Estado con una educación muy cuidada que consiste en
disciplinas como la gimnasia, la música, las matemáticas o la astronomía, - hasta los 35
años- y después la dialéctica, para llegar finalmente al conocimiento de las Ideas. No
podrán poseer familia ni riquezas, no tendrán propiedad privada, para evitar la
tentación de actuar por el bien particular del mundo sensible en lugar de por la justicia
y el bien común ideal y serán elegidos de entre los guerreros más inteligentes y
capaces para el conocimiento. Serán hombres o mujeres y deberán vivir en comunidad
de bienes dedicados únicamente al gobierno del Estado y al bien común.

ALMA: Principio de vida y de conocimiento, es divina e inmortal, mediante ella


llegamos a la verdad y a la vida buena y justa, feliz. Sólo podemos llegar a la verdad
mediante el alma porque sólo ella ha estado en el mundo de las ideas y gracias a la
reminiscencia, podemos recordar las ideas, pero para ello debemos emprender el
camino de la dialéctica, no el de los sentidos, que es el de la experiencia. El alma está
para Platón encerrada en el cuerpo y es inmortal, es la parte más excelente del ser
humano, la que nos posibilita una vida buena y feliz, siempre que sigamos el dictado
de la razón –verdad, episteme- que es el camino de la purificación, y no el de la
experiencia sensible, los datos que percibimos por los sentidos – opinión, doxa-.
El alma para Platón está dividida en tres partes: irascible ( de las pasiones
nobles, situada en el pecho, cuya virtud es la fortaleza) concupiscible ( la de las bajas
pasiones, situada en el abdomen y cuya virtud es la templanza) y la racional ( que es la
propiamente inmortal, no está ligada al cuerpo y cuya virtud es la prudencia y
sabiduría) según la parte del alma que prevalezca en cada persona, esta tiene una
función en la sociedad y cuando todas las personas realizan la virtud que les
corresponde se da la justicia, la virtud primordial y más importante para Platón, sin la
que no es posible la felicidad.
El alma es pues, como decíamos al principio, la que posibilita el conocimiento,
que conozcamos la verdad, y también, como sólo los que conocen la verdad pueden
realizar el bien, la que posibilita también la justicia.

REMINISCENCIA: Antes de estar en el cuerpo, el alma estuvo en contacto con el


Mundo de las Ideas, del que no recuerda nada. Sin embargo, gracias a la reminiscencia,
el alma racional del hombre puede recordar esa visión de las Ideas y llegar a conocer
las formas inteligibles, las Ideas. El recuerdo, la reminiscencia, hace posible el ascenso
hacia el conocimiento de la realidad. Por ejemplo, en el mundo sensible observamos
caballos más o menos perfectos, y de ese modo, nos acordamos del auténtico caballo,
el modelo ideal, que el alma conoció en el mundo inteligible, y del cual éstos son
copias.

VIRTUD: Es la excelencia del ser, el actuar con arreglo al bien. La virtud por excelencia
es la justicia pero ésta es el resultado de todas las demás. Cada virtud es la perfección
de cada parte del alma: la sabiduría o prudencia de la razón, la fortaleza de las
pasiones nobles y la templanza de los apetitos, la justicia es la perfección del alma
entera y sólo se da si hay armonía entre ellas y las demás virtudes se realizan. Cada
virtud es también la perfección de la conducta de cada ciudadano de la República, cada
ciudadano debe actuar de acuerdo a la virtud que le corresponde, los filósofos con
sabiduría, los guerreros con fortaleza y los artesanos con templanza, si esto se cumple

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

todos actuarán con justicia y se dará esta última en la ciudad. Si actuamos con arreglo
a la virtud seremos pues, también felices, porque colaboraremos a la realización del
bien para todos.

MUNDO SENSIBLE: Según el Mito de la Caverna, en el capítulo VII de la República,


es un mundo aparente, un mundo de sombras, de variedad y cambio (siguiendo los
planteamientos de Heráclito), que se compone de realidades sin ningún valor
epistemológico, de cosas singulares, sometidas a variación, que nacen y mueren en un
continuo devenir, y contingentes. En este mundo sensible, que percibimos por los
sentidos y no por la razón, se hallan las opiniones, y no las verdades absolutas.

MUNDO INTELIGIBLE: El mundo de las ideas o inteligible es la verdadera realidad


para Platón, se llega a él mediante la parte más excelente del alma: la razón. El mundo
inteligible se opone al mundo sensible que es el que podemos percibir, el mundo en el
que nos movemos, sin embargo, para Platón, lo que percibimos por los sentidos, lo
que entendemos por realidad no es sino un mundo de sombras, de copias, de
equívocos y sólo podemos obtener de él doxa u opinión, sólo es objeto de mera
creencia. La realidad, donde podemos llegar realmente a conocer la verdad de las
cosas es el mundo inteligible que es donde están las ideas de las que las cosas que
percibimos sólo participan, poseen sólo parte de esa auténtica realidad. Las ideas son
modelos, constituyen lo permanente, lo eterno, lo esencial, frente a la pluralidad, lo
cambiante y lo aparente del mundo sensible. Las cosas que percibimos tienen su
esencia, su idea en el mundo inteligible, pero no todas las ideas son iguales, existe una
jerarquía donde la idea suprema es el bien.
En el mito de la caverna, el mundo inteligible corresponde al mundo exterior y
el mundo sensible al interior de la caverna, en la que todos vivimos como esclavos.
Sólo liberándonos de las cadenas de la percepción sensible y guiándonos de la razón,
como decían Heráclito y Parménides, podemos llegar a conocer el mundo de las ideas,
donde está la verdad, y sólo conociendo ésta y la idea suprema de bien,
conseguiremos obrar justamente y encontrar la felicidad. El camino hacia el mundo de
las ideas pasa por el estudio de las matemáticas, la música, la astronomía y la gimnasia,
siempre siguiendo a la razón y no lo que percibimos.
El mundo inteligible, que es el mundo del ser, de la verdadera realidad eterna,
esencial y única recuerda al ser de Parménides y, por el contrario, el mundo sensible,
cambiante, plural, distinto y aparente, recuerda al devenir heraclitiano, el dualismo
cosmológico platónico intenta pues, superar el problema planteado por estos dos
filósofos y resuelve las aporías del movimiento del lado de Parménides, el movimiento
es sólo una sombra, un equívoco, la verdad está en el mundo supremo e ideal.

OPINIÓN: La opinión o doxa es el título que da Platón a una de las formas de


conocimiento. Este conocimiento se fundamenta en la percepción, se refiere al mundo
sensible, es decir a las cosas espacio-temporales, a las entidades corporales, y, en la
escala de los conocimientos, es el género de conocimiento inferior. La opinión se
divide a su vez en dos especies o tipos de conocimiento: la conjetura, que es el
conocimiento que tenemos de las cosas cuando vemos sus sombras o reflejos, y la
creencia, que es el conocimiento que tenemos de las cosas cuando percibimos
directamente y nos formamos un juicio de ellas.

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

En su teoría del conocimiento, Platón diferencia entre distintos grados de


conocimiento, todos ellos válidos pero algunos más importantes que eran, a su vez, los
más difíciles de alcanzar. Existe un primer grado o escalón formado por el
conocimiento de las sombras, sin duda el más inseguro. Recibe el nombre de eikasía y
no es más que la visión del mundo que nos otorgan nuestros sentidos; el reflejo en el
mundo sensible de las Ideas del mundo inteligible. Cercano a este nivel, encontramos
el de la opinión como mera creencia, la pistis. Básicamente podríamos decir que es el
enjuiciamiento al que hemos sometido al mundo sensible, es decir, la valoración
personal que hacemos de lo que nuestros sentidos perciben. El problema radica en
que ni tan siquiera gozamos de la posibilidad de saber si es verdad o mentira aquello
que creemos, no sabemos si nuestra opinión refleja la verdad. El tercero de los
escalones nos encontramos con el pensamiento discursivo, en el conocimiento de las
matemáticas, la dianoia. Ésta, desde el momento que trata el estudio de las ideas,
simboliza para Platón un conocimiento más sólido, más trascendente. El problema
radica en que este estudio de las matemáticas no es más que un trampolín desde el
que recibir el impulso necesario para alcanzar la dialéctica. La dialéctica constituirá el
verdadero conocimiento, incluso más que el verdadero conocimiento, la dialéctica
engloba el conocimiento más elevado, el más difícil de alcanzar, pero el más
importante. La dialéctica nos permite, según Platón, conocer las realidades que
constituyen el “conocimiento firme y verdadero”, las ideas del mundo de las ideas,
sobre lo que realmente se puede hacer ciencia.
Por tanto para Platón la opinión se encuentra dentro del conocimiento, pero en un
estado de escasa importancia. El conocimiento verdadero se encontraba muy alejado
de la opinión; tanto que la opinión era un peldaño por el que había de pasar, pero no
recrearse, es decir, no creer que cuando se tiene opinión se ha adquirido todo el
conocimiento necesario. La opinión no es como para los sofistas(*) el conocimiento
más elevado, aquel tras el cual nada puede conocerse, ya que es la misma opinión o
creencia la que rige la realidad cotidiana y política.
(*)Recordemos que los sofistas habían acostumbrado al pueblo griego a creer
ciegamente en sus exposiciones basadas en que es la opinión lo que fundamenta el
conocimiento, es decir, que no existe tipo de ciencia alguno y por tanto, puede creerse
ciegamente en la opinión

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

PLATÓN (427-347 a.C.)

GLOSARIO EN BREVE

ALMA: Según Platón es el principio que anima al cuerpo, al cual está unida
accidentalmente, pues su lugar natural es el mundo de las Ideas.
CIENCIA (episteme): Es el grado más alto del conocer. Tiene por objeto lo
esencial, las Ideas, pues sólo éstas son capaces de satisfacer las condiciones de
objetividad, infalibilidad y validez universal.
CONOCIMIENTO: Conocimiento superior. Para Platón e un tipo de visión en que
lo que se ve es la Idea o Forma. Al igual que Parménides, Platón identifica el
conocimiento con el ser: sólo se conoce lo que es.
DEMIURGO: Es un ser divino (intermedio entre las Ideas y el mundo sensible),
que configura este último tomando por modelo las Ideas. Es causa ordenadora pero no
creadora.
DIALECTICA: Relación o diálogo entre el mundo sensible y el mundo inteligible.
IDEAS: Entidades subsistentes que representan el verdadero ser o esencia de
las cosas; son los objetos de la ciencia, y ellas mismas, valores.
IDEAS INNATAS: Conocimientos que posee el alma, debido a su preexistencia
en el mundo de las Ideas.
JUSTICIA: Virtud que, desde el punto de vista de la ética, consiste en el
equilibrio entre las partes del alma y, desde el punto de vista de la política, en el
equilibrio entre las tres clases sociales que integran el Estado Ideal, siendo su fin
último el bien común.
OPINION: Es algo intermedio entre el conocimiento y la ignorancia. Su objeto
es lo sensible, aquello que es copia de las Ideas, que no tiene una existencia propia y
que, por tanto, no puede ser objeto de conocimiento.
PURIFICACION: Proceso de liberación del alma respecto de los lazos materiales.
REMINISCENCIA: Recuerdo de la visión de lo inteligible que el alma humana
tuvo en su anterior ciclo y que constituye la justificación de la teoría platónica del
conocimiento.
VIRTUD: Excelencia, cumplimiento de la función, realización perfecta de la
función propia. La virtud va siempre asociada a la idea de Bien. En la Iliada y la Odisea
la virtud se dice del héroe que se aplica a la acción esforzada, especialmente en
competición. En los siglos V y IV se transforma el sentido de la virtud, asociada a las
ideas de justicia, templanza y control racional.

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Historia de la Filosofía. Sócrates y Platón

HOMBRE

Alma Cuerpo

Estructura Virtud Estructura de


del hombre la sociedad

Racional Prudencia Gobernantes

HOMBRE Irascible Valor Guerreros SOCIEDAD

Campesinos
Concupiscible Templanza Artesanos
Comerciantes

La Justicia es el resultado de la disposición adecuada de las diferentes partes

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