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Genocidio de Ruanda

Lucas Garrido 4C

Introduccion

El genocidio de Ruanda fue un intento de exterminio de la población


tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda entre el 7 de
abril y el 15 de julio de 1994, en el que se asesinó aproximadamente al
70 % de los tutsis. Se calcula que entre 500 000 y 1 000 000 de personas
fueron asesinadas. La violencia sexual fue generalizada; se cree que
fueron violadas entre 250 000 a 500 000 mujeres durante el genocidio.
¿Como inicio y finalizo?
La respuesta data de la época colonial, cuando Ruanda estaba bajo el
dominio de Alemania (1894) y luego de Bélgica (1916). Antes del
genocidio, en 1994 Ruanda tenía más de 7 millones de personas en tres
grupos étnicos: la mayoría hutu y las minorías tutsi y twa. Los tutsis
(minoría ganadera) tuvieron el poder durante décadas y demandaban
independizarse de Bélgica, por lo tanto los colonos empezaron a
favorecer a los hutus (mayoría agricultora), quienes derrocaron a los
tutsis en las revueltas de 1959.

Finamente, los hutus llegaron al poder tras un golpe de Estado de 1973


que convirtió en presidente a Juvénal Habyarimana. Una acción que
nunca fue aceptada por los tutsis.

La división que dejaron los belgas entre hutus y tutsis continuó después
de la independencia política de Ruanda el 1 de julio de 1962. En los
siguientes años ocurrieron enfrentamientos y matanzas por el control
de los recursos del país hasta que entre las décadas 50 y 60 un choque
hizo que miles de tutsis huyeran hacia Uganda.

Los refugiados tutsis recibieron apoyo del presidente de Uganda,


Yoweri Museveni, y planeaban regresar a Ruanda. Esta fue la excusa del
mandatario Habiyarimana (hutu) para fomentar en 1991 una campaña
de odio contra los tutsis y diseñar una estrategia para exterminar a los
que aún vivían en el país.
El 6 de abril de 1994, dos misiles derriban el avión en el que viajaban el
presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, y del Burundi, Ciprian
Ntayamira. Inmediatamente, se culpó a los tutsis y en la radio se llamó
a empezar la masacre.

Al día siguiente, 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y


soldados belgas de la ONU fueron asesinados por las fuerzas del
gobierno. Como consecuencia, Bélgica y otros países retiraron todas sus
tropas. Las condiciones ya estaban dadas para los asesinatos y otros
crímenes contra tutsis y hutus moderados a lo largo y ancho del país.

El genocidio terminó más tarde ese mismo año cuando el FPR, un


partido político dirigido por Paul Kagame y formado
predominantemente por refugiados de etnia tutsi, que operaba en
Uganda y en el norte de Ruanda, derrotó al ejército nacional y las
milicias hutu, y estableció un gobierno de unidad nacional liderado por
él.

Ruanda después del genocidio

Este país africano hoy está gobernado por el presidente Paul Kagame,
de origen y vinculación con la aristocracia tutsi, aunque él enfatiza que
se considera a sí mismo como ruandés antes que tutsi. Kagame está en
el poder desde marzo del año 2000.

Resabios del genocidio aún quedan en la sociedad ruandesa 27 años


después.

Si bien la gran pobreza que azotó al país tras el genocidio en parte se


vio superada, la reconciliación entre ambas etnias aún está muy lejos
de lograrse. Por ejemplo, hay un fuerte rechazo a los casamientos entre
tutsis y hutus.

Todavía sobrevuela en Ruanda el sentimiento de las etnias, antes que la


nacionalidad en sí ruandesa.

Actualmente Kigali muestra una fachada renovada, con edificios


modernos y lujosos, pero a tan solo 10 minutos de la ciudad la pobreza
estructural se hace sentir y muchos ruandeses deben ganarse la comida
día tras día, sin poder a veces lograrlo. Y muchos ruandeses apenas
poseen una pequeña parcela de tierra que no les es suficiente para
trabajar y alimentar a sus familias.
La salud y educación aún son problemas muy graves en la Ruanda de
hoy. Y muchos ruandeses se ven obligados a trabajar por 700 francos
por jornada, el equivalente a un dólar y 27 centavos por día.

El genocidio, 27 años después, es un tema tabú y hasta un delito hablar


de divisiones étnicas en Ruanda y ya desde 2003, tras un referendo, se
prohibió a los partidos políticos identificarse con una raza, etnia, clan,
tribu, sexo o religión.

A pesar de que Ruanda suele ser vista como un modelo para el


desarrollo africano, el gobierno post-genocidio es criticado por sus
posiciones autoritarias y represivas: limitaciones a la libertad de
expresión, muertes misteriosas, desaparición de opositores políticos,
detenciones arbitrarias y restricciones a la participación política. No
obstante, los esfuerzos en favor de la consolidación de la paz y la
reconciliación suelen ser elogiados por la comunidad internacional que
los considera un caso de éxito.

Entre las políticas de justicia transicional y reconciliación social, la


menos convencional -y la más cuestionada- es la prohibición de la
identificación étnica: las y los ruandeses no pueden adscribirse a una
etnia. En la actualidad, se enseña a la población ruandesa que las etnias
Hutu, Tutsi y Twa fueron impuestas por las autoridades coloniales
belgas que buscaban dividir a un país armónico. Según este relato, la
sociedad no fue estratificada en base a etnias, sino a partir del estatus
socioeconómico y la riqueza ganadera. En consecuencia, se aprobaron
leyes contra el “divisionismo étnico” que fueron consagradas en la
Constitución de 2003 a través de varios artículos que prohiben la
discriminación y el “divisionismo”.

Pese a que los especialistas advierten que la falta de precisión del


término “divisionismo” deja un espacio amplio a las arbitrariedades, el
incumplimiento de estas leyes está penado con prolongadas condenas
de prisión e importantes multas. Asimismo, el gobierno se niega a
reconocer la existencia de categorías especiales de población alegando
que la adscripción étnica es “divisionista”. Por el contrario, el Estado
promueve el ndi umunyarwanda (“soy ruandés”) o la nacionalidad
ruandesa como la única identidad aceptable y asegura que el discurso
político sobre la identidad debe estar fuertemente controlado por
cuestiones de seguridad.

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